Fábulas - La Fontaine, Jean de
Fábulas - La Fontaine, Jean de
Fábulas - La Fontaine, Jean de
Jean de La Fontaine
Fábulas
índice
la cigarra y la hormiga 1
el cuervo y el zorro 1
la rana que quiso hincharse como un buey 1
los dos mulos 2
el lobo y el perro 2
la ternera, la cabra y la oveja, en compañía del león 3
las alforjas 3
la golondrina y los pajaritos 4
el ratón de ciudad y el de campo 4
el lobo y el cordero 5
el hombre y su imagen
(al sr. duque de la Rochefocauld) 5
el dragón de muchas cabezas y el de muchas colas 6
simónides preservado por los dioses 6
los ladrones y el jumento 7
la muerte y el desdichado 7
la muerte y el lenador 7
un hombre de cierta edad y sus dos amantes 8
el zorro y la cigueña 8
el niño y el maestro de la escuela 8
el gallo y la perla 9
los zánganos y las abejas 9
la encina y la caña 10
elprofanador
el profanador de
de textos textos primera pedeeficación:
enero 31, 2013
confesiones de invierno con respecto a este libro
(¡siempre charly garcía debe estar presente!) actualizaciones:
Título: ‘Fábulas‘
quiero a los libros —esos seres impresos en árboles muertos Autor: Jean de La Fontaine
(o debería decir ‘asesinados’)— con ‘sagrado’ respeto,
profanador, ra. pero resulta que muchas veces son inhallables… o hallables
(Del lat. profanãtor, -ōris). Archivo encontrado en Internet sin información:
1. adj. Que profana. U. t. c. s. a un precio inalcanzable. Título original:
ISBN:
profanar. por eso me convierto en ‘profanador’: ‘deshonro,’ ‘prostitu- Editorial:
(Del lat. profanãre). yo’ la belleza del papel y transfiero la sabiduría a este nuevo Fecha de impresión:
1. tr. Tratar algo sagrado sin ser electrónico.
el debido respeto, o aplicarlo
a usos profanos.
2. tr. Deslucir, desdorar, des- es verdad: Dejo sin pan a quien lo creó. pero completo su
honrar, prostituir, hacer uso más profundo deseo: Difundir su conocimiento. para colaborar
indigno de cosas respetables. (a mi tampoco me convencen estas ‘razones,’ son puro bla,
bla, bla.) Correcciones: Para aportar correcciones a los textos, por favor, enviar un email a elprofa-
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son los que venden recargas truchas de cartuchos.)
GA BM párrafos
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[‘Edición Completa’]. En todas publicados por Juan Berlín desde o un número y una letra (02c) al
las citas se ha intentado referir México. inicio de los mismos.
al número de GA para evitar Los artículos son identificados En todos los casos, el número
confusiones por las diferencias en con el número de boletín y una indica el número de párrafo
las traducciones de los títulos. letra según el orden de aparición correspondiente a la edición
Se traduce el título al castellano en el mismo. La cita ‘[BM024c]’ alemana.
para referencia, pero no significa significa ‘el tercer artículo La letra representa una subdivi-
que el libro esté traducido. La (letra c)’ del ‘boletín 24.’ sión de dicho párrafo, en caso
cita ‘[GAnnn:cc:pp]’ significa En el caso de suplementos, se que ayude a la mejor identifica-
‘párrafo pp’ de la ‘conferencia usa directamente la letra ‘s’: ción de los temas.
cc’ del GA ‘nnn.’ [bm011s].
Jean de La Fontaine ii Fábulas
el profanador de textos
la cigarra y la hormiga el cuervo y el zorro la rana que quiso hincharse como
un buey
La Cigarra, después de cantar todo el verano, se Estaba un señor Cuervo posado en un árbol, y tenía Vio cierta Rana a un Buey, y le pareció bien su cor-
halló sin vituallas cuando comenzó a soplar el cierzo: en el pico un queso. Atraído por el tufillo, el señor pulencia. La pobre no era mayor que un huevo de
¡ni una ración fiambre de mosca o de gusanillo! Zorro le habló en estos o parecidos términos: gallina, y quiso, envidiosa, hincharse hasta igualar en
Hambrienta, fue a lloriquear en la vecindad, a —“¡Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y tamaño al fornido animal.
casa de la Hormiga, pidiéndole que le prestase algo hermoso sois en verdad! Si el canto corresponde a “Mirad, hermanas, decía a sus compañeras; ¿es
de grano para mantenerse hasta la cosecha. la pluma, os digo que entre los huéspedes de este bastante? ¿No soy aún tan grande como él? —No.—
—“Os lo pagaré con las setenas” —le decía— bosque sois vos el Ave Fénix.” ¿Y ahora?— Tampoco. —¡Ya lo logré! —¡Aún estás
“antes de que venga el mes de agosto.” Al oír esto el Cuervo, no cabía en la piel de gozo, muy lejos!”
