Poder, Agencia y Comunicacion Cap. 7
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Feminidades y masculinidades
en el occidente de México
Géneros, permanencias
y transformaciones
Feminidades y masculinidades
en el occidente de México
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Centro Universitario de la Ciénega
Este libro ha sido dictaminado mediante procedimiento de
doble ciego, y aprobado en su versión final por el Comité
Editorial del Centro Universitario de la Ciénega de la
Universidad de Guadalajara.
ISBN:
Primera parte
El género en la configuración de lo social
en el occidente de México
Segunda parte
Identidades de género: el sentido de ser mujer o ser hombre
7
Liliana Ibeth Castañeda-Rentería y Cristina Alvizo-Carranza
donde el género constituye uno más de los hilos que tejen la vida
social (Scott, 1986).
Los capítulos que integran esta obra buscan abonar al entendi-
miento del género como categoría histórica y social, mediante un
recorrido de larga data que tiene como objetivo el análisis de las
configuraciones de las identidades de género de mujeres y hom-
bres en distintos momentos de la historia del occidente de México.
Para ello es necesario conocer las representaciones de la historia
del pasado, pues, como nos dice Scott (2008: 20), “nos ayudan a
construir el género en el presente”; la historia, así, es un medio
necesario para la “comprensión del proceso que produce conoci-
miento sobre el género” (21). Como construcciones sociocultural
e histórica el género enmarca y define la experiencia de los sujetos
nombrados mujer(es) u hombre(s), desde sus distintos lugares de
enunciación y biografías. De ahí que resulta pertinente analizar,
no sólo cómo se construyen lo femenino y lo masculino en deter-
minada etapa histórica (Scott, 2008), sino también las experien-
cias que de lo femenino o lo masculino vive cada individuo.
Un primer paso para lograr lo anterior es, justamente, conocer
los aportes que la categoría de género ha hecho al conocimiento
histórico. En la que sección que sigue se abordará este tema. En el
segundo apartado se analiza la construcción de las identidades de
género.
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A manera de introducción: sobre cómo se constituyen las identidades de género
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1. Al respecto, véase el capítulo de Scott titulado “El mundo del trabajo a través de las
estadísticas. La “Estadística de la industria en París (1847-1848) (Scott, 2012: 158-
177)
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Si una es una mujer, desde luego eso no es todo lo que una es;
el concepto no es exhaustivo, no porque una “persona” con un
género no siempre se establece de manera coherente o consis-
tente en contextos históricos distintos, y porque se intersecta con
modalidades raciales, de clase, étnicas, sexuales y regionales de
identidades discursivamente constituidas. Así, resulta imposible
desligar el “género” de las instersecciones políticas y culturales en
que invariablemente se produce y se mantiene. (Butler, 2001: 35)
La propuesta de la autora es una crítica a las categorías de iden-
tidad que “crean, naturalizan e inmovilizan las estructuras jurídi-
cas contemporáneas” (Butler, 2001: 37). Fiel a este proyecto, But-
ler subvierte la relación sexo-género, de manera tal que argumenta
que el género “es el medio discursivo/cultural mediante el cual
la ‘naturaleza sexuada’ o el ‘sexo natural’ se produce y establece
como ‘prediscursivo’, previo a la cultura, una superficie política-
mente neutral sobre la cual actúa la cultura” (Butler, 2001: 40).
Así, la autora considera el género como performativo del sexo, por
tanto, un proceso continuo de producción de subjetividad a través
del ser-haciendo. “Dicho de otra forma, actos, gestos y deseo pro-
ducen el efecto de un núcleo interno o sustancia, pero lo hacen
en la superficie del cuerpo, mediante el juego de ausencias signifi-
cantes que sugieren, pero nunca revelan, el principio organizador
de la identidad como una causa” (Butler, 2001: 167). Para ella, el
género es el conjunto de actos que conforman el sexo, de ahí que
el género sea tratado como una constante y permanente actuación
mediante la cual se reafirma la identidad y cómo siempre está su-
jeta a subversión.
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Cuando Beauvoir escribe que el cuerpo no es una cosa, sino una situación,
significa que el cuerpo-en-el-mundo que somos, es una relación intencional
incorporada al mundo. Entendida como una situación en su propio derecho,
el cuerpo nos sitúa en el medio de muchas otras situaciones. Nuestra subje-
tividad siempre se materializa, pero nuestros cuerpos no sólo llevan la marca
del sexo. (Moi, 2005: 67)
¿Qué es una mujer? Mi respuesta es que no hay una respuesta a esa pregunta.
Si lo prefieren, yo puedo simplemente decir: “depende”. Los criterios que
hacen a una persona una mujer, dependen de quién está hablando, a quién le
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Bibliografía
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Primera parte
El género en la configuración de lo social
en el occidente de México
Capítulo 2
Del disfraz a la búsqueda de
empoderamiento. Travestismo femenino
y amor entre mujeres. Nueva España,
siglos xvii y xviii
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Algunas definiciones
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Nueva España, siglos xvii y xviii
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2. Hay una obra de teatro que montó Pérez de Montalván, Sonia Pérez (2002: 1443) y
existen dos películas basadas en las andanzas de Catalina, una mexicana, protagonizada
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Nueva España, siglos xvii y xviii
por María Félix (una de las actrices más famosas y conocidas del llamado “cine de
oro mexicano”) y dirigida por Emilio Gómez Muriel en 1944, Richard A. Gordon
(2004: 675); y otra versión española: “La Monja Alférez” de 1987, protagonizada
por Esperanza Roy y dirigida por Javier Aguirre http://www.filmaffinity.com/es/
film526529.html#
3. Este material está disponible en internet a través del proyecto de google books de libros
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Laura Alejandra Cruz Hernández
Salí del coro, tomé una luz y fuime a la celda de mi tía; tomé allí unas tijeras,
hilo y una aguja; tomé unos reales de a ocho que allí estaban, y tomé las llaves
del convento y me salí […] Tiré no sé por dónde, y fui a dar en un castañar
que está fuera y cerca de la espalda del convento. Allí acogime y estuve tres
días trazando, acomodando y cortando de vestir. Híceme, de una basquiña
de paño azul con que me hallaba, unos calzones, y de un faldellín verde de
perpetuán que traía debajo, una ropilla y polainas; el hábito me lo dejé por
allí, por no saber qué hacer con él. Cortéme el pelo, que tiré y a la tercera
noche, deseando alejarme, partí no sé por dónde […]
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Ella es de estatura grande y abultada para muger, bien que por ella no parez-
ca no ser hombre. No tiene pechos: que desde muy muchacha me dijo haber
hecho no sé qué remedio para secarlos y quedar llanos, como le quedaron: el
cual fue un emplasto que le dió un Italiano, que cuando se lo puso le causó
gran dolor; pero despues sin hacerle otro mal, ni mal tratamiento surtió el
efecto.
De rostro no es fea, pero no hermosa, y se le reconoce estar algun tanto
maltratada, pero no de mucha edad. Los cabellos son negros y cortos como
de hombre, con un poco de melena como hoy se usa. En efecto parece más
capón que muger. Viste de hombre á la española: trae la espada bien ceñida,
y asi la vida: la cabeza un poco agobiada, mas de soldado valiente que de
cortesano y de vida amorosa.
Solo en las manos se le puede conocer que es muger, porque las tiene
abultadas y carnosas, y robustas y fuertes , bien que las mueve algo como
muger (Citado por Ferrer, De Erauso, 1829: 126-127).
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Porque después que fuí á la iglesia restituido, salia de noche, iba á casa de
aquella señora, y ella me acariciaba mucho, y con son de temor de la justicia
me pedia que no volviese á la iglesia de noche, y me quedase allá; y una no-
che me encerró y se declaró en que á pesar del diancho [sic] habia de dormir
con ella, y me apretó en esto tanto, que hube de alargar la mano y salirme.
