Fracturas Del Humero

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FRACTURAS DEL HUMERO

FRACTURAS DEL EXTREMO SUPERIOR DEL HUMERO

Corresponde a las fracturas de (Figura 14):

 La cabeza humeral
 Del troquíter
 Del cuello del húmero

Figura 14

(a) Fractura del troquíter.


(b) Fractura del cuello anatómico del húmero.

Las fracturas de la cabeza humeral aislada (epífisis proximal)

Son muy poco frecuentes y consisten en hundimientos o rasgos de fractura que


habitualmente necesitan tratamiento conservador, para el manejo del dolor e
inmovilización con cabestrillo y rehabilitación.

Las fracturas del troquíter


Se refiere básicamente a la fractura de la gran tuberosidad de la cabeza humeral
(troquíter) que da inserción al músculo supraespinoso.

Se describen tres tipos de fracturas del troquíter:

 Fractura conminuta con gran compromiso óseo.


 Fractura sin desplazamiento del fragmento.
 Fractura con desplazamiento del fragmento.

Fractura del macizo del troquíter: Generalmente se produce por un violento golpe
directo de la cabeza humeral, en una caída de lado contra el suelo.
En la mayoría de los casos compromete todo el cuerpo del troquíter, que se fragmenta
en dos o más segmentos y a veces adquiere el carácter de una fractura conminuta. A
pesar de ello, los fragmentos no se desplazan.
El pronóstico es bueno y la consolidación es rápida.
El brazo se mantiene sostenido por un cabestrillo por 2 a 3 semanas, cuidando desde el
primer momento de ejercitar movimientos de flexión anterior y posterior del hombro,
rotación y luego movimientos de abducción controlados y sin que provoquen dolor. Al
cabo de 2 a 3 semanas la movilidad del hombro se empieza a recuperar y la función se
hace completa entre 1 a 2 meses.
El grado de recuperación así como el plazo para conseguirla, depende de:

 Edad del enfermo; pasados los 45 años el riesgo de limitación a la abducción es


progresivo.
 Grado de contusión muscular, especialmente del deltoides.
 Grado de la potencia de los músculos del hombro.
 Obesidad.
 Grado de comprensión y cooperación del paciente. En ello juega un papel
trascendente la acción estimulante psicoterápica del médico.

Estos enfermos deben estar sometidos a un control muy estrecho.


En la mayoría de los casos es innecesaria la inmovilización con un vendaje tipo
Velpeau. Iniciar de inmediato la actividad muscular y articular.

Fractura del vértice del troquíter sin desplazamiento: Es una típica fractura por
arrancamiento. La tracción arranca la base de la zona de inserción del músculo. Con
frecuencia el fragmento desprendido no se desplaza; el pronóstico es bueno y el
tratamiento sólo requiere de inmovilizar el brazo en un cabestrillo por 2 a 3 semanas,
cuidando de mantener la movilidad del hombro en actividad. Las medidas de
rehabilitación deben ser muy controladas en enfermos de más de 45 años.

Fractura del troquíter con desplazamiento: Por la violencia de la caída, la tracción


del supraespinoso es extremadamente violenta, la radiografía lo muestra sobre la cabeza
humeral o bajo el acromion.

El fragmento desprendido debe ser reducido y fijado en su posición normal.

Ello requiere una intervención quirúrgica (osteosíntesis) e inmovilización en férula de


abducción.
Si el fragmento del troquíter queda definitivamente desprendido de la cabeza humeral,
la acción del supraespinoso queda abolida y el movimiento de abducción del brazo
queda fuertemente limitado.

Sintomatología

Las distintas fracturas de este grupo presentan una sintomatología común.

Hay dolor de regular intensidad, limitación o imposibilidad al movimiento de


abducción. Los movimientos de extensión anterior y posterior son posibles.

No es infrecuente la consulta tardía, sea porque el dolor es poco relevante o porque el


movimiento de extensión anterior y posterior del hombro se conservan, a veces en
rangos muy amplios.

El pronóstico en general es muy bueno; la movilidad del hombro se recupera. El


músculo deltoides, motor principal del movimiento, se atrofia con extraordinaria rapidez
y su recuperación suele ser muy lenta y difícil.

Los ejercicios de rehabilitación deben ser iniciados tan pronto haya una unión sólida del
segmento óseo fracturado.

Factores adversos a la buena recuperación:

 Inadecuada rehabilitación
 Pasados los 45 a 50 años de edad la rehabilitación es progresivamente más
difícil.
 Musculatura con desarrollo deficiente.
 Obesos.
 Arrancamiento óseo con desplazamiento del fragmento.
 Diagnóstico tardío.

Fracturas del cuello del húmero

También denominada por algunos autores como "fractura subcapital", estimando que no
procede diferenciar aquellas propiamente subcapitales de aquéllas ocurridas a nivel del
cuello anatómico. En algunos textos son tratadas en un capítulo común.

Generalidades

Son fracturas que se producen generalmente en personas mayores de 50 años.

En la mayoría de los casos, es consecuencia de un mecanismo indirecto en que el


enfermo cae hacia adelante o hacia el lado, y busca apoyo con todo el miembro superior
extendido y apoyado contra el suelo. El brazo se constituye en un largo brazo de palanca
con apoyo fijo en la articulación del hombro.
A esa edad, generalmente hay ya un proceso de osteoporosis, el hueso cede y la fractura
se produce. Al movimiento referido se agrega una torsión interna o externa del brazo, y
el extremo distal de la fractura puede girar en uno u otro sentido.

Síntomas

Son muy claros e inequívocos. Sin embargo suelen no serlo tanto para los enfermos. Por
ello no es infrecuente la consulta tardía.

La aparente levedad del traumatismo, el dolor tolerable y la movilidad parcialmente


conservada por el encajamiento de los fragmentos, hacen que el paciente atribuya todo
ello a una contusión del hombro; no es infrecuente que el médico de poca experiencia
piense lo mismo. La consulta se realiza ante la persistencia de los signos y la aparición
de una extensa equímosis que desciende a lo largo de la cara interna del brazo.

Dolor, impotencia funcional al movimiento de abducción del brazo y equímosis tardía


en la cara interna del brazo, son los signos prominentes de las fracturas de este tipo.

Radiografía

Son necesarias radiografías en dos planos: anteroposterior y axial.

La sola proyección anteroposterior no nos informa de la verdadera posición del extremo


distal de la fractura; puede corresponder a una fractura no encajada, en que el fragmento
distal está por delante o por detrás del proximal. No resulta fácil ni conveniente elevar el
brazo para conseguir la proyección céfalo-caudal; más apropiada es la proyección
lateral o retro-esternal.

1. Fracturas por contusión: producidas por un mecanismo directo, al golpear la cara


externa del hombro contra el suelo o al recibir una contusión por un impacto directo.

En ellas hay una fractura de rasgo transversal, que cruza el cuello del húmero, en
general sin gran desplazamiento de los fragmentos ni deformación de los ejes; con
frecuencia las superficies de fractura se encuentran firmemente encajadas.

La contusión directa contra el extremo superior del húmero, suele determinar además
una fractura, a veces con uno o varios rasgos de la masa del troquíter.

Son fracturas estables, de buen pronóstico y para su tratamiento requieren


inmovilización relativa del brazo en cabestrillo, Velpeau o yeso que comprometa desde
el hombro hasta el codo, sin que impida su movilidad.

Como en las fracturas anteriormente descritas, debe cuidarse de mantener activos los
movimientos de flexión anterior y posterior del hombro, y ya a las 2 a 3 semanas, se
inician los movimientos de abducción del brazo.

Si fuese necesario una inmovilización con Velpeau, generalmente debido al dolor de la


fractura, debe ser retirado antes de los 15 a 20 días e iniciar los movimientos del
hombro. La recuperación se logra en el curso de 1 a 2 meses y no debe esperarse
limitación del movimiento de la articulación.
2. Fracturas por aducción: se produce por caída directa, golpeando el hombro contra
el suelo, quedando el brazo en posición de aducción.

El rasgo de fractura es sensiblemente horizontal, impactado contra la cabeza humeral en


su mitad interna, de modo que el ángulo céfalo-diafisiario del húmero se encuentra más
cerrado en 15, 20 ó más grados; el eje del brazo se ha desviado en aducción.

Es frecuente que además el segmento diafisiario gire en su eje longitudinal, en un


movimiento de rotación interna.

En la mayoría de los casos no es necesaria ninguna maniobra de reducción. Desde


respetarse el impacto en que se encuentran ambos fragmentos; la estabilidad queda así
asegurada, el proceso de consolidación es rápido y la rehabilitación puede iniciarse con
relativa rapidez.

Puede bastar la inmovilización con un yeso que descienda desde el hombro hasta el
codo, sin comprometer su movilidad. El brazo se sostiene en un cabestrillo.

Se mantiene esta inmovilización por 3 a 4 semanas, con ejercicios pendulares del brazo,
iniciando los movimientos de abducción después de 2 a 3 semanas.

Ninguno de los movimientos con que se inicia la recuperación deben provocar dolor.

Si en un principio se consideró necesaria la inmovilización con un Velpeau, debe ser


retirada a los 15 ó 20 días, y la rehabilitación del movimiento del hombro debe ser
fuertemente estimulada.

La angulación de los ejes céfalo-diafisiarios, no determinan una incapacidad importante


en el movimiento de abducción del brazo, considerando que la desviación no sobrepasa
en general más allá de los 20 a 30 grados. Más trascendente que esto, es el haber
respetado la impactación de los fragmentos de fractura, que permitieron una
consolidación rápida y una rehabilitación precoz.

