Antología 3ero 2020
Antología 3ero 2020
Antología 3ero 2020
Académica Preparatoria
Antología
Tercer Semestre
Taller de Literatura y Redacción
Agosto 2020
Universidad Autónoma de Zacatecas
“Francisco García Salinas”
Unidad Académica Preparatoria
Academia de Lectura y Redacción
Colaboradores:
Andrade Haro Norma Angélica
Cervantes Ramírez Carmen Alicia
Hernández Martínez Alba Amaranta
Llamas Piña Karina
Macías Madero Mayra Melanie
Martínez Díaz Hesby
Medellín García Araceli
Moncada León Mauricio
Morones Muñoz Raúl
Pichardo Solís Marisol
Rivera Galván Cándida Azucena
Ruiz Muñoz Hilda
Coordinación y revisión:
Marisol Pichardo Solís
2
LITERATURA ANTIGUA
3
4
LA LITERATURA Y SUS MIL FORMAS
Mauricio Moncada León
6
LITERATURA ANTIGUA
Raúl Morones Muñoz
8
El siguiente texto pertenece a la civilización egipcia, el Libro de los Muertos.
Más allá de lo lúgubre que pueda parecer el título, dicha obra, un ejemplo de varias
con el mismo nombre encontradas en Egipto, es un conjunto de ceremonias que
tenían como objetivo guiar al difunto hacia la región de los muertos ante el dios
Anubis, quien lo juzgaría por sus actos en vida y dictaminaría el destino de su alma
o ka. Quienes dramatizaban la ceremonia aquí en la Tierra pretendían que el ka del
difunto saliera bien librada en el juicio, argumentando entre otras cosas el que haya
sido purificado de sus propios demonios, representados en el texto como enemigos
calcinados, destazados, etc.
Por último, como ejemplo de la literatura hebrea, presentamos el Cantar de
los Cantares. El título de la obra, contenida en la Biblia, significa que este cantar
está encima de cualquiera. Según la tradición fue escrito por el rey Salomón, aunque
académicamente no está comprobado, y es una correspondencia entre él y su reina
para declarar su amor y la tristeza por la distancia entre los dos. En algunos pasajes
el tono parece incluso sensual, por las figuras literarias usadas. La razón de
introducirlo como ejemplo es que, congruentemente con las características de la
literatura antigua, algunos han interpretado que no es realmente el amor entre
Salomón y su reina el sentido del poema sino entre el rey y su alma, es decir, que
el motivo es netamente espiritual. Tu interpretación de este y los otros textos
podría ser más atinada, ¿qué es lo que tú lees aquí?
9
RIG VEDA1
India, hace 6,000 años aproximadamente.
La palabra sagrada. Mantra2 71, Mandala3 X (fragmento)
1
De Mora, J. M. & Jarocka, L. (2010). Rig Veda. México: Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes.
pp. 245-247 y 77-278.
2
En este contexto significa “verso”.
3
En este contexto significa “libro”.
4
Literalmente “sacerdote”, de manera más precisa aquí se alude a su carácter divino.
5
La palabra “palestra” es de origen griego y alude a un lugar propio para la competencia, en
algunos casos para exhibir habilidades en la oratoria. Dicho lugar es sobre todo propio de
Grecia, y aunque el concepto se exportó a Medio Oriente, el Rig Veda data de mucho antes de
que eso pasara. En este sentido su uso en este texto es oscuro puesto que el traductor no da
para ello ninguna razón, sin contar el fundamental carácter simbólico del poema.
10
Quien abandona a un amigo fiel
ya no tiene para sí la Palabra.
Y lo que escucha lo escucha en vano.
Ya no reconoce el camino del rito.
11
HIMNO A INANNA6
Sumeria, hace 5,500 años exactamente.
Orgullosa reina de los Dioses de la Tierra, suprema entre los Dioses del Cielo.
Tormenta de Gran Estruendo, tú viertes la lluvia sobre todas las tierras y toda la
gente.
Tú haces que los cielos se estremezcan y que la tierra tiemble.
Gran Sacerdotisa, ¿quién puede sosegar tu corazón turbado?
Alumbras como relámpago sobre las tierras altas; arrojas tus tizones a lo largo del
mundo.
Tu mandato ensordecedor, silbando como el Viento, desgaja las grandes montañas.
Pisoteas al desobediente como un toro salvaje; el Cielo y la Tierra tiemblan.
Sagrada Sacerdotisa, ¿quién puede sosegar tu corazón turbado?
6
Wolkstein, D. & Noah Kramer, Sl. (2010). Inanna, reina del cielo y de la tierra. México: Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes. pp. 88-89.
12
POEMA DE GILGAMESH7
Babilonia, hace 4,500 años aproximadamente
7
Silva, C. J. (2008). Gilgamesh o la angustia por la muerte, poema babilonio. México: Colegio de
México. pp. 152-161.
13
LIBRO EGIPCIO DE LOS MUERTOS (FRAGMENTO)8
Egipto, hace 3, 500 años aproximadamente.
Capítulo CXXV:
“Lo que ha de decirse cuando se acceda a esta Sala de Justicia, purificando a (X) de
todo el mal que ha hecho y contemplando los rostros de los dioses:
¡Salve a ti, gran dios, señor de la Justicia! He venido a ti, mi señor, para que
me lleves de forma que pueda ver tu belleza, porque yo te conozco y conozco tu
nombre; y conozco los nombres de los 42 dioses que están contigo en esta Sala de
Justicia, que viven de aquellos que aman el mal y que se tragan su sangre en este
día de considerar los caracteres en presencia de Un-nefer9. Mira al doble hijo de las
Cantantes. Señor de Verdad es tu nombre. Mira, yo he llegado a ti; te he traído la
armonía, he rechazado la falsedad por ti. Yo no cometí falsedad alguna contra los
hombres. No empobrecí a mis socios. No hice daño en el Lugar de la Verdad. No
he aprendido lo que no es. No hice mal. No hice diariamente que fuera excesivo el
trabajo que debía hacerse para mí. Mi nombre no alcanzó los despachos de aquellos
que controlan a los siervos. No he desposeído al huérfano de su propiedad. No he
hecho lo que los dioses detestan. No he calumniado a un sirviente ante su señor.
No he causado dolor. No he provocado hambre. No hice llorar. No he matado ni
he mandado matar. No hice sufrir a nadie. No disminuí las ofrendas de alimentos
en los templos. No he destruido los panes de los dioses. No he arrebatado la
comida de los espíritus. No he copulado. No me he comportado mal. No disminuí
los suministros de alimento. No he disminuido la arara. No he invadido los
campos. No añadí nada a los pesos de la balanza. No rebajé nada de la plomada de
la balanza. No arrebaté la leche de las bocas de los niños. No privé a los rebaños
de sus pastos. No he atrapado pájaros de las reservas de los dioses. No he
capturado pescados de sus marismas. No desvié aguas en su estación. No he
construido una presa en agua corriente. No he apagado el fuego cuando estaba
ardiendo. No he olvidado las fechas de las ofrendas escogidas de carne. No retuve
ganado de las ofrendas del dios. No me opuse al dios en sus salidas procesionales.
8
Serrano, D. J.M. (1993). Textos para la Historia Antigua de Egipto. Madrid
pp. 244-245
9 Amuleto de uso muy común en el antiguo Egipto. El néfer era un pictograma o figura tallada
que
representaba una especie de cruz cuya línea vertical superior estaba sustituida por un óvalo
hueco, y que tenía dos líneas horizontales en vez de una. El significado de la palabra "néfer"
tenía relación con los conceptos de lo bueno, bello y agradable, y se creía que traía buena suerte,
salud y vitalidad para su poseedor o usuario. Se conservan amuletos de este tipo tallados en
multitud de materiales Enciclonet.com. (2019). Nefer Recuperado el 10 de julio de 2019, de
http://www.enciclonet.com/articulo/nefer/
14
¡Soy puro, puro, puro! Mi pureza es la pureza del gran Fénix que está en
Heracleópolis10, porque yo soy ciertamente la nariz del Señor del Viento que hace
vivir a todos los hombres en este día de completar el Ojo Sagrado en Heliópolis 11
en el último día del segundo mes del invierno, en presencia del señor de esta tierra.
Yo soy aquel que vio la terminación del Ojo Sagrado en Heliópolis, y nada malo
puede acontecer contra mí en esta tierra, ni en esta Sala de justicia, porque yo
conozco los nombres de estos dioses que están ahí...”.
10
Ciudad capital del vigésimo nomo del Alto Egipto
11
Importante ciudad del Antiguo Egipto, capital del nomo XIII del Bajo Egipto
15
EL CANTAR DE LOS CANTARES (FRAGMENTO)12
Israel, hace aproximadamente 2,900 años
12
De Reina, Casiodor. (1977). Santa Biblia. España: CLIE-Galvani. Cnt. 4, 1-16.
13
Geográficamente es un monte que se encuentra cerca de Jordania. Etimológicamente
significa “monte del Testimonio”, en este sentido no tiene una ubicación geográfica sino que
se refiere a un estado anímico de desilusión. Por el contexto el sentido del símil parece referirse
al primer significado.
14
David fue el padre de Salomón, quien construyó la torre a manera de fortaleza para defender
su ciudad.
15
Simbólicamente la leche y la miel representan para los judíos dos vías para comunicarse con
Dios para obtener sabiduría divina, el que estén bajo la lengua simboliza el que la sabiduría ha
de mantenerse en secreto.
16
El huerto tiene también una simbología. En la Biblia aparece en varios momentos, desde el
Génesis con el huerto del Edén, el cual se pierde por el pecado. En las alabanzas sumerias a la
diosa Inanna, por ejemplo, el huerto equivale a los órganos sexuales de la diosa que deberán ser
“arados” por su esposo en un ritual sexual sagrado. En estos sentidos no sería descabellado
que en este poema el huerto tenga un carácter sexual, dado que en las culturas antiguas se sabe
que se ritualizaba la cópula con diversos propósitos.
16
Su cabeza es de oro, del más puro; sus rizos son racimos de palmera, negros
como el cuervo.
Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, que se lavan con
leche, y a la perfección colocados.
Sus mejillas como parterres de balsameras, como fragantes flores; sus labios,
como lirios que destilan mirra fragante.
Sus manos como anillos de oro engastados de piedras preciosas de Tarsis.17
Su cuerpo, como pulido marfil cubierto de zafiros.
Sus piernas, como columnas de mármol asentadas en basas de oro fino; su
aspecto como el Líbano,18 esbelto como los cedros.
Su paladar, dulcísimo, y todo él es un encanto.
Tal es mi amado, tal es mi amigo, oh doncellas de Jerusalén.
17
Pueblo marítimo con distintas ubicaciones según distintos teóricos.
18
Pueblo cercano a Siria.
17
LOT19
Una historia de la Biblia
Entonces Jehová dijo a Abraham: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra
se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé
ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y
si no, lo sabré.
Y se apartaron de allí los varones y fueron hacia Sodoma; pero Abraham
estaba aún delante de Jehová. Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al
justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás
también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro
de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el
justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de
hacer lo que es justo?
Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de
la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos.
Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi
Señor, aunque soy polvo y ceniza. Quizá faltarán de cincuenta justos cinco;
¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí
cuarenta y cinco.
Y volvió a hablarle y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo
haré por amor a los cuarenta.
Y dijo: No se enoje ahora mi Señor si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y
respondió: No lo haré si hallare allí treinta.
Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se
hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte.
Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez:
quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.
Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a
su lugar.
*
Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba
sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó
hacia el suelo y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro
siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y
seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos quedaremos
esta noche.
19 Antología 2009 Literatura y redacción I. Tomado de la Biblia, Génesis 18-19. México: UAZ
18
Mas él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa; y les
hizo banquete, y coció panes sin levadura, y comieron.
Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los hombres de la ciudad, los
varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo. Y
llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche?
Sácalos, para que los conozcamos.
Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: Os ruego,
hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos hijas que no
han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere;
solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de
mi tejado.
Y ellos respondieron: Quita allá; y añadieron: Vino este extraño para habitar
entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos más mal que a ellos.
Y hacían gran violencia al varón, a Lot, y se acercaron para romper la puerta.
Entonces los varones alargaron la mano y metieron a Lot en casa con ellos, y
cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con
ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se fatigaban buscando la
puerta.
Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? Tus yernos, tus hijos,
tus hijas y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a
destruirlo, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová;
por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo.
Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y
les dijo: Levantaos, salid, porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a
sus yernos como que se burlaba.
Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu
mujer y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la
ciudad. Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su
mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él;
y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Y cuando los hubieron llevado fuera,
dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al
monte, no sea que perezcas.
Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos. He aquí ahora ha hallado
vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia
que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte,
no sea que me alcance el mal, y muera. He aquí ahora esta ciudad está cerca para
huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y
salvaré mi vida.
19
Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no
destruiré la ciudad de que has hablado. Date prisa, escápate allá; porque nada podré
hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad,
Zoar.
El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehová hizo
llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los
cielos; y destruyó las ciudades y toda aquella llanura, con todos los moradores de
aquellas ciudades y el fruto de la tierra.
Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal.
Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de
Jehová. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura
miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.
Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de
Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades
donde Lot estaba. Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte, y sus dos hijas con
él; porque tuvo miedo de quedarse en Zoar, y habitó en una cueva él y sus dos
hijas.
Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda varón
en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra. Ven,
demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de
nuestro padre descendencia.
Y dieron a beber vino a su padre aquella noche, y entró la mayor, y durmió
con su padre; mas él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
El día siguiente, dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada
con mi padre; démosle a beber vino también esta noche y entra y duerme con él,
para que conservemos de nuestro padre descendencia.
Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor,
y durmió con él; pero él no echó de ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
Y las dos hijas de Lot concibieron de su padre. Y dio a luz la mayor un hijo,
y llamó su nombre Moab, el cual es padre de los moabitas hasta hoy. La menor
también dio a luz un hijo, y llamó su nombre Ben- ammi, el cual es padre de los
ammonitas hasta hoy.
20
HISTORIA DEL PESCADOR Y EL EFRIT20 (NOCHE 3)21
Un cuento de Las mil y una noches
Y dijo Schahrasad:
—Ha llegado a mis oídos, ye monarca, el afortunado, que había una vez un
pescador y era ya entrado en años y tenía mujer y tres hijos y era pobre de
condición.
Y tenía costumbre de echar la jábega al agua cuatro veces al día, sin falta, que
siempre así lo hacía.
Y sucedió que salió un día de entre los días, a hora de mediodía, y se encaminó
a la orilla del mar y puso en el suelo su banasta y echó al agua su jábega y aguardó
con paciencia, hasta que quedó prendida en el fondo, en la tierra.
Tiró luego de las cuerdas y sintió que pesaba y, por más fuerte que tiraba, no
lograba sacarla.
Retiróse, pues, de la orilla del mar y clavó una estaca en la tierra y ató a ella
las cuerdas.
Desnudóse y zambullóse en el agua y dio vueltas en torno a la red y no paró
de trajinar hasta que la sacó de allí, después de lo cual tornóse a vestir.
Miró la red luego y encontróse en ella con un burro muerto, y el pescador, al
verlo, entristecióse y dijo:
—¡No hay gloria ni poder sino en Alá,22 el grande, el sublime, el lleno de
majestad!
—Después de lo cual tornó a exclamar:
—En verdad que ha sido ésta una pesca singular.
Y rompió a declamar, improvisando los siguientes versos:
¡Oh el que se hunde en las tinieblas
de la noche y de la muerte!
¡Afloja tus riendas, pues
el lucro no está en moverse!
Sacó luego el pescador al burro muerto de la red y procedió a exprimir ésta
bien.
Luego que hubo acabado de exprimirla bien tornó a desdoblarla y la echó otra
vez al agua.
20
Especie de genio de la mitología árabe, puede ser benigno o maligno.
21
Anónimo. (1995). Las mil y una noches (Traductor Cansinos-Asséns R.) Tomo I, México:
Aguilar, pp. 403-407.
22
Dios. Cabe señalar que es el mismo dios que el de los judeocristianos.
21
Y dijo: «En nombre de Alá», y la arrojó al mar. Y esperó paciente, hasta que
se asentó.
Tiró entonces de ella con fuerza y notó que pesaba y se agarraba todavía más
que la vez primera, por lo que pensó gozoso:
«Sin duda se trata de un pez gordo».
Y ató la red a la estaca y se desnudó y se zambulló y buceó, hasta que la
desprendió y sacó afuera y encontró un cubo grande en ella.
Visto lo cual, entristecióse y declamó el dicho del poeta:
¡Oh llama del tiempo! Dame
satisfacción y, si no,
tenme piedad, pues mi suerte
ni mi esfuerzo me la dio.
Salí a buscar mi sustento
y fue vana mi labor,
pues un tesoro encontré
que perdiera su valor.
Cuando ignorante en el mundo
sale a luz y sobresale,
en tanto el sabio está oculto
y la gente no lo sabe.
Arrojó luego el cubo al agua y exprimió la red y la limpió e imploró la
clemencia de Alá y tornóse por tercera vez al mar. Y echó la jábega y aguardó
paciente hasta que se asentó en el fondo del agua. Tiró luego de ella y encontróse
con taramones23 y vidrios rotos por toda pesca. Y al ver aquello recitó los versos
del poeta:
No te anda cerca el sustento
ni a tu cuerpo está ligado;
no hay caña24 ni letra que
te dé provecho colmado.
Luego que terminó alzó su frente al cielo y exclamó:
—En verdad, oh Alá, sabes que yo no echo mi red sino cuatro veces y ya la
eché tres.
Invocó luego el nombre de Alá y arrojó la red al mar. Y aguardó paciente a
que agarrara en el fondo del agua.
Tiró luego con fuerza y no bastó el ritón, quedándose la jábega presa en el
fondo del agua.
23
Mazorca sin granos.
24
La caña o cálamo de que los orientales se sirven para escribir.
22
Y dijo el pescador:
—¡No hay gloria ni poder, sino en Alá!
Abrió luego la red y encontró en ella una olla de azófar 25 toda henchida y su
boca sellada con sello de plomo y estampados en el sello los atributos de nuestro
señor Solimán.26
Al verlo el pescador, alborozóse y exclamó:
—Lo venderé en el zoco de los metales y me valdrá diez dinares.27
Alzó luego la olla en vilo y al ver que pesaba dijo:
—No hay más remedio sino que la tengo que destapar y ver lo que contiene;
la meteré en el saco y la venderé en el zoco de los metales.
