Las Dificultades de Subsistencia Penitenciaria de Los Reos, Reclusos Dentro Del Sistema Penitenciario

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INSTITUTO TECNOLÓGICO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE ZAMORA

INGENIERÍA EN INNOVACIÓN AGRÍCOLA SUSTENTABLE


“LOS SOBRINOS SIN EL TÍO”
1A
UNIDAD IV
PRESENTAN:
TORRES ANAYA ALEJANDRO
TORRES MARTÍNEZ JESÚS REYNALDO
LUVIANO GARCÍA MARÍA GUADALUPE
MARTÍNEZ COLLAZO DAVID ADOLFO
MORALES CERVANTES SERAFÍN
FUNDAMENTOS DE INVESTIGACIÓN
FACILITADOR:
GUILLERMO HERNÁNDEZ GARCÍA
ZAMORA, MICHOACÁN. A 2 DE DICIEMBRE DE 2021

“LAS DIFICULTADES DE SUBSISTENCIA


PENITENCIARIA DE LOS REOS, RECLUSOS
DENTRO DEL SISTEMA PENITENCIARIO”

1
INTRODUCCIÓN
En el presente documento se dará a conocer a grandes rasgos y en ciertos puntos
a profundidad el cómo es la vida dentro de las prisiones mexicanas, qué hacen los
reos para subsistir, las actividades necesarias (que en la mayoría de los casos son
delictivas) que se llegan a realizar en estas cárceles, específicamente en los
reclusorios y Centros de Readaptación Social, o mejor conocidos como CERESOS.
A primera instancia debemos conocer y entender lo que es un reclusorio. Un
reclusorio es un tipo de cárcel que pertenece al Estado y en la cual se recluye a
personas de 18 años y más, que han cometido algún delito o infracción a las leyes,
por lo que se les priva de su libertad y de otros derechos civiles.
Lo que en un principio era designado como cárcel, no era más que un lugar
destinado para la guarda y custodia de los reos, así como para restringir la libertad
de los mismos. Posteriormente se le conoció con el nombre de Penitenciaria, esto
a causa de la evolución de la pena privativa de la libertad, la penitenciaria tenía
como finalidad el arrepentimiento de los presos por haber trasgredido una norma de
carácter penal.
En la actualidad se les conoce como Centros de Readaptación Social (CERESO),
los cuales además de buscar el arrepentimiento de los infractores, buscan la
reintegración a la sociedad de los internos, de ahí el nombre de “Readaptación”, ya
que uno de sus objetivos es readaptar a los presos una vez cumplida su pena.
Los antecedentes de la prisión en México, al igual que el resto del mundo se
encuentra ligada al horror, al sufrimiento y a la constante violación de los derechos
humanos de los reclusos.
A partir de 1956 se reorganiza el sistema Penitenciario a través de la atención del
tratamiento de los reos en funciones más específicas. Para este año ya se cuenta
con estadísticas e información de todo el sistema.
En 1975 México toma en cuenta las bases de la ONU para el tratamiento de los
reclusos donde se lleva a cabo un nuevo proyecto penitenciario. Durante la gestión
del presidente Adolfo López Mateos se resaltan aportaciones que consistían en
proveer la adecuada organización del trabajo en los reclusorios. En 1971 se aprueba
por el Congreso Federal normas mínimas que regulan la readaptación social en
base al trabajo, la capacitación y la educación. Conforme pasa el tiempo se
modifican las estructuras organizacionales con la finalidad de lograr toda una
institución Penitenciaria.
Para el 2000 el objetivo primordial fue la organización del sistema, así como el
desarrollo de la Industria Penitenciaria, que generase y retroalimentase una
verdadera readaptación y responsabilidad social, haciendo de los CERESOS lo que
son hoy en día.

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Antecedentes
Antes en la cárcel los castigos eran muy bruscos, al igual que en las penas de
muerte, ya que en sí la pena de muerte de antes eran en sillas eléctricas o la
horca, y así se hacían con los prisioneros en México.
Las torturas constaban de encerrar al prisionero sin comida o si lo hacían era una
sola comida, dependiendo de los días que los dejaban, pero también dependían
de lo que el prisionero hizo dentro de la celda, o si le llegó faltar respeto al
custodio. Así se llegaba a castigar un prisionero en ese entonces,
Otra tortura que tal vez se use en hoy en día era con botes de agua helada para
que ellos hablasen y sacarles información. Antes de sus muertes les hacían saber
días antes a sus familiares, y un día antes se ensayaba cómo es que iban a
asesinarlo, y al día siguiente era el “espectáculo”. Es cuando citaban a los
familiares para ver la muerte del prisionero.
Otra de las torturas era de echarles chile en la nariz para que así hablasen, o
también el famoso “Tehuacanazo”, que consistía en introducir agua mineral por la
nariz previamente agitada.
Hay otro tipo pena de muerte de hace ya muchos años, que es la “inyección letal”
que solo los dormía para no despertar nunca más. En esta pena no se les avisaba
a los familiares que fueran a ver su muerte, simplemente se realizaba. En la horca
era todo lo contrario, al igual que con la silla eléctrica.
Hoy día la mayoría de estas torturas no existen; al menos por parte de los custodios,
ya que sólo se limitan a los golpes o al esfuerzo físico, aunque por parte de los reos
se practican muchas técnicas, y muy violentas.

