Unidad 4. Recurso 1. Gobierno de Balaguer en 1966
Unidad 4. Recurso 1. Gobierno de Balaguer en 1966
Unidad 4. Recurso 1. Gobierno de Balaguer en 1966
La cuarta República.
Este recurso fue recuperado por la profesora Amantina Ramírez basado en las siguientes
fuentes
http://www.ioaquinbalaguer.net/biografia-dr-ioaquin-balaguer-ricardo/
https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=Historia+de+joaquin+balaguer+1966-1978
Finalizada la guerra civil de 1965 con la firma del Acta de Reconciliación Nacional, el
gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy gobernó la República con la
responsabilidad de organizar las elecciones generales que fueron celebradas el 1 de junio
de 1966. Joaquín Balaguer, que había abandonado el país en 1962 repudiado por su
condición de "muñequito de papel" de la dictadura de Trujillo, regresó triu nfal en los brazos
del poder extranjero, electo en un sospechoso certamen electoral en el que su oponente, el
profesor Juan Bosch, fue impedido de promover su candidatura, mientras el país continuaba
ocupado por las tropas norteamericanas
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prolongados y controvertidos en la Latinoamérica contemporánea. Apoyándose en la
oligarquía terrateniente y en la alta oficialidad militar que, como él, había servido a Trujillo,
estableció un régimen fuertemente conservador, tradicionalista y de democracia restringida,
que instrumentó con habilidad el recuerdo de los horrores de la pasada dictadura y de la
reciente guerra civil, el temor a los desórdenes revolucionarios y las circunstancias
internacionales de la Guerra Fría, que en el área del Caribe no admitían indefiniciones con
respecto a la Cuba castrista. La pacificación del país facilitó la retirada de la Fuerza
Interamericana de la OEA, cobertura del contingente invasor de Estados Unidos, en
septiembre de 1966.
Su estilo de gobierno, autoritario y drástico con las cortapisas a la oposición, pero al mismo
tiempo paternalista y alejado de la gestualidad ofuscada o visceral, conforme a su faceta de
hombre de letras y profundamente culto, le encasilló en una particular categoría del
despotismo ilustrado o del caudillismo populista, si acaso compartiendo escuela con su
coetáneo ecuatoriano José María Velasco Ibarra, otro maestro de la oratoria y de las
resurrecciones políticas. Hombre menudo, sobrio en extremo, de aspecto frágil, luciendo
sus características gafas de puente negro y una media sonrisa un tanto gélida, Balaguer se
descubrió como un asceta y un gestor avezado del poder cuyo ascendiente sobre la
población, especialmente la no instruida, fue tan intenso como el odio que levantaban sus
represiones. Ni el lucro económico ni la vida suntuaria suscitaban su interés, aunque no
vacilaba en recurrir a las arcas del Estado para financiar sus campañas proselitistas y
comprar lealtades. Dato añadido que redunda en la singularidad del personaje, el dirigente
dominicano se mantuvo soltero de por vida y no se le conoció pareja femenina (aunque en
los mentideros de Santo Domingo se hablaba de un hijo ilegítimo), estado civil insólito en un
mandatario de la región.
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finalmente, el fraude electoral. El plan de reelección suscitó rechazo incluso en miembros
del propio Gobierno, con el vicepresidente Lora a la cabeza. Lora abandonó el PR, fundó su
propia agrupación, el Movimiento de Integración Democrática Antirreeleccionista (MIDA), y
se enfrentó con Balaguer en las elecciones de aquel año.
Una coyuntura favorable en los precios internacionales del azúcar, el auge del turismo
estadounidense, las inversiones privadas foráneas, y los programas de obras públicas
produjeron en estos años una fase de expansión económica, favoreciendo la emergencia en
la sociedad dominicana de la primera clase media sólida. Balaguer eludió siempre su
responsabilidad en los desmanes perpetrados por la Banda Colora y otros irregulares
vinculados con las Fuerzas Armadas, marcando un antecedente de los escuadrones de la
muerte centroamericanos; él siempre achacó la violencia política a sectores incontrolados
del oficialismo y a la subversión de izquierdas, cuya verdadera fuerza exageró
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enormemente. También, incumplió las promesas sobre la reforma agraria, ya que la
pequeña minoría de propietarios autóctonos y las compañías estadounidenses continuaron
poseyendo la mayoría de las tierras cultivables y las de mejor calidad. Pero cuando anunció
su intención de optar a un cuarto mandato consecutivo en las elecciones del 16 de mayo de
1978, y con un fondo de deceleración económica, el repudio popular alcanzó tal calibre que
la derrota en las urnas ante el PRD se antojó inevitable.
