Tesis Ingrid Henig

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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

CONTRIBUCIONES DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA A LA COMPRENSIÓN DE LA


PROBLEMÁTICA PSICOMOTORA EN LA INFANCIA

Posicionamiento del Psicomotricista en Clínica Psicomotriz infantil

Tesis para optar al grado académico de Magíster en Psicología, mención Teoría y


Clínica Psicoanalítica

Autora: Ingrid Henig

Tutora: Pamela Ortúzar

Santiago, Chile
2013

1
SUMARIO

1. AGRADECIMIENTOS

2. INTRODUCCIÓN.

3. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA DE TRABAJO

3.1. Objetivos

3.2. Metodología

4. MARCO TEÓRICO

4.1. Presentación del Psicoanálisis

4.2. Presentación e historización de la Psicomotricidad Clínica Infantil en


Uruguay

4.2.1. Dos acepciones del término psicomotricidad: integración funcional y


nombre de una disciplina

4.2.1.1. La psicomotricidad, integración funcional

4.2.1.2. La Psicomotricidad, nombre de una disciplina

4.2.2. El origen de la Psicomotricidad terapéutica infantil en Uruguay.

4.2.3. Un cambio paradigmático: desde la Reeducación Psicomotriz a la


Clínica Psicomotriz

4.2.3.1. La Reeducación Psicomotriz: concepción, objeto y objetivos


de la intervención.
4.2.3.2. La Clínica Psicomotriz: concepción, objeto y objetivos de la
intervención.
4.2.4. Aportes del Psicoanálisis y nuevas miradas de la Psicomotricidad

4.2.4.1. Aportes del Psicoanálisis hacia la concepción de inteligencia.


4.2.4.2. Concepciones psicoanalíticas acerca de la afectividad y el
proceso de subjetivación.

2
4.2.4.3. Desde los aspectos cinéticos, a los aspectos tónico-
posturales de la motricidad.
4.2.4.4. Desde la función motriz, al funcionamiento y funcionalidad
psicomotriz.
4.2.4.5. Desde el énfasis en el esquema corporal, hacia el interés por
la imagen del cuerpo.
4.2.5. Las otras vertientes al campo teórico de la Psicomotricidad Clínica
Infantil
4.2.5.1. Los aspectos neurobiológicos
4.2.5.2. El aporte de la teoría psicogenética
4.2.5.3. Los aspectos histórico-socio-culturales
4.2.6. El diálogo interdisciplinario permanente

4.3. Aportes del Psicoanálisis para comprender la constructividad corporal y


sus avatares, inscripta en los procesos de estructuración psíquica y
subjetivación.

4.4. Revisión bibliográfica acerca del concepto de trastorno/síntoma


psicomotor

5. CONTRIBUCIONES DEL PSICOANÁLISIS A LA COMPRENSIÓN DE LA


PROBLEMÁTICA PSICOMOTORA EN LA INFANCIA. POSICIONAMIENTO DEL
PSICOMOTRICISTA

5.1. Concepto de síntoma: un cambio de paradigma, desde el modelo médico,


al modelo del Psicoanálisis

5.2. Concepciones psicoanalíticas sobre el síntoma psíquico


5.2.1. Síntoma psiconeurótico clásico (Freud)
5.2.2. El síntoma como “metáfora” (Lacan)
5.2.3. Conflicto teórico al pensar el síntoma psicomotor en referencia a las
concepciones clásicas del síntoma psíquico
5.2.4. El “trastorno” desde el paradigma del Psicoanálisis
5.3. La problemática psicomotora como síntoma en sentido amplio.
Posicionamiento del Psicomotricista en Clínica Infantil

5.3.1. El síntoma psicomotor como producción subjetiva. Escritura en el


cuerpo de una problemática en la constitución del sujeto deseante.

3
5.3.2. La dimensión somática del síntoma psicomotor.
5.3.3. El síntoma psicomotor y la defensa contra la angustia.
5.3.4. La dimensión inconsciente del síntoma psicomotor: un enigma a
descifrar.
5.3.5. El síntoma psicomotor involucra al otro semejante significativo, se
despliega en transferencia
5.3.6. El síntoma psicomotor, compulsión a la repetición y pulsión de muerte
5.3.7. El síntoma psicomotor, goce del sujeto en construcción y goce del
otro.

6. PROBLEMÁTICAS PSICOMOTORAS EN RELACIÓN A DISTINTOS MOMENTOS


DE LA ESTRUCTURACIÓN PSÍQUICA

6.1. Introduciendo la escena clínica

6.2. Avatares en el proceso de constructividad corporal, en la constitución de


la imagen corporal.
6.2.1. Problemáticas que se podrían ubicar en la fase del cuerpo tónico, en
relación con avatares en el proceso hacia la identificación con el otro
significativo.
6.2.2. Problemáticas que se podrían ubicar en la fase del cuerpo
instrumental y cognitivo, en relación con avatares en la separación del
otro significativo.

7. REFLEXIONES Y CONCLUSIONES

8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

9. ANEXOS

9.1. Clasificación de los trastornos/síntomas psicomotores y su relación con las


clasificaciones internacionales de trastornos mentales y del comportamiento
en la niñez.

9.2. Objetivos de la Asignatura “Formación Personal por Vía Corporal”, en la


Licenciatura en Psicomotricidad de la Universidad Católica del Uruguay.

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1. AGRADECIMIENTOS

• A mi esposo Eduardo, y a mis hijos Rafael y Andrés

• A mi tutora Pamela Ortúzar

• A mis hermanas Maritsa y Virginia

• A amigas, compañeras y profesionales que me ayudaron de distintas


maneras. Entre ellas destaco a: María Jesús Huguet, Gabriela Paolillo,
Albana Paganini, Carmen Cal, Carolina Taborda y Pilar Cousillas.

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2. INTRODUCCION

La Psicomotricidad como disciplina tiene sus orígenes en Francia, en la segunda


mitad del siglo XX, y desde entonces ha tenido un importante desarrollo y difusión a nivel
mundial.
En su sustento teórico confluyen conceptualizaciones de diversos campos disciplinares,
especialmente desde la Neurología, la Psicología genética y el Psicoanálisis.
El enfoque de la práctica disciplinaria estará determinada por el equilibrio o predominancia
entre estas áreas. En el último caso, tendremos enfoques más biologisistas, cognitivistas
o psicoanalíticos.

La primera interrogante es: ¿Con qué Psicomotricidad Clínica es posible


identificarse? Se aclara que en este trabajo la referencia es la Psicomotricidad en
Uruguay, contextualizada en la trayectoria de formación y experiencia profesional de
quien escribe. El recorrido es afín en líneas generales al de un grupo de colegas con
quienes se han compartido experiencias de formación permanente, reflexiones y debates.
Especialmente el quehacer docente ha sido muy enriquecedor, por el desafío cotidiano de
la transmitir las bases teórico-prácticas de la Psicomotricidad a estudiantes de grado,
contenerlos en sus inquietudes e interrogantes y especialmente acompañarlos en la
construcción de un posicionamiento como terapeuta en Psicomotricidad.
En estos dos últimos años se ha sumado la oportunidad personal de profundizar en los
aportes del Psicoanálisis al cursar el Magíster en Psicología con mención en Teoría y
Clínica Psicoanalítica, a cuya culminación corresponde este trabajo. Constituyó un doble
esfuerzo: por un lado intentar incorporar más sistemáticamente los principales conceptos
de la teoría psicoanalítica, y por otro, integrar lo que es pertinente al campo de la
Psicomotricidad.

El concepto de síntoma psicomotor, en el que se intenta profundizar en la tesis


surge de la integración de la teoría psicoanalítica. Fue necesario realizar un trabajo de
contextualización y de historización de la Psicomotricidad uruguaya, analizar cuándo y
cómo se introduce este concepto de síntoma desde el Psicoanálisis. Éste corresponde a
un cambio de enfoque, a un nuevo paradigma dentro de la disciplina. Se incluye en una
constelación conceptual en la que se encuentran entre otros los siguientes conceptos:
cuerpo, estructuración psíquica, proceso de subjetivación, sujeto, imagen corporal,
inconsciente, deseo, demanda, pulsión, etc.

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Cuidando de no ignorar las otras vertientes de la disciplina, así como de no desdibujar el
origen de los conceptos, en este trabajo se propone profundizar en los aportes de
Psicoanálisis.

Tal influencia del Psicoanálisis se ha vehiculizado inicialmente a través de autores


que propiciaron la creación y enriquecimiento de la teoría y práctica psicomotriz. Se trata
de autores de procedencia francesa, entre los que destacamos a J. de Ajuriaguerra, J.
Bergés, y B. Aucouturier. A su vez, ellos se inspiraron en grandes clásicos del
Psicoanálisis: S. Freud, J. Lacan y D. Winnicott.
Además de ellos, se selecciona el aporte de Psicoanalistas contemporáneos como P.
Aulagnier, A. Green, J. Laplanche, que intentan revisar y contribuir a la teoría
psicoanalítica clásica, considerando que es necesario acompañar los cambios de las
sociedades en épocas con nuevos desafíos y problemáticas.
Se tuvo en cuenta de sumar al trabajo, conceptualizaciones de psicoanalistas
latinoamericanos como R. Rodulfo, S. Bleichmar y profesionales del equipo del Centro
Coriat (el que ha fundado una escuela de pensamiento rioplatense en la clínica infantil
atendiendo a niños con problemas del desarrollo) como A. Jerusalinsky y E. Coriat.

¿Es posible nutrirnos de diferentes autores desde el Psicoanálisis, cuando son


evidentes entre ellos las discrepancias y hasta las contradicciones?
Dada la diversidad en cómo son presentados los conceptos psicoanalíticos (ejemplos: el
concepto de pulsión y el de narcisismo), R. Rodulfo (2008) sugiere preservar el
Psicoanálisis como un modo de pensar y no jugarlo a suerte y verdad en tal o cual de sus
vocabularios. No se trata de aplicar el Psicoanálisis, sino de usarlo, integrar su ética como
una manera de pensar.

“Cuando se puede leer rápidamente o deducir con suma facilidad de un sistema de


citas la identidad teórica del que firma, estamos en presencia de una posición
dogmática donde no hay nada imprevisible, ya que sé que se va a citar y qué se va
a dejar afuera.” (Rodulfo, R. 2008,21)

R. Rodulfo es un autor que se caracteriza por una posición crítica; él la define


como no ecléctica ni escéptica. Se opone a dogmatizar la transmisión del Psicoanálisis, al
deseo de alinear, de ortodoxia. “Para trabajar en psicoanálisis con la línea no basta”
(1992,29). Está de acuerdo en un término alternativo a la línea, que es el de “posición”; “ir
haciendo una posición” en lugar de alinear.
El autor advierte contra el recurso de trivializar, burocratizar la transmisión del
Psicoanálisis. Un recurso defensivo frente a la diferencia intolerable es la “lógica fálica”

7
(nominación que toma de J. Laplanche), que consiste en categorizar, reducir la diferencia
a la oposición binaria: esto vale y esto no. 1
Otra operación utilizada comúnmente, según Rodulfo (1992) es la “operación del
complemento o suplemento”, según la cual tal autor complementa a otro, como si cubriera
la falta del otro.
“Se pierde así la riqueza potencial de los cruces” (p.167)
Ofrece como ejemplo la concepción del “jugar como una práctica significante”, que
conduce más allá de Lacan y Winnicott. Rescata la operación del cruce como
engendrador de diferencias.

Entonces, ¿cuál sería nuestra posición frente a la heterogeneidad, diversidad de


aportes de la teoría psicoanalítica? ¿Cómo ubicarnos ante este entramado de conceptos
en relación de contradicción, oposición, complementariedad, afinidad o concordancia?
La propuesta es seleccionar las contribuciones que guardan entre sí una necesaria
coherencia y no exponen a grandes contradicciones; las que son útiles para pensar la
clínica, comprender lo que le puede estar pasando al paciente e interrogarnos sobre su
historia. Dada la singularidad de cada situación clínica, un concepto puede en ocasiones
ayudar y en otros entorpecer.
Es insensato considerar los conceptos como esquemas cerrados, sino que van a ser
interpelados por la clínica. La posición es desde el paradigma de la complejidad (E.
Morin,1986), intentando renunciar por lo menos conscientemente a la tendencia de
reducir, simplificar, generalizar. Sin embargo, es necesario ordenar los conocimientos,
asociarlos entre sí, crear ciertas hipótesis de utilidad clínica.
En el desarrollo de este trabajo se jerarquizan las interrogantes como una invitación a
pensar, más que para pretender respuestas absolutas. Algunas cuestiones quedarán sólo
a nivel de la pregunta. En otros casos es necesario asumir posibles “posiciones” o atinar
discretas hipótesis.
Se apela a la capacidad para tolerar la incertidumbre, la diferencia, lo informe, en el
sentido de lo que todavía “no es”, y nunca llegará a la categoría de figura conceptual
delimitada y nítida, ni como verdad absoluta.

1
Un ejemplo que se podría mencionar es con respecto a la 2da. teoría freudiana de las pulsiones, Winnicott es un autor
que no considera la pulsión de muerte, sin embargo conceptualiza “el derrumbe psíquico”, “la desintegración”.

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En cuanto a la problemática: Se considera el concepto de síntoma psicomotor, de
inspiración psicoanalítica, como sumamente complejo e insuficientemente precisado
desde la disciplina Psicomotricidad. Por lo tanto, se pretende profundizar en la relación
entre las fallas en la constructividad corporal con fallas en la estructuración psíquica. Esta
enunciación impresiona dicotómica, por lo que requiere la aclaración de que tal distinción
entre los procesos es meramente didáctica.
Se establece un conflicto teórico: la palabra síntoma refiere para el psicoanálisis clásico,
al síntoma psiconeurótico, que remite a la problemática edípica, o sea a la formación
sustitutiva, al retorno de lo reprimido.
¿Cómo se concibe entonces la naturaleza del síntoma psicomotor temprano?
¿Todos los síntomas psicomotores se relacionan con el vínculo temprano, o sea con los
primeros intercambios entre la madre y el bebé?
¿Corresponde hablar de síntoma por lo menos en el sentido más tradicional, dado que en
el caso de la problemática temprana, la angustia no se metaboliza, no hay elaboración
psíquica?

Con el cambio de paradigma desde el modelo de la Medicina a la teoría del


Psicoanálisis, algunas tendencias desde la Psicomotricidad, proponen dejar de lado el
término trastorno y sustituirlo por el de síntoma. Sin embargo, desde el Psicoanálisis,
algunos autores como R. Rodulfo y S. Bleichmar, al referirse a las formaciones narcisistas
(que se relacionan con problemáticas tempranas), utilizan el término trastorno, ahora
desde otra perspectiva, porque son manifestaciones no sintomáticas.

Se parte de estas interrogantes y conflictos teóricos para seleccionar


conceptualizaciones psicoanalíticas que ayudan a comprender las diversas problemáticas
psicomotoras en la infancia y definen el posicionamiento del Psicomotricista en Clínica
Psicomotriz Infantil. La ilustración a través de viñetas clínicas remarca la singularidad de
cada caso, de cada situación.

En cuanto a las dificultades presentadas en la elaboración del trabajo:


Una clara dificultad fue el encuentro entre la perspectiva de los aspectos “evolutivos”,
propia de la influencia del enfoque neuropsicológico y psicogenético, y los aspectos
“estructurales” del Psicoanálisis. Los primeros se relacionan con el tiempo cronológico
lineal, con la necesidad de referir a criterios de normalidad. Mientras que el Psicoanálisis
enfatiza en los aspectos constitutivos del sujeto, en el cómo se van dando y la
singularidad que ello implica.

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Al énfasis sobre los aspectos evolutivos es posible identificarlo como muy marcado
en la mirada psicomotriz tradicional y a su vez como necesario en algunas situaciones
clínicas. Está por un lado el cuándo se logran las adquisiciones del desarrollo psicomotor
y ese dato no es menor, porque da cuenta de un equipamiento biológico. Pero nos
interesa fundamentalmente en Psicomotricidad considerar cómo el organismo no alcanza
si no está impulsado por el deseo, cómo se conquistan las adquisiciones (como logros
propios o atrapados en el deseo del otro).

Otra dificultad, relacionada con la anterior, ha sido el encuentro de terminologías


que provienen de campos epistemológicos diferentes. Ingenuamente se puede caer en el
error de tratar de cotejarlas como si provinieran del mismo origen. Un ejemplo es el
encuentro de conceptos como emocionalidad y afectividad desde el enfoque de la
Neurología o la Psicología, con el de constitución subjetiva del Psicoanálisis. Se llega otra
vez al tema del cruce de los conceptos planteado por R. Rodulfo, el cual se puede
resolver sin desterrar los conceptos, sino utilizarlos en distintos momentos, cuando
resulten útiles, porque en sí no se oponen, a veces ni se cruzan.

Una tercera dificultad ha sido presentar los conceptos en forma ordenada y


organizada, cuando están tan relacionados entre sí. Es necesario un ir y venir, retomarlos
una y otra vez en diferentes instancias. En ocasiones sólo evocarlos y en un determinado
momento detenerse a profundizarlos. Elegir el momento adecuado para cada cosa, sin
caer en la desorganización y reiteración excesiva no fue fácil ni del todo logrado.
Algunas conceptualizaciones requieren quedar en el orden de lo implícito. Otras
demandan una profundización progresiva, miradas desde diferentes ángulos, en
diferentes situaciones, que ayudan a la comprensión conceptual y a su aplicación clínica.
Lo que parece conveniente es mostrar el recorrido necesario para profundizar en el tema,
sin el cual faltarían elementos, se evidenciarían saltos conceptuales que afectarían su
comprensión.

Con respecto a la selección, organización y fundamentación de los


contenidos y a modo de resumen:
Los capítulos 1 y 2 corresponden a la introducción, objetivos y metodología.

El capítulo 3, dedicado al marco teórico incluirá lo siguientes tópicos:


• La presentación del Psicoanálisis. Desde su teoría se van a tomar elementos
claves para la comprensión del concepto de síntoma psicomotor.

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• Presentación e historización de la Psicomotricidad Clínica Infantil. Se trata de
contextualizar e historizar cómo surge el paradigma del síntoma en la
Psicomotricidad Clínica, y especificar el proceso particular en nuestro país.
El paradigma del síntoma remueve la intervención psicomotriz terapéutica,
reformula el objeto, orienta hacia nuevos objetivos y el posicionamiento del
terapeuta se instala en una nueva ética.
Este paradigma viene a interpelar las bases de la Psicomotricidad. Las demás
vertientes conceptuales de la Psicomotricidad como los factores neurobiológicos y
los psicocognitivos son teñidos por el cambio de enfoque en pro de la coherencia.
Se trata de una nueva mirada sobre la constitución del sujeto.
• Aportes del Psicoanálisis para comprender la constructividad corporal dentro de
los procesos de estructuración psíquica y de subjetivación. Permitirá identificar los
principales hitos en estos procesos, lo que facilitará la comprensión de la
naturaleza del síntoma psicomotor y su gesta, tema abordado directamente en el
siguiente capítulo.
• Revisión bibliográfica sobre el concepto de trastorno/síntoma psicomotor y la
nominación de aquellas categorías nosográficas sobre las que hay un mayor
consenso.

El capítulo 4 se despega del marco teórico pues en él se pretende un mayor nivel de


elaboración, al integrar más profundamente la Teoría Psicoanalítica al campo conceptual
de la Psicomotricidad. Se seleccionan teorizaciones sobre el síntoma psíquico, de utilidad
para comprender el síntoma psicomotor y se intenta pensar su proyección hacia la
posición del terapeuta en Psicomotricidad.

En el capítulo 5 se presenta una hipótesis teórica acerca de la diferenciación de


problemáticas psicomotoras que refieren a distintos momentos de la constructividad
corporal/estructuración psíquica.

Con el capítulo 6, se presentan las conclusiones finales.

En el capítulo 7, las referencias bibliográficas.

El capítulo 8, dedicado a anexos, presenta en primer lugar, la clasificación de los


trastornos-síntomas psicomotores en relación con las clasificaciones internacionales de
trastornos mentales y del comportamiento infantil: CFTMNA, CIE-10 (OMS) y DSM IV.

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Existe una terminología utilizada en Psicomotricidad que hay que necesariamente cotejar
con la que está siendo difundida actualmente en forma predominante por las disciplinas
de la salud.
En segundo lugar aparecen los objetivos de la Asignatura “Formación Personal por Vía
Corporal”, en los cuatro años de la Licenciatura en Psicomotricidad, de la Universidad
Católica del Uruguay. Esta formación habilita para el desempeño de los aspectos
específicos del rol del Psicomotricista.

3. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA

3.1. Objetivos

• Seleccionar conceptualizaciones de la teoría psicoanalítica que contribuyan a la


comprensión de la problemática psicomotora en la infancia.

• Reflexionar acerca de un posicionamiento del terapeuta en Clínica Psicomotriz


Infantil, coherente con el enfoque psicoanalítico.

• Identificar problemáticas psicomotoras que refieren a distintos momentos de la


constructividad corporal/estructuración psíquica.

3.2. Metodología

• Revisión bibliográfica en la literatura psicoanalítica y psicomotriz. Integración


conceptual.

• Presentación de viñetas clínicas.

• Elaboración de una hipótesis teórica acerca de la diferenciación de distintas


problemáticas psicomotoras en relación al momento del proceso de
constructividad corporal/estructuración psíquica.

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4. MARCO TEÓRICO

4.1. Presentación del Psicoanálisis

¿Qué es el Psicoanálisis: una teoría, una ética, una técnica, un método, una
escucha particular del sujeto o la práctica específica del psicoanalista?
En la literatura psicoanalítica podemos encontrar todas estas acepciones.

Chemama y Vandermerch (2010) resumen la historia del Psicoanálisis como


movimiento (intelectual, de pensamiento), que inicialmente nuclea junto a Sigmund Freud
(médico neurólogo vienés, 1856-1939) a profesionales provenientes de diferentes
ámbitos, inicialmente desde la Medicina, pero que luego incluyó docentes, escritores, etc.

El estilo didáctico de Freud para exponer su hilo de pensamiento, evidencia a lo


largo de su obra, la evolución a la que son sometidos los distintos conceptos.
Luego de Freud, éstos son retomados por numerosos autores que intentan interpretarlos,
los interpelan, le dan giros particulares o se oponen. Entre ellos, se destaca la obra de
Jacques Lacan (psiquiatra y psicoanalista francés, 1901-1981).
Sin embargo, la teoría freudiana ha permanecido vigente en su esencia a través de los
años, evidenciando la genialidad de su autor.

“El pensamiento de Freud es un pensamiento complejo y en esa medida, en la medida de


su complejidad, sigue vivo. Su complejidad se nota, privilegiadamente, en sus
contradicciones, tan numerosas como no asumidas.” (Rodulfo, R. 2008,167)

Laplanche y Pontalis (2007) puntualizan que si bien el término Inconsciente ya


había sido utilizado antes de Freud para designar globalmente lo no consciente, Freud
crea una teoría del Inconsciente que constituye la hipótesis fundante del Psicoanálisis. Se
separa de la Psicología anterior con una presentación metapsicológica, o sea, una
descripción de los procesos psíquicos en sus relaciones dinámicas, tópicas y económicas.

Bleichmar, S. (2001) plantea que si se distingue al Inconsciente del sujeto como el


objeto del Psicoanálisis, se conciben dos grandes líneas posfreudianas con respecto al
origen del Inconsciente:
Una representada por Melanie Klein que propone que el inconsciente existe desde los
orígenes de la vida.
Otra, liderada por Jacques Lacan, según el cual, el inconsciente no es algo con lo que se
nace sino que es efecto de la cultura, producido a partir de la inclusión del sujeto en

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relaciones estructurantes, en el marco de una organización privilegiada y universal que
es la estructura del Edipo.

Más allá del reconocimiento de la obra freudiana, es necesario tener en cuenta


que el Psicoanálisis surgió a fines del siglo XIX, en un contexto histórico-socio-cultural
totalmente diferente a la actualidad 2. Pasó más de un siglo y las problemáticas del hombre
son otras. Es así que la teoría psicoanalítica ha debido enfrentar los cambios necesarios y
actualizarse.
Según Lerner H. y Sternbach S. (2009), antes se ubicaba el interés en el complejo de
Edipo, las histerias, la sexualidad infantil; mientras que hoy estamos atravesados por las
problemáticas de la ausencia, la falta, el vacío.
Nuevas patologías psíquicas aparte de la neurosis y la psicosis, como los trastornos
narcisistas, convocan a los autores (entre ellos A. Green, R. Rodulfo y S. Bleichmar).
El método tradicional analítico basado en la asociación libre y la atención flotante del
analista se ve desafiado por problemáticas que remiten a lo originariamente reprimido,
contenidos representacionales del Inconsciente que nunca pasaron por el lenguaje;
Trastornos, que según S. Bleichmar (2001) no tienen el estatuto de síntoma desde el
punto de vista estricto y de acuerdo a la concepción freudiana del retorno de lo reprimido.

Las interrogantes van más allá del cambio de época, alcanzando al Psicoanálisis
en sí mismo: ¿Ha cambiado la escucha?

“…esencialmente, la escucha del analista ya no es la misma. Hoy es más sensible para


detectar conflictos cargados de potencial arcaico, que tal vez se descuidaban en el
pasado” (Green A.,1990,22)

Ante la diversificación de la teoría y la práctica, podríamos formularnos la siguiente


pregunta: ¿Cuál Psicoanálisis? “¿Un psicoanálisis o varios?” (Green,A.,2009)

“El lector informado que consulta la literatura psicoanalítica sólo puede sentirse
desconcertado ante la diversidad de los modos de pensamiento y la variedad de
teoremas básicos de los subgrupos que actualmente constituyen el Psicoanálisis
(…) Tendríamos que reconocer que el Psicoanálisis hace cohabitar diversos

2
Contexto socio-histórico-cultural en el que surgió el Psicoanálisis a fines del siglo XIX: Grandes
transformaciones en las sociedades europeas, luego de la revolución industrial, con la migración del campo a
la ciudad, pasaje de la comunidad a la sociedad capitalista, nuevas angustias, temores y frustraciones,
jerarquización de las enfermedades mentales, mayor importancia atribuida a la sexualidad. (Apuntes de clase
dictada por el Psiquiatra Manuel Laguarda en Curso “Teoría, Clínica y Psicopatología psicoanalítica para una
práctica interdisciplinaria” en “UNO” Instituto de estudios en salud mental. Mdeo. Año 2008

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modelos que se desarrollan uno al lado del otro, a pesar de las contradicciones
que los oponen…la teoría psicoanalítica – Freud tenía plena consciencia de esto-
no puede otra cosa que modificarse con el tiempo, es decir con el aprendizaje y la
experiencia” (Green, A. 2009,115)

En otra conferencia, Green (2006) se muestra escéptico sobre la existencia de un terreno


común en Psicoanálisis y le preocupa la existencia de un “seudopensamiento pluralista”:

“¿Presagia esto una apertura intelectual, o el deseo de introducir en el


psicoanálisis virus que, lejos de permitirle evolucionar, tratan fervorosamente de
orientarlo para que se convierta en un “buen psicoanálisis”, expurgado de
especulaciones excesivas y supuestamente más aceptable para la ciencia?”
(Green,A.,2006)

Por su parte, R. Rodulfo (2008) sostiene que el Psicoanálisis no configura un


espacio homogéneo y eso constituye su riqueza. “Por eso, a ningún autor habría que
pedirle -tampoco a Freud- un saber de conjunto, una teoría “global” que diera cuenta del
psicoanálisis en su supuesta totalidad.” (p.16)
Valora a Winnicott como un autor que supo destacarse teórica y clínicamente,
distanciándose de un vocabulario teórico preestablecido, sin crear una nueva jerga
normalizadora y normativa.

“El psicoanálisis tiene más que ver con una actitud, una posición, una manera
de pensar nada fácil de aprehender ni de definir -aunque debe ser posible
estudiarla-, una manera de pensar que es independiente de un vocabulario teórico
determinado o la sumatoria de esos vocabularios teóricos” (Rodulfo R. 2008,18)

Según Rodulfo, el Psicoanálisis no tiene objeto (científico), y su fuerza consiste en no


tenerlo. El inconsciente sería, más que un concepto riguroso, un término táctico.
Apartándose de tendencias dogmáticas, retoma al filósofo Jacques Derrida (quien se
detiene a analizar el acontecimiento en el Psicoanálisis), y plantea que es menester que el
Psicoanálisis “nos siga aconteciendo”, que se siga pensando y no se aplique lo ya
pensado. Propone siguiendo a Derrida, la deconstrucción como procedimiento;
deconstruir conceptos, que no quiere decir descartar ni descalificar. Si bien está lo que
deviene obsoleto, abunda más lo que hay que enriquecer, re-emplazar, suplementar,
acotar. Como ejemplos de concepciones psicoanalíticas a deconstruir propone: el
determinismo de los primeros años de vida, la concepción de pulsión o instinto, el
complejo de Edipo como complejo nuclear centro y encrucijada de la subjetivación, el
falocentrismo, el orden de lo familiar como un círculo cerrado, lo social como lo que está
después y sólo a través de los padres, el logocentrismo (la palabra en un lugar
dominante).

15
Con respecto a la Clínica Psicoanalítica, opina Green (2009):

“Alrededor del año 1924 se produce una gran mutación psicoanalítica. Para Freud,
el psicoanálisis era sobre todo la ciencia de los procesos mentales inconscientes.
La terapéutica sólo era uno de los aspectos de la aplicación del psicoanálisis. Para
los investigadores que siguieron, esta actitud se modifica. La terapéutica
psicoanalítica deviene su preocupación principal.” (p.124)

Desde el Psicoanálisis, la palabra técnica es resistida, pues parece aludir a


procedimientos preestablecidos aplicados al paciente. Según Chemama y Vandermerch
(2010), la técnica psicoanalítica describe medios que se ponen en práctica en la
conducción de una cura. Es el método originalmente inventado por Freud para facilitar la
verbalización de lo que es inaccesible para el sujeto, al estar reprimido. Al rechazar la
hipnosis, método utilizado por Freud en sus inicios, la asociación libre del paciente y la
atención flotante del analista, pasan a constituir los elementos fundamentales de la
técnica. La interpretación es el recurso específico de la clínica psicoanalítica.

“Interpretar no consiste en proponer al sujeto un sentido que vaya contra lo que


cree comprender, y sobre todo no consiste en intentar imponerse a su aceptación
consciente, a su yo oficial, sino más bien en hacer jugar el enigma que la propia
enunciación vehiculiza” (Chemama y Vandermersch, 2010,537)

La Clínica Psicoanalítica con niños incorpora el jugar como la vía regia en la expresión de
lo inconsciente y como promotor de la constitución subjetiva en el camino hacia la cura.

Interesa entonces, presentar al Psicoanálisis infantil ya que este trabajo se


contextualiza en la clínica con niños. Se utilizarán textos de Chemama y Vandermerch
(2010):
Con la observación del pequeño Hans, Freud confirma sus tesis sobre la sexualidad
infantil, la angustia de castración y el complejo de Edipo. El niño deviene sujeto de estudio
del Psicoanálisis.
Hermine Hug-Hellmuth (Viena, 1871-1924) fue la primera psicoanalista de niños, aunque
fue criticada y su obra no trascendió.
Luego se destacan las contribuciones antagónicas de Anna Freud y Melanie Klein.
La primera se dedicó a la aplicación del Psicoanálisis al campo de la Educación, se
interesó por la fase de la latencia y pubertad y se limitó al estudio de la neurosis y
variaciones de la normalidad.
A Melanie Klein, por lo contrario, le interesa el niño muy pequeño, antes del lenguaje.
Encara las patologías graves como la psicosis y el autismo. Sostiene que el inconsciente
del niño está constituido a los 2 o 3 años y para llegar a él recurre al juego libre. Opina

16
que sus elementos son la expresión simbólica de los fantasmas, deseos y experiencias
del niño, cuyo contenido latente puede ser interpretado. El objeto parcial y la pulsión de
muerte son los pilares de su elaboración teórica. La posición depresiva infantil es
propuesta como posición central del desarrollo del niño.
D. Winnicott (pediatra, psiquiatra infantil y psicoanalista británico, 1896-1939) se destacó
por la extensión de su aporte teórico y su difusión. Se interesa especialmente en la
interrelación madre-hijo, introduce la noción de ambiente facilitador, insistiendo en la
evolución de la dependencia a la independencia relativa.
F. Doltó conoció un éxito resonante. Esperaba intervenir precozmente, antes de los
síntomas.
Con respecto a J. Lacan, continúan planteando Chemama y Vandermersch (2010), si bien
nunca se interesó directamente en el Psicoanálisis del niño, inaugura referencias teóricas
que modifican radicalmente las concepciones psicoanalíticas infantiles. Como ejemplos se
citan: el estadio del espejo, el lugar de la falta en la subjetividad, la dimensión simbólica
del padre, etc.

Indagando la relación entre el Psicoanálisis de niños y la teoría psicoanalítica en


general, R. Rodulfo (2008) sostiene la siguiente tesis: “La función política -y no sólo
“teórica”- del Psicoanálisis de niños es dar por terminado -después de aprendérselo bien-
el psicoanálisis tradicional.” (p.37).
Y dar por terminado significa según él, querer seguir con algo que vale la pena, que sería
“una manera de pensar y de tomar en consideración”. Propone un “empezar de nuevo”
con el Psicoanálisis desde el lado del niño, lo que supone un trabajo de deconstrucción
(concepto de J. Derrida) de la perspectiva psicoanalítica tradicional.
Reconoce un Psicoanálisis del niño, especialmente a partir de Donald Winnicott,
valorizando su experiencia en pediatría. Toma la trascendencia que le da Winnicott al
jugar en la construcción subjetiva. A diferencia de M. Klein quien introduce el juego como
recurso para introducirse en la vida psíquica del niño y como material de análisis (ni ella ni
sus seguidores lo valoran por sí mismo), Winnicott destaca la dimensión del jugar, del
ponerse a jugar, del estar jugando como práctica central del bebé y del niño.
Rodulfo sostiene que el Psicoanálisis de niños demanda recursos que van más allá de la
palabra. Analiza esta tendencia en el Psicoanálisis de revalorizar la puesta en palabras,
lo que opina es necesario acotar, especialmente en el trabajo con niños. Se apoya en
Winnicott quien sostiene que puede ser iatrogénico, causar más daño que bien. En

17
pacientes que padecen de un abuso de verbalización (interna y externa), lo que Winnicott
llama mentalización, disfrutar de un silencio intrapsíquico constituye alivio y curación.

Para Bleichmar S. (2008), el método psicoanalítico tradicional (asociación libre y


atención flotante) plantea dificultades en su aplicación a los niños:

“el niño no puede asociar sobre la historia. El niño puede poner en acto, mostrar, y
en algunos casos armar alguna articulación significante que dé las pistas para
construir los recorridos junto a él sin ejercer un exceso de violencia simbólica,…”
(p.19)

De todas maneras, también señala que “la intervención del analista no se reduce a
encontrar lo que ya estaba, sino a producir elementos nuevos de recomposición y
de articulación que den un producto diferente del preexistente.” (p.37).

Chemama y Vandermersch (2010) también definen la expresión “Psicoanálisis


aplicado” refiriéndose a la acepción corriente que designa la aplicación de su saber
teórico y su método a objetos exteriores al campo de la cura: ej: obras artísticas,
religiones, otras disciplinas.
La Clínica Psicoanalítica constituye la práctica específica del Psicoanalista; sin embargo
prácticas clínicas de otras disciplinas, toman del Psicoanálisis su concepción particular de
sujeto del inconsciente, lo que determina una posición del terapeuta frente al paciente.

El Centro “Dra. Lydia Coriat” (Buenos Aires), constituye una reconocida escuela de
pensamiento. Lleva el nombre de su fundadora (médica neuróloga y genetista), quien lo
crea en el año 1971. Su interés inicial fue la población de niños con Síndrome de Down,
pero luego se amplió a los niños con problemas de desarrollo. Fue pionera en el mundo
en la disciplina Estimulación Temprana con niños menores de 3 años. Prontamente
necesitó el aporte del Psicoanálisis. Fallecida en el año 1980, el Dr. Alfredo Jerusalinsky
la sucede en la dirección y junto con el equipo continúan el proceso de investigación y
docencia en la clínica con niños con problemas del desarrollo.
La presentación de esta institución resulta interesante pues todo el equipo del Centro
tiene una formación psicoanalítica sólida y su práctica clínica cuenta con ese enfoque.

Elsa Coriat (psicoanalista del Centro Coriat), se refiere al Psicoanálisis como la


disciplina que se ocupa del deseo; incluso habla de una ética del Psicoanálisis que es
propiciar la constitución de sujeto de deseo.

“…el deseo no nos viene impreso en el bagaje congénito con el que nacemos. El deseo
se construye.” (Coriat, E.1996,95)

18
En la estructuración psíquica, el deseo aparece en el lugar vacío del Otro que se
reconoce carente en los actos que dirige hacia el niño y por eso necesita preguntarle:
¿Qué quieres?. Esta pregunta del Otro funda al sujeto.
Así como es clave la posición del otro propiciando la constitución del sujeto de deseo,
éste es según la autora, el fin que orienta la dirección de la cura en todo tratamiento en el
Centro Coriat, incluida la intervención psicomotriz. Ello supone una formación
psicoanalítica de cada uno de los especialistas que atienden a los niños con problemas de
desarrollo (psicopedagogos, fonoaudiólogos, psicomotricistas, etc.).

“El saber que le ofrece la teoría psicoanalítica es, específicamente saber qué hace con
todo lo que sabe; es decir, cómo, cuándo, de qué manera, corresponde implementar en la
clínica el saber teórico acumulado.” (Coriat, E.1996,71)

El equipo de profesionales del Centro Coriat, considera como ejes centrales de la práctica
clínica a los siguientes conceptos teóricos trabajados y producidos por el Psicoanálisis:
constitución del sujeto, transferencia, juego, dirección de la cura, e interdisciplina.

Podríamos concluir que el Psicoanálisis puede ser considerado como una


disciplina, una teoría, una práctica específica y también una ética, una manera de pensar
el sujeto.
Laplanche J. y Pontalis J. (2007) lo definen como la disciplina fundada por Freud y en la
que, con él, es posible distinguir tres niveles:

1) Un método de investigación que consiste en evidenciar la significación


inconsciente de las palabras, actos y producciones imaginarias de un
individuo.
2) Un método psicoterápico (llamado comúnmente cura psicoanalítica),
basado en esta investigación y caracterizado por la interpretación de la
resistencia, la transferencia y el deseo.
3) Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que se
sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de
investigación y de tratamiento.

Constituye un desafío en la formación profesional del psicomotricista incorporar


una mirada psicoanalítica al propio quehacer, y a su vez sostener su especificidad.

19
4.2. Presentación e historización de la Psicomotricidad Clínica Infantil
en Uruguay

Es necesario partir de una distinción en la terminología.

4.2.1. Dos acepciones del término psicomotricidad: integración


funcional y nombre de una disciplina

4.2.1.1. La psicomotricidad, integración funcional:

Calmels D. (2003) describe cómo en 1905, el Dr. Ernest Dupré introduce el término
psicomotricidad en el discurso médico, primeramente aludiendo al paralelismo que liga el
desarrollo motor y el desarrollo cognitivo. Pocos años después, entre 1907 y 1911, el
mismo Dupré caracteriza una entidad nosográfica que rompe este esquema de
pensamiento determinista: la debilidad motriz, en la que una disfunción a nivel motor, no
se corresponde con una lesión ni con un déficit cognitivo.
Estos planteos de Dupré harán de la psicomotricidad, como integración funcional entre
motricidad, inteligencia y afectividad, un objeto de análisis exhaustivo por parte de
distintos campos disciplinares. Se trasciende el dualismo cartesiano cuerpo-mente.

Rebollo A. (2007)3 señala:

“La Psicomotricidad ha sido desde Dupré en las primeras décadas del siglo XX, el
concepto que hace al movimiento solidario de las funciones psicológicas, de la inteligencia
y de la afectividad, la eferencia del funcionamiento global del sistema nervioso.” (p.12)

Para la comprensión de la integración funcional, se destacan los aportes de J.


Piaget y H. Wallon, representantes de la teoría psico-genética, abocada al estudio de la
génesis de los procesos psicológicos.
A Jean Piaget (Psicólogo, biólogo y epistemólogo suizo, 1896-1980) se le reconoce la
valoración del papel del movimiento en la génesis de la inteligencia, y a la inversa, la
repercusión del proceso psico-cognitivo en la actividad humana.
Henri Wallon (Filósofo, psicólogo, pedagogo y médico francés, 1879-1962) es quien
profundiza en la relación entre motricidad y emocionalidad.
En otros apartados de este trabajo se retomarán las contribuciones de estos dos autores.

3
Antonieta Rebollo: neuropediatra uruguaya, creó en el año 1979, en el Dpto. de Neuropediatría del Hospital
de Clínicas en Montevideo, Uruguay, la Carrera Universitaria de Reeducador Psicomotriz.

20
El conocimiento de la psicomotricidad como integración funcional, compete a todos
los profesionales que se dedican al estudio e intervención en el desarrollo del ser
humano, especialmente del ser infantil. Está justificada como contenido en la formación
de educadores, médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, etc.

“La psicomotricidad es un campo amplio… cualquier ser humano es un ser de


psicomotricidad: cuando hace deportes, juega a las cartas, hace el amor. Siempre
estamos en la condición psicomotriz del ser humano. La psicomotricidad es un
concepto de la globalidad de la persona.” (Aucouturier B., 2012)4

En esta definición, B. Aucouturier presenta a la psicomotricidad como una


dimensión del ser humano, que en el niño cobra especial significación, pues el
movimiento constituye el medio privilegiado de expresión, relación y acción.
La psicomotricidad pone en evidencia la complejidad del desarrollo del ser humano, se
refiere a la construcción somatopsíquica del ser humano, en relación con el mundo que lo
rodea. (Aucouturier B. ,2004)
Según el autor (2012), de la forma en cómo se encare esta psicomotricidad como
integración funcional, dependerán las prácticas profesionales. Aquellas más mecanicistas,
desplegarán ejercicios para poner al cuerpo en situación; Están tomando aspectos de la
psicomotricidad, pero no atañen a la globalidad de la persona. Sin embargo, hay otro
concepto de la psicomotricidad que contempla la dimensión expresiva y atribuye mucha
importancia a la historia del sujeto.

Es con la integración de la teoría psicoanalítica que se reformulan las


concepciones de inteligencia, afectividad y motricidad. Este punto será desplegado
próximamente (3.2.4)

4.2.1.2. La Psicomotricidad, nombre de una disciplina:

Tiene como cuna a Francia y a partir de allí se desarrolla a nivel mundial. Henry
Wallon y uno de sus seguidores, Julián de Ajuriaguerra (neuropsiquiatra y psicoanalista
nacido en España y nacionalizado en Francia, 1911-1993) han tenido un rol protagónico
en la construcción del campo conceptual de la Psicomotricidad francesa. De éste campo
emerge un quehacer profesional y la necesidad de trasmisión de este saber-hacer. Se da
lugar a una propuesta de formación educativa.

4
Seminario dictado por B. Aucouturier “Motricidad y psicomotricidad infantil”, organizado por el
MINEDUC , Santiago de Chile, 11 y 12 de octubre de 2012.

21
No todos los países cuentan con una formación universitaria en esta disciplina y a
su vez entre los que sí la poseen, pueden encontrarse distintos enfoques teórico-prácticos
que pendulan desde una visión más organicista (privilegiando los aspectos
instrumentales) a otra más psicologizada (privilegiando los aspectos relacionales).
La disciplina es una, pero existen muchas maneras de ejercerla, todo dependerá de la
formación teórica, práctica y personal del profesional de la Psicomotricidad: el
Psicomotricista.
Correspondería entonces al aproximarnos a una práctica psicomotriz esclarecer: ¿Cuál
Psicomotricidad?
Como se señalaba en la introducción de este trabajo, la referencia aquí es en general la
Psicomotricidad en Uruguay, y más particularmente la que surge a partir de un proceso de
construcción profesional, compartido con otros colegas. Es importante aclararlo, de
manera de definir posiciones y responsabilidades.

