Sobre Las Procesiones Peregrinaciones y Jubileos
Sobre Las Procesiones Peregrinaciones y Jubileos
Sobre Las Procesiones Peregrinaciones y Jubileos
PEREGRINACIONES Y JUBILEOS.
DOCUMENTO PREPARADO PARA LA FORMACIÓN LITÚRGICA (i),(ii).
§ 1. PROCESIONES: NOCIONES GENERALES.
1
Cf. C.I.C., Edición de 1917, can. 1290-1295. En el nuevo código de derecho canónico, vigente desde
1983, no existe alusión al tema, por lo que se considera vigente lo dicho en la edición precedente. (Los
cánones indicados han sido colocados al final del presente documento).
De la misma manera, no es necesario que la procesión se dirija de un lugar
a otro, sino que se mueva entre dos lugares en los que se haga llevado
a cabo alguna acción litúrgica. Un ejemplo de ello, lo encontramos en la
“Procesión del Viático”2, en la cual el Sacerdote lleva el Viático para la
comunión de los fieles enfermos. En este caso, tanto la Iglesia (que es
un lugar sagrado
evidentemente), como la casa del enfermo (en la que se llevará a cabo
el Sacramento) son lugares que se consideran sagrados, y por tanto, la
procesión puede ser denominada como procesión litúrgica. Otro ejemplo
es la Procesión de Ramos, en la cual, el lugar donde se bendicen los
ramos y la templo en el que se participará de la Santa Misa de Domingo de
Ramos («Dominica in Palmis» )
corresponden a “lugares sagrados” (según lo explicado en párrafos
precedentes), de manera que esta procesión adquiere carácter litúrgico.
Las procesiones constituyen, sin duda, la reunión por excelencia de la Iglesia local.
A continuación, exponemos algunas reglas o normas que se deben guardar, dentro de lo
posible, en este tipo de actividades.
1. Las Iglesias no parroquiales, no pueden organizar procesiones en el exterior
del territorio parroquial correspondiente. Con ello, se refiere al caso en que en
una misma ciudad exista más de una parroquia, por lo que hay un cierto territorio
jurisdiccional asociado.
Más aún, en caso de haber varias parroquias, debería haber una sola procesión
para toda la ciudad, reuniendo a toda la feligresía y clero en una sola acción
litúrgica. Tal es el caso de la "Procesión de Letanías Mayores" (hoy día en
desuso), así como para la Procesión de Corpus Christi.
2. Normalmente, el celebrante va vestido de "Capa Pluvial " («Pluviale » indica
claramente
q u e d es d e u n p r in c i p i o se h a s i n ad o e s t o r
te m p lo ) , d e l c o lo r c o r r e p o n die nt e la f i es t a
na m e n to p a r a c e re m o n as e x t e r io re s a l
c le b ra r , s e g ú n los lib r o s l it ú rg ic o s . Delante de
él marcha el clero, todos revestidos apropiadamente. El pueblo fiel sigue al
celebrante como su guía. En la cabeza de la procesión3 va un clérigo o
ministro4 con un incensario humeante. El celebrante coloca incienso y lo
bendice al inicio de la procesión. Durante el camino, no es necesario volver a
bendecir el incienso, por lo que
2
Hoy
en día, la procesión del viático ha quedado en desuso. Algunas reminiscencias de esta procesión se
encuentran en la tradicional celebración del “Cuasimodo” en Chile, donde, el Domingo de “Quasi Modo”
(Segundo de Pascua en el Calendario Litúrgico de la Forma Ordinaria del Rito Romano, y Primero después
de Pascua (O Domingo in Albis) en el Calendario Litúrgico de la Forma Extraordinaria del Rito Romano),
en donde el Sacerdote, acompañado de numerosos participantes, lleva la Sagrada Comunión a los enfermos.
3
Excepto en las procesiones en que el clérigo o ministro debe ocupar otro lugar: La procesión con el
Santísimo
Sacramento y en las procesiones con las santas reliquias.
4
Es preferible que a la cabeza de la procesión vaya un ministro ordenado "in Sacris". En caso de no contar
con un ministro ordenado, es posible delegar esta responsabilidad a un ministro no ordenado, con la
suficiente experiencia.
el ayudante coloca incienso en el turíbulo, sin decir nada. A continuación, sigue
la cruz procesional, llevada generalmente por un ministro ordenado (en caso de
no haber ministros ordenados disponibles, remítase a lo dicho en la nota [4 ]).
