Final Clinica de Adultos

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PSICOLOGÍA CLÍNICA DE ADULTOS Y GERONTES

UNIDAD 1. Introducción de la clínica

La enseñanza de la clínica en la universidad. La psicología clínica y sus variantes. La clínica


psicoanalítica, el sujeto y la singularidad del caso. La clínica actual, psiquiatría y neurociencias.
Perspectivas en lo social.

LAURENT (1999) Lo imposible de enseñar.


La vocación del psicoanalista no es enseñar sino la práctica. Habla de la enseñanza a partir del fallido.
Según Freud gobernar, educar y psicoanalizar son imposibles.
Lacan anuncia el triunfo de la universidad. El significante amo es cada vez más difícil de eliminar.
El psicoanálisis es el revés del discurso del amo, los significantes amos son extraños dentro del
psicoanálisis. Anna Freud y Melanie Klein no fueron a la universidad.
La transmisión de la disciplina analítica precisa del saber del psicoanalista. Hay que saber, pero hay que
huir de lo ya sabido. En esa dirección es que se hace posible la conversación.
Lacan acentúa la cara viva de la transmisión, la presencia viva del enseñante (Zen).
“El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada”. Hay que romper el
silencio del conformismo y la homogeneidad que empuja a la mortificación del pensamiento.
Nietzsche dice: “la cultura empieza cuando uno puede tratar lo vivo como vivo”.
En la universidad algunos pueden decir lo que quieran (los doctores) y otros escuchar lo que quieran
(los estudiantes). Detrás está el estado. El saber dominante esconde la presencia del amo. La dificultad
de enseñar es la de romper la conformidad introducida por los intereses del significante amo y por la
comodidad de la oreja. Hay que luchar contra la fabricación de significaciones ya hechas, y esforzarse
por dar a cada noción su vida propia. Para enseñar lo vivo hay que encontrar la pregunta que viene a
responder cada noción de la enseñanza.
La enseñanza universitaria juntar psicología, psicoanálisis y psicoterapia, y deja de lado el uso de la
lengua como “extraño parasito”. Pensar con la ciencia nos aliviar la angustia al reasegurarnos que hay
un real en la significación. El psicoanálisis nos muestra que lo que decimos tiene un sentido sexual,
jouis-sens (goce sentido o sentido gozado), lo vivo en la lengua (Nietzsche). Ese sentido gozado nos
habla a través de la ventana de nuestro fantasma. La cuestión del goce es ineliminable.
Hay un síntoma social en la ideología del culto a la ciencia. La ideología de la ciencia elimina el sujeto,
la necesidad del para todos como certeza, aliviarse de la angustia del pensar. Buscamos transformar la
demanda social de lo mental en una demanda de psicoanálisis. Cada uno encuentra en la vida una
solución más o menos catastrófica. La tarea del psicoanálisis es obtener soluciones menos catastróficas
a la angustia de una época. Nuestra tarea es inventar lo nuevo y ser eficaces en la interpretación de los
síntomas sociales de demanda que se dirigen al saber.
Necesitamos una institución para acoger los efectos de lo que producimos y tener un instrumento de
verificación de que somos una buena secta. No se puede diferenciar una secta buena de una mala a
priori. Hay que verificar los efectos, evaluar los resultados a posteriori. Es mala una secta que difunde
ideas falsas, alienta la ignorancia, facilita el conformismo identificatorio. Es importante que el saber que
difundamos sea contemporáneo, este vivo. Estos tres ejes son determinantes: contemporaneidad,
uniformidad y no ignorancia. Los estudiantes hoy no tienen el acceso a los saberes sobre los que se
apoyaba Lacan (filosofía, lingüística, ciencias humanas). Si el mapa se modificó el enseñante debe ser
contemporáneo, no se trata de repetir lo bien sabido sino de dirigirse al punto candente de no saber.
Uno nunca debe estar seguro de no ser miembro de una secta mala, debe tener una duda fecunda.
La diferencia entre enseñanza y transmisión es que esta última es un saber no constituido. La lógica de
la conversación va de lo sabido a lo no sabido. Lo que se transmite no necesita ser entendido.
Es difícil realizar ejercicios de conversación en la universidad, se oponen los intereses de las cátedras,
la repartición de deberes, la necesidad de evaluación, etc. En las burocracias el discurso circula sin que
haya necesidad de entender de qué se trata. Por eso no se trata de repetir discurso sino como
actuamos con el discurso que tenemos. La transmisión no garantiza que alguien entienda lo que dice.
La relación siempre es difícil cuando nos dirigirnos hacia lo real. El criterio fundamental para tratar un
problema nuevo cuando aparece es inventar soluciones. La enseñanza verdadera se dirige hacia lo no
sabido. Se enseña al borde de la ignorancia, en el punto de desconocimiento. En la enseñanza se
incluye lo imposible de enseñar. Aquí se ubica la articulación entre transmisión y enseñanza. En
psicoanálisis un saber analítico no adquirido con la contrapartida de un largo análisis no sirve. El precio
que hay que pagar es una extracción corporal que permite dar una eficacia a este saber. La eficacia es
inventar cosas nuevas, orientarse en significantes, saber que es importante y que no. Mantener el
deseo despierto con lo contemporáneo; comentar lo que no está muerto, lo que no se sabe. También es
importante la lógica de la interrogación. Considerar un concepto como una respuesta a un problema de
la práctica y buscar cual es la pregunta que se formulo el autor para llegar a ese concepto. Estudiar los
debates y las posiciones que llevan al estado actual. Para esto hay que inventar caminos (no somos
eternos). Uno implica ir al detalle y de alli a lo esencial del drama epistemico de una epoca y saber
puntuarlo. Tambien es importante estar atento al desplazamiento de los saberes lo que permite salir de
impasses del pensamiento. Aprender como se usan en otros lugares y utilizarlos.
Detras de todos los debates morales esta la ignorancia del goce, hay que hacer de esto un instrumento
de analisis. Presentar el reves del funcionamiento de los saberes y apuntar a saber designar donde esta
lo real del goce en juego partiendo de lo que hay. Investigar implica decidir politicamente cual es el
saber referencial actual.
Tambien es importante lo sistematico, distribuir una enseñanza consistente, pese a que la verdad no
puede decirse toda. El matema permite una verdad de consistencia local. Lo sistematico no se opone al
detalle sino que por medio de este hace aparecer el sistema en tanto consistencia de lo aislado en
detalle. Consistencia es diferente a opiniones. Con la consistencia de la experiencia alcanzamos algo.
La evaluacion de los efectos de la enseñanza se realiza pidiendo a los participantes que hagan trabajos
individuales y grupales, asegurandose que las cosas no sea igual al entrar que cinco años despues,
escuchando a los participantes, haciéndolos hablar sobre lo que hacen, aprehendiendo de ellos,
hablando con los docentes sobre los efectos de esa enseñanza, evitando los efectos grupales de
identificacion.
Grupos articulados a una conduccion de funcion Mas-Uno. Esta funcion es la de ser responsable de que
se alcance el objetivo de trabajo definido pese a las dificultades y la dinamica grupal, lo esencial es no
entrar en esto sino analizarla de manera que se obtenga una produccion y entonces el resultado es al
mismo tiempo grupal y personal. Si se logra esto lo imaginario pasa a un segundo plano y se articula
una produccion efectiva. Es la relacion entre cartel, cartel generalizado y no agrupación necesaria.

LAURENT (2011) La poética del caso lacaniano.


El modo de transmision para verificar los efectos de la formacion es la presentacion de un caso singular
mediante un fragmento de la cura.
Hoy ya no hay modelo canonico, sino variedad de formas de narrar lo que testimonia un malestar.
Un caso debe testimoniar la incidencia logica de un decir en el dispositivo de la cura y de su orientacion
hacia el tratamiento de un problema real, de goce. Casus: algo que cae, contigencia que ocurre.
Freud tomo como modelo la novela historica romantica alemana donde se integra el sueño dentro de la
ficcion historica. Es el modelo de Dora, Gradiva, Juanito, Hombre de las ratas y Leonardo.
Luego de la primera guerra Freud produce otra forma narrativa. A partir del Hombre de los lobos deja de
lado el modo literario. Es la “crisis de la interpretacion” de los ‘20. El modelo del sueño-interpretacion se
topaban con la inercia del sintoma, cómo transmitir este descubrimiento en una forma narrativa.
Prevalecio el modelo de la sesion como unidad referencial, laboratorio de la experiencia analitica.
M. Klein invento otra forma: traduce todo inmediatamente con un poder de dialogo en el que incluye al
juego. Interes en la “epifania” de cada secion, la manifestacion del inconciente a traves del
funcionamiento de la fantasia. Asi restaura el género de la monografia con el caso Dick.
Luego viene Lacan. En su tesis utiliza un metodo fenomenológico organizado alrededor del concepto de
personalidad. Aspiraba a monografias exautivas de un caso para testimoniar acerca de la verdad de un
sujeto en la historia. En su paso al psicoanalisis reemplaza la exautividad por la búsqueda de
coherencia formal. Lacan construye logicamente su acercamiento al inconciente, el relato del caso
tendrá como funcion sacar a la luz la envoltura formal del sintoma como matriz logica.
Eleva los casos freudianos a paradigmas. Muestra las propiedades formales de las manifestaciones del
inconciente, la estructura y el lugar del sintoma. Asi logra precision en la estructura logica y topologica
de los casos freudianos.
La coherencia logica de un caso comienza cuando la envoltura formal deja ver el lugar que el sujeto
toma en ese partido. A partir de ahí se podra leer las determinaciones en las cuales se juega su ser por
el goce. La envoltura formal del sintoma gira alrededor de un imposible de escribir (Otro barrado).
En psicoanalisis la demostracion o la evidencia no se hace mediante una definicion común, con ideales
o canones, sino en cada caso. Lacan dice que la demostracion en psicoanalisis es homogenea al chiste,
efecto de más alla del sentido. Ubica a la estructura del discurso en la funcion de punto de capiton.
Cuando estamos en el discurso el significante y la significacion se equilibran. Vivir en el discurso es
equilibrar el sentido y lo real, el discurso es un asunto de comunidad. Wittgenstein decia que la
significacion es el uso de las palabras, práctica comun de una lengua en una cultura, compartir una
forma de vida. En psicoanalisis compartimos formas de vida a traves de estos discursos. La
demostracion se comparte cuando hay circulacion del efecto de sentido de una presentacion clinica.
Uno no sabe bien que hay pero lo que hace comunidad es que se sabe que hay algo. El chiste funciona
asi. Si uno trata de saber lo que hay en un chiste este desaparece. Los chistes despiertan multiples
significaciones y resonancias, lo mismo un caso clinico.
Lo que se busca es radicalizar la enunciacion de cada uno. En sentido inverso del discurso universitario
que borra las huellas de goce de las enunciaciones, la solucion lacaniana es la consistencia formal, el
acercamiento hacia lo real en una enunciacion particular. La funcion de una escuela no es producir una
forma canonica sino una perspectiva comun.
Lo que Lacan llama estructura al comienzo de su enseñanza luego lo llama mentira. Ambas ocupan el
mismo: lo que hay de simbolico en lo real. La verdad funciona bajo la forma de la mentira, imposible
representacion de lo real. No se trata de representacion sino de accion de lo real. Lo esencial es el
resto, lo que se olvida de lo que se dice detras de lo que se escucha. Lo esencial es la radicalizacion del
decir del cual provienen esos dichos, mostrar el punto donde se anuda, de donde proviene el decir.
La solución a la crisis del relato de casos es el el caso que testimonia como resto de la experiencia.
La mentira como nucleo de lo simbolico en lo real es el punto en el cual la verdad habla en acto.
La verdad del saber de un caso se desposita del lado del analizante y no del analista.
El analista-poeta puede dar lugar a la demostracion de que el sintoma, en su imbricacion de goce con
su envoltura formal, da acceso a efectos de creacion. Hay poetica en el sintoma, poyesis, hacer que
trata algo del goce, porque hay algo de lo real en lo simbolico; razon por la cual con las palabras se
pueden hacer cosas. En psicoanalisis se sostiene lo pragmatico del acto de palabra, sin el significante
Amo, sin la identificacion del sujeto. Este atravesamiento del plano de las identificaciones, implica que
nuestra pragmatica, poyesis, es la de la mentira del caso, de la que solo testimonia quien fue el caso en
cuestion.

LACAN (1966) Psicoanálisis y medicina.


El lugar del psicoanalisis en la medicina es marginal y extra-territorial.
Durante mucho tiempo la funcion del medico fue constante, hoy esta sujeta a un rapido cambio.
El gran medico era un hombre de prestigio y autoridad. El medico se receta a si mismo (Balint), el
medico es un filosofo (Galeno). Hoy la medicina entra en su face científica. Nuevas exigencias sociales,
nuevos problemas. El desarrollo científico pone en primer plano el derecho a la salud. La organizacion
industrial proporciona medios y preguntas. El médico es requerido en la función de científico fisiólogo, le
piden que ponga a prueba un número infinito de agentes terapéuticos químicos o biológicos, para poner
a disposición del público, cual agente distribuidor.
Es en la medida de este deslizamiento que cambia la posición del médico respecto a los que se dirigen
a él, que se llega a especificar y valorizar lo que hay de original en esa demanda al médico. Es en el
registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad de supervivencia de
la posición propiamente médica. Cuando el enfermo es remitido al médico no espera de él pura y
simplemente la curación. Pone al médico a prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es
diferente, implica que puede estar aferrado a la idea de conservarla. A veces nos demanda que lo
autentifiquemos como enfermo; que lo preservemos en su enfermedad, como le conviene a él.
Hoy el médico se interesa por la demanda del enfermo en relación con las especies mórbidas sin
considerar el sujeto de la enfermedad. Ese lugar vacío lo pasa a ocupar el analista.
Es en la dimensión de la demanda donde se ejerce la función médica. El psicoanálisis introduce la
estructura de la falla que existe entre la demanda y el deseo. Cuando cualquiera nos pide algo, no es
idéntico (a veces es opuesto) a lo que desea. Debemos considerar la dimensión de la demanda y su
diferencia en relación con el deseo.
Si gracias a los progresos cientificos llegamos a una extensión cada vez más eficaz de nuestros
procedimientos de intervención en lo concerniente al cuerpo humano, el problema no se resuelve. En
relación al cuerpo, todo el progreso de la ciencia y la medicina cae en una falla epistemo-somática. Lo
excluido de la relación epistemo-somática, es que el cuerpo no solo es algo extenso, sino que un cuerpo
es algo hecho para gozar de sí mismo. La dimensión del goce está excluida.
El sujeto de la ciencia es incapaz de saber lo que quiere (deseo del científico). El avance acelerado
hace que se superen sus propias previsiones. La ciencia está produciendo productos que complican los
problemas (como con las toxicomanías).
Cuál es la posición del médico para definir su dimensión ética: la dirección del goce.
Tenemos dos puntos de referencia: la demanda del enfermo y el goce del cuerpo. Ambos confinan en
esa dimensión ética, aquí interviene el psicoanálisis como praxis.
Sólo la teoría lingüística puede dar cuenta de la diferencia que hay entre la demanda y el deseo. No hay
inconsciente porque hubiese deseo inconsciente, obtuso, pesado, animal, surgido de las profundidades,
primitivo que debería elevarse al nivel superior de lo consciente. Hay deseo porque hay inconsciente,
lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus efectos, al nivel del lenguaje hay siempre algo que
está más allá de la consciencia, allí es donde puede situarse la función del deseo.
Por eso es necesario hacer intervenir el lugar del Otro en todo lo concerniente al sujeto. Es el campo
donde se localizan esos excesos de lenguaje cuya marca lleva el sujeto. Es en ese campo donde se
hace la articulación con el polo del goce.
El placer es una barrera al goce. Se nos dice que el placer es lo que hace desaparecer la tensión, lo
que nos detiene en un punto de distancia respetuosa del goce. El goce es del orden de la tensión, del
forzamiento, del gasto, de la hazaña. Hay goce donde comienza a aparecer el dolor, y sólo a ese nivel
puede experimentarse toda una dimensión del organismo velada. El deseo es el punto de compromiso,
en la medida en que permite llevar más lejos el nivel de la barrera del placer. Punto fantasmático, donde
interviene el registro imaginario, que hace que el deseo esté suspendido a algo cuya naturaleza no
exige verdaderamente la realización.
Topología del sujeto. Es en relación a su superficie, límites, relaciones, modo en que se anudan que
pueden plantearse los problemas que conciernen al sujeto en su relación con el saber. El saber esta
para él marcado con un valor nodal, porque el deseo sexual no es una tendencia orgánica, sino algo
anudado con el lenguaje.
La posición de psicoanalista es la única desde donde el médico puede mantener su posición de
responder a una demanda de saber, aunque sólo pueda hacerlo llevando al sujeto a dirigirse hacia el
lado opuesto a las ideas que emite para presentar esa demanda.
La función de la relación con el sujeto supuesto saber revela la “transferencia”. Mientras mas la ciencia
tiene la palabra, más se sostiene el mito del sujeto supuesto saber, permitiendo la existencia del
fenómeno de la transferencia que remite a lo más arraigado del deseo de saber.
El médico se encuentra en una doble posición: por un lado, tiene que vérselas con una investidura cuyo
poder no sospecha; por otra, debe poner esa investidura entre paréntesis. Asi será capaz de conducir al
sujeto a aquello que está en cierto paréntesis, aquello que comienza con el nacimiento, que termina con
la muerte y que entraña las preguntas que se despliegan entre uno y otra. El único terreno es esa
relación por la cual él es médico: la demanda. En el interior de esta relación se halla la revelación de
esa dimensión en su valor original: la relación con el goce del cuerpo.

LACAN (1981) Apertura de la Sección Clínica


La base de la clínica psicoanalítica es lo que se dice en un psicoanálisis. Uno se propone decir
cualquier cosa, pero no desde cualquier sitio sino desde el diván (dire-vent) analítico, desde ahi se
ponen a volar (vent=viento) la libertad de asociación. Si bien hay juego, la asociacion no es libre. El
inconsciente implica que las asociaciones son ineludibles. Hay que hacer un esfuerzo para no creerse
que uno sea inmortal. Hay que clinicar, acostarse. El hombre no piensa del mismo modo acostado o de
pie, en posición acostada hace el amor y el amor lo arrastra a toda suerte de declaraciones. En la
posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que importe en lo real.
La clínica psicoanalítica es discernir las cosas que importan, cosas que cuando se haya tomado
conciencia serán de gran envergadura. No es suficiente con que uno sospeche de su inconsciente para
que éste retroceda, sería demasiado fácil. Una equivocación siempre es significante. Hay equivocación
cuando uno se confunde de significante. Un significante pertenece a un orden más complicado que un
signo. El significante no significa nada. Saussure dice que hay arbitrariedad, no hay vínculo entre un
significante y un significado, sólo sedimento, cristalización arbitraria y necesaria (Benveniste). El
inconsciente no es de Freud; es de Lacan. El campo es freudiano.
Freud no aisla el inconsciente como lo hago yo mediante la función de lo simbólico indicada en la noción
de significante.
La clínica psicoanalítica es eso. El inconsciente es bla-bla. Freud a lo largo de toda la Science de
Réves, no habla más que de palabras que se traducen. En esta elucubración del inconsciente no hay
más que lenguaje.
El psicoanálisis, como todas las actividades humanas, participa del abuso. Se actúa como si se supiera
algo. Sin embargo, no es tan seguro que la hipótesis del inconsciente tenga más peso que la existencia
del lenguaje. Propongo que la sección de Vincennes "de la clínica psicoanalítica" sea una manera de
interrogar al psicoanalista para que declare sus razones. La clínica psicoanalítica debe no sólo
interrogar al análisis, sino interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica
tiene de azarosa. La clínica debe ayudarnos a relativizar la experiencia freudiana. El psicoanálisis no es
una ciencia exacta.
La clínica es "lo real en cuanto imposible de soportar". Pero también se toma a la clínica en una
dialéctica de palabra, en relación con la verdad.
Freud nunca cree que alguien le diga la verdad. El no cree poder alcanzar la verdad. La relación entre la
verdad y lo real, es poco sólida. La forma más clara en que se manifiesta la verdad es la mentira: no hay
analizante que no mienta sin parar.

LACAN (1978) ¡Lacan por Vincennes!


Hay cuatro discursos. Cada uno se cree la verdad. Solo el discurso analitico es una excepcion. Este
discurso excluye la dominacion, no enseña nada. No tiene nada de universal: por eso no es materia de
enseñanza. ¿Cómo enseñar lo que no se enseña? Freud penso que nada es mas que sueño, y que
todo el mundo es loco, delirante. Esto es lo que se demuestra en la enseñanza. Pero eso cualquier
objeto es bueno, este se presenta siempre mal, hay que corregirlo. Las matematicas sirven para corregir
el objeto. De aquí mi reduccion del psicoanálisis a la teoría de los conjuntos. Existe antipatia entre el
discurso universitario y el analitico. La enseñanza se renueva confrontandose con su imposible, se
constata.

MILLER (2008) De la neu-rona al nudo


Para resumir la trayectoria del primer Freud al último Lacan podemos decir de la neu–rona al nudo.
Lo neuroreal de hoy Freud lo había elaborado en su Proyecto para una psicología científica (1895). Su
punto de partida es la teoría de las neuronas. El punto de vista cuantitativo se impone a partir de la
psicopatología que pone en juego la intensidad excesiva de ciertas ideas. Es en este exceso que
encuentra el resorte para su recurso a un principio básico de la actividad neuronal: Q, cantidad que
diferencia la actividad del reposo. Esta designa una cantidad sometida a las leyes generales del
movimiento. Se trata de una realidad de orden psíquico pero que es algo material.
En la última enseñanza de Lacan los nudos mantienen el lugar de cantidad material planteada por
Freud. Este algo material se presenta bajo dos aspectos: esta está calificada como flujo o corriente que
pasa a través de una neurona a la otra, y es susceptible de permanecer en una neurona. Entonces esta
Q cuya naturaleza permanece como una X, podemos reencontrarla bajo las especies de lo que Freud
llama la energía psíquica. ¿En qué esta se distingue energía psíquica de una realidad física? Freud será
conducido a inventar la pulsión, cuyo ser aparece como un límite entre psíquico y físico.
Q es una entidad paradojal, una cantidad que no podemos medir y que sin embargo aumenta,
disminuye, se desplaza.
En lo que Freud llama la teoría de las neuronas, encuentra el segundo principio básico de su Psicología
científica, se apoya en un descubrimiento de la histología, el SN consiste en neuronas diferentes que
tienen la misma estructura, que están en contacto y se ramifican.
Así el descubrimiento del inconciente fue precedido por esta asignación de una base material a los
fenómenos psíquicos y a la psicopatología. Lacan también buscó una tal base material, pero reemplaza
la referencia biológica por una base lingüística, el significante. Opone a la causalidad psíquica orgánica,
una causalidad semántica, de sentido. La búsqueda de una base material a lo mental está allí desde el
comienzo y en el final.
La concepción congnitiva se centra en el concepto de actividad. Todo lo que se refiere a la actividad
sutura o forcluye la dimensión del acto. La actividad psíquica, cerebral, mental, obedece al postulado de
que el psiquismo duplica al cerebro, lo que se observa como actividad cerebral vale para el psiquismo.
Problemática permanente que tiene dos polos, la multiplicidad y la síntesis.
Las imágenes cerebrales, magnéticas, dieron acceso a nuevas percepciones. Las promesas del
cognitivismo se hicieron gloriosas. Se ha vuelto accesible la localización de bases. Observaciones sobre
la activación de zonas neuronales en el cerebro, bases nerviosas, neurales. Pero hay un abismo entre
la identificación de las bases y hacer hipótesis sobre las cimas de la actividad psíquica.
Lo que hay son módulos localizados separadamente, falta ligarlos, hacer una síntesis, para asi
comprender los fundamentos del pensamiento conciente o de la creación. Este abismo entre
multiplicidad y síntesis caracteriza la promesa cognitivista de englobar pensamiento, creación y cultura.
Se prometen estudiar la interacción del cerebro y el mundo exterior. La cultura en el programa
cognitivista es un conjunto de signos materiales: "No hay signo sin materia". En ese espacio abisal
florecen hipótesis epigenéticas (aparición de una forma nueva no preformada). Se postula que la
especie humana “dispondría” de un sistema evolucionado de conexiones transversales que aumenta la
comunicación y la modularidad cerebral. A esta zona de síntesis se le confieren todas las capacidades
superiores del pensamiento. Esa maravillosa corteza frontal donde estaría la conciencia reflexiva.
No estamos lejos del atomismo con el que, con una mano se descompone en unidades o módulos, se
aíslan procesos, y luego se corrige este atomismo con nociones de integración y coordinación.
Estos autores elevan una hipótesis más precisa sobre la puerta de entrada del pequeño cerebro del
niño en la cultura. Otra hipótesis epigenéticas: el niño comprende que los otros tienen intenciones como
él, y esta comprensión del otro es lo que le da acceso al aprendizaje cultural. Es una hipótesis sobre el
otro, sobre la lectura, el desciframiento del otro como sujeto intencional. Esto se acompaña de una
hipótesis complementaria de que debe haber un módulo cerebral especializado en la representación de
las intenciones y de las creencias del otro.
La fenomenología del estadio del espejo es más rica en los que respecta a la relación con el otro, y el
concepto de orden simbólico es más preciso que el de cultura cognitivista. La función del estadio del
espejo es de una solución de la problemática multiplicidad-síntesis. La multiplicidad era la del cuerpo
fragmentado, y es por el espejo que la forma total del cuerpo venía a ser percibida y, de este modo
podía simbolizar la permanencia mental de lo que él llamaba el yo (je). Este fenómeno era necesario en
vista de lo prematuro del nacimiento humano.
Todo el discurso sobre la conexión con el registro de la cultura supone identificar el momento inaugural
de una entrada, presentada como el desciframiento de la intención del otro. Se supone que el sujeto
sería ya para sí mismo un sujeto intencional. Fantasmagoría extraordinaria. En cambio la noción de
orden simbólico da consistencia al medio donde el desciframiento y el querer decir son concebibles.
Eso supone una estructura más desarrollada que la de la imitación (subyacente en el cogntivismo), cuyo
punto de partida está hecho de una retroacción, y que localiza en el Otro: A, el lugar previo del sujeto
del significante.
Para el Lacan clásico la base material era la estructura del lenguaje, él pensaba que podía demostrar
que el síntoma se sostenía en relación con una estructura significante que lo determina.
Lacan pensó conseguirle al psicoanálisis un lugar en el discurso de la ciencia, por el sesgo de la
lingüística estructural (Saussure y Jakobson). Esto permaneció como el soporte de su enseñanza hasta
que en su última enseñanza, quiebra esta base.
En la primera época escribia la diferencia del signifícate y significado, bajo un algoritmo. Este tenía por
objeto marcar que las ligaduras internas al significante tenían las funciones más amplias en la génesis
del significado. Haciendo del significante la causa, no solo del significado sino del sujeto. Dio a la
causalidad psíquica la forma de causalidad significante. El sujeto que Lacan aportó al psicoanálisis
rompe la relación de doble entre lo psíquico y lo orgánico. Pero ese sujeto no es el sujeto psíquico. El
sujeto en psicoanálisis está en posición descompletada. De la misma manera el saber del que se trata
en el inconciente no tiene nada que ver con la informacion del cognitivismo, almacenamiento de
memoria, objeto de un aprendizaje o de una pedagogía. El saber del que se trata en el inconciente se
se lo interroga bajo el modo del desciframiento. El sujeto de Lacan está abolido en la neurociencia, ya
que para ella el postulado es aristotélico: lo psíquico es el doble de lo orgánico.
Si Freud tomó prestado de la biología, no es a partir de esta que podemos aislar la pulsión de muerte;
sino como una función del discurso, bajo el modo de la función de la repetición. No implica una
negación de lo real del cuerpo, de lo real del esquema mental imaginario. Implica que las integraciones
son siempre parcelarias. Incluso el acceso a la forma total del cuerpo no anula la fragmentación inicial
de la relación con el cuerpo, y por lo tanto la integración especular nunca es total, es contradictoria. La
integración, lejos de ser una función de síntesis total, es siempre parcelaria, y el sujeto es lo parcelario
en esa integración. El moi es un revoltijo de identificaciones, separadas, y constituye el objeto de la
hipótesis cognitivista.
Este sujeto no es susceptible de encarnarse en el cerebro. Hay allí una función que puede ser abordada
(no conocida) solo en referencia al discurso. No podemos cerrar el conocimiento científico del cerebro
sin apelar a la cultura, negar que la relación al otro por el discurso sea un orden de realidad que es
propio. Incluso la hipótesis del desciframiento de la intención del otro es testimonio de que no podemos
negar la densidad de real que hay en el hecho del discurso, ya que incluso en este ejemplo, es cuestión
de desciframiento. El sujeto es una función que se desprende de este orden de realidad sui generis, que
es el discurso. Esto lo desarrolla Lacan hasta el punto donde encuentra un corte de la causalidad.
Lacan adoptó con valor de provocación el lenguaje causalista, para enfrentar en su terreno al discurso
de la ciencia. Pensó oponer a lo real de la ciencia, real que contiene un saber, el real propio del
psicoanálisis bajo la forma de un real que no contendría un saber, y que vehiculizaría el saber del
inconciente. Pero vehiculizando la ausencia de ley, vehiculizaría el agujero de ese saber. No hay
relación sexual, es la noción de una ausencia de ley. La ley sexual no puede escribirse.
Esta contingencia está ubicada en el nivel de la constatación, validada por el discurso analizante, por la
experiencia analítica, y por la multiplicidad clínica que permite enunciar la imposibilidad de escribir una
ley en ese lugar. Entonces el termino contingencia pasa al lugar de la causa. Lo que podría ser
considerado una impotencia del discurso analítico para formular la relación sexual es una imposibilidad.
Y el análisis deviene el lugar donde el inconciente testimonia de este real sin saber, real sin matema.
Vemos retroceder el lugar del psicoanálisis: del de la ciencia al de la ciencia conjetural, al de la ciencia
al borde de la ciencia, y luego al de la formación discursiva en el borde exterior de la ciencia. Allí hace
de la relación sexual un real sin matema, solo transmisible por la fuga a la cual responde todo discurso,
por la experiencia analítica misma, por la experiencia misma de la fuga.
Entonces, cuando Lacan en su último texto escrito, formula que el inconciente es real, quiere decir que
en su fase más profunda, el inconciente esta a nivel del sin ley, y que no representa el retorno de la
verdad en el campo de la ciencia, porque la verdad, comparada con este real, es un espejismo. De allí
el soporte en el nudo, del que hizo una materia del inconciente (a condición de que no se desarrolle en
las normas del discurso de la ciencia). Su invitación a los analistas es esforzarse por ek–sistir, existir
fuera de esas normas.

LACAN (1977) El inconsciente, cosa bastante precisa


El inconsciente, ¡vaya palabra! Freud no encontró mejor. Esa palabra tiene el inconveniente de ser
negativa, lo que permite suponer cualquier cosa, en todas partes como en ninguna parte. Sin embargo
es cosa bastante precisa. Sólo hay inconsciente en el ser parlante. Los animales tienen instinto, saber
que implica su supervivencia.
El inconsciente habla, depende del lenguaje. El hombre no piensa con su alma, piensa ya que la una
estructura del lenguaje lo admite, esa estructura recorta su cuerpo. Lo prueba el histérico. El
pensamiento es disarmónico al alma. La cura es una demanda que parte de la voz de alguien que sufre
de su cuerpo o de su pensamiento. Lo sorprendente es que haya respuesta, y que desde siempre la
medicina da en el blanco por las palabras.
Hay dos vertientes que la estructura de lenguaje emite. Una es la del sentido. Este sentido se reduzca al
no-sentido de la relación sexual. El sentido que se hace tomar por buen sentido, que se pretende
sentido común, representa la sugestión, la comedia, la risa. La psicoterapia no alcanza.
La otra vertiente es la del signo. Ahí señala el camino el síntoma, los sueños, los lapsus, los chistes,
Freud llega a leer como se descifra un mensaje cifrado. Los mayores textos de Freud se tratan de un
descifre de dimensión significante pura. Estos fenómenos Freud los verbaliza ingenuamente evocando
una substancia, mito fluidico que titula libido. Pero lo que él opera es una traducción en la que se
demuestra que el goce que Freud supone en el linde de procesos primarios, consiste en los desfiladeros
lógicos hacia donde él nos conduce. No hay más que distinguir el significante del significado, para
aprehender la apariencia de fenómenos de equivalencia de los cuales configura Freud su energética.
Respecto del significante, no hay lingüística que no se proponga separarlo como tal, del sentido.
Hablar de código no conviene por suponer un sentido. La batería significante de lalengua no suministra
más que la cifra del sentido. Cada palabra adquiere según el texto una gama enorme de sentido cuya
heteroclicidad se comprueba en el diccionario. Sin duda la gramática hace de obstáculo de la escritura,
y da prueba de un real, pero real que permanece enigma, hasta tanto en el análisis no se zafe el resorte
seudo-sexual: lo real que, de no poder sino mentir al compañero, se inscribe neurosis, perversión o
psicosis. En realidad, todo significante, del fonema a la frase, puede servir de mensaje cifrado que él se
desliga como objeto y que se descubre que es él quien hace que en el mundo del ser parlante, haya
Uno, es decir elemento. Anudar y desanudar son metáforas, pero esos nudos que se construyen
realmente para hacer cadena de la materia significante. No son de sentido sino de gozo-sentido.