Sacó, pues, su cuchillo y bregó con el sello de plomo hasta desprenderlo de
la olla y puso ésta en el suelo y la zarandeó de acá para allá, a fin de ver qué era lo
que podía contener.
Mas no salió de ella cosa alguna, salvo una gran humareda que se elevó hasta
los confines del cielo y empezó a andar sobre la haz de la tierra.
Maravillóse el pescador hasta el colmo de la maravilla y, después de eso, acabó
de formarse el humo y se condensó y se agitó, hasta tomar al fin la forma de un
efrit; su cabeza en las nubes y sus pies en la tierra, y era su cabeza como una cúpula
y sus manos como rastrillos y sus pies como mástiles y su boca como una cueva
con unos dientes como peñas y sus narices como una jofaina y sus ojos como
antorchas y greñuda y polvorienta su pelambre revuelta.
Luego que hubo visto el pescador a aquel efrit, los miembros le temblaron y
los dientes le castañetearon y se le secó la saliva y los caminos se le cegaron. Pero
hete aquí que el efrit, al ver al pescador, le dijo así:
—No hay más ilah28 que Alá y Soleimán es el Profeta de Alá.
Y luego añadió:
—Ye Profeta de Alá, no me mates, que no volveré ya más a las andadas y no
faltaré a mi palabra ni me rebelaré a nada.
Díjole el pescador:
—¡Oh el precito! ¿Cómo invocas a Soleimán, el Profeta de Alá, siendo así que
Soleimán murió hace mil ochocientos años y nosotros estamos en el fin de los
tiempos? Di, pues, cuál es tu historia y cuál es tu cuento y cuál fue la causa de tu
entrada en esa redoma sellada.
Oído que hubo el precito las palabras del pescador, dijo:
25
Voz árabe, que ha pasado al romance. Latón, cobre amarillo.
26
Soleimán o Solimán significa El pacífico. Es el mismo que el Salomón bíblico.
27
Moneda árabe.
28
Ilah, dios de los idólatras.
23
—No hay más Dios que Alá. He aquí, pescador, que te voy a anunciar una
buena nueva que te ha de alegrar.
Dijo el pescador:
—Pues ¿qué buena nueva es esa que me vas a anunciar?
—Y el efrit le dijo:
—Pues que vas a morir de pésima muerte ahora mismo.
Díjole entonces el pescador:
—¡Oh caudillo de los afarit!29 Mereces por esa noticia que el cielo deje de
prestarte su ayuda y te lleve lejos de aquí. Pues ¿por qué habrías de matarme y qué
es lo que exige mi muerte siendo así que te saqué de la olla y te salvé del fondo del
agua y te subí a la orilla en mi jábega?
Pero el efrit tornó a decir:
—No hay más remedio sino que tengo que matarte; escoge, pues, la clase de
muerte que prefieres, que ese es todo el favor que puedo hacerte.
Al ver el pescador que la cosa iba de veras, imploró al efrit y le habló así:
—Perdóname generosamente en atención a haberte sacado yo de tu prisión.
Pero el efrit exclamó:
—Precisamente por eso te tengo que matar sin remisión.
—¿Pero qué hice yo para incurrir en tu enojo? —exclamó el pescador.
Y el efrit le dijo:
—Oye mi historia, pescador.
Y el pescador exclamó:
—Habla y sé breve, que el alma se me sale por los pies de puro impaciente.
Y dijo el efrit:
—Has de saber, pescador, que yo soy un efrit de los afarit rebeldes; que me
rebelé un día contra Soleimán, el hijo de David30 (sea sobre ambos la paz).
Mi nombre es Sahru-ch-Chinni31 y sucedió una vez que Soleimán envió contra
mí a su visir Asef-ben-Berajiyah,32 cual me prendió, pese a mi resistencia, y me
puso entre las manos de Soleimán, el Profeta de Alá.
Encogióseme entonces a mí la raíz y al verme Soleimán hizo un conjuro a Alá
y me intimó que abrazase su ley y me sometiese a su obediencia, pero yo me negué.
Él entonces mandó que le llevasen una olla y en ella me metió y la selló con
plomo y estampó en él el nombre del Poderoso.
29
Criaturas mitológicas malignas, representadas con alas de fuego y que viven entre ruinas o
bajo la tierra, las armas humanas no tienen efecto sobre ellos.
30
David, padre de Salomón.
31
El brujo, el genio. Roso de Luna interpreta: el jina sagrado.
32
Asef o Asaf (Aspa) —el conciliador— hijo de Berajiva (Bendición de Dios), de la tribu de Levi,
era uno de los cantores designados por David para el servicio del templo.
24
Después de lo cual mandó a los leales de sus afarit cargasen conmigo y me
arrojasen sin piedad en medio del mar.
Cien años pasé en el fondo del agua y de todo corazón decía yo: «Rico haré a
aquel que de aquí me sacare».
Mas cien años transcurrieron sin que nadie viniera a salvarme.
Pasaron después otros cien años y yo decía, con toda verdad: «Descubriré los
tesoros de la tierra y se los daré al que a salvarme venga».
Pero tampoco nadie acudió a libertarme.
Pasaron luego cuatrocientos años todavía, y yo en mi alma decía: «Concederé
tres cosas al que me saque de esta olla».
Pero tampoco entonces vino nadie a salvarme. Y ya loco de rabia dije con
toda mi alma: «Mataré al que me salve, pero le dejaré elegir el género de muerte de
que quiera morir».
Entonces viniste tú a salvarme, de suerte que no tengo otro remedio que
matarte, aunque te permito elegir la clase de muerte de que quieras morir.
Díjole entonces el pescador al efrit:
—¡Oh scheij de los afarit! ¿Con que por haberte hecho un bien vas a pagarme
con un mal? ¡No mintió por cierto el refrán!
Hacemos bien y con el mal nos pagan;
triunfan en esta vida los malvados;
quien favorece a aquel que no es su sangre
no extrañe si se ve recompensado
en igual forma que, según nos cuentan,
lo fue el viajero que prestó su amparo
a Ummi-Amir cuando estaba en gran aprieto.33
Oído que el efrit lo hubo, le dijo:
—No te sulfures ni hables, que sin remisión he de matarte.
Díjose entonces el pescador para su ánima:
«Efrit es éste y yo hombre y Alá me dotó de inteligencia cabal; así que he de
ingeniarme para acabar con él, gracias a mi astucia y talento, en tanto él se vale de
su engaño y maldad».
Después de lo cual, díjole al efrit:
—¿Es cierto que estás resuelto firmemente a darme la muerte?
Y le contestó el efrit.
—Cierto que sí.
33
Ummi-Amir (la madre de Amir) es la hiena en el lenguaje simbólico del pueblo. Fácil es
adivinar que se trata de una fábula del viajero y la hiena de moraleja parecida a la que se resume
en el adagio popular: Cría cuervos y te sacarán los ojos.
25
Y el pescador dijo al efrit:
—Pues por el nombre, el más grande, estampado en el anillo de Soleimán, te
pido una cosa que no me has de negar.
—Bueno —dijo el efrit.
Mas no bien hubo oído el efrit la mención del nombre, el más grande, luego
se estremeció y empezó a agitarse y le dijo al pescador:
—Anda y sé breve, por favor.
Díjole el pescador:
—¿Cómo es que estabas dentro de esa olla con toda tu persona, siendo así
que en ella no cabe ni tu mano ni tu pie? ¿Cómo entonces pudiste caber en ella
todo entero y meter ahí todo tu cuerpo?
Díjole el efrit:
—¿Acaso dudas que estuviera dentro?
Díjole el pescador:
—Jamás podré creerlo mientras con mis propios ojos no te vea dentro.
Sorprendió aquí a Schahrasad la mañana y atajó el flujo de sus desbordantes
palabras.
Y LA NOCHE 4 SIGUIÓ DICIENDO LA MUCHACHA:
—Ha llegado a mí noticia, ye monarca, el afortunado, que el pescador le dijo
al efrit:
—Jamás daré crédito a tu historia hasta que con mis propios ojos no te vea
dentro de la olla.
Estremecióse entonces el efrit y convirtiese en humo denso que subía hasta
los cielos; encogiese luego y fue entrando en la olla poco a poco hasta meterse
dentro del todo.
El pescador entonces diose prisa a coger el tapón de plomo con el sello y
cerró la olla con el efrit dentro.
Y gritóle al efrit:
—¿De qué muerte prefieres morir?
Díjole el efrit:
—Sácame de aquí y te lo pagaré bien y no te pesará.
Mas el pescador le contestó:
—No, que mentirás. Que yo soy como soy y tú como el visir del rey Yunán
y harás conmigo igual que él hizo con el médico Ruyán.
—Dijo entonces el efrit:
—¿Y qué fue lo que pasó entre el rey Yunán y el médico Ruyán? ¿Qué historia
es esa? ¿Me la quieres contar?
26
Literatura Clásica
27
28
LITERATURA CLÁSICA
Raúl Morones Muñoz
Antes de acabada la Edad Antigua, Occidente ve nacer en Grecia una nueva forma
de ver el mundo y por tanto de contarlo. Llamamos “clásica” a esta literatura, que
abarca desde las primeras obras de la poesía épica griega hasta las obras latinas o
romanas. Sumadas las características de la primera literatura, es decir, el carácter
religioso, simbólico y la apreciación por la constitución del universo y el imperio
de los dioses, encontramos en la literatura clásica una consideración especial para
la condición del ser humano en este mundo, la aspiración para llegar al ideal
humano de belleza física y moral.
Estas consideraciones hacen que las obras griegas sean no sólo una
manifestación de la cosmovisión griega sino un instrumento político para la
formación de las personas, sobre todo de las pertenecientes a la aristocracia, es
decir, los hombres libres, ya que eran en quienes pesaba la dirección que tomarían
sus sociedades. Encontramos en esta lógica que toda la mitología griega y romana
está humanizada, es decir, la vida espiritual humana encuentra en la mitología su
alegoría, como si los dioses y héroes de las epopeyas, tragedias y comedias fueran
los espejos en los que la comunidad puede contemplarse, conocerse y
transformarse.
Se suele dividir la literatura clásica en cuatro etapas, de las cuales te
presentamos aquí algunos ejemplos. A la etapa jónica, de los siglos XII al VI a.C.,
pertenecen las obras épicas de Homero y Hesíodo. Algunos dudan de la existencia
de Homero, otros proponen que no fue uno sino varios autores, una especie de
comunidad de poetas quienes compusieron las más famosas obras de este período,
la Ilíada y la Odisea, pero por lo regular se acepta en el medio académico la existencia
real del autor. La Ilíada trata el último de los diez años de guerra entre los griegos
y los troyanos, a causa de que el troyano Paris raptara a Helena, el motivo de la
obra es el rencor del mejor de los guerreros griegos, Aquiles, contra Agamenón,
dirigente de los griegos, por haber éste injuriado a aquél robándole a una de sus
mujeres. De Hesíodo, son reconocidas sus obras Teogonía y Los trabajos y los días,
el texto que aquí te ofrecemos relata la historia de la humanidad, pero sobre todo
su condición espiritual actual, texto que llama al estudio de nosotros mismos.
Todavía en esta etapa nace la poesía lírica, llamada así porque al recitarla el
poeta era acompañado por la lira, un instrumento musical de cuerdas. La poesía
lírica resalta el papel del individuo sobre el de la comunidad, es decir, el tema de la
lírica es la visión personal del poeta acerca de sí mismo y de lo que le rodea, a
diferencia de la poesía épica cuyo tema, como hemos visto, es la reflexión sobre la
29
condición humana en general y la idealización de la misma como proyecto político.
La distinción entre estas dos visiones del ser humano tiene como efecto inmediato
la diferencia en el lenguaje. Aquí te proponemos la lectura de dos poemas de Safo,
una poetisa originaria de la isla de Lesbos, que no sólo se enmarca en la lógica lírica,
sino que, ya que como mujer no tiene posibilidad de participar en la política, crea
una poesía mucho más íntima y libre que otros poetas como Píndaro o Anacreonte.
La segunda etapa, del siglo V al IV a.C., es llamada ática y en ella se originan
las primeras obras de teatro de la historia. De la dramatización ceremonial de culto
al dios Dioniso se desarrollan las primeras obras llamadas tragedias, obras que
tenían como base la fatalidad, es decir, una cadena de hechos y un desenlace
ineludible para el protagonista. Los principales poetas trágicos son Esquilo,
Sófocles y Eurípides. También a esta etapa corresponden las comedias, obras que
tenían por valor principal la ridiculización de las figuras de autoridad, como
políticos o filósofos. El máximo exponente de la comedia es Aristófanes.
La tercera etapa es la helenística,34 y corresponde históricamente a la etapa de
transición entre el declive de la civilización griega y el ascenso del imperio romano,
entre el siglo IV y el II a.C. Las grandes obras de la potente Grecia dan paso a
pequeñas novedades como por ejemplo los poemas bucólicos de Teócrito, en los
que las atmósferas y los personajes son propios de la vida campirana.
Por último, la etapa latina o romana, entre el siglo II y VI d.C., presenta una
diversidad de autores que promueven la tradición latina, sobre todo en materia
jurídica, o la herencia de la Grecia conquistada. En esta última idea encontramos a
Virgilio, autor de la Eneida, poema que intenta emular la épica arcaica. También
destaca Ovidio, autor del que presentamos aquí un texto bastante simpático acerca
del arte del cortejo y la conquista.
34
El término “helenismo” se refiere a la estrategia política emprendida por Alejandro Magno
para helenizar a los territorios conquistados, en el sentido de un intercambio cultural, con el
sentido de dar unidad al imperio macedonio.
30
TEOGONÍA35
Hesíodo
35
Hesíodo. (1982). Teogonía. México: Gredos. pp. 70-74.
36
Divinidad menor.
31
interesaban las luctuosas obras de Ares y los actos de soberbia; no comían pan y
en cambio tenían un aguerrido corazón de metal. (Eran terribles; una gran fuerza
y unas manos invencibles nacían de sus hombros sobre robustos miembros.) De
bronce eran sus armas, de bronce sus casas y con bronce trabajaban; no existía el
negro hierro. También éstos, víctimas de sus propias manos, marcharon a la vasta
mansión del cruento Hades, en el anonimato. Se apoderó de ellos la negra muerte
aunque eran tremendos, y dejaron la brillante luz del sol.
Y ya luego, desde que la tierra sepultó también esta estirpe, en su lugar todavía
creó Zeus Crónida sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe
divina de los héroes que se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra
sin límites.
...Y luego, ya no hubiera querido estar yo entre los hombres de la quinta
generación sino haber muerto antes o haber nacido después; pues ahora existe una
estirpe de hierro. Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias ni
dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les procurarán ásperas
inquietudes; pero no obstante, también se mezclarán alegrías con sus males. Zeus
destruirá igualmente esta estirpe de hombres de voz articulada, cuando al nacer
sean de blancas sienes. El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre,37 el
anfitrión no apreciará a su huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al
hermano como antes. Despreciarán a sus padres apenas se hagan viejos y les
insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir vigilancia de los dioses —
no podrán dar el sustento debido a sus padres ancianos aquellos cuya justicia es la
violencia—, y unos saquearán las ciudades de los otros. Ningún reconocimiento
habrá para el que cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tendrán
en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia estará en la
fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado tratará de perjudicar al varón
más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del juramento. La envidia
murmuradora, gustos del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres
miserables.
Es entonces cuando Aidos38 y Némesis39, cubierto su bello cuerpo con
blancos mantos, irán desde la tierra de anchos caminos hasta el Olimpo para vivir
entre la tribu de los Inmortales, abandonando a los hombres; a los hombres
37
Una posible interpretación de esta línea es que es esta quinta generación de hombres, a la
cual pertenecemos, la que ya no se parece al padre Zeus. Es además esta disimilitud el punto de
partida de la siguiente descripción de la humanidad a manera de causa.
38
Diosa de la vergüenza, la dignidad, y la humildad.
39
Diosa de la justicia, la solidaridad, el equilibrio y la fortuna.
32
mortales sólo les quedarán amargos sufrimientos y ya no existirá el remedio para
el mal.
33
EL JUICIO DE PARIS40
Homero
40
Homero. (2005). La Ilíada. México: Universidad Nacional Autónoma de México. pp. XII -
XII.
41
Los padres de Aquiles, él mortal y ella una ninfa.
34
A Paris, hombre inclinado al ocio, al placer otorgado por los sentidos, al
goce brindado por la comodidad individual, no lo tentaba el señorío sobre los
pueblos; hombre valiente y osado, pero no sabedor de la alegría del combate, el
cual evitaba en cuanto le era posible, carecía de interés por el vencimiento de otros;
en cambio, para índole delicada, concupiscente, egoísta y sensual, Afrodita le
ofreció la que era más codiciable: el óptimo de los placeres elevado a su cima.
Y se lo cumplió. La recompensa prometida fue Helena, hija de Zeus y de
Leda, esposa de Menelao rey de Esparta. De allí la raptó Paris y la condujo a su
patria.
De ese rapto de Helena creció, según el mito, la guerra de Troya.
35
LA AMARGA HISTORIA DE AFRODITA, ARES Y HEFESTO42
Homero
42
Homero. (2007). Odisea. Madrid: Alianza, pp. 177-180.
43
Aedo o cantante de poemas en la corte del rey Alcínoo.
44
Nombre que se le da a Zeus por ser hijo de Cronos.
36
posible. Con rápido regreso se aproximó a ellos de nuevo el muy ilustre patizambo,
que se diera la vuelta antes de llegar a la tierra de Lemnos. Porque Helios que
mantenía la vigilancia le contó la noticia. Echó a andar hacia su casa. Muy irritado
en su corazón. Se detuvo en el atrio, mientras se apoderaba de él un furor salvaje.
Y gritó de manera terrible, y llamaba a todos los dioses:
“Zeus padre y todos los otros dioses que existís para siempre, acudid a
contemplar un suceso ridículo e indecente: cómo a mí, por ser cojo, Afrodita, la
hija de Zeus, de continuo me deshonra, y se entrega amorosa al pernicioso Ares,
porque él es hermoso y de buenas piernas, mientras que yo quedé lisiado. Pero de
eso no soy culpable en nada, sino mis dos padres, que ojalá no me hubieran
engendrado. Mas venid a verlos, cómo ambos duermen en abrazo amoroso,
metiéndose los dos en mi cama. Y yo me reconcomo al mirarlos. No había creído
ni por un momento que ellos se arrejuntaran así, por mucho que se amaran. ¡Pero
pronto no querrán dormir juntos! Pues los retendrán a los dos la trampa y la
atadura, hasta que su padre me devuelva mis regalos de boda, todo cuanto ofrecí
por su hija, la de cara de perra, porque es tan bella como desvergonzada”.
