?04 Suya, Cuerpo y Alma Olivia Dean ?

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En la biblioteca:

Cien Facetas del Sr.


Diamonds - vol. 1 Luminoso
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Olivia Dean
Suya, cuerpo y alma

Volumen 4
En la biblioteca:
Muérdeme
Una relación sensual y
fascinante, narrada con talento
por Sienna Lloyd en un libro
perturbador e inquietante, a medio
camino entre Crepúsculo y
Cincuenta sombras de Grey.
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1. La mañana de un nuevo día

"No voy a abrir los ojos. No me


voy a mover. Voy a revivir una y
otra vez los minutos de esta noche
mágica. Nuestros cuerpos ardientes
de deseo, el placer que nos ha
desbordado. Charles. Su aliento
incandescente en mi cuello, su voz,
sus palabras cercanas, febriles…
Siento cómo renace en mí el
deseo. Mi vientre hambriento
quiere más. Imagino sus manos que
me recorren el cuerpo, ardientes.
Sus dedos expertos, su lengua
indiscreta, sus potentes embestidas.
Siento su cuerpo dormido detrás de
mí. Quisiera que me tomara en su
letargo, así sin más,
desprevenida…
"Señorita Maugham, tengo un
paquete para usted… ¿Me puede
abrir, por favor?"
No tengo la menor duda, odio a
esa mujer.
"Un segundo, ya voy"
Me separo difícilmente de mi
cama, todavía húmeda de nuestros
cuerpos. Me visto rápidamente para
poder coger el paquete. Entreabro
la puerta. No estoy para palabrerías
y tampoco quiero que vea
demasiado… Desgraciadamente,
esta mañana tiene ganas de hablar.
"Es para su memoria de la
universidad, ¿verdad?
– Sí.
– ¿Lo ha pedido por Internet?
– Sí.
– Eso está bien.
– Sí.
– ¿Estabas estudiando?
– Sí, de hecho ahora mismo.
– Entonces le dejo.
– Sí, gracias. "
La portera se ha ido. Acabo de
cerrar la puerta. Me quedo plantada
delante de ella. Retraso el momento
de darme la vuelta. ¡Venga, Emma,
fuerza! No puedes estar así todo el
día. Un, dos, tres y listo. La verdad.
Cruel e implacable. No hay nadie
en mi cama deshecha. Charles
Delmonte nunca vino a secarme las
lágrimas. Pasé la noche sola.
Tuvimos una bronca y yo regresé
desesperada, aunque ardiente de
deseo. El resto me lo he imaginado.
Estuvo bien. Incluso creo que fue
saludable…
Aunque poco creíble. ¿A quién
quería engañar con esa historia?
Además, ¿ese Charles tan cariñoso
y abierto, es realmente del que me
he enamorado? Suponiendo que se
pueda hablar de amor. ¿Cuánto hace
que nos conocemos? ¿Realmente
nos conocemos? Necesito abrir los
ojos.
Sin duda él me conoce, debió
juzgarme en cinco minutos.
Jovencita americana recién llegada
a la Ciudad de las luces, fácilmente
impresionable y poco familiarizada
con las cosas del amor. Bueno, ya
está todo dicho. No soy demasiado
guapa, ni inteligente, ni simpática.
Sé que a él le gusta mi parte torpe,
desastrosa. En resumen, que lo
divierto. Le gusta mi cuerpo, ¿o no?
Creo que lo único que le gusta es el
sexo, simplemente. Además, el
hecho de que sea novata y receptiva
debe jugar en mi favor. Soy un
juguete, una muñeca que viste y
desviste a su antojo. Una amable
muñeca que vive en el mismo piso.
Bastante práctico.
En cuanto a él… ¿Cómo he
podido dejarme engañar así? ¡Ese
hombre es un estereotipo!
Guapísimo, inteligente sin lugar a
dudas… ¡y rico! ¡Debería haberme
fiado de mi primera impresión!
Pero no… no ha necesitado mucho
para que acabe en su cama y para
que le dé vueltas a la cabeza como
una adolescente. ¿Qué creía? ¿Que
yo, la estudiante torpe, podría
seducir a Charles Delmonte, el
intocable millonario? ¿Y después
qué?
Tengo que ocuparme de esto y
esta vez, seriamente.
Etapa 1: dejar de montarme
películas.
Etapa 2: centrarme en la razón
por la que he venido a París.
Etapa 3: evitar cualquier
contacto con Charles. Tengo que ser
capaz de resistir a sus encantos,
tengo de parar este juego. Cuando
se es alérgico a algo, se evita, no se
busca… Pero bueno, él es mi
casero y vivimos bajo el mismo
techo. Es misión imposible. Ya he
buscado piso, pero no tengo cómo
pagarlo. Sin embargo, si sigo aquí
por la cara, la ambigüedad no me
dejará tranquila y quiero detener
este jueguecito…
"¡Puedes venir a mi casa si
quieres, mientras decides qué
hacer!"
Manon lo dice con el corazón en
la mano, pero no puedo aceptarlo.
Vive en un estudio minúsculo por el
que paga una fortuna. Además, ya
comparte a menudo su sofá-cama
con Mathieu… No me veo yo de
aguafiestas. Por otra parte, no
puedo hacerme ilusiones, esa es la
típica situación temporal que puede
durar más de lo previsto…
"Quizás podría volver a
consultar el organismo que gestiona
las habitaciones de estudiantes. Tal
vez tengan algo para los casos de
urgencia.
– Sí, claro. Hay un fondo para
los estudiantes enamorados de su
casero multimillonario…
– Qué graciosa…
– ¿Y buscar un trabajo y pagarte
un estudio?
– Ya me gustaría… pero el tío
de la agencia inmobiliaria con el
que hablé me dijo que mi dossier es
una porquería. No tengo los
suficientes avaladores. Además,
¿qué trabajo podría darme para
pagar un estudio sin tener que
sacrificar mis estudios?
– ¡Yo sé de un aval fiable, pero
no creo que te guste!
– ¡No es mi padre! No, no, sería
demasiado raro… ¡Además, casi ni
nos conocemos!
– Bueno, lo suficiente como para
acostaros juntos, ir un fin de semana
a Italia…
– ¡Pero no como para
subvencionar mis estudios!
– ¡Como quieras, Emma! "
Al volver de la cafetería de la
universidad, me digo a mí misma
que Manon está equivocada, por
supuesto, aunque no del todo. Tengo
que hablar con Charles. No puedo
seguir viviendo en su ático así.
Etapa 4, por lo tanto: hablar con
Charles. Seriamente. Sin ponerme
roja, sin llorar, sin perder los
papeles. Ni mi ropa. No va a ser
moco de pavo.
2. En los dientes

"Buenos días, Emma."


