Fracturas Del Humero
Fracturas Del Humero
Fracturas Del Humero
La cabeza humeral
Del troquíter
Del cuello del húmero
Figura 14
Fractura del macizo del troquíter: Generalmente se produce por un violento golpe
directo de la cabeza humeral, en una caída de lado contra el suelo.
En la mayoría de los casos compromete todo el cuerpo del troquíter, que se fragmenta
en dos o más segmentos y a veces adquiere el carácter de una fractura conminuta. A
pesar de ello, los fragmentos no se desplazan.
El pronóstico es bueno y la consolidación es rápida.
El brazo se mantiene sostenido por un cabestrillo por 2 a 3 semanas, cuidando desde el
primer momento de ejercitar movimientos de flexión anterior y posterior del hombro,
rotación y luego movimientos de abducción controlados y sin que provoquen dolor. Al
cabo de 2 a 3 semanas la movilidad del hombro se empieza a recuperar y la función se
hace completa entre 1 a 2 meses.
El grado de recuperación así como el plazo para conseguirla, depende de:
Fractura del vértice del troquíter sin desplazamiento: Es una típica fractura por
arrancamiento. La tracción arranca la base de la zona de inserción del músculo. Con
frecuencia el fragmento desprendido no se desplaza; el pronóstico es bueno y el
tratamiento sólo requiere de inmovilizar el brazo en un cabestrillo por 2 a 3 semanas,
cuidando de mantener la movilidad del hombro en actividad. Las medidas de
rehabilitación deben ser muy controladas en enfermos de más de 45 años.
Sintomatología
Los ejercicios de rehabilitación deben ser iniciados tan pronto haya una unión sólida del
segmento óseo fracturado.
Inadecuada rehabilitación
Pasados los 45 a 50 años de edad la rehabilitación es progresivamente más
difícil.
Musculatura con desarrollo deficiente.
Obesos.
Arrancamiento óseo con desplazamiento del fragmento.
Diagnóstico tardío.
También denominada por algunos autores como "fractura subcapital", estimando que no
procede diferenciar aquellas propiamente subcapitales de aquéllas ocurridas a nivel del
cuello anatómico. En algunos textos son tratadas en un capítulo común.
Generalidades
Síntomas
Son muy claros e inequívocos. Sin embargo suelen no serlo tanto para los enfermos. Por
ello no es infrecuente la consulta tardía.
Radiografía
En ellas hay una fractura de rasgo transversal, que cruza el cuello del húmero, en
general sin gran desplazamiento de los fragmentos ni deformación de los ejes; con
frecuencia las superficies de fractura se encuentran firmemente encajadas.
La contusión directa contra el extremo superior del húmero, suele determinar además
una fractura, a veces con uno o varios rasgos de la masa del troquíter.
Como en las fracturas anteriormente descritas, debe cuidarse de mantener activos los
movimientos de flexión anterior y posterior del hombro, y ya a las 2 a 3 semanas, se
inician los movimientos de abducción del brazo.
Puede bastar la inmovilización con un yeso que descienda desde el hombro hasta el
codo, sin comprometer su movilidad. El brazo se sostiene en un cabestrillo.
Se mantiene esta inmovilización por 3 a 4 semanas, con ejercicios pendulares del brazo,
iniciando los movimientos de abducción después de 2 a 3 semanas.
Ninguno de los movimientos con que se inicia la recuperación deben provocar dolor.
Sin embargo, debieran ser consideradas dos situaciones en que esta tolerancia tiene
límites:
La acentuada desviación en varo del húmero, se constituye en una fuerte limitante del
movimiento de abducción del hombro.
Ello puede ser poco trascendente en el enfermo de edad avanzada; en él adquiere mucho
más valor el encajamiento de los fragmentos, que garantiza una consolidación rápida, y
una movilización precoz, aun cuando la abducción pueda quedar parcialmente limitada.
Esta situación no debe ser tolerada en el paciente joven, en quién la limitación del
movimiento de abducción se constituye en una grave incapacidad.
Los fragmentos deben ser reducidos; las superficies de fractura deben ser desimpactadas
y el húmero se lleva en un movimiento de abducción. Recuperado el eje del hueso, se
inmoviliza en un yeso hombro-brazo péndulo, en una férula de abducción, según sea el
grado de estabilidad de la fractura.
