El Primer Papel Moneda en La Tradición "Una Moza de Rompe y Raja"

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El primer papel moneda en la tradición

“Una moza de rompe y raja”

Arnaldo Mera Ávalos


Pontifica Universidad Católica del Perú
arnaldo_mera@hotmail.com

Resumen

A partir de un personaje de la plebe que aparece en la tradición de Palma


“Una moza de rompe y raja”, abordamos un interesante aspecto de
historia social y económica del régimen del Protectorado establecido por
el general San Martín como fue la creación del banco de papel moneda y
la aceptación del papel moneda por la población limeña.

Palabras clave: Protectorado, Historia Social, Historia Económica,


Independencia, Ricardo Palma

Abstract

From a character of the plebs that appears in the tradition of Palma “Una moza
de rompe y raja”, we tackle an interesting aspect of social and economic history
of the regime of the Protectorate established by general San Martín such as the
creation of the paper bank currency and the acceptance of paper money by the Lima
population.

Keywords: Protectorate, Social History, Economic History, Independence, Ricardo


Palma

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Arnaldo Mera Ávalos

Arnaldo Mera Ávalos, Licenciado en Historia por la


Pontificia Universidad Católica del Perú con la tesis “Las
Pulperías en Lima ante el impacto de las reformas borbónicas”
(2014), y donde cursó estudios de maestría en Historia y
Derecho Constitucional y bachiller en Historia y Derecho
por la misma universidad. Es miembro asociado del Instituto
Riva Agüero y miembro de número del Instituto Ricardo
Palma. Ha publicado “Ecuador y Perú: espacios regionales
siglo XIX” En: Espacio: teoría y praxis (1997); “Pulperas,
chinganeras y chicheras en la Lima republicana (1830-
1860)” En: Mujeres y género en la historia del Perú (1999); “Las
armas del rey de España en sus dominios del Perú (1532-
1824)” En: Boletín de Riva Agüero, n° 30 (2003); “Cronología
de Carlos A. Romero” En: Adiciones a la Imprenta en Lima de
José Toribio Medina, Carlos A. Romero (2009), entre otros
artículos de historia del Perú, siglos XVIII y XIX.

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El primer papel moneda en la tradición “Una moza de rompe y raja”

Introducción

Es difícil pensar que en una tradición de don Ricardo Palma


se hable de aspectos de historia económica del régimen del
Protectorado, los cuales fueron escritos en 1876 y publicados
en la serie IV de las Tradiciones en 1894 (Díaz Falconí, 2015:
247). Aspectos que habían sido debidamente mencionados por
Mariano Felipe Paz Soldán en su Historia del Perú Independiente
ocho años antes, en 1868, pero que recién serían estudiados a
profundidad por el académico de la historia Carlos Camprubí y
publicados a inicios de la década del sesenta del siglo XX en su
obra no superada El banco de la emancipación (Camprubí, 1960),
pero lo cierto es que Palma reiteró en un par de párrafos un
tema de la historia económica del Perú debidamente expuesto
por Paz Soldán, sazonado con la picardía típica de nuestro
tradicionista, y que solo recién sería vuelto a mencionar sesenta
y seis años después. Además, desde el punto de vista social, el
recibimiento de este papel moneda en la ex Ciudad de los Reyes
aún no ha sido abordado.

Antecedentes

Palma nos relata que:

Estando Pasco y Potosí en poder de los realistas, la casa


de Moneda no tenía barras de plata que sellar, y entre los
grandes políticos y financistas de la época surgió la idea
salvadora de emitir papel moneda para atender a los gastos
de la guerra. Cada uno estornuda como Dios lo ayuda.
(Palma, 1964: 968).

Al respecto, en el estudio introductorio que en el 2014 realiza a


la reimpresión del trabajo de Camprubí, el historiador español
Dionisio de Haro Romero afirma categóricamente que:

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En el proceso de la Independencia del Perú se trataron las


controversias monetarias y bancarias con enfoques modernos
las medidas encaminadas a resolver los graves problemas de
liquidez que venía arrastrando la economía virreinal y que
se vieron agravados con la guerra de independencia (…).
Desde la perspectiva monetaria la iniciativa más singular fue
la representada por el banco de papel moneda. La original
experiencia bancaria del Perú significó la primera iniciativa
de emisión de papel moneda por parte de una autoridad
pública en Sudamérica. (Camprubí, 2014: 18).

