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PLATÃO. Timeu-Crítias. Tradução do grego, introdução e notas Rodolfo Lopes.

, Coimbra, Centro
de Estudos Clássicos e Humanísticos da Universidade de Coimbra, 2011, p. 56-63

3.2 La narrativa de la Atlántida es una invención de Platón

La segunda hipótesis, según la cual toda la narración fue enteramente inventada por Platón, es la que
menos aceptación tuvo durante la antigüedad. De hecho, sólo queda una referencia que apunta en
esta dirección: en Geografía, Estrabón cita en dos ocasiones (2.3.6; 13.1.36) la frase “el poeta que la
forjó la hizo desaparecer”; en el primero no explica su autoría, y en el segundo señala a Aristóteles,
quien nunca se refiere a la Atlántida en ninguno de los textos conservados18. En segundo lugar,
porque esta orientación no es compatible con la intención del narrador que insiste en calificar su
discurso de histórico. Si el primer aspecto no nos permite concluir nada con rigor, ya que sólo
confirma la evidencia, el segundo será más difícil de justificar.

En el breve resumen anticipado en el Timeo, Critias dice que lo que va a decir es absolutamente
cierto (pantapasi alêthous: 20d7); es decir, su discurso es histórico. De hecho, su intervención revela
varias características e inquietudes de un historiador: el hecho de describir (geográfica, social y
políticamente) las dos fuerzas antes de entrar en combate, como hace Tucídides (1,89-sqq.); la
necesidad de sustentar el argumento con evidencia19; la forma en que el propio Solón obtiene
información en Egipto recuerda al método de Heródoto20; o incluso el uso de ciertas expresiones
formulaicas propias del registro historico21.

Sin embargo, la fuente que respalda la cuenta es problemática, por decir lo menos. Por el tiempo
transcurrido desde la época a la que se refiere Critias y la inevitable desaparición de los hombres que
en ella habitaban, en Grecia sólo quedan nombres aislados que los que habitaban en las montañas –
iletrados– daban a sus descendientes (109b- C). Dada la inexistencia de testimonios helénicos que
den cuenta de ese episodio, el fundamento de la narración se remonta a Egipto, donde Solón recopiló
datos de los sacerdotes locales. Sin embargo, dicha transmisión carece de validez histórica porque es
cronológicamente imposible que Solón estuviera en Egipto en la época del rey Amasis, como sugiere
el texto (21e); por lo que el episodio debió haber sido manipulado por Platón (apud Leão, 2001, pp.
249, 275).

Así, la intención historicista del narrador se torna sumamente difícil de conciliar con la evidente
precariedad de las fuentes de las que parte, así como con la imposibilidad de, tras más de dos
milenios de exégesis, siquiera esbozar una teoría mínimamente válida que sustente esta posición.
Además, hay otro detalle que, de entrada, parece complicar aún más el esclarecimiento de tal
contradicción. Cuando, todavía en el Timeo, Sócrates elogia la intención de Critias de ofrecer un
“discurso de lo real” (alêthinon logon: 26e4-5) y no una narración falsificada (mê plasthenta mython:
26e4), parece suscribir el estatus de pura historia. Sin embargo, esta aparente connivencia debe
entenderse a la luz de lo que él mismo dijo en relación con la ciudad descrita “anteayer”, es decir, el
arquetipo del Estado de la República (cf. Pina 2010, pp. 148-149):

Tal vez quiera escuchar ahora sobre el estado que hemos descrito y los sentimientos que puedo tener
hacia él. Me parecen similares a las de quien, al contemplar bellos animales, representados en
cuadros o vivos pero descansando, le surge el deseo de verlos en movimiento y de ejercitar, como en
una competencia, algunas de las habilidades que parecen ser típico de sus cuerpos. Así es
exactamente como me siento acerca de la ciudad que describimos (19b-c).

Es decir, ese juego entre mito y logos, narración y discurso, parece indicar no una oposición entre lo
verdadero y lo falso, sino un intento de trasponer a lo real y concreto (apud Azevedo, 2009, p. 96)
algo que había sido formulado en abstracto. . Sin embargo, dado que esta cuestión forma parte de una
de las posibilidades de interpretación que se abordará más adelante, dejémosla en suspenso por
ahora.

Abandonando entonces los puntos de vista de los participantes en el diálogo sobre la naturaleza del
relato, y centrándonos un poco más en lo que podemos deducir a través de algunas relaciones
intertextuales, encontramos que el texto de Platón evidencia la presencia de muchas fuentes a las que
no se refiere. hacer referencia directa. . La diversidad de estos materiales utilizados como
“ingredientes” es tal que fácilmente podemos establecer un conjunto de sustratos inherentes al
discurso, que lo vinculan forzosamente a un estatuto compuesto y, al mismo tiempo, lo alejan de la
historicidad reivindicada.