El surgimiento de la disciplina responde inicialmente a la intención de


especialización en el estudio y abordaje práctico de la integración funcional.
Posteriormente, el cuerpo, en su funcionamiento psicomotor, se vuelve el objeto de
estudio, aunque las concepciones sobre él pueden ser muy variadas, al jerarquizar unas
dimensiones sobre otras.
Las prácticas psicomotrices utilizan la mediación corporal como vía privilegiada y
específica de intervención. En el área infantil se valoriza la actividad lúdica espontánea. El
psicomotricista se involucra corporalmente en ella.

Actualmente en Uruguay, la Licenciatura en Psicomotricidad existe como


propuesta de formación en tres Instituciones universitarias, nombradas en el orden
cronológico de su aparición:

• Universidad de la República (1978)


• Instituto universitario CEDIIAP (1999)
• Universidad Católica de Uruguay (2004)

En las tres propuestas, la formación del psicomotricista tiene tres pilares:

• La formación teórica
• La formación práctica
• La formación personal por vía corporal

22
La extensión de la disciplina ha presentado permanentes desafíos con la
progresiva ampliación del campo de acción a diferentes contextos y a todo el ciclo vital:
Psicomotricidad Educativa, Psicomotricidad Comunitaria, Psicomotricidad Clínica,
Gerontopsicomotricidad.

En esta tesis, se va a referir predominantemente a la segunda acepción de la


palabra: a la Psicomotricidad como disciplina, si bien ella lleva implícita la integración
funcional que representa. Para diferenciarla, y como nombre propio, su escritura es
iniciada con mayúscula.

4.2.2. El origen de la Psicomotricidad terapéutica infantil en Uruguay

Veremos a continuación, cómo la Psicomotricidad uruguaya, inspirada en la


francesa, nace a partir del área terapéutica, más precisamente desde la rehabilitación.
El curso para Técnicos en Reeducación Psicomotriz (inicialmente de 2 años), surge en el
año 1978, inserto en el ámbito público y hospitalario.
Se suma a la lista de propuestas de formación de la “Escuela de auxiliares del médico”.
Esta Escuela pasa a llamarse posteriormente Escuela Universitaria de Tecnología Médica
y es dependiente de la Facultad de Medicina. Funciona en el Hospital “de Clínicas” de
Montevideo (campo de práctica universitaria).
He aquí una síntesis del proceso:
La iniciativa le corresponde a la Dra. en Neuropediatría Antonieta Rebollo, quien dirigía el
equipo multidisciplinario de la Policlínica de dificultades de aprendizaje del Servicio de
Neuropediatría del Hospital. A partir de un viaje a París, en el año 1957, ella había tomado
sucesivos contactos con la clínica de Julián de Ajuriaguerra, la Clínica de Zazzó
(seguidor de H. Wallon) y la práctica de la Reeducación Psicomotriz de Madame Soubirán
en el Hospital Henri Rousselle-Saint Anne.
Berta Gordon (fisioterapeuta uruguaya), instada por Rebollo, viaja a Francia en el año
1959, a formarse en Reeducación psicomotriz con la psicomotricista Mme. Souvirán. A su
regreso a Montevideo, se ocupa de las Reeducaciones psicomotrices en la Policlínica de
dificultades de aprendizaje.

En 1977 Rebollo viaja nuevamente y se interioriza del curso en Reeducación


Psicomotriz que Mme. Souvirán ofrece en la Escuela Privada de Psicomotricidad y del
curso oficial que se dicta en el Hospital Salpetrière. En el mismo año, presenta en

23
Facultad de Medicina, el proyecto del curso para la formación de técnicos en Reeducación
Psicomotriz. Su iniciación se concreta en el año 1978.
La formación de las primeras generaciones en Montevideo, tiene como lugar de práctica
la policlínica mencionada. Sus primeros egresados (fines del año 1979), lo hicieron con el
título: “Técnico en Reeducación Psicomotriz”, como ayudantes o colaboradores del
médico.
A estos primeros profesionales les tocó enfrentar el desafío de la construcción y difusión
de la disciplina naciente, lo que implicó una ardua militancia y un inagotable esfuerzo de
formación. Las psicomotricistas Cristina De León y Ana Cerutti realizaron viajes al
exterior, contactándose con autores que fueron nuevas referencias para la integración
teórico-práctica (entre ellos sobresalen B. Aucouturier y J. Bergés), e impulsaron
renovados rumbos a la Psicomotricidad uruguaya.
Sin embargo, en entrevistas realizadas a integrantes de la primera generación (por
Agustoni C. y Jaso J.,2011), todas ellas/os destacan (sin negar la trascendencia de los
autores franceses), la incidencia de otros profesionales de nuestro medio (psicoanalistas,
psicólogos, neuropediatras), a quienes recurrieron en el afán de ir encontrando las
respuestas, marcando un camino de formación y una práctica muy particular.

A todas ellas/os debemos reconocer el impulso con que se inició el camino de la


Psicomotricidad en el Uruguay, ímpetu que en parte fueron heredando las sucesivas
generaciones de psicomotricistas hasta la actualidad. A él se debe el sorprendente
desarrollo de la disciplina y su reconocimiento en las áreas de la Educación y Salud
uruguayas.

4.2.3. Un cambio paradigmático: desde la Reeducación Psicomotriz a


la Clínica Psicomotriz

En líneas generales, la evolución de la Psicomotricidad en Uruguay, coincide con


la historia de la Psicomotricidad a nivel mundial. Si ahondamos en las particularidades,
esta evolución no es lineal, refleja los vaivenes del pensamiento con el transcurso del
tiempo y el singular proceso de cada lugar. Es clara la convivencia actual, a nivel mundial,
de distintas concepciones de la Psicomotricidad, algunas discrepantes entre sí. La historia
de la Psicomotricidad está ligada a la concepción del cuerpo, y al constituir éste una
construcción simbólica, está sujeta a factores histórico- socio-culturales.

24
J. Le Camus (1984) citado por Cerutti A. (1996) estudia las etapas de la
Psicomotricidad francesa, marcadas por la concepción del cuerpo predominante en la
época. Distingue 3 estadios:

1980-1950: estadio del cuerpo hábil, en el que predomina el paralelismo cuerpo-mente.

1950-1970: estadio del cuerpo consciente, el cuerpo es esencialmente receptor: recibe


órdenes y conserva información.

Hacia la actualidad, el estadio del cuerpo significante, del cuerpo expresivo, portador de
significaciones.

Esta evolución en la concepción de cuerpo es claramente perceptible en la historia


de la práctica psicomotriz en el Uruguay. El pasaje del 2do. al 3er. estadio, está
supeditado a la integración de aportes del Psicoanálisis.
Analizaremos en primer término el paradigma de la Reeducación Psicomotriz y en
segundo lugar, el de una concepción de Clínica Psicomotriz que incorpora el enfoque
psicoanalítico.

4.2.3.1. La Reeducación Psicomotriz: concepción, objeto de la


intervención, objetivos

Puede ser considerada como una etapa dentro de la evolución de la


Psicomotricidad, sin embargo, como se planteaba anteriormente, sigue siendo una
realidad presente en muchos lugares del mundo, especialmente con el actual auge de las
neurociencias.
En general, el objeto de la intervención de la Reeducación Psicomotriz es el cuerpo
instrumental (cuerpo hábil, como instrumento de acción y cuerpo consciente, como
instrumento de aprendizaje), y su objetivo: el desarrollo de las funciones psicomotrices
para una mejor adaptación al medio.

“La reeducación psicomotriz trata los trastornos no solamente de la ejecución, sino de la


planificación del movimiento y las alteraciones que surgen no de problemas orgánicos
sino de alteraciones neuropsicológicas o psicológicas.” (Rebollo, A. 1991,5)

Desde este enfoque, con una mirada hacia el desarrollo de las funciones en
referencia a parámetros de normalidad, el objetivo de la evaluación psicomotriz es
detectar las dificultades del niño, el déficit.

25
En Uruguay, la evaluación psicomotriz fue realizada inicialmente por el neurólogo; sólo
luego de varios años, los psicomotricistas fueron habilitados para ejercer en el área
diagnóstica.
La intervención se define a partir del diagnóstico, en el que se enfatiza la exploración de
las funciones (motriz, perceptiva, práxica). Valorando cuantitativamente el desfasaje en su
desarrollo, se establece el plan de trabajo consistente en propuestas concretas que ponen
en juego la función, pensadas para la evolución del desempeño instrumental.
El abordaje es comúnmente grupal, pues las propuestas pueden diversificarse por niveles
y categorías. La intervención se sustenta en la aplicación de la técnica.
El modelo de la Reeducación Psicomotriz se asimila a un modelo médico en el que el
paciente acude al médico para curar su enfermedad y éste posee el saber para ello. El fin
es normalizador.

“Lo que el enfermo no le pide al médico es que lo cure: porque eso se sobreentiende,
porque la convención implícita en la consulta médica es que quien acude a la consulta
está enfermo y espera del médico dejar de estarlo.” (Clavreul, J. 1978,175)

4.2.3.2. La Clínica Psicomotriz: concepción, objeto de la intervención,


objetivos

Prosiguiendo con la historia, la Psicomotricidad en Uruguay continuó nutriéndose


del modelo francés, a través de viajes periódicos de los primeros egresados que trajeron
a nuestro país las novedades en la disciplina. Trabajando con la población infantil,
especialmente con la influencia de las nuevas concepciones teórico-prácticas que
integran la teoría psicoanalítica de J. Bergés, A. Lapierre y B. Aucouturier, se enfatizaron
los aspectos relacionales y tomaron un lugar preponderante: la actividad lúdica
espontánea, la iniciativa y la expresión del deseo del niño.
En este contexto, de nuevas propuestas en un mismo marco institucional (Facultad de
Medicina, Hospital de Clínicas, E.U.T.M.), es que transcurre la formación en
Psicomotricidad de quien escribe (marzo1985- diciembre1988).

El intercambio con colegas argentinos (Psicomotricistas Esteban Levin, Daniel


Calmels, Myrta Chokler, Leticia González y otros), varios de ellos formados en el Centro
“Dra. Lydia Coriat” en Buenos Aires, motiva la profundización en los aportes del
Psicoanálisis. Se avanza en la comprensión de lo que acontece en la escena clínica, se
enriquece y dinamiza el proceso terapéutico.

26
La evolución de la Psicomotricidad desde la Reeducación Psicomotriz a la Clínica
Psicomotriz con aporte del Psicoanálisis implica un giro paradigmático a nivel
epistemológico. Se integran nuevas conceptualizaciones teóricas que reformulan la
posición del Psicomotricista.

Para pensar la concepción de la Clínica se recurre a Michel Foucault (2001), quien


historiza el surgimiento y evolución de la clínica médica. La noción de Clínica tiene sus
orígenes en la Medicina, en el saber particular que emerge frente al lecho del enfermo,
para luego ir al saber enciclopédico. Foucault relata cómo la evolución de la formación y la
práctica médica es propulsada por la importancia atribuida a la clínica, en la que confluye
la experiencia y el lenguaje.

La palabra clínica luego va a extenderse al ámbito no médico.


Alicia Fernández (psicopedagoga argentina), cita a Jean Claude Filloux 5 quien sostiene
que en Psicología, “Un enfoque clínico es un enfoque que justamente se preocupa por
entender un sujeto, o un tema singular… La palabra clínica remite a dos cosas: por un
lado, una escucha particular de lo que siente un sujeto, y en segundo lugar la posibilidad
de teorizar de manera suficiente a partir de lo que se conoce y lo que se comprende de
los sujetos…” (Fernández, A. 2000,63)

También es interesante el aporte de André Green (2010) quien propone un


“pensamiento clínico”.

“Yo sostengo que en psicoanálisis existe no sólo una teoría de la clínica , sino
también un pensamiento clínico, es decir, un modo original y específico de
racionalidad surgido de la experiencia práctica… aunque no haga referencia a los
pacientes, el pensamiento clínico hace pensar siempre en ellos” (p.13)

El abordaje clínico se basa en una mutua retroalimentación entre el saber


particular sobre un sujeto (fruto de un encuentro interpersonal y una escucha profesional)
y el saber teórico. El primero interpela continuamente al segundo. El saber teórico actúa
como organizador del conocimiento y es siempre factible de ser relativizado en cada
situación clínica.

• ¿Cuál es la concepción de la Clínica Psicomotriz Infantil?6

5
Jean Claude Filloux, “Intersubjetividad y formación”Bs. As. Ediciones novedades educativas.1996
6
De ahora en adelante en el trabajo, la referencia a la Clínica Psicomotriz Infantil o a la Terapia psicomotriz
significa la integración de la teoría psicoanalítica.

27
En el campo de la Psicomotricidad, se utilizan diversos términos para nombrar la
vertiente terapéutica: tratamiento Psicomotriz, Terapia Psicomotriz o Clínica Psicomotriz.
Incluso se llega a plantear que éstos designan diferentes niveles en el abordaje
terapéutico, niveles de creciente profundidad de la intervención en cuanto al enfoque
desde el Psicoanálisis.

Esteban Levin (psicomotricista argentino) describe la evolución de la


Psicomotricidad, caracterizando y diferenciando estas concepciones:

“El pasaje de la terapia a la clínica psicomotriz implica ocuparnos del sujeto y ya


no de la persona, ocuparnos de la transferencia y no de la empatía, el vínculo o la
comunicación corporal; ocuparnos de la vertiente simbólica y no de la expresiva, o
sea, implica detenernos en la estructura de los trastornos psicomotrices y no
solamente en sus signos.” (Levin E.,1991,38)

Bernard Aucouturier (2004) prefiere la denominación Ayuda Psicomotriz individual


y grupal. Sustenta como conceptos claves de su teoría: el de expresividad motriz7 y las
resonancias tónico-emocionales8 recíprocas entre el niño y el psicomotricista, negando
que éste último analice la transferencia.

Se retomará la discusión sobre el tema transferencia en el punto 4.3.5.

¿Es posible nutrirse de esta diversidad conceptual sin caer en la incoherencia?


Los encuentros y los desencuentros conceptuales alimentan una reflexión permanente a
partir de la clínica. Cada posición teórica, coherente con nuestra práctica, contribuye a la
comprensión o aporta recursos profesionales en cada situación clínica.
En la perspectiva personal, no se considera una diferencia esencial en la posición del
Psicomotricista entre la Terapia Psicomotriz y la Clínica Psicomotriz. La segunda incluye
el área de Diagnóstico Psicomotor.
Muy clara es la diferencia con respecto a la Reeducación Psicomotriz.

• ¿Cuál es el objeto de estudio e intervención de la Psicomotricidad Clínica Infantil?

D. Calmels plantea que la Psicomotricidad “se interesa por la construcción del


cuerpo y sus manifestaciones, así como sus alteraciones” (2003,15).

7
Concepto de expresividad motriz: “es una construcción del psicomotricista…” “es la manera que cada niño
tiene de manifestar el placer de ser él mismo, de construirse de una manera autónoma y de manifestar el
placer de descubrir y conocer el mundo que lo rodea.” (Aucouturier B.,2004,130)
8
Concepto de resonancias tónico-emocionales recíprocas: movilizaciones tónico-afectivas del niño y el
psicomotricista que facilita la emergencia de la historia de sufrimiento del niño y que sea jugada
simbólicamente. (Aucouturier B.2004)

28
La primera necesidad entonces, es brevemente anunciar el concepto de cuerpo (se
profundizará en el punto 3.3). Con este propósito, se destacan dos premisas teóricas de la
Psicomotricidad Clínica Infantil:

A. Cuerpo es diferente de organismo (Calmels, D., 2003


inspirándose en Sara Paín)
Si bien la Real Academia española (2001) no establece gran diferencia entre
ambos términos9, con la visión del Psicoanálisis, el segundo adquiere un nuevo
significado:

L. González10 (2009) presenta al cuerpo como: “Lugar de una particular integración


estructural (neurofisiológica-psíquica) llevada a cabo a lo largo de un recorrido
histórico que configura en una unidad relacional aquello que, siendo del orden de
la especie humana, se significa estructurando al sujeto.” (p.13)

B. Cuerpo como efecto de un proceso de construcción en el que es


fundamental la presencia de otro semejante significativo. (Calmels
D. 2003, González L. 2009, Levin E.1991)

“El cuerpo es en construcción en y para la relación con otro. Es a partir de otro que
el cuerpo de un sujeto se va construyendo y sabiendo de esa construcción” (L.
González, 2009,14)

Se dedicará un capítulo a la profundización en este concepto de Proceso de


constructividad corporal. (punto 3.3)

D. Calmels (2003) y L. González (2009) mencionan como producciones del cuerpo


a la gestualidad, la actitud postural, las praxias.

Se reflexiona sobre el cuerpo y/o se trabaja sobre el cuerpo y sus producciones en


muchas disciplinas y prácticas. Entre las disciplinas contamos a la antropología, la
sociología, la psicología, la neurología. Entre las prácticas corporales a: la danza-terapia,
la musicoterapia, la bioenergética, la eutonía y las prácticas orientales (yoga, reiki, tai- chi,
etc).
Entonces, ¿cuál es la mirada específica de la Psicomotricidad Clínica Infantil sobre el
cuerpo y sus producciones? Es la dirigida hacia el despliegue a nivel instrumental y

9
Organismo: “Conjunto de órganos del cuerpo animal o vegetal y de las leyes por que se rige.”
Cuerpo: “Conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen un ser vivo.”
10
Lic. en Ciencias de la Educación y Psicomotricista. Actual coordinadora y docente de la Licenciatura de
Psicomotricidad de la Universidad Nacional “Tres de Febrero”, Buenos Aires.

29
especialmente relacional de la función motriz (en sus aspectos tónico-pósturo-motriz y
práxico), en la que inciden aspectos somáticos y psíquicos.
Las problemáticas que a ese nivel se presenten, no van a ser reducidas a una dificultad,
sino que son concebidas como síntoma, manifestación inconsciente y subjetiva, que alude
al padecimiento de un niño y su familia.

• ¿Cuál es el objetivo del diagnóstico psicomotor?

Es posible concebirlo, inspirándonos en J. Bergés, como una aproximación al


conocimiento del particular estilo de funcionamiento psicomotriz de un niño (uso singular
de las funciones psicomotoras en la vida de relación), de cómo éste se fue construyendo
a través de la historia y cómo es actualmente vivenciado por el propio niño y su entorno.

Acordamos con los autores:

“Lo esencial del diagnóstico psicomotor es conocer la posición del niño” (J. Bergés,1997)

“Defino a la posición del niño como aquel sitio, aquel lugar donde el cuerpo del niño ha
sido puesto, ubicado a través de acciones concretas, de las imágenes y del lenguaje de
los padres” (L. González 2009,110, retomando a Bergés J.,1997)

Los momentos y recursos del proceso de diagnóstico psicomotor:


- Encuentro inicial con padres
- Encuentro inicial con el niño
- Aplicación de tests
- Otras pruebas no estantarizadas y actividades
- Actividad espontánea en sala de psicomotricidad
- Construcción de una hipótesis diagnóstica
- Elaboración del informe Psicomotriz
- Entrevista de devolución con los padres
Si el niño inicia un tratamiento, a partir de la hipótesis diagnóstica se elabora el Proyecto
Terapéutico, que es orientador, flexible, dinámico y continuamente revisado.

• ¿Cuáles es el objetivo de la Terapia Psicomotriz Infantil?

Se podría formular como un proceso de reorganización, reapropiación y


reposicionamiento corporal, de manera que el niño pueda ubicarse en la posición de
sujeto deseante, cognoscente, adaptándose activa y creativamente al ambiente que lo
rodea.

30
Este objetivo general se persigue a través de cuatro niveles de Intervención:

1er. nivel: Intervención directa con el niño

En este nivel, predominante de la Intervención, se da un acompañamiento con


mediación corporal del Psicomotricista al niño, favoreciendo en él experiencias de
exploración y apropiación de su cuerpo en relación con el espacio, el tiempo, los
objetos y el otro. La intervención psicomotriz plantea un recorrido no lineal sino
dinámico entre el cuerpo de la senso-percepción, el cuerpo como organización
tónico-postural y motriz, al cuerpo imaginario y simbólico.

2do. nivel: Intervención con los padres (en algunos casos involucra también a
otros familiares y en otros casos los padres se integran al trabajo directo con el
niño)

Objetivos:

- Aproximarse al conocimiento del lugar que tiene el cuerpo del niño en la familia, a
cómo ese lugar se fue construyendo en relación.

- Fortalecer a los padres en su rol y favorecer en ellos un re-posicionamiento del


cuerpo del hijo, el descubrimiento de nuevas modalidades de relación que lo
aseguren en sus posibilidades como ser autónomo.

3er. nivel: Intervención en el contexto educativo del niño.

Objetivos:

- Aportar una mirada hacia el niño desde sus fortalezas.

- Construir con el equipo educativo objetivos y estrategias de ayuda coherentes.

- Promover que la Institución educativa comprenda la situación del niño, flexibilice


las exigencias a sus posibilidades, contemple sus modalidades de relación y
realización corporal, fomente el aprendizaje significativo, la socialización y la
autonomía.

4to. nivel: Intervención en el marco del equipo interdisciplinario

Objetivos:

- Aportar una mirada psicomotriz y datos con respecto al funcionamiento corporal


del niño, en los aspectos relacional y ejecutivo.

31
- Integrar los aportes de otras disciplinas.

- Analizar la problemática psicomotora del niño como emergente de una historia y


de un contexto familiar, social y cultural.

- Despejar los indicadores de organicidad.

- Construir y evaluar en equipo objetivos y estrategias de intervención


interdisciplinaria.

• Enfoque psicoanalítico y especificidad de la Psicomotricidad Clínica Infantil

Que una disciplina adopte un enfoque psicoanalítico significa que integra


conceptos fundamentales del Psicoanálisis como teoría del Inconsciente en su marco
teórico, y los pone en juego en una práctica éticamente coherente.
Así como la psicomotricidad, como integración funcional, es un concepto y una realidad
del ser humano, que necesariamente debe ser tomada por las distintas disciplinas, el
inconsciente es descubierto y teorizado desde el Psicoanálisis, pero, acordando con E.
Levin (1991), esto no determina que el mismo le pertenezca con exclusividad.
La teoría psicoanalítica atraviesa los conceptos de sujeto, cuerpo, gesto, síntoma, clínica,
cura. Nos dedicaremos a ellos en el transcurso del trabajo.

Constituye un permanente desafío en la formación del Psicomotricista, incorporar


aportes del Psicoanálisis y a su vez reconstruir y sostener la especificidad de la
Psicomotricidad.

El campo conceptual de la Psicomotricidad no se limita al Psicoanálisis, pues en


el funcionamiento psicomotriz inciden además del factor psíquico, otros componentes
como los biológicos y socio-culturales. Si bien el Psicoanálisis brinda una mirada y un
discurso hacia los mismos, requerimos acudir al campo conceptual de otras disciplinas
que los estudian específicamente.

Con respecto a lo práctico, la intervención psicomotriz terapéutica parte de una


mirada y una escucha particular hacia el cuerpo y sus producciones, y se despliega a
través de una mediación corporal original. Se parte de la actividad espontánea o el “no
hacer” del niño. Tómese por actividad espontánea no sólo el juego, ya que muchos niños
no han accedido a él, sino cualquier iniciativa y producción del niño. El juego pasa de ser
un medio, a ser un fin en sí mismo. A través del juego, el niño se construye como sujeto,

32
“el juego compromete al cuerpo” (Winnicott, D.,1979), y constituye nuestro contexto de
trabajo.

Acordamos con D. Calmels (2003):

“El abordaje terapéutico consiste en un trabajo que no apunta a eliminar el


síntoma corporal, sino a trabajar sobre la organización del cuerpo, lo cual redunda
en una modificación del síntoma. No se trata de de implementar un ejercicio cuyo
beneficio complete el vacío que produce un déficit, no se trata de un estímulo al
organismo, sino de una “puesta al día” de la situación del cuerpo, hecho que
convoca a la historia de su gesta y desarrollo” (p.27)

Es clara la influencia de J. de Ajuriaguerra (2000) quien plantea:

“Con las terapéuticas psicomotoras actuaremos sobre figuras psicomotoras o


sobre un fondo psicomotor. Nuestro objetivo se reduce a modificar la figura como
síntoma, pero especialmente el fondo que la hace posible, incluso en ocasiones
únicamente el fondo con el fin de modificar el cuerpo en cuanto sistema de
relación y de orientación. El objetivo de una terapéutica psicomotora será no
solamente modificar el fondo tónico -sincinesias o cualquier tipo de actos- de influir
en la habilidad, la posición y la rapidez, sino sobre la organización del sistema
corporal, modificando el cuerpo en conjunto, el modo de percibir y de aprehender
las aferencias emocionales.” (p.239)

Intentando interpretarlo, se puede entender el fondo como la organización corporal que se


sustenta en las múltiples dimensiones del cuerpo como estructura relacional, tónico-
emocional, instrumental y cognitiva, directamente relacionada con la personalidad.
Es imposible concebir esta organización corporal de la que habla Ajuriaguerra, separado
del proceso de estructuración psíquica y constitución subjetiva, a través del cual el cuerpo
del niño va ocupando un lugar simbólico en su contexto relacional.
En algunos casos, el trabajo sobre el fondo ya es suficiente. Pero si es necesario y en el
momento oportuno, el disfuncionamiento psicomotriz del niño (desfasaje en el desarrollo
funcional) se aborda directamente, pues afecta sus procesos de desarrollo, aprendizaje y
socialización.
La oportunidad y modalidad de la intervención se traduce en una dinámica de proximidad-
distancia en la relación terapéutica. El objetivo es que el niño asuma la posición de sujeto
deseante. Técnicas y materiales están supeditados a la necesidad del paciente (en
ocasiones, la necesidad puede ser que le sean negados).
En la escena de la Clínica Psicomotriz, (juego corporal, relajación, juegos grafoplásticos y
de construcción; o ausencia de actividad), el niño actualiza inconscientemente en el aquí y
el ahora modalidades de vincularse con el otro que siempre comprometen al cuerpo. El

33
psicomotricista analiza estas modalidades de relacionamiento corporal y a partir de este
análisis orienta su intervención.
El lenguaje verbal acompaña los procesos que se fundan en la experiencia corporal
relacional, poniendo en palabras lo que es sentido y lo que es actuado corporalmente.
Llámese experiencia corporal a un desplazamiento en el espacio o simplemente a un leve
gesto o transformación tónico-emocional, que se inscribe en una relación transferencial.
Con su participación en el juego del niño, el terapeuta habilita una resignificación de
experiencias corporales. ¿En qué consiste esa resignificación por el niño? Se construyen
nuevas representaciones que motivan nuevas búsquedas en un marco de seguridad y
contención afectiva. Implica procesos de ligazón psíquica que se traducen en nuevas
maneras de ser y estar en el cuerpo. Desde la fijación, el recorrido es hacia la
transformación.
Destacamos en especial la importancia de la experiencia corporal, pues allí quedó fijada
la problemática. Acompañar al niño en juegos que remiten a los primeros tiempos de vida
-etapa de la dependencia absoluta según Winnicott- es un desafío para cualquier
terapeuta. La experiencia quedó truncada a nivel de las sensaciones de predominancia
displacentera; rupturas traumáticas en la continuidad existencial interfirieron en la
elaboración imaginativa del funcionamiento corporal (integración psique-soma de
Winnicott, 2006).

El despliegue de estos niveles de intervención del psicomotricista requiere una


profunda formación personal y profesional.
La formación por vía corporal habilita el análisis de su propia expresividad motriz, a la luz
de su propia historia (aunque no tiene objetivos terapéuticos, es muy posible que se den
efectos), para luego estar más descentrado en la observación y análisis de las
producciones corporales del sujeto destinatario de la intervención y disponible para la
relación terapéutica.
“La formación por vía corporal debe dirigirse a construir el rol del psicomotricista,
dotándolo de herramientas para entender al otro en su expresividad tónico-emocional,
para decodificar y dar sentido a las señales del cuerpo, del gesto y del hacer del otro.”
(Camps C.,Mila J.,Peceli J. y Tomás I.,2011,16)
En la Licenciatura de Psicomotricidad de la Universidad Católica, (donde se desempeña
como docente quien escribe), esta formación por vía corporal constituye un eje a lo largo
de los cuatro años de formación, con una carga horaria de 90 horas anuales.

34
En un momento que es singular de cada profesional en formación, es necesario abordar
un Psicoanálisis personal, de modo ser capaz de separar más claramente lo que viene del
paciente y lo que proviene de la historia propia.
La mirada, la escucha psicomotriz y el hacer del terapeuta en Psicomotricidad son fruto de
una formación teórica, práctica y personal específicas.

4.2.4. Aportes del Psicoanálisis y nuevas miradas de la Psicomotricidad

La Psicomotricidad como disciplina nace en una encrucijada de distintos saberes


que responden a paradigmas epistemológicos diferentes.
Con la profundización en los aportes del Psicoanálisis, la Psicomotricidad incluye nuevas
miradas y reformulaciones teóricas. A continuación se enunciarán algunas de ellas y a lo
largo del trabajo serán retomadas, lo que es imprescindible para comprender la
complejidad conceptual del síntoma psicomotor.

4.2.4.1. Aportes del Psicoanálisis hacia la concepción de inteligencia.

En su estudio sobre el nacimiento y desarrollo de la inteligencia en el niño, J.


Piaget (2009) concibe en primer término la inteligencia práctica o sensorio-motora, que
culmina, alrededor de los 18 meses en la construcción de la función simbólica, base de la
inteligencia representativa. Esta función es fruto de un proceso, y se va complejizando
aún más en los períodos pre-operatorio y operatorio. El autor se dedica especialmente a
analizar el desarrollo cognitivo desde una perspectiva adaptativa del ser humano a partir
de la interacción con el ambiente, en un equilibrio entre la asimilación y la acomodación.

La teoría psicoanalítica permite profundizar en cómo se inscribe la función


cognitiva en el proceso de estructuración psíquica. Niños con un buen potencial intelectual
(genético), pero con fallas la estructuración psíquica pueden no acceder a la función
simbólica o hacerlo en forma muy precaria. Entonces, para la construcción de la
inteligencia no basta con los factores heredados.

V. Guerra (2003) define la simbolización “Desde el punto de vista psicoanalítico


más clásico, por así decir, la simbolización tiene que ver con un trabajo sobre la ausencia.
Trabajo psíquico, interior, sobre la ausencia del objeto de la investidura de la pulsión
(objeto materno).”
Plantea que una cosa es hablar de la simbolización en términos psicoanalíticos y otra en
términos cognitivos. “hay zonas de acuerdo, pero en ciertos momentos del desarrollo las

35
cosas se separan porque apuntan a visiones distintas y yo creo que complementarias de
la estructuración psíquica.”

Desde el Psicoanálisis se destaca la incidencia de los aspectos vinculares en los


procesos del desarrollo y maduración.

“Sabemos que la inteligencia no es una facultad producto de un buen funcionamiento


neurológico. Se construye en un espacio relacional. Es decir que un sujeto se constituye
inteligente en el vínculo con los otros.” (Fernández A. 2000,52)

La psicopedagoga argentina, dándole un giro psicoanalítico a las contribuciones


piagetianas agrega:

“Todo acto de inteligencia, por más sencillo y rudimentario que sea, supone
también una interpretación de la realidad externa. Tal interpretación se realiza a
través de una asimilación del objeto por conocer a algún tipo de sistemas de
significaciones existentes en el sujeto, así como de una acomodación a las
demandas o requerimientos que el mundo de los objetos impone al sujeto.”
(Fernández A. 2000,104)

Cita a P. Aulagnier quien considera a la actividad de representación como el equivalente


psíquico del trabajo de metabolización orgánico que transforma “lo no propio en propio”.
La actividad de representación requiere una catexia libidinal, un reencuentro con la
experiencia del placer. Retomaremos estos contenidos de Aulagnier más adelante.
Inspirándose en el psicoanalista uruguayo Marcelo Viñar, quien define a la salud como
adaptación creativa, Fernández, utiliza tal definición con respecto a la inteligencia, “en esa
búsqueda de lo nuevo, de lo diferente, en ese hiato entre lo que encuentra y lo que busca
se nutre la pulsión epistemofílica y la posibilidad de crear.” (Fernández A. 2000,105)

Según la autora S. Bleichmar (2001), el orden representacional se instala a partir


de la intromisión del otro deseante y sexualizado que produce un plus de excitación que
es invaluable y requiere ser ligado o queda destinado a la compulsión de repetición.
La alucinación constituye el primer núcleo de simbolización y tiene como objetivo el
dominio sobre la excitación interna.
Entonces, como pre-requisitos libidinales, simbólicos de la inteligencia ubica:

 Otro humano con inconsciente, que instale la pulsión


 Que ese otro humano posea una representación del niño como una totalidad.

Concibe a los trastornos de la inteligencia, como relacionados con la problemática


específica de la constitución de los procesos de pensamiento y de la simbolización.

36
Lo expuesto por los autores pone de relieve la consideración desde el
Psicoanálisis, de una dialéctica entre los procesos de la inteligencia con los de
representación y simbolización, y a éstos con los movimientos del placer y el deseo.

4.2.4.2. Concepciones psicoanalíticas acerca de la afectividad y la


constitución subjetiva.

El concepto de afectividad varía de acuerdo al marco conceptual en el que se


ubica.
Desde la neurobiología (Rebollo A.,2007), la afectividad es estudiada a través de las
emociones y los sentimientos. Resultan del funcionamiento tanto del sistema nervioso
central (sistema límbico) como del periférico en sus sectores somático y vegetativo
(sistemas simpático y parasimpático).
Entre las manifestaciones vegetativas que acompañan la emoción se encuentran: las
vasomotoras (rubor o palidez), secretoras (sudoración o sequedad de la piel y mucosas),
digestivas (aumento o disminución de la motilidad gastrointestinal, cólicos, vómitos),
cardiovasculares (taquicardia o bradicardia, hipertensión arterial), alteraciones del ritmo
respiratorio, etc.
Las manifestaciones somáticas involucran el descenso o elevación del tono muscular y
los automatismos (que hacen posible la huida o producen inmovilidad).

Desde la Psicología: Se acude al diccionario de Psicología de F. Dorsch (1978):

Emoción: “Estado afectivo intenso y relativamente breve. Es frecuente que se acompañe


la emoción de fuertes movimientos expresivos. Se asocia a sensaciones corporales
internas.” (p.290)

Afectividad: se cita a Bleuler, quien designa el conjunto del acontecer emocional: los
sentimientos, emociones y pasiones.

Desde el Psicoanálisis:
A diferencia de la concepción de la Neurología o Neuropsicología, no se reconoce la
necesidad de la localización anatómica de los procesos psíquicos.
Laplanche y Pontalis (2007) definen el Afecto:

“Palabra tomada por el psicoanálisis de la terminología psicológica alemana y que


designa todo estado afectivo, penoso o agradable, vago o preciso, ya que se
presente en una forma de descarga masiva, ya como una tonalidad general.
Según Freud, toda pulsión se manifiesta en los dos registros del afecto y de la

37
representación. El afecto es la expresión cualitativa de la cantidad de energía
pulsional y de sus variaciones” (p.11)

En “Lo Inconsciente” (1915), Freud analiza la condición consciente o inconsciente de


los afectos y sentimientos. Las ideas centrales entre las que Freud oscila son:

1) Afectos y sentimientos son ligados a una cualidad expresiva, de descarga o


estado, cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones. No es
posible un sentimiento inconsciente, porque se siente o no. Lo que supone que el
sistema Cc gobierna normalmente la afectividad. Esta concepción del afecto se
asimila a la que se utiliza cotidianamente.
2) Los afectos y sentimientos, como las mociones pulsionales están representados
en el inconsciente a través de su representante-representación. La represión
produce un divorcio entre afecto y su representación. El afecto es referido a la
carga energética que acompaña una representación. Puede ocurrir un
desplazamiento: el afecto o sentimiento se desplaza de su representación original
como en el caso de las fobias.

Bleichmar S. (2008) se adhiere a esta segunda reflexión freudiana:

”Freud ya había mostrado en sucesivas ocasiones … que el famoso “afecto” de la


psicología tenía que ser comprendido en términos de quantun de afecto, de carga,
y que había algo que correspondía al sistema de la simbolización que era del
orden de la representación. Sistemas de cargas y sistemas de representaciones
aparecían entonces íntimamente ligados (o patológicamente disociados) en el
interior de un sistema cuya regulación hacía posible un funcionamiento más o
menos organizado de ambos: el aparato psíquico.” (p.96)

En otro texto célebre de su obra, el afecto de angustia es profundamente


estudiado en Freud (“Inhibición, síntoma y angustia”, 1925) y reconoce que tiene un rol
muy importante en el proceso de estructuración psíquica. En la segunda teoría sobre la
angustia, ésta es el motor de la represión, instalando la tópica. La angustia como estado
afectivo, ligado a un intenso displacer, que Freud relaciona con la separación, la ausencia,
pone en marcha el proceso de represión, cuyo cometido es exactamente la defensa
contra el afecto de displacer. Los destinos del factor cuantitativo de la mociones
pulsionales, debido a la represión, pueden ser tres según Freud (1915):

- El afecto persiste en forma total o parcial y puede desplazarse a otra


representación

38
- O es mudado en un monto de afecto cualitativamente diverso, particularmente en
angustia
- O es sofocado o suprimido

Lacan (según Chemama y Vandermersch, 2010) introduce una nueva visión, “La
angustia es lo que nos deja dependiendo del Otro, sin palabra alguna, fuera de la
simbolización”. (p.39). Más adelante se volverá a presentar esta diferencia conceptual
entre los dos autores

Se constata cómo desde el Psicoanálisis, los afectos están en estrecha relación


con los procesos inconscientes; no es posible reducirlos a lo visible, a lo concretamente
sentido, considerando parcialmente el funcionamiento del psiquismo.
Se reconoce que la expresión afectiva involucra especialmente al funcionamiento
corporal, aportando en su análisis elementos observables muy importantes para
aproximarse a la comprensión de los procesos anímicos. La Psicomotricidad dirige su
mirada a estas manifestaciones corporales, entendiendo que constituyen signos a partir
de los cuales se abren interrogantes sobre lo parcialmente develado del sujeto y lo que
permanecerá en el terreno de lo enigmático (inconsciente).

Con la influencia de J. Lacan se introducen nuevas teorizaciones acerca de la


estructuración psíquica que amplían el interés desde la afectividad del paciente hacia el
proceso de constitución subjetiva. En el terreno de la área clínica infantil, además de
referirnos a la vida afectivo-emocional del sujeto, a la relación afectiva entre terapeuta y
paciente, se piensa en un quehacer profesional dirigido a un sujeto en construcción. Los
procesos madurativos estarán teñidos por las tonalidades de la construcción subjetiva. A
su vez, los factores biológicos no pueden ser desdeñados. En casos de psicopatologías
graves como la psicosis, al no acceder a la categoría de sujeto, las funciones no pueden
ser desplegadas o lo hacen en forma fallida. Con respecto a la incidencia del otro
significativo:

“Los afectos no son constituyentes, sino meros epifenómenos de lo que a través


del significante se opera en el deseo. Lo que permite que el deseo se constituya es
el hecho de que el Otro coloque en juego una marca (el Nombre), que aliena al
sujeto de su objeto, que lo separa: esa marca es del orden del lenguaje. Lenguaje
no ya como función psicológica, sino como estructura que captura al sujeto y los
sitúa en relación con la cultura” (Jerusalinsky, A. y col., 2000,15-16)

Es necesario profundizar en este concepto de constitución subjetiva y para ello se acude


a J. Dor (1985) quien facilita la interpretación de Lacan.

39
Para Lacan, el concepto de sujeto no se corresponde con el concepto de individuo
o persona que se maneja comúnmente. El sujeto se constituye a través de un proceso de
constitución subjetiva, ligado al de estructuración psíquica, y tiene como punto culminante
la separación de la madre y la instauración del orden simbólico. La etapa de los primeros
años es entonces fundante del sujeto.
Lacan atribuye al estadio del espejo y al complejo de Edipo (que considera
contemporáneos) como estructurantes de la subjetividad. El niño pasa de una situación de
fusión con la madre, de ser objeto de deseo de la madre (momento de identificación
alienante), a tener que renunciar a la satisfacción pulsional y separarse por la introducción
de un lugar tercero, la función paterna.
El padre se hace preferir frente a la madre y el niño requiere representar la ausencia
materna, que liga a la presencia del padre. El significante materno (ser objeto fálico,
objeto de deseo de la madre) es reprimido y sustituido por otro: “el nombre del padre”
Un sujeto es efecto de esta sustitución significante, que Lacan designa como “metáfora
paterna”. Ella inaugura la represión llamada originaria, fundadora del inconsciente.

“El deseo de ser reprimido a favor del deseo de tener obliga al niño a dirigir su
deseo hacia el campo de objetos sustitutivos del objeto perdido. Para lograrlo, la
única posibilidad del deseo es hacerse palabra y ponerse de manifiesto en una
demanda.” Dor J. 1985,108)

La necesidad de designar los objetos sustitutivos marca el papel estructurante del


lenguaje, por lo que la categoría de sujeto deseante va ligada a la de sujeto parlante.
El sujeto de Lacan, es un sujeto dividido, escindido. Una división corresponde a la división
psíquica entre Inconsciente y conciencia. Otra división sería la del orden simbólico que va
a mediatizar la relación del sujeto con lo real.

Este proceso de constitución subjetiva, presentado aquí en forma muy abreviada


será retomado en el apartado 3.3, correspondiente al proceso de Constructividad corporal.
Normalmente, a través del proceso de constitución subjetiva el cuerpo del niño pasará de
la categoría de objeto de deseo, cuerpo indiferenciado del otro, a un cuerpo separado,
pero siempre capturado en la dialéctica del deseo del otro, en una permanente búsqueda.

La noción de constitución subjetiva no sólo es teorizada por Lacan, también es


tomada por otros autores. Por la imposibilidad de mayor extensión en el tema, se
selecciona la referencia al autor mencionado.

40
4.2.4.3. Desde el interés por los aspectos cinéticos, al interés por los
aspectos tónico-posturales de la motricidad

Jean Bergés (Neuropediatra, Neuropsiquiatra, Psicoanalista y Psicomotricista,


Francia, 1928-2004) se inspira en Henry Wallon al destacar la mención especial de la
organización tónico-postural como elemento estructurante de la corporeidad. Es a nivel de
la estructura axial, desde donde se organiza la función tónico-postural, donde se realizan
los primeros intercambios entre el bebé y el medio. La fluctuación tónica constituye la
primera respuesta al ajuste (distensión) o desajuste (tensión) entre los ritmos primarios
propios del bebé y los ritmos maternos. 11
Bergés (1996) conceptualiza la noción del cuerpo como receptáculo. “El cuerpo es antes
que nada un receptáculo, un lugar de inscripción, una forma implacablemente destinada a
imprimirse con los escenarios, los colores de otros, comenzando por la copia servil del
motivo.”
El cuerpo es receptáculo del otro; la identificación con el otro (referencia a las imitaciones
precoces del lactante descriptas por Wallon y al estadio del espejo de Lacan) es posible
por la capacidad de sentir el cuerpo del otro como suyo, de alienarse.
Agrega J. Bergés (1997):

“…existe una motricidad a nivel de la postura que no tiene nada que ver con la
motricidad, con la motricidad tal como se la entiende del lado del movimiento. La
postura es el trampolín del movimiento, es de ese telón de fondo tónico que
emerge el movimiento, este surgimiento no se hace de una manera aleatoria sino
que tiene un sentido en la medida que el movimiento se convierte en gesto…”

La integración de estos conceptos de Bergés, propulsa un giro en el interés de los


psicomotricistas uruguayos, preocupados tradicionalmente en la dimensión expresiva,
efectora del movimiento.

J. de Ajuriaguerra también retoma a Wallon y la importancia de la función tónico-


postural:

“Frecuentemente, cuando se habla de psicomotricidad, se hace referencia al


componente cinético de la acción, o a funcionamientos más complejos que tienen
un valor expresivo o simbólico. Pero de hecho, cada actividad se desarrolla sobre
un fondo tónico, cuya expresión cinética es la “figura”. (de Ajuriaguerra, J. 1971)

11
En sintonía con J. Bergés, J. de Ajuriaguerra (1993), también retoma a Wallon en la importancia adjudicada a la postura
en el desarrollo psicológico del sujeto. Llama diálogo tónico a fenómenos motores en la situación de fusión inactiva
primitiva y lo considera preludio del diálogo verbal posterior.

41
Interesa entonces, ir un paso atrás de la función motriz en su componente clónico
y remitirla a componente tónico: la organización tónico-postural; telón de fondo donde se
construye la gestualidad corporal.

