(P) (W) T.M. His. Jojot, María Cristina

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Universidad de San Andrés

Posgrado en Historia

Maestría en Investigación Histórica

La Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires


Conversaciones, administración y tutela en los años fundacionales
1823-1835

Autor: María Cristina Jojot

Mentor: Valeria Silvina Pita

Buenos Aires, Marzo 2017


Resumen: Esta tesis indaga las experiencias sociales de las mujeres fundadoras de la
Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, entre 1823 y 1835. Busca conocer cómo las
socias de la beneficencia, llamadas por el gobierno para dirigir el Colegio de Huérfanas
y fundar escuelas en la ciudad y la campaña, encontraron en estas instituciones, un
espacio de intervención y tutela sobre las niñas pobres del pueblo, decidiendo con la
clase política las formas que guardarían estos asuntos de índole colectivo y público.
Examina al mismo tiempo a los sujetos que transitaron estos escenarios: niñas pobres,
niñas huérfanas, madres, maestras, artesanos, vecinos del pueblo, es decir, sujetos de
variada composición social que se cruzaron en estas instituciones. Observando sus
dinámicas se pudo comprender, la trama de conflictos y consensos que recorrieron estos
espacios, y analizar de qué manera un sitio creado para contener a las niñas pobres,
podía ser funcional en otros sentidos: para las mujeres de la elite, como un espacio de
intervención en asuntos políticos en estos momentos fundacionales de los gobiernos
independientes; para los habitantes del pueblo, como un lugar para presentarse como
sujetos con derechos, ya sea reclamando el cumplimiento de los mismos y/o
denunciando su ausencia, re-significando los usos y representaciones de la institución
benéfica.

Abstract: This thesis inquires on the social experiences of the founding women of the
Buenos Aires Charity Society, between 1823 and 1835. Tries to understand how its
members, summoned by the Government to lead the Orphans School and to establish
schools in the city and the countryside, found in these institutions an intervention and
guardianship space over poor girls, deciding, together with the politicians the way these
public and collective affairs would be handled. At the same time, it examines the
subjects that acted in these scenarios: poor girls, orphan girls, mothers, teachers,
craftsmen, village neighbors, this is, people with a varied social origin that operated in
these institutions. Observing their dynamics we will be able to understand the plot of
consensus and conflicts that circled these spaces, while analyzing in which way a place
created to contain poor girls, could be functional in other ways: for the elite women, as
a space to intervene in political affairs in these foundational times of the independent
Governments, for the village inhabitants, as a place to rise as subjects with rights, either
claiming for the fulfilment of them and/or denouncing their absence, renaming the uses
and representations of this charity institution.

2
Agradecimientos
Quisiera agradecer a mi directora de Tesis, Valeria Silvina Pita, por los comentarios y
sugerencias realizados durante la dirección de este trabajo, los que me permitieron
pensar la Sociedad de Beneficencia e involucrarme en su historia y sus circunstancias.
A los profesores Marta Goldberg y José Luis Moreno, por haberme introducido en el
tema y acompañado en los primeros años de esta investigación. Al señor Alejandro
Jankowski, por su esmero en localizar los documentos solicitados, algunos inéditos y
perdidos en los depósitos del Archivo General de la Nación. A Oscar, por colaborar
afectuosa y arduamente en la recopilación de la bibliografía pertinente en los diferentes
momentos del trabajo. Y también a mis padres, por su perpetua lección acerca de la vida
y las cosas que importan.

3
A mi hijo Juan Martín

4
Índice
Introducción ......................................................................................................................................... 6
1. Perspectivas de análisis .......................................................................................... 7
1.1. Desde el positivismo........................................................................................ 8
1.2. Narrativas del control social .......................................................................... 10
2. Redimensionando la eficacia del control social como perspectiva de análisis..... 16
Capítulo 1

Los orígenes de la Sociedad de Beneficencia. Buenos Aires, 1823-1829 ..................31


1. Creación de la Sociedad de Beneficencia ............................................................. 34
2. Las primeras trece socias fundadoras ................................................................... 43
Capítulo 2

Los primeros pasos de la Sociedad de Beneficencia ...........................................................58


1. El Colegio de Huérfanas ....................................................................................... 66
1.1. La rectora ....................................................................................................... 68
1.2. El problema de las vacantes........................................................................... 76
2. Las Escuela públicas: gestionando las contratas .................................................. 83
2.1. Entrega de premios ........................................................................................ 88
3. Llegada y partida de Rivadavia al gobierno. La oportunidad de los federales. .... 91
3.1. La rendición de cuentas, el dinero y el honor: el caso de Mariquita ............. 92
3.2. El destino de las huérfanas ............................................................................ 97

Capítulo 3

Nuevo gobierno, tiempos difíciles para la Sociedad de Beneficencia ....................... 104

Buenos Aires, 1829-1835 ............................................................................................................ 104


1. Un caso grave: la Sociedad, el Gobierno de Rosas y la muerte de una niña ...... 105
2. Respuestas desafiantes: El caso Joaquina Rubín de Rivarola ............................ 111
3. La mudanza ........................................................................................................ 115
4. Las niñas mulatas ............................................................................................... 117
5. Los últimos registros .......................................................................................... 121
Conclusiones ................................................................................................................................... 124

Fuentes ............................................................................................................................................... 127

Bibliografía ...................................................................................................................................... 127

5
Introducción

Esta investigación tiene como propósito estudiar las relaciones sociales, los conflictos, y
las experiencias que se anudaron en torno a la Sociedad de Beneficencia de Buenos
Aires y las primeras instituciones que estuvieron a su cargo, las escuelas públicas de
niñas y el Colegio de Huérfanas, desde su creación en el año 1823 hasta el ascenso de
Juan Manuel de Rosas a su segundo gobierno, en el año 1835.
Busca indagar las vivencias experimentadas por las socias fundadoras de la
institución, con el objeto de conocer cómo estas mujeres llamadas por el gobierno para
dirigir el Colegio de Huérfanas y fundar escuelas en la ciudad y la campaña,
encontraron en estas instituciones un espacio de intervención y tutela sobre las niñas
pobres del pueblo, decidiendo con la clase política las formas que guardarían la
educación y cuidado de estas futuras ciudadanas.1

Desde estos escenarios se intenta indagar la experiencia social de esas mujeres


de la elite porteña y observar los vínculos que establecieron con diferentes individuos y
sectores: maestras y rectoras, niñas pobres y niñas huérfanas, trabajadoras de las
escuelas, familiares de las alumnas, artesanos, vecinos del pueblo; es decir, actores
sociales de compleja y diversa conformación, que se vieron, de cierta manera,
comprometidos a participar de un proyecto común y compartir un mismo escenario.
Observando sus dinámicas podremos comprender la trama de conflictos y consensos
que recorrieron estos espacios, y analizar de qué manera un sitio creado para contener a
las niñas pobres, podía ser funcional en otros sentidos: para las mujeres de la elite, como
un espacio de intervención en asuntos políticos en estos momentos fundacionales de los
gobiernos independientes surgidos de la Revolución de Mayo; para los otros habitantes
del pueblo, como un lugar para presentarse como sujetos con derechos, ya sea
reclamando el cumplimiento de los mismos y/o denunciando su ausencia.

El recorte temporal que comprende este trabajo comienza con la fundación de la


Sociedad en 1823, por el Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez, Bernardino

1
El término ciudadana era utilizado por la Sociedad de Beneficencia para describir el status de las
personas que estaban bajo su cuidado y protección. El 26 de mayo de 1830, por ejemplo, siendo
presidenta de la Sociedad de Beneficencia María Sánchez de Mendeville, en la ceremonia de entrega
anual de los premios a la virtud, instituidos por Rivadavia para distribuirlos entre las mujeres pobres y
trabajadoras del pueblo, la secretaria tomó nota de que “al frente ocupaban un asiento distinguido las
cuatro ciudadanas que debían recibir la recompensa de sus virtudes”, Archivo General de la Nación (en
adelante, AGN), Sociedad de Beneficencia (en adelante SB), Libro de Actas Número 1 (en adelante LA
Nº1), Acta 112 del 26 de Mayo de 1830.

6
Rivadavia y culmina en los años que rodearon la asunción de Rosas a su segunda
gobernación en 1835. Durante estos 12 años, atravesados por los conflictos de
facciones, las guerras con el imperio de Brasil y el avance territorial sobre los
pobladores de la provincia de Buenos Aires, surgieron las primeras instituciones
sociales de bien público.2 A partir de 1835, la provincia atravesó la radicalización de las
políticas de Rosas, incluyendo un recorte presupuestario global, que afectaría también a
la Sociedad de Beneficencia y sus establecimientos, obligando a sus administradoras a
ensayar diferentes estrategias para garantizar su viabilidad.

1. Perspectivas de análisis

En las últimas décadas distintos investigadores han abordado el tema de las políticas
sociales y asistenciales de nuestro país, enfocados en diferentes ejes temáticos y
perspectivas historiográficas. Esas investigaciones posibilitaron re-pensar aspectos
relacionados con las prácticas, representaciones y discursos que se anudaron en torno a
la pobreza, permitiendo visualizar las respuestas ensayadas por los gobiernos, sus
agentes, y también conocer las condiciones de existencia de los individuos que
incluyeron en sus agencias.

Este trabajo, que se inscribe dentro del campo de la historia social y de los
estudios de género, entabla un diálogo con la historia de la beneficencia, la historia
política de la primera mitad del siglo XIX, y también dialoga con la historiografía de la
infancia, que ha problematizado y dado historicidad a la figura del niño y ha ayudado a
comprender, entre otros enunciados, que un niño no siempre fue un niño, que las niñas y
los niños ocupaban diferentes espacios en una misma sociedad, y que su
conceptualización es el resultado de un proceso no lineal a través de un tiempo
histórico.

Diferentes perspectivas historiográficas se abocaron a estudiar el entramado


estatal en construcción (ó los ensayos de estatidad), y las respuestas oficiales en torno a
la pobreza y la infancia, sus caracteres, usos y significados sociales, así como las
condiciones de existencia de los sujetos de protección que habitaban los
establecimientos creados para cobijarlos. Los problemas que se abordan en esta

2
Moreno, José Luis (comp.), La política social antes de la política social, Buenos Aires, Trama
editorial/Prometeo libros, 2000. Introducción.

7
investigación, cobrarán una dimensión significativa a la luz de esas interpretaciones y
también revelarán sus posibilidades y contornos.

1.1. Desde el positivismo

La Historia de la Sociedad de Beneficencia ha sido abordada a principios del siglo XX


por autores hoy considerados clásicos. Alberto Meyer Arana3 fue uno de los primeros
estudiosos de las iniciativas benéficas del gobierno de Martín Rodríguez y su ministro
Rivadavia. Crítico y parte de la elite que conformaba la Sociedad de Beneficencia de
fines del siglo XIX, con un pensamiento asociado al positivista liberal y el higienismo,
describió las circunstancias que rodearon a las mujeres de la beneficencia y las
instituciones que estuvieron a su cargo, basándose en una selección de documentos del
archivo de la Sociedad. Adherente a las ideas de progreso y civilización que prometían
resolver los problemas urbanos que experimentaba Buenos Aires, como consecuencia
del aluvión de inmigrantes de la Argentina agro-exportadora, destacaba las acciones
políticas de los primeros gobiernos autónomos de principios del siglo XIX, orientadas a
ordenar y tutelar a los habitantes de la ciudad, principalmente a aquellos sectores que
debían formar la base ciudadana, en torno a la cual debía girar el nuevo gobierno, y que
necesitaba ayuda por su condición de pobre. Meyer Arana, fiel a la época en que le tocó
escribir, exaltaba las supuestas cualidades de las mujeres de la elite post-
independentista, reforzando las concepciones tradicionales de género. Diversos
historiadores han tomado como fuentes historiográficas algunas de sus producciones,
como “La caridad en Buenos Aires”4; y también los ensayos que el autor realizó sobre
la Sociedad de Beneficencia, editados por la Imprenta Gerónimo Pesce 5 en 1923,
coincidiendo con el centenario de la agencia rivadaviana.
En una sintonía similar, el historiador Carlos Correa Luna,6 contemporáneo a
Meyer Arana, analizó de forma sistemática los archivos de la Sociedad, y escribió, por
expreso pedido de ellas, la “Historia de la Sociedad de Beneficencia”, en el marco del

3
Meyer Arana fue Doctor en Medicina, miembro de la Comisión Directiva del Patronato de la Infancia y
Director de la Revista de Higiene Infantil entre fines del siglo XIX y principios del XX. Escribió varias
obras sobre la asistencia social en Buenos Aires. Nota: Quisiera mencionar que he tomado la licencia de
repetir las referencias y citas a pie de página, en lugar de utilizar las herramientas Op. cit. ó Ibídem.
4
Meyer Arana, Alberto, La caridad en Buenos Aires, Barcelona, Sopena, Volumen I y II, 1911.
5
Los nombres de estos ensayos son: Alrededor de las huérfanas; Apuntes sobre beneficencia; Matronas y
maestras; Rosas y la Sociedad de Beneficencia; Las primeras trece.
6
Correa Luna, Carlos, Historia de la Sociedad de Beneficencia, Buenos Aires, Tall. Gráf. Asilo de
Huérfanos, 1923-25, Tomo 1 1823-1852.

8
centenario de la misma.7 Dos de sus obras, “Origen y Desenvolvimiento de la Sociedad
de Beneficencia de la Capital, 1823-1904”, publicada en 1905 y el “Libro Centenario,
1823-1910: Álbum histórico de la Sociedad de Beneficencia de la Capital”, fueron
también encargados por la Sociedad a este autor. Las circunstancias que rodearon la
producción de su obra, definitivamente contribuyeron a proyectar una imagen idílica de
la Sociedad de Beneficencia, y por eso sus relatos se detienen cuando en la
documentación (pudimos observar), aparecen los conflictos; y en el caso de abordarlos,
el autor deslinda a las socias de las potenciales responsabilidades que pudieran caberles
como administradoras de la Sociedad. Al analizar la preocupación de las socias
fundadoras por las dificultades que se presentaban en las instituciones a su cargo,
concluye que el problema radicaba en que “sus ineptas e ignorantes preceptoras
[poseían] un insoportable índole pleitista” agregando que “las resoluciones de la
Sociedad […] nunca se apartaron de la máxima prudencia y de la justicia más suave y
más blanda”. 8 Omite fuentes importantes que dan cuenta de las dificultades que
atravesaron las socias en la administración de estos establecimientos y las reemplaza
por documentos oficiales y predecibles, como la “Memoria” que María Sánchez envía al
gobierno en el año 1832. Las actas que deliberada y repentinamente deja sin analizar
dan cuenta de problemas relevantes que debieron resolver las socias durante la
presidencia de Sánchez, y que se analizan en esta tesis. Las obras de Correa Luna
contienen un valioso material fotográfico de períodos posteriores a esta investigación.
Estas obras clásicas, analizadas en clave positivista, propia del momento en el
que escriben los autores, son el punto de partida de cualquier investigación relacionada
con la Sociedad de Beneficencia. Sin embargo resulta necesario volver sobre los
documentos originales de la Sociedad, que se encuentran en el Archivo General de la
Nación, y abordarlos con otras miradas, nuevas preguntas y perspectivas de análisis.

7
Correa Luna, Carlos, Historia de la Sociedad de Beneficencia, Buenos Aires, Tall. Gráf. Asilo de
Huérfanos, 1923-25, Tomo 1 1823-1852, pág. 31.
8
Correa Luna, Carlos, Historia de la Sociedad de Beneficencia, Buenos Aires, Tall. Gráf. Asilo de
Huérfanos, 1923-25, Tomo 1 1823-1852, pág. 237.

9
1.2. Narrativas del control social

El giro historiográfico se produce con la incorporación del marco interpretativo del


filósofo francés Michel Foucault, a quien se podría alinear entre los filósofos modernos
de mediados del siglo XX en París. Posestructuralista, o posmoderno (categorías que el
mismo Foucault se dedicó a rechazar), se abocó a analizar temas relacionados con
disciplinas como la historia, filosofía, psicología, con el propósito de desanudar las
formas que guardaba la construcción del relato histórico. Foucault caracterizó a las
sociedades contemporáneas como sociedades disciplinarias, en donde se ponían en
marcha dispositivos de vigilancia conjunta de los individuos, y que basaban su eficacia
en la omnipresencia oculta de los mecanismos de control social.

Uno de los primeros autores en abordar el estudio de la Sociedad de


Beneficencia tomando las teorías y el lenguaje de Foucault fue el historiador Eduardo
Ciafardo 9 . En su Tesis de Maestría “Caridad y control social: Las Sociedades de
Beneficencia en la Ciudad de Buenos Aires 1880-1930”,10 el autor sostenía que, desde
estas instituciones se intentará llevar a cabo el disciplinamiento, normalización y
moralización del cuerpo social de Buenos Aires. Para Ciafardo, la institucionalización
de la beneficencia, no se explicarían como la “reacción de espíritus sensibles ante la
injusticia social”; por el contrario, se trataría de una “acción política racional, compleja
y consciente, en la búsqueda de crear y luego mantener el orden social necesario”.11
Ciafardo argumenta que a partir de las acciones de beneficencia diagramadas desde el
Estado, los sectores de poder irrumpían en los hogares de los pobres, para identificar
preventivamente a aquellos individuos potencialmente peligrosos, ya sea por sus ideas o
por sus condiciones de vida, con el objeto de proteger un proyecto de nación de larga
data, que se veía finalmente conformado a finales del siglo XIX. Según el autor, para
lograr este objetivo, el Estado contaría con la colaboración de los sectores medios de la
sociedad argentina, quienes, deseosos de formar parte del grupo de privilegiados y
obtener prestigio y beneficios, estarían dispuestos a emprender la tarea de conocer y

9
Ciafardo, Eduardo O., Caridad y Control Social. Las sociedades de beneficencia en la ciudad de Buenos
Aires, 1880-1930, Buenos Aires, Tesis de Maestría presentada en la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, 1990.
10
Ciafardo, Eduardo O., Caridad y Control Social. Las sociedades de beneficencia en la ciudad de
Buenos Aires, 1880-1930, Buenos Aires, Tesis de Maestría presentada en la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, 1990. Pág. 9.
11
Ciafardo, Eduardo O., Caridad y Control Social. Las sociedades de beneficencia en la ciudad de
Buenos Aires, 1880-1930, Buenos Aires, Tesis de Maestría presentada en la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, 1990. Pág. 16 y 17.

10
clasificar a los sectores populares.

La metodología que Foucault propone, basada en el análisis de documentos, es


interesantes en cuanto nos advierte acerca del peligro de acercarse al conocimiento
histórico con estructuras pre-dadas a través del tiempo. Nos provee de un conjunto de
herramientas con las que aproximarnos al sujeto histórico y sus circunstancias, para
conocer, por ejemplo, por qué determinados enunciados, que luego son tomados como
verdades absolutas, aparecieron en determinado momento y no en otro, proponiéndonos
identificar cuáles fueron sus condiciones de existencia y no sus leyes de construcción.
Su lenguaje es válido para describir dispositivos disciplinarios de control, redes de
poder y técnicas de aplicación sobre los sujetos históricos, tanto como las intenciones
que rodean a la construcción de estos saberes (y estos sujetos). Pero también es
necesario decir, que la utilización de lo que los investigadores han interpretado como
metodología foucaultiana, ha obstaculizado la exploración de las resistencias y
estrategias experimentadas por los sujetos sociales atravesados por las redes del poder y
supuestamente anulados por los dispositivos de control. En la misma línea, el sociólogo
francés Jacques Donzelot, contemporáneo a Foucault y adherente a los problemas
filosóficos que se planteaban alrededor de las revueltas culturales del Mayo francés,
observaba al maestro de escuelas como el encargado de ejercer la misión civilizadora
del cuerpo social, a través de técnicas menos visibles que los dispositivos de encierro
que mencionaba Foucault, como las cárceles y manicomios, pero más eficaces. Para este
autor había una clara intención de disciplinar y normalizar a la sociedad, interviniendo a
la familia como institución, a la escuela y a los niños que concurrían a ella. 12
Investigadores influenciados por las obras de Michel Foucault, ó Jacques Donzelot,
comenzaron a interesarse en el estudio de las instituciones asistenciales, vistas ahora
como dispositivos aplicados desde los sectores de poder para disciplinar a aquellos
actores sociales identificados como amenazas al orden establecido (o a establecerse). El
nuevo corpus de conceptos foucaultianos fue volcado en trabajos no sólo referidos a los
lugares de encierro como los asilos, las cárceles y los manicomios, sino también a las
escuelas y las familias, como dijimos, escenarios menos evidentes pero más eficientes,
según esta perspectiva.

12
Donzelot, Jacques, La policía de las familias, Artes Gráficas Soler, Valencia, 1990.

11
No cabe duda que estas narrativas han sido una alternativa significativa a las
producciones positivistas, ya que han incorporado sujetos históricos no siempre
contemplados en otras historiografías, como mendigos, madres, porteras, infantes. Los
problemas que implicarían estas visiones, estarían más relacionadas con los excesos de
interpretación del modelo foucaultiano, y su generalización y aplicación a todas las
instituciones y en todos los sujetos. Estas interpretaciones no dejaría espacios para
observar, por ejemplo, las estrategias y alternativas que los individuos a los que se hace
referencia pudiesen haber ensayado y que necesariamente le imprimieron otro carácter a
las intenciones normalizadoras.13
Investigaciones más recientes, comenzaron a cuestionar aquellos trabajos que
clasificaban a las instituciones surgidas de los gobiernos, como dispositivos
inconfundibles de control social, en donde se reforzaban, a través de técnicas
específicas, los roles tradicionales de género. También desestimaron el rol pasivo con el
que se quiso caracterizar a los beneficiados, otrora señalados como receptores
inmutables de los deseos caritativos de otros, complejizando el rol de la beneficencia y
sus resultados.

Esta investigación comparte la mirada de un conjunto de trabajos más recientes


que, desde una perspectiva menos atenta a los enunciados en términos de mecanismos
de control social, han comenzado a problematizar los espacios de sociabilidad, como las
escuelas, las instituciones de bien público, los hospitales; y que han facilitado repensar
la presencia y el rol del Estado, interpretándolo “ ya no como una entidad abstracta […]
sino a partir de quienes fueron sus agentes, con sus particularidades, proyectos, ideas,
diferencias y disputas”.14 Desde esta perspectiva “se ha puesto en duda la existencia de
un único gran proyecto de control social”.15

Al situar la mirada en el interior del Colegio de Huérfanas, las experiencias de


las internas, las estrategias de los padres para conseguir una vacante, y las historias de
vida que se cruzaban en estos escenarios, se puede observar una serie de intenciones,

13
La disonancia entre los aportes de la teoría foucaultiana y las producciones historiográficas se pueden
ver en Lila Caimari, “Entre el panóptico y el pantano: avatares de una historia de la prisión argentina”, en
Política y Sociedad, 2009, Vol. 46 Núm.3: 135-147.
14
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág.15.
15
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág.15.

12
dinámicas y respuestas ensayadas, que matizarían fuertemente la idea de solo un
dispositivo de control eficiente, otorgándole a esta último, una dimensión menor.

En el año 1992, desde la perspectiva del Trabajo Social y con las herramientas
de Michael Foucault, Norberto Alayón16 realizó una crónica de los antecedentes de su
disciplina en la Argentina. El autor realizó una reseña cronológica de los momentos que
considera, definen el accionar de la Sociedad de Beneficencia. Inmerso luego en el
estudio de una de las actividades emblemáticas de la Sociedad, como lo fue la entrega
anual de premios a las mujeres pobres que se destacaban por alguna circunstancia
determinada, Alayón critica con énfasis a las socias, quienes según su visión
“promovían la resignación y la aceptación del estado de necesidad como algo natural
[…], el sacrificio y la humildad extrema de los sectores necesitados, contrastaban
nítidamente […], con el parasitismo y las ansias de figuración de las “damas
benefactoras” […], premiaban que las familias y viudas pobres tuvieran vergüenza de su
propia situación”. De esta manera, el autor concluía que los objetivos de la Sociedad de
Beneficencia “estaban muy lejos de los verdaderos problemas de la gente”.17
El trabajo de Alayón, abordado desde la perspectiva del control social y con una
postura crítica hacia la Sociedad de Beneficencia, no permitiría observar, de nuevo, las
formas de resistencia de los sectores populares a estas prácticas estatales, ni los usos
productivos que las mujeres pobres premiadas, pudieran haber hecho de sus triunfos,
corriendo el riesgo de perder de vista las complejas relaciones sociales que atravesaron
los temas relacionados con la pobreza, la asistencia social, la beneficencia y los
acuerdos y negociaciones que implicaban estos vínculos.18 El trabajo del autor carece de
historicidad y nos parece desacertado que unifique el accionar de las mujeres de la
Sociedad de Beneficencia (y varias generaciones de socias), atribuyéndoles a sus
integrantes un único y unívoco criterio de acción hacia la pobreza en sus 120 años de
existencia. En ese sentido, nos parece desconcertante la afirmación que realiza en las
conclusiones de su trabajo, aludiendo que “producto de determinados intereses, poco
cambió en el fondo, la Sociedad de Beneficencia, desde la época de Rivadavia hasta su
intervención en 1947”.19 No podemos identificar a qué intereses particulares se refiere,

16
Alayón, Norberto, Historia del trabajo social en Argentina, Buenos Aires, Espacio Editorial, 1992.
17
Alayón, Norberto, Historia del trabajo social en Argentina, Buenos Aires, Espacio Ed., 1992. Pág. 18
y 19.
18
Alayón, Norberto, Historia del trabajo social en Argentina, Buenos Aires, Espacio Ed., 1992. Pág. 9 y
siguientes.
19
Alayón, Norberto, Historia del trabajo social en Argentina, Buenos Aires, Espacio Ed., 1992. Pág. 20.

13
ni en qué se basa para caracterizar de forma unívoca, lineal e ininterrumpida el accionar
de las mujeres de la beneficencia a lo largo de su historia. En nuestra tesis intentaremos
ver, desde otra perspectiva, los significados y usos de la entrega anual de premios, así
como las representaciones que tanto las premiadas como las administradoras de la
Sociedad, tenían de ese tipo de acontecimientos.

Desde la sociología y la perspectiva del control social, en el año 1995, Andrés


Thompson publica “Beneficencia, filantropía y justicia social …”,20 en donde abordaba
el estudio de la Sociedad de Beneficencia, mencionando que, la modalidad benéfica
porteña, en cuanto a conceptos y prácticas, reproducía modalidades ya existentes en el
continente europeo, afirmando que Rivadavia había creado la Sociedad de Beneficencia
tomando como modelo a la Sociedad Económica Española fundada por Carlos II
durante el siglo XVIII.21 El autor se pregunta por qué se le dio a la mujer este espacio en
la administración pública y menciona dos direcciones para el debate, por un lado, la del
politólogo y sociólogo contemporáneo Tenti Fanfani. 22 Este autor argumenta que, la
centralidad otorgada a la mujer en las tareas de beneficencia, se sustentaría en una
relación objetiva de dominación basada en el género (desde ya, el masculino sobre el
femenino). Para este autor, las explicaciones de orden natural que expresaba Rivadavia
en su alocución de 1823, estaban destinados a justificar la elección de mujeres en los
trabajos relacionados con la beneficencia, y tendrían “poco de feminismo y mucho de
elitismo”. 23 Por otro lado, dice Thompson, en las antípodas de esta interpretación, se

20
Thompson, Andrés, “Beneficencia, filantropía y justicia social, El “tercer sector” en la historia
argentina" en, Andrés Thompson (comp.) Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995.
21
Para ver las asociaciones benéficas que precedieron a la Sociedad de Beneficencia durante el siglo
XVII en Europa ver el texto de Cynthia J. Little, The Society of Beneficence in Buenos Aires, 1823-1900.
Ph. D. Dissertation, Temple University, 1980, págs. 40-41. La autora Cynthia Little intenta recorrer el
derrotero de la Sociedad de Beneficencia durante toda la centuria. Si bien el trabajo diserta sobre 80 años
de vida de la Sociedad y se refiere a todas las áreas en las que actuaron las socias, sin detenerse en
ninguna institución en particular, la obra es rica en documentos. La autora basándose principalmente en,
las Sucesiones de las familias de la elite porteña, la fuente historiográfica Historia de la Sociedad de
Beneficencia de Carlos Correa Luna y el diccionario biográfico realizado por Lila Sosa de Newton, va
construyendo una genealogía de las instituciones fundadas por la Sociedad a lo largo del siglo XIX. Little,
C. J. The Society of Beneficence in Buenos Aires, 1823-1900. Ph. D. Dissertation, Temple University,
1980.
22
Tenti Fanfani, Emilio, Estado y pobreza en la Argentina. Estrategias típicas de intervención, Buenos
Aires, Centro Editor de América Latina, Biblioteca Política Argentina, 1989.
23
Thompson, Andrés, "Beneficencia, Filantropía y Justicia Social. El “tercer sector” en la historia
argentina", en Andrés Thompson, (comp.), Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995, pág.27.

14
encuentran otras visiones,24 como la de la socióloga María Inés Passanante.25 Para esta
autora, explica Thompson, las ideas de Rivadavia habrían sido de avanzada,
revolucionarias y casi feministas, ya que se refería a la capacidad de la mujer para
insertarse en el mercado laboral, e independizarse del hombre.26 Passanante reflexiona
que, “ La importancia asignada a la mujer con la creación de la Sociedad de
Beneficencia es doble […] por un lado, se le atribuye participación social, otorgándole
un rol y una función específica: la administración y la organización de la caridad
pública, designándola para manejar los asuntos de la Sociedad […], por otro, se la hace
depositaria de la grandeza de la nación, procurando su crecimiento espiritual a través de
la educación”.27
Resulta interesante la propuesta de Thompson en función de visualizar los
debates que se dieron en torno a la Sociedad de Beneficencia y las intenciones de
Rivadavia al crearla. Pero también consideramos que, el adjetivar la gestión en términos
de elitismo ó feminismo, como lo plantean Tenti Fanfani y Passanante, si bien marcan
direcciones interpretativas, no terminan de explicar a la Sociedad de Beneficencia y las
personas que confluyeron en esa institución, y que, en definitiva, le dieron su carácter a
través de sus experiencias. Los enfoques que se instalaron en estas disyuntivas hoy nos
parecen insuficientes para conocer su existencia en uno u otro término. Al polarizarse
las interpretaciones, se perdería de vista la complejidad de los vínculos que atravesaron
estas relaciones y a los sujetos históricos que se cruzaron en esos espacios. Por eso es
necesario volver sobre el relato e interpelarlo, para entender el complejo entramado de
vínculos y poderes que comenzaron a entretejerse en los gobiernos surgidos de la
revolución de Mayo, también en torno a la beneficencia.
Un segundo tema que aborda Thompson está referido a la Sociedad de
Beneficencia y su relación con el Estado. Si bien el autor relaciona el origen de la
institución con el “impulso estatal”, se inclina a pensar que la Sociedad de Beneficencia
tuvo una relación ambigua con el Estado. El autor enfatiza que, al no haber podido

24
Thompson, Andrés, "Beneficencia, Filantropía y Justicia Social. El “tercer sector” en la historia
argentina", en Andrés Thompson, (comp.), Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995, pág.28.
25
Ver el trabajo completo de esta autora en, Passanante, María Inés, Pobreza y Acción Social en la
Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial Humanitas, 1987.
26
Thompson, Andrés, "Beneficencia, Filantropía y Justicia Social. El “tercer sector” en la historia
argentina", en Andrés Thompson, (comp.), Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995, pág.28.
27
Passanante, María Inés, Pobreza y Acción Social en la Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial
Humanitas, 1987, pág. 13.

15
asumir éste sus funciones asistenciales, delegó las mismas en la Sociedad, una
“institución que se manejaba de manera privada y autónoma”,28 y con la que colaboraba
financiándola. También Thompson argumenta que, una vez puesta en marcha la
Sociedad de Beneficencia, “sus propios miembros se (ocuparon) de bregar, con cada
vez mayor ahínco, por la autonomía del Estado”.29 En este sentido nos preguntamos: las
acciones de la Sociedad que Thompson interpreta en estos términos, ¿eran
necesariamente intervenciones para alejarse de sus mentores o, por el contrario, (y lejos
de querer independizarse de ellos), eran movimientos destinados a insertarse con más
presencia en las discusiones políticas en torno a las formas que debía guardar la
asistencia pública que ellas dirigían y el gobierno reglamentaba, supervisaba y
financiaba? Nuestro trabajo intentará demostrar que, el vínculo de la Sociedad de
Beneficencia con el Estado, durante los años que abarcan esta tesis, estuvo claramente
definido por una relación lo suficientemente cercana como para no pensar en ella en
términos ambiguos.

2. Redimensionando la eficacia del control social como perspectiva de análisis.

Algunos historiadores de la caridad, la filantropía y la beneficencia, entonces, habían


caracterizado a la institución rivadaviana como una asociación civil o privada,
constituida por individuos o grupos de personas con iniciativas asistencialistas,
miembros de una elite católica porteña, cuya conciencia cristiana los obligaba a velar
por el bienestar de los vecinos pobres, pero cuyas condiciones de vida, no sólo
desconocían, sino que les eran indiferentes. Desde las perspectivas del control social, se
intentó describir la intervención disciplinadora de los grupos dirigentes, y desde la
historia social, las condiciones de existencia de sus protagonistas y su incapacidad para
revertir esas situaciones.
Esta investigación pondrá la mirada en producciones que han puesto en duda la
eficacia de los discursos en torno al control social y que han abordado el estudio de los
orígenes de la formación del estado, entendiendo a este “ya no como una entidad
abstracta dirigida por un “poder omnisciente” sino a partir de quiénes fueron sus
28
Thompson, Andrés, "Beneficencia, Filantropía y Justicia Social. El “tercer sector” en la historia
argentina", en Andrés Thompson, (comp.), Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995, pág.30.
29
Thompson, Andrés, "Beneficencia, Filantropía y Justicia Social. El “tercer sector” en la historia
argentina", en Andrés Thompson, (comp.), Público y Privado: Las organizaciones sin fines de lucro en la
Argentina, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1995, pág.30.

16
agentes, con sus particularidades, proyectos, ideas, diferencias y disputas”. 30 Estas
producciones han significado un freno a las narrativas abordada unidireccionalmente en
términos de control social.
Desde la historia política,31por ejemplo, se han analizado nuevas estrategias para
abordar temas referidos a las formas de sociabilidad, entre las que también se
encuentran entidades abocadas a la educación y la beneficencia, y que han generado
cuestionamientos a aquella perspectiva. La historiadora Pilar González Bernaldo de
Quirós, en su trabajo “Civilidad y política en los orígenes …”.32 estudia la relación
entre el asociacionismo y la vida política, otorgándoles a las prácticas de sociabilidad la
capacidad de explicar problemas relacionados con la constitución de la nación
argentina.
La autora centró su prisma en espacios de sociabilidad pública como las
asociaciones étnicas, los cafés, las pulperías, las organizaciones masónicas, asociaciones
culturales. Si bien su trabajo no se centró en la Sociedad de Beneficencia, interpretó que
distintas organizaciones civiles surgidas entre 1820 y 1860, incluyendo a la Sociedad,
fueron utilizadas por distintos grupos de personas como herramientas para el debate
político. Es decir, desde su perspectiva, complejizó las razones por las cuales los
individuos se relacionaban, forman asociaciones que utilizan para diferentes propósitos,
experiencias que no estarían relacionadas con el control social sino con las disputas en
otros sectores o ámbitos. Para Pilar González “las formas de sociabilidad contractuales
fueron un factor de transformación de la sociedad y de las representaciones que ésta se
daba de sí misma”.33 Estas reflexiones constituyeron una manera de leer, una forma de

30
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009.
31
Para ver la perspectiva política ver: Gonzalez Bernaldo, Pilar “Sociabilidad, espacio urbano y
politización en la ciudad de Buenos Aires (1820-1852)” en Sábato, Hilda y Lettieri, Alberto (comp.) La
vida política en la Argentina del siglo XX. Armas, votos y voces. Buenos Aires, FCE, 2003; Bragoni,
Beatríz, “Los avatares de la representación. Sufragio, política y elecciones en Mendoza, 1854-1881” en
Sábato, Hilda y Lettieri, Alberto (comp.) La vida política en la Argentina del siglo XX. Armas, votos y
voces. Buenos Aires, FCE, 2003; Bonaudo, Marta, “ Las elites santafesinas entre el control y las
garantías: el espacio de la jefatura política”, en Sábato, Hilda y Lettieri, Alberto (comp.) La vida política
en la Argentina del siglo XX. Armas, votos y voces. Buenos Aires, FCE, 2003; Goldman, Noemí, “Formas
de gobierno y opinión púbica”, o la disputa por la aceptación de las palabras, 1810-1827, en Sábato, Hilda
y Lettieri, Alberto (comp.) La vida política en la Argentina del siglo XX. Armas, votos y voces. Buenos
Aires, FCE, 2003.
32
González Bernaldo de Quirós, Pilar, Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina: las
sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008.
33
González Bernaldo de Quirós, Pilar, Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina: las
sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008,
Introducción.

17
ser interpretada la Sociedad de Beneficencia, que luego otros autores retomaron y
profundizaron. También Marta Bonaudo34 estudia una experiencia asociativa voluntaria
y contractual, la Sociedad de Damas, creada de manera autónoma de cualquier poder del
estado, formado por mujeres de la elite de la Provincia de Santa Fe, fuertemente
relacionadas por hombres del poder provincial y nacional. Estas mujeres, reflexiona la
autora, lograron integrarse en una trama social más amplia de asociaciones civiles con
diferentes intereses, por lo que, el ejercicio de la caridad, se transformó en una vía
legítima para participar en asuntos de índole colectiva y de intervenir políticamente, a
pesar de estar excluidas legalmente de otros ámbitos de decisión y deliberación. Con
estas prácticas, aquellas mujeres otrora excluidas, se hicieron visibles, siendo capaces
de hablar con su propia voz, y no a través de la voz de quiénes las tenían bajo su tutela.
Al involucrarse en las tareas filantrópicas, estas mujeres fueron conociendo las
necesidades que aquejaban a aquellos sectores de la sociedad con necesidades de
distinta índole, y exigiendo a quiénes tenían la decisión de mejorar estas vidas, la
promesa de involucrarse.
El trabajo de Alejandra Vasallo, por otra parte, en sintonía con las nuevas
35
perspectivas historiográficas, aborda el tema de los premios distribuidos por la
Sociedad de Beneficencia con el objeto de establecer algunas conexiones entre los
conceptos de ciudadanía, estado y mujeres en el siglo XIX. La historiadora comienza su
relato comentando la ceremonia celebrada en mayo de 1830 y la pompa y el despliegue
escénico que la caracterizaron, reconociéndola como “una de las fiestas de conciencia
cívica más extraordinarias de la historia argentina, la primera en establecer las bases de
una ciudadanía femenina basada en nuevos sentidos de la virtud en relación a las
mujeres en el contexto de la construcción de la nación”.36 Vasallo destaca que, durante
los tiempos rivadavianos las mujeres de la elite tenían la certeza de que las virtudes
femeninas serían fundamentales para la construcción de una nación y que esas certezas
eran reforzadas por la prensa local y oficial. El periódico Argos, por ejemplo,
refiriéndose a la entrega de premios del 27 de mayo de 1826, se refiere al trabajo de la

34
Bonaudo, Marta, “Cuando las tuteladas tutelan y participan. La Sociedad de Damas de Caridad (1869-
1894)”, en Signos Históricos, No 15, enero-junio, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa,
2006.
35
Vassallo, Alejandra, Bordando virtud en la trama de la nación: la creación de mujeres republicanas en
Argentina, 1823-1880, Buenos Aires, Mimeo, 2005.
36
Vassallo, Alejandra, Bordando virtud en la trama de la nación: la creación de mujeres republicanas en
Argentina, 1823-1880, Buenos Aires, Mimeo, 2005. pág. 2.

