Tema # 3 La Revolución Industrial Y Las Nuevas Clases Sociales

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TEMA # 3

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LAS NUEVAS CLASES SOCIALES

SUMARIO:
1. La Revolución Industrial
2. Causas de la Revolución Industrial
3. Cambios
4. Aparición de la Industria
5. Producción en serie
6. Auge de la economía
7. Formación de nuevas clases sociales
8. Desempleo
9. El Mundo Rural
10. Ludismo
11. Consecuencias de la Revolución Industrial
12. Bibliografía

DESARROLLO

1.- La Revolución Industrial


En los últimos años del siglo XVIII y al comienzo del siglo XIX, las cosas cambiaron mucho en
Europa Occidental. A través de una serie de rupturas, una Europa moderna se fue desprendiendo de
un orden antiguo. Semejantes alteraciones, que sin duda merecen el calificativo de revolucionarias,
resultan difícilmente de fechar, porque su génesis y su desarrollo no obedecen a reglas de
simultaneidad ni de uniformidad.
La primera fase de la revolución industrial surge en Inglaterra en el período comprendido entre 1750
y 1820, con influencia en todo el continente europeo y con repercusiones mundiales.
Fue la primera de las grandes transformaciones de la Edad Contemporánea, y una de las más
importantes de la historia. Su impacto generó cambios fundamentales en la economía y en los
modos de vida de la humanidad.
Inglaterra en aquel entonces, era un país que estaba bien preparado para generar un impulso
industrial sin precedentes, ya que poseía una agricultura prospera, un sector manufacturado
desarrollado, un importante comercio de ultramar, que le proporcionaba consumidores, materias
primas y capitales y un gobierno que apoyó la innovación técnica y el desarrollo de las industrias.
La revolución industrial termina con el sistema económico de la Edad Moderna, dinámico en sus
orígenes, pero que había adquirido mayor rigidez en los últimos siglos. La economía preindustrial
contaba con el predominio de una agricultura deficiente, era la principal actividad económica, pero
su rendimiento era muy pobre, las técnicas eran deficientes, elementos precarios, escasos abonos
para alimentar a la tierra, sistema de campo abierto, que perjudicaba la producción; con una
tecnología precaria, las formas de producción eran el pequeño taller artesanal, el sistema doméstico

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o rural a domicilio y la gran manufactura urbana. Los medios de transporte eran poco efectivos; y
un estancamiento demográfico donde la población crecía a un ritmo muy lento. Las tasas de
mortalidad eran elevadas por la incidencia de las pestes, la hambruna y la inexistencia de buenas
condiciones médicas y sanitarias. Los alimentos eran insuficientes y el sistema de transporte para su
rápida distribución era deficitario.
En su base de economía fundamentalmente artesanal, el comerciante entregaba la lana a una familia
y ésta la hilaba, la tejía y devolvía a su patrón el producto terminado a cambio de una suma de
dinero. El trabajo manual fue remplazado por otro dominado por la industria y manufactura de
maquinaria.
Los principales rasgos de la Revolución Industrial habría que clasificarlos en tecnológicos,
socioeconómicos y culturales. Los cambios tecnológicos incluyen los siguientes: el uso de nuevos
materiales como son el hierro y el acero; de nuevas fuentes de energía como el carbón y nuevas
fuerzas motrices como la máquina de vapor. Se inventarán nuevas máquinas para hilar (spinning
jenny) o para tejer (el telar mecánico) que permiten un enorme incremento de la producción con un
mínimo gasto de energía humana. Surgirá una nueva forma de organización del trabajo (factory
system) que comporta la división del trabajo y una mayor especialización de la mano de obra.
También deben destacarse las importantes mejoras de los transportes (trenes y barcos de vapor) y la
creciente interacción entre la ciencia y la industria. Estos cambios tecnológicos supondrán un
vertiginoso incremento del uso de recursos naturales y de la producción en masa de bienes
manufacturados. Fuera del campo industrial se producirán también importantes cambios: mejoras
en la agricultura que hará posible el suministro de alimentos para una creciente población urbana,
declive de la tierra como principal fuente de riqueza con el creciente papel que irán tomando la
industria y el comercio internacional. Entre los cambios sociales y culturales son destacables el
crecimiento de la población urbana, el desarrollo de la llamada clase obrera y sus movimientos de
protesta (el movimiento obrero), el espectacular crecimiento de los conocimientos científicos y
técnicos.

2.- Causas de la Revolución Industrial


No fue casualidad que la revolución industrial comenzara en Gran Bretaña. Varios factores
contribuyeron a hacer de la isla un país pionero con respeto a los otros países europeos, como
Holanda o Francia.
Los principales factores fueron un acelerado crecimiento de la población, lo que significaba más
gente para trabajar en la industria, así como un aumento de la demanda de productos
manufacturados. Las razones de este crecimiento se debieron fundamentalmente al descenso de la
tasa de mortalidad, gracias a los avances en la medicina y en la higiene y en las mejoras de
alimentación. El comienzo de transformaciones agrícolas en Inglaterra, cuyos avances y eficacia
hicieron que se necesitara menos gente para las tareas agrícolas. Esa mano de obra desocupada
quedo disponible para el trabajo industrial, por otra parte, al aumentar la capacidad de producción
agrícola fue posible abastecer de alimentos a la creciente población. Una serie de avances
tecnológicos. La revolución industrial consistió en una fuerte aceleración del proceso de innovación
que se había iniciado en Europa desde la edad media.
En Gran Bretaña en el siglo XVIII la actividad inventiva se desarrolló mucho más que en cualquiera
de los países del continente europeo. En ella se patentaron la mayor parte de las máquinas que
revolucionaron la industria y más tarde los transportes, y la historia de la revolución industrial es en
parte la de los hombres responsables de esos inventos.

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Las segadoras mecánicas de Obed Hussey y Cyrus MC Cormick fueron el complemento para los
granjeros puramente comerciales y los especuladores de la tierra que extendieron las fórmulas.
Hubo dos sectores que experimentaron los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y la
organización económica: la industria del algodón y la del hierro. La primera pasó de tener un papel
insignificante a ser la principal actividad manufacturera, fue el primer sector que utilizó máquinas
en gran escala.
Para que se produjera la revolución industrial eran necesarias máquinas que no solo sustituyeran el
trabajo manual, sino que impusieran la concentración de la producción en las fábricas. Por otro lado
era necesaria una gran industria que produjese una mercancía sujeta una demanda amplia y elástica,
en la cual la mecanización de cualquiera de sus procesos de manufactura creara tensiones entre los
otros y en la que el efecto de las mejoras repercutiese en toda la economía.
Ello se dio en la industria del algodón, se presentaba mejor a la mecanización por su resistencia,
tenía un mercado de consumo más amplio y, la elasticidad de la oferta de materia prima era mayor.
El invento que transformó más radicalmente a la industria algodonera fue la hiladora hidráulica,
patentada por Arkrwight.
En los primeros tiempos de la revolución industrial, el sector metalúrgico tuvo un crecimiento
mucho menor que el del algodón, pero su peso fue decisivo porque la creciente oferta de metal
barato facilitó la mecanización de las otras industrias, la difusión de la máquina a vapor y la
transformación de los medios de transporte.
El surgimiento de las fábricas fue un cambio general, paulatino y gradual.
El mercado nacional aumentó, debido al crecimiento de la población. Fue muy importante el
traslado de los habitantes del campo a la ciudad, quienes comenzaron a adquirir utensilios
metálicos, vestimenta y productos alimenticios.
El mercado externo se consolidó por el aumento del comercio de ultramar, Inglaterra vendió sus
manufacturas a América, África y el lejano Oriente.
Se considera que el papel del comercio de ultramar fue fundamental como impulsor de la revolución
industrial. Además se requirió capital, con el cual Inglaterra contaba en abundancia, este provenía
de las ganancias del mercado de ultramar y también del campo. Comerciantes y propietarios
invirtieron sus ganancias en la industria, compraron maquinaria y abrieron fábricas.
La nueva industria contó también con el apoyo del estado, se dictaron leyes que fijaban los salarios
máximos, nunca los mínimos; con esto favorecían la acumulación de capital de los empresarios
industriales. El gobierno apoyo este crecimiento, a través de una política exterior expansiva,
medidas proteccionistas y un marco jurídico claro.
La existencia en Gran Bretaña de suficientes recursos naturales, de carbón, que fue la principal
fuente de energía durante la revolución industrial. El desarrollo de las comunicaciones terrestres y
acústicas, que junto con las mejoras en el trasporte, permitieron a Inglaterra comerciar con puntos
distantes y lograr el control del comercio internacional.

3.- Cambios sociales, culturales, económicos.


La educación inglesa era una broma de dudoso gusto, aunque sus deficiencias se compensaban en
parte con las escuelas rurales y las austeras, turbulentas y democráticas universidades calvinistas de
Escocia, que enviaban a un flujo de jóvenes brillantes, laboriosos y ambiciosos al país meridional,

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las dos únicas universidades, Oxford y Cambridge, eran intelectualmente nulas, al igual que los
institutos o internados privados, excluidos del sistema anglicano. Los temores sociales frustraban la
educación de los pobres por fortuna, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hacer la
revolución industrial. Sus inventos técnicos fueron sumamente modestos, y no superaron a los
experimentos de los artesanos inteligentes en sus tareas, o las capacidades constructivas de los
carpinteros, constructores, etcétera.
Las innovaciones técnicas de la Revolución Industrial se hicieron realmente a sí mismas, excepto
quizá la industria química.
Para fines prácticos la única solución revolucionaria británica para el problema agrario ya había sido
encontrada. Un puñado de terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba la tierra, que era
cultivada por arrendatarios que a su vez empleaban a gente sin tierras o propiedades de pequeñas
parcelas. Muchos residuos de la antigua economía aldeana subsistían para ser barridos por las
enclosure acts, y transacciones privadas, pero difícilmente se puede hablar de un campesinado
británico en el mismo sentido que se habla de un campesinado francés, alemán o ruso.
Un considerable volumen de capital social ya estaba siendo constituido, en buques, instalaciones
portuarias y mejoras de caminos y canales. La política estaba engranada con los beneficios. Las
peticiones de los hombres de negocio podían encontrar resistencia en otros grupos de interés; los
agricultores iban a alzar una última barrera para impedir el avance de los industriales entre 1795 y
1846.Sin embargo, en conjunto se aceptaba que el dinero no sólo hablaba, sino que gobernaba, todo
lo que un industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era
bastante dinero.
El hombre de negocios estaba en un proceso de ganar más dinero, pues la mayor parte del siglo
XVIII fue para toda Europa un período de prosperidad y de cómoda expansión económica.
Las primeras manifestaciones de la revolución industrial ocurrieron en una situación, en la que el
crecimiento económico surgía de las decisiones entrecruzadas de innumerables empresarios
privados e inversores, regidos por el imperativo de la época “comprar en el mercado más barato
para vender en el más caro”.
Gran Bretaña tenía una economía lo bastante fuerte y un estado lo bastante agresivo para apoderarse
de los mercados de sus competidores.
La indiferencia religiosa de los señores, combinada con el cumplimiento de los deberes rituales,
había sido corriente entre los nobles, aunque las damas, siguieron siendo muy devotas. Los nombres
cultos y educados podían ser creyentes en un ser supremo, sin embargo, su actitud respecto a la
religión era despectiva, casi la misma que si hubieran estado dispuestos a declararse abiertamente
ateos.
La descristianización masculina en las clases cultas y educadas se remontaba a principios del siglo
XVIII, sus efectos públicos habían sido sorprendentes y beneficiosos y apenas afectaba a los
estratos sociales bajo y medio.
El conocimiento científico del hombre y su control sobre la naturaleza aumentaban de día en día.
Creían que la sociedad humana y el individuo podían perfeccionarse por la misma aplicación de la
razón, y que estaban destinados a su perfeccionamiento en la historia.
Sobre estos puntos estaban de acuerdo los burgueses liberales y el proletariado revolucionario.
Filosóficamente se inclinaban al materialismo o empirismo. Para el liberalismo clásico el mundo
humano estaba formado por átomos individuales y con ciertas pasiones y necesidades, cada uno de