SUAREZ (2008) El Inconsciente, cosa bastante precisa


Lacan toma posición contra corrientes que se fundamentan en De Anima de Aristóteles: la biología, la
neurociencia, el cognitivismo.
Freud no encontro un mejor termino que el de inconciente para nombrar su descubrimiento. Palabra que
por ser negativa produce un estallido de las significaciones.
El inconciente habla. Es la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el
inconciente. El termino se precisar al considerarlo una instancia que pertenece solo a los seres
hablantes. Si el inconciente es un saber, es un saber que proviene del lenguaje, no un saber instintivo.
El lenguaje como lo descubre la experiencia analítica no es una función psíquica, no es parte del alma.
Esta desde el principio del lado del Otro y no del sujeto. Lacan prefiere dejar la lingüística a los
lingüístas y proponer una ciencia del lenguaje que incluya al psicoanálisis: la linguisteria, cuyo objeto es
lalengua escrito de un modo que rompe la organización gramatical alejandose de los enfoques que
objetivan el lenguaje para incluir en su dominio el plano del decir y no solo el análisis del enunciado para
comunicar. El lapsus y el efecto poetico son via de entrada para mostrar que lalengua no tiene el fin de
comunicar sino que es un aparato para gozar.
Por partir del hombre como ser hablante, la nocion de sujeto quedara articulada a los efectos de
lalengua sobre el cuerpo. Esto da como resultado un sujeto descentrado, instancia que ex-siste que se
encuentra en otra para que en el alma. Este sujeto cuestiona todo dualismo (cuerpo-alma, mente-
cerebro). El sujeto efecto del lenguaje no es un sujeto unificado en su alma, sino una falla en esa
unificación; no una conciencia de si que relacionaria al hombre con su propio cuerpo, sino ausencia de
relación directa entre el alma y el cuerpo. Si no se parte del sujeto como efecto del lenguaje se lo piensa
como el alma que anima los movimientos de un cuerpo y que los dirige a un mundo exterior para
satisfacer necesidades. Los modelos neurocientificos son aristotelicos porque parte del cuerpo y sus
funciones a las que se les busca su localizacion cerebral. A partir de allí suponen una zona de síntesis
donde residiria el sujeto en el lugar de la suma de las funciones del cuerpo y del pensamiento.
El lenguaje no solo cuenta en sus efectos al sujeto sino que tiene efectos en el cuerpo. La ausencia de
relación directa con el psiquismo se complementa con una relación indirecta a traves del pensamiento.
El pensamiento es una instancia tercera que establece la unica relación del psiquismo con el cuerpo.
No es un acto del alma. Como efecto del lenguaje sobre el viviente es la via del goce que conecta el
cuerpo con el alma. Esa conexión no es organizativa sino perturbadora. Los pensamientos inconcientes
recortan el cuerpo del histerico restando una o varias funciones. El pensamiento erotizado de las ideas
hipervalentes del obsesivo las desorganizan. Las neurosis muestra la verdad de la estructura: el
pensamiento es disarmonico en cuanto al alma y a la realidad.
El matrimonio de las neurociencias con el congitivismo se proponen ver al cerebro como procesador de
información para estudiar las bases neurocognitivas de toda producción humana de toda la cultura. Esta
aspiracion es forclusiva de toda forma de subjetividad para afirmarse como una filosofía universal. No
importa el hecho de que sea una hipótesis ya que el proposito de una ideología es instalar sus
significantes amo en el cenit social. Los psicoanalistan se oponen al gusto por la cifra que mueve al
sujeto contemporaneo, se oponen con el desciframiento apoyandose en el real que constatan en su
clinica, la ausencia de relación sexual. El psicoanalista en su función es un síntoma de la civilización del
número.

UNIDAD 2. El dispositivo clínico

La entrevista clínica. Las entrevistas preliminares. Localización del síntoma. Función del diagnóstico. La
psiquiatría y el diagnóstico en la actualidad. La asociación libre y el sujeto supuesto saber. La
interpretación y sus registros. La construcción. El tiempo y el dinero.

FREUD (2004) Iniciación de tratamiento


Sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática.
Estas reglas sobre la iniciación de la cura, son consejos. La diversidad de constelaciones psíquicas, la
plasticidad de los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes, se oponen a la
mecanización de la técnica.
A los pacientes los aceptamos sólo provisionalmente, por unas semanas, para sondear su caso y ver si
es apto para el psicoanálisis. Ensayo previo que ya es el comienzo del psicoanálisis y sigue sus reglas.
La motivación es diagnóstica. Se debe dudar si es neurosis o psicosis. Solo asi podemos mantener la
promesa de curación. Muchas entrevistas previas, conocimiento anterior entre el médico y el analizante
tienen consecuencias desfavorables ya que nos tenemos que enfrentar a una trasferencia ya hecha.
Si existen vínculos amistosos entre médico y l paciente, le puede costar la amistad.
La actitud del paciente de confianza o escepticismo carece de valor; no cuenta frente a las resistencias.
Son importantes las estipulaciones sobre tiempo y dinero. Se debe contratar una determinada hora de
sesión para cada paciente. En caso de afecciones orgánicas interrumpo el tratamiento y doy otro
empleo a la hora liberada, y retomo al paciente cuando se restablece.
En casos benignos bastan tres sesiones por semana. Un trabajo menos frecuente no se acompasa con
el vivenciar real del paciente, y la cura pierda contacto con el presente. En ocasiones es preciso
consagrar más de una hora de sesión.
No se puede saber cuando durará el tratamiento. El psicoanálisis requiere lapsos prolongados. Se debe
revelar ese estado de cosas, llamando la atención sobre las dificultades y sacrificios de la terapia.
Los pacientes pueden interrumpir la cura cuando quieran. Les advierto el resultado desfavorable.
Con respecto al dinero, además de ser un medio de sustento y poder, también coparticipan factores
sexuales. Por eso tratamos las relaciones monetarias con la misma sinceridad con que hablamos de los
asuntos sexuales. Es aconsejable cobrar en plazos regulares. No se eleva la estima por el tratamiento
brindándolo barato. Lo más digno es confesar sus pretensiones y necesidades reales. Muchas
resistencias se acrecientan por el tratamiento gratuito.
Aconsejo hacer que el enfermo se acueste sobre un diván mientras uno se sienta detrás, de modo que
él no lo vea. No tolero permanecer bajo la mirada fija de otro muchas horas por día, y como, mientras
escucho, me abandono al decurso de mis pensamientos inconcientes, no quiero que mis gestos
ofrezcan material para sus interpretaciones o lo influyan en sus comunicaciones. Asi podemos aislar la
trasferencia y permitir destacarla en su momento como resistencia.
No interesa con qué material se empiece el tratamieno, el paciente escoge el punto de partida.
Debemos familiarizar al paciente con la única regla fundamental: «antes de empezar, observará que en
el curso de relato le van a venir pensamientos que preferiría rechazar o criticar: porque viene al caso, no
tiene importancia, es disparatado, no hace falta decirlo. Nunca ceda a esa crítica; dígalo justamente por
haber registrado una repugnancia a hacerlo. Luego va a comprender la razón de esto. Diga todo lo que
se le pase por la mente con absoluta sinceridad, sin omitir nada con el pretexto de que le resulta
desagradable comunicarlo». Y arrancamos: «cuénteme lo que sepa de usted mismo».
Hay pacientes que preparan su relato. Corresponde desaconsejar esa preparación.
Es importante precisar que la cura analítica es un asunto entre médico y paciente. Asi lo protegemos de
múltiples influencias hostiles que intentarán apartarlo del análisis.
Si al paciente no se le ocurre nada que narrar. Se le debe asegurar que se trata de una resistencia.
Todo lo que se anuda a la situación presente corresponde a una trasferencia sobre el médico, uno debe
poner al descubierto esa trasferencia; desde ella accedemos al material patógeno.
Mientras las comunicaciones y ocurrencias fluyen, no tocamos el tema de la trasferencia. Solo lo
hacemos cuando la trasferencia deviene resistencia.
Podemos empezar a hacer comunicaciones al analizado, revelarle el significado de sus ocurrencias,
nunca antes de que se haya establecido una trasferencia operativa. Asi, la primera meta del tratamiento
es allegarlo a este y a la persona del médico. Ello solo cuesta tiempo. Nunca comunicamos una
solución o traducción de un deseo antes que el paciente mismo esté próximo a ello. La comunicación
prematura pone fin a la cura prematuramente, tanto por las resistencias que despierta como por el alivio
de la solución. Los enfermos suelen saber sobre la vivencia reprimida, pero le falta la conexión con el
lugar donde se halla el recuerdo reprimido. Sólo sobriene una alteración si el proceso conciente avanza
hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión. La comunicación de lo reprimido produce
efectos, incita resistencias.
El motor de la terapia es el padecer del paciente y el deseo de sanar.
Las magnitudes de afecto requeridas para vencer las resistencias vienen de las energías aprontadas
para la trasferencia.
En el curso del tratamiento se despierta otro factor propiciador: el interés intelectual del enfermo. Pero,
de la instrucción se vale sólo en la medida en que es movido a ello por la trasferencia, y por eso la
comunicación debe aguardar hasta que se haya establecido una fuerte trasferencia.

LACAN (1975) Intervención luego de André Albert sobre El placer y la regla fundamental
Hay una relación esencial entre la regla fundamental y el principio del placer. El principio del placer es el
principio de amortiguar la estimulación. Eso comporta cierta astucia que consiste en no poner el acento
sobre la trampa. La trampa es el goce. El principio del placer es el principio de no hacer nada, de hacer
lo menos posible. El enunciado de la regla fundamental consiste en hacerle observar a una persona que
viene a pedirles una ayuda que hay que sudar un poquito para hacer algo, que la cosa no va a andar si
no se llega hasta lo que displace, sino se hace un esfuerzo.
Al mismo tiempo, el analista encuentra un aliado en el superyó; porque este es el imperativo del goce.
Por lo que hay un acceso a lo real. La regla fundamental busca la singularidad de lo que no debe ser
omitido. Lo singular es algo muy distinto de lo particular. Para Aristóteles solo hay particular. Lo
particular se define por lo universal; si no hubiera simbólico, inyección de significantes en lo real con la
cual estamos forzados a arreglárnosla, no habría síntoma. Y el síntoma es la particularidad, es lo que
nos hace a cada uno un signo diferente de la relación que tenemos, en tanto seres hablantes, con lo
real. Lo universal es siempre algo que se sustrae en el horizonte y a lo cual nosotros hacemos
referencia por la numeración.
Hay una discordancia. En el corazón de la regla está el síntoma, a lo que se apunta en el enunciado de
la regla es a la cosa de la que el sujeto esta menos dispuesto a hablar, su síntoma, su particularidad.
Pero lo que vale no es lo particular, sino lo singular. Entonces la regla quiere decir: vale la pena errar a
través de toda una serie de particulares para que algo singular no sea omitido. Vale la pena gozar de
esta posición única que solo se define de un modo de encuentro. Encuentro que es “un ve hacia donde
quieras”, tironeo del nudo que esta para cada uno perfectamente especificado.
Si algo define a lo singular, es lo que he llamado: un destino. Hay un modo de ceñir lo singular por la vía
de ese particular que hago equivaler al síntoma.
El psicoanálisis es la búsqueda de esa suerte, que no es necesariamente una buena suerte (una dicha).
Pero cuando proponemos la regla fundamental, hacemos referencia específicamente a la particularidad,
en tanto que ella desarregla el principio del placer. El principio del placer, consiste en no tener nada de
particular. Es eso a lo cual bastante gente se aferra: a la norma fálica.
El análisis nos indica que no hay más que el nudo del síntoma, y que hay que sudar bastante para llegar
a aislarlo; tanto que uno puede incluso hacerse un nombre de ese sudor. Es lo que conduce en algunos
casos a lo mejor que se puede hacer: una obra de arte. No es nuestra intención. Lo nuestro consiste en
incitarlo a pasar por el buen agujero de lo que le es ofrecido, a él, como singular.

LACAN (1967) Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela


La Proposición responde a una ambición: encontrar una organización del psicoanálisis "en extensión" (=
de la Escuela) que no fuese incompatible o en sentido contrario con el psicoanálisis "en intensión" (= el
didáctico o el análisis), elaborar nuevos modos de funcionamiento institucional que no fueran en sentido
opuesto a aquel en que debería seguir librado a su propio movimiento el análisis."
Sólo instituimos una novedad en el funcionamiento. Es verdad que de ahí surge la solución del proble-
ma de la Sociedad psicoanalítica.
Dicha solución se encuentra en la distinción entre jerarquía y gradus.
Recordemos lo existente entre nosotros. En primer lugar un principio: el psicoanalista sólo se autoriza
de él mismo. Esto no excluye que la Escuela garantice que un analista sea muestra de su formación.
Ella puede hacerlo por su propia autoridad. Y el analista puede querer esta garantía, volverse responsa-
ble del progreso de la Escuela, llegar a ser psicoanalista a partir de su propia experiencia (sin referirse a
la autoridad de otros o a argumentos de autoridad que como se sabe son sofismas).
Es a estas dos formas que responden los analistas en la Escuela:
1) El AME, analista miembro de la Escuela, constituido simplemente por el hecho de que la Escuela lo
reconoce como psicoanalista que ha dado sus pruebas. La iniciativa le corresponde a la Escuela, donde
se es admitido en el proyecto de un trabajo y sin distinción de procedencia ni calificaciones. Un analista-
practicante (AP) sólo es registrado en ella en un comienzo a igual título con que se inscribe un médico,
etnólogo y tutti quanti.
2) El AE, o analista de la Escuela, al que se le imputa ser de los que pueden dar testimonio de los pro-
blemas cruciales en los puntos candentes en que ellos se encuentran por lo que se refiere al análisis,
especialmente en tanto que ellos mismos están en la tarea, o al menos en la brecha, de resolverlos.
Este lugar implica que uno quiera ocuparlo: se esta en él por haberlo demandado.
Así la Escuela puede garantizar la relación del analista con la formación que ella dispensa. Puede y
debe.
Y es en este punto que aparece el defecto, la falta de inventiva. La idea de que un régimen semejante
es necesario para regular el gradus, genera malestar.
Que haya una regla del gradus está implicado en una Escuela, aun más que en una sociedad. Después
de todo, en una sociedad no hay necesidad de eso, ya que sólo tiene intereses científicos.
Pero en la formación del psicoanalista hay un real en juego.
Ninguna enseñanza hoy, excepto la mía, habla de lo que es el psicoanálisis. En otro lado sólo se preo-
cupan de que éste sea conforme a un modelo que opera como una norma, no cuestionada. Eso produ-
ce eso una estructura de grupo sobre el modelo de la Iglesia y del Ejército
Hay solidaridad entre el atascamiento, y desviaciones del psicoanálisis, y la jerarquía que en él reina
(Es decir la estructura de los grupos psicoanalíticos responsable de la transmisión del psicoanálisis); y
que designamos como una cooptación de sabios. Esta cooptación promueve un retorno a un estatuto de
la distinción, que conjuga la pregnancia narcisista con la astucia competitiva (lo que el análisis tiene
como fin liquidar). Este efecto ensombrece la práctica del psicoanálisis: cuya terminación, objeto y meta
se revelan inarticulables después de medio siglo de experiencia continuada.
Llegar a remediarlo debe hacerse a partir de la constatación del defecto mencionado, lejos de velarlo.
Pero es para captar en esa falla, la articulación que falta.
Para introducirnos en la experiencia, me apoyaré en los dos momentos de enlace de lo que llamaré el
psicoanálisis en extensión, todo lo que resume la función de nuestra Escuela en tanto que ella presenti-
fica al psicoanálisis en el mundo, y el psicoanálisis en intensión, el didáctico, en tanto éste no hace más
que preparar en ella operadores.
Esta experiencia es esencial diferenciarla de la terapéutica. La definición de la terapéutica es la de la
restitución a un estado primero, anterior. Definición imposible de plantear en el psicoanálisis.
Nuestros puntos de conexión, donde tienen que funcionar nuestros órganos de garantía, son conocidos:
son el inicio y el final del psicoanálisis como en el ajedrez, los más ejemplares por su estructura.
En el comienzo de un psicoanálisis está la transferencia. Lo está por la gracia de aquel al que llamare-
mos: el psicoanalizante. No tenemos que dar cuenta de qué la condiciona. Está en el comienzo. Pero,
¿qué es eso? La transferencia no es la intersubjetividad. Al contrario esta última es su escollo.
Puede dudarse que al haber definido la distinción entre el otro imaginario, pequeño otro, y el lugar de la
operación del lenguaje, el gran Otro, indico que ningún sujeto puede ser supuesto por otro sujeto. Se
trata del sujeto supuesto saber, este es para nosotros el pivote desde donde se articula la transferen-
cia. ¿Sujeto supuesto por quién? Desde la intersubjetividad se dirá: por otro sujeto. Recoredemos las
Categorías de Aristóteles para así limpiar a ese sujeto de lo subjetivo. Un sujeto no supone nada, es su-
puesto. Supuesto por el significante que lo representa para otro significante. Escribamos el supuesto de
este sujeto colocando al saber en su sitio contiguo al de la suposición:

S  Sq

s (S1, S2… Sn )

Reconocemos en la primera línea el significante S de la transferencia, un sujeto, con su implicación de


un significante cualquiera.
Debajo de la barra, reducido al patrón de medida que supone el primer significante: el s representa el
sujeto que resulta de él, implicando en el paréntesis el saber, supuesto presente, de los significantes en
el inconsciente, significación que ocupa el lugar del referente aún latente en esa relación tercera que lo
adjunta a la pareja significante-significado.
Si el psicoanálisis consiste en el mantenimiento de una situación convenida entre dos que se ponen en
ella como el psicoanalizante y el psicoanalista, sólo podría desarrollarse a costa del constituyente terna-
rio que es el significante introducido en el discurso que se instaura con ella, el cual tiene nombre: el su-
jeto supuesto saber, formación, de inspiración, como desprendida del psicoanalizante.
Tenemos que ver lo que califica al psicoanalista para responder a esta situación que no engloba su per-
sona. No solamente el sujeto supuesto saber no es real, sino que no es en modo alguno necesario que
el sujeto en actividad en la coyuntura, el psicoanalizante (único que habla inicialmente), se lo imponga.
Lo demuestra, en los primeros tiempos del discurso, un modo de asegurarse de que el traje no le va al
psicoanalista; seguro contra el temor de que éste no meta en él demasiado pronto sus pliegues.
Lo que nos importa es el psicoanalista en su relación con el saber del sujeto supuesto.
Es claro que no sabe nada del saber supuesto. El Sq de la primera línea no tiene nada que ver con los S
en cadena de la segunda y no puede hallarse allí sino por encuentro. Señalamos aquí la insistencia que
pone Freud en recomendarnos abordar cada caso nuevo como si no hubiésemos adquirido nada de sus
primeros desciframientos.
Esto no autoriza al psicoanalista a contentarse con saber que no sabe nada, porque de lo que se trata
es de lo que tiene que saber (para permitir la emergencia del supuesto saber del sujeto del analizante
allí donde se halla).
Lo que tiene que saber puede ser trazado con la misma relación “en reserva” con la que opera toda lógi-
ca. Eso no quiere decir nada “particular”, sino que lo no-sabido se ordene como el marco del saber.
Existe una confusión sobre el cero. El vacío no es lo mismo que la nada. Para remediar este defecto,
produje el ocho interior y la topología en la que el sujeto se sostiene.
En el algoritmo producido mas arriba se puede captar la prevalencia de lo que llamaré el saber textual,
para oponerlo a la noción referencial que lo enmascara.
Recordemos mi grafo y la articulación que se aísla en él del deseo en las instancias del sujeto. Esto
para indicar la identidad del algoritmo aquí precisado, con lo que es connotado en el Banquete como
. ¿Dónde está mejor dicho que como lo hace allí Alcibíades, que las trampas del amor de trans-
ferencia tienen como único fin obtener eso cuyo continente ingrato él piensa que es Sócrates?
Pero, quién mejor que Sócrates sabe que él sólo detenta la significación que engendra al retener esa
nada, lo que le permite remitir a Alcibíades al destinatario presente de su discurso, Agatón (como por
casualidad): esto para enseñarles que al obsesionarse con lo que les concierne en el discurso del psi-
coanalizante, no han llegado aún a ese punto.
Cuando el psicoanalizante es idéntico al , a la maravilla que nos deslumbra, a nosotros terceros.
¿No es acaso nuestra oportunidad de ver allí aislarse el puro sesgo del sujeto como relación libre con el
significante, ése donde se aísla el deseo de saber como deseo del Otro?
Con lo que llamé el final de la partida, la terminación del psicoanálisis llamado en forma redundante di-
dáctico es el pasaje del psicoanalizante al psicoanalista. Nuestro propósito es plantear al respecto una
ecuación cuya constante es el .
El deseo del psicoanalista, es su enunciación, la que sólo podría operar al situarse en la posición de la
x: de esa x misma, cuya solución entrega al psicoanalizante su ser y cuyo valor se anota ( - ), la hiancia
que se designa como la función del falo al aislarlo en el complejo de castración, o a para lo que lo obtu-
ra con el objeto que se reconoce bajo la función aproximativa de la relación pregenital.
Qué ocurre al término de la relación de la transferencia: habiéndose resuelto el deseo que sostuvo en
su operación al psicoanalizante, éste ya no tiene ganas al final de aceptar su opción, el resto que como
determinante de su división lo hace caer de su fantasma y lo destituye como sujeto.
La destitución subjetiva inscrita en el billete de entrada. Hablar de destitución subjetiva nunca detendrá
al inocente, cuya única ley es su deseo.
No tenemos elección más que entre afrontar la verdad o ridiculizar nuestro saber.
Esta sombra espesa que recubre ese empalme del que aquí me ocupo, aquel por el que el psicoanali-
zante pasa a psicoanalista, es lo que nuestra Escuela puede ocuparse en disipar.
El paso del psicoanalizante al psicoanalista, tiene una puerta cuyo gozne es el resto que constituye su
división, pues esa división no es otra que la del sujeto, cuya causa es ese resto [a → $].
En ese viraje donde el sujeto (con la detección del objeto realmente en juego: al objeto a causa del de-
seo) ve zozobrar la seguridad que le daba ese fantasma donde se constituye para cada quien su venta-
na sobre lo real, se vislumbra que la toma de contacto con el deseo no es más que el/la de un des-ser.
En ese desser se desvela lo inesencial del sujeto supuesto saber, desde donde el psicoanalista por ve-
nir se consagra al  de la esencia del deseo, dispuesto a pagarlo reduciéndose, él y su nombre,
al significante cualquiera.
Porque rechazó el ser que no sabía la causa de su fantasma en el momento mismo en que finalmente
se convirtió en ese saber supuesto.
“Que sepa lo que yo no sabía sobre el ser del deseo, lo que se refiere a él, llegado al ser del saber, y
que se borre” (como basura).
Así el ser del deseo alcanza el ser del saber para renacer en su anudamiento en una banda con un solo
borde único donde se inscribe una sola falta, la que sostiene el .
La paz no viene enseguida a sellar esta metamorfosis en que el copartícipe se desvanece por no ser ya
más que saber vano de un ser que se sustrae.
Palpemos ahí la futilidad del término de liquidación para ese agujero donde se resuelve únicamente la
transferencia. No veo en él más que una denegación del deseo del analista.
Porque quien, al percibir a los dos parteners jugar como las dos caras (pales) de una pantalla giratoria,
no puede captar que la transferencia nunca fue sino el pivote de esa alternancia misma.
Así, el final del análisis conserva cierta ingenuidad, y se plantea acerca de ella la cuestión de si deberá
ser considerada como una garantía en el paso al deseo de ser psicoanalista.
Desde donde podría esperarse entonces un testimonio justo sobre el que franquea ese pase, sino de
otro que, como él, aún lo está, ese pase, a saber, en quien está presente en ese momento el des-ser en
el que su psicoanalista guarda la esencia de lo que le pasó como un duelo, sabiendo así que también a
ellos eso les pasará. ¿Quién mejor que ese psicoanalizante en el pase podría autentificar en él lo que
éste tiene de posición depresiva?
Es lo que les propondré como el oficio a confiar para la demanda de devenir analista de la Escuela a los
que llamaremos: pasadores. Cada uno de ellos habrá sido elegido por un analista de la Escuela, que
puede responder si están en ese pase, o si han vuelto a él, todavía ligados al desenlace de su experien-
cia personal. A ellos les hablará de su análisis un psicoanalizante para hacerse autorizar como analista
de la Escuela, y el testimonio que sabrán acoger desde la frescura misma de su propio pasado será de
esos que jamás recoge jurado de confirmación alguno. La decisión de dicho jurado será esclarecida por
ellos, no siendo obviamente estos testigos jueces.
Esta experiencia no puede ser eludida. Sus resultados deben ser comunicados.
El jurado funcionando no puede abstenerse de un trabajo de doctrina, más allá de su funcionamiento
como selector.
Antes de proponerles una forma, quiero indicar que conforme a la topología del plano proyectivo, es
en el horizonte mismo del psicoanálisis en extensión donde se anuda el círculo interior que trazamos
como hiancia del psicoanálisis en intensión.

LACAN (2002) Intervención sobre la transferencia.


Aquí estamos en lo de amaestrar las orejas para eI término sujeto.
Freud en el caso de Dora nos lleva al estudio de la transferencia.
El efecto Zeigarnik (las tareas interrumpidas y estructuradas son evocadas con más fuerza que las
tareas inestructuradas) depende más de la transferencia que de lo que la determina. La experiencia
psicoanalítica se desarrolla en esa relación sujeto a sujeto, dimensión irreductible a toda psicología.
El psicoanálisis es una experiencia dialéctica. El sujeto se constituye por un discurso donde la presencia
del psicoanalista aporta la dimensión del diálogo.
Freud nos muestra que hay enfermedades que hablan. Dora fue el primer caso en que Freud reconoce
el papel de la transferencia en la experiencia analitica. El caso Dora es expuesto bajo la forma de una
serie de inversiones dialécticas. No es un ordenamiento del material, sino una escansión de las
estructuras en que se tramita la verdad para el sujeto, no toca solo su comprensión de las cosas, sino
su posición en cuanto sujeto. La exposición es idéntica a la realidad de la curación.
Es la primera vez que Freud usa el término transferencia para pensar el obstáculo contra el que se
estrella el análisis. Vamos a definir en términos de pura dialéctica la transferencia, y la operación del
analista que la interpreta.
1er Desarrollo de la Verdad: Dora abre un expediente de recuerdos donde la señora K y su padre son
amantes desde años y ella queda entregada sin defensa a los galanteos del señor K ante los cuales su
padre hace la vista gorda, convirtiéndola en objeto de un odioso cambalache.
1era Inversino Dialectica: Freud responde “¿cuál es tu propia parte en el desorden del que te quejas?".
2do Desarrollo de la Verdad: es gracias a su complicidad, bajo su protección, como pudo durar la ficción
que permitió a la relación de los amantes prolongarse. Sus relaciones con los otros participantes de la
cuadrilla reciben nueva luz por incluirse en una circulción de regalos preciosos, rescate de Ias carencias
de prestaciones sexuales. Al mismo tiempo, la relación edípica se revela constituida en Dora por una
identificación al padre. Esta identificación se transparenta en los síntomas de conversión, y su
descubrimiento inicia el levantamiento de muchos de éstos. ¿Qué significan sobre esta base los celos
manifestados por Dora ante la relación amorosa de su padre? Estos por ser tan preponderante
requieren una explicación que rebasa sus motivos.
2da Inversion Dialectic: Freud le hace observar de que no es aquí el objeto pretendido de los celos el
que da su verdadero motivo, enmascara un interés hacia la persona del objeto-rival.
3er Desarrollo de la Verdad: Ia atracción fascinada de Dora hacia la señora K ("su cuerpo blanquísimo"),
las confidencias que recibe, el hecho de sus intercambios de buenos procedimientos como mutuas
embajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora.
Freud percibió la pregunta a la que llevaba este nuevo desarrollo. ¿Cómo no le tiene rencor por la
redoblada traición de que sea de ella de quien partieron esas imputaciones de intriga y de perversidad
que todos comparten para acusarla? ¿Cual es el motivo de esa lealtad que la lleva a guardarle el
secreto de sus relaciones?
3era Inversion Dialectica: el valor real del objeto, la señora K para Dora, no es tanto individuo, sino por
el misterio de su propia femineidad, tal como aparece en el segundo de los dos sueños.
En aquella imagen lejana de su primera infancia: Dora, infans, chupandose el pulgar izquierdo, al tiempo
que con la mano derecha tironea la oreja de su hermano mayor, podemos ver lo que significan para ella
la mujer y el hombre. La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral en el que
sin embargo es preciso que aprenda a reconocer su propia naturaleza genital. Se asombra uno de que
Freud no vea que la determinación de la afonía durante las ausencias del señor K expresa el violento
llamado de la pulsión erótica oral en eI encuentro a solas con la señora K.
Para acceder a ese reconocimiento de su femineidad, le sería necesario realizar la asunción de su
propio cuerpo a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funcional (estadio del espejo), que
constituye los síntomas de conversión.
Para realizar la condición de este acceso, no ha contado sino con el único expediente que, según nos
muestra la imagen, le ofrece una apertura hacia el objeto, el compañero masculino al cual la diferencia
de edades le permite identificarse en esa enajenación primordial en la que el sujeto se reconoce como
yo [je]. Asi Dora se ha identificado al señor K como está identificándose a Freud mismo. Y todas sus
relaciones con los hombres manifiestan esa agresividad en la que vemos la dimensión de la
enajenación narcisista.
lgual que para toda mujer y por razones que están en el fundamento mismo de los intercambios sociales
elementales, el problema de su condición es aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es éste
para Dora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K, su larga meditación ante la Madonna y
su recurso al adorador lejano, la empuja hacia la solución que el cristianismo ha dado a este callejón sin
salida subjetivo, haciendo de la mujer objeto de un deseo divino o un objeto trascendente del deseo.
Freud en una tercera inversión dialéctica hubiese orientado a Dora hacia el reconocimiento de lo que
era para ella la señora K, obteniendo la confesión de los secretos de su relación con ella, abriendo el
camino al reconocimiento del objeto viril.
Su falla fatal para el tratamiento Freud la atribuye a la acción de la transferencia. Es por haberse puesto
excesivamente en el Iugar del señor K por lo que Freud no logró conmover. Freud por su
contratransferencia vuelve constantemente sobre el amor que el señor K inspiraría a Dora.
Esa fue su última sesión. Dora se aleja con la sonrisa de la Gioconda.
En ese momento ha logrado que todos reconozcan la verdad de la cual ella sabe que no es la verdad
última, y habrá conseguido por su mera presencia precipitar al desdichado señor K bajo las ruedas de
un coche. La sedación de sus síntomas se ha mantenido. Así la detención del proceso dialéctico arroja
como saldo un aparente retroceso, pero las posiciones reasumidas no pueden ser sostenidas sino por
una afirmativa del yo, que puede ser considerada como un progreso.
La transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la
dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos.
Interpretar la transferencia es llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto. Pero este engaño es
útil, pues aunque falaz, relanza el proceso.
La transferencia tiene siempre el mismo sentido de indicar los momentos de errancia y de orientación
del analista, el valor de llamarnos al orden de nuestro papel.

QUINET (1996) Las cuatro condiciones del análisis.


