¿Cómo Creerán en Aquel de Quien No Han Oído

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sábado, 25 de agosto de 2012 Tito Ortega

¿Cómo Creerán en Aquel de Quien no han Oído?


(Serie en Romanos, #8)
Audio del Sermón

Romanos 10.13–17 (RVR60)


13
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
14
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que
anuncian buenas nuevas! 16Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor,
¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

“Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y rebelde”.

Romanos 10:13 decía: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. La
relación entre esta frase y el comienzo de la subdivisión de los vv. 14–21 es clara, ya que en
10:14 el tema de invocar al Señor continúa por medio de la pregunta: “¿Cómo, entonces,
pueden ellos invocar a aquel en quien no tienen fe?” El espíritu de esta pregunta,
especialmente a la luz de lo que viene en los vv. 16 y 21, indica que el apóstol está
formulándole un cargo contra Israel. Él dice que debido a la falta de fe de Israel, ella es
totalmente responsable de su rechazo por parte de Dios. En otras palabras, dicho rechazo,
en la medida que era real, no era arbitrario sino merecido.

14, 15a. ¿Cómo, entonces, pueden ellos invocar a aquel en quien no tienen fe? ¿Y
cómo pueden tener fe en alguien de quien no han oído? ¿Y cómo pueden oír sin un predicar?
¿Y cómo pueden las personas predicar a no ser que hayan sido comisionadas?

Hay algunos puntos que deben notarse:


a. En esta serie de preguntas, ¿cuál es el sujeto? ¿A quién se está refiriendo Pablo? El
apóstol escribe: ellos … ellos … ellos … ellos … ellos … ellos (ya sea en forma explícita, o
implícitamente); aunque en aras de la variación y de la claridad uno de estos “ellos” pueda
cambiarse por las personas (o algo similar).
¿A quién, entonces, se refiere Pablo? La respuesta acostumbrada es: a Israel. Algunas
traducciones aun insertan la palabra “Israel” en lugares en que el original no la tiene. Ahora
bien, hay que reconocer que en considerable medida esta respuesta es correcta. Véase, en
primer lugar, lo que se ha dicho en la introducción a esta sección. Examínense también los

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siguientes pasajes: 9:3–5, 27, 31–33; 10:1–3, 19, 21; 11:1s. En base a todo esto, la conclusión “la
referencia es a Israel” es inescapable.
¿Pero es esta una respuesta completa? No todos los expositores tienen tal opinión. Y
con razón. ¿No comprueba el hecho que en esta sección (10:14–21) Pablo ni siquiera mencione
a Israel hasta llegar a la conclusión misma (vv. 19–21), que él desea que todo lector u oidor
luche con estas preguntas en su propio corazón y conciencia?
b. Tenemos aquí una serie de preguntas. También el Antiguo Testamento tiene
agrupamientos de preguntas (Job 38:2–39:27; 41:1–7; Isaías 40:12–14, 21). Con todo, la
presente serie es diferente. Es una especie de cadena en la que cada eslabón tiene una
estrecha relación con su vecino(s) inmediato(s).
¿Es entonces esta cadena similar a la que encontramos en Romanos 5:3b–5 y a la
descrita en 8:29, 30? No, la diferencia está en que en los dos últimos ejemplos la cadena es
progresiva: sus eslabones se siguen el uno al otro en una secuencia histórica, de causa y
efecto. La secuencia puede compararse a la serie 1, 2, 3, etc. Aquí, en Romanos 10:14, 15a, y
también en 10:17, la cadena es regresiva. Va del efecto a la causa y es comparable a la serie 5,
4, 3, 2, 1. El invocar a Cristo en oración se menciona en primer lugar aunque, en realidad, por
supuesto, viene después de tener fe en él, lo que, empero, constituye el segundo eslabón en
esta cadena. Tener fe resulta del haber oído de él, el tercer eslabón aquí mencionado. Este oír
implica que debe haber habido un predicador, el cuarto eslabón, que se dirige a la gente. Y él
hizo esto porque anteriormente alguien, en quinto eslabón, le había autorizado a llevar el
mensaje.
c. ¿Cual podría haber sido la razón porque decidiera Pablo a ordenar estos eslabones
en orden regresivo?
Para contestar esta pregunta deberíamos tener en mente que el apóstol no era
solamente un teólogo plenamente inspirado, erudito y profundo; él también era un amigo
cristiano, muy práctico y de corazón afectuoso. Como tal, bien puede haber tenido en mente
un doble propósito para escribir como lo hizo.
En primer lugar, él está pensando en el auditorio, el de Roma ciertamente, pero con
el pasar de los siglos, en cualquier auditorio, incluyendo el de hoy en día. Para los oyentes,
entonces, y para cada uno de dichos oyentes, él ha ordenado la serie de tal manera que la
referencia a Dios—o, si uno lo prefiere, a Cristo—quien ha comisionado al predicador, fuese
mencionado en último lugar, ¡para que todo el énfasis recayese sobre él! Cada oyente debe
darse cuenta de que cuando rechaza al predicador que, como fiel ministro de la palabra,
presenta con perspicacia y entusiasmo los alegres y gloriosos anuncios de la salvación en
Cristo, ¡lo que está haciendo es rechazar a Cristo mismo! Al dirigirse a los setenta (o setenta y
dos) misioneros, Jesús les dijo: “El que a vosotros escucha, a mí me escucha, pero el que a
vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió”
(Lucas 10:16).
En segundo lugar, Pablo está pensando en el predicador. La referencia culminante al
predicador debidamente comisionado contiene una lección también para él. Más vale que
todo predicador se asegure de haber sido realmente llamado por Dios a cumplir esta clase de
tarea. Para llegar a una verdadera respuesta a esta pregunta debería consultar Jeremías
23:21, 22. Si este predicador está tratando de hacer con sinceridad y oración lo que se
menciona en el v. 22, encontrará que es mucho más fácil llegar a una respuesta positiva y
animadora a la pregunta respecto al carácter genuino de su ordenación.
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Para el predicador, Romanos 10:14, 15a contiene aun otra lección. ¿Qué quiere decir
en realidad predicar? Predicar significa en realidad servir de heraldo, proclamar. La predicación
genuina significa entonces que el mensaje es algo vivo, no aburrido; actual, no trillado. Es la
predicación fervorosa de las grandes nuevas iniciadas por Dios. ¡Nunca hay que permitir que
se deteriore, para llegar a ser una especulación abstracta sobre puntos de vista meramente
inventados por el hombre!
Que no queden dudas respecto a que el pueblo—en especial Israel en este caso,
según se ha demostrado—haya realmente oído el evangelio, y que se les haya proclamado
por embajadores divinamente autorizados, es indicado por el versículo.

