20 - Arocena & Sansone
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20 - Arocena & Sansone
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El uruguay desde
la sociología XV
15ª Reunión Anual de Investigadores del
Departamento de Sociología
Ciencias Sociales
Universidad de la República
U ru g u a y
Universidad de la República (Uruguay) Facultad de Ciencias Sociales.
Departamento de Sociología.
El Uruguay desde la sociología XV / Francisco Pucci, coordinador.
Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Sociología. Montevideo: UdelaR. FCS - DS, 2017.
328 p.
Incluye bibliografía.
15ª. Reunión Anual de Investigadores del Departamento de Sociología.
ISBN Vol. XV: 978-9974-0-1520-3 (decimoquinta edición).
ISBN O.C.: 978-9974-0-0397-2 (obra completa).
ISSN:1688-9932.
1. Sociología. 2. Desigualdad social. 3. Inclusión social. 4. Ciudadanía.
5. Vulnerabilidad social. 6. Gubernamentalidad. 7. Autogestión.
8. Movimientos cooperativos. 9. Análisis organizacional. 10. Uruguay.
I. Título. II. Francisco Pucci, coord.
CDD: 301.020 2
Ficha catalográfica elaborada por la Sección Procesos Técnicos de la Biblioteca de Facultad de Ciencias Sociales (UdelaR).
Impresión y encuadernación:
Mastergraf S.R.L.
Gral. Pagola 1823 CP 11800 - Tel.: 2203 4760*
Montevideo - Uruguay.
Depósito legal: 363.005
Edición amparada al Decreto 218/96.
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sistemas recuperables, sea para uso privado o público por medios mecá-
nicos, electrónicos, fotocopiadoras, grabaciones o cualquier otro, total o
parcial, del presente ejemplar con o sin finalidad de lucro, sin la autoriza-
ción expresa del editor.
Contenido
Presentación........................................................................... 9
1. Ciudadanía,
desigualdad social, pobreza
3. Gubernamentalidad y su ejercicio
en el Uruguay contemporáneo
El mundo del siglo xxi se ha caracterizado por una altísima movilidad de perso-
nas. Estimaciones afirman que más de 250 millones de personas viven fuera de sus
países de nacimiento, el máximo histórico hasta el presente, y que esta cifra tiende
a crecer (Banco Mundial, 2015; Collier, 2013). Los latinoamericanos confirman este
patrón de movilidad. España recibió cerca de cuatro millones de inmigrantes latinoame-
ricanos, casi todos sudamericanos, solamente en la primera década del siglo y Estados
Unidos continúa captando inmigrantes latinos, en su mayoría de México y Centroamé-
rica. Además de esta movilidad hacia fuera de la región ha ocurrido una importante
migración intraregional, con Argentina como ejemplo paradigmático puesto que a ese
país llegaron a lo largo de los últimos veinte años grupos numerosos de peruanos,
4 Las cifras de la Dirección Nacional de Migración de Uruguay confirman la entrada de 2889 personas
de nacionalidad dominicana (aún sin que se pueda saber si se quedaron residiendo): https://mi-
gracion.minterior.gub.uy/images/anuario14/Pasajeros%20ingresados%20por%20Nacionalidad%20
2014.pdf (última visita: 21/02/2016).
5 http://eldia.com.do/masiva-migracion-de-dominicanos-a-uruguay/ (setiembre, 2014, 3:44 pm) (última
visita: 21/02/2016).
6 http://www.elobservador.com.uy/noticia/286734/dominicanos-en-uruguay-hacer-la-america-en-el-
sur/ (01.09.2014, 05:00 hs – actualizado: 12:38), (última visita: 21/02/2016).
7 http://ladiaria.com.uy/articulo/2015/12/merengue-de-corazon/
8 Para esta investigación se entrevistaron en total trece dominicanos durante el período de abril a
noviembre del año 2015. Casi todas las entrevistas se realizaron en el barrio La Aguada, cerca de las
pensiones donde residen, yendo a lugares donde se reúnen, como una plaza o un almacén barrial.
Se cuidó la distribución por sexos, buscando que hayan mitad hombres y mitad mujeres. Las edades
estaban comprendidas dentro de una franja de 24 a 40 años.
