Historia Del Chaco.

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Historia del Chaco

Origen de las voces “Chaco” y “Gualamba”.


Explicación de los primeros cronistas.
Desde el comienzo de la Conquista, los españoles dieron el nombre de “Chaco” o
“Chaco Gualamba” a una extensa comarca boscosa que se encontraba al Oriente de la
Provincia del Tucumán y de las sierras subandinas, y cuyos límites naturales por el Este
llegaron a ser los ríos Paraguay y Paraná. Los diversos cronistas que se ocuparon de
describir esta región y a los pueblos que la habitaban, nos dejaron distintas
interpretaciones sobre el origen de este vocablo.

El historiador jesuita del Siglo XVIII Pedro Lozano sostuvo que la voz “chaco”, de
origen quichua, designaba a una gran junta o reunión de naciones indígenas, que
encontraban en esa región un seguro refugio para sus correrías. Dice sobre esto en
su “Descripción Chorográfica del Gran Chaco…”:

“La etimología de este nombre, Chaco, indica la multitud de las naciones que pueblan
esta región. Cuando salen a cazar los indios y juntan de varias partes las vicuñas y
guanacos, aquella muchedumbre junta se llama Chacu, en lengua quichua, que es la
general del Perú, y por ser multitud de naciones las que habitan las tierras referidas, les
llamaron a semejanza de aquella junta, Chacu, que los Españoles han corrompido en
Chaco.”

Otros cronistas, como el también misionero jesuita Joaquín Camaño S. J., expresó
que esta palabra tuvo su origen en un sistema de cacería de vicuñas que practicaban los
naturales.

Por su parte el cronista José Jolís S.J., en su “Ensayo sobre historia natural del Gran
Chaco”, sostuvo que este nombre fue aplicado por los aborígenes a aquellos lugares
donde existían gran variedad de animales y a las cacerías que allí se efectuaban. Agrega
Jolís que en determinadas épocas estas cacerías eran realizadas por el Inca o por sus
gobernadores, y que en dichos lugares se construían reparos de piedra donde se
encerraban a los animales cazados. Uno de estos sitios más renombrados –denominados
“chacu” por los indígenas- se ubicaba en la jurisdicción de la ciudad de Salta, al Este de
la ciudad de Jujuy. De este sitio tomó el nombre toda la región boscosa que se extendía
de esta ciudad hasta la ciudad de Tarija (actual Bolivia).

El Padre Martín Dobrizhoffer S.J., en su “Historia de los Abipones” también vinculó


al nombre “Chacu” con las cacerías que efectuaban los aborígenes, pero señaló que esa
voz quichua designaba a “un cúmulo de fieras muertas en la caza y colocadas en el
mismo lugar”, y que como esa región era asilo y refugio de muchos pueblos indígenas,
se le dio el nombre de “Chaco” desde muy antiguo.
El misionero jesuita Gaspar Osorio, precisó mejor en 1630 la ubicación geográfica
del Chaco: “Está el Chaco en el riñón y en el medio de estas provincias que le tienen
como cercado, que son Potosí, La Plata, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán.”

La cacería de “ojeo”.
El ya citado Padre Camaño en su obra “Noticia del Gran Chaco” escrita en, 1778
describe la cacería de vicuñas que realizaban los aborígenes de Humahuaca, en el Norte
de la provincia de Salta, en términos muy gráficos:

“El modo de cazarlas es distribuirse muchos cazadores de una compañía por los
contornos de un determinado sitio, que tienen señalado, y dispuesto, o como murado
para este fin: espantarlas por todas partes hacia el tal sitio, y cercarlas en él unos,
mientras los otros dentro de aquel recinto las van corriendo y cogiendo, o derribando
con las armas de caza que llevan. Este modo de cazar, y la junta misma, o recluta misma
que hacen de vicuñas, o de cualquiera otra especie de animales, que cazan en esa
manera, se llama ​Chacu ​en la Lengua General del Perú, que dichos indios hablaban y
hablan hasta el presente. El mismo nombre dan a los sitios que tienen destinados para
esa especie de caza.”

El Padre Camaño también nos explica de qué manera este nombre pasó a designar a
las tierras situadas al Oriente de la ciudad de Jujuy, hasta ser aplicado a toda la extensa
llanura boscosa conocida posteriormente por “El Gran Chaco”. Dice que los
conquistadores españoles que ocuparon la parte Norte del Tucumán, en su trato con los
aborígenes escuchaban con frecuencia que éstos querían ir al ​Chacu, ​significando que
deseaban dirigirse a cazar o al sitio o lugar de cacería. Como aquellos no entendían bien
el significado de estas expresiones, creyeron que los naturales llamaban ​Chacu​ a
aquellas tierras a donde iban o adonde señalaban cuando se les interrogaba hacia donde
quedaba esa comarca. Así terminaron designando con ese vocablo a toda la extensa
región situada al oriente de Chichas en el Norte de Tucumán, y continuaron haciéndolo
a medida que penetraron con sus expediciones, a falta de otro topónimo. De este modo,
un nombre que al principio sólo designaba una zona reducida de la frontera del
Tucumán, bañada por el Río Bermejo en su curso Superior, terminó designando a toda
la inmensa región que ocupa el centro de América del Sur y es compartida por
Argentina, Paraguay y Bolivia.

La primera mención documental.


La primera vez que la voz “Chaco” se aplica en sentido toponímico o geográfico es
–según el Historiador López Piacentini- en la Probanza de Servicios de Cristóbal
González del 13 de Enero de 1589, un miembro de la expedición organizada por el
Gobernador del Tucumán Ramírez de Velazco con la finalidad de fundar una ciudad en
las márgenes del Río Grande o Bermejo. En este documento el Gobernador señala
que “Chaco Gualamba es la otra parte del Río Bermejo, cerca de la Cordillera de los
Chiriguanos.” Como se ve, estas tierras, situadas al Sudeste de la ciudad de Santa Cruz
de la Sierra, estaban muy lejos de abarcar toda la región que posteriormente fue
conocida como El Gran Chaco. Un mapa de Sansón D`Abbeville de 1650 documenta la
zona restringida situada al Norte del Río Bermejo, que entonces era conocida con ese
topónimo. Pero la cartografía jesuítica del Siglo XVIII registra muy bien la amplitud
geográfica que había adquirido posteriormente esa designación.

Mapa del Chaco del Siglo XVIII incluida en la obra


"Historia de los Abipones" de Martín Dobrizhoffer

En el mismo sentido se pronuncia el historiador Ramón Tissera en un escrito sobre el


origen del nombre “Chaco” y “Chacogualamba” publicado en la Revista de la Junta de
Historia del Chaco, aunque advierte que el Gobernador Velazco sólo menciona la
palabra “chaco” en toda su correspondencia posterior. Agrega que pocos años después
otro documento menciona nuevamente a este topónimo. Se trata de una solicitud del
Teniente de Gobernador Francisco de Argañaraz a la Audiencia de Charcas, para que se
lo autorice a “…la conquista de los chacogualambas, tierra incógnita a la vuelta de la
cordillera de Jujuy”. En este caso el peticionante advierte que ese nombre hacía
referencia al gentilicio de los pobladores y no al territorio que habitaban.
Como podemos ver, desde los primeros registros documentales la voz “chaco”
queda asociada al vocablo “gualamba”, haciendo más compleja todavía su
interpretación.

Interpretaciones modernas.
Los historiadores que se ocuparon del pasado de nuestra región a partir del Siglo XX
también trataron de dilucidar el significado de la palabra Chaco y de su aplicación a esta
extensa región del Continente Americano. Así, Enrique de Gandía en su obra: “Historia
del Gran Chaco” (1929) señala que la voz “chacú” fue explicada por varios cronistas de
la Historia del Perú como el principal sistema de cacería empleada por los pueblos del
incario, en el cual participaban miles de aborígenes quienes armando un gran cerco y en
medio de un gran vocerío, lograban encerrar a muchos animales para después ultimarlos
con facilidad. Estas cacerías eran también motivo de fiestas y regocijo para las tribus
participantes.

