+balance de Los Pontificados en El Siglo XX.

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BALANCE DE LOS PONTIFICADOS DEL SIGLO XX

Josep-Ignasi Saranyana

Juan Pablo II invitó, en su carta apostólica Tertio Millenio adveniente (1994) a reflexionar
sobre el ministerio petrino en el s. XX. Secundando esta iniciativa se ofrece en este volumen
un balance de los papas del s. XX - que apareció originalmente en el Anuario de Historia de la
Iglesia en 1997 y como texto independiente en 1998. Aunque la historia de la Iglesia no se
reduce a la historia del Papado, cuando ha habido unos pontífices que han realizado una
actividad tan enérgica, un balance de su actividad refleja bastante bien la trayectoria de la
Iglesia a lo largo de esos cien años. En los mismos su brillante personalidad ha elevado al
primado de Pedro a altas cotas de reconocimiento y respeto social.

1. En primer lugar, León XIII y su encíclica Rerum novarum (1891), en el que presentó
la doctrina social de la Iglesia en un contexto teológico olvidado luego hasta el
Concilio Vaticano II.
2. El gobierno de San Pío X no se reduce a su actitud disciplinar contra los modernistas,
sino que buscó ante todo potenciar la renovación espiritual de la Iglesia.
3. Benedicto XV palió los efectos de la I Guerra Mundial con una notable labor
humanitaria, aunque sus esfuerzos pacificadores fueron mal interpretados. Intentó
sacar a la Iglesia de su cerco haciéndola presente en los fotos internacionales, con la
supresión del non expedit y la preparación remota de los Pactos Lateranenses. Frenó
los excesos integristas, promulgó el Código de Derecho Canónico y fue un gran
impulsor de las misiones.
4. Pío XI condenó el fascismo, el nazismo y el comunismo y su rechazo del racismo
resultó profético. Buscaba que Cristo reinase en todos los corazones. Fue el papa de
las misiones y de la Acción Católica, el que resolvió la cuestión romana, el gran
restaurador de los estudios eclesiásticos y el que apoyó la vida familiar.
5. Pío XII gobernó durante la II Guerra Mundial y la posguerra, con el holocausto judío
y el posterior acoso comunista a la Iglesia en la Europa oriental. Después de la
Humani generis, entró en una fase de estancamiento. Fue el papa acogedor de los
perseguidos durante la guerra, el que proclamó el dogma de la asunción y autor de
encíclicas eclesiológicas notables, el renovador de la liturgia y los estudios bíblicos.
6. Con Juan XXIII, que convocó el Concilio Vaticano II, hubo una profunda renovación
de la Iglesia. Vio las deficiencias de ciertas novedades y creía en la gracia que la
Iglesia poseía, expresaba y dispensaba. Fue el autor de Mater et magistra y Pacem in
terris.
7. Pablo VI reencaminó el Concilio y aplicó sus disposiciones, t que soportar la crisis
posconciliar. Inició grandes viajes pastorales e impulsó un magisterio doctrinal muy
rico. Creó el Sínodo de los Obispos y tuvo un notable impulso ecuménico.
8. Después del paso fugaz de Juan Pablo I, Juan Pablo II ha sido el pontífice de la plena
recepción del Concilio Vaticano II, con el nuevo Código de Derecho Canónico y el
Catecismo de la Iglesia Católica. Puso a punto a la Iglesia de cara al tercer milenio.
Intentó recomponer viejas heridas, impulsó la rehabilitación de algunas figuras
incomprendidas, llevó a cabo numerosos viajes pastorales, ha sido el defensor de los
débiles y un gran impulsador del ecumenismo.

Junto con un epílogo sobre sus últimos años (1998-2005), aparece un último trabajo
sobre la presencia de la Santa Sede en la comunidad internacional.
LEÓN XIII Y LA CUESTIÓN SOCIAL
Teodoro LÓPEZ

León XIII (Joaquín Pecci, 1810-1903) perteneció a una familia de la pequeña nobleza.
Ordenado sacerdote en 1837, fue Nuncio en Bélgica (1843), arzobispo de Perugia
(1846) y cardenal (1853). Nombrado camarlengo en 1877, sucedió a Pío IX en 1878.

El Papa se encontró con una sociedad en la que había habido grandes cambios, con
una nueva concepción de la sociedad y del Estado y también de la autoridad, que
chocaba con la tradición cristiana: se buscaba superar el absolutismo a través de la
separación de poderes junto con un decidido positivismo basado en el consenso social
y que rechazaba la doctrina del origen divino del poder. El progreso científico-técnico
y la igualdad y fraternidad humanas conduciría superar supersticiones y miedos
ancestrales. En ese camino hacia la libertad, la religión y la Iglesia era un obstáculo
que había que salvar. Hubo católicos conservadores que rechazaban el diálogo con las
nuevas corrientes, frente a los católicos liberales o progresistas, para quienes el
acuerdo era imprescindible. Los cristianos sociales querían dar respuestas cristianas a
los problemas de la vida social (la “cuestión social”); que mostraban las paradojas del
progreso.

León XIII dio pruebas de una cierta audacia para afrontar las espinosas cuestiones que
la Iglesia tenía pendientes en su relación con la nueva organización de la sociedad.
Para establecer un diálogo abierto y sincero comenzó por definir los elementos de la
identidad cristiana (Aeternis Patris, 1879, que pretendía una revitalización del
tomismo). Sobre la organización política, en que se chocaba con el liberalismo, para
identificar la doctrina cristiana, que fuese una plataforma común de convergencia de
criterios entre los católicos, escribió Diuturnum illud (1881, sobre el origen divino del
poder), Inmortale Dei (1885, sobre la constitución cristiana del Estado), Sapientas
christianae (1890, sobre las tareas y responsabilidades de los cristianos como
miembros de la sociedad) y Libertas praestantissimum (1888, sobre el sentido
cristiano de la libertad). Estos documentos:

- Establecieron bases firmes para una convergencia de criterios y actitudes entre


los católicos, marcando una línea doctrinal que sirvió de punto de referencia
para el magisterio posterior, y
- Permitieron a la Iglesia recuperar una presencia en la vida social.

La economía había originado nuevas estructuras de producción y de propiedad (el


capital) y un aumento de la cantidad de bienes producidos y la aparición del trabajo
asalariado, con un desigual reparto de los beneficios que mostraban las ambigüedades
del progreso, lo que dio origen a la “cuestión social”.
León XIII afrontó el problema con la encíclica Rerum novarum (1891), que no es una
mera denuncia de una situación de injusticia y donde traza las grandes líneas de
solución del grave problema con el que se enfrenta. Es un texto muy elaborado que fue
posible por el contexto doctrinal de los documentos anteriores y por la contribución de
grupos de católicos que se habían afanado en buscar soluciones a la cuestión social.

a) La necesaria aportación de la Iglesia

El papa fue consciente de la dificultad del problema y del peligro de formular


soluciones que pudieran ser manipuladas, pero estimó que callar sería faltar a su deber.
Frente al rechazo liberal a su intervención en las tareas terrenas, manifiesta que la
Iglesia no tiene el derecho sino el deber de hacerlo porque saca del Evangelio las
enseñanzas para resolver el conflicto o limar sus asperezas. Su fuente primordial no es
el derecho natural, sino la Revelación, de la que brota una antropología trascendente
que valora la realidad social. Su perspectiva teológica fue recuperada por el Concilio
Vaticano II (Gaudium et spes) y culminó en Juan Pablo II (Sollicitudo rei socialis).

