Historia Del Chaco.
Historia Del Chaco.
Historia Del Chaco.
El historiador jesuita del Siglo XVIII Pedro Lozano sostuvo que la voz “chaco”, de
origen quichua, designaba a una gran junta o reunión de naciones indígenas, que
encontraban en esa región un seguro refugio para sus correrías. Dice sobre esto en
su “Descripción Chorográfica del Gran Chaco…”:
“La etimología de este nombre, Chaco, indica la multitud de las naciones que pueblan
esta región. Cuando salen a cazar los indios y juntan de varias partes las vicuñas y
guanacos, aquella muchedumbre junta se llama Chacu, en lengua quichua, que es la
general del Perú, y por ser multitud de naciones las que habitan las tierras referidas, les
llamaron a semejanza de aquella junta, Chacu, que los Españoles han corrompido en
Chaco.”
Otros cronistas, como el también misionero jesuita Joaquín Camaño S. J., expresó
que esta palabra tuvo su origen en un sistema de cacería de vicuñas que practicaban los
naturales.
Por su parte el cronista José Jolís S.J., en su “Ensayo sobre historia natural del Gran
Chaco”, sostuvo que este nombre fue aplicado por los aborígenes a aquellos lugares
donde existían gran variedad de animales y a las cacerías que allí se efectuaban. Agrega
Jolís que en determinadas épocas estas cacerías eran realizadas por el Inca o por sus
gobernadores, y que en dichos lugares se construían reparos de piedra donde se
encerraban a los animales cazados. Uno de estos sitios más renombrados –denominados
“chacu” por los indígenas- se ubicaba en la jurisdicción de la ciudad de Salta, al Este de
la ciudad de Jujuy. De este sitio tomó el nombre toda la región boscosa que se extendía
de esta ciudad hasta la ciudad de Tarija (actual Bolivia).
La cacería de “ojeo”.
El ya citado Padre Camaño en su obra “Noticia del Gran Chaco” escrita en, 1778
describe la cacería de vicuñas que realizaban los aborígenes de Humahuaca, en el Norte
de la provincia de Salta, en términos muy gráficos:
“El modo de cazarlas es distribuirse muchos cazadores de una compañía por los
contornos de un determinado sitio, que tienen señalado, y dispuesto, o como murado
para este fin: espantarlas por todas partes hacia el tal sitio, y cercarlas en él unos,
mientras los otros dentro de aquel recinto las van corriendo y cogiendo, o derribando
con las armas de caza que llevan. Este modo de cazar, y la junta misma, o recluta misma
que hacen de vicuñas, o de cualquiera otra especie de animales, que cazan en esa
manera, se llama Chacu en la Lengua General del Perú, que dichos indios hablaban y
hablan hasta el presente. El mismo nombre dan a los sitios que tienen destinados para
esa especie de caza.”
El Padre Camaño también nos explica de qué manera este nombre pasó a designar a
las tierras situadas al Oriente de la ciudad de Jujuy, hasta ser aplicado a toda la extensa
llanura boscosa conocida posteriormente por “El Gran Chaco”. Dice que los
conquistadores españoles que ocuparon la parte Norte del Tucumán, en su trato con los
aborígenes escuchaban con frecuencia que éstos querían ir al Chacu, significando que
deseaban dirigirse a cazar o al sitio o lugar de cacería. Como aquellos no entendían bien
el significado de estas expresiones, creyeron que los naturales llamaban Chacu a
aquellas tierras a donde iban o adonde señalaban cuando se les interrogaba hacia donde
quedaba esa comarca. Así terminaron designando con ese vocablo a toda la extensa
región situada al oriente de Chichas en el Norte de Tucumán, y continuaron haciéndolo
a medida que penetraron con sus expediciones, a falta de otro topónimo. De este modo,
un nombre que al principio sólo designaba una zona reducida de la frontera del
Tucumán, bañada por el Río Bermejo en su curso Superior, terminó designando a toda
la inmensa región que ocupa el centro de América del Sur y es compartida por
Argentina, Paraguay y Bolivia.
Interpretaciones modernas.
Los historiadores que se ocuparon del pasado de nuestra región a partir del Siglo XX
también trataron de dilucidar el significado de la palabra Chaco y de su aplicación a esta
extensa región del Continente Americano. Así, Enrique de Gandía en su obra: “Historia
del Gran Chaco” (1929) señala que la voz “chacú” fue explicada por varios cronistas de
la Historia del Perú como el principal sistema de cacería empleada por los pueblos del
incario, en el cual participaban miles de aborígenes quienes armando un gran cerco y en
medio de un gran vocerío, lograban encerrar a muchos animales para después ultimarlos
con facilidad. Estas cacerías eran también motivo de fiestas y regocijo para las tribus
participantes.
