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Lo Femenino Y Lo Masculino: Principios de La Identidad Personal Lo Biológico Y Lo Cultural

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Anales de la Real Academia de Doctores de España

Volumen 7, pp. 143-150, 2003

LO FEMENINO Y LO MASCULINO:
PRINCIPIOS DE LA IDENTIDAD PERSONAL
LO BIOLÓGICO Y LO CULTURAL

BLANCA CASTILLA DE CORTÁZAR

La pregunta por el ser humano, que a partir del s. XIX se ha colocado, con el
llamado giro antropológico, en el centro de la filosofía, acoge hoy dimensiones muy
concretas, pues se desea saber no solamente qué es el ser humano en general, sino el
hombre concreto, en su singularidad irrepetible. Pues bien, esta singularidad acoge el
cuerpo, y acoge el sexo, el ser varón o ser mujer. Se reclama hoy una filosofía de
cuerpo. Y también una filosofía de sexo. Desde muchas ciencias y por diversas cues-
tiones sociales, se abre hoy la pregunta acerca de la sexualidad, una característica que
aparece ya en el mundo animal, pero que cobra unos matices muy peculiares en torno
al ser humano.

Antes de continuar es preciso decir que hasta hoy hay poca filosofía en torno al
cuerpo y menos en torno a la sexualidad. Y, sin embargo, hay muchas cuestiones que
dependen de su estudio: el tema de la homosexualidad, presente en la sociedad; la
estructura del amor y de la familia; la peculiar aportación de cada sexo a la cultura
y al mundo de trabajo. Y dentro de los temas teológicos está la conceptualización de
la imagen de Dios en el ser humano, el tema del sacerdocio de la mujer, etc.

Durante los últimos años me he dedicado a pensar y a escribir sobre la feminidad


y la masculinidad. Para hacerlo es preciso profundizar en diversas categorías como la
igualdad y la diferencia, la reciprocidad. También sobre la persona y la comunicación.
Al hacerlo he encontrado dos categorías alrededor de las cuales giran las demás:
complementariedad y modalización. Sobre ellas he escrito dos libros. Uno trata sobre
«La Complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis» 1. El otro lo he titulado «Per-
sona femenina, persona masculina» 2, pues la modalización configura, a mi entender,
dos tipos de persona. Veamos algunas de las tesis más importantes de estos dos
escritos.

1
Ed. Rialp, 2ª, Madrid 1996.
2
Ed. Rialp, Madrid 1996.

143
1. PERSONA Y CULTURA. DEFINICIÓN DE TÉRMINOS

Sin embargo, los organizadores de este encuentro me propusieron el tema empe-


zando desde más lejos. Me dijeron que hablara de persona y cultura.

¿Qué es ser persona? Santo Tomás la definía como «subsistente espiritual» 3. Ser
persona, desde el punto de vista filosófico, consiste, a diferencia de las demás reali-
dades del cosmos, en tener el propio acto de ser en propiedad. Por eso se ha podido
describir a la persona como «alguien delante de Dios y para siempre» 4. La persona
está constituida por un núcleo interior del cual nacen sus acciones, del cual ella es
propietaria, y nadie más (excepto Dios) tiene derecho de propiedad sobre ella. La
persona es dueña de sí, tiene derecho a la autodeterminación, y nadie puede poseerla
a menos que se entregue. Ahí radica su dignidad. Una característica de ese ser per-
sonal es que es inteligente y que es libre. Llamado a conocer la verdad y a que la
verdad sea la guía de la libertad.

Cultura: viene de cultivar: «conjunto de modos de vida y costumbres, conocimien-


tos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo so-
cial» 5.

El ser humano al ser dueño de su ser no está enclasado, determinado, sino que se
autodetermina, y cubre sus necesidades y desarrolla sus capacidades de distintos
modos. El conjunto de todos esos desarrollos es una determinada cultura. ¿Qué es
natural en el hombre y qué es cultural? Las dos cosas se dan a la vez.

En este sentido Zubiri, un gran filósofo español distinguía en la persona entre:


Personeidad: aquellas estructuras que el hombre ha recibido, y la personalidad, que
viene a ser la modulación de la persona en el tiempo, con la libertad y los condicio-
namientos exteriores que encuentre.

