Apologia de Socrates
Apologia de Socrates
Apologia de Socrates
Por su parte, el acusado deja claro que los cargos que se le atribuyen no son
certeros. También responde a aquellos que dan a entender que es un hombre
peligroso por, en definitiva, enseñar en secreto.
Por otro lado, afirma que si se le acusa a él, también se debería condenar a
todos aquellos que han seguido sus discursos.
Más tarde, se dan a conocer las acusaciones a las que Sócrates trata de
responder.
Luego, Sócrates concluye su diálogo aludiendo a que no guardará rencor a quienes lo condenan.
Después se despide.
Análisis
Los acusadores
En su defensa, Sócrates distingue entre dos tipos de acusadores, por un lado los antiguos
acusadores o anónimos, los cuales han esparcido calumnias sobre él durante años y, por otro
lado, los nuevos acusadores, es decir, los que le han llevado recientemente al juicio. Los últimos
son tres hombres que han presentado cargos contra Sócrates:
Meleto: poeta
Ánito: político
Licón: orador
Las acusaciones
Aunque, Sócrates alude a acusadores anónimos, las imputaciones que le han llevado a juicio han
sido las de los tres nuevos acusadores. Quienes, curiosamente, representan a los gremios que
Sócrates venía criticando: poetas, políticos y oradores. Así, por boca de Melito, se dan a conocer
las dos acusaciones por las que se le ha condenado a juicio, estas son:
1. Impiedad, es decir, de no creer en los dioses del Estado, a quienes supuestamente sustituía con
extravagancias demoníacas.
2. Corrupción de la juventud, pues muchos jóvenes, estaban siguiendo su discurso y se habían
convertido en sus discípulos.
La defensa de Sócrates
Es curioso que para su defensa Sócrates no trata de pedir perdón a nadie por su forma de vida.
Más bien utiliza la palabra para explicar a los jueces por qué su forma de hacer puede ser
beneficioso para todos.
Pero, ¿cuáles son las réplicas que Sócrates utiliza en su defensa? Estas son algunas ideas que se
perciben en el texto:
Una de las calumnias que fueron lanzadas hacia Sócrates fue precisamente la de corromper a la
juventud mediante enseñanzas públicas llevadas a cabo en secreto. También lo acusan de
mezclar las cosas divinas con las terrenales. Por eso, para muchos Sócrates era un hombre
peligroso.
En su defensa, el acusado admite que sus enseñanzas no son como la de los sofistas, sus
coetáneos, los cuales exigían un pago por sus enseñanzas. Asimismo, afirma que jamás se ha
involucrado en temas divinos.
El oráculo y su sabiduría
Sócrates se pregunta cuál puede ser el origen de las calumnias que se han propalado contra él.
Para lo que responde, que su mala reputación se debe a la sabiduría que aparentemente existe en
él. Aunque Sócrates no se da por sabio.
En cambio, pone como ejemplo el oráculo de Delfos. Según explica, su amigo Cherefón
preguntó al oráculo si había un hombre más listo que Sócrates. La pitia respondió que no.
Después, Sócrates convencido de que no podía ser el más sabio decidió investigar entre los
gremios que representan la sabiduría. Dialogó con políticos, poetas y oradores. Entonces afirma
que todos "creían saber más de lo que realmente sabían". Establece así una comparativa entre
estos y él:
Pero esta es la diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada, y yo, no sabiendo
nada, creo no saber.
Interrogatorio a Meleto
Más adelante, Sócrates se dirige directamente a Meleto para examinar la acusación en la que
afirma que el filósofo corrompe a la juventud. Para ello, Sócrates le pregunta quién hace mejores
a los jóvenes.
Tras una serie de preguntas, llegan a la conclusión de que todos hacen mejores a los jóvenes,
excepto Sócrates. A lo que, finalmente, el filósofo destaca:
No es más bien al revés, que la mayoría no sabe tratarlos y solo unos pocos son capaces
de hacerlos mejores.
