El Arte de Escuchar de Corazon FABIO MOR PDF
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La escucha en su sentido más general y más coloquial, se distingue del simplemente oír a
otra persona. En ocasiones nos encontramos con personas con las que estamos hablando y
ellas simplemente están en silencio mientras hablamos, para, llegado el momento en que
nos quedamos en silencio, decir lo que desde antes de expresar nuestro sentimiento, idea o
punto, ya querían decir. Y algunas veces incluso nos interrumpen mientras estamos
hablando. Las personas que oyen quizás pueden decir algo de lo que acabamos de decir,
pero eso no significa que hayan escuchado.
Al decir que escuchamos, consideramos que hay algo más que oír. La escucha implica otra
forma de atención y que hay un diálogo, y es que a partir de lo que escucho algo cambia en
mi sentir y en mi pensar, me veo afectado, influenciado por lo que el otro me expresa.
La escucha de corazón es una forma aún más singular que la escucha en general. Se trata
de una escucha que nos nace de verdad, de corazón, no es algo que se pretende, ni que se
da a través de técnicas, o en virtud o en base a una filosofía o un deber ser.
El que esta escucha de corazón pueda ser terapéutica, sanadora, favorable para la persona
escuchada no es el porqué de quien la escucha así.
Quien busque ser escuchado así puede acercarse por ejemplo con una necesidad de
resolver un dilema o con un “motivo de consulta”, pero quien le escucha de corazón no está
ahí para resolver su asunto, ni le puede garantizar nada distinto a la naturaleza y calidad de
escucha que ofrecerá. En lo que pueda derivar eso no está en la mente del escuchante de
corazón. Lo que el escuchante, que sigue este arte, sí sabe, es de qué se trata y con qué
espíritu está ahí para el otro: la autenticidad y los buenos sentimientos.
Cuando no están los buenos sentimientos se desarrolla un contexto muy favorable para la
no-autenticidad.
La distinción entre los buenos sentimientos y los malos sentimientos puede ser muy radical
y a nivel filosófico podríamos entrar en interesantes reflexiones acerca de los conceptos de
lo bueno y lo malo, y la radicalidad de todo dualismo.
Desde una perspectiva no-antropocéntrica, solo hay sentimientos. El darles esa distinción
de bueno o malo, es relativo. Cuando les doy ese nombre de “buenos”, no hay una intención
conceptual, no hay detrás una mayor profundidad que el recurso a una expresión familiar
con quienes converso habitualmente. Siento que es más sencillo nombrarlo así con los
demás. Aunque claro, podríamos también problematizar el que exista una expresión
coloquial como “tener buenos sentimientos” o “persona de buenos sentimientos”.
Haré el ejercicio de precisar un poco más con la intención de hacer más clara y “propia” mi
explicación. Son, por ejemplo, “buenos sentimientos” la calma, la alegría, la gracia, la
ternura, la compasión, el cariño, la admiración, el respeto, el cuidado. Son “malos
sentimientos”, el resentimiento, el deseo de venganza, la rabia, la furia. También entrarían
como malos sentimientos en la escucha, el escuchar al otro partiendo de la premisa de que
tengo la razón, sentirme superior al otro en conocimiento o en dignidad, etc.
Las emociones, posteriores en la evolución a los estados anímicos, son más discontinuas,
momentáneas y reactivas. Las emociones surgen dentro del ámbito de los estados anímicos
y se interrelacionan con ellos. Las emociones más reconocibles son miedo, alegría, tristeza,
asco, sorpresa, rabia.
Todos los sentimientos que experimentamos son naturales, son siempre nuestra expresión y
la manifestación de nuestras relaciones con los demás y con la vida en general. Son
sentimientos que tenemos. No está mal en sí sentirlos, experimentarlos. Cuando decimos
que son buenos es en el sentido de que nos sentimos bien, son agradables, nos dan más
lucidez, nos llevan a cosas buenas, positivas. Son malos los que se asocian al sufrimiento o
desear el sufrimiento de los demás, porque nos enferman, porque generan tensión, angustia
o violencia.
Desde la perspectiva de los buenos sentimientos la idea sería honrar que existan los malos
sentimientos, son expresión de la vida también y del ser que los experimenta. Lo que si
rechazamos, aquellas personas que preferimos los buenos sentimientos, es actuar en la
vida bajo la guía de los malos sentimientos. En contraste, desde la perspectiva de los malos
sentimientos, hay buenos y malos sentimientos que es justificado violentar e incluso anular,
eliminar.
Y una situación más sutil de un mal sentimiento es cuando, en nombre de que amamos a
alguien, le queremos convencer de un error que está cometiendo. Dejamos de tratar de
entenderlo porque nos parece más importante hacerle caer en cuenta de algo. Esos no son
malos sentimientos tan densos como por ejemplo el deseo de venganza o el resentimiento,
pero a la luz de la escucha de corazón vemos que no son buenos sentimientos. Cuando la
gracia y la admiración ante el otro ser y lo que nos cuenta se desvanecen, la cascada de
malos sentimientos sutiles y luego densos, permea toda la escucha y todo el encuentro.
Otro ejemplo es la situación que comenté al inicio, acerca de cuando alguien solo oye
mientras el otro se expresa, solo para decir lo que desde antes quería decir, sin haber
escuchado realmente. Esto es un ejemplo de un mal sentimiento, aunque no sea tan
palpable como el mal genio o la rabia. Pero es un mal sentimiento en el sentido que
realmente no me importa lo que el otro me expresa, me es indiferente, es antipático, solo
estoy en lo que siento y en que me escuchen o sigan lo que digo o pienso.
Les escuchantes afines a lo que estoy comentando y a la escucha de corazón saben que
muchas personas piensan o dicen que escuchar es muy fácil. Por ejemplo, que la escucha
como servicio o como arte no difiere mucho en que un buen amigo nos escuche. Es cierto
que cuando entre las personas hay cariño y respeto de verdad, la escucha de corazón
puede ocurrir. Pero es distinto cuando se trata de un ser escuchante que ha reflexionado
profundamente y por un tiempo amplio acerca de la escucha y se ha formado en una
consciencia profunda de lo que sucede al escuchar así y las posibilidades que se abren en
un encuentro así.
La escucha de corazón se practica estando en los buenos sentimientos, con la vida, con
uno mismo, con la persona que estamos escuchando, con el presente en que nos
encontramos. Pero además ocurre otra cosa, esta escucha favorece o debería favorecer los
buenos sentimientos en la persona escuchada.
Para comenzar, si vemos que la persona que escuchamos no experimenta los buenos
sentimientos hacia nosotros o hacia estar reunida con nosotros no va a ser posible la
escucha de corazón y lo mejor es suspender la sesión.
Y más lejos se encuentran de la escucha de corazón aquellos y aquellas que solo escuchan
con paciencia y respeto y una sonrisa, para luego decirle a la otra persona cómo es, lo que
tiene y cómo debe actuar y ser. Y lo hacen algunes en nombre del profesionalismo de la
psicología o en nombre de que les preocupa el bien de la persona escuchada. Aunque ello
pueda tener sentido para muchas personas, incluso es lo que desean, que se les escuche
así, difiere radicalmente de la escucha de corazón. Y en mi concepto, en ello no priman los
buenos sentimientos.
Así como esta escucha depende del deseo genuino de las y los escuchantes por escuchar
así, en la misma orilla deben estar las personas escuchadas, si ellas mismas no desean
vivir de acuerdo los buenos sentimientos en ellas y en su vida, la escucha de corazón no
ocurrirá.