Junto a la cruz, acompañan dos acólitos (o monaguillos en su defecto) con
ciriales (candeleros altos). En el caso de que sean procesiones con el Santísimo
Sacramento, como la de Corpus Christi, es muy conveniente que también el
pueblo fiel acompañe la procesión con cirios encendidos y debidamente
adornados, según las posibilidades de cada feligrés.
3. En ciertas procesiones solemnes (principalmente la de Corpus Christi), el
celebrante canta una oración antes de iniciar el caminar. Es propio de los
diáconos dar el inicio a la procesión, mediante una fórmula apropiada:
«Procedamus in pace », u otra forma apropiada, que haya sido determinada por el
Obispo o por una autoridad litúrgica competente. Es importante recordar que, al
ser una procesión de carácter litúrgico, debe ser hecha conforme a las normas
dictadas por la Iglesia y por el Obispo Diocesano (que en ningún momento
pueden contraponerse).
4. Durante todo el trayecto se debe orar, y el clero debe invitar al pueblo a
hacerlo devotamente. Esta oración se expresa principalmente en los cantos: ante
todo, los salmos cantados con estribillo o alternados, que caracterizan las procesiones
cristianas desde los primeros siglos de la Iglesia. Además, pueden usarse otros
cantos de fervor popular, aprobadas por la autoridad eclesiástica competente,
y que sean de conocimiento pleno de la feligresía.
5. Para el final de la procesión, está prevista una oración del celebrante, la cual
concluye la gran oración de la procesión y da un preámbulo para la acción
litúrgica de término, que
está constituida por la Santa Misa, en todos los casos. La excepción a esta regla
está constituida por la Procesión de Corpus Christi, que por ser una procesión
Eucarística, no puede ser sino una continuación y prolongación de la Santa
Misa que la ha precedido.
valor sobrenatural, como por ejemplo, los entierros; hace a veces revivir un acontecimiento
de la vida de Cristo, con el realismo y la eficacia del «opus operantis Ecclesiæ », es decir, la
eficacia de la acción de la Iglesia que actúa hoy en el mundo; pero cualquier procesión
expresa un aspecto fundamental de la economía de la salvación.
En efecto, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, fue un pueblo en marcha,
de Egipto a Canaán, y más tarde, de la cautividad a Jerusalén; esta caravana, sobre todo
en sus etapas decisivas, está descrita en la Biblia como una gran procesión festiva,
con cantos, instrumentos de música y estandartes (cf. Num. 9-10; Jos. 6; Sal. 104 y 113;
Is. 52, 12; Esdr. 3;
Sal. 125; Is. 60); el Dios de Israel estaba presente en medio de su pueblo, compartía
su condición nómada hasta que entró en su templo, escoltado de procesiones (cf. 2 Sam.
6; 1 Re.
8; 2 Par. 6, 40-42; Sal. 23 y 67; Neh. 12, 31-38; Sal. 117); aún después del retorno
de la cautividad, no cesan los judíos de ser peregrinos, arrastrados por el ritmo
periódico de la subida a Jerusalén. El nuevo pueblo de Dios, todavía más que el del
Antiguo Testamento, está en marcha, en pos de Jesús, hacia el Reino de Dios: esta
condición fundamental de la Iglesia se presenta a veces en los escritos del Nuevo
Testamento en la figura de una procesión (cf. Ap. 7, 21-22), cosa que, por su parte, las
procesiones litúrgicas manifiestan espléndidamente.
Así pues, la procesión debe ser objeto de una catequesis pastoral previa, que
explique su finalidad y su significado (cf. Ritual Romano, Ibid.).
§ 2. DIVERSAS CLASES DE PROCESIONES.