18
Sociedad de Beneficencia como “un senado de mujeres administrando justicia
distributiva”.37
Vasallo señala que para comprender lo que la entrega de premios significó para
la Sociedad de Beneficencia es necesario analizar la ideas de Rivadavia y menciona la
gran influencia que tuvo “la filosofía moral de Bentham [que] se sustentaban en torno al
“principio de la utilidad”38 y para sostener su hipótesis señala que “en la última carta
con fecha 26 de agosto de 1822, [Rivadavia] explicaba que todas las reformas que había
decretado como Ministro de Gobierno derivaban de la aplicación de los principios
utilitaristas de su mentor”.39
Estos conceptos no sólo estaban relacionados con los discursos fundacionales de
Rivadavia sino que se relacionaban con la experiencia cotidiana de estas mujeres de la
elite con los sectores subalternos, y la convicción de que la educación y el trabajo
femenino eran la llave de la civilidad. La moral y la virtud, lejos de interpretar valores
cristianos intentarían destacar la virtud de sostener una familia con el fruto de sus
labores, ante la ausencia (o no) de la figura masculina en el hogar.
Vasallo renueva las preguntas y reflexiones a partir de las evidencias que pone
en juego y sus interpretaciones. Su trabajo permitió repensar conceptos incorporados en
nuestro imaginario como muy relacionados con la Sociedad de Beneficencia (premios a
la virtud, la moral, la industria) poniendo énfasis de manera especial en su contexto de
producción y los cambios que experimentaron a lo largo del siglo XIX. Estas
intervenciones asistencialistas públicas, desarrolladas por la Sociedad durante la
segunda mitad del siglo XIX, nos deja ver que había espacios políticos abiertos y que
estos fueron transitados por estas mujeres benéficas “superando la visión de la
constitución de un esfera pública “moderna” y a su vez masculina, en la cuál las
mujeres quedaron excluidas”.40
Tanto el trabajo de Bonaudo como el de Vasallo, y tantos otros anclados en las
41
perspectivas de género , han venido abriéndose un camino en nuestro país

37
Vassallo, Alejandra, Bordando virtud en la trama de la nación: la creación de mujeres republicanas en
Argentina, 1823-1880, Buenos Aires, mimeo, 2005 pág.3.
38
Vassallo, Alejandra, Bordando virtud en la trama de la nación: la creación de mujeres republicanas en
Argentina, 1823-1880, Buenos Aires, mimeo, 2005 pág.8.
39
Vassallo, Alejandra, Bordando virtud en la trama de la nación: la creación de mujeres republicanas en
Argentina, 1823-1880, Buenos Aires, mimeo, 2005.pág.9.
40
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág. 20.
41
Podemos ver la perspectiva de género en Acha, Omar y Halperín, Paula (comp.), Cuerpos, géneros e
identidades, Buenos Aires, Editorial del Signo, 2000; Barrancos, Dora, Inclusión/Exclusión. Historia con

19
enriqueciendo la producción historiográfica con sus investigaciones. Estos dos trabajos
mencionados han iluminado la trama de relaciones, los significados sociales y políticos
de las asociaciones con fines filantrópicos y la manera en que ciertas mujeres de la elite,
apropiándose de determinados lugares, redefinieron también los significados de la
participación y la representación, ejercitando de este modo su derecho a ser actores
activos”. 42 Como reflexiona Valeria Pita, los estudios históricos enfocados en la
perspectiva de género “han posibilitado poner el foco en un sujeto histórico en
particular, las mujeres […], recreado sus escenarios, develado sus presencias e incitado
a considerar problemas, procesos y acontecimientos antes desapercibidos por la
historiografía”. La historiadora nos advierte sobre la necesidad de visibilizar a las
mujeres en la historia, y por eso sus hipótesis son necesarias para abordar esta
investigación. En ese sentido se hace imprescindible sumarse al conjunto de
historiadores que, además de haber encontrado a las mujeres en los documentos, han
“escudriñado las relaciones entre los varones y mujeres despojando de toda connotación
biológica a los sexos, reflexionando en torno a un amplio universo de prácticas,
discursos, imaginarios, políticas y normativas con el objeto de comprender cómo los
vínculos “entre géneros”, como refiere Dora Barrancos, “retratan con rasgos decisivos a
las sociedades según cada temporalidad”, finaliza la autora”. 43 Estas producciones,
constituyen un pilar central para las nuevas investigaciones que buscan, como esta tesis,
poner en evidencia a los individuos y grupos de personas que interactuaron en la
Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires en sus años fundacionales. Esta
investigación entiende y comparte la perspectiva de análisis de Valeria Pita, quien,
centrando su mirada en el manicomio administrado por la Sociedad de Beneficencia y
desde una perspectiva de género, se propuso comprender “ de qué manera distintas
generaciones de mujeres lograron conformar un espacio de intervención y tutela que las

mujeres, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002; Barrancos Dora, Mujeres en la sociedad
argentina. Una historia de cinco siglos, Buenos Aires, Sudamericana, 2007; Bravo, María Celia et al.,
Historia de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, Tucumán, Universidad
Nacional de Tucumán, 2007; Lobato, Mirta, Historia de las trabajadoras en Argentina (1869-1960),
Buenos Aires, Edhasa, 2007; Morgade, Graciela (comp.), Mujeres en la educación. Género y docencia en
la Argentina, 1870-1930, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1997; Nari, Marcela, Políticas de maternidad y
maternalismo político (1890-1940), Buenos Aires, Biblos, 2000; Palermo, Silvana, “El sufragio femenino
en el Congreso Nacional. Ideologías de género y ciudadanía en la Argentina”, en Boletín del Instituto de
Historia Argentina Dr. E. Ravignani, Tercera Serie, Nº 16 y 17, 1997-1998, pp.151-178.
42
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág. 22.
43
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág. 22.

20
habilitó para participar política y activamente en la formación del entramado estatal y de
la Nación, 44 que en definitiva las había convocado. Para lograr este objetivo, fue
necesario re-significar a las instituciones de ayuda, como la Sociedad de Beneficencia,
observando sus “características, funciones sociales y usos políticos [ya que estos]
forman parte de complejas construcciones históricas y respondieron a singulares
conflictos, imaginarios, representaciones colectivas, proyectos políticos e
intervenciones públicas distantes de lo que hoy en día reconocemos, aceptamos o
rechazamos”.45
En un proceso de innovación y complejización temática e interpretativa la
historiadora Valeria Pita rediscute el valor del disciplinamiento y la normalización
como ejes de análisis aplicados a la Sociedad de Beneficencia y el manicomio. El
trabajo de la historiadora es novedoso por el recorte temporal, espacial y documental
que, sumado a la ambición temática y a la perspectiva historiográfica, en cuanto a
combinar las estructuras institucionales con las experiencias sociales de sus
protagonistas, logra una visión múltiple y enriquecedora del objeto de estudio en el
sentido de describir una síntesis de lo complejo. Para Pita, el análisis de la “diversidad
de relaciones sociales, experiencias y pugnas que ahí se gestaron”, nos permiten
conocer más al manicomio pero también “las complejas intersecciones que existieron
entre ese establecimiento público, la formación de la nación y el entramado estatal”.46
En este sentido es necesario ver al Estado “ ya no como un ente abstracto sino a través
de sus agentes, profundizando el conocimiento en torno a quiénes componían las
diferentes dependencias e instituciones públicas, qué hacían, cuántos eran, con quiénes
se vinculaban”.47 Desde esta perspectiva los significados que otrora se le asignaron a la
caridad, la beneficencia y la filantropía, deben ser revisados, para incluir en sus
conceptualizaciones las experiencias que quedaron invisibilizadas por la historiografía y
que hoy aparecen en los relatos. Es necesario observar que las experiencias políticas
circulan por diferentes escenarios, atraviesan todo el entramado social y comprometen
de diversas maneras a los individuos que transitan esos espacios. La dimensión política

44
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009,
pág. 262.
45
Pita, Valeria Silvina, La casa de las locas: una historia social del Hospital de Mujeres Dementes:
Buenos Aires, 1852-1890.- 1 ed. –Rosario: Prohistoria Ediciones, 2012, pág. 14.
46
Pita, Valeria Silvina, La casa de las locas: una historia social del Hospital de Mujeres Dementes:
Buenos Aires, 1852-1890.- 1 ed. –Rosario: Prohistoria Ediciones, 2012, pág. 14.
47
Pita, Valeria Silvina, La casa de las locas: una historia social del Hospital de Mujeres Dementes:
Buenos Aires, 1852-1890.- 1 ed. –Rosario: Prohistoria Ediciones, 2012, pág. 16.

21
del ejercicio de la beneficencia pública, por ejemplo, está presente “en el manejo
administrativo de los establecimientos a cargo de la Sociedad, en cómo discutían y
llegaban a acuerdos en su seno, en las gestiones que llevaban a cabo y en las redes y
vínculos que establecieron con distintas asociaciones, grupos políticos y funcionarios.
Pero también, se revela cuando las señoras de la beneficencia oficial, las instituciones
que administraban y los programas que llevaban a cabo se convertían en materia de
discusión pública”.48 Las socias de la beneficencia intervenían de manera activa en el
espacio público, sus programas de protección y cuidado se llevaban a cabo según lo
dictaba un reglamento oficial, pero que era puesto a debate y confrontado, primero entre
las diferentes voces de las socias y luego con las autoridades del gobierno. Estas
mujeres decidían dentro de la institución, un orden de mérito (o necesidad) que incluía a
algunos y postergaba a otros, producto de sus propias representaciones de la pobreza,
las urgencias y también los deseos de un gobierno que las supervisaba, y al que
respondían con responsabilidad, pero sin ocultar las observaciones que desestimarían el
programa oficial y las prácticas administrativas terminarían modificando, y con ellas, el
significado de las instituciones a su cargo.

En la década del 90, el historiador Jorge Myers definió a la Sociedad de


Beneficencia como un lugar de reunión de mujeres de apellidos ilustres, partícipes
necesarias del entramado social y la estrategia de redes, caracterizado por formar parte
de una institucionalización intermedia entre el ámbito privado y público. 49 Estas
adjetivaciones intentaron explicar (sin lograrlo acabadamente), el tiempo, la atención y
el dinero que los gobiernos de turno les dispensaban a la Sociedad. Valeria Pita, ha
intentado conceptualizar las circunstancias que contribuyeron a naturalizar esta
caracterización la Sociedad de Beneficencia y propone relacionarla con un cuerpo
literario que entendió, por diversos motivos, que el Estado no había asumido sus
funciones sociales, por lo que estas “habían quedado en gran medida en manos de
asociaciones de la sociedad civil y por ende, fuera de los marcos de la estatidad”.50 La
historiadora menciona que el politólogo Oscar Oszlak contribuyó a afianzar estos

48
Pita, Valeria Silvina, La casa de las locas: una historia social del Hospital de Mujeres Dementes:
Buenos Aires, 1852-1890.- 1 ed. –Rosario: Prohistoria Ediciones, 2012, pág. 16 y 17
49
Myers, Jorge, “Una revolución en las costumbres”, en: Historia de la vida privada en la Argentina,
Devoto, Fernando y Madero, Marta (comp.), Buenos Aires, Editorial Taurus, Octubre 1999.
50
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires, 1852-1890, Tesis de Doctorado, presentada en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009, pág. 22.

22
enunciados; efectivamente, Oszlak afirmaba que, “la existencia del Estado nacional
exigía replantear los arreglos institucionales preexistentes, desplazando el marco de
referencia de la actividad social de un ámbito local-privado a un ámbito nacional-
público”. 51 Y si bien sus investigaciones son una referencia ineludible para los
historiadores, también es cierto que hoy “se está señalando un nuevo camino para
reflexionar en torno al proceso histórico de construcción del Estado”.52 El nuevo camino
propondría un derrotero diferente y estaría más abocado a conocer “cuáles fueron los
atributos de la estatidad a partir de instituciones y relaciones concretas”, recorrido que
por otra parte permitiría ver al Estado, no como un ente abstracto sino a través de sus
agentes”. 53 En este sentido, continúa Pita, sería necesario llevar adelante nuevos
trabajos de investigación, que permitan vislumbrar “quiénes lo componían, qué hacían,
cuántos individuos participaban de la agencia, pues, como lo expresó el historiador Juan
Carlos Garavaglia, “sin saber nada acerca de la burocracia, de la policía, del sistema
judicial, etc. resulta harto difícil construir teorías sobre la dominación estatal”, cita la
historiadora”.54

Otros trabajos de investigación, también han puesto en duda las teorías que
afirmaban la incapacidad del Estado para llevar adelante las políticas sociales públicas.
El trabajo de Pilar González Bernaldo de Quirós, 55 “Beneficencia y gobierno en la
ciudad de Buenos Aires (1821-1861)”, presenta estos giros historiográficos necesarios
para abordar temas tan complejos, con nuevas miradas. La autora afirma que es erróneo
pensar que, en el proceso de formación del Estado, la beneficencia pública no tuvo
ninguna relevancia. Sin embargo, su argumento en cuanto a que en Estado asumió
funciones asistenciales pero de forma indirecta a través de determinadas asociaciones
será puesto en duda en nuestra investigación. Estas afirmaciones no ayudarían a
entender ni el rol ni las funciones que la Sociedad de Beneficencia puso en práctica y

51
Oszlak, Oscar, La formación del Estado argentino, Buenos Aires, Editorial Ariel, 2004, pág.98.
52
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009,
pág. 23.
53
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009,
pág. 23.
54
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009,
pág. 23.
55
Pilar González Bernaldo de Quirós,55 en su trabajo “Beneficencia y gobierno en la ciudad de Buenos
Aires (1821-1861)”.

23
tampoco las formas que habría guardado el vínculo “a medio camino” que la autora
propone instalar. Un vínculo que, pudimos constatar, fue directo, cotidiano, minucioso y
que abarcaba todos los temas concernientes a la administración, destinados a sostener a
la Sociedad de Beneficencia. Por eso es necesario analizarlo, no ya desde las
conceptualizaciones pre-existentes sino a través de las prácticas que se visualizaron en
sus escenarios. Los presupuestos, reglamentos, pedidos de vacantes, elección de socias,
antecedentes de las maestras, elección de la portera, y otros temas, se trabajaban de
manera cotidiana con el gobierno de turno. Estas formas de gestión institucional que
poco tiene que ver con la sociedad colonial, tiene mucho que ver con “la voluntad de los
hombres que condujeron Buenos Aires, de comenzar a desplegar el entramado
estatal”. 56 Por eso esta tesis no adhiere a las conceptualizaciones de Pilar González
sobre este tema en particular.

Por otra parte, y desde la historia social, José Luis Moreno evalúa la producción
historiográfica contemporánea e infiere que ésta se ha ocupado de analizar la
construcción del estado y la nación desde las perspectivas políticas y económicas,
dejando un vacío (o un espacio) en lo que se refiere las políticas sociales y asistenciales
y que considera estrechamente relacionadas con esta construcción. El historiador
destaca la importancia de abordar estos espacios vacíos, para tener una visión conjunta
del problema asistencial público y su historia, convirtiéndola en un objeto de estudio
más acabado. Moreno propone conceptualizar estas prácticas asistenciales como
políticas sociales, señalando que la Sociedad de Beneficencia formó parte de la política
social, ya que dicha organización estaba conformada por un grupo de individuos que
recibía ayuda sistemáticamente del gobierno y fue creada directamente y de manera
novedosa para tal fin, es decir incorporada plenamente al aparato burocrático del
estado.57 Para el autor, este proyecto moderno, que ponía el acento en la educación y la
protección social desde el sector público, afirmaba su gobernabilidad, dejando el control

56
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009,
pág. 25.
57
Dice Moreno “ … cuando un pobre recibe una limosna de otro individuo, estamos frente a un acto de
caridad, constituye una acción individual. En cambio, cuando un grupo de individuos recibe ayuda
sistemática de una institución creada para tales fines, sea religiosa o estatal, nos encontramos frente a una
organización de beneficencia. Cuando las organizaciones de beneficencia se incorporan plenamente al
aparato burocrático del estado, la ayuda a los pobres se transforma en política social …” José Luis
Moreno (comp.), La política social, antes de la política social, Buenos Aires, Trama editorial/Prometeo
libros, 2000.

24
de una parte de la sociedad bajo las órdenes de una sola mano o grupo hegemónico. A
esta altura, continúa, el gobierno había tomado la decisión de separarse de la Iglesia y
poniendo al frente de la administración a mujeres que profesaban la religión católica, no
sólo se aseguraba la aceptación social de aquellas controvertidas decisiones sino que le
brindaba a la elite porteña femenina la oportunidad de participar en la construcción de
los primeros atisbos de una identidad nacional.58 Moreno asegura que “durante la etapa
de secesión de la provincia de Buenos Aires de la Confederación, se establecieron los
cimientos de la más grande institución asistencial jamás conocida en el Río de la Plata:
la Sociedad de Beneficencia de la ciudad de Buenos Aires”.59
Una de las riquezas de su trabajo consiste en sumergirse en el acervo
documental de la Sociedad de Beneficencia existente en el Archivo General de la
Nación, pudiendo observar en las fuentes directas e inéditas el empeño que puso en
gobierno provincial en direccionar la ayuda social de los sectores sociales más
vulnerables, a través de la incursión de las mujeres en las políticas públicas. Moreno
logra identificar a la Sociedad como una herramienta imprescindible en el vínculo entre
la plebe y el gobierno; este último depositó en ella la responsabilidad de concretar los
objetivos asistenciales que el ambicioso plan gubernamental liberal tuvo desde sus
comienzos. El autor visualiza a la Sociedad estrechamente ligada a los gobiernos que se
fueron sucediendo a lo largo del siglo XIX, los que, con más o menos simpatía hacia la
Institución, no pudieron dejar de reconocer la importante función que desempeñaban y
que por el momento se presentaba como la única respuesta pública a los problemas
relacionados con la ayuda social, y por ende, irremplazable.

Así como fue necesario redimensionar y visualizar a las mujeres en la historia,


corriéndose de las narrativas tradicionales, esta tesis también pondrá la mirada en
aquellas investigaciones abocadas a darle historicidad a los infantes de Buenos Aires.
¿Quiénes fueron los sujetos de protección que reunieron a las socias de la Sociedad de
Beneficencia, con el objeto de transformar la situación de pobreza, orfandad y
analfabetismo en la que estaban inmersos?

58
Moreno, José Luis (comp.), La política social, antes de la política social, Buenos Aires, Trama
editorial/Prometeo libros, 2000.
59
Moreno, José Luis, “Modernidad, y tradición en la refundación de la Sociedad de Beneficencia por las
damas de la élite, durante el estado de Buenos Aires, 1852-1862”, IEHS, Volumen 18, 2003,
Introducción.

25
La mayoría de los historiadores de la infancia coinciden en que, a partir del siglo
XVIII las actitudes hacia los niños se modificaron y la familia comenzó a mirarlos
desde una óptica diferente y a tratarlos, por ende, de manera diferente, interesándose en
ellos. Se ampliaron las diversiones de los niños, comenzaron a verse libros, juguetes,
ropa pensada para ellos. Aún así, en algunas cuestiones de base, como la educación, el
sexo ó la disciplina, esta nueva mirada no significó un paliativo para ellos. Se comenzó
a pensar que los niños debían ser preparados para la vida adulta, a través de prácticas
especiales y en este proceso, según el historiador Philippe Aries, por ejemplo, el niño
fue arrancado de la vida adulta (y de las libertades que tenía como consecuencia). En
este proceso los niños fueron puestos bajo la mirada atenta de las familias, la Iglesia, los
gobiernos y los moralistas que se arrogaron el derecho de corregir conductas utilizando
métodos que incluían los castigos y los azotes, en vistas a quebrar y encauzar las
posibles rebeldías. Si bien las prácticas sobre la niñez tenían diferencias de clase, varios
historiadores de la infancia sostienen que los niños eran maltratados en toda la escala
social.
Ante la pregunta de qué significaba ser un niño en Buenos Aires, en la primera
mitad del siglo XIX debemos tener en cuenta ciertas consideraciones. Para la
investigadora en educación Sandra Carli, hablar de infancia no es sólo analizar y
entender el concepto surgido en determinado período histórico sino también conocer la
construcción de dicho concepto inmerso en la cultura política y la cultura escolar del
momento y cómo estas construcciones condicionan el tiempo presente de una
generación de niños.60 Por su parte, el historiador Pablo Cowen nos advierte sobre la
dificultad de responder este cuestionamiento tomando el concepto aparecido en la
Europa de la Ilustración, y traspolándolo a la sociedad porteña, sin tener en cuenta las
particularidades. No debemos perder de vista que este niño se encontraba inserto dentro
de una sociedad tradicional pero que experimentaba cambios de carácter político con
incidencia en todos los ámbitos, algunos acelerados, otros más lentos, pero de manera
constante. Para Cowen los niños porteños eran considerados niños y no como adultos en
miniatura “o rehenes de las instituciones y prácticas de la modernidad”.61 Aún teniendo
que competir con hipótesis historiográficamente extensas que prueban lo contrario, el

60
Carli, Sandra, Historia de la infancia: una mirada entre cultura, sociedad y política en Argentina, en
Cucuzza, Héctor Rubén (comp.), Historia de la educación en debate, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1996.
págs. 221-224.
61
Cowen, M. Pablo, “Nacimientos, partos y problemas de la primera infancia. Fines del siglo XVIII,
primeras décadas del siglo XIX”, en Moreno, José Luis, (comp.) La política social antes de la política
social, Buenos Aires, Trama editorial/Prometeo libros, 2000, pág. 77.

26
autor afirma que en Buenos Aires existió una consideración especial hacia la infancia.
Esta apreciación que parece acertada al referirse a niños de pecho y párvulos, es decir,
niños hasta los nueve años, es incierta a partir de esa edad, nos advierte José Luis
Moreno, quien destaca las dificultades que se nos presentan en las fuentes al querer
identificar a los preadolescentes. A partir de los nueve años las clasificaciones que
aparecen en los documentos son ambiguas y confusas, dependen de la situación y el
contexto, producto del período de transición por el que atraviesa el niño hacia la
adolescencia 62 . También habría que tener en cuenta, que, como dice la historiadora
Carolina Zapiola, “las representaciones de cada sociedad sobre la infancia están
naturalizadas”.63 por lo que las relaciones sociales que se entablan con los niños, aún
caracterizadas como variables y en cambio permanente, son vistas por la sociedad en
donde se desarrollan como lo que debe ser, lo común, lo habitual.
Los juristas posrevolucionarios sostenían, como sus pares juristas españoles, que
la patria debía velar por el porvenir del niño, a quién veían como un sujeto de
protección por derecho. Por eso las instituciones encargadas de velar por los
desamparados, entre ellos los niños y las niñas, fueron redefinidas y aumentadas durante
los primeros gobiernos patrios.64
Sin embargo, dichas instituciones no necesariamente garantizaban el bienestar del
infante aunque la preocupación por resolver los problemas estuviera presente. ¿Cuáles
eran los padecimientos de niñas y niños en el Río de la Plata? ¿De qué había que
protegerlos? En primer lugar del abandono. El abandono de niños, dice Moreno, ha
constituido un hecho social sistemático en la historia de Oriente y Occidente y en él
influyen los valores sociales, culturales y religiosos. Esta práctica dio lugar a distintos
intentos de solución, a lo largo de toda la historia y convocó iniciativas tanto de los
sectores privados como desde los gobiernos y los estados.65 En la Buenos Aires de 1820

62
Moreno, José Luis, Historia de la familia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
págs. 89-90.
63
Zapiola, María Carolina, Argentina investiga, Universidad Nacional de General Sarmiento, Instituto de
Ciencias, 18 de Febrero de 2013.
64
Adalberto González nos anuncia que la figura jurídica del menor abandonado aparecerá 100 años
después, a través de la llamada Ley de Patronato de Menores sancionada en 1919, que legitimará como
solución para el aumento de la niñez abandonada una práctica anterior a dicha ley, como lo es el encierro
del niño-menor de edad de principios del siglo XIX. González, Favio Adalberto, “Niñez y beneficencia:
Un acercamiento a los discursos y las estrategias disciplinarias en torno a los niños abandonados en
Buenos Aires de principios del siglo XX (1900-1930)”, en La política social antes de la política social,
Moreno, José Luis (comp.), Trama editorial/Prometeo libros, 2000, págs. 130-131.
65
Moreno, José Luis (comp.), La política social antes de la política social, Buenos Aires, Trama
editorial/Prometeo libros, 2000. Introducción.

27
las niñas y los niños padecían las consecuencias directas de las guerras de
independencia y civiles: la orfandad y la pobreza.
Las producciones historiográficos sobre la infancia ayudan a comprender a los
infantes y adolescentes inmersos en las instituciones de protección creadas para
contenerlos, como la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires. Lejos de ser parte de
una asociación caritativa, cristiana y elitista, que repartía limosnas a los indigentes, estas
mujeres, que pertenecían, si, a la elite, en la estratificada sociedad bonaerense de
principios del siglo XIX, indagaron a las mujeres indigentes de su pueblo, con el objeto
de ubicar a sus hijas huérfanas y pobres en las instituciones creadas para cuidarlas y
educarlas, bajo la protección del gobierno.

El derrotero por distintas producciones historiográficas deja entrever que se


pueden incorporar nuevas herramientas conceptuales a viejos temas como la Sociedad
de Beneficencia. Las producciones contemporáneas que han puesto el énfasis en las
narrativas del control social, perspectivas ineludibles en los momentos de producción de
esos trabajos, han impedido avanzar sobre otros problemas que pueden vislumbrarse en
estas Instituciones.
Nos parece pertinente abordar nuestro estudio poniendo la mirada en la
experiencia de individuos y grupos de personas que convergieron en estos escenarios;
las negociaciones que se tejieron en su entorno y los acuerdos que renacieron de las
divergencias; dialogando con las producciones anteriores pero reconociendo los límites
de sus claves analíticas.
Entendemos que es necesario visualizar a las mujeres en la historia,
desentramando los modos de aparición de sus existencias en los relatos; teniendo en
cuenta también, de que manera el género y las relaciones entre varones y mujeres
“determinaron miradas sobre el pasado y anudamientos en el presente, que todavía es
necesario desanudar”. 66 La perspectiva de género ha logrado focalizar a las mujeres
como un sujeto histórico con sus propias narrativas; sus presencias, silencios, los
escenarios y las circunstancias, otrora ignoradas por la historiografía, o dadas
supuestamente por entendidas, han sido revisadas y re-significadas.
Las historiadoras del género han dado un giro al relato positivista poniendo a las
mujeres en el centro de la discusión. Desde esta perspectiva nos proponemos repensar

66
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009.

28
los documentos de la Sociedad de Beneficencia en su etapa fundacional: momento
histórico particularmente convulsionado, que dejó espacios suficientes a sus
protagonistas para ensayar sus capacidades y habilidades con cierta dosis de libertad y
que, en el caso de la Sociedad de Beneficencia les permitió incursionar en los escenarios
políticos y participar de las discusiones que allí se presentaban. Desde estos espacios,
las mujeres que la integraron, discutieron con el gobierno de turno, las formas que
debían guardar las instituciones asistenciales públicas, como el Colegio de Huérfanas de
Buenos Aires y las escuelas públicas de niñas. Esta institución sería reglamentada,
financiada, controlada y evaluada desde el Gobierno de la Provincia, y sus integrantes
serían definidas y tratadas como agentes imprescindibles de las prácticas asistencialistas
del estado provincial.
La Sociedad de Beneficencia fue una entidad creada por aquellos primeros
ensayos estatales post-independentistas e incorporada de manera cotidiana a la agenda
gubernamental. Las mujeres que la integraron, fieles y obedientes al gobierno que las
convocaba, se dedicaron a educar a las niñas pobres del pueblo, fundando escuelas en la
ciudad y la campaña, con el objeto de transformarlas en la base civil de la nueva patria
que se estaba forjando, incluyendo a las niñas negras y mulatas que habitaban la ciudad
y la campaña.
Pensamos que es relevante indagar las circunstancias que rodearon los
momentos fundacionales de la Sociedad de Beneficencia para poder desenmarañar, no
sólo las construcciones discursivas gestadas en torno a ella, si no y sobre todo, para
poder conceptualizarla en función de las prácticas que atravesaron a los individuos que
la recorrieron, enriqueciendo las conceptualizaciones de todos ellos y de la institución.

………………..

El primer capítulo abarca el período comprendido entre la fundación de la Sociedad de


Beneficencia en el año 1823, y la asunción de Juan Manuel de Rosas a su primer
gobierno, en el año 1829. Se argumenta cómo en el escenario político abierto por la
gestión de Rivadavia, las mujeres de la elite, encontraron un espacio para intervenir en
asuntos públicos. Se observa el compromiso adquirido por las socias elegidas para
formar parte de la Sociedad de Beneficencia, quienes se propusieron defender al
gobierno que las había llamado, deseosas de formar parte de un proyecto nuevo,
original, patriótico y público. La primera parte pone la atención en la creación de la

29
Sociedad de Beneficencia y los discursos oficiales que legitimaron su existencia.
También se detiene a observar las formas que guardaron el armado de esta estructura
horizontal y jerárquica a la vez. La segunda parte se aboca a presentar a las 13 socias
fundadoras de la agencia rivadaviana.
El segundo capítulo comprende el mismo período del capítulo uno, 1823-1829.
Se analiza cómo las socias de la Sociedad fueron gestionando y negociando con los
diferentes gobernadores de la década del 20 las formas que debía guardar la tutela de las
infantes, a medida que se iban asentando como indispensables agentes de la institución.
Se observan las primeras tensiones y conflictos que debieron afrontar las mujeres como
consecuencia de diferentes problemáticas: la disparidad de criterios que tenían entre
ellas mismas, entre ellas y el gobierno que las supervisaba y también con las personas
que trabajaban para la Sociedad. Estas disputas, que atravesaban temas relacionados con
problemas cotidianos como la concesión de una vacante ó el financiamiento de las
obras, nos permiten observar los consensos, acuerdos y negociaciones que debieron
ponerse en práctica en pos de la viabilidad del proyecto.
El tercer capítulo se desarrolla entre los años 1829 y 1835, es decir, bajo el
Gobierno de Rosas y otros gobernadores adherentes a la causa federal. Se analizan
situaciones significativamente conflictivas que debieron afrontar las mujeres
administradoras, en un contexto de cambio, en donde hubo que abrir nuevos canales de
diálogo y negociación con los gobernantes federales. Se analiza el alcance del proyecto
tutelar detentado por las mujeres de la beneficencia, quienes, cumpliendo el mandado
del gobierno, incorporaron a las niñas negras y mulatas al sistema educativo.

30
Capítulo 1

Los orígenes de la Sociedad de Beneficencia. Buenos Aires, 1823-1829

El 26 de enero de 1830, un mes después de la elección de Rosas como Gobernador de la


Provincia de Buenos Aires, la entonces presidenta de la Sociedad de Beneficencia,
María Sánchez de Mendeville, se dirigió a las mujeres que habían concurrido a la
reunión que semanalmente realizaban en los despachos de la Casa de Expósitos,
advirtiéndoles a sus compañeras que “la medida adoptada en las escuelas de pedir para
agua á las niñas era contraria al espíritu del Gobierno, que era proporcionar la educación
á las personas que no podían pagar”.67 Llevaban transcurridos ya siete años desde que
habían sido llamadas por el mismísimo Rivadavia para encargarse de la educación de
las niñas pobres, algunas de ellas también huérfanas, y sabían que, como responsables
del proyecto oficial que había emanado del Gobierno, no debían poner en duda el
carácter público de la propuesta. Para ese entonces, las 13 socias fundadoras nombradas
por el ministro Rivadavia, y las compañeras que se sumaron después, habían logrado no
sólo incorporar al programa educativo más de 600 niñas de entre 6 y 16 años, fundado 7
escuelas y tomado las riendas del Colegio de Huérfanas, sino también establecerse
como agentes necesarios del gobierno de Buenos Aires, participando de manera activa
en la educación y tutela de las futuras esposas, madres, trabajadoras, ciudadanas, es
decir, el cuerpo femenino de la sociedad civil en sus primeros y vulnerables años. A
mediados del siglo XIX el 50% de las niñas en edad escolar se educaban en las escuelas
dirigidas por la Sociedad de Beneficencia.
El estanciero Martín Rodríguez sería elegido Gobernador de Buenos Aires y
ejercería el cargo entre 1821 y 1824. Junto con su Ministro de Relaciones Exteriores,
Bernardino Rivadavia (el cargo más importante luego del de Gobernador), se
propusieron llevar adelante una reforma completa de las leyes y prácticas habituales de
la etapa colonial. Estos cambios, en principio, de dimensión local, podrían ser
proyectados, en otra etapa, al ámbito nacional.68

Con una población bonaerense deseosa de no volver a pasar por las


circunstancias que rodearon el comienzo de la nueva década (las guerras y la
inestabilidad institucional), y con el deseo de capitalizar al máximo los recursos de los
67
AGN, SB-LA Nº1, Acta 97 del 26 de enero de 1830.
68
Lobato, Mirta Zaida, Atlas histórico/ Mirta Zaida Lobato y Juan Suriano, Buenos Aires, Sudamericana,
2010, pág.161.

31
que disponía (la aduana de Buenos Aires, ahora en soledad), los representantes del
nuevo gobierno se dispusieron a encarar una serie de medidas tendientes a modernizar
estos espacios. Buenos Aires se preparó para vivir entonces “lo que en ese momento se
llamó la “feliz experiencia” con la creación de nuevas instituciones, la prosperidad del
comercio y el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes”.69

El ministro de gobierno propiciaría una organización provincial con un sistema


liberal y centralizado. Alentaría reformas políticas, eclesiásticas, militares, económicas
y culturales. Completaba el panorama un proyecto de reparto de la tierra pública, un
empréstito, una política migratoria y la ilusión rivadaviana de que las doctrinas
económicas, políticas y culturales que había conocido en la Europa industrial de los
años 20, cuajaran en la ganadera Provincia de Buenos Aires, por estos años, de 55.000
habitantes.

El ímpetu reformista del período rivadaviano no pudo dejar de generar fuertes


desencuentros entre los sectores más altos, ya que la elite política bonaerense estaba
lejos de ser homogénea. La orientación de la enseñanza, la prédica doctrinaria de la
prensa, las decisiones económicas, las medidas que afectaban el rol ó la imagen de la
70
Iglesia, motivaron importantes controversias. Rivadavia y sus más cercanos
colaboradores conformaban “un grupo decidido a usar a Buenos Aires como cabeza
ineludible del nuevo Estado nacional, pero en función de los intereses de la
organización de ese Estado y no de los intereses porteños”.71

En el ámbito cultural, la elite política crearía la Universidad de Buenos Aires,


que, además de convertirse en la alta casa de estudios, tendría un departamento
destinado a dirigir la educación pública de todos los varones ricos y pobres de la
provincia, incorporando una nuevo método pedagógico de enseñanza para el nivel
elemental: el sistema lancasteriano. Pronto el Ministro de Gobierno se ocuparía también
de las niñas.

El proyecto de crear una institución pública y laica que se ocupara de la


educación y atención de las niñas pobres del pueblo, era parte del amplio plan de

69
Lobato, Mirta Zaida, Atlas histórico/ Mirta Zaida Lobato y Juan Suriano, Buenos Aires, Sudamericana,
2010, pág.161.
70
Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina: 1800-
1846, Buenos Aires, Emecé Editores, 2007, pág.181.
71
Chiaramonte, José Carlos, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina: 1800-
1846, Buenos Aires, Emecé Editores, 2007, pág.183.

32
gobierno que Bernardino Rivadavia72 había diagramado como Ministro de Gobierno y
Relaciones Exteriores de Martín Rodríguez.73 La iniciativa estaba relacionada no sólo
con el deseo de recortar las atribuciones de los antiguos tutores de estas infantes, la
Orden de los Betlemitas74 y la Hermandad de la Santa Caridad,75 sino también con el
proyecto de incorporar a mujeres patricias en el manejo de varias instituciones. La idea
no era original, ya que organismos similares habían sido fundadas en distintos países
Europeos durante el siglo XVIII .76 Sin embargo los antecedentes europeos funcionarían
sólo como disparadores de las ideas rivadavianas, en parte resultado de las experiencias
intelectuales e institucionales que había atesorado durante el ejercicio de la diplomacia
en Europa; ahora tenía la oportunidad de reformular estas ideas y llevarlas a la práctica
en la provincia de Buenos Aires.77
Creada por decreto el 2 de Enero de 1823, organizada y reglamentada por tres
individuos de la confianza de Rivadavia, como Francisco del Sar, José María Roxas y
Valentín Gómez, la Sociedad de Beneficencia fue inaugurada el 12 de Abril de 1823;
pronto adquiriría caracteres propios que resaltarían su singularidad, y que le permitirían

72
Rivadavia expresaba en una disertación que “El Gobierno [considera] la ignorancia como el primer
enemigo de los pueblos, que desmoraliza y embrutece […]La educación de las niñas era descuidada desde
el antiguo tiempo: ella ha recibido un grande impulso, es de esperar que la Sociedad de Beneficencia,
establecida en el presente año, ponga en acción los sentimientos que distinguen al sexo” Este mensaje
pertenece a los ministros encargados del poder ejecutivo, Bernardino Rivadavia y Manuel José García, al
abrir las sesiones de la legislatura de la Provincia de Buenos Aires, el 5 de Mayo de 1823. Verlo en
Mabragaña, H., Los Mensajes: historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada
cronológicamente por sus gobernantes: 1810-1910, Tomo I, 1810-1839, publicación autorizada por la
Comisión Nacional del Centenario, Buenos Aires, Compañía Nacional de Fósforos, 1910, pág.195.
73
Carlos Newland menciona que “hasta la creación de la Sociedad de Beneficencia no habían existido
escuelas públicas para niñas en Buenos Aires” Newland, Carlos, Buenos Aires no es pampa: La
educación elemental porteña, 1820-1860, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1992, pág. 70.
74
El historiador Gabriel Di Meglio menciona que la intervención de Rivadavia en el clero, estaba
relacionada con el deseo de “reubicar a la Iglesia heredera de la colonia en el nuevo orden
posrevolucionario a través de la secularización de buena parte del clero regular y un fortalecimiento del
secular”. Estas medidas habrían dividido al propio clero entre quienes estaban a favor de ellas y quiénes
no. El sector opositor habría participado en el segundo motín de Tagle, junto con algunos militares
retirados también por Rivadavia. En ese conflicto, sigue reflexionando el autor, habría participado
algunos integrantes de la plebe urbana, con la excusa de la religión, pero pidiendo por sus propias
cuestiones. Di Meglio, Gabriel, ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre
la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007, págs. 230-236.
75
La Hermandad de la Santa Caridad fue una institución de composición mixta, formada por notables y
religiosos que dependían del obispado y que administraba el Hospital de Mujeres, la Casa de Huérfanas y
la Casa de Niños Expósitos.
76
Para ver las asociaciones benéficas que precedieron a la Sociedad de Beneficencia durante el siglo
XVII en Europa ver el texto de Little, C. J. The Society of Beneficence in Buenos Aires, 1823-1900. Ph.
D. Dissertation, Temple University, 1980, págs. 40-41.
77
Moreno, José Luis, Éramos tan pobres …: De la caridad colonial a la Fundación Eva Perón, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 2009, pág. 32 y 33.

33
funcionar como modelo de futuras instituciones similares en el vasto territorio local y
continental.78

1. Creación de la Sociedad de Beneficencia

Con las ansias de inaugurar, entonces, la beneficencia oficial bajo su ministerio,


Rivadavia llamó a María Josefa Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco de
Mendeville (viuda de Thompson), Mariquita, para que reuniera trece mujeres
incluyéndola, y les propusiera formar parte de un proyecto que prometía estar por
encima de todo cuanto se había hecho hasta ahora en materia de ayuda a los desvalidos.
La primera medida consistía en fundar escuelas79 de primeras letras para niñas pobres,
en aquellos barrios donde ya existían establecimientos de varones y ocuparse del
cuidado y educación de las infantes alojadas en el Colegio de Huérfanas, todo a través
de una institución inventada para estos fines: la Sociedad de Beneficencia de Buenos
Aires.

Para estas señoras atender las necesidades de ciertos sectores de la población


identificados como pobres plausibles de cuidado y atención no era una novedad.
Algunas de las socias fundadoras, como Mercedes Lasala y Riglos, Cipriana Viaña y
Boneo, ó María de la Concepción Cabrera de Altolaguirre, habían estado involucradas
de manera más o menos organizada en la asistencia de las mujeres pobres y huérfanas,
colaborando con las instituciones pre-existentes a la Sociedad de Beneficencia, como la
Hermandad de la Santa Caridad. Sin embargo, trabajar en esta nueva figura
institucional, manejando los fondos públicos y rindiéndole cuentas periódicamente al
gobierno sería radicalmente diferente. Las reuniones comenzarían con la lectura de las
notas emanadas del Ministerio de Hacienda y Relaciones Exteriores, con instrucciones,
decretos, sugerencias, críticas, órdenes, (también felicitaciones), las que había responder
de forma inmediata, consensuada y conveniente. Todas las decisiones que se tomaban
debían pasar a gobierno para su definitiva aprobación. Y si bien en los primeros tiempos
fundacionales de la Sociedad, los hombres que actuaban en el ejecutivo pertenecían a su

78
La Sociedad de Beneficencia fue la primera de su clase, y fue tomada como referente de instituciones
en América Latina y en el interior del país.
79
Para José Luis Moreno “se trataba de formar ciudadanas que acompañarían a los ciudadanos en la
construcción de un Estado moderno”, y esto era un aspecto distintivo, original y diferente de las
instituciones similares de Europa “más ocupadas en la protección y el control social de los menesteros
que en la educación de los mismos” Moreno, José Luis, Éramos tan pobres …: De la caridad colonial a
la Fundación Eva Perón, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2009, pág. 35 y 36.