Me mira de una forma que me
hace estremecer. Está sentado en
una silla y yo estoy plantada delante
de él como una colegiala que debe
decir en alto su lección.
"No puedo seguir viviendo así
en su ático después de lo que ha
pasado.
– ¿En serio?"
Parece que le da igual lo que le
digo. Se está desabrochando la
camisa, seguro de sí mismo.
Debería darle un bofetón. Sus
manos se posan en mi cintura,
ardientes. Con sus dedos
desabrocha el cinturón de mi
pantalón. Después, con un gesto
seguro y rápido, me los baja hasta
las rodillas con las bragas
incluidas. Sus manos aprietan mi
trasero en el que clava sus uñas.
"Prosigue, Emma. Te estoy
escuchando", dice seriamente como
si nada estuviese pasando. Sus
gestos y palabras van de la mano y
mete dos de sus dedos en mi
interior, desatando un suspiro en
mí.
"Tómame…"
¡Oh dios mío! ¡Yo no he venido
para esto! ¿Qué me pasa? ¡No
puede ser cierto, tengo que
despertarme!
He necesitado dos horas para
encontrar el valor y mantener la
compostura. Ahora, estoy delante
de su puerta esperando que él no la
abra. No estoy lista. Silencio.
Respiro. Cuento hasta veinte y me
voy. Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, diez,
once…
"¿Emma?"
Vaya, está y con el torso
desnudo. Son las 7 de la tarde, ¿qué
hace vestido así? No te vayas por
las ramas, sigue centrada en tu
objetico.
"Quería hablar contigo.
– Claro, pero iba a salir,
Emma…
– Ahora. Por favor."
Mi tono ha mostrado la autoridad
y desesperación necesarias para
que no pueda decirme que no. Me
mira como si estuviera muy enferma
y me dice que me siente en la
tumbona. Se pone una camisa y se
sienta en una silla delante de mí.
Ahora tengo que hablar, pero no sé
por dónde empezar. Miro a mis pies
como si ellos fuesen a sacarme de
allí.
"Emma, lo siento, no quise
hacerte daño."
Ha sido él el que ha roto el
hielo.
"No pasa nada, no es la primera
vez…
– No lo creo. En parte es por eso
que lo siento.
– ¿Qué sabes de mí?
– Lo suficiente como para saber
que no te sueles acostar con
extraños o simplemente, acostarte
con hombres. No hace falta que me
lo digas, Emma, eso se nota. De
todas formas, lo encuentro
encantador… salvo que te apegas
fácilmente y tienes tendencia a
equivocarte."
La rabia se apodera de mí.
Tengo ganas de darle una torta.
Vale, no está equivocado, pero eso
no es motivo para humillarme así.
Si no tuviese este problema de
alojamiento, lo plantaría ahora
mismo.
"Ayer fuimos demasiado lejos.
No estoy seguro de pensar todo lo
que te dije, pero estaba enfadado y
me pillaste por sorpresa.
– Yo… Yo tampoco. Perdón."
Muy bien. Todo el mundo ha
pedido perdón. Ya podemos
recomenzar de cero y todo ello sin
lágrimas. Me felicito.
"Emma. Voy a ser claro. No
estoy para nada enamorado de ti."
Vale, ya está dicho. Aunque ya
me lo temía, la frase me ha sentado
como una bofetada. No puedes
llorar, no pierdas la dignidad.
"Me pareces una chica deliciosa,
encantadora. Pensé que nos lo
podríamos pasar bien juntos, pero
he sido egoísta, obvié el hecho de
que yo a ti te gustaba. He hecho que
asumas riesgos, que sufras, que
tengas esperanzas… Pero lo nuestro
es imposible. Y eso no tiene nada
que ver con mi mujer. Tú no eres mi
tipo y eso es todo."
¡Hala, ahora me pongo a llorar!
¡Bravo! Llorando a moco tendido.
Como si ya fuera poco ser
rechazada tan fríamente, me pongo a
lloriquear como una niña. Charles
no se mueve de su silla. Me mira
aterrado. Seguro que es la primera
vez que asiste a un espectáculo
parecido. Me da la impresión de
que no está ni siquiera emocionado,
sino que parece incómodo, pero
¿quién no lo estaría? Se siente mal,
es eso lo que ha dicho y no es el
tipo de sentimientos que quería
provocar en él…
Si queremos continuar esta
conversación, voy a tener que
recuperarme. Para empezar, dejar
de llorar. Evitar cruzarme con su
mirada, fijar mi atención en otra
cosa… el piano, por ejemplo. Es
gracioso, esa cosa ocupa un espacio
considerable, sin embargo, nunca lo
he visto abierto. ¿Charles sabrá
tocarlo? ¿O simplemente lo utiliza
para posar vasos? ¡50.000 euros
por un posavasos, creo que es
demasiado! Bueno, yo tengo una
lengua viperina, pero esta noche
somos dos… Me entran náuseas.
Charles no se estaba preparando
para irse. Acaba de salir de la
cama, es evidente. Esas dos copas
de champán recién empezadas son
el doloroso testimonio. Miro hacia
la puerta de la habitación
entreabierta. ¿Quién es? ¿Élisabeth?
¿Una hermana Petrovska? ¿Las dos?
¿Una nueva estudiante ingenua a la
que le pisoteará el corazón cuando
se haya cansado?
Ya no tengo ganas de llorar, solo
tengo ganas de sacarle los ojos.
Este estado de ánimo es mucho
mejor para tener la conversación
que yo quería. Vayamos a ello.
"Sea lo que sea, me parece
difícil seguir viviendo de este
modo.
– ¿A qué te refieres?
– Vivir gratis en tu ático.
– Pero a mí no me molestas…
– ¡Pero a mí sí!"
Lo he dicho en un tono
voluntariamente agresivo mirando
hacia la puerta entreabierta de la
habitación.
"Como tú quieras, Emma. Pero
yo creía que no podías pagarte un
alojamiento…
– Voy a buscar. "
Por un momento, me siento
totalmente segura de mí misma,
pero lamento lo que acabo de decir
en el mismo instante. ¿Y si me toma
la palabra y me pone de patitas en
la calle?
"¿Y si me pagas un alquiler?
Quiero decir, algo “asequible”…
¿Te sentirías mejor?
– No es solo eso. Es que no
quiero seguir viéndote."
Esta confesión le hace sonreír.
Se levanta. Mira su Smartphone y
reflexiona.
"Sin duda tienes razón, pero ya
sabes que no paso mucho tiempo
aquí. Estas últimas semanas me has
visto mucho porque estaba la
exposición de los Petrovska.
Normalmente, este apartamento me
sirve de vivienda de paso. A veces,
pasan meses sin que aparezca por
aquí."
Acaba de levantarse. Sique con
su Smartphone a vueltas y después
pone la cafetera. Me ofrece una taza
como quien concluye un contrato.
"Te propongo una cosa. Sigues
en la habitación como inquilina
oficial y me pagas 200 euros. ¿Te
parece razonable?
– Pues… sí.
– Muy bien."
Es el final de nuestra entrevista.
Recoge mi taza y me acompaña a la
puerta de una forma que yo
calificaría como profesional.
Vuelvo a tener ganas de llorar.
Gracias a dios, no me da la
posibilidad. Tras un "buenas
noches" convencional, cierra la
puerta sin más protocolos.
Una hora después, me encuentro
un contrato de alquiler en doble
ejemplar en mi buzón. ¡200 euros,
menuda ganga! Aunque todavía no
los tengo. Siguiente etapa: encontrar
un trabajo.
3. El trabajo de mi vida