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DESARROLLO
Lo más importante de esta investigación es el tema a tratar: La vida de los reos y
sus implicaciones para subsistir en las prisiones mexicanas. ¿Qué tipo de personas
llegan a caer en un reclusorio? Aquellas que cometen algún delito, que en este caso
nos centraremos en los moderados (como el fraude, estafas, etc.) y los graves
(secuestro, violación, homicidio, narcotráfico, lavado de dinero, etc.)
¿Qué se vive en los reclusorios?
Desgraciadamente y para sorpresa de nadie, en la mayoría de cárceles, penales y
reclusorios se violan la mayoría de los derechos humanos; tenemos el caso de Juan
Francisco Maya Juárez, o mejor conocido como “Paco Maya”, ex-miembro del
conocido grupo de comediantes “Diablo Squad”, liderado por Franco Escamilla.
Paco Maya fue arrestado en el año 2005, a causa de fraudes crediticios generados
en una agencia de Volkswagen. Esto lo llevó a ser encarcelado en el reclusorio
oriente durante 1 año y medio aproximadamente. Él nos cuenta como es vivir dentro
del reclusorio, qué se hace, como subsisten, qué actividades realizan, su relación
con otros reos, gastos, visitas, etcétera.
Primero es llevado al reclusorio oriente, conocido por los reos como “Campus
Oriente”, donde entra a “Ingreso”, que es una de las zonas del reclusorio. Existe
“Ingreso”, “COC” y “Población”. Ingreso es donde llegan los nuevos reclusos, COC
es un intermedio, le llaman una “preparación” para población, y población es donde
ya están en sí todos los reos, y donde se realizan la mayoría de actividades por
parte de los mismos.
Para nosotros los civiles el escuchar “Cárcel” significa rejas y punto. Pero desde el
punto de vista de alguien que estuvo recluso es algo totalmente distinto. La realidad
es muy diferente a lo que uno puede llegar a pensar, ya que suceden cosas
inimaginables, pero que desgraciadamente son ciertas. Cosas como la “lista”, las
“chequeras”, las “concesiones”, la “protección”, entre muchas otras cosas que más
que nada giran en torno al dinero, éstas las explicaremos a continuación.
¿Qué hacen los reos para subsistir en las prisiones?
Antes que nada, los reos deben pagar a los demás prisioneros, en específico a los
de mayor rango (porque sí, hay rangos). En estos lugares, a la persona con más
poder le llaman “La mamá del cantón” o “La jefa del cantón”, esto porque guardan
un gran respeto y admiración a las madres. Se paga mensualmente la ya
mencionada “protección”, que ronda de varios precios por así decirlo, Paco Maya
comenta que pagaba $50,000 al mes, únicamente de protección.
En otros lugares, como los penales, es algo distinto, ya que se dice que la protección
no se paga a los reos, sino a los custodios, y dependiendo del crimen por el cual
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estás en prisión es la cantidad que vas a pagar. Por ejemplo, a alguien que está por
robo simplemente le cobran una cantidad “mínima” de unos 30 – 40 mil pesos, pero
a alguien con un crimen más severo como un homicidio o una violación se dice que
llegan a cobrar unos 400 – 500 mil pesos. Cabe destacar que, a diferencia de los
reclusorios, en los penales (en este caso el de Santa Martha Acatitla), se cobra en
cuanto entras a prisión y tendrás protección durante tu sentencia, mientras que en
los reclusorios se maneja mensualmente el pago, por lo que podemos decir que
puede llegar a ser más costoso subsistir en un reclusorio en este aspecto.
Otra cosa muy destacada y no tan conocida es la mentada “lista”. ¿Qué es esto?
Básicamente es un protocolo que se lleva a cabo diario. Los custodios llegan a las
celdas a pasar lista 3 veces al día, y por cada pase de lista el reo debe pagar 5
pesos al custodio. En total $15 al día por cada reo (dinero que va para los custodios,
y se desconoce su uso o su paradero). Pero ¿Qué pasa si un reo no paga la lista?
Si te va bien, te la perdonan y lo pagas después, pero en caso contrario el mejor
escenario es que el custodio te ordene a hacer “fajina”, que es como le llaman a la
limpieza. En el peor de los casos, al no pagar la lista los custodios llegan a dar
“toletazos” a los reos, lo que es golpear con la macana al prisionero en cuestión.
¿Qué son las concesiones? Esto ya es considerado como un lujo dentro de los
reclusorios, ya que se trata de aparatos que poseen ciertos reos (llámese DVD, Blu-
Ray, Televisores, Xbox, Parrillas, Celulares, etc.), y se maneja en forma de alquiler.
Los reos pagan una renta por usar estos aparatos, y su costo varía dependiendo
del mismo.
Además, hay algo parecido a las concesiones, pero con los custodios, donde pagas
unos $70,000 al mes con tal de tener una celda propia, sin que nadie te moleste. En
caso de que otro reo más quiera ingresar a la misma celda, no se divide el costo
entre los dos, sino que tiene que pagar otros $70,000 para que pueda gozar de este
beneficio.
En cuanto a la violencia dentro del reclusorio, hay algo muy interesante, las
llamadas “chequeras”, o “cheques en blanco”, estos son reos que de plano están
sentenciados a incontables años de encierro, o cadena perpetua. ¿De qué trata
esto? Si un prisionero tiene problemas con otro y tiene intenciones de matarlo, se
pone de acuerdo con la “chequera”, de modo que al cometer el homicidio la
“chequera” se responsabilice de las consecuencias, ya que a este no le afectará a
su sentencia, puesto que nunca saldrá de prisión. A estos “cheques en blanco” se
les paga una cantidad a consideración de la situación, y de las personas en
cuestión, para que la familia del “cheque en blanco” goce del pago, o en su defecto
el propio reo para subsistir dentro del reclusorio.
Pero… ¿Cómo subsisten los reos dentro del reclusorio?
Los reos necesitan de comida y de dinero principalmente. La comida la ofrece el
propio reclusorio, a la que es llamada “Rancho”. A pesar de ello, es muy mala, y en