Cuando a las pocas horas de iniciarse el recuento del voto ese escenario se hizo patente,
los milicianos balagueristas y las fuerzas de seguridad violentaron el escrutinio con la
intención de imponer, bien un escandaloso fraude, bien la anulación de la consulta. Pero
desde Washington, el Gobierno de Jimmy Carter, que había presionado para que estas
elecciones se celebraran con las debidas garantías democráticas, advirtió al presidente
dominicano de las serias consecuencias que para las relaciones bilaterales tendría un golpe
de mano electoral; reanudado el escrutinio, se computó la victoria de Guzmán con el 52,7%
de los votos, diez puntos más que Balaguer.
El 16 de agosto de 1978 se produjo la histórica transferencia de poder, que suele señalarse
como el final del postrujillismo, el principio de la despolitización del Ejército y el verdadero
tránsito a la democracia en la República Dominicana. Para Balaguer, fue su primer fracaso
en una trayectoria cuajada de éxitos, pero a su extraordinaria carrera política aún le
quedaba un cuarto de siglo de vida.
Durante ese tiempo, Balaguer vivió en Puerto Rico y luego en Estados Unidos, retornando a
la República Dominicana cuatro años después, durante la guerra de abril
de 1965.
En las elecciones este partido resultó victorioso. estando el país todavía ocupado por los
marines estadounidenses. Por otro lado, era evidente que Balaguer le inspiraba confianza al
Gobierno de Estados Unidos para conducir los destinos nacionales.
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Segunda Presidencia (Los Doce Años de Balaguer 1966-1978)
Hay ciertas cosas, que debo dejar terminantemente aclaradas desde el instante mismo que
asumo mis deberes en la presidencia de la república, una de ellas y no la menos importante
es la de recordar que las huelgas están prohibidas, cuando durante el gobierno que hoy se
inicia, se declare una huelga, los huelguistas quedarán automáticamente cesantes y serán
sustituidos sin contemplaciones, todos los partidos tendrán derecho bajo el gobierno que
hoy se inicia, a ejercer los derechos que les son privativos, pero cualquiera que intente
obstruir el libre funcionamiento del gobierno constitucional, llevar la discordia dentro del
seno de las Fuerzas Armadas, fomentar el odio entre las diferentes clases sociales y
esparcir la división y la cizaña en el seno de la familia dominicana, nos encontrará de frente,
dispuesto a encarar todos los peligros.
Yo no he venido aquí a ponerme el uniforme y las botas de Rafael Leónidas Trujillo, sino a
hacer un intento, un nuevo intento, para lograr que esos símbolos de opresión
desaparezcan de la vida de todo dominicano. La Famosa frase de Winston Churchill, que no
tenía nada que ofrecerles excepto sangre, sudor y lágrimas es la única que el gobierno que
hoy se inicia podrá usar para dirigirse en los próximos 6 meses al pueblo dominicano.
Inicios
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Con la abstención electoral del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), debido a la
represión política y a la participación de las Fuerzas Armadas en las actividades
proselitistas, el doctor Balaguer fue reelegido en 1970 y 1974.
Sin embargo, a través de la visión que lideraba, incentivó la producción industrial y priorizó
la construcción de infraestructura vial, presas, carreteras, entre otros.
Para las elecciones de 1970 y de 1974, con su Partido Reformista volvió al poder hasta el
1978 cuando las circunstancias políticas mundiales habían cambiado. Para ese entonces,
los EEUU tenían la llamada doctrina de los Derechos Humanos como herramienta política
para el mundo y el hemisferio americano.