(De Erauso, 1829: 19)
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Y dije luego á mi amo, que de tal casamiento no habia que tratar, porque
por todo el mundo yo no lo haria: á lo cual él porfió, y me prometió montes
de oro, representándome la hermosura y prendas de la dama, y la salida de
aquel pesado negocio y otras conveniencias: sin embargo de lo cual persistí
en lo dicho. (De Erauso, 1829: 19)
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Nos fue mal, y nos mataron mucha gente y capitanes, y á mi alférez, y lle-
varon la bandera. Viéndola llevar partimos tras ella yo y dos soldados de á
caballo por medio de gran multitud, atropellando y matando, y recibiendo
daño: en breve cayó muerto uno de los tres: proseguimos los dos: llegamos á
la bandera, cayó de un bote de lanza mi compañero: yo recibí un mal golpe
en una pierna, maté al cacique que la llevaba y quitésela, y apreté con mi ca-
ballo, atropellando, matando y hiriendo á infinidad, pero mal herido […] caí
luego del caballo: acudiéronme algunos y entre ellos mi hermano, á quien no
habia visto, y me fue de consuelo. (De Erauso, 1829: 30)
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la verdad es esta: que soy muger: que nací en tal parte, hija de fulano y suta-
na: que me entraron de tal edad en tal convento, con fulana mi tia: que allí
me crié: que tomé el hábito: que tuve noviciado: que estando para profesar,
por tal ocasion me salí: que me fui á tal parte, me ‘desnudé, me vestí, me
corté el cabello: partí allí y acullá, me embarqué, aporté, traginé, maté, herí,
maleé, correteé, hasta venir á parar en lo presente, y á los pies de su señoría
ilustrísima. (De Erauso, 1829: 97)
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8. Abundo un poco más sobre estos casos en el último apartado de este capítulo con la
investigación de Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol (2006).
9. (Del vasco buruka “lucha”, “topetazo”). 1. f. Bulla, algazara. Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, página oficial en línea: http://buscon.rae.es/drae/
srv/search?val=boruca
10. Correspondencia del capellán de la casa de recogidas de enero de 1798.
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11. En la búsqueda en los archivos del agn, Gregoria no fue encontrada en otros procesos
judiciales.
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[…]con los autos formados por la Real Sala, remitidos por v[uestro] goberna-
dor al Trib[una]l con oficio de diez y siete de dic[iembre], mil ochocientos
dos. Dixo que se devuelvan estos con oficio del S[eñ]or decano a la Sala para
q[u]e proceda a lo que estime de justicia, respecto a que Gregoria Piedra esta
[…]dida por lo correspondiente, al S[an]to Oficio, con atención a que por
sus actuaciones no resulta provado crimen alguno de su privativa jurisdic-
ción y q[u]e los antecedentes se pongan en su [letra] como está dispuesto.
Así lo mando y firmo.
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12. Para esta autora, en el “continuo lesbiano” concurren, no sólo el deseo erótico
y amoroso de mujeres hacia otras, sino también una amplia gama de emociones
y experiencias identificadas con mujeres, es decir, son “muchas más formas de
intensidad primaria entre mujeres, inclusive el compartir una vida interior rica, el
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unirse contra la tiranía masculina, el dar y recibir apoyo práctico y político; si también
lo vemos como resistencia al matrimonio y en la conducta montaraz […]”.
13. Véase en particular el apartado “Mujeres que como ´hombres’ cortejaron a otras
mujeres y se casaron con ellas”, (pp. 75-82).
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Fuentes
Archivo General de la Nación. Ramo: Inquisición, Vol. 1349, Exp. 28, año
1796, fojas: 1-8; 1-4 (336-358).
Bibliografía
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Capítulo 3
Las representaciones mentales de la
belleza femenina como forma de opresión
en el siglo xix tapatío
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Dos amazonas
La tarde del juéves, dos hijas de Eva, fuertes y varoniles, tuvieron un duelo
en la cuadra que está á espaldas del Liceo de Varones. El duelo fue á puñal:
una de las combatientes resultó con dos heridas, una en el brazo y la otra en
el pecho.
La vencedora recibe los laureles que vds. quieran mandar en chirona.
(Juan Panadero, domingo 26 febrero 1882, núm. 996. bpej.)
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12. Los Mexicanos pintados por sí mismos, p. 94; “La china mexicana, mejor conocida como
china poblana”, (María del Carmen Vázquez Mantecón, 2000: 126).
13. “Primer mandamiento de las mujeres: la belleza. ‘Sé bella y cállate’, se le ordena, quizá
desde la noche de los tiempos.” (Perrot, 2008: 62).
14. La referencia al género femenino como “bello secso” o “bello sexo” es constante en la
prensa y la literatura de la época.
15. La belleza de la mujer es un componente casi obligatorio de su imagen, imagen que
construyen, en muchos casos, los hombres, y que sirve para darle un aspecto visual,
físico, al ideal de la mujer perfecta.
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Dadas estas definiciones cabe preguntar: ¿Cuáles son de estas mujeres las
más infelices?
Pues por lo poco que he podido ver, las más infelices son las bonitas.
(…)
En efecto. Hay mujeres bonitas que se hacen la vida pesada ellas solas.
Comienzan por tener un orgullo de princesas rusas, sin más fundamento que
su hermosura (…)
¡Pobres bonitas! Son entonces pordioseras del amor, que envanecidas con
sus triunfos de juventud, oyendo aun los mil piropos que se desgranaron
en sus oídos cuando fueron bellas, contemplan la ruina de su hermosura, el
desdén de los hombres y el supremo desencanto de la vida.
¡Oidme mujeres bonitas! No olvidéis que vuestra belleza es como la frescura
de las flores. Si gastáis la juventud en despreciar á los hombres, llega después
tiempo en que os agarráis de un tizón ardiendo!
kaskabel. (El Kaskabel, 10 noviembre, 1907, núm. 94)16
16. Las notas periodísticas que versan sobre esta dualidad mujer bonita/mujer fea son
frecuentes en la prensa de la época. La siguiente abunda en la misma cuestión. Escrita
por un hombre –como casi siempre sucede–, da razones similares para explicar por
qué las mujeres feas encuentran marido con mayor facilidad que las bellas:
La Gaceta de Guadalajara, 4 de mayo de 1902, núm. 14.
para las damas
bellas y feas; ¿quiénes son más virtuosas y felices?
(a continuación se incluyen varios fragmentos de la nota)
“La belleza es gloria, pero efímera.”
“La misión suprema de la mujer sobre la tierra es la familia” (y la belleza puede
interponerse entre ambas)
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“consignemos luego los hechos y sentemos que el número de las feas que se casan,
excede incomparablemente, en proporción, al número de las hermosas que logran
encontrar marido.”
“(…) la feas son más ‘casables’ que las bellas.”
(¿por qué?)
“La belleza embriaga á la mujer, la impregna de altivez, y de orgullo, la transforma
de sumisa en dominadora, de humilde en altiva, de esclava en emperatriz. La mujer
hermosa se cree con derecho á exigir todos los homenajes, á imponer todas las
humillaciones, á reclamar todas las abdicaciones. El marido de la mujer hermosa sabe
que no podrá ser amo en casa, jefe en su hogar, guía y conductor de su familia. Que la
paz doméstica habrá de costarle el sacrificio de todos sus derechos y la enagenación
de todas sus prerrogativas.
La mujer hermosa es cara y exigente. Casarse con una bella es un acto de lujo: solo
pueden pagárselo los millonarios. (…) La mujer hermosa pide sedas, joyas, flores,
tapices, moviliario y decorado en que encuadrar su belleza. Difícilmente se resigna
al percal familiar y á la florecilla entreabierta prendida de los cabellos. Quiere, en su
calidad de reina, diadema, trono, cortesanos.
De aquí un segundo inconveniente: la mujer no solo es cara, sino también es peligrosa:
nos casamos para tener una mujer cuyo único pensamiento seamos nosotros, que nos
ame exclusivamente, que solo de nosotros reciba agasajos, á cuyo oído solo hablen
nuestros labios, y la mujer hermosa vive rodeada de la admiración de todos, envuelta
en el deseo de muchos, mareada por el amor de algunos. De ahí para el marido una
perpetua desazón (…)
No así las feas. Lejos de exigir culto y veneración, prodigan dulzura y afabilidad.
Sienten que les es necesaria una dosis inmensa de virtud, de mansedumbre, de
docilidad y de benevolencia para hacerse amar y preferir en general, y derraman por
donde quiera bondad y ternura.