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múltiples ocasiones se encuentra en estado de putrefacción, por lo que los reos
prefieren comida traída por sus visitas, o comprar en la tienda del reclusorio, lo que
conlleva al otro punto: el dinero.
Ya pudimos ver que el dinero lo es todo dentro de la cárcel, pero, ¿Cómo lo
consiguen? Resulta que dentro de los reclusorios incluso hay trabajos, y de todo
tipo. Uno de los más conocidos es ser “Estafeta”, los cuales son reos que avisan a
los demás cuando tienen visita, o cuando tienen una llamada, o cuando les han
enviado algo.
También los reos tienen sus propias maneras de conseguir dinero, algunas lícitas y
otras no. De las lícitas las más comunes son las manualidades, como dibujos,
pinturas, rompecabezas, cuadros etcétera. Estos son realizados y vendidos a los
reos con mayor dinero, o a las visitas.
En cuanto a las actividades ilícitas para la obtención de dinero son la extorsión por
llamada telefónica, que es algo ya muy conocido, y una nueva modalidad que
sorprende a muchos, el secuestro en línea, o conocido como “secuestro bluetooth”.
Se trata de un tipo de secuestro muy modernizado y astuto y va de esta manera: El
reo llama a un hotel, preguntando por una alguna reservación a nombre de algún
apellido común (Rodríguez, Hernández, Martínez, García, Pérez, etc.), y la
recepcionista confirma la reservación, e inconscientemente le da todos los datos de
las personas al secuestrador (que es el prisionero), así que espera la hora de la
reservación, y marca al número de habitación de las personas. Cuando los
huéspedes contestan, es ahí donde comienza la acción, inventan una historia
relacionada a narcotraficantes, piden los números de las personas y les solicitan
una videollamada por WhatsApp, amenazándolos con asesinarlos si hacen caso
omiso. Una vez en videollamada sólo les piden que estén tranquilos y sin llamar a
ninguno de sus familiares para avisar lo sucedido. Una vez que las víctimas están
tranquilas, piden contactos de sus familiares para realizar la extorsión, y pedir el
dinero para el rescate. Se cuenta que ha habido casos donde han obtenido más de
2 millones de pesos por una sola de víctima (este fue un caso conocido de un
famoso cantante de banda).
Es interesante conocer el funcionamiento de los reclusorios por parte de los propios
prisioneros, al igual que hay que entender por qué se le llama la “Universidad del
delincuente”, y esto es por lo siguiente: Una persona entra a la cárcel por robo de
estéreo, y termina saliendo con doctorado en secuestro (por así decirlo). Por esta
misma razón les llaman “Campus” a los reclusorios, ya que ellos la mayor parte del
tiempo la pasan aprendiendo todo tipo de actividades delictivas, para después ser
aplicadas en el exterior una vez cumplida su sentencia.
Entonces, ¿Qué era mejor?, ¿una sanción menor, o meterlo al centro de
readaptación social?, donde lo que aprendió fue de todo, menos a readaptarse
como persona en la sociedad. Aprendió cosas peores, haciéndolo incluso una

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persona más peligrosa para el ambiente en el que vivimos, y a fin de cuentas el
haber recluido a esa persona salió más “caro”.
Esto sólo es una pequeña parte de todas las actividades que se realizan en los
reclusorios y penales de México, y desgraciadamente la mayoría lo hacen con tal
de subsistir, tanto ellos como para mantener a sus familias, ya que les va mejor
adentro que afuera en las calles (en especial a aquellos que practican actividades
delictivas)
Datos
La reforma de 2011 en materia de derechos humanos supone un esfuerzo para
matizar las restricciones a los derechos fundamentales, que representan las
recientes reformas (constitucionales y legales) en materia de delincuencia
organizada y delitos graves, en particular las del año 2008. En lo que al sistema
penitenciario se refiere, la reforma modificó el segundo párrafo del artículo 18
constitucional, para agregar que su organización debe también estar basada en el
respeto a los derechos humanos. La reforma, además, modificó el artículo 1o. para
incorporar el goce de los derechos humanos incorporados “en todos los tratados
internacionales que haya ratificado México, así como de las garantías para su
protección”. En términos del sistema penitenciario, esto significa que el Estado
mexicano debe adecuar normas e instituciones en materia de derechos de los
reclusos a los estándares internacionales. Si bien las adiciones no implican un
cambio sustancial para la operación del sistema penal y penitenciario, pues desde
antes debía sujetarse a los derechos fundamentales establecidos en la Constitución
y a las obligaciones establecidas en los tratados internacionales, presenta una
oportunidad para evaluar el estado de la materia en nuestro país y la posibilidad de
exigibilidad que tienen quienes han sido legalmente privados de la libertad. Este
texto presenta un análisis sobre los derechos de los y las detenidas, clasificándolos
en tres rubros: derechos suspendidos, derechos limitados (afectados) e intangibles
o derechos no modificables. En cuanto a los derechos no modificables, se analiza
el estado actual de algunos de éstos, como son: el derecho a la dignidad; el derecho
a alimentos, ropa, agua y trabajo; a la vida, a la integridad física y moral; a la salud,
y el derecho a la reinserción.
27.8% de los internos encuestados respondió que alguna vez se fueron de sus
casas antes de cumplir quince años, de éstos, el 28.2% dijo haberse ido por
problemas de violencia familiar, y 12.6% mencionó como motivo la necesidad de
buscar trabajo. Dadas las características relativamente homogéneas de este sector,
suspender el derecho a participar en la vida político-electoral significa, en términos
prácticos, excluir a un sector determinado, no fortuito, de la población de la vida
política del país. Implica, además, excluir a ese sector de las decisiones
económicas, políticas y sociales, frecuentemente relacionadas con la situación en
la que se encuentran. En términos de la reinserción social, asimismo, la suspensión
de derechos políticos representa un obstáculo. La reinserción de los excarcelados

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es una obligación del Estado, por lo que las políticas públicas deben buscar
incorporar a las personas en sus comunidades: arraigarlas, no alejarlas. Esto se
hace, entre otras medidas, haciéndolas partícipes de los procesos comunitarios que
refuerzan los vínculos sociales y comunitarios. Al privar a las personas de la
participación política de sus comunidades, la suspensión de derechos político-
electorales aparta, aún más, a las y los presos de sus comunidades perjudicando
las posibilidades de reinserción. Quienes defienden la suspensión de los derechos
político-electorales de los presos, por otra parte, afirman que aquellos que han
optado por delinquir no merecen las prerrogativas del ciudadano, ya que han elegido
violentar tanto el orden jurídico como la sociedad que los rige.18 La consecuencia,
según este argumento, es que pierden el privilegio de participar en las decisiones
importantes de la sociedad hasta no demostrar que están dispuestos a cumplir con
las obligaciones que ésta les impone o, en su defecto, hasta no cumplir con la pena
impuesta como retribución por el delito cometido.
Condiciones de vida en la prisión
De acuerdo con los datos publicados en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el
presupuesto asignado a los reclusorios de la ciudad de México fue para 2006 de
1,127 millones de pesos. Si se toma en consideración que cuando levantamos la
primera encuesta (2002) el presupuesto había sido de 912 millones de pesos, nos
damos cuenta que, mientras la población penitenciaria se incrementó en más del
30%, el presupuesto sólo lo hizo en un 15. De ahí que podamos decir que el costo
diario por interno en el Distrito Federal bajó de 120 pesos al día en 2002 a 98 en
2006, lo que constituye un primer indicador del deterioro que han sufrido las
condiciones de vida de los reclusos en esta entidad.
Las instituciones penitenciarias estudiadas proveyeron cada vez menos a los
internos de bienes básicos como ropa, cobija y zapato, 30.5% de los prisioneros en
el Distrito Federal y 19.7 en el Estado de México señalaron que no disponían de
suficiente agua para beber.
Las cárceles en México: algunos datos generales
En México existen 447 establecimientos penitenciarios, que se distribuyen de
acuerdo con la autoridad a cargo: cinco federales, 330 estatales, 103 municipales y
nueve del gobierno del Distrito Federal. La población penitenciaria se divide en 95%
de hombres y 5% de mujeres, porcentaje similar al registrado en otros países
(Azaola/José). Del total, 56% ha sido sentenciado, en tanto que el 44% restante está
integrado por detenidos sin condena, proporción que se ha mantenido más o menos
constante a lo largo de la última década. En ese aspecto, México se diferencia de
la mayoría de los países latinoamericanos, que presentan porcentajes más
elevados de presos sin condena.
En cuanto al fuero, 26% de los internos se encuentra acusado por delitos del fuero
federal, principalmente tráfico de drogas, mientras que 74% fue encarcelado por