“…del mismo modo que la voz se separa de la boca, la motricidad se separa de la


postura” (Bergés, 1988)

A este énfasis en los aspectos tónico-posturales, se atribuye la revalorización del


recurso de la relajación psicomotriz terapéutica, en el que se especializa J. Bergés.

4.2.4.4. Desde la función motriz, al funcionamiento y funcionalidad


psicomotriz

Es útil en este momento retomar las definiciones de: función motora, movimiento y
tono muscular. Para ello nos remitiremos a la Dra. A. Rebollo (“El desarrollo
neuropsíquico y su evaluación”, 2007, 150):

Función motora: “Es la función del movimiento”

Movimiento: “Implica la existencia de contracciones fásicas y tónicas que no se pueden


separar una de otra ya que actúan en forma coordinada, si bien una u otra pueden
participar más o menos en diferentes tipos de movimientos” .

Rebollo cita la clasificación de Wallon quien distingue 3 tipos de movimientos: 1) activos o


autógenos que son voluntarios 2) pasivos o exógenos producidos por fuerzas exteriores
como la gravedad, hacen posible la postura y tienen como base el tono muscular 3)
actitudes y mímicas que tienen por fin comunicarse con el medio exterior y también tienen
como base el tono muscular.

Tono muscular: Para definirlo, Rebollo (2007) cita a Barraquer “el tono muscular es un
estado de tensión permanente de los músculos, de origen esencialmente reflejo, variable,
cuya misión fundamental tiende al ajuste de las posturas locales y de la actitud general y
dentro del cual es posible distinguir diferentes propiedades”. (p.161)

La autora remarca que: “el movimiento no depende sólo del sistema motor sino
que el movimiento es la emergencia del funcionamiento global del sistema
nervioso, por lo tanto resulta también de la integración de las senso-percepciones,
de la inteligencia y de la afectividad. Esto es lo que ha llevado al concepto de
psicomotricidad.” (Rebollo A. 2007,151)

42
En general, los autores consideran funciones psicomotoras: al tono muscular, la
función postural, la coordinación motora, el equilibrio, las gnosopraxias o pratognosias.

Sin dejar de tener en cuenta los aspectos anátomo-fisiológicos que permiten


comprender la dimensión orgánica de la función, los aportes del Psicoanálisis conllevan a
interrogarse cómo el proceso de constitución subjetiva atraviesa el desarrollo funcional.

“La organización del tono muscular no depende solamente de sinergias y automatismos


neurofisiológicos, sino del tipo de tratamiento que el Otro en la posición materna le
otorgue a los estímulos internos que acucian al niño” (Jerusalinsky A. y col. 2000,19)

J. Bergés introduce el concepto de “funcionamiento psicomotor”. Es la manera


particular en cómo esa función psicomotriz va a funcionar (Bergés, J. 1997).
Dando un paso más, jerarquiza la realización del funcionamiento frente a la mirada y la
voz del otro.

Se entiende que el funcionamiento psicomotriz o puesta en juego de la función


motriz (en sus aspectos tónico-pósturo-motriz y práxico), más allá de un estilo singular del
sujeto, puede variar de acuerdo a la situación relacional del sujeto (a la proximidad y
presencia de otras personas y en especial alguna/s de ellas). El niño con un síntoma
psicomotor se encuentra en una posición de dependencia del otro significativo, lo que se
proyecta en la relación con las demás personas en general.

En Clínica Psicomotriz Infantil la mirada va dirigirse tanto al funcionamiento


psicomotriz como al disfuncionamiento. La intervención se apoyará especialmente en el
primero.

“Hay que establecer más bien lo que funciona, porque el movimiento terapéutico pasa por
lo que funciona y no por lo que no funciona” (Bergés J. 1991)

D. Calmels (1997) suma el concepto de “funcionalidad psicomotora”. Se refiere con


este término “al funcionamiento del cuerpo en el orden social, funcionamiento con el sello,
la carga de valor otorgada por una familia en un contexto sociocultural determinado.”
(p.14)

El medio familiar y su contexto socio-económico-cultural inciden en que algunos


funcionamientos corporales sean especialmente valorizados o desvalorizados. Ejemplo:
las habilidades grafomotrices podrán tener un valor muy diferente en un contexto de
vulnerabilidad psico-social que en un contexto socio-cultural alto. Aunque no es posible

43
generalizar factores determinantes para cada contexto, dada la siempre presente
heterogeneidad, diversidad.

En la Clínica Psicomotriz infantil (tanto en el contexto del diagnóstico como en el


terapéutico), el Psicomotricista se interroga acerca del desarrollo de las funciones
psicomotoras (la función motora desplegada en sus factores: tono, postura, movimiento y
praxia). No obstante, nuestra mirada está dirigida especialmente a cómo el sujeto se
posiciona en el despliegue de la función. El acompañamiento terapéutico apunta a la
transformación con respecto a la posición de su cuerpo en ese “hacer”. Y el recorrido es
desde la vivencia del “no puedo” a la del “Yo puedo”. La ejercitación de la función, se da
luego naturalmente. En algunos casos, un rodeo a la función será suficiente. En otros,
será necesario, en un momento oportuno, abordarla directamente.

4.2.4.5. Desde el énfasis en el esquema corporal, hacia el interés por


la imagen del cuerpo.

Funcionamiento y funcionalidad psicomotriz se reflejan en el ser, estar y hacer


corporal del sujeto, en su esquema e imagen corporal.
Es interesante señalar, que en esta evolución de la mirada hacia la psicomotricidad, como
integración funcional, hay un corrimiento en el énfasis desde el estudio e intervención a
nivel del esquema corporal hacia su ampliación al análisis e intervención a nivel de la
imagen del cuerpo.
Ambos conceptos corresponden a epistemes diferentes. Mientras que el primero ha sido
campo de la neurología, psicología y pedagogía, para el segundo, es imprescindible la
visión desde el Psicoanálisis.

La neuropsicología presenta al esquema corporal (término introducido por Paul


Schilder, 1987) como una gnosia compleja, una “síntesis perceptiva” (Da Fonseca, V.
2005,193) en la que confluyen numerosas informaciones sensoriales: lo visual, lo táctil y
lo kinestésico; muy relacionada también con la estructuración de otras gnosias complejas
como el tiempo y el espacio, y con la afectividad.
Dada la importancia de la función simbólica para el desarrollo de las gnosias, no se podría
considerar la estructuración del esquema corporal antes de los 18 meses. No obstante, el
proceso comienza a gestarse antes y prosigue en el período de las operaciones
concretas.

Fonseca, Vítor define “la noción de cuerpo”:


44
“En términos de observación psicomotriz, la noción de cuerpo debe ser reconocida
como el resultado de una organización del input sensorial (táctilo-kinestésico,
vestibular y propioceptivo) en una imagen interiorizada y estructurada, de dónde
emerge una representación mental que en sí, se constituye en un marco de
referencia interna que precede todas las relaciones con el exterior” (2005,192-
193). Ya anteriormente había marcado: “La importancia del otro en el desarrollo de
la noción de cuerpo es fundamental” (Da Fonseca, V. 2000, 92)

J. de Ajuriaguerra (Citado por García B., en De León C, 2000,79) define al


esquema corporal como “el proceso psicofisiológico que a partir de los datos sensoriales
nos da, en una síntesis continuamente deshecha y constantemente renovada, el
conocimiento y la orientación de nuestro cuerpo en el espacio para permitirnos actuar con
eficacia”.

Distinguiéndose de Paul Schilder, Francois Doltó (Psicoanalista francesa) plantea


que no debe confundirse imagen del cuerpo y esquema corporal.

“Si, en principio, el esquema corporal es el mismo para todos los individuos (de
una misma edad o viviendo bajo un mismo clima, poco más o menos) de la
especie humana, la imagen del cuerpo, por el contrario, es propia de cada uno:
está ligada al sujeto y a su historia.” (Doltó F.1986,21).

Relata casos de niños sanos, según ella en cuanto a su esquema corporal pero en los
cuales el funcionamiento de éste resultaba recargado por imágenes patógenas del
cuerpo. Sin embargo al proseguir la lectura, plantea la interrelación entre estos dos
conceptos, ya que al referirse a un caso clínico sostiene que la utilización adecuada del
esquema corporal se hallaba interferida por aspectos patológicos en la imagen del cuerpo.

Doltó (1986) define a la imagen inconsciente del cuerpo como:

“La imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales:


interhumanas, repetitivamente vividas a través de las sensaciones erógenas
electivas, arcaicas o actuales…Se la puede considerar como la encarnación
simbólica del sujeto deseante… Es a cada momento memoria inconsciente de toda
la vivencia relacional, y al mismo tiempo es actual, viva, se halla en situación
dinámica a la vez narcisística e interrelacional: camuflable o actualizable en la
relación aquí y ahora , mediante cualquier expresión fundada en el lenguaje,
dibujo, modelado, invención música, plástica, como igualmente mímica y gestual”
(p. 21)

Más adelante, tomaremos los aportes de J. Lacan al tratar el estadio del espejo.
Resultan imprescindibles para entender el entramado entre la constitución de la imagen
corporal y la constitución del Yo.

45
A diferencia de Lacan, la imagen inconsciente del cuerpo de Doltó comenzaría a
construirse ya en el período uterino y culmina con el logro del “sentimiento de sí mismo”
hacia los 3 años. (Nasio J.D., 2008)

Luego de esta revisión de los conceptos de esquema e imagen corporal, se puede


concluir que si bien es posible que enfaticen dos aspectos diferentes de la representación
corporal, no son independientes, sino que se correlacionan y construyen dialécticamente.
Es relevante el papel de la calidad de la relación con otro semejante significativo que a
través de los cuidados, protege, manipula, toca, habla al bebé, nombra las partes de su
cuerpo, espera. Especialmente cómo lo hace ese otro y cómo lo demanda, recibe y
transforma el bebé, va marcando cualitativamente la experiencia registrada en la dinámica
del placer-displacer.

4.2.5. Las otras vertientes al campo teórico de la Clínica Psicomotriz Infantil


y su integración en un enfoque psicoanalítico

Compete a la Psicomotricidad, tener en cuenta los distintos factores que inciden en


el proceso de construcción del cuerpo. Para ello se nutre del conocimiento aportado por
otras disciplinas y teorías. El desafío es que estos aportes se integren a una mirada
particular hacia el cuerpo. Nos atañe específicamente el funcionamiento psicomotriz
sostenido por un entramado de aspectos neurobiológicos, psíquicos y socio-culturales.

4.2.5.1. Aspectos neurobiológicos

Como se planteaba anteriormente, cada individuo nace con un determinado bagaje


genético, que se pondrá en relación con el ambiente, el cual podrá potenciar o restringir
su desarrollo.

La Dra. Antonieta Rebollo, publica en 2007 un libro que titula “La psicomotricidad”.
Jerarquiza en su obra el aspecto biológico de la psicomotricidad como integración
funcional, al movimiento como eferencia del funcionamiento global del sistema nervioso.

“Pensamos que el aspecto biológico de la psicomotricidad es el aspecto olvidado o


rechazado, conciente o inconcientemente, a pesar de que le ha dado importancia al
movimiento y también al cuerpo” (Rebollo A.2007, prólogo)

Como base neurobiológica de la psicomotricidad, Rebollo (2007) plantea la existencia de:

46
Un sistema o módulo de ejecución , que incluye el sistema piramidal unido a la neurona
motora periférica, en relación con el sistema extrapiramidal que rige el movimiento pasivo,
el tono muscular y el cerebelo que coordina las acciones en el espacio y el tiempo.
Un sistema o módulo vinculado a la afectividad que tiene a su cargo las manifestaciones
vegetativas y somáticas de la emoción: posturas, ademanes, mímicas y automatismos
más o menos complejos, los movimientos expresivos. Se expresan a través del tono
muscular y sus variaciones
Un sistema o módulo vinculado con las funciones cognitivas, que se manifiesta en
movimientos o acciones planificadas, aprendidas, primero conscientes y luego
automatizadas que denominamos praxias.
Un sistema o módulo conductual o comportamental que coordina y ordena el
funcionamiento de los anteriores que depende del funcionamiento de la región frontal y
cuya aferencia del sistema conductual es la psicomotricidad.

A la Psicomotricidad (ahora nos referimos a la disciplina) le corresponde abarcar


las múltiples dimensiones del cuerpo, sin caer en una mirada recortada que retroceda
hacia el dualismo cartesiano. Entonces, el respeto hacia la dimensión orgánica, que
constituye una estructura de base para los procesos psíquicos y a la inversa, el
reconocimiento de que a través del organismo se canalizan fenómenos psíquicos (ej.
enfermedades psicosomáticas) fundamentan una concepción abierta, integradora, sin
sesgos limitantes.

El funcionamiento del sistema nervioso continúa siendo parcialmente inaccesible al


conocimiento del hombre a pesar de los avances de la tecnología. El estudio de la
plasticidad neurológica abre nuevas alternativas que aún sorprenden. Esta noción de
neuroplasticidad neuronal, podría ser la clave de la integración entre concepciones de
corte más neurobiológico y concepciones más psicológicas, ya que se trata de un
fenómeno orgánico que constituye la capacidad del organismo de responder a los
estímulos (factores transformadores) del medio ambiente interno y externo.

Ansermet F. y Magistretti F. (2010) remarcan que la plasticidad neuronal


(inscripción de la experiencia a nivel neuronal) introduce una nueva visión del cerebro. “La
plasticidad demuestra que la red neuronal permanece abierta al cambio y a la
contingencia, modulable por el acontecimiento y las potencialidades de la experiencia,
que siempre pueden modificar el estado anterior”. (p.22)
Según los autores, más allá de su bagaje genético, cada individuo es único e imprevisible.

47
“La cuestión de la huella, eje del fenómeno de la plasticidad, se sitúa claramente en la
intersección entre neurociencias y psicoanálisis, permitiendo poner en serie huella
sináptica, huella psíquica y significante” (p.225).

Los nuevos avances de la genética marcan que si bien hay factores genéticos
determinantes en su manifestación (ej. una alteración cromosómica como el síndrome de
Down), gran parte de la transmisión genética está conformada por los factores
predisponentes, o sea potencialidades que se pondrán en juego o no, de acuerdo a las
condiciones del ambiente.
Lo determinante de la alteración genética se relativiza con la influencia de los factores
ambientales, por lo que, siguiendo el ejemplo, no se puede definir de antemano cómo va a
ser el desarrollo de un niño con síndrome de Down.

E. Coriat (1996), apoya la distinción necesaria en Psicoanálisis entre tiempos


cronológicos del desarrollo y los tiempos lógicos de la constitución subjetiva. Los tiempos
lógicos son los mismos para la constitución de cualquier sujeto mientras que los tiempos
cronológicos son diversos. Marca la salvedad de que el tiempo real es una variable
imprescindible en la construcción del psiquismo, debido a que el papel del sistema
nervioso central sólo acepta cierto tipo de inscripciones al comienzo de la vida.

Jean Bergés (1996) especifica que la originalidad de la Psicomotricidad es el


relacionamiento que se articula entre:

1. El equipamiento neurofisiológico de base que corresponde a las estructuras


anatómicas propiamente dichas, en el sentido físico del término.
2. Las funciones, que son sustentadas por estas estructuras y su estado.
3. El funcionamiento de la función: o sea la puesta en juego de la misma.
4. La realización del funcionamiento frente a la mirada del otro.

“La Psicomotricidad aborda esta cuestión de una manera original, en la medida en


que no interroga solamente los instrumentos (como la neurología), en que no
interroga la función (como la fisiología), pero en que interroga la estructura
subyacente de la función en su funcionamiento” (Bergés J.,1996)

Daniel Calmels (2009) sitúa estos términos en relación a la práctica corporal:

Actitud postural: es la preparación para el movimiento, es gesto condensado, sin


desplegar.

Postura: Disposición de los diversos segmentos entre sí.

48
Movimiento: Va más allá de la traslación en el espacio. En un sentido muy general sería
“el estado de existencia de la materia” y se puede ubicar su presencia en reflejos, gestos,
acciones, actos, praxias y acontecimientos. Constituye la materia prima de todos ellos.
Aquí constatamos que Calmels está utilizando una acepción amplia del movimiento.

El gesto, a diferencia de la praxia tiene un fin comunicacional, un sentido específicamente


expresivo, codificado por otro. La gestualidad se gesta, se incorpora, en la medida en que
cobra sentido frente a otro.

La acción: constituye diversos movimientos, gestos, actitudes que se suceden en un


tiempo específico.

La actividad: Significa un empezar, continuar, terminar con un fin determinado.

El acto: tiene una unidad de sentido, una intencionalidad y una dirección. Marcaría un
logro específico, la culminación con sentido de una serie de acciones.

El acontecimiento: Configura el resultado de un conjunto de actos confluentes en el


tiempo y en un espacio que representa una transformación, un salto dialéctico.

Si bien algunas de estas acepciones tienen mucha similitud entre sí, queda clara la
intención de desmenuzar en las producciones corporales, el sentido comunicacional y/o
operativo. Esto requiere un análisis muy exhaustivo de la función motriz en cuanto a sus
bases anátomo-fisiológicas, integración funcional, distintos niveles de complejidad y en
especial, la relación con el ambiente circundante.

4.2.5.2. El aporte de la Psicología Genética12

Profundizaremos en la contribución de dos de sus principales representantes: Jean


Piaget y Henri Wallon.

La contribución principal de Jean Piaget a la teoría de la Psicomotricidad es la


consideración del papel del movimiento del niño en la construcción de la inteligencia. En
la obra “El nacimiento de la inteligencia del niño” (2009), estudia cómo a partir de la

12
J. Piaget y B.Inhelder (1997) explican en la introducción del libro “Psicología del niño”, la distinción entre
el término Psicología del niño y Psicología genética, aunque la primera constituya un instrumento esencial de
la segunda. La palabra genética, fue introducida por los psicólogos en la segunda mitad del siglo XIX, antes
de que los biólogos la utilizasen restringidamente para referirse a al los mecanismos de la herencia.
La psicología del niño estudia al niño por sí mismo en su desarrollo mental, mientras que la psicología
genética es una psicología general (estudio de la inteligencia, las percepciones, etc), en tanto que trata de
explicar las funciones mentales por su modo de formación, o sea, por su desarrollo en el niño. Por eso la
psicología infantil constituye un instrumento esencial para la psicología genética.

49
repetición de los reflejos, el niño construye esquemas de acción sensorio-motores, en los
que integra el movimiento con los datos senso-perceptivos.

“Pues bien, la inteligencia sensorio-motora, que coordina durante los dos


primeros años, las percepciones y los movimientos hasta desembocar en la
construcción del objeto permanente, del espacio práctico y de las
constancias perceptivas de la forma y de las dimensiones, conserva un
papel fundamental durante el resto del desarrollo mental y hasta en el
adulto mismo” (Piaget, J. 1987,103)

Transcurriendo el desarrollo, sintetizando asimilación y acomodación, los


esquemas sensorio-motores se amplían (por eso se denominan reacciones circulares), se
coordinan entre sí, flexibilizándose, adaptándose a distintas situaciones y objetos. En el
4to. subestadio (8-9m a 11-12m), se ponen al servicio de la intencionalidad.
Así, a través del primer estadio del desarrollo de la inteligencia, el período sensorio-motor
(0 a 18-24 meses) se va construyendo una inteligencia práctica o sensorio-motora, base
de la función simbólica, la que emerge hacia el final del período, dando paso al siguiente
período pre-operatorio (2 a 7 años). La imagen mental enriquece la actividad del niño
permitiendo el despliegue de formas de expresión (lenguaje, juego simbólico, dibujo, etc)
y transformación del entorno.

“La representación comienza cuando, simultáneamente hay diferenciación y coordinación


entre significantes y significados.” (Piaget, J. 1987,10)

El acceso a las operaciones concretas está marcado por la posibilidad de la


reversibilidad de la acción y la capacidad de establecer relaciones lógico-matemáticas.
De Ajuriaguerra (2000) retoma a Piaget quien plantea que el pensamiento representativo
comporta dos aspectos diferentes: el figurativo y el operativo, agregando que “Ciertos
gestos complejos, calcados de la realidad son simples imitaciones figurativas, mientras
que la imitación de gestos más sencillos entra en el marco operativo.” (p.213)

Resulta claro cómo los avances en el proceso de representación a lo largo del


desarrollo cognitivo, diversifican el acto motor. A la Psicomotricidad le interesa estudiar
cómo el movimiento intencional se va complejizando para cumplir con actividades
aprendidas muy elaboradas a nivel representativo (como la escritura), en las cuales se va
afirmando como sujeto.
Es indudable la naturaleza psicomotriz de las praxias, a las que Piaget estudia
profundamente. Citado por Rebollo A., (2004,160), define “no son movimientos cualquiera
sino sistemas de movimientos coordinados en función de un resultado o de una

50
intención”. Rebollo agrega que son movimientos o acciones planificadas, aprendidas y
luego automatizadas por repetición; es el movimiento más evolucionado, característico del
hombre,
En las praxias se pone en juego: la motricidad, la función simbólica y la senso-percepción.

Henry Wallon, en su teoría de las emociones propone el origen biológico de la


emoción en los albores de la construcción del cuerpo y su relación con los aspectos
tónico-posturales.

“Las emociones proceden de un nivel más bajo (núcleos subcorticales) y de un


estado anterior (primer semestre de la vida). Situarlas local y cronológicamente de
ninguna manera implica que se limiten con exclusividad a cierto sector funcional y
a un determinado período de la vida. No sólo pertenecen a todas las edades, sino
que no se producen sin conmover a todo el aparato psico-orgánico.” (Wallon, H.
1975,160)

El tono muscular recibe las estimulaciones de todas las superficies de excitación:


exteroceptiva, laberíntica, propioceptiva e interoceptiva; y las emociones según Wallon
están constantemente en tensión latente por la suma de las incitaciones que nace en el
organismo o que llegan a él. Llega a la siguiente conclusión:

“Las emociones, esencialmente función de expresión, función plástica, son una


formación de origen postural y tienen por material el tono muscular. Su diversidad
está ligada a la hiper o a la hipotensión del tono, a su libre afluencia en gestos o en
acciones o a su acumulación sin salida y a su utilización en el lugar por
espasmos.” (Wallon, H. 1975,161)

Nombra como emociones a la alegría, cólera, miedo, tristeza. Se expresan a través de


reacciones orgánicas que involucran: las funciones respiratorias (aceleración, suspensión
o arritmia), las funciones circulatorias (con sensación frecuente de sofocamiento o de
síncope, retracción o afluencia periférica de la sangre), la función digestiva (espasmo,
relajamiento, hipersecreción o hiposecreción del tubo digestivo en sus diferentes
segmentos, con sensación de obstrucción en la garganta y de ahogo, de debilidad o de
sufrimiento epigástrico, de cólicos abdominales), perturbaciones en la sensibilidad, en el
aparato locomotor (tendencia a los espasmos o a la relajación muscular).

Wallon plantea el antagonismo entre las emociones y la representación.


Puede pasar que la emoción se imponga y desarrolle sus efectos viscerales y tónicos, o
bien hace posible la intervención de la representación de imágenes y motivos. En este
último caso, cuando la emoción introduce la representación, esta apaga las
manifestaciones orgánicas, sin las que la emoción no existe. (1991,84).

51
La emoción para desarrollarse, continúa Wallon, necesita desviar o abolir el orden de las
representaciones. Se acompaña con una distorsión a nivel de las percepciones, se
imponen las impresiones ligadas a la conmoción a nivel de las funciones vegetativas.

En el hombre según Wallon, las emociones alcanzan un alto grado de complejidad


y de diferenciación, constituyéndose en elementos muy importantes para la vida de
relación. Existe todo un sistema organizado de centros cerebrales que regulan las
manifestaciones de la emoción.
Destaca el papel que va a jugar la actividad postural en la evolución psíquica por
intermedio de las emociones, desarrollando su rol en las relaciones con el otro. Este fin
social de la expresión de las emociones se vuelve trascendental en los primeros tiempos
de vida en el que aún no se cuenta con el lenguaje verbal. En la impericia total del recién
nacido, su necesidad de otro que satisfaga sus necesidades, las reacciones emocionales,
directamente relacionadas con el tono y la postura, juegan un papel crucial.

“La emoción necesita suscitar reacciones similares o recíprocas en el otro e,


inversamente, tiene sobre el otro una gran fuerza de contagio” (Wallon,1975,99)

La emoción establece una comunión inmediata fuera de toda relación intelectual, la


emoción de uno llega a ser la emoción del otro. Es el único medio de expresión del
lactante. El otro es el testigo necesario para el desarrollo de la emoción, su ausencia hace
que la emoción se apague rápidamente.
Este carácter contagioso y colectivo de la emoción tiene su importancia en la evolución
individual y en la del hombre en general, cultivada a través de prácticas y ritos que ayudan
extraordinariamente a la construcción del grupo; haciendo posible a partir de la actividad
colectiva, el conocimiento, el lenguaje, la creación de lo simbólico.

Frecuentemente nos referimos a Psicomotricidad a los aspectos “tónico-


emocionales”. El psicomotricista cuenta con una formación personal que apunta a conocer
y concientizar estos aspectos en el propio cuerpo, base fundamental para la formación en
la mirada y la escucha dirigida hacia el sujeto de la intervención; en el caso de la clínica
psicomotriz infantil: el niño y sus padres.
Las variaciones emocionales inscriptas en lo tónico-postural y reflejadas en el
funcionamiento vegetativo, brinda señales de cómo está el otro en su cuerpo.

52
Tomamos rápidamente consciencia de cómo los estados emocionales del niño o de sus
padres repercuten en nuestro propio cuerpo13.

Queda evocada la enorme importancia que tienen los aportes de Wallon en el


campo de la Psicomotricidad Terapéutica, cuando nos encontramos frecuentemente con
niños cuyo comportamiento se muestra invadido por las emociones.

El Psicoanálisis parecería tener mayor afinidad con la teoría socio-cognitivista de


Lev Vygotski (psicólogo ruso, 1896-1934).
Vygotski, citado por Rebollo A. presenta a las funciones psicológicas superiores (gnosias,
praxias y lenguaje) “cuyo origen, desarrollo y explicación hay que buscarlo en las
relaciones que el hombre establece en el transcurso de su vida.” (Rebollo A.1994,84)
El autor plantea que toda función aparece dos veces: primero entre personas
(interpsicológica) y después en el interior del niño (intrapsicológica). Todas las funciones
psicológicas se desarrollan a partir de la relación con otros seres humanos.
Vygotski reconoce dos niveles en el desarrollo:
Nivel de desarrollo actual: equivale al nivel evolutivo real, alcanzado por el sujeto en forma
individual.
Nivel de desarrollo potencial: aflora en situaciones de interacción del sujeto con ayuda de
otro de mayor nivel de desarrollo o más experimentado.
Entre ambos niveles se ubica la “zona de desarrollo proximal”.
Con el aporte de Vygotski queda clara la incidencia de los aspectos relacionales en el
desarrollo y aprendizaje.

4.2.5.3. Los aspectos histórico-socio-culturales

“Nada es más misterioso, para el hombre, que el espesor de su propio cuerpo. Y


cada sociedad se esforzó, en un estilo propio, por proporcionar una respuesta
singular a este enigma primario en el que el hombre se arraiga…Cada sociedad
esboza en el interior de su visión del mundo, un saber singular sobre el cuerpo:
sus constituyentes, sus usos, sus correspondencias, etc. Le otorga sentido y
valor.” (Le Breton, D. 2002,7y8)

El autor como otros, enfatiza en la naturaleza del cuerpo no como una realidad en
sí misma, sino como construcción simbólica.

13
Es clara la inspiración en Wallon de B. Aucouturier (2004) al conceptualizar “las resonancias tónico-
emocionales recíprocas”

53
Es necesario que el psicomotricista sea consciente de mandatos socio-culturales
que tiñen la imagen del cuerpo. Así por ejemplo podemos comprender fenómenos tan
preocupantes de nuestro tiempo como: la proliferación de los niños “inquietos y
desatentos”, las “dificultades para la autorregulación”, las alteraciones de la imagen
corporal en la base de trastornos de alimentación, la necesidad de marcar, agredir o
exhibir el cuerpo, etc.
Seamos también responsables y no ingenuos, profesionales de la educación y la salud
capaces de percibir la difusión de valores sociales signados por la eficacia y el éxito.
La tendencia de la sociedad de nuestro tiempo es a patologizar la infancia, utilizando
categorizaciones que ignoran la singular subjetividad, el contexto vital de cada sujeto.

Entonces, más allá de la singularidad de cada niño y su familia, el profesional no


puede permanecer ajeno a las problemáticas que atraviesan la infancia en los tiempos
actuales.14

Al recibir a un niño en la clínica, recibimos también a su familia, trataremos con sus


educadores. El funcionamiento psicomotriz requiere ser contextualizado. Desde el
contexto vital es que el cuerpo del niño es significado, incluyéndose en un discurso que es
necesario escuchar y en el que es necesario intervenir.

EN SUMA:

El proceso de construcción-reconstrucción de la Psicomotricidad como disciplina se ve


impulsado, por un lado, por este complejo y dinámico crisol de saberes y paradigmas, y
por otro, por la necesidad-demanda de un discurso, una modalidad y una ética de
intervención propios.

14
Z. Bauman (2001) y R. Sennett (2000 y 2006) se dedican a analizar cómo las nuevas condiciones socio-
económico-culturales de la nueva era moderna, están determinando nuevas construcciones subjetivas al
provocar cambios en la vida cotidiana de los individuos, atravesando áreas como el trabajo, la familia, las
relaciones interpersonales.
Los vínculos personales se ven resentidos, tendiendo a la superficialidad, a la falta de conocimiento.
La fluidez (metáfora elegida por Bauman para pensar la vida moderna actual) determina relaciones
interpersonales muy fugaces, de escaso compromiso, lo que provoca una sensación de soledad.

54
La práctica psicomotriz, especialmente en el área clínica, estará signada por la
prevalencia de las diferentes miradas hacia el cuerpo, aunque no es posible obviar
ninguna de ellas.
Lo que determina una posición, una ética del terapeuta es la mirada hacia el sujeto y a
esta mirada la vamos a considerar desde el Psicoanálisis.

4.2.6. Un diálogo interdisciplinario permanente

La Psicomotricidad nace en el entrecruzamiento interdisciplinario, por lo que la


intención continua de recrear este ámbito forma parte de su esencia.
Las disciplinas que abordan el sujeto requieren de un diálogo interdisciplinario
permanente. Ninguna de ellas puede dar cuenta de la complejidad del ser humano.
Ni siquiera la sumatoria (lo multidisciplinario), ni su integración (lo interdisciplinario) ni su
desdibujamiento (lo transdisciplinario) pueden hacerlo, siempre hay algo de lo
inabarcable, de lo indescifrable de lo enigmático en el fenómeno de lo humano; Lo que
supone lidiar con lo enigmático, con la incertidumbre.
Ubicarnos en esa posición y no desde la certeza o el saber absoluto nos sitúa en una
ética particular.

55
4.3. Aportes del Psicoanálisis para comprender la constructividad
corporal y sus avatares, inscripta en los procesos de
estructuración psíquica y subjetivación

4.3.1. Concepto de constructividad corporal

Retomando el concepto de cuerpo:

“El cuerpo es una entidad física, en el sentido material del término, con su
superficie, su peso y su profundidad, cuya actividad propia evoluciona desde lo
automático a lo voluntario, volviéndose más tarde a automatizar con una libertad
de acción para hacerse económicamente capaz de hacer compatibles la fuerza y
la habilidad, siendo capaz de adquirir incluso por su capacidad expresiva un valor
de diálogo semiótico. En el transcurso de su evolución, el cuerpo que actúa al
principio, “manejado por la acción del “otro” (ya que el niño es un animal que nace
inmaduro), se convertirá en “actuante” y transformador” (De Ajuriaguerra,
2000,345)

En esta definición, el autor sintetiza las múltiples dimensiones del cuerpo, para lo cual
previamente analiza las distintas doctrinas que aportan miradas diferentes sobre el
cuerpo. Se opone a la dicotomía cuerpo-psiquismo, más difícil de aceptar aún en el niño.
Presenta al cuerpo como habitáculo; en él se expresan las necesidades, se manifiestan
las pulsiones y es él quien sufre emociones.

Las dimensiones corporales integradas en la concepción de cuerpo según el autor son:

- Cuerpo como entidad física: con caracteres reales de peso, superficie y


profundidad.

- Cuerpo como estructura cognitiva, que evoluciona, de acuerdo a la psicología


genética piagetiana, hacia su concepción como un objeto más en el espacio
(aunque objeto privilegiado), regido por relaciones espacio-témporo-causales. Se
establece como sistema de referencia.

- Cuerpo como estructura anátomo-fisiológica, que habilita un proceso madurativo


desde lo automático- reflejo hasta lo automático-voluntario. En la evolución motora,
la fuerza, rapidez y precisión dependerán de la regulación del tono y movimiento,
de la progresiva cronometría, de la capacidad inhibidora sincinética, de la
disociación del movimiento, de las referencias a nivel perceptivo-gnósico: el
espacio, el tiempo y el esquema corporal.

56
- Cuerpo instrumental, actuante y transformador, luego de una evolución desde la
situación de dependencia del otro, a la conquista de la compatibilidad entre la
habilidad y la fuerza.

- Cuerpo relacional: Tiene un papel primordial el otro que satisface las necesidades
del niño. El niño pasa de una fase de confusión con el otro, a otra fase en la que
vive el cuerpo del otro y el suyo propio como si fueran ambos él mismo. Cuando
sobreviene la posibilidad de separarse, el otro se mezcla constantemente.

- El cuerpo imaginario, evoluciona desde la imagen fraccionada del cuerpo (vive sus
diversos fragmentos como totalidades) a la comprensión de la unidad de su cuerpo
como un todo organizado. Destaca el aporte de J. Lacan con el concepto acuñado
en “el estadio del espejo”.

- Cuerpo en su dimensión expresiva, comunicativa, en su evolución desde el diálogo


tónico hacia el lenguaje verbal. Cuerpo receptor y efector de fenómenos
emocionales.

El autor destaca:

- la interdependencia de estas dimensiones corporales

- que son fruto de un proceso de evolución.

- la confluencia de factores del orden genético y ambiental.

De Ajuriaguerra y Marcelli evocan el término epigénesis:

“Se llama epigénesis a toda la organización progresiva somática o conductual del


individuo, la cual constituye una construcción dependiente a su vez del programa
genético y del material e información puestos a su disposición por el ambiente.
Este concepto de epigénesis intenta señalar las dificultades existentes cuando se
pretende separar en forma en exceso caricaturesca la dotación genética innata y la
aportación ambiental adquirida.” (de Ajuriaguerra y Marcelli,2005,5)

Entonces, este concepto de epigénesis integra las dos grandes influencias que
determinan al individuo (lo genético y lo ambiental) y propone la idea de un proceso
constructivo.

Este proceso dinámico de construcción-reconstrucción del cuerpo se da durante toda


la vida y se funda en los primeros años.

“En los primeros cinco años de vida se construyen las bases del cuerpo y de sus
manifestaciones, que tendrán una configuración a nivel de la imagen –imagen del
cuerpo-particular, única y original, y en la construcción de un esquema corporal,

57
que permite espacialmente la localización del cuerpo en sus segmentos y
articulaciones, así como el accionar eficaz sobre los objetos y el medio
circundante…La alteración en la construcción de las manifestaciones corporales
funcionaría como un indicador de anomalías en el desarrollo.” (Calmels,
D.2009,18)

L. González (2009) distingue tres fases en el proceso de constructividad corporal:

• Fase del cuerpo tónico: desarrollo de la estructura refleja y organización tónico-


postural.

Denominada así por ser las modificaciones en la estructura tónica, el primer código
de comunicación (código tónico-postural) entre el sujeto y el medio. La fluctuación tónica,
asociada al placer y displacer, se integra en la estructura de los movimientos reflejos. En
una modalidad asimiladora que se acomoda al medio, se evocan, buscan y reeditan
situaciones placenteras. Son los comienzos de la estructuración del tiempo y el espacio
que refieren a la calidad de los primeros encuentros:
Tiempo: secuencia entre búsquedas-encuentros, placer-displacer.
Espacio: cuerpo del niño-cuerpo de la madre y objetos muy próximos que quedan
investidos, ej.: la colcha.
La evolución de la visión permite el sostén de la mirada en la mirada del otro, como
auténtico diálogo pre-verbal. El cuerpo del bebé, a través del cuerpo del otro, pero
diferenciándose progresivamente de él, comienza a producir gestos, contactos,
movimientos. Va relevando a nuevos y propios códigos que anuncian la nueva fase.

_____________________________________________________________________
Posibles avatares en esta fase del cuerpo tónico (pueden coincidir varios de ellos):

- La madre no puede decodificar la demanda del niño, ajustarse a sus ritmos


- No se da esa dialéctica de placer entre m/h
- Al niño se le satisfacen mecánicamente sus necesidades
- La madre no puede identificarse con su hijo
- Está muy deprimida, ansiosa, insegura
- El cuerpo del hijo queda acoplado al cuerpo de la madre, como una extensión del mismo
- La madre no puede investir el cuerpo del hijo, pues le genera miedo y/o rechazo
- La madre no puede hablar del cuerpo del hijo porque la patología la ha instalado en el
campo del desconocimiento.
- Se dan acontecimientos negativos (desde el niño (ej. enfermedad), de la familia (ej.
pérdida), del entorno (ej desastre).
___________________________________________________________________

58
• Fase del cuerpo instrumental. La intención lidera el desenvolvimiento pósturo-
motriz.

Las leyes de la maduración del sistema nervioso habilitan un desarrollo postural y


motriz desde las posturas en flexión a las de extensión, del uso de segmentos próximos a
los segmentos distales del cuerpo, del movimiento global del cuerpo al uso independiente
de los segmentos, del estatismo a lo dinámico, de ser conducido por otro al
desplazamiento por sí mismo. La intención releva el placer funcional, despliega el
funcionamiento motor, se organizan y desarrollan las funciones y se afirma el sí mismo.
El espacio, tiempo y causalidad de sus acciones toma una nueva significación.
Esta fase del cuerpo instrumental se organiza y desenvuelve a partir de variables
relacionales, producciones corporales que derivadas del equipamiento, pueden variar en
el despliegue del desarrollo psicomotor: prensión voluntaria, desarrollo postural, desarrollo
de la coordinación dinámica general.

_____________________________________________________________________
Un ambiente obstaculizador en esta fase del cuerpo instrumental, podría estar representado
por las siguientes actitudes de la madre (muchas relacionadas entre sí):

- Cuando se adelanta o frustra sistemáticamente el deseo del niño


- Cuando no le muestra el mundo
- Cuando no lo sostiene afectivamente
- Cuando no se establecen límites estructurantes
- Cuando no le garantiza la seguridad física
- Cuando no le permite relacionarse con otros
- Cuando hay dificultades para separarse del niño
- Cuando no se respeta el ritmo y estilo propio del niño
_____________________________________________________________________

• Fase del cuerpo cognitivo. De la intención a la representación

A través de la acción, el cuerpo pasa a ser percibido, representado. La posibilidad de


anticipar, planificar, posibilita elaborar un proyecto de la acción teniendo en cuenta los
distintos aspectos en función de la intención.

59
_____________________________________________________________________
Un ambiente obstaculizador en esta fase del cuerpo cognitivo, podría estar representado por
las siguientes actitudes de los padres:

- cuando hacen por el niño


- cuando no le permiten equivocarse
- cuando no le dan el tiempo y el espacio necesarios
- cuando no le ofrecen los objetos adecuados
- cuando no confían en él y desvalorizan sus posibilidades
_____________________________________________________________________

González (2009) aclara que las fases descriptas no son etapas y/o estadios, en la
que la aparición de cada una implica la ausencia de la anterior, sino que hay una
permanente inclusión. “El cuerpo es una estructura tónica, instrumental y cognitiva.” (p.21)
El desarrollo psicomotor es concebido por la autora como lo que el cuerpo produce al ser
un cuerpo en construcción en y para la relación con otro.

Se pueden destacar dos operaciones fundamentales, logradas en el proceso de


representación del cuerpo a partir de un organismo: unir sus partes en un todo y
separarse del otro; Operaciones de un proceso neurofisiológico y psíquico en el que la
interacción corporal y el lenguaje del otro son fundantes.

“Lo que articula el cuerpo es la palabra, es el lenguaje el que hace funcionar el


cuerpo”…sólo tengo acceso al cuerpo porque se habla de él. Es por eso que es tan difícil
pensar en él de manera que no sea imaginaria” (Bergés, J. 1998)

Bergés toma de Lacan la importancia del lenguaje en la estructuración del psiquismo.

Con respecto a las adquisiciones del desarrollo psicomotor, nos interesan:

- Los aspectos cuantitativos: el tiempo en el que fueron logrados, o sea si se


ubican dentro de los tiempos esperados (necesidad del Psicomotricista de
conocer los hitos del desarrollo psicomotor y los tiempos esperados de
adquisición).

- Especialmente le damos importancia a los aspectos cualitativos, pues dan


cuenta de un proceso auténtico o no de apropiación corporal. Estos aspectos
están teñidos por el proceso de constitución del sujeto como deseante, la
separación con el otro. Las distintas conquistas motoras del niño se van dando,

60
enmarcadas por un contexto relacional que tiñen el modo como el niño las
logra, la significación que tienen para él y para las personas de su entorno.

En suma:
A lo largo del proceso de construcción corporal temprano (0 a 3-5 años) el niño va
explorando, conociendo, representando y apropiándose del cuerpo; constituyendo un
esquema e imagen corporal, que se refleja en un particular estilo de funcionamiento
psicomotor (en sus aspectos tónico-pósturo-motriz y práxico).
Inciden factores del orden biológico (innatos y adquiridos) y especialmente la relación con
otro semejante significativo para el niño.
Los aspectos cuantitativos y cualitativos de las adquisiciones en el desarrollo psicomotor
dan cuenta del entramado entre estos factores. Especialmente lo cualitativo está
determinado por la constitución del sujeto como separado y deseante.

A continuación, se presentarán generalidades de un proceso de construcción


corporal ligado a la estructuración psíquica y la constitución subjetiva. Para ello se
seleccionaron algunos aportes del Psicoanálisis. La recorrida se hará evocando hitos de
los procesos mencionados tomando conciencia del riesgo de simplificar un proceso por
demás complejo y singular de cada sujeto.

Tomando como referencia a autores clásicos del Psicoanálisis como Freud y


Lacan, los tres primeros años de vida abarcan tres grandes momentos en la
estructuración psíquica:

a. La situación inicial, inmediata al nacimiento, de desvalimiento físico y


psíquico del niño, que necesita a otro ser humano deseante para
sobrevivir.
b. Un segundo momento en el que el niño inaugura un esbozo del Yo que se
correlaciona con la estructuración de la imagen corporal (narcisismo de
Freud, estadio del espejo de Lacan) y a partir de allí la concepción de un
“otro” separado.
c. El conflicto edípico, fundante para la estructuración psíquica y la
separación.

61
4.3.2. Cuerpo-organismo inscripto en la dialéctica necesidad-deseo-
demanda

Al momento del encuentro primario, el niño ya trae un bagaje constitucional, un


cúmulo de registros de sensaciones acumuladas durante la vida intrauterina y una
experiencia particular que puede revestir un carácter traumático: el nacimiento.
El cuerpo materno otorga su impronta al medio intrauterino, como un medio favorecedor
o desfavorecedor del equilibrio psico-biológico del feto. (Aucouturier,2004)
En el momento del nacimiento, ¿podemos hablar de cuerpo?. Es posible pensar en un
cuerpo muy incipiente si reconocemos que el recién nacido no es puro organismo, ya hay
una historia de relacionamiento real, imaginario y simbólico que lo atraviesa.

Freud (1895) define la situación inmediatamente posterior al nacimiento como


apremio de la vida; se trata de una situación de total indefensión, en la cual el organismo
se ve sometido a la acción de fuertes, nuevos e inesperados estímulos provenientes del
exterior y del interior, que provocan altos niveles de excitación asociados con el displacer.
En un primer momento, el niño no reconoce a la madre como alguien exterior a él. El
peligro es la insatisfacción, el aumento de la tensión de necesidad. O sea, la perturbación
económica (cantidad excesiva de excitación) es el núcleo genuino del peligro.
(Freud,1925)
El primer camino a emprender es motor. Freud llama alteración interior a la situación que
se expresa a través de: la motilidad, el berreo, la inervación vascular, la expresión facial.
Pero la resolución de la excitación no se da hasta que aparece un alivio ajeno, una
alteración exterior que acude a proveer al niño de acuerdo a su necesidad.
O sea que esta vía de descarga (no duradera) también cumple la función de un llamado a
la comunicación y al entendimiento, aunque no es su cometido.