Son litúrgicas, en el sentido estricto del término, las procesiones que se hallan
descritas en los libros litúrgicos generales o particulares: en ellas se deben observar
fielmente las descripciones de estos libros en cuanto a los ritos, a las oraciones o a los
cantos. Por tanto, las procesiones no litúrgicas (o más correctamente, procesiones para-
litúrgicas), aún cuando la
Las procesiones ordinarias son las que se celebran a lo largo del año litúrgico, en los
días establecidos de antemano por los libros litúrgicos, o bien, por alguna tradición local,
aprobada bajo ciertas condiciones por el Obispo Diocesano. Tales son, en el marco del
Rito Romano: las procesiones del 2 de febrero, de los Ramos, de la fiesta de Corpus
Christi, de la Santísima
Virgen María (8 de diciembre normalmente), o bien, de la fiesta del patrono de alguna
iglesia parroquial.
Las procesiones extraordinarias son indicadas por el Obispo diocesano del lugar,
después de consultar a los presbíteros (o al capítulo de canónigos de la Catedral si lo
hubiere), por una causa pública, como por ejemplo: translación de una reliquia insigne,
ceremonia de acción de gracias, súplica penitencial con ocasión de una calamidad
(fenómenos naturales normalmente), etc. Hay entonces una reunión única de toda la
iglesia local, en las mismas condiciones y con las mismas exigencias que la Procesión
de Corpus Christi.
IV. Procesiones conmemorativas, funcionales, lustrativas.
Entre las procesiones ordinarias, podemos destacar las que tienen aspecto conmemorativo.
Tres de estas procesiones ordinarias están destinadas a revivir un acontecimiento de la historia
de la salvación. En primer lugar la de Domingo de Ramos, practicada ya en el siglo
IV en
Jerusalén y propagada posteriormente en Occidente: los fieles escoltan de nuevo a Cristo,
que entra en la ciudad santa, aclamando su realeza con los mismos gritos que los
hijos de los
hsue bersetoasd.o L a cpturoalc,e usinóan pdreol c2e sdióe nf ecborenrmo e(mdeo rl a
tlilvaam dade al a" fidesat ad de el ala SCaganradeala rFia"m) ielisa tdame bBieélné,n e na
Jerusalén, que celebra a Cristo luz del mundo y la acogida de su rey por Sión. De la
misma forma, la liturgia de la noche de pascua hace que el pueblo entre en la Iglesia
oscura en una procesión que encabeza el cirio pascual y cuyo objeto es recordar la salida
de Egipto.
Buen número de procesiones están destinadas a solemnizar un desplazamiento
que se requiere para el cumplimiento mismo de los ritos, por la naturaleza misma de las
cosas. Estas procesiones suelen llamarse "funcionales". Dando fastuosidad y
esplendor a este desplazamiento, asociando a él toda la asamblea, se pone de relieve lo
que constituye su objeto y se ayuda a los fieles a expresar así su devoción. Algunas de
estas procesiones son: la del
Viático, la de comunión pascual para los enfermos (comúnmente en la domínica siguiente
a la
de Pascua de Resurrección), la traslación solemne de las reliquias, los funerales (aquí se trata
de dar a un gesto humano todo su significado cristiano y de hacer de él un acto de
Iglesia), la
traslación del Santísimo Sacramento al monumento el día Jueves Santo, la entrada del
Obispo a su ciudad episcopal. Además, hay otro tipo de procesiones, que son más
restringidas, y que caben en esta categoría: La procesión de entrada del celebrante en una
Misa Solemne, la procesión con el "libro de los evangelios", las procesiones de ofrendas
y de comunión, la procesión de los santos óleos en la Santa Misa Crismal, la procesión
de los neófitos del Baptisterio o Pila Bautismal al Altar.
Por otro lado, existen las denominadas "procesiones lustrativas", que
consisten generalmente en recorrer los lugares que deben ser exorcizados o santificados.
Tienen pues, habitualmente, un carácter penitencial y dan lugar a una intensa súplica (de
ahí su antiguo nombre de "letanía"). Pero a veces no hay lugar particular el cual
santificar, y en tal caso la marcha procesional se transforma en una peregrinación a un
santuario. Eran indicadas en primer lugar, por lo que, al parecer, se da en tiempos de
grandes necesidades de la Iglesia y sus miembros, como lo son durante catástrofes
naturales desoladoras, epidemias, etc. El Ritual Romano tiene contemplado, además de
las procesiones para tiempos normales, algunas para este tipo de casos. Son entonces
procesiones extraordinarias, como para pedir la lluvia, el buen tiempo, para alejar la
tempestad, por los tiempos de penuria y alma, en los tiempos de epidemia, en
tiempos de guerra, o bien, por cualquier tribulación. La Santa Misa que debe celebrarse
al final de cada procesión tiene al Misal Romano como un formulario
correspondiente, o por lo menos oraciones apropiadas. La letanía de los santos, seguida
de un salmo y de oraciones, constituye lo esencial de estas súplicas penitenciales. Es Pio V el
que fija
definitivamente los textos, que tienen uso a partir del siglo XVI.
