Casa de Muñecas
Casa de Muñecas
Casa de Muñecas
de Henrik Ibsen
adaptación Roberto Ángeles
PRIMER ACTO
Sala de los Hartog. Lima, tarde del 24 de Diciembre de 1940. Entra Nora cargando
paquetes navideños; los deja sobre el sofá.
OSWALDO: (Desde el estudio) ¿Nora?
NORA: Ven aquí, mira lo que he comprado.
OSWALDO: No me interrumpas por el momento.
(NORA abre algunos paquetes)
OSWALDO: (Entrando) ¿Has dicho comprado? ¿Todo eso? ¿Cómo
se ha atrevido este pajarito a tirar el dinero?
1
deudas que no tenerlas.
NORA: Sí, Sí: ya verás. Pero ven, voy a enseñarte todo lo que
he comprado. Y además baratísimo. Fíjate… Aquí hay una espada y un casco para
Iván; aquí, un caballo y una corneta, para Marcos, y aquí una muñecas con su
camita, para Emmy. Es de lo más corriente: como enseguida lo rompe… Una
corbata de seda para el Doctor Nieri…
2
NORA: No sé… Francamente. Aunque sí…
OSWALDO: ¿Qué?
OSWALDO: ¿Te conté alguna vez sobre ese pájaro que siempre está despilfarrando?
NORA: Ya, ya; el tordo; lo sé. Hagámoslo como te he dicho, ¿ya? Así tendré tiempo de
pensar en algo que realmente necesite. ¿Está bien?
OSWALDO: (Riendo) Eso sí es verdad. Todo lo que puedes; pero lo que pasa es que no
puedes nada.
NORA: (Sonriendo) Si tú supieras lo que tenemos que gastar los pajaritos, Oswaldo.
OSWALDO: Eres una criatura original. Haces verdaderos milagros para conseguir
dinero, y en cuanto lo obtienes, desaparece de tus manos, sin saber nunca a
dónde ha ido a parar. En fin, habrá que tomarte tal como eres. (Acercándose
a ella) Te quiero tal como eres, mi querida alondra. Puedes guardarte tus
secretos de Navidad. Esta noche, después del chocolate, supongo que nos
enteraremos de todo.
3
NORA: ¿Te has acordado de invitar al Doctor Nieri?
OSWALDO: No, ni es necesario. De sobre sabes que cenará con nosotros; dalo por
hecho. De todos modos lo llamaré por teléfono. He encargado un buen vino
francés. Estoy muy entusiasmado por esta noche.
OSWALDO: No, claro que no. Tú pusiste el mayor empeño en alegrarnos a todos. Qué
bueno que haya pasado todo ese tiempo.
OSWALDO: Ahora ya no hace falta que me quede aquí solo y aburrido, y tu no tendrás
que maltratar más tus ojos y tus lindas manitas.
NORA: (Muy alegre) Qué alegría me da oírtelo. (Cogiéndolo del brazo) Te voy a decir
cómo he pensado que vamos a arreglarnos en cuanto pase la Navidad.
(Tocan la puerta)
(Oswaldo entra a su estudio. Nora abre la puerta. Es Cristina. Lleva una maleta)
4
NORA: (Indecisa) Buenas tardes.
CUARTO ACTO
NORA: Por favor, Oswaldo, sólo una hora más. Te lo pido por favor. Te lo suplico.
NORA: Cuéntame.
NORA: ¿Y?
NORA: Lo sabía.
NORA: No hablaré.
OSWALDO: (Sin saco ni corbata) Bien, señora León, ¿qué opina usted?
CRISTINA: Sí, gracias; casi lo olvido. Bueno, buenas noches, y no seas tan terca, Nora.
OSWALDO: Por fin. Qué mujer más fastidiosa. (Abraza y besa larga y apasionadamente
a Nora).
OSWALDO: (La besa en la frente) Mi pequeña alondra ya está hablando como una
persona. Dime: ¿te fijaste en lo animado que estaba el doctor Nieri esta
noche?
OSWALDO: Yo también a penas pude unas palabras. Pero hace mucho tiempo que no le
veía tan buen humor. (La mira un rato y se acerca) Qué alegría estar de
nuevo en casa, solo contigo.
OSWALDO: Sabes… Cuando estamos en una fiesta… ¿sabes por qué te hablo tan poco,
por qué permanezco alejado de ti, mirándote sólo de rato en rato, a
escondidas? ¿Sabes por qué hago esto? Porque entonces imagino que eres
mi amor secreto y que nadie sospecha lo que hay entre nosotros dos. Y
cuando tenemos que irnos, y te pongo el chal sobre tus hombros, imagino
que eres mi novia recién casada, y que por primera vez te traigo al hogar…
Que por primera vez estoy solo contigo, totalmente solo contigo. Toda esta
noche no he tenido otro deseo que tú. Cuando te vi bailando español, no
pude aguantarme más, y por eso te hice salir tan de prisa. (La abraza).