¡Voy a por ti, empleo.fr! No


debe de ser tan difícil encontrar un
trabajillo. Además, creo que no me
costará mucho conseguir 200 euros.
Lugar de trabajo: Paris, es fácil.
Tipo de contrato: ni idea. ¿Qué
es eso de CDD o CDI?
Empleo deseado: buena
pregunta. Donde yo vivía, cuando
quería ganar algo de dinero de
manera rápida, hacía de niñera.
Empleo deseado: niñera. Darle a
"Buscar". ¡Bingo! "12 ofertas
responden exactamente a sus
criterios." Veamos.
"Buscamos niñera para cuidar a
dos niños de 3 y 6 años, los martes
de 18.00 a 19.30 H. Se exige
titulación y experiencia. Enviar CV
y carta de motivación."
¿Titulación? ¿Cuentan los tres
años de sociología en Estados
Unidos? En cuanto a la
motivación…
"Rechazada por mi propietario
multimillonario, me gustaría curar
mi amor propio pagándole un
alquiler simbólico. Hacer de niñera
me parece una actividad adecuada
teniendo en cuenta que nunca he
hecho otra cosa y que no me parece
demasiado difícil."
Dudo que el cinismo forme parte
de las cualidades que los padres
buscan para seleccionar una
niñera… Creo que no estoy de
humor para cuidar niños. Veamos…
¿Qué hacen mis compañeros de la
universidad? Manon trabaja de
modelo, pero es altísima y
guapísima. Mathieu da clases
particulares de latín. Le pega.
Hipotéticamente, yo podría dar
clases de inglés, solo que nunca lo
he hecho antes y no sabría por
dónde empezar. Me angustia de
solo pensarlo. ¿Camarera? ¿Por qué
no? No se necesita ninguna
titulación en particular, bueno, eso
creo y además, están las propinas…
Empleo deseado: camarera
"68 ofertas responden a sus
criterios. "
Genial. Veamos la primera.
"Urgente. Busco camarera.
Estarás encargada de acoger,
instalar, servir y cobrarle al cliente.
Se precisa muy buena presencia. Se
acepta principiante motivada.
Horarios flexibles y compatibles
con los estudios."
¡Este anuncio de trabajo está
hecho para mí! Llamo al momento y
obtengo una cita acto seguido. El
jefe ha sido muy afable. Me
propone que empiece esa misma
tarde. Tengo que pasar más tarde
para conocer el sitio y presentarme.
A las dos de la tarde en punto,
estoy delante del Edén. Mi vestido
negro me asegura "muy buena
presencia". El director, al que yo
imaginaba un poco más distinguido,
parece apreciar mi vestimenta. El
establecimiento es bastante oscuro
y está casi vacío. Michel, que me
dice desde el principio que lo llame
por su nombre, me explica que su
clientela es bastante nocturna. Me
enseña el bar rápidamente mientras
yo asiento a todo lo que dice e
intento quedarme con la
información. La caja, los vasos
para cócteles, los vasos para
licores, el guardarropas… A las
tres de la tarde, decide que ya estoy
lista para el bar y se instala en la
sala, para ver cómo me muevo, dice
él. Solo hay un cliente que bebe a
sorbitos el mismo líquido
amarillento desde que he llegado.
Sin duda, se debe tratar de un
cliente habitual.
A falta de clientes, me pongo a
secar los vasos que salen del
lavavajillas, imitando lo que he
visto en las películas. Por ahora, no
parece muy complicado.
"¡La hermana pequeña!"
¡Mi primera misión! El tipo del
bar ha terminado su bebida.
Desgraciadamente, no tengo la
menor idea de lo que bebe.
"¿Perdón?
– Lo mismo.
– Sí… ¿Qué era?
– Un Suze.
– Vale, marchando."
Un Suze, vale. Me doy la vuelta
desesperada hacia los estantes de
las botellas que me miran desde
hace una hora. Martini, Fernet-
Branca, Coñac, Whisky…. Un Suze,
¿será una bebida de verdad? De
repente, siento una presencia detrás
de mí. Un cuerpo caliente, húmedo
incluso. Y una erección.
"Aquí tienes, tu Suze."
Es Michel. Ha venido a
rescatarme. Le doy las gracias, un
poco incómoda, aunque él no lo
parece lo más mínimo. Sin duda
quiere hacerme ver que no ha
pasado nada. A mí me vale. Sigo
secando los vasos. Finalmente,
parece que me gusta este trabajo.
Creo que podría pasarme horas
soñando despierta mientras seco
vasos. Si no tuviera a Michel a mis
espaldas todo el día, creo que hasta
podría progresar en la memoria…
"Bueno, son las cinco. Sigue
hasta las siete para familiarizarte
con las bebidas, te vas a casa y
vuelves para las 10. ¿Te parece?
– Muy bien."
Me parece bastante difícil poder
estar aquí de nuevo a las 10, pero el
azar juega bien sus cartas. Estoy
muy cerca del estudio de Mathieu.
Con un poco de suerte, puede que
Manon esté con él y que podamos
pasar la tarde juntos. Los llamo muy
orgullosa de anunciarles que he
encontrado un trabajo tan
rápidamente. La admiración de
Mathieu se puede adivinar en su
voz.
"¡Es estupendo! ¿Y qué has
encontrado? ¿Trabajas en una
biblioteca, una sala de conciertos?
– ¡Soy camarera!
– ¡Ya ves! ¡Pues ponnos dos
cervezas que ahora vamos para
allá!
– ¡Marchando!
– ¿Dónde es?
– Se llama el Edén, en la calle
Martyrs.
– ¡Qué graciosa!
–…
– Date prisa, no tengo mucha
batería. ¿Dónde es?
–Pues en el Edén, como te acabo
de decir…
– ¿Me estás diciendo que no lo
dices de broma?
– No…
– ¡No te muevas, ahora vamos!"
No me han dado ni tiempo a
decirles que termino dentro de dos
horas. Bueno, pues tendrán que
esperarme dando una vuelta.
Estaba en lo cierto, estoy justo al
lado de casa de Mathieu. Cinco
minutos después de haber colgado,
veo entrar a mis amigos.
"¡Coge tus cosas, nos vamos! "
Manon lo dice con un tono
autoritario. Parece una madre que
va a buscar a su hija borracha a la
fiesta del instituto. No sé qué decir.
La miro extrañada. Mathieu sonríe.
Mira a todas partes, como un niño
en Disneyland. Manon parece
totalmente segura, así que debería
seguirla, aunque solo sea por evitar
un escándalo en mi lugar de trabajo.
Miro a Michel que sin duda alguna,
le da igual si sigo o no en mi
puesto. Cojo mi bolso y me dejo
guiar por Manon hasta la acera.
"Lo primero es darte las gracias,
Emma. Llevaba mucho tiempo
preguntándome qué escondía la
entrada del Eden. ¡Me ha
decepcionado un poco, pero ha sido
un momento grandioso!
– ¡Mathieu, por favor! ¿Pero qué
te pasa, Emma? ¿Tan desesperada
estás para terminar en un puticlub?
– ¿Un qué…?"
Ahora todo encaja. El bar oscuro
y vacío, la clientela "más bien
nocturna", el patrón libidinoso…
Charles tenía razón, soy una
inocente, hasta el punto de empezar
a trabajar en un puticlub sin darme
cuenta de nada. Quiero
desaparecer, pero lo cómico de la
situación gana. Me siento en la
acera y me echo a reír y al final
acabamos todos riéndonos a
carcajadas.
4. Normal