34
mismo estrato social y compartían el punto de vista de liberales 80 , la inestabilidad
política de los años siguientes, y con ella, la de las relaciones interpersonales, crearon
tensiones dentro de la institución, entre las socias, y fuera de ella, que las obligaron a
ensayar estrategias de adaptación impensadas para estas mujeres, administradoras,
probablemente, de sus casas; tutoras celosas de sus familias, devenidas ahora en agentes
de las políticas públicas del gobierno de la provincia.
En el decreto de creación de la Sociedad de Beneficencia, Rivadavia anunciaba
la incorporación de la mujer al aparato gubernamental y justificaba su decisión
expresando la preocupación que le generaba la presencia de las mujeres de la sociedad
civil porteña, a las que el veía como de una existencia “demasiado vaga e incierta”.81
Para el ministro, esta “imperfección del orden civil”82 sería causada por la exclusión de
las mujeres en la educación formal, y con ella, de la formación moral e intelectual,
destinada no sólo a la “mejora de sus costumbres”83 sino también a la obtención de
“medios de proveer a sus necesidades 84 . Es decir, el ministro mencionaba que las
madres no sólo debían prepararse para ser individuos ejemplares sino también mujeres
trabajadoras capaces de lograr su propio sustento.
Para Rivadavia, la exclusión de la mujer de la educación sistemática habría
ocasionado “obstáculos al progreso de la civilización” 85 , observando también que
dichos obstáculos se habían visto maximizados porque no se visualizaban ni percibían
como tales. Sin embargo, esta amenaza invisible tenía una contracara visible: las
mujeres habían sido dotadas por la naturaleza de cualidades exclusivas que no poseía el
hombre, y que (si habían nacido dentro de la elite), las hacían las mejores candidatas
para realizar determinados tipos de servicios a la sociedad. Rivadavia conjugaba así, en
el mismo relato, el problema y la solución al problema. Las mujeres del pueblo
recibirían educación financiada por el Gobierno y las mujeres de la elite serían quienes
gestionarían todo lo concerniente a este proyecto.

81
AGN-SB, LAN 1 Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, discurso de Rivadavia,12 de
Abril de 1823.
82
AGN-SB, LAN 1 Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, discurso de Rivadavia,12 de
Abril de 1823.
83
AGN-SB, LAN 1 Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, discurso de Rivadavia,12 de
Abril de 1823.
84
AGN-SB, LAN 1 Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, discurso de Rivadavia,12 de
Abril de 1823.
85
AGN-SB, LAN 1 Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, discurso de Rivadavia,12 de
Abril de 1823.

35
Para el Ministro de Gobierno, las mujeres de la elite porteña, además de poseer
las cualidades exclusivas de su sexo, tenían garantizada la virtud de la moral por su
condición de clase, así como la solvencia económica que caracterizaba al grupo. 86
Esperanzado, el día de la inauguración en el patio de la casa de Expósitos, el Ministro
advertía al público que se había acercado a escucharlo, incluyendo las socias, que “…
ellas no [podían] dejar de aprovechar con una ansiosa solicitud, la primera oportunidad
que se les proporciona, para reducir a hechos las verdades que se han indicado…”87 Con
esta reflexión, Rivadavia ponía un parte aguas con respecto a todo lo que ellas habían
hecho anteriormente en materia de beneficencia. Porque como dijimos, aunque las
mujeres de la elite ya habían actuado en obras caritativas desde que las necesidades se
hicieron visibles en la provincia, como el mismo Rivadavia señalaba, nunca habían sido
llamadas para formar parte de un aparato asistencial y educativo gubernamental,
destinado no sólo a atender a la población civil necesitada y pobre (con proyección en la
campaña), sino también y especialmente en estos primeros momentos fundacionales,
crear instituciones educativas para todas las niñas de la ciudad, promoviendo desde el
gobierno aquellas intervenciones en determinado sector de la sociedad, destinadas
también a crear ciudadanía. El proyecto era definitivamente novedoso.88
Rivadavia destacaba la importancia de la mujer y la educación en la
recuperación de los valores perdidos en la década anterior producto de las guerras. Daba
cuenta de por qué las mujeres, “la perfección de la moral … el cultivo del espíritu en el
bello sexo … y la dedicación del mismo a lo que se llama industria, y que resulta de la
combinación y ejercicio de aquellas cualidades ”89, serían las personas más capacitadas
para propiciar el trabajo, la educación, y el cuidado de las niñas que las convocaba. Y si
por casualidad alguna de las mujeres se sentía ignorada en sus valores agregados, el
ministro tuvo la prudencia de aclarar “ .. que no debían extrañar las damas de la
Sociedad de Beneficencia que al dirigirse á ellas no hubiera empezado, como ha sido
siempre de costumbre, por probar la capacidad de las mujeres. Sobre este particular,
señoras, la autoridad que os habla está lejos de hacer un insulto, no á vosotras, (dijo),

86
Para el historiador José Luis Moreno, el proyecto es notable, en cuanto a “ … promover a la mujer en
un rol activo en la construcción de un nuevo orden, asignando a la educación de las niñas un papel
decisivo en la nueva concepción de la sociedad civil …” Moreno, José Luis, Éramos tan pobres …: De la
caridad colonial a la Fundación Eva Perón, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2009, pág. 33.
87
AGN, SB, Decreto de Creación de la Sociedad de Beneficencia, 2 de Enero de 1823.
88
Por otra parte, podemos decir que, la educación de las niñas estaba definitivamente en desventaja con
respecto a la de los varones, ya que ellos concurrían a las escuelas públicas administradas por el Cabildo.
89
AGN, SB-LA Nª 1, Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, 12 de Abril de 1823, (discurso
de Rivadavia).

36
sino a la naturaleza que es completa y acabada en todas sus obras ...” . 90 Este
argumento con el que Rivadavia justificaba la incorporación de las mujeres a su
proyecto, será reutilizado por las socias de la beneficencia a lo largo de su membresía y
por los mismos motivos: reafirmar su irreemplazable presencia en la dirección de las
instituciones. Nadie mejor que estas tiernas esposas, madres respetables, la perfección
de la moral, en las palabras de Rivadavia, para llevar adelante y en nombre del gobierno
la tutela de este sector tan necesitado de sus valiosas e imprescindibles atenciones.91

La primera Casa de Recogimiento de huérfanas de Buenos Aires había sido el


beatario de Pedro de Vera y Aragón, que albergó niñas huérfanas entre 1692-1702. El
historiador Carlos María Birocco menciona que su fundación fue pensada debido a la
ausencia de una casa conventual femenina (y el poco interés que la corona ponía en
destinar fondos para las niñas abandonadas) y con el objeto de “encaminarlas hacia una
existencia de recato por medio de la educación religiosa”. 92 El Capitán Pedro Vera,
mayordomo del Hospital Militar de San Martín, invirtió dinero en las reformas del
mismo para adaptarlo como asilo de huérfanas, aunque su destino final fue el de
compartir esta función con la de convento de monjas y beatario para doncellas
españolas. El autor continúa mencionando que es poco y nada lo que se sabe de las
internas, quizás algunos datos numéricos, como que en 1699 eran alrededor de treinta.
Recorriendo los inventarios Birocco observa que la mayoría de las internas tenían
familia (lo que nos lleva a replantearnos el concepto de orfanato y sus dimensiones), y
que los recursos eran obtenidos del alquiler de habitaciones en la Casa de
Recogimiento, herencias, aportes del gobernador, limosnas, donaciones y el aporte de la
jerarquía eclesiástica. Este beatario llegó a su fin con el cambio de gobernador en 1701,
debido a que el hospital debía retomar su función primera. Tardaría 40 años en fundarse
la Hermandad de la Santa Caridad, institución dirigida por el capellán González Islas,
doctor en teología recibido en la Universidad de Córdoba, quien había sugerido la

90
AGN, SA-LA Nª 1, Acta de instalación de la Sociedad de Beneficencia, 12 de Abril de 1823, (discurso
de Rivadavia).
91
Para Valeria Pita, “ … la pertenencia a la Sociedad [de Beneficencia] funcionaba de hecho como la
confirmación de un estatus ciudadano cuyos deberes se basaban en la preexistencia de una población al
margen de la sociedad que requería de protección, tutela e instrucción …” Pita, Valeria Silvina, La
Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración y tutela del Hospital de
Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009, pág.44
92
Birocco, Carlos María, “La primera Casa de Recogimiento de huérfanas de Buenos Aires: El beatario
de Pedro de Vera y Aragón (1692-1702)”, en La política social antes de la política social, Moreno, José
Luis (comp.), Buenos Aires, Trama editorial/Prometeo libros, 2000, pág. 25.

37
creación de una Casa de Recogimiento para niñas Huérfanas. Fue así que 12 huérfanas
se reincorporaron en noviembre de 1755 al nuevo establecimiento que se llamó Nuestra
Señora de los Remedios. La ubicación de esta institución, estaba junto a la Iglesia de
San Miguel y albergaba niñas entre 5 y 16 años. Los requisitos de admisión eran el
haber perdido alguno de los progenitores, y probar la buena condición física y mental.
Esta institución funcionó también como escuela pública, es decir, que concurrían a ella
las huérfanas y las niñas cuyos padres podían costear la educación.93 La Hermandad de
la Santa Caridad se encargó durante muchos años de la Casa de Huérfanas de San
Miguel hasta que un decreto del 1° de julio de 1822 (tres meses después de aparecido un
informe que mostraba dificultades presupuestarias), emitido por el gobernador Martín
Rodríguez y refrendado por su ministro secretario, Bernardino Rivadavia, la disolvió.
Calificada su gestión como “in metódica y sin garantía alguna … desvirtuada en sus
principios básicos, y convertida en un “hervidero de ambiciones y rivalidades”,94 poco
después, el 25 de abril de 1823, el establecimiento quedaba en manos de la
recientemente fundada Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires.

¿Cuál era el grupo socio-político al que pertenecía Rivadavia? En la década de


1820, Buenos Aires era la ciudad-puerto de un país que basaba su economía en la
producción y exportación de productos agropecuarios, principalmente el ganado, y que
ensanchaba sus fronteras productivas hacia la campaña bonaerense a través de la ley de
enfiteusis. Rivadavia representaba a este sector de la sociedad formada por hombres con
ideas liberales, intelectuales y comerciantes devenidos luego en propietarios de la tierra,
que conformaron la elite política dirigente de esa estructura socio-económica, y que a
través de la estrategia de redes familiares se asociaron para establecer relaciones
comerciales, matrimoniales o grupos de pertenencia.95 La idea de red nos remite a la
complejidad que debió haber caracterizado estos vínculos: asentados en varios
entramados, la inestabilidad de uno de los factores no necesariamente implicaba la caída
de estos grupos de poder. Si bien el gobierno de Rivadavia tuvo que enfrentar
situaciones difíciles que lo alejaron del control político, los beneficios económicos de

93
Gallo Edit, Historia de la Beneficencia en el Buenos Aires colonial, Buenos Aires, Ediciones
Corregidor, 2002, págs. 63-71.
94
Decreto del 22 de Marzo de 1822, citado por Alberto Meyer Arana, ¨Las primeras 13¨, Imprenta de
Gerónimo Pesce, 1923.
95
Balmori, Diana, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las alianzas de familias y la formación del país en
América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, Introducción, pág. 10.

38
sus seguidores se mantuvieron por décadas. Los vínculos con la tierra, con el ganado y
con las exportaciones reinventaron los lazos o por lo menos los acomodaron lo
suficiente como para seguir obteniendo réditos.
La elite porteña de Buenos Aires era parte de la estructura social que se
multiplicaba y complejizaba con el correr del siglo. Estaba fuertemente relacionada
entre sí, habitaba la zona urbana; probablemente había adquirido notoriedad a través de
la actividad comercial, militar ó política y tenía fuertes lazos con la tierra en la
96
campaña. Heredera y parte de la estructura colonial de los años anteriores,
“conformaban una sociedad patriarcal abierta, al menos elástica, dispuesta a modificar
las formas tradicionales de vida, y evitar los patrones estrictos y rígidos de
comportamiento, dentro de los límites de una sociedad cristiana, católica ”.97 Si bien los
cambios políticos se sucedían y sucedieron en tiempos históricos que podrían
caracterizarse como cortos, los cambios sociales funcionaron a otro ritmo, con mayor
lentitud. Por eso la sociedad patriarcal y sus arraigadas tradiciones perduraron en el
tiempo “a pesar de sus aires de renovación”.98Las ideas de la ilustración encabezaban
los debates ideológicos de los hombres notables quienes reelaboraban sus preceptos
ajustándolos a los tiempos y espacios que habitaban, aunque reticentes a abrir la
participación a los sectores medios y bajos que formaban la parte más numerosa de la
población. Así, el discurso político que pregonaba la igualdad ante la ley, tropezará con
una tradición social apoyada en el concepto de castas, que siguió protagonizando las
relaciones sociales durante largo tiempo, aunque no sin fisuras99.

96
Balmori asegura que este tipo de vínculos caracterizó una parte de la sociedad en Latinoamérica
durante el siglo XIX “ … a menudo las alianzas eran complementarias: las familias que tenían intereses
mercantiles se casaban con las que poseían tierras; las que tenían tierras se casaban con las que tenían
capital, propiedades urbanas, un comando militar (que a veces implicaba tener acceso a nuevas tierras
abiertas a la colonización) o un puesto político …”Balmori, Diana, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las
alianzas de familias y la formación del país en América Latina, México, Fondo de Cultura Económica,
1990, Introducción, pág. 10.
97
Mallo, Silvia, “La mujer rioplatense a fines del siglo XVIII. Ideales y realidad”, en Anuario, Instituto de
Estudios Histórico-Sociales, IEHS, Nº 5, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos
Aires, Tandil, 1990. pág. 117.
98
Mallo, Silvia, “La mujer rioplatense a fines del siglo XVIII. Ideales y realidad”, en Anuario, Instituto de
Estudios Histórico-Sociales, IEHS, Nº 5, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos
Aires, Tandil, 1990. pág. 117.
99
Para Roberto Di Stéfano “... los hombres y mujeres de la época concebían la sociedad como un
organismo en el que cada persona y cada grupo ocupaba un lugar que no venía dictado ni siquiera
teóricamente por las capacidades de cada cual: se nacía dentro de una determinada condición, que
implicaba específicos derechos y obligaciones para con Dios, para con las demás personas-y según el
lugar que ocupaba cada una de ellas- y para consigo mismo. La entidad básica de la sociedad eran menos
las personas que los grupos, empezando por la familia. Se pensaba que existía un orden dictado por Dios
y por la naturaleza al que la voluntad de los hombres debía adecuarse, un orden esencialmente justo que
por regla de principio no podía ser alterado sin atentar contra la justicia ...” Di Stéfano, Roberto,

39
Balmori llama a estas familias notables, ya que ese concepto se utilizó por estos
tiempos para destacar un valor social, basado en las posibilidades de acceder a los
bienes (o a la manera de controlarlos y reproducirlos). Si bien Balmori está pensando en
sociedades más cerradas que la rioplatense, como la sociedad mexicana, por ejemplo,
estos vínculos sociales convenientes también se presentaron, con formas más laxas, en
la sociedad rioplatense. Las familias notables utilizaron las redes familiares para
controlar la política, la sociedad y la economía de los países emergentes. A través de los
lazos familiares lograban alianzas estratégicas y en consecuencia, beneficios
corporativos, que difícilmente obtendrían de manera individual.100
Una vez ascendidos al gobierno, el grupo liberal de los años ´20 ensayó cambios
estructurales en distintos ámbitos de la estructura provincial, institucionalizando y
reglamentando la vida de Buenos Aires. Con la invención de la Sociedad de
Beneficencia, una institución creada para dar asistencia y educación a las niñas del
pueblo (la mayoría pobres y varias de ellas huérfanas), no sólo se introdujo a la mujer
en la actividad pública, también se las habilitó legítimamente para participar de la
discusión política en estos temas.101 Y si bien el trabajo que realizaban nunca fue ni
pretendió ser rentado, con el tiempo revistió caracteres de carga pública a la que sería
difícil renunciar, si no imposible.

Desde esta perspectiva tomamos distancia de las visiones historiográficas que


pretendieron ver en los orígenes de la Sociedad de Beneficencia la mano filantrópica o
caritativa de un grupo de mujeres de la elite de Buenos Aires, cuyas obligaciones
religiosas las acercaban a los pobres; interpretaciones que rotularon a la institución de
mixta ó intermedia, en decir, a medio camino entre la actividad privada y la pública; que
cumplía con los preceptos de la Iglesia, pero utilizaba los recursos del Estado. Desde la
Sociedad de Beneficencia se diagramaron proyectos asistenciales y educacionales que
bajaban desde la gobernación (y re-escribían las socias), se negociaron presupuestos, se
habilitaron y condicionaron vacantes, se eligieron y descartaron docentes, a los que se

“Orígenes del movimiento asociativo: de las cofradías coloniales al auge mutualista”, en Di Stéfano, R.,
Sábato. H, Romero, L.A., Moreno, J.L. (autores), De las Cofradías a las Organizaciones de la Sociedad
Civil, Historia de la iniciativa asociativa en Argentina,1776-1990, Argentina, Gadis, 2002, pág.26.
100
Balmori, Diana, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las alianzas de familias y la formación del país en
América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, Introducción, pág. 10.
101
Moreno reflexiona que “haber colocado en la administración de la recién creada Sociedad de
Beneficencia sólo a mujeres –aunque ellas pertenecieran a las familias de las elites- fue sin duda, en el
Río de la Plata, un acto revolucionario más. Tan importante como haberle dotado a las instituciones que
pertenecían a la Sociedad presupuestos acordes con sus necesidades” Moreno, José Luis (comp.), La
política social antes de la política social (Caridad, beneficencia y política social en Buenos Aires, siglos
XVII a XX), Buenos Aires, Prometeo, 2000, págs. 10 y 11.

40
intentó instruir previamente, es decir, se determinaron las formas que revestirían la
educación y la asistencia de un conjunto cada vez mayor de personas, arropadas en una
institución creada por el Gobierno de Buenos Aires específicamente para estos fines, y
supervisadas directa y minuciosamente por él.

Por otra parte, las ideas de Rivadavia no incomodaban a sus pares. Por el
contrario, los hombres liberales aceptaban de buen grado la participación de las mujeres
como partidarias y soportes de sus lineamientos políticos; el apoyo que podrían
proporcionar sería invaluable, tratándose de un proyecto de gobierno que ponía el
acento en la institucionalización de la provincia, y que por ende, precisaba de todas las
manos posibles para imponerse física e ideológicamente y perdurar en el tiempo.

Pocos días después de haber asistido a la inauguración de la Sociedad de


Beneficencia, en Abril de 1823, Josefa Ramos, una de las socias convocadas y presentes
en la sesión del día, pidió la palabra para decir que “le parecía muy oportuno se
nombrara una comisión de cuatro o cinco socias para ir a cumplimentar al Sr Ministro
de Gobierno a nombre de la Sociedad felicitándolo por el establecimiento y dándole las
gracias por elocuente discurso que le dirigió el día de su instalación” 102. Fue aprobada
la moción por todas las socias y recayó la elección en María Cabrera, Estanislada
Cossio, Josefa Ramos, María del Rosario Azcuénaga y Joaquina Izquierdo, quiénes se
dirigieron de inmediato al fuerte para llevar los saludos de la Sociedad. Este
acercamiento al gobierno, si bien protocolar, y que tuvo como primera intención
agradecer el haber creado la Sociedad, fue una práctica habitual entre las mujeres de la
beneficencia pública. Desde la Sociedad de Beneficencia partían comisiones hacia el
fuerte para dar la bienvenida a los nuevos gobernadores, o felicitarlos por algún
acontecimiento relevante para la patria. Cuando Rivadavia asumió la presidencia, en
Febrero de 1826, las socias sabían que debía manifestar explícitamente su apoyo al
Presidente de las Provincias Unidas y mentor de la Sociedad. Conscientes de que una
carta de ninguna manera las representaría cabalmente, en la reunión semanal, si bien “
... muchas señoras fueron de opinión de que se hiciera por una nota pero la pluralidad
fue que por una diputación …” . Así, […] se pidió inmediatamente a el señor
gobernador, por el ministerio de gobierno, señalase el día y la hora en que podría recibir
la comisión ...”103. Las mujeres de la beneficencia preferían los reuniones presenciales

102
AGN, SB-LA N1 Acta 2 del 18 de Abril de 1823.
103
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 42 del 13 de Mayo de 1824.

41
con los gobernadores, una estrategia que trascendía las excusas que motivaban el
encuentro y del que siempre esperaban conseguir algún rédito para la institución que
dirigían. Por lo menos era una manera bastante explícita de mencionarle al funcionario
de turno, quiénes eran y qué estaban haciendo allí. También se dirigieron al fuerte
cuando asumió la gobernación de la provincia el caudillo federal Manuel Dorrego en
Agosto de 1827: se “ ... nombro una comisión para felicitar a nombre de la Sociedad al
Sr Gobernador de la Provincia por su elevación al mando ...” 104; ó un año después,
Isabel Cazamayor “ ... dio cuenta á la Sociedad de haber desempeñado su comisión de
felicitas al Sr Gobernador por la ventajosa Paz estipulada entre la República Argentina,
y el Imperio del Brasil ...”. Las incursiones a los despachos de los funcionarios de turno,
ya sean gobernadores, ministros u otros funcionarios, daban cuenta de que no sólo ellos
podían convocarlas exhortándolas a cumplir con el desafío que se les presentaba;
también ellas podían ir a su encuentro para dar bienvenidas, repartir felicitaciones ó
exigir demandas en nombre de la Institución, proyectando una imagen de cierta
reciprocidad entre iguales y de cierta complicidad entre miembros de un mismo equipo,
que es preciso visualizar. Estos hombres y mujeres que se habían cruzado de manera
cotidiana en otros espacios de sociabilidad, habían conversado acerca de los proyectos
institucionales que se caían y reinventaban con otras formas, desde que comenzó el
nuevo siglo; herederos y herederas de la década revolucionaria, también habían
imaginado juntos las formas que debía guardar la nación que habitaban, y por ende,
hablaban un mismo idioma; social, cultural y político. Con el correr de los años y los
avatares políticos, la Sociedad se fue transformando en una institución cada vez más
heterogénea, no en cuanto a su composición social pero sí en cuanto a la ideología de
sus integrantes; en un país dividido por la lucha de facciones, se hizo necesario
diagramar de manera estratégica la composición de las comisiones, más abocadas a
persuadir al gobierno que a felicitarlo.

El crecimiento de la población y de la estructura de la república, aún el crecimiento de


la estructura de la Sociedad, modificaron necesariamente esta cercanía, aunque su
impronta fundacional perduró en el tiempo.105

104
AGN, SB-LA Nº 1, Acta del 23 de Agosto de 1827.
105
Habría que esperar más de 120 años para determinar que la sólida estructura de la Sociedad de
Beneficencia, ya no era funcional a los tiempos que corrían.

42
Intentamos visualizar a la Sociedad de Beneficencia para tratar de explicar y
darle sentido a un conjunto de respuestas que se ensayaron desde ésta, y que las llevó a
instalarse en el imaginario de la sociedad bonaerense, como competentes e
irremplazables administradoras de los pobres. Quiénes eran estas mujeres, cómo se
organizaron y agenciaron, de qué manera superaron las disputas y se convirtieron en
legítimas consultoras del gobierno en asuntos de asistencia, son algunos de los
interrogantes que lo recorren.

2. Las primeras trece socias fundadoras

Bernardino Rivadavia confiaría el armado del proyecto a sus compañeros Valentín


Gómez, , Francisco del Sar y José M. Roxas, quienes opinaron que, con respecto a la
composición de la Sociedad de Beneficencia. Según las recomendaciones de éstos:

“ era necesario poner la mira en Damas que no estuviesen demasiado ligadas a sus atenciones domésticas,
bien por su poca fortuna, bien por el número de su familia [...] por otra parte era necesario una
combinación de edades entre las candidatas para que estuviesen en toda la proporción que demandan los
empleos de la Sociedad de los que si unos exigen más calma, y más reposo, otros piden más movimiento
y más actividad ”106

Las mejores candidatas serían, en un principio, aquellas que tuvieran tiempo y


fortuna. El tiempo, porque se esperaba que ejercieran el rol de supervisión de los
establecimientos que fueran a estar a su cargo y se presentía que esa actividad requeriría
tiempo y dedicación; y fortuna, en primer lugar para establecer la base del grupo social
convocado y en segundo lugar, para que, llegado el caso, pudieran solventar con sus
propios recursos económicos, inconvenientes presupuestarios. Este grupo
aparentemente homogéneo en cuanto a su pertenencia de clase debía ser heterogéneo en
su capacidad de gestión, para poder cubrir todas las actividades que demandaba la
administración; esa heterogeneidad fue encontrada (o pretendió serlo) en la edad,
estableciendo un fino equilibro entre las socias: la presidenta, Mercedes de Lasala y
Riglos elegida directamente por Rivadavia, por ejemplo, contaba con 60 años y María
del Rosario Azcuénaga, la segunda secretaria, con 25. El padre de Mercedes había
servido en la armada española y había enviudado de Miguel Fermín de Riglos San

106
Gómez Valentín, Del Sar, Fco. Roxas, José M. (Comisión de beneficencia pública), “Nota enviada por
la Comisión encargada de organizar la Sociedad el 14 de febrero de 1823, al Ministro Secretario de
Estado y Gobierno, Rivadavia”, en Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de
Jerónimo Pesce, 1923, pág. 35.

43
Martín, Caballero de la Orden de Santiago en 1790, sargento mayor de la plaza y
gobernador político y militar de Mojos y Chiquitos, hijo del promotor de la Casa de
Expósitos,107 también era uno de los estancieros más prominentes de la provincia. El
apellido Riglos provenía de una familia que llevaba más de 100 años en el negocio de
las vaquerías. En 1823 los Riglos se encontraban de lleno abocados a las gestiones que
desembocarían en el empréstito Baring Brothers de 1824, gestión pública de la que
esperaban obtener, como obtuvieron, desmesurados beneficios privados. 108 Mercedes
era madre de 5 hijos, deducimos todos adultos y que no necesitaban de su atención. Fue
reelegida como Presidenta por sus compañeras durante cuatro períodos anuales, lo que
nos da la pauta de su capacidad de conducción ó la popularidad que detentaba entre sus
pares.109
La secundaba la española, María de la Concepción Cabrera de Altolaguirre, dos
años menor, también viuda; fue su vicepresidenta durante los cuatro períodos. Estaba
casada con Martín de Altolaguirre, amigo personal de Manuel Belgrano, 110 era tía
política de Martín y Mariano Sarratea, hijos del compañero de misiones europeas de
Rivadavia. 111 La afinidad con los objetivos unitarios estaba asegurada, así como un
posible respaldo económico al proyecto. Josefa Gabriela Ramos Mejía, había sido
convocada directamente por Rivadavia, tenía 57 años. Su padre el español Gregorio
Ramos Mejía había fue alcalde de segundo voto, regidor decano del Cabildo en 1797
llegó a ocupar los cargos de Inspectora y Presidenta. Isabel Agüero de Ugalde, con 40
años, era una mujer viuda, hermana de Julián Segundo de Agüero, fiscal eclesiástico de
1810 del Cabildo del 22 de Mayo, miembro del grupo rivadaviano,112 enfrentado con el
Ministro García, futuro marido de Manuela Aguirre. Su padre había sido comerciante
del Consulado. La familia Agüero pertenecía al grupo de terratenientes y estaba
emparentada con otras familias “notables” con las que entretejía lazos matrimoniales,
ensanchando las hectáreas de sus tierras y formando una “especie de empalizada

107
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, pág.78.
108
Bagú, Sergio, “El plan económico del Grupo Rivadaviano 1811-1827”, en Instituto de Investigaciones
Históricas, Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Filosofía y Letras, Colección de textos y
documentos, serie B/Nº 2, 1966, págs. 61 y siguientes.
109
Origen y Desenvolvimiento de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, 1823-1904, Buenos Aires,
Imprenta Guillermo Kraft, 1905, pág. 47.
110
Little, C. J., The Society of Beneficence in Buenos Aires, 1823-1900. Ph. D. Dissertation, Temple
University, 1980, authorized facsimile, Michigan, UMI Dissertation Services, 1998, págs. 55-56.
111
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
72-75.
112
Areces, Nidia, Ossana, Edgardo, Rivadavia y su tiempo, Historia Testimonial Argentina, Documentos
vivos de nuestro pasado, Buenos Aires, CEAL, 1984, pág. 10.

44
familiar”.113 Meyer Arana menciona que Isabel vivía dedicada a sus dos hijos y a ella se
apeló para que convenciera a su amiga, María de la Concepción Cabrera de
Altolaguirre, para formar parte de la Sociedad.114
Sobre Estanislada Cossio de Gutiérrez115(1791-1871), Arana nos cuenta que era
de educación francesa, y suponemos que esta caracterización era un rasgo sobresaliente
de prestigio. Su padre había sido un español, educado en Francia, que llegó a Teniente
Gobernador de Corrientes. Esta socia fue nombrada directa y exclusivamente por
Rivadavia y fue elegida Presidenta a los 36 años, luego de los cuatro períodos de
Mercedes Lasala y Riglos. Y si bien fue una de las socias con más años en la
institución, 48, sólo ostentó el cargo mayor durante un período. María del Rosario
Azcuénaga116 era una de las más jóvenes con 25 años. Fue nombrada Presidenta de la
Sociedad en 1832 luego de la gestión de Mariquita. Había desempeñado el cargo de
inspectora del Colegio de Huérfanas, junto con otras socias y había ejercido tres
secretarías. También estaba al cuidado de su padre octogenario, el Brigadier Miguel de
Azcuénaga. Según Arana, su consagración y cuidados a él eran “aún recordados cuando
se trata de presentar un modelo de hija”.117
La atención a los familiares adultos era considerada como algo para destacar y
motivo de premios y recompensas. En las fuentes María del Rosario se muestra como
criteriosa y austera, y crítica de algunas actitudes que consideraba frívolas, como los
gastos excesivos en propaganda y ostentación. Bernardina Chavarría de Viamont (1782-
1832), estaba casada con Juan José Viamont, quien era de filiación unitaria, gobernador
en ejercicio en dos ocasiones y diputado durante más de siete años, representante del
sector medio de la clase de propietarios terratenientes. 118 Arana señaló a Bernardina
como una mujer afectuosa, espontánea pero demasiado inmadura y de carácter débil
para llevar adelante la presidencia de la Sociedad que le tocó asumir.119 Permaneció en
este cargo durante un período, entre 1827 y 1828.

113
Balmori, Diana, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las alianzas de familias y la formación del país en
América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pág. 198.
114
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, pág. 72.
115
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
105-108.
116
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
94-96.
117
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
94-96.
118
Lynch, John, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1997, pág. 77.
119
Meyer Arana, Alberto, Alrededor de las Huérfanas, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923,
pág.14.

45
La española Isabel Casamayor de Luca, con 35 años, fue elegida la primer y
eficiente secretaria. Había llegado siendo una niña a Buenos Aires y crecido en una casa
casi contigua a la de Rivadavia. Era hija de un Celador de la Hermandad de la Santa
Caridad y factor de Contaduría, Tesorería del Ejército y Real Hacienda en 1803. Su
padre contaba entre sus amistades a Santiago de Liniers y había alojado a Beresford
durante las Invasiones Inglesas. Estaba casada con Juan Manuel de Luca, ascendido a
Contador de Rentas del Tribunal de Cuentas y Presidente de la Sociedad del Buen
Gusto120 según Meyer Arana.121 Una vez más la estrecha afinidad con la causa estaba
asegurada. Años más tarde, con el advenimiento de Rosas, sus preferencias darán un
vuelco hacia las ideas federales. Así, en 1835, fue elegida como Presidenta de la
Sociedad, impulsada, según Cynthia Little, por la cercana relación de su esposo con
Juan Manuel de Rosas.122 Tradujo del francés al español el “Manual Para las Escuelas
Elementales de Niñas” de Madame Quignon, que se utilizó en las escuelas dirigidas por
la Sociedad.
Manuela Aguirre de García 123 era pariente de Miguel Riglos y de estrecha
vinculación desde la infancia con Agustina y Manuelita Rosas y una de las muchachas
de invitación obligada en todas las fiestas. Una persona madura y con el tiempo
disponible para ofrecer a la Sociedad. Sus vínculos con la familia Rosas no impidieron
su nombramiento y serían de ayuda en épocas posteriores. Los Aguirre eran
comerciantes que estaban en el negocio de la trata de esclavos y que se convirtieron en
prósperos ganaderos y estancieros. En 1830 figuraban entre los más grandes estancieros
de la provincia de Buenos Aires, junto con los Anchorena.124 Manuela era soltera, se
casaría después, en 1825, a los 43 años, con el Dr. Manuel José García, dos años menor
que ella. García era colega de Rivadavia en el ministerio del gobernador Martín
Rodríguez en la provincia de Buenos Aires, pero debido a discrepancias en algunas
cuestiones, se enfrentaría con el grupo rivadaviano y terminaría siendo ministro de

120
La Sociedad del Buen Gusto se proponía, a través del teatro, divulgar las ideas de la Ilustración
necesarias para construir una sociedad post-revolucionaria. Di Stéfano, Roberto, “Orígenes del
movimiento asociativo: de las cofradías coloniales al auge mutualista”, en Di Stéfano, R., Sábato. H,
Romero, L.A., Moreno, J.L. (autores), De las Cofradías a las Organizaciones de la Sociedad Civil,
Historia de la iniciativa asociativa en Argentina, Argentina, Gadis, 2002, págs. 52-53.
121
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, pág. 46.
122
Little, C. J., The Society of Beneficence in Buenos Aires, 1823-1900. Ph. D. Dissertation, Temple
University, 1980, authorized facsimile, Michigan, UMI Dissertation Services, 1998, págs. 56-57.
123
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
88-90.
124
Lynch, John, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1997, pág. 51 y 81.

46
Hacienda de Rosas.125 Bajo el cargo de ministro del gobernador Viamonte, y enfrentado
con Agüero, García suscribirá el decreto por el cual Rivadavia fue expulsado de Buenos
Aires. Manuela e Isabel fueron designadas para saludar y felicitar al gobernador
Dorrego, en nombre de la Sociedad, cuando éste asumió su cargo.126
Por su parte, María Sánchez de Mendeville (1786-1868), según la describe
Meyer Arana, era la más ilustrada de su época (otros historiadores puedan documentar
estas afirmaciones) y una de las más representativas y de mayor preeminencia social.
Hay varias biografías que hablan de su personalidad inteligente, sofisticada y
conciliadora. 127 Fue la encargada de organizar la Sociedad por expreso pedido de
Rivadavia. Consciente de su personalidad y capacidades el ministro recurrió a ella para
confeccionar la lista de posibles candidatas para integrar la Sociedad. González Arrili,
menciona que Mariquita era “muy amiga de Rosas, puso éste en duda alguna vez su
patriotismo y en un billete privado llamóla “francesita parlanchina y coqueta”[…]”128.
El autor expone la respuesta de Mariquita a Rosas, extrayendo la cita textual de Antonio
Dellepiane en “Dos Patricias Ilustres”:
“No quiero dejarte en la duda de si te ha escrito una francesa o una americana. Te diré que, desde
que estoy unida a un francés, he servido a mi país con más celo y entusiasmo aun, y lo haré siempre del
mismo modo, a no ser que se ponga en oposición de la Francia, pues, en tal caso, seré francesa, porque
mi marido es francés y está al servicio de su nación. Tú, que pones en el “cepo” a Encarnación si no se
adorna con tu divisa, debes de aprobarme, tanto más, cuanto que, no sólo sigo tu doctrina, sino las reglas
del honor y del deber. ¿Qué harías si Encarnación se te hiciese unitaria? Yo se lo que harías. Así, mi
amigo, en tu mano está que yo sea americana o francesa. Te quiero como a un hermano y sentiría me
declararas la guerra. Hasta entonces permíteme que te hable con la franqueza de nuestra amistad de la
infancia”129
La carta nos da cuenta del peso de las alianzas implícitas entre dos familias de
“notables”. Rosas parecía cuestionar el sentimiento de empatía de Mariquita con la
patria de su marido extranjero, francés, diplomático, enemigo, sin lazos de fidelidad con
el grupo terrateniente, político, comercial, más allá de la causa federal. Mariquita había
enviudado de su primer matrimonio con Thompson, era madre de ocho hijos, y se había

125
Lynch, John, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1997, pág. 149.
126
AGN, SB-LA Nº1, Acta del 23 de agosto de 1827.
127
Ver Sáenz Quesada, María, Mariquita Sánchez: vida política y sentimental, Buenos Aires,
Sudamericana, 1998, ó Rodríguez, Teresa V. Mariquita Sánchez y Martín Thompson: un himno a la
independencia y al amor, Buenos Aires, Planeta, 2000.
128
González Arrili, Bernardo, Mujeres de Nuestra Tierra, Buenos Aires, Ediciones La Obra, 1950, pág.
63.
129
Dellepiane, Antonio, “Dos patricias ilustres”, Buenos Aires, 1923, citado por González Arrili,
Bernardo, Mujeres de Nuestra Tierra, Buenos Aires, Ediciones La Obra, 1950, págs. 63-64.

47
vuelto a casar con el funcionario francés Mendeville, circunstancia que, bajo ciertas
coyunturas, generaba desconfianza entre sus iguales. Probablemente su matrimonio con
Mendeville, haya sido el motivo por el cual se consideró prudente no nombrarla
presidenta de la Sociedad de Beneficencia, un cargo de por sí estratégico, en sus
primeros y vulnerables años. Las desavenencias entre el diplomático Mendeville y
Rosas, estaban relacionadas con una compleja trama de alcance internacional, que
incluía el decreto del gobierno de Buenos Aires, que obligaba a los residentes
extranjeros de algunos países, entre ellos, los franceses, a cumplir con el servicio
militar. Esta reglamentación fue cuestionada por Mendeville, quién se negaba a obligar
a sus compatriotas a cargar las armas en defensa de los intereses de Buenos Aires.
Volviendo a la carta, en ella se puede percibir, la cercanía que podían llegar a
tener personas que tenían pensamientos políticos diferentes, o en todo caso, tenían
visiones diferentes de los problemas que acuciaban a la patria y los caminos para
superarlos. El trato demuestra la complicidad de dos individuos que compartieron sus
vidas en algún momento, en este caso, la infancia, y que aun, por estos años, podían
dialogar en el disenso con sinceridad pero sin agresiones. Las adjetivaciones que Rosas
le impuso a Mariquita en la fuente citada, dudosamente realizadas sólo en términos de
broma, fuero tomadas como una oportunidad para contestarle al gobernador con
sinceridad y firmeza. Lejos de sentirse preocupada por las calificaciones que Rosas le
endilga, la socia de la beneficencia aprovecha la ocasión para decirle a su amigo de la
infancia lo que piensa de el y sus formas autoritarias de gobernar. Con la certeza de que
la vieja amistad la protege (no cualquiera hubiera podido contestarle a Rosas, en el año
1838, bajo estos términos), por lo menos a ella, Mariquita expone sus convicciones en
diferentes asuntos: el gobierno, la familia, la amistad, con un tono severo e íntimo a la
vez, y nos dan una pequeña pero significativa imagen de las relaciones sociales entre
iguales, tan diferentes a su vez, en estos momentos históricos atravesados por las luchas
entre facciones.
Siguiendo con el plantel de socias fundadoras, mencionamos a Joaquina
Izquierdo (¿?-1824?), quién fue elegida para ocupar el segundo cargo de secretaria.
Entre sus cualidades se encontraba el recitado y el canto y si bien estas “cualidades" nos
revierten a las opiniones de Marmier y Parich130 acerca de la pobre y frívola educación
de las porteñas, sabemos que estas condiciones la acercaban a poetas y personajes

130
Parish, Woodbine, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata desde su descubrimiento y
conquista por los españoles, Buenos Aires, Hachette, El Pasado Argentino, 1958, pág. 183.