El mismo Enrique de Gandía señala que otra acepción de esta palabra significaba la
multitud de naciones indígenas que poblaban la región, y que siguiendo una regla
constante en la formación de los nombres, por extensión este vocablo pasó a designar al
territorio donde tenían lugar esas cacerías y a los pueblos que la practicaban.

Con respecto a la manera como este sistema de cacería llegó a la región, el Padre
Gabriel Tomassini en su obra “La Civilización Cristiana del Chaco” (1937) nos trae una
versión que se apoya en una tradición, recogida por el Padre Alcaya, Cura de Mataca
(en la actual Bolivia) en una “Relación” enviada al Marqués de Montesclaros. Refiere
que un descendiente del linaje Inca vino a conquistar una vasta y rica región situada al
Norte del Río Parapití, antes de la llegada de los españoles. Este personaje, ya sea
aventurero o un dignatario del incario llamábase Guacane, y una vez establecido su
poder en esta tierra, introdujo esas cacerías originarias del Perú conocidas con el
nombre de ​chacú. ​Lo más probable es que esta versión no sea más que una
interpretación legendaria de la dominación incaica, la cual trajo a la región del Tucumán
prácticas y ceremonias propias del imperio incaico. La abundancia de animales de caza
en la región boscosa de las estribaciones de la sierra y de tribus numerosas adaptadas a
ese medio, pudo haber incentivado en los gobernadores incas el deseo de trasladar a la
misma la práctica del ​chacu c​ omo una manera de mantener sujetos y fieles a los
belicosos pueblos indígenas de estas comarcas. Cuando los españoles llegaron a estas
comarcas en el siglo XVI se sorprendieron al encontrar está práctica de cacería muy
extendida entre los pueblos aborígenes de la región.

A su vez, el historiador correntino Hernán Gómez en su “Historia de la Gobernación


del Chaco”, sostiene que al principio de la Conquista nuestra región recibió varias
denominaciones, que variaban según las distintas secciones geográficas, las cuales
incluían el nombre de las diversas tribus autóctonas. Posteriormente estas
denominaciones se unificaron en la de Gran Chaco, debido a que recibía el nombre de
“Chaco” el territorio de los Chanés, pueblo situado entre los ríos Guapay y Parapití en
el sector Nordeste de la región chaqueña, dentro de lo que es hoy jurisdicción boliviana.
Según la tradición, el sistema de caza colectiva denominado “chacu” fue introducida por
Sinchi Roca, hijo de Manco Capac, emperador de los Incas, en el territorio bañado por
el Río Guapay habitada por los Chanés. Dice Gómez que esta modalidad de cacería que
empleaba hasta a cinco mil hombres, necesitaba de una autoridad eficaz y superior para
coordinar la acción de tantas tribus y también para asegurar una distribución equitativa
de la caza lograda, sin que se generen conflictos. Finalmente los cartógrafos y viajeros,
por desconocer los límites geográficos del hábitat de los chanés, extendieron y aplicaron
el nombre de Chaco a toda la región comprendida por los río Paraguay, Paraná y
Salado.

El Historiador Ramón Tissera, ya mencionado, y que se ocupó de dilucidar esta


cuestión en varios escritos, resumió en su obra “Chaco. Historia General” publicada
después de su muerte, el origen prehispánico del vocablo:

“Se sabe ya que los nombres Chaco o Chacogualamba designaban inicialmente un


breve territorio marginal de la frontera tucumana, casi irrisorio respecto a la dilatada
región que hoy conocemos con esos nombres. En segundo término, desde mucho antes
de llegar a oídos de los españoles el raro topónimo, éste ya era común entre la población
indígena del Tucumán de la conquista, como referencia a tierras y gentes extrañas pero
no desconocidas.”

Hay que agregar que la palabra “chaco” posteriormente evolucionó y en las


culturas andinas designó a las llanuras donde anteriormente se realizaban las cacerías, a
las haciendas establecidas en aquellas llanuras y a los corrales de ciertas dimensiones
donde se encerraba a las vicuñas o a otros animales. Actualmente se practica en algunas
zonas de la Provincia de Catamarca el arreo de vicuñas con la finalidad de esquilarlas y
aprovechar su lana para el tejido de diversas prendas. Este arreo recibe el nombre de
“chaku” en recuerdo de las que antiguamente se realizaban en el Perú.

Por su parte, el historiador Dr. Ernesto J. Maeder, sostiene en su obra “Historia del
Chaco”, que al contrario de lo que ocurrió en el NO argentino, los conquistadores que
exploraron la región desde el Este, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el primer
historiador asunceño Ruy Díaz de Guzmán “…nunca aludieron al Chaco, sino que se
refirieron más bien a la Provincia del Río Bermejo, a los Llanos de Manso, e incluso al
Valle Calchaquí, que curiosamente designó durante mucho tiempo al hoy Chaco
santafesino.”

La voz “gualamba”
Ya vimos como en los primeros documentos de la Provincia del Tucumán a fines del
Siglo XVI la voz ​chaco a​ parece estrechamente vinculada o unida al
vocablo ​gualamba, c​ uya etimología también fue objeto de muchas interpretaciones y
opiniones encontradas por parte de los estudiosos del tema. El ya citado P. Gabriel
Tomassini nos aporta una interpretación del notable etimólogo Mons. Pablo Cabrera,
quien sostuvo que dicho vocablo no era de origen quichua sino que pertenece al léxico
de la lengua kakana o diaguita, y que tuvo su origen en la denominación de pueblos
encomendados a la ciudad de Talavera de Esteco, situada en la jurisdicción de la ciudad
de Salta, en la zona limítrofe con la región chaqueña.

Según esta interpretación, la voz en cuestión se compone de “gual” cuya traducción


es grande, y “ampa”, con sus variaciones “amba”, “mampa”, y “mamba”, que se traduce
por agua o río, siempre en la lengua mencionada. De esto se desprende –siempre
siguiendo a Mons. Cabrera- que el vocablo ​gualamba p​ uede traducirse como Río
Grande, que es la denominación con la que se conocía entonces al Río Bermejo en su
curso superior.

Esto está corroborado por la documentación relativa a las encomiendas otorgadas a


vecinos de la ciudad de Esteco en 1574 por el Gobernador del Tucumán González de
Abreu, donde se hace referencia a parcialidades aborígenes de la jurisdicción de esa
ciudad, cuyo nombres terminan con la desinencia gualamba: Otomogualamba,
Pagualamba, Viticogualamba, Niogualamba, etc. Es decir que dichos nombres o
gentilicios designaban a las distintas parcialidades y también de donde provenían, o su
tierra de origen, que podría tratarse de las proximidades del Río Grande o Bermejo.

Para el historiador Tissera, el vocablo Chacogualamba con el que se designaban a sí


mismos los del grupo Lule que habitaba esa región del Chaco, era un gentilicio y no un
nombre geográfico. Gualamba era el sufijo con que este grupo componía su gentilicio,
al igual que los otros grupos ya mencionados y que fueron encomendados a los vecinos
de Esteco. De allí deduce este autor que el nombre chacogualamba significa ni más ni
menos que “gente del Chaco”, apelativo que adoptaron los Lules al irrumpir y asentarse
en la región

Por su parte el etnólogo argentino Antonio Serrano, en su clásica obra “Los


aborígenes argentinos”, señala que en el momento de la Conquista, el territorio
comprendido entre el Río Salado y el Río Grande o Bermejo, o sea el actual Chaco
Salteño en su parte meridional y el sector Noroccidental de la Provincia del Chaco,
estaba poblado por pueblos pertenecientes al complejo étnico Lule-vilela-tonocoté cuyo
idioma común era el Tonocoté, de la cual los jesuitas compusieron un “Arte y
vocabulario”. A este complejo pertenecían los Mataráes y los Guácaras, con los cuales
el fundador de Concepción del Bermejo Alonso de Vera fundó tres pueblos en 1585.