Este desamparo del bebé al nacer requiere que alguien satisfaga sus necesidades
para continuar viviendo. Hay otro que acude a su llamada, posibilita la primera experiencia
de satisfacción a la necesidad (Freud 1985) y un placer extra. En próximas situaciones de
necesidad, según el autor, se evocará la huella mnémica de la satisfacción unida al
placer, provocando la alucinación del objeto. Lo encontrado en esta nueva ocasión
siempre enfrentará con lo diferente, o sea con la falta, inaugurando el circuito inacabable
del deseo y la dimensión pulsional.

“El conjunto de esta experiencia (satisfacción real y alucinatoria) constituye el fundamento


del deseo. En efecto, el deseo tiene su origen en una búsqueda de la satisfacción real,

62
pero se forma según el modelo de la alucinación primitiva.” (Laplanche y Pontalis,
2007,134)

Freud (1925, “La negación”), en los orígenes de la función intelectual del juicio,
postula la existencia de un “Yo-placer originario”, anterior al “Yo-realidad definitivo”. 15.
En un estado inicial de indiferenciación, la primera función del yo-placer en esta primera
fase es introyectar lo bueno y expulsar lo malo.
En “el extremo sensorial del aparato anímico”, tiempo de una primera categorización de la
experiencia en placentera o displacentera, esta polaridad del funcionamiento del yo-placer
se basa en las mociones pulsionales primitivas (integrar-excluir), a través de las cuales se
vehiculiza la oposición de los dos grupos pulsionales: Eros y pulsiones de destrucción.
En la segunda fase del Yo-placer se establece la correspondencia: lo de adentro se
corresponde con lo bueno y lo de afuera con lo malo.
Estamos en este momento en los albores de la constitución del psiquismo, la
diferenciación de un afuera y un adentro, en lo cual Freud postula el protagonismo del
cuerpo-organismo e interiorización de sus experiencias (proceso perceptivo).
Freud plantea que es preciso recordar que todas las representaciones provienen de
percepciones, son repeticiones de éstas. Se evidencia la necesidad de un objeto que
brinde primeramente una satisfacción real y la importancia de la calidad de esas
experiencias corporales supeditadas a la relación con otro.
En una fase posterior, cuando la alucinación ya no baste para el logro de la satisfacción, o
para corroborar la percepción, el Yo-realidad, a través de un examen de realidad
(fundante de la diferenciación subjetividad-objetividad), procura el reencuentro con el
objeto y verifica que esté realmente allí. Se reafirma según Freud la distinción entre afuera
y adentro; entre realidad subjetiva (psíquica) y realidad objetiva.
La función del juzgar, en esta fase conduce del pensar al actuar; se da un tanteo, una
exploración motriz, que al promover el reencuentro con el objeto, reitera y reafirma la
experiencia de placer.
“No se trata sin embargo de cotejar la representación con la percepción precedente, sino
de la verificación de la percepción, del reencontrar el objeto en la función misma de

15
El autor estudia la función del juicio: “es tarea del juicio afirmar o negar contenidos de pensamiento”.
Distingue dos decisiones en esta función: el juicio de atribución que atribuye o rehúsa una propiedad de una
cosa y el juicio de existencia que admite o impugna la existencia de una representación en la realidad.

63
percibir, la satisfacción está en el logro del hacer funcionar la función.” (Bergés J. y Balbó
G., 1993)
Los autores señalan como para Freud, el objeto está desde el principio perdido (la nueva
experiencia siempre es distinta a la anterior), pero la intención del sujeto es siempre
reencontrarlo.

Jacques Lacan, también retoma la importancia que le da Freud a la primera


experiencia de satisfacción y a partir de allí diferencia entre necesidad, deseo y demanda.
Se utilizará la interpretación de J. Dor (1991) a los textos lacanianos:

La experiencia de satisfacción se da a través del siguiente proceso:

- Situación de necesidad relacionada al displacer por el estado de tensión. El objeto


que se le propone para la satisfacción le es propuesto sin que él lo busque, sin
tener representación de él. El proceso se despliega en un registro esencialmente
orgánico.

- Reducción de la tensión, ligada al placer inmediato. Esta experiencia primera de


satisfacción deja una huella mnésica16.

- Cuando reaparece el estado tensional, se reactiva la huella mnésica y hay una


confusión entre el objeto real y el objeto imaginado. Se da la satisfacción
alucinatoria.

Entonces, después de la primera experiencia de satisfacción, no aparece la


necesidad pura sino una necesidad ligada a una representación mnésica de satisfacción.
El deseo es el movimiento, el impulso psíquico que evoca y carga nuevamente la imagen
mnésica. La reaparición de la percepción es la realización del deseo.

“La primera experiencia de satisfacción inaugura el aparato psíquico” (Paganini,A.,2011) 17

Sucesivas experiencias de satisfacción permitirán distinguir la imagen mnésica de


la satisfacción, de la satisfacción real. Aunque, como lo planteaba Freud, no existe una
verdadera satisfacción del deseo en la realidad, el deseo no tiene objeto en la realidad.
Por lo mismo, se da una búsqueda permanente.

El deseo sólo puede nacer en una relación con el Otro18. Se trata de otro
privilegiado que atribuye a las manifestaciones del niño el sentido de una demanda,
16
Dor explica la huella mnésica como la imagen, percepción del objeto. Constituye la representación del
proceso pulsional. Cuando reaparece la tensión pulsional, la huella mnésica es reactivada.
17
Apuntes de clase del curso: “Clínica Psicoanalítica” del magíster. Año 2011.

64
aunque en realidad no hay intencionalidad de comunicación del niño en esas
manifestaciones, pues no tiene representación psíquica del otro.
Al atribuir a las manifestaciones del niño el sentido de una demanda, la madre lo remite a
un universo semántico, a un universo del discurso que es suyo. La supuesta demanda del
niño es la proyección del deseo del Otro.

Frente a la respuesta de la madre, el niño responde con un estado de distensión.


La respuesta del niño es cargada de sentido por el otro como un testimonio de
reconocimiento. La madre incorpora gestos y palabras que prolongarán la distensión y a
la satisfacción de la necesidad se le suma un placer extra, placer agregado por el amor de
la madre.

“La demanda, como expresión de deseo, es doble” (Dor J.,1991,166).


Por un lado es la demanda hacia la satisfacción de la necesidad. Más allá de eso, es una
demanda de amor, el niño quiere ser el único Objeto del Otro que satisface sus
necesidades. Es el deseo de un re-encuentro con la satisfacción originaria en la que el
niño recibió la satisfacción, bajo la forma de goce19, sin pedirlo ni esperarlo.
La segunda experiencia de satisfacción confronta al niño con el orden de la pérdida, algo
falló en la diferencia que se establece entre lo que recibió sin pedir, sin mediación
psíquica y aquello que se le da con mediación psíquica. A partir de la segunda
experiencia de satisfacción, el niño se ve obligado a formular una demanda para hacer
escuchar el deseo, pero se establece una diferencia, una inadecuación entre lo que desea
y lo que la demanda deja escuchar. El Otro, permanece perdido, inaccesible. Esa falta del
Otro, se constituye como la causa del deseo y aquello a lo que el deseo apunta.

Retomaremos la dialéctica del deseo desde el enfoque lacaniano, al presentar el


complejo de Edipo, momento estructural en la constitución subjetiva, cuando el sujeto se
constituye en sujeto deseante, dejando atrás (si todo anda suficientemente bien) la etapa
de ser objeto de deseo del Otro.

4.3.3. El papel de la pulsión en el pasaje del organismo al cuerpo


libidinal

18
Lacan diferencia el pequeño otro (semejante) del gran Otro, que designa un orden radicalmente anterior,
exterior, del que depende y lo determina. (Chemama y Vandemerch, 2010)
19
Chemama y Vandermerch (2010) plantean la complejidad del concepto muy utilizado por Lacan. Goce y
placer se oponen, ya que el segundo a diferencia del primero disminuye las tensiones del aparato psíquico, al
nivel mínimo.

65
El concepto de pulsión remite a lo corporal como especial integración somática y
psíquica.

“La «pulsión» nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo


somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del
interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo
que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.”
(Freud, 1915)

En la teorización del primer dualismo pulsional, Freud (1915) destaca dos tipos de
pulsiones: las pulsiones del Yo o de autoconservación y las pulsiones sexuales. Reconoce
a la pulsión sexual como el prototipo pulsional.
La fuente de la pulsión, plantea Freud es somática. J. Laplanche (2007), retoma la
teoría freudiana, pero enfatiza el papel del encuentro con el otro; sostiene que en realidad
la pulsión nace del encuentro del organismo del bebé con un otro deseante. La pulsión
emerge de la erogenización del cuerpo. Ese “algo más” de la respuesta del otro (plus de
placer) es enigmático para el niño, tiene cierta imprevisibilidad, es fuente de deseo que ya
se podría denominar sexual.
“El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la
conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella.” (Freud, 1905)

Esta es la función llamada por Freud de “apuntalamiento” o de “apoyo” de la


pulsión sexual, que Laplanche (2001) llama “desviante” o “pervertidora”, con respecto al
objetivo inicial de la función vital que es calmar la necesidad. Laplanche analiza el ejemplo
de Freud, en el que a partir de la succión del pecho, que calma la necesidad de
alimentarse y cuyo objeto es la leche, surge la pulsión sexual oral (la zona labial excitada
con el flujo de la leche tibia, se constituye como zona erógena), cuyo objeto es el pecho.
Posteriormente se da lugar a una actividad autoerótica como el chupeteo, en el que el
objeto real leche es abandonado y se transforma en el objeto fantaseado pecho, objeto de
la pulsión sexual. Hay un desplazamiento que sigue una línea metafórica. Laplanche
concibe entonces al autoerotismo como un segundo tiempo, un tiempo de pérdida del
objeto, que jamás será recuperado, ya que el objeto que se ha perdido no es el mismo
que se trata de reencontrar (Laplanche,J.,2001).

Según Laplanche y Pontalis (2007), Freud define la libido como la energía de la


pulsión sexual y la erogeneidad como la actividad sexual, excitabilidad de la que es
susceptible una parte del cuerpo.

66
En la primera etapa de cuerpo fragmentado, van a tener un papel preponderante
las zonas erógenas, partes del cuerpo especialmente excitables, a partir de las cuales se
van a dar los intercambios con el medio, organizando el cuerpo.
Si bien algunas zonas parecen predestinadas para tal función - zona oral, zona anal,
uretro – genital, pezón – Freud afirmará (según Laplanche 2001) que toda región cutánea,
todo órgano, toda función y en definitiva toda actividad humana (ej. actividad muscular,
trabajo intelectual intenso), pueden ser erógenas, en el sentido que se introduce en el
niño la excitación sexual. El Psicoanálisis freudiano extiende el concepto de sexualidad a
toda actividad humana.

Las pulsiones son entonces estímulos que provienen desde el interior del
organismo (organismo convocado ya por el otro), con respecto a los cuales, no es posible
implementar la evitación, la huída, impulsando de esta manera la estructuración psíquica.

Freud propone cuatro destinos (también podrían considerarse según el autor,


variedades de defensa) para la pulsión:

- El trastorno hacia lo contrario.


- La vuelta hacía la persona propia.
- La represión.
- La sublimación.

Antes de la represión originaria, sólo son posibles los dos primeros.


El trastorno hacia lo contrario se resuelve en dos procesos: la vuelta de una pulsión de la
actividad a la pasividad, y el trastorno en cuanto al contenido.
Ejemplos del primer proceso brindan los pares de opuestos sadismo-masoquismo y placer
de ver-exhibición. El trastorno sólo atañe a las metas de la pulsión; la meta activa por la
pasiva.
El trastorno en cuanto al contenido se descubre en un único caso: la mudanza del amor
en odio.

En cuanto a la vuelta hacia la persona propia, lo esencial es el cambio de vía del


objeto, manteniéndose inalterada la meta. El masoquismo es un sadismo vuelto hacia el
yo propio y la exhibición incluye mirarse el propio cuerpo.

Parece oportuna la interrogante:

67
¿Cuánto se pueden relacionar algunas problemáticas psicomotoras como la excesiva
movilidad en el niño y su contracara, la inhibición psicomotora, a estos procesos de la
pulsión en etapas tempranas?

En cuanto al destino de la represión, se ha llamado represión originaria o


primordial a la que instala la tópica, fundando el inconsciente. ¿Qué es lo que se reprime?

Según Freud, no es ni la pulsión por su naturaleza orgánica, ni los afectos; lo que se


reprime es el representante-representativo de la pulsión (lo que representa a la pulsión en
el terreno de la representación, de acuerdo Laplanche y Pontalis, 2007)

“La sexualidad infantil es, pues, lo reprimido por excelencia y esta afirmación, se repite
una y otra vez en la obra de Freud.” (Laplanche J.,2001,43)

La Psicoanalista Silvia Bleichmar (argentina), seguidora de J. Laplanche, se ha


dedicado a estudiar la génesis del inconsciente y las bases que lo fundan, intentando
construir una teoría de lo originario. Por eso va a dirigir su mirada hacia el período
primerísimo de la vida, aclarando que “Lo originario no es lo que estuvo primero, sino lo
que da origen a, aunque generalmente coincidan” (Bleichmar,2001,99)

El otro semejante, encargado de los cuidados primordiales (en general la madre),


por un lado, alivia las tensiones biológicas, satisfaciendo la necesidad, pero instala otras
tensiones de orden sexualizante. Esta pulsión sexual se constituirá en motor del progreso
psíquico, tiene un efecto coercitivo sobre él, buscando nuevos caminos hacia la
simbolización. (Bleichmar, S. 2002)

Las inscripciones pulsionales (representantes de la pulsión) que circulan en el


aparato psíquico incipiente, antes de la escisión (instalación de la tópica preconsciente-
inconsciente), no tienen aún clivaje, no tienen estatuto de pertenencia. En el momento de
la represión originaria, estas inscripciones serán fijadas al inconsciente por
contrainvestidura.

El exceso de excitación libidinal provenientes de la madre, requiere ser tramitada,


lo que torna imprescindible la otra función del maternaje: brindar al niño la posibilidad de
ligazón y ensamblaje. La capacidad amorosa de la madre toma a la cría como totalidad.

“Es la visión de esa totalidad humanizada la que impulsa a la madre a realizar múltiples
acciones cuyo efecto abre vías de ligazón: habla, sostiene, acaricia, produce en definitiva
vías de investimiento lateral” (Bleichmar, S. 2001,128)

68
La autora señala también cómo los padres, por el doble carácter de su
funcionamiento psíquico también introducen deseos y prohibiciones. “A partir de sus
deseos inconscientes, de su sexualidad reprimida –no sólo edípica sino también pulsional-
, implantan deseos que desde su narcisismo, desde el yo, desconocen y reprimen a
posteriori”. (Bleichmar S. 2001,124)

Propone como momento fundacional del Inconsciente a la represión originaria 20. Y


que el inconsciente es la sede del autoerotismo reprimido antes de que se establezca el
sepultamiento del Edipo.
La represión tiene un efecto equilibrante, permite fijar al inconsciente las representaciones
perturbadoras. Le evita el sufrimiento de una renuncia constante. Fallas en esta represión
originaria permitirán que la pulsión siga su camino sin encontrar inhibiciones ni
transcripciones. 21 (Bleichmar, 2001)
Bleichmar S. (2002) concluye en que “el yo no se constituye en el vacío sino sobre la
base de ligazones previas entre sistemas de representaciones preexistentes”. (p.499)
El narcisismo yoico de la madre, generará vías de ligazón colaterales en cuidados,
acciones y actitudes dirigidas hacia todas las partes del cuerpo del niño, sostenidas por
una representación totalizante de la madre hacia el niño.

La preponderancia de las diferentes pulsiones parciales (oral, anal, etc.) va


correspondiendo con el desarrollo sexual infantil, hasta llegar a la unificación en la etapa
genital propia de la pubertad.

4.3.4. El cuerpo como reservorio de pulsiones de muerte

Freud (1915,1920) propone como premisa que el principio del placer rige el
decurso de los procesos anímicos. Refiere el placer y displacer a la cantidad de excitación
presente en la vida anímica y no ligada de ningún modo. En ello consiste el punto de vista
económico: al displacer le corresponde un incremento de esa cantidad, y al placer una
reducción de ella.

20
“En principio, siguiendo a Freud, la represión originaria recae sobre los representantes pulsionales, a
diferencia de la represión secundaria, que atañe al Edipo complejo” (Bleichmar, S. 2001,121)
21
Frecuentemente nos referimos en la clínica psicomotriz a niños “muy pulsionales”, en los que observamos
dificultad para controlar los impulsos y para acceder a la representación. Se trata de casos en los que la
represión originaria ha transcurrido con fallas.

69
Según Laplanche y Pontalis (2007), el principio de realidad, otro de los principios
que rige el funcionamiento mental, que se contrapone al principio del placer, aparece en
forma secundaria y como modificación de éste, que domina al inicio de la vida. El principio
de realidad permite alcanzar la satisfacción deseada a través de rodeos y
desplazamientos necesarios.

El principio del placer se deriva según Freud (1920), del principio de constancia.

“Los hechos que nos movieron a creer que el principio de placer rige la vida
anímica encuentran su expresión también en la hipótesis de que el aparato
anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la
cantidad de excitación presente en él…, todo cuanto sea apto para incrementarla
se sentirá como disfuncional, vale decir, displacentero.”

La generalización de este principio se torna problemática para Freud, quien reconoce


situaciones que “van más allá” del principio del placer. Ejemplos: cuando el dolor u otra
sensación displacentera “desbordan sobre la excitación sexual y producen un estado
placentero” (1915) y a la inversa cuando una situación placentera puede implicar un
aumento de tensión; también la compulsión de repetición, en la que se evocan vivencias
displacenteras y dolorosas.
“Osaremos suponer que en la vida anímica existe realmente una compulsión de
repetición que se instaura más allá del principio de placer…” (1920)

A partir de este análisis, Freud reformula el principio de placer:

“Es entonces una tendencia que está al servicio de una función: la de hacer que el
aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en él constante, o
en el nivel mínimo posible, el monto de la excitación. Todavía no podemos
decidirnos con certeza por ninguna de estas versiones, pero notamos que la
función así definida participaría de la aspiración más universal de todo lo vivo a
volver atrás, hasta el reposo del mundo inorgánico.” (Freud, 1920)

La naturaleza conservadora de toda pulsión es la tendencia al retorno a un estado


antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los
rodeos de la evolución. “Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que
todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra
cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado
estuvo ahí antes que lo vivo” (Freud,1920)

70
Los movimientos hacia el desarrollo serían el efecto de factores perturbadores,
desviantes del medio ambiente.
Estudia el papel de las pulsiones sexuales en los procesos vitales (conservadoras de la
vida), su relación con las pulsiones yoicas (que antes presentara como oponiéndose en el
primer dualismo pulsional). Llega a la conclusión que ambas podrían agruparse en las
pulsiones de vida que designa con EROS.
Surge así un nuevo dualismo pulsional: pulsiones de vida y pulsiones de muerte. A esta
propuesta conceptual, Freud la va a mantener luego durante toda su obra.

Freud, citado por Laplanche y Pontalis (2007) introduce esta oposición a partir de
la cual:
- Las pulsiones de muerte (TÁNATOS)22 tienden a la destrucción de las unidades
vitales, a la nivelación radical de las tensiones y al retorno absoluto a lo orgánico
(que se considera como el estado de reposo absoluto), o sea a la desligazón
psíquica.
- Las pulsiones de vida (EROS)23 tienden, no sólo a conservar las unidades vitales
existentes, sino también a constituir a partir de éstas unidades más amplias, o sea
a la ligazón psíquica.

Autores posfreudianos se dedican a descifrar los agujeros y contradicciones de la


teoría del segundo dualismo pulsional. Entre los primeros destacamos a M. Klein (quien
analiza profundamente las angustias psicóticas), A. Green (quien conceptualiza un
“narcisismo negativo” en 1999) y a Piera Aulagnier (su teorización sobre “el deseo de no
deseo” en 1978).
Otros autores como Winnicott no van a compartir el concepto de pulsión de
muerte. Resulta interesante indagar cómo resuelve teóricamente el tema, al introducir los
conceptos de “la desintegración”, “lo traumático” y “el derrumbe psíquico” (Winnicott,
D.1991,2002) .

4.3.5. Cuerpo narcisizado y esbozo del yo (Freud y seguidores).

22
Tánatos: Palabra griega (la muerte) utilizada en ocasiones para designar la muerte. El término no se
encuentra en los escritos freudianos, pero según Jones, lo utilizó en la conversación. (Laplanche, 2006,425)
23
Eros: término con el que los griegos designaban el amor y el dios del amor. Freud lo utiliza en su última
teoría para designar las pulsiones de vida. La libido designa la energía de las pulsiones sexuales, pero también
es utilizada por Freud para nombrar la energía de Eros. (Laplanche y Pontalis,2006,121 y 122)

71
Freud no habla de imagen del cuerpo, pero si de un Yo-cuerpo. “El yo es sobre
todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección
de una superficie.” (1923)
A diferencia de Lacan, Freud jerarquiza el papel de las sensaciones y percepciones
corporales en la constitución del Yo.

“Ya tenemos en claro que el yo se encuentra bajo la particular influencia de la


percepción, y que puede decirse, en líneas generales, que las percepciones tienen
para el yo la misma significatividad y valor que las pulsiones para el ello. Ahora
bien, el yo está sometido a la acción eficaz de las pulsiones lo mismo que el ello,
del que no es más que un sector particularmente modificado.” (Freud,1923)

¿A qué percepciones se refiere? Indudablemente las que se construyen a partir de los


cuidados maternos. Como se planteaba anteriormente, la piel y sus orificios son los
principales receptores, transformándose en zonas erógenas, fuentes de la pulsión sexual.

“El yo se encuentra originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investido por


pulsiones ,y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. Llamamos
narcisismo a ese estado, y autoerótica24 a la posibilidad de satisfacción”. (Freud,1914)

Laplanche y Pontalis (2007) analizando a Freud, plantean que si se desea


distinguir un estado en el que las pulsiones sexuales se satisfacen en forma
independiente unas de otras, y el narcisismo, en el cual es el Yo en su totalidad que se
toma como objeto de amor, es necesaria la coincidencia entre el predominio del
narcisismo infantil con los momentos formadores del yo y con la constitución de la imagen
corporal.

Más adelante en su obra, Freud (1920), propone que este narcisismo yoico es
secundario, designando como narcisismo primario un estado anobjetal, cuyo prototipo es
la situación prenatal. Este concepto ha tenido una adhesión limitada en los autores
postfreudianos, por resultar confuso.

Fliman, V. (2008) señala:

24
El término autoerotismo es utilizado aquí por Freud dado que la pulsión sexual no está dirigida a otra
persona sino que se satisface en el cuerpo propio.
Chemama y Vandermerch ( puntualiza que hoy, a partir de la tesis lacaniana del estadio del espejo, se puede
discernir el concepto de autoerotismo del de narcisismo: mientras que el narcisismo envuelve al cuerpo en su
totalidad, el autoerotismo concierne a partes del cuerpo o mejor aún, a los bordes de los orificios corporales
investidos por la libido. (2010,60)

72
“El narcisismo originario genera confusiones, pues Freud lo nombra primario
respecto a la ausencia de relación de objeto o la inexistencia del otro que
caracteriza al recién nacido. Sin embargo, se puede pensar que más que un
estado constitucional que no considera al otro, el narcisismo es un efecto, una
plataforma psíquica que se edifica y depende de la presencia materna. Esto para
decir que el narcisismo puede entenderse como una base requerida desde la que
se constituye el psiquismo…Se puede entender al narcisismo primordial como una
libidinización original…”(p.70)

Según Chemama y Vandermersch (2010), a partir del narcisismo se constituye una


investidura permanente del sujeto sobre sí mismo, que participa de las pulsiones del Yo y
las pulsiones de vida; momento fundante en el descubrimiento y apropiación del cuerpo
como propio, objeto de sus pulsiones, en particular las pulsiones sexuales.
Sin embargo, también representa un estado subjetivo relativamente frágil y fácilmente
amenazado en su equilibrio. Sobre su base se edifican las nociones de los ideales, en
particular el yo ideal y el ideal del yo. Freud distingue entre las perturbaciones del
funcionamiento narcisista a las psicosis, la manía y la melancolía.
Los mismos autores presentan la concepción lacaniana del narcisismo primario, como
“una investidura pulsional, deseante, amorosa, que el sujeto realiza sobre sí mismo o,
más exactamente, sobre esa imagen de sí mismo con la que se identifica.” (p.440)

4.3.6. Estadio del espejo de Lacan: esbozo del yo y de una imagen


corporal unificada

Con el concepto del estadio del espejo, Lacan realiza un aporte imprescindible
para entender la relación entre los procesos de constitución del yo y de una imagen
unificada del cuerpo.
Laplanche y Pontalis (1996,148) señalan que la expresión “fase” como “período que
vuelve” sería más indicada que el término “estadio” como “etapa de una maduración
psicobiológica”. El propio Lacan lo indica en 1957. No obstante el término estadio es el
más difundido y utilizado.
Refiere a la etapa del niño desde aproximadamente los 6 meses hasta los 18 meses.

Dor, J. (1986,91), retomando a Lacan, analiza cómo en el transcurso del Estadio


del espejo, el niño realiza la conquista de una imagen unificada del cuerpo. A través de la
identificación con la imagen en el espejo, pone fin a la vivencia psíquica de cuerpo

73
fragmentado, cuyos vestigios aparecen tanto en la configuración de ciertos sueños como
en los procesos de destrucción psicótica.

“Este acontecimiento puede producirse …desde la edad de seis meses, y su repetición


ha atraído con frecuencia nuestra meditación ante el espectáculo impresionante de un
lactante ante el espejo, que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la
postura en pie, pero que, a pesar del estorbo de algún sostén humano o artificial (lo
que solemos llamar unas andaderas), supera en un jubiloso ajetreo las trabas de ese
apoyo para suspender su actitud en una postura más o menos inclinada, y conseguir,
para fijarlo, un aspecto instantáneo de la imagen.

Esta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieciocho meses el sentido
que le damos.” ( Lacan J.,1949)

Se refiere en términos de anticipación ya que esa representación sería fictisia; no se


corresponde con una consciencia plena de unidad corporal.

Surge la necesidad de evocar el período comprendido desde el nacimiento hasta los 6


meses como una etapa intensa en cuanto a la interacción corporal con el otro semejante
significativo, que conlleva a vivencias por un lado de fusión corporal y simultáneamente de
progresiva concientización corporal.

“El estadio del espejo se edifica sobre un cuerpo ya erógeno” (Paganini A.,2011)25
La anticipación de la unidad corporal no se trata de un momento mágico sino el efecto de
un proceso que se ha ido gestando.
“La inserción de la relación especular depende de cómo el sujeto se haya constituído en
el lugar del otro…Esta identificación compromete al cuerpo, permite que el cuerpo se
constituya; es una incorporación, introducción del significante en el organismo” (Fliman V.,
2011)26

Es fundamental destacar que Lacan (1949) se opone a “la concepción del yo


como centrado sobre el sistema percepción-conciencia, como organizado por el "principio
de realidad" en que se formula el prejuicio cientificista más opuesto a la dialéctica del
conocimiento, para indicarnos que partamos de la función de desconocimiento que lo
caracteriza”.

25
Apuntes de clase Curso: “Clínica Psicoanalítica”,2011
26
Apuntes de clase Curso: “Fundamentos lacanianos”, 2011

74
Es claro entonces, que para el autor, el Yo, no es fruto de un sistema de percepciones
corporales, sino de una operación psíquica: la identificación.

Dor (1986) asegura tomando a Lacan que “el estadio del espejo es una experiencia que
se organiza con anterioridad a la aparición del esquema corporal” (p.92)

Considerando la importancia de ambos factores: la experiencia corporal y la identificación


psíquica, en el análisis se introducirán elementos que surgen de la observación propia de niños
frente al espejo, actividad que convoca decididamente su interés en este período. El júbilo es
expresado gestualmente por el niño a través de la vivacidad de la mirada, la agitación de los
brazos y la plenitud de la sonrisa. O sea, el niño puede expresar su alegría con todo el cuerpo.
La situación de dependencia del niño, necesitado de la presencia continua del adulto, coloca a éste
siempre en la situación de participante de esta escena. También constituye una forma del adulto de
presentar al niño el cuerpo del niño y su propio cuerpo.

Dor (1986) plantea que “La experiencia del niño durante la fase del espejo se
organiza en base a tres tiempos en el Estadio del espejo que marcan la conquista
progresiva de la imagen de su cuerpo” (p.91)

En el primer momento en el Estadio del espejo, el niño percibe la imagen de su


cuerpo como la de un ser real (otro) al que intenta acercarse o atrapar.
Hay una confusión primera entre uno mismo y el otro.
Lacan plantea que la construcción del Yo surge a partir de esa imagen especular, de la
identificación de sí mismo con ese otro. La instancia del Yo se sitúa en una línea de
ficción, un espejismo, una ilusión. Establece la correspondencia entre esta imagen
especular alienante y la matriz simbólica del yo.
“Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a
la maduración de su poder, no le es dada sino como Guestalt…”(Lacan, 1949)
La imagen visual del espejo es captada como una forma, una guestalt que proviene del
exterior y que es asumida por el niño a partir de un proceso de identificación.

El niño ha percibido en forma completa a los otros, no a su propio cuerpo, cuyas partes
sólo son visualizadas en forma parcial. Comienza a partir de allí una exploración lúdica a través de
la cual va estableciendo una correspondencia entre las sensaciones propioceptivas (provenientes
del movimiento de su cuerpo) y las visuales.

75
“Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el mono, en el control, una vez
adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una serie
de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los movimientos
asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual
a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas,
incluso con los objetos, que se encuentran junto a él.” (Lacan, 1949)

El segundo momento constituye según Dor, una etapa decisiva en el proceso


identificatorio. El niño llega a descubrir que el otro del espejo, con el cual él se identifica
no es un ser real, sino una imagen. Ya no intenta atraparla, porque desde ahora distingue
la imagen del otro de la realidad del otro.
Lacan agrega el análisis de una observación de la escena del espejo:

“Hay que dar toda su importancia a este gesto de la cabeza del niño quien, aún
después de haber sido cautivado, interesado por esos primeros esbozos de juego
que hace frente a su propia imagen, se da vuelta hacia el adulto que lo sostiene,
sin que pueda decirse sin duda lo que él espera de eso, si es del orden de un
acuerdo, de un testimonio. Pero le que queremos decir aquí, es que esta
referencia al otro, viene a desempeñar una función esencial…” (Lacan, 1961)

En general el adulto está al lado del niño y participa también de su júbilo. Contempla
extasiadamente del espectáculo pero también interviene a través del lenguaje, tocando y
nombrando las partes del niño, aproximándolas a la superficie del espejo para que contacten,
diferenciando “lo mío”, lo “tuyo”.

Recién en un tercer momento según Lacan, el niño se asegura de que sólo es una
imagen y descubre que es suya.

Remitiéndonos a la experiencia propia y tan común de ver niños en el espejo, queda claro
en los gestos del niño, que ahora el juego consiste ya en comprobar, reafirmar la correspondencia;
el gesto del niño ya no denota tanto la sorpresa sino el júbilo por el dominio del juego especular.
¿Qué espera el niño del adulto que está al lado? Espera un reconocimiento.
En general el adulto agrega la frase: “Eres tú” o “es…….(nombre del niño)” y un toque a su cuerpo.

En el transcurso del estadio del espejo conquista la imagen de un cuerpo unificado


y propio.

76
“Al re-conocerse a través de esa imagen, el niño reúne la dispersión del cuerpo
fragmentado en una totalidad unificada que es la representación del cuerpo propio.
La imagen del cuerpo es, entonces, estructurante para la identidad del sujeto que
realiza en ella su identificación primordial.” (Dor,J.1986,92)

Esta distinción que se da en el niño a nivel psíquico, que aún es precaria, habilita
el proceso de separación.

“El estadio del espejo constituye la fase inicial de la evolución psíquica en la que el
niño se sustrae al registro de la relación dual con la madre…El esbozo de
subjetividad que se produce a través de la conquista de la identidad originaria
permite al niño iniciar su promoción subjetiva hacia el acceso a lo simbólico
gracias a lo cual pondrá fin a la relación especular imaginaria con la madre…Ese
acceso a lo simbólico es precisamente lo que organiza una recaída del sujeto en lo
imaginario que culmina con el advenimiento del Yo” (Dor,J.1986,140)

Si bien las conceptualizaciones de Lacan se basan en la observación de la escena


real del niño frente al espejo recto -incluso relacionando el comportamiento animal y
humano-, insta a utilizar el espejo como una metáfora. Todas estas acciones son
realizadas entre el niño y el adulto sin mediar el espejo. De igual manera se le devuelve
una imagen a través de los gestos del adulto, la mirada, el tono de la voz, las palabras.
Winnicott,D. (1979) ha explayado su teoría acerca de que el precursor del espejo es el
rostro de la madre (o quien ejerce la función materna).

Coincidentemente, a partir del año de edad se dan dos conquistas importantes en el niño:

 La marcha, que lo impulsa a un intenso proceso de exploración y apropiación del cuerpo y


el espacio. La mirada y la voz de la madre continúan siendo la referencia del niño que
experimenta deseos ambivalentes: quedarse cerca o alejarse de ella.
Este logro es posible por una avanzada organización tónico-postural, también sostenida
por una incipiente representación del cuerpo.

 El inicio del lenguaje verbal, por el acceso a lo simbólico, que mediatiza la relación adulto-
niño.

Es pertinente introducir a continuación el concepto de Complejo de Edipo, que Lacan


establece como contemporáneo al estadio del espejo.

77
4.3.7. Cuerpo de un sujeto deseante (J. Lacan)

Lacan presenta al complejo de Edipo como un momento del proceso de


estructuración psíquica fundante del sujeto.
En el Seminario 5 (1958), Lacan describe tres tiempos. El primer tiempo constituye la
“prehistoria” del Edipo.

• 1er tiempo del Edipo: Etapa fálica primitiva: “Ser o no ser el falo”.

Lacan enfatiza el análisis de la relación, no del niño con su madre, sino la relación
del niño con el deseo de la madre. Inicialmente, el niño busca satisfacer el deseo de ella,
se identifica con él e instala la demanda. El fruto de esta demanda lo va a ubicar o no
como satisfactor del deseo de la madre.
“Para agradar a la madre…..es necesario y suficiente con ser el falo” (Lacan, 1958)
El falo es para Lacan, un objeto imaginario, susceptible de satisfacer la falta del Otro; es
el objeto de deseo del Otro. Ser el falo imaginario de la madre es el elemento primario de
la construcción del narcisismo.
En el mundo está instaurada la primacía del falo. La madre en este período es llamada a
constituirse en madre fálica, omnipotente para el niño. Lacan cita a Freud:

“Por su parte, Freud nos dice que entre las faltas de objeto esenciales de la mujer esta
incluido el falo, y que ésto está íntimamente vinculado a su relación con el niño. Por
una simple razón, si la mujer encuentra en el niño una satisfacción, es precisamente en
la medida en que halla en él algo que calma, algo que satura, más o menos bien, su
necesidad de falo” (Lacan S4,1957).

La metáfora paterna obra en sí, en tanto que, ya, en el mundo la “primacía del falo
está instaurada por la existencia del símbolo del discurso y de la ley”. (Lacan,S5,1958)
Por lo tanto, según Lacan, la relación con la madre antes del Edipo no es diádica sino
triádica (madre-hijo-falo) El padre ingresa como cuarto en él. (Lacan,S4,1957)

2do tiempo del Edipo: Momento privativo, el padre interviene como privador de la
madre. La madre como deseante de otro, que no es el niño
La demanda del niño “es reenviado a un tribunal superior” y “lo que vuelve al niño es pura
y simplemente la ley del padre en tanto que ella es concebida imaginariamente por el
sujeto como privando a la madre” (Lacan,J.,1958)

78
Lo que desata al sujeto de su identificación, lo vuelve a atar a la primera aparición de la
ley. La madre es dependiente de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su
deseo, sino un objeto que el otro tiene o no tiene.
“La noción de que a la madre le falta ese falo, que ella misma es deseante, no sólo de
algo distinto de él, sino simplemente deseante, es decir, que algo hace mella en su
potencia, será para el sujeto lo más decisivo.” (Lacan,S5,1958)
Esto posibilitará la representación de la madre como incompleta, carente, “castrada”.
El niño entra en la dimensión de la castración por la intrusión de la figura paterna.
Lacan destaca que lo esencial no es la relación de la madre con el padre si no a su
palabra. El mensaje de la madre deviene el mensaje del padre.
En esta etapa, el padre, si bien está menos velado que en la primera, aún no aparece
como completamente revelado. “Interviene aquí a titulo de mensaje para la madre, él,
tiene la palabra aquí y lo que dice, es una interdicción, es un "no" que se transmite aquí
en el nivel en el que el niño recibe el mensaje esperado de la madre. Es un mensaje
sobre un mensaje” (Lacan, S5,C11)
“El Nombre del padre” es la función simbólica que representa al padre como mediador y
transmisor de un código.
“es porque el objeto de deseo de la madre es cuestionado por la interdicción paterna, que
la interdicción paterna impide que el círculo se cierre completamente sobre él, a saber que
él devenga pura y simplemente objeto del deseo de la madre.” (Lacan,S5,1958)

• El tercer momento: la salida o declinación del complejo de Edipo. El padre


“potente”, “tiene el falo”

De que el padre sea el portador de la ley, depende que posea o no el falo. Y en


este tercer momento interviene como el que “tiene” el falo. Es un padre “potente” que
puede dar a la madre lo que desea.
Lacan insta a no buscar las carencias en el padre real. Y para aclarar más la noción del
padre simbólico, agrega lo siguiente: “El padre es una metáfora”. (S5, 1958)
“Esta metaforización es precisamente la simbolización primordial de la Ley que se cumple
en la sustitución del significante fálico por el significante “Nombre del padre”.(Dor, J.
1986,104)
El padre se hace preferir a la madre, punto esencial y punto de salida del Edipo.

Lacan (1956) se pregunta:

79
“¿Cuál es la configuración especial de esta relación a la madre, al padre, y al falo,
que hace que el niño no acepte que la madre sea privada por el padre de algo que
es el objeto de su deseo, y en qué medida, en tal caso, es preciso puntuar que, en
correlación con esta relación, él, el niño, mantiene su identificación al falo?

Describe situaciones en las cuales no se produce la sustitución del significante


materno por el paterno. En una de ellas:

“…él experimenta que de hecho es la madre quien es la clave de la situación, que


ella no se deja ni privar, ni desposeer. En otros términos que el padre puede
siempre decir lo que quiere, que por una razón cualquiera no le dará ni calor ni frío.
Es la madre quien finalmente ahí ha hecho la ley”

En otra:

“en casos en los que el padre ama demasiado a la madre, en los que él aparece
por su amor demasiado dependiente de la madre, el resultado sea exactamente el
mismo, se encuentra de hecho en la misma posición de ser aquel a quien la madre
hace la ley.”

EN SUMA:

La constitución del cuerpo y del Yo como instancia psíquica tienen como elemento
fundante a la imagen corporal. La operación psíquica es la identificación con otro
semejante significativo, del cual paulatinamente el sujeto se va a separar, aunque siempre
la independencia va a ser relativa.
Algunos niños nunca llegan a poder identificarse con la imagen especular, porque la
condición para hacerlo es haber podido entablar un vínculo habilitante; vínculo que se
construye a partir de interacciones corporales libidinizantes.
Otros niños logran acceder a la operación de identificación, aunque con fallas, por lo que
tienen importantes problemas en el proceso de diferenciación, separación.
Como se retomará posteriormente en el trabajo, los síntomas psicomotores manifiestan
fallas en la constitución de la imagen del cuerpo.

80
4.4. Revisión bibliográfica acerca del concepto de trastorno/síntoma
psicomotor

Niños que llegan a la consulta en Clínica Psicomotriz:

• Niños con trastornos/síntomas psicomotores ya conformados o estructurados


como una modalidad en el relacionamiento y accionar corporal, que se repite
como un patrón y que afecta su autoestima, su comunicación, sus
aprendizajes, su socialización y/o su autonomía, produciendo un malestar o
sufrimiento permanente. La demanda proviene de la familia o de la escuela.

• Niños con cierto desfasaje en el desarrollo de la función motriz en sus


aspectos tónico-pósturo-motriz o práxico. Esta situación puede constituir lo que
se denomina “variaciones de la normalidad”. No se llega a conformar un
problema que afecte globalmente la cotidianidad del niño y su núcleo familiar,
sin embargo está obstaculizando significativamente alguno de los procesos
mencionados (aprendizaje, autonomía, socialización). Se justifica una
intervención psicomotriz terapéutica que fortalezca al niño, con la
correspondiente intervención a nivel familiar y educativo para que acompañen
coherentemente este fortalecimiento.

• Sobreexigencia de los padres o de la Institución educativa. Como no se trata


de un problema del niño, la intervención es a nivel familiar o con la Institución
Educativa (puede pasar de que sea necesario un cambio de Institución).

• Niños con patologías genéticas (ej. síndrome de Down), neurológicas (ej.


parálisis cerebral), psiquiátricas (ej. TGD) o sensoriales (ej. déficit visual) con
un disfuncionamiento psicomotor que en algunos casos supera al que se
justifica por la patología. En todos, ésta afecta el proceso de constructividad
corporal y se justifica de alguna manera un abordaje preventivo/terapéutico.
Estos niños se ven muy beneficiados por una intervención psicomotriz que
acompañe a largo plazo el proceso de construcción del cuerpo, ligado al de
estructuración psíquica y constitución subjetiva.

Esa tesis trata sobre la primera de las situaciones planteadas.

81
El concepto de trastorno/síntoma psicomotor está en construcción. Es escasa la
bibliografía desde la Psicomotricidad que aborda el tema directamente.
Se aclara que la bibliografía consultada se refiere al síntoma psicomotor en la infancia.
Desde la Psicomotricidad, es posible designar a J. de Ajuriaguerra y Jean Bergés
(psicomotricista y psicoanalista francés, lacaniano) como principales referentes teóricos.
Otro sigue siendo Bernard Aucouturier (psicomotricista francés de inspiración
Winnicottiana). Más próximos en el espacio y el tiempo, se encuentran colegas nacionales
y extranjeros, con los cuales se comparten un camino de búsqueda hacia la construcción
teórico-práctica de la especificidad en el campo de la Psicomotricidad clínica.

• Algunas características generales

J. de Ajuriaguerra (2000) define a los trastornos psicomotores:

- Los trastornos psicomotores no responden a una lesión central como origen de los
síndromes neurológicos clásicos.
- Son más o menos automáticos, motivados, sentidos o deseados
- Van unidos a los afectos, pero también en relación con lo somático para fluir a
través de una conducta final común, y por ésto no poseen las características
propias de la perturbación de un sistema concreto
- Son persistentes o lábiles en su forma, pero variables en su expresión. En un
mismo individuo estarán estrechamente ligados a aferencias y situaciones.
- Suelen expresarse en forma caricaturesca y conservan caracteres primitivos.

Bucher H. (Kinesiólogo, Psicomotricista francés, 1995), plantea que la noción de


trastorno psicomotor es una de la más difíciles de definir por:
- La intrincación de factores
- El carácter evolutivo de las manifestaciones
- La multiplicidad de formas y contenidos
Por esta movilidad se dificulta la clasificación, su diferenciación como entidades
autónomas.

“… aparecen como síntomas de un disfuncionamiento de conjunto, donde marchan


paralelas y se interfieren diversas influencias, por lo cual es difícil saber lo que,
aparte todo origen deficitario, depende de un proceso psicoafectivo o de una
alteración funcional.” (Bucher H.,1995,4)

El autor expone que el término síntoma psicomotor se impone sobre el de trastorno, “en
un terreno en el que la perturbación comprobada es, con frecuencia, sólo la traducción (de

82
predominio corporal) del malestar experimentado por el individuo para vivir, realizarse y
comunicarse.” (1995, prólogo).

