Consejos para Fondear Cuadros Con Figura Humana o Retrato
Consejos para Fondear Cuadros Con Figura Humana o Retrato
Consejos para Fondear Cuadros Con Figura Humana o Retrato
Pintar piel y figura humana es una de las tareas más complejas a las que se enfrenta un
pintor. Producir encarnaciones convincentes no es tarea fácil, pero para la suerte de
quienes estamos interesados, han habido varios pintores a lo largo de los siglos que han
desarrollado recursos que facilitan la tarea. Entre estos recursos, uno de los instrumentos
más útiles que tenemos es comprender el uso de los colores de fondo para pintar la piel.
Aquí profundizaremos un poco en aquello que debe considerarse al pintar la piel, para
así tener mayor conciencia de cómo abordar los distintos fondos y en qué circunstancias
conviene emplear cada uno.
Francisco Goya, Rentrato de Doña Isabel de Porcel, óleo sobre lino, 82 x 54.6 cm, 1805.
Analizar la carne
¿Qué hace a la piel humana tener las diversas tonalidades que posee? La forma más
fácil de entender cómo pintar la carne humana es separándola en sus distintos
componentes visibles. Dichos componentes son, en relación con la pintura, músculos y
piel.
Los músculos de un ser humano, así como el de la mayoría de los mamíferos, son de
colores rojizos. Imaginemos un corte de carne (fresca) sobre el mostrador de una
carnicería. Dependiendo de la luz que haya en el ambiente, ésta podría verse desde
amoratada o acarminada bajo una luz tenue, rojiza con una luz media e incluso
ligeramente anaranjada con una luz muy intensa. Sin embargo, todas las tonalidades de
dicho corte serán de tonos rojizos: desde naranjas hasta morados rojizos.
Nuestro color de fondo, como ya se mencionó, equivale (en muchos casos) a estos
colores. El fondo será los músculos que posteriormente habrán de ser recubiertos con
los colores de la piel. Dependiendo de dónde se encuentre nuestro personaje o
personajes, será el color que tengan sus músculos y, por lo tanto, nuestro fondo.
Francisco Goya, Retrato del Duke de Wellington, óleo sobre tela, 64.3 x52.4 cm, 1812 –
1814.
Los tonos rojizos de los músculos pueden verse en la piel humana bajo diferentes
circunstancias atmosféricas. Éstas pueden ser condiciones de obscuridad o de luz
intensa. La piel que recubre los músculos (de la cual hablaremos más adelante) es
translúcida, por lo que en las condiciones de luz mencionadas permite ver lo que
recubre, que son nuestros músculos y la sangre en ellos.
En condiciones de luz baja, nuestros músculos pueden ser vistos a través de la piel,
especialmente en pieles delgadas. En estas condiciones, los músculos se ven de colores
rojizos apagados, como los colores de sombra empleados comúnmente por los pintores
tenebristas, mencionados en la parte uno de esta publicación. Estos colores pueden ir
desde cafés rojizos apagados, hasta carmines de sombra o morados rojizos de sombra.
Los cuadros de los pintores tenebristas son ideales para analizar este tipo de colores de
fondo y el cómo abordar un retrato o figura humana a partir de éstos, tema en el que
profundizaremos más adelante.
Francisco José de Goya, Retrato de Mariano Goya, óleo sobre tela, 1827, 20.5 x 16.5
plugadas.
La otra circunstancia en que los colores rojizos de los músculos pueden ser empleados
como fondo es en situaciones de luces intensas. En este tipo de ocasiones, la luz es tanta
que el color de los músculos se percibe a través de la piel, como cuando colocamos una
lampara entre nuestros dedos, pero de forma mucho más sutil. Estos colores de fondo
rojizos partirán de los mismos rojos apagados usados en situaciones de luz baja, sólo
que aplicados de forma distinta para que se vean más luminosos (en ésta otra
publicación escribí consejos para conseguir colores brillantes al pintar). Los colores en
cuestión irán hacia naranjas y amarillentos más luminosos, como naranjas óxidos y
amarillos ocre.
