Viacrucis Del Discipulado

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VIACRUCIS

DEL DISCIPULADO

¡Más discípulos, más misioneros!

Meditaciones de:
Pbro. Boanerges Rubén Carballo Madrigal
Vicario Episcopal de Pastoral
Arquidiócesis de Managua - Nicaragua
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor,
Dios nuestro, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por


ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y,
así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita,  que los
perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me
daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta
el fin de mi vida. Amén.
Introducción

El viacrucis que ahora iniciamos nos ayude a tomar cada día más conciencia del ca-
mino discipular y misionero de Jesucristo
El Papa Francisco nos recuerda que el camino cuaresmal:
- “es para todos un tiempo favorable para salir de nuestra alienación existencial
gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia”
- En el pobre, la carne de Cristo “se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado,
llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo
toquemos y lo asistamos” (Mensaje cuaresmal 2016).
El propósito al participar en este ejercicio piadoso debería ser: renovar mi vocación
bautismal de discípulo, en otras palabras, dar un sentido pascual a mi vida,
vida nueva en Cristo.
Por eso, ofrecemos este Viacrucis, por nuestras plegarias personales y oremos para
que el camino sinodal al que nos ha convocado el Cardenal Arzobispo Leopoldo José
Brenes Solórzano en nuestra Arquidiócesis de Managua, nos anime a ser siempre,
personas, familias, comunidades, movimientos y parroquias reflejo de una Iglesia
misionera y samaritana, al procurar ser más discípulos y más misioneros cada día.
1ª Estación: Jesús entregado a muerte

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Jesús Maestro y Señor nos recuerda en Mt. 10, 24-25:
“El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de
su patrón. Ya es mucho si el discípulo llega a ser como su maestro y el sirviente
como su patrón. Si al dueño de casa lo han llamado demonio, ¡qué no dirán de
los demás de la familia!”
Señor, aquí estamos, somos tus discípulos misioneros e intentamos imitarte; pero
Tú bien sabes que por diversas razones nos hemos acomodado y mostramos
algunas veces un testimonio que dista mucho de tu voluntad y contribuimos a
mostrar una fisonomía pastoral cansada y dura, huimos al compromiso misionero,
nos conformamos “ayudando y no siendo protagonistas”. Somos comunidad a la
defensiva frente a los desafíos del tiempo presente, nos espanta ser “sal de la tierra
y luz del mundo” en lo ordinario de la vida, tememos aparecer como fanáticos. Sin
embargo, no nos abandonas y sabes suscitar las gracias necesarias para renovar
nuestra vocación discipular y misionera. El II Sínodo Arquidiocesano sea una de esas
oportunidades que nos regalas para seguir tras tus pasos y renovar nuestra vida
personal, familiar y eclesial en la verdad y en la bondad.

¡Jesús, hazme un discípulo como Tú quieres! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor
2ª Estación: El Señor con la cruz a cuestas

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
En Lucas 9,23 nos dice Jesús:
“Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz
de cada día y que me siga.”
Señor, nos lo dices con claridad, y lo has hecho Tú primero; cargas con la cruz por
nosotros, cargas con nuestras rebeldías. Nosotros muchas veces esquivamos
tu voluntad que nos llama a desinstalarnos y ser discípulos tuyos cercanos y
misericordiosos, pacientes y humanos con nosotros y con los demás. Pero nos
traiciona el deseo de estar tranquilos, señalando los defectos de los otros; clérigos
y laicos queremos pontificar en el mundo y no afrontamos ni siquiera nuestras
miserias. Maestro, que nuestro corazón y nuestra mentalidad sea conforme a Ti, que
tomemos nuestra cruz dejando a un lado una espiritualidad cómoda, superficial
y desencarnada porque no es el estilo de tus auténticos discípulos llamados a ser
fermento de cambio,, en estructuras de pecado y de modos de pensar, cambio de
corazón, para que se manifieste el hombre nuevo que edifica una sociedad nueva
como primicia del Reino.
¡Jesús, quiero seguirte, ayúdame a tomar la cruz de cada día! (digámoslo juntos
otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
3ª Estación: Jesús cae por primera vez

