Tijan - The Boy I Grew Up With
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1
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Acuarelas Literarias & Simply Books
MODERADORAS
TRADUCTORAS
CORRECCIÓN
REVISION FINAL
DISEÑO
Moreline
SINOPSIS 4 20 115 41 243
1 8 22 128 43 256
2 15 23 133 44 261
3 19 24 144 45 264
4 27 25 148 46 271
5 29 26 153 47 281
6 34 27 160 48 284
7 42 28 166 49 288
8 44 29 169 50 293 3
9 51 30 174 51 298
10 58 31 179 52 300
11 61 32 184 53 304
12 63 33 193 54 309
13 66 34 198 55 315
14 74 35 206 56 322
15 81 36 209 57 324
16 90 37 217 58 327
17 94 38 221 59 338
1 Trapper Keeper: Archivador escolar popular en los estados unidos entre los 70 y los 90.
Tiene forma de sobre con cierres de velcro, argollas deslizantes de plástico (en vez de metal)
y sobres para mantener seguras y separadas las hojas y otros suplementos escolares
siempre era la respuesta. Me lo susurró en el recreo y luego me lanzó una
mirada extraña.
Dio un paso atrás, mirándome, y antes de que pudiera preguntar qué
estaba mal con él, me golpeó en el pecho.
—¡Tú la traes!
Se fue corriendo.
Yo también.
Qué comience el juego, idiota.
Lo perseguí, lo derribé y me metí en problemas otra vez.
¡La señora Buxton estaba en todas partes! O el chaperón de recreo,
pero, aun así. En-to-das-par-tessssss.
Después de eso, tuve que prometer algo para salirme del problema. En
ese momento, estaba dispuesta a prometer cualquier cosa, pero cuando dije
que le daría a Channing uno de los viejos Trapper Keepers de mi hermano
Brandon, ella también me dirigió una mirada rara.
Luego se arrodilló y me susurró al oído:
—Eso es muy amable de tu parte, Heather. No todos tienen lo necesario
en casa.
Neces… ¿diario?
6
No sabía qué tenía que ver la necesidad con los diarios, pero diría
cualquier cosa con tal de que no llamaran a mis padres.
Estaba pensando en esa promesa cuando salí de la cama esa noche
para ir al baño. Necesitaba preguntarle a mamá dónde estaban las cosas
viejas de Brandon. No había estado en todo el día, ni siquiera después de la
cena o cuando nos fuimos a la cama.
No sabía a dónde se había ido. Sus bolsos y ropa también se habían
ido, pero escuché voces cuando me deslicé por el pasillo. Eso significaba que
mamá estaba en casa.
Estaba hablando con papá.
Necesitaba hacer pipí, y luego ir a contarle lo del Trapper Keeper. Si no
lo hiciera ahora, probablemente lo olvidaría, y ella nunca se levantaba de la
cama antes de que me fuera a la escuela. La señora Buxton continuaría con
su amenaza y llamaría a casa. De ninguna manera, ¡no señor!
Estaba a medio camino del baño cuando escuché a mi papá.
—No voy a afectar sus vidas más de lo que ya están.
—Vamos. —Una voz femenina.
Me detuve. Esa no era mamá.
No sabía quién era.
—No estás pensando con claridad —continuó—. Heather…
—Si vas a decirme que Heather es joven, que se recuperará, puedes irte
de esta casa ahora mismo. Sus vidas serán suficientemente volcadas al
revés. No los sacaré de una escuela y los pondré en una diferente.
—No tienes opción. La línea del distrito...
Mi papá la anuló, otra vez. Hablaba con tanta dureza.
—Manny´s está en la frontera. Nos mudamos aquí por su madre. No
volveré a interrumpir su vida por culpa de su madre. Tengo amigos en la
oficina del condado. Obtendré favores si es necesario, pero no mudaré a mis
hijos, a menos que decidan que quieren mudarse.
Espera.
¿Qué…?
7
Heather
PRESENTE
—¡Q
UÍTATE DE SU POLLA!
Esas palabras, gritadas —espera, tengo
que voltearme—, a las seis de la mañana fue lo
que me despertó. Había dormido tres horas
completas, tres horas después de haber enviado a mi gerente nocturno a
casa y haber dicho que yo cerraría Manny’s, y tres horas después de haber
tenido lástima de todo el personal nocturno y haberlos enviado a casa
también. Decidí que beber una botella de bourbon y limpiar era el mejor
trabajo para adultos.
Adulta. Más estúpida. En la vida.
—Ugh —gemí mientras me arrastraba a una posición algo erguida. No
podía sentarme completamente porque mi estómago amenazaba con salir
por mi boca. Dejar que mi cabeza cayera con la gravedad era la mejor opción
para no botar las dos tostadas que había comido antes de caer en la cama
hace tres horas.
Soy una idiota.
—¡Lo digo en serio!
Un segundo grito, seguido de un golpe por debajo de mí.
—¡Quítate de su polla! ¡Sácale la polla, tú, tú, arpía sin clase!
—Mierda, Brianna...
—¡Es Rebecca! Los nombres propios son simplemente respetuosos.
—¡Rebecca, santa mierda! —rugió mi hermano.
Luego vino un choque, un segundo golpe, y:
—¡ALTO!
—¡Sácala de aquí! —dijo una nueva voz, más aguda.
Incluso arriba, me di cuenta de que la chica nueva no tenía la punzada
de histeria que tenía la primera chica. Ella no lo cortaría, no a largo plazo,
no con mi hermano. Brandon gemía constantemente por no encontrar a su
"chica", pero la verdad era que la encontraba en una nueva mujer unas tres
veces por semana. Y lo sabía porque las llevaba a la casa que compartía con
él, la casa en la que él y yo habíamos vivido toda nuestra vida.
Los dos éramos adultos ahora. Deberíamos habernos mudado a
nuestros propios lugares, pero ninguno de los dos abordó el tema. Aunque,
en mañanas como esta, tenía la tentación de hacerlo.
9
—¡HEATHER! ¡AYUDAME!
El T-rex rugió. Casi sentí que las tablas del suelo se movían. No. Miré
más de cerca. Eso solo era polvo. Mi aliento hizo que se moviera.
Traté de gritar en respuesta, pero en su lugar salió de mí un eructo
confuso, y asentí.
Totalmente puedo hacer esto.
Oh sí.
Mi hermano mayor necesitaba mi ayuda para luchar contra sus dos
aventuras de una noche.
—¡HEATHER!
—Cállate —grité de vuelta, finalmente levantándome y dirigiéndome
hacia la puerta.
Espera. Retrocede. Agarra la bata.
Dormí desnuda. No necesitábamos esa escena tan incómoda,
claramente ya era todo eso.
Estaba arriba y bajando las escaleras, tratando de no darme la vuelta,
pero no estaba del todo preparada para lo que me encontré.
Podía ver el culo desnudo de Brandon en su puerta mientras sostenía
una toalla frente a su polla. Gracias a Dios.
Debí haber gruñido o haber hecho algún ruido porque él miró, y el alivio
fue evidente. Su rostro entero se relajó, y sus hombros parecieron bajar.
—¿Puedes ayudarme? —Señaló con la cabeza hacia su habitación,
moviéndose para que pudiera ver.
La puerta de su baño estaba cerrada, la luz se mostraba debajo.
Solo había una chica en la habitación, así que asumí que la otra se
había ido. Había mostrado algo de inteligencia. Tal vez él podría mantenerla
cerca para una segunda noche.
Pero la chica de Quítate-de-su-polla era un problema.
Con las manos en las caderas, estaba de pie con el cabello rubio rizado
en un mal intento de un peinado de los ochenta o estaba abrazando la parte
de león de "Soy mujer, escúchame rugir". De cualquier manera, esta chica
no era de esas a las que puedes joder: Ojos dilatados, cara rojo remolacha y
lápiz labial rojo muy brillante y ligeramente manchado.
No siento odio contra el labial rojo. También soy fan de eso, pero es un
arma. Y esta chica estaba tan concentrada que emanaba una vibra
desesperada/acosadora/mejor-tenme-miedo-porque-tengo-un-cuchillo-en-
mi-mochila-y-puse-tres-dispositivos-de-seguimiento-en-ti-antes-de-que-
siquiera-me-hablaras.
Me moví hacia atrás y le di a Brandon una mirada de soslayo. 10
—¿De verdad?
Él puso los ojos en blanco y se encogió de hombros.
—¿Qué? Ella estaba sexy esa noche —murmuró en voz baja—, y yo
estaba destrozado.
—Heather. —La chica quitó un poco de su cabello de su hombro en un
gesto altivo—. Puedes entender mi frustración aquí, ¿no es así? Él me
cortejó. Me invitó a cenar, me ofreció vino, y ahora sigo encontrándomelo
con una chica nueva cada noche. —Sus labios se curvaron y lanzó una
mueca a la puerta del baño—. Podría hacerlo mejor. Soy al menos un ocho.
Ella es un seis.
—¡Escuché eso! —Algo golpeó contra el interior de la puerta del baño—
. ¡Eres una psicótica!
—No soy psicótica. Eso me ofende. Soy muy elegante.
—Estás delirante —resopló la chica del baño—. ¡Estoy llamando a la
policía!
Oh.
Vaya, vaya, vaya.
Eso me dio una sacudida. Algo de mi resaca se disipó.
—No nos apresuremos aquí. —Levanté la voz—. ¿De acuerdo? No hay
que llamar a la policía.
¿Quién quería llamar a la policía a su casa? Hola. Nadie. Ciertamente
no yo. Eso me lo había inculcado a temprana edad una mamá que fumaba
en cadena antes de que me abandonara, y reforzado un novio intermitente
que había tenido más de su buena parte con la policía. Sin mencionar, que
los policías eran policías.
Nadie necesitaba esa atención.
Me di vuelta y miré a Brandon.
—Este es tu problema. ¿Por qué tengo que arreglarlo?
Le hizo un gesto a la loca con un ademán enérgico.
—No puedo hacer nada con ella. No se irá. Si la toco…
Mierda. Mierda. Jodida mierda, mierda, mierda. Tenía un montón de
maldiciones en mi cabeza, pero él tenía razón. Un poco. Esta chica era del
tipo que lo denunciaría por asalto si él le tocaba el brazo. Hablaba como si
tuviera tanta clase, pero era mierda.
¿Y cómo había entrado aquí?
—Tú. —Señalé a la Chica Loca.
—¿Yo? —Adoptó un acento inocente, y así, la acosadora se desvaneció. 11
Incluso se pasó una mano por el cabello, intentando una mirada recatada—
. Debes ver mi lado de esto. Quiero decir, no es correcto cortejar a una mujer
y luego participar en una cita sexual con una puta a sus espaldas.
Mierda como esa ponía mis dientes en un molinillo.
Comencé por ella.
—Es hora de irte. Ahora.
—¡Estoy llamando a la policía! —gritó la chica dentro del baño de
nuevo—. Así que hazlo. Ahora mismo. Mi dedo está en el nueve mientras
estoy hablando.
—¡Y tú! —Fui a la puerta y soné un puño contra ella—. Llamas a la
policía y no volverás a pisar Manny´s.
Consideraba eso mi as bajo la manga.
Ella jadeó a través de la puerta.
—¿Qué?
Manny's es el bar y parrilla que Brandon y yo gerenciamos. Fue de
nuestro padre, por lo que lleva su nombre, pero cuando decidió que retirarse
y vivir en una caravana sería su próxima misión en la vida, lo asumimos.
Soy la propietaria oficial, pero Brandon dirige el bar. Es otra razón por la
que los dos estamos en esta casa. Está justo detrás del lugar que es nuestra
vida.
Bien…
La revelación completa aquí: Manny´s es más mi vida que la de
Brandon. Él va a los clubes. Tiene amigos. Tiene aventuras de una noche,
como es incómodamente obvio en este momento. Esto se debe a que está
más de acuerdo con dejar que el gerente nocturno cierre el bar por él,
mientras yo sigo luchando, de eso, hace tres horas.
Con todo eso que decir, no emito amenazas como esa a la ligera.
No importaba quién estuviera dentro del baño de Brandon, sería una
lástima que no se le permitiera entrar a Manny´s. No estoy siendo engreída;
estoy siendo objetiva. Nuestro lugar es popular en una ciudad que alberga
un montón de millonarios. La mayoría de los círculos sociales disfrutan
emborrachándose allí.
Ella sollozó, y un gruñido gutural y bajo le siguió.
—No lo harías.
Lo haría, y ella lo sabía. Lo mismo con Quítate-de-su-polla, y fijé los
ojos con ella. Un problema resuelto, el segundo lo estaría muy pronto.
—Tienes que irte —dije rotundamente, y luego esperé.
—Pero... —Comenzó a organizar una protesta, pero negué con la
cabeza.
12
—Lo digo en serio. —Señalé con mi pulgar hacia la puerta—. Tienes un
problema con Brandon, lo resuelves con él más tarde, cuando esté
completamente vestido. Puedes estar enojada con él. Me importa una
mierda, pero no aquí, no en mi tiempo, y no cuando sabes que su polla está
en otra chica.
—No lo sabía.
Levanté una ceja, y ella se detuvo.
Sus ojos bajaron.
—Pensé que le gustaba. —Sollozó, pero ningún gruñido gutural vino
después. Su tono cambió. No había tonterías, ni acto alguno. Estaba
realmente herida y miré a Brandon.
La chica en el baño tampoco era inmune. Murmuró un penoso:
—Oh.
Un destello de arrepentimiento brilló sobre el rostro de Brandon por un
momento. Bajó la cabeza y tosió, aclarándose la garganta.
—Sé que esto podría ser doloroso...
La chica triste desapareció, y su cabeza se levantó de golpe.
—¡No te importa!
No. Era una actuación. Todos éramos unos tontos.
Sus ojos se volvieron locos. Ella le apuntó con el dedo en el aire, y luego
se lanzó.
Lo vi venir en el instante en que abrió la boca, y estuve lista. Dando un
paso adelante, mi hombro golpeó el de ella, empujando su cuerpo contra las
puertas del armario.
—¡Muévete, Brandon! —grité.
Se abalanzó sobre mí, y seguí adelante con mi impulso.
Tomando su brazo, la guie hacia el pasillo y puse una mano en su
espalda, caminando hacia la puerta antes de que se diera cuenta de que
estaba siendo sacada a empujones de la casa.
—Pero, ¿qué?
—Es hora de que te vayas. —Mantuve una sonrisa en mi voz.
Acaríciale el cabello. Haz que se sienta bien. Sí, sí. Solo vamos a salir
de aquí por ahora. Eso es todo lo que estamos haciendo. Ese es el sentimiento
que le di hasta que tuve la puerta abierta y le di un fuerte golpe en la
espalda.
Casi se tropezó en el porche y me habría sentido mal al ver lo
desconcertada que estaba, pero la chica estaba loca. Cuando estuvo
completamente afuera, me paré en la puerta y crucé los brazos sobre mi
pecho. Era una dama de estatura media, con piernas bronceadas y 13
tonificadas y una bata tipo kimono que terminaba justo debajo de mi vagina.
Sabía cómo me veía.
También podría volverme loca. Demonios, algunas veces lo hacía. Ese
aspecto funciona, normalmente, pero no lo haría en este momento. En lugar
de eso, saqué mi mirada de perra ruda y levanté la cabeza, mirándola por
encima de mi nariz.
—Crees que asustas. No lo haces. —Asustaba pasar toda una vida sin
una madre. Eso fue duro—. Crees que eres dura. Puede que lo seas, pero no
en esta situación. No contra mí. —No estaba malgastando palabras—. Tiras
de esa mierda, y también serás vetada de Manny´s.
—Pero... —soltó.
—Conoces la reputación de mi hermano. Se acuesta con todas, y no me
digas que te hizo todas estas dulces promesas, porque lo único que no es,
es un mentiroso. Él no es un mentiroso. Podría ser un prostituto a veces,
pero no les dice palabras bonitas a chicas lindas si no quiere decirlas. No
está en su ADN.
Yo lo sabría. Lo comparto.
Le hice un gesto detrás de ella a la acera que conectaba nuestra casa
con la de Manny´s y el callejón vacío que pasaba por el estacionamiento.
—Sal de aquí, y no quiero verte cerca, al menos durante una semana.
—Heather.
Tiré la puerta, y para echarle más sal a la herida, la bloqueé.
—No me hagas enojar. Soy el Jax equivocado con el que lidiar.
Ella debe haber tenido algo de inteligencia porque la oí suspirar, y un
segundo después sus tacones chocaron contra el porche delantero mientras
se iba.
—Oye. Gracias. —Brandon estaba de vuelta en la puerta de su
habitación, con los bóxers puestos.
Oí que la puerta de su baño se abría detrás de él e hice un ademán con
la mano cansada.
—Sí, sí. —Mi resaca cayó de golpe en su lugar, diez veces más fuerte.
Me froté las sienes y eché a andar por las escaleras—. ¿Hazme un favor?
Deja de traer a tus chicas aquí.
Se rió entre dientes, mirándome subir las escaleras.
—Te debo una. Lo siento, Heather. Realmente lo hago.
Estaba demasiado cansada para reconocerlo, pero se me ocurrió una
idea diferente.
—Descarga un timbre que suene como sirenas de policía. ¿Tal vez
podamos usarlo más tarde para asustarla? 14
Él rió.
—Solo si tú también lo haces.
Sí. Sí, tal vez lo haría.
Un segundo después, su puerta se cerró, y lo oí cantarle a su chica
restante.
Golpeé el segundo piso, volviendo a mi habitación.
Dejando caer mi bata kimono, me metí debajo de mis mantas, mis
benditas y celestiales cobijas. Fue entonces cuando me di la vuelta para ver
un par de oscuros ojos masculinos mirándome fijamente. Se convirtieron en
ojos ardientes de dormitorio, y luego salió una sonrisa y un suave acento.
—¿Tienes ganas de follar?
Heather
—V
ETE.
Tenía tres reacciones diferentes a la vez.
Número uno: Mi cuerpo se convirtió
instantáneamente en un botón rojo cálido, tostado y palpitante, del tipo que
sale en las películas y que el presidente tiene que presionar para comenzar
una guerra mundial. Esa era yo, pero no para comenzar una guerra, sino
solo una explosión. Así es como siempre me sentía cada vez que aparecía mi
ex novio intermitente. Dos: Molestia. Acababa de deshacerme de una de las 15
compañeras de cama de Brandon. No necesitaba lidiar con el que había
tenido desde que éramos niños. Para cuando estábamos en quinto grado,
Channing se arrastraba hacia mi habitación y mi cama varias veces a la
semana. Besos, luego toqueteos, y relaciones sexuales que comenzaron
mucho más tarde, a una edad apropiada pero probablemente todavía muy
temprana.
Y la última reacción: Mi estómago tenía un cierto entusiasmo agitado.
Cerré la boca con fuerza cuando una oleada de vómitos comenzó a viajar
hacia arriba.
—¡Mmm! —murmuré en advertencia, empujando las sábanas hacia
atrás y corriendo hacia mi baño.
Llegué justo a tiempo, pero no vomité. Solo estaba arqueando, lo que
era casi peor porque mi estómago seguía intentando vaciarse, pero no podía.
Sentí pasos en las tablas del piso detrás de mí antes de que una mano
llegara a mi frente. Un suave toque retiró mi cabello de mi cara y lo sostuvo
en una coleta baja. Agarró una de mis bandas del gabinete y me ató el
cabello, asegurándolo sin apretarlo demasiado.
Lo había hecho una o dos veces. O veinte.
Se hundió a mi lado y me pasé el dorso de la mano por la boca.
—Eres un profesional en eso.
Su sonrisa estaba allí, pero más gentil.
—He estado haciendo eso por ti durante años. Debería serlo.
Channing Monroe.
Este suele ser el momento en que la chica se encoge de vergüenza
cuando el chico del que está enamorada la ve en su peor momento, enferma
abrazando un inodoro. No yo. Y no este chico.
Él había sido "mío" de una forma u otra casi toda mi vida. Decir que
nuestro viaje juntos había sido uno con trastornos, picos, clímax y caídas,
solo sería un eufemismo.
Pensaba que habíamos conseguido juntar nuestra mierda, y que
estábamos en camino a casarnos, pero luego rompimos de nuevo el año
pasado. Actualmente estábamos en la etapa en la que estábamos juntos en
la cama, pero no fuera de ella.
Para ser honesta, no sabía cómo me sentía al respecto.
Pero en este momento, él era la única persona que quería en ese baño
conmigo, y podía verlo en mi cara.
Una vez que me ablandé, apareció uno de sus hoyuelos dignos de
babear, y extendió su brazo hacia mí.
—Vamos. —Me levantó, con la misma suavidad que antes, y me puso
en su regazo, mi espalda contra su pecho. Sus brazos me rodearon, pero no
se cerraron frente a mí. Se giró para que nuestros pies estuvieran cerca del 16
inodoro, así que si necesitaba saltar hacia adelante... lo que hice ahora.
Me incliné sobre el inodoro y esperé a que mi estómago dejara de
batirse.
Me frotó la espalda todo el tiempo, y cuando terminé, me apoyé en él.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Sus brazos se apretaron un poco a mi alrededor, y su mano se frotó
sobre mi pierna. Estaba completamente desnuda en sus brazos. Debería
haberme vestido, pero no tenía la energía.
Su aliento se sintió bien en mi cuello mientras respondía.
—Estaba con los chicos. Te extrañé.
Lo que significa que, o bien había estado peleando o bebiendo con el
grupo de hombres a los que consideraba más familiares que sus familiares.
Levanté una de sus manos para inspeccionar los nudillos, frotando un
pulgar sobre ellos.
—No se ven magullados.
Su cuerpo se tensó, sus casi dos metros de puro músculo.
Channing tenía una cara para las pasarelas de moda, un cuerpo de
tatuajes que podían aparecer en cualquier revista y una actitud que lo
convertía en un líder entre los más alborotados y más delicados. Era un
látigo inteligente, despiadado, astuto, arrogante, y tenía un lado encantador
que había iniciado algunas de nuestras peleas. Podría ser demasiado
encantador a veces, poniendo su nombre en un montón de listas de
pendientes por parte de las chicas. Había sido un problema para nosotros
desde que éramos niños, y aunque había mejorado en los últimos años,
sabía que las mujeres lo atacaban con regularidad.
Pero siendo transparentes, esa no era la causa de nuestros problemas
últimamente.
Su voz fue tranquila.
—No estaba peleando.
Me di la vuelta y traté de oler su aliento. Había un ligero rastro de
bourbon, pero podría haber sido mío.
—Tampoco pareces borracho.
Se rió, sus ojos estudiando cada centímetro de mi cara. Lo hacía
cuando estaba tratando de averiguar a dónde iba con mis declaraciones y si
eso nos llevaría a una pelea. Actuábamos como si estuviéramos casados y
tuviésemos sesenta años.
Su pulgar fue a mi boca y presionó allí, suavemente.
—Realmente estaba pasando el rato con los chicos. Cruz se acercó, dijo
que tú cerraste por él. Aposté, pensé que tal vez estarías despierta, o no. — 17
Ese hoyuelo otra vez—. Estaba esperando solo poder deslizarme a tu lado.
Suspiré, y su pulgar acarició mi mejilla antes de que su mano regresara
a mi pierna. Retrocedí, descansando en sus brazos de nuevo.
—Estaba durmiendo, pero Brandon tuvo un problema de chicas.
Su risa me tranquilizó.
—Eso escuché. Me deslicé, pero no antes de ver su trasero. Tu hermano
necesita entrenar más.
—Él se ofendería por eso.
—No, no lo haría.
Tenía razón.
—Estuvo de acuerdo conmigo.
Yo también estoy de acuerdo con eso.
Brandon era mayor, pero respetaba a Channing. Mucha gente lo hacía.
—¿Te sientes mejor? —Su mano se movió hacia mi estómago, y cerré
los ojos, disfrutando del calor allí.
Sentí que mi estómago se asentaba.
—Creo que sí.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y se puso de pie,
levantándome con él.
Channing creció peleando. Lo había estado haciendo desde la escuela
primaria cuando sus dos amigos intentaron robarme mis dulces de
Halloween. Él robó los suyos en su lugar, y todo el estatus de amigos entre
esos tipos cambió a mejores amigos. Muchachos. No lo entendía. Lo habían
seguido desde ese día, y ahora él estaba considerando retirarse de una red
de combate clandestina que operaba en Roussou.
Debido a eso, él podía levantarme fácilmente, así que simplemente cerré
los ojos y disfruté la sensación mientras me llevaba a la cama.
Me puso entre las sábanas, poniéndolas sobre mí.
Desapareció en el pasillo. Le oí bajar las escaleras. La nevera se abrió,
y un momento después volvió con un vaso de agua. Lo puso en la mesita de
noche a mi lado.
—¿Quieres enjuague bucal?
Asentí, y él lo agarró, junto con una taza y un tazón pequeño que había
dejado en el mostrador. Me senté, me lavé la boca y bebí un sorbo de agua
mientras él llevaba todo al baño. Un segundo después, regresó. Ambas
puertas estaban cerradas, y cerró las cortinas sobre mi ventana para que la
luz del sol no pudiera pasar. Dejó la habitación en oscuridad, y escuché los 18
sonidos familiares de él quitándose la ropa.
La sábana se levantó detrás de mí, y se acurrucó a mi alrededor.
Dios.
En momentos como este, mi corazón estallaba de amor por él.
Me encantó cómo me abrazó, me llevó, me cuidó. Me encantó cómo su
mano se curvó sobre mi muslo y luego cayó a mi estómago, y cómo una
parte de mí quiso que la deslizara entre mis piernas, pero sabía que no lo
haría. Sabía que no me sentía bien, por lo que esta mañana no se trataba
del sexo por el que sabía que había venido. Se trataba de consuelo, y cuando
lo sentí deslizar su pierna entre las mías y enredar nuestras manos, supe
que estaba a punto de quedarse dormido.
—Me alegro de que vinieras. —Las palabras se escaparon antes de
saber que iba a decirlas.
Sus brazos se apretaron, sólo una fracción.
—Yo también.
Lo sentí sonreír contra mi hombro, y su pulgar se levantó para tocar
mi pezón antes de caer de nuevo a mi estómago.
—Descansa, Heather. Podemos hablar más tarde.
Channing
RISTO.
C
despertar.
¿Qué estaba haciendo aquí?
Un huracán arremetió contra mí. Así fue como me sentí al
26
Heather
PRIMER GRADO
—¿Q
ué está mal? —me preguntó Channing.
Uno de los viejos Trapper Keepers de Brandon
cayó al suelo con un sonoro golpe. Lo había empujado
hacia él en el pasillo antes. Luego cayó un bolso. Una
chaqueta. Luego el mismo Channing. Se deslizó a mi lado, de espaldas a los
casilleros que nos dieron.
Estaba sentada contra el mío, lo suficientemente lejos del pasillo como 27
para poder ver la oficina del director.
Señalé a la oficina.
—Mi papá está allí. Está peleando.
—¿Por qué? —Channing pateó al Trapper Keeper fuera del camino,
levantando las rodillas. Se inclinó hacia delante y cerró sus manos alrededor
de ellas, mirándome.
A todas las chicas del colegio les gustaba.
Quiero decir, supongo que podría entender por qué.
Él era lindo. Cabello rubio oscuro. No sé, ¿cómo se describe cuando se
sabe que un chico es lindo? Él era simplemente lindo. Pero era un dolor en
mi culo. (Otra frase que a mi mamá le gustaba usar). No les tiraba cosas a
otras chicas, las molestaba, se reía de ellas, o ponía sus nombres en la
pizarra. Solo me hacía eso a mí.
Dolor. En. Mi. Culo.
Aunque tal vez debería dejar de pensar como mi mamá. Quiero decir…
Le fruncí el ceño.
—Quieren que vayamos a Fallen Crest.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Nos mudaremos allí. Mi mamá quiere abrir un restaurante.
¿Debería decirle? Éramos, como, enemigos mortales, como en las
Teenage Mutant Ninja Turtles. Yo era una ruda tortuga, y él era Shredder.
Dejé caer mi cabeza hacia mi regazo y susurré:
—Se fue anoche.
Me tensé, esperando... algo. No sabía qué. ¿Preguntas? ¿A que me
culpara, tal vez?
Hubo silencio en su lugar, y levanté la cabeza para mirarlo.
Me miró fijamente, su cara totalmente en blanco, y luego se encogió de
hombros.
—¿Está mal que me hubiera gustado que se hubiera llevado a mi papá
con ella?
Um... no lo sé.
Se encogió de hombros otra vez.
—No te preocupes por eso. Los padres no son tan estupendos, en mi
opinión.
—¿Qué quieres decir?
—Me gusta mi mamá, pero... —Él negó con la cabeza—. No te pongas 28
como otros niños empezando a pensar que el padre que se fue es Santa
Claus o algo así. Tu mamá se fue. Supéralo. Quédate con el que se quedó.
—Channing...
Se puso de pie, agarrando su bolsa, su Trapper Keeper. Bajó la mirada
hacia mí.
—Lo siento por tu madre, pero si ella se fue, es una perra. No vale la
pena recordarla. Si te lastiman, nunca lo valen.
Se dio la vuelta y se dirigió a su casillero, el Trapper Keeper de mi
hermano metido bajo su brazo.
Heather
PRESENTE
33
Channing
41
Heather
TERCER GRADO
—P
sst, Heather.
Channing se inclinó para tocar mi brazo durante
la clase.
Le fruncí el ceño, frotándome el brazo.
—Basta.
Estaba en verdad tan cansada de meterme en problemas. Cada vez. 42
Había sido la señora Buxton hacía dos años. Luego la señora Landish. Ahora
era el señor Graves. Tan pronto como comenzaba la escuela, Channing
comenzaba a hacer bromas sobre su nombre. Decía que uno de los amigos
de su padre había muerto y que él era un trabajador del metal. Le preguntó
a nuestro maestro si sabía lo que estaría en su lápida.
El señor Graves no respondió, así que Channing declaró:
—¡Rust en paz! —Luego se rió un poco más y me miró—. Y su nombre
también era Rusty.
Problema.
Eso era Channing.
No me metería en problemas otra vez. De ninguna manera.
Me empujó por segunda vez, agachó la cabeza y me dio esa sonrisa
tímida pero linda.
Intenté ignorar sus ojos brillantes y resplandecientes. Cada vez que
quería atacarme, sus ojos tenían esa mirada, como si la luz bailara en ellos.
Fijé una mueca en mi cara y toqué a Channing de regreso.
—¡Ay! ¡Deja de acosarme, mujer!
Podría haberlo golpeado. Tenía esa mirada maliciosa en su rostro, y
había alzado deliberadamente la voz.
Me incliné y siseé:
—Estás tan muerto, Channing Monroe.
—¿Muerto? —Su sonrisa subió un poco más—. ¿Muerto como que
necesito ir en una TUMBA?
—¡Channing! ¡Heather! —dijo bruscamente el maestro. Entonces él solo
suspiró. Estaba cansado—. No me hagan escribir sus nombres en la pizarra.
Me encogí en mi asiento y miré los dos nombres que ya estaban escritos
allí. Norm Mire y Matthew Shephardson. Ambos eran amigos de Channing,
y sabía que se habían metido en problemas por él.
Channing le disparó el brazo en el aire. No esperó a que lo llamaran.
—Si va a poner mi nombre en la pizarra, ¿puede hacerlo genial? ¿Algo
diferente como Ben?
Cerré mis ojos. Había más por venir. Siempre había.
El señor Graves no dijo nada por un momento, luego escuché el chirrido
del marcador en el tablero. En realidad estaba escribiendo BEN allí.
Channing esperó hasta que hubo terminado y añadió:
—Y mi apellido es Dover. Como una paloma. El pájaro.
El señor Graves terminó, añadiendo el apellido.
43
Por qué lo hizo, no tenía ni idea. El nombre de Channing siempre estuvo
ahí arriba. Nuestro profesor probablemente estaba aburrido ese día. Añadió
mi nombre y dio un paso atrás. Se quedó mirando los nombres.
Channing, Norm y Matthew eran los únicos que se reían.
No lo entendí
Pero el señor Graves expulsó una maldición, una de las malas, y borró
rápidamente el nombre inventado de Channing.
—Channing Monroe, llamaré a tus padres al final del día.
Channing se limitó a reírse, desplomándose en su silla. Me lanzó una
mirada y murmuró:
—Como si les importara.
Negué con la cabeza
—A mí me importaría —le dije.
Él me dio esa mirada rara de nuevo. Parpadeó un par de veces.
—Tú eres mi mejor amiga.
Y entonces sentí esa mirada extraña, en mi interior.
Era…
... diferente.
Heather
EN LA ACTUALIDAD
50
Channing
65
Heather
ran casi las tres de la mañana. Tenía una historia con esta hora
E de la mañana.
Cruz habría cerrado Manny’s, pero opté por quedarme.
Quería estar trabajando en lugar de juguetear con mis pulgares en casa.
Hasta que terminamos. Eso fue hace una hora.
Channing venía y la espera me estaba poniendo nerviosa. Oh, ¿a quién
estaba engañando? Desde nuestra conversación de esta tarde, no podía
sacarme de la cabeza el rostro de Sam. Mezcla eso con la llegada de 66
Channing, y había una capa extra de nervios que cubrían mis entrañas.
Pavor. Emoción. Envidia. Dolor.
Amor.
También estaba eso.
No quería lidiar con nada de eso.
Miré alrededor de mi habitación en casa. ¿Podría limpiar? Lo consideré,
pero no estaba segura si Brandon estaba abajo o si se había ido a algún otro
lugar por la noche. Estoy segura que dejó una nota si lo hizo, pero no quería
arriesgarme a una riña. Me había estado observando toda la noche con una
ceja levantada. Sabía que algo estaba pasando. Solo mantuvo su boca
cerrada.
Tenía un buen hermano
Pero todavía no quería hablar con él en este momento.
El aire acondicionado no estaba encendido, por lo que mi ventana
estaba abierta, aunque no entraba brisa. Miré hacia mi mesa de noche la
botella de Jack. Ya había tomado dos tragos y no quería más. Me iba a
dormir. Iba. Iba. Iba.
Mi mente iba a hacer lo que quisiera.
Dejé escapar un suspiro.
No importa cuánto intenté ignorar cómo me afectaba, era inútil. Se
había abierto camino debajo de mi piel en primer grado. Nos había declarado
mejores amigos en tercero. Nos tomamos de las manos en quinto.
Compartimos nuestro primer beso en séptimo, y había sido un dolor de
cabeza desde entonces.
Luego escuché un solo crujido fuera de mi ventana, y aunque mi
habitación estaba en el segundo piso, giré la cabeza. Sabía la cabeza de
quién iba a aparecer a través de mis cortinas, y ahí estaba él.
Un sentimiento de plenitud me llenó.
Channing se arrastró por la ventana, dio un paso en el suelo y estuvo
en mi cama en un instante. Había practicado ese movimiento innumerables
veces desde que éramos niños. Si estábamos peleando o no, nunca había
dejado de venir.
Y como tantas noches antes, me puse de lado y lo enfrenté.
—Hola.
Su perezosa sonrisa se apoderó de mí, haciendo juego con mis
entrañas, cuando comencé a relajarme en el momento en que escuché ese
pequeño crujido.
Sin embargo, sus ojos no estaban relajados. Estaban vivos y feroces.
Su hoyuelo se mostró cuando me enfrentó. 67
—Hola.
—Estás hiperactivo.
Sus ojos se estrecharon brevemente.
—Estoy cargado de adrenalina. —Se volvió de espaldas y levantó las
manos para inspeccionarlas. Se pasó el pulgar por los nudillos y no
necesitaba la luz de la luna para ver la sangre allí.
Me estremecí.
—¿Eso está seco?
—Sí.
No pedí detalles.
—¿Qué?
—¿Eh? —Lo miré.
—¿Qué está pasando? Estás suspirando más de lo normal. —Sus ojos
se oscurecieron—. ¿Estás enojada porque me escabullí la otra noche?
Levanté mis cejas. Sabía que lo estaba. Esa era una pregunta estúpida.
Sonrió.
—¿Puedo decirte de qué se trataba?
Negué contra la almohada.
—Por favor no. No quiero enojarme contigo otra vez.
Se rió suavemente.
—Está bien, pero creo que lo entenderías si te lo dijera.
Le di una mirada.