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los cuales buscaba por encima de todo, las máximas satisfacciones y las mínimas contrariedades. En
su deseo de satisfacer sus intereses, cada individuo, encontraba útil o ventajoso entablar relaciones
con otros individuos, y este complejo de útiles tratos constituía la sociedad y los grupos políticos o
sociales. “La felicidad del mayor número era el verdadero designio de la sociedad”.
En forma opuesta a este pensamiento se encontraba el utilitarismo puro, que reducía las relaciones
humanas que se mostraban en el liberalismo clásico, limitado en el siglo XVII a algunos filósofos
como Thomas Hobbes, cuyas obras fueron recogidas por los utilitaristas británicos. Había mostrado
que el interés propio, que justificaba una mayor interferencia de lo que era agradable en la natural
libertad del individuo para hacer lo que quisiera y guardase lo que ganara. El interés propio impedía
cualesquiera limitaciones a priori sobre el poder del estado.
Una filosofía que eliminaba la moral y el deber al reducirlos a cálculo racional, podía debilitar el
sentido de la disposición eterna de las cosas entre los pobres ignorantes sobre los cuales descansaba
la estabilidad social. Por razones como estas, el utilitarismo nunca monopolizó la ideología de la
clase media liberal. John Locke declaraba a la propiedad privada un derecho natural.
La argumentación social de la economía política de Adam Smith es elegante y consoladora. Cuando
se dejaba producir las actividades lo más incontrolablemente posible, daban lugar no sólo a un
orden social natural, sino también al más rápido aumento posible de la <riqueza de las naciones>, es
decir, de la comodidad y el bienestar y por tanto felicidad de todos los hombres. La base de este
orden natural era la división social del trabajo.
Qué es lo que determina el florecimiento de las artes en un determinado período, no está aclarado
aún. Sin embargo, es indudable que entre 1789 y 1848, la respuesta debe buscarse ante todo en el
impacto de la doble revolución. Si una frase puede resumir las relaciones entre artistas y sociedad
en esta época, podemos decir que la revolución industrial francesa lo inspiró con su ejemplo y la
revolución industrial con su horror, mientras la sociedad burguesa surgida de ambas transformaba
su existencia y sus modos de creación.
Los artistas de aquel período se inspiraban y estaban implicados en asuntos públicos.
Trazar un paralelo entre las artes y ciencias es peligroso, pues las relaciones entre ellas y la sociedad
en que florecen son muy diferentes. La doble revolución planteó nuevas y específicas exigencias,
les abrió nuevas posibilidades y las enfrentó con nuevas problemas, en parte porque su existencia
sugería nuevos patrones de pensamiento. La mayor parte de las actividades humanas tienen su
lógica interna, que determina al menos una parte del movimiento de la ciencia.
El progreso de la ciencia no es un simple avance lineal, pues cada etapa marca la solución de
problemas previamente implícitos o explícitos en ella, planteando a su vez nuevos problemas.
En Inglaterra, las mayores industrias era la textil algodonera y la del carbón, hierro, el ferrocarril y
la naviera. Los conocimientos que las revolucionaron fueron los de los hombres empíricos. El héroe
de la revolución del ferrocarril británico fue G. Stephenson, quien no era un científico culto sino un
hombre intuitivo, un súper artesano más bien que un técnico.
La ciencia se benefició con la educación científica y técnica. Aquí fue clarísima la influencia de la
doble revolución.
La época revolucionaria engrosó el número de científicos y eruditos y extendió la ciencia en todos
sus aspectos. Vio al universo geográfico de la ciencia ensancharse en dos direcciones. En primer
lugar, el progreso del comercio y la explotación abrió nuevos estudios científicos y estimuló el
pensamiento sobre ellas. En segundo lugar, el universo científico se ensanchó para abarcar
poblaciones y países que hasta entonces sólo le habían aportado contribuciones insignificantes.

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La química fue la más ligada a las prácticas industriales. Tanto esta ciencia como la física, fue una
ciencia prominentemente francesa.
La aplicación de los métodos matemáticos a la sociedad realizó otro gran avance.
Las ciencias sociales fueron revolucionarias, lograron algo nuevo y original, el descubrimiento de la
historia como un proceso de evolución lógica y no sólo como una sucesión cronológica de
acontecimientos.
Las teorías evolucionistas habían hecho progresos en el estudio de la sociedad. El período de la
doble revolución pertenece a la prehistoria de casi todas las ciencias sociales.
J. S. Mill fue el primero en reclamar la psicología como una ciencia. Se fundó en Francia y en
Inglaterra al mismo tiempo, sociedades etnológicas especiales para estudiar las razas humanas.
Gran Bretaña se convirtió en el país geológico por excelencia.
La ciencia se fue desarrollando paralelamente tanto en Francia como en Inglaterra, es por eso que se
las suele estudiar como a una misma, viendo sus similitudes.

4.- Aparición de la industria

Industrialización: proceso mediante el cual una formación social caracterizada por unas relaciones
de producciones precapitalista, basada en una economía agricultora, experimenta un conjunto de
transformaciones que se desembocan en un nuevo modo de producción, capitalista o de transición
al socialismo. Desde un punto de vista económico, lleva consigo modificaciones sustanciales en la
participación de los diversos sectores en la formación del PNB (Producto Nacional Bruto), en la
distribución de la mano de obra y en la participación de diversas industrias en el sector industrial,
ofreciendo trabajo a la mayoría de la población.

Sus características son el abandono del medio rural por amplias capas de población en busca de
trabajo a las ciudades; expansión y crecimiento de las urbes en torno a las cuales se instalan las
grandes empresas industriales; emergencia de la burguesía como clase social detentadora de los
medios de producción y que defenderá el liberalismo en la creación de empresas y el comercio;
aparición de la cultura del proletariado y, con ella, del movimiento obrero que encuentra su
expresión sociológica y filosófica en el marxismo; progresiva desaparición de los modelos
ilustrados y de la nobleza como detentadores de la titularidad de los recursos económicos y del
poder político.
4.1.- Principios fundamentales de la industria

El desarrollo de nuevas tecnologías, como ciencias aplicadas, en un receptivo clima social, es el


momento y el sitio para una revolución industrial de innovaciones en cadena, como un proceso
acumulativo de tecnología, que crea bienes y servicios, mejorando el nivel y la calidad de vida. Son
básicos un capitalismo incipiente, un sistema educativo y espíritu emprendedor. La no adecuación o
correspondencia entre unos y otros crea desequilibrios o injusticias. Parece ser que este
desequilibrio en los procesos de industrialización, siempre socialmente muy inestables, es en la
práctica inevitable, pero mensurable para poder construir modelos mejorados.

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La industria es el conjunto de procesos y actividades que tienen como finalidad transformar las
materias primas en productos elaborados. La normalización o estandarización es la redacción y
aprobación de normas que se establecen para garantizar el acoplamiento de elementos construidos
independientemente, así como garantizar el repuesto en caso de ser necesario, garantizar la calidad
de los elementos fabricados y la seguridad de funcionamiento.
La normalización es el proceso de elaboración, aplicación y mejora de las normas que se aplican a
distintas actividades científicas, industriales o económicas con el fin de ordenarlas y mejorarlas.
No era nueva la idea de concentrar en un lugar, inclusive en un conjunto de edificios, un gran
número de trabajadores dedicados a diferentes operaciones técnicas. La creación de estas
organizaciones bajo la administración técnica unificada responsable de procesos productivos
sincronizados y en respuesta a las condiciones del mercado. Los talleres y casas del sistema anterior
habían operado en un medio parcialmente inmóvil, con una tecnología estática, disfrutando de un
monopolio.

La llegada de la fábrica fue consecuencia de las limitaciones del sistema, la cual reunió bajo un
mismo techo tantas fases de trabajo como era posible y provechoso. Esta concentración reducía los
costos de supervisión y transporte, características del sistema anterior. Aumentó el control sobre las
fuerzas de trabajo y permitió una sincronización más eficiente del mismo.

Los nuevos inventos que revolucionaron a la industria, máquina de hilar, husos mecánicos,
poderosos telares, etcétera, eran relativamente sencillos y baratos y compensaban enseguida sus
gastos de instalación con una altísima producción. Podían ser instalados por pequeños empresarios
que empezaban con unas cuantas libras prestadas, pues los hombres que controlaban las grandes
concentraciones de riqueza del siglo XVIII no eran partidarios de invertir cantidades importantes en
la industria.

Estalló la revolución industrial se liberó el poder productivo de las sociedades humanas, que se
hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el presente, ilimitada multiplicación de hombres,
bienes y servicios. A la que se denomina despegue taque-off. Debemos agregar que antes de la
revolución industrial Gran Bretaña iba ya muy por delante de su principal competidora potencial en
cuanto a producción per-capita y comercio.

La revolución industrial producía una aceleración sin igual en la expansión de sus mercados, dado a
que ya se habían puesto los principales cimientos sociales de una sociedad industrial, se requerían
dos cosas, primero, una industria que ya ofrecía retribuciones para el fabricante que pudiera
aumentar rápidamente su producción total, si era menester, con innovaciones baratas y sencillas;
segundo, un mercado mundial ampliamente monopolizado por la producción de una sola nación.