GENERALIDADES
Son varias las consideraciones que obligan al médico, aún no especialista, a tener un
muy buen conocimiento de la patología traumática del codo:
Los factores negativos expresados son aún peores, en la medida que concurran otras
circunstancias agravantes como:
Es otra de las fracturas frecuente del codo y que afecta especialmente a los adultos.
Debe abandonarse la idea, muy frecuente, sobre todo en los no especialistas, que esta
fractura es intrascendente y transcurre sin consecuencia. Ello es un error.
Debe considerarse con extremo cuidado toda fractura de la cabeza del radio, aunque no
sea sino una pequeña fisura o arrancamiento marginal. El descuido o mal manejo de
lesiones aún tan pequeñas, que puedan pasar fácilmente inadvertidas a un examen
radiográfico poco acucioso, les ha costado a muchos pacientes la pérdida de los
movimientos del codo.
Hay que considerar que la lesión ósea, en general, no sólo afecta a la cabeza del radio;
es frecuente que el impacto comprometa la indemnidad del cóndilo externo del húmero;
no es infrecuente encontrarse con fracturas del cartílago o hundimientos de la superficie
ósea a ese nivel, inadvertidas en el examen radiográfico.
Dado que la magnitud del daño óseo es a veces muy pequeño, con facilidad induce a
error. Debe exigirse radiografías de excelente calidad en posiciones antero-posterior,
lateral y oblícuas, con el codo en posiciones indiferente, pronación y supinación.
Si se considera la magnitud del daño óseo, pueden ser clasificadas en tres tipos clínicos
diferentes:
1. Fractura por fisura de la cabeza radial, pero sin desplazamiento del segmento
fracturado. La fisura es a veces tan fina que puede pasar inadvertida.
2. Fractura marginal con desplazamiento del fragmento.
3. Fractura conminuta; toda la cabeza radial se encuentra comprometida, a veces
con los caracteres de un verdadero estallido.
FRACTURAS DE OLECRANON
Son dos los mecanismos que generan esta fractura y, con mucha frecuencia, actúan en
forma conjunta:
1. Contusión directa por caída con apoyo violento del codo contra el suelo.
Por una u otra razón, el olécranon se fractura en su base y la contractura del tríceps se
encarga de separarlo de la epífisis cubital. No es infrecuente que si la contusión ha sido
violenta, además el olécranon sufre una fractura múltiple, que complica el pronóstico y
el tratamiento.
Es importante considerar que entre los objetivos que deben ser conseguidos están:
Ello sólo se consigue si hay una sólida fijeza en la unión de la fractura. Por ello es que
uniones fibrosas en pseudoartrosis, permiten el movimiento de flexión, pero el de
extensión queda limitado a veces en grado extremo.
Las fracturas del antebrazo son aquéllas que comprometen la diáfisis del radio y del
cúbito.
Figura 19.
(a) Fractura
de antebrazo.
(b)
Osteosíntesis
con placas.
Nos referiremos en este capítulo a las lesiones traumáticas del metacarpo y dedos.
Clínica
Luxofractura de Bennett
Figura 22
Luxofractura de Bennett.
Son muy frecuentes y especialmente en deportes que usan las manos (volleybol,
basketbol, etc).
La luxación metacarpofalángica del pulgar puede ocurrir al sufrir una fuerza que
desplaza el pulgar hacia dorsal (por ejemplo, pelotazo). Su reducción se realiza con la
maniobra ya enunciada para las luxaciones interfalángicas y debe ser inmovilizada con
yeso antebraquial, con pulgar incluido, por 3 semanas.
Las fracturas diafisiarias de las falanges proximales y medias deben ser inmovilizadas
con férula digital en semiflexión, por 3 semanas.
Las fracturas de las falanges distales consolidan sin problemas y su inmovilización solo
se justifica para disminuir el dolor.
Cuando existe un arrancamiento óseo, el éxito del tratamiento ortopédico es mayor que
en la avulsión simple del tendón extensor.
La onicectomía es improcedente.
FRACTURAS DE LA PELVIS
CONCEPTO ANATOMO-CLINICO
CLASIFICACION
Las lesiones traumáticas que comprometen el anillo pelviano se pueden dividir en tres
grupos (Figura 40).
(a) Fractura del ala ilíaca posterior y ramas ilio e isquio pubianas derechas.
(b) Fractura del ala del sacro y ramas ilio e isquipubianas derechas.
