Tijan - The Boy I Grew Up With

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1
Proyecto compartido por los foros:
Acuarelas Literarias & Simply Books

MODERADORAS

RoseLightwood de Mellark, Yiany & Mona

TRADUCTORAS

Clau MicaDeMaddox Princess


Kath Atómic_Mellark Scarleth
2
Mona Yuli Darcy Idk.Zab
JandraNda Emotica Usakoserenity
Maria_clio88 Eli25 Walezuca

CORRECCIÓN

Eli25, Azhar23, Mona & Nanis

REVISION FINAL

Mona & Nanis

DISEÑO

Moreline
SINOPSIS 4 20 115 41 243

PRÓLOGO 5 21 122 42 248

1 8 22 128 43 256

2 15 23 133 44 261

3 19 24 144 45 264

4 27 25 148 46 271

5 29 26 153 47 281

6 34 27 160 48 284

7 42 28 166 49 288

8 44 29 169 50 293 3
9 51 30 174 51 298

10 58 31 179 52 300

11 61 32 184 53 304

12 63 33 193 54 309

13 66 34 198 55 315

14 74 35 206 56 322

15 81 36 209 57 324

16 90 37 217 58 327

17 94 38 221 59 338

18 101 39 230 EPÍLOGO 343

19 105 40 233 SOBRE LA AUTORA 350


He amado a Channing Monroe toda mi vida.
En primer grado, me pidió mi Trapper Keeper.
Le di en la cabeza con él.
En tercer grado, éramos los mejores amigos. Nos besamos en séptimo
grado.
En octavo grado, se convirtió en un chico malo y el resto fue una
tormenta tumultuosa.
Al crecer, el problema nunca fue el amor para nosotros.
Malos tiempos. Buenos tiempos. Hubo momentos en los que sentí 4
nuestro amor en cada centímetro de mi cuerpo, vibrando, haciéndome sentir
que podía volver a la vida.
El problema éramos nosotros.
El problema es que ahora vivimos en dos mundos diferentes.
Fallen Crest y sus millonarios para mí. Roussou y sus criminales para
él. Yo estaba prosperando en el mío y él estaba corriendo en el suyo.
Pero…
Pero hubo noches en las que sentí que no podíamos estar más
separados de lo que estábamos, y hubo noches en las que sentí que
compartíamos el mismo latido.
¿Cuándo era el momento?
¿Cuándo era el momento de sacrificarse, hacer un cambio o alejarse
del chico con el que crecí?
Heather
PRIMER GRADO

HANNING MONROE ES UN BASTARDO EGOÍSTA.

C Podía pensar así porque escuché a mi mamá decir esa


frase. Si los adultos lo dicen, yo también podría. Así que se lo
dije, en su cara. Y lo fulminé con la mirada. No me importó quién
pudiera escucharme.
Hasta que escuché:
—¡Heather Jax!
Intenté explicarle a la señora Buxton que él quería usar mi Trapper 5
Keeper1, pero era mío. No iba a regalarlo, prestarlo o compartirlo, y cuando
me gruñó, fue cuando lo golpeé en la cabeza.
Una chica tiene derecho a defenderse era otra frase popular de mi
mamá. Quiero decir, ella la decía cuando se quejaba consigo misma y
fumaba en el porche delantero de nuestra nueva casa.
Pero volvamos a lo que sucedió hoy más temprano.
La señora Buxton se puso del lado de Channing, por primera vez en la
vida.
Ella nunca se pone del lado de Channing. Él es un problema, con P
mayúscula. ¿Ves? Gramática. Estoy aprendiendo. Pero, de todos modos, él
se mete en más problemas que yo. Solo me meto en problemas cuando tiene
que ver con él.
Imagínate.
Pero supongo que la violencia "no era la respuesta".
No estaba de acuerdo. Channing tampoco. Después de la clase me dijo
que la violencia podía terminar cualquier pelea. Eso hizo que pareciera que

1 Trapper Keeper: Archivador escolar popular en los estados unidos entre los 70 y los 90.
Tiene forma de sobre con cierres de velcro, argollas deslizantes de plástico (en vez de metal)
y sobres para mantener seguras y separadas las hojas y otros suplementos escolares
siempre era la respuesta. Me lo susurró en el recreo y luego me lanzó una
mirada extraña.
Dio un paso atrás, mirándome, y antes de que pudiera preguntar qué
estaba mal con él, me golpeó en el pecho.
—¡Tú la traes!
Se fue corriendo.
Yo también.
Qué comience el juego, idiota.
Lo perseguí, lo derribé y me metí en problemas otra vez.
¡La señora Buxton estaba en todas partes! O el chaperón de recreo,
pero, aun así. En-to-das-par-tessssss.
Después de eso, tuve que prometer algo para salirme del problema. En
ese momento, estaba dispuesta a prometer cualquier cosa, pero cuando dije
que le daría a Channing uno de los viejos Trapper Keepers de mi hermano
Brandon, ella también me dirigió una mirada rara.
Luego se arrodilló y me susurró al oído:
—Eso es muy amable de tu parte, Heather. No todos tienen lo necesario
en casa.
Neces… ¿diario?
6
No sabía qué tenía que ver la necesidad con los diarios, pero diría
cualquier cosa con tal de que no llamaran a mis padres.
Estaba pensando en esa promesa cuando salí de la cama esa noche
para ir al baño. Necesitaba preguntarle a mamá dónde estaban las cosas
viejas de Brandon. No había estado en todo el día, ni siquiera después de la
cena o cuando nos fuimos a la cama.
No sabía a dónde se había ido. Sus bolsos y ropa también se habían
ido, pero escuché voces cuando me deslicé por el pasillo. Eso significaba que
mamá estaba en casa.
Estaba hablando con papá.
Necesitaba hacer pipí, y luego ir a contarle lo del Trapper Keeper. Si no
lo hiciera ahora, probablemente lo olvidaría, y ella nunca se levantaba de la
cama antes de que me fuera a la escuela. La señora Buxton continuaría con
su amenaza y llamaría a casa. De ninguna manera, ¡no señor!
Estaba a medio camino del baño cuando escuché a mi papá.
—No voy a afectar sus vidas más de lo que ya están.
—Vamos. —Una voz femenina.
Me detuve. Esa no era mamá.
No sabía quién era.
—No estás pensando con claridad —continuó—. Heather…
—Si vas a decirme que Heather es joven, que se recuperará, puedes irte
de esta casa ahora mismo. Sus vidas serán suficientemente volcadas al
revés. No los sacaré de una escuela y los pondré en una diferente.
—No tienes opción. La línea del distrito...
Mi papá la anuló, otra vez. Hablaba con tanta dureza.
—Manny´s está en la frontera. Nos mudamos aquí por su madre. No
volveré a interrumpir su vida por culpa de su madre. Tengo amigos en la
oficina del condado. Obtendré favores si es necesario, pero no mudaré a mis
hijos, a menos que decidan que quieren mudarse.
Espera.
¿Qué…?

7
Heather
PRESENTE

—¡Q
UÍTATE DE SU POLLA!
Esas palabras, gritadas —espera, tengo
que voltearme—, a las seis de la mañana fue lo
que me despertó. Había dormido tres horas
completas, tres horas después de haber enviado a mi gerente nocturno a
casa y haber dicho que yo cerraría Manny’s, y tres horas después de haber
tenido lástima de todo el personal nocturno y haberlos enviado a casa
también. Decidí que beber una botella de bourbon y limpiar era el mejor
trabajo para adultos.
Adulta. Más estúpida. En la vida.
—Ugh —gemí mientras me arrastraba a una posición algo erguida. No
podía sentarme completamente porque mi estómago amenazaba con salir
por mi boca. Dejar que mi cabeza cayera con la gravedad era la mejor opción
para no botar las dos tostadas que había comido antes de caer en la cama
hace tres horas.
Soy una idiota.
—¡Lo digo en serio!
Un segundo grito, seguido de un golpe por debajo de mí.
—¡Quítate de su polla! ¡Sácale la polla, tú, tú, arpía sin clase!
—Mierda, Brianna...
—¡Es Rebecca! Los nombres propios son simplemente respetuosos.
—¡Rebecca, santa mierda! —rugió mi hermano.
Luego vino un choque, un segundo golpe, y:
—¡ALTO!
—¡Sácala de aquí! —dijo una nueva voz, más aguda.
Incluso arriba, me di cuenta de que la chica nueva no tenía la punzada
de histeria que tenía la primera chica. Ella no lo cortaría, no a largo plazo,
no con mi hermano. Brandon gemía constantemente por no encontrar a su
"chica", pero la verdad era que la encontraba en una nueva mujer unas tres
veces por semana. Y lo sabía porque las llevaba a la casa que compartía con
él, la casa en la que él y yo habíamos vivido toda nuestra vida.
Los dos éramos adultos ahora. Deberíamos habernos mudado a
nuestros propios lugares, pero ninguno de los dos abordó el tema. Aunque,
en mañanas como esta, tenía la tentación de hacerlo.
9
—¡HEATHER! ¡AYUDAME!
El T-rex rugió. Casi sentí que las tablas del suelo se movían. No. Miré
más de cerca. Eso solo era polvo. Mi aliento hizo que se moviera.
Traté de gritar en respuesta, pero en su lugar salió de mí un eructo
confuso, y asentí.
Totalmente puedo hacer esto.
Oh sí.
Mi hermano mayor necesitaba mi ayuda para luchar contra sus dos
aventuras de una noche.
—¡HEATHER!
—Cállate —grité de vuelta, finalmente levantándome y dirigiéndome
hacia la puerta.
Espera. Retrocede. Agarra la bata.
Dormí desnuda. No necesitábamos esa escena tan incómoda,
claramente ya era todo eso.
Estaba arriba y bajando las escaleras, tratando de no darme la vuelta,
pero no estaba del todo preparada para lo que me encontré.
Podía ver el culo desnudo de Brandon en su puerta mientras sostenía
una toalla frente a su polla. Gracias a Dios.
Debí haber gruñido o haber hecho algún ruido porque él miró, y el alivio
fue evidente. Su rostro entero se relajó, y sus hombros parecieron bajar.
—¿Puedes ayudarme? —Señaló con la cabeza hacia su habitación,
moviéndose para que pudiera ver.
La puerta de su baño estaba cerrada, la luz se mostraba debajo.
Solo había una chica en la habitación, así que asumí que la otra se
había ido. Había mostrado algo de inteligencia. Tal vez él podría mantenerla
cerca para una segunda noche.
Pero la chica de Quítate-de-su-polla era un problema.
Con las manos en las caderas, estaba de pie con el cabello rubio rizado
en un mal intento de un peinado de los ochenta o estaba abrazando la parte
de león de "Soy mujer, escúchame rugir". De cualquier manera, esta chica
no era de esas a las que puedes joder: Ojos dilatados, cara rojo remolacha y
lápiz labial rojo muy brillante y ligeramente manchado.
No siento odio contra el labial rojo. También soy fan de eso, pero es un
arma. Y esta chica estaba tan concentrada que emanaba una vibra
desesperada/acosadora/mejor-tenme-miedo-porque-tengo-un-cuchillo-en-
mi-mochila-y-puse-tres-dispositivos-de-seguimiento-en-ti-antes-de-que-
siquiera-me-hablaras.
Me moví hacia atrás y le di a Brandon una mirada de soslayo. 10
—¿De verdad?
Él puso los ojos en blanco y se encogió de hombros.
—¿Qué? Ella estaba sexy esa noche —murmuró en voz baja—, y yo
estaba destrozado.
—Heather. —La chica quitó un poco de su cabello de su hombro en un
gesto altivo—. Puedes entender mi frustración aquí, ¿no es así? Él me
cortejó. Me invitó a cenar, me ofreció vino, y ahora sigo encontrándomelo
con una chica nueva cada noche. —Sus labios se curvaron y lanzó una
mueca a la puerta del baño—. Podría hacerlo mejor. Soy al menos un ocho.
Ella es un seis.
—¡Escuché eso! —Algo golpeó contra el interior de la puerta del baño—
. ¡Eres una psicótica!
—No soy psicótica. Eso me ofende. Soy muy elegante.
—Estás delirante —resopló la chica del baño—. ¡Estoy llamando a la
policía!
Oh.
Vaya, vaya, vaya.
Eso me dio una sacudida. Algo de mi resaca se disipó.
—No nos apresuremos aquí. —Levanté la voz—. ¿De acuerdo? No hay
que llamar a la policía.
¿Quién quería llamar a la policía a su casa? Hola. Nadie. Ciertamente
no yo. Eso me lo había inculcado a temprana edad una mamá que fumaba
en cadena antes de que me abandonara, y reforzado un novio intermitente
que había tenido más de su buena parte con la policía. Sin mencionar, que
los policías eran policías.
Nadie necesitaba esa atención.
Me di vuelta y miré a Brandon.
—Este es tu problema. ¿Por qué tengo que arreglarlo?
Le hizo un gesto a la loca con un ademán enérgico.
—No puedo hacer nada con ella. No se irá. Si la toco…
Mierda. Mierda. Jodida mierda, mierda, mierda. Tenía un montón de
maldiciones en mi cabeza, pero él tenía razón. Un poco. Esta chica era del
tipo que lo denunciaría por asalto si él le tocaba el brazo. Hablaba como si
tuviera tanta clase, pero era mierda.
¿Y cómo había entrado aquí?
—Tú. —Señalé a la Chica Loca.
—¿Yo? —Adoptó un acento inocente, y así, la acosadora se desvaneció. 11
Incluso se pasó una mano por el cabello, intentando una mirada recatada—
. Debes ver mi lado de esto. Quiero decir, no es correcto cortejar a una mujer
y luego participar en una cita sexual con una puta a sus espaldas.
Mierda como esa ponía mis dientes en un molinillo.
Comencé por ella.
—Es hora de irte. Ahora.
—¡Estoy llamando a la policía! —gritó la chica dentro del baño de
nuevo—. Así que hazlo. Ahora mismo. Mi dedo está en el nueve mientras
estoy hablando.
—¡Y tú! —Fui a la puerta y soné un puño contra ella—. Llamas a la
policía y no volverás a pisar Manny´s.
Consideraba eso mi as bajo la manga.
Ella jadeó a través de la puerta.
—¿Qué?
Manny's es el bar y parrilla que Brandon y yo gerenciamos. Fue de
nuestro padre, por lo que lleva su nombre, pero cuando decidió que retirarse
y vivir en una caravana sería su próxima misión en la vida, lo asumimos.
Soy la propietaria oficial, pero Brandon dirige el bar. Es otra razón por la
que los dos estamos en esta casa. Está justo detrás del lugar que es nuestra
vida.
Bien…
La revelación completa aquí: Manny´s es más mi vida que la de
Brandon. Él va a los clubes. Tiene amigos. Tiene aventuras de una noche,
como es incómodamente obvio en este momento. Esto se debe a que está
más de acuerdo con dejar que el gerente nocturno cierre el bar por él,
mientras yo sigo luchando, de eso, hace tres horas.
Con todo eso que decir, no emito amenazas como esa a la ligera.
No importaba quién estuviera dentro del baño de Brandon, sería una
lástima que no se le permitiera entrar a Manny´s. No estoy siendo engreída;
estoy siendo objetiva. Nuestro lugar es popular en una ciudad que alberga
un montón de millonarios. La mayoría de los círculos sociales disfrutan
emborrachándose allí.
Ella sollozó, y un gruñido gutural y bajo le siguió.
—No lo harías.
Lo haría, y ella lo sabía. Lo mismo con Quítate-de-su-polla, y fijé los
ojos con ella. Un problema resuelto, el segundo lo estaría muy pronto.
—Tienes que irte —dije rotundamente, y luego esperé.
—Pero... —Comenzó a organizar una protesta, pero negué con la
cabeza.
12
—Lo digo en serio. —Señalé con mi pulgar hacia la puerta—. Tienes un
problema con Brandon, lo resuelves con él más tarde, cuando esté
completamente vestido. Puedes estar enojada con él. Me importa una
mierda, pero no aquí, no en mi tiempo, y no cuando sabes que su polla está
en otra chica.
—No lo sabía.
Levanté una ceja, y ella se detuvo.
Sus ojos bajaron.
—Pensé que le gustaba. —Sollozó, pero ningún gruñido gutural vino
después. Su tono cambió. No había tonterías, ni acto alguno. Estaba
realmente herida y miré a Brandon.
La chica en el baño tampoco era inmune. Murmuró un penoso:
—Oh.
Un destello de arrepentimiento brilló sobre el rostro de Brandon por un
momento. Bajó la cabeza y tosió, aclarándose la garganta.
—Sé que esto podría ser doloroso...
La chica triste desapareció, y su cabeza se levantó de golpe.
—¡No te importa!
No. Era una actuación. Todos éramos unos tontos.
Sus ojos se volvieron locos. Ella le apuntó con el dedo en el aire, y luego
se lanzó.
Lo vi venir en el instante en que abrió la boca, y estuve lista. Dando un
paso adelante, mi hombro golpeó el de ella, empujando su cuerpo contra las
puertas del armario.
—¡Muévete, Brandon! —grité.
Se abalanzó sobre mí, y seguí adelante con mi impulso.
Tomando su brazo, la guie hacia el pasillo y puse una mano en su
espalda, caminando hacia la puerta antes de que se diera cuenta de que
estaba siendo sacada a empujones de la casa.
—Pero, ¿qué?
—Es hora de que te vayas. —Mantuve una sonrisa en mi voz.
Acaríciale el cabello. Haz que se sienta bien. Sí, sí. Solo vamos a salir
de aquí por ahora. Eso es todo lo que estamos haciendo. Ese es el sentimiento
que le di hasta que tuve la puerta abierta y le di un fuerte golpe en la
espalda.
Casi se tropezó en el porche y me habría sentido mal al ver lo
desconcertada que estaba, pero la chica estaba loca. Cuando estuvo
completamente afuera, me paré en la puerta y crucé los brazos sobre mi
pecho. Era una dama de estatura media, con piernas bronceadas y 13
tonificadas y una bata tipo kimono que terminaba justo debajo de mi vagina.
Sabía cómo me veía.
También podría volverme loca. Demonios, algunas veces lo hacía. Ese
aspecto funciona, normalmente, pero no lo haría en este momento. En lugar
de eso, saqué mi mirada de perra ruda y levanté la cabeza, mirándola por
encima de mi nariz.
—Crees que asustas. No lo haces. —Asustaba pasar toda una vida sin
una madre. Eso fue duro—. Crees que eres dura. Puede que lo seas, pero no
en esta situación. No contra mí. —No estaba malgastando palabras—. Tiras
de esa mierda, y también serás vetada de Manny´s.
—Pero... —soltó.
—Conoces la reputación de mi hermano. Se acuesta con todas, y no me
digas que te hizo todas estas dulces promesas, porque lo único que no es,
es un mentiroso. Él no es un mentiroso. Podría ser un prostituto a veces,
pero no les dice palabras bonitas a chicas lindas si no quiere decirlas. No
está en su ADN.
Yo lo sabría. Lo comparto.
Le hice un gesto detrás de ella a la acera que conectaba nuestra casa
con la de Manny´s y el callejón vacío que pasaba por el estacionamiento.
—Sal de aquí, y no quiero verte cerca, al menos durante una semana.
—Heather.
Tiré la puerta, y para echarle más sal a la herida, la bloqueé.
—No me hagas enojar. Soy el Jax equivocado con el que lidiar.
Ella debe haber tenido algo de inteligencia porque la oí suspirar, y un
segundo después sus tacones chocaron contra el porche delantero mientras
se iba.
—Oye. Gracias. —Brandon estaba de vuelta en la puerta de su
habitación, con los bóxers puestos.
Oí que la puerta de su baño se abría detrás de él e hice un ademán con
la mano cansada.
—Sí, sí. —Mi resaca cayó de golpe en su lugar, diez veces más fuerte.
Me froté las sienes y eché a andar por las escaleras—. ¿Hazme un favor?
Deja de traer a tus chicas aquí.
Se rió entre dientes, mirándome subir las escaleras.
—Te debo una. Lo siento, Heather. Realmente lo hago.
Estaba demasiado cansada para reconocerlo, pero se me ocurrió una
idea diferente.
—Descarga un timbre que suene como sirenas de policía. ¿Tal vez
podamos usarlo más tarde para asustarla? 14
Él rió.
—Solo si tú también lo haces.
Sí. Sí, tal vez lo haría.
Un segundo después, su puerta se cerró, y lo oí cantarle a su chica
restante.
Golpeé el segundo piso, volviendo a mi habitación.
Dejando caer mi bata kimono, me metí debajo de mis mantas, mis
benditas y celestiales cobijas. Fue entonces cuando me di la vuelta para ver
un par de oscuros ojos masculinos mirándome fijamente. Se convirtieron en
ojos ardientes de dormitorio, y luego salió una sonrisa y un suave acento.
—¿Tienes ganas de follar?
Heather

—V
ETE.
Tenía tres reacciones diferentes a la vez.
Número uno: Mi cuerpo se convirtió
instantáneamente en un botón rojo cálido, tostado y palpitante, del tipo que
sale en las películas y que el presidente tiene que presionar para comenzar
una guerra mundial. Esa era yo, pero no para comenzar una guerra, sino
solo una explosión. Así es como siempre me sentía cada vez que aparecía mi
ex novio intermitente. Dos: Molestia. Acababa de deshacerme de una de las 15
compañeras de cama de Brandon. No necesitaba lidiar con el que había
tenido desde que éramos niños. Para cuando estábamos en quinto grado,
Channing se arrastraba hacia mi habitación y mi cama varias veces a la
semana. Besos, luego toqueteos, y relaciones sexuales que comenzaron
mucho más tarde, a una edad apropiada pero probablemente todavía muy
temprana.
Y la última reacción: Mi estómago tenía un cierto entusiasmo agitado.
Cerré la boca con fuerza cuando una oleada de vómitos comenzó a viajar
hacia arriba.
—¡Mmm! —murmuré en advertencia, empujando las sábanas hacia
atrás y corriendo hacia mi baño.
Llegué justo a tiempo, pero no vomité. Solo estaba arqueando, lo que
era casi peor porque mi estómago seguía intentando vaciarse, pero no podía.
Sentí pasos en las tablas del piso detrás de mí antes de que una mano
llegara a mi frente. Un suave toque retiró mi cabello de mi cara y lo sostuvo
en una coleta baja. Agarró una de mis bandas del gabinete y me ató el
cabello, asegurándolo sin apretarlo demasiado.
Lo había hecho una o dos veces. O veinte.
Se hundió a mi lado y me pasé el dorso de la mano por la boca.
—Eres un profesional en eso.
Su sonrisa estaba allí, pero más gentil.
—He estado haciendo eso por ti durante años. Debería serlo.
Channing Monroe.
Este suele ser el momento en que la chica se encoge de vergüenza
cuando el chico del que está enamorada la ve en su peor momento, enferma
abrazando un inodoro. No yo. Y no este chico.
Él había sido "mío" de una forma u otra casi toda mi vida. Decir que
nuestro viaje juntos había sido uno con trastornos, picos, clímax y caídas,
solo sería un eufemismo.
Pensaba que habíamos conseguido juntar nuestra mierda, y que
estábamos en camino a casarnos, pero luego rompimos de nuevo el año
pasado. Actualmente estábamos en la etapa en la que estábamos juntos en
la cama, pero no fuera de ella.
Para ser honesta, no sabía cómo me sentía al respecto.
Pero en este momento, él era la única persona que quería en ese baño
conmigo, y podía verlo en mi cara.
Una vez que me ablandé, apareció uno de sus hoyuelos dignos de
babear, y extendió su brazo hacia mí.
—Vamos. —Me levantó, con la misma suavidad que antes, y me puso
en su regazo, mi espalda contra su pecho. Sus brazos me rodearon, pero no
se cerraron frente a mí. Se giró para que nuestros pies estuvieran cerca del 16
inodoro, así que si necesitaba saltar hacia adelante... lo que hice ahora.
Me incliné sobre el inodoro y esperé a que mi estómago dejara de
batirse.
Me frotó la espalda todo el tiempo, y cuando terminé, me apoyé en él.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Sus brazos se apretaron un poco a mi alrededor, y su mano se frotó
sobre mi pierna. Estaba completamente desnuda en sus brazos. Debería
haberme vestido, pero no tenía la energía.
Su aliento se sintió bien en mi cuello mientras respondía.
—Estaba con los chicos. Te extrañé.
Lo que significa que, o bien había estado peleando o bebiendo con el
grupo de hombres a los que consideraba más familiares que sus familiares.
Levanté una de sus manos para inspeccionar los nudillos, frotando un
pulgar sobre ellos.
—No se ven magullados.
Su cuerpo se tensó, sus casi dos metros de puro músculo.
Channing tenía una cara para las pasarelas de moda, un cuerpo de
tatuajes que podían aparecer en cualquier revista y una actitud que lo
convertía en un líder entre los más alborotados y más delicados. Era un
látigo inteligente, despiadado, astuto, arrogante, y tenía un lado encantador
que había iniciado algunas de nuestras peleas. Podría ser demasiado
encantador a veces, poniendo su nombre en un montón de listas de
pendientes por parte de las chicas. Había sido un problema para nosotros
desde que éramos niños, y aunque había mejorado en los últimos años,
sabía que las mujeres lo atacaban con regularidad.
Pero siendo transparentes, esa no era la causa de nuestros problemas
últimamente.
Su voz fue tranquila.
—No estaba peleando.
Me di la vuelta y traté de oler su aliento. Había un ligero rastro de
bourbon, pero podría haber sido mío.
—Tampoco pareces borracho.
Se rió, sus ojos estudiando cada centímetro de mi cara. Lo hacía
cuando estaba tratando de averiguar a dónde iba con mis declaraciones y si
eso nos llevaría a una pelea. Actuábamos como si estuviéramos casados y
tuviésemos sesenta años.
Su pulgar fue a mi boca y presionó allí, suavemente.
—Realmente estaba pasando el rato con los chicos. Cruz se acercó, dijo
que tú cerraste por él. Aposté, pensé que tal vez estarías despierta, o no. — 17
Ese hoyuelo otra vez—. Estaba esperando solo poder deslizarme a tu lado.
Suspiré, y su pulgar acarició mi mejilla antes de que su mano regresara
a mi pierna. Retrocedí, descansando en sus brazos de nuevo.
—Estaba durmiendo, pero Brandon tuvo un problema de chicas.
Su risa me tranquilizó.
—Eso escuché. Me deslicé, pero no antes de ver su trasero. Tu hermano
necesita entrenar más.
—Él se ofendería por eso.
—No, no lo haría.
Tenía razón.
—Estuvo de acuerdo conmigo.
Yo también estoy de acuerdo con eso.
Brandon era mayor, pero respetaba a Channing. Mucha gente lo hacía.
—¿Te sientes mejor? —Su mano se movió hacia mi estómago, y cerré
los ojos, disfrutando del calor allí.
Sentí que mi estómago se asentaba.
—Creo que sí.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y se puso de pie,
levantándome con él.
Channing creció peleando. Lo había estado haciendo desde la escuela
primaria cuando sus dos amigos intentaron robarme mis dulces de
Halloween. Él robó los suyos en su lugar, y todo el estatus de amigos entre
esos tipos cambió a mejores amigos. Muchachos. No lo entendía. Lo habían
seguido desde ese día, y ahora él estaba considerando retirarse de una red
de combate clandestina que operaba en Roussou.
Debido a eso, él podía levantarme fácilmente, así que simplemente cerré
los ojos y disfruté la sensación mientras me llevaba a la cama.
Me puso entre las sábanas, poniéndolas sobre mí.
Desapareció en el pasillo. Le oí bajar las escaleras. La nevera se abrió,
y un momento después volvió con un vaso de agua. Lo puso en la mesita de
noche a mi lado.
—¿Quieres enjuague bucal?
Asentí, y él lo agarró, junto con una taza y un tazón pequeño que había
dejado en el mostrador. Me senté, me lavé la boca y bebí un sorbo de agua
mientras él llevaba todo al baño. Un segundo después, regresó. Ambas
puertas estaban cerradas, y cerró las cortinas sobre mi ventana para que la
luz del sol no pudiera pasar. Dejó la habitación en oscuridad, y escuché los 18
sonidos familiares de él quitándose la ropa.
La sábana se levantó detrás de mí, y se acurrucó a mi alrededor.
Dios.
En momentos como este, mi corazón estallaba de amor por él.
Me encantó cómo me abrazó, me llevó, me cuidó. Me encantó cómo su
mano se curvó sobre mi muslo y luego cayó a mi estómago, y cómo una
parte de mí quiso que la deslizara entre mis piernas, pero sabía que no lo
haría. Sabía que no me sentía bien, por lo que esta mañana no se trataba
del sexo por el que sabía que había venido. Se trataba de consuelo, y cuando
lo sentí deslizar su pierna entre las mías y enredar nuestras manos, supe
que estaba a punto de quedarse dormido.
—Me alegro de que vinieras. —Las palabras se escaparon antes de
saber que iba a decirlas.
Sus brazos se apretaron, sólo una fracción.
—Yo también.
Lo sentí sonreír contra mi hombro, y su pulgar se levantó para tocar
mi pezón antes de caer de nuevo a mi estómago.
—Descansa, Heather. Podemos hablar más tarde.
Channing

RISTO.

C
despertar.
¿Qué estaba haciendo aquí?
Un huracán arremetió contra mí. Así fue como me sentí al

Estaba en la habitación de Heather. Levanté la mirada para encontrarla


alejada de mí. Bajando la vista, supe que mi polla estaba extasiada al verla.
Ella había estado enferma la noche anterior o, revisando mi teléfono,
hace unas horas. Ahora respiraba profundamente y parecía mejor. Ya no 19
estaba pálida.
El plan había sido darle espacio. Había sido, palabras claves allí.
—¿Hmmm? —Heather rodó hacia mí, sus ojos todavía cerrados. Seguía
durmiendo.
Hombre. Solo mirarla me dolía, de más de una manera.
El tira y afloja entre mantenerme alejado y ser atraído por ella era una
verdadera lucha para mí. Odiaba estar dividido, pero era lo que era. Esa era
la rotación para nosotros en este momento. Y sabía que no debía hacerlo,
pero extendí la mano y la acaricié en la mejilla. Era la mujer más hermosa
que había visto en mi vida. Lo creía así cuando estaba en tercer grado, y lo
seguía creyendo ahora. Me había gustado Heather desde el principio, pero
creo que me gustaba más ese Trapper Keeper. El tercer grado fue cuando
mi inteligencia real me golpeó. Nunca cambió después de eso, y nunca
disminuyó. Heather era la mierda. Ella era la chica que todas las otras
chicas querían ser, o deberían ser. La mujer era muy leal, sexy como la
mierda, más inteligente que cualquiera que conociera, y tenía la boca
perfecta para chuparme la polla o patearme el trasero hasta la acera,
literalmente.
Ella no era alguien a quien joder, y sentía la misma vergüenza, culpa y
enojo rodeándome como siempre lo hacía.
Aquí hay un secreto: Conozco la raíz de nuestros problemas, pero
Heather no lo sabe.
Ella me ama, y esa es su maldición, porque no debería. Soy el peor
maldito imbécil para ella.
No queriendo rendirme y besarla para despertarla, luego deslizarme
dentro de ella, me obligué a tomar mis cosas y salir de su habitación.
—Oye, perdedor.
Cerré la puerta más de lo que quería y me giré para mirar a Brandon.
Estaba al pie de las escaleras, casi en el mismo estilo que yo. Solo que él
estaba medio vestido, y yo no.
Bajé de puntillas por las escaleras, poniéndome la camisa primero.
Después de conseguir los vaqueros y todo lo demás, me piqué la cara con el
dedo medio.
—Cabrón.
Él sonrió, siguiéndome mientras iba a la cafetera y llenaba una taza.
Se apoyó contra la nevera, bebiendo de la suya.
—Qué sorpresa. —Pareció pensar en eso y enmendó—: Está bien. Tal
vez no sea una sorpresa. —Señaló las escaleras con su taza—. No sabía que
Heather tenía a alguien allí.
20
Rematé mi taza con un poco de crema y miré de nuevo.
—Porque ella no debería tener a alguien. Sería yo, solo yo. ¿Cierto? —
Salió engreído, pero no, en serio—. ¿Cierto?
Brandon se echó a reír, poniendo los ojos en blanco.
—Mi hermana es demasiado buena para ti, Monroe.
Gruñí. Eso era algo en lo que estábamos de acuerdo. Tuve la tentación
de saludarlo con mi café, pero él no lo merecía. Aunque era un hijo de puta
con quien había crecido y al que amaba como a un hermano.
Levanté la vista. Había estado escuchando por cualquier sonido de
Heather moviéndose arriba y no escuché ninguno. Debía haberse quedado
dormida.
—¿Tuviste un rasguño con la acosadora B? —le pregunté—. Escuché
cuando me colé.
Casi se ahoga, salpicando parte de su café.
—¿Qué? —Su rostro perdió color—. Estas bromeando. ¿Verdad? Sobre
el comentario de la acosadora. ¿Verdad?
Negué con la cabeza.
—Uno de mis muchachos se acostó con ella una noche, y le tomó
mucho tiempo sacudirla. —Sonreí. Esta era mi venganza porque me llamara
perdedor. El resto me lo merecía—. Estás jodido, amigo.
Tosió, golpeando su pecho.
—¿Cuánto es mucho tiempo? ¿Y quién?
—Congo.
Congo era uno de mis amigos de la gira de la muerte, y no era del tipo
que resultaba acosado. Podría ser por su cabeza calva, manos que lo hacían
parecer que comía árboles para el desayuno o su cara seria. Era uno de mis
muchachos más confiables, pero era de aspecto malvado y plano. No había
otra manera de describirlo.
Disfrutaba decirle esto a Brandon.
Brandon Jax era amable, pero no le daba suficiente crédito a Heather.
Llámame sobreprotector o lo que sea, pero eso siempre me molestaba. Ellos
se habían hecho cargo de Manny´s cuando su papá lo abandonó, y los
abandonó a ellos. Tenían pensamientos diferentes al respecto, pero el HDP 2
había hecho precisamente eso. Se fue en una caravana de vehículos
recreativos con un grupo de amigos retirados, y lo último que supe fue que
todos se instalaron en Florida. Brandon no quería lidiar con el verdadero
trabajo en Manny´s, así que Heather lo hizo.
Esa misma cualidad era la que le permitía seguir amándome.
Ella debería haberse alejado de mí hace años.
Brandon gimió. 21
—¿Cuánto tiempo, Channing?
Sonreí ahora, saludándolo con mi café.
—Le tomó un año. ¿Cuántas veces te acostaste con ella?
—Oh, Dios mío. —Parecía como si hubiera sido apuñalado en el
estómago. Su mano acunó su estómago—. Dos veces. Estuve con ella dos
veces.
Me reí.
—Sí. Estas jodido.
—Esto no es gracioso, Channing.
Tomé un sorbo de mi café.
—Lo es desde mi punto de vista.
—Mieeeeerrrrddaaaa.
Echó la cabeza hacia atrás, un largo gemido salió de su garganta. Sus
manos se fueron a su cabello y se apretaron en puños. Fue entonces cuando
la puerta de su habitación se abrió y una chica salió, deslizando su brazo a
través de una camisa. Su cabello estaba un poco desordenado, y su falda de

2 HDP: Hijo de puta


mezclilla aún estaba desabrochada. Llevaba sandalias playeras en sus
manos.
—Estoy lista para... —levantó la vista y me vio, y su voz se fue
apagando—... ir.
Era la misma chica que había estado intentando ligarse a mi primo la
noche anterior. Ella palideció, y yo sonreí. Esto sería divertido.
Levanté mi taza hacia ella.
—Hicimos una apuesta respecto a dónde terminarías después de que
Scratch te enviara a hacer las maletas. —Mis ojos se deslizaron hacia
Brandon y luego de vuelta hacia ella—. No sabía que sería aquí, pero tiene
sentido. Pasar de Tuesday Tits a Manny´s.
Ella tragó saliva, pero no me importó. La acosadora era graciosa. Pero
esta chica, saltaba de cama en cama buscando al siguiente hombre que
financiara su vida.
—Channing. —Su cabeza bajó, y también lo hizo su voz—. Por favor.
—¿Qué está pasando? —Brandon miró entre los dos—. ¿Chan?
—Ella es sólo un arrepentimiento de una noche, ¿verdad?
—¿Qué?
Me arrepentí. 22
—Ella estuvo en el bar anoche. Primero se me insinuó a mí, luego a
Chad, Linc y el último que dijo que no fue Scratch. Ella seguía pidiendo un
trío. —La chica se estaba retorciendo. La parte de atrás de su cuello estaba
roja, y eso me encantó—. ¿Verdad? Dijiste que siempre habías soñado con
hacérmelo, y mi primo era lo suficientemente bueno.
—Detente. —Otra súplica suave.
La boca de Brandon se aplanó, y él le tocó la espalda. Su tono casi
coincidía con el de ella.
—Te llevaré a casa.
Ella levantó la vista, con los ojos agradecidos. Asintió, luego salió de la
cocina, evitándome. Brandon se quedó quieto e hizo una mueca mientras la
puerta de pantalla se cerraba detrás de ella. Se pasó una mano por la cara
y me pasó su café.
Lo tomé mientras él murmuraba:
—¿Estaba en tu bar?
Puse su café en el mostrador, moviéndome para volver a llenar mi taza.
—Es una visitante frecuente.
Él hizo una mueca.
—Joder. —Luego asintió, dándome una palmada en el hombro—.
Gracias por el aviso.
Me relajé justo cuando golpeó mi hombro otra vez, derramando mi café.
Maldiciendo, lo tiré al fregadero y le lancé una mirada oscura.
—¿De verdad?
Él rió entre dientes, agarrando las llaves de su auto y saliendo.
—Eso es por cualquier cosa que hagas luego.
—¡Cabrón! —le grité, pero no demasiado fuerte en caso de que Heather
todavía estuviera durmiendo. Sin embargo, dudaba que lo estuviera, y
después de enjuagar mi taza y la de Brandon, no me sorprendió escuchar
que la puerta de su habitación se abría escaleras arriba.
Un par de pies bronceados bajaron las escaleras y pantalones cortos de
mezclilla, tal como me gustaban, fueron los siguientes. Se había puesto la
camiseta tipo tanque blanca que se hundía en su escote sin sujetador. Sabía
que se pondría sujetador más tarde, pero por ahora, disfruté la vista.
Ella era perfecta.
—¿Cómo te sientes?
Gimió, acercándose a mí y alcanzando el café.
—Esta mañana apesta. 23
Ya lo había comprobado antes de salir de la cama, pero necesitaba
hacerlo una vez más. Tomando un lazo en sus pantalones cortos, tiré de ella
y presioné una mano en su frente. No tenía fiebre. Su color era normal.
Parecía un poco enrojecida, pero probablemente se debía a que acababa de
despertarse. No tenían el aire acondicionado encendido, por lo que su
habitación podía calentarse.
Ella bostezó, frotándose los ojos, de pie entre mis piernas.
—¿Te sientes mejor?
Asintió, sus ojos aún cerrados y todavía bostezando. Murmuró en
medio del bostezo:
—Iih. Cia. —Terminó, y mostró una linda sonrisa. Repitió—: Sí. Y
gracias por cuidarme anoche.
Asentí, quedándome en silencio.
Unos novios normales hablarían de la noche anterior. Cómo nos fue.
Qué hicimos. Cómo nos sentimos. Qué nos hizo reír. Qué nos molestó. Ya
sabes, conversación general de pareja.
Pero no éramos novios. Éramos ex novios.
Mi pecho se hinchó.
Quería hablar con ella sobre todo eso. Casi tenía sed de ello.
Las reglas no estaban claras porque no importaba cuál era nuestro
estado, no podía mantenerme alejado. Todo el hecho de compartir / apoyarte
emocionalmente, era un montón de zona gris para nosotros.
Así que me limité a lo que sabía que no arruinaría nuestras reglas.
Hice lo típico de chico y señalé mi entrepierna.
—Estoy emocionado de verte.
Ella resopló, pero se recostó contra mí.
—Bien. Bueno, tu polla necesita ponerse triste porque no estoy de
humor para un paseo.
¿Ves? Jodidamente hilarante y luchadora al mismo tiempo. Doble
sentido intencional.
Le acaricié el cuello.
—Estoy bastante seguro de que puedo ponerte de humor para
cualquier paseo. —Puse mi mano en su costado y me detuve en su muslo.
Solo este pequeño toque, esta pequeña interacción, y mi cuerpo estaba
zumbando.
Realmente tendría que dejarla ir o la haría inclinarse sobre el mostrador
en unos segundos, pero... todavía no. Aún no. Ahora no. Jamás. Pero la
mierda no rodaba de esa manera. 24
—¿Segura?
Mi mano se hundió bajo sus pantalones cortos y descansó justo encima
de su clítoris.
Todo su cuerpo se inclinó hacia mí, su cabeza cayó sobre mi hombro.
La sostuve en alto hasta que se tensó, alejándose.
—Es muy temprano —protestó.
Me reí entre dientes, dejándola ir.
—Son más de las diez de la mañana.
—¿Qué? —Se dio la vuelta—. De ninguna manera.
Asentí, luchando contra las ganas de agarrarla de nuevo, e hice un
gesto hacia la ventana de la cocina. Manny´s había estado funcionando
desde muy temprano esa mañana. A pesar de su incapacidad para soltar,
Heather tenía gente en el lugar para tomar las riendas cuando no estaba
cerca. Esta mañana no fue diferente. El estacionamiento estaba lleno. Se
acercaba el desayuno, y luego el almuerzo después de eso. La única vez que
Manny´s se movía lento era de dos a tres, y luego llegaba la multitud de la
secundaria.
—Suki abrió —le dije.
Ella bostezó, sus hombros relajándose.
—Está bien.
Ah, a la mierda. Me acerqué a ella y la atraje hacia mí.
Un gemido se deslizó de ella. Descansó contra mí como antes.
—¿No tienes una hermana adolescente a la que acechar? ¿Asegurarte
de que esté viva?
La tenía… y nada. Maldita sea. Ella tenía razón.
No respondí, pero Heather sintió mi cambio. Se giró para mirarme
completamente, deslizando sus brazos alrededor de mi cintura.
Inclinándose hacia atrás, sus ojos buscaron los míos.
Mi papá estaba en la cárcel desde hace un tiempo y me convertí en el
guardián de Bren. Había sido un camino pedregoso desde entonces, y en
una semana, comenzaba su último año de escuela secundaria. Tenía un año
más antes de que ella pudiera emanciparse y hacer lo que quisiera. Decir
que no había sido el mejor hermano hasta ese día hace dos años era un
eufemismo. Junto con Heather, tendía a decepcionar a mi hermana. Mucho.
Más que mucho.
Pero a diferencia de Heather, que podría conquistar el mundo si un día
lograba dejarme en el polvo, mi hermana dependía de mí.
—Oye. —El tono de Heather se suavizó. Tocó mi frente—. Piénsalo de 25
esta manera. Tu mamá se fue. Tu papá se fue. Todavía estás aquí, así que
no puedes hacer nada peor que ellos. ¿Verdad?
Ella sabía lo que estaba pensando, como siempre.
Pero no lo sabía todo.
Había un montón de cosas malas en mi vida. Yo podría ser peligroso.
Era peor cuando era más joven, pero estaba mejorando. Y estaría mejor.
Tenía que hacerlo.
Tengo una hermana que criar, sea que ella quiera o no.
Heather estaba esperando que respondiera, pero no podía ir allí. Esa
era la zona gris de compartir / soporte emocional para nosotros. El sexo era
diferente. El sexo era algo que ambos necesitábamos, como el agua. Era
como éramos, pero el intercambio emocional, era un privilegio en el que no
la dejaba entrar. No era justo.
Había un poco de espacio entre nosotros, así que agarré sus caderas y
tiré de ella contra mí.
Ella sintió lo mucho que la deseaba, y sonreí, dejando caer mi boca a
solo unos centímetros por encima de la de ella.
—¿Qué tal un baño rápido?
Ella gimió, pero ya estaba entrelazando sus brazos alrededor de mi
cuello. Agarré sus piernas y la levanté. Ambos sabíamos que estaba
bromeando.
Nunca había un baño rápido cuando se trataba de Heather.
—Puedes ser tan crudo a veces.
La golpeé en el culo, llevándola escaleras arriba.
Era crudo por una razón.

26
Heather
PRIMER GRADO

—¿Q
ué está mal? —me preguntó Channing.
Uno de los viejos Trapper Keepers de Brandon
cayó al suelo con un sonoro golpe. Lo había empujado
hacia él en el pasillo antes. Luego cayó un bolso. Una
chaqueta. Luego el mismo Channing. Se deslizó a mi lado, de espaldas a los
casilleros que nos dieron.
Estaba sentada contra el mío, lo suficientemente lejos del pasillo como 27
para poder ver la oficina del director.
Señalé a la oficina.
—Mi papá está allí. Está peleando.
—¿Por qué? —Channing pateó al Trapper Keeper fuera del camino,
levantando las rodillas. Se inclinó hacia delante y cerró sus manos alrededor
de ellas, mirándome.
A todas las chicas del colegio les gustaba.
Quiero decir, supongo que podría entender por qué.
Él era lindo. Cabello rubio oscuro. No sé, ¿cómo se describe cuando se
sabe que un chico es lindo? Él era simplemente lindo. Pero era un dolor en
mi culo. (Otra frase que a mi mamá le gustaba usar). No les tiraba cosas a
otras chicas, las molestaba, se reía de ellas, o ponía sus nombres en la
pizarra. Solo me hacía eso a mí.
Dolor. En. Mi. Culo.
Aunque tal vez debería dejar de pensar como mi mamá. Quiero decir…
Le fruncí el ceño.
—Quieren que vayamos a Fallen Crest.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Nos mudaremos allí. Mi mamá quiere abrir un restaurante.
¿Debería decirle? Éramos, como, enemigos mortales, como en las
Teenage Mutant Ninja Turtles. Yo era una ruda tortuga, y él era Shredder.
Dejé caer mi cabeza hacia mi regazo y susurré:
—Se fue anoche.
Me tensé, esperando... algo. No sabía qué. ¿Preguntas? ¿A que me
culpara, tal vez?
Hubo silencio en su lugar, y levanté la cabeza para mirarlo.
Me miró fijamente, su cara totalmente en blanco, y luego se encogió de
hombros.
—¿Está mal que me hubiera gustado que se hubiera llevado a mi papá
con ella?
Um... no lo sé.
Se encogió de hombros otra vez.
—No te preocupes por eso. Los padres no son tan estupendos, en mi
opinión.
—¿Qué quieres decir?
—Me gusta mi mamá, pero... —Él negó con la cabeza—. No te pongas 28
como otros niños empezando a pensar que el padre que se fue es Santa
Claus o algo así. Tu mamá se fue. Supéralo. Quédate con el que se quedó.
—Channing...
Se puso de pie, agarrando su bolsa, su Trapper Keeper. Bajó la mirada
hacia mí.
—Lo siento por tu madre, pero si ella se fue, es una perra. No vale la
pena recordarla. Si te lastiman, nunca lo valen.
Se dio la vuelta y se dirigió a su casillero, el Trapper Keeper de mi
hermano metido bajo su brazo.
Heather
PRESENTE

hanning se fue apenas acabó. Literalmente.

C Pero no esperaba que se quedara.


Una vez que encendió su teléfono, comenzó el aluvión de
mensajes de texto y alertas. Mucha gente dependía de él así que... sí... no
pasó mucho tiempo hasta que vi sus luces traseras.
Todavía era mediodía antes de ir a Manny, cruzando el pequeño callejón 29
de grava y la zona trasera para llegar a la puerta trasera del restaurante.
Había algunos árboles para dar sombra y cinco o seis mesas de picnic.
Solía ser nuestra única área de asientos al aire libre, pero el verano pasado
hicimos una renovación y expandimos un área de asientos en el frente.
Debido a eso, la parte trasera ya no se usaba con tanta frecuencia.
Pero hoy estaba ocupado, y observé a un grupo de estudiantes de
secundaria, aunque ninguno de ellos tenía ojos oscuros parecidos a los de
una cierva, larga melena oscura y actitud ruda. Nadie cuyo nombre
comenzara con una B y terminara con una n, y cuyo hermano mayor
acabara de salir de mi cama.
Nadie que conociera había estado haciendo explotar su teléfono. Bren
rara vez enviaba mensajes de texto y llamaba todavía menos. No estaba
segura si tenía su teléfono consigo la mitad del tiempo.
Reconociendo a uno, lo saludé con la mano.
—Alex Ryerson.
Era un niño punk y parecía el tipo de atleta típico, pero no sabía si en
realidad era un atleta o no. Dirigía un equipo en Roussou, y sabía que se
había enredado con la hermana de Channing en varias ocasiones.
Se giró, y una burla lujuriosa comenzó a formarse.
Agité mi mano.
—Alto. No quiero escucharlo. —Por lo general, tenía una línea de
levante preparada.
Debido a que estaba hablando con su líder, todas las otras
conversaciones se detuvieron. Las cabezas se volvieron hacia nosotros,
incluso las de algunos chicos que pensaba que eran de Fallen Crest.
No es por estereotipar, pero la mayoría de las personas de Fallen Crest
eran ricas. O se estaban haciendo más ricos a medida que envejecían. La
mayoría de los chicos de Roussou no lo eran, y llevaban un exterior
endurecido. Estaba en sus ojos, en la forma en que caminaban, incluso en
su falta de reacción cuando la violencia llegaba en su dirección.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté.
Una sonrisa arrogante se extendió por su rostro, y abrió sus brazos,
alejándose para que su espalda estuviera hacia el grupo. Levantó la voz,
haciéndoles saber que estaba hablando por ellos.
—Pasando el rato. Nos queda una semana. Todavía es verano, señorita
Jax.
Resoplé. Diablos. Ahora me llamaban por el nombre de mi madre.
Miré a cada persona. Oh sí. Conté tal vez a ocho chicas de Fallen Crest
(lo noté por el miedo en sus ojos) y el resto era de Roussou.
—¿Todo el clan de Ryerson? 30
Conocía a los chicos que salían con la hermana de Channing. No eran
el clan de Ryerson. Habían sido mejores amigos desde la escuela primaria y
secundaria; así era la gente de Roussou.
No estaban aquí.
No estaba segura si debería sentirme aliviada o preocupada.
La mayor parte del grupo asintió en respuesta a mi pregunta. Las
chicas de Fallen Crest se alejaron. Al ver su incertidumbre y sus elecciones
de moda de segunda mano, me di cuenta de que no eran de la Academia
Fallen Crest. Esa era la escuela privada de la ciudad. La otra escuela era
Fallen Crest Public, donde probablemente asistían estas chicas, igual que
yo.
—Mira —le dije a Alex—. Comienzan cualquier pelea y no volverán a
pisar este lugar ¿Lo captas?
—Por supuesto, señorita Jax...
—No estoy jodiendo, Ryerson. Una pelea y conseguiré que un policía se
estacione aquí en todos sus descansos para tomar café. ¿Me entiendes? —
Me moví más cerca, con los ojos nivelados y duros. Pero no necesitaba hacer
nada más que emitir mi amenaza.
Él lo entendía. Su sonrisa se desvaneció y su tono también cambió.
—Si nos peleamos, nos iremos. Lo prometo.
Eso era lo suficientemente bueno para mí, así que me dirigí dentro.
Apenas había dado dos pasos dentro antes de escuchar a mi hermano
detrás de mí.
—Últimamente te gusta vetar a la gente, ¿ah?
Le eché una mirada, pero seguí avanzando por el pasillo hacia mi
oficina.
—Ese era un chico de secundaria ligeramente por encima de estar en
una pandilla, y la otra era tu acosadora. ¿De verdad te quejas?
Abrí la puerta de mi oficina.
Brandon me siguió y la cerró mientras Suki, nuestra gerente diurna,
retrocedía desde detrás de mi escritorio. Sus ojos se iluminaron, y casi se
puso de pie de un salto.
—¿Estás aquí por el día?
Era obvio lo que quería.
Suki había venido a trabajar aquí como chef, pero en la medida en que
necesité más y más ayuda, comenzó a asumir otras tareas. Pasaron los
años, y después de que contratáramos a otra pareja de cocineros, se
convirtió en nuestra gerente diurna.
Y porque sabía lo que Suki realmente estaba preguntando, asentí. 31
—Adelante. Ve y haz magia gourmet, mi Gerente Diurna Polvo de
Estrella.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado.
A Suki le gustaba cocinar, pero era la cosa más alejada que existía de
un hada.
Tenía la corpulencia de un tanque: Corta y musculosa. Ella y Brandon
habían peleado una noche, y aunque él lo niega, todos la vieron ganar.
Cabello corto, negro, con picos y ropa más sensible y respetuosa con el
medio ambiente (sandalias de cáñamo y una bolsa hecha por huérfanos en
Kenia), era nuestro miembro hippy de la familia. Si tenía sentido del humor,
no lo había visto todavía, pero no me importaba.
Era una de las mías. Y yo cuido de los míos.
Lo que me llevó a decir:
—Si quieres una noche libre, tómala. Cerraré por Cruz esta noche.
Brandon se animó.
—¿Cerrarías por mí también?
—No. —Fruncí el ceño—. Ya cumplí con mi deber de hermana esta
mañana, y hablando de...
Actualicé a Suki con mis dos ultimátum. Manteníamos una Lista de
Mierdas en el cajón, y cuando agregué sus nombres, ella gruñó.
Oh sí. Había una cosa más sobre Suki.
—Suki lo vio venir hace mucho tiempo.
Hablaba de sí misma en tercera persona. Casi todo el tiempo.
—Oye. —Brandon le frunció el ceño—. Eso me ofende.
Ella lo señaló, su cabeza estaba justo por encima de su estómago.
—Deberías. Esa chica tenía ojos locos. —Sus dedos formaron círculos
en el aire junto a su cabeza—. Locos.
—Oh. —Brandon le sonrió dulcemente—. ¿Como los que tienes ahora?
Suki gruñó.
—Como los que vas a tener.
Esto no iba a ninguna parte.
—Suficiente —grité—. Si van a pelear, háganlo fuera de mi oficina.
Brandon levantó un dedo.
—Todos usamos esta oficina.
Señalé la mesa de juego colocada en la esquina y las tres sillas
plegables que descansaban a su lado.
32
—Esa es tu oficina. No aquí, no cuando hay voces elevadas.
—Um... —Una nueva voz, una nueva voz suave, gracias a Dios.
Consideré enviar oraciones cuando miré hacia la puerta ahora abierta.
Reconociendo a una de mis servidores de mayor jerarquía, hice retroceder
mi silla.
—¿Qué pasa, Ava?
Ella estaba en su último año en Roussou, pero se había ganado su
lugar como una de mis camareras principales. Y todos tenían una debilidad
por ella. ¿Cómo no tenerla? Siempre era amable. Trabajaba duro. Una chica
pequeña con cabello rubio tenue.
Ella se retorció las manos.
—Nos quedamos sin tomates ni tocino.
Suki levantó las manos.
—Cruz estuvo a cargo del inventario esta semana.
Ella todavía debería haber revisado todo, y no creía que él realmente
estuviera a cargo, pero habíamos tenido prisa ayer. Me sorprendía que no
faltara nada más.
—Suki puede hacer una lista, ver qué más necesitamos. —Sí. Tercera
persona.
—Gracias —le dije a Ava—. Saldré corriendo a conseguir algo rápido.
—Yo puedo ir. —Brandon levantó la mano—. El bar no está muy
ocupado en este momento. —Agarró sus llaves—. ¿Cuántos necesitamos? —
le preguntó a Ava cuando se fue, cerrando la puerta detrás de él.
Suki ya se había escondido, y una vez que esa puerta se cerró, escuché
el sonido que amaba.
Platos tintineando.
Gente caminando por el pasillo, yendo al baño, pasando a la habitación
de atrás, saliendo.
Puertas abriéndose y cerrándose.
La campana de bienvenida a los nuevos clientes en el frente y
agradeciendo a su salida.
Conversaciones. Risas. Unos cuantos gritos aquí y allá.
Era el sonido de un Manny´s lleno.
Tenía un amigo adicto a correr, pero viviendo aquí, trabajando aquí,
estando aquí, esta era mi obsesión.

33
Channing

ansas estaba sonando en el sistema de sonido de Quickie3 en el

K momento en que paré, y la música se detuvo mientras salía de


mi camioneta.
La voz del empleado de la gasolinera llegó por el altavoz:
—Sólo por ti, Channing. Te vi entrar.
Saludé.
—Gracias, hombre.
34
El chico me hizo un gesto con la cabeza a través de la ventana y un
pulgar hacia arriba antes de volver a poner la música.
—¿También eres una estrella de rock en Fallen Crest?
Mierda.
No los había notado, pero mirando a través de las bombas, ahora vi a
Dex Richter y algunos de sus muchachos habituales con él. Culpé a la
bruma post coño de estar con Heather por mi distracción, porque era
estúpido de mi parte no notar las Harleys.
Estúpido y peligroso.
—Richter. —Lo saludé exactamente como me sentía por él, como si
fuera una piña permanente en mi trasero, porque lo era. A él tampoco le
importaba.
Tal vez era porque estaba celoso, yo era mucho más guapo que él. Por
mucho. O tal vez era porque mi equipo evitaba que su club de motocicletas
dominara a Roussou, o tal vez... no tenía ni idea. Le pateé el culo varias
veces cuando éramos jóvenes. Podría ser eso. El cretino tenía una memoria
que no soltaba nada, incluidos los rencores.
Su club de moteros quería entrar en Roussou. Yo lo estaba evitando.
Un día haríamos la guerra.

3 Marca de estaciones de servicio.


Pero no era alguien con quien quisiera tratar hoy. Acababa de dejar a
Heather. Estábamos en buenos términos, hasta ahora.
Tenía cosas que hacer. Gente a la que ver.
Después de rastrear a mi hermanita para asegurarme de que aún vivía
y no había matado a nadie ni se había quedado embarazada (no estaba
bromeando del todo), tenía que hablar con mi primo. Heather no era la única
empresaria de prestigio en mi vida. Tuesday Tits, el bar que manejaba con
mi primo, podría atender a una multitud más áspera, está bien, una
multitud significativamente más áspera, pero era rentable.
Pero este tipo... este hijo de puta... Tenía la sensación de que todos esos
planes productivos estaban a punto de convertirse en humo.
Su risa mordaz lo confirmó mientras caminaba hacia mi camioneta,
colocando un pie en el extremo trasero y apoyando sus brazos en la esquina,
sus manos colgando. Toda su postura era casual, como si fuéramos amigos.
No éramos amigos.
—No pareces muy emocionado de verme. ¿Cuál es el problema,
Monroe? Mis muchachos son algunos de tus clientes habituales.
Lo eran, pero eso era en mi bar donde había reglas que debían seguir.
Si entras en Tuesday Tits, estás en mi mundo. Te guías por mis reglas. Sin
violencia. No hay política de MC. 35
—Aprecio sus negocios. Lo hago. —Le sonreí—. Hablando de Fallen
Crest, este no es tu lugar habitual. ¿Qué estás haciendo aquí?
Richter y sus muchachos, junto con otros quince, formaban un
capítulo local de los Red Demons. Tenían su base en Frisco, una ciudad
vecina a sesenta kilómetros al noroeste de Roussou y al noreste de Fallen
Crest. Mientras se detenían en Roussou regularmente, sabía que no se
mezclaban con la élite en Fallen Crest.
—No eres el único con relaciones aquí.
—¿Sí? —Alcancé la bomba.
—Tengo un primo que se casó hoy. —Señaló a sus muchachos—. Justo
estábamos en el servicio.
—¿En serio? —Les eché un vistazo. Llevaban sus habituales vaqueros,
botas y chalecos de cuero—. Todos bien vestidos, ¿eh?
Richter entrecerró los ojos.
No podía detenerme, aunque necesitaba hacerlo. No tenía respaldo si
algo fallaba, y dudaba que el empleado de la gasolinera pudiera ayudar. Yo
era un buen luchador, pero ellos eran cinco, y dos pesaban más de ciento
cincuenta kilos. Si recibiera un golpe, me aturdiría. Y eso era un si, un gran
si, no sacaban una pistola.
—Vi a tu hermanita en una fiesta recientemente.
Lo dijo tan casualmente, como si estuviéramos discutiendo el clima.
No sabía cuánto odiaba que la palabra hermana saliera de su boca
hasta que la dijo.
—¿En serio? —Enfrié mi tono.
Él asintió, una sonrisa se encendió por un segundo.
—Oh, sí. Me sorprendió, pero ella y sus muchachos entraron de lleno.
Estuvieron un rato. Ella está amarrada a ese niño Shaw, ¿eh?
—Están en el mismo equipo. —¿Por qué este imbécil está hablando de
mi hermana?—. ¿Cuál es el ángulo aquí, Richter? ¿Qué estás haciendo?
Tienes hermanas pequeñas. ¿Quieres que empiece a hablarte de ellas?
Allí estaba.
La presunción se desvaneció. Su mandíbula se apretó, y se separó de
mi camioneta.
—Puedo hacerlo, si ese es el juego que estás jugando —agregué.
Tragó saliva, y su sonrisa pegada regresó. Levantó las manos e hizo un
punto dando un paso atrás.
—No estoy intentando nada. Lo juro. Solo los mencionaba porque me
recuerdan a ti y a Jax. Recuerdo cómo estaban ustedes dos en aquellos días.
El combustible dejó de surtir, y me volví para sacar la boquilla.
36
Terminé y miré hacia atrás.
—Tampoco necesitas estar hablando de ella.
Una risa forzada.
—Santa mierda, Monroe. Estás irritable. No estoy buscando nada.
—No estás aquí para disparar mierda conmigo. Lo sé mucho. Estás
hablando de mi hermana, luego de Heather. Hablas como si ella y yo
hubiésemos terminado, y sabes que ese no es el caso.
Mis cejas se alzaron.
—¿Se trata de tu mujer? —le contesté—. Lynna estuvo en Tuesday Tits
la semana pasada, pero no noté que se fuera a casa con nadie. —Hice una
pausa—. Esa noche.
Se tensó con su nombre.
Un segundo después, sacudió la cabeza, retrocediendo otro paso.
—Vine para iniciar una conversación. Eso es todo.
Lo estudié.
—Estás sondeando. —Hablé con claridad—. ¿Por qué estás
investigando?
Sus ojos se estrecharon. En ese momento, el timbre de la puerta de
Quickie sonó, y uno de sus muchachos salió del interior.
Nuestra "conversación" se terminó casi tan rápido como había
comenzado.
Su chico gruñó su nombre mientras caminaba junto a nosotros, y todos
subieron a sus motocicletas. Hicieron una pausa, pero Richter les hizo
señas. Uno por uno, salieron del lote.
Richter se contuvo, mirándome, pero ahora se estaba acercando a su
moto. Y como otras veces, una mirada diferente se apoderó de él una vez
que su MC se fue. La delgadez se desvaneció y sonaba genuino cuando dijo:
—Sé que tú y yo no... —dudó—... funcionamos bien juntos.
Funcionar no era la palabra que habría usado.
Él era inteligente. Estaba conectado. Eso lo hacía peligroso.
Llevaba mucho tiempo rodeando las aguas. Esta solo era la primera vez
fuera de Tuesday Tits que hablamos en años. La última vez había sido a
través de las líneas de batalla hace unos años cuando le dije que su MC
podía conducir a través de Roussou. Podrían comer en Roussou. Podían
beber en Roussou, pero no podían reclamar a Roussou como uno de sus
territorios.
No era de nadie, pero si lo hubiera sido, habría tenido que intervenir y 37
reclamarlo. Simplemente no lo había hecho porque no quería hacerlo. Ese
camino sería violento. Gente moriría.
—Mira, Channing. —Su mano se aferró a la parte posterior de su cuello.
Una vena frustrada sobresalía de su frente—. No soy el enemigo que crees
que soy, mis muchachos tampoco. Nos gusta Roussou. Tengo familia en
Fallen Crest. No entiendo por qué hay un problema entre nosotros. —Se
encogió de hombros, una pequeña sonrisa apareció mientras se ponía sus
gafas de sol—. Quién sabe. ¿Tal vez algún día podríamos ser amigos?
Amigos.
—Tu MC golpeó a uno de mi equipo hace dos años —señalé.
Se encogió de hombros.
—Ustedes nos devolvieron el golpe. Golpeaste a uno de mis muchachos.
Le lancé una sonrisa dura.
—Estoy pensando que es por eso que no podemos ser amigos, y todo
esto de que quieres administrar drogas a través de Roussou. También está
eso.
Se subió a su moto.
—Sí. Eso también. Pero aparte de eso, creo que deberíamos tomar el té
algún día. —Se echó a reír, encendió la máquina y levantó dos dedos en un
saludo, saliendo.
Viéndolo irse, una sensación incómoda se instaló en mi pecho. Esa
guerra podría estar llegando antes de lo que me había dado cuenta.
Solo me había dado una advertencia, a su manera. Conocía mis
debilidades: Heather y Bren. Me estaba dejando saber que sabía.
Todavía estaba allí cuando escuché la campanilla de saludo de Quickie
de nuevo.
—¿Necesitas que llame a la policía? —Era el empleado de la gasolinera,
parado afuera de la puerta, manteniéndola abierta.
Casi me reí. Incluso si hubiera tenido una bala en mí, no habría querido
eso. Comencé por él.
—Nah. Se fueron a la 10. No saben que la policía comenzó a multar la
semana pasada.
El empleado se echó a reír, aliviándose cuando llegué a él.
Entró primero y se movió detrás del mostrador.
—Muchos turistas intrépidos por estos lares.
Sí. Si había. Fui a tomar un Red Bull antes de pagar. Cuando regresé
al frente, una camioneta negra entró rugiendo en el estacionamiento, y dos
idiotas saltaron de la parte de atrás. Digo idiotas porque la gente normal,
racional y pensante no estaría allí, no cuando la camioneta iba tan rápido 38
que le era difícil detenerse.
Humo salió de las huellas de los neumáticos.
El tipo me estaba llamando cuando la puerta se abrió, y los chicos que
entraron me vieron. Frenaron de repente.
—¡Channing!
Sus ojos estaban muy abiertos, pero no estaban asustados.
Deberían haber estado asustados.
Por dentro maldije, pero exteriormente, solo suspiré y dije:
—Bren.
Mi hermana acababa de entrar en el edificio.
—Hola.
Sus tres seguidores entraron tras ella. Se detuvo frente a mí, y todos se
arrastraron a su alrededor. Cada uno me dio un movimiento de cabeza
diferente. El más alto movió su cabeza hacia abajo,
—Channing. —Había una nota de asombro en su voz, pero la mantuvo
en marcha.
El más bajo me miró, sus ojos se ensancharon, pero levantó un dedo a
su frente en un pequeño saludo. Siguió al más alto. Finalmente, el mejor
amigo de Bren se detuvo a su lado. Cross Shaw miró entre los dos.
Sacudió la cabeza, solo un poco, y también asintió.
—Hola, Channing.
Se movió, pero los ojos de Bren se detuvieron sobre mi hombro un
segundo antes de mirar hacia arriba. Tenía la sensación de que Shaw estaba
a una corta distancia detrás de mí, asegurándose de que ella no necesitara
su respaldo.
Su boca se apretó antes de aclararse la garganta.
—Oye. —Llevaba una chaqueta de cuero, unos vaqueros demasiado
apretados y una camiseta tanque demasiado apretada.
Era Heather, pero con más actitud y el cabello más oscuro. Y no
fumaba. Gracias a Dios.
Quería darle mi chaqueta para que fuera como una camisa de fuerza a
su alrededor, pero en cambio le ofrecí una sonrisa de boca cerrada.
—¿Estuviste en Frisco el fin de semana pasado? ¿En una fiesta?
Ella no se movió. Apenas parpadeó.
No mostró ninguna emoción, pero la había sorprendido. Conocía a mi
hermana. Era fría como una piedra, pero no era muy fiestera, y si había ido
a Frisco, necesitaba más información. Eso no era normal para ella.
Esperé. 39
Pasaron unos segundos. No iba a responder.
—Bren.
Se encogió de hombros.
—No por lo que recuerdo. ¿Por qué?
Su clan había conseguido sus bebidas y comida. Volvieron, parándose
a nuestro alrededor. Shaw estaba más cerca de ella. El más pequeño fue
hacia la caja, con el más alto detrás de él, pero ambos prestaron atención a
nuestra conversación.
—¿Chicos, fueron a una fiesta en Frisco el fin de semana pasado? —les
pregunté.
No le estaba prestando atención a Shaw. Él era como Bren. No diría
nada, pero los otros compartieron una mirada.
El más alto entrecerró los ojos, su tono confundido.
—Sí. Solo Zellman y yo. —Asintió a Bren—. B no lo hizo. Ella se quedó
con Cross.
—¿Por qué lo preguntas?
Fue Cross quien preguntó, pero hablé con Bren.
—Richter dijo que te vio allí.
Ante ese nombre, todos se enderezaron. Estaban más alertas ahora.
Sabían muy bien quién era Richter y qué significaba si él o cualquier
otro demonio mencionaba su nombre. Era un desafío y una amenaza rodada
en uno.
Suspiré internamente, porque no había mucho más que pudiera hacer.
Bren hizo lo suyo. Ella no era una niña a la que pudiera poner
estructura. Si lo hiciera, se iría. Ella lo sabía. Yo lo sabía. Todos en su grupo
y en este pueblo lo sabían. Ella no era una adolescente inteligente, ni una
niña sarcástica. Solo había visto demasiado para su edad, y sabía que había
contribuido a eso.
Ámala, me recordé otra vez. Solo amarla. Necesitaba todo el apoyo
incondicional que pudiera darle, y rogaba poder traerla de nuevo a ser solo
mi hermanita, porque tal como estaba —eché un vistazo a su equipo—. Ella
era más suya que mía, y la razón era bastante simple. Ellos estaban allí para
ella. Yo no había estado.
Pero ahora estaría. Jodido infierno, ahora estaría. Tenía que estarlo.
—Cuídate. —Esperé hasta que ellos asintieron su respuesta antes de
moverme hacia el registro. Les hice un gesto—. Yo pago sus cosas.
Los dos primeros aullaron. El más alto, Jordan, levantó el puño para
golpearme el hombro, se dio cuenta de a quién estaba a punto de tocar y lo
levantó en un medio saludo. 40
—Gracias, Channing. Eres el mejor.
—¡Sí que lo es! —Zellman, el más bajo, bombeó su bebida energética
hacia mí, retrocediendo fuera de la tienda y Jordan lo siguió. Tenían bolsas
de comida en la mano también.
Shaw se contuvo. Hizo lo mismo que antes, mirando a Bren antes de
tomar su café.
—Gracias. —Siguió a sus amigos a su camioneta.
Bren era la única que no había tomado comida ni nada de beber. Sus
manos se deslizaron en sus bolsillos y murmuró:
—Gracias.
Comenzó a salir por la puerta.
—Bren. —La detuve—. Consigue algo de comer.
Sin mirarme a los ojos, enganchó lo que estaba más cerca de ella y se
la arrojó al empleado. Él escaneó la barra de dulces, y ella la tomó de nuevo.
Sin mirar atrás, se unió a su grupo afuera.
—Son ochenta y cinco dólares con sesenta y tres.
Maldije, pero le entregué la tarjeta de crédito. Olvidé que habían
cargado gasolina.
Shaw y Bren saltaron a la parte trasera de la camioneta, con los otros
dos en la cabina, y luego de un segundo gesto de despedida, salieron de allí.
Siendo conocido por ser el rudo de Roussou, me sentía como el marica
más grande en ese momento.

41
Heather
TERCER GRADO

—P
sst, Heather.
Channing se inclinó para tocar mi brazo durante
la clase.
Le fruncí el ceño, frotándome el brazo.
—Basta.
Estaba en verdad tan cansada de meterme en problemas. Cada vez. 42
Había sido la señora Buxton hacía dos años. Luego la señora Landish. Ahora
era el señor Graves. Tan pronto como comenzaba la escuela, Channing
comenzaba a hacer bromas sobre su nombre. Decía que uno de los amigos
de su padre había muerto y que él era un trabajador del metal. Le preguntó
a nuestro maestro si sabía lo que estaría en su lápida.
El señor Graves no respondió, así que Channing declaró:
—¡Rust en paz! —Luego se rió un poco más y me miró—. Y su nombre
también era Rusty.
Problema.
Eso era Channing.
No me metería en problemas otra vez. De ninguna manera.
Me empujó por segunda vez, agachó la cabeza y me dio esa sonrisa
tímida pero linda.
Intenté ignorar sus ojos brillantes y resplandecientes. Cada vez que
quería atacarme, sus ojos tenían esa mirada, como si la luz bailara en ellos.
Fijé una mueca en mi cara y toqué a Channing de regreso.
—¡Ay! ¡Deja de acosarme, mujer!
Podría haberlo golpeado. Tenía esa mirada maliciosa en su rostro, y
había alzado deliberadamente la voz.
Me incliné y siseé:
—Estás tan muerto, Channing Monroe.
—¿Muerto? —Su sonrisa subió un poco más—. ¿Muerto como que
necesito ir en una TUMBA?
—¡Channing! ¡Heather! —dijo bruscamente el maestro. Entonces él solo
suspiró. Estaba cansado—. No me hagan escribir sus nombres en la pizarra.
Me encogí en mi asiento y miré los dos nombres que ya estaban escritos
allí. Norm Mire y Matthew Shephardson. Ambos eran amigos de Channing,
y sabía que se habían metido en problemas por él.
Channing le disparó el brazo en el aire. No esperó a que lo llamaran.
—Si va a poner mi nombre en la pizarra, ¿puede hacerlo genial? ¿Algo
diferente como Ben?
Cerré mis ojos. Había más por venir. Siempre había.
El señor Graves no dijo nada por un momento, luego escuché el chirrido
del marcador en el tablero. En realidad estaba escribiendo BEN allí.
Channing esperó hasta que hubo terminado y añadió:
—Y mi apellido es Dover. Como una paloma. El pájaro.
El señor Graves terminó, añadiendo el apellido.
43
Por qué lo hizo, no tenía ni idea. El nombre de Channing siempre estuvo
ahí arriba. Nuestro profesor probablemente estaba aburrido ese día. Añadió
mi nombre y dio un paso atrás. Se quedó mirando los nombres.
Channing, Norm y Matthew eran los únicos que se reían.
No lo entendí
Pero el señor Graves expulsó una maldición, una de las malas, y borró
rápidamente el nombre inventado de Channing.
—Channing Monroe, llamaré a tus padres al final del día.
Channing se limitó a reírse, desplomándose en su silla. Me lanzó una
mirada y murmuró:
—Como si les importara.
Negué con la cabeza
—A mí me importaría —le dije.
Él me dio esa mirada rara de nuevo. Parpadeó un par de veces.
—Tú eres mi mejor amiga.
Y entonces sentí esa mirada extraña, en mi interior.
Era…
... diferente.
Heather
EN LA ACTUALIDAD

eguridad se estaba preparando para sacar a un borracho de

S Manny’s dos días después.


