Actividad 3 Perspectiva Analisis

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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGOGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR


INSTITUTO DE MEJORAMIENTO PROFESIONAL DEL MAGISTERIO
EXTENSION ACADEMICA MARACAIBO
EDUCACION PARA PERSONAS EN SITUACION DE DISCAPACIDAD
PERSPECTIVA DE LA SITUACION DE DISCAPACIDAD

CARACT
ERIZACI
ÓN DE
LA
POBLACI
ÓN CON
IMPEDI
MENTO
S
FÍSICOS
REALIZADO POR:
T.S.U.NOIRALID CAMARILLO
C.I.:17.951.211.
Caracterización de la población con impedimentos físicos,
Tomando en cuenta sus habilidades físicas, cognitivas y sus
Implicaciones.

Hasta los momentos no existe un concepto único de impedimento físico; ello se


debe fundamentalmente a que se parte de criterios básicos muy diversos. En este
sentido, unas veces se adopta el criterio de la disminución o limitación de la
capacidad física, sin considerar las repercusiones que dicho impedimento produce
en la capacidad de desempeño de la persona afectada, como es el caso de un
individuo con alto compromiso motor y una función cognitiva intacta; otras veces,
por el contrario, se adopta el punto de vista que atiende a la capacidad de
desempeño desde el punto vista motor, sin considerar sus habilidades cognitivas,
hablándose en este caso de disminución de la capacidad para ejecutar alguna
actividad corporal. Un impedimento físico puede o no ser incapacitante para una
persona; el término se refiere a una disfunción orgánica: la pérdida de una mano o
la parálisis de los músculos del habla, de las piernas o de los brazos son
impedimentos físicos; usualmente un médico está involucrado en su diagnóstico,
al tratarse de una condición médica. Una discapacidad, por el contrario, es el
efecto que el impedimento tiene en el funcionamiento de un individuo en
circunstancias específicas. Así por ejemplo, una persona confinada a una silla de
ruedas, debido a la lesión causada por una parálisis cerebral, ciertamente tiene un
impedimento físico pero pudiera no ser discapacitada. Es importante recordar que
inclusive el impedimento físico más severo puede no ser incapacitante en
situaciones específicas. Muchos de los factores ambientales que crean
discapacidades en las personas con impedimentos físicos pueden ser modificados
y acomodarse a estas personas (Cartwright, 1984).
A las personas con impedimentos físicos se les puede describir como individuos
con discapacidades funcionales relacionadas con sus habilidades físicas (por
ejemplo uso de las manos, control corporal, movilidad), también se incluyen las
condiciones de salud (tales como pérdida de fuerza y vigor), o con ambas;
Hallahan y Kauffman (1986), al analizar estas condiciones consideran que, desde
el punto de vista educativo, las mismas se ubican en el ámbito de la educación
especial, al afectar el rendimiento y prosecución escolar del niño. Dichas
condiciones son de tal magnitud que le impiden el acceso a la escuela regular a un
grado tal, que son imprescindibles servicios, estrategias, equipos, materiales y
estructuras físicas especializadas. Es difícil e injusto describir las personas con
impedimentos físicos como un grupo homogéneo. Inclusive en aquellas
agrupaciones de impedimentos específicos como la parálisis cerebral, los rangos
de funcionamiento van desde muy leves hasta muy severos. Dos individuos con
un mismo diagnóstico pueden ser muy diferentes en su habilidad para funcionar.
La terminología médica le dice muy poco al educador acerca de las necesidades
educativas de estas personas, sin embargo, los profesionales que trabajan con
ellos deben conocer las diferentes condiciones para entender la naturaleza del
trastorno y las implicaciones educacionales del impedimento.
Desde el punto de vista educativo en términos generales, el impedimento físico no
debe implicar ningún tipo de barrera que imposibilite la adquisición de
conocimientos, hábitos u otras habilidades, además de la plenitud de su desarrollo
cognitivo y emocional (Varios, 1990). Con el fin de desarrollar programaciones
educativas adaptadas a las necesidades que presentan estas personas, es
necesario conocer las peculiaridades de dicho impedimento, así como los diversos
tipos y manifestaciones, lo cual permitirá adaptar las diferentes estrategias
pedagógicas que garantizarán su desarrollo integral. Los impedimentos físicos
comprenden una diversidad de situaciones de acuerdo al momento de su
aparición. Algunos, como las malformaciones congénitas y la espina bífida, son
detectadas en el momento mismo del nacimiento; en otros su detección ocurre
después del nacimiento o unos meses más tarde, cuando el niño comienza a
presentar patrones motrices inadecuados, tal es el caso de la parálisis cerebral;
otros impedimentos físicos son detectables más tarde en la vida del individuo,
como es el caso de aquellas anomalías que se hacen evidentes en la
adolescencia o en la vida adulta.
En el caso del Área de Impedimentos Físicos de la Dirección de Educación
Especial, se utilizará el término impedido físico para describir aquellas personas
que presentan discapacidades o limitaciones físicas no sensoriales (Ministerio de
Educación, Programa de Impedimentos Físicos, 1986); en este sentido es
necesario diferenciar dos grandes grupos: trastornos neurológicos e impedimentos
músculo esqueléticos y ortopédicos. Existen numerosas clasificaciones en el
campo de los impedimentos físicos. Así por ejemplo, la clasificación de Gearheart
(en Mori, 1993) ilustra la diversidad de esta categoría y propone dos grandes
grupos: en el primer grupo se encuentran ubicados los trastornos neurológicos
como la parálisis cerebral, la espina bífida, y la poliomielitis, entre otros; en el
segundo, los impedimentos músculoesqueléticos y ortopédicos, entre estos los
más comunes son la distrofia muscular, la osteogénesis imperfecta, la artritis y la
escoliosis. Los trastornos neurológicos son causados por daño, defecto o deterioro
del sistema nervioso central (el cerebro o la médula espinal). Aquellos trastornos
que involucran el sistema nervioso central constituyen las causas más comunes