Dar inicio a un psicoanálisis a partir de la demanda de alguien depende del psicoanalista con su acto de
decisión. La practica de la IPA se instituye como otro del analista que supuestamente garantiza la
ejecución de su practica (dispositivo, contrato, setting). Pero nosotros sabemos que en un análisis el
sujeto es llevado a confrontarse con la falta del Otro. En lugar de normas, Lacan introduce el concepto
de acto psicoanalítico. Es el analista con su acto quien da existencia al inconciente, el estatuto del
inconciente no es ontico sino etico, depende del acto del analista que autoriza el inicio de un análisis.
Freud propone un setting analitico a partir de ciertas condiciones: tratamiento de ensayo, uso del divan,
tiempo y dinero. No son reglas, la unica regla es la fundamental, respuesta a la pregunta sobre el inicio
del tratamiento. Esta regla parte de Emma Von N, es una recomendación de la paciente de “que la deje
hablar” y que luego Freud generaliza postulando la inclusión del saber en los dichos del analizante.
Esta regla esta del lado del analizante, y es correlativa a la estructura del campo analitico.
Del lado del analista no hay reglas, sino etica regida por el deseo del analista.
La IPA transforma las condiciones en reglas sujetas a control institucional reduciendo la experiencia
analítica a un estandar donde el analista es empleado del dispositivo. Al volver a poner esas reglas en
el ambito de las condiciones somentemos el dispositivo analitico a la experiencia del inconciente.
El analista no responder por las condiciones sino por la conducción del análisis. De ahí la exigencia de
Lacan de un trabajo previo a aceptar un paciente: las entrevistas preliminares (tratamiento de ensayo).
Las funciones de las entrevistas preliminares.
Freud hablaba de tratamiento de ensayo de unas semanas antes del comienzo del análisis, lo cual
servia para evitar la interrupción por cuestiones transferenciales.
La primera meta del análisis es relacionar el paciente a su tratamiento y a la persona del analista. Es
función de ese tratamiento el diagnostico diferencial entre neurosis y psicosis.
Lacan las llama preliminares expresión que indica umbral al análisis. Tiempo y trabajo previo cuya
entrada es discontinuidad, corte en relación a lo anterior preliminar. Este corte, atravesar el umbral,
implica entrar en el discurso analitico. “No ay entrada en análisis sin entrevistas preliminares”.
En el momento preliminar la tarea del analista es relanzar el discurso del analizante.
Las entrevistas preliminares tienen la misma estructura que el analis pero son distintas de este.
Comparten la asociación libre pero se diferencian en que es un tiempo de diagnostico.
Desde el punto de vista del analista las entrevistas preliminares pueden dividirse en un tiempo de
comprender y un momento de concluir. El acto analitico se situa en el momento de concluir. Ese corte
que implica el pasaje puede ser significado por la indicacion de que se acueste.
Es una doble eleccion, el candidato elige su analista el analista elige su candidato, el sujeto será
impelido a elaborar una demanda de análisis que en la practica juega como un factor de histerizacion
en la producción del síntoma analítico ($→S1).
1) La función sintomal (sinto-mal): la demanda de análisis es producto de la oferta del psicoanalista. La
demanda de análisis no debe ser aceptada en estado bruto sino cuestionada. Solo hay una verdadera
demada de análisis que es desprenderse de un síntoma. La demanda de análisis es correlativa a la
elaboración del síntoma analitico. La analizabilidad es en función del síntoma y no del sujeto. Es preciso
que esa queja se transforme en una demanda dirigida al analista y que el síntoma pase del estatuto de
respuesta al de pregunta para el sujeto, para que este sea instigado a descifrarlo. En ese trabajo
preliminar el síntoma será cuestionado por el analista que procurara saber a qué responde ese síntoma,
qué goce viene a delimitar, qué hizo fracasar la represion y surgir el retorno de lo reprimido.
El síntoma como un significado del Otro, s(A), dirigido por la cadena significante al analista que esta en
lugar del Otro, A, y debe transformar ese síntoma en la preguna ¿Qué quieres? ¿Che vuoi? Pregunta
llamada deseo. El deseo es una pregunta que el analista introduce en esa dimensión sintomal.
La constitución del síntoma analitico es correlativo al establecimiento de la transferencia que hace
emerger el sujeto supuesto saber, pivote de la transferencia. El momento en que el síntoma es
transformado en enigma es de histerizacion, ya que ahí el síntoma representa la division del sujeto. En
ese momento el síntoma se torna analitico. Eso es lo que Lacan quiere decir con que “el analista
completa el síntoma”.
$→ S1
A S2
Con ese síntoma el sujeto se dirige al analista con la pregunta de que quiere decir eso, de que significa.
Esta posición incluye un saber. El sujeto histerico arrincona al amo, S1, para que produzca un saber,
S2. Saber sobre el goce que esta en causa y que viene a mostrar la verdad escamoteada del síntoma.
Esta es una maniobra destinada al fracaso debido a la impotencia del saber en dar cuenta de la verdad
del goce, constituyendo un lazo social por la propia defincion del discurso.
2) La función diagnostica: el diagnostico diferencial en psicoanálisis es función de la direccion del
análisis. Diagnostico y análisis se encuentran en una relación lógica de implicación: D → A.
El diagnostico solo tiene sentido si sirve de orientación para la conducción del análisis. Por esto el
diagnostico solo puede ser buscado en el registro simbolico donde son articuladas las preguntas
fundamentales del sujeto (sexo, muerte, procreación, paternidad) en ocasión de la travesia del complejo
de Edipo: la inscripción del Nombre del Padre en el Otro del lenguaje tiene como efecto la producción
de la significación falica, permitiendo al sujeto inscribirse en la division de los sexos.
A partir de lo simbolico puede hacerse el diagnostico diferencial estructural por medio de tres modos de
negacion del Edipo (negacion de la castración del Otro) correspondiente a las tres estructuras clinicas.
Un tipo de negacion niega el elemento, pero lo conserva, manifestandose de dos maneras: en la
represion del neurotico que niega conservando el elemento en el inconciente y en la desmentida del
perverso que niega conservandolo en el fetiche. La forclusión del psicotico es un modo de negacion que
no deja trazo o vestigio, no conserva, arrasa. Los modos de negacion que conservan implican la
admisión del Edipo en lo simbolico, en la forclusión no.
Cada modo de negacion es un tipo de retorno de lo que es negado. En la represion lo negado en lo
simbolico retorna en lo simbolico como síntoma. En la desmentida lo negado es afirmado y retorna en lo
simbolico como fetiche. En la psicosis lo negado en lo simbolico retorna en lo real como automatismo
mental (alucinación).
En la neurosis el complejo de Edipo es victima de un naufragio equivalente a la amnesia histérica. El
neurotico no recuerda pero la estructura edipica se hace presente en el síntoma. Este provee un acceso
a la organización simbólica que representa al sujeto.
En la perversión hay admisión de la castración en lo simbolico y concomitantemente un rechazo, una
desmentida. Ese mecanismo ocurre en función del sexo femenino: por un lado existe la inscripción de la
ausencia del pene en la mujer, la diferencia sexual, pero por otro, esa inscripción es desmentida. El
retorno es cristalizado en el fetiche cuya determinación simbólica puede ser aprehendida a traves de su
estructura de lenguaje. El fetiche denota el objeto pulsional.
En la psicosis el significante retorna en lo real apuntando la relación de exterioridad del sujeto con el
significante como aparece en los disturbios del lenguaje piscótico. Su paradigma son las voces
alucinadas. Las intuiciones delirantes son aquellas por la cual el sujeto atribuye una significación
enigmatica a un determinado acontecimiento. Los ecos del pensamiento el sujeto escucha su
pensamiento repetido atribuyendo a alguien esa resonancia. En los pensamientos impuestos el sujeto
no se reconoce como suya la cadena significante. Todos son casos de automatismo mental.
Se trata de ideas no dialectizables, no pueden ser sometidas a dudas o cuestionamientos, se viven
como certezas. Por otro lado la forclusión del Nombre del Padre implica la cerificacion del significante
falico (Npo →Φ0), teniendo como efecto la imposibilidad de situarse en la division de los sexos, efecto
que puede manifestarse en una serie de fenómenos que van de la vivencia de castración hasta la
trasformacion en mujer.
La promesa de cura que el psicoanálisis no puede sostener en el caso de la psicosis es la de incluir al
piscótico en la norma falica. La norma esta regida por el Edipo y por el complejo de castración cuyo
producto es el significante falico para ambos sexos. No se puede volver neurotico un piscótico.
Si el sujeto es piscótico la conducción del análisis no puede tener como referencia el Nombre del Padre
o la castración. De ahí la importancia del diagnostico estructural.
En las entrevistas preliminares es importante traspasar el plano de las estructuras clinicas (psicosis,
neurosis, perversión) para llegar al plano de los tipos clinicos (histeria, obsesion) aunque “no sin dudar”,
para que el analista puede establecer la estrategia de la direccion del análisis en lo referente a la
trasnferencia con la cual el diagnostico esta correlacionada.
Dado que el analista será convocado a ocupar en la trasnferencia el lugar del Otro del sujeto a quien
son dirigidas sus demandas, es importante detectar en ese trabajo previo la modalidad de la relación del
sujeto con el Otro. Para el obsesivo el Otro goza, padre de la horda (mito obsesivo), el Otro es el
detentor del goce, Otro a quien nada le falta y que no desea: el obsesivo anula el deseo del Otro. Se
instala en ese lugar del Otro marcando su deseo por la imposibilidad. La fantasia del obsesivo trae la
marca del imposible desvanecimiento del sujeto para escapar del Otro. En la tentativa de dominar el
goce del Otro para que este no emerja, el obsesivo no solo anula su deseo sino que pretende llenar
todas las lagunas con significantes para impedir ese goce: no para de pensar, dudar, calcular, contar,
etc. Al situar al Otro amo y señor, el obsesivo acaba en posición de esclavo tratando de engañar a su
señor demostrando buenas inteciones en su trabajo. El mismo se engaña al creer que es su trabajo que
le debe dar acceso al goce. El mito del amo y el esclavo es un mito obsesivo. En la clinica del obsesivo
encontramos la conjugacion en el Otro de dos significantes: el padre y la muerte, que denotan la
articulación de la ley con el asesinato del padre en la constitución de la deuda simbólica. Esto aparece
en los impasses del obsesivo relativos a la paternidad, al dinero, al trabajo, la justicia y la legalidad. Si el
obsesivo garantiza al Otro, siendo por lo tanto su fiador, su deseo esta condicionado por el contrabando.
Para la histérica, el Otro es el Otro del deseo, marcado por la falta y por la impotencia para alcanzar el
goce. La histérica confiere al Otro el lugar dominante. En la escena de seduccion de su fantasia en que
figura el encuentro con el sexo ella no esta presente como sujeto sino como objeto. “No fui yo, fue el
Otro” aparece en la clinica como reivindicación al Otro a quien no debe nada, es el Otro quien le debe.
Si el obsesivo escamotea la inconsistencia del Otro suponiendole el goce, para la histérica el Otro no
tiene falo. Si ella tampoco lo posee debe asumir la función de parecer ser el falo.
La histérica no es esclava, denmarca la función del señor haciendo huelga. Sin embargo esta siempre
en la búsqueda de un amo, inventa un amo, no para someterse a el, sino para reinar, apuntando las
fallas de su dominaron y maestria. La histérica estimula el deseo del Otro y se hurta como objeto: es lo
que confiere a su deseo la marca de la insatisfacción.
Los tipos clinicos se situan en cuanto al deseo que se estructura como una pregunta inconciente en el
nivel de ¿Quién soy yo? Para el obsesivo se trata de una pregunta sobre la existencia ¿estoy vivo o
muerto?; para la histérica es sobre el sexo ¿soy hombre o mujer? ¿Qué es ser mujer? Esta
interrogación será hecha a partir de la otra mujer.
Freud basa su diagnostico según la connotación del goce sexual: menos placer en la histeria y más
placer en el obsesivo. La modalizacion del goce sexual en los tipos clinicos es un criterio diagnostico
determinado por la fantasia fundamental que no debe ser dejada de lado en las entrevistas preliminares.
3) La función transferencial: en el comienzo del psicoanálisis esta la transferencia y su pivote es el
sujeto supuesto saber. El surgimiento del sujeto bajo transferencia es lo que da la señal de entrada en
análisis y ese sujeto es vinculado al saber. Se busca un analista bajo la hipótesis de que hay un saber
en juego en el síntoma. Es la pre-interpretacion hecha por el sujeto de su síntoma.
La transferencia no es condicionada o motivada por el analista. Ella esta ahí desde el inicio gracis al
analizante. La función del analista es saber utilizarla.
En Función y Campo de la palabra, Lacan habla de transferencia de saber. Se trata de una ilusión en la
cual el sujeto cree que su verdad se encuentra ya en el analista y que este la conoce de antemano. Este
error subjetivo es inmanente a la entrada en análisis. Esta subjetividad correlativa al saber es lo que
Lacan formulara como sujeto supuesto saber.
El analista presta su persona para encarnar ese sujeto supuesto saber pero no debe identificarse con
esa posición puesto que es equivoca. La posición del analista no es la de saber, ni la de comprender,
pues sabe que la comunicación esta basada en el malentendido. Su posición es de docta ignorancia, un
saber que consiste en conocer sus límites. Es una invitacion a la prudencia y a la humildad, a
precaverse contra la posición de un saber absoluto. Identificarse con esta posición es transformar el
análisis en una práctica basada en una teoría que no incluye la falta.
La disyunción de la función del sujeto supuesto saber de la persona del analista aparece en la
formalización del algoritmo de la transferencia:
S →Sq
S (S1, S2,…SN)
Este algoritmo es el matema de entrada en análisis, es lo que responde, en un esfuerzo de
formalización, a la propia estructura de la entrada en análisis.
La S es el significante de la transferencia: un significante del analizante se dirige a un significante
cualquiera, Sq, que viene a representar al analista. Este significante fabricado por el analizante será con
el que elige a aquel analista. Esa elección del analista es formalizada en Lacan como una articulación
de dos significantes que corresponden al establecimiento de la transferencia. El efecto de esa
transferencia significantes es un sujeto, representado en la formula por s (significado), que esta
correlacionado a los significantes del saber inconciente (S1, S2) dispuestos en una cadena que que
representa un conjunto de significantes del saber inconciente. La articulación del significante de la
transferencia con el significante cualquiera del analista “elegido” por el analizante tiene como efecto la
producción del sujeto: aquello que un significante representa para otro significante S1 →S2
$
Este sujeto no es real, es producido como significado, s, articulado a través de la suposición de saber
inconciente. Se trata de la institución del sujeto de la libre asociación inaugurada por la articulación
significante S→Sq que es el propio sujeto del inconciente representado en la formula de la fantasia
($<> a). Es este sujeto que será destruido al termino de la relación transferencial: “la destitución
subjetiva esta inscrita en el ticket de entrada”. Lo importante es la relación establecida por el analizante
entre el analista y el sujeto supuesto saber.
En el inicio el analista nada sabe respecto del inconciente del analizante. Ese Sq, que representa el
analista, no tiene relación con el saber inconciente. Aquí se formaliza la afirmación de Freud de que
todo paciente nuevo implica la constitución del propio psicoanálisis, el saber que se tiene sobre otros
casos no vale nada, no puede ser transpuesto.
El efecto del establecimiento de ese sujeto supuesto saber es el amor. Con el surgimiento del amor se
da la transformación de la demanda transitiva (demanda de algo) se vuelve demanda intransitiva
(demanda de amor, de presencia, el amor es demanda de amor). El amor como efecto de la
transferencia se da bajo el aspecto de resistencia al deseo como deseo del Otro. Frente al surgimiento
del deseo como pregunta, el analizante responde con amor; cabe al analista hacer surgir en esa
demanda la dimensión del deseo, sujeto supuesto desear. He aquí la articulación con la función
sintomal, que hacer aparecer la dimensión del deseo es hacerlo surgir como deseo del Otro, llevando el
síntoma a la categoría de enigma por la relación implícita del deseo con el saber.
No basta la demanda de desprenderse de un síntoma, es preciso que este aparezca al sujeto como una
cifra, algo a ser descifrado, en la dinámica de la transferencia por intermedio del sujeto supuesto saber.
Lo que quiere ese amor de transferencia es saber. La transferencia es definida por Lacan como el “amor
que se dirige al saber”. No obstante su finalidad, como la de todo amor, no es el saber, sino el objeto
causa del deseo. Ese objeto, el objeto a, es lo que confiere a la transferencia su aspecto real: real del
sexo. Se trata de la vertiente de la transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual
inconciente. A la transferencia como repetición en que los significantes de la demanda son dirigidos al
Otro del Amor donde es colocado el analista, viene a contraponerse la transferencia como un encuentro
del orden de lo real del sexo. Es el objeto a, al venir a obturar la falta constitutiva del deseo, se vuelve
ese objeto maravilloso que es el agalma.
El establecimiento de la trasnferencia en el registro del saber a través de su suposición, es correlativa a
la delegación de un bien precioso que causa el deseo, causando la propia transferencia.
Para Lacan hay identidad entre el algoritmo de la trasnferencia (donde solo aparecen significantes) y lo
que es connotado como agalma en el Banquete de Platon. Si en la transferencia hay presentificacion de
la realidad del inconciente en cuanto sexual, es por causa de ese objeto maravilloso: agalma.
El analista debe consagrarse al agalma, debe estar disupuesto a pagar el precio de verse reducido, el y
su nombre, a un significante cualquiera, en nombre de ese agalma, en el cual Lacan reconocio el objeto
a como un plus-gozar en libertad.
El surgimiento de ese objeto supuesto saber es correlativo al objeto a, del cual el analista debe hacer
semblante, provocando asi la torsión de los términos de lo que era el discurso histérico y haciendo que
el candidato al análisis entre en el discurso analítico propiamente dicho. El corte promovido por la
entrada en análisis se da cuando hay un giro de los elementos y el sujeto pasa a producir los
significantes-amo, S1, de su sometimiento al Otro
$ → S1 → a → $
A S2 S2 S1
La rectificacion subjetiva: en el tiempo preliminar al analisis podemos incluir un tipo de interpretacion del
analista que Lacan designa rectificacion subjetiva. Al criticar los autores que tienen como meta de
análisis la relación con la realidad, adaptación, llama la atención sobre el hecho de que Freud procede
con el Hombre de las ratas en sentido inverso: el comienza por introducir al paciente a un primer
discernimiento de su posición en lo real aunque este acarree una sistematización de los síntomas.

SOLER (2003) Del diagnóstico en psicoanálisis.


Para que haya deseo del analista este tiene que ex-sistir, esto va mas alla de “estar en este mundo”. Se
debe añadir un decir específico a esa presencia. La ex-sistencia tiene que ver con un decir propio del
discurso analitico más allá de las propias personas, un decir que vehiculiza finalidades, una etica
diferente al discurso comun.
El psicoanalisis no es una psicoterapia. El psicoanalisis tiene dos vertientes: una epistémica (la
exploracion del inconciente, de los significantes, los deseos que circulan en el inconciente) y una
terapéutica (modificaciones en los síntomas). Ambas son indisociables. La diferencia con otras
psicoterapias es que el psicoanalisis se cura los sintomas por exploracion del inconciente.
La sintomatologia en el psicoanalisis ha tenido evoluciones. La sintomatologia no es la configuracion de
los sintomas, estos son históricos, cambian según el contexto de discurso. Es la conceptualziacion de
los sintomas, el saber que se construye, la teoria de los sintomas. Las teoricas clinicas no son
simplemente causales, explicativas, sino que comienzan en el plano de la designacion, de la
identificacion, saber a que se le llama sintoma.
Freud, Lacan, Klein construyeron su clincia derivandola de la psiquiatrica retomando las categorias de
neurosis, psicosis y perversion. Lacan partio de la psicosis y Freud de la neurosis.
Freud toma el mapa de los sintomas y se pregunta cual es la incidencia del inconciente descubierto en
los sintomas. Responde con su nocion de psiconeurosis de defensa como teoria unitaria de las psicosis
y las neurosis. Despues investiga los mencanismos diferenciales.
Lacan propone repensar todos los fenomenos de la neurosis, psicosis y perversion a partir de la
estructura del sujeto en tanto determinado por la estructura del significante y del discurso.
En 1973 Lacan dice “hay una clinica como descripcion de tipos de sintomas. Solo que esa clinica es de
antes del discurso analitico” y se pregunta “¿los tipos clinicos responden a la estructura, al efecto del
lenguaje”. La clinica de la psiquiatria clasica y la del DSM no son tan heterogeneas. Ambas son
estrictamente descriptivas. La diferencia es que la clinica del DSM es estadistica, mientras que la clinica
clasica se basaba en el interrogatorio uno a uno.
Lacan no se inmuto por la aparicion de los DSM. Tampoco se refiere a los nuevos sintomas del
capitalismo, manifestaciones rebeldes a la transferencia, resistentes al analisis, como la depresion,
abulia, toxicomania, trastorno de la oralidad, pasaje al acto, etc. Son trastornos de conducta que afectan
directamente el deseo o a los goces pulsionales: depresion y abulia son modos de deflacion del deseo,
toxicomania, trastornos de la oralidad y pasaje al acto son la pulsion en accion. No son sintomas de
desciframiento. Estos trastornos ya estaban solo que ahora se encuentran más que antes.
Lacan avanzo un poco en su ultima enseñanza a partir del momento en que introdujo el nudo borromeo.
Con eso introdujo una nueva sintomatologia. Introdujo lo que llamaba “enfermedad de la mentalidad”.
Introdujo el sinthoma Joyce. Lacan comenzo a abordar los fenomenos con sus ideas de los tres
registros, hablaba en las presentaciones de enfermos de la “psicosis lacaniana”, sujetos que alucinaban
y deliraban a la vez, delirio que incluia lo simbolico, lo imaginario y lo real.
Hay un hiato entre la sintomatologia de la cadena significante y la sintomatologia borromeana.
Pasemos al uso practico del diagnostico sobre el paciente. Toda una corriente rechaza el diagnostico
como inutil en el discurso psicoanalitico, otros denuncian el uso diagnostico como un abuso. Foucault
caracteriza la activida diagnostica como hacer entrar el caso singular es una especie general. Se trata
de una medicina de lo visible que implicaba el ojo clinico. La sintomatologia de la mirada es una
sintomatologia del Otro, establecida por el medico. En la psiquiatria se hace hablar al paciente pero no
para buscar las huellas del sujeto sino las de la enfermedad. La palabra no es constituyente sino
vehiculo de los signos.
En psicoanalisis se acoge el sintoma que puede tratarse. Este esta constituido de forma distinta, es un
sintoma auto-diagnosticado. Es lo que el sujeto considera como sintoma. Se plantea la cuestion de la
demanda. No cualquier demanda permite entrar en analisis, no todo estado de sintoma se presta a la
elaboracion. Solo es tratable el sintoma que se presenta como un significante de la transferencia, que
suponga un sujeto. Esto no se ve, no es clinica de lo visible, lo que no marcha no es visible.
De esa forma el sintoma de la clinica psiquiatrica puede o no convertirse en sintoma analitico.
Por otro lado lo que el otro social no soporta no siempre coincide con lo que no soporta el sujeto. Por
eso la palabra del sujeto es constityente del sintoma analitico. Solo el sujeto puede decir lo que no
marcha para el.
Tambien estan los que denuncian el abuso del diagnostico. Este seria una especie de saber en
provecho de otra cosa, el ejercicio del saber clinico como justificacion del goce clínico, goce del poder.
Nosotros estamos persuadidos de la necesidad del diagnostico previo para saber si la persona que
recibimos pueden o no beneficiarse con el proceso analitico y de que modo. Freud pensaba que el
psicoanalisis era inoperante para las psicosis. Esa no es la posicion de Lacan. Para este el saber clinico
orienta la accion. Si no se sabe como esta construida una psicosis, cuales son sus condiciones y la
naturaleza de sus fenomenos, entraremos en actividad en vano. Tambien puede ser peligroso
(melancolía). En ocasiones puede haber necesidad de medicamentos y de internació.
La necesidad del diagnostico es solidaria del racionalismo de la orientacion lacaniana en donde relacion
analitica y sintoma estan regulados, hay mecanismos, y por ello un cálculo posible. Este cálculo incluye
la incidencia de la causa subjetiva singular que es donde reside lo incalculable. Hacemos un cálculo que
de lugar a lo incalculable.
En todo diagnostico hay algo que exede el juicio del saber. Implica siempre un juicio etico.
Tambien esta la practica del diagnostico salvaje, de injuria, de pasillo, huellas de lo cotidiano que hizo a
Lacan decir que todo significantes injuria al sujeto (lo violenta). Hay violencia en la predicacion del
diagnostico. En este sentido el diagnostico es lo opuesto al nombre propio, como nombre que identifica
los rasgos singulares, impredicables. El nombre propio ex-siste al Otro: no es un significante del Otro.
No todo sujeto tiene un nombre propio. Un analisis deberia terminar con un nombre propio para permitir
al sujeto aprehender lo que para el fija su ser singular fuera del Otro, fuera de la alienacion.
Reconciendo la violencia del diagnostico, tenemos que lograr que esta no sea la ultima palabra de
nuestra practica, no obstante es necesaria para evitar desastres.
En cada juicio diagnostico importa interrogar no solo su pertinencia nosografica, sino la perspectiva
desde donde el sintoma resulta evaluado. Alli la etica del diagnostico no es la misma en psicoanalisis y
en la psiquiatria. La evaluacion etica del diagnostico psicoanalitica se refiere a saberse encontrar en el
inconciente. Interroga la forma en que un sujeto singular responde al destino que le arma su
inconciente, como se situa respecto de su verdad, y como se ubica respecto del goce real que el tiene
tendencia a desconocer.

MILLER (2010) El ruiseñor de Lacan.


Una parte de la enseñanza es repetición: repetir lo ya dicho, lo acumulado, las bibliografías. Gracias a la
computadora la práctica del trabajo de recopilación bibliográfica es cada vez más fácil. Hay que respetar
la erudición en la enseñanza, donde se trata de estar completo, bien informado.
Otra vertiente es la investigación, la búsqueda, la espera de lo nuevo. Para pensar que algo puede ser
nuevo hay que conocer lo acumulado. Hay una dialéctica entre las dos vertientes. En esta vertiente
estamos en la contingencia. Se trata de organizar lugares donde sea posible producir encuentros,
cruces de ideas y personas, que permitan el azar; esto es tan importante como lo sistemático.
Lo sistemático nos interesa en la medida en que da lugar a lo asistemático, lo singular.
Hablaré de la singularidad de la búsqueda de Lacan bajo la forma del seminario, su aparato de
enseñanza. En latín un seminarium era una «huerta»; seminare viene de «semen». En su sentido
moderno es el «lugar donde se da una formación a los jóvenes». El seminario de Lacan fue un semillero
de psicoanalistas, lugar de formación en las formaciones del inconsciente y del tratamiento del
inconsciente por el psicoanálisis. Fue tan exitoso porque no se trataba ni de un procedimiento ni de un
método. Comenzó como un seminario de lectura de la obra de Freud (los diez primeros). El punto de
inflexión fue el seminario 11, cuando presenta de manera nueva cuatro grandes conceptos freudianos.
Lacan tuvo un modelo, el seminario de lectura de Hegel que hizo Kojève en los ‘30. Se trataba de una
lectura creativa, una puntuación de la Fenomenología del espíritu a partir de la dialéctica del amo y el
esclavo. La lectura de Freud por Lacan también fue creativa a partir del campo del lenguaje, de la
función de la palabra; a partir de la lingüística estructural. Su punto de partida fue una lectura de Freud
desde Saussure revisado por Jakobson, según una fórmula inventada por Lévi-Strauss. Pero el
seminario de era más que estos ingredientes. Era el discurso de alguien alrededor del inconsciente,
cuya preocupación era el psicoanálisis, su práctica y su dificultad; alguien que exponía como se
embrollaba y trataba de desembrollarse, y este movimiento se captaba. Su forma de actuar cambiaba a
medida que pasaba el tiempo. Así transmitia el psicoanálisis a la vez que lo reinventaba a su manera.
Lacan se mostraba en lucha con un objeto, con una dimensión que no alcanza a dominar, que tiene su
consistencia y resistencia propias. No se avergüenza de mostrar la resistencia de un saber y cierto
fracaso del dominio de un real. Esto se hace patente en que Lacan cambia, remodela, moviliza y sobre
ningún punto dice «está cumplido». Y si lo hace, luego se desmiente un poco.
Lacan quería ser perdonado por pretender el dominio de un real que no se deja dominar, la idea del
psicoanálisis como impostura, se presenta cada semana frente a la audiencia para defender su causa
frente a un gran Otro. Ese lugar de la dirección del mensaje que es de algún modo el autor. Este Otro
tiene una cara doble: es distinto del pequeño otro, función anónima, universal, abstracta; pero, a la vez,
este Otro no funciona sin una limitación de su espacio, del campo. Y el seminario fue la es limitación del
campo que él necesitaba para hablar; y la creó, la formó hablando, creó ese Otro. Se dirigió entonces a
los analistas, los formó, y el discurso que les dirigía se transformó en el Otro, por el hecho de dirigirse al
gran Otro que constituye la comunidad de los analistas.
Si para Freud el sueño fue la vía para acceder al inconsciente, el seminario fue una vía real para
acceder al psicoanálisis. Lacan creó una lengua especial para hablar del inconsciente en el
psicoanálisis, que se impuso. Una lengua adecuada para captar y circunscribir los fenómenos del
psicoanálisis a partir de elementos que tomó del discurso científico pero que adaptó a su objeto.
El sueño de Lacan fue una lengua casi matematizada.
Abordé la enseñanza a partir de un caso singular, el de Lacan. Esa perspectiva se impone en nuestra
clínica, en cuya transmisión debemos priorizar lo singular. No presenté ideas generales sobre la
enseñanza sino un caso particular. Privilegiamos el caso, el detalle, lo no generalizable, ya no creemos
en las clases como sistemas de clasificación (en eso somos posmodernos). Nuestros sistemas de
clasificación son históricos; tienen algo relativo, artificioso, son semblante; no se fundamentan ni en la
naturaleza, ni en la estructura, ni en lo real. Las clases se presentan fundamentadas en una verdad que
tiene variedades que Lacan expresó con su neologismo varité (varidad). Nuestras clases producen
efectos de verdad, pero su fundamento no es en lo real. La verdad no es otra cosa que un efecto, de un
lugar, un tiempo y un proyecto particular.
Es inherente a toda práctica del diagnóstico que al individuo se lo transforme en un ejemplar de una
clase. Hoy, en una cultura del historicismo, todo apunta a dudar de las clases. Las maneras de pensar
tienen una historia, hay que ver qué fuerzas, qué eventos produjeron tal transformación.
Hay una industria del historicismo. Cada objeto tiene su historiador. Nuestro mundo esta pulverizado por
el historicismo.
También existe el logicismo o las paradojas de la lógica que nos hacen dudar de las clases, que
ridiculizan la inducción. Las clasificaciones no se construyen puramente a nivel teorético, contemplativo,
donde tenemos la puerta abierta a toda paradoja, sino que se refieren a una práctica efectiva que ya
existe. Confiamos en los predicados que permitieron hacer predicciones que ya se han verificado.
Siempre elegimos nuestras teorías de clasificación no en función de los datos sino de nuestra práctica
lingüística, del modo en que nos hablamos. Confiamos en los términos y categorías recurrentes, el
pasado nos garantiza el carácter proyectible. No es una garantía absoluta sino pragmática.
Nuestras categorías no son especies naturales, y lo que distingue nuestra época es que ya sabemos del
artificio de nuestras categorías, que tienen como fundamento la práctica lingüística, la conversación de
los practicantes. Por eso hacemos conferencias, jornadas, coloquios, etc. Hoy tenemos toda una
industria del hablar unos con otros. Si nuestras clases fueran especies naturales, no sería necesario
hacer todo esto.
Por eso Lacan formula: «Hay una clínica, hay síntomas típicos». Pero eso no va muy lejos: la
semejanza no es ciencia. Quine demuestra que el estatuto de la similitud es casi imposible de definir
científicamente. Por eso indica que nada es más fundamental para el pensamiento y el lenguaje que
nuestro sentido de la similitud. Lo importante es que dice «sentido de la similitud»; es algo que está en
el límite y no se puede organizar fácilmente. Quine muestra que utilizamos términos generales, nombres
comunes, el verbo, el adjetivo. Podemos decir «hombre», «mesa», «peces», en función de algunas
semejanzas entre las cosas de la cuales se trata. Dos cosas, cualesquiera que sean, podrían ser
consideradas ejemplares de una especie más extendida, solo si la especie natural es un conjunto en el
sentido de las teorías de los conjuntos. Hay hombres, animales, plantas, y uno puede construir la
categoría de los seres vivientes y poner todo esto junto. De manera que siempre se puede desbordar
cualquier especie formando un conjunto más extendido. Este juego demuestra el carácter artificial de la
semejanza y obliga a toda disciplina que quiere ser científica a explicitar sus estándares de semejanza.
Según el criterio que uno elige, puede ubicar tal o cual forma natural de un lado o del otro. Se puede
jugar a construir clases de semejanzas según los criterios elegidos. Aquí el nominalismo va con el
pragmatismo. El nominalismo afirma que solo existe el individuo singular y que todos los nombres son
artificiosos, y el pragmatismo define el espíritu posmoderno. El del DSM, cuya nosografía evoluciona en
función de nuestros medios de actuar; la sincronía del encuadre depende de la diacronía de la acción y
del invento de los medios de acción.
¿Cuáles son las consecuencias de este nominalismo, de este pragmatismo, de este artificialismo, de
esta reducción de las clases al semblante, del cual no escapamos? el individuo se encuentra apartado
de la maestría de este juego de clases artificiosas. El individuo está disyunto de este juego y hace sus
cosas, al lado de este caos artificioso.
Finalmente, lo universal nunca está completamente presente en un individuo. Como individuo real
puede ser ejemplo de una clase, pero es un ejemplo con una laguna. Este déficit es el rasgo que hace
que este sea sujeto, en tanto nunca es ejemplar perfecto.
Después de haber hablado de la clase tomemos como perspectiva al sujeto. Hay sujeto cada vez que el
individuo se aparta de la especie, del género, de lo general, lo universal. Se trata de no aplastar al
sujeto con las clases que utilizamos.
Qué mejor ejemplo que el que nos ofrece Borges en su texto «El ruiseñor de Keats». Se refiere al
ruiseñor una vez escuchado por Keats en el jardín de y que, según él, es el mismo que escucharon
Ovidio y Shakespeare, al oírlo, sintió su propia mortalidad. No se trata de una confusión entre el
individuo y la clase, entre la fugacidad de la vida humana y la permanencia de la vida de la especie.
Borges señala que en realidad tanto él como Keats son platónicos; que para ellos las clases, los
órdenes, los géneros, son realidades en un cosmos en el que cada uno tiene su lugar. Lo real no está
hecho de conceptos abstractos sino de individuos, el lenguaje es un aproximativo juego de símbolos y el
orden del mundo una ficción. Lo individual es irreductible, inasimilable e impar.
Para nosotros, tiene razón Keats, a quien el canto del ruiseñor divide como sujeto, lo hace experimentar
su mortalidad, lo devuelve a su falta de ser, porque el animal sí es la especie. Lo verdadero del
platonismo es a nivel del animal, porque un animal realiza totalmente la especie, y lo hace de manera
exhaustiva, en tanto ejemplar. Pero el ser hablante, el sujeto, ser de lenguaje, nunca realiza ninguna
clase de manera exhaustiva y solo puede imaginarse confundido con la especie humana cuando se
piensa mortal. La lógica borra la voluntad de muerte, trata de apagar esto en el silogismo todos los
hombres son mortales, Sócrates es un hombre, Sócrates es mortal. Es como si Sócrates muriera por
pertenecer a la especie humana; cuando Sócrates fue alguien que tuvo otra relación con la muerte. Ha
deseado la muerte, se dirigió al Otro, al peligro de su vida.
Llamamos sujeto al efecto que desplaza sin parar el individuo de la especie, que aparta lo particular de
lo universal, y el caso de la regla. Llamamos sujeto a esta disyunción. En nuestra práctica apuntamos al
punto sujeto del individuo y nos apartamos de la dimensión de la naturaleza y de las operaciones de la
ciencia. Introducimos la contingencia y, con ella, un mundo que no es ni un cosmos ni un universo, que
no constituye un todo y que está sujeto a lo que se va a producir, al evento. Un mundo vuelto a la
contingencia y a sus sorpresas. Solo hay excepciones a la regla: fórmula universal paradójica.
Entiendo el diagnóstico como un arte de juzgar un caso sin regla y clase preestablecida. Juicio que no
es un conocimiento, ni teoría, sino arte. La práctica no es la aplicación de la teoría, y esta es su
dimensión más interesante. Es la práctica en tanto que debe redescubrir en cada caso que se presenta
aquí y ahora los principios que podrán dominarlo. Se trata de redescubrir los principios del caso en cada
caso. Kant afirma que es evidente que entre la teoría y la práctica se necesita un intermediario que
permita la conexión de una con otra, porque siempre es preciso agregar al concepto que contiene la
regla un acto de juzgar que permite a los practicantes decidir si el caso entra bajo la regla o el universal.
No veo cómo superar este argumento. Esto no se resuelve del lado del concepto puro sino del lado de
lo que se hace.
Así, entre lo universal y el caso particular es necesario insertar el acto de juzgar, el cual no es
universalizable. Juzgar, utilizar categorías universales en un caso particular, no es aplicar una regla sino
decidir si la regla se aplica, y esta decisión no es automatizable.
Es lo que redescubrió Wittgenstein y subrayó Kripke. Si uno no admite que hay una dimensión que sale
de la regla, una dimensión de decisión, de práctica pura. Hay un agujero en el universo de las reglas y
de las clases, que Lacan denomina S (A barrado); significa el universo de discurso designado en el
punto en el cual se deshace. Y es en ese punto donde se necesita la invención de la regla y de la clase.
¿Cuáles son las reglas, clases, universales que se inventan en el psicoanálisis? hay que mirar al sujeto
analizante. En ese lugar de S (A barrado) el sujeto analizante inventa la manera según la cual él
subsume su propio caso bajo la regla universal de la supuesta especie de los sujetos. Y esta regla se
trata de un universal muy particular: la ausencia de una regla. He aquí lo universal, un universal
negativo, un agujero; una fórmula no inscribible; la ausencia de una programación sexual, la no relación
sexual. Este único universal que vale para los sujetos es negativo, significa que el modo de relación
entre miembros de la especie humana está abierto a la variación y a la contingencia, y al invento.
El sujeto está obligado a inventar su modo de relación con el sexo. Ese modo de relación inventado,
particular y peculiar, siempre rengo, es el síntoma y viene al lugar de esa programación natural que no
hay. Así el ser hablante, nunca puede subsumirse a sí mismo como un caso de la especie humana. El
sujeto se constituye como excepción, y esta invención de la regla que le falta la hace como síntoma.
Existen síntomas típicos, pero aunque tengan la misma forma, cada uno es particular, porque el sentido
es distinto. El sujeto se da su propia ley mediante su síntoma.
En la experiencia analítica el síntoma se esclarece, hasta ser desinvestido al final. Entonces no
desaparece. Siempre queda un residuo investido del síntoma, el objeto a. Queda la forma, la
articulación significante del síntoma. La cuota de investidura (sobreinvestidura dice Freud) se retiró del
síntoma, pero la forma queda. Aunque la finalidad del síntoma se desvanece, persiste su elemento
formal. Por esta razón se produce necesariamente una estetización del síntoma. Se vuelve «una
finalidad sin fin» que es la definición kantiana del arte. Eso Freud lo anticipó en su 23° conferencia, que
termina sobre el uso del fantasma como componente del síntoma para los fines del arte.
Germán García: hay una relación entre esta perspectiva y lo que Wittgenstein llama forma de vida.
Wittgenstein plantea que la única manera de salir de la duda subjetiva es una certeza objetiva, que no
está dada por la verdad sino por la forma de vida (lenguaje es compartir una forma de vida). Eso ya se
encuentra en Nietzsche. ¿Para qué sirve esto? Sirve para mantenerse en la vida. La subversión de la
metafísica de Nietzsche es cuestionar los absolutos, la verdad por la verdad, a partir de lo útil, concepto
subversivo con respecto a los trascendentales, a todo lo que se impone por sí mismo. Perdimos esto
porque ahora lo útil es el amo. Hay que recomponer el carácter subversivo del tema de la utilidad, como
una cuestión liberadora.
Lo que corresponde a lo que se experimenta como forma de vida, nuestra manera de captarlo, es el
modo de gozar, que se entiende a un nivel colectivo, a un nivel de discursos que valen para el discurso
del amo. El discurso del amo prescribe un modo de gozar específico que vale a nivel individual. Un
modo de gozar es un abordaje distinto del significante, del funcionamiento; se trata de la distribución de
la libido. Decir «cantidad constante» es indicar que no hay falta. La falta es a nivel del significante del
falo, el A barrado. A nivel de la libido nunca hay hiancia. No hay falta, solo distribución. Lacan combina
los dos aspectos, el significante que funciona a partir de una hiancia y la perspectiva de la libido donde
no hay hiancia.