Su aproximación teológica le permitió enjuiciar el problema y alumbrar soluciones


con un profundo realismo, que cuenta con la condición humana consecuente al pecado
original. Nunca ha habido una sociedad perfecta que haya implantado una justicia
plena y definitiva y tampoco una tan corrompida que no haya sido susceptible de
reformas. Por eso la búsqueda de soluciones a la injusticia es una tarea moral
permanente. La teología del pecado original y de la Redención aportan la solución a
los problemas de la sociedad el realismo que ha guiado la enseñanza de la moras social
cristiana. Los problemas tenían una dimensión económica y también ética.

Si frente al liberalismo tuvo que justificar el porqué de su intervención, frente a los


socialistas hubo que explicar el sentido y alcance de las soluciones propuestas. No
olvidaba la importancia de la caridad, pero no se mostró partidario de la lógica
asistencialista ni de una estrategia de fraternidad cristiana, sino que era partidario de
una estrategia socio-política global.

b) Protagonismo de la sociedad

Uno de los principios de la doctrina social de la Iglesia es la afirmación de la persona


sobre la sociedad y de ésta sobre el Estado. León XIII apoyó una sociedad bien dotada
de estructuras intermedias como cauce para el protagonismo y la responsabilidad de
las personas en la vida social, en la que el Estado tenía un papel subsidiario. Se trataba
de potenciar estos grupos (la familia, las asociaciones en la economía, la cultura y la
sociedad) respetando su autonomía, dentro de las exigencias del bien común.

Apela a la responsabilidad de los trabajadores y empresarios, reivindicando el respeto


al derecho de asociación, que expresa y hace posible el ejercicio de la libertad y de la
responsabilidad. Con esta defensa de la libertad está ligado el derecho a la propiedad.

c) Libertad y solidaridad
León XIII subrayó el valor irrenunciable de la libertad en la vida social y advirtió de
sus riesgos cuando no es correctamente entendida. El remedio a la cuestión social no
es ni la pretensión liberal de una libertad absoluta ni la búsqueda socialista de una
justicia que implicase su renuncia. Rechaza el simplismo de una solución que olvida
que la justicia pasa por el respeto a la dignidad de la persona. Los intereses
contrapuestos en las relaciones entre capital y trabajo no se superan con la libre
concurrencia ilimitada ni la violencia de la lucha de clases, sino por la armonía y la
solidaridad como vía de solución para los conflictos. La solidaridad es compatible con
la defensa de los legítimos intereses individuales, pero supera la actitud de quien
absolutiza la búsqueda del interés propio al que intenta subordinar lo demás. Esta
apelación a la solidaridad es una clara expresión de la preocupación de la Iglesia por
los más débiles.

d) Algunos puntos concretos

- La propiedad: el derecho de propiedad privada es un derecho natural que


brota y expresa la dignidad de la persona y una institución que sirve a la
persona, a la familia y a la sociedad, con argumentos más antropológicos que
los meramente utilitaristas de Santo Tomás. No es un derecho absoluto, pues
está unido al principio del destino universal de los bienes, subordinado al
derecho común.
- El papel del Estado en la vida económica: no cabe una pretendida
neutralidad en la economía, ayudando a los más débiles. Debe actuar creando
cauces eficaces para la solidaridad y debe aceptar sus limitaciones respetando
el principio de subsidiariedad, con lo cual respeta la igualdad y la libertad
- El rechazo al socialismo por su error antropológico: el rechazo de la
propiedad privada dificulta el ejercicio real de la libertad; considera al hombre
como un mero elemento del mecanismo social, que pierde su capacidad de
iniciativa; se construye sobre un concepto simplista de la igualdad y socaba los
cimientos de la fraternidad. La paz se edifica sobre la justicia y el camino no es
la lucha de clases.

e) Síntesis final

León XIII inicia un camino continuado por el Magisterio del s. XX, que conmemoró
los aniversarios más significativos de su publicación con importantes documentos que
señalan sus grandes beneficios para la solución del problema en un momento concreto
y recordando su vigencia permanente en cuanto a la solución de los conflictos en la
vida social: los principios sociales católicos han pasado a ser patrimonio de toda la
sociedad (Quadragesimo anno), verdadera suma de la doctrina católica en el campo
económico y social (Mater et magistra) cuyo mensaje sigue inspirando la acción en
favor de la justicia (Octogesimo anno), que le dio carta de ciudadanía a la Iglesia en
las realidades de la vida pública (Centessimus annus y antes Laborem exercens).
SAN PÍO X Y LA RENOVACIÓN DE LA VIDA CRISTIANA
Enmanuel CABELLO

San Pío X (José Sarto1835-1914), nacido en una familia humilde, ocupó todos los
cargos posibles para un sacerdote: vicario parroquial, párroco, canónigo, obispo de
Mantua, patriarca de Venecia y cardenal. Su primera encíclica (E supremi apostolatus,
1903), en la línea de Pío IX y de León XIII parte de la idead de que la sociedad
abandona a Dios y se encaminaba hacia el desastre, por lo que era necesario instaurare
omnia in Christo, mediante la formación de los sacerdotes, la enseñanza de la doctrina
y la formación de asociaciones convenientes.

En su encíclica Acerbo nimis (1905) hace un diagnóstico severo de la ignorancia


religiosa, causa del mal que padecía la religión. No sólo era necesaria la predicación,
sino también la catequesis, para lo que dictó medidas prácticas. Además se buscó
asegurar la recta formación sacerdotal: recordó la importancia de Sto. Tomás y orientó
el estudio de la Sagrada Escritura, mediante las letras apostólicas Scripturae Sanctae,
donde precisa el cometido de la Pontificia Comisión Bíblica creada por León XIII
(1904) y Quoniam in re, que fijó el plan de estudios bíblicos en los seminarios (1906).

En la exhortación Haerent animo (1908) trazó un programa preciso de modelo de vida


sacerdotal: identificación con Jesucristo, especialmente en la Misa, vida de oración,
lectura espiritual, exámenes de conciencia, retiros y ejercicios espirituales, celo por la
salvación de las almas. Un ejemplo concreto era el Cura de Ars, beatificado en 1904.