de necesidades educativas especiales en los niños. Los niños con trastornos en el
sistema nervioso central, frecuentemente presentan ciertas dificultades en su
habilidad para aprender, así como también en el funcionamiento físico. El daño en
el cerebro de un niño puede ocasionarle problemas en diferentes áreas como por
ejemplo retardo motor o mental; dificultades en el aprendizaje, trastornos en el
habla y dificultades en el lenguaje, entre otros. Por otro lado, un niño con
trastornos en la médula espinal puede tener problemas con las sensaciones, con
los movimientos y parálisis de ciertas partes del cuerpo (Cartwright, 1984).
Generalmente la parálisis cerebral es el trastorno que subyace a los impedimentos
motores presentados por un índice elevado de niños. En este sentido es
importante señalar la innumerable cantidad de definiciones que sobre el trastorno
han propuesto diferentes autores. Así por ejemplo, Malamud, Itabashi, y Castor
(en Cartwright, 1984) la definen como “cualquier trastorno que se caracteriza por
una anomalía motora no progresiva, con o sin impedimentos sensoriales y/o
retardo mental, debido a daño o enfermedad en el cerebro y que se manifiesta
antes de los cinco años de edad” (p. 133). Bartram (1984) por su parte considera
que “El término ‘parálisis cerebral’ identifica a un grupo de trastornos no
progresivos como resultado de un funcionamiento inadecuado de los centros y
vías motoras del cerebro, caracterizados por parálisis, debilidad, incoordinación y
otras manifestaciones del funcionamiento motor. Estas manifestaciones tienen su
origen en el período prenatal, perinatal o antes de que el sistema nervioso haya
alcanzado su madurez” (p. 133). Este daño puede ser causado por infecciones,
enfermedades o una labor de parto difícil o complicado, prematuridad o anoxia,
entre otros. En Venezuela, el Centro de Parálisis Cerebral (1997) del Ministerio de
Educación, plantea que para describir aquel grupo de trastornos crónicos que
comprometen el control del movimiento, aparecen en los primeros años de vida y
son de carácter no progresivo, se utiliza el término de parálisis cerebral. Este
término se refiere a la localización del daño en cualquiera de los dos hemisferios
cerebrales; por otro lado, el término “parálisis” denota el compromiso que impide el
control del movimiento corporal. Estos trastornos son ocasionados por un
desarrollo defectuoso o daño en las áreas motoras del cerebro, lo cual conduce a
una desorganización en la habilidad para el control adecuado del movimiento y la
postura, más no por problemas en los músculos o en los nervios propiamente
dichos (Peña, 1989). Estas definiciones concuerdan en que la parálisis cerebral la
constituyen un grupo de trastornos, no es progresiva, se trata de una disfunción
cerebral y se presenta un impedimento en el funcionamiento motor. En este
trastorno se presentan manifestaciones muy variadas y con diferentes grados de
severidad. La persona puede tener dificultad con las destrezas motoras finas,
como escribir o utilizar las tijeras; mantener el balance y caminar o presentar
movimientos involuntarios que no puede controlar, tal es el caso de los
movimientos incontrolables por tensión en las manos. Estas manifestaciones
varían de una persona a otra y pueden cambiar en el curso del tiempo; otras
también pueden presentar trastornos adicionales como convulsiones o retardo
mental; sin embargo y contrario a la creencia común, esta no siempre ocasiona
una discapacidad severa. Mientras que el niño con parálisis cerebral severa podría
estar impedido para caminar y necesitar cuidado de por vida, otro con parálisis
cerebral leve podría ser ligeramente torpe y no requerir de atención especializada
(1997). Con relación a la clasificación, la misma puede realizarse según la causa,
el grado de severidad, la topografía (considera básicamente la afección específica
de las extremidades) y la fisiología (considera el trastorno de los movimientos).
Estas dos últimas son las más ampliamente utilizadas. Aunque pudiera ser útil la
clasificación según el grado de severidad de esta condición, también es cierto que
algo de subjetividad está presente, razón por la cual no son tan consistentes como
los otros sistemas; sin embargo, los términos más comúnmente utilizados en la
clasificación por grados de severidad son aquellos propuestos por Deaver en el
año 1955 (1984) en tres categorías: leve, moderado y severo. Hoy en día es la
terminología más utilizada al considerar el grado de severidad.
La clasificación de Deaver se resume de la manera siguiente: En la parálisis
cerebral leve la persona puede caminar y hablar, presenta un buen grado de
independencia personal y físicamente la apariencia personal luce normal, pero la
precisión fina de los movimientos puede estar afectada. En el grado moderado el
individuo puede requerir atención especializada para los problemas del habla,
deambulación y autocuidado; usualmente se requieren braces y otros equipos
especializados; por lo general la marcha es diferente a la norma; por último, en el
grado severo, la persona requiere de atención especializada en aspectos
relacionados con el habla, autocuidado y deambulación, pero la prognosis en
cuanto a la mejoría de las habilidades en estas áreas es muy pobre. El individuo
tendrá poco uso de las manos, no podrá caminar independientemente o hablar
claramente. En la clasificación topográfica, el término utilizado combina la
descripción del miembro comprometido con el término “plejia” o “paresia”, para
expresar la existencia de parálisis o debilidad.
Tomando en consideración la topografía, la parálisis cerebral espástica presenta
los siguientes tipos: Cuadriplejia o tetraplejia (compromiso de los cuatros
miembros), triplejia (Compromiso de los miembros inferiores y uno de los
miembros superiores), paraplejia (compromiso de los miembros inferiores
solamente), diplejia (Compromiso de los cuatro miembros, más evidente en los
miembros inferiores,) hemiplejía (Compromiso de un hemicuerpo), monoplejia
(Compromiso limitado a un solo miembro) y doble hemiplejía (Compromiso de los