Sin embargo, debieran ser consideradas dos situaciones en que esta tolerancia tiene
límites:

a. Gran desplazamiento de los fragmentos. El extremo distal de la fractura está


descoaptado en forma completa, colocándose enteramente por delante, atrás o dentro del
fragmento proximal.
La reducción ortopédica suele ser muy difícil, la estabilidad de los fragmentos es
precaria y con frecuencia exige un tratamiento quirúrgico.
b. Fracturas con acentuada desviación en varo del segmento distal en pacientes de
menos de 40 a 45 años.

La acentuada desviación en varo del húmero, se constituye en una fuerte limitante del
movimiento de abducción del hombro.

Ello puede ser poco trascendente en el enfermo de edad avanzada; en él adquiere mucho
más valor el encajamiento de los fragmentos, que garantiza una consolidación rápida, y
una movilización precoz, aun cuando la abducción pueda quedar parcialmente limitada.
Esta situación no debe ser tolerada en el paciente joven, en quién la limitación del
movimiento de abducción se constituye en una grave incapacidad.

Los fragmentos deben ser reducidos; las superficies de fractura deben ser desimpactadas
y el húmero se lleva en un movimiento de abducción. Recuperado el eje del hueso, se
inmoviliza en un yeso hombro-brazo péndulo, en una férula de abducción, según sea el
grado de estabilidad de la fractura.

Se retira el yeso de abducción (toraco-braquial), en un plazo de 30 a 50 días y se


continúa con el brazo suspendido de un cabestrillo.

LESIONES TRAUMATICAS DEL CODO

GENERALIDADES

Son varias las consideraciones que obligan al médico, aún no especialista, a tener un
muy buen conocimiento de la patología traumática del codo:

 Son extraordinariamente frecuentes, sobre todo en el niño.


 En no pocas ocasiones, las fracturas por ejemplo, adquieren una extrema
gravedad, creando problemas terapéuticos muy difíciles de resolver.
 Quizás sea el codo, entre todas las articulaciones, la más sensible a los efectos de
los traumatismos, incluso aquellos tradicionalmente considerados como
intrascendentes; aun la contusión más simple lleva en sí el inminente riesgo de
una rigidez incapacitante, si el tratamiento no es correcto.
 Con frecuencia, muchas de estas lesiones traumáticas, leves en apariencia, como
contusiones, fisuras de la cabeza del radio, pequeños arrancamientos
osteoperiósticos en la epífisis, son vistas y tratadas por médicos no especialistas.
Si no hay en ellos un claro concepto, el manejo del enfermo puede ser
defectuoso y la amenaza de rigidez articular es inminente.

En esta articulación hay una tendencia extraordinaria a la formación de adherencias en


los repliegues capsulares, sinoviales y ligamentos. El edema peri-articular provocado
por un traumatismo a veces intrascendente, se organiza con rapidez, constituyéndose en
una masa fibrosa peri-articular que limitará, quizás en forma definitiva, la amplitud de
los movimientos.

Los factores negativos expresados son aún peores, en la medida que concurran otras
circunstancias agravantes como:

 Magnitud del traumatismo y daño articular.


 Necesidad de recurrir a procedimientos quirúrgicos.
 Empleo de elementos metálicos para conseguir la reducción o fijación de
segmentos óseos fracturados.
 Edad del paciente; a mayor edad, el proceso de recuperación será
progresivamente más difícil.
 Plan de recuperación funcional mal concebido o peor realizado.

Por el contrario, factores como:

 Reducción y fijación estable de los fragmentos óseos.


 Inmovilización de la articulación en forma perfecta, por el menor tiempo
posible.
 Rehabilitación inteligentemente planificada, ejecutada y controlada, constituyen
los principios básicos en el éxito del tratamiento.

FRACTURAS DE LA CABEZA DEL RADIO

Es otra de las fracturas frecuente del codo y que afecta especialmente a los adultos.

En los niños, cuando ello ocurre, se traduce en un desplazamiento de la epífisis a nivel


del cartílago de crecimiento.

Debe abandonarse la idea, muy frecuente, sobre todo en los no especialistas, que esta
fractura es intrascendente y transcurre sin consecuencia. Ello es un error.

Debe considerarse con extremo cuidado toda fractura de la cabeza del radio, aunque no
sea sino una pequeña fisura o arrancamiento marginal. El descuido o mal manejo de
lesiones aún tan pequeñas, que puedan pasar fácilmente inadvertidas a un examen
radiográfico poco acucioso, les ha costado a muchos pacientes la pérdida de los
movimientos del codo.

El mecanismo de producción casi siempre es el mismo: caída al suelo, apoyando la


mano extendida con el codo rígido. La fuerza violenta es transmitida a lo largo del
radio, cuya cabeza choca contra el cóndilo externo de la epífisis humeral.

Hay que considerar que la lesión ósea, en general, no sólo afecta a la cabeza del radio;
es frecuente que el impacto comprometa la indemnidad del cóndilo externo del húmero;
no es infrecuente encontrarse con fracturas del cartílago o hundimientos de la superficie
ósea a ese nivel, inadvertidas en el examen radiográfico.

Dado que la magnitud del daño óseo es a veces muy pequeño, con facilidad induce a
error. Debe exigirse radiografías de excelente calidad en posiciones antero-posterior,
lateral y oblícuas, con el codo en posiciones indiferente, pronación y supinación.

Clínicamente el diagnóstico es fácil. Unido al antecedente de la caída, hay dolor,


especialmente con los movimientos de pronación y supinación, y dolor preciso a la
presión de la cabeza del radio.

En estas circunstancias el examen radiográfico es obligatorio.

Si se considera la magnitud del daño óseo, pueden ser clasificadas en tres tipos clínicos
diferentes:
1. Fractura por fisura de la cabeza radial, pero sin desplazamiento del segmento
fracturado. La fisura es a veces tan fina que puede pasar inadvertida.
2. Fractura marginal con desplazamiento del fragmento.
3. Fractura conminuta; toda la cabeza radial se encuentra comprometida, a veces
con los caracteres de un verdadero estallido.

 FRACTURAS DE OLECRANON

Son dos los mecanismos que generan esta fractura y, con mucha frecuencia, actúan en
forma conjunta:

1. Contusión directa por caída con apoyo violento del codo contra el suelo.

2. Por tracción violenta del músculo tríceps.

Por una u otra razón, el olécranon se fractura en su base y la contractura del tríceps se
encarga de separarlo de la epífisis cubital. No es infrecuente que si la contusión ha sido
violenta, además el olécranon sufre una fractura múltiple, que complica el pronóstico y
el tratamiento.

Es importante considerar que entre los objetivos que deben ser conseguidos están:

a. Conservar el movimiento de flexión del codo.

b. Conservar el movimiento de extensión, en forma activa y en contra la gravedad.

Ello sólo se consigue si hay una sólida fijeza en la unión de la fractura. Por ello es que
uniones fibrosas en pseudoartrosis, permiten el movimiento de flexión, pero el de
extensión queda limitado a veces en grado extremo.

FRACTURAS DEL ANTEBRAZO

Las fracturas del antebrazo son aquéllas que comprometen la diáfisis del radio y del
cúbito.

El antebrazo prolonga la extremidad superior hacia la mano y permite específicamente


el movimiento de pronosupinación; el radio y el cúbito se encuentran unidos por la
membrana interósea de tal modo, que para permitir una función completa de este
segmento se necesita una integridad anatómica perfecta de ambos componentes óseos
(radio y cúbito) y de las articulaciones radiocubital proximal y distal. Debemos
considerar que, cada vez que ocurre la fractura de un hueso del antebrazo, puede existir
la fractura del otro o una luxación de las articulaciones radiolunar, ya sea proximal o
distal. Las fracturas aisladas de cúbito o radio son más bien infrecuentes.

El mecanismo de producción de estas fracturas es generalmente indirecto, por caída


apoyándose con la palma de la mano, fuerza que aumenta la inflexión de las curvaturas
normales de las diáfisis radial y cubital produciéndose la fractura, que con mayor
frecuencia está localizada en el tercio medio y distal del antebrazo. El mecanismo
directo puede producir una fractura de sólo uno de los dos huesos del antebrazo, siendo
éste mecanismo más frecuente en el adulto, por maniobras de defensa personal.

Las fracturas de antebrazo en el adulto son habitualmente desplazadas y no es


infrecuente que sean expuestas especialmente hacia el tercio distal de las diáfisis (Figura
19). El desplazamiento consiste en el acabalgamiento de los segmentos del radio y
cúbito por la acción de los músculos del antebrazo en el eje longitudinal, rotación de los
segmentos producida por la acción supinadora o pronadora de los músculos del
antebrazo, y angulación de los segmentos en el foco de fractura. Si la fractura se
encuentra por sobre la inserción distal del pronador redondo, el fragmento proximal del
radio gira en supinación por la acción del bíceps y supinador corto, mientras que el
fragmento distal gira en pronación por acción del pronador redondo y pronador
cuadrado. Si la fractura es distal a la inserción del pronador redondo, el fragmento
proximal queda en posición neutra, mientras que el fragmento distal gira en pronación
por acción del pronador cuadrado.

Figura 19.

(a) Fractura
de antebrazo.
(b)
Osteosíntesis
con placas.

 
 

LESIONES TRAUMATICAS DE LA MANO

Nos referiremos en este capítulo a las lesiones traumáticas del metacarpo y dedos.

Estas estructuras están frecuentemente comprometidas por traumatismos que producen


esguinces, luxaciones, fracturas o luxofracturas debido a accidentes laborales,
domésticos deportivos y otros.

FRACTURAS DE LOS METACARPIANOS

Son frecuentes las fracturas ya sean de rasgo transversal, espiroideo u oblícuo; la


fijación anatómica normal de los metacarpianos al carpo y entre sí por los músculos y
fascias impide los desplazamientos importantes de ellos y además crean una
inmovilización espontánea de los fragmentos fracturados; son muy raros los retardos de
consolidación y pseudoartrosis.

