Casa de Muñecas

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 16

CASA DE MUÑECAS

de Henrik Ibsen
adaptación Roberto Ángeles

PRIMER ACTO

Sala de los Hartog. Lima, tarde del 24 de Diciembre de 1940. Entra Nora cargando
paquetes navideños; los deja sobre el sofá.
OSWALDO: (Desde el estudio) ¿Nora?
NORA: Ven aquí, mira lo que he comprado.
OSWALDO: No me interrumpas por el momento.
(NORA abre algunos paquetes)
OSWALDO: (Entrando) ¿Has dicho comprado? ¿Todo eso? ¿Cómo
se ha atrevido este pajarito a tirar el dinero?

NORA: Oswaldo, este año podemos excedernos un poco. Es la


primera Navidad que no tenemos que andar con apuros.

OSWALDO: Aunque tampoco podemos derrochar, ¿no?

NORA: Un poquito sí que podemos, ¿verdad? Un poquitín nada


más. Ahora que vas a tener un buen sueldo, y a ganar
mucho dinero.

OSWALDO: Sí, a partir de año nuevo. Pero habrá de pasar un


mes antes de que cobre nada.

NORA: Y qué importa eso. Entre tanto, podemos pedir


prestado.

OSWALDO: Nora. (Se acerca a ella, y bromeando le jala la


oreja) ¿Reincides en tu ligereza de siempre?...
Suponte que hoy pido prestado mil soles, que tú te los gastas durante la
semana de Navidad, que en el año nuevo me cae una maceta en la cabeza,
y me quedo en el sitio…

NORA: ¡Qué horror! No digas esas cosas.

OSWALDO: Bueno, pero suponte que ocurriera. Entonces, ¿qué?

NORA: Si sucediera semejante cosa, me daría lo mismo tener

1
deudas que no tenerlas.

OSWALDO: ¿Y a los que me hubiesen prestado el dinero?

NORA: Quién piensa en ellos. Son personas extrañas.

OSWALDO: Norita. Ya sabes lo que pienso de todo esto. Nada de


deudas, nada de préstamos. En un hogar fundado sobre préstamos y deudas
se respira una atmósfera de esclavitud, un no sé qué de inquietante y fatídico
que no puede presagiar sino males. Hasta hoy nos hemos sostenido con
suficiente entereza. Y así seguiremos el poco tiempo que nos queda de
lucha.

NORA: En fin, como tú digas, Oswaldo. (Se aparta).

OSWALDO: (Yendo tras ella) Oy, pero no quier ver a mi cuculí


con las alas caídas. (Saca su billetera) Adivina lo que tengo aquí.

NORA: (Volviéndose rápidamente) Dinero.

OSWALDO: (Ríe. Le da algunos billetes) Si no sabré yo lo que


hay que gastar en una casa en Navidad.

NORA: (Contando) Muchas gracias, Oswaldo. Con esto tengo para


bastante tiempo.

OSWALDO: Así lo espero.

NORA: Sí, Sí: ya verás. Pero ven, voy a enseñarte todo lo que
he comprado. Y además baratísimo. Fíjate… Aquí hay una espada y un casco para
Iván; aquí, un caballo y una corneta, para Marcos, y aquí una muñecas con su
camita, para Emmy. Es de lo más corriente: como enseguida lo rompe… Una
corbata de seda para el Doctor Nieri…

OSWALDO: Y, ¿en este paquete?

NORA: (Gritando) No, eso no. No lo verás hasta esta noche.

OSWALDO: Conforme. Pero ahora dime, manirrota: ¿has escogido


algo para ti?

NORA: ¿Para mí? Qué importa. Yo no quiero nada.

OSWALDO: No faltaba más. Anda, dime algo que te guste, algo


razonable.

2
NORA: No sé… Francamente. Aunque sí…

OSWALDO: ¿Qué?

NORA: (Juguetea con los botones de su marido, sin mirarle) Si


insistes en regalarme algo, podrías, podrías…

OSWALDO: Vamos, dilo.

NORA: (De un tirón) Podrías darme dinero, Oswaldo. Nada, lo


que buenamente puedas, y un día de estos me compraré algo.

OSWALDO: Pero, Nora…

NORA: Sí, Oswaldo.