Estaba pateando y gritando. Los policías acababan de llegar,
sus luces azules y rojas giraban en círculos a través de la ventana. Brandon
estaba discutiendo con el tipo, tratando de expresarse con sensatez,
ignorando la botella de whisky que había traído. Pero eso no era todo.
Una pareja había empezado a pelear en la mesa tres. 44
Todos lo vimos sucediendo. Venían todos los sábados, pero ni siquiera
yo sabía por qué. La chica estaba enojada cada vez, con los brazos cruzados
sobre el pecho. El tipo parecía abatido, con los hombros encorvados. Y
aunque tenían la misma altura, parecía inclinado, permanentemente.
Esta noche, parecía que ella había tenido suficiente. Arrojó su barra de
pan a su plato, alejándose de la mesa. Cuando se levantó, su silla cayó en
la espalda de un niño. El niño se echó a llorar. Su madre se molestó,
mientras que la mujer salió corriendo.
Y no podemos olvidar la barra de pan, porque no se quedó en el plato.
Esa mujer la arrojó con tanta fuerza que rebotó y aterrizó en la mano de un
tipo mientras pasaba por delante de su mesa.
Parpadeó, sorprendido de encontrar un palito de pan en su mano, y
dejó de mirar por un segundo el tiempo suficiente para chocar en uno de
mis servidores, quien luego tiró la bandeja de comida que llevaba a la
espalda de la mujer enojada. Quien había iniciado toda la cadena de
eventos.
Lo vi todo, y sin pestañear, agarré el brazo de la mujer y la insté a ir al
baño, murmurando:
—Lo lamentamos mucho.
Se retorcía de ira, así que le di una palmadita en el brazo y agregué:
—Y no te preocupe, ¿ese niño al que golpeó? No le diré a su madre que
estás aquí, ni al tipo que golpeaste con la barra de pan. Los accidentes
ocurren, ¿verdad? Estoy segura de que un bono de regalo lo suavizará.
Se tensó. La sentí prepararse para discutir.
La callé, con dulzura.
—Voy a hablar con la madre en tu nombre. Estoy segura que no se hizo
ningún daño. La pondré agradable y feliz, la sacaré por la puerta antes que
pueda pensar en una demanda.
Cruz, el gerente de la noche, nos vio venir. Observó su atuendo
desordenado y abrió la puerta del baño. La guie hacia adentro, le di una
palmadita en el brazo y le ofrecí una sonrisa más tranquilizadora.
—Yo te cubro, cariño. No te preocupes. —Un guiño, un pequeño
chasqueo de la lengua, y vi como la ira comenzó a desvanecerse y las
esquinas de sus ojos se fruncieron de preocupación.
Cerré la puerta mientras abría la llave del agua.
Cruz negó con diversión.
—¿Qué?
Señaló por el pasillo a la sección trasera de Manny’s.
—Lo vi todo, y no hiciste una pausa por un segundo. —Mientras se 45
alejaba, añadió en voz baja—: Leyenda, Heather. Leyenda.
Tomó un segundo antes de hacer clic.
Lo vi todo, intervine y manejé al cliente que probablemente causará un
problema para Manny’s más tarde. Y lo hice sin pensarlo.
Fue instintivo para mí.
Estaba protegiendo mi casa, como protegiendo a mi familia. Y casi como
si fuera el momento cósmico, o el hecho que habían pasado dos días desde
la última vez que lo vi, Channing entró por la puerta principal.
Familia. Channing era eso, lo quisiera o no.
Su mirada se encontró con la mía, y como casi cada vez que lo veía, mi
cuerpo comenzó a reaccionar.
A veces sentía odio. A veces el dolor. A veces alivio. No esta vez. Esta
vez lo quería. Podrían haber sido solo dos días, pero tenía hambre de él, y
sabiendo que Cruz se encargaría de las cosas por mí, me dirigí directamente
hacia Channing.
Estaba de pie junto a la puerta lateral.
Al ver la mirada en mis ojos, comenzó a sonreír esa maldita media
sonrisa, que mostraba su hoyuelo. Cruz miró hacia mí. Había estado
hablando con Channing, pero Channing no estaba prestando atención.
Éramos él y yo. Nadie más.
El mundo había dejado de existir, y el mundo lo sabía.
Cruz asintió mientras me acercaba y dijo:
—Cerraré esta noche.
No respondí.
Channing abrió la puerta lateral y se movió para dejarme pasar.
Mientras caminaba, su mano se fue a la parte baja de mi espalda y dijo por
mí:
—Lo aprecio, Cruz.
Entonces estábamos afuera.
Su mano cayó.
Nosotros no hablamos. Pasamos junto a los adolescentes que
descansaban en las sillas que una vez había usado para mis descansos para
fumar. Ignoramos a la gente disfrutando de las mesas de picnic en la parte
de atrás. Avancé por el porche y hacia el frente de mi casa.
Channing habló una vez que estuvimos dentro.
—Empaca una bolsa.
Me detuve en mis escaleras.
—¿Qué? 46
Estaba mirando por la puerta, apretando los labios.
—Vamos a mi casa. —Su cabeza giró hacia mí, sus ojos se oscurecieron
con la intención—. No quiero contenerme. No esta noche. —No se movió,
pero sentí que la habitación se encogía. El aire se fue, y él agregó—: Quiero
follarte con fuerza.
La lujuria explotó en mí.
Había sido una pequeña ascua, pero sus palabras golpearon la llama.
Ahora era una hoguera, calentándome instantáneamente, y asentí, tragando
con la boca seca.
—Una bolsa será.
Cuando salimos de la casa, supe que me esperaría mientras cerraba la
puerta. Sabía que esperaría a que guiara por las escaleras. Sabía que me
tocaría la espalda, un pequeño toque de apoyo, aunque ambos sabíamos
que no lo necesitaba.
Había tanto que sabía que haría, y fue ese sentimiento, conocer al otro
como la palma de mi mano, lo que disfruté.
Estaba en sintonía con él.
Cuando llegamos a su camioneta, me subí al lado del pasajero. Fue al
lado del conductor y sin una palabra, el motor arrancó. Las ventanas
bajaron porque sabía que me gustaba el viento con el aire acondicionado. Y
como sabía que me gustaba cierto camino, condujo esa ruta fuera de Fallen
Crest.
Cuando se detuvo en su camino de entrada, rodeó la parte trasera de
su casa. El frente estaba lleno de motocicletas, las de él y sus amigos, pero
cuando entramos, me alegró saber que no había nadie allí. Estábamos solos
Channing cerró la puerta detrás de mí y fue a la cocina.
Lo seguí.
—¿Bren no está aquí?
Resopló, llenando un vaso de agua de la nevera.
—O se escapó o está con su clan. Tú sabes cómo es.
Eso justo allí.
Unirme o no. Esta fue nuestra lucha, una de las constantes que había
estado con nosotros desde siempre. Y sabía lo que estaba empezando, pero
decidí comenzar de todos modos. Las palabras salieron casi antes que me
diera cuenta que las iba a decir.
—No, Channing —Hablé en voz baja y tranquila—. No lo sé.
Sí, estábamos entrando en las cosas emocionales que solíamos evitar.
Tenía que hacerlo, pero no sabía por qué. Se sentía bien. En ese momento,
no se sentía bien ir directamente al sexo, aunque todavía tenía hambre de 47
él.
Sus ojos encontraron los míos sobre el borde de su vaso. Lo bajó
lentamente. Su garganta se movió cuando tragó, y me moví a la isla de la
cocina para tener algo contra lo que apoyarme.
—Vamos, Heather. —Su declaración fue ronca.
Negué.
—No estaba en un clan en la escuela secundaria.
—Ni yo.
Luché contra la necesidad de poner los ojos en blanco porque había
mucha historia en la habitación con nosotros. Toda la vieja ira, el
resentimiento, todo estaba rodando por mi estómago, y luché por
mantenerlo contenido. Estaba justo al lado de todo lo que amaba de él
también.
Miré al suelo.
—Moose y Congo se convirtieron en tus mejores amigos en quinto
grado. Tu clan comenzó entonces, y no me mientas. Lo sabes también como
yo. —Esperé. Tensa.
No dijo nada, colocó lentamente su vaso de agua en el refrigerador, y
luego se volvió y se apoyó contra este. Sus ojos estaban ardiendo otra vez.
Sus brazos se cruzaron sobre su pecho un momento antes que cayeran y se
deslizaran en sus bolsillos. El movimiento hizo que sus vaqueros bajaran
un centímetro, y pude ver los músculos allí, los que conocía como la palma
de mi mano.
Dios.
Era precioso
Sus ojos eran feroces, sus pómulos parcialmente sombreados. Su
camisa se ajustaba perfectamente a su pecho, mostrando lo que años de
entrenamiento y lucha le habían dado. Pero no era solo miradas. Y no era
simplemente un encanto irónico.
Cuidó y protegió su clan más antiguo de Roussou, el que había formado
para ayudar a mi amigo. Lo hizo por mí. Ellos no le importaban. Eran
forasteros. Ellos no eran Roussou, y así es como era en Roussou, pero yo sí
le importaba. Lo hizo por mí.
Formó el primer clan, y el sistema de los clanes nació. Había sido así
desde entonces.
Entendí el razonamiento detrás de ellos.
Roussou era duro. Tenías que ser duro para sobrevivir, pero había otra
parte que no entendía. Esa era la parte de mí que no era Roussou, donde
era Fallen Crest. La parte de mí que amaba a Channing, pero no estaba en
su clan. Nunca me atreví a unirme. 48
Y era esa parte la que lo estaba empujando ahora.
—¿Te parece bien que esté con esos tipos?
—No —respondió—. Pero entiendo cómo es. Yo nunca estaba en casa
tampoco.
El calor subió, calentando la parte posterior de mi cuello.
—No es normal, Channing. Es una adolescente. Necesita reglas.
Se burló.
—¿Estás empezando conmigo acerca de esto? Manejabas la casa
porque el único lugar por el que tu padre dejaba Manny’s era la pista de
caballos. Y conoces mi historia. No teníamos reglas.
—Es tu hermana. Está sufriendo.
—Soy consciente. —Sus ojos se oscurecieron, y empujó la nevera. Se
dirigió hacia mí. Su voz era baja y extrañamente suave—. Quiero gritarle.
Quiero reprenderla. Quiero castigarla y encerrarla en su maldita habitación,
pero no puedo. Porque es como yo. Si empujo, se irá. No vendrá a casa, ¿y
qué se supone que debo hacer?
Un dolor de cabeza se formó detrás de mis sienes, porque así éramos
nosotros. Habíamos cambiado de roles. Si lo presionaba para que fuera más
padre de Bren, me recordaría las consecuencias. Me echaría atrás y
recordaría que esta no era mi lucha. Y aunque estaba en su casa y dormía
en su cama, técnicamente no estábamos juntos. Bren no era mi asunto.
Y cuando recordé eso, sentía las mismas emociones que siempre sentía.
No debería estar aquí.
Channing estaba tratando de criar a una adolescente. Tenía que dar
un paso atrás. Si veía a Bren, necesitaba ser la novia relajada que siempre
había sido. Ella tampoco necesitaba mi opinión, porque Dios sabe que no
había estado escuchando ninguna de Channing. ¿Por qué me escucharía?
No conocía a Bren tan bien. Debería. Había estado alrededor de toda la
vida de Channing, pero era su vida, no la de ella. Él tampoco había estado
cerca de ella por tanto tiempo. Había dejado su hogar alrededor del momento
en que su madre se estaba enfermando y poco después murió. Sabía que su
papá había sido un imbécil para él. Channing nunca me contaría los detalles
de eso, pero había sido malo. Muy malo.
Después que Channing se fue, nunca volvió atrás.
—Tal vez debería irme a casa.
Suspiró, acercándose y poniendo sus manos sobre mis hombros.
—No, Heather. Quédate. —Su voz era suave, y me atrajo hacia él,
envolviendo sus brazos alrededor de mí, su cabeza hundiéndose en mi
cuello. 49
La chispa volvió a encenderse. El chisporroteo se refrescó, y así, de
nuevo, fueron Heather y Channing. La separación se había ido.
Me meció un poco, apretando sus brazos, y sus labios rozaron mi piel.
—Peleamos, luego nos vamos a la cama. Es lo que hacemos; no quiero
que te vayas Por favor no te vayas.
Mi corazón se rompió un poco. Debería haberme alejado, pero ahora
que estaba en sus brazos, sabía que no haría eso.
Era débil.
¿Era debilidad? ¿Era ese mi problema?
Lo que sea que fuera, mis brazos estaban arriba y alrededor de su
cuello. Me puse de puntillas.
Susurré contra su pecho.
—Te amo.
Dejó caer un beso en mi cuello y susurró:
—Yo también te amo.
Me recogió. Me llevó a su habitación.
No quiero decir que follamos. Es una manera ruda de decirlo, pero a
veces era ruda. A veces él también lo era. Y esta noche, así es como éramos.
No era suave, tierno o hermoso. Fue duro. Fue exigente.
Channing me reclamó. Respondió a una necesidad primaria dentro de
él. Lo supe porque lo vi cuando estaba muy dentro de mí, y lo reconocí
porque también estaba en mí.
Era mío. Así de simple era.

50
Channing

i teléfono me despertó y lo silencié antes incluso de mirar quién

M era. Heather seguía durmiendo, con la espalda desnuda


encorvada. La sábana había caído sobre su cadera, mostrando
su espina dorsal y cabello.
Tuve que parar y respirar. Esta chica era jodidamente hermosa.
Quería estirarme y pasarle una mano por la espalda, sabiendo que se
giraría y me abriría las piernas, pero me resistí. Apenas. Me incorporé,
encendí el ventilador para cubrir parte de mi ruido, agarré mi teléfono y algo 51
de ropa y me dirigí al baño.
El pasillo estaba oscuro y, sin sorpresa, también lo estaba la habitación
de Bren. Su puerta estaba cerrada, pero conocía a mi hermana, el dolor en
el culo que era. No estaba allí. Estudié su puerta cerrada por un momento,
sabiendo que tendría que buscarla, y luego continué al baño.
Encendiendo la luz, puse mi teléfono en el altavoz y contesté.
—¿Qué pasa?
—Tenemos un problema.
Estaba tirando de mis calzoncillos bóxer, pero hice una pausa. La voz
de Moose era grave, el tono tan serio que no me gustaba escuchar.
—¿Qué pasa? —repetí.
Podía oír gritos en el fondo mientras Moose continuaba.
—Chad trajo a alguien con quien vamos a tener un problema, y Congo
enloqueció un poco.
Chad fue una sorpresa. No le gustaba traer problemas al clan, pero
Congo no lo era. Tendía a explotar por cualquier pequeña cosa.
—Está bien. —Presioné la pantalla y vi que era poco después de las
cuatro de la mañana—. No sabes dónde está mi hermana, ¿verdad?
Si mi hermana no estaba en su habitación, estaba con su clan. Y los
clanes hablaban.
—No. Hubo una fiesta en Belshield Field, pero ninguno de nosotros fue.
Podría haber ido allí. ¿Quieres que alguien la busque?
Fruncí el ceño.
—Nah. ¿Dónde estás?
—El almacén.
—Bueno. Estaré allí en un momento.
—Entendido, jefe.
Puse mis ojos en blanco. Odiaba que me llamaran así, pero encajaba.
Moose se reía mientras colgaba.
Después de terminar de vestirme, me lavé y guardé mi teléfono en el
bolsillo de atrás, volviendo al pasillo. Golpeé ligeramente la puerta de Bren.
—¿B?
Sin respuesta. No esperaba a nadie, pero la abrí y esperé a escuchar
cualquier respiración. Nada. Encendí su luz. Su cama estaba hecha, y vacía.
No iba a enviarle un mensaje de texto esta vez. La encontraría de otra
manera. Tenía que irme si no quería encontrar un cadáver cuando llegara
al almacén.
No quería despertar al vecindario, así que retrocedí la camioneta y 52
esperé hasta que estuve en el callejón y con las luces lejos de la casa antes
de encenderlo. Habrían inundado mi dormitorio y despertado a Heather.
Después de tomar carreteras secundarias para que ninguna cámara
pudiera seguirme, me detuve en el largo camino que llevaba a mi almacén.
Había tantas camionetas y motos allí, que no podía saber quiénes estaban.
La mitad de los vehículos estaban allí para almacenamiento o partes.
Mantuve este almacén y otro para el sitio privado de nuestro clan.
También habíamos comprado los veinte acres que la rodeaban, y aunque
me gustaría decir que aquí no sucedía nada malo, eso no era cierto. Había
una razón por la que quería privacidad.
El punto es: Entré y un tipo estaba sangrando en el suelo.
No me desconcertó. Solo pregunté.
—¿Está muerto?
No le di una mirada Congo, a Chad ni a Moose cuando fui hacia el tipo.
Estaba respirando, pero lenta y superficialmente, con sibilancias. La sangre
se filtraba de un gran corte cerca de su ojo.
Me volví para estudiar a mis muchachos.
—¿Quién es?
Congo se adelantó primero.
—Estaba metiéndose con la madre de Chad. Ya sabes cómo es ella,
siendo vieja y esa mierda…
Moose lo interrumpió, literalmente metiéndose en el camino para que
no pudiera verme. Masculló:
—Camina. Cálmate.
Moose era el siguiente en la línea después de mí en nuestro clan. Era
mi más confiable, y cuando uno de nosotros hablaba, Congo tenía que
obedecer. Aunque no le gustaba. Tenía mal temperamento. Cuando estaba
furioso, siempre había una explosión, y si no hubiéramos estado en el
almacén, no lo habría dejado ir. Tal como estaba, cuando salió por la puerta
y empezamos a escuchar sonidos de choques, nadie se movió ni un
centímetro.
Solo esperaríamos hasta que los sonidos se detuvieran.
Además del choque y el gruñido de Congo, el único otro sonido que
podíamos escuchar era la respiración del chico, que era cada vez más
laboriosa. Tendría que ir al hospital. Pronto.
Chad suspiró.
—Esto es mi culpa.
Otro choque.
53
¡Bam!
¡Pum!
El chico gimió, levantando la cabeza. Intentó abrir los ojos.
—¿Qué… quién? —gimió de nuevo, con la cabeza cayendo hacia abajo.
Un repentino silbido de aliento, y estaba fuera.
Chad se acercó, arrodillándose y presionando dos dedos en el cuello del
chico. Se relajó un rato más tarde.
—Hay pulso.
Por ahora.
Chad me miró, mostrando el mismo remordimiento que vi en los ojos
de Moose.
Todavía estaba esperando que me dijeran qué diablos había pasado,
pero estaba empezando a adivinar. Negué.
—¿Él estafó a tu mamá?
Chad asintió, parándose y acercándose de nuevo.
Lo golpeé en la parte posterior del cráneo.
—Maldito pelirrojo.
Se apartó del camino, pero no había ninguna entonación en mis
palabras. Esta no era la primera vez que el genio de Chad lo había metido
en problemas. Y Dios sabe que, no podría decir una palabra. Era como un
animal enjaulado, merodeando hasta que conseguía una buena liberación,
ya sea por sexo o por una pelea, no era demasiado exigente. Me gustaba
hacer ambas cosas.
—Dime qué pasó y quién es ese tipo —ordené.
Si Chad estaba enojado, la estafa debe haber sido mala. Tenía mal
genio, pero a diferencia de Congo, Chad odiaba los combates. Sin embargo,
una vez que comenzaba, era como Hulk. El caos y la destrucción lo seguían.
—Su nombre es Brett Marsch —dijo Chad con un suspiro—. Estafó a
un grupo de residentes en el asilo de ancianos.
La madre de Chad tenía cuarenta y nueve años cuando lo tuvo. Fue el
segundo más joven de doce hijos, una buena familia católica. Probablemente
pasaron diez años más tarde cuando tuvo demencia, y supe que las cosas
habían ido cuesta abajo después de eso. El padre de Chad había estado
tomando la botella cada vez más fuerte, y de alguna manera el cuidar de
mamá Gold se había convertido en el trabajo de Chad, o él sentía que lo era.
Sus hermanas mayores también visitaban a su madre regularmente.
—Fingió ser voluntario allí, y abrió tarjetas de crédito con varios de sus
nombres antes de irse de la ciudad.
Señalé al chico. 54
—¿Cómo llegó aquí?
Chad hizo una mueca.
—Podría haberle dicho que trajera el culo de vuelta aquí o iría en busca
de su mujer. Oí que tenía a alguien aquí.
Moose juró por lo bajo.
Maldito infierno. Ahí fue mi buen humor.
—¿Qué quieres decir?
No amenazamos a las mujeres ni a los niños. Esa era una regla sólida
para nosotros.
Hizo una mueca de nuevo.
—Lo sé. Lo sé. No era en serio.
Éramos el Clan New Kings, y no engañábamos. Nunca. Esa era nuestra
reputación. Y era sólida también.
Levantó sus manos, silbando mientras trataba de abrir sus dedos del
todo.
—Pero no lo habría hecho, o… —Su cabeza colgó hacia abajo—. Me
hubiera imaginado una manera de no hacerlo tan malo. Pero funcionó. —
Señaló al chico—. Regresó a la ciudad. Dilema moral cerrado.
Podría haber… no, lo hice.
Le di un puñetazo en la cara.
Se fue abajo. Cayó con un golpe sordo. Fue una caída abrupta.
Moose no reaccionó, solo alzando una ceja.
Chad no se levantó. Rodó sobre su espalda, mirándome con cautela.
Señalé la puerta.
—Sal de aquí. Sal de la ciudad mientras estás en ello. —Asentí hacia el
chico—. Dudo que tu madre y los otros residentes hayan sido las primeras
y las únicas personas a las que ha estafado, y dudo que esté solo.
Todos tenían un clan en Roussou. Si no lo tenías, te tragaban. Te pones
duro, o te vas a la mierda.
—¿Puedo volver a entrar? —gritó Congo desde afuera de la puerta.
Sonaba tímido, pero aún enojado, y esos tonos mezclados eran
suficientes para que todos nos detuviéramos. Compartimos una sonrisa.
Moose era el más grande, se elevaba sobre nosotros a un metro noventa y
ocho y en general parecía que podía comer rocas en cada comida, y Congo
era una versión más pequeña de él. Ambos eran calvos. Solo que Congo era
el más bajo de nuestro clan con metro setenta. Eso no afectaba lo duro que
era.
—Sí —llamé. 55
Miró hacia abajo cuando entró.
—Lo siento. Estaba alterado.
Moose comenzó a explicar.
—Chad trajo al tipo aquí y…
Congo interrumpió:
—No estaba respondiendo a sus preguntas lo suficientemente rápido,
así que…
Asentí, sabiendo cómo el tipo había sido golpeado tanto.
Chad estaba haciendo las preguntas. El chico no estaba respondiendo.
Congo se enojó, comenzó a golpearlo, y luego Chad se enfrentó a Congo.
Moose probablemente se recostó y comió palomitas de maíz.
¿Qué estaba haciendo todavía pensando que no estaba calificado para
criar a una adolescente? Ya tenía otros dos aquí.
—Detuve a Congo de ir demasiado lejos —concluyó Chad.
Asentí, al escuchar mi suposición afirmada.
—A Congo no le gustó que lo detuvieran, así que los dos se golpearon
después de eso. Estaban en eso hasta que llegaste aquí.
Levanté mis cejas a Congo.
—¿No pudiste controlarte?
La culpa estalló brevemente antes que la cerrara.
—Mi abuela también está en ese asilo. Si pudiera hablar, también la
habría estafado.
Los chicos se callaron después que habían dicho su parte.
—Está bien. —Asentí hacia la puerta—. ¿Piensan que sus manos
necesitan puntos de sutura?
Ambos miraron hacia abajo, flexionaron las manos y se estremecieron.
Chad respondió:
—Estoy bien.
Congo asintió.
—Yo también.
Negué.
—Dirígete al bar entonces. Comprueba con Scratch.
—¿Qué vas a hacer? —Chad frunció el ceño.
—¿Tarjetas de crédito?
Asintió.
—Sí.
56
—Así que pueden ser desactivadas y reportadas como una estafa,
¿verdad? El crédito de tu madre está bien.
—Sí, pero…
Quería respuestas. Las obtendría por él, pero no tenía que
preocuparme que uno de mis muchachos terminara en la cárcel por
homicidio.
Apunte mi dedo hacia la puerta.
—Ve. Yo me encargaré de él.
Congo ya estaba allí. Hizo una pausa, esperando a Chad, quien lo
siguió, pero lentamente y con la cabeza baja, y no antes de mirar al tipo por
un minuto más.
—Nos encargaremos de eso. —Moose se movió hacia ambos,
instándolos a salir. Desapareció por la puerta tras ellos, pero un momento
después volvió a entrar.
Se movió para pararse a mi lado.
—¿Qué estás planeando?
Estudié al chico.
—Ayúdame a llevarlo a tu camioneta.
Trataríamos con él, pero necesitaba ayuda médica primero.
Gruñó, y juntos lo levantamos y lo llevamos a la parte trasera de la
camioneta de Moose. Cerró el portón trasero cuando di la vuelta y cerré el
almacén.
Estaba mirando una de las motos cuando volví a salir.
—Escuché que Dex Richter está tratando de patrullar Roussou —dijo.
Gruñí esta vez.
No le había contado sobre mi último encuentro con Richter. Lo haría,
pero no ahora.
Golpeé la parte trasera de la camioneta de Moose.
—Llévalo al hospital. Asegúrate que Rena esté trabajando. Ella sabrá
cómo manejarlo. —Saqué un billete y se lo entregué. A veces un soborno era
la mejor manera—. Por su silencio.
—¿A dónde vas?
Le lancé una sonrisa, yendo a mi camioneta.
—Tengo una delincuente por localizar.
—Podrías haber enviado a los chicos a buscarla.
Negué, entrando.
—Nah. Esta vez quiero encontrarla por mi cuenta. —Levanté dos dedos 57
mientras mi camioneta pasaba a su lado—. Me voy, hermano.
Channing

abía tres lugares donde mi hermana podría haber estado.

H Uno era dormida en la casa de Jordan: Él era el líder de


su clan. Tenía un edificio de almacenamiento, similar a mi
almacén, pero estaba en la casa de su familia. Bajando por su
camino de entrada al edificio, no vi su camioneta allí. No quería tratar con
ninguna pregunta, así que volví a subir por el camino de entrada,
encendiendo las luces mientras revisaba alrededor de su tierra.
Otro lugar era la casa de su mejor amigo. 58
Bren y Cross Shaw eran mejores amigos, como Heather y yo habíamos
sido creciendo, sin el sexo, al menos por lo que sabía. Heather y yo
comenzamos a hacerlo temprano, demasiado temprano, pero lo último que
había escuchado, Bren y Cross eran solo amigos. Esa era una conversación
que no estaba seguro de querer tener con ella, no que ella participaría. Me
imaginé sentado allí, explicando lo que significaba si el aguijón de una abeja
se metía dentro de la abeja hembra y cómo se creaban las pequeñas abejas,
y todo el escenario parecía tan incorrecto.
Bren era inteligente. Prácticamente se había criado sola porque sabía
que nuestro padre no había valido la pena en los últimos años, y aunque
había tenido un novio durante ese tiempo, no había quedado embarazada.
Heather me dijo que había visto a Bren comprar condones, por lo que
al menos el sexo seguro era un tema que no necesitaba cubrir.
Mierda. ¿Verdad?
Cuando llegué a la casa de Shaw, no vi su camioneta ni la de mi
hermana, por lo que eso significaba que estaba en el tercer lugar.
No sabía si Bren sabía que yo sabía sobre este último.
Lo descubrí una noche alrededor de las tres de la mañana cuando me
desperté para mear y me di cuenta que se había ido. Envié una alerta al
clan, y tardó diez minutos. Moose la encontró. O encontró su camioneta
estacionada en la empinada orilla.
Conduje allí esta noche, subiendo por el camino de grava, subiendo la
colina hasta el pequeño claro.
No estaba sola
La camioneta de Shaw estaba estacionada detrás de la de ella, y vacilé
antes de apagar mi camioneta.
Aquí está la verdad de mi situación: No tengo ni puta idea de lo que
estoy haciendo.
Hubo una superposición entre mi padre y yo entre el momento en que
tuvo problemas legales y el momento en que fue a la cárcel. E incluso antes
que obtuviera la tutela oficial de Bren, había empezado a prestar atención,
por lo que este no era el primer año en que la cuidé. Habían sido un par, tal
vez más, pero todavía no tenía ni idea. O me sentía despistado.
Había estado cagando ladrillos todo este tiempo.
Tenía diecisiete años. Yo había dejado la casa cuando ella tenía cuatro
años. Hubo momentos en que me quedé con ellos, pero en su mayor parte,
me había ido. No creció conociéndome, en realidad no. Creció
probablemente escuchando a papá quejándose de mí, así que lo entendía.
Realmente lo hacía. Comprendí por qué parecía que preferiría comer veneno
cuando el juez me dio la tutela de ella.
Papá era dueño de la casa en la que crecimos. Cuando fue a la cárcel, 59
el banco se llevó la casa.
Eso significaba que Bren perdió su hogar.
No lo entendí hasta la primera noche que la encontré aquí, porque si
desciendes por la empinada orilla y cruzas la calle, ahí está la casa en la que
crecimos.
O en la que ella creció.
Elegí irme. Ella fue obligada a salir.
Esa primera noche, cuando me acerqué a ella, la vi sentada allí mirando
la casa, casi me caí de rodillas. Había estado llorando No fueron fuertes
lágrimas o un colapso. Ni siquiera parecía que supiera que estaba llorando.
Una lágrima tras otra dejó sus ojos y se deslizó por su rostro, y no
reaccionó. Ni un poco.
Se sentó, con la cara de piedra, y apenas parpadeó.
Fue una patada rápida a mi trasero.
La había sacado de su casa. No es de extrañar que me odiara. También
me odié un poco esa noche, y esta noche casi no fue diferente.
Tenía que verla. Tenía que hacerlo. Si no lo hiciera, me preocuparía
toda la noche, así que me metí en el bosque, como el acosador de Brandon,
y me acerqué lo suficiente como para verlos.
Estaban durmiendo, abrazándose a sí mismos, uno enroscado hacia el
otro con una botella de whisky entre ellos.
Un poco de orgullo parpadeó en mí. Una vez más, no soy el mejor
modelo a seguir, pero ella era una Monroe, eso es seguro.
Retrocedí. Subí a mi camioneta, la puse en marcha y volví a casa.
Heather estaba durmiendo, el ventilador seguía soplando. Debe
haberse despertado en algún momento porque su camiseta sin mangas
estaba puesta ahora, junto con bragas, pero no pantalones ni pantalones
cortos. Me acurruqué alrededor de ella, deslizando una mano sobre su
pequeña ropa interior. Me encantaron los blancos de encaje, o los rosados.
A la mayoría de los hombres les gusta el rojo o el negro porque eso significa
sexo, pero me gustan más el blanco y el rosa. Eran los que a Heather le
gustaban más, así que cuando los tenía puestos, sabía que se sentía
cómoda.
Probablemente sabía que me había ido con el clan. Probablemente
estaba frustrada, pero ahora no me importaba. Todos los que amaba
estaban bien.
Heather. Bren. Mi clan.
Me ocuparé de la otra mierda más tarde.
60
Heather
QUINTO GRADO

oy fue el peor día. Siempre, hasta el infinito. Más allá incluso. El

H peor, de todos, todos los tiempos.


—¿Cuál es tu problema?
Grité, saltando hacia atrás, y sentí que mi rostro se calentaba.
Channing estaba en su casillero, sacando libros y metiéndolos en su
bolsa. Yo había sido la que no estaba mirando hacia dónde iba. Él había 61
estado allí todo el tiempo.
Se rió antes de meter más de sus libros en su bolsa.
—Espera. —Señalé la bolsa—. ¿Qué estás haciendo?
No podía contener el tono de histeria en mi voz, aunque hasta ahora
había logrado no estallar en lágrimas. Apenas. Ahora amenazaban con
derramarse. Me acababan de decir que un amigo se estaba yendo. No podía
perder otro.
No podía perder a Channing.
Sonrió, aunque no fue a sus ojos. Parecían tristes.
—Finalmente se dieron cuenta que soy inteligente, y me están
moviendo un año. —Se encogió de hombros y se volvió hacia su casillero.
—Espera. ¿Qué?
—Sí. —Dejó de limpiar su casillero y lo miró fijamente. Sus manos
estaban a su lado, apretadas en puños—. Me están subiendo un grado,
dijeron que estaría bien con mi edad. O algo así.
—¡¿Qué?! —Me abalancé hacia adelante. No pensaba. Le di una patada
a su mochila en el pasillo y cerré su casillero—. ¡No! ¡NO! No eres inteligente
¿En qué están pensando?
Channing saltó hacia atrás y me miró fijamente. Sus ojos eran grandes.
Frunció el ceño.
—No es mi decisión, Jax. Mi mamá dijo que sí, y tengo que mover todo
al siguiente pasillo. Alguien más está consiguiendo mi casillero.
No.
No.
¡No!
Ahora yo era la que tenía las manos en puños, y estaban presionando
contra mis piernas.
Mi amiga Tate me acababa de decir que se estaba mudando a Fallen
Crest. Dijo que su padre consiguió un ascenso y su familia pensó que allí
había mejores escuelas.
—No —mascullé.
Probablemente me veía loca. Pero Tate se iba, y ahora Channing estaba
subiendo de grado. Ya no estaríamos en las mismas clases.
Estaba. Harta. Y. Cansada. De. Todo. El. Mundo. Dejándome.
Crucé mis brazos sobre mi pecho en un suspiro. ¡Al diablo!
—Todavía tendremos recreo y almuerzo juntos.
Escuché la tristeza en su voz, pero no me importó. Todos me estaban
dejando. Sí, Channing estaba avanzando un grado, pero genial para él. Era
tan inteligente. ¿Más inteligente que el resto de nosotros? Bien quizás.
62
Siempre tuvo los mejores puntajes, pero aun así. Esto era sobre mí.
—Podrías haber luchado —le espeté.
Me miró y dejó escapar un suspiro.
No podría haberlo hecho. Acababa de decírmelo. Los padres tienen todo
lo que dicen a veces, y no es justo.
—Lo hice —murmuró, con la cabeza cayendo de nuevo—. Dijeron que
era mejor para mí.
Sentí que algo se apretaba. Más… más… Iba a romperme. Dejando
escapar otro gruñido, golpeé mis manos contra su casillero. Otros a nuestro
alrededor miraron.
Me fui furiosa. Me detuve. Retrocedí y pateé el casillero a mi lado.
Está bien, eso se sintió mejor. Un poco. En realidad no, pero tendría
que servir.
La pateé de nuevo, y una puerta se abrió detrás de mí.
—Heather Jax, eso no es apropiado…
Me fui corriendo.
Sí, bueno, la vida no era apropiada a veces.
La gente necesitaba dejar de abandonarme.
Heather
EN LA ACTUALIDAD

l ventilador había estado encendido.

E Cuando me desperté durante la noche, supe por qué su lado


de la cama estaba vacío. No me había hecho enojar, pero me
frustraba. Solo encendía el ventilador cuando necesitaba
escabullirse con el clan. No fue Bren. Era diferente. Ella era preciosa, pero
su clan… esa era una historia diferente.
Pasaron tres días antes que me enviara un mensaje de texto. 63
Tres días después de escaparme, mientras él dormía. Ambos sabíamos
que estaba frustrada, pero durante tres días ninguno se había acercado al
otro.
Estaba en mi oficina en Manny’s, mirando mi teléfono, cuando apareció
su mensaje de texto.
Channing: ¿Cómo estás?
Eso es lo que preguntó, pero todos sabíamos lo que quería.
Era un código para: ¿Sigues enojada conmigo? Sé por qué estás
enojada. Sabes por qué estás enojada, pero te extraño. Y sigue con: Te
extraño y tengo miedo de las conversaciones emocionales, así que tengamos
relaciones sexuales. Puedo sentirme cerca de ti de esa manera. Entonces,
¿ya no hay moros en la costa?
Si me hubiera enviado un mensaje de texto al día siguiente, lo habría
ignorado con facilidad. Pero este era el tercer día.
El tercer día y yo también lo extrañaba. Era mi mejor amigo. ¿Cómo no
iba a hacerlo?
Debería haber borrado el mensaje, pero maldita sea.
Tres días estúpidos, y me estaba rindiendo.
Era una debilucha. Eso es lo que yo era.
Dejando salir una maldición, llamé a Samantha. Había sido mi otra
mejor amiga desde mis días de gloria en Fallen Crest. Necesitaba fuerza para
no devolverle el mensaje a Channing. Esperaba que me la diera, pero cuando
respondió, en el momento en que apareció su rostro en la pantalla de mi
teléfono, supe que estaba en problemas. Cabello negro, ojos almendrados,
una cara increíblemente hermosa, y brillaba. Estoy segura que era la luz
detrás de ella, pero había un maldito halo alrededor de su cabeza.
Suspiré.
—En realidad estás brillando.
Se echó a reír, metiendo un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No se lo digas a Mason. Piensa que soy desdichada y se desvive
asegurándose que tenga toda la comida que pueda imaginar. Tenemos un
congelador lleno de helado de masa para galletas y un cajón del refrigerador
de solo pepinillos.
Samantha estaba embarazada, y mientras la amaba profundamente,
su felicidad era como un puño que se me obligaba a tragar por la garganta.
Llegó hasta mi estómago, se agarró y tiró.
Parpadeé unas repentinas lágrimas.
Odiaba esas cosas, pero a la mierda. Ella estaba feliz. Estaba
embarazada. Era amada 64
Mi razón para llamar no parecía tan importante ahora.
—¿Cómo estás? —le pregunté en su lugar.
Todo había sido barrido. Era como si la mierda mala se apartara y toda
la mierda buena la reemplazara dentro de mí.
Sabiendo lo feliz que estaba Sam, me sentí repentinamente
desesperada por ver a Channing.
Pero antes de eso, Sam y yo hablaríamos.
Tenía seis meses. Feliz. Ansiosa. Y enamorada. A pesar de todos los
Demons y fantasmas de Sam, siempre supe que terminaría feliz.
Me preguntó cómo estaba y la puse al tanto en todo excepto en dos
cosas: El dolor dentro de mí y mi relación con Channing. Después de colgar,
le envié un mensaje.
Yo: ¿Quieres venir esta noche?
Channing: Joder, sí.
Channing: Tengo que quedarme para cerrar. Terminaré tarde.
Una pausa. Entonces:
Channing: Te extrañé.
Sonreí estúpidamente, no pude contenerme.
Entonces llamaron a la puerta. Brandon asomó la cabeza.
—Suki y el cocinero están peleando.
Por supuesto. No sería un día normal sin eso.
Es hora de volver al trabajo. Me puse de pie.
—¿Sobre qué?
—Ella lo vio con un cuchillo sin filo.
Ella era la gerente. Me encogí de hombros. Tenía completo sentido.

65
Heather

ran casi las tres de la mañana. Tenía una historia con esta hora

E de la mañana.
Cruz habría cerrado Manny’s, pero opté por quedarme.
Quería estar trabajando en lugar de juguetear con mis pulgares en casa.
Hasta que terminamos. Eso fue hace una hora.
Channing venía y la espera me estaba poniendo nerviosa. Oh, ¿a quién
estaba engañando? Desde nuestra conversación de esta tarde, no podía
sacarme de la cabeza el rostro de Sam. Mezcla eso con la llegada de 66
Channing, y había una capa extra de nervios que cubrían mis entrañas.
Pavor. Emoción. Envidia. Dolor.
Amor.
También estaba eso.
No quería lidiar con nada de eso.
Miré alrededor de mi habitación en casa. ¿Podría limpiar? Lo consideré,
pero no estaba segura si Brandon estaba abajo o si se había ido a algún otro
lugar por la noche. Estoy segura que dejó una nota si lo hizo, pero no quería
arriesgarme a una riña. Me había estado observando toda la noche con una
ceja levantada. Sabía que algo estaba pasando. Solo mantuvo su boca
cerrada.
Tenía un buen hermano
Pero todavía no quería hablar con él en este momento.
El aire acondicionado no estaba encendido, por lo que mi ventana
estaba abierta, aunque no entraba brisa. Miré hacia mi mesa de noche la
botella de Jack. Ya había tomado dos tragos y no quería más. Me iba a
dormir. Iba. Iba. Iba.
Mi mente iba a hacer lo que quisiera.
Dejé escapar un suspiro.
No importa cuánto intenté ignorar cómo me afectaba, era inútil. Se
había abierto camino debajo de mi piel en primer grado. Nos había declarado
mejores amigos en tercero. Nos tomamos de las manos en quinto.
Compartimos nuestro primer beso en séptimo, y había sido un dolor de
cabeza desde entonces.
Luego escuché un solo crujido fuera de mi ventana, y aunque mi
habitación estaba en el segundo piso, giré la cabeza. Sabía la cabeza de
quién iba a aparecer a través de mis cortinas, y ahí estaba él.
Un sentimiento de plenitud me llenó.
Channing se arrastró por la ventana, dio un paso en el suelo y estuvo
en mi cama en un instante. Había practicado ese movimiento innumerables
veces desde que éramos niños. Si estábamos peleando o no, nunca había
dejado de venir.
Y como tantas noches antes, me puse de lado y lo enfrenté.
—Hola.
Su perezosa sonrisa se apoderó de mí, haciendo juego con mis
entrañas, cuando comencé a relajarme en el momento en que escuché ese
pequeño crujido.
Sin embargo, sus ojos no estaban relajados. Estaban vivos y feroces.
Su hoyuelo se mostró cuando me enfrentó. 67
—Hola.
—Estás hiperactivo.
Sus ojos se estrecharon brevemente.
—Estoy cargado de adrenalina. —Se volvió de espaldas y levantó las
manos para inspeccionarlas. Se pasó el pulgar por los nudillos y no
necesitaba la luz de la luna para ver la sangre allí.
Me estremecí.
—¿Eso está seco?
—Sí.
No pedí detalles.
—¿Qué?
—¿Eh? —Lo miré.
—¿Qué está pasando? Estás suspirando más de lo normal. —Sus ojos
se oscurecieron—. ¿Estás enojada porque me escabullí la otra noche?
Levanté mis cejas. Sabía que lo estaba. Esa era una pregunta estúpida.
Sonrió.
—¿Puedo decirte de qué se trataba?
Negué contra la almohada.
—Por favor no. No quiero enojarme contigo otra vez.
Se rió suavemente.
—Está bien, pero creo que lo entenderías si te lo dijera.
Le di una mirada.
Se rió de nuevo, estirándose hacia mí, curvando su brazo alrededor de
mi cintura. Me jaló contra él.
—Esto es bonito. Te he extrañado. Mierda. Te he extrañado.
Abrí la puerta la última vez en su casa. La abrí, hablando de los
“problemas” y ahora él continuaba. No íbamos directamente al sexo.
Estábamos hablando, tocando, abrazando, los momentos que nos hacían
anhelar el uno al otro. Estábamos haciendo todo lo de “la buena amistad”.
Y por supuesto, justo cuando pensaba eso, su pie comenzó a moverse.
Ahogué una sonrisa.
O no. Tal vez estábamos yendo en otra dirección.
La tensión lo estaba dejando porque estaba conmigo, pero no se estaba
relajando. Una imagen de un tigre enjaulado e inquieto vino a la mente.
Hermoso a la vista, pero necesitaba correr, rugir o cazar.
Sus ojos adquirieron un brillo lujurioso. Su caza iba a ser yo.
Me preparé.
68
Deslizó su otra mano entre nosotros. Su pulgar trazó el interior de mi
palma, y mi cuerpo comenzó a calentarse.
—¿Qué estamos haciendo? —pregunté.
Algunas de mis propias inquietudes empujaron hacia adelante. Hablé
antes de darme cuenta que estaba diciendo.
Se rió.
—Estoy bastante seguro que lo sabes. —Se movió hacia su espalda, su
mano tirando de detrás de mí. Movió nuestras palmas hacia mi estómago y
soltó el borde debajo de mi pantalón corto. Sus dedos se abrieron, y esperó.
Maldita sea
Este tipo.
Lo miré, realmente lo miré.
Labios llenos. Una mandíbula fuerte. Pómulos altos y cincelados. Ojos
que prometían tantos placeres oscuros y lujuriosos.
Yo palpitaba entre mis piernas. Mi respiración se hizo más profunda.
Mi cuerpo se había calentado, lo necesitaba, pero algo debajo de eso no me
dejaba ignorarlo. Ya no. Estuvo conmigo toda la noche.
Ya no iba a ser pasado por alto.
Channing y yo siempre peleamos por su clan. Me alejé cuando su padre
fue a la cárcel, para que pudiera concentrarse en criar a Bren. Pero hubo
otra razón por la que rompimos el año pasado.
Era lo único que me puso celosa de Samantha.
Tal vez por eso le devolví el mensaje.
Tal vez solo quería…
No. No podría ir allí. Aún no.
Aun así, agarré su mano y la saqué de mis pantalones. Me puse de pie
en un solo movimiento, y mis manos encontraron mis caderas.
Jadeé ligeramente cuando me encontré con su mirada.
—¿Qué estás haciendo? —Se sentó, su camisa blanca se ajustaba tan
perfecta y deliciosamente. Alejé mi mirada.
—Yo… —No lo sabía.
Dios, me dolió. Todo mi pecho estaba tratando de explotar dentro de
mí.
—Heather.
Se movió hasta el borde de la cama. Frotándose el rostro con una mano,
se la pasó por el cabello.
69
—Hemos estado dentro y fuera de la cama del otro últimamente —dije
en voz baja.
¿Realmente iba a decirlo? ¿De verdad? ¿Yo, quien odiaba hablar de los
verdaderos problemas? ¿Yo, quien odiaba sentir?
Mierda. Lo haría.
Una pared golpeó sus ojos. Su rostro se enmascaró.
—Sí.
Sucedió muy rápido. Años de equipaje hicieron eso.
—¿Crees que deberíamos hablar sobre por qué terminamos esta última
vez?
Mi voz era un susurro. No podía evitarlo. Me estaba orinando en los
pantalones aquí.
Un destello de emoción explotó en su mirada, pero se dio la vuelta. Su
cabeza bajó. Sabía que lo había lastimado. Yo también estaba sufriendo.
Sentía un nudo en mi garganta, pensando en ello.
—Nos separamos por diferentes razones todo el tiempo —murmuró—.
Ambos sabemos por qué terminamos esta última vez.
Sí. Aquí estábamos.
El suelo se movía debajo de mí. Quería que se detuviera, y podía hacer
que se detuviera. Podría dejar la conversación, ir a él, tocarlo, besarlo,
tumbarlo sobre mí, y dejaría de moverse. Puede que no lo mencionemos por
días, semanas, incluso meses.
Podríamos ir por ese camino. Éramos expertos en evitar los problemas
reales.
Pero…
Eso.
Ella no era una cosa.
Estaba cansada. No sé por qué, pero estaba cansada de ignorarla.
Estaba cansada de ignorar cómo me habían desgarrado todas las
mañanas desde entonces.
—Yo también la perdí, ¿sabes?
Estaba cansada de ignorar que nunca sería la misma desde ella.
—Lo sé. —Miró hacia atrás, girándose solo a medias, su rostro aún sin
expresión.
Cerré mis ojos.
Me senté a su lado, un centímetro de espacio entre nosotros. En cierto
modo, esto significaba nuestra relación. Los dos estábamos allí, pero no
70
juntos. Estábamos por nuestra cuenta, no conectados y sin tocar.
Necesitaba dejar de pensar en esto.
Solo solía. Eso era todo.
—Ambos perdimos a nuestra hija —le dije, con la garganta en carne
viva.
Contuvo el aliento, enderezándose.
—Lo sé. —Tomó mi mano, su brazo pasó por debajo de mí mientras me
levantaba en su regazo. Su cabeza descansó contra mi hombro, y me besó.
Me abrazó fuerte, y todo su cuerpo soltó un profundo suspiro.
Lo sentí relajarse a mi alrededor.
Listo. Ella había sido mencionada. No era algo que estábamos
ignorando.
Dolía, pero se sentía… necesario.
Se sintió… mejor.
Pero mi garganta se estaba quemando, y aunque mi pecho se sentía
más ligero, no estaba lista para el siguiente paso: Hablar.
Tan solo me senté ahí. Él solo me abrazó. Y después de un rato, el aire
en la habitación pareció calmarse.
Sus brazos se aflojaron.
La tensión en mí se alivió ligeramente, y pude sentirlo debajo de mí.
Cada centímetro de él. Podía sentir su mirada en mí. Había venido aquí con
la necesidad de reclamarme, y eso todavía estaba allí, pero había cambiado.
Se había transformado en una necesidad diferente. Sabía esto, porque
también lo estaba sintiendo.
Incapaz de detenerme, me moví para poder pasar mis dedos por su
cabello.
Sus ojos se cerraron, saboreando mi toque hasta que giré mis piernas
a horcajadas sobre él. Me incliné hacia delante. Sus ojos se abrieron, y allí
había mucho amor nadando. Vio lo mucho que lo necesitaba. Dios me
ayude, lo necesitaba.
Sentí su mano deslizarse por la parte de atrás de mis piernas, y se
apretó contra mí. Mi pecho estaba en su cuello, sus manos estaban ahora
en mis caderas, abarcando mi cintura, y asintió.
Gemí cuando su mano subió por mi espalda, debajo de mi camiseta, y
la otra mano bajó mis pantalones cortos para dormir solo lo suficiente. Me
tocó, y mientras nuestras miradas se mantenían, un dedo se deslizó dentro.
Jadeé, fundiéndome más en él. Su brazo se apretó alrededor de mi
cintura. Me abrazó, mirando hacia arriba y manteniendo cautiva mi mirada 71
mientras su dedo me acariciaba. Un segundo se unió a él, y agarré sus
hombros.
Se sentía tan condenadamente bien, siempre muy bien, porque era en
lo que éramos buenos, y él seguía deslizándolos dentro y fuera, yendo más
y más adentro. Lo agarré ahora. Mis dedos se curvaron, mis uñas se
hundieron en su piel, y me mordí el labio.
Comencé a cerrar los ojos, deseando rendirme por completo a la
tormenta que podía dar a mi cuerpo, pero dijo:
—¡No!
Sus ojos ardían en mí, y asentí.
Quería verme venir. Quería ver a mis pupilas dilatarse, y odiaba y
amaba cuando hacía esto.
Me hacía vulnerable en un estado salvaje en el que podía estar
completamente expuesta mientras me observaba.
Un tercer dedo se movió, y me recosté contra él, todavía sentada.
Cara a cara. Nariz a nariz. Sus ojos seguían moviéndose hacia mis
labios, pero no me besaba. Si lo hiciera, mis ojos se cerrarían y no podría
verme. No podía ver el agarre que tenía sobre mi cuerpo, por dentro y por
fuera, y debido a eso, rocé mis labios sobre los suyos.
Gimió, pero se apartó.
—No es justo —masculló, levantando los dedos y deteniéndose.
Los sentí cerca de mi estómago, y jadeé, pero me quedé quieta.
Dios.
Por favor.
Estaban casi donde ella había estado.
Los movió alrededor, luego los sacó, solo para empujarlos de nuevo.
—Chan —gemí, mi cabeza cayó hacia atrás, mis ojos se cerraron de
nuevo.
—Heather —gruñó, agarrando la parte de atrás de mi cuello,
haciéndome verlo.
Oh, oh, oooh.
Sentí que el clímax subía, construyéndose lentamente. Channing
sonrió, disminuyendo la velocidad, y gemí.
Golpeé su hombro con un puño.
—Imbécil.
Estaba extendiendo esto.
Se rió entre dientes, pero se rindió, moviéndose para besar mi hombro.
Comencé a montar su mano. No pude contenerme más. Tenía que
72
venirme, y mis pechos comenzaron a rozarle el pecho. Con un gruñido,
Channing me arrancó la camiseta. La tiró a un lado y ahuecó uno de mis
pechos. Su pulgar pellizcó mi pezón, enviando sensaciones a través de mí.
Quería venirme. Lo quería tanto, y me agaché, sosteniendo su muñeca
en su lugar para poder montarlo como quería. Quería tener el control, pero
una risa suave me acarició mientras se movía hacia arriba, sus labios
encontraban los míos antes de decir:
—No, no.
—Eres un imbécil.
Soltando mi pecho, su otra mano fue a mi cintura, y me agarró con
fuerza, parado en el mismo movimiento.
Chillé, mis brazos rodearon su cuello, y mis piernas se envolvieron
alrededor de su cintura. Me acompañó, sosteniéndome contra la pared, y
luego su boca encontró la mía. Pero esta vez, no había nada suave al
respecto. Ningún roce provocador, ni un ligero pellizco. Esta vez, sus labios
se abrieron sobre los míos en un beso fuerte, un beso brutal, y uno al que
sucumbí alegremente.
Me moví más alto contra él, como si realmente estuviéramos teniendo
relaciones sexuales, y no fueran solo sus dedos en mí. Mierda, quería eso,
tanto.
—¡Channing!
Rió de nuevo, apartándose para poder mirarme. Tenía una mirada
oscura y primitiva en su rostro, una que sabía que siempre acechaba bajo
la superficie, y me acarició con más fuerza. Ya no se estaba conteniendo.
Mi liberación estaba llegando.
Mis piernas se apretaron alrededor de él, e incliné mi cabeza hacia
atrás, indefensa y solo deseando lo que venía, y luego exploté. Mi cuerpo se
estremeció en su agarre.
No me dio tiempo para aclimatarme a las sensaciones que me recorrían.
Empujando sus pantalones hacia abajo y los míos, se empujó dentro de mí,
y gemí.
Y dejé de pensar en ella.

73
Heather
QUINTO GRADO

—¿C
on quién irás a pedir dulces?
Nos estábamos preparando para salir de
casa cuando mi papá hizo esa pregunta. Tenía
puesta su túnica verde con una docena de
peluches pegados, con cinta adhesiva metidos en los bolsillos, y mi cabello
estaba en tres rodillos gigantes en la parte superior de mi cabeza. Le había
explicado a mi papá toda la premisa del disfraz tres veces, y cada vez 74
terminaba mirando su regazo con los hombros temblando.
Arrugué mi nariz.
—Ese estúpido Channing Monroe.
—Pensé que ustedes dos eran amigos. —Reprimió más risas, cerrando
la puerta detrás de nosotros.
Entiendo. Era hilarante.
Inserte unos ojos en blanco aquí, por favor.
Resoplé.
—Lo somos, pero… aun así.
Solo estaba herida. Tate había salido a pedir dulces con sus amigos en
Fallen Crest, porque ahí es donde vivía ahora. Me sentía como una
perdedora. Ni siquiera me había pedido que fuera con ellos.
—Dime otra vez sobre la idea de tu disfraz —dijo mientras cruzaba el
porche.
—Se suponía que íbamos a elegir trajes que nos mostraran lo que
vamos a ser cuando seamos viejos, como veinticinco.
—Viejos. —Nos separamos para ir a las puertas de nuestro carro. Tosió
mientras yo me subía—. Sí. Veinticinco es viejo.
—Es casi antiguo, papá.
—Por supuesto.
—De todos modos. —Me subí, reorganizando algunos de los gatos para
que mi cinturón de seguridad no los aplastara. Arrancó el auto y yo
continué—: Él escogió el mío. Piensa que voy a ser una anciana de los gatos.
—¿Y qué elegiste para Channing?
—Ese fue un poco difícil porque tenía tres opciones. O bien va a ser
una estrella de rock, un criminal o un asesino en serie. Se mete en tantos
problemas, tiene que ser uno de esos tres.
—Por supuesto. —Otra vez con el labio temblando. Sus manos se
apretaron alrededor del volante—. Entonces, ¿cuál escogiste?
—El más obvio.
—¿Cuál es?
—Asesino en serie. —Duh.
Cuando llegamos a la casa de Channing, lo vi y salí del auto en un
instante.
—¡Se supone que eres un tipo asesino!
Se puso de pie y sonrió. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y
mientras pasaba sus dedos a través de él, brazaletes de cadena se
deslizaban por su brazo. Llevaba una camisa sin mangas desgarrada con 75
un chaleco de cuero, y pantalones de cuero. Tres largos collares de cadena
colgaban de su pecho, uno con una cruz al final.
Echó la cabeza hacia atrás, con el pulgar enganchado en la cintura de
sus pantalones.
—Vamos. ¿De verdad crees que voy a ser un asesino en serie? —Hizo
un gesto con la mano sobre sí mismo—. Voy a ser una estrella de rock, con
seguridad.
—¡Hiciste trampa! —mascullé, alcanzando a uno de mis gatos.
Rompiéndolo de la cinta adhesiva, lo tiré hacia él—. No voy a pedir dulces
contigo ahora.
La ventana bajó en el auto de mi papá.
—¿Todo bien?
—¡Sí! —gritó Channing, moviéndose alrededor de mí, así que fue el
primero en llegar al auto. Su mano encontró la mía detrás de su espalda, y
la apretó—. Todavía estamos en negociaciones sobre mi disfraz, pero
estaremos bien, señor Jax. Mi mamá le llamará cuando hayamos terminado
esta noche.
Papá movió su cabeza hacia un lado, un mejor ángulo para verme.
—¿Heather?
—¿Sí, papá? —Channing casi estaba matando mi mano.
—¿Estás bien?
Apreté mis dientes y usé ambas manos para aplastar las suyas. Cuando
aulló en protesta, le sonreí dulcemente a mi papá.
—Estaré bien.
Channing era el demonio, debería haberlo vestido de esa manera, pero
no tenía ningún plan de respaldo. Estrella de rock tendría que ser.
Tan pronto como mi padre dejó el camino de entrada, empujé a
Channing.
—Eres un idiota.
—Vamos, Heather.
Me detuve con su tono. No era tan engreído como de costumbre. Parecía
avergonzado.
—No quiero vestirme como un criminal o un asesino. Una estrella de
rock es mucho más genial. —Apartó la mirada.
Tomé mi bata.
—¿Qué crees que es esto? ¿Crees que soy Alanis Morissette aquí? Estoy
en una maldita túnica con gatos pegados por todas partes. La anciana de
los gatos no es nada genial, pero seguí las reglas. No soy una tramposa.
Puso los ojos en blanco.
76
—Es gracioso. No vas a ser una anciana con gatos.
Eso me hizo sentir mejor, pero todavía estaba herida. Había sido su
idea elegir los disfraces del otro.
—Bueno. De acuerdo. —Levantó las manos, caminando hacia mí—.
¿Qué tal si vamos por dulces así, y te daré una parte de los míos?
Bueno… eso prometía.
—Dame un tercio de tus dulces, y es un trato.
—¿Qué? —Sus ojos se agrandaron—. De ninguna manera.
—La mitad de los tuyos.
Entrecerró los ojos, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Cuanto más esperes, más alto iré… —lo reprendí suavemente.
—Un tercio. —Le tendió la mano—. Trato final.
—La mitad o ningún trato.
—¡Heather! —gimió, luego gruñó cuando su cabeza cayó hacia atrás—
. Bien. Te daré la mitad.
Le estreché la mano.
—¿Tenemos un plan de acción para ir a estas casas?
—¿Eh?
—Quiero decir, vamos. —Puse mis manos en mis caderas, o en una de
las cabezas de gato—. Necesitamos disfraces de respaldo para poder ir dos
veces a las casas.
Reflexionó sobre eso un momento, sacando su labio inferior hasta que
de repente respondió.
—Espera.
Corrió dentro, la puerta de la pantalla se cerró de golpe detrás de él.
Un momento después, lo escuché corriendo de regreso.
Su madre gritó desde adentro:
—¿Qué estás haciendo con mis nuevas sábanas, Channing?
Corrió, abriendo la puerta de la pantalla como si estuviera hecha de
aire. Dejando caer las sábanas a mis pies, sacó un marcador negro y unas
tijeras y gritó:
—¡Nada, mamá! —Se volvió hacia mí—. ¡Corre!
Tres horas más tarde, habíamos tocado las puertas de todo Roussou
dos veces y estábamos caminando por los rieles de regreso a la casa de
Channing. Nuestras bolsas eran enormes. Los trajes dobles habían
funcionado. Además, nuestro segundo pase había llegado tarde a las casas, 77
y la mayoría de la gente quería deshacerse de sus dulces. Roussou no estaba
recibiendo a los clientes que solía tener, ¡fue increíble!
—Deténganse ahí, ustedes dos.
Un gruñido bajo vino de detrás de nosotros.
Nos volvimos para encontrar a dos tipos allí, uno con un disfraz de
segador y el otro con ropa de prisión. En cierto modo, eran el asesino en
serie y el criminal que había elegido para Channing. Hablando de
coincidencia cósmica.
Ambos llevaban máscaras y el más grande gruñó:
—Dennos los dulces, perdedores.
¿Perdedores?
Al di-a-blo con esta mier-da.
Sí. Al diablo con esta mierda.
Mi papá me tenía prohibido maldecir, pero en serio. Él no estaba aquí.
¡AL DIABLO CON ESTA MIERDA! También grité.
—¡Ahhhh!
Ambos chicos dieron un paso atrás.
Channing me estaba mirando, frunciendo el ceño.
—No te vuelvas loca.
Grité.
—He negociado duro por esos caramelos. No los están tomando.
El asesino en serie y el criminal compartieron una mirada, pero
ninguno dijo una palabra. Sus hombros rodaron hacia atrás y el más alto
levantó la cabeza. Tosió.
—Lo digo en serio. Dennos los dulces.
Muy bien. ¡Hagamos esto, IMBÉCIL!
Estaba soltando todas las palabrotas ahora. En mi cabeza.
Apoyé mis pies y dejé caer mi bolso. Estaba en la sábana de fantasma,
así que me agaché y saqué la bata.
—Qu… —El más bajo frunció el ceño—. ¿Qué estás haciendo?
Me arranqué dos de los gatos.
—¡Te voy a tirar con ellos, imbécil!
—¡No me llames imbécil!
—¡IMBÉCIL!
—Hombre —se quejó, mirando a su amigo—. Ni… —Se calló de repente,
apretando sus labios y lanzándonos una mirada.
¿Ni? ¿Ni qué? 78
Entonces oí a Channing reírse a mi lado.
—Ustedes, perdedores.
Todos lo miraron.
—¿Chan?
Me hizo un gesto.
—Pon los gatos lejos. No somos los perdedores. Ellos lo son.
Ambos chicos gimieron.
—Vamos, Channing.
Channing avanzó, sus manos formando puños a sus costados, y negó.
—Pueden intentar tomar nuestros dulces. —Esperó un momento—.
Pero voy a tomar los suyos en su lugar.
—Chan, solo estábamos jugando.
—¡Se acabó el tiempo!
—¿Qué? —El más grande comenzó a correr hacia atrás—. No nos dijiste
que teníamos un límite de tiempo.
Channing comenzó a seguirlos.
—¡No lo hice, porque no soy un PERDEDOR!
Toda pretensión se había ido. El asesino/segador en serie y el criminal
salieron corriendo. Channing fue justo detrás de ellos.
—¡Channing! —grité—. ¿Qué quieres que haga? —Teníamos dos bolsas
de basura de botín. No podía cargarlas y seguirlo a él también.
Gritó de nuevo.
—Solo espera. ¡Ya vuelvo!
Y diez minutos después, volvió. Con dos bolsas más.
Conseguimos el gran botín.
—¿Qué? —le pregunté mientras me tiraba una de las bolsas. La atrapé.
Era pesada.
Me dio una sonrisa torcida, usando la parte de atrás de su brazo para
limpiar su frente. Jadeó.
—Eran Norm y Matt. Los idiotas Pensaron que podían robarme.
—Ellos son tus amigos.
Se encogió de hombros, dejó caer su bolsa al suelo y revolvió a través
de ella.
—Son mis mejores amigos después de esta noche. —Siguió mirando a
través de su alijo, pero yo lo estaba observando.
79
Vi el oscurecimiento de su ojo y me acerqué a él.
—¿Vas a tener un ojo morado?
Hizo una pausa, mirando hacia arriba.
Hice una mueca, viendo su rostro ahora. La mitad iba a ser negro y
azul. Ya se estaba hinchando. Sabía de moretones y esas cosas. Mi hermano
mayor era un exaltado. O eso dijo mi papá.
—Estoy bien.
Toqué una de las magulladuras y siseé.
Por qué siseé, no tenía ni idea. Channing ni siquiera se movió.
Una mirada de piedra se apoderó de él.
—Estoy bien, Heather. —Tomó mi bata de nuevo—. ¿Todavía crees que
vas a ser una anciana con gatos?
Sonreí, negando.
—Creo que voy a ser un accesorio en su lugar.
—¿Una pulsera? ¿Lo dices en serio?
—No. —Asentí hacia él y las dos bolsas que había traído—. Un accesorio
para un criminal como tú.
Channing se rió. Me reí. Y mientras caminábamos por el resto del
camino a su casa, con los dulces en bolsas tirados sobre nuestros hombros,
Channing se acercó y tomó mi mano.
Nos tomamos de las manos el resto del camino.
No se lo digan a nadie.

80
Channing
EN LA ACTUALIDAD

eather la mencionó hace dos noches.

H Casi me cago en los pantalones.


No la había estado esperando, pero allí estaba, justo en el
centro de mi alma.
La pena que creía que se había ido hacía mucho tiempo estaba de
vuelta, como si nunca se hubiera ido. 81
Pensábamos que íbamos a tener una hija. Había estado planeando
declararme, pero luego Heather se despertó una mañana y…
Fue como el día que murió mi madre.
Estaba preparado para perder a mi madre, o tan preparado como un
niño podría estarlo, pero no estábamos preparados para perder a nuestra
niña.
Habíamos estado llenos de esperanzas y planes futuros, y hasta había
visto la cerca blanca en mi futuro. Probablemente habría algunas Harleys
estacionadas detrás de esta, pero estaba listo para ir por el camino de las
esposas y los grilletes, en el tobillo de Heather, no en el mío.
Ella era demasiado buena para mí.
Oí el timbre de mi antigua escuela secundaria y miré hacia arriba.
Heather se había quedado a dormir la noche anterior. Bren no lo había
hecho, y cuando la oí esta mañana, no pude mantener a raya a la persona
del “hermano mayor/padre”. Habíamos discutido, Bren se había escapado,
y aquí estaba yo, acosando a mi propia hermana pequeña como el remedo
de padre perdedor que era, jodiendo las cosas a diario. La había visto entrar
antes, y el mundo no había parecido tan desordenado. Ella se veía bien. Los
otros niños la evitaron, pero de forma respetuosa.
El orgullo llenó mi pecho mientras la miraba.
Iba a estar bien. ¿Verdad? Se veía bien. Parecía ruda, un poco más del
lado aterrador de rudo que Heather solía ser cuando estábamos en la
escuela, pero aun así, ruda.
Mi teléfono vibró.
Y así, al ver que era Moose quien estaba llamando, mi vida del clan
había regresado. Bren, Heather, tenían que esperar.
El teléfono zumbó en mi mano, pero tuve que tomarme un segundo.
Esa preocupación/amor/pena no funcionaba. Se sentaba en mi pecho
como un maldito elefante.
Gruñí. Sentado en mi camioneta, como un loco, rechiné los dientes y
rechacé esos sentimientos. Los pisoteé, y sí, una parte de mí fue con ellos.
Las fosas nasales se ensancharon, contesté el teléfono.
—¿Sí? —espeté.
—Hola. —Moose no estaba desconcertado—. Hay un tipo en el almacén.
Abogado espeluznante. Lo estoy mirando a través de los videos. Incluso tiene
el cabello viscoso y liso. —Moose se echó a reír—. Parece un puto Peter.
Un Peter.
Una parte de mí estaba feliz. Ya era hora de tener a alguien con quien
joder. 82
—Está bien. —Revisé la hora, dije con voz ronca—: ¿Trabajas más
tarde?
—Abro a las once. —Hizo una pausa.
Sabía que había oído cómo sonaba mi voz.
Solo preguntó:
—¿Quieres refuerzos?
—Sí. —Nunca se sabe quién podría llevar un arma a una visita de
improvisto—. Voy saliendo de la escuela ahora.
—¿Escuela? ¿Qué? Quieres reprobar otro…
No quería escuchar la broma, así que colgué. Mi teléfono sonó un
momento después, una vez que estaba en la carretera.
Moose: Dejando la escuela, mierda.
Me reí. Eso ayudo. No mucho, pero un poco.
Cuando llegué al almacén, vi que Moose tenía razón. El tipo que estaba
parado afuera de la puerta era un Peter.
Maldito infierno.
Le sonreí mientras se giraba hacia mi camioneta, y bajé la ventanilla.
—Quienquiera que seas, no es tu día.
El chico se apartó de la puerta cuando me estacioné.
Salí, pero no tenía prisa por intensificar esta interacción. La necesidad
de sacarme algo de mierda, de hacer sangrar a este objetivo era demasiado
grande.
Me quedé atrás, apoyado en mi camioneta.
No confiaba en mí mismo, todavía no.
Ajustándose la corbata, empezó a darme la mano y la sacudió.
—Soy Eric McDougall. Brett Marsch es mi cliente. Él es…
—Me detendría allí mismo —gruñí.
El tipo tenía una cabeza parecida a un pájaro, y se levantó alto. Se pasó
una mano por la corbata.
—Yo… ¿discúlpeme?
Ya había pasado su pregunta, estudiándolo.
—No esperaba que el chico se consiguiera un abogado. Pensé que tenía
un clan aquí, pensé que tendría que lidiar con el problema de esa manera.
—Fruncí el ceño—. ¿Esto significa que no tiene un clan local?
—¿Qué? —Frunció el ceño—. No. ¿De qué estás hablando? Estoy aquí
en nombre de Brett Marsch, senior.
83
—Dices eso como si me importara una mierda.
Otro ajuste de corbata y esta vez, juntó los costados de su chaqueta.
Fijó el botón superior. Realmente se veía como un Peter ahora.
—Estoy aquí para ofrecerles a usted y sus socios una propuesta de
trabajo.
—¿Una propuesta? Estoy intrigado —lo dije rotundamente. No estaba
nada intrigado.
Juro que su pecho se hinchó.
—Como dije, represento a Brett Marsch, senior, de Marsch Industries.
Se ha enterado que puede haberse encontrado a su hijo recientemente. Le
gustaría saber la base de esa interacción.
—¿La base?
Mi mano se movió.
—Sí. ¿Cuál fue la razón detrás de tu interacción con su hijo?
Moose necesitaba apurarse.
Incliné mi cabeza hacia un lado.
—¿Cuánto quiere saber?
Mi significado era claro.
El chico entrecerró los ojos.
Dio un paso atrás.
—Bueno, le gustaría saber si fue una interacción de negocios o una
interacción social. Cualquier información que pueda dar a mi cliente, estaría
agradecido.
Me reí, cruzando un tobillo sobre el otro.
—Me gustaría saber cuán agradecido estaría.
El abogado me miró fijamente.
Me quedé mirándolo también.
Frunció el ceño.
—¿Está tratando de extorsionar a mi cliente por dinero?
Sonreí.
—Esas son palabras grandes para esta jodida escuela secundaria. —
Dejé de sonreír, haciéndole saber que hablaba en serio. Enfrié el tono—.
Papá quiere saber dónde está su hijo errante. ¿Verdad? ¿Entendí bien?
Tragó saliva, su manzana de Adán saltó arriba y abajo.
—Sí. Lo hace.
—No sabes dónde coño estás. Aquí no somos la gente amigable de la
pequeña ciudad. Si quieres algo, pagas por ello. Quieres información sobre 84
el hijo adulto de su cliente, paga por ella. ¿Está claro?
Tosió.
—¿Pagar por ello?
Oí que se acercaba una camioneta. Moose llegó en el momento perfecto.
Su camioneta se desvió por la carretera y redujo la velocidad antes de
llegar a donde yo estaba.
Bajó la ventanilla.
—Oye, idiota abandona escuelas.
Gruñí.
—Demuestra que eres el idiota. Me gradué.
—¿Qué? —Su sonrisa se desvaneció—. ¿De verdad?
—Tú eres el que no se graduó —señalé—. Este excelente Peter está
ofreciendo dinero para averiguar qué negocio teníamos con el señor Brett
Marsch.
El abogado se erizó.
—Mi nombre es Eric McDougall. Y no estaba ofreciendo. Estábamos
discutiendo la opción de…
—¿Qué? ¿En serio? —Moose estaba muy serio.
El abogado tragó.
—Sí. —Frunció el ceño—. Ese es mi nombre.
—No tu nombre. ¿Estás ofreciendo dinero?
—Oh. Eh… —Tosió, luego sus hombros se desplomaron—. Supongo
que sí. —El Peter ajustó su agarre en su maletín, moviéndolo frente a él
como si fuera un escudo—. El señor Marsch está dispuesto a pagar, pero
antes de poder discutir cualquier pago, necesito saber qué tipo de
interacción tuvo con su hijo. —Hizo una pausa, esperando.
No tenía ninguna duda que esto había funcionado en otros.
Quedarían impresionados por su elegante traje, su peinado hacia atrás,
el maletín que probablemente era de una marca bastante cara, y después
de agitar la promesa de dinero que tenían delante, su baba estaría hasta los
tobillos.
Nos miró fijamente.
Moose y yo nos quedamos mirándolo.
No dijimos nada. No parpadeamos
Estábamos contentos de esperar que este tonto se fuera. Infierno. Esto
era un entretenimiento para nosotros, solo verlo inquieto.
Un minuto. Dos. Tosió otra vez, alisando una mano por su corbata, y 85
luego otra vez, un tercer alisado. No podía hacerla más plana. La corbata
estaba muerta. La había sofocado.
—Bueno… —Enderezó sus gemelos.
No, realmente. Lo hizo.
Todavía no hay reacción de Moose y yo.
—Está bien, entonces. —Su pecho se levantó y cayó—. ¿Puede decirme
la razón por la que interactuó con el señor Marsch, Jr.?
Moose y yo nos sonreímos.
—¿Qué? —El abogado parecía desconcertado ahora.
Moose le hizo un gesto.
—Así es como funcionamos. Usted nos paga. Entonces se lo contamos.
El abogado me miró.
Me apoyé en mi camioneta y asentí hacia Moose.
—Él es el músculo. Yo lo escucharía.
Moose levantó sus ojos, pero eso era lo más cerca que podía estar de
poner los ojos en blanco. Su cara de seriedad todavía estaba puesta.
—Tu primer error fue venir aquí. Tu segundo mencionar que conocías
a Brett Marsch. El tercero venía vestido así, y el cuarto hacernos saber que
realmente quieres saber de qué hablamos con Marsch.
Las cejas del abogado se juntaron.
Moose se enmendó.
—Marsch, Jr.
El abogado se giró hacia mí. Negué.
—Tú pagas. Nosotros hablamos.
Frunció el ceño y maldijo, alcanzando su billetera. Sacó unos billetes y
los arrojó al suelo.
Veinte dólares.
Moose y yo nos echamos a reír.
Dos de ellos volaron.
Nadie hizo un movimiento para atraparlos, y advertí:
—Es posible que no quieras molestarnos.
Moose no reaccionó, pero sentí su sorpresa.
Estaba a punto de romperme. Necesitaba retroceder, pero ella estaba
allí. Justo debajo de la superficie. Estaba con Heather. Bren también. Tres
mujeres en mi vida, y una ya se había ido.
Mierda. Tenía que hacerle saber a este tipo.
—Me insultas una vez más, arrojas dinero a mis pies como si fuera un
86
jodido mendigo, y tu sangre lo cubrirá. —Levanté una ceja—. ¿Estamos
claros?
No se movió. No por un total de diez segundos. Sus ojos se clavaron en
los míos, y sin una palabra, sacó cien de su billetera.
Cuando todavía no me moví, se lo acercó a Moose.
Tan pronto como Moose lo tomó, dije:
—Él estuvo aquí.
Me detuve.
Esperó.
Solo le sonreí, sabiendo que la amenaza de violencia estaba en el aire y
sabiendo que podía sentirla.
Murmuró por lo bajo.
—¿Estás bromeando? —Pero empujó sobre otro billete de cien dólares.
La siguiente ronda de este juego comenzó, seguida de algunos más
después de eso. Aprendió que habíamos hablado con él y que había estado
dentro de nuestro almacén.
Me contuve hasta que hubiésemos recibido quinientos de él. Entonces
ya había tenido suficiente.
—Mira, danos otros quinientos y te lo contamos todo. Nada menos que
eso.
Se arrastró hasta su máxima altura, como si estuviera ofendido. Pero
después de mirar entre Moose y yo otra vez, se dio por vencido.
—Bien —murmuró, sacando su billetera y vaciándola.
Moose tomó el dinero, lo contó y asintió.
—Marsch estaba ejecutando una estafa en el asilo de ancianos aquí —
le dije a Peter—. Lo sacamos de la ciudad.
Parecía desinflado.
—¿Eso es?
Le habíamos dado una paliza, pero no estaba compartiendo eso con un
abogado.
—¿Por qué lo buscas? —le pregunté—. ¿El padre querido, solo está
extrañando a su heredero?
Sostuvo su maletín más alto, moviéndolo para descansar frente a su
estómago.
—Eso no es asunto tuyo.
Moose y yo compartimos una mirada. Avancé, cruzando mis brazos
sobre mi pecho.
87
Peter retrocedió un paso, sus ojos pasaron de mí a Moose y regresaron
otra vez. Su boca se frunció.
—Somos buenos para encontrar gente —le dije—. Valdría la pena su
tiempo para pagarnos para entregárselo.
—¿Entregar? —Se hizo eco.
—Sí. Lo encontramos, te lo traemos.
Su cabeza inclinada hacia un lado.
—¿Cuál es el truco?
¿Ven? Era inteligente.
—Por un precio, se lo entregaremos.
Suspiró, dejó caer los hombros y negó.
—Por supuesto. Por un precio —masculló, sacando una chequera—.
¿Por qué tengo la sensación que están a punto de estafarme?
—Diez gran…
—¿Diez mil? —balbuceó.
Lo ignoré.
—Los abogados no son baratos. Estás conduciendo por ahí,
persiguiendo a este tipo, así que o te está chantajeando o estás cobrando
por hora. De cualquier manera, tiene suficiente para querer que le devuelvan
a su hijo. Entonces sí. Diez mil, Peter.
Gruñó.
—Ese no es mi nombre.
—Si está en el área, se lo entregaremos en cuarenta y ocho horas. Si
no lo está, tardará más tiempo por el viaje. —Me encogí de hombros—.
Tómelo o déjelo. O podemos esperar, ver si regresa para terminar su estafa,
y podemos darle la misma opción.
Moose se inclinó hacia delante.
—Excepto que nos pagará para que no lo jodamos, sino para que te
jodamos.
—Tu elección —terminé.
El tipo estaba jodido, y lo sabía.
Una vena salió de un lado de su cuello. Moose y yo hicimos lo que
habíamos hecho antes: nada. Le devolvimos la mirada y no nos movimos ni
un centímetro.
—Bien. —Exhaló un suspiro frustrado, maldiciendo en voz baja—.
Tengo la sensación que no tendrán ningún problema para averiguar dónde
me quedaré mientras tanto. —Escribió el cheque, firmando con tanta fuerza 88
que el bolígrafo abrió un pequeño agujero. Tras arrancarlo, lo arrojó hacia
Moose y luego se dirigió a su auto.
Estaba a mitad de camino, pasando nuestras camionetas, cuando se
giró sobre sus talones. Me apuntó con un dedo.
—Será mejor que esté vivo e ileso.
No respondimos.
Se dirigió a su auto, pero se detuvo de nuevo.
—¿Quiero preguntar qué es un Peter? —Ya estaba haciendo una
mueca.
Moose me miró. Bajé la cabeza hacia adelante, dándole el visto bueno,
y con una sonrisa maliciosa, comenzó.
—¿Has oído hablar de un lugar llamado Tuesday Tits?
Las cejas del abogado se juntaron.
—¿El bar en la ciudad?
Moose asintió.
—Pero no es un club de striptease.
—¿Qué tiene eso que ver con un Peter?
Moose estaba llegando allí. No iba a ser apresurado. Habló despacio.
—Un Peter es el tipo de persona que apareció por primera vez cuando
se cambió el nombre a Tuesday Tits. Entró pensando que el lugar era un
club de striptease. Entra, mira a su alrededor. Hay unas cuantas chicas,
pero ninguna muestra sus tetas. Así que está confundido, pero no dice nada.
No se va. No pregunta si el lugar es un club de striptease o no. Se dirige a
un rincón oscuro, donde está listo para tocarse, y comienza a beber. Se
sienta allí toda la noche, con la esperanza que alguien comience a bailar, y
demonios, cuando llega la noche, espera que cualquiera empiece a bailar.
Bebe toda la noche, y se embriaga tanto que es un montón de nada cuando
lo sacan. Toma un taxi a casa. Duerme y vuelve al día siguiente. Un Peter
es ese tipo que viene todos los días, bebe todos los días, solo con la
esperanza de ver un par de tetas. Pero está tan avergonzado de sí mismo
que nunca pregunta si es un club de striptease o no. Es el tipo de persona
que se pone en ridículo todos los días en Tuesday Tits, y cuando lo llaman
PEDATT4 al final de la noche, se da la vuelta y responde: “No soy Peter”.
Moose estaba sonriendo ampliamente ahora, pero con un brillo cruel.
—Eso es un Peter.
El Peter nos miró. No parpadeó. No reaccionó. Permaneció inmóvil
hasta que sus manos se alzaron y se apretaron sobre el volante.
—Ileso —dijo de nuevo.
Despegó de allí, escupiendo tierra, lloviendo un poco sobre nosotros. 89
Tan pronto como se fue, Moose me miró.
—No está ileso.
Levanté un hombro.
—¿Qué va a hacer? ¿Demandarnos? —Entonces di una orden rápida—
. Difunde la palabra. Consíguelo antes que Richter se entere que este
abogado está aquí. No necesitamos que un problema se combine con el otro
problema.
Moose asintió, con una mirada oscura en su rostro.
—Lo tengo.
Toda la mierda en mi vida, ese era un problema que podía resolver.
Pero todavía tenía la necesidad de golpear mis puños en algún lugar.

4 El sonido de la palabra Peter.


Heather

ompí las reglas.