Clínica

Las fracturas de los metacarpianos se producen habitualmente por traumatismos


indirectos al ejercerse una fuerza en el eje axial o al dar un golpe de puño, quedando con
dolor difuso de la mano y localizado en el foco de fractura (one finger pain); la mano
habitualmente se edematiza rápidamente (mano en empanada) y aparecen equímosis
tardías en la palma y dorso. Los desplazamientos más importantes a considerar en las
fracturas de los metacarpianos son la angulación y el acortamiento; la angulación
habitualmente dorsal puede ser fácilmente corregida con tracción del dedo
correspondiente y presión digital a nivel del foco de fractura. El acortamiento que
habitualmente es mínimo puede ser muy bien tolerado dejando una función normal; en
este caso debe advertirse al paciente que en la estética de su mano puede desaparecer el
nudillo del dedo correspondiente, al hacerse menos prominente la cabeza del
metacarpiano cuando las articulaciones metacar-pofalángicas se flectan (mano
empuñada).

Fractura del 5° metacarpiano

El mecanismo más frecuente es el golpe de puño fallido, en el cual en vez de golpear


con la mano empuñada a través del 2° y 3° metacarpiano, se hace con el 5°,
produciéndose una fractura a nivel del cuello y desplazándose la cabeza del 5° meta-
carpiano hacia palmar. Su tratamiento requiere de una reducción orto-pédica (con
anestesia local) de la siguiente manera: mano en pronación, se hiperflecta el meñique de
tal modo que la base de la falange proximal quede por debajo de la cabeza del
metacarpiano, y se ejerce una fuerza axial hacia dorsal a través de la falange que empuja
la cabeza del 5° metacarpiano, lográndose la reducción e inmovilizando en esa posición
forzada por un período de una semana; después se cambia a una inmovilización en
posición funcional por dos semanas.

Luxofractura de Bennett

Corresponde a la fractura de la base del primer metacarpiano, comprometiendo la


articulación trapeciometacarpiano con un fragmento triangular que queda en su lugar
anatómico, mientras el resto del metacarpiano se desplaza hacia radial y proximal por la
tracción muscular del abductor corto. Su tratamiento puede ser ortopédico o quirúrgico;
el tratamiento ortopédico consiste en tracción del pulgar y compresión a nivel de la base
del primer metacarpiano, mientras se coloca un yeso antebraquial que incluya el pulgar
abducido; es una fractura inestable y puede necesitar una reducción más estable, para lo
cual se puede complementar con una tracción mantenida. Otro método es fijar la
fractura por vía percutánea en el momento de la reducción, seguido de inmovilización.
La otra elección es reducir la fractura quirúrgicamente y fijarla con algún elemento de
osteosíntesis, de los cuales se usan los alambres de Kirschner o los tornillos A.O. de
pequeño fragmento. El tratamiento quirúrgico es de exclusiva responsabilidad del
médico traumatólogo (Figura 22).

Figura 22

Luxofractura de Bennett.
 

ESGUINCES, LUXACIONES Y FRACTURAS DE LOS DEDOS

Son muy frecuentes y especialmente en deportes que usan las manos (volleybol,
basketbol, etc).

Esguinces de los dedos

Comprometen frecuentemente las articulaciones interfalángicas proximales de los


dedos; los ligamentos colaterales de las articulaciones interfalángicas se encuentran
tensos cuando dichas articulaciones se encuentran en extensión, y como se trata de
articulaciones trocleares que no permiten movimientos laterales, ellos son exigidos
cuando se aplican fuerzas laterales o en hiperextensión; el dedo se edematiza, hay
aumento de volumen a nivel de la articulación y puede aparecer equímosis tardía; estos
esguinces pueden frecuentemente acompañarse de pequeños arrancamientos óseos en
las inserciones laterales de los ligamentos o en la cara palmar de la articulación, por lo
cual el estudio radiológico es imperioso.

Luxaciones de los dedos

Las más frecuentes ocurren a nivel de las articulaciones interfalángicas. La falange


distal se desplaza hacia dorsal. Son fáciles de reducir ejerciendo tracción y flexión de la
falange, aun sin anestesia; deben ser inmovilizadas por aproximadamente 10 días con
una férula digital en semiflexión.

La luxación metacarpofalángica del pulgar puede ocurrir al sufrir una fuerza que
desplaza el pulgar hacia dorsal (por ejemplo, pelotazo). Su reducción se realiza con la
maniobra ya enunciada para las luxaciones interfalángicas y debe ser inmovilizada con
yeso antebraquial, con pulgar incluido, por 3 semanas.

Fracturas de los dedos

Las fracturas diafisiarias de las falanges proximales y medias deben ser inmovilizadas
con férula digital en semiflexión, por 3 semanas.

Las fracturas condíleas de las articulaciones interfalángicas proximales o distales deben


tener una reducción anatómica, sino, provocan rigidez y desviaciones en los dedos,
incapacitantes y antiestéticas; si es necesario deben ser reducidas quirúrgicamente y
fijadas con tornillos de pequeño fragmento o Kirschner.

Las fracturas de las falanges distales consolidan sin problemas y su inmovilización solo
se justifica para disminuir el dolor.

El Mallet finger consiste en la avulsión del tendón extensor de su inserción en el dorso


de la base de la falange distal; se produce por una fuerza que flecta bruscamente la
falange distal quedando el dedo en flexión a ese nivel e imposibilidad de extenderla.
Puede ocurrir con arrancamiento óseo o con ruptura sólo del tendón. El tratamiento
puede ser ortopédico o quirúrgico; el tratamiento ortopédico consiste en mantener la
falange distal en hiperextensión para acercar los extremos avulsionados, manteniendo la
interfalángica proximal en flexión, mediante una férula digital o yeso digital fenestrado
por 3 a 4 semanas; debe controlarse semanalmente para asegurar la correcta posición de
inmovilización.

El resultado del tratamiento ortopédico es absolutamente incierto. Después de 1 a 2


meses de tratamiento correctamente realizado, al retirar la inmovilización, la falange
distal vuelve a adoptar la misma posición primitiva, en flexión. El enfermo debe ser
advertido de esta eventualidad.

Con frecuencia el enfermo consulta en forma tardía, 1 ó 2 semanas después del


accidente. En estas circunstancias no hay ningún tratamiento que dé buenos resultados,
y así se le debe informar al paciente.

El tratamiento quirúrgico destinado a reimplantar el tendón en su sitio de inserción en la


falange distal, es de indicación excepcional y sus resultados son altamente inciertos.

Cuando existe un arrancamiento óseo, el éxito del tratamiento ortopédico es mayor que
en la avulsión simple del tendón extensor.

El hematoma subungueal post-traumático es intensamente doloroso y debe ser


evacuado, ya que esto alivia el dolor de inmediato; se drena traspasando una aguja
estéril en condiciones asépticas a través de la uña, maniobra que se facilita calentando al
rojo la punta de la aguja en un mechero o encendedor; el hematoma que se drena
consiste a veces sólo de algunas gotas de sangre, pero esto basta para producir el alivio
del dolor; se deja con una curación simple de protección.

La onicectomía es improcedente.

 FRACTURAS DE LA PELVIS

CONCEPTO ANATOMO-CLINICO

La pelvis se encuentra constituida por:

 Dos huesos ilíacos, planos, delgados, que constituyen la pared anterior y


laterales del anillo pelviano. Todos están cubiertos por grandes masas
musculares, tanto por su cara interna y externa, que encuentran en ellos sólidos y
firmes puntos de inserción mientras el anillo pelviano esté intacto y estable;
cuando segmentos óseos quedan liberados del anillo (fracturas), son objeto de la
acción contracturante de las masas musculares que en esos segmentos se
insertan, provocando desplazamientos a veces de gran magnitud y de muy difícil
o imposible reducción o contensión.
Por otra parte, la masa muscular que tapiza las paredes endo y exopelvianas,
proveen al hueso ilíaco de una riquísima vascularización; los procesos de
consolidación se producen en plazos extraordinariamente breves.
 El sacro y el coxis cierran por atrás el semi-anillo formado por la disposición de
ambos huesos ilíacos.
Así dispuestas estas tres piezas óseas, conforman un anillo o cinturón, que posee
ciertas características importantes desde el punto de vista traumatológico:
1. Es elástico; las articulaciones sacro ilíacas y la sínfisis pubiana, le
permiten un cierto grado de flexibilidad para soportar presiones antero-
posteriores o laterales. Traspasados los límites de tolerancia dados por la
flexibilidad del anillo y por la resistencia ósea, el cinturón pelviano se
fractura.
2. El anillo pelviano así conformado, presenta zonas de menor resistencia a
las fuerzas compresivas:

a. Los dos agujeros obturadores delimitados por pilares óseos


delgados, como son las ramas pubiana e isquiática, se constituyen
en las áreas más frágiles en la constitución del anillo óseo.
b. La sínfisis pubiana: los cuerpos pubianos se unen por un disco
fibrocartilaginoso que ofrece débil resistencia a las fuerzas de
distracción o presión antero posterior. Por ello son frecuentes las
diástasis a este nivel.
c. Las articulaciones sacro-ilíacas, encajadas una contra la otra y
unidas por masas de ligamentos extraordinariamente fuertes,
especialmente por los ligamentos sacro ilíacos posteriores,
ofrecen una sólida resistencia ante las presiones laterales.

Cuando el traumatismo ejercido logra romper la estabilidad de la articulación sacro-


ilíaca (disyunción), debe considerarse que la violencia ejercida sobre la pelvis ha sido
extrema.