Con la revolución se logró la disminución del tiempo de trabajo necesario para transformar un
recurso en un producto útil, con la utilización de máquinas. Esto permite reducir los costes unitarios,
y aumentar la productividad, si bien es necesario incrementar los costes totales, lo que hace
imprescindible la acumulación de capital. Para entonces está plenamente asentado en modo de
producción capitalista, que pretende la consecución de un beneficio aumentando los ingresos y
disminuyendo los gastos. Con la revolución industrial el capitalismo adquiere una nueva dimensión,
y la transformación de la naturaleza alcanza límites insospechados hasta entonces.

La transición a la nueva economía creó miseria y descontento, estalló la revolución social. El


descontento no se limitaba a los trabajadores pobres. Los pequeños e inadaptables negociantes,

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pequeños burgueses y otros, resultaron también víctimas de la revolución industrial. Los
trabajadores sencillos e incultos reaccionaron frente al nuevo sistema destrozando las máquinas que
consideraban responsables de sus dificultades. La explotación del trabajo que mantenía las rentas
del obrero a un nivel de subsistencia, permitiendo a los ricos acumular los beneficios que
financiaban la industrialización suscitaba el antagonismo del proletariado.

Los obreros y los pequeños burgueses se encontraban al borde de un abismo, lo que los uniría en los
movimientos de masas del radicalismo, democracia y republicanismo.
El impulso para la industrialización, el primer factor fue el trabajo, pues una economía industrial
significa una violenta y proporcionada disminución de la población agrícola y un aumento paralelo
en la población urbana, y un rápido aumento general de toda la población. Lo cual implica una
revolución agrícola.
La primera forma de división del trabajo fue la asignación de funciones según la condición sexual y
la edad. La creciente división de trabajo significó la diferenciación de grupos sociales, los
campesinos y los comerciantes por ejemplo. Esta nueva manera de organizar el trabajo tuvo
consecuencias en la organización social. Se estableció así una jerarquía, en la base se encontraban
los que realizaban los trabajos que requerían mayor esfuerzo físico, los campesinos; en la cúspide,
los guerreros y sacerdotes.

La variedad de actividades humanas se ha multiplicado y la división y especialización del trabajo se


ha incrementado, surgiendo categorías, por ejemplo en los gremios de artesanos medievales se
establecieron diferencias entre maestros, oficiales y aprendices; en la moderna empresa industrial,
entre supervisores, empleados y obreros. El taller artesanal medieval y la moderna empresa
industrial fueron dos formas diferentes de organización del trabajo, pero en ambas se estableció una
división del trabajo basada en una jerarquía de funciones, unos dirigen y planean el trabajo, otros lo
ejecutan y otros supervisan. Esta ha sido la división del trabajo más importante. Durante siglos, el
trabajo físico estuvo reservado a las personas de baja condición social, esclavos, siervos y mitayos,
que eran considerados degradantes para los miembros privilegiados.

En la época moderna el trabajo fue considerado el pilar de la riqueza de las naciones, y se concibió
más como un derecho que como un castigo. Las luchas de los trabajadores obligaron a los gobiernos
a legislar en derecho laboral.

En las pequeñas ciudades medievales surgieron asociaciones que reunían a quienes practicaban una
misma actividad artesanal. Los mercaderes se asociaban para enfrentar los peligros que los
acechaban en las rutas. Así surgieron las asociaciones de ayuda mutua de mercaderes y artesanos,
los gremios o corporaciones gremiales. En su comienzo estos eran igualitarios y solidarios entre sus
miembros, defendían el derecho de sus miembros a ejercer el oficio y reglamentar cada detalle del
proceso de producción, duración de la jornada, los precios, la calidad de los productos. Los gremios
ejercían un monopolio sobre el mercado y la práctica profesional.

En los talleres convivían maestros, oficiales y aprendices, la jornada duraba entre 14 y 16 horas,
interrumpiéndose en días festivos. Entre los siglos XII y XV se fue diferenciando el capital del
trabajo, los aprendices y oficiales terminaban trabajando para el maestro. En consecuencia, muchos
talleres pasaron a depender de los mercaderes que comercializaban los productos. En los siglos
siguientes fueron surgiendo los talleres manufactureros, donde existía una división del trabajo y
cada operario tenía solo una parte de la responsabilidad de la confección del producto.

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Con la revolución industrial los empresarios debieron afrontar los problemas de un mercado en
constante ampliación. Producir más a menores costos y tiempo. El trabajo de varios operarios fue
sustituido por la introducción de la máquina. Los artesanos se convirtieron en trabajadores a sueldo
en las fábricas. Y a su vez la concentración de ellos en los establecimientos fue acompañada por la
fragmentación del proceso productivo, en la cual cada trabajador realizaba solo una parte del trabajo
empleando maquinarias. Esto contribuyó a la aceleración del proceso de la división del trabajo. La
reducción de personal fue la cara oscura de la producción automatizada.

En las nuevas formas de organización del trabajo vemos que en el interior de la planta se mueven
equipos que tienen a uno de los obreros como líder y todos conocen el trabajo de los demás. Se trata
de trabajadores calificados y capaces de realizar distintas funciones, operar distintas máquinas,
hacer registros estadísticos y controles de calidad, de este modo, los jefes y supervisores fueron
reducidos o eliminados. En este modo de organizar el proceso de trabajo los obreros son
responsables por la cantidad y calidad de su producción y de la toma de decisiones. Los obreros son
jóvenes, no tienen experiencia sindical y se adaptan a los cambios. Sus sugerencias para reducir
costos son tenidas en cuenta, lo cual los hace sentir protagonistas en el proceso de producción.

Gracias a revolución industrial las regiones se pueden especializar, sobre todo, debido a la creación
de medios de transporte eficaces, un mercado nacional y otro internacional, lo más libre posible de
trabas arancelarias y burocráticas.

5.- Producción en serie


Antes de la revolución industrial del siglo XVIII no existían grandes fábricas. El trabajo manual, la
habilidad y el esfuerzo físico desempeñaban un papel muy importante. Sin embargo ya había
producción en serie, o sea cantidades importantes de artículos de forma y calidad uniforme. La
utilización del vapor permitió ampliar la producción en serie. Aparecieron las grandes fábricas y
paralelamente fue desapareciendo la mayor parte de los artesanos, que fueron convirtiéndose en
obreros.
Las crisis periódicas de la economía que conducían al paro, a la baja de producción, etcétera, eran
bien conocidas. En el siglo XVIII reflejaban alguna catástrofe agrícola. Era frecuente en Inglaterra
crisis periódicas en los pequeños sectores fabriles y financieros. Se atribuían por los hombres de
negocios a errores particulares en las operaciones de la economía capitalista sin creer que reflejaran
alguna dificultad del sistema.
Como lo ilustra la industria del algodón, esta industria disfrutaba de inmensas ventajas. La
mecanización aumentó mucho la productividad de los trabajadores, muy mal pagados y en gran
parte mujeres y niños. Pero por encima de todos, el mayor costo fue drásticamente rebajado por la
rápida expansión del cultivo de algodón en Estados Unidos después de inventar Eli Whitney. Los
empresarios gozaban de la bonificación de una inflación, la tendencia general de los precios a ser
más altos cuando vendían sus productos que cuando los hacían.
Después de 1815 estas ventajas se vieron neutralizadas por la reducción del margen de ganancias.
La revolución industrial y la competencia causaron una constante y dramática caída en el precio del
artículo terminado, pero no en los diferentes costos de la producción. En segundo lugar, el ambiente
general de los precios era de deflación, las ganancias padecían una ligera baja.
La situación general en toda la industria británica, no era del todo pesimista. 1< Las ganancias son
todavía suficientes para permitir una gran acumulación de capital en la manufactura>. Las ventas
1 Baines.

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totales seguían ascendiendo, el total de ingresos ascendía también, aunque la unidad de ganancias
fuera menos. Se necesitaba llegar a una expansión astronómica y sólo podía lograrse reduciendo los
costos de los jornales, el cual era el que más se podía comprimir.
Comprimirse por una reducción directa de jornales, por la sustitución de los caros obreros expertos
por mecánicos más baratos, y por la competencia de la máquina. Redujo el saldo semanal de los
trabajadores a un total de cuatro chelines y penique y medio. Pero había límite fisiológico a tales
reducciones, si no se quería q los empleados murieran de hambre, como les ocurrió a quinientos mil
tejedores manuales.
Manchester se convirtió en el centro de una desesperada y creciente oposición militante al
terratenientismo en general.

Así pues, la industria se veía obligada a mecanizarse, a racionalizarse y a un aumentar sus


producciones y sus ventas.
La legislación bancaria. En razón del manejo de los grandes capitales y de las transacciones
comerciales realizadas dentro y fuera de Gran Bretaña, fue necesario crear leyes que permitieran la
organización de los bancos y transformaciones en sociedades bancarias que participaban
activamente en la vida económica de las empresas industriales, por medio del manejo de créditos e
inversiones. Los bancos se relacionaban también con la circulación de la moneda, necesaria para el
funcionamiento de las crecientes actividades económicas.
Transformaciones socio-económicas en Inglaterra, como resultado de la revolución industrial. Esta
fue el motor que impulsó al capitalismo, la acumulación de capital hizo posible, el aumento
progresivo de la generación de capitales.
Nuevas relaciones sociales de producción. El sistema industrial capitalista, al tener como propósito
esencial el afán de lucro y el constante incremento de capitales, dio origen a que el trabajo humano
se considerara como una mercancía que podía comprarse con el pago de un salario. De esta manera,
entre patrones y trabajadores se establecieron unas relaciones frías e impersonales que contrastaban
con el trato paternal que antes de la revolución industrial se prodigaba a los trabajadores e incluso a
los siervos durante la época feudal. Estas nuevas relaciones entre los empresarios y los obreros
industriales tendrían por consecuencia serios conflictos sociales, al exagerarse el interés egoísta de
la mayoría de los patrones a costa de la explotación desmedida de los obreros.
Podríamos mencionar como las características más sobresalientes de la primera revolución
industrial respecto a la economía, los nuevos inventos tecnológicos en las actividades productivas,
tales como la suplantación del trabajo textil manual en industrial; la consolidación de la industria
capitalista y el carácter colectivo de la producción. También podemos destacar el crecimiento
acelerado de la población urbana, los movimientos migratorios y paralelos a esto el surgimiento de
una nueva estructura social, simultáneamente se produjo un crecimiento de la agricultura, como
fuente de recursos alimentarios.
Aparecieron nuevos ideales con respecto al espíritu de empresa que coincidía con las ideas de
libertad proclamadas por los pensadores de la ilustración francesa. En este período se sancionaron
nuevas leyes que transformaron los bancos de empresa individuales a sociedades bancarias. El
resultado de esta serie de hechos dio como resultado gran cantidad de transformaciones
socioeconómicas.