Por un lado, el texto se hace eco, en varias ocasiones, de las voces de algunos autores griegos, como
apunta Gill (1980, xii-xiii). Por ejemplo, la inconmensurable fertilidad de las tierras de la Ática
primitiva que reducía al mínimo el trabajo agrícola (110e) recuerda inevitablemente la Edad de Oro
de Hesíodo (Obras y Días, 109-126); o el mismo nombre de “Atlántida” y su ubicación más allá de
los confines del mundo conocido (es decir, el Estrecho de Gibraltar) que recupera la isla de la hija de
Atlas a la que se refiere la Odisea (1,51-54). En el campo de la historia también es evidente la
presencia de Herodoto: Rodolfo Lopes 60 los anillos que estructuran la ciudad principal de la
Atlántida (113d-e) evocan la descripción del aparato defensivo de la ciudad persa de Ecbatana
(1,98); la forma en que se diseñaron los canales de la llanura de esa isla (118c-e) recuerda la
descripción de la mítica llanura que constituía el centro de Asia (3.117); la asamblea de reyes tiene
muchas similitudes con un ritual característico de una monarquía egipcia (2.147-sqq.). Además, en la
construcción de la Atlántida también encontramos elementos de la propia cultura Atlántida, como
acertadamente observa Vidal-Naquet (1964, pp. 429-432): la división decimal del territorio (113e),
los edificios defensivos que nos recuerdan del Pireo (117d-f ) e incluso el propio templo de Poseidón
muy similar al Partenón (116d-f ). Finalmente, las similitudes entre la estatua de Poseidón que estaba
dentro de su templo y la Estatua de Zeus en Olimpia22 también son sugerentes.

Por otro lado, hay elementos en la narrativa de Critias que pertenecen a otras culturas o
civilizaciones, como Cartago, Creta en el período minoico o el propio Egipto. En el primer caso, los
paralelismos que podemos establecer son específicos: los elefantes voraces (114e), característicos de
esa zona del Mediterráneo, y, por ejemplo, los nombres Gadiro y Gadírica (114b) de origen
semítico23. Lo mismo ocurre con el segundo: el hecho de ser una gran potencia marítima y sobre
todo el culto al toro24. Pero en el tercer caso, la cuestión es de otro orden, pues todo apunta a que
este sustrato representa el trasfondo histórico que dio origen a la narración. Es muy probable que el
conflicto entre la Atenas primigenia y la Atlántida sea una adaptación de una batalla librada por los
egipcios, en tiempos de Ramsés III, contra los llamados “Pueblos del Mar”. Esta designación –muy
sugerente– sugiere una confederación de pueblos de varias islas del Mediterráneo que, juntos,
intentaron atacar varias áreas continentales, como el norte de Palestina, Siria e incluso Egipto. En
este país, la victoria fue particularmente celebrada y, por tanto, registrada y objeto de diversas
narraciones que han perdurado en el tiempo; por lo tanto, Platón probablemente se basó en este
episodio (apud Griffiths, 1985, pp. 13-14).

La recopilación de todos estos elementos disponibles en textos y lugares conocidos por el autor
parece indicar así un proceso de representación del otro a través de los ojos de un griego; una
geografía imaginaria de un mundo también imaginario y, sobre todo, imaginado, pero siempre desde
el depósito cultural del que emerge el sujeto.

Ante esta evidencia, nos vemos obligados a confesar que la narración de Critias tiene un carácter
marcadamente compuesto. Sin embargo, no se trata sólo de una mezcla de datos históricos de
contextos espacio-temporales bastante diferentes –como un pastiche25–, sino que también tiene un
fuerte componente poético-mitológico. De una manera un tanto irónica, esta naturaleza está latente
en el texto mismo. Justo al comienzo del diálogo, Critias insiste en enfatizar que el lenguaje es en sí
mismo imitación y representación (mimesin (...) kai apeikasian: 107b4-5). La advertencia preliminar
indica, en primer lugar, una salvaguarda que el narrador pretende marcar; además, inevitablemente
acerca su relato al registro ficticio, por lo tanto ahistórico.

Dicho esto, la incompatibilidad entre el estatuto que el narrador atribuye a su discurso y el estatuto
que estamos obligados a reconocerle permanece invariable, si no más acentuada. Sin embargo, la
solución definitiva al problema se encuentra precisamente en una de las intervenciones metaliterarias
destinadas a certificar el carácter real del discurso:

En cuanto a los ciudadanos y la ciudad que ayer nos describiste como en un mito, pongámoslos aquí,
transportándolos a la realidad (...) (26c8-26d1).

Este discurso de Critias tiene lugar precisamente cuando está a punto de comenzar la descripción de
la guerra entre la Atlántida y Atenas; y la ciudad a la que se refiere es la que antes había abordado el
resumen de Sócrates: el arquetipo de Estado esbozado en la República. Como en ese diálogo, la
proyección teórica de la ciudad se formula en el ámbito del mito (501e4), pero a diferencia de La
República, diálogo en el que esta teorización no se lleva a la práctica, Critias pretende encarnar lo
formulado en abstracto. ; es decir, llevarlo a la realidad (epi talêthes). 63 Introducción De esta
manera, en lugar de ser verdadero en lugar de falso, el discurso de Critias pretende ser concreto; o
mejor dicho, concretar lo teorizado. De hecho, esta es la intención de Sócrates cuando dice que
quiere ver la ciudad y los ciudadanos de los que habla en movimiento, y es en este sentido en el que
debemos entender su preferencia por un discurso de lo real frente a una narración falsificada. . De
esta forma, podremos asegurar que el discurso de Critias es un relato ficcional forjado por el propio
Platón a partir de diferentes elementos, ya sean (pseudo-)históricos o poético-mitológicos.

Aún así, queda por aclarar el paso en el que Critias dice que su discurso es “absolutamente cierto”
(pantapasi (...) alêthous: 20d7); es decir, ¿por qué Platón insiste en llamar “verdadero” a un relato
que ensambla con elementos ficcionales? Morgan responde a esta pregunta de una manera tan válida
como eficaz: el discurso de Critias consiste en una dramatización práctica de la “noble mentira” de la
República26.

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