OSWALDO: ¿Te conté alguna vez sobre ese pájaro que siempre está despilfarrando?

NORA: Ya, ya; el tordo; lo sé. Hagámoslo como te he dicho, ¿ya? Así tendré tiempo de
pensar en algo que realmente necesite. ¿Está bien?

OSWALDO: (Sonriendo) Si verdaderamente guardaras el dinero que te doy y compraras


algo para ti. Pero luego resulta que vas a gastártelo en la casa o en
cualquier cosa inútil, y después tendré que darte dinero otra vez…

NORA: Qué dices, Oswaldo…

OSWALDO: Querida Nora, no puedes negarlo. (Rodeándole la cintura) El tordo es


encantador, pero consume tanto… Es increíble lo que cuesta a un hombre
mantener un pequeño tordo.

NORA: Qué exageración. ¿Por qué dices eso? Si yo ahorro todo


lo que puedo.

OSWALDO: (Riendo) Eso sí es verdad. Todo lo que puedes; pero lo que pasa es que no
puedes nada.

NORA: (Sonriendo) Si tú supieras lo que tenemos que gastar los pajaritos, Oswaldo.

OSWALDO: Eres una criatura original. Haces verdaderos milagros para conseguir
dinero, y en cuanto lo obtienes, desaparece de tus manos, sin saber nunca a
dónde ha ido a parar. En fin, habrá que tomarte tal como eres. (Acercándose
a ella) Te quiero tal como eres, mi querida alondra. Puedes guardarte tus
secretos de Navidad. Esta noche, después del chocolate, supongo que nos
enteraremos de todo.

3
NORA: ¿Te has acordado de invitar al Doctor Nieri?

OSWALDO: No, ni es necesario. De sobre sabes que cenará con nosotros; dalo por
hecho. De todos modos lo llamaré por teléfono. He encargado un buen vino
francés. Estoy muy entusiasmado por esta noche.

NORA: Yo también. Cómo se van a divertir los niños.

OSWALDO: Ha, qué tranquilidad pensar que tenemos una posición


más sólida.

NORA: Parece un sueño.

OSWALDO: ¿Te acuerda de la última Navidad? Durante tres semanas te encerrabas


todas las noche hasta después de las doce, haciendo flores y mil adornos
para el nacimiento. Uf. Fue la temporada más aburrida que he pasado.

NORA: No para mí.

OSWALDO: (Sonriendo) Y tanto trabajo para nada.

NORA: ¿Qué culpa tengo yo de que entrara el gato y lo


destrozara todo?

OSWALDO: No, claro que no. Tú pusiste el mayor empeño en alegrarnos a todos. Qué
bueno que haya pasado todo ese tiempo.

NORA: Fue una pesadilla.

OSWALDO: Ahora ya no hace falta que me quede aquí solo y aburrido, y tu no tendrás
que maltratar más tus ojos y tus lindas manitas.

NORA: (Muy alegre) Qué alegría me da oírtelo. (Cogiéndolo del brazo) Te voy a decir
cómo he pensado que vamos a arreglarnos en cuanto pase la Navidad.

(Tocan la puerta)

NORA: Oh. Tocan. ¿Quién será? Qué fastidio. (Ordena un poco


los paquetes).

OSWALDO: No estoy para visitas.

(Oswaldo entra a su estudio. Nora abre la puerta. Es Cristina. Lleva una maleta)

CRISTINA: ¿Cómo estás, Nora?

4
NORA: (Indecisa) Buenas tardes.

CRISTINA: Por lo visto no me reconoces.

CUARTO ACTO

CRISTINA: No, no le pidas que te devuelva la carta. Él debe enterarse de todo. Es


necesaria una explicación entre los dos. Todo este secreto tiene que salir a la
luz. Ha terminado la música. Ya no tardan en bajar.

RAMOS: Te esperaré abajo.

CRISTINA: Está bien.

RAMOS: Te acompañare hasta tu casa.

CRISTINA: Ándate, por favor.

(Ramos la abraza fuertemente. Sale. Cristina queda un rato de pie emocionada.


Coge su tejido. Se sienta. Se oyen voces y pasos corriendo afuera. Oswaldo entra
trayendo a Nora. Ella está muy agitada. Viste de española. Él está alegre, algo
tomado. Viste de terno. Cristina se para).

