El Mundo Islamico
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La religión islámica nació en el siglo VII en Arabia, península del Próximo Oriente situada entre el mar Rojo y
el Golfo Pérsico. En ella destacaban dos ciudades: Yatrib, posteriormente denominada Medina, y La Meca,
donde nació Mahoma.
El fundador de la nueva religión fue Mahoma (570-632), quien extendió la nueva fe por Arabia, y cuya
doctrina fue recopilada en el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Mahoma predicó en La Meca, pero la
oposición encontrada le obligó a huir a Medina (hégira) en el 622, que es el año de comienzo del calendario
musulmán.
En el 630 conquistó La Meca, desde entonces ciudad santa musulmana, y poco después unificó Arabia bajo
la fe islámica.
A la muerte de Mahoma el islam se expandió hacia oriente y occidente, favorecido por diversas causas: el
impulso de la nueva fe, la obligación de extender su religión, la organización de un poderoso ejército, el
deseo de botín y la debilidad de sus vecinos bizantinos y persas., dando lugar a un imperio o califato. Su
historia se divide en tres períodos: el califato ortodoxo, el califato omeya y el califato abasí.
– Durante el califato ortodoxo (632-661), los sucesores de Mahoma adoptaron el título de califa y
conquistaron Siria, Palestina, Egipto y Mesopotamia. Los califas concentraron el poder político y religioso y el
imperio se extendió hasta Egipto y Mesopotamia.
– Durante el califato omeya (661-750), el imperio llegó hasta el Indo, el Turquestán y la Península Ibérica. El
poder lo ejercía la familia omeya hasta que fue sustituida, tras una sublevación por el califato de los abasíes.
– Durante el califato abasí (750-1055), tras conquistar Creta y Sicilia, la expansión se detuvo, y el imperio
desapareció conquistado por los turcos en 1055, aunque no así la religión ni la civilización musulmana, que
hoy perduran en buena parte del planeta.
En el siglo VII, Mahoma unificó a los árabes bajo una nueva religión, el islam, que significa sumisión a un
único dios (Alá). La nueva religión se caracteriza por preceptos religiosos y normas de comportamientos.
Los preceptos religiosos fundamentales son: la profesión de fe (No hay más dios que Alá y Mahoma es su
profeta), la oración cinco veces al día, la limosna, el ayuno diurno en el mes de Ramadán y la peregrinación a
La Meca. En esta ciudad se encuentra el santuario de la Kaaba, al que peregrinan los fieles.
Las normas de comportamiento permiten la poligamia y obligan a defender y extender su religión mediante
la guerra santa.
Al morir Mahoma, se diferenciaron dos grupos islámicos: los chiítas, que solo aceptan el Corán como libro
sagrado, y los sunnitas, que aceptan también la Sunna o tradición, libro que recoge hechos de la vida de
Mahoma.
La organización política
La máxima autoridad del imperio era el califa, que concentraba el poder religioso y político.
La administración se organizaba en ministerios o divanes (ejército, hacienda, correos) que estaban dirigidos
por visires, hombres de confianza del califa. El imperio se dividía en provincias dirigidas por un gobernador o
valí. La administración de justicia era ejercida por los cadíes o jueces, que residían en las ciudades.
La organización económica
La principal actividad económica era la agricultura. En los valles irrigados se cultivaba trigo, cebada, arroz,
algodón y caña de azúcar, y en las áreas desérticas destacaba la ganadería nómada. Los musulmanes
difundieron productos agrícolas como la caña de azúcar, el arroz, el algodón y los cítricos, entre otros, y
mejoraron los sistemas de riego con norias y canales.
Las actividades urbanas, como la artesanía y el comercio, alcanzaron gran desarrollo.
La artesanía: elaboró en talleres artesanales tejidos, alfombras, tapices, artículos de cuero, cerámica,
perfumes y papel.
El comercio: se benefició de la posición geográfica del imperio musulmán, situado entre Europa y Oriente.
Los productos comerciales eran artículos de lujo, como metales, sedas, especias y esclavos. Eran
transportados a través de rutas comerciales, navales y de camellos, que unían el Mediterráneo con el
océano Índico, y el Extremo Oriente con Europa.
En el arte musulmán destacó la arquitectura, pues la religión islámica prohíbe representar figuras humanas.
Esta se caracterizó por el empleo de materiales pobres, como el ladrillo y la madera, y de arcos de herradura.
Los exteriores son sobrios y la decoración interior se realizaba con motivos vegetales (ataurique), figuras
geométricas entrelazadas (lacería) e inscripciones (epigrafía).
Los tipos de edificios más representativos fueron las mezquitas y los palacios.
La mezquita se destina a la oración, suele tener planta rectangular y consta de dos partes, el patio y la sala
de oración. En el patio se situaba una fuente donde los fieles se purifican antes de entrar a orar, y el alminar
o minarete, torre desde donde se llama a la oración. La sala de oración es un espacio cubierto, uno de cuyos
muros, la quibla, se orienta hacia La Meca, y en él se sitúa el mihrab, nicho vacío que alberga el Corán.
Los palacios eran la residencia de los califas, y tenían una parte pública y una parte privada.
Los musulmanes practicaron también las artes menores como la fabricación de objetos en cerámica,
madera, marfil o bronce.