• Diferencia entre síntoma motor y psicomotor (Bergés, J., 1997)27

Bergés sostiene que el Síntoma motor resulta de una perturbación de la estructura


del S.N.C. o de la función y le atribuye los siguientes aspectos: inesperado, escandaloso,
limitado, organizado.
Refiriéndose ahora al Síntoma Psicomotor plantea:

“no involucra la estructura, a la función, sino al funcionamiento. Interesa al


funcionamiento ante la mirada del examinador; involucra al funcionamiento en
medio de las palabras del examinador. Y sobre todo cobra sentido en el discurso
que lo describe; es el discurso de los padres, de la Institución, del niño, el que nos
permite entender, oír y no solamente ver a ese síntoma”

“Se trata en cambio de un síntoma que tenga en cuenta que el inconsciente existe”

Queda claro que Bergés insiste en la naturaleza relacional del síntoma psicomotor: se
trata de una particular puesta en juego de la función motriz en dependencia de la
presencia del otro, su mirada y su voz.

• Síntoma psicomotor y padecimiento corporal temprano

En la bibliografía consultada hay acuerdo en remitir al síntoma psicomotor a los


primerísimos tiempos de la vida.

“El sujeto que padece un trastorno psicomotor, ha sido sorprendido en su cuerpo y


particularmente en su organización tónico-postural (por su doble condición
psicosomática), para que atestigüe, exprese antiguos desencuentros que no ha
podido metabolizar” (González L.2009,55)

“Los trastornos de la expresividad motriz…son también los síntomas del


sufrimiento psíquico ocasionado por un déficit en la integración psicosomática a un
nivel muy arcaico” (Aucouturier B. 2004,134).

• El síntoma psicomotor y fallas en el proceso de constructividad corporal

“Los Trastornos Psicomotores nos advierten de la presencia de fallas en la


construcción del cuerpo, en su funcionamiento y su funcionalidad” (Calmels, D. 2003,31)
27
Desgrabación (no corregida por el autor) del Seminario organizado por la Asociación Argentina de
Psicomotricidad “Síntoma psicomotor y lenguaje” año 1997 Bs. As.

83
Se desprende la necesidad de conocer en profundidad el proceso de constructividad
corporal enmarcado dentro del proceso de constitución subjetiva.

• El síntoma psicomotor se construye en la relación con el otro significativo

“¿Cómo pensar el síntoma psicomotor a partir de darnos por enterados que en el


funcionamiento del cuerpo del niño, las funciones están ligadas a cómo ese niño
es hablado y mirado” (González, L. 2009,106)

“El niño no nace ya con un síntoma psicomotor instaurado. Este se crea con
relación al deseo y la demanda del Otro”. (Levin E. 1991,267)

• Las alteraciones psicomotoras como trastornos del movimiento

“La alteración psicomotriz es una alteración del movimiento en sus relaciones con
la afectividad y con las funciones cognitivas, donde el conflicto se dice a través de
la realización y/o de la expresión motriz. Encontramos en nuestra clínica que los
trastornos psicomotores y los trastornos afectivos están estrechamente
intrincados, en un movimiento de retroalimentación mutuo, razón por la cual los
llamamos psicomotores.” (Ravera C. y Steinek C.2001,26)

“Las alteraciones psicomotrices son trastornos del movimiento en su función


efectora y/o en su función expresiva. Estas se van constituyendo a lo largo de la
vida del sujeto a partir de una interacción dificultosa entre el cuerpo que actuando
sobre el ambiente, vive experiencias que son registradas por el sistema nervioso,
el cual se va modificando.” De León C.28 ( 2010,50)

Como podemos apreciar en la revisión anterior, es variada la terminología utilizada


para designar los disfuncionamientos a nivel psicomotor: Trastornos psicomotores,
perturbaciones psicomotrices, alteraciones psicomotrices, síntomas psicomotores.

Más allá de la terminología, es clara la incidencia del Psicoanálisis en la mayoría


de las enunciaciones. El trastorno o síntoma psicomotor aparece relacionado con:

- Fallas tempranas en el proceso de construcción del cuerpo que afectan la


estructuración del esquema y la imagen corporal.

- Dificultades en el proceso de separación, lo que deja al niño en una situación de


dependencia del “otro” significativo. Se corresponde con fallas en la función
simbólica.

28
Psicomotricista uruguaya. Directora actual de la Licenciatura de Psicomotricidad en Instituto universitario
CEDIIAP

84
- Un decir corporal del sujeto que contiene una dimensión inconsciente

- La confluencia frecuente de factores somáticos, aunque su naturaleza es del orden


de lo relacional.

- La variabilidad en su contenido, forma de presentación y factores intrincados, lo


que torna difícil su definición como entidad autónoma y su clasificación.

- Más que un déficit, dificultad o inmadurez funcional, denuncian el padecimiento de


un sujeto y su familia.

85
5. CONTRIBUCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN LA COMPRENSIÓN DE LA
PROBLEMÁTICA PSICOMOTORA EN LA INFANCIA. POSICIONAMIENTO DEL
PSICOMOTRICISTA EN CLÍNICA INFANTIL.

5.1. Concepto de síntoma: un cambio epistemológico, desde el


paradigma de la Medicina al paradigma del Psicoanálisis

Para iniciar la reflexión, el término “problemática psicomotora” es


convenientemente más abarcativo, luego se intentará una mayor especificación.
Integrantes del equipo del Centro “L. Coriat”, como la psicomotricista argentina Claudia
Sykuler (2005), prefieren hablar en términos de “problema”, diferenciándolo de “trastorno”
o “patología”.
“Un problema es algo a ser descifrado, a ser interpretado, a ser resuelto; un
trastorno es algo a ser eliminado, suprimido, porque molesta” (Sykuler, C.
2005,121)

En la primera parte del trabajo se ha hecho referencia a una tendencia actual de la


Psicomotricidad, que inspirándose en el Psicoanálisis, propone un desplazamiento
discursivo desde el paradigma del trastorno psicomotor (por considerar que éste término
remite a la noción de déficit, a algo que falta, a una dificultad), al paradigma del síntoma
psicomotor, que remite a una construcción subjetiva, singular, con una dimensión
inconsciente, producto de una historia relacional de ese sujeto, por lo que involucra a su
contexto vital.
Sin embargo, es muy común que autores que prefieren hablar de síntoma psicomotor,
terminen utilizando los otros términos como trastorno, perturbación, alteración, etc. La
cuestión es desde qué concepción son utilizados.
Del concepto que tengamos del trastorno o síntoma psicomotor dependerá nuestra
posición, por ende, nuestra modalidad y ética de la intervención.
La palabra posicionamiento, viene de posición, de lugar; tiene que ver con el paradigma
epistemológico desde el que nos ubicamos en la clínica, especialmente de nuestra
concepción sobre el sujeto destinatario de la intervención profesional.

H. Bucher (1995) refiriéndose a este desplazamiento de la noción de trastorno por


la de síntoma, y de la Reeducación por la Terapia, agrega:
“Saber que el síntoma puede significar algo más que el simple déficit localizado en
una función, implica renunciar a creer que aportará la solución una técnica
adecuada que apunte a reducir el trastorno.” (1995,prólogo)

86
Habrían otros caminos para encontrar sentidos en el síntoma psicomotor, otras
formas de mirar la escena clínica; por ejemplo, desde el paradigma neuropsicológico. Y
hasta puede considerarse una mirada complementaria. Pero en esta oportunidad, se
intenta profundizar en una mirada, que es la que incluye el Psicoanálisis.

El Psicoanálisis toma el término síntoma de la Medicina, que lo ha utilizado


tradicionalmente para designarlo como fenómeno que revela una enfermedad.
Se percibe dentro de la propia Medicina una evolución en la mirada hacia la singularidad
del síntoma; sin embargo, persiste la referencia directa a la enfermedad.

“Síntoma: Índice subjetivo de una enfermedad o un cambio de estado tal como lo


percibe el paciente. Muchos síntomas se acompañan de signos objetivos como el
prurito que…” (Diccionario de Medicina, Océano Mosby, 1994)

S. Freud, de profesión neurólogo, toma el término síntoma de la Medicina pero lo


reformula al utilizarlo para designar enfermedades psíquicas; fueron las psiconeurosis, las
primeras estudiadas. La primera paciente de Freud fue la paciente histérica (neurosis
conversiva). De la histeria se pensaba que era una enfermedad biológica, hasta que se
descubre que la paciente histérica accede a la cura a través de la palabra, poniendo de
relieve la dimensión inconsciente en la enfermedad y en la cura. Y al cuerpo como lugar
de inscripción psíquica.

Analizando la concepción del síntoma psiconeurótico freudiano, a los efectos de


comprender el estatuto psíquico del síntoma psicomotor, se presenta un conflicto teórico
que será planteado próximamente. Es necesario recordar que si bien Freud tuvo
contribuciones fundantes para el Psicoanálisis de niños, se dedicó al trabajo con adultos.
El psicoanálisis de niños vendría después.

Veremos cómo algunos autores desde el Psicoanálisis postfreudiano, como R.


Rodulfo, B. Janin, S. Bleichmar, proponen el término trastorno para problemáticas que
remiten a etapas tempranas, anteriores a la instalación de la tópica psíquica.

El recorrido del análisis que se propone en este trabajo implica desplegar estos
conflictos teóricos y seleccionar contribuciones útiles para pensar el síntoma psicomotor y
su repercusión en la Clínica Psicomotriz Infantil.

87
5.2. Concepciones psicoanalíticas sobre el síntoma psíquico y su
contribución a la comprensión del síntoma psicomotor.

¿Los trastornos psicomotores son una neurosis o son otra cosa” (Bergés J. 1988)

5.2.1. Síntoma psiconeurótico clásico de Freud

Las conceptualizaciones clásicas del síntoma freudiano están dirigidas al síntoma


psiconeurótico en adultos, como retorno de lo reprimido inconsciente, y remite a la
conflictiva edípica. El recorrido por los conceptos estará inducido por preguntas.

¿Cuál es la noción freudiana de conflicto psíquico?

Laplanche y Pontalis (2007) afirman que a lo largo de la obra de Freud, se


fundamenta el conflicto psíquico en dos niveles: a nivel tópico (como conflicto entre
sistemas e instancias) y a nivel económico-dinámico (conflicto entre pulsiones).

Los autores amplían diciendo que en Psicoanálisis se habla de conflicto cuando, en el


sujeto se oponen exigencias internas contrarias.

¿Cuál es la noción freudiana de represión?

Freud (1915), nombra dos etapas de la represión:

1. “Una represión primordial, una primera fase de la represión que consiste en que a
la agencia representante psíquica (agencia representante-representación) de la
pulsión se le deniega la admisión en lo consciente. Así se establece una fijación; a
partir de ese momento la agencia representante en cuestión persiste inmutable y la
pulsión sigue ligada a ella...” (Freud,1915)

La represión primordial da origen al inconsciente.

2. “La segunda etapa de la represión, la represión propiamente dicha, recae sobre


retoños psíquicos de la agencia representante reprimida o sobre unos itinerarios
de pensamiento que, procedentes de alguna otra parte, han entrado en un vínculo
asociativo con ella. A causa de ese vínculo, tales representaciones experimentan
el mismo destino que lo reprimido primordial. La represión propiamente dicha es
entonces un «esfuerzo de dar caza»”(Freud,1915)

Esta es la llamada represión secundaria.

88
Laplanche y Pontalis (2007) denominan al primer tiempo “represión originaria”,
pues lo consideran una mejor traducción del alemán. Se crea un primer núcleo
inconsciente que funciona como un polo de atracción.
Y agregan un 3er. tiempo de la represión freudiana:

3. “Finalmente, el tercer tiempo de la represión freudiana es el “retorno de lo


reprimido” en forma de síntomas, sueños, actos fallidos, etc.” (Laplanche y
Pontalis, 2007,378)

Todas las psiconeurosis implican la existencia de un inconsciente separado, constituido


por efecto de la represión.

Freud se refiere a “la formación del síntoma”, porque el síntoma psiconeurótico es


el resultado de un proceso de elaboración psíquica, génesis de la neurosis. (Laplanche y
Pontalis, 2007).
Según los autores siguiendo a Freud, como producto del conflicto defensivo, se asocian
las siguientes expresiones:

El síntoma como “formación sustitutiva del inconsciente”: El síntoma reemplaza los


contenidos inconscientes. Esta sustitución se entiende en un doble sentido:
a. Económico: el síntoma aporta una satisfacción que reemplaza el contenido
inconsciente, por lo que reduce la tensión.
b. Simbólico: La sustitución sigue ciertas líneas asociativas, por condensación
o desplazamiento. Ej: una fobia.

El síntoma como “formación de compromiso o transaccional”: Forma que adopta lo


reprimido para ser admitido en lo consciente. Las representaciones reprimidas se hallan
deformadas por la defensa para resultar irreconocibles. En algunos casos clínicos el
deseo se manifiesta como predominante, en otros es la defensa.

El síntoma como formación reactiva: aparece de un modo singularmente


manifiesto la oposición a la pulsión. Ej: actitud de limpieza extrema que oculta por
completo la tendencia del erotismo anal.

5.2.2. El síntoma como “metáfora” (J. Lacan)

La comprensión de esta compleja teorización de Lacan se facilita contando con el


apoyo de autores que lo introducen e interpretan (sin perder de vista los textos originales
del autor). A estos efectos, se acude a J. Dor, R. Chemama y B. Vandermersch.

89
Dor J. (1986) señala la originalidad de Lacan al concebir que “el Inconsciente se
estructura como un lenguaje”, a la que arriba utilizando conceptos del estructuralismo y la
lingüística de F. de Saussure.
Lacan se apoya en el método de análisis freudiano de los sueños a través de la
asociación libre, que articula la práctica psicoanalítica con la práctica del lenguaje; es en
la palabra que el inconsciente encuentra su articulación esencial. Lacan, en su “retorno a
Freud” vuelve a situar en el primer plano del campo psicoanalítico la dimensión de esa
palabra.
El análisis de las verbalizaciones del paciente y el trabajo asociativo del analista, le
permiten a Freud llegar a la conclusión de que hay una diferencia entre el contenido
latente y el manifiesto del sueño. En el sueño como en otras manifestaciones del
Inconsciente, aparece un discurso disfrazado, encubierto y condensado. En Freud
aparece la intuición de que un discurso siempre dice mucho más de lo que pretende decir.
Lacan profundiza en esta relación entre el Inconsciente y el lenguaje, y llega a la
conclusión de la existencia de una analogía estructural entre la dinámica del inconsciente
y el funcionamiento de ciertos aspectos del lenguaje. Toma concepciones de Saussure y
de Jacobson con respecto a dos principios del lenguaje:

• la distinción entre el significado (concepto) y el significante (imagen


acústica, en realidad su representación, huella psíquica)

• la discriminación de los dos ejes del lenguaje utilizados para hablar: eje de
las selecciones, que permite elegir unidades lingüísticas y el eje de las
combinaciones, que las combina entre sí. En el discurso, se ponen en
juego operaciones metafóricas (eje de las selecciones) que presuponen
una posibilidad de sustitución por similitud y operaciones metonímicas (eje
de las combinaciones) que presuponen una combinación por contigüidad.

Lacan retoma y transforma el concepto de significante de Saussure y llega al


convencimiento de la primacía y autonomía del significante con respecto al significado.

Chemama y Vandermersch (2010) plantean cómo para Lacan, el significante, está


separado, sin articulación con el significado en un primer momento. Incluso puede
presentarse insistentemente en el sujeto sin ser asociado a la significación que podría
importarle. El significante toma otra función primordial que es la de representar al sujeto y
determinarlo.
90
“Lacan va a decir que el sujeto es un significante para otro significante. También lo
va a definir como determinado por la cadena de significantes, pero que se instala
entre los significantes, en un vacío, en la falta.” (Chemama y Vandermersch, 2010,
516)

Lacan marca cómo el significante insiste, se repite en forma coercitiva en el discurso del
sujeto, se asocia en cadena con otros significantes.
El significante lacaniano se despega del concepto de la lingüística de imagen acústica,

“es a partir de su efecto de sentido, y sobre todo de papel que juegan en una
economía subjetiva, como los elementos del discurso pueden tener valor como
significantes”. (Chemama y Vandermersch,2010,527)

El significante dice, mientras que el significado permanece oculto.

“El síntoma que dice algo de una manera indirecta e inaudible, puede ser
considerado como el significante de un significado inaccesible para el sujeto.”
(Chemama y Vandermersch, 2010,624)

Los procesos de condensación y desplazamiento 29 descubiertos por Freud, de las


intensidades psíquicas de los diferentes elementos en el sueño, se corresponden con
operaciones del lenguaje: la metáfora y la metonimia.
La metáfora se funda en relaciones de similitud y sustitución. Se da una sustitución de un
significante por otro.
En la metonimia se da una transferencia, desplazamiento de denominación, por relación
de contigüidad utilizando las siguientes figuras (relaciones): el todo y la parte, lo esencial y
lo accesorio, el continente y el contenido, la causa y el efecto.
Lacan va a plantear al síntoma como una metáfora, o sea la sustitución de un significante
reprimido por otro nuevo.

5.2.3. Conflicto teórico al pensar el síntoma psicomotor en referencia


a las concepciones clásicas del síntoma psíquico

A partir de estas conceptualizaciones tradicionalmente referidas al síntoma, surgen


las siguientes interrogantes:

29
Dor los explica distinguiendo: El mecanismo de condensación: puede hacerse por ejemplo por omisión,
incompletud en el contenido manifiesto con respecto al latente. O por fusión: elaboración de personas
colectivas o creación de neologismos.
A través del mecanismo de desplazamiento, se transfieren intensidades psíquicas de diferentes elementos.

91
¿Corresponde hablar de síntoma en el caso de la problemática psicomotriz
temprana, cuando la angustia no se metaboliza, no hay elaboración psíquica?

¿Todos los síntomas psicomotores se relacionan con el vínculo temprano, o sea


con los primeros intercambios entre la madre y el bebé, o es posible atribuir algunas
problemáticas psicomotoras al conflicto edípico?

Se considera que es posible pensar en problemáticas diferentes de acuerdo al


momento de la estructuración psíquica en el cual se dé la mayor conflictiva. Esta hipótesis
se planteará en el último capítulo.

Se estima que no resulta claro concebir al síntoma psicomotor como una


formación sustitutiva y transaccional entre sistemas, como retorno del inconsciente en un
tercer momento de la represión, sino que se trata de vicisitudes en el propio proceso de
construcción del cuerpo y en su dialéctica con la estructuración psíquica y constitución
subjetiva.

J. Bergés,(1988) igualmente utiliza la terminología psicoanalítica para enunciar el


síntoma psicomotor como una manera de transacción (Freud) o metáfora (Lacan) en la
que el cuerpo se compromete, se da a ver de una forma particular.

“Pero es una cosa considerar a los trastornos psicomotores como síntomas, o sea, como
un compromiso y es otra cosa determinar cuáles son los términos del contrato del
compromiso” (Bergés J., 1988)

¿Cómo se puede concebir ese compromiso? Más que entre sistemas psíquicos,
parece más claro el compromiso, la transacción inconsciente entre el sufrimiento psíquico
del sujeto en construcción y su modalidad de tramitarlo involucrando al cuerpo en su
funcionamiento psicomotor.

Levin E. (1991), en el que es clara la influencia de Bergés (lacaniano), insiste en el


valor metafórico del trastorno psicomotor y el gesto como significante:

“Un movimiento se transforma en gesto en tanto y en cuanto haya otro que capte
en ese movimiento una significación.” (p.99)

“Estos trastornos psicomotores, estos discursos sintomáticos, son movimientos


dados a ver a la manera de un disfraz para que no se vean, son gestos signos,
metafóricos y metonímicos que conllevan algo del goce que no cesa de repetir,

92
cronificando este lugar esta posición que bloquea el desarrollo psicomotor de un
sujeto.” (p.146)

De todas maneras, el concepto de síntoma psíquico desde el Psicoanálisis, se ha


ido ampliando, permitiendo abarcar en general los profundos avatares en la estructuración
psíquica y constitución subjetiva. Los hallazgos freudianos continúan desmenuzándose, y
nutriendo el análisis de los autores para pensar manifestaciones subjetivas propias de
nuestro tiempo. Ahí radica la vigencia de su obra.

“El psicoanálisis considera el conflicto como constitutivo del ser humano y desde
diferentes puntos de vista: conflicto entre el deseo y la defensa, conflicto entre los
diferentes sistemas o instancias, conflictos entre las pulsiones, conflicto edípico, en
el que no solamente se enfrentan deseos contrarios, sino que éstos se enfrentan
con lo prohibido.” (Laplanche y Pontalis, 2007,77)

Se arriba a una concepción más actual del síntoma desde el Psicoanálisis:

“Fenómeno subjetivo que, para el psicoanálisis, constituye no el signo de una


enfermedad sino la expresión de un conflicto inconsciente. (…) la expresión de un
cumplimiento de deseo y la realización de un fantasma inconsciente que sirve al
cumplimiento de ese deseo” (Chemama y 2010,638)

Una postura interesante en el ámbito del Psicoanálisis comparte el pensamiento


de G. Canguilhem 30 (1971) en cuanto a los conceptos de normal y patológico. Algunas
contribuciones del autor:

- El concepto de normal no es a su parecer estático o pacífico, sino un concepto


dinámico y polémico.
- La definición de la enfermedad requiere como punto de partida la noción de ser
individual. La enfermedad es presentada como una invención creativa de parte del
sujeto.
- Lo patológico no se deduce linealmente de lo normal.
- La vida instaura diferentes normas con el fin de responder a las exigencias del
ambiente.

Desde otra perspectiva, J. de Aguriaguerra (2000) afirma que en el niño es más


complejo el problema de la normalidad o la enfermedad. Hace referencia a H. Hartmann

30
George Canguilhem: médico y filósofo francés, 1904-1991.

93
cuando señala que en el niño, cada nueva fase madurativa crea nuevas posibles
conflictivas y modos de hacer frente a los conflictos, pero también trae en cierto modo, la
posibilidad de modificar los conflictos anteriores. Agrega:

“Con todo diremos esquemáticamente que la enfermedad es una no-adaptación a


las exigencias íntimas y a las del mundo externo, unida a una incapacidad de
reversibilidad o imposibilidad descentradora; pero un síntoma o una conducta no
son patológicos, sino con respecto al grado de evolución, a la situación presenta y
al sistema de motivaciones.” (de Ajuriaguerra J.,2000,141)

5.2.4. El “trastorno” desde el paradigma del Psicoanálisis

La autora S. Bleichmar (2002), se dedica al estudio de cómo se dan las primeras


inscripciones, las primeras ligazones, los movimientos de fundación del Inconsciente a
través de la represión originaria.
“Antes que se instituya la represión originaria, antes de que el yo cumpla las
actividades de inhibición y de ligazón, la instrusión de lo sexual deja a la cría
humana librada a remanentes excitatorios cuyo destino deberá encontrar
resolución a partir de conexiones y derivaciones que constituirán modos
defensivos precoces.” (Bleichmar, S. 2002,40)

Se pregunta de qué dependería que un aparato en constitución, se viera imposibilitado de


encontrar las descargas y modos de ligazón necesarios para llegar al reposo y estuviera
permanentemente sometido a vivencias traumáticas.

“Vivencia de dolor y reactivación del displacer, ambos producidos por grandes


cantidades inmetabolizables por el psiquismo incipiente… El traumatismo es
propuesto como una relación entre cantidades que ingresan y capacidad de
ligazón por el interior del sistema en cuestión.” (Bleichmar S. 2002,36)

Remarca que las dificultades pueden estar desde la función del semejante a cargo de los
cuidados del niño en base a dos aspectos: a nivel de la libidinización del niño, como de la
función ligante.
Las vicisitudes en esta última, relacionadas con fallas (estructurales o circunstanciales) en
las constelaciones narcisísticas de la madre exponen al niño a un monto de excitación
que no puede ser descargada, ni ligada a través de investiduras colaterales y unificantes.
La fijación es el efecto de un sobreinvestimiento que no logra canales de derivación (a
través de estos investimientos colaterales que ligan y distribuyen la energía), dejando al
bebé sometido al traumatismo constante.

94
Bleichmar propone diferenciar trastorno de síntoma, éste - de acuerdo a la
concepción freudiana- en tanto formación del Inconsciente, producto transaccional entre
los sistemas psíquicos, y aquel como algo de otro orden, que no puede ser considerado
como tal en sentido estricto, pues el comercio entre los sistemas psíquicos aún no ha
operado. (Bleichmar S. 2002)

“Con vistas al diagnóstico diferencial, antes de que se produzca la represión


originaria, no hay síntomas en sentido estricto, sino trastornos. Porque los
síntomas son formaciones de compromiso efecto de la existencia y relación de
ambos sistemas, y no pueden ser pensados psicoanalíticamente antes de la
fijación del inconsciente respecto de la barrera de la represión y al rehusamiento
por parte del yo de una satisfacción pulsional.” (Bleichmar S. 2001,123)

Para definir si una problemática es o no síntoma, va a referirse a las relaciones entre los
sistemas y la persistencia o no de los elementos pulsionales.

“Del orden del trastorno porque pone de relieve algo de lo pulsional, a lo cual hay
que renunciar en el proceso de construcción psíquica para dar parte a la
instauración de las instancias segundas, y eso está de algún modo aún activo, no
cancelado, de modo que la represión no se ha podido instaurar” (Bleichmar S.
2001,173)

Al trastorno del funcionamiento psíquico lo entiende como déficit de estructuración de la


represión. (Bleichmar S.,2001)
Relaciona actividades compulsivas (como la masturbación compulsiva, el chupeteo del
dedo), como remanentes autoeróticos no reprimidos. No pueden ser considerados
síntomas, como formación de compromiso, transacción.
“Se trata de modos de ejercicio pulsional directo, no inhibido, no desplazado, no
reprimido, que en razón de ello, no han retornado bajo modos desplazados a través de la
formación de síntomas.” (Bleichmar S.,2001,195)
Sostiene que la neurosis es efecto del retorno de lo reprimido a través de una transacción
sintomática, no es el retorno de lo reprimido puro, en acto. La distinción entre trastornos y
síntomas hace a la diferencia entre neurosis y no neurosis. Aunque también prevé: “Hay
que tener en cuenta que puede haber trastorno en el interior de una organización
neurótica” (Bleichmar S. 2001,182)

“Un niño que tiene alteradas las relaciones témporo-espaciales, que posee una
rigidización motriz que dificulta el manejo del lápiz para la escritura –no
padeciendo, por otra parte ningún tipo de lesión orgánica-, no tiene “un síntoma
para el aprendizaje”, sino un trastorno en la constitución de su aparato psíquico
que se relaciona con una perturbación de la tópica psíquica, la cual da origen a las
relaciones témporo-espaciales que el yo instaura. Tiempo y espacio no son

95
categorías innatas, sino construcciones del espíritu como efecto de la
diferenciación que la instauración del yo –correlativa a la represión originaria-
funda tanto del inconsciente como del mundo exterior.” (Bleichmar S.2002,259)

La autora plantea reiteradamente la inoperancia del método tradicional psicoanalítico


hacia todas las representaciones del psiquismo, en el caso de lo originariamente
reprimido; hay lagunas representaciones que nunca pasaron por la conciencia, por lo
tanto tampoco por el lenguaje. “El método de la asociación libre es sólo aplicable a
aquello secundariamente reprimido” (Bleichmar, S. 2001,105)
Interesante resulta la distinción que establece entre conversión y somatización:

“La conversión implica un nivel simbólico muy elevado, el trastorno psicosomático


–por eso no lo llamo síntoma- implica un modo de expresión directa a través del
cuerpo te algo que no logra encontrar una estructuración simbólica y que no se
produce nunca sin facilitación del órgano”. (Bleichmar S. 2001,72).

Cuando habla de cuerpo en este texto, aclara que se refiere al cuerpo somático y no
representacional.

Se desprende la interrogante acerca de la relación entre los trastornos


psicosomáticos y los trastornos psicomotores, muchas veces esbozada. Sería motivo
interesante para otra investigación.

S Bleichmar retoma a M. Klein quien plantea la imbrincación entre aspectos de la


sexualidad pregenital y la conflictiva edípica. Entonces, la autora se refiere a una
estructura mixta: en la que confluyen elementos neuróticos y no neuróticos.
Relaciona como efecto de fallas en la represión originaria, por ende en la constitución
subjetiva, a dificultades en: la curiosidad intelectual, en el proceso de aprendizaje, en el
desarrollo del lenguaje, problemas de memoria. (Bleichmar, S. 2008)
“Los denominados trastornos del lenguaje o los trastornos de aprendizaje en la infancia
son, en la mayoría de los casos, efectos de las fallas en la constitución de la represión
originaria y por ende, fracasos en la estructuración del sujeto psíquico.” (Bleichmar, S.
2002,200)
Dentro de las posibles causas de la hiperkinesia, corresponde una falla en los
investimientos colaterales, luego fallas de las ligazones yoicas, efecto de un déficit en la
narcisización primaria. (Bleichmar, S. 2002)

96
Por su parte, Rodulfo R. (2010) introduce la categoría del trastorno como manera
de trascender la hegemonía del orden binario: neurosis/psicosis, intentando abrir una
nueva problemática.
Cuestiona cómo a partir de M. Klein, lo arcaico quedó ligado a lo psicótico, enlazándose
también la ecuación narcisismo-psicótico.
Por eso Rodulfo especifica su dedicación a los trastornos narcisistas no psicóticos.
Plantea que dentro de éstos se despliega un abigarrado inventario de fenómenos, en una
escala que va desde lo sutil a la gravedad y dentro de las cuales incluye problemáticas
corporales como la torpeza.
En algunos casos se descarta la organicidad y en otros se esclarece cómo un
compromiso corporal temprano resulta en una exigencia de trabajo donde un niño
fácilmente se puede extraviar narcisísticamente.
Reconoce que esta problemática acarrea un problema nuevo para el Psicoanálisis.
Acostumbrado el Psicoanálisis a trabajar en el plano de la significación, el sentido
inconsciente de tal hecho, se encuentra con la situación en la que “es toda la función la
comprometida” (Rodulfo R. 2010,25). Por ejemplo, en la torpeza, se trata de una torpeza
que forma parte de él.
“el Psicoanálisis originariamente no se inventó para este tipo de pacientes.” (Rodulfo,R.
2010,24)

Al analizar estas posturas teóricas, resulta interesante interrogarnos acerca de la


asociación de la problemática psicomotora más temprana con el trastorno originario
propuesto por S. Bleichmar y los trastornos narcisísticos no psicóticos enunciados por R.
Rodulfo.
Entonces, el reintegro en el uso del término trastorno psicomotor se puede justificar ahora
sustentado por concepciones psicoanalíticas que se dedican a estudiar las conflictivas
más tempranas, preedípicas.

5.3. La problemática psicomotora como síntoma en sentido amplio.


Posicionamiento del Psicomotricista en Clínica Infantil

La propuesta de este apartado consiste en una integración conceptual desde el


Psicoanálisis hacia la Psicomotricidad sobre el trastorno/síntoma psicomotor, respetando

97
la especificidad de nuestra disciplina. A la vez fundamentar el posicionamiento del
Psicomotricista en Clínica Infantil, cuando se integran los aportes del Psicoanálisis.
Tal como se planteaba en la introducción, el Psicoanálisis se considera una teoría, una
ética, una manera de pensar el sujeto.

¿Cuáles son las conceptualizaciones psicoanalíticas esenciales para comprender


el síntoma psíquico en sentido amplio, y su utilidad para pensar el síntoma psicomotor?

“De la concepción que tengamos del cuerpo de un sujeto devienen la ética, la intervención
y la posición en la que el terapeuta se ubica frente al paciente” (Levin E.,1991,68)

Se toma la misma idea para pensar la concepción de síntoma/trastorno psicomotor y el


posicionamiento del Psicomotricista.

A partir de las contribuciones de la Teoría Psicoanalítica, es posible pensar los


siguientes aspectos del síntoma psicomotor:

5.3.1. El síntoma psicomotor: Producción subjetiva. Escritura en el


cuerpo de una problemática en la constitución del sujeto
deseante

Chemama y Vandermerch (2010) presentan al síntoma como un fenómeno


subjetivo.
Con este enfoque no es coherente combatir el síntoma psicomotor, sino reconocerlo como
algo propio de la singularidad del sujeto, un llamado al entendimiento de un sujeto que
sufre. Se trata de una producción singular, nunca igual al de otro sujeto, aunque pueda
formar parte de una clasificación, de una categoría nosográfica. Puede ser pensado como
una manera de tramitar las vicisitudes en el proceso de constitución subjetiva, quedan
huellas, marcas inscriptas en el cuerpo.

La etapa fundante del proceso de constitución subjetiva transcurre desde la


posición de objeto de deseo de otro deseante, a la posición de sujeto deseante. La
interrogante es en qué momento del proceso se presenta la mayor conflictiva, si se
plantea en los orígenes de la dialéctica del deseo, (circuito necesidad-satisfacción-deseo
y demanda), o en relación a la separación, la emergencia del sujeto deseante (resolución
edípica).

98
En cuanto a la singularidad de la producción sintomática, surge la pregunta:
¿Por qué un síntoma psicomotor?
Así como en las enfermedades psicosomáticas se piensa en una facilitación del órgano
(Bleichmar, 2001), ¿podría pensarse en el caso del síntoma psicomotor en una
vulnerabilidad constitucional, en una fragilidad del equipamiento motor? Este factor no se
descarta.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta a la tonicidad y la motricidad como recursos
tempranamente disponibles para recibir y responder medio, tal como lo afirman los
autores inspirados en H. Wallon.
J. Bergés (1996) plantea que la motricidad y la tonicidad se encuentran especialmente
implicados en el proceso armónico o disarmónico que se establece entre la madre y el
niño. Que se instale la fluctuación tónica depende de la calidad de la relación y la armonía
entre los ritmos biológicos del hambre, del sueño, y la respuesta a esos ritmos.
J. de Ajurieguerra (2000) nombra diálogo tónico, al acuerdo instalado entre los ritmos de
la madre y el niño.
L. González (2009) define a la primera fase de la constructividad corporal, como fase del
cuerpo tónico.
Todos aluden a la capacidad temprana de sentir el cuerpo del otro como suyo, de recibir
los ritmos del exterior o rechazarlos; el papel de la motricidad como una manera de
expresar la necesidad y llamar al otro.
En el texto “El cuerpo y la mirada del otro” (1996), Bergés se refiere a imitaciones
precoces en el lactante (boca, lengua, Wallon estudia estas imitaciones en la postura), a
la capacidad en las primeras semanas de vida de coordinaciones visuo-auditivas (el niño
anticipa por la visión un dato sensorial de origen auditivo) y posteriormente en el estadio
del espejo, la identificación del niño con la imagen del otro, lo que muestra la capacidad
de sentir el cuerpo del otro como suyo, de alienarse. Como receptáculo, el cuerpo recibe
los ritmos del exterior. Destaca el papel del eje axial.

Se puede concebir a la estructura tónico-emocional del sujeto como algo que lo


singulariza, como efecto crisol entre lo que trae constitucionalmente y lo que va armando
en sus diálogos con el ambiente.
“La estructura tónicoafectiva del bebé es el origen de los hábitos posturales y motores que
persistirán toda la vida a pesar de las posibilidades de adaptación al entorno.”
(Aucouturier B.2004,33)

99
Más tarde, aún cuando el sujeto construye otros recursos para relacionarse con el
ambiente, esa estructura tónica se reedita permanentemente como una matriz relacional.

Pensando en el posicionamiento del terapeuta en Psicomotricidad, es necesario


tener en cuenta que el niño está en proceso de constitución subjetiva, en proceso de
contructividad corporal. La responsabilidad es preguntarse sobre la particularidad de esos
procesos y ser conscientes de que como terapeutas incidiremos en ellos.
Es importante el reconocimiento, la devolución al sujeto de esta originalidad, de
eso se trata el ser sujeto, ocupar un lugar antes vacío (lugar de la falta).
Ser subjetivado significa tener un lugar válido, ratificado para otro sujeto. (Fliman,
V.,2012)31

El sujeto no es el disfuncionamiento. Frecuentemente se percibe en el discurso de


los niños que se identifican con “el insoportable”, “el distraído”, “el torpe”. Funciona como
una carta de presentación.

Bergés también utiliza el concepto de cuerpo receptáculo para pensar en el cuerpo


del terapeuta:

“Lo que podemos llamar resistencia en terapia psicomotriz, se encuentra toda por
el lado del cuerpo del terapeuta y en primer lugar se ubica en la noción que él
tendría algo para expresar, es en la medida en que es competente para recibir,
que el cuerpo del terapeuta es terapéutico.” (Bergés,J. 1988)

Esta forma de recibir, acoger, permitir el despliegue, sostener y acompañar,


provoca un alivio inmediato para el niño y la familia. Es frecuente que se hable de un
cambio muy importante en el niño a las pocas sesiones del tratamiento, o un giro en la
actitud de los padres.

Favorecer el proceso de subjetivación del paciente, supone estar a la escucha de


lo diferente, de lo propio del sujeto. Es interesante cuando la evolución de los niños nos
sorprende, cuando surgen nuevas actitudes, nuevos aprendizajes que parecían tan
difíciles de lograr; cuando tenemos encuentros con padres o maestros y nos cuentan de
las transformaciones de los niños en la vida cotidiana. La comprensión de que han sido
ellos (padres y niños) los gestores del proceso hacia la cura, los ubica en una situación de
autonomía con respecto al terapeuta y otros profesionales.

31
Apuntes de clase del curso “Clínica Psicoanalítica”, año 2012, UDP.

100
Acompañamos a los niños y padres en la construcción de algo nuevo, sin apropiarnos de
su proceso, somos testigos de él. Se les ofrece un espacio para pensar, preguntarse,
reflexionar, volver a pensar desde otro lugar. No hay una meta prefijada para llegar, no se
sabe de antemano. En ese empoderamiento, reapropiación del saber, pensar y hacer
está el sujeto deseante.

“La persona que hizo esa demanda de análisis, cuando comienza el trabajo, es ella quien
trabaja, para nada deben considerarla como alguien a quienes ustedes deben moldear”.
(Lacan, 1975. Conferencia sobre el síntoma en Ginebra)

En el trabajo con el niño se destaca el valor del jugar como espacio de


construcción subjetiva. El juego como fenómeno transicional (según D. Winnicott, 1979)
surge en una zona intermedia de experiencia entre la realidad interna y la externa,
pertenece al reino de la ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde a su
propia capacidad de crear. Para eso, el juego debe ser espontáneo. “…cuando el juego
no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente, de un estado en que
no se puede jugar a uno en que le es posible hacerlo”. (p.61)

Las preguntas pertinentes por parte del psicomotricista: ¿Cómo se está


construyendo el niño como sujeto? ¿En qué posición se está ubicando su cuerpo, en
relación al cuerpo familiar?

5.3.2. La dimensión somática del síntoma psicomotor

¿El organismo puro existe? Ante esta pregunta, el propio pensamiento se dirige
hacia dos situaciones: la del embrión humano y a la del ser humano en estado vegetativo
por muerte cerebral.
Al detenerse en la primera, se evoca la voz de numerosos autores que desde el
Psicoanálisis plantean cómo el cuerpo del niño es hablado antes de nacer, se construye
en la fantasías, deseos de los padres; en él se proyecta la historia familiar.
Ya antes del nacimiento es posible considerar un cuerpo, como organismo atravesado por
el deseo y el lenguaje (que introduce el campo de lo simbólico, de la cultura).

Por otro lado, ¿Es posible explicar todo lo que le pasa al sujeto por la dialéctica del
deseo? Es imposible ignorar el equipamiento biológico, en el que confluyen el bagaje

101
genético, lo biológico adquirido como las enfermedades, lesiones, pero también las
experiencias y aprendizajes que se inscriben en el organismo gracias a la plasticidad
neuronal.
Se parte de una concepción del cuerpo como integración psicosomática,
denunciando el lazo entre lo biológico y lo psíquico, la confluencia entre factores
genéticos y ambientales.

J. Bergés (1997) se pregunta con respecto al síntoma psicomotor: ¿es un síntoma


del lado de la medicina, que supone una causa con un efecto que será siempre el mismo,
o bien se trata en cambio de un síntoma que tenga en cuenta el hecho de que el
inconsciente existe? Como representante del Psicoanálisis, a través de sus textos, Bergés
da cuenta de que es afín a la segunda postura.

Entonces, retornando a la pregunta del apartado: ¿Cómo se ubica la dimensión


somática, orgánica en el síntoma psicomotor? Algunas ideas para reflexionar:

- El factor somático siempre está presente: como predisposición, como estructura


que sostiene y habilita (o inhabilita) todos los procesos vitales en el ser humano.

- Lo factores orgánicos, que inciden desde períodos tempranos de la vida, pueden


actuar como disparadores del síntoma psicomotor, ej: cuadros orgánicos como
una debilidad motriz, una hiperlaxitud ligamentosa, una cardiopatía, un déficit
sensorial. El síntoma psicomotor estará representado por un disfuncionamiento
psicomotor, que se adjudique a la confluencia de los aspectos somáticos y los
aspectos relacionales, a la manera en que el niño en relación con el entorno
significativo, tramiten la lesión o disfunción.

- El síntoma psicomotor de todas maneras afecta el funcionamiento de la función


motriz (tónico-pósturo-motriz-práxica). Aunque el equipamiento esté inicialmente
indemne, a lo que la función no es investida, se resiente su ejercitación y
desarrollo. Al aplicar pruebas exploratorias, los resultados son disminuídos con
respecto a la edad cronológica.

Con respecto al posicionamiento del psicomotricista:

102
D. Calmels (1997), tomando a Bergés, sugiere analizar qué tipo de localización
posee el síntoma, recorriendo 4 planos: órgano-función-funcionamiento-funcionalidad.
Mientras que el órgano y la función son de incumbencia médica, kinesiológica, el
funcionamiento y la funcionalidad son de incumbencia de la Psicomotricidad.
Parece sensato para la disciplina, no dejar de lado la pregunta sobre las dos primeras,
que se canaliza a través del ámbito interdisciplinario.

Bergés J. (1988), especifica:


“La perspectiva en Psicomotricidad es el funcionamiento bajo la mirada del examinador”

Ahora, ¿la afección en el funcionamiento, no afecta la función, y ésta al órgano?


Es interesante la perspectiva de la psicomotricista C. de León:

“Las alteraciones psicomotrices son trastornos del movimiento en su función


efectora y/o en su función expresiva. Estas se van constituyendo a lo largo de la
vida del sujeto a partir de una interacción dificultosa entre el cuerpo que actuando
sobre el ambiente, vive experiencias que son registradas por el sistema nervioso,
el cual se va modificando.” De León C. ( 2010,50)32

En esta concepción está implícita la noción de plasticidad cerebral, entendida ella como la
capacidad de cambio del sistema nervioso, por efecto de experiencias, modificando el
programa genético. (Tersaghi M.,2013).

Desde el Psicoanálisis, Jean Bergés (1996) se pregunta sobre un placer en el


funcionamiento de la función que asegura la capacidad de funcionar, la satisfacción como
garantía de la función. En el caso opuesto, por ejemplo un ojo estrábico puede llevar a la
pérdida de un ojo.
Se plantea el siguiente análisis:

“Entre la maduración y la evolución, se sitúa algo del orden de la satisfacción y por


lo tanto, del placer, que siempre existe la incertidumbre de saber si este placer
viene antes del otro, a quien es reservada la función y el funcionamiento de la
función, o del propio sujeto en el que él siente el funcionamiento.” (Bergés,
J.,1996,86)

Frente a retrasos en la maduración, se pregunta: “¿Será que la función está en “atraso”


porque no da ninguna satisfacción, o porque el órgano no soporta la función; no siendo
objeto de ninguna satisfacción, toma la función inmadura?” (Bergés J.,1996,86)

32
Psicomotricista uruguaya. Directora actual de la Licenciatura de Psicomotricidad en Instituto universitario
CEDIIAP

103
El psicomotricista en terapia psicomotriz, analiza cómo el disfuncionamiento está
afectando los procesos de aprendizaje, socialización o autonomía y en función de la
necesidad y la oportunidad se construye la intervención:

• En un primer momento, De Ajuriaguerra habla de una estrategia de trabajo sobre


el “fondo” que hace posible la figura que es el síntoma.

