3.1. Globalización, Migraciones, Diversidad Cultural

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Facultad de Educación

MÁSTER EN FORMACIÓN DEL PROFESORADO DE SECUNDARIA

Globalización, migraciones, diversidad cultural y


educación: una apuesta por la escuela intercultural

Globalization, migrations, cultural diversity and education:


a commitment to intercultural school

Alumno: Alejandro Pascual Trueba


Especialidad: Geografía e Historia y Filosofía
Director: Íñigo González de la Fuente
Curso 2018-2019
Fecha: 2 de octubre de 2019

Vº Bº Director
Resumen
El mundo en el que vivimos se encuentra actualmente sujeto a diversos cambios
en muchos de sus aspectos. Si atendemos a las dinámicas que entran en juego,
las migraciones y la globalización se erigen como dos de los retos fundamentales
a los que atender en este siglo XXI. Las dificultades que surgen del creciente
carácter pluricultural de las sociedades y de los efectos del mundo globalizado
pasan por una respuesta efectiva de la escuela, la institución centrada en la
formación de la ciudadanía. El cómo poder adaptarse a esta nueva situación y
sus riesgos en la escuela y el crear las condiciones para posibilitar un
entendimiento intercultural desde las aulas de ciencias sociales son dos tareas
principales a las cuales nos enfrentamos en este trabajo.

Palabras clave: interculturalidad, escuela intercultural, diversidad cultural,


Geografía e Historia.

***

Abstract
The world in which we live is now being subject of a great amount of
changes in many of its aspects. Looking at the dynamics involved,
migrations and the globalization are presented as two main challenges to
face in the 21st century. The difficulties born of the new pluricultural social
scenario and the effects of the globalized world require a sudden and
effective answer from the school as the institution in charge of the
citizenship education. How to adapt to the new situation and its risks from
school, and the need of create the essential conditions in order to reach an
intercultural understanding from the social science subjects are two
fundamental tasks for the school of which we talk in this essay.

Keywords: interculturality, intercultural school, cultural diversity, Geography


and History.

1
Índice

1. Introducción. ..................................................................................................................... 3
2. Objetivos. ........................................................................................................................... 4
3. Justificación. ..................................................................................................................... 5
4. Una contextualización: la era de la globalización y algunas de sus
consecuencias. ......................................................................................................................... 7
4.1. La globalización........................................................................................................ 7
4.2. Las migraciones. .................................................................................................... 10
4.3. Algunos efectos de la globalización y las migraciones sobre las
sociedades actuales. ......................................................................................................... 14
5. Por una respuesta transformadora: hacia la escuela intercultural. ................. 18
5.1. ¿Qué es la interculturalidad? .............................................................................. 19
5.2. La escuela ante la diversidad cultural. ............................................................. 23
5.3. La escuela intercultural: fundamentos. ............................................................ 25
5.4. La escuela intercultural: objetivos. ................................................................... 28
5.5. La escuela intercultural: retos planteados. ..................................................... 32
6. La interculturalidad aplicada a las asignaturas de Geografía e Historia:
situación y propuestas de cambio. ................................................................................... 37
7. Conclusiones. ................................................................................................................. 45
8. Bibliografía. ...................................................................................................................... 48

2
1. Introducción.
El mundo se encuentra en una clara situación de cambio. Este cambio es
general y tiene muchas dimensiones, pero una de ellas está irrumpiendo con
fuerza en la configuración y el comportamiento de esas sociedades
desarrolladas que hasta ahora se creían realmente configuradas y
cohesionadas, premisa que no daba lugar a ninguna discusión.

La creciente intensidad de los flujos migratorios que estamos viviendo, en


estrecha relación con el proceso de globalización, está llevando a situaciones
hasta ahora desconocidas a nuestro alrededor. Si bien es cierto que las
migraciones son procesos presentes y estudiados a lo largo de toda la Historia,
hoy en día adquieren características propias y generan conflictos nuevos que no
habían aparecido hasta la fecha.

De esta forma, una simple mirada a nuestro alrededor en una estación de


tren puede sernos reveladora: nos encontramos ante una sociedad cada día más
heterogénea, en la cual no vivimos ya nosotros solos. La época de la
homogeneidad cultural pasó, y nos adentramos peligrosamente en la de la
heterogeneidad y la diversidad cultural. Y que no se entienda mal lo que
queremos decir con peligrosamente. Hemos de pensar si nuestra ciudadanía
está preparada para esta transición que, nos guste o no, está en marcha y no
tiene pinta de que vaya a frenarse.

Día tras día escuchamos discursos políticos que tienden a demonizar esta
diversidad, teniendo un impacto cada vez mayor y teniendo ya influencia en los
algunos ámbitos de poder de gran relevancia para la ciudadanía. Que esto sea
así nos tiene que llevar directamente a esa pregunta de si la ciudadanía está
realmente preparada para el cambio. Si atendemos a la tendencia actual, la
diversidad cultural tiene todas las papeletas para mantenerse o ser mayor en un
futuro no muy lejano, y ese rechazo a ella no puede ser el camino a seguir si
queremos construir una sociedad sana, democrática, igualitaria y comprometida
con los derechos de todos y todas.

En este sentido, surge la necesidad que crear el marco para el


establecimiento de una sociedad respetuosa y tolerante para con la diversidad,

3
para con aquellas personas que en la diferencia son iguales en la condición de
seres humanos, sujetos por lo tanto de una serie de derechos inviolables e
innegables por parte de ningún colectivo por muy refractario que sea a la
diversidad.

Ese camino hacia el entendimiento, el diálogo y la cooperación en el marco


de esa creciente diversidad cultural lo marca la interculturalidad como modelo de
actuación en nuestra sociedad. La posibilidad de crear un marco de comprensión
e intercambio debería ser una meta firmemente establecida en la situación que
vivimos, y es que no podemos vivir siempre en el conflicto, necesitamos lazos y
puentes con los que comunicarnos y entendernos.

La posición de la escuela ante esto no puede ser de indiferencia. Como


institución educativa, la escuela tiene que comprometerse con las minorías
culturales, sujetos al igual que las mayorías del derecho a la educación y la
inserción social. La escuela crea y forma ciudadanía, y en este momento de
cambio ha de tener un papel protagonista, contribuyendo a la creación de una
sociedad futura comprometida con la igualdad, la equidad y la democracia, una
sociedad en la que todos quepamos y nadie quede descolgado por no pertenecer
al grupo mayoritario.

2. Objetivos.
Sabiendo la importancia y el interés de una educación adaptada a cada
momento histórico, y la necesidad de que ésta responda a una serie de
necesidades sociales, en el presente Trabajo Fin de Máster nos marcamos una
serie de objetivos.

En primer lugar, trataremos de hacer un análisis de la situación de la


escuela puesta en el contexto actual, ver las respuestas que se han dado a la
creciente diversidad cultural a lo largo del tiempo y cuáles son las posibilidades
interculturales que se abren ante el marco de creciente heterogeneidad en el que
nos estamos moviendo.

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En segundo lugar, nos proponemos hacer un breve análisis sobre la
situación de las asignaturas Geografía e Historia en relación con esa escuela
intercultural que ya hemos mencionado. Así, podremos conocer los puntos
fuertes y débiles de la materia, los retos y los cambios que requiere para
adaptarse al marco intercultural que proponemos.

3. Justificación.
Desde hace algunos años se ha visto un aumento considerable de los flujos
de personas a lo largo del mundo. Esto ha provocado un boom migratorio, cuya
consecuencia más directa ha sido el aumento de la población inmigrante en
algunas zonas del mundo, sobre todo en los países desarrollados. Este
crecimiento de la población inmigrante ha provocado, a la vez, profundas
transformaciones en el entramado social de las comunidades de acogida, lo cual
ha sido respondido de diversas formas.

En este sentido, se ha visto cómo en los últimos años y a la par que la tasa
de inmigración se incrementaba, han ido apareciendo algunas manifestaciones
muy reprochables en muchos ámbitos de nuestro país y nuestro entorno. La
nueva configuración de las sociedades, marcadas cada vez más por una
evidente diversidad cultural, ha generado sentimientos de confusión a los cuales
gran parte de la población no ha sabido responder de forma correcta. De esta
forma, no es extraño ver en algunos sondeos públicos, cada vez menos, la
inmigración como una de las grandes preocupaciones y amenazas que la
población siente (CIS, 2017), más aún desde el estallido de la crisis económica
y el espectacular aumento de las tasas de desempleo de vivimos. Si es cierto
que se acepta la diversidad cultural, es de destacar la cautela con la que se tratan
ciertos temas relacionados con los inmigrantes (como el acceso a ayudas
sociales).

El resultado de esta dinámica ha sido la creación en algunos sectores de la


ciudadanía de fuertes sentimientos y comportamientos de intolerancia, racismo
y xenofobia. Si atendemos, además, al panorama político mundial, vemos cómo
hoy en día se encuentran en plena efervescencia agrupaciones políticas que

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condenan abiertamente la inmigración y promueven el regreso a las sociedades
homogéneas que caracterizaron gran parte de los siglos pasados, aunque ello
lleve aparejado una destrucción o privación de esas minorías de poner en
práctica sus valores culturales, sus comportamientos y sus costumbres.

Además de ver esta diversidad cultural en peligro como consecuencia de


ese rechazo a los inmigrantes y su cultura, aparece otra variable importante a la
que debemos prestar atención inexcusablemente: la globalización. Es este un
fenómeno reciente tal y como lo conocemos hoy, y por ello todavía tenemos que
comprenderlo y elaborar respuestas necesarias a él. Con todas las
connotaciones económicas que lleva aparejadas, la globalización actual ha
supuesto, además, el surgimiento de unas nuevas formas de difusión de la
cultura, algo en lo que han tenido gran influencia de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC). Nuestro deber ante esto es preguntarnos
y localizar los riesgos que este trascendente fenómeno puede tener ante la más
que evidente homogeneización cultural que poco a poco va viéndose en todo el
planeta para, después, poder elaborar una respuesta.

Entre todos estos problemas encontramos una institución básica para la


humanidad: la escuela, la base de la formación y la educación de la ciudadanía.
Si bien la escuela se consideró durante mucho tiempo como una institución rígida
centrada únicamente en la formación académica del alumnado, en las últimas
décadas se ha aceptado que su función más allá de formar debe centrarse
también en la adopción de los alumnos y alumnas de ciertos valores universales
como la democracia, la justicia o la igualdad, en un proceso de educación
ciudadana y cívica que contribuya a crear una ciudadanía activa en el presente
y el futuro.

¿Cómo habría de responder la escuela, entonces, ante los desafíos


expuestos más arriba? Es en la respuesta a esta pregunta donde está el quid de
la cuestión. Desde nuestro punto de vista, la escuela no debe mirar impasible
cómo la globalización provoca una homogenización cultural ni cómo la
incomprensión hacia la inmigración y la falta de adaptación a ella acaban
convirtiéndose en conductas segregadoras e intolerantes. Es por ello que

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proponemos una escuela activa en la lucha contra esas tendencias a través de
la formación de un alumnado que sepa adaptarse y comprender cuáles son las
características de la sociedad en la que vive y pueda introducirse en ella a través
de la adopción de una serie de valores como el diálogo, la cooperación o la
convivencia intercultural.

Sin querer adelantarnos, proponemos, en definitiva, que la escuela se haga


consciente de la nueva realidad social que nos rodea, de las nuevas condiciones
sociales y culturales, de forma que pueda protagonizar un cambio en la misma,
pues como hemos dicho la escuela es un importante motor para la cohesión y el
cambio social. Y es por lo anterior que creemos necesario dedicar este Trabajo
Fin de Máster a proponer un nuevo modelo de escuela, más abierta, plural e
intercultural.

4. Una contextualización: la era de la globalización y algunas de sus


consecuencias.
Nuestra propuesta parte de la necesidad de conocer, analizar y saber dar
respuesta a un fenómeno como el incremento de la diversidad cultural en nuestra
sociedad y, por tanto, en la escuela. Partimos para ello de un fenómeno como lo
son las migraciones, las cuales están en los últimos tiempos ligadas a un
fenómeno muy citado últimamente: la globalización.

