1365-GCS07-2018 Resumen #2 (7 - )
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Material N° GCS07
Resumen Nº 2
Durante el período Republicano es posible reconocer dos etapas bien diferenciadas; una primera
con un amplio dominio conservador entre 1830 y 1861, y una segunda etapa liberal, que se
extendió entre 1861 y 1891.
En estas circunstancias el Presidente gobierna casi sin contrapesos durante los denominados
decenios, esto es, por dos periodos presidenciales consecutivos de cinco años gracias a su
inmediata reelección, completando así diez años de gobierno o un decenio. Lo anterior era
favorecido porque el Presidente era el “Gran Elector” (manipulaba a su favor los resultados de las
elecciones). Tal estado de cosas permite la organización formal de los primeros partidos políticos
chilenos, destacando el Partido Liberal y el Partido Conservador o “pelucón”, a los que se suma el
Partido Nacional o “Montt-Varista”, cercano al conservadurismo, pero menos afín a la iglesia
católica que el anterior, y se suma el partido Radical, el grupo más ideologizado de la época y más
vanguardista, por eso fueron motejados su integrantes como los “liberales rojos”.
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República Liberal.
Esta etapa se caracteriza por el fin de los denominados decenios gracias a la reforma
constitucional que impide la reelección inmediata de Presidente de la República, instaurando los
gobiernos de cinco años o quinquenios. Sin embargo el autoritarismo como característica singular
de la política chilena de esa época se mantendría a lo largo de todo el periodo, continuando en la
etapa de los quinquenios y consolidándose como la clave política fundamental del orden
republicano chileno. Eso quiere decir que los propios presidentes liberales abusaron de esta
característica de gobierno.
Es notable que este impulso modernizador y liberalizador en lo político que imprimieron los
liberales, con apoyo de los radicales no se haya visto interrumpido por el desarrollo de la Guerra
del Pacífico (1879-1883), ya que durante el transcurso del conflicto las instituciones políticas
chilenas siguieron funcionando con la más absoluta normalidad. Sin embargo, la institucionalidad
política chilena comienza a mostrar síntomas de desgaste, particularmente al interior de la clase
política nacional y en las relaciones existentes entre el Ejecutivo y el Parlamento. Ya desde el
gobierno de José Joaquín Pérez surgen ciertas prácticas parlamentarias tales como las
interpelaciones a los ministros de Estado y su consecuente rotativa ministerial, la utilización de la
aprobación parlamentaria a las denominadas leyes periódicas (ley de presupuesto, de
contribuciones y dotación de Fuerzas Armadas) los votos de censura, las obstrucciones y otros
recursos que, con el correr del tiempo, se fueron haciendo una constante en la vida política
nacional.
Estas prácticas políticas hacen crisis en el gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891)
durante el cual, en vista de las tensiones surgidas entre el proyecto político del Ejecutivo,
especialmente en relación al uso de los abundantes recursos fiscales provenientes de la
explotación y venta del salitre, el Presidente Balmaceda pierde el apoyo del Congreso Nacional.
Esta situación se encrespa fuertemente a fines del año 1890, cuando el Parlamento le niega al
Presidente la aprobación de las leyes de presupuesto para el año siguiente de 1891. En respuesta
a esa medida, el Presidente decide gobernar aprobando por decreto el presupuesto del año
anterior. Esta determinación, que atropella las facultades del Parlamento y viola la Constitución,
coloca al Presidente fuera de la ley. En consecuencia, el Congreso Nacional redacta un acta de
deposición del Presidente, la que es ignorada por éste último, quien a su vez clausura el
Congreso. La pugna entre el Ejecutivo y el Congreso finalmente se resuelve por las armas,
estallando la guerra civil.
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El Congreso y sus partidarios cuentan con el apoyo de la Armada, mientras que el Presidente y
sus seguidores son apoyados por el ejército. Tras una serie de cruentas batallas en el norte y el
centro del país, Balmaceda es derrotado. El Presidente se refugia en la embajada argentina y ahí,
el 19 de septiembre de 1891, al día siguiente de concluir su periodo presidencial, se suicida de un
disparo en la sien. Este trágico acontecimiento marca el fin de la república Conservadora y del
presidencialismo en Chile, dando inicio a la etapa del Régimen Parlamentario.
