Vudu Mal
Vudu Mal
Vudu Mal
LEWIS A. CLORMÉUS
Université d'État d'Haïti, CéSor/EHESS,
lewis.clormeus@ueh.edu.ht
Resumen
Para muchos haitianos el vudú evoca la encarnación del mal. Para algunos
representa incluso un chivo expiatorio que sirve para explicar el subdesarrollo
del país y los desastres naturales que asolan a las familias. Para otros el vudú es
sinónimo de asesinatos rituales, antropofagia y hechicería. Hasta 1987, el
Código penal consideraba al vudú como una expresión de la superstición, a la
que había que condenar. Como resultado, la iglesia católica llevó a cabo varias
campañas anti-superstición con el fin de erradicar este sincretismo
afroamericano. De igual manera, desde hace unos cincuenta años
aproximadamente, este sincretismo ha sido objeto de repetidos embates por
parte de las corrientes evangélicas. Este artículo se basa en un examen tanto de
las producciones discursivas de las élites políticas haitianas como de las
posiciones de los grupos religiosos cristianos con respecto al vudú. Busca
identificar las principales razones de esta hostilidad y las recientes actitudes de
apertura hacia el respeto de esta forma de religiosidad.
Palabras clave: Vudú, Haití, Iglesia Católica, Movimientos Evangélicos, Mal.
Abstract
For many Haitians, Vodou is the embodiment of evil. For some, it is even a
scapegoat at the roots of the lack of development in the country and natural
disasters which leave families destitute. For others yet, Vodou is synonymous to
ritualistic murders, cannibalism and witchcraft. Up until 1987, the penal code
of the country saw Vodouism as an expression of superstition that had to be
condemned. As such, the Catholic Church led several anti-superstition
campaigns to eradicate this afro-american synchretism. Likewise, for some fifty
years now, this local religion is the object of repeated Evangelical assaults. This
article relies on the production of discursive of Haitian political elites as well as
the views of Christian groups toward Vodouism. Its object is to identify the
main motives leading to this opposition and the most recent moves toward
greater respect for this form of religiosity.
Keywords: Vodou, Haïti, Catholic Church, Evangelical Churches, Evil.
1 La educadora Diana Ramsay (1881: 48-49) señala que en el siglo XIX, el término
Macandal "se utiliza para describir a cualquier individuo que se dedica a engañar a
personas crédulas mediante el uso de fetiches y otros hechizos, cuyo propósito no
sería cometer crímenes, ni siquiera simples delitos".
6 Generaciones de escolares han conocido el caso a través del manual de historia del
Dr. Jean Chrysostome Dorsainvil. Hasta principios de los años 2000, algunas
escuelas seguían usándolo como material de estudio. Este es el relato del caso tal
como aparece en dicho manual: "En diciembre de 1863, una niña llamada Claircine
fue sacrificada en una ceremonia vudú en Bizoton. Ocho personas, entre ellas
Jeanne Pelé y su hermano Congo, fueron condenadas a muerte después de confesar
su terrible crimen. Se hizo justicia. Pero la excesiva publicidad del asunto hizo que
el país adquiriera una reputación lamentable y disgustó a la opinión pública"
(Dorsainvil 1942: 170).
7 En esa ocasión, el presidente envió una circular a los comandantes de los munici-
pios para informarles del "crimen inaudito" y recordarles que "la ley castiga a quie-
nes realizan prácticas o hechizos, ya sea para hacer creer en un crédito imaginario,
ya sea para recibir fraudulentamente sumas de dinero; también castiga a quienes
practican la medicina ilegalmente; por último, castiga las reuniones no autorizadas
operación para arrasar los hounfors (templos vudú) y arrestar a sus principales
líderes. El político haitiano Hannibal Price (1900: 44) relata que "de 1865 a
1867, (...) el gobierno del Presidente Geffrard continuó su campaña contra los
bailarines del vudú, confiscando y quemando banderas, tambores y todo el
equipo de las sociedades, y haciendo que cualquier individuo, con o sin
reputación de papa-loi o maman-loi, fuera arrestado y encarcelado como
caníbal o antropófago. Los escasos hounfors que podían escapar a la vigilancia
activa de la policía se convertirían entonces en lugares sacrosantos donde el
fetiche proscrito se conservaría en toda su pureza primitiva".