De estos pueblos, los Tonocotés y Matarás eran agricultores y sedentarios, mientras


que los lules eran nómades y de índole más guerrera. Para el tema que nos ocupa,
importa destacar lo que dice Serrano sobre sus gentilicios. “Es de hacer notar que casi
todos los gentilicios de parcialidades lules de Socotonio [en el actual Chaco Salteño al
N.O. de la Provincia de Santiago del Estero] terminan en “gualamba”, característica sin
duda del idioma o dialecto de estos lules”. Al respecto menciona como pertenecientes a
los Lules, las parcialidades “dipetegualamba”, “lancogualamba” y “lacinogualamba”
que aparecen citados en documentos del Siglo XVI. Agrega Serrano que estos pueblos
se dedicaban a hacer acopio de cera y miel, con los cuales ejercían un activo comercio
con los españoles de las ciudades de Esteco y Santiago del Estero.

El nombre del Chaco.


Sabemos que nuestra región fue poblada por pueblos originarios pertenecientes a
diversos grupos raciales, hace miles de años. Tanto desde la región andina como de la
región amazónica y del sur pampeano, confluyeron a la región chaqueña pueblos de
distintos tipos raciales. Entre ellos ocuparon nuestra región procedente del sur, los
pámpidos o patagónidos, de recia contextura física y con una economía de grandes
cazadores y guerreros. A esta corriente migratoria pertenecían los pueblos de la gran
familia lingüística y étnica Guaycurú, integrada por Tobas, Mocovíes, Abipones,
Pilagáes, Mbayaes y Payaguáes. Los representantes de este grupo linguístico son
nuestros hermanos qom y moqoit o mocobí que habitan el territorio provincial. También
penetraron al Chaco pueblos de origen amazónido, representados hoy el pueblo wichí,
en su gran mayoría habitante de El Impenetrable.

Esto explica la gran variedad de pueblos y etnias que encontraron los conquistadores
españoles cuando penetraron en la región chaqueña desde las ciudades fundadas en la
Provincia del Tucumán, desde el Oeste, y desde la ciudad de Asunción desde el Este.
Esta diversidad originó la enorme cantidad de denominaciones aplicadas a los pueblos
con los cuales entraron en contacto.
Arcabucero español del Siglo
XVI que integró la expediciones
conquistadoras en América.

Los encomenderos ubicados en las cercanías de la ciudad de Jujuy, a fines del siglo XVI
informaban que una parte de los aborígenes bajo su mando acudían periódicamente a
una región boscosa situada al Este a la que denominaban “chacu”, nombre de origen
quichua de un sistema de cacería heredado de los pueblos que habían estado antaño bajo
el dominio incaico. Estas jornadas de caza y de grandes fiestas convocaban a numerosas
parcialidades indígenas que acudían desde los lugares más remotos de esa región
boscosa. Por ello, varios cronistas como Pedro Lozano, Joaquín Camaño y José Jolís,
señalaron que el nombre “Chaco”, con que se designaba a una región situada en el Alto
Bermejo, significaba “Junta de Naciones”. Los conquistadores españoles del Tucumán,
a medida que avanzaban en sus exploraciones y por desconocimiento de los límites
exactos que abarcaba tal denominación, comenzaron a designar con ese nombre a una
región cada vez más amplia y extensa, a falta de otro topónimo. Así el nombre “Chaco”
o “Gran Chaco” comenzó a designar a toda una vasta región bañada por los ríos
Bermejo y Pilcomayo​. Ese es el nombre con que aparece en los mapas de los siglos
XVII y XVIII, a la que se acompañó el topónimo “Gualamba”, nombre de misteriosa
significación, pero que el antropólogo Antonio Serrano atribuye a un gentilicio del
idioma lule-tonocoté, aplicado a un pueblo indígena situado junto al Alto Bermejo
denominado en los documentos del siglo XVI los: “Chacogualambas”, con el
significado de “gente del Chaco”.​ De este modo, el Impenetrable que originariamente
abarcó una región muy extensa y que en algunos mapas del siglo XVIII aparece con el
nombre de “Bosques Impenetrables”, se integró a una denominación genérica que
abarcó un territorio inmenso que actualmente está repartido entre Argentina, Paraguay y
Bolivia. Territorio que sirvió de refugio a numerosas naciones indígenas a medida que
avanzaba la conquista, y desde donde –abroquelados en la profundidad de sus montes-
resistieron durante más de tres siglos a la penetración y el dominio del hombre blanco.

Pueblos originarios.
Es una de las regiones argentinas menos estudiadas desde lo antropológico, no se
dispone de datos fidedignos sobre los procesos de ocupación del territorio. Se supone
que los primeros pobladores se asentaron en el Chaco en el IV milenio a. C.
A partir de los registros etnohistóricos se sabe que existieron dos grandes familias
lingüísticas: la guaicurú y la mataco-mataguayo, a menudo unificadas en la mataco
guaicurú.
Los guaycurúes, vinculados a los pueblos pámpidos, estaban conformados por varias
etnias: mocovíes, qom, pilagáes y abipones. Los wichís o matacos, por su parte,
presentan influjos amazónidos y ándidos

La antigüedad de los primitivos habitantes del chaco se remontaría a 8.000 años A.C.
época en que habrían penetrado en la región por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay,
desde el sudoeste brasileno. sin embargo, también llegaron grupos representativos de los
pampas, patagones y de culturas andinas. En el momento de la conquista, los tobas se
encontraban en el territorio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, lo que
hoy es el centro de Formosa.

Los grupos de pueblos originarios se pueden dividir en :

● Tobas​: La nación toba constituye el grupo indígena más numeroso en la


actualidad. Están distribuidos en Resistencia, Quitilipi, Machagai, Sáenz Peña,
General San Martín, Juan José Castelli, Miraflores y Pampa del indio. Trabajan
en alfarería, cestería y tejeduría.

● Matacos​: Se ubican a orillas del río Teuco-Bermejo. Las principales


comunidades son las de El Sauzalito, El Sauzal, Nueva Pompeya, Tres Pozos,
Wichi y El colorado.

● Mocovies​ : Los asentamientos más importantes se encuentran en colonia


Pastoril (cercana a Villa Ángela), san Bernardo y La Tigra se destacan en
trabajos de alfarería de alta calidad.

Sus dominios.
Hacia el siglo XVII, rieles a su naturaleza nómade, los tobas, luego de adoptar el
caballo, incursionaron por la margen derecha del río Bermejo, camino al sur. En su
amplia dispersión, se extendieron aún más hacia Formosa, Salta y Bolivia, abarcando
casi todo el Gran chaco. incluso llegaron hasta los contrafuertes andinos, costeando el
río Pilcomayo hacia el oeste. Los conquistadores españoles consideraban a los tobas uno
de los pueblos más belicosos del norte argentino, dados sus continuos ataques a distintas
poblaciones y ciudades de la región. Del mismo modo que los mocovíes y abipones, los
tobas se hicieron poco menos que invencibles por su habilidad en el uso del caballo.

Las armas.
Eran diestros con el arco y la flecha, y esgrimían la poderosa y temida maza
rompecabezas, hecha de madera dura y pesada, de forma cilíndrica. También usaban la
boleadora gaucha, de piedra y tiento de cuero. Además del arco, la flecha y la lanza, el
aborigen moderno comenzó a emplear cuchillo, machete, hacha, fusil y otros tipos de
armas de fuego, vendidas por comerciantes o robadas por el indio a los soldados. una de
las últimas armas primitivas que dejaron de utilizar los indígenas chaqueños fue la
lanza.

La primera ciudad chaqueña.