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delitos del fuero común, tendencia que tampoco se ha alterado significativamente
durante la última década.
Lo que sí ha ocurrido en los últimos diez años, y es importante subrayarlo, es el
incremento sin precedentes de la población en prisión. En la última década, en
efecto, el número de detenidos se ha más que duplicado, lo que nunca antes había
ocurrido en un periodo tan corto. De hecho, México tenía en 2006 una tasa de 245
presos por cada 100.000 habitantes, una de las más elevadas en América Latina,
mientras que en 1996 la proporción era de 102 presos por cada 100.000 habitantes.
En otras palabras: cada noche, un cuarto de millón de personas duerme hacinada
en las prisiones.
Entre los factores que han incidido en ese incremento, podemos señalar el aumento
de los índices delictivos, las reformas a los códigos que han endurecido las penas
y las medidas administrativas que prolongan la estancia en prisión.

Los resultados de las encuestas


Las dos encuestas (la primera efectuada en 2002 y la segunda, en 2006) fueron
realizadas en establecimientos penitenciarios del Distrito Federal y del Estado de
México, donde se concentran 50.000 internos, casi la cuarta parte del total de la
población en prisión del país. Las cárceles manejadas por los gobiernos del Distrito
Federal y del Estado de México son, además, las que presentan mayores niveles
de superpoblación, ya que reúnen a 40% del total nacional de la población
excedente en prisión.
Asimismo, son los centros penitenciarios que han registrado mayores incrementos
de detenidos, que se duplican cada seis años, lo que da una idea de la magnitud de
los problemas que enfrentan.
Algunos datos de la encuesta de 2006 permiten hacerse una idea de las condiciones
de vida de los presos en estos establecimientos: 26% de los internos aseguró que
no dispone de suficiente agua para beber; 63% considera que los alimentos que les
proporcionan son insuficientes; 27% señaló que no recibe atención médica cuando
la requiere; solo 23% dijo que la institución le proporciona los medicamentos que
necesita; un tercio de los presos opina que el trato que reciben sus familiares
cuando los visitan es «malo» o «muy malo»; 72% dijo que se siente menos seguro
en la prisión que en el lugar en donde vivía antes; y 57% dijo desconocer el
reglamento del centro penitenciario donde está recluido.
El problema del hacinamiento es particularmente grave en las prisiones del Distrito
Federal y de la zona metropolitana, donde algunos establecimientos albergan a más
de 9.000 internos. Para graficar este punto, alcanza con señalar que la mitad de la
población detenida en las cárceles analizadas duerme en espacios que rebasan, en
ocasiones por más del doble, el cupo para el cual fueron diseñados.

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Si se comparan ambas encuestas, queda claro que las instituciones penitenciarias
estudiadas proveen a los detenidos de cada vez menos bienes básicos, como ropa,
cobijas y zapatos. De hecho, el último sondeo demuestra que las familias deben
aportar cada vez más cosas a los internos para suplir las deficiencias de los centros
penitenciarios.
La tendencia al deterioro se confirma con la opinión de los reclusos acerca de la
calidad de los alimentos: en 2006, 44% dijo que la alimentación recibida era «mala»
o «muy mala», mientras que en 2002 el porcentaje era de 39%. Con respecto a la
atención médica en las cárceles del Distrito Federal, quienes dijeron que no era
adecuada representaban 20% del total en la primera encuesta y 35% en la segunda.
En cuanto a los medicamentos, 59% señaló que se los pide a la familia. En las
cárceles del Estado de México, el porcentaje de quienes calificaron la atención
médica de «mala» o «muy mala» se incrementó de 15% a 23% entre la primera y la
segunda encuesta.
El contacto con los familiares también se hizo más difícil. Aunque la frecuencia con
que los internos se comunican telefónicamente con sus familiares es parecida en
ambas encuestas, se registró una disminución en las visitas. También ha disminuido
la frecuencia de la visita conyugal en los centros penales del Distrito Federal:
mientras que en la primera encuesta 26% de los internos dijo haber tenido acceso
a este beneficio durante los seis últimos meses, en la segunda consulta solo 20%
manifestó lo mismo. En el Estado de México, la proporción se mantuvo estable en
24%.
El trato que reciben sus familiares cuando los visitan fue calificado de «malo» o
«muy malo» por 30% de los encuestados en 2006, porcentaje similar al de la
primera encuesta. En cuanto a los pagos que tienen que efectuar los familiares
cuando los visitan, son significativamente más frecuentes en las prisiones del
Distrito Federal que en las del Estado de México, si bien en este caso los
porcentajes se han incrementado respecto a los obtenidos en la primera encuesta.
La presencia de la familia es fundamental para la mayoría de los presos. La
importancia de este apoyo queda claro si se toma en cuenta que, en el transcurso
de los seis meses anteriores a la entrevista, 86% de los internos dijo que sus
familiares les habían llevado alimentos, 78% ropa o zapatos, 65% dinero, 62%
medicinas y 46% material de trabajo. Como se ve, quienes reciben algún tipo de
asistencia externa son mayoría, aunque el porcentaje disminuyó entre la primera y
la segunda encuesta.
La percepción de seguridad dentro de la cárcel es limitada. La mayoría de los presos
dijo sentirse más seguro antes de ingresar a prisión, 57% manifestó que sufrió un
robo al menos en una ocasión y 12% dijo que fue golpeado cuanto menos una vez
en los últimos seis meses. Estas últimas cifras se han incrementado ligeramente.

