Resumen 112-132
Resumen 112-132
Resumen 112-132
Desangles sobre todo como pintor. Pero fue dibujante con obras denotativas e igualmente trató la
escultura, un campo poco conocido y minoritario, cuando el mismo se compara con el pictórico.
Al parecer asumió la escultura más íntimamente en Cuba a partir del momento en que ejerce
docencia en diferentes centros, entre ellos la Academia Inglesa, en donde enseña dibujo,
modelado y pintura. Sin embargo, hacia el 1904, ejecutó una escultura «con la técnica del yeso al
vaciado del Dr.Antonio Alayo Martí».
En las numerosas exposiciones en las que participa desde 1890, e igualmente en las reseñas que
le enfocan, no hay referencias de su hacer escultórico, el cual básicamente se ciñe al busto-
retrato, resultando los mejores ejemplos aquellos de la propia familia. Especialmente el busto de
la esposa cuya imagen es modelada con la candorosa ternura que ella exhala como prototípico
personaje romántico. Esta pieza fue exhibida y premiada en 1908, de acuerdo a datos de Lahit-
Bignott.
Con un alto sentido de la pertenencia nacional, social y familiar, Luis Desangles es el artista
dominicano que mejor representa su época, agregando a tales condiciones su antillanidad sin
fronteras, testimoniadas con acciones y obras. Una clasificación temática de esas producciones
arrojan las siguientes representaciones:
El paisajismo, esta enfoca el espacio citadino de la capital nativa, bien arquitecturalmente, como
apuntes de ruinas coloniales y como vistas con representación marítima. La Vista de la Ciudad
desde el Pajarito es una obra admirable por la visión horizontal y panorámica captada del Santo
Domingo costero, con sus añejas edificaciones, almacenes portuarios y el río Ozama en primer
plano
La Naturaleza Muerta, por lo general domina el tema floral en los pocos cuadros que se conocen,
resultando el Bodegón de la mesa con envases, pipa, caja de cigarros y cartas, un cuadro único en
la materia.
La Escena Costumbrista, con obras que expresan más cabalmente la cotidianidad. En dibujos y
en pinturas se recogen escenas y tipos dominicanos de condición popular, como en sus enfoques
de la mendicidad. «Pintor de tipos nacionales por afición, compuso multitud de cuadritos
estimados de los turistas. Martí elogió su buena disposición para el género».
El Retrato, el género tal vez más asumido en conformidad con la demanda social y la
identificación solidaria del pintor, respecto a quienes fueron sus ansiados y admirados coetáneos.
Tres series de retratos caracterizan este género: las serie de damas, ciudadanos y gente común, y
en tercer lugar los iconos de la familia, los cuales definen una abundante galería fisonómica que
incluye sus autorretratos en diferentes edades, de manera solitaria o acompañado, tanto en
escultura como en pintura.
Desangles es el artista más sobresaliente de los precursores nacionales ya que con él la artes
visuales, en especial la pintura, alcanzan un buen nivel numérico y cualitativo. Aparte de una
labor docente que aporta un alumnado en los que hay figuras artísticas descollantes, puede
afirmarse que él establece lineamientos visuales, lingüísticos y temáticos, que se constituyen en
vías pronunciativas del Arte Nacional, aparte del valor documental que tales lineamientos
representan. Dibujante, escultor, ilustrador gráfico y pintor, asumió la historia, la costumbre, el
paisaje, la religiosidad, el retratismo, la copia artística y la naturaleza muerta. Fue un artista
dominicano y antillano por igual, comprometido con su tiempo y aunque fue sobre todo un
artista asociado al romanticismo criollo e isleño, exploró el rigor clasicista, asumió soluciones
propias del realismo decimonono y especialmente ofreció la versión personal del impresionismo,
insinuado o rampante en determinadas obras pictóricas.
Sisito Desangles se ubicó de manera definitiva en el seno de la sociedad cubana, a donde llevó a
la amada compañera Altagracia Vallejo e igualmente a los siete hijos procreados con ella:
Constancia Mercedes (n.1883), María Luisa (n.1885), Juan Pedro (n.1886), María Altagracia
(n.1888), Ana Teresa (n. 1889), Luis Rafael (n. 1890) y Julio Alfredo (n. 1893).
