El Comportamiento Social de Los Adolescentes
El Comportamiento Social de Los Adolescentes
El Comportamiento Social de Los Adolescentes
Durante la adolescencia se produce una gran evolución a nivel social, físico e intelectual. Es en esta
etapa de transición entre la infancia y la edad adulta, que los seres humanos comenzamos a
despegarnos de nuestros padres, desarrollamos nuestra personalidad y nuestra propia identidad
fuera del círculo familiar y de esta manera encontrar las bases para lograr la independencia. Por
ello, los adolescentes necesitan apropiarse de algunas habilidades sociales claves y sumamente
necesarias para poder enfrentarse a todas las situaciones que se pueden presentar.
DESARROLLO SOCIAL
En todo país o región existe una identidad cultural propia, es en la adolescencia donde el individuo
obtiene su propia identidad social e intelectual por medio del aprendizaje social, además de ciertas
pautas y normas de comportamiento siguiendo las costumbres de cada cultura. Desde el inicio de
la adolescencia los chicos y chicas notan cierta necesidad de pertenencia, este apuro los conlleva a
relacionarse con grupos de pares mientras que se alejan de las interacciones familiares propias de
la niñez, creando así una identidad social que se determina por la formación de nuevas
interacciones con su grupo donde se comparten sentimientos, valores y criterios únicos de
comportamiento. Estas transformaciones en las interacciones tienen, por supuesto, su correlato en
el cerebro, donde se reconocen ciertas áreas que se asocian con el llamado “cerebro social”.
Los jóvenes que ahora disponen de menos opciones para socializar, tienden a abusar de la
tecnología, tanto para comunicarse como para sus momentos de ocio.
Las consecuencias de esto también son un incremento de la adicción a la tecnología y afecta a los
ciclos de sueño. Además, los dispositivos aumentan la inactividad de los jóvenes y la falta de
interés hacia otras actividades más productivas.
Durante la pandemia los adolescentes vivieron una constante contención, limitados por normas y
reglas que los cargaron de frustración por lo que sintieron que se perdieron y que no volverán a
vivir. Perdieron la posibilidad de vivir momentos únicos, situaciones propias de esta etapa, como
cumpleaños de 15, campamentos, rituales del primer día de clases, festejos de graduación. Los
adolescentes tienen una noción del tiempo muy distinta a la que podemos tener los adultos. Ellos
perciben el tiempo como algo no constante.
Los adolescentes viven el aislamiento y el distanciamiento, así como las actividades sociales
postergadas, de manera muy distinta que los adultos, ya que es una etapa en la que necesitan
estar con sus pares y socializar. Más que en cualquier otra etapa de la vida, en la adolescencia es
cuando más valor le damos a la socialización, en parte porque el cerebro en esta etapa es muy
sensible a la oxitocina, un neurotransmisor que hace más gratificantes las relaciones sociales.
Además, el valor que le dan a lo social también está relacionado con que con sus amigos se sienten
comprendidos, empatizan fácilmente porque están viviendo lo mismo. Es el opuesto a lo mal que
se sienten cuando piensan que los adultos que los rodean no los comprenden, o que no encajan en
ningún lado. Los amigos son diversión, pero también son apoyo, son proximidad, y la pandemia los
privó de esa experiencia diaria. Por todo esto hay consenso en que una de las consecuencias más
negativas de la suspensión de la presencialidad en los centros educativos fue el no poder estar con
otros, compartir con sus pares espacios que humanicen.
La dificultad para iniciar relaciones con sus semejantes o los nuevos formatos académicos hacen
que la interacción con sus iguales o su capacidad de resolución de conflictos se vean perjudicados.
Además, estos jóvenes están experimentando una convivencia más estrecha con su familia, lo que
implica más supervisión y control. Teniendo en cuenta la gran demanda de libertad que tienen los
jóvenes al alcanzar la adolescencia, esto supone un problema para ellos.
Los jóvenes que ahora disponen de menos opciones para socializar, tienden a abusar de la
tecnología, tanto para comunicarse como para sus momentos de ocio.
Las consecuencias de esto también son un incremento de la adicción a la tecnología y afecta a los
ciclos de sueño. Además, los dispositivos aumentan la inactividad de los jóvenes y la falta de
interés hacia otras actividades más productivas.