La Hormiga no es prestamista: ese es su menor y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el Y el bichuelo infeliz hinchóse tanto, que reventó.
defecto. pico, dejando caer la presa. Agarróla el Zorro, y le Lleno está el mundo de gentes que no son más
—“¿Que hacías en el buen tiempo?” —preguntó dijo: avisadas. Cualquier ciudadano de la medianía se
a la pedigüeña. —“Aprended, señor mío, que el adulador vive da ínfulas de gran señor. No hay principillo que no
—“No quisiera enojaros, contestole; pero la ver- siempre a costas del que le atiende; la lección es tenga embajadores. Ni encontraréis marqués alguno
dad es que pasaba cantando día y noche. provechosa; bien vale un queso.” que no lleve en pos tropa de pajes.
—“¡Bien me parece! Pues, mira: así como enton- El Cuervo, avergonzado y mohino, juró, aunque […]
ces cantabas, baila ahora.” algo tarde, que no caería más en el garlito.
[…] […]
La Ternera, la Cabra y la Oveja, hicieron compañía, Dijo un día Júpiter: “Comparezcan a los pies de mi
en tiempos de antaño, con un fiero León, señor de trono los seres todos que pueblan el mundo. Si en
aquella comarca, poniendo en común pérdidas y su naturaleza encuentran alguna falta, díganlo sin
ganancias. empacho: yo pondré remedio. Venid, señor Mono,
Cayó un ciervo en los lazos de la Cabra, y al hablad primero; razón tenéis para este privilegio.
punto envió la res a sus socios. Presentáronse éstos, y Ved los demás animales; comparad sus perfecciones
el León le sacó las cuentas. “Somos cuatro para el re- con las vuestras: ¿estáis contento? —¿Por qué no?
parto,” dijo, despedazando a cuartos el ciervo, y he- ¿No tengo cuatro pies, lo mismo que lo demás?
chas partes, tomó la primera, como rey y señor. “No No puedo quejarme de mi estampa; no soy como
hay duda, dijo, en que debe ser para mí, porque me el Oso, que parece medio esbozado nada más.”
llamo León. La segunda me corresponde también Llegaba, en esto, el Oso, y creyeron todos que iban
de derecho: ya sabéis cual derecho, el del más fuerte. a oír largas lamentaciones. Nada de eso; se alabó
Por ser más valeroso, exijo la tercera. Y si alguno de mucho de su buena figura; y se extendió en comen-
vosotros toca la cuarta, en mis garras morirá” tarios sobre el Elefante, diciendo que no sería malo
[…] alargarle la cola y recortarle las orejas; y que tenía un
corpachón informe y feo.
El Elefante, a su vez, a pesar de la fama que goza
de sesudo, dijo cosas parecidas: opinó que la señora
Ballena era demasiado corpulenta. La Hormiga, por
lo contrario, tachó al pulgón de diminuto.
Júpiter, al ver cómo se criticaban unos a otros, los
despidió a todos, satisfecho de ellos. Pero entre los
más desjuiciados, se dio a conocer nuestra humana
La razón del más fuerte siempre es la mejor: ahora lo Un Hombre enamorado de sí mismo, y sin rival en
veréis. estos amores, se tenía por el más gallardo y her-
Un Corderillo sediento bebía en un arroyuelo. moso del mundo. Acusaba de falsedad a todos los
Llegó en esto un Lobo en ayunas, buscando pen- espejos, y vivía contentísimo con su falaz ilusión.