Este historiador no señala los antecedentes, como sí lo hizo en


su momento Paz Soldán, quien nos dice:

En el año 1800 se sintió por primera vez en el Perú la falta


de dinero circulante y continuó la escasez hasta que en
1815 la Junta de Arbitrios propuso el plan de emitir
vales o sea papel moneda que todos rechazaban y cayó en
completo descrédito. Con este antecedente fatal era difícil
que el público recuperase la confianza que si no la tuvo en
épocas normales era casi imposible que la adquiriera en
circunstancias tan tormentosas. (1971: 296).

El Banco de Papel Moneda

El tradicionalista afirma que “el decreto del 14 de diciembre


de 1821 que creaba el banco de emisión” (Palma, 1964: 969)
fue obra del ministro Bernardo de Monteagudo, pero sabemos,
por Gamio Palacio, que el cabildo limeño tuvo decidida
participación, ya que el ahora denominado ayuntamiento se
enteró en la sesión del 27 de octubre de 1821:

(…) del oficio del Ministerio de Hacienda a fin de que designe


dos de sus miembros y dos vecinos “para que puedan dar su
dictamen en la junta que ha de formarse sobre el modo de

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verificar un banco para la circulación de papel moneda”. El


Cabildo eligió entre sus miembros al doctor Tiburcio José
de la Hermoza y al doctor Miguel Antonio Vértiz y entre
los vecinos a don Francisco Moreyra y a don Andrés Salazar.
De conformidad con otro oficio del mismo Ministro pasado,
el diecinueve de noviembre, el Ayuntamiento en la sesión
celebrada el siguiente día, “procedió a elegir a veinticinco
individuos de los hacendados principales de esta capital
para que concurriesen a la sesión sobre el establecimiento
del papel moneda. (Gamio, 1971: 446).

Hacemos esta acotación para demostrar que tanto el cabildo


como la aristocracia titulada y no titulada, participó en la
elaboración del proyecto aunque la tradición se enmarca en el
verano del siguiente año de 1822 y versará sobre los vilipendios
que una mujer de la plebe lanzara contra otro aristócrata limeño
en el poder que no estuvo en las acciones preliminares para
la creación del banco. Y retomando el tema del papel moneda
afirma Paz Soldán que:

Tanto el Ministro de Hacienda D. Hipólito Unanue, como


los encargados de formar el proyecto conocían todas estas
dificultades; y sin embargo no se arredraron de llevarlo
adelante; la necesidad de numerario era urgentísima y el
deseo de satisfacerla les dio el valor para no detenerse ante
los peligros de dificultades (…) Las operaciones del Banco
consistían en emitir papel moneda como suplemento con
el interés de dos por ciento al año; para pagar esos billetes
o papel moneda, todas las oficinas del Estado recibían como
dinero la mitad del valor en papel moneda y la otra mitad en
dinero. Así mismo los particulares a quienes el tesoro tenía que
pagar, estaban obligados a recibir la mitad en dinero y la otra
en papel moneda, cualquiera que fuese la suma: pero todos sin
distinción tenían que recibir o pagar de este modo las sumas
que no excedieran de diez pesos. (Paz Soldán, Op.Cit: 296).

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Sobre la recepción del papel moneda por parte de la población


limeña, Palma nos refiere en su tradición que:

El pueblo, a quien se le hacía muy cuesta arriba concebir


que un retazo de papel puede reemplazar al metal acuñado,
puso el grito en el séptimo cielo; y para acallarlo fue
preciso que don Bernardo de Torre Tagle escupiese por el
colmillo, mandando promulgar el 1º de febrero un bando de
espantamoscas, en el cual se determinaban las penas en que
incurrían los que, en adelante, no recibiesen de buen grado
los billetes de a dos y cuatro reales, únicos que se pusieron
en circulación.

La medida produjo sus efectos. El pueblo refunfuñaba, y


poniendo cara de vinagre agachó la cabeza y pasó por el
aro; mientras que los hombres de palacio, satisfechos de su
coraje para imponer la ley a la chusma, se pusieron, como
dice la copla de coup de nez,

En la nariz el pulgar
y los demás en hilera,
y… perdonen la manera
de señalar.