“Así pues, no deberemos atacar los síntomas como tales: en ese caso sólo
conseguiríamos fijarlos. Es preciso modificar el conjunto en el que el síntoma está
inmerso. Hasta cierto punto, el modo de escribir del niño traduce “su modo de ser”.
(de Ajuriaguerra, 1984,6)

Como objetivos del abordaje:

- El reposicionamiento real y simbólico del cuerpo del niño por él mismo y por los
referentes afectivos adultos:
- Ubicación del niño en el lugar de “poder hacer”, “saber hacer con su cuerpo”
- Aseguración del niño en las posibilidades del cuerpo y que sus dificultades no
constituyan un obstáculo para relacionarse, hacer creativamente, aprender.

• En un segundo momento, si es necesario, se aborda la función directamente,


ofreciendo oportunidades para que el niño experimente, la pueda poner en juego
en una relación transferencial.

El objetivo:

- Investimiento y ejercitación de funciones que se traduce en la construcción de


nuevos funcionamientos y funcionalidades a nivel psicomotor.

“La posición del psicomotricista será la de sostener ese proceso fallido, se


propondrá recorrer nuevamente un camino del desarrollo que quedó obsturado y
no dió lugar a que las nuevas experiencias se pudieran inscribir.
¿Cuáles experiencias? Las que pasa el niño en el aprendizaje de las praxias: el
conocimiento del mecanismo de la función, la experimentación, el ensayo, el error,
el comenzar una vez más pero no solo; sino dando a ver y dando a verse en ese
acto a otro” (Cal, C. 2008, p.35)

La mirada y escucha del psicomotricista permanece atenta al discurso verbal y no


verbal del niño en relación a su cuerpo: cómo está, cómo es, cómo hace con su cuerpo.

104
Retomando a Bergés, la mirada del psicomotricista va dirigida especialmente al
funcionamiento de la función motriz, su realización en presencia del otro.

Algunas observaciones frecuentes en niños con síntomas psicomotores:

• Frente al error o frustración manifiestan sentimientos de desvalorización,


predomina el “no puedo”.
• No pueden concentrarse en la tarea, están pendientes del otro, prendidos a su
mirada y a su voz.
• Sólo se interesan por el resultado, no se permiten disfrutar del proceso de
creación.
• No se permiten experimentar con materiales o instrumentos que no conocen, van
a lo seguro.
• Es muy escasa la capacidad de imaginar, o tienen una excesiva capacidad ideica,
pero no pueden organizarse para concretar la acción.
• Piden continuamente uno y otro material, pero no pueden luego explorarlos,
investirlos e incorporarlos en la acción.
• Sus producciones son siempre para otro (regalo a papá, mamá , abuela, etc.).

¿Cuál es el lugar de las técnicas en terapia psicomotriz?


Las técnicas no constituyen un fin sino un medio; es a través de ellas y con el
acompañamiento del terapeuta, que se pone en juego la experiencia psicomotriz.

5.3.3. El síntoma psicomotor y la defensa contra la angustia

Interesa especialmente el estudio de la angustia como fenómeno afectivo que


involucra al cuerpo y expresa los avatares en el proceso de estructuración psíquica.
Autores que serán tomados como referencia: Freud, Lacan y Winnicott.

La contribución de Freud se tomará a partir de su texto “Síntoma, inhibición y


angustia” de 1925.
Desde el nacimiento, el ser humano se defiende de la angustia. La angustia constituye un
estado afectivo displacentero y surge como una reacción frente al peligro; es una
situación de expectativa en la que confluyen fenómenos de la esfera somática y psíquica.
En la base de la angustia habría un incremento de excitación, fuente de displacer, que

105
deberá ser aligerada a través de descargas motrices. También se acompaña con
sensaciones provenientes de la respiración y aceleración del ritmo cardíaco.
“La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada.”
(Freud, 1925)
El peligro va a depender del momento de la vida; las situaciones de peligro van
sucediendo:
Angustia del nacimiento. Separación del objeto madre, sin consciencia de ello.
Peligro: aumento de tensión de la necesidad.
Angustia del lactante: Con consciencia de la separación de la madre.
Peligro: ausencia del objeto proveedor de la satisfacción de la necesidad.
Angustia de castración. Etapa fálica.
Peligro: pérdida de los genitales, separación de la madre
Angustia de la consciencia moral, angustia social. Período de latencia.
Peligro: hostilidad del superyo.
Cada etapa del desarrollo se corresponde con una determinada condición de angustia,
que luego pierde significatividad.

“Empero, todas estas situaciones de peligro y condiciones de angustia pueden


pervivir lado a lado, y mover al yo a cierta reacción de angustia aun en épocas
posteriores a aquellas en que habría sido adecuada; o varias de ellas pueden
ejercer simultáneamente una acción eficaz”. (Freud,1925)

Sobre las angustias tempranas (tal como se expresaba en el punto 3.2.2), Freud
sostiene que la perturbación económica es el núcleo genuino del peligro. El aparato
psíquico se rige por el principio de constancia, que tiende a mantener la cantidad de
excitación a un nivel tan bajo o por lo menos tan constante como sea posible. Para lo
cual, frente a los aumentos de tensión pone en acción los mecanismos de evitación,
descarga y defensa.
¿Cómo se defiende el yo incipiente del peligro de la intrusión (externa e interna) de
estímulos cargados de afectos displacenteros? Dice Freud:
“No es difícil que el aparato psíquico, antes de la separación tajante entre yo y ello, antes
de la conformación de un superyó, ejerza métodos de defensa distintos de los que emplea
luego de alcanzados esos grados de organización.”

El principio del placer-displacer determina la relación inicial con el objeto.

106
“Del estado de deseo se sigue directamente a una atracción hacia el objeto de deseo,
respectivamente su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una
desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil.” (Freud,1925)

La formación sintomática es más claramente expuesta por Freud en relación a la


conflictiva edípica. La moción pulsional, que produce angustia es reprimida por el Yo. A
menudo se conserva como una formación inconsciente sustitutiva: el síntoma.
“…toda formación de síntoma se emprende sólo para escapar a la angustia; los síntomas
ligan la energía psíquica que de otro modo se habría descargado como angustia.”
Agrega Freud que puede llamarse síntoma a toda inhibición que el yo se imponga.

A lo largo de este texto, tan rico como oscilante, Freud va a llegar a una última
conclusión: la angustia podría tratarse de una reacción frente a la pérdida y la separación.
“Sí hasta ahora la considerábamos una señal-afecto del peligro, nos parece que se trata
tan a menudo del peligro de la castración como de la reacción frente a una pérdida, una
separación”

En este punto, resulta muy interesante introducir un análisis de J. Miller en el que


plantea como Lacan invierte totalmente la concepción de Freud en la que liga la angustia
a la falta del objeto.

“Para Lacan es la falta de la falta lo que angustia, el vacío es lo que hay que
preservar. (…) Quien angustia es el Otro que colma. La demanda del Otro
angustia. El deseo del Otro angustia, en tanto que el sujeto se convierte él mismo
en lo que colma al Otro, sin saber en qué lo atrae. Cada vez la angustia está del
lado del colmar” (Miller, J. 2007,525)

Sin embargo, Miller también trae como Lacan retoma la concepción freudiana según la
cual la verdadera situación inicial de angustia es la situación de insatisfacción. La llave de
todo el psiquismo es la insatisfacción; todo el desarrollo de la pérdida tiene como llave
inicial una perturbación económica, el crecimiento de la tensión de la necesidad.

Winnicott (2002) se refiere a la protección materna frente a las “angustias


inconcebibles”, y éstas como fuente de sufrimiento corporal.
Propone pensar al bebé como un ser inmaduro que está constantemente al borde de una
angustia inconcebible a la que la madre suficientemente buena mantiene a raya.
En otro texto (1991) prefiere la palabra “agonía” a la de “angustia”, por ser más intensa.
Numera algunas de estas agonías primitivas y la defensa correspondiente:

107
- Retorno a un estado de no-integración (defensa: desintegración)
- Caer para siempre (defensa: autosostén)
- Pérdida de la relación psicosomática, falla de residencia (defensa:
despersonalización)
- Pérdida de sentido de lo real (defensa: explotación del narcisismo primario,
etc.)
- Pérdida de la capacidad para relacionarse con los objetos (Defensa: estados
autistas, relación exclusiva con los fenómenos del self).

Estas agonías son reconocidas como la materia prima específica de las angustias
psicóticas. (Winnicott D.,2002).

El autor distingue entre la “no integración” como estado inicial, (al que luego se
remiten momentos en el proceso de normalidad) y la “desintegración”, que a diferencia del
anterior resulta temible, pues se trata de “una defensa compleja que consiste en una
producción activa de caos como defensa contra la no integración en ausencia del yo
auxiliar materno, es decir, contra la angustia inconcebible o arcaica que resulta del
fracaso del sostén en la etapa de la dependencia absoluta”. (Winnicott, D.2002,80)

Desde la Psicomotricidad, muchos autores respaldan la relación entre algunos


síntomas psicomotores y angustias primitivas que no pudieron ser elaboradas
psíquicamente, por lo que quedaron inscriptas a nivel del tono y el movimiento.
Dos referencias bibliográficas que lo evidencian:

“El sujeto que padece un trastorno psicomotor, ha sido sorprendido en su cuerpo y


particularmente en su organización tónico-postural (por su doble condición
psicosomática), para que atestigüe, exprese antiguos desencuentros que no ha
podido metabolizar” (González L.,2009,55)

“Los trastornos psicomotores resultan de la pobreza de los procesos de


transformación, lo que se debe a la presencia de angustias arcaicas
insuficientemente contenidas, por una actitud poco ajustada a los deseos y ritmos
del recién nacido.” (Aucouturier B. 2004,51).

B. Aucouturier (2004) se inspira en el concepto de angustias inconcebibles de D.


Winnicott (referidas al período originario de los 6 a 8 primeros meses), y las denomina
“angustias arcaicas de pérdida del cuerpo”. Algunas nombradas por el autor son:
angustias de caída, de falta de límites, de explosión, de rotura, de despellejamiento y de
amputación. También se refiere a angustias arcaicas de pérdida del objeto madre.

108
“La angustia se refiere a una opresión del cuerpo debida a tensiones tónicas excesivas
que limitan la expansión del placer y la constitución de la unidad” (p.39).
Según el autor, los niños con síntomas psicomotores manifiestan angustias arcaicas en
un grado imposible de asumir, por lo que no pueden asegurarse naturalmente (necesitan
ayuda terapéutica) a través de las acciones y el juego. Esas angustias arcaicas han sido
insuficientemente contenidas, no se han dado suficientes interacciones-transformaciones
con la madre que brindan una envoltura corporal, la cual favorece la constitución del
cuerpo como unidad de placer.
“El sufrimiento ocasionado por el déficit de integración psíquica al nivel más arcaico sólo
puede expresarse por el tono y de la motricidad.” (p.51). Nombra a la hipermotricidad, a la
pasividad y a la fijación emocional en actividades repetitivas como trastornos de la
expresividad motriz.
Aucouturier introduce el concepto de “fantasmas de acción” designando una
representación ilusoria de acción, a la que recurre el bebé alrededor del sexto mes, para
recuperar el objeto perdido y actuar imaginariamente sobre él obteniendo como resultado
la seguridad afectiva y el placer. Tienen un carácter pulsional. Están cargados de
insatisfacción porque nacen de la pérdida. Nombra fantasmas relacionados a las
siguientes acciones: penetrar, fusionar, incorporar, destruir, agredir, los fantasmas de
acción de apego y dominio, reunir, separar, agarrar, los de movilización del cuerpo en el
espacio como: despegar, caer, girar, oscilar, etc.

“…progresivamente deben ser contenidos y a veces reprimidos por la madre en un


entorno afectivo constante, coherente y tranquilizador, para que no lleguen a
expresarse con su violencia característica. Cuando están contenidos, los
fantasmas de acción se transforman, perdiendo su energía pulsional y originando
acciones simbólicas que integran la realidad y garantizan el placer de la unidad y
la continuidad del “objeto” en su ausencia.” (p.54)

En niños con síntomas psicomotores, por un déficit a nivel de las interacciones-


transformaciones con el objeto madre, los fantasmas de acción no han sido
suficientemente contenidos y se expresan de manera pulsional y excesiva. Otra manera
sería a través de trastornos psicosomáticos. Ambos provocados por la intensidad de las
angustias arcaicas.
En la evolución normal del niño, los fantasmas de acción son mediatizados a través de
acciones simbólicas, a las que Aucouturier llama “juegos de aseguración profunda”.

109
“Los juegos de aseguración profunda como los juegos de destrucción, de placer
sensomotor, de protegerse con una envoltura, de esconderse, de ser perseguido y
de identificación con el agresor, tienen la función específica de asegurar una y otra
vez al niño frente a la pérdida originaria de sí mismo y del “objeto madre.” (p.89)

Niños con síntomas psicomotores tendrían dificultades de acceder a estas acciones


simbólicas, por lo que el autor fundamenta en el contexto de la ayuda psicomotriz, una
“estrategia de rodeo”. A partir de la escucha tónico-emocional, se capta el mínimo indicio
en el niño o se le pueden proponer directamente, estos juegos que implican un proceso
de aseguración profunda por vía corporal. Para ello propone un especial dispositivo
espacio-temporal y es fundamental la implicación corporal del psicomotricista en el juego.

¿Todos los síntomas psicomotores se refieren a angustias arcaicas?

Parece evidente al contactar con algunas historias, que la problemática radica en la


relación del niño con el adulto sobreprotector, que interfiere en el proceso de constitución
subjetiva. Como lo plantea Lacan, el problema es con la falta de la falta, el otro que colma.

Con respecto a la posición del Psicomotricista:

La mirada de la Psicomotricidad cambia sustancialmente con la perspectiva del


Psicoanálisis. Históricamente dirigida hacia el déficit o la inmadurez ahora acoge el
padecimiento del niño y su familia. No es el sentimiento de piedad, pena, lo que nos
acercará al niño, sino un acompañamiento empático (que incluye una cierta distancia
afectiva), hacia la construcción por parte del paciente de otra manera de ser y hacer con
el cuerpo, ahora significada por el placer, en la que el juego y el aprendizaje con otros es
posible.
La experiencia corporal compartida, con un predominio del placer y significada a través
del lenguaje, habilita la inscripción psíquica.

Según J. Bergés (1996), en la realización del funcionamiento, el sujeto y el


terapeuta, compartirían algo que tiene o tendría que ver con el placer.
El placer tiene un papel estructurante en la presencia, pero especialmente en la ausencia.
La ausencia del placer en su representación, en su evocación, en su proyecto, en su
anticipación, tiene un valor estructurante. Para que se dé la representación, este placer
debe haber estado en algún momento presente.
No obstante se interroga sobre el pasaje del placer por la castración, o sea la falta, la
ausencia. La búsqueda del placer “no tiende forzosamente a la satisfacción, podría ser,
perfectamente la decepción o mismo la pérdida, en otras palabras, con la ausencia del
110
placer, que solo tiene sentido en la medida en que se espera a alguien, en que se imagina
su presencia.” (Bergés J.1996,81)

Estas teorizaciones de Bergés contribuyen notoriamente a la clínica psicomotriz.


Se le da un valor indiscutible a las experiencias corporales placenteras en el niño, placer
compartido con otro. Es más difícil comprender la importancia de aquellos momentos
frustrantes para el niño: cuando falla en la manipulación del objeto o se decepciona frente
a lo que espera del terapeuta o del compañero de juego. Equívocamente se puede tender
a reparar la situación o negar la frustración, en lugar de justamente rescatarlas como
positivas para la evolución del niño. Ya que la ausencia del placer (en un fondo de
presencia), moviliza el deseo.
“Porque un dispositivo que sustentara un placer permanente conduciría a nada más que a
la evitación de la castración, o sea, a la psicosis” (Bergés J.1996,88)

5.3.4. La dimensión inconsciente del síntoma psicomotor, un enigma a


decifrar

Lacan presenta lo inconsciente como “lo que pertenece al interior del sujeto, pero
que no se realiza más que fuera, es decir, en ese lugar del Otro donde solamente puede
tomar su estatuto.” (1964, S11, “Análisis y verdad o el cierre del inconsciente”)

El autor aborda profundamente la relación entre el inconsciente y el lenguaje:


“Si el psicoanálisis ha de constituirse como ciencia del inconsciente convendría partir de
que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.” (Lacan J. 1964)
La diferencia que la Lingüística establece entre el enunciado y la enunciación, es tomada
por Lacan para analizar el discurso del analizante.
J. Dor (1986) trasmite las conceptualizaciones de Lacan: la enunciación designa el acto
del habla, el decir; mientras que el enunciado designa el resultado de ese acto: lo dicho.
Esta distinción, acarrea la consecuencia de que “la verdad del sujeto sólo puede decirse a
medias” según Lacan.
“La presencia del inconsciente, para situarse en el lugar del Otro, debe buscarse en todo
discurso en su enunciación” (Lacan, Escritos, p.834)

111
Estas oposiciones son retomadas por Lacan al analizar la atención flotante del
analista, ya planteada por Freud, quien la ubica como correlato a la asociación libre del
paciente.
Dor, apela a Lacan y señala: “como el inconsciente sale a la luz en el discurso del sujeto
por medio de la enunciación, la atención flotante resulta flotante sobre todo a nivel del
enunciado y de su sujeto. La agudeza de la escucha, en cambio deberá aplicarse al
registro del decir.”(Dor J.1986,p.137)

Al integrar la Teoría Psicoanalítica a la Psicomotricidad, es posible tomar al gesto


corporal como significante, como portador de significaciones del orden de lo inconsciente.
(Levin E.,1997). Al considerarse la gestualidad como un encadenamiento significante, el
discurso corporal constituye un lenguaje.
La escucha psicomotriz se dirige específicamente a los mediadores no verbales que
acompañan lo que los niños y sus padres dicen: el tono de voz, la mirada, la postura
corporal, los gestos de las manos, los silencios. Asimismo la repercusión corporal de lo
dicho por uno en el otro (lo dicho por un padre o el hijo en el otro y viceversa) y las
repercusiones corporales en nuestro propio cuerpo.

A nivel del discurso verbal, nos interrogaremos también sobre lo que no se dice, lo
que se repite, lo que se contradice y en qué momento se dice. Lo relacionaremos con la
historia familiar y con el discurso que portan otros, especialmente el niño, pero también la
Institución escolar, los otros profesionales que trabajan con el niño.
La atención flotante del terapeuta en Psicomotricidad representa esa escucha y mirada
que recibe el discurso a nivel verbal y no verbal de los padres interrogándose sobre su
significación más profunda.
La interpretación psicoanalítica constituye la especificidad del psicoanalista.

Refiriéndose al síntoma psicomotor, a diferencia del síntoma motor, Bergés (1997)


enuncia:
“Se trata en cambio de un síntoma que tenga en cuenta que el inconsciente existe”
“Es una de las características del síntoma psicomotor el hecho de aparecer siempre
velado”
Es una cuestión de matiz, a diferencia del síntoma neurológico motor, que hace
escándalo, salta a la vista, ej: un movimiento anormal, una hemiplejia.

112
El psicomotricista se interroga sobre el sentido de lo que le pasa al niño,
construye hipótesis de sentido (continuamente cuestionadas, no acabadas) y para ello:
- Historiza el síntoma psicomotor: se pregunta acerca de cómo el síntoma
psicomotor se fue construyendo a través de la historia del niño.
- Contextualiza el síntoma psicomotor, preguntándose cómo el niño y las personas
que se relacionan con él, se ubican con respecto al síntoma: ¿Cómo lo viven
cotidianamente?, ¿Qué discurso portan sobre él?, ¿Qué sentido le atribuyen?,
¿Cómo se involucran con respecto a él?, ¿Cuál es el contexto socio-cultural donde
está inmerso el niño?

Sin embargo, hay algo de lo enigmático que nunca va a ser revelado, por lo que se
apela a la capacidad de incertidumbre del terapeuta.
“Lacan, por su parte, comienza por decir en 1958 que el síntoma va en el sentido de un
deseo de reconocimiento, pero este deseo permanece excluído, reprimido.” (Chemama y
Vandermersch, 2010,638)

5.3.5. El síntoma psicomotor involucra al otro semejante significativo,


se despliega en transferencia

Autores referentes de la Psicomotricidad Clínica Infantil en nuestro medio (J.


Bergés, J. de Ajuriaguerra, B. Aucouturier), insisten acerca la predominancia de los
aspectos relacionales en el origen del trastorno/síntoma psicomotor.
Según J. Bergés se trata de una particular puesta en juego de la función motriz en
dependencia de la presencia del otro: su mirada, su voz.
“cobra sentido en el discurso que lo describe; es el discurso de los padres, de la
Institución, del niño, el que nos permite entender, oír y no solamente ver a ese síntoma”
(Bergés J.,1997)
De Ajuriaguerra y Marcelli (2005), marcan la importancia de la dimensión afectiva en los
trastornos psicomotores, pues “se halla a menudo en el origen de las deficiencias
motrices que pueden hallarse”.(p.100)
B. Aucouturier (2004) se refiere al trastorno psicomotor como efecto de intensas angustias
arcaicas mal contenidas.

113
El énfasis en la dimensión relacional del síntoma psicomotor tiene dos implicancias
terapéuticas:

- Por un lado, da cuenta del lugar que ocupa el Psicomotricista en la intervención


terapéutica, como otro adulto significativo para el niño, quien es un sujeto en
construcción. El protagonismo no es de la sala de psicomotricidad y sus
materiales, sino del vínculo que se establece entre el niño y el terapeuta.
- Por otro lado, torna imprescindible el trabajo con los padres.
Ya no es posible pensar en encuentros con padres que se limiten a recoger datos
o al intercambio sobre la evolución del niño, sino a un proceso de
acompañamiento en el redescubrimiento, reposicionamiento de su hijo como un
sujeto distinto a ellos, con sus propios deseos.

Resulta inevitable introducir el tema de la transferencia en terapia psicomotriz,


objeto de debate en nuestro medio.
La disyuntiva es entre:
- Una postura que sostiene que sólo se trabaja en transferencia, como fenómeno
psíquico que se pone en juego en toda relación humana.
- Otra postura que fundamenta la intervención a partir de un análisis de la relación
transferencial.
En el segundo caso, lo fundamental es qué implica ese “análisis” de la transferencia. Por
más que resulte obvio, es necesario aclarar que no es posible ni corresponde (por
formación profesional) un análisis en el sentido psicoanalítico.

Para pensar el fenómeno de la transferencia en la intervención psicomotriz


terapéutica con el niño y con sus padres, se seleccionarán algunas
conceptualizaciones psicoanalíticas, consideradas en esta oportunidad como de
mayor utilidad y aplicación en nuestra disciplina.

“La transferencia es un fenómeno esencial, ligado al deseo como fenómeno nodal


del ser humano, descubierto antes de Freud” (Lacan, 1964)

“La transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente”.(Idem)

114
5.3.5.1. La transferencia en la intervención con el niño en terapia
psicomotriz

Según Bergés (1996), la vertiente relacional de la Psicomotricidad tiene mucho


que ver con el hecho de que son por lo menos dos en la historia.
Historia actual en el contexto de la terapia psicomotriz que remite a una historia más
antigua, la historia relacional del niño.

Para presentar el concepto de transferencia en Psicoanálisis, se utilizarán como


referencia dos textos de Laplanche y Pontalis (2007):

“Designa en Psicoanálisis, el proceso en virtud del cual, los deseos inconscientes


se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación
establecida con ellos y de un modo especial, dentro de la relación analítica.”
(p.439)

“Freud descubre que lo que se revive en la transferencia, es la relación del sujeto


con las figuras parentales y especialmente la ambivalencia pulsional que
caracteriza dicha relación.” (p.442)

Articulando el Psicoanálisis como Teoría del Inconsciente, y la Psicomotricidad como


disciplina que integra el enfoque psicoanalítico, surgen estas preguntas:

¿Cómo se pone en juego la transferencia a nivel corporal?


¿Cómo analiza la transferencia el terapeuta en Psicomotricidad?
¿Cómo este análisis orienta su intervención?
¿Cuál es el papel del lenguaje verbal del terapeuta en Terapia Psicomotriz?

“Proponemos que la transferencia se expresa sobre todo en lo no- verbal que


transcurre en la relación analítica. No verbal no es por fuera del lenguaje, sino
mayormente lenguaje no articulado, no dicho, lenguaje sin voz y sobre todo
lenguaje gestual, corporal.” (Ponce de León E., 2011,92)

Trascendiendo un nivel explícito, el decir corporal y verbal del niño no va dirigido al


psicomotricista como persona, sino al adulto significativo que él está representando en la
escena terapéutica. Los afectos son transferidos al profesional. Esta consideración marca
un posicionamiento en el rol del psicomotricista y la necesidad de remitir a la historia del
niño.

“El psicomotricista mismo, si no está en su lugar, ¿Cómo puede esperar permitirle


al niño acceder al suyo, a su lugar, y si su mirada es la del deseo, del deseo de él,
del terapeuta, ¿Cómo puede permitirle al niño salir de las vías de la mirada de la
madre?.” (Bergés, J.,1988)

115
El terapeuta en Psicomotricidad va a permitir en primer lugar que se despliegue
esa modalidad particular de funcionamiento psicomotriz, instalándose el campo de la
transferencia. Se requiere un tiempo en la relación terapéutica y un vínculo de confianza
para que el niño se muestre tal cual es. De esto se trata cuando vemos significativas
diferencias entre la actitud y conducta del niño durante el proceso diagnóstico y cuando ya
transcurre una primera etapa del tratamiento.

En segundo lugar, el Psicomotricista analiza y se interroga acerca de esa


modalidad del niño de relacionarse y hacer con el cuerpo. Analiza el aquí y el ahora en el
contexto terapéutico y en la vida cotidiana del niño, pero no se limita a eso, pues
establece relación con la historia. Hay una búsqueda de sentido.
No se trata de un análisis interpretativo (en el sentido del Psicoanálisis) sino de un
análisis33 psicomotor, integrando a su vez aportes de la teoría psicoanalítica para
comprender la situación del niño y su familia. Allí estriba la diferencia entre una
intervención terapéutica que integra los aportes del Psicoanálisis y la Clínica
Psicoanalítica específica.
El objetivo en este trabajo es avanzar en el esclarecimiento de cuáles son los elementos
que componen este análisis psicomotor.

Se entiende que el funcionamiento psicomotriz o puesta en juego de la función


motriz (como lo enuncia Bergés, 1996), más allá de un estilo conformado, singular del
sujeto, puede variar de acuerdo a su situación relacional (a la proximidad o ausencia de
otras personas y en especial alguna/s de ellas). El niño con un síntoma psicomotor se
ubica en una posición de dependencia del otro significativo, lo que se proyecta en la
relación con las demás personas en general.

Se podrían considerar dos niveles en el análisis del fenómeno transferencial en la


intervención psicomotriz terapéutica:

1. Un análisis de los aspectos tónico-emocionales, que es el más inmediato.

2. Un análisis más reflexivo, acerca de la posición simbólica en la que se


ubica el cuerpo del niño en la relación con el otro, en referencia a su
proceso de constitución subjetiva.

33
Definiciones del diccionario de la Real Academia Española:
Análisis: “Separación de las partes de un todo para llegar a conocer sus principios o elementos.”
Interpretar: “Explicar el sentido de una cosa”

116
Para el primer nivel de análisis de la transferencia (aspectos tónico-emocionales),
son imprescindibles los aportes de H. Wallon.

En Psicomotricidad se enfatiza la mirada en la expresión de las emociones a nivel


de la fluctuación del tono muscular y su evidencia en la gestualidad del niño. Para ello,
muchos autores desde la Psicomotricidad se apoyan en la teoría walloniana de las
emociones.
Se mencionó en el punto 5.3.1., el concepto de diálogo tónico con el que J. de
Ajuriaguerra (1993), denomina a fenómenos motores que se dan en la etapa de simbiosis
afectiva (que sucede a la simbiosis fisiológica), la cual es relevante para todo el desarrollo
ulterior del sujeto. El diálogo tónico es preludio del diálogo verbal ulterior.

Retomando el mismo punto 5.3.1. , J. Bergés (1996), propone abordar la función


del cuerpo como “receptáculo”, como lugar de inscripción; función que se constituye a
partir de la temprana organización del tono muscular y su papel en el intercambio con el
ambiente.
Específicamente, el cuerpo es receptáculo del otro, según Bergés; receptáculo erotizado,
en particular de los deseos de la madre.
Bergés (1988) traslada el concepto de cuerpo receptáculo a la posición del terapeuta:
“Es en la medida en que es competente para recibir, que el cuerpo del terapeuta es
terapéutico.”

B. Aucouturier (1997) reconoce que necesariamente en la terapia psicomotriz hay


transferencia de afectos entre el terapeuta y el niño, pero decide llamar “resonancias
tónico-emocionales recíprocas” a la manifestación de la transferencia y
contratransferencia, ya que considera que estos últimos son conceptos específicos del
Psicoanálisis. En cuanto al papel del lenguaje en Terapia psicomotriz, sostiene que no es
un lenguaje interpretativo de la transferencia como lo hace el psicoanalista. El lenguaje en
terapia psicomotriz tiene una función de soporte y hace referencia a la transformación.
En 2004, el autor retoma la importancia de las “resonancias tónico-emocionales
empáticas” para la práctica psicomotriz de ayuda grupal e individual. La implicación del
terapeuta en el juego del niño es mayor en esta área, lo que supone un cambio en su
disponibilidad corporal. La movilización tónico-emocional vivida con placer repercute en
las estructuras tónico-afectivas del niño y las del psicomotricista. La empatía implica sentir
las emociones del niño, sin apropiarse de ellas, manteniendo cierta distancia. Ser requiere
tener una cierta claridad sobre la propia historia afectiva.

117
Entonces, cuando nos referimos a un análisis psicomotor a nivel tónico-emocional,
¿a qué nos referimos? Se trata de un ejercicio especialmente de la mirada, integrada a la
escucha terapéutica y dirigida a las manifestaciones del cuerpo: gestos, movimientos y
praxias.
Estas producciones del cuerpo tienen como lo plantea Wallon, al tono como telón de
fondo y su consecuente dialéctica con las emociones. Las variaciones emocionales
inscriptas en lo tónico-postural donde emerge la gestualidad, y reflejadas en el
funcionamiento vegetativo, brindan señales de cómo está el otro en su cuerpo.

La integración de los aportes del Psicoanálisis permite tener en cuenta un correlato


inconsciente de los aspectos tónico-emocionales.
Con este sentido, B. Aucouturier (2004) retoma la definición de expresividad motriz del
niño presentada por él en 1984 como “una manera de ser y estar en el mundo original y
privilegiada…que actualiza una vivencia lejana cuyo sentido puede captarse gracias a
todas las variaciones de su relación tónico emocional.” Y agrega que la motricidad es la
vía privilegiada de expresión de contenidos inconscientes. La expresividad motriz del niño
refleja el conflicto inconsciente del niño entre su deseo de amar y de odiar al objeto para
separarse de él.

Por un efecto de “¿contagio?” según Wallon, (¿nivel transferencial según el


Psicoanálisis?) los aspectos tónico-emocionales son captados por otro cuerpo que
funciona como receptáculo.

No obstante, se puede considerar que los aspectos expresivos del cuerpo del
terapeuta reciben al niño. Desde la posición de terapeuta en Psicomotricidad cobra
relevancia:
El discurso corporal del psicomotricista: los aspectos tónico-emocionales que serán la
plataforma desde donde se construye la actitud postural, movilidad, gestualidad, voz,
silencio, proximidad-distancia, respuesta-abstinencia, etc.
El lenguaje verbal, puesto que no puede limitarse la intervención a la experiencia corporal.
“sólo tengo acceso al cuerpo porque se habla de él” dice Bergés (1988,6)
El lenguaje verbal acompaña los procesos que se fundan en la experiencia corporal
relacional, poniendo oportunamente en palabras lo que es sentido y lo que es actuado
corporalmente.
“En una Terapia Psicomotriz se instalan preguntas sobre el cuerpo y sobre lo que
este cuerpo produce en transferencia con el terapeuta y los objetos en un espacio

118
y un tiempo dado; se trata de participar, ser testigo de la experiencia creativa del
niño que desea y hace” (González L. 2005,25)

L. González (2005) destaca los otros elementos que se incluyen en la escena terapéutica
además del adulto:

- objetos que por sus características son también soporte de la transferencia.

- el espacio, que por su calidad y dimensión posibilita un despliegue particular del


movimiento y el jugar del niño, campos privilegiados para el establecimiento de la
relación transferencial.

- el tiempo, regular, previsible que habilita la continuidad, la representación.

2do. nivel de análisis de la transferencia: interrogantes acerca de la posición del


niño como sujeto deseante

En el contexto terapéutico, el niño despliega su particular estilo de demandar al


otro, lo hace a través del discurso corporal y verbal. El terapeuta en Psicomotricidad se
interroga sobre la posición del niño como sujeto deseante, en qué lugar se ubica con
respecto al otro. Lo que dice mientras hace, da cuenta de cómo se siente haciendo, y cuál
es el lugar simbólico en el que su cuerpo ha sido ubicado. Este análisis orienta la
intervención psicomotriz terapéutica que es de prevalente mediación corporal.

- ¿Cuál es la modalidad del niño de demandar al otro con su cuerpo?

El psicomotricista observa la forma en cómo el niño se dirige hacia el otro, lo busca


o rechaza (se acerca o se aleja). La gestualidad del niño está impregnada por esta
modalidad de demanda a través de la cual se canaliza el deseo.

E. Levin presenta al síntoma psicomotor como evidencia de una separación fallida


entre el niño y el otro:
“Lo que se encuentra muy “desorganizado” (para utilizar la terminología de
Ajuriaguerra) es esta imagen corporal, que al no ser cortada por el tercero
(posición paterna) queda prendido al Otro (encarnado en la madre); se le presenta
un cuerpo, se le da un cuerpo al niño, aquí vemos claramente la diferencia con la
psicosis, pero en tanto necesita del otro para moverse, o el otro necesita de él, se
perpetúa la indiscriminación, el desdibujamiento del límite simbólico. Su manera de
separarse, de establecer un corte, es por medio de un síntoma psicomotor que
presenta la fachada de la separación (…) El niño queda posicionado a mitad de

119
camino, allí en el pasaje entre ser el falo que completa a la madre y el no serlo”
Levin E., 1991,139 y 140)

- ¿Qué necesita el niño para avanzar en el proceso de constitución subjetiva, como


sujeto deseante y así ser habilitado en la apropiación de su cuerpo?

La respuesta del profesional no va en sentido de satisfacer completamente la


demanda del niño, lo que no sería posible ni ajustado como intención, pues la dialéctica
del deseo se da necesariamente en torno a la falta. De lo que se trata en Terapia
psicomotriz es ofrecer al niño experiencias corporales, que siempre son en relación a otro,
(aunque ese otro sólo sea un testigo de ella), de las que surgen vivencias que se ubican
entre cierto grado de satisfacción y/o cierto grado de frustración (y a partir de ellas
representaciones relacionadas con el placer y el displacer, con predominio de las
primeras) en un fondo de contención afectiva, que lo reasegura en la búsqueda del deseo.

“La resolución de la transferencia corresponde al desarrollo de ese lugar de la falta


del analizante, que no es otra cosa que el punto en el que se origina su deseo,
punto que se corresponde a la ausencia de respuesta última del Otro, que no es
rechazo de respuesta sino ineptitud radical, fundante para responder a la demanda
del sujeto. (…) Mientras el sujeto permanezca captado por esa esperanza, o si, por
el contrario esa esperanza se transforma en decepción, la transferencia no se
resuelve.” (Chemama y V.2010,679)

A la luz de estos conceptos psicoanalíticos, la Terapia psicomotriz se puede


plantear en términos generales como un proceso de reorganización y reposicionamiento
corporal, de manera que el niño pueda ubicarse en la posición de sujeto deseante,
cognoscente y transformador, adaptándose activa y creativamente al ambiente que lo
rodea.

5.3.5.2. La transferencia en la intervención con los padres

Según J. Lacan, la dimensión transferencial se dirige a alguien a quien se supone


un saber. (Chemama y Vandermerch, 2010)
Los síntomas de los hijos desalojan a los padres del saber sobre los hijos. Surgen dos
grandes preguntas: ¿Qué le pasa a mi hijo? El hijo se vuelve un enigma que los
cuestiona. ¿En qué fallamos? La culpa los inmoviliza, interfiere en el despliegue de la
función parental. Los síntomas son considerados frecuentemente por los padres y otros
(profesionales de la salud y la educación) como fallas en el rol parental, en la crianza.

120
Los padres reubican el lugar del saber en los profesionales. La disposición de los padres
de traer la vida cotidiana al espacio terapéutico, requiere el establecimiento de un vínculo
de confianza con el terapeuta. Se instala el campo de la transferencia y el terapeuta es
ubicado en el lugar de sujeto supuesto saber.

“Cada vez que esta función (se refiere a la de sujeto supuesto saber) puede ser
encarnada, para cada sujeto, en alguien, quienquiera que sea, analista o no,
resulta, de la definición que acabo de darles, resulta, digo, que la transferencia
desde ese momento ya está fundada.” Lacan, J. (1964)

Es necesario que los padres sientan que saben (aunque no todo) sobre su hijo y
que ese saber sea respetado por los distintos profesionales consultados.
¿Cómo manejar la necesidad-deseo del profesional de saber de la historia del paciente,
respetando el proceso de establecimiento de un vínculo de confianza, y la necesidad-
deseo de los padres de decir y decirse?
Una posición ética del terapeuta en Psicomotridad supone no alojarse en ese lugar de
saber absoluto; de otro modo, la intervención se limita a la sugestión.
La verdad sobre el sujeto es inaccesible para él, para sus padres y para el profesional. El
saber teórico y la experiencia clínica son interrogados a la luz de la singularidad del
sujeto, de la familia, de su contexto y de su historia.

Tampoco se trata de negar el saber profesional, en su búsqueda se realizó la


consulta en el área. Más que eso, teniendo en cuenta de que el saber da poder, es
necesario que ese saber sea compartido, para que otros se beneficien con él. El saber
teórico y la experiencia del Psicomotricista son puestos al servicio del paciente, fluyendo
en un hacer y en un decir cuya calidad, cantidad y oportunidad están supeditadas a una
escucha.

El terapeuta en Psicomotricidad es consciente del fenómeno transferencial.


Lo que dicen y lo que hacen los padres tiene una dimensión inconsciente, por lo que la
intervención no puede limitarse a entregas de información; se trata de un proceso a través
del cual los padres se interrogan a sí mismos, introducen acciones – transformaciones “a
su manera”, que modifican la escena familiar, en la que el cuerpo se reconstruye.

Por otro lado Lacan (S15, 1967) plantea:

“…queda bien claro que justamente una parte de la indicación de la técnica


analítica consiste en un cierto dejar hacer (laisser faire), pero es acaso esto
suficiente para caracterizar la posición del analista cuando ese dejar hacer implica,

121
hasta un cierto punto, el mantenimiento intacto en él de ese sujeto supuesto saber
a pesar de que de ese sujeto él conoce por experiencia la deposición y la
exclusión, y lo que de ello resulta del lado del psicoanalista?

El silencio del terapeuta podría tener un efecto paradojal, constituyéndose en un enigma


para los padres, incentivando la proyección de fantasías de omnipotencia y saber
absoluto. Un terapeuta que interviene se expone también en el error, la duda, la pregunta,
el no saber.
La actitud del terapeuta es clave para no provocar el cierre de la comunicación y
que en próximos encuentros los padres tiendan a omitir información o a tergiversarla para
no ser enjuiciados, culpabilizados.
En lo opuesto, una actitud “pedagogizada” del terapeuta puede obturar la espontaneidad
y creatividad de los padres, encerrándolos en el “deber ser”.

“Promover en la ordenanza del análisis la normalización psicológica incluye lo que


podemos llamar una moralización racionalizante. Asimismo, apuntar al logro de lo
que se llama el estadio genital, la maduración de la tendencia y el objeto, que
daría la medida de una relación justa con lo real, entraña ciertamente cierta
implicación moral. ¿La perspectiva teórica y práctica de nuestra acción debe
reducirse al ideal de una armonización psicológica?” (Lacan S7, clase 23)

Las intervenciones más directas hacia el síntoma en el trabajo con padres en


Psicomotricidad clínica se han llamado : orientaciones o señalamientos.
Al acudir al diccionario de la lengua española, nos encontramos con estas acepciones:
Orientación: “Informar a alguien, darle datos y noticias acerca de un asunto para que sepa
cómo ha de proceder. Encaminar una cosa hacia un fin determinado”
Señalar: “Poner señal en una cosa para distinguirla o para acordarse de algo. Hacer
señal para avisar de algo.”
Lo importante es el momento y el cómo se realiza esta intervención. Se valoran las
preguntas como una forma de intervenir muy apropiada, que facilita que los padres
puedan cuestionarse a sí mismos sin culpabilizarse y encontrar nuevas formas de
relacionarse con su hijo.

Sorprende el alto impacto que tienen en un niño pequeño señalamientos


realizados a los padres que apuntan por ej. al respeto de sus ritmos propios. Y en niños
más grandes sobre la importancia de que los padres fomenten la autonomía, que habiliten
la responsabilidad en el propio cuerpo.
Para otros padres, será un proceso a largo plazo.

122
Es sumamente beneficioso en algunos casos (especialmente en el de niños
pequeños o niños con problemáticas muy severas) el abordaje conjunto del niño con sus
padres. En esta estrategia de trabajo, los padres se integran a la propuesta de juego en
sala de psicomotricidad. El rol del terapeuta apunta a favorecer el encuentro del niño con
sus padres a través del juego (que siempre compromete al cuerpo, según Winnicott); la
movilización tónico-emocional, el placer compartido y su repercusión en la expresividad
motriz tienen efectos transformadores en el vínculo. Se trata de un espacio-tiempo
privilegiado por el clima de contención afectiva, un reencontrarse con su propio cuerpo y
el cuerpo del hijo.

El psicomotricista analiza desde el punto de vista psicomotriz la relación


transferencial que se establece entre los padres y el niño, los padres y el psicomotricista.

En algunos casos, se requerirá también una intervención en el área psicológica: en


ocasiones un espacio para el niño y el trabajo con su familia, en otra un espacio
psicoterapéutico para los padres como pareja, o personal para alguno de ellos. En
muchos casos, la terapia psicomotriz constituye un proceso de apertura hacia una
psicoterapia.

5.3.6. El síntoma psicomotor, compulsión a la repetición y pulsión de


muerte

Las actividades de niños con síntomas psicomotores (se denominan actividades,


ya que no siempre se accede al juego), están impregnadas de repeticiones. A diferencia
de la repetición placentera, (como el niño en general busca en forma voluntaria y que
nunca es totalmente fiel), la repetición compulsiva atrapa su discurso corporal y del mismo
es muy difícil liberarse, evolucionar.

En 1920, Freud reconoce una compulsión de repetición, como fenómeno


inconsciente, que se instaura más allá del principio del placer, pues lo que se repite
conlleva vivencias de displacer.
Al analizar el juego del niño, en el cual repite situaciones penosas, Freud observa que en
esta compulsión a la repetición, el displacer está conectado con cierta ganancia de placer
relacionado a: la satisfacción de pulsiones, la trasmutación de un papel pasivo en activo,
el dominio de situaciones. Es displacer para un sistema y al mismo tiempo, satisfacción
para el otro.

123
También Freud (1920) se plantea el caso de manifestaciones repetitivas que en
ningún caso podían relacionarse con la obtención de la satisfacción como es el caso de
imágenes recurrentes o pesadillas en traumatizados por accidente. Es entonces, cuando
propone la teoría de la neurosis traumática, como efecto de un estímulo exterior que
sobrepasa la barrera antiestímulo. Frente al fracaso de la ligazón y de la represión
(posibilidad de abstraerlo a la consciencia), hay un reintento por ligar a representaciones.
A partir de este análisis, se refiere a la existencia de excitaciones pulsionales intensas,
ahora estímulos internos, que por fallas en la ligazón psíquica, también tienen un efecto
traumático. El aparato anímico tiene la tarea de dominar o ligar la excitación, aún
independientemente al principio del placer. Por lo que el sujeto trae una y otra vez estas
impresiones traumáticas a la situación actual, en procura de ligazón psíquica.
Relaciona la compulsión de repetición a la pulsión de muerte, que tiene como final
cometido volver a un estado anterior a la vida, de inercia, de reposo.
El mismo principio del placer, expresión del principio de Nirvana (mantener a nivel mínimo
y constante la excitación en el aparato anímico), estaría al servicio de la pulsión de
muerte.