NORA: Por favor, Oswaldo, sólo una hora más. Te lo pido por favor. Te lo suplico.

OSWALDO: Habíamos quedado…

CRISTINA: Buenas noches.

OSWALDO: ¿Usted aquí, tan tarde?

CRISTINA: Sí, perdón. Tenía tantas ganas de ver a Nora disfrazada.

OSWALDO: (Quitándole el chal a Nora) Mírela bien. ¿No está preciosa?

CRISTINA: Sí, está muy guapa.

OSWALDO: Todos en la fiesta opinaron lo mismo. Pero ella es terriblemente terca.


Figúrese que he tenido que traerla a la fuerza.

NORA: Ay, Oswaldo.

OSWALDO: Ha bailado su español magníficamente. Aunque con algunos excesos de


interpretación, pero lo importante es que tuvo un éxito rotundo. ¿Cómo iba
yo a consentirle que permaneciese allí más tiempo? Hubiera hechado a
5
perder todo el efecto. Así que tomé del brazo a mi encantadora maja de
Sevilla: una vuelta por la sala, venia, y como dicen en las novelas, la bella
aparición se desvaneció. La salida siempre tiene que ser efectiva. Pero eso
es lo que no puedo hacerle entender a Nora. Uf, que calor hace aquí.
Permiso, señora. (Sale por el dormitorio)

CRISTINA: Siga usted.

NORA: Cuéntame.

CRISTINA: He hablado con él.

NORA: ¿Y?

CRISTINA: Nora… Debes decirle todo a tu marido.

NORA: Lo sabía.

CRISTINA: No tienes que temer nada a Víctor, pero debes hablar.

NORA: No hablaré.

CRISTINA: En ese caso, la carta hablará por ti.

NORA: Gracias, Cristina; ahora ya sé lo que tengo que hacer.

OSWALDO: (Sin saco ni corbata) Bien, señora León, ¿qué opina usted?

CRISTINA: Ah, muy guapa, muy guapa. Bueno, me despido.

OSWALDO: ¿Tan pronto? ¿Es suyo este crochet?

CRISTINA: Sí, gracias; casi lo olvido. Bueno, buenas noches, y no seas tan terca, Nora.

OSWALDO: Bien dicho, señora.

CRISTINA: Buenas noches.

OSWALDO: (Acompañándola a la puerta) Buenas noches. Buenas noches.

(Cristina sale. Oswaldo cierra la puerta)

OSWALDO: Por fin. Qué mujer más fastidiosa. (Abraza y besa larga y apasionadamente
a Nora).

NORA: Estoy muerta.


6
OSWALDO: ¿Ves cómo tenía razón para no quedarnos más en el baile?

NORA: Tú siempre tienes razón.

OSWALDO: (La besa en la frente) Mi pequeña alondra ya está hablando como una
persona. Dime: ¿te fijaste en lo animado que estaba el doctor Nieri esta
noche?

NORA: ¿Ah, sí? No llegué a hablar con él.

OSWALDO: Yo también a penas pude unas palabras. Pero hace mucho tiempo que no le
veía tan buen humor. (La mira un rato y se acerca) Qué alegría estar de
nuevo en casa, solo contigo.

NORA: No me mires así.

OSWALDO: ¿No puedo mirar esta belleza?

NORA: No me hables así esta noche.

OSWALDO: Sabes… Cuando estamos en una fiesta… ¿sabes por qué te hablo tan poco,
por qué permanezco alejado de ti, mirándote sólo de rato en rato, a
escondidas? ¿Sabes por qué hago esto? Porque entonces imagino que eres
mi amor secreto y que nadie sospecha lo que hay entre nosotros dos. Y
cuando tenemos que irnos, y te pongo el chal sobre tus hombros, imagino
que eres mi novia recién casada, y que por primera vez te traigo al hogar…
Que por primera vez estoy solo contigo, totalmente solo contigo. Toda esta
noche no he tenido otro deseo que tú. Cuando te vi bailando español, no
pude aguantarme más, y por eso te hice salir tan de prisa. (La abraza).

NORA: (Apartándose) Déjame, Oswaldo. Déjame. No quiero nada de eso.

OSWALDO: ¿Por qué? Soy tu marido, ¿no?

