Via Crucis
Via Crucis
Via Crucis
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le
cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Reflexión:
Si no fuera porque los textos evangélicos nos lo señalan la tradición cristiana no hubiera creado esta
estación como sí lo hizo con las de las caídas o la verónica o el encuentro con su madre aunque los
evangelios no nos dicen nada de ello. No podríamos imaginar que Jesús iba a encontrar una mano amiga
–aunque obligada- en medio de tanto enemigo. Pero existió el cirineo. Y su presencia es una llamada a
nosotros para actuar como espalda que ayude a llevar el peso de los demás y como esperanza de que
siempre existe alguien que puede echarnos una mano. Siempre hay algún cirineo en nuestra vida.
(Rezamos un padrenuestro, ave maría y gloria)
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.
Reflexión:
Muere ofreciendo el perdón, la disculpa a quienes le crucifican, sintiendo el dolor humano porque Dios parece
ausente, la invitando a estar en el Reino al ladrón arrepentido, manifestando una necesidad vital: tengo sed;
preocupándose por su madrea y el amigo joven Juan con la conciencia de que todo se ha cumplido: y entregando
el espíritu al Padre. Es muerte infligida por la ignorancia y maldad humana al ser humano más perfecto,
constituye por ello el mayor crimen de la humanidad. Pero el amor de quien muere incluso a quienes acaban con
su vida, la absoluta fidelidad al proyecto del Padre, consigue un mayor bien que el mal de todos los que le
crucificaron: el amor, más fuerte que el odio, cuya medida es la muerte: “nadie ama más que el que da la vida” se
constituye en causa de salvación. Cristo ha vencido en la cruz. En él vencemos todos. Ha triunfado la humanidad.
La cruz se convierte en signo de victoria