Relaciones importantes del anillo pelviano: La estructura ósea, sólida y resistente, se


constituye en un continente protector de órganos y vísceras ubicados en su interior; pero
la íntima relación entre el continente óseo y el contenido visceral se transforma en una
amenaza inminente, cuando fragmentos óseos producidos en una fractura irrumpen
dentro de la cavidad pelviana.

En esta situación se encuentran:

 La vejiga urinaria, ubicada inmediatamente detrás del pubis; la relación entre


ellos es íntima, en caso de vejiga llena de orina.
 Uretra membranosa, que atraviesa ambas hojas de la aponeurosis perineal. El
desplazamiento de los huesos pubianos arrastra el diafragma aponeurótico, que
es fuerte y tenso; con facilidad secciona a la uretra, como si fuese una guillotina.
 Vasos arteriales y venosos, de apreciable calibre, que se deslizan directamente
aplicados a la superficie ósea endo-pelviana de los huesos ilíacos: arterias y
venas ilíacas, arteria obturatriz, etc. Su ruptura genera hemorragias violentas e
incoercibles. La sangre extravasada se vierte libremente en el espacio pelvi-
rectal, retroperitoneal y allí fácilmente se acumulan uno o más litros de sangre,
constituyendo uno de los más graves problemas clínicos en este tipo de fractura.

El shock hipovolémico, anemia aguda, pseudo-abdomen agudo, son las consecuencias


directas de esta situación.

 
CLASIFICACION

Las lesiones traumáticas que comprometen el anillo pelviano se pueden dividir en tres
grupos (Figura 40).

I. Fracturas por arrancamiento, provocadas por contractura muscular violenta.

II. Fracturas o luxofracturas del anillo pelviano, debidas a aplastamiento.

III. Fracturas del sacro y coxis.

Figura 40. Fracturas de la pelvis.

(a) Fractura del ala ilíaca posterior y ramas ilio e isquio pubianas derechas.
(b) Fractura del ala del sacro y ramas ilio e isquipubianas derechas.
(c) Fracturas de las ramas ilio e isquio pubianas derecha e izquierda.
d) Fractura del anillo pelviano anterior. Ramas ilio e isquiopubiana, derecha e izquierda.

FRACTURAS DEL EXTREMO PROXIMAL DEL FEMUR


Son aquellas que ocurren entre la epífisis proximal del fémur y un plano ubicado por
debajo del trocánter menor. De acuerdo con el nivel de la fractura, se clasifican en:

1. Fracturas de la cabeza o epífisis superior del fémur: son aquéllas ubicadas entre
la superficie articular y el plano coincidente con el reborde del cartílago de
crecimiento. Son de ocurrencia excepcional.
2. Fracturas del cuello del fémur: aquéllas ubicadas entre un plano inmediatamente
por debajo del límite del cartílago de crecimiento y el plano en que el cuello se
confunde con la cara interna del macizo trocantereano.
3. Fracturas pertrocantereanas: son aquéllas que cruzan oblícuamente el macizo
troncantereano, desde el trocánter mayor al menor.
4. Fracturas subtrocantéreas: ubicadas en un plano inmediatamente inferior al
trocánter menor.

FRACTURAS DEL CUELLO DEL FEMUR

Varias son las circunstancias que obligan a que esta fractura deba ser conocida en todos
sus aspectos, por todo médico que tenga la responsabilidad de la salud de una
comunidad:

a. Probablemente sea una de las fracturas más frecuentes; en un servicio de la


especialidad del área metropolitana fácilmente hay 6 a 8 fracturados de cadera en
evolución.
b. Ocurren en cualquier comunidad social, especialmente donde haya personas de
más de 60 años.
c. El reconocimiento precoz y la adopción inmediata de medidas terapéuticas
básicas, son trascendentes en el futuro del paciente.

Con elevada frecuencia, del proceder del médico en estos primeros días después del
accidente, depende el futuro y aun la vida del enfermo.

Clasificación

Han sido varios los puntos de vista que han determinado tantas clasificaciones.

1. Clasificación anatómica: está determinada por el nivel de la línea de fractura. Así se


las clasifica en:

a. Fractura sub-capital: aquella producida en un plano inmediatamente inferior al


del borde del cartílago de crecimiento; generalmente tiene una orientación algo oblícua,
de modo que compromete un pequeño segmento del cuello del fémur. Son las más
frecuentes.
b. Fractura transcervical (o medio cervical): el rasgo compromete la parte media
del cuerpo del cuello femoral.
c. Fractura basi-cervical: el rasgo de fractura coincide con el plano de fusión de
la base del cuello en la cara interna del macizo trocantereano (Figuras 23 y 24).

 
Figura 23

Fracturas del cuello del fémur. Clasificación anatómica.


(a) Fractura sub-capital. (b) Fractura medio-cervical. (c) Fractura basi-cervical. (d) Fractura
inter-trocantérea. (e) Fractura sub-trocantérea.

FRACTURAS DE LA DIAFISIS FEMORAL

Hechos anatomicos importantes

 La diáfisis femoral se extiende desde un plano horizontal a 3 cm por debajo del


trocánter menor, hasta la zona esponjosa supra condílea.
 Se encuentra envuelta por potentes masas musculares que toman inserción
amplia a lo largo de todo el cuerpo del hueso.
Ello le confiere una excelente vascularización que favorece la rápida formación
del callo óseo. Pero la acción potente de los músculos que en ella se insertan,
son los responsables, en gran parte, de los grandes desplazamientos que con
frecuencia se encuentran, así como de la difícil reducción e inestabilidad de los
fragmentos óseos.

 Muy cercanos al cuerpo del hueso se encuentran los vasos femorales; los
segmentos óseos desplazados con facilidad pueden comprimir, desgarrar o
seccionar la arteria o vena femorales. Particularmente peligrosas son, a este
respecto, las fracturas del 1/3 inferior de la diáfisis (o supracondíleas).
 La rica irrigación de la diáfisis femoral, así como la de las grandes masas
musculares al ser desgarradas por los segmentos fracturados, pueden generar una
hemorragia cuantiosa (1 ó 2 litros), generando una brusca hipovolemia,
transformando así al fracturado en un accidentado grave, con los caracteres
propios de un politraumatizado.

Generalidades

Contrariamente a lo que ocurre con la fractura del cuello del fémur, la lesión es
frecuente en enfermos jóvenes, adultos y niños.

Necesariamente se requiere de una fuerza muy violenta para fracturar la diáfisis


femoral; por ello es dable sospechar graves lesiones de partes blandas (músculos),
apreciables desplazamientos de fragmentos óseos, con riesgos de lesiones vasculares o
de troncos nerviosos, o bien lesiones viscerales o esqueléticas de otros segmentos
(pelvis, columna vertebral).

 LESIONES TRAUMATICAS DE LA RODILLA

CONTUSION DE RODILLA

Corresponde a la lesión de partes blandas, sin daño específico de alguna de las


estructuras de la articulación.

Síntomas

Dolor en todo el contorno articular.

Aumento de volumen moderado, tanto por edema traumático, como por derrame
articular.

Equímosis frecuente en el sitio de la contusión.

Debe descartarse, por la anamnesis y el examen físico, la existencia de lesiones


específicas.

En contusiones directas en la cara anterior de la articulación, puede producirse una


bursitis traumática, con aumento de volumen prerotuliano, dolor y limitación funcional.
La hidartrosis traumática suele acompañar al síndrome y ello producido por
traumatismo violento que llega a comprometer la sinovial (sinovitis traumática).

Confirmado el diagnóstico, el tratamiento exige reposo absoluto de la articulación,


vendaje elástico, calor local, analgésicos. Generalmente el proceso cura definitivamente
entre 10 a 15 días.

Hemartrosis

Corresponde a la existencia de sangre dentro de la articulación; las causas son todas


patológicas, pudiendo variar desde las más leves hasta las extremadamente graves.

 Ruptura sinovial por traumatismo.


 Fractura intraarticular: rótula, platillos tibiales, cóndilos femorales. En estos
casos, la sangre extraída por punción muestra gotas de grasa sobrenadando la
superficie del líquido hemático.
 Extenso desgarro cápsulo-ligamentoso con ruptura además de la sinovial. En
estas circunstancias el hematoma producido por el desgarro cápsulo-
ligamentoso, que puede ser extenso, inunda la cavidad articular, generando la
hemartrosis.
Desgarros ligamentosos de mediana intensidad, que no logran ruptura sinovial
habitualmente no se complican de hemartrosis importantes.
 Ruptura de ligamentos cruzados.
 Tumores de la sinovial.
 Lesiones pseudotumorales como la sinovitis villo nodular.
 Discracias sanguíneas (hemofilia).
 Como complicación en tratamientos anticoagulantes.

Todas estas hemartrosis tienen desde el punto de vista clínico, la característica común
de su instalación rápida.

En fracturas de rótula o platilos tibiales, por ejemplo, en algunos minutos adquieren un


volumen desusado. Son extremadamente dolorosas y son las que, generalmente, obligan
a una punción articular evacuadora de la sangre intra-articular.

En la hemartrosis post-traumática, sólo significa que un elemento orgánico constitutivo


de la articulación está lesionado. Es papel del clínico determinar la naturaleza del
síndrome.

Cual sea su naturaleza y mientras ésta no sea diagnosticada, el tratamiento se reduce a:


reposo de la articulación, vendaje suavemente compresivo, calor local, analgésicos; la
punción evacuadora está indicada en dos circunstancias:

a. Casos en los cuales el derrame es de tal magnitud que provoque dolor que puede
llegar a ser intolerable: corresponden a hemartrosis a tensión. Las que ocurren en las
fracturas de la rótula o de los platillos tibiales, son buenos ejemplos de ello.
b. Puede tener además un significado diagnóstico, cuando se detectan flotando en
la superficie de la sangre extraída, pequeñas gotas de grasa. La conclusión es
casi segura: la hemartrosis tiene su origen en una fractura intra-articular (rótula o
platillo tibial).
 