Sabedoras de que no les basta “llegar á ver” para “vencer”, se proveen de todos los
atractivos morales, se procuran todas las seducciones intelectuales para suplir la falta
de encantos físicos. La hermosa se cree con derecho á ser ignorante y tonta, y la fea se
siente obligada á ser inteligente é instruida, (…)
Y luego la fea se conforma fácilmente con una posición modesta, con el aislamiento
del mundo, con la reclusión en el hogar. No vienen á distraerla de sus latos deberes
de esposa y madre; ni el incienso de la adulación ni el aplauso de los extraños, y vive
contenta, resignada y feliz, al lado de su esposo y cerca de la cuna de sus hijos.
La naturaleza, que parece inexorable y despiadada con las feas, ha sido en el fondo
misericordiosa con ellas, no les ha dado el talle esbelto, el contorno delicioso, la carne
marmórea, la pupila de fuego, el perfil griego ni los labios de púrpura; pero, en cambio,
les ha otorgado, á falta de la del cuerpo, la belleza del alma, la virtud, la inteligencia, la
ternura y la consagración irrevocable á su esposo y á sus hijos. Dr. manuel flores.”
17. Véase nota anterior.
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II
18. Torres Septién cita al francés Verdollin. “Los relumbrones, la cargazón, el capricho
en la elección de los colores y dibujos extravagantes de su aderezo manifiestan un
afán vicioso de llamar la atención”. Este gusto por la sencillez y la austeridad en, por
ejemplo, el maquillaje fue común también en la Europa de la época –en historia del
vestido se le suele llamar “Belle Époque”–. Solamente en compañía del marido era
lícito y respetable el adorno, en palabras, de nuevo, de Verdollin: “La mujer casada
puede y debe adornarse cuando está presente el marido, y del modo que más le agrade
a él. La que se atavía con primor, cuando ni el esposo ni otro pariente la acompaña, se
expone a que las malas lenguas pregunten a quién quiere dar gusto con adornos tan
particulares” (Agostini, 2008: 286). Parece, además, que esta cuestión del rechazo del
exceso –exceso de belleza, pero también de afición por los accesorios complicados y
muy a la moda–, no fue privativa de México. Así, en Francia, por ejemplo, un escritor
consideraba que “the surest method for catching a husband is to appear ‘to have
simple tastes’’. (…) For a Young lady to have ‘simple tastes’ she must abhor cashmeres
and luxurious furs and utterly disdain expensive jewels and diamonds… until she finds
a good husband” (Perrot, 1994: 101).
“Too much is not comem il faut” (demasiado no es como debe ser), fue un dicho
común en la Francia del siglo xix, una suerte de mantra para aquellos miembros
de la élite que buscaban la “propriety” (decencia, buenos modales) como signo de
distinción respecto a las clases medias y bajas, en el campo de batalla diario del uso de
las fachadas personales como herramientas para la movilidad social. (Perrot 1994).
19. Philippe Perrot abunda sobre esta transferencia de la ostentación vestimentaria del
hombre a su esposa, en el contexto de la “gran renuncia” masculina –a los oropeles,
a los colores vivos, a cualquier signo de extravagancia en el vestir– que se produce
durante el siglo xix, en términos de vestido:
(…) bourgeois men displayed their glory or power in a oblique way, not through what
they were, but through what they owned. Men´s abandonment of sumptuous appea-
rance and acceptance of exile from their bodies endowed women with a new function.
The unchanged splendor of their toilettes and the opulence of their flesh signified the
social status and the monetary power of their fathers, husbands, or lovers, who amas-
sed wealth but did not exhibit it. (Perrot, 1994:.34).
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tercera ventaja: Que una mujer puede hacerse un vestido bonito y elegan-
te por un par de pesos que tiene que desembolsar su marido (se entiende si
es casada).
quinta ventaja: Que una mujer puede pintarse el rostro si está muy pálida,
y empolvárselo si está muy encarnado; y engordar a costa de su marido, para
salir a la calle, y enflaquecer á costa de la ropa cuando está en casa.
sesta ventaja: Que una mujer no entra en quintas ni sorteos, y puede que-
darse quieta y tranquila en su casa mientras su marido va á la guerra, y si lo
matan, se viste de luto para avisarlo á sus amigos lo mismo que si pusiéramos
papel de alquiler á una casa desocupada, y pronto encuentre quien la con-
suele y haga olvidar su pérdida.
sétima ventaja: Que una mujer en tiempo de calor puede tomar el fresco,
sin necesidad de quitarse la ropa, con tal de que se vista á la moda. (La Voz
de la Alianza, 10 de julio de 1849, bpej )
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Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
III
20. Al revisar la prensa tapatía decimonónica, el cuerpo femenino, como todo y como
un conjunto de partes, se menciona en contadas ocasiones –casi siempre son el pie
y/o el cutis las partes del cuerpo que se señalan, como veremos más adelante–, en un
ejercicio que personalmente identifico con el pudor. La belleza de las mujeres, sin
embargo, es motivo de poemas, de notas de moda, de anécdotas de humor, y hasta
de crónicas sociales. Una belleza cubierta y aderezada por vestidos, chales, joyas y
flores, elementos todos feminizantes –es decir, no intrínsecamente femeninos, sino
culturalmente, convencionalmente, asociados al género femenino, y que sirven para
marcarlo y fortalecerlo-.
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21. Julia Tuñón (2008: 21) se refiere a esto como un “imaginario sobre el cuerpo
cruzado de tensiones”. Queda pendiente un estudio en profundidad de los distintos
estereotipos de belleza en el México de la época, femeninos y masculinos.
22. “Contra los belgas”, La Mariposa, Periódico Semanario Dedicado al Bello Sexo, Año I,
núm. 4. bpej.
23. E inusual, por lo normalmente asimétrico de las dinámicas entre ambos géneros.
24. Si bien Madame Calderón de la Barca sse muestra extrañada por el gusto mexicano por
el pie pequeño, autores como Philippe Perrot (1994) han demostrado que esta afición
también se dio en otros países, como por ejemplo, entre la burguesía francesa .
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Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
Las mexicanas deberán tener entendido que por lo pequeño y bien formado
de sus pies, ejercen un poderosísimo influjo en su felicidad. ¿Cuántos hom-
bres se enamoran y casan solo por la influencia y atractivo de unos pulidos
pies? ¿Cuántos estrangeros se hacen católicos, se casan con una mexicana y
ganan tal vez hasta la gloria eterna, cuyas puertas hubieran hallado cerradas
á la hora de su muerte, á no ser porque el mágico atractivo de unos pies los
hizo entrar en el gremio de la iglesia católica?
(…)
Los escultores y los pintores dicen que es contra las reglas del arte y del
buen gusto un pié pequeño. Digan lo que quieran: nunca prevalecerán argu-
mentos que tienen en contra la opinión de todo el mundo, y lo que es mas,
la mía, que me salgo de misa por ver los primorosos piés de mis paisanas.
25. Una zona erógena se puede señalar tanto mostrándola como ocultándola. El artículo
de F. Núñez, en La Ilustración Mexicana, de 1851, sobre el pie de la mujer mexicana
ilustra esto a la perfección:
El calzado es un punto delicado, sobre todo para pies tan pulidos como los que
produce el Anáhuac: en París hay en eso una variedad inmensa, pero aquí no se
abandona el zapato negro de seda. Hay cosas que deben ocultarse, y una de ellas
es el pie; para ello habrá motivos fundados ó no los habrá; pero el caso es que
un pie femenino es una especia de secreto diplomático ó plan de conspiración, y
solo á un descuido se debe alcanzar á divisarlo. La Ilustración Mexicana, de 1851
tomo i, 1851, p. 117, hdnm.
85
Beatriz Bastarrica Mora
Pero hablemos seriamente. Nadie mejor que las mugeres conocen cuál
es la importancia de sus piés. Pues, ¿por qué empeñarse en quitarles la per-
feccion que les dio la naturaleza? (…)
Así pues, lo que deberá asear y adornar con mas esmero una muger, son
los piés (Museo Mexicano, 1843, Tomo ii, p.47).