El mismo Enrique de Gandía señala que otra acepción de esta palabra significaba la
multitud de naciones indígenas que poblaban la región, y que siguiendo una regla
constante en la formación de los nombres, por extensión este vocablo pasó a designar al
territorio donde tenían lugar esas cacerías y a los pueblos que la practicaban.
Con respecto a la manera como este sistema de cacería llegó a la región, el Padre
Gabriel Tomassini en su obra “La Civilización Cristiana del Chaco” (1937) nos trae una
versión que se apoya en una tradición, recogida por el Padre Alcaya, Cura de Mataca
(en la actual Bolivia) en una “Relación” enviada al Marqués de Montesclaros. Refiere
que un descendiente del linaje Inca vino a conquistar una vasta y rica región situada al
Norte del Río Parapití, antes de la llegada de los españoles. Este personaje, ya sea
aventurero o un dignatario del incario llamábase Guacane, y una vez establecido su
poder en esta tierra, introdujo esas cacerías originarias del Perú conocidas con el
nombre de chacú. Lo más probable es que esta versión no sea más que una
interpretación legendaria de la dominación incaica, la cual trajo a la región del Tucumán
prácticas y ceremonias propias del imperio incaico. La abundancia de animales de caza
en la región boscosa de las estribaciones de la sierra y de tribus numerosas adaptadas a
ese medio, pudo haber incentivado en los gobernadores incas el deseo de trasladar a la
misma la práctica del chacu c omo una manera de mantener sujetos y fieles a los
belicosos pueblos indígenas de estas comarcas. Cuando los españoles llegaron a estas
comarcas en el siglo XVI se sorprendieron al encontrar está práctica de cacería muy
extendida entre los pueblos aborígenes de la región.
Por su parte, el historiador Dr. Ernesto J. Maeder, sostiene en su obra “Historia del
Chaco”, que al contrario de lo que ocurrió en el NO argentino, los conquistadores que
exploraron la región desde el Este, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el primer
historiador asunceño Ruy Díaz de Guzmán “…nunca aludieron al Chaco, sino que se
refirieron más bien a la Provincia del Río Bermejo, a los Llanos de Manso, e incluso al
Valle Calchaquí, que curiosamente designó durante mucho tiempo al hoy Chaco
santafesino.”
La voz “gualamba”
Ya vimos como en los primeros documentos de la Provincia del Tucumán a fines del
Siglo XVI la voz chaco a parece estrechamente vinculada o unida al
vocablo gualamba, c uya etimología también fue objeto de muchas interpretaciones y
opiniones encontradas por parte de los estudiosos del tema. El ya citado P. Gabriel
Tomassini nos aporta una interpretación del notable etimólogo Mons. Pablo Cabrera,
quien sostuvo que dicho vocablo no era de origen quichua sino que pertenece al léxico
de la lengua kakana o diaguita, y que tuvo su origen en la denominación de pueblos
encomendados a la ciudad de Talavera de Esteco, situada en la jurisdicción de la ciudad
de Salta, en la zona limítrofe con la región chaqueña.
Esto explica la gran variedad de pueblos y etnias que encontraron los conquistadores
españoles cuando penetraron en la región chaqueña desde las ciudades fundadas en la
Provincia del Tucumán, desde el Oeste, y desde la ciudad de Asunción desde el Este.
Esta diversidad originó la enorme cantidad de denominaciones aplicadas a los pueblos
con los cuales entraron en contacto.
Arcabucero español del Siglo
XVI que integró la expediciones
conquistadoras en América.