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Jesús corrige a Pedro en Mateo 16, 22-23:
“Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle: “¡Dios te libre, Señor! ¡No te
sucederá eso!”. Pero Él, volviéndose, le dijo: “¡Apártate de mí, Satanás!, pues
eres un obstáculo para mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los
de los hombres”.
Señor, que bonito es seguirte cuando todo está bien, cuando nos felicitan y nos
aplauden. Qué difícil es que nos corrijas cuando caemos, como lo hiciste con Pedro
y lo haces con nosotros directamente al interpelarnos con tu Palabra o por medio
de algún hermano o autoridad en nuestras comunidades; nos duele, nos molesta.
Ayúdanos a comprender tus designios cuando no son los que nos gustan y nos
incomoda. Cuando nos piden un servicio en la comunidad y lo esquivamos, según
nosotros porque Dios quiere otra cosa. Corrígenos, ayúdanos a ocupar el lugar que
nos corresponde, ponernos detrás de Tí para seguirte y continuar aprendiendo
incluso al verte caer por los pecados e injusticias de la humanidad.
¡Jesús, levántate y levántame para seguirte! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
4ª Estación: Jesús se encuentra con su Madre

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
En Juan 19,26-27 Jesús nos da una Madre a sus discípulos:
“Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la
Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu
madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.”
Señor, tu encuentro con la Madre nos taladra el corazón. Nuestra imaginación se
hace corta, pero Tú siempre nos ayudas y en el momento decisivo nos sorprendes,
piensas en tus discípulos, no podíamos hacer el camino del seguimiento, sin el auxilio
y socorro de María, madre tuya y madre nuestra. Cuando por nuestros pecados, la
oración “Padre nuestro” rezarla casi es una hipocresía porque hemos sido el hijo
que abandona la casa paterna, nos consuela decir con lágrimas y confianza, un Ave
María; sí, Ella nos ha ayudado a volver a las sendas del discipulado. Que Ella, al pie de
la cruz, nos siga ayudando en nuestros valles de lágrimas.
¡Madre de Cristo y Madre la Iglesia, ruega por nosotros! (digámoslo juntos otra
vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
5ª Estación: El Señor ayudado por un cirineo

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Nos recuerda Lucas 10,1
“Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de
dos en dos delante de él, a todas las ciudades y lugares a donde debía ir.”
Señor, tu camino hacia la cruz, también es escuela de discípulos. Simón de Cirene,
forzado, creyó hacerte un favor, pero fue el modo de llamarlo a Él y a su familia a
seguirte y creer en Ti; como lo recuerda el evangelio de Marcos15, 21 “En ese
momento, un tal Simón de Cirene, que es el padre de Alejandro y de Rufo, volvía
del campo; los soldados le obligaron a que llevara la cruz de Jesús.” Su familia fue
parte de la comunidad de tus discípulos; por eso lo recuerda el evangelista y con él
nosotros también. Ayúdanos a hacernos discípulos que tienden la mano y ofrecen
consuelo no por interés y para aparecer como “buenos” y “admirables” sino porque es
el estilo de los que hacemos camino contigo Maestro Misericordioso.
¡Jesús, Cirineo de nuestras vidas, te pedimos por los que sufren!
(digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
6ª Estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
En Marcos 9, 40-41 nos dice Jesús:
“Pues el que no está contra nosotros, está con nosotros.” “Todo aquel que os dé
de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no
perderá su recompensa.”
Señor, nos has enseñado a reconocer el bien y la verdad, más allá de los esquemas
de nuestra religión y de nuestros proyectos. Más aún como a Ti, en nuestro camino
cuántas veces nos ha salido al encuentro “Verónica” en las mujeres y hombres que,
quizá, sin decir ni saberlo nos han devuelto el aliento y la ilusión de seguir instaurando
tu Reino de verdad, justicia y amor. Gracias por quienes trabajan y hasta dan la vida
por limpiar tus heridas en los pobres, los enfermos, los presos, los migrantes; es decir,
los flagelados por las injusticias y egoísmos de este mundo cruel e hipócrita.
¡Jesús, sé la fuerza de quienes hacen el bien! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
7ª Estación: Jesús cae en tierra por segunda vez

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Nos advierte el Maestro en Mt 18,6:
“Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que
le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le
hundan en lo profundo del mar.”
Señor, ¿por qué caes otra vez? ¡Qué escandalo! ¡Mi Dios está lleno de polvo! Muy
pocas veces te hemos pensado, representado así; te preferimos en la belleza de los
metales preciosos y en los hilos dorados tejidos con elegancia refinada. Sin embargo,
caes para recordarnos, que después de una caída es posible levantarse. Nos
invitas a no escandalizarnos falsamente, por las fallas de los otros, sino también y
especialmente por las nuestras. Ayuda a tus discípulos a luchar con firmeza y seriedad
por los pecados y pequeñeces producto de la influencia mundana entre nosotros,
especialmente en la vida de aquellos llamados a ser guías y más comprometidos en
tu Iglesia. Libéranos de ser piedra de tropiezo y anti testimonio que aleja a otros de
tus caminos.
¡Jesus misericordioso, danos conversión y vida nueva! (digámoslo juntos otra
vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
8ª Estación: Jesús habla a las Hijas de Jerusalén