Y como esto se les figura tanto á franceses como á germanos ó sajones, pien-
so, yo que conozco á mucha gente de esas procedencias, que por aquellas
lejanas tierras no tienen ni la más remota idea de lo que es un pie chiquito
26. Como ya he dicho, quizás esta afirmación deba ser matizada a la luz de las
comparaciones que se pueden hacer hoy en día entre lo que pasaba en México y lo
que sucedía, por ejemplo, del otro lado del Atlántico, en Europa
27. Las citas del siguiente párrafo pertenecen, en su totalidad, a este artículo.
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Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
La temible edad
87
Beatriz Bastarrica Mora
88
Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
89
Beatriz Bastarrica Mora
29. Es decir, que un cutis moreno remitía a las clases bajas por dos motivos: por la
asociación del fenotipo indígena con ellas, y por el hecho de que los miembros de
estas clases trabajaban, y lo hacían, además, realizando actividades físicas al aire libre,
bajo el duro sol. Esto, desde luego, tampoco fue privativo de México (Perrot, 1994).
En ocasiones los anuncios de productos para blanquear la piel fueron relativamente
sutiles con la cuestión, pero otras veces sus mensajes fueron directos y, a ojos actuales,
resultan racistas. En una escala ascendente en lo relativo a esto, sirvan los siguientes
ejemplos:
avisos
¡interesante
para las señoritas!
cascarilla de caracol de persia
para blaquear y embellecer la cara
e. rimmel- londres
Esta admirable e inofensiva preparación, es usada por las mujeres de Circasia y
Georgia, para dar al cútis la blancura de la perla y la suavidad de la seda.
Hace desaparecer todas las manchas de la cara, comunicándole salud y hermosura.
Puede emplearse con el mismo buen resultado para blanquear y suavizar el
cuello, los brazos y las manos. Produce un efecto tan extraordinario que no se
puede distinguir del color natural.
Tiene un perfume esquisito (sic), y es verdaderamente un artículo indispensable para
el tocador de las señoras.
Único depósito en la botica de Lázaro Pérez. Guadalajara.
precio del paquete--à un peso
Juan Panadero, Jueves 31 octubre de 1872, núm. 25. BPEJ.
-----------------------------
“jabon de leche de burra. blanquea que es una barbaridad.”
El Kaskabel, 16 junio 1907, núm. 59. BPEJ.
-----------------------------
“Quiere usted ser blanco?
jabon de leche
Depósito: Droguería Continental”
El Kaskabel, septiembre 2 1906, núm. 11. bpej.
----------------------------
“¡guerra a los prietos! jabón de leche de burra!”
El Kaskabel, 13 junio 1907, núm. 58. bpej.
30. avisos
hermosura y juventud
roscina del japón
Para dar á las mejillas el color suave y delicado de la rosa. El matiz que produce no se
distingue del natural, y comunica al cútis la frescura, lozanía que son la base de la
belleza.
La Rosina del Japón y la Cascarilla de Caracol de Persia son para las señoritas un precioso
talisman para conservarse siempre hermosas.
Un pomo vale…….. $0 50 c
La docena………….$ 4 50 “
Único depósito en la Botica de D. Lázaro Pérez.
Juan Panadero, jueves 27 marzo 1874, núm. 67. bpej.
90
Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
91
Beatriz Bastarrica Mora
31. Ignorando los atractivos que le quedan, libre del cuidado de su casa, no teniendo
ya por nada el mundo, ni sus vanidades, vuelve a hallarse en el seno de los suyos, a
quienes prodiga los tesoros de su experiencia. L. (Aimé Martin, de El Correo de las
Señoras, 1885, citada por Montero recoder en Tuñón 2008 p. 315).
De hecho, existió durante el Porfiriato entre los medios escritos la idea de que, entre
las mujeres, no había que esperar a la vejez para ralentizar y encerrar el estilo de vida
tras las paredes del hogar:
Cuando toma el augusto carácter de sacerdotisa del hogar, cuando recibe el santo
nombre de madre, cambia de costumbres; su amor á las fiestas se extingue; su aturdi-
miento juvenil se calma, su pasión á las galas se amortigua. La mujer mexicana es el
ángel custodio del hogar, y vela en la alcoba de su hijo, sin que ninguna fuerza tenga
poder bastante para arrancarla de allí. (El Regional (diario católico), 1905, núm. 207,
p. 4, citado por Meza Bañuelos en Vázquez Parada, 2008 p.154).
Y, al mismo tiempo, también funcionó un estereotipo de mujer frívola de posición
acomodada y actitud despectiva para con los que la rodeaban, que puede encontrarse
en la literatura, por ejemplo en las novelas de Rafael Delgado. “Para este tipo de
mujeres”, dice Cristina Concepción Meza, “lo más importante era participar en los
mejores bailes de la ciudad, acudir con los vestidos más modernos a las noches de
teatro o seguir los dictados de la moda francesa en cualquier ámbito” (Meza Bañuelos
en Vázquez Parada 2008 p. 158).
92
Las representaciones mentales de la belleza femenina como forma de opresión en el siglo xix tapatío
32. A estas alturas, y tras todo lo expuesto en las páginas precedentes, ya no debería
extrañarnos la valoración negativa, desde el discurso dominante, de lo femenino en
relación con lo masculino.
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Bibliografía
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Archivos consultados
Fuentes hemerográficas
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Capítulo 4
Construcciones masculinas durante y
después de la Revolución Mexicana.
El caso de los tranviarios de Guadalajara
(1914-1934)
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El caso de los tranviarios de Guadalajara (1914-1934)
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5. El proceso que vivieron las mujeres no fue distinto, también se enfrentaron a la crisis
posterior a la revolución y a la falta de trabajo.
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11. ahj, Trabajo sin clasificar, 1925, Caja 80, Exp, 1722; “Sangrienta riña entre tranviarios”
El Informador, miércoles 18 de marzo de 1925.
12. “Uno de los responsables de la muerte de Porfirio Rodríguez fue declarado ya
formalmente preso”, El Informador, viernes 8 de mayo de 1925, 4.
13. agn, Ramo Presidentes, Lázaro Cárdenas, Caja 372, Exp. 432/9.
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Cristina Alvizo Carranza
Primero los insultos diríjanselos de tranvía a tranvía, pero luego Núñez paró
a media cuadra al que guiaba y bajándose, viró hasta el de Analco-Belén, en
donde estaba su contrincante y después de insultarlo nuevamente, recibien-
do contestación en la misma forma le hizo un disparo aunque sin ser blanco.
Entonces Bonillas a su vez sacó su revólver y disparó sobre Núñez, hiriéndo-
lo mortalmente en el pecho.15
Núñez, ya gravemente herido, se fue corriendo desde aquel lugar para in-
troducirse al zaguán de una vecindad que se encuentra en la misma calle
de Sarcófago número 423, hasta donde le siguió su contrincante pistola en
mano. Todavía al presentarse Bonilla en la puerta de la vecindad, Núñez le
hizo varios disparos, aunque sin herirlo y después se entabló entre ambos
una tenaz lucha cuerpo a cuerpo que terminó en el desfallecimiento del se-
14. ahj, Trabajo sin clasificar, 1925, Caja 80, Exp. 1722.
15. “Un motorista dio muerte a otro ayer por la mañana”, EL Informador, Guadalajara,
jueves 24 de diciembre de 1925, p. 1.
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El caso de los tranviarios de Guadalajara (1914-1934)
16. “Un motorista dio muerte a otro ayer por la mañana”, EL Informador, Guadalajara,
jueves 24 de diciembre de 1925, p. 1.
17. ahj, Trabajo sin clasificar, 1925, Caja 80, Exp. 1722.
18. “De Plateros al Portal Quemado. Polvorones”, El Informador, miércoles 29 de enero de
1926, p. 1.
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19. ahj Trabajo sin clasificar, 1926, Caja 94, exp. 2092.
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El caso de los tranviarios de Guadalajara (1914-1934)
Cuadro 1
Lista de algunos de los tranviarios despedidos
en 1924 y que interpusieron demanda ante la
Junta Central de Conciliación y Arbitraje
Fuente: Elaboración propia a partir de ahj Trabajo sin clasificar, 1926, Caja 94,
exp. 2092.