R Hablé de ella.
Hubo una tregua incómoda en los dos días desde entonces
entre Channing y yo. Ya no habíamos hablado de ella, pero los dos la
sentíamos. Sabía que lo habíamos hecho. Channing estaba más nervioso de
lo normal, pero yo también. Probablemente fue la razón por la que lo hicimos
como animales anoche.
El sexo era más fácil que los sentimientos. Siempre. Por siempre. 90
Yo estaba saliendo de su casa cuando Bren entró, ya saltando en su
primer día de escuela. Tenía una bolsa de comida en la mano.
Perdí el equilibrio, como lo hice casi cada vez que ella estaba cerca.
No fue su culpa.
No había pedido que su padre fuera a la cárcel y que Channing fuera
su tutor. A pesar de la indiferencia y el frío exterior, tuve la sensación de
que ella amaba a su hermano. Pero recordé que estaba en el instituto.
Recordé que perdí a mi propia madre, y recordé que no quería acercarme a
nadie. Apenas dejé entrar a Sam, aunque ella nunca lo supo.
Bren y yo hablamos un poco, y fue incomodo, como siempre.
Era una loba enjaulada que creció siendo abusada. Había tanta belleza
allí, pero era salvaje y peligrosa. Necesitaba amor, tanto amor, y yo era la
estúpida, quitándole algo de ese amor porque Channing no había
descubierto cómo lidiar con todo.
Me dolía por Bren. De verdad que sí. Quería tomarla en mis brazos,
abrazarla y sostenerla, aunque sabía que lucharía por escapar. Necesitaba
el amor, pero ella no quería necesitarlo.
No tenía las palabras. Rara vez las tenía.
Así que ella estaba aquí. Yo estaba aquí. Y ninguno de nosotras sabía
qué decir.
Me sorprendió que duráramos tanto como lo hicimos. Finalmente se
marchó, diciendo que iba a volver a la escuela, pero yo no había nacido ayer.
La chica estaba abandonando. No era mi lugar para intervenir. Mierda. Ni
siquiera sabía lo que habría hecho, así que me fui también.
Tenía que volver a Manny´s.
Pero una vez en mi auto, me di cuenta de que la gasolina casi se estaba
acabando, así que me metí en una de las dos gasolineras de Roussou.
Channing estaba sentado en la parte delantera de mi camioneta cuando salí,
con una bebida energética en la mano.
Sus pies colgaban del capó, y mostró una sonrisa arrogante al verme.
Dudé un poco, contenta de ver el engreimiento, no la confusión que
había desatado hace dos noches.
Me aferré a mi bebida antes de acercarme.
—Hola.
—Hola. —Se estaba burlando de mí, dándome la misma respuesta
hermética.
Luché para no poner los ojos en blanco.
—¿Qué estás haciendo aquí?
No respondió a eso. 91
—¿Acabas de llegar de la casa?
—Sí, dormí hasta tarde.
Nos quedamos callados, pero ambos sabíamos lo que pasaría después.
Era arrogante. Estaba sonriendo. Eso significaba que íbamos a la
superficie. No estábamos yendo a lo profundo.
Pero Channing esperaría a que yo diera el primer paso, si quería tocarlo
o no. Yo marcaría la pauta. Normalmente me dejaba, a menos que su
hambre fuera demasiado. Entonces él merodeaba por mí, y yo podía decir sí
o no. Pero no así, cuando su hambre estaba saciada, cuando estábamos a
plena luz del día y había gente mirándonos como si supiera que la había.
Todos nos miraban, especialmente a Channing.
Era venerado aquí. Lo amaban, y me observaban porque sabían que él
me amaba.
La decisión era mía ahora mismo. Yo tampoco sabía lo que quería, así
que jugué a lo seguro.
Forcé una risa falsa. Me hizo estremecerme.
—Me dirigía de vuelta a Manny´s.
Asintió, todavía mirándome, aún sin decir nada. Su mirada tomó una
mirada de conocimiento, como si estuviera leyendo dentro de mí.
—De acuerdo —dijo.
Le eché un vistazo.
—¿Qué?
Su sonrisa se extendió, lentamente.
—¿Qué?
—De acuerdo —me burlé de él—. ¿Qué significa eso? “¿De acuerdo?”.
—No lo estoy diciendo de alguna manera. Sólo estoy de acuerdo contigo.
—Vamos.
—¿Vamos? —Sus ojos bailaron y bajó la cabeza—. Vamos, ¿a qué? —
Estaba coqueteando.
No podía contener mi sonrisa.
—De acuerdo —lo dije exactamente como él lo dijo.
Se echó a reír, me alcanzó y me puso delante de él. Deslizó sus manos
a través de mi cabello, trayendo algo de él para cubrir mi rostro hasta que
no pude ver nada.
—Así es como deberías llevar el cabello. Es muy Tío Cosa. Puedes
empezar una tendencia, llámala Cosa Heather.
—¿De verdad? —Me estaba comiendo mi propio cabello, pero no podía 92
quitarme la sonrisa. Él tenía ese efecto en mí.
—Oh, sí. —Su voz era suave, cada vez más íntima, y se inclinó hacia
abajo, su mano sobre mi espalda—. Y entonces puedo hacer esto todo lo que
quiera.
Su mano estaba en mi trasero. Agarró una buena parte, pero no fue un
agarre ofensivo. Era un reclamo posesivo, y sentí su aliento en mi cuello.
Sus labios rozaron mi piel. Me abrazó, casi me tapó. Me acerqué a él, con
mis brazos deslizándose por sus piernas y alrededor de su cintura. Fue un
toque íntimo. Probablemente se veía muy incómodo desde afuera, pero
estaban en el exterior. No estaban parados donde yo estaba, y no sentían
cómo me sentía con Channing en ese momento.
No quería volver a casa.
Me dio cobijo, y sentí que todo iba a salir bien. Toda la mierda mala se
arreglaría, y no tendría que enfrentarme a nada de eso. Pero esa no era la
verdad, y me quejé mientras me alejaba.
Su mano se fue de mi trasero, aunque no me dejó ir muy lejos. Sus
piernas se apretaron a mi alrededor, sujetándome en su lugar, y cerró sus
brazos alrededor de mis hombros. Me estaba abrazando, de una manera casi
casta. Su cabeza descansaba contra la mía.
Entonces sentí su tensión, y supe que este abrazo era para él.
Me necesitaba, y momentáneamente sorprendida, me quedé allí.
Me hundí de nuevo en él.
—¿No son adorables?
¡Dex Richter!
La pregunta ni siquiera se había hecho antes de que Channing se
levantara y saltara a mi lado. Su cuerpo se puso rígido, y me di la vuelta.
Sabía de quién era esa voz, y sabía lo que Channing querría que hiciera.
Se adelantó para tratar con Richter mientras yo me metía en mi
vehículo. Estaba saliendo de allí mientras contaba cuántos Demons había
con su líder.
Richter me hizo un gesto, pero yo lo ignoré, haciendo girar mis
neumáticos para acelerar a una cuadra de distancia antes de detenerme.
Llamé a Moose.
—¿Heather?
—Channing está en una gasolinera en Roussou con Richter.
No hubo vacilación.
—¿Cuál?
—Miller's.
—En él. Ve a Manny´s. 93
—Tenía a otros cuatro con él —agregué.
Capté un pequeño juramento antes de que Moose colgara, y aunque
todo en mí quería volver y estar con mi hombre, fui a Manny´s. Esa era mi
casa. Tratando con Richter, ahí es donde Channing gobernaba.
Me fui a trabajar y traté de no pensar en que yo me había ido.
Channing

i mandíbula podría cortar acero.

M Estaba jodidamente enojado.


Aquí estaba Richter, cuatro de su equipo detrás de él.
Sus Harleys estaban en mi pueblo, y yo quería clavarle la cara en el suelo.
En vez de eso, hice una pregunta, con cierto frío en mi tono.
—¿Crees que puedes acercarte a mí y a mi chica? —Me acerqué un
paso más—. ¿Cuando estoy con mi chica?
Sus hombres ya estaban firmes. Esa fue mi primera pista de que 94
Richter estaba aquí para meterse conmigo. Pero ante mi respuesta brusca,
se pusieron en posición de pelea.
La ira se apoderó de mí, estruendosamente fuerte, y me sentí tentado
a vadear la maldita precaución. Heather y mi tiempo con ella estaban fuera
de los límites. Esa es una lección que pensé que había aprendido hace
mucho tiempo. Parecía que una sesión de recordatorio era necesaria.
—Vaya, Monroe.
Capté el destello de cautela en sus ojos antes de que lo enmascarara.
Lo asusté, y eso era todo lo que necesitaba saber. Eso significaba que no
tenía la fortaleza de los hombres detrás de él, que actuaba como si la tuviera.
Retrocedió los hombros, tratando de sonreír. Su mano se levantó.
—Tranquilo, hombre. No sabía que tú y Jax estaban juntos de nuevo.
¿El jo…? Ya lo había hecho.
Debí haber esperado.
Sabía que Heather había llamado.
Debí darles tiempo para movilizarse, pero un interruptor se apagó en
mi cabeza. Dejé de pensar. Y toda la mierda de los últimos días se enrolló y
se acumuló en mi puño.
Me giré, a pesar de las consecuencias, porque este cabrón se lo merecía.
Le pegué un puñetazo en la cara.
Hubo un segundo de silencio justo después. Siempre fue así en una
pelea.
Alguien hizo el primer movimiento, esperado o no, luego el silencio. Por
un dichoso segundo.
Me encantó ese momento. Lo disfruté. Lo inhalé, porque sabía que era
todo lo que tenía antes de que el tiempo volviera a su lugar y las
consecuencias me apresuraran.
Pero en ese momento, cuando su cuerpo cayó, me paré sobre él, y no
había sangre de él en mi mano. Era mía. Era de Bren. Era de mi padre. Era
de Heather.
Era de mi hija.
Entonces el tiempo volvió corriendo hacia mí, y el momento había
pasado.
Era hora de pelear.
Su segundo me pasó por delante, con el brazo en alto.
Envolviendo a Richter con mis brazos, lo tiré al suelo, pero estaban
sobre mí. 95
Cuatro pares de manos me agarraron, arrancándome antes de que
pudiera realmente darle una paliza.
Escuché chirridos de frenos, y antes de que pudieran empezar a
golpearme, dos grandes figuras estaban sobre ellos.
Moose tomó uno, lo arrojó al suelo y empezó a maldecir.
Congo era el siguiente, luchando con su gran cabrón.
Los dos últimos que me sujetaban fueron arrancados, y Richter regresó
a mi línea de visión.
Se quedó helado al verme llegar, y empezó a correr.
—¡No! —Me agaché y me acerqué a él como si estuviera a punto de
anotar un touchdown, al final del cuarto, y se interpusiera entre la victoria
y yo en el partido del campeonato. Ese tipo iba a caer, y lo sabía.
Dio un paso atrás. Sus manos se levantaron cuando lo agarré.
Lo derribé con el cuerpo y empecé a golpear.
El primer golpe lo aturdió, y cualquier pelea que pudiera haber tenido
había desaparecido. Pero yo todavía no había terminado. Izquierda, derecha,
izquierda, derecha: Al principio lo golpeaba en rápida sucesión, pero cuanto
más tiempo se quedaba quieto, más distancia tenía para mis puñetazos.
Estaba subiendo, bajando el puño desde el hombro cuando oí el primer
grito.
No podía parar.
Ya había amenazado a Heather antes. Bren también. Ahora se acercó
y… no estaba peleando con él por la ofensiva en la que sabía que estaba
trabajando para entrar en Roussou. Le decía, a mi manera, que necesitaba
mantenerse alejado de los que yo amaba.
Bren.
Puñetazo.
Heather.
Puñetazo.
Mi hija.
Puñetazo.
—¡Chan! —me gritó Moose en la cara, tirando de mi hombro.
Me giré, alejándolo.
Yo era libre. Por un segundo.
La cara de Richter era un desastre sangriento. Ni siquiera estaba
seguro de dónde estaba golpeando. No podía ver sus ojos ni nada. Era una
masa gigante de sangre supurando, y se estaba esparciendo por todo mi
cuerpo.
96
Todavía no podía parar.
—¡CHAN!
Tres tipos estaban encima de mí, tirando de mí, tirando de mí hacia
atrás, alejándome. Me arrastraron unos metros antes de que oyera que
venían las patrullas.
—¡Corre, hombre! —me gritó mi primo en la cara y vi a Lincoln salir de
la estación con las cintas de seguridad en las manos.
Teníamos que irnos. Teníamos que irnos ahora.
—Lo tengo. —Me los quité de encima—. ¡Lo tengo!
No quería pasar la noche en la cárcel cuando el resto de los Demons
estaban al acecho. No me delataban, querían vengarse, y nadie en Roussou
hablaba. El video de seguridad estaba listo, así que mientras saliéramos de
aquí, estaríamos a salvo.
Por ahora.
Salí hacia mi camioneta, pero miré hacia atrás.
Cinco de ellos estaban en el suelo, y sólo uno había empezado a
sentarse. Había un hospital en San Francisco. Ellos irían allí, no a Fallen
Crest.
Cuando me subí a mi camioneta, Scratch estaba en la puerta.
—Supéralo. —Me empujó, sin esperar, y se metió donde yo había
estado—. No vas a conducir. No después de esto. —Se fue de allí, escupiendo
grava suelta—. Lunático.
Las ventanas estaban bajadas, y él iba a más de sesenta por la ciudad,
pero todo lo que podía hacer era sonreírle. Estaba sangrando por la cara,
los hombros, los brazos y las manos, y yo me reí.
—Apuesto a que eres tan malo como yo.
No dijo nada, sólo condujo por las carreteras secundarias hasta el bar
donde íbamos juntos. No fue hasta que llegamos al callejón trasero que sus
manos empezaron a temblar.
Él estacionó y se sentó allí.
Su cabeza colgaba hacia abajo.
—Podrías haberlo matado, Chan —dijo antes de mirarme—. ¿Dónde
estaríamos todos entonces?
Un escalofrío bajó por mi columna vertebral.
Él tenía razón.
Una imagen de mí mismo, lanzando puño tras puño sobre Richter,
apareció en mi cabeza. Sentí cómo se le rompía el cartílago. Sentí cómo se
le rompían los dientes. Sabía que me había roto un pómulo. 97
Y no había parado.
Scratch tenía razón. Pude haberlo matado.
—Lo siento.
No respondió.
Una camioneta se detuvo detrás de nosotros. Era Lincoln. Él y Congo
estaban saliendo, viniendo hacia nosotros.
Vinieron por órdenes.
Mi primo no estaba en nuestro equipo, pero podría haber estado. Se
metió en esta mierda por mí.
Congo abrió mi puerta y retrocedió.
—Moose llamó antes. Los exploradores se están preparando.
Asentí. Estarían fuera del hospital, de la ciudad de San Francisco y de
Roussou también.
—Quiero que mandes dos a Manny.
Congo sacó su teléfono, y salió para pasar la orden.
—¿Bren? —preguntó Lincoln.
Dudé antes de mover la cabeza.
—Su clan la protegerá. Ella va a estar bien. Les daremos un aviso.
Scratch rodeó mi camioneta y le arrojé las llaves a Lincoln.
—Si tuviéramos Demons aquí, o destrozaban el lugar o se iban.
Volverán. —Me lanzó una mirada oscura.
Cerré la puerta, haciendo un gesto de dolor al ver lo hinchadas que ya
estaban mis manos.
—Tuve que hacerlo —grité detrás de él—. Amenazó a Heather y a Bren.
Esta fue la segunda vez.
Scratch levantó las manos, yendo al bar. Lo entendió, pero estaba
molesto.
Necesitábamos estar listos, aunque probablemente no se estaba
trabajando en una refutación rápida. Los Demons eran lentos, demasiado
lentos a veces.
No planeaba sentarme y esperar a ver cuál sería la respuesta de
Richter. Quería saberlo antes de que él lo supiera.
—Vamos. —Asentí a Congo—. Tú y Lincoln trabajarán esta noche.
Limpia y empieza tu turno.
Lincoln empezó a entrar.
Congo esperó.
—¿Estás seguro? 98
Volví a asentir.
—Necesito limpiar, y luego tengo que hacer algo de trabajo.
—¿Qué hay de ese estafador? Moose dijo que querías encontrarlo.
—¿Sabes dónde está?
Hizo un gesto por encima de su hombro.
—Dejó el hospital ayer. Está en Fallen Crest, en uno de los hoteles de
allí.
—¿Cuál?
—The Starroad.
Moose salió por la puerta trasera del bar.
—¿Has estacionado en la calle? —le pregunté.
Su mandíbula estaba apretada, igual que la mía.
—Lo hice. Hay seis Demons dentro, relajándose como si nada hubiera
pasado.
Entrecerré los ojos.
—¿Quiénes son?
—Traverse y Connelly son dos de ellos.
Entrecerré los ojos.
—¿Sus teléfonos no funcionan?
—Estaban con ellos, algunos de los chicos. Pero no esos dos.
Eso no estaba bien.
Mi equipo se enteró de que estaba en problemas y vino por mí. Esos
tipos deberían haber hecho lo mismo por Richter, a menos que una de dos
cosas estuviera sucediendo: Se les había ordenado que se sentaran y
esperaran, que tomaran represalias si tenían la oportunidad.
O…
Iba con la corazonada que había tenido tan pronto como vi el miedo en
los ojos de Richter. Me dirigí hacia adentro.
Moose y Congo se apresuraron a ponerse al día.
—¿Qué estás haciendo, Channing?
Escuché el rastro de preocupación en la voz del Congo, y casi me hace
cambiar de opinión, pero mi instinto me decía algo. Necesitaba ver si
funcionaría.
No sabía mucho sobre el Demon MC, pero sabía que Traverse y
Connelly eran a menudo los que estaban en mi bar. Richter era su líder,
pero se mantenía alejado. Y cuando Traverse y Connelly estaban aquí, 99
siempre tenían los mismos miembros con ellos, además de algunos otros
aquí y allá.
Entré al bar.
Moose y Congo estaban justo detrás de mí, y ante mi presencia, Scratch
y Lincoln dejaron de hacer lo que estaban haciendo. Los clientes regulares
se dispersaron, y los pocos clientes que se detuvieron al azar de Fallen Crest
o Frisco no estaban muy lejos de ellos.
Traverse y Connelly se quedaron quietos, sin levantarse cuando me
acerqué a su mesa.
Los estudié, sopesando las posibilidades de que uno de ellos sacara un
arma. Como si estuviera leyendo mi mente, Traverse aplanó sus manos
sobre la mesa. Connelly hizo lo mismo, y los otros también. Ninguno de ellos
habló. Estaban esperando, sentados en sus habituales chalecos de cuero,
vaqueros, cadenas y botas. No estaban vestidos de forma diferente a los que
habíamos dejado en el suelo fuera de la gasolinera.
Mis ojos se cruzaron con los de Traverse.
—¿Hablas por los demás aquí?
Asintió, lentamente.
Su cabello era largo y desgreñado, siempre recogido en una cola de
caballo. Tenía tatuajes que corrían desde sus orejas hasta su cuello, con un
tatuaje de dragón barriendo todo el camino. La cabeza comenzaba debajo de
la oreja izquierda y se enroscaba justo debajo de la derecha, con la cola en
forma de S. Su frente estaba baja y plana. Sus ojos hundidos, y tenía una
nariz dura que terminaba justo sobre su boca. Ni siquiera quería mirar allí.
Le faltaban algunos dientes, excepto toda esa fealdad, Traverse era astuto.
Lo vi en sus ojos.
—¿Lo has escuchado? —Si lo hubiera hecho, sabría de lo que estoy
hablando.
Un segundo asentimiento lento. Parecía estar trabajando duro para no
alarmarme.
—Lo hice.
Lo estudié.
Lo repensé todo en un instante.
Dejé que Richter se saliera con la suya amenazándome una vez. Esta
segunda vez, no podía. Tenía que pelear, o Richter habría empeorado. Había
que trazar una línea.
Traverse se rascó la mejilla.
—Richter te subestimó hoy. No lo hará de nuevo.
—¿Y tú? —Esperé. 100
—No estaba de acuerdo con él.
—De la forma en que lo veo, estás aquí para un segundo ataque
planeado, o… —Lo observé. No pestañeó—. O estás aquí porque estás listo
para un cambio de liderazgo.
Ahora parpadeó.
Eso fue todo.
—¿Quieres ser el nuevo líder de los Demons?
—Sí. —Sin dudarlo, una vez más. Nunca apartó la mirada de mí—. Y
hoy fue el día que comenzó. —Hizo un gesto hacia afuera—. ¿Quizás
podamos hablar allá afuera?
Me pasé una mano por mi rostro, sintiendo cómo se me secaba la
sangre.
—Dame un minuto. Debo lavarme.
Me acerqué a Moose y Congo.
—Vayan a buscar a ese estafador. Entréguenlo a Peter en su hotel. Y
llama a Chad. Lo quiero de vuelta en la ciudad.
Ambos asintieron y giraron para irse.
Fui a limpiar la sangre de Richter de mi cara.
Heather
SEXTO GRADO

uería golpear la cabeza de Tate Sullivan con el bate que mi


Q hermano había recibido por su último cumpleaños.
Ella estaba coqueteando con Channing, empujándole los
nuevos senos que se acababa de poner en la cara y tirando de sus
pantalones cortos, ayudándole a ver su ropa interior de encaje rosa. Vi todo
esto desde el porche de nuestra casa. Papá estaba reforzando el Manny’s,
así que muchos de mis amigos vinieron a pasar el rato. 101
Comida gratis y refrescos, era bastante para atraer a los chicos de sexto
grado. O en realidad, yo era la única de sexto grado aquí. Tate siempre había
sido un año mayor, y ahora Channing también estaba un grado por encima
de mí.
Traidores.
Tate había hablado anoche sobre trabajar en Manny’s un día.
Un día, mi trasero.
Soñaba despierta con mi ataque: Cómo su sangre salpicaba y yo me la
limpiaba con mi camiseta. Yo tiraría el bate. Channing se quedaría
estupefacto y yo me iría sin decir una palabra.
La madera detrás de mí crujió por el peso de alguien, y yo me enderecé,
la malicia se limpió de mi cara. Yo era la imagen de la inocencia y la pureza
cuando levanté la vista para sonreír.
—Hola, papá.
Sus ojos se estrecharon sobre mí, su boca temblando. Se frotó una
mano sobre su mandíbula, pero solo gruñó.
—Mmm… hmmm. —Entró y se sentó a mi lado. Mirando hacia el
callejón que teníamos delante, asintió—. Ya veo.
Me quejé por dentro. Él lo sabía. Yo sabía que él lo sabía, pero aun así
me hice la tonta. Esto fue vergonzoso.
—¿Qué? —Intenté agitar las pestañas, pero joder, olvídalo. No podía
con todo. Fingir no estaba en mi repertorio. (Y vaya, he superado nuestro
último examen de vocabulario).
—¿Sabes qué? —Sacó algunos cacahuetes y empezó a quitarles las
cáscaras. Señaló a Channing y a Tate—. ¿No son esos tu chico y tu mejor
amiga?
Allí fue, presumiendo que conocía el término mejor amiga.
Tiró la cáscara y se metió el cacahuete en la boca.
—¿Hmm?
Ya sabía a dónde iba esto.
Puse los ojos en blanco.
—Él no es mi “chico” y ella es una amiga. No es mi mejor amiga.
—¿No la llamabas tu mejor amiga anoche?
Oh. Cierto. Tuvimos una fiesta de pijamas. Y habíamos cantado “You're
My Best Friend” de Queen a todo pulmón. Eso no significó nada, excepto,
bueno… tal vez pensé que lo era. En ese momento.
Me quejé, bajándome de la silla.
—Estábamos cantando una canción, papá. Cielos.
102
Se rió.
—Ah. Sí. Aun así… —Tiró otra cáscara y me tocó el hombro—. Solo voy
a decir que tienes el aspecto de tu mamá, no su inclinación por irse, pero te
ves tan impresionante como ella, y sé que seguirás poniéndote más
hermosa. Así que, si decides que quieres a ese chico, sé que puedes
conseguirlo. —Hizo un gesto a Channing antes de agarrar otro maní—. Y si
decides que quieres un chico diferente, no tengo dudas de que lo
conseguirás en su lugar. Ni siquiera se trata de tu aspecto, Heather. Se trata
de lo que hay aquí. —Señaló a su corazón—. Y aquí. —Subió su mano a su
cabeza—. Tienes las dos cosas. Los chicos se sentirán atraídos por ti por lo
que hay en el exterior, pero se quedarán y se enamorarán por lo que hay
dentro. Y ese chico. —Volvió a asentir hacia Channing, metiéndose el
cacahuete en la boca—. Puedo decirte que ese chico había estado viniendo
por aquí mucho antes de que ella tuviera esas.
—¡Ew, papá!
Hasta él se dio cuenta de las nuevas tetas de Tate.
Me quejé.
—¿Tienes que señalarlos?
Se rió.
—Estoy tratando de decirte que no los necesitas. Monroe puede ser un
vándalo a veces, pero si te preocupa lo que siente por ti, no tienes por qué
estarlo. —Su boca apretó una línea de desaprobación después de eso, como
si supiera a algo asqueroso. Un segundo más tarde, se enfadó—: Y si alguna
vez quieres mudarte a una escuela en Fallen Crest, dilo. Te trasladaré en
medio día.
Había estado yendo a Roussou toda mi vida. Brandon se había
cambiado hace un año, y le encantaba Fallen Crest, pero no a mí. Mis
amigos estaban en Roussou.
Y con ese último pensamiento, mi estómago cayó a mis pies.
Se acabó la fiesta. Tuve que admitir que me gustaba el tipo, como una
manera oficial de enamoramiento, y lo odiaba.
Dios.
Los chicos apestan.
—¡Channing! —Tate chillaba, agarrando su bicicleta y empujándola,
alejándose a toda velocidad.
La chica quería ser perseguida.
Me quedé boquiabierta, sabiendo que él tomaría su bicicleta y la
perseguiría, pero no lo hizo. La vio irse, se rió y se volvió hacia mí.
Oh no.
—Se ha ido. Finalmente —gritó—. ¡Ahora podemos pasar el rato! 103
De acuerdo. Tal vez no todos los chicos apestaban… no el cien por
ciento de las veces.
Me levanté para ir, pero mi papá dijo:
—Heather.
Me quedé quieta. Se había divertido un poco antes, pero este era un
padre diferente. Su mirada era solemne; sus ojos tenían bolsas debajo de
ellos. Su boca se volvió hacia abajo en las esquinas. Parecía encogerse en
su asiento.
Oh no.
—Salí a decirte algo.
No quería oírlo. Me di la vuelta y me miré a los ojos con Channing. Se
me acercó, viendo mi angustia.
—¿Heather?
Escuché el suspiro de mi padre, y sonaba tan triste, tan cansado, tan
golpeado.
—Tu madre va a volver a casa —dijo.
No lo miré. No quería oírlo. Se fue una vez. ¿Quién era ella para volver?
Sin responder, bajé por la escalera del porche. No podía sentir mis piernas.
No pude ver a Channing mientras caminaba hacia él, pero debe haberlo
visto. Me tocó el brazo y bajó la voz.
—¿Qué pasa?
Nada.
No estaba pasando nada.
—Juguemos —grité.

104
Heather
EN LA ACTUALIDAD

l iba a venir esta noche.

É No había visto a Channing en los últimos días, menos un


breve momento en el que había venido a Manny's para ayudar a
contener una pelea de pandillas que Bren había comenzado.
Bueno, la mano de algún tipo en su hombro lo había empezado. Se ofendió,
y estábamos echando a todos unos minutos después. Los policías habían
llegado, las pandillas se separaron, y durante la última semana, tuve que 105
lidiar con la reparación de los daños que le hicieron a mi restaurante.
Me sorprendió no haber empezado a fumar de nuevo.
No estaba feliz, pero los chicos de Channing ayudaron a acelerar el
proceso de reparación, y ahora era sábado otra vez. Estábamos reabriendo,
pero yo estaba al límite.
Channing me envió un mensaje para decirme que estaba bien después
de que lo dejé en la gasolinera, pero me dijo que estaría ausente por un
tiempo. No había mentido.
Además de mi estado de ánimo, estaba muy enojada con él. Me
preguntaba cuántos tipos diferentes de estrangulamiento había, porque
venía esta noche, y eso es lo que quería hacerle. Lo sentí. Había pasado
demasiado tiempo para nosotros.
Pelear o tener sexo. Eso es lo que él dijo que hacíamos, así que cuando
apareciera, me lo iba a follar, iba a empezar una pelea y luego terminar todo
matándolo.
Lo tenía todo planeado.
—Estás al límite.
Me di la vuelta para encontrar a Brandon.
—No estoy nerviosa.
Lo estaba, y parecía que todo el mundo era consciente de ello. Incluso
los clientes miraron. Tuvimos una fiesta con gente de cuarenta y cincuenta
años bebiendo en la parte de atrás. Habían estado riendo y haciendo ruido
la mayor parte de la noche, pero ahora se habían calmado.
Juro que vi pasar la comprensión a través de su grupo, y un segundo
después, una de ellas hizo un gesto con la mano, la grasa de su axila
sacudiéndose mientras lo hacía.
—Vamos, chica. No hay ningún hombre que valga la pena el estrés.
Me estremecí.
Su amiga soltó una carcajada.
—Excepto si su nombre es Channing Monroe. Ese chico está buuuueno.
Toda la mesa se llenó de risas. La primera trató de silenciarla, pero otra
dijo otra cosa y su margarita resopló por su nariz.
Se habían ido. A la tierra de los zumbidos.
Suspiré, ignorando la simpatía de mi hermano, y le di un golpe en el
brazo.
—Ouch. —Se frotó los bíceps.
Hice un gesto hacia las damas.
—Llama a Roy. No quiero que ninguna de ellas conduzca.
106
—En ello.
Roy era nuestro conductor local de Uber. Había muchas posibilidades
de que terminara estacionado en nuestro estacionamiento de todos modos.
Era inteligente. También tenía diecisiete años, era delgado y su rostro seguía
desarrollándose durante la pubertad, con acné y cejas caídas. Le gustaba
ruborizarse cada vez que una chica le sonreía.
A las damas les encantaría.
Como si probara mi punto una de ellas me dijo:
—Ven aquí, Brandon. Tenemos un pecho cálido con el que consolarte.
Nos sentimos juguetonas.
Siguieron más gritos y sugerencias lascivas. Mi hermano parecía un
poco aterrorizado.
Lo empujé con mi codo.
—Podría ser peor. Rebecca aún podría estar merodeando.
Se estremeció.
Su acosadora se había quedado una semana, hasta que recibió un
puñetazo en la cara durante la pelea de la pandilla. Cuando ella mencionó
una demanda, le recordé que había entrado por la fuerza, ilegalmente y
amenazado a alguien en mi casa no hace mucho tiempo.
Se fue después de eso, y Brandon estaba más allá del éxtasis.
Por alguna razón, no había pensado que sería capaz de deshacerse de
ella.
—Heather —Nuestro gerente nocturno vino detrás de mí—. Llamé a
más personal para el próximo turno. Tenemos unos cuantos que vienen a
ayudar a cubrir hasta entonces también.
Manny's estaba más allá de su capacidad, incluso el exterior estaba
lleno, y había una fila que serpenteaba en el estacionamiento.
—Bien.
Ava pasó junto a nosotros, con los hombros caídos. Parecía exhausta.
—¿Ava abrió hoy?
—Llegó a las once.
Eran las tres de la tarde. No debería haber estado tan cansada como
parecía.
—Voy a enviarla a casa. Está enferma.
Cruz me miró y levantó las cejas.
—Dos chicas ya han llamado. ¿Estás segura?
Asentí. 107
—Tomaré su lugar. Ella va a caerse. —Le di una mirada dura—.
Averigua qué le pasa.
Asintió. No me saludó ni se puso a juntar los talones, pero ese fue el
efecto de su respuesta. Le di una orden, y él la cumplió.
Ava era terca y orgullosa. Si podía caminar, entraba, pero había estado
en apuros últimamente. Había perdido algo de peso. No quería hacer
suposiciones, pero quería saber qué le estaba pasando, si era su salud, si
estaba tratando de perder peso para ir a la universidad, si se levantaba tarde
por la noche con un tipo… quién sabe, pero no podía tener un desmayo de
camarera en su turno.
Cruz llegaría a la raíz del problema, y hasta entonces, yo miraba
mientras él se acercaba para decirle que se fuera a casa.
Ella había estado esperando una orden en el mostrador, y se enderezó
mientras él hablaba. Sus cejas se tensaron y sus ojos enojados me miraron.
Ella agitó la cabeza, empezando a protestar.
Me acerqué, le toqué el brazo.
—Puedes quedarte con las propinas, pero tienes que irte.
—No, Heather. Yo…
Su brazo era tan pequeño. Podía envolverlo con toda mi mano, y no
habría podido hacerlo hace seis meses.
—Ve y descansa. Ya lo tengo. Te necesitaremos mañana.
Parte de la pelea la había dejado cuando le aseguré sobre las propinas,
pero ahora empezó a llorar.
—No deberías tener que hacer esto.
Ava era especial. Tantas camareras se marcharían, aprovechando la
amabilidad de su jefe, pero Ava no, y es por eso que se lo ofrecí.
—Ve, Ava. Yo me encargo de esto. Tu turno era sólo hasta las seis de
todos modos.
—Lo sé, pero… —Suspiró, quitándose el delantal de camarera. Lo
entregó—. La mesa uno necesita que les llenen las bebidas. Estoy esperando
la comida de la dos ahora mismo. La mesa tres es exigente, así que siempre
hay que tener algo extra para rellenar cada vez que se les pase… —Me contó
el resto hasta que la eché por la puerta, con la comida de la mesa dos en
mis brazos.
—Vete. Lo digo en serio.
Ella asintió, con la cabeza inclinada.
—Gracias, Heather.
Le di un codazo en el brazo.
—Descansa esta noche. No salgas. 108
—Lo sé. —Miró hacia atrás, decidida, y por alguna razón, sentí que
estaría mejor mañana.
Unas horas más tarde, Cruz me puso al tanto, susurrándome al oído
mientras rellenaba los refrescos de una mesa.
—Acabo de hablar por teléfono con su madre. Ava tiene un nuevo novio,
y aparentemente, no es el más amable con ella.
Imbécil. No sabía quién era, pero si él era la razón de la disminución de
su peso, ya no me gustaba.
—Entendido. Gracias.
—Podemos interferir si él aparece, pero Candy acaba de llegar para
reemplazarte. —Miró detrás de mí. Su voz bajó—: Y justo a tiempo, parece.
No necesitaba girar. Mi cuerpo estaba en sintonía con Channing, y lo
sentí. Acababa de entrar, abriendo la puerta a un grupo de adolescentes. Se
detuvieron para darle las gracias y se echaron a reír y se sonrojaron
mientras se alejaban corriendo.
Una arrogante sonrisa apareció en su rostro, pero se desvaneció
rápidamente cuando me miró. Llevaba una simple camiseta sobre sus
vaqueros. Se amoldaba sobre él como siempre lo hacía su ropa, resaltando
sus anchos hombros y mostrando el comienzo de los músculos de su pecho
antes de caer suelto sobre su firme estómago.
Se me hizo agua la maldita boca, lo que me enfureció, porque ¿siempre
iba a necesitarlo así? Nunca disminuyó. Sólo había empeorado cada año.
—Tómate un descanso para fumar —le dije a Candy mientras se
acercaba—. Te cubriré.
Ella frunció el ceño.
—Ya lo hice. Cruz dijo que te sustituyera.
Mis manos se apretaron alrededor de los vasos. No había sentido la
soda mientras se desbordaba. Le di la espalda a Channing, sintiendo el
momento exacto en que su mirada me encontró. Yo me sentí aniquilada por
él mientras completaba las mesas que Candy aún tenía abiertas. Mis
propinas estaban en mi delantal y las metí en un sobre. Todavía ignorando
a Channing, puse el sobre en la ranura de Ava y fui a buscar a Cruz.
Tuve que dar un paso alrededor de Channing, que estaba a punto de
alcanzarme.
—No. —Levanté un dedo.
De repente me enojé con él, pero no solo con él.
Estaba enfadada porque tuve que dejarlo en una gasolinera para
enfrentarse a un líder del MC. Estaba enfadada porque no me había contado
lo que pasó después de eso. Estaba enfadada porque no quería preguntar
porque no quería saberlo. Me enfureció que estuviera en la vida de la 109
pandilla, y eso a veces era más que peligroso. Estaba enojada porque él
había formado la vida de pandilla para ayudar a mis amigos, y yo estaba
enojada porque yo también me beneficié de esa vida.
La mayoría de las veces estaba enfadada porque quería que saliera de
esa vida, y sabía que no la dejaría. No podía dejarlo.
Mantuvo a Roussou a salvo, pero yo no estaba completa a menos que
él estuviera conmigo.
Y siendo él, sabía lo que me estaba dando vueltas.
—También te estaba protegiendo —dijo en voz baja.
Eso fue lo peor de todo: Se había peleado con ese tipo, o con lo que
fuera que hubiera hecho, porque había interrumpido nuestro momento. Mi
presencia siempre se sumaba a su respuesta, y de repente me costaba
respirar.
A la mierda.
Tomé la caja de cigarrillos que Brandon había escondido detrás de la
barra y desplacé el pulgar a lo largo del encendedor.
No podía respirar, así que iba a fumar. Totalmente lógico.
Irrumpí a través de la puerta, ya encendiendo un cigarrillo, y tan pronto
como golpeó mis labios, inhalé tan profundo que la mierda tóxica se fue a
mi coño. Necesitaba relajarme, y lo necesitaba ahora.
—Heather.
Por supuesto que vendría detrás de mí.
—No —dije con voz ronca, volviéndome cuando sentí que se acercaba a
mí—. Lo digo en serio, Chan.
Me ignoró, buscando alrededor y arrancándome el cigarrillo de los
dedos.
—¡¿Qué?!
Lo dejó caer, lo molió con el pie, y tenía la cajetilla y el encendedor en
sus manos antes de que yo pudiera parpadear.
—No. —Giró su espalda hacia mí, me bloqueó, y entonces todo el
paquete de cigarrillos se incendió.
—¡¿Qué estás haciendo?!
Lo dejó caer en la hoguera, donde sería seguro quemarlo, y tomó mis
hombros en sus manos.
Me empujó hacia atrás, hacia mi casa, y dijo severamente:
—Has dejado de fumar por ella. Te quedaste sin fumar por ella, y no
voy a ser la causa de que vuelvas a fumar.
Mis pulmones estaban en llamas, pero no por el cigarrillo.
110
Me ardían los ojos.
No había dicho su nombre, pero la había mencionado, y era la primera
vez desde la noche en que la perdimos que era él quien lo hacía.
Sentí los escalones del porche detrás de mí y giré rápidamente,
caminando a mi casa.
Entramos por la puerta y Channing se echó hacia atrás, cruzando los
brazos. No me estaba agobiando, porque sabía que eso no era lo que yo
quería. Ahora yo era el animal enjaulado. Había desenterrado una tormenta
de mierda dentro de mí.
Sacudí la cabeza.
—Idiota.
Él suspiró.
—Lo sé.
Empecé a caminar, de un lado a otro. Podíamos oír a la gente afuera.
Algunos se habían estacionado detrás de la casa y estaban cortando por la
parte trasera del Manny’s, pero estaban ciegos para mí. Escuché sus voces,
sus risas, y los odiaba.
Lo odiaba todo.
Lo odiaba.
—Maldito imbécil.
—Déjalo salir. Nosotros no hablamos de e…
Lancé una mano hacia él.
—¡Tú no hablas de ella! ¡Jamás! —Le hice un gesto con el dedo medio,
continué caminando de un lado a otro.
Estaba a punto de explotar.
Más caminata.
La necesidad de hacer algo violento se agitó dentro de mí. Quería
pegarle. ¡Quería gritar, maldecir, fumar! Necesitaba algo, porque estaba
sintiendo, y no quería sentir.
Maldita sea.
No quería sentir, porque todo lo que podía sentir era a ella de nuevo.
Cómo se había sentido en mis brazos, lo pequeña que era, cómo quería
tanto que sus ojitos se abrieran.
Las lágrimas rodaban por mi cara. Las sentí en mis brazos, pero no
pude parar.
No podía hacer nada más que seguir moviéndome.
Si me detenía, no sabía lo que haría.
Me desmoronaría. 111
Me derrumbaría.
Me vendría abajo.
La jodida Heather Jax no se desmoronaba.
No estaba en mi ADN, y no iba a empezar ahora.
Pero fue el silencio en mi cabeza lo que me mató. Se sentía tan fuerte,
tan pronunciado, y estaba allí porque se suponía que ella estaba llorando.
Gritando. Habría aceptado cualquier cosa. No queriendo escuchar nada
más, me golpeé las orejas y solté mi propio grito.
—AGHHHHHHHHH!!!!
Él me apretó. El pecho de Channing me silenció, y yo estaba atrapada
en sus brazos.
Me debilité. La pelea había terminado. Necesitaba reemplazarlo con
otra cosa, y él era la única otra cosa que me hacía arder.
—¡Channing!
Ya me estaba llevando a mi habitación, quitándome la ropa. Ni siquiera
me estaba besando. Esto iba a ser duro, pero luego me tiró de nuevo a sus
brazos.
Me besó el lado derecho de la boca y luego el izquierdo.
Enrollé mis manos en su cabello y jadeé:
—¡No! Lo necesito duro esta noche.
—No. —Otro beso suave a mis labios, y lo sentí suspirar contra mí. Su
cuerpo se estremeció. Sus manos peinaron hacia atrás mi cabello, me dio
un beso en la frente, y luego me abrazó con fuerza—. No quiero pelear. Estoy
cansado de pelear, tan cansado de eso.
Se echó para atrás y vi sus ojos brillar.
—Yo también la amaba —dijo, cada palabra dolorosa—. Yo quería lo
que tú querías. Yo la quería a ella. Quería la estúpida cerca blanca. Yo quería
el matrimonio. Yo también lo quería todo.
Una tierna mano se movió por un lado de mi cara, metiendo algo de mi
cabello detrás de mi oreja.
Lloré más lágrimas. Pude saborearlas. Estaban calientes y saladas, y
yo no las quería. Quería olvidarlas.
No quería que me llevaran de vuelta a esa época, pero mientras
luchaba, mientras los brazos de Channing se tensaban, aparentemente me
iba a torturar con eso.
Agachó la cabeza para descansar su frente en el hueco de mi hombro,
y me sostuvo. Su boca se movió contra mi piel.
—Este es usualmente el momento en que peleamos. Me gritas porque
no te pongo a ti primero. Me siento como un pedazo de mierda porque sé 112
que eso es lo que te mereces, pero soy demasiado egoísta para irme, y damos
vueltas y vueltas. —Me moldeó contra él, su mano cayendo por mi espalda,
presionando mi muslo—. Pero no lo tengo en mí, no esta noche. Tienes
razón.
Levantó la cabeza, y la crudeza que había en él era casi demasiado
dolorosa para ver. No estaba escondiendo nada.
—Protejo mi pueblo. Protejo a mi pandilla. Trato de proteger a mi
hermana, y los estoy poniendo a todos por encima de ti, y soy un completo
imbécil por eso.
Pero…
Pero él no podía cambiarlo.
Pero seguiría escogiendo a su pueblo, su gente, su hermana antes que
a mí.
Yo lo sabía. Él lo sabía. Y volvimos al principio de nuestros problemas.
Le toqué ligeramente el hombro, para hacerle saber que estaba un poco
más cuerda, y le empujé un paso atrás. Necesitaba un poco de espacio y me
fui a la cama. Me acosté, sin querer verlo. Eso habría empeorado las cosas,
porque entonces sólo lo querría dentro de mí, y esta conversación no se
produciría.
—Entiendo lo de Bren —comencé a susurrar en voz baja. Me abatí
aunque sabía que necesitábamos decir estas palabras. Eso no lo hizo mejor.
—Heather.
—No. Déjame hablar. —Esperé un poco. Se quedó callado, así que
empecé—. He visto que amas a esos chicos. Te he visto convertirte en su
amigo, su líder y te he visto protegerlos. Sé cuánto confían en ti. Lo hago.
Lo miré ahora, pero él no me miraba. Se sentó a mi lado en la cama,
con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza en sus manos.
—Me alejaste cuando tu madre murió. Me alejaste cuando tu medio
hermano murió. Entonces tu padre fue a la cárcel. Mi padre se fue. Nuestra
niña murió, y estuvimos juntos esa noche. Éramos sólo nosotros dos. Nadie
más importaba.
Sus hombros se endurecieron.
—Ella era más que sólo nuestra hija. Ella era la promesa que me dabas
para nuestro futuro, y sin ella… —Mi voz vaciló, empezando a temblar—.
Sin ella volvemos a ser como éramos antes.
La pandilla.
La hermana.
El pueblo. 113
Luego tal vez yo.
Y yo era una perra desagradecida por no estar de acuerdo con todo eso.
Me senté, apoyando mi mejilla empapada en su espalda.
—Tú y yo no hablamos de sentimientos ni nada de eso, pero tal vez
deberíamos.
Se dio la vuelta, me agarró de los hombros y me subió a su regazo. Era
tan fuerte. Abrí mis piernas, hundiéndome encima de él, y me miró
fijamente.
Vi su dolor, sus arrepentimientos, su indecisión. Suelen estar
enmascarados por la arrogancia, las bromas, las insinuaciones y cualquier
cosa llamativa y encantadora, pero no esta noche. Y a pesar de mí, sentí mi
amor por él floreciendo dentro de mí otra vez.
Levanté una mano para apoyarme en el costado de su cara. Cerró los
ojos, apoyándose en mi palma.
Su mano pasó por encima de mi cadera, tirando de mí más cerca.
—Tenemos tormentas de mierda sobre tormentas de sentimientos de
mierda dentro de nosotros. ¿Estás segura de que quieres empezar a tratar
con ellos? —Sus ojos se abrieron. Me estaba observando.
No.
Mi respuesta fue inmediata. No fuimos nosotros, pero yo era un
desastre sin él.
Caliente y frío. Fuego y hielo. Aceite y vinagre. Éramos todo eso, pero
también éramos la segunda mitad del otro.
Respondí honestamente.
—No quiero, pero creo que tenemos que hacerlo.
Asintió, sus ojos con párpados pesados.
—De acuerdo.
Yo también asentí.
—De acuerdo.
Su mano se deslizó sobre mi muslo y se sumergió entre mis piernas.
—¿Te das cuenta de lo sexy que eres cuando estás enojada?
Sonreí, sin responder.
Me devolvió la sonrisa.
—¿Podemos empezar a compartir nuestras emociones mañana y
compartir algo más esta noche?
Honestamente.
Este tipo. Empecé a sacudir la cabeza, no porque él fuera incorregible
114
(que lo era), no porque este fuera el peor momento de mi vida (que lo era),
sino porque iba a ceder (lo que era totalmente), y sabía que no me
arrepentiría.
Como siempre, lo besé.
¿A quién le importaba la estúpida reapertura?
Nada más importaba, y no por mucho tiempo después.
Heather

—¿E stamos juntos otra vez? —le pregunté—. Y quiero decir


juntos, juntos, ¿sabes? No sólo juntos como siempre,
sino juntos. Ese tipo de juntos.
Channing sonrió junto a mi pecho, y yo le di un fuerte codazo.
—Ow. —Se sentó, frotándose la cabeza con esa molesta sonrisa.
—No eres gracioso.
Su mano cayó a la cama, como si lo hubiera ofendido.
115
—No estoy de acuerdo. Soy divertidísimo.
—No eres gracioso como Logan Kade.
Él resopló.
—Logan no tiene nada contra mí. La gente que ni siquiera me conoce
sabe que Logan no tiene nada contra mí. Así es como Logan no tiene nada
contra mí. —Él estaba sin expresión, pero luego le apareció una sonrisa.
Channing podía resoplar y resoplar todo lo que quisiera, pero él era el
que amaba a Logan en esta cama. Su bromance5 había alcanzado nuevos
niveles. Siempre había tenido uno con Mason, pero en un viaje reciente,
Logan y Channing se habían unido por su amor por los burritos. Una vez
que escuché eso, no quise oír nada más al respecto.
—Hablando de los Kades… —Channing se recostó, pero esta vez me
empujó hacia su pecho, con el brazo curvado a mi alrededor—. ¿Has hablado
con tu amiga últimamente?
Volví a pensar en el video chat rápido de mi oficina el otro día.
—Ella está feliz y embarazada. ¿Has hablado con Mason?

5 Bromance: palabra coloquial que describe la amistad muy estrecha entre dos

hombres heterosexuales al punto de que sea considerado como un romance.


—El otro día envió un mensaje de texto. Suena como si las cosas
estuvieran bien con ellos. Está ocupado con el fútbol y preparándose para
el bebé.
El bebé.
Rodando a mis pies, me senté en el borde de la cama, desnuda, con la
sábana alrededor de mi cintura. Estaba a punto de levantarme cuando
Channing me tocó el brazo.
—Oye.
Miré por encima de mi hombro.
El humor arrogante había desaparecido.
—Deberíamos hablar de ella.
Me puse rígida.
—¿Sobre Sam?
Frunció el ceño.
—Ya sabes de quién estoy hablando.
La habíamos nombrado, pero no me atrevía a decirlo.
—Ahora no. —Dios mío, ahora no. No cuando mi garganta estaba
ardiendo, cuando mi pecho se sentía como si fuera a ceder y apretar mi 116
corazón hasta que se rompiera. No cuando todo lo que podía hacer para no
poner mi casa patas arriba, buscando un paquete de cigarrillos para fumar.
El sexo había ayudado a distraerme. La mayor parte de la noche nos
habíamos esforzado, pero ahora eran las seis de la mañana, y yo estaba lista
para correr un maratón. Hablando de entender a Sam en un nivel
completamente nuevo, podría haberme puesto unas zapatillas y haberme
salido, igual que ella.
Al entrar en el baño, me duché y me vestí. Manny's ya estaba abierto,
pero aun así quería ir a ver cómo estaba. Channing puso en marcha la
cafetera. Estaba en la cocina cuando bajé las escaleras. Podía oler el café
fresco y lo que sea que estuviera haciendo.
Olía bien, pero maldición, no tan bien como se veía, descalzo, sin
camiseta, con el cabello revuelto desde la última vez que le pasé las manos
por encima. Sus vaqueros se habían caído sobre sus caderas, y toda su
espalda era como la de una estatua esculpida. Había añadido más tatuajes,
que subían por encima del hombro y luego bajaban por la espalda. Uno fue
debajo de su brazo y lo envolvió en su trasero. Mientras removía algo en la
estufa, vi el tatuaje del cráneo y los huesos que se había puesto debajo del
bíceps. Aunque afirmaba odiar a su padre, Channing también tenía un
sentido de obligación hacia el hombre. Él también lo amaba, y sé que a veces
lo torturaba. Después de una de sus últimas visitas a la prisión, se había
ido con Moose, y ambos regresaron con el mismo tatuaje. No pregunté, pero
siempre pensé que tenía algo que ver con su padre.
Poniéndome detrás de Channing, pasé mi dedo por encima de uno de
los tatuajes de hueso y me di cuenta de que había una palabra sobre él.
Me detuve, y él se puso tenso.
No era una palabra. Era un nombre.
—¿Pusiste su nombre aquí?
No me lo había dicho.
Mi mente giró. Sentí esas lágrimas de nuevo. Por el amor de Dios.
Una bola se alojó en medio de mi garganta y no pude hablar ni un
segundo.
Naly.
Tracé la N. Channing se congeló, ni siquiera estaba respirando.
La A.
Mi mano se deslizó por su espalda, cayendo a mi lado.
—No sabía que habías hecho eso.
Se giró, poniendo sus manos sobre el mostrador detrás de él, pero sus
ojos permanecieron fijos en mí. 117
—Tú no querías hablar de ella, y yo no quería olvidarla —dijo.
—¿Cuándo?
Levantó un hombro, su mirada desapareció.
—Hace unos meses. Después de mi última pelea.
—¿Para la pandilla clandestina?
Asintió, sus ojos volviéndose a mirar hacia arriba.
—Fue la misma noche que decidí que me retiraba. Gané el campeonato
y estaba borracho. Linc hace tatuajes, y estábamos celebrando, así que… —
Otro encogimiento de hombros—. Lo hice.
Ardí de celos otra vez, pero no por Sam.
—¿Los chicos saben su nombre? —No se lo habíamos dicho a nadie.
Agitó la cabeza.
—Les dije que era el código para retirarme del ring. —Se rió en voz
baja—. Todavía piensan eso.
Dios. Quería que volviera. Quería abrazarla de nuevo. No quería su
nombre sólo en él.
—Yo también lo quiero. Hoy.
—¿Hoy? —No parecía sorprendido, pero levantó una ceja.
Me moví delante de él, trazando el LY que podía ver en su brazo.
—Sí. Puedes ir a ver a Bren antes de la escuela. Me aseguraré de que
Manny's esté bien, y después de eso.
—De acuerdo.
Su pecho se levantó mientras respiraba y bajaba una mano por mi
brazo, curvándose hacia mi espalda. Me atrajo hacia él y se inclinó hacia
abajo, dándome un beso en el hombro.
—¿Podemos saltarnos cualquier otra cosa por la que tengamos que
pelear y estar juntos? Te he echado mucho, mucho de menos.
Moví mi frente hacia su pecho y cerré los ojos. Inspiré su aroma, el olor
de su colonia persistente mezclado con su piel permanentemente besada
por el sol, y deslicé mis brazos alrededor de sus costados. Le devolví el
abrazo.
Si volvíamos a ser oficiales, teníamos que hacer algo diferente. Esta vez
tenía que quedarse.
Lo necesitaba demasiado, así que le besé el pecho y levanté la vista.
—Sí.
Estábamos juntos de nuevo, pero en realidad, ¿cuándo nos habíamos
separado? 118

Lincoln nos estaba esperando cuando llegamos al almacén de


Channing.
No había estado aquí por mucho tiempo. El haber roto con Channing
significaba que mis viajes eran generalmente solo a su casa (también
conocida como su habitación) o él a la mía. Había generalmente algunas
visitas al azar a su bar, pero yo no había estado allí durante este último
descanso. Había venido a Manny's, pero ahora que estábamos juntos,
empecé a visitar estos lugares de nuevo. Sabía que estaría en Tuesday Tits
más tarde en la semana, así que un viaje al almacén me pareció apropiado.
También me sentí incómoda, como si no debiera haber estado fuera
tanto tiempo como antes.
Traté de sacudir la sensación cuando estacionamos y nos dirigimos
hacia adentro, pero parecía que se había asentado en mis hombros. No iba
a irse.
Unos cuantos tipos se quedaron en la puerta. Retrocedieron para
hablar con Channing cuando entraba.
Lincoln se echó hacia atrás en su taburete cuando me vio.
—¿Escuché que querías un tatuaje? —Hizo un gesto hacia una silla—.
Toma asiento. ¿Estás lista para el dolor?
No estaba segura si estaba bromeando, pero me senté. Me había hecho
un tatuaje antes. Y estaba muy familiarizada con todo tipo de dolor.
Puse mi brazo sobre la mesa y lo volteé.
Echó un vistazo.
—¿Ahí es donde lo quieres?
Me toqué desde debajo de la muñeca hasta el codo.
—Letras pequeñas espaciadas.
—¿Tienes un patrón en mente?
Le mostré la fuente que quería y dónde quería que las letras estuvieran
entintadas.
Asintió, midiéndome.
—¿Igual que el de Chan?
No conocía bien a Lincoln. Se había unido a la pandilla hace un año,
pero incluso si hubiera estado por aquí durante años, no creía que lo
conocería mejor. Era callado. Había una aspereza en él, y a veces tenía una 119
mirada casi salvaje en sus ojos. Se desvanecía cuando estaba cerca de los
otros, pero lo vi más claramente ahora que estábamos solos.
Los cabellos de la nuca se me erizaron, pero tenía que confiar en mí
misma. Bajo esos cabellos no había nada. La puerta estaba abierta.
Podíamos escuchar a los otros chicos en el almacén, y no importaba lo que
pasara, sabía que Channing no me permitiría estar sola en una habitación
con alguien que creía que podía hacerme daño. Si este tipo intentaba algo,
uno, le pateaba el trasero, y dos, Channing le daba una segunda paliza.
Mientras lo estudiaba, capté un parpadeo en su mirada.
—¿Ustedes lo saben? —le pregunté.
Empezó a limpiarme el brazo, y ahora agarró una navaja para afeitarlo.
Al principio no respondió.
—Es una suposición —dijo finalmente—. Nos dijo que la había recogido
del hospital. Y había ganado tantas peleas que no creí que tuviera mucho
que ver con eso.
Un nudo se alojó en mi garganta.
Todos asumieron que había sido un aborto espontáneo porque yo había
sido tan pequeña cuando ella murió. No les habíamos dicho cuánto tiempo
había pasado. No sabía que los chicos sabían que había nacido muerta.
—Sí. —No podría decir nada más.
Quería recogerla, pero no me atrevía a hacerlo. Brandon me dijo que se
lo había pedido a Channing, y ya estaba hecho. Me pidió que la enterrara
junto a su madre, y me pareció bien. Teníamos un pequeño monumento
para ella, sólo algunos de nosotros.
Fue una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida.
Lincoln terminó de afeitarme el área y secarme el brazo.
—Algunos de nosotros pensamos en hacer algo en su nombre por
ustedes, pero aún no sabemos qué sería.
Había mantenido la cabeza baja, concentrado en su trabajo, pero ahora
me miraba. Solo una pequeña pausa, pero lo suficiente como para ver que
hablaba en serio. Su simpatía era genuina.
Volvió a mirar hacia abajo.
Agarró las plantillas con las letras y añadió:
—No me conoces realmente, pero estuve en una mala situación durante
un tiempo. —Él puso la Y—. Cuando Channing me trajo a la pandilla, me
salvó la vida.
Esto no era lo que esperaba de Lincoln.
Mientras trabajaba, estudié una cicatriz que recorría toda su cara, casi
desde la frente hasta la mandíbula. No se había curado adecuadamente, y 120
parecía estirar la piel. Esa cicatriz, mezclada con el aire de violencia que lo
rodeaba, contrastaba notablemente con el meticuloso cuidado que estaba
poniendo en mi tatuaje y lo suave que era su voz mientras hablaba.
También me sorprendió cuánta reverencia oí en su voz por Channing,
y si era un miembro de la pandilla, entonces Channing sentía lo mismo por
él. Fue en momentos como éste cuando entendí por qué Channing vivía de
la forma en que lo hacía.
El calor se extendió a través de mí.
Estaba orgullosa de conocer a Channing. Estaba orgullosa de conocer
a estos chicos. No eran criminales, pero yo sabía que habían cometido actos
criminales, y por eso, podrían ser despreciados por extraños. La gente rica
de Fallen Crest nos temía, y deberían, pero nunca deberían pensar que
estaban por encima de nosotros.
En ese instante, me sentí tonta. Ridículamente tonta.
Estos chicos estaban en casa de Channing. Channing era mi hogar.
Había estado lejos demasiado tiempo.
—Tiene el hábito de hacer eso, ¿no? —Mi garganta se hinchó—. Salvar
vidas, quiero decir.
No hablamos el resto del tiempo. Linc me hizo el tatuaje y me lo vendó
todo. Cuando terminó, esperé a que guardara todo su equipo y limpiara el
área, luego salí de la habitación con él.
Me pareció apropiado, por alguna razón.

121
Heather

—N
o puedes prohibir fumar en Manny’s.
Brandon se paró detrás de mí después de que 122
cloqué el cartel de no fumar. Había fallado la noche
que me puse el tatuaje de Naly en mi brazo. Todo el
día había sido demasiado en general. Casi toda la banda de Channing había
venido a la bodega. Había colocado siete altavoces en el jardín y dentro.
Hubo tres fogatas. Un DJ. Un camión de tacos llegó. Alguien ordenó pizza
también, y toda la noche paso en un ebrio borrón.
Demasiado alcohol, y tantas personas habían estado fumando, que no
pude resistir.
Solo había dado una bocanada antes de que Channing me quitara el
cigarrillo y me alejara, pero mierda, esa abocanada se había quedado en mis
pulmones desde entonces.
Cada vez que caminaba de la casa a Manny’s (un total de veinte pasos)
Tenia que caminar junto a los fumadores. Era mucho más que una tortura,
y juro que su tatuaje también palpitaba.
Ya estaba fuera de lo absurdo. Estaba en modo de supervivencia.
Yo. No. Fumaria. De nuevo. Me matara o no. Aunque en este momento,
estaba lista para asesinar.
Él abrió su boca. Tomó un mechón de su cabello, y luego cerró la boca.
Tragó.
—¿Estás bromeando? Este es nuestro lugar de negocios.
Apunté con el martillo hacia el estacionamiento del frente.
—Hice que limpiaran la sección del frente. Tienes toda un área ahí
donde pueden fumar.
—Nadie va a ir ahí. Está en el bosque.
No me importaba. Estaba fuera de mi caminata al trabajo.
—Brandon, tienes que ayudarme con esto.
Me miró. Lo miré, y luego puso los ojos en blanco.
—Bien. Dios. Lo bueno es que te amo. —Tomó mi hombro y me jaló a
un abrazo rápido.
—Lo bueno es que hago mucho dinero con este lugar. —Golpeé su
pecho, apartándome.
—También tienes eso. —Se detuvo a estudiar el letrero—. Creo que
deberías de ponerle un clavo más. Quizás se caiga.
Conté los clavos.
—¿Te parece?
—Sí —dijo inexpresivo—. Doce clavos no es suficiente para mantener
este letrero de veintisiete por treinta y cinco en su lugar.
Volví a golpear su pecho, pero fui más fuerte esta vez. 123
—No seas un imbécil.
—Solo tú, querida hermana. Eres la única que puede tener el título.
Caminé hacia adentro, pero lo miré sobre mi hombro. Me reí y lo
escuché reír mientras caminaba detrás de mí.
Había pasado un mes desde esa noche, y un mes desde que Channing
y yo estábamos oficialmente de regreso. La mayoría ya no prestaba atención.
Esta era nuestra rutina, pero esta vez se sentía diferente. Todo se sentía
diferente por alguna razón, y el último mes había sido bueno. Realmente
bueno. Quizás había sido porque cambié mi actitud hacia la banda, o quizás
era porque Channing y yo habíamos comenzado a hablar sobre Naly… lo
que fuera, estaba funcionando.
—¿Va a venir Channing esta noche? —preguntó mi hermano.
—No. —Sacudí la cabeza mientras él se colocaba detrás del bar.
Retrocedí, mientras escaneaba el interior de Manny’s—. Voy a ir a su casa
más tarde. —Estaba a punto de decir más, pero Ava se detuvo delante de
mí.
Estaba sin aliento y apartando el cabello que había caído sobre su
frente.
—Suki va a matar a Roy, el chico de Uber —anunció.
—¿Por qué?
Levantó las manos.
—No tengo idea. Recibió su comida, pidió sal, y se volvió loca.
Solo pude gruñir mientras me dirigió a la sección del frente. Escuché
gritos entre más me acercaba, pero solo era una voz. La de Suki. Sus brazos
estaban en el aire. Estaba sacudiendo su puño a Roy, luego el plato, luego
de regreso a Roy, y tengo que admitir, ni siquiera estaba segura si hablaba
diferente idioma.
Roy había retrocedido, sus ojos abiertos, su rostro un poco pálido.
Me gustaba darle descuentos dado que siempre era rápido para recoger
a nuestros clientes.
Ahora, mientras sostenía su gorra frente a él como un escudo, me
preguntaba si Suki no había matado permanentemente esa situación.
Otro mesero estaba tratando de calmarla y solo aumentó el volumen.
—El pescado de Suki no necesita sal. ¡Sal! —Pretendió escupir en el
suelo—. Eso es lo que Suki piensa de la sal, cátsup, mantequilla. —Sacudió
la mano en el aire—. Nada de eso es necesario para la comida de Suki.
—¡Suki! —Me metí entre la multitud.
La mitad del restaurante estaba atento. La otra seguía comiendo.
Suspiré. 124
—Está bien. Es suficiente. —Señalé hacia atrás—. Suki, a mi oficina.
Arrugó el rostro, otro ataque acercándose, sacudí la cabeza.
—Oficina. Ahora.
Ella se fue molesta. Ava y el resto de los meseros apartándose. Mientras
lo hacían, tomé el plato de Roy y se lo di a Lily, otra mesera.
—Dale a Roy lo que quiera —le dije, antes de regresar a él—. Cortesía
de la casa. Toda la semana. ¿Está bien?
Escuchándome, tres regulares sacudieron sus brazos al aire.
—¡Nos gustaría más sal también! ¡Suki!
—Ha, ha, chicos.
Ellos se rieron, bajaron sus brazos, y continuaron comiendo.
Roy estaba nervioso, mirando de ellos a mí. Mantuvo su gorra frente a
él, apretando su agarre.
—No es necesario, señorita Jax.
Oh, mierda. Señorita Jax, no necesitaba escuchar eso.
—Lo digo en serio. Nada de quejas o peros. Cortesía de la casa. Sé que
también nos ayudas. ¿Entendido?
Sus ojos saltaron hacia donde Suki se fue, luego tragó y asintió
rápidamente.
—Sí, señora, señorita Jax. Solo comeré una hamburguesa.
Lily asintió.
—Lo tengo. —Giró hacia mí—. Me encargaré de él.
—Correcto.
Ava y el resto de los meseros ya habían limpiado la sal, junto con lo
que sea que mi gerente, que continuaba olvidando que era una gerente y no
una chef lanzó, así que Suki había sido la única de lo que tenía que
encargarme. Me dirigí a mi oficina. Quería decir que esto era algo extraño,
pero no lo era. Suki estaba sentada en la silla de Brandon, sus brazos y
tobillos cruzados. Su rostro lleno de desafío.
—¿Estás cocinando de nuevo? —pregunté mientras cerraba la puerta
de la oficina.
Ella me miró mientras me sentaba en la silla.
—Marie no vino, así que Suki se encargó. Cruz vino temprano para
cubrir el resto.
Mis dedos se movieron en búsqueda de un cigarrillo mientras me
sentaba. Los froté contra el otro. Quizás podría frotar esa necesidad fuera 125
de mí. O dulces. Tenía dulces.
Comencé a buscar en mis cajones. ¿A dónde se fue esa bolsa?
—Sé que le llamaste a Marie y le dijiste que no viniera.
El primer cajón era un desastre. Hice una mueca, pero no había dulces.
Segundo cajón.
—¿Qué?
¡Aja! Tercer cajón. Había un dulce ahí. Gracias hadas de los dulces.
Lo coloqué en el escritorio y me hundí en la silla.
—Ella me envió un mensaje anoche, me pregunto si estaba segura de
no necesitarla. Lo dejé pasar porque sabía que la estarías cubriendo. —
Colocando un dulce amarillo en mi boca, señalé hacia el pasillo—. Sé que
amas preparar comida, pero no puedes hacer eso. Lo sabes.
Últimamente Suki había estado evadiendo sus responsabilidades de
gerente. Lo había dejado pasar por mucho tiempo.
—¿Katrina sigue en la nómina? —Un dulce rosado estaba sobre la
mesa.
—Sí. —Sus ojos se entrecerraron—. ¿Por qué?
Coloqué el dulce rosado en mi boca y la miré fijamente. Fuertemente.
—Porque estás suspendida.
—Suki abre todo el fin de semana.
—Ya no, Suki no lo hace.
Si. Tercera persona. Me uní a su narrativa. O mierda. Qué demonios.
Comencé a abrir un dulce verde.
—¿Estás bromeando con Suki?
Si. Ella era la que hablaba. No yo. Pero respondí del mismo modo.
—Heather no bromea. No cuando Heather necesita un maldito
cigarrillo. —Mis fosas nasales se ensancharon.
Suki parpadeó, y su cabeza se inclinó hacia atrás. Ella comenzaba a
entenderlo.
Heather no estaba jugando.
Mierda. Demonios. ¡Joder! Estaba hablando en tercera persona en mi
cabeza ahora.
Me aclaré la garganta, tomando el dulce verde y apretándolo como si
fuera la vida misma.
—Tú no has hecho el inventario. Tú no has hecho las órdenes. Lo que
has estado haciendo últimamente es darle todo a Cruz, motivo por el cual lo
he dejado ir casi todas las noches y cerrado por él.
Me estaba sintiendo un poco más tranquila. Suki había cerrado su
126
boca.
—Tenemos que enfrentar los hechos aquí. —Suavice mi voz—. La
comida es tu primer amor, pero ese ya no es tu trabajo. Roy es como un
daddy longlegs6. Él está cerca. Quizás te molestaste con él, pero nos ayuda.
Él mata a otras arañas e insectos por nosotros.
—¿Lo hace?
—¿Qué? —Mierda. Mi metáfora—. No, no lo hace. Las arañas daddy
longlegs lo hacen. Son buenas arañas, pero eso es lo que estoy diciendo de
Roy. Él mantiene a salvo a las personas cuando pueden estar muy ebrios
para conducir a casa. Lo queremos aquí.
La había perdido. Podía decirlo por la expresión brillosa de sus ojos.
Probablemente estaba soñando sobre chuletas de cordero.
—Está bien. —Apunté a la puerta—. Revisa tu temperamento. Decide
que quieres ser de nuevo una gerente, y regresa en una semana. Hablaremos
después.
Sus labios se presionaron juntos. Parecía que quería discutir, pero en
su lugar se levantó con un pequeño gruñido y salió molesta de la habitación.

6 Araña con cuerpo pequeño y grandes patas, regularmente se encuentran en verano

cuando aparecen todos los insectos que comen. También puede referirse a una figura
paterna.
Brandon apareció en la puerta abierta.
—¿La suspendiste?
Pasé una mano sobre mi rostro.
—Lo juro. Incluso mis pulmones están exhaustos. —Fruncí el ceño,
suspirando—. Sabes que tenía que hacerlo.
Asintió.
—¿Quieres que llame a Katrina?
—Yo le llamaré. Y si Cruz pregunta, todavía tiene el fin de semana libre.
Él ha estado cubriendo por Suki. Él es parte del problema.
—Lo sé. —Brandon colocó una mano sobre el marco—. Él solo
intentaba ser útil.
Sabía eso también, y aunque Katrina pudiera ayudarnos
momentáneamente, eso no significaba que no necesitaríamos a un nuevo
gerente en el futuro cercano.
—Siempre puedes pedirle a Moose ayuda —continuó Brandon—. Él lo
ha hecho antes.
—No.
Moose era uno de los gerentes de Channing en su bar, pero no quería
ir ahí. Realmente estábamos tratando de mantener nuestra relación como
127
nuestra. Él y yo.
Estaba bien con el equipo de las escuelas regresando, siempre y cuando
no existiera violencia y siguieran gastando dinero. Pero si Moose ayudaba,
su gente comenzaría a pasar el rato aquí, y eso cambiaria las cosas.
Las pandillas de adultos están en una liga completamente diferente,
una liga peligrosa.
—Intentaremos con Katrina primero, y veremos algo más antes de tener
que traer a Moose.
Tomé mi teléfono.
—Está bien. —Brandon asintió—. Solo hazme saber si necesitas algo.
Cerró la puerta.
Y mierda, realmente quería fumar ahora.
Channing

i teléfono vibró en mi escritorio.

M Heather: Tengo que cerrar esta noche. Suspendí a


Suki.
Bueno, mierda.
Yo: Iré ahí cuando termine.
Era una respuesta rápida.
Heather: Grax. 128
Viernes en la noche en mi bar era ocupado. Nuestros regulares
normalmente venían durante el día y durante la semana por la tarde, pero
los fines de semana eran otra cosa. O lo habían sido últimamente. Muchos
de los clientes jóvenes habían comenzado a viajar de las universidades
cercanas.
Habíamos movido la noche de karaoke a los viernes, lo que significaba
que era una locura aquí.
Scratch estaba en el cielo, pero no entendía su adicción y la de Heather
al caos.
Me gustaba desaparecer a la casa club con la pandilla, mi chica entre
mis brazos, mi hermana y su pandilla con nosotros, y un buen whisky a mi
lado. Eso es lo que me hacía feliz.
Aunque todos los clientes aquí significaban dinero. Eso siempre era
jodidamente bueno.
Dado que se acercaba la medianoche, podía salir. Tomando mis cosas,
cerré la oficina detrás de mí y comencé a pasar entre la multitud. Había
algunas chicas delgadas en el pasillo. Sus ojos abriéndose cuando me
vieron. Una comenzó a acercarse a mí mientras sus amigas comenzaron a
hablar con la otra, sus cabezas agachadas, pero viendo.
Les di un pequeño saludo, pero seguí caminando.
Algunos chicos me saludaron mientras salía del bar.
Las personas se hacían a un lado, abriéndose para mí mientras
andaba. Una o dos veces, algún borracho se tropezó conmigo. Sus amigos
sisaban, pero yo solo los miré. Era un bar. Las personas se emborracharían.
Ese era el propósito.
Todos mis chicos estaban ocupados detrás del bar, al igual que Scratch
mientras llenaba órdenes para los clientes. No siempre usábamos a las
chicas, pero se estaba volviendo algo más regular durante los fines de
semana. Me aparté mientras una llevaba una bandeja llena de cervezas.
Scratch me vio y levantó su mano.
—¿Ya te vas? —preguntó.
No podían escuchar, no con la música retumbando, pero cada uno de
mis chicos me miró. Asentí a cada uno para confirmarles que estaban
haciendo lo que quería: Trabajar en Tuesday Tits. No los necesitaba para
nada más.
Elevé la voz a mi primo.
—¿Necesitas que me quede?
Sacudió su cabeza, escaneando el bar.
—Tenemos todo el personal necesario esta noche. Deberíamos de estar
bien. ¿Vas a ver a Heather?
129
Asentí.
—De verdad, puedo quedarme.
—Nah. Estoy bien. —Señaló a la puerta—. Ve con tu mujer. Nos
encargamos nosotros.
—Llama si necesitas algo.
Giré hacia la puerta mientras Moose decía mi nombre. Salió por detrás
del bar, pero se detuvo y le dijo algo a Scratch. Mi primo asintió y Moose
hizo una señal para decir que me seguía afuera. Caminamos entre las
camareras.
Los dos guardias afuera de la puerta giraron sus cabezas hacia mí.
—Buenas noches, jefe.
—Que la pase bien, jefe.
—Noches, chicos.
Moose me siguió mientras comenzaba a caminar.
Fruncí el ceño.
—¿Qué sucede?
Miró a ambos lados de la calle, la que estaba vacía, antes de sacar su
teléfono. Me lo dio.
—Quería hacerte saber antes, pero mucha gente en el bar. Traverse
envió un mensaje.
Miré a la pantalla.
Traverse: Pronto.
—Demons no ha estado en el pueblo desde que te enredaste con Richter
—agregó—. Sé que hicimos un trato con Traverse, lo ayudamos a tomar el
control de los Demons, y ellos se mantendrían alejados de Fallen Crest, pero
no me siento bien con esto.
Había pasado poco más de un mes desde la pelea, pero no me había
preocupado. Traverse se oponía en contacto conmigo una vez por semana,
para enviar un mensaje rápido. Se suponía que él nos haría saber cuando
nos necesitara.
Le regresé a Moose el teléfono.
—¿Crees que está planeando algo más?
—No lo sé. —Frunció el ceño, frotándose la mano por su cabeza calva—
. Chad dijo que su tía tuvo una visión sobre nosotros.
—Pensé que había sido su mamá en el asilo de ancianos.
—Lo fue. Esta es su tía, del lado de su papi. La gitana. Ginger.
Por supuesto. 130
—¿Qué fue lo que vio?
—Que estábamos jodidos.
—¿Ella lo dijo en esos términos?
Moose miró hacia arriba.
—No. Ella dijo que vio a un caballo siendo montado de espaldas con
pintura roja goteando por su espalda, un cuchillo en la parte trasera. Pero
según Chad, eso significa que nos vamos a ir a la mierda. ¿Qué si algo le
sucedió a Traverse? Que si mientras estamos aquí esperando a que pidan
ayuda, les estamos dando tiempo a ellos para pedir más refuerzos. Eso podía
suceder. Ritcher es una serpiente. —Movió el rascado de su cabeza a su
pecho—. Y, ya sabes. —Apartó la mirada, pero todavía podía escucharlo—.
La tía de Chad ha tenido razón antes.
Cierto.
—Cuando dijo que una pluma se estaba alejando, no sabíamos que eso
significaba que mi papá iría a prisión —le recordé—. Ese imbécil nunca
había sido llamado pluma antes.
—Lo sé, pero ella dijo que tenía vibras de “padre”. —Bajó los dedos al
hacer el movimiento de comas con la mano y se aclaró la garganta—. Tú me
entiendes.
Lo miré. Luego lo volví a mirar. Fuertemente. Porque él era un idiota.
Moose evitó mi mirada.
—Ella predijo que Chad iría al baile de graduación con Melanie Fina.
—Todos predijeron eso. Estaban saliendo.
—La gitana Ginger, soñó con un fuego alrededor de Chad.
Sacudí la cabeza.
—Melanie Fina le dio gonorrea. Su tía predijo su ardientes ETS.
—Como sea. Existe suficiente historia. Creo que deberíamos tomarla
en serio. —El cuello de Moose estaba poniéndose rojo. La puerta de un lado
se había abierto, y otro par de ojos nos estaba observando.
—¿Tú… o Congo? —pregunté.
A la mención de su nombre, Congo se apresuró a entrar. La puerta se
azotó.
Moose suspiró, mirando sobre su hombro.
—Mira, todos estamos de acuerdo con esta. Ha pasado mucho. Traverse
ya debió de haber hablado. Tú has estado feliz en el país del coño de
Heather…
—Cuidado.
—… lo que entendemos, porque ustedes son adorables en este 131
momento, y no puedo creer que dijera esto, pero tú me entiendes. Tú estás
feliz, y no queríamos sacarte de esa zona. —Titubeó.
Entrecerré los ojos.
—¿Pero es hora de salir de mi zona feliz?
—Lo es.
Mi muy grande, y muy confiable mejor amigo finalmente me miró. Él
había sido elegido como el portavoz de la pandilla, y quizás tenían razón.
Quizá será hora de conducir a Frisco y mirar por nosotros lo que estaba
sucediendo.
Moose no era la clase de chico que creía en tías gitanas, pero Chad sí.
Congo sí. Lincoln no se uniría a la conversación, pero no discutiría en contra
de.
Estaba tan contento que llamamos a Chad de regreso, y sí, eso había
sido sarcasmo.
Bueno, mierda.
El gigante pelirrojo odiaba pelear. Era como uñas contra un pizarrón
para él, así que si lo estaba diciendo, y si Moose seguía la corriente y era la
voz, tenía que escucharlos.
—Está bien.
—¿Está bien? —Sus cejas se elevaron en sorpresa.
—Sí.
Tenían razón. Era hora.
—Tienen un lugar fuera de Frisco. Vayamos ahí primero. Es donde me
escondería si fuera su MC.
—¿Vamos a explorar mañana? —Los ojos de Moose se entrecerraron.
Un brillo malvado reemplazando la sorpresa, mezclado con anticipación. Él
estaba tan cómodo con esto, escabullirse contra cualquier que nos
amenazara y girando cabezas, por así decirlo.
Comencé a caminar hacia mi moto. La camioneta se había quedado en
casa esta tarde.
—Voy a tener sexo esta noche. —Tomé mi casco, encendí el motor, y
levanté las piernas—. Mañana exploramos.
—Bien.

132
Heather

staba teniendo un déjà vù, solo que… no lo era.