Representación de la entrada de Alonso de Vera


al territorio chaqueño para fundar Concepción del
Bermejo.
El asentamiento de los conquistadores hispano-criollos en el interior del Chaco se inició
cuando el 14 de abril de 1585 Alonso de Vera fundó al sur del Río Bermejo y a unas 30
leguas de su desembocadura en el Río Paraguay, la ciudad de Concepción de Nuestra
Señora o Concepción de la Buena Esperanza o Concepción del Bermejo. Llevó a cabo
esta fundación acompañado de 135 arcabuceros, y una numerosa tropa de ganado
vacuno y caballar que partió de Asunción a mediados de Marzo. Con estos recursos
debió enfrentar a la dura oposición de las tribus guaycurúes que le salieron al cruce y lo
obligaron a librar tres reñidos combates antes de llegar al sitio elegido para fundar a la
ciudad.

No era la primera vez que los conquistadores de Asunción del Paraguay se lanzaban a la
exploración y conquista del Chaco en busca de la Sierra de la Plata. Pero las enormes
dificultades que planteaba la empresa de llegar al territorio de los Charcas en el Alto
Perú, les hizo comprender que era necesario conquistar y ocupar la región chaqueña
para abrir un camino hacia las ciudades del Tucumán y de allí facilitar el tránsito hacia
el Perú de personas y mercaderías.

Retrato de Hernando Arias de Saavedra


(Hernandarias), Primer Alcalde de Concepción
del Bermejo.

La posición de la ciudad de Concepción del Bermejo en el corazón del Chaco y muy


próxima al Río Bermejo era para esa época inmejorable. Significaba un punto de enlace
entre el Litoral y la Provincia del Tucumán. Los caminos que unían a Asunción con las
ciudades de Santiago del Estero, Salta y Jujuy atravesaban la subregión que hoy
conocemos con el nombre de El Impenetrable, que era entonces mucho más extensa que
actualmente y abarcaba casi toda la región boscosa del Chaco. En la cartografía de la
época aparece en algunos casos indicada la leyenda: “Bosques impenetrables”, lo que al
ser repetido por los expedicionarios en sus informes terminó designando a una zona más
restringida de la región chaqueña.
Pero la fundación de esta ciudad originó un largo pleito por la posesión del territorio
chaqueño entre los conquistadores del Tucumán y del Paraguay. Mientras se resolvía el
litigio la Corona resolvió que provisoriamente permaneciese bajo la jurisdicción de
Asunción para asegurar su subsistencia. Esto le permitió a Concepción progresar
económicamente con la producción de maíz, algodón, lienzos, cera y cáñamo, y con una
población de 100 vecinos y más de 1.000 aborígenes encomendados en las encomiendas
de Matará, Guácara, Matalá y Hohomas. De estas encomiendas, Guácara había sido
fundada en 1584 (cuya ruinas se encuentran en Pampa Tolosa, cerca de Tres Isletas) por
vecinos de la ciudad de Esteco, y era uno de los fundamentos del reclamo de los
conquistadores del Tucumán.

Vasija hispano-indígena encontrada en las


Ruinas del Km. 75

Sin embargo la resistencia aborigen permaneció muy intensa y en varias ocasiones en


esos años las tribus guerreras intentaron destruir la ciudad y expulsar a sus habitantes,
aunque se estrellaron con la tenaz defensa de sus habitantes. En 1617 el Rey Felipe III
resolvió el pleito por el Chaco de manera salomónica. No otorgó a ninguna de las dos
partes la posesión de la ciudad, sino que por una Real Cédula dividió a la Gobernación
del Río de la Plata en dos: la Gobernación del Paraguay con capital en Asunción y la
Gobernación del Río de la Plata con capital en Buenos Aires, adjudicando a esta última
gobernación la ciudad de Concepción del Bermejo. Con su capital a más de mil
kilómetros, no tardó esta ciudad en sufrir los efectos del aislamiento y el proceso de su
decadencia.
Excavación en las Ruinas del Km. 75 por
la Facultad de Humanidades de la UNNE

Otro factor se sumó al anterior para producir su rápida caída: la publicación en 1612 de
las célebres Ordenanzas de Alfaro que prohibían el sistema de encomiendas y el
servicio personal de los aborígenes. Esto fue fatal para Concepción que dependía para
su subsistencia y comercio, del trabajo de sus encomiendas. No tardaron los aborígenes
de la zona de advertir esta debilidad y después de una serie de levantamientos, lograron
destruir en 1631 la encomienda de Matará, obligando a los vecinos de Concepción a
abandonar la ciudad en 1632 y a refugiarse en Corrientes.

La Paz de La Cangayé.
Otras ciudades fundadas por conquistadores de la Provincia del Túcumán en la frontera
del Chaco con esta provincia fueron Talavera de Esteco, fundada y trasladada dos veces
entre 1567 y 1592, y Santiago de Guadalcázar sobre el Alto Bermejo al Norte de Jujuy
en 1626. Ambas ciudades fronterizas con el Chaco sufrieron la misma suerte que
Concepción del Bermejo.
Aborígenes Abipones que en alianza con otras tribus
produjeron el abandono de Concepción del Bermejo.

A partir de allí el Chaco fue un territorio inconquistado por los españoles. Las tribus
guerreras de la región hicieron frente a las numerosas expediciones que partieron desde
la frontera del Tucumán y desde las ciudades del litoral con fines de conquista y castigo,
en la mayoría de los casos sin éxito. Los aborígenes, que habían adoptado el caballo
como una formidable arma de guerra después del despoblamiento de Concepción,
tenían los montes impenetrables como escondrijo seguro y empleaban tácticas de
combate desconocidas por los tercios hispano-criollos, que volvían a sus ciudades de
origen totalmente agotados y desmoralizados, cuando no derrotados. Sólo armados con
su abnegación y espíritu apostólico, los misioneros de distintas órdenes religiosas
lograron internarse en el territorio, tomar contacto con los aborígenes y penetrar en sus
dominios, pero en muchos casos con el sacrificio de sus vidas. Este período de cruentas
guerras y de continuo asedio a las ciudades fronterizas se prolongó desde mediados del
siglo XVII hasta fines del siglo XVIII. Y en este largo período, la zona más inaccesible
para la penetración del hombre blanco fue la que hoy conocemos con el nombre de El
Impenetrable, pese a los repetidos intentos de penetrar en su interior por parte de los
tercios y las milicias hispánicas. A mi juicio, es en esta etapa en que el nombre de esta
subregión del Chaco se consolidó para la posteridad. No sólo por la espesura de sus
montes y la casi total ausencia de agua, sino también por la imposibilidad internarse en
la región y de doblegar la resistencia de sus habitantes.

Jerónimo Matorras, Gobernador del Tucumán


que organizó la Expedición Pacificadora al
interior del Chaco.
Fue el Gobernador del Tucumán, Jerónimo Matorras quien en la segunda mitad del
Siglo XVIII comprendió la necesidad de llegar a un acuerdo pacífico con las tribus del
Chaco y con sus caudillos indígenas. En el año 1774 organizó una numerosa y bien
equipada expedición “pacificadora” al interior del Gran Chaco Gualamba con la
finalidad de concertar tratados con las tribus del interior del territorio, en especial con el
célebre cacique mocobí “Paykin”, caudillo que reunía en torno a su jefatura a
numerosos caciques menores y a unos 7.000 aborígenes.

Entre los objetivos de esta empresa estaban: el sometimiento pacífico de las tribus, la
apertura de un camino a través del Chaco en dirección al Litoral, la fundación de
reducciones para la acción evangelizadora y llevar la tranquilidad a las ciudades
fronterizas. El encuentro de Matorras y Paykin se produjo el 20 de Julio de 1744 en el
paraje La Cangayé ( laguna traga-gente) lugar estratégico y legendario situado en el
centro del Gran Chaco Gualamba y punto de reunión de numerosas tribus. A este lugar,
que se encuentra en las proximidades del Río Bermejito y cerca de la confluencia con el
Teuco, lo tuvieron como objetivo numerosas expediciones hispánicas, pero ninguna
logró posesionarse del paraje.