Sin embargo, temió el gobierno que la mucha tirantez hiciera


reventar la soga, y dio al pueblo una dedada de miel con el
nombramiento de García del Río, quien marcharía a Londres
para celebrar un empréstito, destinado a la amortización del
papel y a sacar almas del purgatorio. (1964: 968-969).

La Lunareja y la desconfianza en el papel moneda

Palma nos narra los hechos que llevaron a castigar a una mujer
de la plebe de nombre Gertrudis y con el alias de la Lunareja el
22 de febrero de 1822:

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(…) levantóse por la mañana en la Plaza mayor de Lima un


tabladillo con un poste en el centro. A las dos de la tarde,
y entre escolta de soldados, sacaron de la Pescadería a la
Lunareja.

Un sayón o ministril la ató al poste y la cortó el pelo al rape.


Durante la operación lloraba y se retorcía la infeliz, gritando:

-¡Perdone mi amo Torretagle, que no lo haré más!

A lo que los mataperritos que rodeaban el tabladillo, azuzando


al sayón que manejaba tijera y navaja, contestaban en coro:

Déle, maestro, déle,


hasta que cante el miserere.

Y la Lunareja pensando que los muchachos aludían al


estribillo del miz-miz, se puso a cantar, y como quien satisface
cantando la palinodia:

¡Viva la patria
de los peruanos!
¡Mueran los godos
que son tiranos!

Pero la granujada era implacable, y comenzó a gritar con


especial sonsonete:

¡Boca dura, y pies de lana!


Déle maestro hasta mañana.

Terminada la rapadura, el sayón le puso a Gertrudis una


canilla de muerto por mordaza, y hasta las cuatro de la tarde
permaneció la pobre mujer expuesta a la vergüenza pública.

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Desde ese momento nadie se resistió a recibir el papel


moneda. (Ibid: 970-971).

Pero ello no fue tan cierto, pues sabemos que la plebe no los
aceptaba para el 14 de marzo a través de una comunicación
dirigida por José Gonzales y Fuente, IV conde de Villar de
Fuente, director del banco, al marqués de Torre Tagle (Rosas
Siles, 1995: 521), como supremo delegado exponiendo:

Que el papel moneda que se ha puesto en circulación desde


el 1º del que rige (de febrero) se admitirá en el cambio sin
quebranto alguno por el valor que representa por todos los
habitantes del Estado. Está lejos de sancionar una derogación
de los modos sancionados por el supremo gobierno en los
capítulos 2º y 3º; es una tácita confirmación de ellos y una
expresa conminativa orden con que se concluye para sostener
que el valor que representa el papel, sin alterar las condiciones
con que deberá negociarse, jamás podrá ser alterado ni
escusado su recibo en las proporciones establecidas. De otra
suerte como el Bulgo (sic) lo ha entendido sería la ruina y
destrucción de las casas de trato (…)1.

Hemos podido constatar con esta cita que, a los veinte días
de haber sido castigada aquella mujer de la plebe, aún había
problemas para que aquel gran sector de la población limeña
aceptase los billetes. Prueba de ello también es el escrito del
director del banco Conde de Villar de Fuente al ministro Hipólito
Unanue (con fecha 12 de marzo de 1822), en el cual le comunica
que todos los impresos de ocho reales y diez reales2 que se hallen
por distribuir desde el 1º del próximo abril lleven la rúbrica
de los tres representantes del establecimiento: Andrés Salazar,
Antonio Álvarez de Villar y del conde de Villar de Fuente, pero la

1 AGN (1821). Sección OL, legajo N° 48, documento N° 9, fls. 2r y 2v.


2 AGN (1821). Sección OL, legajo N° 48, documento N° 5, s/f.

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situación debió tornarse difícil pues este último fue removido del
cargo por el supremo delegado dos días después (el 16 de marzo)
y reemplazado por el conde de San Isidro.