OSWALDO: Está bien. (Pausa) Está bien. Aunque no sé a qué viene esa actitud. (Saca
sus llaves. Va al buzón)
OSWALDO: Quiero vaciar el buzón, está muy lleno; no va a haber sitio para nada
mañana en la mañana.
NORA: (mirándole fija, con una expresión de rigidez) Creo que estoy empezando a
comprender.
OSWALDO: (Paseándose) Durante estos siete años… La mujer que fue mi alegría y mi
orgullo… Una hipócrita…Una mentirosa… Peor aún, una criminal. (Nora
continúa mirándolo fija, sin hablar) Debí haber presentido lo que iba a
ocurrir. Con la escasez de principios de tu padre… Tú lo has heredado.
Falta de religión, falta de moral, falta de sentido del deber. Has destruido
toda mi felicidad. Has arruinado todo mi porvenir. Estoy en manos de un
hombre sin conciencia que pueda exigirme lo que quiera, sin que yo me
atreva a decir palabra. Y tener que hundirme tan miserablemente por culpa
de una mujer indigna.
OSWALDO: Déjate de frases huecas. ¿De qué me serviría que abandonaras el mundo?
De nada. En todo caso puede hacerse público el asunto, y pueden creer
que yo estaba enterado de tu delito. Podrían creer que te apoyé…. Que te
induje a cometerlo. Y pensar que esto te lo debo agradecer a ti. A ti, a
quien he mimado hasta la exageración desde que nos casamos.
¿Comprendes el daño que me has hecho?
8
OSWALDO: Es algo tan increíble que no me cabe en la cabeza. Tenemos que adoptar
una resolución. Quítate ese disfraz. Que te lo quites, te digo. (Nora se
cambia de ropa) Tengo que satisfacerle en una forma u otra. Hay que
ahogar el asunto, sea como sea. En cuanto a ti y a mí, haremos como si
nada hubiese cambiado. Sólo a los ojos de los demás, por supuesto,
seguirás aquí, en la casa, como es lógico. Pero no tendrás nada que ver con
la educación de los niños. No me atrevo a confiártelos. Desde hoy no se
trata ya de nuestra felicidad; se trata exclusivamente de salvar los restos.
RAMOS: Buenas noches, Sólo vine a entregarle esto a la señora Nora. (Extiende un
sobre) Permiso.
(RAMOS sale. OSWALDO cierra la puerta. Abre el sobre. Lee. Examina un papel
adjunto).
NORA: ¿Y yo?
OSWALDO: Me has amado como una esposa debe amar a su marido. Únicamente te
faltó discernimiento en la elección de medios. ¿Crees que te quiero menos
por eso, por no saber conducirte a ti misma? No tienes más que apoyarte
en mí y te guiaré. Olvida las duras palabras que te he dicho en el primer
arrebato, cuando creía que todo iba a derrumbarse sobre mí. Te he
perdonado, Nora. Te lo juro. Te he perdonado.
(Se sientan)
OSWALDO: No comprendo.
(Pausa)
NORA: Llevamos casados siete años. ¿No te da cuenta de que hoy es la primer vez que tu
y yo, marido y mujer, hablamos en serio?
NORA: En siete años… más todavía. Desde que nos conocimos no hemos tenido una
conversación seria.
OSWALDO: ¿Es que debía contarte mis preocupaciones, que tú, a pesar de todo, no
podías ayudarme a resolver?
NORA: Nunca me quisieron. Te parecía divertido estar enamorado de mí, eso es todo.
NORA: Porque es verdad, Oswaldo. Cuando vivía con mi papá, él me contaba sus ideas y
10
yo las seguía. Y si tenía otras diferentes, me guardaba de decirlas, porque no le
habrían gustado. Me llamaba su muñecas, y jugaba conmigo, ni más ni menos que
yo con mis muñecas. Después vine a esta casa a vivir contigo.
NORA: Quiero decir que pasé de las manos de papá a tus manos. Tú me formaste a tu
gusto, y yo me acomodé a él… O lo fingía… No lo sé con exactitud: creo que un
poco de ambas cosas. Cuando ahora miro hacia atrás, me parece que he vivido
como una pobre... Al día, vivía de hacer piruetas para divertirte, Oswaldo. Como
tú querías. Tú y mi papá han cometido un gran error conmigo: son culpables de
que yo no haya llegado a ser nunca nada.
OSWALDO: Qué injusta y desagradecida eres, Nora. ¿No has sido feliz aquí?
NORA: No; sólo estaba alegre, y eso es todo. Tú siempre has sido bueno conmigo… pero
nuestro hogar no ha sido más que un cuarto de juguetes. He sido una muñeca
grande en esta casa, como fui una muñeca pequeña en casa de mi papá. Y a su vez
los niños han sido mis muñecos. Me divertía que jugaras conmigo, como a los
niños verme jugar con ellos. He aquí lo que ha sido nuestro matrimonio, Oswaldo.
OSWALDO: Hay algo de verdad en lo que dices… Aunque muy exagerado. Pero desde
hoy todo cambiará. Ya han pasado los tiempos de jugar y ha llegado la hora de la
educación.
OSWALDO: Nora.