E No estaba en mi casa. No tenía resaca. No tenía que correr


escaleras abajo en ayuda de Brandon. En cambio, la acosadora
de mi hermano estaba en Manny’s. Eso es correcto. Código rojo.
Acosadora roja. Rebecca, la acosadora de cabello encrespado como un león
había desafiado mi ira. Ella estaba aquí, amigos.
Katrina se acercó junto a mí.
—Demasiado malo que tuvieses que dejar ir a casa a Suki. 133
Mascullé. Tenía razón. Esas dos habrían tenido un enfrentamiento
épico. Una gritando en tercera persona y la otra sermoneándola sobre ser
elegante cuando no era nada excepto elegante.
Farfullé:
—¿Dónde hay sal cuando la necesitamos?
Katrina estalló en risas.
—¿Necesitas que haga algo?
Negué.
—No. Me encargaré de ello. De todos modos, es parte del problema de
Brandon. —Señalé el resto del comedor—. Simplemente encárgate del resto.
Ava pasó a nuestro lado, llevando en los brazos una bandeja de
bebidas.
—¿Por qué Ava todavía está trabajando?
Mi gerente de reemplazo frunció el ceño hacia mí.
—Dijo que estaban con poco personal. ¿Debería enviarla a casa?
—Hace tiempo.
Ava se detuvo junto la posición de Roy, y todo encajó en su lugar.
¿Qué le sucedió a su novio?
—Espera.
Katrina había comenzado a alejarse. Se detuvo y añadí:
—Simplemente dile que tiene una hora de descanso. Mis órdenes.
Luego dile a las chicas que ha terminado por esta noche.
—¿Y cuando esa hora haya terminado?
La miré fijamente. Estaríamos cerrados para entonces.
Me dio una sonrisa avergonzada.
—Lo tengo, jefa.
Ava se sentiría culpable, pensando que tenía que irse si no estaba
trabajando. De este modo permanecería con Roy. Roy era bueno. Ese novio
tremendamente imbécil no lo era.
—Si no escucha, dile que tendrá que enfrentarse a mí —añadí.
Y en el momento preciso, escuché una batalla completamente diferente
comenzar de nuevo.
—Rebecca, tienes que irte. —La voz de mi hermano estaba tensa de
irritación, y vi blanco alrededor de sus labios. Estaba mordiendo, con fuerza.
Rebecca vestía un top rojo de corte halter, sus pechos casi saliendo de
él, con un labial brillante a juego. Llevaba un mini short que no le quedaba
bien y un pendiente en el ombligo.
134
Estaba inflamado, así que suponía que era nuevo.
Con unos tacones de puta, un balanceo no tan seductor, y una bebida
rosa en una mano que seguía sorbiendo, mi hermano oficialmente tenía un
problema.
La acosadora era un entretenimiento de primera. Nuestros otros
clientes se habían congregado a su alrededor, todos excepto Gus. Era un
regular, y aunque estaba sentado a dos taburetes de ella, era el único que
la ignoraba. Agachado sobre la cerveza frente a él, mantenía la mirada
centrada en la televisión sobre el bar. ESPN7.
—Gus. —Me coloqué tras él y le toqué la espalda.
Se enderezó de golpe.
—Eh… ¿qué? ¡¿Qué?! —Se giró, la baba deslizándose por su barbilla.
El frente de su camiseta estaba empapada.
Brandon se rió, sonando tenso.
—Tal vez es momento de irse, amigo.
Gus entrecerró los ojos hacia él.
—¿Estás cerrado?

7 Canal de deportes.
Brandon sonrió.
—Sí.
La multitud a nuestro alrededor decía otra cosa.
Gus nunca lo notó.
—Oh. —Hundió los hombros. Comenzó a bajarse del taburete, luego vio
a Rebecca y se detuvo. La señaló—. Ehhh. ¿Entonces por qué está ella aquí?
—Porque no he terminado mi bebida. No es amable echar a la fuerza a
un cliente que ha pagado cuando no ha terminado su bebida. —Rebecca
arrugó el rostro en un ceño, y comenzó a doblar los brazos sobre el pecho.
O lo habría hecho. Su vaso se interpuso en el camino, y la bebida se
derramó, la mitad sobre ella y el resto en el suelo. Empapó la parte trasera
de uno de las cabinas.
Pareció no notarlo. Gus tampoco.
—Ella también se va a ir. —Me moví adelante, con tono firme y fijé la
mirada con la suya. Le quité el vaso de la mano, tiré lo que quedaba en el
fregadero tras la barra y se lo mostré—. Tu bebida se ha acabado. Has
terminado.
La puerta lateral se abrió.
Channing entró. Nos vio y lo que le estuviese diciendo a alguien fuera 135
desapareció. Advirtió la postura rígida de Brandon, la forma en que yo
estaba de pie frente a Rebecca y estalló en risas.
—Becs —gritó él.
Ella se giró. Su cabello casi me golpeó.
—¿Qué…? Oh. —Su tono pasó de enfadado a un cálido que podía
derretir mantequilla—. ¡Channning! Eh, hoooola. ¿Cómo estás?
Él se acercó a nosotros.
—Gus, mi hombre. ¿Esto es lo que has estado escondiendo?
Ahora Gus tenía unos sesenta y tantos. Cuan más ebrio estaba menos
podía escuchar. Desde que estaba demasiado borracho para ver la audiencia
pasmada, por supuesto que su audición era como la de un halcón.
Masculló, entrecerrando los ojos.
—¿Te conozco?
Channing fingió estar herido y extendió los brazos ampliamente.
—Gus. Venga. Mi bar es tu segunda casa.
Al mismo tiempo, Rebecca decidió escabullirse alrededor de Channing.
Sus tacones fueron a la izquierda. Ella fue a la derecha.
Se cayó al suelo.
—Auh —gimoteó—. Eso no fue muy elegante.
Ella le lanzó a Brandon una mirada, sus mejillas sonrojándose, y se
mordió el labio. Se sujetó al taburete de Gus y comenzó a levantarse. Uno
de sus pechos sobresalió y su mini short se le subió a la cintura.
Simultáneamente estaba mostrándonos sus pechos y su entrepierna.
—¿Pue… puede…? Auch. ¿Puede ayudarme alguien, por favor? —Alzó
la mano, sonando contrita.
Y esa Rebecca estaba de vuelta.
Gus se movió para asistirla.
Le vio el pecho y centró la mirada en él.
—Tú, uh. Tú. Um. —Lo señaló—. Tu parte femenina está a la vista.
—¿Qué?
Él le agarró la camiseta y tiró de ella, tapándola. Luego alcanzó su
brazo. Ambos estaban inestables. No quería preocuparme por Gus
rompiéndose una cadera, todavía no. El tipo había sido conserje en la
escuela durante muchos años. No importaba cuánto alcohol tomase,
esperaba que sus huesos fuesen resistentes hasta que tuviese noventa años.
—De acuerdo. Aquí vamos. —Ahora estaba sudando, resollando. Movió
las manos de ella más alto en sus brazos y la sujetó bajo los bíceps.
Ella se lo permitió. 136
—De acuerdo, aquí vamos. Vamos, Daisy.
Se alzó y ella intentó levantarse. Después de unos cuantos umph,
ambos estaban de pie.
El rostro de Gus estaba rojo brillante.
Rebecca también estaba sudando, y pestañeó unas cuantas veces.
—Lo logramos. —Lo palmeó en el brazo—. Buen trabajo, Dirk.
—¡Oh, sí! —Pensó que le estaba pidiendo chocar los cinco—. Ahí tienes.
—La sujetó del brazo de nuevo, sosteniéndolo en alto así podía chocarlo, y
la parte inferior de ella resbaló.
Sus tacones resbalaron.
Como hizo él.
Channing debía haber tenido suficiente porque le hizo un gesto a
Brandon. Cada uno sujetó a uno de ellos bajo los sobacos. Gus/Dirk y
Rebecca/Daisy volvieron a estar de pie, y Brandon y Channing mantuvieron
una mano estabilizadora en cada uno de ellos. Cuando Rebecca dejó de
mirar la mano en su brazo, Brandon maldijo. Sin decir una palabra, él y
Channing intercambiaron lugares.
Gus entrecerró los ojos hacia Channing.
—¿Cuál decías que era tu nombre?
Channing se palmeó el pecho.
—Channing Monroe. ¿Lo recuerdas ahora?
—Oooooye. —Gus alzó el dedo, junto a una amplia sonrisa brillante—.
Sí. Lo recuerdo. Tu madre solía sentarse en mi regazo cuando trabajaba en
Kitty Titties.
—No. —Channing negó, luchando con una sonrisa—. Cerca, pero no.
Mi madre nunca trabajó en Kitty Titties. Tetas equivocadas. Somos Tuesday
Tits.
—Tienen Los jueves por la noche de Tetinis. Martinis a cinco dólares.
—Gus estaba de vuelta al juego—. Ahora lo recuerdo. ¿Te ocupas del lugar?
—Lo hago. Sí.
—Bueno, es un placer conocerte. También me gustan los viernes por la
noche de chupitos de tequilas. —Gus se alejó de la barra. Esperó,
asegurándose que no se caería hacia atrás antes de enderezar los hombros.
Extendió una mano de golpe.
Comenzó a caerse.
Daisy/Rebecca lo agarró.
—Gracias, Daisy.
Ella asintió, tocándole la mano. 137
—De nada, Dirk.
Él se giró de nuevo hacia Channing, inclinándose hacia delante con
una mirada seria en su rostro.
—Quiero estrechar la mano del hombre que nos trajo la Noche de
Jueves Tetinis. Es la mejor idea de inversión si alguna vez vi una. Y los
martinis también son de una categoría excelente. ¿Nombrar al lugar
Tuesday Tits? Ingenioso. Ingenioso.
Channing estrechó la mano de Gus, palmeándolo en el hombro.
—¿Qué tal si salimos? Tenemos todo un grupo nuevo de clientes
viniendo últimamente, y necesitamos capitalizarlos.
Gus comenzó a ir con él, pero vaciló, mirando a Rebecca.
—¿Estaría bien ser tan atrevido como para pedirte el número de
teléfono, si te parece bien?
—Por supuesto.
Eso tomó otros cinco minutos. Juguetearon con sus teléfonos. Pero
olvidaron su código de desbloqueo, así que se pasaron una servilleta el uno
al otro. Rebecca escribió su número al frente y se la entregó a él.
—Ahí tienes. Ahora tú.
Él le dio la vuelta, escribió su número en la parte de atrás y se la
devolvió.
—Ahí tienes.
—Excelente. —Ella le sonrió.
Ninguno tomó la servilleta.
Gus asintió, se alejó de la barra y su mano firme, y se aclaró la
garganta.
—Mi señora, fue un placer conocerla.
—A ti también, Dirk.
Él logró dar unos pasos temblorosos hacia la puerta antes de que
Channing le diese una palmada en el hombro, sosteniéndolo enderezado el
resto del camino.
Gus lo miró.
—¿Estás pensando en otra noche temática?
—Algo así.
Estaban al otro lado de la puerta, pero pudimos escuchar un último
comentario de Gus.
—Siempre he pensado que los lunes del fin de la monogamia sería uno 138
bueno.
Desaparecieron, pero un segundo después, Channing entró. Deslizó la
mirada hacia Brandon antes de decir:
—Becs, ¿adivina quién te mencionó la otra noche?
Ella entrecerró más los ojos, si eso era posible. Se mordisqueó el labio.
—Estás intentando jugar conmigo, alejarme de tu novia. No voy a
creérmelo, Channing. Y sé que no quieres mi aporte en tus noches
temáticas…
—Congo preguntó por ti.
Ella se detuvo por completo. Abriendo los ojos de par en par.
—Estás mintiendo.
Hubo una punzada de esperanza en su voz.
Channing negó. Nunca apartando la mirada de la suya.
—Dijo que te echaba de menos. —Luego se marchó, desapareciendo por
la puerta.
Ella dejó salir el aire y se quedó boquiabierta.
—¿Te estás burlando de mí? No te mofes de mí. —Se le llenaron los ojos
de lágrimas. Su voz se volvió ronca, temblando—. Matthew Shephardson ha
sido el amor de mi vida, toda mi vida. Lo sabía. Simplemente lo sabía. Estaba
mintiendo cuando amenazó con esa segunda orden de alejamiento. —Alzó
más la cabeza—. Era una prueba. Se estaba asegurando que estaba
completamente comprometida.
Dejó de hablar, llevándose el bolso al pecho.
—Creo que es hora de que me vaya a la cama.
No estaba segura de a quién le estaba hablando, pero asentí de todos
modos.
—Buenas noches, Rebecca.
Me lanzó una sonrisa distraída y se alejó de la barra del mismo modo
que hizo Gus/Dirk —solo unos pocos pasos al principio. Cuando sus
piernas no cedieron, comenzó a dirigirse a la puerta.
—De acuerdo, entonces. Adiós a todos. Voy a encontrar a mi amor.
Miré por la ventana y vi formándose una multitud.
—¿Roy?
Se estaba metiendo una patata frita en la boca en el mostrador.
—¿Uh?
Señalé hacia donde Rebecca estaba intentando abrir la puerta
mosquitera.
139
—¿Puedes llevarla a casa?
Rebecca abrió la puerta. Luego tropezó con el escalón de bajada. Olvidó
que estaba allí.
Roy pasó corriendo junto a mí.
—Por supuesto. —Fue por ella, tocándole el brazo amablemente—.
¿Puedo ayudarla, señorita?
—Oh, por supuesto. —Su sonrisa era cegadora.
Él inclinó la cabeza hacia mí, ayudándola el resto del camino hacia
fuera.
—Gracias, señorita Jax.
No había terminado.
Me di la vuelta.
—¿Ava?
—¿Hmm? —Mostró la cabeza.
Hice un gesto hacia Roy y Rebecca. Solo habían dado un paso. Rebecca
seguía pensando que había otro escalón. No lo había.
—Roy, ¿llevarás a Ava a casa después de tu primer encargo?
Ava se pasó las manos por sus vaqueros, viniendo a mi lado.
—¿Estás segura?
La miré.
—¿Qué le sucedió a tu novio?
—Oh. —Bajó la mirada—. Él… uh… hemos roto.
Apreté los labios, pero era lo mejor para ella.
—Se suponía que tu turno terminó hace tiempo.
Alzó la cabeza, con las mejillas sonrojadas.
—Las propinas son buenas, y… —Dirigió la mirada hacia Roy.
—Ve. —La palmeé en la espalda—. Tu turno ha terminado. Pasa toda
la noche con él, si quieres, pero ya no vas a trabajar más.
Chilló y se apresuró a sujetar el otro brazo de Rebecca mientras
Channing estaba volviendo a entrar.
Él me sonrió.
—Gus está haciendo una lista de ideas de noches temáticas mientras
espera por Roy. Parece que estará esperándolo mucho tiempo. —Miró al trío
que acababa de irse, deteniéndose frente a mí. Me puso las manos en los
hombros y comenzó a frotármelos.
—Oye, hombre. —Brandon lo saludó con la mano, volviendo tras la 140
barra—. Gracias por la ayuda aquí.
Channing le respondió algo. No estaba escuchando. Todavía me estaba
acariciando.
—Mierda. Eso se siente bien.
—¿Tu oficina? —Agachó la cabeza, rozándome la oreja—. ¿Por favor?
Demonios que sí.
Escuché la puerta bloquearse tras nosotros al mismo tiempo que me
empujaba contra él. Presionándose detrás de mí, sentí qué más estaba
preparado para mí.
Lo miré.
—Sé honesto. Gus te provocó eso, ¿no es así? Te excitó hablando sobre
temas nocturnos en los que invertir.
—Lo sabes. —Se presionó contra mí de nuevo—. Oh. ¿Qué sucedió con
Suki?
Se lo conté.
Frunció el ceño, estudiándome.
—Úsala.
Le devolví el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
Me acarició el cabello, dándome un beso en la frente.
—Quiero decir, úsala para lo que tenga que ofrecer. Está entretenida.
Está obsesionada con cocinar, así que deja que se vaya como encargada,
pero mantenla para hacer cenar gourmet. Puede ser todo un evento donde
la gente se inscriba para verla cocinar. Y si realmente quieres añadirle al
espectáculo, haz que Brandon sea su asistente o algo así. Los dos
discutiendo como una pareja casada.
Tal vez. Me gustaba la idea.
Preguntó:
—¿Abriste a la mañana?
—Sí. —Di un paso atrás, aunque no quería hacerlo—. Katrina va a
cerrar esta semana por mí, y la siguiente.
Asintió, tomando el asiento de Brandon y luego llevándome a su regazo.
—Voy a tener que irme por la mañana.
Me tensé en sus brazos.
—¿A qué hora?
—Temprano.
Así que ninguno conseguiría dormir mucho esta noche.
141
La gente normal se iría a casa, se acostarían de un modo bonito y
agradable, luego dormirían todo lo posible. Nosotros no, y ciertamente no
Channing. Si tenía que irse temprano, y ya era casi la una de la mañana,
iba a alargar la follada.
Lo miré fijamente.
—¿Quiero preguntar por qué te vas tan temprano?
Tuesday Tits abría a las once.
—No. —Pasó un dedo por mi brazo. Estaba un poco embelesada por
ello—. Cosas del equipo.
Oh.
Estaba en sus brazos, y sabía qué sucedería a continuación.
Me acercaría a él. Besaría mi cuello, garganta, labios. Llevaría las
manos a mis caderas. Deslizaría una por mi estómago, y comenzaría a
hacerme jadear. La otra la hundiría dentro de mi pantalón.
Me excitaría y molestaría, deslizando un dedo dentro de mí.
No importaba dónde estábamos.
Me derretiría en sus brazos hasta que me alzase y me colocase donde
quería. Sobre el escritorio, en la cama, el mostrador, el sofá, contra la pared
de la ducha, contra una puerta. Caería bajo su embrujo y olvidaría que iba
a dejar mi cama por su equipo, justo hasta que tuviese que irse.
Eso es lo que sucedía normalmente.
Había un pero.
Comenzó a mover la mano sobre mí y le agarré la muñeca.
—¿Qué?
Las cosas ahora eran diferentes.
—Quiero saber qué está sucediendo en el equipo. Quiero que me lo
digas.
Se apartó y me observó.
No había encendido las luces, pero se filtraba un poco de iluminación
bajo la puerta desde el pasillo. Era suficiente, apenas, para verlo en la
oscuridad. Lo sentí alzar una barrera.
—No te gustan mis cosas de equipo.
Apreté los labios y tragué saliva. La reacción instintiva estaba allí. Años
de luchar por su equipo me han puesto en alerta. Lo aplasté.
—Te he amado casi toda mi vida —comenté—. Y no me veo amando a
nadie más.
Dios.
Quité todas las capas que habíamos erigido a lo largo de los años. Tenía 142
mucho miedo de perderlo, lo alejé la mayor parte del tiempo. O le permití
alejarse.
Pero ahora somos diferente, me aseguré.
Teníamos que ser diferentes. Yo tenía que ser diferente.
—¿Heather?
Negué.
—Eso es todo, Channing. O hacemos que esta vez funcione o… —Oh,
joder. ¿Realmente iba a decir esto? Me ardía la garganta—. O necesitamos
separarnos, y lo digo en serio.
Se inclinó hacia delante, su rostro volviendo a esa poca luz.
Podía ver sus ojos de nuevo.
Y me sentí un poco más fuerte en el interior. Me sentía más segura,
más determinada.
Esta era la dirección correcta. Tenía que serlo. No sabía si podía
sobrevivir otra Naly, otra promesa de mucho más, solo para perderlo todo.
—Caga o sal del baño, ¿quieres decir?
Asentí.
—Caga o vete a cagar a otro sitio.
Su boca se curvó.
—Si eso no me pone de humor, entonces no sé qué lo hará.
Imité su sonrisa. Lo que fuese, cayó en su lugar.
Channing nunca iba a dejar a su equipo, así que dependía de mí. Tenía
que estar bien con ello. Si no, entonces tendría mi respuesta.
—Quiero saber qué vas a hacer mañana —repetí.
Estaba muy cerca. Se sentó derecho. Apretó los brazos a mi alrededor,
haciendo que me pusiese a horcajadas de él. Con una mano ahuecó un lado
de mi rostro.
No sabía que me tocaría ahí, pero me encantó. Cerré los ojos,
saboreándolo. Llevó la otra mano a mi cintura. Se presionó contra mí.
Sosteniéndome. Significaba algo.
Me sostuvo como si fuese la pieza de cristal más frágil.
—¿Realmente quieres saberlo? —preguntó.
Temblé, apoyando las manos en su estómago, sintiendo las curvas de
sus músculos ahí.
—Sí.
Tenía que saberlo.
Tenía que intentarlo.
143
—De acuerdo.
Heather
SÉPTIMO GRADO

—H
ola.
Channing se dejó caer junto a mí. Estábamos
sobre una gran piedra, sentados más arriba que el
resto.
La mayoría estaba nadando en los manantiales o bebiendo bajo alguna
de las carpas que habían colocado para dar sombra. Me encantaban los
manantiales, y me encantaba que parecía solo un lugar Roussou al que ir, 144
aunque Frisco tampoco estaba muy lejos de aquí. Hoy, mientras observaba
a todo el mundo, esperaba que simplemente se fuesen.
—Hola. —Incluso yo me estremecí con mi tono. Débil y monótono.
Channing se detuvo, luego me dio un codazo en el brazo.
—¿Qué está mal? ¿No estás de humor para festejar?
Aparté mi brazo, bajando mi camiseta un poco más.
—Mi hermano está aquí. —Estúpido Brandon. Besuqueándose con
alguna chica. Fútbol, beber y besuquearse, esos eras sus tres pasatiempos
favoritos.
Channing se rió.
—Lo está. ¿Esa es Melanie Fina?
Melanie Fina era un grado más joven que mi hermano y tenía una
reputación de ETS.
Mascullé.
—Genial. Mira, ahora tengo que ir e interrumpir antes de que consiga
algo con lo que esté atrapado el resto de su vida, y va a enfadarse conmigo.
No soy la mayor, lo es él. ¿Pero está actuando de ese modo?
Channing simplemente sonrió.
—¿Por qué estás realmente enfadada? Ambos sabemos que no es por
tu hermano. Te gusta ir a las mismas fiestas que él.
—Eres irritante.
Tiró de mi brazo.
—Dime.
—Detente. —Aparté el brazo, apretando los dientes contra el repentino
dolor que se disparó por mi hombro.
Simplemente se rió y se acercó, rodeándome con los brazos.
Dolor. Dolor.
Lo ignoré, tensándome hasta que dijo:
—Venga, Heather. Dime qué está mal. Sabes que quieres hacerlo.
Intenté mantener mi rostro serio, pero cuando hacía cosas estúpidas
como estas, me derretía. Mis malditas hormonas. Siempre pensaban que era
adorable, y mirando su rostro, tenía que admitir que lo era. El sol había
aclarado su cabello con mechones dorados, y se había hecho algunos
tatuajes. Hoy no estaba vistiendo una camiseta, y estudié su nuevo tatuaje
en el interior de su bíceps. Bromeaba que cuando estuviese más musculoso,
la garra sería más larga. Ahora era solo del tamaño de mi mano.
Tenía que ejercitarse más. 145
—Nunca me dijiste por qué te hiciste ese tatuaje.
Dejó salir un suspiro y movió los dedos contra mi mejilla.
Aparté su mano de un golpe, sintiendo un ardor cuando uno de mis
cortes rozó contra su brazo. Mierda.
—Oye. ¿Qué…? —Lanzó las manos a mi brazo, colocándolo frente a él.
Sí.
También lo miré.
No se suponía que estuviese ahí. No se suponía que fuese esa chica.
Pero lo era.
Pasó el dedo ligeramente sobre un corte.
—Pensé que habías parado.
No respondí. Las palabras quemaban en mi garganta.
Channing ladeó la cabeza. Fijó la mirada donde Brandon se estaba
besando con Melanie, luego en mí.
Suspiró.
—¿Ayer?
No respondí. No quería hacerlo, y no creía que pudiese aunque lo
hubiese hecho.
Mi madre había vuelto, luego se había marchado. De nuevo.
Ayer era el primer aniversario de su marcha. La segunda vez.
—Heather. —Su tono era suave, tentándome.
Me moví, así nuestras miradas podían encontrarse. Nuestros labios
estaban a un centímetro. Un movimiento, un tirón, un lametón, y nos
estaríamos besando.
No nos habíamos besado.
Habíamos comenzado a tomarnos de la mano. Nos abrazábamos. Nos
acurrucábamos. Channing se colaba en mi habitación por la noche y me
abrazaba en la cama. Había habido pequeñas sesiones de tocamiento con
ropa unas pocas veces, pero nada de besos. No todavía.
Sabía que estaba por llegar. Él sabía que estaba por venir, y ahora sus
ojos estaban más oscuros. Siempre se volvían de ese modo cuando nos
tocábamos, pero se contenía. Yo me contenía.
Creo que ambos teníamos miedo del siguiente paso. Una vez que
cruzásemos ese umbral sería diferente para nosotros. No seríamos los
mejores amigos que éramos ahora. Seríamos más. Seríamos algo oficial,
aunque habíamos sido algo no oficial durante mucho tiempo. Todo el mundo
lo sabía; Channing y yo estábamos juntos.
—Channing —susurré, sintiendo una lágrima deslizándose. 146
No quería hablar.
Maldijo, luego estiró los brazos y me alzó hasta que estaba a horcajadas
de él.
Moví los brazos sobre sus hombros, deslizando los dedos en su cabello.
Buscó mis ojos, bajando para mirarme los labios antes de alzar la
mirada.
—¿Qué quieres hacer aquí?
No quería pensar, eso es lo que quería, y era demasiado joven para
estar pensando así. En cambio, respondí:
—Olvidar.
—De acuerdo.
Ahuecó un lado de mi rostro.
—Entonces olvidemos juntos.
Tragué saliva.
Vi la intención en su rostro.
Se movió adelante y cerré los ojos.
Sus labios tocaron los míos.
Eran fríos, pero suaves, y un zumbido recorrió mi sangre.
No debería haber sido perfecto.
Pero la razón por la que nos besábamos no lo era.
Tal vez era por esa razón, quizás era porque sentía como si hubiese
estado esperando desde tercer grado por este beso, pero la que fuese, dejé
ir a mi madre.
Le devolví el beso.

147
Channing
PRESENTE

—O
hacemos que esta vez funcione… o necesitamos
separarnos…
Pude haber bromeado sobre cagar cuando
Heather dijo esas palabras anoche, pero lo juro, casi
lo hice. Justo allí mismo.
Heather Jax tenía bolas de acero. Si lo decía, lo decía en serio, y había
estado sudando el último pack de seis cervezas que bebí en su casa desde 148
entonces.
—Ahí están los chicos. —Heather se inclinó hacia delante y señaló un
grupo de autos alineados a un lado de la carretera.
Bajé la velocidad, deteniéndome junto a la camioneta de Moose. Él salió
y se acercó mientras Heather estaba bajando la ventanilla.
Si estaba sorprendido de verla, no lo mostró. Alzó su café como saludo.
—Buenos días.
Si era bueno o no, todavía había que verlo. Incliné la cabeza. Heather
había dormido un poco, tal vez una hora, pero yo no. Había estado ocupado
orinándome desde que había balbuceado esas palabras. Pero el equipo era
el equipo. Teníamos que trabajar, así que cara de póker.
—Buenos días —farfullé en respuesta.
Pude ver a Scratch en la parte trasera de la camioneta, sosteniendo un
bocadillo de desayuno envuelto.
—¿Pararon a conseguir comida?
—Sí. ¿Comieron?
Heather negó, alzando su café.
—Hice esto justo antes de irnos, eso fue todo.
La puerta de un auto se cerró detrás de nosotros, y Congo apareció
junto a Moose. Sostuvo un paquete de chicles en el aire.
—¿Quieres uno?
Heather extendió la mano en el aire.
—Dios, no. Aleja eso de mí.
—Está intentando dejar de fumar, imbécil
Él ladeó la cabeza.
—¿Cuándo comenzaste a masturbarte8, Heather?
Ella gimió, agachándose en el asiento.
Grité sobre ella:
—Es una maldita provocación; fumar, mascar, beber, joder, todo. Aleja
esa mierda.
El hecho de que Heather bebiese, trabajase donde había tabaco y
bebidas, y hubiese sexo en la pista, no fue algo que ninguno sacó a colación.
En este momento, Heather podía reaccionar al ver una hoja de hierba
volando en el aire, y le daría una paliza a cualquiera que comentase que era
bonita. Arrancaría todo el césped si tenía que hacerlo.
—Oh… —Congo todavía estaba frunciendo el ceño, pero lo alejó,
encogiéndose de hombros—. Lo siento, Heather.
149
Un ligero golpe en mi ventanilla, y la bajé.
—Hola. —El cabello rojo de Chad revoloteó así que parecía un Chia
pet9, y se metió las mano bajo las axilas.
—¿Tienes frío?
—Nah. Tengo temblores. Bebí demasiado cuando estaba visitando a mi
familia. —Su sonrisa fue engreída—. Conoces a los católicos. Nos gusta el
vino.
—Y todo lo demás —añadió Congo desde el otro lado.
—¿Se supone que también vaya allí? —gritó Scratch, todavía en la
camioneta de Moose—. ¿Qué sucede?
Heather resopló.
Me incliné hacia delante.
—¿Por qué estás ahí? Esto son cosas de la banda.
Scratch se encogió de hombros, alzando su sándwich.

8 Chewing. Hace un juego de palabras con los varios significados de la palabra. Puede

ser mascar o masturbarse.


9 Era una marca de piezas de arcilla con forma de mascotas a las que se les aplicaban,

sobre su cuerpo acanalado, semillas humedecidas de chia. Después de rellenarlo con agua
a los pocos días las semillas brotaban, formándose una frondosa capa verde.
—Moose me prometió comida, y además, como lo dividas, si afecta al
bar, también es asunto mío.
Tenía razón en eso.
—Además, soy tu maldita familia. —Señaló con el sándwich—. Y
Heather está aquí. No es de la banda.
Todos los chicos se enderezaron. Alguien dijo entre dientes:
—Oh, maldición.
Abrí la boca para responder y Moose abrió la boca, pero antes de que
ninguno pudiese decir nada, Heather se asomó por la ventanilla.
—Cuando has sido uno de los malditos miembros durante años, puede
que tengas algo que decir —gritó—. Puede que no escuchen, pero tengo algo
que decir. Hasta entonces, sigue comiendo tu maldito sándwich. Gracias.
Era algo grande que Heather estuviese ahí. Los chicos lo sabían, pero
Scratch —no siempre había estado alrededor. Solo había vuelto al rebaño
uno o dos años antes que nos ocupásemos del bar.
Algunos días se sentía como si fuese de la banda, pero mañanas así me
recordaban que había crecido en otro lugar.
Heather no. Era nacida y criada en Roussou. Nunca había cambiado.
Y todo lo que había dicho se sostenía. Iría al maldito fin del mundo por ella, 150
y estos tipos me guardarían la espalda.
Scratch se quedaría y se ocuparía del bar.
—Lo siento, Heather. —Tomó otro bocado, limpiándose la boca con el
anverso del brazo—. A veces mi boca se pone en marcha antes que mi
cerebro.
—Sucede. —Ella se reclinó, mirándome—. ¿Vamos a hacer algo o solo
vamos a tomarnos de la mano?
Chad estalló en risas.
—He echado de menos tener a la pequeña Jax en nuestras misiones.
—Sí, ¿cuándo fue la última vez? —preguntó Moose.
—Lo recuerdo. —Chad chasqueó los dedos—. Ese viejo bar para bailar.
El dueño dijo que preferiría quemarlo que permitir alguna fiesta homosexual
allí. Ginger Gypsy estaba allí con mi otra tía y algunos de sus amigos, por
aquel entonces todavía podían moverse.
Chad tenía una gran familia. Realmente grande.
Congo alzó la voz.
—¡Sí! Estaba allí con su novia, y se enfadaron, fueron a Manny’s.
Heather lo escuchó, vino en nuestra busca, y luego…
Heather me estaba observando.
Terminé la historia, muy orgulloso de mi chica.
—Heather fue la primera en ir y encender el mechero.
Se le sonrojaron las mejillas.
—Realmente me gustaba Cora. Y eso me enfadó.
La risa de Chad fue suave. Apoyó el brazo en mi puerta.
—Eso significó mucho para mis tías. Cora preguntó por ti hasta el día
en que murió. Siguió proclamando que serías bendecida por lo que hiciste.
—¿Por quemar un bar de baile? —Pero Heather estaba sonriendo.
Había olvidado cuánto le habían gustado las tías de Chad, pero no eran
solo ellas. Fue la novia. Heather las había adorado…
—Eran amigas de tu padre —comenté, recordando.
Asintió de nuevo.
—Cora Lovell solía hacer de niñera de Brandon cuando era pequeño.
Tuvo un enamoramiento de ella. Fui la que le dije que no estaba interesada
en ese camino. Creo que lo hice enamorarse incluso más.
—Sí, comentó que las visitaste mucho en el geriátrico.
—¿Cómo está Ginger Gypsy? —le preguntó Heather a Chad.
Él me miró, pidiéndome permiso. Asentí, ligeramente. 151
—Está bien. Todavía luchando, levantando alboroto como siempre.
—¿Y tu madre?
Alzó un hombro de forma tensa.
—Mi madre no tanto. Recientemente fue estafada por alguien.
—Oh, no. Lo siento, Chad. De verdad.
—Sí. —Agachó un poco la cabeza—. No estaba muy herida. Y fuimos
capaces de recuperar la mayor parte del dinero.
Hubo una pausa vergonzosa después de eso.
Alguien había herido a algún miembro querido de la banda. Heather
sabía la política después de eso: Ajustábamos cuentas. Esperé a escuchar
su respuesta.
—¿Y quién estafó a tu madre?
La miré. Estuve sorprendido de escuchar la dureza en su tono.
Reflejado en su mirada. Ahí estaba la vieja Heather, la que quemaría un bar
de baile sin dudarlo un instante.
Juraría que vi las mismas llamas brillando en sus ojos cuando me
preguntó:
—¿Atraparon al tipo?
Asentí.
—Lo sabes. —Cualquier dios que la trajese a mi vida, gracias.
Dijo brevemente:
—Bien.
Después de su respuesta, todos los chicos parecieron respirar con más
facilidad, apartándose de la camioneta. Congo se metió lo que quedaba del
chicle en la boca, luego sacó un encendedor y acercó la llama al envoltorio
vacío.
—¡Oye, oye, oye! —Moose le agarró el encendedor—. ¿Qué demonios
estás haciendo?
—¿Qué? —Congo frunció el ceño—. No hay una papelera alrededor, y
no quiero ensuciar.
Chad comenzó a reír detrás de mí.
Moose sacudió el paquete de chicles frente al rostro de Congo.
—Quemar esta mierda podía ser peor para el entorno que ensuciar.
—¿Cómo? Solo lo voy a quemar.
—Tienes que asegurarte. —Moose golpeo la coronilla de Congo con el
paquete de chicles—. Por si acaso, hombre. Podía haber químicos en esto.
¿Lo entiendes?
152
—Sí, sí —masculló Congo, tomando el envoltorio y volviendo a su auto.
Gritó sobre el hombro—: Descubran un plan y háganmelo saber, ¿lo harían?
Moose se volvió hacia la camioneta. Se acercó más, al igual que hizo
Chad.
—Lo escuchaste, jefe. ¿Cuál es el plan? —cuestionó Moose.
Esta era una misión de exploración. Así que, era momento de explorar
un poco.
Heather

—¡P
edo!
De algún modo había terminado corriendo detrás
del primo de Channing, y oliendo los pedos que él
seguía negando.
Otro. Golpeé a Scratch en la espalda.
—¡Deja de echarte pedos! ¡Apestan!
—Lo siento. No puedo evitarlo. No debería haber tomado ese sándwich
en la camioneta. 153
—No me digas, Sherlock.
Puso los ojos en blanco.
—Eres un poco mala a veces, Heather. ¿Sabes eso de ti?
Me temblaron las manos. Quería golpearlo de nuevo, en el rostro.
Inexpresivamente dije:
—¿De verdad? No tenía ni idea.
—Nada agradable. Nada agradable.
Luego una voz habló detrás de mí.
—¿Dejarían de discutir? Son dos niños pequeños peleando por un
juguete.
Scratch no respondió, pero grité mi disgusto —o lo habría hecho. Salté
en el aire y justo cuando comenzaba a gritar, una mano me tapó la boca.
—¡Sssshhhh! Soy yo. Lincoln.
Asentí y alejó la mano. Lo miré por encima del hombro, todavía un poco
agitada.
—¿De dónde demonios apareciste? Y haz un poco de ruido, ¿por qué
no? —Le di un puñetazo en el brazo.
No se supone que las chicas golpeen. Los chicos no pueden golpear a
las chicas, así que debería ser en ambos sentidos, pero Dios mío, me quitó
tres años de vida. Y ahora la necesidad de fumar me golpeó con toda la
fuerza. Podía oler la nicotina. La nariz comenzó a picarme, intentando
llevarme hacia él.
—Nos ha estado siguiendo todo el tiempo. ¿Verdad? —comentó Congo,
la burla en su tono.
Lincoln asintió, pero ligeramente. El tipo estaba comprometido con su
imitación de estatua.
—Chan me envió tras vosotros. Ninguno estaba respondiendo a su
teléfono. —Asintió hacia nuestra izquierda—. Se supone que crucemos allí
y los encontremos al otro lado de la colina.
Hasta el momento en nuestra misión de exploración, habíamos hecho
mucho corriendo alrededor de los campos y sobre las colinas. Habíamos
cruzado un río (eso no fue divertido) y habíamos cruzado más colinas.
Channing dijo que íbamos a comprobar alguno de los territorios de los Red
Demon, pero hasta el momento, solo estaba viendo tierra. Por todas partes.
—¿Estabas antes en las camionetas? —Todavía me estaba molestando,
no ver a Lincoln hasta ahora.
Congo habló por él mientras Lincoln seguía adelante, tomando la 154
delantera.
—Ha sido nuestra retaguardia, permaneciendo atrás y asegurándose
que nadie nos sigue.
Bueno. Eso tenía perfecto sentido.
Channing se movió como un fantasma. Al igual que Moose, y ahora
Lincoln. Pero Congo no, y tampoco lo hacía Chad. Chad olía como una
colonia picante, y Congo llevaba estas cadenas en su pantalón que
resonaban cada vez que se movía. Aunque ahora notaba esas cadenas que
habían dejado de hacer algún sonido.
Tranquila, Heather. No es como si no hubiesen hecho esto antes.
Esto era un martes normal para ellos. Seguía diciéndome eso mientras
corría detrás de Lincoln y Congo, y vi que el resto ya estaba al frente.
Estaban tumbados en la cima de la siguiente colina, algunos con
prismáticos.
Channing giró la cabeza, comprobándonos mientras Lincoln se
agachaba y comenzaba a arrastrarse al estilo militar para dirigirse a su lado.
Congo hizo lo mismo, pero se dirigió al final, junto a Chad. Channing señaló
a su derecha y me arrastré hasta allí, Moose a mi otro lado.
—¿Estás bien? —preguntó Channing entre dientes, inclinándose hacia
mí.
Asentí, pero no lo estaba. O no estaba segura.
A primeras horas de la mañana, cuando normalmente estaría cerrando
Manny’s y me iría a la cama, ellos estaban arrastrándose por las colinas.
Eso no debería haber puesto una daga de miedo en mi corazón, pero lo hizo.
Solía no querer saber. Ahora lo sabía, y estaba incluso más aterrorizada.
Esta vida iba a provocar la muerte de Channing. No íbamos a
sorprender a amigos o familia. Íbamos a adentrarnos en un club de
motoristas —uno que hacía mierdas ilegales.
Habría armas, drogas y cualquier pesadilla que pudiese imaginar —y
Channing se estaba dirigiendo allí. No alejándose.
Estaba loco. Todos estaban locos. Yo estaba loca.
—Oye. —Me tocó el brazo, acercándose. Estábamos pegados del
hombro al tobillo y podía besarme, pero solo susurró—: ¿Estás bien?
—No —siseé.
Uno de los chicos comenzó a reírse entre dientes.
—¿Qué está sucediendo?
Lo miré fijamente, o lo intenté. No había mucha distancia entre
nuestros rostros, y mientras lo miraba, él comenzó a sonreír. Iba a besarme.
Entonces me distraería, alejando todo el frío y el miedo racional en mí,
porque era racional. El hecho de que estuviese asustado era irracional.
155
Era el loco, y me lo estaba repitiendo a mí misma. Mi miedo me había
enviado en un bucle.
—No me toques. Esto es jodido, Channing.
Desde mi izquierda uno de los chicos susurró:
—Channing va a tener problemas esta noche.
Otro comentó:
—Creo que Channing va a recibir unas nalgadas.
Un tercero se rió.
—¿Te estás burlando de mí? Le va a encantar. Sin interrupción.
Azótame a mí también, Heather.
—¡Cállense! —Channing se alzó, mirando a ambos lados de la fila.
Había reconocido esa última voz.
—Voy a hacer que te comas tu mierda, Congo. Solo espera y verás.
Moose comenzó a reírse.
—Congo, imbécil. Quemó un bar de baile porque se enojó. ¿Qué crees
que va a hacerte a ti?
—Jax no es alguien a quien quisiera enfadar. —Ese fue Chad.
Me gustaba Chad, incluso si estaba un poco más chiflado que el resto.
—Gracias, Chad.
—Te cubro, Heather. Y no fue uno de los que fueron irrespetuosos
ahora mismo. Solo para asegurarme de que lo sabes.
—Oh, lo sé. —Alcé un poco la voz—. Soy muy consciente de qué
imbéciles van a tener laxantes en su comida cuando vengan un día al
Manny’s.
Uno de los chicos gimió.
—Olvidé que Jax no es como las demás chicas. Es vengativa y sigue
hasta el final.
La segunda voz que se había entrometido antes, añadió:
—Te echamos de menos, Jax. ¿Por qué has estado tanto tiempo
alejada?
Había sido en el instituto desde que había acompañado a la banda.
Mientras los chicos estaban hablando, me llegaron recuerdos de los viejos
tiempos, cuando este era solo un grupo de amigos haciendo estupideces
juntos, cuando no era oficialmente la actividad de una banda, solo una
broma o un tiempo donde volvíamos a ser la gente de Fallen Crest, o
siguiendo a los hermanos Boudrou y esperando hacer sus vidas un infierno.
Me encontré con la mirada de Channing y era como si estuviese allí
conmigo, recordando también, porque sus ojos se suavizaron. Extendió la 156
mano y apartó un mechón de mi rostro.
Apoyó su frente en la mía y, suavemente solo para que yo lo escuchase,
susurró:
—Es bueno tenerte de vuelta.
Sus labios tocaron los míos, pero solo brevemente, y me dio un segundo
beso en la frente.
Apreté su mano antes de que se alejase.
Era bueno estar de vuelta. También era aterrador, y estoy bastante
segura que desearía un cigarro a cada momento con esta banda, pero era
bueno. Se sentía como si una pieza de mí hubiese vuelto a su lugar.
—Oye —habló Moose—. Se están moviendo.
Ni siquiera había mirado lo que estábamos investigando. Era un
almacén, parecido al de Channing, pero con otro edificio a su lado. Había
un tráiler en un extremo, junto con una pequeña casa. Una valla de metal
rodeaba todo el lugar, y una luz se había encendido, iluminando la zona del
patio delantero.
Una de las grandes puertas del almacén se abrió, y salieron una serie
de motocicletas, sin las luces puestas.
No aceleraron los motores, solo un suave ronroneo mientras salían, uno
tras otro. El hombre del frente alzó el brazo, y la verja del perímetro comenzó
a abrirse.
Entré en pánico por un segundo, preguntándome si encontrarían
nuestras camionetas, pero luego recordé que habíamos estacionado junto al
límite forestal y lo habíamos dejado dentro del bosque. Estaban ocultas.
Moose dijo sobre mi cabeza:
—Ese era Richter.
—No vi a Traverse o a Connelly —añadió Lincoln.
Channing todavía estaba estudiando el recinto, apretó la mandíbula.
—No vi ninguno de los tipos leal a él.
Un aire intranquilo cayó sobre todo el mundo. Channing me lo había
comentado antes, así que sabía que no era una buena señal. Los tipos que
se suponía que los ayudasen no estaban por ninguna parte.
Finalmente Moose preguntó:
—¿Crees que están muertos?
Nadie quería responder esa pregunta, pero después de una ligera
pausa, Channing negó.
—No lo sé. —Se alzó—. Pero voy a asegurarme que no están ahí. 157
El resto comenzó a levantarse. Les hizo gestos para que se detuviesen.
—No. Quédense. Iré solo.
Me senté.
—Ni lo sueñes.
Lincoln también se levantó.
—Iré con él.
Sabía que Channing podía luchar. Nunca había visto luchar a Lincoln.
Asintió hacia mí.
—No dejaré que le suceda nada. Lo prometo.
Channing se acercó, agachándose así su frente tocaba la mía de nuevo.
Me sujetó el rostro con las manos y susurró:
—Estaré bien, pero tengo que mirar. Tengo que hacerlo.
Esto era lo que odiaba sobre la vida de la banda, pero asentí. Iba a ir
de todos modos. Prefería que fuese con la cabeza clara que con
pensamientos negativos, sabiendo que estaba molesta.
Cuando comenzó a alejarse, lo agarré y choqué nuestros labios.
—Vuelve a mí. ¿Me escuchas?
—Te escucho. —Tenía una sonrisa orgullosa y me besó de nuevo, más
suave esta vez—. Lo prometo.
Los dos se marcharon, mezclándose con las sombras que podíamos ver
mientras se acercaban al recinto.
Chad se acercó, tomando el lugar que Channing dejó. Congo lo siguió.
—Si alguien puede manejarse ahí, son esos dos —intentó animarme
Chad—. Estarán bien.
Moose masculló:
—Y si no, habrá un infierno que pagar.
Farfullé. Para los dos.
Nos quedamos en silencio y esperamos hasta que los vimos aparecer
frente a la valla. Uno le lanzó un palo. No hubo chispazo. No estaba
electrificada. Ambos la escalaron con una facilidad que me sorprendió.
Atravesaron el patio, dirigiéndose a una puerta lateral, y estaban dentro.
—¿Por qué no bloquearon las puertas? —cuestionó Congo.
—Porque su recinto está en mitad de ninguna parte —respondió
Moose—. Probablemente no piensen que alguien tendría las pelotas para
irrumpir dentro.
Los siguientes momentos duraron años para mí. 158
No sabía qué estaba haciendo Channing. No sabía quién más estaba
allí dentro.
No sabía si tenían armas. No sabía si alguien los atacaría con un
cuchillo.
Las luces no estaban encendidas, así que se estaban moviendo en la
oscuridad.
Todo lo que sabía era que Channing podía luchar. Era el campeón de
la lucha clandestina de Roussou, pero también sabía que estaba preparada
para destrozarlos, con mis propias manos si era necesario. Cada segundo
que esperaba era una vida.
El imbécil.
Entró ahí solo con un amigo.
Nos dejó a todos aquí.
Era un egoísta.
Era condenable.
Era… ¡BANG!
Era el amor de mi vida.
Estaba en pie y corriendo antes de que nadie pudiese detenerme.
—¡Heather!
—¡Heather! ¡Detente!
No me importaba.
¡Bang! ¡Bang!
Dos disparos más, y el corazón me latía con fuerza en el pecho.
Bajé esa colina como si mi vida dependiese de ello, porque así era. Los
chicos estaban en persecución conmigo, y yo estaba manteniendo el ritmo.
La adrenalina me dio ventaja sobre mi velocidad normal, y golpeé la verja
con fuerza, usando el impulso para subirla y traspasarla. Era algo que
acostumbraba a hacer.
Cuando éramos niños, habíamos saltado sobre vallas, árboles, sobre
casas. Sobre arroyos y ríos, o en el océano, iría a cualquier parte con
Channing, y hoy eso significaba que iba a irrumpir en el almacén de un club
de motociclistas.
Después de esos tres disparos, no había habido otro sonido. Las luces
todavía estaban apagadas, pero no me importaba lo más mínimo.
Corrí a la puerta lateral y la abrí.
Después de eso, me detuve. Podía oler la pólvora.
Escuché a los chicos saltando la verja de fuera, unos cuantos gruñidos.
Alguien aterrizó con fuerza, luego nada. Eran tan silenciosos como habían 159
sido Channing y Lincoln.
—Heather. —Moose estaba detrás de mí, cerniéndose sobre mí.
Iba a salírseme el corazón del pecho, pero me contuve. Esperé a que
mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad.
Repentinamente, alguien maldijo.
—A la mierda. —La habitación se llenó de luz.
Pestañeé un par de veces, viendo estrellas. Cuando mis ojos pudieron
centrarse, se me paró el corazón de un modo completamente diferente.
Siete tipos sentados en sillas, las bocas tapadas con cintas, maniatados
a la espalda. Sus piernas habían sido atadas a las sillas. Lincoln tenía una
pistola apuntando a alguien en el suelo, y un charco de sangro debajo de él.
Y Channing, Dios, ¿dónde estaba Channing?
Escuché un paso en el fondo del pasillo, luego otro.
Apareció, frotándose las manos en una toalla, con sangre salpicada por
su parte delantera y vaqueros. Había salpicaduras de sangre en su rostro,
pero parecía como si hubiese usado algo para limpiarlo.
—Bueno. —Alzó la mirada, me vio y examinó la habitación. No había
sorpresa, solo severidad mientras apretaba la mandíbula de nuevo—. Si no
estábamos en guerra antes, lo estamos ahora.
Channing

—N
o es culpa tuya, Channing.
Escuché las palabras. Había estado allí yo
mismo. Sabía qué había sucedido. La policía sabía
qué había ocurrido. El detective Miller dijo que la
balística también me ayudaría, junto con los otros ocho testigos en la
habitación.
Aun así, no me quitaba el miedo.
Traverse se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa. 160
—El idiota te apuntó con su arma, tropezó y se disparó a sí mismo en
la cabeza. Literalmente se disparó a sí mismo. No hay nada por lo que
sentirse mal.
Mascullé:
—Tienes razón. Excepto que uno de los chicos de Richter está muerto
por mí. No le importará si fue indirecto o no. Lo asusté. Sacó un arma y está
muerto. Eso es todo lo que le preocupará a Richter, y lo sabes.
Eso lo calló.
Estábamos sentados en la sección trasera de Manny’s. Heather nos
había dejado temprano para ir a abrir, así que había enviado a Moose y a
Chad con ella. El resto había permanecido conmigo mientras liberábamos a
los chicos de Traverse y aparecía la policía. Aparentemente, cuando Heather
abrió la puerta de una patada, había hecho saltar una alarma. En cierto
sentido, estaba agradecido de que la policía supiese que yo no había matado
al tipo. No quería eso colgando sobre mi cabeza. Después de dar nuestras
declaraciones, y una vez que todos éramos libres de irnos, habíamos venido
aquí.
Quería estar cerca de Heather, y a ella le parecía bien cerrar la
habitación trasera para nosotros.
—Deja que nosotros nos preocupemos por Richter —comentó
finalmente Traverse—. Esta es nuestra guerra, no la tuya.
No importaría.
—Me culpará a mí.
—Me culpará a mí, no a ti. Si la policía no hubiese aparecido, no habría
habido ningún registro sobre que estuvieron allí. —Uno de los chicos de
Traverse levantó la mano, comenzando a decir algo, pero fue interrumpido—
. Habríamos destruido la grabación de seguridad —continuó Traverse.
El tipo bajó la mano.
Yo mismo había visto la grabación. Comenzaba una hora antes de que
irrumpiésemos. Sintiendo la mirada de Moose sobre mí, no reaccioné. La
había visto conmigo. Los demás chicos no lo sabían.
Me estaban observando. Estaban esperando por órdenes. Esto no era
la mierda más terrorífica en la que habíamos estado, pero sabían el
protocolo. Teníamos muchos miembros en nuestra banda, pero no todo el
mundo vivía aquí. Odiaba hacer la llamada, pero…
—Tenemos que cerrar filas.
Uno a uno, asintieron hacia mí y se levantaron para irse.
No se fueron juntos. Cada uno se fue solo, excepto Lincoln. Se quedó
en la puerta, y supe qué estaba esperando. Buscando en el bolsillo, le lancé
mis llaves, y las mantuvo alzadas en un último saludo antes de irse.
161
—¿Qué están haciendo todos? —preguntó Traverse.
Iban a visitar a cada uno de nuestros miembros. Esos que no pudiesen
venir a ayudar estarían en alerta. Lo sabrían así podía proteger a sus
familias. Los que pudiesen venir lo harían, y la casa y negocio de cada
miembro estaría vigilado permanentemente. Los que no tuviesen que ir a
sus trabajos no lo harían. Tuesday Tits estaría protegido. Nuestro recinto se
convertiría en la base de operaciones para todo. Heather estaría protegida,
en Manny’s y su casa. Brandon no lo sabría, pero de algún modo también
lo estaría.
Algunos miembros tenían familias locales, así que en todo lo posible se
organizaría un campamento en el recinto.
Incluso le había preguntado a Ginger Gypsy si tenía alguna visión
nueva para nosotros.
Pero todo lo que le dijo fue “Tú y yo estamos casados. Lo sabes,
¿verdad?”.
Una mueca cruzó su rostro.
—Venga. Esta es nuestra pelea.
Me aseguré que mi rostro no mostraba nada, ¿pero este tipo estaba
enfrentándose conmigo por esto? ¿Por qué? Quería un motín. Prometí que
ayudaría, y consiguió uno. Ahora nada.
Traverse me dijo que Richter había averiguado lo que él iba a hacer y
los ató. De acuerdo con Traverse, habían estado ahí durante semanas.
No parecían hambrientos o sedientos. Ninguno tenía el rostro
demacrado o tenía problemas para mantenerse en pie. Parecían… como si
hubiesen sido atados justo antes de que irrumpiésemos en el recinto. Así es
como se veía, parecía eso, sonaba a eso.
Esa maldita grabación. Solo había una hora en ella.
Todo añadido a nosotros estando preparados.
Si ese fuese el caso… por ahora seguiría la corriente. Tenía que hacerlo.
No tenía suficiente para hacer un movimiento. No sabía lo suficiente para
hacer un movimiento.
Necesitaba más información.
—No me importa qué digas —le dije a Traverse—. Richter ha estado
tras Roussou desde que se hizo cargo de Red Demons. Puede que te odie,
pero también me odia a mí. Y tú y yo, estamos en esto juntos. —Me detuve—
. ¿No lo estamos?
Quería que pusiese las cartas sobre la maldita mesa. Quería saber qué
hombres tenía, a qué hombres podía llamar, de dónde habían llegado,
cuándo habían aparecido, y si ya los había llamado. Quería saber los planes
de su manual. 162
No iba a conseguir eso, así que, ¿qué sabía?
Tenía que detenerme y recular.
Tenía siete hombres con él.
No había forma de que fuese a enfrentarme a Richter con siete
hombres, y no iba a meterme en esta situación.
Él necesitaría más ayuda si iba a traicionarnos.
Todavía estaba esperando su respuesta.
Su mirada se endureció. Echó la cabeza hacia atrás. Ensanchó las
fosas nasales y todo mientras yo lo miraba directamente.
Podía sacar mi arma. Podía dispararle en la cabeza. Luego rezaría. Esa
sería una opción desesperada si el infierno se desataba justo ahora.
No me moví un maldito centímetro.
Traverse entrecerró los ojos. Una emoción destelló antes de
desaparecer, y se aclaró la garganta. Extendió la mano.
—Sabes que lo estamos. —Pero su tono fue cortante.
Esperó y le estreché la mano. Nos levantamos al mismo tiempo. El resto
de sus chicos también lo hicieron, y vi uno marcharse al baño.
—¿Quizás deberíamos tomar un respiro? ¿Nos reunimos más tarde esta
noche? —sugerí.
Asintió.
—Sí. Eso suena genial.
Demasiado rápido. Sonrió demasiado rápido y mordió el anzuelo
demasiado rápido.
Joder.
No podía haber cronometrado cuán rápido se marcharon. Se habían
ido antes de que incluso yo pensase en ello. Hubo unas pisadas por el
pasillo, dejándome solo en la sección trasera.
Hasta que escuché la cadena del retrete.
Las puertas se abrieron. Salió su último miembro.
Alcé una mano.
—Hola, hombre.
Miró la habitación, y sus ojos mostraron un poco de sorpresa.
Frotándose la barbilla con la mano, tiró de su chaleco con la otra mano,
acercándose a mí.
—¿Se marchó todo el mundo?
Ladeé la cabeza, asegurándome que hablaba tan suave como la cola de
una serpiente.
163
—Traverse quería que te quedases, y me dieses un resumen de la
operación de tu grupo y todo.
—¿De verdad?
Entrecerré los ojos.
—¿Está todo bien?
—Oh, sí. Claro. —Asintió y regresó a la habitación trasera, cerrando la
puerta tras él—. ¿Quería que te contase todo?
—Solo sobre las operaciones básicas. Vamos a reunirnos más tarde e
idear un plan de ataque para sus chicos y los míos.
Era un hombre inferior en la escala de poder. Si no lo hubiese sido, no
habría elegido ese momento para ir al baño, así que sabía que no sabía nada.
Aun así, debería haber dudado.
Mis chicos no habrían dicho una maldita cosa.
Este tipo me lo contó todo, de dónde venían sus hombres extra, dónde
iban a atrincherarse para la pelea, dónde sabían que se estaría quedando
Ritcher ya que no volvería a estar en su recinto. Me contó cuántos hombres
pensaban que podían tener de su lado. Me dio nombres. Me dio nombres de
tipos que iban a venir a ayudar.
Lo único que no me dio fue su camiseta, y observé su teléfono. Lo tenía
enganchado a un lado. Comenzó a brillar mientras estaba hablando, y siguió
brillando todo el tiempo. Siguió hablando sin notarlo una vez.
No importa lo que estaba planeando realmente Traverse, todavía
íbamos a ir a una guerra.
No estaba seguro contra quién.

Heather me encontró sentado todavía allí, mucho después que el tipo


se fuese. Los sonidos de Manny’s llenaron la habitación cuando abrió la
puerta, silenciándolos cuando la cerró.
—Hola. —Se acercó a mí—. ¿Estás bien?
Como muchas otras veces, probablemente unos cientos para ahora,
alcé el brazo. Se acurrucó en mi regazo y la abracé. Estaba segura, justo
donde pertenecía, en mis brazos.
Dejé salir un largo y tenso suspiro.
164
—Sí. Eso creo.
—¿Qué está mal?
—No sé si estaban diciendo la verdad.
Se tensó, luego dejó salir una risa corta.
—Lo dices como si estuvieses molesto.
Porque lo estaba. Porque no estaba seguro.
La miré, encontrándome con su mirada.
—Un empujón para llegar a Roussou es diferente que un motín de
guerra.
Una era mucho más sangrienta que la otra. Heather no preguntó cuál
era cuál. Ya lo sabía.
Se reclinó, apoyando la cabeza en mi pecho, y encontré mi mano en la
suya.
—Lo superaremos. Siempre lo hacemos.
Apartó mi brazo a un lado y me subió la camiseta. Ya sabía a dónde se
dirigía. Un momento después, la sentí trazando de nuevo el nombre de Naly,
cerré los ojos e imaginé que las estaba sosteniendo a ambas.
Hasta que dijo:
—¿Qué vas a hacer con Bren?
Oh, joder.

165
Heather

—¿M e quieres para qué? —preguntó Bren, con las manos


en las caderas.
Channing le estaba hablando a Bren y su
banda sobre la situación, y de nuevo, las cosas
estaban un poco tensas. Parecía aceptar tener cuidado con los Red Demons
Mc, todos excepto Bren. Por supuesto.
Channing se apoyó contra el mostrador de la cocina. Era tarde en la
noche, tarde para estas adolescentes. Los chicos normales habrían estado 166
en cama, con sus deberes hechos, su única preocupación las clases del día
siguiente. De nuevo, no estos chicos. La medianoche bien podía haber sido
su hora del almuerzo, y cada uno era entusiasta, pero no ingenuo.
—¿Crees que Bren será un objetivo? —preguntó Cross.
Bren había estado protestando, pero se calló una vez Cross comenzó a
hablar. Permaneció ligeramente detrás de él, con los brazos cruzados. Su
pecho subía y bajaba, y me miró. Vi la lucha en ella. La hermana en ella
quería decirle al hermano mayor que se fuese a la mierda, pero Channing
ahora no estaba hablando en ese título, o no solo en ese título. Era banda,
como ellos, y era el padrino en Roussou.
Cerró los ojos un segundo antes de pasar junto a Cross para enfrentar
completamente a su hermano.
Channing se detuvo un instante ante de asentir.
—Puede. Todo el mundo está protegido en nuestra banda, excepto
Bren. Será el lobo solitario, y pueden usar eso.
El más alto se apartó de la pared y se colocó junto a Bren.
—No está sola.
—La banda Ryerson nos ayudará —añadió Cross.
—¿Estás seguro de eso?
Lo estaba pensando, pero Channing lo dijo en voz alta.
Cross movió la cabeza en un breve asentimiento.
—Tienen un cambio de líder. Drake Ryerson.
—¿Ese cabrón? —Channing estudió a su hermana un breve momento—
. ¿Estás bien?
Se encontró con su mirada y empezó a asentir, pero se detuvo.
—Estoy más preocupada por ti, en realidad.
Una sonrisa cruzó el rostro del más alto, y rodeó los hombros de Bren
con el brazo.
—Nos ocupamos de tu hermana. Nadie va a hacerle daño, club de
motociclistas o banda.
Sin pestañear o mostrar alguna emoción, Bren le dio un codazo en las
costillas.
—¡Auh! —La miró fijamente.
Ni siquiera la miró.
—Eres mejor que para hacer eso conmigo. —Girándose, se marchó de
la habitación.
Frotándose el costado, comenzó a seguirla, pero Cross lo detuvo.
—No. 167
El más alto se detuvo de repente, en silencio mientras Cross fue a
seguir a Bren.
El cuatro miembro de su grupo fue a la puerta delantera.
—Jordan, ¿vas a venir? —preguntó.
—Mierda. —Jordan hundió sus grandes hombros mientras seguía al
cuarto miembro. Miró en dirección de la habitación de Bren antes de salir.
La puerta de entrada se cerró tras ellos.
Un segundo después, la puerta de Bren se bloqueó.
—Ella está ahí. Con él. Solos. —Channing se pasó una mano por el
rostro—. ¿Qué demonios se supone que haga aquí?
De nuevo. Nada de chicos normales.
Crucé la habitación para ponerme frente a él. Apoyé las manos en su
estómago.
—No sería muy diferente de nosotros cuando teníamos su edad.
—Lo sé. —Colocó las manos en mis caderas, acercándome—.
Simplemente me habría ido y colado por tu ventana.
La relación de Channing con su hermana había mejorado, pero tenían
un largo camino por delante.
—No soy una madre… —Esa palabra salió un poco ronca, y tragué
sobre un nudo—. Pero creo que lo mejor es cimentar tu relación con ella
primero.
—Lo estoy intentando. —Me acercó, rodeándome con los brazos y
colocando la cabeza en el hueco de mi hombro—. Lo estoy intentando.
Lo estaba intentando. Yo lo estaba intentando. Incluso creo que Bren
también lo estaba intentando.
—Vamos. —Me aparté de sus brazos y le tomé la mano—. Llévame a la
cama, viejo.
—¿Viejo? —Me sonrió, sus ojos oscureciéndose—. Te enseñaré formas
muy viejas que los hombres de las cavernas solían tener sexo con sus
mujeres. ¿Qué tal eso?
Me traspasó una punzada, y no pude haber deseado nada más.
—¿Lo prometes?
Gimió, besándome.
—Dios, lo prometo.
Alzándome, me llevó a su habitación y cerró la puerta.
Y en ese momento, todo se sentía bien…
168
Heather
PRIMER AÑO

i. Maldita. Bolsa. No. Entrará.

M Estos casilleros tenían que ser más grandes.


Honestamente. Quiero decir, venga. ¿Cómo puedes mantener
toda tu mierda en estas cosas pequeñas durante un año
entero? Algunos de nosotros tenemos cosas de verdad que guardar aquí,
como libros, mochilas y comida, y la ocasional botella de licor (no me
juzguen), y ¿hola? ¿Y si quería dejar una bolsa de viaje aquí? O la bolsa de 169
viaje de otra persona, como la de Channing, porque quién sabía dónde
dormía la mayoría de las noches.
En realidad, era su bolsa la que estaba intentando guardar en mi
casillero. Por qué no había usado su propio casillero, no estaba segura.
Siempre había una razón con él, pero se había vuelto más y más vago con
sus explicaciones. No había querido comenzar una pelea (otra más), así que
simplemente había tomado su bolsa y la empujaba con todo mi cuerpo,
apiñándola en mi casillero.
Ahora tenía que moverla porque mi maldito libro de historia había
quedado detrás, y no podía sacarlo.
Ahora lo intenté desde el suelo, los pies colocados a cada lado del
casillero mientras tiraba. Necesitaría una ducha después de esto. Mi cabello
estaba barriendo el polvo del pasillo, aunque nuestros conserjes realmente
hacían un buen trabajo.
Gus necesitaba más crédito por la mierda que tenía que limpiar.
—Te ves bien, Jax.
Oh, mierda.
Levanté la mirada, todavía casi horizontal con el suelo, y conseguí que
Budd Broudou frotase sus genitales contra mí.
Estaría marcada de por vida.
—Aléjate de mí. —Apreté los dientes.
El hermano de Budd, Brett, no era tan malo, pero este tipo era un
imbécil de proporciones épicas, y su hermana era igual de mala, mimada,
egoísta y narcisista hasta el extremo. También tenían otro hermano, pero no
venía aquí. De todos modos, los que conocía parecían empeorar cada año, y
últimamente Budd había comenzado a pasearse por el instituto como si le
perteneciese. Puede que este año haya sido una pobre alumna de primer
año, pero era una Jax. No aceptaría mierda, y eso ciertamente incluía
también a los Broudou.
—Oh, venga. —Movió las caderas en círculo, sabiendo qué podía ver
mientras levantaba la mirada.
Gracias a Dios por los vaqueros, o estaría viendo un pene y dos
guisantes.
Me rendí. Poniéndome de pie, me puse las manos en las caderas. Me
centré en su entrepierna por un momento, luego sonreí.
—Almohadillaste eso, no es cierto.
Antes de que pudiese contestar, le di un pequeño golpe con el dorso de
la mano.
Tenía razón. Había un calcetín allí.
Chilló, sujetándose. 170
—¡Zorra!
Puse los ojos en blanco.
—Por favor. No lo sentiste, si sabes a qué me refiero.
—Tú…
Podía ver la temperatura de su cuerpo elevándose. El rojo en el fondo
de su termostato estaba subiendo más, más y más, y todo el camino hasta
la cima. Incluso su frente estaba roja. Curvó las manos, como si fuese a ir
por mi garganta.
—Zorra…
¡Pum!
Channing había aparecido de la nada. Su puñetazo lanzó a Budd en el
casillero a mi lado.
—¡Aléjate de ella! —gritó Channing, y luego estaba sobre él.
Golpe tras golpe, casi me sentí mal por Budd. No tuvo tiempo para
recuperarse o defenderse. Luego un gritó llegó desde el fondo del pasillo, y
una masa de estudiantes se empujaron hacia nosotros.
El hermano de Budd, Bret, se estaba acercando con el resto de sus
amigos. Había notado una división entre los estudiantes, la mitad seguían
a los hermanos Broudou como cachorros persiguiendo el pezón de su
madre, y un cuarto permanecía neutral. Los últimos cuatro eran leales a
Channing. Había un grupo más pequeño, pero eran fuertes.
Channing había comenzado a pelear más y más, lo que hacía que sus
amigos también lo hiciesen, y de algún modo, se habían convertido en una
fuerza de pelea. Era lo suficientemente duros para hacer que los seguidores
Broudou fuesen precavidos, que es la única razón por la que Brett y otro
intentó apartar a Budd de Channing, o más específicamente, de los puños
de Channing.
Moose, Congo y Chad se abrieron paso entre la multitud y fueron hacia
Brett y Jared Caldron, el mejor amigo de Budd.
Estaba enojada, más que enojada.
Uno, había estado manejando esto. ¿Iba a llegar el día que no pudiese
manejar a un maldito Broudou? Por favor.
Dos, había estado intentando sacar la maldita bolsa de mi casillero, ¿y
ahora qué estaba haciendo? Esperando. Esperando a que estos estúpidos
averiguasen qué polla era más grande.
Tres, mientras observaba, Channing empujó a Budd contra mi
casillero. La fuerza fue suficiente para llevar su mochila de nuevo dentro.
Y finalmente, me quedé boquiabierta mientras veía todos mis libros y
páginas salir volando de mi casillero. No uno o dos, ¡todos! ¿Cómo fue eso 171
incluso posible?
—¡Malditos! —grité.
Olvídalo. Me metí. Si me hacían daño, que así fuese. Iba a conseguir mi
maldito libro de historia de un modo u otro.
—¡Heather! —chilló Channing.
—¡Jax!
No sabía quién fue ese. No me importaba. Apartando a Broudou de un
empujón, también aparté las manos de Channing de mí.
—Aléjate.
Maldijo, empujando a Budd más lejos de mí. Bien. Lo que sea. Podían
hacer su maldita pelea por allí. Me dejé caer al suelo, mi trasero de nuevo
en el suelo, y deslicé la mano bajo la bolsa de Channing hasta que pude
rodear el libro de historia con los dedos.
Por supuesto. Porque era el karma cósmico, todos mis libros estaban
esparcidos en el pasillo excepto el que quería.
Los chicos todavía estaban luchando a mi alrededor. Moose aplastó a
Brett contra el casillero de al lado. Ambos chicos me vieron y abrieron los
ojos con sorpresa.
—Jax, ¿qué demonios estás haciendo?
Pero Brett preparó un puñetazo y lo lanzó a la barbilla de Moose. Lanzó
a Moose de nuevo donde Channing había tomado a Budd… ¿ven? Ese
hermano no era tan malo como el otro.
Escuché el graznido de un cuervo.
—¡Dejen a mis hermanos!
Solo había una chica lo suficientemente estúpida (además de yo) para
meterse en este desastre, y si comenzaba a pelear, lo haría yo. Tendría que
dirigirme hacia ella, aunque no quería. Tenía prioridades aquí. Todavía
estaba esperando conseguir mi maldito libro e ir a clase. No que todos
tuviésemos que ir a detención. Ese era mi pensamiento hasta que Shannon
Broudou chilló a todo pulmón.
—¡Profesores! ¡Consigan a los profesores! Channing Monroe comenzó
todo.
Tenía un buen agarre. Fui capaz de envolver toda la mano sobre el libro.
Me tensé y tiré con todo mi peso.
¡Umph!
Éxito.
El libro salió del casillero y desde que Shannon estaba pasando junto
a mí en ese momento, usé el impulso para dejarlo volar.
172
Voló sobre mi cabeza y le golpeó directamente en el hombro.
—¿Qué? —Se giró hacia mí, pero para entonces ya estaba de pie.
Antes que el libro golpease el suelo, lo tomé cuando rebotó y le di un
revés a ella. Con el libro. En el rostro. No fue suficiente para hacerla caer,
pero cayó sobre la multitud detrás de ella. Me miró con preocupación. Alzó
la mano para tocar donde la había golpeado antes de que se formase pura
furia.
Esa fue la razón por la que recapacité sobre lo que acababa de hacer.
Shannon Broudou no era una chica pequeña.
Estaba cerca de la línea entre fuerte y regordeta, pero aceptaba su peso.
Le encantaban sus curvos. Yo no tenía problema con eso, pero era un
problema cuando esas mismas curvas ahora estaban dirigidas a enfrentarse
conmigo. Tenía mucha más carne que yo.
—Oh, mierda.
Tuve tiempo para considerar huir, pero mi orgullo Jax no me lo
permitiría, así que con esos chicos todavía luchando en el fondo, me preparé
para su réplica.
Agachó la cabeza y cargó.
Channing se cuidó un ojo morado en detención, justo a mi lado.
—¿Por qué estás enfadada conmigo? —preguntó—. Te estaba
defendiendo.
Lo miré fijamente.
—Porque estaba lidiando perfectamente con él, y no es eso. —Me callé.
No quería pelear, pero a la mierda—. Últimamente estás peleando todo el
tiempo.
Apartó la bolsa de hielo y se enderezó.
—¿Y qué?
Dios. Odiaba lo fríos que se ponían sus ojos, especialmente cuando me
estaba mirando.
—Tu madre murió, pero…
—¿Pero qué? —dijo desdeñoso—. ¿No estoy manejando su muerte de la
manera correcta? —Se inclinó más cerca, su aliento caliente sobre mí—.
Dime, Heather. ¿Cómo se supone que llore a mi madre, eh? No puedo ser 173
como tú, sin importarme una mierda que mi madre se fuese cuando estaba
en primer grado.
Me estremecí.
Esperé para el segundo golpe, cuando ella volvió y decidió que todavía
no éramos lo suficientemente buenos para ella. Pero no llegó.
—Cállate —espeté—. No sabes de qué estás hablando…
—Sé qué es perder una madre. Simplemente no sé cómo es vivir sin
una. —Se movió en su silla, levantándose.
—Si se va de esta clase, señor Monroe, está suspendido —advirtió el
profesor.
No importó.
Channing se marchó, enseñando el dedo corazón sobre el hombro.
La cuestión es, no estaba segura si eso era para el profesor o para mí.
Heather
PRESENTE

asaron dos semanas, y Manny’s se había convertido un refugio

días.
P para la banda.
Channing, Bren y otro… todos entraban y salían todos los

El grupo siempre mantenía una apariencia “peligrosa” para la multitud


de Fallen Crest —desde adolescentes a solitarias amas de casa de mediana
edad—, y desde que estaban aquí, el negocio había aumentado. 174
Todavía estaba preparada para que la banda volviese a sus usuales
visitas menos frecuentes. Las cosas no estaban tan tensas cuando no
estaban alrededor.
Aunque en el gran esquema de las cosas, quería asegurarme que
estábamos bien, así que lo soporté. Es todo lo que podías hacer en una
tormenta: Agazaparse, esperar a que termine.
Todo el mundo lo sentía —el equipo y los clientes—, supiesen qué
estaba pasando o no. Caminaban un poco más libremente cuando se iban.
La única que no parecía afectada era Suki. Habíamos propuesto la idea de
ella encargándose de una noche de cenas privada, y le encantó, tanto que
había vuelto a ser gerente regular. Así que ahora, cuando no era necesitaba
en Manny’s, estaba en Tuesday Tits con Channing, o estaba en el recinto
con los demás.
Era una de esas tardes en el recinto de nuevo. Había comenzado a
alejarme de Manny’s todo lo posible, solo porque no quería sentir la presión
de poner a todos los de allí en peligro, pero estaba aburrida. E inquieta, y
había comenzado a llevar de nuevo un paquete de cigarros conmigo.
No los fumé. No aún, pero los estaba sacando. Había sujetado uno en
mi mano.
Lo estaba haciendo más de lo que debería.
Me senté en la mesa de picnic de la parte trasera. Los demás estaban
dentro, o los niños estaban en el parque infantil improvisado que se había
colocado en medio de todo.
No me había gustado ver niños allí, pero cuando se lo había comentado
a Channing, él me había preguntado qué otra cosa podía hacer. Algunos de
sus miembros tenían hijos. Probablemente no se les tocaría. No creía que
los Red Demons hiriesen niños, ¿pero por qué arriesgarlos?
No podía entender toda la conversación del interior, pero podía
escucharlo. Podía escucharlos reírse.
Yo no me estaba riendo.
No había nada de qué reírse en esta situación.
Necesitaba mi propio caos, no el suyo. Necesitaba mi disfunción de
Manny’s.
—No sabía que iba a ponerse tan mal —comentó Channing, saliendo
de la casa. Se movió para sentarse sobre la mesa a mi lado. Estirando el
brazo, me quitó el paquete de las manos y quitándome el cigarro de entre
los dedos, acariciándome la mano en el proceso.
No luché contra él. No podía. Porque tenía razón. Se estaba poniendo
mal.
—Es este lugar. 175
No lo miré, pero supe que no aceptaría esa excusa. Volvió a poner el
cigarro en el paquete y sacó el encendedor. Lo quemó todo y lo lanzó a una
hoguera.
—No es este lugar —contestó—. Es la situación.
Bueno. Eso también.
Mascullé:
—Estaba intentando ser agradable.
—Lo sé.
Nos quedamos en silencio, cómodo.
Quizás era porque Channing estaba conmigo sin importar qué, o quizás
era porque me había rendido. Pero no iba a volver a pelear con él sobre estar
en una banda. No iba a esperar sacarlo. Estoy dentro, completamente. Por
alguna razón, dijo algo que nunca había dicho antes:
—Lo siento.
No era eso.
Miré hacia él.
—¿Eh?
—Estás en esto por mi culpa, por culpa de la banda.
Era eso.
No pude hablar. Estaba demasiado sorprendida.
Apoyó los codos en las rodillas.
—Estoy en la banda, y eso nunca cambiará. Y tú estás en peligro
porque eres la mujer que amo. Lo siento. De verdad. —Ahora me miró—.
Pero eso tampoco cambiará nunca. Nunca amaré a alguien como te amo a
ti. No me pidas que lo intente.
Channing me había hecho daño. Me había amado. Me había hecho reír.
Me había hecho desmayar. Había sido engreído, sonriente, despreocupado,
imprudente y estúpido. Más que estúpido. Fue bueno y malo, y había tenido
un asiento de primera fila durante todo el espectáculo. También había sido
una parte integral de muchos de esos momentos, cuando me alejó, cuando
yo lo alejé, todo.
—Formaste el sistema de banda para enfrentarte a los Broudou —le
recordé—. Lo hiciste por mí.
Negó.
—Lo hice porque Brett y Budd eran demasiado fuertes. Estaban
acosando a todos menos a mi grupo. También lo hice por mí. Tu amiga
simplemente fue el cataclismo. Eso es todo.
—Aun así. —Me incliné hacia delante, imitando su postura—. Esa es 176
una historia vieja. No sabías a qué te llevaría la vida de banda. En las buenas
y las malas, ¿cierto? —Realmente no estaba hablando con él—. Estar en una
banda es como estar casado.
Channing se rió.
—Estar en una banda es como esos matrimonios que pasan por todo y
no se separan.
—No los débiles que se divorcian después de un escándalo. —Arrugué
la nariz, pero estaba sonriendo.
Su sonrisa a juego con la mía.
—Exactamente.
—No tenemos problemas porque estés en una banda —admití—. Quiero
decir… —Me imaginé la celda de una cárcel cerrándose, el sonido de una
ambulancia, el tiroteo dentro del almacén. Podía haber sido Channing el del
suelo.
Habría provocado un infierno sobre quien fuese el responsable.
No sé qué alejó a mi madre. Se marchó. No importaba, pero una vieja
caravana llevó a mi padre a Florida. Mi hermano mayor estaba casado,
trabajando en un trabajo de nueve a cinco con dos hijos y probablemente
un matrimonio normal que tenía sus problemas. Pero Brandon todavía
estaba conmigo, y mi otra familia estaba sentada justo a mi lado.
Tenía amigos. Tenía buenos amigos, una incluso llamada mi mejor
amiga, pero no eran Roussou. No había nadie como Roussou excepto los
que venían de Roussou.
—Te amo —le dije.
Lo dije porque era mi mejor amigo, mi amante, mi alma gemela, e
incluso sentada en una mesa de picnic, no habría estado en otro lugar que
a su lado.
—También te amo. —Hubo aspereza en su tono.
Me giré para mirar hacia las colinas rodeando su recinto, pero sabía
que él estaba luchando contra las lágrimas. Demonios. También las sentí,
pero también la sentí a ella.
—¿Crees que estaría caminando para este momento? —pregunté.
—Oh, joder, sí. —Salió una suave risa de él—. Estaría comenzando a
caminar, tal vez incluso corriendo.
—¿Eso crees?
—Sí. Es Monroe y Jax junto. Estaría moviéndose por este almacén,
arrastrándose, mostrando su trasero desnudo a todo el mundo.
Me reí, y una vez comencé, pude imaginármela. Piernas regordetas,
brazos regordetes, mejillas regordetas. Repiqueteos de risa. Tan rubia que 177
probablemente tendría el cabello blanco, tal vez rizo. Estaría corriendo hacia
su papi, sin duda.
—Ya estaría pateando traseros.
No podía dejar de reír, y llorar. Maldición.
Pestañeé, intentando detener las lágrimas, pero tenía razón. Naly
habría pateado traseros, y justo entonces supe unas cuantas cosas más.
Ya no dolía hablar de ella. Y quería otro bebé. Con fuerza.
Channing estaba esperando. Como si ya supiese que estaba sucediendo
en mi interior, y solo tuve que mirarlo a los ojos antes que se levantase y me
agarrase —un brazo bajo mis piernas y otro en mi espalda—, y me lanzó
sobre su hombro.
—¡Umph!
Me azotó el trasero, con suavidad.
—Silencio, mujer. Tú y yo necesitamos un tiempo a solas. —Comenzó
a frotar la mano en círculos, convirtiéndose en una caricia, y cerré los ojos.
Saboreé ese toque.
Esquivó alguna gente en el garaje y me dejó en su camioneta. Me senté
mientras cerraba la puerta y lo observé rodearla.
—¿Vamos a irnos irnos para eso?
Me lanzó una sonrisa, encendiendo el motor.
—Quiero completa privacidad donde nadie pueda encontrarnos.
Channing se detuvo junto la verja.
—Me voy por un tiempo. Tendré el teléfono conmigo.
Moose estaba observando. Frunció el ceño, pero me miró y suspiró.
—Bien. —Pulsó el botón y la verja se abrió.
Channing alzó dos dedos en un pequeño saludo y salió.