2. SEXO, GÉNERO Y PERSONA

Hace falta seguir definiendo términos. Por ejemplo, sexo. ¿Qué es la sexualidad?
Para empezar quiero recoger la distinción lingüística, posible en el castellano, que
hace Julián Marías: la diferencia entre los adjetivos «sexual» y «sexuado». Con pa-
labras de Marías: «La actividad sexual es una limitada provincia de nuestra vida, muy
importante pero limitada, que no comienza con nuestro nacimiento y suele terminar
antes de nuestra muerte, fundada en la condición sexuada de la vida humana en
general, que afecta a la integridad de ella, en todo tiempo y en todas sus dimensio-
nes» 6.

La sexualidad, por tanto, entendida como condición sexuada, no se reduce simple-


mente a una actividad concreta que requiere unos órganos específicos, sino que abarca

3
TOMÁS DE AQUINO, De Pot., 9, a.4, c: Persona es un subsistente distinto de natu-
raleza espiritual.
4
CARDONA, Carlos, Metafísica del bien y del mal, Eunsa, Pamplona 1987, p. 90.
5
Descripción n. 4 del Diccionario de la lengua española de la Real Academia.
6
MARÍAS, Julián, Antropología metafísica, ed. Rev. de Occidente, Madrid 1970, p. 160.

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toda la modalización que hace que el varón y la mujer sean iguales y distintos en
todas las facetas de su ser, desde el tono de voz hasta la manera de andar 7. Los
genetistas han calculado esa diferencia en un 3%, pero se halla en cada célula de
nuestro cuerpo.

Esta diferencia entre sexualidad y condición sexuada pone de frente también la


distinción entre sexualidad humana y sexualidad animal 8.

En la biología, por sexualidad se entiende una función que cumple dos objetivos:
la reproducción y el intercambio genético. Ahora bien, ¿existe alguna diferencia entre
la sexualidad animal y la humana? Parece que, entre la sexualidad humana y la
animal, existe la misma que se da entre lo que se podría llamar trabajo animal y
trabajo humano. Los animales realizan una actividad, pero que está programada. El
trabajo de las abejas, no cambia con el correr de los siglos. Su actividad se encuentra
enclasada. Sin embargo, en el actuar humano intervienen factores que la hacen muy
peculiar como son la inteligencia, la libertad, la creatividad.

Pues bien, en la actividad sexual del ser humano se incluye un factor específico
que es la comunicación, que tiene muchos aspectos: el enamoramiento, el amor, el
reconocimiento del otro como persona, la creación de relaciones familiares que supo-
nen lazos estables. Paternidad, maternidad, filiación, conyugalidad, son lazos que
aspiran a durar y pueden durar toda la vida. Esas relaciones, que dan sentido a la
existencia humana, están imbricadas con la sexualidad. Así, una de las características
más profundas de la persona es el afán de amar y ser amado. Pues bien, no es lo
mismo que me quiera mi madre, que el hombre que he elegido para compartir la vida.

La sexualidad humana, cumple los mismos objetivos que la animal: intercambio


genético y la reproducción. Pero además tiene otras dimensiones desconocidas en el
mundo animal: todo aquello que tiene que ver con la comunicación y con el amor.

Ahora bien, en la sexualidad se puede distinguir el componente biológico, gené-


tico, hormonal, etc. y las distintas realizaciones culturales en las que se manifiesta en
la cultura esas características. Pues bien, se llama sexo a la dimensión biológica y
género a las distintas cristalizaciones culturales.

Ahí entra la complicación, porque por género, tomado de la literatura se habla no


sólo de dos géneros: masculino, femenino, neutro, andrógino.

Pero aún queda otra pregunta: ¿Qué relación existe entre sexualidad humana y
persona? Hay un texto ilustrativo de una de las personas que más ha profundizado en
nuestros días en este tema. Ha puesto las bases nada menos que para lo que llama
«Teología del cuerpo»:

7
Muchas de esas diferencias están recogidas en la obra de BUYTENDIJK, F.J.J., La
mujer. Naturaleza, apariencia, existencia, Trad. cast.: Revista de Occidente, Madrid, (aunque
conserva aún prejuicios masculinizantes como la de atribuir al varón la actividad y a la mujer
la pasividad).
8
Un desarrollo mayor de estas diferencias puede encontrarse en mi trabajo La comple-
mentariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis, en Documentos del Instituto de Ciencias para la
Familia, ed. Rialp, Madrid 1993, pp. 23-26.

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«La función del sexo, que en cierto sentido es «constitutivo de la persona» (no
sólo «atributo de la persona»), demuestra lo profundamente que el hombre, con toda
su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está
constituido por el cuerpo como «él» o «ella»» 9.