Así habló, y los dioses se congregaron en la morada de suelo broncíneo. Llegó
Poseidón, el que abraza la tierra, llegó el muy entero Hermes, llegó el soberano
Apolo, certero flechador. Sólo las diosas se quedaron en sus casas por pudor
femenino. Se apostaron en el atrio de los dioses, dispensadores de bienes. Y una
risa incontenible se difundió entre los dioses felices, al observar la artimaña del
muy sagaz Hefesto.
Así comentó, al verlos, un dios a su vecino:
“No prosperan las malas acciones. Y alcanza el lento al rápido, como en este
caso: Hefesto, siendo lento, atrapó a Ares, que es el más rápido de los dioses que
habitan el Olimpo; siendo cojo, lo atrapó con sus artes. Ha de pagar multa por
adulterio”.
De tal modo ellos hablaban unos con otros. Y a Hermes le dijo el soberano
Apolo, hijo de Zeus:
“Hermes, hijo de Zeus, mensajero, dispensador de bienes, ¿es que tú querrías,
apresado en duras cadenas, yacer en el lecho junto a la áurea Afrodita?”
Le respondió al punto el mensajero, el matador Argos:
“Ojalá pues que eso sucediera, soberano Arquero Apolo, y ligaduras tres
veces más irrompibles nos sujetaran, y lo vierais vosotros los dioses y todas las
diosas, mientras yo yaciera al lado de la áurea Afrodita”.
37
POEMAS45
Safo
45
Safo. (s.f) Poemas. Tomado de Luis López, Ciudad Seva. Recuperado el 5 de agosto de 2017
de, http://ciudadseva.com/autor/safo/poemas/
38
CONSEJOS DE OVIDIO46
Ovidio
46
Ovidio. (1973). Ars Amandi. Barcelona: A.T.E. pp. 57-64.
39
disponte a cumplirla. Lo que ella critica, critícalo tú también; lo que ella alaba,
alábalo tú también. Lo que ella diga, repítelo; y lo que niegue, niégalo. Ríe, si ella
ríe; llora, si ella llora; en una palabra, tu rostro debe ser copia del suyo. Pero, he
aquí que ella quiere jugar, y su mano ya empieza a agitar los dados de marfil. Falla
ex profeso el golpe, y cédele la tirada. Si jugáis con huesecillos, ahórrale la tristeza
de la derrota y haz por manera que tu tirada sea errónea. Si el damero es vuestro
campo de batalla, tus peones de vidrio deben caer ante la acometida del enemigo.
Cuida de sostenerle la sombrilla desplegada; ábrele camino, si se encuentra
entre la multitud; apresúrate a acercarle el estribo para ayudarla a subir a la cama;
quítale o ponle las sandalias en su delicado pie. Muchas veces tendrás que calentar
sobre tu pecho sus manos heladas, aunque estés aterido de frío. No te sonrojes, a
pesar de experimentar cierta vergüenza, por emplear tu mano, la mano de un
hombre, para aguantarle el espejo. Aquel semidiós, vencedor de monstruos
provocados por su madrastra, cuyo odio supo agotar; aquel héroe digno de ser
admitido en el Olimpo que había sostenido con sus espaldas, Hércules, vivió entre
las vírgenes de Jonia y dicen que sostenía su canasto y se dedicaba a hilar lanas
gruesas. ¡Mira, el héroe de Tirinto obedeció las órdenes de su amante, y tú vas a
dudar en soportar lo que él sufrió!
Si tu amada te cita en el Foro, procura estar allí antes de la hora fijada y no te
marches hasta que sea muy tarde. Si ella te ordena ir a otro lugar, déjalo todo y
dirígete allí corriendo; ni siquiera el gentío debe retrasar tu marcha. Si, por la noche,
al regresar a su casa después de un festival, ella llama a un esclavo, ofrécete
inmediatamente. Te encuentras en el campo, y ella te escribe: «Ven a mi mansión».
El Amor odia la lentitud. A falta de vehículo haz el camino a pie. Nada debe
detenerte, ni el clima pesado, ni la ardiente canícula, ni la nieve que blanquea los
caminos.
El Amor es una imagen de la guerra. ¡Alejaos de él, hombres pusilánimes! Los
cobardes son ineptos para defender sus estandartes. La noche, el invierno, las largas
caminatas, los crueles dolores, los más penosos trabajos, todo hay que soportarlo
en esos campos donde parece reinar la molicie. Deberás soportar frecuentemente
la lluvia que las nubes arrojarán sobre ti; a menudo, tendrás que dormir en el suelo,
a pesar del frío. Según dicen, Apolo, cuando apacentaba los rebaños de Admento,
sólo tenía por asilo una reducida cabaña. ¿Quién se avergonzaría de hacer lo que
hizo Apolo? Despójate del orgullo si aspiras a un amor duradero. Si no puedes
llegar hasta tu amada por un camino fácil y seguro, si su puerta bien cerrada te
significa un obstáculo, súbete al tejado y desciende hasta su casa por este camino
peligroso, o bien deslízate furtivamente por una ventana elevada. Ella quedará
encantada al saber el riesgo que has corrido; será una prueba clara de tu amor.
40
Podías muchas veces, ¡oh Leandro!, privarte de ver a tu amada, pero atravesabas a
nado las olas, para demostrarle tu coraje.
No hay que avergonzarse de ganarse los favores de las sirvientas, a pesar de
su rango, e incluso de los lacayos. ¿Qué arriesgas saludando a cada uno de ellos
con su nombre? Amante ambicioso, no temas coger sus manos serviles entre las
tuyas. Haz también (el gasto es mínimo) pequeños regalos al lacayo que te los
solicita. Ofrécelos también a la sirvienta aquel día en que, engañados por los
disfraces de las sirvientas romanas, los Galos pagaron con su vida este error.
Créeme, haz de manera que se ponga de tu parte todo este reducido grupo de
gente; no olvides ni al portero, ni al esclavo que vigila la puerta de entrada del
dormitorio.
No te digo que hagas ricos presentes a tu amante; ofrécele bagatelas con tal
que estén bien elegidas y entregadas oportunamente. Cuando el campo despliega
sus riquezas, cuando las ramas de los árboles se doblan con el peso de los frutos,
haz que un esclavo le lleve, de parte tuya, una cesta llena de esos dones campestres.
Podrás decir que provienen de un campo cercano a la ciudad, aunque los hayas
comprado en la Vía Sacra. Envíale uvas o aquellas castañas que tanto agradaban a
Amarilis; por desgracia, a las Amarilis de nuestros días, no les gustan mucho las
castañas. Envíale un tordo o una paloma, y le demostrarás que no la olvidas en
absoluto. Sé que con parecidas atenciones se compra la esperanza de heredar de
un anciano sin hijos. ¡Ah! ¡Mueran los que dan a los presentes un uso tan culpable!
¿Debo aconsejarte que le envíes también tiernos versos? Por desgracia, los
versos no son muy apreciados. Se les elogia, pero lo que se desea son dones más
sólidos. Un Bárbara, con tal que sea rico, agrada. Nos encontramos en la edad del
oro. Con oro, se obtienen los más grandes honores; con oro, el amor es totalmente
favorable. Si el propio Homero llegase escoltado por nueve Musas, pero se
presentase con las manos vacías, sería echado a la calle. A pesar de todo, hay
algunas mujeres que son instruidas; pero no abundan; las demás, no saben nada y
quieren dar la impresión de sabias. De todas maneras, con tus versos elogia a unas
y a otras. Lector hábil, hazte valer tus versos, buenos o malos, con el encanto de la
elocuencia. Doctas o ignorantes, tal vez un poema compuesto en honor suyo les
hará el efecto de un pequeño regalo.
Cuando decidas hacer alguna cosa que consideres útil, procura inducir a tu
amiga que solicite hacerla. Si has prometido la libertad a uno de tus esclavos, deberá
dirigirse a ella para obtenerla; si perdonas a otro el castigo y los hierros que había
merecido, que sea ella quien te deba este acto de indulgencia que ya habías
planeado. Ya recogerás los frutos y deja que ella se lleve los honores. No perderás
nada con ello, y la amada creerá que goza de poder sobre ti.
41
Pero, si estás decidido a conservar el amor de tu amante, haz que ella te crea
maravillado de sus encantos. ¿Va revestida con púrpura de Tiro? Alaba la púrpura
de Tiro. ¿Su vestido está hecho de tejido de Cos? Di que los tejidos de Cos le
sientan de maravilla. ¿Brilla con oro? Dile que, para ti, el oro resplandece menos
que sus encantos. Si usa pieles en invierno, aprueba esas pieles; si se te presenta
revestida con una ligera túnica, exclamarás: «¡Me excitas!»; pero ruégale, con voz
tímida, que tenga cuidado con el frío. Si sus cabellos aparecen separados con
destreza en su frente, alaba este tipo de peinado; si se los ha rizado con los hierros,
le dirás: «¡Qué rizos tan preciosos!» Admira sus brazos cuando baile, su voz cuando
cante, y cuando termine, lamenta que lo haya hecho tan pronto. Si te invita a
compartir su lecho, podrás adorar lo que te hace feliz y, con voz turbada por el
placer, expresarás tu arrebato. Porque, aunque fuese más feroz que la horripilante
Medusa, se convertirá en un ser dulce y tratable para su amante. Sobre todo,
procura disimular con destreza y sin que ella lo note, y que tu rostro no desmienta
tus palabras. El artificio es útil cuando queda oculto; si se pone en evidencia, la
paga es la vergüenza; y, como justo castigo, destruye la confianza para siempre.
Al caer el otoño, cuando el año resplandece con todos sus encantos, cuando
el racimo rojo se llena de un jugo púrpura, cuando sentimos ora frío, ora calor
insoportable, esta inconstancia de la temperatura nos hace languidecer. ¡Ojalá tu
amante lo soporte! Pero, si se ve retenida en la cama por alguna indisposición, si
experimenta la maligna influencia de la estación, es el momento en que deben
estallar todo tu amor y toda tu entrega; es el momento de la siembra para recoger
más tarde una esplendorosa cosecha. No te dejes descorazonar por los cuidados
que reclama su triste enfermedad; tus manos deben proporcionarle cuanta ayuda
ella se digne aceptar; debe verte llorando; no haya repugnancia que detenga tus
besos y que sus labios resecos se humedezcan con tus lágrimas. Haz votos por su
salud; sobre todo, hazlos en voz alta; y, si es preciso, disponte siempre a contarle
los sueños de un feliz presagio. Para purificar su lecho y su alcoba, haz venir a
alguna mujer vieja, cuyas manos temblorosas llevarán el azufre y los huevos
expiatorios. Su alma observará el recuerdo de todas esas atenciones. ¡Cuántas
personas obtienen, con esos medios, un lugar en un testamento! Pero cuida de no
importunar a la enferma con atenciones exageradas; tu tierna solicitud debe tener
un límite. No te corresponde prohibirle alimentos o presentarle un brebaje amargo:
déjalo para tu rival.
Pero el viento al que has abierto tus velas para salir del puerto, no es el mismo
que te conviene cuando bogas en alta mar. El amor es débil al nacer; se fortalece
con la costumbre. Aliméntalo, y se robustecerá. Este toro que ahora temes, lo
acariciabas cuando eras pequeño; este árbol a cuya sombra descansas, no era más
42
que un retoño. El río empieza siendo un simple hilo de agua, pero aumenta poco
a poco y, en su curso, se ve incrementado por mil riachuelos. Procura que tu amada
se acostumbre a ti; nada es tan fuerte como la costumbre. Para ganarte su corazón,
no te detengas ante ningún obstáculo. Procura que te vea constantemente y que
sólo te oiga a ti. De día y de noche, procura estar presente ante ella. Pero, cuando
estés más seguro de que ella puede echarte de menos, aléjate a fin de que tu
ausencia le despierte cierta inquietud. Déjala que repose un poco; el campo que se
deja reposar devuelve generosamente la semilla que se le confía, y una tierra árida
bebe con avidez las aguas del cielo. Mientras Filis tuvo a Demofonte cerca de ella,
le amó con tibieza, pero en cuando él se embarcó, se vio consumida por la pasión.
El hábil Ulises atormentó a Penélope con su astucia, y tus gemidos, ¡oh Laodamia!,
clamaban el retorno de Protesilao.
Pero, para mayor seguridad, procura que tu alejamiento no dure demasiado;
el tiempo también debilita la añoranza. El amante que uno no ve, es olvidado
pronto y en seguida llega otro para ocupar su puesto. Durante la ausencia de
Menelao, Helena se aburría en su lecho solitario, y marchó a animarse en los brazos
de su huésped. ¡Qué tontería cometiste Menelao!
43
LA ORACIÓN
Oración. Para que exista oración debe haber, al menos, un verbo conjugado.
Ésta es la consigna: para que haya oración debe haber verbo conjugado. Con eso
la expresión se entiende y está completa:
Vámonos. Aquí responde todo.
44
¿Cuál es el verbo? __________ ¿Cuál es el sujeto? ___________
45
Investiga qué es el predicado en la oración y escribe cómo se identifica:
_______________________________________________________________
Investiga y señala cuál es el núcleo del sujeto y cuál el núcleo del predicado:
_______________________________________________________________
Menciona cómo se identifica el objeto directo y a qué preguntas responde:
_______________________________________________________________
Menciona cómo se identifica el objeto indirecto y a qué preguntas responde:
_______________________________________________________________
Completa las siguientes oraciones con los complementos que se te piden,
cuida que utilices verbos, sólo frases, y que sean tus propias ideas y no los ejemplos
del profesor o de tus compañeros:
Es así como se cubre el bloque de la oración simple, misma que pasa a otro
nivel de la lengua cuando es complementada por otros verbos, ahí se pasa a la
subordinación, pero siempre existe una oración principal que sustenta a las otras,
a las que se le subordinan. Eso lo verás en el siguiente bloque.
46
LITERATURA MEDIEVAL
48
LITERATURA MEDIEVAL
Mauricio Moncada León
51
elementos fantásticos, como la mítica espada Excalibur, o la figura del mago Merlín
y Morgana, o la conformación de la tabla redonda y los caballeros.
La información de todos estos escritos prohibidos durante la Edad Media
es sumamente amplia, pero aún queda una pregunta fundamental para entender la
importancia de la conservación de estos textos, ¿quién los escribió? No hay que
olvidar que en la Edad Media, hasta antes del siglo XV, la lectura y escritura estaba
reservada para un sector reducido de la población en donde no entraba el pueblo
en general, ni siquiera los reyes y nobles (como generalidad), pues sólo el clero en
sus distintos niveles jerárquicos sabía leer y escribir. La Iglesia Católica aprendió
dos cosas fundamentales del Imperio Romano: se conquista por las armas, pero se
domina por la religión y el conocimiento. Esa fue la gran fuerza de la institución
religiosa. Por ello, en cada abadía y monasterio existía una biblioteca, en donde se
conservaban y transcribían los textos antiguos (conocer al enemigo para atacarlo y
dominarlo) de distintas civilizaciones, se transcribía la literatura sagrada y religiosa,
pero también se escribieron las historias populares, algunas con permiso de las
autoridades religiosas, pero muchas de ellas de manera clandestina, razón por la
cual hasta la fecha siguen descubriéndose en libros medievales poemas e historias
ocultos, ya fuera en las capitulares o en hojas sueltas o en pinturas de los libros o
sustituyendo pasajes sagrados por otras historias, y todo se lo debemos a los
escribanos rebeldes o curiosos, a los mismos monjes.
52
BEOWULF47
(Fragmento)
Beowulf lucha con Gréndel, que huye herido de muerte tras haber perdido un
brazo.
Alargando la mano
acercóse después al osado señor
que en su lecho yacía, palpó con su garra
al heroico Beowulf. Rápido entonces
alzóse el valiente dispuesto al ataque.
Allá de inmediato quedó convencido
el falaz criminal de que nunca en el mundo,
jamás en la tierra, con otro topó
que tan fuerte agarrara. Terror espantoso
le vino en su pecho: con súbita prisa
invadióle el deseo de huir al fangal
con los malos demonios. ¡Encontróse con algo
que nunca hasta entonces allá le ocurriera!
El pariente de Híglak pensó en las palabras
que dijo esa tarde: apretando con fuerza,
en la garra del ogro los dedos rompió.
El gigante tiraba, el varón no cedía;
el monstruo famoso trataba de huir,
procuraba escapar, si posible le fuera,
a su ciénaga oculta. ¡Su zarpa notaba
en el puño enemigo! ¡Mal en el Hérot
le fue en su visita al feroz malhechor!
Resonaba la estancia; gran miedo tenía
la gente danesa, los bravos señores
que el burgo habitaban. ¡Disputábanse ambos
con furia terrible el hermoso palacio!
Fue gran maravilla que firme la sala
aguantase el combate, que en pie resistiese
la excelsa morada; pero fuerte la hacían,
por dentro y por fuera, tirantes de hierro
47
Anónimo. (1974). Beowulf y otros poemas antiguos germánicos (s.VII ─ VIII) (Traducción, prólogo
y notas de Luis Lerate). Barcelona: Seix Barral, pp. 51-53.
muy bien trabajados. Abundante destrozo
causó entre los bancos que el oro adornaba
—así se refiere— la horrible pelea.
Nunca pensaron los sabios del pueblo
que nadie en el mundo pudiese dañar
de tan mala manera la rica mansión,
la adornada con cuernos, si no era prendida
y quemada en las llamas. Poderoso y extraño
se oía un rugido. Era mucho el espanto
de todos los hombres del pueblo danés
que afuera del muro escuchaban los gritos,
el lamento del ogro enemigo de Dios,
su canción de derrota, el quejido doliente
del ser infernal. Agarrábalo firme
el varón cuya fuerza ninguno igualaba
de todos los hombres que entonces vivían.
Decidido se hallaba el señor de guerreros
a hacer que muriese el voraz visitante;
no creía que a nadie trajera provecho
el que vivo quedase. En torno a Beowulf
sus bravos blandían las viejas espadas
queriendo salvar de peligro a su jefe,
al famoso señor, si posible les fuera.
Mas aquellos vasallos de recio coraje,
que por todos los lados poníanle acoso
al dañino enemigo, no hallaban la forma
de herirlo de muerte: al torvo proscrito
espada ninguna que hubiese en el mundo,
ni el hierro mejor, abatirlo podía,
pues él con su magia hechizaba las armas,
sus filos de guerra. El destino, no obstante,
ordenó que este día su fin le llegase
al feroz malhechor y por siempre se hundiera
en el reino infernal de los malos demonios.