Se rió de nuevo, estirándose hacia mí, curvando su brazo alrededor de
mi cintura. Me jaló contra él.
—Esto es bonito. Te he extrañado. Mierda. Te he extrañado.
Abrí la puerta la última vez en su casa. La abrí, hablando de los
“problemas” y ahora él continuaba. No íbamos directamente al sexo.
Estábamos hablando, tocando, abrazando, los momentos que nos hacían
anhelar el uno al otro. Estábamos haciendo todo lo de “la buena amistad”.
Y por supuesto, justo cuando pensaba eso, su pie comenzó a moverse.
Ahogué una sonrisa.
O no. Tal vez estábamos yendo en otra dirección.
La tensión lo estaba dejando porque estaba conmigo, pero no se estaba
relajando. Una imagen de un tigre enjaulado e inquieto vino a la mente.
Hermoso a la vista, pero necesitaba correr, rugir o cazar.
Sus ojos adquirieron un brillo lujurioso. Su caza iba a ser yo.
Me preparé.
68
Deslizó su otra mano entre nosotros. Su pulgar trazó el interior de mi
palma, y mi cuerpo comenzó a calentarse.
—¿Qué estamos haciendo? —pregunté.
Algunas de mis propias inquietudes empujaron hacia adelante. Hablé
antes de darme cuenta que estaba diciendo.
Se rió.
—Estoy bastante seguro que lo sabes. —Se movió hacia su espalda, su
mano tirando de detrás de mí. Movió nuestras palmas hacia mi estómago y
soltó el borde debajo de mi pantalón corto. Sus dedos se abrieron, y esperó.
Maldita sea
Este tipo.
Lo miré, realmente lo miré.
Labios llenos. Una mandíbula fuerte. Pómulos altos y cincelados. Ojos
que prometían tantos placeres oscuros y lujuriosos.
Yo palpitaba entre mis piernas. Mi respiración se hizo más profunda.
Mi cuerpo se había calentado, lo necesitaba, pero algo debajo de eso no me
dejaba ignorarlo. Ya no. Estuvo conmigo toda la noche.
Ya no iba a ser pasado por alto.
Channing y yo siempre peleamos por su clan. Me alejé cuando su padre
fue a la cárcel, para que pudiera concentrarse en criar a Bren. Pero hubo
otra razón por la que rompimos el año pasado.
Era lo único que me puso celosa de Samantha.
Tal vez por eso le devolví el mensaje.
Tal vez solo quería…
No. No podría ir allí. Aún no.
Aun así, agarré su mano y la saqué de mis pantalones. Me puse de pie
en un solo movimiento, y mis manos encontraron mis caderas.
Jadeé ligeramente cuando me encontré con su mirada.
—¿Qué estás haciendo? —Se sentó, su camisa blanca se ajustaba tan
perfecta y deliciosamente. Alejé mi mirada.
—Yo… —No lo sabía.
Dios, me dolió. Todo mi pecho estaba tratando de explotar dentro de
mí.
—Heather.
Se movió hasta el borde de la cama. Frotándose el rostro con una mano,
se la pasó por el cabello.
69
—Hemos estado dentro y fuera de la cama del otro últimamente —dije
en voz baja.
¿Realmente iba a decirlo? ¿De verdad? ¿Yo, quien odiaba hablar de los
verdaderos problemas? ¿Yo, quien odiaba sentir?
Mierda. Lo haría.
Una pared golpeó sus ojos. Su rostro se enmascaró.
—Sí.
Sucedió muy rápido. Años de equipaje hicieron eso.
—¿Crees que deberíamos hablar sobre por qué terminamos esta última
vez?
Mi voz era un susurro. No podía evitarlo. Me estaba orinando en los
pantalones aquí.
Un destello de emoción explotó en su mirada, pero se dio la vuelta. Su
cabeza bajó. Sabía que lo había lastimado. Yo también estaba sufriendo.
Sentía un nudo en mi garganta, pensando en ello.
—Nos separamos por diferentes razones todo el tiempo —murmuró—.
Ambos sabemos por qué terminamos esta última vez.
Sí. Aquí estábamos.
El suelo se movía debajo de mí. Quería que se detuviera, y podía hacer
que se detuviera. Podría dejar la conversación, ir a él, tocarlo, besarlo,
tumbarlo sobre mí, y dejaría de moverse. Puede que no lo mencionemos por
días, semanas, incluso meses.
Podríamos ir por ese camino. Éramos expertos en evitar los problemas
reales.
Pero…
Eso.
Ella no era una cosa.
Estaba cansada. No sé por qué, pero estaba cansada de ignorarla.
Estaba cansada de ignorar cómo me habían desgarrado todas las
mañanas desde entonces.
—Yo también la perdí, ¿sabes?
Estaba cansada de ignorar que nunca sería la misma desde ella.
—Lo sé. —Miró hacia atrás, girándose solo a medias, su rostro aún sin
expresión.
Cerré mis ojos.
Me senté a su lado, un centímetro de espacio entre nosotros. En cierto
modo, esto significaba nuestra relación. Los dos estábamos allí, pero no
70
juntos. Estábamos por nuestra cuenta, no conectados y sin tocar.
Necesitaba dejar de pensar en esto.
Solo solía. Eso era todo.
—Ambos perdimos a nuestra hija —le dije, con la garganta en carne
viva.
Contuvo el aliento, enderezándose.
—Lo sé. —Tomó mi mano, su brazo pasó por debajo de mí mientras me
levantaba en su regazo. Su cabeza descansó contra mi hombro, y me besó.
Me abrazó fuerte, y todo su cuerpo soltó un profundo suspiro.
Lo sentí relajarse a mi alrededor.
Listo. Ella había sido mencionada. No era algo que estábamos
ignorando.
Dolía, pero se sentía… necesario.
Se sintió… mejor.
Pero mi garganta se estaba quemando, y aunque mi pecho se sentía
más ligero, no estaba lista para el siguiente paso: Hablar.
Tan solo me senté ahí. Él solo me abrazó. Y después de un rato, el aire
en la habitación pareció calmarse.
Sus brazos se aflojaron.
La tensión en mí se alivió ligeramente, y pude sentirlo debajo de mí.
Cada centímetro de él. Podía sentir su mirada en mí. Había venido aquí con
la necesidad de reclamarme, y eso todavía estaba allí, pero había cambiado.
Se había transformado en una necesidad diferente. Sabía esto, porque
también lo estaba sintiendo.
Incapaz de detenerme, me moví para poder pasar mis dedos por su
cabello.
Sus ojos se cerraron, saboreando mi toque hasta que giré mis piernas
a horcajadas sobre él. Me incliné hacia delante. Sus ojos se abrieron, y allí
había mucho amor nadando. Vio lo mucho que lo necesitaba. Dios me
ayude, lo necesitaba.
Sentí su mano deslizarse por la parte de atrás de mis piernas, y se
apretó contra mí. Mi pecho estaba en su cuello, sus manos estaban ahora
en mis caderas, abarcando mi cintura, y asintió.
Gemí cuando su mano subió por mi espalda, debajo de mi camiseta, y
la otra mano bajó mis pantalones cortos para dormir solo lo suficiente. Me
tocó, y mientras nuestras miradas se mantenían, un dedo se deslizó dentro.
Jadeé, fundiéndome más en él. Su brazo se apretó alrededor de mi
cintura. Me abrazó, mirando hacia arriba y manteniendo cautiva mi mirada 71
mientras su dedo me acariciaba. Un segundo se unió a él, y agarré sus
hombros.
Se sentía tan condenadamente bien, siempre muy bien, porque era en
lo que éramos buenos, y él seguía deslizándolos dentro y fuera, yendo más
y más adentro. Lo agarré ahora. Mis dedos se curvaron, mis uñas se
hundieron en su piel, y me mordí el labio.
Comencé a cerrar los ojos, deseando rendirme por completo a la
tormenta que podía dar a mi cuerpo, pero dijo:
—¡No!
Sus ojos ardían en mí, y asentí.
Quería verme venir. Quería ver a mis pupilas dilatarse, y odiaba y
amaba cuando hacía esto.
Me hacía vulnerable en un estado salvaje en el que podía estar
completamente expuesta mientras me observaba.
Un tercer dedo se movió, y me recosté contra él, todavía sentada.
Cara a cara. Nariz a nariz. Sus ojos seguían moviéndose hacia mis
labios, pero no me besaba. Si lo hiciera, mis ojos se cerrarían y no podría
verme. No podía ver el agarre que tenía sobre mi cuerpo, por dentro y por
fuera, y debido a eso, rocé mis labios sobre los suyos.
Gimió, pero se apartó.
—No es justo —masculló, levantando los dedos y deteniéndose.
Los sentí cerca de mi estómago, y jadeé, pero me quedé quieta.
Dios.
Por favor.
Estaban casi donde ella había estado.
Los movió alrededor, luego los sacó, solo para empujarlos de nuevo.
—Chan —gemí, mi cabeza cayó hacia atrás, mis ojos se cerraron de
nuevo.
—Heather —gruñó, agarrando la parte de atrás de mi cuello,
haciéndome verlo.
Oh, oh, oooh.
Sentí que el clímax subía, construyéndose lentamente. Channing
sonrió, disminuyendo la velocidad, y gemí.
Golpeé su hombro con un puño.
—Imbécil.
Estaba extendiendo esto.
Se rió entre dientes, pero se rindió, moviéndose para besar mi hombro.
Comencé a montar su mano. No pude contenerme más. Tenía que
72
venirme, y mis pechos comenzaron a rozarle el pecho. Con un gruñido,
Channing me arrancó la camiseta. La tiró a un lado y ahuecó uno de mis
pechos. Su pulgar pellizcó mi pezón, enviando sensaciones a través de mí.
Quería venirme. Lo quería tanto, y me agaché, sosteniendo su muñeca
en su lugar para poder montarlo como quería. Quería tener el control, pero
una risa suave me acarició mientras se movía hacia arriba, sus labios
encontraban los míos antes de decir:
—No, no.
—Eres un imbécil.
Soltando mi pecho, su otra mano fue a mi cintura, y me agarró con
fuerza, parado en el mismo movimiento.
Chillé, mis brazos rodearon su cuello, y mis piernas se envolvieron
alrededor de su cintura. Me acompañó, sosteniéndome contra la pared, y
luego su boca encontró la mía. Pero esta vez, no había nada suave al
respecto. Ningún roce provocador, ni un ligero pellizco. Esta vez, sus labios
se abrieron sobre los míos en un beso fuerte, un beso brutal, y uno al que
sucumbí alegremente.
Me moví más alto contra él, como si realmente estuviéramos teniendo
relaciones sexuales, y no fueran solo sus dedos en mí. Mierda, quería eso,
tanto.
—¡Channing!
Rió de nuevo, apartándose para poder mirarme. Tenía una mirada
oscura y primitiva en su rostro, una que sabía que siempre acechaba bajo
la superficie, y me acarició con más fuerza. Ya no se estaba conteniendo.
Mi liberación estaba llegando.
Mis piernas se apretaron alrededor de él, e incliné mi cabeza hacia
atrás, indefensa y solo deseando lo que venía, y luego exploté. Mi cuerpo se
estremeció en su agarre.
No me dio tiempo para aclimatarme a las sensaciones que me recorrían.
Empujando sus pantalones hacia abajo y los míos, se empujó dentro de mí,
y gemí.
Y dejé de pensar en ella.
73
Heather
QUINTO GRADO
—¿C
on quién irás a pedir dulces?
Nos estábamos preparando para salir de
casa cuando mi papá hizo esa pregunta. Tenía
puesta su túnica verde con una docena de
peluches pegados, con cinta adhesiva metidos en los bolsillos, y mi cabello
estaba en tres rodillos gigantes en la parte superior de mi cabeza. Le había
explicado a mi papá toda la premisa del disfraz tres veces, y cada vez 74
terminaba mirando su regazo con los hombros temblando.
Arrugué mi nariz.
—Ese estúpido Channing Monroe.
—Pensé que ustedes dos eran amigos. —Reprimió más risas, cerrando
la puerta detrás de nosotros.
Entiendo. Era hilarante.
Inserte unos ojos en blanco aquí, por favor.
Resoplé.
—Lo somos, pero… aun así.
Solo estaba herida. Tate había salido a pedir dulces con sus amigos en
Fallen Crest, porque ahí es donde vivía ahora. Me sentía como una
perdedora. Ni siquiera me había pedido que fuera con ellos.
—Dime otra vez sobre la idea de tu disfraz —dijo mientras cruzaba el
porche.
—Se suponía que íbamos a elegir trajes que nos mostraran lo que
vamos a ser cuando seamos viejos, como veinticinco.
—Viejos. —Nos separamos para ir a las puertas de nuestro carro. Tosió
mientras yo me subía—. Sí. Veinticinco es viejo.
—Es casi antiguo, papá.
—Por supuesto.
—De todos modos. —Me subí, reorganizando algunos de los gatos para
que mi cinturón de seguridad no los aplastara. Arrancó el auto y yo
continué—: Él escogió el mío. Piensa que voy a ser una anciana de los gatos.
—¿Y qué elegiste para Channing?
—Ese fue un poco difícil porque tenía tres opciones. O bien va a ser
una estrella de rock, un criminal o un asesino en serie. Se mete en tantos
problemas, tiene que ser uno de esos tres.
—Por supuesto. —Otra vez con el labio temblando. Sus manos se
apretaron alrededor del volante—. Entonces, ¿cuál escogiste?
—El más obvio.
—¿Cuál es?
—Asesino en serie. —Duh.
Cuando llegamos a la casa de Channing, lo vi y salí del auto en un
instante.
—¡Se supone que eres un tipo asesino!
Se puso de pie y sonrió. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y
mientras pasaba sus dedos a través de él, brazaletes de cadena se
deslizaban por su brazo. Llevaba una camisa sin mangas desgarrada con 75
un chaleco de cuero, y pantalones de cuero. Tres largos collares de cadena
colgaban de su pecho, uno con una cruz al final.
Echó la cabeza hacia atrás, con el pulgar enganchado en la cintura de
sus pantalones.
—Vamos. ¿De verdad crees que voy a ser un asesino en serie? —Hizo
un gesto con la mano sobre sí mismo—. Voy a ser una estrella de rock, con
seguridad.
—¡Hiciste trampa! —mascullé, alcanzando a uno de mis gatos.
Rompiéndolo de la cinta adhesiva, lo tiré hacia él—. No voy a pedir dulces
contigo ahora.
La ventana bajó en el auto de mi papá.
—¿Todo bien?
—¡Sí! —gritó Channing, moviéndose alrededor de mí, así que fue el
primero en llegar al auto. Su mano encontró la mía detrás de su espalda, y
la apretó—. Todavía estamos en negociaciones sobre mi disfraz, pero
estaremos bien, señor Jax. Mi mamá le llamará cuando hayamos terminado
esta noche.
Papá movió su cabeza hacia un lado, un mejor ángulo para verme.
—¿Heather?
—¿Sí, papá? —Channing casi estaba matando mi mano.
—¿Estás bien?
Apreté mis dientes y usé ambas manos para aplastar las suyas. Cuando
aulló en protesta, le sonreí dulcemente a mi papá.
—Estaré bien.
Channing era el demonio, debería haberlo vestido de esa manera, pero
no tenía ningún plan de respaldo. Estrella de rock tendría que ser.
Tan pronto como mi padre dejó el camino de entrada, empujé a
Channing.
—Eres un idiota.
—Vamos, Heather.
Me detuve con su tono. No era tan engreído como de costumbre. Parecía
avergonzado.
—No quiero vestirme como un criminal o un asesino. Una estrella de
rock es mucho más genial. —Apartó la mirada.
Tomé mi bata.
—¿Qué crees que es esto? ¿Crees que soy Alanis Morissette aquí? Estoy
en una maldita túnica con gatos pegados por todas partes. La anciana de
los gatos no es nada genial, pero seguí las reglas. No soy una tramposa.
Puso los ojos en blanco.
76
—Es gracioso. No vas a ser una anciana con gatos.
Eso me hizo sentir mejor, pero todavía estaba herida. Había sido su
idea elegir los disfraces del otro.
—Bueno. De acuerdo. —Levantó las manos, caminando hacia mí—.
¿Qué tal si vamos por dulces así, y te daré una parte de los míos?
Bueno… eso prometía.
—Dame un tercio de tus dulces, y es un trato.
—¿Qué? —Sus ojos se agrandaron—. De ninguna manera.
—La mitad de los tuyos.
Entrecerró los ojos, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Cuanto más esperes, más alto iré… —lo reprendí suavemente.
—Un tercio. —Le tendió la mano—. Trato final.
—La mitad o ningún trato.
—¡Heather! —gimió, luego gruñó cuando su cabeza cayó hacia atrás—
. Bien. Te daré la mitad.
Le estreché la mano.
—¿Tenemos un plan de acción para ir a estas casas?
—¿Eh?
—Quiero decir, vamos. —Puse mis manos en mis caderas, o en una de
las cabezas de gato—. Necesitamos disfraces de respaldo para poder ir dos
veces a las casas.
Reflexionó sobre eso un momento, sacando su labio inferior hasta que
de repente respondió.
—Espera.
Corrió dentro, la puerta de la pantalla se cerró de golpe detrás de él.
Un momento después, lo escuché corriendo de regreso.
Su madre gritó desde adentro:
—¿Qué estás haciendo con mis nuevas sábanas, Channing?
Corrió, abriendo la puerta de la pantalla como si estuviera hecha de
aire. Dejando caer las sábanas a mis pies, sacó un marcador negro y unas
tijeras y gritó:
—¡Nada, mamá! —Se volvió hacia mí—. ¡Corre!
Tres horas más tarde, habíamos tocado las puertas de todo Roussou
dos veces y estábamos caminando por los rieles de regreso a la casa de
Channing. Nuestras bolsas eran enormes. Los trajes dobles habían
funcionado. Además, nuestro segundo pase había llegado tarde a las casas, 77
y la mayoría de la gente quería deshacerse de sus dulces. Roussou no estaba
recibiendo a los clientes que solía tener, ¡fue increíble!
—Deténganse ahí, ustedes dos.
Un gruñido bajo vino de detrás de nosotros.
Nos volvimos para encontrar a dos tipos allí, uno con un disfraz de
segador y el otro con ropa de prisión. En cierto modo, eran el asesino en
serie y el criminal que había elegido para Channing. Hablando de
coincidencia cósmica.
Ambos llevaban máscaras y el más grande gruñó:
—Dennos los dulces, perdedores.
¿Perdedores?
Al di-a-blo con esta mier-da.
Sí. Al diablo con esta mierda.
Mi papá me tenía prohibido maldecir, pero en serio. Él no estaba aquí.
¡AL DIABLO CON ESTA MIERDA! También grité.
—¡Ahhhh!
Ambos chicos dieron un paso atrás.
Channing me estaba mirando, frunciendo el ceño.
—No te vuelvas loca.
Grité.
—He negociado duro por esos caramelos. No los están tomando.
El asesino en serie y el criminal compartieron una mirada, pero
ninguno dijo una palabra. Sus hombros rodaron hacia atrás y el más alto
levantó la cabeza. Tosió.
—Lo digo en serio. Dennos los dulces.
Muy bien. ¡Hagamos esto, IMBÉCIL!
Estaba soltando todas las palabrotas ahora. En mi cabeza.
Apoyé mis pies y dejé caer mi bolso. Estaba en la sábana de fantasma,
así que me agaché y saqué la bata.
—Qu… —El más bajo frunció el ceño—. ¿Qué estás haciendo?
Me arranqué dos de los gatos.
—¡Te voy a tirar con ellos, imbécil!
—¡No me llames imbécil!
—¡IMBÉCIL!
—Hombre —se quejó, mirando a su amigo—. Ni… —Se calló de repente,
apretando sus labios y lanzándonos una mirada.
¿Ni? ¿Ni qué? 78
Entonces oí a Channing reírse a mi lado.
—Ustedes, perdedores.
Todos lo miraron.
—¿Chan?
Me hizo un gesto.
—Pon los gatos lejos. No somos los perdedores. Ellos lo son.
Ambos chicos gimieron.
—Vamos, Channing.
Channing avanzó, sus manos formando puños a sus costados, y negó.
—Pueden intentar tomar nuestros dulces. —Esperó un momento—.
Pero voy a tomar los suyos en su lugar.
—Chan, solo estábamos jugando.
—¡Se acabó el tiempo!
—¿Qué? —El más grande comenzó a correr hacia atrás—. No nos dijiste
que teníamos un límite de tiempo.
Channing comenzó a seguirlos.
—¡No lo hice, porque no soy un PERDEDOR!
Toda pretensión se había ido. El asesino/segador en serie y el criminal
salieron corriendo. Channing fue justo detrás de ellos.
—¡Channing! —grité—. ¿Qué quieres que haga? —Teníamos dos bolsas
de basura de botín. No podía cargarlas y seguirlo a él también.
Gritó de nuevo.
—Solo espera. ¡Ya vuelvo!
Y diez minutos después, volvió. Con dos bolsas más.
Conseguimos el gran botín.
—¿Qué? —le pregunté mientras me tiraba una de las bolsas. La atrapé.
Era pesada.
Me dio una sonrisa torcida, usando la parte de atrás de su brazo para
limpiar su frente. Jadeó.
—Eran Norm y Matt. Los idiotas Pensaron que podían robarme.
—Ellos son tus amigos.
Se encogió de hombros, dejó caer su bolsa al suelo y revolvió a través
de ella.
—Son mis mejores amigos después de esta noche. —Siguió mirando a
través de su alijo, pero yo lo estaba observando.
79
Vi el oscurecimiento de su ojo y me acerqué a él.
—¿Vas a tener un ojo morado?
Hizo una pausa, mirando hacia arriba.
Hice una mueca, viendo su rostro ahora. La mitad iba a ser negro y
azul. Ya se estaba hinchando. Sabía de moretones y esas cosas. Mi hermano
mayor era un exaltado. O eso dijo mi papá.
—Estoy bien.
Toqué una de las magulladuras y siseé.
Por qué siseé, no tenía ni idea. Channing ni siquiera se movió.
Una mirada de piedra se apoderó de él.
—Estoy bien, Heather. —Tomó mi bata de nuevo—. ¿Todavía crees que
vas a ser una anciana con gatos?
Sonreí, negando.
—Creo que voy a ser un accesorio en su lugar.
—¿Una pulsera? ¿Lo dices en serio?
—No. —Asentí hacia él y las dos bolsas que había traído—. Un accesorio
para un criminal como tú.
Channing se rió. Me reí. Y mientras caminábamos por el resto del
camino a su casa, con los dulces en bolsas tirados sobre nuestros hombros,
Channing se acercó y tomó mi mano.
Nos tomamos de las manos el resto del camino.
No se lo digan a nadie.
80
Channing
EN LA ACTUALIDAD
R Hablé de ella.
Hubo una tregua incómoda en los dos días desde entonces
entre Channing y yo. Ya no habíamos hablado de ella, pero los dos la
sentíamos. Sabía que lo habíamos hecho. Channing estaba más nervioso de
lo normal, pero yo también. Probablemente fue la razón por la que lo hicimos
como animales anoche.
El sexo era más fácil que los sentimientos. Siempre. Por siempre. 90
Yo estaba saliendo de su casa cuando Bren entró, ya saltando en su
primer día de escuela. Tenía una bolsa de comida en la mano.
Perdí el equilibrio, como lo hice casi cada vez que ella estaba cerca.
No fue su culpa.
No había pedido que su padre fuera a la cárcel y que Channing fuera
su tutor. A pesar de la indiferencia y el frío exterior, tuve la sensación de
que ella amaba a su hermano. Pero recordé que estaba en el instituto.
Recordé que perdí a mi propia madre, y recordé que no quería acercarme a
nadie. Apenas dejé entrar a Sam, aunque ella nunca lo supo.
Bren y yo hablamos un poco, y fue incomodo, como siempre.
Era una loba enjaulada que creció siendo abusada. Había tanta belleza
allí, pero era salvaje y peligrosa. Necesitaba amor, tanto amor, y yo era la
estúpida, quitándole algo de ese amor porque Channing no había
descubierto cómo lidiar con todo.
Me dolía por Bren. De verdad que sí. Quería tomarla en mis brazos,
abrazarla y sostenerla, aunque sabía que lucharía por escapar. Necesitaba
el amor, pero ella no quería necesitarlo.
No tenía las palabras. Rara vez las tenía.
Así que ella estaba aquí. Yo estaba aquí. Y ninguno de nosotras sabía
qué decir.
Me sorprendió que duráramos tanto como lo hicimos. Finalmente se
marchó, diciendo que iba a volver a la escuela, pero yo no había nacido ayer.
La chica estaba abandonando. No era mi lugar para intervenir. Mierda. Ni
siquiera sabía lo que habría hecho, así que me fui también.
Tenía que volver a Manny´s.
Pero una vez en mi auto, me di cuenta de que la gasolina casi se estaba
acabando, así que me metí en una de las dos gasolineras de Roussou.
Channing estaba sentado en la parte delantera de mi camioneta cuando salí,
con una bebida energética en la mano.
Sus pies colgaban del capó, y mostró una sonrisa arrogante al verme.
Dudé un poco, contenta de ver el engreimiento, no la confusión que
había desatado hace dos noches.
Me aferré a mi bebida antes de acercarme.
—Hola.
—Hola. —Se estaba burlando de mí, dándome la misma respuesta
hermética.
Luché para no poner los ojos en blanco.
—¿Qué estás haciendo aquí?
No respondió a eso. 91
—¿Acabas de llegar de la casa?
—Sí, dormí hasta tarde.
Nos quedamos callados, pero ambos sabíamos lo que pasaría después.
Era arrogante. Estaba sonriendo. Eso significaba que íbamos a la
superficie. No estábamos yendo a lo profundo.
Pero Channing esperaría a que yo diera el primer paso, si quería tocarlo
o no. Yo marcaría la pauta. Normalmente me dejaba, a menos que su
hambre fuera demasiado. Entonces él merodeaba por mí, y yo podía decir sí
o no. Pero no así, cuando su hambre estaba saciada, cuando estábamos a
plena luz del día y había gente mirándonos como si supiera que la había.
Todos nos miraban, especialmente a Channing.
Era venerado aquí. Lo amaban, y me observaban porque sabían que él
me amaba.
La decisión era mía ahora mismo. Yo tampoco sabía lo que quería, así
que jugué a lo seguro.
Forcé una risa falsa. Me hizo estremecerme.
—Me dirigía de vuelta a Manny´s.
Asintió, todavía mirándome, aún sin decir nada. Su mirada tomó una
mirada de conocimiento, como si estuviera leyendo dentro de mí.
—De acuerdo —dijo.
Le eché un vistazo.
—¿Qué?
Su sonrisa se extendió, lentamente.
—¿Qué?
—De acuerdo —me burlé de él—. ¿Qué significa eso? “¿De acuerdo?”.
—No lo estoy diciendo de alguna manera. Sólo estoy de acuerdo contigo.
—Vamos.
—¿Vamos? —Sus ojos bailaron y bajó la cabeza—. Vamos, ¿a qué? —
Estaba coqueteando.
No podía contener mi sonrisa.
—De acuerdo —lo dije exactamente como él lo dijo.
Se echó a reír, me alcanzó y me puso delante de él. Deslizó sus manos
a través de mi cabello, trayendo algo de él para cubrir mi rostro hasta que
no pude ver nada.
—Así es como deberías llevar el cabello. Es muy Tío Cosa. Puedes
empezar una tendencia, llámala Cosa Heather.
—¿De verdad? —Me estaba comiendo mi propio cabello, pero no podía 92
quitarme la sonrisa. Él tenía ese efecto en mí.
—Oh, sí. —Su voz era suave, cada vez más íntima, y se inclinó hacia
abajo, su mano sobre mi espalda—. Y entonces puedo hacer esto todo lo que
quiera.
Su mano estaba en mi trasero. Agarró una buena parte, pero no fue un
agarre ofensivo. Era un reclamo posesivo, y sentí su aliento en mi cuello.
Sus labios rozaron mi piel. Me abrazó, casi me tapó. Me acerqué a él, con
mis brazos deslizándose por sus piernas y alrededor de su cintura. Fue un
toque íntimo. Probablemente se veía muy incómodo desde afuera, pero
estaban en el exterior. No estaban parados donde yo estaba, y no sentían
cómo me sentía con Channing en ese momento.
No quería volver a casa.
Me dio cobijo, y sentí que todo iba a salir bien. Toda la mierda mala se
arreglaría, y no tendría que enfrentarme a nada de eso. Pero esa no era la
verdad, y me quejé mientras me alejaba.
Su mano se fue de mi trasero, aunque no me dejó ir muy lejos. Sus
piernas se apretaron a mi alrededor, sujetándome en su lugar, y cerró sus
brazos alrededor de mis hombros. Me estaba abrazando, de una manera casi
casta. Su cabeza descansaba contra la mía.
Entonces sentí su tensión, y supe que este abrazo era para él.
Me necesitaba, y momentáneamente sorprendida, me quedé allí.
Me hundí de nuevo en él.
—¿No son adorables?
¡Dex Richter!
La pregunta ni siquiera se había hecho antes de que Channing se
levantara y saltara a mi lado. Su cuerpo se puso rígido, y me di la vuelta.
Sabía de quién era esa voz, y sabía lo que Channing querría que hiciera.
Se adelantó para tratar con Richter mientras yo me metía en mi
vehículo. Estaba saliendo de allí mientras contaba cuántos Demons había
con su líder.
Richter me hizo un gesto, pero yo lo ignoré, haciendo girar mis
neumáticos para acelerar a una cuadra de distancia antes de detenerme.
Llamé a Moose.
—¿Heather?
—Channing está en una gasolinera en Roussou con Richter.
No hubo vacilación.
—¿Cuál?
—Miller's.
—En él. Ve a Manny´s. 93
—Tenía a otros cuatro con él —agregué.
Capté un pequeño juramento antes de que Moose colgara, y aunque
todo en mí quería volver y estar con mi hombre, fui a Manny´s. Esa era mi
casa. Tratando con Richter, ahí es donde Channing gobernaba.
Me fui a trabajar y traté de no pensar en que yo me había ido.
Channing
104
Heather
EN LA ACTUALIDAD
5 Bromance: palabra coloquial que describe la amistad muy estrecha entre dos
121
Heather
—N
o puedes prohibir fumar en Manny’s.
Brandon se paró detrás de mí después de que 122
cloqué el cartel de no fumar. Había fallado la noche
que me puse el tatuaje de Naly en mi brazo. Todo el
día había sido demasiado en general. Casi toda la banda de Channing había
venido a la bodega. Había colocado siete altavoces en el jardín y dentro.
Hubo tres fogatas. Un DJ. Un camión de tacos llegó. Alguien ordenó pizza
también, y toda la noche paso en un ebrio borrón.
Demasiado alcohol, y tantas personas habían estado fumando, que no
pude resistir.
Solo había dado una bocanada antes de que Channing me quitara el
cigarrillo y me alejara, pero mierda, esa abocanada se había quedado en mis
pulmones desde entonces.
Cada vez que caminaba de la casa a Manny’s (un total de veinte pasos)
Tenia que caminar junto a los fumadores. Era mucho más que una tortura,
y juro que su tatuaje también palpitaba.
Ya estaba fuera de lo absurdo. Estaba en modo de supervivencia.
Yo. No. Fumaria. De nuevo. Me matara o no. Aunque en este momento,
estaba lista para asesinar.
Él abrió su boca. Tomó un mechón de su cabello, y luego cerró la boca.
Tragó.
—¿Estás bromeando? Este es nuestro lugar de negocios.
Apunté con el martillo hacia el estacionamiento del frente.
—Hice que limpiaran la sección del frente. Tienes toda un área ahí
donde pueden fumar.
—Nadie va a ir ahí. Está en el bosque.
No me importaba. Estaba fuera de mi caminata al trabajo.
—Brandon, tienes que ayudarme con esto.
Me miró. Lo miré, y luego puso los ojos en blanco.
—Bien. Dios. Lo bueno es que te amo. —Tomó mi hombro y me jaló a
un abrazo rápido.
—Lo bueno es que hago mucho dinero con este lugar. —Golpeé su
pecho, apartándome.
—También tienes eso. —Se detuvo a estudiar el letrero—. Creo que
deberías de ponerle un clavo más. Quizás se caiga.
Conté los clavos.
—¿Te parece?
—Sí —dijo inexpresivo—. Doce clavos no es suficiente para mantener
este letrero de veintisiete por treinta y cinco en su lugar.
Volví a golpear su pecho, pero fui más fuerte esta vez. 123
—No seas un imbécil.
—Solo tú, querida hermana. Eres la única que puede tener el título.
Caminé hacia adentro, pero lo miré sobre mi hombro. Me reí y lo
escuché reír mientras caminaba detrás de mí.
Había pasado un mes desde esa noche, y un mes desde que Channing
y yo estábamos oficialmente de regreso. La mayoría ya no prestaba atención.
Esta era nuestra rutina, pero esta vez se sentía diferente. Todo se sentía
diferente por alguna razón, y el último mes había sido bueno. Realmente
bueno. Quizás había sido porque cambié mi actitud hacia la banda, o quizás
era porque Channing y yo habíamos comenzado a hablar sobre Naly… lo
que fuera, estaba funcionando.
—¿Va a venir Channing esta noche? —preguntó mi hermano.
—No. —Sacudí la cabeza mientras él se colocaba detrás del bar.
Retrocedí, mientras escaneaba el interior de Manny’s—. Voy a ir a su casa
más tarde. —Estaba a punto de decir más, pero Ava se detuvo delante de
mí.
Estaba sin aliento y apartando el cabello que había caído sobre su
frente.
—Suki va a matar a Roy, el chico de Uber —anunció.
—¿Por qué?
Levantó las manos.
—No tengo idea. Recibió su comida, pidió sal, y se volvió loca.
Solo pude gruñir mientras me dirigió a la sección del frente. Escuché
gritos entre más me acercaba, pero solo era una voz. La de Suki. Sus brazos
estaban en el aire. Estaba sacudiendo su puño a Roy, luego el plato, luego
de regreso a Roy, y tengo que admitir, ni siquiera estaba segura si hablaba
diferente idioma.
Roy había retrocedido, sus ojos abiertos, su rostro un poco pálido.
Me gustaba darle descuentos dado que siempre era rápido para recoger
a nuestros clientes.
Ahora, mientras sostenía su gorra frente a él como un escudo, me
preguntaba si Suki no había matado permanentemente esa situación.
Otro mesero estaba tratando de calmarla y solo aumentó el volumen.
—El pescado de Suki no necesita sal. ¡Sal! —Pretendió escupir en el
suelo—. Eso es lo que Suki piensa de la sal, cátsup, mantequilla. —Sacudió
la mano en el aire—. Nada de eso es necesario para la comida de Suki.
—¡Suki! —Me metí entre la multitud.
La mitad del restaurante estaba atento. La otra seguía comiendo.
Suspiré. 124
—Está bien. Es suficiente. —Señalé hacia atrás—. Suki, a mi oficina.
Arrugó el rostro, otro ataque acercándose, sacudí la cabeza.
—Oficina. Ahora.
Ella se fue molesta. Ava y el resto de los meseros apartándose. Mientras
lo hacían, tomé el plato de Roy y se lo di a Lily, otra mesera.
—Dale a Roy lo que quiera —le dije, antes de regresar a él—. Cortesía
de la casa. Toda la semana. ¿Está bien?
Escuchándome, tres regulares sacudieron sus brazos al aire.
—¡Nos gustaría más sal también! ¡Suki!
—Ha, ha, chicos.
Ellos se rieron, bajaron sus brazos, y continuaron comiendo.
Roy estaba nervioso, mirando de ellos a mí. Mantuvo su gorra frente a
él, apretando su agarre.
—No es necesario, señorita Jax.
Oh, mierda. Señorita Jax, no necesitaba escuchar eso.
—Lo digo en serio. Nada de quejas o peros. Cortesía de la casa. Sé que
también nos ayudas. ¿Entendido?
Sus ojos saltaron hacia donde Suki se fue, luego tragó y asintió
rápidamente.
—Sí, señora, señorita Jax. Solo comeré una hamburguesa.
Lily asintió.
—Lo tengo. —Giró hacia mí—. Me encargaré de él.
—Correcto.