Que el sexo es «constitutivo de la persona» (no sólo «atributo de la persona») es


mucho afirmar.

3. LA MUJER NACE O SE HACE: DILEMA ANTE SIMONE


DE BEAUVOIR

Simone de Beauvoir critica la situación de la mujer en el siglo XIX y XX, y como


le parecen mal, porque van en contra de la dignidad humana, dicha situación afirma,
«la mujer no nace, se hace». Esta afirmación se debe a su propia concepción antro-
pológica que depende de Sartre, según la cual el ser humano es sólo libertad. Carece
de esencia. La esencia es lo que el hombre va realizando a lo largo de su vida.

Pero esa concepción ha manifestado sus límites. El ser humano es libertad, pero
algo más que libertad. Nace con toda una dotación cromosómica, con ciertas capaci-
dades y también es un ser finalizado, es decir, que ha nacido para algo. Pero eso quizá
no se descubre cunado no se tiene una dimensión abierta a la transcendencia, en
definitiva, a alguien de quien dependo, que me ha dado el ser.

El ser humano es persona desde el principio y desarrolla la personalidad. De un


modo parecido nacemos o varón o mujer y nos desarrollamos a la largo de la vida
como tales conforme a las costumbres y situaciones de la cultura y de la nación en
la que vivimos. A esos desarrollos históricos se les ha venido a llamar esquemas de
género. Y Hay diversos modelos de género no todos ellos igualmente válidos y con-
formes con la dignidad del ser humano y, en concreto de la mujer, y por tanto, más
o menos conformes con el querer de Dios.

4. DIVERSOS MODELOS DE GÉNERO

Se trata de describir las distintas relaciones que ha habido históricamente entre


varón y mujer.

De entre los distintos modelos que se pueden distinguir voy a agruparlos en tres:

a. Modelo de la subordinación

Este modelo —criticado por Simone de Beauvoir— haciendo hincapié en la dife-


rencia desdibuja la igualdad. Según él el sexo determina el género y los roles sociales
de cada sexo. La relación entre varón y mujer es de inferioridad de la mujer y de una
subordinación o sumisión unilateral de ésta respecto de aquel. El mundo se divide en
dos esperas las pública y la privada. Al hombre le corresponde la política, la acción

9
JUAN PABLO II, Audiencia general, 21.XI.79, n. 1, en Varón y mujer. Teología del
cuerpo, ed. Palabra, Madrid 1995, p. 78.

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social y organizativa. A la mujer el ámbito procreador y privado del que no debe salir.
Por otra parte en ese ámbito privado debe estar sometida al marido: él manda y ella
obedece. Distinta consideración social de los trabajos. Unos importantes otros no.

1. Identidad sexo-género (Roles determinados por naturaleza)


2. Diferencia si, igualdad no
3. Separación entre ámbito público y privado
4. Inferioridad y dependencia del varón, (incluso económica)
5. Diversa consideración de los trabajos

b. Modelo del igualitarismo

También podría llamarse de la divergencia emancipada. Es defendido por algunos


feminismos y por los partidarios de la homosexualidad

1. Independencia sexo-género (defienden la existencia de más sexos, además del


masculino y femenino)
2. Si igualdad, no diferencia
3. Ámbito público para la mujer. Abandono del ámbito privado, de la familia,
liberarse de la biología, imitación del varón
4. Valoración de la homosexualidad y lesbianismo
5. Promoción de un mundo separado de las mujeres

c. Modelo de la complementariedad

1. Relación, aunque no identidad entre sexo-género


2. Igualdad y diferencia
3. Reciprocidad y corresponsabilidad
4. Heterosexualidad y fecundidad
5. Ámbitos comunes

Hablar de sexualidad es hablar de complementariedad. El sexo masculino y el


femenino están hechos uno para el otro. Forman una unidad de orden superior a la de
la persona aislada. Si el sexo está unido a la persona, la pregunta a resolver es la
siguiente: ¿es que varón y mujer son también personas diferentes y, por eso, personas
complementarias?

Como se ve ya tenemos focalizados el tema de la complementariedad y el tema


de la persona y la modalización sexual.

5. RASGOS DEL MODELO DE LA COMPLEMENTARIEDAD

El libro que he escrito sobre La complementariedad varón-mujer. Nuevas hipóte-


sis. Lo titulé así porque allí donde juegan masculinidad y feminidad surge fecundidad,
no sólo en el aspecto biológico, también en el cultural, en el artístico, en el político
y en el social. Lo masculino y lo femenino se potencian uno al otro y posibilitan la
fecundidad en todos los ámbitos. Eso es complementariedad.