Matorras reconoció como “Perpetuo Cacique” de las tribus del Chaco al cacique Paykin
con el título de Primer Caporal del Chaco, entregándole además un bastón de mando
finamente labrado y con puño de oro como símbolo de su poder. En el tratado de paz
que se celebró el día 29 de Julio se reconocía el señorío de las naciones aborígenes
sobre los territorios que ocupaban, por haber sido de sus antepasados y por ser su
ámbito natural, fuentes de recursos alimenticios y de abrigo. Se reconoció a los
aborígenes su condición de seres libres, no sujetos a esclavitud ni a encomienda, y el
derecho a pedir la fundación de reduciones en los lugares que elijan y de pedir curas
doctrineros. A cambio se comprometían a reconocer la soberanía del Monarca de
España y a las autoridades españolas.
"La Paz Matorras-Paykin" cuadro del pintor salteño
Tomás Cabrera (1775)

Este tratado conocido como “La Paz de La Cangayé” fue uno de los acontecimientos
más importantes de la historia del Chaco en el siglo XVIII, por la personalidad de sus
protagonistas, por las repercusiones que tuvo en las ciudades colindantes con el Chaco y
por ser el punto de partida de una política de colonización que mereció la especial
atención del monarca Carlos III de España, reflejada en una importante Real Cédula de
1777. Fue tal su repercusión que las ciudades fronterizas incluyeron en sus actas
capitulares el texto del tratado, y dio origen al primer cuadro histórico de la Argentina
pintado por el artista salteño Tomás Cabrera, que buscó reflejar con minuciosidad el
lugar, los protagonistas y la grandiosidad del escenario donde este hecho tuvo lugar.
Esta obra se encuentra en el Museo Histórico Nacional y fue reproducido por José León
Pagano en su libro: El Arte de los Argentinos.

Mapa del navegante Emilio Castro Boedo de 1872


donde señala la ubicación de la Laguna de las Perlas.
La "resistencia" de San Fernando.

​ eses antes de llegar la Comisión Exploradora a la zona, la población de San


M
Fernando debió atravesar una crítica situación que pondría a prueba su voluntad de
resistir. En el mes de Abril de 1875 comenzaron a tenerse noticias sobre una coalición
general de tribus del Chaco para llevar un ataque a San Fernando, solamente defendida
por un piquete de 15 hombres de la Guardia Provincial de Corrientes. El Jefe Político
Aurelio Díaz pidió autorización al Gobierno Nacional para organizar una fuerza armada
de vecinos a fin de contener el ataque aborigen.

La tan temida invasión se produjo el 10 de junio, cuando una fuerza de unos mil
aborígenes, armados con lanzas y armas de fuego, realizó un intenso ataque al sur de los
obrajes cercanos a San Fernando. Los 15 hombres de la guarnición en unión con los
obrajeros y sus peones pudieron hacerle frente y rechazarla luego de un intenso combate
de una hora, provocándole muertos y heridos. Pero ante el peligro de ser copados en
caso de repetirse el ataque, debieron replegarse en dirección al fuerte del Coronel
Ávalos a la espera de refuerzos. Esa misma noche salió de Corrientes el vapor
"Teresa"con treinta hombres más, con municiones y pertrechos.

Este ataque no fue más que el preludio de otros más violentos que ocurrieron los
días 11 y 12 del mismo mes. Las fuerzas defensoras al mando del Comandante Vera y
del Mayor Quijano de la Guardia Provincial de Corrientes, sumaban junto a los peones
de los obrajes, unos cien hombres. El Cacique de los vilelas Leoncito, que había estado
reducido con su tribu en San Buenaventura del Monte Alto por los padres franciscanos
de Corrientes, prestó colaboración a la defensa en esta oportunidad. Un capataz de Félix
Seitor y dos peones murieron en estos ataques, y otro defensor Manuel Andino fue
herido. Un cacique atacante fue muerto por el Mayor Quijano, pero la versión aceptada
después de que Leoncito resultó muerto en un duelo singular con el Coronel Ávalos, no
pasa de ser una leyenda.

Estas jornadas, que tuvieron resonancia nacional consagraron a San Fernando como
población capaz de permanecer frente a la amenaza aborigen y probaron la eficacia de la
ayuda militar proveniente de Corrientes. El nombre de "Resistencia" con el cual se
bautizó a la Colonia fundada en el mismo lugar, se originó en estos días. A mediados de
octubre de ese año 1875 llegó al lugar la Comisión Exploradora de los Ingenieros Fóster
y Seelstrang designada por el Presidente Avellaneda para fundar las cuatro
colonias-cantones dispuesta por la Ley 686.
Los miembros de la Comisión Exploradora debieron escuchar de labios de los
propios defensores el relato de esas jornadas dramáticas. Esto y las defensas levantadas
por los obrajeros, junto con las comodidades que pudieron apreciar en las quintas de
Ávalos y Seitor, y que destacan en su informe, más la facilidad de comunicaciones por
vía fluvial, los decidió a elegir el lugar para el trazado de la Colonia. Cuando explican la
razón de bautizar con el nombre de "Resistencia" a esta última, expresan textualmente:

​ "...en vista de los datos adquiridos elegirlo [al paraje San Fernando] para
establecer en él la primera Colonia en el Territorio Nacional del Chaco, la cual se
denominó ​'Resistencia' ​ por el hecho de haber resistido durante bastante tiempo un
corto número de hombres sin protección de ningún gobierno, las continuas
amenazas de los aborígenes."

Algunos autores que trataron este tema, por desconocer los ataques del 10 a 12 de
junio de 1875, ampliamente cubiertos por el diario "La Prensa" de Buenos Aires, y por
existir una documentación que ya menciona este nombre dado a la colonia en diciembre
de ese año, consideraron que esa denominación tuvo un carácter simbólico y que no
aludía a los ataques hasta ese momento conocidos a Resistencia, de los meses de
Febrero y Abril de 1876. Por lo expuesto, considero que la Comisión Exploradora tuvo
muy en cuenta aquellas jornadas muy difíciles que pusieron a prueba la capacidad de
resistir de los pobladores de San Fernando.
En los meses de Enero y Febrero de 1876, el Cacique Leoncito de los vilelas se
sublevó contra las autoridades y llevó dos ataques contra los obrajes de San Fernando,
en lo que pareció un modo de conocer y poner a prueba a las defensas del paraje,
preludiando otros ataques más importantes. Los ataques fueron rechazados por los
pobladores de la Guardia Provincial de Corrientes al mando del Mayor Pedro Quijano.
Algunos caciques tobas, como Mariano y Pedro Largo, se sometieron y asentaron sus
tolderías en las cercanías de San Fernando. Otros, unos diez en total, desafiaron al
Gobernador Uriburu quien marchó con sus tropas a someterlos en dirección a las
nacientes del Río Guaycurú en las cercanías del Bermejo medio, dejando sólo 14
hombres en la guarnición de San Fernando.
Familia inmigrante llegada a Resistencia a partir
de 1878.

Esta situación fue aprovechada por los caciques: Leoncito de los vilelas y
Cambá de los tobas, quienes aliaron sus fuerzas y lanzaron un fuerte ataque a los
obrajes de San Fernando el día 25 de Abril de 1876. Desde hora muy temprana las
huestes de Leoncito y de Cambá, divididos en cinco grupos asaltaron a tres de los
establecimientos, entre ellos al del Coronel Ávalos, obligando a sus defensores a
atrincherarse detrás de las empalizadas para sostener su posición. Encabezaron la
resistencia el Jefe Político Díaz, el Mayor Quijano, el Coronel Ávalos y otros obrajeros,
junto con sus peones. El combate fue muy encarnizado y los atacantes estuvieron a
punto de penetrar las defensas. Finalmente se retiraron y huyeron adentrándose en los
montes cercanos. El saldo de la jornada fue de cuatro heridos por los defensores y de
seis muertos y numerosos heridos por los atacantes.