20. Ibidem.
21. ahj Trabajo sin clasificar, 1926, Caja 94, exp. 2092.
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25. bpe-fe, “Varios tranviarios se dieron de alta para batir a los rebeldes”. El Sol,
Guadalajara, lunes 9 de mayo de 1927, 1.
26. Ibid., p. 4.
27. En la década de 1930, los tranviarios apoyaron la educación socialista que provocó un
nuevo levantamiento armado conocido como la “Segunda cristiada” (1934-1938).
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El caso de los tranviarios de Guadalajara (1914-1934)
28. bpej-fe, “El trágico suicidio del líder obrero Castellanos”, Las Noticias, Guadalajara,
sábado 1 de septiembre de 1928, p. 1; “Se suicidó el joven Arturo Castellanos”, El
Informador, Guadalajara, sábado 1 de septiembre de 1928, p. 1.
29. Por domesticación se entiende la pérdida de autonomía y libertad del movimiento
obrero, así como la sustitución de los líderes independientes por otros más sumisos.
(Matshushita, 2006: 352); María Teresa Fernández Aceves (2012: 120) usa el término
domesticación “para referirse a las negociaciones entre el movimiento obrero
organizado y el Estado revolucionario para transformar el radicalismo y autonomía
del primero en una relación más estrecha con el Estado a cambio de apoyo estatal y el
cumplimiento de sus demandas laborales”.
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30. “Para resolver el problema de los sin trabajo”, El Informador, lunes 25 de febrero de
1929, p.1.
31. “Ayudando a las empresas o inversiones de capital es como hay trabajo”, El Informador,
martes 9 de abril de 1929, p. 1.
32. Este fenómeno es definido por Mary Kay Vaughan como la “domesticación de la
masculinidad violenta”, véase la introducción de Vaughan, Portrait of a Young Painter:
Pepe Zuniga and Mexico City’s Rebel Generation…
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El caso de los tranviarios de Guadalajara (1914-1934)
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Conclusiones
33. Es importante señalar que si bien el movimiento obrero de los camioneros no demostró
la combatividad de los tranviarios, tampoco fue del todo sumiso. En 1929 un grupo
de trabajadores se enfrentó al sutaj y en 1929 creó el Sindicato Revolucionario de
Automovilistas Jaliscienses (sraj). ahj, Trabajo sin clasificar, 1929.
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Archivos
Bibliografía
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Segunda parte
Identidades de género: el sentido
de ser mujer o ser hombre
Capítulo 5
La apropiación del espacio íntimo, la
administración del tiempo y la investidura
femenina en los principios del siglo xxi
Liliana I. Castañeda-Rentería1
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La apropiación del espacio íntimo, la administración del tiempo
y la investidura femenina en los principios del siglo xxi
Aunque este trabajo ubica su análisis a mediados del siglo xix, nos
es útil para pensar las transformaciones que en nuestros contextos
presenta la feminidad en un momento histórico donde el trabajo
profesional es realizado por cada vez más mujeres y, sobre todo,
para preguntarnos qué transformaciones en los ámbitos subje-
tivo e identitario ha operado en algunas mujeres el colocar como
centro de su vida su desempeño laboral.
La profesión y el trabajo son ahora parte fundamental de la
constitución de los sujetos femeninos; en algunos casos, la activi-
dad profesional es el eje articulador de dicha configuración iden-
titaria. Una de las implicaciones de que el trabajo profesional sea
el eje organizador de la vida y configurador de las identidades es
la forma en que las mujeres profesionistas que trabajan conciben
su “tiempo libre” y el cómo construyen y experimentan lo privado
en sus espacios doméstico e íntimo. La primera sección de este
capítulo dará cuenta de ello.
Los resultados presentados en este capítulo forman parte de
un proyecto más amplio en torno al sentido de la maternidad-no
maternidad en mujeres profesionistas. En este texto se presen-
tan sólo aquellos resultados relacionados con las formas en que
las mujeres profesionistas construyen/viven la dicotomía espacio
público-privado y desde dónde significan su cuerpo como femeni-
no en la ausencia de hijos(as). Los relatos fueron obtenidos en 21
entrevistas a mujeres profesionistas no madres, todas ellas mayo-
res de 38 años.
Algunas de las preguntas que guían la discusión son: ¿de qué
manera las mujeres constituidas de manera importante desde el
espacio público (profesional) construyen y viven lo privado?,
¿cómo conciben el tiempo libre?, ¿qué sentido tienen los queha-
ceres domésticos en su experiencia como mujeres?, ¿cómo conci-
ben la soledad o/y la compañía? A partir de esas preguntas busco
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y la investidura femenina en los principios del siglo xxi
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Algunas de las preguntas que guían esta sección son las siguien-
tes: ¿Qué papel tiene el cuerpo en el proceso de subjetivación?,
¿cuál es el cuerpo que define nuestra experiencia como sujetos: el
cuerpo carne, el cuerpo vestido?, ¿cuál es la situación que define a
un cuerpo como femenino?, ¿qué atributos emocionales, actitudi-
nales, espirituales, corporales entran en juego/tensión/contradic-
ción cuando los sujetos se definen como mujeres?
En la entrevista se les preguntó a las informantes en dónde
estaba la piedra angular de su feminidad. A diferencia de la ma-
yoría de las respuestas que dieron a las otras preguntas, sus ex-
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Pues fíjate que viví mucho esa parte y yo no sé si esté bien o mal, con la
parte de la protección y la maternidad, aunque no tenga un hijo, creo que soy
muy protectora, incluso con mi pareja a veces me han dicho que soy como su
enfermera o como su ambulancia (risa), ¡sí, es cierto! Estoy consciente de eso,
incluso una amiga que es terapeuta, me ha dicho que soy muy protectora con
mi familia, muy… que estoy ahí, que pienso que si no estoy yo, algo va a pasar
y tal vez esa parte de proveer, aunque esa parte de proveedora es más de la
parte masculina no sé, esa parte de protección y maternidad.
mi mamá es la mujer que yo quisiera ser en el sentido ése de ser mujer […]
Es una mujer muy femenina, es una mujer que está para los demás, sabe
afrontar problemas, eso le admiro. Da muy buenos consejos. Mi mamá se
sacrifica por los demás, ésa es una cosa que le admiro. Mi mamá es protec-
tora, nos golpeaba mi papá y todo y llegaba un momento en el que mi mamá
lo veía y no se quedaba con los brazos cruzados y también a ella le tocaban
muchas putisas… es paciente cosa que yo lo he aprendido por ella, es inte-
ligente, es muy sagaz y es muy observadora, mi mamá no es explosiva, mi
mamá se guarda y observa y analiza y a veces actúa […] Jamás mi mamá me
dijo una mala palabra.
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y la investidura femenina en los principios del siglo xxi
pareja. Roberta recuerda muy bien una frase que esa mujer le dijo
cuando empezaron a conocerse: “que te quede bien claro, a mí me
gustan las mujeres, no los vatitos. Ya no está de moda andar con
marimachos y la feminidad está muy valorada”.
La frase retumbó con fuerza en la mente de Roberta, quien en
aquel momento era, según sus propias palabras, un vatito. Llevaba
el cabello corto, vestía pantalones de mezclilla y playeras de hom-
bre, no usaba maquillaje; su medio de transporte es hasta ahora
una motocicleta y pesaba 120 kilogramos. Motivada por el enamo-
ramiento y preocupada porque empezaba a presentar síntomas de
desajustes de presión y azúcar, Roberta decidió someterse a una
estricta dieta con la que en tres años bajó 70 kg. Un año antes de
que se realizará esta entrevista, se sometió a una abdominoplastia,
cirugía que consistió en cortar la piel sobrante de su abdomen,
piernas y brazos. Además, dice con orgullo, “me compré chichis
nuevas”.
Ante mi cara de incredulidad, supongo, o quizá por el orgullo
que le da su historia, me mostró fotografías en su Facebook de
la transformación de la que me había hablado momentos antes.