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Sin embargo, se trataba de plantear nuevas hipótesis porque la complementariedad
se ha entendido mal. Durante siglos, se ha considerado que el varón era superior a la
mujer; ésta no parecía tener valor por sí misma, era el complemento del varón y su
única misión era servirle. Otras veces se ha considerado al varón y a la mujer como
dos mitades de la humanidad. En este sentido se hizo como una distribución de
virtudes y cualidades. Se ha hablado de virtudes femeninas y masculinas. Por último
se decía que la complementariedad estaba en un reparto de roles sociales. Esto teñido
de una característica: los trabajos desarrollados por las mujeres eran considerados
como subalternos y de simple apoyatura a los masculinos. Y durante siglos —como
ya se ha dicho anteriormente—, se ha repartido el mundo pensando que la esfera
privada pertenecía a las mujeres y la pública a los varones.

Esos modelos de complementariedad están hoy superados. Por referirnos al de la


inferioridad no hace falta ni rebatirlo, pues todas las razones pseudocientíficas en las
que se apoyaba están hoy desmentidas por las evidencias de la ciencia.

Por otra parte, pensar al varón y a la mujer como dos mitades supone no consi-
derar que en cuanto persona, cada uno, en cierto modo, es un todo. En este sentido,
dividir las cualidades y las virtudes entre masculinas o femeninas es ilusorio. Las
cualidades, en gran medida, dependen de las individualidades, no del sexo. Respecto
a las virtudes éstas son humanas y, por tanto, el varón y la mujer pueden vivirlas
todas. Lo que sucede es que el varón o la mujer, ordinariamente tienen más inclina-
ción para unas determinadas cualidades o virtudes. Así en términos generales los
varones suelen tener mayor capacidad de proyectos a largo plazo, cierta tendencia a
la racionalización, la exactitud y el dominio técnico sobre las cosas, etc...; y hay otras
cualidades que las aporta generalmente la mujer. Entre otras, es más espontáneo en
ella una mayor facilidad para conocer a las personas, la delicadeza en el trato, la
capacidad de estar en el concreto, la intuición, la tenacidad. Pues bien, pudiendo vivir
todas las virtudes, cada uno ha de aprender —no imitar— del otro sexo. En este
sentido, afirmaba Jung que los sexos no sólo son complementarios entre ellos, sino en
el interior de cada uno.

Sin embargo, lo verdaderamente importante es que, teniendo cada persona, sea


varón o mujer, capacidad para ejercitar todas las virtudes, éstas cristalizan de un modo
distinto en el varón y en la mujer. Varón y mujer tienen un modo peculiar de hacer
y vivir lo mismo. De ahí surge la verdadera complementariedad. (coro, timbre de voz,
tonos, armonía)

6. FAMILIA Y CULTURA: ÁMBITOS DE LA COMPLEMENTARIEDAD

La diferencia varón-mujer no se cifra tampoco en tener diversos roles. La mayor


parte de los trabajos son intercambiables. Por eso se revelan tan fecundos los equipos
laborales formados por varones y mujeres. En cada actividad se hace necesaria la
cooperación de los dos sexos, en razón de sus matices femeninos y masculinos.

De ahí que no haya espacios exclusivamente masculinos o femeninos. Familia y


cultura son tarea común. Por eso el varón ha de estar más presente en la familia y la
mujer en la sociedad. Ambos espacios son comunes. Hace falta ir hacia lo que se
podría describir como una familia con padre y una cultura con madre.

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Esto requiere muchos cambios sociales. En primer lugar: facilitar la maternidad.
La maternidad supone una prestación social de primer orden, cuyo peso no puede
recaer exclusivamente sobre la mujer. No debe pagar más y pagar sola. Esto es lo que
está pasando actualmente en muchas sociedades. Muchas veces se condiciona el tra-
bajo de la mujer a su posible maternidad, de tal manera que en la práctica se hacen
incompatibles muchas veces maternidad y trabajo. Facilitar la maternidad supone
estructurar los trabajos con mayor flexibilidad, con nuevos métodos, hacer un plan de
reciclajes, crear adecuados servicios sociales en las empresas, etc. Por otra parte el
peso de la maternidad no debe caer exclusivamente ni en la mujer, ni sólo en la
familia, ni sólo en la empresa privada. En este campo es necesario que intervenga la
subsidiaridad del Estado.