En este apartado nos proponemos hacer una pequeña contextualización


sobre este tema, de forma que nos referiremos a la globalización como proceso,
señalando algunas características que nos parecen importantes para encuadrar
el tema que estamos tratando, además de otras dos cuestiones básicas para
poder comprender el tema que nos ocupa, como lo son las migraciones y los
efectos de la globalización y las migraciones sobre las sociedades y su nueva
configuración.

4.1. La globalización.
Es común entre los círculos investigadores de las ciencias sociales y
humanas aceptar que, desde hace cuatro décadas, el mundo vive imbuido en un

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proceso de globalización que ha cambiado y está cambiando la configuración de
algunos procesos y de la aproximación que hacemos a ellos. Aun con esto, hay
todavía cierto debate a este respecto: ¿es la globalización algo nuevo? ¿Es algo
positivo para nuestra sociedad? Existen diversas interpretaciones sobre el
fenómeno, desde las teorías que consideran la globalización como algo
relativamente nuevo, y que ha incidido en los modos y las formas de vida de las
personas a nivel mundial, hasta las que lo consideran un mito sin tanta influencia
(Rizvi y Lingard, 2013).

Si bien es cierto que las distintas sociedades y civilizaciones han estado


conectadas durante toda la historia de la humanidad (Ramírez Goicoechea,
2011), desde mediados del siglo XX, pero, sobre todo, desde la caída del Muro
de Berlín en 1989 y la desaparición del bloque comunista, se ha ido
desarrollando ese proceso de interconexión sin precedentes que cada vez está
más fortalecido y contribuye a unir en tupidas redes de comunicación y
transmisión de capital, información y factores productivos a los distintos estados
del mundo (Flores, 2016).

Aunque hemos de reconocer que el comienzo y la base de este proceso es


la economía y sus intereses derivados, la cooperación comercial y financiera han
abierto nuevos escenarios a los que hemos de hacer frente indiscutiblemente.
De esta forma, y según se ve analizando un poco los fenómenos que han
caracterizado nuestra realidad en los últimos años, es de recibo admitir que la
eliminación de las barreras económicas ha llevado aparejadas las caídas de
otros muros que hasta ese momento dividían el mundo. Entre estos, y a ellas
haremos referencia algo más abajo, hemos de destacar las propias fronteras
nacionales. Hemos de marcar como uno de los elementos estrechamente
ligados a esta globalización la reducción de algunas de las restricciones al flujo
de personas de unas partes del mundo a otras.

La creación de un sistema productivo a nivel global ha generado una amplia


competitividad en el mercado laboral. No es un elemento desconocido hoy que
gran parte de ese flujo de personas a lo largo y ancho del globo lleva aparejadas
estrechamente motivaciones laborales. Y es que, nos encontramos ante un

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mundo donde ya no se compite por un puesto de trabajo con tu vecina, sino con
cualquier persona en cualquier parte del mundo (Fernández Enguita, 2016). Esto
nos lleva a pensar que el fenómeno migratorio puede, hasta cierto punto,
retroalimentarse, pues la emigración de unos puede llevar aparejada la
necesidad de movilidad de otros, con todos los factores y las consecuencias que
puede llevar aparejados.

Pero no hemos de quedarnos solo en eso: el desarrollo de las TIC ha


constituido un fenómeno de gran trascendencia, y ha contribuido a crear un
nuevo marco de funcionamiento del mundo a escala global con consecuencias
en los espacios locales más cercanos. La principal aportación de estas nuevas
tecnologías ha sido la posibilidad de poner en marcha continuos flujos de
información a través del mundo de forma instantánea, lo que ha contribuido a
avanzar hacia una nueva sociedad del conocimiento, cuya principal
característica es, precisamente, el acceso fácil, inmediato y abierto a la
información y, por tanto, al conocimiento (Balart y Cortés, 2018).

Unida a lo anterior, viene otra consecuencia directamente relacionada con


el desarrollo de las TIC: el acceso al conocimiento desde cualquier parte del
mundo. Y es que, asumiendo que algunos espacios pueden quedar excluidos de
este proceso por la brecha digital global, nos encontramos ante un escenario
hasta ahora nunca visto, pues todo el mundo está quedando interconectado a
través, principalmente, de Internet (Ramos y Arévalo, 2018). Hoy podemos saber
qué está ocurriendo cada minuto del día en Sídney; podemos seguir los
resultados de un evento deportivo que está teniendo lugar en Japón
instantáneamente; podemos escuchar cuál es el hit número uno en Estados
Unidos, etc. En definitiva, se está creando el contexto para que podamos acceder
a todo tipo de informaciones en cualquier momento, desde cualquier lugar y
sobre el tema que nos apetezca. Y esto está estrechamente ligado a las nuevas
formas de difusión cultural, las cuales están caracterizadas por la facilidad para
la inserción en sociedades muy alejadas de elementos culturales hasta ahora
muy distantes, desconocidos y, por tanto, activamente ignorados (Buxarris
Estrada, 2018). Este, que es un fenómeno enriquecedor sin duda, lleva
aparejados unos riesgos claros, pues cabría pensar en el marco de esa

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tendencia globalizadora cuáles son las consecuencias del éxito de algunas
producciones culturales sobre otras que no pueden tener tanta difusión.

¿Hemos de ver este último aspecto con optimismo o hemos de ser cautos
ante él? La respuesta es compleja, y a ella nos referiremos en el apartado 4.3.
dedicado a los efectos de esta globalización sobre las sociedades. Sin embargo,
anotaremos ahora únicamente la necesidad de hacer un buen análisis antes de
hacer las valoraciones que suelen hacerse, por lo general, superficialmente
sobre este proceso.

En definitiva, hemos caracterizado brevemente cuáles son algunas de las


características de la globalización que nos interesaría resaltar para la
comprensión del desarrollo del presente trabajo. Dejando de lado los aspectos
económicos que principalmente suelen ser los estudiados cuando se habla de
globalización, hemos creído necesario anotar otros aspectos menos citados pero
que igualmente requieren una explicación: el factor movilidad de personas en
relación con el mercado de trabajo, sobre el cual hablaremos en el siguiente
subapartado; las nuevas formas de comunicación y su inmediatez; y las nuevas
posibilidades de acceso a formas de ocio y entretenimiento originados en otros
lugares del Planeta.

4.2. Las migraciones.


Apuntamos ya anteriormente a las migraciones como un elemento clave en
nuestro trabajo y su estrecha relación con un elemento tan determinante hoy en
día como lo es la globalización. En este subapartado profundizaremos en la
realidad de las migraciones como uno de los factores explicativos de la realidad
actual, haciendo hincapié en el caso español.

Si bien es cierto que las migraciones son un fenómeno continuo a lo largo


de la historia de la humanidad, en la actualidad surgen nuevas variantes en estas
que les hacen adquirir las características propias de la etapa histórica que
estamos atravesando en este momento. Es por esto que, antes de nada, hemos
de señalar que las migraciones no son una consecuencia de la globalización
como tal (Artiga-González y Bran-Molina, 2006), aunque se han transformado
profundamente en su estrecha relación con ella. Con lo anterior, y teniendo en

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cuenta que el siglo XXI es el siglo de la globalización, podemos afirmar que en
él las migraciones están teniendo una importancia capital que no irá, a vista de
las estimaciones, sino en aumento (Reques Velasco, 2007; de Carlos Izquierdo,
2018).

Con lo anterior, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que las


migraciones han sido una constante en la historia y que, como tal, han
contribuido a la transformación de las sociedades. En nuestro ámbito de estudio,
hemos de señalar la importancia tanto cuantitativa como cualitativa que las
migraciones adquirieron durante la segunda mitad del siglo XX, en concreto, sus
últimos veinticinco años, momento desde el que se incrementaron ampliamente
los flujos migratorios internacionales al amparo del proceso de globalización que
estaba empezando a tomar impulso (Estrena Durán, 2011).

La principal característica que desde la segunda mitad del siglo XX tomó el


hecho migratorio fue su regulación por parte de los distintos estados (Belmonte
García y Gutiérrez Izquierdo, 2014). La situación de crecimiento industrial y
económico produjo una necesidad de una mano de obra suficiente para cubrir
todos los puestos de empleo generados y que, en muchos casos, no eran del
gusto de los trabajadores locales o, simplemente, no podían ser absorbidos por
estos en su totalidad. Se fue generando así una inmigración importante en los
países industrializados más desarrollados que, en muchos casos, era de
carácter temporal, esto es, que no llevaba aparejado un establecimiento muy
duradero de los inmigrantes en los lugares en los que conseguían un puesto de
trabajo (Piore, 2014).

Si atendemos en este caso los flujos migratorios que fueron surgiendo


desde entonces y que todavía hoy se mantienen, hemos de decir que no estaban
claramente establecidos unos patrones comunes, aunque sobre ellos podrían
observarse preferencias en algunos aspectos importantes como podrían ser la
preferencia en la migración desde los países del Sur hacia el Norte (Estrena
Durán, 2011), las búsqueda de lazos lingüísticos con los países de acogida o,
más genéricamente, lazos de afinidad cultural (Salazar, 2008).

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En esta situación, otra de las transformaciones de la migración en relación
con la globalización durante la segunda mitad del siglo pasado fue el cambio de
tendencia según qué regiones del mundo. El caso más llamativo fue el de Europa
occidental, que pasó de ser una región tradicionalmente emisora a ser uno de
los destinos predilectos de los inmigrantes junto con América del Norte (Piqueras
Haba, 2011).

El perfil de las migraciones hoy en día es altamente variable y no podría ser


encuadrada en su totalidad dentro de unos fenómenos causales u otros. De esta
forma, las migraciones hoy se presentan como algo poco uniforme, pudiendo ser
los migrantes desde refugiados que huyen de guerras o conflictos en sus países
de origen, a trabajadores en busca de empleo, pasando por estudiantes que
viajan bajo motivaciones estrictamente académicas o jubilados que se mudan a
lugares placenteros donde ganar calidad de vida (Fernández y Goenechea,
2009; Piqueras Haba, 2011).

A pesar de lo anterior, hemos de destacar la prevalencia sobre el resto de


categorías migratorias de aquellas relacionadas directa o indirectamente con el
mercado de trabajo. Si tenemos en cuenta que se ha dado una especialización
económica regional en el planeta, y que la economía se ha globalizado, no es de
extrañar que la globalización favorezca migraciones de unos lugares a otros
(Salazar, 2008), siendo la expectativa de lograr un puesto de trabajo la principal
motivación que fomenta la decisión de abandonar el lugar de origen.

En esto también tiene gran influencia la volatibilidad del mercado de trabajo.


Muchos emigrantes recorren el mundo en busca de esas oportunidades
laborales; tan es así que ha surgido entre los estudiosos el concepto de
transnacionalismo para referirse a esa nueva categoría de emigrantes cuyo
destino no es fijo, sino que se encuentran en un movimiento casi continuo entre
unos países y otros.

Si ponemos el foco sobre España, hemos de decir que el nuestro es uno


de los países en los que mayor se ha hecho el recibimiento de población
inmigrante. Así, desde la década de 1990, España se ha convertido en uno de

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los más importantes estados en lo que a recepción de inmigrantes se refiere
(Reques Velasco, 2007).

Llegada de inmigrantes a España por año. 2008-2018.


700.000

600.000
Inmigrantes llegados

500.000

400.000

300.000

200.000

100.000

0
2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Año

Figura 1. Llegada de inmigrantes a España en los últimos 10 años. Fuente:


Elaboración propia a partir de los datos del INE.

De esta forma, y atendiendo a los datos aportados por el Instituto Nacional


de Estadística (Figura 1)1, hemos de ver una afluencia de inmigrantes anual a
España superior a las 200.000 personas entre 2008 y 2018. La tendencia en los
últimos años ha sido bastante variable: con un pico en 2008 (justo antes del
comienzo de la crisis), la cifra de inmigrantes cayó hasta un mínimo en 2013,
año desde el cual parecen recuperarse las cifras de inmigrantes hasta la
actualidad. Se ve clara la incidencia de la crisis económica y la pérdida de esa
oferta de trabajo de la que hemos estado hablando y cómo, una vez las
condiciones económicas han ido mejorando, se ha visto nuevamente un
incremento de la llegada de inmigrantes. No hace esto sino confirmar esa idea
expuesta anteriormente de que, entre todos los factores posibles, la expectativa
de encontrar unas buenas condiciones económicas pesa mucho en la decisión
de los migrantes de abandonar sus países de origen.

