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IMMANUEL KANT
EXCURSUS
¿Qué es la Ilustración?
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1. La Ilustración: líneas generales
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Religión: Frente a las guerras de religión acaecidas en el s. XVII, se propugna la
tolerancia (Locke: Carta sobre la tolerancia). La crítica a la religión se centra en dos
aspectos: es irracional: los ritos y costumbres no resisten el análisis racional y
ocultan a menudo la intolerancia y la mezquindad. Se la acusa de oscurantismo e
inmoralidad: oscurantista porque trata de ocultar la verdad mediante subterfugios,
impidiendo así el progreso en el saber a las clases más populares. Inmoral porque
mantiene un doble discurso: una cosa es la que predica y otra la que hace.
Historia: Es en la Ilustración cuando nace como ciencia, intentando buscar las
razones de los acontecimientos sin limitarse a narrar gestas heroicas. Los ilustrados
conciben la Historia desde el Optimismo y la confianza en el progreso. Es el
escenario en el que la razón y la libertad se van abriendo paso para liberar a la
humanidad de la ignorancia y conducirla a su mayoría de edad:
“En fin, la especie humana debe mejorarse, sea por los nuevos
descubrimientos en las ciencias y en las artes y por una consecuencia
necesaria en los medios de bienestar particular y de prosperidad común, sea
por los progresos en los principios de conducta y en la moral práctica, sea,
en fin, por el perfeccionamiento real de las facultades intelectuales, morales
y físicas [...] Llegará entonces el momento en que el Sol no iluminará sobre
la tierra sino sobre hombres libres, que no reconozcan otro dueño que su
razón; en que los tiranos y los sacerdotes y sus estúpidos e hipócritas
instrumentos no existirán más que en la Historia o en el teatro; en que no
ocuparán su atención sino para compadecer a sus víctimas y a aquellos a
quienes engañaron".
(Condorcet, Cuadro histórico del progreso humano, décima época)
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IIMMANUEL KANT
«Es cierto que quien sepa leer la Crítica de la razón pura como debe
leerse encontrará, en ella, al lado de la agudeza y la profundidad del
pensamiento, un vigor extraordinario en la concepción y una excepcional
fuerza plástica en el lenguaje. Fue nada menos que Goethe quien dijo
que cuando leía una página de Kant tenía la impresión de entrar en un
aposento lleno de luz. Al lado del arte de analizar a fondo los más difíciles
e intrincados pensamientos, resalta aquí el talento del autor para registrar
magistralmente y condensar en un punto el resultado total de una larga y
trabajosa deducción y de un fatigante análisis de conceptos».
J.E. Cassirer, Kant. Vida y doctrina, FCE, México, 1993, 169.
Prusia, patria de Kant, experimentó una gran prosperidad, lo que facilitó que se
anexionase a lo largo del s. XIX los pequeños estados que la rodeaban, hasta culminar
unificación alemana.
Kant conoció y respaldó las grandes revoluciones de finales del s. XVIII. Así,
Gran Bretaña tuvo que reconocer (1783) la independencia de las colonias de América
del Norte tras la Revolución americana. Los nuevos EE.UU. de América se dotaron
de un sistema político liberal con el fin de garantizar los derechos naturales de los
ciudadanos, la triple división de poderes y el principio de igualdad ante la ley.
5
número elevado de aristócratas, y se enfrentaron entre sí en terribles disputas
políticas, que causaron la muerte de centenares de miles de personas.
6
Hume en que la metafísica no es posible como ciencia, pero mantuvo algunos
conceptos metafísicos como categorías de la razón teórica o como condiciones de
posibilidad de la moral.
1. Breve semblanza
Nació Kant en Königsberg (1724), ciudad
prusiana, enclave ruso a orillas del mar Báltico.