Guapo, muy guapo. De unos


25 años. Alto. Delgado. Quizás
demasiado, pero eso le da un toque
torpe, atractivo. Está enfrascado en
su lectura, El conde de
Montecristo; llevo ya media hora y
no le he visto apartar la mirada del
libro. Me gustaría ver sus ojos.
Espero que no venga por el mismo
trabajo que yo. Odiaría tener que
odiarlo.
"Guillaume Colin"
Es él. Se levanta y mete su libro
en la mochila antes de desaparecer
tras un hombre gris. ¡Si ni siquiera
me ha mirado! ¡Qué bien! Yo
también debería haber cogido un
libro. Ojeo una revista que está
sobre la mesa baja. Les Cahiers
Octave Mirbeau… le faltan
imágenes. De todas formas, está
claro que no iba a encontrar una
revista de la prensa rosa en la
biblioteca de una universidad.
¿Cuánto va a durar esta entrevista?
¿Qué criterios tendrán en cuenta?
Según Mathieu, es pan comido. La
chica que tenía el trabajo, una de
sus amigas, acaba de irse de
Erasmus y necesitan a alguien
rápidamente y ni siquiera han
puesto un anuncio… Al parecer,
soy la única en la lista. Entre un
estudiante francés que lee un libro
gordo por placer y una americana
que ojea una revista literaria para
mantener la compostura, está claro
a quién elegiría. Anda mira, este
autor, Mirbeau, escribió un libro
sobre su perro, creo que al final
voy a leer un poco…
"¿Emma Maugham?"
Me toca. ¡Qué pena! No vi salir
al chico guapo. Pero estoy aquí por
el trabajo, no te olvides. Me toca
pasar a la oficina del hombre
desganado. Sonreír, ser positiva y
estar siempre dispuesta a ayudar.
Sí, bueno, aunque parece que a él le
da un poco igual. Lo único que hace
es cubrir un formulario con la
información que le doy. Con mi
dirección y mis horarios de
disponibilidad no veo yo cómo
puedo mostrar mi motivación.
"Muy bien. La llamaremos el
viernes para darle una cita.
Gracias."
¿Eso es todo? ¿La llamaremos?
¿Entonces estoy contratada? ¿Me
han cogido? ¿Tengo que pasar otra
entrevista? No lo parece. Quizás
debería haber continuado mi
carrera en el Edén…
"¿Te tomas un café?"
Está de pie delante de la
biblioteca con su libro en la mano.
El chico guapo. Guillaume. Me está
hablando a mí. Estoy absorta.
"¿Quieres tomar un café?
– Sí."
Le sigo dócilmente hasta la
cafetería ¿Pero qué quiere?
"Me llamo Guillaume, por
cierto. ¿Y tú?
– Emma. ¿Qué quieres?
– Yo… Pues, nada… solo
conocerte. "
Creo que he estado un poco
agresiva. Este chico quiere
conocerme, simplemente. Este
chico guapo quiere pasar tiempo
conmigo. Por lo tanto, me ha
esperado delante de la biblioteca,
ni más ni menos. Es fantástico.
Hablamos. Guillaume está haciendo
una tesis en letras sobre un autor
que finjo conocer. Sus ojos, que
ahora sí puedo mirar, son de un
verde azulado que me recuerdan al
acuario de mi ciudad. Sé que eso no
tiene nada de sexy, pero es
reconfortante. Me mira a los ojos y
sonríe y yo me siento totalmente a
gusto. Me habla de la universidad,
de su vida, de sus padres. ..De ese
trabajo en la biblioteca. Según él,
está seguro de que hay trabajo para
los dos. La entrevista de esta
mañana era tan solo una mera
formalidad. El tipo solo quiere
comprobar que realmente estamos
inscritos en la facultad y que
comencemos rápidamente. Me
pregunta dónde vivo. Me gustaría
decirle que estoy en la residencia
universitaria, pero si quiero que
esto tenga un futuro, es mucho mejor
que sea honesta con él. Así pues, le
hablo de mi habitación en el ático y
de mi propietario misterioso
multimillonario, aunque no de
nuestra aventura. A él le parece
muy novelesco, aunque "un poco
estereotipado". Le dedico una
sonrisa forzada; si el supiera…
Después, se tiene que ir.
"¿Me das tu número de teléfono?
– ¿Por qué? "
¿Por qué tengo que ser tan
agresiva? ¡No todos los hombres
son como Charles Delmonte!
"¿Para volver a tomar un café?
¿Para dar un paseo? ¿Ir al cine?
¿Tomar una copa? ¿O varias?
¿Besarnos fogosamente bajo la
lluvia? ¿Discutir? ¿Hacer el amor?
¿Casarse? ¿Mandar los niños a un
campamento? Organizar comidas
familiares…
– ¡Vale, te lo doy!"
Me hace reír. Decido volver a
pie para pensar en esta cita
improvisada. Salir con un chico
normal. Una idea que empieza a
encantarme. ¿Acostarme con un
chico normal? Una situación
inédita. Intento imaginarnos, a él y a
mí. Iríamos a su habitación de
estudiante. Veríamos una película y
él me besaría en el cuello. Yo me
sobresaltaría y le besaría en la
boca. Nos desvestiríamos
frenéticamente sin decirnos nada.
Imagino mis manos sobre su cuerpo
desnudo, su boca en mis senos…
Haríamos el amor en el suelo
porque no tendría tiempo de
desplegar el sofá-cama.
"Se te ve muy pensativa, Emma."
¡Charles! Siempre tan oportuno.
"He conocido a alguien y
encontrado un trabajo."
Ahí va esa para cerrarle el pico.
Salvo que ni una cosa ni la otra son
totalmente ciertas.
"Muy bien. Me alegro por ti" -
dice mirándome con esos ojos
misteriosos de multimillonario
estereotipado.
"Buenas noches, Charles."
Me engullo en el hueco de la
escalera donde las obras han
terminado, satisfecha de mi efecto,
mientras él espera al ascensor,
solo.
5. La educación

