Tomás de La Quadra, Responsabilidad Del Estado Legislador.
Tomás de La Quadra, Responsabilidad Del Estado Legislador.
Tomás de La Quadra, Responsabilidad Del Estado Legislador.
I. INTRODUCCIÓN
cabos que pudieran sufrir en sus bienes o derechos con motivos de las deci-
siones legislativas.
Con esta finta el Consejo de Estado evitaba el escollo fundamental levan-
tado por Carré de Malberg consistente en la idea de soberanía del poder
legislativo. La hábil finta del Consejo de Estado conseguía así poner en suer-
te el toro de la responsabilidad del legislador. Pero en realidad lo hacía man-
dando al legislador a los corrales y sacando a la plaza al sobrero que no era
otro que la Administración Pública. Repentinamente lo que era responsabili-
dad del Estado legislador, en realidad se había transformado en obligación de
indemnizar de la Administración que no había interpretado correctamente el
alcance de la Ley. Ésta le obligaba a indemnizar sin que la Administración lo
supiera. Era, pues, una cuestión no tanto de responsabilidad del legislador,
sino de responsabilidad de la Administración extracontractual o legal, pues
quedaba obligada a indemnizar por el daño producido.
No es que el legislador causara una lesión y que ésta tuviese que ser repa-
rada con base a la teoría general de la responsabilidad extracontractual o sobre
la base del principio de la prohibición del enriquecimiento sin causa, sino que
el legislador mismo se suponía que había previsto la obligación de indemnizar.
No había, pues, responsabilidad incidental por una decisión del legislador,
sino derecho a exigir de la Administración el pago de la compensación que el
legislador había previsto, aunque fuese de manera tácita.
En todo caso el hecho desencadenante de la lesión no puede desconocer-
se que estaría en la propia decisión del legislador en la mayor parte de los
casos. Era la decisión de este último —en el caso La Fleurette la prohibición de
fabricar determinados productos tradicionalmente efectuada con la leche o
derivados, con productos de origen vegetal— lo que directamente colocaba a
los particulares que venían dedicándose a esa actividad en la situación de tener
que cerrar sus negocios. A la Administración, en realidad, no le quedaba mar-
gen alguno de decisión. Si se había prohibido la fabricación a base de deriva-
dos vegetales, de productos tradicionalmente realizados a partir de la leche, a
la Administración no le quedaba margen alguno de actuación. La prohibición
estaba en la decisión legislativa y ésta era la causante de la lesión. Desde luego
es posible que la Administración Pública fuese la obligada a pagar a los lesio-
nados por la medida legislativa, pero eso no supone sino introducir en la
Administración en la última fase de la decisión legislativa: la de compensar el
daño producido por aquella decisión del legislador.
La decisión de introducir a la Administración en la última fase de un pro-
ceso, no autoriza, probablemente, a confundir la parte que juega la Adminis-
tración con el todo del origen y núcleo esencial de la responsabilidad por la
lesión producida. La sinécdoque es la figura consistente en tomar la parte por
el todo y el todo por la parte. Pues bien, parecería que en estas condiciones
estaríamos ante una responsabilidad sinecdocal de la Administración, en el
sentido de que la intervención de ésta a la hora del pago —que no represen-
ta sino una parte del proceso de indemnización y no el más relevante desde el
punto de vista del origen de la lesión— se erige en la única responsabilidad de
la que se habla, cuando ésta tiene su origen propiamente en la actividad legis-
lativa.
Responsabilidad del Estado legislador y poder legislativo autonómico 25
miento de los efectos de la norma; por ejemplo decide hacer una carretera,
allí donde la Ley nada podía establecer acerca de por dónde iba la carretera,
limitándose a ampliar con carácter general la zona de protección de la carre-
tera en la que no se puede edificar. Aquí es la decisión administrativa la que
provoca la eventual restricción de derechos de los afectados.