cuatro miembros, más evidente en un hemicuerpo). En la clasificación de acuerdo
al tipo de trastorno en el movimiento o fisiológica, se plantea una clasificación de
cuatro categorías. En la parálisis cerebral espástica, los músculos están rígidos
debido a que se presentan altos niveles en el tono muscular, ocasionando una
reducción en el movimiento, cuestión que se manifiesta a través de trastornos
motores anormales, como por ejemplo el entrecruzamiento de los miembros
inferiores, denominado posición en tijeras, causada por la contracción muscular
impidiendo la deambulación. Afecta a un 70 u 80 % de la población con parálisis
cerebral. Otro tipo en esta categoría es el que se conoce como tremor que
consiste en movimientos alternantes e involuntarios, la tensión y rigidez muscular
es continua. La parálisis cerebral atetósica o diskinética por su parte, está
caracterizada por la presencia de movimientos de torsión lentos e incontrolados.
Estos movimientos usualmente comprometen las manos, los pies, los brazos o las
piernas y en algunos casos, los músculos de la cara y de la lengua, los cuales dan
lugar a muecas y babeo que se incrementan durante los períodos de estrés
emocional y desaparecen durante el sueño. Estas personas pueden tener
problemas para la coordinación de los movimientos de aquellos músculos
necesarios para el lenguaje, ocasionando la condición conocida como disartria.
Este tipo de parálisis se presenta en un porcentaje de un 10 a un 20% de la
población con parálisis cerebral. La tercera categoría es la parálisis cerebral
atáxica. Es la forma menos frecuente de parálisis y afecta fundamentalmente el
balance y la coordinación de la deambulación, en consecuencia, es inestable con
una amplia base de sustentación, evidenciándose gran dificultad para la
realización de aquellos movimientos que requieran de mayor presión, tales como,
la escritura o el abotonado. También pueden presentar temblor intencional, que se
inicia con el movimiento voluntario, como por ejemplo, el alcanzar un libro
observándose temblor en el segmento corporal que está siendo usado, temblor
que se incrementa en la medida en que el individuo se aproxima al objetivo
deseado. Se considera que la forma atáxica se presenta en un porcentaje de 5-
10%. Por último, es necesario mencionar la forma mixta caracterizada
fundamentalmente por la presencia de características combinadas. Estudios
nacionales realizados en los Hospitales San Juan de Dios y Ortopédico Infantil de
Caracas, han revelado una frecuencia de 5.6%. Una revisión de 40.094 historias
de pacientes atendidos desde 1974 a 1976, en el Servicio de Neurología en el
Hogar Clínico San Rafael de Maracaibo, mostró un total de 214 enfermos con el
diagnóstico de parálisis cerebral, entre 3.172 pacientes neurológicos, lo cual se
corresponde con un 6.7% (Peña, 1989). Según el Doctor Joaquín Peña (1989), la
variabilidad de estos datos puede estar relacionada con los criterios de selección y
las características de las instituciones hospitalarias donde son atendidas personas
con este tipo de problemas. Por otro lado, el hecho de no haber unificación de
criterios en cuanto a la definición del trastorno y las diferentes categorías, puede
estar afectando la variabilidad de las cifras, puesto que para algunos es difícil la
aceptación del diagnóstico de parálisis cerebral, como ocurre con los casos leves
o con ciertas anomalías anatómicas o enfermedades metabólicas, afectando en
consecuencia los índices de frecuencia y prevalencia del problema. La espina
bífida es otra condición perteneciente al grupo de los trastornos neurológicos;
ocurre cuando la columna vertebral no se cierra totalmente durante el crecimiento
fetal. Dependiendo de la forma de la condición y la ubicación de la abertura, se
presentan diferentes manifestaciones neurológicas. En este sentido es importante
señalar la existencia de tres categorías.
En la espina bífida oculta, que es la menos severa, una o más de las vértebras
que conforman la columna vertebral no están formadas completamente. No ocurre
ningún impedimento neurológico porque la médula espinal no se sale de la
columna vertebral. La piel ubicada sobre la zona afectada puede tener una
mancha cubierta de vellosidad, un lunar o puede ser normal. Generalmente no
requiere tratamiento. En la segunda categoría, el meningocele, se presenta una
tumoración en las cubiertas de la médula espinal. Este saco o quiste cubierto con
la piel, ubicado en la espalda del niño contiene líquido céfalo raquídeo. Por lo
general los meningoceles no contienen elementos neurales, en consecuencia, la
parálisis es inusual. Intervención quirúrgica puede ser necesaria para eliminar el
saco o quiste, pero no se presentan en el niño impedimentos adicionales. El
Mielomeningocele es la forma más severa de espina bífida; el saco o quiste
contiene una porción de médula espinal y pudiera no estar totalmente recubierto
por piel, permitiendo que se presenten fugas de líquido céfalo raquídeo.
Dependiendo del nivel del daño en la médula, puede ocurrir parálisis en los
miembros inferiores y en el tronco. Mientras más elevado se ubique el nivel del
daño, mayor parálisis ocurrirá. Así por ejemplo, la persona puede presentar
pérdida de sensación en la piel al dolor, temperatura y tacto, parálisis de las
extremidades inferiores, parálisis de la vejiga y de los músculos relacionados con
el vaciado de la misma, parálisis del esfínter intestinal o hidrocefalia (crecimiento
exagerado de la cabeza causada por acumulación y presión excesiva de líquido
céfaloraquídeo). El tratamiento médico, que incluye cirugía durante los primeros
días de vida, puede mejorar la movilidad. Mientras más temprano se corrija la
hidrocefalia, menor daño ocurre en el cerebro y se puede lograr un mayor nivel en
el desarrollo cognitivo del niño (1984). Los niños con espina bífida frecuentemente
pueden caminar con muletas y braces. Si este es el único problema presentado
por el niño, usualmente el desarrollo ocurre dentro de los límites normales; sin
embargo, puede estar asociada con retardo en el desarrollo físico, mental y
emocional, caderas dislocadas, escoliosis, labio dividido o paladar hendido,