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¿Qué es la ilustración?2 (1784) Plantea la cuestión de la emancipación
del hombre y la salida de la “minoría de
edad” (Unmündigkeit)
Fundamentación de la metafísica de las Expone una ética del deber
costumbres (1785)
Crítica de la razón práctica (1788) Desarrolla su ética formal y autónoma
Crítica del juicio (1790) Analiza el fundamento de los juicios
estéticos y teleológicos
La religión dentro de los límites de la Propone una religión racional
razón (1794)
La paz perpetua (1795) Presenta algunas opiniones sobre historia
y sobre política
Metafísica de las costumbres (1797) Recoge su filosofía política y su filosofía
del derecho
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otro mundo de la libertad, de causas finales en el interior del ser humano.
«Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre
renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y más continuamente
reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro
de mí».
Kant, Crítica de la razón práctica, Alianza, Madrid, 2000, 293.
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Juicio. Enunciado en el que un predicado se atribuye a un sujeto y es susceptible de verdad o falsedad.
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La validez de estos juicios se basa en el principio de contradicción; su verdad o
falsedad se advierte inmediatamente con solo aplicar tal principio. Otra característica
de estos juicios es que son meramente explicativos, pues no dan a conocer nada que
no supiéramos. Simplemente explican algo que ya sabíamos.
◦ Los juicios sintéticos son aquellos en los que el predicado no está contenido en
el sujeto; aquél añade una propiedad que no estaba incluida en éste. Para explicar este
tipo,Kant aporta el siguiente ejemplo “todos los cuerpos son pesados”. Por más que
se analice el concepto de “cuerpo” nunca se obtendrá la conclusión de que debía ser
pesado; negar este juicio es un error, pero no una contradicción. Por tanto, su verdad
o falsedad no depende del principio de contradicción. Una característica de este tipo
de juicios es que son extensivos, es decir, amplían nuestro conocimiento, pues nos
dan a conocer una nota o propiedad del sujeto que antes desconocíamos.
• Según el modo en que conocemos la verdad o falsedad de un juicio, Kant
distingue entre juicios a priori5 y juicios a posteriori6.
◦ Un juicio es a priori cuando no está fundado en la experiencia. Todos los
juicios analíticos son a priori, pues su verdad es independiente de toda experiencia:
basta con analizar los conceptos que lo forman. Los juicios a priori son universales
y necesarios, pues no hace falta recurrir a la experiencia para comprobar que
efectivamente la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos o que el
todo es mayor que las partes. En cambio los juicios sintéticos pueden ser, según
Kant, a priori o a posteriori.
◦ Un juicio es a posteriori cuando sí está fundado en la experiencia. Los juicios
a posteriori son todos particulares y contingentes, pues la experiencia no nos
muestra más que hechos concretos singulares.
¿Cuáles de entre estos tipos son los propios del conocimiento científico?
Aquellos que, siendo universales y necesarios, sean además extensivos, e. d., que
amplíen nuestro conocimiento. Ahora bien, los únicos juicios que cumplen estas
condiciones son los juicios sintéticos a priori: por ser sintéticos, son extensivos; por
ser a priori, son universales y necesarios.
5
A priori. Locución latina que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «independiente de la experiencia y
anterior a ella». Kant denominó a priori todo lo que proviene del sujeto que conoce: lo consideró forma del
conocimiento.
6
A posteriori. Locución latina que en el pensamiento kantiano indica aquello que es «dependiente de la experiencia
sensible y posterior a ella». Los elementos a posteriori son, según Kant, la materia del conocimiento.
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Trascendental. Kant aplica este adjetivo al estudio de nuestro modo de conocer los objetos a priori.
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juicios?; ¿se dan tales condiciones en los juicios propios de la metafísica?
Hay que tener en cuenta que estos juicios encierran, en palabras de Kant, un
cierto misterio: por ser sintéticos no están fundados sobre el principio de
contradicción, y por ser a priori tampoco se basan en la experiencia. ¿Cuál es
entonces su fundamento?