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Los porcentajes de quienes consumen alcohol o drogas son difíciles de estimar.
Solo 13% de los internos lo admitió, pero las autoridades penitenciarias aseguran
que el porcentaje real es superior a 40%. Del mismo modo, tampoco resultó fácil
obtener cifras confiables sobre los internos que participan en actividades laborales
o educativas. Mientras que tres cuartas partes de los presos dicen participar de
actividades de este tipo, las autoridades sostienen que, en verdad, es solo una
tercera parte.

El desempeño de las instituciones de justicia


Las encuestas permiten también evaluar el desempeño de las instituciones de
justicia y analizar las numerosas deficiencias reportadas por los internos. En un
breve resumen de éstas, podemos señalar, en primer lugar, que el momento en que
el delincuente es detenido por la policía es señalado como el de mayor nivel de
corrupción percibida (62%) y reportada (52%). Es, en definitiva, la oportunidad más
importante para que un delincuente logre evitar la acción penal.
Por otro lado, la investigación a cargo de las procuradurías logra identificar solo a
una proporción muy reducida de responsables. La mayor parte de los sentenciados
(92%) fue detenida en flagrancia. Esto revela la incapacidad de las fuerzas policiales
para investigar y detener a los delincuentes profesionales, lo que permitiría resolver
los casos más complejos. En línea con lo anterior, la mayoría de los delitos que se
sancionan revisten escasa gravedad y complejidad. Son, en su mayor parte, robos
simples de bienes por un valor inferior a los 200 dólares.
La defensa de quienes están sometidos a juicios penales es sumamente deficiente
y, en algunos casos, inexistente. Se comete, por lo tanto, una violación sistemática
de los estándares mínimos del debido proceso legal desde el momento de la
detención hasta el de la sentencia. Esta violación es más aguda en la etapa en la
que el acusado se encuentra a cargo del Ministerio Público: 36% de los
sentenciados dijo haber sido golpeado por la policía judicial. Otras violaciones
importantes a garantías fundamentales que fueron frecuentemente reportadas en
esta etapa son: no haber informado a los detenidos de su derecho a permanecer
comunicados (30%), no haberles informado de su derecho a contar con un abogado
y que éste los asesore antes de presentar su declaración (58%), y no haberles
informado sobre su derecho a no declarar (62%). En ese contexto, no es casual que
la mitad de los sentenciados asegurara haber confesado bajo intimidación o tortura.
En general, se evidencia un desequilibrio importante durante el juicio entre el
acusado y el acusador en detrimento del primero. Esto se explica tanto por la falta
de una defensa adecuada (46% de los abogados defensores no presentaron
pruebas), como por la ausencia del juez en la conducción del juicio. Todo ello hace
que el acusado se perciba, en 78% de los casos, como injustamente castigado. Esta
percepción se encuentra asociada, al menos en parte, a la falta de estándares

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mínimos que hacen que un juicio pueda ser percibido como justo, tales como la
presencia del juez, una defensa de calidad y un nivel satisfactorio de comprensión
por parte del acusado acerca de lo que ocurre durante el proceso.
Los datos de las dos encuestas confirman que, en términos generales, casi todos
los establecimientos penitenciarios se han deteriorado y exhiben carencias
importantes. Una de las primeras conclusiones, por lo tanto, es que las prisiones no
constituyen un rubro sustantivo o relevante de la agenda política mexicana a la hora
de establecer la asignación de los recursos públicos. Las cárceles no son vistas
como un ámbito en el que se deben invertir recursos sino más bien como un gasto
que siempre sería deseable reducir.
Por otro lado, los familiares asumen con frecuencia, y de diferentes maneras, una
parte importante de los costos de reclusión del interno mediante el envío de
alimentos, ropa y otros elementos esenciales para la supervivencia. Esto significa
que la institución carcelaria impone, o admite de facto, penas que incluyen a la
familia y que, por lo tanto, trascienden al interno. Además de ser jurídicamente
inadmisible, esto coloca en una situación de desventaja a aquellos presos que
carecen de lazos sólidos con el exterior. Y pone de manifiesto la ausencia de
estándares explícitos que regulen los bienes que las instituciones penitenciarias
están obligadas a proveer, de acuerdo tanto con las normas nacionales como con
los tratados internacionales. Las respuestas de los presos encuestados acerca del
orden, la legalidad y la seguridad dentro de las cárceles fortalecen la hipótesis de
que las prisiones definen un universo propio de relaciones que se caracteriza por el
predominio de un régimen paralegal. Como demuestran diversos estudios, se trata
de espacios que propician una normatividad y una organización informal paralelas
al orden institucional formal (Pérez).
Otro factor que aconseja la revisión del actual modelo que rige las prisiones es el
hecho de que éstas no se encuentren en condiciones de cumplir con su fundamento
doctrinario de lograr la readaptación social mediante el trabajo, la educación y la
capacitación. En este punto parece haberse centrado el debate que durante muchos
años ha tenido lugar en el campo penitenciario, sin que por ello pueda afirmarse
que se ha logrado arribar a una solución satisfactoria.
En cuanto al conjunto de instituciones que intervienen en la procuración de justicia,
la actuación de la policía, de los fiscales y de los jueces deja mucho que desear en
cuanto a los estándares legales y el respeto a las garantías básicas. El resultado de
largo plazo es una sociedad sin reglas claras, donde todos saben que éstas se
aplican solo parcialmente y con excepciones. Del mismo modo, el hecho de que la
mayoría de los presos hayan sido detenidos en flagrancia revela la falta de eficacia
de los procedimientos de investigación. Si se diseñara una política para incrementar
la proporción de detenidos como resultado de una investigación policial,
probablemente llegaría a prisión otro tipo de delincuentes: seguramente habría
menos presos pobres.