De otra parte, aquellos supuestos en que el legislador agota todos los efec-
tos de la regulación y determina su alcance: por ejemplo cuando prohíbe el
aseguramiento de accidentes laborales. A la Administración no le queda nin-
gún margen de determinación de los supuestos comprendidos en la prohibi-
ción; otra cosa es que tenga que inspeccionar, vigilar o incluso sancionar a
quien no observe la norma. En estos casos a la Administración no le cabe
margen alguno para apartarse de la norma o modificar su ámbito de aplica-
ción. No resultaría procedente entender que los actos de inspección de la
Administración para que se cumpla una Ley prohibitiva son la causa de la
lesión que consiste en la prohibición misma.
Habría así que distinguir entre unos supuestos y otros, pues en los segun-
dos difícilmente puede hablarse de una Administración responsable directa o
indirectamente de las lesiones causadas por el legislador.
No es nuestro propósito, en este momento, entrar en estas cuestiones, por
demás interesantes acerca del papel reservado a la Administración en los actos
de aplicación de la Ley. Se trata más bien en este punto de determinar que la
presencia de la Administración como pura pagadora de una responsabilidad
que tiene su origen en un acto del legislador, no es propiamente una respon-
sabilidad administrativa. Así se ha reconocido expresamente por el legislador
en punto a la responsabilidad del poder judicial. Así debería ocurrir tam-
bién en punto a la responsabilidad del poder legislativo. No cabe una exten-
sión sin límites de la responsabilidad administrativa con el pretexto que se le
impone a la Administración la obligación de pagar los platos rotos por el
legislador. Una cosa es quién tiene al final que pagar, y otra cosa es quién es
propiamente el responsable.
Que la Administración sea la obligada al pago puede establecerlo el legis-
lador, pero que ella sea realmente la responsable de las lesiones causadas a los
particulares, no es cuestión que quede al arbitrio del legislador, sino que res-
ponde a las reglas elementales de la lógica. O es el legislador el que impone la
limitación y causa la lesión a los particulares o es la Administración. Pero si es
el legislador el responsable no puede pretenderse que la imposición a la
Administración de la obligación de reparar el daño causado por el legislador
transforme a ésta en responsable de la lesión.
Si esto es así, como en realidad es, resulta entonces que el Estado no puede
exhibir su título competencial del 149.1.18 —sistema de responsabilidad de
las Administraciones Públicas— para pretender que está regulando tal materia
cuando obliga a la Administración Pública a pagar por la responsabilidad que
se deriva de todos los actos del poder legislativo con independencia del mar-
gen que le queda a la Administración en su aplicación. En realidad lo que
hace el legislador estatal es regular la responsabilidad del poder legislativo y
organizar la misma a través de imponer el pago de las indemnizaciones corres-
pondientes a la Administración Pública. Pero la regulación de la responsabili-
28 Tomás de la Quadra-Salcedo y Fernández del Castillo
«no tengan el deber jurídico de soportar, cuando así se establezca en los pro-
pios actos legislativos y en los términos que se especifiquen dichos
actos.»
Es preciso, además para no indemnizar, que los efectos de las normas lega-
les no sean graves y no tengan carácter singular o especial. Sobre ello se pro-
nunció expresamente la Sentencia del Tribunal Supremo de 18 de septiembre
de 1997.
«Hay que concluir, por tanto, que esta medida adoptada por el Poder
Legislativo en cumplimiento de la obligación que impone a los poderes
públicos el artículo 43 Constitución, no contraviene el derecho a la liber-
tad de empresa en el marco de la economía de mercado que consagra el
Responsabilidad del Estado legislador y poder legislativo autonómico 37
artículo 38. Más aún, aunque así no fuera, la doctrina del Tribunal Constitu-
cional y del Pleno de este Tribunal Supremo —a que antes se ha hecho referencia—
requiere, en estos casos, la existencia de perjuicios «graves y ciertos» que «merez-
can algún género de compensación» amparables por la vía del artículo 40 Ley de
Régimen Jurídico de la Administración del Estado, y es evidente que no
ha quedado concretada en el pleito la gravedad y certidumbre de
los perjuicios causados a la actora, exclusivamente, por la limitación en la
publicidad de sus productos».
incluso avalada, tanto por los principios de la buena fe que debe ins-
pirar la relación de la Administración con los particulares y de la seguri-
dad jurídica, como por el equilibrio de prestaciones que debe existir
entre una y otros en el desarrollo de relaciones, como las que contempla-
mos».