48
políticos de Mayo, inclusive Rivadavia.131 Tenía, según Arana, “un rancherío para los
negritos de su predilección,”132 a quienes educaba y les hacía aprender un oficio.133 Esta
iniciativa con los “negritos” la dotaba de la actitud necesaria que se pretendía de las
socias: criar, educar y reubicar a las personas condicionadas por su pertenencia social,
representadas, en este nuevo proyecto, por las niña huérfanas. Su estilo frontal la hacía
eficiente y necesaria “ [...] “no conocía el modo estudiadamente meloso”, para
desempeñarse: llamaba al pan por su nombre y vino al vino”.134 Sabemos que murió
poco después de su ingreso como socia.
Justa Foguet de Sánchez tenía 36 años cuando ingresó y según Arana “era hija
de un francés distinguidísimo.” Se casó a los 20 años con el sanjuanino Ángel Mariano
Sánchez y era “catalogada entre las literatas por su dominio de la pluma y familiaridad
con los autores.”135 Arana la describe como de temperamento nervioso y vehemente,
buena, sencilla, enérgica, activa y de carácter cariñoso y fuerte.136
Cipriana Viaña de Boneo cerraba la lista de las primeras 13 socias de la
Sociedad de Beneficencia. Josefa Sosa, Petrona Sarratea, Josefa Rondeau, Lucía Riera
de López y Juana del Pino, se incorporarán al plantel, durante la segunda mitad del año.
Juana, esposa de Bernardino Rivadavia había nacido en Montevideo y pasado su niñez
en el Alto Perú y Chile. El historiador Segreti, biógrafo de Rivadavia, menciona que “se
ha dicho de Juana que no fue hermosa ni agraciada […], “se le reconocía una gran
dignidad en el trato y un porte sumamente noble”; educada, cariñosa y sensata, agrega
quien se detiene en ella que no tiene nada de notable “ni en el físico ni en el
comportamiento” […]”.137 También se ha dicho que Rivadavia no había permitido a su
mujer ocupar los cargos directivos de la Sociedad de Beneficencia. Sin embargo Juana
Del Pino aceptó la designación como socia 138 y entró a formar parte del plantel de

131
Sosa de Newton, Lily, Diccionario biográfico de Mujeres Argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986,
págs. 319-320.
132
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
68-69.
133
González Arrili, Bernardo, Mujeres de Nuestra Tierra, Buenos Aires, Ediciones La Obra, 1950, pág.
32.
134
Meyer Arana, Alrededor de las huérfanas, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, pág. 49.
135
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, pág. 98.
136
Meyer Arana, Alberto, Las primeras trece, Buenos Aires, Imprenta de Jerónimo Pesce, 1923, págs.
101-102.
137
Segreti, Carlos S.A., Bernardino Rivadavia: hombre de Buenos Aires, ciudadano argentino, Biografía,
Buenos Aires, Planeta, 2000, Pág. 39.
138
AGN, SB-LA Nº1, Acta del de Septiembre de 1823 y actas subsiguientes.

49
mujeres desde septiembre de 1823, en estos momentos fundacionales, en donde todas
las socias tenían responsabilidades similares, pertenecieran o no al Consejo.139
La nómina de las primeras trece mujeres finalmente quedó conformada no sin
antes vencer varias negativas, ausencias y rechazos. Los apellidos de las futuras socias
llevarían un ritmo similar al de los vaivenes políticos y es por eso que en 1830 las
cuatro mujeres que ingresaron a la Sociedad estarían vinculadas con el régimen rosista:
Tomasa Vélez Sarsfield, hermana de Dalmacio Vélez Sarsfield (de reconocida adhesión
unitaria), quien “cuando se produjo el advenimiento del poderío rosista, se asoció
decididamente al partido federal”;140 Pastora Botet de Senillosa (¿?-1872), esposa del
ingeniero Felipe Senillosa, funcionario de Rosas; Pascuala Beláustegui de Arana
(1799-¿?), esposa del Dr. Felipe Arana, ministro de relaciones exteriores de Rosas, fue
elegida Presidenta en 1833; Crescencia Boado de Garrigós (1802-¿?), esposa de Agustín
Garrigós Conget “que tuvo actuación pública en el régimen rosista” 141 , ocupó los
cargos de Inspectora y Presidenta. Las familias de procedencia de Pascuala Beláustegui
y Crescencia Boado, no comulgaban con el régimen rosista, y es probable que sus
apellidos de origen les sirviera para contemporizar las posturas inevitablemente
enfrentadas dentro de la Sociedad. En el caso de Crescencia Boado de Garrigós, su
actuación destacada en la Sociedad superó la coyuntura política; fue elegida Presidenta
durante el gobierno de Rosas, permaneciendo en el cargo durante cinco años
consecutivos y fue reelegida en varias oportunidades durante la década del ´60. En
homenaje a su desempeño el Colegio de Huérfanas llevaría su nombre desde 1878.
La primera presidenta de la Sociedad fue elegida directamente por el gobierno,
pero en las elecciones sucesivas, las socias realizarían una primera selección de
potenciales candidatas, que luego elevaban al gobierno para su aprobación.
La participación de los funcionarios gubernamentales en los asuntos de la
Sociedad, incluyendo al gobernador y sus ministros era significativa, aún en aquellas

139
Felipe Pigna menciona que “entre el discurso público del ministro Rivadavia y sus prácticas familiares
había una gran distancia, y sistemáticamente “impedirá que su esposa, Juana del Pino integre la comisión
directiva de la Sociedad de Beneficencia, para no restarle tiempo al cuidado de la casa y de los hijos”. Sin
embargo, Juana aceptó la designación como socia en Septiembre de 1823, cinco meses después de dar a
luz al menor de sus hijos; durante los siguientes doce meses asistirá a veintisiete de las treinta y dos
reuniones llevadas a cabo en la Sociedad de Beneficencia, registrando también asistencias a las reuniones
en los años siguientes. Los cargos más altos de la Sociedad de Beneficencia eran elegidos pensando en los
beneficios estratégicos y no en cuestiones honoríficas. Pigna, Felipe, Mujeres tenían que ser, Buenos
Aires, Planeta, 2011, pág. 250.
140
Sosa de Newton, Lily, Diccionario biográfico de Mujeres Argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986,
pág. 663.
141
Sosa de Newton, Lily, Diccionario biográfico de Mujeres Argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986,
pág. 84.

50
decisiones que parecían insignificantes, como el nombramiento de empleados de rangos
bajos y la aprobación de sus sueldos. Poco a poco las socias fueron observando que la
orden de elevar cada mínimo movimiento de la Sociedad a las autoridades era excesiva;
por un lado, por la pérdida de tiempo que significaba redactar notas que, con criterio,
veían como repetitivas e innecesarias, y por otro lado, por considerar que había asuntos
internos que debían quedar dentro de la institución y que implicaban sólo a sus
integrantes. En una oportunidad, por ejemplo “se habían despedido la ecónoma y la
portera y sustituido estos empleos en otras dos mujeres que parecían bastante a
propósito,” surgió una duda referida a “si seria necesario dar cuenta a el Gobierno de
estas variaciones” ¿Era necesario comunicar al gobierno asuntos referidos a noticias
poco fortuitas, como el haber tenido que despedir al personal de Colegio?
Convenientemente se decidió “que no era preciso, porque estos detalles pertenecían solo
a la Rectora y a las Inspectoras”. 142 Sin embargo, estas licencias no significaban
cuestionar la dependencia final que tenían con los políticos que las regenteaban, ya que
ellas se percibían a sí mismas como fieles integrantes del gobierno de la provincia. Aún
así, en casos que consideraban de mayor envergadura hubo opiniones divididas. En una
oportunidad, cuando hubo que comunicarle a Bárbara Escalada, una candidata de la
elite que rechazaba su nominación, que su renuncia al nombramiento de socia había
sido aceptada por el gobierno, surgió la duda entre las socias concurrentes ese día:
“debía copiársele a Bárbara Escalada literalmente la contestación del Gobierno sobre su
renuncia o […] debía decírsele sencillamente que estaba admitida,” la practicidad primó
por sobre la burocracia administrativa y “fue acordado lo último”, por lo que “se le pasó
143
inmediatamente una nota”. Ya habían pasado varias veces por esta rutina,
designación, renuncia, comunicación del gobierno … y estos pequeños espacios de
decisión comenzaron a vislumbrarse cada vez con mayor frecuencia, y como dijimos,
no sólo para agilizar los trámites administrativos que restaban horas productivas a la
gestión, sino como estrategia para mostrar a las autoridades sólo aquello que decidían
en conjunto, era digno de ser mostrado, y guardándose para sí, los inconvenientes que
iban presentándose en el sinuoso camino de la dirección de estas instituciones públicas.
Cada mandato presidencial comenzaba con una ceremonia íntima pero de gran
valor simbólico: llevar a la elegida a presidir el recinto.

142
AGN, SB- LA Nº1, Acta 22 del 12 de septiembre de 1823.
143
AGN, SB- LA Nº1, Acta del año 1823.

51
“la Sra. de Mendeville [Presidenta electa] fue puesta en su asiento. La Sra. Secretaria de
contabilidad entregó á la Sra. Secretaria entrante los fondos particulares de la Sociedad, cuya cantidad
asciende a dos mil ciento ochenta y un pesos con seis reales, un billete del Crédito público de mil pesos y
144
los libros y demás documentos: igual entrega de todos los documentos y papeles”

Luego se pasaban a cuestiones menos festivas pero más concretas y prácticas,


como la rendición de cuentas de la gestión anterior y la entrega formal de todos los
documentos de la Sociedad. El peso de la historia de la institución era depositado en
manos de la nueva Presidenta, quien tenía la responsabilidad de estar a la altura de las
circunstancias, por lo menos por los siguientes doce meses.

La presidenta era secundada por un consejo, compuesto por la Presidenta, la


Vicepresidenta las dos Secretarias y Consejeras; una de las secretarias redactaba los
acuerdos y las actas y la otra se encargaba de la contabilidad. El Consejo se encargaba
de recibir el estado de cuentas de los distintos colegios de manos de las inspectoras y
una vez aprobados los pasaba al gobierno que era el que daba el visto bueno final.

Las socias debían reunirse una vez por semana para las reuniones ordinarias y
cada vez que el consejo las convocase para las reuniones extraordinarias. La asistencia
disminuía en los días muy fríos del invierno, o en el verano cuando las familias se
instalaban en las quintas y estancias. Esto no sólo perjudicaba el funcionamiento de las
instituciones a cargo de la Sociedad sino también a la Sociedad misma, que se veía
privada del voto que justificaba las decisiones que luego había que sostener. Todas las
decisiones administrativas que se tomaban guardaron una dinámica similar a la elección
de la Presidenta: el voto de todas las socias elevado al gobierno para su aprobación.

La asistencia a las reuniones, entonces, era fundamental para tener quórum y


avanzar en la agencia, y la ausencia a las mismas, una complicación. Por ese motivo
hubo casos en que se decidió extender el ámbito institucional y llevar las planillas de
votación a los domicilios de las compañeras que habían faltado. Cuando se presentó el
problema de incorporar nuevas socias durante el año 1823, y ante la ausencia de dos de
sus integrantes, se propuso “enviarles una copia de la propuesta del Consejo y que
enviasen sus votos por escrito o diferir la elección para otro día”. Entusiasmadas por
sumar amigas a sus filas, terminaron decidiéndose por agilizar el trámite, yendo a

144
AGN, SB- LA Nº1, Acta 96 del 22 de Enero de 1830.

52
buscar los votos de las ausentes hasta sus domicilios, y así “pasarla a Gobierno para la
competente aprobación”.145

Sin embargo esta estrategia que parecía apropiada para determinados temas, no
fue aplicada en todas las circunstancias. Las socias presenten no siempre fueron
solidarias con sus pares ausentes, sobre todo cuando las ausencias, eran sospechadas de
ser respuestas en sí mismas. Ante la queja de un grupo de socias inspectoras que por
haber faltado y en consecuencia no haber podido participar de la votación de asuntos
que consideraban trascendentes y que además las implicaba, una de sus compañeras
replicó que:

“todas estas observaciones no tenían lugar porque era un asunto sancionado, y que lo que se
había puesto en el informe era lo que la Sociedad acordó en la sesión anterior; si las Inspectoras hubieran
asistido, habrían podido hacer todas las reflexiones que creyeran convenientes a este respecto, pero ahora
no tenia remedio. La señora … López replico que ya sabia no tenia remedio pero que hacia aquellas
observaciones para que no se creyera que las Inspectoras no entendían y se quedaban calladas cuando se
les decía tanto ” 146

Las formas que guardan estas conversaciones, nos dan cuenta de las tensiones
que se vivenciaban en el recinto. Las socias inspectoras tenían la ardua tarea de
supervisar a la Rectora y a las maestras, dos fuentes de conflicto permanente; y recibir
las quejas de las dos partes, de sus compañeras y de sus subordinadas. No era sencillo
enfrentar los problemas que se sucedían en cada una de las instituciones, por lo general,
relacionadas con problemas edilicios, difíciles de resolver sin una holgada solvencia
económica; por eso tampoco estaban dispuestas a recibir reprimendas de quiénes no
transitaban sus experiencias, sin hacerse oír en la sala de reuniones.

Otro de los problemas que se presentaba era la dificultad de incorporar nuevas


socias al plantel de la Sociedad. Año tras año llovían las cartas rechazando los
nombramientos. ¿Qué motivos llevaban a estas mujeres a rechazar los cargos
ofrecidos? O mejor dicho, ¿qué llevaría a una mujer de la elite a aceptar integrar la
institución? Las reformas religiosas que llevó adelante el gobierno pudieron haber sido
un freno para la incorporación de las familias ultra católicas. Sin embargo, la sociedad
patricia, era tradicional pero flexible a la vez, por lo que el freno que Rivadavia le puso
al clero no explicaría por sí mismo la negativa para formar parte de la Sociedad.

145
AGN, SB- LA Nº1, Acta 30 de agosto de 1823.
146
AGN, SB- LA Nº1, Acta 41 del 22 de Febrero de 1827.

53
El no sentirse preparadas para afrontar la responsabilidad era una de las excusas
que se leían en las cartas de disculpa que enviaban a la Sociedad. 147 Aunque el ámbito
cerrado en el que circulaban las invitaciones, nos hacen pensar que todas conocían los
conocimientos que se necesitaban para integrar la Sociedad, por lo tanto no pensamos
que esta pueda ser una razón de peso para declinar la invitación. El viernes 5 de
septiembre de 1823, por ejemplo, Andrea Rosas, una vecina y amiga de algunas de
ellas, sostenía su renuncia apoyada en que “no se encontraba con los conocimientos
necesarios para ellos y en su determinación de llevar siempre una vida retirada y
oculta”. También las excusas estaban relacionadas con el tiempo que demandaba
atender a su familia:

“[una socia se queja de que] ... sus muchas atenciones domesticas que no le permitían ocuparse
tanto como era indispensable en el presente año, para reparar los atrasos que necesariamente debían haber
experimentado los establecimientos después de las convulsiones políticas, sobre todo los de la campaña,
que aun se ignoraba el estado en que estaban ” 148

En esta fuente que comienza con el planteo de la falta de tiempo, se puede ver la
conciencia que tenía la postulante de la exigencia que demandaría formar parte de la
institución, sobre todo en los años más inestables de la década caracterizada por
conflictos bélicos entre facciones, con el extranjero y con el indio; conflictos, que
actuaban en un escenario que devastaban a su paso y que por ende había que reparar (ya
no sólo constituir).

El costo de pertenecer a la institución parecería muy alto para mujeres que no


necesitaban de la Sociedad de Beneficencia para ganar un prestigio social que ya tenían,
y esto dejaba la motivación para incorporarse al plantel de señoras que trabajaban en la
asistencia social, a mujeres con tiempo libre o con deseos de cumplir sus mandatos
cristiano-filantrópicos, en una sociedad en donde el clero y sus dogmas de fe, ya no
marcaban el ritmo de sus fieles como antes.

Al problema del desinterés por la incorporación de nuevas socias a la Sociedad


se sumaba la renuncia de algunas integrantes del plantel, ya sea a su cargo de
Inspectora, condición que dejaba a la deriva el establecimiento que inspeccionaban o
definitivamente a su condición de socia, por diferentes causas. Las excusas que daban

147
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 21 del 5 de Septiembre de 1823.
148
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 95 del 14 de Enero de 1830.

54
para la negativa tenían que ver con problemas personales, por lo general, de carácter
familiar y problemas de salud:

“Se presentó una nota de la Sra. Doña Justa Foguet haciendo renuncia de su comisión de
Inspectora del Colegio. La Presidenta puso a deliberación de las Señoras si debía admitírsele ó no la
mayor parte fueron de opinión que estando en muy mal estado la salud de esta señora, tanto que no había
permitido en todo el año anterior asistir al colegio sino rara vez, teniendo que irse al campo ... era de
necesidad admitírsela, lo que fue unánimemente acordado” 149

Esta fuente es muy significativa en cuanto nos muestra no ya el problema


siempre presente de la asistencia a las sesiones sino la ausencia de supervisión que
había tenido el Colegio de Huérfanas durante el año en cuestión; con criterio, la
renuncia a la inspección fue admitida de manera inmediata.

Si una socia se sentía atacada en su desempeño por sus pares, ensayaban


amenazas de renuncia en nombre del honor que amedrentaban a una institución que ya
tenía problemas de concurrencia. Por eso, cuando la joven María del Rosario
Azcuénaga, dolida por el descrédito que le habían dado como supervisora de las
huérfanas, y aprovechando el planteo de una de sus compañeras, “añadió que ella
también pensaba hacer la suya [la renuncia] porque no se creía capaz de desempeñar a
su propia satisfacción una comisión tan delicada; y por que había llegado a sus oídos, se
decía que el Colegio no estaba en buen orden, que había cosas que no podía sufrir su
delicadeza” 150 , las compañeras mayores trataron de persuadirla. Petrona Sarratea,
exhortándola a cambiar su perspectiva le aconsejó que “ella no debía tomar [ ...] se
dijera que las niñas estaban sucias y destrozadas pues correspondía a las que estaban
dentro el enmendarlo y no a las Inspectoras”151 Lo mismo hizo Cabrera añadiendo que
“cuando ella estaba en el colegio había también las criticas que se le hacían y se
desentendía de ellas que lo mismo debía hacer la Señora […] [Azcuénaga] y no pensar
en renuncia; del mismo modo opinaron las demás señoras”152 Las actitudes solidarias
hacia María del Rosario nos dan cuenta de que, más allá del afecto que pudieran
profesar por su compañera, el alejamiento de su cargo, complicaría el escenario y las
circunstancias del Colegio y de la Sociedad; en este sentido la actitud corporativa era
tomada ante una doble amenaza que sentían como colectiva: la crítica y la renuncia. La

149
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 41 del 22 de Febrero de 1827.
150
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 41 del 22 de Febrero de 1827.
151
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 41 del 22 de Febrero de 1827.
152
AGN, SB- LA Nº 1, Acta 41 del 22 de Febrero de 1827.

55
fuente nos da cuenta también de las carencias que debían sufrir las niñas alojadas en el
Colegio de Huérfanas; a esta altura, ya se habían resignado a que había problemas
estructurales de larga data, los que serían de difícil solución, sumado a la constante
demanda de vacantes que fue creciendo con el correr de los años.

Para las mujeres que aceptaron integrarse al plantel de socias, formar parte de la
Sociedad de Beneficencia significaba la posibilidad de insertarse en las discusiones
políticas de estos momentos fundacionales, no sólo escuchando lo que los hombres de la
elite venían diciendo desde la década anterior, sino también poniendo a consideración
sus propias visiones y aspiraciones asistenciales y educativas, llevando a la práctica las
propuestas que habían estado presentes en los debates políticos de la década anterior.
Ejercer la tutela como madres sustitutas de una parte importante de la población,
negociando y disputando sus formas, no sólo con sus compañeras sino también con el
propio gobierno que las convocaba, habilitadas para administrar parte de los recursos
del erario, disputar presupuestos, gestionar contrataciones y programar celebraciones
patrias, las puso en contacto con los habitantes del pueblo, niñas pobres y huérfanas,
madres pobres, viudas y trabajadoras y un sin número de actores sociales que de una u
otra manera se relacionaban con la compleja administración de la Institución y que
habitaban otros espacios de Buenos Aires. Una experiencia de mujeres que se
justificaba en las virtudes enunciadas por Rivadavia y que “funcionaba de hecho como
la confirmación de un estatus ciudadano cuyos deberes se basaban en la preexistencia de
una población al margen de la sociedad que requería protección, tutela e instrucción”.153
Para el conjunto heterogéneo de niñas pobres y huérfanas, así como para las
mujeres encargadas de su cuidado y formación, representó una oportunidad de inclusión
a través de la educación y el trabajo. Esta iniciativa daba cuenta de la preocupación
especial que se tenía de la situación de las niñas en la provincia de Buenos Aires y ponía
en evidencia la intención política de educarlas y protegerlas. Por eso los orígenes de la
Sociedad de Beneficencia deben entroncarse con los avatares políticos de esos tiempos,
visualizando los espacios que facilitaron el surgimiento y la permanencia de una
institución de estas características, no sólo durante los primeros años de buenaventura
rivadaviana, a expensas de su mentor, sino también en los años adversos y hostiles que
se sucedieron en la década.

153
Pita, Valeria Silvina, La Sociedad de Beneficencia en el manicomio. La experiencia de administración
y tutela del Hospital de Mujeres Dementes. Buenos Aires 1852-1890, Tesis de doctorado, UBA, 2009.

56
Para los sectores liberales, la creación de la Sociedad de Beneficencia fue parte
de un extenso proyecto de renovación y corte con la desordenada situación anterior
(producto de las guerras que azolaron la provincia) y un intento de visibilizar problemas
sociales y ensayar soluciones estructurales a través de la creación de instituciones;
girones de un proyecto más amplio que incluía y ansiaba la organización nacional.
Particularmente para Rivadavia, la creación de la Sociedad de Beneficencia significaba
no sólo incorporar a las mujeres liberales en la construcción de la Nación, sino también
llegar con la educación a todos los rincones de la patria, propiciando el funcionamiento
de la sociedad dentro de un orden acotado, europeo, culto, institucionalizado; también
significó la posibilidad de enviar un mensaje tranquilizador a la elite porteña católica: se
podía cuestionar al clero sin abdicar de sus creencias, y la incorporación de las mujeres
era la afirmación de estos pre-supuestos.

Amparada políticamente por el grupo rivadaviano y consciente del voto de


confianza que habían depositado en ella, María Sánchez consiguió (luego de varias
negativas) convocar al número de mujeres que por reglamento debía tener la Sociedad,
instalarse en las dependencias habilitadas para las reuniones ubicadas junto a la Iglesia
de San Miguel que compartían la manzana con el Hospital de Mujeres y la Casa de
Expósitos (hoy, Esmeralda y Bartolomé Mitre), y comenzar a gestionar respuestas a un
universo de situaciones que se fueron presentando y que como primera medida consistió
en fundar escuelas públicas para niñas pobres y reorganizar la vida de las 11 que habían
quedado en la en el Colegio de Huérfanas, luego de la salida de las internas más
grandes, según rezaba el nuevo reglamento, número que fue inmediatamente
incrementado por nuevas incorporaciones.

57
Capítulo 2

Los primeros pasos de la Sociedad de Beneficencia

Cuando el martes 15 de abril de 1823 se concretó por fin la primera reunión de


la Sociedad de Beneficencia, las trece mujeres elegidas se hicieron presentes en el salón
de la Casa de Expósitos en la antigua calle de la Biblioteca (hoy Moreno) y sin más
trámite se pusieron a repartir actividades para su inmediata puesta en marcha. 154
Primero se nombraron las socias que formarían el Consejo, 155 integrado por la
presidenta, vicepresidenta, la secretaria de la contabilidad, la secretaria de las actas y
una consejera, que recayó en la socia Estanislada Cossio de Gutiérrez. En esta estructura
piramidal, cuyo vértice ocupaba la Presidenta, el Consejo cumplía diferentes funciones:
nombrar a las inspectoras encargadas de inspeccionar las escuelas, 156 examinar y
evaluar los presupuestos de gastos e inversión y elevar las propuestas y proyectos de la
Sociedad al gobierno, entre otras responsabilidades.
Siguiendo con las disposiciones del reglamento, “nombraron una portera, que
recayó en una de las huérfanas y se añadió para las funciones de afuera un ordenanza
llamado Bentura Carabajal, que trabajaría de portero con una pequeña gratificación, de
la cual se dio aviso al gobierno para su aprobación”.157 El Gobierno les contestó en
apenas cuatro días, dando su veredicto positivo “en la huérfana llamada Carmen”158 y el
ordenanza Ventura; ambos venían desempeñando esos cargos, a partir de ahora
remunerados con la asignación de tres pesos mensuales a cada uno.
En las primeras reuniones las mujeres de la beneficencia se abocaron a buscar
casas para alquilar que pudieran servir como escuelas, presentarles una propuesta de
trabajo a las potenciales maestras, diligenciar el traspaso del Colegio de Huérfanas con
su antiguo administrador y (como la demanda superaba la cantidad de plazas asignadas
por el gobierno) elegir a las niñas privilegiadas que accederían a una vacante. Como era
154
El sábado anterior se había realizado el acto de apertura e instalación de la institución, leídos los
decretos que fijaban las bases y reglamentos sobre los que se asentaban su funcionamiento y proclamado
los discursos de bienvenida.
155
Si bien, según el reglamento, todos los negocios y medidas en general debían ser deliberados y
resueltos por toda la Sociedad, las decisiones que pasaban a gobierno para su aprobación, se llevaba a
cabo en reuniones extraordinarias de las que sólo participaban las socias pertenecientes al Consejo. El
Consejo podía reunirse cuando lo creyera conveniente, cuando se lo pidiera la Presidenta o, algunas
veces, se quedaban directamente deliberando una vez terminadas las sesiones ordinarias.
156
Para ver las Escuelas de la Sociedad de Beneficencia ver Newland, Carlos, Buenos Aires no es pampa
páginas 70 y siguientes.
157
AGN, SB-LA Nº1, Acta 1 del 15 de enero de 1823.
158
AGN, SB-LA Nº1, Acta 2 del 18 de enero de 1823.

58
costumbre en las prácticas de gobierno, se nombraron diferentes comisiones, es decir,
grupos de entre tres y cinco personas, por lo general, que tomaban en sus manos un
asunto determinado y realizaban todas las gestiones concernientes al mismo:
evaluaciones, diagnósticos, presupuestos, averiguaciones, recomendaciones y
presentaciones. La primera comisión se abocó a buscar docentes idóneos para las
escuelas de niñas que se iban a fundar en el corto plazo. Así, ese mismo martes 15 de
abril, la comisión elegida, se dirigió a la “Escuela de Lancaster159 que existe cerca del
Hospital … [para] ver si las Maestras que las dirigen están en estado de servir a las
nuevas escuelas que debe instruir la sociedad”.160 La escuela Lancaster ostentaba los
últimos adelantos en educación, y si bien las socias no estaban convencidas de su
eficacia, era el método que exigía el gobierno para las escuelas elementales. Por eso,
tentar a sus maestras fue prioritario para incorporar estas novedosas prácticas
pedagógicas. Pero conscientes de que necesitarían cubrir varios cargos y poco
esperanzadas en conseguir a las maestras de aquella prestigiosa escuela, abrieron la
búsqueda a las potenciales educadoras del pueblo.
En este marco los vecinos porteños fueron los referentes de la moral y las buenas
costumbres de las candidatas. Este recurso, que comprometía la palabra de los
habitantes de Buenos Aires y los involucraba de manera indirecta con los asuntos de la
Sociedad era una garantía en la elección de mujeres que ellas no conocían.
La primer semana de Mayo comenzaron a llegar las notas de las mujeres que se
ofrecían como maestras de las nuevas escuelas públicas, Isabel Cazamayor dijo le
parecía conveniente antes de responderles, “hacerles venir a la Sociedad el viernes
siguiente para que las señoras juzgaran por sí mismas sus disposiciones y actitud sin

159
El sistema lancasteriano (o de enseñanza mutua) había surgido en la Gran Bretaña debido a las enormes
aglomeraciones urbanas que aparecieron con la industrialización. Consistía en utilizar a los mejores
alumnos para instruir a otros y se había extendido por toda Europa. En Buenos Aires, el sistema
lancasteriano se conoció en 1818, con la llegada al país del delegado de la “Sociedad Lancasteriana” de
Londres, Diego Thompson, quien traía consigo los beneficios que el sistema había proporcionado a los
países europeos. Un año después el Cabildo de Buenos Aires dio a Thompson la habilitación para fundar
una escuela modelo e instruir en el sistema lancasteriano a los preceptores de la ciudad. El sistema fue
aceptado y propagado por Bernardino Rivadavia en Buenos Aires, por Bernardo de O´Higgins en Chile,
por José de San Martín en Perú y por Simón Bolívar en el norte de Sudamérica; también funcionó como
escuela oficial en México desde 1823. Este sistema de enseñanza que no era nuevo en el Río de la Plata
(un método similar había sido utilizado anteriormente por los jesuitas), fue recibido con reservas y
ocasionó varios conflictos. Por un lado, con los protagonistas de la gestión anterior, los maestros
ayudantes, que secundaban a los maestros a cargo de las aulas y que temían ser reemplazados por los
monitores y por el otro, por las autoridades que debían capacitar al personal y que contaban con pocos
recursos para hacerlo.
160
AGN, SB-LA Nº1, Acta 1 del 15 de enero de 1823.

59
perjuicio de los informes que se tomarían por fuera”. 161 Se acordó también que las
comisiones encargadas de buscar referencias entre los vecinos se nombrarían después de
que las maestras se hubiesen presentado en la sociedad, y las socias realizado el primer
descarte de postulantas. Una semana después, Damiana Medina y María Langa se
apersonaron en la institución con sus antecedentes documentados, y luego de ser
entrevistadas por las mujeres de la beneficencia aseguraron aceptar “el precio de 300
pesos que la Sociedad ofrecía y a aprender el método de Lancaster”. 162 El sistema
lancasteriano contemplaba la incorporación de las alumnas aventajadas del curso en
calidad de monitoras, quiénes se desempeñarían como guías y soportes de sus
compañeras. Y si bien la actividad de aquellas no incluía remuneración alguna, al
Consejo le pareció oportuno proponer al gobierno “un sueldo de 100 pesos […] a las
segundas o monitoras generales”. 163 En su nota dirigida al gobierno, las socias
declamaban los beneficios que traerían a la institución estas alumnas adelantadas, pues
consideraban que “este empleo era indispensable en escuela de mujeres donde era
menester enseñar además de la lectura, escritura y cuentas las labores de agujas y que
las niñas no podrían enseñarlo hasta que ellas mismas lo hubieran aprendido”.164 Sin
importar los principios de la escuela lancasteriana, las socias consiguieron modificar
este sistema, surgido para ahorrarle recursos al estado, logrando que éste apruebe la
remuneración de los cargos. En otras palabras, el gobierno propuso la dirección
pedagógica ya probada en Europa, y que ahora se aplicaría en las escuelas, y la
Sociedad de Beneficencia, modificó una de los principales postulados del sistema,
confiadas en que las modificaciones reclamadas y aprobadas por el gobierno, se
adaptaban mejor a las escuelas de Buenos Aires.
En la práctica, decíamos, esa actividad fue llevada a cabo por las hijas de las
maestras, y probablemente hayan sido ellas quienes presionaron a la Sociedad para
incorporarlas como ayudantes rentadas, exigiendo una remuneración acorde a su trabajo
(y que seguramente engrosaba el siempre necesitado presupuesto familiar). La
Sociedad, por su parte, transfirió esta presión a las autoridades gubernamentales,
alegando que las monitoras debían ser premiadas por el esfuerzo de aprender un sistema
de enseñanza que no conocían y que en definitiva beneficiaría a las alumnas que
cobijaban las escuelas públicas.

161
AGN, SB- LA Nº1, Acta 4 del 2 de Mayo de 1823.
162
AGN, SB- LA Nº1, Acta 5 del 9 de Mayo de 1823.
163
AGN, SB- LA Nº1, Acta 5 del 9 de Mayo de 1823.
164
AGN, SB- LA Nº1, Acta 5 del 9 de Mayo de 1823.

60
Las presiones al gobierno no quedaron allí, ante la renuencia de las maestras de
la escuela de Lancaster a ocupar las vacantes en las escuelas públicas, las socias
expusieron a las autoridades, que los sueldos propuestos a las postulantas no eran
competitivos y que sería imposible conseguir maestras si no mejoraban las condiciones
laborales. Por eso el viernes 16 de Mayo el gobierno envió una nota dictaminando que
el sueldo de las educadoras ascienda a quinientos pesos además de habitación y
alimentos. También aprobaba la solicitud de la Sociedad para que las hijas de las
maestras fueran monitoras generales, con la asignación de cien pesos cada una por sólo
el primer año. Esta estrategia de ofrecer y aceptar a las hijas de las maestras asignadas
beneficiaba a las dos partes. Aunque no pudieron convencer a las maestras de Lancaster
de abandonar sus puestos de trabajo, sí pudieron establecer una mejor plataforma
salarial, para tentar a las potenciales educadoras de sus escuelas.
La Sociedad de Beneficencia, sin embargo, no estaba convencida del método de
enseñanza lancasteriano (sistema posteriormente cuestionado por las autoridades
competentes y reemplazado), ya que sostenían que eran las maestras quiénes debían
impartir las lecciones a las alumnas para garantizar los resultados. Por eso asignaron a
las monitoras tareas consideradas menores, como lo eran para estas mujeres, las
costuras165, dejando así traslucir, qué tipo de educación, según su criterio, debían recibir
las niñas pobres y las huérfanas del pueblo, al mismo tiempo que le presentaban al
gobierno estas tareas secundarias tan indispensables como para justificar una
remuneración.
Esta primera búsqueda de trabajadoras dejó también en claro que no sería tan
sencillo conseguir maestras para los establecimientos educacionales. Por eso, el 14 de
Junio cuando las autoridades reclamaron por nota enviada a la institución las formas que
debían guardar los informes elevados a gobierno para su aprobación, en referencia a la
cantidad de postulantas, la Sociedad tuvo que contestar que aún con el deseo de cumplir
con la “orden que previene deban ir todos los empleos en terna, […] para las maestras
no podría cumplirse en esta ocasión, pues por mas diligencias que se habían practicado
solo se encontraban dignas de esta confianza a [dos] señoras y [una]para monitora”. 166
Sin embargo el juego de las pulseadas con el gobierno tenía su contrapartida: no poder
cubrir las expectativas de los mandatarios podría ser tomado como falta de idoneidad en

165
Si bien el trabajo de costureras representaba una salida laboral, las mujeres de la elite aspiraban a que
las niñas completaran sus estudios, ampliando así las posibilidades laborales en el futuro.
166
AGN, SB- LA Nº1, Acta 11 del 14 de Junio de 1823.

61
el desempeño de las administradoras. Estas observaciones, que podían devenir en
potenciales amenazas, delinearon los vínculos de la Sociedad con los diferentes
gobiernos de turno, y les mostraron a las mujeres de la beneficencia cómo aplicar
nuevas estrategias en el tratamiento de viejos problemas, ya para entonces,
definitivamente estructurales, como lo fue el conseguir el número de maestras
competentes que demandaba la empresa que ellas querían delinear.
La primera reunión del 15 de Abril terminó con la intervención de la Presidenta
recordándoles a sus compañeras la nota que se había enviado desde la gobernación “
advirtiendo a la sociedad se entienda con el oficial primero de gobierno”,167 Juan Cruz
Varela, en todo lo referente a la entrega de premios. El decreto que bajaba del
gobernador hasta la Sociedad incluía la pública entrega anual de premios a la industria y
a la moral, entre los sectores trabajadores del bajo pueblo, y consistía en la gratificación
económica de las postulantes sugeridas por la Sociedad y aprobadas por el Gobierno.
Los “Premios a la Virtud” fueron distribuidos desde los comienzos de la Sociedad;
Rivadavia los había instituido para fomentar el trabajo ó la industria, en las mujeres.168
En el discurso de instalación de la Sociedad de Beneficencia el Ministro de Gobierno
instaba a premiar la independencia económica de la mujer, mencionando que dicha
situación las elevaría de rango y las transformaría en “verdaderas compañeras” del
hombre.169
La fecha ya había sido agendada para el día 26 de Mayo, es decir, el segundo día
de las Fiestas Mayas (apenas en un mes), por lo que la presidenta propuso que se
“fijaran carteles lo más pronto posible avisando los premios”.170 Esta ceremonia, que en
mayo de 1823 tuvo su primera representación, significará un evento sumamente
importante para la Sociedad de Beneficencia y para los diferentes gobiernos, en el
devenir de los años; a través de los premios, no sólo se pretenderá recompensar las
conductas virtuosas (con la esperanza de que se reproduzcan entre las trabajadoras
pobres de la ciudad), sino que también funcionará como un espacio de promoción y

167
AGN, SB-LA Nº1, Acta 2 del 18 de Abril de 1823.
168
Alejandra Vasallo menciona que los premios a la virtud no estaban asociados a conceptos de
“moralidad asociados a la religiosidad”, ó “el comportamiento sexual y de subordinación de género”. En
todo caso, continúa la autora, “fueron una experiencia extraordinaria de conciencia cívica que pretendió
sentar las bases de una ciudadanía específicamente femenina, basada en nuevos significados de la virtud
en relación con las mujeres en la nueva nación …” Vasallo, Alejandra, Bordando virtudes en la trama de
la nación: la creación de mujeres republicanas en Argentina, 1823-1880, mimeo, 2005, pág. 6.
169
AGN, SB- LA Nº1, “Acta de Instalación de la Sociedad de Beneficencia”, Buenos Aires, 12 de Abril
de 1823, firmada por Bernardino Rivadavia y 12 de las 13 socias presentes.
170
AGN, SB-LA Nº1, Acta 2 del 18 de Abril de 1823.

62
publicidad, para las mujeres de la Sociedad de Beneficencia171 y para el gobierno que
las había puesto allí.
En esta primera celebración de 1823 no podrían vislumbrar cuál sería el alcance
de estos actos en el futuro, pero las socias pudieron captar las intenciones de Rivadavia.
Por eso, cuando Bernardina Viamont, Isabel Agüero, y María Sánchez, dieron cuenta de
su visita a la escuela de Lancaster, y esta ultima mencionara que “había encontrado la
mejor disposición en las maestras que la dirigen, para encargarse de enseñar, algunas
otras mujeres, […] en las nuevas escuela”; 172 Isabel Casamayor dijo que le parecía
mejor dejar este asunto para “examinarlo con más formalidad cuando se trate del
establecimiento de escuelas, pues por ahora la averiguación de las personas a quienes se
debían adjudicar los premios debía ocupar principalmente la atención de la
Sociedad”.173 La presidenta no sólo fue de la misma opinión sino que además propuso
que para el viernes siguiente cada socia trajera una nota sobre la persona que hubiese
encontrado digna del premio para examinarla según previene el reglamento. Con
criterio María Sánchez observó que le parecía muy corto el término de ocho días para
hacer estas averiguaciones pero fue retrucada por Casamayor, que sentenció que “[el
tiempo] le parecía suficiente si las diligencias se hacían con actividad y que además no
había tiempo que perder pues era muy poco el que quedaba hasta el día prefijado por el
gobierno” La moción se puso a votación y como “las demás socias fueron de esta
opinión … [así] quedó acordado”. Josefa Ramos entonces pidió la palabra para decir
que “le parecía muy oportuno se nombrara una comisión de cuatro o cinco socias para ir
a cumplimentar al Sr Ministro de Gobierno a nombre de la Sociedad felicitándolo por
establecimiento y dándole las gracias por elocuente discurso que le dirigió el día de su
instalación” Moción que fue aprobada por todas las socias.
El viernes 25 de Abril se pasó a examinar cuál sería el lugar más adecuado para
la repartición de premios; teniendo en cuenta los deseos del Gobierno relacionados con
la publicidad que quería darle al acto y ya que la sala de la Sociedad era muy pequeña
para el objeto que perseguía Rivadavia, “se convino por unanimidad de votos en elegir

171
Alejandra Vasallo nos advierte que “ … en estos espacios, las mujeres de la elite participaron
activamente en las discusiones acerca de los nuevos y secularizados sentidos de la moral y la virtud, en
tanto se entendía que éstos estaban íntimamente relacionados con la organización política y social de la
nueva república …” Vasallo, Alejandra, Bordando virtudes en la trama de la nación: la creación de
mujeres republicanas en Argentina, 1823-1880, Mimeo, 200?, pág. 9.
172
AGN, SB-LA Nº1, Acta 2 del 18 de Abril de 1823.
173
AGN, SB-LA Nº1, Acta 2 del 18 de Abril de 1823.