S. Bleichmar ((2002) apela a Freud, afirmando que lo que no logra ligarse está
destinado a la compulsión de repetición, insistiendo bajo el modo de pulsión de muerte.
Se pone en riesgo la represión originaria; fallas en ésta determinarán que la pulsión no
pueda ser tramitada psíquicamente a través de destinos como la represión y la
sublimación.
De esto se trata la fijación en el inconsciente: el posicionamiento definitivo de las
representaciones (de carácter atemporal) en el inconsciente, ajenas al sujeto.

Fácilmente se diferencia una repetición por placer y una repetición por fijación.
En el caso primero, el niño tenderá a prolongar, evocar, repetir todas aquellas
experiencias placenteras en el juego. La expresividad motriz del niño refleja este placer: a
través de la vivacidad de la mirada, el despliegue de la gestualidad, la fluctuación tónica,
la participación de la voz y el lenguaje. Y la emoción compromete funciones orgánicas (ej.
aumento del ritmo respiratorio y cardíaco, etc).
Cuando no hay placer la gestualidad es estática, no hay fluctuación tónica significativa
(predominando la elevación o disminución del tono), no hay creatividad, y por lo general
no hay lenguaje.

124
El terapeuta en psicomotricidad:

- Capta lo que se repite con placer y lo que se repite compulsivamente sin placer.

- Se interroga sobre el sentido de esa repetición

- Lo relaciona con la historia

- Se involucra en el discurso repetitivo del niño

- Lo acompaña en la experiencia de resignificación corporal

La conquista del placer sensorio-motor es uno de los objetivos específicos de la terapia


psicomotriz. También es concebido como estrategia, pues se reconoce que a partir de él
se da una apertura a la transformación, a la evolución.
¿A qué se debe el intenso efecto terapéutico del placer sensorio-motor?
Los fundamentos wallonianos de la relación entre la fluctuación tónica y la emoción, y a su
vez de la relación de esta con la representación han sido tomados por numerosos autores
que encuentran allí las bases de la teoría y la práctica psicomotriz. La movilización tónico-
emocional funciona como disparadora de imágenes que se canalizan a través de las
producciones corporales: gestos, palabras, movimientos, acciones, juegos.
La presencia de otro, que funcione como espejo simbólico, reconozca al niño como sujeto
deseante, propicia la ligazón psíquica. Reconocemos en la obra de B. Aucouturier ese
esfuerzo de integración teórico-práctica, que se plasma en un encuadre original, objetivos
y una tecnicidad específicos de la Psicomotricidad como disciplina. El autor crea un
dispositivo témporo-espacial que propicia un itinerario de la expresividad motriz de la
acción a la representación.

Como plantea S. Bleichmar (2000), el aparato psíquico siempre está abierto a


nuevas inscripciones, entonces las representaciones previas, aunque permanezcan como
tales, en su singularidad, se entrelazan de manera distinta.

“…el proceso de cura puede ser concebido como espacio privilegiado de la


resimbolización. Lugar de re-engendramiento, a partir de que lo traumático no es
lo vivido en general sino aquello que no pudo encontrar, en el momento de su
inscripción y fijación, de su caída en el aparato, de ese “significado al sujeto”,
posibilidades metabólicas de simbolización productiva. No se trata entonces, de un
“retorno al pasado” para agregar lo que faltó ni para quitar lo que sobró, sino de
una recomposición “disipativa” en un proceso irreversible.” (Bleichmar, S. 2002,93)

125
5.3.7. El síntoma psicomotor, goce del sujeto en construcción y goce
del otro.

“Lacan muestra que el síntoma - en el sentido más general de lo que es


analizable- es equivalente de una escritura (pues se organiza a partir de una
combinación literal y puede ceder al desciframiento) y que es un modo de goce.”
(Chemama y Vandermerch,2010,635)

En este punto se retomará el tema de la compulsión por repetición (contexto de


displacer), ahora profundizando su relación con la satisfacción pulsional, el goce.
Repensando la clínica, resulta paradójico como un niño con inestabilidad motriz (o
hiperactividad), tiene una gran dificultad para llegar a la auténtica vivencia del placer
sensorio-motor, ese placer en la mayoría de los casos es aparente. Si nos detenemos a
observar al niño, su gestualidad es rígida, estereotipada, refleja una importante tensión
corporal, signos de malestar y sufrimiento. La actividad no evoluciona en comunicación,
organización, representación, por lo contrario se corta abruptamente cuando el niño ya es
vencido por la fatiga, o más frecuentemente conduce a la búsqueda de alguna experiencia
corporal intensa a nivel sensitivo-sensorial y emocional: choque (o manifestación agresiva
o autoagresiva) contra algún objeto, persona o el piso que se acompaña frecuentemente
de frustración, angustia o rabia.
Más allá del fundamento freudiano de la compulsión de repetición como intento de
ligazón psíquica, ¿cómo pensar el papel del movimiento en esta expresión de la angustia
y relacionarlo con una satisfacción, una ganancia de placer?

Otra situación clínica que puede pensarse en el mismo sentido, aunque sea
distinta la problemática :
Llama la atención aquel niño que se resiste al aprendizaje de hábitos de autonomía,
cuando no hay dificultades severas a nivel funcional. Hay una cuestión a nivel actitudinal,
de indisponibilidad afectiva para el aprendizaje práxico (frecuentemente falla la
automatización), aunque esto conlleva a una importante frustración, desvaloración de sus
posibilidades y restricción de su libertad de acción. En ocasiones afecta significativamente
su integración social.

¿Es posible hablar de satisfacción libidinal, de goce, de ganancia o beneficio


secundario (postulados del Psicoanálisis sobre el síntoma) en el síntoma psicomotor?
¿Es posible concebir cierto nivel de satisfacción, de goce, en el displacer y el sufrimiento?

“…el cuerpo no permite olvidar que es ante todo el sitio del goce.” (Clavreul, J. 1978,35)

126
Refiriéndose al síntoma psicomotor, dice E. Levín (1991): “En la estructura del
mismo hay compulsividad y goce. (…) el goce estará siempre del lado de la pulsión de
muerte” (p.243)

¿Cómo se relacionan placer y goce? En el lenguaje cotidiano, se utilizan como


sinónimos.
Se plantea para el síntoma en Psicoanálisis:
“A pesar de su fenomenología de sufrimiento, es una modalidad de satisfacción libidinal.”
(Miller J.,2007,476, interpretando a Freud).

Al pensar sobre la hipertonía generalizada de algunos niños tanto inestables como


inhibidos, en la movilidad incesante de los primeros, como efecto de un exceso de
excitación corporal, puede ser útil el fundamento de Freud (1905) por el cual establece a
la actividad muscular como posible fuente de excitación sexual.

Recorriendo el proceso normal de la sexualidad, la excitación sexual viene primero


del otro, el niño requiere al inicio, ser objeto de deseo del otro. Por eso, la función
materna, implica la propia sexualidad de la madre, hay un goce reconocido por el
Psicoanálisis en el vínculo temprano madre-hijo. Hay un cierto goce de la madre acerca
del cuerpo del niño muy pequeño, en ese ocuparse tan abocadamente al cuerpo, en la
mirada, en la manipulación durante los cuidados, en los inicios del juego. El recién nacido
es objeto de deseo de la madre.

“La relación del niño con la madre, que es una relación de amor, abre la puerta a lo
que se llama habitualmente, a falta de saber articularlo, la relación indiferenciada
primordial. De hecho, ¿qué ocurre fundamentalmente en la primera etapa concreta
de la relación de amor, fondo sobre el cual tiene o no lugar la satisfacción del niño,
con la significación que comporta? Se trata de que el niño se incluya a sí mismo en
la relación como objeto de amor de la madre. Se trata de que se entere de esto, de
que aporta placer a la madre. Esta es una de las experiencias fundamentales del
niño, saber si su presencia gobierna, por poco que sea, la de la presencia que
necesita, si el mismo aporta la luz que hace que dicha presencia este ahí para
envolverle, si él le aporta una satisfacción de amor. En suma, ser amado, es
fundamental para el niño. (Lacan, S4 C13)

La disponibilidad corporal y afectiva de la madre dependerá de cómo ella pueda


tramitar ese goce corporal, si se lo permite o si su evocación está impregnada de
fantasmas propios que lo obstaculizan e inhiben.

127
Si esto último sucede, lo trasmite al hijo en discontinuidades, ausencias, expresadas en
tensión corporal displacentera. La escucha de las necesidades del niño y la adaptación a
las mismas es interferida por los miedos de la madre y sus inhibiciones.
“El rechazo de la madre al niño puede relacionarse con poder ubicar a su hijo en un lugar
fálico” (Paganini, A. 2012)34
El niño deberá encontrar otros caminos alternativos, frente a la dificultad de la madre para
ligar el remanente excitatorio.
Es interesante la teorización del psicoanalista Víctor Guerra (s/f) quien inspirándose en D.
Winnicott, propone el concepto de “falso self motriz”. A través de esta organización
defensiva, el movimiento cumple el papel de asegurar la continuidad existencial del niño.

Por lo general, desde el inicio, la madre está muy atenta a lo que el niño muestra
como propio y lo va ubicando paulatinamente en la posición de sujeto, y a ella como
deseante de algo que ya no es el cuerpo del niño. Introduce las frustraciones iniciando el
camino de la separación.

La otra situación que puede suceder es que la madre no pueda separarse


paulatinamente del hijo, que él quede fijado en el lugar de objeto de su deseo. También se
puede decir, ubicado en el objeto de goce (placer excesivo en el que el cuerpo del niño es
usufructuado para la satisfacción del otro).

Pasando el tiempo lógico y cronológico de efectuarse la separación, el cuerpo del


niño, en el síntoma psicomotor es aún ubicado en esta posición de dependencia hacia el
otro. Pero también hay un goce, una satisfacción libidinal del niño al ser objeto del deseo
y el goce del otro.
La madre se siente completa con ese hijo, que pasa a cubrir su falta (en alusión a la
castración simbólica). No está habilitado el lugar o no está claro, para la constitución del
niño como sujeto deseante.
En este caso el padre, en su función de interdictor, de corte, tiene mucho que hacer, pero
todo dependerá de cómo se ubique en el lugar de la ley y cómo responda la madre a eso.

En suma, de cómo la madre ha tramitado el complejo de castración, dependerá su


posición con respecto al proceso del hijo. Si ella ha negado la castración en sí misma,
entonces será difícil para el hijo llegar a una representación de la madre como carente,
deseante, e inscribirse en el mundo simbólico a través del “nombre del padre”.

34
Apuntes de clase, curso: “Fundamentos del sujeto, escrituras del objeto”.

128
“El síntoma psicomotor, entonces, se ubica de manera tal que está a la vista del
Otro, y allí el Otro goza mirando y manipulando este cuerpo. El otro goza en más
(…) el síntoma psicomotor se cronifica en este darse a ver para el goce del Otro y
el cuerpo real se torna “doblemente” presente. Presencia que obstaculiza su
desarrollo psicomotor” (Levin. E. 1991,139)

Refiriéndose a la dificultad del niño con un síntoma psicomotor de representar su


cuerpo separado del otro, en calidad de faltante a nivel simbólico, Levin E. (1991) agrega:

“Así el niño no termina de apropiarse de él, y al no poder delimitar claramente un


espacio simbólico, de separación, queda unido al Otro (encarnado en la madre)
por las actitudes, las posturas, los movimientos corporales, las producciones del
cuerpo, que son dados a ver en el campo del goce, de la ausencia de lo propio, de
la unión gozosa con el Otro”. (p.140)

Entonces, el goce en el síntoma está en la relación de dependencia con el otro,


que permanece siempre presente, cuidando o amonestando. El costo es el displacer y la
angustia. Ya se había hecho referencia a la concepción de Lacan, en la que liga la
angustia a la ausencia de la falta en el otro, por lo que no hay lugar habilitado para la
constitución del sujeto.

Bergès (1996,85) sostiene la constatación de cierto placer en la hipertonía de


algunos niños y se pregunta por el eslabón entre la distensión de algunos niños
hipotónicos y el placer. Hipotetiza acerca de la anticipación del deseo de la madre de
experimentar la hipotonía del niño.
En otro texto de 1988 (reunión clínica III) plantea como la hipotonía es para algunas
madres la frustración absoluta, mientras que para otras muy satisfactoria.

A través del tratamiento psicomotriz, el niño tendrá que ir encontrando otras


modalidades de satisfacción libidinal. ¿Usufructuar su propio cuerpo? ¿Apropiarse de él?
¿Asumir la falta en el otro y en sí mismo, largándose a la búsqueda interminable del
deseo?, ¿la sublimación pulsional 35?

35
O sea encaminar su deseo a través de actividades que no apuntan manifiestamente hacia un fin sexual
(en sentido restringido) por ejemplo la creación artística, la investigación intelectual, (Laplanche y Pontalis,
2007, refiriéndose al concepto Freudiano de sublimación).

129
6. PROBLEMÁTICAS PSICOMOTORAS EN RELACIÓN A DISTINTOS MOMENTOS
DE LA ESTRUCTURACIÓN PSÍQUICA

6.1. Introduciendo la escena clínica

Se utilizarán dos viñetas clínicas, cada una presentando a un niño integrado a un


encuadre terapéutico grupal. El objetivo no es un análisis exhaustivo de estas dos
situaciones clínicas, sino que funcionen como disparadores de la reflexión.

Viñeta clínica N°1

“Javier, de 6 años, entra a la sala corriendo y recorre todo el espacio. Va hacia los
colchones y bloques de polyfon y los choca violentamente. Se da un efecto rebote y es
lanzado hacia el piso. Queda tendido e inmóvil. Un terapeuta se acerca rápidamente,
pero Javier ya está nuevamente en pie, retomando su desenfrenada carrera.
Los otros niños están esperando sentados en el espacio de encuentro.
La terapeuta lo va a buscar y acompaña a dicho espacio, pero Javier acelera
bruscamente y pasa junto a los otros niños como “avión razante”, choca su cuerpo
contra el cuerpo de ellos y el de los adultos. Cae en el medio de la ronda y queda
tendido, con los ojos cerrados y la lengua hacia afuera.
Durante la sesión, no le es posible crear un espacio de juego. Invade el espacio de los
otros, que manifiestan temor en su gestualidad cuando el niño se acerca.
La intervención del profesional va dirigida en las primeras sesiones especialmente a
cuidar de su seguridad y la de los otros niños, lo que se vuelve muy difícil porque
cuando el adulto se acerca, el niño se aleja rápidamente.
Sin embargo, en otras ocasiones, se aproxima aceleradamente al adulto que está en
posición sentada y se acurruca con brusquedad en su regazo. Intenta tocar zonas no
permitidas del cuerpo del adulto (senos).”

Viñeta clínica 2:

Mateo es un niño de 4 años y 7 meses que se muestra sonriente, su mirada es directa


y vivaz.
Le es difícil mantenerse sentado en el momento de encuentro, su mirada alterna
insistentemente entre el adulto y los objetos de la sala. En ocasiones, se levanta, se
esconde entre los bloques de polyfón o trepa en ellos, sin dejar de mirar al adulto, que

130
acude a él para garantizar la seguridad y acompañarlo nuevamente al lugar de
encuentro donde están los otros niños del grupo.
Al comenzar el momento de juego recorre con ritmo acelerado los distintos espacios y
materiales de la sala, deteniéndose en aquellos ocupados por los otros niños. Los
ocupa bruscamente, en ocasiones derriba construcciones de otros, mirando al adulto
con una sonrisa desafiante. En otras se suma al proyecto de otro par; es muy difícil
que inicie una actividad por sí mismo. Cuando se compromete en una actividad, llega
a apropiarse del espacio y crear, mostrando dificultad para escuchar, negociar, ceder.
Llama la atención que frente a la mínima frustración se desencadenan intensas crisis
de llanto, que interrumpe abruptamente con un rápido cambio de ánimo cuando
consigue lo que quiere. Se evidencian las dificultades para poner en palabras lo que le
sucede y lo que desea.
No presenta dificultades muy importantes en la coordinación dinámica general, pero la
impulsividad afecta la organización del movimiento.
En propuestas de expresividad grafoplástica, insiste en prolongar el momento de
juego, no se compromete en el dibujo o la construcción, no logra sostener la actividad
y la abandona. Sus producciones gráficas son muy descendidas a nivel instrumental y
representativo. Muestra desagrado hacia ellas. Exclama con enojo: “no me sale nada”.
Al finalizar la sesión, no quiere ponerse los zapatos y el abrigo, no los reconoce y pide
ayuda. Intenta repetitivamente que la madre lo venga a buscar escondiéndose en la
sala o corriendo por el espacio.”

Algunas interrogantes en el encuentro con un niño que consulta en Clínica


Psicomotriz son:

- ¿Qué sentido tiene ese síntoma psicomotor en ese niño?

- ¿Cómo ha transcurrido y transcurre el proceso de constructividad corporal


enmarcado en el de estructuración psíquica y constitución subjetiva?

- ¿Cuáles son las condiciones de su equipamiento orgánico?

- ¿Cuál es el contexto vital del niño? ¿Cómo vivencia su entorno (familia, escuela),
el síntoma que porta el niño?

131
El primer niño, Javier de 6 años, presenta una hiperlaxitud ligamentaria36 y un tono
muscular de base descendido. Vive con sus dos padres, es único hijo y su madre padece
depresión. La mamá se siente muy sola y siente que el niño la desborda. Hace pocos
años que viven en el país. El papá tiene muy escasa presencia en la casa, trabaja todo el
día. En la escuela se plantea una situación de importante desadaptación. La madre
presenta una actitud de resistencia importante hacia el tratamiento, le es difícil establecer
un vínculo de confianza con las terapeutas. La evolución del niño en el tratamiento es muy
lenta. En algunas sesiones se dan instancias de intervención y evolución en el niño que
tienen un efecto efímero, poco sostenido.

Mateo vive con sus dos padres y una hermana adolescente. La madre es
sumamente sobreprotectora, el niño es “el bebé” de la casa. El papá trabaja todo el día,
ve muy poco al niño y cuando llega le es difícil ponerle los límites. La mamá se queja de
que el niño no acepta los límites, pero es consciente de la relación con la crianza.
Rápidamente puede incorporar cambios que redundan en la evolución del niño. Muestra
importante compromiso con el tratamiento. En la escuela, el niño se integra socialmente a
pares, se muestra muy disperso y sus producciones corresponden a un niño de menor
edad.
La evolución en pocos meses de tratamiento es significativa.

Ambos niños están diagnosticados como presentando un Trastorno por Déficit


atencional con hiperactividad y medicados con metilfenidato. Se acordó con los padres
que no iban a concurrir medicados a las sesiones.

Se suman interrogantes:
¿Estaremos realmente frente a la presencia de un disfuncionamiento a nivel de los
neurotrasmisores?
¿Alcanza esa hipótesis para encontrar un sentido de lo que le pasa al niño?
¿Cuánto ha empañado el factor somático (hiperlaxitud ligamentaria y tono muscular de
base descendido), la calidad de las experiencias del cuerpo en relación, en el caso de
Javier?

36
Flexibilidad excesiva en tendones y ligamentos, que lleva a una hipermovilidad de las articulaciones.

132
Teniendo el mismo diagnóstico clínico, el discurso corporal de ambos niños es
muy diferente. Es claro que el primer niño presenta una problemática mucho más
preocupante que el segundo.

Lamentablemente, no se tienen datos de la historia personal referida a los primeros


tiempos de vida: embarazo, parto, primeros encuentros, primeras adquisiciones del
desarrollo psicomotor. Por lo que no se pueden establecer referencias en ese sentido.

De todas maneras, en cada caso, el entramado de factores influyentes es muy


complejo. Es inconveniente arribar a conclusiones cerradas y generalizables. Siempre es
necesario el estudio caso a caso. Por lo tanto, el análisis que sigue sólo tiene el objetivo
de abrir interrogantes para la reflexión clínica, apelando a la propia experiencia
profesional de más de 20 años en Clínica Psicomotriz Infantil.

6.2. Avatares en el proceso de constructividad corporal, en la


constitución de la imagen corporal.

La impresión es que este tópico recoge la mayoría de los elementos teóricos


planteados a lo largo de la tesis y se llega a la dimensión más psicomotriz. El desafí o es
no caer excesivamente en la reiteración de conceptos, cuando deben ser necesariamente
convocados.

La primera premisa es que en la intrincación de los procesos de construcción del


cuerpo y estructuración psíquica, la constitución de la imagen corporal es correlativa al
nacimiento del yo tal como lo plantean interpretando a Lacan, los autores Chemama y
Vandermersch (2010).

La propuesta es tomar como ejes conceptuales el concepto de estadio del espejo


de J. Lacan y las fases de la construcción del cuerpo de Leticia González y pensar en:
cómo fallas en la constructividad corporal son correlativas con avatares en la
estructuración psíquica y constitución subjetiva.

Lacan se refiere a momentos dentro del estadio del espejo (tratados en punto
3.3.6) desde la identificación alienante a la distinción de la propia imagen virtual con
respecto a la del otro; Si bien se ha aclarado que Lacan no se refiere a un tiempo
cronológico, sino a un tiempo lógico de la constitución subjetiva.

133
Algunos niños nunca llegan a poder identificarse con la imagen especular. Por
una multiplicidad de factores, no se entabla un vínculo habilitante, un espejo posible con
el cual identificarse y avanzar en los procesos de subjetivación. No acceden a una imagen
corporal unificada, por lo que tampoco pueden constituir un yo. Se ubican en esta
situación, niños con autismo severo.
En otros niños, fallas en el proceso de constitución de la imagen corporal, se
corresponden con un Yo muy frágil. En este espectro, ubicamos a los niños con síntomas
psicomotores. Se habla de espectro, porque la profundidad e intensidad de la
problemática es singular para cada caso en particular, por la multiplicidad de factores que
intervienen.
Los niños con síntomas psicomotores logran acceder a la fase identificatoria, pero luego
presentan dificultades en la separación (Levin E.1991).
Es claro que no se ubican en la psicosis y cabría preguntar si se ubican en la neurosis.
Algunos de ellos es probable que si. Otros tal vez estarían mejor ubicados formando parte
de cuadros fronterizos, borderline.

La noción de constructividad corporal también trasciende el orden evolutivo,


porque no enfatiza en las referencias cuantitativas de las adquisiciones del desarrollo
psicomotor sino en los aspectos cualitativos de una auténtica apropiación corporal. Un
ejemplo claro es un niño que puede llegar a correr, saltar, leer, pero estas acciones no
tienen el sentido y el placer de comunicarse consigo mismo o con otro, el sentido del
hacer como afirmación subjetiva. No se conectan o muy poco con su deseo. En este caso,
el cuerpo no funciona como instrumento de exploración, relación, acción y aprendizaje. Lo
que obtura el desarrollo cognitivo.

En la historia de niños con síntomas psicomotores se encuentran problemáticas


que revelan la acentuación de la conflictiva en los desencuentros iniciales con el otro
significativo, en la fase del cuerpo tónico, y otras recién en el momento del cuerpo
instrumental y cognitivo, con dificultades para separarse del otro. Como es sencillo
suponer, las primeras también redundan en dificultades en la separación y en fallas en
aspectos instrumentales del cuerpo, pues la dimensión tónica es la base de la dimensión
fásica.

El panorama planteado por los niños de las dos viñetas clínicas, podrían ser
ilustrativos de dos grandes grupos de situaciones clínicas que se distinguen en la clínica,
aunque cada caso es particular y único. No se puede establecer una asociación entre
134
cada una de ellas y cierta intensidad comparativa de la problemática (consideraciones de
levedad o severidad) porque todo depende de la intensidad y variedad de los factores que
intervienen, como lo tramita el niño en las sucesivas etapas de la evolución y cómo va
respondiendo el ambiente.
Es importante no dejar de considerar la incidencia de los aspectos somáticos, como
formando parte de la estructura biológica innata del niño y los aspectos somáticos
adquiridos, de causa ambiental.

Sin embargo, no se puede dejar de tener en cuenta que la etapa inmediata al


nacimiento se caracteriza por la extrema indefensión y vulnerabilidad del niño. Es tal la
importancia que Winnicott (1999) otorga a la primera etapa del desarrollo emocional que
ocurre antes de los 5 - 6 primeros meses, que plantea que ella contiene las claves de la
psicopatología de la psicosis.
La calidad del vínculo primario es clave en estos inicios de la vida psíquica.

6.2.1. Problemáticas que podrían ubicarse en la fase del cuerpo


tónico, en relación con avatares del proceso hacia la
identificación con el otro significativo.

Se pueden relacionar con un monto excesivo de excitación en los primeros


momentos de la vida, que no ha sido contenido por el otro significativo, en el sentido de la
ayuda que el desamparo del niño requiere del adulto para metabolizar, tramitar esa
excitación para volverla tolerable.
Con las fallas de la función materna en su función libidinizante o ligante se producen
vivencias de intenso sufrimiento y el efecto es traumático. (Bleichmar, S.2002)
La investidura libidinal parental es imprescindible para la constitución del cuerpo propio,37
el narcisismo de base, la emergencia de la imagen especular y del yo. (Chemama y
Vandermersch (2010).

El síntoma psicomotor denuncia en este caso la predominancia del desencuentro


con el otro significativo durante las etapas tempranas de la vida. El displacer en esta

37
Chemama y Vandermersch (2010) acuerdan con Laznik-Penot, la designación de cuerpo propio como la
preimagen del cuerpo, anterior a la imagen totalizadora, “creada por la conjunción del cuerpo orgánico del
niño y de la mirada de los padres sobre él, mirada anticipadora, idealizada, objeto de amor, y de investidura
libidinal”(p.112)

135
etapa de gran vulnerabilidad -necesidad de omnipotencia e ilusión según Winnicott- queda
inscripto corporalmente en un mal-estar que se reedita en sus futuras relaciones.
Los síntomas psicomotores tempranos tienen como base una alteración en la fluctuación
tónica, quedando fijados a uno u otro polo (hipotonía o hipertonía). Son difíciles para el
niño las transiciones, las transformaciones, el entrar y el salir, acercarse y alejarse,
empezar y terminar.
A su vez, por fallas en el encuentro, el niño queda prendido del otro materno,
complejizándose el proceso de separación.

Teniendo en cuenta la propia experiencia clínica, en las historias de los niños en


los que la problemática para relacionarse con el cuerpo tiene como base una
desorganización tónico-emocional, se repiten los desencuentros iniciales entre el bebé y
sus referentes afectivos y aparecen frecuentemente estos datos:

- Conflictos familiares o parentales, en ocasiones ya existentes al momento de


la concepción, que afectaron el deseo y la disponibilidad afectiva para esperar
y sostener a ese hijo/a. Ej. problemas en la relación de pareja de los padres.
- Patología psiquiátrica en la madre: ej. depresión, ansiedad.
- Problemas en el embarazo y en el parto.
- Dificultades en los ritmos del bebé: sueño, alimentación, movilidad-reposo
- Acontecimientos traumatizantes en la vida familiar: duelos, separaciones, otras
pérdidas, cambios abruptos, enfermedades.

Por lo que se conoce de las entrevistas, la madre de Javier (primer viñeta clínica),
presenta signos de depresión. Ha sufrido el desarraigo y alejamiento de su familia, al
pasar a vivir a otro país. Es inevitable pensar en cómo esta situación anímica de la madre
ha afectado su disponibilidad para el vínculo con su hijo. Sería muy interesante indagar en
cómo se establecieron los ritmos primarios del bebé.

Algunos signos observables de esa desorganización tónico-postural del niño:

- Tono muscular elevado o sensiblemente disminuido, sin llegar a configurar


patologías neurológicas. Impresión de que el niño “se desarma” tónico-
posturalmente o por lo contrario mueve su cuerpo en bloque.
- Disarmonías tónicas: bruscos cambios en el tono o discrepancias entre una
parte del cuerpo y otra.

136
- Inestabilidad postural: dificultad para mantener posturas por un tiempo
determinado.
- Fijaciones posturales: tendencia marcada a permanecer en ciertas posturas,
evitando claramente otras.

- El otro es convocado, pero no a través de una demanda directamente reflejada


en los mediadores corporales de relación. La relación está signada por la
ambivalencia, hay una búsqueda, pero al mismo tiempo rechazo y huída.

Javier, presenta un tono muscular con importante tendencia a la hipotonía de base,


que intenta compensar con una hipertonía de acción. Varía entre la tensión corporal
excesiva y el descenso brusco de tono (impresiona como que se desarma, se desmaya).
Cambia constantemente la postura corporal o queda fijado en las posturas: ej:
acomodándose en el regazo del adulto o con su cuerpo extendido en el piso.
Se acerca al otro de una forma invasiva, agresiva, o rechaza el contacto.

A esta problemática pueden corresponder algunas formas de Inestabilidad o


Hiperkinesia (como es el caso de Javier), ciertas formas de inhibición y también
disfuncionamientos en la realización motriz que tengan como base etiológica alteraciones
en la organización tónico-postural.

Cuando se trata de situaciones muy severas, se distingue la recurrencia en el


discurso corporal y verbal de estos niños el tema de la muerte y una dificultad en la
emergencia del deseo.

En el discurso oral de Javier se repiten verbalizaciones que remiten al tema de la


muerte, ej: “adiós, estoy muerto”, acompañadas por gesticulaciones caricaturescas de la
muerte, ej: ojos cerrados y lengua hacia afuera, y pérdidas bruscas del tono muscular,
impresionando un “desarme” del cuerpo, un “desfallecimiento” corporal.
El movimiento del niño en general está dirigido a ocupar el espacio sin investimiento, a
chocar bruscamente contra las construcciones de cuerpos de pares y adultos (¿búsqueda
de los límites corporales?), sin cuidado corporal. En su gestualidad no aparecen indicios de
deseo (la mirada es tensa, la sonrisa se limita a un rictus estereotipado). No se da una
auténtica exploración de las posibilidades del cuerpo, ni del espacio, ni los objetos. Al faltar
la intención, no anticipa sus acciones.

137
Resulta muy interesante el concepto “deseo de no deseo” de Piera Aulagnier 38
(1975). Según la autora, la actividad psíquica en el proceso originario39, tiene su sustento
en una regulación energética del cuerpo. Toda ruptura de este estado, se presenta como
una “experiencia inconocible (x), de sufrimiento corporal. Informada la psique de ese
sufrimiento o su riesgo, responde con la única acción a su alcance: “la alucinación de una
modificación en la situación de encuentro que niegue su estado de falta” (…) Esta
reacción de la psique, revela Aulagnier “la presencia original de un rechazo de la vida en
beneficio de la búsqueda de un estado de quietud y de un estado de no deseo.”(p.41)

Continúa diciendo:

“…el corolario y el sinónimo del displacer es un deseo de autodestrucción, primera


manifestación de una pulsión de muerte que considera a la actividad de
representación, en cuanto a forma original de la vida psíquica como tendencia
opuesta a su propio deseo de retorno al “antes” de toda representación.”(p.45)

Cuando lo representado ya no logre ignorar la necesidad del cuerpo, acompañándose de


una experiencia de displacer, se impondrá el odio hacia el objeto que manifieste l a
presencia del deseo y hacia el espacio corporal que deseará destruir.
La necesidad del cuerpo de una satisfacción real, lo constituye como objeto privilegiado
de destrucción.
Este modelo del pictograma (representación de la dualidad zona corporal-objeto causante
de la excitación, propia del período originario), es un modelo relacional, se retomará y
aparecerá como zonas erogenizadas del cuerpo y como lugares rechazados por
denunciar los límites del poder de la psique.
Aclara que todo placer de una zona es al mismo tiempo y debe serlo, placer global del
conjunto de las zonas. La totalidad sincrónica de la excitación de las zonas es fundante
para la integración del cuerpo como unidad futura. Por lo contrario se da una
fragmentación de esa unidad y su correspondiente angustia de despedazamiento.
Aulagnier sostiene que el odio no es ni anterior ni posterior al amor, sino que ambos
términos designan el afecto y la meta característicos de dos representaciones
inaugurales. Estas dos representaciones inaugurales de las dos experiencias afectivas,
que ocurren sucesivamente en la psique, constituyen una infraestructura que se repetirá
a lo largo de la vida, constituyendo lo que llama “fondo representativo” que acompaña a
las vivencias y experiencias del yo.

38
Piera Aulagnier: psiquiatra y psicoanalista francesa, de origen milanés (1923-1990)
39
En el período originario, según la autora, las representaciones se corresponden a vivencias de placer o displacer.

138
Por lo que vemos, los conceptos: “pictograma”, “imagen de la zona corporal” y “fondo
representativo” son presentados por la autora como formando parte de una analogía.

Tomando a P. Aulagnier, el síntoma/trastorno psicomotor de origen más temprano


podría denominarse síntoma o trastorno psicomotor originario.

Es pertinente preguntarse si estas problemáticas tempranas, cuando asumen


cierta intensidad, pueden asimilarse a los llamados trastornos narcisísticos, situaciones
border. Por ello es necesaria su presentación:
F. Singer (Psicoanalista uruguaya, 2005) plantea que se maneja con familiaridad una
clínica del conflicto neurótico que alude al conflicto edípico, la sexualidad, la segunda
tópica, la represión. Pero la clínica borderline se despliega en otro espacio.
Señala que el territorio borderline integra:

- Posiciones teóricas diversas. Prevalecen: la línea inglesa por un lado y la francesa,


ego psychology.
La línea inglesa propone la concepción de una organización border de la
personalidad, una estructura específica.
La línea francesa, en lugar de referirse a una estructura específica, se refiere a
estados-límites., estados transitorios, cuadros críticos que plantean dificultades
terapéuticas y transferenciales propias, Los pacientes son catalogados como
“difíciles”.

- Cuadros diversos: disturbios narcisísticos, adicciones, psicopatologías


alimentarias, afecciones psicosomáticas.

Singer opta por no tomar partido entre una y otra postura, lo que le interesa es
preguntarse sobre la fluctuación que va de una a la otra y ver la utilidad clínica.
Sostiene que las nosografías agrupan los fenómenos patológicos, y esto tiene su utilidad,
pero se homogenizan los fenómenos clínicos. Presenta a la clínica borderline como un
desafío y un enigma. Un enigma pues los límites entre organizaciones o estructuras
prevalentes o estables, estados o procesos críticos, subcuadros, están difusos e
indeterminados. Y ese enigma se debe preservar.
Agrega que en general hay consenso en ubicar la problemática del sujeto borderline en
experiencias tempranas de insatisfacción que afectan la constitución de los límites del
psiquismo y las funciones sintéticas del Yo.

139
Un trauma primordial no puede ser metabolizado por vías intrapsíquicas, la fragilidad del
yo lleva a un proceso de clivaje, desligazón, un funcionamiento psíquico de tipo
proyectivo. Está comprometido el proceso de simbolización.
El conflicto es exteriorizado bajo forma de actings, somatizaciones y relaciones de objeto
peculiares.

Los niños que presentan esta problemática a nivel de lo originario son


caracterizados como “muy difíciles” en los distintos ámbitos de vida del niño. Los padres y
educadores manifiestan el agobio frente a sus manifestaciones. La vivencia es de
desborde y de inmovilización, al no poder contener al niño. Por las dificultades para
comunicarse, la falta de expresión de deseo, la relevante desorganización a nivel de la
acción, constituyen un desafío para el Psicomotricista.
Javier pone en riesgo su propio cuerpo y el de los otros (por ej. trepa los almohadones en
forma acelerada e impulsiva y se tira sobre el cuerpo de los otros), parece no responder a
la palabra del adulto. A su vez, también rechaza la contención corporal.

Niños con una problemática psicoafectiva tan profunda, ya se manifieste


corporalmente a través de una inestabilidad motriz/hiperkinesia, o de una inhibición
motora, tornan más conveniente una intervención de estrategia individual, puesto que la
evolución del niño pasará indudablemente por una relación dual con el otro. Es en el
encuentro con el otro significativo, donde se gestó la conflictiva.

6.2.2. Problemáticas que podrían ubicarse a nivel de la fase del


cuerpo instrumental y cognitivo, y su relación con avatares en
la separación del otro significativo.

La referencia es aquí a situaciones clínicas en las que si bien se observa en el


niño cierta dificultad para relacionarse con su cuerpo, no nos encontramos con elementos
de gran significatividad a nivel de la organización tónico-postural y la comunicación a
través del cuerpo, aunque la estructura tónico-emocional, siempre será convocada en la
relación con el otro.
El niño se muestra dependiente con respecto al otro, se destacan las dificultades en la
descentración, empatía, dificultades para frustrarse, ceder y compartir con otro. Hay
problemas para integrar la ley. Estos aspectos a su vez pueden tener una rápida
evolución en el transcurso del tratamiento.

140
La gestualidad de Mateo es expresiva: la mirada vivaz se dirige alternativamente
hacia el adulto y sus pares, la sonrisa es frecuente. El movimiento muestra una intención
clara, al aproximarse directamente a los espacios ocupados por los otros niños. Puede
acceder al placer sensorio-motor. Se muestra demandante, transgresor, con dificultades
para escuchar y negociar.

La mayor dificultad en estas problemáticas se aprecia en la apropiación de las


posibilidades del cuerpo como instrumento de aprendizaje. Se podría ubicar la
problemática especialmente a nivel del cuerpo simbólico, y desde allí pensar el desarrollo
de las praxias como acceso a la autonomía y a la cultura.

De acuerdo a la experiencia clínica, son comunes algunos signos observables en


niños con este tipo de problemática:

- Disfuncionamiento psicomotor a nivel del desarrollo gnosopráxico: dificultad en las


praxias cotidianas (de alimentación, higiene y vestimenta), aprendizajes
restringidos en el uso y manipulación de objetos que involucran su motricidad
global (ej. bicicleta, pelota, etc.) y/o manual (lápiz, tijera, etc.).

- Movilidad excesiva e impulsividad, o su contracara, la inhibición psicomotora (en


esta segunda agrupación de problemáticas, la presentación del niño puede ser
más variable, la sintomatología menos intensa y la evolución impresiona ser más
rápida).

- Dificultad del niño para encontrarse con su propio deseo, frecuentemente queda
adherido al deseo, a la iniciativa del otro. O dificultad del niño para frustrar su
deseo. Aunque sería interesante pensar si la expresión de deseo es tan clara y
auténtica como parece.

- Frecuente presencia de temores pronunciados y fobias en los niños.

- Dificultades en el proceso de autonomía, que repercuten en los procesos de


aprendizaje y socialización.

- Dificultad en la aceptación de límites y normas, baja capacidad de frustración,


impulsividad.

Dificultad (que no se justifica por la edad) para verbalizar lo que siente o desea.

141
Mateo no presenta dificultades tan importantes a nivel de la adaptación escolar e
integración social, pero si en su actitud y desenvolvimiento frente a los aprendizajes
escolares y las praxias cotidianas. Su inquietud es excesiva, son evidentes las dificultades
en la atención, coordinación manual, la representación gráfica y el proceso de autonomía.

En la historia personal y familiar de los niños en este segundo grupo de


problemáticas, se reiteran los datos:

- Padres sobreprotectores, con intensos miedos, tienden a hacer por el niño, lo


tratan como un niño pequeño, interfiriendo con la autonomía.

- Padres excesivamente exigentes o ansiosos que no toleran los fracasos o el ritmo


del proceso de aprendizaje del niño, por lo que también tienden a hacer por el
niño.

- Padres no disponibles (predomina la ausencia, aún en la presencia) frente a las


dificultades instrumentales de los niños, intensificándose estas por falta de
ejercitación o baja autoestima.

- Débil presencia del padre como autoridad.

La segunda problemática psicomotora remite al tema de la relación de la imagen


corporal con la castración. Siguiendo a Lacan, con la operación de la operación simbólica
de la ley del padre, el acceso a la metáfora paterna.
La asimilación de la castración y la integración de la Ley organizan el cuerpo y sus
producciones.
Las castraciones40, según Doltó, pruebas con las que tropieza el deseo del niño, van a
posibilitar la simbolización y al mismo tiempo contribuirán a modelar la imagen del cuerpo
en la historia de sus reelaboraciones sucesivas.

”Si se parte de la idea de que la castración es la prohibición radical opuesta a una


satisfacción buscada y anteriormente conocida, de ello se desprende que la
imagen del cuerpo se estructura gracias a las emociones dolorosas articuladas al
deseo erótico, deseo prohibido después que el goce y el placer de éste han sido
conocidos y repetidamente gustados”. (Doltó F. 1986,66)

40
Doltó (1986) plantea que la palabra castración en Psicoanálisis, da cuenta del proceso que se cumple en un
ser humano cuando otro ser humano le significa que el cumplimiento de su deseo, con la forma que él querría
darle, está prohibido por la ley. Esta significación pasa por el lenguaje, bien sea gestual, mímico o verbal.

142
La autora les atribuye “efectos humanizantes”, ya que el sujeto deseante se inicia
en la Ley, que no es sólo represiva sino que “lo promociona para la actuación en la
comunidad de los seres humanos” (1986,66)

“A lo largo de la evolución de un ser humano, la función simbólica, la castración y


la imagen del cuerpo están estrechamente ligadas…La castración es generadora
de una manera de ser nueva frente a un deseo que se torna imposible de
satisfacer en la forma con que hasta ahora se satisfacía”. (Doltó F.1986,68)

Parecería pertinente la pregunta si los niños de esta problemática psicomotora son


los que se pueden identificar más fácilmente una estructura neurótica.

En cuanto a la estrategia de abordaje psicomotriz, se podría pensar que luego de


una siempre necesaria instancia de intervención individual para el establecimiento del
vínculo terapéutico, estos niños se ven beneficiados por la integración a un abordaje
grupal.

Si bien este análisis nos permite establecer una hipótesis acerca de la


identificación de dos grandes agrupaciones de problemáticas psicomotoras, dependiendo
que el núcleo de la problemática se ubique en el encuentro madre/hijo o en la separación,
no debemos olvidar que entre ambas puede haber una infinidad de matices.
Un vínculo primario en el que predomina el encuentro, el placer, otorga una base segura
para el proceso de separación. Los niños en los que ha predominado el desencuentro y el
displacer quedan más expuestos a la problemática de la separación. Quedan adheridos al
otro pero en una relación permanentemente frustrante: tanto en la proximidad/presencia
como en la distancia/ausencia.
Se hace difícil en algunos casos poder discernir dónde está el nudo de la cuestión, puesto
que la problemática originaria se reedita en la etapa edípica. Se combinan elementos
preedípicos con elementos de la conflictiva edípica.

Se requiere en un último esfuerzo indagar un poco más en la noción de cuerpo


imaginario y simbólico. Esta terminología está refiriendo a la concepción Lacaniana de los
tres registros en los que se da su enseñanza según Chemama y Vandermerch (2010): el
orden real, el orden imaginario y el orden simbólico.

D. Evans (2005) explica como Lacan, deja en claro que para elaborar su
concepción del orden simbólico, debe mucho a la obra antropológica de Claude Lévi-

143
Strauss. Recoge de él la idea de que el mundo social está estructurado según ciertas
leyes que regulan las relaciones de parentesco y el intercambio de presentes.
Tomada la palabra como forma básica de intercambio, en la teoría de Lacan, los
conceptos de “Ley y estructura” son impensables sin el lenguaje. “…lo simbólico es en
especial una dimensión lingüística.” (Evans D.2005,179).
Sin embargo, el autor aclara que Lacan no equipara sencillamente el orden simbólico con
el lenguaje, sino que el lenguaje además de la dimensión simbólica, también involucra la
imaginaria y real.
Lo simbólico es el reino de la Ley que regula el deseo en el complejo de Edipo, es el reino
de la cultura y lo característico son las relaciones triádicas (a diferencia de lo imaginario);
es el reino de la ausencia y de la falta.

M. Manonni (1987) también señala que la relación imaginaria con el otro se


despliega en una situación dual; lo dominante es la identificación con su imagen. El
elemento simbólico es el tercer elemento, que interviene para romper una relación
imaginaria sin salida. “El niño encuentra al nacer ese tercer elemento: entra en un mundo
donde impera un orden de la cultura, de la ley y del lenguaje. De ese modo, está envuelto
en ese orden simbólico”. (p.29). Sin embargo, la autora plantea que en la relación con sus
padres, el niño transcurre desde una relación dual a introducirse en un orden ternario,
estructura el Edipo, lo que sólo es posible cuando entra en el orden del lenguaje.

