Este documento describe un ánfora de la época arcaica griega procedente de Ática que actualmente se encuentra en el Museo Británico. Representa dos figuras masculinas que probablemente participan en un juego de tabula. El ánfora data del 530 a.C. y está pintado en estilo de figuras negras. Explica brevemente la técnica de figuras negras y los primeros artistas que la utilizaron. Finalmente, analiza el contexto histórico y comercial que llevó a que esta pieza fuese hallada en la ciudad et
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Este documento describe un ánfora de la época arcaica griega procedente de Ática que actualmente se encuentra en el Museo Británico. Representa dos figuras masculinas que probablemente participan en un juego de tabula. El ánfora data del 530 a.C. y está pintado en estilo de figuras negras. Explica brevemente la técnica de figuras negras y los primeros artistas que la utilizaron. Finalmente, analiza el contexto histórico y comercial que llevó a que esta pieza fuese hallada en la ciudad et
Este documento describe un ánfora de la época arcaica griega procedente de Ática que actualmente se encuentra en el Museo Británico. Representa dos figuras masculinas que probablemente participan en un juego de tabula. El ánfora data del 530 a.C. y está pintado en estilo de figuras negras. Explica brevemente la técnica de figuras negras y los primeros artistas que la utilizaron. Finalmente, analiza el contexto histórico y comercial que llevó a que esta pieza fuese hallada en la ciudad et
Este documento describe un ánfora de la época arcaica griega procedente de Ática que actualmente se encuentra en el Museo Británico. Representa dos figuras masculinas que probablemente participan en un juego de tabula. El ánfora data del 530 a.C. y está pintado en estilo de figuras negras. Explica brevemente la técnica de figuras negras y los primeros artistas que la utilizaron. Finalmente, analiza el contexto histórico y comercial que llevó a que esta pieza fuese hallada en la ciudad et
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Ánfora
Lucas Martínez López-Yarto Grupo 210
-Descripción del ánfora
Esta es un ánfora perteneciente a la Época Arcaica, la cual se sitúa entre el 776 y el 499 a. C. Concretamente esta pieza de 46, 70 centímetros, se data alrededor del 530 a.C. En cuanto a la situación geográfica esta ánfora es procedente de la región de Ática, situada en el sureste de la península helénica, donde se encuentra Atenas, de cuya ciudad es originario el autor de la cerámica, que es atribuida al llamado “Pintor de Lisípides”. Esta cerámica de figuras negras, encontrada en el municipio italiano de Chiusi en la Toscana y que actualmente se reside en el Museo Británico, tiene en el cuello formaciones vegetales o florales, y en la parte inferior patrones geométricos. La boca, las asas y la base son negras. Aparecen en el cuerpo del ánfora dos figuras humanas representadas, el de la derecha tiene la mano derecha extendida hacia adelante y con la mano izquierda sujeta dos lanzas, detrás de él hay un escudo sostenido por un trípode; sobre la cabeza y sin estar puesto tiene depositado un casco con la cresta alta. Posee barba y en el cabello trenzas que le caen por los hombros y rizos en la parte delantera; además en los pies lleva grebas con volutas, y porta un himatión con rayas. A la izquierda aparece otro individuo con las mismas grebas, yelmo sobre la cabeza e igualmente colocado, y el mismo escudo detrás. Barbudo, con el pelo rizado corto y una clámide rayada, tiene cogidas las dos lanzas con la mano izquierda mientras que con la derecha las maneja en el juego. Dicho juego es probablemente la tabula, jugado con piedras. -Desarrollo La técnica de figura negra se caracteriza por: el empleo de una punta afilada e incisa para la plasmación más detallada de las figuras y formaciones que se quieren representar; la utilización de abundante pintura roja oscura y pintura blanca, esta última para las figuras femeninas generalmente. Esto da como resultado un contraste entre el color anaranjado propio del barro, sore el que se pinta con negro, blanco, carmesí, o rojo. El proceso de cocción consistía en: una primera etapa de oxidación, tras la cual se introduce madera verde en la cámara del horno para que el oxígeno se redujera y la pieza se volviese negra por el humo, y por último se deja introducir el aire de nuevo para que las partes seleccionadas permaneciesen negras y las otras volviesen al