Ava y el resto de los meseros ya habían limpiado la sal, junto con lo
que sea que mi gerente, que continuaba olvidando que era una gerente y no
una chef lanzó, así que Suki había sido la única de lo que tenía que
encargarme. Me dirigí a mi oficina. Quería decir que esto era algo extraño,
pero no lo era. Suki estaba sentada en la silla de Brandon, sus brazos y
tobillos cruzados. Su rostro lleno de desafío.
—¿Estás cocinando de nuevo? —pregunté mientras cerraba la puerta
de la oficina.
Ella me miró mientras me sentaba en la silla.
—Marie no vino, así que Suki se encargó. Cruz vino temprano para
cubrir el resto.
Mis dedos se movieron en búsqueda de un cigarrillo mientras me
sentaba. Los froté contra el otro. Quizás podría frotar esa necesidad fuera 125
de mí. O dulces. Tenía dulces.
Comencé a buscar en mis cajones. ¿A dónde se fue esa bolsa?
—Sé que le llamaste a Marie y le dijiste que no viniera.
El primer cajón era un desastre. Hice una mueca, pero no había dulces.
Segundo cajón.
—¿Qué?
¡Aja! Tercer cajón. Había un dulce ahí. Gracias hadas de los dulces.
Lo coloqué en el escritorio y me hundí en la silla.
—Ella me envió un mensaje anoche, me pregunto si estaba segura de
no necesitarla. Lo dejé pasar porque sabía que la estarías cubriendo. —
Colocando un dulce amarillo en mi boca, señalé hacia el pasillo—. Sé que
amas preparar comida, pero no puedes hacer eso. Lo sabes.
Últimamente Suki había estado evadiendo sus responsabilidades de
gerente. Lo había dejado pasar por mucho tiempo.
—¿Katrina sigue en la nómina? —Un dulce rosado estaba sobre la
mesa.
—Sí. —Sus ojos se entrecerraron—. ¿Por qué?
Coloqué el dulce rosado en mi boca y la miré fijamente. Fuertemente.
—Porque estás suspendida.
—Suki abre todo el fin de semana.
—Ya no, Suki no lo hace.
Si. Tercera persona. Me uní a su narrativa. O mierda. Qué demonios.
Comencé a abrir un dulce verde.
—¿Estás bromeando con Suki?
Si. Ella era la que hablaba. No yo. Pero respondí del mismo modo.
—Heather no bromea. No cuando Heather necesita un maldito
cigarrillo. —Mis fosas nasales se ensancharon.
Suki parpadeó, y su cabeza se inclinó hacia atrás. Ella comenzaba a
entenderlo.
Heather no estaba jugando.
Mierda. Demonios. ¡Joder! Estaba hablando en tercera persona en mi
cabeza ahora.
Me aclaré la garganta, tomando el dulce verde y apretándolo como si
fuera la vida misma.
—Tú no has hecho el inventario. Tú no has hecho las órdenes. Lo que
has estado haciendo últimamente es darle todo a Cruz, motivo por el cual lo
he dejado ir casi todas las noches y cerrado por él.
Me estaba sintiendo un poco más tranquila. Suki había cerrado su
126
boca.
—Tenemos que enfrentar los hechos aquí. —Suavice mi voz—. La
comida es tu primer amor, pero ese ya no es tu trabajo. Roy es como un
daddy longlegs6. Él está cerca. Quizás te molestaste con él, pero nos ayuda.
Él mata a otras arañas e insectos por nosotros.
—¿Lo hace?
—¿Qué? —Mierda. Mi metáfora—. No, no lo hace. Las arañas daddy
longlegs lo hacen. Son buenas arañas, pero eso es lo que estoy diciendo de
Roy. Él mantiene a salvo a las personas cuando pueden estar muy ebrios
para conducir a casa. Lo queremos aquí.
La había perdido. Podía decirlo por la expresión brillosa de sus ojos.
Probablemente estaba soñando sobre chuletas de cordero.
—Está bien. —Apunté a la puerta—. Revisa tu temperamento. Decide
que quieres ser de nuevo una gerente, y regresa en una semana. Hablaremos
después.
Sus labios se presionaron juntos. Parecía que quería discutir, pero en
su lugar se levantó con un pequeño gruñido y salió molesta de la habitación.
cuando aparecen todos los insectos que comen. También puede referirse a una figura
paterna.
Brandon apareció en la puerta abierta.
—¿La suspendiste?
Pasé una mano sobre mi rostro.
—Lo juro. Incluso mis pulmones están exhaustos. —Fruncí el ceño,
suspirando—. Sabes que tenía que hacerlo.
Asintió.
—¿Quieres que llame a Katrina?
—Yo le llamaré. Y si Cruz pregunta, todavía tiene el fin de semana libre.
Él ha estado cubriendo por Suki. Él es parte del problema.
—Lo sé. —Brandon colocó una mano sobre el marco—. Él solo
intentaba ser útil.
Sabía eso también, y aunque Katrina pudiera ayudarnos
momentáneamente, eso no significaba que no necesitaríamos a un nuevo
gerente en el futuro cercano.
—Siempre puedes pedirle a Moose ayuda —continuó Brandon—. Él lo
ha hecho antes.
—No.
Moose era uno de los gerentes de Channing en su bar, pero no quería
ir ahí. Realmente estábamos tratando de mantener nuestra relación como
127
nuestra. Él y yo.
Estaba bien con el equipo de las escuelas regresando, siempre y cuando
no existiera violencia y siguieran gastando dinero. Pero si Moose ayudaba,
su gente comenzaría a pasar el rato aquí, y eso cambiaria las cosas.
Las pandillas de adultos están en una liga completamente diferente,
una liga peligrosa.
—Intentaremos con Katrina primero, y veremos algo más antes de tener
que traer a Moose.
Tomé mi teléfono.
—Está bien. —Brandon asintió—. Solo hazme saber si necesitas algo.
Cerró la puerta.
Y mierda, realmente quería fumar ahora.
Channing
132
Heather
7 Canal de deportes.
Brandon sonrió.
—Sí.
La multitud a nuestro alrededor decía otra cosa.
Gus nunca lo notó.
—Oh. —Hundió los hombros. Comenzó a bajarse del taburete, luego vio
a Rebecca y se detuvo. La señaló—. Ehhh. ¿Entonces por qué está ella aquí?
—Porque no he terminado mi bebida. No es amable echar a la fuerza a
un cliente que ha pagado cuando no ha terminado su bebida. —Rebecca
arrugó el rostro en un ceño, y comenzó a doblar los brazos sobre el pecho.
O lo habría hecho. Su vaso se interpuso en el camino, y la bebida se
derramó, la mitad sobre ella y el resto en el suelo. Empapó la parte trasera
de uno de las cabinas.
Pareció no notarlo. Gus tampoco.
—Ella también se va a ir. —Me moví adelante, con tono firme y fijé la
mirada con la suya. Le quité el vaso de la mano, tiré lo que quedaba en el
fregadero tras la barra y se lo mostré—. Tu bebida se ha acabado. Has
terminado.
La puerta lateral se abrió.
Channing entró. Nos vio y lo que le estuviese diciendo a alguien fuera 135
desapareció. Advirtió la postura rígida de Brandon, la forma en que yo
estaba de pie frente a Rebecca y estalló en risas.
—Becs —gritó él.
Ella se giró. Su cabello casi me golpeó.
—¿Qué…? Oh. —Su tono pasó de enfadado a un cálido que podía
derretir mantequilla—. ¡Channning! Eh, hoooola. ¿Cómo estás?
Él se acercó a nosotros.
—Gus, mi hombre. ¿Esto es lo que has estado escondiendo?
Ahora Gus tenía unos sesenta y tantos. Cuan más ebrio estaba menos
podía escuchar. Desde que estaba demasiado borracho para ver la audiencia
pasmada, por supuesto que su audición era como la de un halcón.
Masculló, entrecerrando los ojos.
—¿Te conozco?
Channing fingió estar herido y extendió los brazos ampliamente.
—Gus. Venga. Mi bar es tu segunda casa.
Al mismo tiempo, Rebecca decidió escabullirse alrededor de Channing.
Sus tacones fueron a la izquierda. Ella fue a la derecha.
Se cayó al suelo.
—Auh —gimoteó—. Eso no fue muy elegante.
Ella le lanzó a Brandon una mirada, sus mejillas sonrojándose, y se
mordió el labio. Se sujetó al taburete de Gus y comenzó a levantarse. Uno
de sus pechos sobresalió y su mini short se le subió a la cintura.
Simultáneamente estaba mostrándonos sus pechos y su entrepierna.
—¿Pue… puede…? Auch. ¿Puede ayudarme alguien, por favor? —Alzó
la mano, sonando contrita.
Y esa Rebecca estaba de vuelta.
Gus se movió para asistirla.
Le vio el pecho y centró la mirada en él.
—Tú, uh. Tú. Um. —Lo señaló—. Tu parte femenina está a la vista.
—¿Qué?
Él le agarró la camiseta y tiró de ella, tapándola. Luego alcanzó su
brazo. Ambos estaban inestables. No quería preocuparme por Gus
rompiéndose una cadera, todavía no. El tipo había sido conserje en la
escuela durante muchos años. No importaba cuánto alcohol tomase,
esperaba que sus huesos fuesen resistentes hasta que tuviese noventa años.
—De acuerdo. Aquí vamos. —Ahora estaba sudando, resollando. Movió
las manos de ella más alto en sus brazos y la sujetó bajo los bíceps.
Ella se lo permitió. 136
—De acuerdo, aquí vamos. Vamos, Daisy.
Se alzó y ella intentó levantarse. Después de unos cuantos umph,
ambos estaban de pie.
El rostro de Gus estaba rojo brillante.
Rebecca también estaba sudando, y pestañeó unas cuantas veces.
—Lo logramos. —Lo palmeó en el brazo—. Buen trabajo, Dirk.
—¡Oh, sí! —Pensó que le estaba pidiendo chocar los cinco—. Ahí tienes.
—La sujetó del brazo de nuevo, sosteniéndolo en alto así podía chocarlo, y
la parte inferior de ella resbaló.
Sus tacones resbalaron.
Como hizo él.
Channing debía haber tenido suficiente porque le hizo un gesto a
Brandon. Cada uno sujetó a uno de ellos bajo los sobacos. Gus/Dirk y
Rebecca/Daisy volvieron a estar de pie, y Brandon y Channing mantuvieron
una mano estabilizadora en cada uno de ellos. Cuando Rebecca dejó de
mirar la mano en su brazo, Brandon maldijo. Sin decir una palabra, él y
Channing intercambiaron lugares.
Gus entrecerró los ojos hacia Channing.
—¿Cuál decías que era tu nombre?
Channing se palmeó el pecho.
—Channing Monroe. ¿Lo recuerdas ahora?
—Oooooye. —Gus alzó el dedo, junto a una amplia sonrisa brillante—.
Sí. Lo recuerdo. Tu madre solía sentarse en mi regazo cuando trabajaba en
Kitty Titties.
—No. —Channing negó, luchando con una sonrisa—. Cerca, pero no.
Mi madre nunca trabajó en Kitty Titties. Tetas equivocadas. Somos Tuesday
Tits.
—Tienen Los jueves por la noche de Tetinis. Martinis a cinco dólares.
—Gus estaba de vuelta al juego—. Ahora lo recuerdo. ¿Te ocupas del lugar?
—Lo hago. Sí.
—Bueno, es un placer conocerte. También me gustan los viernes por la
noche de chupitos de tequilas. —Gus se alejó de la barra. Esperó,
asegurándose que no se caería hacia atrás antes de enderezar los hombros.
Extendió una mano de golpe.
Comenzó a caerse.
Daisy/Rebecca lo agarró.
—Gracias, Daisy.
Ella asintió, tocándole la mano. 137
—De nada, Dirk.
Él se giró de nuevo hacia Channing, inclinándose hacia delante con
una mirada seria en su rostro.
—Quiero estrechar la mano del hombre que nos trajo la Noche de
Jueves Tetinis. Es la mejor idea de inversión si alguna vez vi una. Y los
martinis también son de una categoría excelente. ¿Nombrar al lugar
Tuesday Tits? Ingenioso. Ingenioso.
Channing estrechó la mano de Gus, palmeándolo en el hombro.
—¿Qué tal si salimos? Tenemos todo un grupo nuevo de clientes
viniendo últimamente, y necesitamos capitalizarlos.
Gus comenzó a ir con él, pero vaciló, mirando a Rebecca.
—¿Estaría bien ser tan atrevido como para pedirte el número de
teléfono, si te parece bien?
—Por supuesto.
Eso tomó otros cinco minutos. Juguetearon con sus teléfonos. Pero
olvidaron su código de desbloqueo, así que se pasaron una servilleta el uno
al otro. Rebecca escribió su número al frente y se la entregó a él.
—Ahí tienes. Ahora tú.
Él le dio la vuelta, escribió su número en la parte de atrás y se la
devolvió.
—Ahí tienes.
—Excelente. —Ella le sonrió.
Ninguno tomó la servilleta.
Gus asintió, se alejó de la barra y su mano firme, y se aclaró la
garganta.
—Mi señora, fue un placer conocerla.
—A ti también, Dirk.
Él logró dar unos pasos temblorosos hacia la puerta antes de que
Channing le diese una palmada en el hombro, sosteniéndolo enderezado el
resto del camino.
Gus lo miró.
—¿Estás pensando en otra noche temática?
—Algo así.
Estaban al otro lado de la puerta, pero pudimos escuchar un último
comentario de Gus.
—Siempre he pensado que los lunes del fin de la monogamia sería uno 138
bueno.
Desaparecieron, pero un segundo después, Channing entró. Deslizó la
mirada hacia Brandon antes de decir:
—Becs, ¿adivina quién te mencionó la otra noche?
Ella entrecerró más los ojos, si eso era posible. Se mordisqueó el labio.
—Estás intentando jugar conmigo, alejarme de tu novia. No voy a
creérmelo, Channing. Y sé que no quieres mi aporte en tus noches
temáticas…
—Congo preguntó por ti.
Ella se detuvo por completo. Abriendo los ojos de par en par.
—Estás mintiendo.
Hubo una punzada de esperanza en su voz.
Channing negó. Nunca apartando la mirada de la suya.
—Dijo que te echaba de menos. —Luego se marchó, desapareciendo por
la puerta.
Ella dejó salir el aire y se quedó boquiabierta.
—¿Te estás burlando de mí? No te mofes de mí. —Se le llenaron los ojos
de lágrimas. Su voz se volvió ronca, temblando—. Matthew Shephardson ha
sido el amor de mi vida, toda mi vida. Lo sabía. Simplemente lo sabía. Estaba
mintiendo cuando amenazó con esa segunda orden de alejamiento. —Alzó
más la cabeza—. Era una prueba. Se estaba asegurando que estaba
completamente comprometida.
Dejó de hablar, llevándose el bolso al pecho.
—Creo que es hora de que me vaya a la cama.
No estaba segura de a quién le estaba hablando, pero asentí de todos
modos.
—Buenas noches, Rebecca.
Me lanzó una sonrisa distraída y se alejó de la barra del mismo modo
que hizo Gus/Dirk —solo unos pocos pasos al principio. Cuando sus
piernas no cedieron, comenzó a dirigirse a la puerta.
—De acuerdo, entonces. Adiós a todos. Voy a encontrar a mi amor.
Miré por la ventana y vi formándose una multitud.
—¿Roy?
Se estaba metiendo una patata frita en la boca en el mostrador.
—¿Uh?
Señalé hacia donde Rebecca estaba intentando abrir la puerta
mosquitera.
139
—¿Puedes llevarla a casa?
Rebecca abrió la puerta. Luego tropezó con el escalón de bajada. Olvidó
que estaba allí.
Roy pasó corriendo junto a mí.
—Por supuesto. —Fue por ella, tocándole el brazo amablemente—.
¿Puedo ayudarla, señorita?
—Oh, por supuesto. —Su sonrisa era cegadora.
Él inclinó la cabeza hacia mí, ayudándola el resto del camino hacia
fuera.
—Gracias, señorita Jax.
No había terminado.
Me di la vuelta.
—¿Ava?
—¿Hmm? —Mostró la cabeza.
Hice un gesto hacia Roy y Rebecca. Solo habían dado un paso. Rebecca
seguía pensando que había otro escalón. No lo había.
—Roy, ¿llevarás a Ava a casa después de tu primer encargo?
Ava se pasó las manos por sus vaqueros, viniendo a mi lado.
—¿Estás segura?
La miré.
—¿Qué le sucedió a tu novio?
—Oh. —Bajó la mirada—. Él… uh… hemos roto.
Apreté los labios, pero era lo mejor para ella.
—Se suponía que tu turno terminó hace tiempo.
Alzó la cabeza, con las mejillas sonrojadas.
—Las propinas son buenas, y… —Dirigió la mirada hacia Roy.
—Ve. —La palmeé en la espalda—. Tu turno ha terminado. Pasa toda
la noche con él, si quieres, pero ya no vas a trabajar más.
Chilló y se apresuró a sujetar el otro brazo de Rebecca mientras
Channing estaba volviendo a entrar.
Él me sonrió.
—Gus está haciendo una lista de ideas de noches temáticas mientras
espera por Roy. Parece que estará esperándolo mucho tiempo. —Miró al trío
que acababa de irse, deteniéndose frente a mí. Me puso las manos en los
hombros y comenzó a frotármelos.
—Oye, hombre. —Brandon lo saludó con la mano, volviendo tras la 140
barra—. Gracias por la ayuda aquí.
Channing le respondió algo. No estaba escuchando. Todavía me estaba
acariciando.
—Mierda. Eso se siente bien.
—¿Tu oficina? —Agachó la cabeza, rozándome la oreja—. ¿Por favor?
Demonios que sí.
Escuché la puerta bloquearse tras nosotros al mismo tiempo que me
empujaba contra él. Presionándose detrás de mí, sentí qué más estaba
preparado para mí.
Lo miré.
—Sé honesto. Gus te provocó eso, ¿no es así? Te excitó hablando sobre
temas nocturnos en los que invertir.
—Lo sabes. —Se presionó contra mí de nuevo—. Oh. ¿Qué sucedió con
Suki?
Se lo conté.
Frunció el ceño, estudiándome.
—Úsala.
Le devolví el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
Me acarició el cabello, dándome un beso en la frente.
—Quiero decir, úsala para lo que tenga que ofrecer. Está entretenida.
Está obsesionada con cocinar, así que deja que se vaya como encargada,
pero mantenla para hacer cenar gourmet. Puede ser todo un evento donde
la gente se inscriba para verla cocinar. Y si realmente quieres añadirle al
espectáculo, haz que Brandon sea su asistente o algo así. Los dos
discutiendo como una pareja casada.
Tal vez. Me gustaba la idea.
Preguntó:
—¿Abriste a la mañana?
—Sí. —Di un paso atrás, aunque no quería hacerlo—. Katrina va a
cerrar esta semana por mí, y la siguiente.
Asintió, tomando el asiento de Brandon y luego llevándome a su regazo.
—Voy a tener que irme por la mañana.
Me tensé en sus brazos.
—¿A qué hora?
—Temprano.
Así que ninguno conseguiría dormir mucho esta noche.
141
La gente normal se iría a casa, se acostarían de un modo bonito y
agradable, luego dormirían todo lo posible. Nosotros no, y ciertamente no
Channing. Si tenía que irse temprano, y ya era casi la una de la mañana,
iba a alargar la follada.
Lo miré fijamente.
—¿Quiero preguntar por qué te vas tan temprano?
Tuesday Tits abría a las once.
—No. —Pasó un dedo por mi brazo. Estaba un poco embelesada por
ello—. Cosas del equipo.
Oh.
Estaba en sus brazos, y sabía qué sucedería a continuación.
Me acercaría a él. Besaría mi cuello, garganta, labios. Llevaría las
manos a mis caderas. Deslizaría una por mi estómago, y comenzaría a
hacerme jadear. La otra la hundiría dentro de mi pantalón.
Me excitaría y molestaría, deslizando un dedo dentro de mí.
No importaba dónde estábamos.
Me derretiría en sus brazos hasta que me alzase y me colocase donde
quería. Sobre el escritorio, en la cama, el mostrador, el sofá, contra la pared
de la ducha, contra una puerta. Caería bajo su embrujo y olvidaría que iba
a dejar mi cama por su equipo, justo hasta que tuviese que irse.
Eso es lo que sucedía normalmente.
Había un pero.
Comenzó a mover la mano sobre mí y le agarré la muñeca.
—¿Qué?
Las cosas ahora eran diferentes.
—Quiero saber qué está sucediendo en el equipo. Quiero que me lo
digas.
Se apartó y me observó.
No había encendido las luces, pero se filtraba un poco de iluminación
bajo la puerta desde el pasillo. Era suficiente, apenas, para verlo en la
oscuridad. Lo sentí alzar una barrera.
—No te gustan mis cosas de equipo.
Apreté los labios y tragué saliva. La reacción instintiva estaba allí. Años
de luchar por su equipo me han puesto en alerta. Lo aplasté.
—Te he amado casi toda mi vida —comenté—. Y no me veo amando a
nadie más.
Dios.
Quité todas las capas que habíamos erigido a lo largo de los años. Tenía 142
mucho miedo de perderlo, lo alejé la mayor parte del tiempo. O le permití
alejarse.
Pero ahora somos diferente, me aseguré.
Teníamos que ser diferentes. Yo tenía que ser diferente.
—¿Heather?
Negué.
—Eso es todo, Channing. O hacemos que esta vez funcione o… —Oh,
joder. ¿Realmente iba a decir esto? Me ardía la garganta—. O necesitamos
separarnos, y lo digo en serio.
Se inclinó hacia delante, su rostro volviendo a esa poca luz.
Podía ver sus ojos de nuevo.
Y me sentí un poco más fuerte en el interior. Me sentía más segura,
más determinada.
Esta era la dirección correcta. Tenía que serlo. No sabía si podía
sobrevivir otra Naly, otra promesa de mucho más, solo para perderlo todo.
—Caga o sal del baño, ¿quieres decir?
Asentí.
—Caga o vete a cagar a otro sitio.
Su boca se curvó.
—Si eso no me pone de humor, entonces no sé qué lo hará.
Imité su sonrisa. Lo que fuese, cayó en su lugar.
Channing nunca iba a dejar a su equipo, así que dependía de mí. Tenía
que estar bien con ello. Si no, entonces tendría mi respuesta.
—Quiero saber qué vas a hacer mañana —repetí.
Estaba muy cerca. Se sentó derecho. Apretó los brazos a mi alrededor,
haciendo que me pusiese a horcajadas de él. Con una mano ahuecó un lado
de mi rostro.
No sabía que me tocaría ahí, pero me encantó. Cerré los ojos,
saboreándolo. Llevó la otra mano a mi cintura. Se presionó contra mí.
Sosteniéndome. Significaba algo.
Me sostuvo como si fuese la pieza de cristal más frágil.
—¿Realmente quieres saberlo? —preguntó.
Temblé, apoyando las manos en su estómago, sintiendo las curvas de
sus músculos ahí.
—Sí.
Tenía que saberlo.
Tenía que intentarlo.
143
—De acuerdo.
Heather
SÉPTIMO GRADO
—H
ola.
Channing se dejó caer junto a mí. Estábamos
sobre una gran piedra, sentados más arriba que el
resto.
La mayoría estaba nadando en los manantiales o bebiendo bajo alguna
de las carpas que habían colocado para dar sombra. Me encantaban los
manantiales, y me encantaba que parecía solo un lugar Roussou al que ir, 144
aunque Frisco tampoco estaba muy lejos de aquí. Hoy, mientras observaba
a todo el mundo, esperaba que simplemente se fuesen.
—Hola. —Incluso yo me estremecí con mi tono. Débil y monótono.
Channing se detuvo, luego me dio un codazo en el brazo.
—¿Qué está mal? ¿No estás de humor para festejar?
Aparté mi brazo, bajando mi camiseta un poco más.
—Mi hermano está aquí. —Estúpido Brandon. Besuqueándose con
alguna chica. Fútbol, beber y besuquearse, esos eras sus tres pasatiempos
favoritos.
Channing se rió.
—Lo está. ¿Esa es Melanie Fina?
Melanie Fina era un grado más joven que mi hermano y tenía una
reputación de ETS.
Mascullé.
—Genial. Mira, ahora tengo que ir e interrumpir antes de que consiga
algo con lo que esté atrapado el resto de su vida, y va a enfadarse conmigo.
No soy la mayor, lo es él. ¿Pero está actuando de ese modo?
Channing simplemente sonrió.
—¿Por qué estás realmente enfadada? Ambos sabemos que no es por
tu hermano. Te gusta ir a las mismas fiestas que él.
—Eres irritante.
Tiró de mi brazo.
—Dime.
—Detente. —Aparté el brazo, apretando los dientes contra el repentino
dolor que se disparó por mi hombro.
Simplemente se rió y se acercó, rodeándome con los brazos.
Dolor. Dolor.
Lo ignoré, tensándome hasta que dijo:
—Venga, Heather. Dime qué está mal. Sabes que quieres hacerlo.
Intenté mantener mi rostro serio, pero cuando hacía cosas estúpidas
como estas, me derretía. Mis malditas hormonas. Siempre pensaban que era
adorable, y mirando su rostro, tenía que admitir que lo era. El sol había
aclarado su cabello con mechones dorados, y se había hecho algunos
tatuajes. Hoy no estaba vistiendo una camiseta, y estudié su nuevo tatuaje
en el interior de su bíceps. Bromeaba que cuando estuviese más musculoso,
la garra sería más larga. Ahora era solo del tamaño de mi mano.
Tenía que ejercitarse más. 145
—Nunca me dijiste por qué te hiciste ese tatuaje.
Dejó salir un suspiro y movió los dedos contra mi mejilla.
Aparté su mano de un golpe, sintiendo un ardor cuando uno de mis
cortes rozó contra su brazo. Mierda.
—Oye. ¿Qué…? —Lanzó las manos a mi brazo, colocándolo frente a él.
Sí.
También lo miré.
No se suponía que estuviese ahí. No se suponía que fuese esa chica.
Pero lo era.
Pasó el dedo ligeramente sobre un corte.
—Pensé que habías parado.
No respondí. Las palabras quemaban en mi garganta.
Channing ladeó la cabeza. Fijó la mirada donde Brandon se estaba
besando con Melanie, luego en mí.
Suspiró.
—¿Ayer?
No respondí. No quería hacerlo, y no creía que pudiese aunque lo
hubiese hecho.
Mi madre había vuelto, luego se había marchado. De nuevo.
Ayer era el primer aniversario de su marcha. La segunda vez.
—Heather. —Su tono era suave, tentándome.
Me moví, así nuestras miradas podían encontrarse. Nuestros labios
estaban a un centímetro. Un movimiento, un tirón, un lametón, y nos
estaríamos besando.
No nos habíamos besado.
Habíamos comenzado a tomarnos de la mano. Nos abrazábamos. Nos
acurrucábamos. Channing se colaba en mi habitación por la noche y me
abrazaba en la cama. Había habido pequeñas sesiones de tocamiento con
ropa unas pocas veces, pero nada de besos. No todavía.
Sabía que estaba por llegar. Él sabía que estaba por venir, y ahora sus
ojos estaban más oscuros. Siempre se volvían de ese modo cuando nos
tocábamos, pero se contenía. Yo me contenía.
Creo que ambos teníamos miedo del siguiente paso. Una vez que
cruzásemos ese umbral sería diferente para nosotros. No seríamos los
mejores amigos que éramos ahora. Seríamos más. Seríamos algo oficial,
aunque habíamos sido algo no oficial durante mucho tiempo. Todo el mundo
lo sabía; Channing y yo estábamos juntos.
—Channing —susurré, sintiendo una lágrima deslizándose. 146
No quería hablar.
Maldijo, luego estiró los brazos y me alzó hasta que estaba a horcajadas
de él.
Moví los brazos sobre sus hombros, deslizando los dedos en su cabello.
Buscó mis ojos, bajando para mirarme los labios antes de alzar la
mirada.
—¿Qué quieres hacer aquí?
No quería pensar, eso es lo que quería, y era demasiado joven para
estar pensando así. En cambio, respondí:
—Olvidar.
—De acuerdo.
Ahuecó un lado de mi rostro.
—Entonces olvidemos juntos.
Tragué saliva.
Vi la intención en su rostro.
Se movió adelante y cerré los ojos.
Sus labios tocaron los míos.
Eran fríos, pero suaves, y un zumbido recorrió mi sangre.
No debería haber sido perfecto.
Pero la razón por la que nos besábamos no lo era.
Tal vez era por esa razón, quizás era porque sentía como si hubiese
estado esperando desde tercer grado por este beso, pero la que fuese, dejé
ir a mi madre.
Le devolví el beso.
147
Channing
PRESENTE
—O
hacemos que esta vez funcione… o necesitamos
separarnos…
Pude haber bromeado sobre cagar cuando
Heather dijo esas palabras anoche, pero lo juro, casi
lo hice. Justo allí mismo.
Heather Jax tenía bolas de acero. Si lo decía, lo decía en serio, y había
estado sudando el último pack de seis cervezas que bebí en su casa desde 148
entonces.
—Ahí están los chicos. —Heather se inclinó hacia delante y señaló un
grupo de autos alineados a un lado de la carretera.
Bajé la velocidad, deteniéndome junto a la camioneta de Moose. Él salió
y se acercó mientras Heather estaba bajando la ventanilla.
Si estaba sorprendido de verla, no lo mostró. Alzó su café como saludo.
—Buenos días.
Si era bueno o no, todavía había que verlo. Incliné la cabeza. Heather
había dormido un poco, tal vez una hora, pero yo no. Había estado ocupado
orinándome desde que había balbuceado esas palabras. Pero el equipo era
el equipo. Teníamos que trabajar, así que cara de póker.
—Buenos días —farfullé en respuesta.
Pude ver a Scratch en la parte trasera de la camioneta, sosteniendo un
bocadillo de desayuno envuelto.
—¿Pararon a conseguir comida?
—Sí. ¿Comieron?
Heather negó, alzando su café.
—Hice esto justo antes de irnos, eso fue todo.
La puerta de un auto se cerró detrás de nosotros, y Congo apareció
junto a Moose. Sostuvo un paquete de chicles en el aire.
—¿Quieres uno?
Heather extendió la mano en el aire.
—Dios, no. Aleja eso de mí.
—Está intentando dejar de fumar, imbécil
Él ladeó la cabeza.
—¿Cuándo comenzaste a masturbarte8, Heather?
Ella gimió, agachándose en el asiento.
Grité sobre ella:
—Es una maldita provocación; fumar, mascar, beber, joder, todo. Aleja
esa mierda.
El hecho de que Heather bebiese, trabajase donde había tabaco y
bebidas, y hubiese sexo en la pista, no fue algo que ninguno sacó a colación.
En este momento, Heather podía reaccionar al ver una hoja de hierba
volando en el aire, y le daría una paliza a cualquiera que comentase que era
bonita. Arrancaría todo el césped si tenía que hacerlo.
—Oh… —Congo todavía estaba frunciendo el ceño, pero lo alejó,
encogiéndose de hombros—. Lo siento, Heather.
149
Un ligero golpe en mi ventanilla, y la bajé.
—Hola. —El cabello rojo de Chad revoloteó así que parecía un Chia
pet9, y se metió las mano bajo las axilas.
—¿Tienes frío?
—Nah. Tengo temblores. Bebí demasiado cuando estaba visitando a mi
familia. —Su sonrisa fue engreída—. Conoces a los católicos. Nos gusta el
vino.
—Y todo lo demás —añadió Congo desde el otro lado.
—¿Se supone que también vaya allí? —gritó Scratch, todavía en la
camioneta de Moose—. ¿Qué sucede?
Heather resopló.
Me incliné hacia delante.
—¿Por qué estás ahí? Esto son cosas de la banda.
Scratch se encogió de hombros, alzando su sándwich.
8 Chewing. Hace un juego de palabras con los varios significados de la palabra. Puede
sobre su cuerpo acanalado, semillas humedecidas de chia. Después de rellenarlo con agua
a los pocos días las semillas brotaban, formándose una frondosa capa verde.
—Moose me prometió comida, y además, como lo dividas, si afecta al
bar, también es asunto mío.
Tenía razón en eso.
—Además, soy tu maldita familia. —Señaló con el sándwich—. Y
Heather está aquí. No es de la banda.
Todos los chicos se enderezaron. Alguien dijo entre dientes:
—Oh, maldición.
Abrí la boca para responder y Moose abrió la boca, pero antes de que
ninguno pudiese decir nada, Heather se asomó por la ventanilla.
—Cuando has sido uno de los malditos miembros durante años, puede
que tengas algo que decir —gritó—. Puede que no escuchen, pero tengo algo
que decir. Hasta entonces, sigue comiendo tu maldito sándwich. Gracias.
Era algo grande que Heather estuviese ahí. Los chicos lo sabían, pero
Scratch —no siempre había estado alrededor. Solo había vuelto al rebaño
uno o dos años antes que nos ocupásemos del bar.
Algunos días se sentía como si fuese de la banda, pero mañanas así me
recordaban que había crecido en otro lugar.
Heather no. Era nacida y criada en Roussou. Nunca había cambiado.
Y todo lo que había dicho se sostenía. Iría al maldito fin del mundo por ella, 150
y estos tipos me guardarían la espalda.
Scratch se quedaría y se ocuparía del bar.
—Lo siento, Heather. —Tomó otro bocado, limpiándose la boca con el
anverso del brazo—. A veces mi boca se pone en marcha antes que mi
cerebro.
—Sucede. —Ella se reclinó, mirándome—. ¿Vamos a hacer algo o solo
vamos a tomarnos de la mano?
Chad estalló en risas.
—He echado de menos tener a la pequeña Jax en nuestras misiones.
—Sí, ¿cuándo fue la última vez? —preguntó Moose.
—Lo recuerdo. —Chad chasqueó los dedos—. Ese viejo bar para bailar.
El dueño dijo que preferiría quemarlo que permitir alguna fiesta homosexual
allí. Ginger Gypsy estaba allí con mi otra tía y algunos de sus amigos, por
aquel entonces todavía podían moverse.
Chad tenía una gran familia. Realmente grande.
Congo alzó la voz.
—¡Sí! Estaba allí con su novia, y se enfadaron, fueron a Manny’s.
Heather lo escuchó, vino en nuestra busca, y luego…
Heather me estaba observando.
Terminé la historia, muy orgulloso de mi chica.
—Heather fue la primera en ir y encender el mechero.
Se le sonrojaron las mejillas.
—Realmente me gustaba Cora. Y eso me enfadó.
La risa de Chad fue suave. Apoyó el brazo en mi puerta.
—Eso significó mucho para mis tías. Cora preguntó por ti hasta el día
en que murió. Siguió proclamando que serías bendecida por lo que hiciste.
—¿Por quemar un bar de baile? —Pero Heather estaba sonriendo.
Había olvidado cuánto le habían gustado las tías de Chad, pero no eran
solo ellas. Fue la novia. Heather las había adorado…
—Eran amigas de tu padre —comenté, recordando.
Asintió de nuevo.
—Cora Lovell solía hacer de niñera de Brandon cuando era pequeño.
Tuvo un enamoramiento de ella. Fui la que le dije que no estaba interesada
en ese camino. Creo que lo hice enamorarse incluso más.
—Sí, comentó que las visitaste mucho en el geriátrico.
—¿Cómo está Ginger Gypsy? —le preguntó Heather a Chad.
Él me miró, pidiéndome permiso. Asentí, ligeramente. 151
—Está bien. Todavía luchando, levantando alboroto como siempre.
—¿Y tu madre?
Alzó un hombro de forma tensa.
—Mi madre no tanto. Recientemente fue estafada por alguien.
—Oh, no. Lo siento, Chad. De verdad.
—Sí. —Agachó un poco la cabeza—. No estaba muy herida. Y fuimos
capaces de recuperar la mayor parte del dinero.
Hubo una pausa vergonzosa después de eso.
Alguien había herido a algún miembro querido de la banda. Heather
sabía la política después de eso: Ajustábamos cuentas. Esperé a escuchar
su respuesta.
—¿Y quién estafó a tu madre?
La miré. Estuve sorprendido de escuchar la dureza en su tono.
Reflejado en su mirada. Ahí estaba la vieja Heather, la que quemaría un bar
de baile sin dudarlo un instante.