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La revolución industrial hizo posible como nunca antes el aumento progresivo de la generación de
capitales contando con nuevas relaciones sociales de producción. El trabajo humano paso a
considerarse como una mercancía que podía comprarse con un salario.
Como consecuencia de estas modificaciones surgieron dificultades de los trabajadores para
adaptarse a la nueva vida en las ciudades industriales. Se Difundieron las innovaciones tecnológicas
a los países que reunieron los requisitos socioeconómicos y políticos para industrialización:
Holanda, Francia, Estados Unidos, Bélgica y Alemania.

6.- Auge de la economía

La conducta humana es dirigida “en forma natural” por seis motivaciones que son el egoísmo, la
conmiseración, el deseo de ser libre, el sentido de la propiedad, el habito del trabajo y la tendencia a
cambiar un objeto por otro. El mecanismo de estas motivaciones permite que se de un equilibrio
natural en la conducta humana de tal modo que cada individuo, al buscar su propio provecho, es
“conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en su propósito”.
Por lo tanto, cuando se le deja en libertad, el individuo no sólo obtiene su propio provecho, sino que
también promueve el bien común. La condición de trabajo se origina en la inclinación natural del
hombre a cambiar una cosa por otra; así, llega a formular una de las teorías económicas de mayor
trascendencia: la teoría del valor-trabajo. El trabajo constituye la medida real del valor de toda
mercancía y la verdadera fuente de la riqueza de las naciones, porque al comprar un producto se está
adquiriendo en realidad la cantidad de trabajo contenida en él, y se está cambiando por la cantidad
de trabajo propio del comprador. En torno de este mismo tema se distinguen dos tipos de valor: el
valor en uso, que se refiere a la utilidad que posee un objeto en particular, y el valor en cambio,
referente a la capacidad que un objeto tenga para comprar otros bienes.
También se distinguen las siguientes leyes naturales que regulan la economía capitalista, y que
operan ínter-relacionadas:
El interés egoísta, mueve a la iniciativa privada para que, ejerciendo la libertad de empresa,
produzca los artículos que la sociedad requiere para satisfacer sus necesidades y los ponga en venta,
con el interés, limitado por el interés de los demás, era el medio aumentar sus capitales.
La competencia, es un elemento fundamental en la economía capitalista: si el productor de un
determinado articulo fuera una sola persona o empresa, podría elevar sus ganancias sin medida; sin
embargo, surgen otros productores alentados por los beneficios que el primero obtuvo, y al tratar de
conseguir compradores, ofrecen un producto de mejor calidad y, sobre todo, más barato. Resulta
entonces que el primer productor se ve obligado a reducir sus precios y utilidades y, obviamente, a
tratar de superar la calidad de los artículos. De esta manera, “en forma natural” se llega de un nivel
razonable de precios, el cual impide el abuso del producto y beneficia al consumidor.
La oferta de la ley y la demanda se basa en el postulado de que en ninguna necesidad humana es
absolutamente limitada; esto es, que llegado un punto en que la necesidad del consumidor se
satisface por completo, esta deja de existir como tal y, por lo tanto, la sociedad no puede requerir de
un volumen limitado de determinado articulo dentro de un periodo determinado. Es por eso que aun
cuando el numero de productores su hubiera multiplicado excesivamente en u renglón especifico y
pudieran aumentar en forma desmedida su capacidad de producción, llegará un momento en el que
no habrá quien compre todo lo que producen y se verán forzados, para que su empresa sobreviva, a
reducir tanto los precios como la producción, hasta dedicarse a otros campos de actividad

11
productiva, lo cual resulta benéfico para la sociedad por cuanto contribuye a la diversificación de la
economía.
Esta ley opera asimismo en las relaciones entre el capital y el trabajo porque la capacidad de trabajo
de los obreros es equivalente a las mercancías en el sentido de que al igual que estas, el trabajo tiene
un valor y puede ser vendido por los obreros y, por consiguiente, está sometido también a la ley de
la oferta y la demanda. Así, cuando la demanda permite a los productores elevar los precios de las
mercancías y obtener cuantiosas ganancias, su “interés natural” los alienta para aumentar la
producción y, en consecuencia, se ven en la necesidad de contratar un mayor número de obreros, a
los que tendrán que pagar salarios más altos.
Pero una vez que se ha saturado el mercado y la oferta ha llegado a ser mayor que la demanda, con
el propósito de mantener sus utilidades, los productores se ven obligados a reducir los salarios y,
como últimos recurso, a despedir a los obreros que se habían contratado de más. Estos obreros
desocupados pasan de inmediata a constituir un nuevo volumen de oferta de trabajo, entonces más
barato que puede ser aprovechado por los productores de otro tipo de mercancías para ampliar sus
actividades, o puede permitir la diversificación de la producción, con lo cual otra vez aumenta la
demanda de trabajadores. De esta manera la ley de la oferta y la demanda opera “automáticamente”
para mantener el equilibrio de la economía capitalista, tanto en lo que se refiere a los precios de las
mercancías, como al nivel de los salarios de los trabajadores.
Las leyes de la acumulación y de la población: de acuerdo con la ley de la acumulación, cuando las
utilidades de una empresa permiten que el productor tenga un gran acervo capital, es decir que haya
acumulado suficiente dinero para destinarlo a nuevas inversiones en trabajo productivo, buscará
expandir su actividad económica y necesitará entonces contratar una mayor cantidad de obreros, de
lo cual resulta una demanda que hará subir los salarios. En ese momento cuando entra en
funcionamiento la ley de población, porque al mejorar los salarios mejoran también las condiciones
de vida de los trabajadores y, en consecuencia, se reduce el índice de mortalidad infantil, que en
aquella época era muy alto. A su vez, esto permite que aumente la población y haya más obreros,
con lo que, al incrementarse la oferta de trabajo, el nivel de los salarios vuelve a bajar.
Según la teoría de Adam Smith, “los gobiernos no deberían de intervenir en la economía
restringiendo las libertades de los empresarios para producir y comerciar”, porque entorpecen el
mecanismo de las “leyes naturales” de la economía. Esta idea habría de ser primordial para el
posterior desarrollo de la economía capitalista. La población tiende a crecer más rápidamente que la
oferta de alimentos disponible para satisfacer las necesidades. Por lo tanto, cuando se da un
momento de la reproducción del superior al crecimiento de la población, se estimula la tasa de
crecimiento; en sentido contrario, si la población aumenta demasiado en relación a la reproducción
de alimentos, el crecimiento se frena por causa de las hambrunas ocasionadas por la escasez de
alimentos, con intervención además de las enfermedades y las guerras en el decrecimiento de la
población. Según la cual la fertilidad de una sociedad contribuye al progreso económico
Extensión de la revolución industrial a otros países: la revolución tecnológica, con los cambios que
implicaba en la vida económica y social, se extendió fuera de la Gran Bretaña, principalmente a
aquellas regiones que se reunían los requisitos, al menos los indispensables, para la
industrialización. Holanda y el norte de Francia fueron las primeras regiones en participar de la
revolución industrial, que luego se extendió a otros países como Estados Unidos, Bélgica,
Alemania, Suiza y algunas regiones de Italia y Rusia. En estas naciones se dio un progreso continuo
aunque más lento que en Inglaterra, que se mantenía a la cabeza como país industrial y marcaba las
pautas que habían de seguirse en la economía del mercado mundial; sin embargo, la expansión
industrial dio origen a una nueva forma de competencia entre las naciones y un nuevo motivo para
luchar por la supremacía mundial.

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En las economías capitalistas se opera un fenómeno de concentración del capital y de la producción
de manera que el número de empresas disminuye, en tanto que la producción crece
considerablemente. Esa concentración se debió a dos factores principales: en primer lugar, la
adquisición y el mantenimiento de las nuevas máquinas creadas por el progreso técnico
representaban gastos muy grandes que sólo las empresas más fuertes podían costear; el segundo
factor, muy relacionado con el primero, se refiere a la búsqueda de máxima rentabilidad, esto es, de
mayores utilidades para el empresario, la cual solamente podrían lograr las empresas de grandes
dimensiones, capaces de sacar mayor provecho de los recursos, empleando maquinaria más
moderna que aumenta la productividad del trabajo y, en consecuencia, disminuyera los costos de
producción.
Esta situación ponía en desventaja a las empresas pequeñas, que se iban rezagando en la obtención
de utilidades y eran las más afectadas cuando ocurrían crisis económicas, incluso llegaban a
desaparecer por no estar en condiciones de competir con las grandes empresas. Estas fueron
absorbiendo los mercados y controlando la producción, y propiciaron con ello un elevado nivel de
concentración, que condujo al surgimiento del monopolio capitalista, el cual consiste en una
situación de mercado en la cual la producción y venta de un artículo específico están dominadas por
una sola empresa cuyo poder económico le permite absorber a los competidores. Las condiciones
que caracterizan al monopolio puro se consideran completamente opuestas a las de la competencia
perfecta descrita por Adam Smith. Al no existir competidores, la empresa monopolista está en
posibilidades de imponer sus reglas en cuanto a precios, calidad de los productos y condiciones de
venta; en consecuencia, los consumidores no tendrán más alternativa que aceptar esas condiciones
de mercado al adquirir los productos requeridos para satisfacer sus necesidades.
La concentración monopolista se dio también en el sistema bancario al producirse la función del
capital bancario y el capital industrial. Desde la fase anterior al proceso de industrialización, si
había operado un cambio en la función de los bancos, que habían dejado de ser modestos
intermediarios de los pagos para convertirse en socios capitalistas. Al irse incrementando las
operaciones bancarias con el desarrollo industrial de los países europeos y de Estados Unidos en el
último tercio del siglo XIX, se formaron poderosos consorcios financieros que manejaban casi todo
el capital monetario de los empresarios, y absorbían a los pequeños banqueros que no tenías la
capacidad requerida para competir con ellos.
Para comienzos del siglo XIX los grandes grupos financieros de las potencias occidentales
controlaban todo el mecanismo de la economía capitalista al centralizar capitales e ingresos
monetarios, y es en esos momentos cuando comienza a cobrar mayor importancia la alianza entre
los banqueros y los grandes empresarios, que fusionan ambos capitales, el bancario y el industrial,
mediante la adquisición de las acciones de las empresas por parte de los banqueros o bien ocupando
algunos de ellos puestos directivos en la administración de las mismas.