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1966, las muertes de Guillermo Peláez, Rolando de la Maza, Radhames García,
Vinicio Antonio Franco, el ex teniente Juan Rafael Bisonó Mera, Miguel Reyes Santini
y Ramón Emilio Mejía -Pichirilo-.
Pichirlo había tenido una destacada participación en la guerra civil, donde gozaba de
prestigio y popularidad entre los combatientes constitucionalistas, su muerte provoca una
ola de protestas ante el nuevo gobierno.
1967, las muertes de Guido Gil Díaz, William Jiménez, Luis de Peña, Vidal Peguero,
Orlando Mazara, Roberto Basilio Perdomo y Roberto Nivar. 1968, las muertes de
Flavio Suero, Modesto Rodríguez, Héctor Santiago, Rafael Mota. 1969, las muertes
de Henry Segarra Santos, Silvio Abud, Salomón Lama B., Rafael Vargas y el profesor
Eladio Peña de la Rosa, entre otros.
1970, los principales muertos fueron: Otto Morales y Amin Abel Hasbún, ambos dirigentes
del Movimiento Popular Dominicano (MPD). 1971, entre los revolucionarios asesinados o
desaparecidos están Maximiliano Gómez Horacio (-El Moreno-), Homero Hernández y
Rafael Guillén.
1972, entre los muertos figuran Sagrario Ercira Díaz Santiago, Amaury Germán Aristy,
Bienvenido Leal Prandy (La Chuta), Virgilio Perdomo Pérez y Ulises Cerón Polanco.
1973, los muertos de mayor renombre fueron el coronel Francisco Caamaño Deñó y
Gregorio García Castro (Goyito).
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Los cambios políticos, económicos y sociales, tanto nacionales como internacionales
narrados en mi artículo anterior, explican el triunfo aplastante del PRD en 1978, y Antonio
Guzmán, aun cuando Balaguer manipuló para retener ilegalmente la mayoría en el Senado,
y por vía de éste del Poder Judicial. De todas maneras, el Balaguerato de los 12 años llegó
a su fin, gracias a una mezcla de la decisión del nuevo mandatario y al tinglado de
presidencialismo extremo dejado por su predecesor.
En el orden militar, Guzmán aplicó la misma receta que había utilizado Balaguer hasta las
últimas consecuencias, porque primero desplazó a Nivar y su grupo apoyándose en Pérez y
Pérez y un secretario de las Fuerzas Armadas no alineado; para después salir también de
Pérez y Pérez y otros grupos hostiles y despolitizar las Fuerzas Armadas.
El gobierno del PRD se caracterizó desde sus inicios por la plena vigencia de las libertades
públicas, el respeto a los derechos humanos y la independencia de los distintos poderes del
Estado.
Pero el PRD que llegó al poder en 1978 era una comunidad de sobrevivientes de la
represión, la emigración forzosa y la cooptación de líderes capacitados por el oficialismo,
aunque contaba con el apoyo de una red de activistas sociales vinculados a las
organizaciones comunitarias; por lo que tuvo que recurrir a técnicos no partidistas para
administrar sectores claves, particularmente en el área económica. Esto originó una presión
permanente para inflar la nómina regular con cargos innecesarios.
En 1982 inició su gobierno Salvador Jorge Blanco, en pugna con las facciones de Majluta y
Guzmán, y este último se suicidó antes de la toma de posesión presidencial.
En esa ocasión, a pesar de tener mayoría congresional, el PRD no intentó democratizar las
instituciones autocráticas establecidas por Balaguer, pero se dedicó a tratar de revitalizar la
economía, promoviendo el turismo las zonas francas industriales, y la reducción de los
déficits fiscales. Sin embargo, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que incluyó
el Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados (ITBI) provocó una fuerte reacción
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popular que fue reprimida severamente. Además, la política de bienestar social estuvo muy
limitada, siendo un gobierno de vocación social demócrata.
La división del PRD por las precandidaturas presidenciales de Jacobo Majluta y Peña
Gómez en una convención que degeneró en desórdenes, el desgaste en el poder el
crecimiento en su perjuicio del Partido de la Liberación Dominicana, y la votación como
observados de 85 mil perredeista que se inscribieron tardíamente por Ley y el manejo de
Balaguer con presidencia y habilidad como opositor, le dio el triunfo por 40 mil votos.