178
Heather

hanning me estaba llevando a los manantiales.

C Reconocí a dónde íbamos a mitad de camino, y no pude


explicar qué pasó a través de mí. Era nuestro lugar. Cuando
llegamos a la pequeña carretera que nos conducía a nuestra
sección del río, solo podía mirarlo fijamente.
Tenía la ventana bajada, y el viento se movía a través de su cabello.
Tenía una mano en el volante y la otra entre nosotros, la palma hacia arriba
y su pulgar girando en la mía. 179
Sentí una oleada de amor que era diferente a los demás. Era amor por
conocer a una persona de toda tu vida, pero sin embargo sintiendo esa
"novedad", esa emoción vertiginosa, esa emoción que se reunía en el fondo
de mi estómago. Era todos esos amores, era feroz, protector, y había una
pizca de arrepentimiento.
Me arrepentía de dejarle ir antes. Me arrepentía de empujarlo lejos. Me
arrepentía de no hablar sobre Naly, no querer escucharlo hablar de Naly.
Pero sobre todo, me arrepentía de cada palabra que le había dicho para
hacerle daño, porque eso fue culpa mía. No fue suya. Tenía sus fallos, no
me malinterpreten. Me engañó, y eso fue un gran problema. Tomó un año
antes de que esa pared hubiera vuelto a caer, y ese era otro momento de los
cuales nunca hablábamos.
Pero su error no eclipsaba a Naly. No dejaría que me quitara el amor
que sentía por él ahora.
Esperanza.
Algo nuevo estaba sucediendo. Algo nuevo iba a pasar.
Había hecho el primer movimiento aceptando a la pandilla, pero él me
había encontrado en cada paso del camino.
Coloqué la mano en la suya y cerré los ojos, memorizando la sensación
de sus dedos sobre la mía. Era un apretón fuerte, y cuando abrí mis ojos
otra vez, él me estaba mirando. La camioneta se había detenido. Lo había
detenido en medio del camino de grava.
—¿Qué es esto? —preguntó, sus cejas descendiendo.
Sacudí mi cabeza. No quería que se sintiera así. Ahora no.
Moviéndome, me senté a horcajadas sobre él, y se amoldó. Me hizo
espacio.
Nuestros labios se encontraron y se rozaron el uno sobre el otro,
jugando, probando, amorosos.
Gruñó en mi oreja, y se sintió en todo el camino a mi coño. Sus brazos
estaban a mi alrededor, pero puso la camioneta en marcha y condujo un
poco más lejos, y luego la apagó. Estábamos en los manantiales. Conocía
cada bache en el camino, cada árbol en la zanja, cada roca que pasábamos,
y estaba volviendo a ese séptimo grado cuando nos besamos por primera
vez.
Apagó el motor, su boca encontrando la mía.
Gruñó, levantando las caderas para frotarse contra mí.
Ya estaba duro, pero por lo general siempre estaba duro por mí.
—Por favor. —Jadeé, tirando mi cabeza hacia atrás.
Sus labios se movieron por mi garganta, por mi pecho. Me acarició la 180
camiseta, encontrando mi pezón. Su lengua se agitó, burlándose. Sus
dientes lo rozaron, y jadeé, arqueando mi espalda. Apretó de nuevo,
chupando, su lengua todavía acariciándome.
Gruñó de nuevo y empujó la puerta abierta.
Saliendo, me sostuvo firmemente contra él. Tan pronto como nos
alejamos de la puerta, mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura.
Cerró la camioneta, guardando sus llaves en el bolsillo, y me llevó por el
terraplén escarpado del agua.
Descansando a mis pies, se deslizó entre mis rodillas, desabrochando
mis pantalones cortos de lona.
Jadeé, cerrando mis ojos y mi cabeza atrás. Rastrillé mis dedos a través
de su cabello, y sentí su boca en mi estómago, luego descendiendo.
Sabía dónde probarme, dónde lamer, besar, saborearme.
—Channing —gemí.
Conocía cada caricia como el dorso de su mano.
Su boca flotó sobre mi clítoris, su boca succionó, y casi me vine. Sus
manos encontraron mis piernas, separándolas para hacerle sitio, y luego su
lengua se deslizó dentro.
Agarré su cabeza, y me aferré.
Mis rodillas estaban cediendo.
Su lengua seguía empujando dentro, una y otra y otra vez, estaba casi
ciega. No sabía cuánto más podía manejar.
Como si conociera mis sentimientos, se sentó sobre sus pies y me miró,
con sus ojos oscuros de deseo y lujuria. Me dio la más amplia sonrisa antes
de que decir:
—Desnúdate, mujer.
Me reí, sintiéndome medio borracha, y así lo hice.
Me quité el top y mis pechos se irguieron, sintiendo el aire contra ellos.
Su mano se deslizó por mi estómago para agarrar uno de ellos. Jadeé
cuando me ajusté, sujetándome con una mano en su hombro, pateé el resto
de mi ropa libre: Sandalias, shorts, bragas. Ahora, estando desnuda delante
de él, se puso de pie, sus manos cayendo a sus vaqueros.
Le arranqué la camiseta, necesitando sentir sus hombros, pecho,
brazos, estómago. Tenía que tocarlos, deslizar mis manos sobre él,
devolverle las caricias. Cuando estaba perdida haciendo eso, él se arrancó
los zapatos y los vaqueros, y luego sentí su polla. Era dura, estaba
reposando contra mi estómago, y mi mano lo encontró como si fuera mi
ancla.
Contuvo su aliento, inclinándose sobre mí, sus manos bajaron por mi
espalda y se curvaron alrededor de mi trasero. 181
—Maldita sea, Heather. —Gruñó mi nombre, su boca se cerró sobre mi
hombro. Una vez me elevó, sus labios encontraron mi pezón. Se aferró a mi
pecho al mismo tiempo que me hundía en su polla.
Se deslizó dentro, pero no comenzó a moverse.
Me llevó a los manantiales y tumbándome contra la roca, agarró mi
muslo. Entonces comenzó a moverse, se inclinó sobre mí, besando mi pecho,
mi garganta, mi cuello, y volviendo a mi pecho cuando siguió moviéndose
dentro.
Apreté sus hombros, haciendo rodar mis caderas con él. Quería
montarle, y cuando empujé en su hombro para moverme así, solo se rió y
encontró mis labios.
—De ninguna manera. Quiero follarte duro. Y maldita sea, mujer,
puedo follarte porque eres mi mujer. —Su mano se flexionó en mi cadera—
. Ahora déjame hacer mi trabajo.
Riéndome, apoyé mi cabeza en la roca. Sus labios bajaron a mi
garganta, y siguió avanzando. Mis piernas enrolladas alrededor de él.
Moviéndonos perfectamente en armonía, y entonces él gritó. Cayendo
encima de mí, su cuerpo aplastándome, agarró mi culo, golpeándome más
fuerte.
Nos movimos juntos.
Nos montamos mutuamente.
No quería parar nunca. No quería que el mundo real volviera a nosotros
nunca, pero cuando me empujó sobre el borde, mi cuerpo comenzó a
temblar, y él embistió una última vez. Ambos explotamos.
Recorrí una mano por su espalda, sintiéndole estremecerse por mi
toque.
—Quiero hacerlo mejor —murmuré.
Tensándose, se apoyó en un codo a mi lado.
—¿Qué quieres decir? —Su mano cayó a mi pecho, sujetándome allí,
calentándome.
—No puedo alejarme de ti. —Sacudí mi cabeza, girándola una y otra
vez contra la roca—. Simplemente no es posible ahora. Si tuviera que... —
Dios. No quería siquiera pensar en eso—. No sé si sobreviviría una vez más.
Hemos tenido demasiadas rupturas. Demasiadas meteduras de pata.
Él asintió, su boca curvada hacia abajo.
—Lo sé.
Cogí su rostro en mis manos. Él había comenzado a mirar mis pechos,
pero le pedí que me mirara.
—Tenemos que crecer, joder —dije—. Seamos adultos.
—Bien. —Él asintió, sonriéndome. 182
Gemí, viendo sus ojos oscureciéndose. Comencé a desenrollar mis
piernas de su cintura.
—Oh, guau, guau, guau. —Agarró mis caderas, sosteniéndome
todavía—. ¿Qué estás haciendo? No nos apresuremos aquí.
Riendo de nuevo, cerré mis tobillos alrededor de su espalda. Se deslizó
fuera de mí, pero me mantuvo allí abajo. Eso fue lo que hicimos mientras
esperábamos la siguiente ronda. Hablamos. Nos besamos. Nos acariciamos.
Nos reímos. Bromeamos el uno con el otro. Me pellizcó. Golpeé su hombro,
en tan solo veinte minutos, se había endurecido otra vez.
Cuando eso ocurrió, nos miramos mutuamente. Todas las risas, las
bromas, y todo de lo que habíamos estado hablando desapareció, y nos
pusimos serios cuando tomó mi cadera con una mano, retrocedió, y luego
se enterró en mí.
Hoy no era diferente, excepto que yacía encima de mí un poco más de
lo habitual. Hablamos un poco más. Nos reímos un poco más, y cuando hizo
una pausa para deslizarse dentro, juré que había más energía de lo habitual.
Estábamos cimentando este cambio para nosotros.
Hoy era el primer día de un nuevo nosotros y Dios mío, cuando
Channing se movió dentro de mí, juré que sería el último cambio. Cuando
sentí la necesidad, le empujé y me instalé encima.
Era mi turno ahora.

183
Heather

—¡O
h! ¡Oh! ¡Ooooooooh!
Después de nuestro encuentro inicial, Channing
me había llevado más lejos en los manantiales.
Originalmente solo habíamos estado fuera de la
carretera. Su camioneta nos había bloqueado, pero si alguien se hubiera
acercado y hubiera mirado desde el acantilado, allí habríamos estado. Más
lejos significaba más privacidad.
Estábamos caminando de regreso a la camioneta cuando hicimos una 184
pausa, escuchando a una mujer susurrante gritar.
—Ooooooh. ¡Sí! ¡ODM, Matthew!
Un rugido llegó a continuación, y salté hacia atrás por la sorpresa.
Channing me atrapó y comenzó a reír.
—No es divertido. —Le miré mientras la tira de mi camiseta sin mangas
caía de un hombro. La atrapó y la puso de nuevo antes de tomar mi codo y
me guio hacia adelante.
—No estoy segura de cómo reaccionar al oírla actualmente deletrear
ODM y no simplemente decir la frase —dije.
—¡OOOOH DEMONIOS SÍ, mi amante!
Channing siguió riendo, la cabeza baja casi hasta mi hombro.
Le miré.
—¿Qué pasa contigo? Larguémonos jodidamente de aquí.
Comencé a avanzar, pero me mantuvo en el lugar, todavía riendo. Me
empujó más cerca y me susurró al oído:
—Ese es Congo.
Congo…
Era una idiota.
—Oh, Dios mío.
Resopló.
—ODM, quieres decir.
—ODM.
Una de las únicas personas que se referían a Congo con el nombre que
su mamá le dio —Matthew Shephardson— era su acosadora, o la acosadora
de mi hermano, o la acosadora de quien sea que fuera ahora. Era la quítate-
de-su-polla, borracha-con-Gus-en-Manny’s Rebeca.
—Vamos. —La voz de Channing bajó y siguió adelante, agarrando mi
mano. Serpenteamos por algunos manantiales más, acercándonos más a
sus voces.
—Sí. Sí. Sí. —Ella casi estaba cantando ahora.
Había un gran peñasco delante con árboles a ambos lados, pero podía
ver el agua saliendo de detrás de la roca, y podíamos escucharlos justo
adelante.
No estaba segura si quería tomarlos por sorpresa.
Quiero decir, este era Congo y Rebecca. Ella se vestía… Bueno, ¿quién
era yo para juzgar? También me gustaba la ropa ajustada, pero hablaba
como si fuera una snob de etiqueta. ¿Quién decía "arpía sin clase" o
"cortejó"? Rebecca era una mezcla extraña. Simplemente lo dejaba pasar,
pero ¿también Congo? 185
El tipo podía tener un arma cerca, y podía agarrarla por reflejo.
¿Quién daba más miedo? ¿Él o la Acosadora?
Joder.
No importaba. Channing se había arrodillado y comenzó a gatear entre
la roca y uno de los árboles. Estaba comprobando para asegurarse que no
había serpientes u otros animales, y luego me hizo un gesto para que me
uniera a él.
Sí. No lo creía.
No era estúpida.
Me arrastré encima de él. No iba a arriesgarme a aplastar a un
escorpión.
Así que allí estábamos, Channing asomándose alrededor de la base de
la roca y yo encima de él con mis tetas presionándose en la parte posterior
de su cabeza. Podíamos ver a Congo y a Rebecca al otro lado.
Pensé que él estaría encima de ella, y ambos en el agua para que
realmente no pudiéramos ver nada.
No la imagen que teníamos. En absoluto.
Ella estaba a cuatro patas, las piernas abiertas y giradas hacia
nosotros. Sus senos casi estaban rozando el suelo y su cabeza estaba hacia
atrás, los ojos cerrados y boca abierta mientras él sostenía un buen puñado
de su cabello en una mano. Totalmente montada por detrás, Congo tenía
una rodilla en el suelo y la otra levantada, casi encima de su cadera. Su otra
mano le apretaba el culo, y su cabeza también estaba levantada y hacia
atrás. Venas salían de su cuello.
Lo que sea que hubiéramos oído antes solo había sido el comienzo.
Todavía estaban follando.
Al ver eso, me sentí mal. Esto estaba mal. Era una invasión a la
privacidad.
Channing no sentía lo mismo. Cuando comencé a apartarme de él,
hurgó en sus bolsillos y sacó su teléfono. Tomó una foto mientras retrocedía,
y luego todo el infierno se desató.
Escuché el sonido de advertencia y sentí una sacudida repentina. Vi a
la serpiente por el rabillo del ojo cuando Channing me gritó y me tiró al
suelo. Me hizo rodar y se levantó casi tan rápido como habíamos caído. Hubo
una conmoción, y me levanté de un salto mientras Congo y Rebecca corrían
desde el otro lado de la roca, todavía desnudos, excepto por una pistola en
la mano de Congo.
Channing agarró el extremo de la cola y tiró la serpiente lejos de
nosotros, pero no fue lo suficientemente lejos. La cascabel estaba enojada y
volvió. 186
—¡Dispara a la maldita! —le gritó a Congo.
—¡Lo estoy intentando! —Congo levantó el arma, pero apuntó a
Channing, que estaba en medio. Maldiciendo, la bajó y se hizo a un lado—.
La cosa sigue moviéndose.
Channing no estaba perdiendo el tiempo. Arrebató el arma de la mano
de Congo, apuntó y disparó. Le disparó a la cabeza. La serpiente quedó
inmóvil.
—Oh. —Rebecca hizo un sonido de lástima—. ¿Por qué tuviste que
dispararle?
Todos nos giramos hacia ella. Las cejas de Channing se alzaron.
—Porque estaba tratando de atacarnos, y no traje un arma.
Su boca se curvó hacia abajo mientras cruzaba los brazos sobre sus
pechos.
—Este era probablemente su hogar, y la irrumpiste. Yo también
atacaría. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un lado—. ¿Chicos,
por qué están aquí?
—Sí. —Congo estaba jadeando, con las manos en las caderas.
Ambos estaban desnudos, y ninguno de los dos parecía incómodo por
ello.
Estaba tratando de no fijarme en eso. Realmente lo hacía, pero su polla
todavía tenía una semi erección, y las tetas de Rebecca se asomaban por
debajo de sus brazos cruzados. Ella las estaba sofocando. Quería que ella
pusiera los brazos debajo de ellas o algo así. Parecía doloroso, y ni siquiera
tengo las tetas grandes.
Miré hacia abajo. Eran pequeñas. Sentí pena por ellas durante un
segundo.
La chica acosadora estaba compadeciéndose de las serpientes, y yo
estaba compadeciéndome de mis propias tetas.
De alguna manera, eso parecía lo más normal de esta situación.
Channing sonrió y sacó el teléfono de su bolsillo.
—¿Qué crees que estaba haciendo aquí?
La cabeza del Congo se inclinó, tratando de tener una mejor vista del
teléfono. Cuando lo hizo, sus ojos se agrandaron, y frunció el ceño.
—¡De ninguna manera! —Avanzó por el teléfono.
Channing se rió como una niña pequeña. No lo volvió a poner en el
bolsillo, pero no lo entregó. Congo todavía trataba de alcanzarlo, y Channing
corría por ahí, evadiéndolo.
La serpiente fue completamente olvidada, excepto por Rebecca. La 187
atrapé mirándola, casi llorando. Habría ido a consolarla, pero ¿hola? Estaba
desnuda, y no parecía que eso fuera a corregirse pronto.
—¡Venga, Chan! Eso es cruel.
—Es la venganza por la mierda que le hiciste a Marsch.
Congo comenzó a correr detrás de Channing, y él siguió evadiéndolo,
esquivando, corriendo en círculos cerrados, regresando y luego usándonos
a Rebecca y a mí como escudos.
Estábamos en quinto grado de nuevo. Estaba molesta.
—Hice eso por Chad, hombre.
—Pero pagué el precio por ti. —Si Channing estaba enojado, no lo
parecía. De repente, se detuvo—. Ahí. Hecho. —Tiró el teléfono a Congo—.
Ya no está.
Congo lo atrapó, lo estudió.
—¡Maldito! ¡Se lo enviaste a Moose!
Channing nunca dejó de sonreír.
—Se lo envié a todos los chicos.
La sangre se drenó de la cara de Congo.
—Nunca voy a conseguir que superen esto. Ella está desnuda en esa
imagen. Sus tetas están fuera.
—¿Qué? —Rebecca salió de su coma de simpatía de serpientes.
Parpadeó un par de veces—. ¿Eh?
Channing siguió riéndose, pero se ablandó. Él asintió de nuevo al
teléfono.
—Mira la foto, idiota.
Lo hizo, y su ceño se aclaró.
—Oh. —Congo se rió, mostrándole a Rebecca la foto—. Es la serpiente.
Mis cejas se dispararon hacia arriba.
Channing vio mi mirada. Hizo un gesto a la serpiente muerta.
—Esa.
Fue una mala broma, pero aun así me sentía tranquila. Nadie
necesitaba ver a Congo y a Rebecca. Yo no necesitaba seguir viendo a Congo
y a Rebecca.
—Bien.
Channing alcanzó su teléfono.
—Eliminé la de ustedes de inmediato. No soy un imbécil completo. —
Volvió hacia la serpiente y la pateó, deslizando el teléfono en su bolsillo—.
Me pregunto ¿cuánto mide esta?
188
Congo fue con él.
—Apuesto que alrededor de un metro veinte.
Ahora que todo había pasado, miré una y otra vez desde Channing a
Congo y a Rebecca. Estaba a favor de la desnudez, diablos disfrutaba
mostrando demasiada piel yo misma pero esto… esto era un nivel diferente
de comodidad.
—¿Quieres vestirte? —pregunté.
—¿Qué? —dijo Rebecca regresando a su triste estupor.
—Tu ropa.
—Oh. —Se miró a sí misma, luego negó con la cabeza—. Sí,
normalmente sería grosero permanecer sin ropa, pero caminamos hacia
aquí así.
—Sí —dijo Congo, que se unió a nuestra conversación—. No queríamos
que un hijo de puta acechara y robara nuestra ropa. —Golpeó a Channing
en el pecho—. Está guardada en la camioneta allá atrás.
—¿Tu camioneta está cerca de mi camioneta?
Congo asintió, pasándose una mano por la cabeza y haciendo que
algunas partes de sí mismo rebotaran con el movimiento.
—Oh Dios. —Me di la vuelta. Ahora sabía con certeza que solo
necesitaba ver la polla de Channing. Tal vez la de mi hijo, si tuviera un niño,
pero eso sería todo. No sabía que había estado cuestionando esa necesidad
de ver otros penes o no, pero lo supe ahora. Con certeza.
Tampoco necesitaba ver otra vagina. Mi coño, la polla de Channing.
Nuestros niños. Eso sería todo. Bueno, tal vez no debería adelantarme.
Siempre estaba el porno.
Una visión de Congo montando a Rebecca brilló en mi cabeza. No, no
vería porno por un tiempo.
—¿Te encuentras bien, Heather? —preguntó Congo.
—Sí… —Iba a tener visiones de esos dos en mi cabeza para siempre,
pero estaría bien. La desnudez no era el fin del mundo—. Estoy bien.
Congo suspiró, mirándose a sí mismo.
—Parece que se ha vuelto blando. Moose me envió tras de ti. Estaba
preocupado, quería asegurarse de que tuvieras respaldo. —Señaló a
Rebecca, que se acercó a su lado para poder poner su brazo alrededor de
ella—. Becca me siguió aquí…
Porque es una acosadora. ¿Hola? ¿Todos lo hemos olvidado aquí?
—Y no soy un imbécil entrometido. Quería darte privacidad, pero ella
apareció y una cosa llevó a la otra…
Channing sonrió. 189
—Sí, claro. No pudiste encontrarnos y lo sabes. —Me miró y supe que
los dos estábamos recordando la primera vez. Nuestras situaciones se
hubieran revertido fácilmente si hubiera llegado antes.
—Eso también —dijo Congo sacudiendo la cabeza.
Todos empezamos a volver hacia las camionetas. Realmente habían
caminado desnudos hasta los manantiales. No volvieron por sandalias ni
nada.
Eso no era normal.
Tuvimos que subir una cima y todos formamos una sola línea. Congo
comenzó a ir primero, pero Channing hizo un sonido y Congo fue atrás.
Channing iba primero. Yo estaba segunda, Rebecca estaba detrás de mí, y
luego Congo. Piensen en lo visual si hubiera sido cualquier otra alineación.
Channing y yo fuimos a su camioneta.
Congo y Rebecca fueron a la suya y se pusieron la ropa. El coche de
Rebecca estaba estacionado detrás del suyo, Channing y yo compartimos
una mirada por eso, aunque no estaba segura de qué decir, así que no dije
nada.
El por qué Congo decidió tener relaciones sexuales con ella no estaba
en mi rueda de respuestas, aunque ella era una bomba a la espera de
explotar. Era otra situación con la que tendrían que lidiar, pero al parecer
no hoy.
—¿Moose te envió a vigilarme? —requirió Channing, permaneciendo en
su puerta. Agarró unas botellas de agua de la parte de atrás, me entregó
una y lanzó otra a Congo que se acercaba a nosotros.
—Sí, quería que te dijera que recibió una llamada antes.
—¿Una llamada? —dijo Channing revisando su teléfono—. No veo nada.
—No me dijo lo que era, solo dijo que lo llamaras. —Miró por encima
del hombro. Rebecca había tomado posición en su camioneta, sentada en el
lugar del pasajero del mismo modo que yo estaba en la de Channing. Su
rostro era impasible, sin emoción.
Era extraño.
La boca de Channing se movió un segundo antes de centrarse en Congo
de nuevo.
—Está bien. —Marcó el número y se llevó el teléfono al oído, aunque
siguió mirando a Rebecca. Después de un segundo, se alejó de la camioneta
para no ser escuchado.
Nos quedamos en silencio, esperándolo.
Hasta que Rebeca anunció:
—Richter quemó dos de sus almacenes.
Congo se giró rápidamente hacia ella. 190
Yo salí disparada de la camioneta de Channing.
—¿Qué dijiste?
Ella ni siquiera parpadeó.
—Por eso vine a buscarte, Matthew. Para contarte los planes de Richter.
—¡Channing! —le llamé de un grito, ondeando la mano.
Le escuché decirle algo a Moose antes de colgar. Se acercó.
—¿Qué pasa?
La señalé haciendo un gesto vulgar con la mano.
—La acosadora nos acaba de contar algo sobre Richter.
—Heather.
—¡No, Congo! —espeté.
Había lidiado con ella demasiado. Esto era la gota que colmaba el vaso.
—Ella sabía algo. Debería de haberlo dicho enseguida. —Cuanto más
lo pensaba, más me enfadaba.
La seguridad de Channing.
La de Congo.
Los chicos.
Las familias.
Los niños.
Mi familia.
—¡Si sabes algo lo cuentas! ¡No esperas hasta después de la sesión de
folleteo con tu última obsesión y de que hayamos estado esperando aquí,
malgastando nuestro maldito tiempo!
La mano de Channing se enroscó alrededor de mi brazo. No me estaba
reteniendo, pero no me dejaba acercarme a ella tampoco, y realmente quería
hacerlo.
Hice una pausa, pero ella no dijo ni pío.
—¡Habla! —grité.
Channing me mantenía justo enfrente de él. Con su mano enroscada
alrededor de mi otro brazo también.
Ahora ella parpadeó. Finalmente se dio cuenta de que estaba enojada.
—Richter ha quemado dos de sus almacenes, y te va a culpar por ello.
—Miró directamente a Channing.
No hubo ni un cambio en la entonación de su voz, pero parpadeó. Otra
vez.
—Su plan es tenderte una trampa, y mientras estás arrestado, va a
191
asentarse y quedarse a cargo de Roussou. Para cuando salgas o pruebes
que tú no quemaste los almacenes, él tendrá treinta de sus hombres en
Roussou, y te será imposible librarte de ellos. —Se giró hacia mí ahora—.
Está dispuesto a hacer daño a Heather también, en el peor de los casos.
Congo la estaba observando como si fuese la serpiente de cascabel que
Channing había matado. Se alejó cuidadosamente de ella.
Las manos de Channing abandonaron mis brazos.
—¿Cómo sabes todo esto? —preguntó.
—Lo escuché.
Esperamos.
Nada. No se explayaba.
Suficiente.
Ahora estaba totalmente furiosa.
Sofoca el puto fuego, Heather. Mantenlo contenido. No pierdas el control.
Sí. No. No iba a ocurrir.
Me fui hacia ella, mi nariz en su cara, sin importarme si ella mordía.
Le mordería de vuelta, y más fuerte.
—Vas a confesarlo todo. ¿Me has entendido?
Sí. Mi nariz tocó la suya. La estaba acribillando con mi aliento, pero
para crédito suyo, no se encogió. Tampoco yo.
—No te tengo miedo, ¿te queda claro? Tú eliges, Rebecca. Eliges nuestro
lado. Si no nos cuentas todo lo que sabes, haré de mi misión personal que
ningún hombre en Roussou te vuelva a tocar otra vez.
Ella pestañeó.
—Tú vives en Fallen Crest.
—Cualquier puñetero sitio en el que vivas. ¿De acuerdo?
Ella parpadeó. Una tercera vez.
—De acuerdo, pero llámame Becca, por favor. Tengo la sensación de
que vamos a ser amigas ahora. —Estaba psicótica.
Lancé una mirada asesina a Congo.
—Ella es tu problema. Sácale toda la información que tenga.
Le pasé sin importarme cómo reaccionaba ante mi orden. Pasé junto a
Channing, me metí en la camioneta y me senté allí. Tenía que calmarme.
Cálmate. Mantén el control. Pero al diablo, no estaba para nada
calmada.
Ya estaba planeando el asesinato de alguien.
192
Channing

oose estaba esperándonos cuando regresamos al almacén.

M Todas las mujeres y los niños estaban en el interior o en


algún otro lugar. No podía ver ni escuchar a nadie.
Se levantó del banco para saludarnos.
—Trasladamos a todos a las casas de una de las tías de Chad.
En cuanto a casas seguras, eso era ingenioso. Tenía unas dieciséis tías.
Incluso yo no tenía ni idea de quiénes eran todas.
193
Salí y empecé a caminar al interior, Moose conmigo. Escuchando mi
camioneta arrancar de nuevo, me di la vuelta.
Heather tenía la ventana bajada. Estaba al volante.
Comencé a caminar hacia ella.
—¿Qué estás haciendo?
Su rostro se veía decidido. Su mano apretada en el volante.
—Tengo que irme. Tengo que tratar de proteger mi casa. —Habló sobre
lo que estaba a punto de decir—. Y necesitas a todos tus hombres de regreso
aquí.
Lo cual significaba que tenía un plan. Fruncí el ceño. No me gustaba
esto.
—Quédate, Heather.
—No.
—Joder… ¡Heather! —gruñí. Este no era el momento para una pelea.
No ahora. No aquí. No hoy—. Sal de la jodida camioneta.
—No. —Sus ojos se estrecharon—. Déjame ir.
Nunca.
—Heather. —Comencé a caminar hacia ella.
Dio marcha atrás con la camioneta, rociándome con la suciedad de los
neumáticos. Entonces se detuvo.
—Me tengo que ir, Chan. —Sus ojos se pusieron tristes de repente,
mirándome fijamente a través de la ventana del salpicadero. También me
dio esa triste sonrisa, la que no sabía que llevaba cuando pensaba en Naly—
. Sabes que lo hago. Necesitas a tus hombres aquí. Necesito estar allí. —Me
dio una mirada
—¿Qué estás planeando? —pregunté.
—Necesitaré protección extra, lo entiendo. Así que llamaré a algunos
refuerzos.
Tenía la sensación de a dónde estaba yendo con esto, y no me gustaba.
Ni un poco.
—Heather —dije de nuevo, una advertencia en mi tono.
—¿Qué mejor protección que los medios de comunicación? Tal vez es
hora de que les pida a Sam, Mason, y Logan que vengan a visitarnos.
—¿Estás tomándome el pelo? Los llamas y lo empeorarás. Sam está
embarazada. Mason está en medio de la temporada de fútbol, y Logan está
en la Facultad de Derecho. No pueden venir.
Pero…
194
—Tú ve allí —ofrecí en su lugar.
—¿Qué?
Mierda. Sabía que no lo haría, pero tenía que intentarlo.
—Ve a visitarlos.
—Joder, no.
Si pudiera matarme con una mirada, ya estaría muerto tres veces.
Apretando su agarre en el volante, sus cejas se fruncieron.
—Llamaré y veré si pueden venir. Si pueden, no les diré qué está
pasando, solo que quiero que se queden en la casa conmigo. Incluso si es
durante un fin de semana, valdrá la pena. Richter no me tocará si estoy
rodeada de ellos, y lo sabes. Son desconocidos. No se arriesgará a la
exposición.
Negué con la cabeza.
—No me gusta. Estás trayéndolos a esta guerra. Si algo le pasara a Sam
o al bebé, Mason me mataría.
Mis entrañas se retorcieron alrededor de un cuchillo de borde frío.
Heather asumía que eran una capa adicional de protección, pero estaba
equivocada. A Richter no le importaría. No en una guerra. Solo significaba
que ella sería vulnerable, y nada podía pasarle a Heather.
Nada.
—Voy a llamarlos. —Comenzó a retroceder de nuevo.
Comencé a caminar hacia ella.
—Si los llamas, le contaré a Mason lo que realmente pasa.
No se detendría. Si corría directamente, aceleraría el motor y se iría.
Incluso se habría estrellado contra la barricada, pero este era mi as.
Si llamaba, sería inútil. Mason nunca lo permitiría.
Se echó hacia atrás en su asiento, golpeando los frenos. Su boca se
abrió.
—¿Estás tomándome el pelo? —Sus ojos se estrecharon, y cerró la
boca, pensando.
No me gustaba esa mirada, en absoluto. Todavía estaba planeando
algo.
Un segundo después, dijo:
―Aun así vendrán.
―No, no lo harán.
La boca de Heather se frunció en una línea determinada.
—Ya lo veremos, ¿de acuerdo?
Había creado un monstruo. 195
Pisó el pedal y la camioneta se disparó hacia atrás.
Me paré en medio de la carretera y observé mientras ella continuaba
retrocediendo. Ella ni siquiera estaba mirando.
Supe el momento en que iba a girar la camioneta. Su mirada sostuvo
la mía, y articuló "te amo" justo antes de que sus manos se apretaran en el
volante. Pisó los frenos y lo giró.
La camioneta se tambaleó, balanceándose sobre sus neumáticos, y
luego Heather aceleró otra vez.
Moose se acercó a mí. No habló; solo di mi orden.
—Quiero cinco hombres con ella. Uno de ellos tiene que ser Lincoln.
Él asintió.
—Entendido. —Él habló por radio para que los chicos en la puerta la
dejaran pasar, y para que dos la siguieran de inmediato. Se movió hacia
atrás, sacando su teléfono para llamar al resto. Estarían en casa de Manny
cuando ella apareciera.
Becca se acercó a nosotros.
—Déjame protegerla. Me gustaría asumir esa responsabilidad. Me
siento algo protectora con Heather, como si se fuera a convertir en una
hermana menor para mí.
Me había olvidado de que ella y Congo todavía estaban aquí. Estaban
esperando justo detrás de nosotros.
—Te amenazó en los manantiales.
Ella levantó la cabeza.
—Quiero probar que está equivocada. Sé que todos ustedes piensan
que tengo ciertos problemas, y admito la mayoría de ellos, pero soy alguien
a quien vale la pena tener. Déjame que te lo demuestre. —Ella vio a Congo
y pensé que él era más el tú al que se refería que yo.
Suspiré.
—¿Congo?
Levantó un hombro.
—Ella fue la que nos trajo el plan de Richter, pero la llevaré. Será mi
responsabilidad.
No confiaba en ella. Extendí una mano hacia Congo.
—Ve con ella.
Una sonrisa comenzó a extenderse por su rostro. Entré en su espacio
personal, al igual que Heather lo había hecho en los manantiales, pero yo
era mucho más alto, más fuerte y mucho más letal.
—Si algo, y lo digo en serio, cualquier cosa, le sucede a ella o a Congo,
196
te responsabilizaré. Eso significa que lo que sea que les pase a ellos te pasará
a ti tres veces. —Ella se estremeció.
Bien.
—¿Entendido? —Casi escupí.
Ella asintió rápidamente.
—Lo entiendo.
—Entonces quítate de mi cara.
Ella no necesitaba ningún otro aliento. Se alejó en segundos y le gruñí
a Congo.
—Si ella es la que lastima a Heather, o permite que Heather sea
lastimada…
—Lo entiendo. —Su boca era una línea plana—. Me harás
personalmente responsable.
—Tú lo harás.
Él se detuvo, frunciendo el ceño.
—¿Qué?
Se lo expliqué.
—Tú. Si ella le hace algo a Heather, haré que actúes para vengarte de
ella, y tendrás que hacerlo una y otra vez.
No estaba más allá de matar, pero me gustaba repartir mi venganza de
manera lenta y tortuosa. Congo lo sabía porque había estado justo a mi lado,
a veces mirándome, a veces protegiéndome y, a veces, siendo el único que
mantenía a alguien abajo.
Él movió la cabeza en un gesto de asentimiento.
—Entendido, jefe.
—Bien. —Hice un gesto hacia su camioneta donde Becca había ido—.
Sal de aquí entonces.
Se fue justo cuando Moose volvía.
Avancé hacia él.
—¿Y por qué diablos no llamaste por los almacenes?
Dudó brevemente antes de bajar la cabeza.
—No sabía lo que estaba planeando, solo que dos de sus almacenes
estaban en llamas.
—Cualquier cosa que le pase a nuestros enemigos, me lo dicen
inmediatamente. ¿Quiero saberlo antes de que suceda? ¿Entendido?
—Entendido, jefe.
197
—¿Dónde están el resto de los chicos?
—Tan pronto como llamaste, los envié. Todos están vigilando los
lugares de Richter.
Eso era bueno, pero había una persona de la que deberíamos haber
oído hablar antes que nadie
¿Dónde diablos estaba Traverse?
Heather

ué demonios estoy haciendo?

¿Q Channing estaba en peligro real, y me estaba volviendo


loca. Estaba considerando llamar a los Kades, ¿y para qué?
¿Para una frontera civil entre Channing y los Red Demons?
Como si al MC le importara, probablemente no. Y eso pondría a Sam en
peligro, también a su bebé.
Channing tenía razón. Sería estúpido considerar llamarlos.
Pero tampoco me iba a ir. Los miembros del grupo que tenían esposas 198
e hijos habían sido alejados por seguridad. Esa no era yo. Quería destrozar
a los bastardos con mis propias manos, pero también quería asegurarme de
que todo, todos los que amaba estaban a salvo. Manny´s. Mi hermano. Mis
trabajadores Eran todos míos.
Mis responsabilidades. Mi familia.
Mientras conducía por Roussou y salía hacia Fallen Crest, un
pensamiento racional comenzó a ingresar y volví a la raíz de los problemas
que Channing y yo siempre habíamos tenido.
La vida del grupo de Channing era peligrosa. Eso se extendió a mí. Lo
que se extendió a mi hermano. Como amaba a Channing, mi hermano
estaba en riesgo, nuestro negocio estaba en riesgo. ¿Entonces qué debía
hacer? No podía dejar a Channing. Lo había intentado una y otra vez.
¿Dejaría Manny´s? Tenía la sensación de que no importaba cuánto tiempo
pasara, a los enemigos de Channing no les importaría. Sabían que amaba a
mi hermano y al bar que había cuidado con mi vida desde la secundaria. Si
quisieran lastimarme era un blanco fácil, pero Dios mío… si algo le pasaba
a ese lugar, a Brandon, yo estaría en peligro de ir a la cárcel.
La magnitud de lo que haría debería haberme asustado. No lo hizo.
Entonces tal vez, cuando miré hacia arriba y vi una línea de motos
bloqueando la carretera, no di la vuelta. Debería haber girado la camioneta
de Channing. Debería haber acelerado el motor.
No hice nada de eso.
Si lo hubiera hecho, lo que sucedió después no habría sucedido.
Si buscaban alguien a quien lastimar bien podrían intentarlo. Tal vez
me harían daño, pero iba a llevarme hasta el último hijo de puta conmigo.
Paré la camioneta. Justo en medio de la maldita carretera. Sabía lo que
estaba en juego. No vivíamos por la policía. No esperábamos que ellos nos
protegieran, y no los usábamos para representar nuestra venganza.
Así que éramos esos Red Demons y yo.
Tenía la sensación de que si los perseguía, disfrutarían del viaje.
Mientras pensaba eso, otra fila de motos se detuvo detrás de mí. Miré
el espejo retrovisor.
Habían estado esperando en un camino lateral.
Estaba bloqueada.
Malnacidos.
El tipo que estaba al frente se bajó de su moto y extendió las manos, lo
que significaba que no tenía armas. Eso era mentira. Ambos sabíamos que
tenía una o dos armas con él.
Mis pensamientos se aceleraron mientras caminaba hacia mí.
199
Un pozo de hielo se hundió en mis entrañas, cubriendo mi interior.
Channing mantenía un arma aquí. Estaba adherida bajo el asiento.
Podría tomarla, pero entonces, ¿qué? La encontrarían. No tenía ninguna
duda. Mis vaqueros eran ajustados. Mi camiseta también. No había
suficiente escote entre mis tetas para ocultar un arma entera.
La iba a dejar. Tenía que hacerlo. Pero me guardé la llave extra que
Channing tenía en la consola. Si me llevaban, si también se llevaban la
camioneta, ¿tal vez podría liberarme y volver a escapar? Esos eran un
montón de si y tal vez, pero no tenía otra opción.
¿Podría obtener el arma después?
Al tocar la llave, sabía que tendría que meterla en mi cabello para que
no la vieran. Esa maldita podría esconderse en mi cabello. Acababa de tirar
mi cabello en un moño desordenado cuando dejamos los manantiales. Era
un nido de pájaros perfecto.
El tipo estaba casi en la puerta cuando se quitó el casco. Era Richter.
Hizo un movimiento para que abriese la ventana.
Lo hice, pero mantuve la puerta cerrada. No iba a facilitarles las cosas.
—Hola, Heather. —Dio un paso más cerca de la puerta, llevaba un
pañuelo rojo sobre su frente. Casi cubría sus ojos, aunque todavía podía
verlos. Me estaba estudiando, cauteloso.
No respondí, solo extendí un dedo medio en su lugar.
Rió entre dientes, agachando un poco la cabeza. Se apoyó contra la
puerta.
—Puedo ver ese espíritu de lucha. Es bueno saber que Channing no te
ha quitado eso.
¿Por qué mierda lo haría? Imbécil.
Mantuve mi boca cerrada, aunque mi garganta ardía. Rabia lamía mis
entrañas, calentándome.
—¿Sin respuesta? —Meneó la cabeza—. Bueno. Podemos hacerlo de
esta manera. —Señaló detrás de mí y delante—. Sabes lo que viene después,
¿verdad? Estás rodeada, Heather. Y tenemos un trabajo que hacer. Tenemos
que llevarte. Lo entiendo. Lo hago. Tu hombre no me quiere en Roussou,
pero el problema es que necesito entrar a Roussou. Tengo empresarios que
han dejado muy claro que quieren pasar por ese pueblo. Los policías no
patrullan tanto allí, y tenemos que usar eso para nuestro beneficio. Son
negocios, Heather. Nadie tiene que salir herido.
Richter quería conducir drogas a través de Roussou.
Channing no dejaría que eso sucediera.
Channing supuestamente estaba trabajando con Traverse para
reemplazar a Richter como el cabecilla. 200
¿Dónde mierda estaba Traverse?
—¿Y tu chico que murió? ¿El que se disparó? —No pude mantener la
mordacidad fuera de mi voz—. ¿Se supone que debemos creer que no
querrás venganza por eso?
Sus ojos brillaron. Fueron duros un segundo antes de que los
enmascarara otra vez. El criminal zalamero y falso regresó al frente.
—No, no. Sully se disparó. Vimos el video. No le recriminaré eso a
Channing.
Sonrió, y escalofríos recorrieron mi cuerpo. Incluso los dedos de mis
pies de curvaron.
—Al menos no todavía —continuó—. Veremos si se lo recrimino
dependiendo de lo modificable que sea cuando descubra dónde estás
realmente. —El tiempo se ralentizó en ese momento.
Tenía que decidir. ¿Luchar o rendirme? Mi elección cambiaría mi vida
para siempre. Había temor en mis entrañas, una sensación enfermiza de
que si iba con él, no viviría. Pero si luchaba, era el mismo resultado.
Este era el último momento en el que todavía era Heather Jax. Mi vida
era como debía ser, determinada por mis decisiones, mis elecciones. Esto,
lo que estaba obligándome a hacer, no era mi elección. Luchar y morir o ser
tomada cautiva no era mi elección.
Era una sensación extraña, darme cuenta de que en mi vida estaba
ocurriendo una verdadera bifurcación delante de mí. Los pelos en mi nuca
se levantaron, y supe que recordaría todo sobre este día. Iba a estar grabado
en mi memoria.
Hacía calor. Estaba húmedo.
El sudor llenaba el aire, junto con polvo, humo y hierba salvaje. No
sabía que la hierba salvaje tuviera olor hasta ese momento, pero lo hacía.
Era casi dulce, pero también picante. El calor en el aire me presionaba,
haciendo que mis pulmones se sintieran sofocados, o tal vez ese era Richter.
Mientras lo miraba fijamente en esa pequeña ventana de tiempo, noté
algunas cosas que él no, y casi empecé a llorar de alivio.
Oí las camionetas acercándose.
Oí que uno de los hombres de Richter le gritaba.
Y vi lo que él no vio.
La hierba a ambos lados de nosotros estaba moviéndose, y no solo un
poco. Cómo Richter o sus hombres no se dieron cuenta estaba más allá de
mí. Tal vez estaban enfocados en mí, enfocados en su líder, asegurándose
de que no le tirara un cuchillo, o tal vez estaban distraídos por las
camionetas acercándose detrás de nosotros. También estaban moviéndose
rápido. 201
Cualquiera que fuera la razón, todo se estrelló en su lugar. La
bifurcación desapareció, y jadeé en voz alta, sabiendo que podía continuar
con mi vida como se suponía que debía. Mis elecciones. Mis decisiones. No
iba a ser tomada cautiva o morir hoy.
Esas tres camionetas eran los hombres de Channing, una era de Moose
y otra de Chad.
No reconocí la tercera.
Una extraña calma se apoderó de mí.
Sabía lo que iba hacer ahora.
Iba a pelear. Iba a hacerles daño. No los dejaría herirme, herirnos.
—¿Qué mierda? —Richter estaba distraído. Todavía estaba parado en
la puerta de la camioneta, su mano ahora apretada en un puño, y la golpeó
contra el lateral—. ¡Maldita sea! Pensé que teníamos la parte de atrás
cubierta.
Un tipo se acercó, sin aliento.
—Lo hicimos. Salieron de algún otro camino. No sabemos dónde.
Ahora. ¡Ahora, Heather!
Me incliné lentamente. Ambos estaban mirando las camionetas,
tratando de averiguar cuántos venían.
Más de sus hombres se acercaban. Estaban entre quién fuera el que
estaba en la zanja y yo. Todavía no los habían notado. Todos estaban
mirando las camionetas.
Sentí la pistola debajo del asiento y sentí la correa de velcro que la
mantenía en su lugar.
Channing, espero que tengas balas en esta arma.
—¿Cuál es el plan? —preguntó uno de los hombres de Richter,
esperando en su moto.
Richter seguía mirando fijamente.
Tenía que moverme. Ahora. Richter iba a caminar por delante, o… no.
Gruñó y alcanzó la manija de la puerta.
Agarré el arma. Levanté la mano de debajo del asiento cuando él abrió
la mano para abrir la puerta.
Vio lo que estaba haciendo, y sus ojos se ensancharon.
—Santa mier…
Estaba retrocediendo cuando levanté el arma, y luego hubo explosión,
explosión, explosiones en todas partes.
—¡AGH! —El vidrio explotó, pero en lugar de correr, Richter, se
abalanzó sobre mí. Se lanzó a través de la ventana, atrapando mi brazo
202
antes de que yo tuviera el arma en su cara. No pude dispararle, pero uno de
sus muchachos estaba corriendo hacia su moto. Podría dispararle, y lo hice.
La ventana delantera se rompió. Algunas piezas llovieron en mi cara, y
cerré los ojos, pero los abrí a tiempo para ver al tipo caer.
Richter estaba encima de mí, trepando por el arma. El volante lo
bloqueaba así que no pudo agarrarla con firmeza.
—¡NO! —grité, tratando de alejarme de él.
Tengo que sostener esa pistola. Tengo que sostener esa pistola. Esa frase
se repetía en mi cabeza.
Richter era demasiado fuerte. Todavía no me había golpeado, pero lo
estaba esperando. No podía pelear con él. No podía vencerlo, pero podía
herirlo. Podía girarme lejos de él, y levantando mi pierna cuando él todavía
estaba tratando de tocar el arma en mi mano, puse mi pie lo más fuerte
posible en su rodilla.
—¡OOOOOOW!
Él cayo hacia atrás, justo en la puerta.
La puta puerta.
Mierda. Estaba atrapada con él. Lo quería lejos de mí.
Intenté levantarlo con mis pies, pero sentí que la pistola se deslizaba
de mi mano.
Tenía algo de espacio. Ese volante lo mantuvo justo por encima de mí,
por lo que no podía mantenerme completamente paralizada debajo de él.
Usando ese espacio, torcí mi cadera hacia arriba, agarré el arma y tiré hacia
atrás con ambas manos.
—¡Maldita sea!
Puse mi codo en su cara y lo golpeé con la pistola.
Luego salí por el lado del pasajero de la camioneta.
—¡De ninguna puta manera, perra! —gruñó, agarrando mi tobillo para
tirarme hacia atrás. Un agarre en mi tobillo, un tirón, y estaba justo donde
había comenzado.
Arrojó mi cuerpo como si fuera un saco vacío.
Su rostro se torció en un gruñido, y vi cómo se formaba el puño.
El puñetazo venía. Levanté los brazos para bloquearlo justo cuando
escuché:
—¡ALEJATE DE ELLA!
Y entonces él desapareció.
Con la misma facilidad con la que me había arrinconado en este lugar,
203
todo su cuerpo fue sacado de la camioneta.
Channing tiró a Richter al suelo y luego lo golpeó.
La sangre se esparció por todas partes, y mi estómago se revolvió.
La adrenalina zumbaba en mis oídos. Pero debajo de la violencia, la
sangre, el miedo por mi vida, también había tristeza.
Me senté en la camioneta de Channing, su arma todavía en mi mano,
y examiné todo.
Algunos de los hombres de Richter se habían quedado para luchar, y
otros no, simplemente se habían ido. No era solo la pandilla de Channing
quien había venido. Reconocí a algunos de los adultos de la pandilla de
Ryerson. Vi a dos miembros de la pandilla de Bren, y mi estómago se
revolvió.
Eran bebés. Jordan y Zellman. No se suponía que fueran parte de este
mundo, aunque sabía que lo eran. Tenían sus propias peleas, pero esta era
la nuestra. Mi pelea. La lucha de Channing. No de ellos.
Quería llorar. Debería haber llorado. Debería haber estado asustada,
furiosa, lo que fuera normal en estas situaciones. Tal vez debería haber
estado conmocionada, pero no lo estaba en absoluto.
Solo estaba ahí.
Volví a mirar el arma, pero no fue el arma lo que me llamó la atención.
Era mi mano, no había temblores ni sacudidas. Estaba estable. De hecho,
levanté la pistola y estudié mi mano.
Estaba jodidamente firme.
Y eso me asustó.

Channing
Moose me alejó a rastras al intentar patear la cabeza de Richter de su
cuerpo y mientras lo hacía, vi a Heather.
La vista me detuvo en seco. Podía oler la sangre, la suciedad y el sudor
en el aire. Había una tormenta a nuestro alrededor, pero en medio de ella, 204
estaba sentada inmóvil.
Había sangre sobre ella, en su cabello, en la cara. Sus brazos estaban
sangrando. La sangre brotaba de un corte en el pecho. Pero sus ojos no eran
salvajes, aunque deberían haberlo sido. Estaban tranquilos. Agarraba mi
arma en una mano y su camiseta en la otra, y sus ojos… nunca sacaría esa
imagen de mi cabeza.
Estaban abiertos ampliamente y sin pestañear, pero resignados.
Todo me dejó. La necesidad de herir, defender, proteger, mutilar, todo
eso había desaparecido, y en cambio, mi estómago cayó a plomo en mis pies.
Temblé, pero no era por el frío. Era un maldito día abrasador. Me quité
a Moose de encima y fui a ella.
Richter había sido alejado, y conocía a sus hombres —todavía los que
eran capaces de moverse— tomaron a sus heridos con ellos así que pude
andar fácilmente hacia la puerta abierta.
—Heather. —Mi voz se agrietó. Estaba temblando. Joder. Mi mano
también.
Formé un puño, luego lo solté. Todavía temblaba.
Yo le había hecho esto.
No importa lo que alguien dijera, yo le hice esto.
Le había traído esta violencia y oscuridad. Lo había puesto en ella, y no
podía retirarlo. El daño fue causado.
La había dañado.
—Heather —susurré y ofrecí mi mano.
Llegar a ella se sintió como que significaba algo más. ¿Perdón? No. Eso
no. No me lo merecía, así que quizás algo más. ¿Aceptación? Joder. ¿Incluso
quería eso?
Te puedes alejar. Hay tiempo. Todavía la puedes salvar.
Mierda. Casi aparté mi mano.
Esto es lo que había hecho tantas veces; por lo que seguía alejándome.
La estaba salvando, de mí.
Habíamos ganado esta ronda de la guerra, pero habría otras. Estaba
esperando que Richter ganara una batalla, y cuando lo hiciera, sabía lo
catastrófico que sería. No importaba qué, la guerra continuaría, y Heather
estaba justo en medio, literalmente, en este momento.
No podía alejarme de ella, aún no.
Pero lo harás.
Sí. Quienquiera que fuera esa voz en mi cabeza, ¿mi conciencia?, sabía
que tenía razón. Heather seguía pensando que era su decisión aceptarme y 205
estar conmigo, o no. Pero no era tan simple. Estábamos entrelazados. No
era nadie sin ella. Y ella sin mí, así que para hacer lo que necesitaba hacer,
iba a desgarrarnos a ambos.
Así que ayúdame.
—Heather. —Desplegué mi palma, estirando mi mano hacia ella, y sin
un segundo de vacilación, la agarré. Era un agarre fuerte. Seguro. Me partía
por la mitad, pero tiré de ella, levantándola de la camioneta.
Sus piernas vinieron a mi alrededor. Mis brazos la envolvieron, y
mientras se acurrucaba contra mi pecho, la llevé.
La habría llevado el resto de mi vida.
Heather
PRIMER AÑO

hanning estaba sentado en la parte superior de mi camioneta

C cuando salí de la escuela, sus pies colgando sobre la parte


delantera. Él podría haber estado descansando allí, viéndose bien
y tonto, pero todavía estaba enojada. Sin embargo, no podía negar lo bien
que se veía, así que me entrené. No podía dejar que se alejara con la mierda
que había tirado. De ninguna manera. O la forma en que me había hablado.
Tenía una charla ya preparada en mi cabeza. Había tenido el resto del 206
castigo para perfeccionarlo, pero cuando llegué a él, él se puso de pie.
—Lo siento —anunció.
En serio. Esas dos palabras.
Tenía mi mano levantada, mi dedo índice listo para funcionar, pero su
disculpa frustró mis planes. Le sacudí un puño en su lugar.
—No está bien, Chan. No está del todo bien.
Suspiró, agachando la cabeza.
—Lo sé. Lo sé. —Deslizó las manos por su cabello, haciendo que los
extremos sobresalieran, e incluso eso le sentaba bien. Se había cambiado la
camiseta que se había puesto antes a una camiseta con mangas rasgadas.
Los culturistas a veces las usaban en el gimnasio, pero en el cuerpo delgado
de Channing mostraba más tatuajes recientes.
Vi garras envolviéndose alrededor de su torso, desapareciendo bajo su
camiseta.
—¿Cuándo te hiciste ese?
—¿Eh?
—Esos. —Los toqué, moviendo la camiseta para mostrar el resto. La
mitad de los tatuajes de la garra estaban en su pecho.
—Oh. —Se movió bajo mi toque, gentilmente, pero todavía apartando
mi mano de él—. Hace un tiempo, con Moose.
Traté de no sentirme abofeteada por ese movimiento, pero fallé. Eso
dolía.
Channing no hablaba de cómo había muerto su madre. Él había estado
tranquilo durante los pocos meses que lo habían sabido de antemano, y se
había mantenido tranquilo durante seis meses después. Se metía en mi
habitación por la noche y solo se acostaba conmigo, sosteniendo mi mano.
Pero no hablando.
Nunca estuve segura de qué decir, si debía presionarlo o no. Estaba
empezando a pensar que tal vez debería haberlo hecho.
Todos los combates últimamente, eso estaba conectado.
—¿Cómo está Bren?
Nunca hablaba de su hermana tampoco.
Se encogió de hombros, con una severa mirada en sus ojos.
—Es pequeña. Se recuperará.
Luché contra girar los ojos. Se suponía que las parejas hablaban,
¿verdad? Bueno, estábamos fallando en eso.
—¿Y tu padre? ¿Sigue siendo un idiota? 207
Una sonrisa tiró de su boca, y resopló.
—Tal vez eso es lo que consigo, ¿verdad?
—¿Así que lo es? ¿Sigue siendo un idiota?
—El hijo de puta podría morir por todo lo que me importa.
Ni siquiera iba a preguntar por su hermanastro. Sabía que la madre
del chico odiaba todo de Monroe.
—Channing. —Suspiré, pero una camioneta rodó detrás de nosotros.
Dos estudiantes de clase superior saludaron con la mano, gritando:
—¡Monroe! Estamos a punto de ir a alguna maldita mierda en Fallen
Crest. ¿Te unes?
—Infiernos sí.
Intenté no ver cuán aliviado se veía cuando se dirigió hacia la
camioneta.
Captando mi mirada, se detuvo y besó mi cuello rápidamente,
susurrando:
—Te amo. Lo siento.
Luego se fue, saltando en la parte trasera de la camioneta.
Los dos muchachos me sonrieron, uno de ellos me dio un signo de paz
antes de que se alejaran.
Me quedé de pie en el rastro del escape detrás de ellos y sacudí la
cabeza. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que amaba a
Channing Monroe, porque mientras estaba siendo torturado y retorcido todo
el tiempo, y se estaba convirtiendo en un idiota, aún creía que era la cosa
más sexy caminando por esta Tierra.
Estaba en mal estado.

208
Heather
ACTUALIDAD

e senté en el porche, una botella de bourbon a mi lado y un

M paquete de cigarrillos en mi mano.


No los había abierto todavía, pero quería hacerlo. Santa
mierda, quería hacerlo. Frente a mí, la parte posterior de Manny’s estaba
llena, pero no con las pandillas de secundaria. Había una reunión de la
academia Fallen Crest de diez años en el pueblo, y su fiesta de después se
había trasladado a Manny's. 209
La mayoría de las veces no me importaba si los ricos y estirados estaban
aquí. Nunca los prefería a los clientes de Roussou, pero en este momento,
estaba más que agradecida de que hubieran llenado Manny’s esta noche.
Las posibilidades eran buenas, una pelea enorme no iba a estallar, y Suki
estaba en el cielo. Unos pocos habían venido especialmente para solicitar su
comida de pescado, así que ella le había pedido a Katrina que se hiciera
cargo por ella, y estaba haciendo un espectáculo en la parte de atrás.
Tenía una mesa preparada montada, y manteles blancos sobre todas
las mesas de picnic de la parte de atrás. Había flores, velas, frascos, todos
los ocho metros. Había hecho que Cruz conectara la parrilla antes de que
saliera de su turno. Él todavía estaba allí, pero solo como cliente de copas.
Era su reunión de secundaria.
—No sabía que Cruz fue a la AFC.
Oí los pasos viniendo desde dentro, pero no miré atrás. La puerta
principal estaba abierta con la puerta mosquitera en su lugar, evitando que
los bichos entraran. Channing me había dejado antes, luego se fue para
comprobar a todos los demás. Había querido llevarme de vuelta al almacén,
pero considerando que me importaba una mierda, opté por mi casa.
—Yo tampoco. Debe haber sido dos años mayor que Sam. —No
pregunté cómo entró Channing, porque no había caminado junto a mí.
Debió haber estacionado en la parte de atrás y subido por la ventana de mi
habitación.
Podía sentir su mirada fija. No había abierto la puerta mosquitera,
conformándose con hablarme desde el interior. Una parte de mí se
preguntaba si no quería ser visto, si todavía había sangre sobre él, pero
sabía que eso no era probable. Sin embargo, quién sabía. Sería como si
Channing quisiera esperar y ducharse conmigo, pero yo no había esperado.
Tan pronto como me dejó, había agarrado el bourbon en el camino a la
ducha y comencé a tragar antes de que el agua estuviera caliente. Desde
entonces, solo me había vestido y había caminado hacia aquí. La botella no
me había dejado, y había agarrado una manta fina para mi regazo, a pesar
del calor sofocante del exterior. No tenía sujetador, y sabía que había una
posibilidad definitiva, del cien por cien que mis tetas estaban mostrándose.
Era irónico. No me importaba si la gente rica podía ver mis tetas, pero
aun así sostenía esa manta sobre mí como si necesitara cubrirme, como si
el tiroteo hubiera expuesto algo oscuro y sucio por dentro, y no encajara con
la multitud a unos metros de distancia.
Mi lado rebelde se mezclaba con el lado medio avergonzado.
Y pensando en eso, me quité la manta. Que se jodan. Esta era mi casa.
Estaban en mi territorio, no al revés.
—¿Necesitas algo antes de que salga? —llamó Channing. 210
Sacudí la cabeza antes de que se dirigiera lentamente a la nevera y la
abriera. Salió, una cerveza en la mano y pasó esquivando mis piernas ya
que había estirado mis pies en la barandilla del porche. Cogiendo el paquete
de cigarrillos de mi mano, los arrojó al callejón frente a nosotros. Aterrizaron
en la grava.
—¡Oye! —Lo fulminé con la mirada.
Se encogió de hombros, acomodándose a mi lado y también apoyando
las piernas en la barandilla del porche.
Un grupo de tres chicos caminó desde el área de picnic hasta Manny's
a través de la puerta lateral. Los tres estaban sosteniendo tragos y vestidos
con camisetas polo con gorras de béisbol vueltas hacia atrás en sus cabezas
y sandalias de moda bajo los vaqueros. Se detuvieron, vieron los cigarrillos
y nos miraron.
—¿Son suyos?
Ni siquiera lo intenté. Sabía lo que diría Channing.
—Tómenlos. Fúmenlos —dijo en voz alta.
Rieron.
Uno dijo:
—¿En serio?
—Sí. Tómenlos.
—Muy bien. —Se encogió de hombros y se abalanzó. Sacó un cigarrillo
y les entregó el paquete a los demás. Alguien sacó un encendedor.
Gruñí. Iba a tener que oler mis propios cigarrillos. Disparándole a
Channing otra mirada mortal, les dije a los chicos:
—Fúmenlos en el otro lado del edificio.
—Oh, sí. —El primer chico agitó su cigarrillo hacia nosotros—. Lo
siento. —Dieron la vuelta al frente y desaparecieron.
—Eres un imbécil.
Channing se rió.
—Un imbécil que te ama. —Bajó la voz—. Te detuviste por ella y recaíste
por ella. No quiero ser la razón por la que empieces a fumar nuevamente.
Sabes que tengo razón. —Sí. Sí. Sin embargo, eso no me ayudaba.
—Lo que sea —gruñí, deslizándome más abajo en mi silla. Miré el
bourbon. Si no podía fumar…. lo agarré y tomé un largo trago. No había
quemaduras, lo que no era una buena señal.
Estaba más allá de preocuparme por eso.
Él había mencionado a Naly.
Ella no había estado en mi mente, no por unos días. 211
Ahora estaba empezando la quemadura, pero no por el alcohol.
—¿Quieres hablar? —preguntó.
Moví mi cabeza de lado a lado.
Channing me había informado antes. Acosadora y Congo me habían
estado siguiendo. Traverse finalmente había llamado a Channing y le había
dicho lo que Richter estaba planeando. Acosadora llamó minutos después
de Traverse. Y una cosa más.
Le había disparado a un chico, pero él no estaba muerto.
No había matado a nadie.
Eso era lo positivo de todo este día de mierda.
Gracias a Dios no me convertí en asesina.
Había una gran cantidad de otras cosas que también sabía.
A un montón de hombres les habían disparado, pero solo uno fue
asesinado. No pregunté quién era, ni quién le disparó, y Channing no me lo
dijo. Hubo un intercambio tenso, pero Channing había permitido que el
segundo al mando de Richter enviara a sus hombres ilesos de vuelta para
que recogieran a sus heridos
Cuando se fueron, Traverse había sido su líder. De alguna manera,
detrás de la escena, se había producido otro motín.
Richter estaba fuera de servicio, completamente.
También sabía que no quería que me dijeran qué significaba eso
cuando Channing transmitió la información. No quería saber si eso
significaba que Richter iba a morir, o si lo vería caminando de regreso a
Manny’s. Lo único que quería saber es lo que Channing me dijo: La guerra
había terminado.
No quería saber la política, o cómo bajo el acuerdo con Channing, a los
Red Demons solo se les permitía beber en el bar de Channing en Roussou.
Ni siquiera se les permitía detenerse en la gasolinera de Roussou. Si se
quedaban sin gasolina, se suponía que debían llamar a uno de la pandilla,
que obtendrían la gasolina y se la llevarían.
Estoy segura de que tenían otros bares que frecuentar en Frisco, pero
seguirían llegando a Tuesday Tits para mostrar buena fe en la renovada
relación.
Channing dijo que había ofrecido eso por Scratch. Su primo siempre
decía que cuando los Red Demons bebían, bebían mucho.
—¿De verdad crees que van a seguir bebiendo en tu negocio? —Miré a
Channing, que estaba mirando fijamente su cerveza, con las cejas juntas.
Levantó la mirada.
—No lo sé. Están prohibidos en Fallen Crest, y el único lugar al que 212
pueden ir en Roussou es mi bar, quién sabe. Ahora son el problema de
Frisco. —Se encogió de hombros, tomando un trago de su cerveza—. Ellos
han estado bebiendo allí desde que mi padre lo corrió. Hay un sentimiento
adjunto al lugar, pero últimamente hemos estado recibiendo muchos
estudiantes universitarios, por lo que podrían dejar de hacerlo. No les
importan los forasteros. Creo que estamos consiguiendo a tus viejos
clientes. —Asintió a la gente de la reunión de la Academia Fallen Crest—.
Tu clientela es cada vez más de alta gama.
—Esos no son habituales.
—Sí, lo son. —Se encontró con mi mirada—. Renovaste la parte de atrás
de Manny’s, luego agregaste el porche delantero e hiciste esa otra sección
para fumadores. —Señaló el área de la mesa de picnic—. Además, ahora
tienes luces por todos los árboles. Suki se mudó allí. Ella no va a regresar
al frente. —Me dio unas palmaditas en la pierna con su mano libre—. El
único lugar que no se ve como un pub de cinco estrellas es tu casa. —
Maldita sea. Él tenía razón.
Odiaba admitirlo, pero había empezado a ser un poco consciente de mi
propia camioneta en el estacionamiento. No se mezclaba con los BMW, los
Mercedes-Benz ni con los Jettas. También había un montón de vehículos
mucho más brillantes y caros.
—Las pandillas entran —contrarresté.
—No por mucho tiempo. Los amigos de Bren me preguntaron si podían
comprar el lugar al lado del bar y convertirlo en un lugar donde pudieran
pasar el rato, como tu habitación trasera.
—Pueden estar aquí porque Manny’s también es un restaurante. Tú no
tienes eso.
—Lo sé. Por eso dije que no, pero están buscando. Eso es lo que estoy
diciendo. Están buscando un nuevo lugar.
Bueno, cielos. No estaba segura de si eso era bueno o malo. Sentí que
una pesadez nublaba mi mente, así que tomé otro trago del bourbon.
Algunos de esos ricos nos miraban, pero yo estaba mucho más allá de que
me importara una mierda.
No me importaba haberle disparado a alguien.
No me importaba haber estado en medio de un tiroteo.
No me importaba perder a mi antigua clientela.
No me importaba haber dejado de fumar.
No me importaba… había demasiadas malditas cosas que seguía
intentando negar que me importasen, porque si no lo hacía, no sabía lo que
haría. Hasta que pudiera enfrentar la lista de problemas en mi vida,
recurriría a mis modos de basura blanca de parque de tráileres.
213
Algunas de esas mujeres, reales amas de casa, se volvieron hacia mí y
sentí la tentación de rascarme la nariz. Con el dedo medio.
—Me están mirando a mí, Heather.
Maldije por lo bajo.
—No lo hacen y lo sabes.
—No, sí lo hacen. —Se inclinó hacia delante, terminando su cerveza y
poniendo la botella vacía en la barandilla. Me miró, y fue cuando vi que
todavía tenía sangre por todas partes—. No me he aseado todavía. —Había
esperado a que me bañara.
Me derretí por dentro, a pesar de toda una capa de sentimientos de
enojo que sabía eran por él.
—Me siento como si estuviera atrapada entre dos mundos —admití, el
bourbon aflojó mi lengua.
Eso quemó también. No admitía cosas. No compartía cosas. Y si lo
hacía, era un gran asunto.
Se acercó y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos en mi regazo.
—Lo sé. —Excepto a Channing. Él era al único que dejaba entrar—.
Porque eres tú —agregó. Su mano se apretó, momentáneamente, y se inclinó
hacia delante para apoyar los codos en sus rodillas. Llevó mi mano con la
suya, y tuve que sentarme mientras me besaba el nudillo—. Tal vez no
deberías tener que estarlo.
—¿Qué?
Pero no respondió.
Sin mirarme se acercó, me levantó y me llevó a su regazo.
Recostándose, me acunó en sus brazos, enterrando su cabeza en mi cabello.
—Dios, te amo. —Eso salió en un susurro, y cerré los ojos, pasando mi
otra mano sobre la suya en mi regazo ahora.
Podría haberme sentado allí para siempre.
La noción de unas risas me sacó de mi breve ensueño. Las mismas
señoras susurraban juntas. Estaban incluso levantando las manos para
cubrir sus bocas.
Que se jodan.
Me puse de pie, con mi bourbon en la mano, y me acerqué.
No pisé fuerte, no me exalté, ni siquiera caminé. Paseé, lento, sensual,
y lo sabía muy bien, mis tetas estaban en exhibición. Esas mujeres tenían
a sus esposos en otra mesa y tan pronto como empecé a avanzar, un silencio
cayó sobre su grupo.
Esto no era Negocios 101, sino Humanidades 101. 214
Con la cabeza en alto, me detuve justo enfrente de su mesa. Mis
pantalones cortos de mezclilla se deslizaban bajo en mis caderas. Había una
buena cantidad de carne tonificada mostrándose. Lo sabía porque sentía la
brisa. Tal vez el bourbon no me había dominado completamente, pero
levantando la botella a mis labios, les sonreí.
Su grupo era dos años mayor que yo.
Sus cuentas bancarias probablemente superasen las mías, pero de
ninguna manera eran más elegantes.
—Hola, señoras. —Tomé un largo trago, inclinando la botella y dejando
que mi garganta se estirara hacia atrás.
Limpiando mi boca con el dorso de la mano, mantuve esa fría sonrisa
en mi rostro mientras me inclinaba hacia adelante. Puse la botella en su
mesa, descansando mis manos para que pudieran ver mi camiseta, lo
suficiente como para hacerlas sentir incómodas, hacer que sus esposos se
emocionasen. Como sus miradas fueron allí, se enderezaron, y sus bocas se
apretaron.
—¿Cómo está la noche para ustedes? —Arrastré las palabras—.
¿Divirtiéndose? ¿Tomando unas copas? —Señalé con la cabeza hacia sus
copas de vino—. ¿Disfrutando del espectáculo gourmet de Suki?
La grava crujió detrás de mí, pero no miré para saber quién era.
Ya sabía que Channing estaba allí. Los ojos se movieron detrás de mí y
no pudieron ocultar el deseo que despertó. Una tosió, miró a su marido y de
vuelta a su regazo. Ooh, miren, necesitaba reajustar su servilleta. No estaba
en el lugar correcto. Las mejillas de una segunda ardían de rojo. Miró por
un segundo demasiado largo, luego hizo lo mismo, mirando a su marido.
Pero las otros dos, no pudieron apartar la mirada de él.
Sabía cómo se sentían.
Al sentir mi propia lujuria encendida, les di a las mujeres una mirada
de complicidad:
—Apuesto que entre los palos en sus culos y las largas horas que sus
hombres pasan en sus trabajos o con sus amantes, en realidad me están
envidiando.
Me enderecé, ignorando los jadeos de dos de ellas, y las mandíbulas
apretadas de las otras dos.
—Puedo ver totalmente eso.
—Heather —murmuró Channing detrás de mí. Se acercó y sentí su
mano en mi cadera.
También lo ignoré. Mi mirada se detuvo en la última dama, la que
parecía perpetuamente enojada conmigo.
—No es conmigo con quien estás enojada. Estás enojada contigo 215
misma. Odias tu vida, y viéndome, deseando lo que tengo, no puedes seguir
mintiéndote. La verdad está burbujeando por dentro, al igual que la mía en
este momento. Sí, voy a seguir como una perra, pero tú eres la única que
me mira con su nariz de estirada. Ni siquiera me conoces. —Mi mano se
flexionó sobre la mesa—. No sabes lo que hice hoy. No sabes de dónde vengo,
a dónde voy. No sabes nada de mí, pero crees que sí. —Mis ojos se
estrecharon—. Crees que estás tan alta que no puedo derribarte. Estás
malditamente equivocada. Puedo.
—Está bien. —El brazo de Channing me rodeó la cintura.
—Sácala de aquí. —La voz de Brandon se retorció en un gruñido detrás
de nosotros.
—Ya estoy en ello —gruñó Channing, llevándome de regreso a mi casa.
Mi monólogo de desmontaje ya estaba hecho, pero estaba a punto de
abrazar mis raíces.
Cuando Channing me llevó de mi casa a su camioneta, tuve la última
risa.
Levanté mis manos, ambos dedos medios extendidos, y mi última vista
fue de mi hermano, su mano frotando su frente.
No me importaba.
Ese era el tema del día.
Cuando Channing me depositó en su camioneta y se dirigió al asiento
del conductor, me desplomé.
—¿Dónde está mi bourbon?
—Ojalá salga de ti en unos minutos. —Aceleró y retrocedió.
Sí. Tal vez. Mi estómago comenzó a rodar, mezclándose al ritmo de la
camioneta cuando salimos a la carretera principal que iba a Rousou. Puse
una mano allí y fruncí el ceño.
No. No iba a vomitar, porque no era así como rodaba un Jax. Teníamos
estómagos de acero y nos defendíamos, ya sea que dañaran la cuenta
bancaria o no.
—Si estás preocupada por lo que acabas de hacer, no lo estés.
—Lo sé. —Tenía amigos en lugares altos. Me recuperaría, cualquiera
que fuese el daño. Una socialité tensa era la menor de mis preocupaciones.
Giré mi cabeza y lo observé, apreciando cómo el viento azotaba su
cabello. Y como no estaba totalmente en control de mí misma, dije:
—Nunca me dejes. Promételo.
Se acercó y tomó mi mano, acariciando mi pierna.
Pero él no lo prometió.
216
Channing

ran las tres de la mañana cuando salí de la cama. No había

E dormido nada, y finalmente admití la derrota.


Heather estaba acurrucada en una bola, durmiendo con la
sábana tirada sobre su pierna. Pasé una mano por su espalda y el costado,
luego la levanté. Estaba desnuda, como solía dormir.
Cuando cerré la puerta detrás de mí, ella no se movió ni un centímetro.
Hice una parada rápida en el baño, donde evité el espejo.
No quería ver lo que devolvería la mirada. Heather y yo nos habíamos 217
bañado, así que estaba limpio, pero sabía que había rasguños y moretones
por todas partes. Tenía algunos cortes. Había una quemadura desde donde
me había rozado una bala, y esa mierda no debería haber sido normal. Pero
lo era. Y eso es lo que no quería ver.
Estaba agarrando una cerveza de la nevera en la cocina cuando
escuché un paso detrás de mí.
—¿Todo ha terminado en el frente Richter?
Algo de mi tensión disminuyó cuando me volví para ver a mi hermana
apoyada en la puerta de la cocina, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Asentí, mirándola.
—¿Acabas de entrar? —Llevaba puesto sus vaqueros normales, pero
llevaba una camiseta negra.
Mierda, se veía dura.
¿Era de esta vida? Bren había crecido en el sistema de las pandillas.
¿Le había dado esa vida esa dureza o eran otras circunstancias? ¿Yo? ¿Estar
en Roussou?
—Si nos mudáramos, ¿irías con nosotros? —Mi pregunta salió
apresuradamente, pero maldición, estaba sintiendo una desesperación que
normalmente no sentía.
Sus ojos se abrieron un poco, pero su respuesta fue inmediata.
—No. —Levantó la cabeza, levantando la barbilla—. Mi pandilla está
aquí. Cruz está aquí. —Heather diría algo similar.
No respondí, pero Bren lo hizo, leyendo mi mente.
—No puedes desenredarla de tu vida, si eso es lo que estás pensando.
Ustedes dos están entrelazados. Si tratas de empujarla, se destruirán a
ambos.
—¿Qué quieres decir?
Ella resopló, yendo a la nevera.
—Sabes a lo que me refiero. —Agarrando un agua, se dirigió a la puerta
del patio—. ¿Quieres ir afuera?
Miré su agua.
—Gracias por agarrar eso. —Ella había estado alcanzando la cerveza,
pero cambió de opinión en el último segundo.
Ella sonrió, abriendo la puerta.
—Sé que no somos el hermano y la hermana convencionales, pero
puedo mostrar respeto de vez en cuando.
Solté una carcajada, agarrando dos cervezas y siguiéndola. Dándole
una a ella, me senté a su lado.
Hizo una pausa, así que me encogí de hombros. 218
—Tómala. Dos de los miembros de tu pandilla nos ayudaron hoy. Una
cerveza no va a inclinar el equilibrio de ser un guardián de mierda de una
manera u otra.
Ella se echó a reír, abriendo la cerveza.
—Date un descanso. Somos mejores que antes. Eso es todo lo que
podemos tomar en este momento.
Mierda.
—¿Cuándo te volviste tan sabia?
Ella sonrió alrededor de la cerveza.
—Siempre lo he sido. Simplemente no lo sabías. —Tenía razón.
—Lo siento, Bren. —Mi garganta se sentía espesa, malditamente
gruesa.
Sentí su sorpresa mientras me miraba. Se recuperó igual de rápido, dio
media vuelta y tomó un trago de su cerveza.
—No estaba pensando en ti, o en cómo mi hermanita podría
necesitarme —le dije—. Solo estaba… mierda, fui egoísta.
—Estabas perdiendo a tu madre también.
Su voz era suave, y estudié su perfil. Ella no me estaba mirando, pero
sabía que probablemente la quemó decir eso.
—No importa. —Mi voz era un poco áspera, ronca.
Ella miró por encima, encontrándose con mi mirada.
No me di la vuelta y aparté la mirada, deseando que ella viera que había
dicho lo que dije:
—No estuve allí para ti hasta que se fue. Lo siento.
Miró hacia adelante otra vez, sosteniendo su cerveza como una balsa
salvavidas, y echó un hombro hacia atrás.
—Quiero decir, lo que sea, Channing. —Su voz era tensa, áspera—. No
estuviste allí. Me ocupé de ello. Lo que sea. —Sí. Ella ya había dicho eso.
—Aun así.
Ella negó con la cabeza, suspirando.
—Además, papá no fue tan malo, no al final.
Casi gruñí.
—No importaba mucho. —No sabía con quién estaba más enojado: Con
él o conmigo. Era un imbécil abusivo, pero no había estado con ella. Eso lo
sabía bien. Mientras él gritaba, lanzaba cosas, me golpeaba, me empujaba,
se burlaba de mí y me ridiculizaba, la había dejado sola.
Había dejado a nuestra madre sola y había dejado a Bren sola. De esa
manera tan pequeña, estaba agradecido, pero solo por eso.
219
—Mira. —Ella expulsó esa palabra en un repentino susurro—. Él no
era perfecto. No fuiste perfecto. No soy perfecta. Al menos estamos juntos.
—No pude moverme durante un segundo.
Bren dijo que estábamos juntos. Nunca pensé…
Si hubiera estado en un contexto diferente, la habría molestado por
estar enferma y sentir su frente. En cambio, me sentí golpeado en el
estómago y tan condenadamente humilde de tenerla como mi hermana.
—Te quiero.
Ella me miró, vacilante, estudiándome como si fuera un animal salvaje
pidiendo un abrazo. Entonces se relajó. La vi tragar antes de hundir la
cabeza en un gesto de asentimiento.
—Yo también te quiero.
Así que nos sentamos allí. No nos abrazamos. No entramos en detalles.
Ni siquiera pronunciamos otra palabra durante cinco minutos más, pero
nunca me había sentido tan cerca de mi hermana.
Miré a nuestro patio trasero y las estrellas de arriba, y puse una mano
en el rabillo del ojo.
No.
No estaba llorando.
Ni un poco.