7.- Formación de nuevas clases sociales 7.1.-Burguesía


Con la industrialización en Inglaterra se desarrolló una sociedad más compleja pero, sobre todo, se
creó una estructura social nueva y más dinámica.
La Revolución Industrial provoca que la sociedad inglesa deje de estar constituida por estamentos,
grupos cerrados determinados en gran medida por el nacimiento y con una función prescrita todavía
por la tradición feudal, para convertirse en una sociedad integrada por clases sociales, grupos
abiertos determinados por una actividad económica y los ingresos que ésta les otorga. El dinero
llega a ser un elemento esencial para ubicar a las personas en los diferentes niveles de la sociedad.

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El predominio creciente de la burguesía industrial y comerciante reafirmó la creencia en el espíritu
de empresa que impulsaba a los ingleses a invertir capital en el progreso industrial, con el propósito
de obtener ganancia lucrativa. La idea central se refiere al espíritu innovador que debe tener el
empresario para satisfacer las necesidades de la sociedad, e incluso para crear nuevas necesidades, y
debe procurar el más alto nivel de modernización y calidad, con el objeto de que sus productos
puedan competir éxito en el mercado.
La burguesía rica, culta y emprendedora había dado impulso a la revolución técnica y continuaba
acumulando grandes fortunas.
En el nuevo mundo industrial, los empresarios, los banqueros, los grandes propietarios agrícolas, en
resumen, la burguesía, se convirtió en la nueva clase dominante, en la elite del cuerpo social. De
este grupo social surgió la inmensa mayoría de las elites científica: Los ingenieros, los jefes de las
instituciones y las empresas, constituyéndose auténticas dinastías familiares en cada uno de los
países.
Este grupo de nuevos privilegiados monopolizó el poder económico. Estaban plenamente
representados en los gobiernos de los países en los que se implantó el capitalismo, y el sufragio
censatario permitirá que los diputados y los dirigentes políticos surjan esencialmente de esas nuevas
elites originadas de la alianza entre la vieja aristocracia y la nueva burguesía. Asimismo disponían
del poder cultural, controlaban la prensa y fabricaban una opinión pública favorable a los nuevos
valores dominantes: la exaltación de la propiedad, el triunfo de los negocios, el valor del esfuerzo y
del ahorro. Impusieron una moral basada en el triunfo del individualismo sobre la solidaridad y en
el mantenimiento del orden sobre el avance de la igualdad y la justicia social.
Su enorme riqueza les permitirá una brillante vida social.
Alrededor de las elites burguesas nació una importante clase media. Al lado de sus representantes
tradicionales, las clases medias agruparon a toda una serie de categorías sociales que fueron
adquiriendo importancia con el desarrollo industrial. Este grupo social, que no ejercía trabajos
manuales, intentó diferenciarse de los obreros y campesinos en sus vestidos y sus costumbres.
Muchos de los ellos hicieron estudiar a sus hijos, como método de ascenso social, e imitaron los
modelos familiares y culturales burgueses.
7.2.- Proletariado:
La zona de la civilización, zona europea, y zona de reductos migratorios, tuvo una época en que la
uniformación de la civilización ha alcanzado un grado y un sesgo hasta entonces desconocidos, sea
justamente las teorías multilineales de la civilización las que han sido profundizadas de tal manera y
las que han encontrado un eco tan vivo; que en realidad es la paradoja, que el eco es más
pronunciado en los países de vanguardia que en los atrasados.
Los trabajos que conciernen a la renta nacional, al standard de vida, a la productividad, al capital
output, la acumulación de bienes, al reclutamiento y la movilidad de la fuerza obrera, es decir los
trabajos de indagación acerca de los problemas cuyo conjunto forma la investigación científica de la
industrialización.
Las quejas de los pioneros de la industria por la pereza y el trabajo a disgusto de los obreros recién
reclutados, son bien conocidas en la metrópolis en otros tiempos, recientemente en los países
coloniales y semicoloniales la dificultad de enrolar obreros, de inculcarles el habito del trabajo
regular, de combatir la inestabilidad del personal, son permanente preocupación a los patronos en
los países atrasados. También es sabido que muchas veces en la vida práctica se han hecho
esfuerzos para explicar estos fenómenos por medio del factor racial, sin tener en cuenta que los

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antepasados de los patronos actuales lucharon con las mismas dificultades durante el proceso de
industrialización de Inglaterra, de Francia o de Alemania, cuando educaban profesionalmente al
candidato obrero ingles, francés o alemán.
En los trópicos disminuye el esfuerzo y trabajo a medida que aumentan los salarios. En Trinidad,
durante la última guerra, los obreros comenzaron a trabajar dos días por semana.
En el “primer capitalismo”, es decir, el capitalismo inglés se critica que la enclosures preparen por
adelantado un “ejército de trabajo” completamente listo para la industria futura. Los empleadores
pasaban mucho tiempo en busca de nuevas fuentes de mano de obra, en la enseñanza de métodos
nuevos a sus obreros, y mediante la violencia o estímulo a llevarlos a someterse a un trabajo
controlado. La industrialización, y en consecuencia la formación de la clase obrera, esta
forzosamente unida a la descolocación de un sistema en el cual la vida de una mayoría aplastante de
la sociedad se vuelca en el cuadro de pequeñas comunidades en las que todo el mundo se conoce, y
al advenimiento de un sistema nuevo, sobre una familia en principio poco numerosa aislada en una
gran aglomeración.
Es decir, la oposición entre un grupo pequeño, un pequeño espacio, bienes, inmuebles de posesión
personal y transmitida por herencia, y grupos numerosos, vastos espacios y una gran movilidad.
Estas evidentes verdades, comprobadas por la ciencia en millares de casos respecto a innumerables
sociedades completas en el tiempo y en el espacio, no son apreciadas en su justo valor, se subestime
la envergadura de las desventajas sociales que este proceso impone a los interesados.

El primer acto del drama es el problema de la ruptura del individuo con la pequeña comunidad rural,
o la descomposición completa de esta comunidad. Es clásico el caso de las enclosures inglesas. La
primera variable, el caso del individuo que se desligó de la pequeña comunidad rural, abre todo un
linaje riquísimo de problemas sociales y culturales. El desconocimiento de las condiciones, de las
posibilidades y de las dificultades frena aquí con frecuencia, y algunas veces considerablemente.

Los factores que retienen al individuo en el cuadro de su comunidad tradicional no son negativos,
sino positivos. Porque, esta razón, es que con frecuencia si deja su aldea es porque los factores
positivos yo no son válidos, porque con el tiempo se han vuelto negativos. Del mismo modo, el
aldeano va a trabajar en la industria, no encandilado por posibilidades de mayor ganancia, sino
forzado a hacerlo por la imposibilidad de ganarse la vida en el campo. No es atraído a la ciudad por
la perspectiva de un salario más ventajoso. Es expulsado del campo por el hambre. El individuo se
defiende hasta al último momento de la expulsión “de su comunidad tradicional”. Estas
comunidades aseguran un estándar de vida frecuentemente miserable, pero proporciona seguridad
local y un status de honorabilidad social. Muchísimas veces la industria naciente que no puede hacer
lo mismo por sus adeptos recién alistados.
El primer acto del drama es el problema de la ruptura del individuo con la pequeña comunidad rural,
o la descomposición completa de esta comunidad. Es clásico el caso de las enclosures inglesas. La
primera variable, el caso del individuo que se desligó de la pequeña comunidad rural, abre todo un
linaje riquísimo de problemas sociales y culturales. El desconocimiento de las condiciones, de las
posibilidades y de las dificultades frena aquí con frecuencia, y algunas veces considerablemente.

Los pequeños propietarios se vieron obligados a vender sus posesiones, porque carecían de medios
para cercar las propiedades los campesinos más pobres, que solo tenían cabezas de ganado y vivían
trabajando las tierras de otro, al cercarse las tierras, perdieron la posibilidad de mantener sus
animales y tuvieron que venderlos. Emigraron entonces a las ciudades. La población rural que
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comenzó a vivir en las ciudades se transformó en mano de obra libre y barata para las industrias de
la ciudad. Con esto, la industria pudo contar con gran cantidad de brazos para su trabajo.
Puesto que la nueva sociedad industrial tiene que surgir de la antigua tradicional y agrícola, el
problema fundamental, que permite comprender la revolución es económicas pasadas, y prever del
desarrollo económico futuro es el de la compresión histórica, económica y sociológica de la
sociedad antigua, su estructura, sus funciones, el lugar que ella ocupa el individuo.
La otra variante, la destrucción de todo lo colectivo comunal, de lo que se encuentran ejemplos en
algunas “enclosures”. El uso de la fuerza era entonces de corta duración.
El segundo acto del drama es la suerte de los individuos arrancados de medio tradicional y períodos
e el vasto mundo desconocido.
Otro hecho asombroso es la coexistencia, en los primeros estadios de la industrialización, del gran
número de individuos inestables, ya desvinculados del medio tradicional, de lo colectivo comunal y
de la falta de mano de obra para la industria naciente.
Por los caminos pululaban mendigos y vagabundos, pero preferían la oscuridad al trabajo. En todas
partes la autoridad toma medidas enérgicas para reducir su número, y al mismo tiempo beneficiar a
las nuevas industrias con esta mano de obra. El fenómeno tiene un carácter universal en el primer
periodo de industrialización. La destrucción de las comunidades rurales tradicionales era ya un
hecho consumado. El reclutamiento de la fuerza obrera para aquella se torna, no una movilización
de elemento que ya han roto sus lazos con el campo, sino una destrucción de los lazos colectivos de
la comunidad.
Los rodeos del proceso de industrialización tanto en el pasado como en nuestros días constituye una
amplia gama, desde los “poor laws”, las casas de trabajo forzado para los vagabundos; hasta los
ensayos de transferir al trabajo industrial por lo menos parte de la fuerza obrera todavía vivía en el
cuadro tradicional del campo.
Cuando no se sabe introducir intereses nuevos en el surgimiento de las necesidades de la población
y se fuerza al individuo a buscar trabajo mercenario, se alienta la esperanza de que la presión de los
impuestos lo arreglará todo al forzar a la gente a ganar en dinero efectivo por lo menos la suma que
debe pagar como impuesto.
La ruptura del lazo entre el individuo y el campo que provoca la industria es siempre difícil, a
menudo ineficaz y, más a menudo todavía y por largos años, solamente parcial, los obreros que
llegan a la cuidad para ganar allí una cierta suma, destinada desde ya a un cierto fin, vuelven al
campo cuando la han ganado.
Aquellos cuyo trabajo en la ciudad es lucrativo y estable, vuelven al campo en el momento en que
se realizan los trabajos más urgentes. La inestabilidad de la masa obrera es una pesadilla que
persigue a la industria naciente siempre y en todas partes. El reclutamiento de obreros para la
industria es difícil porque el campesino es esencialmente poco móvil. Pero una vez alistado, una vez
desligado de su comunidad tradicional, se hace móvil en exceso. Fácilmente hastiado por su trabajo,
encandilado siempre por las ventajas, verdaderas o falsas, de una nueva contrata, está siempre
pronto para cambiar de lugar. Las pérdidas que sufrirían las industriales como consecuencia de este
estado de cosas eran enormes, por lo tanto lucharon y lucharon contra esta situación por todos los
medios disponibles, compulsión declarada, endeudamiento, propiedad de bienes inmuebles,
derechos de jubilación, hasta la competencia por medio de condiciones de trabajo más o menos
ventajosas.