Para responder a estas cuestiones, Kant investigará una por una las tres
funciones del conocimiento que, según él, se dan en el hombre: la sensibilidad, el
entendimiento y la razón. Por tanto, a la primera pregunta responderá Kant en la
Estética trascendental, a la segunda, en la Analítica trascendental; a la tercera, en la
Dialéctica trascendental. Las tres partes en las que se divide la Crítica de la razón
pura.
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Estética. Atendiendo al origen etimológico de este vocablo griego (αἰσθητική), que significa “sensación” o
“percepción”. Kant empleó este término como sinónimo de teoría de la sensibilidad.
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La sensibilidad es definida como receptividad (Empfänglichkeit), pasividad, y
es además la única fuente de intuiciones, e d., de conocimiento inmediato de objetos
singulares. Este hecho de negar que exista una intuición intelectual es propio de una
postura empirista, y con él Kant se distancia del racionalismo. Por ahora retengamos
que para Kant la sensibilidad es una facultad meramente pasiva: es la impresión que
un objeto deja sobre la facultad representativa.
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conocimiento sensible, el filósofo pasa a demostrar que, gracias a ellas, son posibles
los juicios sintéticos a priori en matemáticas. La geometría estudia el espacio y la
aritmética la sucesión numérica; según Kant, ésta (la sucesión numérica) se basa en la
sucesión temporal y, por tanto, puede decirse que la aritmética estudia el tiempo.
Pero como espacio y tiempo son formas a priori, los juicio que se hagan sobre
ellos serán también a priori. Y puesto que no son conceptos, sino intuiciones
sensibles, esos mismos juicios serán también sintéticos.
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Pero Kant niega que el entendimiento pueda intuir algo por otra razón: si el
entendimiento pudiera intuir, siendo como es pura espontaneidad, debería «poner»
(setzen), «crear», su propio objeto, porque ése no le sería dado por la sensibilidad.
Porque percibir (wahrnehmen) impresiones no es comprenderlas (verstanden sie);
comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto: poder decir de un
conjunto de colores, formas, olores, etc, que aquello es una flor, un hombre, etc. La
operación por la que referimos fenómenos a un concepto es el juicio, a través del
cual predicamos algo de un sujeto. El entendimiento es, por tanto, la capacidad de
juzgar.
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Concepto. Kant lo entendió como un contenido mental que representa y unifica una multiplicidad de individuos que
han sido percibidos en la experiencia; p. e., el concepto de «ornitorrinco» representa y da unidad a la percepción de
muchos ornitorrincos.
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Kant clasifica los juicios en cuatro grupos, cada uno de los cuales, a su vez, se
divide en tres. Las formas de juzgar son cuatro, pues todo juicio ha de tener una
cantidad, una cualidad, una relación y una modalidad.
Hay, por tanto, doce tipos de juicios, a cada uno de los cuales le corresponde un
concepto puro o categoría12, como lo llama Kant. La lista de las categorías es la
siguiente:
¿Qué función tienen las categorías? Ya lo hemos visto: unificar las impresiones
sensibles dadas en el espacio y el tiempo; si no se diera esta función unificadora, nos
quedaríamos con un conjunto de impresiones inconexas y desarticuladas. Es éste el
sentido de la frase ya citada de Kant: «intuiciones sin conceptos son ciegas13»
(«Anschauungen ohne Begriffe sind blind»).
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Apodíctico. Incondicionalmente cierto, necesariamente válido.
12
Conviene recordar que las categorías para Aristóteles eran los modos generales de ser en el orden real. Sin embargo,
para Kant son solamente los modos generales del conocer; no son algo real, ya que pertenecen sólo al pensamiento.
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Esto es así porque «las categorías (…) no son sino formas de pensamiento, que no contienen más que la facultad
lógica de reunir a priori en una conciencia lo múltiple dado en la intuición», Crítica de la razón pura.