(c) Fracturas de las ramas ilio e isquio pubianas derecha e izquierda.
d) Fractura del anillo pelviano anterior. Ramas ilio e isquiopubiana, derecha e izquierda.
1. Fracturas de la cabeza o epífisis superior del fémur: son aquéllas ubicadas entre
la superficie articular y el plano coincidente con el reborde del cartílago de
crecimiento. Son de ocurrencia excepcional.
2. Fracturas del cuello del fémur: aquéllas ubicadas entre un plano inmediatamente
por debajo del límite del cartílago de crecimiento y el plano en que el cuello se
confunde con la cara interna del macizo trocantereano.
3. Fracturas pertrocantereanas: son aquéllas que cruzan oblícuamente el macizo
troncantereano, desde el trocánter mayor al menor.
4. Fracturas subtrocantéreas: ubicadas en un plano inmediatamente inferior al
trocánter menor.
Varias son las circunstancias que obligan a que esta fractura deba ser conocida en todos
sus aspectos, por todo médico que tenga la responsabilidad de la salud de una
comunidad:
Con elevada frecuencia, del proceder del médico en estos primeros días después del
accidente, depende el futuro y aun la vida del enfermo.
Clasificación
Han sido varios los puntos de vista que han determinado tantas clasificaciones.
Figura 23
Generalidades
Contrariamente a lo que ocurre con la fractura del cuello del fémur, la lesión es
frecuente en enfermos jóvenes, adultos y niños.
CONTUSION DE RODILLA
Síntomas
Aumento de volumen moderado, tanto por edema traumático, como por derrame
articular.
Hemartrosis
Todas estas hemartrosis tienen desde el punto de vista clínico, la característica común
de su instalación rápida.
a. Casos en los cuales el derrame es de tal magnitud que provoque dolor que puede
llegar a ser intolerable: corresponden a hemartrosis a tensión. Las que ocurren en las
fracturas de la rótula o de los platillos tibiales, son buenos ejemplos de ello.
b. Puede tener además un significado diagnóstico, cuando se detectan flotando en
la superficie de la sangre extraída, pequeñas gotas de grasa. La conclusión es
casi segura: la hemartrosis tiene su origen en una fractura intra-articular (rótula o
platillo tibial).
Junto con las lesiones meniscales, las lesiones de ligamentos o esguinces de la rodilla
son las mas frecuentes de producirse en traumatismos de esta articulación. Los
ligamentos juegan un rol muy importante en la estabilidad de la rodilla y por lo tanto su
ruptura llevará a una inestabilidad ya sea aguda o crónica.
La estabilidad de la rodilla está mantenida por elementos anatómicos pasivos, entre los
cuales se encuentran los ligamentos, cuya lesión dará signos de laxitud en distintos
planos y consecuentemente inestabilidad articular, y por otra parte elementos
anatómicos activos representados fundamentalmente por los músculos. De este hecho
cabe comprender que una rodilla puede ser laxa pero estable o, a la inversa, puede ser
inestable sin ser laxa.
Del punto de vista funcional las estructuras ligamentosas de la rodilla pueden ser
agrupadas en tres:
Mecanismo de lesión
Cuadro clínico
Será importante averiguar sobre el mecanismo que produjo la lesión, después del cual el
paciente presentará dolor e incapacidad funcional, que pudo acompañarse de un ruido al
romperse el ligamento, o ser seguido de una sensación de inestabilidad o falla a la
marcha.
En caso de lesión de los ligamentos cruzados, serán positivos el signo del cajón anterior
en caso de lesión de L.C.A., o del cajón posterior en caso de lesión del L.C.P.; en
presencia de una lesión de L.C.A. aguda, el signo del cajón anterior puede ser negativo
y deberá buscarse simultáneamente el signo de Lachman. Otro signo que puede ser
positivo en presencia de ruptura del L.C.A. es el signo del jerk test o pivot shift.
El diagnóstico inicial es muchas veces difícil, por el dolor y por lo habitual de lesiones
combinadas y asociadas a lesiones meniscales (frecuente la lesión del L.L.I. y menisco
interno, por ejemplo), pero del punto de vista ligamentario, el clínico debiera tratar de
precisar si la lesión afecta a las estructuras periféricas del compartimiento interno o
externo, o si afecta a los ligamentos cruzados (el L.C.A. es el más frecuentemente
lesionado, siendo el L.C.P. sólo ocasionalmente afectado).