 LESIONES TRAUMATICAS DE LA RODILLA

LESIONES DE LOS LIGAMENTOS DE LA RODILLA

Junto con las lesiones meniscales, las lesiones de ligamentos o esguinces de la rodilla
son las mas frecuentes de producirse en traumatismos de esta articulación. Los
ligamentos juegan un rol muy importante en la estabilidad de la rodilla y por lo tanto su
ruptura llevará a una inestabilidad ya sea aguda o crónica.

La estabilidad de la rodilla está mantenida por elementos anatómicos pasivos, entre los
cuales se encuentran los ligamentos, cuya lesión dará signos de laxitud en distintos
planos y consecuentemente inestabilidad articular, y por otra parte elementos
anatómicos activos representados fundamentalmente por los músculos. De este hecho
cabe comprender que una rodilla puede ser laxa pero estable o, a la inversa, puede ser
inestable sin ser laxa.

Del punto de vista funcional las estructuras ligamentosas de la rodilla pueden ser
agrupadas en tres:

1. Un pivote central formado por el ligamento cruzado anterior (L.C.A.) y el


ligamento cruzado posterior (L.C.P.).
2. Un compartimiento interno constituido por las estructuras mediales donde
encontramos el ligamento lateral interno (L.L.I.), formado por un fascículo
profundo y uno superficial, y los ligamentos oblícuo posterior y el tendón reflejo
del semimembranoso.
3. Un compartimiento externo formado principalmente por el ligamento lateral
externo (L.L.E.), y los tendones del músculo poplíteo y el tendón del músculo
bíceps.

Mecanismo de lesión

Con fines didácticos los ordenaremos en cinco situaciones :

1. Mecanismo con rodilla en semiflexión, valgo forzado, y rotación externa de la


tibia: puede producir una lesión del L.L.I., ruptura meniscal interna y ruptura del
L.C.A. Este conjunto de lesiones corresponde a la llamada "triada maligna de
O'Donogue".
2. Mecanismo con rodilla en ligera flexión, varo forzado y rotación interna de la
tibia que provocara una lesión de L.C.A., luego una lesión de L.L.E. y ruptura
meniscal interna o externa.
3. Mecanismo con rodilla en extensión y valgo forzado que provocara una lesión
del L.L.I. y secundariamente una lesión del L.C.A. o del L.C.P.
4. Mecanismo con rodilla en extensión y varo forzado que producirá una lesión de
L.L.E. y de L.C.P. y L.C.A.
5. En el plano frontal puro, un choque directo en la cara anterior de la rodilla puede
provocar una lesión de L.C.P., o una hiperextensión brusca puede provocar una
lesión pura de L.C.A.

Estas lesiones pueden clasificarse en tres grados:

 Esguince grado 1: simple distensión del ligamento.


 Esguince grado 2: ruptura parcial del ligamento.
 Esguince grado 3: ruptura total del ligamento o avulsión de su inserción ósea.

Cuadro clínico

Será importante averiguar sobre el mecanismo que produjo la lesión, después del cual el
paciente presentará dolor e incapacidad funcional, que pudo acompañarse de un ruido al
romperse el ligamento, o ser seguido de una sensación de inestabilidad o falla a la
marcha.

Al examen físico se encontrará una rodilla con dolor, en posición antiálgica en


semiflexión, impotencia funcional relativa a la marcha, con signos de hemartrosis en
caso de haber lesión de ligamentos cruzados, o sin derrame en caso de lesión aislada de
ligamentos laterales; el dolor puede ser más intenso en los puntos de inserción de los
ligamentos laterales o en el eventual sitio de su ruptura y el signo más patognomónico
de lesión de los ligamentos laterales será la existencia del signo del bostezo, ya sea
medial o lateral, que debe ser buscado en extensión completa y en flexión de 30°.

En caso de lesión de los ligamentos cruzados, serán positivos el signo del cajón anterior
en caso de lesión de L.C.A., o del cajón posterior en caso de lesión del L.C.P.; en
presencia de una lesión de L.C.A. aguda, el signo del cajón anterior puede ser negativo
y deberá buscarse simultáneamente el signo de Lachman. Otro signo que puede ser
positivo en presencia de ruptura del L.C.A. es el signo del jerk test o pivot shift.

El estudio radiológico en dos planos permitirá descartar la existencia de fracturas o


arrancamientos óseos a nivel de las inserciones de los ligamentos; el estudio radiológico
dinámico en varo y o valgo forzado, idealmente con anestesia, será de gran utilidad para
evidenciar la ruptura de ligamentos laterales, obteniéndose una apertura anormal de la
interlínea articular interna o externa, o un desplazamiento anterior o posterior en caso de
ruptura de ligamentos cruzados. La calcificación de la inserción proximal del L.L.I.
producida por la desinserción del ligamento en el cóndilo femoral interno, lleva el
nombre de enfermedad de Pellegrini-Stieda.

El diagnóstico inicial es muchas veces difícil, por el dolor y por lo habitual de lesiones
combinadas y asociadas a lesiones meniscales (frecuente la lesión del L.L.I. y menisco
interno, por ejemplo), pero del punto de vista ligamentario, el clínico debiera tratar de
precisar si la lesión afecta a las estructuras periféricas del compartimiento interno o
externo, o si afecta a los ligamentos cruzados (el L.C.A. es el más frecuentemente
lesionado, siendo el L.C.P. sólo ocasionalmente afectado).
La evolución natural de una ruptura de ligamentos llevará a una inestabilidad crónica de
rodilla, que provocará en el paciente la sensación de inseguridad en su rodilla, la
presencia de fallos (siente que la rodilla "se le corre"), episodios de hidroartrosis a
repetición, impidiéndole una actividad deportiva y aun limitación en muchas actividades
de la vida sedentaria.

 RUPTURAS MENISCALES

Corresponde a una de las lesiones traumáticas más frecuentes de la rodilla. Su patogenia


es muy compleja y su diagnóstico está entre los más difíciles.

Muy frecuente en hombres jóvenes en plena actividad física y especialmente en


deportes que reúnen caracteres muy típicos como: velocidad, violencia, instantaneidad
en los cambios de movimiento, especialmente aquellos de rotación y abducción y
aducción de la rodilla. Son ejemplos característicos la práctica de fútbol, tenis, esquí,
baby-fútbol, etc.

Pero hay que tener en cuenta que no sólo en estas actividades suelen ocurrir lesiones
meniscales. No es infrecuente que también ocurran en accidentes domésticos al parecer
de discreta magnitud: al incorporarse con rapidez estando encuclillada, movimiento de
rápida rotación externa o interna, estando el pie fijo en el suelo, etc.

Etiopatogenia

Producida por un traumatismo indirecto ejercido sobre la rodilla.

Las características del accidente casi siempre son las mismas:

1. Brusco, rápido, casi instantáneo.


2. Generalmente violento.
3. Actúa de tal modo, que es la rodilla la que soporta directamente toda la fuerte
presión del traumatismo.
4. Sorprende a la articulación en algunas de las siguientes situaciones:

a. Rodilla en semiflexión; soporta fuertemente el peso del cuerpo con la


pierna en valgo y con rotación externa; pie fijo en el suelo. Es el
mecanismo más frecuente y típico en la clásica "trancada" del jugador de
fútbol.
b. Rodilla en semiflexión, cargando el peso del cuerpo, con pierna en varo y
rotación interna.
c. Rodilla en hiperflexión y soportando todo el peso del cuerpo, se provoca
una brusca extensión de la articulación. Es el caso en que una persona
que, encontrándose "en cuclillas", se incorpora bruscamente, apoyándose
en el pie fijo contra el suelo y generalmente con la pierna en una posición
de valgo.
Es el caso típico en que una persona, generalmente mujer, mayor de
edad, que encontrándose en esas condiciones, se incorpora bruscamente,
apoyándose en el pie fijo contra el suelo.
d. Rodilla en hiperextensión forzada y violenta. En el caso del futbolista
que da un puntapié en el vacío.
En todas estas circunstancias, el cóndilo femoral ha girado a gran velocidad, se desplaza
en sentido antero-posterior y rotando hacia afuera o adentro, ejerce una violenta
compresión sobre el platillo tibial interno o externo, atrapando o traccionando al
menisco, entre superficies articulares.

Figura 26

Búsqueda
de dolor
en la
interlínea
articular
de la
rodilla.

Anatomía patológica

Es el menisco interno el más frecuentemente lesionado. El tipo de ruptura es variable:


desgarro longitudinal, a lo largo del cuerpo del menisco (casa de balde);
desprendimiento del menisco en parte o en toda su inserción en la cápsula articular;
desgarro oblicuo en el cuerpo del menisco, separa una lengüeta en el borde interno;
ruptura transversal, el menisco se parte en dos; ruptura irregular, en que el menisco
queda virtualmente triturado por la compresión del cóndilo femoral.

En el menisco externo, la lesión más frecuente es el desgarro transversal y casi siempre


a nivel del 1/3 medio del cuerpo meniscal.

Una forma especial es el desgarro del menisco discoídeo. Se ve casi exclusivamente en


el menisco externo y corresponde a una alteración congénita, en que la porción central
del menisco no se ha reabsorbido en su desarrollo embriológico.

Sintomatología

Debe considerarse el cuadro clínico en dos momentos distintos.