Sócrates dialoga con Meleto, hasta que deja a este sin respuestas y queda en evidencia. A través
de este discurso el filósofo intenta defender su forma de vida. Sin embargo, lo hizo retando a los
miembros de los grandes gremios de la sociedad, lo cual no le benefició en absoluto.
Reflexiones finales
Probablemente si Sócrates hubiera rogado compasión a los que le juzgaron se hubiera librado de
la muerte o hubiese saldado su pena con el exilio. Sin embargo, no lo hizo, prefirió reflexionar
sobre por qué no le temía a la muerte.
Así, Sócrates mantuvo una postura racional frente a su deceso. Más que afrontar la muerte como
un mal prefirió asumirla como un bien:
Pero si la muerte es como un tránsito de un lugar a otro, y si, según se dice, allá abajo
está el paradero de todos los que han vivido, ¿qué mayor bien se puede imaginar, jueces
míos?
Finalmente, el jurado determinó su muerte, y Sócrates antes de morir advirtió a sus acusadores
que no tenía ningún resentimiento hacia ellos.
Posiblemente, Sócrates con su discurso molestó aún más a sus acusadores, sin embargo, con sus
palabras demostró que valoraba más defender sus principios filosóficos que conservar su propia
vida.
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Marián Ortiz
Graduada en Comunicación Audiovisual (2016) por la Universidad de Granada, con
máster en Guion, Narrativa y Creatividad Audiovisual (2017) de la Universidad de
Sevilla.
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Sócrates comienza diciendo que no sabe si los atenienses (asamblea general) han sido ya persuadidos
por los que lo acusan. Este comienzo es crucial para establecer el tema de todo el discurso, pues es
frecuente que Platón comience sus diálogos socráticos exponiendo la idea general del texto. En este
caso, el diálogo se abre con "¡Ciudadanos atenienses!, Ignoro qué impresión habrán despertado en
vosotros las palabras de mis acusadores". Este ignoro sugiere que la filosofía expuesta en la Apología va
a consistir enteramente en una sincera admisión de ignorancia, pues todo su conocimiento procede de
su no saber nada: "Sólo sé que no sé nada".
Sócrates pide al jurado que no le juzgue por sus habilidades oratorias, sino por la verdad que estas
convocan. A su vez, asegura que no va a utilizar ornamentos retóricos ni frases cuidadosamente
preparadas, sino que va a decir en voz alta lo que se le pase por la cabeza, las mismas palabras que
utilizaría en el ágora y en las reuniones. Sin embargo, demuestra ser un maestro en retórica, no es solo
elocuente y persuasivo, sino que sabe jugar con el jurado.
El discurso, que ha puesto a los lectores de su lado durante más de dos milenios, no consigue ganarle el
juicio. Sócrates fue condenado a muerte, y ha sido admirado por su calma aceptación de ello.
La acusación[editar]
• Ánito, hijo de un ateniense prominente, Antemión. Ánito es también un personaje en otra de las
obras de Platón (Menón 90f), que aparece inesperadamente mientras Sócrates y Menón (que está
visitando Atenas) discuten si la virtud puede ser enseñada. Sócrates argumenta que no, y ofrece como
evidencia que muchos buenos atenienses han tenido hijos inferiores a sus padres, tras lo cual procede a
dar nombres, entre ellos Pericles y Tucídides. Ánito se ofende, y avisa a Sócrates que menospreciar
("kakòs légein") a esas personas le traerá problemas algún día. (Menón 94e-95a).
• Meleto, de los tres el único en hablar durante la defensa de Sócrates. También se lo menciona
en otro diálogo, Eutifrón, aunque no aparece. En él Sócrates dice que Meleto es un joven desconocido
de gran nariz aquilina. En la Apología, Meleto presenta sus acusaciones, lo que permite a Sócrates
rebatirlas. Sin prestar mucha atención a los cargos que está afirmando, acusa a Sócrates de ateísmo, y
de corromper a la juventud mediante sus enseñanzas.
• Licón, del cual poco se sabe; de acuerdo con Sócrates era representante de los oradores.