La evolución natural de una ruptura de ligamentos llevará a una inestabilidad crónica de
rodilla, que provocará en el paciente la sensación de inseguridad en su rodilla, la
presencia de fallos (siente que la rodilla "se le corre"), episodios de hidroartrosis a
repetición, impidiéndole una actividad deportiva y aun limitación en muchas actividades
de la vida sedentaria.
RUPTURAS MENISCALES
Pero hay que tener en cuenta que no sólo en estas actividades suelen ocurrir lesiones
meniscales. No es infrecuente que también ocurran en accidentes domésticos al parecer
de discreta magnitud: al incorporarse con rapidez estando encuclillada, movimiento de
rápida rotación externa o interna, estando el pie fijo en el suelo, etc.
Etiopatogenia
Figura 26
Búsqueda
de dolor
en la
interlínea
articular
de la
rodilla.
Anatomía patológica
Sintomatología
Antecedentes anamnéstico.
Dolor intenso a veces desgarrante.
Limitación funcional, generalmente con rodilla atascada el flexión.
Claudicación.
Puede haber derrame articular. Si el derrame es rápido en producirse, debe
pensarse en una hemartrosis por desgarro del menisco en su inserción capsular.
Este cuadro clínico es muy similar en todos los casos; lo único que varía es la intensidad
de los síntomas.
Examen clínico
Radiografía
Diagnóstico
En este momento, en la mayoría de los casos, sólo se logra determinar que se trata de
una importante lesión de partes blandas; no resulta posible identificar con precisión una
lesión determinada ("rodilla traumática aguda").
La tibia, destinada a soportar la carga del peso, tiene extensas áreas desprovistas
de inserciones musculares, lo que determina una pobreza vascular; sobre todo
ello es notorio en la mitad distal del hueso.
El rasgo de fractura del 1/3 medio o distal, con frecuencia compromete la arteria
nutricia del hueso, agravando aún más el déficit vascular.
La metáfisis inferior presenta una vascularización aún más emprobrecida, si
consideramos que a ese nivel la arteria nutricia está terminando en su
distribución, y a ella no alcanza la vascularización epifisiaria distal.
Está recubierta por cara antero-interna sólo por el tegumento cutáneo. El rasgo
de fractura oblícuo o helicoidal, con suma frecuencia desagarra la piel como un
cuchillo.
Con frecuencia la fractura es el resultado de un traumatismo violento y directo;
sorprende a la piel contra el plano óseo, duro, subyacente. Se desgarra la piel y
se fractura el hueso.
La acción de los músculos de la pierna es muy poderosa. En caso de fracturas de
rasgo oblícuo o helicoidal (inestables), los músculos ejercen una acción
contracturante intensa; ello determina que estas fracturas sean de muy difícil
reducción y extremadamente inestables.
La membrana interósea, fuerte septum fibroso, fijo a la tibia y peroné desde sus
extremos superior al inferior, le confiere una fuerte fijeza a los fragmentos de
fractura, limitándose su desplazamiento axial y lateral.
INTOMAS
Con frecuencia se encuentran presentes todos los síntomas y signos propios de las
fracturas, por lo cual, en la mayoría de los casos, el diagnóstico fluye desde la simple
inspección:
Dolor intenso.
Impotencia funcional, aunque el peroné esté indemne.
Edema.
Equímosis.
Crépito óseo con los intentos de movilizar la pierna.
Frecuente desviación de los ejes: angulación y rotación del segmento distal.
Movilidad anormal de los fragmentos.
Bulas, generalmente de contenido sanguinolento: son indicio casi seguro de una
fractura, generalmente de graves caracteres.
Por ello, el diagnóstico de la fractura misma es fácil, sin tener que recurrir a maniobras
semiológicas, que debieran ser proscritas por dolorosas y peligrosas: movilización de
los fragmentos buscando crépito óseo, o movilidad de los fragmentos.
Figura 30
Extensa fractura
del tercio distal
de la pierna. Se
destaca un gran
tercer fragmento
separado, por
rasgo helicoidal.
El riesgo de
exposición es
inminente.
Figura 31
Fractura
segmentaria de la
diáfisis de la
tibia.
Desplazamiento
medial del
fragmento
intermedio. En
este tipo de
fracturas, con
frecuencia el
foco distal
evoluciona hacia
un retardo de
consolidación o a
una
pseudoartrosis.