Fase aguda

La sucesión de los hechos es generalmente la siguiente:

 Antecedentes anamnéstico.
 Dolor intenso a veces desgarrante.
 Limitación funcional, generalmente con rodilla atascada el flexión.
 Claudicación.
 Puede haber derrame articular. Si el derrame es rápido en producirse, debe
pensarse en una hemartrosis por desgarro del menisco en su inserción capsular.

Este cuadro clínico es muy similar en todos los casos; lo único que varía es la intensidad
de los síntomas.

Examen clínico

 Claudicación por dolor.


 Aumento de volumen de la rodilla de mayor o menor intensidad, por derrame.
 Dolor a la presión digital, sea en la interlínea interna o externa.
 No siempre se consigue practicar un examen más completo por el dolor de la
articulación.

Radiografía

Generalmente es normal, sirve para descartar lesiones concomitantes: desprendimientos


óseos por tracción de ligamentos cruzados, cuerpos extraños intraarticulares (osteo-
cartilaginosos), tumores epifisiarios, etc.

Diagnóstico

En este momento, en la mayoría de los casos, sólo se logra determinar que se trata de
una importante lesión de partes blandas; no resulta posible identificar con precisión una
lesión determinada ("rodilla traumática aguda").

FRACTURAS DE LA DIAFISIS DE LA TIBIA

CONOCIMIENTOS ANATOMICOS IMPORTANTES

 La tibia, destinada a soportar la carga del peso, tiene extensas áreas desprovistas
de inserciones musculares, lo que determina una pobreza vascular; sobre todo
ello es notorio en la mitad distal del hueso.
 El rasgo de fractura del 1/3 medio o distal, con frecuencia compromete la arteria
nutricia del hueso, agravando aún más el déficit vascular.
 La metáfisis inferior presenta una vascularización aún más emprobrecida, si
consideramos que a ese nivel la arteria nutricia está terminando en su
distribución, y a ella no alcanza la vascularización epifisiaria distal.
 Está recubierta por cara antero-interna sólo por el tegumento cutáneo. El rasgo
de fractura oblícuo o helicoidal, con suma frecuencia desagarra la piel como un
cuchillo.
 Con frecuencia la fractura es el resultado de un traumatismo violento y directo;
sorprende a la piel contra el plano óseo, duro, subyacente. Se desgarra la piel y
se fractura el hueso.
 La acción de los músculos de la pierna es muy poderosa. En caso de fracturas de
rasgo oblícuo o helicoidal (inestables), los músculos ejercen una acción
contracturante intensa; ello determina que estas fracturas sean de muy difícil
reducción y extremadamente inestables.
 La membrana interósea, fuerte septum fibroso, fijo a la tibia y peroné desde sus
extremos superior al inferior, le confiere una fuerte fijeza a los fragmentos de
fractura, limitándose su desplazamiento axial y lateral.

Sobre esta concepción anátomo-funcional se sustenta la seguridad de la


estabilidad recíproca entre los fragmentos de fractura entre sí y con el peroné.

La firme solidaridad conferida a los extremos óseos por la membrana interósea,


cuando queda intacta después de la fractura, es lo que le confiere la mayor
confiabilidad al procedimiento terapéutico preconizado por Sarmiento.

INTOMAS

Con frecuencia se encuentran presentes todos los síntomas y signos propios de las
fracturas, por lo cual, en la mayoría de los casos, el diagnóstico fluye desde la simple
inspección:

 Dolor intenso.
 Impotencia funcional, aunque el peroné esté indemne.
 Edema.
 Equímosis.
 Crépito óseo con los intentos de movilizar la pierna.
 Frecuente desviación de los ejes: angulación y rotación del segmento distal.
 Movilidad anormal de los fragmentos.
 Bulas, generalmente de contenido sanguinolento: son indicio casi seguro de una
fractura, generalmente de graves caracteres.

Por ello, el diagnóstico de la fractura misma es fácil, sin tener que recurrir a maniobras
semiológicas, que debieran ser proscritas por dolorosas y peligrosas: movilización de
los fragmentos buscando crépito óseo, o movilidad de los fragmentos.

El examen debe completarse buscando posibles lesiones vasculares (signos de isquemia


distal), neurológicas o compromiso de la piel (fractura expuesta de primer grado: lesión
puntiforme de la piel).
 

Figura 30

Extensa fractura
del tercio distal
de la pierna. Se
destaca un gran
tercer fragmento
separado, por
rasgo helicoidal.
El riesgo de
exposición es
inminente.

 Fractura segmentaria: doble foco de fractura, proximal y distal. En estos casos es


esperable que uno de los focos, más frecuentemente el distal, haga un retardo de
consolidación (Figura 31).

Figura 31

Fractura
segmentaria de la
diáfisis de la
tibia.
Desplazamiento
medial del
fragmento
intermedio. En
este tipo de
fracturas, con
frecuencia el
foco distal
evoluciona hacia
un retardo de
consolidación o a
una
pseudoartrosis.

 
LESIONES TRAUMATICAS DEL TOBILLO

Corresponden al grupo de lesiones traumáticas quizás más frecuentes de la vida diaria;


por ello todo médico, cualquiera sea su lugar de trabajo, en algún momento, se verá
obligadamente requerido a atender a un lesionado del tobillo.

Es posible que, en muchas circunstancias, la lesión deba ser atendida por un


especialista; pero sin lugar a dudas, un médico con conocimientos y destreza adecuados,
aunque no sea un traumatólogo, debiera conocer el tratamiento definitivo y correcto de
la inmensa mayoría de estas lesiones.

CONSIDERACIONES ANATOMICAS Y FUNCIONALES

 La articulación del tobillo queda conformada por los extremos distales de la tibia
y peroné, que estructuran una mortaja dentro de la cual encaja en forma muy
ajustada, el cuerpo del astrágalo.
 La articulación es del tipo de las trócleas, en que las superficies armonizan en su
diseño en forma perfecta. Cualquier desplazamiento lateral de una superficie
sobre la otra, aunque sea mínima (sub-luxación), rompe la correspondencia entre
ellas.
 La articulación queda sujeta por los ligamentos laterales: extremos peroneo-
astragalinos y peroneo-calcáneo e interno, tibio astragalino o deltoídeo,
extremadamente fuerte. La mortaja tibio-peronea, por su parte, queda sujeta por
los ligamentos tibio-peroneos anterior y posterior, e indirectamente por la
membrana inter-ósea.
 La articulación tibio-peronea tiene fundamentalmente dos movimientos:
 Flexión dorsal: en que el pie gira en torno a un eje transversal, se levanta y se
acerca a la cara anterior de la tibia llegando a un ángulo de 20 a 30°.
 Flexión plantar: el pie gira hacia abajo en torno al mismo eje transversal, hasta
formar un ángulo de 30 a 40°.

Otros movimientos que ejecuta el pie, no son, normalmente realizados por la


articulación del tobillo:

 Rotación interna, aducción o inversión: la articulación del tobillo no posee


normalmente este movimiento; el pie lo ejecuta girando en torno a un eje antero-
posterior: el borde interno se eleva y el externo desciende. El pie realiza este
movimiento a nivel de la articulación sub-astragalina. Anormalmente, la
articulación del tobillo es arrastrada a este movimiento por desplazamiento
exagerado (traumático) de la articulación sub-astragalina.
 Rotación externa, abducción o eversión: el pie gira en torno al mismo eje antero-
posterior, pero en sentido inverso: el borde interno del pie desciende y el
extremo se eleva.
 Pronación: resulta de un movimiento complejo: hay eversión, abducción y
flexión dorsal del pie.
 Supinación: igualmente es un movimiento complejo: el antepie gira hacia medial
en aducción y flexión plantar. El astrágalo es arrastrado a un verdadero
movimiento de tornillo, girando en torno a un eje vertical; así le ofrece a la
estrecha mortaja tibo-peronea un diámetro mayor al que ésta puede soportar y
con ello provoca la diástasis de la articulación tibio-peronea y ruptura de sus
ligamentos.

TIPOS DE LESIONES DEL TOBILLO

Quizás no haya lesión traumática que tenga a su haber un mayor número de


clasificaciones, cada cual más compleja, que sólo han contribuido a hacer aún más
confusa la comprensión del problema.

Deben distinguirse dos tipos de lesiones:

I. Lesiones de partes blandas: esguinces.

II. Lesiones esqueléticas: fracturas maleolares.

Lesiones de partes blandas

Son aquellas en las cuales el estudio radiográfico no revela lesión ósea. Sin embargo,
ello no significa en modo alguno que la lesión, por este solo hecho, deje de tener
gravedad. Lesiones de tipo III pueden llegar a adquirir un pronóstico peor que el de una
fractura maleolar.

Corresponden a lesiones de ligamentos y cápsula articular, de magnitud variable de


acuerdo con la violencia del traumatismo.

Según sea la magnitud del daño se pueden clasificar en dos grupos:

 Entorsis.
 Esguinces.

Conceptos

Entorsis: corresponde a una lesión de poca magnitud, con distensión cápsulo-


ligamentosa, sin ruptura de sus fibras. El cuadro es doloroso, produce edema del tobillo
y generalmente no hay equímosis en el sitio de la lesión.

Es un término poco usado entre nosotros, y en la práctica se prefiere usar el término de


esguince.

Es una medida de buena prudencia clínica, ya que no resulta fácil ni seguro diferenciar
entre una u otra lesión, toda vez que la sintomatología no permite siempre una
diferenciación diagnóstica.

En el esguince, en cambio, hay una lesión con desgarro de magnitud variable en el


aparato cápsulo-ligamentosos de la articulación del tobillo.