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Tipos de juicios Categorías
Universales Unidad
Por la cantidad Particulares Pluralidad
Individuales Totalidad
Afirmativos Realidad
Por la cualidad Negativos Negación
Indefinidos Limitación
Categóricos Sustancia-accidente
Por la relación Hipotéticos Causa-efecto
Disyuntivo Agente-paciente
Problemáticos Posibilidad
Por la modalidad Asertóricos Existencia
Apodícticos Necesidad
«La misma función que da unidad a las distintas representaciones en un juicio, proporciona
también a la mera síntesis de diferentes representaciones en una intuición una unidad, que, en
términos generales, se llama concepto puro del entendimiento […]. De acuerdo con Aristóteles,
llamaremos a tales conceptos [puros] categorías, pues nuestra intención coincide primordialmente
con la suya, aunque su desarrollo se aparte notablemente de ella».
Kant, Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1998, 112-113.
Por otra parte, como las categorías son conceptos puros, vacíos de contenido
empírico, ellas solas no nos dan a conocer nada; esto quiere decir que sin los datos de
la intuición sensible podemos «pensar» muchas cosas, pero el resultado será sólo una
construcción puramente ideal, un puro juego mental. Para «conocer» algo tenemos
que aplicar las categorías a los datos de la intuición sensible. Dicho de otro modo,
podemos «pensar» lo que queramos, pero no podemos «conocer» más que aquello de
lo que hayamos tenido intuición sensible. Este es el sentido de la frase «conceptos sin
contenido son vacíos» («Begriffe ohne Inhalt sind leer»).
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Kant insiste con frecuencia en que los datos que recibimos a través de la
sensibilidad forman un conjunto desordenado e inconexo de impresiones; el orden y
la conexión entre los fenómenos es siempre obra del sujeto.
Por la aplicación de las categorías a los fenómenos, éstos pasan a ser objeto
del entendimiento en cuanto que sólo ahora puede decirse que conocemos
sustancias cada una con una esencia, relacionadas entre sí como causa y efecto,
etc. Esto significa que, para Kant, cuando el entendimiento conoce, no capta
objetos ─ya vimos que niega toda intuición intelectual─ sino que más bien
“construye” sus propios objetos de conocimiento. El entendimiento, por tanto,
mediante la aplicación de las categorías confiere a los fenómenos el sello de la
objetividad. La cosa en sí, de suyo incognoscible, pasa a ser objeto de conocimiento
por las condiciones a las que la ha sometido el sujeto.
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tierra se moje). En opinión de Kant, Hume tenía razón al afirmar que no hay
experiencia de dicha “conexión necesaria”, pero había errado al situar el origen de la
idea de relación causa-efecto en el hábito psicológico, porque esa idea es una
categoría objetiva de nuestro entendimiento.
En la parte que ahora vamos a estudiar Kant analiza la tercera función del
conocimiento que se da en el hombre: la razón (Vernunft). Así como el acto propio
del entendimiento es hacer juicios, la actividad propia de la razón es razonar, e. d.,
enlazar juicios y extraer conclusiones.
En todo razonamiento lo que hacemos es, según Kant, vincular unos juicios
con otros según la relación de principio a consecuencia; los juicios que forman las
premisas constituyen los principios del razonamiento; la conclusión es la
consecuencia lógica de los principios.
14
Fenómeno. Del griego φαίνομαι, que significa aparecer. Para Kant es el objeto que “aparece” ante un sujeto y del que
se posee experiencia.
15
Noúmeno. Del griego νούς, que significa pensamiento. Kant señaló que el sujeto no tiene experiencia de la cosa en sí,
por lo que puede ser pensada, pero no conocida.
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Pero así como la sensibilidad unifica las impresiones sensibles para construir
fenómenos, y el entendimiento utiliza los fenómenos constituyendo el objeto del
conocimiento, también la razón realiza una función de síntesis. Según Kant, la
razón intenta crear una unidad sometiendo todos los conceptos, y con ello todos
los juicios que sea posibles, bajo una regla general, bajo un juicio universal que
abarque una multiplicidad de juicios particulares, sirviendo a éstos de fundamento.
