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Donoso Fritz, Karen Esther. Cultura y dictadura.

Censuras, proyectos e institucionalidad cultural en


Chile, 1973-1989, Santiago de Chile, Ediciones
Universidad Alberto Hurtado, 2019

Maria Rita Consolaro


UNIVERSITÀ DEGLI STUDI ROMA TRE

El trabajo de Karen Esther Donoso Fritz ilustra, de manera clara y puntual,


la naturaleza de la actividad cultural emprendida por la dictatura chilena a lo largo
de toda su duración (1973-1989). Esta investigación da cuenta de un esfuerzo de
gran relevancia para los estudios históricos, culturales y artísticos que consideran
el contexto mencionado, puesto que en él la autora evidencia y pone en relación
una cantidad de elementos heterogéneos y a veces no tan manifiestos, que fueron
parte tanto de la conducta oficial del régimen como de otras manifestaciones que
lo caracterizaron.
En primer lugar, la estudiosa necesita preguntarse acerca de la
conformación del concepto de cultura al interior de la cúpula del poder.
Efectivamente, no es fácil entender de qué manera se comprendieron el campo
cultural y sus relativas medidas estatales, dado que la representación simbólica del
país, que confluyó en un destacado nacionalismo, se vio obligada a compartir sus
canales de difusión con el recién implementado modelo de libre mercado que,
además de introducir factores ajenos a la cultura chilena, descalificaba
extremadamente la acción del Estado.
En una aproximación a las acciones culturales llevadas a cabo durante ese
periodo histórico, sin lugar a dudas, hay que tomar en cuenta, ante todo, las que
tipificaron de manera más brutal el gobierno de la Junta Militar, vale decir, todas
las actividades relacionadas con la censura y la represión de una dimensión
cultural no alineada a la política de la dictadura. En este sentido, reconocemos, en
el primer capítulo del libro “Censuras y apagón: los mecanismos de la represión

CONFLUENZE Vol. XII, No. 1, 2020, pp. 568-570, ISSN 2036-0967, DOI: https://doi.org/10.6092/issn.2036-
0967/11404, Dipartimento di Lingue e Letterature Straniere Moderne, Università di Bologna.
CONFLUENZE Vol. XII, No. 1

contra la cultura y las artes” un valioso desarrollo de esta temática. Basta con notar
el utilizo de la forma plural “censuras” para percibir la complejidad del fenómeno
considerado y la acción no unificada del orden autoritario, hecho que dificulta
tanto un trabajo al respecto como una comprensión de una época todavía no
esclarecida por completo.
Por una parte, Donoso Fritz describe todas aquellas tendencias que
buscaron silenciar la expresión entendida como de oposición: la represión, el
acoso, el exilio, la detención y, peculiarmente en relación con los aspectos
examinados, la censura. Esta se desenvolvió a través de distintos medios como,
por ejemplo, el miedo capaz de generar la autocensura del sujeto o, desde un punto
de vista más institucional, la Dirección Nacional de Comunicación Social
(DINACOS). No obstante, lo que se desprende de la investigación es que no hubo
una conducción uniformada del régimen, debido a los distintos actores
involucrados en el proceso de censura e, inclusive, al desplazamiento de diversas
formas de la misma: para citar un caso, las obras teatrales se “censuraban” con la
imposición de un impuesto.
En el ámbito del campo de la producción cultural, la autora profundiza
también el significado y la historia de una expresión utilizada con frecuencia en lo
que concierne la realidad de la cultura chilena durante la dictadura, o sea, la de
“apagón cultural”. En la obra, se explica tanto el debate surgido en torno a dicho
tema en ese entonces, como las actividades, desarrolladas por el régimen, para
descalificar el concepto y representar un país culturalmente dinámico.
Uno de los fundamentos que hay que considerar para evaluar el panorama
cultural construido por el régimen autoritario reside en la importancia entregada
a la patria y al rol de los militares. Este aspecto se indaga en el segundo capítulo
titulado “Patria, tradición y Fuerzas Armadas. La cultura dictatorial”, en el cual la
investigadora destaca todo los símbolos amplificados y distorsionados por la
dictadura, la cual actuó en distintos niveles (la educación, la toponimia, el folklor,
entre otros) con la intención de conformar unas precisas referencias culturales.
Quizás esté de más mencionar que este nacionalismo se basó significativamente
sobre el anticomunismo y, en general, la despolitización de los ciudadanos.
Las partes del libro donde, con gran perspicacia, se despliega el eje del
trabajo, vale decir, el rol del régimen militar relativamente a las medidas
culturales, son el tercero y el cuarto capítulo: “El Estado y la cultura: la reforma
que no fue” y “La aplicación de las políticas culturales: el entramado
institucional”. En ellos la autora explica e ilustra los rasgos culturales de la
dictadura chilena que no se conformaron alrededor de un objetivo común o de una
política focalizada (como es el caso de otras experiencias dictatoriales), sino que
demostraron una ambigüedad relativamente a sus propuestas, aunque en realidad
sus actitudes autoritarias no se debilitaron nunca. Las figuras más comprometidas

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con la creación de un plan cultural oficial (Enrique Campos Menéndez y German


Domínguez) vieron sus esfuerzos frustrados por los frecuentes cambios
institucionales y de cargos, hecho que evidentemente no posibilitaba la adopción
de una pauta coherente por parte de los órganos de gobierno.
Es precisamente este aspecto que Donoso Fritz considera como no casual,
puesto que se hacía parte de un debilitamiento de las iniciativas estatales
propugnado por la política neoliberal. En este sentido, la cultura tenía que buscar
modalidades de desarrollo autónomas, alcanzadas, por ejemplo, gracias a
asociaciones y subvenciones privadas. Aunque existían numerosas actividades
fomentadas por las direcciones gubernamentales (talleres, exposiciones, teatro y
danza itinerantes...), estas respondían, más que a un sincero intento de desarrollo
de la cultura nacional, a una demostración de la fertilidad de la producción
cultural, a pesar del ordenamiento coercitivo y de acciones emprendidas
evidentemente en desmedro de la difusión cultural (de las cuales, una de las más
criticadas fue la aplicación del IVA a los libros en 1976).
Finalmente, gracias a la lectura de Cultura y dictadura. Censuras, proyectos e
institucionalidad cultural en Chile, 1973-1989 se favorece la comprensión de un
momento histórico que, aunque sin actuar con una visión congruente en cuanto a
sus políticas culturales, como subraya la estudiosa, sí fue capaz de provocar unos
cambios agudos en la percepción y en la creación de la cultura, evidentes tanto en
los años considerados, como en la transición a la democracia. De esta manera, la
fuerte disgregación institucional evidenciada por la autora no significó unas
consecuencias frágiles dentro del país; más bien manifestó un contexto que,
justamente por su complicación, necesita ser aproximado aún más, como lo hizo
acertadamente Karen Esther Donoso Fritz en su investigación.

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