NORA: Sí, pero ahora no. No, por favor.

OSWALDO: Está bien. (Pausa) Está bien. Aunque no sé a qué viene esa actitud. (Saca
sus llaves. Va al buzón)

NORA: ¿Qué haces?

OSWALDO: Quiero vaciar el buzón, está muy lleno; no va a haber sitio para nada
mañana en la mañana.

NORA: ¿Vas a trabajar esta noche?


7
OSWALDO: Sabes que no. (Abre el buzón. Saca todo. Cierra. Mira el sobre de Ramos.
Lo pasa. Cambia de opinión. Lo abre, lee la carta) Nora. ¿Qué es esto?
¿Sabes lo que dice esta carta?

NORA: (Pálida) Sí, lo sé. Y no debes salvarme, Oswaldo.

OSWALDO: (Tambaleándose) Entonces es verdad lo que escribe. Díos mío. No es


posible.

NORA: Es verdad. Te he amado sobre todas las cosas del mundo.

OSWALDO: No seas ridícula.

NORA: (Dando un paso hacia él) Oswaldo…

OSWALDO: ¿Qué has hecho?

NORA: Tú no vas a llevar el peso de mi falta. No debes hacerte responsable de mi culpa.

OSWALDO: Basta. ¿Comprendes lo que has hecho? Respóndeme. ¿Lo comprendes?

NORA: (mirándole fija, con una expresión de rigidez) Creo que estoy empezando a
comprender.

OSWALDO: (Paseándose) Durante estos siete años… La mujer que fue mi alegría y mi
orgullo… Una hipócrita…Una mentirosa… Peor aún, una criminal. (Nora
continúa mirándolo fija, sin hablar) Debí haber presentido lo que iba a
ocurrir. Con la escasez de principios de tu padre… Tú lo has heredado.
Falta de religión, falta de moral, falta de sentido del deber. Has destruido
toda mi felicidad. Has arruinado todo mi porvenir. Estoy en manos de un
hombre sin conciencia que pueda exigirme lo que quiera, sin que yo me
atreva a decir palabra. Y tener que hundirme tan miserablemente por culpa
de una mujer indigna.

NORA: Cuando yo desaparezca del mundo, serás libre.

OSWALDO: Déjate de frases huecas. ¿De qué me serviría que abandonaras el mundo?
De nada. En todo caso puede hacerse público el asunto, y pueden creer
que yo estaba enterado de tu delito. Podrían creer que te apoyé…. Que te
induje a cometerlo. Y pensar que esto te lo debo agradecer a ti. A ti, a
quien he mimado hasta la exageración desde que nos casamos.
¿Comprendes el daño que me has hecho?

NORA: (con fría tranquilidad) Sí.

8
OSWALDO: Es algo tan increíble que no me cabe en la cabeza. Tenemos que adoptar
una resolución. Quítate ese disfraz. Que te lo quites, te digo. (Nora se
cambia de ropa) Tengo que satisfacerle en una forma u otra. Hay que
ahogar el asunto, sea como sea. En cuanto a ti y a mí, haremos como si
nada hubiese cambiado. Sólo a los ojos de los demás, por supuesto,
seguirás aquí, en la casa, como es lógico. Pero no tendrás nada que ver con
la educación de los niños. No me atrevo a confiártelos. Desde hoy no se
trata ya de nuestra felicidad; se trata exclusivamente de salvar los restos.

(Tocan la puerta. Silencio. Oswaldo abre. Es RAMOS. Se miran)

RAMOS: Buenas noches, Sólo vine a entregarle esto a la señora Nora. (Extiende un
sobre) Permiso.

(RAMOS sale. OSWALDO cierra la puerta. Abre el sobre. Lee. Examina un papel
adjunto).

OSWALDO: Nora. (Vuelve a leer) Nora, estoy salvado. Estoy salvado.

NORA: ¿Y yo?

OSWALDO: Tú también por supuesto. Él te devuelve el recibo. Dice que lo lamenta


mucho y se arrepiente… un cambio feliz en su vida. Bueno, qué importa
lo que diga. Estamos salvados, Nora. (Rompe todo) Se acabó. Oh, estos
días deben haber sido horribles para ti, Nora. No; no pensaremos en eso
nunca más. Ya pasó; ya pasó. Pero parece que no has comprendido…
Vamos. ¿Qué es esa cara tan compungida? No puedes creer que te haya
perdonado. Créelo, Nora. Te lo juro; estas totalmente perdonada. Sé que lo
hiciste por amor a mí.