No obstante, veamos el ejemplo de Kant. Tomemos el siguiente silogismo:
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Ahora bien, la ciencia que trata de estudiar la realidad qua real ─en sí─, es
precisamente la metafísica; luego la metafísica como ciencia es imposible: no
podemos formular juicios sintéticos a priori acerca de lo en sí porque ni siquiera
lo conocemos.
Con todo, desde hace muchos siglos los hombres se han empeñado en hacer
metafísica ¿Cómo es posible que durante todo ese tiempo nadie cayera en la cuenta
de la imposibilidad de tal tarea? La respuesta no es difícil de prever: todas las
funciones de nuestro conocimiento son, según Kant, funciones de síntesis; a partir de
una pluralidad de datos, intentan unificarlos para obtener un conocimiento unitario de
la realidad. Esto mismo, pero en grado máximo, ocurre con la razón. Si bien es cierto
que objetivamente no puede llegar nunca a concepto que dé razón de nuestro
conocimiento, tiene, con todo, una tendencia connatural a intentar alcanzarlo. Esto
explica que siempre haya existido la ineludible inclinación a hacer metafísica, a
conocer lo en sí. Tener esta inclinación es algo natural, aunque nunca pueda ser
satisfecha.
El problema surge cuando, dejándose llevar por esa inclinación, el filósofo cree
haber logrado su propósito. Puesto que si no llegamos a conocer lo incondicionado
todos nuestros conocimientos carecen de un verdadero fundamento. La razón tiende a
sintetizar tres ideas absolutas en las que poder fundar todos los razonamientos. Esta
tendencia, por más que sea ineludible ─dice Kant─, no por ello deja de ser una
ilusión. El error está en no reconocerla como tal y pensar que efectivamente se ha
llegado a lo absoluto. Este error es precisamente lo que Kant llama “ilusión
trascendental”.
21
intuición del alma, del mundo y de Dios, estos tres conceptos no son ni empíricos ni
categorías; son ideas en el sentido platónico, e. d., conceptos racionales a los que no
corresponde ningún objeto dado por los sentidos.
Pero alma, mundo y Dios son precisamente los tres temas centrales de los que
se ocupa la metafísica. Por eso si se cae en la ilusión trascendental, se piensa que la
metafísica es posible como ciencia. En esto consiste lo que Kant llama el uso
«constitutivo» de las ideas.
Pero cabe hacer otro uso de las ideas: lo que Kant llama el uso «regulativo»;
este uso no es sólo útil, sino también indispensable. A través de él damos la mayor
unidad posible a nuestro conocimiento. Aceptándolas como hipótesis o como límite
hacia el que tiende la razón, se favorece el progreso indefinido de la ciencia en busca
de principios cada vez más universales. En este caso no hacemos de estas ideas un
uso objetivo, sino subjetivo, basado en la hipótesis de un “como-si”: como si
existieran el alma, el mundo y Dios.
Kant recoge el caso de Descartes: a partir del cogito, ergo sum concluyó que el
alma es una sustancia. El error está en que el ego cogito que hace de sujeto de ese
juicio no es el yo empírico, sino el yo trascendental, que acompaña a todas nuestras
representaciones. Ahora bien, ese yo trascendental no puede ser él mismo un objeto
16
Un paralogismo es un silogismo en el que ha tenido lugar un error lógico.
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de la conciencia. Es decir, el yo que conoce no puede ser, al mismo, tiempo objeto de
sí mismo, porque entonces ya no es sujeto trascendental.
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Antinomia. Kant sostuvo que cuando la razón rebasa la experiencia posible a menudo cae en varias antinomias, e. d.,
perspectivas igualmente racionales, pero contradictorias.
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Así lo expresa Kant: «Si ahora tomo justamente el sujeto (Dios) con todos sus predicados (entre ellos la omnipotencia)
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El argumento cosmológico, por su parte, presupone el ontológico, luego
tampoco es concluyente. Por último, la prueba físicoteológica implica la
cosomológica.