220
Heather

hanning iba a dejarme.

C Podía decirlo.
Habíamos estado aquí antes. No estaba encontrándose con
mi mirada fija todo el tiempo. Estaba siendo muy amable, como si ya
estuviera tratando de decir que lo sentía. Estaba tratándome como si fuera
la criatura más frágil de su vida.
Como dije, habíamos estado aquí antes, y que se joda.
Honestamente. 221
Que. Se. Joda.
Habían pasado tres días desde el ataque. Todos habían vuelto a sus
vidas como si nada hubiera pasado. Lo único que cambió fue que Richter ya
no conducía a través de Fallen Crest o Roussou. De hecho, Richter ya no
conducía. No había visto a ninguno de los moteros. Sabía que estaban por
ahí, había escuchado a alguien hablando con Brandon sobre Traverse, así
que los moteros estaban por ahí. Simplemente no el viejo líder.
Por otro lado, ¿debería haberme sorprendido eso?
—Oye, jefa. —Cruz levantó la cabeza en un asentimiento, caminando
hacia mí donde me senté en una mesa de picnic en la parte de atrás de
Manny’s.
Recordando la reunión de secundaria, me di cuenta de que había
mucho que no sabía de Cruz. Era un amante latino bonito —sus palabras,
no mías— y había estado trabajando para nosotros dos años. Sabía que se
había mudado a Fallen Crest cuando era pequeño, originario de Tijuana, y
tenía exquisito cabello negro y ojos oscuros. Era lo suficientemente guapo
para conseguir que algunos de sus grupis vinieran a Manny's. Pero no sabía
nada más.
No, eso no era cierto.
Sabía que era tranquilo, trabajador, delgado, inteligente y nunca un
problema. Se presentaba a su trabajo, y en los días en que no necesitaba
estar aquí como empleado, venía como cliente. Disfrutaba de Brandon. Esos
dos hablaban y reían mucho juntos en el bar. Cruz entró para estar allí en
las noches en que Brandon cerraba, y él estaba allí la mayoría de las noches
"no tan ocupadas". Ahora me daba cuenta de que todo había tenido un
propósito.
Hizo una pausa, sentándose frente a mí y frunció el ceño.
—¿Apesto o algo así? —Olió sus axilas.
—¿Qué?
Hizo un gesto hacia mi cara.
—Te ves dolorida. Sé que no es mi exterior, soy bonito más allá de toda
medida allí, así que pensé que debo oler. —Olfateó su camiseta. Su sonrisa
se volvió astuta—. No lo hago. Huelo a lilas frescas, y sé eso porque Ava
acaba de recibir un ramo entero de ellas. —Hizo una pausa—. De Roy.
—¿Roy? ¿El conductor de Uber Roy?
Asintió, apoyando los codos en la mesa y acomodándose más.
—Al parecer, la invitó a un baile, y ella es toda risitas tontas y sonrojos
ahora mismo.
222
Reí suavemente.
—Eso es genial. Bien por ella. Él también.
Asintió de nuevo.
―Mmm-hmmm, y eso me lleva a por qué estoy aquí afuera.
Aquí estaba. Me preparé.
—Me gustaría ser tu gerente principal, y me gustaría contratar a
Katrina para ser la gerente detrás de mí, junto con uno de mis primos.
Realmente es un buen trabajador. Mucha experiencia. No vive lejos. Ya está
mucho aquí.
Sabía a quién estaba refiriéndose. Era el tipo con el que venía muchas
de esas noches cuando cerraban con Brandon.
Ya sabía que iba a hacerlo, pero aun así gemí, frotando mis sienes.
—Estás dándome dolor de cabeza. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí.
Había una persona a la que aún no habíamos nombrado, una persona
que sería directamente afectada por esto.
Se inclinó hacia delante, la sonrisa tranquila desapareciendo.
—Ella no quiero ser gerente. Tú lo sabes. Yo lo sé. Ella lo sabe. Dice lo
contrario, pero ya estoy haciendo su trabajo por ella. Diablos, tú estás
haciendo su trabajo por ella, y tú eres la jefa. Se supone que debes
contratarnos, no reemplazarnos. No está bien, y es hora de hacer el cambio.
Tenía razón, ¿y por qué sentía que esta también podría ser una
metáfora para otras partes de mi vida?
—Correcto. —Lo dije estúpidamente, porque así es como estaba
sintiéndome. Como un pedazo de mierda aburrida, estúpida. Había dejado
que las cosas con Suki se alargaran más de lo que debería haberlo hecho.
Sobresalía en las cenas gourmet privadas, pero había regresado a ni siquiera
ser medio gerente.
No estaba destinado a ser.
Suspiré.
—De acuerdo. Está bien.
—¿Sí? —Se enderezó, levantando las cejas. Esa sonrisa comenzó a
extenderse de nuevo—. ¿En todo? ¿Mi primo también? Tengo su currículum
conmigo, pero él…
Lo despedí con la mano. Confiaba en Cruz. Confiaba en Brandon, y a
él le gustaba el primo de Cruz.
—No. Está bien. Dile que venga el próximo fin de semana para
completar el papeleo, y podemos averiguar el programa de orientación.
¿Katrina también está de acuerdo con esto? 223
Su cabeza se movía hacia arriba y hacia abajo, sus ojos bailaban.
—Oh sí. Fue idea suya, dijo que estaba cansada de ser ordenada por
Suki. Es la decisión correcta. Ya era hora, jefa.
Por la forma en que hablaba, sabía que esperaba que dejara ir a Suki.
Le esperaba una sorpresa.
Cuando comenzó a levantarse e irse, dije:
—No la voy a despedir, Cruz.
Se volvió hacia mí. Sus ojos se agrandaron.
—¿Qué?
Entendí su miedo. Suki era… bueno, Suki estaba loca, pero Suki era
familia.
Una vez que entrabas, no te dejaba ir.
—Ella no va a ser gerente, pero va a estar por aquí.
—Oh, Dios mío. —Se dejó caer de nuevo en el banco y tomó su cabeza
entre sus manos—. Oh Dios mío. No tienes ni idea. Es una pesadilla con la
que trabajar.
Lo sabía. Realmente lo sabía, pero ella era un activo. Señalé detrás de
él.
—Ve allí, dile a Suki que venga, y puedes llamar a Katrina, dale las
buenas noticias.
—Oh no. —Se puso de pie, pero no fue rápido. Siguió negando con la
cabeza y escuché esa frase en repetidas ocasiones hasta que dobló la
esquina del edificio.
No quería hacer esto. Sabía cómo sería el resto del día.
Suki saldría. La despediría como gerente. Se sentiría molesta, tomaría
toda la brusquedad y comenzaría a expresar cómo Suki iba a traer su ira y
condenación a este lugar. La interrumpiría, le diría que quería que se
quedara como chef gourmet, que hiciera sus espectáculos más a menudo y
que fuera feliz, o eso esperaba, pero no importaba. Ella aceptaría el cambio
de trabajo y lo haría sin mala actitud porque no estaba de humor.
Todo este día se había convertido en cuidar de la mierda que había
estado dejando ir.
Una vez que lo superáramos, Suki volvería a la cocina, con las quejas
normales de su sistema porque no estaba realmente segura sí debería estar
feliz de ser degradada, incluso para el trabajo que realmente quería, tendría
un pequeño rebote adicional a su paso.
Y lo hizo.
Entonces Ava salió. Ella estaba sonriendo y sonrojándose, y se derritió 224
con las flores. Estaba más que emocionada.
Sonreí. La felicité. Expresé lo feliz que estaba y luego bromeé con ella.
Todo el día fui una autómata, pero por dentro sabía que después de
todo esto, había otra parte de mi vida con la que también tenía que lidiar.
Una vez que Ava entró, ese mismo salto adicional que Suki había dado
a su paso, supe que la siguiente persona a la vuelta de la esquina sería mi
hermano.
Apareció, riéndose para sí mismo y sacudiendo la cabeza.
—Has tenido un día agitado.
Gruñí cuando él se dejó caer en el asiento que Cruz había dejado
vacante, luego Suki, luego Ava.
—Es hilarante allí dentro. Cruz está radiante, pero desconfía de Suki.
Suki es feliz, pero actúa como si se supone que debiera estar enojada,
entonces parece que está fingiendo. Katrina entró y se está tomando un
trago con Chester, el tipo que acabas de contratar como gerente.
¿Chester? ¿Ese era su nombre?
Brandon giró la cabeza y se masajeó el cuello.
—Y Ava está actuando como una colegiala vertiginosa, lo que molesta
como la mierda a Suki. Está tan feliz por su propia cosa que quiere aplastar
a Ava, pero no la aplasta porque todo la esta jodidamente confundiendo. —
¿Confundiéndola?
Bienvenida al club.
Gruñí.
—Mi dolor de cabeza está empeorando. No creo querer saber qué está
haciendo Roy.
—Roy se fue. Empujó esas lilas en las manos de Ava, leyó un poema y
se dejó caer de rodillas. Parecía que se le estaba proponiendo, y luego uno
de sus amigos entró corriendo con un póster y se lo lanzó. Golpeó a Ava en
la cara, pero Roy lo atrapó y lo leyó en voz alta, pidiéndole que fueran al
baile ese juntos. Juro que va a tener un labio gordo por ese poster, pero no
siente nada. No recuerdo haber estado tan feliz de ir a un baile en la escuela
secundaria.
—Porque eres un prostituto. No tienes la perspectiva simple y pura de
la vida que tienen ellos.
Ahora también gruñó.
—¿Lo crees?
Mierda. Ava era una estudiante de último año en la Escuela Pública
Roussou. El mismo año que llevaba dirigiendo Manny’s, teniendo relaciones
sexuales con Channing y saliendo con Samantha y los Kades. Lo único que 225
había cambiado desde entonces hasta ahora era que los Kades se habían
movido por todo el país.
—Oh sí, no puedo imaginarme a Channing siquiera pensando en
invitarme con un cartel a bailar y mucho menos a mí sonrojarme por eso.
Si me estaba sonrojando, era porque su cabeza estaba entre mis piernas…
—¡Oh Dios, no! —Levantó una mano—. Detente por favor. No hagas que
vomite.
Me reí.
—¿Crees que me gustó escuchar a tu última acosadora exigir que
sacaras tu polla de la chica que estaba debajo de ti?
Gimió de nuevo.
—Mierda. Nunca voy a poder dejar atrás eso. Pero uno, ella no estaba
debajo de mí. Yo era el que estaba deba…
—¡Como si necesitara saber eso!
Continuó como si no hubiera dicho una palabra, sonriendo.
—Y Becca ya no es mi acosadora. —Movió las cejas hacia arriba y hacia
abajo—. De alguna manera, la has adquirido como acosadora. Sé que no
está en Manny’s en este momento, sentada en un reservado de la esquina
por mi culo. Es todo sobre Congo siendo su hombre. Roy le preguntó si
necesitaría que la llevaran a casa esta noche, y le gritó que la dejara en paz,
que su hombre podría arrancarle la columna de la espalda si quisiera.
—¿Y crees que Roy se fue porque estaba avergonzado por Ava?
—Sí, lo creo. Las amenazas de Becca son comunes. Me sorprende que
ella y Suki no se hayan convertido en mejores amigas.
Mis ojos casi se salieron de mí por ese pensamiento. Me estremecí.
—Ni siquiera quiero pensar en eso… la mierda que harían.
—Becca le prendería fuego a una chica confiada, y luego Suki iría e
insistiría en que le mostrara la diferencia entre usar calabacín o zucchini
para los fideos fettuccinis.
Me eché a reír, y cuanto más me reía, más le daba las gracias a
Brandon.
—Gracias. —Me calmé, sintiendo un poco de alivio en mi pecho y
hombros. Las cosas no se sentían tan apretadas entre mis omóplatos
tampoco—. Necesitaba eso.
—Sí.
Escuché la forma en que sabía que sonaba.
—¿Qué?
—Después de tu momento de basura blanca hace unos días, has estado
226
trabajando sin parar. Y sé que Channing no ha estado arrastrándose por tu
ventana. ¿Quieres hablar de lo que sea que esté pasando?
Le lancé una mirada.
—¿No me conoces?
Él sonrió.
—Lo sé. Soy el que habla sobre los sentimientos, pero puedo ser serio.
—La sonrisa se desvaneció—. ¿Qué está pasando? Y no mientas ni digas que
nada porque conozco a mi hermana. —Señaló por encima del hombro—.
Siempre estás ahí, no importa en qué papeleo tengas que concentrarte.
Nunca estás aquí, escondida. ¿Por qué te escondes?
—Brandon. —Una advertencia de mi parte—. No presiones con esto. Lo
digo en serio.
—Me importa una mierda. Mi hermanita está herida y quiero saber por
qué. ¿Qué está pasando?
Joder. Estaba empezando a admitirlo a mí misma. ¿Ahora quería que
derramara mis entrañas? Eso me dio ganas de vomitar. Eso era un montón
de sentimientos y expresiones, y yo estaba empezando a extrañar estar en
un tiroteo. Las cosas eran más sencillas allí.
—Solo estoy haciendo el papeleo. Eso es todo.
Su cara se arrugó. Iba a discutir.
—Papá llamó. —Estaba mintiendo, pero tuve que arrojar algo.
Necesitaba distraerlo de alguna manera.
—¿Qué? —Se apartó de mí—. ¿Por qué? ¿Algo está mal?
—Nada. Quiero decir… —Piensa, Heather. Busca evasivas. Sé un gran
dolor en el culo y evádelo—. Le compramos Manny’s, pero llamó para abrir
otro Manny’s en Florida.
—¡¿Qué?!
Me encogí.
—Tiene sesenta años. Y vive en un jodido parque de RV de retiro. ¿Qué
demonios está pensando? —Podría haber estado saliendo vapor de las orejas
de Brandon. Agarró la mesa y se sacudió hacia adelante—. ¿Qué piensa
Brad de esto? Está ahí con él. Se supone que debe estar vigilando a pops y
cuidándolo. Si papá habla en serio, debería detenerlo.
Me iría al infierno.
—En realidad creo que quiere que Brad lo dirija.
—¿Hablas en serio? —gritó Brandon, medio levantándose de su
asiento—. Típico de Brad. Manny’s ha sido tu bebé. Sí, padre se ocupó de
los libros, pero tú te encargaste de todo lo demás. Él no puede hacer esto.
Padre no puede hacer esto. Si él quiere ser parte de Manny’s, necesita
comprárnoslo con todas las de la ley. Brad no puede beneficiarse de tu éxito. 227
Ni de coña.
Empecé a rezar fervientemente, para que esto no estallase en una
batalla campal familiar, pero hasta entonces… asentí.
—Lo sé. Es un cretino.
—¡Sí! Siempre ha sido un cretino. No me importa si es el más mayor.
Es el mayor imbécil de todos nosotros.
Oh, Señor.
—Bueno, eso no lo sabemos.
—Yo lo sé. —Brandon se puso de pie y empezó a caminar de un lado a
otro enfrente de mí—. Pensó que se iba a convertir en jugador profesional,
pero se fastidió la rodilla en la universidad. No es nuestra culpa que la madre
de su bebé le obligase a casarse. No es nuestra culpa el que tenga cinco
hijos. Eso es cosa suya. O el hecho de que odie su trabajo. No puede
aprovecharse de padre, y si piensa que va a obtener una franquicia gratis,
se va a llevar una sorpresa muy desagradable.
Bueno, joder. Brandon iba a hacer daño si no paraba esto. No tenía
otra opción.
Me puse de pie de un salto.
—Bueno, ¡para! —Lancé las manos al aire—. Simplemente, para. ¿De
acuerdo?
—¿Qué? —Pero su mandíbula todavía estaba apretada.
No me había esperado nada de esto.
—Me lo he inventado. Todo. —Bajé las manos, descansando los
nudillos en la mesa—. Me lo he inventado.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Porque no quiero hablar sobre por qué estoy aquí! —grité—. ¿Bien?
Joder, no quiero hablar de ello.
—Oh. —Pero estaba frunciendo el ceño—. No tenías que mentir sobre
ello, y ha sido una mentira de mierda, Heather.
—Lo sé. —Dios mío—. Lo sé. —Hice mi tono de voz más amable,
sentándome otra vez. Me pasé las manos por el cabello, meciendo la cabeza.
Si me pudiese esconder en mi escondrijo, lo haría—. Solamente no quiero
hablar ahora, lo siento. Padre no llamó. Brad no se está aprovechando de
él.
Escuché a Brandon sentarse otra vez enfrente de mí, pesadamente.
—Ahora me siento como un tonto por enfadarme tanto. —Se rió, el
sonido medio estrangulado—. Casi me siento como si debiese llamar a Brad
y pedirle disculpas.
No me importaba, nada de eso. 228
Echaba de menos a Naly.
Me golpeó en el pecho. Me golpeó justo ahí. Fue abrupto, y vino de la
nada, pero estaba ahí y no podía evitarlo.
La echaba de menos. Echaba de menos no tener la oportunidad de
sostenerla, escucharla llorar, calmarla, alimentarla, ver sus ojos mirándome
cuando le decía que la quería.
Echaba de menos no tener la oportunidad de nada de ello, y echaba de
menos a Channing, porque durante ese tiempo, habíamos sido él y yo contra
el mundo.
No había pasado a un segundo plano para su pandilla una vez que
nació. Pero cuando su pequeño corazoncito se paró, también lo hizo la otra
vida que yo iba a tener.
—¿Heather? —Mi hermano me estaba mirando—. ¿Estás bien? En
realidad, no voy a llamar a Brad.
No podía negarlo. Lo sentí venir. Incluso conocía el catalizador porque
había visto cómo Channing me miró cuando estuve en esa camioneta. Había
terminado de darle una paliza a su enemigo y levantó la cabeza. La
adrenalina de la pelea drenándose.
—Channing me va a dejar. —Miré a mi hermano a los ojos.
Esto no era nuevo. Él había tenido un asiento de primera fila en nuestra
relación.
Tragó.
—¿Estás segura?
Asentí, sintiendo un agujero en el estómago haciéndose cada vez más
grande
—Sí.
Nunca le había contado nada sobre las otras veces. Si Channing y yo
rompíamos, Brandon siempre se daba cuenta semanas más tarde. No tenía
sentido compartirlo, porque él siempre volvía y yo siempre iba a él. La puerta
giratoria hacía solo eso, girar.
—Lo siento.
—Sí.
Me puse de pie, aceptándolo, sintiendo el peso de las emociones sobre
los hombros que normalmente me gustaba ignorar. Sentí a Brandon
seguirme dentro. Incluso cuando fui a la oficina, él también. Puse el papeleo
a un lado, apagué el ordenador, recogí mis llaves y me giré hacia él.
Estaba en la puerta, esperándome.
Sabía dónde me dirigía. 229
Su pecho se infló. Empezó a abrir la boca. Iba a decir algo, pero
entonces una emoción titiló en sus ojos y cerró la boca.
Me fui. Iba a hacer lo que había amenazado a Channing con hacer
cuando nos vimos la última vez.
Era el momento de cagar o de salir del puto baño.
Heather
TERCER AÑO

ra un día normal, o tan normal como se habían convertido.

E Había tenido dos años de Channing actuando como un


imbécil, peleando, maldiciendo, siendo un idiota. Él se
disculparía, y lo perdonaría porque no tenía espinas, o
simplemente una chica idiota enamorada. Estaría acurrucándose y
besándome durante unos días.
Entonces él comenzaría de nuevo. 230
A medida que Channing crecía más y más idiota, trabajaba cada vez
más en Manny’s. Era un miembro del personal a tiempo completo cuando
tenía catorce años. No se lo digas al gobierno. Manny’s era mi hogar. Se
había convertido en mi santuario lejos de la locura de Channing. Él y sus
amigos estaban fuera de control. Algunas noches se metía en mi cama y no
lo reconocía. Sonaba como un extraño. Apestaba a alcohol. La mayoría de
las noches había sangre en él, ya fuera de él o de alguien más.
Dejé de preguntar.
Él dejó de contármelo.
Hoy era mi primer día de tercer año en Roussou. Apenas había hablado
con Channing durante el verano, en el cual no estaba pensando. Todavía se
deslizaba por la noche, pero eso había sido para nosotros. No había mucha
conversación entonces, y al venir a la escuela, no sabía si la pesadilla
comenzaría de nuevo o si habría una pausa en algo. Cualquier cosa.
Sucedió cuando caminaba por el pasillo, libros en mano. Iba a mi clase
de quinto período cuando la vi.
Una chica salió del armario del conserje de Gus.
Nada sobre ella debería haber llamado mi atención. Las relaciones en
los armarios sucedían todo el tiempo.
Pero, por alguna razón, la vi.
Su labial estaba manchado. Era obvio lo que había estado haciendo.
Comencé a pasar, buscando mi clase, cuando la puerta se abrió de
nuevo.
Vi sus zapatos primero. Las mismas zapatillas negras que habían
estado junto a mi cama esta mañana. Los mismos zapatos que él se había
quitado mientras saltaba por la ventana y saltaba a mi cama. Los mismos
zapatos en los que metió los pies cuando necesitaba una escapada rápida.
Mi corazón se hundió.
Me detuve bruscamente, casi cayéndome.
No podía… Mi cabeza estaba nadando. No podía pensar en eso.
¿Cierto?
Él no haría eso.
¿Cierto?
Pero él salió.
Los mismos vaqueros.
Las mismas manos.
Los mismos tatuajes en sus brazos.
La misma camiseta que lo había visto tirar esta mañana. 231
La misma cara.
Los mismos labios, no, no los mismos.
Había lápiz de labios manchando sus labios, y se frotó un lado de la
cara cuando salió por completo.
Estaba en el lado opuesto del pasillo. Primero miró a los estudiantes
que pasaban, y luego sus ojos se movieron rápidamente hasta que me vio.
Se enderezó, su mano cayó, y vi más lápiz de labios allí.
Jesús.
Me quedé sin aliento. Mis manos se apretaron en mis libros. Era como
si ella lo hubiera marcado.
Él me había engañado. Lo había atrapado con las manos en la masa.
Una disculpa brilló en sus ojos, pero no. De ninguna manera.
Dio un paso adelante, hacia mí, pero golpeé de nuevo los casilleros
detrás de mí. Escuché el sonido, pero nunca lo sentí. Solo sacudí mi cabeza.
Él pronunció mi nombre, pero negué con la cabeza otra vez.
De ninguna manera.
Me temblaban las manos.
¡De ninguna maldita manera!
Mis libros cayeron al suelo. Nunca escuché el ruido sordo.
¡DE NINGUNA MALDITA MANERA!
Mis piernas estaban temblando. Mis rodillas chocaron una contra otra.
Había terminado con esto.
Me sentí mareada. Aparecieron manchas en mi visión, pero a la mierda
con él.
Se acabó.
Que se fuera a la mierda.
¡SE ACABÓ!
A la mierda todo.
Ya había terminado.
Dándome la vuelta, pasé por mi aula. Pasé por delante de la oficina.
Caminé hasta el estacionamiento, conseguí el juego de llaves extra que
Channing guardaba debajo de su camioneta y conduje hasta la escuela
secundaria pública de Fallen Crest.
Rompí con él, trasferí las escuelas y tomé su vehículo, todo sin decir
una palabra a nadie.
He terminado con Roussou. 232
Heather
ACTUALIDAD

ueves Tits tenía una fila saliendo por la puerta. Channing tenía

J razón. Él estaba empezando a tener nuestra antigua clientela.


Reconocí a un grupo de universitarios que eran asiduos en
Manny's. Había dicho que estaban haciendo bien sus noches de karaoke,
pero esta noche era la noche de martini.
Algunas personas me reconocieron cuando pasé.
Un tipo gritó: 233
—¡Hola, Heather!
—Hola, chicos. ¿Están aquí para disfrutar de Jueves Noche Titinis?
El nombre era ridículo, pero empezaba el rumor. Tenía que darle crédito
a Channing donde se debía, y sí, podría haber habido un poco de envidia de
negocios adjunta a ello. Era humana.
Una de las chicas se rió, echándose el cabello sobre el hombro.
—¿Cinco dólares un martini? Estaríamos locos si no aceptáramos ese
trato.
Nota para mí: Robar su idea.
La venta solo duraba una hora, pero era suficiente para que la gente se
encendiera y los mantuviera por ahí.
Otra chica unió su codo con la primera.
—Además, hay bellezas para mirar.
También estaba eso.
Gruñí:
—Tal vez las veré adentro.
Me saludaron mientras me dirigía a la puerta. Algunos se quejaron de
que estaba colándome, pero fueron silenciados.
Congo y Chad estaban ocupándose de la puerta, y ambos sonrieron en
saludo.
—¿Cómo está mi mujer? —preguntó Congo.
—Todavía loca. No sé de quién cree que está protegiéndome, pero
todavía está en Manny’s, y yo estoy aquí.
Chad se echó a reír antes de señalar por encima de mi hombro.
—¿Estás segura sobre eso?
Un resplandor de orgullo y lujuria apareció en los ojos de Congo
mientras también miraba.
La acosadora se acercó a mi alrededor, casi paseando. Pasó una mano
por el brazo de Congo, inclinándose para un beso.
—Hola, amante.
No necesitaba ver eso.
Nadie.
Cuando la lengua se involucró, levanté mis manos.
—Bueno. Paren. Incluso sus futuros hijos están marcados.
Mierda. Las palabras se escaparon antes de que supiera lo que estaba
diciendo, pero fui la única que se congeló. 234
Chad y Congo rieron.
Rebecca (no podía llamarla Becca como los demás, y se sentía un poco
malo seguir refiriéndome a ella como acosadora) resopló, volviéndose para
mirarme.
—Respeta a las Becs. Estoy aquí para protegerte, ya sea que te agrade
o no.
Congo la envolvió con su brazo.
—Le prometió a Channing que te cuidaría.
Levanté una ceja.
—¿Se lo prometiste a Channing?
El brazo de Congo se deslizó para cubrirle el frente. Ella se aferró a él
en su cintura.
—Sí. Cumplo mis promesas.
Aun así era una acosadora. No iba a darle las gracias. En cambio, giré
hacia Chad.
—¿Él está aquí?
—Está en el siguiente edificio. —Señaló más allá de la línea—. La puerta
está a la vuelta de la esquina.
—Gracias.
Había comenzado a irme cuando Becca me llamó:
—¿Necesitas respaldo?
Pasé un poco de mi cabello sobre mi hombro. Sí. Me había convertido
en esa chica en esta situación. Todavía no confiaba en ella, y no sabía si
alguna vez lo haría. Por qué Channing la puso sobre mí era algo con lo que
tendría que lidiar con él.
—Voy a la vuelta de la esquina. Bastante segura de que estaré bien.
Chad había vuelto a comprobar a las chicas en línea.
Rebecca se separó de Congo y se acercó, buscando en su gran bolso de
cuero blanco.
—Aquí. —Empujó un broche en mi mano—. Ponlo en tu bolso.
—No uso bolso.
Miró por mi cuerpo, arrugando la nariz.
—¿Dónde guardas todas tus cosas? ¿Tus llaves, teléfono? Tu sensor de
contraseña. Tu ropa es una segunda piel todo el tiempo.
Luché contra poner los ojos en blanco, reprendiendo suavemente:
—No creo que esa sea una etiqueta adecuada.
Dejé en paz el comentario del sensor de contraseña. Acosadora. Ella. 235
Allí lo tienes.
Se sonrojó.
—No, tienes razón, pero pega esto a tus vaqueros o algo así. Si me
necesitas, solo presiónalo. Envía una alerta a mi teléfono, y sabré
exactamente dónde estás.
Oh, Dios mío. Esto llevaba el acecho a otro nivel.
—No. No. —Le devolví el broche—. Si necesito ayuda, le enviaré un
mensaje de texto a Channing.
—Venga. No seas así —susurró mientras tomaba el broche y
comenzaba a buscar un lugar para sujetarlo. Alcanzó mi chaqueta de
mezclilla, pero la evadí, retrocediendo—. Vamos, Heather. Todos
necesitamos ayuda. Igual tú. —Fue por el bolsillo de mis vaqueros,
inclinándose hacia mi cintura.
—¡Detente!
Retrocedí dos pasos. Ella me siguió.
—En serio. Para.
—Solo quédate quieta. —Ahora iba por mi camiseta, donde estaba
asomándose bajo mi chaqueta—. Oh, ahí sería perfecto.
Comencé a retroceder, cruzando la línea y doblando la esquina. Becca
siguió a mi lado, todavía intentando sujetar el broche.
—Para. —Le quité el broche de la mano y me giré para tirarlo.
—Esper…
—¿Señorita Heather Jax? —Un tipo se acercó, saliendo de un SUV
negro. Se pasó una mano por la corbata e inclinó la cabeza hacia adelante—
. Es Heather Jax, ¿correcto?
Me enfrenté a él.
—¿Sí?
Habíamos dado la vuelta a la esquina, y este lado de la calle tenía una
iluminación mínima. Los coches estaban estacionados arriba y abajo de la
carretera, pero la línea había serpenteado hacia otro lado. Podíamos
escuchar a la gente al otro lado, pero eso era todo. Estábamos casi aislados.
Becca salió de detrás de mí.
—¿Quién eres? —Ella tomó el broche de mi mano, golpeándolo.
Era un hijo de puta alto, tal vez de más de uno noventa y cinco, pero el
cabello liso y los ojos saltones le daban una sensación de mala calidad, eso
y que se nos acercaba en una calle oscura. La única luz que funcionaba en
esta carretera estaba en la mitad del bloque. Proyectaba una larga sombra,
y este tipo entró en ella, acercándose a nosotras.
Extendió una mano. 236
—Soy Eric McDougall. Represento a un asociado de su pareja.
Este tipo tenía que ver con Channing. Doblé mis brazos sobre mi pecho.
—¿Qué quieres de mí?
—De nosotras —aclaró, Rebecca también cruzando los brazos.
Rodé mis ojos.
—Uh… —Miró entre nosotras. Comenzó a retirar su mano, pero
Rebecca avanzó y la agarró.
—Es un placer conocerlo, señor McDougall. —Ella le sonrió, y cuando
él frunció el ceño y luego me dirigió su atención, su mano salió disparada.
Ella dejó caer el broche en su bolsillo, chocando con él ligeramente—. ¡Oh,
lo siento! Tomé un poco de vino antes. Se habrá ido directamente a mi
cabeza. —Se aflojó el cabello rubio y rizado, sacudiéndolo antes de volver a
colocarse a mi lado. Ella atrapó mi mirada, y arqueé una ceja. Ella movió su
cabeza hacia adelante y hacia atrás, una discreta sacudida antes de
aclararse la garganta y sonreírle al chico.
Tosió, extendiendo su mano hacia mí otra vez.
—Como decía, Brett Marsch es uno de mis clientes. Recientemente tuve
una interacción con el señor Monroe y me preguntaba si sabría dónde podría
encontrarlo.
No. No conocía a este tipo. No me importaba conocerlo. No confiaba en
él.
—No tengo ni idea.
Parpadeó un par de veces.
—¿Qué?
—Ninguna pista. ¿Quieres saber dónde está Channing? No tengo ni
idea.
Él entrecerró los ojos, barriendo sobre nosotras.
—¿Señora?
—Oh. —Su cabeza fue de izquierda a derecha—. No. Yo tampoco lo sé.
—Me dijeron que, si alguien lo sabría, esa sería su “mujer”. —Su mirada
se posó en mí.
Se quedó en silencio después de eso.
Yo también.
Lo mismo hizo Rebecca.
Pasaron veinte segundos de silencio.
Era obvio que este tipo esperaba que lo ayudáramos, y por mi amor, no
tenía ni idea de por qué. 237
—Señorita Jax. —Él era todo autoritario, acercándose y deteniéndose
en la acera con nosotras—. Me gustaría su ayuda con este asunto. Es muy
importante para mí encontrar al señor Monroe.
—¡Oh! —Mis brazos cayeron de mi pecho, y me volví hacia Rebecca—.
¿Cuándo lo dice así? ¿Ya sabes? Debe ser importante.
Ella no recibió el sarcasmo, sus ojos se lanzaron hacia él y se
estrecharon.
—Quiero decir, debe ser algo vital para que usted me haya buscado
para interrogarme. ¿Cierto? —No esperé su respuesta, apresurándome—.
Necesita ayuda para localizar a Channing. ¿Eso es lo que necesitas?
—Sí. —Sus ojos brillaban.
—Bueno, entonces… —Me detuve—. Probablemente debería decirte…
Se inclinó más cerca.
—¿Sí?
—Que…
—¿Sí? —Comenzó a sonreír.
El juego se acabó. No tuve la paciencia.
—Necesita descifrar el sarcasmo mejor.
Se echó hacia atrás, y la sonrisa cayó bruscamente.
Acosadora se echó a reír. Su codo tocó mi brazo.
—Eso fue bueno, Heather.
La ignoré, sacudiendo mi cabeza hacia la esquina.
—Si no tiene pelotas suficientes para intentar entrar en su bar, ¿por
qué diablos cree que le ayudaría? —resoplé, avanzando a su alrededor—.
Salga de aquí, masturbador.
—Señorita Jax, yo…
Más abajo, la puerta se abrió, sonó un timbre y oímos:
—Es el Peter.
Channing salió de la tienda con su hermana y los miembros de su
equipo, así como otro tipo, detrás de él.
—¿Qué haces hablando con mi mujer? —Pasó por mi lado, se acercó al
tipo y se paró lo suficientemente cerca como para violar su burbuja de
límites personales.
Su tono era frío. Su sonrisa era nada agradable.
El tipo tiró de su cuello, enderezándose la camisa antes de retroceder
un paso.
238
—Soy Eric McDougall, señor Monroe. —También suavizó su voz—. Pero
es muy consciente de mi nombre, ¿verdad?
—Sí. Como sabe que ir tras Heather sería la primera manera de
enojarme. —Channing se rió entre dientes—. Hiciste, buen trabajo en eso.
¿Te envió tu jefe en mi camino? ¿Quiere deshacerse de ti y se supone que
debo hacerlo por él?
El chico no respondió, en lugar de eso escaneó al grupo. Se detuvo en
mí, luego en Rebecca.
Su mirada se movió detrás de nosotros a Bren y su grupo. No
necesitaba ver para saber que nadie iba a intervenir. Ninguno de nosotros
se sorprendió por las amenazas de Channing.
Este tipo era forastero. Los forasteros no eran bienvenidos.
—Ya veo. Y no, señor Monroe, mi jefe no me envió. En realidad vine
como un acto de buena fe. Habíamos discutido previamente sobre hacer
negocios juntos. —En el momento en que dejó de hablar, Channing
comenzó.
—Sí. No, ya no. Necesitas aprender las reglas, y primero las rompió
todas.
—No estaba al tanto. Lo estoy ahora.
—Ahora lo estás.
Channing no estaba retrocediendo, un duro destello en su tono.
—Bueno, entonces… —El Peter tosió—… tal vez ¿podría hablar con
usted en privado?
Dirigió su pregunta a Channing, que movió la cabeza hacia Rebecca.
Esta dio la vuelta a la esquina mientras Channing nos miraba de vuelta.
—¿Bren? ¿Por qué no, chicos…?
—Saldremos. —El mejor amigo de Bren siguió adelante—. ¿A menos
que nos necesites?
—No. Estoy bien.
Se movieron más allá, uno por uno, doblando la esquina hasta que solo
fuimos, Channing, el Peter y yo.
—¿Heather?
—Ni de broma. —No me iría. Había venido para hablar. Iba a tener esa
charla, me apoyé contra el edificio—. Puedo esperar. —Le sonreí, ignorando
la pequeña sonrisa que apareció en la cara del Peter.
No importaba de todos modos.
Moose, Chad y Lincoln llegaron por la esquina. Esperé, pero Rebecca
no.
Como si leyera mi mente, Chad dijo: 239
—Ella es el otro portero ahora. —Eso sonó correcto. Me entregó algo—
: Me dijo que te diera esto.
Era su teléfono, y me sorprendió encontrarlo desbloqueado con una luz
roja parpadeante en la pantalla.
Me concentré y vi que era un mapa. De nosotros. Me estaba mostrando
el seguimiento de ese broche y estaba activado todo el tiempo.
Me había mentido.
Perra.
Ahogué un gruñido, vi a todos mirándome y puse su teléfono en mi
bolsillo.
—Estoy bien. Continúa.
Channing miró a los demás, luego indicó la tienda que había dejado.
—Podemos hablar allí.
El Peter y todos los hombres de Channing entraron, pero Channing se
quedó atrás. Una vez estuvimos los dos, tocó mi mano.
—Espera.
Lo hice. Moose cerró la puerta y se movió para pararse frente a ella.
Nos estaba dando un poco de privacidad.
Channing se dirigió hacia la calle para que no pudieran vernos a través
de las ventanas, entramos al callejón entre ese edificio y el siguiente.
Estábamos completamente aislados esta vez.
—¿Qué pasa? —Se recostó contra uno de los edificios.
Señalé con la cabeza al que ahora albergaba a los chicos.
—¿Compraste este lugar?
Frotó una mano sobre su frente.
—Sí. Lo conseguí para las bandas, o para algo así.
Oh. No había estado bromeando antes cuando dijo que estaban
buscando un nuevo sitio.
—¿Vas a crear algo para ellos?
—No lo sé. Quizás. Eso no es sobre lo que iba esto.
—Bien.
—¿Qué ocurre entonces? Normalmente tú no vienes por aquí.
Solté un suave suspiro, inclinándome contra la pared del callejón,
sintiendo los ladrillos en la espalda.
—Vine por nosotros, pero quizás ahora no es el mejor momento.
—¿Nosotros? 240
Odiaba esto. Estaba actuando como si estuviese bien, educado incluso,
pero ese no era Channing. No era el hombre que se deslizaba dentro de mí
alguna que otra noche o el que se había enfrentado a aquel tipo. Ese era mi
hombre, no éste. Me estaba hablando como si fuésemos colegas.
Me ponía de los nervios.
—Channing, para.
—¿Parar qué?
Él lo sabía muy bien.
—Lo digo en serio.
Él no respondió, cerrando los ojos un momento.
—Sabes por qué estoy aquí.
—Sí. —Se agarró el cuello, expulsando un suspiro cansado—. Lo sé.
Ahí estaba. La inquietante sensación de mi estómago floreció,
invadiendo mi cuerpo, y me sentí enferma.
—¿Es por Richter? ¿Por estar allí? —Abrió la boca—. Yo…
¡BOM!
La pared detrás de mí tembló.
Me moví hacia delante bruscamente por instinto. Channing me puso
detrás de él, con un brazo de piedra rodeándome la cintura, y sentimos más
que oímos una rápida estampida viniendo hacia nosotros.
La puerta lateral se abrió de un empujón y Moose gritó:
—¡Vengan aquí! Chad se ha enojado.
Channing suprimió una maldición. Estuve a punto de seguirle, pero su
brazo se apretó.
—Tú no.
—¿Qué?
Podíamos escuchar los gritos de dentro.
—Pero…
—Lo digo en serio. —Se mantuvo firme—. Vete a casa, Heather. Ya te
he dañado suficiente. Vete.
—¡Channing!
No esperó. Se dirigió hacia dentro, cerrando de un portazo detrás de él,
y lo escuché echar el cerrojo de seguridad unos segundos después.
Si ésa no era la metáfora perfecta para nuestra relación, no sé cuál
sería.
241
Estaba más que enojada. El momento no era el mejor, pero no me
importaba. Si podía quedarme durante un tiroteo, podía lidiar con lo que
fuera que estaba pasando allí, así que me dirigí hacia la parte delantera del
edificio para decirle a Channing exactamente eso.
Cuando llegué allí, estaba vacía. Se habían movido a la parte de atrás,
la única luz brillaba por debajo de una puerta lejana. Eché mano a la puerta.
Estaba cerrada.
Si alguna vez la acosadora fuera necesaria, era ahora. Tendría alguna
manera de entrar. Me estaba dirigiendo hacia el bar para atraparla cuando
hubo un ajetreo a mi espalda. Me di la vuelta, escuchando a alguien
corriendo.
Hubo un manchón antes de que todo se volviera oscuro.
Una bolsa o algo fue puesta de un tirón sobre mi cabeza, y alguien me
cogió en brazos.
—¿Qu…? ¡No! —Empecé a pelear, pataleando y tratando de dar un
puñetazo, pero todo ocurrió demasiado rápido. Dejé caer el teléfono de
Rebecca. Cayó al suelo con estrépito.
—Joder —gruñó un tipo, sus brazos apretándose a mi alrededor.
Me lanzaron dentro de un vehículo.
—¿Qué fue eso?
—Su teléfono. Ya no está. ¡Vámonos!
Alguien más saltó dentro del vehículo. La puerta se cerró de un portazo
y una voz profunda gritó.
—¡VAMOS! ¡VAMOS! ¡VAMOS!
Nos alejamos con velocidad, con las ruedas chirriando.

242
Heather

adie hablaba mientras conducíamos, pero me di cuenta de que

N eran tres. Dos en el frente y uno a cada lado de mí. Cada vez que
empezaba a acercarme a la puerta, el tipo a mi izquierda me
arrastraba hacia atrás.
La maldita bolsa aún estaba sobre mi cabeza. Pero esto me mostró sus
niveles de inteligencia: podía ver hacia afuera. No podía ver los detalles, pero
vi las formas de los chicos. Y pude ver las formas de los edificios mientras
pasábamos.
243
Dieron la vuelta un montón de veces, así que perdí la noción de la
dirección en la que íbamos.
Así que en lugar de rastrear a dónde íbamos, me concentré en ellos.
El conductor era grande. El tipo en el asiento del pasajero era igual de
grande. El tipo de mi izquierda era más pequeño, más de mi tamaño.
De acuerdo. Respira hondo. Piensa, Heather. Piensa, porque no vas a ser
violada o retenida como rehén.
Mi maldito orgullo no podía soportarlo.
Iba a salir. Luego iba a patearles el trasero.
Tenía que pensar en un plan.
No me habían atado las manos, sólo la bolsa.
Todavía tenía mis llaves, mi identificación, algo de dinero y mi teléfono.
Becca tenía razón. No había muchos lugares en los que podía llenarlos, pero
cabían en los bolsillos traseros, y había silenciado mi teléfono.
Pensaron que ya se habían deshecho de mi teléfono cuando Rebecca se
cayó.
¡Alabado sea por ese pequeño descanso!
Ahora a esperar. Piensa. Mantén la maldita calma.
Realmente ese era todo mi plan: Esperar a que se abriera un hueco,
saltar del vehículo y arrastrar el culo al bosque. Crecí siendo un marimacho.
Bueno, crecí siendo un marimacho un poco zorra, pero la zorra era sólo en
apariencia. Ningún tipo iba a tenerme de rehén, o lo que sea que estuvieran
planeando. En todo caso, mi determinación me mantendría en pie, pero
estaba lista para luchar y luchar duro.
Arma.
Necesitaría un arma, así que empecé a mirar a mi alrededor.
El tipo a mi lado tenía una pistola, no era bueno, pero también tenía
un cuchillo. Estaba atado a su cadera derecha, sólo un botón que lo
mantenía en su lugar. Podría agarrar eso, tomar el arma. Tendría que darle
un codazo primero, lanzarlo a su garganta y empujar lo más fuerte posible.
Poner mi cuerpo sobre su brazo para que no pudiera bloquearme o
arrojarme, o incluso dispararme. Tendría que sentarme en su mano donde
estaba el arma, y después de clavarle un codo en la garganta, tomaría el
cuchillo, y el arma, y movería el trasero.
Espera. Tranquilízate. Tómate un segundo.
Si no se detenían, sólo habría un tipo con el que tratar. Estaba en al
frente. Estaría dando vueltas, agarrándose a mí. Tendría que subir el arma.
¿Le dispararía? ¿Dispararé a un segundo tipo? Este podría ser fatal.
244
Tragué un nudo.
La última vez había sido diferente. Fue en defensa propia. Esto era
calculado. Pero también sería en defensa propia, pensé... Repasé los pasos
por mi cabeza, planeando dispararle a un tipo.
¿Me atrevería?
Tenía que hacerlo. Estos tipos no hablaban, así que no sabía lo que
habían planeado. Estaba segura de que estaban siguiendo órdenes, pero
¿quién sabía el final del juego? ¿A quién me llevaban y cuáles eran sus
intenciones? No iba a esperar a averiguarlo.
Así que el plan revisado: Atacar al tipo de al lado y disparar al tipo en
el asiento del pasajero delantero. ¿Pero dónde?
Derribar. ¿Dispararle en el brazo? ¿Dispararle en el hombro? ¿Sería
capaz de apuntar?
Mierda. ¿Quizás debería huir? Entonces me preocuparía que me
disparen por la espalda... esa era una clara posibilidad.
A la mierda. Haría todo lo que tuviera que hacer cuando se presentara
la oportunidad, pero nos íbamos del bosque. Si iba salir, tenía que ser ahora.
Había un campo más adelante. No habría cobertura a menos que me
arrastrara, y eso significaba ir despacio.
¡Joder!
¡VE, HEATHER, VETE, JODER!
Fui a la puerta. Pude ver a través de la bolsa lo suficiente, pero estaba
bloqueada.
—¡Oye! —gritó el tipo a mi lado.
Me retorcí y estaba sobre él como un gato rabioso. Le lancé todo mi
cuerpo y lo arañé. Ahí se fue todo el plan fresco, tranquilo y calmado.
La bolsa se cayó, y estaba luchando por mi vida. Rasguñando,
mordiendo y tirando del cabello no ayudará por mucho tiempo. El tipo se
me echó encima y lo sentí aumentar de peso. Estaba a punto de lanzarme.
Rodilla, abajo.
Seguí mis propias órdenes, arrodillándome sobre su polla, y mientras
aullaba debajo de mí, miré hacia atrás. El tipo en el asiento del pasajero
delantero iba por su arma. Le di un codazo saltando hacia adelante para
golpear su garganta lo más fuerte posible. Gruñó, se echó hacia atrás, y
entonces estaba luchando.
Pistola, pistola, pistola.
Cuchillo.
Agarré ambos, golpeando la polla del tipo otra vez y usando mis pies
para patear la ventana. 245
El conductor estaba frenando.
El pasajero delantero gritó:
—¡No, no! Richter la quiere ilesa. Ve rápido.
Richter, ese imbécil. Así que no estaba muerto.
Utilicé todo mi peso para patear la puerta, apoyándome completamente
en el tipo que estaba detrás de mí. Todavía parecía ocupado agarrando su
polla, y luego, finalmente, la ventana se rompió. Demonios, sí.
El pensamiento racional me dejó en este punto, y me lancé por la
ventana. Sabía que me habían cortado. Sentí el dolor ardiente, y luego más
a medida que aterrizaba con fuerza en el costado del camino de grava. Algo
me golpeó la cabeza, y un dolor adormecedor comenzó allí, pero no pude
detenerme y evaluar el daño.
Tenía que correr. Tenía que ir rápido y duro, y no podía parar. Si lo
dejaba, no quería saber qué pasaría.
No iba a ser una maldita víctima. Eso ya lo sabía. Mientras la camioneta
se detenía, me puse de pie y empecé a correr. Habíamos pasado los árboles,
así que me estrellé en la zanja. La hierba larga raspó contra mis piernas,
pero seguí adelante. No sabía con qué me estaba topando, con animales, lo
que sea. Todo lo que sabía era que tenía que irme. Tenía que irme,
carajo. ¡Vete de aquí! Así que casi a ciegas, seguí hasta que la primera línea
de árboles estaba más cerca.
Escuché a los tipos gritando, pero no podía entender lo que decían. La
sangre bombeaba tan fuerte en mis oídos, que los latidos de mi corazón eran
como los del bajo de una canción tecno, en cierto modo muy rápido e
hipnótico.
—¡Ahí! —gritó un tipo.
Me desvié hacia los árboles, o más me lancé en su dirección, y miré por
encima de mi hombro. Todos mis movimientos eran salvajes y medio
enloquecidos, pero podía hacer que el tipo me señalara.
Un sonido animalista salió de mi garganta. Me asustó incluso a mí, y
oí a otros animales huyendo. Los árboles eran gruesos, me di cuenta. Las
ramas iban a doler. Me estrellé contra ellos, y sí, me picaron como una perra.
Mejor que un disparo.
Mejor que ser una víctima.
Pelea, Heather.
Lo estaba haciendo. Estaba peleando. Estaba corriendo. Les había
pateado el trasero, y esto no iba a ser mi fin. Correría hasta que no pudiera
correr más. Luego caminaría, y si no podía hacerlo, me arrastraría. Me
arrastraría hasta que me arrancara la piel y toda mi sangre desapareciera.
Luego me arrastraría un poco más.
—¿A dónde se fue? 246
¿No podían oírme? Me estrellaba contra más y más ramas.
Eso significaba que podía ir más despacio.
Tendría que esconderme.
Tendrían que irse, y si pidieran refuerzos, yo también podría. O lo
intentaría. No. No podría hacer eso. Incluso cuando lo pensé, lo olvidé. No
sabía dónde estaba, y no podía arriesgarme a que mi teléfono parpadeara o
zumbara o algo así.
Sentí que me debilitaba. La sangre goteaba por mi brazo. Iba a perder
el conocimiento, y pronto. Me sentí un poco mareada. Fue esa roca, o lo que
sea que me haya golpeado la cabeza. Eso es lo que estaba haciendo esto, ni
siquiera los cortes o el sarpullido.
Espera. ¿Qué estaba haciendo?
Me detuve, me tambaleé hacia adelante y caí contra un árbol.
Me estabilicé, pero mi corazón sentía como si quisiera latir fuera de mí,
perforando mi garganta. Miré hacia abajo para verlo, pero no pude ver nada.
Ni siquiera podía verme a mí misma. Estaba en completa oscuridad.
—¿A dónde se fue esa perra? —gruñó un tipo, maldiciendo—. Maldita
puta.
¿Puta? No era una puta.
Me sentía cada vez más mareada. Una ola de náuseas se estrelló sobre
mí. Quería vomitar. Mi estómago también estaba subiendo. Todo estaba
subiendo. No fue una buena sensación.
Me iba a enfermar.
No....
Estaba huyendo de esos tipos.
Necesitaba vomitar.
Me agarré al árbol y me agaché, pero tenía que seguir adelante.
¿Qué estaba haciendo otra vez?
Y entonces, oh, mierda, los oí acercándose. También tenían una luz. La
estaban iluminando por todas partes.
Hui de ellos.
Tenía que esconderme, no podía seguir adelante. ¿Pero dónde?
Oh Dios.
Se me ocurrió una idea muy mala. Sintiendo mi estómago, sintiendo
que todo lo que había en mí se ponía en pie, miré hacia arriba.
Tenía que esconderme. Oh, joder. Está bien. No tenía a dónde ir. Me
encontrarían aquí abajo, pero tal vez no allá arriba. 247
Empecé a escalar.
Esta iba a ser una larga noche de mierda.
Heather

―¡H
eather!
No habían dejado de buscarme. Me sentía como
si hubiera estado sentada aquí por horas, pero
podrían haber sido treinta minutos. No tenía idea;
había estado mareada cuando me subí a este árbol. Estaba más alto que su
línea de visión ahora así que tendrían que alumbrarme directamente con
una linterna de buen tamaño para verme. El árbol tenía dos ramas grandes
saliendo del tronco, y me había maniobrado en ese pequeño punto donde el
árbol se separaba y usé mi chaqueta para sostenerme en el lugar. No era la 248
mejor manera de sujetarme bien, pero era lo que tenía porque el tronco era
bastante grande que no podía envolver mis brazos a su alrededor. Me apoyé
contra la rama para que mi propio peso me mantuviera anclada en el lugar.
Saqué mi teléfono para pedir ayuda, pero cuando lo hice, vieron el
resplandor de pantalla.
―¡Oye! ¡Allí! ―gritó uno, y vinieron chocando por el bosque hacia mí.
Lo apagué.
Todavía estaba en silencio por lo que ni siquiera zumbaba. Odiaba,
odiaba, odiaba hacerlo, pero le di vuelta así si alguna luz brillaba sería hacia
mi pierna, y lo metí en mi bolsillo. Me hundí de nuevo en la oscuridad.
Se detuvieron a unos tres metros de donde estaba, pero podía oírlos.
Muy cerca. Demasiado cerca
Debo haberme quedado dormida porque cuando caminaron justo
debajo de mí, me despertó.
Me sacudí en el lugar, luego agradecí a los dioses porque mi ancla se
hubiera quedado en su lugar. Alguna corteza se raspó y cayó al suelo. Sonó
ensordecedor para mí, pero no pude oírlo cuando aterrizó. El terreno era
suave, sin rocas ahí abajo.
Aun así, contuve la respiración, rezando por unos cinco minutos
sólidos porque no hubieran escuchado.
Cuando no retrocedieron, sentí lágrimas de alivio en mi cara.
¿Cómo estaba en esta situación una vez más?
Channing.
Era por esto por lo que debíamos romper.
Era por esto por lo que debíamos ir por caminos separados.
Tenía una vida. Tenía seres queridos de los que preocuparme y
mantener a salvo. Pero un montón completamente nuevo de palabras soeces
aparecieron en mi cabeza, porque sin importar cuántas veces me dije que
me vaya, sabía que no lo haría. Físicamente no sería capaz de alejarme de
él.
Sentía una atracción magnética hacia él; siempre me llevaba de regreso
a él, y aunque sabía que debería estar jodidamente furiosa, no lo estaba.
Acéptalo, Heather.
Estaba hablando conmigo misma. Había recurrido a eso, pero me
hundí aún más porque respondí.
Sí, sí. Lo sé. No es Channing. Soy yo. Siento atracción hacia los
disfuncionales locos. Eso es mi familia, mis amigos y mi otra mitad. Soy yo.
Yo era el problema.
Y no pensaba que podría cambiar. No pensaba que incluso quisiera
249
cambiar.
Traté de imaginarlo.
Normal habría significado mudarme a una casa lejos de Manny’s.
Necesitaría más tranquilidad. Vivir tan cerca significaba que básicamente
vivía en Manny's. Su caos, la adrenalina, la emoción era embriagadora.
Siempre sangraba hacia la casa, así que tendría que mudarme. Incluso ante
ese pensamiento, hice una mueca.
Necesitaría un hogar sencillo, en un vecindario sencillo donde las
personas se preocupaban por la longitud de su hierba. Donde se
preocupaban por si era una cerca con eslabones de cadena o pintada de
marrón versus blanco, si era decorativa o para privacidad, si era de dos
metros de altura o un metro de altura. Los vecinos querrían conocerme. Se
preocuparían por las tarifas de la Asociación de Propietarios. Habría una
regla obligatoria de tranquilidad en el vecindario. No motores a revoluciones
de motocicletas después de medianoche, o incluso diez. Ciertamente no
disparos, qué perdedores.
Me estremecí. ¿Era por el frío o la herida en la cabeza? ¿Quién sabía?
Yo. Era la idea de vivir una vida normal, sencilla.
No podría hacerlo.
No había habido un chico que al que deseara tanto como deseaba a
Channing. Tenía sed de él. No quería despertarme al lado de nadie más cada
mañana. Ningún chico podría estar a la altura de Channing.
Estaba dentro. Estaba completamente dentro.
Quiero decir, ya sabía que lo estaba. Me había dado cuenta antes, pero
estar en un tiroteo y luego ser secuestrada requería algunos pensamientos.
Así que simplemente pensé sobre ello, mientras estaba amarrada a un árbol
y sangraba de la cabeza.
Eso fue todo. Estaba en un estado alterado. No sabía lo que estaba
pensando porque no debería estar de acuerdo con esto.
—¿Heather?
Casi gruñí. Ese fue Richter. Habían llamado a refuerzos. No estaba
lejos, tal vez a unos treinta metros más o menos. También oí ladrar a un
perro.
Por el amor de Dios. Habían conseguido perros.
—¡Heather! Escúchame. Sé que todavía estás aquí. —No, él no lo sabía.
No tiene idea de dónde estoy—. Escucha. —Un crujido. Él estaba caminando
hacia mí. —Mis hombres no te lastimaron. Trataron de contenerte, pero no
te lastimaron. Lo sé porque esa fue mi orden. No te iban a hacer daño, y
todavía quiero mantenerla. No te quiero herida, pero Heather... —Su voz se 250
elevó—. Si te quedas aquí, no puedo garantizar que eso no suceda. Es un
largo camino desde aquí hasta la ciudad.
Estaba casi en mi árbol. Parecía que la luz de la mañana comenzaba a
extenderse sobre el horizonte. Había algunos parches en los árboles, los
suficientes para dejar pasar un poco de luz, pero aún estaba oscuro.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Mi cabeza giraba.
No estaba segura.
Podía distinguirlo en la oscuridad, la forma de su cabeza.
Estaba casi debajo de mí.
Se llevó una mano a la boca y gritó:
—Mis hombres me mostraron la roca sangrienta. Te golpeaste la
cabeza, Heather. Había mucha sangre. Donde sea que estés, sé que estás
sufriendo.
Maldita sea, cállate, maldito Peter.
Le estaba hablando mentalmente y sabía que probablemente estaba
formando las palabras con la boca. Debería haberme detenido, en caso de
que accidentalmente dejara escapar las palabras, pero no podía. Apenas me
estaba sosteniendo.
Miré el árbol debajo de mí y añadí: Literalmente.
Él estaba justo debajo de mí ahora. Se detuvo en la base del tronco y
escaneó el área.
Pensaban que aún seguía en el suelo.
Mierda.
La herida en la cabeza. Esa es la razón.
Ellos no pensaron que yo era tan estúpida como para escalar un árbol
Casi resoplé. Poco sabían ellos.
Comencé a reír, en silencio, retorciéndome.
Mierda. Tal vez tenían razón.
Comencé a deslizarse hacia la derecha, pero la chaqueta atada me
mantuvo en su lugar. No me atreví a moverme, ni un centímetro. La corteza
caería y aterrizaría sobre su cabeza.
¿Por qué el malo siempre tiene que estar justo encima de la heroína?
¿Por qué?
¿O en este caso, justo debajo?
Ooooh! ¡OH! Oh mierda
Comencé a deslizarse más hacia la derecha. 251
Si me caía, ya había terminado, con el cuello agrietado y todo.
Richter necesitaba moverse, y en un nivel sísmico.
¡Muévete, idiota!
Comencé a inclinarme de nuevo. Más. Más. Otro centímetro.
Santa mierda.
Estaba demasiado cerca del borde. Si continuaba, me caería.
Estaba al borde del precipicio, perdón por el juego de palabras. ¿Caes
y mueres o te mueves y te arriesgas a ser encontrada?
Tuve que moverme.
Si esperaba más, no iba a poder elegir.
Lo hice. Me giré hacia la izquierda, me aseguré de que mi cuerpo
descansara pesadamente sobre la rama y contuve la respiración.
La corteza cayó, raspando, y me quedé inmóvil. Podía ver un poco
mejor, y mientras observaba, la corteza se movió directamente hacia su
cabeza. Este es el momento en las películas donde el malo se mueve y la
corteza cae a centímetros de su cabeza.
Esto no era una película.
La corteza aterrizó justo en su cabeza, y levantó la vista, levantando
una mano para quitarse lo que sea que le había caído. Mientras lo hacía,
sus ojos se movieron hacia arriba... y hacia arriba... y hacia arriba... hasta
que aterrizaron directamente sobre mí.
Casi se salieron de su cabeza.
—¡Baja de allí! —gritó, las venas de su cuello sobresalían—. Santa
mierda.
Estaba bastante segura de que la sangre se drenaba de su cara, pero
no estaba completamente segura. Retrocedió unos pasos para tener una
mejor vista.
—¿Cómo llegaste allí? ¡¿Quieres morirte?!
Cuando él lo puso así...
El juego había terminado. Pude moverme oficialmente de nuevo, así
que saqué mi teléfono del bolsillo.
—¡ELLA ESTÁ AQUÍ!
Él estaba gritando mientras buscaba una señal de celular, y ¡bam! Tuve
una. Hice clic en mi GPS y pulsé “Buscar mi ubicación”.
Los chicos estaban gritando, luchando hacia nosotros. Un perro ladró
salvajemente. Cuando llegaron a la base de mi árbol, vi que era un galgo 252
italiano.
—Una forma de sacar a los sabuesos, ¿eh? —Seguí hablando mientras
tomaba mi ubicación y la enviaba a Channing. Esperé un segundo, repensé,
y también se lo envié a Rebecca. ¿Quién sabía cuándo sería útil tener un
acosador personal?
El perro tiró de su correa, yendo en todos los sentidos excepto mi árbol.
El chico siguió maldiciendo y tirando de él hacia atrás, hasta que Richter
agitó la mano y el chico se alejó. Juré que escuché un "Gracias a Dios" venir
de él.
—Heather.
Richter estaba de vuelta en eso. Quería decir algo rápido, pero no lo
sentía. Estaba salvando mi fuerza. Necesitaba reunir suficiente descaro para
mi última línea, y solo pensar en eso me hizo sonreír. Aquí venía algo de esa
fuerza otra vez, como un pequeño goteo.
—Baja de allí.
—Espera. —Uno de sus muchachos se sacudió hacia adelante—. ¿Y si
se cae?
Richter hizo una pausa, luego se encogió de hombros.
—¿La atrapamos?
Otro hombre preguntó:
—¿Qué pasa si no la atrapamos?
Los dos bajaron la cabeza, y los otros se alinearon.
—¡Heather! Baja de allí antes de resbalar y caer. Si mueres, bueno, eso
apestará a todos los que están a la mano. Solo… —Se ablandó—. Baja. Por
favor.
Oooh. Por favor. Realmente estaba tratando de encenderlo.
Intenté hablar, pero solo salió un sonido áspero. Tosiendo, me aclaré
la garganta lo suficiente como para gritar de nuevo:
—Sólo si te arrodillas, Richter.
—Heather. —Un gruñido de advertencia.
Mi teléfono pitó, y vi los mensajes que llegaban, uno tras otro.
Channing: Ya vamos
Channing: Espera.
Channing: Mujer, te amo. No hagas nada estúpido.
Demasiado tarde.
Rebecca: La caballería está montada. Estamos montando en tu
camino.
Gruñí. 253
Channing: ¿Estás herida? ¿Necesitas una ambulancia?
Whoa. Realmente estaba preocupado. Una ambulancia por lo general
significaba policías, y nosotros no necesitábamos policías aquí.
Yo: No. Sólo ven.
Presioné enviar, luego lo repensé y envié otro.
Yo: ¿Tal vez un ascensor? Estoy en un árbol.
Estaba a punto de ser rescatada, y ese pensamiento tenía mis ovarios
en hiper impulsión.
Richter todavía estaba tratando de abatirme. Debo haberlo
desconectado, pero podía escucharlo divagar sobre algo, sonando cada vez
más enojado.
—¡Heather!
Escuché eso de él un par de veces más antes de pensar que era hora
de decir mi pieza.
—Richter —llamé hacia abajo.
Se calmó y se acercó al árbol, con la cabeza en un ángulo de noventa
grados con su cuerpo.
—¿Qué?
Sonreí.
—Acabo de llamar al apoyo.
Sus ojos se pusieron planos.
—¿Qué? —Sus fosas nasales se ensancharon—. No tienes teléfono.
Uno de los chicos juró.
—Ella lo dejó caer. Lo juro.
Negué con la cabeza, riendo como una maníaca.
—Ese no era mi teléfono. Lo estaba devolviendo a alguien cuando me
agarraron. He tenido mi teléfono todo este tiempo. —Hice una pausa,
saboreando esto—. Ya viene la caballería. Están en camino ahora.
—No te creo. Aquí no hay señal de celular.
Saqué mi teléfono y lo agité, solo un poquito.
—Tienes razón, a menos que estés aquí arriba. —Señalé hacia una
abertura en la línea de árboles—. Y sabes que hay una torre no muy lejos.
Él me miró fijamente.
Me quedé mirando hacia atrás, me sentí inclinándome hacia atrás y me
sacudí de nuevo.
Él sonrió. 254
—No te creo. Estás tirando un farol.
En ese momento, dos hombres se apresuraron con grandes bolsas
sobre sus hombros. Les hizo un gesto con la mano.
—¿Sabes lo que es eso? —Los chicos desabrocharon las bolsas y
sacaron cuerdas para escalar.
Mi corazón se hundió.
—Ese es el final de esta estupidez. Ellos van por ti.
—Es demasiado tarde —grité—. Realmente tengo señal. —Para
demostrarlo, hice clic en el sonido y marqué. Tomó un segundo. Sostuve el
teléfono en el aire. Richter me sonrió, y esos dos muchachos se estaban
moviendo muy rápido. Tenían empuñaduras y todo.
Mierda. Mierda. Mierda.
Me alcanzarían antes que Channing.
Y entonces, mi teléfono empezó a sonar.
Esa sonrisa se movió de su cara a la mía.
—Mejor vete, porque les dije que trajeran una ambulancia.
Hizo una pausa, luego tomó una decisión.
—¡Muévanse más rápido, chicos! —Mi corazón estaba oficialmente en
mis pies ahora.
Channing no llegaría a tiempo.
Tuve que moverme y al mirar hacia arriba, decidí que tendría que ir
más alto.
—Heather, no te atrevas. ¡No!
Mi decisión fue tomada. Él no era el único imbécil aquí.
—Chupa mi polla —gruñí mientras me preparaba para moverme.
Iba a morir.

255
Channing

eather caminaba por el lado del camino de grava, cubierta de

H sangre de pies a cabeza, no era algo que esperaba ver. Casi frené,
pensando que era una aparición, y luego pisé el acelerador.
Richter iba a morir.
No me importaban las consecuencias. Iba a doler, una y otra vez, antes
de caer dos metros bajo tierra.
—¡Mierda! —exclamó Brandon antes que se produjera un silencio sobre
el vehículo. 256
Éramos uno de las ocho camionetas, todas llenas, listos para la batalla.
Y sí, había llevado a su hermano a una pelea de tripulación.
A medida que nos acercábamos, Heather se fue concentrando. Estaba
cubierta de sangre fresca, sangre seca. Suciedad. Barro. Parecía algo que
salía del pantano.
Me detuve a unos metros de ella. No quería que le vomitara más
suciedad, y no confiaba en mí mismo para ir despacio, así que me estacioné
y salí al instante.
Sentí que Brandon me pisaba los talones, y estaba listo para romperlo
si la agarraba con demasiada fuerza.
Ella cojeaba hacia nosotros, su ropa rota y su chaqueta de mezclilla
colgando de su mano, arrastrándose por el suelo detrás de ella.
Cuando llegamos a ella, los dos nos reprimimos, pero ella seguía
cojeando.
Un salto, medio arrastre, un segundo salto, el otro pie detrás de ella, la
chaqueta al final.
Había un brillo en sus ojos, pero vi fuego debajo, y podría haberme
orinado de alivio.
Estaba bien.
Lo sabía.
Estaba furiosa. Estaba sufriendo, pero tenía el mismo fuego que había
tenido antes. En todo caso, estaba arraigada aún más profundamente, y
cuando se encontró con mi mirada, su labio superior se curvó.
Se detuvo, sus ojos se clavaron en los míos, y dijo:
—Voy a tener un martillo en las rodillas de Richter. Las dos. Una a la
vez. Voy a noquearlo. Entonces voy a llevar el martillo a su polla. Después
de eso, empezaré a golpearle los miembros. Sus codos. Su garganta. Sus
dedos. Los dedos de los pies. Le arrancaré las pelotas y haré que se las coma.
Las vomitará, y haré que se las trague de nuevo.
Su fuego estaba apagado. Era un incendio total, y se estaba calentando
a fuego lento. Se le cayó la chaqueta al suelo.
—Voy a matarlo. Lentamente. Con tanta tortura como sea posible, y
voy a disfrutar cada maldito segundo escuchando sus gritos.
Brandon retrocedió un paso. Tosió.
—Bueno, entonces... —Oh sí. Heather estaba bien.
Empecé a asentir, lentamente, y me acerqué más a ella.
—Aparte de eso, ¿estás bien?
No contestó, sólo me miró fijamente.
Era un animal ahora mismo. Feroz. Peligroso. 257
No era la única que lo sentía. Brandon se quedó callado, dejándome
tomar el control. Los otros salieron de sus vehículos. Las puertas se cerraron
de golpe, pero cuando llegaron a nosotros, un espeluznante silencio se
apoderó de ellos. Se detuvieron en seco, y pronto, pudimos escuchar el
llamado de un pájaro desde un kilómetro de distancia.
Nadie dijo una palabra. Estábamos esperando a Heather.
—¿Heather? —La preocupación se apoderó de mí. Quería tocarla, pero
no si le iba a hacer daño. Aun así, no pude evitarlo. Levanté la mano y toqué
su codo, sólo suavemente.
Cuando la toqué, pareció disolverse.
Su cabeza cayó. Se ahogó:
—Channing. —Se desmoronó.
La atrapé.
—Whoa. Whoa.
Fue entonces cuando empezó a sollozar.
Sonaba como si viniera de sus entrañas. Metió mi camiseta en su puño,
presionando su frente contra mi pecho.
—Channing. —Fue un susurro esta vez.
Alisé una mano sobre su cabello y me la llevé del grupo.
Heather había llorado seis veces en su vida, tres de ellas además de
Naly. Esta fue su séptima. No querría que los demás la vieran así, golpeada
y expuesta.
Una vez que nos alejamos de todos, donde no podían oír, encontré un
lugar en el camino y me senté. La acuné en mi regazo. La acuné como a un
bebé.
Lloró. Sus sollozos le destrozaron todo el cuerpo hasta que finalmente
se callaron, pero incluso entonces sus lágrimas fueron un goteo constante.
Había acumulado la furia asesina en mí. Volvería a salir, pero no hasta
que Heather estuviera bien. Ella era mi trabajo ahora. Tenía que asegurarme
de que estaba bien, y cuando se calmó, empecé a examinarla para ver si
tenía heridas.
La habían golpeado en la cabeza. Malo. El bulto era del tamaño de mi
mano.
Pude ver los rasguños sobre su cuerpo. Rasguños. Cortes finos.
Mirando de dónde venía, me di cuenta de que podrían haber sido de las
ramas.
Hice una mueca de dolor, sabiendo lo rápido que debe haber sido para
que la cortaran tan profundo.
Mierda. 258
Dijo que estaba en un árbol. Habíamos estado trayendo cosas para
ayudarla a salir, y no podía dejar de mirarla. ¿Se había caído? ¿Dónde
estaba Richter?
¿Por qué sucedió esto? Salta eso. Sabía por qué.
¿Cómo podía asegurarme de que esto no volviera a pasar?
¿Irse? Mierda. Me detuve. No iba a pensar tan lejos. Cuidar de Heather.
Eso era lo primero.
Así que la abracé. La abrazaría para siempre.
Tal vez fueron unos minutos después, veinte o una hora. No estaba
prestando atención, pero sentí como una buena cantidad de tiempo antes
de escuchar a alguien caminar hacia nosotros. Había un suave crujido de
grava, y Heather se puso rígida. Se había callado en mis brazos, pero no se
movió ni un centímetro. Yo tampoco iba a hacer que se moviera, pero ambos
lo buscamos.
Heather se sentó, pero no la dejé ir demasiado lejos. Puse mis rodillas
arriba, mis pies en el suelo, y la tiré para que su espalda descansara contra
mí. Su cabeza se movió hacia mi pecho. Una persona se detuvo detrás de
nosotros, pero no quería que Heather se enredara, así que hice un gesto.
—Pasa al frente.
Brandon se acercó, de rodillas y con delicadeza.
Había una emoción embelesada y descarnada que brillaba en sus ojos.
Si no lo supiera, diría que intentaba no llorar.
Su voz se rompió bajo la tensión.
—Heather.
Heather se endureció aún más. Su brazo tembló hasta que puse el mío
encima, aún con cuidado de sus cortes. Expulsó un respiro, algo de su
tensión se fue.
Brandon se detuvo, tragó y miró hacia abajo. Cuando levantó la cabeza,
estaba más controlado. Juntó los labios y volvió a tragar.
—Heather, ¿estás bien?
Heather extendió la mano.
Brandon lo tomó, y sus dedos se unieron a los de él.
—Quiero matar a alguien —dijo ella—. ¿Es suficiente esa respuesta?
El alivio lo inundó. Cerró los ojos, sentándose sobre sus talones.
—Claro que sí. Eso me responde. —Intentó sonreír, pero aún estaba
pálido—. Deberíamos llevarte a un hospital.
—Lo sé.
Pero Heather no se movió. Si acaso, se hundió más en mí. 259
Brandon se puso de pie.
—¿Quizás podrías cargarla, Channing?
Asentí.
—Sí. —Mi propia garganta estaba llena. No me lo esperaba—. ¿Puedes
darnos un minuto?
—Oh. Claro. —Sonrió tiernamente a Heather—. Te quiero, hermanita.
Heather no respondió. Sólo devolvió la sonrisa cuando Brandon se
movió detrás de nosotros.
Una vez que fuimos nosotros dos otra vez, un resoplido la dejó.
No sabía lo que estaba pasando detrás de nosotros.
No importaba.
Tenía a la mujer que amaba en mis brazos. Ella estaba a salvo. Estaba
sufriendo. Y no podía dejar que eso volviera a pasar. Eso es todo. Mis brazos
se tensaron a su alrededor. Nunca quise dejarla ir.
Me tomé otro minuto, los dos lo hicimos. Entonces le pregunté:
—¿Estás lista?
—No. —Suspiró, su dedo raspando hacia arriba y hacia abajo bajo el
mío.
Dijo que no, pero sentí la aceptación en su cuerpo. Se aflojó, y sabía lo
que necesitaba. Moviéndola en mis brazos para acunarla una vez más, me
paré, con cuidado de no herirla con ningún movimiento repentino. Mientras
me enderezaba, cerró los ojos, con la cabeza apoyada en mi pecho.
Algo se movió muy dentro de mí.
No podía dejarla. Nunca.
La comprensión resonó alto y fuerte, y nuestras vidas juntos
parpadearon ante mis ojos.
Cómo le proponía matrimonio.
Cuando me casara con ella.
Cuando tuviéramos nuestro primer hijo.
Nuestro segundo hijo.
Nuestra novena hija, si ella quisiera.
Nos mudaríamos a una casa más grande.
Bren se casaría y Heather estaría a mi lado.
Todas las vacaciones juntos, cumpleaños juntos. Las futuras peleas
que tendríamos.
Todo lo de hacer el amor. 260
Cómo nos hacíamos viejos.
Cuando nos uniéramos a la caravana de jubilación de su padre o
haríamos nuestra propia caravana. Cuando nos mudáramos a Florida e
hiciéramos que todos nuestros amigos vinieran con nosotros, los que
seguían vivos.
Cuando uno de nosotros se mudará a un hogar de ancianos.
Y cómo uno de nosotros dejaría este mundo, pero, aun así, la cuidaría
a medida que creciera y empezara a enrollarse con otro viejo.
Siempre y para siempre. Las palabras estaban en los votos
matrimoniales por una razón.
Todo eso pasó ante mis ojos, y cuando empecé a llevarla de vuelta al
vehículo, supe dos cosas.
Iba a casarme con ella.
Y yo iba a ser el primero de nosotros en morir, pero no por mucho
tiempo, sino por un muy largo tiempo.
Heather

ecesitaba un nuevo teléfono.