contracturas del tejido suave y deformidad esquelética eventual debido a que la
acción, gravedad y postura muscular opuesta no ocurren. La poliomielitis es otro
de los trastornos ubicados en esta clasificación. Es una infección viral de las
células motoras en la médula espinal y/o el tejido nervioso del cerebro que resulta
en parálisis. Si la infección solamente causa inflamación de la célula y del tejido de
soporte habrá recuperación favorable. Pero si estas son destruidas por el virus, no
hay lugar para la recuperación y la parálisis es permanente (1984). Es una
enfermedad poco común hoy en día, debido a que las personas están
propiamente inmunizadas con la vacuna anti polio. La principal razón por la cual
es necesario hacer mención de ella es para enfatizar la necesidad de
inmunización. Aunque esta enfermedad debería estar totalmente erradicada, a
nivel mundial, en el presente hay un alarmante número de niños que no han sido
adecuadamente inmunizados y han contraído la enfermedad o están enfrentando
el riesgo de contraerla (1984). La vejiga, el control intestinal, las sensaciones y las
habilidades cognitivas no resultan afectados por el virus, pero usualmente se
presenta parálisis residual moderada o severa de las extremidades inferiores y el
tronco, al igual que deformaciones óseas. Después del tratamiento médico y
ortopédico, el niño afectado puede usar bastón para caminar y usualmente asiste
a la escuela regular (Peñafiel, 1996) El segundo grupo lo constituyen los
impedimentos músculo-esqueléticos y ortopédicos. Se refiere a todas aquellas
alteraciones orgánicas del aparato motor o de su funcionamiento que afectan a
sistema óseo, las articulaciones, los nervios y/o músculos. Las consecuencias de
esta condición se manifiestan en el desplazamiento, posturas, coordinación
motora y manipulaciones. En este grupo se ubican la distrofia muscular, la
osteogénesis imperfecta, la artritis y la escoliósis, entre otras. Bleck (1975) definió
la distrofia muscular como una debilidad difusa progresiva de todos los grupos
musculares, caracterizada por una degeneración de sus células y el
reemplazamiento por tejido graso y fibroso. La causa es desconocida, pero tiene
un origen genético; de acuerdo con la clasificación de Huttenlocher (en Cartwright,
1984) existen diferentes tipos: de acuerdo a la edad de comienzo, al ritmo en la
progresión de la debilidad muscular, la distribución del grupo de músculos
comprometidos y el modo de heredabilidad. La forma más común de distrofia
muscular es la de Duchenne o infantil (también llamada distrofia muscular
progresiva o pseudohipertrófica). Esta enfermedad afecta principalmente a los
varones, su diagnóstico ocurre después de los tres años de edad; anteriormente,
el niño presenta una historia de desarrollo motor lento; algunos niños que no han
sido diagnosticados al momento de entrar a la escuela aparentan ser torpes desde
el punto de vista motor, carentes de energía física y se pueden caer
frecuentemente. Es importante que el maestro tenga conocimientos sobre este
trastorno y pueda detectar signos y síntomas de la distrofia muscular, de lo
contrario el niño puede ser diagnosticado inapropiadamente con una dificultad de
aprendizaje o con un daño cerebral. Sin embargo, el retardo mental leve está
comúnmente asociado a esta forma de distrofia. Al constituirse en un trastorno
progresivo, el niño estará cada vez más limitado para ejercer adecuadamente las
diferentes habilidades y destrezas de la vida diaria. Específicamente, al comienzo
el niño tendrá una marcha en forma de balanceo, dificultad para subir y bajar
escaleras, caminar en punta de pie, dificultad para levantarse al caerse. En la
medida en que los músculos se debilitan no podrá levantar los brazos por encima
de su cabeza; usualmente a la edad de 10 a 12 años no podrá caminar; ocurren
deformidades esqueléticas como resultado de la debilidad de los grupos de
músculos que ejercen una misma función, entre estas deformidades esqueléticas
la más común es la escoliosis; el movimiento de la nuca hacia adelante está cada
vez más limitado; los miembros superiores están permanentemente curvados.
Este tipo de distrofia casi siempre es fatal e inusualmente sobreviven después de
los diez años. La causa de la muerte puede ser una falla cardíaca debido a que el
músculo del corazón se torna demasiado débil para funcionar o por infección
pulmonar, pues los músculos para respirar se han debilitado. Otro trastorno que se
ubica dentro del grupo de impedimentos musculo-esqueléticos y ortopédicos es
aquel denominado osteogénesis imperfecta, frecuentemente conocida como
enfermedad del “hueso quebradizo”. Con frecuencia se trata de un trastorno
heredado que pudiera ser diagnosticado en el momento del nacimiento o durante
los primeros años de vida. Esta última forma (osteogénesis imperfecta tardía)
usualmente tiene un curso leve y la tendencia de los huesos a fracturarse puede
desaparecer después de la pubertad. Este impedimento está caracterizado por
una frente ancha, cara triangular, extremidades cortas y curvas, pecho en forma
de barril y coyunturas excesivamente flexibles. En la medida en que el niño crece
puede aparecer sordera. Generalmente el tratamiento es quirúrgico para corregir
las deformidades de los huesos y braces para la deambulación. Muchos de estos
niños no podrán caminar y requerirán el uso de sillas de ruedas. La artritis
reumatoidea juvenil, perteneciente también a este grupo, aun cuando se piensa
que es una enfermedad que se presenta en la vida adulta o durante la vejez,
muchos niños pueden contraerla. Se trata de un grupo de enfermedades
caracterizadas por inflamación de las coyunturas. Los niños con esta enfermedad
pueden sufrir de dolores severos, por lo que requieren medicación. La medicación
más efectiva para el tratamiento de la inflamación es la aspirina. Pero además de
medicación también se incluye dentro del tratamiento suficiente descanso, el uso
de sillas de ruedas y muletas para evitar que el peso del cuerpo descanse sobre
las coyunturas inflamadas y para el mantenimiento del tono muscular.