NORA: ¿No has dicho tú mismo hace un momento que es una responsabilidad que no te
atreves a confiarme?
NORA: Pero tenías razón. Es un trabajo para el que no estoy preparada. Además, hay otra
11
cosa que debo hacer antes. Tengo que educarme a mí misma. Y tú no eres capaz
de ayudarme en esa tarea. Para eso necesito estar sola. Y por esa razón voy a
dejarte.
NORA: Necesito estar completamente sola par pensar sobre mí y sobre lo que me rodea.
No puedo quedarme más contigo.
OSWALDO: Nora.
NORA: Quero marcharme en el acto. Supongo que Cristina me dejará pasar la noche en
su casa…
NORA: Después de lo que ha pasado, es inútil que me prohíbas algo. Me llevo todo lo
mío. De ti no quiero nada, ni ahora ni nunca.
NORA: Mañana salgo para mi casa… es decir, para mi tierra. Ahí me será más fácil
conseguir un empleo.
NORA: No puedo pensar en esos detalles. Sólo sé lo que es indispensable para mí.
12
NORA: Ya no creo en eso. Creo que ante todo soy un ser humano, igual que tú… o, al
menos, debo intentar serlo. Sé que la mayoría de los hombre te dará la razón, y
que algo así está escrito en los libros. Pero ahora no puedo conformarme con lo
que dicen los hombres ni con lo que está escrito en los libros. Tengo que pensar
yo sola en todo esto y tratar de comprenderlo.
NORA: Obviamente. Pero ahora quiero tratar de comprenderlo y averiguar quién tiene la
razón: si la sociedad o yo.
OSWALDO: ¿Y con esa lucidez y esa seguridad abandonas a tu marido y a tus hijos?
NORA: Sí.
NORA: ¿Cuál?
NORA: Lo lamento, Oswaldo, porque siempre has sido bueno conmigo… Pero, ya no te
amo.
NORA: Ha sido esta noche, al ver que no se realizaba el milagro esperado. Entonces
comprendí que no eras el hombre que yo creía.
OSWALDO: ¿Cómo?
NORA: Cuando la carta de Ramos todavía estaba en el buzón, estaba segura de que no
cederías a las exigencias de es hombre. Estaba completamente segura que después
de leerla irías a verlo y le dirías: “Váyase usted al diablo y cuénteselo a todo el
mundo”. Y cuando eso hubiera sucedido…
13
NORA: …Cuando hubiera sucedido eso, estaba completamente segura de que te habrías
presentado a hacerte responsable de todo, diciendo: “Yo soy el culpable”.
OSWALDO: Nora.
NORA: Por supuesto que no habría aceptado jamás un sacrificio semejante. Claro que no.
Jamás lo hubiera aceptado. Pero dentro de mí esperaba que se realizara el milagro.
Esperaba que tú me ampararas. No obstante, para evitar tu sacrificio, yo quería
acabar con mi vida.
OSWALDO: Nora, por ti hubiese trabajado día y noche, hubiese soportado penalidades y
privaciones. Pero no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado.
NORA: Puede ser. Pero tú no piensas, no hablas como el hombre con quién yo deba
vivir. Cuando te sobrepusiste del primer susto, no por el peligro que me
amenazaba, sino por el riesgo que tú corrías, fue para ti como si no hubiese
ocurrido nada. Volví a ser tu alondra, tu muñequita a la que tenías que llevar con
mano más suave aún. Ya que había demostrado ser tan frágil y endeble…
(Levantándose) Oswaldo, en ese mismo instante me di cuenta de que había vivido
siete años con un extraño… y que había tenido tres hijos con él. Me dan ganas de
despedazarme.
OSWALDO: Un abismo se ha abierto entre nosotros. Pero ¿no crees, Nora, que se pueda
volver a cerrar?
NORA: Tal como soy ahora, no puedo ser una esposa para ti.
NORA: Sabes de más que eso no duraría. Adiós, Oswaldo. No puedo ver a los niños. Sé
14
que están en mejores manos que las mías. En las condiciones en que me encuentro
no puedo ser una verdadera madre para ellos.
NORA: Escucha, Oswaldo. He oído decir que, según las leyes cuando una mujer
abandona la casa de su marido, como yo, él está libre de toda obligación para con
ella. De cualquier modo, yo te libero de cualquier obligación. No debes quedar
ligado a nada, como tampoco quiero quedarlo yo. Debe haber completa libertad
para ambas partes. Aquí está tu aro. Dame el mío.
(Cambian aros)
NORA: Mañana, le pediré a Cristina que venga a recoger lo que traje de mi casa.
OSWALDO: ¿Cuál?
NORA: Tendríamos que cambiar los dos tanto que… Ay, Oswaldo, ya no creo más en los
milagros.
15
NORA: Cambiar los dos tanto que nuestra unión llegara a convertirse en un verdadero
matrimonio. ¡Adiós!
OSWALDO: (Desplomándose en una silla) ¡Nora, Nora! (Mira alrededor) Se ha ido para
siempre. (Con un poco de esperanza) …¡El mayor de los milagros!...
FIN
16