P. M. Sweezy - M. Dobb - K. Takahashi R. M. H I LT o N - C. H Ill - G. L e F e B V R e
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P. M. Sweezy - M. Dobb - K. Takahashi R. M. H I LT o N - C. H Ill - G. L e F e B V R e
T a k a h a s h i
R. M. H ilt o n - C. H ill - G. L e f e b v r e
La Transición del
Feudalismo al Capitalismo
6 .a e d ic ió n
T r a d u cc ió n d e R a m ó n P a d illa
Título original:
The transition from feudalism lo capilalism
X
PREFACIO
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M. DOBB
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M. I)OBB
MAURICE DOBB
Febrero de 1954.
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1. COMENTARIO CRITICO
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3 El Capital, I, pág. 181 (N. del T. S weezy sólo subraya las palabras
comprendidas entre «del carácter mismo» y «trabajo excedente», am
bas inclusive. Las otras palabras subrayadas lo están en la traducción
de W. Roces, pero no en el texto inglés de S weezy).
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P ara que su téoría se tenga de pie, Dobb tiene que dem os
tra r que tan to la creciente necesidad de ingresos de la clase
feudal dom inante como la huida de los siervos de la tie rra pue
de explicarse en térm inos de fuerzas que actúan dentro del sis
tem a feudal. Veamos cómo lo intenta.
En p rim er lugar, y p o r lo que respecta a la necesidad de
ingresos de los señores, Dobb cita varios factores que consi
dera inherentes al sistem a feudal. Se despreciaba a los siervos,
a los que se consideraba sobre todo como fuentes de ingresos
(páginas 43 y ss.). El volum en de la clase p arasita ria tendía a
au m en tar com o consecuencia del crecim iento natu ral de las
fam ilias nobles, de la subinfeudación * y de la m ultiplicación
de los m ilites o «caballeros», todos los cuales «tenían que m an
tenerse a costa del trab a jo excedente de la población servil».
La guerra y el bandidaje «inflaban los gastos de las casas feu
dales» y «esparcían el despilfarro y la devastación p o r todas
partes». Por últim o, «al ir progresando la edad de la caballe
ría, tam bién progresaban las extravagancias de las casas no
bles con sus lujosas fiestas y sus costosas exhibiciones, que
com petían en em ulación en su culto a la m agnificentia» (p á
gina 45).
De estos factores, dos —el desprecio de los intereses de los
siervos y el bandidaje— existieron a lo largo de todo el perío
do, y si es cierto que se intensificaron con el paso del tiem po,
es algo que requiere explicación; no puede darse sencillam en
te p o r algo establecido en cuanto que característica n atu ra l del
feudalism o. Pero Dobb no in ten ta en absoluto explicar esa ten
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rra s del señor sin m ás ni m ás, por muy exigentes que se vol
vieran los señores, a m enos que tuvieran algún sitio al que di
rigirse. Cierto es, como he dicho m ás arriba, que la sociedad
feudal tiende a generar un excedente de población vagabunda,
pero ésta, constituida por las heces de la sociedad, está inte
g rada p or aquellos que no tienen sitio en las tierras del señor,
y resu lta poco realista suponer que núm eros considerables de
siervos ab andonaran deliberadam ente sus parcelas p ara des
cender al últim o peldaño de la escala social.
Sin em bargo, todo el problem a adquiere un aspecto to tal
m ente nuevo —al que Dobb p resta una atención que sorpren
de por lo escasa— cuando recordam os que la huida de los sier
vos ocurrió al m ism o tiem po que crecían las ciudades, espe
cialm ente en los siglos x n y x m . No cabe duda de que las ciu
dades en rápido crecim iento —que ofrecían libertad, em pleo y
m ás categoría social— sirvieron de potente im án a la pobla
ción ru ral oprim ida. Y los propios burgueses, que necesitaban
m ás m ano de obra y m ás soldados p ara reforzar su potencial
m ilitar, hicieron todo lo posible para facilitar a los siervos la
huida de la jurisdicción de sus am os. «A menudo», com entaba
Marx en u na de sus últim as cartas a Engels, «la form a en que
los burgueses invitan en el siglo x i i a los cam pesinos a que es
capen a las ciudades resulta m uy patética» 8. En este contexto
se aprecia que el m ovim iento de alejam iento de la tierra, que
de otro m odo resu ltaría incom prensible, es una consecuencia
n atu ra l del auge de las ciudades. Sin duda, la opresión que
m enciona Dobb constituía un im portante factor que predispo
nía a los siervos a la huida, pero es m uy dudoso que p o r sí
solo hubiera podido jam ás producir una em igración de gran
des p ro p o rcio n es9.