La Los docentes deben entender la naturaleza cambiante del niño con artritis,
pues al sufrir una noche de dolor y despertarse con la rigidez que este dolor
ocasiona, da lugar a que el niño sea poco sociable y colaborador durante la
actividad escolar. Se debe evitar que permanezca sentado o mantenerse en una
misma posición por tiempo prolongado, para prevenir que sobrevenga la rigidez.
Se le debe estimular a cambiar de posición frecuentemente y a realizar actividades
físicas. En ciertos tipos de artritis, se pueden presentar problemas visuales y el
maestro debe estar alerta a dificultades potenciales. Miller (en Cartwright, 1984)
reporta que la mayoría de los niños bajo elevadas dosis de aspirina tendrán una
pérdida auditiva a los tonos elevados mientras toman la medicación, pero esta
retorna a sus límites normales cuando es descontinuada la ingesta del
medicamento. Por último, es importante mencionar dentro de este grupo la
Escoliosis. Un ejemplo de escoliosis congénita es la formación inadecuada o
segmentación de los huesos de la columna vertebral. La curvatura lateral
(escoliosis) de esta última puede ser causada por condiciones congénitas,
neuromusculares o idiopáticas (causa desconocida). Los niños con
mielomeningocele pueden sufrir de escoliosis congénita. También es común como
impedimento asociado en aquellos niños que padecen de trastornos musculares
como la parálisis cerebral, distrofia muscular o daño en la columna vertebral. El
tipo más común de scoliosis es la idiopática. Ocurre con mayor frecuencia en
niñas adolescentes. La deformidad ocurre en el continuum de leve hasta severa, y
el tratamiento, dependiendo de la severidad, consiste de ejercicios, braces u
operación para fusionar la médula. Los maestros pueden ayudar a evitar que la
escoliosis se convierta en severa, vigilando el posicionamiento adecuado de los
niños y alertando al equipo médico si observa el comienzo de una columna
curvada. Algunas escoliosis se pueden prevenir si aquellos responsables de
trabajar con el niño durante la infancia aseguran un posicionamiento adecuado del
cuerpo todo el tiempo. El niño con impedimento físico puede estar afectado desde
su nacimiento, no obstante, en la mayoría de los casos no se evidencia un
compromiso en su integridad cognitiva, pudiendo desarrollar con eficiencia
cualquier tarea educativa que se le proponga. Independientemente de la
clasificación, las consecuencias que el impedimento físico genera para la persona
en cuanto a su futura integración social, difiere en cada caso. Dado que la
afectación motora cambia de un sujeto a otro, las diferencias individuales vendrán
determinadas más por la problemática concreta de la deficiencia motórica y por las
potencialidades de cada individuo, que por el diagnóstico clínico que se le realice.
Se trata de conocer la problemática de la persona afectada con respecto a sus
posibilidades de aprendizaje y adaptación, independientemente de la causa que la
provocó. Es importante señalar que existen otras condiciones físicas que pueden
limitar el funcionamiento motor de los niños. Entre estos se pueden mencionar los
trastornos crónicos de salud tales como aquellos de naturaleza cardíaca,
respiratoria y renal; así como también las enfermedades asmáticas,
hemofinámicas y los trastornos endocrinos; además de las malformaciones
congénitas, accidentes e impedimentos de salud, todos estos comunes en niños
en edad escolar. Estas enfermedades traen como consecuencia una baja
capacidad vital en la persona, lo cual interfiere con el rendimiento escolar de estos
niños, por cuanto su asistencia a la escuela resulta altamente irregular, afectando
la adquisición de sus aprendizajes. En cuanto a las cardiopatías congénitas, es
importante señalar que existen varios tipos, los cuales se dan aisladamente o en
combinación con otras; al mismo tiempo, pueden estar afectados las distintas
subdivisiones anatómicas del corazón o los grandes vasos que permiten que el
torrente sanguíneo desemboque o salga de él. Algunas son más letales o
incapacitantes que otras; en otros casos las consecuencias son escasas en la
infancia, pero pueden producir graves deficiencias en etapas cronológicas
superiores. El síntoma que suele estar más vinculado con los problemas cardíacos
congénitos es el de la cianosis y de allí la denominación de niños azules, a
aquellos infantes que la padecen. Sin embargo, no todos los problemas cardíacos
presentan estos síntomas y se pueden asociar a unas condiciones o estados
distintos a aquellos de las deficiencias congénitas (Cruickshank, 1973). El origen
de las cardiopatías es desconocido; estudios realizados evidencian que
aproximadamente el 50% de estas dolencias se presentan en niños en edad
escolar (1973). El 85% de estos son susceptibles a una intervención quirúrgica,
pero no todas pueden ser corregidas con éxito. En algunos casos, los niños
pueden alcanzar un nivel de vida normal, pero hay otros cuya actividad física
queda notablemente restringida, generando la necesidad de una convalecencia
larga, al mismo tiempo que se deben considerar mecanismos que permitan
enseñar al niño a vivir dentro de sus propias limitaciones, por cuanto se convierten
en individuos lentos y fatigables, tanto física como intelectualmente, por lo que
requieren de ciertas ayudas para proseguir su escolaridad en la escuela regular;
es indispensable lograr una concertación con el personal directivo y los maestros
de la escuela, la familia y el médico tratante con la finalidad de lograr una
orientación cónsona con la problemática presentada por el educando. Otra
enfermedad que puede generar consecuencias importantes para la asistencia
regular del niño a la escuela es la diabetes mellitus, considerada como un
trastorno metabólico, caracterizado por concentraciones anormales de glucosa en
la sangre (hiperglucemia) y en la orina (glucosuria), además de un metabolismo
inadecuado de las grasas y proteínas, debido a la falta de producción de insulina
por el páncreas. En los casos no tratados se da una marcada pérdida de peso,
desarrollo de cansancio y debilidad, además de la aparición de cetoacidósis
(1973). En aquella diabetes que permanece incontroladas se pueden presentar
estados de sepsis, lesiones del tejido nervioso y vasculopatías. Es una
enfermedad de origen desconocido, aun cuando se sabe que intervienen varios
factores como la herencia, las infecciones, el exceso de alimentación, la disfunción
de las glándulas endocrinas y ciertos factores psicológicos. En el tratamiento del
niño se debe considerar el hecho de permitirle competir con sus compañeros,
física, mental y socialmente. En el programa médico es importante incluir la dieta
específica y la administración de insulina. Por otro lado, hay que controlar el