Los encomenderos ubicados en las cercanías de la ciudad de Jujuy, a fines del siglo XVI
informaban que una parte de los aborígenes bajo su mando acudían periódicamente a
una región boscosa situada al Este a la que denominaban “chacu”, nombre de origen
quichua de un sistema de cacería heredado de los pueblos que habían estado antaño bajo
el dominio incaico. Estas jornadas de caza y de grandes fiestas convocaban a numerosas
parcialidades indígenas que acudían desde los lugares más remotos de esa región
boscosa. Por ello, varios cronistas como Pedro Lozano, Joaquín Camaño y José Jolís,
señalaron que el nombre “Chaco”, con que se designaba a una región situada en el Alto
Bermejo, significaba “Junta de Naciones”. Los conquistadores españoles del Tucumán,
a medida que avanzaban en sus exploraciones y por desconocimiento de los límites
exactos que abarcaba tal denominación, comenzaron a designar con ese nombre a una
región cada vez más amplia y extensa, a falta de otro topónimo. Así el nombre “Chaco”
o “Gran Chaco” comenzó a designar a toda una vasta región bañada por los ríos
Bermejo y Pilcomayo. Ese es el nombre con que aparece en los mapas de los siglos
XVII y XVIII, a la que se acompañó el topónimo “Gualamba”, nombre de misteriosa
significación, pero que el antropólogo Antonio Serrano atribuye a un gentilicio del
idioma lule-tonocoté, aplicado a un pueblo indígena situado junto al Alto Bermejo
denominado en los documentos del siglo XVI los: “Chacogualambas”, con el
significado de “gente del Chaco”. De este modo, el Impenetrable que originariamente
abarcó una región muy extensa y que en algunos mapas del siglo XVIII aparece con el
nombre de “Bosques Impenetrables”, se integró a una denominación genérica que
abarcó un territorio inmenso que actualmente está repartido entre Argentina, Paraguay y
Bolivia. Territorio que sirvió de refugio a numerosas naciones indígenas a medida que
avanzaba la conquista, y desde donde –abroquelados en la profundidad de sus montes-
resistieron durante más de tres siglos a la penetración y el dominio del hombre blanco.
Pueblos originarios.
Es una de las regiones argentinas menos estudiadas desde lo antropológico, no se
dispone de datos fidedignos sobre los procesos de ocupación del territorio. Se supone
que los primeros pobladores se asentaron en el Chaco en el IV milenio a. C.
A partir de los registros etnohistóricos se sabe que existieron dos grandes familias
lingüísticas: la guaicurú y la mataco-mataguayo, a menudo unificadas en la mataco
guaicurú.
Los guaycurúes, vinculados a los pueblos pámpidos, estaban conformados por varias
etnias: mocovíes, qom, pilagáes y abipones. Los wichís o matacos, por su parte,
presentan influjos amazónidos y ándidos
La antigüedad de los primitivos habitantes del chaco se remontaría a 8.000 años A.C.
época en que habrían penetrado en la región por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay,
desde el sudoeste brasileno. sin embargo, también llegaron grupos representativos de los
pampas, patagones y de culturas andinas. En el momento de la conquista, los tobas se
encontraban en el territorio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, lo que
hoy es el centro de Formosa.
Sus dominios.
Hacia el siglo XVII, rieles a su naturaleza nómade, los tobas, luego de adoptar el
caballo, incursionaron por la margen derecha del río Bermejo, camino al sur. En su
amplia dispersión, se extendieron aún más hacia Formosa, Salta y Bolivia, abarcando
casi todo el Gran chaco. incluso llegaron hasta los contrafuertes andinos, costeando el
río Pilcomayo hacia el oeste. Los conquistadores españoles consideraban a los tobas uno
de los pueblos más belicosos del norte argentino, dados sus continuos ataques a distintas
poblaciones y ciudades de la región. Del mismo modo que los mocovíes y abipones, los
tobas se hicieron poco menos que invencibles por su habilidad en el uso del caballo.
Las armas.
Eran diestros con el arco y la flecha, y esgrimían la poderosa y temida maza
rompecabezas, hecha de madera dura y pesada, de forma cilíndrica. También usaban la
boleadora gaucha, de piedra y tiento de cuero. Además del arco, la flecha y la lanza, el
aborigen moderno comenzó a emplear cuchillo, machete, hacha, fusil y otros tipos de
armas de fuego, vendidas por comerciantes o robadas por el indio a los soldados. una de
las últimas armas primitivas que dejaron de utilizar los indígenas chaqueños fue la
lanza.
No era la primera vez que los conquistadores de Asunción del Paraguay se lanzaban a la
exploración y conquista del Chaco en busca de la Sierra de la Plata. Pero las enormes
dificultades que planteaba la empresa de llegar al territorio de los Charcas en el Alto
Perú, les hizo comprender que era necesario conquistar y ocupar la región chaqueña
para abrir un camino hacia las ciudades del Tucumán y de allí facilitar el tránsito hacia
el Perú de personas y mercaderías.