Es totalmente impresionante como Desangles daba la impresión de ser un hombre muy fuerte.
Caminaba con el paso elástico y rápido de un joven, y al hacerlo miraba con frecuencia hacia
atrás. Vestía con gran pulcritud y sus ropas, casi siempre de color claro, eran muy holgadas.
Siempre usaba un sombrero de fieltro color gris. Sonreía con facilidad, y sus relaciones con sus
alumnos parecían en extremo cordiales. Sin embargo, todo cuanto supe de él indica que como
profesor era muy exigente.
Leopoldo Navarro era uno de los jóvenes más cultos de su tiempo. Su formación humanística, su
entrega a la labor pedagógica y su atributo moral le convertían en un modelo de ciudadano, con
apenas 35 años de edad, cuando acepta irse al extranjero, «después de repetidas instancias del
entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública, ciudadano Sebastián E.Valverde. El destino
de ese viaje fue España, en donde residió durante diez años, los cuales aprovechó para
concentrarse en la actividad pictórica. En 1896 llegó Navarro a Madrid, en donde pacientemente
se dedicó al dibujo, copiando numerosas obras del Museo de reproducciones artísticas e
igualmente estudiando con ardor entusiasta los cuadros del gran Velázquez y el genial Goya
quedando prendado del sorprendente realismo del primero y de la magia del color del segundo.
Esta opinión es del también pintor Adolfo García Obregón quien describe además la fascinación
que le producen los citados maestros españoles: Los Borrachos, Las Hilanderas, El Niño de
Vallecas, algunos apuntes de los célebres frescos de San Antonio de la Florida y otros
trabajos.Además Navarro amplió su bagaje pictórico asistiendo a la Sociedad de Acuarelistas,
centro en donde se dedica a estudiar el modelo vivo. Esta experiencia le permite realizar pinturas
al natural e interesantes apuntes de las campiñas castellanas.
La crisis tanto económica como política que sacude la República nativa a inicios del siglo XX,
provoca que la asignación gubernativa que recibía Navarro, fuera retirada. Este hecho le obligó a
suspender los estudios científicos que realizaba, subsistiendo a base del trabajo personal. En el
medio español laboró como docente, asumió la traducción literaria y se dedicó más de lleno a la
pintura en el estudio artístico que había abierto en Madrid. Reconocido en los círculos culturales
tuvo «la elevada honra de ser condecorado por la Reina Regente con el grado de Caballero de la
Real y Distinguida Orden de Carlos Tercero.
Al retornar a Santo Domingo en 1905, trae consigo una producción de obras ejecutadas durante
sus años de residencia en Europa: acuarelas, dibujos y óleos que se sumaban a una reducida
producción dominicana precedente. De todas maneras la obra artística de Navarro constituía en
general una pequeña cosecha que se relacionaba a la multiplicada función docente que
desempeñaba, la cual conllevaba largas horas de lecturas, de estudios y de traducciones; además,
la limitada producción pictórica tenía correspondencia también con la rigurosidad de su
temperamento artístico comedido y riguroso. Subscribiente del veredicto de un concurso de arte
celebrado en 1907, sus ideas sobre la materia artística dominicana resultan aclaratorias hasta para
entender su personal posición de pintor.
En base a la experiencia de pintor, que había adquirido en los centros madrileños de formación,
Navarro era partidario del modelo natural, bien fueran obras originales para el aprendizaje
mediante la copia, bien los temas asumidos directamente desde la realidad. Pero aún en el caso
de estos modelos directos y naturales, sostiene que estando el arte dominicano en los comienzos,
los artistas y aficionados debían ejecutar estudios u obras elementales con estilo sencillo y claro
dominando la figura aislada o un fragmento cualquiera, antes de emprender obras de grande
aliento y de composición complicada. En este sentido su conclusión era la necesidad de ejecutar
obras discretas antes de aspirar a producir obras sublimes.