En la obra de Goya, por ejemplo, podemos ver algunos retratos realizados sobre colores
de fondo rojizos o naranjas óxido en situaciones de luz media. También podemos ver
naranjas aún más luminosos en algunos de los retratos que realizó para la realeza,
generando una especie de sensación como de brillo interior.
Francisco de Goya, Goya atendido por el doctor Arrieta, óleo sobre lienzo, 114.62
× 76.52 cm, 1820. Minneapolis Institute of Art, Minnesota.
Francisco de Goya, La familia de Carlos IV, óleo sobre lienzo, 280 × 336 cm, 1800.
Museo del Prado, Madrid.
El color de fondo
Identificar qué color está en el fondo del cuadro no siempre es tarea fácil, en especial
viendo fotografías. Por suerte, hoy en día pueden encontrarse en internet imágenes de
muy alta resolución, en las que podemos ver la superposición de los brochazos y así
saber cuál color está encima y cuál abajo. Las imágenes de la siguiente capa de la piel
nos permitirán analizar de esta forma algunos cuadros.
Sin embargo, no todas las imágenes son de tan alta resolución o poseen un color
fidedigno, pues éste es prácticamente imposible de lograr. Por lo tanto, otra forma de
identificar el color de fondo, en obras en que no es fácil percibirlo, es intentar identificar
qué color asoma entre las capas de pintura superiores del cuadro en distintas partes del
lienzo que aparentan ser inconexas. Los cuadros anteriores de Goya son un buen lugar
para practicar la identificación del color de fondo de un cuadro.
Vicente López Portaña, Retrato de Francisco Goya, óleo sobre tela, 1826. Museo del
Prado, Madrid.
La siguiente capa de color de la que hablemos será la de la piel. Hasta ahora sólo nos
hemos enfocado en el color de los músculos y bajo qué circunstancias aparece cuál.
Hoy en día también se usan colores verdes para pintar esta capa de la piel. Recordemos
que antiguamente el color verde era uno de los más difíciles de conseguir, por lo que
más bien se empleaban verdaquios para sustituirlo. Si bien hoy en día (y desde
mediados del siglo XIX) tenemos acceso a muchos más verdes, no por eso deberían
desecharse los verdaquios, especialmente para pintar la piel. Estos probarán ser de suma
utilidad.
Continuando con la analogía del lienzo como esqueleto y el color de fondo como los
músculos, estos tonos verdaquios -que también pueden ser percibidos como grises-, son
la siguiente capa que recubrirá la de los músculos.
Estos tonos de verdaquio son un tanto difíciles de ver y aún más difíciles de emplear
con dominio. Son colores de transición y, salvo en ciertas pinturas de retrato o figura
humana en que son dominantes, sólo aparecen en áreas muy específicas de la piel. Sin
embargo, el dominio de estos tonos es en gran medida lo que produce encarnaciones
convincentes.
Colores de transición
En mi experiencia, esta capa de la piel puede dar grandes problemas a quien comienza a
pintar retrato o figura humana. Incluso puede dar problemas a quien ya haya pintado por
algún tiempo.
Desde mi punto de vista, la forma ideal de comprender esta sección del colorido de la
piel es comenzar directamente con un fondo verdaquio y construir a partir de él. En la
siguiente publicación continuaremos hablando sobre la piel y profundizaré
específicamente en este tipo de fondos.
CONSEJOS PARA LOGRAR COLORES BRILLANTES AL PINTAR
Lograr colores muy brillantes en nuestras pinturas no es tan sencillo como podría
parecer. Muchos nuevos pintores se sorprenderán al usar colores muy brillantes al
pintar, observando que al finalizar las piezas los colores pierden su brillantez. Esto
ocurre porque la brillantez del color no sólo tiene que ver con el brillo del color que
aplicamos sobre el lienzo. Por lo mismo, los colores más brillantes disponibles del
mercado, no necesariamente aparentarán ser tan brillantes si no son empleados con
conocimiento.