Dentro del concepto "esguince", se incluyen lesiones de diverso grado de gravedad;


desde aquéllas en las cuales ha habido un desgarro parcial del ligamento, hasta aquéllas
en las cuales hay una destrucción completa del aparato cápulo ligamentoso de la
articulación. Hay ruptura de los ligamentos externos, internos y aun de parte de la
membrana interósea.

Así, se pueden distinguir tres grados:

Grado I : leves, con ruptura parcial del ligamento externo o interno.

Grado II : de gravedad mediana, con ruptura del ligamento pero sin signos clínicos de
subluxación de la articulación.

Grado III : muy graves. Con signos clínicos de desgarro de ligamento interno, externo y
aun de los tibio-peroneos. Con seguridad hay desgarro capsular. Por ello la articulación
ha sufrido lesión grave en su estabilidad; en lesiones de este tipo debe considerarse
como seguro que ha habido en cierto grado una subluxación, sea externa o interna, de la
articulación del tobillo, aun cuando el examen radiográfico no logre demostrar la lesión.

Mecanismos de acción

1. El tobillo es llevado con mayor o menor violencia en un movimiento de


inversión o eversión forzada.
2. Los ligamentos internos o externos son progresivamente distendidos.
3. Si el desplazamiento prosigue, la resistencia del ligamento es sobrepasada, y éste
se desgarra parcial o totalmente, sea en su continuidad o en algunas de sus zonas
de inserción ósea (lo más frecuente); suele arrancar un pequeño segmento óseo
de la zona de inserción, lo cual se detecta en la radiografía.
4. Si el movimiento lateral de inversión o eversión continúa, al desgarro de los
ligamentos del tobillo sigue el de la cápsula articular y de las fibras de la
membrana interósea.
5. Si la inversión o eversión es llevada a un grado máximo, el astrágalo es
arrastrado a un movimiento de rotación externa o interna; al girar ofrece un
mayor diámetro transversal a la ajustada mortaja tibio-peronea. Como
consecuencia se abre la articulación con ruptura de los ligamentos tibio-peroneos
inferiores, generándose la diástasis tibio-peronea.
Desde este instante debe considerarse que necesariamente hubo un grado de
desplazamiento del astrágalo, con los caracteres de una sub-luxación.
6. Si el movimiento de inversión o eversión prosigue, puede ocurrir:

a. Que el astrágalo choque contra el maleolo tibial y lo fracture (inversión


del pie).
b. En su movimiento de inversión y rotación, el astrágalo arrastra al
maleolo peroneo al cual se encuentra sujeto por los ligamentos; le
imprime un movimiento de rotación y lo fractura, generalmente por
encima de la sindesmosis (fractura supra-sindesmal).
c. Si el desplazamiento es en eversión, el ligamento deltoídeo es
traccionado, y arranca el maleolo tibial, que generalmente se desplaza y
gira sobre su eje.
d. Si la violencia del traumatismo es extrema, el astrágalo ya sin sujeción
alguna, se desplaza hacia el plano dorsal del tobillo, mientras la tibia lo
hace hacia el plano ventral. El pie se luxa hacia atrás, el maleolo
posterior de la epífisis tibial inferior, en su desplazamiento anterior,
choca con el astrágalo y se fractura (fractura trimaleolar) con luxación
posterior del pie.
e. Con frecuencia ocurre además la luxación lateral interna o externa del
tobillo.
f. Finalmente, se llega a producir la luxación completa y la exposición, con
ruptura de la piel. Tenemos la luxofractura expuesta.

Cualquiera sea la lesión producida, desde la más simple (entorsis) hasta la más
grave (luxofractura), en general tienen el mismo mecanismo de producción. La
diferencia radica, dentro de ciertos límites, en la magnitud de la fuerza
productora del traumatismo.

Signos y síntomas

Es importante en la anamnesis averiguar antecedentes que permitan deducir datos que


orienten hacia el diagnóstico, así como la magnitud de los daños:

 Peso corporal.
 Carga de peso en el momento del accidente.
 Actividad que se desarrollaba en ese instante: deambulación normal, durante una
carrera, o cayó con el tobillo torcido desde cierta altura, etc.
 Intensidad del dolor.
 Rapidez del aumento de volumen; su intensidad.
 Posibilidad de caminar, etc., son sólo algunos de los antecedentes orientadores
en el diagnóstico exacto.

Sin embargo, no siempre hay una relación directa en la aparente intensidad del
traumatismo sufrido, con la gravedad real de la lesión. Ello debe ser tenido en cuenta en
el momento de formular una hipótesis de diagnóstico en la primera atención de
urgencia.

Dolor: generalmente intenso; a veces llega a tal grado que provoca una lipotimia. El
enfermo logra caminar con dificultad o sencillamente no lo puede hacer.

Aumento de volumen: puede ser instantáneo, progresivo y alarmante para el enfermo.


Significa la existencia de un daño orgánico, sea óseo o de partes blandas; la magnitud y
rapidez en producirse y progresar suele revelar la gravedad de la lesión.

Equímosis: empieza a aparecer dentro de las primeras horas y se extiende al tobillo,


borde externo del pie, hasta los dedos y pierna, si el enfermo descansa con el pie
elevado.

Palpación: dolorosa en toda la extensión del tobillo. Zonas especialmente sensibles en


correspondencia al cuerpo de los maleolos o en zonas en torno a ellos, inducen a
identificar el sitio del daño, sea óseo o ligamentoso.

Importante es identificar la existencia de dolor intenso a la presión del área de la


sindesmosis tibio-peronea inferior; señala, sin lugar a dudas, lesión de la articulación y
eventual compromiso de la mortaja tibio-peronea.

Movilidad anormal del astrágalo: si el daño de la mortaja tibo-peronea es importante,


con diástasis articular, puede llegar a pesquisarse el desplazamiento del astrágalo en
sentido lateral medial o externo (peloteo astragalino).

Se fija la pierna del paciente con una mano, y con la otra, tomando el retropie con
fuerza, se busca desplazar el astrágalo en sentido lateral. Su identificación es
importante, pero su realización a veces es difícil o imposible por el dolor de la zona
traumatizada.

 FRACTURAS DEL PIE. FRACTURAS DEL ASTRAGALO

Las fracturas del astrágalo son poco frecuentes, pero su diagnóstico inoportuno puede
agravar complicaciones que les son propias.

Estas fracturas son producidas habitualmente por traumatismos indirectos, en los cuales
se produce una hiperflexión dorsal del pie que determina un choque del margen anterior
de la tibia contra el cuello del astrágalo, que lo fractura.
Otro mecanismo que se debe considerar es una inversión intensa del pie, que puede
provocar una luxación peritalar del astrágalo, llegando a encontrarlo luxado bajo la piel
en la región dorso lateral del pie.

Las fracturas del cuello pueden presentarse:

 Sin desplazamiento de los fragmentos,


 Con separación y subluxación del cuerpo,
 Con enucleación completa del cuerpo, fuera de la mortaja maleolar.

Todas las variedades de fracturas tienen una alta incidencia de necrosis avascular del
cuerpo, que determinará una grave alteración anátomo-funcional del tobillo.

Clínica

Estas lesiones son producidas habitualmente por un traumatismo violento, ejercido en el


pie y tobillo, con los mecanismos ya

s.

El tobillo y el pie se encuentran tumefactos, con equímosis difusa, dolor a la


movilización del pie en pronosupinación y dorsiflexión; la deformación aumenta en
caso de fracturas desplazadas o de luxación del astragalo.

El estudio radiológico del retropie en proyección lateral y antero-posterior demostrará la


lesión.

 FRACTURAS DEL PIE. FRACTURAS DEL CALCANEO

Generalidades. Anatomía y fisiopatología

 El calcáneo es un hueso cuboídeo que, colocado bajo el astrágalo, apoya


directamente contra el suelo.
Recibe por lo tanto, en forma directa, el peso del cuerpo durante la marcha, así
como también en el momento de una caída sobre el talón.
 La energía generada durante la caída sobre el talón se proyecta desde el calcáneo
al astrágalo, que la recibe a través de las dos superficies de contacto que une a
ambos huesos: las articulaciones sub-astragalinas (o calcáneo-astragalinas)
ántero-interna y póstero-externa.
 La máxima presión de la carga recibida por el calcáneo durante la marcha o una
caída sobre el talón, es soportada en una proporción elevada por la articulación
póstero-externa, que está sostenida por un sustentáculo óseo denso, firme y
extremadamente resistente. Es el tálamo del calcáneo y se constituye en el eje en
torno al cual gira toda la compleja patología traumática del hueso. Casi todas las
clasificaciones de las fracturas del calcáneo están centradas en el mayor o menor
compromiso del tálamo.
 La importancia extraordinaria que adquieren las articulaciones del calcáneo con
el astrágalo, cuboides y escafoides en la funcionalidad del pie, explican la
gravedad de su compromiso en las fracturas del calcáneo; parte importante del
pronóstico y dificultad en el tratamiento dependen de la magnitud de este
compromiso.
En el diagnóstico de fractura del calcáneo, debe quedar absolutamente
identificada la existencia y gravedad de este compromiso.
 La correcta posición del calcáneo en su apoyo contra el suelo, orienta al eje del
pie. El desplome de la arquitectura del hueso, al adoptar una posición en valgo
por el aplastamiento de toda su cortical interna, lleva al pie a una posición de
valguismo exagerado, causa importante de disarmonía estático-dinámica del pie,
y graves secuelas posteriores.
 La tuberosidad mayor del calcáneo presta inserción al triceps sural. Por la
fractura misma y por la contractura violenta del músculo, esta apófisis ósea
asciende, determinando acortamiento de la distancia que separa los puntos de
inserción del gemelo; éste queda relativamente largo, pierde su potencia y se
constituye en una grave alteración de la marcha, la carrera o el salto. En el
proceso de diagnóstico, este hecho debe quedar determinado con exactitud.
 El calcáneo es un hueso esponjoso, ricamente vascularizado; además, las
fracturas que lo comprometen son impactadas. Todo ello hace que el proceso de
consolidación sea siempre muy rápido. Por eso, la determinación terapéutica
debe ser adoptada con rapidez, sobre todo cuando se pretende corregir
desplazamientos de fragmentos.

