La Tía Julia y El Escribidor
La Tía Julia y El Escribidor
La Tía Julia y El Escribidor
Donald Shaw: Mario Vargas Llosa tenía, como él mismo confiesa en La tía
Julia y el escribidor “la manía de la ficción realista”. Lo que importa destacar es el modo
en que el autor consigue renovar la novela realista, superando las viejas formas del
realismo documental o testimonial. De modo que no es la condición humana lo que
primordialmente le interesa al autor, sino el sistema social.
Miguel Oviedo: Vargas Llosa nació en Arequipa, ciudad al sur del Perú. Pasó
los primeros años de su niñez en Cochabamba (BOL), Piura y Lima, siguiendo los azares
de un hogar fracturado; en ese último lugar, estudió dos años en el colegio militar
Leoncio Prado, experiencia que se convertiría en materia de su primera obra, La ciudad y
los perros. A los dieciocho años se casó con su tía política, Julia Urquidi, lo que causaría
un gran escándalo en su familia; esta historia y la de su propia formación literaria serían
la materia de otra de sus novelas, La tía Julia y el escribidor. Por lo tanto, vemos cómo
aflora la fantasía del autor sólo si tiene apoyo de una concreta experiencia personal, con
personajes y ambientes reales y a veces hasta con nombres propios.
Sus años formativos en Lima coinciden con la presencia dominante de un grupo
de narradores peruanos que pertenecen a la llamada “generación del 50” Con ellos
aprendió a cultivar el realismo urbano, de clara intención social y testimonial.
Por otro lado, es evidente que su proyecto literario era radicalmente distinto. La
novedad que introduce su obra es la ruptura del modelo de representación naturalista.
Decimos pues que posee un primer periodo creador que incluyen novelas de
crítica social y denuncia como La Casa Verde y La ciudad y los perros.
Pero cuenta con un segundo periodo donde está incluida su obra La tía Julia y el
escribidor. Por un lado, tenemos novelas cuyo tema es esencialmente político (La guerra
del fin del mundo e Historia de Mayta) por otro lado, las que reelaboran vivencias de tipo
más privado, su propia experiencia de escritor.
Sin dejar de ser un realista, es evidente que es esta época él mismo se cuestiona
si es posible usar la expresión “ficción realista” sin caer en una insostenible
contradicción: todo lenguaje artístico es forzosamente una traición de la experiencia real.
El problema se le presentó de modo vívido cuando escribía La tía Julia…, al tratar de ser
fiel a ciertos pasajes que queriendo ser autobiográficos se convertían inevitablemente en
novelísticos. Es por eso que en el prólogo de su libro va a decir Este empeño me sirvió
para comprobar que el género novela no ha nacido para contar verdades, que éstas, al
pasar a la ficción se vuelven mentiras.
Los fragmentos que Mario Vargas Llosa nos da como escritos por Pedro
Camacho se caracterizan por empezar, en cada capítulo, con un indudable y caricaturesco
estilo de folletín, de serial radiofónico. Así, por ejemplo, el primer episodio arranca de la
siguiente manera: «[...] cuando un famoso galeno de la ciudad, el doctor Alberto
Quinteros -frente ancha, nariz aguileña, mirada penetrante, rectitud y bondad en el
espíritu-, abrió los ojos...» (pág. 29) Por su parte, el argumento deriva desde carriles
convencionales en el género a que pertenece hasta situaciones disparatadas o
extravagantes; inesperadas en cualquier caso.
Apuntes de ensayo
Es posible tomar tres niveles textuales a los que se les aplican procedimientos
paródicos. En cuanto a los personajes se parodian sus rasgos; en cuanto al lenguaje, los
tics y el estilo suelen ser objeto de transcripción e imitación cómica; y en cuanto al tema,
por lo general hay una inversión en el sistema de valores, en el que la parodia puede dar
lugar como contra-tema, a un anti-héroe.
Tuvo su origen entonces en ser una novela publicada por entregas en diarios que
se dirigían a un lector común y corriente; por lo tanto calificada como literatura popular,
en contraste con la literatura culta.
Por otra parte, los capítulos de las ficciones folletinescas deben ser entregados a
cierto ritmo establecido y su cumplimiento atañe directamente a los ingresos económicos
del creador; los folletinistas se ven obligados a trabajar a un ritmo vertiginoso y
compulsivo para asegurar el éxito de su producción. De modo que no hay ninguna
posibilidad de corrección o revisión, por lo que se descuida la forma y el lenguaje.
Pero la parodia al modelo realista también puede verse en los relatos de Pedro
Camacho, con la intención de expresar una realidad peruana, unos melodramas fieles a
sus lugares, a su gente y sus particularidades sociales. Incluso, para lograrlo, recurre a
ciertos elementos que tienen un carácter incluso ridículo (el mapa de las localidades, la
ubicación de su oficina) que, él pensaba, lo acercaban a la cotidianidad de la sociedad
peruana. No obstante, a pesar de esto, no lo logra y sus relatos están impregnados,
inevitablemente, de una ficción que surge de la subjetividad del propio Camacho y que
dan lugar a unos relatos que se van degenerando cada vez más, melodramas radiofónicos
con excesos de violencia, sexualidad y perturbación, que derivan de una profunda crisis
en la personalidad del escribidor y su locura. En ese sentido, podemos entender a las
incosistencias que van adquiriendo los relatos, equívocos que demuestran el desgaste
mental, como por ejemplo la mezcla de los personajes.
Era una de esas soleadas mañanas de la primavera limeña, en que los geranios
amanecen más arrebatados, las rosas más fragantes y las buganvillas más crespas,
cuando un famoso galeno de la ciudad, el doctor Alberto de Quinteros (…) abrió los ojos
y se desperezó en su espaciosa residencia de San Isidro. Vio, a través de los visillos, el
sol dorando el césped del cuidado jardín que encarcelaban vallas de crotos, la limpieza
del cielo, la alegría de las flores, y sintió esa sensación bienhechora que dan ocho horas
de sueño reparador y la conciencia tranquila.
Parodia a los temas: las características de las novelas de folletín dan cuenta de
diversidad de temas donde se destacan principalmente los sentimentales y románticos. No
obstante, en las ficciones del escribidor los temas amorosos estaban ausentes. Se expresa,
entonces, la forma de parodia que destaca Jitrik en cuanto a la inversión de sistema de
valores. En ese sentido, los radioteatros, lejos de la tradicional temática heróica y
sentimental de los folletines, están inundados de temas que delatan la locura de Camacho,
regidos principalmente por la violencia y las aberraciones sexuales. Por ejemplo, el
primer serial (Capítulo II) es una historia de amor entre los hermanos Richard y Elianita
Quinteros y el cuarto serial (Capítulo VIII) se trata sobre don Federico, cuya hermana fue
comida por las ratas y sufre un trauma por ello.