LUCHELLI (2008) El DSM y los trastornos de la personalidad.


En las investigaciones preparatorias del DSM V se muestra el cambio de fundamentos y metodos (uso
de escalas comportamentales y neurobiologicas) para establecer las clasificaciones son un paso mas
en el intento de eliminar el psicoanálisis del campo medico y psicologico.
Según los expertos del proximo DSM V, la separación en ejes del DSM actual es arbitraria y
problemática en lo que concierne a los trastornos de personalidad. Particularmente la relación entre el
Eje 1 (el trastorno) y el Eje 2 (la estructura de la personalidad). Durante el siglo XX se distinguio en la
enfermedad mental dos categorías: neurosis y psicosis. En los años 50 bajo la influencia del
psicoanálisis anglosajon la categoría de borderline fue creada entre los trastornos de la personalidad.
Quedando una clínica tripartita: neurosis, psicosis y trastornos de la personalidad (border). Luego de
haber desechado las dos primeras el nuevo DSM quiere erradicar esta última categoría.
La clasificacion actual cuanta de 3 grupos de trastornos de la personalidad: el A esta formado por
trastornos de la personalidad esquizotipica, esquizoide y paranoica. El grupo B reune patologías
intermedias: borderline, antisolcial, narcisista e histrionica. El grupo C concierne a las patologías
neuroticas: trastornos de personalidad dependiente, evitante y obsesiva-compulsiva.
Para los expertos esta clasificacion es inconveniente. Constatan que varios diagnosticos diferentes de
trastornos de la personalidad coexisten en un mismo paciente. Comprueban ausencia de diferencias
cualitativas entre diferentes trastornos de la personalidad o entre estos y la personalidad normal.
Entonces han llegado a la conclusión de que la mayoria de los pacientes con un trastorno de la
personalidad no son un prototipo (los trastornos de la personalidad no especificados son los mas
diagnosticados en la practica). Para estos expertos lo que sucedió es que los trastornos de la
personalidad fueron concebidos por clinicos de orientación psicoanalítica, por lo que el psicoanálisis ya
no es una orientación para el DSM.
Así los especialistas se alejan de las categorías psicoanalíticas (los trastornos de la personalidad no son
una estructura sino un trastorno entre otros), insistiendo en la ventaja de la optica de los espectros
dimensionales, existirian evidencias cientificas que muestran que hay continuidades.
En realidad los expertos recomiendan abandonar la clasificacion categorica (psicoanalítica) por una
dimensional cuya unica diferencia es que el psicoanálisis quedara fuera y que los trastornos de la
personalidad seran definidos a partir de escalas comportamentales y neurobiologicas que no podran
modificar la evolucion clinica de esos pacientes. El nuevo DSM será la ultima vuelta de tuerca para
eliminar el psicoanálisis del campo medico y psicologico. No hay cambio de estructura sino cambio de
metodo. La decisión política antecede la conclusión cientifica. No se responde a la pregunta de cuando
se empieza a estar enfermo, donde esta el limite entre lo normal y lo patologico. Ser inclasificable será
la unica posibilidad de sobrevivir que le quede al psicoanálisis.

FREUD (2004) Construcciones en psicoanálisis.


Cómo apreciamos en el tratamiento analítico el «Sí» y el «No» del paciente, expresión de su
aquiescencia y de su contradicción.
El propósito del trabajo analítico es mover al paciente a cancelar las represiones de su desarrollo
temprano y las sustituya por reacciones que corresponderían a un estado de madurez psíquica.
El trabajo analítico consta de dos piezas, sobre dos escenarios separados, en dos personas cada una
con un cometido diverso. El analizado debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él. El
analista tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí: tiene que construirlo.
Cómo habrá de comunicar sus construcciones, cuándo y con qué elucidaciones, eso lo establece la
conexión entre ambas piezas del trabajo analítico.
Su trabajo de construcción o reconstrucción muestra coincidencias con el del arqueólogo que exhuma
monumentos sepultados, sólo que el analista trabaja con algo vivo. Ambos reconstruyen mediante el
completamiento y ensambladura de los restos conservados. El analista trabaja en condiciones más
favorables porque todo lo esencial es conservado en lo psiquico, aun lo que parece olvidado por
completo; está presente de algún modo y en alguna parte, sólo que inasequible al individuo.
El analista hace una pieza de construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él;
luego construye otra pieza a partir del nuevo material que afluye, y así hasta el final. En la técnica
analítica se habla de «interpretaciones» y su efecto. Pero «construcción» es la designación más
apropiada. «Interpretación» se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material: una
ocurrencia, una operación fallida, etc, en cambio «construcción» es cuando al analizado se le presenta
una pieza de su prehistoria olvidada.
¿Qué garantías tenemos de tener una construcción correcta? La experiencia nos enseña que no
produce daño equivocarnos y presentar una construcción incorrecta como verdad histórica probable.
Tales errores aislados son inofensivos. El paciente no reacciona a ello. No debemos descuidar los
indicios de la reacción del paciente a la comunicación de nuestras construcciones. No aceptar de pleno
un «No» y tampoco otorgamos validez a su «Sí». Las cosas no son tan simples. El «Sí» sólo posee
valor cuando es seguido por corroboraciones indirectas; cuando el paciente produce, recuerdos nuevos
que complementan y amplían la construcción. Las exteriorizaciones del paciente después que uno
comunicó una construcción, son los puntos de apoyo. Una confirmación valiosa es que el analizado
responda con una asociación que incluya algo análogo al contenido de la construcción. También se da
el caso del fallido. Si la construcción es falsa no modifica nada; pero si aporta una aproximación a la
verdad, reacciona frente a ella con un empeoramiento de sus síntomas y de su estado general. Sólo la
continuación del análisis puede decidir si nuestra construcción es correcta o inviable. Cada construcción
es una conjetura, que aguarda ser confirmada o desestimada. No reclamamos para ella ninguna
autoridad, no demandamos asentimiento, no discutimos si la contradice. En el curso de los
acontecimientos todo habrá de aclararse.
Las formaciones delirantes me aparecen equivalentes de las construcciones analíticas, intentos de
explicar y de restaurar, que bajo las condiciones de la psicosis sólo pueden conducir a que el fragmento
de realidad objetiva que uno desmiente en el presente sea sustituido por otro fragmento que uno había
desmentido en la temprana prehistoria. Así como nuestra construcción produce su efecto por restituir un
fragmento de biografía del pasado, así también el delirio debe su fuerza de convicción a la parte de
verdad histórico-vivencial que pone en el lugar de la realidad rechazada.

SUAREZ (2007) La eficacia de la Interpretación en la Clínica Psicoanalítica.


Freud nos habla de una eficacia del inconciente. El inconciente muestra su eficacia en la determinación
del síntoma. Este ha sido determinado por la palabra y, por eso, susceptible de ser abordado por ella.
Ese uso del poder de la palabra es la interpretación. Existen otros. Esta la palabra que da ordenes. La
palabra como comunicación, la palabra que enseña o le dice al otro como debe pensar. O el uso para
expresar una queja desde el lugar de la carencia a otro que supuestamente tiene lo que falta.
El analista se distingue en hacer de una función que es común a todos los hombres un uso que no esta
al alcance de todo el mundo. El analista hace un uso de la palabra que no remite a ningún de los otros
sentidos. La interpretación no orden, comunicación, expresión de un sentimiento.
Este uso inedito hace del lazo social analitico un lazo diferente. La interpretación es eficaz a condicion
de que no constituya una orden, una información o demanda. Si es una palabra que esclarece, revela o
descifra es porque porta un poder que solo se ejerce si no se lo utiliza desde el lugar del amo.
La interpretación eficaz produce efectos. Su valor se dirime en los diferentes contextos de la cura.
En un primer momento encontramos una interpretación que funda la razon de la eficacia de todas las
interpretaciones posteriores, la interpretación que instala la transferencia. Interpretación inaugural que
hara que el paciente considere de otro modo sus síntomas, que considere al síntoma como efecto de
una causa que puede encontrarse hablando. Es una interpretación que la hace pasar de la queja a la
pregunta por su lugar en los enunciados sufrientes, “cual es tu parte en aquello de lo que te quejas”. Si
da en la tecla, el sujeto se conectara con la dimensión del inconciente. Esta primera maniobra
interpretativa es una intervención que hace que el sujeto reasuma su queja desde otra posición y se
denomina rectificación subjetiva o rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, en la cual se
produce una sistematizacion de los síntomas. El sujeto se va a relacionar con el síntoma como producto
de un saber que no sabe, pero que supondra organizado y resultado de una causa. Así se introduce al
sujeto en la creencia del inconciente. El síntoma se funda como interpretable y se instituye la suposición
de saber. La eficacia de la interpretcion es la instalacion del sujeto supuesto saber.
Desde el punto de vista terapéutico habra un alivio de la angustia, sin levantamiento del síntoma,
resultado de un orden que empieza a advertirse y se obtiene una posición para el sujeto que deja de
estar en la indeterminación: la posición de analizante.
El segundo momento esta dado por la verificación de la existencia del inconciente. En este momento
obtenemos la revelación de las falsas respuestas que se ha dado a lo largo de su historia para resolver
esa pregunta. La eficacia resulta de revelar al sujeto cual es el significante que lo retiene en la via de su
deseo. Para esto la interpretación debe dar en la tecla con el significado del significante reprimido. Eso
revela un significante sin sentido que ha significado al sujeto, le ha dado una posición fija y lo ha hecho
sufrir. Una pequeña lista para cada sujeto que la interpretación hara cambiar de estatuto. De
significantes sensatos que respondieron al enigma del deseo a significantes insensatos que ya no van a
producir el efecto de significar al sujeto. El efecto terapeutico es el relanzamiento del deseo (en Freud:
disponibilidad libidinal). ¿Cómo se produce la identificación con un significante? Un significante se
constituye en Ideal y da un significado al sujeto fijando su posición. La caida de los ideales es una caida
del lugar del significante en su capacidad de fijar al sujeto, lo cual produce un movimiento. Este proceso
constituye una serie S1, S2… que será el producto del trabajo analitico. Esa pequeña serie aparece
como resutltado de sucesivas interpretaciones eficaces. Estas deben estar aseguradas en un medio-
decir que implida que el sujeto se vuelva a identificar en el mismo acto a la palabra del analista.
Esta modalidad de interpretación no agota la X del deseo del sujeto. Si el análisis consistiera solo en
esto lo eternizaria en la metonimia. Si la interpretación apuntara solo a la relación de un significante con
otro siempre podríamos hacer una interpretación más. Esto conduce a plantear otro momento de la cura
Se hace necesaria otra eficacia de la interpretación. Una que no se dirige a dar justo en el significante,
sino que apunte a un intervalo particular. La interpretación “debera desplegar su virtud alusiva dado que
se dirige al horizonte deshabitado del ser”, punto indecible. Se trata de una interpretación que da de
cote, porque dar justo era aplicable al significante pero ahora nos enfrentamos al problema del objeto
del deseo que no tiene significante. La interpretación no puede revelar lo que es indecible. Es peligroso
interpretar al objeto como si fuera decible porque produce acting out, o fijaciones gozosa a falsos
objetos. La interpretación aquí implica un rodeo del objeto y la producción de un corte entre el
significante y el objeto. La eficacia de esta interpretación que separa al objeto es producir la caida del
sujeto supuesto saber, el analista pasa de encarnar la suposición de saber a encarnar el objeto. Mas
que un efecto terapeutico el sujeto se encontrara con el duelo de lo que ha sido para el la causa de su
deseo. Al confrontar al sujeto con lo imposible de decir, se lo confronta con lo imposible de obtener. Un
duelo por lo que nunca se tuvo. Al hacer aparecer lo imposible de decir, la eficacia de la interpretación
es la realización de su propia ineficacia.

MILLER (2011) Leer el síntoma.


Lacan dice que el saber leer completa el bien decir. El bien decir se funda sobre el saber leer. Bien decir
y saber leer están del lado del analista, en el curso de la experiencia se trata de transferirlo al
analizante. Que aprenda a bien decir y a saber leer. El psicoanálisis no es solo cuestión de escucha,
sino de lectura. Hay una distancia entre hablar y escribir. En esta distancia opera el psicoanálisis.
Estoy articulando la oposición entre ser y existencia. Distinguir y oponer el ser y lo real. Se trata de
poner de relieve los límites de la ontología, la doctrina del ser. Los griegos inventaron la ontología, y se
dieron cuenta de sus límites ya que algunos desarrollaron un discurso que se refiere a un más allá del
ser. Ellos sintieron la necesidad de este más allá del ser y colocaron el Uno. El nivel del ser necesita un
más allá del ser. Los griegos sintieron la necesidad de un punto de apoyo, fundamento inquebrantable
que el ser no les daba. El ser no da un fundamento inquebrantable a la experiencia, al pensamiento,
porque hay una dialéctica del ser. Plantear el ser, es plantear la nada. El ser carece de ser y no por
esencialmente. La ontología desemboca siempre en una dialéctica del ser. El deseo hace la mediación
entre el ser y la nada. Encontramos este deseo en el psicoanálisis a nivel del deseo del analista, que
anima la operación analítica en tanto que ese deseo apunta a conducir el ser al inconciente, a hacer
aparecer lo que está reprimido decía Freud. Eso que está reprimido es un ser virtual en estado de
posible, que aparecerá o no. La operación que conduce al ser el inconciente es la de lenguaje. El
lenguaje hace ser lo que no existe. Es la potencia del lenguaje. El lenguaje crea el ser. El ser de los
filósofos, es un ser de lenguaje, ese es el secreto de la ontología.
Se produce un vértigo para los filósofos, el de la dialéctica. El ser es lo opuesto de la apariencia el ser
es una cierta modalidad de la apariencia. Esta fragilidad intrínseca justifica la invención de un término
que reúne ser y apariencia: semblante. No hay diferencia entre apariencia y ser, es una cuestión de
creencia. Los griegos porque han lidiado con este vértigo, buscaron un más allá del ser, un más allá del
semblante. Lo que llamamos lo real es ese más allá del semblante, más allá problemático. Lo real sería
un ser no de lenguaje, indiferente al semblante. Ese real los griegos lo encontraban en las matemáticas
y en otras partes. Lacan hizo un seminario que se titulaba «De un discurso que no sería del semblante»,
tuvo pudor de decirlo bajo esa condicional y negativa, para no decer: De un discurso que sería de lo
real. El sueño de Lacan era poner el psicoanálisis al nivel de las matemáticas. Solo en las matemáticas
lo real no varía (aunque en los márgenes varía). En la física matemática la noción de real es
completamente resbaladiza porque hereda la idea de naturaleza, que con la cuántica se vuelve incierta.
A partir de ese momento, el complejo observador- instrumentos de observación interfiere y entonces lo
real se vuelve relativo al sujeto, deja de ser absoluto. El sujeto hace pantalla a lo real. En cambio en
matematicas se accede a lo real por el lenguaje, un lenguaje que no hace pantalla, un lenguaje que es
lo real, un lenguaje reducido a su materialidad significante, a la letra. En la letra no se encuentra el ser
sino lo real.
¿Dónde está lo real en el psicoanálisis? ¿El inconciente es real? ¡No! El inconciente es una hipótesis.
Para Freud es el resultado de una deducción. Lacan subraya que el sujeto del inconciente es supuesto,
hipotético. No es real. Incluso no es un ser, es un deseo de ser más que un ser. El inconciente no tiene
más ser que el sujeto mismo. S tachado, no tiene ser, solo tiene el ser de la falta y debe advenir.
Sabemos que el inconciente en el psicoanálisis está sometido a un deber ser, a un imperativo que
representamos como analista. Es en ese sentido el estatuto del inconciente es ético. Si el estatuto es
ético, no es real. Lo real no es ético. Lo real no se comporta según nuestra conveniencia. Decir que el
estatuto del inconciente es ético es decir que es relativo al deseo, primeramente al deseo del analista
que trata de inspirar al analizante a tomar el relevo de ese deseo.
En la práctica del psicoanálisis deducimos el inconciente cuando vemos volver en la palabra del
analizante recuerdos antiguos que se habían olvidado. Nos vemos forzados a suponer que en el
intervalo esos recuerdos residían en cierto lugar de ser, desconocido, inaccesible, del que decimos que
no conoce el tiempo. Las formaciones del inconciente ponen de relieve el estatuto fugitivo del ser. Los
sueños se borran. El lapsus, el acto fallido, el chiste, son seres instantáneos, fulguran, se eclipsan
inmediatamente. Entre esas formaciones está el síntoma. Se distingue de las otras por su permanencia.
Es otra modalidad de ser. Para que haya síntoma es necesario que haya sentido en juego. Hace falta
que eso pueda interpretarse. La inhibición es la limitación de una función, no tiene sentido de verdad.
Para que haya síntoma también es necesario que el fenómeno dure. Cuando el sueño es repetitivo
implica un trauma. El acto fallido cuando se repite se vuelve sintomático. En ese momento le damos
estatuto de síntoma. El síntoma es lo mas real que nos da el psicoanálisis. El síntoma tiene dos caras,
una de verdad y una de real. Freud descubrió que un síntoma se interpreta como un sueño, en función
de un deseo y que es un efecto de verdad. Pero hay un segundo tiempo de este descubrimiento, la
persistencia del síntoma después de la interpretación. Es una paradoja, la del resto. Hay una x que
resta más allá de la interpretación freudiana. Hoy nuestra práctica se prolonga más allá del punto en
que Freud consideraba fin del análisis. Asistimos a la confrontación del sujeto con los restos
sintomáticos. El análisis en ese período, está hecho de la confrontación directa del sujeto con los restos
sintomáticos, con lo que en el síntoma es fuera de sentido.
El goce es lo propio del cuerpo, el cuerpo es lo que goza de sí mismo, en Freud autoerotismo. Es el
estatuto del cuerpo viviente gozar de sí mismo. Lo que distingue el cuerpo del ser hablante es que su
goce sufre la incidencia de la palabra. Un síntoma testimonia que ha habido un acontecimiento que
marcó su goce en el sentido de un signo que introduce un sustituto, un goce que no haría falta, un goce
que trastorna el goce que haría falta, el de su naturaleza de cuerpo. En ese sentido, el goce en el
síntoma no es primario, está producido por el significante. Esta incidencia significante hace del goce del
síntoma un acontecimiento, no solo un fenómeno. El goce del síntoma testimonia un acontecimiento del
cuerpo después del cual el goce “natural” del cuerpo vivo, se trastornó y se desvió. Este goce no es
primario pero es primero en relación con el sentido que el sujeto le da por su síntoma en tanto que
interpretable. Hay una metáfora del goce del cuerpo, esta produce un acontecimiento que Freud llama
fijación. Eso supone la acción del significante como toda metáfora, pero un significante que opera fuera
de sentido. Y luego de la metáfora del goce está la metonimia del goce, es decir su dialéctica. En ese
momento se dota de significación. Freud habla de la significación simbólica que afecta un cierto número
de objetos.
En la teoría analítica durante mucho tiempo se contó una historia sobre el goce, donde el goce
primordial debía encontrarse en la relación con la madre, donde la incidencia de la castración era por
efecto del padre y donde el goce pulsional encontraba sus objetos que eran sustitutos que taponaban la
castración. Es una superestructura mítica con la cual durante un tiempo se logró suprimir los síntomas
interpretándolos. Pero esto prolongo la metonimia del goce, se hizo inflar el síntoma, se lo alimentó con
sentido. En cambio leer un síntoma es lo opuesto, consiste en privar al síntoma de sentido. Lacan
sustituye al aparato de interpretar de Freud (ternario edípico) por un ternario que no produce sentido, lo
Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Al desplazar la interpretación del marco edípico al borromeo, el
funcionamiento de la interpretación cambia y pasa de la escucha del sentido a la lectura del fuera de
sentido. Cuando se dice que el psicoanálisis es un asunto de escucha, lo que se escucha siempre es el
sentido y el sentido llama al sentido. Toda psicoterapia se sostiene en ese nivel. Se trata por el contrario
de explorar lo que es el psicoanálisis y lo que puede a nivel de la lectura. La lectura, saber leer, consiste
en mantener a distancia la palabra y el sentido que ella vehiculiza a partir de la escritura como fuera de
sentido, como signo, como letra, a partir de su materialidad. Mientras que la interpetación a nivel de la
palabra infla el sentido, la lectura apunta a la materialidad de la escritura, la letra en tanto que produce
el acontecimiento de goce que determina la formación de los síntomas. El saber leer apunta a esa
conmoción inicial, que es un clinamen del goce (clinamen es un término estoico, una solución de
Epicuro al problema del libre albedrío prescindiendo de un dios garante de libertad).
Como Freud partía del sentido, eso se presentaba como un resto, pero ese resto es lo que está en los
orígenes mismos del sujeto, es el acontecimiento originario y permanente que se reitera sin cesar. Es lo
que se descubre en la adicción, en el «un vaso más». La adicción es la raíz del síntoma que está hecho
de la reiteración inextinguible del mismo Uno. Es el mismo, no se adiciona. Se bebe siempre el mismo
vaso una vez más. Esa es la raíz del síntoma. Lacan dice que un síntoma es un etcétera. El retorno del
mismo acontecimiento. La interpretación como saber leer apunta a reducir el sintoma a su fórmula
inicial, al encuentro material de un significante y del cuerpo, al choque puro del lenguaje sobre el
cuerpo. Para tratar el síntoma hay que pasar por la dialéctica móvil del deseo, pero también es
necesario desprenderse de los espejismos de la verdad que ese desciframiento les aporta y apuntar
más alla a la fijeza del goce, a la opacidad de lo real. Si yo quisiera hacer hablar a este real, le imputaría
lo que dice el dios de Israel en la zarza ardiente, antes de emitir los mandamientos que son el
revestimiento de su real: «soy lo que soy».

SOLER (1995) El decir del analista.