La forma en que se aplican los colores es tan importante como los colores por sí mismos
y, en ocasiones, incluso más. Lograr colores brillantes en una pintura implica considerar
una gran cantidad de factores. Entre estos factores podemos mencionar: cómo impactará
la luz física sobre dicho color, sobre qué superficie es colocado y el medio dentro del
cuál está suspendido este color. A esta lista también debemos agregar el tipo de color
que estamos empleando.
En este texto analizaremos cómo lograr colores de apariencia más brillante en nuestras
obras.
Winston Chimelinsk, óleo sobre lino, 2013.
El color
El color tiene muchas formas de ser entendido. Se puede hablar de él desde un punto de
vista químico y dar atención a los distintos tipos de pigmento que lo forman. También
se le puede considerar la forma en que es producido por la luz al refractar ésta sobre los
materiales. Podemos también describirlo desde un punto de vista emocional, cultural, e
incluso pensarlo conceptualmente. Independientemente del punto de vista desde el cual
observemos el color, éste posee -sin duda- la capacidad de impactarnos profundamente
de manera emocional, intelectual e incluso física.
Hay distintos elementos que conforman una pintura: el trazo, la composición, la escala,
el contraste, entre otros. Sin embargo, el color es probablemente el elemento que puede
lograr el mayor impacto en quien lo observa. Claro que el color es complejo y tomar
colores directo de los tubos, no necesariamente producirá el resultado deseado en
nuestras piezas.
Para lograr colores muy brillantes, no todo es el matiz particular de nuestros colores o la
brillantez de los mismos. Aunque un color nos parezca fantástico al salir del tubo, esto
no quiere decir que dicho color se verá en el cuadro tal como se veía en nuestra paleta.
Particularmente en el caso de colores brillantes, es posible que aunque un color se vea
sumamente brillante en nuestra paleta, no necesariamente ocurra lo mismo sobre el
lienzo. Esto se debe a que diferentes tipos de pigmento también reaccionan de forma
diferente ante la luz. Es decir, para lograr colores muy luminosos debemos considerar la
características químicas de los tipos de pigmentos que componen nuestros colores.
Mark Rothko, Sin titulo (“Violeta, Negro, Naranja y Amarillo sobre Blanco y Rojo”),
óleo, temple y cera sobre lino, 1949
Los colores con los que se puede lograr más brillantez son colores de moléculas
delgadas. Estos colores tienen la capacidad de dejarse atravesar por una mayor cantidad
de luz. Luego, al ser aplicados de forma correcta, pueden producir una mayor sensación
de luminosidad que otros pigmentos. A estos colores se les conoce como colores
translúcidos y son los ideales para lograr colores muy brillantes.
1. Quinacridonas.
2. Alizarinas.
3. Lacas como el carmín alemán.
4. Fthalocianinas.
5. Hansas.
6. Viridián.
7. Prusia.
8. Sienas.
9. Algunos pigmentos orgánicos como los Ultramares.
Pigmentos opacos y semi opacos. Pigmentos transparentes y semi transparentes.
Si se emplea este sistema, los colores ni siquiera necesitan ser tan translúcidos. De
hecho, los pintores occidentales durante siglos no tuvieron acceso a colores muy
brillantes. Incluso aquellos colores apreciados por su color y brillantez como el
lapislázuli o colores posteriores como el verde viridian o las alizarinas, no son tan
brillantes como los colores a los que tenemos acceso hoy en día. La forma en que los
pintores impresionistas y previos lograban colores brillantes en sus pinturas era
mediante la aplicación con conocimiento de los materiales de pintura.