Allá comprendió el que tantas desgracias
le había causado con gozo perverso
al género humano —oponíase a Dios—
que poco su cuerpo aguantarle podría;
54
por la mano atrapado teníalo el bravo,
el pariente de Híglak. ¡Cada uno del otro
la muerte buscaba! Dolor espantoso
el monstruo sintió: ahora en el hombro
un hueco mostraba; los tendones saltaron,
rompiósele el hueso. Fue de Beowulf
la gloriosa victoria. Herido de muerte
Gréndel huyó a su ciénaga oculta,
a su torva guarida; claramente veía
que al término ya de su vida llegaba,
al fin de sus días. El fiero combate
acabó con las penas del pueblo danés.
Salvó de este modo el de lejos llegado,
animoso y prudente, la sala de Ródgar,
la libró de enemigos. Satisfecho quedó
de su hazaña nocturna. El príncipe gauta
cumplió su promesa a la gente skildinga,
así terminando con todos los males
y horribles desgracias que antaño sufrieron,
las grandes injurias que mucho agobiaron
al pueblo danés. Como claro trofeo,
el varón victorioso la mano colgó
con el brazo y el hombro —completa se hallaba
la garra de Gréndel— de la alta techumbre.
55
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS48
(Fragmento)
Canto I El sueño de Crimilda
Las tradiciones de los antiguos tiempos nos refieren maravillas, nos hablan de
héroes dignos de alabanza, de audaces empresas, de fiestas alegres, de lágrimas y
de gemidos. Ahora podréis escuchar de nuevo la maravillosa historia de aquellos
guerreros valerosos.
Vivía en Borgoña una joven tan bella, que en ningún país podría encontrarse
otra que la aventajara en hermosura. Se llamaba Crimilda y era una hermosa mujer:
por su causa muchos héroes debían perder la vida. Muchos valientes guerreros se
atrevían a pretenderla en mente, como se debe hacer con una virgen digna de amor;
nadie la odiaba. Su noble cuerpo era notablemente bello, y las cualidades de aquella
joven hubieran sido ornamento de cualquier mujer La guardaban tres poderosos
reyes, nobles y ricos; Gunter y Gernot, guerreros ilustres, y él joven Geiselher, un
guerrero distinguido. La joven era hermana de ellos y sus mayores tenían que
cuidarla.
Estos príncipes eran buenos y descendían de muy ilustre linaje: héroes
probados, eran sumamente fuertes y de una audacia extraordinaria. El país a que
pertenecían se llamaba Borgoña y habían realizado prodigios de valor en el reino
de Etzel.
En el tiempo de su poder, habitaban en Worms, sobre el Rhin: muchos nobles
y valientes caballeros les sirvieron con honor hasta su muerte, mas perecieron
tristemente a causa de los celos de dos notables mujeres.
Uta, se llamaba su madre, reina poderosa; y el padre Dankrat, que al morir les
dejara una cuantiosa herencia, estaba dotado de grandísima fuerza; también en su
juventud había conquistado inmarcesible gloria.
Como he dicho ya, los tres reyes eran valerosos, por lo que tenían a su servicio
los mejores guerreros de que se había oído hablar, todos muy vigorosos y
sumamente intrépidos en el combate.
Se llamaban Hagen de Troneja y su hermano, el muy hábil Dankwart;
Ortewein de Metz, los dos margraves Gere y Eckewart, y Volker dé Alceya, de un
indomable valor.
48
Anónimo. (1997) El cantar de los Nibelungos (Traductor Merino, F.). Barcelona:
Edicomunicación, pp. 17-22.
56
Rumold, el intendente de las cocinas, era un guerrero distinguido; Sindold y
Hunold debían dirigir la corte y las fiestas como vasallos de los tres reyes, los cuales
tenían también en su servidumbre muchos héroes que no pueden enumerarse.
Dankwart era mariscal: Ortewein de Metz, su sobrino, sumiller del rey.
Sindold, el guerrero escogido, era copero; Hunold camarero: dignos eran todos de
servir los más elevados empleos.
La verdad es que nadie podrá decir con exactitud cuán grande era el poder de
aquella corte, la extensión de sus fuerzas, su alta dignidad y el valor de aquellos
caballeros que sirvieron con alegría a sus jefes durante toda su vida.
Véase lo que Crimilda soñó: el halcón salvaje que domesticara empleando
tantos días, lo vio estrangulado entre las garras de dos águilas y nada en la tierra
podía causarle pesar tan grande.
Cuando refirió el sueño que había tenido a su madre Uta, ésta no pudo dar a
su sencilla hija más que la explicación siguiente:
—El halcón que tú domesticabas es un noble esposo, que si Dios no te lo
conserva, habrás de perder muy pronto.
—¿Qué me dices a mí de esposo, querida madre mía? Quiero vivir siempre
sin el amor de un guerrero, a fin de que por ningún hombre pueda sentir la menor
pena. Así pues permaneceré doncella toda mi vida.
—No hagas votos tan anticipadamente —le respondió su madre—; si en este
mundo experimentas alguna vez la felicidad del corazón, ésta te vendrá por el amor
de un esposo. Te vas haciendo una hermosa mujer; quiera Dios unirte a un buen
caballero.
—Dejad esa manera de hablar, madre muy querida; muchas mujeres pueden
presentarse como ejemplo de que el amor tiene por continuación el sufrimiento.
Quiero evitar los dos, para que nunca me pueda suceder una desgracia.
Crimilda vivió feliz pensando de este modo sin conocer a nadie a quien
quisiera amar, pero después y muy dignamente se hizo esposa de un noble
caballero.
Aquel era el halcón que viera en el sueño que le explicara su madre. ¡Cuando
lo mataron extremó su venganza en sus próximos parientes! Por la muerte de uno
solo, perecieron los hijos de muchas madres.
Canto II Sigfrido
Por aquel tiempo vivía en el Niderland el hijo de un rey poderoso; su padre
se llamaba Sigemundo, su madre Sigelinda y habitaban en una ciudad muy conocida
situada cerca del Rhin: esta ciudad se llamaba Xanten.
57
¡No os diré cuán hermoso era aquel héroe! Su cuerpo estaba exento de toda
falta y con el tiempo se hizo fuerte e ilustre aquel hombre atrevido. ¡Ah! ¡cuán
grande fue la gloria que conquistó en el mundo!
Aquel héroe se llamaba Sigfrido, y gracias a su indomable valor visitó muchos
reinos; por la fuerza de su brazo domino a muchos países. ¡Cuántos héroes
encontró entre los Borgoñones.
De su mejor tiempo, de los días de su juventud, pueden contarse maravillas
que Sigfrido realizara; de mucha gloria está circundado su nombre, su presencia era
arrogante muchas mujeres hermosas lo amaron.
Lo educaron con todos los cuidados que merecía, pero por naturaleza tenía
más sobresalientes cualidades; el reino de su padre adquirió fama por él, pues en
todas las cosas se mostró perfecto.
Llegado que hubo a la edad de presentarse en la corte, todos deseaban verle;
muchas mujeres y hermosas vírgenes anhelaban que su voluntad se fijara en ellas;
todos le querían bien y el joven héroe se daba cuenta de ello.
Muy pocas veces permitían que el joven cabalgara sin acompañamiento;
riquísimos vestidos le dio su madre Sigelinda; hombres instruidos que sabían lo
que el honor vale, cuidaban de él: de esta manera pudo conseguir hombres y tierras.
Cuando llegó a la plenitud de la edad, y pudo llevar las armas, le dieron todo
lo necesario: gustaba de las mujeres que saben amar, pero en nada se olvidaba del
honor el hermoso Sigfrido.
He aquí que su padre Sigemundo hizo saber a los hombres que eran amigos
suyos, que iba a dar una gran fiesta; la noticia circuló por las tierras de los demás
reyes; daba a cada uno un caballo y un traje.
Donde quiera que había un joven noble, que por los méritos de sus
antepasados pudiera ser caballero, lo invitaban a la fiesta del reino y más tarde
todos ellos fueron armados al lado de Sigfrido.
Grandes cosas podrían contarse de aquella fiesta maravillosa. Sigemundo y
Sigelinda merecieron gran gloria por su generosidad: sus manos hicieron grandes
dádivas, y por esto se vieron en su reino a muchos caballeros extranjeros que los
servían con gusto.
Cuatrocientos portaespadas debían recibir la investidura al mismo tiempo que
el joven rey; muchas hermosas jóvenes trabajaban con afán, pues querían
favorecerlos y engarzaban en oro gran cantidad de piedras preciosas.
Querían bordar los vestidos de los jóvenes y valerosos héroes y no les faltaba
que hacer. El real huésped hizo preparar asientos para gran número de hombres
atrevidos, cuando hacia el solsticio de estío, Sigfrido obtuvo el título de caballero.
58
Muchos ricos de la clase media y muchos nobles caballeros fueron a la
catedral: los prudentes ancianos hacían bien en dirigir a los jóvenes como en otro
tiempo lo habían hecho con ellos; allí gozaron de placeres sin número y de no
pocas diversiones.
Se cantó una misa en honor de Dios. La gente se agolpaba en numerosos
grupos cuando llegó la hora de armar caballeros, según los antiguos usos de la
caballería, a los jóvenes guerreros, y se hizo con tan ostentosos honores como
nunca hasta entonces se había visto.
Inmediatamente se dirigieron ellos al lugar en que se hallaban los corceles
ensillados. En el patio de Sigemundo el torneo era tan animado que las salas y el
palacio entero retemblaban. Los guerreros de gran valentía hacían un ruido
formidable.
Podrían escucharse y distinguirse los golpes de los expertos y de los novicios,
y el ruido de las lanzas rotas que se elevaba hasta el cielo; los fragmentos de muchas
de ellas despedidos por las manos de los héroes, volaban hasta el palacio. La lucha
era ardiente.
El real huésped les mandó cesar; retiraron los caballos y sobre el campo
pudieron verse rotos muchos fuertes escudos; esparcidas sobre el verde césped
muchas piedras preciosas, así como también las placas de las bruñidas rodelas.
Todo aquello era resultado de los violentos choques. Los convidados por el
rey tomaron asiento en el orden señalado de antemano. Sirviéronse con profusión
ricos manjares y vinos exquisitos, con los que dieron al olvido sus fatigas.
No fueron pocos los honores que se hicieron lo mismo a los extranjeros que
a los hijos del país. El día entero lo pasaron en alegres goces: allí aparecieron
multitud de personas que no estuvieron desocupadas, pues mediante recompensa
sirvieron a los ricos señores que se encontraban en la fiesta.
El reino entero de Sigemundo fue colmado de alabanzas. El rey dio al joven
Sigfrido la investidura de las ciudades y de los campos, de la misma manera que él
la había recibido.
Su mano fue pródiga para los demás hermanos de armas, y todos se felicitaron
del viaje que habían hecho hasta el reino aquel. La fiesta se prolongó durante siete
días: Sigelinda la rica, perpetuando antiguas costumbres, distribuyó oro rojo por
amor de su hijo, al que deseaba asegurar el cariño de todos sus súbditos.
En el país no volvieron a encontrarse pobres vagabundos. El rey y la reina
esparcieron por doquier vestidos y caballos, lo mismo que si no les quedara más
que un día de vida.
Creo que en ninguna corte se desplegó tanta munificencia. Los festejos
terminaron con ceremonias dignas de general alabanza. Muchos ricos señores
59
dijeron después de aquel tiempo, que hubieran querido tener por jefe al gallardo
príncipe, pero Sigfrido, el arrogante joven no sentía tales deseos.
Por mucho que vivieron Sigemundo y Sigelinda, nunca el hijo querido de
ambos ambicionó ceñir la corona; aquel guerrero bravo y atrevido quería ser sólo
el jefe para afrontar todos los peligros que pudieran amenazar el reino de su padre.
Nadie se atrevió a insultarlo nunca y desde que tomó las armas apenas si se
permitió reposo aquel ilustre héroe. Los combates eran su alegría y el poder de su
brazo le hizo adquirir nombre en los países extranjeros.
60
TRISTÁN E ISOLDA49
(Fragmento)
La cabaña estaba hecha de verdes ramas; la habían adornado con hojas, y habían
alfombrado el suelo con hierba. Isolda fue la primera en acostarse; Tristán la imitó.
Se quitó la espada y la colocó entre los dos. Isolda conservó puesta su camisa: si
ese día hubiera estado desnuda, una gran desgracia les habría sucedido. Tristán, por
su parte, se quedó con las bragas. La reina traía en el dedo un anillo de oro con
grandes esmeraldas que le había dado el rey en ocasión de su matrimonio. Su dedo
estaba tan delgado, que con dificultad el anillo permanecía en él. Escuchen cómo
se acostaron esa noche: Tristán puso su brazo bajo la nuca de Isolda, y el otro, me
parece, lo dejó descansar sobre el cuerpo de su amiga. Ella lo abrazó tiernamente,
y Tristán la estrechó entre sus brazos. Su amor no podía ocultarse. Sus labios casi
se tocaban, y, sin embargo, no se alcanzaban a juntar. No soplaba el viento, ni una
hoja se movía. Un rayo de sol descendía sobre la faz de Isolda, que brillaba más
que el cristal. Así se durmieron los amantes, con la conciencia tranquila. Estaban
solos en ese lugar, pues Governal, eso creo, se había ido con su caballo a la zona
del guardabosques. Se había llevado a su buen caballo.
Escuchen, señores, esta aventura: estuvo a punto de causarles un gran
sufrimiento. Por el bosque llegó un guardabosques que había descubierto los
refugios en los que habían dormido. Caminó tanto, siguiendo sus huellas, que por
fin dio con la cabaña en la que Tristán se había instalado.
El guardabosques ve a los amantes dormidos, y los reconoce. Se pone pálido
y se angustia. Se va de inmediato, pues sabe que, si Tristán se despierta, tendrá que
dejarle en prenda su cabeza. No es, pues, de extrañar que huya. Tampoco es de
extrañar que no quiera volver a pisar el bosque.
Tristán y su amiga duermen. Estuvieron a punto de morir. El lugar en el que
descansan está a unas dos leguas de la corte del rey. El guardabosques llega a toda
velocidad, pues está al tanto de la proclama que se ha hecho en relación a Tristán:
el que dé al rey una pista segura para encontrarlo, será bien recompensado. El
guardabosques lo sabe; por eso se apresura a ver a Marc. En ese momento, el rey
está en su palacio y lleva a cabo una asamblea con sus varones, que llenan la gran
sala. El guardabosques, que ha bajado de la montaña, entra rápidamente al palacio.
No se detiene hasta llegar a la escalera que conduce a la gran sala; sube. El rey lo
ve acercarse apresurado, y le pregunta:
49
Béroul y Thomas. (2010), Tristán e Isolda, traducción y prólogo Luis Zapata, México: Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, pp. 60-64.
61
—¿Qué noticia te hace venir con tanta prisa? Pareces un hombre que corre
con sus perros tras la presa. ¿Vienes a denunciar a alguien ante la corte? Una gran
urgencia debe obligarte a venir corriendo de tan lejos. Si quieres algo, di lo que
tengas que decir. ¿Alguien se ha negado a pagarte lo que te debe? ¿Te ha echado
de mi bosque?
—Escúcheme, señor, por favor. Sólo pido tu atención un momento. Ha
corrido el pregón en esta tierra de que aquel que consiga encontrar a tu sobrino
está obligado a capturarlo o a denunciarlo, bajo pena de muerte. Pues bien, yo he
dado con su paradero, y temo tu ira: si no te lo digo, harás que me den muerte.
Voy a llevarte al lugar en el que duerme, con la reina junto a él. Acabo de verlos a
los dos juntos, profundamente dormidos. Cuando los vi, sentí mucho miedo.
Al oír esto, el rey suspira enojado. La noticia lo trastorna y lo llena de rabia.
Lleva aparte al guardabosques y le pregunta al oído:
—¿En qué lugar están? Dímelo.
—En una choza, en el Morois, duermen estrechamente abrazados. Ven
pronto, para que podamos vengarnos de ellos. Señor, si ahora no tomas cruel
venganza, no eres digno de reinar en esta tierra.
El rey le responde:
—Vete ya. Si realmente amas tu vida, no le digas a nadie lo que sabes, ya sea
un extraño o un pariente. En la Cruz Roja, en el cruce de caminos, ahí donde a
menudo entierran a los muertos, quédate sin moverte, y espérame. Te daré tanto
oro y plata como quieras, te lo aseguro.
El guardabosques se aleja del rey y llega a la Cruz, donde se sienta. ¡Que la
gota maligna le reviente los ojos a ese hombre que desea tan encarnizadamente
destruir a Tristán! Más le hubiera valido ser prudente, pues luego murió de una
manera vergonzosa, como bien lo oirán conforme avance la historia. El rey entra
en su habitación. Manda llamar a sus allegados. Les prohíbe terminantemente dar
un solo paso para seguirlo en cuanto haya salido. Todos le dicen:
—Señor, ¿estás bromeando? ¿Piensas salir solo? Ningún rey ha andado nunca
sin escolta. ¿Qué noticia te han dado? No hagas caso de lo que te pueda decir algún
espía.
El rey les responde:
—No me he enterado de ninguna noticia; lo que sucede es que una doncella
me pidió que fuera a verla sin tardanza. Me suplicó que no llevara ningún
acompañante. Así, pues, iré solo, a caballo, sin compañero ni escudero. Por esta
vez iré sin ustedes.
Ellos replican:
62
—Esto nos preocupa. Catón aconsejaba a su hijo que evitara los lugares
solitarios.
El rey responde:
—Lo sé muy bien. Pero déjenme actuar como lo crea conveniente.
Marc hace ensillar entonces su caballo, y toma su espada. Muchas veces
lamenta en su corazón la traición de Tristán, que huyó con la bella Isolda, la del
rostro claro. Si los encuentra, los amenazará violentamente y no dejará de
castigarlos. El rey está decidido a darles muerte. ¡Qué desgracia! Sale de la ciudad
y se dice que vale más ser colgado que renunciar a vengarse de aquellos que lo han
hecho perder el honor. Llega a la Cruz, donde lo espera el guardabosques; le pide
que no pierda el tiempo. El guardabosques lo lleva directamente a donde se
encuentran Tristán y la reina. Penetran en el bosque sombrío. El espía precede al
rey. Marc lo sigue; tiene mucha confianza en su espada, con la cual ha dado una
gran cantidad de golpes. No desconfía lo suficiente, pues, si Tristán estuviera
despierto, habría un combate entre el tío y el sobrino, y uno de los dos tendría que
morir. El rey Marc dice al guardabosques que le va a dar veinte marcos de plata si
lo conduce inmediatamente al lugar de la traición. El guardabosques —¡que se
cubra de vergüenza!— le contesta que están cerca de su meta. El espía hace bajar
al rey de su buen caballo gascón, y corre del otro lado para detener el estribo.