En el Atolondradicho de Lacan habla de la interpretacion de manera sistematica. Lacan trata de definir
la interpretacion que pueda conducir un analisis a su término, que condicione el pase, que produzca
efectos estructurales reales. Desde el comienzo del psicoanalisis la intepretacion produce efectos a
nivel de la significacion. Si este fuera el unico efecto seria un analisis interminable. Lacan busca efectos
reales, de “subversion topologica”, que produzcan un cambio a nivel del ser hablante. Una interpretacion
que al final del análisis pueda producir un sujeto asegurado de saber, la supresion de las suposiciones
en favor de un aseguramiento.
En el analisis hay dos decires: uno del analizante y otro del analista. Al decir del analista Lacan llamó
“otro decir”. Lacan nos hace distinguir entre enunciado y enunciacion, el decir y los dichos. Esta disticion
se refiere a la estructura de los discursos. En el grafo de la Subversion del Sujeto ubica la enunciacion
al nivel de la cedena superior, inconciente, latente, a diferencia de la cadena intencional de los
enunciados. ¿Como se articularn ambas dimensiones, el decir y lo dicho, el enunciado y la enunciacion?
Lacan dice: “el decir queda olvidado tras lo dicho. El problema de la interpretacion es saber si “lo dicho”
del analizante se puede traducir en un decir.
Primero, no hay dichos sin alguien que los diga. Segundo, a diferencia del dicho el decir es ajeno al
problema de la verdad. Interrogar el decir es diferente a interrogar lo dicho. A cualquier frase dicha se le
pueden preguntar: si es verdader o falsa. Pero si pregunto ¿por que lo dice? apunto al acto, a la causa
de la proposicion que esta fuera de la proposicion y que es independiente de la verdad o falsedad.
El sujeto cuando habla produce una serie de dichos. La regla fundamental le pide al analizante hablar
sin restricciones, esto implica suspender las cuestiones sobre la verdad. El analizante suspende la
asercion de sus propias frases y se cree entonces autorizado a hablar de cualquier cosa.
La suspension de la pregunta por la verdad pone de relieve que cada proposicion ha sido dicha. No se
puede poner en duda el decir. La percepcion del decir como autónoma y diferente de los dichos se da
bajo la forma de sorpresa. El sujeto se sorprende de haberlo dicho. El decir no cae bajo la jurisdiccion
de la verdad-falsedad, el decir existe o no. Lacan afirma que el decir escapa a los dichos y que su
enunciacion es “momento de ex-sistencia”. El significado del decir es la ex-sistencia (sistir: sitio y ex:
afuera, fuera del sitio). El decir existe a todos los dichos y podemos hablar de “todos” los dichos con la
condicion de que exista un decir.
El decir (serie de los dichos)
ex sistencia $
El problema del fin del analisis es el de saber si un sujeto ha dicho todo lo esencial. Para concluir que
todo fue dicho, es necesario obtener un decir. El analisis se termina cuando el decir deja de quedar
olvidado. Se olvida el decir en el discurso de las proposiciones. Lacan toma la famosa premisa “todos
los hombres son mortales”. Esa proposicion universal oculta el “existe uno” que lo dice, el uno que
manda a la muerte, disimulando la dimension politica de la logica. La proposicion universal se reduce a
una proposicion existencial. Pero como la ley parece mas leve cuando es proferida de “ninguna parte”
se la enuncia como universal. En esto esta el engaño.
En los manuales de logica se insiste en que los progresos de la logica consistieron en disociar la
operación de la logica de las formas gramaticales. Para Lacan la gramatica suministra el principio de
evaluacion de las logicas. Los modos gramaticales mantienen la dimension propia del decir en su
distincion con los dichos.
“Que se diga queda olvidado tras lo dicho” esta frase se aplica a los dos parteneires, al analizante en
sus asociaciones y al analista en su interpretacion.
Las preguntas que podemos dirigir a las interpretaciones en plurar y las que podemos dirigir al decir o a
la interpretacion en singular, son diferentes. La interpretacion en tanto decir es singular. Las formulas de
interpretacion son de una variedad muy grande, pero Lacan va en la direccion de indicar que lo que
importa es el decir. A las interpretaciones en su variedad se las puede interrogar acerca de su
oportunidad, si cayeron a tiempo, temprano o tarde. Podemo estudiar los efectos, la respuesta del
analizante, sus huellas. Podemos preguntar si fueron buenas o malas, memorables o desapercibidas.
Tambien conocemos interpretaciones involuntarias, dichos, gestos que producen efecto interpretativo.
Sin embargo la pregunta capital es ¿que tipo de decir es una interpretacion?
De la interpretacion en singular se espera un efecto estructural. Lacan dice “hacer ex-sistir el decir”. No
ocurre siempre. A veces los efectos terapeuticos producen un alivio que se interrumpe el analisis.
El beneficio del analisis terminado es la ganancia de un sujeto asegurado de su saber. Estos beneficios
se apoyan en un segundo decir (otro decir) y quedan establecidos por el. Las conclusiones epistemicas
del analisis son efectos de la interpretacion del segundo decir que opera antes de olvidarse. La
interpretacion es la causa olvidada del final. Esto implica la responsabilidad del analista. Implica que la
carga recae en el analista a quien incumbe la interpretacion.
Lacan ubica en el analisis dos tipos de decires: el del analizante: la demanda y el del analista: la
interpretacion. Los dos, en tanto decir, son sin enunciado, no hacen proposicion. La demanda es no
dicha, tampoco a decir, y la interpretación, su sola ex-sistencia se distingue de la proposicion.
El decir-demanda del analizante se percibe en la experiencia, lo deducimos de su “espera en
transferencia” (en frances espera evoca esperanza). Esta se manifiesta de manera negativa bajo la
forma de la decepcion, quejas, reproches y nostalgia de transferencia. En todos ellos el sujeto deja
percibir una peticion silenciosa sin decirlo. Una secreta intimacion que pesa sobre el analista. Intimacion
del decir de la demanda. Esta demanda no es universalizable sino especifica de cada sujeto. En ella el
sujeto se manifiesta como exigencia de satisfaccion, como libido. Lacan hace equivalente la insistencia
del deseo y la re-peticion de lo que se pide. El ¿che vuoi? imposible de constestar en los dichos, pasa al
acto en la demanda silenciosa. El problema es saber si se puede lograr una formula de su petitio.
El decir del analista, la interpretación, es un “hacer aparecer” (faire paretre que en frances evoca el
obstaculo respecto al ser). Cualquieras que sean los enunciados del analista, no lo representan como
sujeto. En su decir el analista se elimina como sujeto. La interpretacion apunta al decir analizante, uno
por uno, no para todos sino para ti y nunca cae bajo la duda, la interpretacion acierta, afirma, es acertiva
aunque no sea proposicion. El papel de la interpretacion es corregir y compensar la suspension de la
asercion a nivel de la asociacion libre. Lo apofantico de la interpretacion significa que esta apunta a una
afirmacion categorica. El analista tiene la responsabilidad de la afirmacion en juego en el discurso del
analizante. La idea es conectar la afirmacion del lado del analista a la indeterminacion del lado de la
asociacion libre para llegar a algo que funcione “como” una proposicion asertiva. Extraer del decir del
analizante algo que seria equivalente a una proposicion.
Que tipo de enunciados pueden satisfacer al dercir interpretativo, cuales son los dichos apropiados al
decir. Todos los tipos de dicho interpretativo tienen un rasgo comun. Intervencion que opera a nivel del
punto de almohillado, que subraya un momento significativo, a veces produce una cristalizacion de la
significación, significación que cae. Intervencion que apunta al S2. En cambio, el corte impide el cierre
de la significacion. El corte interrumpe la cadena, separa los S1. Impedir el cierre de la significacion
produce efecto de perplejidad, lejos de la incertidumbre. En la medida en que el corte que interrumpe la
cadena hace emerger un efecto de sinsentido. De la perplejdiad sale como respuesta un sentido nuevo.
Otro tipo de intervencion es la alusion en su relacion con el silencio. La alusion designa sin nombrar,
consiste en hacer escuchar algo sin hacerlo pasar al dicho. La alusion apunta no al S2 o S1 sino al
intervalo vacio. Es un modo de silencio que hace aparecer.
La cita es poner comillas, extrae una proposicion de su contexto y asi apunta a la distincion entre
enunciado y enunciacion: al extraer una palabra del discurso analizante, el analista hace aparecer la
dimension enunciativa olvidada en la cadena de la charla analizante.
En cuanto al enigma, enunciado sin mensaje, se impone como colmo de sentido y falta de significacion,
apuntando a la presencia pura de la enunciacion.
Todos estos tipos de intervenciones o dichos tienen en comun que no dicen nada. Hacen intrusion en el
discuro del analizante y tienen efectos, pero su decir es un decir nada en el sentido de la proposicion
asertiva. Son enunciaciones que no hacen existir al Otro.
Se distingue un decir nada de un callarse. El anaslita debe decir algo a su paciente en el sentido de
hacerse oir. Pero su decir es un decir nada.
Si el decir silencioso no es callarse, sino hacer intrusion en los dichos del analizante, debemos distinguir
el silencion a nivel de los dichos y el silencio a nivel del decir. Es la distincion entre “no decir nada” y
“decir nada”. No decir nada seria callarse todo. Es frecuente que el silencio funcione como un
significante en lo real. Empieza a producir una significacion enigmatica. El resultado es que el analizante
es conducido a hacer lo que se hace cuando se encuentra un signifiante en lo real, empieza a
interpretarlo, a darle un sentido. Lacan dice que “al decir mas” del lado del analizante se reponde con el
“no basta” del lado del analista. Una de las funciones del silencion en análisis es funcionar como un
impertativo de “decir más”.
Lacan define así el decir como un “decir que no”. Esto significa que el decir nunca se condunde con un
dicho, sino que siempre se sustrae. Hace de menos uno a todos los dichos. A todos los dichos
estructurados como un lenguaje el decir añade el cuarte elemento que permite que se instituya un
discurso.
No hay que confundir el “decir que no” del “decir no”. Este último es un dicho negativo que trae la
contradicción, la negación, la corrección. En cambio el “decir que no” no contradice, contiene, no niega,
responde a otro nivel; no corrige, rechaza los dichos en provecho del decir. El “decir que no” no es algo
que se profiere en contra, sino que hace encuadre a los dichos.
Lacan presenta el equivoco como el instrumento mayor de la intervención del analista. El equivoco
utiliza la pluriyocidad de la lengua, puede permitir el pasaje de la indeterminación a la certidumbre, que
es la finalidad del análisis terminado, el equivoco es propicio para sostener la duda y ser el medio para
llegar a un decir que ponga punto final al enigma subjetivo del analizante.
El equivoco tiene un privilegio de estructura porque lo que sustituye la falta de relación seuxal en el
inconciente es la operación del equivoco. Cuando se trata de conectar los sexos, el sujeto y sus objetos,
el sujeto y su goce, es la lengua la que ofrece su servicio para asegurar la copulación de los
significantes que se sustituyen a la falta de relación sexual. Lacan le da importancia en la interpretación
porque el equivoco ya esta en ese lugar.
Un significante siempre oculta a otro y cuando se utiliza uno siempre el cristal linguistico permite evocar
a otro. Es lo que en el discurso analítico escribimos abajo a la izquierda: un saber en lugar de la verdad,
un saber que no determina al sujeto sino a su complemente de goce
a → $
S2 S1
Lacan distingue tres formas de equivoco. 1) El equivoco homofonico. Esta se ubica a nivel del uso de la
lengua. Se trata de apuntar el lugar donde toda verdad se genera. Cuando se interviene en la
homofonía se hace aparecer un significante latente por pura razón de la lengua, y esto sin ningún
enunciado, solo subrayando el equivoco. Simplemente se hace aparecer la división que la lengua
impone al sujeto, que es más hablado que hablante, más poema que poeta. Este decir que no dice nada
es capaz de producir un efecto: la escisión del sujeto, ataca la consistencia de las significacicones. El
analista evidencia con el equivoco homofonico que en el lugar de la verdad a la que el sujeto intenta
apuntar hay significantes sin sujeto, que tienen su cuna en la langua y que interfieren en el discurso a
pesar de ellos. Hace aparecer el ser escindido del sujeto entre su intención de significación, los
significantes que lo representan, y un saber que trabaja solo y del cual se encuentra separado. Hay un
efecto de revelación, puede producir perplejidad, desorientación.
2) El equivoco gramatical. Se ubica a nivel del lenguaje. La gramatica constituye el lenguaje del sujeto,
su lenguaje. Es lo que permite fijar las significaciones y reducir la polisemia. Hay conexión entre
gramatica y fantasma. La significación fundamental del fantasma se puede formular en términos
gramaticales. Fija las significaciones particulares del sujeto. Las significaciones gravitan en torno a una
significación central fantasmatica que constituye el nuecleo del lenguaje de cada uno que no es
universalizable. Estas intervenciones no son pedagógicas sino lógicas apuntan a la reflexión
3) El equivoco lógico. Lacan hace de las paradojas de la lógica el índice de la sutura imposible del
sujeto. Evoca la recesión de las pulsiones parciales que se constituyen en conjunto no sin la función del
falo. De ahí que no hay pulsión genital salvo algo que la sustituye. También nos indica que de la re-
peticion (transfinita) de la demanda en el discurso analizante hace presente el inalcanzable del dos. La
re-peticion del uno del analizante implica lo inalcanzable del dos de la relación sexual. Sin la lógica la
interpretación seria imbécil, desconoceria tanto la incompletud como la inconsistencia del Otro, lo real
de lo simbolico.
¿Qué es lo que hacen aparecer los equivocos a nivel de la lengua, de la lengua y de la lógica? El
primero apunta a la división del sujeto haciendo aparecer la presencia operativa de un saber sin sujeto
que juega sin el y determina su goce. El segundo revela que la consistencia de su lenguaje, de sus
significaciones fijadas por la gramatica implica una elección, una causa desapercibida presente en el
“que se diga”. El tercero apunta a los impases lógicos del discurso que valen como reales.
El decir interpretativo sin tomar forma proposicional, sin predicar, solo diciendo “que no”, condiciona la
puesta en su lugar de la función proposicional; de la función fálica que suple el sinsentido de la relación
sexual. La interpretación apunta a la causa del deseo, al objeto a, pero no como goce apropiable o
saber del goce, sino en tanto imposible. El sujeto asegurado de saber al final del análisis, esta seguro
de los limites irreductibles, reales, del alcance del saber, que lo condenan a ser uno solo. Lo apofantico
de la interpretación apunta a lo imposible.

UNIDAD 3. La dirección de la cura y las estructuras clínicas

La neurosis. Histeria, el padre, la otra mujer y la sustracción del cuerpo. Discurso histérico. Histeria
masculina. Obsesión, compulsión, duda, postergación. Obsesión femenina. Acto y certeza. Fobia, el
objeto y la muralla. La perversión, escena y fetiche. Cinismo y canallada.

LACAN (1956). La pregunta histérica (Seminario III).


Lo que constituye el campo analítico es idéntico a lo que constituye el fenómeno analítico, a saber, el
síntoma. Y también gran número de otros fenómenos llamados normales o sub-normales, cuyo sentido
no había sido elucidado hasta el análisis, y que se extienden mucho más allá del discurso y de la
palabra, puesto que son cosas que le suceden al sujeto en su vida cotidiana. Vienen luego los lapsus,
los trastornos de la memoria y los sueños, que tienen un valor esencial para parpar la coherencia que
tenía en la obra de Freud la relación del fenómeno analítico con el lenguaje.
El análisis arrojó grandes luces sobre lo preverbal. En la doctrina psicoanalítica está vinculado
esencialmente al preconciente.
Si seguimos a Freud, resulta claro que ninguna exploración del preconciente, por profunda que sea, nos
llevará jamás a un fenómeno inconciente en cuanto tal. La prevalencia desmedida de la psicología del
ego en la nueva escuela americana induce un espejismo que se asemeja al de un matemático quien,
habiéndose percatado de la existencia de las magnitudes negativas, se pusiese a dividir
indefinidamente una positiva.
Error tanto más grosero, por la gran insistencia de Freud sobre la diferencia radical entre inconciente y
preconciente.
Para ellos el yo es el marco prevalente de los fenómenos, todo pasa por el yo, la regresión del yo es la
única vía de acceso al inconciente.
Si digo que todo lo que pertenece a la comunicación analítica tiene estructura de lenguaje, esto no
quiere decir que el inconciente se exprese en el discurso. El fenómeno analítico en cuanto tal, tiene no
que ser un lenguaje en el sentido de un discurso sino que tiene que estar estructura como un lenguaje.
Todo fenómeno analítico, está estructurado como un lenguaje.
Quiere decir que es un fenómeno que siempre presenta duplicidad esencial del significante y el
significado. Que el significante tiene en él su coherencia y su carácter propios, que lo distinguen de
cualquier otro signo.
Objetivamente, no se necesita sujeto alguno que reconozca el signo para que esté.
¿A partir de qué momento pasamos al orden del significante? el significante puede extenderse a
muchos elementos del dominio del signo. Sin embargo, el significante es un signo que no remite a un
objeto.
El carácter del significante marca de modo esencial todo lo que es del orden del inconciente. La obra de
Freud con su enorme armazón filológico jugando hasta la intimidad misma de los fenómenos, es
absolutamente impensable si no se coloca en primer plano la dominancia del significante en los
fenómenos analíticos.
Les hablé del otro de la palabra, en tanto el sujeto se reconoce en él y en él se hace reconocer. Ese es
en una neurosis el elemento determinante. Se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el
plano del significante, en el plano del to be or no to be, en el plano de su ser.
Esto se ilustrará a partir de un ejemplo, una vieja observación de histeria traumática. Esta pone en su
juego en primer plano ese fantasma de embarazo y de procreación que es dominante en la historia de
Schreber, ya que su delirio culmina del siguiente modo: una nueva humanidad de espíritu schreberiano
deberá ser engendrada por él. Esta observación es de Joseph Hasler, un psicólogo de una escuela de
Budapest. (La crítica de Lacan es el gran interés por el yo)
El paciente tiene treinta y tres años. Su vida profesional está marcada por cambios no carentes de
significación: primero es panadero, luego trabaja en un laboratorio químico y, por fin, es guarda de
tranvía.
Un día, baja de su vehículo, tropieza, cae al suelo, es arrastrado o algo así. Tiene un chichón. Lo llevan
al hospital donde no le encuentran nada y todo transcurre bien. Sale luego de ser examinado de punta y
punta.
Luego, progresivamente, tiene crisis que se caracterizan por la aparición de un dolor a la altura de la
primera costilla, dolor que se difunde a partir de ese punto y que le crea al sujeto un estado creciente
de malestar. Las cosas persisten y se agravan con el tiempo. Las crisis siguen durante varios días,
reaparecen con regularidad y avanzan cada vez más hasta producir pérdidas de conocimiento.
Lo examinan nuevamente de punta a punta. No encuentran nada. Se piensa en una histeria traumática
y lo envían a análisis.
Hasler ya está muy impresionado con la psicología del ego. En cambio, conoce bien las cosas más
antiguas, los primeros análisis de Freud sobre el carácter anal, tiene presente la idea de que los
elementos económicos de la libido pueden jugar un papel decisivo en la formación del yo.
Indica con suma pertinencia las curiosas actitudes del sujeto. Después de la primera sesión, el sujeto
bruscamente se sienta en el diván y se pone a mirarlo con los ojos como platos. En otras ocasiones, el
sujeto presenta manifestaciones sorprendentes de transferencia. Una vez, en particular, el sujeto se
endereza repentinamente, para caer en sentido contrario, la nariz contra el diván, ofreciente al analista
sus piernas colgantes en un cuadro cuya significación general no escapa al analista.
Este sujeto está bien ordenado. Nuestro autor señala el modo peculiar en que se ejerce su
autodidactismo, todos sus papeles están bien ordenados. Hasler intenta encontrar los rasgos del
carácter anal, y progresa. Pero la interpretación sobre sus tendencias homosexualizantes no le va ni le
viene a éste. Existe ahí el mismo tope que encontraba Freud con el hombre de los lobos.
Examinemos esta observación más de cerca. El desencadenamiento de la neurosis en su aspecto
sintomático, aspecto que hizo necesaria la intervención del analista, supone sin duda un trauma, el cual
debió despertar algo. En la infancia del sujeto encontramos traumas a montones. Era pequeñito y su
madre le piso el dedo pulgar. Ahí algo decisivo debió producirse, ya que a partir de ahí comenzó a
chuparse el dedo. Como ven __ castración __ regresión. Se observa que lo decisivo en la
descompensación no fue el accidente, sino los exámenes radiológicos.
El sujeto desencadena sus crisis durante los exámenes que lo someten a la acción de misteriosos
instrumentos. Y estas crisis, su sentido, su modo, su periodicidad, su estilo, se presentan vinculadas
con el fantasma de un embarazo.
La manifestación sintomática del sujeto está dominada por elementos relacionales que colorean sus
relaciones con los objetos, de modo imaginario. Se puede reconocer en ellas la relación anal, u
homosexual, o esto o lo otro, pero estos elementos mismos están incluidos en la pregunta que hace:
¿soy o no capaz de procrear? Esta pregunta se sitúa evidentemente a nivel del Otro, en tanto la
integración de la sexualidad está ligada al reconocimiento simbólico.
El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley en la sexualidad. Y
esta ley sólo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el plano simbólico.
Lo que está en juego es la pregunta ¿Qué soy? ¿Soy?, es una relación de ser, un significante
fundamental. En la medida en que esta pregunta en tanto simbólica fue despertada, se desencadenó la
descompensación.
Esto se confirma a partir de elementos de su vida pasada que conservan para el sujeto todo su relieve.
Pudo observar un día, escondido, una mujer que emitía gemidos. La sorprendió con las piernas
levantadas, y supo que se trataba de un parto, sobre todo al no culminar, cuando intervino el médico y
vio en un corredor que se llevó al niño en pedazos, que fue todo en cuanto se pudo sacar. (Se
relacionan los estudios luego del accidente con el feto, es decir, la ciencia lo fragmenta –a nivel
subjetivo- como fragmentó al feto. Fantasma de un cuerpo fragmentado)
El carácter feminizado del discurso se percibe tan de inmediato que, cuando se le comunican los
primeros elementos, el comenta: el médico que lo examinó dijo: “No puedo darme cuenta de lo que
tiene, si fuese una mujer lo comprendería mejor”. Esto es un material que utiliza el sujeto para expresar
su pregunta: ¿Qué soy? ¿Hombre o mujer? ¿Soy capaz de engendrar? (La verdadera pregunta tiene
que ver con qué desea. La estructura de la neurosis es esencialmente una pregunta)
Terminemos por donde empezamos, el accidente. Cae del tranvía que se ha vuelto para él un aparato
significativo, cae, se pare a sí mismo. El tema único del fantasma de embarazo domina, en tanto que
significante de la pregunta de su integración a la función viril, a la función de padre. Puede señalarse
que se las arregló para casarse con una mujer que ya tenía un hijo.
El carácter problemático de su identificación simbólica sostiene toda comprensión posible de la
observación. Todo esto solo cobra su sentido en función de la respuesta que ha de formularse sobre
esa relación fundamentalmente simbólica: ¿soy hombre o mujer?
No se puede dejar de comparar esto con el caso Dora. Ella culmina en una pregunta fundamental
acerca del tema de su sexo: ¿Qué es ser una mujer? Los dos sueños son absolutamente transparentes:
¿Qué es un órgano femenino? Aquí la mujer se pregunta qué es ser una mujer, del mismo modo que el
hombre se pregunta qué es ser una mujer.
Freud siempre subrayó una disimetría en el complejo de Edipo, que confirma la distinción de lo
simbólico y lo imaginario.
Para la mujer la realización de su sexo no se hace en el complejo de Edipo en forma simétrica a la del
hombre, por identificación a la madre, sino, por identificación al sujeto paterno, la cual le asigna un
rodeo adicional. La desventaja en que se encuentra la mujer en cuanto al acceso a la identidad de su
propio sexo, en cuanto a su sexualización como tal, se convierte la histeria en una ventaja, gracias a su
identificación imaginaria al padre, que le es perfectamente accesible, debido especialmente a su lugar
en la composición del Edipo.
Para el hombre, en cambio, el camino será más complejo.
APUNTES: Lacan habla sobre la pregunta histérica en el contexto de la psicosis. Lo hace en medio de
un debate con los pioneros de la psicología del yo, ya que él no está de acuerdo con la lectura que
hacen del texto “El yo y el ello”. Quienes se enmarcan dentro de la teoría de la psicología del ego, al
centrar todo en el yo, actúan demasiado en el plano imaginario, dejando de lado el deseo del Otro
(dejan de lado el inconciente). Para ellos la dirección de la cura se establece de yo a yo. En cambio, la
dirección de la cura, para Lacan, no debe basarse en la identificación con el analista.
Para ejemplificar esto toma el caso Dora. No se trata de quién desea Dora, sino quién desea en Dora.
Se pierde el plano del deseo del Otro. Freud confundió entonces el yo con el sujeto y erró la dirección
de la cura. Confundió el plano imaginario con el plano del deseo.
Para Lacan hay que basarse en la lógica freudiana que es la del inconciente produciendo síntomas. El
sujeto sufre porque síntomas. Si se buscar nada más fortalecer al yo, entonces ¿Qué pasa con el
síntoma? Lo único que se logra así es fortalecer la represión y se logran más síntomas. El síntoma
habla de un sujeto dividido. Este no es el yo coherente.
“Inconciente estructurado como un lenguaje”: un solo signo no vale, debe haber otros. Hay metáfora y
metonimia, lo que equivale a las leyes del inconciente de Freud, el desplazamiento y la condensación
respectivamente.
Lacan, J. La pregunta histérica (II) ¿Qué es ser una mujer?
El reforzamiento del yo va en sentido opuesto al de la disolución de los síntomas y de la estructura
misma.
Freud coloca al yo en relación con el carácter fantasmático del objeto. Cuando escribe que el yo tiene el
privilegio del ejercicio de la prueba de realidad, el yo está ahí como es espejismo, lo que Freud llamó el
ideal del yo. Su función no es de objetividad, sino de ilusión, narcisista.
De esta tópica se desprende cuál es en las neurosis el lugar del yo. El neurótico hace su pregunta
neurótica y amordazada desde su yo.
Una o un histérico, un obsesivo, usan de su yo para precisamente no hacerse la pregunta. La estructura
de una neurosis es una pregunta. El neurótico está en una posición de simetría, es la pregunta que nos
hacemos y es justamente porque ella nos involucra tanto como a él.
Lo ilustra el caso Dora. Freud se equivoca respecto al objeto de su deseo, por estar muy centrado en la
cuestión del deseo, sin hacer intervenir la intrínseca duplicidad subjetiva implicada. Freud se da cuenta
que la señora K es el objeto que interesa a Dora, en tanto que está identificada al señor K. El yo de
Dora es el señor K. La función que cumple en el esquema del estadio del espejo la imagen especular,
donde por primera vez se sitúa el yo, Dora lo coloca en el señor K. En tanto ella es él, sus síntomas
cobran su sentido definitivo. Esta identificación es lo que sostiene la situación hasta la
descompensación.
¿Qué dice Dora mediante su neurosis? Se pregunta ¿Qué es ser una mujer? La aprehensión freudiana
de los fenómenos se caracteriza porque muestra siempre los planos de estructura del síntoma.
Freud nunca dejó de insistir en la disimetría del Edipo, que se debe a la relación de amor primaria con la
madre. La razón se sitúa esencialmente a nivel simbólico, que se debe al significante.
No hay simbolización del sexo de la mujer en cuanto tal. Lo imaginario sólo proporciona una ausencia
donde en otro lado hay un símbolo muy prevalente.
Es la prevalencia de la Gestalt fálica la que fuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al
padre, y a seguir por un tiempo el mismo camino que el varón. Su identificación imaginaria se hace
pasando por el padre.
El falo es un símbolo que no tiene correspondiente ni equivalente. Hay una disimetría en el significante
que determinan las vías por donde pasará el complejo de Edipo, el sendero de la castración. Uno de los
sexos necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo. Este hecho sólo puede
interpretarse en la perspectiva en que el ordenamiento simbólico todo lo regula.
Donde no hay material simbólico, hay obstáculo para la identificación esencial. El sexo femenino tiene
un carácter de ausencia, de vacío, de agujero, que hace que se presente como menos deseable que el
sexo masculino.
La pregunta no está vinculada simplemente al significante, sino a la relación del sujeto con el
significante en su conjunto.
La realización de la posición sexual en el ser humano está vinculada, nos dice Freud, a la prueba de la
travesía de una relación fundamentalmente simbolizada, la del Edipo, que entraña una posición que
aliena al sujeto, que lo hace desear al sujeto del otro, y poseerlo por procuración de otro. Es una
posición estructurada en la duplicidad misma del significante y significado. En tanto la función del
hombre y la mujer está simbolizada, en tanto es arrancada del dominio de lo imaginario, es que se
realiza toda posición normal, acabada. La realización genital esta sometida a la simbolización: que el
hombre se virilice, que la mujer acepte su función femenina. Inversamente, la relación de identificación a
partir de la cal el objeto se realiza como objeto de rivalidad está situada en el orden imaginario. De ahí
parte la primera identificación.
En ese entrecruzamiento de lo imaginario y lo simbólico, yace la fuente de la función esencial que
desempeña el yo en la estructura de la neurosis. Cuando Dora se pregunta ¿Qué es ser una mujer?
Intenta simbolizar el órgano femenino. Su identificación al hombre, le es un medio de aproximarse a esa
definición que se le escapa. El pene le sirve de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra
simbolizar.
Hay más histéricas porque el camino de la realización simbólica de la mujer es más complicado.
Volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son cosas distintas. Una vez comprometida la mujer en
la histeria, debemos reconocer que su posición presenta una particular estabilidad, en virtud de su
sencillez estructural: cuanto más sencilla la estructura, menos puntos de ruptura. Cuando su pregunta
forma bajo el aspecto de la histeria, le es fácil a la mujer hacerla por la vía más corta, la identificación al
padre.
La situación es más compleja en la histeria masculina. La pregunta tiene menos posibilidades de
formularse. Si se formula, la pregunta también atañe a la posición femenina.
La fragmentación anatómica es un fenómeno histérico.
La pregunta de la procreación, es el factor común a la posición femenina y masculina en la histeria, que
se sitúa a nivel simbólico.
Lo simbólico da una forma en la que se inserta el sujeto a nivel de su ser. El sujeto se reconoce a partir
del significante.
Existe una cosa que escapa a la trama simbólica, la procreación, que un ser nazca de otro. Nada
explica en lo simbólico la creación.
Cada neurosis reproduce un ciclo particular en el orden del significante, sobre el fondo de la pregunta a
que la relación del hombre al significante en tanto plantea.
La pregunta sobre la muerte es otro modo de la creación neurótica de la pregunta.

LACAN (1970). El amo castrado (Seminario XVII).


El discurso del Amo solo tiene un contrapunto que es el discurso analítico. El discurso analítico se
encuentra en el polo opuesto del discurso del amo.
En el discurso analítico, no debemos olvidar que la configuración subjetiva tiene, debido al enlace
significante, una objetividad observable, que es el fundamento de la posibilidad misma de la ayuda que
nosotros aportamos bajo al forma de interpretación. En el punto de enlace del S1 con el S2, ahí existe la
posibilidad de que se abra esa falla que llamamos sujeto. Lo que aquí si produce es algo que configura
una cadena, exactamente como si fuera un pensamiento.
Lo que introduzco hoy es que al emitirse hacia los medios de goce que son lo que se llama el saber, el
significante induce y determina la castración.
Que entendemos por significante Amo. Al comienzo no hay, todos los significantes son equivalentes,
porque solo juegan con la diferencia de cada uno respecto de todos los demás, por el hecho de no ser
los otros significantes. Pero por eso mismo cada uno de ellos es capaz de adquirir la posición de
significante amo, porque su funcion eventual es siempre representar a un sujeto para otro significante.
Solo que el sujeto al que representa no es univoco. Esta representado pero también no esta
representado. Hay algo que permanece oculto en relación con ese mismo significante. En torno a esto
se juega el descubrimiento psicoanalítico.
Hay un uso del significante que puede definirse por el hecho de partir de la separación de un
significante amo respecto de este cuerpo para llegar a ser tan solo aquel donde se inscriben todos los
otros significantes.
El discurso analítico se especifica, se distingue por plantear la pregunta de para qué sirve esta forma de
saber que rechaza y excluye la dinámica de la verdad.
Este saber disjunto tal como lo entracontramos en el Icc, es extraño al discurso de la ciencia. Este
discurso del Icc corresponde a algo que depende de la institución del propio discurso del amo.
En el discurso del Amo, el sujeto se encuentra vinculado con todas las ilusiones que es comporta, con el
significante Amo, mientras que la inserción en el goce se debe al saber.
Estas funciones propias del discurso pueden hallar distintos emplazamientos. Esto es lo que define su
racion por esos cuatro lugares.
Esta el lugar del deseo y al otro lado del emplazamiento del Otro. El deseo del hombre es el deseo del
Otro. El lugar que figura debajo del deseo es el de la verdad. Debajo del Otro, esta el sitio donde se
produce la perdida de goce de la que extraemos la funcion del plus de goce.
Aquí toma su valor el discurso de la histérica. Tiene el merito de mantener en la institución discursiva la
pregunta por lo que constituye la relación sexual, a saber, cómo un sujeto puede sostenerla o no puede
sostenerla. La respuesta a la pregunta por saber cómo es: dándole la palabra al Otro y precisamente
como lugar del saber reprimido. El saber sexual see da como algo enteramente extraño al sujeto. Seto
es lo que se llama en el discurso freudiano: lo reprimido. El discurso de la histérica revela la relación del
discurso del Amo con el goce, en la medida en que el saber ocupa el lugar del goce. El sujeto histérico
se aliena por el significante amo como sujeto al que este significante divide, al que representa al sujeto,
este sujeto que se opone a hacerse su cuerpo. Al seguir el efecto del significante Amo, el sujeto no es
esclavo. Aun siendo solidaria con la funcion del Amo, la desenmascara, poniendo de relieve lo que hay
de amo en el Uno, sustrayéndose como objeto de su deseo. Esta es la funcion propia que localizamos
como padre idealizado.
El padre se constituye por apreciación simbolica. Ver al padre de Dora como un hombre propiamente
castrado, deficiente respecto de una funcion, eso mismo es darle una asigniacion simbolica. Es proferir
de forma implícita que el padre no es solo lo que es. Es en este camino simbolico donde hay que
observar que el padre, en la medida en que desempeña ese papel central, de amo en el discurso de la
histeria, esto es lo que sostiene su posición con respecto a la mujer, aun estando fuera de servicio. Ahí
se especifica la funcion del padre idealizado.
Lo que le va a Dora es la idea de que él tiene un órgano. El valor de el tercer hombre reside en el
órgano, pero no para que Dora sea feliz con el, sino para que otra le prive de él. La Sra. K es la que
sabe sostener el deseo del padre idealizado. Cuando el Sr.K le dice “mi mujer no es nada para mi” en
ese momento se le ofrece el goce del Otro y ella no lo quiere, porque lo que ella quiere es el saber
como medio del goce, pero para que sirva a la verdad del Amo que ella encarna como Dora. Y esta
verdad es que el Amo esta castrado. Si el único goce que representa la felicidad, el goce del falo, lo
domina a este Amo ¿Cómo establecería el amo esa relación con el saber (que sostiene el esclavo) cuyo
beneficio es el forzamiento del plus de goce? El amo solo puede dominarlo excluyendo este goce. El
segundo sueño señala que el padre simbolico es el padre muerto, que solo puede accederse a él desde
un lugar vacio e incomunicado. En la caja vacia de ese apartamiento Dora encuentra un sustituto a ese
padre, un grueso libro, el diccionario, el mismo donde se aprende lo relativo al sexo. Asi indica que lo
que le interesa, aun mas alla de la muerte del padre, es el saber que este produce. Un saber sobre la
verdad. Se quedara satisfecha haciendo reconocer a todo el mundo esa verdad que ha alcanzado con
ayuda de Freud. El Edipo desempeña el papel del saber con pretensiones de verdad, del saber que se
situa en la figura del discurso del analista en el emplazamiento que le corresponde a la verdad.
Cuando entra en el campo del discurso del Amo, el padre esta castrado desde el origen.

TUDANCA. Una histeria Masculina.


Pedro no sabe. Su no saber recorre su existencia de diversos modos, sobre todo en situaciones donde
se ponen en juego cuestiores de la identidad sexual.
Dice no encontrarse a la altura de las circunstancias.
Su primer constulta se situa en la adolescencia. Refiere no saber como abordar a las mujeres; en
contrapunto tampo sabe como ingresar en el circulo de muchachos de su edad que representan la clase
de los que si lo saben.
Su vida estaba empañada por el “no se”: el estudio, los deportes, algún trabajo, etc.
Con el tiempo se recibe e inicia un noviazgo pero no sabe muy bien como llego a eso. Quizás ellos le
regalaban la nota quizás ella no se dio cuenta con quien se metia.
Decide radicarse en Buenos Aires donde retoma el análisis.
Deambula por varios trabajos que le permiten pagar el análisis. Con el tiempo solo changas con las que
subsiste pero no puede pagar el análisis. Debe muchas sesiones, el analista le dice que lo va a atender
solo hasta fin de mes donde suspenderá el trabajo hasta que pueda pagar las sesiones.
Intervencion eficaz, consigue trabajo, puede volver a pagar las sesiones pero no la deuda.
Cambia de trabajo entrando en una empresa relacionada con su profesión. Con el tiempo fue
ascendiendo y pago la deuda.
Un fragmento de sus sesiones nos permitirá ver las coordenadas simbólicas que sostenían su posición
y que comienza a vascilar a partir de esta intervención.
Pedro contesta que “no se” es lo que mas dice últimamente y si “me entusiasmo con algo, entonces
intento no resolverlo”. Ante el entusiasmo Pedro responde con un “no se”.
Interrogado sobre estos significantes surge como recuerdo que su padre siempre lo considero muy
inteligente, y le aconsejaba poner esfuerzo en sus emprendimientos. Para dar fuerza a ese mensaje le
leia un libro moral dedicado a las virtudes del esfuerzo.
A su vez, la preocupación materna era que Pedro no saliera vago como su tio zángano al cual el padre
de Pedro mantenía. La madre mientras decía esto seguía poniéndole las medias para ir a la escuela.
En el fondo “mi padre siempre me perdonaba y aceptaba todas mis excusas”. La madre también.
Singularidad de Pedro: la excusa del “no se” realiza el deseo del A de sostener vagos. Pedro formula
esto en una frase: “yo no quiero hacer el esfuerzo de equivocarme”.
Pedro revela mediante el significante “no se”, la pura división subjetiva, junto con un sentimiento de
exclusión de la clase de los hombres. Esta exclusión esta mediatizada por no poder hacer uso de los
emblemas que lo incluirán en dicha clase y acreditarían su pertenencia a la misma. Particularidad de la
Histeria masculina, es el carácter problemático que asume en esta la cuestión de la identificación
simbolica al Ideal. Lo interesante de este caso es que siempre se desliza un ironico desprecio por los
emblemas de acuerdo a como el los degine. Están en juego los puntos de impasse en los que se
encuentra en relación con su propio discurso sobre el Ideal.
El tema del esfuerzo, es un significante que tiene un lugar cave en su historia. En el mismo movimiento
en que el padre intenta transmitir al hijo el significante “esfuerzo” como significante Ideal, se devalua por
no poder sostenerse sino por su recurso al libro sobre moral. Momento de vacilación paterna que dejara
al sujeto sin la posibilidad de utilizar ese significante como metáfora de si. Posición redoblada por el
discurso materno que lo coloca en el lugar del vago al que hay que ponerle las medias.
En la Histeria masculina los emblemas quedan en el A y el sujeto no los puede asumir. La dimensión
“¿Qué es ser un hombre?” de la Histeria masculina no pasa por esta metáfora correspondiente al tercer
tiempo del Edipo donde la metáfora paterna deviene metáfora del sujeto. Simbólicamente, ser un
hombre es poder asumir un emblema como metáfora de si mismo. Esto no deja de arrastrar siempre
consigo una sombra de ridículo.
La dirección de la cura en la Histeria masculina requiere sacar al sujeto de aquello que lo representa en
su pura división subjetiva (no se) e introducirlo en el camino de la asunción de los emblemas que han
marcado su historia. No hace desaparecer el desprecio por los emblemas, en lo cual la Histeria
masculina muestra y cuestiona lo condenado que esta el “ser hablante” a los semblantes. Hay que
recordarle que es necesario hacer uso de ellos para luego agujerearlos. En este caso cierta utilizacion
de los emblemas se hizo posible en la posición del sujeto con respecto al trabajo, dinero, uso del titulo.
Pedro se encarga de denunciar apasionadamente el semblante paterno. Pedro es un desengañador de
los semblantes, el análisis le debe recordar que ser un desengañado de los semblantes no debe hacer
olvidar su necesidad de utilizarlos. La posición del analista esta orientada en aceptar ser engañado por
los semblantes, pero solo para ir más alla de ellos.