Tercera Presidencia (Los Diez Años de Balaguer 1986-1996) Para el 1984, el Partido
Reformista se alía con el Partido Revolucionario Social Cristiano, formando así el actual
Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).
El Dr. Joaquín Balaguer regresó al poder en las elecciones de 1986, donde derrotó por
escaso margen al candidato por el PRD, Jacobo Majluta. Gobernaría de nuevo por tres
períodos consecutivos, los cuales se caracterizaron por su apego al desarrollo de
infraestructura del país, pero los que a la misma vez estuvieron plagados por sospechas de
fraudes electorales. Se inició un largo período de gobierno de 10 años, matizados por un
cambio en la forma de manejar la Administración pública y de lo que algunos promulgan
como reducción en la pobreza, aunque muchos otros los consideran como la reducción de
la clase media. Estos resultados mixtos resultaron en una gran división de opiniones.
Muchos opinan que sus acciones motivaron a las fuerzas populares a promoverlo y
mantenerlo en el poder, mientras que una gran parte del pueblo opina que sus hazañas
políticas resultaron ser nada más que el eco del legado Trujillista de decepción y engaño al
pueblo. En este período, Joaquín Balaguer mantuvo una cierta política de populismo, en lo
que se refiere a la entrega de canastas, dinero y otras «dádivas» al pueblo dominicano con
el propósito de gobernar a base de demagogia. Esta actitud, tan diferente a la mostrada
durante el régimen de los doce años, parece confirmar que la mano dura mostrada con
anterioridad, se debía a la falta de conocimiento de una real democracia.
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se quedó a 43.000 votos de Balaguer y protestó por lo que consideró una manipulación del
recuento en favor del anciano estadista. En las legislativas, el Partido Reformista Social
Cristiano (PRSC), nuevo nombre del PR desde el año anterior a raíz de su fusión con el
Partido Revolucionario Social Cristiano, no alcanzó la mayoría absoluta y se quedó con 56
de los 120 diputados.
Mientras unos caían en desgracia, otros emergían del ostracismo. Fue el caso de un viejo
adversario de Balaguer, el ex coronel anti constitucionalista Elías Wessin, un conspirador
impenitente, tal como le acusó el presidente cuando lo mandó a un exilio de siete años en
1971; superando viejos rencores, Balaguer nombró a Wessin secretario de Interior y Policía,
y luego secretario de las Fuerzas Armadas en sustitución de Imbert. Ideológicamente, la
absorción orgánica de 1985 permitió al muy conservador PRSC extender su base política
hacia la centroderecha y crear vínculos con la Internacional Demócrata Cristiana. En lo
económico, Balaguer tampoco delegó en sus subordinados y se encargó personalmente de
impulsar el sector de la construcción, una prioridad que la oposición tachó de mero
populismo desarrollista y que contribuyó a reducir sensiblemente el desempleo. Contando
con el respaldo total de la Administración de Ronald Reagan, Balaguer continuó siendo un
celoso protector de los intereses de la oligarquía azucarera nacional y del capital
estadounidense.
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multiplicó varias veces el coste de la vida, provocando la contestación en las calles. La ola
de disturbios populares entre 1988 y 1989 dejó varios muertos por la actuación brutal de las
fuerzas de seguridad. Por lo demás, bajo Balaguer no mejoraron un ápice, más bien se
deterioraron, los índices de pobreza, analfabetismo y delincuencia, mientras que los
servicios públicos de la sanidad y la electricidad siguieron mostrando déficits propios de los
países menos desarrollados, incluso en la capital.
Con la llegada nueva vez al poder del Partido Reformista, que catapultó por séptima vez
al solio presidencial al doctor Joaquín Balaguer, aunque las circunstancias en esta ocasión
fueron muy diferentes a otras, en las que maniobró como avezado marinero en mares
tempestuosos y da un giro de 180 grados al timón de su estrategia política, se ratifica lo
expresado por Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo.