Durante la segunda mitad del siglo XX, la justicia haitiana examinó varios
casos de asesinatos rituales y canibalismo. A veces, los medios de
comunicación extranjeros se hicieron eco de rumores extravagantes que fueron
tomados en serio por sus audiencias. Por ejemplo, el New York Sun afirma
que: "the slaughter of young children by their mothers, that their bodies may
be sold as pork, or tried down into lard, is a common practice among the
natives. Every now and then the foreign residents of Port au Prince find served
up to them on their own tables portions of the bodies of children which have
been purchased in the public butcher shops".8 En menos de medio siglo, los
círculos periodísticos y académicos de Haití y de otros países consideran que
los sacrificios humanos y la antropofagia son momentos importantes de las
ceremonias vudú. En consecuencia, la justicia no cuestiona la salud mental de
las personas acusadas de ser caníbales, siempre que se demuestre que son
practicantes del vudú. En 1891, un escritor francés sugiere que "el número
diario de víctimas del vudú haitiano puede estimarse en cuarenta personas"
(Texier, 1891: 208). Añade que el vudú es practicado por "todos los haitianos,
independientemente de su riqueza o de su grado de educación" (Texier, 1891:
208). Incluso duda de que "en una población de unos 200.000 adultos sea
posible encontrar 1.000 nativos que hayan llegado a los cuarenta años sin
haber participado en escenas de canibalismo" (Texier, 1891: 208). El intelectual
haitiano Louis-Joseph Janvier denuncia el carácter racista de esta acusación.
Señala que se registran muchos casos de canibalismo a lo largo y ancho del
mundo y que a nadie se le ocurre empañar la reputación de un país acusando
a su población de complacerse en la ingestión de carne humana (Janvier, 1883:
10 A mediados de los años 1960, el etnólogo haitiano Rémy Bastien (1966: 58)
constata: "Protestantism is not only numerically feeble (involving 10% of the
people, it is said), but the presence of various denominations – Baptist, Adventist,
Wesleyan – preludes all joint action. The Episcopal Church is fairly strong because
of its financial resources, but it can do little more than make its voice heard ". Ver
también Clorméus (2014b).
11 Ver la Declaración Nostra Ætate del Concilio Vaticano II sobre la relación de la
Iglesia Católica con las religiones no cristianas. Esta declaración marca un
momento importante en la institucionalización de un discurso favorable al diálogo
interreligioso en la Iglesia Católica (Cassidy, 2005).
12 Sobre este episodio de la historia de la Iglesia Católica en Haití ver Duvalier (1969),
Smarth (2000), Jacquot (2004), Arthus (2014a, 2014b).
hecho, como señaló el sociólogo y canonista Louis Gabriel Blot (2004: 230), la
iglesia católica de Haití atraviesa en ese momento una crisis de adaptación a
las orientaciones conciliares del Vaticano II.
Al mismo tiempo, la década de 1960 fue testigo del surgimiento de líderes
carismáticos en los círculos pentecostales. Por lo general, se trata de antiguos
adeptos del vudú cuya ejemplar vida espiritual inspira a las nuevas
generaciones de conversos. Subrayan la importancia de la glosolalia, el
exorcismo, la profecía y la curación como signos de la elección divina.
Multiplican las cruzadas (reuniones al aire libre para evangelizar), los
despertares (movilización dentro de las iglesias para fortalecer el celo
espiritual) y las misiones (desplazamientos hacia a lugares que están bajo el
"dominio del diablo") para controlar simbólicamente el territorio nacional. El
pentecostalismo es tomado por asalto por nuevos actores sin ninguna
formación teológica formal, procedentes de los estratos populares y
valerosamente involucrados en la lucha contra el demonio.
Durante los años 1960 la dictadura arremete contra las libertades humanas.