Pasados tan sólo algunos días de la fractura, la reducción ortopédica de los


fragmentos se hace progresivamente difícil o imposible.

Estudio clínico

Es una fractura relativamente frecuente.

Mecanismos de acción

En casi todos los casos se produce por una caída de altura con apoyo violento de uno de
los dos talones directamente contra el suelo. La energía cinética es absorbida así en su
casi totalidad por el calcáneo; el resto de la energía va siendo absorbida por los restantes
huesos del eje longitudinal del esqueleto: astrágalo, tibia y platillos tibiales, fémur y su
epífisis proximal, columna vertebral y por último columna cervical y su conexión a la
base del cráneo (articulación atloídea-occipital).

Es importante considerar la posibilidad de fracturas en segmentos óseos que absorbieron


la energía de la caída, especialmente en zonas relativamente frágiles: platillos tibiales,
columna vertebral.

Será necesario examinar toda la columna vertebral en caso de una fractura de calcáneo
provocada por una caída de altura. La ausencia de dolor vertebral no es excusa para
justificar la ausencia de examen; el enfermo con fractura de calcáneo permanece en
cama, en decúbito dorsal y en esa posición una fractura vertebral, aun con aplastamiento
importante, puede ser asintomática. Ante la más mínima sospecha de lesión vertebral, se
impone un estudio radiográfico completo de la columna.

Es muy raro que el calcáneo sea fracturado por una fuerza que actúe de abajo hacia
arriba: explosión bajo la superficie de apoyo, sobre la cual se encontraba parado el
enfermo (accidente en minas, campo de batalla, etc.), son mecanismos excepcionales.

 FRACTURAS DEL PIE. FRACTURAS DE METATARSIANOS Y


DEDOS

FRACTURAS DE METATARSIANOS

Son fracturas frecuentes y pueden localizarse en la base, en la diáfisis o en el cuello del


metatarsiano.

Muy frecuente es la fractura de la base del 5° metatarsiano, producida por la tracción


del peroneo brevis al ejercerse una inversión forzada del pie; es una complicación
frecuente del esguince lateral del pie.

En general, el resto de las fracturas de los metatarsianos son producidas por


traumatismos directos (caída de objetos pesados sobre el pie, atrisiones, puntapié etc.).

El examen clínico revela un pie edematoso, con equímosis plantar o dorsal, dolor en el
foco de fractura e incapacidad de marcha.

Un tipo especial de fractura es la fractura por fatiga del 2° ó 3° metatarsiano; se produce


por un microtraumatismo repetido, como puede ser una caminata prolongada, por lo
cual también se le denomina fractura de marcha. Habitualmente se trata de un pie
doloroso en el antepie y la radiografía muestra un fino rasgo de fractura en el tercio
distal de la diáfisis del metatarsiano, que no es inhabitual que pase inadvertido
inicialmente.

 FRACTURAS DE COLUMNA VERTEBRAL

Las fracturas de columna vertebral presentan diferentes características, dependiendo del


segmento afectado. Por esta razón, desde el punto de vista clínico, radiológico,
fisiopatológico y terapéutico, estas fracturas se pueden dividir en aquéllas que afectan la
región cervical, torácica, toraco-lumbar y lumbar. Cada una de ellas tiene características
clínicas que las hacen diferentes entre sí.

En forma natural hay cierta tendencia a clasificar las fracturas de acuerdo al


compromiso anatómico. Aun hoy día se mantiene vigente en parte esta tendencia.
Actualmente se aplica más el mecanismo de producción para clasificar las fracturas de
columna. Esto es muy importante porque de ello dependerá el tratamiento, al deducir si
la fractura es estable o inestable, ya que en ello está involucrada la posibilidad de lesión
neurológica.

RACTURA Y LUXOFRACTURA DE COLUMNA CERVICAL

Las lesiones de columna cervical son de gran importancia, por su gravedad y por las
implicancias neurológicas que ellas conllevan. Estas lesiones neurológicas provocan
graves limitaciones e invalidez en la vida de personas en plena actividad laboral.

El costo del tratamiento para las personas, instituciones y países es extraordinariamente


alto.

El traumatismo raquimedular cervical es más frecuente que el dorsal y el lumbar, debido


a que es el segmento más móvil de la columna y soporta en su extremo superior a la
cabeza.

Un 50% de los traumatismos de la columna cervical presentan morbilidad neurológica


de diferente gravedad y una mortalidad de alrededor del 10%.

Es importante tener en cuenta que de los traumatismos cervicales que no presentan daño
neurológico en el momento inmediato del accidente, un 10% lo presenta con
posterioridad, por lo que todos los traumatismos cervicales se deben considerar como
potenciales traumatismos raquimedulares, hasta que la evolución demuestre que no hay
daño medular o radicular en forma definitiva.

Los traumatismos de la columna cervical se distribuyen en 20% para C1 - C2 y en 80%


para C3 - C7; dentro de este último segmento, las vértebras más frecuentemente
comprometidas son C5 y C6.

Las lesiones de C1 - C2 pueden comprometer la vida del paciente y producir tetraplejia,


por lo que son de extraordinaria gravedad.

Estas lesiones de tanta gravedad han llevado a estudiar e investigar los mecanismos
íntimos que producen las lesiones medulares; si a esto agregamos que la incidencia en
EE.UU. es de 40 casos al año por cada millón de habitantes, nos encontramos frente a
un cuadro de extraordinaria importancia médica, social y económica.

Como ya se insinuó, los pacientes con mayor riesgo son jóvenes y adultos en plena
capacidad laboral, ya que son los que están expuestos a riesgos de sufrir accidentes del
tránsito y laborales.

La lesión medular cervical es tan grave, que presenta entre un 7 y un 15% de mortalidad
general y entre un 35 y un 50% de mortalidad en las lesiones cervicales completas,
según diferentes publicaciones.

 LESIONES DE LA COLUMNA CERVICAL C1 - C2


Estas lesiones comprometen el Atlas en más o menos un 5% y el Axis en más o menos
un 15%; muy rara vez afecta las masas del occipital.

Si bien las lesiones de este segmento son raras, una de cuatro lesiones de C1 - C2 son
potencialmente mortales, por lo que es necesario buscarlas en todo paciente con TEC o
politraumatizado.

LESIONES DEL SEGMENTO C3 - C7

Estas lesiones son las más frecuentes de la columna cervical (alrededor del 80%).

En su mayoría, estas lesiones se producen por impacto del cráneo o por un mecanismo
de desaceleración o aceleración brusco (mecanismo del "latigazo").

El examen minucioso del cráneo en un politraumatizado o en un paciente con TEC, nos


dará valiosos elementos de juicio para hacer diagnóstico de lesión cervical y sospechar
el mecanismo productor, lo que nos permite avanzar en el tipo de fractura que sufre el
paciente.

El tipo de lesión nos permite sospechar si hubo desplazamiento en una fractura que, a la
radiografía, no muestra desplazamiento. Esto nos ayuda a clasificar una fractura en
estable o inestable, concepto de extraordinaria importancia en la formulación del
tratamiento y el pronóstico del paciente.

FRACTURAS DE COLUMNA TORACOLUMBAR

Es una de las fracturas más frecuentes, después de las fracturas de fémur y de Colles.

Estas fracturas se producen en accidentes de tránsito, en caídas de altura de pie o


sentado (accidente del trabajo), en aplastamiento (caída de murallas en terremotos). En
politraumatizados, al igual que en pacientes que quedan inconscientes en accidentes de
alta energía, la posibilidad de fractura de la columna debe ser cuidadosamente
investigada.

Las lesiones óseas de la columna vertebral no difieren en gran medida de las fracturas
de otros huesos; tienen características parecidas y su tratamiento y evolución responde a
los mismos principios.

Con el progreso industrial, magnitud del tránsito, etc., estos accidentes serán cada vez
de mayor envergadura y frecuencia.

La gravedad de la lesión vertebral está dada principalmente porque en su interior, la


columna vertebral encierra el tallo medular y éste se puede lesionar, ocasionando graves
secuelas que pueden ser irreversibles.

Felizmente, éstas son de menor frecuencia comparadas con aquéllas que afectan sólo el
aparato osteoligamentoso de la columna vertebral.
Contractura muscular

Está presente siempre en estas lesiones, con lo que se limita fuertemente la movilidad
vertebral.

Signos neurológicos

Deben ser interpretados como signos indirectos de una fractura de la columna, que
además, casi con seguridad tiene el carácter propio de una fractura inestable. Su
identificación es imperiosa; su pronóstico es inquietante al revelar inequívocamente un
daño raquimedular.

Signos neurológicos como paresia, hipoestesia, anestesia, alteraciones de los reflejos


osteo-tendinosos, sobre todo si son asimétricos o progresivos, tienen un significado
inquietante, determinan un mal pronóstico y en muchas ocasiones indican terapias
quirúrgicas descompresivas de urgencia.

 COMPLICACIONES

Son secundarias a la lesión ósea y neurológica.

1. Lesión de columna. Pueden quedar secuelas por deformidad angular, xifosis


torácica o lumbar, que condiciona inestabilidad y dolor crónico.
2. Lesión neurológica. Produce las secuelas más graves e invalidantes, en forma
de lesiones radiculares (paresias, paraplejias), medular (paraplejia), cola de
caballo (secuela vesical, esfinteriana).

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