16
No es fácil reemplazar el lazo una vez roto; ello no sucede nunca durante la vida de una sola
generación. El desarrollo dinámico de la sociedad industrial moderna impone otra manera de
resolver la cuestión: el lazo local debe ser reemplazado por la aptitud permanente para la movilidad.
La plaga de la desmoralización de la clase obrera en vías de formación pasa por una pequeña
comunidad, en donde el simple lazo social es al mismo tiempo un lazo de control social, un control
indagador, que husmea por todas partes, sin reparos de ninguna clase, a veces cruel, siempre eficaz.
En una pequeña comunidad todo el mundo se conoce, todos se mezclan en los asuntos de todos,
cada cual sabe que su vecino se mete en lo suyo. La buena conducta de las jovencitas, la aptitud de
los muchachos para el trabajo, son discutidas por todo el mundo. Esta presión de la opinión pública
forma desde la infancia al miembro de la comunidad, llevado de golpe a una gran aglomeración
donde no conoce a nadie ni nadie lo conoce, se siente libre de toda constricción social.
El proceso de industrialización suministra numerosos ejemplos positivos y negativos de estos
ensayos. El tercer acto del drama es la resistencia que opone el obrero de reciente data al trabajo
sistemático, continuo, regular, a menudo monótono.
Con lo que más lucharon los pioneros de la industria manufacturera en Inglaterra fue con la
dificultad de desacostumbrar a los seres humanos del trabajo desordenado, improvisado, sin
continuidad, y de inculcarles la regularidad inalterable de una autómata complicada.
Lamentablemente penetra en el espíritu humano la noción de tiempo asalariado, completamente
“vendido” junto con la fuerza de los músculos, el pensamiento, la atención, la iniciativa del
individuo, la libertad para disponer de actor y gestos, de un tiempo en el que ya no hay derecho a los
sentimientos, las penas, los sueños, las reflexiones propias. El “ignorant and phlegnatic man” no lo
adopta fácilmente.
El proceso de formación de la clase obrera en la aurora de la industrialización que tomamos como
ejemplo, demuestra la reiterabilidad de los fenómenos.
La desintegración de pequeñas comunidades rurales es inevitable, lo mismo que el aumento de la
movilidad, el hábito del trabajo en el tiempo destinado únicamente a tal fin, separado del resto del
día de un trabajo sistemático e intenso.
La seguridad social y aun material que a menudo da a sus miembros una comunidad rural en la
sociedad tradicional. El sentimiento de aislamiento que siente el individuo separado de su pequeño
grupo social, en el que todo el mundo se conoce personalmente, y trasplantado una gran
aglomeración, es incomprensible en una sociedad altamente industrializada en la que aparecen obras
sociológicas tituladas “La muchedumbre solitaria”, en la que el problema de la desintegración social
del individuo perdió en la
Muchedumbre despierta interés general y es calurosamente discutido en los medios intelectuales al
día.
En la sociedad industrial el obrero también “trabaja para vivir” y aún cien veces más que su
predecesor. Nunca el reparto de las horas del día en “work” y en “leisure” ha sido tan riguroso
como en la sociedad industrial, y es precisamente ese reparto lo que el candidato obrero de la
sociedad preindustrial, en los comienzos de la industrialización.

8.-El desempleo, el trabajador pobre.

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Tres posibilidades se abrían al pobre que se encontraba al margen de la sociedad burguesa y sin
protección efectiva en las regiones inaccesibles de la sociedad tradicional. Podía esforzarse en
hacerse burgués, podía desmoralizarse o rebelarse.
Lo primero era técnicamente difícil y desagradable.
El rico solía tratar al pobre con caridad, y el pobre vivía sencillamente, pues en aquellos días los
órdenes más bajos necesitaban menos que hoy.
Pero incluso ese modesto lugar en el orden social parecía que iba a serles arrebatado. La sociedad
burguesa, siempre unida a la inhumanidad. Como procedimiento de aliviar la pobreza, la caridad
cristiana era tan mala como inútil, en los Estados Pontificios, en los que abundaba.
En Gran Bretaña, un abismo dividía a los paladines de las sociedades de socorro mutuo de la clase
media, que veían en ellas una forma de ayuda individual, y a los pobres, que las consideraban como
verdaderas sociedades.
Había trabajadores que hacían el posible por unirse a la clase media y por seguir los preceptos de
austeridad, de ayudarse y mejorarse a sí mismos.
Enfrentados con una catástrofe social, empobrecidos, explotados, hacinados en suburbios en donde
se mezclaban el frío y la inmundicia y en los pueblos industriales, en donde el trabajador se hundía
en la desmoralización.
Privados de las instituciones y guías de conducta, muchos caían en el abismo de la existencia
precaria. El alcohol era la salida más rápida de Manchester. El alcoholismo en masa se extendía por
toda Europa.
Las ciudades y zonas industriales crecían rápidamente, sin plan ni supervisión. Faltaban
abastecimientos de agua, sanidad y viviendas para la clase trabajadora. La consecuencia de este
abandono fue la reaparición de grandes epidemias de enfermedades contagiosas. El desarrollo
urbano fue un proceso de segregación de clases, que empujaban a los nuevos trabajadores pobres a
grandes concentraciones de miseria alejadas de los centro del gobierno y negocios.
La bebida no era la única muestra de desmoralización. El infanticidio, prostitución, suicidio y
desequilibrio mental han sido relacionados con aquel cataclismo económico y social. Tanto el
aumento de criminalidad como el de violencias, eran una ciega afirmación personal contra las
fuerzas que amenazaban con destruir a la humanidad.
Todas estas desviaciones de la conducta social tenían algo en común entre ellas. Eran tentativas para
escapar del destino de ser un pobre hombre trabajador, o algo al menos para aceptar u olvidar la
pobreza y la humillación.
La alternativa de la evasión o la derrota era la rebelión. Para el proletario la rebelión fue casi
obligada. La verdadera pobreza era peor en el campo. La miseria en zonas industriales en donde los
pobres se extenuaban menos pasivamente y menos inadvertidamente. La situación general de los
pobres en las ciudades era pavorosa.
Grandes masas de poblaciones permanecían al margen de las nuevas industrias, como un sustrato
constante de pobreza y desesperación.
La fase inicial de la revolución industrial no impulsó a todos los trabajadores hacia las factorías
mecanizadas. Por el contrario, en torno a los pocos sectores mecanizados y de producción en gran
escala, se multiplicaba el número de artesanos preindustriales.

18
El nuevo proletariado fabril estaba mejor. No era libre, estaba bajo estricto control del patrono.
Tenían que trabajar las horas y en las condiciones que les impusieran, aceptar castigos y multas, a la
vez q los patronos aumentaban sus beneficios.
En la década de 1830-1840 puede afirmarse que la situación material del proletariado industrial
tendió a empeorar.
El trabajador era explotado y empobrecido por el rico, que se hacía más rico mientras el pobre más
pobre. El mecanismo social de la sociedad burguesa era cruel, injusto e inhumano. <No puede haber
riqueza sin trabajo>2. El trabajador es la fuente de toda riqueza.
El movimiento obrero proporcionó una respuesta al grito del hombre pobre. Lo nuevo en el
movimiento obrero de principios del siglo XIX era la consciencia de clase y la ambición de clase.
No era el pobre el que se enfrentaba al rico, la clase trabajadora, obreros o proletariado, se
enfrentaba a patrones o capitalistas. La revolución industrial imprimió en ella la necesidad de una
movilización permanente. Se requería la vigilancia continua y actividad del <movimiento>:
sindicatos, sociedades mutuas y cooperativas, instituciones laborales, periódicos, agitación.
La novedad y rapidez del cambio social que los absorbía, incitó a los trabajadores a pensar en los
términos de una sociedad completamente distinta, basada en sus experiencias e ideas opuestas a la
de sus opresores. Sería cooperativa y no competidora, colectiva y no individualista. Sería socialista.
En este sentido, la conciencia de la clase trabajadora no existía en 1789.

En Inglaterra, los intentos de reunir a todos los trabajadores en sociedades generales de obreros
empezaron en 1818.
En la década de 1830-1840 ya existía la conciencia de clase proletaria y las aspiraciones sociales.
La conciencia jacobina, o sea, la serie de aspiraciones, experiencias, métodos y actitudes morales
que la revolución francesa infundió en los confiados pobres.
Las conciencias proletaria y jacobina se complementaban. La experiencia de la clase trabajadora
daba al trabajador pobre las mayores instituciones para su defensa de cada día.
Los proletarios se mantenían unidos por el hecho de que trabajar juntos en gran número, colaborar
en la tarea y apoyarse los unos en los otros era toda su vida. La solidaridad inquebrantable era su
única arma.
Bajo la clase trabajadora yace el sustrato del motín o protesta pública ocasional de gentes
desesperadas, la destrucción de las máquinas, las tiendas o las casas de los ricos, expresaba el
hambre o los sentimientos de los hombres irritados por las circunstancias. Como en las oleadas de
destructores de máquinas que periódicamente arrasaban las declinantes industrias manuales
amenazadas por la máquina.
El movimiento obrero de aquel período fue un frente común de todas las fuerzas y tendencias que
representaban a los trabajadores pobres, pero desde la revolución francesa la clase media liberal y
radical le proporcionaba inspiración y jefes.