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Ahora bien, ¿cuál es el costo que paga el país por las deficiencias de su sistema de
procuración de justicia? El principal es, sin duda, el impacto sobre el Estado de
derecho. Las instituciones que intervienen en la procuración y administración de
justicia no pueden limitarse a combatir la delincuencia: tienen que incorporar, como
uno de sus objetivos centrales, la generación de confianza en los ciudadanos,
reducir la arbitrariedad y fortalecer la legalidad.
Un sistema de justicia ineficiente, que solo castiga a los pequeños infractores, envía
un mensaje poco claro a quienes son capaces de producir daños más severos. Por
eso, invertir en mejorar las instituciones de procuración y administración de justicia
permitiría elevar los niveles de confianza de los ciudadanos. No se trata de invertir
más recursos, sino de modificar mecanismos, crear incentivos para las buenas
prácticas y diseñar procesos inteligentes.
Sin un esquema claro de estándares y parámetros de calidad, sin el establecimiento
de prioridades y estrategias, podrán invertirse más recursos, como de hecho se ha
venido haciendo, pero los resultados seguirán siendo pobres. Solo de este modo se
podrá arraigar la percepción de que hay reglas que nadie viola, que todos respetan.
Ésta sería la mejor manera, la más sólida y sustentable, de reducir los índices
delictivos.

Sanciones
Las sanciones penales en nuestro sistema jurídico al igual que otras en el mundo,
están representadas por un amplio repertorio de reacciones que la sociedad ha
tenido respecto al delincuente, pero en el momento en que la pena restrictiva de la
libertad se empieza a utilizar como pena propiamente dicha, da lugar a que en gran
medida quede relegada la pena de muerte, y se convierta en la más utilizada, no
tan sólo en nuestro país, sino en la mayoría de los países del mundo.
Esto es, la prisión desde el momento en que sistemáticamente se le utiliza ya como
pena, ha sido el medio favorito para tratar de punir y manejar a los delincuentes,
aun cuando no se han abandonado totalmente otro tipo de penas (multa) que
también se encuentran normatizadas en los códigos represores, así como tampoco
ha cesado la búsqueda por encontrar otros medios penales con los cuales poder
sustituirla; por ejemplo: trabajo a favor de la comunidad, arraigo domiciliario,
etcétera.
A mayor abundamiento, se observa cómo los doctrinarios buscan explicar y
fundamentar tanto los diversos tipos de sanción como sus fines y duración, tratando
de encontrar una pena que sea lo suficientemente elástica para adecuarla al delito
y muy posteriormente, al delincuente.
Esta búsqueda ha llevado hasta hoy a encontrar solamente una pena conocida con
el nombre de prisión, lugar donde se le recluye a un delincuente sometiéndolo a un

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tratamiento penitenciario, significando una apreciable alternativa para sustituir la
pena de muerte, las mutilaciones y las torturas aplicadas tiempos atrás a los
delincuentes.
Sin embargo, el fin de la pena privativa de la libertad de lograr la “readaptación
social” o “rehabilitación social”, por medio del tratamiento o terapia, ha sido motivo
de estudios en la doctrina penitenciaria, en las obras de los criminólogos y en
numerosos congresos penitenciarios, como por ejemplo, el Octavo Congreso de las
Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado precisamente en 1990 en La Habana, Cuba, sin olvidar uno último
celebrado en El Cairo, Egipto, en el año de 1995 Con relación al término tratamiento,
hasta hace algunos años no se dis- cutía y se consideraba un magnífico avance
progresista dentro de un con- texto de humanización de las prisiones.
Pero hoy en día las cuestiones han cambiado, pues se cuestiona severamente por
parte de los estudiosos de la ciencia penitenciaria, ya que se ha hablado del
tratamiento como si se tratase de una varita mágica para poder transformar a los
delincuentes de hombres malos o perversos en hombres “buenos” de nuestra
sociedad. Es decir, “en la mayoría de leyes de ejecución penal quedó incluido dicho
concepto (tratamiento) a partir del siglo XX, y en las leyes suecas de 1945, así como
en las leyes de Holanda, Turquía, Checoslovaquia, Yugoslavia, Francia y Noruega
en 1964, por citar sólo algunos países de la Europa occidental”. Respecto a estas
legislaciones lo más importante de ellas es que en la de Noruega, se señala como
objetivo primordial del tratamiento el de mejorar en todo lo posible la aptitud y el
deseo del recluso de seguir una vida conforme a la ley, una vez en libertad.
Refiriéndonos a nuestro país, se habla en nuestras leyes de ejecución penal del
mismo término (tratamiento), buscándose con ello lograr la tan aventurada
readaptación social del delincuente, o sea, la rehabilitación por medio de la
ejecución penal, debiéndose entender en el sentido de alcanzar la reeducación del
delincuente, teniendo como parámetro la media ético- cultural del ciudadano común
y corriente.
En otras palabras, el penitenciarismo moderno mexicano persigue como fin último
la readaptación o reinserción del delincuente a nuestro entorno social, a diferencia
del antiguo penitenciarismo que a lo más que aspiraba era ejecutar un castigo para
disuadir a futuro a quien violara el orden legal. Para alcanzar dicho propósito se han
hecho numerosos esfuerzos, y los especialistas en esta materia han establecido
como elementos fundamenta- les: el tratamiento individualizado del preso, la
existencia de instalaciones carcelarias adecuadas y el respaldo del cuerpo técnico
especializado (pedagogos, criminólogos, psicólogos, trabajadores sociales y otros).
Pero aun cuando han sido magníficos los esfuerzos realizados en este aspecto por
penitenciaristas de vocación, sólo por citar en esta ocasión a algunos: Javier Piña y
Palacios, Antonio Sánchez Galindo, Sergio García Ramírez, Juan Pablo de Tavira,
etc., puedo afirmar, sin temor a equivocación, lo siguiente: nuestro sistema
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penitenciario mexicano está muy lejos de poder lograr la verdadera rehabilitación
social del infractor de la ley penal, pues son varios los factores que impiden de una
buena manera lograr dicho propósito.
Estar encarcelado en México cuesta caro. Y no sólo por la sentencia que debe
cumplirse, sino también porque los reos deben pagar para sobrevivir en las
prisiones. En las cárceles mexicanas hay cuotas por todo: el derecho a dormir
acostado, recibir un poco de agua para beber y asearse, evitar golpizas y asaltos…
La justicia mexicana, "a juicio" ante las cámaras Organizaciones civiles y estudios
académicos señalan que un preso puede desembolsar un promedio de 5.000 pesos
al mes (unos 300 dólares) por vivir en relativa calma dentro de una prisión mexicana.
Hacinamiento y corrupción: el infierno de las cárceles mexicanas Las cárceles
mexicanas han sido escenarios de fugas, fiestas, riñas y amotinamientos. Se
imponen los autogobiernos, en momentos en que las autoridades han buscado
reducir la población carcelaria.
Motines, asesinatos, fugas, violencia: la crisis que viven las cárceles de México
desde hace años está lejos de solucionarse por el hacinamiento, los tentáculos de
las bandas criminales entre rejas y la corrupción de las autoridades. "La crisis se
debe a dos factores", explica Guillermo Zepeda, director de Jurimetría, un centro de
investigación de temas legales. "Por una parte al hacinamiento y por otra al crimen
organizado, que ha permeado ya a los centros penitenciarios".
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha insistido en su intención de
enfrentar este problema endémico con más infraestructuras, equipamientos,
aumentando los salarios y reforzando la capacitación del personal. En el último año
se logró reducir la población carcelaria en 30 mil personas, pero el 58 por ciento de
los actuales 216 mil 831 reos viven hacinados.
Esto significa que más de un tercio de las 375 cárceles del país están
sobrepobladas.
ARMAS Y FIESTAS
En varias cárceles, las bandas criminales terminan imponiendo su autogobierno y
mantienen sus rivalidades, originando riñas, motines, fugas y asesinatos. Este año
se han registrado balaceras, incendios y hasta el escape de 29 reos en varias
prisiones de Tamaulipas. De Sinaloa huyó el hijo de Juan José Esparragoza, uno
de los fundadores del poderoso cártel de Sinaloa. Las redes sociales han hervido
en las últimas semanas con las imágenes de una "narco fiesta" en una cárcel de
Jalisco, donde decenas de presos toman alcohol, comen y disfrutan de un concierto
en directo, y con un video de reos maltratados y obligados a limpiar vestidos con
ropa interior femenina.
Hace apenas unos días, la policía encontró armas largas y un túnel en otro presidio
de Tamaulipas donde el 80 por ciento de los detenidos son miembros del cártel del