Juraría que vi las mismas llamas brillando en sus ojos cuando me
preguntó:
—¿Atraparon al tipo?
Asentí.
—Lo sabes. —Cualquier dios que la trajese a mi vida, gracias.
Dijo brevemente:
—Bien.
Después de su respuesta, todos los chicos parecieron respirar con más
facilidad, apartándose de la camioneta. Congo se metió lo que quedaba del
chicle en la boca, luego sacó un encendedor y acercó la llama al envoltorio
vacío.
—¡Oye, oye, oye! —Moose le agarró el encendedor—. ¿Qué demonios
estás haciendo?
—¿Qué? —Congo frunció el ceño—. No hay una papelera alrededor, y
no quiero ensuciar.
Chad comenzó a reír detrás de mí.
Moose sacudió el paquete de chicles frente al rostro de Congo.
—Quemar esta mierda podía ser peor para el entorno que ensuciar.
—¿Cómo? Solo lo voy a quemar.
—Tienes que asegurarte. —Moose golpeo la coronilla de Congo con el
paquete de chicles—. Por si acaso, hombre. Podía haber químicos en esto.
¿Lo entiendes?
152
—Sí, sí —masculló Congo, tomando el envoltorio y volviendo a su auto.
Gritó sobre el hombro—: Descubran un plan y háganmelo saber, ¿lo harían?
Moose se volvió hacia la camioneta. Se acercó más, al igual que hizo
Chad.
—Lo escuchaste, jefe. ¿Cuál es el plan? —cuestionó Moose.
Esta era una misión de exploración. Así que, era momento de explorar
un poco.
Heather
—¡P
edo!
De algún modo había terminado corriendo detrás
del primo de Channing, y oliendo los pedos que él
seguía negando.
Otro. Golpeé a Scratch en la espalda.
—¡Deja de echarte pedos! ¡Apestan!
—Lo siento. No puedo evitarlo. No debería haber tomado ese sándwich
en la camioneta. 153
—No me digas, Sherlock.
Puso los ojos en blanco.
—Eres un poco mala a veces, Heather. ¿Sabes eso de ti?
Me temblaron las manos. Quería golpearlo de nuevo, en el rostro.
Inexpresivamente dije:
—¿De verdad? No tenía ni idea.
—Nada agradable. Nada agradable.
Luego una voz habló detrás de mí.
—¿Dejarían de discutir? Son dos niños pequeños peleando por un
juguete.
Scratch no respondió, pero grité mi disgusto —o lo habría hecho. Salté
en el aire y justo cuando comenzaba a gritar, una mano me tapó la boca.
—¡Sssshhhh! Soy yo. Lincoln.
Asentí y alejó la mano. Lo miré por encima del hombro, todavía un poco
agitada.
—¿De dónde demonios apareciste? Y haz un poco de ruido, ¿por qué
no? —Le di un puñetazo en el brazo.
No se supone que las chicas golpeen. Los chicos no pueden golpear a
las chicas, así que debería ser en ambos sentidos, pero Dios mío, me quitó
tres años de vida. Y ahora la necesidad de fumar me golpeó con toda la
fuerza. Podía oler la nicotina. La nariz comenzó a picarme, intentando
llevarme hacia él.
—Nos ha estado siguiendo todo el tiempo. ¿Verdad? —comentó Congo,
la burla en su tono.
Lincoln asintió, pero ligeramente. El tipo estaba comprometido con su
imitación de estatua.
—Chan me envió tras vosotros. Ninguno estaba respondiendo a su
teléfono. —Asintió hacia nuestra izquierda—. Se supone que crucemos allí
y los encontremos al otro lado de la colina.
Hasta el momento en nuestra misión de exploración, habíamos hecho
mucho corriendo alrededor de los campos y sobre las colinas. Habíamos
cruzado un río (eso no fue divertido) y habíamos cruzado más colinas.
Channing dijo que íbamos a comprobar alguno de los territorios de los Red
Demon, pero hasta el momento, solo estaba viendo tierra. Por todas partes.
—¿Estabas antes en las camionetas? —Todavía me estaba molestando,
no ver a Lincoln hasta ahora.
Congo habló por él mientras Lincoln seguía adelante, tomando la 154
delantera.
—Ha sido nuestra retaguardia, permaneciendo atrás y asegurándose
que nadie nos sigue.
Bueno. Eso tenía perfecto sentido.
Channing se movió como un fantasma. Al igual que Moose, y ahora
Lincoln. Pero Congo no, y tampoco lo hacía Chad. Chad olía como una
colonia picante, y Congo llevaba estas cadenas en su pantalón que
resonaban cada vez que se movía. Aunque ahora notaba esas cadenas que
habían dejado de hacer algún sonido.
Tranquila, Heather. No es como si no hubiesen hecho esto antes.
Esto era un martes normal para ellos. Seguía diciéndome eso mientras
corría detrás de Lincoln y Congo, y vi que el resto ya estaba al frente.
Estaban tumbados en la cima de la siguiente colina, algunos con
prismáticos.
Channing giró la cabeza, comprobándonos mientras Lincoln se
agachaba y comenzaba a arrastrarse al estilo militar para dirigirse a su lado.
Congo hizo lo mismo, pero se dirigió al final, junto a Chad. Channing señaló
a su derecha y me arrastré hasta allí, Moose a mi otro lado.
—¿Estás bien? —preguntó Channing entre dientes, inclinándose hacia
mí.
Asentí, pero no lo estaba. O no estaba segura.
A primeras horas de la mañana, cuando normalmente estaría cerrando
Manny’s y me iría a la cama, ellos estaban arrastrándose por las colinas.
Eso no debería haber puesto una daga de miedo en mi corazón, pero lo hizo.
Solía no querer saber. Ahora lo sabía, y estaba incluso más aterrorizada.
Esta vida iba a provocar la muerte de Channing. No íbamos a
sorprender a amigos o familia. Íbamos a adentrarnos en un club de
motoristas —uno que hacía mierdas ilegales.
Habría armas, drogas y cualquier pesadilla que pudiese imaginar —y
Channing se estaba dirigiendo allí. No alejándose.
Estaba loco. Todos estaban locos. Yo estaba loca.
—Oye. —Me tocó el brazo, acercándose. Estábamos pegados del
hombro al tobillo y podía besarme, pero solo susurró—: ¿Estás bien?
—No —siseé.
Uno de los chicos comenzó a reírse entre dientes.
—¿Qué está sucediendo?
Lo miré fijamente, o lo intenté. No había mucha distancia entre
nuestros rostros, y mientras lo miraba, él comenzó a sonreír. Iba a besarme.
Entonces me distraería, alejando todo el frío y el miedo racional en mí,
porque era racional. El hecho de que estuviese asustado era irracional.
155
Era el loco, y me lo estaba repitiendo a mí misma. Mi miedo me había
enviado en un bucle.
—No me toques. Esto es jodido, Channing.
Desde mi izquierda uno de los chicos susurró:
—Channing va a tener problemas esta noche.
Otro comentó:
—Creo que Channing va a recibir unas nalgadas.
Un tercero se rió.
—¿Te estás burlando de mí? Le va a encantar. Sin interrupción.
Azótame a mí también, Heather.
—¡Cállense! —Channing se alzó, mirando a ambos lados de la fila.
Había reconocido esa última voz.
—Voy a hacer que te comas tu mierda, Congo. Solo espera y verás.
Moose comenzó a reírse.
—Congo, imbécil. Quemó un bar de baile porque se enojó. ¿Qué crees
que va a hacerte a ti?
—Jax no es alguien a quien quisiera enfadar. —Ese fue Chad.
Me gustaba Chad, incluso si estaba un poco más chiflado que el resto.
—Gracias, Chad.
—Te cubro, Heather. Y no fue uno de los que fueron irrespetuosos
ahora mismo. Solo para asegurarme de que lo sabes.
—Oh, lo sé. —Alcé un poco la voz—. Soy muy consciente de qué
imbéciles van a tener laxantes en su comida cuando vengan un día al
Manny’s.
Uno de los chicos gimió.
—Olvidé que Jax no es como las demás chicas. Es vengativa y sigue
hasta el final.
La segunda voz que se había entrometido antes, añadió:
—Te echamos de menos, Jax. ¿Por qué has estado tanto tiempo
alejada?
Había sido en el instituto desde que había acompañado a la banda.
Mientras los chicos estaban hablando, me llegaron recuerdos de los viejos
tiempos, cuando este era solo un grupo de amigos haciendo estupideces
juntos, cuando no era oficialmente la actividad de una banda, solo una
broma o un tiempo donde volvíamos a ser la gente de Fallen Crest, o
siguiendo a los hermanos Boudrou y esperando hacer sus vidas un infierno.
Me encontré con la mirada de Channing y era como si estuviese allí
conmigo, recordando también, porque sus ojos se suavizaron. Extendió la 156
mano y apartó un mechón de mi rostro.
Apoyó su frente en la mía y, suavemente solo para que yo lo escuchase,
susurró:
—Es bueno tenerte de vuelta.
Sus labios tocaron los míos, pero solo brevemente, y me dio un segundo
beso en la frente.
Apreté su mano antes de que se alejase.
Era bueno estar de vuelta. También era aterrador, y estoy bastante
segura que desearía un cigarro a cada momento con esta banda, pero era
bueno. Se sentía como si una pieza de mí hubiese vuelto a su lugar.
—Oye —habló Moose—. Se están moviendo.
Ni siquiera había mirado lo que estábamos investigando. Era un
almacén, parecido al de Channing, pero con otro edificio a su lado. Había
un tráiler en un extremo, junto con una pequeña casa. Una valla de metal
rodeaba todo el lugar, y una luz se había encendido, iluminando la zona del
patio delantero.
Una de las grandes puertas del almacén se abrió, y salieron una serie
de motocicletas, sin las luces puestas.
No aceleraron los motores, solo un suave ronroneo mientras salían, uno
tras otro. El hombre del frente alzó el brazo, y la verja del perímetro comenzó
a abrirse.
Entré en pánico por un segundo, preguntándome si encontrarían
nuestras camionetas, pero luego recordé que habíamos estacionado junto al
límite forestal y lo habíamos dejado dentro del bosque. Estaban ocultas.
Moose dijo sobre mi cabeza:
—Ese era Richter.
—No vi a Traverse o a Connelly —añadió Lincoln.
Channing todavía estaba estudiando el recinto, apretó la mandíbula.
—No vi ninguno de los tipos leal a él.
Un aire intranquilo cayó sobre todo el mundo. Channing me lo había
comentado antes, así que sabía que no era una buena señal. Los tipos que
se suponía que los ayudasen no estaban por ninguna parte.
Finalmente Moose preguntó:
—¿Crees que están muertos?
Nadie quería responder esa pregunta, pero después de una ligera
pausa, Channing negó.
—No lo sé. —Se alzó—. Pero voy a asegurarme que no están ahí. 157
El resto comenzó a levantarse. Les hizo gestos para que se detuviesen.
—No. Quédense. Iré solo.
Me senté.
—Ni lo sueñes.
Lincoln también se levantó.
—Iré con él.
Sabía que Channing podía luchar. Nunca había visto luchar a Lincoln.
Asintió hacia mí.
—No dejaré que le suceda nada. Lo prometo.
Channing se acercó, agachándose así su frente tocaba la mía de nuevo.
Me sujetó el rostro con las manos y susurró:
—Estaré bien, pero tengo que mirar. Tengo que hacerlo.
Esto era lo que odiaba sobre la vida de la banda, pero asentí. Iba a ir
de todos modos. Prefería que fuese con la cabeza clara que con
pensamientos negativos, sabiendo que estaba molesta.
Cuando comenzó a alejarse, lo agarré y choqué nuestros labios.
—Vuelve a mí. ¿Me escuchas?
—Te escucho. —Tenía una sonrisa orgullosa y me besó de nuevo, más
suave esta vez—. Lo prometo.
Los dos se marcharon, mezclándose con las sombras que podíamos ver
mientras se acercaban al recinto.
Chad se acercó, tomando el lugar que Channing dejó. Congo lo siguió.
—Si alguien puede manejarse ahí, son esos dos —intentó animarme
Chad—. Estarán bien.
Moose masculló:
—Y si no, habrá un infierno que pagar.
Farfullé. Para los dos.
Nos quedamos en silencio y esperamos hasta que los vimos aparecer
frente a la valla. Uno le lanzó un palo. No hubo chispazo. No estaba
electrificada. Ambos la escalaron con una facilidad que me sorprendió.
Atravesaron el patio, dirigiéndose a una puerta lateral, y estaban dentro.
—¿Por qué no bloquearon las puertas? —cuestionó Congo.
—Porque su recinto está en mitad de ninguna parte —respondió
Moose—. Probablemente no piensen que alguien tendría las pelotas para
irrumpir dentro.
Los siguientes momentos duraron años para mí. 158
No sabía qué estaba haciendo Channing. No sabía quién más estaba
allí dentro.
No sabía si tenían armas. No sabía si alguien los atacaría con un
cuchillo.
Las luces no estaban encendidas, así que se estaban moviendo en la
oscuridad.
Todo lo que sabía era que Channing podía luchar. Era el campeón de
la lucha clandestina de Roussou, pero también sabía que estaba preparada
para destrozarlos, con mis propias manos si era necesario. Cada segundo
que esperaba era una vida.
El imbécil.
Entró ahí solo con un amigo.
Nos dejó a todos aquí.
Era un egoísta.
Era condenable.
Era… ¡BANG!
Era el amor de mi vida.
Estaba en pie y corriendo antes de que nadie pudiese detenerme.
—¡Heather!
—¡Heather! ¡Detente!
No me importaba.
¡Bang! ¡Bang!
Dos disparos más, y el corazón me latía con fuerza en el pecho.
Bajé esa colina como si mi vida dependiese de ello, porque así era. Los
chicos estaban en persecución conmigo, y yo estaba manteniendo el ritmo.
La adrenalina me dio ventaja sobre mi velocidad normal, y golpeé la verja
con fuerza, usando el impulso para subirla y traspasarla. Era algo que
acostumbraba a hacer.
Cuando éramos niños, habíamos saltado sobre vallas, árboles, sobre
casas. Sobre arroyos y ríos, o en el océano, iría a cualquier parte con
Channing, y hoy eso significaba que iba a irrumpir en el almacén de un club
de motociclistas.
Después de esos tres disparos, no había habido otro sonido. Las luces
todavía estaban apagadas, pero no me importaba lo más mínimo.
Corrí a la puerta lateral y la abrí.
Después de eso, me detuve. Podía oler la pólvora.
Escuché a los chicos saltando la verja de fuera, unos cuantos gruñidos.
Alguien aterrizó con fuerza, luego nada. Eran tan silenciosos como habían 159
sido Channing y Lincoln.
—Heather. —Moose estaba detrás de mí, cerniéndose sobre mí.
Iba a salírseme el corazón del pecho, pero me contuve. Esperé a que
mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad.
Repentinamente, alguien maldijo.
—A la mierda. —La habitación se llenó de luz.
Pestañeé un par de veces, viendo estrellas. Cuando mis ojos pudieron
centrarse, se me paró el corazón de un modo completamente diferente.
Siete tipos sentados en sillas, las bocas tapadas con cintas, maniatados
a la espalda. Sus piernas habían sido atadas a las sillas. Lincoln tenía una
pistola apuntando a alguien en el suelo, y un charco de sangro debajo de él.
Y Channing, Dios, ¿dónde estaba Channing?
Escuché un paso en el fondo del pasillo, luego otro.
Apareció, frotándose las manos en una toalla, con sangre salpicada por
su parte delantera y vaqueros. Había salpicaduras de sangre en su rostro,
pero parecía como si hubiese usado algo para limpiarlo.
—Bueno. —Alzó la mirada, me vio y examinó la habitación. No había
sorpresa, solo severidad mientras apretaba la mandíbula de nuevo—. Si no
estábamos en guerra antes, lo estamos ahora.
Channing
—N
o es culpa tuya, Channing.
Escuché las palabras. Había estado allí yo
mismo. Sabía qué había sucedido. La policía sabía
qué había ocurrido. El detective Miller dijo que la
balística también me ayudaría, junto con los otros ocho testigos en la
habitación.
Aun así, no me quitaba el miedo.
Traverse se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa. 160
—El idiota te apuntó con su arma, tropezó y se disparó a sí mismo en
la cabeza. Literalmente se disparó a sí mismo. No hay nada por lo que
sentirse mal.
Mascullé:
—Tienes razón. Excepto que uno de los chicos de Richter está muerto
por mí. No le importará si fue indirecto o no. Lo asusté. Sacó un arma y está
muerto. Eso es todo lo que le preocupará a Richter, y lo sabes.
Eso lo calló.
Estábamos sentados en la sección trasera de Manny’s. Heather nos
había dejado temprano para ir a abrir, así que había enviado a Moose y a
Chad con ella. El resto había permanecido conmigo mientras liberábamos a
los chicos de Traverse y aparecía la policía. Aparentemente, cuando Heather
abrió la puerta de una patada, había hecho saltar una alarma. En cierto
sentido, estaba agradecido de que la policía supiese que yo no había matado
al tipo. No quería eso colgando sobre mi cabeza. Después de dar nuestras
declaraciones, y una vez que todos éramos libres de irnos, habíamos venido
aquí.
Quería estar cerca de Heather, y a ella le parecía bien cerrar la
habitación trasera para nosotros.
—Deja que nosotros nos preocupemos por Richter —comentó
finalmente Traverse—. Esta es nuestra guerra, no la tuya.
No importaría.
—Me culpará a mí.
—Me culpará a mí, no a ti. Si la policía no hubiese aparecido, no habría
habido ningún registro sobre que estuvieron allí. —Uno de los chicos de
Traverse levantó la mano, comenzando a decir algo, pero fue interrumpido—
. Habríamos destruido la grabación de seguridad —continuó Traverse.
El tipo bajó la mano.
Yo mismo había visto la grabación. Comenzaba una hora antes de que
irrumpiésemos. Sintiendo la mirada de Moose sobre mí, no reaccioné. La
había visto conmigo. Los demás chicos no lo sabían.
Me estaban observando. Estaban esperando por órdenes. Esto no era
la mierda más terrorífica en la que habíamos estado, pero sabían el
protocolo. Teníamos muchos miembros en nuestra banda, pero no todo el
mundo vivía aquí. Odiaba hacer la llamada, pero…
—Tenemos que cerrar filas.
Uno a uno, asintieron hacia mí y se levantaron para irse.
No se fueron juntos. Cada uno se fue solo, excepto Lincoln. Se quedó
en la puerta, y supe qué estaba esperando. Buscando en el bolsillo, le lancé
mis llaves, y las mantuvo alzadas en un último saludo antes de irse.
161
—¿Qué están haciendo todos? —preguntó Traverse.
Iban a visitar a cada uno de nuestros miembros. Esos que no pudiesen
venir a ayudar estarían en alerta. Lo sabrían así podía proteger a sus
familias. Los que pudiesen venir lo harían, y la casa y negocio de cada
miembro estaría vigilado permanentemente. Los que no tuviesen que ir a
sus trabajos no lo harían. Tuesday Tits estaría protegido. Nuestro recinto se
convertiría en la base de operaciones para todo. Heather estaría protegida,
en Manny’s y su casa. Brandon no lo sabría, pero de algún modo también
lo estaría.
Algunos miembros tenían familias locales, así que en todo lo posible se
organizaría un campamento en el recinto.
Incluso le había preguntado a Ginger Gypsy si tenía alguna visión
nueva para nosotros.
Pero todo lo que le dijo fue “Tú y yo estamos casados. Lo sabes,
¿verdad?”.
Una mueca cruzó su rostro.
—Venga. Esta es nuestra pelea.
Me aseguré que mi rostro no mostraba nada, ¿pero este tipo estaba
enfrentándose conmigo por esto? ¿Por qué? Quería un motín. Prometí que
ayudaría, y consiguió uno. Ahora nada.
Traverse me dijo que Richter había averiguado lo que él iba a hacer y
los ató. De acuerdo con Traverse, habían estado ahí durante semanas.
No parecían hambrientos o sedientos. Ninguno tenía el rostro
demacrado o tenía problemas para mantenerse en pie. Parecían… como si
hubiesen sido atados justo antes de que irrumpiésemos en el recinto. Así es
como se veía, parecía eso, sonaba a eso.
Esa maldita grabación. Solo había una hora en ella.
Todo añadido a nosotros estando preparados.
Si ese fuese el caso… por ahora seguiría la corriente. Tenía que hacerlo.
No tenía suficiente para hacer un movimiento. No sabía lo suficiente para
hacer un movimiento.
Necesitaba más información.
—No me importa qué digas —le dije a Traverse—. Richter ha estado
tras Roussou desde que se hizo cargo de Red Demons. Puede que te odie,
pero también me odia a mí. Y tú y yo, estamos en esto juntos. —Me detuve—
. ¿No lo estamos?
Quería que pusiese las cartas sobre la maldita mesa. Quería saber qué
hombres tenía, a qué hombres podía llamar, de dónde habían llegado,
cuándo habían aparecido, y si ya los había llamado. Quería saber los planes
de su manual. 162
No iba a conseguir eso, así que, ¿qué sabía?
Tenía que detenerme y recular.
Tenía siete hombres con él.
No había forma de que fuese a enfrentarme a Richter con siete
hombres, y no iba a meterme en esta situación.
Él necesitaría más ayuda si iba a traicionarnos.
Todavía estaba esperando su respuesta.
Su mirada se endureció. Echó la cabeza hacia atrás. Ensanchó las
fosas nasales y todo mientras yo lo miraba directamente.
Podía sacar mi arma. Podía dispararle en la cabeza. Luego rezaría. Esa
sería una opción desesperada si el infierno se desataba justo ahora.
No me moví un maldito centímetro.
Traverse entrecerró los ojos. Una emoción destelló antes de
desaparecer, y se aclaró la garganta. Extendió la mano.
—Sabes que lo estamos. —Pero su tono fue cortante.
Esperó y le estreché la mano. Nos levantamos al mismo tiempo. El resto
de sus chicos también lo hicieron, y vi uno marcharse al baño.
—¿Quizás deberíamos tomar un respiro? ¿Nos reunimos más tarde esta
noche? —sugerí.
Asintió.
—Sí. Eso suena genial.
Demasiado rápido. Sonrió demasiado rápido y mordió el anzuelo
demasiado rápido.
Joder.
No podía haber cronometrado cuán rápido se marcharon. Se habían
ido antes de que incluso yo pensase en ello. Hubo unas pisadas por el
pasillo, dejándome solo en la sección trasera.
Hasta que escuché la cadena del retrete.
Las puertas se abrieron. Salió su último miembro.
Alcé una mano.
—Hola, hombre.
Miró la habitación, y sus ojos mostraron un poco de sorpresa.
Frotándose la barbilla con la mano, tiró de su chaleco con la otra mano,
acercándose a mí.
—¿Se marchó todo el mundo?
Ladeé la cabeza, asegurándome que hablaba tan suave como la cola de
una serpiente.
163
—Traverse quería que te quedases, y me dieses un resumen de la
operación de tu grupo y todo.
—¿De verdad?
Entrecerré los ojos.
—¿Está todo bien?
—Oh, sí. Claro. —Asintió y regresó a la habitación trasera, cerrando la
puerta tras él—. ¿Quería que te contase todo?
—Solo sobre las operaciones básicas. Vamos a reunirnos más tarde e
idear un plan de ataque para sus chicos y los míos.
Era un hombre inferior en la escala de poder. Si no lo hubiese sido, no
habría elegido ese momento para ir al baño, así que sabía que no sabía nada.
Aun así, debería haber dudado.
Mis chicos no habrían dicho una maldita cosa.
Este tipo me lo contó todo, de dónde venían sus hombres extra, dónde
iban a atrincherarse para la pelea, dónde sabían que se estaría quedando
Ritcher ya que no volvería a estar en su recinto. Me contó cuántos hombres
pensaban que podían tener de su lado. Me dio nombres. Me dio nombres de
tipos que iban a venir a ayudar.
Lo único que no me dio fue su camiseta, y observé su teléfono. Lo tenía
enganchado a un lado. Comenzó a brillar mientras estaba hablando, y siguió
brillando todo el tiempo. Siguió hablando sin notarlo una vez.
No importa lo que estaba planeando realmente Traverse, todavía
íbamos a ir a una guerra.
No estaba seguro contra quién.
165
Heather
días.
P para la banda.
Channing, Bren y otro… todos entraban y salían todos los
178
Heather
183
Heather
—¡O
h! ¡Oh! ¡Ooooooooh!
Después de nuestro encuentro inicial, Channing
me había llevado más lejos en los manantiales.
Originalmente solo habíamos estado fuera de la
carretera. Su camioneta nos había bloqueado, pero si alguien se hubiera
acercado y hubiera mirado desde el acantilado, allí habríamos estado. Más
lejos significaba más privacidad.
Estábamos caminando de regreso a la camioneta cuando hicimos una 184
pausa, escuchando a una mujer susurrante gritar.
—Ooooooh. ¡Sí! ¡ODM, Matthew!
Un rugido llegó a continuación, y salté hacia atrás por la sorpresa.
Channing me atrapó y comenzó a reír.
—No es divertido. —Le miré mientras la tira de mi camiseta sin mangas
caía de un hombro. La atrapó y la puso de nuevo antes de tomar mi codo y
me guio hacia adelante.
—No estoy segura de cómo reaccionar al oírla actualmente deletrear
ODM y no simplemente decir la frase —dije.
—¡OOOOH DEMONIOS SÍ, mi amante!
Channing siguió riendo, la cabeza baja casi hasta mi hombro.
Le miré.
—¿Qué pasa contigo? Larguémonos jodidamente de aquí.
Comencé a avanzar, pero me mantuvo en el lugar, todavía riendo. Me
empujó más cerca y me susurró al oído:
—Ese es Congo.
Congo…
Era una idiota.
—Oh, Dios mío.
Resopló.
—ODM, quieres decir.
—ODM.
Una de las únicas personas que se referían a Congo con el nombre que
su mamá le dio —Matthew Shephardson— era su acosadora, o la acosadora
de mi hermano, o la acosadora de quien sea que fuera ahora. Era la quítate-
de-su-polla, borracha-con-Gus-en-Manny’s Rebeca.
—Vamos. —La voz de Channing bajó y siguió adelante, agarrando mi
mano. Serpenteamos por algunos manantiales más, acercándonos más a
sus voces.
—Sí. Sí. Sí. —Ella casi estaba cantando ahora.
Había un gran peñasco delante con árboles a ambos lados, pero podía
ver el agua saliendo de detrás de la roca, y podíamos escucharlos justo
adelante.
No estaba segura si quería tomarlos por sorpresa.
Quiero decir, este era Congo y Rebecca. Ella se vestía… Bueno, ¿quién
era yo para juzgar? También me gustaba la ropa ajustada, pero hablaba
como si fuera una snob de etiqueta. ¿Quién decía "arpía sin clase" o
"cortejó"? Rebecca era una mezcla extraña. Simplemente lo dejaba pasar,
pero ¿también Congo? 185
El tipo podía tener un arma cerca, y podía agarrarla por reflejo.
¿Quién daba más miedo? ¿Él o la Acosadora?
Joder.
No importaba. Channing se había arrodillado y comenzó a gatear entre
la roca y uno de los árboles. Estaba comprobando para asegurarse que no
había serpientes u otros animales, y luego me hizo un gesto para que me
uniera a él.
Sí. No lo creía.
No era estúpida.
Me arrastré encima de él. No iba a arriesgarme a aplastar a un
escorpión.
Así que allí estábamos, Channing asomándose alrededor de la base de
la roca y yo encima de él con mis tetas presionándose en la parte posterior
de su cabeza. Podíamos ver a Congo y a Rebecca al otro lado.
Pensé que él estaría encima de ella, y ambos en el agua para que
realmente no pudiéramos ver nada.
No la imagen que teníamos. En absoluto.
Ella estaba a cuatro patas, las piernas abiertas y giradas hacia
nosotros. Sus senos casi estaban rozando el suelo y su cabeza estaba hacia
atrás, los ojos cerrados y boca abierta mientras él sostenía un buen puñado
de su cabello en una mano. Totalmente montada por detrás, Congo tenía
una rodilla en el suelo y la otra levantada, casi encima de su cadera. Su otra
mano le apretaba el culo, y su cabeza también estaba levantada y hacia
atrás. Venas salían de su cuello.
Lo que sea que hubiéramos oído antes solo había sido el comienzo.
Todavía estaban follando.
Al ver eso, me sentí mal. Esto estaba mal. Era una invasión a la
privacidad.
Channing no sentía lo mismo. Cuando comencé a apartarme de él,
hurgó en sus bolsillos y sacó su teléfono. Tomó una foto mientras retrocedía,
y luego todo el infierno se desató.
Escuché el sonido de advertencia y sentí una sacudida repentina. Vi a
la serpiente por el rabillo del ojo cuando Channing me gritó y me tiró al
suelo. Me hizo rodar y se levantó casi tan rápido como habíamos caído. Hubo
una conmoción, y me levanté de un salto mientras Congo y Rebecca corrían
desde el otro lado de la roca, todavía desnudos, excepto por una pistola en
la mano de Congo.
Channing agarró el extremo de la cola y tiró la serpiente lejos de
nosotros, pero no fue lo suficientemente lejos. La cascabel estaba enojada y
volvió. 186
—¡Dispara a la maldita! —le gritó a Congo.
—¡Lo estoy intentando! —Congo levantó el arma, pero apuntó a
Channing, que estaba en medio. Maldiciendo, la bajó y se hizo a un lado—.
La cosa sigue moviéndose.
Channing no estaba perdiendo el tiempo. Arrebató el arma de la mano
de Congo, apuntó y disparó. Le disparó a la cabeza. La serpiente quedó
inmóvil.
—Oh. —Rebecca hizo un sonido de lástima—. ¿Por qué tuviste que
dispararle?
Todos nos giramos hacia ella. Las cejas de Channing se alzaron.
—Porque estaba tratando de atacarnos, y no traje un arma.
Su boca se curvó hacia abajo mientras cruzaba los brazos sobre sus
pechos.
—Este era probablemente su hogar, y la irrumpiste. Yo también
atacaría. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un lado—. ¿Chicos,
por qué están aquí?
—Sí. —Congo estaba jadeando, con las manos en las caderas.
Ambos estaban desnudos, y ninguno de los dos parecía incómodo por
ello.
Estaba tratando de no fijarme en eso. Realmente lo hacía, pero su polla
todavía tenía una semi erección, y las tetas de Rebecca se asomaban por
debajo de sus brazos cruzados. Ella las estaba sofocando. Quería que ella
pusiera los brazos debajo de ellas o algo así. Parecía doloroso, y ni siquiera
tengo las tetas grandes.
Miré hacia abajo. Eran pequeñas. Sentí pena por ellas durante un
segundo.
La chica acosadora estaba compadeciéndose de las serpientes, y yo
estaba compadeciéndome de mis propias tetas.
De alguna manera, eso parecía lo más normal de esta situación.
Channing sonrió y sacó el teléfono de su bolsillo.
—¿Qué crees que estaba haciendo aquí?
La cabeza del Congo se inclinó, tratando de tener una mejor vista del
teléfono. Cuando lo hizo, sus ojos se agrandaron, y frunció el ceño.
—¡De ninguna manera! —Avanzó por el teléfono.
Channing se rió como una niña pequeña. No lo volvió a poner en el
bolsillo, pero no lo entregó. Congo todavía trataba de alcanzarlo, y Channing
corría por ahí, evadiéndolo.
La serpiente fue completamente olvidada, excepto por Rebecca. La 187
atrapé mirándola, casi llorando. Habría ido a consolarla, pero ¿hola? Estaba
desnuda, y no parecía que eso fuera a corregirse pronto.
—¡Venga, Chan! Eso es cruel.
—Es la venganza por la mierda que le hiciste a Marsch.
Congo comenzó a correr detrás de Channing, y él siguió evadiéndolo,
esquivando, corriendo en círculos cerrados, regresando y luego usándonos
a Rebecca y a mí como escudos.
Estábamos en quinto grado de nuevo. Estaba molesta.
—Hice eso por Chad, hombre.
—Pero pagué el precio por ti. —Si Channing estaba enojado, no lo
parecía. De repente, se detuvo—. Ahí. Hecho. —Tiró el teléfono a Congo—.
Ya no está.
Congo lo atrapó, lo estudió.
—¡Maldito! ¡Se lo enviaste a Moose!
Channing nunca dejó de sonreír.
—Se lo envié a todos los chicos.
La sangre se drenó de la cara de Congo.
—Nunca voy a conseguir que superen esto. Ella está desnuda en esa
imagen. Sus tetas están fuera.
—¿Qué? —Rebecca salió de su coma de simpatía de serpientes.
Parpadeó un par de veces—. ¿Eh?
Channing siguió riéndose, pero se ablandó. Él asintió de nuevo al
teléfono.
—Mira la foto, idiota.
Lo hizo, y su ceño se aclaró.
—Oh. —Congo se rió, mostrándole a Rebecca la foto—. Es la serpiente.
Mis cejas se dispararon hacia arriba.
Channing vio mi mirada. Hizo un gesto a la serpiente muerta.
—Esa.
Fue una mala broma, pero aun así me sentía tranquila. Nadie
necesitaba ver a Congo y a Rebecca. Yo no necesitaba seguir viendo a Congo
y a Rebecca.
—Bien.
Channing alcanzó su teléfono.
—Eliminé la de ustedes de inmediato. No soy un imbécil completo. —
Volvió hacia la serpiente y la pateó, deslizando el teléfono en su bolsillo—.
Me pregunto ¿cuánto mide esta?
188
Congo fue con él.
—Apuesto que alrededor de un metro veinte.
Ahora que todo había pasado, miré una y otra vez desde Channing a
Congo y a Rebecca. Estaba a favor de la desnudez, diablos disfrutaba
mostrando demasiada piel yo misma pero esto… esto era un nivel diferente
de comodidad.
—¿Quieres vestirte? —pregunté.
—¿Qué? —dijo Rebecca regresando a su triste estupor.
—Tu ropa.
—Oh. —Se miró a sí misma, luego negó con la cabeza—. Sí,
normalmente sería grosero permanecer sin ropa, pero caminamos hacia
aquí así.
—Sí —dijo Congo, que se unió a nuestra conversación—. No queríamos
que un hijo de puta acechara y robara nuestra ropa. —Golpeó a Channing
en el pecho—. Está guardada en la camioneta allá atrás.
—¿Tu camioneta está cerca de mi camioneta?
Congo asintió, pasándose una mano por la cabeza y haciendo que
algunas partes de sí mismo rebotaran con el movimiento.
—Oh Dios. —Me di la vuelta. Ahora sabía con certeza que solo
necesitaba ver la polla de Channing. Tal vez la de mi hijo, si tuviera un niño,
pero eso sería todo. No sabía que había estado cuestionando esa necesidad
de ver otros penes o no, pero lo supe ahora. Con certeza.
Tampoco necesitaba ver otra vagina. Mi coño, la polla de Channing.
Nuestros niños. Eso sería todo. Bueno, tal vez no debería adelantarme.
Siempre estaba el porno.
Una visión de Congo montando a Rebecca brilló en mi cabeza. No, no
vería porno por un tiempo.
—¿Te encuentras bien, Heather? —preguntó Congo.
—Sí… —Iba a tener visiones de esos dos en mi cabeza para siempre,
pero estaría bien. La desnudez no era el fin del mundo—. Estoy bien.
Congo suspiró, mirándose a sí mismo.
—Parece que se ha vuelto blando. Moose me envió tras de ti. Estaba
preocupado, quería asegurarse de que tuvieras respaldo. —Señaló a
Rebecca, que se acercó a su lado para poder poner su brazo alrededor de
ella—. Becca me siguió aquí…
Porque es una acosadora. ¿Hola? ¿Todos lo hemos olvidado aquí?
—Y no soy un imbécil entrometido. Quería darte privacidad, pero ella
apareció y una cosa llevó a la otra…
Channing sonrió. 189
—Sí, claro. No pudiste encontrarnos y lo sabes. —Me miró y supe que
los dos estábamos recordando la primera vez. Nuestras situaciones se
hubieran revertido fácilmente si hubiera llegado antes.
—Eso también —dijo Congo sacudiendo la cabeza.
Todos empezamos a volver hacia las camionetas. Realmente habían
caminado desnudos hasta los manantiales. No volvieron por sandalias ni
nada.