Amarran las riendas del animal a la rama de un verde manzano. Después, caminan
unos pasos hasta descubrir la choza por la cual han venido.
El rey se quita el abrigo cuyos broches son de oro puro. Una vez que se ha
despojado de él, se ve que su cuerpo es hermoso. Desenvaina su espada y avanza,
furioso; varias veces se dice que morirá si no logra matarlos. Con la espada en la
mano, entra en la choza. El guardabosques, que no se separa de él, lo sigue. Marc
le hace una seña de que se vaya, y, lleno de cólera, levanta su arma; duda un poco.
Está a punto de dejar caer la espada (¡qué desgracia si los hubiera matado!), cuando
se da cuenta de que Isolda tiene puesta su camisa, que están separados, que sus
labios no se juntan; y al ver la espada desenvainada que está entre los dos, observa
que Tristán lleva puestas las bragas.
—¡Dios mío! ─dice el rey—. ¿Qué significa esto? Mis ojos no me engañan.
¡Dios mío!, no sé qué hacer, si matarlos o retirarme. Viven en este bosque desde
hace mucho tiempo. Tengo toda la razón para creer que, si se amaran locamente,
no estarían vestidos y entre ellos dos no habría ninguna espada: se comportarían
de otra manera. Llegué con la intención de matarlos, pero no los tocaré: renuncio
a mi ira. No parecen vivir un amor culpable. No les haré, pues, nada: están
dormidos; si los tocara, cometería un grave pecado. Por otra parte, si despierto a
Tristán y él me mata o yo a él, daremos lugar a feas murmuraciones. Sin embargo,
63
voy a dejarles una prueba que les permita saber, tan pronto como se despierten,
que los encontré dormidos y me apiadé de ellos; así se darán cuenta de que ni yo,
ni los hombres de mi reino, queremos matarlos. Veo en el dedo de la reina el anillo
con esmeraldas que le regalé: es muy bello; yo, por mi parte, tengo uno que fue de
ella. Voy a retirar de su dedo la sortija que le di. Unos guantes de marta cebellina
tengo conmigo; me los trajo ella de Irlanda. Los utilizaré para protegerla del rayo
del sol que brilla en su rostro y la acalora, y, en el momento de partir, tomaré la
espada que está entre los dos, y con la cual el Morholt fue decapitado.
64
GOLIARDOS DEL NUEVO SIGLO
Cándida Azucena Rivera Galván
50
Tomemos en cuenta que clérigo es en esta época no sólo el ordenado, sino cualquiera dado
al estudio.
65
Ser distinto no tiene perdón; pese a los buenos sentimientos de algunos altruistas,
o las decididas acciones de héroes-mártires que cobijan a los grupos sociales en
vulnerabilidad, en lo cotidiano, la mofa contra el otro persiste, el señalamiento
vuelve poderoso al agresor e impopular al agredido; la parte mediocre de la
sociedad se siente contenta al incluirse en una masa impensante; esta es una actitud
de sumisión hacia quienes planean con la bandera de igualdad desigualar las cosas.
En todo el siglo XIII Europa utiliza el término goliardos para referirse a las
ovejas negras de la sociedad. También hay letrados que, sin compartir la forma de
vida goliardesca, cantan a la vida vagabunda a través de sus escritos; si este tipo de
texto no tiene mucha fama, al menos no es desconocido.
Los goliardos de la actualidad
Pese a la mentalidad libertina y misógina de los goliardos (cuyos
convenencieros argumentos no se intentan defender) cabe resaltar una vez más su
papel de revolucionarios de ideas, de protestantes. Puede decirse que en la
actualidad existen los goliardos: son los molestos inconformes (para algunos) con
los regímenes sociales, con el autoritarismo y la vida sujeta a normas, a veces
justificables, a veces no.
Hoy en día existen —abundan— aquellos manifestantes contra la política,
contra la violencia, la injusticia; aquellos que salen a reclamar que el pecado ajeno
cae sobre sus espaldas, tal vez ya no tengan idioma, color o bandera, simplemente
comparten un grito de agonía. Podría exhortar a ser un grupo goliardesco, atento,
que no se deja llevar por las imposiciones del tipo que sean, la sociedad está
enferma, la acción es urgente.
No se trata de ser goliardos en todos los sentidos (existen las enfermedades
venéreas, las cárceles y los manicomios para cambiar de opinión), pero es bueno
decir no al conformismo, sobre todo cuando impera la injusticia. Existen quizá
goliardos del siglo XXI: estudiantes (no porros), maestros (no flojos), intelectuales
(no subversivos)… decididos a luchar antes de que el sistema les aniquile,
dispuestos a una re-evolución de ideas que marque un fin y un punto de partida;
mientras cada siglo cuente con sus goliardos, el avance es posible.
66
CARMINA BURANA51
51
Herrera Zapién T., (2012), Los poderosos Carmina Burana de Carl Orff. Estudio y traducción
rítmica castellana. México: Universidad nacional Autónoma de México
semper in angaria. siempre quien servirla ves.
Hac in hora En esta hora
sine mora sin demora
corde pulsum tangite; al pecho herido acudid,
quod per sortem pues la suerte
sternit fortem, postra al fuerte.
mecum omnes plangite! ¡Lloren todos junto a mí!
… …
IV.- IN TABERNA IV.- EN LA TABERNA
11. Estuans interius 11. Ardiendo interiormente
Estatus interius Ardiendo en lo íntimo
ira vehementi con ira vehemente,
in amaritudine presa de amargura
loquor mee menti: hablo con mi mente:
factus de materia, hecho de materia,
cinis elementi -cinéreo elemento-
similis sum folio, soy como una hoja
de quo ludunt venti. con que juega el viento.
68
Mihi cordis gravitas A mí la cordura
res videtur gravis; parece algo grave;
iocis est amabilis el juego más dulce
dulciorque favis; que el panal me sabe.
quicquid Venus imperat, Cuanto Venus mándame
labor est suavis, es trabajo suave,
que nunquam in cordibus que ella nunca habita
habitat ignavis. en cobarde enclave.
69
LOS DOS AMANTES52
María de Francia
Sucedió antaño en Normandía una aventura muy famosa de dos jóvenes que
se amaron y murieron víctimas de su amor. Los Bretones los recordaron con un
lai que tuvo por nombre Los dos amantes.
Fuera de toda duda está que en Neustria, que nosotros llamamos
Normandía, hay una montaña maravillosamente alta. Yacen en su cumbre los dos
jóvenes. En un lugar al pie de esta montaña, un rey, señor de los Pitrenses, tras
haber reflexionado y con muy buen acuerdo, hizo construir una ciudad. Tomó ésta
el pobre de Pitres en recuerdo de sus pobladores, y ese nombre se ha conservado
hasta hoy; aún existen la ciudad y las casas. Bien conocemos la comarca que se
llama Valle de Pitres.
El rey tenía una bella hija, doncella muy cortés. No tenía más hijo ni hija.
Mucho la amaba y regalaba. Fue pretendida por nobles caballeros, que mucho
hubieran dado por conseguirla. Pero el rey no quería entregarla, pues no podía vivir
sin ella ni prescindir de su compañía: día y noche estaba a su lado. La pequeña lo
consolaba de la pérdida de la reina. Muchos lo criticaban por ello; hasta los suyos
lo censuraban.
Cuando el rumor adverso de generalizó, al rey le pesó mucho, y sintió gran
tristeza. Comenzó entonces a pensar cómo podría salir airoso del trance sin
entregar a su hija. Para ello, hizo público en todas partes que quien pretendiese
desposarla habría de cumplir con un requisito: era decisión inquebrantable del
monarca que debería llevarla en brazos hasta la cumbre del monte cercano a la
ciudad, sin pararse a tomar aliento.
Cuando la nueva fue conocida y difundida por la comarca, muchísimos lo
intentaron y no obtuvieron nada a cambia. Alguno hubo que, en su esfuerzo,
alcanzó a subirla hasta la mitad del monte, pero no podían llegar lejos; les era
imposible continuar con su preciosa carga entre los brazos. Largo tiempo
permaneció así la doncella, sin que ya nadie intentase solicitarla.
En el país había un doncel gentil y bello, hijo de un conde. Se esforzaba en
cosas difíciles con ánimo de sobresalir. A menudo habitaba en la corte del rey, y
llegó a enamorarse de su hija. Muchas veces le suplicó que lo amase y le concediese
su amor. Como era esforzado y cortés, y el rey le tenía en gran estima, ella le otorgó
su amor, y él se lo agradeció humildemente. Hablaban juntos con frecuencia y se
querían con lealtad, y hacían lo posible por no ser descubiertos. Esto último les
52
De Francia, María. (1987). Los Lais (edición de Cuenca L. A.). Madrid, España: ediciones
Siruela
pesaba sobremanera, pero el joven pensaba que más valía sufrir estas molestias
para precipitarse y echarlo todo a perder. Amarga era, empero, para él esta
situación.
Mas ocurrió que en cierta ocasión llegó el doncel, tan sabio y bello, hasta su
amiga. La hizo partícipe de sus pesares y, dolorosamente, le pidió que se fuese con
él; no podía resistir más. Si le pedía a su padre, sabía bien que éste la quería tanto
que no se la concedería, a no ser que la subiese antes en brazos hasta la cumbre de
la montaña.
La doncella le respondió:
‹‹Amigo, bien sé que no podrías llevarme; no sois ni mucho menos tan
vigoroso. Si me fuese con vos, mi padre sentiría tanta cólera como dolor, y su vida
no sería sino martirio. Siento por él un cariño tan grande que no quisiera enojarlo.
Debéis tomar otra decisión, pues de ésta no quiero ni oír hablar. Tengo una tía en
Salerno, mujer rica, de elevadas rentas. Hace más de treinta años que habita allí.
Ha practicado tanto el arte de la física que es muy experta en medicinas y conoce
numerosas hierbas y raíces. Si vos quisieseis ir a verla, llevarle cartas de mi parte y
darle cuenta de vuestra aventura, ella procurará poner remedio. Os dará tales
electuarios y os proporcionará tales bebedizos que os reconfortarán por completo
y os proveerán de gran vigor. Cuando volváis a este país, me solicitaréis a mi padre.
Os considerará muy niño aún, y os dirá lo prescrito: que a ningún hombre me dará,
si no lleva a cabo la hazaña de transportarme en brazos hasta el monte sin
descansar. Aceptad esta condición, pues no hay otro remedio.››
El doncel escucho atentamente el consejo de la doncella. Muy alegre está y
agradecido. Después pide a su amiga licencia para partir, y se encamina hacia su
casa.
Allí se provee a toda prisa de ricos paños y dineros, de caballos y palafrenes.
Consigo se ha llevado a sus hombres más dignos de confianza. Parte, llega a Salerno
y, una vez allí, va a visitar a la tía de su amiga. De su parte le da un mensaje escrito.
Cuando la dama de Salerno lo ha leído de cabo a rabo, le retiene a su lado hasta
conocer por extenso su situación. Luego, fuerzas le da con sus medicinas, y le
suministra un brebaje tal que jamás estará tan agotado y abatido que no pueda
refrescarle todo el cuerpo, las venas y los huesos, y que no recobre todo el vigor,
tan pronto como lo haya bebido. Él guarda el bebedizo en un pequeño frasco y se
lo lleva a su país.
A su regreso, el doncel, alegre y contento, no se detuvo en sus tierras. Fue a
pedir derechamente al rey la mano de su hija: tomaría a ésta en brazos y la
trasladaría hasta la cumbre de la montaña. El rey no le ocultó en modo alguno que
lo tenía por gran locura, porque era demasiado joven. ¡Tantos valientes y sabios
71
varones lo han intentado sin conseguirlo! Por fin, le fija un día para la prueba.
Llama a sus hombres y a sus amigos, a cuantos puede encontrar. De todas partes
vienen gentes para ver a la joven y al doncel que ha emprendido la aventura de
llevarla hasta lo alto del monte. La doncella, en el ínterin, se prepara; se priva de
alimentos, ayuna para adelgazar y hacerse más ligera, con el fin de ayudar a su
amigo.
El día señalado, el doncel llegó antes que nadie y no olvidó el brebaje
mágico. Por su parte, el rey condujo a su hija a la pradera, junto al Sena, donde una
inmensa muchedumbre se había congregado. La doncella no viste sino una camisa.
El joven la coge entre sus brazos y le entrega la botellita con todo su precioso
líquido. Él piensa que no va a traicionarle tan milagrosa pócima, pero yo temo que
le vaya a servir de muy poco, pues no hay en él mesura alguna.
Parte velozmente con ella y sube la pendiente hasta la mitad. Por lo alegre
que está de tenerla en sus brazos, no se acuerda del bebedizo. Ella lo va viendo
cansado.
―Amigo ―dice―, bebed, os lo ruego. Sé bien que os halláis fatigado.
¡Renovad vuestro vigor!
El doncel le responde:
―Bella, siento mi corazón tan fuerte como al empezar. A ningún precio me
detendré el tiempo necesario para beber, mientras pueda dar tres pasos más. La
multitud nos gritaría, y su clamor acabaría por aturdirme; no tardaría mucho en
verme turbado. Es por eso por lo que no quiero detenerme aquí.
Cuando llevaban subido los dos tercios de la pendiente, por poco no se
caen. La doncella le ruega sin cesar:
―Amigo, ¡bebed vuestra medicina!
Pero él no quiere hacerle caso. Con gran angustia continúa la marcha, hasta
que al final llega hasta la cumbre del monte. Pero tan agotado está que allí cae, para
no levantarse más: el corazón le ha estallado dentro del pecho.
La doncella mira a su amigo, piensa que ha sufrido un desmayo. Se arrodilla
a su lado, intenta darle el brebaje. Pero él ya o podía responderle. Así murió, tal
como os digo.
Lo llora ella a grandes gritos. Después arroja y hace añicos el frasco que
contenía el bebedizo. El líquido se esparce y riega la montaña. Toda la comarca se
tornó fértil. Muchas buenas hierbas crecieron al amor del brebaje.
Ahora os hablaré de la doncella. Nunca tuvo un dolor tan grande como la
pérdida de su amigo. A su lado se acuesta, entre sus brazos lo retiene y aprieta, de
continuo le besa los ojos y boca. El duelo le quebranta el corazón. Y allí murió la
doncella, la que era tan discreta, sabia y hermosa.
72
El rey y cuantos esperaban, viendo que no volvían, siguen su pista hasta
encontrarlos. A la vista de los cadáveres, el rey cae en tierra desvanecido. Cuando
puede hablar, hace signos del mayor duelo, e igualmente todos los demás. Tres días
los dejaron sobre la tierra. Luego hicieron buscar un sarcófago de mármol, y allí
depositaron a ambos jóvenes. El entierro tuvo lugar en la misma cumbre de la
colina. Después, todos volvieron a sus casas.
Por la aventura de los jóvenes recibe la montaña el nombre ‹‹de los Dos
amantes››. Todo ocurrió como os he dicho. Los Bretones hicieron de ello un lai.
73
CAMELOT53
(Fragmento)
Capítulo XXIII
53
Terence H. W.(2014), Camelot. (traductor de F. Corripio),.México: De Bolsillo, pp. 256-264.
74
durmieran, el viento del este silbaba entre los juncos, y los gansos salvajes se
remontaban hacia el firmamento graznado a las estrellas.
Londres estaba lleno hasta rebosar. De no haber sido sir Héctor el afortunado
propietario de un pequeño solar en Pie Street, en el que se alzaba una respetuosa
posada, jamás hubiesen hallado alojamiento. Pero el caso es que el caballero tenía
esa propiedad, de la que por cierto obtenía buena parte de sus ingresos. Gracias a
ello pudieron conseguir en la posada tres lechos para los cinco viajeros que eran, y
se consideraron muy afortunados por su suerte.
En el primer día del torneo, sir Kay se las arregló para hacer levantar muy
temprano a sus compañeros, y se hallaron todos en el campo de justas una hora
antes de que comenzase el torneo. El joven caballero había estado despierto toda
la noche, pensando en cómo se las arreglaría para derrotar a los mejores barones
de Inglaterra, y no pudo tomar su desayuno, por la mañana. Al dirigirse al campo,
lo hizo cabalgando al frente del grupo, con las mejillas pálidas. Verruga habría
deseado poder hacer algo por él.
Para aquellas gentes del campo, que solo conocían el desmantelado terreno
de justas del castillo de sir Héctor, el escenario que hallaron fue maravilloso. Era
una amplia depresión del terreno, cubierta de verde césped, y de las dimensiones
de un campo de fútbol moderno. Se hallaba a unos diez pies por debajo de las
tierras circundantes, con suaves declives, y la nieve había sido barrida por completo
del lugar. Se conservó cálida la hierba cubriéndola con paja, que se retiró por la
mañana, y ahora la recortada hierba destacaba con su vivo color verde entre el
blanco paisaje vecino.
En torno al campo de justas se veía un conjunto de colores tan vivos, que
hacía parpadear incrédulamente. Las maderas de las tribunas se hallaban pintadas
de rojo y blanco, la sede de los pabellones de campaña de los caballeros famosos,
cubiertas de brea por ambas caras, eran de distintos colores, azul, verde, bermellón,
o bien de colores combinados. Por todas partes flotaban pendones y gallardetes a
impulsos de la brisa, dando sensación de un arco iris movedizo. La barrera que
dividía el campo por la mitad estaba también pintada con un gran cuadriculado
blanco y negro.
La mayoría de los que intervenían en la justa aún no habían llegado cuando
lo hicieron sir Kay y sus acompañantes, pero por los pocos que allí se veían, podía
uno darse cuenta cómo iban a relucir las armaduras, y agitarse al viento las
dalmáticas de los heraldos cuando se dispusieran a alzar las trompetas para dar los
toques de atención.
─¡Santo cielo! ─exclamó de pronto sir Kay─. Me dejé la espada en la
hospedería.
75
─No se puede intervenir en un torneo sin espada ─apuntó sir Grummore─.