180 Felipe Arocena - Sebastián Sansone
por lo general son dominicanos que se han asentado en Uruguay de manera satisfac-
toria, esto quiere decir, tienen cédula de identidad, trabajo, un lugar para vivir, más allá
de la precariedad, y pueden ser familiares o no. Esta estabilidad fue conseguida por
su permanencia en el país desde hacía un año. Se configura así un tipo de solidaridad
empática dada por el hecho de ponerse en el lugar del otro.
La importancia de la figura del receptor, un inmigrante de la misma nacionalidad
que ya está instalado, estriba en su conocimiento sobre las dinámicas sociales nece-
sarias para insertar al recién llegado, a saber, la localización de viviendas, los lugares
para consumir productos de primera necesidad, el conocimiento sobre los medios de
transporte, los trámites necesarios y la forma de encontrar trabajo. De esta forma se
logra que el recién llegado enfrente los primeros problemas y dificultades por el hecho
de su venida, siendo así que “Las redes de inmigrantes proporcionan refugio, trabajo y
ayuda para enfrentar la burocracia, de manera tal que los desterrados del mismo país
suelen concentrarse en los lugares donde ya se han establecido otros” (pnud, 2004:
87). La función del receptor, en suma, es la de ser el nexo entre el recién llegado y el
país destino, orientando, informando, traduciendo, decodificando la realidad social para
hacerla inteligible al recién llegado:
–Una de mis compañeras me fue a buscar al aeropuerto y vinimos en un bus, lo toma-
mos ni bien salimos del aeropuerto. Ella me mostró algunos lugares de interés, ¡lugares
que no volvería a ver en meses! El Portones Shopping, por ejemplo (risas). Bueno, más
allá de eso nos bajamos en Ejido y fuimos derechito a la pensión, me mostró autoser-
vicios próximos y en todo el camino me fue diciendo más o menos cómo era la vida.
(Entrevista Daniela).
En suma, el migrante llega al seno de una red de contención y de orientación
sobre los primeros movimientos a realizar en el país destino, orientado por el receptor,
de ahí que es importante entender al receptor como figura clave de la inmigración. Por
último pero no menos importante es comprender de qué forma se realizan los contac-
tos entre el recién llegado y el receptor. De hecho, que el movimiento migratorio actual
sea del tipo “factor de contagio” es posible gracias al avance de las telecomunicacio-
nes. Efectivamente, “el aumento de las comunicaciones y los transportes han permitido
mantener vínculos intensos y espacios de circulación entre los migrantes y sus lugares
de origen, sustentando sentimientos de pertenencia a una diversidad de ámbitos al
mismo tiempo” (Pellegrino y Koolhaas, 2008: 125). El progreso de las telecomunica-
ciones ha acortado las distancias entre individuos y es así que los contactos entre el
migrante y el receptor se realizan desde antes de la salida, programando el encuentro
un día dado: “Bueno, a mi me llamaron unas personas que conocía de allá y está bien,
yo les puedo dar una mano” (entrevista Marisol); “[a la persona que la iba a recibir] le
había preguntado cómo era antes de venir, qué iba a necesitar y todo eso acerca de
los preparativos del viaje” (entrevista Cristal).
Aun siendo orientado en sus primeros pasos por el receptor, el inmigrante domi-
nicano no está exento de dificultades al momento de desembarcar. A su llegada, por
182 Felipe Arocena - Sebastián Sansone
más que casi siempre tienen a alguien radicado en Uruguay, deben conformarse con
vivir en una pensión, dado que los apartamentos y las casas que se alquilan requieren
una garantía de alquiler. La dificultad en este punto se da en que los requisitos para
acceder a la garantía se tornan excesivos para las condiciones de vida de los recién
llegados y también de los que tienen cierto tiempo: “Mira, me fijé los requisitos en el
internet y para Contaduría [General de la Nación] tienes que tener dos años viviendo
acá, dos años en un trabajo estable” (entrevista Marisol). Por el contrario, recurren a
las pensiones que son alojamientos donde se paga durante el tiempo que vive allí. A la
pensión “es más fácil de acceder, uno paga la mensualidad y ya” (entrevista Marisol).