Concuerdan las opiniones o planteamientos que subscribe Navarro con las obras que ejecuta: por
lo regular estudios de modelos son captados aisladamente y resueltos cada uno de ellos con gran
claridad académica, tanto en el dibujo que definen con exactitud las fisonomías y complementos,
como a través del color que no hacen otra cosa que reconfirmar lo que llama arte útil,
refiriéndose a la cualidad dibujística que no «debe perder de vista la utilidad, la grande utilidad,
de las aplicaciones científicas de ese arte». Esos estudios de modelos arrojan una colección de
obras en la que pueden apreciarse las características que a continuación se enumeran en base a la
opinión crítica de Valldeperes.
A. Es una colección de iconos realizada por un pintor de afirmaciones clásicas, matemático, uno
de los diestros cultivadores del retrato.
B. En la mayoría de esos retratos, cada uno de ellos se plantea realmente como una obra distinta,
porque el pintor escapa de las limitaciones del facilismo.
C. Cada obra posee vibración interna que proviene no del retratado, sino de la fuerza recibida
del pintor por el retrato.
D. Los retratos poseen fuerza anímica, delicadeza, elegancia, sabor clásico y sentido humano.
E. En el conjunto de la obra se puede encontrar «poesía de la cotidianidad de una cotidianidad
ya lejana que parece traducir.
Leopoldo Navarro no se consagró por entero al arte porque sus preocupaciones humanas
respondieron sobre todo al saber intelectual, científico y a un probado servicio magisterial y de
hombre público. Cuando regresó al país reasumió la cátedra y aceptó ser Director de la Oficina
de Estadísticas, cargo en el que se sumergió a partir de 1906, planeando los procedimientos que
debían seguirse para la realización de un Censo Nacional. En estos menesteres se encontraba
cuando murió sorpresivamente en 1908, a los cuarentisiete años de edad. Conmovida, la
intelectualidad nacional escribió profusamente sobre su vida, temperamento y virtudes
ciudadanas.
La producción pictórica de Navarro no es amplia numéricamente, pero valiosa, aun con ese
arraigo tan inconfundiblemente hispanofílico que le distingue, siendo una individualidad nacida
y formada en un medio antillano. Pero ese nexo con la realidad española y con los pintores de su
predilección fue inevitable en términos de encuentro formativo por parte de un temperamento
riguroso hasta para pintar en las ocasiones que encontraba. Empero esta circunstancia, él
acomoda a su temperamento y a la personal experiencia formativa, los selectos círculos artísticos
a los que se vincula. También el método que concuerda con sus aspiraciones y además la manera
pictórica que, como la acuarela, terminan situándole como maestro y precursor nacional. Antes
que Leopoldo Navarro, ningún acuarelista dominicano se había destacado. Después de él son
muy pocos los sobresalientes en ese medio de colores disueltos en agua y además con una
ejecución más que técnica, espiritualizada. Con el procedimiento de la acuarela, realizó
Leopoldo Navarro un conjunto de obras que podrían ser juzgadas por los temas, como pinturas
exóticas, pero que se ajustaron a la influencia de su tiempo y al medio en donde fueron
producidas.
Por otro lado, conoceremos así a Arturo Grullón (1869-1942), fue un nativo de Santiago de los
Caballeros e hijo del comerciante independentista y activista político Máximo Grullón (1826-
1877) y de Eleonora Julia, pareja que se preocupó de darle a sus siete vástagos una esmerada
educación que permitió que algunos de ellos sobresalieran desde la temprana juventud. Uno de
esa prole, Eliseo Grullón (1852-1915) fue enviado a Nanter (Francia), en donde consiguió una
formación humanística y profesional que le permitió desde su regreso al país (1874) ubicarse en
la esfera del Estado, siendo además un literato deslumbrado y un ciudadano de iniciativas
culturales, que tuvo que ver además con la estadía en Santo Domingo del pintor español
Fernández Corredor.