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2. RESPUESTA
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3 Molly Gibbs, Feudal Order (El Orden Feudal) (Londres, 1949), pá.
ginas 5 a 7, 92 y s.
* El Capital, III, pág. 737.
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yidum bre d u ran te los siglos xv y xvi fue unida al increm ento
del com ercio y no hubo correlación entre la proxim idad a los
m ercados y la desintegración del feudalism o (como dice Swee-
zy), sino entre la proxim idad a los m ercados y el reforzam ien
to de la servidum bre (Cf. m is Studies, págs. 38 a 42). Sweezy
m enciona estos hechos. Pero ello no le im pide m antener que
sólo en «la periferia de la econom ía de intercam bio» las rela
ciones feudales eran a prueba de disolución.
El hecho de que el «sistem a de producción», en que con
centra su atención Sweezy, tiene m ás que ver con la esfera del
intercam bio que con las relaciones de producción, queda in
dicado p o r u na sorprendente om isión en su argum ento. En
ninguna p arte p resta atención m ás que incidental a lo que
siem pre me ha parecido la consideración crucial: la de que
la transición de la extracción coercitiva del trab a jo sobrante
por los terraten ien tes al uso de m ano de o b ra librem ente con
tra ta d a debe h aber dependido de la existencia de m ano de
o b ra b a ra ta en el m ercado de trab a jo (esto es, de elem entos
proletarios o sem iproletarios). Creo que este factor fue m ás
fundam ental que la proxim idad a los m ercados en cuanto a
determ in ar si sobrevivían o se disolvían las antiguas relacio
nes sociales. N aturalm ente, existía una interacción entre este
facto r y el increm ento del com ercio: en especial (como ya he
m encionado antes) el efecto de este últim o sobre el proceso
de diferenciación social dentro del régim en de pequeña p ro
ducción. Pero, ¿puede caber duda de que este factor debe h a
b er desem peñado un papel decisivo en la determ inación del
efecto preciso que tuvo el com ercio en distintos sitios y dis
tintos m om entos? Es posible que Sweezy atribuya poca im
p o rtan cia a este factor, porque considera que es tan evidente
que resu lta innecesario subrayarlo, o quizá se deba a que pien
sa que el arrien do de tierras a cam bio de una ren ta en dinero
constituye el sucesor inm ediato de los servicios en trabajo.
E sta ú ltim a consideración nos obliga a plantearnos la pregun
ta: «¿Qué vino después del feudalism o en Europa?»
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3. CONTRIBUCION AL DEBATE
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las tie rra s » 7. Sweezy niega que la servidum bre constituya una
categoría histórica c o n c re ta 8, pero no indica qué es lo que
constituye la form a especial de existencia de la fuerza del tra
b ajo característica del feudalism o como régim en de produc
ción.
Mi propia opinión sería la siguiente: cuandc consideram os
que los regím enes de producción antiguo, feudal y burgués mo
derno son las fases principales de la histo ria ecc nóm ica, lo p ri
m ero que debem os tener en cuenta ha de ser siem pre la for
m a social de existencia de la fuerza de trabajo, que constituye
el facto r básico y decisivo de los diversos reg:m enes de p ro
ducción. Ahora bien, no hay duda de que las orm as básicas
(tipos) de trab a jo son la esclavitud, la servidi.m bre y el tra
bajo libre asalariado, y tam poco cabe duda de que es erróneo
divorciar la servidum bre del feudalism o como concepto gene
ral. La cuestión de la transición del feudalism o al capitalism o
no se lim ita a la transform ación de las form as de las in stitu
ciones económ icas y sociales. El problem a básico debe consis
tir en la form a social de existencia de la' fuerza de trabajo.
Aunque la falta de libertad de los cam pesinos, como sier
vos, tuvo, com o es natural, variaciones y gradaciones, según la
región o la fase de desarrollo económ ico feudal, la servidum
bre es la form a característica de existencia de la fuerza de tra
bajo d en tro del régim en feudal de producción, o como dice
Dobb, «la explotación del pro d u cto r en virtud de una coacción
político-jurídica d ire c ta » 9. Sweezy, tras haber divorciado la
servidum bre del feudalism o y descuidado la form a de existen
cia característicam ente feudal de la fuerza de trab ajo , tenía
que bu scar la esencia del feudalism o en algún otro aspecto...