Sobre la moza de rompe y raja, Palma acota: “Parece que


mis paisanos aprovecharon de la lección en cabeza ajena, y
no murmuraron más de las cosas gubernamentales” (Palma,
1964: 971). Pero, ello tal vez sería efectivo para los de su
estamento, como lo era la plebe limeña, ya que observamos
un comportamiento diferente por los limeños integrantes de
la burocracia, pues cuatro meses y medio después del ejemplar
castigo de Gertrudis la Lunareja, el 2 de julio, el conde de San
Isidro le informaba al ministro de Hacienda don Hipólito
Unanue lo siguiente:

Instruida esta dirección por un clamor general de no quererse


recibir en varias oficinas del Estado el papel moneda ya por
razón de entero de las ventas de algunos artículos como por
donativo exigiéndose metálico sonante como ha sucedido
últimamente en la Alta Cámara de Justicia con respecto de
algunos individuos3.

Cámara que había reemplazado a la Real Audiencia, máximo


organismo que otorgaba justicia en el antiguo virreinato.

Pero quién fue la Lunareja, esta mujer que osó enfrentarse al


nuevo régimen. Palma nos la describe (1964: 970):

(…) una hembra, de las de navaja en la liga y pata de gallo


en la cintura, conocida en el pueblo de Lima con el apodo
de la Lunareja, y en la cual se realizaba al pie de la letra lo
que dice el refrán:

3 AGN (1821). Sección OL, legajo N° 48, documento N° 29, s/f.

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Mujer lunareja
mala hasta vieja

Tenía la tal un tenducho o covachuela de zapatos en la calle


de Judíos, bajo las gradas de la Catedral.

(…) Siempre que algún parroquiano llegaba al cuchitril de


Gertrudis la Lunareja, en demanda de un par de zapatos de
orejita, era cosa de taparse los oídos con algodones para no
escucharla echar por la boca de espuerta que Dios la dio
sapos, culebras y demás sucias alimañas. A pesar del riguroso
bando conminatorio, la zapatera se negaba resueltamente
a recibir papelitos, aderezando su negativa con una salsa
parecida a ésta:

-Miren, miren al ladronazo de ño San Martín que, no


contento con desnudar a la Virgen del Rosario, quiere
llevarse la plata y dejarnos cartoncitos imprentados… ¡La
perra que lo pario al muy pu… chuelero!

Y la maldita, que era goda hasta la medula de los huesos,


concluía su retahila de insultos contra el Protector cantando
a grito herido una copla del miz-miz, bailecito en boga, en la
cual se le zurraba la badana al supremo delegado marqués
de Torre Tagle.

Peste de pericotes
hay en tu cuarto;
deja la puerta abierta,
yo seré el gato.
¡Muera la patria!
¡Muera el marqués!
¡Que viva España!
¡Que viva el rey!

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El primer papel moneda en la tradición “Una moza de rompe y raja”

Es importante señalar la acotación muy válida del tradicionista


acerca de las circunstancias de la guerra civil que se vivía en el
interior del aún virreinato peruano, desde el sur de Ica hasta
Tucumán. Nos dice:

¡Canario! El cantorcito no podía ser más subversivo en


aquellos días en que la palabra rey quedó tan proscrita del
lenguaje, que se desbautizó al peje-rey para llamarlo peje-
patria, y al pavo real se lo confirmó con el nombre de pavo
nacional” (Ibid: 970).

El tradicionista sigue contándonos como se comportaba aquella


mujer:

Los descontentos que a la sazón pululaban aplaudían las


insolencias y obscenidades de la Lunareja, que propiedad
de pequeños y cobardes es festejar la inmundicia que los
maldicientes escupen sobre las espaldas de los que están
en el poder. Así envalentonada la zapatera, acrecía de hora
en hora en atrevimiento, haciendo huesillo a los agentes de
policía, que, de vez en cuando, la amonestaban para que
no escandalizara al patriota y honesto vecindario. (Ibidem).