Grisallas
Si bien en varias épocas no se acostumbraba emplear lienzos blancos para pintar, los
artistas solían realizar grisallas. Primero aplicaban bloques de pintura blanca y
posteriormente las cubrían con veladuras delgadas sucesivas de color. Por si fuera poco,
dichos bloques de pintura blanca eran realizados con blanco de plomo. Este es un color
que acentúa aún más el efecto luminoso y vibrante que pudieran producir los colores de
las veladuras. Esto se debe a sus características altamente refractantes
Para sacar el mayor provecho del uso de fondos blancos sobre los cuales podemos
aplicar después colores translúcidos en veladuras, es importante considerar el tipo de
medio que empleamos y la forma de emplearlo. Hay medios más brillantes que otros,
como el temple o la acuarela. Sin embargo, el secreto del color brillante, incluso en
estas técnicas, es la forma en que los colores se suspenden en sus medios. El medio es
aquello que pega el pigmento a la superficie del lienzo. Este puede ser temple, óleo o
encausto, entre otros. Algunos medios son más translúcidos que otros y, en parte, esto
puede ayudar a la brillantez del color. Pero el aspecto más significativo para lograr gran
brillantez en el color es la densidad o la cantidad de capas sucesivas de color.
Este efecto de espejo lo lograban con el uso de barnicetas densas translúcidas de aceite
negro. Éste se produce con blanco de plomo, mismo que empleaban como pigmento en
las capas inferiores. De la mezcla de estos dos materiales y otros como la almáciga, es
que producían un colorido tan brillante. Un magnífico ejemplo de esto son los pintores
del período veneciano, quienes hacían amplio uso de grisallas previas. Posteriormente
las coloreaban con capas sucesivas de pintura con distintos aceites de linaza.
Hoy en día son pocos quienes usan blanco de plomo en su pintura y menos aún los que
emplean aceite negro. Sin embargo, el uso de barnicetas de distintos grosores en nuestra
pintura al óleo o temple, el uso de solución de acuarela en nuestras veladuras de
acuarela o el uso de medios densos brillantes y translúcidos en acrílico, nos da la
oportunidad de hacer uso de los mismos principios en nuestras pinturas. Así, mediante
la transparencia del pigmento y lo vidrioso de los medios de pintura, se pueden producir
colores vibrantes y brillantes.
Otro aspecto importante a considerar para lograr colores muy brillantes, es prestar
atención con qué colores rodeamos aquellos brillantes. El color es relativo: se ve
distinto según la luz que lo impacta o según los colores que lo rodean. Cierto color café
al lado de un verde se verá rojizo, mientras que ese mismo color café junto a un rojo
podrá verse verdoso. Con los colores brillantes ocurre algo similar. Si pintamos todo
con puros colores brillantes, todos los colores competirán entre sí y ninguno destacará
más que otro. Pero si colocamos colores brillantes al lado de grises, nuestros colores
brillantes destacarán y se verán más luminosos.
Las veladuras de colores brillantes puros son lo ideal para lograr colores luminosos. Sin
embargo, algunos de estos colores requieren blanco para ajustar su tonalidad y volverse
más luminosos. Así como el blanco es un elemento fundamental como sustrato para
colocar colores que queramos volver vibrantes, también lo es en mezclas. Hay ciertos
colores que de no ser mezclados con un poco de blanco, por más delgados que los
apliquemos, nunca se verán muy luminosos. Algunos ejemplos son algunos azules y
verdes fthalo, o morados como el mauve, los cuales para volverse vibrantes siempre
requerirán un poco de blanco. De hecho, al vender estos pigmentos las grandes
empresas de materiales suelen en ocasiones agregarles blanco desde el tubo. Esto lo
realizan con el fin de volverlos brillantes y atractivos al público.
Al agregar blanco a los colores es importante considerar que no todos los blancos son
ideales para veladuras. Esto porque unos blancos son más opacos que otros. Los blancos
más translúcidos, y por tanto ideales para veladuras, son el blanco de zinc y el blanco de
plomo.
El último aspecto del que hablaré son las mezclas de color. Cuando mezclamos colores
es importante considerar que los mismos pueden anularse los unos a los otros. Este
hecho produce mezclas no brillantes. En este enlace se explica con mayor profundidad
las implicaciones que esto tiene.
