El Pararrayos

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Historia del pararrayos: quién lo inventó y cómo funciona

En su forma incontrolada la electricidad puede tener un tremendo poder destructivo. Por eso fue
necesario inventar algo que capturase los rayos y nos protegiese. Esta es su historia.

Controlar la energía eléctrica cambió el curso de la civilización. Entre otros


muchos descubrimientos, el pararrayos figura hito fundacional. La idea de
Benjamin Franklin permitió atraer los rayos hacia puntos donde no
generasen peligro. La humanidad dejó de tener miedo a las tormentas.
Es frecuente que la gente se confunda y asocie el pararrayos con Edison, el
inventor de la bombilla. En realidad esta medalla hay que colgársela al
político y científico Benjamin Franklin, una de las primeras personas en
proponer el cambio horario como medida de ahorro de energía.
La pasión de Franklin por la investigación de la energía eléctrica le llevó a
prestar atención a un fenómeno que para muchos habría pasado
desapercibido. Estaba volando una cometa cuando fue alcanzada por
un rayo que la calcinó, lo que llevó al ingenioso investigador a preguntarse
si sería posible atraer a los relámpagos de alguna manera.
Ató una llave metálica a sus cometas y siguió volándolas en los días
tormentosos, hasta que el 15 de junio de 1752 consiguió capturar otro
rayo. La electricidad descendió por el hilo de la cometa hasta llegar a la
llave. Así demostró que era posible atraer los rayos hacia estructuras de
hierro, librando así a otros elementos de su impacto.
Un año más tarde, en 1753, empezaron a instalarse los primeros pararrayos.
Barras metálicas de entre cinco y diez metros de longitud con punta de
cobre o platino (materiales de gran conductividad eléctrica). Su
instalación progresiva en los tejados de Estados Unidos (y más tarde del
resto del mundo) ha ayudado a salvar incontables vidas y evitar incendios.
Una vez atrapado el rayo, la barra metálica continuaba bajo la forma de
línea de conducción. Esta línea se hacía con barras metálicas o hilos de
cobre, en cualquier caso su función es la de llevar la electricidad hacia la
tierra. Un disipador, que no es más que una prolongación de esta línea, se
colocaba bajo tierra. Allí, la energía eléctrica del relámpago se diluye y es
absorbida sin hacer daño a nadie.
La evolución del pararrayos original: Nikola Tesla
Mucho ha llovido (y tronado) desde que Franklin tuviese su genial idea.
Pero casi 300 años después hay muchos pararrayos en el mundo que
siguen siendo exactamente iguales que los que él diseñó. Barra metálica con
punta de cobre, línea de conducción también de cobre y un disipador bajo
tierra.
Sin embargo, este esquema ha sufrido revisiones importantes. En 1918 fue
Nikola Tesla, descubridor de la corriente alterna, quien perfeccionó
notablemente el invento. Se dio cuenta de que la punta del pararrayos
ionizaba el aire y por eso atraía al rayo, pero al mismo tiempo convertía el
aire circundante en un conductor, lo que podía causar daños incontrolados.
Así nació el pararrayos de punta de captación con base amplia,
muchísimo más seguro que el original.
Posteriormente, la combinación de nuevos materiales y nuevas tecnologías
fueron sofisticando el pararrayos, fundamentalmente en dos direcciones:
• Pararrayos desionizadores con carga electrostática:
pretenden eliminar los campos eléctricos en las estructuras, con lo
que impiden que se formen rayos sobre ellas. A día de hoy, la mayoría
de expertos considera que no han probado su eficacia.
• Pararrayos con dispositivo de cebado: miden las cargas
electrostáticas de las nubes para predecir cuándo se va a generar un
rayo. Cuando lo detectan, lanzan un impulso electromagnético hacia
arriba que sirve para captar el rayo a distancia. De esta manera, los
posibles daños del rayo al caer hacia el pararrayos se ven reducidos.
Curiosidades y anécdotas sobre rayos y pararrayos
• Las grúas no son a prueba de rayos: el principio del pararrayos se basa
en combinar la carga eléctrica negativa de las nubes de una tormenta con la
carga eléctrica positiva de la tierra. La atracción del rayo se realiza mediante
conductores metálicos, lo que hace que la idea no funcione si estamos
hablando de estructuras metálicas como las de las grúas, que se convierten en
su totalidad en un gran captador de rayos.
• La Torre Eiffel se concibió como inmenso pararrayos: en realidad
como un laboratorio para todo tipo de investigaciones científicas, aunque
especialmente para probar teorías sobre la energía eléctrica y la meteorología.
Este pararrayos de más de 325 metros recibe de media unos 5 impactos de
rayo al año. En 1902 el fotógrafo M.G. Loppé consiguió por primera vez
inmortalizar el momento en que la tormenta se ensañaba con el emblema de
París.
“El pararrayos fue inventado por Benjamin Franklin, pero perfeccionado de manera
decisiva por Nikola Tesla.”

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