Otro factor se sumó al anterior para producir su rápida caída: la publicación en 1612 de
las célebres Ordenanzas de Alfaro que prohibían el sistema de encomiendas y el
servicio personal de los aborígenes. Esto fue fatal para Concepción que dependía para
su subsistencia y comercio, del trabajo de sus encomiendas. No tardaron los aborígenes
de la zona de advertir esta debilidad y después de una serie de levantamientos, lograron
destruir en 1631 la encomienda de Matará, obligando a los vecinos de Concepción a
abandonar la ciudad en 1632 y a refugiarse en Corrientes.
La Paz de La Cangayé.
Otras ciudades fundadas por conquistadores de la Provincia del Túcumán en la frontera
del Chaco con esta provincia fueron Talavera de Esteco, fundada y trasladada dos veces
entre 1567 y 1592, y Santiago de Guadalcázar sobre el Alto Bermejo al Norte de Jujuy
en 1626. Ambas ciudades fronterizas con el Chaco sufrieron la misma suerte que
Concepción del Bermejo.
Aborígenes Abipones que en alianza con otras tribus
produjeron el abandono de Concepción del Bermejo.
A partir de allí el Chaco fue un territorio inconquistado por los españoles. Las tribus
guerreras de la región hicieron frente a las numerosas expediciones que partieron desde
la frontera del Tucumán y desde las ciudades del litoral con fines de conquista y castigo,
en la mayoría de los casos sin éxito. Los aborígenes, que habían adoptado el caballo
como una formidable arma de guerra después del despoblamiento de Concepción,
tenían los montes impenetrables como escondrijo seguro y empleaban tácticas de
combate desconocidas por los tercios hispano-criollos, que volvían a sus ciudades de
origen totalmente agotados y desmoralizados, cuando no derrotados. Sólo armados con
su abnegación y espíritu apostólico, los misioneros de distintas órdenes religiosas
lograron internarse en el territorio, tomar contacto con los aborígenes y penetrar en sus
dominios, pero en muchos casos con el sacrificio de sus vidas. Este período de cruentas
guerras y de continuo asedio a las ciudades fronterizas se prolongó desde mediados del
siglo XVII hasta fines del siglo XVIII. Y en este largo período, la zona más inaccesible
para la penetración del hombre blanco fue la que hoy conocemos con el nombre de El
Impenetrable, pese a los repetidos intentos de penetrar en su interior por parte de los
tercios y las milicias hispánicas. A mi juicio, es en esta etapa en que el nombre de esta
subregión del Chaco se consolidó para la posteridad. No sólo por la espesura de sus
montes y la casi total ausencia de agua, sino también por la imposibilidad internarse en
la región y de doblegar la resistencia de sus habitantes.
Entre los objetivos de esta empresa estaban: el sometimiento pacífico de las tribus, la
apertura de un camino a través del Chaco en dirección al Litoral, la fundación de
reducciones para la acción evangelizadora y llevar la tranquilidad a las ciudades
fronterizas. El encuentro de Matorras y Paykin se produjo el 20 de Julio de 1744 en el
paraje La Cangayé ( laguna traga-gente) lugar estratégico y legendario situado en el
centro del Gran Chaco Gualamba y punto de reunión de numerosas tribus. A este lugar,
que se encuentra en las proximidades del Río Bermejito y cerca de la confluencia con el
Teuco, lo tuvieron como objetivo numerosas expediciones hispánicas, pero ninguna
logró posesionarse del paraje.
Matorras reconoció como “Perpetuo Cacique” de las tribus del Chaco al cacique Paykin
con el título de Primer Caporal del Chaco, entregándole además un bastón de mando
finamente labrado y con puño de oro como símbolo de su poder. En el tratado de paz
que se celebró el día 29 de Julio se reconocía el señorío de las naciones aborígenes
sobre los territorios que ocupaban, por haber sido de sus antepasados y por ser su
ámbito natural, fuentes de recursos alimenticios y de abrigo. Se reconoció a los
aborígenes su condición de seres libres, no sujetos a esclavitud ni a encomienda, y el
derecho a pedir la fundación de reduciones en los lugares que elijan y de pedir curas
doctrineros. A cambio se comprometían a reconocer la soberanía del Monarca de
España y a las autoridades españolas.