Algunos rituales diocesanos prevén procesiones dominicales por los frutos de la
tierra. Pero más generalmente, en las iglesias parroquiales en que existen estas
procesiones, constituyen una verdadera peregrinación semanal a los santos lugares de la
iniciación cristiana. En los monasterios, la procesión dominical era lustrativa, por lo
menos en sus orígenes.
La procesión Eucarística del día del Corpus Christi se presenta con frecuencia
como lustrativa: Cristo bendice la ciudad y los campos. Pero es festiva, no
penitencial, y debe considerarse como caso totalmente aparte.
§ 3. PEREGRINACIONES Y JUBILEOS.
I. Peregrinaciones.
Las peregrinaciones deben relacionarse con las procesiones por el hecho de que, como
ellas implican una marcha efectuada con espíritu de penitencia, de acción de gracias o de
piedad. Esta marcha tiene por término, un lugar sagrado.
El peregrino, aun partiendo individualmente, se encontrará con la comunidad litúrgica en
el lugar sagrado a que se encamina. Pero todavía es más normal que la peregrinación sea
el
desplazamiento de una comunidad entera, bajo la guía de sus pastores, y en este caso
puede constituir una verdadera procesión: así es como se presentaban a menudo las
peregrinaciones
judías y no pocas peregrinaciones de la Iglesia Primitiva, así como de las peregrinaciones
acontecidas durante la edad media.
Hay que hacer una mención especial del uso, bastante extendido en el pasado, de una
procesión anual de las parroquias a la catedral durante la semana de pentecostés, y sobre
todo, de la vieja procesión romana de la noche de pascua a los diversos santos lugares de
la iniciación cristiana: eran verdaderas peregrinaciones.
Por la razón misma de la afluencia de peregrinos, los lugares de peregrinación debe
celebrar la liturgia con más perfección y belleza: la naturaleza de algunos de ellos exige
que la alabanza divina sea allí casi permanente como se daba el caso en Jerusalén en los
siglos IV-V, en Roma después de la organización de los monasterios urbanos, y en otros
santuarios, como Tours o
Arlés (Francia). Por lo menos, los fieles deben hallar en ellos el clima necesario para un
contacto profundo con el Señor, de manera de descubrir una manifestación de la
catolicidad de la Iglesia e iniciarse en una participación más activa e inteligente en la
liturgia.
II. Jubileos.
Los Jubileos solemnizan una peregrinación en forma excepcional durante un año. Los
jubileos invitan a los fieles con más apremio a realizar estas peregrinaciones, a visitar los
santos lugares, a convertirse, a practicar obras de penitencia, de piedad y de caridad y a
beneficiarse de esta manera de una gracia extraordinaria de indulgencia propuesta por el
pontífice romano. Roma misma se beneficia de un año jubilar cada veinticinco años
aproximadamente.
Bonifacio VIII, en el año 1300, tuvo la iniciativa de transponer así una institución del Levítico,
que los profetas y Jesús mismo habían presentado como figura de la era mesiánica6.
6
Cf. Lev. 25; Is. 49, 8 ss.; Is. 61, 1-3; Mt. 11, 5-6; Lc. 4, 16-21; Lc. 7, 22-23; 2 Cor. 6, 2.
§ 4. A PÉNDICE.
b. Procesión de Domingo de Ramos.
†
2. Apéndice Segundo: Algunas recomendaciones generales en torno a las
procesiones.
Por otro lado, el que preside la procesión debe vestir, junto a los ministros
que lo acompañan a la derecha y a la izquierda, ornamentos correspondientes.