Los opositores se exilian para no terminar en prisión o ejecutados. El nuevo
discurso de los pentecostales aconseja a sus seguidores que busquen la
ciudadanía celestial y no se preocupen por la política. La dictadura no tiene
por qué inquietarse por la multiplicación de micro-iglesias en los suburbios de
las grandes ciudades, a las que llegan masivamente los campesinos en busca de
una vida mejor. Estos grupos religiosos les ofrecen un discurso tranquilizador
y una red de relaciones para integrarse mejor en un contexto de recomposición
social. Como resultado, la hegemonía del catolicismo se ve amenazada por el
voluntarismo proselitista de estos nuevos actores evangélicos.
Las grandes misiones pentecostales estadounidenses en Haití (Iglesia de Dios,
Iglesia de Dios de la Profecía, Iglesia de Dios en Cristo, Asamblea de Dios,
Iglesia del Nazareno, etc.) parecen controlar la situación. En realidad no es así
porque la eclosión espontánea de profetas -que invitan a experimentar una
cálida espiritualidad y cuyo éxito se basa sobre todo en su capacidad de
demostrar dones extraordinarios- favorece la aparición de una multitud de
asociaciones de culto. Resulta difícil establecer una lista de las mismas debido
a su dinamismo y a sus estrategias misiológicas muy diversificadas. Los cismas
se multiplican inmediatamente ya que los responsables autóctonos de las
primeras misiones pentecostales son incapaces de manejar las luchas de poder
dentro de sus iglesias. Esto lleva a la fragmentación institucional y a revisiones
doctrinales y a que, a principios de la década de 1970, se creen numerosas
Jean-Claude Duvalier (1986), los templos vudú de los barrios populares son
saqueados y sus sacerdotes maltratados o masacrados con el pretexto de haber
colaborado con el régimen dictatorial depuesto (Hurbon, 1987a). Esta
situación se conoce como dechoukaj (erradicación) y expresa una demanda
popular de transición democrática Al mismo tiempo, en el sector evangélico,
los líderes abogan por una renovación espiritual con lemas muy evocadores:
"¡Mete baka deyò!" (¡Expulsen al demonio!), o "Haití por Cristo; Cristo por
Haití".
En este contexto, en las iglesias pentecostales se observan habitualmente esce-
nas de exorcismo que teatralizan la lucha de los líderes evangélicos contra las
entidades invisibles y activas del vudú (los lwa). En el marco de este ritual, las
entidades deben reconocer que su poder es inferior antes de ser exorcizadas. El
poder espiritual de una iglesia pentecostal se mide, entre otras cosas, por su ca -
pacidad para neutralizar los hechizos de los malhechores ( malfektè) y aniquilar
las maldiciones ancestrales (dyab rasyal). Es evidente que hay un fuerte senti-
miento de inseguridad y desconfianza en la sociedad haitiana. 14 A altas horas
de la noche, en el campo y en algunas grandes ciudades, la gente se atrinchera
para no encontrarse con procesiones de grupos de hechiceros supuestamente
peligrosos (Hurbon, 1979). También temen la malignidad de los loups-garous
(individuos a los que se atribuye el poder de metamorfosearse en animales o de
volar como pájaros para cazar sangre humana), los espíritus errantes ( mèt mi-
nui) y los zombificadores que merodean en los alrededores de los cemente-
rios.15 Numerosos adeptos del vudú también confiesan haberse unido a una co-
rriente particular de protestantismo evangélico debido a la tiranía de los lwa16.
El teólogo bautista Henri Claude Télusma (2017: 155) señala que "el vuduizan-
14 Sobre este tema, el teólogo bautista Monel Jules (2009: 72) escribe: "El uso de
hechizos, a pesar de su efecto boomerang, sigue siendo un medio discreto de ejercer
justicia. En una sociedad en la que sólo el mejor postor obtiene justicia, el
campesino no tiene más remedio que utilizar baterías, bakas y polvos en su lucha
contra los especuladores codiciosos, para enfrentar sus problemas con los grandes
terratenientes saqueadores y el calvario que atraviesa por el asesinato de su familia".