Invitó a los fieles a recibir frecuentemente la Eucaristía, borrando los restos de


jansenismo en la Iglesia, al recordar que para recibirla sólo es necesario estar en gracia
(decreto Sacra Tridentina Synodus, 1905) y adelantó la primera comunión a la edad
del uso de razón (decreto Quam singulari, 1910). Impulsó la restauración del canto
gregoriano y reglamentó el uso de la polifonía (motu proprio Tra le sollicitudini, 1903)
y reformó el breviario (constitución Divino afflatu, de 1911).

Para evitar situaciones como las del cónclave de 1903, con el veto austriaco al
cardenal Rampolla, prohibió que cualquier participante en la elección papal se hiciera
portavoz de los intereses de las potencias civiles, y dotó de mayor libertad a los
electores y al futuro papa. Reformó la curia (1908) e instituyó también una comisión
cardenalicia para preparar un Código de Derecho Canónico, que culminó en 1917.
El conflicto con Francia llevó a la suspensión del concordato, la ruptura de relaciones
diplomáticas y la separación de Iglesia y Estado (1905). El Estado se incautó de los
edificios religiosos y las Órdenes religiosas perdieron el derecho a enseñar. En
Portugal, la República proclamada en 1910 laicizó la enseñanza, expulsó a los
religiosos, confiscó los bienes eclesiásticos y rompió relaciones diplomáticas con la
Santa Sede. En España se bloqueó la implantación de nuevas órdenes religiosas
mientras no se elaborarse una nueva ley de asociaciones (“Ley del candado”). San Pío
X adoptó una posición firme, sin aceptar compromisos que afectaran a la
independencia de la Iglesia aunque supusiese pérdidas materiales.

Frente al ultramontanismo integrista, que rechazaba la cultura secularizadora, el


catolicismo liberal buscaba una acomodación con el mundo moderno. Fue el caldo de
cultivo del modernismo, que designó a un grupo de estudiosos que querían reaccionar
ante el subdesarrollo católico en exégesis (Loisy) y estudios históricos (Duchesne) y
unos pocos filósofos y teólogos que deseaban expresar la fe en las categorías del
pensamiento de la época (Tyrrel, Laberthonnière, Hérbert), además de otros que
buscaban renovar la pastoral y la actitud de la Iglesia ante el mundo. El detonante de la
crisis fue la publicación del libro de Loisy L’Evangile et l’Eglise (1902), que quería
responder a Harnack: afirmó que Jesús no quiso fundar la Iglesia y no quedaba claro si
había tenido conciencia de su divinidad. Fue condenado por el arzobispo de París, que
pidió la intervención de León XIII, que murió antes de pronunciarse. San Pío X, como
patriarca de Venecia, conoció las tesis y las reprobó. Ya papa, varias obras fueron
puestas en el Índice. En 1907 se publicó el decreto Lammentabili, que condenó 65
proposiciones referentes a la autoridad del Magisterio de la Iglesia, la inspiración e
historicidad de la Sagrada Escritura, nociones fundamentales sobre la Revelación, el
dogma y la fe, cristología, sacramentos y la Iglesia. Meses más tarde, la encíclica
Pascendi sintetizó las ideas modernistas en un cuerpo orgánico de doctrina y señaló su
raíz (la filosofía agnóstica), afirmando que sus tesis son inaceptables y mostrando las
disposiciones morales origen de tales errores (la curiosidad y la soberbia),
proponiendo como medidas concretas la atención a los seminaristas, la necesidad del
imprimatur y la instauración de un consejo de vigilancia en cada diócesis. En 1910 se
hizo obligatorio prestar un juramento antimodernista a los clérigos que ejerciesen el
ministerio eclesiástico o trabajasen directamente al servicio de la Iglesia.

En cuestiones bíblicas, la Pontificia Comisión Bíblica continuó publicando respuestas


sobre puntos controvertidos que frenaron la investigación mejor intencionada. En 1914
recalcó la importancia del tomismo en los estudios de Filosofía y Teología en los
seminarios y Facultades eclesiásticas.

En Italia fue muy escéptico sobre las posibilidades de éxito político del movimiento
político italiano. No levantó el non expedit, pero en 1913 autorizó a votar a liberales
modernos. En la encíclica Il firmo propósito (1905) expresó el carácter
primordialmente religioso de la acción de los católicos, colaborar con la jerarquía para
volver a introducir a Cristo en la sociedad. En Francia chocó con Le sillon, cuyo ideal
humanitario se deslizó hacia un radicalismo utópico, al tiempo que reivindicaba su
autonomía hacia la autoridad eclesiástica. Ambas estaban relacionadas con los
modernistas al querer un cambio interior de la Iglesia para adaptarla a los tiempos
modernos y su inspiración católica inicial peligraba cuando buscaba bajar al terreno
político

Abrumado por el dolor al estallar la I Guerra Mundial, falleció el 21 de agosto de


1914. Fue beatificado en 1951 y canonizado en 1954.

BENEDICTO XV: UN PAPA ENTRE DOS MUNDOS


Federico M. REQUENA

El cardenal arzobispo de Bolonia Giacomo de la Chiesa fue elegido papa para suceder
a san Pío X y adoptó el nombre de Benedicto XV. Nacido en el seno de una familia
ilustre y con amplia formación jurídica y diplomática, fue discípulo del cardenal
Rampolla en la nunciatura de Madrid y en la secretaría de Estado. Era arzobispo desde
1907 y cardenal desde unos meses antes de acceder al Papado. Murió en 1922. Era
neutral en política internacional y moderado en la polémica antimodernista. Accedió al
papado cunado Europa estaba en guerra y en un mundo en el que se difundía el
nacionalismo y el socialismo, con un crecimiento de las desigualdades y del
colonialismo. La Iglesia se recuperaba de los ataques anticlericales y de la crisis
modernista y empezaba a ser universal en sus dimensiones geográficas.

En la encíclica Ad beatissimi (1914) hizo un diagnóstico de las causas de los males


presentes y ofrecía soluciones. Aquellas eran el abandono de las normas y prácticas de
la sabiduría cristiana, por la absolutización de los bienes materiales. Critica el racismo,
el nacionalismo y el socialismo. La solución estaba en insuflar valores sobrenaturales
que contrarrestasen el materialismo y lograsen que imperase la ley de la caridad. La
Iglesia debe conseguir la unidad para poder llevar a cabo su misión.

El objetivo prioritario del Papa fue buscar la paz desde la más absoluta neutralidad,
porque los católicos combatían en ambas partes y buscaba evitar el aumento de la
división entre ellos, y que no significaba pasividad. Intentó mantener la neutralidad de
Italia (1915) e hizo múltiples llamamientos a la paz.