Todo esto supone por parte del varón el descubrimiento de lo que es la paternidad,
no sólo con sus propios hijos, sino fomentando ámbitos donde se pueda desarrollar el
espíritu maternal.

7. PERSONA FEMENINA, PERSONA FEMENINA

Pero no se trata sólo de cambios sociales. Hace falta también una profundización
en el pensamiento. Antes veíamos la relación que la sexualidad tiene con la persona,
que influye directamente en la personalidad, hemos dicho, que configura el yo, la
identidad personal.

Estas constataciones fenomenológicas necesitan una profundización filosófica. A


esto responde el segundo libro. En él se parte de la noción de persona que es el
vocablo que se creó para denominar al individuo humano.

La persona tiene al menos dos notas peculiares. 1) Su intimidad. Los clásicos la


denominaban incomunicabilidad. Es esa característica que le hace ser única e irrepe-
tible. 2) Otra característica es su apertura. Toda persona está abierta al otro. Una
persona única sería una desgracia porque no tendría con quien comunicarse, a quien
darse. Todo «yo» requiere al menos un «tú».

Si el sexo, como hemos visto antes configura la persona misma, se podría decir
que la apertura constitutiva que tiene cada persona tiene dos modalidades: el varón se
abre de un modo peculiar: hacia fuera. La mujer también se abre a los demás con su
modo: hacia dentro, acogiendo.

Estos tipos de apertura se pueden expresar con preposiciones, que son las palabras
que indican las relaciones. Al varón le correspondería la preposición DESDE, pues
parte de sí para darse a los demás. A la mujer le correspondería la preposición EN:
pues se abre dando acogida en sí misma.

Esas relaciones se manifiestan de un modo gráfico en la generación de un nuevo


ser. El varón al darse sale de sí mismo. Saliendo de él se entrega a la mujer y se queda
en ella. La mujer se abre y se da pero sin salir de ella. Es apertura pero acogiendo
en ella. Su modo de darse es distinto al del varón y a la vez complementario, pues
acoge al varón y a su amor. Sin la mujer el varón no tendría donde ir. Sin el varón
la mujer no tendría a quien acoger. La mujer acoge el fruto de la aportación de los

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dos y lo guarda hasta que germine y se desarrolle. Durante este proceso el varón está
al margen.

Posteriormente la mujer es apertura para dar a luz un ser que tendrá vida propia.
A través de la mujer y con ella el varón está también en el hijo. El varón está en la
mujer y está en el hijo, pero como fuera de él. La mujer, sin embargo, es sede, casa.
El varón está en la mujer. El hijo, cuando ya está fuera de su madre, en cierto modo,
sigue estando en ella. También la mujer está en el hijo, pero fundamentalmente ellos
están en ella.

Pues bien, este modo de darse diferente y complementario se da en todas los


campos y en todas las relaciones humanas heterosexuadas, y apoyándose en la dimen-
sión constitutiva de apertura que la persona tiene podrían dar lugar a dos modos de
ser persona la persona femenina y la persona masculina.

La realidad humana sería, entonces, disyuntamente o SER-DESDE o SER-EN.


Ahí radicaría la principal diferencia entre varón y mujer, en ser dos tipos de personas
distintas, que se abren entre sí de un modo respectivo diferente y complementario. En
este sentido el Ser humano sería también más rico que el Ser del cosmos, en el que
el transcendental por antonomasia sería el UNO (no el DOS, como en el ser humano,
ni el TRES como en el ser divino) ni estaría internamente diferenciado.

La diferencia sexual humana se trataría, entonces, de una diferencia en el interior


mismo del SER. Y teniendo en cuenta que el ser humano es personal, sería una
diferencia en el seno mismo de la persona. En efecto, lo distinto a la persona —en su
mismo nivel— tiene que tener el mismo rango, no puede ser, por tanto, sino otra
persona.

Afirmar que la diferencia varón-mujer es una diferencia en la persona supone, por


otra parte, haber anclado la diferencia definitivamente en la igualdad. Varón y mujer,
cada uno es persona. Tienen la misma categoría; la diferencia entre ellos posee el
mismo rango ontológico. La diferencia no rompe la igualdad.

Por otra parte, visto desde esta perspectiva que llega hasta la persona hacen que
la feminidad y la masculinidad contribuyen a construir, de un modo no poco impor-
tante la identidad personal.

Madrid, 18 de agosto de 2002

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