Sin embargo, no todo en cuanto a mezclas de color tiene que ver con que nuestros
colores no sean primarios exactos o con que los mezclemos, de tal forma que se agrisen.
Lo cierto es que hay algunos colores que simplemente por el hecho de mezclarse se
volverán ligeramente menos brillantes. La razón nuevamente es a causa de aspectos
químicos. Las moléculas de algunos pigmentos son más gruesas o delgadas que las de
otros. Por lo tanto, al momento de ser combinadas no siempre congenian de la mejor
manera. Esto interfiere en la forma en que refractan la luz. Para evitar este hecho, lo
ideal es emplear colores de un pigmento único, que no hayan sido producidos por
mezclas. Otra opción es emplear mezclas de colores que no se anulen unos a otros.
Para saber qué mezclas producen los mejores resultados lo ideal es hacer pruebas.
Muchos pigmentos que incluso químicamente son del mismo tipo producirán resultados
diversos bajo distintas circunstancias. Sería muy extenso decir exactamente qué color
mezclar con cuál para conseguir qué cosa, por lo que les aconsejaría hacer pruebas por
su cuenta.
Conclusión
Por último, es también importante considerar que no todas las mezclas se producen en la
paleta. Las mezclas ópticas se producen al encimar veladuras de color superpuestas.
Algunas de estas mezclas pueden también producir tonos conocidos como grises
ópticos, cosa que -en este caso- no deseamos. Sin embargo, estas mezclas pueden
producir los resultados contrarios. Por ejemplo, coloca colores naranjas o rojos delgados
sobre blanco, después cubrelos con veladuras de colores carmín o magenta. De esta
manera lograrás producir carmines que aparenten tener una brillantez tremenda. Esto
mismo ocurre con cualquier otro color: si colocamos debajo de él un color ligeramente
más cálido, obtendremos un resultado final vibrante y luminoso por ilusión óptica.
Es común escuchar comentarios diciendo que en la acuarela el uso del blanco, no sólo
no es recomendable, sino que está prohibido. Si bien no emplear blanco en acuarela
puede permitirnos magníficos resultados, la realidad es que ese no es el único sistema y,
de hecho, no es el que ha producido las obras en acuarela que hoy se consideran las más
importantes para la historia del arte.
Adorazione dei Magi. (1527-1585). Luca Cambiaso. Pluma tinta marrón y lavado.
Tamaño 19.0 cm x 29.6 cm.
Historia de la acuarela
Sabemos que la técnica de acuarela se ha empleado desde la Edad Media. Sin embargo,
la técnica de esa época no necesariamente se asemeja a lo que hoy conocemos como
acuarela. Por siglos los artistas fabricaron sus propios medios de acuarela, así como sus
pigmentos y otros materiales, en su propio taller. Antes del Renacimiento, la técnica de
acuarela servía principalmente para ilustrar libros. Además de otros materiales como el
temple o la caseína. Por supuesto que las pastillas o tubos de acuarela no existían y
tardarían varios siglos en aparecer.
Con la llegada del Renacimiento y del creciente interés de distintos artistas por el
dibujo, la acuarela pasó a ser un medio principalmente empleado en dibujo.
Comúnmente se usaba la acuarela para empezar dibujos con aguadas. Posteriormente se
trabajaba sobre éstos con plumilla, pincel o carboncillo, entre otros medios. Este tipo de
acuarela era empleada en colores ocres, bistres, sombras, sienas y otros colores tierra
para fondear, hacer medios tonos y sombras.
Ala de una carraca europea, Wing of a Blue Roller. (1500 o 1512) Alberto Durero.
Acuarela y bodycolour sobre vitela, iluminado con blanco. Tamaño 19.6 cm x 20 cm.
Albertina, Vienna.
Willow Mill (Molino del Sauce). (1506). Alberto Durero. Pluma, tinta negra, acuarela y
bodycolour. Tamaño 25.3 cm x 36.7 cm. Biblioteca Nacional, Departamento de
Estampas y de Fotografía, París.