color natural de la arcilla. Esta forma de creación cerámica surgió primariamente en Corinto a principios del siglo VII a. C por los contactos de esta ciudad con Oriente Próximo y Egipto lo que hizo que se sustituyeran los patrones geométricos por figuraciones naturalistas. Rápidamente se desplaza esta tendencia a Atenas, donde sin embargo no se populariza hasta mediados de siglo y no experimenta su culmen hasta finales (Beazley, 1986, pp. 1- 2). Hasta la llegada del estilo de figuras negras en el mundo griego se atraviesan distintas fases hasta la predecesora directa de la que nos concierne, la cerámica protoática, cuyos últimos coletazos nos llevan al “protoático tardío” o “temprana figuras negras”. Esta fase de transición está representada por el ánfora de cuello del Pireo, en la que se emplea todo un diseño negro con gran cantidad de rojo y un poco de blanco; con cuyos colores se plasman dos caballos que tiran de carros y con sus respectivos jinetes. Como primer artista o artesano que se constata como pionero en las figuras negras en Ática es el pintor de Nettos, ya que fue este el primero en trasladar el arte corintio a su ciudad, Atenas. El pintor de Nettos es el autor del jarrón en el que aparece la primera Gorgona en color negro, que está basada en la leyenda de Perseo. Esta pieza está adornada por formaciones florales, inspiradas en el arte corintio, además del acompañamiento de delfines, cisnes y la personificación de Heracles. Un contemporaneo de Nettos es el “pintor de la Gorgona” con su destacado Dinos y, al igual que Nettos y otros artistas del período, representa en sus piezas figuras fuertes y feroces como panteras, leones o figuras mitológicas, que simbolizan terror y poder. Otros de los primeros pintores más importantes del estilo de figuras negras fue Sófilos (Beazley, 1986, pp. 11-23), quien fue el primero en firmar sus obras y destaca por sus representaciones florales y animales. A comienzos del s. VI el arte griego el arte griego experimenta una evolución que ya se venía dando: las representeciones de la figura humana son cada vez más naturalistas y fieles a la realidad, tanto en la escultra como la pintura. Con este avance se populariza el nuevo estilo artístico en cerámica a partir de 550 a. C. como se ha mencionado anteriormente, que proporciona rica iconografía sobre diversos aspectos de la cultura griega, desde el ámbito funerario y mitológico hasta la vida cotidiana o el atletismmo, por lo que conforman una importante fuente de inforación sobre la vida ateniense, complementando los textos literarios e inscripciones (García, 2014). El autor de la obra de la que se ha de tratar, el pintor Lisípides, fue en sucesor encomiable de Exequias, quien es probablemente el pintor de figuras negras más importante (junto con Sófilos) destacando por su trato individual a temas tradicionales, y es el autor de la primera escena de juego de Aquiles y Áyax. Exequias otorgó al arte griego una dramática intensidad no tan plasmada en los pintores predecesores (Neils, 2009); estaba más interesado en la representación de los grandes momentos de la vida, de la muerte, etc … que en detallar fielmente la mitología, para lo que muestra sus personajes en planos simbólicos llenos de dramatismo (Boardman, 1978). De Exequias, el pintor de Lisípides cultivó su característica producción de ánforas de cuello como la que se está tratando en el presente trabajo (esta morfología se popularizará en las décadas posteriores); en la cual también se evidencia la inspiración execiana al ser una copia, al menos en la escena representada, de su pintura de Aquiles y Áyax antes mencionada (Beazley, 1986, pp. 70-71). Tras la generación de pintores contemporáneos a Exequias y sucesores como Lisípides, aparece un nuevo estilo que compite durante unos pocos años (las obras en las que se combinan ambos estilos se denominan bilingües) hasta que desbanca aproximadamente en 530 a. C al estilo de figuras negras, la cerámica de figuras rojas, nacida en el taller de Andócides y más versátil ya que brindaba más posibilidades a la hora de pintar (García, 2014). Esta obra fue hallada en Chiusa, importante ciudad etrusca. Este pueblo, que ocupaba principalmente la Toscana, sentía una atracción por la cerámica griega por su carácter “orientalizante”, que a su vez los griegos habían tomado de la influencia del Este. Los etruscos destinaban estas importaciones generalmente a sus sepulcros como ajuar funerario (García, 2014). Esta importación