5. Kan y la Ilustración
y digo “Dios es” o “hay un Dios”, no pongo ningún nuevo predicado al concepto de Dios, sino que pongo sólo el
sujeto en sí mismo, con todos sus predicados y pongo el objeto en relación con mi concepto. Ambos deben contener
exactamente lo mismo y, por tanto, nada puede añadirse al concepto, que sólo expresa la posibilidad, por el hecho
de que yo piense su objeto como absolutamente (por la expresión “él es”). Lo real no contiene más de lo que
contiene lo posible. Cien táleros reales no contienen lo más mínimo más que cien táleros posibles. Pues como éstos
significan el concepto y aquéllos el objeto y su posición en sí mismo, si éste contuviera más que aquél, mi concepto
no expresaría todo el objeto y no sería su concepto adecuado. Pero en mi situación de fortuna hay más en cien
táleros reales que en el mero concepto de cien táleros (es decir, en su posibilidad). Pues el objeto, en la realidad, no
está sólo contenido analíticamente en mi concepto, sino que se añade sintéticamente a mi concepto (que es una
determinación de mi estado), sin que por ese ser fuera de mi concepto los referidos cien táleros mismos se hayan
aumentado en lo más mínimo»; Crítica de la razón pura.
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Sólo a través de la crítica es posible cortar las mismas raíces del materialismo, del fatalismo, del ateísmo, de la
incredulidad libre-pensadora, del fanatismo y de la superstición, todos los cuales pueden ser nocivos en general,
pero también las del idealismo y del escepticismo, que son más peligrosos para las escuelas, y que difícilmente
pueden llegar a las masas. La cuestión, es por otra parte, cómo se entienda el idealismo.
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Como ya hemos visto, Kant consigue afirmar la objetividad del conocimiento
negando, al mismo tiempo, la trascendencia: no conocemos las cosas como son en sí
pero es posible el conocimiento objetivo y la ciencia porque -repitámoslo una vez
más- la objetividad es una propiedad que el sujeto confiere a las
representaciones al someterlas a determinadas condiciones. Mas para entender
plenamente el planteamiento kantiano, conviene situarlo en su contexto histórico.
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Las consecuencias que se siguen de la primera crítica (Crítica de la razón
pura) no son todas negativas:
Con todo, sigue siendo cierto que la razón apunta a conocer más allá de los
límites que ha marcado la crítica, que la inclinación natural hacia lo absoluto e
incondicionado sigue siendo latente en el hombre.
A esta función de la razón, que se ocupa de cómo debe ser la conducta, Kant,
usando la terminología de Aristóteles, la llamó razón práctica (praktische Vernunft).
Se impone, pues, realizar también una crítica de la razón pura práctica para
encontrar las condiciones trascendentales que hacen posible la conciencia moral; sólo
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de ese modo será posible formular una ética científica y rigurosa.
La diferencia entre ambas críticas es, sin embargo, notable. Las dos parten de
un “hecho” del que hay que dar razón: la crítica de la razón teórica partía del “hecho
de la ciencia”; la nueva crítica parte del “hecho de la conciencia moral”. Pero
mientras la ciencia llega a nuestra conciencia a través de intuiciones sensibles, la ley
moral se da totalmente a priori de un modo necesario, porque, p. e., es siempre
cierto que no se debe mentir, aunque en la práctica todos los hombres mientan. La
conciencia moral es un hecho de la razón pura y a priori, lo que demuestra,
según Kant, que la razón pura es de suyo y originalmente legislativa.
3. La ley moral
Hemos visto que la ley que debe regir nuestra conducta no puede estar tomada
de la experiencia, ya que en tal caso carecería de validez universal. Por otra parte, la
razón no se determinaría a sí misma sino que vendría determinada por algo externo a
ella, e. d., se daría heteronomía moral. ¿Cómo debe ser entonces la ley moral?