63
el templo de San Ignacio”.174 Concluido este asunto la Presidenta propuso “abrir una
subscripción entre todas las socias para añadir a los premios del gobierno uno o dos más
según resultara de la subscrición para pobres viudas o madres de familias”. 175 La
moción aprobada por unanimidad de votos logró juntar nueve onzas de oro, por lo que
se acordó hacer tres premios de a tres onzas cada una y anunciarlas al público junto con
los del Gobierno.
Esta rápida movida de las mujeres de la Beneficencia logró sacar un rédito
inmediato y visible, ya que presentó públicamente a sus integrantes como generadoras
de sus propias visiones acerca de las conductas que se debían premiar entre las mujeres
del pueblo y que debían actuar como ejemplo, al margen de las conductas premiables
que Rivadavia había instituido, y sobre todo, estas iniciativas, “conllevó a poner en
marcha un juego de inclusiones y exclusiones, a partir del cual intentaron definir cómo
las mujeres que no pertenecían a la elite podían integrarse en la nación en ciernes”.176
Para el viernes 2 de Mayo las socias lograron postular a 26 mujeres cuyas
virtudes estaban debidamente documentadas; y cómo lo previene el Reglamento de
Entrega de Premios, en el artículo sexto, se nombró una comisión de tres socias para
examinar las historias de cada una de ellas y abrir dictamen. Los resultados se darían a
conocer el 20 de Mayo, fecha para la cuál Cipriana Boneo, Josefa Ramos y María del
Rosario Azcuénaga, deberían haber llegado a un veredicto.
Es justo decir que el trabajo que las convocaba no fue interrumpido por los
preparativos festivos. Más bien se inclinaron por agregar encuentros fuera de las
reuniones reglamentarias. Por eso, el martes 20 de Mayo “se contrajo toda la atención
de la Sociedad al objeto para [el] que se había reunido extraordinariamente” 177 , y
declarar por fin quiénes serían las afortunadas acreedoras de los premios. María del
Rosario, luego de plantear lo difícil que había sido para esa comisión elegir entre las 13
postulantes que habían quedado luego de la primera selección, anunció que “ninguna
era más indicada que Martina Viena”, no sólo por desempeñar los roles de esposa y
madre con “la mayor perfección” sino también por “hallarse en la mayor indigencia y el
pertenecer a una de las clases medianas de la sociedad a quiénes el celo del gobierno

174
AGN, SB-LA Nº1, Acta 3 del 25 de Abril de 1823.
175
AGN, SB-LA Nº1, Acta 3 del 25 de Abril de 1823.
176
Pita, Valeria, Repensando los encuentros entre benefactores y trabajadoras en una ciudad
republicana. Buenos Aires 1852-1870, mimeo, Proyecto de investigación postdoctoral, pág. 1.
177
AGN, SB-LA Nº1, Acta 7 del 20 de Mayo de 1823.

64
deseaba estimular [hacia] las buenas costumbres y elevarlas”. 178 Sin embargo a
Estanislada Cossio no le pareció que la elegida hubiese realizado los suficientes méritos
y propuso volver a realizar la votación “con más exactitud”, en virtud de la confianza
que el gobierno había puesto en ellas y para que la Sociedad se hiciese “digna de la
aprobación de la crítica pública”. 179 En una nueva votación se decidió premiar a la
misma señora con el premio a la moral, y a Juana Francisca Mariño para la Industria.
Otras tres señoras fueron premiadas con los premios de 3 onzas (cincuenta pesos) a cada
una, que había instituido, con aportes de sus propios bienes. Sobre la marcha se fueron
modificando reglamentos y prácticas. Como vemos, las socias estaban atentas a premiar
a aquellas mujeres cuyas vidas no incluían la presencia masculina y que debían trabajar
y esforzarse para llevar adelante a sus familias.
El lunes 26 de Mayo hubo que hacer frente a la inesperada ausencia de la
Presidenta de la Sociedad; su vice presidenta, María Cabrera, encabezó entonces el acto
en el presbiterio de San Ignacio. Las cinco premiadas, sentadas a la derecha de María
Cabrera escuchaban atentamente sus nombres a medida que eran anunciadas por la
secretaria y se acercaban a la presidenta, quien se ponía de pie para entregarle los
doscientos pesos “con que el celo paternal del Gobierno de la provincia recompensa la
moral y las virtudes de vuestro estado; agregando un deseo potencial: “que él sea un
estímulo poderoso, para que os hagáis cada vez más dignas del aprecio público”.180Una
vez entregados los otros cuatro premios se determinó que sería buena idea presentar al
Gobierno de la provincia a las dos acreedoras que este había instituido. Fue así que
Estanislada Cossio e Isabel Casamayor se dirigieron directamente a la fortaleza junto
con la premiadas y fueron recibidas por el Ministro de Gobierno, a quien Isabel le
anunció, en nombre de la Sociedad de Beneficencia que “quedaban cumplidas sus
órdenes”. Por su parte Rivadavia felicitó a la Sociedad por haber desempeñado con
tanto discernimiento y rectitud “el primer acto que se le había encargado, lo que le daba
las mejores esperanzas para lo venidero” y también felicitó a las mujeres premiadas por
haberse hecho “dignas de recibir un premio público”, exhortándolas también a ser un
ejemplo para las personas en su condición. A partir de entonces, la entrega de premios
tendrá un lugar preponderante en las actividades de la Sociedad; más allá del lucimiento
personal que implicaban estos actos (lucimiento tan exhaustivamente señalado por

178
AGN, SB-LA Nº1, Acta 7 del 20 de Mayo de 1823.
179
AGN, SB-LA Nº1, Acta 7 del 20 de Mayo de 1823.
180
AGN, SB-LA Nº1, Acta del 26 de Mayo de 1823.

65
diferentes perspectivas historiográficas), las socias recorrían los sectores más populares
del pueblo buscando aquellas historias dignas de ser premiadas.
La entrega de premios era, por un lado, una oportunidad para conectarse con los
problemas de la gente, con las historias de un sector de la sociedad desconocido por
ellas, con un universo de experiencias conmovedoras y diferentes, en parte, a sus
propias experiencias; y por otra parte, para las mujeres premiadas, era una oportunidad
única para alzarse con una contribución monetaria importante y bienvenida, que no les
cambiaría su situación económica de manera sustancial, pero que ayudaba, junto con el
reconocimiento social que, al hacerlo público, multiplicaría sus intenciones.

1. El Colegio de Huérfanas

Un mes antes de la entrega de premios y casi en el mismo momento en que la secretaria


de la Sociedad leía una nota del Gobierno poniendo a su disposición el Colegio de San
Miguel, 181 la portera se apersonaba en la sala de reuniones anunciando que, el ahora ex-
director del Colegio deseaba hablar con la Presidenta. Mercedes Lasala, entonces,
dando la orden de “que se le hiciese entrar y que tomara asiento”, 182 se dispuso a
escuchar la valiosa información que el administrador saliente venía a comunicar acerca
de las niñas alojadas en la institución que aún dirigía. El recién llegado empezó por
informar a la Sociedad, que había recibido una orden del Gobierno para poner a
disposición de la Sociedad de Beneficencia el Colegio de Huérfanas, luego que
estuviese desocupado de todas las niñas que pasaran de trece años, “repartiéndolas a
servir ganando un salario proporcionado a sus habilidades en diferentes casas” Sin

181
Era uno de los nombres que se le daba al Colegio de Huérfanas por estar ubicado en las inmediaciones
de dicha Iglesia. Edit Gallo, en su trabajo sobre la Beneficencia, recorre parte de la vida de las huérfanas
desde mediados del 1700, haciendo referencia al problema que se suscitó cuando las huérfanas se vieron
forzadas a abandonar la única institución que hasta ese momento se dedicaba a ellas, el Hospital Militar
de San Martín, y la oportuna intervención de la Hermandad de la Santa Caridad para cubrir la falencia
que se había producido. En noviembre de 1755 ingresaron doce huérfanas al nuevo establecimiento
(denominado Nuestra Señora de los Remedios y ubicaba junto a la Iglesia de San Miguel), que albergó a
niñas indias, españolas y mulatas entre 5 y 16 años, cuya condición era la de haber perdido alguno de los
progenitores y probado buena aptitud física y mental. Esta institución funcionó también como escuela
pública ya que concurrían a ella no sólo las huérfanas sino también las niñas de familias humildes y de
familias pudientes; y aunque la institución albergaba a menores provenientes de distintos sectores de la
escala social, el rigor y la disciplina llegaban a todas. La obra de la Hermandad de la Santa Caridad se
financiaba desde distintos sectores aunque el grueso de la recaudación provenía de las limosnas y a esto
se sumaba el producto de las quintas que pertenecían a la hermandad y lo recaudado por el trabajo de
costura y cocina de las niñas. La Sociedad de Beneficencia re-significó el Colegio de Huérfanas en 1823.
Gallo, Edit, Historia de la Beneficencia en el Buenos Aires colonial, Buenos Aires, Ediciones Corregidor,
2002.
182
AGN, SB-LA Nº1, Acta 3 del 25 de Abril de 1823.

66
embargo, con mucho criterio, conocimiento y preocupación, el Director observó que,
como ya le había explicado al Gobierno (pareciera ser, sin una devolución satisfactoria)
“esto no podía asentarse puntualmente sin que el Colegio quedase exhausto de todo
servicio indispensable como cocina, lavado, cuidado de las niñas pequeñas” y que en
consideración a esto el Gobierno le había encargado entenderse en este punto con la
Sociedad.
El director remataba su visita con la causa que probablemente motivó su
desplazamiento hasta la institución, “suplicando a las Señoras, lo ayudasen en la
repartición de las huérfanas” que debían abandonar el instituto y anunciando que,
mientras no se expidieran al respecto, “no procedería a sacar ninguna [huérfana] del
Colegio” La presidenta contestó en nombre de la Sociedad, diciendo que la Institución
estaba enterada de la resolución del Gobierno, “por una nota que el mismo le había
pasado”, dando a entender que tenían y respetarían sus propias instrucciones bajadas
desde las autoridades provinciales y se tomarían un tiempo para contestarle si
colaborarían con la ubicación de las huérfanas salientes o no. Oído esto el Director dijo
que daría inmediatamente orden a la Rectora para que recibiese la comisión
“imponiéndole todo cuanto juzgase por conveniente saber respecto del estado del
Colegio” y no teniendo más asunto que tratar se retiró del lugar.
Para la semana siguiente las socias habían decidido actuar “negándose […]
encargarse de las mujeres que deben salir de el”183 y así se lo hicieron saber al Director,
imponiendo su propio criterio e interpretación de cuáles eran sus obligaciones y cuáles
no y los términos de los favores que estarían dispuestas a brindar. Probablemente
influyó en la decisión negativa, la comisión enviada especialmente al Colegio, formada
por Cipriana Boneo, Josefa Ramos, María Sánchez, Manuela Aguirre y María del
Rosario Azcuénaga, y su informe sobre la visita que hicieron a las huérfanas. La
primera en hablar fue Josefa Ramos diciendo que “el capellán del mismo Colegio les
había oído muy malos informes de la conducta de todas las mujeres que estaban en el, y
que exceptuando tres o cuatro, no debía la Sociedad dejar allí ninguna [incluyendo]a la
Rectora por ser inútil” A partir de allí se convirtió en prioritario encontrar una rectora
que reemplazara a la desacreditada empleada existente. Corrían contra reloj, ya que en
cualquier momento el antiguo Director podría informarles que había culminado con la
reubicación de las adolescentes que salían por haber cumplido los 13 años.

183
AGN, SB-LA Nº1, Acta 3 del 25 de Mayo de 1823.

67
Esta confusión con el tema de la edad de las niñas, al ingresar y egresar de la
Institución, en realidad, complicaba al Administrador quien, repentinamente, debía
reubicar en casas de familia a más mujeres de las que había pensado en un principio.
Mientras el reglamento decía que las niñas debían ingresar al Colegio a la edad de seis
años y permanecer en el hasta los 16, Rivadavia se dirigió a las socias disponiendo que
el ingreso se produzca a los 10 años y el egreso a los 14. Consultado el documento y
certificada la contradicción, la Sociedad de Beneficencia envió una nota al Ministro de
Gobierno expresándole las razones por las cuales recomendaba se aplique el artículo 8
del reglamento, que indicaba que las niñas debían permanecer desde los seis hasta los
dieciséis años el establecimiento. En la carta, las socias se argumentaban que “la mayor
parte, Señor, de las damas que componen la Sociedad de Beneficencia son madres de
familia, y esto les da un conocimiento particular de la edad en que se desarrolla la razón
en el uno y en el otro sexo”. 184 En este documento podemos observar la estrategia
aplicada por las mujeres de la beneficencia quiénes, haciendo valer su condición de
tales, se presentan como imbuidas de sabidurías que supuestamente ignoraba el varón,
como el mismo Rivadavia se había encargado de declamar en el discurso de
inauguración de la Institución. Se puede decir que, desde este lugar, se trató de ayudar
al director saliente, que cargó con la tarea de ubicar a las internas mayores que debían
dejar el Colegio de Huérfanas. En esta oportunidad, las socias no lograron modificar las
disposiciones del Gobierno, lo que habla también de la fuerte presencia de este último
en las decisiones de la Institución. Sin embargo siguieron peleando por espacios de
decisión cada vez más amplios, para, como en este caso, disputar los años de
escolaridad que querían para las niñas pobres y huérfanas del pueblo.
Habiendo terminado con las cuestiones que tenían que ver con el traspaso de
niñas se propuso que cada socia se aboque, en primer lugar, a tomar informes en el
pueblo sobre las posibles postulantas al cargo de Rectora, una tarea que a priori parecía
ser no tan sencilla, ya que, como registró la secretaria a cargo de las actas, sería muy
difícil encontrar “una que quisiese encerrarse allí” […] ”.185 (Encomillado de la fuente).

1.1. La rectora

184
AGN, SB-Beneficencia, legajos, 1823, citado por Carlos Correa Luna, Historia de la Sociedad de
Beneficencia, 1823-1852, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Asilo de Huérfanos, 1923.
185
AGN, SB-LA Nº1, Acta 4° del 2 de Mayo de 1823.

68
Esperanzada, Manuela Aguirre, “dijo que ella creía que Juana Arandia, que solicitaba
un acomodo no tendría inconveniente en hacerlo”, pero no todas estuvieron de acuerdo
con esta sugerencia “la Presidenta dijo que esta podía servir para maestra de una de las
escuelas, pero Manuela Aguirre replicó que, para maestra le parecía “de mucha edad y
enfermiza”, dato que generó una primera reacción de rechazo entre las mujeres, ya que
luego de reflexionar sobre estas condiciones de la postulanta se resolvió “que las socias
hicieran cada una por su parte las diligencias posibles para encontrar una buena
Rectora”.186
El viernes 9 de Mayo de 1823 se presentaron informes de nuevas candidatas
para el puesto de rectora; Cabrera propuso volver a mirar un curriculum que se había
presentado la sesión anterior, ya que “según la habían informado una señora apellidada
Cuitiño que Isabel Agüero había propuesto el viernes anterior sería la más a propósito ,
pues aunque se decía tener el “genio fuerte” este no era un gran defecto para ese empleo
cuanto todas sus otras cualidades eran buenas”. 187 En cambio María del Rosario
Azcuénaga no perdía las esperanzas de conseguir a alguna de las maestras de la escuela
Lancaster, ya que “a ella le habían asegurado que lo deseaban y que tal vez irían dos de
las hermanas quedando la otra y una sobrina con la escuela de junto al hospital”.188 El
deseo de tener docentes idóneos compensaría la espera obligada. Sin embargo, estas
maestras contestaron que hasta no saber las condiciones laborales no podrían dar una
respuesta. Se les comunicó entonces que la Sociedad pagaría 500 pesos anuales, además
de casa y comida y se aguardó la respuesta favorable, que sin embargo, nunca llegó.
Es interesante observar que las maestras que se postulaban, lo hacían
frecuentemente incluyendo a sus familiares: hermanas, hijas, sobrinas, es decir,
ensayaban una estrategia de redes que, en una coyuntura con pocos maestros (idóneos, o
no tanto), fortalecería su postulación ante otras candidatas. Esta práctica también
beneficiaría a la Sociedad de Beneficencia, ya que la inclusión de mujeres vinculadas
entre sí por lazos familiares, garantizaría la convivencia dentro de las instituciones y
probablemente ubicaría a las socias en una mejor posición para negociar los sueldos de
todas.
Para la primera semana de Junio aún no habían podido resolver el tema de la
rectora del Colegio; apuradas por el tiempo se propuso nombrar a Francisca Molina

186
AGN, SB-LA Nº1, Acta 4° del 2 de Mayo de 1823.
187
AGN, SB-LA Nº1, Acta 9 de Mayo de 1823.
188
AGN, SB- LA Nº1, Acta 6 del 16 de Mayo de 1823.

69
“diciendo que personas imparciales (sic) les habían asegurado que reunía las cualidades
de talento, instrucción, buenas costumbres y disposición para dirigir una casa”. 189
Cossio, sin embargo, no estaba muy convencida y aconsejó se buscaran todavía algunas
otras mujeres; por su parte, la Presidenta, propuso pasara la comisión una nota a los
curas, pidiéndoles noticias de las personas que conocieran idóneas para ocupar “un
empleo tan delicado”. Toda la información recaudada sería analizada por la totalidad de
las socias.
Mientras tanto, el gobierno acusó recibo de la nota que ya había enviado el
Consejo, en donde se mencionaba el deplorable estado en que se había encontrado el
Colegio y en donde se había decidido “pedirle mandara artífices para hacer las obras
que se necesitaban”190 ya que en las condiciones en que se encontraba sería imposible:
“todo lo que encontraron en él … se reducía a once huérfanas, la rectora, cuatro mujeres
para el servicio, una negra y un negro esclavos del Colegio … casi ningunos muebles, y
el edificio bastante estropeado”. 191
A la semana siguiente se leyó una nota del gobierno, “ordenando al Ingeniero en
Jefe de pasar a el [Colegio]y hacer el presupuesto de las mejoras que necesita” . Esta
nota trajo cierto alivio a las socias, las perspectivas eran favorables. Sin embargo el
Colegio tenía problemas edilicios estructurales que eran reparados constantemente pero
de forma ineficaz; el techo, por ejemplo, se intervenía de manera continua pero nunca
definitiva. Por más que el Gobierno contestara sus pedidos de reparación avisando año
tras año que “se había pasado orden á el Comisario de obras publicas para que se
192
reparasen los techos del Colegio”, la realidad era que esas construcciones ya no
tenían posibilidad de ser reparadas, y resultaba difícil tentar a las maestras y rectoras
para que se instalaran allí. Lo que sí es plausible de destacar es el contacto directo y
cotidiano que tenía el gobierno con la sociedad de Beneficencia, que no se desentendía
de las demandas planteadas por las socias.

Aún así, ahora su preocupación inmediata estaba abocada a conseguir una


rectora idónea. La responsabilidad era enorme y las presiones se incrementaban con el
paso del tiempo: no habían logrado todavía encontrar a la persona adecuada para

189
AGN, SB- Beneficencia, legajos, 1823, citado por Carlos Correa Luna, Historia de la Sociedad de
Beneficencia, 1823-1852, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Asilo de Huérfanos, 1923.
190
AGN, SB- LA Nº1, Acta 2 de Junio de 1823.
191
AGN, SB- Beneficencia, legajos, 1823, citado por Carlos Correa Luna, Historia de la Sociedad de
Beneficencia, 1823-1852, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Asilo de Huérfanos, 1923.
192
AGN, SB-LA Nº1, Acta 5° del 18 de Marzo de 1825.

70
conducir a las huérfanas, “ que tanto urgía por el abandono en que está el Colegio”.
quiénes seguían buscando una rectora idónea, habían llegado las contestaciones de los
curas “uno [de] Taivo, Medrano [y] de Montserrat” [el] cura Medrano dijo que no
conoce ninguna y los otros dos nombraron dos mujeres que ninguna fue [del agrado] de
la sociedad”.193 Por lo que la designación quedó otra vez en suspenso, pero ¿cuánto
tiempo más podrían esperar? Por fin se decidió poner a debate el curriculum de Cecilia
Ribas. Cabrera no pudo ocultar su inclinación por esta candidata, sobre todo desde que
se había enterado de que había solucionado sus problemas de salud y ya no parecía
“estar impedida por sus achaques”; sin embargo, Azcuénaga y Viamont, dijeron que las
veces que ellas habían estado a verla la habían encontrado unas veces en la cama y otras
con [problemas?]. Cazamayor, fiel a su primeras percepciones y en sintonía con
Cabrera, bogaba por Rivas, argumentando que “si ella estaba perfectamente buena en el
presente no debían ser un obstáculo las enfermedades que hubiese tenido
194
anteriormente”. Las opiniones estaban definitivamente divididas; Azcuénaga,
intentando darle más peso a sus preferencias, comentó que según los informes que a ella
le habían dado, la hermana de Cecilia, Paula, “sería más a propósito porque tenía mejor
carácter”.
La intervención de Cossio proponiendo a otra candidata, Josefa Caballero,
pareció destrabar las desavenencias. Para ella, esta persona era la indicada “tanto por
conocerla ella personalmente como por los informes que se le habían dado”. Cazamayor
dijo que ella era de la misma opinión porque aunque no la conocía había recibido “los
mejores informes de personas dignas de crédito”. 195 El reglamento que obligaba de
elevar las candidatas al gobierno en ternas las eximió de seguir discutiendo al respecto.
El consejo, después de repasar nuevamente los méritos e inconvenientes de cada una,
acordó proponer al gobierno a Cecilia Ribas, Francisca Molina y Josefa Caballero “en
cumplimiento de la orden que previene deban ir todos los empleos en terna”.196 En esta
oportunidad, aplicar el reglamento a rajatabla y dejar en última instancia la decisión al
gobierno, logró darle un impase a las desavenencias entre las socias, re-estableciendo un
clima propicio para seguir gestionando y tomando decisiones. El viernes 20 de Junio de
1823, se leyó una nota del gobierno nombrando a Cecilia Ribas para Rectora del
Colegio San Miguel y a Paula Ribas para maestra de la escuela. La elección de Rivas

193
AGN, SB- LA Nº1, Acta N 10 del 6 de Junio de 1823.
194
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 20 de Junio de 1823.
195
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 20 de Junio de 1823.
196
AGN, SB- LA Nº1, Acta N 11 del 14 de Junio de 1823.

71
como rectora, la catapulto a su mentora como inspectora del Colegio de Huérfanas,
junto con Estanislada Cossio. Las mismas acordaron llevar el lunes próximo a la nueva
Rectora “para imponerle del estado de la casa y de las obligaciones que tenía que
desempeñar”.197
Pocos días después, Cabrera y Cossio, inspectoras del colegio de huérfanas,
presentaron una nota de la ya instalada Rectora Cecilia Ribas haciéndoles saber:

“la apremiante necesidad en que se hallaban las niñas de ropa, zapatos, cama y otras cosas, otra
pidiéndole útiles para el servicio de la casa y otra exponiendo la cuenta del gasto diario del Colegio, y
haciendo saber a la Sociedad que el administrador [que aún estaba a cargo] sólo le pasaba una ración de
carne muy escaza y mala”198

Las carencias parecían abarcar todos los rubros de la canasta básica: las niñas
estaban faltas de ropa, muebles, útiles y comida. La socias acordaron que estas notas se
pasaran inmediatamente al gobierno “pidiendo al mismo tiempo indicase a quién debía
dirigirse para proveer el gasto del colegio, que hasta el presente había sido suplido por
una de las señoras socias”.199

El viernes 11 de Julio Cabrera presentó los presupuestos que se habían hecho


“para el gasto diario en San Miguel, arreglados a no pasar a cinco pesos rebajando
algunos artículos a los que la Rectora ponía y que lo harían subir algunos hasta siete
pesos”. Más aún, Cossio fue en comisión a San Miguel para advertir a la Rectora Ribas
que debía reducir sus gastos solamente a lo que el consejo había acordado, ya que
consideraban que “cinco pesos diarios eran muy suficientes para la mantención de las
treinta personas que había actualmente en el colegio”. 200 Pero también se acordó
presentarle al gobierno la cuenta de lo gastado las dos semanas anteriores y una nota del
vestuario que se necesitaba para vestir a las huérfanas, agregando también un pedido de
“los útiles para el servicio de la casa, que se halla destituida de todo”.201 Las notas
causaron efecto, ya que el mes de Agosto llegó con las respuestas del gobierno
“aprobando el presupuesto presentado por el consejo para el gasto del Colegio de
huérfanas en el presente año, el cual es igualmente aprobado mandando entregar a la
sociedad los fondos gastados y lo que se necesita para el resto del mes”. 202

197
AGN, SB- LA Nº1, Acta N 12 del 20 de Junio de 1823.
198
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 27 de Junio de 1823.
199
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 27 de Junio de 1823.
200
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 11 de Julio de 1823.
201
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 11 de Julio de 1823.
202
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 11 de Julio de 1823.

72
La gestión de la rectora Rivas fue un fracaso, por lo que todo lo que habían
trabajado para lograr una persona eficaz y responsable, no había rendido sus frutos. El
27 de noviembre de 1823 fue necesario postergar otras cuestiones, ya que la búsqueda
de un reemplazo, como advirtió Isabel Casamayor a sus compañeras, era urgente
“principalmente por Da Cecilia [ya que] si se detenía por orden del gobierno [su cargo]
tendría el Colegio en tal abandono que causaría peores males”.203 Por fin en Diciembre
consiguieron nombrar una nueva rectora y “las señoras Inspectoras del Colegio hicieron
presente que estaba ya en posesión de su empleo María Casacuberta”.
Sin embargo, aún no habían terminado con la rectora desafectada, ya que al
presentar el inventario que nuevamente se había hecho de todos los muebles y ropa de
las niñas del Colegio se dieron cuenta de que “faltaban varios útiles, de los que se
habían entregado a Da. Cecilia Ribas”.204 Las mismas señoras dijeron que habiéndola
reconvenido sobre este particular había contestado que no savia como se habían
extraviado, y que así eran de parecer se rebajase su valor de su sueldo; ... se acordó que
las señoras inspectoras le escribiesen obligándola a su pago, y que en caso de
conseguirse por este medio se le rebajase de su sueldo”.205 El presupuesto era ajustado,
no estaban las cosas como para tener que reponer elementos que consideraban,
pertenecían a las escuelas, o en este caso, al Colegio de Huérfanas.
Por otro lado, la respuesta desafiante de la rectora, aceptando se le rebajase de su
salario lo que faltaba, mostrándoles a las mujeres que no necesitaba el dinero de la
Sociedad de Beneficencia, pareciera ser, provocó la reacción de las socias quienes, lejos
otorgarle el beneficio de la duda, decidieron cobrarle lo que faltaba.
El verano acumuló tres cartas de Cecilia Ribas, las que fueron leídas en Febrero
del año siguiente. La primera carta, negándose a pagar lo que se le reclamaba, las otras
dos, pidiendo los detalles de lo gastado. Lo interesante de las cartas (y que fue necesario
exponer en la reunión de las socias), fue que “estas cartas estaban escritas con la mas
insultante grosería, respecto a las dos señoras y a toda la Sociedad”.206 Se pusieron a
debatir entonces lo que convenía hacer en este caso, y aunque algunas socias fueron de
opinión que se le pasase la cuenta y se desentendiese de las cartas, el mayor numero
decidió “que se le contestase en los términos que merecía su atrevimiento advirtiéndole

203
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 27 de Noviembre de 1823.
204
AGN, SB- LA Nº1, Acta 30 del 12 de Diciembre de 1823.
205
AGN, SB- LA Nº1, Acta 30 del 12 de Diciembre de 1823.
206
AGN, SB- LA Nº1, Acta 37 del 20 de Febrero de 1824.

73
que tendría peor resultado si no se moderaba en adelante y mandándole repusiese las
mismas especies” .207

Estas respuestas indeclinables que la Sociedad propició a la rectora en cuestión,


fueron modelándose con el correr del tiempo. La experiencia vivida con el caso Ribas,
sumada a la poca oferta de trabajadoras que ofrecía el pueblo, bajó el tono de las
respuestas que guardarían las futuras contiendas entre las partes. Por eso, dos años
después, y ante la amenaza de abandonar el cargo presentada por la rectora de turno,
conscientes de los costos que implicaría volver a perder a la encargada de dirigir el
Colegio de Huérfanas, se decidió cambiar de estrategia y resignar las posturas más
conservadoras, aquellas que se presentaban en nombre del honor, y que probablemente
aguardaban, en la obstinación por el reconocimiento de la falta, un acto de sumisión por
parte de la empleada, y se decidió citar a la trabajadora en cuestión para hablar con el
consejo (un grupo más acotado de socias y con un rango superior), y no con toda la
Sociedad. Se reducía así las posibilidades de desencuentros entre las mujeres
enfrentadas.

La reunión, finalmente, se llevó a cabo, y fue la Presidenta quién se encargó


luego, de comunicar los resultados del encuentro a la totalidad de las socias, explicando
que:

“se había hecho venir á la Rectora del Colegio para que expusiera con franqueza los motivos
porque quería retirarse ya que juzgándolos de muy poca consideración el consejo había tenido la
satisfacción de arreglar estas pequeñas discusiones comunes en familia y se había convenido la Rectora á
continuar sin haber ninguna alteración que hacer en el Colegio”208

La estrategia del Consejo, en cuanto a estimular a la trabajadora a sentirse parte


de un proyecto común, una familia, muestra la complejidad de los vínculos que
protagonizaron el escenario Sociedad de Beneficencia. La búsqueda del consenso primó
por sobre los deseos de reivindicar un orden social que no las beneficiaba en
determinadas situaciones, y que retrasaban la puesta en marcha de cuestiones urgentes,
como intentar retener a las trabajadoras contratadas por la Sociedad.

Había preocupaciones por el rendimientos de las niñas alojadas en el Colegio,


por lo que sumarle a estas dificultades los problemas con las rectoras, no resultaban
beneficiosas para nadie. Las socias se quejaban de que “era sensible ver que no

207
AGN, SB- LA Nº1, Acta 37 del 20 de Febrero de 1824.
208
AGN, SB- LA Nº1, Acta 28 del 28 de Abril de 1826.

74
adelantaban nada sobre todo en escribir y contar y que creía que no se podría conseguir
que hicieran progresos en esto con la misma maestra porque no sabia bien ni uno ni
otro”. 209 No podían darse el lujo de perder también a la Rectora.

Las educadoras que podían conseguir no tenían experiencia en enseñar a un


grupo significativo de niñas. Sabían que había disponibilidad de maestros bien
preparados en el pueblo, pero ¿cómo podrían vivir en un Colegio de niñas? Con escasos
recursos económicos e intelectuales, agravados por los problemas coyunturales del país,
la tarea se veía difícil de remontar. Cuando en Octubre de 1826, una de las socias
previno que no se estaba cumpliendo el reglamento que exigía dos maestras por cada
curso, algunas compañeras observaron que “era una imprudencia el pedir una segunda
maestra en circunstancias en que el gobierno hacia unos gastos tan considerables para
sostenerlo”. Sin embargo otra socia opinó que ahorrarle al gobierno una segunda
maestra “era una economía mal entendida en su opinión porque todo lo que se gastaba
era como inútil si no se les enseñaba á las niñas como era debido”. Una tercera socia
observó que “en su concepto debía tomarse un buen maestro que enseñara con
perfección á escribir y contar”. Se acordó proponer al gobierno que era de absoluta
necesidad una segunda Maestra ó por lo menos una monitora general”.210 Las mujeres
de la beneficencia no querían cuidadoras de niñas con poca preparación, bogaban por
maestros calificados en lengua y matemáticas; los mejores que se puedan conseguir, ya
verían como acomodarían el presupuesto. Las asignaturas de lengua y matemática, les
habrían un panorama totalmente diferente al de las costuras y los bordados. El acceso a
la escritura, que alejaba del analfabetismo a las alumnas de la Sociedad, les presentaría
un panorama promisorio y determinante en varios aspectos. La escritura hacía legible
cualquier tipo de información que enriquecería la vida de las alumnas que estudiaban en
las escuelas de la Sociedad de Beneficencia, y también, les daba la posibilidad de
convertirse, en su mayoría de edad, en ciudadanas con derechos. El tratamiento de estos
problemas por parte de la Sociedad, muestra la intención que se tenía de mejorar la
educación de las huérfanas, incorporando profesores especiales en aquellas asignaturas
que ellas consideraban más importantes para su capacitación. Por eso, cuando en la
sesión del 9 de Mayo de 1826 se discutió acerca de una recomendación que había
enviado el Gobierno sobre “un Italiano que se ofrecía á enseñar algunas habilidades en

209
AGN, SB- LA Nº1, Acta 33 del 18 de Octubre de 1826.
210
AGN, SB- LA Nº1, Acta 33 del 18 de Octubre de 1826.

75
el colegio de niñas y presento algunas muestras de tejidos de seda que le había dado
para hacer ver á la Sociedad una de las ramas de industria que prometía enseñar”, 211 las
socias le hicieron saber que, por el momento, no solicitarían sus servicios. Algo similar
sucedió con la presentación que hizo un maestro, Carlos Odonell, “ofreciendo enseñar á
las niñas de las Escuelas del Estado la Geografia y manejo de esferas, dejando á
discreciones de la Sociedad la gratificación que este trabajo merecía”.212 En este caso,
las socias pusieron como pretexto la coyuntura de guerra, contestándole al postulante
que “en las actuales circunstancias en que en Estado hacia gastos tan inmensos con
motivo de la guerra, la Sociedad creía no debía proponer ningunos extraordinarios, que
se tendría presente su propuesta en todo caso que pudiera admitirse ó que la sociedad
tuviera fondos particulares para poderlo gratificar, sin tener que pedir al gobierno esta
213
suma”. Pero en la misma reunión se festejó con entusiasmo el hecho de que el
gobierno se ofreciera a financiar un maestro para enseñar a las niñas las asignaturas
tradicionales relacionada con la lengua y las matemáticas, como lo habían propuesto las
socias en la reunión anterior. Es evidente que la educación que las mujeres tenían en
mente para las niñas que estaban bajo su tutela, estaba orientada a formar ciudadanas
instruidas. Por eso, una vez leída la nota del gobierno aprobando la incorporación de un
“Maestro á las Niñas del Colegio” , se sugirió que se diligenciaran los trámites “lo mas
pronto que pudieran”, convencidas de que las niñas “adelantaran en la escritura y
aritmética”. 214

Más allá de las circunstancias coyunturales que rodearon y modelaron el destino


de las niñas, se podría decir que hubo una intención clara de proporcionarles la mejor
educación que pudieran conseguir. Como se pudo ver, las socias bogaban por los
mejores profesores en aquellas asignaturas que consideraban, les propiciaría a las
alumnas un salto cualitativo en su formación escolar, y las pondría en un mejor camino
para integrarse en el pueblo como trabajadoras instruidas, y futuras ciudadanas de la
patria.

1.2. El problema de las vacantes

211
AGN, SB- LA Nº1, Acta 31 del 9 de Mayo de 1826.
212
AGN, SB- LA Nº1, Acta 35 del 15 de Diciembre de 1826.
213
AGN, SB- LA Nº1, Acta 35 del 15 de Diciembre de 1826.
214
AGN, SB- LA Nº1, Acta 35 del 15 de Diciembre de 1826.

76
Terminado finalmente el traspaso del Colegio de Huérfanas a manos de la Sociedad de
Beneficencia y encarado el tema de la Rectora, otro de los asuntos que debieron afrontar
las socias, fue el problema de las vacantes. ¿Quiénes eran consideradas huérfanas? Una
carta de la Inspectora del Colegio, Estanislada Cossia, dirigida al Gobierno en Julio de
1823 nos aclara quiénes eran consideradas huérfanas para las mujeres de la
beneficencia:

“se entenderá por huérfana la que ha sido arrojada a la [Cuna]; la que ha quedado sin Padres, y sin
bienes, con que proporcionarse una educación; o la que tenga una madre pobre [...] Para ser admitida una
huérfana de la Cuna, será suficiente estar en la edad y capacidad bastante: aquella será de seis cumplidos
[...] Las otras huérfanas que no sean de la cuna podrán pretender un ingreso por medio de aquellas en
cuyo poder se hallen; o por el Defensor General de Menores”.215

En efecto, el Colegio de Huérfanas cobijaba por reglamento, a niñas entre los


seis y los dieciséis años (aunque a pedido de las autoridades el rango de edades fue
menor, por problemas presupuestarios). Las niñas que tenían prioridad a una plaza eran:
las huérfanas provenientes de la Casa de Expósitos, quién expulsaba en el amplio
sentido del término a las niñas albergadas allí al cumplir los 6 años; las huérfanas de
ambos padres o de uno de ellos, que se hallasen en manos de parientes o bajo la
supervisión del Defensor de Menores (el reglamento menciona en su segunda sección
que serán preferibles las huérfanas provenientes de la Casa de Expósitos y luego las
niñas de padres indigentes o huérfanas de padre ó madre) y las hijas de padres militares
o servidores de la Patria. Las socias evaluaban las solicitudes que les llegaban y
decidían quiénes podían acceder a una vacante, quienes debían aguardar a que se
produjera una lugar para efectivizar el ingreso, o quienes definitivamente no aplicaban
para formar parte de las internas del Colegio. El Gobierno intervenía aprobando las
sugerencias, rechazándolas, y también elevando órdenes de incorporación tramitados
desde sus despachos, sin consultar a la Sociedad. Los presupuestos y sobre todo las
plazas, eran su jurisprudencia. No había vacantes para satisfacer todos los pedidos, por
lo que se debían estudiar detenidamente las solicitudes para resolver quién era
merecedora o meritoria de un lugar en el Colegio.

El sábado 16 de agosto, comenzaron a llegar los pedidos de incorporación:

“se leyó una nota del Defensor General de Menores, remitiendo al consejo una huérfana como
de edad de 10 años, llamada Juana Martínez para que se encargase de darle destino, este la paso con una

215
AGN, SB- LA Nº1, Acta de Julio de 1823.

77
orden de la Sra. Presidenta al Colegio de San Miguel donde se haya provisionalmente hasta la aprobación
del Gobierno”
Lo cierto es que apenas recibían a las niñas las ubicaban en sus instituciones y
después se encargaban de formalizar la parte legal. Cuatro días después, otra nota del
defensor y otra niña, en este caso “remitiendo a […] una niña nombrada Ángela Balrrey
para que esta se encargase de darle destino”. Pero después comenzaron a llegar las notas
que se debían evaluar y poner a votación para aprobar o no el ingreso de la solicitante.
Josefa Grimau viuda de Don Mariano Larrazábal solicitaba una plaza de gracia en el
Colegio de huérfanas para su hija Efigenia, en “consideración a los servicios de su
padre”. 216 Se acordó entre las socias, fuese elevada a el gobierno apoyada por un
informe de la Sociedad. Pero unos días después hubo que contestarle que “su solicitud
no podía tener efecto este año por estar las veinte plazas de huérfanas provistas pero que
se tendría presente para el año venidero”.217 Las cartas, estratégicamente formuladas
por los solicitantes, se acumulaban en la Sociedad de Beneficencia, a la que le costaba
entender que el gobierno no tuviera a bien habilitar más plazas para la cantidad de
pedidos, uno más conmovedor que otro, que llegaban hasta las puertas de la Sociedad,
de madres, padres o ambos, suplicando que reciban como interna a una, dos o hasta tres
hijas en la institución de niñas.
Las cosas se empeoraron cuando el administrador de la casa de expósitos envió
el listado de las niñas que tenía en condiciones de pasar al Colegio “para enviarlas lo
más pronto”.218 La recluta de huérfanas estuvo desde el principio relacionada con la
Casa de Expósitos quién reubicaba en el Colegio de Huérfanas a las niñas que cumplían
los seis años, pero como el gobierno había señalado que este año el cupo de huérfanas
no podía pasar de 20 plazas, y que con las dos que ha enviado el Defensor de menores
se había completado este cupo, se acordó:
“pasar una nota al administrador de la casa de Expósitos para que viera una razón de las niñas
que tiene a su cargo desde la edad de cinco años hasta la edad de catorce, para saber las que pueden entrar
en el Colegio el año siguiente y formar el presupuesto en [relación] a ello, pues por decreto del Gobierno
de 6 de Agosto, por este año, no pueden admitirse en el mas huérfanas que veinte” 219
La mala noticia que anunciaba que durante el año en curso no podrían ingresar
más niñas, era acompañada por la promesa de tenerlas presupuestadas para el año

216
AGN, SB- LA Nº1, Acta ¿? del 16 de agosto de 1823.
217
AGN, SB- LA Nº1, Acta 21del 5 de Septiembre de 1823.
218
AGN, SB- LA Nº1, Acta 17 del 8 de Agosto de 1823.
219
AGN, SB- LA Nº1, Acta 17 del 8 de Agosto de 1823.

78
siguiente, ya habría tiempo para comunicarle que el gobernador había decretado subir la
edad de las niñas ingresadas. En efecto, las mujeres no se resignaban a retener que
reclutar a las niñas recién a los diez años y tener que relevarlas a los 14 y no hasta los
16, según lo disponía el reglamento. Consideraban que el lapso de tiempo era muy
breve para poder completar el proyecto educativo que tenía la sociedad para las niñas
del pueblo. Se decidió, entonces, enviar una nota al gobierno “remitiendo el reglamento
del Colegio hecho por el Consejo con las observaciones convenientes sobre el artículo 7
del superior decreto de 7 de Agosto que previene no se reciban niñas en el Colegio que
bajen de 10 años, la cuál fue de la aprobación de toda la sociedad”,220 para mostrarle a
las autoridades las contradicciones que había entre uno y otro escrito. Sin embargo el
gobierno de Rivadavia, se mantuvo firme en sus decisiones, y un nuevo intento por
hacerlo cambiar de opinión, había fracasado. El gobierno y las socias tenían diferentes
criterios acerca de cómo debería estar conformada la matrícula del establecimiento, y
pasar a tener un mayor protagonismo en su agenda fiscal, fue un objetivo cada vez más
urgente.
No había presupuesto para sumar vacantes, sin embargo hubo órdenes de
incorporación que venían directamente del gobierno y que había que aceptar; cartas
ineludibles por la categoría de sus solicitantes, como la recibida el viernes 26 de
Septiembre, “para recibir la pensión de las dos hijas de Mansilla”, 221 apenas días
después de haber tenido que rechazar los pedidos de incorporación de las niñas
expósitas.