de cerámica a la Italia etrusca se acrecentó a partir de mediados del s. VI a. C, y el tipo preferido de ánforas variaba en función de las regiones italianas; la Etruria seguía cultivando el estilo geométrico, por lo que esta influencia enriquecedora era bien recibida (Boardman, 1975 ). Esto demuestra que, en estas últimas décadas de la época Arcaica, la producción de la cerámica ática respondía a las dinámicas comerciales vigentes más allá de la polis, ya que se extendió por toda la península griega y el Mediterráneo (Alonso, 2011). En el mercado occidental había una gran demanda de cerámicas de figuras negras de calidad, que se acrecentó cuando Atenas predominó sobre Corintio en la producción de estas; también cuando se asentaron las principales colonias griegas occidentales en el sur de Italia, que facilitaron enormemente el comercio con Etruria. Las principales colonias griegas en Italia fueron, Pitecusa, Cumas, Naxos o Siracusa. En la mayoría de los casos en los que las exportaciones áticas salían de la metrópoli no eran realizadas por los propios atenienses, sino que se servían de intermediarios jonios. Además, a partir de la segunda mitad del siglo VI, muchos artistas griegos se desplazaron a la misma Etruria para abastecer a la población de su estilo característico (Boardman, 1975 ). Además, los griegos comerciaron con otros pueblos, como los fencicios. La época arcaica destaca por ser aquella en la que se formularon las principales narraciones mitológicas que conforman un pasado griego, pero que tienen fundamento en el presente que se vive; es decir, se distorsiona o genera un pasado idílico que se instrumentalice a merced de las necesidades y condiciones del presente. En esta etapa se erigen las polis o ciudades-estado, es decir, formaciones sociales y económicas que ciernen en su seno una estructura que contrapone a una aristocracia que domina ejerciendo su hegemonía económica y política pero también ideológica, y el resto de la población que engloba campesinos, artesanos, soldados, esclavos, etc. Así, para garantizar su control sobre los ciudadanos (cuya condición es adscrita a todo aquel que haya participado en la conformación de la polis, siendo en muchos casos apenas el diez por ciento de los habitantes de esta), la aristocracia recurre a la creación de un pasado mítico mediante mecanismos como la cultura material, y por el cual se crea un sentimiento de unidad y fidelidad hacia la élite dominante por parte de los ciudadanos o polites (Suárez, 1989). El nacimiento de las polis es intrínseco al proceso de sinecismo del siglo VIII, es decir, la unión de poblaciones aisladas que por la necesidad de protección se aúnan formando las ciudades-estado. Aunque la “heroización” o el culto heroico seguramente se practicaba desde la Época oscura, es en este sinecismo cuando se presenta como un mecanismo de unión y llega a su culmen. Es tal que en la propia delimitación de chora (territorio de una polis), la construcción de santuarios destinados al culto heroico juega un importante papel (Guía, 2001). En ciudades como Atenas se erigen templos monumentales, cuya plasmación en el plano urbano hace que se planifique de forma más organizada la disposición de los distintos espacios de la polis (Monedero, 2003). Este proceso de asimiliación de varios grupos bajo una misma organización es largo y complejo, y su consolidación es cuestionable como se puede comprobar en los conflictos entre facciones aristocráticas, que se produjeron en el seno de la polis hasta el final de la Época arcaica y darían lugar a los períodos de tiranía en los siglos VII y VI. Estos son producto de las constantes tensiones, que hacen que una personalidad, nutriéndose de la inestabilidad política y del descontento social vigente, se alza en aras de modificar los cimientos de la polis. Aunque estas tiranías fueron períodos temporales, supusieron un elemento vital en el desarrollo de las polis arcaicas, Gracias a este sentimiento unitario helénico ya mencionado, la aristocracia se consolida como gobernante en una época en la que esto es de vital importancia debido a las expansiones coloniales. Estas se llevan a cabo para paliar los problemas ocasionados por el crecimiento demográfico y la crisis agraria; esto es, la existencia de un excedente de población que carece de tierras de cultivo que garanticen su sustento. De esta manera, mediante el relato mitológico, se va inculcando en la conciencia de la polis la existencia de un