NORA: Así es.

OSWALDO: Me has amado como una esposa debe amar a su marido. Únicamente te
faltó discernimiento en la elección de medios. ¿Crees que te quiero menos
por eso, por no saber conducirte a ti misma? No tienes más que apoyarte
en mí y te guiaré. Olvida las duras palabras que te he dicho en el primer
arrebato, cuando creía que todo iba a derrumbarse sobre mí. Te he
perdonado, Nora. Te lo juro. Te he perdonado.

NORA: Y yo agradezco tu perdón.

OSWALDO: (La besa) ¿Vamos a dormir?

NORA: Esta noche no pienso dormir.

(OSWALDO la mira extrañado)


9
NORA: Siéntate Oswaldo, tenemos que hablar.

OSWALDO: ¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara tan grave?

NORA: Siéntate. Tengo mucho que decirte.

(Se sientan)

OSWALDO: No comprendo.

NORA: Eso es exactamente lo que pasa: no me comprendes. Y yo nunca te he


comprendido tampoco… hasta esta noche. Vas a escuchar todo lo que yo te
diga… Vamos a ajustar nuestras cuentas, Oswaldo.

OSWALDO: ¿Qué entiendes por eso?

(Pausa)

NORA: Llevamos casados siete años. ¿No te da cuenta de que hoy es la primer vez que tu
y yo, marido y mujer, hablamos en serio?

OSWALDO: ¿Qué quieres decir?

NORA: En siete años… más todavía. Desde que nos conocimos no hemos tenido una
conversación seria.

OSWALDO: ¿Es que debía contarte mis preocupaciones, que tú, a pesar de todo, no
podías ayudarme a resolver?

NORA: No me refiero a preocupaciones. Estoy diciéndote que nunca hemos hablado en


serio, que nunca hemos intentado llegar juntos al fondo de las cosas.

OSWALDO: Pero querida Nora….

NORA: Se han cometido muchos errores. Primero mi papá y luego tú.

OSWALDO: Nosotros dos… ¿que te hemos querido más que nadie?

NORA: Nunca me quisieron. Te parecía divertido estar enamorado de mí, eso es todo.

OSWALDO: ¿Cómo puedes decir una cosa así?

NORA: Porque es verdad, Oswaldo. Cuando vivía con mi papá, él me contaba sus ideas y

10
yo las seguía. Y si tenía otras diferentes, me guardaba de decirlas, porque no le
habrían gustado. Me llamaba su muñecas, y jugaba conmigo, ni más ni menos que
yo con mis muñecas. Después vine a esta casa a vivir contigo.

OSWALDO: ¿Es esa la forma en que ves nuestro matrimonio?

NORA: Quiero decir que pasé de las manos de papá a tus manos. Tú me formaste a tu
gusto, y yo me acomodé a él… O lo fingía… No lo sé con exactitud: creo que un
poco de ambas cosas. Cuando ahora miro hacia atrás, me parece que he vivido
como una pobre... Al día, vivía de hacer piruetas para divertirte, Oswaldo. Como
tú querías. Tú y mi papá han cometido un gran error conmigo: son culpables de
que yo no haya llegado a ser nunca nada.

OSWALDO: Qué injusta y desagradecida eres, Nora. ¿No has sido feliz aquí?

NORA: No; sólo estaba alegre, y eso es todo. Tú siempre has sido bueno conmigo… pero
nuestro hogar no ha sido más que un cuarto de juguetes. He sido una muñeca
grande en esta casa, como fui una muñeca pequeña en casa de mi papá. Y a su vez
los niños han sido mis muñecos. Me divertía que jugaras conmigo, como a los
niños verme jugar con ellos. He aquí lo que ha sido nuestro matrimonio, Oswaldo.

OSWALDO: Hay algo de verdad en lo que dices… Aunque muy exagerado. Pero desde
hoy todo cambiará. Ya han pasado los tiempos de jugar y ha llegado la hora de la
educación.

NORA: ¿La educación de quién? ¿Mía o de los niños?