En su carta de 1 de agosto de 1917 propuso la reducción del armamento, la institución


de un arbitraje universal, sanciones para los Estados que no respetasen los acuerdos,
libertad de circulación marítima, condonación recíproca de las deudas de guerra,
abandono de Bélgica y devolución de los territorios franceses por Alemania, que
recuperaría sus colonias, solución de cuestiones territoriales según las aspiraciones de
los pueblos. Los Aliados lo interpretaron como un intento de salvar las potencias
centrales y estos le acusaron de escuchar solo a aquellos. La causa del fracaso fue la
falta de voluntad de los contendientes par llegar a un acuerdo de paz.
El papa se centró en promover más intensamente la asistencia a las poblaciones
afectadas por la guerra, mediante una agencia de información sobre prisioneros de
guerra, la colaboración en la búsqueda de desaparecidos, el intercambio de prisioneros
y la ayuda a las minorías desprotegidas y las poblaciones más castigadas.

El fin de la guerra produjo un nuevo mapa de Europa, con problemas económicos,


crisis sociales, auge del nacionalismo, desaparición del optimismo prebélico y con una
Sociedad de Naciones hipotecada. La Santa Sede fue apartada del diseño del nuevo
mundo, pero el papa señaló en su carta Pacem Dei munus (1920) los peligros del
revanchismo y del nacionalismo exacerbado. Para calmar los ánimos decidió revocar
la prohibición a los jefes de Estado católicos de visitar en Roma al rey de Italia.

La actividad diplomática fue intensa: reanudación de relaciones con Francia (1821),


pasos hacia la solución de la cuestión romana- con la abolición del non expedit en
1919 y la aparición del Partido Popular italiano- y establecimiento de relaciones con
nuevos Estados.

Ante el modernismo, renovó las condenas de San Pío X y mantuvo sus normas
disciplinares, pero también se opuso al integrismo, disolviendo el Sodalitum pianum
(1921). Para potenciar la formación del clero creó la Congregación de Seminarios y
Universidades (1915) y potenció las ciencias eclesiásticas, invitando a estudiar la
Biblia para descubrir su verdadero sentido (Enc. Spiritus Paraclitus, 1920). Impulsó el
asociacionismo católico y culminó los trabajos del Código de Derecho Canónico
(1917).

Otro de sus afanes fue potenciar la actividad misionera desligándola de los intereses
ajenos a la Iglesia, distinguiéndola del colonialismo (Enc. Maximum illud, 1919)
indicando a los misioneros que tenían que respetar las culturas autóctonas y promover
el clero autóctono. Sensible hacia Oriente, creó una Congregación para las Iglesias
Orientales y fundó el Instituto Oriental (1917). Extendió a toda la Iglesia la octava de
oración por la unidad de los cristianos, pero rechazo el ecumenismo de signo
protestante. En la vida religiosa se preocupó por la predicación, impulsó la devoción al
Sagrado Corazón y dispuso que el día de difuntos cada sacerdote pudiera celebrar tres
misas.

Murió en 1922. Tuvo un pontificado relativamente breve e incomprendido por la


mayoría de sus contemporáneos que va siendo rehabilitado. Sus llamadas a la paz
fueron desoídas, per hay que destacar la defensa de la autonomía del magisterio
eclesiástico contra las tendencias a instrumentalizarlo y su tarea humanitaria. En el
interior de la Iglesia su gobierno fue fecundo. La renovación católica con Pío XI y Pío
XII estaba trazada con Benedicto XV.
EL DIFÍCIL PONTIFICADO DE PÍO XI

José ESCUDERO IMBERT

Pío XI (que había sido director de la Biblioteca Vaticana, nuncio en Polonia y


arzobispo de Milán) se convirtió en papa en 1922, un papa al que le inquietaban los
nacionalismos exacerbados y la desazón de los espíritus.

En su encíclica Ubi arcano (1922) expuso que los males sociales se debían al
alejamiento de Dios y de Jesucristo por la sociedad. La solución estaba en realizar la
paz de Cristo en el reino de Cristo. Como remedio al laicismo instituyó la fiesta de
Cristo Rey (1925), con un fuerte sentido antinacionalista y de conquista espiritual para
devolver el mundo al Rey de las naciones, ofreciendo a los católicos un proyecto
fundamental y permanente de vida cristiana: la coherencia de una fe viva que se
tradujeras en obras, la aplicación del Reino de Cristo a las realidades concretas.

Para ello estimuló la Acción Católica, por la que los laicos podían hacer llegar la
acción santificadora de la jerarquía a los ambientes donde el clero no podía
introducirse directamente. La apoyó a expensas de los partidos católicos (el Parido
Popular italiano y el Zentrum alemán. Era una acción social porque promovía el reino
de Cristo en la sociedad tratando de orientar la solución de sus problemas según los
principios cristianos. Reorganizó la Acción Católica italiana con una estructura clásica
unitaria y respaldó la JOC creada por Cardijn en Bélgica.

Promovió mucho las misiones, para disociarlas de las potencias coloniales – para lo
que centralizó su organización, trasladando a Roma la Obra de la Propagación de la Fe
y creando el Domund- y promoviendo el clero indígena, ordenando los primeros
obispos chinos (1926), japoneses y vietnamitas. Proclamó patrona de las misiones a
Santa Teresita, alentó la vida contemplativa en tierras de misión y creó varias
Facultades de Misionología. Buscó un mayor conocimiento mutuo con los cristianos
orientales, pero fue suspicaz hacia el ecumenismo, condenando el “pancristianismo”
(1928).

También tuvo una intensa política concordataria para obtener un marco jurídico y una
garantía internacional para la libertad de la misión de la Iglesia en los estados, libertad
en el ejercicio de su jurisdicción espiritual, en la enseñanza de la doctrina, en los
sacramentos y el culto. Incluso los firmados con los estados totalitarios los
concordatos fueron puntos de referencia para las denuncias de la Santa Sede y fueron
un instrumento de resistencia al totalitarismo.

Un punto importante fue la firma de los Pactos de Letrán con Italia (1929): Italia
reconocía el Estado de la Ciudad del Vaticano y la santa Sede renunciaba a los Estados
Pontificios y reconocía el reino de Italia y a Ramona como su capital. Italia compensó
a la Santa Sede con una fuerte indemnización. El concordato- que duró hasta 1984-
concedió particulares privilegios al catolicismo (matrimonio, enseñanza religiosa…).
La encíclica Rerum omnium (1923) con motivo del tercer centenario de la muerte de
San Francisco de Sales fue una llamada a la conversión y a la vida interior, enlazando
con sus llamadas a la santidad, manifestada en las beatificaciones y canonizaciones,
como la de Santa Teresa del Niño Jesús.