A su juicio, en la sociedad feudal «la m ayoría de los m ercados
son locales, y... aunque no ha desaparecido forzosam ente el
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III
” El Capital, libro I, pág. 270; ibíd., libro III, págs. 322 y 323. Véase
«S h o k i shihon shugi no keizai kozo» («Estructura económica del Capi
talismo en sus inicios») en mi obra K indai shihon shugi no seritsu (For
mación del Capitalismo Moderno) (Tokyo, 1950), págs. 3 y s.
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31 B locii, C aractéres originaux, op. cit., págs. 100 y s.; Olivier Mar
tín , H istoire de la p révó té de v ico m te de París, vol. I (París, 1922), pá
ginas 420 y s.
37 Max Weber, W itsch a ftsg esch ich te (Tubinga, 1923), pág. 101; G. V.
Below, Ges. der deutsch en L an d w isch a ft in M ittela lter (Jena, 1937), pá
ginas 73 a 76. Cf. entre los estudios japoneses de la historia de Europa
occidental en la Edad Media la obra de S enroku Uehara, «G rundherrs.
ch a ft en el m onasterio de K lo sterb u rg » (1920), en su colección D oitsu
ch u sef no shakai to keizai (La sociedad y la economía alemanas en la
Edad Media).
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S higaku zasshi (Z eitsch rifl fü r G eschich tsw issen sch a ft), vol. 51, 1940,
números 11-12, y mi obra K indai S h a ka i seiritsu shiron (Ensayo histó
rico sobre la formación de la sociedad moderna), págs. 36 a 51.
” «... a veces los propietarios libres se emanciparon de todos los
pagos y servicios..., la relación entre los propietarios libres y el domi
nio del señor era más bien cuestión de forma y sentimiento que de fon
do»; T awney, Agrarian P roblem in the S ix te e n th C entury, op. cit., pági
nas 29 a 31 y 118. Hasta el siglo xvi sus relaciones con los señores eran
más que nada formales. La misma situación imperaba en partes de
Francia. Por ejemplo, en Poitou en el siglo xvi muchas actas de venta
terminan diciendo: «El vendedor no sabe decir bajo qué señor y bajo
qué obligaciones están los lugares que son objeto de la presente venta»;
Raveau, op. cit., págs. 70, 102 y s., 264 y 288.
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55 S tudies, págs. 125 y s., 128 y s., 134 y s., 142 y s., 150 y s.; «Res
puesta», pág. 59, supra.
“ Studies, pág. 171; «Respuesta», pág. 60, supra. La percepción de
Dobb de que quienes llevaron a cabo la revolución burguesa, que eran
los verdaderos vehículos del capital industrial (la producción capita
lista) en aquella época, habían de encontrarse en la burguesía pequeña
y media en auge, y de que el centro de atención debe enfocarse en la
contradicción entre éstos y los capitalistas comerciantes y usureros
(lia n te bourgeoisie), era algo a lo que ya había llegado cuarenta años
antes que él G. Unwin en su obra In d u stria l O rganization in the 16th
and I7th centuries (La organización industrial en los Siglos xvi y x vii )
(1904), y Max Weber en Die P ro testa n tisch c Et'hik und der G eist von Ka-
pitalism us (1904-1905). Resulta sorprendente que cuando Dobb habla del
«espíritu capitalista» ( S tu d ie s , págs. 5 y 9), pase por alto esta admira
ble percepción de Weber. Este destaca claramente dos sistemas socia
les en conflicto durante aquel período heroico de la historia de Ingla
terra. El «espíritu capitalista», que apareció en forma de puritanismo,
era el estilo de vida, la forma de conciencia más adecuada para la clase
de campesinos libres (yeonien) y de industriales pequeños o medianos
de aquella época, y no se puede encontrar en la mentalidad del «ham
bre de dinero» y «la codicia de las ganancias», común a los comercian
tes capitalistas y los usureros de todos los tiempos y países. «En gene
ral, en el umbral de la edad moderna los empresarios capitalistas del
patriciado mercantil no eran los únicos, ni siquiera los principales, ve
hículos de la actitud que hemos calificado de "espíritu capitalista",
sino mucho más los sectores ascendentes de la clase media industrial»;
Weber, G esanim elte A ufsiitze zu r Religionssoziologie, vol. I (Tubinga,
1920), págs. 49 y s., y cf. ibíd., págs. 195 y s. A este respecto, ni siquiera
T awney se ha apartado de la tesis sostenida por Brentano en Die An-
feinge des m odernen K a p ita lism u s (Munich. 1916) de que el espíritu ca