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Golfo. En la memoria están las dos espectaculares huidas en 2001 y 2015 de
Joaquín El Chapo Guzmán, uno de los mayores narcotraficantes del mundo, y la
masacre del año pasado en la cárcel de Topo Chico en Nuevo León, que dejó 49
muertos por una pelea.
Este escenario solo es posible por "la corrupción dentro del sistema", reitera la
académica del Centro de Investigación y Docencia Económicas Catalina Pérez.
"Hay muchísima corrupción de la que nadie se ocupa". "Terminan unos internos
pagando por tener celdas de lujo y todo lo que quieren tener, mientras que los más
pobres son los que limpian los escusados (baños)", cuenta. La Comisión Nacional
de los Derechos Humanos (CNDH) expresó de nuevo en mayo "su preocupación
por el agravamiento de las condiciones de autogobierno/cogobierno en centros
penitenciarios, ante el aumento de internos vinculados a la delincuencia organizada
o con suficiente capacidad económica".
UNA LEY INEFICAZ
Casi el 50 por ciento de los reos en prisiones federales y el 30 por ciento en penales
estatales están detenidos de forma preventiva, a la espera de un juicio y una
sentencia. En muchos casos, esperan castigos por delitos menores, como robos sin
violencia. "La gente que está ahí es la que tiene menos recursos, que han sido
acusados solo por delitos menores", señala Pérez. En su opinión, México debe
decidir qué función da a las cárceles: "Si las vamos a usar para quienes poseen
mínimas cantidades de sustancias ilícitas o para reinsertar (a la sociedad) a quienes
cometieron los peores delitos", plantea. En junio de 2016, el Congreso aprobó una
ley de sanciones penales que, además de la prisión, prevé otras penas como la
reparación de daños o trabajos comunitarios.
La norma busca lograr la reinserción social de los delincuentes y despresurizar las
cárceles, pero su proceso de implementación avanza lentamente. "Tenemos ahora
que exigirle a la autoridad que cumpla de manera debida con la ley, y es algo que
no vemos que esté aconteciendo", señala la senadora Angélica de la Peña, del
Partido de la Revolución Democrática (PRD) y al frente de la comisión de Derechos
Humanos en la Cámara Alta. Las organizaciones civiles, de su lado, están
preocupadas porque la sociedad no ha sido educada para aceptar a quien ha estado
preso. "Si saliendo de la cárcel no encuentra trabajo, es discriminado, es el señalado
de su barrio, pues es el cuento de nunca terminar", subraya Consuelo Bañuelos,
directora de Promoción de Paz, una organización que busca la reinserción social de
los presos.
Al menos el 65% de las cárceles mexicanas a cargo de los estados se encuentran
bajo el dominio de bandas delictivas, según señala un estudio de abril del 2017
publicado este lunes por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la
Cámara de Diputados de México (CESOP).

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El estudio, titulado “Los centros penitenciarios en México, ¿centros de rehabilitación
o escuelas del crimen?”, asegura que 189 de las 291 penitenciarías cuyo manejo
es responsabilidad de cada uno de los 31 estados que componen el país son
prácticamente manejados por estos grupos y que el 51% de las cárceles del país
están superpobladas, especialmente en los estados de México, Jalisco y Puebla, y
la Ciudad de México. En promedio, conforme lo consigna el documento, se
presentan por día tres riñas, dos agresiones violentas y un homicidio.
Según las cifras dadas por el estudio, en México en este momento se encuentran
privadas de la libertad 233.469 personas, lo que ubica al país en el séptimo lugar
mundial en cuanto a población carcelaria, detrás de Estados Unidos, China, Brasil,
Rusia, India y Tailandia.
Las cuotas se entregan a internos, custodios y empleados de los juzgados, pero
ellos no se quedan con todo, le dice a BBC Mundo Saskia Niño de Rivera, presidenta
de la organización Reinserta, que trabaja por mejorar la situación en las
penitenciarías del México.
"Ese dinero llega muy alto, los custodios no se lo quedan y tampoco los directores
de los penales. Llega mucho más arriba", afirma. "No es verdad", le dice al diario
Reforma la secretaria de Gobierno de Ciudad de México, Patricia Mercado, pues el
dinero por corrupción en las cárceles de la capital se queda entre los custodios. (se
refiere a todo el dinero que reciben los custodios por parte de los reos, por los pagos
de lista, concesiones, favores, etc.)
"No necesariamente sube hasta arriba", asegura. En México, la población
penitenciaria es de 254.705 internos, la mayoría en cárceles que dependen de los
estados.
No se sabe cuánto dinero pagan los reos, pero un dato de la organización civil
“Documenta” ofrece una dimensión del problema. Según la entidad, tan sólo en 4
prisiones de Ciudad de México (Oriente, Sur y Norte, así como la Penitenciaría de
Santa Martha) los internos pagan un total de 336.000 pesos al día (unos 20 dólares,
aproximadamente). Esto entre los pagos que se realizan por los protocolos y
servicios mencionados al inicio.
Repaso
En este paseo por el tiempo y recabando estos antecedentes históricos acerca de
la evolución del sistema penitenciario mexicano, nos damos cuenta de muchas
situaciones que ocurren alrededor de la figura de la prisión, y que tuvo un desarrollo
lento, en el cual pasó por varios sistemas.
Observamos también la importancia que tiene la familia en contribuir con la
rehabilitación del interno, ya que como se menciona en el cuerpo de la investigación,
que no por el solo hecho de haber cometido un acto delictuoso, se tienen que privar