Estos fueron los últimos ataques que sufrieron los obrajes de San Fernando y la
naciente Colonia Resistencia, aunque el peligro de las invasiones no desapareció del
todo pues subsistían las causas que les daban origen. Otros ataques de menor
importancia sufrieron años después los colonos que se encontraban más alejados. De
este modo la Colonia "Resistencia" logró permanecer y hacer honor al nombre que
había recibido. Su consolidación permitió que menos de dos años después se recibieran
a las 36 primeras familias de inmigrantes italianos, iniciando así la colonización
agrícola del Chaco.
Masacre de Napalpí.
Antecedentes.
Unos cuarenta años antes, el ​Ejército Argentino​ había lanzado una campaña
militar para someter a los pueblos indígenas del Chaco, lo que dio como resultado la
muerte de millares de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas
etnias en las actuales provincias argentinas de ​Formosa​ y ​Chaco​ que en ese momento
eran territorios nacionales.

Se fundaron numerosos ​fortines​ con el fin de mantener a raya a los indígenas


vencidos. Sus tierras fueron vendidas a colonos europeos, en particular italianos y
franceses, quienes pronto las destinaron a la producción de ​algodón​. Numerosas tribus
fueron confinadas en reducciones en donde fueron sometidas a un régimen de
explotación muy cercano a la esclavitud. Una de tales reducciones era Napalpí, nombre
qom (toba) que significa, precisamente, ​lugar de los muertos​, fundada en ​1921​ y cuyo
nombre actual es ​Colonia Aborigen Chaco​.

Los aborígenes de la reducción, de la etnia ​qom​, se dedicaban al cultivo


de ​algodón​ y estacionalmente al cuidado de las haciendas de los colonos de estancias
vecinas. En 1924 las autoridades provinciales de la reducción dispusieron que los
indígenas debían entregarles el 15% de su producción de algodón. Esta quita
compulsiva provocó gran descontento entre los habitantes.

En junio un ​chamán​ llamado Sorai fue asesinado por la policía. El gobernador


del Chaco, ​Fernando Centeno​, inició los preparativos para una feroz y brutal
represión.​4​​pese a los operativos oficiales de ocultamiento, los legisladores opositores no
tenían dudas de que en el Chaco hubo una masacre de aborígenes de las etnias toba y
mocoví. Miembros del Parlamento reclamaron la renuncia del gobernador Centeno y
todo su equipo, además de una comisión investigadora para determinar la cantidad de
muertos. Se convocó entonces a una sesión extraordinaria para interpelar al titular de la
cartera de Interior. La interpelación, que duró seis horas, tuvo lugar el 4 de septiembre
de 1924. El diputado Francisco Leirós expuso una serie de "hechos que parecen propios
de la pesadilla de un loco" y mostró el frasco con las orejas y los testículos del cacique
Maidana.

La masacre.
El día ​19 de julio​ de ​1924​ muy temprano, un grupo de unos 130 hombres, entre
policías, estancieros y civiles blancos de la zona, fuertemente armados con
fusiles ​Winchester​ y ​Mauser​, rodearon el campamento donde se habían reunido los
indígenas alzados que, armados tan solo con palos, bailaban en una fiesta religiosa
organizada por los chamanes en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los
qom ubicada dentro de los límites de la colonia. Convencidos de que los dioses los
protegerían de las armas de fuego de los hombres blancos no pudieron ofrecer
resistencia a los disparos dirigidos al campamento durante cuarenta minutos. Luego los
blancos entraron al mismo para rematar a ​machetazos​ a los indígenas que quedaban,
muchos moribundos, incluidos mujeres y niños. Los heridos fueron degollados, algunos
colgados.

A finales de los años veinte, el periódico ​Heraldo del Norte​ recordó así el hecho:

Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un
solo disparo, [los policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio
del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo
entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni
edad.

El 29 de agosto —cuarenta días después de la matanza—, el exdirector de la


Reducción de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el
Congreso Nacional:

La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus


alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se
hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos
si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados.

En el libro ​Memorias del Gran Chaco,​ la historiadora ​Mercedes Silva​, confirma


el hecho y cuenta que al ​mocoví​ Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga «se lo
mató de manera salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como
trofeo de batalla».

En el libro ​Napalpí, la herida abierta,​ el periodista Mario Vidal detalla: «El


ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de
las culturas indígenas en el siglo XX. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando
advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los
heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron
muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también
se habían plegado al movimiento huelguista».

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destacó:

Se dispararon más de 5000 tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de


testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la
comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros
fueron quemados.

En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno, contó la historia que es


transmitida de generación en generación:

En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron


porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta que fue una matanza porque sólo
murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue
masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza.

La Reducción de Napalpí había sido fundada en 1911, en el corazón


del ​Territorio Nacional del Chaco​. Las primeras familias que se instalaron eran de las
etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. En julio de 1924, Federico Gutiérrez
(corresponsal del diario ​La Razón)​ escribió: «Muchas hectáreas de tierra flor están en
poder los pobres indios, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en
secreto».

Paradigma del despojo.


Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder
político y los terratenientes - con la mano de obra policial o militar - para privar a los
pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al
sistema de producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y,
en el libro ​La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940,​ Nicolás Iñigo
Carrera afirma: «Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de
pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política
con la represión y por la vía económica tuvo como objetivo eliminar sus formas de
producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado. [...] Se comenzó a privar a
los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que
los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir,
premisa necesaria para la existencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido».

Además de someterlos, el gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a


grandes terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión
oficial, «civilizadora y cristiana», hablaba de ​malones​ o enfrentamientos despiadados.
Pero los muertos siempre eran pobladores originarios. Acerca de estos imaginarios
combates, el historiador ​Alberto Luis Noblía​ remarca que «las naciones aborígenes
chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros pueblos. Todo lo contrario, los
inmigrantes llegados de Europa nunca fueron perseguidos por los entonces dueños de
las tierras. Al contrario, el colono supo encontrar en el indígena mano de obra barata».

El 21 de julio de 1925 —un año después de la matanza—, el ministro del


Interior, ​Vicente Gallo​, reconocía los deseos del presidente ​Alvear​: «El Poder Ejecutivo
considera que debe encararse definitivamente, como un testimonio de la cultura de la
República, el problema del indio, no sólo por razones de humanidad y de un orden
moral superior, sino también porque una vez incorporado a la civilización será un
auxiliar valioso para la economía del norte del país».

Los testimonios de testigos oculares hablan de unos doscientos muertos. Las


fuentes coinciden en señalar que no hubo resistencia alguna por parte de los indígenas,
por lo que el hecho fue, en la práctica, un fusilamento masivo seguido de actos
aberrantes:

...les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla
como trofeo... Los de ​Quitilipi​ declararon luego que estos tristes trofeos fueron
exhibidos luego, haciendo alarde de guapeza en la comisaría... Para completar el tétrico
cuadro, la policía puso fuego a los toldos, los cadáveres fueron enterrados en fosas...
hasta ocho cadáveres en cada una... (y algunos quemados).

Ninguno de los hombres que cometieron la masacre murió o resultó herido y


nunca se realizó una investigación ni se llevó a juicio a los culpables. Alrededor de 130
policías y civiles, enviados por grandes estancieros rodearon a los grupos en huelga y
dispararon con rifles durante 45 minutos. Mataron a hombres y mujeres, ancianos y
niños. El ataque terminó en una matanza, los heridos fueron degollados, algunos
colgados.

Pedido de perdón de la Provincia del Chaco.


En ​enero de 2008​, el gobierno de la ​Provincia del Chaco​ a cargo de Jorge
Capitanich pidió disculpas públicas y oficiales por la masacre y rindió homenaje a la
única sobreviviente, ​Melitona Enrique​, que cumplía 107 años ese día y que fallecería el
13 de noviembre de 2008. ​​Falleció a los 108 años Pedro Balquinta, el último
sobreviviente de la Masacre de Napalpí.