Eso no era normal.
Tuvimos que subir una cima y todos formamos una sola línea. Congo
comenzó a ir primero, pero Channing hizo un sonido y Congo fue atrás.
Channing iba primero. Yo estaba segunda, Rebecca estaba detrás de mí, y
luego Congo. Piensen en lo visual si hubiera sido cualquier otra alineación.
Channing y yo fuimos a su camioneta.
Congo y Rebecca fueron a la suya y se pusieron la ropa. El coche de
Rebecca estaba estacionado detrás del suyo, Channing y yo compartimos
una mirada por eso, aunque no estaba segura de qué decir, así que no dije
nada.
El por qué Congo decidió tener relaciones sexuales con ella no estaba
en mi rueda de respuestas, aunque ella era una bomba a la espera de
explotar. Era otra situación con la que tendrían que lidiar, pero al parecer
no hoy.
—¿Moose te envió a vigilarme? —requirió Channing, permaneciendo en
su puerta. Agarró unas botellas de agua de la parte de atrás, me entregó
una y lanzó otra a Congo que se acercaba a nosotros.
—Sí, quería que te dijera que recibió una llamada antes.
—¿Una llamada? —dijo Channing revisando su teléfono—. No veo nada.
—No me dijo lo que era, solo dijo que lo llamaras. —Miró por encima
del hombro. Rebecca había tomado posición en su camioneta, sentada en el
lugar del pasajero del mismo modo que yo estaba en la de Channing. Su
rostro era impasible, sin emoción.
Era extraño.
La boca de Channing se movió un segundo antes de centrarse en Congo
de nuevo.
—Está bien. —Marcó el número y se llevó el teléfono al oído, aunque
siguió mirando a Rebecca. Después de un segundo, se alejó de la camioneta
para no ser escuchado.
Nos quedamos en silencio, esperándolo.
Hasta que Rebeca anunció:
—Richter quemó dos de sus almacenes.
Congo se giró rápidamente hacia ella. 190
Yo salí disparada de la camioneta de Channing.
—¿Qué dijiste?
Ella ni siquiera parpadeó.
—Por eso vine a buscarte, Matthew. Para contarte los planes de Richter.
—¡Channing! —le llamé de un grito, ondeando la mano.
Le escuché decirle algo a Moose antes de colgar. Se acercó.
—¿Qué pasa?
La señalé haciendo un gesto vulgar con la mano.
—La acosadora nos acaba de contar algo sobre Richter.
—Heather.
—¡No, Congo! —espeté.
Había lidiado con ella demasiado. Esto era la gota que colmaba el vaso.
—Ella sabía algo. Debería de haberlo dicho enseguida. —Cuanto más
lo pensaba, más me enfadaba.
La seguridad de Channing.
La de Congo.
Los chicos.
Las familias.
Los niños.
Mi familia.
—¡Si sabes algo lo cuentas! ¡No esperas hasta después de la sesión de
folleteo con tu última obsesión y de que hayamos estado esperando aquí,
malgastando nuestro maldito tiempo!
La mano de Channing se enroscó alrededor de mi brazo. No me estaba
reteniendo, pero no me dejaba acercarme a ella tampoco, y realmente quería
hacerlo.
Hice una pausa, pero ella no dijo ni pío.
—¡Habla! —grité.
Channing me mantenía justo enfrente de él. Con su mano enroscada
alrededor de mi otro brazo también.
Ahora ella parpadeó. Finalmente se dio cuenta de que estaba enojada.
—Richter ha quemado dos de sus almacenes, y te va a culpar por ello.
—Miró directamente a Channing.
No hubo ni un cambio en la entonación de su voz, pero parpadeó. Otra
vez.
—Su plan es tenderte una trampa, y mientras estás arrestado, va a
191
asentarse y quedarse a cargo de Roussou. Para cuando salgas o pruebes
que tú no quemaste los almacenes, él tendrá treinta de sus hombres en
Roussou, y te será imposible librarte de ellos. —Se giró hacia mí ahora—.
Está dispuesto a hacer daño a Heather también, en el peor de los casos.
Congo la estaba observando como si fuese la serpiente de cascabel que
Channing había matado. Se alejó cuidadosamente de ella.
Las manos de Channing abandonaron mis brazos.
—¿Cómo sabes todo esto? —preguntó.
—Lo escuché.
Esperamos.
Nada. No se explayaba.
Suficiente.
Ahora estaba totalmente furiosa.
Sofoca el puto fuego, Heather. Mantenlo contenido. No pierdas el control.
Sí. No. No iba a ocurrir.
Me fui hacia ella, mi nariz en su cara, sin importarme si ella mordía.
Le mordería de vuelta, y más fuerte.
—Vas a confesarlo todo. ¿Me has entendido?
Sí. Mi nariz tocó la suya. La estaba acribillando con mi aliento, pero
para crédito suyo, no se encogió. Tampoco yo.
—No te tengo miedo, ¿te queda claro? Tú eliges, Rebecca. Eliges nuestro
lado. Si no nos cuentas todo lo que sabes, haré de mi misión personal que
ningún hombre en Roussou te vuelva a tocar otra vez.
Ella pestañeó.
—Tú vives en Fallen Crest.
—Cualquier puñetero sitio en el que vivas. ¿De acuerdo?
Ella parpadeó. Una tercera vez.
—De acuerdo, pero llámame Becca, por favor. Tengo la sensación de
que vamos a ser amigas ahora. —Estaba psicótica.
Lancé una mirada asesina a Congo.
—Ella es tu problema. Sácale toda la información que tenga.
Le pasé sin importarme cómo reaccionaba ante mi orden. Pasé junto a
Channing, me metí en la camioneta y me senté allí. Tenía que calmarme.
Cálmate. Mantén el control. Pero al diablo, no estaba para nada
calmada.
Ya estaba planeando el asesinato de alguien.
192
Channing
Channing
Moose me alejó a rastras al intentar patear la cabeza de Richter de su
cuerpo y mientras lo hacía, vi a Heather.
La vista me detuvo en seco. Podía oler la sangre, la suciedad y el sudor
en el aire. Había una tormenta a nuestro alrededor, pero en medio de ella, 204
estaba sentada inmóvil.
Había sangre sobre ella, en su cabello, en la cara. Sus brazos estaban
sangrando. La sangre brotaba de un corte en el pecho. Pero sus ojos no eran
salvajes, aunque deberían haberlo sido. Estaban tranquilos. Agarraba mi
arma en una mano y su camiseta en la otra, y sus ojos… nunca sacaría esa
imagen de mi cabeza.
Estaban abiertos ampliamente y sin pestañear, pero resignados.
Todo me dejó. La necesidad de herir, defender, proteger, mutilar, todo
eso había desaparecido, y en cambio, mi estómago cayó a plomo en mis pies.
Temblé, pero no era por el frío. Era un maldito día abrasador. Me quité
a Moose de encima y fui a ella.
Richter había sido alejado, y conocía a sus hombres —todavía los que
eran capaces de moverse— tomaron a sus heridos con ellos así que pude
andar fácilmente hacia la puerta abierta.
—Heather. —Mi voz se agrietó. Estaba temblando. Joder. Mi mano
también.
Formé un puño, luego lo solté. Todavía temblaba.
Yo le había hecho esto.
No importa lo que alguien dijera, yo le hice esto.
Le había traído esta violencia y oscuridad. Lo había puesto en ella, y no
podía retirarlo. El daño fue causado.
La había dañado.
—Heather —susurré y ofrecí mi mano.
Llegar a ella se sintió como que significaba algo más. ¿Perdón? No. Eso
no. No me lo merecía, así que quizás algo más. ¿Aceptación? Joder. ¿Incluso
quería eso?
Te puedes alejar. Hay tiempo. Todavía la puedes salvar.
Mierda. Casi aparté mi mano.
Esto es lo que había hecho tantas veces; por lo que seguía alejándome.
La estaba salvando, de mí.
Habíamos ganado esta ronda de la guerra, pero habría otras. Estaba
esperando que Richter ganara una batalla, y cuando lo hiciera, sabía lo
catastrófico que sería. No importaba qué, la guerra continuaría, y Heather
estaba justo en medio, literalmente, en este momento.
No podía alejarme de ella, aún no.
Pero lo harás.
Sí. Quienquiera que fuera esa voz en mi cabeza, ¿mi conciencia?, sabía
que tenía razón. Heather seguía pensando que era su decisión aceptarme y 205
estar conmigo, o no. Pero no era tan simple. Estábamos entrelazados. No
era nadie sin ella. Y ella sin mí, así que para hacer lo que necesitaba hacer,
iba a desgarrarnos a ambos.
Así que ayúdame.
—Heather. —Desplegué mi palma, estirando mi mano hacia ella, y sin
un segundo de vacilación, la agarré. Era un agarre fuerte. Seguro. Me partía
por la mitad, pero tiré de ella, levantándola de la camioneta.
Sus piernas vinieron a mi alrededor. Mis brazos la envolvieron, y
mientras se acurrucaba contra mi pecho, la llevé.
La habría llevado el resto de mi vida.
Heather
PRIMER AÑO
208
Heather
ACTUALIDAD
220
Heather
C Podía decirlo.
Habíamos estado aquí antes. No estaba encontrándose con
mi mirada fija todo el tiempo. Estaba siendo muy amable, como si ya
estuviera tratando de decir que lo sentía. Estaba tratándome como si fuera
la criatura más frágil de su vida.
Como dije, habíamos estado aquí antes, y que se joda.
Honestamente. 221
Que. Se. Joda.
Habían pasado tres días desde el ataque. Todos habían vuelto a sus
vidas como si nada hubiera pasado. Lo único que cambió fue que Richter ya
no conducía a través de Fallen Crest o Roussou. De hecho, Richter ya no
conducía. No había visto a ninguno de los moteros. Sabía que estaban por
ahí, había escuchado a alguien hablando con Brandon sobre Traverse, así
que los moteros estaban por ahí. Simplemente no el viejo líder.
Por otro lado, ¿debería haberme sorprendido eso?
—Oye, jefa. —Cruz levantó la cabeza en un asentimiento, caminando
hacia mí donde me senté en una mesa de picnic en la parte de atrás de
Manny’s.
Recordando la reunión de secundaria, me di cuenta de que había
mucho que no sabía de Cruz. Era un amante latino bonito —sus palabras,
no mías— y había estado trabajando para nosotros dos años. Sabía que se
había mudado a Fallen Crest cuando era pequeño, originario de Tijuana, y
tenía exquisito cabello negro y ojos oscuros. Era lo suficientemente guapo
para conseguir que algunos de sus grupis vinieran a Manny's. Pero no sabía
nada más.
No, eso no era cierto.
Sabía que era tranquilo, trabajador, delgado, inteligente y nunca un
problema. Se presentaba a su trabajo, y en los días en que no necesitaba
estar aquí como empleado, venía como cliente. Disfrutaba de Brandon. Esos
dos hablaban y reían mucho juntos en el bar. Cruz entró para estar allí en
las noches en que Brandon cerraba, y él estaba allí la mayoría de las noches
"no tan ocupadas". Ahora me daba cuenta de que todo había tenido un
propósito.
Hizo una pausa, sentándose frente a mí y frunció el ceño.
—¿Apesto o algo así? —Olió sus axilas.
—¿Qué?
Hizo un gesto hacia mi cara.
—Te ves dolorida. Sé que no es mi exterior, soy bonito más allá de toda
medida allí, así que pensé que debo oler. —Olfateó su camiseta. Su sonrisa
se volvió astuta—. No lo hago. Huelo a lilas frescas, y sé eso porque Ava
acaba de recibir un ramo entero de ellas. —Hizo una pausa—. De Roy.
—¿Roy? ¿El conductor de Uber Roy?
Asintió, apoyando los codos en la mesa y acomodándose más.
—Al parecer, la invitó a un baile, y ella es toda risitas tontas y sonrojos
ahora mismo.
222
Reí suavemente.
—Eso es genial. Bien por ella. Él también.
Asintió de nuevo.
―Mmm-hmmm, y eso me lleva a por qué estoy aquí afuera.
Aquí estaba. Me preparé.
—Me gustaría ser tu gerente principal, y me gustaría contratar a
Katrina para ser la gerente detrás de mí, junto con uno de mis primos.
Realmente es un buen trabajador. Mucha experiencia. No vive lejos. Ya está
mucho aquí.
Sabía a quién estaba refiriéndose. Era el tipo con el que venía muchas
de esas noches cuando cerraban con Brandon.
Ya sabía que iba a hacerlo, pero aun así gemí, frotando mis sienes.
—Estás dándome dolor de cabeza. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí.
Había una persona a la que aún no habíamos nombrado, una persona
que sería directamente afectada por esto.
Se inclinó hacia delante, la sonrisa tranquila desapareciendo.
—Ella no quiero ser gerente. Tú lo sabes. Yo lo sé. Ella lo sabe. Dice lo
contrario, pero ya estoy haciendo su trabajo por ella. Diablos, tú estás
haciendo su trabajo por ella, y tú eres la jefa. Se supone que debes
contratarnos, no reemplazarnos. No está bien, y es hora de hacer el cambio.
Tenía razón, ¿y por qué sentía que esta también podría ser una
metáfora para otras partes de mi vida?
—Correcto. —Lo dije estúpidamente, porque así es como estaba
sintiéndome. Como un pedazo de mierda aburrida, estúpida. Había dejado
que las cosas con Suki se alargaran más de lo que debería haberlo hecho.
Sobresalía en las cenas gourmet privadas, pero había regresado a ni siquiera
ser medio gerente.
No estaba destinado a ser.
Suspiré.
—De acuerdo. Está bien.
—¿Sí? —Se enderezó, levantando las cejas. Esa sonrisa comenzó a
extenderse de nuevo—. ¿En todo? ¿Mi primo también? Tengo su currículum
conmigo, pero él…
Lo despedí con la mano. Confiaba en Cruz. Confiaba en Brandon, y a
él le gustaba el primo de Cruz.
—No. Está bien. Dile que venga el próximo fin de semana para
completar el papeleo, y podemos averiguar el programa de orientación.
¿Katrina también está de acuerdo con esto? 223
Su cabeza se movía hacia arriba y hacia abajo, sus ojos bailaban.
—Oh sí. Fue idea suya, dijo que estaba cansada de ser ordenada por
Suki. Es la decisión correcta. Ya era hora, jefa.
Por la forma en que hablaba, sabía que esperaba que dejara ir a Suki.
Le esperaba una sorpresa.
Cuando comenzó a levantarse e irse, dije:
—No la voy a despedir, Cruz.
Se volvió hacia mí. Sus ojos se agrandaron.
—¿Qué?
Entendí su miedo. Suki era… bueno, Suki estaba loca, pero Suki era
familia.
Una vez que entrabas, no te dejaba ir.
—Ella no va a ser gerente, pero va a estar por aquí.
—Oh, Dios mío. —Se dejó caer de nuevo en el banco y tomó su cabeza
entre sus manos—. Oh Dios mío. No tienes ni idea. Es una pesadilla con la
que trabajar.
Lo sabía. Realmente lo sabía, pero ella era un activo. Señalé detrás de
él.
—Ve allí, dile a Suki que venga, y puedes llamar a Katrina, dale las
buenas noticias.
—Oh no. —Se puso de pie, pero no fue rápido. Siguió negando con la
cabeza y escuché esa frase en repetidas ocasiones hasta que dobló la
esquina del edificio.
No quería hacer esto. Sabía cómo sería el resto del día.
Suki saldría. La despediría como gerente. Se sentiría molesta, tomaría
toda la brusquedad y comenzaría a expresar cómo Suki iba a traer su ira y
condenación a este lugar. La interrumpiría, le diría que quería que se
quedara como chef gourmet, que hiciera sus espectáculos más a menudo y
que fuera feliz, o eso esperaba, pero no importaba. Ella aceptaría el cambio
de trabajo y lo haría sin mala actitud porque no estaba de humor.
Todo este día se había convertido en cuidar de la mierda que había
estado dejando ir.
Una vez que lo superáramos, Suki volvería a la cocina, con las quejas
normales de su sistema porque no estaba realmente segura sí debería estar
feliz de ser degradada, incluso para el trabajo que realmente quería, tendría
un pequeño rebote adicional a su paso.
Y lo hizo.
Entonces Ava salió. Ella estaba sonriendo y sonrojándose, y se derritió 224
con las flores. Estaba más que emocionada.
Sonreí. La felicité. Expresé lo feliz que estaba y luego bromeé con ella.
Todo el día fui una autómata, pero por dentro sabía que después de
todo esto, había otra parte de mi vida con la que también tenía que lidiar.
Una vez que Ava entró, ese mismo salto adicional que Suki había dado
a su paso, supe que la siguiente persona a la vuelta de la esquina sería mi
hermano.
Apareció, riéndose para sí mismo y sacudiendo la cabeza.
—Has tenido un día agitado.
Gruñí cuando él se dejó caer en el asiento que Cruz había dejado
vacante, luego Suki, luego Ava.
—Es hilarante allí dentro. Cruz está radiante, pero desconfía de Suki.
Suki es feliz, pero actúa como si se supone que debiera estar enojada,
entonces parece que está fingiendo. Katrina entró y se está tomando un
trago con Chester, el tipo que acabas de contratar como gerente.
¿Chester? ¿Ese era su nombre?
Brandon giró la cabeza y se masajeó el cuello.
—Y Ava está actuando como una colegiala vertiginosa, lo que molesta
como la mierda a Suki. Está tan feliz por su propia cosa que quiere aplastar
a Ava, pero no la aplasta porque todo la esta jodidamente confundiendo. —
¿Confundiéndola?
Bienvenida al club.
Gruñí.
—Mi dolor de cabeza está empeorando. No creo querer saber qué está
haciendo Roy.
—Roy se fue. Empujó esas lilas en las manos de Ava, leyó un poema y
se dejó caer de rodillas. Parecía que se le estaba proponiendo, y luego uno
de sus amigos entró corriendo con un póster y se lo lanzó. Golpeó a Ava en
la cara, pero Roy lo atrapó y lo leyó en voz alta, pidiéndole que fueran al
baile ese juntos. Juro que va a tener un labio gordo por ese poster, pero no
siente nada. No recuerdo haber estado tan feliz de ir a un baile en la escuela
secundaria.
—Porque eres un prostituto. No tienes la perspectiva simple y pura de
la vida que tienen ellos.
Ahora también gruñó.
—¿Lo crees?
Mierda. Ava era una estudiante de último año en la Escuela Pública
Roussou. El mismo año que llevaba dirigiendo Manny’s, teniendo relaciones
sexuales con Channing y saliendo con Samantha y los Kades. Lo único que 225
había cambiado desde entonces hasta ahora era que los Kades se habían
movido por todo el país.
—Oh sí, no puedo imaginarme a Channing siquiera pensando en
invitarme con un cartel a bailar y mucho menos a mí sonrojarme por eso.
Si me estaba sonrojando, era porque su cabeza estaba entre mis piernas…
—¡Oh Dios, no! —Levantó una mano—. Detente por favor. No hagas que
vomite.
Me reí.
—¿Crees que me gustó escuchar a tu última acosadora exigir que
sacaras tu polla de la chica que estaba debajo de ti?
Gimió de nuevo.
—Mierda. Nunca voy a poder dejar atrás eso. Pero uno, ella no estaba
debajo de mí. Yo era el que estaba deba…
—¡Como si necesitara saber eso!
Continuó como si no hubiera dicho una palabra, sonriendo.
—Y Becca ya no es mi acosadora. —Movió las cejas hacia arriba y hacia
abajo—. De alguna manera, la has adquirido como acosadora. Sé que no
está en Manny’s en este momento, sentada en un reservado de la esquina
por mi culo. Es todo sobre Congo siendo su hombre. Roy le preguntó si
necesitaría que la llevaran a casa esta noche, y le gritó que la dejara en paz,
que su hombre podría arrancarle la columna de la espalda si quisiera.
—¿Y crees que Roy se fue porque estaba avergonzado por Ava?
—Sí, lo creo. Las amenazas de Becca son comunes. Me sorprende que
ella y Suki no se hayan convertido en mejores amigas.
Mis ojos casi se salieron de mí por ese pensamiento. Me estremecí.
—Ni siquiera quiero pensar en eso… la mierda que harían.
—Becca le prendería fuego a una chica confiada, y luego Suki iría e
insistiría en que le mostrara la diferencia entre usar calabacín o zucchini
para los fideos fettuccinis.
Me eché a reír, y cuanto más me reía, más le daba las gracias a
Brandon.
—Gracias. —Me calmé, sintiendo un poco de alivio en mi pecho y
hombros. Las cosas no se sentían tan apretadas entre mis omóplatos
tampoco—. Necesitaba eso.
—Sí.
Escuché la forma en que sabía que sonaba.
—¿Qué?
—Después de tu momento de basura blanca hace unos días, has estado
226
trabajando sin parar. Y sé que Channing no ha estado arrastrándose por tu
ventana. ¿Quieres hablar de lo que sea que esté pasando?
Le lancé una mirada.
—¿No me conoces?
Él sonrió.
—Lo sé. Soy el que habla sobre los sentimientos, pero puedo ser serio.
—La sonrisa se desvaneció—. ¿Qué está pasando? Y no mientas ni digas que
nada porque conozco a mi hermana. —Señaló por encima del hombro—.
Siempre estás ahí, no importa en qué papeleo tengas que concentrarte.
Nunca estás aquí, escondida. ¿Por qué te escondes?
—Brandon. —Una advertencia de mi parte—. No presiones con esto. Lo
digo en serio.
—Me importa una mierda. Mi hermanita está herida y quiero saber por
qué. ¿Qué está pasando?
Joder. Estaba empezando a admitirlo a mí misma. ¿Ahora quería que
derramara mis entrañas? Eso me dio ganas de vomitar. Eso era un montón
de sentimientos y expresiones, y yo estaba empezando a extrañar estar en
un tiroteo. Las cosas eran más sencillas allí.
—Solo estoy haciendo el papeleo. Eso es todo.
Su cara se arrugó. Iba a discutir.
—Papá llamó. —Estaba mintiendo, pero tuve que arrojar algo.
Necesitaba distraerlo de alguna manera.
—¿Qué? —Se apartó de mí—. ¿Por qué? ¿Algo está mal?
—Nada. Quiero decir… —Piensa, Heather. Busca evasivas. Sé un gran
dolor en el culo y evádelo—. Le compramos Manny’s, pero llamó para abrir
otro Manny’s en Florida.
—¡¿Qué?!
Me encogí.
—Tiene sesenta años. Y vive en un jodido parque de RV de retiro. ¿Qué
demonios está pensando? —Podría haber estado saliendo vapor de las orejas
de Brandon. Agarró la mesa y se sacudió hacia adelante—. ¿Qué piensa
Brad de esto? Está ahí con él. Se supone que debe estar vigilando a pops y
cuidándolo. Si papá habla en serio, debería detenerlo.
Me iría al infierno.
—En realidad creo que quiere que Brad lo dirija.
—¿Hablas en serio? —gritó Brandon, medio levantándose de su
asiento—. Típico de Brad. Manny’s ha sido tu bebé. Sí, padre se ocupó de
los libros, pero tú te encargaste de todo lo demás. Él no puede hacer esto.
Padre no puede hacer esto. Si él quiere ser parte de Manny’s, necesita
comprárnoslo con todas las de la ley. Brad no puede beneficiarse de tu éxito. 227
Ni de coña.
Empecé a rezar fervientemente, para que esto no estallase en una
batalla campal familiar, pero hasta entonces… asentí.
—Lo sé. Es un cretino.
—¡Sí! Siempre ha sido un cretino. No me importa si es el más mayor.
Es el mayor imbécil de todos nosotros.
Oh, Señor.
—Bueno, eso no lo sabemos.
—Yo lo sé. —Brandon se puso de pie y empezó a caminar de un lado a
otro enfrente de mí—. Pensó que se iba a convertir en jugador profesional,
pero se fastidió la rodilla en la universidad. No es nuestra culpa que la madre
de su bebé le obligase a casarse. No es nuestra culpa el que tenga cinco
hijos. Eso es cosa suya. O el hecho de que odie su trabajo. No puede
aprovecharse de padre, y si piensa que va a obtener una franquicia gratis,
se va a llevar una sorpresa muy desagradable.
Bueno, joder. Brandon iba a hacer daño si no paraba esto. No tenía
otra opción.
Me puse de pie de un salto.
—Bueno, ¡para! —Lancé las manos al aire—. Simplemente, para. ¿De
acuerdo?
—¿Qué? —Pero su mandíbula todavía estaba apretada.
No me había esperado nada de esto.
—Me lo he inventado. Todo. —Bajé las manos, descansando los
nudillos en la mesa—. Me lo he inventado.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Porque no quiero hablar sobre por qué estoy aquí! —grité—. ¿Bien?
Joder, no quiero hablar de ello.
—Oh. —Pero estaba frunciendo el ceño—. No tenías que mentir sobre
ello, y ha sido una mentira de mierda, Heather.
—Lo sé. —Dios mío—. Lo sé. —Hice mi tono de voz más amable,
sentándome otra vez. Me pasé las manos por el cabello, meciendo la cabeza.
Si me pudiese esconder en mi escondrijo, lo haría—. Solamente no quiero
hablar ahora, lo siento. Padre no llamó. Brad no se está aprovechando de
él.
Escuché a Brandon sentarse otra vez enfrente de mí, pesadamente.
—Ahora me siento como un tonto por enfadarme tanto. —Se rió, el
sonido medio estrangulado—. Casi me siento como si debiese llamar a Brad
y pedirle disculpas.
No me importaba, nada de eso. 228
Echaba de menos a Naly.
Me golpeó en el pecho. Me golpeó justo ahí. Fue abrupto, y vino de la
nada, pero estaba ahí y no podía evitarlo.
La echaba de menos. Echaba de menos no tener la oportunidad de
sostenerla, escucharla llorar, calmarla, alimentarla, ver sus ojos mirándome
cuando le decía que la quería.
Echaba de menos no tener la oportunidad de nada de ello, y echaba de
menos a Channing, porque durante ese tiempo, habíamos sido él y yo contra
el mundo.
No había pasado a un segundo plano para su pandilla una vez que
nació. Pero cuando su pequeño corazoncito se paró, también lo hizo la otra
vida que yo iba a tener.
—¿Heather? —Mi hermano me estaba mirando—. ¿Estás bien? En
realidad, no voy a llamar a Brad.
No podía negarlo. Lo sentí venir. Incluso conocía el catalizador porque
había visto cómo Channing me miró cuando estuve en esa camioneta. Había
terminado de darle una paliza a su enemigo y levantó la cabeza. La
adrenalina de la pelea drenándose.
—Channing me va a dejar. —Miré a mi hermano a los ojos.
Esto no era nuevo. Él había tenido un asiento de primera fila en nuestra
relación.
Tragó.
—¿Estás segura?
Asentí, sintiendo un agujero en el estómago haciéndose cada vez más
grande
—Sí.
Nunca le había contado nada sobre las otras veces. Si Channing y yo
rompíamos, Brandon siempre se daba cuenta semanas más tarde. No tenía
sentido compartirlo, porque él siempre volvía y yo siempre iba a él. La puerta
giratoria hacía solo eso, girar.
—Lo siento.
—Sí.
Me puse de pie, aceptándolo, sintiendo el peso de las emociones sobre
los hombros que normalmente me gustaba ignorar. Sentí a Brandon
seguirme dentro. Incluso cuando fui a la oficina, él también. Puse el papeleo
a un lado, apagué el ordenador, recogí mis llaves y me giré hacia él.
Estaba en la puerta, esperándome.
Sabía dónde me dirigía. 229
Su pecho se infló. Empezó a abrir la boca. Iba a decir algo, pero
entonces una emoción titiló en sus ojos y cerró la boca.
Me fui. Iba a hacer lo que había amenazado a Channing con hacer
cuando nos vimos la última vez.
Era el momento de cagar o de salir del puto baño.
Heather
TERCER AÑO
ueves Tits tenía una fila saliendo por la puerta. Channing tenía
242
Heather
N eran tres. Dos en el frente y uno a cada lado de mí. Cada vez que
empezaba a acercarme a la puerta, el tipo a mi izquierda me
arrastraba hacia atrás.
La maldita bolsa aún estaba sobre mi cabeza. Pero esto me mostró sus
niveles de inteligencia: podía ver hacia afuera. No podía ver los detalles, pero
vi las formas de los chicos. Y pude ver las formas de los edificios mientras
pasábamos.
243
Dieron la vuelta un montón de veces, así que perdí la noción de la
dirección en la que íbamos.
Así que en lugar de rastrear a dónde íbamos, me concentré en ellos.
El conductor era grande. El tipo en el asiento del pasajero era igual de
grande. El tipo de mi izquierda era más pequeño, más de mi tamaño.
De acuerdo. Respira hondo. Piensa, Heather. Piensa, porque no vas a ser
violada o retenida como rehén.
Mi maldito orgullo no podía soportarlo.
Iba a salir. Luego iba a patearles el trasero.
Tenía que pensar en un plan.
No me habían atado las manos, sólo la bolsa.
Todavía tenía mis llaves, mi identificación, algo de dinero y mi teléfono.
Becca tenía razón. No había muchos lugares en los que podía llenarlos, pero
cabían en los bolsillos traseros, y había silenciado mi teléfono.
Pensaron que ya se habían deshecho de mi teléfono cuando Rebecca se
cayó.
¡Alabado sea por ese pequeño descanso!
Ahora a esperar. Piensa. Mantén la maldita calma.
Realmente ese era todo mi plan: Esperar a que se abriera un hueco,
saltar del vehículo y arrastrar el culo al bosque. Crecí siendo un marimacho.
Bueno, crecí siendo un marimacho un poco zorra, pero la zorra era sólo en
apariencia. Ningún tipo iba a tenerme de rehén, o lo que sea que estuvieran
planeando. En todo caso, mi determinación me mantendría en pie, pero
estaba lista para luchar y luchar duro.
Arma.
Necesitaría un arma, así que empecé a mirar a mi alrededor.
El tipo a mi lado tenía una pistola, no era bueno, pero también tenía
un cuchillo. Estaba atado a su cadera derecha, sólo un botón que lo
mantenía en su lugar. Podría agarrar eso, tomar el arma. Tendría que darle
un codazo primero, lanzarlo a su garganta y empujar lo más fuerte posible.
Poner mi cuerpo sobre su brazo para que no pudiera bloquearme o
arrojarme, o incluso dispararme. Tendría que sentarme en su mano donde
estaba el arma, y después de clavarle un codo en la garganta, tomaría el
cuchillo, y el arma, y movería el trasero.
Espera. Tranquilízate. Tómate un segundo.
Si no se detenían, sólo habría un tipo con el que tratar. Estaba en al
frente. Estaría dando vueltas, agarrándose a mí. Tendría que subir el arma.
¿Le dispararía? ¿Dispararé a un segundo tipo? Este podría ser fatal.
244
Tragué un nudo.
La última vez había sido diferente. Fue en defensa propia. Esto era
calculado. Pero también sería en defensa propia, pensé... Repasé los pasos
por mi cabeza, planeando dispararle a un tipo.
¿Me atrevería?
Tenía que hacerlo. Estos tipos no hablaban, así que no sabía lo que
habían planeado. Estaba segura de que estaban siguiendo órdenes, pero
¿quién sabía el final del juego? ¿A quién me llevaban y cuáles eran sus
intenciones? No iba a esperar a averiguarlo.
Así que el plan revisado: Atacar al tipo de al lado y disparar al tipo en
el asiento del pasajero delantero. ¿Pero dónde?
Derribar. ¿Dispararle en el brazo? ¿Dispararle en el hombro? ¿Sería
capaz de apuntar?
Mierda. ¿Quizás debería huir? Entonces me preocuparía que me
disparen por la espalda... esa era una clara posibilidad.
A la mierda. Haría todo lo que tuviera que hacer cuando se presentara
la oportunidad, pero nos íbamos del bosque. Si iba salir, tenía que ser ahora.
Había un campo más adelante. No habría cobertura a menos que me
arrastrara, y eso significaba ir despacio.
¡Joder!
¡VE, HEATHER, VETE, JODER!
Fui a la puerta. Pude ver a través de la bolsa lo suficiente, pero estaba
bloqueada.
—¡Oye! —gritó el tipo a mi lado.
Me retorcí y estaba sobre él como un gato rabioso. Le lancé todo mi
cuerpo y lo arañé. Ahí se fue todo el plan fresco, tranquilo y calmado.
La bolsa se cayó, y estaba luchando por mi vida. Rasguñando,
mordiendo y tirando del cabello no ayudará por mucho tiempo. El tipo se
me echó encima y lo sentí aumentar de peso. Estaba a punto de lanzarme.
Rodilla, abajo.
Seguí mis propias órdenes, arrodillándome sobre su polla, y mientras
aullaba debajo de mí, miré hacia atrás. El tipo en el asiento del pasajero
delantero iba por su arma. Le di un codazo saltando hacia adelante para
golpear su garganta lo más fuerte posible. Gruñó, se echó hacia atrás, y
entonces estaba luchando.
Pistola, pistola, pistola.
Cuchillo.
Agarré ambos, golpeando la polla del tipo otra vez y usando mis pies
para patear la ventana. 245
El conductor estaba frenando.
El pasajero delantero gritó:
—¡No, no! Richter la quiere ilesa. Ve rápido.
Richter, ese imbécil. Así que no estaba muerto.
Utilicé todo mi peso para patear la puerta, apoyándome completamente
en el tipo que estaba detrás de mí. Todavía parecía ocupado agarrando su
polla, y luego, finalmente, la ventana se rompió. Demonios, sí.
El pensamiento racional me dejó en este punto, y me lancé por la
ventana. Sabía que me habían cortado. Sentí el dolor ardiente, y luego más
a medida que aterrizaba con fuerza en el costado del camino de grava. Algo
me golpeó la cabeza, y un dolor adormecedor comenzó allí, pero no pude
detenerme y evaluar el daño.
Tenía que correr. Tenía que ir rápido y duro, y no podía parar. Si lo
dejaba, no quería saber qué pasaría.
No iba a ser una maldita víctima. Eso ya lo sabía. Mientras la camioneta
se detenía, me puse de pie y empecé a correr. Habíamos pasado los árboles,
así que me estrellé en la zanja. La hierba larga raspó contra mis piernas,
pero seguí adelante. No sabía con qué me estaba topando, con animales, lo
que sea. Todo lo que sabía era que tenía que irme. Tenía que irme,
carajo. ¡Vete de aquí! Así que casi a ciegas, seguí hasta que la primera línea
de árboles estaba más cerca.
Escuché a los tipos gritando, pero no podía entender lo que decían. La
sangre bombeaba tan fuerte en mis oídos, que los latidos de mi corazón eran
como los del bajo de una canción tecno, en cierto modo muy rápido e
hipnótico.
—¡Ahí! —gritó un tipo.
Me desvié hacia los árboles, o más me lancé en su dirección, y miré por
encima de mi hombro. Todos mis movimientos eran salvajes y medio
enloquecidos, pero podía hacer que el tipo me señalara.
Un sonido animalista salió de mi garganta. Me asustó incluso a mí, y
oí a otros animales huyendo. Los árboles eran gruesos, me di cuenta. Las
ramas iban a doler. Me estrellé contra ellos, y sí, me picaron como una perra.
Mejor que un disparo.
Mejor que ser una víctima.
Pelea, Heather.
Lo estaba haciendo. Estaba peleando. Estaba corriendo. Les había
pateado el trasero, y esto no iba a ser mi fin. Correría hasta que no pudiera
correr más. Luego caminaría, y si no podía hacerlo, me arrastraría. Me
arrastraría hasta que me arrancara la piel y toda mi sangre desapareciera.
Luego me arrastraría un poco más.
—¿A dónde se fue? 246
¿No podían oírme? Me estrellaba contra más y más ramas.
Eso significaba que podía ir más despacio.
Tendría que esconderme.
Tendrían que irse, y si pidieran refuerzos, yo también podría. O lo
intentaría. No. No podría hacer eso. Incluso cuando lo pensé, lo olvidé. No
sabía dónde estaba, y no podía arriesgarme a que mi teléfono parpadeara o
zumbara o algo así.