Las vacantes del Colegio no siempre estuvieron ocupadas por aquellas niñas que
motivaron la existencia de un Colegio para Huérfanas. El establecimiento también
representaba un lugar conveniente para algunas niñas de la elite porteña, sobre todo
desde que las mujeres de la Beneficencia estaba a cargo de su dirección. Las niñas de la
elite pagaban sus propias cuotas de mantenimiento. Sin embargo, los problemas no sólo
se reducían al tema económico. Las maestras, por ejemplo, no veían con buenos ojos la
incorporación de lo que ellas llamaban niñas acomodadas y culpaban por estas
irregularidades a las socias inspectoras de los establecimientos, añadiendo que por esta
irregularidad algunas internas del Colegio “ perdían … sus disciplinas”. 222 También
había dificultades para establecer un rango de prioridades; las socias se mostraban

220
AGN, SB- LA Nº1, Acta 19 del 20 de agosto de 1823.
221
AGN, SB- LA Nº1, Acta 24 del 26 de Septiembre de 1823.
222
AGN, SB- LA Nº1, Acta 24 del 26 de Septiembre de 1823.

79
preocupadas por confirmar la validez de los pedidos de los padres. Ellos, a su vez,
ideaban sus propias estrategias para conseguir una vacante tan preciada y era necesaria
una lectura atenta de las solicitudes. Así, el gobierno, las socias, las maestras y los
padres se cruzaban en el tema de las vacantes, complicando el cuadro de situación.

La presidenta recogió el guante de la denuncia de la maestra del Colegio y


recomendó a las Inspectoras no permitiesen entraran en sus escuelas niñas gratis que
pudieran pagar, “porque esto era un perjuicio para las pobres, para quienes
principalmente hacia el Gobierno estos establecimientos”.223 A su vez las Inspectoras
contestaron que “si ellas encontraban este abuso en sus escuelas la enmendarían
inmediatamente, pero que hasta el presente no había semejante cosa, y que la mujer que
propagaba esas[ denuncias] era una persona muy despreciable y no merecía crédito
alguno, que sin embargo ellas procurarían averiguar con toda escrupulosidad”. 224 Sin
embargo esta mujer despreciable que no merecía crédito alguno había sido elegida por
ellas y estaba a cargo de una de las escuelas que ellas dirigían. Conjugar estos vínculos
y hacer que funcione pasó a ser un desafío para las mujeres de la beneficencia, quiénes
tardaron algún tiempo en darse cuenta de que, si no controlaban a las maestras,
difícilmente podrían controlar al Colegio.

Mientras tanto llovían las solicitudes en la Sociedad. Las aspirantes a un lugar,


por su parte, debían esperar a que se produjera la vacante y luego competir con niñas
que estaban en situaciones similares, estableciéndose una suerte de jerarquía de méritos
entre ellas. Aún las huérfanas provenientes de la Casa de Expósitos debían esperar la
resolución primero de la Sociedad, y luego del Gobierno.

Un caso que desató dudas sobre cómo actuar estuvo asociado a una devolución
de favores entre partes ¿qué respuestas se les daba a aquellas personas que solicitaban
una vacante y que habían colaborado de manera activa con el Colegio de Huérfanas?
Unos días antes de la Navidad del año 23 una de las socias leyó una nota del boticario
del pueblo “solicitando escuela gratis en San Miguel, para tres hijas suyas”. El boticario
había recurrido directamente a esta socia, probablemente por alguna afinidad con ella,
quien no dudó en afirmar “ella había tomado todos los informes necesarios, y
encontraba que era muy acreedor de la gracia que pedía, por el estado deplorable en
que se hallaba y por los servicios que expresaba haber hecho dando medicina de balde

223
AGN, SB- LA Nº1, Acta 24 del 26 de Septiembre de 1823.
224
AGN, SB- LA Nº1, Acta 24 del 26 de Septiembre de 1823.

80
en otro tiempo a los expósitos y las huérfanas”. El asunto parecía referirse a una
devolución de favores entre partes. Sin embargo otra de las socias pidió la palabra para
comentar que “en su opinión no se le podía conceder tal gracia porque las escuelas de
caridad eran para los que absolutamente no podían pagar, pero un hombre que tenia una
botica abierta una casa propia, y que se presentaba en la calle en cierto pie de hijo, seria
muy criticada la Sociedad si le daba escuela de balde”.225 La preocupación era grande,
porque al no poder cubrir todos los pedidos de los padres, su voto era el que en
definitiva decidía la suerte de cada una de las niñas que aspiraban a ser elegidas,
sumado a que los criterios de selección no eran uniformes, como no lo era la Sociedad
misma ni la representación que cada una de sus socias tenía sobre la pobreza, la
orfandad y su compromiso con el gobierno y la sociedad que las rodeaba.

Por fin el 20 de Febrero de 1824 llegó la nota tan esperada que traía no sólo el
visto bueno del presupuesto del año, sino que además se incluían cuatro plazas en el
Colegio de Huérfanas. No cambiaría significativamente la ecuación, pero lo cierto es
que las vacantes se incrementaban un 20%. Se pusieron a discutir entonces cuáles serían
las niñas que debían proponerse para llenar las nuevas plazas del Colegio y se acordó
que serían “las dos hijas de doña N. Benítes, y dos de la casa de Expósitos” 226; una
equilibrada selección que contemplaba la recluta de por lo menos dos de los sectores
que más reclamaban una vacante: la Cuna y los pedidos de orfandad de particulares.
El Colegio de Huérfanas tenía alumnas pensionistas que pagaban su educación y
sus gastos. Nos hemos preguntado por qué una niña que residía en la ciudad sería
encerrada en condición de pupila en este establecimiento. ¿Era simplemente para recibir
una buena educación o un castigo a una posible rebeldía, como vimos en períodos
anteriores? ¿Por qué teniendo la oportunidad de hacerlo no concurría en condición de
alumna externa? Una posible respuesta podría estar relacionada con la necesidad de
sacar a la niña de un entorno familiar que si bien la protegía por un lado la exponía a un
ocio improductivo, en el amplio sentido del término, por el otro.227 En este sentido la

225
AGN, SB- LA Nº1, Acta 29 del 20 de Diciembre de 1823.
226
AGN-SB, LA N1, Acta 37 del 20 de Febrero de 1824.
227
En Brasil, para el mismo período, se pensaba que las niñas debían ser separadas de la casa paterna y
educadas en el convento ya que “los vicios de la educación doméstica se describen fundamentalmente en
torno al concepto de ociosidad. Puesto que las sirvientas hacían el trabajo de la casa, la niña estaba exenta
del “trabajo manual” y, al no tener nada que hacer, dormían de más: “y a partir de ese demasiado dormir
acaba por ser indolente y delicada, y más expuesta a las rebeliones de la carne" ,Nizza da Silva, María
Beatriz, “Familia y educación en el Brasil colonial”, en Gonzalbo Aizpuru, Pilar, (coordinadora),
Familia y Educación en Iberoamérica, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos,
1999, pág. 28.

81
decisión parecía más una estrategia preventiva, que apuntaba a cubrir varios aspectos de
la formación de las menores de la casa. Además, sabemos que las niñas que podían
pagar tenían privilegios que las demás internas no gozaban, como el tener personas que
se dedicaban exclusivamente a su cuidado y atención, solventadas por sus familias,
como también permiso para ausentarse del establecimiento en determinas
oportunidades. Estas atenciones y contemplaciones del reglamento, (sumadas a las
contravenciones al mismo que aumentaban las oportunidades de escapar del encierro)
hacían que la permanencia en el Colegio no fuera una situación tan difícil de
sobrellevar.

La elección de una u otra huérfana generaba dudas y controversias por la


heterogeneidad de factores que las caracterizaba: huérfanas con buena situación
económica pero hijas de padres ilustres a las que no se podía ignorar, pobres que no
eran huérfanas pero que no podían costearse una educación, huérfanas pobres sin
ninguna recomendación del gobierno o parroquia pero que, en principio, eran el
objetivo principal del emprendimiento, niñas pudientes que solventaban la educación de
ellas y de las otras; niñas de la Casa de Expósitos sin padres que reclamasen una
vacante pero con la presión del reglamento y del gobierno. Es evidente que otras
cuestiones como la retribución de favores, la necesidad de recursos económicos y la una
subyacente estrategia de alianzas interferían en la selección de la persona más meritoria
de la plaza, que no siempre estuvo relacionada a su situación de orfandad primaria,
como la que ostentaba, por ejemplo, la huérfana de la Casa de Expósitos.
Orfandad, servicios a la patria y pobreza era una combinación difícil de
contrarrestar. Se leían “dos presentaciones de dos niñas que solicitaban dos plazas de
gracia en el colegio de huérfanas, la una [...] alegando veinte años de servicio de su
padre en la carrera militar; la otra [...] hija del teniente mayor de húsares [...] muerto
últimamente por los indios en el fuerte de la Independencia” Después de haber discutido
y examinado los méritos de una y otra solicitud se opino que “la huérfana de un militar
que había muerto en servicio y que según todos los informes estaba en suma pobreza,
merecía mucha consideración y en consecuencia que se propusiera al gobierno con las
que hubiera de la casa de Expósitos, para ocupar las dos bacantes que había en el
colegio”.228 ¿Cómo elegir entre estas huérfanas o las huérfanas de la Casa de Expósitos?

228
AGN, SB- LA Nº1, Acta 30 del 28 de Julio de 1826.

82
Durante los años que abarcan este trabajo fue difícil respetar la edad de ingreso y
egreso de las huérfanas, según lo marcaba el reglamento que se había consensuado con
Rivadavia, como tampoco se pudo negar las vacantes a un número importante de
solicitudes que clamaban por una justa e impostergable ayuda. La estrategia aplicada
fue la de aumentar el número de vacantes fuera del reglamento, aunque esto trajera
problemas de fondo relacionados, sobre todo, con la organización de los recursos, la
calidad de vida de las internas y el presupuesto.

2. Las Escuela públicas: gestionando las contratas

La primera reunión de la Sociedad de Beneficencia dejó en claro que había tres temas
que deberían tratar de forma simultánea: La entrega de premios, el Colegio de
Huérfanas y la fundación de escuelas públicas para niñas pobres en los diferentes
barrios porteños. Agüero y Cazamayor fueron designadas para informarse del precio y
comodidad de una casa que estaba desocupada cerca de Montserrat y Viamonte y
Aguirre para una cerca de las Catalinas. Por otra parte, María Sánchez fue comisionada
para tomar informe sobre el carpintero que hizo los bancos y mesas de las escuelas
Lancaster, ya que “luego que las casas estuvieran, se harían inmediatamente los útiles”
Agüero fue de opinión que se hiciera todo el esfuerzo para establecer siquiera una
escuela para el 25 de Mayo, el golpe de efecto en la entrega de premios les otorgaría
una muy buena carta de presentación.
Se analizaron entonces los lugares del pueblo en donde sería preciso fundarlas y
“se acordó que fuera en el barrio de Montserrat, en el de San Nicolás, las Catalinas y la
Residencia”. La agenda seguía con las entrevistas a las potenciales docentes que
trabajarían en esas escuelas; se anunció a una de las maestras y entró Damiana Medina,
la cuál “después de presentar su memorial dijo que se convendría con el precio de 300
pesos que la Sociedad ofrecía y a aprender el método de Lancaster”.229
Se pasó entonces la palabra a Isabel Agüero, quién dijo que había visto la casa
que se le había encargado la sesión anterior situada en el barrio de Montserrat, la cuál le
parecía tener suficiente comodidad para una escuela, que “la había ajustado con el
dueño en el precio de veinte pesos, y le había ofrecido este hacerle algunas composturas

229
AGN, SB- LA Nº1, Acta ¿? del 9 de Mayo de 1823.

83
que necesitaba”.230 Viamont había visto la que a ella le habían encargado en el barrio de
las Catalinas, y comentó que le parecía muy apropiada; aunque pedían treinta pesos por
ella, “como había alquilado algunos cuartos en el interior por cuenta del dueño, venía a
resultar lo que quedaba que eran las mejores habitaciones, en los mismos veinte pesos
que el Gobierno señalaba”.231 Comenzó entonces a ser preciso establecer una suerte de
logística, para distribuir a las maestras estratégicamente en los barrios más
convenientes, y después de haber acordado que la de Ruano quedaría en el de
Montserrat donde vive, quedó pendiente la decisión sobre las otras tres hasta tener las
casa que faltaban. La Presidenta dijo que le habían hablado de una muy buena casa que
se ofrecía en el barrio de San Nicolás, pero que pedían algo más del precio señalado; se
trató de ver si se podía conseguir a el precio de las otras, y esto quedó pendiente.
Mientras tanto María Langa, una de las maestras nombradas y avisó haber
encontrado una casa muy oportuna en el barrio de la Concepción.232 Esta cooperación
entre las maestras designadas y las socias fue gratamente recibida por el plantel de
mujeres que, a esta altura de las circunstancias, se veían presionadas para abrir las
escuelas lo antes posible; maestras y administradoras habían encontrado un interés
común, y aunaban los esfuerzos para concretarlos: las socias, por el deseo de poner en
marcha cuanto antes la educación de las cientos de niñas que aguardaban; las maestras,
por entrar en el circuito laboral lo antes posible. El sábado 14 de Junio de 1823 “se leyó
el presupuesto que cada señora mandaba del costo de una escuela de 100 niñas”.233 Tal
era el número que pretendían alojar en cada una de las escuelas. No habían podido
presentar una escuela para el acto de la entrega de premios, pero los trabajos estaban
encaminados.
Bernardina Viamont, traía buenas noticias, su escuela estaba acabada y había
mandado empezar la obra de carpintería sin esperar la aprobación del presupuesto para
que no se perdiera tiempo por que su carpintero le ofrecía hacerlo por el precio más
barato de lo que habían estado hablando las otras compañeras. Nadie quería seguir
dilatando el ingreso de las niñas, y las decisiones se iban tomando sobre la marcha,
basándose más en el sentido común que en los pasos burocráticos que lentizaban sus
proyectos. Manuela Aguirre y Josefa Ramos, sin embargo, dijeron que ellas “tenían
alguna incomodidad con el dueño de la casa de Montserrat porque quería volver a

230
AGN, SB- LA Nº1, Acta 6 del 16 de Mayo de 1823.
231
AGN, SB- LA Nº1, Acta 6 del 16 de Mayo de 1823.
232
AGN, SB- LA Nº1, Acta 6 del 6 de Junio de 1823.
233
AGN, SB- LA Nº1, Acta 6 del 14 de Junio de 1823.

84
deshacer el trato negándose acabar lo que faltaba de la compostura”. Intervino entonces
la Presidenta, y convencida de que la Sociedad no pagaría un peso más de lo que pedían
los otros propietarios, “instruyó a sus compañeras y se acordó mandarlo llamar a la
sociedad a ver si buenamente se podía persuadirlo a que formalizara la contrata”
Reticentes a esperar los tiempos de las notas escritas, se le hizo saber que la presidenta
de la Sociedad de Beneficencia lo llamaba a sus despachos y “efectivamente vino a los
pocos momentos y Mercedes Lasala lo persuadió a que dejara la casa por el precio de
veinte pesos aunque no quería convenir por el término de un año, al cabo del cual se
revalidaría la contrata” Mercedes tuvo que ceder en los tiempos, pero logró el precio
que quería, además de comprometerlo a “acabar la compostura que faltaba” , y aunque
no pudo convencerlo de que incluyera la pintura de las aberturas, Manuela Aguirre
ofreció hacer[las] a su costa.
Para el 19 de Julio, Viamont dijo que sólo esperaba que se le entregaran los
útiles para abrir su escuela y propuso se pasara una nota al gobierno pidiendo permitiera
“recibir en las escuelas un cierto número de niñas con paga tanto para el auxilio de las
maestras como para que las familias de esos barrios no se privaran de las ventajas de
estas escuelas lo que fue inmediatamente acordado”. Con este sistema, lograban llegar
con la educación a todas las niñas del pueblo, con o sin recursos, y reduciendo el
presupuesto asignado por el gobierno. Esperanzadas en poder abrir cuanto antes los
establecimientos, llegó el momento de “nombrar inspectoras de las escuelas” Viamonte
de Catalinas, Foguet de Concepción (mientras esta no esté acabada sigue en su
inspección de la escuela normal junto con Agüero), Manuela Aguirre de Montserrat,
después que esté abierta (entre tanto sigue su comisión hasta fundarla en compañía de
Josefa Ramos). En ese momento entró funcionario de gobierno que habían estado
esperando: “el oficial de secretaría comisionado para acabar de arreglar los
presupuestos” Los mismos no se habían terminado aún (todavía faltaba equipar las
escuelas, y no querían quedarse cortas con los costos), así que se le informó oficial que
los números definitivos se tratarían al día siguiente con el Consejo, agregando que no se
molestara en venir, pues “las señoras comisionadas llevarían los que faltaban”
personalmente. Dicho esto Cazamayor propuso a la Sociedad la compra de “más
pizarras a 12 reales la docena … las que se acordó probarlas haciéndolas rayar para ver
si eran buenas”. “Y no pudiendo adelantar nada más por el momento en el colegio, ni en

85
las escuelas, a causa de no estar aprobados los presupuestos se acabó la sesión y se
retiraron las señoras”234.
Por fin el miércoles 20 de agosto de 1823, Bernardina Viamont presentó la
contrata hecha con el dueño de la casa en que está la escuela de la que ella es Inspectora
y anunció al mismo tiempo que “la escuela estaba ya abierta con treinta y tantas niñas”.
La primera escuela pública para niñas pobres estaba funcionando, mientras Josefa
Ramos anunciaba que la que estaba a su cargo, la de Montserrat, “se abría el lunes
inmediato con cincuenta niñas” Justa Foguet aseguró que la suya quedaría sin falta
abierta la semana entrante. El miércoles 20 de agosto María Sánchez, que tuvo que
excusarse por llegar tarde, al acabarse la sesión dijo que la de San Miguel de que ella es
encargada no podía abrirse tan pronto a pesar de estar cuasi acabada la obra de
carpintería, “porque el ingeniero aún no había puesto manos a las obras que era
menester hacer en la sala, y con esto, quedando ya establecida las escuelas sólo tratará
la sociedad de continuar la organización del Colegio y los presupuestos que deben
presentarse a fines de año”.235
El gobierno fiscalizaba de constantemente las actividades de las socias, sobre
todo en los primeros tiempos durante la gestión del Ministro de Gobierno y luego
Presidente Bernardino Rivadavia. Poco a poco, la Sociedad fue tomando conciencia de
que no era necesario (o conveniente) recurrir al Gobierno para plantear cada cuestión
que se presentara. Esto creó una situación ambigua con respecto a cuáles eran los
problemas que había que comunicar y cuáles no y estas dudas se mantuvieron con
distintas intensidades y dependiendo de la relación que se tuviera con el gobierno de
turno, a lo largo de todo el período estudiado.

Cuando el objetivo era transmitir buenas noticias, la información que se pasaba a


gobierno era detallada. El viernes 26 de Septiembre de 1823:

“se acordó a el mismo tiempo pasar otra nota dando cuenta a el gobierno de estar establecidas
tres de las escuelas de niñas, incluyendo las listas de todas las que se educaban en ellas, y los calificados
que las señoras Inspectoras presentaban del tiempo en que las maestras habían empezado a ejercitar sus
empleos, y las contratas hechas con los dueños de las casas”.236

234
AGN, SB- LA Nº1, Acta del 19 de Julio de 1823.
235
AGN, SB- LA Nº1, Acta 19 del 20 de agosto de 1823.
236
AGN, SB- LA Nº1, Acta 24 del 26 de Septiembre de 1823.

86
Se decidió realizar una categorización de las escuelas para establecer cuál era la
cantidad de alumnas pagas que se podía aceptar en cada una, basándose en el poder
adquisitivo de los demandantes:

“la misma señora propuso en seguida, que habiendo observado que el partido de la Piedad era de
los mas pudientes, le parecía muy oportuno se propusiera a el Gobierno, que en aquella escuela hubiese
diez niñas mas a pensión, , […] por el beneficio que resulta a las familias acomodadas en tener escuela
inmediata” 237

El 9 de Febrero de 1824 Josefa seguía con los impulsos de la recién incorporada,


que traía sus propias ideas y que quería compartir con sus compañeras. En primer lugar,
“Sosa presentó una muestra de lectura para el servicio de la escuela de que es
inspectora, en la cual se aplicaba el importante beneficio que el Gobierno hacía a las
jóvenes, proporcionándoles gratuitamente su educación, y el agradecimiento que estas
le debían, la cuál fue aprobada por toda la Sociedad; que varias señoras quisieron hacer
otras semejantes para sus escuelas”.
Luego de presentar la brillante idea de promocionar las dádivas del gobierno,
presentó su segunda idea: proponerle apruebe la incorporación de 10 niñas pagas a favor
de las arcas de la sociedad. La misma señora “propuso en seguida que habiendo
observado que el partido de la Piedad era de los más pudientes, le parecía muy oportuno
se propusiera a el Gobierno que en aquella escuela hubiese diez niñas más a pensión,
fuera de las de las maestras a beneficio del estado, tanto por consultar los intereses de
esta, como por el beneficio que resulta a las familias acomodadas en tener escuela
inmediata; esta proposición fue aprobada unánimemente y quedó acordado hacer la
propuesta” .238
Las ideas que traía eran arriesgadas pero muy tentadoras. Si las vacantes estaban
tan limitadas por el presupuesto que aprobaba el Gobierno, proponía incorporar alumnas
y recursos económicos en las escuelas que sí podían recibir más niñas y que de hecho
habían sido pensadas para albergar 100 alumnas. Si se recibían por reglamento 10
alumnas pagas para solventar los gastos de la maestra, por que no se podría matricular
otras 10 a beneficio de la Sociedad? El sistema Lancaster daba un giño en este sentido
con sus postulados pedagógicos. Todos salían ganando: las familias, porque podían
contar con educación garantizada para sus niñas, la maestra, porque tendría asegurado el
trabajo, el Gobierno, porque incorporaba más alumnas instruidas a la sociedad y la

237
AGN, SB- LA Nº1, Acta 36 del 9 de Febrero de 1824.
238
AGN-SB, LA Nº1, Acta 36 del 9 de Febrero de1824.

87
Sociedad, porque recaudaba más fondos. Las ideas de Sosa contaron con el beneplácito
de todas.

2.1. Entrega de premios

La entrega de premios del primer año de existencia de la Sociedad, como vimos, se


había realizado apenas un mes después de su inauguración. Por eso, para el año
siguiente, Juana del Pino, advirtió que “era preciso que se resolviera que este acto se
hiciera con más lucimiento, pues el año anterior no había correspondido a un acto tan
solemne .239
El entusiasmo era genuino, días atrás habían recibido los elogios de Rivadavia quién las
había distinguido en una alocución en la legislatura. 240 “Ramos dijo que se debía
nombrar a algunas de las señoras para que estas, del modo más decentes procuraran que
la función se hiciese con toda la magnificencia posible para lo que se dijo debía haber
música al tiempo de distribuir los premios”. Si los relatos de las pobres mujeres
premiadas no conmovían a la audiencia, siempre se podría contar con los estratégicos
golpes de efecto de la música. Además, este año la entrega traía una novedad: además
de los premios instituidos por Rivadavia y los premios instituidos por las socias,
también se premiaría a las niñas. En alusión a esto la Presidenta dijo que “el premio
para cada niña no debía pasar de una onza, y que estos podrían ser alusivos a la
enseñanza, como algunas cajas de costura o libros de instrucción u otros efectos propios
para niñas”. Remataba sus instrucciones recordándoles que “se debía ya poner carteles
anunciando al público los premios y se resolvió que se pusieran carteles en las
parroquias y a más en los papeles públicos”.241
Dos semanas después, luego de despachar rápidamente algunas
correspondencias secundarias “se trató el modo como se habría de coordinar? la función

239
AGN, SB-LA N1, Acta 39 del 10 de Abril de 1824.
240
Rivadavia había declamado que “La Sociedad de Beneficencia ha satisfecho completamente la
expectación pública, al celo e inteligencia de las señoras que la componen, son debidos los progresos de
la educación de las niñas, así como el aspecto que presenta el colegio de huérfanas” Mensaje de los
ministros encargados del poder ejecutivo Bernardino Rivadavia y Manuel José García al abrir las sesiones
de la legislatura de la Provincia de Buenos Aires en 3 de Mayo de 1824, en Mabragaña, H. Los Mensajes:
historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes:
1810-1910, Tomo I, 1810-1839, publicación autorizada por la Comisión Nacional del Centenario, Buenos
Aires, Compañía Nacional de Fósforos, 1910, pág. 204.
241
AGN, SB-LA N1, Acta 39 del 10 de Abril de 1824.

88
de Iglesia y si habría de haber canto”.242 Se adelantó en contestar Agüero, quien “hizo
presente los inconvenientes y al mismo tiempo dijo que se los había hecho
particularmente al señor Ministro y que esto lo había dejado a la prudencia de la
Sociedad y la comisión”
Por fin decidieron que la comisión de socias designadas para organizar los
detalles de la fiesta, se ocupasen de este asunto, que parecería ser, se colaba también en
los despachos de Rivadavia. Se pasó entonces a leer las notas de las postulantes a un
premio “todas con suficientes documentos que acreditaban el mérito de cada una” La
Presidenta entonces nombró a la comisión calificadora y recayó en las señoras del Pino,
Sarratea y Sosa, quiénes “hicieron bastante resistencia para encargarse de esta comisión
tan delicada por su naturaleza, pero se les hizo presente que las demás señoras estaban
ya ocupadas en otras, con lo que se prestaron a desempeñarla y concluyó la sesión y se
retiraron las señoras” La comisión calificadora siempre traía problemas. Era mucha
responsabilidad calificar las desgracias de los otros al mismo tiempo de leer entre líneas
sus propias estrategias de premiación y promoción. Pero en estos primeros años
fundacionales, las socias fundadoras, lejos de ser consejeras de oficio del trabajo de
otros, eran quienes se cargaban las responsabilidades al hombro para cumplir de forma
satisfactoria con todas las obligaciones que demandaba la institución. Por eso, si sus
compañeras ya estaban comisionadas en otros asuntos, la negación al pedido de la
presidenta, no era una opción.
La entrega anual de premios estaba organizada y pareciera ser que todos los
detalles habían sido tenidos en cuenta. Sólo una última recomendación de la presidenta
a las inspectoras: “que las niñas de las escuelas de su cargo debían asistir a la función de
los premios con la decencia posible, muy limpias pero nada de compostura para que así
acreditaran que efectivamente eran escuelas de caridad pues de lo contrario pondrían en
duda si podían o no pagar sus padres, y al mismo tiempo las previno que cuidaran de no
presentar para la adjudicación de premios a las niñas que ya hubieran entrado a la
escuela con algunos adelantamientos, y que estas fueran puramente gratuitas”.
El mensaje que se quería transmitir estaba perfectamente delineado: las escuelas
eran públicas, gratuitas y para niñas pobres, como lo dictaba el reglamento, como lo
había soñado Rivadavia y como lo demandaban sus conciencias.

242
AGN, SB-LA N1, Acta 40 del 23 de Abril de 1824.

89
El miércoles 13 de Mayo de 1824 se leyó una nota del gobernador Martín
Rodríguez “en que se despedía de la Sociedad y le daba las gracias por los servicios que
había hecho”. 243 Estos y otros nombramientos oficiales, como la designación de
funcionarios, eran enviadas a la Sociedad para su conocimiento. Definitivamente, la
Sociedad de Beneficencia estaba inmersa dentro del entramado gubernamental de la
provincia, sus logros eran expuestos cada año en la cámara de representantes por los
gobernadores de turno y hasta sus puertas llegaban las notas informativas que el
gobierno enviaba a cualquier dependencia de su jurisdicción.
Mientras acusaban recibo de estas notificaciones, llegadas en medio de los
preparativos de la fiesta de la Sociedad, y se preparaban para recibir al nuevo
gobernador Las Heras, las nuevas autoridades pedían a las socias describan por escrito
“una exposición del modo con que estaba organizada, de los servicios que había hecho,
con los inventarios de todas las existencias que hubiese en los establecimientos de su
cargo”.244 Un informe detallado que no tomó por sorpresa a las organizadas señoras de
la beneficencia y que pudo enviar en tiempo y forma, por lo que “se leyó en seguida la
contestación echa por la Sociedad satisfaciendo a todos estos artículos”.245 Las socias
comenzaron a deliberar, entonces, acerca de cuál sería la mejor forma de ir a saludar a
Las Heras, muchas señoras fueron de opinión de que se hiciese por una nota “pero la
pluralidad fue que por una diputación, y se acordó fuese la señora presidenta con las
señoras Cossio y Casamayor para lo cual se pidió inmediatamente al señor Gobernador,
por el Ministerio de Gobierno, señalase el día y la hora en que podría recibir la
comisión”.246 Estos pequeños signos aparentemente formales, guardaban la intensión de
mostrarse como dignas matronas a cargo de las funciones que se les había asignado,
funciones que no declinarían con el cambio de gobernador.
Los premios fueron entregados finalmente el lunes 26 de Mayo, en la Iglesia de
San Ignacio a mujeres viudas y humildes del pueblo, que con su trabajo sostenían a sus
extendidas familias “allí encontraron reunido un numeroso concurso a que presidía el
Gobierno, y las personas más respetables de la ciudad; el Colegio de Huérfanas y las
seis escuelas que están bajo la dirección de la Sociedad estaban arreglados por su orden,
las maestras a la cabeza de cada una, tenían a su lado las niñas que debían ser
premiadas, las dos candidatas que habían obtenido el de la moral y la industria

243
AGN, SB-LA Nº1, Acta 42 del 13 de Mayo de 1824.
244
AGN, SB-LA Nº1, Acta 42 del 13 de Mayo de 1824.
245
AGN, SB-LA Nº1, Acta 42 del 13 de Mayo de 1824.
246
AGN, SB-LA Nº1, Acta 42 del 13 de Mayo de 1824.

90
ocupaban dos asientos dentro? del circulo en que estaba la Sociedad luego que esta
hubo ocupado sus correspondientes lugares, se entonó un himno acompañado de una
brillante orquesta”.
La entrega de premios de los años siguientes guardaron escenarios similares a
los de estos primeros años, habría que esperar hasta los tiempos de Rosas para
vislumbrar cambios significativos en esta fiesta de la Sociedad, que se celebraba cada
año y no de manera casual, con las fechas mayas.

3. Llegada y partida de Rivadavia a las Provincias Unidas. La oportunidad de los


federales.

Terminado el mandato de Martín Rodríguez en mayo de 1824 lo sucedió Gregorio de


Las Heras, quién siguiendo las líneas generales de sus predecesores continuó buscando
los caminos para reconstruir la nación. La posición de Buenos Aires como gran
productor y exportador de productos pecuarios se fue consolidando en los años
siguientes, entre 1825 y 1827. Con este panorama, la protección de las fronteras pasó a
ser una de las prioridades en la agenda porteña. Por eso preocupaba el avance portugués
en la región y se hizo necesaria la intervención armada de las Provincias Unidas. La
guerra contra el Brasil, justificaba la creación de un poder ejecutivo nacional a cargo de
un Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en febrero de 1826
Bernardino Rivadavia fue elegido para ocupar el cargo. Entre sus primeras medidas
estuvo la de crear Banco Nacional, organizar un Ejército Nacional y la capitalización de
la ciudad de Buenos Aires. Pero esta última medida resultó impopular para la
heterogénea sociedad pudiente de Buenos Aires, compuesta por comerciantes y
terratenientes que verían sus ingresos disminuidos si perdían el control absoluto de los
recursos del puerto. Los debates que se llevaban a cabo en el Congreso Constituyente
iniciado en 1824, mostraban “un complejo mapa de adhesiones y lealtades en el que la
independencia de opinión de muchos diputados frente a determinados proyectos
247
puntuales era frecuente”. Y estas divisiones daban cuenta de la “creciente
polarización del espacio político”. La Constitución de 1826, fue criticada desde
diferentes sectores del país y la organización nacional se hacía difícil; se dividían las

247
Ternavasio, Marcela, Historia de la Argentina, 1806-1852, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, pág.1453.

91
posiciones “entre los unitarios, defensores de un régimen centralizado, y los federales,
propulsores de un régimen que pretendía dotar de mayor autonomía a las provincias”.248

La guerra se hizo larga, y a mediados de 1827 el presidente Rivadavia, acosado


por problemas económicos (entre otros), que le quitaban el apoyo de los grupos
influyentes porteños, envió una misión negociadora a Río de Janeiro a cargo de su
ministro Manuel José García, quién acordó un tratado preliminar de paz que aceptaba la
anexión de la Banda Oriental al Imperio del Brasil. El rechazo de esta misión,
considerada como de una derrota en la victoria, fue generalizado y Rivadavia se vio
forzado a renunciar. El gobierno unitario y la autoridad nacional habían sucumbido,
Dorrego asumía la gobernación de una provincia con serios problemas financieros en
Agosto del mismo año.
El nuevo gobernador era un dirigente popular, sobre todo entre los sectores
trabajadores de la ciudad y el campo, lo que era visto como una amenaza para algunos
porteños. También era cuestionado por los hacendados de Buenos Aires, por su política
pro guerra contra el Brasil, que demoraba la estabilidad necesaria para diversas
transacciones comerciales. El regreso del Lavalle con las tropas beligerantes en la
guerra contra el Brasil puso en jaque a la provincia: el general se reveló contra las
autoridades gubernamentales y decidió el fusilamiento de Dorrego. La muerte de
Dorrego en manos de Lavalle podemos relacionarla con la radicalización de la facción
federal de la provincia y la llegada al poder de Juan Manuel de Rosas.249

3.1. La rendición de cuentas, el dinero y el honor: el caso de Mariquita

Las reuniones semanales no estaban exentas de discusiones. Las socias se repartían las
tareas administrativas y el incumplimiento de una de ellas era vivido como una
amenaza, ya que afectaba la imagen de toda la institución. El Gobierno les exigía una
rendición de cuentas con un calendario de presentación que, en ocasiones, no podían
cumplir por distintos motivos, y esto generaba fuertes enfrentamientos. Por eso, cuando
“la Presidenta hizo presente a la Sociedad, que las cuentas del año pasado no se habían
presentado todavía estando a mediados de Marzo; que había instado repetidas veces
sobre esto a la secretaria doña María Sánchez; que siempre le aseguraba iba a

248
Ternavasio, Marcela, Historia de la Argentina, 1806-1852, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, pág.149.
249
Romero, José Luis,

92
concluirlas y hasta ahora lo ha verificado; que aquella misma mañana le había escrito el
comisionado Don Andrés Sánchez, que nuestra Señora le había ofrecido a la semana
entrante entregarle los documentos que faltaban y que quedarían concluidas. Las
Señoras se mostraron muy disgustadas […] era muy vergonzoso para la Sociedad; que
sus cuentas fueran las ultimas que se presentaran y en su consecuencia acordaron
unánimemente, se pasase una nota a la Señora Mendeville diciendo: que si no se
concluían en la semana entrante como se ofrezca, se vería la Sociedad en la preciso de
pasarlas en el estado que estuvieran, y hacer presente del Gobierno, las causas de su
demora é informalidad, pues todas las Sras. por su parte, deseaban descargarse de las
responsabilidades que les resultaban”.250

A pesar del prestigio y el apoyo con el que contaba María Sánchez (dos años
después sería elegida Presidenta por unanimidad) no se le perdonaba el poner en duda la
honestidad de la institución, que se veía en la obligación de retrasar la entrega del
estado de cuentas de todos los establecimientos por su demora. Sabemos que Mariquita
tenía amigas dentro del plantel de socias pero ¿cuántas habrían estado en condiciones de
poner en juego su honestidad por ella?

Para solucionar el conflicto la Presidenta se vio en la obligación de acortar los


tiempos que se venían manejando y construyó un relato oportuno. Así, les hizo saber a
sus compañeras que “aquella misma noche la encontró en la calle [a la Sra. de
Mendeville], y le prometió serian despachadas en la semana era parecido mejor
esperarlas unos días mas; las socias lo aprobaron, añadiendo que si no lo cumplía en
este tiempo seria indispensable pasarla la nota en los términos acordados” 251

Probablemente lo que ella describía como un encuentro casual haya sido una
visita personal expresamente dedicada a poner en sobre aviso a su compañera y amiga,
describirle el clima de tensión que se vivía en la Sociedad y persuadirla de que
solucione sus cuentas cuanto antes. Probablemente, la estrategia de arreglar los
conflictos extramuros, haya sido un recurso aplicado en diferentes momentos de la
agencia de las socias. Estos acuerdos informes, realizados en un ambiente más familiar
y menos hostil, propicio para las persuasiones, en donde lo que se dijera no tendría
testigos ni constaría en actas, fueron aplicados en situaciones como estas, para destrabar
desencuentros y seguir avanzando en la gestión que las convocaba.

250
AGN, SB- LA Nº1, Acta 41 (bis) del 16 de Marzo de 1827.
251
AGN, SB- LA Nº1, Acta 42 del 23 de Marzo de 1827.

93
La intervención de la Presidenta descomprimió el conflicto por un tiempo, pero
ante las presiones del gobierno y el malestar de las socias la defensa se volvió
insostenible. Cuando la Sociedad recibió una esquela del comisionado Don Andrés
Sánchez diciendo que aun no había conseguido los documentos que faltaban para
concluir las cuentas “las señoras acordaron unánimemente, que sin perdida de tiempo,
se pasase a la Señora Mendeville la comunicación acordada anteriormente añadiendo
que se fijase un día solamente de termino en razón de que estando a fines de mes y
queriendo presentarse antes que se concluyera no podía dilatarse mas”.252

Un asunto fortuito se sumaba al conflicto entre las socias: una de las maestras de
las escuelas también acusaba a María Sánchez.

El 23 de abril de 1827, Mariquita se presentó en la Sociedad de Beneficencia y


comunicó a sus compañeras que “se hallaba en la necesidad de vindicarse de la
imputación de la maestra de la Escuela de que había estado encargada, sobre no haberle
dado los útiles necesarios para el servicio de ella, lo que aseguraba ser una falsedad de
la Maestra que se había conducido con la mayor ingratitud hacia ella después de los
muchos favores que le había dispensado y para probarlo presento varios documentos de
gastos, cartas y recibos de que resultaban seiscientos pesos gastados de su bolsillo en
beneficio de la Escuela”. La señora de Mendeville además de los comprobantes escritos
realizó una defensa discursiva en donde aseguraba que quien [como ella] había tenido la
generosidad de hacer estos desembolsos, sin más interés que el de establecer una
escuela en grande y de que prosperase no le hubiera negado quince pesos que era la
cuenta de la maestra gastados en útiles si se los hubiese pedido asegurando que no lo
había echo nunca y que todo cuanto esta había expuesto a la Sociedad era
completamente falso”. Por si estos argumentos no convencían a sus compañeras “pidió
también para probar mejor la generosidad con que se había conducido se leyese una
carta que la noche anterior había escrito a la maestra, proponiéndole se desdijese de
cuanto había afirmado si no quería quedar por embustera y ser despreciada de las damas
que la habían creído, y concluyo pidiendo permiso para retirarse por que se hallaba
muy enferma”. Tomo entonces la palabra la vice presidenta Cabrera, para decir a la Sra.
de Mendeville que la Sociedad “se había visto en la precisión de conducirse como lo
habían echo auxiliando a las Escuelas que positivamente lo necesitaban con los útiles
que las maestras habían reclamado a la Sociedad cansadas de pedírselo a las

252
AGN, SB- LA Nº1, Acta 43 del 26 de Marzo de 1827.

94
Inspectoras”. Pero María Sánchez le replicó que “ella no entraba a examinar el proceder
que la Sociedad había tenido separándola de la Inspección sin oírla, que sin duda lo
habría creído justo cuando lo había hecho aunque en su opinión no lo era”. La
presidenta, entonces, tomo la palabra para imponer a la Sra. Mendeville y a las Sras. que
no se habían hallado presentes, sobre los fundamentos que la Sociedad había tenido para
proceder del modo que lo había hecho, pero ella la interrumpió, probablemente no
quería que se volvieran a relatar las acusaciones que pesaban sobre ella, diciendo que
era inútil probar nada, “que ella se daba por satisfecha del proceder de la Sociedad”
tratando de demostrar que ella era diferente a quiénes las acusaban, y que no quería la
Inspección por una hora mas. La presidenta quiso volver a hablar pero Mariquita
insistió en que “no podía sostener mas la discusión por lo muy indispuesta que se
hallaba y en efecto se retiro”. Luego de que saliera de la Sala, se leyó otra
representación de la misma maestra, en la que se quejaba de los “muchos insultos que
había recibido de la Sra. Mendeville y principalmente de las expresiones con que la
ultrajaba en su ultima carta, sin mas delito que haber pedido a la Sociedad algunos útiles
con que poder servir su escuela; últimamente concluyo ratificándose en cuanto había
asegurado anteriormente y ofreciendo repetirlo en presencia de la misma señora, si la
Sociedad lo determinaba, para lo cual esperaba en la antesala”.