Los fiscales federales de Chaco argumentaron la matanza se trató de delitos de


lesa humanidad y analizan la posibilidad de la intervención del Equipo de Antropología
Forense (EAAF) para examinar la fosa común donde fueron depositados los cuerpos de
los indígenas.

Investigación judicial.
En territorio chaqueño, el gobernador radical Centeno, siguió en su cargo y
separó al juez que atendía el caso, Justo F. Farías, y lo reemplazó por uno de su
confianza, Juan Sessarego. Al fiscal Jerónimo Cello, al reclamar que la causa no fuera
archivada, lo mandaron a la Cámara de Apelaciones de Paraná, Entre Ríos. El nuevo
magistrado, quien había sido puesto por Centeno en medio de la repulsa popular,
sobreseyó a los 80 policías que intervinieron en la matanza.

En 2014, noventa años después, el Estado argentino, a través del ​Ministerio


Público​, volvió a investigar durante cuatro años los eventuales delitos de lesa
humanidad cometidos en Napalpí, y solicitó la apertura de un ​juicio por la verdad​,
debido a que todos los eventuales culpables ya habían muerto.

En 2019, el Equipo Argentino de Antropología Forense, convocado por la


justicia, encontró restos humanos en Napalpí.

Masacre de Margarita Belén.


Se conoce como Masacre de Margarita Belén a la ​tortura​ y ejecución de 11
militantes y desaparición forzada de otros 4, realizadas en un operativo conjunto
del ​Ejército Argentino​ y la ​Policía del Chaco​ durante la noche del ​12​ al ​13 de
diciembre​ de ​1976​, en un lugar cercano a la localidad de ​Margarita Belén​, ​provincia del
Chaco​.

El ametrallamiento se disfrazó, como era común en la práctica de la época, de un


tiroteo fortuito acaecido durante un intento de huida de los prisioneros. El caso fue uno
de los más de setecientos tomados en cuenta en el ​Juicio a las Juntas​, en ​1985​, y por eso
se condenó a los miembros de la ​Junta Militar​ del ​Proceso de Reorganización
Nacional​, ​Jorge Videla​, ​Emilio Massera​ y ​Orlando Agosti​. Más tarde, en ​1990​, serían
indultados por el entonces ​presidente​ ​Carlos Saúl Menem​, aunque los indultos
eventualmente fueron revocados por una corte federal el 24 de agosto de 2007.

Un monumento sobre la ​Ruta Nacional 11​, en el sitio donde se produjeron los


hechos, recuerda a los caídos en este trágico suceso.

Hechos.
El domingo ​12 de diciembre​ de 1976, siete militantes de las Juventudes
Peronistas detenidos «a la vista» e incomunicados en la ​Unidad Penitenciaria 7​ de la
ciudad de ​Resistencia​ fueron retirados de sus celdas, con el pretexto de su traslado a la
cárcel de máxima seguridad de Formosa. Fueron trasladados en transportes militares a
la alcaidía de Resistencia; el exdiputado de la ​Unión Cívica Radical​, ​Víctor Marchesini​,
también preso en la alcaidía, informó años después que fueron torturados en el comedor
del establecimiento, antes de ser aislados en celdas individuales. Pocos días antes, otros
detenidos habían llegado a la Brigada de Investigaciones de Resistencia y luego a la
alcaidía, trasladados desde otras cárceles de la ​provincia de Misiones​, a los que también
se sometió a torturas y aislamiento.

De acuerdo con testimonios presentados ante la ​CONADEP​, los encargados de


la tortura pertenecían al Destacamento de Inteligencia 124 del Ejército al mando del
entonces ​teniente coronel​ ​Armando Hornos​; los acompañaban agentes de la brigada de
investigaciones de la policía del Chaco. Durante la noche se presentó una comisión
militar que presentó órdenes de traslado para retirar a 13 de los detenidos; estos fueron
entregados y transportados en dos camiones militares, custodiados por un patrullero de
la policía del Chaco, hasta un descampado vecino a la localidad de Margarita Belén. El
teniente general ​Ricardo Brinzoni​, en declaraciones que hizo en 2001, dijo que "fue una
operación militar para eliminar delincuentes terroristas" y que se trató de "un
fusilamiento encubierto de detenido que estaban en la cárcel U-7"".

La versión militar de los hechos indicó que la columna que trasladaba a los
detenidos en la ​Ruta Nacional 11​, había sido emboscada.​5​​mientras que los restantes
huyeron. Zapata Soñez es indicado en una comunicación oficial del ejército como uno
de los ​Montoneros​ que logró fugarse. Sin embargo, la investigación realizada por la
CONADEP demostró, de acuerdo con los informes proporcionados en su lecho de
muerte por un parapolicial «arrepentido», Eduardo Pío Ruiz Villasuso, que los
detenidos no estaban en condiciones de darse a la fuga; uno de ellos, Carlos Zamudio,
había recibido días antes la visita de su esposa, que confirmó en declaraciones que por
las torturas recibidas no podía siquiera caminar, ​mucho menos huir. De acuerdo a Ruiz
Villasuso, las mujeres fueron ​violadas​, tres de los presos varones fueron ​castrados​, y
todos ellos torturados en el camino. Al llegar a Margarita Belén, fueron colocados en
varios vehículos y fusilados. Los cadáveres de diez de los muertos fueron llevados
al ​cementerio​ de Resistencia, y allí enterrados en ​tumbas​ cuya apertura había realizado
una cuadrilla de soldados el día anterior. Hubo otras novedades. Ese domingo doce de
diciembre un helicóptero de Casa de Gobierno inspeccionó la ruta 11. En la nave
viajaban los oficiales ​Facundo Serrano​ (interventor militar de la provincia), ​Oscar José
Zucconi​ y Alcides Larrateguy. Su misión era sencilla: ubicar el lugar apropiado donde
sacrificar a las víctimas. Veinte años después, las comisiones investigadoras
descubrieron el registro donde está asentado el permiso para usar el helicóptero.

El testimonio de Ruiz Villasuso fue grabado a mediados de los años ochenta en


la sala de terapia intensiva, ante un médico y un escribano que certificaron su lucidez, y
allí falleció por las puñaladas que le asestara un oficial de policía de Chaco, frente a
decenas de testigos. ​El hecho, que tuvo lugar en una hacienda en la localidad chaqueña
de General San Martín, tuvo las características de un intento de homicidio por encargo.

Fauna.
La fauna característica de Chaco , comprende aguraguazúes, corzuelas pardas,
tamaduás, pumas, hurones, pecaríes de collar, gatos moros, guasunchos, monos carayá,
yacarés, tortugas acuáticas, cocoés, ranas trepadoras, curiyús y osos hormigueros y
tapires, aunque estas dos últimas especies se ven con menos frecuencia. La provincia es
ideal para el avistaje de aves, ya que alberga a más de 340 especies entre las que se
encuentran lechuzas, atajacaminos, urutaús, pájaros carpinteros, urracas paraguayas,
garzas, chajáes, biguáes, gallitos de agua, cigüeñas, horneros, patos, chuñas de patas
rojas y hasta ñandúes.
En esta provincia se encuentran mamíferos, aves y reptiles, pertenecientes al
territorio zoogeográfico de la región neotropical, en la subregión guayano-brasilena. La
fauna es especialmente abundante en aquellas zonas donde no existe explotación
forestal y su hábitat no ha sido alterado. Para conservar estas características se han
creado las áreas protegidas de la provincia, como el Parque Nacional Chaco, al noroeste
de Resistencia, y las reservas provinciales de Pampa del Indio, Fuerte Esperanza y La
Pirámide.