En ese sentido y a pesar de las restricciones del autoritarismo portaliano, se desarrollan una serie
de iniciativas del más variado orden y que propenden al desarrollo económico, social y cultural del
país. Destacan, entre estas medidas, la creación de un marco jurídico a través de la promulgación
del Código Civil y la Ley General de Bancos. El fomento de la educación con la fundación de la
Universidad de Chile, la creación de numerosos centros de estudio, como también organizaciones
públicas y privadas que contribuyen a la difusión de la ciencia y del arte (Conservatorio Nacional
de Música). La promulgación de la ley de instrucción primaria, instaurando la educación pública
primaria gratuita, desarrollando el concepto de “Estado Docente”. Esto último fue la fuente de
discusión entre liberales y radicales, que sustentaban que el Estado tuviera una preocupación
preferente por la educación y los conservadores que consideraban que debía existir “libertad de
enseñanza”, para que fueran los propios padres los que decidieran la educación de sus hijos. Es
deseable destacar que también se legisló para permitir el ingreso de la mujer a la Universidad
(“leyes Amunategui”).
La República Parlamentaria.
Luego de la derrota militar de José Manuel Balmaceda en la Guerra Civil de 1891, se impuso en el
país un régimen político parlamentario, sistema que perduró hasta 1925. El establecimiento del
parlamentarismo no significó implementar un sistema político parecido al inglés, estuvo
profundamente alejado de este, por lo cual los historiadores hablan de un “parlamentarismo a la
chilena”. Si bien el Presidente de la República mantuvo la atribución de designar a sus ministros
libremente, estos debían rendir cuenta de sus actos ante el Senado y la Cámara de Diputados, en
las llamadas interpelaciones, que regularmente terminaban en la censura de los ministros. Sin
embargo, como las mayorías políticas en el Congreso cambiaban con cierta frecuencia, se
producía una constante acusación a los ministros, que derivaba en la caída del gabinete (renuncia
de todos los ministros), dando vida de esta forma a la “rotativa ministerial”. Así, los sietes
gobiernos de la época tuvieron, en promedio, 15 gabinetes que no duraron más de cuatro meses
cada uno, debido a estas prácticas parlamentarias. Como se podrá constatar de esta forma era
muy difícil gobernar el país, y los Presidentes pierden casi totalmente su figuración y
representatividad, se convierten en figuras decorativas.
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El sistema político se caracterizaba por una participación reducida de la población, ya que sólo
podían sufragar los varones mayores de edad que supieran leer y escribir; cifra que no superaba
el 5% total de la población chilena. A su vez, el sistema electoral impuesto desde 1891 por la ley
de comuna autónoma, permitía métodos bastante cuestionables. Los alcaldes y regidores, al dejar
de ser controlados por el ejecutivo y pasar a depender de los partidos políticos que ganaban las
elecciones, tenían la facultad de intervenir en los padrones electorales, lo que fomentó el cohecho
y el fraude. Fácilmente un sillón parlamentario podía costar varios millones de pesos a los
candidatos, quienes siempre estaban dispuestos a gastar sus fortunas en adquirir los honores y
privilegios del cargo. Por lo mismo, los miembros del Congreso Nacional constituían una oligarquía
homogénea, de mentalidad burguesa y aristocrática y, más que tomar decisiones en el
Parlamento o La Moneda, lo hacían en los centros sociales de la época como El Club Hípico, el Club
de la Unión, logias masónicas o círculos ligados a la Iglesia Católica. En este escenario, no era de
extrañar que abundaran las relaciones de parentesco en el mundo político. Los presidentes
Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901) y Pedro Montt (1906-1910) eran hijos de dos
presidentes del siglo XIX; Germán Riesco (1901-1906) era cuñado de Errázuriz. En ministerios,
parlamento y altos cargos eclesiásticos, también abundaban los vínculos familiares. No faltó
mucho tiempo para que la política se mezclara abusivamente con los negocios, y los intereses de
unos pocos, no hubo mirada de país, sino se redujo a sacar ganancias ilícitas, a partir del
monopolio de los cargos públicos por las clases acomodadas.
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A partir de la celebración del Centenario en 1910, surgió con fuerza dentro de la opinión pública,
la crítica al sistema político parlamentario, por su inmovilismo y falta de acción ante la
denominada “cuestión social”. La sociedad chilena estaba cambiando y se mostraba disconforme.
Lo anterior desembocó en la toma de conciencia de los sectores medios, del proletariado, que
finalmente buscaron medios de representación de sus interés, ya sea partidos políticos y/u
organizaciones, de este modo surgieron partidos populares como el Obrero Socialista (se
denomina Comunista, desde 1922) y organizaciones proletarias, como las mutuales, las
mancomunales y las sociedades en resistencia.