No fue sino hasta 1766 cuando William Reeves comenzó a producir pastillas de
acuarela. Permitiendo así el estandarizado, los resultados y procesos del medio. Esto
ocurrió en el Reino Unido, por lo que también fueron los artistas de ahí los que más
emplearon el novedoso medio. La acuarela como hoy la conocemos nació justamente de
la evolución de lo que surgió a finales del siglo XVIII. La acuarela se volvió un medio
que llamó la atención de muchos artistas jóvenes. Particularmente de aquellos
interesados por salir de sus talleres a pintar de lo natural. Estas pastillas prefabricadas
permitieron no tener que cargar pigmentos en polvo para temple, acuarela u otros
materiales poco prácticos para el aire libre.
Sin embargo, esta primera acuarela surgió para satisfacer un mercado. El cual deseaba
usarla solamente para realizar dibujos o apuntes monocromáticos. Principalmente de
tonos tierras y sepia, como era la costumbre en el uso de la acuarela hasta entonces. Por
lo tanto, dicho material y los resultados de aquella época aún no se asemejan a lo
que hoy día entendemos por acuarela.
Reeves & Inwood, caja de acuarelas de entre los años 1796 y 1812.1796- to 18121796-
to 1812
Gaetano Previati Los Monatti: Ilustración para Los Novios (I Promessi Sposi). (1895-
1899). Acuarela iluminada con gouache blanco sobre papel vitela marrón. Tamaño 23.2
cm x 32.2 cm. Museo de Arte de la Universidad de Princeton
Paul Sandby Vacas en un parque. (1731-1809). Acuarela, grafito y tinta sobre papel.
Tamaño 18.1 cm x 26.2 cm. Galería Nacional de Arte de Londres
Algunos de los artistas de este período de la pintura inglesa son: Jonathan Skelton
(activo durante 1754–59), Francis Towne (1739/40–1816), William Pars (1742–1782),
Thomas Jones (1742–1803), John “Warwick” Smith (1749–1831). Entre los más
importantes, John Robert Cozens (1752–1798), Joseph Mallord William Turner (1775–
1851), Thomas Girtin (1775–1802), John Varley (1778–1842) y John Sell Cotman
(1782–1842).
View of Kensington Gardens. (1812). John Linnell. Acuarela sobre grafito. Tamaño
10.2 cm x 14 cm.
En la obra de estos artistas podemos ver cómo paulatinamente los colores se van
volviendo más luminosos y se privilegia el uso de aguadas. Por un lado, esto se fue
dando a causa de la herencia que obtenían los artistas de los procedimientos de sus
antecesores inmediatos. Sin embargo, también se debió en gran medida al avance
industrial de los materiales de la acuarela.
y novedoso blanco de titanio. Este blanco muy cubriente, que recientemente había sido
descubierto, funcionaba para realizar una especie de mini imprimaturas localizadas para
sacar luces en el papel de color. Muchos de los trabajos de Turner fueron hechos con
este sistema.
En la etapa final de la obra de Turner podemos ver en su uso de la acuarela una forma
de trabajar más cercana a lo que hoy en día relacionamos con su técnica. En ésta las
luces más altas eran respetadas para producir un impacto lumínico mayor. Aunque el
blanco de titanio seguía siendo utilizado para generar otras luces y efectos secundarios y
para generar sensación de proximidad mediante impastos ligeros de este material.
De esta manera fue que la acuarela fue tomando fuerza como un genero pictórico por sí
mismo, convirtiéndose eventualmente en lo que hoy asociamos con el medio. Sin
embargo, hasta la fecha el máximo esplendor que ha alcanzado esta técnica en
occidente sigue siendo durante el periodo de la Escuela inglesa aquí mencionada.
Fire at the Grand Storehouse of the Tower of London. (1841) Joseph Mallord William
Turner. Acuarela sobre papel. Tamaño 235 mm x 325 mm. Galería Nacional de Londres