La pensión es la residencia de la mayoría de los dominicanos que no encuentran otra
forma de mantenerse viviendo en el país, dado el costo económico y las restricciones
burocráticas para acceder a una vivienda. Aunque algunas tienen ciertas comodida-
des como internet, presentan otras dificultades a los recién llegados, desde tener que
compartir baño y cocina hasta compartir habitación con desconocidos. Y al problema
de hacinamiento y de falta de privacidad se le suma que las pensiones que tienen más
comodidades rondan entre los 300 y los 500 dólares mensuales.
En segundo lugar se encuentra la dificultad de acceder a un empleo. Los domi-
nicanos no tienen problemas para encontrar empleo una vez instalados y transcurrido
cierto tiempo y adquiridas ciertas formalidades cívicas, como la cédula de identidad.
Sin embargo, al momento de arribar y en los primeros momentos en el país, conseguir
un empelo sí resulta dificultoso. En un principio el alojamiento es más fácil de conseguir
puesto que tienen algún conocido que les brinda apoyo, como se ha visto, no obstante
lo más engorroso en los primeros días es el conseguir un trabajo que les dé para sos-
tenerse en el país cuando el dinero que trajeron empieza a mermar:
–No se consigue trabajo enseguida. Yo mismo tuve suerte de que salió una oportunidad la-
boral y luego empezaron a venir las otras, todavía no sé cómo fue todo pero en fin, se dio.
Yo creo que los que venimos tenemos problemas para encontrar trabajo. (Entrevista Fran).
En tercer lugar, se les presenta la dificultad de la desarticulación de las expec-
tativas que traían con respecto al trabajo y el sueldo. Por un lado, los dominicanos
esperan tener una amplia variedad de ofertas laborales para insertarse en algo que
no les disguste, pero aunque consiguen un trabajo bastante rápido una vez instalados
y transcurrido cierto tiempo, a veces no es de lo que estudiaron y el sueldo percibido
es inferior al esperado. El sueldo es importante para los inmigrantes dominicanos
dado que viajan para mejorar su nivel económico. Al no ser el esperado, influye de
forma negativa en su percepción de la realidad y en las intenciones de quedarse
residiendo en Uruguay, dado que apuntaban a tener un poco más de sueldo para
poder enviar lo suficiente a Dominicana en forma de remesas y también poder vivir
cómodamente en Uruguay.
Otra dificultad se suma y es que, de no conseguir trabajo, empieza la cuenta
regresiva. A veces la falta de trabajo genera impotencia y ansiedad, dado que el dinero
que se trae se agota en la vida diaria del primer mes de estadía y no se consiguen los
Los nuevos migrantes dominicanos en Montevideo 183
medios para la consecución de los objetivos planteados. Esto deriva, en algunos casos,
en que los sujetos se ven necesitados de salir al mercado informal de trabajo a conse-
guir medios de subsistencia, por ejemplo, la prostitución y el narcotráfico.
Se detectó también que los dominicanos sufren la falta de solidaridad por parte
de la población local. La indiferencia hacia el migrante por desconfianza de la población
local quizás sea producto de la distancia cultural:
–La indiferencia del uruguayo. Uno diría “¡qué bueno que pasa desapercibido!”, pero en
realidad es una indiferencia negativa, mala. Como dicen ustedes, “dejan tirado”. A ver,
para explicarme, quiero decir que son desconfiados, son indiferentes porque no quieren
confiar. Entonces tú te paras en la calle a preguntar una dirección por ejemplo, porque
uno es nuevecito y no sabe, entonces el uruguayo sigue caminando. (Entrevista Cristal).
Las vicisitudes iniciales del arribo, como para todo inmigrante en cualquier parte
del mundo, alternan entre expectativas exageradas, realidades más duras a las espe-
radas, informaciones parciales, miedos, sueños por cumplir, tiempos cortos para con-
seguir ingresos. Si bien esto es casi una ley del migrante, no deja de llamar la atención
la poca información con que se lanzaron a la aventura los dominicanos que arribaron.
Es que a pesar de la comunicación previa con quienes ya se encontraban en el país,
prácticamente no saben nada del contexto cuando llegan y la sorpresa es fuerte.