Mutuales
Sociedades
Obreras
Fuera de lo político propiamente tal, en este período histórico se intentó dar solución a los
problemas limítrofes Uno de los grandes logros del parlamentarismo, en especial bajo los
gobiernos de Federico Errázuriz y Germán Riesco, fue la solución pacífica a las diferentes crisis
territoriales que nuestro país mantenía hacía tiempo con Argentina y Bolivia. Se debió enfrentar la
grave cuestión de límites con Argentina surgida por el tratado de 1881, referente a la Patagonia y
al Estrecho de Magallanes, y la cuestión de la Puna de Atacama. Los presidentes Errázuriz y Roca
se reúnen en el estrecho de Magallanes en 1899, en el llamado "Abrazo del Estrecho". El 28 de
mayo de 1902 se firmaron los Pactos de Mayo. En el caso de Bolivia, acordamos la firma del
Tratado de 194, donde se ratificó la anexión de Antofagasta por parte de Chile. Todo lo anterior
derivó en mantener relaciones relativamente amistosas con los países limítrofes.
En esta época se desarrolla el auge y la caída de la riqueza salitrera, auge gracias a la primera
Guerra Mundial y caída por el agotamiento de los yacimientos y el invento del salitre sintético, por
parte de los alemanes. No obstante ello, Chile dispuso de esta gran riqueza que le permitió
engrandecer su infraestructura y su aparato productivo. Gradualmente la riqueza salitrera va a ser
reemplazada por la riqueza del cobre, por esta situación nuestra dependencia externa dejará la
influencia británica, para pasar a la influencia norteamericana, que muy pronto se hizo propietaria
de los yacimientos cupríferos más importantes del país.
El problema del papel moneda. La opinión pública en general no tuvo claridad respecto de las
disputas entre “papeleros y “oreros”, ni tampoco conoció a cabalidad las ventajas y desventajas
de uno u otro sistema (papel moneda v/s régimen metálico). No obstante, parece evidente que el
régimen de papel moneda convertible y las devaluaciones periódicas tendían a favorecer a la
oligarquía, fuertemente endeudada, de modo que así podía pagar sus deudas en moneda de
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menor valor que el pactado al contraerla. También es preciso destacar que la inconvertibilidad y la
devaluación iban en desmedro de los sectores medios y populares, ya que sus sueldos no eran
reajustados y el proceso de devaluación provocaba inflación.
Los problemas sociales. El Gobierno y el Congreso durante la república parlamentaria fueron
incapaces de brindar una solución efectiva a la cuestión social. El tratamiento policial que
comúnmente aplicó el Estado frente a la irrupción de los problemas sociales, ratificó su voluntad
de no modificar sustancialmente el régimen económico ni menos las relaciones industriales entre
obreros y patrones. Entre 1902 y 1908, hubo alrededor de doscientas huelgas y la falta de
respuestas positivas por parte de las autoridades, provocó una escalada de movilizaciones
sociales. La huelga portuaria de Valparaíso, en 1903, la huelga de la carne, en Santiago, el año
1905, y la masacre de la escuela Santa María de Iquique, en 1907, son ejemplos de las primeras
gestas reivindicativas del movimiento social chileno. En ellas hubo participación no sólo de obreros
y artesanos, sino también de sus mujeres e hijos. Sin embargo, la masacre producida en Iquique
frenó esta ola de huelgas.
Con el paso del tiempo, y a medida que la dinámica de protesta y represión aumentaba, se fueron
generando algunas leyes que daban solución momentánea a las demandas de los trabajadores,
por lo que la mejora en las condiciones laborales y de vida fue en la práctica casi inexistente. En
este periodo fue muy poco lo que el Estado logró avanzar en los problemas asociados a la
cuestión social. Sin embargo, las leyes que al final se aprobaron fueron muy importantes pues
mostraron el inicio de un cambio en las relaciones laborales. En su conjunto estas leyes fueron
soluciones momentáneas, y no implican una visión amplia del sistema político respecto a la
Cuestión Social y a las condiciones laborales de los trabajadores.
Como se puede apreciar el siglo XX dejo varias tareas y desafíos al nuevo siglo, que obligaran a
los principales actores políticos, sociales, intelectuales y castrenses, propiciar reformas
sustanciales que mejoren la vida de la población y modernicen al país, y lo pongan al ritmo de los
nuevos tiempos que se avecinan con una rapidez inimaginable.