A partir de 1929-1930 su pontificado adquirió un nuevo rumbo, manifestado en sus


grandes documentos. Sobre la educación cristiana de la juventud publicó Divini illius
Magistri (1929), para oponerse a las pretensiones fascistas en este terreno, afirmando
los derechos educativos de la familia, la Iglesia y el Estado, rechazando la educación
sexual escolar y la coeducación, la escuela neutra y la mixta. Buscó promover una
espiritualidad familiar con la Casti connubii (1930) y se preocupó por la formación del
clero, con la Constitución apostólica Deus scientarum Dominum (1931), fijando el
plan de estudios de los seminarios y elevando los requisitos para la obtención de
grados, al tiempo que expuso la doctrina clásica sobre le matrimonio con la encíclica
Ad catholici sacerdotii (1935). En el período de entreguerras la teología se renovó,
especialmente en misiología, el encuentro con la teología oriental y la literatura
espiritual.

Se preocupó también de la Doctrina Social de la Iglesia con Quadragessimo anno


(1931), alejándose del individualismo y del colectivismo y precisando la doctrina
sobre la función social de la propiedad, el concepto de justo salario y de salario
familiar, el sindicalismo separado y la participación de los trabajadores en la
propiedad de la empresa, declarando la incompatibilidad cristina con el marxismo.
Propuso la constitución de cuerpos profesionales, que debían relacionarse con los
poderes públicos según el principio de subsidiariedad, indicando el peligro de que el
corporativismo pudiese servir a intereses políticos particulares más que a la búsqueda
de un mejor estado social, señalando posteriormente que las soluciones técnicas no
eran competencia de la Iglesia (Divini Redemptoris, 1937)

Aunque hubo síntomas de simpatía por regímenes autoritarios como Portugal y


Austria, no aceptaba la supremacía de la colectividad sobre la persona, la familia y a
Iglesia. Con el tiempo Pío XI se dio cuenta que la Iglesia estaba más protegida por los
regímenes democráticos. Un ejemplo fue la condena de Action française (1926), un
movimiento nacionalista, monárquico y antidemocrático para cuyo líder, Charles
Maurras, positivista ateo y antiliberal, la religión católica solo era una pieza de su
estrategia, como un instrumento de los intereses del Estado. Sus obras fueron puestas
en el Índice (1926) pero la actitud papal fue contestada en ciertos ambientes eclesiales.
Pío XI rechazaba su neopaganismo – el nacionalismo como una nueva religión- y la
exaltación de la razón de Estado, su naturalismo positivista y su nacionalismo
exacerbado. En 1937 publicó sus encíclicas sobre el comunismo, el nazismo y la
persecución mexicana.

Con la URSS intentó la vía diplomática y una labor de beneficencia, pero en 1923
comenzaron los ataques a la Iglesia Católica y aquella se cerró en 1927. Sus
advertencias contra el comunismo se multiplicaron hasta la encíclica Divini
Redemptoris, manifestando que un católico no podía colaborar con el comunismo por
su perversidad, exponiendo una respuesta doctrinal al mismo, señalando sus errores
antropológicos.

Pío XI consideró el anticatolicismo del gobierno mexicano como expresión del


comunismo. Junto a la firmeza doctrinal aconsejó la oración y el desarrollo de la
Acción Católica, pero no evitó las guerras cristeras (1927 y 1934), separadas por los
arreglos de 1929, con los que el culto pudo recomenzar, aunque la persecución se hizo
más insidiosa hasta la época de Lázaro Cárdenas, cuñado comenzó cierto clima de
distensión que duró hasta los años 90 (1938), que fue precedido por la encíclica
Firmissimam constantiam, en la que condenó toda insurrección violenta y afirmaba la
lícita defensa legítima al tiempo que proseguía con su voluntad e promover la Acción
católica.

El anticlericalismo republicano español de 1933 fue objeto de la encíclica Dilectisisma


nobis (1933). La persecución desencadenada en 1936 motivó muchas notas de protesta
hasta que en diciembre el representan del Vaticano en Madrid tuvo que dejar España.
Al mismo tiempo no era bien visto el Alzamiento, por su cercanía al nazi-fascismo,
por lo que no reconoció el régimen de Franco hasta 1938.

Las relaciones con el fascismo italiano pasaron por dificultades por la crisis de 1931,
ante la persecución de la Acción Católica juvenil, denunciando en la encíclica Non
abbiano bisogno (1937) lo que había de incompatible con la doctrina católica y
denunciando la estadolatría pagana. En 1938 condenó las medidas racistas del
régimen. Con ello se formó un antifascismo católico de motivaciones religiosas.

El nazismo manifestó un inicial cercamiento a la Iglesia, que llevó a la firma del


concordato en 1933 para evitar posibles situaciones violentas. Aunque se daban
garantías jurídicas a la profesión de la fe y al ejercicio de la jurisdicción eclesiástica, a
la educación católica y a la libertad de las congregaciones religiosas, a partir de 1935
se desencadenó una campaña contra el clero y las asociaciones católicas. La Iglesia fue
la única institución que no estuvo inerme ante el nazismo y en 1937 se publicó la
encíclica Mit brenneder Sorge –Con ardiente inquietud-, burlando el control nazi,
como estímulo moral para los católicos en la hora de la prueba, rechazando el
panteísmo y la divinización de la raza y denunciando las trabas a la vida cristiana y las
violaciones contra la moral católica, especialmente en la educación juvenil.

Los nazis reaccionaron con violencia, encarcelando a numerosos sacerdotes,


disolviendo las organizaciones católicas y la escuela confesional. A partir de entonces
arrinconó su polémica con el comunismo y se centró en la denuncia de los peligros de
la ideología nazi, lamentando las contemporizaciones de las potencias libres, aunque
no se culminó la publicación de una encíclica sobre la unidad del género humano cuyo
texto se pidió al jesuita americano John LaFargue.

Pío XI vislumbró la amenaza que se avecinaba, pero careció de tiempo y medios para
hacerse escuchar. Fue un hombre fuerte para tiempos fuertes.
El PAPA PÍO XII
José ORLANDIS

Pío XII fue el primer papa nacido en Roma desde Clemente XII (1670-1676). Su
romanidad y la vinculación familiar a la Santa Sede y la huella de su estancia en
Alemania son los rasgos de su personalidad

Su pontificado inicial estuvo marcado por la II Guerra Mundial. Fueron inútiles sus
esfuerzos para evitar la guerra y luego la entrada de Italia en la misma (1940).
Mantuvo una estricta neutralidad e hizo lo posible por la paz, desarrollando una
ingente obra humanitaria y caritativa y erigiéndose en defensor civitatis de Roma
durante el dominio nazi (1943-1944), l tiempo que protegía a la comunidad judía.

Después de 1954 se inició la guerra fría y la persecución religiosa en Europa oriental y


China. Pío XII alentó la participación católica en la vida pública de las democracias
occidentales y la creación de partidos de inspiración cristiana. En sus relaciones con
gobiernos autoritarios se guió por su respeto a los grandes principios de la ética
cristiana y la libertad de la Iglesia. Vio con complacencia el movimiento de unidad
europea promovido por los católicos Adenauer, Schumann y De Gasperi.