En ellas parecería que está un hombre con amigos de un club de
motocicletas, tomando cerveza. En contraste, la última que había
publicado en su muro mostraba a otra persona: tacones altos, un
vestido largo con un amplio escote en el pecho, peinada, maqui-
llada, con aretes y, sobre todo, la manera en que posó y encarnó
la feminidad que la vestía. Al final dijo con una gran carcajada,
“¡ahora resulta que soy la reivindicación del lesbianismo!”.
El caso de Roberta muestra claramente cómo la feminidad está
configurada a través de atributos culturales, construida a partir de
la idea de cómo es un cuerpo femenino materialmente y cómo
debe presentarse, vestirse, para ser considerado de mujer. Los
casos de estas mujeres dan muestra de cómo la configuración de
las categorías identitarias nunca es del todo lisa o con ensamble
perfecto; las adscripciones identitarias obedecen a construccio-
nes históricas y sociales de lo que se considera femenino, que no
desaparecen y coexisten con formas actuales de experimentar esa
feminidad. Además, es claro cómo esta idea de lo femenino sigue
mostrando evidencias de la idea patriarcal de la mujer y, si bien
ahora no constituye el núcleo organizador de la configuración
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Notas finales
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Bibliografía
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Capítulo 6
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experiencias laborales de mujeres
con carreras profesionales exitosas
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Así, nos advierten Davidson y Cooper (1992) que ante estos ele-
mentos habría que tener una mirada crítica para poder identificar
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Metodología
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Participantes
Tabla 1
Participantes
Criterios de inclusión-exclusión
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Hallazgos
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Mira siempre le dicen los padres, los abuelos, los maestros a uno que por ser
mujer no puede levantar cosas, correr rápido, ir para acá, hacer esto y hacer
aquello, yo creo que la diferencia no está ahí, está en esos que te dicen que
no vas a poder, uno se la cree y eso sí que se convierte en un daño, yo he
conocido mujeres que trabajan, pueden más que los hombres, se levantan,
van al campo, se encargan de la casa y de todo. Imagínate si las mujeres bio-
lógicamente fuéramos más débiles como podemos soportar los partos, las
desveladas; todo soporta uno como mujer (Berenice, 29 años).
El hecho de ser mujer no tiene limitaciones, las limitaciones las trae el con-
texto donde tú te vas desarrollando, por los esquemas culturales que a veces
no son tan favorables porque encuentras motivaciones e inquietudes que tú
traes y que no checan con el esquema en el que tú estás y al tratar de rom-
perlos pasa a ser una limitación o un obstáculo no insalvable, pero sí difícil.
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Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
Más que limitaciones, hay retos, pues siempre como mujer tienes que de-
mostrar al doble o al triple el trabajo que realizas, para ser tomada en cuenta,
eso no le pasa a los hombres, ellos se van y toman [alcohol] con los jefes o
colegas y con eso ya tienen todo resuelto. En mi caso han sido más los retos
que las limitaciones (Alondra, 42 años).
Mira, todos sabemos que sí hay diferencias entre hombres y mujeres. Uno
hasta para ser escuchado tiene que luchar más, ganarse más las cosas. Es di-
fícil, me ha costado, pero creo que he demostrado que merezco estar donde
estoy, me he desvelado, he hecho más que ellos, en las reuniones he dado
mejores ideas que cualquier hombre, me he preparado más para las eva-
luaciones de asenso, yo misma me he dicho que es la forma de que no te
puedan decir que no. Es difícil, no te creas, a veces me canso o me frustro
porque no debería ser así, pero cuando ves la recompensa, pues sí vale la
pena (Socorro, 46 años).
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Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
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Ha habido unos cargos que los he buscado, los he peleado y los he logra-
do. Tiene mucho que ver con las personas que me he encontrado en esos
momentos, pero siempre es importante reconocerlo, también ha sido por
mi trabajo, pues las mujeres no valoramos lo que hacemos, siempre pen-
samos que alguien nos ayudó o que si por las circunstancias, que claro son
importantes, pero mucho tiene que ver uno, y yo creo que soy una persona
responsable, que me dedico a los proyectos a veces hasta de más. Es ese ha-
cer todo lo que los demás esperan de ti, y ese lograr todo lo que los otros no
pensaron que podías hacer. Lo malo es que a veces eso se vuelve una tarea
cansada (Maribel, 42 años).
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Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
No ha sido fácil, tengo diez años de casada y tengo dos hijos varones. Siempre
he tenido el apoyo y admiración de mi esposo y de mis hijos también; siem-
pre que he podido compartir con ellos lo que hago, me da gusto que ellos
173
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se sientan orgullosos y que sepan que estoy haciendo algo por ellos y por la
demás gente, y si es complicado. Siempre queda la parte cultural del senti-
miento de culpa, que digo no estoy con mis hijos, no estoy con mi esposo,
no he ido a fiestas o reuniones familiares y son horas que le quitas a la fa-
milia. No ha sido sencillo y he procurado estar con ellos y, lograr espacios
de convivencia familiar, compartir como una mamá normal y me gusta que
mis hijos sepan que es parte de mi trabajo, como el trabajo que desempeñan
otras personas, aunque ellos a veces sientan mi ausencia […] esto también
es parte del proyecto de familia, de vernos y pensarnos, cómo queremos que
nos vean los hijos y hasta dónde queremos llegar (Berenice, 29 años).
174
Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
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Karla Alejandra Contreras Tinoco
Yo aprendí a ver a mis tías como unas mujeres fuertes que salieron adelante
en la vida. Por ejemplo, varias de ellas eran profesoras, profesoras que na-
cieron en 1910 o un poco después; a su vez ellas quedaron huérfanas, fueran
criadas por la mamá y por dos hermanos, pero ellas tomaron una postura
muy fuerte en la familia. La mamá de ellas dijo que tenían que estudiar, en
aquellos tiempos no era fácil que la mujer estudiara y, bueno, se inscribieron
en la Normal para ser profesoras.
Mi abuela, más allá de lo que le decían, tuvo la convicción de que sus
hijas tenían que estudiar y lo que había a la mano era la Normal. Entonces
ellas empezaron a luchar contra viento y marea. Ellas como figuras femeni-
nas tenían que estudiar y entonces luego me tocó hacer eso a mí (Socorro,
46 años).
176
Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
“Yo recuerdo que yo en la normal obtuve los primero lugares y por ese pro-
medio fue lo que me permitió entrar rápido a trabajar. Para mí fue todo un
reto mostrar que podía y que era buena, pero como quería estar tuve que es-
forzarme más que los demás, de ahí me invitaron a participar en un proyecto
de educación especial (Socorro, 46 años).
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Habitando un nuevo cuarto: experiencias laborales de mujeres con carreras profesionales exitosas
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Karla Alejandra Contreras Tinoco
Conclusiones
En este trabajo, algo que ha sido saliente es que, en efecto, las expe-
riencias y las estrategias que han usado las mujeres participantes
de este estudio para acceder, permanecer y adquirir un lugar en
los espacios laborales han sido múltiples, desiguales y han tenido
diversos costes y significados para nuestras informantes, lo que
daría cuenta de que es necesario hablar sobre las experiencias de
las mujeres, y no solamente de la experiencia femenina como si
fuese una sola. Para ello es importante situar el concepto desde
una dimensión amplia que posibilite y reconozca que las mujeres
estamos inmersas en múltiples posibilidades (Castañeda, 2015).
Cada una de las informantes buscó estrategias, recursos, ma-
niobras y motivaciones dentro de su historia personal, de su red de
vínculos o de sus características “personales” para incorporarse y
ser aceptadas en algún escenario laboral. Sin embargo, las lógicas
de acción, organización y las demandas ya instituidas en los siste-
mas laborales, jamás fueron cuestionadas o interpeladas por ellas.
Esto es sino de que, tal como lo propone Foucault (1998), el sujeto
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Bibliografía
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Capítulo 7
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la transformación de la masculinidad
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4. Cf.: “Este enfoque de la masculinidad como algo que los hombres hacen ha alumbrado
una industria de catalogar ‘tipos’ de masculinidad: gay, negra, Chicana, de clase obrera
o media, asiática...” (Pascoe, 2007: 8; la traducción es mía).