"¿Qué? ¿Nunca has leído Las


amistades peligrosas?"
Nunca había visto antes a
Marion tan sorprendida. Al parecer,
mi caso es muy grave. No sé dónde
meterme.
"¿Al menos habrás visto la
película?"
Miro en mi bolso como si este
fuese a darme una respuesta.
"¿Glenn Close, John
Malkovich…?
– Pues… lo siento… No, no me
suena…
– Estoy alucinando. De verdad,
Emma, estoy flipando.
– ¿Tan grave es?
– Sí."
Revuelvo en mi bolso… Nunca
pensé que pudiese llegar a crisparla
tanto. Y ya ves, el día había
empezado bien. Un café en el bar de
la esquina, una charla… Hasta que
empezamos a hablar de Charles y
ella me llamó Cécile de no sé qué.
"De Volanges."
No sabía quién era. Error. Un
gravísimo error. ¿Cómo salir de
esa?
"¿Y si me cuentas de qué va ese
libro?
– ¿Ese libro?"
Mis palabras la ponen furiosa.
Juraría haber visto cómo le salía
humo por la nariz. Me reiría si no
estuviese petrificada por el miedo.
Manon tiene un lado autoritario
fascinante.
"Ese libro, como tú le llamas, es
una puta obra de arte. Y no pienso
contarte de qué va. Ahora que
trabajas en una biblioteca, cógelo y
léetelo."
Es verdad, voy a poder leer
durante mis horas de trabajo.
Hablando de trabajo... Es hora de
volver a él. Le doy un beso a mi
amiga todavía furiosa y me voy
corriendo a la biblioteca. Le doy
los buenos días a las "mujeres de
recepción" (que nunca sé cuál es
Monique y cuál es Chantal), saludo
con la mano al hombre gris que está
en su oficina y bajo las escaleras
donde me está esperando mi colega
de trabajo.
"¡Qué pronto llegas! ¿Has visto
la hora?"
Me dice siempre lo mismo con
cara contrariada. Y yo le doy un
beso en la mejilla para excusarme.
Cada día un poco más cerca de la
boca. Es un ritual.
"¿No hay trabajo?
– Nada desde hace una hora,
Señorita Maugham. Te dejo, estoy
hambriento. "
Me encuentro sola en el sótano.
A Manon este sitio le parece un
lugar sórdido. Como un parking, "un
lugar ideal para que te den una
paliza o te violen" -dice ella. Es
cierto que el ambiente podría ser
mejor, pero hay libros. Pasillos
repletos de libros que nunca se
acaban. Mi trabajo es ordenarlos,
aunque durante una gran parte de mi
jornada, mi trabajo es esperar. A
veces se pasa toda la tarde y no
tengo nada que ordenar. Después
llega el carrito por el montacargas.
Monique (o Chantal) solo lo envían
cuando está completamente lleno y
como es evidente, esto puede tardar
bastante. Además, la biblioteca de
nuestra facultad es poco
frecuentada. Mathieu dice que es
una porquería. Incluso él va a otra
universidad a sacar libros. Para mí
es más que suficiente. Además, eso
me da la oportunidad de ponerme al
día de forma discreta. Las
amistades peligrosas… Es
gracioso, últimamente estoy
leyendo muchas novelas libertinas.
No sé si es porque los franceses
son expertos en la materia o porque
tengo el don de que siempre acaben
en mis manos, pero tengo la
impresión de que solo leo historias
picantes. Artimañas, intrigas
palaciegas, sexo sin amor… Que
uno se acuesta con la criada, que
engaña a su esposo con el
mayordomo, que seduce a una
muchacha inocente o a una monja…
Me gusta leer sobre estas cosas y
además, aprendo mucho. Sin duda,
mucho más que con la vida
licenciosa que pretendo llevar para
Charles. Porque he decidido jugar
un poco con él. Pero que quede
claro, no quiero volver con él.
A pesar de todo, me gustaría
vengarme un poco. Me gustaría que
me desee. Que me necesite. Me
gustaría que se hiciese preguntas,
quién sabe, que esté un poco
celoso. Así pues, según la teoría
que deduzco de las noveles, paso a
la práctica al volver a casa. Mi
arma principal: parecer siempre
que acabo de salir de la cama. Para
ello, lo primero es mi pelo. En
lugar de la coleta de chica buena
que ostentaba al llegar a París, me
hago un moño rápido que Manon me
ha enseñado. Sobre todo, dejar
algunos mechones sueltos que
acaricien la nuca de forma
sugestiva. Lección 2: ir con calma
con el maquillaje, incluso no llevar
nada. Lección 3: llevar la misma
ropa por la noche que por la
mañana (cuidado, nada te impide
cambiarte al medio día, es más, es
recomendable…) Lección 4: llevar
los estigmas del orgasmo.
Concretamente, cada vez que corro
el riesgo de encontrármelo, me
muerdo los labios y me pellizco las
mejillas y después, intento mostrar
un aspecto de satisfacción, de
ensueño. Tiene que ser muy sutil.
Lección5: olvidarse la ropa
interior. Bueno, tengo que decir que
todavía no he probado. Esa idea no
me convence demasiado porque no
me apetece salir con el culo al aire
en pleno invierno. Manon me
asegura que da mucho morbo.
"Sientes como si la tierra estuviera
a tus pies, es como un súper poder."
Muy típico de Manon, pero yo no sé
si funcionaría con mi vecino. De
todas formas, últimamente lo veo
mucho, aunque me había asegurado
que estaría muy de vez en cuando…
Esta tarde aún me lo crucé en el
vestíbulo de la entrada. Hice como
si estuviera absorta en mis
pensamientos (libidinosos, por
supuesto). Me pareció sorprendido
y curioso. Me ha preguntado cómo
estaba. Yo solo le he dicho "bien"
de una forma directa antes de
desaparecer. Misteriosamente.
Dejando a mi paso aromas de un
perfume embriagador. Mañana
salgo sin ropa interior, estoy
decidida.
6. Experiencias