En el caso del celebrante (un sacerdote), debe hacerlo con Capa Pluvial del color
litúrgico correspondiente a la fiesta a celebrar. De la misma manera, los
ministros que le acompañan (idealmente diáconos (o un diácono y un
subdiácono si existiese)), deberán usar el atuendo correspondiente a la
Misa. En el caso de los diáconos, corresponde al uso de dalmática (o
tunicela si hay subdiácono), del color litúrgico
de la fiesta.
En cuanto a los colores, podremos distinguir los siguientes, según la intención de la
procesión:
Morado, en todas las procesiones de penitencia. (También en
las procesiones de "Letanías Mayores y Menores", si procede).
El color correspondiente a la fiesta en las que se celebran con el Santísimo
Sacramento.
El color propio que corresponde a la cualidad del Santo, en las que
se celebran en la fiesta de algún Santo, o en honra de sus reliquias.
b. Sobre algunos artículos necesarios para las procesiones y otras
observaciones.
Cualquier otra norma, debe ser aprobada por la autoridad competente, que
corresponde principalmente al Obispo o alguna autoridad litúrgica delegada por el
anterior. Cualquier norma que se establezca por el delegado litúrgico episcopal, o por el
mismo Obispo del lugar, no puede contraponerse a las normas litúrgicas y otros
documentos publicados por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos.-
3. Apéndice Tercero: Extracto del Código de Derecho Canónico.
1290 § 1. Bajo la denominación de sagradas procesiones se da a entender las solemnes rogativas que el pueblo
fiel hace, conducido por el clero, yendo ordenadamente de un lugar sagrado a otro lugar sagrado, para
excitar la devoción de los fieles, para conmemorar los beneficios de Dios y darle gracias por ellos o para
implorar el auxilio divino.
§ 2. Son ordinarias las que se celebran en determinados días de año, a tenor de los libros litúrgicos o
de las costumbres de las iglesias; y extraordinarias, las que por otras causas públicas se prescriben para
otros días.
1291 § 1. Si no existe costumbre inmemorial en contra, ni las circunstancias de los lugares, según el prudente
juicio del Obispo, aconsejan otra cosa, el día del Corpus Christi sólo debe hacerse, en la misma
población, una procesión solemne por las calles públicas partiendo de la iglesia principal, y a ella deben asistir
todos los clérigos y familias religiosas de varones, aún las exentas, y las cofradías de seglares, exceptuados los
regulares que viven de continuo en clausura más estrecha, o que disten de la ciudad más de tres mil pasos.
§ 2. Las demás parroquias e iglesias, también las regulares, pueden durante la octava hacer sus procesiones
fuera de la Iglesia; pero donde haya varias iglesias, pertenece al Ordinario local señalar los días, horas e
itinerario a que ha de atenerse cada una en su procesión.
1292 El Ordinario del lugar, oído el Cabildo catedral, puede por una causa pública ordenar que se
celebren procesiones extraordinarias; a las cuales, igual que a las ordinarias y acostumbradas, deben
asistir todos los mencionados en el canon 1291, § 1.
1293 Los religiosos, aún los exentos, no pueden sacar procesiones fuera de sus iglesias y claustros sin licencia
del Ordinario local, salvo lo dispuesto en el canon 1291, § 2.
1294 § 1. Ni los párrocos ni otro alguno puede introducir nuevas procesiones o trasladar o abolir las de
costumbre sin licencia del Ordinario local.
§ 2. Todos los clérigos adscritos a una iglesia deben tomar parte en las procesiones propias de la misma.
1295 Procuren los Ordinarios que las procesiones sagradas se celebren ordenadamente, extirpados los abusos,
si los hubiera, y que todos los asistentes guarden aquella reverencia y compostura que tan convenientes
son a tales actos piadosos y religiosos.
i
El presente documento ha sido elaborado en base los documentos «Procesiones, Peregrinaciones,
Jubileos», de A.-G. Martimort, contenido en el libro «La Iglesia en Oración» del citado autor, y del
Manual de Sagrada Liturgia del Pbro. M. de Antoñana.
ii
Esto documentos, además, han sido ampliados y reactualizados, en torno a las nuevas reformas del
Misal
Romano, en su tercera edición típica. De la misma manera, ha sido actualizado considerando las nuevas
directrices de S.S. Benedicto XVI en torno al desarrollo litúrgico en continuidad con la Tradición Litúrgica
de la Iglesia.