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5. Un buen ejemplo de este tipo de discurso es un editorial donde Rod Eccles (2015) se
escandaliza porque “un hombre moderno no posee un arma ni quiere poseerla”; texto
ilustrado, ¡cómo no!, con un fotograma de John Wayne.
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son hombres” (Carlson, 2015: 4). Esta cultura de las armas típica-
mente estadounidense (pero cada vez más globalizada debido a la
guerra contra las drogas y el entretenimiento masivo; Fruehling,
2007) da una nueva vuelta de tuerca a la violencia típicamente he-
gemónica masculina, justificándola como necesaria en un mundo
cada vez más caótico, impredecible y hostil (o, lo que es lo mismo,
líquido). Pero satisface, además, las necesidades de reconfirmación
y homosocialidad masculinas (desde una lógica de “si ya no puedo
mantener a mi familia, al menos puedo protegerla”):
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que, según uno de los más famosos pua, las mujeres son “como ga-
tos”: no obedecen las órdenes, pero puede tentárselas a perseguir
algo que las atraiga , por tanto, pueden decir que no con palabras
mientras que su cuerpo traiciona su verdadero deseo, lo que justifica
que el player insista y conduce a acciones que bordean el acoso o el
abuso (“Despierta las emociones inscritas en su cerebro. Controla
y dirige cada momento que compartas con ella… para ella… Sólo
dile ‘shh’ y arrímate a ella… Deja que la conversación se disuelva”;
Mystery, 2007, cit. en Denes, p. 416, la traducción es mía).
El esencialismo sexista de esta metáfora darwinista es eviden-
te; no lo es tanto la tendencia misógina de buena parte de la misma
psicología evolucionista, discutida ya por varios autores (Kimmel,
2010; Rose y Rose, 2000). El tipo de audiencia a que se dirigen los
pua en sus blogs, cursos y libros, la dinámica que los caracteriza
y el contenido de sus textos parecen confirmar que, al igual que
Gamergate y que la casi totalidad de grupos de defensa de los “de-
rechos masculinos”, se trata de un intento de recuperar espacios
de homosocialidad excluyente reconfirmando la masculinidad de
sus participantes mediante manifestaciones exageradas de estatus
y violencia simbólica hacia el Otro despreciado; por turnos, las
mujeres que se niegan a tener relaciones (“bitches”) y los hom-
bres impotentes, débiles o ingenuos –a quienes llaman “omega”, el
opuesto del “alfa” y último miembro de la imaginaria jerarquía de
estatus masculino, o más burlonamente, “mangina”, combinación
de “hombre” y “vagina” que sugiere un hombre castrado, feme-
nino y pasivo–.6 Por tanto, por debajo de su objetivo explícito,
la principal preocupación de los pua no es, después de todo, dis-
frutar del sexo con la mayor cantidad de mujeres posible, sino re-
afirmar a través de ello su propia masculinidad (Flood, 2008). Para
ellos, como para todo varón generizado por una cultura patriarcal,
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Hombres y mujeres son diferentes. Muy diferentes. Pero a las mujeres les
gustaría que los hombres fueran más como ellas… en mis conversaciones con
hombres de todo tipo es eso lo que más se repite. La resignación de que
ser un hombre es inaceptable para la mujer en tu vida. Un amigo cercano
bromea diciendo: “Cuando hablo con mi mujer me aseguro de mirar al suelo
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7. Compárese con este “manifiesto” de un sitio en habla hispana: “Nosotros, los hombres,
miramos hacia adelante porque ya lloramos con vosotras más atrás… Ser mujer es algo
que no se os pone nunca en duda. Ser hombre es algo que tenemos que ganarnos. Ser
mujer puede que sea más difícil, pero ser hombre ni siquiera está garantizado. Llámalo
patriarcal si quieres, pero a mi me gusta así. Nosotros los hombres reconocemos a los
que lo son de los que no. Nosotros los hombres no llamamos hombre a cualquiera.
Igual que vosotras, eso es algo que nos lo tienen que demostrar. Hay que ganárselo”
(Taramona, 2014).
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Te encuentras charlando con una mujer atractiva cuando de repente ella fin-
ge saludar a un amigo a tus espaldas y sin siquiera disculparse se marcha. Te
hundes en la vergüenza, y sigues hundiéndote meses después mientras yaces
en la cama recordando el evento.
Tu hermano, un Marine, quiere que salgas con él y sus amigos del pelo-
tón, y te pasas la noche mirándolos y sintiéndote ajeno. Comparten sus his-
torias de guerra sin que puedas aportar nada, y a nadie le interesa tu trabajo
de contador. No puedes evitar sentirte inferior, como un cobarde citadino.
(Brett, 2015)
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con los otros que “The Art of Manliness” atribuye a la biología del
varón, se explican mejor por el grotesco aumento de la inequidad
en las sociedades occidentales durante las últimas décadas (que
trae consigo, además, múltiples problemas de salud pública y go-
bernabilidad; Wilkinson y Pickett, 2010); y, a su vez, al naturalizar
dicha ansiedad y la competencia por el estatus anestesiando el ma-
lestar ante las desigualdades con el láudano de la autosuperación,
este tipo de discursos normaliza y empeora la desigualdad aumen-
tando la fragmentación social.
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Poder, agencia y comunión: obstáculos en la transformación de la masculinidad
...es una mujer joven, apartada de los estándares de belleza del sex symbol
femenino, débil y frágil en su cuerpo físico pero fuerte y determinada en su
psicología. Consciente de las marcas de su niñez, sin represión de la violencia y
con deseos de restablecer la justicia incluso tomándola por su propia mano…
No hay atisbo de perdón ni de compasión en la heroína de Millenium contra sus
agresores, incluido su propio padre, su hermano y su padre social, su tutor.
Ellos son marcados primero, con la marca en su cuerpo, y castigados des-
pués… Esta mujer no sólo usa la violencia sino que se desmarca de la sumisión
a las autoridades familiares… (Fernández Villanueva, 2010: 101; las itálicas
son mías).
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9. Por una razón muy sencilla: cuando tienes gran influencia y control sobre el mundo, lo
más sensato es acrecentarlos diferenciando tus actos y objetivos de los demás; cuando
tienes poca, lo más sensato es acrecentarlos unificándola con los objetivos y actos de
otros igual de débiles.
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10. Una vez más, esto no debe interpretarse como si existiera una supuesta “esencia” o
“energía” femeninas o masculinas, como si la experiencia del acto sexual estuviese
determinada por su mecánica o incluso como si el paradigma del mismo fuese el
encuentro heterosexual o entre “activo” y “pasivo”: sólo cabe concluir que las nociones
de comunión y agencia definen una dimensión a lo largo de la cual los individuos, los
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Poder, agencia y comunión: obstáculos en la transformación de la masculinidad
mos en un caso un relato del origen del mundo que hace hincapié
en el empujar algo alejándolo de uno, en la emanación y el desple-
gar. En el otro caso tenemos un relato que destaca el hacer algo, la
creación activa, el revestir y dar forma a algo que antes no existía”
(Munz, 1964: 142).
En las cosmogonías creacionistas, el Creador es esencialmente
distinto de su creación y el objeto de toda religión es salvar esa dis-
tancia entablando una relación entre ambos; en las emanacionistas,
el creador y la creación son una sola esencia que, bajo el velo de
la Ilusión, se nos presenta como separada y el objeto de toda reli-
gión es traspasar ese velo descubriendo que en el fondo somos uno(a)
solo(a). Por consiguiente, cada cosmogonía trae consigo la semilla
de su destrucción, que sólo puede neutralizarse con la esencia de
su contraparte: en el creacionismo, el amor entre creador y cria-
tura; en el emanacionismo, la conciencia de la unidad subyacente.
En esto también fue Munz un precursor; dos años después,
Bakan (1966) sostendría que la orientación agéntica, aunque útil,
podía volverse tóxica si no era “mitigada” por la comunión. En
efecto, como apunta Helgeson (Helgeson y Fritz, 1999), la “agen-
cia no mitigada” implica ser “hostil, cínico, codicioso y arrogante”
y poner las necesidades propias siempre por delante de las de los
otros, lo que se asocia con “interacciones negativas con los demás,
baja auto-estima, malestar psicológico… y conducta poco saluda-
ble” (145); la “comunión no mitigada” supone “poner las necesi-
dades de los demás antes que las propias, preocuparse en exce-
so por los problemas de los demás y ayudarlos a costa del propio
bienestar” (132), lo que conduce a “ofrecer apoyo al resto pero no
darse cuenta de que se está disponible para uno mismo” y a pro-
blemas relacionales y de salud (146).