Hoy es el día. Hoy salgo sin


braguitas. Y también sin sujetador.
Es el día ideal. Hace frío, pero el
sol se abre paso entre las nubes. Un
jersey ajustado, una falda justo por
debajo de las rodillas y medias
negras. Delante de mi espejo no
parece evidente. Bueno, quiero
decir que no salta a la vista, hay
que prestar mucha atención para
darse cuenta. Voy a empezar dando
un paseo hasta la panadería para
acostumbrarme. Me pongo una
cazadora vaquera y una bufanda
larga y salgo a la calle. Me siento
sexy y segura de mí misma.
Desgraciadamente, mi barrio no
madura al mismo tiempo que mis
costumbres. Sigue estando poblado
de extrañas viejecitas con el pelo
violeta y perros recién salidos de la
peluquería. Los treintañeros no
suelen estar por aquí a estas horas.
Nota para mí misma: ni los perros
ni las viejecitas parecen darse
cuenta de mi vestimenta, así como
tampoco la panadera. Me compro
una napolitana que voy comiendo
de regreso a casa. Estoy
relamiéndome los labios delante
del ascensor cuando llega Charles.
¡Perfecto! Si lo hubiese querido
hacer adrede, no me hubiese salido
mejor. Lo detengo con el pretexto
de pagarle el piso. En realidad
siempre le pago antes del día 5 del
mes, es mi lado friki de
controladora. Acaba de darse
cuenta, estoy segura, pero sus ojos
revelan más asombro que lujuria.
Cada cosa a su tiempo. Después de
emitirle un cheque, acorto nuestra
conversación diciéndole que me
voy a dar una ducha rápida antes de
volver a clase. Como si volviese de
una noche loca. Manon tiene razón,
da morbo.
Voy a darme una ducha de
verdad. Después de todo si quiero
parecer creíble, va a tener que oír
el agua correr. Quiero que me
imagine desnuda en la ducha y que
eso lo obsesione. Que se vea
obligado a escucharme, que se
reprima de venir a verme, que se
imagine mi cuerpo mojado, sus
manos recorriéndolo con
excitación, mis labios entreabiertos,
mi respiración entrecortada, mis
caderas flexibles… Sería suficiente
con que cruzase mi puerta, tan solo
nos separan unos metros. Solo
tendría que utilizar su copia de las
llaves, entrar en mi casa, como un
ladrón y venir a la ducha
sigilosamente. Tendría los ojos
cerrados, pero adivinaría la
urgencia de su deseo. Él no diría
nada, me besaría frenéticamente y
me tomaría en un aliento
apasionado. Quiero que se vuelva
loco de deseo escuchando el agua
correr… Mientras tanto, creo que
soy yo la que siento todo eso.
Tengo que guardar la calma. Para
empezar, debo vestirme. Bueno, no
del todo. Estoy convencida de que
me quedaré así todo el día. Después
de todo, no tengo clases. Voy a
trabajar un poco a la universidad,
donde nadie se dará cuenta, después
a comer con Manon y a
continuación, a la biblioteca hasta
las 5 de la tarde.
"¡Bueno, bueno… parece que
Cécile de Volanges ha terminado
por corromperse!
– ¡Muy buenos consejos,
Merteuil!
– Me alegra saber que has
seguido mis consejos de lectura…
Pero me gustaría que dejases de
llamarme Merteuil.
– Vale. Pues tú llámame Emma,
entonces.
– Hecho. ¿Así que estás
desnuda?
– Pues sí. Se me hace raro hablar
de esto en la cafetería de la
universidad…
– ¿Y Delmonte, te ha visto?
– Sí. Se ha dado cuenta. Estoy
segura.
– ¿Le ha incomodado? ¿Te ha
suplicado que le dieses tu mano?
– Qué graciosa. No, solo parecía
sorprendido.
– Has dominado la situación
perfectamente. Créeme, ningún
hombre estaría simplemente
"sorprendido" ante tal espectáculo.
– Si tú lo dices… "
Nuestra comida se desarrolla
con normalidad; yo me como el
postre corriendo hacia la
biblioteca. ¿Qué pasa si Guillaume
se da cuenta? ¿No es demasiado
provocador teniendo en cuenta
nuestra relación? De todas formas,
si eso le ayuda un poco…
"¡Qué pronto llegas! ¿Has visto
la hora?"
Siempre tan mono. Hoy tardo un
poco en darle el beso, pero cuando
lo hago mis labios rozan los suyos.
Nos quedamos inmóviles,
mirándonos a los ojos. ¿Quién va a
dar el siguiente paso? Es un
momento de extraña intensidad, no
estoy segura de tener ganas de
besarle, lo que tenemos ante
nosotros es cien veces más fuerte.
"¿Emma?
– ¿Sí?
– El teléfono. Deberías cogerlo."
Maldito teléfono. El hombre
gris, siempre tan inoportuno. Me
llama para preguntarme si ya he
ordenado unos papeles de no sé qué
coloquio… Guillaume me hace un
gesto de que se va y que ya me
llamará más tarde. Yo muevo la
cabeza, sin más remedio.
No sé si Guillaume se ha dado
cuenta de algo, pero lo que es
seguro, es el efecto que causa en
mí. Me siento sexy y muy deseable.
Y dispuesta a todo. ¿Con
Guillaume? No lo sé…
Cuando salgo me está esperando
delante de la biblioteca, como el
primer día que nos conocimos.
"¿Te apetece ir al cine
conmigo?"
Le digo que sí. El modo que
tiene de sorprenderme es muy
mono. Tenemos cita delante del
cine. Vuelvo a casa para "trabajar
un poco" mientras tanto.
"¿Qué hay que ponerse para ir al
cine?
– Para empezar unas bragas.
– Se me había olvidado por
completo, pero creo que sería una
buena idea. Bueno, ahora en serio,
¿qué me pongo?
– Nada especial, vas como estás
ahora. ¿En Estados Unidos os
ponéis un vestido de noche?
– A decir verdad, no lo sé, nunca
salí con ningún americano, pero
creía que hacía falta arreglarse un
poco.
– Para nada. Ante todo, sé tú
misma.
– Vale. Gracias, Manon. Hasta
mañana. "
No tenía tanto trabajo como
pensaba… Quizás debería ponerme
a ordenador un poco si quiero traer
a Guillaume después de la película.
Sí, voy a hacer eso, pero creo que
más bien voy a desordenar un poco.
Estos libros colocados no dan un
aspecto demasiado sexy. Mi
escritorio también demuestra que
llevo bastante sin estudiar. Unas
carpetas por aquí, un lápiz mordido
y dos libros abiertos por allá…
Otro libro abierto en el suelo al
lado de la cama… De poesía. Eso
le va a gustar. Perfecto. Una
habitación de chica intelectual-
sexy. No de la típica que se
encapricharía de su guapo casero
podrido de dinero. ¡Las siete y
media, me voy!
La película estuvo genial, aunque
muy triste. De esas que dan ganas
de suicidarse. Del género que hace
que se te pasen las ganas de tener
una vida sexual durante mucho
tiempo. Sin embargo, le invito a
tomar un "té" en mi casa cuando
salimos. Él acepta. En mi casa nos
olvidamos un poco de la película.
Hablamos, reímos. A veces,
dejamos de hablar para mirarnos a
los ojos en un silencio sepulcral.
Después, pasa la mano por mi pelo,
muy suavemente. Sus ojos me piden
silencio. Yo también pongo la mano
en su pelo e imito sus movimientos.
Es muy dulce. Su mano se aventura
ahora por mi nuca. Me estremezco y
cierro los ojos.
Cuando los vuelvo a abrir, está
de pie poniéndose el abrigo. Creo
que me he perdido algo.
"Me gusta esperar", me dice. A
mí me parece bien.
Paradójicamente, lo encuentro
increíblemente sexy. Yo le digo que
a mí también me gusta esperar. Le
propongo acompañarlo abajo.
Bajamos las escaleras en silencio.
En el portal, me besa suavemente.
A penas lo siento… pero oigo el
ruido del temporizador que se
reactiva. No estamos solos. Le voy
a mostrar a Delmonte la intensidad
de mi vida sexual, se va a enterar.
En un abrir y cerrar de ojos,
transformo nuestro casto beso en un
beso apasionado. Nuestras lenguas
se entrelazan y me pego al cuerpo
de Guillaume que afortunadamente,
no queda impasible. Charles pasa
rápidamente detrás de nosotros y
desaparece en las escaleras. Es
imposible que no nos haya visto.
Estoy satisfecha de mi efecto.
Guillaume está más participativo.
Ahora me mira y parece
profundamente decepcionado.
"Llámame cuando sepas lo que
quieres."
Lo he echado todo a perder.
7. La cosecha