En primer lugar |los retratos| algunos realizados rápidamente a lápiz y con creyón. Otros
ejecutados al óleo y a pastel, entre ellos: Mademoiselle Fatet representa una fina cabeza de una
mujer ya entrada en años. Es la patrona de la casa de huéspedes de algunos estudiantes
dominicanos del Barrio Latino en la Ciudad-Luz. Es una obra de mérito apreciable por los
conocedores del arte, fue expuesta en el Salón de París de 1890, de colorido muy realista. Es una
obra alabada por José Martí, quien la alaba en visita a Santo Domingo, en 1892. El colorido dijo
que es admirable, un alma de artista le ha dado vida. Esta obra se conoce también con el título
Madame Fatet y fue obsequiada por ella, la modelo en París, a Francisco Henríquez y Carvajal.
Un segundo icono de la serie es Rostro de Anciano, retrato también vinculado a la pensión
parisina de Madame Fatet, pues se trata de un huésped del establecimiento, de semblante
encanecido y un tanto perplejo. El rostro iluminado mayormente y centralizado en un ambiente
semioscuro.
Otro tema es el bodegón género que trató con mucho más rigor académico en comparación con
el retrato. Los temas que se enfocan en un par de cuadros conocidos: Naturaleza Muerta y El
Pollo Desollado (óleo 1900) ofrecen una facturación espléndida, meticulosa, racionalizada y
realista. En el último cuadro citado, impresiona el ave muerta en primer plano, sobre una mesa
metálica en la que se refleja con verismo una de las extremidades extendidas en una composición
dominada por la linealidad
Un tercer tema es la escena costumbrista sobre este tema el cuadro más conocido es Tomando
Agua de la Fuente, un óleo sobre cardboard, sin fecha. Enfoca un buen número de aguateros,
mujeres y niños, en un ambiente de referencia argelina, rico en matizaciones dominadas por la
luz y las sombras que no privan a la escena de una indudable frialdad hasta para recrear el paisaje
contextual.
El paisaje tema este donde más abundan variables dibujísticas, después de haberse centrado en
un temario de vistas argelinas, en donde la arquitectura, el rincón urbano, el fragmento de
fachada y el paisaje costero, se conciben con variadas interpretaciones técnicas y lingüísticas. Se
ha resaltado mucho el cuadro titulado El Mar, una de sus más celebradas pinturas. Tal vez el
fechado en 1897, un óleo sobre tela que ofrece la panorámica de un recodo urbano amurallado,
de amarillento color unitario y que rompe en dos los azules de cielo y brazo marítimo, zona ésta
última en donde se mueve un bote de pescadores.
Una de las primeras obras que seguramente ejecutó Arturo Grullón, viviendo fuera del país, es
fechada entre 1885-86. Se trata de un soldado árabe, posando en un tranquilo caballo y
empuñando larga arma de fuego. El cuadro forma parte del temario de un joven pintor en
contacto con la geografía oriental y que inevitablemente asumió asuntos exóticos, por fuerza
mayor o por la placentera necesidad de pintar, de levantar el documento visual de una estadía en
Argelia. A este país viajó buscando el clima más seco que aliviara quebrantos de salud. De la
misma manera que su colega Leopoldo Navarro caló emocionalmente la España vivencial,
Arturo Grullón preferenció como autor y testigo los asuntos orientales que llenaron su mirada
dividida entre la realidad argelina y el mundo parisino. El primero, descubierto con el asombro
de un romántico, y el segundo con un sentido del debate mundano ante el cual no se empeña en
ser original, sino más bien cotidiano. Pedro Henríquez Ureña es de los primeros autores en
reconocer el nombre artístico de Arturo Grullón. Al referirse al florecimiento dominicano de la
pintura cita su nombre junto a los de Desangles, García Obregón, Navarro, Adriana Billini y el
dibujante Mendoza.
La decisión del cambio de carrera fue tardía, ya que ocurrió después de varios años de residencia
en Europa. Hacia el 1894 él regresa al país a solicitar permiso de sus familiares para estudiar
Medicina. Retorna a Francia y se inscribe en la Sorbona. Tiene 25 años de edad y quiere quemar
las etapas del tiempo. El exceso de estudio y trabajo lo enferma y le recomiendan un clima
tropical. Se niega venir a su tierra en plan de fracasado y marcha a Argel, donde a pesar de las
recomendaciones de los médicos se inscribe en la Universidad y continúa sus estudios. Cuando
se siente mejor vuelve a la ciudad del Sena que en 1900 luce sus mejores galas con su feria
internacional. Su recuerdo del África es un pastel: El Moro, que lleva a concurso y gana su
primer premio.