1 Los datos para 2018 son provisionales.

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La tendencia a vista del cuadro anterior es clara, y según muestran los
datos denota una clara tendencia alcista en lo que a llegada de migrantes se
refiere en la última década. ¿Qué nos lleva a pensar esto? La clara conclusión a
la que hemos de llegar es que, al menos en España, la inmigración es un hecho
innegable y que va en aumento en los últimos años, lo cual provocará una gran
variación en nuestra población, en la cual el año pasado (2018) más de 4,7
millones de habitantes (alrededor del 10 por 100 del total) eran ya inmigrantes.

Este aumento del número de habitantes extranjeros en algunos países


puede generar ciertos desequilibrios o tensiones, lo cual de hecho sucede en
muchos estados vecinos, incluso en el nuestro propio. Es por esto por lo que
creemos necesario dedicar el siguiente apartado a comentar más
detalladamente los efectos que la inmigración puede generar sobre las
sociedades de acogida.

4.3. Algunos efectos de la globalización y las migraciones


sobre las sociedades actuales.
Negaríamos la evidencia si creyéramos que la globalización y las
migraciones no generan efectos secundarios en el mundo. El acceso a escala
global a elementos culturales ajenos y la creciente diversidad cultural que va
dándose en las sociedades está provocando algunos cambios que, con el
tiempo, se van viendo como cotidianos, pero que en realidad son fruto de un
rodaje que aún no se ha dado por finalizado.

Comenzando por los efectos de la globalización sobre el mundo de hoy.


Podríamos decir que, como ya hemos ido apuntando arriba, frente a los factores
económicos más tradicionalmente mencionados, vemos como el principal
avance introducido la posibilidad de conectar todas las partes del mundo con esa
nueva característica también relacionada: la inmediatez. Internet, la televisión
por satélite, etc. han sido elementos clave en lo anterior, y en ello hemos de ver
muchas potencialidades y beneficios para cualquier sociedad, pues estar
informado o saber cómo funciona cualquier ámbito fuera de nuestro círculo más
cercano puede resultar enriquecedor. Si tenemos en cuenta las posibilidades del
ser humano del hoy, el cosmopolitismo es un valor fundamental, y precisamente

14
queremos remarcar el beneficio que esos nuevos medios de transmisión de
información han reportado con ese fin.

Sin embargo, no hemos de quedarnos con este único análisis, puesto que
se presenta a todas luces insuficiente e inacabado. Frente a los beneficios
indiscutibles que esos elementos de la globalización ofrecen, hay una serie de
riesgos para todas las sociedades, su comportamiento y su cultura propia. Es en
este punto donde hemos de pensar cuáles son las manifestaciones culturales
que están teniendo más éxito y cuáles son las claves de ese éxito. No hemos de
profundizar mucho para ver cómo en los últimos años se está produciendo una
progresiva homogeneización cultural, consecuencia de una variable constante a
lo largo de la historia: siempre se tratan de imitar de una forma u otra las
características de la cultura dominante (Pérez Juste, 2008). Y como ejemplo
sencillo solo hemos de fijarnos en algo impensable hace un siglo: una joven en
China viste una ropa de similares características a las que podría vestir una
estadounidense o una argentina.

La globalización está introduciendo una serie de patrones a seguir, una


serie de guías de comportamiento y consumo que están provocando la pérdida
de algunos de los valores culturales propios de muchas culturas a lo largo del
globo. ¿Qué encontramos tras esto? El éxito de las formas de ocio, información,
entretenimiento… en definitiva, la prevalencia de los rasgos culturales
estadounidenses (Ramírez Goicoechea, 2011) sobre los de gran parte del resto
del mundo.

El riesgo en esto es claro: la progresiva desaparición de las formas de


expresión culturales locales en favor de otras que nos son ajenas (Bauman,
2007) y que llegan a nosotros a través de todos esos canales prestablecidos que
han hecho posible la globalización. No queremos adelantarnos al siguiente
capítulo, pero ante este hecho, el cual está favoreciendo la impregnación en
manifestaciones culturales ajenas a través de la pérdida de los valores culturales
propios, creemos que la sociedad debería estar informada y debería ser
conocedora de que este es un proceso que indudablemente está ocurriendo. En
este sentido, hemos de ser conscientes de los riesgos para las culturas

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minoritarias incapaces de incorporarse al mundo digital o aquellas regiones del
mundo menos desarrolladas, cuya falta de acceso a este proceso por la falta de
recursos puede determinar una extensión de la brecha entre los países
desarrollados y aquellos en vías de desarrollo, generando una situación de
mayor exclusión de la que viven actualmente (Ovide, 2008).

Sin embargo, no solamente hemos de ver en el campo de la cultura los


cambios introducidos por la globalización. Hemos de tener en cuenta que el
fenómeno globalizador ha entrado de lleno en unas sociedades que hasta ahora
se encontraban muy apegadas a lo local. El choque ahí es, también, evidente.
Surge en esa situación una nueva respuesta. La población es cada día más
consciente de que su ámbito de acción no es únicamente ya su círculo más
cercano, sino que participa ya en un contexto más amplio, un ámbito global. Es
por esto que se tiene ya una consciencia de que las acciones y los procesos
globales tienen incidencia sobre lo local y que, a la inversa, las acciones locales
pueden trascender y tener un impacto global. Esa lógica que va impregnando el
pensamiento individual hace que las comunidades cada vez estén más
glocalizadas, es decir, que sean conscientes de esa bicefalia contextual. Sería
un proceso, como describe Ramírez Goicoechea (2011) de “universalización del
particularismo y particularización del universalismo” (p. 563). Como ejemplo de
esto, la misma autora menciona el caso de los refrescos, uno de los símbolos de
la globalización, cuyas fórmulas en muchos casos tienen que ser modificadas
dependiendo el país en el que se comercialicen.

***

Por otra parte, hemos de hacer un balance de los efectos que las
migraciones ofrecen sobre las comunidades y las sociedades involucradas.
Generalmente, suelen hacerse valoraciones sobre las consecuencias de la
inmigración, aunque en este caso nos gustaría empezar por los efectos sobre
las sociedades de origen, los efectos que provoca la emigración en las
sociedades.

Por lo general, la emigración suele ser una válvula de escape ante las
dificultades socioeconómicas que se dan en algunas partes del mundo. De esta

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forma, la emigración suele aliviar la presión demográfica en algunos países a
costa de perder gran potencial (Fernández y Goenechea, 2009). Por una parte,
los países emisores pierden una mano de obra importante, más aún si tenemos
en cuenta que la edad de emigración suele ser bastante baja; por otra parte, es
común que muchos países pierdan un capital humano remarcable, al poder ser
estos emigrantes personas altamente cualificadas. Últimamente se ha puesto
como ejemplo un país emergente como la India, exportadora de una mano de
obra altamente cualificada en el ámbito científico-técnico, aunque en nuestro
propio país se ha observado una fuga de personas con un gran backround
formativo que ante la falta de oportunidades laborales ha debido emigrar.
Queremos exponer con esto que no solo los receptores se ven afectados, sino
que hay algunas consecuencias, a veces serias, para los países emisores de
migrantes.

Comentado esto, no podemos obviar que la llegada de inmigrantes genera


tensiones y cambios sobre las sociedades receptoras. Hemos de tener en cuenta
en este punto que nos encontramos en un momento de cambio, de
transformación. Hasta ahora la ciudadanía se encontraba asentada y
acomodada en un ambiente de cierta estabilidad y homogeneidad. El vecino, por
muy distinto que fuera, siempre iba a encontrar una base de entendimiento con
nosotros, pues sus esquemas mentales eran similares a los nuestros. Sin
embargo, el boom migratorio ha provocado una mutación paulatina de las
sociedades. El gráfico mostrado anteriormente es revelador, aunque solo se
refiera a España: cada vez hay una mayor inmigración y, por ello, cada vez hay
una mayor diversidad cultural en nuestras sociedades, algo que puede
trasladarse a todo el entorno del mundo desarrollado. Este es el primer efecto,
evidente y lógico, pero que hemos de resaltar: las migraciones generan en los
lugares de destino unas condiciones de pluriculturalidad, esto es, la presencia
en el mismo lugar de personas integrantes de más de una cultura, algo que
muchas veces se plantea como un obstáculo difícil de superar (Estrena Durán,
2011). Ese cambio, en ocasiones repentino, lleva a actitudes y comportamientos
contraproducentes basados, generalmente, en el desconocimiento y la
incomprensión de los que llegan.

17
Este tránsito conlleva una adaptación, tanto de los locales como de los
recién llegados. Hemos de comprender que el cambio puede ser brusco en
ambos casos. Es por esto que una de las principales problemáticas que se han
conocido han sido los choques en la convivencia en esos nuevos escenarios
donde integrantes de diferentes culturas han tenido que compartir espacios
(Mínguez Vallejos, 2007) que, en muchos casos, han acabado en
comportamientos segregadores, racistas y xenófobos. A esta problemática
hemos de darle una respuesta decidida. Así, como señala Reques Velasco
(2007)

“políticos, investigadores sociales, medios de comunicación, y muy


especialmente enseñantes, en un esfuerzo de pedagogía social en relación
al fenómeno de la inmigración, deberíamos contribuir. (sic) A romper
tópicos infundados, a distinguir entre realidades y mitos, entre hechos y
opiniones, entre ciencia social e ideología”. (p. 339).

Por lo tanto, no hemos de ver la inmigración como algo perjudicial a pesar


de que algunos sectores se empeñen en ello. Si atendemos a la tendencia
demográfica de los países desarrollados, se observa claramente cómo para
éstos será muy complicado mantener su estado del bienestar y sus servicios
sociales básicos sin un flujo migratorio externo. Las tasas de mortalidad están
superando a las de natalidad, y con ello el crecimiento de la población es
imposible. De cara al presente, y sobre todo al futuro, hemos de pensar en una
población tendente al envejecimiento sin un relevo claro que le sustituya en el
mercado laboral y, por tanto, contribuya al mantenimiento del estado del
bienestar. Frente a esto, hemos de observar la inmigración como un elemento
positivo en lo que se refiere a la inversión de la tendencia demográfica actual y
la sostenibilidad de los servicios públicos (Reques Velasco, 2007).

5. Por una respuesta transformadora: hacia la escuela intercultural.


La situación resultante que puede deducirse de los apartados anteriores es
la de un escenario social realmente variado y diverso. Nuestro alrededor es cada
día menos homogéneo y se produce una gran variedad de propuestas culturales

18
en el contexto en el que nos movemos. Esto afecta de una forma importante a la
escuela. Como una imagen que es de la realidad social, la escuela se ve cada
día más afectada por ese aumento de la diversidad cultural que la rodea y, por
ello, no podemos girar la cabeza y negar que la esta se encuentra ante el
importante reto de dar respuesta a una nueva situación que hace cincuenta años
era impensable.

Si atendemos a los datos más recientes publicados detalladamente por el


Ministerio de Educación y Formación Profesional (curso académico 2017-2018),
nos encontramos con un hecho objetivo: en total hay algo más de 167.000
alumnos extranjeros matriculados en Educación Secundaria Obligatoria (ESO),
de un total de 1,9 millones de alumnos y alumnas (MEFP, 2019), lo que en
proporción hace del alumnado extranjero alrededor de un 9 % del total.

Dar respuesta a esta diversidad es uno de los principales cometidos que


las instituciones educativas han de tener, no ya solo para fomentar una
comprensión mutua entre compañeros y compañeras dentro de las aulas, sino
con el objetivo de posibilitar una comprensión del marco crecientemente diverso
que se ve más allá del centro educativo, es decir, posibilitando que el alumnado
comprenda y sepa imbuirse en la sociedad diversa en la que va a desarrollar su
proyecto vital.