La Iglesia ofrecía una imagen de solidez y coherencia, con un Papa reinante y


gobernante, encargándose directamente desde 1944 de los negocios públicos de la
Iglesia. Fue un papa innovador con la internacionalización del colegio cardenalicio
(1954) y sus medidas litúrgicas –reducción del ayuno litúrgico, posibilidad de cumplir
con el precepto dominical el sábado por la tarde, la reforma de la liturgia de la Semana
Santa. En 1947 erigió el Opus Dei en instituto secular y en 1950 le concedió la
aprobación definitiva, permitiendo la admisión de personas casadas y la adscripción de
Sacerdotes diocesanos a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, al tiempo que
autorizaba que hubiese cooperadores no católicos.

El ejercicio de su magisterio se centró sobre todo en la proclamación del dogma de la


Asunción (1950) y mediante sus encíclicas Summi Pontificatus (1939), Mystici
corporis sobre la Iglesia como Cuerpo de Cristo siguiendo a San Pablo (1943) y
Divino afflante Spiritu (1943), que impulsó la exégesis católica.

En 1950 con la Humani generis (1950) taró de salir al paso de doctrinas que
amenazaban la doctrina católica, con referencia a nuevas corrientes teológicas (Le
Saulchoir y Lyon-Fourviére) – con su inclinación hacia el dato positivo de las fuentes,
el recurso a los Padres griegos, la atención al entorno histórico y el ecumenismo,
defendiendo la capacidad de la razón para conocer la verdad y el valor de las fórmulas
dogmáticas y demandando el respeto a los términos consagrados por la tradición
teológica- -y labores pastorales – el fenómeno de los cura obreros, con su influencia
marxista y la secularización de buena parte cuando se les prohibió el trabajo, en 1954-
que se dieron sobre todo en Francia.
Ante la descolonización hizo hincapié en los derechos de los pueblos a la
independencia y apoyó las misiones (Evangelii praecones, 1951, y Fidei donum,
1957), al promover la jerarquía autóctona y la prosecución del esfuerzo misionero. En
América promovió la cooperación entre los episcopados, con la fundación del
CELAM. Trató numerosos problemas de actualidad en sus alocuciones o
radiomensajes, en especial sobre la familia, el ejerció de la profesión y os deberes de
los católicos en la vida pública. También fue grande su interés por intensificar el
diálogo fe-ciencia.

Falleció en 1958, tras un gobierno de 19 años.

JUAN XXIII (1958-1963)

Primitivo TINEO

Ángel José Roncalli nació en Sotto il Monte (Bérgamo) en 1881, en el seno de una
familia humilde. Fue ordenado sacerdote en 104. Fue capellán militar en la I Guerra
Mundial. En 1925 comenzó su carrera diplomática, en Bulgaria (hasta 1935) y ante
Grecia y Turquía, hasta ser nombrado nuncio en Francia en 1944. Allí consiguió que
solo tres obispos perdiesen su sede por colaboracionistas y se enfrentó a la cuestión de
los sacerdotes obreros, que surgieron en 1943 junto con la Misión de París. El futuro
papa veía las deficiencias de las estructuras pastorales, pero creía en la gracia que la
Iglesia poseía, expresaba u dispensaba. En 1951 se prohibió reclutar nuevos sacerdotes
y obreros y ya en 1959 se ordenó el cese de su trabajo por su incompatibilidad con el
sacerdocio. Se tuvo que enfrentar también a nuevas experiencias litúrgicas y a las
polémicas entre revistas progresistas e integristas. En 1953 fue creado cardenal y
patriarca de Venecia.

Elegido el 28 de octubre de 1958, nombró secretario de Estado al cardenal Tardini.


Internacionalizó la curia al promocionar a cardenales no italianos y nombrar otros
nuevos, entre ellos Montini, de diferentes países y órdenes religiosas. Los obispos
suburbicarios pasaron a ser residenciales y los cardenales diáconos ascendieron al
episcopado (1962). Hizo repetidas salidas a Roma e Italia. Desde el principio tuvo
presente la unión de los cristianos y de la paz del mundo.

El 29 d enero de 1959 anunció la convocatoria de un sínodo para Roma y de un


concilio ecuménico para reformar la vida interior y poner al día el Código de Derecho
Canónico. En junio publicó su encíclica Ad Petri cathedram, sobre la unidad esencial
del mundo, ligada al fin pastoral de la Iglesia. El sínodo se celebró en 1960. En 1961
promulgó Mater et magistra, insistiendo en la misión de la Iglesia que debe
transformar la ciudad terrestre porque el amor de Cristo y el de los hombres entre sí
tienen una raíz común.
El 11 de octubre de 1962 se inauguró el Concilio Vaticano II, al que precedió su viaje
a Asís y Loreto. Desde la primera sesión se notó que la asamblea manifestó su
autonomía y se negaba a avalar las decisiones de la Curia. El papa nombró un tercio de
los miembros de las comisiones, restableciendo el equilibrio de las diversas tendencias
y procuró que las naciones que no contaban con ningún electo dispusieran de algún
representante. El desacuerdo ante el esquema sobre liturgia hizo que ordenase la
retirada del esquema curial y la constitución de una comisión mixta presidida por
Ottaviani y Bea.

El 11 de abril de 1963 publicó Pacem in terris, en la que expuso la dignidad y destino


espiritual del mundo, el valor místico del compromiso temporal de los hombres, todos
rescatados por la sangre de Cristo y autonomía de los planos espiritual y temporal.
Poco tiempo después, el 3 de junio murió.

Las directrices de su gobierno fueron la preocupación por la familia cristiana, por el


santo rosario, el mundo del trabajo (Mater et magistra, a los 70 años de la Rerum
novarum), las misiones (Princeps apostolorum, de 1959, sobre el momento misional,
la jerarquía y el clero locales, la formación, el laicado y el apostolado misional seglar),
la Acción católica y el espíritu sacerdotal (Sacerdotii nostri primordia, de 1959,
centenario de la muerte del cura de Ars, sobre la santidad sacerdotal para la
renovación constante y necesaria de la Iglesia).

Juan XXIII deseaba la renovación eclesial, pero no la relajación de la disciplina


interna. Su personalidad estuvo por el espíritu de la casa paterna y por sus educadores
espirituales, con una espiritualidad tradicional. Admiraba a San Pío X, pro tenía una
visión de más amplios horizontes y buscó siempre un mundo mejor. Todo su anhelo
fue ser un buen pastor. Fue beatificado en el año 2000. Su fiesta es el 11 de octubre,
aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II.
JUAN BAUTISTA MONTINI, UNA VIDA PARA EL PAPADO
José Luis GONZÁLEZ NOVALÍN

Juan Bautista Montini nació en Concesio, en la región de Brescia, en 1897, hijo de un


abogado católico que colaboró en el Partido Popular de don Sturzo y sufrió las
represalias del fascismo. Su infancia se destacó por su mente sana y un cuerpo
enfermizo. Ordenado sacerdote en 1920, fue consiliario de la Federación de
Universitarios Católicos (1925-1933). En 1937 fue nombrado sustituto de la Secretaría
de Estado, trabajando para Pío XI y Pío XII, del que fue sustituto de la secretaría de
Estado y pro-secretario para los Asuntos Ordinarios (1952). Con éste fue un valioso
colaborador literario para sus discursos sobre la paz ante la inminente guerra y sus
coloquios con las personas más influyentes de la política europea. En la posguerra se
vio expuesto a persistentes ataques como presunto eclesiástico progresista.