pasado prestigioso a la par que se va conformando una nueva sociedad que emerge de la oscuridad de las décadas anteriores. Así, con la constancia de un pasado viajero, los griegos arcaicos se ponen en marcha en un afán conquistador que recuerde los viajes míticos indeterminados (Suárez, 1989). Los gobernadores de las ciudades se servían de esta mentalidad inculcada a la hora de enviar colonos con el objetivo de crear una comunidad política nueva en un nuevo territorio, y reproducir ahí las condiciones de vida de la metrópoli; pero los vínculos que enlazaban el nuevo asentamiento con el núcleo del que se partía no eran políticos ni económicos (de facto las colonias eran asentamientos autónomos, incluso algunas empezaron a hacer su propia moneda en la segunda mitad del siglo VI (Boardman, 1975 )), sino que eran principalmente religiosos e ideológicos, por lo que gozaba de una gran importancia la narración mitológica unitaria, plasmada en la cerámicas entre otros elementos. Así, el proceso colonial está intrínsecamente relacionado con el proceso de creación de la polís, es decir, la creación de una ideología que unifique (Monedero, 2003). Ya no solo se trata de crear un sentimiento común a todos los poleis, sino que se extrapola a todos los griegos de la Hélade (posiblemente para unificarse frente a un auge fenicio), para lo que se hace referencia a un pasado en el que miembros de todo el mundo helénico se unieron en aras de un objetivo común; por lo que cobra gran importancia la guerra de Troya por haber sido un acontecimiento en el que participaron gentes de todo el mundo griego con un objetivo común. De esta manera se enaltecía el orgullo de las diversas polis al engrandecer a los héroes que participaron en dicha batalla, ya sean imaginarios o reales (Monedero, 2003). Esta representación de los héroes pretéritos partícipes en la batallade Troya se ve plasmado en el ánfora del pintor de Lisípides, en la que aparecen Aquiles y Áyax; cuyas peripecias son descritas en la obra homérica de la Ilíada, y en la cual se consolida este relato troyano mítico. Aquiles era considerado el héroe más grande de los que lucharon en Troya. Su madre, Tetis hija del dios del océano, trató hacerlo invulnerable sumergiéndole en el río Éstige sujetándolo por el talón, lo que sería su único punto débil. Aquiles fue criado por Quirón en los valores de la fuerza, la valentía, el rechazo a la mentira, la resistencia a las malas pasiones y al dolor; mientras se estaban produciendo los acontecimientos que desembocarían en la guerra de Troya, en la que tendría que formar parte. Esta guerra, que es el punto central a partir del cual se ordena toda la mitología griega, se produjo según Eratóstenes de 1194 a 1184 a. C. y supuso la ocupación griega de la ciudad, como resultado del rapto de Helena de Esparta por el príncipe troyano Paris. Aquiles partió hacia la batalla ignorando la advertencia de su madre de que en esta batalla alcanzaría el esplendor de la gloria, pero también la muerte. El relato de la Ilíada comienza con una epidemia que acacha a los griegos, provocada por la ira de Apolo ya que su sacerdote exige la liberación de su hija, que estaba en condición de doncella en manos de Agamenón, otro célebre guerrero griego. Agamenón acepta y pide, en ausencia de su doncella, la de Aquiles. Este lo considera una injusticia y se niega a participar en la batalla como queja; a lo que Tetis, como escarmiento a los griegos por su actitud hacia su hijo, pide a Zeus que provoque la victoria troyana mientras Aquiles permanezca al margen. Esto cambia cuando su íntimo amigo y guerrero Patroclo, muere en batalla a manos de Héctor, lo que provoca que Aquiles olvide su conflicto con Agamenón y emprenda en la lucha haciendo retroceder al enemigo. Acaba enfrentándose con Héctor, Zeus alza la balanza del Destino e indica que la suerte del guerrero troyano ha acabado. Aquiles logra clavar su lanza en el cuello de Héctor, y como venganza por la muerte de su amigo, ata los tobillos del troyano a su carro y durante los siguientes doce días arrastra su cadáver por el lugar hasta que Príamo acude a reclamar el cadáver. En ese momento Aquiles conoce a Políxena, hija de Príamo y cuya belleza cautiva al griego, quien se propone contraer matrimonio con la joven, aunque suponga ponerse de parte del enemigo. Príamo acepta celebrar el casamiento en el templo de Apolo Timbreo, a donde Aquiles acude desarmado y Paris, el causante de la trágica guerra, aprovecha