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Nos recuerda el Evangelio de Lucas 8, 1-3:
“Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena
Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce y también algunas
mujeres, a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María,
por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana,
mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras
que los atendían con sus propios recursos.”
Maestro y Señor, entre tus discípulos siempre hay un lugar para las mujeres; así
has querido y así debe ser en tu Iglesia. Esto nos debe ayudar a luchar contra todo
tipo de discriminación machista, y debe alentar el aprecio, la gratitud y el respeto
al “genio femenino” en el camino discipular. No debe ser moda, ni por publicidad
superficial y mundana que exalta a la mujer para hacer mercancía, su figura y su
dignidad. Entre los discípulos tuyos debemos valorar su presencia y aporte; cuantos
estamos y hemos recorrido el camino de la fe y de la evangelización, con la ayuda de
tantas mujeres apóstoles anónimos en la catequesis, ministerios, sacristías, oficinas,
kermeses, vigilias y tantas otras actividades de la comunidad de tus seguidores.
¡Jesús, bendice a quienes caminamos juntos! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
9ª Estación: Jesús cae en tierra por tercera vez

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
En el evangelio de Juan 8, 6-8 leemos:
“Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué
acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como
ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que
no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.» Se inclinó de nuevo y siguió
escribiendo en el suelo.”
Señor, conoces el suelo polvoso de los caminos de los hombres y mujeres de todos
los tiempos. Caes por tercera vez; no sólo tu rostro tocó el polvo de la tierra por culpa
de la crueldad humana; también lo hizo ese dedo que escribe amor, misericordia y
ternura; y no falsa moral egoísta que señala y condena. Tú conoces el barro quebradizo
y frágil del que estamos hecho. Que nuestras lágrimas de sincero arrepentimiento te
permitan moldear con tus manos de artesano, nuevamente la vasija de nuestra vida,
donde llevamos el tesoro de nuestra vocación de discípulo misionero.
¡Jesús, hazme de nuevo! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
10ª Estación: Jesús despojado de sus vestiduras

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
El Maestro Jesús dice a sus discípulos en Mt 10, 7-10:
“Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos,
resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis;
dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni
alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero
merece su sustento.”
Señor, nos cuesta confiar en tu providencia divina, y por eso muchas veces
nos mostramos egoístas, ansiosos por lo material y la seguridad humana de los
contactos y amistades comprometedoras y por si eso fuera poco, somos en nada
solidarios. Huimos al despojo de nuestras seguridades materiales. Que entre tus
discípulos crezca el espíritu de gratuidad, que todo lo administremos como don y
benevolencia de tu parte y que compartamos con quienes tienen más dificultad. Haz
crecer en nuestras comunidades la pobreza evangélica agradecida y compartida. Es
muy cierto, cuando nos atrevemos a ponerlo en práctica, lo hemos comprobado:
“dar, dar, abre la manos de Dios”
¡Jesús, revístenos con la túnica del amor solidario! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
11ª Estación: Jesús clavado en la cruz

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
La palabra nos recuerda en Juan, 13,1:
“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de
pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo.”
Señor, nadie me ha amado como Tú; contemplarte crucificado me recuerda el precio
de mi salvación: tu amor redentor. Atrae mi atención, mis pasos, mi vida, ante Ti.
Para que aprenda la lección de “dar hasta que duela”. El discipulado tiene momentos
de alegría, pero también de entrega dolorosa, has querido llevar a tus discípulos
a subir al monte de las bienaventuranzas, ahí nos diste a conocer tu propuesta de
seguimiento; nos invitas a subir al monte Tabor para saber que eres el Hijo Amado
del Padre; pero tu máxima lección es ahora en el monte Calvario, donde el Padre de
las misericordias se muestra en tu rostro de crucificado. Graba en el corazón de tus
discípulos la verdad de tu amor en cruz.
¡Mi Jesús, “Me amó y se entregó por mí” (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
12ª Estación: Jesús muere en la cruz

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Nos proclama Jesús en Juan 12, 24-25:
“En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo;
pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia
su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna.”
SSeñor, mueres por mí, mueres por todos. La cruz es el trono de tu reinado. Duermes
ahora y sueñas con la cosecha de tus campos, donde “la mies es mucha y los
trabajadores pocos”. Confiamos en ese grano de trigo que eres tú, queremos decirte
desde nuestra pequeñez y debilidad que no estás solo, has dado mucho fruto;
y en tu Iglesia hay santos y mártires, testigos de tu amor y de tu gloria; a quienes
veneramos con respecto y devoción y otros, que son muchos, anónimos. Das fruto
en las labores apostólicas de tus discípulos, concédenos ser creativos pero fieles en
la misión. Sigue suscitando vocaciones a tu servicio. Ayúdanos a no dejar que venga
“el malo” y siembre cizaña en tu campo; por eso, danos firmes propósitos de una
conversión personal, pastoral y misionera en tu Iglesia. Enséñanos a morir para dar
fruto.
¡Jesús, danos muchas y santas vocaciones para la misión! (digámoslo juntos otra
vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
13ª Estación: Jesús bajado de la cruz