Kant distingue entre obrar conforme al deber y obrar por deber. Así, una
persona puede actuar conforma al deber para evitar ciertos males ─p. e., se abstiene
de robar por miedo al castigo si lo descubren─. Estos actos realizados conforme al
deber, pero no por el deber, son legítimamente buenos, pero no moralmente buenos.
Son legítimamente buenos, porque se ajusta a la ley moral, al imperativo de la razón,
pero carecen de bondad moral, ya que el motivo que mueve a actuar no es el respeto
a la ley (die Achtung fürs Gesetz), sino el interés o el miedo. Una voluntad es
plenamente buena cuando, al margen de los beneficios que pueda lograr, actúa por
respeto a la ley; dicho de otro modo, cuando se encuentra en el deber ser.
Para actuar por deber hay que regirse, en cambio, por un imperativo
categórico (kategorischer Imperativ), que es aquél en el que el mandato no está
puesto bajo ninguna condición, sino que impera incondicionalmente, sin
ninguna limitación. La ley moral nos debe indicar, por tanto, que actuemos por
deber.
Además, la ley moral no nos debe indicar nunca la materia de la acción que
hemos de realizar ─eso sería volver a una ética material─, sino sólo la forma o el
motivo por el que hemos de actuar. Este imperativo categórico, que es la ley
fundamental de la razón práctica, Kant lo formula así:
«Cuando pienso en general un imperativo hipotético, no sé de antemano lo
que contendrá; no lo sé hasta que la condición me es dada. Pero si pienso
un imperativo categórico, ya sé al punto lo que contiene, pues como el
imperativo, aparte de la ley, no contiene más que la necesidad de la máxima
de conformarse con esa ley, y la ley, empero, no contiene ninguna
condición a que esté limitada, no queda, pues, nada más que la
universalidad de una ley en general, a la que ha de conformarse la máxima
de la acción, y esa conformidad es lo único que el imperativo representa
propiamente como necesario.
El imperativo categórico es, pues, único, y es como sigue: obra sólo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal»20.
Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. II
Como se ve, esta ley no nos indica “qué” hemos de querer, sino “cómo”
hemos de querer. Es, pues, una ley incondicional, a priori y, por tanto, objetiva. Y
además es una ley moral autónoma: la voluntad se da a sí misma su propia ley sin
tomarla de nada ni de nadie, sin quedar subordinada a ningún objeto.
20
La frase en cursivas y en negrita indica la formulación kantiana del imperativo categórico. Más exactamente, Kanto lo
escribió en estos términos: „Handle nur nach derjenigen Maxime, durch die du zugleich wollen kannst, dass sie ein
allgemeines Gesetz werde”.
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4. Postulados de la razón práctica
4.1. La libertad
La primera condición de posibilidad de la conciencia moral es que postulemos
la libertad (Freiheit) de la voluntad, porque ¿cómo podría ser autónoma una voluntad
que no fuese libre?
Tal conformidad debe ser posible, puesto que es una exigencia de la razón
práctica. Pero resulta que ningún ser racional del mundo sensible es capaz de realizar
plenamente la santidad, porque en el hombre la razón no es el único principio
determinante de la voluntad; ésta, al estar ligada en esta vida a la sensibilidad, es
continuamente solicitada por bienes materiales, de modo que no sin gran esfuerzo
logra conformarse con la razón.
Señaló, al igual que Thomas Hobbes, que los hombres se unen mediante un
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contrato para llegar a la sociedad civil, que debe organizarse en un Estado de
derecho. Éste se funda en leyes que regulan las acciones externas de los hombres,
con el fin de permitir la coexistencia de la libertad de cada individuo con la del
conjunto, de modo que cada uno mantenga su autonomía y pueda ejercer la libertad
moral. Kant defendió, frente al absolutismo, la igualdad e independencia de los
ciudadanos.