El más discursivo enfoque de Arturo Grullón como humanidad formada bajo la orientación
hostosiana y como pintor ajustado a sus personales condiciones, lo ofrece Juan José Jimenes
(León David) al encontrarse sumergido en el ambiente de los cuadros que preservó Filomena
Grullón Rodríguez Objío, hasta el último momento de su existencia. El escritor Jiménez,
estableciendo que la actitud de Grullón ante la vida, es fundamentalmente intelectual, lúcida,
racionalista, pero sin agresividad, exclusiones e intolerancia dogmática, le define como un ser
que se apoya en esas cualidades, aceptando incluso sus limitaciones. Temperamento armónico,
afable, bondadoso, concentrado y sin el más leve amago de tortura íntima ni desgarramiento
moral.
En la Francia, reconfirmó Grullón lo que había aprendido de Hostos, por lo que actúa
consecuentemente con su propio bagaje y sin dejarse afectar por los bruscos cambios que
sacudían al medio parisino, en términos de ideologías y estética. En estas relaciones puntualiza
León David el comportamiento artístico de Arturo Grullón, conducta de la que se ofrece una
síntesis desglosada:
A. El joven dominicano se dedica a pintar con la tenacidad, disciplina y método que en él
constituía un aspecto, –y no el menos esencial– de su personalidad. A sí mismo había de
aplicarse el lema cotidiano que en cierta ocasión utilizó para calificar la labor de su maestro,
Hostos: El amor por principio, el orden por base, el progreso por objetivo.
B. Grullón no asume en París el acopio de la desintegración estética que enfrentaba la academia
artística. En correspondencia con el principio del orden natural asumido como dominicano,
no se dan saltos bruscos en su producción: «la pintura del santiaguero será conservadora,
tradicional, académica; lo que de ninguna manera le hace ultraje».
C. Fuera de todo seguimiento a la innovación, a la subjetividad, «el suyo es un arte donde el
elemento artesanal, con todas sus implicaciones, juega un papel nada despreciable. Esto lo
acerca a la fecunda corriente clásica (...). Su originalidad no es inventora. No hay que buscar
la validez de su arte en un espíritu de vanguardia que nunca poseyó. No lo necesita».
D. El valor de su pintura, su fuerza y su singularidad proceden, esencialmente del feliz maridaje
de una inteligencia lúcida y una afectividad ordenada, de alianza homogénea de lo cerebral y
lo sensible, de la combinación de una educación estética forjada en la familiaridad de los
clásicos y la posesión absoluta de las habilidades y recursos técnicos.
E. De Arturo Grullón se conservan unos cuantos paisajes, escasos bodegones, algunos retratos.
Se mezclan estudios más o menos detallados, esbozos rápidos y diestros, cuadros totalmente
concluidos aunque no siempre en el estado de conservación que deseáramos. Lo suficiente,
sin embargo, para advertir la variedad de su perspectiva temática, la riqueza de matices, la
fecundidad unitaria de su talento con la pluralidad de sus motivos.
F. Arturo Grullón, no se esforzó nunca en ser original. Le bastó para serlo siempre, ser como
era. Estas palabras suyas fueron un principio existencial conductor. Él logró en pocos años de
labor ininterrumpida, realizar una obra de significación y calidad muy superior a lo que por
aquellos tiempos solía realizarse en el campo artístico en la República.
El desenvolvimiento pictórico corto e intenso de Arturo Grullón se extendió desde el año 1883,
con Corredor y Desangles, después en Francia hasta 1894, cuando decide estudiar medicina.
Desde el referido año hasta 1900, a pesar de concentrarse en la nueva profesión, todavía produce
algunas pinturas. Después de regresar al país natal, al asumir responsabilidades familiares y
médicas ya es definitivo el abandono de la cálida vida despreocupada y libre del taller y del
lienzo. Esta renuncia de los pinceles es tan radical que en la breve autobiografía de científico de
la salud no menciona su incursión en el arte de los colores. Sus líneas trazan exclusivamente el
vínculo con la medicina dominicana, con el ejercicio en Santiago de los Caballeros y en el Cibao,
ofreciendo datos y alguna anécdota.