Estoy avergonzada. Lo que


teníamos Guillaume y yo era algo
valioso. Podría haber acabado en
algo magnífico. Y yo lo he echado
todo a perder. Ni siquiera sé si va a
querer dirigirme la palabra. Soy
una tonta. ¿Y todo eso para qué?
¡Para despertar la libido de mi
estúpido vecino! Que sin embargo,
me dejó bien claro hace dos meses
que entre él y yo nunca podría haber
nada. "No estoy para nada
enamorado de ti" Tendría que
habérmelo tatuado. ¡Qué estúpida
soy!
Me siento sucia. Decido
enclaustrarme en casa todo el fin de
semana. Voy a trabajar en serio y
llamar a mi padre, que ya hace
mucho que no lo hago. Él me
conoce perfectamente y sabe, tan
solo por el tono de mi voz, que algo
no va bien.
"¿Es por un chico?"
¡Nunca me hubiese imaginado a
mi padre tratando el tema de mi
vida amorosa! Me quedo sin
palabras.
"Sabía que llegaría ese día, me
estaba preparando. ¿Así que se trata
de un chico, eh? ¿Un estudiante?
– No, bueno, sí. Se llama
Guillaume.
– ¿Habéis discutido, es por eso?
– Sí, algo así.
– Sea lo que sea que hayas
hecho, pide perdón. Personalmente,
eso es lo que siempre he hecho con
tu madre y nuestras broncas nunca
duraban demasiado.
– Ya… Vale. Gracias.
– De nada."
Parece muy satisfecho de su
consejo. Estoy segura de que lo
tenía preparado. Ahora que ya le he
dado las gracias, debe pensar que
ha pasado esta prueba. Dar un buen
consejo en el terreno del amor:
prueba superada. Como en otro
tiempo lo fue: "aprender a andar en
bici" o "explicar cómo se hace un
bebé". No quiero quitarle esa
ilusión, así que no insisto. Además,
no está del todo equivocado; claro
que debo pedir disculpar. Tengo
dos días para encontrar las
palabras. Mientras tanto me voy a
mantener en segundo plano.
En el trabajo, una vez que la
señora Granchamps validó mi
proyecto, apenas he dado palo al
agua. Puede decirse que no he
hecho nada, no me voy a mentir a
mí misma. Cada día, encuentro una
buena excusa para no ponerme con
ello. Un libro que quiero terminar,
una comida con Manon, falta de
moral, un plan maquiavélico para
poner en marcha con el fin de
seducir a Charles… Pierdo el
tiempo. Ahora alguien llama a la
puerta, una nueva excusa…
"Emma. Buenos días. Perdona
que te moleste, pero me preguntaba
si me podrías hacer un favor.
– Sí. ¿De qué se trata?
– Esta tarde estoy esperando que
me traigan un cuadro, pero tengo
una cita en el otro lado de la ciudad
que no puedo cancelar. ¿Podrías
recogérmelo tú?
– Sí, puedo trabajar en tu casa,
no hay problema. ¿Cuándo quieres
que vaya?
– Ahora, si puede ser.
– Vale, ya voy."
Hacía semanas que no teníamos
una conversación tan larga. Cuando
llego a su casa, está en camisa y
descalzo. No parece que esté a
punto de salir. Ya me había
olvidado de lo sexy que es.
Pone a mi disposición un
pequeño escritorio de caoba y me
ofrece un café. Él sigue de pie.
"¿Qué tal la memoria?
– Bien."
No le diré más. De todos modos,
sé perfectamente que mi trabajo no
le interesa demasiado. Me
comporto como si la pantalla me
tuviera absorbida para hacerle ver
que no he venido por él. Él lo
entiende y se va a su habitación
para reaparecer unos minutos más
tarde en un traje azul marino.
Normalmente no me gustan mucho
los trajes, pero este es muy
favorecedor.
"Me voy. El cuadro debe estar al
llegar. Una vez que lo recibas,
puedes cerrar y volver a tu
habitación. Pasaré a recuperar las
llaves por la noche. Bueno, si estás
en casa.
– Todavía no lo sé. ¿Tienes una
copia por si acaso?
– Claro.
– Estupendo.
– Muy bien. Gracias otra vez."
Me ha costado unas semanas,
pero ahora ya controlo
perfectamente mis reacciones
cuando estoy con él. Si el corazón
se me acelera siempre que lo veo,
puedo mostrar la más grande
indiferencia. Estoy orgullosa de mi
progreso. Estoy sola en su casa.
Dije que iba a trabajar, pero la
ocasión es muy tentadora. No voy a
rebajarme a registrar su casa, pero
un pequeño paseo no tiene nada de
malo. Empezaré preparándome un
café expreso. En la encimera
descansa su correo. Facturas,
comunicados de prensa,
invitaciones a cócteles… y una
carta escrita a mano. Me doy
permiso para leerla. Después de
todo, no la habría dejado encima de
la encimera si era algo secreto.
"Señor,
Me tomo la libertad de hacerle
saber la conducta escandalosa de
su inquilina. Al principio, hizo
gala de una educación envidiable,
pero desde hace unas semanas,
muestra signos de relajación,
incluso podría hablar de
depravación. La otra noche, vi
cómo llevaba a un hombre a sus
apartamentos…"
Bueno, ahora estoy más
tranquila. Si Charles no se había
dado cuenta de los cambios que
estaba realizando, la portera se ha
encargado de hacérselo saber. No
podría estarle más agradecida. Tras
este éxito, decido dejar la
exploración y centrarme seriamente
en mi trabajo. El cuadro llega unos
minutos más tarde, como estaba
previsto, y tras haber firmado el
recibo, me vuelvo a casa, o "a mis
apartamentos", como diría la
portera.
He trabajado mucho esta tarde,
más que en seis meses en París. Sin
duda, gracias a la culpa. Llaman
despacio a la puerta. Es Charles. Le
doy las llaves con una sonrisa.
"¿Todavía estás aquí?
– Sí. ¿Qué hora es?
– Las 7 de la tarde.
– Iba a salir ahora.
– Vale, ya veo."
Salir no estaba para nada en mis
planes, pero tenía que mentirle a
Delmonte. De no ser así, me habría
invitado a cenar y no hubiese
podido decirle que no. O incluso
peor, no me habría dicho nada y me
hubiese roto el corazón. Otra vez…
Voy al cine. Sola.
8. Entre líneas