De la lectura de Lacan (ver punto 3.3.7), se puede concluir que el niño desde un
principio está sujeto al orden simbólico, representado en el discurso de la madre, a través
del cual trasmite las leyes de la cultura. Es en relación a esto que Lacan se refiere a la ley
del padre41, como presente desde el principio. Está el niño, la madre y el falo quien
representa la falta, el objeto de deseo de la madre. Por algo la madre busca en el niño la
satisfacción, es porque le falta algo.
Como se planteaba en el punto 4.3.7., recién en el tercer tiempo del Edipo, es cuando el
padre se revela totalmente (antes permanecía velado) y actúa como prohibidor e
interdictor. Instaura su ley que sustituye la ley de la madre y permite que el niño pueda
separarse de ella y relanzar el deseo hacia los otros objetos sustitutivos, instalándose en

41
Recordemos: “El Nombre del padre” es la función simbólica que representa al padre como mediador y
transmisor de un código.

144
el campo de la cultura. En ese momento es cuando realmente se instaura cabalmente el
orden simbólico.
De eso se trata cuando se afirma desde la teoría lacaniana que el complejo de Edipo es
un momento fundante en la estructuración de la subjetividad.

Es evidenciable en la clínica la relación entre síntoma psicomotor y pobreza en el


uso del lenguaje oral: dificultad para poner en palabras lo que se siente, lo que se opina,
lo que se desea o se quiere relatar de la vivencia.
Llama la atención como Mateo, frente a una mínima frustración o caída poco significativa,
entra en una crisis de llanto intensa y su dificultad para expresar con palabras lo que
desea, siente o fue acontecido.

L. González (2003) se dedica al estudio de la relación entre las alteraciones del


lenguaje hablado y la organización psicomotriz. Se pregunta:
¿Cómo pensar al síntoma psicomotor si consideramos que el funcionamiento del cuerpo
de un niño, las funciones están ligadas a como ese niño es hablado y mirado? (González,
L. 2003,43)
Su análisis se remonta al papel de la voz y el lenguaje de la madre en la constructividad
corporal del niño, de lo que se desprende la pregunta acerca de la vinculación entre los
desórdenes en la estructuración tónico-postural y las dificultades en la articulación y
enunciación del lenguaje.
Llega a plantear la necesidad al respecto de los síntomas en el cuerpo, atender al
lenguaje; y en relación a los síntomas en el lenguaje interrogar al cuerpo en su lugar de
soporte material imaginario y simbólico de la comunicación con el otro.

Se podría concluir entonces, que en el síntoma/trastorno psicomotor vamos a


encontrar dificultades en el proceso de separación, por lo tanto fallas en el proceso de
simbolización, que podrán tener distintos matices de acuerdo al proceso de estructuración
psíquica y constitución subjetiva de ese niño.

145
7. REFLEXIONES. CONCLUSIONES

Elaborar este trabajo contribuyó en gran medida a seleccionar, esclarecer,


organizar y asociar conceptualizaciones de la Teoría Psicoanalítica que resultan
fundamentales para la comprensión del síntoma psicomotor.
Profundizar en los procesos que se ponen en juego en la escena clínica, brinda mayores
elementos para una intervención éticamente coherente y más ajustada a las necesidades
del niño.

Las posibilidades de integración conceptual podrían ser inagotables. La impresión


es que cada concepto tiende hilos que se diversifican y a su vez tejen entre sí, por lo que
resultó imposible no caer en una ida y vuelta sobre los mismos. El beneficio fue
reencontrarse con los conceptos desde una nueva perspectiva y avanzar en su
comprensión. También fue dificultoso establecer mayores límites para acotar el trabajo
pues se corría el riesgo de parcializar y sesgar el análisis.

La integración de las contribuciones del Psicoanálisis a la revisión bibliográfica en


Psicomotricidad, permiten intentar una definición más completa sobre el síntoma/trastorno
psicomotor en la infancia:

El síntoma/trastorno psicomotor en la infancia da cuenta de avatares en el proceso


de constructividad corporal, enmarcado en los procesos de estructuración psíquica
y de constitución subjetiva. Remite a una conflictiva relacional en los primeros
tiempos de vida, aunque es importante tener en cuenta la posible confluencia de
factores del orden somático (innatos y adquiridos).
Se trata de un particular estilo de funcionamiento psicomotor (tónico-pósturo-motriz
y práxico), que contiene una dimensión inconsciente, y en el que subyace un
padecimiento o malestar para ser, estar y hacer con el cuerpo.
El cuerpo del niño es posicionado en un lugar de dependencia con respecto al otro
significativo, lo que tiñe las relaciones con las demás personas y con el entorno en
general. Las producciones del niño con un síntoma psicomotor, en las que
compromete el cuerpo (gesto, juego, grafismo y lenguaje) denotan que aún no ha
podido ubicarse como sujeto deseante y autónomo.
Se restringe el proceso de exploración, conocimiento y apropiación corporal,
correspondiéndose con fallas en la estructuración del esquema e imagen corporal
y por consiguiente en el proceso de la función simbólica.

El esfuerzo por llegar a esta síntesis, conduce el propio pensamiento hacia la


complejidad del ser humano. Da la impresión de estar intentando compactar procesos
sumamente profundos e intrincados. Se llega a cuestionar el procedimiento.

146
El gran aprendizaje una vez más es que lo humano se resiste siempre a la simplificación,
homogeneización y categorización. No hay otra manera de aproximarse al conocimiento
de lo humano si no es desde el paradigma de la complejidad (Edgar Morin,1986) que
rescata la diversidad y la singularidad. La teoría se concibe como una manera de ordenar
los saberes emergentes de la clínica, pero siempre es relativizada e interrogada.

En la comprensión de la esencia psíquica del síntoma psicomotor contribuyen las


concepciones más amplias sobre el síntoma psíquico; o el llamado trastorno, término
utilizado por algunos autores que desde el Psicoanálisis se refieren a problemáticas
previas a la represión originaria, anteriores al conflicto edípico.
Por lo tanto, ambos términos pueden considerarse adecuados. Lo importante es alejarse
de la concepción médica que equipara el término trastorno a la patología o lo reduce a la
inmadurez neurológica.
Se opta por una ética profesional que concibe al síntoma psicomotor como una
producción subjetiva, un acto propio del sujeto, que no lo desmarca del sufrimiento, pero
le permite anudarlo al cuerpo y portar al síntoma como un mensaje enigmático y
metafórico.

El posicionamiento del Psicomotricista refleja la postura epistemológica, desde la


cual piensa al sujeto, al cuerpo, a la infancia, a la familia, a la sociedad.
Se deja en claro la oposición hacia las tendencias actuales de patologizar la infancia y
convertir al niño como rehén de las problemáticas socio-culturales actuales que
comprometen los procesos de subjetivación. En el encuentro con un niño y su familia que
consulta en Clínica Psicomotriz Infantil, el psicomotricista se enfrenta a un doble esfuerzo
de historización y contextualización del síntoma, sin el cual es imposible aproximarse al
sentido.

De acuerdo con los distintos autores consultados, la motricidad del niño es llamada
a cumplir un papel muy importante en los procesos de estructuración psíquica. Es fuente
de sensaciones placenteras y/o displacenteras, experiencias corporales que irán
marcando un adentro y un afuera, diferenciando un Yo y un No-Yo. Es vehículo de
comunicación y descarga de excitaciones. Puede llegar a ser un recurso para el niño
deprivado y sustituir aunque fallidamente un sostén afectivo, pues otorga una vivencia de
continuidad existencial.

147
“…vuelvo a pensar sobre la función motriz y planteo si no debemos pensarla como
una función múltiple. Es decir en su faceta defensiva, en su faceta de albergue de
un precario sentimiento de existencia, una modalidad de investidura paradojal
similar al concepto de sufrimiento que propone Piera Aulagnier (1982), deseo de
desinvestidura, pulsión de muerte, pero a la vez parte de la vida, pero en su
dimensión doliente.” (Paganini A.,2012)

El niño da cuenta a través del movimiento (en su concepción amplia que abarca
desde la leve contracción tónica hasta el desplazamiento), de cómo va organizando su
cuerpo como construcción somatopsíquica y cómo va tramitando los avatares en dicho
proceso.

La profundización en el análisis del entramado entre el proceso de constructividad


corporal, el de estructuración psíquica y constitución subjetiva, y las observaciones que se
cosechan en muchos años de experiencia clínica, fue despejando la posibilidad de
distinguir dos abarcativas problemáticas psicomotoras.
En un grupo de niños, la problemática se ubica principalmente en la instalación del orden
simbólico, la ley, la cultura. Se trata de un proceso que comienza a gestarse desde el
advenimiento al mundo, pero tiene un momento fundamental con la resolución edípica.
Estos niños revelan dificultades especialmente en la apropiación del cuerpo como
instrumento de relación y acción adaptativa y creativa sobre el ambiente. Mantienen cierta
relación de dependencia con el otro significativo.
Otros niños ya se acercan al momento del complejo de Edipo, acarreando fallas muy
importantes a nivel del cuerpo libidinizado, avatares en el proceso de identificación con el
otro, también base sólida para la separación. Portan una desorganización del cuerpo a
nivel tónico-postural. Por lo tanto se va a complejizar aún más el proceso de la separación
y el pasaje del cuerpo imaginario al simbólico.
El poder vislumbrar estos dos tipos de problemáticas en la clínica, contemplando todas las
variables en el entrecruzamiento de factores y la intensidad de la problemática, resulta
muy útil porque implica una intervención clínica muy distinta.
Esta hipótesis de trabajo merecería ser profundizada en posteriores investigaciones.
Lo relevante es reconocer que no hay lugar a los determinismos en los procesos del
hombre y menos en el niño, sujeto en construcción, cuyo psiquismo según S. Bleichmar
S. (2002) está en continua productividad; siempre hay lugar para nuevas inscripciones,
ligazones y reensamblajes.

148
Otra inquietud que se mantuvo a lo largo del trabajo, paralela al esfuerzo por
integrar la Teoría Psicoanalítica, fue ir rescatando la especificidad de la Clínica
Psicomotriz y la coherencia de su discurso.
Tal vez el punto más controvertido, radique en la consideración de la transferencia.
Intentando definir una posición, se considera que la Intervención en Terapia Psicomotriz
pasa esencialmente por los aspectos relacionales entre el profesional y el paciente, por lo
que es necesario un análisis psicomotor de la transferencia en el trabajo con el niño y
destacar la importancia del trabajo con los padres.
Se procura ir más allá de lo observable, hay interrogaciones sobre el sentido de lo que se
observa, especialmente de lo que se observa repetitivamente, lo que insiste en el discurso
psicomotor del niño y de los padres. El psicomotricista realiza un análisis psicomotor de
las manifestaciones del cuerpo, a través de las cuales se actualiza la historia corporal del
niño, que es una historia relacional.
En cuanto a los padres, ellos también transfieren afectos sobre el terapeuta, portan una
modalidad particular de relacionarse corporalmente que ponen en juego en la relación con
el hijo. La alianza terapéutica que se establece entre los padres y el terapeuta im plica en
primer lugar el respeto y no juzgamiento sobre su “ser padres”, pues ellos también son
fruto de una historia, Por lo contrario, la intervención tiene como objetivo reasegurarlos en
su rol, potenciar sus fortalezas, ofrecer un espacio para que puedan pensar sobre la
crianza sin culpa, contenerlos en sus angustias y acompañarlos en un proceso de
redescubrimiento de sus propias posibilidades y las del hijo.
Como la intervención es a partir de este análisis, también puede ser considerada una
intervención de la transferencia.

El análisis psicomotor de los aspectos transferenciales y la intervención a partir


del mismo, requiere una profunda formación personal y profesional, que no se reduce a la
formación de grado, sino que convoca a la profundización en los aportes de la Teoría
Psicoanalítica, la formación permanente en Clínica Psicomotriz y a la supervisión del
material clínico.
Se destaca el papel de la formación personal por vía corporal. Esta última es la que
posibilita la formación en una mirada y una escucha específicas. Ofrecer al niño un
espacio, tiempo y objetos que favorecen el juego corporal, partir de lo que surge
espontáneamente, estar disponible para involucrarse corporalmente en la actividad del
niño y contenerlo en su sufrimiento, demandan un profundo conocimiento del propio

149
cuerpo y una formación para recibir y captar (en términos de interrogante) el sentido de
las manifestaciones corporales de otro.

En el capítulo ANEXOS se detallan los objetivos de la Asignatura Formación Personal por


Vía Corporal en los cuatro años de la Licenciatura en Psicomotricidad de la Universidad
Católica del Uruguay.

En el campo conceptual de la Psicomotricidad Clínica confluyen aportes de


disciplinas que como la Neurobiología y el Psicoanálisis presentan discursos sustentados
en paradigmas espistemológicos diferentes.
Se hace difícil nutrirse de ellos sin caer en contradicciones teóricas, prácticas y éticas.
Exige una permanente autocrítica, de manera de mantener dicha coherencia y sostener la
especificidad de un discurso que los integra.

Podríamos preguntarnos si la Psicomotricidad, en ese intento de superar la


dicotomía psique-soma, por conciliar tan diversos conocimientos y enfoques, no se ubica
en una posición que resulta confusa, difícil de explicitar. Se insinúa el riesgo de ilusiones
de omnipotencia, de un saber múltiple que todo lo abarca, cuando en realidad termina
siendo un recorte más del ser humano.

Posicionarse desde un “pensamiento complejo” brinda una ayuda y un alivio en la


tarea. Implica reconocer que siempre hay algo que se escapa en el análisis, siempre hay
algo que no es posible trasmitir o que permanece dentro de lo catalogado como
enigmático en el terreno de lo humano.

“La dificultad del pensamiento complejo es que debe afrontar lo entramado (el
juego infinito de inter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre sí, la
bruma, la incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros podemos elaborar algunos
de los útiles conceptuales, algunos de los principios, para esa aventura, y
podemos entrever el aspecto del nuevo paradigma de complejidad que debiera
emerger.” (Morin, E.1986,4)

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8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Nueva Visión.

Winnicott, Donald .(1999) “Escritos de Pediatría y Psicoanálisis” . Buenos Aires Ed.


Paidós.. “Desarrollo emocional primitivo” .año 1945

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Ed. Paidós.

Winnicott, Donald. (1979) “Realidad y juego” .Editorial Gedisa. Barcelona.

158
9. ANEXOS

9.1. Criterios para la clasificación de los trastornos/síntomas


psicomotores y su relación con las clasificaciones internacionales
de trastornos mentales y del comportamiento en la niñez.

Más allá de las dificultades de aislar a los síntomas psicomotores como entidades
clínicas, un intento de ordenamiento más que de clasificación es válido y necesario.
Aporta elementos organizadores en la intervención clínica con el niño y su familia, y
facilita el diálogo interdisciplinario. Siempre teniendo en cuenta que cada sujeto desborda
este ordenamiento, por lo que hay que evitar partir de esquemas rígidos y cerrados.

Los trastornos/síntomas psicomotores en los que hay un mayor consenso son:

• la inestabilidad psicomotriz o hiperactividad

• la inhibición psicomotora

• Las alteraciones gnosopráxicas o practognósicas en su procedencia y dimensión


relacional, que trasciende a los aspectos funcionales en su componente
constitucional, si lo hubiere. Las más comunes: alteraciones en la percepción
visuo-espacial, en la estructuración del esquema corporal, en la adquisición de las
praxias cotidianas, en el desarrollo de la praxia constructiva.

• la torpeza motriz en su dimensión relacional corporal (construcción que trasciende


el síntoma motor del orden neurológico si lo hubiere ej: debilidad motriz,
patologías neuromotoras, retardo global del desarrollo)

• La disgrafía

Varios autores, entre ellos J. Bergés (1989), considera los tics como perturbaciones
psicomotoras. Marcelli y de Ajuriaguerra (2005) plantean que los tics se asocian
frecuentemente con la inestabilidad. Puede convertirse en una vía privilegiada de
descarga tensional.
V. da Fonseca (2000), designa a los tics y a la tartamudez como perturbaciones del
control tónico-emocional, y a la relajación como muy beneficiosa para su tratamiento.

159
Otros autores como Calmels (2003) y de Ajuriaguerra y Marcelli (2005) incluyen los
trastornos en la dominancia lateral.

La Clasificación Francesa de enfermedades mentales, a la que se referirá en


próximos párrafos, contempla dentro del punto 6.11 “Otros trastornos psicomotores”, a
“Perturbaciones tónicas”. Se ejemplifica nombrando a los trastornos tónico-motores
precoces (fluctuaciones tónicas, hipertonías, hipotonías), donde la dimensión relacional es
neta.

La inclusión de la debilidad motriz como síntoma psicomotor se presta para


distintas posiciones. En este caso, se considera que no corresponde dado que se trata de
una entidad orgánica. Es posible que a partir de la debilidad motriz, se construya un
síntoma psicomotor, o sea una problemática psicomotora que trascienda la entidad
nosográfica de la debilidad motora. Así, el síntoma psicomotor podrá corresponder a una
torpeza motriz o a una inhibición motora u otra manifestación, lo que será particular en
cada caso.

La mencionada clasificación de trastornos o síntomas psicomotores derivan de la


Clasificación Francesa de enfermedades mentales 42. Como mencionábamos al principio,
la Psicomotricidad en Uruguay nace del contacto de profesionales uruguayos del área de
la salud, con la Escuela francesa, especialmente a través de la influencia de autores como
J. Ajuriaguerra y J. Bergés.

La dificultad que se nos presenta es que, dada la actual predominancia de la


escuela anglosajona con la clasificación del DSM IV 43 (Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales, elaborado por la Asociación de Psiquiatría estadounidense) y
su afinidad con la CIE-10 (Clasificación internacional de enfermedades en niños y
adolescentes propuesta por la OMS, año 2001), ambos de difusión internacional, se
reducen cada vez más los interlocutores a nivel interdisciplinario. Se hace necesario
plantearnos la siguiente interrogante:

¿Cómo se relacionan los trastornos psicomotores con las patologías consideradas


en el DSM IV y el CIE-10. Sintéticamente, pues la profundización en este punto justificaría

42
La Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y el adolescente de 1990, no tiene una difusión
internacional, fue traducida al español en 1991 a solicitud de la Clínica Psiquiátrica de Niños y Adolescentes
de la Facultad de Medicina en el Centro Hospitalitario Pereira Rossell, dirigido en ese entonces por el Prof.
M. Cherro Aguerre.
43
En mayo de 2013 se ha publicado el DSM V, pero su traducción al español aún no está disponible.

160
otra tesis, podemos hacer una breve interrelación entre ambas nomenclaturas, sin intentar
equipararlas, pues provienen de distintos paradigmas epistemológicos, en cuanto a la
concepción de lo psicopatológico.

9.1.1. Inestabilidad motriz – hiperactividad:

La clasificación francesa de las enfermedades mentales del niño y el adolescente


(CFEMNA) presenta a la Inestabilidad motora.
La escuela anglosajona a través del Manual del DSM IV, al “Trastorno por déficit
atencional con hiperactividad” (TDAH)
El CIE-10, (OMS) dentro de “Los trastornos del comportamiento y de las emociones de
comienzo habitual en la infancia y la adolescencia” (F90-98) , al “Trastorno hipercinético”
(F90). En los dos últimos casos se plantea la dificultad para el diagnóstico diferencial.

¿Cómo nos posicionamos frente a los diferentes diagnósticos?

• Con respecto al diagnóstico de inestabilidad:

Históricamente la Psicomotricidad habla de inestabilidades. Autores franceses


respaldan el uso de esta terminología : Ajuriaguerra, Marcelli, Lebovici, Bergés. El
problema es que su utilización se ha reducido mucho en nuestro medio durante los
últimos años, predominando el término hiperactividad. Entonces es necesario considerar
nuestro interlocutor para no obstaculizar el diálogo interdisciplinario. En ocasiones
tendremos que utilizar otra forma de designar la sintomatología que resulte clara para
todos, sin entrar en contradicciones con nuestro propio pensamiento.

A la inestabilidad la vamos a describir a través de sus signos: inquietud o


movilidad excesiva y desorganizada (términos que son sencillos y claros), sin un fin
determinado. En general está asociada con impulsividad, dificultad para aceptar límites,
bajo umbral de frustración, labilidad emocional y atencional. Será conveniente describir la
desorganización tónico-postural, los aspectos cuantitativos y cualitativos del movimiento.
En la mayoría de los casos, la desorganización del movimiento afecta las funciones
gnosopráxicas y la coordinación motora.

Según J. Bergés ( ) la inestabilidad se desencadena ante la mirada o la voz del


otro, lo que expresa su carácter relacional. Distingue dos aspectos:

161
- La inestabilidad postural (caracterizada por actitudes de seducción corporal y/o
reacciones de prestancia descriptas por H. Wallon)
- La inestabilidad motriz propiamente dicha, que incluye agitación motriz.
La agitación motriz, a veces extrema, puede adoptar dos modos:

- Una inestabilidad en estados tensionales, en los que la agitación surge como una
irrupción en un contexto de hipercontrol y contención insoportable (paratonía,
bloqueos respiratorios, calambres). El cuerpo se constituye como muralla tónica.
- Una inestabilidad en estados de dehiscencia. La agitación surge como una
búsqueda incesante de límites, de fronteras. Predomina el bajo tono muscular.

Cuando desde la Psicomotricidad hablamos de inestabilidad psicomotriz, la


referencia es al síntoma psicomotor que se construye a lo largo de la historia relacional
del sujeto, en la que pueden confluir aspectos somáticos (disfuncionamiento neurológico)
y psíquicos. Se interroga acerca del sentido que tiene ese síntoma para el niño y su
familia, cómo lo viven y cómo es su intensidad teniendo en cuenta la edad.

Es muy difícil establecer con seguridad la etiología del síntoma. Los factores psico-
afectivos siempre están incidiendo; pueden constituirse en la causa original o
desencadenarse a partir de la incidencia de factores constitucionales del niño en la vida
de relación.

• Con respecto al TDHA:

El diagnóstico de TDAH es interdisciplinario, pero el responsable de definirlo es el


neuropediatra o psiquiatra. El psicomotricista frecuentemente es convocado para
intervenir en el diagnóstico.
Considerando la posibilidad de un componente biológico (disfunción neurológica que
afecta los mecanismos de neurotrasmisión), se puede analizar cómo la hiperexcitabilidad
del lactante fue incidiendo, marcando la historia de relaciones del cuerpo con otros
semejantes significativos, o sea el proceso de constructividad corporal.
A partir de un síntoma neurológico que afecta la atención y la motricidad (déficit en los
mecanismos de inhibición), es muy probable que se construya un síntoma psicomotor que
se evidencia en un particular estilo de funcionamiento tónico-pósturo-motriz, marcado por
el padecimiento, el malestar del sujeto para relacionarse a través del cuerpo.

162
Es conveniente cuidar nuestro discurso frente a profesionales del equipo, docentes
y padres para que no se canalice aceleradamente el camino hacia el diagnóstico de
TDAH. Se toma consciencia de la preocupación general hacia el sobrediagnóstico y uso
abusivo de la medicación. Se comparte un discurso que se opone a la tendencia actual a
patologizar la infancia.

• Con respecto al término hiperactividad

Se comparten las opiniones de autores como D. Calmels (2003) que cuestionan el


término hiperactividad pues no se trata de un exceso de actividades sino que el niño no
puede desarrollar una actividad organizada, con un fin determinado.

Dada la realidad del sobrediagnóstico, el término hiperactividad puede conducir


linealmente y apresuradamente al diagnóstico de TDAH y a la medicación del niño.
Si se utiliza esta terminología, dado su uso masivo en nuestro medio, es necesario aportar
un enfoque clínico siempre dinámico, hipótesis diagnósticas en continua evolución y
revisión, interrogándonos sobre la sintomatología, considerando la multifactorialidad, la
importancia de los aspectos relacionales, presentando al niño como un ser único e
irrepetible.

El Psicoanálisis relaciona la hiperactividad del niño (como movimiento acelerado y


desorganizado), a fallas en el proceso de estructuración psíquica. Estas fallas pueden ser
muy variadas. Como plantea B. Janin (2005), puede tratarse de un niño con dificultades
para internalizar normas y prohibiciones o un niño con fallas en la investidura narcisística
u otra problemática. La interrogante en cada caso es acerca de la estructura psíquica del
niño.

El discurso psicomotriz enfatiza en la singular historia de cada niño y en el


particular entramado de vínculos que sostiene su desarrollo.

9.1.2. Inhibición psicomotora:

Es tal vez la sintomatología corporal que refleja un mayor contraste con respecto a
la imagen del niño sano, para quien el movimiento constituye el medio privilegiado de
expresión, relación y acción sobre el entorno. Por esta razón, debería ser la que despierta
una mayor sensibilización frente al sufrimiento infantil; Sin embargo, puede pasar
desapercibida, tardíamente derivada a la consulta, puesto que los contextos familiar y

163
escolar frecuentemente no lo ven como un problema, no causa disturbios como el niño
inestable o hiperactivo.

J. Bergés (1989) vincula la inhibición psicomotora con la inestabilidad psicomotora.


No se oponen, sino que la inhibición puede preceder o suceder a la inestabilidad. En
ambas hay dificultades con la libertad pósturo-motriz, que está vinculada al tono y a las
emociones.
El autor distingue entre una inhibición por hipercontrol y retención del gesto (predomina el
tono elevado) y una inhibición por suspensión de la iniciativa (predomina el tono
descendido).

Desde la clínica Psicomotriz infantil, se interroga sobre:

- La constitución del sujeto de deseo.


- El proceso de exploración y apropiación del cuerpo, en relación a la separación,
discriminación con respecto al cuerpo del otro.

La nominación inhibición psicomotriz proviene de la Clasificación francesa de los


trastornos mentales del niño y del adolescente. (CFTMNA 1990), según la cual se
expresa por la lentitud y rigidez frecuente en las posturas, actitudes y movimientos,
clasificada dentro del grupo: “Otros trastornos psicomotores” (6.11).

Las otras clasificaciones internacionales no se refieren específicamente a


trastornos que denuncien la restricción de la gestualidad y el movimiento. Pero si
aparecen trastornos que podrían contener fácilmente esta sintomatología psicomotriz.

En el DSM IV, se presenta el Trastorno reactivo de la vinculación de la infancia o


de la niñez. La característica es una relación social inapropiada, se inicia antes de los 5
años y se asocia a una crianza sumamente patológica. Se dan dos tipos de
presentaciones: el inhibido y el desinhibido. En el primero se destaca la incapacidad para
iniciar la mayor parte de las interacciones sociales y responder a ellas de un modo
inadecuado: inhibido, hipervigilante o ampliamente ambivalente(mezcla de acercamiento e
inhibición).

El CIE-10 (OMS), presenta:

F93: Los “Trastornos de las emociones de comienzo específico en la infancia”. Incluye el


“Trastorno de ansiedad social en la infancia” (F93.2) que se manifiesta antes de los 6

164
años, con intensidad poco frecuente, se acompaña con dificultades en el funcionamiento
social, y no forman parte de un trastorno de las emociones más generalizado. Los niños
presentan un temor persistente o recurrente, o un comportamiento de evitación ante los
extraños.

F94: Los “Trastornos del comportamiento social de comienzo específico en la infancia y la


adolescencia” que incluye evitación y retraimiento social.

Se debe destacar que en el caso de la inhibición psicomotora, el énfasis se ubica


en la inhibición del gesto y el movimiento por causas relacionales. Constituyendo el
movimiento y el gesto, el medio privilegiado del niño para comunicarse, la repercusión a
nivel de la socialización del niño es obvia. Los signos observables se mantienen frente a
personas que dejan de pertenecer a la categoría de extraños, como es el caso de
familiares, vecinos, docentes y compañeros de clase.

9.1.3. Alteraciones en el desarrollo gnosopráxico o practognósico:

Como nos estamos refiriendo a “funciones psicológicas superiores” (Vygotski), las


que tienen un sustrato anatómico y fisiológico muy complejo, la Psicomotricidad se remite
también a la Neuropsicología. Para el autor estas funciones se desarrollan primero en las
relaciones sociales y luego a nivel individual (Vgotsky citado por Rebollo, (2004). En esta
afirmación se sustenta el enfoque de la dimensión relacional en la construcción de las
funciones.
Varias de ellas comienzan a desarrollarse muy tempranamente en la vida del individuo (ej:
la percepción visual), pero para su evolución requieren de la función simbólica.

Gnosias y praxias funcionan integradamente por lo que se habla de desarrollo


gnosopráxico o practognósico. Las gnosias dependen del movimiento, de la actividad
exploratoria, eso es lo que fundamenta Piaget con la expresión de “actividad perceptiva”.
A su vez el cuerpo para moverse y accionar necesita los datos de los sentidos. Esto
justifica que la clínica psicomotriz aborde el disfuncionamiento a nivel gnósico y práxico.

Rebollo A. (2003 y 2005) plantea que las alteraciones en el desarrollo


gnosopráxico pueden ser de distinta intensidad, distinguiendo el cuadro más severo en las
disgnosias y en las dispraxias como situaciones de parcial o total irreversibilidad. En 2003,
reconoce la existencia de alteraciones funcionales psicógenas, que incluyen las formas

165
leves y moderadas, aunque hay autores que plantean la existencia por ejemplo, de
dispraxias psicógenas.

La autora las considera dificultades de aprendizaje.

Según definiciones de Rebollo, A.

“La disgnosia es la dificultad y/o alteración en la integración, en el desarrollo de las


gnosias.” (Rebollo, 2005,95)

En Psicomotricidad Clínica infantil, se presentan con mayor frecuencia dificultades


en el desarrollo de la percepción visuo-espacial, témporo-espacial y en el esquema
corporal

“…la dispraxia es la alteración en la integración de la actividad gestual intencional


en niños cuyos aparatos de ejecución están intactos (ausencia de parálisis, ataxia,
coreoatetosis) y que poseen pleno conocimiento del acto que van a cumplir
(ausencia de trastornos gnósicos y de deficiencia intelectual global)” (Rebollo A.
2004,171)

Con respecto al desarrollo práxico, se detectan dificultades en la evolución de las


praxias cotidianas (higiene, vestimenta y alimentación), la praxia constructiva, la somato-
espacial y la témporo-espacial.

Dado el peso de los diagnósticos de disgnosia y dispraxia en nuestro medio (como


dificultades de aprendizaje severas, parcialmente irreversibles), la posición de quien
escribe es que conviene reservarlos para la instancia interdisciplinaria. El neuropediatra
es referente del equipo. En general estos diagnósticos son evolutivos, o sea es la
evolución del niño, lenta y costosa, a pesar de la ayuda especializada, el apoyo familiar y
educativo, que va a llevar a pensar en ellos.

El psicomotricista aporta al diagnóstico interdisciplinario y puede dar cuenta de


alteraciones gnosopráxicas o practognósicas (en el desarrollo de la praxia constructiva o
visuo-espacial, la praxia somato-espacial, témporo-espacial o las praxias cotidianas de
higiene, vestimenta y alimentación), según el polo más afectado. En función de ese
objetivo, procura:

- Nombrar los aspectos que aparecen más descendidos y su intensidad.


- Conocer como la sintomatología se fue construyendo y presentando a lo largo de
la vida del niño.

166
- Aproximarse al conocimiento de cómo las alteraciones están repercutiendo en la
vida cotidiana, a nivel relacional, en sus aprendizajes y autonomía.

¿Cuál es la fundamentación al considerar en determinadas situaciones clínicas a


las alteraciones en el desarrollo gnosopráxico como síntoma psicomotor?

Cada niño trae al nacer un equipamiento orgánico, genético o adquirido (como


ejemplos de este último caso: una lesión cerebral, un déficit sensorial). El papel del
ambiente será determinante en al favorecer u obstaculizar el despliegue de la
potencialidad mencionada en los procesos del desarrollo y aprendizaje. Dos son los
ámbitos significativos para el niño en este sentido: el familiar y la Institución educativa
(este último entra en acción cada vez más tempranamente en la niñez).

O sea, tanto tenga el niño un buen bagaje constitucional o tenga una


vulnerabilidad a este nivel,, el vínculo del niño con los otros semejantes significativos, va a
ser trascendental, acompañando al niño o interfiriendo en el proceso de exploración y
apropiación de su cuerpo como “verdadero sistema de referencia” (V. da Fonseca 2000, J.
de Ajuriaguerra 2000), brindando o no al niño la seguridad física y afectiva necesaria para
el desarrollo de las conductas exploratorias.

Se advierte frente a la presencia de un síntoma psicomotor en el desarrollo


gnosopráxico, cuando el funcionamiento del niño es caracterizado por la dependencia
hacia el otro, la desvalorización de sus posibilidades, afectando la iniciativa, la creatividad,
por lo tanto el aprendizaje, la autonomía y la socialización. El cuerpo propio no funciona
como sistema de referencia sino el protagonista es el cuerpo del otro, que sigue siendo el
cuerpo auxiliar.
El desarrollo de la función está afectada, pero el punto en cuestión no es la potencialidad
orgánica sino la realización del funcionamiento frente al otro o la valoración que el
despliegue funcional tenga para ese otro.

Es importante destacar que a la consulta psicomotriz llegan niños que han llegado
a estructurar un síntoma psicomotor y otros que tienen un leve desfasaje a nivel del
desarrollo funcional que no han llegado a configurar realmente un problema para el niño y
su entorno. En el segundo caso, la iniciativa puede venir de la familia o de la escuela,
pero ello no ha constituido una preocupación generalizada que se proyecte a todo el
funcionar del niño y este no muestra una situación de padecimiento. En este caso, una

167
intervención psicomotriz representa un factor de protección, un factor de promoción de
salud, fortalecimiento del niño.

En cuanto a la presencia de estas alteraciones funcionales en las clasificaciones


internacionales, se destacan los siguientes hallazgos:

CFTMNA:

2.07: “Trastornos neuróticos con perturbaciones predominantes de las funciones


instrumentales” (p.18)

6.11: “Otros trastornos de las funciones instrumentales”, donde se incluye: “la torpeza
ligada a trastornos dispráxicos, es decir de la organización gestual en relación con una
perturbación mayor de la organización corporal y de la representación espacial.” También
se hace referencia a “Otros trastornos limitados de la organización perceptivo-motriz y de
la organización espacio-temporal”. (p.30)

CIE.10 (OMS):

F82. Trastornos específicos del desarrollo psicomotor.


Incluye: Síndrome del niño torpe. Trastorno del desarrollo de la coordinación. Dispraxia
del desarrollo.
Excluye: Alteraciones de la marcha y la movilidad. Incoordinación secundaria a retraso
mental o trastorno neurológico de diagnóstico específico.

DSM IV:

F82: “Trastorno del desarrollo de la coordinación”


El diagnóstico sólo se establece si tal afectación interfiere significativamente el
rendimiento académico o las actividades de la vida cotidiana. El diagnóstico se establece
si las deficiencias de la coordinación no se deben a una enfermedad médica (p. ej.,
parálisis cerebral, hemiplejía, o distrofia muscular) y no se cumplen los criterios del
trastorno generalizado del desarrollo. Si hay un retraso mental, las deficiencias motoras
exceden de las habitualmente asociadas a él.

9.1.4. Torpeza motora en su dimensión psicomotriz

168
Rebollo A. (2003) define “la torpeza motriz como un síndrome en el que el niño
puede presentar manifestaciones motoras diversas que significan un rendimiento motor
inadecuado, en relación a la edad y a las circunstancias en las que el niño se
encuentra.”(p.157)
Plantea que no es una entidad clínica, sino que es un síndrome, pues no tiene
características sintomatológicas ni etiológicas que la definan.
Las manifestaciones en el niño y su etiología puede ser diversa; por lo que pueden
evolucionar de distinta manera.

Propone como posibles causas:

- Debilidad motriz (Retardo del desarrollo motor del tipo severo)


- Dispraxia (somatoespacial, visuo-espacial o témporo-espacial )
- Disgnosia espacial o somatoespacial
- Alteraciones tónicas, de causa emocional.

Desde la Psicomotricidad, se enfatizará la mirada y la escucha hacia la dimensión


psicomotriz del síntoma. Sea la función afectada: el tono, las gnosias, las praxias, la
coordinación motora, nuestra mirada recae sobre el funcionamiento (puesta en juego) de
la función, el plus en lo observable que no se justifica sólo por el desfasaje en el
desarrollo de la función, sino por los aspectos relacionales.
Aunque la causa sea orgánica como el caso de la debilidad motriz, se interroga:
¿Cómo han tramitado este disfuncionamiento el niño y su familia?
¿Cuál ha sido su recorrido particular?
¿Cómo ha interferido en la exploración y apropiación del cuerpo?

De acuerdo con D. Calmels (2003):

“La vivencia de la torpeza es de un continuo desacuerdo. (…) Fallas en el movimiento,


fallas en el impulso, fallas en la separación del objeto. (…) La torpeza se vive como un
profundo desacuerdo con los objetos, el tiempo y el espacio” (p.42)

A través del proceso de diagnóstico psicomotor:

- Se establecen relaciones de jerarquía dentro de la sintomatología, dejando claro


cuáles pueden ser los factores de mayor incidencia.

169
- Se hace referencia a la torpeza motriz cuando sus indicadores son significativos, o
sea dan cuenta de un desfasaje importante con respecto al desempeño a nivel
motriz esperado para la edad del niño.

- En el informe diagnóstico, se describen los signos de torpeza motriz en forma


precisa y relacionada, asociando los distintos datos que hemos recogido.

- Se analiza y da cuenta acerca de cómo esta problemática está incidiendo en la


cotidianeidad del niño: en sus relaciones, producciones, en el aprendizaje.

- Se aporta a un diagnóstico interdisciplinario, que siempre implica una conjunción


de miradas que abarcan: la estructura, la función y el funcionamiento.

- Es imprescindible la derivación a neuropediatra.

Para investigar la ubicación de la sintomatología de la torpeza motriz en las


Clasificaciones Internacionales de Enfermedades, se deberá tener en cuenta la causa
de la misma. Es necesario remitirse al Trastorno por alteraciones en el desarrollo
gnosopráxico, ya que se manifiesta también a través de una alteración a nivel
instrumental.

9.1.5. Disgrafía

La escritura es una actividad psicomotriz por excelencia y la praxia humana más


especializada. J. de Ajuriaguerra enuncia:

“La escritura es una suma de praxia y lenguaje, y únicamente puede realizarse a


partir de cierto grado de organización de la motricidad que supone una fina
coordinación de movimientos y un desarrollo espacial. Es una gnosopraxia tanto al
copiar como en cualquier otro tipo de escritura…Siendo prácticamente un grafismo
en los rudimentarios comienzos, pasa a ser una simbólica formulación del lenguaje
interno al llegar a la escritura dictada o espontánea. La escritura es acción y
representación…” (De Ajuriaguerra,1881,5)

El acto de escribir, implica:

- La apropiación de un código simbólico


- Un control postural e inhibición de impulsos
- Un movimiento en una dirección determinada

170
- Una coordinación afinada de hemicuerpos, movimientos de manos y dedos
- Una organización espacio- temporal
- Una sutil regulación tónico-muscular
- Pero fundamentalmente es posible, si el sujeto siente el deseo de comunicarse
consigo mismo y con el otro, estando disponible para comprometerse
afectivamente en una tarea cuyo aprendizaje es arduo y complejo.

De Ajuriaguerra define la disgrafía:

“Será disgráfico todo niño cuya calidad de escritura sea defectuosa, si no tiene
algún importante déficit neurológico o intelectual que lo justifique. Son niños
intelectualmente normales que escriben despacio y en forma ilegible, cosa que les
retrasa su avance escolar”. (de Ajuriaguerra J.,2000,253)

Distingue entonces, dos tipos de disgrafías:

- Por enlentecimiento
- Por ilegibilidad

Un nivel descendido en la escritura desde sus aspectos psicomotores, puede tener


distintas causas:

- Dificultades en la regulación tónica


- Alteraciones gnósicas (visuo-espaciales, espaciales, somato-espaciales)
- Alteraciones práxicas (constructiva, somato-espacial)
- Debilidad motriz
- Inestabilidad motriz
- Alteraciones en el proceso de lateralización

Varios autores presentan como otro síntoma psicomotor en la escritura al “Esbozo


de grafoespasmo infantil” o “calambre del escritor” , relacionado con una dificultad muy
importante en la regulación tónico-muscular.

“El examen en el momento de la escritura evidencia una crispación importante del brazo,
paradas forzosas, fenómenos dolorosos en la mano y en el brazo y sudoración notable. El
conjunto implica ciertamente desagrado extremo hacia la escritura.” (de Ajuriaguerra y
Marcelli, 2005,103)

171
Durante el proceso diagnóstico se indagará sobre:

- Los antecedentes familiares


- Cómo ha sido la evolución de la grafomotricidad en el niño
- Cómo ha sido el proceso de enseñanza –aprendizaje
- Cuáles pueden ser los factores que están afectando la escritura
- Cómo están interfiriendo las dificultades en la escritura en el proceso de
aprendizaje y en la autoestima del niño

Acordamos con D. Calmels (1998):

“Cuando un niño presenta dificultades en su grafismo, el abordaje terapéutico debe


abrir un espacio para contemplar el cuerpo. La escritura es un lugar donde la
persona se expresa no sólo con su pensamiento sino también con su cuerpo, y no
responde a una mera transcripción mecánica del organismo.” (p.94)

Por lo que:

“La disgrafía (…) opera como un censor de perturbaciones en la construcción de la


corporeidad.” (Calmels D. 2003)

Para ver la posible ubicación de la disgrafía en las Clasificaciones


Internacionales de Enfermedades, se deberá tener en cuenta, al igual que en el caso de
la torpeza motriz, la causa de la misma. Es necesario remitirse al Trastorno por
alteraciones en el desarrollo gnosopráxico, ya que como éste, la disgrafía, también se
manifiesta a nivel instrumental.

172
9.2. Objetivos de la Asignatura “Formación Personal por Vía Corporal” en
la Licenciatura de Psicomotricidad de la Universidad Católica del
Uruguay.

1er. año

“Facilitar al estudiante de la Licenciatura en Psicomotricidad en su primer año del


Plan de Estudios, un acercamiento al trabajo en torno a la percepción del propio
cuerpo en el espacio y tiempo, a través de actividades que desencadenen el placer
sensorio-motor y la sensopercepción, el reconocimiento del esquema corporal
relacionado a su particular estructura corporal, la exploración de ritmos
psicobiológicos, así como la expresión verbal de estas vivencias, en un contexto
de ley y seguridad que propicie la apertura confiada del estudiante hacia la
profundización progresiva en el conocimiento y manejo de su expresividad motriz.”

2do. año

“Facilitar y promover que el estudiante recree y desarrolle su expresividad motriz, a


través de una búsqueda consciente de la intención y necesidad del movimiento en
adaptación empático-tónica con los otros, a partir de vivenciar el lenguaje corporal
como única y privilegiada fuente de creatividad, así como jerarquizar los procesos
de comunicación profunda, no verbal, consigo mismo y los demás, en el escenario
espacio-tiempo de la Sala de Psicomotricidad y sus materiales, donde el futuro
Psicomotricista aprende a desplegar su tecnicidad específica.”

3er. año

“Facilitar y promover en el estudiante la búsqueda consciente de la armonía que


surge de la regulación del tono muscular para la disponibilidad de ajustes tónicos
profundos con el otro, para el desarrollo del diálogo tónico, el trabajo en torno al
plano simbólico, así como un mayor y particular control de sí mismo en las
actividades propias de su futuro rol como Licenciado en Psicomotricidad.
Afianzar las competencias relacionales que permitirán una efectiva aplicación de la
tecnicidad específica de su profesión.”

4to. Año

“Afianzamiento de habilidades que el estudiante ha adquirido progresivamente en


su Formación Personal por Vía Corporal, relacionadas con comprender y
173
comprenderse desde el funcionamiento tónico-emocional, la expresividad motriz y
sus diversos atravesamientos, la capacidad de descentrarse para estar disponible
a la relación mediante la empatía tónica, así como situarse de forma más eficaz
frente a emociones y producciones simbólicas propias y de los otros.
Profundización vivencial en torno a conocimientos adquiridos en la aplicación de la
valoración psicomotriz-diagnóstico psicomotor y estrategias de abordaje desde la
Psicomotricidad, y de la motivación para el desarrollo de la capacidad de auto-
cuidado del profesional Licenciado en Psicomotricidad.”

174

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