N Comencé a explicarlo después de que terminaran de


registrarme en el hospital. Todo había sido documentado. Cada
centímetro de mi cuerpo había sido fotografiado en busca de
evidencias, o se sentía como cada centímetro. Estaba expuesta.
No sabía qué harían con las fotografías, si serían entregadas a la
policía. Ni siquiera estaba segura si habían llamado a la policía. Channing
me había traído bajo el disfraz de haber tenido un accidente de escalada. 261
Las enfermeras no parpadearon, pero el médico se había detenido cuando
vio las huellas del cinturón de seguridad en mi cuerpo. Cuándo eso había
sucedido, no tenía ni idea. También se detuvo cuando le dije que la mayoría
de los cortes eran de ramas de árboles. De caer. Cuando me miró, supe que
sabía que el ángulo de esos cortes provenía de correr en un sprint muerto,
no por una caída.
Pero no dudé en mi historia, y después de un segundo, él continuó
evaluándome.
No pensé que los policías estarían involucrados, pero una parte de mí
se preguntaba si eso era bueno o malo. La conmoción cerebral que me
informaron que tenía me estaba mareando un poco. Me dijeron que tendría
pensamientos claros en una o dos semanas. Hasta entonces, se suponía que
iba a ser oscuro y aburrido el descanso.
Channing nunca se apartó de mi lado, aunque sabía que
probablemente estaba ansioso por encontrar a Richter. Le dije una vez que
podía hacerlo, y él solo gruñó:
—La recuperación puede esperar.
Estaba aliviada. No quería que se fuera. Me dolía admitirlo, pero apenas
lo manejé cuando salió de la habitación, por alguna razón, si una enfermera
tenía que revisar algo o si tenía que hablar con uno de los miembros del
equipo. Todas esas veces, se movió para que pudiera verlo a través de una
ventana o pudiera escuchar su voz, y luego regresaba a su lugar a mi lado.
Brandon había prometido visitarme en la casa de Channing esta noche,
luego se fue a cuidar de Manny's.
Ahora estábamos en la camioneta de Channing, dirigiéndonos a su
casa. Estaba detrás del volante con Rebecca a mi lado en la parte de atrás,
y Congo en el asiento delantero.
Los chicos permanecieron en silencio en el camino de regreso, hasta
que Rebecca habló.
—Si solo te hubieras puesto el broche después de todo, y no en ese otro
hombre. —Ella acunó su cabeza en su mano—. Pensé que los muchachos
querrían vigilarlo, y te di mi teléfono para mostrarte que estaba ayudando a
Congo. Cuando sonó mi teléfono y lo encontré en la calle, supe que algo
estaba mal. Horriblemente, horriblemente mal.
—Becca —gruñí, probando su nombre preferido por una vez—. Nada es
culpa tuya. Solo me escapé por tu culpa.
Se pasó una mano por la cara, limpiándose las lágrimas. Sollozó.
—¿De verdad?
Asentí, o lo intenté. Los analgésicos estaban dando patadas. Estaba
empezando a sentir que estaba atada a una montaña rusa.
—Cuando estaba allí, y los muchachos de Richter estaban subiendo
para alcanzarme, pensé que tendría que ir más alto que ellos. Y no pude 262
hacerlo. Comencé a resbalar y pensé que iba a morir, pero luego pensé: ¿Qué
haría Becca? —Sonreí—. WWBD, hombre.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Estás de broma.
—No. Realmente no lo estoy. —Me dolió reír. Bueno, eso y se sentía
como si la montaña rusa se hubiera volcado al revés—. Me di cuenta de que
no subirías. Pensarías en alguna otra forma de salir de la situación, así que
lo rompí. Quería que se fueran, y pensé en qué los haría irse. Ustedes no
iban a llegar a tiempo, así que necesitaba algo más. Y pensé: La policía. Los
policías los harían correr lo antes posible.
—¿Sí?
—Así que saqué mi teléfono, puse la alarma de la sirena de la policía y
puse un cronómetro para que se disparase en un minuto y se hiciera más
alto. Entonces tiré mi teléfono.
Recordé que me preocupaba que el teléfono pudiera romperse, que no
funcionaría.
Me preocupaba que la alarma no funcionara.
Ese minuto fue el más largo, bueno, no en mi vida, pero me tomó una
eternidad.
Me sentí sonriendo otra vez.
—Cuando la alarma se disparó, casi comencé a llorar. Me resbalé en el
árbol y me caí un poco, pero ni siquiera se dieron cuenta.
La alarma había sido suave al principio.
—Ellos no lo escucharon al principio. Luego se hizo más fuerte y
empezaron a escucharlo.
—¡Espera! ¿Qué fue eso?
—Oh mierda.
—¡Policías!
—Esa alarma se hizo más y más fuerte, y salieron corriendo de allí.
—¡Oye! —Uno de los escaladores había comenzado a jurar—.
¡Espéranos!
—Dejaron a los dos tipos que estaban trepando detrás de mí.
—No estás muy arriba. Solo corta la cuerda y el perno —dijo el primero
mientras hacía eso.
Ambos cayeron casi al mismo tiempo.
—Despegaron detrás del resto. Nunca he escuchado a tantos chicos
chillando.
—¿Qué hay de Richter? —preguntó Congo, dándose la vuelta para 263
mirarme.
Negué con la cabeza, todavía sonriendo.
—Él fue el primero en irse.
Channing

O
lí el cigarrillo antes de siquiera acercarme a la puerta principal.
Heather estaba en el porche, la puerta mosquitera
abierta, y eran las tres de la mañana. Ella había querido volver
a su casa, por lo que después de tratar con algunos negocios
en el almacén, nos habíamos dirigido aquí.
Richter estaba de regreso.
El Peter estaba de regreso.
Parecía que nada había cambiado. 264
El estacionamiento de Manny’s estaba vacío, por una vez, y todas las
luces estaban apagadas. Por lo general, mantenían una luz encendida para
el estacionamiento, en caso de que alguien tuviera que regresar por un auto,
pero todo estaba oscuro ahora. Sabía que eso era cosa de Heather.
Me detuve justo en la puerta mosquitera antes de salir.
No hice ningún sonido. Nunca lo hacía, pero no importaba. Ella sabía
que yo estaba allí. Permaneció callada, al igual que yo. No había una razón
específica, excepto tal vez para respirar, para prepararme.
Ellos se la habían llevado. Y ellos eran intercambiables, podría haber
sido Richter, podría haber sido el Peter, podría haber sido el estafador. Ellos
podrían haber sido cualquier otro enemigo que teníamos o habríamos
tenido.
Pero estaba aquí.
Estaba a salvo.
Estaba enojada, herida y agotada, pero estaba aquí.
Momento hecho.
Me sentía listo para hacer esto, y empujando la puerta para abrirla,
miré hacia un lado.
Heather estaba en su mecedora, un pie apoyado en el banco a su lado,
una manta envuelta alrededor de ella por lo que un hombro estaba expuesto.
La correa de su pequeña camiseta sin mangas estaba colgando de su
hombro, su clavícula un poco más pronunciada de lo normal, dándome una
buena idea de los bienes. Si era posible, se veía más minúscula para mí.
Más pequeña. Más vulnerable. Pero sabía que la mayor parte de eso era un
espejismo. Si Heather subía contra un acantilado, no aterrizaría sobre su
trasero. Pensaría en una manera de escalar la perra y luego proclamaría que
era suya en la cima.
Su cabello estaba recogido en una cola de caballo suelta, algunos
mechones libres enmarcando su cara, y tenía un cigarrillo entre dos de sus
dedos.
—No juzgues. Fui secuestrada. Eso garantiza cigarrillos.
Su voz era ronca, pero no era por fumar.
Me acerqué, la levanté y la deposité en mi regazo. Ni siquiera se tensó.
Solo levantó y sacó su cigarrillo del camino, luego esperó hasta que estuviera
cómodo antes de volver a arreglar la manta a su alrededor, un extremo
tendido sobre mi pierna, y relajarse contra mi pecho. Su cabeza descansaba
sobre mi hombro, y puse una mano sobre su frente, acariciando su cabello.
Ella amaba eso. Siempre lo había hecho.
265
—Te amaba cuando tenías ocho años —murmuré.
Su pecho y hombros se movieron por su risa.
—Eso no es posible. —Llevó el cigarrillo a sus labios, inhalando lo
último.
Lo sostuvo a un lado, y se lo quité, apagándolo antes de arrojar el porro
en la lata de metal que tenía en el suelo. Mi brazo regresó alrededor de ella,
deslizándose bajo su manta y acomodándose en su estómago. Tenía puestos
sus pantalones cortos de pijama, y algunos de mis dedos se deslizaron
debajo de la pretina, descansando allí.
—Lo es. —Mordisqueé el hombro expuesto, solo un pequeño pellizco de
mis labios.
La risa gutural de Heather hizo que mi polla se levantara.
Había acabado de pasar por una pesadilla, y tenía que abstenerme de
deslizar mi mano entre sus piernas, sumergir mis dedos en ella, y tomarlo
desde ahí. Pero no. El médico dijo que necesitaba descansar, y el sexo que
quería en este momento no era suave, delicado, ni nada parecido a hacer el
amor. Solo la deseaba, y luché para reprimir la necesidad de poseerla,
reclamarla, y asegurarme de que nada malo le volviera a pasar alguna vez.
Era primordial.
Tuve que poner mi mano en un puño, apoyándola contra mi pierna.
—¿Qué pasa? —Heather ya no estaba relajada. Estaba tensa, estaba
respondiéndome.
Ponte bajo jodido control, imbécil.
Exhalé un profundo suspiro y me obligué a relajarme. Soltando el puño,
la rodeé con mi brazo desde el otro lado, abrazándola durante un rato antes
de rozar mis dedos contra su muslo interno.
—Nada. Estoy bien.
—No estás bien. Estás diciéndome que estabas enamorado de mí
cuando tenía ocho años.
Reí, atrapando su oreja con mis labios ahora. La sentí temblar mientras
dije:
—Lo estaba. Era de la mejor clase, cuando éramos niños. Solo quería
atormentarte todo el tiempo. No me importaban las otras niñas.
Ella resopló una risa.
—¿En serio? ¿Qué pasó en primero de secundaria?
Primero de secundaria.
¿Cómo podría explicárselo?
Tenía que explicárselo. Ya era hora, y solo podía esperar que ella no me
odiara.
266
—Nada, en realidad.
Ella se congeló, luego empujó fuera de mi regazo.
—¿Qué quieres decir? Tú no...
Había una media luna detrás de ella, y ¿cómo podría describir lo que
veía? Ella era hermosa. Feroz. Fuerte. Protectora. Descarada. Inteligente.
Ingeniosa. Ambiciosa. Leal. Podía ver a la estudiante de tercer grado de la
que me enamoré. Puede que no haya sido el amor adulto que sentía por ella
ahora, pero fue el comienzo de este que hemos estado recorriendo. Podía ver
a la mujer que era, la esposa que esperaba que fuera en el futuro, la madre
que quería a mi lado, pero en este preciso momento, ella era la chica cuyo
corazón había roto ese año.
Me incliné hacia delante, apoyé los codos en las rodillas y me pasé las
manos por el cabello.
—Lo siento.
Ella no me dejó decir nada más. Agarró mi cabello y tiró de mi cabeza
hacia arriba. Los ojos ardían.
—¿De qué diablos estás hablando? ¿No me engañaste?
La verdad. Eso era lo único que podía decirle para mejorar esto.
Así que comencé:
—Nunca me viste salir del armario de ese conserje después de que te
engañé.
Sus cejas se juntaron. Su boca se inclinó hacia abajo y se echó hacia
atrás, vacilando.
—Yo... yo lo hice. Tenías labial en la cara.
—Me viste irme después de empujar a esa chica lejos. Gus me pidió que
le agarrara una llave y me dio sus llaves y todo. Entré, y esa chica se deslizó
detrás de mí. Ella me agarró, no al revés.
—Pero... —Sus ojos se lanzaban de un lado a otro, recordando.
Era una historia bastante fácil de comprobar. Gus era un cliente
habitual en Manny´s. Puede que no lo recuerde, pero había una posibilidad
de que lo hiciera. Tenía la sensación de que él lo haría.
—Mi mamá murió, Heather.
Dios. Este era nuestro patrón, alrededor y alrededor. Un largo y maldito
círculo.
Algo malo sucedía. Me iba. Ella se iba. Uno de nosotros se iba, y el otro
se lo permitía. Iríamos por caminos separados, empezaríamos a extrañarnos
y volveríamos a estar juntos. Era un maldito ciclo que debía detenerse. De
algún modo.
267
—¿Recuerdas?
Heather se movió para sentarse a mi lado, su manta aún la envolvía.
Ella no me miraba, sino que miraba a lo lejos, y una lágrima cayó por su
mejilla. La apartó, con un movimiento salvaje y rápido antes de hablar, con
voz ronca.
—Por supuesto que recuerdo cuando murió tu madre. La amaba.
Asentí.
—Ella también te amaba.
—¿Es por eso? ¿Por eso hiciste eso?
Sentí un dolor cavando en el centro de mi pecho, excavando un agujero
hueco.
—Estaba jodido. Me estaba doliendo. Te estaba lastimando. Me estaba
lastimando. A Bren. Estaba lastimando a cualquiera cercano a mí. Estabas
enojada conmigo todo el tiempo, y no podía culparte, pero no quería
arrastrarte conmigo.
—Channing. —Se inclinó hacia mí.
Esta era la otra parte del ciclo.
Estaría herido, o ella estaría herida, y el otro regresaba. Yo era un
imbécil egoísta. Cuando sufría, a veces no tenía la fuerza para mantenerla
alejada.
Yo lo hice esa vez. Ella pensó que la había engañado, y la dejé pensar
eso.
Esa fue la primera vez que la dejé ir.
Sacudí la cabeza y me senté hacia adelante.
—No. Tienes que escuchar todo esto. —No podía mirarla. Llámame
débil, pero no quería ver a la mujer que amaba llorando. No quería saber
que era el culpable de esas lágrimas, pero era la jodida hora de que toda la
verdad saliera a la luz.
Presioné una mano sobre la barandilla del porche y la usé como ancla.
Lo necesitaba para mantenerme firme.
—Estaba desorientado. Saltándome clases. Vandalismo. Bebida. Ya
estaba empezando todo, e iba a hacer que lo hicieras conmigo. —Eché la
cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Jesús. Esto duele—. Me escapé de tu
habitación una noche, y tu papá me encontró con un rifle de caza.
—¿Qué? —La sentí moverse detrás de mí.
—Lo amartilló y me apuntó. Porque, verás, él sabía lo que me estaba
pasando. Me contó todas las cosas que acabo de decirte, iba por un mal
camino. Te estaba llevando conmigo, y joder, Heather... —Señalé a nuestro
alrededor, aunque solo había oscuridad—. Es cierto, incluso ahora.
Estuviste en un tiroteo. Fuiste secuestrada. Hoy te hirieron, y es mi culpa. 268
—Cállate. Solo cierra la boca.
No pude.
—Él me dijo que te dejara, y al día siguiente cuando me viste, sabía lo
que pensabas.
Me quemaba, aún. Estaba de regreso ahí, en el pasillo. La perra se
deslizaba detrás de mí, frotándose la boca.
Heather estaba plantada en el lugar, sus ojos se ensancharon, yendo
de mi rostro a la chica y de regreso. Me froté la boca, entonces vi el labial.
—Te dejé pensarlo.
—Cambié de escuela por eso. Por ti. Y ¿Tate? Te acostaste con ella. Las
chicas me dijeron en esa escuela.
Negué con la cabeza.
—Tate me envió un mensaje de texto, dijo lo que te dijeron. Le pedí que
te dejara pensar eso.
—¿Me estás jodiendo? —Su frente estaba arrugándose otra vez.
Respondí antes de que ella volviera a hablar.
—Tate no dijo nada ese día porque pensaba que no le creerías. Sam
inició en Fallen Crest Public y era tú mejor amiga. Tate sabía que era una
batalla perdida. Vino a mí más tarde para convencerme de que la apoyara.
—¿Dijiste que no? ¿Otra vez?
—Ya estábamos yendo y viniendo para entonces, pero estabas en una
escuela mejor. Ya no viajabas de regreso a Roussou. Tenías nuevos amigos,
mejores amigos.
—Cállate. —Un pequeño susurro.
—Pasé la primera parte de mi vida tratando de atraparte. Me he pasado
la última parte tratando de alejarme. —Mi voz bajó para coincidir con la de
ella.
Vi que su cabeza se curvaba hacia abajo. Intentaba acurrucarse en una
bola, la manta en puños en su regazo.
—Estaba tratando de dejarte tener una vida mejor.
Y ahora…
Ahora, la veía caminando de nuevo hacia mí en el camino de grava.
Había sangre por toda ella, sangre saliendo de su cabeza. Me vi corriendo
hacia ella, esperando que colapsara, pero no lo hizo. Sus ojos brillaron. La
pelea estaba ahí. El desafío. Dijo su pieza. Se mantuvo fuerte hasta que no
tuvo que hacerlo más y yo estaba allí.
La atrapé.
El segundo capítulo de mi vida había terminado en ese momento. Así 269
ella me quisiera o no, podría tenerme. Ya no tenía la fuerza para alejarme.
Esa pelea había terminado.
No tenía nada en mí. No podía alejarme, ya no.
—Me alejas cada vez que pasa algo malo en tu vida —dijo.
Mi medio hermano, Max, murió. Mi papá fue a la cárcel. Mi mamá
murió.
Tenía razón. Todas las veces.
—Naly —murmuré.
Volvió a mirar hacia arriba. La sangre se drenó de su cara. Vi el brillo
de las lágrimas, y sus ojos estaban muy abiertos y asombrados.
—¿Qué?
—Naly —dije de nuevo—. Cuando ella murió, me apartaste.
—No.
—Sí.
—No.
Me arrodillé frente a ella, suavizando mi tono.
—Sí, Heather. Te lo hice todas esas veces, así que sé cuáles son las
señales. Sabía que me estabas alejando y esa vez te obedecí. Esa vez.
Sus ojos se oscurecieron.
—¿De qué estás hablando?
Alcancé sus manos. Comenzó a meterlas bajo la manta, pero agarré
una y entrelacé nuestros dedos.
—He terminado de alejarnos.
Me sostuvo la mirada, estudiándome, intentando decidir si creerme o
no. Tragó.
—Estás mintiendo.
—No lo hago.
Se acabó la distancia. Yo había dicho mi parte. Ella todavía estaba aquí.
Esa era una señal suficientemente buena para mí, así que avancé,
levantándola. La puse de nuevo en mi regazo y le dije, casi bruscamente:
—Cuando te llevé de vuelta al coche esta mañana, nuestra vida
apareció ante mis ojos. No soy psíquico, pero, de todos modos, lo hizo. No
puedo explicarlo —Mis manos se apretaron a su alrededor—. No hay maldita
manera en que me vaya. Cualquier mala mierda que se nos presente, la
soportamos juntos.
Rió, una risa pequeña.
—Manny´s, Brandon. Mi hogar. Todo eso está aquí. Suki, Cruz, Ava, 270
Gus incluso. Todo mi personal. Están aquí. —Sus dedos se relajaron y
comenzaron a frotarse contra los míos. Su pulgar acarició la palma de mi
mano—. Si quieres que tenga una vida mejor, tendré que irme, y esa no soy
yo. Soy Fallen Crest. Soy Roussou. Éste lugar es quien soy. —Levantó la
vista y nuestros ojos se encontraron—. Tú eres quien soy.
Nada. Nadie. Ni un desastre natural. O un crimen al azar. Ni la mala
suerte. Nada iba a hacerle daño. Ese voto golpeó en mi pecho, y toqué sus
labios, frotando el de abajo.
—Te amo jodidamente tanto.
Una sonrisa cegadora llegó a mí, y se dio por vencida, entregándolo
todo. Pude haberla levantado y acunado como un niño.
—También te amo, jodidamente tanto.
Me levanté, abrazándola como si no fuera nada, y la llevé a su
habitación.
Heather

uedé fuera de la Comisión por las próximas dos semanas.

Q Estaba confinada en mi casa al principio, quería subirme


por las paredes, escuchando el ruido en Manny's, los escuchaba
entrar y el portazo de las puertas de los automóviles, oía a la
gente riendo, sabiendo que todos iban a mi negocio. Después de escuchar
la música, oler el humo, me sentía en el infierno. Quería saber qué estaba
pasando. Quería estar en el caos.
Esto era la tortura. 271
Brandon anduvo un tiempo, me vio sostener un paquete de cigarrillos,
y a continuación llamó a Channing. Me gustó ser mimada la noche después
del ataque, pero eso fue todo. Había regresado a tratar de detenerlo,
alojándome en la casa de Channing después de que Brandon me atrapó.
Era más silencioso allí, a veces. Channing no me quería en el almacén.
Dijo que se encargaría de todo. No debía estresarme.
El estrés es malo para las conmociones cerebrales. Sí. Bien. Este loco
aburrimiento era peor. Vino a casa cada minuto que pudo, sabiendo que
Bren salía y entraba. Ella estaba mayormente fuera o furtivamente en la
tarde en la noche.
Channing había intentado mantener un seguimiento de ella, pero era
una batalla perdida. Bren podía moverse alrededor de la casa como un gato,
y su chico era igual. Si estaban teniendo sexo, eran malditamente
silenciosos, y eso era un si, porque no sabía completamente lo que estaba
sucediendo. Creo que Channing lo hacía, pero no quiso hablar de ellos.
Normalmente cambiamos nuestro ventilador para cubrir nuestros
ruidos también. Éramos de clase alta, en un tipo de manera a lo parque de
remolques.
Éramos de clase alta, en un tipo de Roussou.
Entonces, Channing llegó a casa temprano una tarde.
No lo vi. Acababa de oírle, pero fue suficiente. Todos los pelos en la
nuca se me pararon. Estaba en la cocina cuando entró. Fue al baño,
abriendo y cerrando cajones. La puerta del armario se abrió. Algo estaba
pasando, pero esperé. Él vendría a mí, y unos minutos más tarde, lo hizo.
Una maleta venía con él también, junto con mi bolsa de viaje.
Los colocó sobre la mesa, poniendo un billete de avión junto a ella.
Él me estaba enviando lejos.
—No. —Sacudí mi cabeza. Decisión tomada. Conversación realizada.
Yo no iba a ir a ninguna parte.
Él barrió una mano por su cabello y se sentó frente a mí en la mesa.
—No es lo que estás pensando. Mason me llamó.
Me senté, inclinándose hacia adelante.
—¿Sam está bien?
—Piensa que Sam va a tener el niño pronto. Quiere que vueles como
sorpresa.
Cronometraje conveniente. Estreché mis ojos en él.
—¿En serio? —Pero hacía las cuentas en mi cabeza, estaba cerca.
—En serio. 272
Él estaba mostrándose. No evadía la mirada. No se movía, se rascaba,
ni estaba agitado. No había jugueteo en sus dedos, ningún golpeteo del pie.
Estaba tranquilo. Esto era Channing muerto en seriedad, pero sin la parte
muerta.
No había intensidad de él, sólo una expresión neutra.
—No lo creo. —Presione sus límites.
Su teléfono salió disparado a través de la mesa.
—Llama a Mase.
Lo empujé de vuelta.
—Mason mentirá por cuidar tu espalda los siete días de la semana.
Sam haría lo mismo por mí.
Dios. Una burbuja de frustración se elevó en mi garganta. No podía
llamar a Sam porque se estaba acercando a su fecha de parto. Eso era cierto,
pero no podía preguntarle si Mason quería que volara como una sorpresa.
Eso también podría ser cierto. Tuve que seguir mis instintos. Si Channing
iba a hacer estos movimientos, me querría segura, y volar a Massachusetts
era bastante seguro para nosotros.
Intenté una táctica diferente.
—Me quedaré en una de sus casas en la ciudad —ofrecí—. Mason
compró una casa. Podría ir allá. O la casa de los padres de Nate. Nunca
están allí. O infierno, hasta la casa de los padres de Sam. Malinda y David.
Me habían presentado.
Estaría cerca, pero segura.
Estaría cerca, pero a salvo.
Esperé sin mirar a otro lado, pero Channing no se quebró. Meneó la
cabeza y suspiró, bajando los hombros.
—Tengo otros lugares seguros a los que llevarte si fuese necesario.
Mason de verdad que te va a llevar para sorprender a Sam. Cuando vuelvas,
va a llevar a Malinda. Ella estará con ellos un tiempo, ayudará a Sam con el
bebé.
Apreté los dientes. Todo sonaba lógico, y eso me hizo sentir vergüenza.
Channing me estaba enviando para quitarme del medio, pero maldita sea,
estaba haciendo un gran trabajo. Empecé a sentirme obligada a ir.
—Cabrón.
Él sonrió con suficiencia, una media sonrisa de engreído. Sus ojos
destellaron, haciéndose más oscuros.
—¿Cómo tienes la cabeza?
Esta era otra de nuestras rutinas. Channing venía a casa. A veces
empezaba del tirón, otras veces más tarde o después de sentarnos juntos 273
fuera durante una hora, pero la pregunta siempre salía a relucir.
¿Cómo tenía la cabeza?
¿Algún dolor?
¿Cuánto era ocho por veinte?
Estaba siendo un idiota con la última pregunta. Se suponía que tenían
que ser preguntas que podría haber contestado antes de la contusión,
multiplicar y preguntarme sobre las capitales de los cincuenta estados no
eran esas preguntas. Todavía no sabía, y ya me encontraba al final del
periodo de dos semanas de curación. Estaba bien. Estaba lista para
meterme de lleno en la pelea.
El puto Richter me había atrapado, me había hecho escalar un árbol,
y quería formar parte de la venganza. Sabía que Channing lo estaba
preparando. Había empezado a quedarse fuera más y más tiempo, a veces
acostándose a las tres o cuatro de la mañana, sólo para levantarse y salir
sobre las seis. Cada vez que preguntaba, me recitaba las palabras del doctor:
“Descansa. Come bien. Habitación oscura. No televisión. No internet. Nada
que estimulase el cerebro”. Lo siguiente era que había un estudio que decía
que puede tomar hasta cien días recuperarse totalmente de una contusión,
si una persona no seguía esas órdenes.
Cada vez que decía esto, yo le decía que “Vete al diablo”.
Me citaba la fuente como respuesta.
Para cuando el intercambio terminaba, siempre acababa con dolor de
cabeza, entonces él me besaba suavemente y me decía “Te lo dije”.
Quería darle un puñetazo. Una vez lo hice, pero Channing cogió mi
mano, se empezó a reír y me acurrucó contra él. No me estaba quejando.
Era algo que sí podía hacer.
Bien. Me tragué el gruñido.
Iría. Ahora tenía que hacerlo.
Pero iba a sacarle toda la información que pudiese antes de irme.
—¿Qué está ocurriendo con Richter?
Channing se relajó, inclinándose hacia atrás en su asiento.
—Va a caer. Eso es lo que va a pasar.
—¿Has hablado con Traverse?
Los ojos de Channing se entrecerraron, y una pared se levantó en su
lugar. Se puso de pie, como sabía que haría. Odiaba cuando me ponía en
modo interrogador. Se fue a la cocina y miró en la nevera.
Habló dándome la espalda, la mitad de sus palabras dichas entre
dientes, pero escuché.
—… llamó, y dijo que están observando a Richter.
274
—Channing.
Se puso recto y se dio la vuelta.
—Sólo me voy a ir si lo sé. —Me crucé de brazos—. Cuéntame todos los
detalles. Esta es mi venganza también, no solamente tuya.
Me estudió, midiendo mis palabras, y yo le miré de vuelta. Podía mirar
todo lo que quisiese. No estaba mintiendo ni echándome un farol.
Mis fosas nasales se dilataron.
—No me voy a subir a ese avión a no ser que lo sepa. Todo.
—De acuerdo. —Agarró una cerveza, pero no vino de vuelta a la mesa.
Descansó contra la encimera de la cocina, con los pies cruzados por los
tobillos.
Empezó.
—Traverse dijo que Richter introdujo otra sección de los Demons. No
estuvieron de acuerdo con lo que hizo Traverse, así que ha estallado la
guerra entre ellos. Esa es la razón por la que Richter no ha hecho ningún
movimiento y por qué nosotros tampoco. Estamos esperando a que eso
termine. No importa quién sea el ganador, Traverse nos va a entregar a
Richter. —Dejó de mirarme a los ojos y apretó los dientes.
—¿Estás enviando a los tuyos a ayudar a Traverse?
Sus ojos se volvieron a encontrar con los míos, con una mirada
endurecida.
—Joder. Sí. Estoy enviando toda la ayuda que puedo. Quiero que
Richter arda por lo que te hizo.
—Así que estás en una fase de espera con Richter. ¿Qué pasa con el
otro tipo? El que habló contigo en tu nuevo escaparate.
La molestia destelló en su cara.
—Sí. Ese imbécil. Era el tipo que quería al estafador.
—¿El del timo a la madre de Chad?
—Sí. El estafador era el heredero de un viejo y malhumorado rico. Su
abogado, un tal Peter —me reí ante eso. Parecía uno de esos tipos—… nos
pagó para entregarle al hijo. Lo hicimos. Se fueron, y el abogado apareció de
nuevo para dejarnos saber que había dejado la hacienda de su papi rico y
que probablemente iba a volver por la revancha. Dijo eso y Chad se volvió
loco, al estilo Hulk.
Suspiré. Lo había visto una vez y habían sido fuegos artificiales. Una
parte retorcida y enferma de mí quería verlo otra vez, quizás en Richter.
Incliné la cabeza.
—¿Es posible que ese Peter estuviese trabajando con Richter? ¿Que él 275
fuera el cebo que te alejó y ahí fue cuando me atraparon?
—Lo pensamos, pero le comprobamos el teléfono. No había ningún
historial de llamadas entre los dos. Comprobamos cada número. Todos se
verificaron.
No le iba a preguntar cómo obtuvieron su teléfono, o el historial.
Conociendo a Channing, simplemente lo cogieron, sin importar si el hombre
quería entregarlo o no.
—Así que, ¿te estaba avisando simplemente? ¿Como cortesía?
—No. —Channing negó con la cabeza—. Por dinero. Si el hijo vuelve,
quiere que se lo entreguemos de vuelta al padre por la misma cantidad. Le
dije que no iba a funcionar. Lidiaríamos con él nosotros mismos.
Sonreí.
—¿Qué hizo después de eso?
Channing copió mi sonrisa.
—Dobló la cantidad. De forma continuada.
—¿Por qué seguiría el estafador volviendo?
Se encogió de hombros, tomando un sorbo de su cerveza.
—Ese Peter piensa que tiene un tanteo por aquí que todavía no ha
obtenido, y es lo suficientemente bueno como para seguir trayéndolo de
vuelta. Lo averiguaremos. Si aparece, le atraparemos y le sacaremos la
información de una paliza.
—¿Es lo que hacías antes?
Channing frunció el ceño. Su mano apretó la cerveza, luego la acabó de
un trago.
—Tienes razón —maldijo en voz baja—. Todos tenemos que probar
métodos diferentes.
—Déjaselo a Becca.
Él ladeó la cabeza.
—Tengo la sensación de que, si alguien te puede averiguar cómo
hacerle cantar será ella.
—Mierda. —Alzó las cejas—. Tienes razón. Me apuesto a que lo haría,
y si no puede… —Una sonrisa seductora apareció en sus labios—. Quizás
te lo dejemos a ti.
La idea de tener a un tipo atado frente a mí a mi completa disposición,
donde pudiera hacer y decir lo que quisiese, no podía negar la chispa que
me bajó por la espalda. Pero entonces me imaginé realmente al tipo,
quienquiera que fuese. Elegí al tipo ruin y lisonjero. Cabello grasiento.
Demasiado bronceador. Dientes blancos cegadores. Pesadas cadenas
alrededor del cuello y un Rolex falso en la muñeca. 276
Esa chispa se agotó inmediatamente, así que lo reemplacé con
Channing.
Channing atado. Channing a mi disposición, a mi orden, que pudiera
hacerle todo lo que quisiera.
Eso tenía atractivo, un montón de atractivo. Una sensación palpitante
comenzó entre mis piernas, y mirándome, los ojos de Channing se
oscurecieron en respuesta.
Puso a un lado su cerveza.
—¿Qué estás pensando?
—Quiero follarte. Quiero montarte tan duro y tan suave que seré capaz
de, sólo con apretar mis piernas en el momento justo, con la cantidad justa
de presión, hacer que te vengas tanto y tan potente que estarás viendo la
maldita galaxia.
Sus ojos se ensancharon y sonreí. Estaba casi vibrando cuando lanzó
la botella al fregadero y me alzó en brazos.
—Las cosas que me dices.
Enseguida mis pantalones estaban desabrochados. Me los bajó de un
tirón, sus manos en mi culo desnudo.
Me lanzó sobre el hombro, pero maldita sea, quería que me bajase.
Quería tocarle. Me llevó a su habitación me dejó caer en la cama, doblándose
conmigo para que su mano permaneciese en mi culo. Gimiendo, se alejó
para cerrar la puerta. Echó el cerrojo y encendió el ventilador a la máxima
potencia.
Clase alta, gente. Clase alta.
Rodé sobre mi espalda y le miré venir a mí.
Empezó a quitarse la camiseta, pero hizo una pausa, sus ojos
atrapados en los míos.
Me lamí los labios y murmuré con voz ronca.
—Quítatela.
Sus ojos estaban tan oscuros que eran casi negros. Me abrió las piernas
y se puso entre ellas. Inclinó la cabeza lo suficiente para dejarme saber que
iba en serio.
—Quítamela tú.
Me llenó una explosión de lujuria. ¿Quería jugar? Diablos, sí.
Me moví rápidamente al filo de la cama, envolviendo las piernas
alrededor de las suyas, y le di un tirón. Agarrando bien sus vaqueros, le
empujé hasta que casi se cayó encima de mí. Él se sostuvo, estabilizándose, 277
y me sonrió con superioridad.
Su polla estaba dura, enhiesta, y le rocé por delante con la mano,
disfrutando su gemido. Echó la cabeza hacia atrás, dejándome hacer lo que
sea que malditamente quisiera hacer.
Y yo quería. Lo quería.
Eché su camiseta hacia arriba, mis manos recorriendo todos esos
músculos. Él metió panza ante mi toque.
Le podía hacer suspirar. Le podía hacer temblar. Podía hacerle hacer lo
que sea que quisiese, y ese poder era adictivo. Poniéndome de rodillas en la
cama, le quité la camiseta y su mirada quedó atrapada en la mía una vez
más. La tiré a un lado a la vez que su mano me rodeó el cuello. Era su turno
ahora. Se dobló, sus labios cerniéndose sobre los míos.
—¿Tienes una idea de lo caliente que estoy ahora mismo?
Bajé la mano por su pecho y desabroché sus pantalones, metiéndola
dentro.
Agarrando su pene, le sonreí.
—Me hago una idea. —Con el pulgar le rocé la punta y él soltó un
gemido gutural, casi de manera explosiva. Se agachó, me rodeó las piernas
con las manos y me levantó en el aire—. ¡Channing! —Me sujeté fuertemente
a él, envolviéndolo con los brazos y las piernas, pero luego cerré los ojos.
Empezaba a no importarme hacia dónde me estaba llevando. Le podía sentir
entre mis piernas, un pequeño cambio, ahí estaba. Se estaba abriendo paso
hacia dentro.
La única barrera entre nosotros eran mis bragas.
—Maldita sea, mujer.
Sonreí, mordisqueando su cuello.
—Quítame la ropa interior. Ahora.
Me colocó sobre la cómoda y me las arrancó súbitamente. Estaba duro
como una piedra.
Tensándome, no sé por qué, pero él hizo una pausa un segundo más
largo de lo que yo quería. Se estiró hacia el cajón, pero yo no iba a esperar.
A la mierda el condón. Quería otra Naly, así que le cogí la polla con la mano
como si fuese una palanca de cambios. Moviéndome hacia el borde de la
cómoda, le metí dentro de mí.
Channing se quedó sin aliento, su mano agarrándose a la cómoda.
—Dios santo, Heather.
Yo no iba a esperar. Él podía adaptarse a su propio ritmo. Yo empecé a
rodar las caderas, montándole en un suave movimiento, tomándolo
profundo y después llevándolo al borde. Al principio fui lento, acelerando
después. 278
Channing estaba congelado, rígido mientras yo le montaba hasta que,
de repente, soltó un gruñido y me agarró, girándose rápidamente y
dejándonos caer a ambos en la cama. Una mano me agarró la cadera y la
otra la parte alta de su cabecero, y empezó a cabalgarme. Se levantó, sus
caderas igualando mis movimientos a una velocidad casi frenética. Estaba
ciega de deseo. El placer creció y creció, cubriendo mis adentros,
tensándome, estirándome.
Amaba a este hombre, pero puede que amase más lo que me hizo en
esa cama.
Alcanzándole, le agarré, intentando atraerle hacia mí. Quería sentir su
peso.
—Infiernos, no —gruñó y arremetió más fuerte contra mí.
Dios.
Estaba poseído, pero este era mi momento para dominar. No el suyo.
Me estaba atormentando. Quiero decir, me estaba dando lo mío, pero yo
quería más. Necesitaba más, así que, gruñendo, le agarré del brazo y le
empujé hacia abajo.
—Que...
Deshice su agarre sobre la cabecera. Antes de que recuperase el
equilibrio, cambié nuestras posiciones, arrastrándole hacia la cama y
subiéndome encima. Le pasé una pierna por encima y me hundí en él.
Oh, maldita sea. Eso se sentía bien.
Podía sentirle en sitios donde no le había sentido antes, sujetándome
en su pecho, empecé a moverme otra vez. Sus manos encontraron mis
caderas, y me imitó, nuestras caderas casi bailando juntas, moliéndose.
Esto. Sí. Así.
Mi cabeza cayó hacia atrás y lo saboreé.
Tras un segundo, le sentí sentarse y besarme los pechos.
El placer me recorrió. Agarré la parte de atrás de su cabeza. Mis dedos
se hundieron, sosteniéndolo contra mí mientras tomaba mi pezón entre sus
dientes. Comencé a desear eso, anhelando que también torturara el otro.
No hubo palabras bonitas entre nosotros. No había promesas floridas.
Solo estábamos nosotros. Nuestro amor. Nuestros cuerpos. La adicción que
teníamos el uno para el otro. Estábamos unidos, como cadenas invisibles.
Estaban allí, los quisiéramos o no. Cuanto más nos alejábamos, solo iban
con nosotros, tensándose hasta que el otro cedió y regresó.
Así era como estábamos, y cuando terminé de montar a mi hombre, lo
sentí sacudiéndose bajo mi cuerpo y disparándome, esto era un éxtasis. Lo
apreté, saboreando cómo se sentía dentro de mí. No necesitaba droga. Yo lo
tenía. Crucé el borde y sentí que mi orgasmo casi asaltaba mi cuerpo. Se
extendía hasta mis dedos de los pies, mis dedos, la base de mi cuello, donde 279
una de sus manos se había deslizado, anclándome cuando llegó.
Boqueé, jadeando.
Mis párpados se abrieron, y lo miré fijamente.
Vi la misma satisfacción en sus ojos, y una esquina de su boca curvada
hacia arriba.
—Eres bienvenida a hacer eso en cualquier momento, en cualquier
lugar y de cualquier forma que desee.
—Tal vez salga volando mañana.
Sus brazos me rodearon, tirándome hacia abajo. Rodó encima y se
ajustó justo entre mis piernas.
—Sí. Tal vez mañana saldrás volando. —No estaba listo para otra
oportunidad, pero se me echó encima, y yo saboreaba este sentimiento de él
Pasé mi dedo por su espalda mientras pasaba una mano por mi costado y
mi pierna.
Pasé mis dedos por su cabello.
Nos quedamos así durante una hora.
Channing tuvo que hacer algunas llamadas, pero cuando regresó, se
acostó justo en la cama. Nos quedamos allí el resto del día, y cuando estaba
oscureciendo, me hizo rodar hasta mi estómago y empujó desde atrás.
Fue su turno para hacerme ver las estrellas

280
Heather

staba en el avión al día siguiente.

E La gente seguía llegando a sus asientos, pero yo tenía


puesto el cinturón de seguridad. Había ido al baño. Mi teléfono
estaba en mi mano, los auriculares puestos para la música, y ya
me aburría. Hojeando las revistas de viaje en la bolsa del asiento frente a
mí, miré entre ellas y mi teléfono. Entonces pensé, a la mierda. Llamé a Sam.
No habíamos hablado por un tiempo, no desde el día en que Manny necesitó
algo de fuerza para no terminar en la cama con Channing.
281
Ha sido una batalla perdida desde el principio.
—¡Hola! —respondió un segundo después, sonando sin aliento.
—Oye. ¿Qué estabas haciendo? —Sonreí—. ¿Golpear feos con tu
hombre?
Ella rió.
—Sí. Cierto. Eso quisiera. Estaba haciendo algunos de esos pilates para
mamás. Cualquier cosa para ayudar con el parto, ya sabes. Me preocupa lo
estirada que estaré.
—¿Estás tratando de inducirte?
Otra risa.
—Sí. Cierto. Así estaré más cerca de la fecha, pero es demasiado pronto.
¿Espera… qué?
—¿Cuándo es la fecha de parto de nuevo? —Debería saberlo.
Era una amiga horrible. No podía recordarlo. ¿Por qué no podía
recordarlo?
—Tenemos un mes más. Mason quiere hacer una cesárea, pero le dije
que… —Paró—. ¿Heather?
No estaba siendo expulsada por un regalo de nacimiento sorpresa.
—Mason no preguntó para que volara, ¿verdad?
—Espera. ¿Qué?
Lo sabía. No la necesitaba para preguntarle a Mason. Lo sabía.
Ese cabrón. Channing me mintió.
—Oye. Um… —Hice un gesto a la dama que estaba a mi lado, diciendo
“Lo siento” mientras me desabrochaba el cinturón y me levantaba.
Ese cabrón.
Idiota.
Idiota.
Iba a matarlo.
No, lo iba a encontrar, luego lo mataría, luego lo devolvería a la vida y
tal vez lo mataría de nuevo. Sabía muy bien lo que estaba haciendo.
Me estaba sacando del camino.
—¿Estás bien? ¿Heather? —Sam todavía estaba al teléfono.
Mierda.
—Lo siento, Sam.
Agarré mi bolso de la parte superior y empecé a ir a la parte delantera.
—¡Señorita! —Un asistente de vuelo se paró frente a mí—. ¡Señorita!
282
—Me tengo que ir. —Pasé por delante de ella, subiendo por la rampa.
—Heather, ¿estás bien? ¿Dónde estás?
Me reí, haciendo una mueca por lo amargo que sonaba.
—Estoy dejando un avión en el que me pusieron para ir a visitarte como
una sorpresa.
—¡¿Qué?! ¿De verdad?
Otra mueca. Ella sonaba tan feliz.
Metí el teléfono en el hueco de mi cuello, suavizando mi tono.
—Sí. Escucha, me tengo que ir.
—¿El avión está despegando?
—No. Estoy fuera del avión.
—¿Qué? Pensé que acabas de decir…
—Lo sé. —Pasé por delante de las azafatas. Ambas me vieron y
sacudieron la cabeza—. Escucha, Sam. Te llamaré más tarde. Te lo explicaré
todo, pero no voy a ir.
—Oh. Está bien…
Le colgué. Le escribiría para pedirle disculpas, pero tenía una maleta
que intentar detener primero.
—Hay una emergencia…
Comencé allí y obtuve una negativa del primer empleado, luego una
negativa con una sonrisa, luego una negativa con una sonrisa forzada, luego
una larga pausa, y luego dos llamadas telefónicas hasta que salí del
aeropuerto con mi equipaje.
Channing me había llevado al aeropuerto, así que tiré mis cosas en el
taxi más cercano y le di mi dirección al conductor.
Estaba oficialmente fuera del régimen de curación de conmoción
cerebral.
Iba a patearle el trasero a Channing.

283
Channing

stábamos repasando los detalles de último minuto cuando Moose

E me empujó.
—Bola de demolición entrante.
Levanté la vista y juré.
Heather se dirigía hacia nosotros, entrando rápido y con fuerza. Esos
ojos, me habían derretido esta mañana, pero ahora estaban furiosos. En
cuanto al resto de ella, había hecho su investigación. Estaba vestida para el
papel: Pantalones negros, zapatos negros, una camiseta negra de manga 284
larga. Tenía el cabello recogido en una trenza, cayéndole por la espalda.
Tenía una linterna en la mano, aunque no estaba encendida, y estaba
mirando la otra arma que tenía cuando Lincoln le preguntó:
—¿Es una pistola eléctrica?
—Mierda. —Me fui corriendo.
Adivina con quién quería usar eso.
—¡Channing! —Se fue justo después de mí.
Nos reunimos con la mitad de los hombres de Traverse para acorralar
al grupo de Richter. Ser perseguido por Heather, sin importar lo divertido
que fuera, no era algo en esos planes.
En la siguiente colina, en un kilómetro, estaban los últimos leales a
Richter. No nos esperaban, y no sabían que habían sido aislados del resto
de los vuelos chárter de Red Demons. Traverse había obtenido permiso para
llevarnos a la pelea, que había durado dos semanas, pero finalmente nos
estábamos acercando a ellos.
Traverse iba a ocuparse de los hombres de Richter, mientras que yo
tenía a Richter. No estaba planeando una ejecución, pero no diría que no a
una tortura. Era lo que era. Esto fue lo que hicimos para proteger nuestra
ciudad.
—¡Channing! —me gritó Heather.
No podía seguir corriendo. Alertó a los Red Demons, así que me agaché
y me incliné, abrazando su cintura justo cuando se acercaba a mí. La
levanté en un movimiento, tirándola por encima de mi hombro.
Antes de que me pudiera electrocutar, le advertí:
—Richter está al otro lado de la colina. No hagas algo de lo que te
arrepentirás.
Sentí su pausa, y luego su codo se estrelló contra mi espalda.
—¡Oomph! —Froté mi mano sobre su trasero, disfrutando de eso—. Veo
que perdiste tu vuelo.
—Eres un imbécil.
Estábamos lo suficientemente lejos de ambos campos ahora. Si gritara
un poco, los Demons no la oirían. Mis chicos podrían, pero no podían oír
una conversación normal. La puse delante de mí y la empujé detrás de unos
árboles con mis caderas.
—Oye. —Dio un paso atrás, su mano en mi pecho—. Para.
No lo suficientemente lejos. Los chicos podían vernos, o podían ver
nuestras formas. Había luna llena arriba. Quería asegurarme de que no
hubiera sombras en el camino.
Nos movimos detrás de otro árbol antes de que fuera feliz. 285
—¿Usas un GPS conmigo?
Ella debe haberlo hecho. Estaba preparada para lo que íbamos a hacer.
—Becca me lo dijo.
Entrecerré los ojos.
—Se supone que la acosadora no debe saberlo.
Puso los ojos en blanco.
—Congo podría cortarla mañana y aún sabría tus planes para los
próximos diez años.
Cierto. Y perturbador.
Pasando mis manos por los brazos de Heather, la acerqué, lo suficiente
para sentirla. Apoyé mi frente en la de ella.
—Así que... —Sonreí—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—Eres un idiota, ¿lo sabías?
—Estaba siendo cauteloso.
—Me mentiste. —Me dio un puñetazo en el pecho, más fuerte esta vez—
. Me mentiste, joder.
Luché para evitar tocarla a tientas, no era el momento y lugar correctos,
pero mi mano se flexionó sobre su cadera. Podría... sí. Me acerqué,
guiándola de espaldas contra un árbol, y me acerqué para que estuviéramos
completamente alineados.
Mi polla también se alegró de verla. Cerré los ojos al tocarla.
—Channing. —Suspiró y apoyó su cabeza contra el árbol. Sus dedos
rozaron sobre mí, y mordí un gemido—. Esto no es lo que tenía en mente
cuando vine aquí.
—Eso es obvio. —Bajé la cabeza, mordisqueando su cuello. Se
estremeció bajo mi toque. Eso sólo me hizo querer hacer mucho más. Estaba
luchando aquí.
No era un neandertal. Era un profesional, y el negocio de la tripulación
a veces sentía que era una profesión.
Pero tenía hambre de otra sesión como la de ayer, pero quería que todo
nuestro objetivo fuera la destrucción total.
Heather valía más que una ronda rápida y silenciosa detrás de un
árbol.
—Oye. —Me agarró ligeramente a través de mis pantalones y me apretó.
Mordí un gemido.
—Sólo me estaba convenciendo de que no fuera un rapidito.
Se rió, algo de la ira desapareciendo de su rostro. Las líneas alrededor 286
de su boca se suavizaron.
—Como si eso volara con tus chicos aquí. Puede que lo pienses, lo
quieras, pero tú y yo sabemos que nunca lo harías.
—Me das demasiado crédito. —Mis entrañas se estaban afinando. Me
estaba volviendo más agudo, más alerta, incluso depredador. Heather era
mi presa, pero no realmente. Era mi compañera, mi igual. Era mi otra mitad,
y una explosión de sangre se elevó a mi polla.
Estaba duro.
—Mierda, Chan. —Heather miró hacia abajo, aunque estaba oscuro—.
Detén lo que sea que estés pensando.
Esto iba a ser doloroso. Hice una mueca.
—Tenemos unos treinta segundos antes de que uno de los chicos venga
a buscarnos.
Me obligué a retroceder. Sentí como si me estuviera despegando de una
segunda capa.
Heather se volvió sombría.
—Quiero participar en lo que sea que estés planeando.
Pensé que, necesitaba ajustarme.
—Planeaba entregarte a Richter. Iba a ser un regalo y un soborno al
mismo tiempo. —La estudié—. ¿Habría funcionado?
—No.
Levanté un hombro.
—Un tipo tenía que intentarlo.
—Voy a entrar contigo.
Asentí.
—Lo sé. —Estaba resignado.
Sus cejas subieron.
—¿Lo sabes?
Amaba a esta mujer. La amaba porque la conocía por dentro y por
fuera.
—En el momento en que apareciste aquí, supe que no había forma de
persuadirte de que volvieras. Ni siquiera voy a intentarlo, pero tienes que
darme crédito por intentar la mejor manera de mantenerte a salvo.
Su mirada acalorada se derritió.
—Lo sé. —Se movió hacia mí, su mano deslizándose bajo mi camiseta
y descansando sobre mi estómago. 287
Me incliné para encontrar sus labios.
Viviendo esta vida y amando a esta mujer, íbamos a dar vueltas y
vueltas constantemente. Una parte de mí esperaba que nunca nos
detuviéramos. Y aún sin escuchar a nadie que viniera a buscarnos, cuando
Heather comenzó a retroceder, tiré de ella, mi boca profundizándose sobre
la suya.
Nos besamos hasta que alguien pisó una rama, rompiéndola.
Lincoln salió de la oscuridad. Recubierto de pintura de camuflaje, su
rostro era sombrío, pero sus dientes brillaban en blanco mientras
hablaba.
—Es hora.
Heather

ran hermosas para mirar.

E Channing me puso en uno de los puntos de observación con


gafas de visión nocturna. Miré cómo se movían a la vez. El equipo
de Channing y los hombres de Traverse, todos descendiendo
desde lo alto en el valle, rodeando la solitaria casa de abajo.
Los chicos de Richter estaban de fiesta. Tenían música, aunque no a
todo volumen, y una fogata en el patio. Casi podía oler la bebida.
Conté ocho en el exterior, y al menos tres moviéndose en la casa. 288
Mi estómago debería haberse revuelto por lo que iba a suceder.
Así vivían los Red Demons. Esta era también la puerta donde los
Demons estaban en un lado, los equipos en el otro. Noches como esta noche,
tuvieron que atravesar esa puerta, entrar en ese mundo, y yo esperaba que
regresarían sin rasguños. Esa era mi esperanza, pero mirando, mi mano
apretada alrededor de las gafas, no sabía si todo el mundo lo haría.
No lo haría.
Richter me había lastimado. Tenía la intención de lastimar a Channing,
y quién sabía dónde iba a parar. Por eso, estaba bien con esto.
Debido a eso, mi estómago era duro de roca.
Debido a eso, no había incertidumbre sobre lo que estábamos haciendo
aquí.
Si me hubiera quedado en ese avión, habría estado en un mundo
completamente diferente. Amaba a mis amigos, pero vivían en un mundo
privilegiado. Eran normales.
Felices. Sanos.
Estaban enteros.
Estar aquí, sentada en esta colina con estas gafas, viendo un ataque
sucediendo, este no era el mundo del que mis antiguos amigos eran parte,
pero ya no es así.
Esto era Channing.
Y cuando el primer grupo resbaló sobre la alambrada, estuve de pie.
Esto era mío.
Era el momento.

Channing
Lincoln, Traverse, y yo avanzamos juntos. Éramos la primera ronda.
Todos de la misma complexión y malditamente rápidos. Éramos los mejores
luchadores, moviéndonos como uno, llegamos desde diferentes direcciones.
Arriba, sobre la valla.
Había nueve en el patio: Ocho por la fogata y otro detrás del cobertizo. 289
Me acerqué a él, ya que sería mi chico a derribar. Teníamos que avanzar
tranquilamente, rápido, y juntos tanto como fuera posible.
Lincoln observó mi enfoque.
Se pegó contra el garaje, luego lanzó una roca para que aterrizara al
lado derecho del noveno tipo. Cuando miró, tiré la pierna detrás de él y
golpeándolo. Mis brazos fueron alrededor de su cuello, llené con su camiseta
su boca y tiré. Sostuve lo más fuertemente posible, mi cuerpo casi se
envolvió alrededor de él como una araña. Caímos cuando comenzó a perder
el conocimiento, y una vez que sentí que se sumergía en la inconsciencia, le
dejo ir, alejando con un puntapié su cuerpo de mí.
Sucedió tan rápido que apenas había luchado.
El primero estaba abajo. El resto no sería tan fácil.
Me uní a Lincoln. Nos trasladamos al otro lado del garaje.
Levantó un brazo. Lo tomé como señal, e invertí posiciones como si
leyéramos los pensamientos del otro. Movilizándonos. Me moví detrás de él,
y él dio un paso atrás. Si alguien hubiera estado observando, podrían haber
visto sólo un pequeño movimiento en la oscuridad, pero estos chicos estaban
bebiendo. Han pasado dos semanas desde que trataron de llevarse a
Heather. Bajaron su guardia. Teníamos que atacar mientras permanecía así.
Era el más lejano en el interior, liderando la carga, eché una ojeada a
la vuelta de la esquina.
Traverse había estado esperando. Lo vi al otro lado de la casa, habiendo
corrido un círculo cuidando las espaldas. Me asintió.
Había ocho entre nosotros, cuatro de ellos al otro lado del fuego.
Aunque nos moviéramos rápido, nos verían. Alertaría a los demás, si
pudieran.
Si intentábamos atraer a uno, o dos, todavía se corría el riesgo de que
alertaran a todo el mundo.
Teníamos que atacar a la vez, ir lo más rápido posible.
Me tensé, sabiendo que Traverse esperaba que yo fuera primero, pero
me detuve. No estaba seguro de por qué. Era ahora o nunca, pero luego oí
un suave, "Oye". Lincoln y yo nos ocultamos por ahí.
Chad, Congo, Moose, y otros tres se alineaban detrás de nosotros, todos
tratando de ocultarse tanto como fuese posible contra el costado del garaje.
—¿Qué están haciendo aquí? —susurró Lincoln.
Se suponía que iban a venir cuando tuviéramos el frente contenido.
Entonces íbamos a ir todos a la casa en grupo.
—Heather llamó por radio. Dijo que, si todos nos ocupamos de los ocho 290
aquí, podríamos mantener el elemento de sorpresa.
Joder.
—¿Qué? —preguntó Lincoln.
Moose sólo se encogió de hombros, sonriendo hacia mí.
—Tómala en contra de tu mujer, pero tiene sentido.
Tenía razón. Tendríamos que ser ágiles, más rápidos ahora ya que
habíamos tantos que podríamos ser descubiertos.
—Cada uno de nosotros encuentra a un tipo. Sean rápidos y con fuerza.
Acaben con ellos y hágalo lo más silenciosamente posible.
Todos ellos asintieron. Estaban listos para ir.
Eché una ojeada alrededor para ver si Traverse todavía estaba allí.
Estaba ahí, y articuló:
—¿Qué?
Avance. No había razón de esperar ahora.
Corrimos.
Heather
No había ningún sonido.
Lo vi todo, cuán rápido se movía cada uno, qué tan eficiente era cada
paso. Se lanzaron a los lados de los edificios como fantasmas, flotando a
una velocidad vertiginosa hacia su objetivo.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cada uno derribó a una persona, y esperé a escuchar un grito, un grito,
pero no había nada.
Los escalofríos bajaron por mi columna. La piel de gallina se levantó
sobre mi piel.
Parecían sobrenaturales. Parecía como si hubieran crecido entrenando 291
para este momento, y lo habían realizado perfectamente. No hubo
contratiempos.
Sabía que la música ayudaba a cubrir su ataque, y sabía que esos
hombres habían perdido los sentidos. La hoguera probablemente ayudó a
cegar a algunos de ellos, por lo que no pudieron decir lo que estaba
sucediendo, al menos no lo suficiente como para hacer nada al respecto,
pero aún parecía estar orquestada, como una obra maestra.
Channing me había dicho que me quedara aquí arriba.
Debía vigilar, eso es lo que había dicho, pero sabía que era para
mantenerme alejada y a salvo. Necesitaba una mente sana. Si hubiera
estado ahí abajo, si podía manejarme o no, eso le pesaría. Estaría distraído,
por lo que se hizo.
Ahora los chicos estaban arrastrando a los hombres, escondiendo los
cuerpos inconscientes al otro lado del garaje. Una vez que terminaron,
avanzaron hacia la casa.
Había otros tres exploradores posicionados alrededor del territorio, y
no me habían puesto en ninguna de las esquinas. Channing había elegido
un lugar al azar, así que sabía que lo que podía ver estaba cubierto por dos
de los otros. Sentí una inquietud dentro de mí.
Él no quería que yo estuviera allí.
Ve.
La orden era simple y silenciosa, pero autoritaria dentro de mi cabeza.
Tal vez fue mi subconsciente, o el infierno, tal vez solo fui yo rebelándome.
No quería admitir que estaba rompiendo filas, pero lo hice. Comencé a bajar
la colina.
No debería bajar.
Me dijo que no lo hiciera.
Sería peligroso.
Todavía estaba yendo. De hecho, cuanto más me acercaba, más
acertada me sentía al respecto.
Se suponía que yo estuviera allí abajo.
Estaba destinada a estar al lado de Channing para esto, sea cual sea
esta última confrontación.
Para cuando llegué a la cerca, no había nada que me detuviera.
Agarrando el eslabón de la cadena, comencé a escalar.

292
Channing

—¡B
rent! —gritó Richter desde dentro de la casa.
Nos movimos, todos los chicos tomando posición.
Moose le hizo una señal a uno de los hombres de
Traverse, y cuando recibí la señal afirmativa, avancé.
Traverse y yo supuestamente atravesábamos las dos puertas laterales
juntos, entrando a ambos lados de la casa a la vez. Habíamos hecho nuestra
vigilancia. Había otros dos dentro, uno en la cocina y otro en el sótano. Tres
hombres diferentes detectados.
293
Richter estaba gritando. Escuchamos pasos. Venía de la parte de atrás.
—Channing —susurró Moose.
Miré hacia donde señalaba. Lincoln estaba ahí con una pistola. Su cara
estaba seria, y sus ojos vacíos cuando me dio la 9 milímetros.
La agarré.
Tan pronto como la pistola llegó a mis manos, Lincoln sacó otra de su
espalda. Se instaló justo detrás de mí y esperamos.
Habría una señal final, el sonido de un búho ululando, y entonces
entraríamos.
Moose alzó una mano. Tres dedos.
Dos.
Uno.
Ambos hombres ulularon y entré.
Dos pasos adentro y Lincoln estaba a mi lado.
Traverse estaba al otro lado del salón.
El tipo que estaba en el fregadero se sacudió, dándose la vuelta. Agarró
la pistola sobre la encimera.
Dos balas le golpearon. Una en el hombro y la otra en el pecho.
Cuando me giré hacia Traverse, Lincoln salió disparado hacia el tipo.
Se movió silenciosamente, cogiéndole antes de que pudiese gritar y le
envolvió una toalla alrededor del cuello. Tiró, manteniéndola apretada hasta
que se cayó al suelo, inconsciente.
Esperamos en tensión.
—¿Brent? —La llamada vino desde el pasillo.
Algo se movió. Lo siguiente que sentí fueron pisadas.
Una puerta se abrió.
—¿Brent? —Sonó más callado. Más titubeante.
Después, una maldición por lo bajo. Richter se movió por el pasillo.
—Brent, te lo juro por Dios, contéstame…
Entró en el comedor, congelándose cuando nos vio. Un balbuceo salió
de él, y se giró y salió corriendo por donde había venido.
Salí tras él.
¡Bang!
Una bala le golpeó en la espalda, lanzándole hacia delante.
¡Qué!
Traverse apuntaba con su pistola, caminando lentamente hacia 294
delante.
¡Bang!
Metódicamente.
¡Bang!
Calculadamente.
¡Bang, bang!
Un último suspiro salió de Richter y después estaba muerto.
No había tiempo para preocuparse por lo que acababa de suceder.
Escuchamos una estampida desde el sótano. Una cabeza apareció, con la
pistola ya disparando.
Yo estaba en la línea de fuego.
Vi destello de luz a la vez que me dejé caer sobre una rodilla, con la
pistola preparada. Le disparé.
Dos balas le dieron en el pecho.
Esta vez fue diferente de la primera vez. Al tipo de la cocina le había
dado en el hombro intencionadamente para no matarle. Mataría para
defenderme, para defender a mis seres queridos, pero no haría lo que había
hecho Traverse.
Tan pronto como disparé, me giré rápidamente.
Traverse estaba detrás de mí, con su pistola ya apuntándome. La
manera en la que me miró. No había sorpresa. Ni arrepentimiento. Estaba
frío por dentro, muerto.
Había alzado la pistola para matarme.
Sólo que no había estado preparado para que yo me diese la vuelta tan
rápido. Le disparé primero, el primer tiro a la mano que sostenía la pistola.
La pistola cayó al suelo, el segundo tiro le dio en la rodilla. Cuando empezó
a gritar pateé su pistola hacia Congo.
—¡Cierra esa puerta! —Me dirigí hacia Traverse a la vez que le grité a
Lincoln, que ya se acercaba.
Me vio disparar a Traverse. No necesitaba que le dijesen nada.
El resto estaba confundido, entrando lentamente.
—¿Qué?
Saqué un cuchillo y golpeé a Traverse en la cabeza con el mango. Él
cayó inconsciente.
Alcé la mirada y Congo me miró a los ojos.
—Nos ha traicionado.
Era todo lo que necesitaba decir. Congo salió por la puerta, contándole
a los hombres lo que había pasado. Los siguientes momentos determinarían 295
vida o muerte, o escapábamos ilesos o nuestro futuro terminaría aquí.
Mis hombres harían lo que necesitaban hacer. Confiando en ellos, le
ordené a Lincoln
—Ve a su oficina. Encuentra las grabaciones de seguridad, lo que sea.
Tenemos que cogerlo todo.
Él asintió y se dirigió hacia atrás.
Le grité después:
—Use guantes. No hay huellas.
Necesitábamos asegurar la casa. Algunos tipos estaban afuera,
luchando contra los hombres de Traverse, así que bajé las escaleras. Podía
escuchar riñas y gritos. Escuché un disparo, luego un segundo cuando
terminé de limpiar la casa. Tenía que confiar en que había suficientes afuera
para hacer el trabajo. Cuando subí las escaleras, estaban tirando de uno de
los chicos de Traverse, con la cabeza baja. Chad y Congo dejaron caer el
cuerpo inerte en el suelo. Muchos de mis hombres siguieron llevando a uno
de los nuestros, Hawk. Su verdadero nombre era Paul Mainley. Él era un
buen hombre. Trabajaba como contratista a una hora de distancia, tenía
una esposa y dos hijos.
Había estado aquí para respaldarnos porque se había mantenido leal a
nuestro equipo desde nuestro último año en Roussou High.
Ahora estaba sangrando por un agujero de bala en sus entrañas.
Pensé en mantener el video de seguridad como respaldo, por si acaso,
e incendiarlo todo, pero la herida de Hawk significaba que no podía hacer
nada de eso. No podía manejar una hora en coche para arreglar esa herida.
Tendría que ir al hospital en Fallen Crest, y habría preguntas. Los policías
lo resolverían, poniendo dos y dos juntos, sin importar cuánta evidencia
destruyéramos.
Estaba frío, me bloqueé. No había lugar para el arrepentimiento. Solo
calculando pensamientos. Mente limpia.
Empujé todo hacia abajo. Sin importar la furia que sentí, pateé con
fuerza. Despiadadamente.
Necesitábamos un plan diferente.
—¿Están todos los chicos detenidos afuera?
Moose entró, con sangre por toda la cara. Usó la parte de atrás de su
manga para limpiar sus ojos.
—Están detenidos, todos excepto los muchachos en el punto.
Los chicos en el punto… Sentí que toda la sangre abandonaba mi
cuerpo. ¡Heather!
—Estoy aquí. 296
Ella habló como si hubiera escuchado mi pensamiento. Se materializó
justo detrás de Moose. Un poco agitada, pálida también, pero sin sangre,
sin heridas de bala. Ni siquiera un corte.
Sus manos estaban rojas, y me demoré en ellas.
Maldijo, empujándolas detrás de ella.
—El eslabón de la cadena. Más duro de lo que pensé que sería.
No sabía por qué ni cómo. No me importaba. Crucé la habitación en
tres zancadas y la tuve en mis brazos.
Todo lo que acababa de forzar hacia abajo se lanzaba de vuelta.
Uno de los muchachos en el punto exterior pertenecía a Traverse.
Podría haberlo hecho, me estremecí, coloqué una mano en su espalda y la
sostuve. Ella estaba a salvo. Estuvo aquí. Ella estaba en mis brazos. Una
parte de mí se sintió desequilibrada, no queriendo lidiar con nada de este
lío, sino abrazándola. Me sentí mejor, más seguro.
Besando su frente, me volví hacia mis hombres.
El teléfono de Moose zumbó. Leyó el texto.
—El chico de Traverse se fue. No pudieron encontrarlo.
Lo que significaba que alertaría al resto de los Red Demons.
Estábamos oficialmente en medio de una guerra de MC, y esta vez, no
teníamos aliados.
Lincoln volvió con una bolsa sobre el hombro. Como uno solo, todos
mis hombres se callaron y me miraron.
Congo dijo:
—¿Cuál es el plan, jefe? —Esa era la pregunta en mi cabeza.
¿Cuál era el plan?

297
Heather

staba acurrucada en una bola en la cama de Channing. La puerta

E estaba un poco abierta, pero las luces estaban apagadas, también


en el pasillo. Escuché a los chicos reflexionar sobre sus opciones.
Duró toda la noche.
No estaba segura de haber escuchado una decisión cuando los
muchachos finalmente se fueron a las seis de la mañana. Por otra parte,
sabía que caería sobre los hombros de Channing. En momentos como este,
siempre lo hacía. Era su carga. Casi podía verlo hundirse bajo su peso
cuando se acostaba. 298
Entró en silencio, abrió la puerta y la cerró detrás de él.
Sus ojos estaban afligidos.
Se quitó la camiseta, estirando los músculos, moviéndose sin
problemas debajo de su piel. Sus tatuajes cambiaron con el movimiento, y
sus manos fueron a su cremallera cuando me incorporé. Me puse una de
sus camisetas. Colgaba sobre mí. Quería sentirlo incluso cuando estaba en
la sala de estar. Se deslizó por uno de mis hombros mientras movía sus
manos a un lado, yendo hacia el cierre.
Escuché que un suave suspiro lo dejaba, y una de sus manos se deslizó
dentro de mi cabello, ahuecando mi nuca, pero no hizo nada. Simplemente
me sostuvo mientras yo deslizaba su cremallera hacia abajo. Cuando le
quité los vaqueros, miré hacia arriba.
Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron.
Vi el dolor en él. También lo sentí. Era dolor por lo que tenía que hacer,
por lo que ya había sucedido. Channing podría actuar despreocupado a
veces, hiperactivo e inquieto ante los demás, pero le importaba. Le
importaba profundamente, y ahora le estaba costando. Me moría de ganas
de calmar eso. Quería nutrir, proteger, amar. Quería hacerle olvidar, por un
momento.
Como si leyera mis pensamientos, susurró:
—Te amo.
No respondí, pero me moví de rodillas, mis manos recorrían su pecho,
alrededor de su cuello. Lo atraje hacia mí.
Nuestros labios se encontraron. Era casi juguetón, y retrocedí un poco,
mi mano se curvó en su cabello. Mi otra mano corrió de vuelta por su pecho,
saboreando cada caída entre sus músculos, deteniéndose sobre sus
tatuajes, y luego moviéndome para descansar sobre su nombre.
NALY.
Ahora era mi turno de suspirar.
Mi frente descansó contra la suya, y susurré:
—Quiero otra. —Miré hacia arriba y vi que el amor oscurecía su
mirada—. Quiero intentarlo.
Él asintió, ofreciendo un ronco:
—Está bien. —Su mano fue a la parte posterior de mi cuello y me
inclinó, su boca cayó sobre la mía.
Hicimos el amor esa mañana.
Fue lento. Fue una tortura, y cuando se deslizó dentro de mí, se sintió
como la cosa más perfecta del mundo. Un placer casi eufórico y adictivo me
recorrió. Pasé mis uñas por su espalda, ligeramente, disfrutando de la forma 299
en que se estremeció bajo mi toque. En cualquier lío en que estuviéramos,
algo bueno saldría de él.
Cerré los ojos, apagando mi mente.
Busqué los labios de Channing.
Su boca se abrió, su lengua se encontró con la mía, y se movió dentro
de mí.
Heather
PRIMER AÑO

ubo un golpeteo en mi ventana, y me detuve de cambiarme mi

H blusa.
De hecho, había corrido las cortinas, por una vez. Ahí no
lo había necesitado ya que mi habitación no estaba frente a la
de Manny´s. Los pocos clientes que teníamos no podían ver, y tal vez fue mi
actitud de "no dar una mierda" lo que me hizo tomar la pequeña posibilidad
de que alguien me pudiera ver. Lo que sea. La desnudez no era algo que 300
temer, aunque sabía que mi papá y mis dos hermanos estarían totalmente
en desacuerdo.
Tuve que cruzar la habitación y levantar la cortina. Channing estaba
arrodillado en la pequeña repisa fuera de mi ventana. Apenas había espacio
para que un pie descansara allí, mucho menos todo un adolescente.
Retrocedí, cruzando mis brazos sobre mi sostén, y golpeteé mi mejilla.
Él puso los ojos en blanco.
—Venga. ¿Por favor? —Su voz fue apagada a través del vidrio.
Al ceder, abrí la ventana, pero no la levanté. Retrocedí y esperé. Él
mismo podría levantar la maldita ventana. Y lo hizo, presionando su mano
contra el cristal y usando esa tracción para levantarla. Una vez que se movió
unos centímetros, consiguió meterse debajo y empujó el resto del camino,
metiéndose en mi cuarto.
—Gracias por eso. —Me lanzó una mirada oscura mientras se quitaba
sus zapatos.
Esta era nuestra rutina habitual, hasta hace unos meses.
—Para. —Mi garganta estaba llena. Mi voz salió ronca.
Había visto a Channing desde que me transferí de escuela, pero no era
lo mismo. Se había disculpado por ser un "asno". Esas fueron sus palabras
exactas. No habíamos dicho mucho después de eso, y no había vuelto a
correr de nuevo hacia él con mis brazos abiertos de par en par. Me había
transferido a Fallen Crest. Las cosas eran diferentes. Yo era diferente.
—¿Qué? —Se detuvo, manteniendo sus zapatos. Se sentó en la cama,
pero no me tocó. Simplemente se sentó y esperó, mirándome.
Sentí las lágrimas y las retorcí, limpiándolas. Odiaba las lágrimas.
Odiaba la debilidad. Odiaba los sentimientos.
Yo era una chica inteligente y despreocupada como todos los demás,
pero este chico... me volví y miré a Channing. Todavía era sexy, su cabello
arrugado, un nuevo tatuaje asomándose alrededor de su brazo, pero observé
sus nudillos. Estaban magullados y abiertos.
Apoyándome contra la pared, asentí a sus manos.
—¿Todavía te metes en peleas?
Miró hacia abajo, como si se hubiera olvidado de ellos.
—Oh sí.
Pasó una mano por uno de sus nudillos. Parecía infectado, pero no hizo
ninguna mueca ante el contacto. Era como si ni siquiera lo sintiera.
Tal vez no lo hizo.
Me deslicé hacia el piso, envolviendo mis brazos para colgarlos sobre
mis rodillas. 301
—¿Estás adormeciendo tu dolor? ¿Es eso lo que estás haciendo?
—¿Estamos empezando con esta mierda? —Se puso de pie, pasando su
mano a través de su cabello. El movimiento levantó su camiseta. Esperaba
ver sus abdominales normales de tabla de lavar. Vi un gran moretón en su
lugar.
Yo tenía razón.
Mi corazón se hundió. Bueno, en realidad, no. Había dejado de hacer
eso hace tanto tiempo con Channing. Se movió a la derecha ahora.
No sabía si alguna vez cambiaría, de alguna manera me estaba
devanando la cabeza fuera de mi cuerpo. Pero hasta entonces, seguía
latiendo, y mientras estaba dentro de mí, sabía que todavía le pertenecía.
—¿Por qué diablos no? Sigo escuchando rumores sobre “Tú follando a
otras chicas”.
Sus ojos brillaron. Vi agonía, pero había una emoción acalorada, ahí
que no pude nombrar. ¿Lamento? ¿Remordimiento? Incluso quise saber de
qué se trataba.
—No creas todo lo que oyes.
Esperé, pero eso fue todo. Eso fue todo lo que dijo.
No me importó que lo dijera en una forma de susurro, como si esas
palabras le estrangulaban.
No me importaba, no.
Pero maldita sea. Allí estaba. Lo sentí.
Un agujero se formó en mi pecho, y cada vez que veía a este tipo, podría
llenarlo o podría hacerlo más grande. Le odiaba. Lo hacía.
Nada más vulnerable y débil. Eso es a lo que me redujo. Él podría
curarme o arruinarme. No pude aguantar más “arruinado”.
Agaché la cabeza y susurré:
—Tienes que dejarme ir.
Le oí suspirar, luego vi movimiento y levanté la cabeza. Él se bajó por
lo que estaba en el suelo también. Se quedó en la cama, moviendo sus
brazos encima de ella.
Me enfrenté a él y él se enfrentó a la puerta.
Si eso significaba algo, no sabía qué significaba.
Sus ojos se alejaron de mí para mirar al suelo.
—Estoy tratando de hacer lo correcto para ti, Heather. En realidad, lo
hago.
Yo resoplé.
—Lo estás jodiendo. —Me tensé, esperando una respuesta. 302
Nunca vino, solo un silencio.
—Soy tóxico en este momento —gruñó, profundo en su garganta—, lo
jodo todo alrededor de mí, y estoy tratando de mantenerme alejado de ti. He
estado tratando desde hace años, hacer lo correcto para ti, y estoy fallando.
—Su cabeza se levantó. Me miró fijamente, calibrándome, pero esta vez,
sabía que el odio no estaba dirigido a mí. Él se odiaba a sí mismo.
Solo era su reflejo.
Agarró un poco de su cabello. Sus nudillos se blanquearon. Su mano
se sacudió.
—Cada vez que me digo que te dejare sola, termino de vuelta aquí. Ni
siquiera pienso hacia dónde estoy conduciendo, y vengo aquí. Yo... —Juró,
bajo y salvaje, y se sacudió contra la cama—. Esta maldita vida. ¿Por qué es
tan difícil?
—Tienes que parar —le digo en voz baja. Ni siquiera quería escuchar
mis propias palabras—. Tenemos que parar. —Volteó hacia la cama. El
significado estaba claro.
No respondió, pero sus ojos se cerraron y su cabeza cayó adelante de
nuevo.
Mi corazón estaba desgarrado, por enésima vez como él. Me clavé las
uñas en las rodillas, simplemente aferrándome.
—Bueno.
Se puso de pie, luego me miró un momento.
—Te amo, Heather.
Encontré su mirada inquebrantable, pero sabiendo que estaba
llorando.
—Ese no es nuestro problema.
Nunca lo había sido.

303
Heather
HOY EN DÍA

ntré en Manny´s al día siguiente, por primera vez en dos semanas.

E Ava fue la primera en verme. Guardó la cuenta que había estado


llevando bajo su brazo, giró para estar frente a mí directamente y
lentamente aplaudió.
Me sonrojé, pero no podía detener la sonrisa estúpida en mi rostro.
—Ah, apareció. —Brandon se unió, sonriendo con satisfacción desde la
barra. 304
Luego otro. Y otro.
Suki y Katrina salieron de la oficina, ya aplaudiendo. Y pronto todo el
bar y las secciones de la cena estaban de pie, aplaudiendo, y algunos
estaban silbando. Unos cuantos aullaban como lobos.
Agité una mano en el aire.
—Van a hacer llorar al bebé de alguien. —En señal, un bebé empezó a
llorar.
—Te extrañamos por aquí. —Katrina se adelantó para abrazarme.
Suki lanzó sus brazos a mi alrededor, levantándome. Me empujó un
poco y gruñó:
—Suki te echó de menos también. No ha sido la misma.
Ava fue la siguiente. Incluso Roy dio un hola tímido y me rodeó para
un abrazo rápido. Luego se fue corriendo a su asiento en el mostrador,
donde tenía un pastel delante de él. Ava regresó a dejar la orden de su cliente
y fue a rellenar el vaso de Roy. Ella me vio mirándolos y agachó la cabeza,
mostrando la parte posterior de su cuello de color rojo.
Así que en realidad estaba sucediendo.
Me alegraba.
—Ava.
No fue el tipo quien levantó mis alarmas. Fue su tono de voz. Fue como
Ava se tensó, cómo la sangre se drenó de su rostro. Fue lo quejoso, torpe y
desesperado que sonaba. Era todo eso, mezclado con enojo justo debajo de
la superficie.
El chico pasó por delante de mí, yendo hacia Ava. Si lo hubiera visto en
otro momento, habría pensado que era un adolescente con la cresta caída.
Cabello rubio con rayos de sol, con un dorado bronceado, hombros anchos
como los de un atleta. Llevaba ropa bonita, pero su mandíbula estaba tensa.
Roy dio un paso adelante, bloqueando a Ava. Tiró del cuello de su
camisa y tragó.
—Hasta ahí.
El chico dio un amenazador paso de todos modos.
—Jódete, pequeño idiota. Maldito nerd...
Se balanceó, ni siquiera terminó su propia sentencia.
Ava gritó.
Roy esquivó.
El puño se acercó al rostro de Ava, pero ella no se inmutó. Sus ojos
estaban amplios de terror.
Me dirigí a ellos, Brandon se movilizó uniéndose a mí. 305
Pero Roy lo consiguió primero. Después de esquivar, golpeó al tipo en
la entrepierna, y cayó con un grito agudo, estrangulado, como un animal
siendo torturado. Fue horrible. Entonces Brandon ya estaba allí. Agarró de
los hombros al tipo y lo sacudió, ignorando sus gritos.
—Vamos. El lugar está lleno, idiota. —Brandon no estaba jugando.
Hizo señas a algunos tipos en la barra, que se acercaron. Tomaron al
chico de Brandon, y juntos, lo sacaron.
Brandon los siguió, podía oírle diciendo:
—Nunca se le permitirá volver a este local... —Hubo más, pero no
conseguí escuchar. El chico estaba permanentemente en la lista negra.
Pregunté tanto a Ava como Roy:
—¿Ustedes están bien?
Roy parecía afectado, contemplando su mano, que todavía estaba en
un puño.
—Sí...
Las manos de Ava cubrían su boca, pero las bajó, estudiando a Roy.
—¿Roy?
—¿Sí? —Su mirada se encontró con la suya—. ¿Eh?
Ella le tocó el brazo.
—¿Estás bien?
Asintió. Tragando.
—Oh, sí. Siempre y cuando tú lo estés.
—Sí. —Una sonrisa tímida se elevó de su rostro. Se acercó a él—.
Gracias.
—¿Ese es tu novio? —le pregunté.
—Ex. —Sus ojos estaban fijos en Roy—. Ex por un largo tiempo, por
ahora, y ex para siempre.
Los ojos de Roy tomaron un brillo húmedo y se volteó a ella, tirándola
contra él.
Envolvieron sus brazos uno alrededor del otro.
No dije nada más, no creía que fuera mi lugar ahora mismo. Ava estaría
bien. Roy estaría bien. Esto era todo por lo que me preocupaba.
Brandon me encontró un poco más tarde en la oficina.
Hice gestos al vestíbulo detrás de él.
—¿Aquellos eran tus viejos amigos de la escuela secundaria?
—Sí. —Cayó en la otra silla—. ¿Ese era el ex de Ava?
—Ella dijo que era su ex para siempre. 306
—Bien. Es una maldita comadreja.
Estaba amenazando con demandarlo hasta que le recordé que él había
golpeado primero. Que podría ser el demandado. Él sacudió su cabeza,
disgustado.
—Tiene padres ricos, por lo que parece. Podríamos necesitar un
abogado, pero ni siquiera me importa. Es un idiota. Podríamos tirarle al
equipo, para lo que me importa. Y hablando de... —Sus ojos se abrieron—.
Channing me dijo que ibas a volver hoy. No sé qué pasó, pero llamé por
algunos favores por si necesitábamos seguridad adicional. Los chicos
estarán todo el fin de semana.
Me mordí la lengua. Quería decirle que no estaba tan mal. No pude.
Porque lo estaba.
Así que asentí.
Me sentía bien. Se sentía correcto escuchar el zumbido de
conversaciones, platos sonar, sillas que chirriaban fuera, y se sintió bien
estar en medio del caos. Era como estar en casa otra vez.
Había líneas de preocupación alrededor de la boca de Brandon. Bolsas
bajo sus ojos. Su cabello estaba un poco estropeado.
Mi estómago se apretó.
—¿Tienes resaca o...? —O estaba preocupado por mí.
Sus ojos me guiñaron, y levantó un hombro.
—No, tú sabes. —Echó un vistazo a la puerta, aunque nadie hubiera
llamado. Nadie la abrió—. Mis amigos pasaron por aquí. Podríamos haber
tomado unas cervezas anoche. —Hizo una pausa —. O algunos shots de
tequila. —Mentía a través de sus dientes.
—Lo siento.
Miró hacia atrás de mí, con expresión cerrada. Lamenté sentirme
apartada de mi hermano. Brandon y yo dábamos el uno al otro la mierda
cada día, pero éramos compañeros en el delito. Era el que había pedido
ayuda, desnudo, cuando había una acosadora en su cuarto y una cita de
una sola noche que se escondía en el cuarto de baño. Éramos nosotros, no
esta dinámica donde yo lo mantenía en la oscuridad acerca de las amenazas
reales para mí, donde él se preocupaba lo suficiente como para llamar por
favores personales y tener sus viejos amigos de la escuela viniendo aquí
durante todo un fin de semana.
—Está bien. Quiero decir... —Se detuvo y miró al suelo.
El aire en la habitación estaba sofocante, presionándose sobre mí.
Channing no me había pedido le ocultara las cosas a Brandon. Yo había
tomado esa decisión, tal como había elegido pelear a su lado.
Volví al mismo lugar donde siempre me encontraba en mi relación. 307
Lo que me pasó, le pasó a mi hermano. También le afectó.
Pero no podía abandonar a Channing. Sabía que, había sólo una cosa
que podría hacer.
—Quiero que me compres mi parte.
Brandon se heló. Su boca cayó abierta.
—¿Qué?
Mis entrañas se revolvieron. Este lugar era mi casa... lo había sido por
más tiempo del que podía recordar. Amaba a cada empleado, todos los
clientes, hasta el punk estúpido de Alex Ryerson. Amaba las memorias que
tenía aquí. Amaba vivir en esa casa con Brandon. Amaba ser capaz de andar
fuera de mi casa y estar justo donde vivía.
Amaba todo en este lugar…
… pero amaba más a Channing.
—Lo que escuchas.
—No.
—Brandon...
—No. —Salió disparado de su silla y abrió la puerta.
—¡Brandon! —Lo seguí hasta el restaurante.
Se dirigió hacia Cruz, diciéndole algo mientras empujaba por la puerta
lateral.
Cruz tenía una mirada de desconcierto cuando se acercó.
—¿Qué fue eso? —me preguntó.
—¿Qué te dijo?
—Sólo que me quedara a cargo hasta su regreso.
Tenía una idea de a dónde iba.