Sentí que me debilitaba. La sangre goteaba por mi brazo. Iba a perder
el conocimiento, y pronto. Me sentí un poco mareada. Fue esa roca, o lo que
sea que me haya golpeado la cabeza. Eso es lo que estaba haciendo esto, ni
siquiera los cortes o el sarpullido.
Espera. ¿Qué estaba haciendo?
Me detuve, me tambaleé hacia adelante y caí contra un árbol.
Me estabilicé, pero mi corazón sentía como si quisiera latir fuera de mí,
perforando mi garganta. Miré hacia abajo para verlo, pero no pude ver nada.
Ni siquiera podía verme a mí misma. Estaba en completa oscuridad.
—¿A dónde se fue esa perra? —gruñó un tipo, maldiciendo—. Maldita
puta.
¿Puta? No era una puta.
Me sentía cada vez más mareada. Una ola de náuseas se estrelló sobre
mí. Quería vomitar. Mi estómago también estaba subiendo. Todo estaba
subiendo. No fue una buena sensación.
Me iba a enfermar.
No....
Estaba huyendo de esos tipos.
Necesitaba vomitar.
Me agarré al árbol y me agaché, pero tenía que seguir adelante.
¿Qué estaba haciendo otra vez?
Y entonces, oh, mierda, los oí acercándose. También tenían una luz. La
estaban iluminando por todas partes.
Hui de ellos.
Tenía que esconderme, no podía seguir adelante. ¿Pero dónde?
Oh Dios.
Se me ocurrió una idea muy mala. Sintiendo mi estómago, sintiendo
que todo lo que había en mí se ponía en pie, miré hacia arriba.
Tenía que esconderme. Oh, joder. Está bien. No tenía a dónde ir. Me
encontrarían aquí abajo, pero tal vez no allá arriba. 247
Empecé a escalar.
Esta iba a ser una larga noche de mierda.
Heather
―¡H
eather!
No habían dejado de buscarme. Me sentía como
si hubiera estado sentada aquí por horas, pero
podrían haber sido treinta minutos. No tenía idea;
había estado mareada cuando me subí a este árbol. Estaba más alto que su
línea de visión ahora así que tendrían que alumbrarme directamente con
una linterna de buen tamaño para verme. El árbol tenía dos ramas grandes
saliendo del tronco, y me había maniobrado en ese pequeño punto donde el
árbol se separaba y usé mi chaqueta para sostenerme en el lugar. No era la 248
mejor manera de sujetarme bien, pero era lo que tenía porque el tronco era
bastante grande que no podía envolver mis brazos a su alrededor. Me apoyé
contra la rama para que mi propio peso me mantuviera anclada en el lugar.
Saqué mi teléfono para pedir ayuda, pero cuando lo hice, vieron el
resplandor de pantalla.
―¡Oye! ¡Allí! ―gritó uno, y vinieron chocando por el bosque hacia mí.
Lo apagué.
Todavía estaba en silencio por lo que ni siquiera zumbaba. Odiaba,
odiaba, odiaba hacerlo, pero le di vuelta así si alguna luz brillaba sería hacia
mi pierna, y lo metí en mi bolsillo. Me hundí de nuevo en la oscuridad.
Se detuvieron a unos tres metros de donde estaba, pero podía oírlos.
Muy cerca. Demasiado cerca
Debo haberme quedado dormida porque cuando caminaron justo
debajo de mí, me despertó.
Me sacudí en el lugar, luego agradecí a los dioses porque mi ancla se
hubiera quedado en su lugar. Alguna corteza se raspó y cayó al suelo. Sonó
ensordecedor para mí, pero no pude oírlo cuando aterrizó. El terreno era
suave, sin rocas ahí abajo.
Aun así, contuve la respiración, rezando por unos cinco minutos
sólidos porque no hubieran escuchado.
Cuando no retrocedieron, sentí lágrimas de alivio en mi cara.
¿Cómo estaba en esta situación una vez más?
Channing.
Era por esto por lo que debíamos romper.
Era por esto por lo que debíamos ir por caminos separados.
Tenía una vida. Tenía seres queridos de los que preocuparme y
mantener a salvo. Pero un montón completamente nuevo de palabras soeces
aparecieron en mi cabeza, porque sin importar cuántas veces me dije que
me vaya, sabía que no lo haría. Físicamente no sería capaz de alejarme de
él.
Sentía una atracción magnética hacia él; siempre me llevaba de regreso
a él, y aunque sabía que debería estar jodidamente furiosa, no lo estaba.
Acéptalo, Heather.
Estaba hablando conmigo misma. Había recurrido a eso, pero me
hundí aún más porque respondí.
Sí, sí. Lo sé. No es Channing. Soy yo. Siento atracción hacia los
disfuncionales locos. Eso es mi familia, mis amigos y mi otra mitad. Soy yo.
Yo era el problema.
Y no pensaba que podría cambiar. No pensaba que incluso quisiera
249
cambiar.
Traté de imaginarlo.
Normal habría significado mudarme a una casa lejos de Manny’s.
Necesitaría más tranquilidad. Vivir tan cerca significaba que básicamente
vivía en Manny's. Su caos, la adrenalina, la emoción era embriagadora.
Siempre sangraba hacia la casa, así que tendría que mudarme. Incluso ante
ese pensamiento, hice una mueca.
Necesitaría un hogar sencillo, en un vecindario sencillo donde las
personas se preocupaban por la longitud de su hierba. Donde se
preocupaban por si era una cerca con eslabones de cadena o pintada de
marrón versus blanco, si era decorativa o para privacidad, si era de dos
metros de altura o un metro de altura. Los vecinos querrían conocerme. Se
preocuparían por las tarifas de la Asociación de Propietarios. Habría una
regla obligatoria de tranquilidad en el vecindario. No motores a revoluciones
de motocicletas después de medianoche, o incluso diez. Ciertamente no
disparos, qué perdedores.
Me estremecí. ¿Era por el frío o la herida en la cabeza? ¿Quién sabía?
Yo. Era la idea de vivir una vida normal, sencilla.
No podría hacerlo.
No había habido un chico que al que deseara tanto como deseaba a
Channing. Tenía sed de él. No quería despertarme al lado de nadie más cada
mañana. Ningún chico podría estar a la altura de Channing.
Estaba dentro. Estaba completamente dentro.
Quiero decir, ya sabía que lo estaba. Me había dado cuenta antes, pero
estar en un tiroteo y luego ser secuestrada requería algunos pensamientos.
Así que simplemente pensé sobre ello, mientras estaba amarrada a un árbol
y sangraba de la cabeza.
Eso fue todo. Estaba en un estado alterado. No sabía lo que estaba
pensando porque no debería estar de acuerdo con esto.
—¿Heather?
Casi gruñí. Ese fue Richter. Habían llamado a refuerzos. No estaba
lejos, tal vez a unos treinta metros más o menos. También oí ladrar a un
perro.
Por el amor de Dios. Habían conseguido perros.
—¡Heather! Escúchame. Sé que todavía estás aquí. —No, él no lo sabía.
No tiene idea de dónde estoy—. Escucha. —Un crujido. Él estaba caminando
hacia mí. —Mis hombres no te lastimaron. Trataron de contenerte, pero no
te lastimaron. Lo sé porque esa fue mi orden. No te iban a hacer daño, y
todavía quiero mantenerla. No te quiero herida, pero Heather... —Su voz se 250
elevó—. Si te quedas aquí, no puedo garantizar que eso no suceda. Es un
largo camino desde aquí hasta la ciudad.
Estaba casi en mi árbol. Parecía que la luz de la mañana comenzaba a
extenderse sobre el horizonte. Había algunos parches en los árboles, los
suficientes para dejar pasar un poco de luz, pero aún estaba oscuro.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Mi cabeza giraba.
No estaba segura.
Podía distinguirlo en la oscuridad, la forma de su cabeza.
Estaba casi debajo de mí.
Se llevó una mano a la boca y gritó:
—Mis hombres me mostraron la roca sangrienta. Te golpeaste la
cabeza, Heather. Había mucha sangre. Donde sea que estés, sé que estás
sufriendo.
Maldita sea, cállate, maldito Peter.
Le estaba hablando mentalmente y sabía que probablemente estaba
formando las palabras con la boca. Debería haberme detenido, en caso de
que accidentalmente dejara escapar las palabras, pero no podía. Apenas me
estaba sosteniendo.
Miré el árbol debajo de mí y añadí: Literalmente.
Él estaba justo debajo de mí ahora. Se detuvo en la base del tronco y
escaneó el área.
Pensaban que aún seguía en el suelo.
Mierda.
La herida en la cabeza. Esa es la razón.
Ellos no pensaron que yo era tan estúpida como para escalar un árbol
Casi resoplé. Poco sabían ellos.
Comencé a reír, en silencio, retorciéndome.
Mierda. Tal vez tenían razón.
Comencé a deslizarse hacia la derecha, pero la chaqueta atada me
mantuvo en su lugar. No me atreví a moverme, ni un centímetro. La corteza
caería y aterrizaría sobre su cabeza.
¿Por qué el malo siempre tiene que estar justo encima de la heroína?
¿Por qué?
¿O en este caso, justo debajo?
Ooooh! ¡OH! Oh mierda
Comencé a deslizarse más hacia la derecha. 251
Si me caía, ya había terminado, con el cuello agrietado y todo.
Richter necesitaba moverse, y en un nivel sísmico.
¡Muévete, idiota!
Comencé a inclinarme de nuevo. Más. Más. Otro centímetro.
Santa mierda.
Estaba demasiado cerca del borde. Si continuaba, me caería.
Estaba al borde del precipicio, perdón por el juego de palabras. ¿Caes
y mueres o te mueves y te arriesgas a ser encontrada?
Tuve que moverme.
Si esperaba más, no iba a poder elegir.
Lo hice. Me giré hacia la izquierda, me aseguré de que mi cuerpo
descansara pesadamente sobre la rama y contuve la respiración.
La corteza cayó, raspando, y me quedé inmóvil. Podía ver un poco
mejor, y mientras observaba, la corteza se movió directamente hacia su
cabeza. Este es el momento en las películas donde el malo se mueve y la
corteza cae a centímetros de su cabeza.
Esto no era una película.
La corteza aterrizó justo en su cabeza, y levantó la vista, levantando
una mano para quitarse lo que sea que le había caído. Mientras lo hacía,
sus ojos se movieron hacia arriba... y hacia arriba... y hacia arriba... hasta
que aterrizaron directamente sobre mí.
Casi se salieron de su cabeza.
—¡Baja de allí! —gritó, las venas de su cuello sobresalían—. Santa
mierda.
Estaba bastante segura de que la sangre se drenaba de su cara, pero
no estaba completamente segura. Retrocedió unos pasos para tener una
mejor vista.
—¿Cómo llegaste allí? ¡¿Quieres morirte?!
Cuando él lo puso así...
El juego había terminado. Pude moverme oficialmente de nuevo, así
que saqué mi teléfono del bolsillo.
—¡ELLA ESTÁ AQUÍ!
Él estaba gritando mientras buscaba una señal de celular, y ¡bam! Tuve
una. Hice clic en mi GPS y pulsé “Buscar mi ubicación”.
Los chicos estaban gritando, luchando hacia nosotros. Un perro ladró
salvajemente. Cuando llegaron a la base de mi árbol, vi que era un galgo 252
italiano.
—Una forma de sacar a los sabuesos, ¿eh? —Seguí hablando mientras
tomaba mi ubicación y la enviaba a Channing. Esperé un segundo, repensé,
y también se lo envié a Rebecca. ¿Quién sabía cuándo sería útil tener un
acosador personal?
El perro tiró de su correa, yendo en todos los sentidos excepto mi árbol.
El chico siguió maldiciendo y tirando de él hacia atrás, hasta que Richter
agitó la mano y el chico se alejó. Juré que escuché un "Gracias a Dios" venir
de él.
—Heather.
Richter estaba de vuelta en eso. Quería decir algo rápido, pero no lo
sentía. Estaba salvando mi fuerza. Necesitaba reunir suficiente descaro para
mi última línea, y solo pensar en eso me hizo sonreír. Aquí venía algo de esa
fuerza otra vez, como un pequeño goteo.
—Baja de allí.
—Espera. —Uno de sus muchachos se sacudió hacia adelante—. ¿Y si
se cae?
Richter hizo una pausa, luego se encogió de hombros.
—¿La atrapamos?
Otro hombre preguntó:
—¿Qué pasa si no la atrapamos?
Los dos bajaron la cabeza, y los otros se alinearon.
—¡Heather! Baja de allí antes de resbalar y caer. Si mueres, bueno, eso
apestará a todos los que están a la mano. Solo… —Se ablandó—. Baja. Por
favor.
Oooh. Por favor. Realmente estaba tratando de encenderlo.
Intenté hablar, pero solo salió un sonido áspero. Tosiendo, me aclaré
la garganta lo suficiente como para gritar de nuevo:
—Sólo si te arrodillas, Richter.
—Heather. —Un gruñido de advertencia.
Mi teléfono pitó, y vi los mensajes que llegaban, uno tras otro.
Channing: Ya vamos
Channing: Espera.
Channing: Mujer, te amo. No hagas nada estúpido.
Demasiado tarde.
Rebecca: La caballería está montada. Estamos montando en tu
camino.
Gruñí. 253
Channing: ¿Estás herida? ¿Necesitas una ambulancia?
Whoa. Realmente estaba preocupado. Una ambulancia por lo general
significaba policías, y nosotros no necesitábamos policías aquí.
Yo: No. Sólo ven.
Presioné enviar, luego lo repensé y envié otro.
Yo: ¿Tal vez un ascensor? Estoy en un árbol.
Estaba a punto de ser rescatada, y ese pensamiento tenía mis ovarios
en hiper impulsión.
Richter todavía estaba tratando de abatirme. Debo haberlo
desconectado, pero podía escucharlo divagar sobre algo, sonando cada vez
más enojado.
—¡Heather!
Escuché eso de él un par de veces más antes de pensar que era hora
de decir mi pieza.
—Richter —llamé hacia abajo.
Se calmó y se acercó al árbol, con la cabeza en un ángulo de noventa
grados con su cuerpo.
—¿Qué?
Sonreí.
—Acabo de llamar al apoyo.
Sus ojos se pusieron planos.
—¿Qué? —Sus fosas nasales se ensancharon—. No tienes teléfono.
Uno de los chicos juró.
—Ella lo dejó caer. Lo juro.
Negué con la cabeza, riendo como una maníaca.
—Ese no era mi teléfono. Lo estaba devolviendo a alguien cuando me
agarraron. He tenido mi teléfono todo este tiempo. —Hice una pausa,
saboreando esto—. Ya viene la caballería. Están en camino ahora.
—No te creo. Aquí no hay señal de celular.
Saqué mi teléfono y lo agité, solo un poquito.
—Tienes razón, a menos que estés aquí arriba. —Señalé hacia una
abertura en la línea de árboles—. Y sabes que hay una torre no muy lejos.
Él me miró fijamente.
Me quedé mirando hacia atrás, me sentí inclinándome hacia atrás y me
sacudí de nuevo.
Él sonrió. 254
—No te creo. Estás tirando un farol.
En ese momento, dos hombres se apresuraron con grandes bolsas
sobre sus hombros. Les hizo un gesto con la mano.
—¿Sabes lo que es eso? —Los chicos desabrocharon las bolsas y
sacaron cuerdas para escalar.
Mi corazón se hundió.
—Ese es el final de esta estupidez. Ellos van por ti.
—Es demasiado tarde —grité—. Realmente tengo señal. —Para
demostrarlo, hice clic en el sonido y marqué. Tomó un segundo. Sostuve el
teléfono en el aire. Richter me sonrió, y esos dos muchachos se estaban
moviendo muy rápido. Tenían empuñaduras y todo.
Mierda. Mierda. Mierda.
Me alcanzarían antes que Channing.
Y entonces, mi teléfono empezó a sonar.
Esa sonrisa se movió de su cara a la mía.
—Mejor vete, porque les dije que trajeran una ambulancia.
Hizo una pausa, luego tomó una decisión.
—¡Muévanse más rápido, chicos! —Mi corazón estaba oficialmente en
mis pies ahora.
Channing no llegaría a tiempo.
Tuve que moverme y al mirar hacia arriba, decidí que tendría que ir
más alto.
—Heather, no te atrevas. ¡No!
Mi decisión fue tomada. Él no era el único imbécil aquí.
—Chupa mi polla —gruñí mientras me preparaba para moverme.
Iba a morir.
255
Channing
H sangre de pies a cabeza, no era algo que esperaba ver. Casi frené,
pensando que era una aparición, y luego pisé el acelerador.
Richter iba a morir.
No me importaban las consecuencias. Iba a doler, una y otra vez, antes
de caer dos metros bajo tierra.
—¡Mierda! —exclamó Brandon antes que se produjera un silencio sobre
el vehículo. 256
Éramos uno de las ocho camionetas, todas llenas, listos para la batalla.
Y sí, había llevado a su hermano a una pelea de tripulación.
A medida que nos acercábamos, Heather se fue concentrando. Estaba
cubierta de sangre fresca, sangre seca. Suciedad. Barro. Parecía algo que
salía del pantano.
Me detuve a unos metros de ella. No quería que le vomitara más
suciedad, y no confiaba en mí mismo para ir despacio, así que me estacioné
y salí al instante.
Sentí que Brandon me pisaba los talones, y estaba listo para romperlo
si la agarraba con demasiada fuerza.
Ella cojeaba hacia nosotros, su ropa rota y su chaqueta de mezclilla
colgando de su mano, arrastrándose por el suelo detrás de ella.
Cuando llegamos a ella, los dos nos reprimimos, pero ella seguía
cojeando.
Un salto, medio arrastre, un segundo salto, el otro pie detrás de ella, la
chaqueta al final.
Había un brillo en sus ojos, pero vi fuego debajo, y podría haberme
orinado de alivio.
Estaba bien.
Lo sabía.
Estaba furiosa. Estaba sufriendo, pero tenía el mismo fuego que había
tenido antes. En todo caso, estaba arraigada aún más profundamente, y
cuando se encontró con mi mirada, su labio superior se curvó.
Se detuvo, sus ojos se clavaron en los míos, y dijo:
—Voy a tener un martillo en las rodillas de Richter. Las dos. Una a la
vez. Voy a noquearlo. Entonces voy a llevar el martillo a su polla. Después
de eso, empezaré a golpearle los miembros. Sus codos. Su garganta. Sus
dedos. Los dedos de los pies. Le arrancaré las pelotas y haré que se las coma.
Las vomitará, y haré que se las trague de nuevo.
Su fuego estaba apagado. Era un incendio total, y se estaba calentando
a fuego lento. Se le cayó la chaqueta al suelo.
—Voy a matarlo. Lentamente. Con tanta tortura como sea posible, y
voy a disfrutar cada maldito segundo escuchando sus gritos.
Brandon retrocedió un paso. Tosió.
—Bueno, entonces... —Oh sí. Heather estaba bien.
Empecé a asentir, lentamente, y me acerqué más a ella.
—Aparte de eso, ¿estás bien?
No contestó, sólo me miró fijamente.
Era un animal ahora mismo. Feroz. Peligroso. 257
No era la única que lo sentía. Brandon se quedó callado, dejándome
tomar el control. Los otros salieron de sus vehículos. Las puertas se cerraron
de golpe, pero cuando llegaron a nosotros, un espeluznante silencio se
apoderó de ellos. Se detuvieron en seco, y pronto, pudimos escuchar el
llamado de un pájaro desde un kilómetro de distancia.
Nadie dijo una palabra. Estábamos esperando a Heather.
—¿Heather? —La preocupación se apoderó de mí. Quería tocarla, pero
no si le iba a hacer daño. Aun así, no pude evitarlo. Levanté la mano y toqué
su codo, sólo suavemente.
Cuando la toqué, pareció disolverse.
Su cabeza cayó. Se ahogó:
—Channing. —Se desmoronó.
La atrapé.
—Whoa. Whoa.
Fue entonces cuando empezó a sollozar.
Sonaba como si viniera de sus entrañas. Metió mi camiseta en su puño,
presionando su frente contra mi pecho.
—Channing. —Fue un susurro esta vez.
Alisé una mano sobre su cabello y me la llevé del grupo.
Heather había llorado seis veces en su vida, tres de ellas además de
Naly. Esta fue su séptima. No querría que los demás la vieran así, golpeada
y expuesta.
Una vez que nos alejamos de todos, donde no podían oír, encontré un
lugar en el camino y me senté. La acuné en mi regazo. La acuné como a un
bebé.
Lloró. Sus sollozos le destrozaron todo el cuerpo hasta que finalmente
se callaron, pero incluso entonces sus lágrimas fueron un goteo constante.
Había acumulado la furia asesina en mí. Volvería a salir, pero no hasta
que Heather estuviera bien. Ella era mi trabajo ahora. Tenía que asegurarme
de que estaba bien, y cuando se calmó, empecé a examinarla para ver si
tenía heridas.
La habían golpeado en la cabeza. Malo. El bulto era del tamaño de mi
mano.
Pude ver los rasguños sobre su cuerpo. Rasguños. Cortes finos.
Mirando de dónde venía, me di cuenta de que podrían haber sido de las
ramas.
Hice una mueca de dolor, sabiendo lo rápido que debe haber sido para
que la cortaran tan profundo.
Mierda. 258
Dijo que estaba en un árbol. Habíamos estado trayendo cosas para
ayudarla a salir, y no podía dejar de mirarla. ¿Se había caído? ¿Dónde
estaba Richter?
¿Por qué sucedió esto? Salta eso. Sabía por qué.
¿Cómo podía asegurarme de que esto no volviera a pasar?
¿Irse? Mierda. Me detuve. No iba a pensar tan lejos. Cuidar de Heather.
Eso era lo primero.
Así que la abracé. La abrazaría para siempre.
Tal vez fueron unos minutos después, veinte o una hora. No estaba
prestando atención, pero sentí como una buena cantidad de tiempo antes
de escuchar a alguien caminar hacia nosotros. Había un suave crujido de
grava, y Heather se puso rígida. Se había callado en mis brazos, pero no se
movió ni un centímetro. Yo tampoco iba a hacer que se moviera, pero ambos
lo buscamos.
Heather se sentó, pero no la dejé ir demasiado lejos. Puse mis rodillas
arriba, mis pies en el suelo, y la tiré para que su espalda descansara contra
mí. Su cabeza se movió hacia mi pecho. Una persona se detuvo detrás de
nosotros, pero no quería que Heather se enredara, así que hice un gesto.
—Pasa al frente.
Brandon se acercó, de rodillas y con delicadeza.
Había una emoción embelesada y descarnada que brillaba en sus ojos.
Si no lo supiera, diría que intentaba no llorar.
Su voz se rompió bajo la tensión.
—Heather.
Heather se endureció aún más. Su brazo tembló hasta que puse el mío
encima, aún con cuidado de sus cortes. Expulsó un respiro, algo de su
tensión se fue.
Brandon se detuvo, tragó y miró hacia abajo. Cuando levantó la cabeza,
estaba más controlado. Juntó los labios y volvió a tragar.
—Heather, ¿estás bien?
Heather extendió la mano.
Brandon lo tomó, y sus dedos se unieron a los de él.
—Quiero matar a alguien —dijo ella—. ¿Es suficiente esa respuesta?
El alivio lo inundó. Cerró los ojos, sentándose sobre sus talones.
—Claro que sí. Eso me responde. —Intentó sonreír, pero aún estaba
pálido—. Deberíamos llevarte a un hospital.
—Lo sé.
Pero Heather no se movió. Si acaso, se hundió más en mí. 259
Brandon se puso de pie.
—¿Quizás podrías cargarla, Channing?
Asentí.
—Sí. —Mi propia garganta estaba llena. No me lo esperaba—. ¿Puedes
darnos un minuto?
—Oh. Claro. —Sonrió tiernamente a Heather—. Te quiero, hermanita.
Heather no respondió. Sólo devolvió la sonrisa cuando Brandon se
movió detrás de nosotros.
Una vez que fuimos nosotros dos otra vez, un resoplido la dejó.
No sabía lo que estaba pasando detrás de nosotros.
No importaba.
Tenía a la mujer que amaba en mis brazos. Ella estaba a salvo. Estaba
sufriendo. Y no podía dejar que eso volviera a pasar. Eso es todo. Mis brazos
se tensaron a su alrededor. Nunca quise dejarla ir.
Me tomé otro minuto, los dos lo hicimos. Entonces le pregunté:
—¿Estás lista?
—No. —Suspiró, su dedo raspando hacia arriba y hacia abajo bajo el
mío.
Dijo que no, pero sentí la aceptación en su cuerpo. Se aflojó, y sabía lo
que necesitaba. Moviéndola en mis brazos para acunarla una vez más, me
paré, con cuidado de no herirla con ningún movimiento repentino. Mientras
me enderezaba, cerró los ojos, con la cabeza apoyada en mi pecho.
Algo se movió muy dentro de mí.
No podía dejarla. Nunca.
La comprensión resonó alto y fuerte, y nuestras vidas juntos
parpadearon ante mis ojos.
Cómo le proponía matrimonio.
Cuando me casara con ella.
Cuando tuviéramos nuestro primer hijo.
Nuestro segundo hijo.
Nuestra novena hija, si ella quisiera.
Nos mudaríamos a una casa más grande.
Bren se casaría y Heather estaría a mi lado.
Todas las vacaciones juntos, cumpleaños juntos. Las futuras peleas
que tendríamos.
Todo lo de hacer el amor. 260
Cómo nos hacíamos viejos.
Cuando nos uniéramos a la caravana de jubilación de su padre o
haríamos nuestra propia caravana. Cuando nos mudáramos a Florida e
hiciéramos que todos nuestros amigos vinieran con nosotros, los que
seguían vivos.
Cuando uno de nosotros se mudará a un hogar de ancianos.
Y cómo uno de nosotros dejaría este mundo, pero, aun así, la cuidaría
a medida que creciera y empezara a enrollarse con otro viejo.
Siempre y para siempre. Las palabras estaban en los votos
matrimoniales por una razón.
Todo eso pasó ante mis ojos, y cuando empecé a llevarla de vuelta al
vehículo, supe dos cosas.
Iba a casarme con ella.
Y yo iba a ser el primero de nosotros en morir, pero no por mucho
tiempo, sino por un muy largo tiempo.
Heather
O
lí el cigarrillo antes de siquiera acercarme a la puerta principal.
Heather estaba en el porche, la puerta mosquitera
abierta, y eran las tres de la mañana. Ella había querido volver
a su casa, por lo que después de tratar con algunos negocios
en el almacén, nos habíamos dirigido aquí.
Richter estaba de regreso.
El Peter estaba de regreso.
Parecía que nada había cambiado. 264
El estacionamiento de Manny’s estaba vacío, por una vez, y todas las
luces estaban apagadas. Por lo general, mantenían una luz encendida para
el estacionamiento, en caso de que alguien tuviera que regresar por un auto,
pero todo estaba oscuro ahora. Sabía que eso era cosa de Heather.
Me detuve justo en la puerta mosquitera antes de salir.
No hice ningún sonido. Nunca lo hacía, pero no importaba. Ella sabía
que yo estaba allí. Permaneció callada, al igual que yo. No había una razón
específica, excepto tal vez para respirar, para prepararme.
Ellos se la habían llevado. Y ellos eran intercambiables, podría haber
sido Richter, podría haber sido el Peter, podría haber sido el estafador. Ellos
podrían haber sido cualquier otro enemigo que teníamos o habríamos
tenido.
Pero estaba aquí.
Estaba a salvo.
Estaba enojada, herida y agotada, pero estaba aquí.
Momento hecho.
Me sentía listo para hacer esto, y empujando la puerta para abrirla,
miré hacia un lado.
Heather estaba en su mecedora, un pie apoyado en el banco a su lado,
una manta envuelta alrededor de ella por lo que un hombro estaba expuesto.
La correa de su pequeña camiseta sin mangas estaba colgando de su
hombro, su clavícula un poco más pronunciada de lo normal, dándome una
buena idea de los bienes. Si era posible, se veía más minúscula para mí.
Más pequeña. Más vulnerable. Pero sabía que la mayor parte de eso era un
espejismo. Si Heather subía contra un acantilado, no aterrizaría sobre su
trasero. Pensaría en una manera de escalar la perra y luego proclamaría que
era suya en la cima.
Su cabello estaba recogido en una cola de caballo suelta, algunos
mechones libres enmarcando su cara, y tenía un cigarrillo entre dos de sus
dedos.
—No juzgues. Fui secuestrada. Eso garantiza cigarrillos.
Su voz era ronca, pero no era por fumar.
Me acerqué, la levanté y la deposité en mi regazo. Ni siquiera se tensó.
Solo levantó y sacó su cigarrillo del camino, luego esperó hasta que estuviera
cómodo antes de volver a arreglar la manta a su alrededor, un extremo
tendido sobre mi pierna, y relajarse contra mi pecho. Su cabeza descansaba
sobre mi hombro, y puse una mano sobre su frente, acariciando su cabello.
Ella amaba eso. Siempre lo había hecho.
265
—Te amaba cuando tenías ocho años —murmuré.
Su pecho y hombros se movieron por su risa.
—Eso no es posible. —Llevó el cigarrillo a sus labios, inhalando lo
último.
Lo sostuvo a un lado, y se lo quité, apagándolo antes de arrojar el porro
en la lata de metal que tenía en el suelo. Mi brazo regresó alrededor de ella,
deslizándose bajo su manta y acomodándose en su estómago. Tenía puestos
sus pantalones cortos de pijama, y algunos de mis dedos se deslizaron
debajo de la pretina, descansando allí.
—Lo es. —Mordisqueé el hombro expuesto, solo un pequeño pellizco de
mis labios.
La risa gutural de Heather hizo que mi polla se levantara.
Había acabado de pasar por una pesadilla, y tenía que abstenerme de
deslizar mi mano entre sus piernas, sumergir mis dedos en ella, y tomarlo
desde ahí. Pero no. El médico dijo que necesitaba descansar, y el sexo que
quería en este momento no era suave, delicado, ni nada parecido a hacer el
amor. Solo la deseaba, y luché para reprimir la necesidad de poseerla,
reclamarla, y asegurarme de que nada malo le volviera a pasar alguna vez.
Era primordial.
Tuve que poner mi mano en un puño, apoyándola contra mi pierna.
—¿Qué pasa? —Heather ya no estaba relajada. Estaba tensa, estaba
respondiéndome.
Ponte bajo jodido control, imbécil.
Exhalé un profundo suspiro y me obligué a relajarme. Soltando el puño,
la rodeé con mi brazo desde el otro lado, abrazándola durante un rato antes
de rozar mis dedos contra su muslo interno.
—Nada. Estoy bien.
—No estás bien. Estás diciéndome que estabas enamorado de mí
cuando tenía ocho años.
Reí, atrapando su oreja con mis labios ahora. La sentí temblar mientras
dije:
—Lo estaba. Era de la mejor clase, cuando éramos niños. Solo quería
atormentarte todo el tiempo. No me importaban las otras niñas.
Ella resopló una risa.
—¿En serio? ¿Qué pasó en primero de secundaria?
Primero de secundaria.
¿Cómo podría explicárselo?
Tenía que explicárselo. Ya era hora, y solo podía esperar que ella no me
odiara.
266
—Nada, en realidad.
Ella se congeló, luego empujó fuera de mi regazo.
—¿Qué quieres decir? Tú no...
Había una media luna detrás de ella, y ¿cómo podría describir lo que
veía? Ella era hermosa. Feroz. Fuerte. Protectora. Descarada. Inteligente.
Ingeniosa. Ambiciosa. Leal. Podía ver a la estudiante de tercer grado de la
que me enamoré. Puede que no haya sido el amor adulto que sentía por ella
ahora, pero fue el comienzo de este que hemos estado recorriendo. Podía ver
a la mujer que era, la esposa que esperaba que fuera en el futuro, la madre
que quería a mi lado, pero en este preciso momento, ella era la chica cuyo
corazón había roto ese año.
Me incliné hacia delante, apoyé los codos en las rodillas y me pasé las
manos por el cabello.
—Lo siento.
Ella no me dejó decir nada más. Agarró mi cabello y tiró de mi cabeza
hacia arriba. Los ojos ardían.
—¿De qué diablos estás hablando? ¿No me engañaste?
La verdad. Eso era lo único que podía decirle para mejorar esto.
Así que comencé:
—Nunca me viste salir del armario de ese conserje después de que te
engañé.
Sus cejas se juntaron. Su boca se inclinó hacia abajo y se echó hacia
atrás, vacilando.
—Yo... yo lo hice. Tenías labial en la cara.
—Me viste irme después de empujar a esa chica lejos. Gus me pidió que
le agarrara una llave y me dio sus llaves y todo. Entré, y esa chica se deslizó
detrás de mí. Ella me agarró, no al revés.
—Pero... —Sus ojos se lanzaban de un lado a otro, recordando.
Era una historia bastante fácil de comprobar. Gus era un cliente
habitual en Manny´s. Puede que no lo recuerde, pero había una posibilidad
de que lo hiciera. Tenía la sensación de que él lo haría.
—Mi mamá murió, Heather.
Dios. Este era nuestro patrón, alrededor y alrededor. Un largo y maldito
círculo.
Algo malo sucedía. Me iba. Ella se iba. Uno de nosotros se iba, y el otro
se lo permitía. Iríamos por caminos separados, empezaríamos a extrañarnos
y volveríamos a estar juntos. Era un maldito ciclo que debía detenerse. De
algún modo.
267
—¿Recuerdas?
Heather se movió para sentarse a mi lado, su manta aún la envolvía.
Ella no me miraba, sino que miraba a lo lejos, y una lágrima cayó por su
mejilla. La apartó, con un movimiento salvaje y rápido antes de hablar, con
voz ronca.
—Por supuesto que recuerdo cuando murió tu madre. La amaba.
Asentí.
—Ella también te amaba.
—¿Es por eso? ¿Por eso hiciste eso?
Sentí un dolor cavando en el centro de mi pecho, excavando un agujero
hueco.
—Estaba jodido. Me estaba doliendo. Te estaba lastimando. Me estaba
lastimando. A Bren. Estaba lastimando a cualquiera cercano a mí. Estabas
enojada conmigo todo el tiempo, y no podía culparte, pero no quería
arrastrarte conmigo.
—Channing. —Se inclinó hacia mí.
Esta era la otra parte del ciclo.
Estaría herido, o ella estaría herida, y el otro regresaba. Yo era un
imbécil egoísta. Cuando sufría, a veces no tenía la fuerza para mantenerla
alejada.
Yo lo hice esa vez. Ella pensó que la había engañado, y la dejé pensar
eso.
Esa fue la primera vez que la dejé ir.
Sacudí la cabeza y me senté hacia adelante.
—No. Tienes que escuchar todo esto. —No podía mirarla. Llámame
débil, pero no quería ver a la mujer que amaba llorando. No quería saber
que era el culpable de esas lágrimas, pero era la jodida hora de que toda la
verdad saliera a la luz.
Presioné una mano sobre la barandilla del porche y la usé como ancla.
Lo necesitaba para mantenerme firme.
—Estaba desorientado. Saltándome clases. Vandalismo. Bebida. Ya
estaba empezando todo, e iba a hacer que lo hicieras conmigo. —Eché la
cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Jesús. Esto duele—. Me escapé de tu
habitación una noche, y tu papá me encontró con un rifle de caza.
—¿Qué? —La sentí moverse detrás de mí.
—Lo amartilló y me apuntó. Porque, verás, él sabía lo que me estaba
pasando. Me contó todas las cosas que acabo de decirte, iba por un mal
camino. Te estaba llevando conmigo, y joder, Heather... —Señalé a nuestro
alrededor, aunque solo había oscuridad—. Es cierto, incluso ahora.
Estuviste en un tiroteo. Fuiste secuestrada. Hoy te hirieron, y es mi culpa. 268
—Cállate. Solo cierra la boca.
No pude.
—Él me dijo que te dejara, y al día siguiente cuando me viste, sabía lo
que pensabas.
Me quemaba, aún. Estaba de regreso ahí, en el pasillo. La perra se
deslizaba detrás de mí, frotándose la boca.
Heather estaba plantada en el lugar, sus ojos se ensancharon, yendo
de mi rostro a la chica y de regreso. Me froté la boca, entonces vi el labial.
—Te dejé pensarlo.