El viajero trabajador
Los inmigrantes dominicanos se insertaron en el rubro de servicios. En líneas
generales trabajan en servicios de seguridad contratados por empresas privadas, o
en la limpieza contratados por agencias, y en algunos casos en ocupaciones manua-
les como soldadores o mecánicos. El mercado de seguridad privada ha ido creciendo
con celeridad en Uruguay respondiendo a las nuevas lógicas de control y prevención
globales. Por ejemplo “para 2008 se estimaban unos 14.000 empleados en 290
empresas y unas 320 armas registradas para tales fines. (…) Cuatro años después,
las estimaciones son otras: 21.000 empleados habilitados en 456 empresas, 13.000
de ellos armados” (Paternain, 2012: 104). Este dato tiene como fin mostrar que la
demanda de empleados por parte de las empresas de seguridad es alta. De ahí es
posible deducir por qué los dominicanos intentan integrar esa plantilla de trabajado-
res y por qué estas empresas, a su vez, los contratan. Si bien en el rubro seguridad
se podrían encontrar muchos más inmigrantes hombres, es también cierto que hay
mujeres insertas en estas empresas.
La forma de acceder a un trabajo varía. En la mayoría de los casos es un domi-
nicano que recomienda a otro en la empresa en la cual se desempeña, alzándose la
figura del ya explicado receptor como clave en la inserción del recién llegado. En otros
casos, es por medio de una agencia de contratación, lugares donde las personas que
buscan empleo se suscriben a diferentes bolsas de trabajo y si su perfil encaja con
las demandas de la empresa son llamados, todo esto a través de un intermediario
perteneciente a la agencia, quien se lleva su parte del dinero. Por último, una tercera
184 Felipe Arocena - Sebastián Sansone
forma de contactar con las empresas es de manera más directa, sin intermediarios,
recurriendo a los anuncios clasificados, al estilo del suplemento “El Gallito”, lugar donde
basta contactarse con el anunciante para lograr una entrevista, si el perfil encuadra
dentro de lo exigido.
Pero encontrado el trabajo, sea por la vía que fuere, surgen nuevos aspectos
problemáticos. El primero es el sueldo que, a consideración de los dominicanos, es
muy inferior al de sus expectativas, o mejor dicho, el sueldo asociado al precio de los
artículos que pretenden comprar es bajo: “Esperaba encontrar un buen trabajo, un
buen sueldo, un buen lugar para vivir” (entrevista Lizet). La expectativa por encontrar
un trabajo bien remunerado era alta, ya que obedece a “mitos” que circulaban en Repú-
blica Dominicana sobre la facilidad de acceder a un trabajo y a lo bien remunerado del
mismo, no obstante, tienen trabajo pero no perciben el sueldo que esperaban:
–Allá en Dominicana se hablaba que aquí conseguías trabajo fácil y bien pago. Bueno, en
parte sí es así pero debes resignarte a ganar poca plata (…) entonces, tú tienes trabajo,
claro que tienes. Pero no tienes buena plata por eso. (Entrevista John).
El problema radica en que, si bien obtienen trabajo bastante rápido, sienten ma-
lestar por los bajos salarios, frustración que se ve aumentada por las altas expectati-
vas con que se lanzaron a la aventura, consecuencia de la información evidentemente
idealizada que recibieron antes de partir. En un segundo término se puede apreciar
otro malestar vinculado con la percepción de sobrecalificación para los puestos que
ocupan. La sensación es que los dominicanos vienen con estudios, con al menos bachi-
llerato terminado, no obstante, los trabajos que encuentran no se corresponden con la
expectativa laboral: “Y te voy a ser franco, tampoco tienes oportunidades, ¿entiendes?
Ve a buscar si hay algún oficinista dominicano” (entrevista John). Y esto nos remite a un
tercer problema vinculado con el trabajo que es la escasa posibilidad para elegir, salvo
que dominen oficios como técnico industrial, soldador o mecánico. De ahí por ejemplo
que surja la percepción del “ahogo laboral”, por tener que ocuparse en tareas no que-
ridas: “aquí el dominicano trabaja de seguridad o limpieza, hasta los hombres van a la
limpieza” (entrevista John y Lizet).
La necesidad de encontrar un ingreso de forma inmediata los conduce a tener
trabajos “triple p”:
(…) puestos de trabajo más penosos, más peligrosos y más precarios (equivalente a las
“3d” en inglés: dirty, dangerous, demanding o las “3k” en japonés: kitanai, kiken, kitsui).