15b. Como está escrito: “¡Cuán hermosos son los pies de los que traen buenas
nuevas!”
El pasaje que se cita proviene de Isaías 52:7, donde el profeta describe la exuberancia
con la que los exiliados daban la bienvenida a las noticias de su inminente liberación del
cautiverio. Estas nuevas eran consideradas por ellos muy maravillosas, no solamente porque
ahora podrían volver a su patria sino también porque, y esto era probablemente lo más
especial, para ellos estas noticias significaban que el favor de Dios todavía estaba con ellos, y
que no era este o aquel poder terreno sino Dios—su propio Dios—que todavía reinaba.
Véase el contexto de Isaías, y añádanse Salmo 93:1; Apocalipsis 19:6. Por otra parte, ¿puede
haber algo más alegre y vivificante espiritualmente que el mensaje de los embajadores de
Dios hallado, por ejemplo, en 2 Corintios 5:20, 21?
¡Cuán hermosos son esos pies! Al irse acercando los mensajeros por sobre los montes
con sus nuevas electrizantes, ¡cuán cubiertos de polvo y sucios habrán estado esos pies! Pero
también, ¡cuán hermosos … por ser los pies de los que traían esas maravillosas nuevas tan
largamente esperadas!

16. Pero no todos aceptaron las buenas nuevas. Porque dice Isaías: “Señor, ¿quién ha
creído nuestro mensaje?”
No había nada de malo con las buenas nuevas. Deberían haber sido aceptadas con
gozo y gratitud por parte de todos. “Pero”, dice Pablo, “No todos” aceptaron las buenas
nuevas, el maravilloso evangelio. Nótese el “no todos”. ¡Qué manera modesta de expresar
una triste realidad! Sin duda una misericordiosa lítote; es que ya sabemos que la gran mayoría
de los israelitas no aceptó el evangelio. Véase Romanos 9:27. Vea Isaías 53:1; Romanos 10:21; 1
Corintios 10:5.
Vemos, entonces, que aunque los eslabones 4 y 5 (de 10:14, 15a.) se habían
cumplido—hubo predicadores, y habían sido debidamente comisionados—con todo, en lo
concerniente a la mayoría del pueblo, los eslabones 1 y 2—el invocar a Cristo en oración a
causa de la presencia de fe en él—no se habían cumplido.
Que esto era cierto, en efecto, respecto a la mayoría de la gente se desprende
también de las palabras de Isaías 53:1 citadas por Pablo: “Señor, quién ha creído nuestro
mensaje?” Esto significa, en esencia: “Señor, quién ha creído lo que fue oído por nosotros?”