Hizo más por la libertad que muchos revolucionarios con sus derramamientos de sangre y sus
movimientos trastornadores. Desde muy pequeño tuvo afición profunda por las bellas artes.
Apenas entrado en la adolescencia ejecutó varios conciertos como violinista excepcional. Pero su
verdadera vocación eran las artes plásticas, artista, sí pintor, en nuestra patria nadie ha podido
igualarlo.
Oriundo de Santo Domingo, único hijo varón de Isabel Rodríguez Urdaneta, de origen
venezolano y quien además procreó dos hembras: Eloísa y Rosalía con el médico Manuel
Guerrero Peña, quien era aficionado del violín y la pintura, dos campos artísticos que preferencia
Abelardo, quien abandona la instrucción formal. A los 13 años de edad fue inscrito en el curso de
dibujo y pintura de Fernández Corredor. Cuando la Inspectoría de Instrucción Pública ofrece
informe sobre la evaluación de ese curso, se le otorga Mención Especial por el hecho de
distinguirse con apenas cien días de curso, en 1894. Después fue alumno de Luis Desangles,
participando en la Primera Muestra de Arte Nacional (1890), en la que expone junto a sus
profesores y condiscípulos: Grullón, Navarro, Sanabia y Ramírez, entre otros. En dicha
exposición presentó un cuadro alegórico: Los próceres Duarte, Sánchez y Mella Proclamando la
República (óleo 1890), e igualmente un Retrato de Mella (óleo 1890) y una pintura de género
titulada Una Buena Botella (óleo 1890).También muy joven estudia fotografía. Se señala que
recibió orientación en este campo de Cordiglia y del holandés Naar, afirmándose además que fue
otro el primer maestro fotógrafo de Abelardo: En 1894 comenzó a trabajar como fotógrafo
profesional independiente. Aprendió los fundamentos de la fotografía artística con el español
Francisco Adrover. La fotografía, un medio visual y reproductor de la realidad, introducido en el
país desde su forma primitiva como lo era el daguerrotipo, fue asumida por Abelardo Rodríguez
Urdaneta, en las variadas formas que se fueron sustituyendo con las innovaciones técnicas.
Su más cercano competidor también artista afamado de la lente era Julio Pou, quien era el
fotógrafo presidencialista, poseyendo un estudio capitaleño que se acreditó además por una
sistemática promoción de anuncios en los medios periodísticos del país. Precisamente su colega
Rodríguez Urdaneta, quien también aprovecha la prensa para publicitarse como fotógrafo,
redacta una serie de recomendaciones que, si bien atañen a los modelos de ambos sexos que
desean un buen retrato, definen el canon estético de una sensibilidad educada en las artes y
partidaria de la exploración de la belleza como un culto que debía buscarse y obtenerse. A
continuación las sugerencias que redacta y publica para los posibles modelos de su cámara:
damas a quienes llama las bellas y caballeros que conforme a la época representan el sexo feo:
A. Preceptos invariables de buen gusto para las bellas: no lavarse el pelo para retratarse para no
perder las artísticas ondulaciones o rizos. Ser moderadas en el maquillaje, ya que muy llenas
de polvo, perjudica la toma. No recomendable el vestuario negro ni las «telas de pintas
extravagantes que son de muy mal gusto para retratos». En cambio, cualquier traje de
confección sencilla, con el que se obtiene un retrato artístico.
B. Preceptos invariables para los del sexo feo: evitar la excesiva cantidad de grasa en el pelo
porque «da a éste un golpe de luz muy fuerte. Venir bien afeitado y el bigote que trate de
mirar al suelo. En cuanto a la ropa es detestable el grano de pólvora: esta tela es muy
brillante y produce muchas arruga.