En 1954 fue nombrado arzobispo de Milán. Aunque carecía de experiencia en la


pastoral de una diócesis como aquella, se insertó pronto en la serie de excelentes
prelados de la sede milanesa como obispo pastor. Inició la visita pastoral a la diócesis,
convocó una gran misión (1957) sobre la paternidad de Dios, con una exhortación
didáctica y convincente y se preocupó por el mundo del trabajo y la cultura. Fue
nombrado cardenal en 1958.

Fue elegido papa el 21 de junio de 1963. Su discurso se centró en el diálogo entre la


Iglesia y el mundo, como puso de manifiesto en su encíclica Ecclesiam suam (1964).
En septiembre inauguró la segunda convocatoria del Concilio. Se propuso respetar la
libertad de los Padres, sin renunciar a ser uno de ellos y, como obispo de Roma,
presidente de la asamblea. Se mantuvo en su línea milanesa de moderada reforma.
Intervino para poner fin al debate sobre la colegialidad, añadiendo la nota que
reafirmaba el primado y la independencia papal dentro del colegio episcopal, cediendo
a instancias de la minoría. Moderada pero decisiva fue su intervención en la redacción
de Gaudium et spes y en la aceptación por un buen número de Padres de la declaración
Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa. Actuó con independencia al proclamar
a la Virgen María como madre de la Iglesia significando que la celebración conciliar
no ponía cortapisas al ejercicio de su magisterio ordinario y que el ecumenismo no
equivalía a un oportunismo que pudiera anegar la normal expresión de la doctrina
católica.

Pablo VI aprovechó el concilio como plataforma de su programa y como punto de


convergencia de su actividad durante varios años. Un fruto temprano fueron sus viajes
en 1964 (Tierra santa y la India), 1967 (Fátima y Turquía), 1968 (Bogotá), 1969
(Ginebra y Uganda) y varios países de Asia y Oceanía (1970), que eran la salida del
pastor universal al encuentro del mundo.
Entre tanto su actividad se proyectó sobre los organismos encargados de interpretar los
decretos conciliares y de aplicar su reforma: creó los secretariados para los no
cristianos (1964) y los no creyentes (1965), el consejo para los Laicos y la comisión
Iustitia et pax (1967), instituyó el sínodo de los obispos y suprimió el Índice de libros
prohibidos (1965) y reformó la curia (1967), la corte papal (1968) y el cónclave (1970
y 1975). El Sínodo fue el instrumento visible de la participación de los obispos en el
gobierno central de la Iglesia. Además fueron impulsadas las conferencias episcopales.

La gloria y la cruz papales las encontró en su magisterio, debido a la secularización


interna de la Iglesia. Sus primeras encíclicas fueron bien recibidas, destacando
Ecclesiam suam (1964) y Populorum progressio (1967), pero la tensión creció con su
encíclica Sacerdotalis coelibatus (1967) y Humanae vitae (1968). De sus otros
documentos destaca la exhortación Evangelii nuntinadi (1975).

De mentalidad democrática heredada de su padre, rechazó el comunismo ateo y el


fascismo totalitario. Colaboró de buen grado con el democristiano De Gasperi, La
Iglesia redujo su apoyo a la Democracia Cristiana desde los años 60, al tiempo que
esta afirmaba su independencia frente a eventuales injerencias eclesiales. Pablo VI
optó por medidas indirectas de apoyo: la renovación de los cuadros dirigentes de la
Acción Católica, de la presidencia de la CEI y de la parte más representativa del
episcopado italiano. Las relaciones con España atravesaron momentos muy difíciles,
porque el franquismo no era de su agrado, como mostró con su petición de gracia para
el anarquista Jorge Conill (1962) y de la renuncia al privilegio de presentación de
obispos. Otros asuntos polémicos fueron la asamblea conjunta, el caso Añoveros, el
silencio ante el atentado contra Carrero Blanco, su protesta por la ejecución de cinco
terroristas en 1975…

Murió el 6 de agosto de 1978 en Castelgandolfo.


JUAN PABLO I Y JUAN PABLO II: EN LOS UMBRALES DEL TERCER MILENIO

Enrique DE LA LAMA

1. Juan Pablo I, una esperanza truncada


Juan Pablo I fue elegido en uno de los cónclaves más breves de la historia
Profundamente admirador de Pablo VI, era un hombre amable, de decidida vocación
catequística, con fuerte sentido pastoral y gran cultura, que afronto la crisis
posconciliar en su diócesis de Vittorio Véneto con su natural apacible y la firmeza del
pastor. Como papa optaba por la continuidad en la herencia del Concilio Vaticano II,
conservando la disciplina de la Iglesia y recordando que el primer deber de la Iglesia
es la evangelización. En su breve pontificado se esmeró en fomentar las relaciones
pacíficas entre los pueblos y destacó por sus catequesis. Murió el 29 de septiembre de
1978.

2. Juan Pablo II o el valor de la fatiga


Elegido en octubre de 1978, asumió el programa de su antecesor: aplicar el Concilio
Vaticano II, desarrollar la colegialidad episcopal, tomar conciencia de su condición al
servicio del ministerio petrino, procurar la fidelidad a las normas litúrgicas, cultivar la
disciplina de la Iglesia, avanzar hacia la unidad de los cristianos, la paz, el desarrollo y
la justicia internacionales.

Juan Pablo II no entendía la misión primacial como un despliegue en solitario de la


responsabilidad del obispo de Roma. En la encíclica Ut unum sint se declaró
consciente de que aquella era un obstáculo para los otros cristianos. Desarrolló la
colegialidad con los Sínodos de los Obispos, las visitas ad limina y los viajes
pastorales.