LESIONES TRAUMATICAS DEL TOBILLO
La articulación del tobillo queda conformada por los extremos distales de la tibia
y peroné, que estructuran una mortaja dentro de la cual encaja en forma muy
ajustada, el cuerpo del astrágalo.
La articulación es del tipo de las trócleas, en que las superficies armonizan en su
diseño en forma perfecta. Cualquier desplazamiento lateral de una superficie
sobre la otra, aunque sea mínima (sub-luxación), rompe la correspondencia entre
ellas.
La articulación queda sujeta por los ligamentos laterales: extremos peroneo-
astragalinos y peroneo-calcáneo e interno, tibio astragalino o deltoídeo,
extremadamente fuerte. La mortaja tibio-peronea, por su parte, queda sujeta por
los ligamentos tibio-peroneos anterior y posterior, e indirectamente por la
membrana inter-ósea.
La articulación tibio-peronea tiene fundamentalmente dos movimientos:
Flexión dorsal: en que el pie gira en torno a un eje transversal, se levanta y se
acerca a la cara anterior de la tibia llegando a un ángulo de 20 a 30°.
Flexión plantar: el pie gira hacia abajo en torno al mismo eje transversal, hasta
formar un ángulo de 30 a 40°.
Son aquellas en las cuales el estudio radiográfico no revela lesión ósea. Sin embargo,
ello no significa en modo alguno que la lesión, por este solo hecho, deje de tener
gravedad. Lesiones de tipo III pueden llegar a adquirir un pronóstico peor que el de una
fractura maleolar.
Entorsis.
Esguinces.
Conceptos
Es una medida de buena prudencia clínica, ya que no resulta fácil ni seguro diferenciar
entre una u otra lesión, toda vez que la sintomatología no permite siempre una
diferenciación diagnóstica.
Grado II : de gravedad mediana, con ruptura del ligamento pero sin signos clínicos de
subluxación de la articulación.
Grado III : muy graves. Con signos clínicos de desgarro de ligamento interno, externo y
aun de los tibio-peroneos. Con seguridad hay desgarro capsular. Por ello la articulación
ha sufrido lesión grave en su estabilidad; en lesiones de este tipo debe considerarse
como seguro que ha habido en cierto grado una subluxación, sea externa o interna, de la
articulación del tobillo, aun cuando el examen radiográfico no logre demostrar la lesión.
Mecanismos de acción
Cualquiera sea la lesión producida, desde la más simple (entorsis) hasta la más
grave (luxofractura), en general tienen el mismo mecanismo de producción. La
diferencia radica, dentro de ciertos límites, en la magnitud de la fuerza
productora del traumatismo.
Signos y síntomas
Peso corporal.
Carga de peso en el momento del accidente.
Actividad que se desarrollaba en ese instante: deambulación normal, durante una
carrera, o cayó con el tobillo torcido desde cierta altura, etc.
Intensidad del dolor.
Rapidez del aumento de volumen; su intensidad.
Posibilidad de caminar, etc., son sólo algunos de los antecedentes orientadores
en el diagnóstico exacto.
Sin embargo, no siempre hay una relación directa en la aparente intensidad del
traumatismo sufrido, con la gravedad real de la lesión. Ello debe ser tenido en cuenta en
el momento de formular una hipótesis de diagnóstico en la primera atención de
urgencia.
Dolor: generalmente intenso; a veces llega a tal grado que provoca una lipotimia. El
enfermo logra caminar con dificultad o sencillamente no lo puede hacer.
Se fija la pierna del paciente con una mano, y con la otra, tomando el retropie con
fuerza, se busca desplazar el astrágalo en sentido lateral. Su identificación es
importante, pero su realización a veces es difícil o imposible por el dolor de la zona
traumatizada.
Las fracturas del astrágalo son poco frecuentes, pero su diagnóstico inoportuno puede
agravar complicaciones que les son propias.
Estas fracturas son producidas habitualmente por traumatismos indirectos, en los cuales
se produce una hiperflexión dorsal del pie que determina un choque del margen anterior
de la tibia contra el cuello del astrágalo, que lo fractura.
Otro mecanismo que se debe considerar es una inversión intensa del pie, que puede
provocar una luxación peritalar del astrágalo, llegando a encontrarlo luxado bajo la piel
en la región dorso lateral del pie.
Todas las variedades de fracturas tienen una alta incidencia de necrosis avascular del
cuerpo, que determinará una grave alteración anátomo-funcional del tobillo.
Clínica
s.