"La Paz Matorras-Paykin" cuadro del pintor salteño
Tomás Cabrera (1775)
Este tratado conocido como “La Paz de La Cangayé” fue uno de los acontecimientos
más importantes de la historia del Chaco en el siglo XVIII, por la personalidad de sus
protagonistas, por las repercusiones que tuvo en las ciudades colindantes con el Chaco y
por ser el punto de partida de una política de colonización que mereció la especial
atención del monarca Carlos III de España, reflejada en una importante Real Cédula de
1777. Fue tal su repercusión que las ciudades fronterizas incluyeron en sus actas
capitulares el texto del tratado, y dio origen al primer cuadro histórico de la Argentina
pintado por el artista salteño Tomás Cabrera, que buscó reflejar con minuciosidad el
lugar, los protagonistas y la grandiosidad del escenario donde este hecho tuvo lugar.
Esta obra se encuentra en el Museo Histórico Nacional y fue reproducido por José León
Pagano en su libro: El Arte de los Argentinos.
La tan temida invasión se produjo el 10 de junio, cuando una fuerza de unos mil
aborígenes, armados con lanzas y armas de fuego, realizó un intenso ataque al sur de los
obrajes cercanos a San Fernando. Los 15 hombres de la guarnición en unión con los
obrajeros y sus peones pudieron hacerle frente y rechazarla luego de un intenso combate
de una hora, provocándole muertos y heridos. Pero ante el peligro de ser copados en
caso de repetirse el ataque, debieron replegarse en dirección al fuerte del Coronel
Ávalos a la espera de refuerzos. Esa misma noche salió de Corrientes el vapor
"Teresa"con treinta hombres más, con municiones y pertrechos.
Este ataque no fue más que el preludio de otros más violentos que ocurrieron los
días 11 y 12 del mismo mes. Las fuerzas defensoras al mando del Comandante Vera y
del Mayor Quijano de la Guardia Provincial de Corrientes, sumaban junto a los peones
de los obrajes, unos cien hombres. El Cacique de los vilelas Leoncito, que había estado
reducido con su tribu en San Buenaventura del Monte Alto por los padres franciscanos
de Corrientes, prestó colaboración a la defensa en esta oportunidad. Un capataz de Félix
Seitor y dos peones murieron en estos ataques, y otro defensor Manuel Andino fue
herido. Un cacique atacante fue muerto por el Mayor Quijano, pero la versión aceptada
después de que Leoncito resultó muerto en un duelo singular con el Coronel Ávalos, no
pasa de ser una leyenda.
Estas jornadas, que tuvieron resonancia nacional consagraron a San Fernando como
población capaz de permanecer frente a la amenaza aborigen y probaron la eficacia de la
ayuda militar proveniente de Corrientes. El nombre de "Resistencia" con el cual se
bautizó a la Colonia fundada en el mismo lugar, se originó en estos días. A mediados de
octubre de ese año 1875 llegó al lugar la Comisión Exploradora de los Ingenieros Fóster
y Seelstrang designada por el Presidente Avellaneda para fundar las cuatro
colonias-cantones dispuesta por la Ley 686.
Los miembros de la Comisión Exploradora debieron escuchar de labios de los
propios defensores el relato de esas jornadas dramáticas. Esto y las defensas levantadas
por los obrajeros, junto con las comodidades que pudieron apreciar en las quintas de
Ávalos y Seitor, y que destacan en su informe, más la facilidad de comunicaciones por
vía fluvial, los decidió a elegir el lugar para el trazado de la Colonia. Cuando explican la
razón de bautizar con el nombre de "Resistencia" a esta última, expresan textualmente:
"...en vista de los datos adquiridos elegirlo [al paraje San Fernando] para
establecer en él la primera Colonia en el Territorio Nacional del Chaco, la cual se
denominó 'Resistencia' por el hecho de haber resistido durante bastante tiempo un
corto número de hombres sin protección de ningún gobierno, las continuas
amenazas de los aborígenes."
Algunos autores que trataron este tema, por desconocer los ataques del 10 a 12 de
junio de 1875, ampliamente cubiertos por el diario "La Prensa" de Buenos Aires, y por
existir una documentación que ya menciona este nombre dado a la colonia en diciembre
de ese año, consideraron que esa denominación tuvo un carácter simbólico y que no
aludía a los ataques hasta ese momento conocidos a Resistencia, de los meses de
Febrero y Abril de 1876. Por lo expuesto, considero que la Comisión Exploradora tuvo
muy en cuenta aquellas jornadas muy difíciles que pusieron a prueba la capacidad de
resistir de los pobladores de San Fernando.