dencias y atraído por el hambre. “¿Cómo te atreves La Suerte, para desengañarle, presentaba a sus ojos
a enturbiarme el agua? dijo malhumorado al corde- en todas partes esos mudos consejeros de que se
rillo. Castigaré tu temeridad. —No se irrite Vuesa valen las damas: espejos en las habitaciones, es-
Majestad, contestó el Cordero; considere que estoy pejos en las tiendas, espejos en las faltriqueras de
bebiendo en esta corriente veinte pasos más abajo, los petimetres, espejos hasta en el cinturón de las
y mal puedo enturbiarle el agua. —Me la enturbias, señoras. ¿Que hace nuestro Narciso? Se esconde en
gritó el feroz animal; y me consta que el año pasado los lugares más ocultos, no atreviéndose a sufrir la
hablaste mal de mí. ——¿Cómo había de hablar prueba de ver su imagen en el cristal. Pero un cana-
mal, si no había nacido? No estoy destetado toda- lizo que llena el agua de una fuente, corre a sus pies
vía. —Si no eras tú, sería tu hermano. —No tengo en aquel retirado paraje: se ve en él, se exalta y cree
hermanos, señor. —Pues sería alguno de los tuyos, divisar una quimérica imagen. Hace cuanto puede
porque me tenéis mala voluntad a todos vosotros, para evitar su vista; pero era tan bello aquel arroyo,
vuestros pastores y vuestros perros. Lo sé de buena que le daba pena dejarlo.
tinta, y tengo que vengarme.” Dicho esto, el Lobo Comprenderéis a dónde voy a parar: a todos me
me lo coge, me lo lleva al fondo de sus bosques y me dirijo: esa ilusión de que hablo, es un error que ali-
lo come, sin más auto ni proceso. mentamos complacidos. Nuestra alma es el enamo-
[…] rado de sí mismo: los espejos, que en todas partes
encuentra, son las ajenas necedades que retratan las 1 El Libro de las Máximas, obra famosa y clásica del duque
de la Rochefocauld, amigo y protector de La Fontaine.
Por un Jumento robado de peleaban dos Ladrones. Un Desdichado llamaba todos los días en su ayuda a Un pobre Leñador, agobiado bajo el peso de los
Mientras llovían puñetazos, llega un tercer Ladrón y la Muerte. “¡Oh Muerte! exclamaba: ¡cuán agradable haces y los años, cubierto de ramaje, encorvado y
se lleva el Borriquillo. me pareces! Ven pronto y pon fin a mis infortunios.” quejumbroso, camina a paso lento, en demanda de
El Jumento suele ser alguna mísera provincia; La Muerte creyó que le haría un verdadero favor, su ahumada choza. Pero, no pudiendo ya más, deja
los Ladrones, éste o el otro Príncipe, como el de y acudió al momento. Llamó a la puerta, entró y en tierra la carga, cansado y dolorido, y se pone
Transilvania, el de Hungría o el Otomano. En lugar se le presentó. “¿Qué veo? exclamó el Desdichado; a pensar en su mala suerte. ¿Qué goces ha tenido
de dos, se me han ocurrido tres: bastantes son ya. llevaos ese espectro; ¡cuán espantoso es! Su presencia desde que vino al mundo? ¿Hay alguien más pobre
Para ninguno de ellos es la provincia conquistada: me aterra y horroriza. ¡No te acerques, oh Muerte! y mísero que él en la redondez de la tierra? El pan le
viene un cuarto, que los deja a todos iguales, lleván- ¡retírate pronto!” falta muchas veces, y el reposo siempre: la mujer, los
dose el Borriquillo. Mecenas fue hombre de gusto; dijo en cierto pa- hijos, los soldados, los impuestos, los acreedores, la
[…] saje de sus obras: “Quede cojo, manco, impotente, carga vecinal, forman la exacta pintura del rigor de
gotoso, paralítico; con tal de que viva, estoy satisfe- sus desdichas. Llama a la Muerte; viene sin tardar
cho. ¡Oh Muerte! ¡no vengas nunca!” Todos decimos y le pregunta qué se le ofrece. “Que me ayudes a
lo mismo. volver a cargar estos haces; al fin y al cabo no puedes
[…] tardar mucho.”
La Muerte todo lo cura; pero bien estamos aquí:
antes padecer que morir, es la divisa del hombre.
[…]
Un hombre de edad madura, más pronto viejo que El señor Zorro la echó un día de grande, y convidó En esta fabulita quiero haceros ver cuán intem-
joven, pensó que era tiempo de casarse. Tenía el a comer a su comadre la Cigüeña. Todos los man- pestivas son a veces las reconvenciones de los
riñón bien cubierto, y por tanto, donde elegir; todas jares se reducían a un sopicaldo; era muy sobrio el necios.