El presidente Balaguer manifestó ante la Asamblea Nacional, que una tercera parte de la
población haitiana se volcó a suelo dominicano y el campo inundó la ciudad. Y él mismo
admitió que: Perdido el control, la nave quedó prácticamente a la deriva. Envueltos en esa
crisis nos hallamos desde 1961 a la fecha.
Es decir, Con la llegada nueva vez al poder del Partido Reformista, que catapultó por
séptima vez al solio presidencial al doctor Joaquín Balaguer, aunque las circunstancias en
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esta ocasión fueron muy diferentes a otras, en las que maniobró como avezado marinero en
mares tempestuosos y da un giro de 180 grados al timón de su estrategia política, se ratifica
lo expresado por Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo.
Con el discurso florido que le caracterizó, aprovechó la alocución para ofrecer un análisis
sociológico sobre la raíz del problema: La población de la capital de la República, en 1961,
al iniciarse el proceso democrático, era apenas de trescientos once mil almas, la
inmigración haitiana ilegal se hallaba férreamente contenida, la población de los campos no
había irrumpido, aún, en los centros urbanos, revolviéndolo todo, como el agua de las
inundaciones, los turistas eran apenas un puñado de visitantes, los servicios públicos, por
consiguiente, el agua, la electricidad y el transporte público, la recogida de basura, la
atención a los pacientes pobres en los hospitales del Estado, bastaban más o menos para
dar satisfacción a todas las demandas. Pero de pronto en el país se implantó la democracia.
Conjuntamente con la democracia apareció también el populismo. Ambos fenómenos nos
tomaron a todos de sorpresa".
El presidente Balaguer manifestó ante la Asamblea Nacional, que una tercera parte de la
población haitiana se volcó a suelo dominicano y el campo inundó la ciudad. Y él mismo
admitió que: "Perdido el control, la nave quedó prácticamente a la deriva. Envueltos en esa
crisis nos hallamos desde 1961 a la fecha.
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Es decir, el presidente estaba reconociendo en ese momento, que no se actuó
adecuadamente, ni se planificó, mucho menos se crearon leyes migratorias como
demandaba y demanda la situación. No se colonizó la frontera, como sugirió él mismo en un
escrito para el diario La Nación, de Santiago, en 1927, ni se equiparon ni entrenaron
adecuadamente a las Fuerzas Armadas.
El tradicional manejo armonioso con los militares, políticos y empresarios que el presidente
Balaguer llevaba desde 1958 con los Duvalier (padre e hijo) se fue por la borda con la
llegada del presidente Aristide, quien denunció ante la ONU los supuestos maltratos a los
haitianos en los bateyes dominicanos, como también hizo gestiones para que un comité de
derechos humanos del Congreso de los EE.UU. arribara al país en función de inspectores,
provocando ataques de American Watch, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la
prensa norteamericana, y algo tan delicado como poner en peligro ante el Consejo de
Comercio Norteamericano la participación de la República Dominicana en los beneficios del
sistema de preferencias arancelarias, que hubiese sido un desastre económico para el país.
Sin nadie esperarlo, el presidente Balaguer reaccionó emitiendo el Decreto No. 23191 que
disponía la repatriación de los haitianos menores de 16 años y mayores de 60 años, en
cuyo proceso se calcula salieron aproximadamente 40 mil haitianos del país. En medio de
esta crisis y presiones internas, el presidente Arístides fue derrocado por un golpe militar el
30 de septiembre de ese año de 1991.
En julio de 1992 el presidente Balaguer, haciendo galas de su fino olfato político, se refirió,
aunque sin presentar pruebas, a los supuestos planes de fusión política de la República
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Dominicana y Haití por parte de grandes potencias mundiales, aseverando que la idea era
infantil y descabellada, manifestando: El agua y el aceite pueden convivir durante muchos
años, pero no pueden confundirse en una sola, sin pérdida de su materia orgánica o con
menoscabo de su identidad.