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Nos recuerda la Palabra en Marcos 6, 33-34:
“Pero la gente vio cómo se iban, y muchos cayeron en la cuenta; y se dirigieron
allá a pie. De todos los pueblos la gente se fue corriendo y llegaron antes que
ellos. Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos,
pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.”
Señor, José de Arimatea, junto a otros tuvieron compasión de Ti. Admirable e
inspirador gesto. Sin embargo, eres Tú el Maestro, que habiéndote dejado crucificar
has tenido compasión de nosotros. Ayuda a tus discípulos a ser compasivos y
misericordiosos. Pobres o ricos siempre seamos capaces de tender una mano
amiga, para levantar y para animar a tantos que material o moralmente el mundo
maltrata y deja a la orilla del camino, porque ya no son productivos o rentables, en la
sociedad del descarte o de la manipulación ideológica, mediática o consumista. Que
contemplemos y reconozcamos tus llagas en los más necesitados.

¡Jesús, haznos una Iglesia cercana y misericordiosa a todos! (digámoslo juntos


otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
14ª Estación: Jesús es puesto en el sepulcro

Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste


al mundo y a mi pecador.
Jesús nos interpela en Juan 11, 25-26:
“Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El
que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Señor, como María Magdalena, primera testigo de tu Resurrección y por eso
“discípula”, te llamamos: “Rabonní” (Maestro). Nuestra vida y misión tienen sentido
porque el sepulcro está vacío, estás Resucitado; el pecado y la muerte han sido
vencidos. Ayuda a nosotros tus discípulos y misioneros a superar la tristeza y el
vacío existencial que deja lo mundano. Ayúdanos a superar la apatía y desánimo
pastoral en la misión, los temores y fracasos apostólicos. Las personas, familias y
comunidades están sedientas de tu Palabra que da vida y esperanza. Concédenos
dar testimonio de un anuncio y celebración alegre de nuestra la fe, proponiendo la
verdad en la evangelización y en el servicio a la familia, la sociedad y en el cuidado
de la casa común. Que el camino sinodal sea oportunidad de fortalecer la comunión
y renovar la fisonomía pastoral de tu Iglesia en el presente y futuro.
¡Jesús, Resucítanos contigo! (digámoslo juntos otra vez)

Padre Nuestro…
Dios te Salve María…
Gloria al Padre y al Hijo y el Espíritu Santo…
Por tus sangrientos pasos, Señor seguirte quiero y si contigo muero,
dichoso moriré.
Piedad, Perdón te pido. Pequé mi Dios, pequé.
Jesús por todas tus penas, Misericordia Señor.
ORACIÓN POR EL II SÍNODO
ARQUIDIOCESANO

Padre Misericordioso, hoy, juntos como Iglesia peregrina en


Managua, Masaya y Carazo, te rogamos nos regales los dones de
tu Santo Espíritu, para que podamos ser una Iglesia renovada en
Cristo Resucitado. Concede que nuestra vocación de discípulo
misionero, ayude a fortalecer a cada comunidad y estructura
pastoral en nuestra arquidiócesis; para ser, casa y escuela de
comunión, mostrando el rostro de una Iglesia Particular, llamada al
servicio de la familia, la sociedad y la casa común para consolidar
el Reino.

Te pedimos Señor, que el II Sínodo Arquidiocesano, nos permita


con audacia buscar nuevos caminos y llevar a la práctica el
apremiante desafío de ser una Iglesia en salida, misericordiosa y
cercana a todos, especialmente a los más necesitados. Que sin
temor podamos asumir una conversión personal, pastoral y
misionera para anunciar con alegría y gratitud el Evangelio de tu
Hijo Jesús, profesando y celebrando la fe en Él, que vive y reina por
los siglos de los siglos. Amen.

María Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

“La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de


amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más
íntimo del corazón del discípulo, una adhesión de toda su persona al
saber que Cristo lo llama por su nombre (cf. Jn 10, 3). Es un “sí” que
compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a
Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de
amor a quien lo amó primero “hasta el extremo” (cf. Jn 13, 1). En este
amor de Jesús madura la respuesta del discípulo: “Te seguiré
adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).” Aparecida 136

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