OSWALDO: La tuya y la de los niños.

NORA: Ay, Oswaldo, tú no eres capaz de educarme, de hacer de mí la esposa que


necesitas.

OSWALDO: ¿Cómo puedes decir eso?

NORA: Y yo… ¿Qué preparación tengo para educar a los niños?

OSWALDO: Nora.

NORA: ¿No has dicho tú mismo hace un momento que es una responsabilidad que no te
atreves a confiarme?

OSWALDO: En un momento de cólera. No puedes tomar eso en serio.

NORA: Pero tenías razón. Es un trabajo para el que no estoy preparada. Además, hay otra

11
cosa que debo hacer antes. Tengo que educarme a mí misma. Y tú no eres capaz
de ayudarme en esa tarea. Para eso necesito estar sola. Y por esa razón voy a
dejarte.

OSWALDO: (Se para de un salto) ¿Qué dices?

NORA: Necesito estar completamente sola par pensar sobre mí y sobre lo que me rodea.
No puedo quedarme más contigo.

OSWALDO: Nora.

NORA: Quero marcharme en el acto. Supongo que Cristina me dejará pasar la noche en
su casa…

OSWALDO: No te lo permito. Te lo prohíbo.

NORA: Después de lo que ha pasado, es inútil que me prohíbas algo. Me llevo todo lo
mío. De ti no quiero nada, ni ahora ni nunca.

OSWALDO: ¿Qué locura es esa?

NORA: Mañana salgo para mi casa… es decir, para mi tierra. Ahí me será más fácil
conseguir un empleo.

OSWALDO: Qué ciega estás, criatura sin experiencia.

NORA: Ya procuraré adquirir experiencia, Oswaldo.

OSWALDO: Abandonar tu hogar, tu marido, tus hijos… ¿Y no piensas en el que dirán?

NORA: No puedo pensar en esos detalles. Sólo sé lo que es indispensable para mí.

OSWALDO: ¿Traicionas así los deberes más sagrados?

NORA: ¿Cuáles son?

OSWALDO: Los deberes con tu marido y tus hijos.

NORA: Tengo otros deberes no menos sagrados.

OSWALDO: No los tienes.

NORA: Mis deberes conmigo misma.

OSWALDO: Ante todo eres esposa y madre.

12
NORA: Ya no creo en eso. Creo que ante todo soy un ser humano, igual que tú… o, al
menos, debo intentar serlo. Sé que la mayoría de los hombre te dará la razón, y
que algo así está escrito en los libros. Pero ahora no puedo conformarme con lo
que dicen los hombres ni con lo que está escrito en los libros. Tengo que pensar
yo sola en todo esto y tratar de comprenderlo.

OSWALDO: No comprendes nada de la sociedad en que vivimos.

NORA: Obviamente. Pero ahora quiero tratar de comprenderlo y averiguar quién tiene la
razón: si la sociedad o yo.

OSWALDO: Has perdido el juicio.

NORA: Jamás me he sentido tan clara y segura como esta noche.

OSWALDO: ¿Y con esa lucidez y esa seguridad abandonas a tu marido y a tus hijos?

NORA: Sí.

OSWALDO: Entonces no hay más que una explicación posible.

NORA: ¿Cuál?

OSWALDO: Que ya no me amas.

NORA: Lo lamento, Oswaldo, porque siempre has sido bueno conmigo… Pero, ya no te
amo.

OSWALDO: ¿También de eso estás convencida?

NORA: Sí, y por eso no quiero quedarme aquí ni un minuto más.

OSWALDO: ¿Y puedes explicarme cómo he perdido tu amor?

NORA: Ha sido esta noche, al ver que no se realizaba el milagro esperado. Entonces
comprendí que no eras el hombre que yo creía.

OSWALDO: ¿Cómo?

NORA: Cuando la carta de Ramos todavía estaba en el buzón, estaba segura de que no
cederías a las exigencias de es hombre. Estaba completamente segura que después
de leerla irías a verlo y le dirías: “Váyase usted al diablo y cuénteselo a todo el
mundo”. Y cuando eso hubiera sucedido…

OSWALDO: ¿Cómo? ¿Cuándo yo hubiera entregado a mi propia esposa a deshonra…?