Y si señalamos estas variantes lingüísticas es para destacar la similar “ley de hierro” a
que están sometidos los inmigrantes en los diferentes países y circunstancias. (Cachón,
2009: 17).
Es decir, trabajos que la población del lugar de destino no quiere porque sienten
que están sobrecalificados, y son precisamente puestos de trabajo con buena oferta
laboral, de allí la rápida inserción de los inmigrantes en tales ocupaciones.
Los nuevos migrantes dominicanos en Montevideo 185
Por otra parte, en algunos casos los dominicanos trabajan en el sector do-
méstico, en el narcotráfico o en la prostitución. Una de las entrevistadas que ejercía
la prostitución, antes había trabajado como empleada doméstica y, según ella, fue
explotada por su empleadora, quien además la tenía sin aportes jubilatorios. A su
vez, también trabajó en un supermercado de limpiadora. Que algunas mujeres do-
minicanas opten por trabajar en la prostitución puede explicarse por la búsqueda de
sueldos rápidos que satisfagan las necesidades de la vida cotidiana, desde comer
hasta pagar las cuentas:
–Yo no lo juzgo, tú tienes que comer y pagar tus cuentas, eso es algo que sí o sí. Y si tú
mientras te llaman de algún trabajo no tienes para comer, ¿cómo vas a vivir? Y si encima
ese trabajo es tuyo, es tu dinero y te pagan más que en la limpieza, ¿qué harías?, ¿me
entiendes? (Entrevista Marisol).
Entrevistador: –¿Por qué piensan que terminan allí? ¿Será porque no consiguen trabajo o
porque ya es su profesión?
–Las dos, sin dudas. Pero yo he visto gente que allá trabajaban muy bien y acá la frustra-
ción les hizo mal y salieron a changar. Esos casos existen sí. (Entrevista Fran).
No son todos, ni son la mayoría, pero algunos pocos encuentran en la ilegalidad
/ informalidad, sea en el narcotráfico como en la prostitución salidas rápidas ante una
situación económica adversa; ven allí una forma de responder al estancamiento que
sufren en Uruguay en términos laborales y económicos.
estas mantengan vínculos con sus Estados de origen” (Artículo 14). De acuerdo a la
Ley debería haber un esfuerzo visible del Estado por propiciar los vínculos entre el
inmigrante y su país de origen.
Si bien es cierto que los dominicanos se han consolidado como un grupo más
o menos cerrado y mantienen contactos intensos con su país de origen, también de-
sarrollaron vínculos con otros inmigrantes asentados en Uruguay. Por un lado con los
cubanos, con los que tienen una cercanía identitaria influenciada por la proximidad geo-
gráfica de los dos países, y a los que consideran gente culta, con quienes comparten
el motivo económico de la partida de su país, buscando mejorar el nivel de consumo.
Pero por otro lado expresan cierta distancia con los peruanos. El problema con los pe-
ruanos puede apreciarse en cómo usan el tiempo libre y de qué forma consumen en el
tiempo libre. Desde la óptica de los dominicanos, los peruanos beben desde temprano
y eso deriva en peleas en las cuales estos participan en grupo, aún cuando fuese una
riña que comenzó individualmente, lo que permite a los dominicanos llamarlos “malos”
(entrevista Héctor). El espacio de encuentro con otros inmigrantes suele ser en los
bailes o en las plazas, lo que puede indicar que los lugares de ocio y consumo que
frecuentan son similares. De aquí que tal vez una buena política de acercamiento podría
vincularse al ocio - consumo, por ejemplo realizándose jornadas de exhibición de platos
típicos, bailes, etcétera.