Sócrates dice que tiene que rechazar dos tipos de acusaciones diferentes: su "mala fama", la opinión
esparcida por sus rivales de que es un criminal y un curioso que pregunta hasta al cielo y la tierra; y los
más recientes cargos legales de corromper a los jóvenes y de creer en cosas sobrenaturales de su propia
invención, en vez de los dioses de la polis.
Sobre su mala fama dice que son el resultado de años de rumores y prejuicio, y por lo tanto no pueden
ser respondidos. Sócrates descalifica estos "cargos informales" dándoles una apariencia legal diciendo:
"Sócrates comete delito al investigar los fenómenos celestes y subterráneos, debido a que, según ellos,
convierte el argumento más débil en el más fuerte, instruyendo esto a otros, y sin creer en los dioses, es
decir, es ateo". También dice que estas alegaciones nacieron de la boca de cierto poeta cómico, es decir,
Aristófanes.
La apasionada defensa de Sócrates al ser acusado de sofista, no es más que una distracción de las otras,
más graves, acusaciones, pues los sofistas no eran condenados a muerte en Grecia; al contrario, eran
frecuentemente buscados por los padres para ser tutores de sus hijos, por lo que Sócrates dice que no
puede ser confundido con un sofista, ya que estos son sabios (o creen que lo son), y están bien pagados,
mientras que él es pobre (a pesar de ser frecuentemente visto en las mesas de juego), y dice no saber
absolutamente nada.
La obra[editar]
La Apología se divide en tres partes. La primera, para propia defensa de Sócrates, contiene las partes
más famosas del texto, como el recuerdo de la visita que realiza Querefonte al Oráculo de Delfos y su
refutación a Meleto; la segunda parte, en la que Sócrates debe proponer una condena alternativa a la
impulsada por sus acusadores; y la tercera, donde Sócrates es condenado a muerte.
Sócrates acusa a Meleto, cuyo nombre significa "aquel al que le importa".[cita requerida] La acusación
peor que se le imputa es corromper a los jóvenes enseñándoles una versión de ateísmo, y Sócrates
clama que si Meleto está convencido, debe ser porque Aristófanes (con su obra Las nubes, escrita 24
años antes) corrompió las mentes de su audiencia, cuando ésta era joven.
A continuación, relata que un día un amigo suyo ya fallecido, Querofonte, acudió al Oráculo de Delfos
para preguntar si había alguien más sabio que él, a lo que el dios respondió que no había nadie más
sabio que Sócrates. Cuando Querefonte se lo contó, Sócrates lo tomó como una adivinanza, pues estaba
convencido de no poseer sabiduría grande o pequeña, a la vez que creía que los dioses no mentían. Así
pues, Sócrates partió en una "misión divina" para resolver la paradoja (que un hombre ignorante
pudiera ser también la persona más sabia de la ciudad), e intentó demostrar que el dios se equivocaba.
Buscando la respuesta a este problema, procedió a realizarle preguntas sistemáticamente a los políticos,
los poetas y los artesanos, para ver quién era realmente más sabio. En el proceso se da cuenta de que
los políticos son impostores; los poetas no comprendían sus propias obras, al igual que los visionarios y
los profetas no comprenden sus visiones; y los artesanos tampoco se libran de ser pretenciosos. Llega a
la conclusión de que él mismo es el hombre más sabio, porque sabe que no sabe, mientras que las
demás personas con las que hablaba creían saber, y en realidad no sabían.
Sócrates dice que estas preguntas indiscriminadas le ganaron la reputación de entrometido, pero a
partir de ahí él interpreta su misión en la vida como la prueba de que la verdadera sabiduría pertenece
exclusivamente a los dioses, y que la sabiduría humana tiene poco o ningún valor. Todo esto llevó a que
las personas consideradas sabias por la sociedad se volvieran enemigas suyas, ya que él los dejaba en
ridículo y con ello amenazaba su autoridad. Así, intenta demostrar al jurado que lo que piensan sobre él
no es verdad, ya que estas personas desde hace años hablaban mal de él con intención de dañarlo.