LACAN (1958) El obsesivo y su deseo (Seminario V).


El deseo es evanescente. El deseo es deseo del otro. Dificultad fundamental en su relación con el Otro
en tanto que este es el lugar donde el significante ordena el deseo.
El deseo se ordena por el significante, dentro de este fenómeno el sujeto trata de expresar, en un efecto
de significante en tanto tal, lo que ocurre en su propio abordaje del significado. El hombre siempre se
experimenta en base al hecho de que se constituye como sujeto de la palabra.
Su relación con la vida esta simbolizada mediante aquel señuelo que arranca de las formas de la vida,
el significante del falo, y ahí esta el punto central, lo mas sensible y significativo de todas las
encrucijadas significantes que exploramos a lo largo del análisis del sujeto. El falo es el vértice, el punto
de equilibrio. Es el significante por exelencia de la relación del hombre con su significado y por esta
razón se encuentra en una posición privilegiada.
La inserción del hombre en el deseo sexual esta condenada a una problemática especial cuyo primer
rasgo es que ha de encontrar un lugar en algo que le precede, la dialéctica de la demanda, en la medida
en que esta siempre pide algo que es mas que la satisfacción a la que apela, que va mas alla. De ahí el
caracter problemático y ambiguo del lugar donde se situa el deseo. Este lugar esta mas alla de la
demanda en tanto que la demanda apunta a la satisfacción de la necesidad y esta mas aca de la
demanda en tanto que, por estar articulada en términos simbólicos, va mas alla de todas las
satisfacciones a las que apela, es demanda de amor que apunta al ser del Otro, a obtener del Otro esta
presentificacion esencial, su propio ser.
En el espacio vital entre el llamado de la satisfacción y la demanda de amor es donde el deseo ha de
ocupar su lugar y ha de organizarse. Posicion siempre doble del deseo respecto de la demanda, a su
vez más alla y más aca, según el aspecto que consideramos a la demanda, con respecto a una
necesidad o demanda estructurada en términos del significante.
El deseo desborda la satisfacción, está pide una suerte de respuesta absoluta, y proyecta su carácter
de condición absoluta en todo lo que se organiza en el interavalo entre los dos planos de la demanda, el
del significado y el del significante. En este intervalo es donde el deseo ha de ocupar su lugar y ha de
articularse. Por esta razón el otro se convierte en el relevo (conmutador) del acceso del sujeto a su
deseo. El Otro en tanto que lugar de la palabra y en tanto que es a él a quien se dirige a la demanda,
será el lugar donde debe ser descubierto el deseo, donde debe ser descubierta su formulación posible.
En la histeria se hace incapie en la insatisfacción del deseo. En la neurosis obsesiva el hincapié esta en
la dependencia respecto del Otro en el acceso al deseo.
En el obsesivo ocurre aquí, en ($<>a), algo que es distinto de la identificación histérica. El deseo es
para el histérico un punto enigmático. No es deseo de un objeto sino deseo de un deseo, esfuerzo por
mantenerse frente a ese punto donde ella convoca a su deseo, el punto donde se encuentra con el
deseo del Otro. Ella se identifica en un objeto (Dora se identifica con el Sr.K). En la medida en que ella
reconoce en otro, los índices de su deseo, o sea, ella se encuentra frente al mismo problema del deseo,
se produce la identificación (con todas las formas de contagio, crisis, manifestaciones sintomáticas).
El obsesivo tiene otras soluciones, el problema del deseo del Otro se le presenta de modo diferente.
El fantasma lo definimos como lo imaginario capturado en cierto uso del significante. Cada vez que
hablamos de fantasma, marcamos su aspecto de guion, de historia, dimensión esencial suya. Es algo
que el sujeto articula en una escenificación en la que además se pone en juego él mismo. Noción que
participa del orden imaginario pero que adquiere su funcion de la economía del significante.
Un fantasma inconciente es la latencia de algo concebible como cadena significante. Hay en el
inconciente cadenas significantes que subsisten en tanto tales, que desde ahí estructuran, actúan,
influyen en lo que surge en el exterior como sintoma.
El fantasma es un imaginario capturado en una determinada funcion significante. Hay que situar, el
punto $ con respecto a a, el efecto fantastmatico. Su característica es la de ser una relación articulada y
compleja, un guion, que puede permanecer latente en el inconciente, pero que está organizado.
El fantasma ocupa el primer plano en la investigación de los obsesivos, lo confirma el lugar que tienen
en el obsesivo las fantasias sádicas.
Un obsesivo habla de toda clase de impedimentos, inhibiciones, obstáculos, temores, dudas,
prohibiciones, etc. No hablara de sus fantasmas, sino solo gracias a la intervención terapetucia o a sus
tentativas autónomas de solución, de elaboración de su dificultad obsesiva; entonces confirmara la
invasión de su vida psíquica por fantasmas.
Se califican a estos fantasmas de sádicos, donde se ve una organización significante, de las relaciones
del sujeto con el Otro. Dichos fantasmas tienen la característica en el obsesivo de permanecer en
estado de fantasmas. Solo son realizados de forma excepcional y sus realizaciones son siempre
decepcionantes.
La mecánica de la relación del sujeto obsesivo con el deseo es que a medida que intenta acercarse al
objeto, su deseo se amortigua, hasta llegar a extinguirse, a desaparecer.
En los síntomas del obsesivo lo que se presenta de forma mas trasparente son las exigencias del
superyó. El obsesivo siempre pide permiso y esto es precisamente, ponerse en la más extrema
dependencia con respecto al Otrol. Al obsesivo le resulta esencial mantener ese lugar. Durante la
regresión el sujeto articula su demanda actual en el análisis en término que nos permiten reconocer una
determinada relación respectivamente oral, anal, genital, con cierto objeto. Esto significa que, si estas
relaciones del sujeto han podido ejercer a lo largo de toda la secuencia de su desarrollo una influencia
decisiva, es porque en una determinada etapa, han accedido a la funcion de significante. Cuando en el
inconciente el sujeto articula su demanda en términos orales, anales o genitales, se encuentra en una
determinada relación con la demanda ($<>D), que es una articulación significante virtual inconciente.
Esto nos permitirá designar como fijación algo que se presenta en un momento de la exploración
analítica con un valor particular, y será interesante hacer regresar al sujeto a ese estadio para que
pueda elucidarse es algo esencial, el modo en que se presenta su organización subjetiva en ese
momento de su demanda, que es cuando para él se planetaron los problemas de sus relaciones con el
Otro, que fueron determinantes para el establecimiento de su deseo.
El obsesivo igual que la histérica tiene necesidad de un deseo insatisfecho, es decir de un deseo más
allá de una demanda. El obsesivo resuelve la cuestión de evanescencia de su deseo produciendo un
deseo prohibido. Se lo hace sostener al Otro, precisamente mediante la prohibición del Otro. Esta forma
de hacerse sostener el propio deseo al Otro es ambigua, porque el deseo prohibido no quiere decir un
deseo extinguido. La prohibición esta ahí para sostener el deseo pero para que se sostenga ha de
presentarse. Forma muy compleja: lo muestra y no lo muestra a la vez; lo camufla; sus intenciones no
son puras. A esto se lo ha designado la agresividad del obsesivo. Toda emergencia de su deseo es
para él ocasión de proyección o temor de venganza que inhibe todas sus manifestaciones.
Lo que trata de obtener es la hazaña, es el permiso del Otro. Se inflingen tareas duras, agotadoras y por
otra parte lo consiguen. El trabajo es algo muy eficaz para tratar de obtener el permiso del otro. Hay en
la hazaña algo que permanece siempre ficticio porque la muerte es aquello en lo que se encuentra el
verdadero peligro, no en el adversario a quien el parece desafiar, sino en otra parte. Esta precisamente
en aquel testigo invisible, aquel Otro que esta ahí como espectador.
Más alla de toda demanda, de todo lo que desea este sujeto, se trata de ver a que va dirigido en su
conjunto el comportamiento del obsesivo. Su objetivo esencial es el mantenimiento del Otro. Objetivo
primero en el interior del cual, únicamente puede cumplirse la validación tan difícil de su deseo.
Hay una hazaña que no merece ser etiquetada bajo el mismo titulo, es el acting out, este es un sintoma
(compromiso; tiene doble sentido, es un acto de repticion). Designa una clase de acto que sobreviene
en el curso de una tentativa de solución del problema de la demanda y del deseo, por eso se produce
de una forma electiva en el curso del análisis. Se produce a lo largo del camino de la raelizacion
analítica del deseo inconciente. Contiene siempre un elemento significante porque es enigmático. Acto
que se presenta con carácter inmotivado (esto no significa que no tenga causa, sino que es injustificable
psicologicamente). Igual que el fantasma el acting out esta estructurado como un guion. A diferencia de
la hazaña el acting siempre se dirige al analista y por ello interesa tanto cuando se produce en un
análisis. La hazaña, en cambio es un ejercicio, una proeza destinada a complacer al Otro.

CRISCAUT Y OTROS (2000) Neurosis obsesiva, compulsión y femineidad.


Caso 1: Vivir en el Faro.
El motivo de consulta es que el sujeto está deprimido. La depresión no es una estructura clínica, y
dentro del campo de las neurosis es el efecto de una determinada posición inconciente del sujeto, que
supone que hay duelos no elaborados, que no se han realizado, algo no termina de perderse… el
paciente se identifica a aquello que no quiere perder. Él “teme que ciertas cosas suceden si hace o
piensa o deja que otras pasen…”, para él eso es normal, no le hace síntoma, hay omnipotencia del
pensamiento, no le causa pregunta, no le es extraño. Quien hacía la Ley era la madre del padre, hay
una falla del N-d-P y algo de esto se transmite al hijo. Al comienzo no podía estudiar porque le costaba
concentrarse y le iba mal en los exámenes; desde los 20 fue un lector incansable; a su departamento lo
llamaban el faro porque siempre estaba prendida la luz; vive alto pero no trabaja… Si se va a vivir sólo
importa desde qué posición lo hace: él se va a vivir sólo pero lo mantiene la abuela, no se mantiene
sólo: desde ese lugar era todo disfrute, todo goce, todo falo. Sin detenerse: no había pausas, cortes.
Siempre que se enamoraba de una chica se iba: cuando se encuentra con la castración (con la idea de
tener que renunciar a las demás) se va a su departamento, lugar de goce. Es importante dominar al
otro, controlarlo: no querer saber nada con algo del orden de su deseo, no puede tolerar el deseo en el
otro, los signos del deseo en el otro (ej. su imprevisibilidad), intenta dominarlo, rebajar el deseo a la
demanda. Su ideal de mujer: “sometida y sin hablar”; es un imposible, allí no hay deseo posible; tener
todo bajo control: para ello se pone constantemente alerta, en guardia, no soltarse ni dejarse llevar, se
pone en guardia aunque del otro lado no haya nada contra lo cual ponerse en guardia, sino un ser
imaginario. En la escena donde la madre lo domina: situación de impotencia en relación al deseo
materno, la madre lo goza: lo obliga a tocar el pene erecto del padre (madre sin falta, con un goce
perverso, no castrada) el padre avala esta situación, no pone límites a la madre: falla el N-d-P, allí la
castración no está simbolizada, la madre es una figura de goce. Luego los roles se invierten y él se
identifica con la madre que goza. Importante: dejar de ser el niño ideal, él vive en un lugar donde todo
se le da, se mueve como si todo le fuese dado por el Otro, y él no se hace responsable de sí mismo →
tiene problemas con su esposa porque la aborda desde esa posición subjetiva, las mujeres no las ve,
porque para él son objeto de dominio, no sujetos deseantes: no tolera subjetivamente la falta en el otro,
su imprevisibilidad por ej. El cuerpo suyo está en otro lado, diferente a donde están sus pensamientos.
Se queja de que la esposa le exige mucho y que la suegra se le intromete en su vida. No trabajó, y la
capacidad sublimatoria se reduce: cuanto menos se sublima, más se favorece la posición del síntoma.
El único que trabajaba era el abuelo, quien mantenía a todos. Se transmite así una figura de todo goce.
Su padre le transmitió que trabajar (sublimar) era perder el tiempo. Empieza a hablar de su esposa…
todo se le presenta como algo compulsivo, sintomático, ella desea más allá de lo que él diga. Hizo el
amor con otro hombre dos veces, le asigna la responsabilidad a ella. Sueño: pone en serie a la esposa,
la madre y la suegra; las asocia con la rabia y la bronca. Angustia: la represión falla, la posición
silenciada retorna vorazmente, sádico anal: bronca, rabia, celos cuando se acostaba con otras mujeres,
la cagaba, podía gozar porque estaba cagándola, esto estaba taponado por el amor hacia ella, aparece
lo s-anal de modo violento, hay un A completo sostenido en lo s-anal. Mientras más lo relate en el sueño
menos lo va a actuar. Se desespera cuando ella le expresa el deseo de separarse.
Caso 2: Fotos.
Paciente de 50 años aburrido, dice haberse casado con la razón y no con la pasión, hay obligación
moral y principios éticos. El tío es el Otro no castrado. Su icc no hace diferencia entre su suegra y su
novia, no hay diferencia generacional. Es suegro de sí mismo. Se identifica icc al caballo. A veces se
varea con una mujer. El padre muere a los 49 de él. Hay una dificultad para ir más allá del padre. Desde
la razón la reconoce, es una santa; no obstante la agrede (posición icc), para él esto no es síntoma, no
le hace síntoma. Los puntos vulnerables de las mujeres son los puntos de deseo de ellas, ansiedad ante
la falta, no la soporta. Actig que realiza cuando lo llama a él para despedirse ≠ Relato de proeza: es
una explicación al Otro, el sujeto no se divide. Aparece el deseo de ella: se le escapa de control,
comienza a ser impredecible, comienza a excitarle más la mujer, no como antes: la posición icc del
sujeto cambio: la mujer está investida ahora por el deseo del A, Cristina le empieza a aparecer como
deseable. El análisis apunta no a la separación de la mujer, sí a la separación respecto de la posición.
Empiezan a aparecer los ramalazos: el problema fue con el relato del segundo orgasmo, porque él le
había dicho (permitido) que tuviera un solo orgasmo, pero que no goce (con el segundo): ella debía
concluir con el primer orgasmo, no desear; el ramalazo comienza a aparecer cuando la mujer le cuenta
lo del segundo orgasmo y gozó con él, pasa a no ser confiable, no es predecible (el deseo es
impredecible). Importante: que no aparezca la falta en el A. Una mujer no es una madre fálica. Una
mujer no le garantiza a uno una relación para toda la vida, la demanda obsesiva consiste en que le
garantice, que sea fiel al pacto hecho. Odio: no es lo mismo que agresión (fenómeno especular, de la
paridad imaginaria: o yo o él), es un afecto lógico y sano muchas veces porque puede dar cuenta de
una simbolización, es un efecto de un movimiento de descarga pulsional. El par no es lo mismo que el
semejante. Mujer del deseo y mujer del amor (goce) comienzan a articularse. Un hombre intenta
sostener a la esposa como mujer, más allá de los hijos está el interés de la pareja.

INDART (2000) Compulsión y Pulsión, Obsesión y feminidad.


Según Freud tenemos un sujeto infantil que tiene toda una dimensión pulsional organizada, un sistema
de representaciones en las cuales ninguna de ella le es inconciliable, y por eso conforman una cierta
unidad de su mundo, un orden. Estando asi en algún momento (4-5 años) adviene una representación
donde todo el aparato de las representaciones que tenia se vuelve inconsistente, se fractura. Su
hipótesis del elemento causante de la obsesion es esta idea inconciliable, insoportable y compulsiva,
que adviene y se impone al sujeto.
Según Lacan tenemos a un niño que tiene a nivel del Gran Otro, todo el sistema de ideas, con nexos y
relaciones con otras ideas. Todo un mundo organizado, este seria el sistema de representaciones
conciliable, y de pronto viene una representación o idea que no hay manera de ligarla con ninguna de
las otras, y es por eso que tiene esta característica de traumatica. La aparición de esa idea inconciliable,
insoportable, hace que su universo se vuelva inconsistente. Esa idea que no hace pareja con ninguna
otra es una idea cargada de afecto sexual (Freud) de un goce (Lacan) inconciliable.
Según Freud según como se pueda responder a esa idea, será el tipo clínico. Tenemos 3 maneras de
responder: en la histeria con la represión, en la NO con la defensa y en la paranoia con el rechazo.
La clínica de Freud esta armada sobre la base del enigma de lo que es esta idea compulsiva.
Por compulsión lo que Freud quiere enfatizar es que esa idea se impone, que además, puede repetirse,
no es una sola vez sino que adviene, y uno puede construir una cierta defensa, pero la defensa nunca
debe ser tan perfecta porque puede volver otra vez a presentarse esa idea inconciliable.
Lo que Freud llama ideas o representaciones lo entendemos como significantes. La causa de estas tres
grandes defensas es la emergencia de un significante distinto de los otros (no se relaciona con los
otros) y complejo que vale por si mismo, y por su característica de introducir en el aparato psíquico de
un goce.
En Freud este significante y el goce del que se trata es sexual, es un significante vinculado a un goce
que es la irrupción del significante fálico como tal.
Se trata de la emergencia de un goce genital que trastorna por completo y que tiene que ver con una
problemática de división de los sexos y de elaboración de una solución posible de eso.
Freud busca el modo en que se presenta ese significante y ve que se presenta como la emergencia de
un goce en el pene.
El correlato de este significante es que no hay otro y que por lo tanto hay que construirse alguna
respuesta.
Lacan no nos habla de esto. Pone su esfuerzo en definir la defensa misma, e indica que esa defensa es
posicionarse en un lugar que resulte garantía de que no va a haber perturbaciones en ese Gran Otro.
Lacan no va a emperzar a estudiar la compulsión, la duda o las anulaciones retroactivas. Dice que todo
eso se deduce. El énfasis lo pone en el modo en que el obsesivo sostiene un Gran Otro. La defensa
busca de algún modo reconstituir ese Gran Otro. Para Lacan la causa de esa defensa (definida como
armar un Gran Otro) es nombrar el deseo del Otro, lo inquietante, de lo que hay que defenderse es de la
castración del Otro, del deseo del Otro. A → d (Ab)
Hay una angustia clave en el obsesivo vinculada al deseo del Otro, no soporta ese deseo del Otro, tiene
que anularlo y constituir el gran Otro. La duda, las postergaciones, todo eso se entiende a partir de esta
necesidad fundamental del obsesivo de constituir un Gran Otro completo.
Si el obsesivo, a nivel de su yo, nos va a hablar de sus objetos, nos cuenta sus proezas, lo que va a
hacer y lo que no va a hacer, puede contar todas las dificultades o relaciones que tiene con los demás y
con sus objetos. La insistencia de Lacan es que el individuo no esta aca, nunca van a dar cuenta de su
deseo interpretando aca; lo esencial de su defensa es que el tiene este desdoblamiento por el cual se
instala convirtiendo Otro castrado en Otro completo.
El rasgo clínico mas importante y constante según Lacan es el hecho de que lo que hace a la defensa
obsesiva es no estar nunca en las escenas del deseo, estar siempre en otra parte, viendo todo desde
ese Gran Otro.
Durante mucho tiempo en Lacan el significante que nombra esa angustia ante la inconsistencia del Otro
y de la que obsesivo va a tener que situarse como aval, es la muerte. El nudo de esa defensa es la
instalación en el Otro. El obsesivo se defiende del deseo del Otro con esta instalación. A partir de lo cual
va siguiendo su vida, medio vivo, medio muerto, siempre en estado de autocontemplación, no esta en
escena sino mirándose siempre en la escena. Esta instalación es lo que Freud llamo aislamiento. Se
trata de irse a un lugar, aislarse, borrarse de las escenas, encontrar ese lugar en el que el obsesivo esta
solo, con su pensamiento, sus controles, etc. A partir de la solución sintomática del aislameinto, el
obsesivo puede empezar a trabajar los distintos problemas de su mundo.
El aislamiento seria la manera de definir la posición del obsesivo en su deseo. El obsesivo arrastra en la
jaula de su narcisismo los objetos en que su pregunta se repercute, en la coartada multiplicada de
figuras mortales y, domesticando su alta voltereta, dirige su homenaje en vivo hacia el palco donde tiene
el mismo su lugar: el del Amo que no puede verse. Hace del estilo de domador de fieras un rasgo clínico
general de todo lo que esta dentro de esa jaula.
Estas fantasias no hace al obsesivo, pueden estar en diferentes cuadros clínicos. Lo que caracteriza al
obsesivo en relación a esos objetos de deseo, es llevarlos siempre a un limite extremo que Lacan llama
las figuras mortales. La alta voltereta, buscar el riesgo, un extremo máximo que se presenta mucho
como riesgo de muerte. Un riesgo vinculado a una suerte de todo o nada.
En el obsesivo todos sus deseos están dentro de esa jaula, pero domesticando su propia voltereta. En
el instante ultimo en que su propio deseo lo lleva a lo que seria dominar realmente a la fiera, cuando ha
conseguido con su latigo dejarla un poco quietita y pasando por unos riesgos que ni se imaginan,
domesticar quiere decir que cede en algo ahí y aparece otra cosa sorpresiva que no tenia nada que ver
con el gusto por domar fieras y que es dirigir todo lo hecho en homenaje a alguien que tiene que estar
en el publico. En ultima instancia lo que tiene el mismo su lugar, su identificación puesta en ese punto:
la de un Amo que veria toda la situación y que no se ve.
El punto clave esta en este punto donde cede algo pero a los fines de obtener ese lugar en el publico
que representa el campo del Gran Otro. La intriga del obsesivo, lo que le importa es averiguar si el tiene
un lugar en el Gran Otro y que se garantice ese lugar; que no es que le interese domar fieras, que son
solamente un medio para averiguar si tiene ese puesto en el palco.
En esta descripción estructural de Lacan de la posición del obsesivo es donde podemos ver lo que
Freud intuyo y llamo aislamiento. El aislamiento es estar en el palco, ya en otra parte que desde donde
transcurren sus deseos.
Luego Lacan va a retomar la custion de esta idea compulsiva freudiana y la llama Gran Phi (ɸ).
Significante solo que no hace cadena con los demás, significante de goce y de repetición, de un tipo de
goce: Uno fálico. Esta es la causa de toda esa defensa obsesiva, es la presencia del deseo (presencia
de un goce dira después), la repentina aparición de ese significante: Gran Phi.
El obsesivo no cae en dividion subjetiva ante esto, como es la represión histérica, en la defensa
obsesiva hay un paso del enigma de ese goce, de ese significante a la conciencia y el obsesivo se hace
una visión de ese Gran Phi, que como no es este significante imposible, real, repetitivo, Lacan llamo
como una especie de versión degradada pequeño phi. Lo crucial de la defensa del obsesivo es que se
identifica a ese signfiicante bajo una forma imaginarizada; se identifica a su funcion de totalización, de
equivalente general. Es muy astuto el obsesivo, desde el aislamiento, va a tomar una versión de ese
falo, con la que me puedo identificar, versión imaginarizada, pero dándole el valor de un “para todos”, de
un elemento que no esta en el mismo plano que los demás, sino que es el que ordena a todos los
demás. Es algo que va a poder poner entre paréntesis todos los objetos que son parcializados por el
obsesivo, y aquí empezar a entender otra fase de la clínica de la obsesion que no es solo la
postergación, la duda, estar siempre en otra parte, etc. Aca hay algo que hace que sostenga un
fantasma de toda falicidad. Es una parte que se cree muy vivo, donde el obsesivo cree tener la clave de
todo, todo es valor fálico, y no puede haber nada fuera de ese valor fálico con el que el esta identificado.
La defensa del obsesivo es hacer de ese mismo elemento, de ese Uno fálico, ese Uno todo, equivalente
genereal. También podemos decir que eso hace el aislamiento; identificarse a un falo que no existe
nunca en la vida cotidiana porque para emplera el falo, el Uno, en los deseos, hay que soportar que es
intermitente. Y por eso Lacan llega a decir que una clave de fonde la dificultad del acto del obsesivo
proviene directamente de la brevedad del acto sexual. Toda su impresión de actuar no es tanto por falta
de coraje, sino porque sabe que ese acto es siempre el acto de “patas cortas”, que no es nunca un acto
total.
En la erección propiamente dicha, la detumescencia da un valor S1, intermitente y bastante claramente
vinculado a la castración como tal, pero como diaria Freud, hay siempre una sustitución en el obsesivo;
primer paso: “y si sutituyo eso por un falo, con el falo puedo controlar acciones que van mas lejos en el
sostén de un todo”, no por eso la castración deja de existir.
La defensa ante el Gran Phi es armarse un gran phi degradado, sustituido en empleos, en armas, en
manejo del dinero, en manejo de recursos, de poder o lo que quieran, a los fines de conseguir una
anulación para siempre, crear un todo donde no vuelva a aparecer nunca mas la sorpresa del Gran Phi.
A eso entendemos como compulsión. Ese funcionamiento que nos lleva a las ideas de muerte, de una
compulsión que va a terminar en catástrofe, y que no es por es Gran Phi en si, sino por darla a esa
lógica del Uno, la lógica del todo.
La instalación en el Otro es un aislamiento que hay que estudiar en la vertiende en que consigue
defenderse del carácter discreto, incompleto, de la presencia del significante fálico, es el ailsameinto
que permite desde ahí, defenderse del falo, sobre la base del todo falo.
En esta dirección podemos ver la aplicación de la anulación retroactiva, como la cara del sintoma del
aislamiento cuando el problema que el sintoma tiene que resolver es el Gran Phi, porque la anulación
retroactiva, no es imaginaria, es el intento de anular un significante y se realiza con significantes, es
querer borrar que haya sucedido algo, pero si la idea de uno, al que le ha sucedido algo, es borrarlo, es
porque lo que ha sucedido es significante, porque no se pueden anular ni borarr sino significantes.
Conducir al sujeto en sus compulsiones a la anulación retroactiva, es exactamente lo que Lacan llama
sintomatizar la compulsión, la manera en la que pueda perder el goce propio de la compulsión. Si se le
revela que esa compulsión tiene que ver con el sintoma del aislamiento y bajo la forma de

El problema del Gran Phi no es todo en la obsesion; y tiene otro truco con el sintoma, otra manera de
solucionar esto, que no es la de hacer del falo las luchas por hacer un equivalente total con eso.
En el despliegue de su propio fantasma encuentra otra solución; como si aprendiese que la solución de
la equivalencia general del falo en la compulsión siempre hacer que lo anulado retroactivamente
retorne, entonces encuentra otra solución que es dejar caer el instrumento, domestico mi voltereta, dejo
caer el latigo y a paso a otro modo de goco que es conseguir en el Gran Otro, un Gran Otro completo,
en el que voy a estar to ampliamente reconocido y donde no haya significante fálico, otro que ya
empieza a ser el Otro de un reconocimiento de amor; pero eso si: siempre total.
La funcion de aislamiento de armar un Gran Otro, es siempre un totalización que siempre fracasa en un
punto, en el del significante fálico, el sujeto la consigue con la pulsión, despegandola de Gran Phi y el
goce del sintomaaca, esta ligado a la pulsión escopica. El obsesivo encuentra un modo de goce
escopico en el aislamiento, siempre el aislamiento es el sintoma y donde lo que ha renunciado de goce
fálico y de todo goce de ralizacion en sus escenas, desarmado, se realiza en la posibilidad de otro total,
a los fines de un Otro que lo ama, que lo reconoce, que le festeja la proeza.
En el obsesivo no hay solo el fantasma en su fase compulsiva, que es donde se ponen viriles, mas
machistas, mas despóticos, si a un obsesivo uestedes lo tienen en eso, hay para rato, esta muy
encasquetado en ese equivalente general fálico. Tiene mas chance analítica el obsesivo que puede
empezar a desplegar su vida, el problema en el cual él cede el componente mismo de la compulsión, no
hay compulsión sino ese homenaje ambiguo dirigido al palco, etc. No nodo el obsesivo se explica
solamente por la cara de la problemática del significante fálico.
Desde esta cara del sintoma ¿Cómo solucionamo el resto que queda y retorna? Con la compulsión se
intentaba borrar el retorno. Vamos a solucionarlo de otra manera, regalando el instrumento fálico,
dejarlo caer y ubicarse en el Gran Otro, en este goce profundamente ligado a lo escopico.
A nivel fantasmático en la compulsión podemos detectr que hay un fantasma anal u oral, pero lo que la
hace compulsión es la lógica del Uno resuelta en un para todos aplicando sobre la pulsión. Cuando eso
ocurre la pulsión empieza a funcionar compulsivamente. Desde el momento que cede la solución de
equivalencia general de manejo del falo, cuando deja caer el recurso, ya aparece una temática de
satisfacción pulsional que empieza a desacomodarse del ejercicio fálico. Y con eso el obsesivo va a
querer gozar de la gloria; pero se ve bien en el fantasma que no se puede gozar de la gloria ejerciendo
al mismo tiempo el instrumento fálico.
La oblatividad es el termino elegido por Lacan para entender toda una problemática con relación a los
valores de goce que toma, para el obsesivo, el objeto anal, en su relacino con todo el sistema de
regalos y dones.
Retomando, la defensa sintomática del obsesivo se basa fundamentalmente en: una cara de
compulsión (tomar el instrumento fálico con un valor lógico de para todos, haciendo al Otro completo) y
una cara de el Otro Completo (busca sostener al Otro en el plano de la demanda, resuleve con su
sintoma la cuestión del deseo).
La posición oblativa del obesivo es que resuelve su deseo convirtiéndolo en un don, el pago de una
deuda, etc, que va desde la exterma generosidad que puede haber en un obsesivo a al extrema avaricia
y retención. La actitud de dedicar una vida, inclusive al don hacia el Otro y hacia la demanda del Otro,
es para Lacan una modalida que puede tomar también aspectos mas o menos ritualizados pero que es
una modalidad en la que el obsesivo encuentr un goce de vivir para pagar y cumplir lo que nos
demanda el Otro.
Si hoy el obsesivo esta un poco sacudido socialmente es porque no se sabe muy bien que pide el Otro y
por eso hay mas angustias y novedades.
Para Lacan es un invento extraordinario, el ve aca un borde con algo real y que hay efectivamente la
obtención de ese goce, y puede haber un goce en hacer una vida que esta situada sobre la base de un
crédito, y que no va pagando en cuotas toda la vida y que cuando va pagando encuentra en es un
sentido y un goce.
Lacan dice que por detrás de la temática de la muerte del obsesivo, hay siempre un problema de
castración, de no relación sexual, etc.
En los últimos seminarios va a señalar que hay un invento del obsesivo: considerar que la muerte es un
acto fallido.
Si volvemos al sintoma fundamental del aislamiento, que en todos los casos figura como diferentes
maneras de sostener un Todo, un Gran Otro sin barrar, fuese por la consistencia de la demanda del
Otro, fuese por la consistencia de un mundo Todo fálico; aquí, en la otra cara, saben que un elemento,
un dato que arruina las concepciones de un Gran Otro completo, característica impredescible, azarosa,
imposible de la muerte, y que entonces, el obsesivo se afana el también por calcular todo, y lo acosa el
que sinificante de la muerte indica siempre esa castración del Otro. Antes que aceptar que hay
accidentes que están por fuera de lo calculado, prefieren articular siempre la relación del sujeto a la
muerte del lado de un acto fallido.
En la otra cara, en la que la funcion del objeto se presenta especialmente en el plano escopico, en el
plano de la mirada y que es la cara de este amor erotomaniaco, alude a la tipificación de ese amor en
el obsesivo. Hay un goce vinculado a la funcion escopica, donde el órgano goza sobre una manera que
se llama: el llanto. Hay un rasgo de tipicidad en el amor en la obsesion, amor seguro a nivel de la
imagen y de ser mirado y reconocido, el rasgo típico es que es un amor “erotomaniaco”, la diferencia
con la erotomanía psicótica es que el obsesivo no pone demasiado empeño en llevar hasta el final esta
forma de amor, y siempre al final le queda en fantasia. Es erotomanía al decirnos que aca el amor
empieza a buscar la certeza de ser amado a nivel del absoluto Gran Otro, de Dios, y que justamente el
amor se dirige a eso y es por eso que empieza el tema de renuncial al objeto de amor para realizar el
que el Otro nos ama, y vemos en estas fantasias un cierto empuje en esa dirección. En la idealización
tan grande de amor de los obsesivos hay algo claramente defensivo. El sintoma anuda de cierta manera
defensiva el tema de otro goce no fálico. En el obsesivo no se observan fenómenos de represión
histérica, el obsesivo se permite satisfacciones pulsiones, el problema es que tienen una increíble
ambivalencia entre el amor y el odio y todo el peso pasa en esa dirección.
Freud dice que en estas fantasias en el fondo esta todo destinado a camuflar un profundo deseo de
venganza. De la femenidad no se puede saber nada; es un goce que no tiene articulación simbolica,
estamos en pleno imaginario-real. En la fantasia, si termina bien, hay Otro que hace reconocer el
extremo al que llega el amor, cuando se sigue amando, bajo el precio de la renuncia del objeto. En esa
renuncia por amor, invade en el cuerpo un goce que no lo podemos localizar como zonas erógenas, un
goce que no es ni fálico ni estrictamente pulsional, y del que no tenemos modelo. Es un amor que ha
trascendido el objeto y que solo tiene de correlato la certeza del deseo del Otro, de haber sido causa del
deseo del Otro; causa abolida, causa no reconocida.
Lacan dice que hay dos estrategias en el amor y que la estrategia que siempre termina mal, la que no
sale de la ambivalencia de amor-odio es la que el formula como “te amo aunque no lo quieras”. Ese
amor que tiende a la completud con ese objeto, Lacan dice que fracasa siempre. Pero hay otro que es
irresistible. Es un deseo de Lacan decir que una cosa esta articulado, pero nunca podremos hacer de
eso algo articulable, porque no tiene palabras. Esa formula es “te deseo aunque no lo sepa”, “haces a
mi causa” (me causas deseo) “me deje en tu casa los anteojos”. A veces ocurre que puede sentir algo,
que es la certeza de ser algo en el deseo del Otro; pero no se puede ir a pmrobar, no es articulable; ahí
lo van a arruinar, “no, yo siempre me olvido los anteojos”, etc. Se produce un efecto en esa certeza que
es un goce. Es una certeza imposible de probar, es la certeza de que no se paso en vano por la vida, se
ha sido causa articulada en el deseo del Otro, y lo que da esa certeza es un deleite, una experiencia de
un cierto goce, porque no le puede dar un significante, porque si ustedes buscan el reconocimiento en
un significante, se vuelve a la estrategia inicial que es catastrófica.
En las mejores historias de la raelizacion de ese Otro Goce, que hay que fantasearlo porque no
sabemos que es, van a encontrar la temática de la renuncia al objeto y como en el amor que se creía
que iba en dirección a un objeto, el objeto es un medio, porque el amor pone en conexión con otra cosa,
con ese Otro barrado, los fantasmas de los obsesivos toman un sesgo erotomaniaco.
El sintoma obsesivo ha articulado una cierta busquead de solución sobre el plano de lo femenino como
tal. El amor es un modo posible de acceso al Otro goce y eso explica la prevalencia que tiene en las
mujeres esa temática.
Lacan dira que el sintoma anuda 3 registros en sus combinatorias, no solamente anuda el goce que es
conexión de lo simbolico y lo real, el goce fálico, sino que anuda también una conexión imaginario-real,
que Lacan llamo goce del otr.
Existen 3 modos de goce a considerar: el fálico, el propiamente pulsional sublimatorio, el otro goce.