Sería muy poco serio.
─Será mejor que vuelvas a buscarla ─terció sir Héctor─. Aún tienes tiempo.
─Mi escudero puede hacerlo. ¡Qué imperdonable olvido! Eh, escudero,
vuelve a toda prisa a la posada, y tráeme la espada. Te daré un chelín, si regresas
aquí a tiempo.
Verruga se puso tan pálido como lo estaba sir Kay, y por un momento lo
miró como si fuera a abofetearle.
Luego dijo:
─Se hará como mandáis, amo.
Y volviendo su caballo contra la corriente de los que llegaban, comenzó a
abrirse paso hacia la posada lo mejor que pudo.
─¡Ofrecerme una propina! ─murmuró Verruga, indignado─. Mirarme desde
su hermoso palafrén desdeñosamente, al verme montado en este mulo, y llamarme
escudero… Ah, Merlín, dame paciencia con ese bruto, e impide que le arrojé su
chelín a la cara.
Cuando Verruga llegó a la posada, ésta se hallaba cerrada. Todo el mundo se
había ido a ver el gran torneo, y la servidumbre siguió a los posaderos. Aquellos
tiempos eran muy inciertos, y no resultaba muy seguro abandonar una casa ─o
incluso dormir en ella─, si no se tenía certeza de que era poco menos que
inexpugnable. Las contraventanas tenían un espesor de dos pulgadas, y las puertas
estaban atrancadas con gruesas barras.
“¿Qué puedo hacer yo para ganar mi chelín?”, se dijo Verruga para sus
adentros.
Observó preocupado la pequeña hospedería totalmente cerrada, y luego
echóse a reír.
─Pobre Kay ─murmuró─. Todo eso del chelín era sólo porque se sentía
atemorizado y nervioso, y quería disimular. En realidad tiene motivos para sentirse
así. Bien, debo conseguir una espada, así tenga que entrar en la Torre de Londres.
“Pero ¿cómo se consigue una espada ─se preguntó─. ¿Dónde podría
hurtarla, si fuera preciso? Aunque quizá haya algún armero, en una gran ciudad
como esta (sic), cuya tienda esté aún abierta.”
Volvióse en su montura y se alejó calle abajo. Al final de la calle vio el patio
de una iglesia, con una especie de plazoleta ante la puerta del templo. En el centro
de la Plazuela había una pesada piedra sobre la que se asentaba un yunque.
“Bien ─pensó Verruga─, tal vez sea una especie de monumento, pero tengo
que hacerlo. Estoy seguro de que nadie me lo reprocharía, de saber la situación
desesperada del pobre Kay.”
76
Después de desmontar, Verruga enlazó las riendas en un poste, y subió por
el caminillo de grava de la plazoleta. Acercóse a la piedra y cogió la espada por la
empuñadura.
─Ven, espada ─le habló─; debo pedirte perdón y sacarte de ahí por una
buena causa.
“Es extraño ─pensó Verruga─. Sentí algo muy raro cuando aferré el pomo
de la espada, y he notado que todo aparece ante mí con mayor claridad. Mira las
hermosas gárgolas de la iglesia y del monasterio vecino. Fíjate en la esplendidez
con que ondean esos gallardetes. Qué limpia aparece la nieve. Noto un olor a
incienso. ¿Y no es una suave música, lo que oigo?”
Era una melodía, en efecto, y la luz que había en el patio era tan clara, sin
llegar a ser deslumbrante, que habría podido verse un alfiler a veinte yardas de
distancia.
─¿Hay alguien en este lugar? ─preguntó─. Sí, hay gente. Decidme, ¿qué
queréis?
Nadie le contestó, pero la música seguía sonando con fuerza y la luz era
espléndida.
─Escuchad ─continuó Verruga─. Escuchad, vosotros. Tengo que llevarme
esta espada. No es para mí, sino para Kay. Es necesario que se la lleve.
Tampoco ahora hubo respuesta alguna, y Verruga volvióse hacia el yunque.
Vio las letras de oro en la espada, que no leyó, y las gemas de la empuñadura,
relucientes bajo la clara luz.
─Ven, espada ─dijo en joven.
Aferró la empuñadura con ambas manos y se apoyó en la piedra para tirar.
Oyóse un acorde melodioso, pero la espada no se movió de su sitio.
Verruga dejó la empuñadura, que había comenzado hacerle daño en la palma
de las manos, y retrocedió un paso, mientras notaba una sensación luminosa, como
unas estrellas rutilantes.
─Está bien encajada ─comentó.
Volvió a intentarlo y tiró con todas sus fuerzas. La melodía resonó más
intensamente y la luz que caía en el patio relució con un fulgor de amatistas. Pero
la espada siguió encajada donde estaba.
─Oh, Merlín ─suplicó Verruga─, ayudadme a sacar esta espada.
Oyóse una especie de trueno, seguido de un fuerte acorde. En torno al patio
se veían ahora centenares de animales, amigos y conocidos, como espectros de días
pasados, entre ellos tejones, ruiseñores, cuervos, liebres, gansos salvajes, halcones,
peces, sabuesos, unicornios, cocodrilos, erizos, Grifos, y los miles de especies
diferentes que Verruga había conocido. Todos estaban cerca de la pared, y
77
hablaron a Verruga por turno. Unos habían descendido de los pendones del
templo, donde figuraban como emblemas heráldicos; otros procedían de las aguas,
del cielo y de los campos circundantes. Pero todos, hasta el más humilde ratoncillo,
acudían ayudar a Verruga por el cariño que le profesaban. El joven sintió que su
fuerza aumentaba.
─Tensa la espada ─aconsejó un lucio que había salido de un estandarte─,
como lo hiciste una vez que iba a darte un coletazo. Recuerda que la fuerza nace
de la parte inferior del cuello.
─¿Y qué me dices de tus antebrazos? ─intervino gravemente el tejón─. ¿Los
tienes pegados al cuerpo? Vamos, vamos, mi querido embrión, emplea tus
herramientas.
Un azor que se aferraba a la rama de un árbol exclamó:
─Veamos, capitán Verruga, ¿cuál es la primera ley de la pata? Creí que era no
soltar nunca.
─No actúes como un necio picamaderos ─le exhortó un búho afablemente─.
Realiza el esfuerzo uniformemente, polluelo, y lo conseguirás.
Un ganso salvaje manifestó:
─Eh, Verruga, si una vez fuiste capaz de volar hasta el mar del Norte, bien
podrás ahora coordinar tus esfuerzos, ¿verdad? Aplica tu energía, junto con el
poder de tu mente, y la espada saldrá como la mantequilla. Vamos, Homo sapiens,
todos tus antiguos amigos estamos dispuestos a vitorearte.
Verruga aproximóse a la espada por tercera vez. Tendió la diestra hacia la
empuñadura, y retiró la espada tan suavemente como si estuviera sacándola de una
vaina.
Oyéronse unos vítores atronadores, que duraron largo tiempo. Cuando el
rumor se extinguió, Verruga vióse delante de Kay y le entregó el arma. Los
espectadores del torneo volvían ahora a gritar.
─Pero si ésta no es mi espada ─protestó Kay.
─Es la única que pude conseguir ─repuso Verruga─. La posada ya estaba
cerrada.
─Es una hermosa espada. ¿Dónde la conseguiste?
─Estaba en un yunque y sobre una piedra, delante de una iglesia ─contestó
Verruga.
Sir Kay observaba luchar a dos caballeros, y no prestó mucha atención a lo
que decía su escudero.
─Buen sitio, para encontrar una espada ─manifestó.
─En realidad estaba sujeta a un yunque.
78
─¿Cómo? ─exclamó sir Kay, volviéndose en redondo─. ¿Dices que esta
espada estaba sujeta a un yunque y a una piedra?
─Sí, me pareció una especie de monumento.
Sir Kay se quedó mirando a su escudero unos segundos, lleno de asombro.
Abrió la boca, volvió a cerrarla, se pasó la lengua por los labios, y volviéndose,
internóse entre la multitud. Estaba buscando a sir Héctor, y Verruga le siguió.
─Padre ─dijo sir Kay, cuando lo hubo hallado─, escuchadme un momento.
─Es increíble cómo luchan estos campeones ─repuso sir Héctor─. Pero,
¿qué te ocurre, Kay? Estas blanco como la cera.
─¿Recordáis la espada que debía sacar del yunque el futuro rey de Inglaterra?
─Sí.
─Pues bien, aquí está. La tengo en mis manos. Yo he conseguido sacarla de
donde estaba.
Sir Héctor no dijo ninguna necedad. Limitóse a mirar a Kay y luego a Verruga.
Después volvió a mirar a Kay, largamente, con afecto, y al fin manifestó:
─Iremos a la iglesia.
Una vez en la puerta del templo, miró a su primogénito con cariño, pero
directamente a los ojos, y agregó:
─Aquí están el yunque y la piedra, y tú tienes la espada. Con ella podrás ser
rey de Inglaterra. Eres mi hijo, me siento orgulloso de ti y siempre lo estaré, pase
lo que pase. ¿Me juras que la sacaste de ahí, por tus propios medios?
Kay miró a su padre luego a la espada y por fin a Verruga. Entonces entregó
a este (sic) la espada, lentamente y declaró:
─He mentido. Verruga fue el que la sacó.
Después de esto, sir Héctor dijo a Verruga que colocase la espada donde la
había hallado, lo cual hizo el muchacho. El anciano trató en vano de sacarla, y lo
mismo le ocurrió a sir Kay. Verruga, al serle solicitado, la extrajo fácilmente una
vez, y luego otra. Volvió a repetirlo por tercera vez.
Entonces vio Verruga que su tutor, con gesto de profunda humildad, se
arrodillaba delante de él, sobre su gotosa rodilla.
─Señor… ─dijo sir Héctor, sin alzar la mirada.
─Por favor, no hagáis eso, padre ─repuso Verruga, arrodillándose también─.
Dejad que os ayude a poneros en pie, sir Héctor, porque así me dais pena.
─No, no, mi señor ─manifestó el anciano, con voz temblorosa─. No soy
vuestro padre, y ni siquiera soy de vuestra misma sangre. Estoy seguro de que
portáis sangre más noble que la mía.
─Muchos me dijeron que no erais mi padre ─repuso Verruga─, pero eso no
me importa.
79
─Señor ─dijo el anciano, humildemente─ ¿seguiréis apreciándome, cuando
seáis rey?
─¿Qué decís?
─Solo querría pediros un favor, señor, que hagáis a vuestro medio hermano,
sir Kay, senescal de vuestras tierras.
Kay estaba también arrodillado ante Verruga, y esto era más de lo que el
muchacho podía soportar.
─No digáis eso ─declaró Verruga, acongojado─.
Claro que será senescal, si tengo que ser ese rey del que me habláis. Pero, ¡oh,
padre mío!, no os arrodilléis así, porque me apena mucho veros. Poneos en pie, sir
Héctor. ¡Ah, Señor, cuánto desearía no haber encontrado esa desdichada espada!
Verruga no pudo evitarlo y se puso a sollozar.
80
DIES IRAE (DÍA DE LA IRA)54
Siglo XIII55
Día de la ira; día aquel en que los siglos se reduzcan a cenizas; como testigos
el rey David y la Sibila. ¡Cuánto terror habrá en el futuro cuando el juez haya de
venir a juzgar todo estrictamente! La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos reunirá a todos los hombres ante el trono.
54
Dies Iraes, Recuperado el 6 de junio de 2019 de,
https://gustoporlahistoria.com/tag/dies-irae-texto-en-latin-traduccion-al-castellano/
55
Este es considerado como el mejor poema en latín medieval. Aún hay dudas sobre el
autor o autores del texto, aunque se le suele atribuir al monje franciscano Tommaso da Celano
(1200-c. 1260-1270).
81
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.
En la herida de la mutilación
apenas se notaba la cicatriz,
86
ni tenía dolor ni calentura;
todos decían: «buena suerte tuvo este hombre».
87
Guiraldo murió en la orden, llevando vida santa,
sirviendo a Dios con palabras y hechos,
perseverando en el bien y arrepintiéndose del mal;
el enemigo malo no volvió a reírse de él.
88
ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS (PARTE I)
Manejo de Estructuras Sintácticas
2. Buscábamos un caballo.
El caballo es blanco.
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Hizo un trabajo.
El trabajo es muy bueno.
90
2. Tuvo una participación en la ceremonia.
La participación es muy humilde.
Observe el ejemplo:
1. Tenía un carácter.
El carácter es firme.
El carácter es decidido.
2. Me prestó un libro.
El libro es divertido.
El libro es interesante.
Observe el ejemplo:
Tenían un comportamiento.
El comportamiento es inexplicablemente ridículo.
El comportamiento es inexplicablemente violento.
Observe el ejemplo:
Merecería un castigo.
El castigo es impresionante.
El castigo es ejemplar.
2. Tomó decisiones.
Las decisiones son sabias.
Las decisiones son oportunas.
Observe el ejemplo:
92
Angelita contrajo una muy grave y peligrosa enfermedad.
Observe el ejemplo:
Está desprendiéndose la corteza.
La corteza es del árbol.
El árbol es del jardín.
Está desprendiéndose la corteza del árbol del jardín.
Realice las combinaciones correspondientes:
Observe el ejemplo:
93
Se trataba de un individuo.
El individuo no tiene disciplina.
La disciplina es para el trabajo.
Observe el ejemplo:
94
3. Aurora tiene mucho interés en el concurso.
Su empresa organiza [el concurso].
Observe el ejemplo:
95
1. [Algo] me motiva cotidianamente.
[Algo es] protagonizo un papel interesante.
3. No es común [algo].
[Algo es] una persona tiene virtudes.
Las virtudes son tantas.
Observe el ejemplo:
96
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
98
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Nuestras esperanzas se extinguieron [entonces].
[Entonces es] el independentista se rinde.
El independentista es último.
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
100
Antes de que se inicie el campeonato hay que rectificar el trazo de la pista.
Realice las combinaciones correspondientes:
101
102
LITERATURA RENACENTISTA
Y BARROCA
103
104
RENACIMIENTO Y BARROCO
Mauricio Moncada León
Al igual que en otros periodos, no hay una fecha exacta del inicio del Renacimiento;
sin embargo, pueden rastrearse varios factores que permitieron el cambio de
paradigma en el conocimiento y las artes. Uno de ellos, quizá del que se desprenden
los demás, está relacionado con la decadencia de las coronas europeas, pues
después de décadas de luchas y guerras ya no había manera de sostenerlas. Como
consecuencia, surgen los burgos, poblaciones por fuera de los reinos que ya no
rendían tributo al rey, y que encontraron como forma de subsistir el intercambio o
venta de productos, es decir, el comercio. El cambio no fue inmediato ni tajante y,
por lo mismo, tampoco fue uniforme, aun así se considera a Italia como precursora
de la nueva forma de vida. No hay que perder de vista que la Iglesia Católica tuvo
un gran poder durante la Época Medieval y, a pesar de tener distintas sedes en
diferentes periodos, Italia fue el lugar en donde se asentó. La relación con la Iglesia
y la nueva ideología radica en que la población culta pertenecía al clero, pues
prácticamente el resto de las personas eran analfabetas, salvo excepciones dentro
de la nobleza, quienes eran educados por los mismos clérigos. Ante la crisis
económica de las coronas y de la Iglesia, quienes sabían leer y escribir se encargaron
de la educación de los burgueses para la administración de sus finanzas, aunque el
estudio incluía todas las disciplinas, como teología y arte, aunque no se tratara de
instrucción religiosa.
A pesar del poder económico de los burgueses, tenían el anhelo de formar
parte de la nobleza (no hay que olvidar que no era posible el cambio de clases
sociales), y algunas coronas se vieron en la necesidad de vender títulos nobiliarios
con la finalidad de nutrir sus arcas. Por ello no es de extrañar la aparición de
escudos con motivos relacionados con oficios como herramientas del campo,
utensilios de zapateros, objetos de herreros, entre otros, mismos que pueden
asociarse con las universidades de la época.
Los nuevos estudiosos se relacionaron a través de la teología con la cultura
de los pueblos antiguos, principalmente con los griegos y, por extensión, con los
romanos y, aunque no hubo una ruptura (aún) con el catolicismo, se convirtieron
en el nuevo modelo ideológico que se conocerá como Humanismo. El
distanciamiento de la religión puso al hombre como centro del universo, el famoso
antropocentrismo, que se opuso al teocentrismo medieval. Bajo este paradigma,
las disciplinas tenían como finalidad el estudio del hombre para poder explicar su
entorno, una inversión del pensamiento griego, y no apegarse a las enseñanzas
religiosas. Estos antecedentes pueden tomarse como un eslabón y señalar como
105
principio del Renacimiento, a reservas de una argumentación plausible, el siglo
XIV, a pesar que muchos teóricos señalan el descubrimiento de América (siglo
XV) como el inicio de la nueva era. Es así como se pueden entender las propuestas
artísticas del Renacimiento, ese renacer del hombre como centro, la presencia de
motivos grecolatinos y la permanencia del arte religioso y el arte que retrata a la
realeza.
Por lo mismo que el Humanismo estuvo presente en todos los ámbitos, no
es tan fácil hablar de la totalidad de las características y corrientes del periodo, sin
mencionar los cambios políticos y económicos que determinaron la forma de vida
de las personas, así que sólo se mencionarán los más relevantes que influyeron en
los textos de la época.
Sin duda alguna, la imprenta de caracteres móviles (1440) de Gutenberg fue
un invento que permitió la difusión de libros y manuales con mayor celeridad, pues
el tiempo de formación de los libros cambió de años a meses o semanas,
dependiendo la extensión, y ya no fue una limitante la transcripción, sino que
permitió la escritura de nuevos textos. La navegación comercial, más eficiente con
el astrolabio y la brújula magnética, permitió el traslado de los libros por distintas
regiones, por lo que el intercambio de ideas con esos inventos fue mayor en menos
tiempo.
El descubrimiento del Nuevo Mundo (1492) fue otro acontecimiento que
derrumbaría creencias muy variadas y cuestionaría la esencia humana, pues no debe
olvidarse que las Antillas y las Antípodas o el fin de la tierra o la Tierra como centro
del universo eran ideas que excluían la posibilidad de existencia de civilizaciones o
porciones de mares y tierras sin descubrir (mejor dicho, sin colonizar). Como era
de esperarse, el Nuevo Mundo marcaba la posibilidad de extender el territorio de
las coronas y, por ende, las riquezas, pues en la mente de las personas estaban
presentes ciertas creencias, como la Isla del Rey Salomón, llena de piedras y metales
preciosos a ras de piso.