ejercicio en relación con la necesidad de insulina, porque el ejercicio vigoroso
tiende a disminuir la dosis de glucosa en la sangre. Para ello, el niño debe
aprender a reconocer los primeros síntomas de shock y llevar consigo azúcar para
evitarlo. También se consideran riesgosas las infecciones. Sus necesidades
pedagógicas pueden ser satisfechas en las aulas regulares, lo importante en
enseñar al educando un determinado régimen, pero haciéndolo dentro de una
atmósfera recreativa, de compañerismo y de apoyo moral; se debe prestar
atención psicológica tanto al niño como a sus padres. Otra enfermedad
considerada como un trastorno crónico de salud y que interfiere en la asistencia
regular del niño a la escuela es el asma. Se trata de un trastorno habitual del
sistema respiratorio que afecta a las personas de todas las edades con repetidos
episodios de dificultad en la respiración y que se caracteriza por estornudos,
respiración dificultosa, esputos y catarro. Estos síntomas pueden oscilar desde el
catarro más suave y estornudos a trastornos de la respiración tan graves como
para obstruir el intercambio de gases en los pulmones con una serie de
consecuencias fatales. La causa más usual de esta enfermedad es un trastorno de
origen alérgico caracterizado por ruido silbante, tos y deficiencia para 17 respirar;
las causas son desconocidas pero los factores emocionales pueden ocasionar las
crisis; se ha encontrado que el niño asmático es muy sensible desde el punto de
vista emotivo (Duhamel, 1995). El tratamiento generalmente consiste en
procedimientos para prevenir los episodios y los ataques agudos, reduciendo la
sensibilidad a ciertos alergenos, ejercicios de respiración y drenaje postural de los
pulmones y tratamiento inmediato de las infecciones respiratorias. Se deben evitar
los juegos físicos que requieren de esfuerzo fuerte y prolongado; los ataques de
asma leve pueden ser controlados haciendo que el niño se siente y descanse,
respire calmada y regularmente, con poca o ninguna atención por parte del
maestro y el resto de los alumnos. A estos niños se les debe brindar una ayuda
psicológica, conjuntamente con sus padres (Cartwright, 1984). Otra categoría
importante a considerar son los trastornos convulsivos. Los mismos presentan una
sintomatología de carácter episódico, involuntario, cambios en el estado de
conciencia o en las respuestas al ambiente, actividad motora anormal, cambios en
la conducta, en las sensaciones o en las funciones anatómicas. Una convulsión es
un fenómeno paroxístico de tipo motor, sensitivo, psicosensorial o vegetativo,
acompañado o no de una pérdida transitoria de la conciencia, debido a una
descarga neuronal excesiva. Estas manifestaciones clínicas dependen no solo de
la localización de la descarga, y su diseminación, sino también de los diferentes
factores etiológicos específicos y el grado de maduración cerebral. De este modo,
algunos tipos de convulsiones aparecen exclusivamente en la infancia y dentro de
un rango de edad bien establecido; esto ha dado base al concepto de síndrome
epiléptico. La repetición de estos fenómenos paroxísticos ocasionados por la
disfunción de las neuronas cerebrales, determina el estado patológico crónico,
manifestado por la recurrencia de convulsiones y denominado epilepsia (Peña,
1989. p. 194). Generalmente estos ataques se clasifican en cinco categorías de
acuerdo con sus manifestaciones clínicas (Cartwright, 1984): Grand mal.
Constituye el tipo más severo, caracterizado por la pérdida de la conciencia, caída
y contracciones musculares involuntarias. Los ataques algunas veces están
precedidos por un aura o señal. Durante el mismo, la persona puede arrojar
espuma por la boca y perder el control de la vejiga y esfínter anal. Al despertar
puede estar confundida y desorientada. Los maestros deben seguir ciertos
procedimientos para asegurar la integridad física del niño que experimenta el
ataque, además de preparar a los otros educandos para aceptar la ocurrencia del
mismo. Petit mal. Representa el tipo más común en los niños; aunque pierden la
conciencia, no hay actividad motora; usualmente no hay aura que presida el
ataque y frecuentemente son erróneamente diagnosticados como distraídos y
perezosos. El maestro debe estar alerta a posibles ataques y reportar su
ocurrencia o algún cambio en la frecuencia. Psicomotora. La más compleja de los
cuatro tipos; afecta los procesos cognitivos y motores; algunos resultan en
conductas extrañas e involuntarias, así como también confusión, rabia y conducta
abusiva. El maestro debe saber que el niño no tiene control en el momento del
ataque y esperar que el episodio cese por sí solo. Jacksoniana. Un ataque parcial
que afecta solo una parte del cuerpo, con movimientos rítmicos y espasmódicos.
Mioclónica y akinética. Los ataques mioclónicos se caracterizan por contracciones
breves e involuntarias (rigidez temporal de los músculos). Usualmente un grupo
único de músculos está afectado, causando conductas como repentina caída de la
cabeza hacia delante o hacia atrás y movimientos 18 espasmódicos de los brazos
hacia arriba. En cuanto a los ataques akinéticos, espasmódicos de los brazos
hacia arriba. En cuanto a los ataques akinéticos, algunas veces se les denomina
pequeño mal motor, caracterizado por pérdida del tono y caída repentina. Todo
niño o adolescente epiléptico debe seguir un tratamiento medicamentoso regular y
continuo; esto le permitirá el control de las crisis convulsivas. Generalmente los
tratamientos médicos son bien tolerados; algunas dosis elevadas pueden provocar
somnolencia, lentitud y problemas de comportamiento que dificultan su eficiencia y
éxito en las actividades escolares. Los maestros pueden ser útiles al médico
tratante cuando un niño esté bajo algún tipo de medicación anticonvulsivante, al
vigilar sus efectos secundarios, como por ejemplo, somnolencia y registrando la
frecuencia y duración de los ataques, mientras diferentes dosis medicamentosas
se estén prescribiendo para mejorar la frecuencia de los ataques. También puede
asistir al niño ayudando a los otros alumnos de la clase a entender y aceptar la
enfermedad. El mayor obstáculo es el trauma de rechazo social y emocional de
parte de pares y adultos quienes están desinformados y no aceptan la persona
con esta enfermedad. En cuanto a la hemofilia, puede decirse que es una
enfermedad grave de la sangre, de origen genético y hereditario. Es ocasionada
por la ausencia de una proteína de coagulación, presente habitualmente en el
plasma sanguíneo. Su incidencia es predominante en el sexo masculino. En la
descripción clínica del tipo severo se distinguen dos tipos de hemorragia, las
externas y las internas o hematomas (Duhamel, 1995).