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de la convivencia familiar, todo lo contrario, sigue estando el derecho a convivir con
el reo.
Es importante también tomar en cuenta la labor que cumple en este proceso la
sociedad y a las personas involucradas para que este tipo de institución funcione
correctamente como debería de ser, se debe apoyar más a esta institución para
evitar su decadencia.
De igual manera regular los centros penitenciarios de máxima seguridad, los cuales
se han creado con el fin separar a los tipos de delincuentes (que ya son presos),
pues no es lo mismo comparar a una persona que llega a la prisión por robo de
estéreo, que a una que es acusada de secuestro, violación, homicidio, o que es
miembro de grupos de delincuencia organizada, como lo son los cárteles.
Así mismo, tener en cuenta estas circunstancias para la toma de decisión de la
separación de los internos, ya que por simple que parezca afecta, ya que los presos
que en si eran inofensivos se volvían peor que los otros que llegaron por un delito
grave, se convirtió como en una escuela para ellos, que en vez de readaptarlos era
todo lo contrario. Las prisiones son “la universidad del delincuente”, donde la
principal misión de readaptación es superada por la de delinquir.
La mejoría de la seguridad en los reclusorios y penales es urgente, ya que de otro
modo la situación solo irá empeorando, los reos dentro de la prisión usan su ingenio,
pero desgraciadamente para acciones no favorables a la sociedad.
Por parte de los custodios es increíble lo que llegan a hacer para obtener dinero de
los reos. Esto es un claro ejemplo de la corrupción en el país, y que no sólo se vive
afuera en las calles de la ciudad, sino que dentro de las cárceles y prisiones se
contrasta y de una manera cruda, cuando los reos sólo buscan su subsistencia y
sobrevivir en tal martirio.
La forma en que se vive en las celdas de las prisiones no es ni un poco parecida a
lo que las personas comunes lo creen, se violan todos los derechos dentro de las
mismas, se rompen todos los códigos éticos y morales, y sobre todo la integridad y
la dignidad que todo ser humano merece y amerita.
La forma de subsistir en las cárceles mexicanas es dura, y sobre todo difícil, en
especial para aquellos que carecen del factor económico, puesto que en un penal o
un reclusorio lo más importante es el dinero. Un prisionero sin dinero jamás va a
pasarla bien en un lugar de este tipo.
Por el contrario, hay personas que viven mejor en una cárcel que fuera de ella, así
que el hecho de estar encarcelado es subjetivo hasta cierto punto, y cada persona
lleva a cabo este proceso de manera personal, dependiendo de sus necesidades,
aptitudes y habilidades.

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CONCLUSIÓN
Las cárceles y prisiones en general son un mundo distinto al exterior, y más si se
trata de los países en vías de desarrollo. No es lo mismo una prisión de Noruega
(Un país altamente desarrollado), a una prisión de Guatemala o México (países
subdesarrollados).
Incluso en países como Finlandia han llegado al punto de cerrar las prisiones por el
hecho de falta de reos, lo cual es algo positivo ya que refleja lo civilizada que es la
gente en ese tipo de naciones, y al mismo tiempo es una especie de llamada de
atención a demás países para darse cuenta quiénes son los que albergan más
prisiones en sus cárceles, lo que indica donde hay mayor cantidad de personas con
actividad delictiva en la actualidad.
En México, lo más común que la gente piensa sobre lo que se hace en las prisiones
es actividades de índole ilícita, llámese violación, violencia física, homicidio,
extorsión, o lo ya tratado: “secuestro a distancia”.
Actualmente ya es sabido que la mayor parte de las extorsiones que se realizan por
llamada telefónica son ejecutadas dentro de penales, reclusorios y demás prisiones
del país. A fin de cuentas, los reos sólo pagan una cuota a los custodios con tal de
“trabajar”, o hacer su labor como extorsionadores. Incluso cuentan con un horario
para efectuar su “ocupación”. Además de que existen “cárteles” dentro de las
prisiones, que controlan a los reos encargados de realizar las extorsiones, los
líderes son quienes reclutan a los prisioneros para unirse y obtener las ganancias,
de modo que ellos se quedan con los frutos y se les da una paga (mala paga) a los
reos, que probablemente sólo lo hagan por subsistir.
En cuanto a lo antiguo se piensa que, entre los prisioneros antepasados, y los reos
de ahora, hay múltiples cosas que han cambiado, desde las torturas tan
sofisticadas, hasta los simples castigos. Incluso puede que con el paso de los años
lleguen a extinguirse parcial o totalmente, ya que antes eran muy bruscos los
castigos y torturas, y hoy en día no son tan severos (en comparación), o
simplemente se han cambiado las normas dentro de la prisión, ya que se dice que
ahora no los pueden torturar de una manera tan fuerte, puesto que están protegidos
por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Las prisiones ejercen la pena merecida en base a los delitos cometidos por los
delincuentes, y a pesar de que en muchas ocasiones no es cien por cien justo, es
como se rigen las leyes de hoy en día. Hay testimonios de presos que afirman que
existen personas inocentes en los penales y reclusorios, pero al final estamos en un
país donde o acatamos las leyes o nos pasa de lo peor. En México existe una
burocracia muy particular que a día de hoy impide progresar al país, por lo que cada
vez está más lejos el escenario de un México sin corrupción y sin las faltas a las
leyes.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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por-grupos-criminales-segun-estudio/

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