Obtuvo gran prestigio internacional por su compromiso en pro de los derechos


humanos, la defensa de la dignidad de las personas y su cercanía a los pobres.
Desarrolló la Doctrina Social de la Iglesia (Laborem exercens, Sollicitudo rei sociales,
Centessimus annus), brindando por un sistema alternativo de valores estructurado en
torno a la solidaridad y con la que aquella se presenta como experta en humanidad,
apoyando a quienes sirven a la causa del hombre y contribuyen al progreso de las
naciones. Demostró una sensibilidad histórica natural que se explica por su fino
sentido natural y su experiencia personal unida a la de su patria. En el ámbito del
Derecho Canónico recogió los frutos del gobierno de Pablo VI, con el Código de
Derecho Canónico (1983), el Código de Cánones para las Iglesias Orientales (1990), la
constitución Pastor Bonos sobre la curia y el gobierno central de a Iglesia, la reforma
de las normas de elección del Papa con la Universo Dominica Greis (1996) y las
prelaturas personales, con la erección de la del Opus Dei (1982).
En la esfera pastoral se destacan los viajes apostólicos para demostrar el puesto de las
iglesias locales en la dimensión universal de la Iglesia. En la liturgia prosiguió con la
labor que realizó Pablo VI con el nuevo Misal Romano y la actualización y
revitalización de la misma. En el terreno de la teología sus grandes textos doctrinales
giran sobre los cuatro ejes conciliares (Cristo, el hombre, la Palabra y la comunión),
destacando Redemptor hominis, Dives in misericordia y Dominum et vivificantem
sobre el misterio de Dios y del hombre, junto con Redemptionis missio y Redemptoris
mater.

Otros hechos significativos fueron el sínodo extraordinario de 1985 sobre los veinte
años del Vaticano II, el asunto Lefebvre (1988), la caída del muro de Berlín (1989), el
Catecismo de la Iglesia Católica y el proyecto de la nueva evangelización.
LOS AÑOS FINALES DEL PONTIFICADO DE JUAN PABLO II

Josep-Ignasi SARANYANA

1. Fallecimiento

Juan Pablo II experimentó el sufrimiento desde el atentado de 1981 hasta su muerte el


2 de abril de 2005. Su pontificado fue el tercero más largo de la historia. En sus
últimos años publicó cinco libros: Cruzando el umbral de la esperanza (2004), Don y
misterio (1996), Tríptico romano- Meditaciones (poesías, 2003), ¡Levantaos, vamos!
(2004) y Memoria e identidad (2005).

2. Actos pontificios de mayor relieve

- Publicación del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (2005).


- Carta apostólica Ordinario sacerdotalis, sobre la ordenación sacerdotal
reservada sólo a varones (1994), que forma un tríptico sobre la mujer en el
designio salvífico junto con Mulieris dignitatem (1988) y la Carta a los
mujeres (1995).
- La declaración Dominus Iesus (2000), de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, sobre la unicidad y universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia.
- La petición de perdón por los errores y pecados cometidos por los católicos en
nombre la fe, dentro del Jubileo del año 2000 por la solidaridad que se da tanto
en el bien como en el mal en la humanidad, que es un todo que se despliega en
la historia como sujeto histórico único.

3. Planes pastorales para el siglo XXI

Juan Pablo II manifestó cierta decepción por la falta de mejora de la situación


geopolítica mundial. Esbozó un plan pastoral a largo plazo insistiendo en la llamada
universal a la santidad, recuerdo de la primacía de la oración y de los sacramentos y
del sentido religioso del domingo, la inculturación, el ecumenismo y a comunidad
eclesial, junto con la solidaridad con los más pobres. Otros intereses pastorales fueron
la dignidad fundamental de la razón (encíclica Fides et ratio, de 1998) y la piedad
popular, con la promoción del rosario (carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, de
2002).
LA SANTA SEDE Y LA COMUNIDAD INTERNACIONAL DURANTE EL SIGLO XX

Carlos SOLER

1. De la cuestión romana a la nueva era concordataria

Hacia 1900 todavía estaba vigente la cuestión romana. El papado no había aceptado la
pérdida de los Estados Pontificios, ni la legitimidad de la monarquía italiana ni la Ley
de Garantías y mantenía el non expedit. Seguía actuando como miembro soberano de
la Comunidad Internacional, con relaciones diplomáticas (de 20 países en 1900 pasó a
34 en 1929), y tratados jurídicos internacionales, los concordatos, y actuando de
mediadora entre varios países sudamericanos para evitar conflictos.

Durante la I Guerra Mundial Benedicto XV fracasó en su intento de mediación, pero


tuvo buena acogida su alocución In hac quidem (1921) con la idea de negociar y
nuevos concordatos, origen de la nueva era concordataria de Pío XI. Se establecieron
relaciones diplomáticas con países de América Latina y con los nuevos surgidos en
Europa. En el período de entreguerras destacaron los Pactos de Letrán. Pío XII se
esforzó por aliviar las consecuencias de la II Guerra Mundial y por su labor
pacificadora.

2. La Santa Sede en la comunidad internacional

Después de 1945 la Santa Sede se hace presente en la diplomacia multilateral, estando


en conferencias internacionales como la convención de Viena sobre las relaciones
diplomáticas (1961) y la conferencia de Helsinki sobre seguridad y cooperación en
Europa (1975). Aumentó también el número de representaciones diplomáticas (de 50
en 1962 a 88 en 1980 y 161 en 1997), con países islámicos y los surgidos de la
descolonización y de la desaparición del comunismo. Desde 1964 la Santa Sede está
presente en la ONU como observadora permanente en cuanto estado no miembro.
Está presente en organismos como la FAO y la UNESCO. Ante ella hablaron Pablo VI
(1965) y Juan Pablo II (1979 y 1995). Ha colaborado en materias humanitarias y ha
seguido actuando de mediadora, como en 1980 entre Argentina y Chile

3. La Santa Sede y el Derecho Internacional

La Iglesia Católica -con la excepción del Monte Athos- es la única religión


representada por un ente que es sujeto jurídico internacional y que participa en
Conferencias internacionales como las de El Cairo o Pekín. Es una religión universal
con un régimen centralizado. Su autocomprensión valora mucho su libertad, que se
garantiza no dependiendo de ningún Estado, con una entidad territorial que es la
Ciudad del Vaticano, sin que ello sea una discriminación hacia otras religiones. Su
reconocimiento internacional es universal, porque tiene una autoridad puramente
moral. La doctrina y la praxis internacional aceptan este hecho, mediante las
relaciones diplomáticas y los concordatos que son tratados internacionales. Sus
aportaciones son muy bien recibidas por su esfuerzo en favor de la dignidad humana y
de la paz.
(Resumen del libro de SARANYANA, J.-I., Cien años de pontificado romano (191-
2005), Pamplona, 2006, 2 ª ed. corregida y ampliada).

Para saber más sobre el Papado:

ORLANDIS, J., El pontificado romano en la historia, Madrid 1996, 2ª ed.

PIAZZONI, A. M, Las elecciones papales: dos mil años de historia, Bilbao, 2005.

Existen numerosas obras sobre Benedicto XVI. Destacamos las de BLANCO


SARTO, P. Benedicto XVI, el papa alemán, Barcelona 2010 y La teología de Joseph
Ratzinger. Una introducción, Madrid 2011. ES el creador del foro Joseph Ratzinger
(http//www.unav.es/tdogmatica/ratzinger/estudios.htm).

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