Son notables los retratos fotográficos que Abelardo ejecutó de notables personajes de la alta
sociedad dominicana, sus naturales demandantes; iconos numerosos frente a esos otros retratos
realizados al óleo sobre cartón y tela, resultando ampliamente conocidos el de un americano, el
de una española, los del maestro Hostos y el Presbítero Billini, e igualmente el autorretrato
pictórico, entre otras pinturas pertenecientes a la pinacoteca estatal.
Además de los retratos citados y que resultan los más conocidos, realizó Abelardo otros muchos.
Para el Ayuntamiento de Santiago pintó las imágenes de Duarte, de Sánchez y de Mella; pero
aparte de producir iconos de civilistas y patriotas o repintar fotografías de caballeros y damas,
excepcionales resultan los óleos Mujer de Perfil, pertenecientes a la pinacoteca Bellapart. Son
retratos desiguales en sus enfoques, realizados en dos situaciones o tiempos diferentes con
soluciones de toque impresionista sobre un mismo modelo femenino, de cabello rubio y piel
blanca; modelo cuyos rasgos coinciden con los de Rosa Arriaga, una actriz de nacionalidad
mexicana, esbelta y rubia, que estuvo en Santo Domingo con una compañía teatral.
Si en estas dos pinturas de una misma mujer modelo, impera una ejecución más espontánea e
igualmente un enfoque escueto cuando se les relaciona a otros retratos, no dejan de ser
significativos también frente a cuadros de mayor formato y alarde compositivo. Uno de ellos es
el titulado indistintamente El Amor que Llega; Sueño de Amor; Desnudo y Psiquis y El Amor.
Se trata de un tema en el que impera el conocimiento del académico y elegante desnudo
femenino tratado desde el renacimiento hasta el neoclasicismo, estableciendo nexos además con
el romanticismo. Narrativo y simbólico, enfoca a una hermosa mujer yaciente dentro de una
cueva, al pie de la cual revolotea un ave. En una entrada lateral que ilumina parcialmente el
ambiente exterior, se mueve un querubín con rostro ladeado hacia el paisaje de aspecto irreal o
quimérico como el tema general de la obra que mide 72 x 76 pulgadas. Belkis Adróver señala
que el artista no llegó a terminar los pies, razón por la cual no estaba fechado. Dicen que el tema
se lo inspiró una mujer a quien amó locamente el artista, la española Esther Laclaustro Dorse.
Diferente del cuadro El Amor que Llega por su carencia de idealismo y ensoñador, es El
Extraviado, una pintura más pretenciosa en cuanto a la composición, a su contenido narrativo, así
como al lenguaje ceñido al realismo social. Real o ficticio, el tema da lugar a la breve narración
publicada por Manuel F. Cestero quien, inspirándose en el cuadro, ofrece nombres y apellidos
del grupo familiar (una pareja de esposos y sus dos hijos varones), al que pertenece el extraviado.
Se trata de un joven dado al juego y a los placeres, focalizados en el primer plano de la pintura
sobre la que se transcriben los siguientes comentarios publicados en 1907: El cuadro es una
escena de chirlata, una dolorosa escena del fatídico juego.
La marina resulta predominante en el tratamiento paisajístico al igual que la imagen altagraciana
en el temario religioso, de la cual se conocen cuatro cuadros realizados en diferentes técnicas: un
óleo de 1894, localizado en el Palacio Nacional; un pastel del 1922, del Arzobispado de Santo
Domingo; una imagen hecha a lápiz del 1923, perteneciente a la Familia Jackson; y una cuarta
imagen que antecede a las anteriores, menos moderna de acuerdo a María Ugarte, quien ofrece
datos generales sobre este último cuadro altagraciano. La pintura que sigue el modelo de la
Virgen de Higüey, pertenece a la iglesia parroquial de Neiba. Tiene al dorso la firma del autor
escrita así: Por Abelardo R. Urdaneta, 1893. Junto a la figura de la Altagracia, al lado derecho
del lienzo, hay la siguiente dedicatoria: A la Sta. Iglesia Parroquial de Neyba le dedico este
recuerdo Jaime Mota, 1893. Actualmente la imagen religiosa se ve encantadora. El rostro de la
Virgen es un óvalo perfecto, la expresión muy dulce y serena, los ojos entornados y las facciones
finas y delicadas. Las manos se unen en actitud piadosa, destacándose los finos sobre la parte
blanca del ropaje que cubre el cuerpo de la figura. El manto es azul con pequeñas estrellas
doradas y un ribete perlado remata sus bordes, también el óleo blanco tiene un ribete semejante.