Es en este momento donde hemos de hacernos una pregunta: ¿qué camino


ha de seguir la escuela para lograr ese objetivo de dar respuesta a la diversidad
cultural? Varias han sido las respuestas que históricamente se han dado desde
la escuela a procesos de aumento de la diversidad. En el presente Trabajo Fin
de Máster apostamos por responder a la diversidad cultural bajo los preceptos
de la interculturalidad como propuesta que vemos más óptima y más
enriquecedora en la formación del alumnado y, por consiguiente, de la
ciudadanía. Ahora bien, ¿qué es la interculturalidad? ¿Es posible adaptar la
escuela a las propuestas interculturales?

5.1. ¿Qué es la interculturalidad?


Cuando hablamos de interculturalidad, en primer lugar hemos de pensar en
un fin, una situación generada a partir de la puesta en práctica de medidas y

19
comportamientos marcadamente interculturales. Ahora bien, no es la
interculturalidad algo espontáneo que surge de la nada. Tras su imagen actual
hay un largo camino de análisis social, propuestas y largos debates en el ámbito
investigador.

Partimos para poder hablar de qué es la interculturalidad de un factor del


que venimos hablando a lo largo de todo el presente trabajo, como lo es la
creciente diversidad cultural en nuestras sociedades. Ante ella, a lo largo casi
del último siglo vienen proponiéndose diversas respuestas, por lo general
relacionadas entre ellas, siendo reemplazas sucesivamente unas por otras con
el correr del tiempo y el creciente debate que se va generando en torno a ellas.

Si pensamos en los comportamientos frente a la diversidad cultural en la


primera parte del siglo pasado, hemos de hacer referencia casi inequívocamente
a las situaciones de segregación y exclusión social que se produjeron en la
mayor parte de los países de Occidente, tendencia basada en la diferencia y la
extendida creencia por entonces de que las minorías étnicas y culturales
carecían de una igualdad real respecto a las culturas mayoritarias. Un ejemplo
claro de esto fue la situación de los afroamericanos en los Estados Unidos
durante gran parte del siglo XX, cuyo rasgo principal fue la de la discriminación
activa y el rechazo por una gran parte de la población blanca.

Lo cierto es que esa noción de la diversidad como algo negativo tardaría


en superarse. Fue durante la segunda mitad del siglo XX cuando en diversos
campos de las ciencias sociales como la Sociología o la Antropología, empezó
a pensarse en una nueva forma de aproximarse y dar una respuesta a la
creciente diversidad que iba viéndose en las sociedades. La realidad era en ese
momento que ya no había en el seno de las sociedades una serie de minorías
“típicas” o “tradicionales” conocidas, sino que las minorías y la diversidad cultural
empezaban a extenderse como consecuencia de las migraciones que
empezaban ya a verse en el mundo.

En esta situación, a vista de las teorías propuestas por los científicos


sociales y los movimientos sociales y políticos que empezaban a desarrollarse
con una visión más amplia y aperturista del mundo, empezó a repensarse si la

20
reacción más beneficiosa para la ciudadanía era ese rechazo frontal o si, por el
contrario, podía desarrollarse un marco de aceptación de la diversidad cultural,
de forma que pudiera implantarse un nuevo modelo de entendimiento más
pacífico y menos discriminatorio.

En ese contexto, comenzó a constituirse una nueva práctica, un nuevo


enfoque que respondía a la diversidad cultural y las tensiones que hasta ese
momento se habían generado. Este modelo se conoce multiculturalismo, y aún
continua vigente actualmente con mucho apoyo social. Esta nueva corriente vino
a proponer una nueva valoración de la diversidad cultural, propugnando una
valoración positiva de la misma frente al rechazo, la estigmatización y los intentos
de asimilación y homogeneización cultural precedentes. Los defensores del
multiculturalismo buscan la implantación de una sociedad multicultural, esto es,
una sociedad en la que se reconozca la presencia y la igualdad de derechos de
todos los grupos culturales existentes, tanto los mayoritarios como los
minoritarios, de forma que esas diferencias -en el sentido más positivo del
término- puedan mantenerse intactas. Se trataría, pues, de practicar
comportamientos de discriminación positiva, a través de los cuales se
consiguiera una igualdad de derechos, pero siempre desde la diversidad, desde
la separación, desde la remarcada diferencia (Ramírez Goicoechea, 2011). Esto
nos lleva a pensar cuáles serían los avances del multiculturalismo en la
búsqueda de esa multiculturalidad.2 Si bien es cierto que se supera esa idea de
inferioridad y rechazo de la diversidad y las minorías, es de señalar que no se
promueve un entendimiento entre los distintos grupos culturales existentes; más
allá de promover la aceptación de unos por parte de los otros, sigue
manteniéndose esa idea de separación e incomunicación entre ellos y, con ello,
esa noción de cierta segregación que viene arrastrándose desde muy atrás en
el tiempo.

2 Es conveniente señalar las diferencias conceptuales entre multiculturalismo y multiculturalidad.


Como Ramírez Goicoechea (2011) señala, el multiculturalismo (sufijo -ismo) se refiere a la
tendencia o ideología que promueve una serie de actitudes o modos de actuar, mientras que la
multiculturalidad (sufijo -idad) sería, más bien, sería el resultado del anterior.

21
Frente a estos postulados del multiculturalismo, desde las últimas décadas
del siglo pasado -y más tarde en Europa que en América- empezó a pensarse
una fórmula con la cual poder ir logrando una integración realmente efectiva en
el seno de las sociedades culturalmente diversas. Y es que, si bien es cierto que
la aceptación de la diversidad puede llevar a un mayor grado de integración, esta
no puede ser del todo completa si se promueve la creación de barreras o
fronteras que separen unos grupos culturales de otros. En este sentido, el
interculturalismo surgió como una alternativa al multiculturalismo: si este último
pone el acento en las diferencias, el interculturalismo da un paso más y propugna
la necesidad de crear un marco de entendimiento que promueva el
establecimiento de un diálogo, una comunicación entre todas las culturas que
coexisten en un mismo territorio (Rosa Oliveira, Alfonso Oliveira y Chequino
Manzanello, 2015).

En comparación con el multiculturalismo, el interculturalismo supone un


avance sustancial, pues sugiere acabar con esos márgenes diferenciadores para
lograr una sociedad más integrada, en la cual el entendimiento y el diálogo entre
culturas serían la base de la cohesión y la armonía social. De esta forma,
reconociendo la ya mencionada diversidad, se trataría de avanzar hacia un
modelo social menos segregador y más inclusivo, cuyo punto de partida sería un
diálogo tolerante entre las distintas culturas que forman una sociedad, un
intercambio mutuo que se traduciría en beneficios para ambas y que
determinaría un desarrollo futuro, si no conjunto, al menos cooperativo (Vargas
Peña, 2007).

Esta es la gran cuestión que debemos afrontar en este momento: cuál es


la sociedad que queremos construir. Superados a priori y definitivamente los
discursos segregador y asimilacionista, hemos de elegir qué camino seguir como
conjunto social y qué ciudadanía queremos formar a tenor de esto. Si ya algunos
estudiosos predijeron un verdadero choque de civilizaciones imparable e
inevitable como resultado de las insalvables diferencias entre las culturas
repartidas a lo largo y ancho del globo (Huntington, 2001), y han mostrado como
utópica una verdadera comunicación intercultural, es un punto de encuentro que
se ha de buscar un modo de generar un escenario de convivencia y cooperación

22
mutuos. Así, Bauman (2013) señala que “[…] la comunicación entre las culturas
(incluyendo las culturas entre distintas generaciones) genera un problema que
desea -de modo anhelante- ser resuelto, y que busca con ansia un camino que
le saque del difícil dilema.” (pp. 72-73).

Es la interculturalidad, pues, un objetivo que se ve como necesario y útil en


nuestras sociedades actuales. La cuestión ahora es cómo hacer frente a esas
dificultades inherentes a un proceso tan complejo como es fomentar el
entendimiento entre personas que han nacido y han adquirido valores culturales
diferentes. En esta tarea, la escuela como motor de cambio social ha de
representar un papel protagónico; si de verdad alcanzar ese cambio hemos de
partir por cimentar las bases de la que será la ciudadanía del presente y el futuro.

5.2. La escuela ante la diversidad cultural.


Por lo general, la escuela ha tenido reacciones diversas ante el aumento
de la diversidad cultural en las aulas. A tenor de los planteamientos vigentes en
cada momento histórico, se fueron sucediendo dentro de la administración
educativa diversas respuestas al hecho pluricultural. De esta forma, en un primer
momento (décadas de 1970 y 1980) empezaron a plantearse actuaciones
tendentes a la asimilación de las minorías (tanto locales como extranjeras) dentro
de los centros educativos (Escarbajal Frutos, 2009). El objetivo de las prácticas
educativas en esa época no era otro que homogeneizar la realidad social, formar
un tipo de ciudadanos y ciudadanas imbuidos de los valores culturales
mayoritarios, de forma que los rasgos culturales originarios de las minorías
fueran progresivamente desapareciendo y fuera creándose una sociedad
completamente homogénea. Este tipo de escuela cumplía con sus propósitos,
pues de alguna forma reducía el riesgo de que hubiera conflictos como
consecuencia del choque cultural.

Otra línea de actuación frente a la diversidad cultural fue la segregación


escolar. Los alumnos y alumnas inmigrantes o pertenecientes a los grupos
culturales minoritarios quedaban separados en aulas de atención especial, lo
cual denotaba una cierta discriminación. En estos casos, los programas de
Atención a la Diversidad se basaban en importantes adaptaciones curriculares

23
significativas, rebajando sustancialmente los objetivos y las competencias que
se pretendían inculcar (Díez et al., 2012), de forma que este alumnado quedaba
en una posición de desventaja frente al resto.

Fue durante la última década del siglo pasado cuando empezó a


desarrollarse una nueva propuesta pedagógica, la de las escuelas inclusivas.
Frente a la homogeneización o la segregación, los postulados inclusivos
promueven una nueva aproximación a la diversidad del alumnado, más abierta.
Y es que, si nos fijamos, aún siendo parecidos, todos somos diferentes. Es por
esto que se aboga por una visión más aperturista y menos estigmatizadora de la
diversidad en las aulas.

En relación con el desarrollo del modelo de escuelas inclusivas, empezó a


generarse una conciencia de aceptación de la diversidad cultural. Era este un
hecho en crecimiento durante los años 90, y como tal se comprendió que la
respuesta no podía seguir siendo la asimilación o la segregación. De esta forma,
se aceptó la diversidad cultural en la escuela bajo el marco del multiculturalismo.
Esta diversidad se respetaba, pero en ningún caso se ofrecía ni se fomentaba
dentro del marco escolar el diálogo, o la cooperación intercultural. Y no decimos
que no se dieran esas prácticas, sino que no se fomentaban como un objetivo
prioritario de los programas escolares o los curricula académicos.

Este modelo de educación multicultural se encuentra en la esencia de los


sistemas educativos de muchos países europeos. Sin embargo, si atendemos a
la tendencia cuantitativa de las migraciones expuesta más arriba, hemos de
pensar que la diversidad cultural va a seguir aumentando a nuestro alrededor.
Esa apuesta por el multiculturalismo en la escuela respondió en su momento a
una realidad nueva (las migraciones de los años 90) que, desde luego, no es
comparable a la realidad actual, donde la diversidad cultural es bastante más
acusada. Como Escarbajal Frutos (2009) menciona, el futuro más inmediato de
la institución educativa pasa por adoptar los fundamentos de una educación
intercultural, cuyo punto de partida será el cambio de la cultura escolar vigente
hacia propuestas más novedosas e innovadoras.

24
5.3. La escuela intercultural: fundamentos.

Los planteamientos en torno a la escuela intercultural son bastante


recientes en el tiempo en el ámbito pedagógico. De esta forma, podemos ver en
ese período de tránsito entre los siglos XX y XXI el surgimiento de una literatura
académica tendente a construir el posible marco de actuación y práctica
intercultural dentro de la institución educativa como forma de superar la
multiculturalidad vigente.

