El Medallón de Las Brujas
El Medallón de Las Brujas
El Medallón de Las Brujas
En ese momento, Moni fue interrumpida por la llegada de tres gatas siamesas
que entraron por la ventana. Rita y sus hermanas tenían una gracia particular,
propia de las de su raza. A Moni no le molestaba que fueran un poco
engreídas, después de todo ella era una gatita “cálico”, que no son muy
comunes.
- Son un poco engreídas ¿No?- dijo un gato gris rayado que estaba en uno
de los sillones, a otro blanco y negro sentado a su lado.
- Una vez que las conoces, son bastante simpáticas- le contesto el bicolor.
- Sí, pero….
Waldo saltó al medio de la habitación, se rascó una oreja, y dijo: “Les voy a
decir porqué la noche de Halloween de mañana es tan importante” Eso
capturó la atención de los gatos.
- ¿Quién lo nombró jefe a Waldo ¿Eh?- susurró el gato gris en la oreja del
blanco y negro.
- ¡Shhh, que no te oiga- dijo entre dientes el bicolor- los gatos rayados
amarillos son muy quisquillosos.
- ¡Desde cuando tener rayas te da el derecho de ser jefe!- reclamó el gato
gris,
- Sí, pero Waldo es Waldo, además, tú estás gordo….
- ¡Oye, yo no estoy gordo, estoy con un poco de sobrepeso….!
Waldo, que había escuchado el intercambio, los miró de reojo, y continuó: “Los
cité todos aquí, porque anoche, me visitó Antira, y me contó algo muy grave,
algo que sucederá mañana a la noche, la noche de Halloween. Hace algunos
días, el brujo Galdor, realizó un hechizo sobre un humano viejo que vive en las
cuevas y que visita a las brujas para pedirles comida, y lo hizo robar el
medallón de las Cuatro Rosas…”
Waldo volvió a mirar a los dos gatos con cara de enojo, y prosiguió:
“El medallón tiene que ser recuperado antes de la media noche de Halloween,
eso es mañana a la noche. Galdor tiene escondido el medallón en una de las
viejas casas al lado de la mina, y todo lo que tiene que hacer es mantenerlo
escondido hasta después de Halloween. Después de eso, el medallón podrá ser
usado para el mal… Antira nos ha pedido nuestra ayuda, y nosotros somos los
nueve de Antira”. Waldo hizo referencia a los nueve gatos que siempre servían
a la bruja principal.
- ¡Pero ella es una bruja!- exclamó Zoey, abriendo sus brillantes ojos
azules enmarcados por su pelaje blanco- Si ella no puede…!
- Pero las brujas sólo pueden hacer magia si tienen el medallón, Zoey-
le respondió Waldo.
- ¿Y nosotros acaso podemos hacer magia?- preguntó el gato gris.
- Claro que no, pero para esto no vamos a necesitar magia- continuó
Waldo- vamos a necesitar a Tito.
- ¡¿A Tito?!- exclamaron todos los gatos al unísono.
- Sí, a Tito- dijo Waldo con autoridad.
- ¡Pero Tito es un ratón!- exclamó el gato gris.
- ¿Puedo decir algo?-dijo una voz que salió de lo alto de un viejo librero.
La voz era la de un gran gato negro que tenía la habilidad de hablar y lamerse
una pata al mismo tiempo. Todos lo conocían como Mishi, pero él odiaba el
nombre que le habían puesto los humanos, y se hacía llamar Zak.
Un gato blanco con una mancha beige en el lomo , que hasta ese momento
no había dicho nada, dijo: “Yo lo puedo encontrar a Tito, pero como no
confía en los gatos, le tenemos que asegurar que ningún gato va a tratar de
comérselo, y tampoco a sus amigos”
- ¡Yo se lo puedo asegurar!- dijo Waldo, con autoridad- estas dos noches
ningún gato caza ratones, y al que lo haga, ¡Se las tendrá que ver
conmigo!
- ¿Ni siquiera a los que viven del otro lado del arroyo?- preguntó el gato
gris.
- ¡Ninguno!- exclamó Waldo- Y ahora, a trabajar. Zak , tu puedes ir a
encontrar a Misty- y dirigiéndose al gato blanco con la mancha, dijo- Y
tu, Nito, ve a buscar a Tito, y nos volvemos a encontrar todos en la
puerta de la carnicería, mañana a esta misma hora. Espero que para
entonces, Tito y sus amigos hayan encontrado la casa. Todo depende de
eso.