Volviendo a los movimientos masculinos que he reseñado,
¿qué son sino intentos de recobrar el poder, legitimar el privile-
gio y encumbrar la agencia?11 Pues más allá de sus despliegues de
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13. O haber asistido al sufrimiento de una pareja, o ser querido presa de una enfermedad
terminal, con el consiguiente sentimiento de impotencia, o a la vulnerabilidad
indefensa de un(a) hij(a) en un contexto propicio, experiencias ambas que retrata
hábilmente Medina (2000), que concluye: “Esta nueva manera de enfrentarme con
mi masculinidad, mediante la práctica paterna, seguro que está relacionada con mi
historia personal, es decir, con la madre que siempre estuvo a mi lado cuando era un
bebé y un niño y que hoy forma parte de mi identidad como hombre, así como con mis
actuales circunstancias, que con la enfermedad de mi esposa y su posterior muerte me
hicieron interactuar día a día con mis hijos de forma distinta, descubriendo no solo
una forma de vida difícil y agobiante, sino también fascinante, desafiante, interesante
y altamente satisfactoria”.
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14. “Conocer es amar y amar es conocer. Cuando estamos absortos en algo que nuestro yo
ama… nos encontramos en un estado de casi total inconsciencia. Nos olvidamos del yo
y en ese momento una fuerza incomprensible que está más allá del yo obra sola con
toda su majestad; entonces no hay sujeto ni objeto; sólo se trata de la verdadera unión
de sujeto y objeto” (Nishida, 1995: 227).
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15. Nótese que muchos varones encubren o justifican su dominación apelando a una
versión perversa de esta perspectiva según la cual la mujer carece de las capacidades
necesarias para tomar decisiones adecuadas para la familia o controlarse como es
debido, y el hombre, por tanto, tiene que “gobernarla” imponiendo su “autoridad” sin
acudir a la violencia (física, pero sí a la psicológica, económica o incluso sexual, que
no son entendidas por lo general como violencia; cf. Ramírez, 2005: 275 y ss). Que
se trata de una concepción agéntica y no comunal se evidencia en que la reacción
de dichos hombres ante la inconformidad o la resistencia de la mujer siempre es la
violencia en una u otra de sus manifestaciones; o, lo que es lo mismo, que la agresión
es el horizonte que vislumbran tras todo conflicto familiar o de pareja.
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729) “entre uso privado y uso público del capital social”. Esto es,
que se establece una diferencia sobre la orientación de los propó-
sitos de las redes y “se refiere a que el capital social ‘vuelto hacia
dentro’ promueve los intereses y necesidades particulares de un
grupo y el ‘vuelto hacia fuera’ los intereses del bien público” (Her-
nández, 2014: 29). En este sentido, las redes sociales de apoyo
constituyen un capital social orientado hacia dentro (interno) y
de tipo vinculante según la clasificación establecida por Putnam
(1994, 2002 y 2003 citado en Hernández, 2014: 29).
Los beneficios que se producen a raíz de las redes basadas en
las relaciones de confianza entre sus miembros y que en virtud
de la dinámica de sus vínculos desarrollan normas, obligaciones
y expectativas, han sido puestos en evidencia por numerosos au-
tores. En las teorías del capital social, el apoyo social figura como
una de sus dimensiones más importantes y constituye una de sus
manifestaciones más visibles en el contexto de las redes primarias,
entre las que se encuentran la familia y los amigos.
El apoyo social en el contexto de las teorías del capital social es
el producto de las relaciones de intercambio material y simbólico
que se dan en un grupo. La estructura de estas redes se caracteriza
por el establecimiento de normas que regulan las relaciones y, por
lo tanto, también el apoyo social. Y estás relaciones de intercam-
bio se basan en elementos de las organizaciones sociales como la
confianza y la reciprocidad, que facilitan la acción y la coopera-
ción para beneficio mutuo de los miembros de la red (Coleman,
1988; Putnam, 1993; Bourdieu, 2000 en Hernández, 2014).
En la literatura sobre las redes de apoyo social se distinguen
los conceptos de red social y apoyo social con el interés de iden-
tificar las características de las redes sociales que se constituyen
en proveedoras del apoyo social. La red social es lo que Abelló y
Madariaga (1999 citados en Orcasita y Uribe, 2010) han definido
“como un conjunto de relaciones humanas que tienen un impacto
duradero en la vida de cualquier persona” y “se hace referencia a
las características estructurales de las relaciones sociales confor-
madas por los sujetos significativos cercanos al individuo cons-
tituyendo su ambiente social” (pág. 70). El apoyo social es una
función de las redes sociales que se despliega en beneficios que se
obtienen como resultado de la pertenencia a la red. Para Kaplan
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Género y redes sociales de apoyo. Configuración de las redes sociales de jóvenes universitarios
Aunque debe advertirse que aún no hay acuerdo sobre las dimen-
siones del apoyo social, ni los componentes estructurales de base,
Terol et al. (2004) en la revisión que realizan de los instrumentos
de evaluación del apoyo social se refieren a la existencia de gran
cantidad de instrumentos que miden distintas variables del apoyo
social, lo que sin duda ha dificultado el establecimiento de una
definición homogénea del constructo y también de un sistema de
indicadores que permitan la comparación y el desarrollo de un
acervo empírico unificado.
Ante este panorama, House y Khan (1985 en Terol et al., 2004)
ofrecen algunas recomendaciones para asegurar una evaluación
de las redes de apoyo social que proporcione evidencia relevante
de acuerdo con las variables que han resultado significativas en
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cativa como para poder sostener que los hombres y las mujeres
muestran distinciones en cuanto a sus relaciones con los amigos
del otro sexo, esto lo hemos corroborado mediante la prueba de
Chi-cuadrado (= 4.459), con la que obtuvimos un valor de signi-
ficancia de .333.
Con relación al vínculo que se establece con los profesores se-
gún el sexo, identificamos que hay muy poca relación por parte de
ambos sexos con el maestro, ya que la respuesta más frecuente fue
que se tenía muy poca cercanía, así, de un total de 53 respuestas,
29 corresponden a los hombres y 28 a las mujeres. Conforme a
la prueba de x2 (x2= .847 y sig= .932), pudimos determinar que
la relación con el maestro de acuerdo con lo manifestado por las
mujeres y los hombres es muy similar.
En el caso de la proximidad establecida con el policía, cons-
tatamos que hay muy poca relación por parte de ambos sexos,
puesto que del total de nuestros encuestados, 115 dijeron no tener
ningún tipo de interacción con los policías. Del total de personas
sin relación, de los cuales 59 son mujeres y 56 hombres. A su vez,
mediante la prueba de Chi-cuadrado identificamos que existe muy
poca diferencia por sexo con respecto a lo expresado acerca de la
cercanía con el policía (x2= 3.124, Sig= .537). Tampoco encon-
tramos diferencias significativas entre la cercanía con el vecino
según el sexo del participante (= 1.765, Sig= .779).
Entre los resultados que obtuvimos destaca que la mayoría de
nuestros participantes manifestó no tener relaciones cercanas con
sacerdotes, así respuestas más frecuentes fueron “ninguna”, “muy
poca” o “nad”, de un total de 120. Si bien se observa mayor cerca-
nía de las mujeres que de los hombres, en ambos casos la cercanía
tiende a ser muy poca o nada. La diferencia de relación con el
sacerdote entre hombres y mujeres no es significativa, como lo
pudimos observar en la prueba de Chi2 = 4.036 donde tuvimos una
significación de .401.
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Conclusiones
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Referencias
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Géneros, permanencias y transformaciones
Feminidades y masculinidades en el occidente de México
se terminó de imprimir en septiembre de 2017
en los talleres de Ediciones de la Noche
Madero #687, Zona Centro
Guadalajara, Jalisco
www.edicionesdelanoche.com