DAMIANO (2012) La significación del falo en la cura de la neurosis obsesiva femenina.


La dirección de la cura de la neurosis obsesiva es una de las clínicas más renovadas por Lacan.
El debate con los post freudianos se centró en el auge del concepto de relación de objeto. En materia
de neurosis obsesiva, la interlocución de Lacan fue con Maurice Bouvet (1911–1960), quien había publi-
cado varios artículos que marcaron la dirección de la cura en aquel momento.
Lacan comenta el artículo de Bouvet llamado “Incidencias terapéuticas de la toma de conciencia de la
envidia del pene en la neurosis obsesiva femenina” (1948). El texto presenta el caso de una mujer de 50
años, Renée, diagnosticada como obsesiva, que consulta por un estado de angustia extrema vinculado
a dos síntomas obsesivos referidos a temas religiosos. Primero: “Cuando se proponía rezar, frases inju-
riosas, escatológicas se le imponían en contradicción con sus convicciones” y segundo: “En lugar de la
hostia se le representaban órganos genitales masculinos”. La paciente ha sido educada en el catolicis-
mo de manera obligatoria y coercitiva por su madre.
El Complejo de Edipo reconstruido en el análisis muestra que, tras un Edipo normal, aparece luego in-
vertido. Ella se avergonzaba de su padre. Lo consideraba triste, taciturno y depresivo y, sobre todo, no
había podido triunfar sobre el apego que su esposa tenía respecto de un primer amor platónico. A su
madre, más allá de los reproches (rigurosa en su educación, le prohibia cualquier tipo de relación con
un hombre y preferia a su hermana menor), la juzgaba superior al padre por su inteligencia, energía, de-
cisión, autoridad. Toda persona que se entrometiera en esa relación era objeto de deseos de muerte.
El análisis de Renée es presentado por Bouvet en dos fases: una de oposición y la otra evolutiva.
El pasaje de una a otra está determinado por la interpretación de un sueño que representa un deseo de
posesión fálica, luego reinterpretado como que ella desea ser un hombre (envidia del pene).
La hipótesis del artículo es que “la toma de conciencia de la envidia del pene favorece la evolución de
los fenómenos transferenciales y facilita la flexibilidad del superyó femenino”.
La dirección de la cura está en que la paciente introyecte el falo de su analista.
En la fase de oposición, la paciente, al mismo tiempo que demanda su curación, trata de imponer sus
condiciones al tratamiento y dirige al analista una oposición tal que no puede siquiera hablarle: “Conoz-
co lo bastante bien a los médicos como para saber que ellos se burlan de sus enfermos, y no hay nin-
gún motivo para que usted sea la excepción, además usted es más instruido que yo y se va a burlar de
mi ingenuidad, es imposible para una mujer hablar con los hombres”. Renée dirige toda su hostilidad y
agresividad hacia el analista, reproduciendo su actitud general hacia los hombres, a quienes considera
poseedores del falo.
El autor resume las relaciones de objeto de la paciente: “En ese período del análisis la paciente relacio-
naba como si fueran equivalentes sus manifestaciones obsesivas religiosas respecto de Dios, los tras-
tornos en el comportamiento respecto de su marido y su rechazo al tratamiento”.
Se quejaba y reprochaba a su analista por el sacrificio monetario que le significaba el análisis, enume-
rando todas las compras que podría hacer de ropa femenina, en particular zapatos, ya que cuando ella
está bien vestida los hombres la desean y “los hombres se fijan mucho en las mujeres con un buen cal-
zado” (tanto dinero, tantos zapatos); “Cuando estoy bien vestida los hombres me desean y pienso con
alegría: otro más que pierde el tiempo. Me siento feliz de imaginar que puedan sufrir”.
El sueño esclarecedor es el siguiente: “Estoy en el servicio hospitalario en donde trabajo, mi madre vie-
ne y le habla mal a mi supervisora. Me pongo furiosa y salgo. Entro en una zapatería que se encuentra
frente al hospital y compro un par de zapatos, luego de repente abro la ventana y comienzo a insultar
violentamente a mi madre y al jefe del servicio”. El analista interpreta que en la primera parte del sueño
ella no tenía alternativa que soportar la injusticia de su madre y que después de comprar los zapatos le
fue posible rebelarse. El sueño es interpretado como deseo de posesión fálica (pie bien calzado equiva-
le a falo potente).
Luego, con el agregado de otras producciones analíticas como: “Me veo con uno de mis senos transfor-
mado en un pene” y luego “me veo con un pene entre los dos senos”, y finalmente: “Hago arreglar mis
zapatos por un zapatero, luego subo a un estrado adornado con lamparillas azules, blancas y rojas don-
de solo hay hombres, mi madre está entre la muchedumbre y me admira”; el analista interpreta su de-
seo de ser un hombre con posesión fálica.
La misma lógica es trasladada luego a la relación transferencial: “Soñé que rompía la cabeza de Cristo
a patadas y que esa cabeza se parecía a la suya” y luego “cada mañana de camino a mi trabajo paso
por una empresa de pompas fúnebres donde se exponen cuatro Cristos. Al mirarlos tengo la sensación
de caminar sobre sus penes. Siento una especie de intenso placer y angustia”; en lo que el analista lee
el deseo de tener un pene suministrado por el analista y la fantasía de castración del mismo.
Pero finalmente, la razón más profunda, lo que se escondía detrás de todos estos intensos conflictos
con los hombres, este intenso complejo de castración femenina, ¿no era en realidad la desdichada rela-
ción con su madre? Ya que ella nunca vivió prolongadamente un conflicto real con un hombre. La conti-
nuación del análisis mostrará que ella se hacía una representación fálica de la madre y le atribuía un
sexo cuyo modelo había sido dado por la visión de animales.
Desde la orientación lacaniana el problema no es tanto el deseo del sujeto, en esta ocasión el deseo de
posesión fálica, sino el deseo del Otro, en este caso de la madre. Se trata de la relación del sujeto con
el deseo del Otro. El problema de Renée en tanto sujeto obsesivo no tenerlo o no tenerlo sino, si es o
no el objeto que desea la madre. Es en tanto percibe que el deseo de la madre se dirige a los hombres,
al padre, a su amor platónico o quien sea, que su hostilidad se dirige a los hombres, a su marido o a
cualquier otro. No porque lo tengan, sino porque para ella son el falo al que se dirige el deseo de la ma-
dre y entra con ellos en una agresividad mortífera de destrucción obsesiva, no quiere destruir al otro
sino al deseo del Otro. Y por eso este deseo se vuelve contra ella: tu eres eso que quieres destruir.
La indicación técnica es no interpretar la agresividad imaginaria. Lo que se presenta en el fantasma de
los zapatos y en el sueño decisivo, es que para ella, el zapato toma valor de posesión sobre el trasfondo
de no posesión, toma valor mascara. Al querer presentarse como si tuviera lo que sabe que no tiene,
hace de su feminidad una máscara. Esto puede seguirse en el material ya que considera que son los
zapatos los que causan pasión de deseo en los hombres. Deseo que, como no soporta, lo degrada.
Tanto para el hombre como para la mujer obsesivos, el problema no es tenerlo o no tenerlo. El proble-
ma es que quiere serlo.
En el plano de la transferencia, nuestro análisis va en el siguiente sentido: el analista considera que ella
quiere destruir su falo y castrarlo e interviene en el sentido de yo te lo doy, consiente en un deseo de
posesión fálica, responde a esa demanda supuesta y orienta el análisis en dirección de que lo que la
paciente ha querido: ser un hombre, ¿es eso lo que ella quiere? Esta introyección del falo imaginario
motivará que terminado el tratamiento, Renée envíe a análisis a su hijo primogénito; acting en el que la
paciente le devuelve el falo que el analista le dió y le muestra que hay otra cosa en su deseo que debió
haber sido considerada.
Todo esto nos permite formular una indicación técnica respecto de la dirección de la cura en la neurosis
obsesiva femenina: no legitimar la envidia del pene. Solo a partir de subjetivar en el análisis que no es el
falo, que su posición se normalizará, o lo tiene o no lo tiene.

LACAN (1957) El significante y el chiste (Seminario IV).


La observación de Juanito nos lleva a la función del mito, a la que le damos un valor técnico.
Ninguno de los elementos significantes de la fobia tiene sentido unívoco, ninguno equivale a un
significado único. Por ejemplo, el caballo juega papeles distintos. Tenemos el caballo enganchado. En
ese momento el caballo es simbólico de la madre. También simboliza el pene. El caballo está cargado
de ambigüedad. Es un signo para todo uso, un significante típico. El significante sintomático está
constituido de tal forma que por su naturaleza cubre múltiples y diversos significados en el curso del
desarrollo. Es su función. Ningún elemento significante, objeto, relación, acto sintomático tiene carácter
unívoco. No es equivalente a ninguno de los objetos, relaciones, ni acciones imaginarias. Los elementos
significantes se definen por su articulación con los otros elementos significantes. Esto justifica la
similitud con la teoría del mito. Levi-Strauss abre el estudio estructural del mito.
El juego del significante se apodera del sujeto, con sus leyes. Juanito va entrando poco a poco en un
decorado que se organiza y edifica a su alrededor, este decorado lo captura. La edificación ideica tiene
su motivación propia. Responde a una función, no a una pulsión o movimiento emocional. Se trata de
una serie de oposiciones de orden combinatorio.
Vemos surgir en Juanito agrupamientos de elementos significantes progresivamente trasladados de un
sistema a otro. Por eso no sirve el esfuerzo del padre para hacer que los términos simbólicos e
imaginarios o reales supuestamente representados se correspondan. Juanito en todo momento le
demuestra que no es eso.
A lo que Juan se enfrenta cuando surge su fobia, eso con lo que tiene que arreglárselas, es la
aprehensión de ciertas relaciones simbólicas no constituidas. Es un problema de significantes. El
significante es introducido en lo real por su misma existencia. Son problemas de creación de sentido,
con la posibilidad siempre abierta de que se reduzca todo a la nada.
Juanito esta subordinado a solucionar un problema surgido de su necesidad de revisar lo que hasta
entonces era su forma de relación con el mundo materno, organizado en base a la dialéctica del
señuelo entre él y su madre. ¿Quién de los dos tiene el falo, o no lo tiene? ¿Qué desea la madre
cuando desea algo distinto que a mi? En eso estaba el niño, pero ya no puede quedarse ahí.
Aquí se inscribe la función del mito. El mito es una tentativa de articular la solución de un problema. Se
trata de pasar de cierta forma de explicación de la relación con el mundo del sujeto a otra. Lo que
requiere la transformación es la aparición de nuevos elementos, distintos, que entran en contradicción
con la primera formulación y exigen un salto. De eso se trata la aparición de la fobia y el desarrollo de
los elementos significantes que lleva consigo. Por eso, las tentativas parcelaruas a la que se dedica su
padre le parecen irrisorias.
El Witz apunta a lo esencial de la naturaleza de este fenómeno. El análisis de la agudeza consiste en
mostrar el efecto disruptor del juego del significante con respecto a la existencia de lo real. Jugando con
el significante, el hombre cuestiona su mundo. El valor de la agudeza es su posibilidad de poner en
juego el sinsentido de todo uso del sentido. Se puede cuestionar cualquier sentido en la medida en que
se base en un uso del significante. Freud evidencia que la agudeza supone siempre la noción de una
tercera persona. Se cuenta el chiste frente a algún otro. Esta ternaridad es necesaria para
desencadenar la risa (lo cómico se conforma con una relación dual). Esta dimensión simbólica es la
razón de esa perpetua burla que matiza todas las replicas de Juan a su padre.
Se trata primero de aislar los significantes en su valor combinatorio. El conjunto de significantes que
intervienen estructuran lo real introduciendo nuevas relaciones combinadas. El significante es un puente
en el dominio de significaciónes. No reproduce las situaciones, las transforma, las recrea.
El objeto de la interrogación preedípica de Juan es el falo que falta. La función simbólica esta vinculada
con una pregunta que es esencial para él: ¿Qué se pierde? ¿Que puede irse por el agujero? Estos son
elementos de una instrumentación simbólica que se integraran en el desarrollo de la construcción mítica
de Juanito, bajo la forma de esa bañera que el instalador viene a desatornillar (primer sueño). Luego lo
que será desatornillado es su trasero y su propio pene.
El el mito individual del neuróticose presenta como la salida, el despegue de mediaciones vinculadas
por un encadenamiento significante de carácter circular. El punto de llegada tiene una relación profunda
con el punto de partida, sin ser el mismo. El obstáculo, siempre presente al principio, se encuentra de
nuevo bajo una forma invertida en el punto de llegada, donde es considerado como solución, con sólo
cambiarle el signo.
Al principio Juanito se encuentra capturado en la relación tramposa en la que se desarrolla el juego del
falo. Su madre y él mantienen un movimiento cuyo sentido es la identificación perfecta con el objeto del
amor materno. Entonces aparece un elemento nuevo. Hay un problema basado en que no hay nada
ordenado previamente en el orden imaginario para permitirle al sujeto asumir el hecho con el cual se
enfrenta de forma aguda en el fenómeno del crecimiento: es el fenómeno de la turgencia. Que el pene
deje de ser pequeño y se convierta en grande en el momento de las primeras masturbaciones o
erecciónes infantiles. Juan se enfrenta con el problema semejante de integrar la existencia del pene
real, de un pene que puede volverse grande o pequeño, pero también que es el pene de los pequeños y
de los mayores. El problema del desarrollo de Juan esta vinculado con la ausencia del pene mayor del
padre. La fobia se produce en la medida en que Juan debe afrontar su complejo de Edipo en una
situación que exige una simbolización difícil. Que la fobia se desarrolle con tal proliferación mítica, nos
indica, la complejidad del fenómeno en juego cuando para el niño se trata de integrar lo real de su
genitalidad, y subraya el carácter simbólico de este momento de pasaje.

INDART (2010) Nudos hombres y mujeres, el síntoma fóbico.


Tres escansiones en Lacan respecto de la cuestion del falo:
1) a nivel del significante, se trata de un significante diferente a otros.
2) significante en equivalencia al elemento significante como tal, al Uno.
3) el abordaje del falo como función fálica. En el periodo de los nudos, la cuestión de un falo real como
crucial para transformar en un agujero real lo que si no seria falso agujero para cualquier forma de
articulación posible de simbolico e imaginario.
El falo como significante. Lacan destaca la inventiva de Juanito de hacer del falo un rasgo escrito y
abollable.
Lacan busca diferenciar la función del padre (la intervención paterna como agente de castración) del
falo como tal.
La fobia es un síntoma, pero no es un síntoma vinculado a la castración. Como acontecimiento del
cuerpo es una fase de frustración. Su idea de la fobia es la de placa giratoria. La fobia no sustituye
nada. No se trata de un síntoma a descifrar. Por ello Lacan toma como técnica el análisis estructural del
mito. La cuestión arranca con las fantasias de Juanito, con su creación imaginativa obtiene cierto tipo de
solución. Las intervenciones del padre (orirentadas por Freud) estimula esa creación imaginativa. Esa
creación no es separable del síntoma, de la fobia. Todos esos fantasmas que fabrica no han tenido
nada que ver con la función del padre, pero si con la fobia.
Cada vez que Freud y el padre intentan la intervención analítica es ineficaz, entorpece o causa efectos
no deseados para la cura de Jueanito. Desde la primera interpretación de miedo al caballo como
hostilidad con el padre, la fobia se enriquece y complica mas, se llena de detalles, ambigüedades, se
refina; es como si Juanito se dejara llevar en la operatividad de la fobia, en la presión que le hace esta.
Juanito va a trabajar ese síntoma en tanto la fobia lo presiona y soborna (en su sentido etimológico: dar
recursos a alguien). Juanito trabaja esos recursos en un sentido desviado de lo que propone el Gran
Otro (Freud y el padre), en total distancia con esas significaciones, sugerencias y propuestas.
Lacan va a introducir ahí una lógica. No una técnica de desciframiento. El punto de partida es
diferenciar significante de significado. Ningún singnificante tiene significado univoco y definitivo. Lo
primero que hace Freud y el padre es dar al significante caballo el significado “padre”. Pero el
significante fóbico tiene distintas caras. Tenemos un caballo atado al carro o no. Si es un carro de un
solo caballo o de dos, no es lo mismo. Si el carro esta cargado o no. Juanito desarrolla estas
significaciones que iran en dirección a un caballo que representa a la madre, y también al pene como
atado, enganchado al carro-madre. Y de ahí con el cargado y descargado nos lleva a las
preocupaciones del nacimiento, embarazo, etc. Ademas esta el caballo krawall, caído, mas en relación
con el surgimiento de su angustia, el miedo al caballo aparece justo ahí.
A Juanito esas interpretaciones no le interesan, se burla y hace chistes. El síntoma como significante
implica que nunca se llegara por desciframiento a una significación univoca, que se presta todo el
tiempo a producir con otro significante una variedad de significaciones y sentido diferentes. Es la
naturaleza y funciuon del síntoma desplegar esa diversificación de sentidos. Esto es generalizable para
cualquier tipo de síntoma en la neurosis. La cosa no pasa por el desciframiento. La regla de oro de
Lacan es que hay que seguir en el despliegue del síntoma no su diversidad de sentidos, sino si otro
significante se articula para producir esa diversidad. Interesa el modo en que el síntoma articula otros
significantes. Ejemplo de esto es carro cargado, carro descargado. Hay que considerar esa articulación
desde un punto de vista lógico. El síntoma puede articularse a un saber, a cierto número de
significantes lógicamente combinados. El inconciente de Freud es un saber.
La lógica que le damos a esas relaciones de significantes es la de los mitos. Utiliza el mito individual del
neurótico para mostrar las distintas formulas de la elaboración de Juanito a partir de su fobia. Juanito es
jugado por esos significantes, el significante fóbico lo representa poco a poco para otros significantes.
La cuestión del sentido no interesa, no es la orientación obtener una signficacion verdadera final de la
manera en que el síntoma se relaciona con los otros significantes. Nos orientamos con ciertos
significantes que se producen y se van enganchando, se va armando una cierta lógica con el síntoma.
Una lógica que se va a complicar, porque existe la cuestión del goce, existe un imposible, algo que no
puede simbolizarse. Esa lógica es una solución de un problema que se planteaba como imposible. A
Juanito se le viene abajo el paraíso, aparece la frustración. Este es el problema que no puede integrar ni
resolver. La cosa es difícil porque hay que integrar es una cuestión vinculada al goce. Lo bueno de la
posición por la que a partir del síntoma (mito) se puede construir algo que integra algo muy difícil, es
que no existe una solución perfecta, es una solución que traslada la cosa a otro nivel, consigue un
impasse, un pase, pero no soluciona ese impasse.
Lacan dice que el padre por fin tiene una iluminación: por fin apuntar no al significante fobico sino a la
angustia que esta detrás y le dice: las niñas no tiene hace pipi y vos si. El niño acusa recibo, y
responde: el mio lo tengo enraizado y va a crecer conmigo.
Sin embargo la fobia no se va. Lacan dice que es una interpretación que no llega a algo real que esta en
juego. Haria suponer que toda la angustia de Juanito seria simplemente la angustia equivalente a la
diferencia de los sexos, angustia de castración. Si la fobia sigue, quizas lo real en juego es otra cosa
que el puro valor significante del falo, la pura diferencia significante de un significante y el significante
cero. Significante singular que no tiene correspondiente pero que su ausencia sirve para ubicar a las
mujeres y su presencia a los hombres.
Entcones esa pura diferencia simbólica no resuelve la angustia y el real en jeugo. Juanito prosigue su
tarea sin sacar partido de la cuestión del falo. Como si dijera, entendi, no te preocupes lo tengo
enraizado en el cuerpo y crecera conmigo. Ahí es donde produce el fantasma de las dos jirafas. Donde
da el primer paso vinculado a una representación de la madre (jirafa chica) en términos de lo que desea
la madre, y una primera idea de algo que no es un significante vinculado a un significante cero, sino un
rasgo escrito, algo que no le han dicho sino que se lo tuvo que fabricar el con la oposición de la jirafa
que va quedar gritadora, angustiante, y la satisfacción y el alivio del niño que se afirma sentandose
arriba: no solo tiene un significante que le marca la falta con ellas sino que tiene ademas un rasgo
escrito que se inventa y que empieza a servirle un poco.
Juanito tiene que solucionar un problema, lo empieza a solucionar con la jirafa y una manera de
nombrar el problema cuando se le rompe el mundo es: qué desea mi madre. Juanito parte de si mismo,
es como un amo, punto de partida arbitrario, es así porque yo lo estoy fabricando así. Es una manera de
decir que desde el sintoma, lo que se construye alrededor de él es sin Otro: es un punto de inicio de
cada quien y se va construyendo con esa lógica en cada cual.
Lo que hace Juanito con la jirafa, significante, crea, transforma, inventa saber. No es que lo descubre,
sino que se lo inventa. Esto Lacan lo retoma en su última enseñanza para el síntoma y el saber
inconciente: su carácter singular e inventivo. Un sintoma puede ordenar un vida, desde un sintoma se le
puede dar una lógica a la vida.
La fobia es un acontecimiento que viene en relación al goce que le está siendo coartado. La fobia,
puede servir para lo que sea, produce significación cualquiera. Juanito arma su fobia frente a la
frustración del querer quedarse en la casa con su mama. El mito se plantea como la solución imposible
al problema de la solución que Juanito tiene, su paraíso se está terminando. Juanito tiene la solución
que desea su madre y lo hace con la jirafa, la bañera, etc.
Reglas para trabajar con neurosis:
1) hay que ver qué aspecto significante tiene un síntoma
2) hay que seguir el despliegue del síntoma en sus significantes articulados
3) el significante es creador, inventivo.

HORNE (1998) La fobia como plataforma giratoria.


La plataforma giratoria que puede dirigirse hacia la histeria y a la neurosis obsesiva y puede efectuar un
enlace con la perversión.
Lacan dice que la constitución del síntoma fóbico se da en el punto de la división del sujeto, el punto es
un nudo en el que el sujeto se amurallara con una fobia.
Caso: niño con fobia a las gallinas, 1er momento disfrutaba yendo al gallinero a buscar los huevos con
la madre, en el baño jugaba a ser la gallina y a poner huevos para ella. Niño se ubica como objeto de
deseo de la madre, como falo materno y le hace regalitos (darle el objeto preciado, lo que la madre
desea). Lacan define esta relación como anaclítica: la gallina representante de su goce como objeto.
En un 2do momento, niño es tomado por detrás por un hno mayor que le dice “soy el gallo y vos sos la
gallina”, el niño no quiere ser más la gallina, la castración se hace presente, y el niño hace la
equivalencia entre femenino, objeto y pasivo. Asi se pasa de la gallina como objeto anaclítico de goce a
la gallina causa de angustia y significante del miedo. Hace síntoma fóbico a las gallinas. Se devela la
verdadera función de la fobia, la de sustituir el objeto de la angustia por un significante que provoca
temor.
El instante de ver, es el enfrentamiento con un saber que no se alcanza: un saber en los límites de lo
real. El tiempo de comprender permite al sujeto colocar un significante como mecanismo precario de
defensa, porque la fantasía no está establecida y es de defensa porque se trata de un significante que
viene a sustituir a la angustia. El tiempo de concluir, es el momento en que la fobia como plataforma
giratoria debe definirse.
Si no tiene lugar la interpretación inconsciente, la plataforma girará hacia la constitución de una
estructura perversa. La perversión al construir con la bombacha un fetiche, desmiente la castración y
otorga al A la compleción que le falta.
En la neurosis el giro hacia la histeria o hacia la neurosis obsesiva dependerá del tipo de defensa como
elección forzada del sujeto.
Desde la perspectiva de la fobia como plataforma giratoria, el elemento síntoma viene para dar cuenta
de la falta en la estructura. El síntoma, en cuanto letra de goce, permite indexar el elemento faltante,
ese “menos uno” con el uno de la letra. La letra de goce del síntoma es el elemento estabilizador de la
estructura, lo que permite enlazar lo simbólico, imaginario y lo real. El paso de la angustia al miedo se
instituye por un significante que tiene algo de simbólico y algo de imaginario y a la vez es un objeto. En
tanto objeto esta constituido por un nucleo real rodeado por un halo imaginario. Es la relación con lo
simbolico lo que permite a nivel de lo imaginario hacer aparecer al objeto en a. En este sentido, el
significado de la sustitución, en su última articulación con la letra de goce, toma una funcion de
suplencia. Es un significante que proviene de la vertienden del objeto y que apunta al goce oculto del
sujeto, saber del goce, y al vacio, a la nada, al saber de la estructura.

CRISCAUT Y OTROS (1997). Sueños II. En la fobia y en los rasgos de perversión.


El inconciente trabaja con cierta orientación, en su producción de una significación fálica como
respuesta al enigma de esa x, en tanto la castración limita la intrusión de goce que esta x denota.
Abordamos dos dimensiones clínicas donde se verifica un atolladero respecto de ese trabajo que hace
el inconciente. Se trata de la existencia, en ciertos sujetos, de dos tipos distintos de soluciones fijas a la
x, que los coloca a cierta distanca del funcionamiento cuaternario metaforico.
Se trata de la solución de la x por via de: A) el significante supletorio fóbico B) el objeto fetiche perverso.
En relación a la estructura metaforica estas soluciones le introducen un cortocircuito, pero disimétrico.
El énfasis dado por Lacan al valor significante del objeto fóbico y a su valor de suplencia de la metáfora
paterna, nos encontramos con un armazón de tres patas: sujeto fóbico, objeto y miedo.
El objeto fóbico en su vertiente significante (S fóbico), engendra de modo próximo a la metáfora, una
significación de miedo y prevención. Pero lo hace sin que haya sustitución con represión, por lo que
resulta un sintoma con significado pero sin sentido. En su vertiente objeto, no es algo real (por ejemplo
el objeto a), hay desplazamiento. Pero no se fija al costado sino en su lugar y carece de brillo fálico.
En el fetiche se trata de un objeto constituido por la eficaia del primer tiempo del Edipo, de la metáfora
paterna, y su significación fálica es evidente y paradigmática.
La tesis freudiana y lacaniana es de la constitución de todo deseo como perverso. La distinción ente
neurosis y perversión comienza cuando se señala que el fetiche, a nivel de la escena que domina,
puede obtener una fuerza capaz de desmentir la prosecución de la eficacia de la metáfora paterna,
renegando de la castración (-ᵠ). Lo especifico de la posición perversa del fetiche, tomando el lugar de
causa, puede funcionar como un nombre para el sujeto, oponiéndose estructuralmente al trabajo del
inconciente. El fetiche también se sostiene solo, sin represión, asegururando una significación fálica
completa al deseo del Otro.
Lacan indica la dirección distinta de ambas soluciones respecto de la metáfora paterna. Esta esta
suspendida en el caso de la fobia aunque la clínica puede probar que cuando se reinstala en ese punto,
la fobia cede, verificando su carácter transitorio. El fetiche desmiente la funcion metaforica paterna y la
clínica indica una traba estructural al trabajo del inconciente, carácter incurable, en tanto no encuentra
su casrtacion sino como castración real.
Hay una dificultad en cuanto a la posibilidad de dialectizar esas posiciones por via del mecanismo de la
sustitución significante.
Lacan trabaja las estructuras clínicas como binarios. Distingue el objeto fóbico en cuanto significante
para todo uso para suplir la falta del Otro y el fetiche en cuanto objeto percibido en el recorte del
significante. Del objeto fóbico dice que le da su uso de arma en el puesto avanzado fóbico contra la
amenaza de la desaparición del deseo; y del fetiche dice que es condición absoluta del deseo.
La temporalidad lógica del Edipo nos permite recortar aspectos diferenciales en el pasaje por la
dialéctica de la castración.
La cria humana se subjetiviza en relación a un significante primordial representado en el Otro materno;
pero ese significante es tanto un imperativo insensato, sin fundamento, como un deseo que no dice que
desea. Para que la ley sea pacificante tiene que haber la suposición de su fundamento, o ley de la ley.
Es la funcion del NP, padre simbolico, que es una referencia que asume la madre, un significante que
pone limite al capricho materno.
El niño identificado al resultado de esa operación, se ubica en “ser el falo”. Esto define la eficacia del
primer tiempo y ya esta constituido el campo de la perversión polimorfa y sus fantasmas sostenidos por
algún objeto parcial.
El segundo tiempo de la metoafora definir en campo de la neurosis. Aquí reaparece el significante del
agentee de la castrcion al que Lacan define como Padre real (la eficacia estriba en estar investido de
ese significante constituido en el tiempo anterior).
Si el padre simbolico elide el goce puro autorizándolo solo como fálico, el padre real como agente real
limita ahora ese mismo goce fálico por via de la castración imaginaria. Dan medida de los éxitos y
fracasos, avances y retrocesos, la perversión como retroceso via renegación y la fobia como temor a la
concreción de la amenaza de la castración por el agente.
El perverso luego de entrar en el segundo tiempo retrocede desmintiendo la intervención de la ley por el
agente, renegando la castración.
La fobia es algo que se constituye en el lugar de una suspensión de la funcion paterna. El neurótico
hace como primer movimiento la transformación del Otro castrado, ese Che vuoi? En algo no
angustiante mediante el recurso al fantasma del Otro Completo. La fobia, placa giratoria, porque como
tal no es ublicable en la pantomima histérica u obsesiva que se despliega como el deseo insatisfecho o
imposible, deja una apertura rudimentaria del Otro barrado. Fall el recurso al fantasma del Otro
completo y el modo como se responde al Che vuoi? Angustiante es con el objeto de miedo, que
funciona como significante para todo uso para suplir la falta del Otro.
La idea de suplencia indica que en el punto justo de la fobia, no opera el NP como pacificador del deseo
del Otro.
El valor de este significante fóbico en la cura para Lacan, es un significante cuya particularidad es que
no sustituye a otro, no representa al sujeto para otro significante, salvo para el supuesto saber, lo que lo
hace dócil a la transferencia, pero opaco para su resolución como formación del inconciente. Esta como
suplencia, no tiene estatuto de metáfora efectiva. Parece faltar una vuelta a la constitución de la
represeion. El trabajo alrededor de este significante fóbico puede conducir a una especie de tejido
simbolico, lenta creación de un mito que mantenga a distancia la angustia que es suscitada por el deseo
del Otro. En términos de cura se trata de que la metáfora de castración se efectivice y el significante de
la evitación deje paso a un verdadero significante de represión. La metáfora paterna alcanza el punto
mismo donde estaba la fobia.
El fetiche comparte con el significante fóbico supletorio el carácter de fijeza. Están como cobertura del
objeto a, pero mientas el objeto fóbico sostiene perdida de placer por miedo (deseo prevenido) el fetiche
sostiene ganancia de placer. Si esta ubicado como causa, queda por fuera del trabajo mismo del
inconciente. Parecería ser qque ninguna metáfora paterna lo sacude, cuando el perverso ya ha pasado
a hacer al Otro testigo de su deseo igualado a voluntad de goce.

BRAUNSTEIN (1990). La perversión, desmentida del goce.