Con ellos estaba Tito, un pequeño ratón gris de cola larga, visiblemente
nervioso en la presencia de tantos gatos, por lo que no se apartaba del lado de
su amigo, el gato blanco con la mancha beige. Misty, la perrita “con algo” de
Shitz-zu, parecía divertida con la presencia de tantos gatos, y no dejaba de
mover la cola.
La entrada a la propiedad, estaba protegida por un gran muro, cuyo acceso era
un pórtico con barrotes de hierro. Los gatos hubiesen podido pasar por los
barrotes, pero dos inmensos mastines negros se mantenían alertas para evitar
intrusos, y otros dos se paseaban por el perímetro. Los ratones habían hecho
su trabajo, pero los gatos no lo tenían muy fácil.
- El medallón está en una habitación del piso de arriba- dijo Tito- y está
cuidado por un…
- Me imagino, un mastín- interrumpió Waldo- ¿Y Galdor, lo vieron a
Galdor?
- El brujo está casi siempre en un salón grande en el `piso de abajo donde
hay una chimenea, y una mesa con mucha comida, y está acompañado
por dos mujeres….
- ¡Las magas!- dijo Zak- las brujas que se pasaron al otro lado.
- Somos los nueve gatos- dijo Waldo- podemos hacerlo. Tenemos que
hacerlo.
- Pero tiene que ser rápido- dijo Nito- antes de que el brujo o las magas
nos hagan un hechizo de esos.
- Es verdad- dijo Zak- tenemos que aprovecharnos de que para hacer un
hechizo, necesitan tiempo para leer esas cosas que leen.
- Conjuros, les dicen- aclaró Moni.
- Eso, conjuros- reafirmó Waldo.
Los perros empezaron a empujarse entre ellos para ver quién iba a ser el
afortunado que lograra captar la atención de esa belleza, y no pasó mucho
tiempo para que los otros dos mastines que vigilaban el perímetro del muro,
también se acercaran a competir.
Mientras Misty entretenía a los mastines, los gatos se fueron subiendo uno a
uno al árbol más cercano al muro, y saltando hacia la propiedad, corrieron a
toda velocidad hasta llegar hasta la mansión. La primera parte del plan, estaba
cumplida. Ahora había que entrar.
Los ratones también habían detectado, que como es común en todas las casas
antiguas, hay un recinto donde se descargaban los víveres que allí llegaban, y
el recinto estaba conectado a la cocina de la casa por una puerta. Esa puerta
estaba gastada por el tiempo, y sus maderas fácilmente cederían ante la más
leve presión. Y así fue. Los nueve gatos pasaron sin problema, y enseguida
subieron por la gran escalera de madera hasta el piso de arriba. Y tal como les
había dicho Tito, en la puerta de la habitación, había otro mastín…pero ahora
no tenían a Misty, que seguía entreteniendo a los perros de afuera.
Los gatos se agazaparon en el último peldaño de la escalera sin saber cual sería
el próximo paso del plan. Waldo y Zak se miraron, y fue el gato negro el que
tomó la iniciativa. Subió el último escalón, y con todo desparpajo, se puso a
pocos metros del mastín y se erizó. En cuando el mastín vio al gato, se
abalanzó hacia él, y Zak corrió escalera abajo a toda velocidad perseguido por
el perro. Momento que aprovecharon los otros gatos para correr hacia la
habitación.
La puerta tenía una gran manija de bronce, y fue el gato gris, que
aprovechando que tenía “un poco de sobrepeso”, se colgó de él, y la abrió. ¡Y
ahí estaba el medallón encima de una gran mesa, puesto sobre un almohadón
de terciopelo negro! Waldo rápidamente saltó encima de la mesa, agarró el
medallón con la boca, y dijo:
- ¡Ahadj dj thsg!
- ¡¿Qué!?- gritaron las siamesas.
-
Waldo se sacó el medallón de la boca apoyándolo en el piso, y repitió:
- ¡A la puerta de atrás!
Los ocho gatos bajaron la escalera a toda velocidad, y cuando estaban a punto
de girar hacia la cocina, se encontraron con las dos magas cerrándoles el paso.
Y entonces escucharon la inconfundible voz de Galdor que provenía de la sala:
“Vaya, vaya, si no son los ridículos ayudantes de Antira. Vengan, vengan, los
invito a pasar a mi sala. Debo reconocer que tienen ingenio para haber llegado
hasta aquí”
Los gatos estaban acorralados por las magas, y por el mastín que había
perseguido a Zak, y fueron forzados a entrar en la gran sala. (“¿Yqué habrá
pasado con Zak?” pensó Waldo).