17. En consecuencia, la fe (viene) del oír el mensaje, y el mensaje es oído por medio
de la palabra de Cristo.

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De las muchas interpretaciones que existen de este pasaje, algunas de ellas muy
complicadas, probablemente la mejor sea la que lo considera como una conclusión que
resume lo anterior. ¿No apuntan en esa dirección las palabras iniciales “En consecuencia”?
Entonces, lo que Pablo dice es que la fe en Cristo presupone el haber oído la palabra que
procede de Cristo y que trata de él. Y aquí hay una palabra, en el original, que ha sido
recientemente usada (v. 16) en el pasivo—“lo que fue oído”—y que es usada ahora en el
sentido activo: oír el mensaje.
La gran importancia que Pablo le daba al oír nos recuerda inmediatamente a Jesús. En
toda la enseñanza de Jesús, tanto en la tierra como desde el cielo, sería difícil descubrir
alguna exhortación que él repitiese con mayor frecuencia, de una u otra manera, que aquella
que tiene que ver con el oír; mejor aun: escuchar (Mateo 11:15; 13:9, 43; Marcos 4:9, 23; Lucas
8:8; 14:35; Apocalipsis 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 13:9). Añádanse 8:18 en Marcos y Lucas.

¿Por Que No Viniste Antes? Romanos 10:14, 15


En las memorias de Hudson Taylor, primer misionero que fue a China, se cuenta el incidente
que sigue: Al fin de un culto de predicación del evangelio, se levantó un chino principal y
puesto de pie dijo con voz triste:
“Durante años y más años he buscado la verdad, como toda su larga vida mi pobre padre la
buscó sin descanso. He viajado mucho, mucho, y he leído todos los libros de Confucio, de
Buda, de Taos, y no he logrado hallar descanso. Y hoy, por lo que acabo de oir, siento que, al
fin, mi espíritu puede descansar. Desde esta noche yo soy un seguidor de Cristo.”
Después, dirigiéndose al misionero, con voz solemne le preguntó lo que por años conmovió y
seguirá conmoviendo a los que de veras aman a los pecadores perdidos.
—¿Por cuánto tiempo conocéis las Buenas Nuevas en Inglaterra?
—Por centenares de años —contesta Taylor.
—¡Cómo! … ¿Es posible? —exclamó el chino—, ¡por centenares de años! … ¿Es posible que
hayáis conocido a Jesús el Salvador por tanto tiempo y hasta ahora no nos lo hayáis hecho
conocer a nosotros? Mi pobre padre buscó la Verdad por muchos años … y murió sin hallarla.
¡Oh! ¿Por qué no vinisteis más pronto, por qué no vinisteis antes?
He aquí el grito de todos los que ignoran “las buenas nuevas de salud”.
¡Cuán triste es confesar que las tres cuartas partes de los creyentes en Cristo, salvos por su
gracia, están callados y no dicen a los demás lo que otros les anuncian a ellos mismos: Que en
Cristo hay salvación eterna ahora mismo!

El Poder Que Transformo a Un Minero 1 Corintios 6:9–11


Hace algunos años, un joven que vivía en un pequeño pueblo minero era muy borracho. Una
noche fue a predicar un ministro, y nuestro joven, aunque estaba ebrio, asistió al culto. Tenía
temor de que los directores le dijeran que se fuera, pero nadie lo trató mal y se quedó a todo
el culto y escuchó el sermón. Como los cultos continuaron durante algunos días, el minero
siguió asistiendo, y por fin un domingo él y toda su familia hicieron profesión de fe.
Inmediatamente dejó de beber, y se notó el cambio que se había efectuado en su vida.
Al poco tiempo el minero dijo que deseaba ayudar para que se organizara una iglesia en el
pueblecito. Empezó a hablar de su Salvador a todos, visitó a todas las familias de la localidad
hablándoles de las buenas nuevas de salvación. Algunas veces lo recibían bien, otras le daban
con las puertas en la cara; pero él no se desanimaba, y Dios bendijo su ministerio.
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En la actualidad hay una iglesia organizada en aquel pueblecito minero, solamente porque un
hombre que entregó su corazón al Señor estuvo dispuesto a dar testimonio de lo que Dios
había hecho por él.

1 Pedro 1.23–25 (RVR60)


23
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre. 24Porque:
Toda carne es como hierba,
Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y la flor se cae;
25
Mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Marcos 4.21–25 (RVR60)


21
También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No
es para ponerla en el candelero? 22Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni
escondido, que no haya de salir a luz. 23Si alguno tiene oídos para oír, oiga. 24Les dijo también:
Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a
vosotros los que oís. 25Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le
quitará.

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