Una vez aclarado lo anterior, el filósofo procede a defenderse de la acusación de ateísmo, tendiendo
una trampa a Meleto logrando que éste se contradiga en su doble acusación de ateísmo y corrupción de
los jóvenes.
Para defenderse de la acusación por impiedad Sócrates apela a conceptos de la religión griega como su
daimon, que él ve como una experiencia sobrenatural, y asegura que los dioses no permiten que un
hombre bueno sea dañado por uno peor que él. En cuanto a la segunda acusación, se defiende
preguntando que si ha corrompido a alguien ¿por qué no acuden como testigos?, si han sido
corrompidos, ¿por qué no ha intercedido la familia en su beneficio?, además muchos de estos familiares
acudieron al juicio en su defensa.
Sócrates proclama no haber sido nunca un profesor, puesto que no ha impartido su conocimiento a
otros. Por esta razón no se le puede hacer culpable de lo que hacen otros ciudadanos. Para argumentar
que su insistencia en hacer preguntas es lo mejor que le ha pasado a Atenas, utiliza una metáfora en la
que él es como un tábano que mantiene despierto un caballo perezoso, que representa a la ciudad.
Por último, Sócrates no hará nada para ganarse la opinión del jurado y no tiene miedo a las
consecuencias que puedan suceder, así que confiará en la verdad. El jurado, sin embargo, lo encuentra
culpable por 281 votos a 275.
Sócrates propone un castigo que no le generará popularidad. Como se considera benefactor de Atenas,
dice que deberían participarlo en las comidas del Pritaneo, uno de los edificios que albergaba a
miembros de la asamblea. Esto era un honor reservado a atletas y otros ciudadanos importantes, por lo
tanto muchos de los presentes se ofendieron por considerarlo un acto de soberbia.
Considera después como pena el pago de una multa de una mina de plata (100 dracmas), pues no tenía
suficiente dinero para pagar una multa mayor. El jurado, considerándolo una suma muy pequeña
comparada con el castigo propuesto por la acusación, opta por la condena a muerte. Los amigos de
Sócrates, Platón, Critón, Critóbulo y Apolodoro, se disponen a aumentar la suma inicial a 30 minas, pero
la asamblea no ve esto como una alternativa, por lo que se deciden por la pena de muerte bebiendo
cicuta.
La alternativa propuesta por Sócrates enfadó al jurado. 360 votaron por la sentencia a muerte, y solo
141 votaron en favor de su propuesta. Sócrates, entonces, responde al veredicto, refiriéndose primero a
los que votan por su muerte. Afirma que no ha sido la falta de argumentos lo que ha dado resultado a su
condena, sino su repulsión por rebajarse a las habituales prácticas sentimentalistas que podían
esperarse de cualquiera que se encuentra ante una condena a muerte e insiste, de nuevo, que la
cercanía de la muerte no exime a uno de seguir el camino de la bondad y la verdad. Profetiza que
críticos más jóvenes y severos seguirán sus pasos, sometiéndoles a un examen más riguroso de sus
propias vidas. Para aquellos que votaron a su favor dice que su "daimon" no quiso detenerle en su
discurso pues consideraba que era la forma correcta de actuar. Como consecuencia, la muerte debe ser
una bendición pues, o constituirá la aniquilación (trayendo paz a todas sus preocupaciones) o una
migración a otro lugar en el que conocer las almas de gente tan famosa como Hesíodo y Homero o
héroes como Odiseo, con los que puede continuar su labor de preguntar todo.
Sócrates concluye la Apología diciendo que no guardará rencor contra los que le han acusado y
condenado, y en un acto de total confianza les pide que cuiden de sus tres hijos mientras estos crecen,
asegurándose de que estos pongan lo bueno por delante de su propio interés.
Al final de todo, Sócrates dice: "Es hora de irse, yo para morir, y vosotros para vivir. ¿Quién de nosotros
va a una mejor suerte?, nadie lo sabe, solo los dioses lo saben".