Ética Del Trabajo y Del Salario Justo

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“Ética del trabajo y salario justo

MORAL SOCIO-ECONÓMICA

Prof.: Pbro. Efrén Silva Placencia


Alumno:

SEMINARIO DIOCESANO DE IRAPUATO


ÉTICA DEL TRABAJO Y DEL SALARIO JUSTO
PERSPECTIVA TEOLÓGICA

La concepción del trabajo en la tradición, desde los Santos Padres


hasta el Concilio Vaticano II, es plurivalente. A veces aparece como
servicio hecho a Dios, en ocasiones como autorrealización de la
persona por su valor ascético, otras son presentado como un servicio
a los hombres especialmente en actitud de servicio a los pobres, pero
en no pocas ocasiones como esclavitud, carga o impedimento para
vivir en libertad.
En el monarquismo se subrayan los aspectos positivos del trabajo;
sin embargo, con la influencia dualista, platónica y cartesiana, se
destacan los perfiles negativos del mismo. Santo Tomás considera el
trabajo manual en un nivel inferior al intelectual como la
contemplación era considerada superior a la vida activa.
En la “Rerum novarum”, el trabajo es considerado como título de
propiedad inherente a la naturaleza humana. León XIII habla, en
esta encíclica y en su doctrina social, ante todo del obrero en la
sociedad industrial occidental de finales del siglo XiX. Ante la
situación de injusticia en que se encontraban sumidos los obreros
proclama la dignidad del trabajador y sus derechos.
La encíclica “Quadragésimo anno” (QA 53) de Pío XI lo propone
como título de propiedad en su relación con el capital a la vez que
describe la dignidad del trabajo (QA 83). El Papa manifiesta su
preocupación por que de las fábricas salga ennoblecida la materia
inerte, pero los hombres se corrompen y se hacen más viles.
El trabajo es un derecho que pertenece al mundo humanista del
hombre en cuanto refleja la dimensión bíblica de la justicia. Con el
trabajo, él puede crecer y desarrollarse como tal.
El trabajo no es, por tanto, una nueva necesidad cuanto una
“vocación” y una llamada a la construcción de un mundo nuevo que
hace que el Reino de Dios esté ya presente en misterio sobre la
tierra, aunque se realizará en plenitud en perspectiva escatológica
(GS 38). Junto a esta dimensión personal, aparece otra de tipo social
o de relación interpersonal de forma que pueda realizarse a nivel
humano a través de la colaboración entre los hombres y el respeto a
la dignidad de cada persona.
Podemos decir que el magisterio pontificio subraya varias primacías:
del hombre sobre el trabajo, de la persona sobre las cosas, del
trabajo sobre el capital, del destino universal de los bienes sobre el
derecho de apropiárselos, del ser sobre el tener. Esta primacía del
trabajo es un principio plenamente adquirido en la Doctrina Social
de la Iglesia.
Y es que existe una relación entre el trabajo y la Trinidad:
El trabajo en relación con el Padre. El trabajo es Ley de Dios,
ley universal impuesta a toda la humanidad. Este mandato no va
dirigido sólo a la primera pareja, sino a toda la humanidad. Ante las
obras nacidas de la voluntad creadora, Dios se siente complacido y
expresa su satisfacción seis veces, pues ve que son buenas y
conformes a su designio. Dios pone fin a su trabajo creador con su
descanso del séptimo día, el cual no significa que Dios haya entrado
en un estado de quietud pasiva, desinteresado de la suerte de
nuestro mundo.
El trabajo en relación con el Hijo. Cristo es visto como el
hombre del trabajo (LE 26). “Aquel que, siendo Dios, se hizo
semejante a nosotros en todo, dedicó la mayor parte de los años de
su vida terrena al trabajo manual junto al banco de carpintero. Esta
circunstancia consiste por sí sola el más elocuente evangelio del
trabajo” (LE 6). El amor de Cristo al trabajo puede deducirse
también del hecho de que las personas más allegadas a Él, fueron
humildes trabajadores: María, José, los apóstoles.
El trabajo en relación con el Espíritu Santo. El trabajo puede
ser convertido en una “fuente sobrenatural... de cotidiano mérito
para el cielo”, ya que todo esto es una colaboración en la obra
santificadora del Espíritu Santo. En cuanto al trabajo/oración hay
que subrayar dos ideas complementarias. Por una parte, la oración
puede dar alas al trabajo (Pablo VI) y la oración comienza, santifica y
cierra la jornada de trabajo (Pío XII). Pero por otra, hay que subir un
peldaño más: hay que conseguir que el trabajo quede convertido en
oración, en centro de alabanza, en preciosa y continua plegaria.
Desde tres niveles podemos considerar el análisis ético del
trabajo: el nivel de justicia, el nivel antropológico, y el nivel de la
ética teológica.
Nivel de justicia
Nos referimos al campo humanista y utópico del derecho que nace
de una concepción cristiana del trabajo. Dos han sido las mesas en
las que se ha presentado este nivel en la cultura occidental: la mesa
bíblica y la mesa jurídica.
Nivel antropológico
Con lo dicho hasta ahora recogemos el deber y el derecho al trabajo
de su origen antropológico: el trabajo es constituido del ser humano
forma parte de su esencia.
Nivel de la ética teológica
Como hemos indicado en el nivel de justicia, el trabajo en el marco
de la revelación nos muestra al hombre trabajador como el gran
colaborador de Dios y nos hace descubrir la cualidad humanizadora
del trabajo. Así, podemos observar tres perspectivas éticas con
referencia teológica: el trabajo es esencial al hombre, imagen de
Dios; es signo de su capacidad dominadora de la creación, y es
indicación de su dimensión comunitaria.
El trabajo como vocación
La profesión puede sentirse como el resultado de la llamada
personal de Dios. Las diversas profesiones delinean una estructura
vocacional en el interior del proyecto de salvación como proyecto de
comunión.
El sentido objetivo del trabajo se centra en la técnica entendida “no
como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un conjunto de
instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo” (LE 5). En
este sentido ha ido eliminando la responsabilidad creadora del
hombre convirtiéndolo en un esclavo de la máquina y en una pieza
del engranaje empresarial. De esta manera nos encontramos con una
sociedad que ha avanzado en la dimensión técnica pero ha
disminuido en la responsabilidad ética.
 Dimensión individual del trabajo
Por una parte, el hombre ha de educarse para ser consciente de su
derecho al trabajo y ha de prepararse para hacer valer este derecho
de manera que su actividad lo realice como persona y le abra al
encuentro creador con las cosas y con los hombres. Asimismo, el
trabajo auténticamente humano ha de realizarse desde la
potenciación y el enriquecimiento de las cualidades del trabajador.
Es decir, el derecho al trabajo lleva anexo el derecho a trabajar en
unas condiciones dignas.
 Dimensión social del trabajo
Del derecho del hombre al trabajo nace en la sociedad el deber de
“ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que
puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente” (GS 67).
Este deber social mira tanto al trabajo en sí mismo como al modo de
trabajar. La dimensión social del trabajo necesita de las claves
teológicas y éticas del mismo. Por ello lo contemplamos en este
lugar.
Asimismo, ocupa un lugar importante dentro de la función social del
trabajo, la aparición de las asociaciones surgidas en la sociedad
industrial para la defensa d los intereses de los trabajadores. En este
contexto surgen la regulación de los convenios colectivos y la
colaboración de la cogestión económica común.

