Protestas en Perú
Protestas en Perú
Protestas en Perú
Existía la gran incógnita de si los limeños se sumarían en masa, y ello sucedió hasta
cierto punto. En la antesala, los estudiantes de las principales universidades públicas de
la capital, como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la
Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), le habían tendido la mano a los
manifestantes, con refugio y donaciones. Algunos, con la venia de sus autoridades,
como la UNI; y otros, en contra de ellas, como en el caso de San Marcos, donde
tomaron su campus por la fuerza. Ambas entidades fueron cercadas por los agentes
policiales por la mañana, pero no se produjo ningún enfrentamiento.
Poco antes de las ocho, la plaza San Martín del centro de Lima parecía un marco
favorable para la protesta. La gente continuaba llegando en gran número. Y por fin se
había envalentonado para dirigirse hacia el Congreso. Fue en ese preciso instante
cuando una vieja casona de una de las esquinas de la plaza comenzó a arder. En medio
de la confusión, la policía recuperó terreno, cercando otra vez la plaza. A medida que el
fuego consumía el inmueble, se consumió la marcha. Y los manifestantes acabaron por
dispersarse. Se necesitaron más de cinco autobombas y tres cisternas de agua para
controlar el incendio. Un grupo de vecinas, que no se identificaron, señalaron que el
siniestro fue provocado por una bomba lacrimógena que cayó en la azotea, aunque el
Gobierno lo negó más tarde.
del edificio teñían de rojo el cielo de la capital peruana, la presidenta Dina Boluarte dio
un mensaje a la nación, donde lejos de empatizar con un gran grupo de la ciudadanía
que marchó en las calles, satanizó la protesta al remarcar que se trata de “unos malos
ciudadanos que buscan quebrar el Estado de derecho, generar caos, desorden y tomar el
poder”. Aseguró que “el Gobierno está firme y su gabinete más unido que nunca”.
Más que desvanecerse, las protestas que empezaron hace más de un mes en las
zonas rurales de Perú debido a la destitución del expresidente solo han
aumentado en tamaño y en la amplitud de exigencias por parte de los
manifestantes, paralizan a franjas enteras del país y amenazan los esfuerzos de
la nueva presidenta, Dina Boluarte, para afianzar el control.
El malestar ahora es más amplio que el enojo por quién gobierna el país. Más
bien, representa una profunda frustración con la joven democracia peruana, que
según los manifestantes no ha atendido la brecha entre los ricos y los pobres y
entre Lima y las zonas rurales del país.
Desde que se retiró a Castillo del cargo, al menos 50 personas han muerto, 49 de
ellas civiles. Algunas recibieron impactos de bala en el pecho, la espalda y la
cabeza, lo que ha llevado a que grupos de derechos humanos acusen al ejército y
a la policía de uso excesivo de la fuerza y de disparar indiscriminadamente
contra los manifestantes.
Dichos fallecimientos han impactado especialmente a la ciudad sureña de
Juliaca, adonde se llega por un camino lleno de arbustos, montañas coronadas
de nieve y vicuñas. Para visitar esta localidad hay que emprender un viaje de dos
días en auto desde la capital.
A casi 4000 metros sobre el nivel del mar, solo el 40 por ciento de la población
de Juliaca cuenta con agua corriente, muchos caminos están sin pavimentar y la
malnutrición es el principal problema del único hospital público.
El ministro del Interior del país comentó que los agentes habían respondido de
forma lícita cuando miles de manifestantes intentaron ocupar el aeropuerto
local, algunos de ellos portando armas improvisadas y explosivos.
El menor de los fallecidos fue Brayan Apaza, de 15 años, cuya madre, Asunta
Jumpiri, de 38, lo describió como un “niño inocente”, muerto luego de que salió
a comprar comida. Su velorio se celebró la semana pasada, del otro lado de un
bloqueo carretero donde se quemaban llantas, los simpatizantes sostenían
banderas negras en el pecho como quien se aferra a un arma de batalla y
prometían luchar hasta que Boluarte renuncie.
Cerca de ahí, Evangelina Mendoza, ataviada con una pollera y un suéter típicos
de las mujeres de la región, dijo refiriéndose a Boluarte que “si en caso no
renuncia, todo sur correrá sangre”.
Pero el actual sistema del país, basado en una constitución de la época del
fujimorato, está plagado de corrupción, impunidad y malos manejos e incluso
quienes están en el gobierno denuncian la falta de supervisión y una cultura de
prebendas.
“Pulmón perforado” dice una caja. “Impacto de bala en la columna”, dice otra.
Algunas de las personas heridas parecían temerosas de decir que habían estado
protestando y una decena de hombres con heridas de bala dijeron que habían
pasado frente a la protesta cuando les dispararon.
Ninguno de los heridos dijo haber recibido copia de su parte médico, lo cual
ayudaría a comprender la causa y el tratamiento apropiado de sus lesiones.
Según la ley peruana, el acceso a esta información es un derecho, pero varias
personas dijeron que creían que estaban siendo castigadas por participar en las
protestas.
En una de las camas yacía Saúl Soncco, de 22 años, quien recibió disparos en la
espalda cuando caminaba a casa desde su trabajo como carpintero.
Su hermano logró sacar una fotografía de unos rayos X que mostraban una bala
alojada cerca de su columna vertebral. Sin embargo, dijo la familia, los
funcionarios del hospital les dijeron que debía irse a casa.
El director del hospital, Victor Candia, indicó que a los pacientes se les daba el
cuidado necesario.
“¿Y creen ustedes que nos han bajado la moral?”, tronó. “¡No! Nosotros estamos
más fuertes que nunca”.