Los términos baterías, bakas y polvos se refieren a la multiplicidad de "técnicas
maléficas" locales.
15 El artículo 246 del Código Penal (1873: 102-103), califica de atentado contra la vida
de una persona "al uso contra ella de sustancias que, sin causarle la muerte, le
hayan producido un estado de letargo más o menos prolongado en cualquier
forma, independientemente de la manera en que se hayan utilizado esas sustancias y
de sus consecuencias. Si, como resultado de este estado letárgico, la persona ha sido
enterrada, el ataque será calificado como asesinato".
16 El etnólogo suizo Alfred Métraux (1953: 200) estudió las manifestaciones del
sincretismo afro-católico en un pueblo de la zona rural de Haití. Es común, señala,
escuchar esta declaración: "Hay que ser católico para tener derecho a servir a los
lwa". Luego argumenta que, en la imaginación colectiva, el vudú y el catolicismo se
fusionan en un sistema más o menos coherente. Pero el protestantismo haitiano, en
la diversidad de sus componentes, se caracteriza por un rechazo radical a cualquier
compromiso con el vudú. Por consiguiente, aquellos que creen que son blanco de
maleficios o que están en conflicto con los lwa se vuelcan al protestantismo.
17 Recordemos que el pastor francés François Eldin (1878: 74) habló de la
zombificación después de su experiencia misionera en Haití. Esto es lo que escribió
sobre los sacerdotes vudú: "Tienen el arte de producir muertes simuladas, hasta el
punto de que los parientes de sus víctimas proceden a su entierro. Por la noche, los
desentierran, los llaman a la vida y los mantienen en un estado de aturdimiento
hasta que los sacrifican".
18 André Corten (2000: 81) habla de una "concepción del mal que provoca un
sentimiento persecutorio”, resultante de "la percepción, por parte de sectores cada
vez más numerosos de la sociedad, de un desequilibrio acumulativo en el orden de
las fuerzas naturales. Reflejo de una desorganización social”.
religiosa -que considera que sus pecados son perdonados por Dios (y por la
sociedad)- y se les protege de cualquier sospecha y acusación de hechicería. El
relato de su conversión, basado en la retórica de la auto-acusación, usualmente
afirma que la bondad de Cristo interviene en los círculos oscuros del mal para
salvar y rehabilitar sus almas. Muchos de estos neófitos confiesan
públicamente haber sido maestros en crímenes rituales. En algunos casos esta
sería una estrategia para procurarse un alto nivel de audiencia entre sus nuevos
correligionarios.
Para los neófitos, el vudú es un mal contra el que hay que combatir, porque
los espíritus del mismo -que provienen del África negra y que explicarían en
gran medida por qué hay un retraso en el desarrollo- son malignos y
poderosos. Localmente, cualquier idea de idolatría y hechicería evocada en la
Biblia por los fundamentalistas protestantes hace referencia a esta idea. 19 Esta
percepción se fortalece cuando, a principios de los años 1990, se tiene acceso a
literatura escrita en francés que recoge los testimonios de antiguos hechiceros
africanos que se habían convertido al protestantismo. A partir de ese
momento, los líderes bautistas y pentecostales buscan en esos libros nuevas
historias de conversión para reforzar el imaginario de la hechicería.
Gradualmente, asistimos a una transnacionalización de las creencias que
refuerza los discursos evangélicos sobre la demonología y alimenta la sospecha
conspirativa de que un gobierno invisible y poderoso decide el destino de
Haití. Como resultado, las soluciones concretas a los problemas nacionales
implican necesariamente la intervención divina.
19 Para muchos, el término vudú deriva del culto del becerro de oro relatado en la
Biblia.
promoción apenas velada del vudú por parte de una franja de la élite
intelectual haitiana (Denis et al., 1949). Una vez en el poder, Duvalier eliminó
toda forma de oposición política. En particular, arremetió contra el ala
progresista de la Universidad de Haití, contra los comunistas y contra el
ejército. Nacionalizó el clero católico 21 y contrató los servicios de numerosos
sacerdotes vudú. Desde ese momento, el antropólogo haitiano Michel S.