13
NORA: …Cuando hubiera sucedido eso, estaba completamente segura de que te habrías
presentado a hacerte responsable de todo, diciendo: “Yo soy el culpable”.

OSWALDO: Nora.

NORA: Por supuesto que no habría aceptado jamás un sacrificio semejante. Claro que no.
Jamás lo hubiera aceptado. Pero dentro de mí esperaba que se realizara el milagro.
Esperaba que tú me ampararas. No obstante, para evitar tu sacrificio, yo quería
acabar con mi vida.

OSWALDO: Nora, por ti hubiese trabajado día y noche, hubiese soportado penalidades y
privaciones. Pero no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado.

NORA: Lo han hecho cientos de miles de mujeres.

OSWALDO: Hablas y piensas como una niña.

NORA: Puede ser. Pero tú no piensas, no hablas como el hombre con quién yo deba
vivir. Cuando te sobrepusiste del primer susto, no por el peligro que me
amenazaba, sino por el riesgo que tú corrías, fue para ti como si no hubiese
ocurrido nada. Volví a ser tu alondra, tu muñequita a la que tenías que llevar con
mano más suave aún. Ya que había demostrado ser tan frágil y endeble…
(Levantándose) Oswaldo, en ese mismo instante me di cuenta de que había vivido
siete años con un extraño… y que había tenido tres hijos con él. Me dan ganas de
despedazarme.

OSWALDO: Un abismo se ha abierto entre nosotros. Pero ¿no crees, Nora, que se pueda
volver a cerrar?

NORA: Tal como soy ahora, no puedo ser una esposa para ti.

OSWALDO: Podría transformarme yo.

NORA: Quizá… Si te quitan tu muñeca.

OSWALDO: Separarme. Separarme de ti. No, Nora, no puedo imaginármelo siquiera.

NORA: Mayor razón para que así sea.

OSWALDO: ¿Por qué no esperas hasta mañana?

NORA: No puedo pasar la noche en casa de un extraño…

OSWALDO: ¿No podemos vivir juntos como hermanos?

NORA: Sabes de más que eso no duraría. Adiós, Oswaldo. No puedo ver a los niños. Sé
14
que están en mejores manos que las mías. En las condiciones en que me encuentro
no puedo ser una verdadera madre para ellos.

OSWALDO: Pero, ¿después? ¿Después, Nora?

NORA: ¿Cómo voy a saberlo? Si ni siquiera sé qué va a ser de mí.

OSWALDO: Pero eres mi esposa, pase lo que pase.

NORA: Escucha, Oswaldo. He oído decir que, según las leyes cuando una mujer
abandona la casa de su marido, como yo, él está libre de toda obligación para con
ella. De cualquier modo, yo te libero de cualquier obligación. No debes quedar
ligado a nada, como tampoco quiero quedarlo yo. Debe haber completa libertad
para ambas partes. Aquí está tu aro. Dame el mío.

(Cambian aros)

NORA: Mañana, le pediré a Cristina que venga a recoger lo que traje de mi casa.

OSWALDO: ¿No pensarás en mí nunca más?

NORA: Seguramente: en ti, en los niños, en la casa.

OSWALDO: ¿Te puedo escribir?

NORA: No, jamás.

OSWALDO: O por lo menos, enviarte…

NORA: Nada, nada.

OSWALDO: …ayudarte, en caso de que lo necesites.

NORA: He dicho que no. No aceptaría nada de un extraño.

OSWALDO: ¿No seré ya más que un extraño para ti?

NORA: Ay, Oswaldo. Tendría que realizarse el mayor de los milagros.

OSWALDO: ¿Cuál?

NORA: Tendríamos que cambiar los dos tanto que… Ay, Oswaldo, ya no creo más en los
milagros.

OSWALDO: Pero yo sí. Dime: …¿Cambiar lo dos tanto que…?

15
NORA: Cambiar los dos tanto que nuestra unión llegara a convertirse en un verdadero
matrimonio. ¡Adiós!

(NORA sale y se oye la puerta de la casa al cerrarse)

OSWALDO: (Desplomándose en una silla) ¡Nora, Nora! (Mira alrededor) Se ha ido para
siempre. (Con un poco de esperanza) …¡El mayor de los milagros!...

FIN

16

También podría gustarte