En los meses de Enero y Febrero de 1876, el Cacique Leoncito de los vilelas se
sublevó contra las autoridades y llevó dos ataques contra los obrajes de San Fernando,
en lo que pareció un modo de conocer y poner a prueba a las defensas del paraje,
preludiando otros ataques más importantes. Los ataques fueron rechazados por los
pobladores de la Guardia Provincial de Corrientes al mando del Mayor Pedro Quijano.
Algunos caciques tobas, como Mariano y Pedro Largo, se sometieron y asentaron sus
tolderías en las cercanías de San Fernando. Otros, unos diez en total, desafiaron al
Gobernador Uriburu quien marchó con sus tropas a someterlos en dirección a las
nacientes del Río Guaycurú en las cercanías del Bermejo medio, dejando sólo 14
hombres en la guarnición de San Fernando.
Familia inmigrante llegada a Resistencia a partir
de 1878.
Esta situación fue aprovechada por los caciques: Leoncito de los vilelas y
Cambá de los tobas, quienes aliaron sus fuerzas y lanzaron un fuerte ataque a los
obrajes de San Fernando el día 25 de Abril de 1876. Desde hora muy temprana las
huestes de Leoncito y de Cambá, divididos en cinco grupos asaltaron a tres de los
establecimientos, entre ellos al del Coronel Ávalos, obligando a sus defensores a
atrincherarse detrás de las empalizadas para sostener su posición. Encabezaron la
resistencia el Jefe Político Díaz, el Mayor Quijano, el Coronel Ávalos y otros obrajeros,
junto con sus peones. El combate fue muy encarnizado y los atacantes estuvieron a
punto de penetrar las defensas. Finalmente se retiraron y huyeron adentrándose en los
montes cercanos. El saldo de la jornada fue de cuatro heridos por los defensores y de
seis muertos y numerosos heridos por los atacantes.
Estos fueron los últimos ataques que sufrieron los obrajes de San Fernando y la
naciente Colonia Resistencia, aunque el peligro de las invasiones no desapareció del
todo pues subsistían las causas que les daban origen. Otros ataques de menor
importancia sufrieron años después los colonos que se encontraban más alejados. De
este modo la Colonia "Resistencia" logró permanecer y hacer honor al nombre que
había recibido. Su consolidación permitió que menos de dos años después se recibieran
a las 36 primeras familias de inmigrantes italianos, iniciando así la colonización
agrícola del Chaco.
Masacre de Napalpí.
Antecedentes.
Unos cuarenta años antes, el Ejército Argentino había lanzado una campaña
militar para someter a los pueblos indígenas del Chaco, lo que dio como resultado la
muerte de millares de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas
etnias en las actuales provincias argentinas de Formosa y Chaco que en ese momento
eran territorios nacionales.
La masacre.
El día 19 de julio de 1924 muy temprano, un grupo de unos 130 hombres, entre
policías, estancieros y civiles blancos de la zona, fuertemente armados con
fusiles Winchester y Mauser, rodearon el campamento donde se habían reunido los
indígenas alzados que, armados tan solo con palos, bailaban en una fiesta religiosa
organizada por los chamanes en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los
qom ubicada dentro de los límites de la colonia. Convencidos de que los dioses los
protegerían de las armas de fuego de los hombres blancos no pudieron ofrecer
resistencia a los disparos dirigidos al campamento durante cuarenta minutos. Luego los
blancos entraron al mismo para rematar a machetazos a los indígenas que quedaban,
muchos moribundos, incluidos mujeres y niños. Los heridos fueron degollados, algunos
colgados.
A finales de los años veinte, el periódico Heraldo del Norte recordó así el hecho:
Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un
solo disparo, [los policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio
del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo
entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni
edad.
...les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla
como trofeo... Los de Quitilipi declararon luego que estos tristes trofeos fueron
exhibidos luego, haciendo alarde de guapeza en la comisaría... Para completar el tétrico
cuadro, la policía puso fuego a los toldos, los cadáveres fueron enterrados en fosas...
hasta ocho cadáveres en cada una... (y algunos quemados).
Investigación judicial.
En territorio chaqueño, el gobernador radical Centeno, siguió en su cargo y
separó al juez que atendía el caso, Justo F. Farías, y lo reemplazó por uno de su
confianza, Juan Sessarego. Al fiscal Jerónimo Cello, al reclamar que la causa no fuera
archivada, lo mandaron a la Cámara de Apelaciones de Paraná, Entre Ríos. El nuevo
magistrado, quien había sido puesto por Centeno en medio de la repulsa popular,
sobreseyó a los 80 policías que intervinieron en la matanza.