Aún hay una deuda histórica y social, cuya misión principal debe supeditarse a resguardar
la soberanía nacional, y que los gobiernos tomen en cuenta que ahora, a diferencia de
antes, existe la tecnología de Internet, con esas redes sociales que compiten con la prensa
tradicional y no admiten censura alguna, que evite las denuncias en tiempo real al mundo,
sobre acontecimientos que se originan desde 1961 y que se han intensificado con el tiempo,
en esa frontera dominico-haitiana del tráfico de personas, contrabando de carbón, drogas,
armas y mercancías, por lo que resulta imperativo dar siempre señales decididas de respeto
a las leyes que no confundan ni motiven a la inmigración ilegal a nuestro país, acción
dominicanita que constituye ser uno de los grandes retos nacionales.
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demandan las circunstancias, sin dejar de reconocer la inversión del actual gobierno en
seguridad fronteriza, la cual aún no es suficiente.
Como se puede deducir en los hechos que narramos, en cuanto a sus relaciones
diplomáticas con Haití, el presidente Balaguer demostró su mimetismo estratégico y
capacidad de maniobra en pro de los beneficios que las mismas generaban y todo iba
viento en popa, hasta que, en el 1990, el exsacerdote Jean Beltrán Arístides, con su
Teología de la Liberación y el apoyo del Partido Lavalás (Avalancha Humana, en Creole),
cambió todo al ganar las primeras elecciones libres en Haití, en unos comicios que fueron
apoyados por los norteamericanos.
El tradicional manejo armonioso con los militares, políticos y empresarios que el presidente
Balaguer llevaba desde 1958 con los Duvalier (padre e hijo) se fue por la borda con la
llegada del presidente Aristide, quien denunció ante la ONU los supuestos maltratos a los
haitianos en los bateyes dominicanos, como también hizo gestiones para que un comité de
derechos humanos del Congreso de los EE.UU. arribara al país en función de inspectores,
provocando ataques de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la prensa
norteamericana, y algo tan delicado como poner en peligro ante el Consejo de Comercio
Norteamericano la participación de la República Dominicana en los beneficios del sistema
de preferencias arancelarias, que hubiese sido un desastre económico para el país.
Sin nadie esperarlo, el presidente Balaguer reaccionó emitiendo el Decreto No. 23191 que
disponía la repatriación de los haitianos menores de 16 años y mayores de 60 años, en
cuyo proceso se calcula salieron aproximadamente 40 mil haitianos del país. En medio de
esta crisis y presiones internas, el presidente Arístides fue derrocado por un golpe militar el
30 de septiembre de ese año de 1991.
En julio de 1992 el presidente Balaguer, haciendo galas de su fino olfato político, se refirió,
aunque sin presentar pruebas, a los supuestos planes de fusión política de la República
Dominicana y Haití por parte de grandes potencias mundiales, aseverando que la idea era
infantil y descabellada, manifestando: El agua y el aceite pueden convivir durante muchos
años, pero no pueden confundirse en una sola, sin pérdida de su materia orgánica o con
menoscabo de su identidad.
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En medio de esa avalancha política, confidencialmente, después de que el presidente
Balaguer reforzó el embargo que los EE.UU. le tenían a Haití por el golpe militar al
presidente Arístides, el gobierno norteamericano le reconoció la victoria electoral en los
comicios de 1994, la misma que fue tan cuestionada, local e internacionalmente, y que,
previo a negociaciones entre el presidente Balaguer y el Dr. José Francisco Peña Gómez,
candidato presidencial que gozaba de gran simpatía del electorado, a ese período se le
acortaron dos años.
Aún hay una deuda histórica y social, cuya misión principal debe supeditarse a resguardar
la soberanía nacional, y que los gobiernos tomen en cuenta que ahora, a diferencia de
antes, existe la tecnología de Internet, con esas redes sociales que compiten con la prensa
tradicional y no admiten censura alguna, que evite las denuncias en tiempo real al mundo,
sobre acontecimientos que se originan desde 1961 y que se han intensificado con el tiempo,
en esa frontera dominico-haitiana del tráfico de personas, contrabando de carbón, drogas,
armas y mercancías, por lo que resulta imperativo dar siempre señales decididas de respeto
a las leyes que no confundan ni motiven a la inmigración ilegal a nuestro país, acción
dominicanita que constituye ser uno de los grandes retos nacionales.
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