se desvivían por agradarle. Pero nuestro galán no se anfitrión. El sopicaldo fue servido en un plato muy Un Muchacho cayó al agua, jugando a la
apresuraba. Piénsalo bien, y acertarás. llano. La Cigüeña no pudo comer nada con su largo orilla del Sena. Quiso Dios que creciese allí un
Dos viuditas fueron las preferidas. La una, verde pico, y el señor Zorro sorbió y lamió perfectamente sauce, cuyas ramas fueron su salvación. Asido
todavía; la otra, más sazonada, pero que reparaba toda la escudilla. estaba a ellas, cuando pasó un Maestro de escue-
con auxilio del arte lo que había destruido la natura- Para vengarse de aquella burla, la Cigüeña le la. Gritole el Niño: “¡Socorro, que muero!” El
leza. Las dos viuditas, jugando y riendo, le peinaban convidó poco después. “¡De buena gana! le con- Dómine, oyendo aquellos gritos, volvióse hacia
y arreglaban la cabeza. La más vieja le quitaba los testó; con los amigos no gasto ceremonias.” A la él, muy grave y tieso, y de esta manera le adoc-
pocos pelos negros que le quedaban, para que el hora señalada, fue a casa de la Cigüeña; hízole mil trinó: “¿Habráse visto pillete como él? Conteplad
galán se le pareciese más. La más joven a su vez, le reverencias, y encontró la comida a punto. Tenía en qué apuro le ha puesto su atolondramiento.
arrancaba las canas; y con esta doble faena, nuestro muy buen apetito y trascendía a gloria la vianda, ¡Encargaos después de calaverillas como éste!
buen hombre quedó bien pronto sin cabellos blan- que era un sabroso salpicón de exquisito aroma. ¡Cuán desgraciados son los padres que tienen
cos ni negros. Pero ¿Cómo lo sirvieron? Dentro de una redoma, que cuidar de tan malas pécoras! ¡Bien dignos
“Os doy gracias, les dijo, oh señoras mías, que de cuello largo y angosta embocadura. El pico de la son de lástima!” y terminada la filípica, sacó al
tan bien me habéis trasquilado. Más es lo ganado Cigüeña pasaba muy bien por ella, pero no el ho- Muchacho a la orilla.
que lo perdido, porque ya no hay que hablar de cico del señor Raposo. Tuvo que volver en ayunas Alcanza esta crítica a muchos que no se lo
bodas. Cualquiera de vosotras que escogiese, querría a su casa, orejas gachas, apretando la cola y aver- figuran. No hay charlatán, censor, ni pedante, a
hacerme vivir a su gusto y no al mío. Cabeza calva gonzado, como sí, con toda su astucia, le hubiese quien no siente bien el discursillo que he puesto
no es buena para esas mudanzas: muchas gracias, engañado una gallina. en labios del Dómine. Y de pedantes, censores
pues, por la lección.” […] y charlatanes, es larga la familia. Dios hizo muy
[…] fecunda esta raza. Venga o no venga al caso, no
Un día cierto Gallo, escarbando el suelo, encontró Por la obra se conoce al obrero.
una perla, y se la dio al primer lapidario que halló a Sucedió que algunos panales de miel no tenían
mano. “Fina me parece, le dijo, al dársela; pero para dueño. Los Zánganos los reclamaban, las Abejas se
mí vale más cualquier grano de mijo o avena.” oponían; llevóse el pleito al tribunal de cierta Avispa:
Un ignorantón heredó un manuscrito, y lo llevó ardua era la cuestión; testigos deponían haber visto
en el acto a la librería vecina. “Paréceme cosa de volando al rededor de aquellos panales unos bichos
mérito, le dijo al librero; pero, para mí, vale más alados, de color oscuro, parecidos a las Abejas; pero
cualquier florín o ducado.” los Zánganos tenían las mismas señas. La señora
[…] Avispa, no sabiendo qué decidir, abrió de nuevo el
sumario, y para mayor ilustración, llamó a declarar
a todo un hormiguero; pero ni por esas pudo aclarar
la duda.
“¿Me queréis decir a qué viene todo esto? pregun-
tó una Abeja muy avisada. Seis meses hace que está
pendiente el litigio, y nos encontramos lo mismo
que el primer día. Mientras tanto, la miel se está
perdiendo. Ya es hora de que el juez se apresure;
bastante le ha durado la ganga. Sin tantos autos ni
providencias, trabajemos los Zánganos y nosotras, y
veremos quien sabe hacer panales tan bien concluí-
dos y tan repletos de rica miel.” No admitieron los
Zánganos, demostrando que aquel arte era superior
a su destreza, y la Avispa adjudicó la miel a sus ver-
daderos dueños.