—Cambié de escuela por eso. Por ti. Y ¿Tate? Te acostaste con ella. Las
chicas me dijeron en esa escuela.
Negué con la cabeza.
—Tate me envió un mensaje de texto, dijo lo que te dijeron. Le pedí que
te dejara pensar eso.
—¿Me estás jodiendo? —Su frente estaba arrugándose otra vez.
Respondí antes de que ella volviera a hablar.
—Tate no dijo nada ese día porque pensaba que no le creerías. Sam
inició en Fallen Crest Public y era tú mejor amiga. Tate sabía que era una
batalla perdida. Vino a mí más tarde para convencerme de que la apoyara.
—¿Dijiste que no? ¿Otra vez?
—Ya estábamos yendo y viniendo para entonces, pero estabas en una
escuela mejor. Ya no viajabas de regreso a Roussou. Tenías nuevos amigos,
mejores amigos.
—Cállate. —Un pequeño susurro.
—Pasé la primera parte de mi vida tratando de atraparte. Me he pasado
la última parte tratando de alejarme. —Mi voz bajó para coincidir con la de
ella.
Vi que su cabeza se curvaba hacia abajo. Intentaba acurrucarse en una
bola, la manta en puños en su regazo.
—Estaba tratando de dejarte tener una vida mejor.
Y ahora…
Ahora, la veía caminando de nuevo hacia mí en el camino de grava.
Había sangre por toda ella, sangre saliendo de su cabeza. Me vi corriendo
hacia ella, esperando que colapsara, pero no lo hizo. Sus ojos brillaron. La
pelea estaba ahí. El desafío. Dijo su pieza. Se mantuvo fuerte hasta que no
tuvo que hacerlo más y yo estaba allí.
La atrapé.
El segundo capítulo de mi vida había terminado en ese momento. Así 269
ella me quisiera o no, podría tenerme. Ya no tenía la fuerza para alejarme.
Esa pelea había terminado.
No tenía nada en mí. No podía alejarme, ya no.
—Me alejas cada vez que pasa algo malo en tu vida —dijo.
Mi medio hermano, Max, murió. Mi papá fue a la cárcel. Mi mamá
murió.
Tenía razón. Todas las veces.
—Naly —murmuré.
Volvió a mirar hacia arriba. La sangre se drenó de su cara. Vi el brillo
de las lágrimas, y sus ojos estaban muy abiertos y asombrados.
—¿Qué?
—Naly —dije de nuevo—. Cuando ella murió, me apartaste.
—No.
—Sí.
—No.
Me arrodillé frente a ella, suavizando mi tono.
—Sí, Heather. Te lo hice todas esas veces, así que sé cuáles son las
señales. Sabía que me estabas alejando y esa vez te obedecí. Esa vez.
Sus ojos se oscurecieron.
—¿De qué estás hablando?
Alcancé sus manos. Comenzó a meterlas bajo la manta, pero agarré
una y entrelacé nuestros dedos.
—He terminado de alejarnos.
Me sostuvo la mirada, estudiándome, intentando decidir si creerme o
no. Tragó.
—Estás mintiendo.
—No lo hago.
Se acabó la distancia. Yo había dicho mi parte. Ella todavía estaba aquí.
Esa era una señal suficientemente buena para mí, así que avancé,
levantándola. La puse de nuevo en mi regazo y le dije, casi bruscamente:
—Cuando te llevé de vuelta al coche esta mañana, nuestra vida
apareció ante mis ojos. No soy psíquico, pero, de todos modos, lo hizo. No
puedo explicarlo —Mis manos se apretaron a su alrededor—. No hay maldita
manera en que me vaya. Cualquier mala mierda que se nos presente, la
soportamos juntos.
Rió, una risa pequeña.
—Manny´s, Brandon. Mi hogar. Todo eso está aquí. Suki, Cruz, Ava, 270
Gus incluso. Todo mi personal. Están aquí. —Sus dedos se relajaron y
comenzaron a frotarse contra los míos. Su pulgar acarició la palma de mi
mano—. Si quieres que tenga una vida mejor, tendré que irme, y esa no soy
yo. Soy Fallen Crest. Soy Roussou. Éste lugar es quien soy. —Levantó la
vista y nuestros ojos se encontraron—. Tú eres quien soy.
Nada. Nadie. Ni un desastre natural. O un crimen al azar. Ni la mala
suerte. Nada iba a hacerle daño. Ese voto golpeó en mi pecho, y toqué sus
labios, frotando el de abajo.
—Te amo jodidamente tanto.
Una sonrisa cegadora llegó a mí, y se dio por vencida, entregándolo
todo. Pude haberla levantado y acunado como un niño.
—También te amo, jodidamente tanto.
Me levanté, abrazándola como si no fuera nada, y la llevé a su
habitación.
Heather
280
Heather
283
Channing
E me empujó.
—Bola de demolición entrante.
Levanté la vista y juré.
Heather se dirigía hacia nosotros, entrando rápido y con fuerza. Esos
ojos, me habían derretido esta mañana, pero ahora estaban furiosos. En
cuanto al resto de ella, había hecho su investigación. Estaba vestida para el
papel: Pantalones negros, zapatos negros, una camiseta negra de manga 284
larga. Tenía el cabello recogido en una trenza, cayéndole por la espalda.
Tenía una linterna en la mano, aunque no estaba encendida, y estaba
mirando la otra arma que tenía cuando Lincoln le preguntó:
—¿Es una pistola eléctrica?
—Mierda. —Me fui corriendo.
Adivina con quién quería usar eso.
—¡Channing! —Se fue justo después de mí.
Nos reunimos con la mitad de los hombres de Traverse para acorralar
al grupo de Richter. Ser perseguido por Heather, sin importar lo divertido
que fuera, no era algo en esos planes.
En la siguiente colina, en un kilómetro, estaban los últimos leales a
Richter. No nos esperaban, y no sabían que habían sido aislados del resto
de los vuelos chárter de Red Demons. Traverse había obtenido permiso para
llevarnos a la pelea, que había durado dos semanas, pero finalmente nos
estábamos acercando a ellos.
Traverse iba a ocuparse de los hombres de Richter, mientras que yo
tenía a Richter. No estaba planeando una ejecución, pero no diría que no a
una tortura. Era lo que era. Esto fue lo que hicimos para proteger nuestra
ciudad.
—¡Channing! —me gritó Heather.
No podía seguir corriendo. Alertó a los Red Demons, así que me agaché
y me incliné, abrazando su cintura justo cuando se acercaba a mí. La
levanté en un movimiento, tirándola por encima de mi hombro.
Antes de que me pudiera electrocutar, le advertí:
—Richter está al otro lado de la colina. No hagas algo de lo que te
arrepentirás.
Sentí su pausa, y luego su codo se estrelló contra mi espalda.
—¡Oomph! —Froté mi mano sobre su trasero, disfrutando de eso—. Veo
que perdiste tu vuelo.
—Eres un imbécil.
Estábamos lo suficientemente lejos de ambos campos ahora. Si gritara
un poco, los Demons no la oirían. Mis chicos podrían, pero no podían oír
una conversación normal. La puse delante de mí y la empujé detrás de unos
árboles con mis caderas.
—Oye. —Dio un paso atrás, su mano en mi pecho—. Para.
No lo suficientemente lejos. Los chicos podían vernos, o podían ver
nuestras formas. Había luna llena arriba. Quería asegurarme de que no
hubiera sombras en el camino.
Nos movimos detrás de otro árbol antes de que fuera feliz. 285
—¿Usas un GPS conmigo?
Ella debe haberlo hecho. Estaba preparada para lo que íbamos a hacer.
—Becca me lo dijo.
Entrecerré los ojos.
—Se supone que la acosadora no debe saberlo.
Puso los ojos en blanco.
—Congo podría cortarla mañana y aún sabría tus planes para los
próximos diez años.
Cierto. Y perturbador.
Pasando mis manos por los brazos de Heather, la acerqué, lo suficiente
para sentirla. Apoyé mi frente en la de ella.
—Así que... —Sonreí—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—Eres un idiota, ¿lo sabías?
—Estaba siendo cauteloso.
—Me mentiste. —Me dio un puñetazo en el pecho, más fuerte esta vez—
. Me mentiste, joder.
Luché para evitar tocarla a tientas, no era el momento y lugar correctos,
pero mi mano se flexionó sobre su cadera. Podría... sí. Me acerqué,
guiándola de espaldas contra un árbol, y me acerqué para que estuviéramos
completamente alineados.
Mi polla también se alegró de verla. Cerré los ojos al tocarla.
—Channing. —Suspiró y apoyó su cabeza contra el árbol. Sus dedos
rozaron sobre mí, y mordí un gemido—. Esto no es lo que tenía en mente
cuando vine aquí.
—Eso es obvio. —Bajé la cabeza, mordisqueando su cuello. Se
estremeció bajo mi toque. Eso sólo me hizo querer hacer mucho más. Estaba
luchando aquí.
No era un neandertal. Era un profesional, y el negocio de la tripulación
a veces sentía que era una profesión.
Pero tenía hambre de otra sesión como la de ayer, pero quería que todo
nuestro objetivo fuera la destrucción total.
Heather valía más que una ronda rápida y silenciosa detrás de un
árbol.
—Oye. —Me agarró ligeramente a través de mis pantalones y me apretó.
Mordí un gemido.
—Sólo me estaba convenciendo de que no fuera un rapidito.
Se rió, algo de la ira desapareciendo de su rostro. Las líneas alrededor 286
de su boca se suavizaron.
—Como si eso volara con tus chicos aquí. Puede que lo pienses, lo
quieras, pero tú y yo sabemos que nunca lo harías.
—Me das demasiado crédito. —Mis entrañas se estaban afinando. Me
estaba volviendo más agudo, más alerta, incluso depredador. Heather era
mi presa, pero no realmente. Era mi compañera, mi igual. Era mi otra mitad,
y una explosión de sangre se elevó a mi polla.
Estaba duro.
—Mierda, Chan. —Heather miró hacia abajo, aunque estaba oscuro—.
Detén lo que sea que estés pensando.
Esto iba a ser doloroso. Hice una mueca.
—Tenemos unos treinta segundos antes de que uno de los chicos venga
a buscarnos.
Me obligué a retroceder. Sentí como si me estuviera despegando de una
segunda capa.
Heather se volvió sombría.
—Quiero participar en lo que sea que estés planeando.
Pensé que, necesitaba ajustarme.
—Planeaba entregarte a Richter. Iba a ser un regalo y un soborno al
mismo tiempo. —La estudié—. ¿Habría funcionado?
—No.
Levanté un hombro.
—Un tipo tenía que intentarlo.
—Voy a entrar contigo.
Asentí.
—Lo sé. —Estaba resignado.
Sus cejas subieron.
—¿Lo sabes?
Amaba a esta mujer. La amaba porque la conocía por dentro y por
fuera.
—En el momento en que apareciste aquí, supe que no había forma de
persuadirte de que volvieras. Ni siquiera voy a intentarlo, pero tienes que
darme crédito por intentar la mejor manera de mantenerte a salvo.
Su mirada acalorada se derritió.
—Lo sé. —Se movió hacia mí, su mano deslizándose bajo mi camiseta
y descansando sobre mi estómago. 287
Me incliné para encontrar sus labios.
Viviendo esta vida y amando a esta mujer, íbamos a dar vueltas y
vueltas constantemente. Una parte de mí esperaba que nunca nos
detuviéramos. Y aún sin escuchar a nadie que viniera a buscarnos, cuando
Heather comenzó a retroceder, tiré de ella, mi boca profundizándose sobre
la suya.
Nos besamos hasta que alguien pisó una rama, rompiéndola.
Lincoln salió de la oscuridad. Recubierto de pintura de camuflaje, su
rostro era sombrío, pero sus dientes brillaban en blanco mientras
hablaba.
—Es hora.
Heather
Channing
Lincoln, Traverse, y yo avanzamos juntos. Éramos la primera ronda.
Todos de la misma complexión y malditamente rápidos. Éramos los mejores
luchadores, moviéndonos como uno, llegamos desde diferentes direcciones.
Arriba, sobre la valla.
Había nueve en el patio: Ocho por la fogata y otro detrás del cobertizo. 289
Me acerqué a él, ya que sería mi chico a derribar. Teníamos que avanzar
tranquilamente, rápido, y juntos tanto como fuera posible.
Lincoln observó mi enfoque.
Se pegó contra el garaje, luego lanzó una roca para que aterrizara al
lado derecho del noveno tipo. Cuando miró, tiré la pierna detrás de él y
golpeándolo. Mis brazos fueron alrededor de su cuello, llené con su camiseta
su boca y tiré. Sostuve lo más fuertemente posible, mi cuerpo casi se
envolvió alrededor de él como una araña. Caímos cuando comenzó a perder
el conocimiento, y una vez que sentí que se sumergía en la inconsciencia, le
dejo ir, alejando con un puntapié su cuerpo de mí.
Sucedió tan rápido que apenas había luchado.
El primero estaba abajo. El resto no sería tan fácil.
Me uní a Lincoln. Nos trasladamos al otro lado del garaje.
Levantó un brazo. Lo tomé como señal, e invertí posiciones como si
leyéramos los pensamientos del otro. Movilizándonos. Me moví detrás de él,
y él dio un paso atrás. Si alguien hubiera estado observando, podrían haber
visto sólo un pequeño movimiento en la oscuridad, pero estos chicos estaban
bebiendo. Han pasado dos semanas desde que trataron de llevarse a
Heather. Bajaron su guardia. Teníamos que atacar mientras permanecía así.
Era el más lejano en el interior, liderando la carga, eché una ojeada a
la vuelta de la esquina.
Traverse había estado esperando. Lo vi al otro lado de la casa, habiendo
corrido un círculo cuidando las espaldas. Me asintió.
Había ocho entre nosotros, cuatro de ellos al otro lado del fuego.
Aunque nos moviéramos rápido, nos verían. Alertaría a los demás, si
pudieran.
Si intentábamos atraer a uno, o dos, todavía se corría el riesgo de que
alertaran a todo el mundo.
Teníamos que atacar a la vez, ir lo más rápido posible.
Me tensé, sabiendo que Traverse esperaba que yo fuera primero, pero
me detuve. No estaba seguro de por qué. Era ahora o nunca, pero luego oí
un suave, "Oye". Lincoln y yo nos ocultamos por ahí.
Chad, Congo, Moose, y otros tres se alineaban detrás de nosotros, todos
tratando de ocultarse tanto como fuese posible contra el costado del garaje.
—¿Qué están haciendo aquí? —susurró Lincoln.
Se suponía que iban a venir cuando tuviéramos el frente contenido.
Entonces íbamos a ir todos a la casa en grupo.
—Heather llamó por radio. Dijo que, si todos nos ocupamos de los ocho 290
aquí, podríamos mantener el elemento de sorpresa.
Joder.
—¿Qué? —preguntó Lincoln.
Moose sólo se encogió de hombros, sonriendo hacia mí.
—Tómala en contra de tu mujer, pero tiene sentido.
Tenía razón. Tendríamos que ser ágiles, más rápidos ahora ya que
habíamos tantos que podríamos ser descubiertos.
—Cada uno de nosotros encuentra a un tipo. Sean rápidos y con fuerza.
Acaben con ellos y hágalo lo más silenciosamente posible.
Todos ellos asintieron. Estaban listos para ir.
Eché una ojeada alrededor para ver si Traverse todavía estaba allí.
Estaba ahí, y articuló:
—¿Qué?
Avance. No había razón de esperar ahora.
Corrimos.
Heather
No había ningún sonido.
Lo vi todo, cuán rápido se movía cada uno, qué tan eficiente era cada
paso. Se lanzaron a los lados de los edificios como fantasmas, flotando a
una velocidad vertiginosa hacia su objetivo.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cada uno derribó a una persona, y esperé a escuchar un grito, un grito,
pero no había nada.
Los escalofríos bajaron por mi columna. La piel de gallina se levantó
sobre mi piel.
Parecían sobrenaturales. Parecía como si hubieran crecido entrenando 291
para este momento, y lo habían realizado perfectamente. No hubo
contratiempos.
Sabía que la música ayudaba a cubrir su ataque, y sabía que esos
hombres habían perdido los sentidos. La hoguera probablemente ayudó a
cegar a algunos de ellos, por lo que no pudieron decir lo que estaba
sucediendo, al menos no lo suficiente como para hacer nada al respecto,
pero aún parecía estar orquestada, como una obra maestra.
Channing me había dicho que me quedara aquí arriba.
Debía vigilar, eso es lo que había dicho, pero sabía que era para
mantenerme alejada y a salvo. Necesitaba una mente sana. Si hubiera
estado ahí abajo, si podía manejarme o no, eso le pesaría. Estaría distraído,
por lo que se hizo.
Ahora los chicos estaban arrastrando a los hombres, escondiendo los
cuerpos inconscientes al otro lado del garaje. Una vez que terminaron,
avanzaron hacia la casa.
Había otros tres exploradores posicionados alrededor del territorio, y
no me habían puesto en ninguna de las esquinas. Channing había elegido
un lugar al azar, así que sabía que lo que podía ver estaba cubierto por dos
de los otros. Sentí una inquietud dentro de mí.
Él no quería que yo estuviera allí.
Ve.
La orden era simple y silenciosa, pero autoritaria dentro de mi cabeza.
Tal vez fue mi subconsciente, o el infierno, tal vez solo fui yo rebelándome.
No quería admitir que estaba rompiendo filas, pero lo hice. Comencé a bajar
la colina.
No debería bajar.
Me dijo que no lo hiciera.
Sería peligroso.
Todavía estaba yendo. De hecho, cuanto más me acercaba, más
acertada me sentía al respecto.
Se suponía que yo estuviera allí abajo.
Estaba destinada a estar al lado de Channing para esto, sea cual sea
esta última confrontación.
Para cuando llegué a la cerca, no había nada que me detuviera.
Agarrando el eslabón de la cadena, comencé a escalar.
292
Channing
—¡B
rent! —gritó Richter desde dentro de la casa.
Nos movimos, todos los chicos tomando posición.
Moose le hizo una señal a uno de los hombres de
Traverse, y cuando recibí la señal afirmativa, avancé.
Traverse y yo supuestamente atravesábamos las dos puertas laterales
juntos, entrando a ambos lados de la casa a la vez. Habíamos hecho nuestra
vigilancia. Había otros dos dentro, uno en la cocina y otro en el sótano. Tres
hombres diferentes detectados.
293
Richter estaba gritando. Escuchamos pasos. Venía de la parte de atrás.
—Channing —susurró Moose.
Miré hacia donde señalaba. Lincoln estaba ahí con una pistola. Su cara
estaba seria, y sus ojos vacíos cuando me dio la 9 milímetros.
La agarré.
Tan pronto como la pistola llegó a mis manos, Lincoln sacó otra de su
espalda. Se instaló justo detrás de mí y esperamos.
Habría una señal final, el sonido de un búho ululando, y entonces
entraríamos.
Moose alzó una mano. Tres dedos.
Dos.
Uno.
Ambos hombres ulularon y entré.
Dos pasos adentro y Lincoln estaba a mi lado.
Traverse estaba al otro lado del salón.
El tipo que estaba en el fregadero se sacudió, dándose la vuelta. Agarró
la pistola sobre la encimera.
Dos balas le golpearon. Una en el hombro y la otra en el pecho.
Cuando me giré hacia Traverse, Lincoln salió disparado hacia el tipo.
Se movió silenciosamente, cogiéndole antes de que pudiese gritar y le
envolvió una toalla alrededor del cuello. Tiró, manteniéndola apretada hasta
que se cayó al suelo, inconsciente.
Esperamos en tensión.
—¿Brent? —La llamada vino desde el pasillo.
Algo se movió. Lo siguiente que sentí fueron pisadas.
Una puerta se abrió.
—¿Brent? —Sonó más callado. Más titubeante.
Después, una maldición por lo bajo. Richter se movió por el pasillo.
—Brent, te lo juro por Dios, contéstame…
Entró en el comedor, congelándose cuando nos vio. Un balbuceo salió
de él, y se giró y salió corriendo por donde había venido.
Salí tras él.
¡Bang!
Una bala le golpeó en la espalda, lanzándole hacia delante.
¡Qué!
Traverse apuntaba con su pistola, caminando lentamente hacia 294
delante.
¡Bang!
Metódicamente.
¡Bang!
Calculadamente.
¡Bang, bang!
Un último suspiro salió de Richter y después estaba muerto.
No había tiempo para preocuparse por lo que acababa de suceder.
Escuchamos una estampida desde el sótano. Una cabeza apareció, con la
pistola ya disparando.
Yo estaba en la línea de fuego.
Vi destello de luz a la vez que me dejé caer sobre una rodilla, con la
pistola preparada. Le disparé.
Dos balas le dieron en el pecho.
Esta vez fue diferente de la primera vez. Al tipo de la cocina le había
dado en el hombro intencionadamente para no matarle. Mataría para
defenderme, para defender a mis seres queridos, pero no haría lo que había
hecho Traverse.
Tan pronto como disparé, me giré rápidamente.
Traverse estaba detrás de mí, con su pistola ya apuntándome. La
manera en la que me miró. No había sorpresa. Ni arrepentimiento. Estaba
frío por dentro, muerto.
Había alzado la pistola para matarme.
Sólo que no había estado preparado para que yo me diese la vuelta tan
rápido. Le disparé primero, el primer tiro a la mano que sostenía la pistola.
La pistola cayó al suelo, el segundo tiro le dio en la rodilla. Cuando empezó
a gritar pateé su pistola hacia Congo.
—¡Cierra esa puerta! —Me dirigí hacia Traverse a la vez que le grité a
Lincoln, que ya se acercaba.
Me vio disparar a Traverse. No necesitaba que le dijesen nada.
El resto estaba confundido, entrando lentamente.
—¿Qué?
Saqué un cuchillo y golpeé a Traverse en la cabeza con el mango. Él
cayó inconsciente.
Alcé la mirada y Congo me miró a los ojos.
—Nos ha traicionado.
Era todo lo que necesitaba decir. Congo salió por la puerta, contándole
a los hombres lo que había pasado. Los siguientes momentos determinarían 295
vida o muerte, o escapábamos ilesos o nuestro futuro terminaría aquí.
Mis hombres harían lo que necesitaban hacer. Confiando en ellos, le
ordené a Lincoln
—Ve a su oficina. Encuentra las grabaciones de seguridad, lo que sea.
Tenemos que cogerlo todo.
Él asintió y se dirigió hacia atrás.
Le grité después:
—Use guantes. No hay huellas.
Necesitábamos asegurar la casa. Algunos tipos estaban afuera,
luchando contra los hombres de Traverse, así que bajé las escaleras. Podía
escuchar riñas y gritos. Escuché un disparo, luego un segundo cuando
terminé de limpiar la casa. Tenía que confiar en que había suficientes afuera
para hacer el trabajo. Cuando subí las escaleras, estaban tirando de uno de
los chicos de Traverse, con la cabeza baja. Chad y Congo dejaron caer el
cuerpo inerte en el suelo. Muchos de mis hombres siguieron llevando a uno
de los nuestros, Hawk. Su verdadero nombre era Paul Mainley. Él era un
buen hombre. Trabajaba como contratista a una hora de distancia, tenía
una esposa y dos hijos.
Había estado aquí para respaldarnos porque se había mantenido leal a
nuestro equipo desde nuestro último año en Roussou High.
Ahora estaba sangrando por un agujero de bala en sus entrañas.
Pensé en mantener el video de seguridad como respaldo, por si acaso,
e incendiarlo todo, pero la herida de Hawk significaba que no podía hacer
nada de eso. No podía manejar una hora en coche para arreglar esa herida.
Tendría que ir al hospital en Fallen Crest, y habría preguntas. Los policías
lo resolverían, poniendo dos y dos juntos, sin importar cuánta evidencia
destruyéramos.
Estaba frío, me bloqueé. No había lugar para el arrepentimiento. Solo
calculando pensamientos. Mente limpia.
Empujé todo hacia abajo. Sin importar la furia que sentí, pateé con
fuerza. Despiadadamente.
Necesitábamos un plan diferente.
—¿Están todos los chicos detenidos afuera?
Moose entró, con sangre por toda la cara. Usó la parte de atrás de su
manga para limpiar sus ojos.
—Están detenidos, todos excepto los muchachos en el punto.
Los chicos en el punto… Sentí que toda la sangre abandonaba mi
cuerpo. ¡Heather!
—Estoy aquí. 296
Ella habló como si hubiera escuchado mi pensamiento. Se materializó
justo detrás de Moose. Un poco agitada, pálida también, pero sin sangre,
sin heridas de bala. Ni siquiera un corte.
Sus manos estaban rojas, y me demoré en ellas.
Maldijo, empujándolas detrás de ella.
—El eslabón de la cadena. Más duro de lo que pensé que sería.
No sabía por qué ni cómo. No me importaba. Crucé la habitación en
tres zancadas y la tuve en mis brazos.
Todo lo que acababa de forzar hacia abajo se lanzaba de vuelta.
Uno de los muchachos en el punto exterior pertenecía a Traverse.
Podría haberlo hecho, me estremecí, coloqué una mano en su espalda y la
sostuve. Ella estaba a salvo. Estuvo aquí. Ella estaba en mis brazos. Una
parte de mí se sintió desequilibrada, no queriendo lidiar con nada de este
lío, sino abrazándola. Me sentí mejor, más seguro.
Besando su frente, me volví hacia mis hombres.
El teléfono de Moose zumbó. Leyó el texto.
—El chico de Traverse se fue. No pudieron encontrarlo.
Lo que significaba que alertaría al resto de los Red Demons.
Estábamos oficialmente en medio de una guerra de MC, y esta vez, no
teníamos aliados.
Lincoln volvió con una bolsa sobre el hombro. Como uno solo, todos
mis hombres se callaron y me miraron.
Congo dijo:
—¿Cuál es el plan, jefe? —Esa era la pregunta en mi cabeza.
¿Cuál era el plan?
297
Heather
H blusa.
De hecho, había corrido las cortinas, por una vez. Ahí no
lo había necesitado ya que mi habitación no estaba frente a la
de Manny´s. Los pocos clientes que teníamos no podían ver, y tal vez fue mi
actitud de "no dar una mierda" lo que me hizo tomar la pequeña posibilidad
de que alguien me pudiera ver. Lo que sea. La desnudez no era algo que 300
temer, aunque sabía que mi papá y mis dos hermanos estarían totalmente
en desacuerdo.
Tuve que cruzar la habitación y levantar la cortina. Channing estaba
arrodillado en la pequeña repisa fuera de mi ventana. Apenas había espacio
para que un pie descansara allí, mucho menos todo un adolescente.
Retrocedí, cruzando mis brazos sobre mi sostén, y golpeteé mi mejilla.
Él puso los ojos en blanco.
—Venga. ¿Por favor? —Su voz fue apagada a través del vidrio.
Al ceder, abrí la ventana, pero no la levanté. Retrocedí y esperé. Él
mismo podría levantar la maldita ventana. Y lo hizo, presionando su mano
contra el cristal y usando esa tracción para levantarla. Una vez que se movió
unos centímetros, consiguió meterse debajo y empujó el resto del camino,
metiéndose en mi cuarto.
—Gracias por eso. —Me lanzó una mirada oscura mientras se quitaba
sus zapatos.
Esta era nuestra rutina habitual, hasta hace unos meses.
—Para. —Mi garganta estaba llena. Mi voz salió ronca.
Había visto a Channing desde que me transferí de escuela, pero no era
lo mismo. Se había disculpado por ser un "asno". Esas fueron sus palabras
exactas. No habíamos dicho mucho después de eso, y no había vuelto a
correr de nuevo hacia él con mis brazos abiertos de par en par. Me había
transferido a Fallen Crest. Las cosas eran diferentes. Yo era diferente.
—¿Qué? —Se detuvo, manteniendo sus zapatos. Se sentó en la cama,
pero no me tocó. Simplemente se sentó y esperó, mirándome.
Sentí las lágrimas y las retorcí, limpiándolas. Odiaba las lágrimas.
Odiaba la debilidad. Odiaba los sentimientos.
Yo era una chica inteligente y despreocupada como todos los demás,
pero este chico... me volví y miré a Channing. Todavía era sexy, su cabello
arrugado, un nuevo tatuaje asomándose alrededor de su brazo, pero observé
sus nudillos. Estaban magullados y abiertos.
Apoyándome contra la pared, asentí a sus manos.
—¿Todavía te metes en peleas?
Miró hacia abajo, como si se hubiera olvidado de ellos.
—Oh sí.
Pasó una mano por uno de sus nudillos. Parecía infectado, pero no hizo
ninguna mueca ante el contacto. Era como si ni siquiera lo sintiera.
Tal vez no lo hizo.
Me deslicé hacia el piso, envolviendo mis brazos para colgarlos sobre
mis rodillas. 301
—¿Estás adormeciendo tu dolor? ¿Es eso lo que estás haciendo?
—¿Estamos empezando con esta mierda? —Se puso de pie, pasando su
mano a través de su cabello. El movimiento levantó su camiseta. Esperaba
ver sus abdominales normales de tabla de lavar. Vi un gran moretón en su
lugar.
Yo tenía razón.
Mi corazón se hundió. Bueno, en realidad, no. Había dejado de hacer
eso hace tanto tiempo con Channing. Se movió a la derecha ahora.
No sabía si alguna vez cambiaría, de alguna manera me estaba
devanando la cabeza fuera de mi cuerpo. Pero hasta entonces, seguía
latiendo, y mientras estaba dentro de mí, sabía que todavía le pertenecía.
—¿Por qué diablos no? Sigo escuchando rumores sobre “Tú follando a
otras chicas”.
Sus ojos brillaron. Vi agonía, pero había una emoción acalorada, ahí
que no pude nombrar. ¿Lamento? ¿Remordimiento? Incluso quise saber de
qué se trataba.
—No creas todo lo que oyes.
Esperé, pero eso fue todo. Eso fue todo lo que dijo.
No me importó que lo dijera en una forma de susurro, como si esas
palabras le estrangulaban.
No me importaba, no.
Pero maldita sea. Allí estaba. Lo sentí.
Un agujero se formó en mi pecho, y cada vez que veía a este tipo, podría
llenarlo o podría hacerlo más grande. Le odiaba. Lo hacía.
Nada más vulnerable y débil. Eso es a lo que me redujo. Él podría
curarme o arruinarme. No pude aguantar más “arruinado”.
Agaché la cabeza y susurré:
—Tienes que dejarme ir.
Le oí suspirar, luego vi movimiento y levanté la cabeza. Él se bajó por
lo que estaba en el suelo también. Se quedó en la cama, moviendo sus
brazos encima de ella.
Me enfrenté a él y él se enfrentó a la puerta.
Si eso significaba algo, no sabía qué significaba.
Sus ojos se alejaron de mí para mirar al suelo.
—Estoy tratando de hacer lo correcto para ti, Heather. En realidad, lo
hago.
Yo resoplé.
—Lo estás jodiendo. —Me tensé, esperando una respuesta. 302
Nunca vino, solo un silencio.
—Soy tóxico en este momento —gruñó, profundo en su garganta—, lo
jodo todo alrededor de mí, y estoy tratando de mantenerme alejado de ti. He
estado tratando desde hace años, hacer lo correcto para ti, y estoy fallando.
—Su cabeza se levantó. Me miró fijamente, calibrándome, pero esta vez,
sabía que el odio no estaba dirigido a mí. Él se odiaba a sí mismo.
Solo era su reflejo.
Agarró un poco de su cabello. Sus nudillos se blanquearon. Su mano
se sacudió.
—Cada vez que me digo que te dejare sola, termino de vuelta aquí. Ni
siquiera pienso hacia dónde estoy conduciendo, y vengo aquí. Yo... —Juró,
bajo y salvaje, y se sacudió contra la cama—. Esta maldita vida. ¿Por qué es
tan difícil?
—Tienes que parar —le digo en voz baja. Ni siquiera quería escuchar
mis propias palabras—. Tenemos que parar. —Volteó hacia la cama. El
significado estaba claro.
No respondió, pero sus ojos se cerraron y su cabeza cayó adelante de
nuevo.
Mi corazón estaba desgarrado, por enésima vez como él. Me clavé las
uñas en las rodillas, simplemente aferrándome.
—Bueno.
Se puso de pie, luego me miró un momento.
—Te amo, Heather.
Encontré su mirada inquebrantable, pero sabiendo que estaba
llorando.
—Ese no es nuestro problema.
Nunca lo había sido.
303
Heather
HOY EN DÍA
308
Channing
—E
lla va a vender por ti. —Brandon emergió a través de
la puerta de mi oficina.
Finalmente estaba en la oficina. Había pasado
mucho tiempo desde la última vez que había podido
venir y ocuparme de los negocios en Tuesday Tits. Scratch estaba en el
pasillo. Sus ojos saltaron rápidamente a Brandon, preguntándome
silenciosamente si quería ayuda ocupándome de esto.
—Estaré bien —le indiqué. 309
Él asintió, cerrando la puerta.
Brandon se dio la vuelta y empezó a caminar de un lado a otro, con los
puños apretados a los lados. Meneó la cabeza.
—Tú, maldito pedazo de mierda. ¡Pedazo de mierda! —gritó.
Siguió caminando.
No le pregunté qué quería decir. Lo sabía. Sólo había un lugar que
Heather le vendería a su hermano, y mientras él despotricaba y desvariaba
en mi oficina, pensé en nuestras interacciones más recientes.
Había una mirada en sus ojos. Era diferente. Resuelta. Resignada. Lo
vi cuando me había pedido otra Naly. Lo vi cuando entré en la habitación y
la encontré acurrucada en la cama, esperándome.
Estaba ahí cuando vino a la casa de Richter. Cuando pasó por la puerta
y vino a mi lado, ahí fue cuando había tomado la decisión.
Dejé que Brandon me maldijese. Pasaron veinte minutos antes de que
Moose llamase a la puerta. Ondeó su teléfono en el aire a través de la
ventana.
Le asentí, alzando un dedo.
Moose inclinó la cabeza hacia el lado bruscamente, luego desapareció.
Me puse de pie.
—Brandon.
Todavía seguía. No me dedicó ni una mirada.
—No. Siéntate. Siéntate, maldita sea. Te quiero como a un hermano,
Channing, pero a veces, a veces deseo que mi hermana nunca te hubiese
conocido. —Paró, tanto odio en su ceño fruncido—. ¡Va a dejar Manny’s por
ti! Joder, ¿no te importa?
Más de lo que jamás podrías imaginar.
Le indiqué la puerta detrás de él.
—Hay una llamada que tengo que contestar.
—Por supuesto. —Resopló, rodando los ojos—. Una maldita llamada de
teléfono. Mi hermana se está preparando para deshacerse de una mitad de
su vida por ti, y tú tienes que contestar una llamada. Me cago en Dios,
Channing. ¿Eso es todo lo que te importa? ¿Una llamada? Espera. Déjame
adivinar —sus ojos eran salvajes—, son cosas de tu banda, ¿no?
Volvió a soltar de todo, con saliva volando de su boca.
—Maldito seas. ¡Maldito seas, Channing! Siempre ha sido tu banda lo
primero. ¿Cuándo vas a poner a mi hermana en primer lugar? Joder, ella
no puede dejarte. Debería. Debería haberlo hecho hace años. Debería
haberlo hecho antes de que lograras formar parte de su vida y la reclamaras.
Es como si te hubieses metido ahí y la hubieras agarrado, y nunca la has 310
dejado marchar desde entonces.
Había empezado a caminar de un lado a otro de nuevo, pero se dio la
vuelta y aporreó mi escritorio.
Pasó tan rápido que no reaccioné. Sólo le sostuve la mirada mientras
él resollaba, su puño medio atravesando mi mesa.
Probablemente se rompió la mano.
—Maldito seas, Channing.
Parte de la pelea lo estaba abandonando.
La sangre se había acumulado alrededor de su mano, pero no mostró
señales de dolor. Sólo me fulminó con la mirada. Su furia le envolvía,
haciéndole insensible al dolor, pero iba a llegar, y fuerte.
—Brandon.
Él gruñó, enseñándome los dientes como un perro salvaje.
—Te odio. ¿Sabes qué? Si pudiese hacer que desaparecieses lo haría en
un suspiro. Si pudiera…
No terminó, dejando la amenaza en el aire entre nosotros. Se puso recto
y retiró la mano de la mesa. La sangre goteó por todas partes, por sus
vaqueros y hasta el suelo.