pitalista surgió conjuntamente con el comercio orientado hacia la ga
nancia. Por ejemplo, vemos en la obra de Tawney, Religión a n d the R ise
o f C apitalism (La Religión y el auge del Capitalismo) (Londres, 1926),
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bajo a dom icilio del capital com ercial, com o hem os dem ostra
do en nu estro s trabajos; y de ahí que tam bién este caso tuvie
ra el m ism o carácter que el Camino núm ero II. ¿ Es «revolucio
nario» esto, si se tiene en cuenta que no pudo llevar al des
arrollo de la auténtica producción capitalista? P or el contra
rio, en E u ro p a occidental se vio d ejar atrá s p o r el auge de la
clase de pequeños productores y su expansión económica, y,
p o r últim o, sucum bió gradualm ente. Las em presas m onopolis
tas de este tipo, señala Dobb en el caso de Inglaterra, eran de
carácter «conservador» y se aliaron al poder estatal de la m o
narq u ía absoluta, y, p o r tanto, acabaron p o r ser destruidas y
desaparecer en la revolución b u rg u e sa 66. E ste tipo de evolución
fue característico de la form ación del capitalism o en E uropa
occidental, especialm ente en Inglaterra. En cam bio, las em
presas m onopolistas de este carácter desem peñaron im portan
tes papeles en el establecim iento del capitalism o en E uropa
oriental y el Japón; pero Sweezy no se ocupa de esto.
Pero tam bién Dobb, cuando se ocupa del problem a de los
«dos cam inos», ve el cam ino del «productor-com erciante» como
sistem a de « trabajo a dom icilio» (p u ttin g out system ) o siste
m a Verlag, organizado por «com erciantes-fabricantes» o por
«em presarios... que se dedicaron al com ercio y em plearon a
artesan o s m ás pobres en el sistem a de trab a jo a dom icilio»67;
en este caso, no cabe duda de que ha caído en una contradic
ción. E n la form a h istórica del sistem a de trab a jo a dom icilio
los «com erciantes fabricantes» realizan sus beneficios m edian-
“ Lo mismo ocurría en Francia. Los estudios de T arlé sobre la in
dustria bajo el a n d e n régim e le llevan a poner de relieve una vez más
el «hecho importantísimo» de que la dura batalla por una producción
nacional más amplia y más libre —la fuerza propulsora del capitalismo
francés— no la libró la grande in d u strie ni los prósperos in d u striéis des
villes (los patronos a domicilio), sino los p e tits p ro d u cteu rs des cam-
pagnes. E . T arlé, L 'in d u strie dans les cam pagnes en France á la fin de
l’ancien régim e (París, 1910), pág. 53. La brillante obra de L abrousse
pone de manifiesto el cisma económico y social y el antagonismo cada
vez mayores entre la minoría feudal privilegiada y la generalidad de la
nación en E sq u isse d u m o u v e m e n t des prix et des revenus en France
au X V I I siécle (París, 1933, 2 vols.), vol. II, págs. 615, 626, 419 a 421, 639,
535 a 544.
67 S tu d ies, pág. 138; «Respuesta», pág. 60, supra.
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” Sobre este punto, véase H isao O tsuka, «Toiya seido no kindai teki
keintai» (Formas modernas del sistema de trabajo a domicilio) (1942),
en su obra K indai shihon-shugi no ke ifu (La ascendencia del capitalis
mo moderno) (Tokyo, 1951), págs. 183 y s. Véase también el resumen
que hace K ulischer de los resultados de la historia socioeconómica, All-
gem eine W irtschaftsgeschichte, vol. II (Munich y Berlín, 1929), pági
nas 162 y s.
” Compárese con el «Conflicto de las dos vías de actividad capitalis.
ta», de W eber. Este considera que cuando las fuentes de la época ha
blan de los miembros de diversas sectas puritanas, califican a parte de
ellos de no propietarios (proletarios), y a otra parte de perteneciente al
estrato de pequeños capitalistas. «Precisamente de este estrato de pe
queños capitalistas y no de los grandes financieros: monopolistas, con
tratistas del gobierno, prestamistas al Estado, colonialistas, promoto
res, etc., salió lo que fue característico del capitalismo occidental: la
organización económica burguesa y privada del trabajo industrial (véa
se, por ejemplo, la obra de U n w in , In d u stria l O rganization in the 16th
and 17th C enturies [Organización industrial en los siglos xvi y xvn]), y
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