Sin embargo, antes de hablar de escuela intercultural, nos gustaría


detenernos un poco en hablar de qué tipo de escuela queremos tener como
referencia. Y es que, en el contexto actual, la escuela se está viendo poco a poco
modificada nos guste o no. Atrás quedó aquel modelo escolar basado
únicamente en la transmisión de los saberes técnicos distribuidos por materias.
Esa visión decimonónica de la escuela está dejando paso a otras funciones que
antaño no se contemplaban. De esta forma, según señalan Fernández Enguita
y Terrén (2008), la escuela ha de representar en el momento actual la garantía
de tres elementos fundamentales: la base de la cohesión social; la integración
política del alumnado; y el desarrollo personal de todos y cada uno de los
alumnos y alumnas que acuden a ella. De esta forma, la escuela garantizará
que toda la sociedad se mantenga unida bajo las condiciones de igualdad de
derechos y oportunidades que rigen nuestro modelo social; que todo el alumnado
se incorpore a la ciudadanía de su región y participe libre y autónomamente en
ella; y, finalmente, que se velará por el desarrollo autónomo de todo el alumnado
sin importar su origen, creencias o valores culturales, de forma que en el futuro
actúe como miembro activo de la sociedad en la que vive.

Los propósitos que Fernández Enguita y Terén presentan como básicos


para la escuela más allá de la transmisión de conocimientos puramente
académicos en las aulas nos han de llevar a hacer una reflexión, y es cómo
incluirlos en el marco educativo actual sometido como hemos visto a un aumento
de la diversidad cultural en las aulas.

Nos enfrentamos con lo anterior a una serie de dilemas a los que la escuela
empezó a enfrentarse hace algo más de dos décadas en nuestro país y a las

25
que todavía no ha encontrado una solución. No resulta complicado pensar cuáles
son las causas que dificultan la solución a esos dilemas, pues asumir esas tareas
para la escuela en un contexto de homogeneidad es sencillo, pero no lo es tanto
en un contexto de heterogeneidad cultural. Todavía no hay un bagaje, un
trasfondo, una experiencia docente contrastada que garantice un éxito de la
escuela ante el reto de enfrentarse a un conjunto de alumnos y alumnas
realmente pluricultural.

Es por esto por lo que se vienen desarrollando desde hace algunos años,
como señalamos al inicio de este subapartado, numerosas investigaciones en
torno a la escuela y cómo ésta podría adaptarse a este nuevo contexto. Si bien
es cierto que la diversidad se acepta, y esto es un paso grande, los estudios más
recientes no huelgan reconocer que en el futuro más inmediato, y con la
necesidad de cumplir esos propósitos que señalamos, la escuela ha de tomar el
camino de la interculturalidad en orden a lograr satisfacer las necesidades de
todo alumnado (Escarbajal Frutos, 2009; Fernández Enguita y Terén, 2008).

En este sentido, la escuela intercultural parte de una serie de premisas y


líneas de actuación tendentes a lograr una serie de objetivos adaptados a los
tiempos que corren. Así, atendiendo a las propuestas hechas por los
especialistas en lo referido a la educación intercultural, hemos de señalar una
serie de cambios significativos en lo que la concepción de la escuela se refiere.
En ese avance hacia el fomento de la cohesión social, los defensores de la
escuela intercultural proponen un cambio sustancial: empezar a valorar la
diversidad cultural como algo positivo. Si hasta ahora la aproximación a este
factor era abiertamente negativo o, en el mejor de los casos, marcado por la
indiferencia, la escuela intercultural busca hacer de la diversidad un elemento
más dentro del proceso educativo (Aguado, 2004; García Ruiz, 2009). Es cierto
que asumir este compromiso de valorar las categorías culturales ajenas requiere
un período de aceptación en cualquier sociedad, pues requiere traspasar ciertas
fronteras entre lo propio y lo ajeno que hasta ahora se han mantenido bien
sólidas (Lin, 2012).

26
Siguiendo con lo anterior, es algo natural empezar a reconocer la diversidad
cultural como un hecho irrefutable. La escuela tiene que saber qué ciudadanía
quiere formar y qué valores ha de transmitir (Paz Abril, 2011). Si de verdad
queremos formar una ciudadanía cohesionada, hemos de pensar en una escuela
realmente integradora que tenga en cuenta a todos y cada uno de sus miembros
(López Noguero, 2008). Y, en nuestro caso, esta integración pasa por el
reconocimiento de aquellas minorías culturales, tanto las locales, como aquellas
minorías generadas por la inmigración. Así, la escuela intercultural surge como
una propuesta de renovación tanto práctica como teórica de la institución
educativa tendente a tener en cuenta, respetar y contribuir al mantenimiento y
no la desaparición de los rasgos culturales minoritarios, de forma que se
contribuya a la formación de una ciudadanía respetuosa, tolerante, libre de
prejuicios hacia lo desconocido y altamente cualificada para vivir y adaptarse a
entornos culturalmente diversos (Escarbajal Frutos, 2009).

Precisamente, más allá de los objetivos o las modificaciones de la escuela


que propondremos más abajo, en lo anterior está el quid de la cuestión. Más allá
de cambiar metodologías, el curriculum, etc., el gran cambio ha de venir del
cambio en la percepción de las culturas minoritarias. Si tradicionalmente la
escuela ha tendido a la homogeneización, nos encontramos en un punto en el
que ese modelo no puede seguir sosteniéndose (Morillas Gómez y Llopis Pla,
2011), y apoyos en el ámbito social y político no le faltan. Hemos llegado a un
momento en el que la diversidad cultural es tal, que la asimilación no es algo
factible ni deseable. Tampoco lo son la aceptación y el aislamiento propuestos
por el multiculturalismo. Estamos en ese momento en el que progresivamente la
escuela ha de ir abriéndose hasta lograr que esas minorías empiecen a aportar
sus valores y sus formas de análisis de la realidad en igualdad de condiciones y
con la garantía de ser escuchadas y respetadas (Gutiérrez Pequeño, 2009).
Siempre se habla de la cultura como un elemento diferencial en las sociedades
y los individuos. Pues bien, en eso es en lo que se traduciría la aportación de
estas minorías, en la formación de un alumnado conocedor de otras culturas
además de la suya, un alumnado ciertamente cosmopolita.

27
Este último aspecto tiene gran relevancia, pues señala también para vivir
en qué sociedad estamos formando al alumnado. La escuela es una preparadora
para la vida, y por ello debe adaptarse a las cambiantes condiciones sociales
que vivimos actualmente. El conocer y familiarizarse con ese contexto de
diversidad ha de ser uno de los principales fines que la institución educativa ha
de marcarse en este momento (Escarbajal Frutos, 2014). Con esto, se lograría
formar una ciudadanía consciente de las características del mundo en el que
vive, además de capaz de adaptarse a entornos de sociabilidad pluriculturales,
un elemento fundamental en nuestro futuro más cercano.

En definitiva, hemos caracterizado los fundamentos principales de las


propuestas más trascendentes en torno a la puesta en marcha de una escuela
intercultural, partiendo de la necesidad de adaptar el sistema educativo a las
nuevas condiciones sociales para poder lograr sus objetivos formativos, siendo
entre estas adaptaciones fundamental el reconocimiento de las minorías y sus
culturas, de forma que esa diversidad cultural tenga una repercusión importante
en los valores, las actitudes y las aptitudes adquiridas por el alumnado durante
su escolarización.

5.4. La escuela intercultural: objetivos.

Si bien comentamos más arriba algunos de los objetivos o propósitos de la


escuela en general, aquí nos centraremos en desgranar cuáles son las metas
que nos proponemos al hablar de esa escuela intercultural, y cuáles serían los
aspectos de estas que afectarían en mayor medida al devenir futuro de nuestra
sociedad.

Lo cierto es que, si atendemos a la literatura pedagógica especializada en


este tema, la variedad de objetivos que se establecen en relación con la
educación intercultural son variados y realmente amplios. El primer y
fundamental objetivo en el que todos los autores coinciden es en la necesidad
de reconocer la diversidad y la heterogeneidad cultural (Nussbaum, 2010), y a
los integrantes de las culturas minoritarias (Lin, 2012). La adopción de este
objetivo es, además, un fundamento básico para lograr la interculturalidad social
como señalamos anteriormente. En este sentido, la UNESCO promovió el

28
reconocimiento de la diversidad cultural presente en las sociedades actuales,
manteniendo como marco de entendimiento la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (López Rupérez, 2013).

Este reconocimiento en la escuela de la diversidad cultural resulta


imprescindible si queremos transmitir a los alumnos y alumnas esos valores
básicos en los que descansa nuestra sociedad, como lo son la democracia, la
justicia o la equidad. Se trata de crear un contexto de comprensión y convivencia
en la diversidad (Aguado y Mata, 2017). Sería este el cimiento sobre el que
construir, después, una ciudadanía consciente de la diversidad, respetuosa con
la misma y comprometida con su mantenimiento. En este sentido, la escuela
intercultural se posiciona a favor del mantenimiento de la diversidad cultural
como factor enriquecedor de cualquier sociedad, proponiendo para ello respetar
todas las culturas presentes en la escuela, y fomentar su interrelación y sus
intercambios.

Es precisamente aquí donde nos topamos con algunas dificultades


importantes. Y es que la escuela, como uno de los principales agentes de
socialización, tiene una parte importante de responsabilidad en la creación de
las identidades por parte del alumnado (López Rupérez, 2013). Es en este punto
en el que hemos de incidir si queremos lograr esa ciudadanía intercultural. La
identidad se crea a partir de varios elementos que entran en juego, entre ellos
los culturales, los de origen, los de género, los de clase social, etc. En
condiciones de homogeneidad, esa identidad que se crea en las primeras etapas
vitales se mantiene de forma estable a lo largo de la existencia de cada persona.
En este momento, dada la incertidumbre, los repentinos cambios introducidos
por la globalización y el aumento de los contextos de diversidad cultural,
podemos afirmar que las identidades personales no tienen la estabilidad que se
veía hace unos años (Jiménez y Goenechea, 2014). En relación con esto surge
el concepto de identidades culturales múltiples que enfatiza esa idea de pérdida
de rigidez del proceso de creación de la identidad, que pasa a convertirse en
algo mucho más dinámico (Vargas Peña, 2007), y en lo que la escuela
intercultural tiene que incidir claramente. Si tenemos en cuenta la necesidad de
que la sociedad del futuro sea capaz de adaptarse a contextos diversos, es una

29
obligación y, por tanto, un objetivo prioritario de la escuela intercultural contribuir
a la creación de esa identidad cultural múltiple.

Ante esta inestabilidad en la identidad -no vista como algo negativo, sino
un reto positivo para cada persona- es ante la que tiene que actuar la escuela
intercultural. La cultura tiene un peso importante en la creación de nuestra
identidad y en la aparición de nuestro sentimiento de pertenencia a una u otra
comunidad, a uno u otro colectivo. El objetivo ante esto es dotar al alumnado de
las herramientas necesarias para posicionarse frente a la amplia gama de
posibilidades de elección que tiene en ese proceso de creación o transformación
de su identidad. Generar una capacidad de crítica y análisis de los valores y las
categorías culturales vistos como propios y también de los ajenos (López Ruiz,
2007; Vera Vila, 2012; Zamora, 2018), de forma que tenga la capacidad de
seleccionar autónoma y libremente cuáles son aquellos que mejor solventan sus
inquietudes en cada momento de su vida.

La adopción de esas herramientas de análisis y crítica son imprescindibles


en la formación del alumnado si queremos que esta sea realmente intercultural,
pues promueve la aparición de actitudes de apertura hacia lo ajeno, hacia los
valores distintos a los nuestros, de forma que surja un marco de comprensión de
los otros a pesar de disentir en su forma de comprender y valorar la realidad.