para dispararle una flecha en el talón, causándole la muerte. Áyax, junto con Ulises, retira el cadáver para la celebración del funeral (Grimal, 1951, pp. 39-43 ). Áyax el Grande, hijo de Telamón, es el héroe más fuerte del ejército griego, después de Aquiles, con el que comparte una personalidad común, con valores similares respecto al respeto a los dioses, el gusto por la música, y la valentía en el combate. Cuando Heracles fue a visitar a Telamón para que acudiese a la contienda troyana, rogó a Zeus que el hijo que estaba por nacer poseyera su fuerza y valentía, a lo que el dios envió un águila (de ahí el nombre de Áyax) para que se cumpliese. Otra versión sostiene que Áyax ya había nacido cuando la visita de Heracles, y este envolvió al niño en su piel de león la cual le conferiría la invulnerabilidad exceptuando aquellas partes que no estuviesen cubiertas; evidenciando la similitud con Aquiles, con el que se identifica y tras su muerte acogerá al hijo del gran guerrero y lo tratará como propio. Por su condición y personalidad, la mitología ha considerado a ambos héroes como iguales, cuya importancia en la guerra de Troya fue decisiva (Grimal, 1951, pp. 66-67 ). Este acontecimiento mitológico tiene importancia en lo que al desarrollo del sentimiento hoplita se refiere. Los hoplitas eran ciudadanos de polis, que eran reclutados y convertidos en soldados. En un primer momento solo lo podían ser aristócratas, pero se acaba extendiendo a la mayoría de la ciudadanía. Esto supone una auténtica revolución que transforma las bases de las polis griegas, sobre todo en el ámbito militar. De hecho, es defendido por algunos autores como el cambio que diversas partes del mundo griego experimentaron, y daría lugar a los cambios políticos de la época arcaica. El desarrollo de la infantería hoplita supuso la sustitución de la lucha individual o heroica de las batallas por una lucha más colectiva; es decir, antes de esta “revolución”, los combates se llevaban a cabo por unos pocos individuos prestigiosos que se enfrentaban a otros pocos con su misma condición. El resultado de estos combates era el decisivo, y lo que hicieran las simples masas de soldados poco importaba, la guerra en sí gira en torno a estos héroes; esto está claramente representado en el relato homérico. En definitiva, el héroe que describe Homero es alguien que se guía por los valores aristocráticos, es decir, por la búsqueda del honor y la riqueza. Pero la descripción que Homero hace de la realidad es desde la perspectiva de las élites aristocráticas; como ya se ha visto, pertenece a la tendencia de la aristocracia de crear una ideología para sus intereses y en la que solo ella tiene cabida, pero que sin embargo afecta y se cierne sobre toda la sociedad ciudadana, incluido el pueblo llano. Por tanto, se sabe que los combates, si bien giraban en torno al prestigio y honor de unos pocos, y eran estos quienes se llevaban el mérito, la participación de la masa anónima de soldados no tenía un papel nulo (Rey, 2008). Pero esto estaría lejos de la estructura organizada hoplita que prolifera en el mudo griego a mediados del siglo VII y que desbanca a los héroes aristocráticos como como el centro de la guerra; y cuyo surgimiento va de la mano del desarrollo de las ciudades-estado. EL término hoplita describe según la historiografía griega clásica a un soldado de infantería pesada, que porta escudo, casco y coraza; pero sabemos que este término en la Época arcaica englobaba más realidades. Es probable que el hoplita arcaico fuera un ciudadano- soldado, es decir individuos con plena participación en las instituciones de las polis (artesanos, comerciantes, filósofos, etc … pero en definitiva individuos con cierto poder adquisitivo) cuya participación en el combate es de manera desorganizada; y con el tiempo esta condición se irá perdiendo hasta que el hoplita pasa a ser un soldado de infantería con una actuación organizada en las características falanges, ya en la Época clásica. En definitiva, en la Época arcaica la guerra pasa a “colectivizarse” (pasa de ser un choque de individuos a un choque de masas) apareciendo una nueva clase combatiente que nace de una ciudadanía armada y que provoca un importante cambio de mentalidad, pero que no culmina hasta alrededor del siglo V cuando esta masa se va especializando y profesionalizando y pasa a tener la condición de infantería (Rey, 2008).
-Bibliografía
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