2 Citado en A.E Musson (The Ideology of Early Cooperation in Lancashire and Cheshire)

19
Tanto el rico como el pobre trataban de asimilarse a la gran masa, o sea, el proletariado o clase
trabajadora.
Los primeros sindicatos (Trade Unions) los formaron casi invariablemente impresores, sombreros,
sastres, etc.
Los hombres que adoptaron las doctrinas cooperativas de Owen eran, en su mayor parte, artesanos,
mecánicos y trabajadores manuales.
Sólo en Inglaterra los nuevos proletarios habían empezado a organizarse. Fuera de Inglaterra, los
trabajadores de las fábricas y las minas eran todavía en gran parte más víctimas que agentes.
El movimiento obrero era una organización de autodefensa, de protestas, de revolución. Pero para el
trabajador pobre era una norma de vida. El movimiento les exigía uniforma de vivir diferente.
La unión en general de 1834-1835 fracasó. Lo que mantenía firme el movimiento era el hambre, la
desgracia, el odio y la esperanza. Y lo que lo derrotó, tanto en Inglaterra cartista como en el
continente revolucionario de 1848, fue que los pobres carecían de la organización y la madurez
capaz de hacer de su rebelión algo más que un momentáneo peligro para el orden social.

9.- El mundo rural

9.1.- Los sistemas tradicionales

La formación de las aldeas fue especialmente activa en Europa durante la Edad Media. El
lanzamiento se elegía en función de la cercanía a las vías de comunicación y, generalmente, a los
cursos de agua. Deforestado el bosque, las tierras cultivadas se extendían alrededor de la aldea,
formando un anillo, más o menor regular, condicionado por el relieve del terreno. Divididas en
parcelas, se sembraba en ellas cereal y legumbres fundamentalmente, base de la alimentación
campesina. Más allá de los campos de cultivo, se extendía un segundo cinturón formado por
montes, donde pastaba el ganado, y el bosque, fuente muy importante de recursos, del que se
obtenían leña y madera, miel y cera, frutos secos y la caza. Este segundo anillo –montes y bosque-
constituía las tierras comunales, que eran explotadas colectivamente por toda la aldea, de modo que
el terreno no estaba parcelado.

En los cultivos predominaba la agricultura de temporal, puesto que la de regadío, especialmente


importante en los países del sur, se reducía a las zonas inmediatas a los ríos. La explotación requería
el acuerdo de los vecinos y se hacía de la manera siguiente: se dividía todo el terreno cultivable en
grandes espacios llamados hojas y en cada una de ellas cada vecino debía tener, al menos, una
parcela. En una de estas hojas se sembraba cereal en invierno (trigo o cebada), en otra cereal en
primavera (avena o centeno), quedando la tercera sin cultivar, es decir en barbecho. Recogida la
cosecha de trigo en agosto, se introducía el ganado de la aldea en los campos.

Allí pastaba aprovechando los tallos secos del cereal cosechando (rastrojos), y abonaba el terreno.
En la hoja donde se había sembrado en primavera (avena o centeno) se sembraba en invierno
(trigo), ya que la tierra no había sufrido tanto desgasto. Para completar el círculo, en los campos que
habían descansado se sembraba en primavera. De este modo, trigo, barbecho y avena iba rotando,
alternándose en las tres hojas. Esto permitía por una parte, regenerar el suelo y, por otra,
complementar la dieta al añadir productos ganaderos (leche y grasas, sobre todo).

20
Como consecuencia de este tipo de explotación (rotación trienal) las parcelas estaban situadas de
manera dispersa y eran de tamaño reducido tras las sucesivas divisiones de generación en
generación. Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que cada parcela daba sólo dos
cosechas cada tres años.

9.2.- La reforma agraria y la revolución agrícola

A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de explotación tradicional fueron
modificándose como consecuencia de la aparición paulatina de innovaciones técnicas y de cambios
en la distribución de la propiedad. Estas novedades se experimentaron por primera vez en el este de
Inglaterra (en el condado de Norfolk) y se difundieron después a los países de mediterráneos, las
innovaciones fueron más tardías y consistieron, sobre todo, en una mejora, diversificación y
ampliación de los regadíos.

En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la rotación de cultivos complementarios.


Los tubérculos (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para alimentar el ganado, podían ser
introducidos en las rotaciones sin agotar la tierra, intercalándose con el cereal, según el siguiente
ciclo: trigo-naboscebada-trébol. De este modo, la tierra se regeneraba sin necesidad de dejar de
producir. Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con
anterioridad, se difundieron en este periodo. Es el caso del maíz, empleado como forraje, o los
pimientos, cultivados en huertas.

La supresión del barbecho supuso la desaparición del sistema de explotación colectiva, basada en la
división de hojas, y también del ganado que pastaba en los rastrojos. Éste fue sustituido por la
ganadería en establos, alimentada ahora con el forraje cosechado.
Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura de propiedad de la tierra. En Gran
Bretaña, el parlamento aprobó las leyes de crecimiento ("Enclosure Acts", por las que se legalizaron
múltiples apropiaciones realizadas por los grandes terratenientes ("gentry") en las tierras comunales
– montes y bosques– para su presunta mejora o puesta en cultivo. En Francia o España, las tierras de
la Iglesia fueron expropiadas, subastadas y adquiridas por la nobleza y la burguesía (venta de bienes
nacionales o desamortizaciones). Se produjo así una concentración parcelaria, que permitió ampliar
el tamaño de las parcelas y hacer rentable de este modo la mecanización de las explotaciones.

La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar semillas y mano de obra. La segadora de
Mackormirck (1830), tirada inicialmente por caballos, realizaba el trabajo equivalente de un elevado
número de personas provistas de las tradicionales hoces y guadañas. La trilladora de Turner (1831)
quitaba el trabajo a decenas de jornaleros, separando eficazmente la paja del grano. Su introducción
en los campos ingleses provocó en la década de los 30 unas series de revueltas campesinas que,
entre otras ocasiones, llevaron a la destrucción de estas máquinas.
El conjunto de innovaciones perjudicó notablemente a los campesinos, sobre todo a jornaleros y
pequeños propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido el bosque, incapaces de
hacer frente a la competencia de las máquinas, sus posibilidades de subsistencia eran mínimas. En
muchos casos, la única solución posible era la venta de propiedades a los terratenientes y el éxodo
rural hacia las ciudades, es decir, su proletarización. Éste fue el precio de la modernización de las
explotaciones.

Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban los cercamientos y presentaron
quejas a los tribunales de justicia, que no fueron admitidas porque las leyes del parlamento

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defendían los intereses de los grandes propietarios. Encontramos un ejemplo de ello en 1797 en la
aldea de
Raunds, en el condado de Northampton, situado a unos 70 Km. al norte de Londres.

La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural (burguesía agraria) al invertir en la


compra de tierras, la mecanización o la mejora de los terrenos, como por ejemplo el drenaje de
zonas pantanosas. El resultado fue el aumento de la producción (rendimiento) y la producción
(rendimiento) y la productividad (menor número de trabajadores y mayor volumen de cosecha), la
especialización de los cultivos, cuyo precio se abarato notablemente, y la orientación de la
producción hacia el mercado, en lugar del autoabastecimiento tradicional. Por último, la libertad de
contratación hizo descender el salario de los jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o
arrendamiento se debía pagar en metálico y no en especie como antes, con lo que los campesinos se
vieron atrapados por la caída de los precios, que les impedía reunir el dinero suficiente para hacer
frente a la renta fijada.

10.- Ludismo
La aparición de las fábricas, en el siglo XVIII, como consecuencia de la Revolución Industrial,
cambio la vida de los trabajadores que se convirtieron en rehenes de esas máquinas, que los
obligaban a permanecer interminables jornadas labor, en lugares insalubres por una paga miserable,
y habitando en barrios sucios y contaminados.
Buscaron, a partir de la segunda década del siglo XIX, un culpable para sus desgracias y hallaron
dos responsables: los patrones y las máquinas. Los que entraron en la nueva tecnología aplicada a la
producción la causa de sus males, se llamaron ludistas, por basarse en la ideología del ingles Nedd
Ludd, dirigida a la destrucción de las máquinas, cuando, según la leyenda popular en 1779, se
deshizo de un telar mecánico que representaba para él, la fuente de sus desgracias.
Amparados por la oscuridad nocturna, y ocultos tras máscaras, los obreros comprendieron que sólo
luchando unidos, podrían conseguir ser tenidos en cuenta como seres humanos, y nos simples
operarios generadores de ganancias, para los patrones capitalistas. Estos debieron soportar pérdidas
que ascendieron aproximadamente a cien mil libras, en Inglaterra.
El enigmático Capitán Ludd, era quien firmaba las proclamas y petitorios hacia el gobierno para
lograr reivindicaciones laborales, en una época en que la expresión “Derechos Laborales”, era
utópica.
El progreso y la rapidez que significaba el trabajo industrial, representaba para los humildes
asalariados, una marcha también veloz, hacia su propia destrucción moral y material.
Los gremios de artesanos de la Edad Media habían permitido a los trabajadores, a través de una
rigurosa reglamentación, organizar sus trabajos evitando la competencia y estableciendo jornadas de
labor igual y equilibrada, en ambientes familiares.
El movimiento ludista nació en Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial, pero pronto se extendió
por toda Europa, como los sucesos de Cataluña o la destrucción de los telares de Arcoy, en España,
ocurrido en 1820.
En Nottingham, ciudad del Reino Unido, una manifestación obrera iniciada el 12 de abril de 1811,
fue violentamente reprimida, y más de cincuenta máquinas, pertenecientes a William Cartwright,
destinadas al tejido de medias, fueron destruidas por los trabajadores como represalia a la brutal
acción contra su reclamo de trabajo, y de hacerlo en dignas condiciones. En Lancashire, Yorkshire,