El primer tipo consiste en hemorragias en caso de cortaduras y raspaduras; dichos


accidentes se pueden mejorar por la compresión local durante aproximadamente
veinte minutos, lo cual permitirá la formación de callos para hacer ceder la
hemorragia. En el segundo, se produce una hemorragia dentro de la masa
muscular, generalmente a raíz de un traumatismo, pero también puede ocurrir en
forma espontánea en diferentes partes del cuerpo. Las hematomas voluminosas o
de localización peligrosa (alrededor de los ojos, intra-abdominal e intracraneana)
son graves y deben ser tratadas cuando se presentan los primeros síntomas para
que no se produzca ninguna secuela. Aquellas hemorragias intra-articulares son
los accidentes más frecuentes y graves. Las mismas tocan todas las articulaciones
con predominio de las rodillas, los tobillos y los codos y sobrevienen después de
un traumatismo, esfuerzo o en forma espontánea. La repetición de la hematosis en
las mismas articulaciones produce su deformación y destrucción progresiva,
pudiendo desencadenar en una verdadera deficiencia motriz, por lo cual debe ser
tratada desde sus primeros síntomas, que consisten en dolor, acompañados de
problemas para el movimiento de la articulación. El niño o joven hemofílico debe
evitar las alturas, los golpes y las caídas, no subir ni bajar escaleras
violentamente, no levantar objetos muy pesados (portafolio o útiles escolares) y
debe aprender a observar y detectar cualquier ligero dolor por minúsculo que este
sea.