Hechos.
El domingo 12 de diciembre de 1976, siete militantes de las Juventudes
Peronistas detenidos «a la vista» e incomunicados en la Unidad Penitenciaria 7 de la
ciudad de Resistencia fueron retirados de sus celdas, con el pretexto de su traslado a la
cárcel de máxima seguridad de Formosa. Fueron trasladados en transportes militares a
la alcaidía de Resistencia; el exdiputado de la Unión Cívica Radical, Víctor Marchesini,
también preso en la alcaidía, informó años después que fueron torturados en el comedor
del establecimiento, antes de ser aislados en celdas individuales. Pocos días antes, otros
detenidos habían llegado a la Brigada de Investigaciones de Resistencia y luego a la
alcaidía, trasladados desde otras cárceles de la provincia de Misiones, a los que también
se sometió a torturas y aislamiento.
La versión militar de los hechos indicó que la columna que trasladaba a los
detenidos en la Ruta Nacional 11, había sido emboscada.5mientras que los restantes
huyeron. Zapata Soñez es indicado en una comunicación oficial del ejército como uno
de los Montoneros que logró fugarse. Sin embargo, la investigación realizada por la
CONADEP demostró, de acuerdo con los informes proporcionados en su lecho de
muerte por un parapolicial «arrepentido», Eduardo Pío Ruiz Villasuso, que los
detenidos no estaban en condiciones de darse a la fuga; uno de ellos, Carlos Zamudio,
había recibido días antes la visita de su esposa, que confirmó en declaraciones que por
las torturas recibidas no podía siquiera caminar, mucho menos huir. De acuerdo a Ruiz
Villasuso, las mujeres fueron violadas, tres de los presos varones fueron castrados, y
todos ellos torturados en el camino. Al llegar a Margarita Belén, fueron colocados en
varios vehículos y fusilados. Los cadáveres de diez de los muertos fueron llevados
al cementerio de Resistencia, y allí enterrados en tumbas cuya apertura había realizado
una cuadrilla de soldados el día anterior. Hubo otras novedades. Ese domingo doce de
diciembre un helicóptero de Casa de Gobierno inspeccionó la ruta 11. En la nave
viajaban los oficiales Facundo Serrano (interventor militar de la provincia), Oscar José
Zucconi y Alcides Larrateguy. Su misión era sencilla: ubicar el lugar apropiado donde
sacrificar a las víctimas. Veinte años después, las comisiones investigadoras
descubrieron el registro donde está asentado el permiso para usar el helicóptero.
Fauna.
La fauna característica de Chaco , comprende aguraguazúes, corzuelas pardas,
tamaduás, pumas, hurones, pecaríes de collar, gatos moros, guasunchos, monos carayá,
yacarés, tortugas acuáticas, cocoés, ranas trepadoras, curiyús y osos hormigueros y
tapires, aunque estas dos últimas especies se ven con menos frecuencia. La provincia es
ideal para el avistaje de aves, ya que alberga a más de 340 especies entre las que se
encuentran lechuzas, atajacaminos, urutaús, pájaros carpinteros, urracas paraguayas,
garzas, chajáes, biguáes, gallitos de agua, cigüeñas, horneros, patos, chuñas de patas
rojas y hasta ñandúes.
En esta provincia se encuentran mamíferos, aves y reptiles, pertenecientes al
territorio zoogeográfico de la región neotropical, en la subregión guayano-brasilena. La
fauna es especialmente abundante en aquellas zonas donde no existe explotación
forestal y su hábitat no ha sido alterado. Para conservar estas características se han
creado las áreas protegidas de la provincia, como el Parque Nacional Chaco, al noroeste
de Resistencia, y las reservas provinciales de Pampa del Indio, Fuerte Esperanza y La
Pirámide.
Los mamíferos.
En la provincia del Chaco todavía se encuentran felinos grandes y pequeños,
como el yaguareté, el puma, el gato onza, el gato montés y el gato aira. En las zonas de
pastizales vive el aguara-guazu, actualmente en retroceso numérico, y en lugares más
despejados se encuentran armadillos como la mulita, el tatú carreta, el mataco y el
peludo. También abundan el coatí, el tapir, las corzuelas, los zorros y zorrinos, las
vizcachas y comadrejas overas, el mono aullador o caraya y diversos roedores. Algunos
animales exóticos introducidos, como el jabalí y la liebre, han prosperado en la zona
chaqueña en algunos casos desplazando a los elementos de la fauna autóctona.