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Leicester, Cheshire, y Derby se vivieron situaciones similares. Más de diez mil soldados ingleses, al
mando de Thomas Maitland, fueron destinados a impedir la rebelión obrera.
En 1813, dieciocho miembros del ludismo fueron ejecutados en la horca por el gobierno, acusados
de ser peligrosos para el estado, por aplicación de una ley promulgada por el Parlamento, a la que
solo se opuso Lord Byron. Dicha norma legal había establecido pena de muerte para los que
destruyeran las fábricas, o elementos de trabajo contenidas en ellas.
El 16 de agosto de 1819, las fuerzas obreras celebraron un motín en el campo de San Pedro. Las
fuerzas de caballería pusieron fin a la vida de once personas y cuatrocientas resultaron heridas, pero
lograron un éxito: derogar la ley que impedía las coaliciones obreras.
Por ese entonces, surgieron los movimientos sindicales (Trade Unions) y los Partidos
Socialdemócratas, que redujeron hasta casi hacer desaparecer el ludismo, que en realidad no atacaba
las causas reales del problema. La lucha estaría dirigida a partir de entonces, contra los dueños de
las fábricas.
En 1836 se fundó la Asociación Obrera de Londres, que inició una lucha llamada cartismo,
realizado peticiones al gobierno que fueron rechazadas.
Actualmente se ha puesto en boga el término ludista, designado a quienes se oponen al gran
crecimiento tecnológico, acusado de deshumanizar a la población, contaminar el ambiente y
alejarnos de la vida natural.
10.1.- Los sindicatos
La historia del movimiento obrero, o historia sindical, comenzó con la Revolución Industrial y la
democracia moderna, cuando la esclavitud comenzó a ser abolida legalmente y el trabajo asalariado
a generalizarse.
Durante más de un siglo, la acción colectiva de los trabajadores (sindicatos, huelga, convenios
colectivos) fue considerada generalizadamente como un crimen. Es en Europa y más concretamente
en Inglaterra, donde aparecen los primeros obreros, como el Ludismo conocido por Nedd Ludd
(rompedores de máquinas) (1810-1811).
En 1824, por la fuerte presión popular el parlamento británico deroga las Combination Acts, leyes
que prohibían las organizaciones obreras. Más adelante en 1829 Robert Owen, uno de los
fundadores del socialismo moderno, crea las primeras cooperativas, que eran sociedades industriales
de trabajadores.
En 1830 aparecen las primeras organizaciones obreras agrupando a los trabajadores según su oficio.
En Inglaterra tomaron el nombre de Trade Unions (literalmente uniones de comercio) o
simplemente unions, eran asociaciones locales de obreros de un mismo oficio que trataban de
obtener mejores condiciones de vida y trabajo. Impulsaron una nueva etapa de lucha reivindicativa
protagonizada por trabajadores no cualificados. Movilizó unos quinientos mil obreros que
plantearon huelgas en las fábricas pero fracasaron ante la intransigencia patronal y del Estado. Sus
principales reivindicaciones eran la reducción de la jornada laboral, el aumento de los salarios y el
derecho de asociación.
En 1829 John Doherty fundo la Gran Union de los Hiladores y Tejedores a Destajo de Gran Bretaña
y la primera central sindical de todos los oficios de la historia: la Asociación Nacional para la
Protección del Trabajo. Agrupaba ciento cincuenta sindicatos con cien mil miembros.

Publicó el histórico periódico obrero: “La Voz del Pueblo”.

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En junio de 1836 la Asociación de Trabajadores de Inglaterra elaboro la Carta del Pueblo, exigiendo
el voto universal y secreto. Se los conoció como los cartistas. Durante algún tiempo el movimiento
de los trabajadores recibió la influencia de diversos ideólogos que se ocuparon de estudiar e
investigar la situación de los trabajadores, entre ellos estaba Federico Engels, que escribió “La
situación de la Clase Obrera en Inglaterra”, basándose en los datos y la convivencia con el
movimiento “Cartista”.
A partir de la década de 1840, los alemanes Carlos Marx y Federico Engels se instalan en Inglaterra
y darán origen a un particular pensamiento obrero, el marxismo o socialismo científico, que será
seguido en todo el mundo. Contemporáneamente el ruso Mijaíl Bakunin y el francés Pierre- Joseph
Proudhon, sientan las bases de anarquismo.
En 1840 se extienden por toda Europa una serie de movimientos revolucionarios que tienen especial
importancia en Inglaterra y Francia; en ellos se hacen exigencias tanto de carácter político como
social, proponiendo la protección de los intereses de los trabajadores y el derecho al trabajo. A esos
movimientos se refieren Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, publicado ese mismo año.

11.- Consecuencias de la revolución industrial


Desde esta sucia acequia la mayor corriente de industria humana saldría para fertilizar al mundo
entero. Desde esta charca corrompida brotaría oro puro. Aquí la humanidad alcanza su más
completo desarrollo. Aquí la civilización realiza sus milagros y el hombre civilizado se convierte
casi en un salvaje. Y tanto Gran Bretaña como el mundo sabían que la revolución industrial,
iniciada en aquellas islas por y a través de los comerciantes y empresarios cuya única ley era
comprar en el mercado más barato y vender sin restricción en el más caro, estaba trasformando al
mundo. Nadie podía detenerla en este camino. Los dioses y los reyes del pasado estaban inermes
ante los hombres de negocios y las máquinas de vapor del presente.
La población del mundo era también mayor que nunca; en varios casos mucho mayor que toda
esperanza y probabilidad previas. Las ciudades de gran tamaño se multiplicaban en todas partes
como nunca. La producción industrial alcanzaba cifras astronómicas.
La ciencia nunca había parecido más triunfal; los conocimientos nunca habían sido más vastos. Los
inventos alcanzaban cada año cimas más sorprendentes.
Pero era bastante amarga la acusación de que la prosperidad material de los trabajadores pobres no
era con frecuencia mayor que el oscuro pasado y muchas veces peor que en las épocas de que se
conservaba memoria. Los paladines del progreso intentaban rebatir esto con el argumento de que los
obstáculos que el viejo feudalismo, la monarquía y la aristocracia seguían poniendo en el camino de
la perfecta iniciativa libre. Unos y otros coincidían en que la situación era cada vez más penosa.
Unos sostenían que se superaría dentro de la estructura del capitalismo y otros discrepaban de esta
creencia, pero ambos pensaban con razón que la vida humana se enfrentaba con unas perspectivas
de mejoría material que conseguiría el control de las fuerzas de la naturaleza por el hombre.
La gran mayoría de los habitantes del mundo seguían siendo campesinos como antes, aun cuando
hubiera algunas zonas en donde ya la agricultura era la ocupación de una pequeña minoría y la
población urbana estaba a punto de superar a la rural.
La renta de los nobles dependía cada vez más de la industria.

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Los progresos técnicos que introdujo la Revolución Industrial, en el siglo XIX transformaron todos
los aspectos relacionados con la vida europea.
Surge así, una nueva historia de la civilización occidental. Económicamente, se imponen la
industrialización y el capitalismo; socialmente, predomina la burguesía y surge el proletariado;
políticamente se consolida el liberalismo político bajo la forma de monarquía constitucional;
ideológicamente, prevalecen el racionalismo y el sentido crítico; la industrialización, se difundió por
los países europeos y los Estados Unidos; la explosión demográfica, se produce en los países
industrializados, resultado de adelantos higiénicos y médicos.
El crecimiento de la población benefició a la industria y favoreció la inmigración hacia otros países.
En la revolución agrícola: Inglaterra realizó notables progresos; introdujo la siembra de plantas de
origen americano (maíz, papa), estableció las faenas agrícolas, aplicó abonos y fertilizantes. Con
esta revolución se permitió garantizar el suministro de los alimentos y mano de obra necesaria para
las ciudades, se empezaron a usar las máquinas, la producción de los alimentos fue creciendo,
también para así abastecer a la creciente población.
En el desarrollo Comercial: el comercio se intensificó, los países industrializados vendían
mercancías y adquirían materias primas, se incrementaron el comercio, las comunicaciones y los
transportes. De forma más general la revolución industrial provocó: que la industria progresara, y
que la producción se hiciera en serie. Los precios de los productos bajaron. Se formaron dos clases
sociales: Burguesía: Compuesta por los dueños de fábricas y grandes comerciantes y los
Proletariados: Compuesta por obreros. Hubo desempleo, porque con las máquinas no eran
necesarios tantos trabajadores, a su vez aumentó la delincuencia y algunos obreros culparon a las
máquinas de ser la causa de ser desempleo y las destruyeron. Esto se llamó "Ludismo" porque el
jefe de éste movimiento fue Ned Ludd.
La burguesía explotó a los proletariados. Y para su defensa los proletariados formaron
organizaciones llamadas "Trade Unions" (sindicatos, para defender sus derechos). Fueron logrando
que la jornada de trabajo diario se fuera reduciendo, que se le pagara un salario adecuado y que se le
diera derecho a huelga.
En la economía hubo un gran auge porque surgieron los grandes capitales, las operaciones
financieras y los cambios. Fue un proceso económico continuo y acelerado y, al mismo tiempo,
recíproco ya que la innovación en un sector repercutía a los demás. Este cambio colocó a Gran
Bretaña a la cabeza de los países industrializados del mundo. Pronto, los resultados se hicieron notar
aumentando enormemente la producción, abaratando los costes y permitiendo comercializar más
lejos la producción gracias a la revolución de los transportes.

A mediados del siglo XIX era el mayor productor de carbón y de hierro, empleaba las técnicas más
avanzadas, tenía la renta nacional más alta, poseía la red más densa de ferrocarriles y la Armada
más poderosa. El sector predominante de la economía pasa a ser la industria, centrándose en tejidos,
siderurgia y ferrocarriles. La lana queda desplazada por el algodón, hay una renovación técnica
agrícola favorecida por las nuevas máquinas y las nuevas fuentes de energía (carbón, hierro) siendo
el segundo sector de crecimiento.
Fue gracias a la tecnología, a la introducción de las máquinas a la industria, que se realizó la
Revolución Industrial, también influyó el hecho del crecimiento demográfico, disminuyó la
mortalidad, la gente se empezó a concentrar en los centros urbanos, y fue así como surgió el
urbanismo.
La producción de bienes pasó de ser una artesanía, que se producía familiarmente, a una industria,
realizado por más gente, había más producción de bienes y era más económico.

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Esto sucedió ya que con la fundación de nuevas ciudades, creció la demanda de los productos
elaborados por los artesanos y con esto la organización de talleres.
La subida al poder de la burguesía a través de la revolución económica, social y política que efectuó
con una creciente conciencia de su papel y de su fuerza y la formación paralela de la clase
trabajadora, la cual, creada por la actividad industrial de la burguesía, alcanzó gradualmente las
formas y valores de una clase social al adquirir, a su vez, conciencia de clase. Aunque coparticipes
en el crecimiento de la economía, la clase burguesa y la clase trabajadora pronto chocaron por la
radical oposición de sus intereses materiales y sus conspiraciones sociales, políticas o culturales.
Los burgueses disfrutaban verdaderos privilegios sociales y materiales en comparación con el resto
de la sociedad, particularmente con respecto a la masa campesina.
La situación de las masas de trabajadores fue muy complicada y necesaria. Las diferencias
nacionales, las desigualdades de un sector industrial a otro y la pasión surgieron muy pronto, por
razones obvias.
La burguesía industrial se convirtió en una clase en todo sentido de la palabra para resistir la presión
creciente de la clase trabajadora.

12.- Bibliografía:
HOWBSBAWM, Eric. La era de la Revolución, 1789-1848. Crítica. Buenos Aires. 1997.
LUCCHINI, Cristina y PFEIFFER, Ana. Modelos y Procesos en la Historia Económica y
Social Contemporánea. Ed. Ariel. S/L, S/F.
S/A. El Trabajo, su Organización en el Tiempo. Ed. Santillana. S/L. S/F.
Milagros Galbiatti mili_hockey12@hotmail.com

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