En este sentido, la escuela intercultural ha de velar por ese conocimiento y


reconocimiento de la otredad, de lo que le es ajeno al alumnado, de forma que
se fomenten actitudes de respeto hacia los que son diferentes. Las prácticas
culturales distintas, la diferente aproximación al mundo, en definitiva, el distinto
bagaje cultural de cada persona no puede ser causa de discriminación o rechazo.
Es por esto por lo que, desde la comprensión de esos otros, la escuela ha de
poner en valor la dignidad de cada persona más allá de su identidad o de su
cultura (Pérez Juste, 2008).

Con lo anterior, además de lograr una comprensión del otro -lo particular-
lograremos otro de los objetivos fundamentales que se marca de la escuela
intercultural, como lo es la comprensión por parte del alumnado de su inserción
en una sociedad y un mundo realmente plurales y diversos -lo general-

30
(Fernández y Goenechea, 2009). Pero no hemos de quedarnos únicamente
aquí. Una escuela realmente intercultural ha de fomentar la relación, la
comunicación, el diálogo, de forma que el alumnado autónomamente vaya
descubriendo otras culturas (Escarbajal Frutos, 2011), otras propuestas a las
suyas, y que autónomamente pueda hacer valoraciones fundamentadas sobre
ellas.

De igual forma, se lograrían erradicar desde la base una serie de


comportamientos y actitudes que parecen mantenerse los últimos años a pesar
del esfuerzo que se ha puesto en minimizarlos. Así, la comprensión de la
diversidad cultural y las minorías contribuiría a acabar con ciertos estigmas
realmente extendidos en torno a los inmigrantes y las minorías, ayudando esto
a crear un marco de tolerancia y respeto (Nussbaum, 2010). De esta forma,
además, irían desapareciendo otros comportamientos que últimamente parecen
estar en alza, como lo son el racismo y la xenofobia (Essomba, 2008).

No hemos de olvidarnos de los objetivos interculturales frente al reto de la


globalización. Expusimos arriba los retos de la globalización, entre ellos la
tendencia cada vez más evidente a la homogeneización cultural, y el riesgo de
que algunos rasgos culturales particulares fueran desapareciendo. En este
sentido, la escuela intercultural ha de velar por que el alumnado sepa diferenciar
los dos ámbitos, lo local y lo global, y a la vez sepa moverse entre uno y otro, sin
que ello suponga suprimir o abandonar sus rasgos culturales originarios
(Touriñán López, 2008). En relación con lo expuesto antes, se trataría de
enfatizar esa identidad múltiple, de forma que en el contexto de lo global sepa
valorarse y mantenerse la cultura propia frente a los impulsos de la
homogenización cultural que se están dando.

¿En qué culminaría la adopción de todos los objetivos anteriormente


expuestos? En la adquisición de una (o unas) competencia intercultural. En este
momento en el que tanto se habla de la educación enfocada a competencias,
sería interesante introducir en el currículo esta competencia intercultural,
entendida como la competencia relacionada con la comprensión de las

31
condiciones sociales actuales en el sentido de favorecer la tolerancia, la igualdad
y la cooperación intercultural (Méndez García, 2006).

En resumen, hemos expuesto los principales objetivos que la escuela


intercultural se marca como meta. Principalmente estos suelen referirse a la
necesidad de comprender qué es la diversidad cultural y los beneficios de esta
con el objetivo de lograr un marco de entendimiento y cooperación intercultural
que redunde en el beneficio de toda la sociedad.

5.5. La escuela intercultural: retos planteados.

Si bien la escuela intercultural se plantea unos objetivos con los que


trabajar en las aulas, hemos de señalar que, desde el prisma actual, todavía se
enfrenta a una serie de dificultades y retos que impiden una intervención
educativa realmente intercultural en nuestro sistema educativo.

En este sentido, aún encontramos algunos déficits que han de ser


paulatinamente subsanados en orden a lograr una verdadera práctica
intercultural en la escuela. El primero entre todos estos cambios a llevarse a cabo
es el relacionado con el currículo escolar vigente. De esta forma, hemos de
centrar nuestro primer punto de acción en la modificación de currículo escolar en
lo referido a la interculturalidad. Atendiendo a las últimas leyes educativas de
nuestro país, podemos decir que el primer avance en materia de interculturalidad
lo dio la Ley Orgánica de Educación aprobada en 2006. Aunque el avance no
fue sustancial, sí que se vio un claro cambio de intenciones al mostrar un
compromiso con la equidad educativa (Fernández y Goenechea, 2009). Los
cambios introducidos por la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa
no modificaron este aspecto, de forma que hasta la actualidad aún no se ha visto
en ninguna ley educativa la necesidad de introducir la interculturalidad como
competencia transversal.

Ante esto surgen posturas críticas, que entienden la necesidad imperiosa


de introducir estos elementos interculturales en los planes de estudio, algo que
es evidente si atendemos al mundo que nos rodea. La idea de la hegemonía
occidental que empezó a tomar cuerpo durante la época del imperialismo entre

32
los siglos XVIII y XIX creó un imaginario de superioridad occidental que todavía
hoy se mantiene casi intacto. De esta forma, hemos de señalar el marcado
carácter etnocéntrico del currículo como uno de los principales retos a los que
se enfrenta la escuela en su camino hacia la interculturalidad (Besalú, 2010). El
dar voz a culturas que han sido históricamente silenciadas se presenta como un
imperativo si queremos dar un enfoque realmente intercultural a la escuela
(Gutiérrez Pequeño, 2009), más aún teniendo en cuenta que es probable que
un/a integrante de esa cultura puede estar sentado en el aula siguiendo la clase
y puede sentirse excluido/a.

En este sentido, el currículo ha de hacer frente al nuevo contexto social en


el que se enmarca la escuela, un contexto de diversidad en el que el diálogo y
cooperación han de ser fomentados. De esta forma, ha de pensarse en un nuevo
modelo curricular, una introducción de la interculturalidad de lleno en el ámbito
de la planificación escolar, sin que esta sea únicamente un contenido tratado
tangencialmente en alguna asignatura (Vargas Peña, 2007). Y esto no significa
únicamente añadir contenidos referidos a otras culturas a un currículo ya de por
sí bastante sobrecargado de contenidos; se trata, en cambio, de buscar un nuevo
acomodo para una metodología didáctica intercultural (Fernández y Goenechea,
2009), a una forma de “interculturalizar” el contenido a la vez que se crea un
marco para transmitir ese contenido de una forma que se valore como realmente
intercultural.

Este cambio curricular se hace más necesario hoy que nunca. Los medios
de comunicación transmiten una imagen de los inmigrantes que genera
estereotipos y termina por estigmatizarlos, creándose una imagen falsa o parcial
de la realidad que viven y los motivos que les llevan a emigrar. Esto lleva a esa
incomprensión de la que ya hemos hablado (Torrés Santomé, 2008), generada
en gran medida por ese currículum oculto presente en todos los ámbitos y que,
en este caso, ha de ser neutralizado en la escuela.

Sin embargo, no hemos de quedarnos únicamente en los problemas


localizados en el currículo. Una educación intercultural ha de llevar aparejado un
cambio metodológico claro (Escarbajal Frutos, 2009). Dijimos que uno de los

33
objetivos principales de la interculturalidad es el diálogo intercultural, la
comprensión y la capacidad de análisis. En relación con esto, hemos de
promover un cambio en la percepción del proceso de enseñanza-aprendizaje. Si
queremos un alumnado capaz de dialogar, criticar y analizar su mundo, hemos
de tratar que su experiencia escolar esté relacionada directamente con la
adquisición de las habilidades para poder llevar a cabo esos procesos mentales.
De esta forma, sería necesario repensar qué tipo de materiales didácticos
utilizamos, con qué fin, y cuáles serían las metodologías didácticas más
adecuadas en este sentido (Besalú, 2010). Así, una apuesta por acercar esos
procesos al aula, por plantear actividades encaminadas a hacer al alumnado
pensar, reflexionar, debatir e interaccionar con sus compañeros y compañeras
(Lin, 2012) podría resultar realmente valiosa si queremos fomentar esas
actitudes que contribuyen a la interculturalidad.

Otro elemento a destacar entre los retos que crea la escuela intercultural
es la formación del profesorado. Hemos sostenido durante el presente trabajo
que la diversidad cultural aumenta tanto en la calle como en las aulas y que
hemos de dar una respuesta a ese proceso. Sin embargo, ¿en qué posición
queda el profesorado en esa ecuación?

Varios estudios cuantitativos y cualitativos se han hecho en los últimos años


en torno a la figura del docente en el contexto de la educación en ámbitos
marcados por la diversidad cultural. Así, sabemos que el profesorado por lo
general tiende ya a aceptar que la diversidad en las aulas es un hecho y que
este va a mantenerse en el tiempo. En este sentido, empiezan ya a verse ideas
innovadoras en relación con hacer de los procesos educativos experiencias
realmente interculturales, es decir, se empieza a tener en cuenta por parte de los
cuerpos de profesores y profesoras que los alumnos culturalmente minoritarios
pueden ser de gran ayuda y riqueza tanto para el desarrollo de las materias como
para sus propios compañeros y compañeras, a los que conocer otras
experiencias y otros puntos de vista puede serles de gran utilidad formativa
(Leiva, 2008).

34
Si como hemos dicho el profesorado acepta esta nueva realidad y hace
propuestas innovadoras, no es menos cierto que hay un déficit de formación en
el ámbito intercultural para el profesorado. Es por lo esto por lo que se hace
necesario que se invierta en programas de formación de los educadores, pues
las buenas intenciones y la predisposición deberían ir acompañadas de un
soporte formativo que ayudara a cubrir las carencias que el profesorado también
admite en torno a la interculturalidad (Álvarez y González, 2007; García Llamas,
2005). Estos cursos de formación no deberían quedarse únicamente en el hecho
de conocer la teoría sobre la interculturalidad, sino que deberían ir unidos a la
adopción por parte del profesorado de una cierta serie de valores interculturales.
Si recordamos lo dicho más arriba, la escuela intercultural no ha de fijarse solo
en los contenidos para lograr ser intercultural, ha de trabajar otras cuestiones
más profundas como los discursos o las formas de actuar dentro del aula (Sierra
Nieto, Caparrós Martín, Vila Merino y Martín Solbes, 2017).

Sin embargo, si de verdad queremos alcanzar una escuela realmente


intercultural, debemos pensar en una dimensión más amplia: el centro educativo.
En este sentido, algunas autoras (Aguado y Mata, 2010), señalan la importancia
de integrar en el centro educativo procesos de formación conjuntos y la creación
de redes de docentes que compartan sus experiencias y reflexiones sobre la
educación intercultural. Pero más allá de complementar está formación del
profesorado en los centros, se ha buscar que estos de conviertan en centros de
conexión entre todos los ámbitos que le conciernen: alumnado, profesorado,
familias, entorno…, de forma que todos se imbuyan en ese proceso intercultural,
pues la escuela intercultural va encaminada a alcanzar a todos los miembros de
la comunidad educativa, no solo a algunos sectores de ella (Leiva, 2017). En
torno a esto se han puesto en práctica algunas experiencias con resultados muy
positivos (Louzao Suárez y Durántez Pascual, 2012). Debemos pensar el centro
educativo como un conjunto realmente centrado en atender un hecho tan
importante como la interculturalidad. Y si anteriormente hablábamos de la
necesidad de que el profesorado se formara en cuestiones más profundas que
el mero contenido académico, lo mismo hemos de aplicar al conjunto del centro.
Para lograr ese cambio podemos recurrir en primer lugar a la autonomía relativa

35
que todos los centros poseen. A través de sus Proyecto Educativo de Centro
(PEC) o el Plan de Interculturalidad pueden perfilar cuál es su postura frente a la
diversidad cultural (Besalú, 2010) y, a partir de ahí, elaborar todo un conjunto de
propuestas encaminadas a hacer de la escolarización una verdadera experiencia
interculturalmente formativa.