308
Channing

—E
lla va a vender por ti. —Brandon emergió a través de
la puerta de mi oficina.
Finalmente estaba en la oficina. Había pasado
mucho tiempo desde la última vez que había podido
venir y ocuparme de los negocios en Tuesday Tits. Scratch estaba en el
pasillo. Sus ojos saltaron rápidamente a Brandon, preguntándome
silenciosamente si quería ayuda ocupándome de esto.
—Estaré bien —le indiqué. 309
Él asintió, cerrando la puerta.
Brandon se dio la vuelta y empezó a caminar de un lado a otro, con los
puños apretados a los lados. Meneó la cabeza.
—Tú, maldito pedazo de mierda. ¡Pedazo de mierda! —gritó.
Siguió caminando.
No le pregunté qué quería decir. Lo sabía. Sólo había un lugar que
Heather le vendería a su hermano, y mientras él despotricaba y desvariaba
en mi oficina, pensé en nuestras interacciones más recientes.
Había una mirada en sus ojos. Era diferente. Resuelta. Resignada. Lo
vi cuando me había pedido otra Naly. Lo vi cuando entré en la habitación y
la encontré acurrucada en la cama, esperándome.
Estaba ahí cuando vino a la casa de Richter. Cuando pasó por la puerta
y vino a mi lado, ahí fue cuando había tomado la decisión.
Dejé que Brandon me maldijese. Pasaron veinte minutos antes de que
Moose llamase a la puerta. Ondeó su teléfono en el aire a través de la
ventana.
Le asentí, alzando un dedo.
Moose inclinó la cabeza hacia el lado bruscamente, luego desapareció.
Me puse de pie.
—Brandon.
Todavía seguía. No me dedicó ni una mirada.
—No. Siéntate. Siéntate, maldita sea. Te quiero como a un hermano,
Channing, pero a veces, a veces deseo que mi hermana nunca te hubiese
conocido. —Paró, tanto odio en su ceño fruncido—. ¡Va a dejar Manny’s por
ti! Joder, ¿no te importa?
Más de lo que jamás podrías imaginar.
Le indiqué la puerta detrás de él.
—Hay una llamada que tengo que contestar.
—Por supuesto. —Resopló, rodando los ojos—. Una maldita llamada de
teléfono. Mi hermana se está preparando para deshacerse de una mitad de
su vida por ti, y tú tienes que contestar una llamada. Me cago en Dios,
Channing. ¿Eso es todo lo que te importa? ¿Una llamada? Espera. Déjame
adivinar —sus ojos eran salvajes—, son cosas de tu banda, ¿no?
Volvió a soltar de todo, con saliva volando de su boca.
—Maldito seas. ¡Maldito seas, Channing! Siempre ha sido tu banda lo
primero. ¿Cuándo vas a poner a mi hermana en primer lugar? Joder, ella
no puede dejarte. Debería. Debería haberlo hecho hace años. Debería
haberlo hecho antes de que lograras formar parte de su vida y la reclamaras.
Es como si te hubieses metido ahí y la hubieras agarrado, y nunca la has 310
dejado marchar desde entonces.
Había empezado a caminar de un lado a otro de nuevo, pero se dio la
vuelta y aporreó mi escritorio.
Pasó tan rápido que no reaccioné. Sólo le sostuve la mirada mientras
él resollaba, su puño medio atravesando mi mesa.
Probablemente se rompió la mano.
—Maldito seas, Channing.
Parte de la pelea lo estaba abandonando.
La sangre se había acumulado alrededor de su mano, pero no mostró
señales de dolor. Sólo me fulminó con la mirada. Su furia le envolvía,
haciéndole insensible al dolor, pero iba a llegar, y fuerte.
—Brandon.
Él gruñó, enseñándome los dientes como un perro salvaje.
—Te odio. ¿Sabes qué? Si pudiese hacer que desaparecieses lo haría en
un suspiro. Si pudiera…
No terminó, dejando la amenaza en el aire entre nosotros. Se puso recto
y retiró la mano de la mesa. La sangre goteó por todas partes, por sus
vaqueros y hasta el suelo.
Todavía no parecía notarlo.
Otra ligera llamada a la puerta.
Moose estaba ahí otra vez, con el teléfono en la mano. Lo ondeó, pero
su mirada estaba en Brandon y en su mano.
Tenía que irme. Tenía que contestar esa llamada. Tenía que arreglar
todo.
—Tengo que irme, Brandon. —Me moví alrededor de la mesa,
lentamente.
Todavía estaba medio enloquecido. Había una luz en sus ojos, como si
estuviera imaginando mi muerte. Eso estaba bien.
Lo entendía.
Recogiendo mis llaves, mi billetera, mi teléfono, lo rodeé y abrí la puerta
de la oficina.
No se movió.
Miré hacia atrás, y él estaba mirando hacia donde había estado de pie.
—Amo a tu hermana. —Necesitaba ocuparme de este asunto, pero para
él, esta situación, también era importante.
Su cabeza se balanceó a medio camino hacia mí para que pudiera ver
su perfil.
Él sabía que yo la amaba, pero no lo sabía todo. No sabía lo que iba a
311
hacer, o que era para ella. Todo era por ella.
Pero tenía que saber una cosa:
—Iré al fin de la maldita Tierra por tu hermana. Caeré antes que ella.
Dispararé a cualquier hijo de puta que intente lastimarla. Destrozaré a
cualquier pandilla por ella. No hay nada que no haga...
—Excepto ponerla en primer lugar. —Sonaba roto.
Sí. Yo también.
—Espera —le dije—. Solo espera, porque te vas a comer tus malditas
palabras.
—¿Qué? —Se volvió completamente hacia mí. Sus cejas se fruncieron.
Pero eso era todo lo que podía decir, por ahora. Así que entré en el
pasillo.
Moose se movió conmigo.
Bajó la voz.
—¿Qué quieres hacer con él?
Negué con la cabeza.
—Nada.
Pasé junto a Moose y me dirigí a la sala principal.
—¿Quién llamó?
—El rey privilegiado.
Scratch se movió para encontrarse conmigo en el mostrador, un paño
en una mano y un vaso vacío en la otra.
—¿Jax va a ser un problema allí?
—¿Escucharon?
Miré alrededor de la barra. Había una línea entera de clientes
habituales observándonos. Incluso las personas en una mesa de atrás nos
miraban. La música había sido cortada en algún momento, por lo que todo
el lugar estaba en silencio.
Lo habían oído todo.
Mi primo hizo una mueca y se frotó la mandíbula con una mano.
—Difícil no hacerlo. Congo intentó encender la música para que sonara
una canción, pero Becca tiró del cordón.
Ella dio un paso adelante.
—No debería hablarte así. No sabe lo que está pasando.
Su boca estaba tensa, y cuando miré alrededor de la barra, vi
expresiones similares.
312
Estaban enojados, pero no sabían todo.
Brandon no lo sabía.
Becca no lo sabía.
Incluso mi equipo no lo sabía completamente.
Los dos únicos que lo sabíamos éramos Heather y yo.
Tenía que decir algo. Esto podría irse de lado muy rápido, y sería malo
para todos.
Levanté una mano.
—Todos ustedes pueden sentirse de cierta manera, pero háganme un
favor, mantengan la mente abierta. —Hice un gesto hacia el pasillo donde
estaba ahora Brandon, acunando su mano contra su pecho mientras la
sangre goteaba sobre su camiseta.
Todavía llevaba una mirada aturdida. Estaba parpadeando
rápidamente, sudando.
Le señalé.
—Está enojado por su hermana, y tiene derecho a...
Becca gruñó.
—Él no tiene derecho a destruirte.
Bajé mi mano.
—Él tiene derecho a sus sentimientos, al igual que ustedes, pero nadie
lo sabe todo. Nadie lo hace.
—No nos digas que no nos metamos en tus asuntos, porque amo a esa
chica tanto si quiere como si no. —Becca cruzó los brazos sobre el pecho.
Miró a Brandon y luego me miró—. Amo a mi hombre, y tú eres parte de su
familia. Heather es parte de esa familia. Él no. Quiere juzgar y mantenerla
alejada de nosotros —se burló—. No puedes tener esa opinión, Brandon.
Eres un extranjero.
—Joder eso. ¡Que te jodan! —Se sacudió hacia adelante—. No soy un
extranjero. Yo también soy Roussou.
—No. —Ella negó con la cabeza, cada vez más tranquila, incluso
sombría—. No lo eres. Ya no. No lo has sido en mucho tiempo. —Escudriñó
la habitación.
Nadie habló por él.
—¿Channing? —preguntó, la pelea se alejaba de él otra vez.
Scratch rodeó la barra y se paró frente a mí.
—Eres increíble. ¿Vienes aquí, lo sacas, y ahora quieres que te ayude?
No estamos diciendo esto para herir tus sentimientos. Lo decimos porque es
la verdad. Eres un Fallen Crest, Brandon. Lo has sido durante mucho
tiempo. 313
—¿Y qué? —Brandon avanzó de nuevo—. ¿Por qué es tan malo?
—No lo es.
Esto había ido de mal en peor. Sacudí la cabeza, girándome mientras
todos los demás miraban para ver quién acababa de entrar al bar.
Heather.
Me estremecí, viendo la tristeza en su mirada. Se aferraba a ella,
haciéndola parecer más pequeña de lo que era. Esta no era la chica que he
amado desde que estábamos en tercer grado. Esa chica era feroz. Era una
luchadora. Nunca le importó una mierda contra quién iba, y odiaba que
estuviera sangrando por dentro, teniendo que elegir un lado, el mío o el de
su hermano.
Pero no era así. No iba a dejar que fuera así.
—Heat… —Brandon comenzó a suspirar.
Espeté, señalándole.
—No lo hagas. No digas ni una maldita palabra. —Avancé, pasando a
mi primo, a mi equipo, a Acosadora. Ya no podía estar callado. No dejaría
que Heather se encargara de esto—. Heather. —Fui hacia ella—. No...
—No, Channing. —Ella dio un paso alrededor de mí, frente a su
hermano—. Él no sabía lo que iba a hacer —le dijo ella—. Nunca se lo dije.
Fue mi decisión hacer...
—No deberías haber tenido que tomar esa decisión —protestó.
—No me importa lo que digas ahora. —Se movió delante de mí, su mano
se extendió detrás de ella para encontrar la mía—. Estoy con Channing, y
eso nunca cambiará. No puedo seguir haciéndolo. Lo estoy eligiendo,
Brandon. Es mi elección. Voy a volver a Roussou. Es la hora.
Esto había ido demasiado lejos.
Levanté mis manos.
—¡Deténganse! ¡Que todos se callen la maldita boca! —Señalé a
Brandon—. Vuelve a tu trabajo. —Hice un gesto a Moose y los chicos—.
Vámonos. Tomemos esa reunión. —Señalé a Becca—. Y no des más detalles
nuestros a la gente. —La dejé clavada con una mirada, y ella bajó la cabeza.
Heather se volvió hacia mí.
—¿Chan?
La atraje hacia mí, abrazándola. Me incliné para besarle el cuello.
—No hagas nada en este momento. ¿De acuerdo? —Pasé una mano por
su espalda, besando su garganta y luego su boca. Tomando su cara,
retrocedí, apoyando mi frente en la de ella—. No tomes ninguna decisión.
No hagas nada. Ve a Manny's, o donde quieras, pero espérame.
Los chicos se movieron más allá de nosotros. 314
Fui a seguirlos, pero ella agarró mi camiseta y tiró de mí hacia atrás,
con los ojos en mi cara.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada. —Presioné mis labios contra los de ella—. Vuelvo enseguida.
Lo prometo.
Empecé a irme.
—¿Becca? —llamó Heather.
—No. —Me di la vuelta—. Becca, mantén tu boca cerrada.
Ella pasó junto a Heather y la oí decir “lo siento”, mientras seguía a
Congo en su camioneta.
Mis hombros se relajaron un poco. Becca había elegido justo ahora.
Ella había elegido a la pandilla.
Congo había estado observando. Se encontró con mi mirada. Asentí.
Todos los chicos fueron a sus camionetas. Me metí en la de Moose, y él
salió primero, liderando la carga.
Iba a arreglarlo todo. Solo tenía una reunión más que realizar.
Channing

reinta motocicletas formaban una línea recta a un lado del

T estacionamiento abandonado.
Estaban estacionados frente a nosotros, con sus hombres
detrás, todos en una fila también. Nos dirigimos hacia arriba, sobre el
pavimento agrietado con malezas creciendo a través de él. La tienda había
cerrado hace años, dejó de funcionar cuando James Kade regresó a Fallen
Crest. Su alcance se extendía más allá de Fallen Crest, más allá de Roussou,
incluso más allá de San Francisco, hasta llegar a Callyspo, un pequeño
pueblo que antes no era tan pequeño. Ahora estaba casi extinto, y las pocas 315
tiendas que aún tenían dependían de su carta local de Red Demons para
ayudar a mantenerlos a flote.
Este líder no era como Richter.
La carta de Maxwell era grande.
Reconocí a algunos de los que dejamos ir después de nuestra caída con
Traverse. Esta carta se había ampliado recientemente. Cuando llegamos al
estacionamiento, cinco hombres pasaron junto a sus motocicletas y se
dirigieron hacia nosotros. Se movieron unos metros más adelante, y luego
se detuvieron.
Moose me miró.
—¿Deberíamos alinearnos también?
Estudié a su grupo. Cada uno de sus hombres tenía un arma, la mitad
las sostenían, mientras que los otros tenían sus rifles apoyados en sus
motocicletas, listos para ser agarrados si fuera necesario.
Toda su exhibición fue sólo eso, una exhibición.
Maxwell quería que supiera que tenían números. Quería que supiera
que estaban armados y que esos hombres no eran nuevos ni jóvenes. Eran
mayores. Algunos tenían canas en el cabello, otros tenían barrigas grandes
y otros eran delgados.
Algunos estaban como algunos de los míos, pero entendí el mensaje.
Tenían experiencia.
Ninguno de sus hombres se movió por el nerviosismo. Se quedaron ahí
parados, esperando lo que su líder les ordenara que hicieran.
Esperaba que esta reunión tuviera un buen resultado, pero también
sabía que no podía confiar en ello. Así que le dije:
—No. —Hice un gesto al final del lote—. Estaciona aquí. —Antes de que
Moose empezara de nuevo, me bajé de la camioneta.
Frenó y me asomé por la ventana.
—Muévelo para una escapada si necesitas irte.
—Pero...
Le hice señas y retrocedí antes de que pudiera terminar. Moose se
retorció para seguir mirándome, así que le hice señas otra vez para que
siguiera adelante. Frunció el ceño, pero se adelantó. La camioneta de Congo
era la siguiente, y le transmití mi plan. El resto pasó, todos estacionando
uno detrás del otro, apuntando a la salida, hasta que Lincoln se acercó a la
retaguardia. Se detuvo a mi lado, pero a diferencia de los otros, no esperó
mis órdenes. Se estacionó y saltó, yendo a la parte trasera de su camioneta.
Cuando la abrió, me quedé a la espera.
Metió la mano, agarró a Traverse y lo sacó.
316
Traverse cayó al suelo, raspándose la rodilla.
—Levántate.
Lincoln agarró su camiseta, poniéndolo de pie.
Le eché un vistazo. Contrariamente a lo que quería, no había sido
torturado. Tenía tantas ganas de hacerlo, pero me contuve. Las dos balas
que le metí en la mano y la rodilla tenían que ser suficientes. Todavía
luchaba por mantenerse erguido, con razón. Habíamos traído a una amiga
de la tripulación para que le echara un vistazo —la enfermera de Moose se
estaba tirando a Moose— y lo había curado todo lo que pudo. Las balas
pasaron directamente, y ella había cauterizado ambos lados para detener
cualquier infección. Necesitaría que lo atendieran más, pero ellos podrían
manejarlo. Permaneció vivo durante mi guardia, lo único que me importaba.
Lincoln lo empujó para que caminara hacia adelante, pero le hice
señas.
—Lo tengo.
—¿Qué?
—Yo me encargaré de él —dije—. Lo tengo.
—Channing… —Empezó a decir más.
Le di una sacudida a Traverse.
—Lo tengo. Lo digo en serio. —Asentí a los demás—. Cúbranle las
espaldas si pasa algo. ¿Qué tal si cubres las espaldas? —No estaba
escuchando.
Traverse tropezó, casi lanzándose hacia delante. Lo enderecé,
manteniéndolo firme mientras gruñía, con el rostro pálido.
—¿Qué estás haciendo? ¿Es una misión suicida?
Mi mano se apretó bajo su codo, cavando en el hueso. No le afectaría,
no normalmente, pero era débil. Cuando rompí la piel, disminuí la presión
y dije:
—Cállate, carajo. A diferencia de ti, tengo un plan.
—Vas a morir, Monroe. Estás caminando hacia tu propia tumba ahora
mismo. Simplemente no quieres admitirlo.
Se rió como un loco. El tipo estaba medio histérico, y una vez que nos
acercamos a Maxwell empezó a gritar:
—Me disparó. Dos veces. Me torturó, Maxwell. No he tenido atención
médica.
—Cállate. —Agarré su mano herida y le tiré hacia atrás.
Un grito se arrancó de su garganta y cayó de rodillas.
Estudié sus rostros. Estaban lo suficientemente cerca para oírlo todo, 317
y estaba lo suficientemente cerca para leer sus expresiones. No apareció
nada. Eran paredes de cemento.
Maxwell, su líder, avanzó y se detuvo a unos metros de distancia.
Bronceado desde hace años en su motocicleta, tenía un brillo. Por lo que
sabía de él, tenía unos cincuenta años. Había crecido como un Red Demon
Rojo, tomando el control hace diez años después de que su tío se jubilara.
Se sabía que era razonable y justo, pero si lo traicionabas, ya estabas
muerto.
Confiaba en algo de ese honor para lo que había planeado. Si no,
Traverse tenía razón. Era hombre muerto.
—Te pareces a tu padre —dijo Maxwell como saludo. Ignoró a Traverse,
inspeccionándome como yo hice con él.
El grito de Traverse vaciló.
—¿Qué?
Le hice un gesto.
—Puedes llevártelo. Disparé su arma, y disparé para herirlo. Hicimos
que alguien lo viera, y lo alimentara, le diera agua, y tuviera una cama para
dormir hasta que pudiéramos encontrarnos. No fue torturado. —Maxwell
dudó y luego levantó una mano.
Tres de los que habían seguido adelante vinieron el resto del camino.
Agarraron a Traverse y la mitad lo arrastraron, la otra mitad lo llevó de
regreso a sus motocicletas.
Cuando pasó al último hombre que aún estaba de pie, Traverse se
sacudió en sus brazos.
—¿Qué… Connelly?
Connelly no respondió.
—Espera un minuto. —Traverse comenzó a luchar, tratando de
liberarse de su influencia—. Connelly, ¿qué estás haciendo? ¿Qué está
pasando aquí?
Maxwell asintió a Connelly, quien se volvió hacia Traverse y le dijo:
—No se suponía que mataras a Dex. Sé que eso es lo que habías
planeado cuando te fuiste. Por eso no fui. Eso no fue lo que acordamos.
Traicionar al equipo de Monroe tampoco era parte del trato. —Me hizo un
gesto—. Está conectado. Lo olvidaste.
—¿Qué? ¿La tripulación?
—No son nada. La mitad son chicos de secundaria.
—No. —La voz de Maxwell era fuerte, retumbando sobre todo el
estacionamiento. Pero no estaba gritando. Sólo era autoritario. Tenía 318
carisma, y no necesitaba hacer nada más que hablar.
Traverse se tranquilizó. Connelly también.
—Tiene raíces que ni siquiera conoces —continuó Maxwell—. Fuiste un
tonto, Traverse. Te adelantaste, pensando que podías engañarnos,
esperando que no hiciéramos los deberes. —Señaló a sus hombres—.
Llévenselo. Nos ocuparemos de él más tarde.
Connelly se adelantó, haciendo una pausa al lado de Maxwell. Inclinó
su cabeza brevemente hacia mí.
—No estaba de acuerdo con lo que Traverse iba a hacer, y lo siento por
mi parte. Lo haremos bien.
Bueno. Mierda. No esperaba nada de esto.
Connelly siguió al resto, ayudándoles a poner a Traverse en la parte
posterior de su camioneta. Tres tipos saltaron con él, y Connelly entró por
el lado del pasajero. La camioneta se retiró, pasando a mis hombres.
Maxwell sacó un palillo de dientes y se lo metió en la boca. Comenzó a
masticarlo, moviéndolo sobre sus dientes. Cuando se puso ese palillo en la
boca, lo vi de otra manera. Quería parecer relajado, casi despreocupado,
pero vi su inteligencia. Sus ojos eran agudos.
Si no hubiera conocido su reputación, lo habría captado de todos
modos.
—Tu padre dijo que eres uno de los tipos más inteligentes que conoce
—dijo Maxwell. Viniendo de él, eso es un gran elogio.
También me reí, haciendo una mueca de dolor.
—Suenas como si lo conocieras bien.
—Lo hago. Fue mi compañero de celda durante un año. Nunca pensé
que volvería a saber de tu padre, no a menos que me volvieran a meter.
Imagina mi sorpresa cuando me llamó esta mañana.
—Sí.
Odiaba hacerlo, pero contactar con Maxwell Raith no se podía hacer a
través de la puerta principal. No era ese tipo de hombre. Necesitaba una
entrada trasera.
—Para ser justos, creo que le di un ataque al corazón a mi padre cuando
lo llamé.
—Sí. Sí. Sí. —Asintió Maxwell—. Me habló de ti. Dijo que las cosas no
son muy buenas entre ustedes dos.
Di un tirón en el hombro.
—Sí, bueno. Tal vez mejoren después de esto
—¿También tienes una hermana? ¿Más joven que tú?
Entrecerré los ojos. ¿Qué sabía de Bren? 319
—Sí. —No necesitaba saber nada más.
Se rió.
—Relájate. Eso no fue una amenaza. Tu padre me salvó la vida en la
cárcel. Y para que quede claro, no considero que esa deuda esté pagada
aquí. —Señaló hacia donde se había ido la camioneta—. Connelly ya salió,
nos dijo lo que Traverse iba a hacer. No somos una carta que quiere de
enemigos en Roussou. Todo el club se ha mantenido alejado de tu ciudad
por una razón. Sabemos que el sistema que tienes en tu lugar, ha
funcionado durante años. Richter se movía solo. Era un pedazo de mierda
ambicioso. Traverse nos estaba haciendo un favor moviéndose hacia él. Pero
él no sabía que no habría obtenido permiso para moverse contigo.
—Entonces, si esto no es una deuda para mi padre, ¿por qué estás
haciendo esto?
—Bueno, eso es para que lo sepamos. Tú no. Es un asunto del club.
Al carajo con eso.
—¿Entonces cómo se supone que voy a saber que otro joven punk no
se meterá en su cabeza para ser ambicioso?
Me miró fijamente, sopesando mis palabras.
Aquí estábamos. Dos líderes. Dos ejércitos detrás de nosotros. En el
gran esquema de las cosas, sus hombres ganarían. Él lo sabía. Yo lo sabía.
Tenía otras cartas para pedir refuerzos. Tenía a mis hombres y quizá a
cincuenta tripulantes, la mitad de los cuales... Traverse tenía razón. Eran
jóvenes. Mi trabajo aquí era protegerlos. No había que derramar más sangre,
pero Roussou era un premio. Si Richter y Traverse querían controlarlo, ¿por
qué no alguien más? Y si esa fue una batalla en el camino, ¿qué medidas
deberíamos empezar a tomar ahora para protegernos?
Sus ojos se entrecerraron, estudiándome.
Agitó un poco la cabeza.
—De acuerdo. —Sacó su palillo de dientes y lo tiró al suelo. Un segundo
salió de su bolsillo, y lo metió en su lugar—. Tu ciudad está demasiado cerca
de Fallen Crest. Tienen demasiadas corporaciones, negocios, imperios. No
queremos que nos llamen la atención, y donde hay gente rica, hay policías.
Les gusta hacer cumplir a los de su propia clase, y no somos nosotros.
Roussou está demasiado cerca. Nos gusta mover nuestro producto a través
de Frisco, a través de Callyspo. Nos gusta quedarnos en las carreteras
secundarias, donde podríamos derribar un camión, pero no lo suficiente
como para que nos afecte demasiado. Por eso nos mantenemos alejados de
Roussou. Tu ciudad es el límite para nosotros. Los rodeamos, chicos. —
Tenía sentido, en cierto modo.
—Gracias por eso.
—Hay otra cosa. —Sacó ese segundo palillo de dientes, pero sólo lo 320
sostuvo—. Tu padre ofreció algo más. Lo aceptamos, que es otra razón por
la que no considero esta transacción como una deuda pagada. —Comenzó
a rascarse cerca de la boca, usando la parte posterior de la uña del pulgar—
. Tu padre no quería que dijera nada, pero pensé que quizá debías saberlo,
me gustaría que los míos lo supieran.
Lo sabía. Lo supe antes de que dijera las palabras. No había rima ni
razón.
No había nada en él, pero lo sabía porque sólo tenía sentido.
—Tu padre se enlistó. Es un miembro mayor. Normalmente no los
aceptamos a esa edad, pero es un buen luchador. Puede defenderse solo. Es
uno de los nuestros en la cárcel. —Inclinó la cabeza, midiéndome, esperando
ver mi respuesta—. ¿Cómo te sientes al respecto?
¿Qué se dice aquí?
Mi padre estaría protegido, pero saldría. Todavía le quedaban cuarenta
años de vida cuando salió, ¿y entonces qué? Bueno, ahora lo sabía. Se iría.
Estaría con los Red Demons.
Estaría fuera de la vida de Bren.
—Es un movimiento inteligente, para ustedes y para él. ¿Eso es todo?
Entrecerró los ojos.
—Sí. Eso es todo. ¿Estamos todos bien entonces?
Frunció los labios, aun midiéndome, y luego suspiró y extendió su
mano.
—Estamos bien.
—¿No más Red Demons en Roussou? ¿Traverse no será un problema?
Eso le provocó una risa superficial.
—No volverás a saber de Traverse. Connelly será mi portavoz de ahora
en adelante, y estará en San Francisco. Si tenemos que hacer negocios de
nuevo, puedes ir a través de él o de tu padre.
Yo no estaría con mi papá, y por la forma en que Maxwell me miraba,
capté la mirada de conocimiento en su rostro. También sabía que yo no iba
a hablar con mi padre.
—Trato hecho.
Nos dimos la mano.
Estaba a punto de volver con mis hombres cuando dijo:
—Tengo que preguntar...
Se dirigió a donde estaban mis hombres, todos parados en la parte
trasera de sus camionetas, mirando el intercambio.
—¿Cuál era la idea para eso? ¿Qué ibas a hacer si todo esto salía mal?
321
Negué con la cabeza.
—Nada. Iba a ofrecerte algo.
No habrían podido detenerme para entonces. No se habrían acercado
lo suficiente para pelear o tratar de protegerme. Habría hecho la oferta, y la
habría cumplido. Lo habría hecho todo por ellos.
—¿Qué ibas a ofrecerme? —preguntó Maxwell.
Me encontré con su mirada sin dudarlo.
—A mí.
Channing

enía que darle crédito a Moose, porque fue el que creía que estaría

T sobre mi culo en el segundo que el resto de la pandilla se fuera.


No fue él. Fue Lincoln.
—¿Qué demonios fue eso? —exigió Lincoln.
Todos habíamos regresado al almacén, y Congo acababa de cerrar la
puerta al último miembro que salía. Los que se quedaron eran mi núcleo.
Chad, Moose, Lincoln y Congo. Durante mucho tiempo habíamos sido los
cinco. Solo necesitaba a Bren, Scratch y Heather aquí, y esa sería mi familia. 322
Tuve suerte.
Me golpeó.
Tuve mucha suerte porque pude pasar la mayor parte de mi vida con
esas personas. No habían entrado ni salido de mi vida, con algunas
excepciones. Lincoln se había unido hacía un año. Bren… había estado
jodido ahí y no había estado en su vida tanto como debería haber estado.
Pero había tenido a Heather, Moose y Congo conmigo desde la escuela
primaria. Chad se había unido al final de sexto grado.
Estos eran mis chicos.
Los amaba, pero lo que le había dicho a Maxwell era la verdad.
Ya era hora de que se lo dijera a estos chicos.
—Si las cosas iban mal con los Red Demons, iba a ofrecerme.
—¿Ofrecerte para qué? —rugió Moose.
Hubo un gruñido amenazador que esperaba de mi mejor amigo. Moose
se adelantó un paso, con sus enormes brazos cruzados sobre su pecho,
literalmente, montañas de arena, ambos. Y cómo logró que se doblaran unos
sobre otros fue impresionante.
—¿Ofrecerte para qué? —preguntó otra vez.
Levanté la cabeza, encontrándome con cada una de sus miradas, una
por una. Luego miré de nuevo a Moose.
—Iba a ofrecerme a dejar la pandilla. —La nariz de Moose se ensanchó.
Chad maldijo, moviendo la cabeza de lado a lado.
Congo juró y pateó una lata cerca de sus pies. Se estrelló contra la
pared, rebotó hacia atrás, y la pateó nuevamente. Lo envió a través del
almacén la segunda vez.
A nadie le importaba. Nadie le prestó atención.
Esperé, estudiando a Lincoln.
No tuvo una reacción visible. Era estoico, esperando más.
Mierda. Lo sabía. Había más y, maldita sea, lo sabía de alguna manera.
Miré de nuevo a Moose y vi la misma mirada allí. Él también lo sabía.
—¿Y? —Moose fue quien cortó esa palabra—. ¿Y ahora qué? No vas a
ninguna parte, ¿verdad? Está todo bien. Estamos bien. Se acabó la mierda.
—Sabía que eso no era lo que iba a suceder.
Así que me preparé y los informé.

323
Heather
TERCER AÑO

e había ido unos minutos antes de que terminara el partido de

M
entraran.
baloncesto. Sam todavía estaba dentro, sentado con Logan y
algunos otros, pero quería llegar a Manny’s antes de que todos

Podría ser una estudiante de secundaria, pero tenía trabajo que hacer.
Estaba caminando a través de los vehículos en el estacionamiento
cuando lo escuché: 324
—¿Te estás convirtiendo en un Fallen Crustie en toda regla? ¿Ir a sus
partidos también? —Me detuve, mi interior tenso por su voz, y miré.
Channing estaba recostado contra su camioneta, un pie sobre el otro,
los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza hacia abajo.
Me preparé, preparada para todo lo que iba a tirar en mi camino, pero
no parecía enojado. Casi parecía… incliné la cabeza hacia un lado. Eso no
podría ser cierto.
Casi parecía resignado.
De ninguna manera. Channing Maldito Monroe no era un tipo que me
permitiera convertirme en un Fallen Crustie, su término despectivo para
ellos, no sin una pelea de todos modos.
—Tal vez. —Me detuve a unos pocos metros de él, deslizando mis
manos en mis bolsillos traseros. Incliné mi cabeza hacia un lado, sabiendo
que lo volvía loco. Él siempre quiso intervenir, deslizar su mano alrededor
de mi cuello y tirar de mí para besarme.
—Ya no voy a la escuela en Roussou. Supongo que eso me hace una
“Fallen Crustie” ahora.
Sus ojos se oscurecieron.
—Siempre serás de Roussou.
Somos de Roussou.
El pensamiento se encendió ante mí por sus palabras, y no pude negar
que también lo quería. El beso. Toqué la parte superior de mi boca con mi
lengua. La sed estaba allí. El hambre. Había pasado demasiado tiempo
desde la última vez que lo probé. El gimió.
—Joder, Heather. Estás jugando con fuego aquí.
—Tal vez. —Le sonreí. No pude detenerme.
Sus ojos se lanzaron detrás de mí.
—Estás haciendo nuevos amigos.
Oh. Por eso estaba aquí. Todo el coqueteo me dejó.
—Sí, pero tú lo sabías.
—Los amigos vienen y van. —Se apartó de su camioneta, caminó hacia
mí, un depredador acechando a su presa. Se detuvo justo delante de mí,
ahora a unos centímetros—. Estos amigos no parecen irse. —Suspiró.
Ya no quería mirar en sus ojos. Había demasiada historia allí.
Me concentré en su pecho, murmurando:
—Sí, lo hacen. —Su brazo se movió.
Lo sentí ahora, y aspiré un poco de aire con su toque. Su mano 325
descansó sobre mi pecho, luego se deslizó hacia arriba, curvándose
alrededor de mi cuello. Él inclinó mi cabeza para encontrar su mirada. Era
acalorado, pero no por ira, no por querer luchar. Sus ojos eran ardientes
por mi culpa, porque me estaba tocando.
—Si te lastimaron… Si ella te lastima… —Dejó que su amenaza quedara
en el aire.
Mi corazón se saltó un latido. La temperatura de mi cuerpo estaba
aumentando rápidamente, y apenas me estaba conteniendo para no
presionarme contra él.
Toqué su pecho, con la intención de empujarlo hacia atrás unos
centímetros. Pero no lo hice. Solo susurré en su lugar:
—Me gusta Samantha. Es una buena persona. —Era una nueva amiga.
Pensé que ella también podría ser buena, pero solo el tiempo lo diría.
Él gruñó, su pulgar frotándose contra la base de mi cuello.
—Ella está conectada, Heather.
—Lo sé. —Él ya lo sabía. No era por eso que Channing estaba aquí. Él
estaba aquí para recordarme que yo también estaba conectada, que tenía
otros que me protegerían. No estaba sola, lo que tenía que admitir a veces
era cómo me sentía al ir a la escuela en Fallen Crest. Tenía amigos, pero no
eran como él.
Nadie era como él.
Extendí mis dedos, moviendo mi mano para sentir los latidos de su
corazón.
No éramos una pareja, cuando en realidad éramos oficiales, quienes
hacían algo cursi. No teníamos palabras bonitas, ni promesas agradables.
Lo que teníamos era diferente. Teníamos historia. Nos sangraríamos el uno
al otro. Luchábamos el uno por el otro. Luchábamos unos contra otros. Pero
cuando puse mi mano sobre su corazón, cerré los ojos.
No. En lugar de las cosas románticas que otros podrían tener, teníamos
esto.
Sentí que mi corazón se acompasaba con el de él.
Teníamos el mismo latido del corazón.
Channing también se rindió, sus brazos se movieron para abrazarme.
Inclinó la cabeza.
Sentí sus labios rozar mi frente.
—Puede que no sea el hombre para ti ahora. —Tomó un lado de mi cara
y movió mi cabeza hacia atrás para que pudiera verlo. Sus ojos estaban
francamente ardiendo—. Nunca seré digno de ti, pero un día, espero ser
mejor. Un día, te daré todo. Lo prometo.

326
Heather

esucristo.

J Los Fallen Crusties estaban afuera y con toda su fuerza. Los


miré desde mi porche delantero otra vez. El cigarrillo en una
mano, el encendedor en la otra, y una botella de alcohol entre mis
piernas. Era lo más blanco posible.
Otra vez.
Gafas de sol sobre mis ojos.
Mi top era bajo, mis shorts ajustados y altos, y no lo tendría de ninguna 327
otra manera. Incluso tenía el cabello al viento, porque no me importaba una
mierda.
Ese idiota.
Como si no supiera lo que estaba haciendo.
Se fue diciendo que lo arreglaría todo y habían pasado tres días de
silencio.
Tres. Malditos. Días.
Ni una maldita palabra.
—Hola.
Y así, ¿ahora está aquí?
Levanté la vista, lo vi de pie en la acera, viéndose tan sexy y esa mierda.
Llevaba unos vaqueros deshilachados que se deslizaban por sus caderas y
una camiseta blanca. Esa camiseta, odiaba esas camisetas. Se suponía que
no debían verse bien. Son camisetas básicas. Básicas. Eso debería significar
que se verían básicos en todos, pero no. No en este idiota quien ha recibido
algunos de los mejores genes que he conocido.
Maldito.
Toda tranquila, encendí mi cigarrillo.
—Heather.
Mirándolo fijamente, lo lancé hacia él.
Lo golpeó lejos, silbando. Cuando cayó al suelo, lo enterró.
—¿En serio?
Gruñí, sin responder, y saqué el alcohol de entre mis piernas. Había
estado allí tanto tiempo que estaba caliente, pero no me importaba. Había
tenido otros dos antes de agarrar este. Tomé otro trago saludable.
Tres. Días.
Me limpié la boca con el dorso de la mano.
—Vete a la mierda.
Suspiró, subió los dos escalones hasta mi porche.
—Estás enojada.
—Y tú eres inteligente.
Mi garganta quemó. Necesitaba terminarme el alcohol.
—Son las seis de la tarde.
Lo que significaba que necesitaba ponerme al día. Yo estaba detrás,
terminé mi botella y la extendí.
Channing la tomó.
—Podemos hablar ahora…
328
Me agaché y agarré otra de debajo de mi silla.
—Oh Dios.
Abrí la lata, dándole una sonrisa amplia y brillante al escucharla sin
mirarlo. Para ser honesta, no estaba viendo nada de nada. Si me centraba
en una cosa, comenzaba a nadar y mi visión se ponía borrosa.
Channing se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas.
Atrapó la cabeza con las manos y se pasó los dedos por el cabello.
Ignoré cómo su camiseta se tensaba sobre su espalda.
Ignoré cómo su espalda estaba tensa y atada con músculos, y cómo me
hacía doler en algunos lugares, y necesitaba beber. Fuertemente.
—Todo ha funcionado con los Demons.
Yo gruñí.
—Bien por ti.
Necesitaba pizza. Moviendo mis piernas hacia abajo desde la
barandilla, casi corté a Channing la cabeza.
Casi.
Lástima.
—¿A dónde vas?
No tenía derecho a parecer cauteloso y derrotado. Ese imbécil me dejó
colgada durante tres días. Esperando. Preocupada. Había llamado, no
respondió. Había enviado mensajes de texto. No respondió.
Maldito.
¡MALDITO!
—Heather. —Agarró mi mano.
La mantuve en alto.
—No. —Un paso adelante. El porche se estaba inclinando. No. Lo atrapé
en la cabeza, enderezándome. Podía hacer esto. Podría entrar y hacer una
pizza. Mi estómago estaba gruñendo, y a la mierda, iba a comer la pizza más
grasienta de todas.
O lo que fuera que hubiera en el congelador.
Tambaleándome para entrar, me sentí como si estuviera caminando
por una pendiente, pero lo hice. La puerta mosquitera se cerró de golpe
detrás de mí. Necesitaba agarrarme del mostrador. Usándolo como base,
maniobré alrededor de él dentro de la cocina.
Tuve que usar el mostrador hasta el microondas, el fregadero, la
cafetera, la estufa y luego la nevera. Ajá. Al final. Anoté.
Abrí la puerta del congelador con un estallido de energía. 329
Rebuscando entre los cartones, saqué una de las pizzas. No me
importaba cuál. Acababa de agarrar la primera ronda y la dejé caer sobre la
estufa.
—¿Vas a hacer pizza? ¿En tu condición?
La… no podría… ¿por qué no debería abrirla? Me lo metí en la boca y
traté de morder el envoltorio. Ahí. Se abrió. Arrojé un brazo hacia atrás, mi
dedo medio en el aire.
—Tú —gruñí, dejando que la pizza cayera de nuevo sobre la estufa—.
No empieces. Todavía estoy decidiendo si quiero hablar contigo.
Dejó escapar un suspiro.
Busqué a tientas, agarrando una sartén y poniendo la pizza en ella. Lo
estaba poniendo en el horno, sintiéndome bastante orgullosa de mí misma,
cuando Channing caminó detrás de mí. Se acercó y sacó la pizza.
—Oye… —Mi voz se apagó cuando encendió el horno—. Oh.
Su mano fue a mi cadera. Me dio la vuelta suavemente.
—Ve y siéntate. Lo haré por ti.
—Me gusta más crujiente.
—Lo sé.
—Me gusta solo con queso.
—Lo sé. —Estaba haciendo algo al respecto. Me enfoqué y vi que había
agarrado la de salchicha. Él las estaba quitando.
—Yo…
—Ve y siéntate.
Abandonó la pizza, colocando ambas manos en mis caderas, y me hizo
retroceder hasta que sentí una de las sillas detrás de mí. Me senté, y él se
inclinó, su cara cerca de la mía.
Me miró fijamente, su frente casi tocando la mía.
—Sé qué pizza te gusta, cómo te gusta, cómo quieres que se corte. Sé
que te gusta comerla en una toalla de papel, cómo querrás una cerveza, pero
realmente solo te daré un refresco, y luego sé que comerás una pieza, pero
querrás una segunda, y colocaré una en tu plato y lo comerás, simulando
que ha estado allí todo el tiempo. —Me dio un beso en la frente—. Te conozco
como si fueras yo. ¿Está bien?
Me limpié algo de los ojos. No sabía qué era. Y mi garganta estaba
hinchada por un bulto.
Yo tampoco sabía por qué estaba allí.
—Bien. —Me limpié de nuevo—. Solo tengo hambre, eso es todo.
—Sé que la tienes. —Un segundo beso, este en mi mejilla, y un tercero 330
en la comisura de mi boca antes de volver al horno. Terminó de quitar toda
la salchicha, y después de unos minutos, comenzó a hablar—. En primer
grado, me diste mi primer Trapper Keeper.
Se dio la vuelta y apoyó las manos en la puerta del horno, detrás de él.
Yo fruncí el ceño. ¿De qué estaba hablando?
Miró hacia abajo.
—Nunca tuve uno. No tenía nada, excepto una carpeta que el consejero
de la escuela me dio. Eso fue todo. Luego en segundo grado, me diste un
balón de fútbol. No fue mucho para ti. Probablemente no recuerdes…
Lo hacía. Apenas.
—Fue uno de los de Brad. Estaba enojada con él, así que lo tomé para
molestarlo.
Channing todavía no me miraba. Apretó su agarre en la puerta del
horno, apretando los músculos de su brazo.
—Me vio con él. Estaba caminando a casa y se detuvo, me preguntó
dónde lo había conseguido. Sus iniciales estaban escritas en él con
marcador rojo. Lo vio desde la calle. Cuando le dije que mi amiga me lo dio,
no me lo quitó. Podría haberlo hecho. —Su voz era áspera—. Me regaló una
pelota de baloncesto esa Navidad. Nunca te lo dije.
Oh hombre. Mi garganta estaba realmente ardiendo ahora. Susurré:
—Él tampoco me dijo nada.
Channing finalmente levantó la vista. Sus ojos brillaban.
—Me dio una pelota de béisbol esa primavera y mi primer guante de
captura. Me dio tacos. Se aseguró de que tuviera todo lo que necesitaba para
el próximo año con los deportes.
Me quedé sin palabras.
—Tercer grado, me dijiste que te importaba. Era la primera vez que
escuchaba esa frase en mucho tiempo. A mi madre… le importaba, pero
estaba demasiado agotada de la vida. Los momentos en que una madre hace
que su hijo se sienta amado, no obtuve esos, no lo suficiente. Así que sí,
cuando lo dijiste, se me quedó pegado. Entonces me di cuenta de que eras
mi mejor amiga.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Me acordé de eso.
—Cuarto grado, te besé en la mejilla.
Jadeé.
—No lo hiciste.
—Lo intenté. Me diste un ojo morado. —Se rió entre dientes, pero su
voz aún era suave, todavía áspera—. Luego, en quinto grado, nos tomamos
de las manos. 331
—Tus amigos —dije acusadoramente—, trataron de robar mis dulces
de Halloween.
Sonrió.
—Tienes razón. Solo eran tus dulces.
Resoplé.
—En sexto grado, me di cuenta de que estabas celosa de otras chicas.
Otro resoplido, pero maldita sea, era cierto. Gruñí.
—Maldita Tate. Ella fue un problema desde el principio. Debería
haberlo sabido.
—Cuando estabas en séptimo grado, nos besamos.
Recordé. Recordé qué más había pasado ese año también.
—Nunca se lo dijiste a nadie. —Él sabía de lo que estaba hablando.
—Tu madre se fue, otra vez. Pero yo lo habría… —Sus ojos eran feroces,
firmes en mí—. Si hubieras continuado, lo habría hecho.
Y mi garganta se estaba hinchando una vez más.
Su cabeza cayó de nuevo.
—Mi madre murió ese año, y me tomaste la mano durante el funeral.
Mi rostro se estaba calentando. Hicimos más que agarrarnos de las
manos esa noche.
—Mi padre me maltrató, y ella se fue, y eso fue el principio del fin para
mí. Estaba fuera de control, pero tú eras leal. Todo lo demás en mi vida
estaba jodido, y la única vez que parte de la tormenta se fue, fue contigo. A
veces te necesitaba desesperadamente, y otras veces te odiaba por ello.
Odiaba necesitarte. Odiaba amarte. Odiaba depender de ti, y sabía todo eso
incluso en el puto octavo grado. Mierda. Lo sabía antes. Tú eras mía. Sea
como sea.
Más lágrimas.
Odiaba esas cosas.
—Había una oscuridad en mí. Me comía todos los días, más y más, y
te empujé lejos. —Una risa seca se deslizó de él—. No me di cuenta de que
te empujaría todo el camino hacia Fallen Crest. No me jodas. Eso es lo que
pensé cuando te fuiste, pero luego pensé que tal vez sería mejor para ti.
Mejor escuela. Mejor comunidad. No te arrastraría hacia abajo. —Mordió la
última frase, sacudiendo la cabeza—. No te dejé ir. Te empujé lejos. No tenía
a nadie excepto a mis muchachos, pero lo juro, Heather. Lo juro. No quise
apartarte. No quería hacerlo, simplemente no podía mantenerme alejado,
pero lo intenté. Lo intenté tanto. Estarías mejor sin mí. Lo sabía. Tu padre
lo sabía. Tú lo sabías. Todo el mundo lo sabía. 332
—Channing —dije, suavemente.
—No. —Negó con la cabeza—. Eso no es de lo que va esto. Estoy
preparando algo.
—Oh.
Cortó una carcajada.
—Te dije ese día que sería lo suficientemente bueno para ti algún día.
Un día. Me ha llevado casi diez años, pero aunque no hay forma de que sea
lo suficientemente bueno para ti, de ninguna manera soy digno de ti, pero
espero que me aceptes.
¿Quuééééééééé?
El horno sonó. En ese momento extraño, incómodo y confuso, puso la
pizza. Programó el temporizador y luego se giró dirigiéndose hacia mí.
Mi mente daba vueltas. Ahora no estaba segura si era por el alcohol o
algo más.
Vi a dos de él por un instante.
Se arrodilló frente a mí, tomando mis manos entre las suyas.
¿Qué diablos está pasando?
—No te he respondido ni te he llamado, no porque sea un imbécil
desconsiderado. Esta vez, es lo contrario. Porque he estado tratando de
hacer todo lo posible para prepararme para ti. Hice todo esto por ti.
—¿De qué estás hablando?
Sus manos apretaron las mías. Me miró.
—Tomó unos días, pero todo está ordenado con los Red Demons.
Me contó lo que pasó, junto con la parte sobre la unión de su padre.
—Oh, Channing.
Comencé a arrodillarme con él. Quería consolarlo, tocarlo.
Sacudió la cabeza.
—No, quédate ahí.
—Pero tu padre…
—Él ya no es parte de esta conversación, no después de esto. Está
hecho. Toda la batalla con los Red Demons, está hecho también. Ya no
presionarán a Roussou. Y creo que mi hermana está bien. Mi pandilla está
bien. Y… —Tomó aliento—. Estaba preparado para ofrecerme por los chicos.
Iba a ofrecerme a dejar la pandilla. Esperaba que eso fuera lo
suficientemente bueno para ellos, en caso de que algo pasara, pero no era
solo una oferta a los Red Demons. 333
Se detuvo, cerró los ojos, me besó la mano y comenzó de nuevo.
—Dejé la pandilla.
No podía…
No había palabras.
Sin pensamientos.
Solo lo miré fijamente.
—¿Ah?
—Dijiste que querías hacer las cosas de manera diferente. Querías que
esta fuera la última vez. Dijiste que teníamos que hacer esa mierda o salir
de la olla. Lo has dicho todo y estoy aquí. Estoy haciendo todo esto porque
te quiero. Quiero todo lo que dijiste también. He cambiado. Hice el sacrificio.
Sé que has estado intentándolo. Ibas a dejar Manny’s por mí, mi pandilla,
pero no es tu turno. Es el mío. Es mi hora, Heather.
Sonrió, y esa sonrisa fue tan tierna, tan amorosa, tan gentil que
comencé un nuevo estallido de lágrimas.
—La raíz de nuestros problemas soy yo. Nunca tú. Estaba jodido
mientras crecía, y luego se convirtió en la pandilla, en mantenerse alejado
de ti, y luego en Bren. Yo era la raíz de nuestros problemas. Sabía que
mientras estaba con la pandilla, no serías lo primero, pero eso se acabó.
Estoy fuera. Dejé la pandilla por nosotros, por ti. Es la hora —dijo de nuevo.
Yo parpadeé.
¿Qué demonios?
Mi garganta se estaba cerrando.
Una mirada maravillada se apoderó de él. Presionó una mano sobre mi
estómago.
—Hicimos una vida aquí. Ella venía, estuviéramos listos o no, y yo no.
No entonces, pero lo quería. Quería todo lo que ella significaba. Nuestro
pasado, presente y futuro. Ella trajo todo a la vanguardia. Necesitábamos
estar listos. No había otra opción. Fuiste tú y ella, y yo. Lo supe entonces, y
luego la perdimos, y lo odié.
Estuvimos juntos esa noche, pero como en otras ocasiones, nos
alejamos.
Lo había rechazado. Se fue. Ninguno de los dos luchó por el otro.
Yo estaba avergonzada.
—Channing.
—No.
Traté de sentarme con él otra vez, pero me mantuvo en mi lugar. Su
mano estaba caliente en mi estómago.
—Quiero otro, y si no puedo tener uno, no me importa. Te deseo. Quiero
334
un para siempre.
—¿Qué?
Estaba llorando.
El horno iba a sonar. Podía oler la pizza. Mi estómago gruñó bajo su
mano, pero luego su mano desapareció.
Él estaba agarrando algo, era un anillo lo que sostenía.
Oh… ¡OH!
—Iba a hacer esto frente a tu personal, tu hermano, mis muchachos.
Lo tenía todo configurado, pero no me sentía bien. Entonces vine aquí.
Estabas borracha. Estabas enojada conmigo y luchando. Querías tu pizza,
lo que normalmente haces si has estado bebiendo, y se sintió bien.
Entonces, decidí que estás de acuerdo con eso, porque con todo lo dicho…
—Respiró hondo, mordiéndose una vez antes de decir—: Es mi hora de darte
todo. Para que seas todo para mí. —Una leve pausa—. Heather Jax, ¿te
casarías conmigo?
No podía… lo juro, ahora había dos anillos.
—¡Estoy borracha! —espeté—. ¿Estás proponiendo esto ahora?
Se encogió de hombros.
—Parece apropiado de alguna manera.
—Oh Dios. —Gemí, pero santa mierda.
Se inclinó hacia adelante y presionó un beso amoroso en mi estómago.
Susurró contra mi piel:
—Lo haré todo de nuevo por la mañana.
¿Todo de nuevo? No sabía si podía manejar las emociones. ¡Estaban
chocando a través de mí, de buena manera y santa mierda!
Me caí, envolviendo mis brazos alrededor de él, y lo abracé tan fuerte.
Ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, ¡pero todo lo que podía pensar
era SÍ!
Lo empujé hacia atrás, enmarcando su rostro con mis manos. Sabía
que esas lágrimas aún estaban en mi cara, pero no me importaba.
—Sí. Me casaré contigo.
—¿Sí? ¿Estás segura? Puedo preguntar mañana otra vez. Puedes
decírmelo mañana.
No importaría. Le amaba. Era mío. Yo era suya, pero aun así asentí,
me atraganté y lloré, y no me importaba una mierda.
Me besó, cruzando sus brazos a mi alrededor, y se quedó conmigo en
sus brazos.
Apagó el horno.
335
Seguimos besándonos.
Nos llevó escaleras arriba.
Tantos besos.
Nos mostramos cuánto nos amábamos.
Y me preguntó por la mañana, y mi respuesta fue la misma.
Todo un maldito rotundo sí.

Channing
Heather arrastró su dedo por mi brazo. Manny’s había cerrado hace
mucho tiempo, y pasamos todo el rato en la cama. Habíamos estado en ello
toda la noche, solo haciendo una pausa para finalmente comer esa pizza.
Heather había insistido.
—Dímelo de nuevo.
Envolví mis brazos alrededor de ella, levantándola encima de mí, y se
inclinó hacia atrás contra su cabecero. Me arrastró las manos por el pecho.
Su cabello cayó sobre sus hombros, enmarcando su cara y escondiendo
solo la parte superior de sus pechos. Era tan feroz, tan cariñosa, tan mía.
Era una idiota.
La cogí por la cintura.
—¿Qué quieres que te diga otra vez?
—Todo.
Asentí, sabiendo lo que quería.
Le dije cómo Lincoln me había tumbado de un golpe cuando anuncié
que dejaba a la pandilla.
Le conté cómo Congo había comenzado a llorar.
Le conté cómo Chad había explotado, y una vez que empezó, no pudo
parar.
Le conté cómo Moose había limpiado una lágrima de sus ojos, pero fue
el primero en abrazarme. Él fue el primero en felicitarme también.
Y le dije cómo se habían alineado todos, diciendo felicitaciones, y todos 336
odiándolo al mismo tiempo.
Le dije cómo había hablado con Brandon y le dije lo que había hecho
para que supiera que no le compraría su parte de Manny’s, no importa lo
que dijera.
Le dije cómo había llamado a su padre y obtenido su aprobación,
aunque era una aprobación renuente.
Le dije cómo había llamado y dado las gracias a su hermano, Brad, y
también conseguí su aprobación.
Cogí su mano en la mía, entrelacé los dedos mientras compartía el
último trozo por primera vez.
—Pedí la aprobación de Bren también.
Callada, sus ojos sostuvieron los míos.
—¿Sí? —murmuró.
—Bren está feliz por nosotros. Ella gruñó, literalmente, y dijo: “Maldita
sea ya era hora”.
Heather empezó a reírse. Bien. Eso era bueno.
—Esto es todo por nosotros.
—¿Qué quieres decir?
—Vamos a envejecer juntos y aburrirnos. —Levanté una ceja.
—¿Estás lista para eso?
Ella dejó escapar otra bocanada de aire y se derritió contra mí. Rastrillé
mi mano a través de su pelo largo. Su aliento calentó mi hombro y extendió
la mano para abrazarme. Entonces sentí que sus labios se movían contra
mi piel.
—He estado lista durante una eternidad. —Sonreí abiertamente, besé
su cabello y apreté mis brazos a su alrededor.
Me pellizcó.
—Y no creo que nos aburramos alguna vez. No está en nuestro ADN.
Me retorcí lejos de sus dedos. Sonrió contra mí otra vez, y contesté:
—Sí. Tal vez no.
Entonces le dije sobre el siguiente negocio que quería tomar.

337
Channing
TRES MESES DESPUÉS

l timbre sonó.

E Estaba desembalando una caja en el cuarto de almacenaje


cuando lo escuché.
Caminando hacia la parte frontal de la vacía tienda —o lo
que era ahora mi nueva oficina— vi a Bren de pie allí. No fue el verla ahí lo
que me hizo parar. Era el hecho de que estaba sola.
338
Ni una mejor amiga con ella, ni un miembro de la pandilla.
Por un momento, no fue a ella a la que estaba viendo. Era Heather, un
recuerdo de otro tiempo, de cuando Heather entró en Manny’s. El lugar
había estado vacío. Estaba quedándose a cargo de manera oficial, y su mano
se había enganchado a la mía. Ella no sabía que había estado apretándola
hasta el punto de casi romperme un hueso, y yo nunca dije ni una palabra.
Por un segundo, Bren y mi Heather imaginaria estaban paradas en la
misma posición, enfrente de mí, justo entrando por la puerta. De lado, con
la cabeza baja y el cabello deslizándose sobre sus hombros.
Ambas estaban como si el peso del mundo estuviera sobre sus
hombros, pero entonces Bren levantó la mirada y toda semejanza
desapareció.
El recuerdo se disipó.
—Hola —murmuré.
—Hola —murmuró. Escaneó la oficina, contemplando la gran
habitación principal y las dos oficinas más pequeñas en la parte de atrás.
Había un pequeño pasillo que iba hasta el baño y la puerta de atrás. Justo
acabábamos de terminar de instalar otra puerta que conectaba Tuesday Tits
a este lugar.
—Pensé que conseguiste este lugar para que las bandas tuvieran un
sitio donde quedarse.
Le sonreí.
—Sí, claro. Como si ustedes se fueran a relajar en un sitio que poseo
yo con el resto de bandas.
Observé el tic de su labio. Tenía razón y ella lo sabía.
Su pandilla se juntaría con los suyos, solo mezclándose con otras
bandas en fiestas, fiestas a las que su hermano mayor no asistiese.
—Entonces, ¿este es el sitio donde vas a empezar tu nuevo negocio?
Este iba a ser mi segundo negocio. Tuesday Tits todavía estaba
funcionando a tope. La extensa clientela estaba trayendo nueva vida, pero
nos asegurábamos de mantener a los de siempre contentos también.
Asentí.
—Sí. Esto es. New Kings Bounties.
Ella resopló.
—¿Le pones el nombre de tu banda? ¿Estás bromeando sobre todo eso
de dejarlo?
Fruncí el ceño.
—No. Lo he dejado.
En ese momento, la puerta se abrió y entraron Moose, Congo, Lincoln 339
y Chad, cada uno llevando una caja. Saludaron a Bren con un asentimiento
y luego empezaron a desempaquetar.
No preguntaron dónde poner las cosas. No les di ninguna indicación.
Chad llevó su caja hasta la ventana frontal y empezó a desempaquetar
señales.
Congo y Moose se llevaron sus cajas a una de las oficinas de la parte
de atrás.
Lincoln dejó su caja en la habitación principal y empezó a descargar lo
que sería eventualmente su escritorio.
Bren observaba todo esto y meneó la cabeza.
—Dejar la banda, mis narices.
Ninguno de los chicos respondió, pero Lincoln estaba escondiendo una
sonrisa. Lo que decía un montón de él.
Hizo un gesto hacia el lugar.
—Así que, ¿esto es lo que estás haciendo? ¿Abrir una agencia de
cazadores de recompensas?
—Pues sí.
—Y déjame adivinar, ¿tus compañeros son los antiguos miembros de
tu banda? —Lincoln hizo una pausa, levantando la mirada.
Chad nos miró.
Congo y Moose volvieron de la oficina de atrás. Pararon en la puerta.
Asentí.
—Sí. Quiero decir, todos tenemos que tomar la prueba y estar
registrados, pero tengo la sensación de que vamos a pasar. Ya tenemos
nuestro primer cliente.
—¿Y Heather está bien con esto?
—Oh, sí. —Todos los chicos estaban sonriendo. Me estaba esforzando
mucho para no hacerlo—. Ella estaba emocionada.
Eso fue una exageración, pero estaba feliz.
Todavía estaba con mis muchachos, simplemente no estaba
involucrado con el negocio del equipo.
Bren puso los ojos en blanco y se metió las manos en los bolsillos de
los vaqueros.
—Y la mentira que estás perpetuando, por lo que dejaste. A tu banda,
¿todavía estás difundiendo eso?
Los chicos se echaron a reír.
Mi sonrisa se redujo un poco.
340
—Eso es cierto. Estoy fuera. Estos chicos lo saben. Lo aceptan, pero
eso no significa que no pueda salir con ellos. O trabajar con ellos en otro
proyecto.
Bren asintió. Despacio.
—Bien. —Ella se dirigió hacia la puerta. Antes de abrirla, miró hacia
atrás—. ¿Y si pasa algo y tienes que volver a la vida de tu banda?
Mi sonrisa se había ido.
Me enderecé a mi altura máxima.
—Si algo pasa donde tenga que intervenir y salvar a mis hermanos, lo
haré. Pero será un viaje rápido de ida, y un viaje más rápido de vuelta. Me
fui por Heather. Después de ti, ella es mi primera prioridad.
El pedregoso exterior de Bren se suavizó. Parpadeó unas cuantas veces.
Una pequeña sonrisa tiró de sus labios antes de que tosiera y pusiera su
vieja máscara de nuevo en su lugar.
—Bien —dijo—, porque la amo. No tanto como tú, pero sigo haciéndolo.
No lo arruines, hermano.
La inversión de roles no me pasó desapercibida. Me hizo sentir todo
cálido y tierno, no eran sentimientos a los que estuviera acostumbrado a
experimentar con mi hermana.
Puse dos dedos en mi frente, dándole un pequeño saludo.
—Lo haré, hermana.
Ella puso los ojos en blanco y se marchó, como mostrando
momentáneamente que la emoción era un mal recuerdo para ella. Que
posiblemente así era.
Así es como Bren era.

Más tarde esta noche, sentado en el porche de Heather, le hablé sobre


la visita de Bren.
—Espera. No me dijiste que ya tenías un cliente —dijo—. ¿Quién es?
Deslicé mi mano por su brazo, moviéndome hacia su cintura, y la
levanté. Manny’s estaba lleno, con una cola que se extendía hacia el
estacionamiento. Habían tenido que conseguir un sistema de
buscapersonas para alertar a los clientes cuando podían conseguir una
mesa dentro. La mitad del estacionamiento tenía personas sentadas en sus
vehículos esperando. La otra mitad tenía una bebida del bar. Todas las
mesas al fondo de la sección estaban llenas. 341
Pero como siempre, Heather disfrutaba del caos. Así que en lugar de
habernos quedado en mi casa, estábamos en la de ella, incluso con todas
las cajas de mudanza que abarrotaban la cocina y el salón. Ella se iba a
mudar a mi casa, después de venderle la mitad de la casa a Brandon.
Aunque eso fue lo único que se le permitió vender. Ni hablar de vender
Manny's. Estaba esperando mi tiempo, pero estaba en el fondo de mi mente
para esperar y ver cómo el negocio de cazarecompensas funcionaba, luego
hablaría con Heather sobre vender las franquicias de Manny’s y la creación
de otro en algún lugar más.
Aunque lo veríamos. Esas eran todas las aventuras para el futuro,
futuros proyectos. En este momento, estaba condenadamente contento con
donde estábamos.
—Oye
—¿Qué?
Heather me golpeó el hombro.
—¿Quién es tu cliente? Dime.
—Oh. ¿Recuerdas a ese Peter de hace un tiempo?
Hizo una pausa, frunciendo el ceño. Sus cejas se juntaron.
—¿Ese abogado del béisbol? El hijo de su empleador era ese estafador,
¿verdad? ¿Él se fugó de nuevo?
Sonreí ahora, porque no había nada por lo qué sonreír, al fin.
—No. El estafador está en prisión ahora, pero resulta que Peter tiene
algunos otros clientes que también tienen personas que quieren encontrar.
—Pensé que eras un negocio de cazarecompensas.
—Cazarecompensas. —Me encogí de hombros, tirando de ella para que
descansara contra mí. Mientras lo hacía, levanté la barbilla por encima de
su cabeza. Encajaba perfectamente—. O simplemente búsqueda de
personas. Me pagarán de cualquier manera. Mi único requisito es que la
persona que estamos buscando merece ser encontrada.
—¿Y si alguien trata de usarles de mala manera? —preguntó Heather—
. ¿Y si alguien necesita quedarse perdido por cualquier razón?
Alisé su cabello hacia atrás, besando su frente.
—Entonces damos la vuelta y los ayudamos. Nadie saldrá lastimado
estando bajo mi mando.
Eso significaba ella.
Eso significaba Bren.
Eso significaban mis chicos.
Mi mano se hundió en su estómago.
Eso significaba el pequeño dentro de ella. 342
Ginger Gypsy llamó a Chad y lo hizo compartir conmigo que ella había
tenido un sueño. Dijo que nuestra niña que había muerto estaba
cuidándonos, y ahora me di cuenta de lo que había querido decir.
Le dijo a Chad que había soñado con nosotros en nuestro porche. Todo
estaba en su lugar, y Heather estaba en mi regazo, mi mano apoyada en su
estómago. Había un caos que nos rodeaba, pero no donde nosotros
estábamos. Estábamos en paz.
Sentí la piel de gallina en mi brazo mientras Heather cumplía la última
parte del sueño de Ginger Gypsy:
Su mano cayó sobre la mía, justo como Ginger Gypsy había dicho que
haría.
Y Naly nos estaba cuidando.
Si no lo supe entonces, lo sabía ahora.
Heather, yo, nuestra familia, íbamos a estar bien.
Heather

—M
amááááááááá. —Una respiración—.
¡Mamááááááááá!
Salí de mi oficina al final del pasillo.
—¿Qué? Estoy aquí.
Podía oírlo justo dentro de la puerta.
—¡Mamáááááááááá!
—¡Max! —Alcancé mi paso. Este pasillo era demasiado largo—. ¿Qué
pasa?
Caminó dos pasos hacia adelante, hasta que pudo volverse para verme. 343
Me detuve. Mi mano se levantó a mi cara, ocultando mi sonrisa. Ya me
estaba mordiendo el labio.
Mi pequeño.
Parecía… bueno, parecía que estaba a punto de meterse en territorio
de zombis. Se había colocado almohadas en la parte superior e inferior de
sus brazos con cinta adhesiva, una almohada le cubría la muñeca hasta el
hombro. Tenía lo mismo en sus piernas, delante y detrás. Las almohadas
pasaban justo por delante de sus rodillas, así que usó algunas de las
almohadas decorativas del sofá para cubrir el resto. La mitad le cubría los
pies también. Dos almohadas decorativas más cubrían su pecho y espalda,
y una almohada redonda cubría su trasero.
También llevaba un casco de motocicleta de cara completa, con algunos
de sus rizos rubios sobresaliendo.
No pude.
Lo perdí.
—¿Qué estás haciendo? —Dejé de reírme lo suficiente para preguntar.
—¿HUH? —gritó.
—Max. Levanta el casco.
Lo intentó. Realmente lo hizo. Levantó la mano, pero las almohadas
estaban en el camino. Resoplando, crucé para ayudar.
—¡No, no! —Él agitó sus brazos alrededor, así que solo levanté el escudo
sobre sus ojos.
Allí, mirándome fijamente, estaba Max Monroe, de seis años. Los
mismos ojos oscuros que su padre, pero en lugar de la arrogancia de
Channing, los ojos de Max tenían una inocencia pura.
—Mamá, esto es muy importante.
Sus pequeñas manos descansaban en mis brazos, tanto como las
almohadas lo permitían. Ellas siguieron deslizándose.
—Sí. —Borré la sonrisa de la cara. Él estaba siendo serio. Yo también
tenía que ser seria. Él era sensible a veces.
Me arrodillé y apoyé mi frente en la suya. Susurré:
—¿Qué está pasando?
Él susurró de vuelta, inclinándose hacia mí:
—Necesito que revises mi área de los huevos. —Ni un poco de risa podía
deslizarse. Estaba muerto de seriedad.
—¿Por qué?
—Porque Maddy viene a lanzarme una pelota de béisbol y no puede
344
lastimarme ahí. El tío Logan siempre dice que los tiros a los huevos no son
geniales. No puedo dejar que ella me lastime ahí. Nunca podré tener hijos.
—Tenía seis años. Pasando a veinte.
Miré hacia abajo. No había almohada en esa área crucial, y él tenía
razón. Maddy Kade tiraría al único lugar no cubierto. Ella tenía un horrible
lanzamiento. Lo consiguió después de su tío Logan.
—¿Qué debemos hacer al respecto? —pregunté.
—Espera. —Me dio unas palmaditas en los brazos y entró en la sala de
estar, de lado a lado, como un adorable pingüino con casco. Se balanceó
hasta el sofá y recogió la última almohada redonda que teníamos, la que
tenía la lista de OVNIs en el frente.
Había sido un regalo de su tío Nate. Porque había más de un tipo de
ovnis por ahí. Max había visto a cuatro de ellos. Lo juraba.
La almohada era su preciada almohada, él solo la cogió prestada del
sofá.
La sostuvo ahora, tan bien como pudo. Se lo llevó hasta el pecho y gritó
a través del casco:
—¡ESTE, MAMÁ!
Una madre tiene que hacer lo que tiene que hacer una madre.
No se podía permitir que Maddy Kade, sin importar lo adorable que
fuera su cabello negro azabache, sus ojos verdes y rasgos faciales que
prometían ser tan llamativos como los de su madre, pudiera dañar a mi
pequeño hijo. Maddy era un año mayor, pero no importaba. Desde que
habían estado gateando y luego corriendo, los dos habían sido inseparables.
Había otros primos, pero esos dos tenían un vínculo especial.
La cinta adhesiva me llamó desde el estante en la entrada principal, y
suspiré, alcanzándola.
—Está bien, pequeño vaquero. —Lo sostuve en alto—. Estoy lista.
Hagámoslo.
Se volvió hacia mí, sonriendo ampliamente a través de su casco todo el
camino.

Los gritos y chillidos de los niños salieron del exterior, y Channing se


detuvo en la ventana que daba al patio lateral. Se había llevado una cerveza
a la boca, pero la mantuvo allí con el ceño fruncido. Giró rápidamente hacia 345
mí y entrecerró los ojos.
—¿Por qué Maddy Kade está lanzando una pelota de béisbol a mi hijo
como si quisiera matarlo?
—Porque aparentemente, Maddy Kade está demostrando que puede
lanzar tan bien como cualquier niño. Sus palabras, no las mías.
Los ojos de Channing se ensancharon, aún más alarmados.
—Ella tiene un brazo tan bueno como el de un niño, mejor que la
mayoría. ¿Por qué mi hijo se está convirtiendo en un blanco móvil? Y mejor
pregunta, ¿por qué dejas que eso suceda? —Casi la misma mirada que había
visto antes.
Era tan serio como su hijo, con los mismos ojos oscuros que me
miraban.
Tenía la sensación de que Max se iba a parecer a Channing, porque su
razón había sido la misma que Channing me dio cuando éramos niños.
—Cuando le pregunté, él hinchó su pecho y dijo: “Mamá, ella no es tan
dura como yo, pero tengo que dejar que piense que lo es”. Luego me guiñó
un ojo y me dijo: “Además, soy más rápido que ella. No sería justo si le
lanzara las bolas a ella, ¿verdad?”. Y luego salió a esperar a Maddy.
Channing bajó su cerveza ahora.
—¿Qué mierda?
—Relájate. —Me rendí, aliviando su preocupación—. Cambié todas las
bolas. Ella no le está lanzando una pelota de béisbol. Está lanzando una
pelota de Wiffle de espuma.
Sus ojos se agrandaron y se volvió hacia la ventana.
—Maldita sea. Ella puede lanzar, si eso es lo que son.
Siguió mirando, como lo había hecho al principio. Había esperado el
tiempo suficiente para ver cómo la primera bola de Wiffle golpeaba la
almohada de Max con apenas un golpe. Max ni siquiera estaba
desconcertado. Con su casco en su lugar y cada centímetro de él cubierto
de almohadas, estaría bien.
Y de todos modos, fue como él había dicho. Era lo suficientemente
rápido para ir y venir, esquivando la mayoría de sus lanzamientos.
—¿Han estado pegados al patio sur?
Me acerqué y él se movió, acomodándome en la ventana. Dejó a un lado
su cerveza y se amoldó a mi espalda. Sus manos fueron a mis caderas, su
barbilla a mi hombro, y justo a tiempo, lo sentí endurecerse cuando sus
pulgares se metieron debajo de mi camiseta.
Un agradable y cálido hormigueo se extendió a través de mí.
Mi sangre vibraba como si hubiera sido la que tuviera la cerveza.
346
—Sí —murmuré—. Les dije que tenían que quedarse detrás de la puerta
de juegos.
Tres perros corrían alrededor de ellos, junto con nuestra cabra pigmea,
con la que Max se había obsesionado hacía un rato. Era una cabra de color
leonado que parecía convencida de que era en parte pastor alemán y en
parte bulldog inglés, hasta que intentaba embestir a alguien. Era toda cabra
entonces.
Pero por ahora, Channing y yo teníamos la casa para nosotros solos.
Estaba benditamente silencioso.
Frotó debajo de mi barbilla y su mano se deslizó sobre mi estómago,
frotando allí.
—¿Le dijiste a Sam nuestras noticias?
Me apoyé más pesadamente contra él, un dolor comenzó a palpitar
entre mis piernas. Quería que su mano se moviera hacia el sur. Jadeé
ligeramente.
—No. Malinda dejó a Maddy hoy. Sam está en Baltimore con ese nuevo
entrenador.
Durante la temporada baja de Mason, él y Samantha tenían una
segunda casa en Fallen Crest, aunque Sam ya estaba entrenando duro para
sus próximos Juegos Olímpicos. No seguía su horario de entrenamiento,
pero todos ayudábamos a cuidar a los niños lo más posible. Si preguntaban,
nosotros ayudábamos. Era lo mismo por su parte también.
—¿Quién recogerá a Maddy?
—La tenemos por la noche —dije, luchando por mantener mi voz
tranquila.
Mierda. Esa llama estaba viva y encendida. Alcanzando el walkie en el
mostrador, lo encendí y me moví a los brazos de Channing. Los sonidos que
podíamos escuchar afuera se volvieron muy claros cuando esas voces ahora
sonaban como si estuvieran en la misma habitación. Podríamos observar
sin mirar, y me estiré para enroscar mis brazos alrededor de su cuello.
Channing gimió, recogiéndome.
Mis piernas rodearon su cintura mientras me sentaba en el mostrador,
sus manos fueron a mi trasero y me apretaron contra él.
—Dios, te amo —gimió, manteniéndose quieto. Sus labios se cernieron
sobre mi cuello.
Él deslizó su mano hacia arriba para cubrir mi pecho.
—Lo hicimos bien, ¿verdad? —Sabía lo que quería decir, y sí, lo
hicimos.
Manny’s había sido franquiciado a otros tres lugares. Tuesday Tits de 347
Channing tenía a su hermana Monday Mooners más cerca de la ciudad. No
estaba involucrado en el negocio de la banda, pero sus hermanos de pandilla
todavía estaban en nuestras vidas todos los días. Cenaban aquí tres o cuatro
veces por semana.
Pero esta noche era solo para nosotros ya que estábamos cuidando a
Maddy.
El almacén que Channing compró se había renovado recientemente
para nuestra nueva casa. Teníamos una piscina en el extremo sur y un
porche que cubría todos los lados de la casa, excepto el garaje.
Brad tuvo otro hijo. Brandon tenía dos propios, un par de gemelos que
habían salido de una de sus veladas nocturnas, pero resultó que él y la
madre se llevaban tan bien que se casaron el verano pasado.
Mi padre adoraba todo su estatus de abuelo. Incluso tomó otra
caravana de RV durante unos pocos meses del año.
Suki todavía estaba haciendo sus cenas gourmet, casi todas las noches
porque destripamos la antigua casa y la convertimos en la cocina de Suki.
No sabía lo último sobre Ava, pero sabía que ella y Roy habían salido
durante algunos años mientras iba a la universidad. Solía quedarse con
nosotros cuando estaba en la ciudad, pero lo último que supe fue que se
dirigía a la escuela de posgrado en algún lugar. Sus padres estaban más que
orgullosos de ella, y eso lo decía todo.
Congo se había casado con Becca.
Aguanté su presencia durante mucho tiempo. Pero la aceptación había
llegado a regañadientes y poco a poco hasta que ella fue una de mis amigas
más confiables.
Moose había terminado casándose con una enfermera de Fallen Crest.
Una vez pregunté cómo se conocieron, y Moose gruñó algo acerca de un
Peter. Dejé de preguntar después de eso.
Lincoln tenía un compañero de cama; eso es todo lo que sabíamos de
ella.
Chad se casó con alguien que venía del grupo de amigos de Ginger
Gypsy y, por lo tanto, Channing recibió informes de muchas más visiones
de las que quería, pero así era como funcionaban, o al menos así era como
trabajaba la esposa de Chad.
Pero en general, sí, lo habíamos hecho bastante bien.
Estaba jadeando veinte minutos después, tendida en el mostrador con
los pantalones desabrochados y tres dedos de Channing dentro de mí.
Estaba montando su mano cuando apenas recordaba la hora.
La puerta de un coche se cerró de golpe.
Una segunda.
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Me quedé helada.
—¡Oh, mierda!
Channing gruñó, sus ojos vidriosos con lujuria.
—¿Eh?
—¡OH, MIERDA!
Y luego escuchamos un grito desgarrador de mi pequeña:
—¡MAMÁÁ!
Esa sería nuestra pequeña de cuatro años. Natessia era mi réplica
exacta. Se abrió la puerta y escuchamos a Bren llamar:
—Quítale los dedos a tu esposa. Tienes tres perros corriendo y
rompiendo las almohadas. Tienes a otro niño cubierto con cinta adhesiva,
que Maddy está tratando de arrancar, y tu estúpida cabra me acaba de dar
un cabezazo.
Channing me miró con sus ojos tan cariñosos y nos llevó otro segundo,
solo un segundo. El mundo se despojó de nosotros, y él dijo: “Te amo”, antes
de mover sus dedos en un movimiento repentino, lo que me empujó al borde.
Todavía estaba temblando cuando se lavó las manos y fue a manejar
todo lo que estaba afuera.
Sí. Lo habíamos hecho bastante bien.
Y teníamos a un tercero en camino.

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TIJAN
No empecé a escribir hasta después de
la universidad. Ha habido historias y
personajes en mi cabeza toda mi vida, pero
llegó a un punto de ebullición un día y TUVE
que sacarlos de mí. Así que encendí el
ordenador y FINALMENTE sentí que
encajaba. Escribir era lo que necesitaba hacer.
Después de eso, tuve que aprender a
escribir. No puedo culpar a mis profesores
por no enseñarme en todos esos años de
escuela.
Fue culpa mía. ¡Era una de esas 350
estudiantes que estaba deseando estar en
cualquier parte menos en clase!
Así que después de aquel día, me hizo falta mucho trabajo hasta que fui capaz
de juntar algo que se pareciera a una novela. ¡Espero haberlo hecho bien ya que
alguien debe estar leyendo este perfil! Y espero que sigas disfrutando de mis futuras
historias.
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