Los mamíferos.
En la provincia del Chaco todavía se encuentran felinos grandes y pequeños,
como el yaguareté, el puma, el gato onza, el gato montés y el gato aira. En las zonas de
pastizales vive el aguara-guazu, actualmente en retroceso numérico, y en lugares más
despejados se encuentran armadillos como la mulita, el tatú carreta, el mataco y el
peludo. También abundan el coatí, el tapir, las corzuelas, los zorros y zorrinos, las
vizcachas y comadrejas overas, el mono aullador o caraya y diversos roedores. Algunos
animales exóticos introducidos, como el jabalí y la liebre, han prosperado en la zona
chaqueña en algunos casos desplazando a los elementos de la fauna autóctona.

Aves.
En esta provincia se pueden encontrar ñandúes; diversas especies de perdices,
entre las aves terrestres; y de garzas, entre las acuáticas; tucanes, teros, charatas,
cuervos, caranchos, urracas, pájaros carpinteros, martín pescador, distintas especies de
palomas y patos, chuñas, picuies, horneros, boyeros, tijeretas, chiflones, búhos y
lechuzas, monjitas, cisnes y espátulas. En las zonas cercanas a los ríos, principalmente
en el Paraná, abundan las cotorras comunes y los loros hablador y real.

Reptiles.
Se pueden encontrar ofidios de distinto tipo y peligrosidad, como la lampalagua,
la falsa yarará, la yarará o víbora de la cruz y la serpiente de. coral, estas dos últimas
muy venenosas. Además, son habitantes comunes del chaco las iguanas overas y
coloradas, y las tortugas terrestres.

Parque Nacional del Chaco.


Es un área fehacientemente protegida en la provincia del chaco. Su superficie es
de 15.000 hectáreas.

En los cursos de agua permanentes y semi-permanentes del Parque Nacional se


han detectado 16 especies distintas de peces: cascarudos, viejas de agua, tarariras,
bogas, pirañas, anguilas, pechitos, sábalos, chanchitas y bagres son los representantes
más observados de la ictiofauna chaqueña.
Entre los reptiles se han relevado veintisiete especies. Los más frecuentes son el
yacaré ñato, la boa curiyú, la tortuga de agua (Acanthochelys pallidipectoris) el lagarto
overo, la ñacanina, la yarará y la culebra coral.

El registro de aves en el Parque Nacional chaco llega a sumar 261 especies.


Éstas se adaptan a todos los ambientes y se pueden observar con facilidad. Su número y
diversidad son un indicador de las buenas condiciones del ecosistema del lugar.

Muchos de los mamíferos pasan inadvertidos, como los ratones de campo o los
murciélagos; otros, como los zorros de monte, coatíes, monos carayá, tamanduás o
carpinchos, se cruzan en los senderos en el momento menos esperado. Perseguidos
fuera del alambrado perimetral, la mayoría de ellos guarda buena distancia del hombre.
Excepcionalmente pueden verse pumas, guazunchos, pecaríes y lobitos de río, estos
últimos en los ambientes acuáticos. El Parque Nacional del chaco se encuentra entre las
cinco áreas protegidas del país con mayor número de especies.

Flora.
Las especies que podemos encontrar en los bosques chaqueños son variadas:
quebracho colorado, quebracho blanco, urunday, lapacho negro, palo borracho,
guayacán, mistol, chañar, espinillo.

La vegetación predominante en casi toda esta región recibe el nombre de bosque


chaqueño, caracterizado por árboles de madera dura, cuyas hojas se desprenden durante
la estación seca. Estos árboles son típicos de las zonas subtropicales También se
encuentran, pero en mucha menor cantidad, algunos pastizales. En las márgenes de los
ríos se desarrollan selvas en galería, con vegetación muy abundante.

Considerando la extensión de los grupos de plantas, se estudian tres regiones: los


bosques Occidentales, los bosques orientales y las selvas en galería.

Bosques occidentales.
Se llama así a una zona de la provincia dedicada a la explotación forestal. Las
especies arbóreas que cuentan con mayor cantidad de ejemplares son el quebracho
colorado y el blanco. otras especies son el algarrobo, palo borracho, vinal, itin,
tintinaco, sombra de toro y palo lanza.

En la región de los bosques occidentales se encuentran plantas de gran


resistencia a la falta de agua, como el cardón y el quimil, que son variedades de cactus.
En las tierras arenosas hay bosquecillos de sauce y pájaro bobo, y junto al do Bermejo
crecen bosques de timbó. Además de los bosques se encuentran pastizales de simbol,
mientras en las zonas más húmedas o cercanas a los ríos hay juncales, totorales y
pajonales.

Bosques orientales.
En los bosques del sector este, que son más húmedos, se localizan ejemplares de
quebrachos blanco y colorado, guayacán, espina corona, urunday, ibirá-pitá, guayaibi,
lapacho negro, mistol y aguay. En las zonas que tienen depresiones inundables se
desarrollan palmares de caranday y pindó y entre estas palmeras crecen árboles
dispersos, principalmente algarrobos, chañares, talas. En los remansos de los ríos se
forman embalsados, con abundante vegetación acuática. De oeste a este la vegetación se
hace más abundante.

Selvas en galería.
Estas formaciones vegetales prosperan en las márgenes de los ríos de la región,
y adoptan la apariencia de una vegetación selvática. Sobre el río Bermejo, por ejemplo,
se desarrollan árboles y otros vegetales característicos de las áreas de selva
tucumano-salteña. Sobre el río Paraná crecen elementos de la flora propia de la selva
misionera. Los principales componentes de las selvas chaqueñas en galería son el timbó,
el tatané, el curupí, el sauce y el ceibo.

En los lugares más húmedos son frecuentes los palmares (palmerita caranday) y
en los terrenos anegados predominan pajonales y juncales. Junto a los ríos de la región
existe una estrecha franja cubierta de plantas, arbustos y árboles como el timbó blanco y
colorado, curupí, ñapindá, quebrachillo, tala y pindó. Es muy característica también la
presencia de ceibos, sauces y abundantes camalotales, juncales y pajonales.

Provincialización y nombre.
El Congreso de la Nación dispuso por ley 14037 del 8 de agosto de 1951 crear
una nueva provincia que tuviera jurisdicción en lo que hasta ese momento había sido el
territorio nacional del Chaco. La misma se constituyó en 1952, mediante una asamblea
constituyente democráticamente electa, que sesionó entre el 17 y el 21 de diciembre de
1951, sancionando la constitución provincial y eligiendo el nombre que habría de
designar a la provincia: "Presidente Perón".

La nueva constitución provincial introdujo como novedad en el sistema político


argentino al establecer que la mitad de los miembros de la Cámara de Representantes
sería elegida por votación popular y la otra mitad "será elegida por los ciudadanos que
pertenezcan a las entidades profesionales que se rigen por la ley nacional de
asociaciones profesionales, debiendo estar integrada la lista de candidatos con
miembros de esas entidades".​
En septiembre de 1955, el dictador Eduardo Lonardi, cuando aún se encontraba
en Córdoba y antes de asumir el cargo, dispuso anular el nombre elegido por la
asamblea constituyente para la provincia, y estableció que se la debía designar con el
nombre que le había impuesto el decreto del presidente Domingo F. Sarmiento en 1872,
al incorporarla como territorio nacional.​

El 27 de abril de 1956 el dictador Pedro Eugenio Aramburu dictó una proclama


anulando la constitución nacional vigente y las constituciones provinciales, incluyendo
la chaqueña. De este modo la provincia del Chaco quedó sin constitución. En 1957 la
dictadura convocó a elegir una asamblea constituyente provincial, pero con la
prohibición legal de que el partido peronista se presentara en las elecciones. El resultado
fue la sanción de la Constitución chaqueña de 1957, cuya legitimidad estuvo en
discusión, debido a que no fue sancionada democráticamente.

Por la Ley Provincial N° 6 del 1 de julio de 1973, la Legislatura creó una nueva
división departamental que modificó la denominación de algunos departamentos.

Por el Convenio Interprovincial firmado en Buenos Aires, el 18 de julio de 1978,


las provincias del Chaco y de Corrientes solucionaron el diferendo por la posesión de
islas en el Río Paraná, definiendo por completo sus límites.

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