La organización de jornadas destinadas a fomentar la convivencia, a


conocer la inmigración y sus causas fundamentales, a poner en valor la
diversidad cultural como medio de enriquecimiento y crecimiento personal
(Goenechea Permisán y García García, 2011) -sin caer en el exotismo o el
romanticismo frente a la interculturalidad como muchas veces ocurre- (Leiva,
2017) pueden ser algunas de las medidas a poner en funcionamiento con el
objetivo de dotar a los centros de ese cariz intercultural del que estamos
hablando. Estas actividades no deberían quedar, sin embargo, encerradas en el
centro, sino que deberían estar abiertas a las familias y el entorno del centro. En
primer lugar, es importante hacer partícipes a las familias por el hecho de que
estas son las responsables últimas de la educación del alumnado, y si creemos
en la educación intercultural como un proceso formativo global requeriremos un
apoyo fuera de las aulas (García Ruiz, 2009). En segundo lugar, se presenta
como imprescindible mostrar apertura en el centro para crear en él esa imagen
de lugar de convivencia y tolerancia que queremos inculcar al alumnado. No hay
mejor enseñanza que aquella que te da la experiencia, de forma que sería más
fácil para el alumnado ir adquiriendo esas actitudes de apertura a lo ajeno desde
la vivencia de las mismas.

Finalmente, hemos de hablar de otro de los aspectos importantes a la hora


de hablar de la formación intercultural de la ciudadanía en la escuela. Y es que
es muy habitual hablar y proponer proyectos de intervención o innovación
metodológica intercultural enfocadas a su puesta en práctica en una u otra
asignatura. Si bien es cierto que es importante buscar esa forma de impartir
interculturalmente cada asignatura -y de ello daremos cuenta al final del presente
trabajo-, hemos de quedarnos con una idea que poco a poco ha de ir calando y
tomando cuerpo, y que comprime a la perfección muchos de las propuestas que
hemos ido exponiendo anteriormente: la experiencia intercultural ha de ser un

36
hecho transversal en toda la etapa escolar. La formación ciudadana debe ser
algo que se adquiera en todas las materias y todas las actividades que se lleven
a cabo en la escuela (Bolívar, 2007), no ha de ser algo encerrado a ninguna
asignatura en concreto, y como parte de esa formación ciudadana hemos de
pensar en la interculturalidad como algo que traspase esta o aquella materia y
sea un valor adquirido a través de la experiencia escolar en su conjunto.

6. La interculturalidad aplicada a las asignaturas de Geografía e Historia:


situación y propuestas de cambio.
En este último apartado del presente Trabajo Fin de Máster nos gustaría
referirnos a unas asignaturas en concreto dentro de la ESO, las de Geografía e
Historia, pues son las más próximas a quien escribe y a las que se dedicará en
su futuro como docente de Educación Secundaria.

A pesar de estar cuestionadas últimamente por ser asignaturas no


destinadas a cumplir las exigencias del mercado laboral actual y la productividad
que este requiere (Romero, 2018), la Geografía y la Historia se presentan como
disciplinas imprescindibles en la formación de una ciudadanía analítica y crítica
con el entorno que la rodea. Una ciudadanía sana es aquella que sabe filtrar toda
la información que le llega y que, a partir de ese acto, es capaz de comprender
los procesos que se están dando a su alrededor a la vez que les da las
respuestas más adecuadas. De esta forma, a través del análisis histórico de los
fenómenos sociales y geográficos, el alumnado adquiere las herramientas con
las que lleva a cabo esos análisis que acabamos de mencionar (Besalú, 2002).

Sin embargo, si atendemos a la realidad de las aulas, las prácticas


habituales en las asignaturas de Geografía e Historia de todos los cursos de la
ESO están bastante alejadas de poder ayudar a crear esa conciencia crítica de
la que acabamos de hablar. En este sentido, hemos de proponer una serie de
cambios en la estructura de dicha asignatura, con el objetivo de poder acercar
esta materia a la educación intercultural. Es por lo anterior que se requieren una
serie de modificaciones de las cuales cada día son más conscientes tanto los
investigadores como, sobre todo, el propio profesorado de Geografía e Historia.

37
Si pensamos en la función de las materias de Geografía e Historia a lo largo
del tiempo podemos llegar a diversos puntos de encuentro que son aceptados
por la gran mayoría de los investigadores. Una de las principales conclusiones a
las que hemos de llegar es el marcado carácter nacionalizador que durante el
siglo XIX tuvo la Historia como disciplina académica y la transmisión de esta
dinámica en clave nacional a la escuela (Prats y Santacana, 2011). El resultado
de esta dinámica fue la creación de una historia nacional transmitida al alumnado
desde su infancia (Stavenhagen, 2008), y que con el tiempo fue calando de una
forma bastante profunda en los imaginarios colectivos de las sociedades
europeas principalmente. Sin querer entrar a valorar este hecho, es importante
señalarlo como una respuesta educativa a una necesidad de los nacientes
Estados-nación decimonónicos en el camino hacia su consolidación como tales.

¿Cuál era el contexto en aquella época? El siglo XIX fue el siglo de máxima
expansión del imperialismo europeo que había arrancado a finales del siglo XV.
Las potencias europeas más poderosas colonizaron territorios en otros
continentes y pusieron en marcha en estos una serie de medidas que tuvieron
bastantes efectos sobre la configuración de los pueblos colonizados y su cultura.
Entre estos efectos hemos de ver algunos de gran trascendencia desde
comienzos de la Edad Moderna, como la introducción en contextos
extraeuropeos de costumbres europeas y la eliminación de algunas de las
costumbres y los rasgos más definitorios de las culturas colonizadas. El resultado
de esto fue una progresiva desaparición o, al menos reducción, de muchas de
las producciones culturales de aquellos pueblos, un proceso del que todavía hoy
percibimos algunas consecuencias.

Y es que esa visión de inferioridad de los pueblos colonizados frente a las


virtudes de los conquistadores europeos (Quijano, 2000) caló rápidamente en
los esquemas de pensamiento de las gentes que vivieron en ese amplio período
de tiempo. El resultado fue el silencio y la paulatina desaparición de las
producciones culturales y técnicas que hasta ese momento se ponían en práctica
en las colonias, una tendencia que fue siendo cada vez más acusada y que poco
a poco.

38
¿Cuál ha sido el resultado de este fenómeno? Sencillamente, la transmisión
de una visión de la Historia de la humanidad centrada exclusivamente en explicar
los fenómenos y los procesos históricos en clave europea, es decir, desde el
punto de vista que la Europa que civilizó, mejoró las condiciones de vida e
introdujo avances significativos en los territorios colonizados. Más allá de las
narraciones de hechos, lo importante de esto es que se ha ido transmitiendo la
idea de que Europa ha sido la protagonista de la Historia (Quijano, 2000): desde
los mundos griego y romano -los padres de la identidad europea que ha ser
trasladada a todo el mundo-, la lucha de las potencias europeas contra los
invasores musulmanes durante la Edad Media y la Reconquista en España,
pasando por los grandes imperios europeos y sus modificaciones sobre los
territorios conquistados… La Historia que se ha configurado ha caído en un
sesgo eurocéntrico claro, que es evidente si atendemos algo detenidamente la
historiografía que ha ido produciéndose desde el siglo XIX.

Lo que nos preocupa de lo anterior es que esa visión o interpretación de la


Historia llegó a las aulas en ese intento de nacionalizar a la población. En este
sentido, se configuró una asignatura de Humanidades que resultó muy útil para
crear una verdadera conciencia de pertenencia nacional de la población. Si en
España se recurrió -y todavía muchos hoy recurren- al glorioso pasado del
imperio en el que no se ponía el sol, otros Estados como Francia o Reino Unido
recurrieron a las glorias contemporáneas de sus, por entonces, imperios
coloniales. Era la visión del europeo como superior a los pueblos indígenas de
las colonias (Walsh, 2010). La principal consecuencia de esta ha sido un silencio
importante al que fueron y son sometidas las culturas afectadas por la
colonización, un silencio que con tiempo ha contribuido a la desaparición de sus
legados del saber, de sus tradiciones científico-técnicos, de sus costumbres y
modos de vida, etc. (Walsh, 2007). Ha sido un proceso que, en definitiva, ha
terminado por acabar en el olvido de que aquellas gentes no europeas que
también tuvieron un pasado independiente, activo y, en la mayoría de los casos,
exitoso.

Hemos estado hablando de la interculturalidad en la escuela, de la puesta


en valor de las culturas y las expresiones culturales del alumnado extranjero y

39
de las minorías locales, y nos topamos de pronto con esta cuestión, la profunda
visión eurocéntrica desde la que estamos transmitiendo la asignatura de
Geografía e Historia a nuestro alumnado. Tenemos de pensar en base a esta
primera reflexión, y en relación con la escuela intercultural que estamos
proponiendo, qué medidas podrían tomarse para revertir esta tendencia que,
según parece, empieza ya a variar en algunos aspectos. Afortunadamente, la
escuela, y la materia no se encuentran solas ante el reto, pues se empieza a ver
una conciencia bastante amplia entre los círculos investigadores de revisar los
estudios hechos hasta el momento, ponerlos en contexto, y crear nuevas
producciones historiográficas a partir de la selección de fuentes de información
más diversas. Partimos, por tanto, de una práctica intercultural de por sí en la
Academia, que empieza a mirar a los pueblos indígenas como coprotagonistas
de la historia junto con los europeos.

Es nuestro deber si queremos atender a una escuela y unas asignaturas


de Geografía e Historia realmente interculturales recurrir a estas producciones
historiográficas como base de nuestra labor docente a la hora de impartir nuestra
materia, pues hemos de poner en valor la estrecha relación entre la investigación
y la divulgación escolar (Recio, 2012). Esa historia transmitida en clave europea
ha de irse relegando a un segundo plano, para intentar crear un nuevo marco
explicativo, más inclusivo con las culturas y los pueblos no europeos, y más
enfocada a transmitir una geografía y una historia globales que pongan en valor
los efectos que cada proceso histórico tuvo en el contexto global. Si, como
dijimos arriba, estamos en la era de la globalización, hemos de contribuir a que
los alumnos y alumnas comprendan cuál es, asimismo, la dimensión global de la
Historia, pues esta es factible y puede reportar muchos beneficios al alumnado
en la tarea de comprender en qué mundo vive.

Este cambio en el enfoque no debe ser, sin embargo, la única


transformación que acometan nuestras asignaturas en la Educación Secundaria
Obligatoria. El paso de esa historia en clave europea -y europeísta, no nos
engañemos- (Valls y López, 2002) debe ir acompañada de una reflexión y unos
cambios centrados en pensar qué objetivos tiene la materia y cómo estos pueden
ayudar a crear esa conciencia intercultural en el alumnado.

40
Entre esta serie de cambios habría de empezar por la metodología en el
aula. Es común cuando preguntamos a algún alumno o alumna nos responda
que el principal objetivo que se marca en Sociales es memorizar la mayor
cantidad de información posible de su libro de texto, pues su profesor le exige
que desarrolle una secuencia histórica completa y de la forma más detallada
posible en un examen escrito. Haciendo una pequeña revisión, nos encontramos
en pleno siglo XXI con que la percepción del alumnado es que las metas de este
plan de estudios originado en el siglo XIX, basado en la erudición y el
conocimiento exacto del pasado (Romero, 2018). Si la sociedad actual no es
igual que la decimonónica, hemos de pensar por qué, entonces, una gran parte
de currículo de la Geografía e Historia sigue siendo el mismo y sus objetivos
parecidos. ¿En qué ayuda esto a la formación de esa ciudadanía crítica,
intercultural y comprometida con todas las culturas? Podríamos decir que poco,
pues en ningún caso se puede alcanzar ese fin que nos pusimos de dotar al
alumnado de una serie de herramientas para comprender el mundo en el que
vive.

Ante esto, hemos de proponer una serie de actualizaciones que apoyen al


alumnado en su formación ciudadana y no únicamente memorística.
Paulatinamente van dándose algunos de estos cambios, si bien es cierto que el
cambio es muy lento.

