Agri-Cultura y Agro-Extractivismo. Una Comparativa

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Agri-cultura y agro-extractivismo en el Mar Menor.

Una comparativa

https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/agri-cultura-agro-extractivismo-mar-
menor-comparativa_132_8520694.html

En el contexto del conflicto abierto en la región de Murcia en torno al colapso ecológico


del Mar Menor y su cuenca, existen estrategias trazadas por las instancias de la
agroindustria dirigidas a asimilar a los agricultores y la agricultura como actividad que los
define, un asimilación de actores y de actividad productiva, que más bien resultan en una
usurpación de la identidad de los propios agricultores: “somos agricultores” afirman, “la
sociedad va contra nosotros, los agricultores de la Región” continúan en la construcción de
sus relatos, entre otros términos confusos que utilizan como: “agricultura industrial”,
“agricultura de precisión”, “agricultura ecológica” o “agricultura sostenible”.

Precisamente estas asimilaciones de identidad con la agricultura y los agricultores por


parte de los agentes extractivistas que en un contexto de conflicto abierto con la sociedad
civil tratan de generar un relato favorable y de legitimar sus actividades, nos inducen a
comparar las prácticas agroindustriales, con las prácticas de la agricultura tradicional y
esto, con el objetivo de contemplar, tanto similitudes, como diferencias que nos arrojan
elementos para una serie de reflexiones.

Para comenzar esta aproximación comienzo por una breve descripción del modelo que
nos muestra que las instancias agro-extractivistas utilizan los recursos para la producción
de vegetales, altamente tecnificada y dirigida a la exportación, rentan grandes extensiones
de tierra y consumen los recursos como el agua que necesitan en inmensas cantidades
para producir de manera intensiva una gran cantidad de unidades de producción que una
vez convertidas en divisas son introducidas en los mercados internacionales.

Las instancias extractivistas reproducen el modelo de grandes extensiones de tierra sin


habitantes gestionadas mediante una racionalidad instrumental dirigida exclusivamente a
la ganancia económica a través de la capitalización de la Naturaleza que se reproduce
mediante la reducción de los ecosistemas a monocultivos que hoy en día dominan el
paisaje del Campo de Cartagena modelado con la participación fundamental de una
práctica tecno-científica que responde a criterios que no atienden a las condiciones que
hacen posible la reproducción de la vida, sino a criterios exclusivos de las lógicas de
mercado y de la ganancia particular.

El sentido que otorgan a los territorios las instancias agro-extractivas, no es otro que
ocupar la tierra y esto se traduce en expoliar, explotar y reducir exclusivamente a “recurso
con valor de mercado” algo mucho más complejo como es el territorio donde se
desenvuelve la vida no-humana, pero sobre todo la vida humana, las sociedades que
desarrolla y la culturas que reproduce.

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Ocupan las tierras del campo de Cartagena convertidas en espacios de desposesión para la
acumulación capitalista y cuando ya no les queden territorios que explotar ni recursos que
desposeer, como ocurre en otros lugares donde se desarrolla este modelo, abandonarán
los enclaves ribereños y la forma de ocupación mediante el arrendamiento de la tierra
facilita la fórmula “extraer, acaparar, desalojar y evadirse”. Este proceso ya lo tenemos
presente en la Región, pues lo hemos sufrido en la Sierra Minera, pero también en todas
las regiones del globo donde se reproduce este modelo de producción.

En cambio, más que un terreno para la acumulación capitalista, como señala Omar F.
Giraldo profesor en el Colegio de la Frontera Sur (México), para los agricultores la tierra
constituye un espacio habitado, soporte de vida, una morada donde se asientan los
significados y los sentidos de la vida cotidiana. Vivir en el territorio significa practicar la
reciprocidad, establecer relaciones de cuidados dirigidos a la conservación y a la
continuidad de la vida. En definitiva, los agri-cultores habitan la tierra, dan vida a las
sociedades.

Desde este acercamiento, el modelo extractivista basado en prácticas agroindustriales que


ha sido implantado en el Campo de Cartagena en cuanto a que, como estamos
contemplando, acaba con los recursos y contamina la tierra y el Mar Menor hasta llevarlo
al colapso, como continúa Giraldo, niega las condiciones para habitar y más bien
reproduce un des-habitar como sinónimo de des-cuidar. Por el contrario, la agricultura
reproduce un modelo en el que el agricultor y el campesino, en cada caso, se basa en el
cuidado de la tierra y los recursos dirigidos a la reproducción de la vida.

Relacionado con esto anterior, el modo de vida de los agricultores está basado en una
temporalidad cíclica en sintonía al lugar donde se desarrolla la actividad agrícola, esta
temporalidad requiere una actitud dirigida al retorno estacional, quiero señalar que esta
afirmación no se trata de una sutileza antropológica, sino de una relación vivida, pues el
agricultor, de hecho, convive y practica los periodos de rotación de la tierra, periodos
estacionales de lluvias y sequías, ciclos lunares, etc., en una ciclicidad de la agricultura que
empieza y acaba en el mismo lugar que permite y propicia la continuidad de la vida de un
tiempo que siempre retorna, o sea, propicia la sostenibilidad.