Estudio clínico
Mecanismos de acción
En casi todos los casos se produce por una caída de altura con apoyo violento de uno de
los dos talones directamente contra el suelo. La energía cinética es absorbida así en su
casi totalidad por el calcáneo; el resto de la energía va siendo absorbida por los restantes
huesos del eje longitudinal del esqueleto: astrágalo, tibia y platillos tibiales, fémur y su
epífisis proximal, columna vertebral y por último columna cervical y su conexión a la
base del cráneo (articulación atloídea-occipital).
Será necesario examinar toda la columna vertebral en caso de una fractura de calcáneo
provocada por una caída de altura. La ausencia de dolor vertebral no es excusa para
justificar la ausencia de examen; el enfermo con fractura de calcáneo permanece en
cama, en decúbito dorsal y en esa posición una fractura vertebral, aun con aplastamiento
importante, puede ser asintomática. Ante la más mínima sospecha de lesión vertebral, se
impone un estudio radiográfico completo de la columna.
Es muy raro que el calcáneo sea fracturado por una fuerza que actúe de abajo hacia
arriba: explosión bajo la superficie de apoyo, sobre la cual se encontraba parado el
enfermo (accidente en minas, campo de batalla, etc.), son mecanismos excepcionales.
FRACTURAS DE METATARSIANOS
El examen clínico revela un pie edematoso, con equímosis plantar o dorsal, dolor en el
foco de fractura e incapacidad de marcha.
Las lesiones de columna cervical son de gran importancia, por su gravedad y por las
implicancias neurológicas que ellas conllevan. Estas lesiones neurológicas provocan
graves limitaciones e invalidez en la vida de personas en plena actividad laboral.
Es importante tener en cuenta que de los traumatismos cervicales que no presentan daño
neurológico en el momento inmediato del accidente, un 10% lo presenta con
posterioridad, por lo que todos los traumatismos cervicales se deben considerar como
potenciales traumatismos raquimedulares, hasta que la evolución demuestre que no hay
daño medular o radicular en forma definitiva.
Estas lesiones de tanta gravedad han llevado a estudiar e investigar los mecanismos
íntimos que producen las lesiones medulares; si a esto agregamos que la incidencia en
EE.UU. es de 40 casos al año por cada millón de habitantes, nos encontramos frente a
un cuadro de extraordinaria importancia médica, social y económica.
Como ya se insinuó, los pacientes con mayor riesgo son jóvenes y adultos en plena
capacidad laboral, ya que son los que están expuestos a riesgos de sufrir accidentes del
tránsito y laborales.
La lesión medular cervical es tan grave, que presenta entre un 7 y un 15% de mortalidad
general y entre un 35 y un 50% de mortalidad en las lesiones cervicales completas,
según diferentes publicaciones.
Si bien las lesiones de este segmento son raras, una de cuatro lesiones de C1 - C2 son
potencialmente mortales, por lo que es necesario buscarlas en todo paciente con TEC o
politraumatizado.
Estas lesiones son las más frecuentes de la columna cervical (alrededor del 80%).
En su mayoría, estas lesiones se producen por impacto del cráneo o por un mecanismo
de desaceleración o aceleración brusco (mecanismo del "latigazo").
El tipo de lesión nos permite sospechar si hubo desplazamiento en una fractura que, a la
radiografía, no muestra desplazamiento. Esto nos ayuda a clasificar una fractura en
estable o inestable, concepto de extraordinaria importancia en la formulación del
tratamiento y el pronóstico del paciente.
Es una de las fracturas más frecuentes, después de las fracturas de fémur y de Colles.
Las lesiones óseas de la columna vertebral no difieren en gran medida de las fracturas
de otros huesos; tienen características parecidas y su tratamiento y evolución responde a
los mismos principios.
Con el progreso industrial, magnitud del tránsito, etc., estos accidentes serán cada vez
de mayor envergadura y frecuencia.
Felizmente, éstas son de menor frecuencia comparadas con aquéllas que afectan sólo el
aparato osteoligamentoso de la columna vertebral.
Contractura muscular
Está presente siempre en estas lesiones, con lo que se limita fuertemente la movilidad
vertebral.
Signos neurológicos
Deben ser interpretados como signos indirectos de una fractura de la columna, que
además, casi con seguridad tiene el carácter propio de una fractura inestable. Su
identificación es imperiosa; su pronóstico es inquietante al revelar inequívocamente un
daño raquimedular.
COMPLICACIONES