Lunes. Voy a tener que volver a


la facultad. Volver a ver a
Guillaume y probablemente, darle
una explicación. No estoy lista para
decirle la verdad. Decirle que a
pesar de mis esfuerzos, no soy la
que pretendía ser. Que
efectivamente no soy más que una
chica frívola enamorada de su
propietario indiferente. Pero hoy
no. Lo único que tengo que hacer es
llegar tarde. ¿Eso evitaría que nos
cruzásemos? Perfecto, de ahora en
adelante, ya puedo añadir la
cobardía a la lista de mis defectos.
Manon cree que es mejor no
decirle nada, dejar que el tiempo
cure las heridas, que pronto lo
olvidará. Creo que lo toma por un
idiota.
No, voy a seguir los consejos de
mi padre, me voy a disculpar.
"Hola."
Hoy no hay ritual. Nuestra
relación se ha enfriado por
completo.
"Hola. Escucha, debo pedirte
disculpas por lo del viernes. Estuvo
mal. Perdón.
– Sí, estuvo mal, pero creo que
me merezco más que un “perdón”
deprisa y corriendo. Cuando estés
lista, ya conoces mi número."
Se va. No hay libros que
ordenar. Me quedo sola con mis
remordimientos… y alguien más.
Me parece haber oído pasos. No es
Guillaume, acabo de verle subir las
escaleras.
Pruebo.
"¿Señor Demange? ¿Monique?
¿Chantal? ¿Hay alguien ahí?"
Nadie. Empiezo a sudar. Pienso
en las palabras de Manon, "un lugar
ideal para que te den una paliza o te
violen"…
Los pasos se acercan, estoy
segura, pero no veo a nadie. No
logro adivinar de qué lado vienen
los pasos. En cuanto agudizo el
oído, los pasos cesan. Se están
burlando de mí y yo empiezo a tener
miedo de verdad. Voy a subir, es
más seguro.
Estoy a tan solo unos metros de
la escalera cuando las luces se
apagan. Me va a dar un ataque al
corazón. Los pasos vuelven a sonar.
Esa persona debe de estar delante
de mí en este momento. Estoy
paralizada por el miedo.
"Te lo advierto, voy a gritar."
Los pasos se acercan. Cada vez
más.
"¿Que quiere?
– Creo que lo mismo que tú."
¡Dios mío! ¡Esa voz! Es Charles,
¿pero qué hace aquí?
"¿Perdón?
– No te hagas la inocente. No te
creo. Emma, no puedes actuar así
durante semanas y sorprenderte por
las consecuencias lógicas…
– No lo entiendo…
– ¿Es una costumbre americana
la de pasearse por ahí sin
braguitas? ¿Y ese jovencito del que
intentaste abusar en el portal?
– No sé de qué hablas…
– Dejémonos de hablar,
entonces. "
Seguimos inmersos en la
oscuridad. Todavía tengo miedo a
pesar de la revelación de la
identidad del desconocido. Mi
respiración está entrecortad, a
medio camino entre el temor y el
deseo. De repente, sus manos
surgen de la nada y abren mi
camisa. Él está delante de mí.
Siento su aliento en mis labios. Mi
sujetador cae rápidamente al suelo.
Me gustaría luchar, pero el deseo es
más fuerte. Ya no quiero seguir
jugando, solo quiero abandonarme a
él, no hacer nada, no decir nada que
lo pueda detener. Mi vientre me
quema. Sin ni siquiera pensarlo,
agarro una de sus manos en mis
pechos y la deslizo hasta la costura
de mi braguita. Sus dedos dudan
por un instante antes de hundirse en
mí. No puedo retener un grito. Estoy
empapada. Comienzo a ondular mis
caderas al compás de las caricias
de sus dedos, pero él los retira
bruscamente y detiene nuestro
acercamiento. Ahora estoy de nuevo
en la oscuridad. Sola y casi
desnuda. No tengo más que una
falda por las rodillas y unas
braguitas. Cualquiera podría llegar
y verme allí, temblando de deseo.
"Emma. Cómo echaba de menos
tus grititos."
Se coloca detrás de mí. Siento su
calor. Su respiración entre mis
cabellos y su erección, ardiente. Me
froto contra él, me arqueo. La
violencia de mi deseo me sorprende
a mí misma. Coloca sus manos
calientes en mis caderas y me pasa
la lengua por mi hombro derecho.
Es un suplicio, tanto este contacto
húmedo como la proximidad de sus
manos. Me gustaría que me
acariciase. Abro ligeramente las
piernas como para invitarlo y él
vuelve a detener el contacto. ¿Qué
pasa? ¿Quiere jugar? Muy bien.
Decido terminar de desvestirme. De
repente se enciende la luz. Sigue
siendo él. Se acerca a mí. No me
siento intimidada, tengo demasiadas
ganas de él. Leo en sus labios el
mismo deseo. Me agarra de la mano
y me lleva a una estantería de
libros. Yo me dejo llevar. Me pone
cara a la estantería y me coloca las
manos en el estante. Oigo cómo se
desviste y después, su torso fuerte
contra mi espalda. Con sus manos,
separa mis muslos que se
estremecen con su contacto.
Después me toma. La fuerza del
acto nos desata un unísono suspiro.
Tengo ganas de esta fuerza. No
quiero que sea cuidadoso, quiero
que me maltrate. Mis caderas
acompañan sus envestidas. Grito, sé
perfectamente que nadie puede
oírme. Sus uñas se hunden en mi
piel y quiero que se hundan más
todavía. Su ritmo es cada vez más
intenso, he perdido totalmente el
control. No puedo evitar pensar que
he aganado, antes de dejar que el
placer se apodere de mí como
nunca antes lo había
Cuando consigo recuperarme,
Charles ya se ha puesto el pantalón.
Está al teléfono. Parece
conmocionado. Me mira aturdido.
"Es Alice, acaba de
despertarse."

Continuará...
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Suya, cuerpo y alma -
Volumen 5
Entre la bondad de su nuevo
pretendiente y la fascinación que
siente por Charles, el corazón de
Emma duda. Sin embargo, un
acontecimiento inesperado viene a
irrumpir en su mundo. Deseo, celos
y amor se mezclan y se convierten
en uno solo… ¿Quién saldrá
vencedor de esta explosión de
emociones?
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