La Impenitencia Final y La Conversión in Extremis
La Impenitencia Final y La Conversión in Extremis
La Impenitencia Final y La Conversión in Extremis
Puesto que toda nuestra vida futura y eterna depende del estado en que se
encuentre nuestra alma en el momento de morir, es necesario que
hablemos ahora de la impenitencia final, que se opone a la buena muerte,
y, por contraste, de las conversiones in extremis.
Es entonces, como dicen San Agustín y Santo Tomás (II, II, q. 14), no sólo
un pecado de malicia, sino contra el Espíritu Santo, es decir, un pecado
que va directamente contra cuanto podría ayudar al pecador a levantarse
de su miseria.
El pecador debe, pues, hacer penitencia en el tiempo ordenado, por
ejemplo, en el tiempo pascual; de otro modo, se precipita en la
impenitencia final y en la de voluntad, al menos por omisión deliberada.
Y es tanto más necesario volver a Dios cuanto que no se puede, como dice
Santo Tomás, permanecer largo tiempo en el pecado mortal sin cometer
otros nuevos que aceleran la caída (I, II, q. 109, a. 8).
Existe mucha diferencia entre unos y otros; pero no se puede afirmar que
para llegar a la impenitencia final se deba necesariamente haber sido de
los endurecidos por malicia o al menos por vileza o ignorancia voluntaria.
Ni podemos tampoco firmar que todos los endurecidos por malicia serán
condenados, puesto que la misericordia divina ha convertido, a veces, a
grandes sectarios que parecían obstinados en la vía de la perdición.
Vamos a ver unos ejemplos:
Garrigou-Lagrange O.P.