Los vínculos con la población local, en cambio, suceden en su mayoría en la es-
fera laboral. Es en el trabajo donde profundizan las relaciones sociales los uruguayos y
dominicanos puesto que: “En general en los trabajos estamos todos para la misma. En-
tonces como ellos [los uruguayos] ven que estás igual que ellos te recomiendan cosas
para hacer” (entrevista Héctor). Los uruguayos que se acercan a los dominicanos son
aquellos que los sienten como pares, y si se quiere, a los que no ven como competen-
cia. Al no ser rivales para los uruguayos, entonces entablan vínculos armoniosos que
redundan, en algunos casos, en amistad. Y las relaciones amistosas a veces derivan
en relaciones amorosas, pero no es lo más corriente. No obstante, otros dominicanos
permanecen indiferentes con la población local, pero son los mismos que también per-
manecen en la indiferencia con otros grupos de inmigrantes. Esto puede entenderse
desde una perspectiva en la que el endogrupo es casi autónomo y suficiente, sin que
sus integrantes necesiten de interacción con extraños a su cultura. Naturalmente, esto
no es lo más deseable, puesto que termina constituyendo guetos poco integrados al
resto de la sociedad.
Discriminación
Una de las dificultades recurrentes que caracteriza la llegada de inmigrantes
en cualquier contexto es la aparición de manifestaciones de rechazo por parte de la
población local. Estas suelen alcanzar niveles de discriminación preocupantes. Es
lo que se está viviendo en Europa ante el arribo constante de inmigrantes del Medio
Oriente y de África y poco antes desde Latinoamérica; es lo que también se percibe
Los nuevos migrantes dominicanos en Montevideo 187
pecífica para la migración: “El Estado implementará acciones para favorecer la integra-
ción sociocultural de las personas migrantes en el territorio nacional y su participación
en las decisiones de la vida pública” (Ley 18.250; Artículo 13). Esto quiere decir que
el Estado debe promover la integración de los dominicanos para que no se los vea
negativamente. Por ejemplo, como ya se mencionó, se podrían realizar con apoyo del
Estado jornadas de comidas típicas dominicanas, muestra de la música y su cultura u
otras actividades pertinentes que promuevan la integración en el país.
Reflexiones finales
Uruguay es un país demográficamente vacío en una región geográfica fértil de
pasturas, irrigada por una red hídrica exhuberante; presenta además un clima templa-
do y extremadamente benévolo, sin sequías recurrentes ni duraderas, terremotos, o
inundaciones extremas. La tasa de reproducción de la población es negativa puesto
que la natalidad no alcanza para reponer la población actual a corto o mediano plazo.
Es la democracia más estable del continente y el país menos corrupto, según diversos
índices internacionales. Y la economía creció a ritmos impactantes entre 2005 y 2015,
siendo las perspectivas más cautas para el próximo lustro.
En este contexto social, económico, político y ambiental han llegado nuevos inmi-
grantes en los últimos años, después del último censo del año 2011. Desembarcaron
venezolanos huyendo de la crisis de su país, cubanos con la esperanza de alcanzar
un mejor nivel de vida que en la isla caribeña, indios que ya vienen con contratos labo-
rales temporarios para la empresa Tata; han llegado jóvenes españoles cansados de
la crisis que se desató en 2008, agobiados del desempleo que afecta un tercio de la
población más joven y han llegado jubilados europeos y estadounidenses con recursos
económicos suficientes para tener una vida tranquila. También vinieron varios miles de
dominicanos en poco más de dos años.
La llegada de estos nuevos extranjeros es muy visible en Montevideo, ellos sirven
en los restaurantes, atienden en los supermercados, se ven caminando por la calle, se
escuchan sus acentos en el transporte público, trabajan en los hogares como servicio
doméstico, asisten a la universidad pública, y a los retirados se los ve en la zona del
este del país. Súmesele a esto la explosión del turismo de los últimos años que alcanzó
la misma cantidad que la población nacional, esto es, llegaron en 2016 tres millones
de turistas; pocos países en el mundo tienen paridad entre turistas y locales. Efectiva-
mente, esto representa una novedad importante para el paisaje cultural del país, que
durante décadas no supo atraer extranjeros y expulsó uruguayos.
No hay datos sobre la cantidad de extranjeros residentes salvo el último censo
del 2011, que confirmó su descenso constante durante más de cien años. Si el núme-
ro de estos nuevos migrantes fuera suficiente para aumentar ese 2% de extranjeros
de hace cinco años atrás estaríamos ante un cambio de magnitudes históricas que
no ocurre desde el siglo xix.
190 Felipe Arocena - Sebastián Sansone
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Los nuevos migrantes dominicanos en Montevideo 191