La hemofilia es una enfermedad crónica con amenaza permanente de accidentes


(hemorragias y hematosis) repetida durante el período de crecimiento. Las
constantes hospitalizaciones por intervenciones quirúrgicas o las movilizaciones
eventuales por las consultas provocan ausentismos impredecibles y dificultan su
escolaridad. Su prosecución escolar debe garantizarse a través de la educación
regular mediante un trabajo coordinado entre docentes, familia y médico tratante
para precisar el tipo de ayuda y los límites en la práctica de sus actividades.
También es importante considerar los cánceres y la leucemia como enfermedades
que afectan seriamente la prosecución escolar de los niños. Están caracterizadas
por una proliferación anormal y anárquica de un tipo de células. El cáncer no es
una afección contagiosa; las formas más frecuentes en los niños son las
leucemias y los tumores cerebrales. Los cánceres infantiles tienen un desarrollo
mucho más rápido que en los adultos, lo cual los hace sensibles a los
tratamientos; entre los más comunes se encuentran la cirugía, la radioterapia y la
quimioterapia. En el caso de ciertos tumores cerebrales, las secuelas pueden
estar en el orden neurológico tales como aquellas motrices (problemas de
equilibrio, coordinación de movimiento y lentitud, entre otros) y cognitivas
(problemas de memoria, atención, espaciotemporales y del lenguaje); estas
secuelas pueden ser tratadas por los especialistas; aquellas postoperatorias y de
radioterapia se pueden reflejar en problemas de crecimiento. La escolaridad de
estos niños y jóvenes está necesariamente perturbada, motivado a las ausencias
ligadas a los tratamientos, a las complicaciones eventuales durante el curso de la
enfermedad y a los efectos secundarios de la quimioterapia. A fin de garantizar
una educación adecuada a las necesidades de estos educandos conviene tomar
medidas correctivas y metas realistas entre todos los entes involucrados en el
quehacer educativo (1995). Entre las otras afecciones de importancia a señalar se
encuentra el síndrome de inmuno deficiencia adquirida (SIDA). Enfermedad
producida por una infección ocasionada por el virus HIV (virus de inmuno
deficiencia humana). Toda persona afectada por este virus es diagnosticada
positiva; puede ser sintomática o asintomática, es decir, puede o no presentar
algún síntoma clínico. La enfermedad se caracteriza por un déficit inmunológico
profundo y con manifestaciones infecciosas diversas cada vez más específicas y
graves; los medios de transmisión del virus son actualmente bien conocidos: la
transmisión por vía sexual, por vía sanguínea o materno-fetal (1995). En pediatría
existen dos formas de evolución; la forma severa, donde la enfermedad evoluciona
rápidamente presentándose en el 20% de los casos; en la forma lenta, después de
un período asintomático durante muchos años, el déficit inmunológico se puede
agravar presentando manifestaciones clínicas como alteraciones en el estado
general de salud, infecciones bacterianas, algunas veces más tardíamente,
manifestaciones neurológicas. No existe tratamiento curativo, pero la combinación
de medicamentos antivirales retarda el proceso de la enfermedad; el control
sanguíneo y la vigilancia biológica e inmunológica es muy importante para
determinar los pronósticos y prevenir numerosas infecciones. Durante el curso de
la evolución de la enfermedad, las medidas que se deben tener presentes para el
niño o adolescente dentro de la institución escolar no se diferencian de aquellas
que generalmente predominan en otras enfermedades crónicas; es necesario
considerar la disposición a la escolaridad de estos niños o jóvenes en función de
su estado de salud; además de la orientación escolar, no existe contraindicación
alguna para aquel educando diagnosticado positivamente. Los efectos que pueden
tener en los niños y adolescentes y sus familias las distintas clases de problemas
crónicos de salud son diversos, de allí que no se pueden hacer generalizaciones
sin establecer factores específicos para cada caso en particular. Estos educandos
pueden presentar sentimientos de inseguridad, desesperación, vergüenza,
rechazo, culpa, baja autoestima y miedo; Los cuales se manifiestan a través de
conductas tales como evitar la interacción con otros, tratar de ocultar la
problemática o volverse en extremo dependientes; es posible prevenir dichas
reacciones mediante una intervención oportuna por parte del maestro,
entendiendo que estas personas, aunque presentan una limitación, se les debe
ofrecer mayores oportunidades para desenvolverse en la sociedad. Es imperativo
que la sociedad y la escuela estén conscientes de sus necesidades y hacerlos
partícipes de todas las actividades sociales para que puedan alcanzar un nivel
más elevado de desarrollo.
La discapacidad puede repercutir en el ámbito académico, en el campo de las
relaciones sociales y en el contexto de la vida cotidiana. Esa influencia puede
estar asociada a algunos de los siguientes aspectos:
a) actitudes familiares y sociales, referidas principalmente a la relación de la
familia, grado de aceptación, calidad de las relaciones y apoyo de los
organismos.
b) características personales del estudiante con discapacidad. 

c) contexto educativo, el cual hace referencia a las barreras arquitectónicas,


de transporte, grado de aceptación y percepción de la discapacidad por parte
de los miembros de la comunidad educativa, la flexibilización del currículo y
las adaptaciones didácticas que hacen posible un proceso de enseñanza-
aprendizaje más efectivo para el alumno. Por último, están las barreras
psicológicas internas, propias del individuo y su circunstancia, y las externas,
referidas a las actitudes de quienes interactúan directa o indirectamente con el
alumno, a saber: compañeros de estudios, profesores, empleados, autoridades del
instituto educativo y sociedad en general.

De la revisión de la respectiva y escasa literatura local, se pudo constatar  la


ausencia, en las instituciones, de registros que aporten las cifras reales y las
características de los estudiantes con discapacidad que se encuentran
cursando en las universidades del país. Esta situación es consecuencia de la
ausencia de cifras de personas con discapacidad a nivel nacional. No es sino en el
año 2001 cuando el Instituto Nacional de Estadística (INE) elabora un
primer censo considerando el tipo de discapacidad. Sin embargo, es necesario
señalar que aún queda mucho camino por recorrer para conocer no sólo
cuántas personas con discapacidad viven en nuestro territorio, sino
fundamentalmente para saber cómo satisfacen sus necesidades de salud,
educativas, laborales, de seguridad, es decir, caracterizarlas con una visión
integral. Entre las consideraciones teóricas tenemos los conceptos de
discapacidad y los modelos que la abordan. Con la intención de ordenar el caos
conceptual y terminológico que existía, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) propuso durante los años setenta una clasificación que facilitó la
comunicación entre los profesionales implicados en el trabajo con personas con
discapacidad, tanto en el contexto médico y educativo, como el laboral y el
comunitario. Dicha Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y
Minusvalías (CIDDM) fue publicada en el año de 1980 y tiene como valor el
haber introducido una terminología novedosa que no sólo se constituyó en un
sistema de clasificación, sino que aportó una descripción y evaluación de la
persona con discapacidad dentro de su contexto o entorno físico y social
Referencias bibliográficas

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una perspectiva social. 
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