Todavía no parecía notarlo.
Otra ligera llamada a la puerta.
Moose estaba ahí otra vez, con el teléfono en la mano. Lo ondeó, pero
su mirada estaba en Brandon y en su mano.
Tenía que irme. Tenía que contestar esa llamada. Tenía que arreglar
todo.
—Tengo que irme, Brandon. —Me moví alrededor de la mesa,
lentamente.
Todavía estaba medio enloquecido. Había una luz en sus ojos, como si
estuviera imaginando mi muerte. Eso estaba bien.
Lo entendía.
Recogiendo mis llaves, mi billetera, mi teléfono, lo rodeé y abrí la puerta
de la oficina.
No se movió.
Miré hacia atrás, y él estaba mirando hacia donde había estado de pie.
—Amo a tu hermana. —Necesitaba ocuparme de este asunto, pero para
él, esta situación, también era importante.
Su cabeza se balanceó a medio camino hacia mí para que pudiera ver
su perfil.
Él sabía que yo la amaba, pero no lo sabía todo. No sabía lo que iba a
311
hacer, o que era para ella. Todo era por ella.
Pero tenía que saber una cosa:
—Iré al fin de la maldita Tierra por tu hermana. Caeré antes que ella.
Dispararé a cualquier hijo de puta que intente lastimarla. Destrozaré a
cualquier pandilla por ella. No hay nada que no haga...
—Excepto ponerla en primer lugar. —Sonaba roto.
Sí. Yo también.
—Espera —le dije—. Solo espera, porque te vas a comer tus malditas
palabras.
—¿Qué? —Se volvió completamente hacia mí. Sus cejas se fruncieron.
Pero eso era todo lo que podía decir, por ahora. Así que entré en el
pasillo.
Moose se movió conmigo.
Bajó la voz.
—¿Qué quieres hacer con él?
Negué con la cabeza.
—Nada.
Pasé junto a Moose y me dirigí a la sala principal.
—¿Quién llamó?
—El rey privilegiado.
Scratch se movió para encontrarse conmigo en el mostrador, un paño
en una mano y un vaso vacío en la otra.
—¿Jax va a ser un problema allí?
—¿Escucharon?
Miré alrededor de la barra. Había una línea entera de clientes
habituales observándonos. Incluso las personas en una mesa de atrás nos
miraban. La música había sido cortada en algún momento, por lo que todo
el lugar estaba en silencio.
Lo habían oído todo.
Mi primo hizo una mueca y se frotó la mandíbula con una mano.
—Difícil no hacerlo. Congo intentó encender la música para que sonara
una canción, pero Becca tiró del cordón.
Ella dio un paso adelante.
—No debería hablarte así. No sabe lo que está pasando.
Su boca estaba tensa, y cuando miré alrededor de la barra, vi
expresiones similares.
312
Estaban enojados, pero no sabían todo.
Brandon no lo sabía.
Becca no lo sabía.
Incluso mi equipo no lo sabía completamente.
Los dos únicos que lo sabíamos éramos Heather y yo.
Tenía que decir algo. Esto podría irse de lado muy rápido, y sería malo
para todos.
Levanté una mano.
—Todos ustedes pueden sentirse de cierta manera, pero háganme un
favor, mantengan la mente abierta. —Hice un gesto hacia el pasillo donde
estaba ahora Brandon, acunando su mano contra su pecho mientras la
sangre goteaba sobre su camiseta.
Todavía llevaba una mirada aturdida. Estaba parpadeando
rápidamente, sudando.
Le señalé.
—Está enojado por su hermana, y tiene derecho a...
Becca gruñó.
—Él no tiene derecho a destruirte.
Bajé mi mano.
—Él tiene derecho a sus sentimientos, al igual que ustedes, pero nadie
lo sabe todo. Nadie lo hace.
—No nos digas que no nos metamos en tus asuntos, porque amo a esa
chica tanto si quiere como si no. —Becca cruzó los brazos sobre el pecho.
Miró a Brandon y luego me miró—. Amo a mi hombre, y tú eres parte de su
familia. Heather es parte de esa familia. Él no. Quiere juzgar y mantenerla
alejada de nosotros —se burló—. No puedes tener esa opinión, Brandon.
Eres un extranjero.
—Joder eso. ¡Que te jodan! —Se sacudió hacia adelante—. No soy un
extranjero. Yo también soy Roussou.
—No. —Ella negó con la cabeza, cada vez más tranquila, incluso
sombría—. No lo eres. Ya no. No lo has sido en mucho tiempo. —Escudriñó
la habitación.
Nadie habló por él.
—¿Channing? —preguntó, la pelea se alejaba de él otra vez.
Scratch rodeó la barra y se paró frente a mí.
—Eres increíble. ¿Vienes aquí, lo sacas, y ahora quieres que te ayude?
No estamos diciendo esto para herir tus sentimientos. Lo decimos porque es
la verdad. Eres un Fallen Crest, Brandon. Lo has sido durante mucho
tiempo. 313
—¿Y qué? —Brandon avanzó de nuevo—. ¿Por qué es tan malo?
—No lo es.
Esto había ido de mal en peor. Sacudí la cabeza, girándome mientras
todos los demás miraban para ver quién acababa de entrar al bar.
Heather.
Me estremecí, viendo la tristeza en su mirada. Se aferraba a ella,
haciéndola parecer más pequeña de lo que era. Esta no era la chica que he
amado desde que estábamos en tercer grado. Esa chica era feroz. Era una
luchadora. Nunca le importó una mierda contra quién iba, y odiaba que
estuviera sangrando por dentro, teniendo que elegir un lado, el mío o el de
su hermano.
Pero no era así. No iba a dejar que fuera así.
—Heat… —Brandon comenzó a suspirar.
Espeté, señalándole.
—No lo hagas. No digas ni una maldita palabra. —Avancé, pasando a
mi primo, a mi equipo, a Acosadora. Ya no podía estar callado. No dejaría
que Heather se encargara de esto—. Heather. —Fui hacia ella—. No...
—No, Channing. —Ella dio un paso alrededor de mí, frente a su
hermano—. Él no sabía lo que iba a hacer —le dijo ella—. Nunca se lo dije.
Fue mi decisión hacer...
—No deberías haber tenido que tomar esa decisión —protestó.
—No me importa lo que digas ahora. —Se movió delante de mí, su mano
se extendió detrás de ella para encontrar la mía—. Estoy con Channing, y
eso nunca cambiará. No puedo seguir haciéndolo. Lo estoy eligiendo,
Brandon. Es mi elección. Voy a volver a Roussou. Es la hora.
Esto había ido demasiado lejos.
Levanté mis manos.
—¡Deténganse! ¡Que todos se callen la maldita boca! —Señalé a
Brandon—. Vuelve a tu trabajo. —Hice un gesto a Moose y los chicos—.
Vámonos. Tomemos esa reunión. —Señalé a Becca—. Y no des más detalles
nuestros a la gente. —La dejé clavada con una mirada, y ella bajó la cabeza.
Heather se volvió hacia mí.
—¿Chan?
La atraje hacia mí, abrazándola. Me incliné para besarle el cuello.
—No hagas nada en este momento. ¿De acuerdo? —Pasé una mano por
su espalda, besando su garganta y luego su boca. Tomando su cara,
retrocedí, apoyando mi frente en la de ella—. No tomes ninguna decisión.
No hagas nada. Ve a Manny's, o donde quieras, pero espérame.
Los chicos se movieron más allá de nosotros. 314
Fui a seguirlos, pero ella agarró mi camiseta y tiró de mí hacia atrás,
con los ojos en mi cara.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada. —Presioné mis labios contra los de ella—. Vuelvo enseguida.
Lo prometo.
Empecé a irme.
—¿Becca? —llamó Heather.
—No. —Me di la vuelta—. Becca, mantén tu boca cerrada.
Ella pasó junto a Heather y la oí decir “lo siento”, mientras seguía a
Congo en su camioneta.
Mis hombros se relajaron un poco. Becca había elegido justo ahora.
Ella había elegido a la pandilla.
Congo había estado observando. Se encontró con mi mirada. Asentí.
Todos los chicos fueron a sus camionetas. Me metí en la de Moose, y él
salió primero, liderando la carga.
Iba a arreglarlo todo. Solo tenía una reunión más que realizar.
Channing
T estacionamiento abandonado.
Estaban estacionados frente a nosotros, con sus hombres
detrás, todos en una fila también. Nos dirigimos hacia arriba, sobre el
pavimento agrietado con malezas creciendo a través de él. La tienda había
cerrado hace años, dejó de funcionar cuando James Kade regresó a Fallen
Crest. Su alcance se extendía más allá de Fallen Crest, más allá de Roussou,
incluso más allá de San Francisco, hasta llegar a Callyspo, un pequeño
pueblo que antes no era tan pequeño. Ahora estaba casi extinto, y las pocas 315
tiendas que aún tenían dependían de su carta local de Red Demons para
ayudar a mantenerlos a flote.
Este líder no era como Richter.
La carta de Maxwell era grande.
Reconocí a algunos de los que dejamos ir después de nuestra caída con
Traverse. Esta carta se había ampliado recientemente. Cuando llegamos al
estacionamiento, cinco hombres pasaron junto a sus motocicletas y se
dirigieron hacia nosotros. Se movieron unos metros más adelante, y luego
se detuvieron.
Moose me miró.
—¿Deberíamos alinearnos también?
Estudié a su grupo. Cada uno de sus hombres tenía un arma, la mitad
las sostenían, mientras que los otros tenían sus rifles apoyados en sus
motocicletas, listos para ser agarrados si fuera necesario.
Toda su exhibición fue sólo eso, una exhibición.
Maxwell quería que supiera que tenían números. Quería que supiera
que estaban armados y que esos hombres no eran nuevos ni jóvenes. Eran
mayores. Algunos tenían canas en el cabello, otros tenían barrigas grandes
y otros eran delgados.
Algunos estaban como algunos de los míos, pero entendí el mensaje.
Tenían experiencia.
Ninguno de sus hombres se movió por el nerviosismo. Se quedaron ahí
parados, esperando lo que su líder les ordenara que hicieran.
Esperaba que esta reunión tuviera un buen resultado, pero también
sabía que no podía confiar en ello. Así que le dije:
—No. —Hice un gesto al final del lote—. Estaciona aquí. —Antes de que
Moose empezara de nuevo, me bajé de la camioneta.
Frenó y me asomé por la ventana.
—Muévelo para una escapada si necesitas irte.
—Pero...
Le hice señas y retrocedí antes de que pudiera terminar. Moose se
retorció para seguir mirándome, así que le hice señas otra vez para que
siguiera adelante. Frunció el ceño, pero se adelantó. La camioneta de Congo
era la siguiente, y le transmití mi plan. El resto pasó, todos estacionando
uno detrás del otro, apuntando a la salida, hasta que Lincoln se acercó a la
retaguardia. Se detuvo a mi lado, pero a diferencia de los otros, no esperó
mis órdenes. Se estacionó y saltó, yendo a la parte trasera de su camioneta.
Cuando la abrió, me quedé a la espera.
Metió la mano, agarró a Traverse y lo sacó.
316
Traverse cayó al suelo, raspándose la rodilla.
—Levántate.
Lincoln agarró su camiseta, poniéndolo de pie.
Le eché un vistazo. Contrariamente a lo que quería, no había sido
torturado. Tenía tantas ganas de hacerlo, pero me contuve. Las dos balas
que le metí en la mano y la rodilla tenían que ser suficientes. Todavía
luchaba por mantenerse erguido, con razón. Habíamos traído a una amiga
de la tripulación para que le echara un vistazo —la enfermera de Moose se
estaba tirando a Moose— y lo había curado todo lo que pudo. Las balas
pasaron directamente, y ella había cauterizado ambos lados para detener
cualquier infección. Necesitaría que lo atendieran más, pero ellos podrían
manejarlo. Permaneció vivo durante mi guardia, lo único que me importaba.
Lincoln lo empujó para que caminara hacia adelante, pero le hice
señas.
—Lo tengo.
—¿Qué?
—Yo me encargaré de él —dije—. Lo tengo.
—Channing… —Empezó a decir más.
Le di una sacudida a Traverse.
—Lo tengo. Lo digo en serio. —Asentí a los demás—. Cúbranle las
espaldas si pasa algo. ¿Qué tal si cubres las espaldas? —No estaba
escuchando.
Traverse tropezó, casi lanzándose hacia delante. Lo enderecé,
manteniéndolo firme mientras gruñía, con el rostro pálido.
—¿Qué estás haciendo? ¿Es una misión suicida?
Mi mano se apretó bajo su codo, cavando en el hueso. No le afectaría,
no normalmente, pero era débil. Cuando rompí la piel, disminuí la presión
y dije:
—Cállate, carajo. A diferencia de ti, tengo un plan.
—Vas a morir, Monroe. Estás caminando hacia tu propia tumba ahora
mismo. Simplemente no quieres admitirlo.
Se rió como un loco. El tipo estaba medio histérico, y una vez que nos
acercamos a Maxwell empezó a gritar:
—Me disparó. Dos veces. Me torturó, Maxwell. No he tenido atención
médica.
—Cállate. —Agarré su mano herida y le tiré hacia atrás.
Un grito se arrancó de su garganta y cayó de rodillas.
Estudié sus rostros. Estaban lo suficientemente cerca para oírlo todo, 317
y estaba lo suficientemente cerca para leer sus expresiones. No apareció
nada. Eran paredes de cemento.
Maxwell, su líder, avanzó y se detuvo a unos metros de distancia.
Bronceado desde hace años en su motocicleta, tenía un brillo. Por lo que
sabía de él, tenía unos cincuenta años. Había crecido como un Red Demon
Rojo, tomando el control hace diez años después de que su tío se jubilara.
Se sabía que era razonable y justo, pero si lo traicionabas, ya estabas
muerto.
Confiaba en algo de ese honor para lo que había planeado. Si no,
Traverse tenía razón. Era hombre muerto.
—Te pareces a tu padre —dijo Maxwell como saludo. Ignoró a Traverse,
inspeccionándome como yo hice con él.
El grito de Traverse vaciló.
—¿Qué?
Le hice un gesto.
—Puedes llevártelo. Disparé su arma, y disparé para herirlo. Hicimos
que alguien lo viera, y lo alimentara, le diera agua, y tuviera una cama para
dormir hasta que pudiéramos encontrarnos. No fue torturado. —Maxwell
dudó y luego levantó una mano.
Tres de los que habían seguido adelante vinieron el resto del camino.
Agarraron a Traverse y la mitad lo arrastraron, la otra mitad lo llevó de
regreso a sus motocicletas.
Cuando pasó al último hombre que aún estaba de pie, Traverse se
sacudió en sus brazos.
—¿Qué… Connelly?
Connelly no respondió.
—Espera un minuto. —Traverse comenzó a luchar, tratando de
liberarse de su influencia—. Connelly, ¿qué estás haciendo? ¿Qué está
pasando aquí?
Maxwell asintió a Connelly, quien se volvió hacia Traverse y le dijo:
—No se suponía que mataras a Dex. Sé que eso es lo que habías
planeado cuando te fuiste. Por eso no fui. Eso no fue lo que acordamos.
Traicionar al equipo de Monroe tampoco era parte del trato. —Me hizo un
gesto—. Está conectado. Lo olvidaste.
—¿Qué? ¿La tripulación?
—No son nada. La mitad son chicos de secundaria.
—No. —La voz de Maxwell era fuerte, retumbando sobre todo el
estacionamiento. Pero no estaba gritando. Sólo era autoritario. Tenía 318
carisma, y no necesitaba hacer nada más que hablar.
Traverse se tranquilizó. Connelly también.
—Tiene raíces que ni siquiera conoces —continuó Maxwell—. Fuiste un
tonto, Traverse. Te adelantaste, pensando que podías engañarnos,
esperando que no hiciéramos los deberes. —Señaló a sus hombres—.
Llévenselo. Nos ocuparemos de él más tarde.
Connelly se adelantó, haciendo una pausa al lado de Maxwell. Inclinó
su cabeza brevemente hacia mí.
—No estaba de acuerdo con lo que Traverse iba a hacer, y lo siento por
mi parte. Lo haremos bien.
Bueno. Mierda. No esperaba nada de esto.
Connelly siguió al resto, ayudándoles a poner a Traverse en la parte
posterior de su camioneta. Tres tipos saltaron con él, y Connelly entró por
el lado del pasajero. La camioneta se retiró, pasando a mis hombres.
Maxwell sacó un palillo de dientes y se lo metió en la boca. Comenzó a
masticarlo, moviéndolo sobre sus dientes. Cuando se puso ese palillo en la
boca, lo vi de otra manera. Quería parecer relajado, casi despreocupado,
pero vi su inteligencia. Sus ojos eran agudos.
Si no hubiera conocido su reputación, lo habría captado de todos
modos.
—Tu padre dijo que eres uno de los tipos más inteligentes que conoce
—dijo Maxwell. Viniendo de él, eso es un gran elogio.
También me reí, haciendo una mueca de dolor.
—Suenas como si lo conocieras bien.
—Lo hago. Fue mi compañero de celda durante un año. Nunca pensé
que volvería a saber de tu padre, no a menos que me volvieran a meter.
Imagina mi sorpresa cuando me llamó esta mañana.
—Sí.
Odiaba hacerlo, pero contactar con Maxwell Raith no se podía hacer a
través de la puerta principal. No era ese tipo de hombre. Necesitaba una
entrada trasera.
—Para ser justos, creo que le di un ataque al corazón a mi padre cuando
lo llamé.
—Sí. Sí. Sí. —Asintió Maxwell—. Me habló de ti. Dijo que las cosas no
son muy buenas entre ustedes dos.
Di un tirón en el hombro.
—Sí, bueno. Tal vez mejoren después de esto
—¿También tienes una hermana? ¿Más joven que tú?
Entrecerré los ojos. ¿Qué sabía de Bren? 319
—Sí. —No necesitaba saber nada más.
Se rió.
—Relájate. Eso no fue una amenaza. Tu padre me salvó la vida en la
cárcel. Y para que quede claro, no considero que esa deuda esté pagada
aquí. —Señaló hacia donde se había ido la camioneta—. Connelly ya salió,
nos dijo lo que Traverse iba a hacer. No somos una carta que quiere de
enemigos en Roussou. Todo el club se ha mantenido alejado de tu ciudad
por una razón. Sabemos que el sistema que tienes en tu lugar, ha
funcionado durante años. Richter se movía solo. Era un pedazo de mierda
ambicioso. Traverse nos estaba haciendo un favor moviéndose hacia él. Pero
él no sabía que no habría obtenido permiso para moverse contigo.
—Entonces, si esto no es una deuda para mi padre, ¿por qué estás
haciendo esto?
—Bueno, eso es para que lo sepamos. Tú no. Es un asunto del club.
Al carajo con eso.
—¿Entonces cómo se supone que voy a saber que otro joven punk no
se meterá en su cabeza para ser ambicioso?
Me miró fijamente, sopesando mis palabras.
Aquí estábamos. Dos líderes. Dos ejércitos detrás de nosotros. En el
gran esquema de las cosas, sus hombres ganarían. Él lo sabía. Yo lo sabía.
Tenía otras cartas para pedir refuerzos. Tenía a mis hombres y quizá a
cincuenta tripulantes, la mitad de los cuales... Traverse tenía razón. Eran
jóvenes. Mi trabajo aquí era protegerlos. No había que derramar más sangre,
pero Roussou era un premio. Si Richter y Traverse querían controlarlo, ¿por
qué no alguien más? Y si esa fue una batalla en el camino, ¿qué medidas
deberíamos empezar a tomar ahora para protegernos?
Sus ojos se entrecerraron, estudiándome.
Agitó un poco la cabeza.
—De acuerdo. —Sacó su palillo de dientes y lo tiró al suelo. Un segundo
salió de su bolsillo, y lo metió en su lugar—. Tu ciudad está demasiado cerca
de Fallen Crest. Tienen demasiadas corporaciones, negocios, imperios. No
queremos que nos llamen la atención, y donde hay gente rica, hay policías.
Les gusta hacer cumplir a los de su propia clase, y no somos nosotros.
Roussou está demasiado cerca. Nos gusta mover nuestro producto a través
de Frisco, a través de Callyspo. Nos gusta quedarnos en las carreteras
secundarias, donde podríamos derribar un camión, pero no lo suficiente
como para que nos afecte demasiado. Por eso nos mantenemos alejados de
Roussou. Tu ciudad es el límite para nosotros. Los rodeamos, chicos. —
Tenía sentido, en cierto modo.
—Gracias por eso.
—Hay otra cosa. —Sacó ese segundo palillo de dientes, pero sólo lo 320
sostuvo—. Tu padre ofreció algo más. Lo aceptamos, que es otra razón por
la que no considero esta transacción como una deuda pagada. —Comenzó
a rascarse cerca de la boca, usando la parte posterior de la uña del pulgar—
. Tu padre no quería que dijera nada, pero pensé que quizá debías saberlo,
me gustaría que los míos lo supieran.
Lo sabía. Lo supe antes de que dijera las palabras. No había rima ni
razón.
No había nada en él, pero lo sabía porque sólo tenía sentido.
—Tu padre se enlistó. Es un miembro mayor. Normalmente no los
aceptamos a esa edad, pero es un buen luchador. Puede defenderse solo. Es
uno de los nuestros en la cárcel. —Inclinó la cabeza, midiéndome, esperando
ver mi respuesta—. ¿Cómo te sientes al respecto?
¿Qué se dice aquí?
Mi padre estaría protegido, pero saldría. Todavía le quedaban cuarenta
años de vida cuando salió, ¿y entonces qué? Bueno, ahora lo sabía. Se iría.
Estaría con los Red Demons.
Estaría fuera de la vida de Bren.
—Es un movimiento inteligente, para ustedes y para él. ¿Eso es todo?
Entrecerró los ojos.
—Sí. Eso es todo. ¿Estamos todos bien entonces?
Frunció los labios, aun midiéndome, y luego suspiró y extendió su
mano.
—Estamos bien.
—¿No más Red Demons en Roussou? ¿Traverse no será un problema?
Eso le provocó una risa superficial.
—No volverás a saber de Traverse. Connelly será mi portavoz de ahora
en adelante, y estará en San Francisco. Si tenemos que hacer negocios de
nuevo, puedes ir a través de él o de tu padre.
Yo no estaría con mi papá, y por la forma en que Maxwell me miraba,
capté la mirada de conocimiento en su rostro. También sabía que yo no iba
a hablar con mi padre.
—Trato hecho.
Nos dimos la mano.
Estaba a punto de volver con mis hombres cuando dijo:
—Tengo que preguntar...
Se dirigió a donde estaban mis hombres, todos parados en la parte
trasera de sus camionetas, mirando el intercambio.
—¿Cuál era la idea para eso? ¿Qué ibas a hacer si todo esto salía mal?
321
Negué con la cabeza.
—Nada. Iba a ofrecerte algo.
No habrían podido detenerme para entonces. No se habrían acercado
lo suficiente para pelear o tratar de protegerme. Habría hecho la oferta, y la
habría cumplido. Lo habría hecho todo por ellos.
—¿Qué ibas a ofrecerme? —preguntó Maxwell.
Me encontré con su mirada sin dudarlo.
—A mí.
Channing
enía que darle crédito a Moose, porque fue el que creía que estaría
323
Heather
TERCER AÑO
M
entraran.
baloncesto. Sam todavía estaba dentro, sentado con Logan y
algunos otros, pero quería llegar a Manny’s antes de que todos
Podría ser una estudiante de secundaria, pero tenía trabajo que hacer.
Estaba caminando a través de los vehículos en el estacionamiento
cuando lo escuché: 324
—¿Te estás convirtiendo en un Fallen Crustie en toda regla? ¿Ir a sus
partidos también? —Me detuve, mi interior tenso por su voz, y miré.
Channing estaba recostado contra su camioneta, un pie sobre el otro,
los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza hacia abajo.
Me preparé, preparada para todo lo que iba a tirar en mi camino, pero
no parecía enojado. Casi parecía… incliné la cabeza hacia un lado. Eso no
podría ser cierto.
Casi parecía resignado.
De ninguna manera. Channing Maldito Monroe no era un tipo que me
permitiera convertirme en un Fallen Crustie, su término despectivo para
ellos, no sin una pelea de todos modos.
—Tal vez. —Me detuve a unos pocos metros de él, deslizando mis
manos en mis bolsillos traseros. Incliné mi cabeza hacia un lado, sabiendo
que lo volvía loco. Él siempre quiso intervenir, deslizar su mano alrededor
de mi cuello y tirar de mí para besarme.
—Ya no voy a la escuela en Roussou. Supongo que eso me hace una
“Fallen Crustie” ahora.
Sus ojos se oscurecieron.
—Siempre serás de Roussou.
Somos de Roussou.
El pensamiento se encendió ante mí por sus palabras, y no pude negar
que también lo quería. El beso. Toqué la parte superior de mi boca con mi
lengua. La sed estaba allí. El hambre. Había pasado demasiado tiempo
desde la última vez que lo probé. El gimió.
—Joder, Heather. Estás jugando con fuego aquí.
—Tal vez. —Le sonreí. No pude detenerme.
Sus ojos se lanzaron detrás de mí.
—Estás haciendo nuevos amigos.
Oh. Por eso estaba aquí. Todo el coqueteo me dejó.
—Sí, pero tú lo sabías.
—Los amigos vienen y van. —Se apartó de su camioneta, caminó hacia
mí, un depredador acechando a su presa. Se detuvo justo delante de mí,
ahora a unos centímetros—. Estos amigos no parecen irse. —Suspiró.
Ya no quería mirar en sus ojos. Había demasiada historia allí.
Me concentré en su pecho, murmurando:
—Sí, lo hacen. —Su brazo se movió.
Lo sentí ahora, y aspiré un poco de aire con su toque. Su mano 325
descansó sobre mi pecho, luego se deslizó hacia arriba, curvándose
alrededor de mi cuello. Él inclinó mi cabeza para encontrar su mirada. Era
acalorado, pero no por ira, no por querer luchar. Sus ojos eran ardientes
por mi culpa, porque me estaba tocando.
—Si te lastimaron… Si ella te lastima… —Dejó que su amenaza quedara
en el aire.
Mi corazón se saltó un latido. La temperatura de mi cuerpo estaba
aumentando rápidamente, y apenas me estaba conteniendo para no
presionarme contra él.
Toqué su pecho, con la intención de empujarlo hacia atrás unos
centímetros. Pero no lo hice. Solo susurré en su lugar:
—Me gusta Samantha. Es una buena persona. —Era una nueva amiga.
Pensé que ella también podría ser buena, pero solo el tiempo lo diría.
Él gruñó, su pulgar frotándose contra la base de mi cuello.
—Ella está conectada, Heather.
—Lo sé. —Él ya lo sabía. No era por eso que Channing estaba aquí. Él
estaba aquí para recordarme que yo también estaba conectada, que tenía
otros que me protegerían. No estaba sola, lo que tenía que admitir a veces
era cómo me sentía al ir a la escuela en Fallen Crest. Tenía amigos, pero no
eran como él.
Nadie era como él.
Extendí mis dedos, moviendo mi mano para sentir los latidos de su
corazón.
No éramos una pareja, cuando en realidad éramos oficiales, quienes
hacían algo cursi. No teníamos palabras bonitas, ni promesas agradables.
Lo que teníamos era diferente. Teníamos historia. Nos sangraríamos el uno
al otro. Luchábamos el uno por el otro. Luchábamos unos contra otros. Pero
cuando puse mi mano sobre su corazón, cerré los ojos.
No. En lugar de las cosas románticas que otros podrían tener, teníamos
esto.
Sentí que mi corazón se acompasaba con el de él.
Teníamos el mismo latido del corazón.
Channing también se rindió, sus brazos se movieron para abrazarme.
Inclinó la cabeza.
Sentí sus labios rozar mi frente.
—Puede que no sea el hombre para ti ahora. —Tomó un lado de mi cara
y movió mi cabeza hacia atrás para que pudiera verlo. Sus ojos estaban
francamente ardiendo—. Nunca seré digno de ti, pero un día, espero ser
mejor. Un día, te daré todo. Lo prometo.
326
Heather
esucristo.
Channing
Heather arrastró su dedo por mi brazo. Manny’s había cerrado hace
mucho tiempo, y pasamos todo el rato en la cama. Habíamos estado en ello
toda la noche, solo haciendo una pausa para finalmente comer esa pizza.
Heather había insistido.
—Dímelo de nuevo.
Envolví mis brazos alrededor de ella, levantándola encima de mí, y se
inclinó hacia atrás contra su cabecero. Me arrastró las manos por el pecho.
Su cabello cayó sobre sus hombros, enmarcando su cara y escondiendo
solo la parte superior de sus pechos. Era tan feroz, tan cariñosa, tan mía.
Era una idiota.
La cogí por la cintura.
—¿Qué quieres que te diga otra vez?
—Todo.
Asentí, sabiendo lo que quería.
Le dije cómo Lincoln me había tumbado de un golpe cuando anuncié
que dejaba a la pandilla.
Le conté cómo Congo había comenzado a llorar.
Le conté cómo Chad había explotado, y una vez que empezó, no pudo
parar.
Le conté cómo Moose había limpiado una lágrima de sus ojos, pero fue
el primero en abrazarme. Él fue el primero en felicitarme también.
Y le dije cómo se habían alineado todos, diciendo felicitaciones, y todos 336
odiándolo al mismo tiempo.
Le dije cómo había hablado con Brandon y le dije lo que había hecho
para que supiera que no le compraría su parte de Manny’s, no importa lo
que dijera.
Le dije cómo había llamado a su padre y obtenido su aprobación,
aunque era una aprobación renuente.
Le dije cómo había llamado y dado las gracias a su hermano, Brad, y
también conseguí su aprobación.
Cogí su mano en la mía, entrelacé los dedos mientras compartía el
último trozo por primera vez.
—Pedí la aprobación de Bren también.
Callada, sus ojos sostuvieron los míos.
—¿Sí? —murmuró.
—Bren está feliz por nosotros. Ella gruñó, literalmente, y dijo: “Maldita
sea ya era hora”.
Heather empezó a reírse. Bien. Eso era bueno.
—Esto es todo por nosotros.
—¿Qué quieres decir?
—Vamos a envejecer juntos y aburrirnos. —Levanté una ceja.
—¿Estás lista para eso?
Ella dejó escapar otra bocanada de aire y se derritió contra mí. Rastrillé
mi mano a través de su pelo largo. Su aliento calentó mi hombro y extendió
la mano para abrazarme. Entonces sentí que sus labios se movían contra
mi piel.
—He estado lista durante una eternidad. —Sonreí abiertamente, besé
su cabello y apreté mis brazos a su alrededor.
Me pellizcó.
—Y no creo que nos aburramos alguna vez. No está en nuestro ADN.
Me retorcí lejos de sus dedos. Sonrió contra mí otra vez, y contesté:
—Sí. Tal vez no.
Entonces le dije sobre el siguiente negocio que quería tomar.
337
Channing
TRES MESES DESPUÉS
l timbre sonó.
—M
amááááááááá. —Una respiración—.
¡Mamááááááááá!
Salí de mi oficina al final del pasillo.
—¿Qué? Estoy aquí.
Podía oírlo justo dentro de la puerta.
—¡Mamáááááááááá!
—¡Max! —Alcancé mi paso. Este pasillo era demasiado largo—. ¿Qué
pasa?
Caminó dos pasos hacia adelante, hasta que pudo volverse para verme. 343
Me detuve. Mi mano se levantó a mi cara, ocultando mi sonrisa. Ya me
estaba mordiendo el labio.
Mi pequeño.
Parecía… bueno, parecía que estaba a punto de meterse en territorio
de zombis. Se había colocado almohadas en la parte superior e inferior de
sus brazos con cinta adhesiva, una almohada le cubría la muñeca hasta el
hombro. Tenía lo mismo en sus piernas, delante y detrás. Las almohadas
pasaban justo por delante de sus rodillas, así que usó algunas de las
almohadas decorativas del sofá para cubrir el resto. La mitad le cubría los
pies también. Dos almohadas decorativas más cubrían su pecho y espalda,
y una almohada redonda cubría su trasero.
También llevaba un casco de motocicleta de cara completa, con algunos
de sus rizos rubios sobresaliendo.
No pude.
Lo perdí.
—¿Qué estás haciendo? —Dejé de reírme lo suficiente para preguntar.
—¿HUH? —gritó.
—Max. Levanta el casco.
Lo intentó. Realmente lo hizo. Levantó la mano, pero las almohadas
estaban en el camino. Resoplando, crucé para ayudar.
—¡No, no! —Él agitó sus brazos alrededor, así que solo levanté el escudo
sobre sus ojos.
Allí, mirándome fijamente, estaba Max Monroe, de seis años. Los
mismos ojos oscuros que su padre, pero en lugar de la arrogancia de
Channing, los ojos de Max tenían una inocencia pura.
—Mamá, esto es muy importante.
Sus pequeñas manos descansaban en mis brazos, tanto como las
almohadas lo permitían. Ellas siguieron deslizándose.
—Sí. —Borré la sonrisa de la cara. Él estaba siendo serio. Yo también
tenía que ser seria. Él era sensible a veces.
Me arrodillé y apoyé mi frente en la suya. Susurré:
—¿Qué está pasando?
Él susurró de vuelta, inclinándose hacia mí:
—Necesito que revises mi área de los huevos. —Ni un poco de risa podía
deslizarse. Estaba muerto de seriedad.
—¿Por qué?
—Porque Maddy viene a lanzarme una pelota de béisbol y no puede
344
lastimarme ahí. El tío Logan siempre dice que los tiros a los huevos no son
geniales. No puedo dejar que ella me lastime ahí. Nunca podré tener hijos.
—Tenía seis años. Pasando a veinte.
Miré hacia abajo. No había almohada en esa área crucial, y él tenía
razón. Maddy Kade tiraría al único lugar no cubierto. Ella tenía un horrible
lanzamiento. Lo consiguió después de su tío Logan.
—¿Qué debemos hacer al respecto? —pregunté.
—Espera. —Me dio unas palmaditas en los brazos y entró en la sala de
estar, de lado a lado, como un adorable pingüino con casco. Se balanceó
hasta el sofá y recogió la última almohada redonda que teníamos, la que
tenía la lista de OVNIs en el frente.
Había sido un regalo de su tío Nate. Porque había más de un tipo de
ovnis por ahí. Max había visto a cuatro de ellos. Lo juraba.
La almohada era su preciada almohada, él solo la cogió prestada del
sofá.
La sostuvo ahora, tan bien como pudo. Se lo llevó hasta el pecho y gritó
a través del casco:
—¡ESTE, MAMÁ!
Una madre tiene que hacer lo que tiene que hacer una madre.
No se podía permitir que Maddy Kade, sin importar lo adorable que
fuera su cabello negro azabache, sus ojos verdes y rasgos faciales que
prometían ser tan llamativos como los de su madre, pudiera dañar a mi
pequeño hijo. Maddy era un año mayor, pero no importaba. Desde que
habían estado gateando y luego corriendo, los dos habían sido inseparables.
Había otros primos, pero esos dos tenían un vínculo especial.
La cinta adhesiva me llamó desde el estante en la entrada principal, y
suspiré, alcanzándola.
—Está bien, pequeño vaquero. —Lo sostuve en alto—. Estoy lista.
Hagámoslo.
Se volvió hacia mí, sonriendo ampliamente a través de su casco todo el
camino.
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TIJAN
No empecé a escribir hasta después de
la universidad. Ha habido historias y
personajes en mi cabeza toda mi vida, pero
llegó a un punto de ebullición un día y TUVE
que sacarlos de mí. Así que encendí el
ordenador y FINALMENTE sentí que
encajaba. Escribir era lo que necesitaba hacer.
Después de eso, tuve que aprender a
escribir. No puedo culpar a mis profesores
por no enseñarme en todos esos años de
escuela.
Fue culpa mía. ¡Era una de esas 350
estudiantes que estaba deseando estar en
cualquier parte menos en clase!
Así que después de aquel día, me hizo falta mucho trabajo hasta que fui capaz
de juntar algo que se pareciera a una novela. ¡Espero haberlo hecho bien ya que
alguien debe estar leyendo este perfil! Y espero que sigas disfrutando de mis futuras
historias.
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