Las Señoras entraron en discusión sobre este asunto y la opinión estuvo dividida.
Algunas aseguraban que la Sra. de Mendeville había sido calumniada por la maestra y
descuidada por la Sociedad, y que el problema era que la escuela en cuestión “estaba
presidida por una mujer tan díscola que tenia el atrevimiento de quejarse de una
Inspectora a quien debía tantos beneficios”. Una de las socias llevó la reflexión más allá
y opinó que “no se debían haber oído sus quejas, ni recibido sus representaciones, por
que esto seria dar mal ejemplo a las demás maestras con otras reflexiones de esta
naturaleza” Pero la presidenta salió a su encuentro contestándole que “mientras ella lo
fuera no dejaría de leerse cuanto se presentase”. Otras de las compañeras reflexionó que
debido atender a la maestra y surtir las escuelas, pues que el interés del público es
primero que los respetos particulares” y que todas las pruebas que la Sra. Mendeville
había alegado, no destruían en nada el asunto que se estaba tratando. Por último se
concluyó esta discusión determinando que no se le diera contestación ninguna a la
maestra y que quedara el asunto en el mismo estado en que estaba”.253

253
AGN, SB- LA Nº1, Acta 45 del 23 de abril de 1827.

95
Una de las posibles vías de análisis de este caso lleva a observar la necesidad
que sentía la socia agraviada de salvaguardar su honor y honestidad, presentando
recibos y pruebas, y mencionando la actitud generosa que había tenido, solventando
gastos de su propio patrimonio. También es interesante observar el clima que va
construyendo en la sala de reuniones, por un lado, intimidando potencialmente a la
maestra acusadora (menciona la intención que tenía de amenazarla con el desprecio de
las mujeres de la Sociedad), y por el otro, demostrando a sus compañeras su indignación
y haciéndolas sentir responsables de su malestar y enfermedad. Luego de hacer las
denuncias pertinentes, y decir que no cuestionaba las decisiones de la Presidenta,
aunque no las compartiera, se retiró de la escena, dejando sin efecto las posibles
respuestas que la institución pudiera efectuarle. ¿Por qué Mariquita no sintió la misma
urgencia en responder a sus pares que la acusaban desde hacía tanto tiempo por no tener
las cuentas de gastos al día? Nos preguntamos ¿era la desafección del cargo lo que más
le molestaba y qué se haya puesto en duda su honestidad? Puede ser, pero también
pensamos que en esta sociedad estratificada, el hecho de recibir una acusación de parte
de una persona que ocupaba un lugar inferior en la escala social, pero que compartía en
cierta medida con la elite estos nuevos espacios públicos que se estaban conformando,
resultaba más intimidante que cualquier comentario que hubiera surgido entre pares. La
agraviada cuestionaba la ingratitud de la maestra que la acusaba (quien debería haberse
sentido agradecida por su condición de clase) y denunciaba la poca generosidad de sus
compañeras (quiénes prefirieron tomar partido por la querellante y no en función de las
alianzas estratégicas de grupo, implícitas en todas ellas).

La fuente habla específicamente de opiniones divididas en el ámbito


institucional. Quienes optaron por defender a Sánchez de Mendeville advirtieron a sus
compañeras del peligro que generaría el antecedente de poner por encima de la voz de
una socia la voz de una maestra, considerada evidentemente un ser inferior en la
jerarquía institucional y social. Las que la acusaron, proclamaron que “el interés público
es primero que los respetos particulares”. Nos preguntamos, sin embargo, si realmente
se podría pensar, como expresan algunas socias, que el interés de las pobres huérfanas
estaría por encima de los intereses de una mujer de la elite a la que, en definitiva, todas
ellas pertenecían. Por otra parte resulta novedosa y clarificadora la soltura y seguridad

96
que demuestra la maestra, al exponer su denuncia en la intimidante sala de reuniones de
la Sociedad de Beneficencia.

Días después, la crisis había dejado un sinsabor en el ambiente institucional. El


haber utilizado a la maestra de la escuela para hacer reaccionar a la socia cuestionada,
no parecía haber sido la mejor estrategia para todas las socias. La Presidenta seguía
escuchando los reclamos de quienes pensaban que el haber desafectado a Mariquita de
la Inspección había sido un error, y explicando que no podía volverse atrás con la
decisión tomada. Probablemente ella también se cuestionaba la medida que había
adoptado y había causado tantos inconvenientes: nadie quería hacerse cargo de la
inspección que había quedado vacante254 y esto era una respuesta en sí misma.

3.2. El destino de las huérfanas

La Sociedad de Beneficencia decidía sobre el porvenir de las alumnas que


debían dejar el Colegio de Huérfanas. La responsabilidad era muy grande ya que la
institución rivadaviana era la tutora legal de las niñas que ingresaban a sus
establecimientos. Por eso se analizaban de manera exhaustiva los pedidos de los
familiares, por ejemplo, que repentinamente las reclamaban, ó las solicitudes de las
familias del pueblo que se ofrecían a contratarlas.

Las razones por las cuales una huérfana abandonaba el Colegio tenían que ver
con diversas cuestiones. Una de ellas era el haber llegado a la edad límite que indicaba
el reglamento para ser educada. Esta situación movilizaba a la Sociedad, ya que

“las Niñas que no tuviesen padres o personas quienes se hiciesen cargo; quedaban encargadas
las Sras. de la Sociedad de buscarles un asilo en casas honradas para que las tuviesen”;255

El reglamento desafectaba a las alumnas al cumplir 14 años, criterio que no


compartían las socias, quienes consideraban que eran muy pequeñas para contraer
matrimonio y no habían podido profundizar su educación como para postularse como
maestras. Por eso las mujeres hablaban de encontrarles un asilo en casas de familia, que
cumplieran el rol tutelar que hasta ese tiempo ejercía la Sociedad. En el caso de
conseguir familias respetables que se ofrecieran a cuidarlas, era potencialmente

254
AGN, SB-, LA Nº1, Acta 46 del 30 de Abril de 1827.
255
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 6 de Diciembre de 1833.

97
probable que terminaran trabajando como empleadas domésticas, prácticamente, por la
casa, vestimenta y comida. La Sociedad de Beneficencia les exigía a las familias que se
postulaban, la firma de un contrato y “que todos los meses se les pusiese uno o dos
pesos en la caja de ahorros”.256 Así había sucedido con “las niñas Isidora y Úrsula Patria
[ubicadas] en dos casas de honor, cuyas contratas presentaba [la socia inspectora]”. En
la misma reunión se agregaba que la señora Ramos, había conseguido ubicar a una de
las niñas con una señora “que le haría contrata ventajosa”. 257 El contrato debía ser
cumplido por las dos partes, la familia contratante y la huérfana, bajo la mirada atenta
de las socias. Si ésta última no cumplía con el compromiso contraído era sancionada
fuertemente por la Sociedad. El 5 de octubre de 1827:

“ ... la Presidenta informo a la Sociedad que una de las jóvenes del Colegio que se habían dado
con contrata a una casa de honor, había fugado; que inmediatamente le había avisado a la Policía pero que
a los seis días de haberse ido habían venido a refugiarse a la (Cuna) cuyo Administrador avisó hallarse
allí la joven”

La policía no había podido encontrarla en el pueblo, a casi una semana


de haberse fugado. Y no deja de ser significativo que, lejos de desentenderse de las
autoridades institucionales, la joven en cuestión, se refugió en lo que fue probablemente
su primer hogar, la Casa de Expósitos o la Cuna, como se la llamaba también, que
alojaba niños y niñas recién nacidos y hasta los 6 años, edad a la que estas últimas
pasaban al Colegio de Huérfanas. Evidentemente la niña fugada no iba a volver al
Colegio, en donde se debatía la penitencia ejemplificadora que debían aplicarle “por el
atentado que había cometido”. 258 Una de las socias explicó que “su opinión era
mandarla a la casa de Ejercicios por seis meses en castigo y también para escarmiento
de las demás”. Y aunque todas las señoras “fueron de la misma opinión” decidieron
que:

“antes convenía oírle para saber que la indujo y las causas que tenia para cometer tal
atrevimiento, y al efecto habiéndose llamado a la joven a presencia de la Sociedad se le hicieron varias
preguntas y que la había impulsado ese paso tan escandaloso que la desacreditaba enteramente”

Pero el problema era que la huérfana en cuestión no había dado una disculpa
que pudiera de algún modo salvarla.259 Por lo que

256
AGN, SB- LA Nº1, Acta 54 del 5 de Octubre de 1827.
257
AGN, SB- LA Nº1, Acta 51 sin fecha (aprox. fines de mayo de 1827).
258
AGN, SB- LA Nº1, Acta 54 del 5 de Octubre de 1827.
259
AGN, SB- LA Nº1, Acta 54 del 5 de Octubre de 1827.

98
“la Presidenta la reprendió echándole antes una severa reprensión, y [confirmando] se le daría el
castigo que merecía; encargando a [la] Inspectora del colegio la ejecución de lo dispuesto por la Sociedad
260
respecto de dicha joven”. Es importante destacar que a la joven ahora condenada, se le

dio el derecho a defenderse y exponer los argumentos que la llevaron a tomar la


decisión de fugarse. La Casa de Ejercicios parecía ser un lugar apropiado para modificar
las conductas no deseadas por la institución; y se entiende que la fuga, era una de ellas.
La ubicación de una huérfana en una buena casa de familia, era vista como una
oportunidad que no debía desperdiciarse, y la indisciplina, una amenaza para aquellas
niñas que no tenía familiares que las contengan, con el agravante de que pasaban a ser
vistas por la Sociedad, como jóvenes que ponían en riesgo el prestigio de la institución
educadora y las futuras contratas de las niñas que aún debían abandonar el Colegio.

Hubo otros motivos de desavenencias en la reubicación de las jóvenes niñas. El


11 de Junio de 1833 la Sociedad se dispuso a analizar una de ellas. En este caso:

“Se leyó una nota del Alcalde del cuartel núm. 7 en que manifiesta que la Joven Máxima Ruis
colocada por la Sociedad en poder de un Matrimonio de protestantes, recibe el trato de una esclava, hace
servicios indecorosos y no ejerce ningún acto católico, pues ni aun oye misa; sobre lo cual se acordó que
la Sra. Presidenta tomase los conocimientos necesarios para en caso de ser cierto lo expuesto por el
Alcalde, pasarlo a otro poder” 261

Era imposible ignorar la denuncia proveniente de un funcionario de tan alto


rango, pero las socias le dieron el beneficio de la duda al mencionar que tomarían
medidas “en caso de ser cierto” lo expuesto, expresando su deseo de verificar,
probablemente, si era este matrimonio víctima de los prejuicios por su condición
religiosa o realmente las denuncias eran ciertas. Resulta poco creíble que la Sociedad de
Beneficencia haya pasado por alto el culto católico que practicaba la familia que
cobijaría a una de sus protegidas. Probablemente la necesidad de ubicar a las niñas que
debían salir del colegio por haber cumplido su ciclo era apremiante, y el hecho de que
las familias que se ofrecieran a tomarlas fueran protestantes, no habría sido considerada
una razón de peso. Mas allá de los resultados de esta experiencia en particular, el
supuesto fanatismo o apego de las socias a la fe cristiana y sus prácticas, no se ven
reflejados en las actas de la Sociedad de Beneficencia en el período estudiado.

Otra de las posibles salidas de las huérfanas era el matrimonio. El pedido de


mano de algún pretendiente, también era analizado y decidido por las socias. Una de las
260
AGN, SB- LA Nº1, Acta 54 del 5 de Octubre de 1827.
261
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 11 de Junio de 1833.

99
tardes llegó a la Sociedad el pedido de un hombre “solicitando el permiso para casarse
con la niña Juana Gary Colegiala de Gracia”.262 La Presidenta informó que “aun no se
había podido informar de las cualidades de este individuo que esperaba poderlo
verificar muy pronto para que deliberase el consejo a este respecto” .263 Además de
convencer a al Concejo de la Sociedad sobre sus cualidades, el interesado debía
presentar un certificado que acreditara su condición de cristiano reconocido, sobre todo
para constatar que no hubiese estado casado con anterioridad; “la Presidenta expuso que
el sujeto que pretendía casarse con la joven Juana Gary, le había llevado el certificado
de haberse amonestado en las dos Parroquias que les pertenecían y pedía permiso para
verificar el matrimonio con la joven expresada.264 El Gobierno, por su parte, recibía
comunicaciones con la información pertinente, en este caso, “avisándole la colocación
de jóvenes colegialas en casas de honor asegurando su subsistencia con contratas y el
matrimonio de otra con un artesano honrado” .265

La Sociedad decidía acerca del matrimonio de las jóvenes de su Institución, aún


cuando ya no estuvieran hospedadas en el Colegio. Por eso, cuando una de las huérfanas
que vivía en la casa de los Rivadavia decidió casarse, Juana del Pino, socia asidua a las
reuniones, realizó el pedido formal enviando una nota a sus compañeras pidiendo “la
licencia de la Sociedad para el casamiento de una huérfana que tenia en su casa con un
carpintero Ingles, la que fue concedida inmediatamente”266 No se menciona la religión
del carpintero, pero probablemente no haya sido cristiano, por lo que deducimos que, la
religión, en una provincia habitada por muchos extranjeros de diferentes creencias, no
era un factor determinante para rechazar un pedido de mano.

Diferente era la situación si la persona que solicitaba el pedido de mano


pertenecía a una de las castas de la sociedad bonaerense. En este caso, la presidenta
informó a sus compañeras, que la joven “Juana Martínez que estaba en clase de
sirvienta en casa de la Sra. Da Justa Foguet, que había sido educada en el Colegio de
niñas en San Miguel quería tomar estado con un pardo”. Preocupada, las socias
decidieron tomar el tema con la mayor cautela posible ya que “estas jóvenes estaban

262
Los diferentes nombres que se aplicaban a las vacantes estaban relacionados con la práctica de ubicar a
más niñas de las que mencionaba el reglamento, dándoles a estas, nominaciones incluyentes a pesar de las
restricciones.
263
AGN, SB- LA Nº1, Acta 51 sin fecha (aprox. fines de mayo de 1827).
264
AGN, SB- Acuerdo del Consejo de la Sociedad de Beneficencia del 23 de Agosto de 1827.
265
AGN, SB- LA Nº1, Acta 53 del 13 de Septiembre de 1827.
266
AGN, SB- LA Nº1, Acta 38 del 27de Febrero de 1824.

100
bajo la protección de la Sociedad, y era preciso procurar lo mas conveniente para su
felicidad” Luego de observar que casar a sus huérfanas con hombres pertenecientes a
otras castas no era lo más deseado por la Sociedad, se acordó poner á la joven indicada
provisionalmente en el Colegio, “para ver si con prudencia se podía conseguir que
variase de resolución, y que si no se podía conseguir disuadirla, se tomarían entonces
las medidas que fueran mas convenientes” .267 La vieja práctica del encierro, en este
caso, era retomada para cumplir con un mandato similar al que tenía en su origen:
desalentar a alguien a que realice algo que estaba en contra del deseo de sus padres o
tutores. Se esperaba que el encierro de la huérfana fuera suficiente elemento de
persuasión. Si no causaba el efecto deseado, la Sociedad se comprometía a elegir las
medidas “más conformes a su felicidad”; aunque no sabemos a ciencia cierta a qué se
referían con este concepto, estaba claro que, la felicidad pretendida, pareciera ser, no
incluía el matrimonio con un hombre pardo.

A veces algún pariente reclamaba a las huérfanas que estaban en edad de


prestarles algún tipo de servicio. Esto generaba dudas en las socias que sospechaban del
trato o las condiciones de vida que podrían aguardarles a las niñas, por lo que se pedían
garantías tangibles para protegerlas. Sin embargo, a la hora de votar el destino de las
mismas se priorizaba el vínculo sanguíneo. En este caso, se presentó en la Sociedad una
tía que reclamaba a sus sobrinas y que presentaba dos informes “uno del cura y otro del
juez de paz, los que probaban su honradez y moralidad y sus bienes de fortuna”. Una de
las socias consideró que no alcanzaba con la promesa de una herencia, sino que en su
opinión, sería necesario exigirle “algún documento” que fehacientemente acreditara la
intención “de dejarles algo después de sus días” Otra compañera consideró que si
“voluntariamente quería dejarles algo su tía se le podía preguntar pero que no le parecía
que no conviniendo en ello fuera un obstáculo para dárselas porque parecía que siempre
era mas ventajoso para las niñas estén al lado de una parienta con facultades suficientes
como lo probaba su tía que ir a servir en una casa por un pequeño sueldo” Por su parte,
la Presidenta dijo que ella no estaba de acuerdo con entregarle las niñas a su tía, ya que
consideraba que “no era lo mismo servir en una casa decente en el pueblo que ir al
campo con una mujer anciana, que podían perderse”. Pero cuando se llevó el caso a
votación “la mayoría de votos fue que se dieran a su tía”.268 La entrega de las niñas en

267
AGN, SB- LA Nº1, Acta 117 del 20 de Septiembre de 1830.
268
AGN, SB- LA Nº1, Acta 25 del 6 de Abril de 1826.

101
cuestión se terminó luego de una negociación entre las partes en donde ambos lados
obtenían y cedían algo:

“La secretaria dio cuenta de haber recibido contestaciones de la tía de las niñas ... la que
esperaba se convendría á dejar cuanto tenia a estas niñas después de sus días si estas se obligaban también
á vivir en un todo sujetas á su voluntad. Se encargo a la secretaria de hacer un convenio á este respecto lo
mas favorable que fuera posible para las niñas” 269

El hecho de aprender costuras en el Colegio, les facilitaba conseguir trabajo con


alguna modista.270 Habiendo llegado a la Sociedad una solicitud para que “entregasen
dos jóvenes del colegio de las que estaban en la edad de salir á una modista francesa
para que acaben de perfeccionarlas” luego de leerla detenidamente, las socias estuvieron
de acuerdo con entregar a las niñas, siempre que se pudiera cerrar con ella “una contrata
sobre las condiciones que la sociedad exigiese”. 271 Se puede ver que la tutela de la
Sociedad, estaba presente en cada uno de los casos que presentamos en este apartado.

Las más afortunadas, quienes se destacaban por su rendimiento escolar, podían


ser tomadas como maestras o en reemplazo de alguna de ellas, generando una mejor
perspectiva de vida para la huérfana, una significativa movilidad en la escala social.
Una de las socias dio cuenta de que Ana Rodríguez, alumna de la institución:

“estaba de maestra en el colegio para remplazar a la que había salido … la que había creído
muy capaz de desempeñar provisoriamente aquel cargo por su moralidad y habilidad que se le pagaban
tantos pesos y se costeaba una maestra para dar lecciones de Escribir y contar a niñas y de este modo se
hallaba servida la escuela” 272.

Así como Ana Rodríguez consiguió un trabajo de maestra, otra ex alumna del
Colegio, Adriana Hernández, “se había colocado de Monitora en la Escuela de San
Isidro”. 273

Estos dos casos parecían no haber sido la excepción. Cuando María del Rosario
Azcuénaga dejó la Presidencia de la Sociedad, con orgullo expresó:

“me es satisfactorio anunciar al Sr. Ministro de Gobierno que en el año que ha transcurrido han
concluido su educación en el Colegio de Huérfanas, diez y ocho pobres de las cuales una se halla de
Preceptora en la Escuela de san Fernando y seis de Monitoras Generales, cuatro en el mismo Colegio”274

269
AGN, SB- LA Nº1, Acta 27 del 15 de junio de 1826.
270
Nota: ¿conviene poner oficio?
271
AGN, SB- LA Nº1, Acta 19 del 7 enero de 1826.
272
AGN, SB- LA Nº1, Acta 51 sin fecha (aprox. fines de mayo de 1827).
273
AGN, SB- LA Nº1, Acta 119 del 23 de Diciembre de 1830.

102
En esos primeros años la Sociedad de Beneficencia pretendió educar a estas
niñas, con el objeto de superar su situación de pobreza y realizar un salto cualitativo en
sus existencias. El hecho de que muchas de ellas terminaran en casas de familia,
pareciera ser que estuvo más relacionado con la coyuntura que vivió la provincia y sus
habitantes entre los años 20 y 30, que con los proyectos que las socias tenían para ellas
y que circulaban en la institución que las cobijaba. La exigencia de pedir contratos a las
personas que las tomaban, para realizar cualquiera de las tareas que vimos en estos
relatos, demuestra la importancia que para estas mujeres tenían las vidas de las niñas
pobres del pueblo y la responsabilidad que asumían como tutoras legítimas de todas
ellas. Es necesario observar que, el pedido de Rivadavia de que las niñas dejaran el
colegio al cumplir 14 años, en realidad no fue respetado por la Sociedad de
Beneficencia. Más allá de los reglamentos y los decretos gubernamentales, y la
discusión perdida con el Ministro de Rodríguez, las socias siguieron aplicando su
propio criterio de desafección de las niñas mayores, las que permanecieron mezcladas
en el Colegio de Huérfanas con las otras alumnas, las empleadas no docentes, las
maestras; tuteladas celosamente por la Sociedad, que aplicó su propio criterio de
inclusión y exclusión en las instituciones que administraban.

274
Carta de María del Rosario Azcuénaga al gobierno al dejar su presidencia en 1832, citado por Meyer
Arana, Alberto, Alrededor de las huérfanas, Buenos Aires, Imprenta de Gerónimo Pesce, 1923, pág. 39.

103
Capítulo 3

Nuevo gobierno, tiempos difíciles para la Sociedad de Beneficencia

Buenos Aires, 1829-1835

El año 1828 estuvo atravesado por el desenlace de la guerra con el Brasil y las
consecuencias que este acontecimiento había traído a la gobernabilidad de Buenos
Aires. El Gobernador federal electo por la junta de representantes un año antes, Manuel
Dorrego, era derrocado por las tropas que comandaba el militar unitario Juan Lavalle el
1 de Diciembre de 1828 y fusilado el 13 del mismo mes, ante la mirada atónita del
pueblo. El estanciero bonaerense Juan Manuel de Rosas llegaría al gobierno de la
provincia a los 36 años, el 8 de diciembre de 1829, un año después de aquellos trágicos
acontecimientos, como caratularían las socias el fusilamiento del Gobernador.

Rosas, dice la historiadora Mirta Lobato, “era también el intérprete de los


hacendados bonaerenses y tenía buena relación con los indígenas. La protección de la
línea de frontera así como la administración de sus estancias lo mostraban como un
hombre hábil y capaz”. 275 Traía consigo la esperanza de lograr la pacificación de la
provincia, que había atravesado una guerra y las disputas entre facciones, y que incluso
habían impedido, a la Sociedad de Beneficencia, realizar la entrega anual de premios de
estos años, conscientes de los “sacudimientos políticos del país”276 y sus consecuencias.
Sin embargo, no sería sencillo para la Sociedad lidiar con un actor político como Rosas,
quien no se sentía cercano a la institución rivadaviana, aunque estaría dispuesto a
observar el desempeño de estas mujeres y sus potenciales aportes a la causa.

La Sociedad de Beneficencia debió lidiar, no sólo un gobernador federal de


características autoritarias como Rosas, sino también con una provincia que intentaba
pacificarse y dejar atrás una década de luchas de facciones. Durante su segunda
gobernación, la provincia debió enfrentar conflictos con Francia y Gran Bretaña, que
tuvieron como consecuencia el deterioro económico de Buenos Aires y la radicalización
de las posturas autoritarias del Gobernador. La Sociedad de Beneficencia debió ensayar
nuevas estrategias, como el nombrar nuevas socias adherentes a la causa federal y
ubicarlas en los cargos más expuestos, para minimizar los embates que se presentarían,

275
Lobato, Mirta Zaida, Atlas histórico / Mirta Zaida Lobato y Juan Suriano- 4 ed. Buenos Aires,
Sudamericana, 2010, pág. 179.
276
AGN, SB- LA N1, Acta 89 del 14 de Septiembre de 1829.

104
como el tener que declarar públicamente la adhesión a la causa, modificar los uniformes
de las niñas y hasta la vestimenta de las socias en actos públicos, entre otras cuestiones.
Rosas, reflexiona Moreno, “pretendió imponer una política dirigida a homogeneizar la
sociedad en las virtudes federales […] e implantar contenidos educativos basados en la
idea del federalismo, excluyente de otros ideales y valores políticos”.277 Producto de los
problemas con los fondos del erario, la Sociedad no logró que la gobernación, de quién
dependían, sostuviera en el tiempo el apoyo económico reglamentado para la Sociedad.

1. Un caso grave: la Sociedad, el Gobierno de Rosas y la muerte de una niña

¿Cuáles fueron las respuestas ensayadas ante los casos extremos, como la muerte de una
niña en las escuelas de la Sociedad? La Presidenta en esta ocasión era María Sánchez de
Mendeville, que luego de dos períodos consecutivos renunciaría a su cargo dos meses
después de que salieran a la luz estos acontecimientos.

En la sesión del 8 de noviembre, la Presidenta se dirigió a las mujeres presentes


en la sala de reuniones de la Sociedad de Beneficencia, diciendo que:

“como se sospechaba que en la renuncia de doña Juliana había influido el saber ésta, la
averiguación que desde tanto tiempo se estaba haciendo sobre la niña que la voz publica indicaba había
muerto de una penitencia que ella le había impuesto, y que como había informado a la Sociedad otras
veces, no había podido tener sobre este hecho los informes que había solicitado, había creído prudente
presentar a la Sociedad la madre de la indicada niña para que la oyese, y según su relación decidiese si se
debía ó no indicar este incidente al Gobierno, en el momento de acompañar la renuncia de esta
maestra”.278

Es decir, ante la evidencia que demostraba que la maestra de la escuela en


cuestión ya había sido señalada por la voz pública (es decir, que estos hechos habían
salido a la luz de alguna manera, probablemente a través de las redes sociales, el boca a
boca de un pueblo, y eran de público conocimiento, y por ende ineludibles), como
responsable de una muerte ocurrida en su escuela, las socias plantearon la necesidad de
citar a la madre de la niña y ver cuáles eran los argumentos que manejaba y a quiénes
irían dirigidas las denuncias por lo sucedido, antes de tomar la decisión de exponerse o
no al Gobierno de Juan Manuel de Rosas.

277
Moreno, José Luis, “Modernidad, y tradición en la refundación de la Sociedad de Beneficencia por las
damas de la élite, durante el estado de Buenos Aires, 1852-1862”, IEHS, Volumen 18, 2003,
Introducción.
278
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.

105
Según relataba la madre, la niña había fallecido días después de haber sido
castigada, y aunque es poco probable que el castigo estuviera realmente relacionado con
el deceso, el relato de la madre que describe los acontecimientos según las palabras de
su hija, nos da cuenta lo vivido por la niña dentro de una de las escuelas de la Sociedad
de Beneficencia. Siguiendo con el relato:

“ se hizo entrar a Juana Pico para que expusiese a la Sociedad [si era] cierto que había tenido la
desgracia de perder [una hija] de resultas de una penitencia que se le había [impuesto] en la escuela
normal, tomo la palabra la [señora] dijo que su hija estaba con un poco de tos debido a una peste que
andaba y que un día por una [cosa que] perdió la niña la puso de rodillas279 y con la cabeza[ en el] suelo a
pesar de llevar su niña real y [...] agujas y agua todas los meses, que [a] una hermanita le daba otras
agujas, que estando cumpliendo la penitencia le dio la tos con fuerza ni por este motivo la hizo levantar,
que luego que [al] entrar a su casa con la cara tan colorada que [parecía] que tenia sarampión le preguntó
que traía, y [le dijo] que la maestra la había puesto con la cabeza [para abajo] en penitencia, que afligida
de verla en aquel [estado y] encontrándose casualmente en la casa en que vivía [el señor] Rivera, se la
hizo ver, diciéndole de que provenía [de] aquella elevación de sangre a la cabeza, que demostraba por el
encarnado de sus ojos, y [...] cuando … [que] había ido buena á la escuela este Sr se había indignado
contra la maestra, había aconsejado algunos remedios, que esto [...] había pasado en la casa donde vivía
delante [de su ] dueña” 280

Es muy ilustrativo ver que a la madre le parece injusta la penitencia, no por el


carácter que esta guardaba, sino por el hecho de que su hija había cumplido con el pago
del “real” requerido y el material que se solicitaba, compuesto por “agujas y agua”.

María Sánchez, mientras tanto, acotaba datos que evidentemente, no conocían todas sus
compañeras. Por eso:

“la Presidenta interrumpió a esta madre para informar a la sociedad, que como el año anterior no
había podido lograr ver a esta Sra. por que había estado en el campo donde había ido por ultimo consejo
de los médicos a conducir a su hija, donde había muerto la niña el 28 de agosto del año pasado, así que a
principio del presente año había por fin logrado hablarla, y que le había hecho la misma relación que
acababa de oír la Sociedad” 281

279
Carlos Newland observa que en esa época “la disciplina se aseguraba mediante una gama de castigos
corporales, el más común arrodillar al niño” No obstante aclara que su utilización era objeto de críticas
desde el siglo XVIII y que los jesuitas fueron los primeros en desaconsejar su utilización. La concepción
utilitarista (a la que adhería Rivadavia) negaba la efectividad de estas penas, proponiendo “ mecanismos
de incentivación más racionales y reglamentados”. La Asamblea del Año XIII prohibió los castigos
corporales en todas las escuelas. Sin embargo, estas ordenanzas fueron y vinieron durante la primer
década; en el año 1817 se volvieron a prohibir, pero “su empleo persistió, pese a las insistencias del
gobierno por desterrar su práctica”. Carlos Newland, Buenos Aires no es Pampa: La educación elemental
porteña 1820-1860, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1992, págs. 62, 63 y 64.
280
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
281
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.

106
En esta parte del documento vemos a la Presidenta de la Sociedad, tratando de
justificar por qué había pasado un año y tres meses de un hecho que conocía hace
tiempo y recién ahora se precipitaba (y cuya gravedad no pudo haber ignorado). En ese
tiempo Mariquita había realizado algunas gestiones: había contactado al doctor que,
según la madre, tuvo oportunidad de ver y diagnosticar a la niña el mismo día de la
penitencia, por ejemplo. Como el facultativo en cuestión, un tal Dr. Rivera, contestó que
no había tenido jamás a ninguna enferma en esos términos, la madre de la niña fue
enviada personalmente para refrescar la memoria del facultativo y en este sentido la
estrategia de la Presidenta fue positiva: el doctor tuvo que admitir que “el se acordaba
confusamente, pero que sobre todo como el no había asistido a la niña no era de su
deber dar ningún certificado sobre esto” .282 Esta fuente que nos confirma la versión de
la madre en lo que al médico se refiere no sirvió de mucho para esclarecer lo sucedido.
El médico no vio la necesidad de involucrarse en un hecho que acusaba a la Sociedad de
Beneficencia de haber descuidado a la hija de una mujer “pobre obligada a servirse y a
mantenerse de su trabajo”, como se definía la madre a sí misma. Sin embargo el dr.
Rivera no pudo negar el haber estado en la situación que se describía.

A las socias les pareció oportuno cuestionar a la madre, por no haber denunciado
la muerte de su hija ante las autoridades correspondientes, poniendo así la
responsabilidad de la falta de toma de medidas en ella, y no en el manejo del problema
por parte de la institución. Así, María Sánchez, dando a entender que ella nada sabía del
tema, le reclamó “como era posible que ella no hubiera dado parte al Gobierno ó a la
Sociedad de aquello”.283 Sin embargo, ¿cómo hubiera podido la Sociedad no enterarse
de un hecho, que, como ellas mismas citaban en el acta, era conocido por todo el
pueblo?

Por otra parte, pareciera ser que gracias a los lazos entramados con la gente del
pueblo, ó gracias a lo que podríamos llamar, una “estrategia de redes”, la madre había
logrado mantener el recuerdo en la memoria colectiva de la gente y reabrir el caso de su
hija, impidiendo a los responsables olvidarse del asunto. La madre también le respondió
a la presidenta que

“varias personas y entre ella la Sra. Doña Benita y Doña Ramona Pico le habían aconsejado se
presentase a la Sociedad, mas que siendo ella una pobre obligada a servirse y a mantenerse de su trabajo,

282
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
283
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.

107
teniendo que asistir su desgraciada hija, no se había decidido a dar ningún paso por que también los
consideró inútiles, pues desde el momento había comprendido [que] su hija moría de aquello y que ya
nada iba [a] aventajar” 284

La resignación que presenta la madre en sus explicaciones, da cuenta de que no


era la primera vez que había sido ignorada por personas pertenecientes a estratos
superiores de la escala social; mostrando una fragilidad que, en lo inmediato, la
exoneraba de cualquier potencial omisión que hubiera hecho en el devenir de los
hechos.

María Sánchez consideró entonces necesario escribir el relato de lo que estaba


sucediendo en términos altruistas, ensalzando a la desdichada mujer y recordándole que
“como había dicho el primer día que la había visto, hacia en esto un servicio,
contribuyendo para impedir que otra sufriera lo mismo”. Y si bien la presidenta no pudo
ocultar que ella conocía los acontecimientos desde hacía bastante tiempo, si intentó
justificar su falta de respuestas, diciendo que la madre “no le [había] traído la respuesta
del Sr Sánchez otro [facultativo] que le había dicho había asistido a su hija”. Con
criterio, la madre de la niña muerta le contestó que estaba convencida de que “estos
señores no querían comprometerse”.285 ¿Hacía falta que esta mujer “pobre obligada a
servirse y a mantenerse de su trabajo”286, les explicara a las mujeres de la elite porteña
como funcionaban las relaciones jerárquicamente constituidas en la ex-colonia?

La madre relató que un tercer doctor, “el Dr. Davila, le había dicho que iba a dar
parte a la justicia de aquel hecho y que para ello tomó su nombre y el N° de la casa, y
aun le aseguró llevaba otros nombres de otras niñas que estaban en igual caso por la
misma causa”. 287¿A qué se refería el Dr. Davila con este comentario? ¿a que otras niñas
habían tenido los síntomas de la niña muerta?¿a que otras niñas habían sido
maltratadas? Por otra parte es necesario observar, que si bien la madre había padecido la
indiferencia de diferentes personas, también es comprobable que otras pretendieron
ayudarla e involucrarse. Más allá de si el Dr. Dávila terminó haciendo las denuncias que
había prometido o no, en su locución expresó el deseo de comprometerse.

Es evidente que el caso desbordó a la Sociedad; las sospechas que levantó la


renuncia de la maestra cuestionada y las voces públicas que se oían en el pueblo, habían

284
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
285
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
286
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
287
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.

108
obligado a las socias a encarar un tema que hubiesen preferido pasar por alto. El acta de
la reunión del 8 de Noviembre, que acá analizamos, cuenta con cuatro folios de doble
faz, cuando comúnmente se utilizaban uno o dos, y da cuenta de una serie de idas y
venidas entre la madre, los pedidos de testimonio a los doctores, y las voces
sorprendidas de las socias. Luego de despedir a Juana Pico: “dándole los debidos
consuelos que en tan triste caso podía darle”,288 la Presidenta continuó dirigiéndose a
sus compañeras, aduciendo que:

“en este asunto había tenido el pesar de ver desde los primeros rumores que le habían sido
indicados a últimos del año pasado, la lentitud y desagrado con que se habían prestado a esta indagación
personas de calidad, que ella debía suponer con iguales sentimientos a los suyos”

Sin embargo es difícil creer que alguien con los contactos que tenía Mariquita no
hubiese podido poner el tema de la niña muerta en el tapete, cuando la madre, pobre y
trabajadora, sí había podido hacer el intento de involucrar a tres doctores, movilizar a
sus vecinos para mantener vivo el recuerdo de lo acontecido con su hija, lograr que los
hechos fueran conocidos por todo el pueblo, y sentarse a exponer su relato en la sala de
reuniones de la Sociedad de Beneficencia. En la alocución a sus compañeras, la
presidenta seguía argumentando:

“que con vergüenza, casi y solo por su deber había continuado en estas averiguaciones luchando
entre el temor de parecer enemiga de la Maestra cuando no tenia ningún motivo y entre la obligación de
esclarecer un hecho que además de la justicia, envolvía el descredito de la Sociedad”.289

Era muy difícil asumir el hecho de que la Sociedad de Beneficencia debía cargar
con la responsabilidad de la muerte de la niña, que había fallecido en una de las escuelas
supervisada directamente por sus socias. Como vimos en la fuente, la presidenta
mencionó que los primeros rumores sobre el tema los había escuchado hacía un año
atrás, y justificaba la demora en presentar el problema, basada en la negativa de los
testigos a ser indagados, y además, porque “dar [las] denuncias tan graves sin mas
fundamentos [le] parecía aventurado” 290 . Sin embargo, este tipo de respuestas de
Mariquita, no alcanzaban para explicar el silencio de la Sociedad de Beneficencia en la
voz de su presidenta. El deseo de preservar el buen nombre de la institución que había
ayudado a fundar y que ahora presidía, cegó el criterio de la socia fundadora, que no
pudo, no quiso o no supo resolverlo con anterioridad . A los hechos que ya eran graves

288
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
289
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
290
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.

109
(y lo fueron siempre), había que agregarle el tema de la demora, y esto era
responsabilidad exclusiva de la Presidenta de la Sociedad, que con su silencio, sí
arrastraba en el descrédito al resto de sus compañeras.291

Luego de analizar la situación se decidió por el voto de las socias “que la


sociedad juzgase si el incidente de debía ó no poner en conocimiento del
[Gobierno]”.292 Después de una larga discusión se acordó que había diferentes motivos
que justificaban dar parte al gobierno de lo sucedido:

“[en] primer [lugar] en un hecho tan ruidoso no se creyera que la Sociedad había sido una fría
espectadora,[...] y el segundo porque [...] separándose Da Juliana Gomez de la dependencia de la
Sociedad no [...], [estuvieran] expuestas otras inocentes a experimentar la suerte”.293

Días después, la respuesta del gobierno fue contundente:

“manifestando su desagrado por la conducta de Da Juliana Gómez, a la que se le había mandado


cerrar la Escuela hasta tanto que se hiciera un esclarecimiento del hecho criminal de que se le sospechaba
culpable para lo que se pedía á la sociedad suministrase los datos que tuviera á este respecto” .294

El Gobierno parecía tener en claro cuáles eran los pasos a seguir en estos casos:
cerrar la escuela, dar parte a la justicia y colaborar con ella aportando la mayor cantidad
de pruebas posibles; pero la Sociedad no tuvo más remedio que contestar que no tenía
pruebas. Intentó justificar la demora que se había producido entre la muerte de la niña y
la denuncia del hecho, alegando que se trató de proteger primero a la maestra para que
no cayeran en ella falsas acusaciones, persuadidas de que las niñas no corrían riesgos
porque la misma había renunciado. 295 Pero ¿se podría pensar que en la causa de la
demora primaban los lazos de solidaridad hacia una maestra de las escuelas?

El Gobierno de la provincia les recriminó no tener testigos de los hechos,


alegando, con criterio, que ahora no se encontrarían las pruebas para declarar culpable a
la maestra, haciéndoles ver que debieron haber tomado informes en aquel momento296.
Estas declaraciones del Gobierno fueron mal recibidas por la Sociedad de Beneficencia,

291
María Sáenz Quesada menciona que no es posible saber cuál fue el actuar de Mariquita durante la
Presidencia que ejerció en 1831 debido a que las actas de ese año se perdieron. Sin embargo, en el AGN
figuran 14 actas correspondientes a las reuniones realizadas en los meses de Enero, Marzo, Abril, Mayo,
Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre de dicho año y que son analizadas en este trabajo. Sáenz
Quesada, María, Mariquita Sánchez: vida política y sentimental, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pág.
166.
292
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
293
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 8 de Noviembre de 1831.
294
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.
295
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.
296
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.