Por ello, entre otras tantas circunstancias e ideas, la literatura del
Renacimiento fue muy variada y vasta, así como las características que ya no tenían
los modelos medievales, razón que obligó a una nueva clasificación y teorías que
hablaran al respecto. A grandes rasgos, fue dividida en poesía, teatro, prosa y
ensayo o disertaciones temáticas (porque no formaban parte de la filosofía o de las
ciencias, apenas en ciernes, aunque podrían tocar los temas bajo distintos
enfoques).
En cuanto a la poesía, los temas abordados marcaron tendencias como los
poemas pastoriles, pero también hubo una gran influencia de obras surgidas en el
límite ideológico del Medievo y Renacimiento, como La divina comedia de Dante
106
Alighieri, o la combinación estilística de los versos alejandrinos con formas
populares que empleó Petrarca, también puede mencionarse a Ludovico Ariosto y
su poema Orlando furioso que juega con el nombre del caballero medieval por
excelencia o al que se consideró como el ideal de caballero, Rolando (El cantar de
Roldán), a quien se ironiza en todo momento. Milton escribió un poema que causó
un gran revuelo debido a que intentaba ensalzar la figura de Dios y terminó por
elogiar la figura del ángel caído, El paraíso perdido, y después intentó resarcir sus
faltas con un poema menor, El paraíso recobrado.
A los textos que contaban historias pero que no se apegaban a la forma de
versos se le nombró prosa (cuentos, en el sentido de contar; y novelas, en el sentido
italiano de novedad) y que permitía ahondar en la descripción de circunstancias y
personajes, en donde destaca, por su originalidad y que pronto se convertiría en
modelo, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra,
entre otras de sus obras como las Novelas ejemplares; existen otros libros que
conservan el tono jocoso con personajes y circunstancias fantásticas como en la
novela Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais, o aquellos que hacen mofa de
los personajes en situaciones “cotidianas” como los Cuentos de Carterbury de
Geoffrey Chaucer o El Decamerón de Giovanni Boccaccio (debe señalarse que estas
dos obras son consideradas por algunos teóricos como medievales, aunque otros,
por la temática y forma, los consideran como renacentistas y modelos a seguir). A
partir del descubrimiento del Nuevo Mundo, también supuso la posibilidad de un
mundo mejor, por lo que se escribieron obras híbridas, en ocasiones consideradas
novelas, como la Utopía de Tomás Moro, La nueva Atlántida de Bacon y La ciudad
del sol de Campanella, las más conocidas entre otras tantas.
El teatro en el Renacimiento se convirtió en un espectáculo popular debido a
que las personas podían ver las representaciones en plazas y mercados, por ello no
es de extrañar que a través de esta manifestación artística se retomaran mitos
antiguos, leyendas medievales y, por supuesto, la creación de nuevos textos.
Algunos ejemplos de dramaturgos de la época son, de nueva cuenta, Ludovico
Ariosto y su obra La alcahueta, Christopher Marlowe y su Doctor Fausto, William
Shakespeare (quizá el más conocido de todos los dramaturgos de su época y que
también escribió poesía), John Webster y su Demonio blanco.
En cuanto al ensayo, debe decirse que el creador del género como tal es
Michel de Montaigne, ya que él señalaba que disertar en torno a las ideas era un
ensayo, jamás acabado pues siempre podrían existir distintas visiones o posturas
que podrían modificarse o ampliarse. Debido a que el Humanismo pugnaba por
adquirir el conocimiento en general (mientras más disciplinas se dominaran, más
cerca se estaba del objetivo humanista), muchos textos no eran filosofía en su
107
totalidad, ni tratados sociales, entre otros, como algunos casos que podrían
mencionarse: El príncipe de Maquiavelo, Elogio de la locura de Erasmo de Róterdam,
Del infinito universo y los mundos de Giordano Bruno.
La gran producción de textos surgidos durante el Renacimiento creó infinidad
de ideas en torno a los temas, por lo que la “verdad” resultaba un concepto
cuestionable, situación que no estuvo ni está mal, por el contrario, comenzaron a
derrumbarse pensamientos vigentes por siglos. La posibilidad de leer directamente
los textos y ya no quedarse con la interpretación de otras personas, permitió, en el
caso de la religión, que un monje agustino, Martín Lutero, cuestionara las prácticas
de la Iglesia y pidiera que se apegara a la Biblia; con sus 95 tesis (1517) y mucha
gente a favor de su propuesta, se da pie a la Reforma Protestante. A partir de esto,
y como algunos autores señalan, se crea una fractura religiosa y, como parte del
rescate, el catolicismo echó mano del arte; si Lutero pedía volver a los orígenes y a
la simplicidad, entonces el arte religioso debía mostrar la complejidad de la teología
a través de formas caprichosas y ornamentación recargada, nombrado de forma
peyorativa como Barroco (finales del siglo XVI y siglos XVII y XVIII como auge).
Con el paso del tiempo y a partir de artistas que prefirieron mantenerse al margen
de la religión y las disputas, esta manifestación artística se alejó de esos temas y
mostró el virtuosismo de los creadores.
En cuanto a la literatura, el Barroco se caracterizó por la gran adjetivación y
amplio uso de figuras retóricas, con un lenguaje erudito y formas sintácticas
complejas. Aunque se difundió por toda Europa, es en España es donde adquiere
mayor importancia debido a la amplitud y recurrencia de los autores, situación por
la que se nombró Siglo de Oro Español al siglo XVII. Algunos de los escritores
más importantes son Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Garcilaso de la
Vega, Lope de Vega, Tirso de Molina, Juan Ruiz de Alarcón y Calderón de la Barca.
Las formas y temas de la poesía estaban llenos de ingenio, ironía y sarcasmo, hasta
el punto de emplear los poemas como forma de disputa entre algunos autores. En
cuanto a la prosa, surgió un género novedoso y popular nombrado “novela
picaresca”, como La vida del lazarillo de Tormes (anónimo), La vida del buscón
(Quevedo), Guzmán de Alfarache (primera parte) (Mateo Guzmán), que se mostraban
como aparentes autobiografías y eran un reflejo de la sociedad de la época, como
la distinción de clases bajas y nobles y la aspiración de las primeras al mundo de
alcurnia.
108
UTOPÍA57
Tomas Moro
Relación que el excelente varón Rafael Hitlodeo hizo del feliz estado de la
República de Utopía ordenada por Tomas Moro
Descripción de la isla y su agricultura
(Fragmento)
La isla de Utopía tiene en su parte media (es decir, en la más ancha) sobre unos
doscientos mil pasos. Esta distancia no se reduce más que en los dos extremos, en
los que la isla se estrecha progresivamente. Su perímetro, de quinientos mil pasos,
parece trazado a compás, y ofrece en conjunto la forma de Luna creciente.
Estas partes extremas, azotadas por el mar, distan una de otra unos once
kilómetros.
Entre estos brazos se forma como a manera de un lago apacible, quedando
un refugio muy bien acomodado, desde el que pueden mandar sus flotas a otras
regiones y países.
Las gargantas que forma la entrada, que por una parte tienen bancos de arena
y vados, y por otra parte escollos disimulados, ponen espanto al que pretendiera
entrar como enemigo.
Casi en el centro de este espacio existe una gran roca, en cuya parte superior
han construido un fortín, y en el que existe un presidio.
Hay muchos escollos ocultos (y por lo tanto muy peligrosos) de los que
solamente tienen conocimiento los prácticos, de lo que resulta que muy raramente
puede pasarlos ninguna nave extranjera que no esté guiada por uno de Utopía. Y
si pretende entrar sin guiarse por ciertas señales que hay en la playa, cualquier
armada enemiga embarrancará.
Dentro de dicho lago existe un puerto de mucho tránsito, con un
desembarcadero natural muy bien acomodado, de manera que poca gente de guerra
pueden poner en retirada a un ejército considerable.
Se cree (y el aspecto del lugar lo confirma) que aquel país antes no estaba
totalmente rodeado por el mar. Pero Utopo, de quien tomó nombre la isla, por
haberla conquistado, ya que antes se llamaba Abraxa, fue quien hizo que sus
moradores, que eran rústicos y muy atrasados, vivieran de manera humana y civil.
Fue él quien mandó formar un istmo de unos diez kilómetros, con lo que Utopía
quedó separada de la tierra firme y convertida en una isla. Hizo que trabajaran en
57
Tomás Moro. (2011), Utopía (Traducción y notas de Ramón Esquerra). Madrid: Círculo de
las Bellas Artes, pp. 95-100.
109
dicha tarea, no solamente los moradores antiguos, sino también los soldados, y con
tan gran número de brazos el trabajo quedó realizado en muy poco tiempo,
dejando admirados a los pueblos vecinos, que al principio se burlaban de ellos.
Hay en la isla cincuenta y cuatro ciudades, todas las cuales tienen en común
el idioma, las instituciones y las leyes; y puede decirse que todas ellas están
construidas bajo un mismo modelo, en cuanto lo permite el terreno. La distancia
media entre ellas es, de unos veinte kilómetros, y ninguna está tan apartada de la
más próxima, que en una jornada un peatón no pueda desplazarse de una a otra.
Tres ciudadanos expertos y venerables de cada una de dichas ciudades acuden
todos los años a Amauroto, ciudad que por estar en la parte central de la isla es
fácilmente accesible a todas las demás y se considera, como la Capital, por ser
donde se tratan las cosas comunes y la ordenación pública de todo el país. Tomás
Moro Utopía
El término municipal de cada ciudad viene a tener el mismo contorno que las
otras, unas más y otras menos, según lo apartadas que estén. Ninguna de ellas desea
extender o ensanchar su distrito, por considerarse más como labradores
usufructuarios de los campos que Señores de ellos.
Existen alquerías muy bien provistas de toda clase de utensilios para las
labores agrícolas, y para el trabajo en estos cortijos se turnan los ciudadanos.
Ninguna familia de una alquería agrupa menos de cuarenta personas, en las que se
señala Padre y Madre de familias por edad y por costumbres venerables. Cada
treinta alquerías forman una agrupación y se designa a una que se considera como
cabeza y representante de todas las demás.
Por cada familia que está en el campo, cada año vuelven a la Ciudad veinte
de sus miembros que han permanecido dos años en las tareas agrícolas, a los que
sustituyen otros veinte familiares de la Ciudad para que se ejerciten en la
Agricultura, de manera que los que ya son expertos por haber residido un año,
amaestran a los recién llegados, los cuales a su vez instruirán, a otros al año
Siguiente. Así todos los habitantes de la isla son expertos en los trabajos del campo,
y se puede echar mano de todos ellos para las tareas de la recolección.
Y aunque esta manera de renovar el personal agrícola se ordena a que nadie
lleve esta Vida dura por más tiempo de dos años, no por esto los que se complacen
en la agricultura dejan de permanecer allí más años.
Los labradores cultivan el terreno, cuidan el ganado y demás animales, cortan
leña y la conducen a la ciudad por tierra o por mar, según más convenga. Sacan
con admirable artificio una infinidad de pollos, sin que los tengan que empollar las
gallinas, ya que con calor proporcionado los incuban y después los hombres los
abrigan y los cuidan. Crían pocos caballos, muy fieros, de los que únicamente se
110
sirven para la guerra, ya que las labores de cultivo y acarreo las realizan con bueyes,
que aunque sean más, lentos que los caballos son más sufridos y menos sujetos a
enfermedades, además de que ocasionan menos gasto, y cuando pierden fuerzas se
pueden comer.
Siembran solamente trigo. Beben vino de uvas y sidra, o agua pura, o cocida
con regaliz, de la que disponen en gran abundancia. Y aunque producen todas
cuantas vituallas se consumen en la Ciudad y en sus contornos, siembran bastante
más para poder socorrer a otros países vecinos.
Todos los instrumentos de labranza se los proporcionan en la Ciudad por
conducto del Magistrado, sin abonar nada por ellos. Muchos campesinos
concurren todos los meses a las fiestas solemnes. Cuando llega el tiempo de la
siega, los jefes de la labranza indican al Magistrado el número de los que han de
enviar a segar, y acudiendo todos a una en tiempo sereno, casi en un día siegan
todos los campos.
111
NUEVA ATLÁNTIDA58
Francis Bacon
(Fragmento)
58
Bacon, F. (1995), Utopías del Renacimiento. (Estudio preliminar de Eugenio Ímaz), México:
Fondo de Cultura Económica, pp. 255-260.
112
Luego, después de diversas reuniones y consultas de todos los miembros para
considerar las investigaciones y síntesis realizadas en primer lugar, contamos con
tres de ellos que se preocupan de supervisar y dirigir los nuevos experimentos,
desde un punto de vista más elevado, y penetrando más -en la naturaleza que los
anteriores. A éstos los, llamamos Lámparas.
Otros tres ejecutan los experimentos así dirigidos, y dan cuenta a aquéllos.
Los conocemos con el nombre de Inoculadores.
Por último, tenemos tres que sintetizan los descubrimientos logrados
mediante los experimentos en observaciones, axiomas y aforismos de más,
amplitud. Los llamamos Intérpretes de la Naturaleza.
Como puede comprender, contamos también con principiantes y aprendices,
para que no se lustre la sucesión de los primeros hombres empleados; tenemos,
además, un gran número de criados y sirvientes, hombres y mujeres. Hacemos
también lo siguiente: celebramos consultas para acordar cuáles son las invenciones
y experiencias descubiertas que se han de dar a conocer, y cuáles no; se toma a
todos juramento de guardar secreto respecto a las que consideramos que así
conviene que se haga, y a veces unas las revelamos al Estado y otras no.
Para nuestras ceremonias y ritos, tenemos dos larguísimas y bellas galerías; en
una de ellas colocamos modelos y ejemplares de todas clases de los inventos más
raros y mejores; en la otra, las estatuas de los principales inventores. Tenemos allí
la estatua de vuestro Colón, que descubrió las Indias occidentales; al inventor del
barco; al monje vuestro que inventó la artillería y la pólvora: al inventor de la
música; al inventor de las cartas; al inventor de la imprenta, al inventor de la
astronomía; al inventor de los trabajos en metal; al inventor del cristal; al
descubridor de la seda de los gusanos; al inventor del vino; al inventor del pan de
maíz y de trigo; al inventor del azúcar, y a todos aquellos que por tradición sabemos
que lo fueron. Contamos luego con diversos inventores propios de obras
magníficas que, puesto que usted no las ha visto, me llevaría demasiado tiempo
describírselas; además, podría equivocarlo con facilidad al intentar que
comprendiera rectamente estas obras a través de mis descripciones. Al inventor de
una obra valiosa le erigimos una estatua y le damos una recompensa digna y
generosa. Las estatuas son de bronce, de mármol y jaspe, de cedro y de otras
maderas doradas y adornadas; otras son de hierro, de plata o de oro.
Tenemos ciertos himnos y servicios religiosos de alabanza y agradecimiento
a Dios por sus maravillosas obras, que los décimos diariamente. También oraciones
para implorar su ayuda, y bendición en nuestros trabajos, y para que les dé
aplicaciones buenas y santas.
113
Por último, realizamos determinados circuitos o visitas a las principales
ciudades del reino, en las que damos a conocer, según juzgamos conveniente, las
más nuevas y provechosas invenciones. Anunciamos también las predicciones
verosímiles de enfermedades, plagas, invasiones de animales dañinos, años de
escasez; tempestades, terremotos, grandes inundaciones, cometas, las temperaturas
del año, y otros fenómenos diversos; por consiguiente, les aconsejamos acerca de
lo que deben hacer para evitar los males y remediarlos.
Cuando acabó de decir esto se levantó; según me habían enseñado yo me
arrodillé ante él; puso su mano derecha sobre mi cabeza, y dijo: "Dios te bendiga,
hijo mío, y que bendiga igualmente mi relato. Te autorizo para qué lo publiques en
bien de todas las otras naciones, pues la nuestra permanece aquí, en el seno de
Dios, como una tierra desconocida." Y me dejó, después de haberme concedido
una asignación de dos mil ducados, para mí y mis compañeros.
En las ocasiones que se presentaron, todos ellos se mostraron muy generosos.
114
TEATRO DEL RENACIMIENTO
Pilar Miriam Alba Rodríguez
116
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO59
William Shakespeare
ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
Atenas. Cuarto en el palacio de Teseo
(Entran TESEO, HIPÓLITA, FILÓSTRATO y acompañamiento)
59
Shakespeare, W. Sueño de una noche de verano, Recuperado el 18 de junio de 2018 de,
http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0001/File/articles-100342_Archivo.pdf
117
aquí en presencia de vuestra Alteza no consiente en casarte con Demetrio,
reclamo el antiguo privilegio de Atenas: siendo mía, puedo disponer de ella,
y la destino a ser esposa de este caballero, o a morir según la ley establecida
para este caso.
TESEO.- ¿Qué decís, Hermia? Tomad consejo, hermosa doncella. Vuestro padre
debe ser a vuestros ojos como un dios. Él es autor de vuestras bellezas, sois
como una forma de cera modelada por él, y tiene el poder de conservar o
de borrar la figura. Demetrio es un digno caballero.
HERMIA.- También lo es Lisandro.
TESEO.- Lo es en sí mismo: pero faltándole en esta coyuntura el apoyo de vuestro
padre, hay que considerar como más digno al otro.
HERMIA.- Desearía solamente que mi padre pudiese mirar con mis ojos.
TESEO.- Más bien vuestro discernimiento debería mirar con los ojos de vuestro
padre.
HERMIA.- Que vuestra Alteza me perdone. No sé qué poder me inspira audacia,
ni cómo podrá convenir a mi modestia, el abogar por mis pensamientos en
presencia de tan augusta persona; pero suplico a vuestra Alteza que se digne
decirme cuál es el mayor castigo en este caso, si rehúso casarme con
Demetrio.
TESEO.- O perder la vida, o renunciar para siempre a la sociedad de los hombres.
Consultad, pues, hermosa Hermia, vuestro corazón, daos cuenta de vuestra
tierna edad, examinad bien vuestra índole, para saber si en el caso de resistir
a la voluntad de vuestro padre, podréis soportar la librea de una vestal, ser
para siempre aprisionada en el sombrío claustro, pasar toda la vida en estéril
fraternidad entonando cánticos desmayados a la fría y árida luna. Tres veces
benditas aquellas que pueden dominar su sangre y sobrellevar esa casta
peregrinación; pero en la dicha terrena más vale la rosa arrancada del tallo
que la que marchitándose sobre la espina virgen, crece, vive y muere solitaria.