A diferencia de esta relación de integración con los ciclos naturales que mantiene la
agricultura. El modelo agro-extractivo desarrolla una relación con el territorio basado en
un tiempo lineal dirigido al incremento continuo de la producción, como podemos
apreciar de manera clara, una relación opuesta a la relación que desarrolla el agricultor
tradicional en su temporalidad cíclica dirigida a la reproducción, una relación muy
diferente con el territorio que no se abandona, sino que se vive y que se habita y por
tanto, necesita de cuidados, pues siempre retorna en los ciclos de siembra, cosecha y
barbecho en sintonía a la estacionalidad natural del lugar.

En resumen, el horizonte de futuro de las instancias extractivistas discurre de manera


lineal marcado por un final, la marcha a otros territorios cuando agotan los recursos del

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enclave, por el contrario, el futuro del agricultor se configura como un futuro cíclico de
reproducción y de vida en torno a los ciclos de la naturaleza y la rotación de los cultivos
que requieren tiempos de recuperación y descanso y en cambio, el modelo de producción
agro-extractivista, a través del uso intensivo de la tecnología, pretende saltarse los ciclos
naturales y de espera en el intento de producir sin descanso.

Esta inmersión en la ciclicidad del agricultor , a la que hacemos mención, no es


contemplada solamente en términos de sucesión temporal, además el agricultor conoce
que los elementos biológicos del suelo y la diversidad de especies de microorganismos
enriquecen la tierra en procesos de vida cíclicos donde todo se aprovecha, esto es, que no
producen residuos, por su parte el modelo agro-extractivo utiliza tecnologías que
aniquilan los seres vivos y rompen estos equilibrios biológicos a través de la introducción
de productos agro-tóxicos.

Con esto quiero resaltar, que el modelo extractivista ha configurado sus relaciones con el
entorno natural actuadas por tecnologías mediadas por una economía política en abierta
oposición a los ciclos de la Naturaleza que pretende superar los condicionamientos de los
ciclos estacionales y de los ciclos biológicos, precisamente mediante la utilización intensiva
de estas tecnologías dirigidas a producir cada vez más. Esto ha ocasionado una cierta
independencia de “la dictadura del clima” y de la “dictadura de los procesos biológicos” de
la industria agroextractiva en una actividad que, como decía Herbert Marcuse consiste
en:“Dominar sin fin la naturaleza es la idea (…) desarrollan un sentimiento de poder (...)
de violación comercial de la naturaleza y no de cuidado”.

En este sentido, los agricultores han sido sustituidos por actores que realizan una
actividad productiva muy diferente, la relación mimética de los agricultores con la
Naturaleza ha sido violada por una actividad agraria híper tecnificada que ha cambiado de
forma radical las geo-grafías agrícolas tradicionales en el Campo de Cartagena que han
sido sustituidas por grandes extensiones de monocultivo intensivo, que se traducen en
una actividad que consiste en extraer más y más en el uso de una racionalidad dominada
por una economía política que hunde sus raíces en el falaz crecimiento infinito y en una
avaricia desmesurada que lleva a considerar exclusivamente la ganancia económica
particular.

Estas consideraciones nos llevan a concluir una distinción radical y una relación de
oposición entre la agricultura, cuyos conocimientos se han desarrollado en imbricación
con la Naturaleza y sus ciclos y, el agro-extractivismo y las tecnologías de producción que
utiliza, que aun partiendo inicialmente de la agricultura, ha recorrido un camino en el que
se ha des-naturalizado, al menos hasta donde el desarrollo de la tecnología les ha
permitido, pues las fertilidad de la tierra, la existencia de agua y el clima, sin que se hayan
convertido en irrelevantes, cada vez son menos necesarios para la productividad
agroindustrial en constante crecimiento en la Región de Murcia.

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Estos son algunos de los motivos que encontramos a través de la utilización del método
comparativo que nos permiten afirmar que el agro extractivismo no es agricultura, que los
agentes agro-extractivos no son agri-cultores y que la utilización del término “agricultura”
con cualquiera de sus apellidos “agricultura sostenible”, “agricultura industrial”,
“agricultura de precisión” etc., como eufemismos para referirnos a la actividad
agroindustrial, como una tecnología de producción de vegetales y al modelo agro
extractivista, como un modelo productivo resultan en una perversión del término
“agricultura”.

Esta perversión constituye un gran agravio para la agricultura contemplada como uno de
los mayores logros de la humanidad y un gran ataque a los agricultores como los expertos,
los verdaderos conocedores y cuidadores de la tierra. Dada la manifiesta insostenibilidad
del modelo agroextractivista implantado en la Región de Murcia, los mismos agricultores
que, como ya lo hicieron en el pasado, nos tendrán que dar de comer en un futuro,
posiblemente, más próximo que lejano.

David Avilés Conesa

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