110
y varias señoras “fueron de opinión que la mejor respuesta a esta comunicación seria la
renuncia de todas las [socias]” 297 . María Sánchez, sin embargo, apeló a su actitud
conciliadora para convencer a sus compañeras de que continuasen en el cargo, alegando
que renunciar a la Sociedad de Beneficencia era:

“derribar un edificio que tantos gastos y asares le había costado formar, y que el merito de la
Sociedad era sobreponerse a estas incomodidades, considerando [el] servicio que hacían al País” .298

Las palabras de Mariquita lograron convencer a sus compañeras de no


renunciar. Un sabor amargo se respiraba en la sala de reuniones de la Sociedad de
Beneficencia; una de las socias tomó la palabra para decir, que la nota del gobierno la
había herido, porque las trataba de “inútiles desde que se [dejaron] á las Maestras en
plena libertad de hacer [lo que] quisieran [y que] parecían poner poca atención al
servicio importante que hacían” .299

Una queja que, vista de forma desplazada, se parecía bastante a una reflexión
autocrítica.300

2. Respuestas desafiantes: El caso Joaquina Rubín de Rivarola

En enero del año 1833, las socias de la beneficencia se reunieron en la sala de


sesiones para darle la bienvenida a la presidenta elegida y despedir a la saliente
Azcuénaga. La gestión de María del Rosario no habría sido muy buena y el hecho de no
haber sido reelecta o que no le hubieran sugerido la reelección era, en parte, una prueba
de ello. Ella misma, evaluando los resultados de su desempeño, se lamentaba de que
“las muchas atenciones de que estaba rodeada con las enfermedades de su anciano
Padre no le habían permitido hacer mas”; en efecto, Miguel de Azcuénaga, fallecería

297
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.
298
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.
299
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 5 de Diciembre de 1831.
300
Carlos Correa Luna, luego de contar la historia de la Sociedad de Beneficencia basándose en las actas
de la Sociedad, cuando llega al año 1831, año en el que surge el tema de la muerte de la niña, cambia de
metodología de análisis y, aduciendo que si bien, “de acuerdo con el método, correspondería seguir
analizando y exprimiendo los grises legajos y las actas borrosas, para ofrecer, en forma más o menos
tolerable, la síntesis angustiosamente perseguida. Pero el hallazgo de una pieza excepcional y casi inédita-
la “Memoria” que la señora de Mendeville dirigió al gobierno en enero de 1832- me impulsa variar de
sistema”. Carlos Correa Luna Historia de la Sociedad de Beneficencia, Buenos Aires, Tall. Gráf. Asilo de
Huérfanos, 1923-25, Tomo 1 1823-1852, pág. 249. De esta manera el autor se libró de tener que analizar
un hecho tan penoso para la Sociedad de Beneficencia, que celebraba, hacia 1923, los 100 años de
existencia.

111
durante el año 1833. En su alocución a la Sociedad, la presidenta saliente ponía de
manifiesto algunas de las dificultades que habían atravesado su gestión en el alto mando
de la institución. Aún así pronosticaba que “este año su sucesora con relaciones con los
Sres. Ministros y deseos de servir como tenia; vencería las dificultades que se
presentasen por la escases del erario 301 . Como vimos anteriormente, la Sociedad de
Beneficencia estaba conformado por un grupo de mujeres pertenecientes a las familias
de la elite dirigente que, lejos de ser homogénea, protagonizaba conflictos de intereses y
contiendas de poder. María Sánchez y María del Rosario eran amigas muy cercanas, a
pesar de la diferencia de edad, pero eso no significaba tener los mismos contactos en la
dirigencia. El gobierno de Juan Manuel de Rosas no le había facilitado la gestión a las
mujeres de la beneficencia pública, pero luego de que el saliente mandatario decidiera
avanzar hacia el sur de la provincia en busca de tierras, la asunción de Juan Ramón
Balcarce renovaba los votos de confianza en la institución.

Mientras tanto, un renovado problema entre la Sociedad de Beneficencia y la


Rectora del Colegio de Huérfanas, puso nuevamente a prueba a la Sociedad y su
capacidad de acomodarse a las experiencias adversas. El punto de partida fueron las
denuncias que caían sobre la situación deplorable en que se encontraba el Colegio de
Huérfanas y la consecuente presentación de renuncia de la socia inspectora, Joaquina
Rubín de Rivarola, “fundándose en que a pesar de sus desvelos para llenar sus deberes
ha sido el blanco de tiros malignos”, por parte de la rectora del Colegio. La inspectora
había discutido con ella, y la discusión había llegado a los medios gráficos, en donde se
acusaba a la señora de Rivarola, exponiéndola públicamente, un hecho que mancillaba
su honor 302 y que era difícil de aceptar. En vista del cuadro de situación que se
presentaba, la presidenta nombró una comisión compuesta por tres socias para persuadir
a su compañera de que decline la renuncia.303

301
AGN, SB- LA Nº 2, Acta del 24 de enero de 1833.
302
Silvia Mallo ha estudiado el concepto de honor, y deduce que éste expresa no sólo aprobación y
desaprobación, porque “traduce los valores habituales de una cultura y refleja sus conflictos”. Para Mallo
“La agresión al honor y a la reputación, vinculados a partir del siglo XVI a la virtud, se produce a través
del insulto, de la injuria, de la preocupación por la propia reputación. “Quien lanza un insulto se hace con
la reputación de que privó al otro”, es más agravante en público, en la cara y en presencia de testigos.
Exige por lo tanto algún tipo de defensa para no incurrir en el deshonor de la cobardía. Ellas son la
disculpa o negación de la intención de ofender, la agresión física, o una presentación judicial” Silvia
Mallo, “Hombres y mujeres y honor. Injurias, calumnias y difamación en Buenos Aires, 1770-1840. Un
aspecto de la mentalidad vigente”, en Estudios de Historia colonial, Nº 13, La Plata, Universidad
Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1993, pág. 9.
303
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 23 de Agosto de 1833.

112
Pero el hecho de que las disputas entre estas dos mujeres excedieran el ámbito
cerrado de la sesión y se hicieran públicas, multiplicaba el malestar de la socia
involucrada, no sólo porque los problemas se ventilaban en toda la sociedad y a juicio
de todos, sino porque la Sociedad se veía en la obligación de notificar al gobierno y dar
una explicación. En la nota que enviaron al gobernador Balcarce, la Sociedad ensayaba
una defensa que incluía un recordatorio de varias de las virtudes que acompañaban a las
socias. Así se le comunicaba que:

“ya en otra ocasión la Presidenta de la Sociedad fue calumniada de un modo vil, bajo, y
despreciable, y si la Sociedad de Beneficencia toleró en silencio aquel agravio inferido a una Sra.
respetable de su seno, fue porque el tamaño de la calumnia hacia mirar a sus autores con un silencioso
desprecio, calumnia digna solamente de un alma baja y que no está impuesta de los estatutos que la rigen.
¡Ojala no hubiese sido así! Porque la moderación que entonces guardó, la han puesto en el mortificante
convencimiento de que si estos desagradables sucesos se repiten, cuando no se disuelva el
establecimiento, al menos se apoderara de las Sras. que lo componen un desaliento que vendrá a refluir en
notable perjuicio del País; y los desvelos de años de trabajo y asidua contracción se perderán en un
momento fatal” .304

Probablemente la moderación o el silencio que mantuvieron ante los agravios


que habían recibido con anterioridad, hayan sido producto del carácter privado que aún
debieron haber guardado los mismos, y que les permitía a las mujeres manejar puertas
adentro la salida más conveniente. Al quedar expuestas públicamente las estrategias
debieron cambiar; por eso decidieron resaltar las virtudes de las socias y pronosticar los
daños que estos sucesos causarían si se seguían repitiendo, no ya a la Sociedad de
Beneficencia sino a la república misma, utilizando, probablemente, el alto prestigio que
había podido construir la institución en estos 10 años de existencia, y que la habilitaba a
dirigirse en términos tan elocuentes.

Se acordó entonces dirigir una nota al Ministro de Gobierno, pidiéndole que se


expida lo más urgente posible acerca de las renuncias a las que debía dársele curso, ya
que “sufre el establecimiento considerables perjuicios”305 debido a la demora. La nota
enviada a Balcarce, responsabilizaba al gobierno por cualquier inconveniente que
pudiera surgir por los retrasos, aludiendo que la Sociedad “descargaba toda su
responsabilidad”306 en ellos. Sin embargo el Gobierno de Balcarce, lejos de contemplar

304
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 23 de Agosto de 1833.
305
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 23 de Agosto de 1833.
306
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 23 de Agosto de 1833.

113
la petición dada por hecho por las socias, sorprendió ratificando en los cargos a las
docentes acusadas, aduciendo que:

“no ha tenido a bien hacer lugar a las renuncias de la Rectora y Maestra del Colegio de
huérfanas, porque está bien persuadido del buen desempeño de ellas y de su moralidad y virtudes, por lo
que recomienda a la Sociedad que allane las dificultades que puedan oponerse a este objeto”. 307

Sin dejarse impresionar por las autoridades, la estrategia elegida por la mayoría
de las mujeres, fue la de redoblar la apuesta y comenzar a escribir una carta
amenazando con desentenderse del Colegio de Huérfanas. Mariquita, fiel a su estilo
conciliador en asuntos de renuncia, y conocedora de los entramados políticos (y a los
actores políticos de su tiempo), no estaba de acuerdo con las formas en las que se
pretendía responder a Balcarce. Confiada en sus contactos con la elite dirigente, pidió a
sus compañeras, le dieran tiempo para solucionar el problema de manera personal,
postergando el envío de la carta hasta nuevo aviso. Sin embargo la mayoría de ellas le
contestaron que no pensaban retroceder en su decisión, ya que el honor de la socia
agraviada, y de la Sociedad en su conjunto estaban en juego, por esa denuncia pública
que ofendía a las socias, quiénes “por patriotismo se consagran al servicio publico”. En
realidad ese no era el punto en cuestión; todas estaban de acuerdo en que la situación
era desafortunada, deshonrosa e injusta, la pregunta era, luego de plantear la contienda
con el gobierno, ¿cómo se seguía? Mariquita pugnaba por lograr una salida lo menos
costosa posible para todas. Por lo pronto había conseguido aplazar el envío de la nota
que consideraba un retroceso para la Sociedad, prometiendo a cambio un encuentro
personal con el gobernador Balcarce, para destrabar la situación.

Para la siguiente reunión celebrada unos días después, Mariquita ya se había


reunido con Balcarce, y si bien las diferencias económicas que, había sido, también eran
parte del conflicto, se habían resuelto de forma favorable, el Gobernador “no se
retractaría de su resolución anterior, es decir, no aceptaría el despido de la rectora”. Sin
embargo, Mariquita opinó que el problema de dejar a la rectora en el cargo “a su juicio
[…] ya no existía, porque podía asegurar que ni la Rectora se quería quedar ni tenia un
empeño el Gobierno en que permaneciera” .308 El estilo pragmático y prudente de la
Señora de Mendeville había conseguido con un costo mínimo los objetivos perseguidos
a corto plazo por la Sociedad de Beneficencia.

307
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 6 de Septiembre de 1833.
308
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 9 de Septiembre de 1833.

114
Sin embargo, la Presidenta de la institución no estaba dispuesta a soportar

“el desaire inferido por el Gobierno a la Sociedad en este negocio en el que sin oír su informe y
dando certidumbre a otros que dice haber tomado no hace lugar a las Renuncias que la sociedad y el
Consejo habían admitido”.309

Mariquita había logrado negociar con Balcarce pero no tuvo la misma suerte con
sus compañeras, la carta escrita en duros términos, finalmente sería enviada al
Gobernador. Lo único que pudo hacer María Sánchez fue dejar en claro que ella no
estaba de acuerdo con el curso que la Sociedad le había dado al asunto y modificar
algunos puntos de una nota que, sabía, sumaría un problema más a los que ya tenían
como institución. No renegaba de las cuestiones de fondo pero si de la forma. Pidió
entonces a la Sociedad “que se modificasen algunas expresiones y encargó a la
secretaria pusiese en el acta, que aunque deseaba esta variación no aprobaba se pasase la
nota” .310 Estas disputas en nombre del honor, en realidad, también encerrarían otras
contiendas menos evidentes, que tenían que ver con las luchas de poder dentro de la
Sociedad de Beneficencia misma y también en su relación con el gobierno. La
coyuntura hizo que Balcarce tuviera otros problemas más urgentes que resolver en la
Provincia. Un mes después de estas idas y vueltas con el gobierno, se producía la
llamada Revolución de los Restauradores, producto de una escisión dentro del mismo
partido federal; Balcarce, defensor de las posturas más moderadas, será reemplazado
por Viamonte, otro político cercano a la Sociedad de Beneficencia, que no había
manifestado su adhesión a ninguno de los dos federalismos en contienda, y que
renovarían las esperanzas de la Sociedad. De hecho fue durante su gobierno, que la
Sociedad logró mudarse de edificio a uno más confortable, a pasos de la Plaza de
Mayo.

3. La mudanza

El Colegio de Huérfanas y la Sociedad de Beneficencia se mudaron el 10 de julio de


1834 al convento de Nuestra Señora de la Merced, en la calle Reconquista 269, al lado
de la Iglesia del mismo nombre. Las socias de la beneficencia habían logrado, por fin,
convencer al gobierno federal, de la necesidad de su urgente traslado. Probablemente

309
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 9 de Septiembre de 1833.
310
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 9 de Septiembre de 1833.

115
Juan José Viamonte, el Gobernador, viudo de Bernardina Chavarría de Viamont, como
firmaba una de las trece socias fundadoras, fallecida dos años antes, debe haber tenido
un afecto especial hacia la institución que presidiera su mujer en una oportunidad y de
la que habría escuchado las penosas circunstancias edilicias en la que se encontraba, en
la antigua sede, junto a la Iglesia de San Miguel. El acta de sesiones del 6 de Diciembre
de 1833, mencionaba el mismo documento con el agregado de cinco artículos de orden
secundario en donde se dictaminaban los términos y las formas en las que se llevaría a
cabo el proyecto de traslado. El segundo de los artículos otorgaba a la Sociedad:

“la cantidad de cuatro mil pesos moneda corriente e igual valor en materiales y útiles sin perjuicio de los
demás auxilios que pueda proporcionarle la ejecución de la obra en el edificio destinado; tercero que la
obra sea dirigida por el ingeniero de las Provincias según los planos que ha presentado y aprobado el
Superior Gobierno; el quinto que el 15 del corriente mes sea entregado el convento de la Merced, á
excepción de las habitaciones destinadas al servicio del templo; el sexto que luego que sea concluida la
obra se le dé cuenta al Superior Gobierno por la Sociedad para trasladar el Colegio con la solemnidad
posible, el séptimo que queda encargado el Ministro de Gobierno de la ejecución de este decreto” 311

La mudanza les había permitido a las socias dar un salto cualitativo


significativo. El convento de la Merced (que aún se encuentra de pie en la misma
dirección), les permitiría no solamente albergar a un número mayor de niñas, sino que
las condiciones de vida de las mismas, definitivamente se vería mejorada. Más allá de
las circunstancias políticas que afectaron a toda la provincia a partir del segundo
gobierno de Rosas, en 1835, y que retrasaron, probablemente, la concreción de los
artículos prometidos en el decreto, el haber conseguido la mudanza bajo la órbita
federal, demuestra que, la institución y las mujeres que la componían, tenían el
suficiente peso civil como para movilizar a la sociedad y a los mismos gobernantes que
las dirigían, cualquiera sea la facción que circunstancialmente ocupara la gobernación,
en pos de lograr sus propias y ambiciosas aspiraciones.

La mudanza puso en evidencia que había niñas que habían pasado ya la edad de
vivir en el Colegio y seguían estando allí. Se acordó se “pasase una nota a nombre de la
Sociedad á los padres ó personas de quienes dependían estas jóvenes” diciéndoles que
debían sacarlas por haber vencido el tiempo de su estada en Colegio; y las Niñas que no
tuviesen padres o personas quienes se hiciesen cargo, “quedaban encargadas las Sras. de

311
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 6 de diciembre de 1833.

116
312
la Sociedad de buscarles un asilo en casas honradas para que las tuviesen”. La
Sociedad de Beneficencia se veía, de repente, enfrentando el mismo desafío que el
antiguo administrador había sufrido al entregar el Colegio a la Sociedad: ubicar a las
niñas más grandes. Aún así, las circunstancias eran diferentes, no sólo porque bajo el
cuidado de las mujeres de la beneficencia las niñas entraron en una órbita administrativa
que las observaba de manera sistemática y atenta, sino porque, el prestigio que la
Sociedad de Beneficencia había logrado durante sus más de diez años de existencia,
movilizaba a los habitantes del pueblo comprometiéndolos de una u otra manera con la
causa.

4. Las niñas mulatas

El proyecto original, no contemplaba que las niñas pertenecientes a las distintas castas
compartieran las escuelas con las niñas consideradas blancas. Por eso, una vez
establecidas las escuelas públicas y el Colegio de Huérfanas “se trató de ver si se podía
fundar la escuela de castas ... con lo cual se acordó empezar a hacer las diligencias de
casa y maestras para establecerla lo mas pronto posible”. 313 Una de las secretarias,
María del Rosario Azcuénaga, comunicó a sus compañeras que el dinero disponible
proveniente del fondo de escuelas eran “ochocientos pesos sobrantes, con lo cuál se
acordó empezar a hacer las diligencias de casa y maestra para establecerla lo más pronto
posible”.314

A la semana siguiente, Josefa Rondeau, una de las nuevas integrantes del


plantel, hija de José Rondeau, Director Supremos de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, dijo que a ella “le habían dado noticias de una señora de excelentes cualidades
para maestra, que la había hablado y que le había puesto la objeción de ser muy corto el
sueldo que se pagaba” Esto era definitivamente un impedimento para un año que ya
terminaba y que, además, no disponía de los recursos mencionados por Azcuénaga,
porque al hacer los números “no se había tenido presente que el gobierno había tomado
quinientos del fondo de escuelas para gastos en el Colegio”. El manejo arbitrario de las
cuentas, estableciendo otro orden de prioridades, obligó a suspender la fundación de una

312
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 6 de Diciembre de 1833.
313
AGN, SB- LA Nº1, Acta 26 del 17 de Octubre de 1823.
314
AGN, SB- LA Nº1, Acta 26 del 17 de Octubre de 1823.

117
escuela para las niñas de las diferentes castas, sin embargo, se decidió tener “presente la
mujer que se había propuesto para maestra para cuando llegase el caso o antes si había
alguna vacante”.315. Es decir, la maestra que se había ofrecido a tomar el trabajo, podría
postularse para enseñar en la escuela de castas o en las otras escuelas de la institución
indistintamente, sin establecer, la Sociedad de Beneficencia, diferencias al respecto.
Las razones que alegaban para no aceptar a las niñas de color (por utilizar una
expresión de la época),316 en las escuelas de niñas blancas, tenía que ver con la amenaza
de ahuyentar a las alumnas pagas, tan necesarias para solventar las instituciones, sobre
todo en la década del 30, con los gobiernos de adhesión federal. En el mes de Mayo de
1833, se leyó en la sala de reuniones, una solicitud que había llegado al gobernador
Balcarce y que este remitía a la Sociedad de Beneficencia, de una pareja que se
presentaba como “individuos de color para que sus hijas sean admitidas en las Escuelas
del estado”. Pero la Sociedad decidió contestarle a Balcarce, que “para acceder a los
deseos de los exponentes seria necesario establecer una escuela especial, porque la
experiencia había manifestado que las Madres se retraían de enviar sus hijas á las
Escuelas en que habían una ú otra alumna de las castas”.317 La sociedad jerárquicamente
estratificada de Buenos Aires no estaba de acuerdo con una práctica que, en definitiva,
se daba de hecho: las uniones de individuos pertenecientes a las diferentes etnias. Más
allá de compartir de manera más o menos elocuente estos discursos propios del
momento histórico que vivía la provincia, las administradoras de la beneficencia no
estaban dispuestas a dejar escapar a aquellas niñas pertenecientes a la elite de Buenos
Aires, que pagaban sus estancias en las escuelas administradas por la sociedad, y cuyos
aportes ayudaban a solventar los gastos de todas. Una escuela destinada a albergar a las
niñas de color, separadas de las niñas blancas, solucionaba este problema al mismo
tiempo que brindaba protección y educación a todas las infantes de la provincia. Porque
a pesar de la negativa de alojar a las niñas de color en las instituciones ya fundadas, las
mujeres de la beneficencia deseaban “no dejar afuera una parte sustancial de la
población femenina de origen esclavo y liberto”.318

315
AGN, SB- LA Nº1, Acta ¿? del 24 de octubre de 1823.
316
Carmen Bernard, “Los olvidados de la revolución: el Río de la Plata y sus negros”, Nuevo Mundo
Mundos Nuevos, 7 de Enero de 2010.
317
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 13 de Mayo de 1833.
318
Moreno, José Luis, “Modernidad, y tradición en la refundación de la Sociedad de Beneficencia por las
damas de la élite, durante el estado de Buenos Aires, 1852-1862”, IEHS, Volumen 18, 2003,
Introducción.

118
También las escuelas de campaña se expedían al respecto; y si bien se observaba
una mayor flexibilidad con respecto a las niñas pertenecientes a las distintas castas, y de
hecho las vemos ocupando algunas plazas, en las mismas escuelas que las niñas blancas,
se observaba la necesidad de establecer las diferencias de alguna manera. Ya el año
anterior, la Presidenta de la Sociedad había advertido a sus compañeras que “de la
Campaña hay reclamos para poner en las Escuelas chinitas y mulatitas, que la Sociedad
resolviese lo que le pareciese” y que llevó a la resolución de que “en la campaña se
319
tomasen; pero que se colocasen separadas en un banco a las niñas blancas”. Ya
habían pasado diez años desde el primer proyecto que prometía fundar una escuela de
castas y aún no se había llevado a cabo. El Gobierno de Balcarce por fin dio la orden de
solucionar el problema, no conforme con la respuesta negativa que le había dado la
Sociedad, a la solicitud de la pareja de color, que había llegado primero a sus manos. En
la reunión del 11 de Junio de 1833, la Presidenta leyó el:

“decreto superior del 3 del corriente que ha recaído en la solicitud de los individuos de color para
que sus hijas se admitan en las Escuelas, en el cual se ordena que la Sociedad pre suponga el costo y
gastos que demanden la formación de una Escuela para esta clase”. 320

El 11 de Agosto de 1835, casi dos años después de recibido el decreto de


Balcarce, nos encontramos a las socias de la beneficencia entregando premios en una
escuela de castas. Este acto que no guardaba ninguna relación con el de las niñas
blancas en cuanto a su magnitud y pomposidad, consistía en el nombramiento de la niña
premiada y su consecuente calificación, (el acta no menciona otro premio) previamente
asentada por un maestro en las materias como lectura, escritura y gramática y el cura
párroco en doctrina cristiana, o las mujeres de la Sociedad en labores (en este último
caso, la evaluación se realizaba minutos antes de la entrega de premios). El acta
comienza diciendo:

“En Buenos aires el día 11 del mes de agosto de 1835 se reunió la sociedad de beneficencia en
sesión extraordinaria en el salón de la escuela de castas titulada (El subrayado es de la fuente) del
Rosario, donde después de revisadas las labores de las alumnas, y observados los progresos que habían
echo en el último año pasaron las Sras. a la distribución de premios. El acto se abrió por la lectura de los
documentos presentados por la comisión. Estos consistían en los nombres y clasificación de las veinte y
una educandas que habían obtenido los premios, un certificado del cura párroco que las examinó en
doctrina cristiana y otro del maestro Don Juan Montero correspondiente al de escritura, lectura y

319
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 19 de Diciembre de 1832.
320
AGN, SB- LA Nº2, Acta del 11 de Junio de 1833.

119
aritmética. Concluida la lectura la presidenta hizo un breve alocución a las Sras. para abrir el acto
enseguida se entonó la Canción alusiva del mismo discurso, y en el orden acostumbrado se efectuó la
adjudicación de premios siendo las jóvenes presentadas de a dos por una Sra. Socia. Al concluir la
presidenta se dirigió a las premiadas con otro breve discurso en que les recordaba sus deberes y el
reconocimiento que debían al gobierno benéfico que se dignaba protegerlas”.321

Si bien se perciben diferencias entre esta sencilla entrega de premios a las niñas
pertenecientes a diferentes castas y las pomposas entregas de premios a las niñas
blancas, documentadas en este trabajo, es preciso notar que la educación de las niñas de
color y las blancas, no se diferenciaban en cuanto al contenido. El proyecto formaba
parte del programa original de tutela, que el gobierno de Rivadavia había encargado a la
Sociedad de Beneficencia, y se concretó, finalmente, bajo el gobierno de Rosas. Se
puede objetar la demora en fundar una escuela para estas niñas. Sin embargo, la
preocupación por encontrar una docente idónea que pudiera instruirlas, la acción de
premiar a las alumnas destacadas, nos dan cuenta de que este sector no era ignorado ni
por el gobierno, ni por sus funcionarias, en una sociedad que continuaba siendo
estratificada. Cuando se hablaba de las niñas pobres de Buenos Aires, se estaba
hablando de todas ellas. La protección que las mujeres de Beneficencia ejercieron sobre
la infancia, ahora abarcaba por fin, al conjunto de niñas descendientes de inmigrantes
negros, ahora libres y mezclados con el resto de la población, más allá de las leyes que
intentaban reglamentar los matrimonios. Historiadores de la población negra y mestiza
del Río de la Plata y otras regiones del actual país, nos dan cuenta de que, lejos de ser
un grupo de personas estáticas y siempre sometidas por los blancos, y en constante vías
de extinción, los negros se movían dentro del pueblo e interactuaban con sus habitantes.
Llevando consigo sus aptitudes físicas e intelectuales, su cultura y tradiciones de origen,
las que conservaban y multiplicaban a través de su descendencia, se sentían también
miembros de la patria que los albergaba.322 Ayudados por los Defensores de Pobres,
lograban pelear por su libertad, en una provincia caracterizada por defender los ideales
liberales de la revolución francesa, y que, durante el primer tercio del siglo XIX, se
sentía incómoda con la idea de esclavitud. Es necesario superar la imagen de los negros
y mestizos de Buenos Aires como “meros objetos de propiedad y de víctimas pasivas

321
AGN, SB- LA Nº2 Acta del día 11 de Agosto de 1835.
322
Bernand analiza los dichos de Paul Groussac, a mediados del siglo XX, en donde el autor reflexiona
sobre los negros que llegaban a la argentina a finales del siglo XVIII, destacando la adaptación que
experimentaron con la nueva patria. Carmen Bernard, “Los olvidados de la revolución: el Río de la Plata
y sus negros”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 7 de Enero de 2010.

120
del poder discrecional de los amos”.323 Al acercarnos a las experiencias vividas por los
esclavos en el Río de la Plata, podemos observar que:

“mujeres y varones negros […] no se dejaron destruir psíquica y físicamente por su condición
servil, [y] que respondieron creativamente a la adversidad, que fueron forjadores de cultura y, sobre todo,
de cultura de resistencia”.324

Todas estas nuevas perspectivas de análisis nos dan cuenta de que es necesario
resignificar la importancia de la población negra que habitó Buenos Aires desde la
época colonial, y que ha sido invisibilizada por la historiografía tradicional en clave
positivista.

En el acta de entrega de premios se pide a las niñas de color, sentirse


agradecidas con el “gobierno benéfico que se dignaba a protegerlas”. La frase, en
realidad, que también fue utilizada en otras oportunidades para referirse a las niñas
blancas, estaría mas orientada a destacar al gobierno provincial que cumple con sus
futuras ciudadanas, otorgándoles la educación que les proveerá de herramientas para
valerse en la vida, y no a un reclamo de agradecimiento. En esa ciudadanía están
incluidas las niñas de color, que para llegar a ser ciudadanas deben ser mayores de
veinte años, libres y saber leer y escribir. Al fundar la escuela de castas, las socias de la
beneficencia se mostraron como mujeres obedientes del gobierno del cual dependían;
subordinadas celosas de los mandatos de sus superiores, el proyecto de tutela, una vez
más, estaba cumplido.

5. Los últimos registros

La entrega de premios del año 1836 no aparece documentada en los papeles de la


Sociedad, pero por los documentos de la entrega de premios del año siguiente, podemos
inferir que fue realizada en la nueva sede del Colegio de Huérfanas ubicada en el
convento de Nuestra Señora de la Merced, y que no cumplió con las expectativas de las
socias en cuanto a publicidad y lucimiento de sus trabajos.

Ante la pregunta de las socias en la sala de reuniones de la Sociedad, acerca del


lugar en donde se llevaría a cabo la entrega de premios de ese año 1837, la respuesta

323
Florencia Guzmán, Los claroscuros del mestizaje. Negros, indios y castas en la Catamarca Colonial.
Córdoba, Encuentro Grupo Editor, 2010.
324
Florencia Guzmán, Los claroscuros del mestizaje. Negros, indios y castas en la Catamarca Colonial.
Córdoba, Encuentro Grupo Editor, 2010.

121
inmediata de la Presidenta fue que se llevaría a cabo en el Colegio de la Merced (nueva
residencia de las niñas huérfanas desde 1834 y sede de las reuniones semanales de la
Sociedad) como única posibilidad, dejando en claro que los tiempos de los grandes
eventos habían terminado.

El lugar en donde se realizaba el acto debía reflejar la magnitud e importancia


del mismo, y el Colegio de la Merced no llenaba las expectativas de la Sociedad de
Beneficencia. La situación que puso en escena la Presidenta fue tomada con desagrado
por las mujeres, que no querían dedicarle tiempo y esfuerzo a la entrega de premios, si
no se garantizaba lo que abiertamente ya se consideraba como un objetivo secundario
pero no menos importante: la publicidad del acto. Así lo planteaba una de las socias,
quien les hizo ver a sus compañeras que “era inútil hacer los gastos que se [invertían] en
la función cuando no se llenaba el objeto que era de publicidad al acto y premiar las
[elegidas] con su comodidad”.325

La negativa en buscar otro lugar para realizar la entrega de premios, parecía


estar depositada, enteramente, en la figura de la Presidenta, y hubo que dedicar varias
reuniones para hacerla cambiar de opinión. No sabemos, en realidad, cuáles eran los
motivos que tenía para mantener su posición, pero pensamos que más allá de los
intereses particulares, lo que realmente trataba de transmitir con su negativa era una
clara visión de que se acercaban tiempos difíciles para la Sociedad. Sin embargo, la
mayoría de las mujeres no quería renunciar a un acto tan solemne, y el voto democrático
terminó resolviendo el tema a favor de hacer la fiesta en el teatro. La entrega de premios
también estaba relacionada con el financiamiento de las instituciones. De hecho el
mismo día de la entrega de premios, antes de que comenzara el acto, se leyó una carta
que se acababa de recibir de una mujer conocida por ellas:

“excusándose de no poder asistir al acto que se celebraba por inconvenientes [...], pero que
incluía un billete de 100 pesos para que la sociedad lo adjudicase ó bien al favor de alguna pobre de las
que no habían conseguido premio o bien para disminuir los gastos del gobierno”326

Otra de las donaciones de ese día, la había efectuado un cura de Buenos Aires,
“expresando su voluntad [de] que se repartiera en una huérfana del colegio, y una
educanda de la escuela de las catalinas” .327 Las donaciones se veían aumentadas por la

325
AGN, SB- LA Nº3, Acta del 6 de Mayo de 1837.
326
AGN, SB- LA Nº3, Acta del 26 de Mayo de 1837.
327
AGN, SB- LA Nº3, Acta del 26 de Mayo de 1837.

122
promoción que significaba la ya tradicional fiesta de la Sociedad. En una coyuntura en
donde la limosna había dejado de ser bien vista y se había transformado en sinónimo de
vagancia,328 las donaciones pasaron a ser la acción más viable para cumplir con uno de
los preceptos cristianos. La generosidad de los habitantes de la provincia, se había
comenzado a sistematizar direccionándola cada vez más a favor de las instituciones que
habían fundado los gobiernos independientes. Al dejar de ser ocasional y anónima, la
práctica comprometía a los habitantes de diferentes sectores de la sociedad, quiénes no
querían quedar afuera de las prácticas cristianas y ser señalados como indiferentes, pero
también a todo aquel que comenzara a tener cierta conciencia cívica, ciudadano o
extranjero, al margen de la religión que profesase. Por otra parte, la Sociedad de
Beneficencia había logrado un nombre respetable entre la sociedad civil. Los aportes de
los donantes ayudaron a mantener activo el Colegio de Huérfanas y algunas de las
escuelas públicas de la Provincia de Buenos Aires, durante los años difíciles del
segundo gobierno de Rosas.

El brillo y la música caracterizaron la entrega de premios de este año de 1837,


según mencionan las actas, y se vio colmado por una numerosa concurrencia.329 El acto
no contó con la presencia del Gobernador Rosas, pero este envió al Ministro de
Relaciones Exteriores en su reemplazo, quien dijo estar:

“satisfecho de los trabajos de la sociedad y que seguiría esperando a sus adelantos y que tenía
encargo especial de recomendar muy particularmente a la sociedad que insistiera con empeño en invitar a
niñas en la adhesión al sistema Federal” 330

En ese año de 1837, el Gobierno decidió modificar los encabezados que debían
tener las circulares oficiales. El Acta del 15 de Noviembre de 1837 enviada por la
Sociedad de Beneficencia fue la primera en aparecer con la leyenda “¡Viva la
Federación!” “Año veintiocho de la Libertad – veinte dos de la Independencia y octavo
de la Confederación Argentina” .331

328
Di Stéfano, Roberto, “Orígenes del movimiento asociativo: de las cofradías coloniales al auge
mutualista”, en Di Stéfano, R., Sábato. H, Romero,L.A., Moreno,J.L. (autores), De las Cofradías a las
Organizaciones de la Sociedad Civil, Historia de la iniciativa asociativa en Argentina,1776-1990,
Argentina, Gadis, 2002, pág. 29.
329
AGN, SB- LA Nº3, Acta del 26 de Mayo de 1837.
330
AGN, SB- LA Nº3, Acta del 26 de Mayo de 1837.
331
AGN, SB- LA Nº3 Acta del 15 de Noviembre de 1837.

123
En 1838 el gobierno de Rosas suspendió los pagos a la Sociedad de
Beneficencia, como lo hizo con otras instituciones bajo su cargo. De todas maneras, la
Sociedad siguió funcionando, apoyada en los recursos que se obtenían de las donaciones
y los aportes personales de las mujeres que la integraban.

Conclusiones

Desde que asumió como gobernador de Buenos Aires en el año 1829, Rosas se dirigió
cada año a la Asamblea de Representantes para inaugurar el comienzo de las sesiones,
exponiendo a los legisladores algunos conceptos que deseaba destacar y proyectar en la
provincia. Casi todos los años, hasta el año 1849 inclusive, el gobernador dedicó
algunos renglones de su discurso, a una institución que no contaba con su entera
simpatía, (probablemente por la filiación política de su fundador), pero que fue
mencionada de manera sistemática en sus alocuciones: la Sociedad de Beneficencia de
Buenos Aires. La Sociedad de Beneficencia, decía Rosas en 1838, casi diez años
después de haber asumido por primera vez a la gobernación de la Provincia:

“es acreedora al distinguido aprecio de la autoridad y del público. El celo y patriotismo de las señoras
que la componen, ha suplido la falta de arbitrios del erario, para continuar la educación de la juventud
desvalida del bello sexo, conservando el sistema de una educación federal, modesta y religiosa. El
Colegio de Huérfanas continúa sin alteración bajo la vigilancia de la Sociedad”332
La Sociedad de Beneficencia había logrado construir una imagen de sí misma, lo
suficientemente fuerte como para cobijar, bajo su prestigio y reputación, a los gobiernos
de diferentes facciones. Rosas mencionaba a estas mujeres en su discurso, para
transmitir una imagen de tranquilidad y control de la Provincia, aún en aquellas
situaciones adversas, como lo era el bloqueo francés de los puertos de Buenos Aires.

332
Mensaje del Gobernador Juan Manuel de Rosas al abrir las sesiones de la legislatura de la Provincia de
Buenos Aires en 27 de Diciembre de 1838, Mabragaña, H. Los Mensajes: historia del desenvolvimiento
de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes: 1810-1910, Tomo I, 1810-
1839, publicación autorizada por la Comisión Nacional del Centenario, Buenos Aires, Compañía
Nacional de Fósforos, 1910, pág. 390.

124
Ciertamente, el poder de convocatoria que lograron estas mujeres, sumado al
conocimiento que habían atesorado en años de gestión, animaba a los gobernadores a
nombrar a la Sociedad de Beneficencia públicamente, así sea para disculparse por la
falta de financiamiento de las instituciones a su cargo, ó evidenciar sus logros, como un
instrumento más de propaganda política.
Estas observaciones ayudan a visualizar el lugar que la Sociedad supo construir
y sostener durante los primeros doce años de su gestión. También deja entrever que las
mujeres que lo transitaron, fueron capaces de ofrecer respuestas convenientes a las
disputas y negociaciones que se presentaron en estos espacios institucionales, aplicando
estrategias lo suficientemente laxas como para soportar los embates que se sucedieron
en la provincia, y afectaron sus agencias. Sin perder de vista el objetivo que las
convocaba, y a su vez, re-significaban con sus experiencias, estas mujeres impregnaron
a la institución de un carácter cada vez más politizado y popular, en el sentido de
“reconocido popularmente” por diferentes sectores de la estructura social, propiciando a
su vez la intervención política de sus integrantes, en asuntos de interés colectivo y
público.

Esta tesis se propuso identificar, no sólo el estrecho y cotidiano vínculo que


había entre la Sociedad de Beneficencia y los gobiernos que las financiaron y
supervisaron, sino también observar las experiencias de estas mujeres con una vasta y
heterogénea sociedad pos-colonial: gobernadores, funcionarios, maestras, madres,
padres, alumnas, artesanos, comerciantes, miembros de la elite, intelectuales,
colaboradores externos de diferente índole. La relación cotidiana y dinámica con estos
individuos y conjunto de personas, construyó la identidad de las socias de la
beneficencia, en cuanto a experimentadas conocedoras y legítimas consultoras de los
temas relacionados con la asistencia a la infancia desvalida, y los recursos y entidades
que había que movilizar para contenerla satisfactoriamente.

Estas administradoras, caracterizadas por Rivadavia como moralmente virtuosas,


recogieron el guante de los elogios y, sin defraudarlo, le sumaron a los atributos
supuestamente innatos, su propia capacidad para planificar, organizar, supervisar y
dirigir las escuelas públicas y el Colegio de Huérfanas, que ahora orbitaban bajo su
tutela y dirección. Estas señoras lograron llevar adelante el proyecto y darle su propia
impronta, apelando a su condición de clase (y los vínculos ventajosos que venían con
ella), con el objeto de conseguir dispensas y favores entre los miembros de la elite a la

125
que pertenecían, y que pudieron facilitar, circunstancialmente, la resolución de algunos
problemas puntuales de diversa caracterización que se presentaron en la agencia.

Las socias de la beneficencia, a través de la dirección de estas instituciones,


establecieron vínculos sociales impensados para señoras de la elite porteña. La
búsqueda de la ciudadana pobre merecedora de un premio individual, pero
ejemplificador para todas, las llevó a transitar por lugares desconocidos de Buenos
Aires desconocidos por ellas, lejos de los espacios de sociabilidad que solían frecuentar,
y las puso en contacto con la precariedad de las viviendas de aquellas, sus ropas, la
comida en sus mesas, las hijas e hijos pequeños demandando atención y cuidado, los
adultos mayores que dependían de sus familiares para sobrevivir y compartían la
morada, las enfermedades y discapacidades de algún miembro de estas familias, es
decir, un universo de problemas que no desconocían pero que ahora los visibilizaban de
manera diferente. Cada una de esas mujeres pobres, que en los primeros años las socias
buscaron de manera personal, tenían un rostro y una historia difíciles de ignorar, en un
momento histórico en donde la pobreza dejó de ser un estado natural de ciertos
individuos, para convertirse en una responsabilidad de los gobiernos.

Las mujeres de la beneficencia tomaron los espacios ofrecidos como un derecho


adquirido, se apropiaron de los discursos en torno a la pobreza, dándole su impronta a la
beneficencia pública que se inauguraba con ellas. Formar parte de la Sociedad de
Beneficencia entre 1823 y 1835, significó inmiscuirse en los problemas de las
ciudadanas y niñas pobres de Buenos Aires, sus familias, sus condiciones de vida; y
estas experiencias las habilitó (ya no sólo por su condición de clase sino por el
conocimiento adquirido), a inmiscuirse en las decisiones políticas de alcance colectivo,
legitimando su derecho a actuar públicamente, e influir de manera decisiva sobre los
destinos de otras mujeres.

Quedan preguntas por responder y experiencias sociales de compleja y variada


conformación que necesitan abordarse y poner en perspectiva, para poder historizar a la
institución rivadaviana de manera más acabada. Entrecruzar estos relatos con otras
vivencias, otras mujeres, en escenarios similares, y dimencionar, al mismo tiempo, el
carácter que la Sociedad de Beneficencia pudo haber imprimido en otras agencias que la
secundaron y que vieron en ella un punto de partida para sus propias intervenciones
institucionales.

126
Fuentes

La investigación se basó principalmente en el análisis del fondo documental de la


Sociedad de Beneficencia de la Capital que se encuentra en el Archivo General de la
Nación, entre ellos, los Legajos Nros. 39 y 46 de la Sociedad, agrupados bajo el nombre
“Casa de Huérfanas Crescencia Boado de Garrigós”. En estos legajos se puede
encontrar algunas actas, documentos que circularon entre la Sociedad y el gobierno,
cartas, pedidos de incorporación de huérfanas, entre otras fuentes históricas. Pero la
mayoría de la información recolectada se la extrajo del análisis de los documentos del
mismo archivo, los Libros de Actas Tomos 1, 2 y 3 de la institución. Estas fuentes
fueron cruzadas con periódicos de la época y documentos oficiales del gobierno de la
Provincia.

Bibliografía

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