Laguerre (1989) observó un doble movimiento en la relación entre el estado y
el vudú. Habló de una "vuduización de la política haitiana" y de una
"politización del vudú". En febrero de 1986, tras la caída de su hijo Jean-
Claude Duvalier, sacerdotes vudú fueron linchados y sus templos fueron
saqueados. En ese mismo contexto nacieron asociaciones para la defensa del
vudú, que lograron que éste fuera despenalizado en la Constitución de 1987 22,
cuyo artículo 215 aboga también en favor de la protección de "los afamados
centros de nuestras creencias africanas" por parte del estado haitiano
(República de Haití, 1987: 63).
A partir de los años 2000, algunos líderes vudú fueron convocados a
desempeñar un papel más importante en la vida política nacional. Esta nueva
situación estaba relacionada, en particular, con el decreto del 4 de abril de
2003 del presidente Jean-Bertrand Aristide sobre el reconocimiento del vudú. 23
En ese momento Aristide, amenazado por una creciente protesta popular,
estaba bajo sospecha de llevar a cabo una campaña para seducir al "sector del
vudú" con el fin de encontrar nuevos partidarios. Para Laënnec Hurbon, este
decreto se hizo con la "intención de manipular el vudú" y constituye una
violación del principio de laicidad con el que el estado debería haberse
comprometido (Alterpresse, 2003). No obstante, a fines de diciembre de 2003,
dirigentes pentecostales lanzaron una vasta campaña de oración para impedir
simbólicamente la renovación del "pacto con el diablo" en vísperas del
bicentenario de la independencia nacional. Es probable que las tensiones entre
los protestantes evangélicos y los adeptos del vudú sigan siendo recurrentes en
el ámbito público. En varias ciudades haitianas es posible asistir a grandes
procesiones con motivo de las fiestas sagradas del vudú, que están encabezadas
principalmente por grupos pentecostales y por el Ejército Celeste. El objetivo
de esta ala del sector evangélico es salvar a los conciudadanos que han quedado
en manos del diablo.
CONCLUSIÓN
Hasta el día de hoy, para algunos católicos y evangélicos el vudú sirve todavía
como chivo expiatorio para explicar las debilidades estructurales, los desastres
naturales y las fallas de la sociedad haitiana. En 2010, inmediatamente después
del devastador terremoto, el pastor estadounidense Pat Robertson insinuó que
la revolución haitiana fue posible gracias al apoyo de fuerzas diabólicas
(McAlister, 2012). Unos meses después, una epidemia de cólera se propagó en
Haití, provocando en un tiempo récord miles de muertes entre las poblaciones
más vulnerables. Si bien los científicos reconocen unánimemente que fue el
contingente nepalés de las fuerzas militares de la Misión de Estabilización de
las Naciones Unidas en Haití quien introdujo la enfermedad (Piarroux, 2019),
los sacerdotes vudú son acusados inmediatamente en algunas zonas. Según la
prensa, varios de ellos son linchados y sus propiedades son vandalizadas a
pesar de que las autoridades públicas y las organizaciones no gubernamentales
llaman repetidamente a la calma (Guimier, 2011).
En el transcurso de mis investigaciones he podido conocer a migrantes
haitianos asentados en diferentes partes del Caribe. Varios de ellos me han
señalado que en sus países de acogida el vudú suele ser víctima de prejuicios
que afectan a toda la comunidad de la diáspora. En varias ocasiones, he oído
personalmente a dominicanos referirse a los haitianos como adeptos al diablo,
es decir, a la hechicería.24 Algunos líderes vudú me han afirmado que se trata
de métodos racistas y xenófobos destinados a empañar la imagen de los
haitianos en el extranjero. Pero otros admiten también que estas afirmaciones
se deben a las dificultades de definir consensuadamente las fronteras
simbólicas del vudú. ¿Debería incluirse en esta definición, por ejemplo, a los
elementos de hechicería y de zombificación locales, o debería limitarse
simplemente a las prácticas terapéuticas y religiosas populares? En medio de
esta confusión, un comité del Senado ha lanzado un debate sobre la
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