HERMIA.- Así quiero crecer, señor, y vivir y morir, antes que sacrificar mi
virginidad a un yugo que mi alma rechaza y al cual no puedo someterme.
TESEO.- Tomad tiempo para reflexionar; y por la luna nueva (día en que se ha de
sellar el vínculo de eterna compañía entre mi amada y yo), preparaos a morir
por desobediencia a vuestro padre, o a desposaros con Demetrio, o a abrazar
para siempre en el altar de Diana la vida solitaria y austera.
DEMETRIO.- Cede, dulce Hermia. Y, tú, Lisandro, renuncia a tu loca pretensión
ante la evidencia de mi derecho.
LISANDRO.- Demetrio, tenéis el amor de su padre. Dejadme el de Hermia.
Casaos con él.
118
EGEO.- Desdeñoso Lisandro, en verdad que tiene mi amor y por él le doy lo que
es mío. Ella es mía, y cedo a Demetrio todo mi poder sobre ella.
LISANDRO.- Señor, tan bien nacido soy como él y mi posición es igual a la suya;
pero mi amor le aventaja. Mi fortuna es en todos sentidos considerada tan
alta, si no más, que la de Demetrio. Y, lo que vale más que todas estas
ostentaciones, soy el amado de la hermosa Hermia. ¿Por qué, pues, no habría
yo de sostener mi derecho? Demetrio, lo digo en su presencia, cortejó a
Elena, la hija de Nedar, y conquistó su corazón; y ella, pobre señora, ama
entrañablemente, ama con idolatría a este hombre inconstante y desleal.
TESEO.- Confieso haber oído referir esto mismo, y me proponía hablar sobre ello
con Demetrio; pero agobiado por innumerables negocios, perdí de vista
aquel intento. Sin embargo, venid, Egeo y Demetrio: debo comunicaros
algunas instrucciones. Y en cuanto a vos, bella Hermia, haced el ánimo a
acomodaros a la voluntad de vuestro padre; o si no, a sufrir la ley de Atenas
(que en manera alguna podemos atenuar), la cual os condena a la muerte, o
al voto de vida célibe y solitaria. Ven, Hipólita mía, ¿qué regocijo idearemos,
amor mío? Venid también Egeo y Demetrio: tengo que emplearos en lo
relativo a mis nupcias, y conferenciar con vosotros acerca de algo que de un
modo más inmediato os concierne.
EGEO.- Por deber y por afecto os seguimos.
(Salen Teseo, Hipólita, Egeo, Demetrio y el séquito.)
LISANDRO.- ¿Y bien, amor mío? ¿Por qué palidecen tanto tus mejillas? ¿Cómo
es que sus rosas se descoloran tan pronto?
HERMIA.- Parece que por falta de lluvia; si bien podría yo regarlas de sobra con
la tormenta de mis ojos.
LISANDRO.- ¡Ay de mí! Cuanto llegué a leer o a escuchar, ya fuese de historia o
de romance, muestra que jamás el camino del verdadero amor se vio exento
de borrascas. Unas veces nacen los obstáculos de la diversidad de
condiciones.
HERMIA.- ¡Oh manantial de contradicciones y desgracias, el amor que sujeta al
príncipe a los pies de la humilde pastora!
LISANDRO.- Otras veces, está la desproporción en los años.
HERMIA.- Triste espectáculo, ver el otoño unido a la primavera.
LISANDRO.- Otras, en fin, forzaron a la elección las ciegas cábalas de amigos
imprudentes.
HERMIA.- ¡Oh infierno! ¡Elegir amor por los ojos de otro!
LISANDRO.- O si cabía afecto en la elección, la guerra, la enfermedad, la muerte
la asediaron; haciendo que el goce fuese momentáneo como el sonido,
119
rápido como la sombra, breve como un corto sueño, y fugaz como el
relámpago que en la oscuridad de la noche ilumina cielo y tierra, y antes que
el hombre tenga tiempo de decir ¡mira!, se ha perdido ya en el seno de las
tinieblas: tan pronto las cosas brillantes se abisman en las sombras de la
confusión.
HERMIA.- Pues si los verdaderos amantes siempre fueron contrariados, ha de ser
por decreto del destino. Armémonos, pues, de paciencia en nuestra prueba,
ya que ésta no es sino una cruz habitual, tan propia del amor como los
pensamientos, las ilusiones, los suspiros, los deseos y las lágrimas, triste
séquito de la fantasía.
LISANDRO.- Prudente consejo. Escucha, por tanto, Hermia. Tengo una anciana
tía, viuda y de calidad, muy opulenta y sin hijos, que me considera como a
su hijo único. Su casa dista siete leguas de Atenas; y allí, gentil Hermia,
podremos desposarnos, pues la dura ley de Atenas no puede perseguirnos
hasta allí. Si me amas, abandona sigilosamente la casa de tu padre mañana
por la noche, que yo te aguardaré en el bosque a una legua de la ciudad, en
el punto donde te encontré una vez con Elena para observar el rito de la
mañana de Mayo.
HERMIA.- Buen Lisandro mío, te juro por el más firme arco de Cupido, por el
candor de las palomas de Venus, por cuanto une las almas y ampara los
amores, y por aquel fuego que abrasaba a la reina de Cartago al ver la vela
fugitiva del falso troyano; por todos los juramentos que los hombres han
quebrantado y que ninguna mujer podría enumerar; te juro que me
encontraré mañana a tu lado en el mismo sitio que designas.
LISANDRO.- Cumple tu promesa, amor mío. Mira, aquí viene Elena. (Entra
Elena.)
HERMIA.- Sed con Dios, bella Elena. ¿A dónde vais?
ELENA.- ¿Bella me llamáis? Retirad ese nombre. Demetrio ama a vuestra
hermosura. ¡Oh hermosura feliz! Vuestros ojos son estrellas, y la música de
vuestra voz es más armoniosa que el canto de la alondra a los oídos del
pastor cuando verdea el trigo y asoman los capullos del blanco espino. ¿Por
qué, si las enfermedades son contagiosas, no hubo de serlo el favor?
Entonces tomaría yo el vuestro antes de irme: mi oído adquiriría vuestra
voz, mis ojos el encanto de los vuestros, mi lengua la dulce melodía de la
vuestra. Si todo el mundo fuera mío... excepto Demetrio, os daría el mundo
todo. ¡Oh! Enseñadme vuestro hechizo, y por cuál arte dirigís los impulsos
del corazón de Demetrio!
HERMIA.- Le miro con semblante adusto, y sin embargo me ama.
120
ELENA.- ¡Ah, si vuestro enojo pudiera enseñar a mis sonrisas semejante destreza!
HERMIA.- Lo maldigo, y sin embargo me ama.
ELENA.- Si pudieran mis súplicas obtener semejante afecto.
HERMIA.- Cuanto más le aborrezco, más tenazmente me persigue.
ELENA.- ¡Cuanto más le amo, más me aborrece!
HERMIA.- Su insensatez no es culpa mía, Elena.
ELENA.- No, pero lo es de vuestra belleza. Ya quisiera yo ser culpable de esa falta.
HERMIA.- Cobrad aliento, que él no volverá a verme. Lisandro y yo vamos a
abandonar este lugar. Antes de conocer a Lisandro, me parecía Atenas un
paraíso; ¿pues qué seducciones hay en mi amor para que haya convertido un
cielo en infierno?
LISANDRO.- Elena, os revelaremos nuestro intento. Mañana a la noche, cuando
Febo contemple su argentada faz en el cristal de las aguas, convirtiendo en
perlas líquidas el rocío sobre las hojas del césped (hora propicia aun a la fuga
de los amantes), hemos convenido en salir furtivamente de Atenas.
HERMIA.- Y nos encontraremos en el bosque, allí donde vos y yo solíamos,
reclinadas sobre lechos de rosas, confiarnos nuestros amorosos devaneos; y
de allí apartaremos la vista de Atenas para buscar nuevos amigos y la
sociedad de los extraños. Adiós, mi dulce compañera; rogad por nosotros,
¡y que la buena suerte os entregue a vuestro Demetrio! Sed fiel a la promesa,
Lisandro: hasta mañana a media noche hemos de privar nuestros ojos del
alimento de los amantes. (Sale Hermia.)
LISANDRO.- Puedes estar segura de que lo haré, Hermia mía. Adiós, Elena, y que
Demetrio os ame tanto como vos a él. (Sale Lisandro.)
ELENA.- ¡Cuanto más felices pueden ser unos que otros! En toda Atenas se me
tiene por tan hermosa como ella. Pero ¿de qué me sirve? Demetrio no piensa
así, y no quiere saber lo que todos saben. Y así como él se extravía, fascinado
por los ojos de Hermia, me ciego yo admirando las cualidades que en él veo.
Pero el amor puede transformar en belleza y dignidad cosas bajas y viles;
porque no ve con los ojos sino con la mente, y por eso pintan ciego a Cupido
el alado. Ni tiene en su mente el amor señal alguna de discernimiento; como
que las alas y la ceguera son signos de imprudente premura. Y por ello se
dice que el amor es niño, siendo tan a menudo engañado en la elección. Y
como en sus juegos perjuran los muchachos traviesos, así el rapaz amor es
perjurado en todas partes; pues antes de ver Demetrio los ojos de Hermia
me juró de rodillas que era solo mío; mas apenas sintió el calor de su
presencia, deshiciéronse sus juramentos como el granizo al sol. Yo le avisaré
la fuga de la bella Hermia, y mañana en la noche lo acompañaré al bosque
121
para perseguirla; que si por este aviso me queda agradecido, recibiré en ello
un alto precio; aunque si aspiro a mitigar mi pena, sólo es en poder mirarlo
a la ida y a la vuelta.
(Sale.)
122
HAMLET60
Acto Tercero
ESCENA IV
(HAMLET dirá este monólogo creyéndose solo)
HAMLET: Existir o no existir, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del
ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos
a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia? Morir es
dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y
los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un
término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez
soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños
podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este
despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la
consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese,
aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las
tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las
angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la
violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto
sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar
tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no
fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel
país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza
en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar
otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a
todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices
pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola
consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos.
Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán
olvidados en tus oraciones.
OFELIA. ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?
HAMLET. Muchas gracias. Bien.
OFELIA. Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo
restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.
HAMLET. No, yo nunca te di nada.
60
Shakespeare, W. (2013) Hamlet, Trad. Leandro F. de Moratín, Editorial Literanda; (No
registra país), pp. 77 - 80
123
OFELIA. Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras,
de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero
ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como
viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio.
Vedlos aquí. (Presentándole algunas joyas. Hamlet rehúsa tomarlas)
HAMLET. ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
OFELIA. Señor...
HAMLET. ¿Eres hermosa?
OFELIA. ¿Qué pretendéis decir con eso?
HAMLET. Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad
trate con tu belleza.
OFELIA. ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
HAMLET. Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad
en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su
semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad
presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.
OFELIA. Así me lo dabais a entender.
HAMLET. Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud
ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite
aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.
OFELIA. Muy engañada estuve.
HAMLET. Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de
hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas
cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese
parido. Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre
mi cabeza que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni
tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de
existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados;
no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está
tu padre?
OFELIA. En casa está, señor.
HAMLET. Sí, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer
locuras, las haga dentro de su casa. Adiós. (Hace que se va y vuelve)
OFELIA. ¡Oh! ¡Mi buen Dios! Favorecedle.
HAMLET. Si te casas quiero darte esta maldición en dote. Aunque seas un hielo
en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la
calumnia. Vete a un convento. Adiós. Pero... escucha: si tienes necesidad de
casarte, cásate con un tonto, porque los hombres avisados saben muy bien
124
que vosotras los convertís en fieras... Al convento y pronto. Adiós. (Hace
que se va y vuelve)
OFELIA. ¡El Cielo, con su poder, le alivie!
HAMLET. He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza
os dio una cara y vosotras os hacéis otra distinta. Con esos brinquillos, ese
pasito corto, ese hablar aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia
vuestros defectos mismos. Pero, no hablemos más de esta materia, que me
ha hecho perder la razón... Digo sólo que de hoy en adelante no habrá más
casamientos; los que ya están casados (exceptuando uno) permanecerán así;
los otros se quedarán solteros... Vete al convento, vete.
125
POEMAS DE GÓNGORA61
61 Góngora, de Luis (1994), Antología Poética, Barcelona: ED, RBA Editores, p.249.
126
Mal te perdonarán a ti las horas:
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
A los celos
¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida¡
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!
127
POEMAS DE QUEVEDO62
62 Quevedo, de Francisco. (1994), Antología poética, Barcelona: Ed, RBA editores, p. 225
128
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera.
Bruja y santera, se la lleva el diablo.
129
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA63
Miguel de Cervantes Saavedra
Del Donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de
nuestro ingenioso hidalgo (fragmento)
Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había
hallado a don Quijote. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al
traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que otro
día hizo, que fue llamar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a
casa de don Quijote, el cual aún todavía dormía. Pidió las llaves, a la sobrina, del
aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena
gana. Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de
libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el ama los
vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa y tornó luego con una escudilla
de agua bendita y un hisopo, y dijo:
—Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí
algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encante, en pena de
las que les queremos dar echándolos del mundo.
Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le
fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser
hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.
—No —dijo la sobrina—; no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos
han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un
rimero dellos, y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera,
y no ofenderá el humo.
Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de
aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos.
Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de
Gaula, y dijo el cura:
—Paree cosas de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el
primeo de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado
principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta
tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego.
—No, señor —dijo el barbero—; que también he oído decir que es el mejor
de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su
arte, se debe perdonar.
63
Saavedra, De Cervantes, (1994) Don Quijote de la Mancha, Barcelona: RBA Editores.
130
—Ah y es verdad —dijo el cura—, y por esa razón se le otorga la vida por
ahora. Veamos estotro que está junto a él.
—Es —dijo el barbero— las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís
de Gaula.
—Pues en verdad —dijo el cura— que no le ha de valer al hijo la bondad del
padre. Tomad, señora ama; abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al
montón de la hoguera que se ha de hacer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando
al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.
—Adelante —dijo el cura.
—Este que viene —dijo el barbero— es Amadís de Grecia; y aun todos los
deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís.
—Pues vayan todos al corral —dijo el cura—; que a trueco de quemar a la
reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y
revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si
anduviera en figura de caballero andante.
—De ese parecer soy yo —dijo el barbero.
—Y aun yo —añadió la sobrina.
—Pues así es —dijo el ama, vengan, y al corral con ellos.
Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la
ventana abajo.
—¿Quién es ese tonel? —dijo el cura.
—Éste es —respondió el barbero— Don Olivante de Laura.
—El autor de ese libro —dijo el cura— fue el mesmo que compuso a Jardín
de flore; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más
verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral,
por disparatado y arrogante.
—Este que sigue es Florismarte de Hircania —dijo el barbero.
—¿Ahí está el señor Florismarte? —replicó el cura—. Pues a fe que ha de
parar presto en el corral, a pesar de su estraño64 nacimiento y sonadas aventuras;
que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo. Al corral con él, y con
esotro, señora ama.
—Que me place, señor mío —respondía ella; y con mucha alegría ejecutaba
lo que le era mandado.
—Éste es El Caballero Platir —dijo el barbero.
64 Se respeta el formato de español antiguo y por eso no se cambia por “extraño” lo mismo pasa con otras
134
ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS (PARTE II)
Manejo de Estructuras Sintácticas
Observe el ejemplo:
[Entonces] disertaron gravemente sobre el tema.
[Entonces es] demandan respeto a sus derechos.
El tema es de la democracia.
Observe el ejemplo:
No cesaremos en nuestros propósitos hasta [entonces].
[Entonces es] conseguimos nuestra meta.
Observe el ejemplo:
135
Al develar la placa le sorprendió el texto inscrito en ella.
Observe el ejemplo:
Utilizaron el material [ahí].
[Ahí es] no es conveniente.
Observe el ejemplo:
Se mostraban [así].
[Así es] son.
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Ordenó la fundición de todos los cañones para que no hubiera más guerras.
139
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
Fue al bosque a [eso].
[Eso es] buscar un cofre.
El cofre tiene herrajes.
Los herrajes son de latón.
El latón es dorado.
Observe el ejemplo:
141
Observe el ejemplo:
Observe el ejemplo:
142
2. Si [eso] te mato [ahí].
[Eso es] hablas del crimen.
[Ahí es] te encuentro.
Observe el ejemplo:
143
BIBLIOGRAFÍA
145
CONTENIDO
Literatura antigua ....................................................................................................... 3
La literatura y sus mil formas .................................................................................. 5
Literatura antigua ....................................................................................................... 7
Rig Veda ....................................................................................................................10
Himno a Inanna .......................................................................................................12
Poema de Gilgamesh ..............................................................................................13
Libro egipcio de los muertos (fragmento) ..........................................................14
El cantar de los cantares (fragmento) ..................................................................16
Lot ..............................................................................................................................18
Historia del pescador y el Efrit (noche 3) ...........................................................21
Literatura Clásica .....................................................................................................29
Teogonía ....................................................................................................................31
El juicio de Paris ......................................................................................................34
La amarga historia de Afrodita, Ares y Hefesto ................................................36
Poemas.......................................................................................................................38
Consejos de Ovidio .................................................................................................39
La oración .................................................................................................................44
Literatura Medieval ................................................................................................48
Literatura Medieval ..................................................................................................49
Beowulf......................................................................................................................53
El cantar de los nibelungos ....................................................................................56
Tristán e Isolda.........................................................................................................61
Goliardos del nuevo siglo ......................................................................................65
Carmina burana ........................................................................................................67
Los dos amantes ......................................................................................................70
Camelot......................................................................................................................74
Dies irae (día de la ira) ............................................................................................81
El Romero De Santiago .........................................................................................83
Estructuras sintácticas (Parte I) ............................................................................89
Literatura Renacentista .........................................................................................103
y Barroca..................................................................................................................103
Renacimiento y Barroco .......................................................................................105
146
Utopía ......................................................................................................................109
Nueva Atlántida .....................................................................................................112
Teatro del Renacimiento ......................................................................................115
Sueño de una noche de Verano ..........................................................................117
Hamlet .....................................................................................................................123
Poemas de Góngora ..............................................................................................126
Poemas de Quevedo .............................................................................................128
El ingenioso hidalgo Don quijote de la Mancha .............................................130
Estructuras sintácticas (parte II) .........................................................................135
Bibliografía ..............................................................................................................144
147