Galdor, de larga melena blanca, vestido con una túnica negra y envuelto en
una capa roja, dio unos pasos, y arrancó el medallón de la boca de Waldo,
limpiándolo con su túnica.
Mientras el mastín mantenía acorralados a los gatos, las magas agarraron una
gran marmita con agua, y la pusieron en el fuego de la chimenea. Le fueron
echando todo tipo de cosas que los gatos no podía distinguir. Algunas parecían
hierbas, otras, pedazos de animales secos, y muchos, muchos polvos. Galdor
puso un gran libro sobre la mesa, lo abrió, y empezó a leer de él: “Convoco a
todos los espíritus y seres del mundo oscuro, venid a esta fiesta y traed toda la
fuerza que…”
Los gatos miraban y escuchaban aterrados. Sabían que Antira no podría venir a
rescatarlos.
Una de las magas se apartó de la marmita, y caminó hasta el gato gris, que
estaba paralizado del miedo. La maga se agachó, y agarró al gato por la parte
de atrás del cuello, y dijo: “Este para empezar, no está mal. Está gordito”. El
gato gris reaccionó y empezó a dar pateadas en el aire, pero la maga lo sujetó
con fuerza, dirigiéndose hacia la marmita que ya echaba un humo oscuro y
maloliente.
De improviso, por la puerta del salón que había quedado abierta, empezaron a
entrar cientos, ¡No, miles! de ratones y ratas que corrían y saltaban por todas
partes. Se treparon encima del brujo y de las magas que daban chirridos de
disgusto. Una de ellas se cayó dentro de la marmita, mientras la otra soltó al
gato gris y trataba frenéticamente de sacarse de encima a los roedores que
tenía por todo su cuerpo. Galdor sólo se preocupaba de proteger su cara,
mientras que docenas de ratones le mordían las manos y subían por su
espalda. Por más que el mastín trataba de sacudirse a los ratones dando
tarascones, ellos se le escurrían al tiempo que más y más ratones le daban
mordiscos en las patas.
Los gatos estaban tan desconcertados como Galdor y las magas, hasta que
escucharon la vocecita de Tito: “¡Vamos, Waldo, agarra el medallón y salgamos
de aquí!” Waldo saltó sobre la mesa, agarró el medallón con una garra y se lo
puso en la boca, y gritó “¡VGSSJMASN!”, Y todos entendieron que era
“¡Vámonos!”.
Y los ocho gatos salieron corriendo por el camino que habían hecho para
entrar. Los mastines seguían embobados con Misty, y solo corrieron hacia la
mansión cuando escucharon los aullidos del otro mastín y el grito desaforado
de Galdor: “¡Mi medallón, se llevaron mi medallón!”. Para entonces, los gatos
y Tito ya habían pasado al otro lado del muro.
EPÍLOGO
La noche de Halloween de ese año fue muy especial. No solo pudieron las
brujas renovar su poder para hacer cosas buenas gracias al medallón, si no que
Antira les regaló a sus nueve gatos un hechizo especial: ser los únicos con el
poder de ver el aura de personas y de animales. Sí, a los nueve, porque Zak no
sólo había logrado distraer al mastín de la habitación de arriba, si no que había
sido él quien fue a buscar a Tito para pedirle ayuda.
Otro hecho hizo especial a esa noche de Halloween. Los ratones, y algunas
ratas, fueron invitados a la ceremonia, y ahí mismo, gatos y ratones hicieron un
pacto: Los gatos del pueblo, y sus descendientes, nunca cazarían ni se
comerían a los ratones, y los ratones…bueno, los ratones podían hacer lo que
quisieran.
Ah, una cosa más sucedió esa noche mágica: Como las gatitas “cálico” son casi
siempre estériles ,las brujas le concedieron a Moni la posibilidad de tener
gatitos, cosa que tanto ella como Waldo, agradecieron mucho.
…………….
NOTA DEL AUTOR: Los hechos aquí narrados los escuché de primera mano una
noche de Halloween, muchos años después de que hubiesen sucedido. El gato
que me los contó, es un atigrado amarillo que dice ser descendiente de Waldo.
No sé si todo es exactamente tal y cómo sucedió, ni siquiera si es verdad ( los
gatos son dados a exagera)r, pero algo me llama la atención, este gato, no
caza ratones.