Por otro lado, según Kant, la historia estudia la libertad, tanto en su aspecto
interior, relacionado con la moral y la religión moral, como en el exterior o legal, que
concierne al derecho y la política. Sin embargo, su concepto de historia tiene un
carácter más político que moral, porque consideró que su protagonista principal es la
comunidad humana y no el sujeto individual.
32
El pensamiento kantiano recibió el influjo de la filosofía moderna anterior
(racionalismo y empirismo), no en vano Kant había estudiado a G. Leibniz (1646-
1716) y Ch. Wolff (1679-1754) y había reaccionado contra él tras la lectura de libros
empiristas. Por mucho que se haya querido decir que su pensamiento es una síntesis
entre ambos movimientos, la verdad es que la aspiración de Kant no fue la conciliar
dos sistemas incompatibles, de hecho, entre sí, sino la de superarlos.
En el terreno moral, Kant rechazó el emotivismo de Hume, pues, para él, los
imperativos morales derivan de la razón.
34
EXCURSUS
¿Qué es la ilustración?
En esta obra, Kant nos ofrece una definición de Ilustración: “salida del hombre
de su autoculpable minoría de edad”. El lema de la ilustración podría resumirse en la
recuperación de una antigua divisa de Horacio:”Sapere aude!” (Atrévete a saber). La
mayor aspiración de la Ilustración se expresa por tanto en una palabra: autonomía,
entendida ahora no solamente en su sentido moral, sino de una forma más amplia
como capacidad de pensar por uno mismo. Kant identifica varias barreras para que
esta autonomía llegue a realizarse. En primer lugar cabría referirse a las internas: la
pereza, la cobardía y también la costumbre pueden llevarnos a renunciar a cualquier
clase de pensamiento autónomo. Es fácil confiar las propias ideas e incluso la vida a
quien asegura orientarnos correctamente. Creada esta dependencia hundida en los
orígenes de la historia, es difícil que el individuo pueda afrontar la tarea de pensar por
sí mismo: los que piensan por él le disuadirán de tal disparate, apareciendo aquí otros
de los límites a la ilustración. Las barreras externas pueden identificarse fácilmente
en todas aquellas autoridades que se benefician de la heteronomía, entre los cuales
Kant cita a los tutores del pensamiento, oficiales del ejército, sacerdotes, líderes
políticos… Nadie debe decirnos qué leer o cómo pensar, sino que hemos de
emanciparnos de cualquier referencia externa: pensar por nosotros mismos implicará
al principio cometer errores, pero no tardaremos mucho en lograr criterios propios
para los ámbitos más elementales de la vida.
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república, es necesario cierto mecanismo, por cuya mediación algunos miembros de
la república deben comportarse de modo meramente pasivo para ser dirigidos hacia
fines públicos mediante una unanimidad artificial del gobierno, o, al menos, para
impedir la destrucción de tales fines. Entonces no está permitido razonar, sino que se
debe obedecer.” El uso privado de la razón podría entenderse, por tanto, como la
obediencia racional: formamos parte de una sociedad y eso implica cumplir normas
elementales cuya desaparición podría significar la disolución de la sociedad.
Continuando con estas ideas sobre historia y política, se plantea Kant en La paz
perpetua las condiciones jurídicas, políticas y morales en las que se puede alcanzar.
Según el autor alemán, los conflictos terminarán desapareciendo con el paso de los
siglos, a medida que la humanidad tome conciencia de sus errores: por esto tiene
sentido concretar cómo deben ser los tratados de paz (y nos los falsos armisticios
actuales) de manera que las generaciones futuras puedan aprender de las malas
experiencias de nuestro tiempo. Igualmente se refiere Kant a las relaciones políticas
que han de darse entre los estados para que la paz sea una realidad y no una mera
quimera. Al final del libro aborda el problema de la relación entre ética y política,
decantándose por la primera como criterio último que ha de primar sobre cualquier
interés político. El final de la historia coincidiría con la realización de la Ilustración
en la que todos los seres humanos obrarían de forma autónoma y con el deber como
única motivación.
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