COMENTARIO PERSONAL
En cuanto al ambiente social que vivimos puedo decir que, toda
empresa necesita de trabajadores capacitados y de un proceso
efectivo para producir bienes y servicios si es que quiere operar y
generar ingresos. Sin embargo, hay un componente más que es
indispensable para que una compañía funcione sin impedimentos: la
ética en el trabajo.
Y es que el problema es que, al ser un valor abstracto y difícil de
definir, no se le da la necesaria y debida importancia de estar
presente en el sistema de la empresa.
Lo cierto dentro del ambiente empresarial es que, sin importar qué
puesto se desempeñe o en qué tipo de empresa se labore, la ética en
el trabajo es sumamente indispensable para asegurar el respeto de
todas las personas involucradas en el ambiente laboral, así como
también un ejercicio moral de las actividades que se llevan a cabo
dentro de la misma.
El contar con una ética en el trabajo sólida ayudará no solo a
fortalecer el ambiente laboral y a hacer que los miembros de la
empresa se sientan más cómodos trabajando en ella, sino que
también asegura un correcto ejercicio de las actividades
profesionales y da la oportunidad de mantener buenas relaciones
con los clientes, las autoridades y otros terceros relacionados con la
empresa.
Hay ciertas estrategias para implementar la ética en el trabajo,
podríamos hablar de las siguientes: integridad del salario,
Cumplimiento de las Obligaciones Fiscales, Protección a la
Privacidad, Honestidad con el Cliente, Escucha Activa y Respeto,
Cumplimiento de Protocolos de Seguridad y Respeto de Horarios y
Días Laborales.

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