Una hermosa corona de color oro adorna la cabeza de la Virgen y un halo surcado por rayos de
luz rodea la parte superior de la imagen. El niño Jesús de rollizo cuerpo, presenta en la cabeza las
tres potencias del Señor.
Llamado por antonomasia El Artista, la labor pictórica de Abelardo Rodríguez Urdaneta provoca
entusiasmadas opiniones, entre ellas la de César Nicolás Penson, quien en 1897 escribe sobre él:
´´Pinta así como idealiza casi sin preparación necesaria, con lo que el maestro Corredor le indicó
el breve tiempo, y después por su cuenta. Manejó el lápiz y el carbón hábilmente produciendo
retratos que todos querían ver y adquirir; y luego el pincel y por último la cámara prosaica. No
ha visto nada, su gusto está aún en embrión, virgen de las sacudidas del pasmo de las maravillas
del arte occidental, sin que por dicha, Academia alguna le haya echado encima el cartabón. Se
formó solo; y trabaja alegre, pisando con la voluptuosidad de la adolescencia sus hermosos
veintisiete años´´. Calificado igualmente de pintor romántico, soñador y apasionado, se citan
otros comentarios, entre ellos de Belkis Adróver, Antinoe Fiallo,Abigaíl Mejía,...
Además de la escultura del famoso indígena, de tamaño natural, otra obra reconocida es Uno de
Tantos, realizada en 1903. Representa a un soldado herido abandonado sobre la tierra que
defendiera con amor y valentía. Fue modelada en barro y vaciada en yeso, y es considerada obra
precursora de los Monumentos al Soldado Desconocido, surgidos mucho después de haber
modelado Abelardo su obra.
Este último proyecto de monumento a Duarte, preparado por Abelardo en el año 1915, a
solicitud del Ayuntamiento de San Pedro de Macorís. En tamaño heroico fue modelado en barro,
pero por razones económicas la obra nunca llegó a ser vaciada. Representa al Padre de la Patria
de pie, llevando en la mano izquierda los documentos de la proclamación de la independencia.
La mano derecha aparece en actitud de juramentación. A su pie está la estatua de la Libertad, con
la cadena de la opresión rota en su mano derecha y levantando con la izquierda el velo que le
cubre el rostro.
De acuerdo a tal comparación Abelardo es de temperamento hecho para la indecible emoción del
arte olímpico y nuevo, oculta bajo su democrática paleta más impulso de salvaje libertad y
expansión artística que Rafael cuando lo asaltaron los bandidos en la campiña romana.
Fue un ser humano que levantó pasión como artista y como hombre galante, esta última
condición le era irresistible aun casado con Graciela Núñez, con quien procreó a Elena y otros
cuatro varones: Rafael, Abelardito, José Angel; el cuarto hijo murió muy niño. La vida amorosa
extramatrimonial fue un intenso capítulo de Abelardo Rodríguez Urdaneta con algunas
concubinas fijas y amantes fortuitas que multiplicaron su paternidad. Era un caballero demasiado
apuesto, diríase que hermoso hombre, además afamado artista cuya alegre bragueta no hacía más
que responder al instinto del macho dominicano más común de entonces y de siempre. Al morir,
agobiado por la enfermedad, o posiblemente por la depresión que produjo en su ánimo las
pérdidas artísticas que arrastró el Ciclón San Zenón (1930), a su lado, junto al lecho de muerte le
acompañaba su última amante, la bella y culta aragonesa: Esther Laclaustro Dorse, quien vivió
con él durante 25 años (1908-1933). Realmente los familiares de Abelardo en Santo Domingo
eran pocos, ya que casi todos sus hijos vivían en el exterior. También Graciela Núñez, la viuda
oficial, quien falleció en Nueva York, en 1939.