Aves.
En esta provincia se pueden encontrar ñandúes; diversas especies de perdices,
entre las aves terrestres; y de garzas, entre las acuáticas; tucanes, teros, charatas,
cuervos, caranchos, urracas, pájaros carpinteros, martín pescador, distintas especies de
palomas y patos, chuñas, picuies, horneros, boyeros, tijeretas, chiflones, búhos y
lechuzas, monjitas, cisnes y espátulas. En las zonas cercanas a los ríos, principalmente
en el Paraná, abundan las cotorras comunes y los loros hablador y real.
Reptiles.
Se pueden encontrar ofidios de distinto tipo y peligrosidad, como la lampalagua,
la falsa yarará, la yarará o víbora de la cruz y la serpiente de. coral, estas dos últimas
muy venenosas. Además, son habitantes comunes del chaco las iguanas overas y
coloradas, y las tortugas terrestres.
Muchos de los mamíferos pasan inadvertidos, como los ratones de campo o los
murciélagos; otros, como los zorros de monte, coatíes, monos carayá, tamanduás o
carpinchos, se cruzan en los senderos en el momento menos esperado. Perseguidos
fuera del alambrado perimetral, la mayoría de ellos guarda buena distancia del hombre.
Excepcionalmente pueden verse pumas, guazunchos, pecaríes y lobitos de río, estos
últimos en los ambientes acuáticos. El Parque Nacional del chaco se encuentra entre las
cinco áreas protegidas del país con mayor número de especies.
Flora.
Las especies que podemos encontrar en los bosques chaqueños son variadas:
quebracho colorado, quebracho blanco, urunday, lapacho negro, palo borracho,
guayacán, mistol, chañar, espinillo.
Bosques occidentales.
Se llama así a una zona de la provincia dedicada a la explotación forestal. Las
especies arbóreas que cuentan con mayor cantidad de ejemplares son el quebracho
colorado y el blanco. otras especies son el algarrobo, palo borracho, vinal, itin,
tintinaco, sombra de toro y palo lanza.
Bosques orientales.
En los bosques del sector este, que son más húmedos, se localizan ejemplares de
quebrachos blanco y colorado, guayacán, espina corona, urunday, ibirá-pitá, guayaibi,
lapacho negro, mistol y aguay. En las zonas que tienen depresiones inundables se
desarrollan palmares de caranday y pindó y entre estas palmeras crecen árboles
dispersos, principalmente algarrobos, chañares, talas. En los remansos de los ríos se
forman embalsados, con abundante vegetación acuática. De oeste a este la vegetación se
hace más abundante.
Selvas en galería.
Estas formaciones vegetales prosperan en las márgenes de los ríos de la región,
y adoptan la apariencia de una vegetación selvática. Sobre el río Bermejo, por ejemplo,
se desarrollan árboles y otros vegetales característicos de las áreas de selva
tucumano-salteña. Sobre el río Paraná crecen elementos de la flora propia de la selva
misionera. Los principales componentes de las selvas chaqueñas en galería son el timbó,
el tatané, el curupí, el sauce y el ceibo.
En los lugares más húmedos son frecuentes los palmares (palmerita caranday) y
en los terrenos anegados predominan pajonales y juncales. Junto a los ríos de la región
existe una estrecha franja cubierta de plantas, arbustos y árboles como el timbó blanco y
colorado, curupí, ñapindá, quebrachillo, tala y pindó. Es muy característica también la
presencia de ceibos, sauces y abundantes camalotales, juncales y pajonales.
Provincialización y nombre.
El Congreso de la Nación dispuso por ley 14037 del 8 de agosto de 1951 crear
una nueva provincia que tuviera jurisdicción en lo que hasta ese momento había sido el
territorio nacional del Chaco. La misma se constituyó en 1952, mediante una asamblea
constituyente democráticamente electa, que sesionó entre el 17 y el 21 de diciembre de
1951, sancionando la constitución provincial y eligiendo el nombre que habría de
designar a la provincia: "Presidente Perón".
Por la Ley Provincial N° 6 del 1 de julio de 1973, la Legislatura creó una nueva
división departamental que modificó la denominación de algunos departamentos.