El primer cambio que se suele proponer para adaptar la Geografía e


Historia a las necesidades del alumnado actualmente es un cambio
metodológico, del que ya hemos mencionado algunas cosas. De esta forma, se
pretende llevar a cabo un equilibrio entre los saberes teóricos expuestos y el
aprendizaje práctico por parte del alumnado (Recio, 2012). Así, a través de la
puesta en práctica de análisis en clave histórica y geográfica el alumnado podría
ir descubriendo nuevos caminos en la asignatura, a la vez que iría adquiriendo
un mayor interés en ella. A esto deberíamos unir un esfuerzo por acercar los
temas tratados a la realidad más cotidiana y a las relaciones interpersonales
(Nussbaum, 2010). En esa mayor preponderancia de las actividades prácticas
frente a las teóricas debemos ver un punto fuerte en el que revertir algunos de
los problemas que hemos localizado arriba, pues a través de ellas podríamos

41
fomentar esas aptitudes y actitudes de análisis, crítica y creación de su propia
visión del mundo.

Este cambio metodológico debe ir acompañado de un replanteamiento


curricular e interpretativo de la materia, encaminado a lograr modificaciones
como podrían ser unos nuevos objetivos para con el alumnado o la reducción del
cariz eurocéntrico de la materia (Walsh, 2007; Díez Gutiérrez, 2012). De esta
forma, a través de los ejercicios prácticos, podríamos hacer un cambio de
perspectiva, por ejemplo, tratando los temas históricos en relación con la
actualidad o buscando fuentes sobre las que trabajar originadas en esas culturas
silenciadas históricamente de las que estamos hablando.

Pensemos un poco en esto último que hemos dicho: ¿realmente puede


llevarse un cambio metodológico e interpretativo en este campo? La respuesta
es indudablemente afirmativa, y de ello vemos muchísimos casos a lo largo de
la Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato. Un ejemplo claro podría
ser el tema de la Hispania medieval, en la cual convivieron durante siglos tres
culturas definidas por su religión -cristianismo, judaísmo e islam-, típica y
cotidianamente presentadas como antagónicas y enfrentadas. Esa es una visión
estereotipada, que responde a la leyenda creada a partir de la preponderancia y
creencia de superioridad de la mayoría cristina en aquella época. ¿No podría
aproximarse la escuela a ese tiempo histórico a través de fuentes no cristianas
que ilustraran el ambiente de la época, y que dieran importancia a la diversidad
cultural ibérica medieval? (Deusdad, 2010). Ni qué decir tienen en relación con
esto los procesos de invasión musulmana de la Península Ibérica o la
Reconquista. Se presentan estos como dos hechos históricos innegables y lo
son, pero transmitimos al alumnado una única perspectiva, cuando nuestro
deber en realidad es hacer que comprendan que fue un proceso muy diverso y
que sobre él los Otros también dijeron cosas, también escribieron, aunque no se
les reconozca todavía.

En esa ampliación de la perspectiva, en la búsqueda de otras fuentes de


información más allá de la tradicionales -diferentes pero complementarias y
enriquecedoras- podríamos ver un nuevo punto de partida, a través del cual

42
demos una visión más aperturista e intercultural a la materia, a la vez que
pusiéramos en la misma categoría de valor los testimonios de los vencedores
que de los vencidos, pues en ello va implícito el reconocimiento a su cultura y su
papel en la Historia.

Otro ejemplo claro lo podrían ser los procesos de colonización de otros


continentes por las potencias europeas. El caso es que siempre se acaba
transmitiendo la visión del conquistador, y pocas veces se hace caso a los
pueblos colonizados. Su historia parece desvanecerse, y con ella sus tradiciones
y costumbres. Es este otro aspecto ha mejorar si de verdad queremos dar esa
visión intercultural a la escuela e ir suprimiendo esos tratamientos eurocéntricos
que todavía hoy se mantienen. Paradigmática para nosotros es aquí nuestra
experiencia colonial más duradera, la americana, transmitida en muchos
momentos de la historia como el mayor éxito civilizador y la mayor grandeza
jamás vista (Krauel, 2013). Se nos olvida por lo general al tratarla en clase de
explicar con un poco de profundidad quiénes eran aquellos a los que Cristóbal
Colón se encontró en el Nuevo Mundo, pues poseían una riqueza cultural que
en muchos casos fue tapada y convenientemente omitida por los cronistas de la
época, olvidándose para nosotros en la actualidad. Por hacer referencia a un
caso cotidiano con el que podríamos trabajar en clase: ¿de dónde vienen
productos tan utilizados hoy en día en Europa como el maíz, la patata, el tomate
o el chocolate?¿Tan atrasadas eran aquellas culturas? Lo cierto es que la
investigación académica en este campo arroja avances significativos (Restall,
2019; Brinkerhoff, 2016), y se conocen muchos rasgos de la cultura, las técnicas
y los saberes científicos de los pueblos amerindios que ayudarían a cambiar esa
imagen de salvajes incivilizados que muchas veces se transmite de ellos.

¿Queremos decir con esto que hemos de contribuir a decantarnos


únicamente por esa visión “destruccionista” de la acción colonial española?
Pensamos que no, pues sería esa otra visión igual de sesgada de lo que
realmente ocurrió que no ayudaría en nada al alumnado en su formación. El
hecho es que debemos hacer referencia a una historia verídica y científica, sin
connotaciones políticas e ideológicas, en la que se reconozcan los aspectos
nocivos, pero también los positivos de la acción colonial española -y cualquier

43
otra-, desde el reconocimiento de que enfrente no había salvajes, sino personas
con unas costumbres. Y es que es ahí donde precisamente encontramos la
interculturalidad, en transmitir unos hechos reconociendo a los Otros como
sujetos de la historia iguales a nosotros.

No nos quedemos, únicamente, en la Historia, pues en este ámbito también


la Geografía tiene un camino por andar. Fijémonos, sin ir más lejos, en los
mapamundis utilizados por todos nosotros. ¿Qué ocupa el centro de los mapas?
La respuesta es Europa, a la que se presenta como el centro del mundo, siendo
además sobredimensionada en muchos casos, frente al resto del mundo, que
parece su periferia (Walsh, 2007). En cambiar detalles como estos, en ofrecer
otras fuentes que tiendan a revertir esa tendencia eurocéntrica deberíamos
centrar parte de nuestro esfuerzo en el aula.

Es también a partir de este eurocentrismo imperante desde el que


podríamos llevar a cabo tareas en el aula dirigidas a crear una conciencia crítica
del alumnado. Partiendo de los clichés establecidos, de las leyendas mitificadas
y presentes en nuestro pensamiento, sería interesante hacer actividades de
desmitificación, de revisión en el aula por parte del alumnado, en las cuales esas
interpretaciones en clave europea pudieran ser utilizadas como herramienta en
el propio proceso de enseñanza-aprendizaje, de forma que pudieran llevarse a
cabo actividades prácticas en las cuales esas cuestiones se pusieran en duda y
el alumnado pudiera crear interpretaciones a partir de su indagación en fuentes
de información diversas. El resultado sería una toma de conciencia del alumnado
de la necesidad de contrastar toda información que le llega, no creer en los falsos
mitos y, en definitiva, ser consciente de poner en duda todo lo que lea, oiga o
vea, a la vez de conocer la gran variedad de actores en la historia más allá de
nosotros.

En ese camino por superar esa visión eurocéntrica, de la que acabamos de


hablar, y teniendo en cuenta que nos encontramos en un mundo globalizado
como hemos explicado arriba, resulta importante llevar a cabo también un salto
hacia el enfoque global de las ciencias sociales (Méndez García, 2006; Enrique
Mirón, Molina García, Serrano Romero, Sánchez Fernández, y Galindo Morales,

44
2017). El alumnado ha de tener en cuenta que las acciones locales tienen
consecuencias globales y viceversa, y por ello es importante dar este nuevo
enfoque a la materia, creando esa idea de que ya no vivimos solos como en el
siglo XIX, sino que hay varias escalas o dimensiones espaciales a tener en
cuenta: la local, la nacional y la global. Este cambio daría respuesta al nuevo
marco de la globalización en el que vivimos, pero más allá de este

Si de verdad queremos impregnar nuestra escuela y nuestras asignaturas


de unos valores realmente interculturales, hemos de buscar hacer
modificaciones en este sentido; en crear las condiciones para reducir el impacto
del eurocentrismo en los contenidos y las interpretaciones transmitidas al
alumnado, llevar a cabo cambios metodológicos centrados en impulsar las
actividades prácticas que contribuyan a que el alumnado cree su propio marco
de conocimiento e interpretación, y en la concienciación de que vivimos en un
mundo en el que no estamos solos y en el que tendremos que entendernos con
los demás inexcusablemente. Tras una rápida pero atinada reflexión sobre lo
expuesto, no huimos de plantear los cambios propuestos como sencillos, viables,
necesarios y nada revolucionarios. La posibilidad de llevarlos a cabo está ahí,
falta aún una sensibilidad generalizada y una voluntad real de ser puestos en
práctica.

7. Conclusiones.

Una vez realizado el presente Trabajo Fin de Máster, y analizando por


separado y en conjunto todos los factores que hemos ido señalando a lo largo
de él, podemos llegar a una serie de conclusiones en torno a nuestra sociedad
actual y la situación de una escuela que ha de darle una respuesta.

En primer lugar, hemos de concluir que nos encontramos en un momento


de importante cambio histórico en el mundo. El proceso de globalización unido
al boom migratorio que estamos viviendo en nuestros días están generando una
nueva situación que está contribuyendo claramente a transformar las sociedades
a lo largo y ancho del mundo. Esta situación genera situaciones de ventaja y

45
avance, sin lugar a duda, pero lleva aparejada una serie de riesgos a los que
hemos de enfrentarnos si no queremos que las consecuencias sean
irreversibles.

En este sentido, hemos de decir que, entre estos riesgos, se encuentra el


aumento de la heterogeneidad cultural en nuestra sociedad. Fruto del nuevo
mercado de trabajo a escala global, y de las situaciones dramáticas que vemos
en los países en vías de desarrollo, las migraciones están arrojando nuevas
situaciones en los países desarrollados, en los cuales la población inmigrante no
para de crecer y al igual que lo hace la diversidad cultural. Esta situación pinta
un nuevo escenario social, al cual hemos de dar una respuesta.

Así, podemos señalar que la respuesta óptima a esta nueva diversidad


como sociedad es la interculturalidad, una forma de buscar el entendimiento
entre distintas culturas, la cooperación y el enriquecimiento mutuo en un contexto
de convivencia. Esto debería transmitirse a la escuela, la principal institución
creadora de ciudadanía, una ciudadanía que tiene que tomar conciencia y
adaptarse necesariamente a un nuevo y desconocido panorama social.

Por lo anterior, resulta necesario crear el marco necesario para llevar


adelante una transformación de la institución educativa hacia la interculturalidad,
un cambio hacia una escuela inclusiva con todos los actores culturales presentes
en un territorio, una escuela consciente de la diversidad cultural pero además
garante y defensora de la misma. Una escuela que, en definitiva, contribuya a la
formación de esa ciudadanía crítica, conocedora de la situación en la que vive,
y dispuesta a entablar un diálogo fructífero con aquellos que, en la diferencia,
son iguales como seres humanos que son.

Esta escuela, sin embargo, será difícil de conseguir. Aún encontramos en


nuestras sociedades reticencias y prejuicios contra el diálogo intercultural, las
cuales se extienden a una institución educativa en la que encontramos aún
algunas trabas funcionales y curriculares. En la subsanación y superación de
estas últimas encontramos la válvula de escape hacia la implantación de esa
escuela intercultural. Una mínima prueba de ello hemos dado a través de nuestro
análisis de las asignaturas de Geografía e Historia y algunos de los retos a los

46
que ha de enfrentarse en ese camino hacia la interculturalidad. De estos últimos
aspectos podemos concluir que la reforma, pese a la complejidad que entraña,
es apasionante y fácil de lograr si se toma una verdadera conciencia de su
necesidad real e inmediata.

En resumen, podemos concluir que las nuevas condiciones a escala global


generan riesgos para las sociedades actuales y futuras, ante los cuales ha de
intervenir la escuela en un esfuerzo por lograr una igualdad de condiciones y una
equidad de toda la ciudadanía sin importar su procedencia, etnia o cultura. Una
escuela que tiene que avanzar y ser de todos y para todos.

47
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