Sabemos que, desde el 3 de Agosto de 1821, el coronel José de


la Riva Agüero y Sánchez Boquete (Tauro, 2001, vol. 14: 2262)
era presidente del departamento de Lima, cargo equivalente al
intendente virreinal, y era quien debía de resolver aquella incómoda
situación; pero como el marqués de Torre Tagle se encargaba del
Poder Ejecutivo del Protectorado como supremo delegado desde
el 20 de enero de 1822 hasta 21 de Agosto de 1822 (Tauro, 2001,
vol.16: 2580), él era la máxima jerarquía del Estado a quien “la
Lunareja” insultaba, y bien dice Palma (1964: 970):

Impuesta de todo la autoridad, vaciló mucho el desgraciado


Torretagle para poner coto al escándalo. Repugnaba a su

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caballerosidad el tener que aplicar las penas del bando en


una mujer.

El alcalde del barrio recibió al fin la orden de acercarse a la


Lunareja y reprenderla; pero ésta que, como hemos dicho,
tenía lengua de barbero afilada y cortadora, acogió al
representante de la autoridad con un aluvión de dicterios
tales, que al buen alcalde se le subió la mostaza a las narices,
y llamando cuatro soldados hizo conducir, amarrada y casi
arrastrando, a la procaz zapatera a un calabozo de la cárcel
de la Pescadería. Lo menos que le dijo a su merced fue:

Usía y mi marido
van a Linares
a comprar cuatro bueyes:
vendrán tres pares.

A pesar del castigo ejemplar que se le dio a la Lunareja, la


situación no mejoró con respecto a la aceptación del papel
moneda por parte del pueblo limeño. Paz Soldán afirmó que
para julio de 1822:

Poco importaba que el Banco hiciera sus amortizaciones


periódicas; su crédito no aumentaba y fue preciso estimularlo
admitiendo la mitad en papel y la otra en dinero, toda
clase de deudas al Estado cualquiera que fuese su origen,
no habiéndose pactado muy expresamente lo contrario (16
de julio) pero nada de esto bastaba para inspirar confianza
al pueblo que recordaba los males y perdidas que sufría y
las vejaciones y violencias que se empleaba contra los que
no querían recibir el papel como moneda; y la exacerbación
eran tan pronunciada que el Gobierno conoció el peligro de
un alzamiento. (1971: 297).

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El primer papel moneda en la tradición “Una moza de rompe y raja”

Reflexiones finales

Cuando ya se acababa el régimen del Protectorado y faltaban


pocos días para la partida del Perú del general San Martín, Paz
Soldán explica que el Congreso Constituyente resolvió el 18
de noviembre de 1822 “extinguir el papel moneda, mandando
acuñar moneda de cobre con un valor representativo de plata
(Paz Soldán, 1971: 297) y que el 5 de diciembre de 1822 el
director del banco en una nota de fecha de ayer (4) remitida por
Francisco Valdivieso, secretario de Estado y Hacienda, ordenaba
“se impriman ciento un mil ciento cuarenta pesos en billetes de
dos reales con que se completen quinientos mil pesos que han
de circular y se amortizarán con igual cantidad de cobre que se
está amonedando y luego de que esté concluida la impresión le
noticiará esta dirección (…)4. Al final nuestro tradicionista acertó
en su aseveración: el bando del 1° de febrero de 1822 buscando
la aceptación de los billetes fue de espantamoscas a pesar de
no haber encontrado ningún documento sobre aquel bando y
la Lunareja; creemos que el tradicionista vio los documentos
y estos probablemente desaparecieron en el incendio de la
Biblioteca Nacional de 1943. Hemos podido demostrar que no
hubo una actitud receptiva hacia los billetes de papel por parte
de la población y hasta de algunas autoridades.

Bibliografía

AGN (1821) Sección OL, legajo Nº 48, documento Nº 5, s/f.


Sección OL, legajo Nº 48, documento Nº 9, fls. 2r y 2v.
Sección OL, legajo Nº 48, documento Nº 29, s/f.
Sección OL, legajo Nº 48, documento Nº 44, s/f.

4 AGN (1821). Sección OL, legajo N° 48, documento N° 44, s/f.

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Arnaldo Mera Ávalos

Palma, R. (1964). Tradiciones Peruanas. Barcelona: Montaner y Simón.

Paz Soldán, M. F. (1971). El Perú y su independencia. Antología: período


1819-1822. vol. II. Lima: Instituto “Libertador Ramón Castilla” y
Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú,

Revista del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas N° 21


(1995). Lima, Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas.

Recibido el 29 de noviembre del 2017


Aceptado el 19 de enero del 2018

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