Lacan: la perversión no es el negativo de la neurosis, es su positivo.
La perversión es una determinada posición en la sexualidad en principio, no se puede hacer un
diagnostico de perversión viendo la conducta social del sujeto. No hay q pensar qque la perversión goza
de un plus de goce que los neuróticos no tienen. Gozan igual q nosotros, solo q por diferentes caminos.
No es la actuación lo que distingue la neurosis de la perversión sino la posición del sujeto ante esa
actuación. No sorprende que sea en el discurso, ya q las estructuras clínicas son hechos de discursos,
modos de relación con el Otro, posiciones subjetivas. El discurso del perverso es raramente escuchado
por el analista. El neurótico viene buscndo un saber que le permita recuperar el goce perdido,
quejándose del Otro que goza, imaginando con vergüenza q es un desvergonzado; el perverso toma la
actitud contraria, el positivo de esa negatividad. Él vive para el goce, sabiendo sobre el goce propio y
ajeno. Lo q en uno es falta y deber en el otro es haber y saber.
Hay un desencuentro estructural, una no correspondencia de origen entre la voluntad de goce y el
deseo del analista. El vinculo del analista con el perverso es aleatorio, precario, siempre en el borde de
la interrupción de la experiencia. Si el perverso se dirige al analista como el depositario del saber del icc,
de la ley de la sexualidad, es a la espera del momento del desafío a esos supuestos ideales. Un indicio
de la estructura perversa, es la neurotización que el induce en el analista, el pasaje de éste al discurso
de la histérica. El analista no puede ser investido como sss por el perverso, pues el supuesto saber es
el yo mismo del sujeto. Lo q él ignora es q no sabe del sexo, y q lo q atesora como verdades son
fantasmas, teorías sexuales. Frente a esto llena los huecos con racionalizaciones, proyecciones.
Mientras q en el neurótico el lugar del deseo esta sellado por una incognita, en el psicótico no existe la
preg, en el perverso el deseo se llama “voluntad de goce”, su problema es cómo procurarse los medios
para asegurarlo. Se presenta sabiendo sobre el deseo y el goce, esta seguridad lo hace atractivo para
el neurótico q no espera sino encontrar quien le resuelva la ecuación de su deseo. El perverso lo
seduce con su fantasma de saber- gozar. Esta es la característica clínica del perverso. La estrategia del
obsesivo tiene q saber hacer con el Otro, hay q obtener su complicidad o su terror.
El perverso no desea al fetiche como un objeto, el fetiche no se coloca en la perversión del lado del
partenaire, aunque este de ese lado. El perverso tiene una relación identificatoria con el fetiche, pero
siempre se encuentra en el campo del sujeto. El fetiche es una condición fija, lo que hace es taponar,
velar, darle un soporte al sujeto perverso para realizar su fantasma sin angustiarse, ese objeto le
permite unir el deseo a su voluntad de goce; poder realizar eso que el neurótico imagina, en la neurosis
la unión del deseo a la voluntad de goce se imagina en la perversión se realiza. El fetiche no tiene
función erotizante, sino desangustiante, cada perverso inventa su fetiche. El partenaire puede variar,
pero el fetiche esta siempre; el partenaire es un sujeto lacaniano, en tanto que le interesa que el otro
permanezca en un estado de división a través del pudor. Tiene q encontrarse con otro q no sea
perverso, q sea neurótico.
El rasgo de disociación y degradación de la vida amorosa es lo q permite distinguir entre la
homosexualidad como perversión y la homosexualidad como modo de elección de objeto amoroso. La
vida amorosa del perverso consiste en procurar el goce sin pasar por el deseo (del Otro) aboliendo la
corriente de la ternura. El consentimiento y la convergencia con el deseo del partenaire eliminan la
satisfacción perversa. Es por esto q no hay complementariedad de las perversiones: el sádico no es la
pareja del masoquista, etc. Porque no se produce la escisión subjetiva del partenaire. Es el perverso
quien es el objeto y su víctima quien es el sujeto.
4 puntos para hacer un diagnóstico de perversión: 1) un fetiche 2) voluntad de goce 3) buscar la división
del sujeto 4) dar cátedra de goce, posicionarse como Otro).
El perverso ha decidido, no se nace perverso. Hay sujetos q han decidido y van al análisis para ser
perversos decididos. Pueden llegar a la consulta por inhibiciones, stmas y angustias. La perversión es
propiamente masculina por su relación al falo y su desinterés en el amor. El goce femenino es lo
contrario a la perversión, que está más del lado del amor.

EIDELBERG (2002). El cinismo psicoanalítico en tiempos de crisis.


Este trabajo intenta responder tres preguntas:
1) La posición clínica ¿Contribuye al desencadenamiento de una crisis, es una consecuencia de ella o
intenta darle una respuesta?
2) ¿Qué diferencias deben establecerse entrel cinismo antiguo y el actual?
3) El “saldo cinico” ¿Es un efecto inevitable de los análisis de la época o puede ser un recurso con el
que se intente una salida al discurso capitalista neoliberal que la rige?
El advenimiento de toda crisis implica la vacilación y a veces caída de los semblantes que ordenaban
los lazos entre los integrantes de una sociedad. El Otro encarnado en las figuras de autoridad deja de
cumplir su funcion de garante y sostén de los pactos sociales. Este barrido de la funcion reguladora del
Otro implica la destitución del rol orientador de las ideologías. El ideal del Otro queda reducido a ser un
significante solo, aislado, desarticulado de la cadena simbolica en la que obtenia sentido, mas del lado
de lo que Lacan llama una letra del inconciente, articulada a una manera de gozar que opera en forma
salvaje y fuera del sentido.
Los lazos en la época del Otro que no existe, mas que lazos son agrupamientos alrededor de una
modalidad común de goce: se juntan los que gozan parecido, ya no los que comparten ideales
parecidos. La expansión de algunas sintomatologicas como toxicomanías y anorexias pueden pensarse
desde esa óptica, especialmente en lo que respecta a su dificultad para devenir una pregunta dirigida al
Otro del saber en el lazo analítico.
El discurso capitalista no es ajeno a este estado de cosas: la forclusión de la castración con su
consecuencte ignorancia del amor, la reintegración sin obstáculo del plus-de-goce bajo la forma de
gadget y la expropiación tanto del saber como del goce al trabajador proletario son algunas de las
causas de la vacilación de los semblantes del Otro.
El anonimato del amo moderno, los avances tecnológicos-científicos a su servicio, y la globalización
contribuyen a los nacionalismos y su contracara la segregación, y a la expulsión del sistema de las
capas sociales proletarias y medias.
Una de las consecuencias de la vacilación de los semblantes es el cinismo que colorea las
sintomatologías actuales entendidas como formas cinicas de gozar.
El cinismo es una escuela filosófica teorica y practica (siglo IV a.C). Los cínicos eran ágrafos y vivian
como perros, mendigos. Los cínicos extraen dos rasgos opuestos de las palabras: por un lado la
hipocrecia de la vanidad, el dogmatismo, y por otro, su poder de antídoto constante contra lo anterior.
La escuela cinica rechaza los discursos grandilocuntes, opta por la escasez y precisión de las palabras,
la replica rápida y sagaz. Se los caracterizaba como desvergonzados, escandalosos, autosuficientes,
austeros, petulantes, provocadores y marginales. El cinismo como escuela filosófica pretendía dar
respuesta individual a la incertidumbre que se vivía en ese periodo de crisis cultural y expansión
imperalista.
Mientras que el antigui cinico se burlaba y desafiaba al establishment, el contemporáneo se refugia en
la autoridad. Perdió su espíritu desafiante. Se atrinchera en su individualismo, defiende sus privilegios,
desconfia de los ajenos, y encuentra en la competencia del mercado capitalista la mejor justificación de
su egoísmo. No miente para cuestionar el estatus sino para mantener el propio. Este cinico actual
perdió prestigio pero gano influencia.
El cinismo griego es el revés del discurso del amo en una sociedad aristócrata, esclavista, operando a
contrapelo. El cinismo actual esta atrapado en las relaciones de producción capitalistas que se
caracterizan por neutralizar la incidencia del deseo de los que entran en su aparato.
Tanto Freud como Lacan se interesaron en el cinismo. Freud presenta al cinismo bajo una forma de
chiste tendencioso, caso limite del chiste. Esta asociado a las características pesimistas y
desesperanzadas. El chiste cinico ataca las instituciones. Ve tres rasgos fundamentales: la franqueza
(virtud cinica), el desapego de los semblantes y la asunxcion d elgoce que este desapego permiriria.
Lacan le atribuye cierto merito al cinico, también toma sus precausiones contra el. Porque si excluir el
deseo es equivalente a forcluir la castración como lo hace el “cinico actual” del capitalismo, entonces
conviene que el analista tome las máximas precauciones contra el saldo clínico. Pero podrá servirse de
el si “volver caduco el deseo” implica asumir la modalidad del plus-de-goce post pasaje por la castración
del Otro, lo cual supone la destitución subjetiva y una manera de vivir la pulsión mas alla del fantasma
que no excluye el amor y el lazo al Otro.
En psicoanálisis el goce esta para encubrir que no hay relación sexual, lo real de la castración. La
operación analítica no permite el goce perverso, su efecto es devolverlo a su uso verdadero: “la
castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado para ser alcanzado en la escala
invertida de la ley del deseo”.
El saldo cinico de un análisis no lleva al sujeto a un uso perverso del goce puesto al servicio del Otro y
de la desmentida de la castración, sino que lo lleva a afirmarse “soy la pulsión que me mueve”. Es el
saldo que obtiene un sujeto habiendo atravesado su cinismo neurótico fantasmático con el que da
consistencia al Otro. El saldo cinico pulsional implica que el sujeto esta advertido de que el Otro
simbolico no existe mas que como semblante, y también implica una modalidad de goce de la que el
sujeto esta advertido y es responsable, modalidad que puede ser articulada al sintoma en su funcion de
suplencia de la relación sexual que no hay y que no excluye el amor en el encuentro con el Otro como
cuerpo.
Lacan caracteriza al intelectual de derecha como un canalla y al de izquierda como un tonto. Canalla
porque enuncia verdades sin pagar el precio. Tonto o bufon porque al igual que el cinico comparte una
inclinación a la verdad pero que por la heroicida ingenua con la que la proclama puede terminar en
canallada.
El humanitarismo analítico es inseparable del saldo cinico, ligado al saldo de saber en un doble sentido.
Por un lado concibiendo el saldo cinico en saber incertar la propia modalidad de goce en una lógica
colectiva, no de masas, sino del uno por uno, pero no sin otros. Por otro lado, concibiéndolo en tanto
saber detectar y denunciar desde el bien-decir a los semblantes políticamente correctos que saben
hablar bien pero tras lo que se esconden goces funcionales al salvajismo impune del sistema.
Lo colectivo no es nada sin el sujeto de lo individual. El sujeto no es nada si no esta inserto en una
acción colectiva que le permita reconocerse como perteneciente al genero humano aunque esto a veces
lo avergüence. Solo desde el saldo de saber sobre su propio saldo cinico que un analista podrá hacer
temblar un poco los falsos semblantes de la época que disimulan el goce cinico fantasmático de los que
nunca se avergüenzan. El estar advertido sobre el propio saldo cinico facilita el camino para que un
analista sea capaz de intervenir mas alla del ideal y de los comités de ética. El termino humanitario
remite a la pertenencia al genero humano en su fragilidad, flaquezas y pequeñas miserias. Los analistas
deberían servirse de semblantes menos mentirosos mas articulados a lo real del goce, para introducir la
posibilidad de avergonzarse en una época de tanta impunidad. El efecto de la vergüenza a veces
genera el reproche hacia quien lo produjo, como un intento de disiparlo; se pierde la posibilidad de
rescatar de lo avergonzante el signo de un amor que permitiría al goce condescender al deseo.

LACAN (1971). La dirección de la cura y los principios de su poder.


1) ¿Quién analiza hoy?
Lacan hace un critica a los post-freudianos que bajo el nombre de psicoanálisis se dedican a una
reeducación emocioional, analizando desde la contratransferencia.
Primerr principio: el psicoanalista dirige la cura pero no dirige al paciente. La dirección de la cura
consiste en priemer lugar en hacer aplicar la regla analítica. El punto de partida consiste en hacer
olvidar al paciente que se trata únicamente de palabras, pero que esto no justifia que el analista lo
olvide a la vez.
El paciente no es el único que pone toda la cuota. El analista debe pagar:
- paga con palabras: si la trasmutación que sufren por la operación analítica las eleva a su efecto
de interprteacion (paga en lo simbolico)
- para con su persona: en cuanto diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos
singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia (paga en lo imaginario)
- paga con lo que hay de esencial en su juicio mas intimo, en una acción que va al corazón de su
ser (paga en lo real)
Lacan pone al analista en el banquillo. Este esta menos seguro de su acción cuando mas interesado
esta en su ser. Libre siempre del momento y del numero, tanto como de la elección de mis
intervenciones.
En el manejo de la transferencia mi libertad se encuentra enajenada por el desdoblamiento que sufre mi
persona, allí hay que buscar el secreto del análisis.
El psicoanálisis de a dos se concibe como una domesticación del yo débil por medio de un yo fuerte.
Hay estrategia: rostro cerrado y labio cocido. Los sentimiento del analista solo tienen un lugar posible el
del muerto. Por eso el analista en menos libre en su estrategia que en su táctica.
El analist en menos libre aun en su política. Esta le implica ubicarse por su carencia de ser.
Cuando se da una interpretación esta va a ser recibida como proveniente de la persona que la
transferencia supone que es. Es como proveniente del Otro de la transferencia como la palabra del
analista será escuchada.
II. ¿Cuál es el lugar de la interpretación?
Hay diferente modos de intervención que no son interpretación: explicación, gratificaciones, respuestas
a la demanda, confrontación.
La interpretación para decifrar la diacronía de las repeticiones inconcientes, debe introducir en la
sincronía de los significantes que allí se componen algo que bruscamente haga posible su traducción.
El inconciente tiene la estructura radical del lenguaje.
La resistencia es engendrada en la practica. No hay resistencia al análisis sino la del mismo analista.
La transferencia en esta perspectiva se convierte en la seguridad del analista y la relación con lo real.
Con el Hombre de las Ratas, Freud comienza por introducir al paciente en una primera ubicación de su
posición en lo real, aunque ello arrastre una sistematización de los síntomas. O cuando obliga a Dora a
comprobar que see gran desorden también la implicaba a ella. Es el procedimiento hegeliano de
inversión de las posiciones del “alma bella” en cuanto a la realidad a la que acusa. No se trata de
adaptarla a ella, sino de mostrarle que esta demasiado bien adaptado, ya que concurre a su fabricación.
La transferencia se rtata de una cosa muy diferente de las relaciones del yo con el mundo.
Freud reconocion en seguida que ese era el principio de su poder en lo cual no se distinguia de la
sugestion, pero también que ese poder no le daba salidad del problema sino a condición de no utilizarlo,
pues era entonces cuando tomaba todo su desarrollo de trasnferencia. A partir de ese momento ya no
es al que esta en su proximidad a quien se dirige, y esta es la razón de que le niegue la entrevista cara
a cara.
Es en una dirección de la cura que se ordena según un proceso que va de la rectificación de las
relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego a la interpretación,
donde se situa el horizonete en el que se entregaron a Freud los descubrimientos fundamentales en lo
referente a la dinámica y a la estructura de la neurosis obsesiva.
III. ¿Cuál es la situación actual de la transferencia?
Anna Freud sostiene el analsis de las defensas. Abraham pone el eje en la relación de objeto con su
noción de objeto parcial, en el sentido de una maduración instintual. Ferenczi, Strachey y Balint también
recaen en la relación dual al sostener la noción de introyección intersubjetiva (introyección de la persona
del medico en la economía subjetiva).
Dice Lacan que ha enseñado a distinguir el objeto fóbico, significante para todo uso, para suplir la falta
del Otro y el fetiche, fundamento de toda perversión en cuanto objeto percibido en el recorte del
significante. Es necesario advertir a los analistas sobre el deslizamiento que sufre su técnica, para no
desconocer el verdadero lugar donde se producen sus efectos.
IV. ¿Cómo actuar con el propio ser?
Es preciso reconocer la carencia de ser del sujeto como el corazón de la experiencia analítica. Como el
campo mismo donde se despliega la pasión del neurótico.
Los ingleses definieron el final de análisis por la identificación del sujeto con el analista. Suele
imaginarse que el psicoanalista debería ser una hombre feliz. Es perder el tiempo. Es en la relación con
el ser donde el analista debe tomar su nivel operativo, y las oportunidades que le ofrece para este fin el
análisis didáctico no deben calcularse únicamente en funcion del problema que se supone ya resuelto
por el analista que le guía en el.
A fuerza de comprender montones de cosas, los analistas en su conjunto, imaginan que comprender
lleva su fin en si, y que no puede ser sino un final feliz.
A menudo valoe mas no comprender para pensar y se pueden galopar leguas y leguas de comprensión
sin que resulte de ello el menor pensamiento. El pensamiento de los analistas es una acción que se
deshace. El analista es el hombre a quien se habla libremente. El sujeto invitado a hablar en el análisis
no muestra en lo que dice una gran libertad. Nada mas temible que decir algo que podría ser verdad. Es
mas alla del discurso donde se acomoda nusetra acción de escuchar. El entendimiento no me obliga a
comprender. Lo que oigo sin duda, no tengo nada que replicar, sino comprendo nada de ello, o si
comprendo algo, estoy seguro de equivocarme. Me callo. Eso frusta al hablante. Si lo frustro es que me
pide algo. Que le responda. Pero el sabe bien que no serian mas que palabras. Su demanda es
intransitiva, no supone ningún objeto. Su petición se despliega en el campo de una denuncia implícita,
aquella por la cual esta ahí: la de curarlo, rebelarlo a si mismo, hacerle conocer el psicoanálisis, hacerlo
calificar como analista. Pero esa demanda, el lo sabe, puede esperar. Su demanda presente no tiene
nada que ver con eso, incluso no es la suya, porque después de todo soy yo quien le ha ofrecido hablar.
Con oferta he creado la demanda. Pero es una demanda radical. Todo el pasado se entreabre.
Demandar: el sujeto no ha hecho nunca otra cosa, no ha podido vivir sino por eso, y nosotros tomamos
el relevo. Esta situación explica la transferencia primaria y el amor en que a veces se declara. Pues si el
amor es dar lo que no se tiene, es bien cierto que el sujeto puede esperar que se le de, puesto que el
psicoanalista no tiene otra cosa que darle. Pero incluso esa nada no se la da. Esa demanda por ser
vacio no será por ello sino mas pura. Se observara que el analista da sin embargo su presencia. Pero
creo que esta no es en primer lugar sino la implicación de su acción de escuchar, y que esto no es sino
la condición de la palabra. En efecto ¿Por qué exigiría la técnica que la haga tan discreta si no fuese
asi? Es mas tarde cuando su presencia será notada.
El sentimiento mas agudo de su presencia esta ligado a un momento en que el sujeto no puede sino
callarse, en que retrocede ante la sombra de la demanda. Asi el analista es aquel que apoya la
demanda , no para frustrar al sujeto, sino para que reaparezcan los significantes en que esa frustración
esta retenida.
Es la mas antigua demanda donde se produce la identificación primaria, la que se opera por el poder
absoluto materno; aquella que no solo suspende del aparato significante la satisfacción de las
necesidades, sino que las fragmenta, las modelo en los desfiladeros de la estructura del significante.
Las necesidades se subordinan a las mismas condiciones convencionales que son las del significante
en su doble registro: sincronico de oposición entre elementos irreductibles, diacrónico de sustitución y
de combinación, por el cual el lenguaje, aunque sin duda no lo llena todo, lo estructura todo de la
relación interhumana.
No hay que buscar mas all el resorte de la identificación con el analista. Será siempre una identificación
con significantes. A medida que se desarrolla un análisis, el analista tiene que vérselas sucesivamente
con todas las articulaciones de la demanda del sujeto. Pero no debe responder ante ella sino de la
posición de la transferencia.
V. Hay que tomar el deseo a la letra.

UNIDAD 4. La Angustia y sus transformaciones

Angustia, señal de lo real. Acting out y pasaje al acto. Certeza y Acto. La angustia en el lazo social
contemporáneo: Discurso universitario, Discurso capitalista. Intervenciones, deseo del analista y
contratransferencia. Lo real y el sentido. La angustia postraumática. Duelo, Depresión y crisis vitales.

LACAN (1963) Pasaje al acto y acting out (Seminario 10).


El sujeto se constituye en el lugar del otro como marcado por el significante. De esta operación queda
un resto: a. Es el "dejar caer". EsTe "dejar caer" es el correlato del pasaje al acto. El pasaje al acto está,
en el fantasma, del lado del sujeto, en tanto borrado. En el momento del mayor embarazo, con la
emoción como desorden del movimiento, el sujeto se precipita desde el lugar de la escena y cae fuera
de la escena. Dora con la trompada al señor K: "Mi mujer no es nada para mí", pasa al acto.
Salida de la escena vagabunda al mundo puro, donde el sujeto busca el encuentro de algo rehusado.
Entre el sujeto y el Otro la angustia es un modo de comunicación, es lo común al sujeto y al Otro.
La angustia es lo que no engaña. La angustia, según Freud, es una señal en el Yo. Es un fenómeno de
borde en el campo imaginario del Yo. Es una imagen real, i (a), Yo ideal, función por donde el Yo es
constituido por la serie de identificaciones con ciertos objetos, a propósito de los cuales Freud nos
propone, la ambigüedad de la identificación y el amor. Esa ambigüedad designa la relación del ser con
el tener. Ese a, objeto de le identificación, es también objeto del amor en la medida en que es aquello
que arranca metafóricamente a ese amante para hacerlo amable, haciéndolo sujeto de la falta, aquello
por lo cual él se constituye en el amor, aquello que le da el instrumento del amor: se ama con lo que no
se tiene. Ese a, sigue siendo lo que es, instrumento, que se podrá tener o no.
Antes del estadio del espejo lo que será i (a) se encuentra en el desorden de los pequeños a, todavía no
es cuestión de tener o no. A esto responde el término autoerotismo; se falta de sí mismo.
Aquí se da la posibilidad del fantasma de cuerpo despedazado de los esquizofrénicos.
Si es posible definir a la angustia como señal, como fenómeno de borde en el Yo es cuando el Yo esta
constituido. Otra cosa son los fenómenos de despersonalización. No es que los objetos sean invasores
en la psicosis; la propia estructura de esos objetos los torna impropios para la yoización en tanto
introducen la posibilidad de una forma no especularizable. La despersonalización comienza con el no
reconocimiento de la imagen especular. Lo que se ve en el espejo no resulta susceptible de ser
propuesto al reconocimiento del Otro, porque lo que se ve es angustiante; momento paradigmático de la
constitución del Yo ideal en el espacio del Otro. Se establece otra relación de la que se halla demasiado
cautivo para que el movimiento de volver la cabeza hacia ese otro, testigo, adulto, para comunicarle la
sonrisa; sea posible. La relación dual pura desposee al sujeto de la relación con el gran Otro.
Pero entonces la separación carácterística del comienzo, no es con respecto a la madre. El corte de que
se trata es el del niño que nace que cae en el mundo con sus envolturas.
Es sensible la analogía entre lo que es separado por el corte entre el embrión y sus envolturas, y esa
separación de cierto a enigmático entre a y A que indica el acting-out.
Observen qué tenerse de la mano para no dejar caer es esencial a cierto tipo de relaciones del sujeto
con algo que es para él, un a.
Acting-out. En la joven homosexual, si la tentativa de suicidio es un pasaje al acto, la aventura con la
dama de dudosa reputación es un acting-out. Si la bofetada de Dora es un pasaje al acto, su paradójico
comportamiento es un acting-out. El acting-out es algo en la conducta del sujeto que se muestra en
orientación hacia el otro. En el caso de la joven homosexual es cuando la publicidad se torna
escandalosa que la conducta se acentúa. Que se muestra. Freud dice qué "ella habría querido un hijo
del padre". Ese hijo no tiene que ver con una necesidad maternal. Ella quiso ese hijo como falo, como
sustituto de algo que en nuestra dialéctica del corte y de la falta, es el a como faltante. Al haber
fracasado en la realización de su deseo esto le permite realizarlo. Se hace amante, se propone en lo
que no tiene, el falo, y para mostrar que lo tiene, lo da. Frente a la Dama ella se comporta como un
caballero servidor, como un hombre que puede sacrificarle lo que tiene, su falo.
Es un deseo cuya esencia, presencia es ser, mostrarse como otra cosa, y asi, designarse. En el acting-
out el deseo, para afirmarse como verdad, se embarca por un camino singular. La verdad no está, por
su naturaleza, en ese deseo. El acting-out es la mostración, velada. Al mostrar su causa, lo esencial de
lo que se muestre es el resto, su caída. Entre el sujeto, que aquí se encuentra "otrificado", y el Otro, lo
que surge es el resto, a, la libra de carne.
Tal rasgo del acting-out es parecido a lo que pasa con el síntoma. El acting-out es un síntoma que se
muestra como otro; prueba de ello es que debe ser interpretado. Puede ser interpretado con la
condición de que la transferencia se halle establecida. El síntoma no llama a la interpretación como el
acting-out, porque lo que descubrimos en su esencia, no es un llamado el Otro, es goce engañoso; el
síntoma, no tiene necesidad de ustedes, se basta.
A diferencia del síntoma, el acting-out es el amago de la transferencia. Es transferencia salvaje. La
transferencia sin análisis, es el acting-out, y el acting-out sin análisis, es la transferencia. Cómo
domesticar la transferencia salvaje, cómo actuar con el acting-out.
Hay tres maneras: interpretarlo, prohibirlo, o reforzar el Yo. Interpretarlo no producirá mucho efecto. Lo
que cuenta no es el sentido de lo que interpreten, sino el resto. En cuanto a prohibirlo, se les dice que
no tomen decisiones esenciales para su existencia durante el análisis. El acting-out es el signo de que
se le impide mucho.
Reforzar al Yo sólo puede querer decir llevar al sujeto a la identificación con el Yo del analista con todos
los riesgos que esto trae.

SOLER (2001) Declinaciones de la angustia.


La angustia, sentimiento universal, tiene condiciones de discurso. La angustia moderna es una angustia
del proletario, cada uno en tanto individuo no tienen nada para hacer lazo social. Porque el discurso
capitalista deshace los lugares a partir de los cuales se constituyen los discursos, y deshaciendo estos
lugares, deshace los vinculos sociales que estos lugares condicionan. El resultado es un círculo cerrado
entre el sujeto y sus objetos, el sujeto esta controlado por los productos.
Marx inventa el síntoma, en tanto todo síntoma analitico es emergencia de verdad que concierne al
goce. El síntoma condensa verdad y goce. Marx descifra el capitalismo en su fase emergente.
Marx denuncia el engaño de la ideología de los derechos humanos poniedo de manifiesto lo que esta
encubre: la explotacion del hombre. Uno posee los medios de producción y otro solo tiene su fuerza de
trabajo y esta reducido a instrumento de la economia.
Lacan reconoce valiosa la construcción marxista de la estructura de la plus-valia: del trabajo de los
trabajadores se extrae valor y una parte de este valor no esta pagado. El capitalismo se apropia de la
parte no pagada, plus de valor que sustrae gratuitamente. Esto hace del proletario un individuo
condenado a la supervivencia. La plus-valia es la causa del deseo del capitalista.
Marx extrae conseucuencias políticas, con la idea de que hay que desarrollar la conciencia de clase en
los explotados, produciendo la ideología de la lucha de clases y del hombre nuevo.
Lacan formula la equivalencia entre plus-valia y plus-de-gozar. Hace una doble interpretación: cuando la
plus-valia es causa de deseo se esta en el régimen de falta-de-gozar. La plus-valia sustraida al
proletariado esta reinvertida en el régimen capistalista, no es consumida ni ahoradda, y por lo tanto sirve
menos al goce que al mantenimiento del círculo de producción y consumo. Que el capitalista quiera la
plus-valia no significa que sea un gozador. El capitalismo es cultura de falta-de-gozar.
Segundo, Lacan interpreta la función de la ideología de la lucha de clases como un refuerzo del
discurso capitalista. Con la conciencia de ser explotado, la plus-valia se vuelve objeto que se le sustrae,
equivalente del objeto perdido y que hay que recuperar. La plus-valia se convierte en la causa de deseo.
Así, para Lacan la plus-valia es causa de deseo de toda la economia. De esto resulta la participacion de
los explotdados en la falta-de-gozar. Todos tienen la misma causa de deseo, todos son proletarios. Lo
que funciona es la falta-de-gozar, la desposesion generalizado, todos proletarios, todos desposeidos.
El capitalista no tiene nada para hacer lazo social. El discurso capitalista se especififca como el que
establece como unico vinculo a la plus-valia o a los objetos que se producen en este lugar.
Este régimen del proletario generalizado, todos fuera de vinculo, produce insatisfacción: “nunca
bastante”. La insatisfacción no es la angustia, aunque empujada puede rozarla.
Cuales son las angustias de este proletariado narcinico (narciso y cinico) actual. Existe un vínculo entre
la definición de angustia y la de proletariado. El proletariado es el individuo reducido a su cuerpo. La
angustia es reducirse a su cuerpo. En el siglo XIX la angustia era de supervivencia, vital. Hoy la
angustia del proletario es que el discurso no funda más el vínculo social de suplencia. Hoy cada sujeto
esta obligado a hacerse cargo de sus propios vinculos sociales, no hay otra alternativa, ya que no hay
otros que sean prescriptos por el discurso. Ha habido epocas donde los lazos sociales están fijados, son
consistentes, son tan apremiantes que el problema para el sujeto es salirse de los vinculos. Hoy el
problema es entrar en el vinculo y quedar en el. El síntoma es hoy el unico principio de vínculo social, lo
que permite establecer un vínculo contingente via inconciente con algunos parteneires. En el régimen
capitalista se tiene la paradoja de un discurso que no establece vínculo social, un discurso de un orden
social que no establece vinculo. Las consecuencias son dobles: se asiste a una multiplicación de los
síntomas “autistas” o “egoístas”. Donde el sujeto se orienta hacia un goce, corto-circuitando el vínculo
con el semejante sin pasar por la mediación de otro. Síntomas donde el sujeto actua directamente con
su cuerpo (bulimia, anorexia, toxicomanias, el juego, la depresion). En segundo lguar, se desarrolla la
precariedad real y el sentimiento de la precariedad. Los vinculos son precarios porque solo se apoyan
sobre el síntoma, hay inestabilidad, fragmentacion y no-perennidad. Es el hombre destituido, reducido a
su residuo corporal, expulsado de los vinculos que habia contruido. El sentimiento de precariedad es
una coyuntura de angustia que hace surgir la inminencia de la perdida.
Voy a aplicar nuestra tesis sobre la angustia al estado actual del mundo en tres puntos:
1) la sociedad de consumo elide el deseo, se conjugan dos coyunturas de angustia: la inminencia del
objeto (exceso) y la inminencia de su perdida (ausencia). La sociedad es también una sociedad del
espectáculo que designa un efecto de irrealización sin precedentes en la civilización. El consumo hace
pasar a lo real el objeto plus-de-gozar y, multiplicandolo, lo desvaloriza extraviando los deseos. Los
sujetos se ocupan de otra cosa que de su realidad. De juegos que pasan en otra parte, para otros, que
no tocan sus cuerpos. Esto es la irrealización porque la realidad de un sujeto, esta amarrada en el punto
de anclaje del cuerpo. Asistimos a la intrusión cotidiana de imágenes venidas de otra parte con las
cuales el sujeto no tiene ningún contacto. Es la información. Se crea así toda clase de compañias
imaginarias, de ensueño. El resultado es una hipertrofia de la enfermedad de la irrealización, de los
vinculos que no comprometen al cuerpo. Esta irrealización produce fenómenos de retorno y de
compensación. Como reotorno está esa aspiracion a las grandes manifestaciones, una especie de gran
cuerpo anonimo. Se fabrica el acontecimiento según el número de cuerpos que se concentran. Esto
genera una industria, un comercio, una logistica. Esta yuxtaposición de cuerpos es una suplencia del
vínculo que falla y una compensación de la irrealización. La gente se reune para reunirse, eso es todo.
2) ademas estan las angustias ligadas a los resultados entre dos polos superyoicos: angustia del éxito y
angustia del fracaso. La competición por la promocion personal, el régimen del narcisismo, genera
angustias. El éxito supone por el sujeto una apuesta de energia, de libido, de capacidades, que deben
paliar la falta del discurso. El resultado incita-a-la-hazaña, incita-a-la-explotacion. Este imperativo
genera inhibiciones y angustias. Esto toma dimensiones de drama entre padres e hijos. Esa hiper
preocupación de los padres en lo concerniente a lo que es necesario hacer para que nuestros niños
estén armados para la vida. Los hijos se hunden bajo las obligaciones que se les impone. En los niños
se ven los dos polos: si fracasan se tira uno de los pelos, y se buscan recursos en estructuras de
asistencia para el éxito. Pero si tiene éxito el pequeño comienza también la angustia.
3) una tercera seria victoria/derrota. Se situan en el plano de la competición con los semejantes (no en
la relación del sujeto consigo). El discurso contemporaneo promociona al individuo como valor, el unico
posible, lo unico que queda. Haciendo esto, presupone una instrumentación de los otros y una
deficiencia de los valores del vínculo, el respeto, la solidaridad, la consideración, el sacrificio.
La neurosis es una etica del deseo irrealizado bajo la forma de la insatisfacción o de la imposibilidad
(histerico u obsesivo). La neurosis acentúa el goce de la falta-de-gozar. Cuando Eros se pone al servicio
del discurso capitalista, el discurso selecciona a los realistas, no a los neuroticos. Las utopias de la
primera mitad del siglo XX, le iban bien al neurotico, estaban en armonia de su utopia estructural. Hoy la
emulación del éxito individual, el cinismo de nuestros contemporaneos deja a la neurosis en la
estacada. Los neuroticos están depresivos. La razón es que en el régimen de la competencia subjetiva,
los que se encuentran como pez en el agua son los sujetos que pueden gozar de la lucha competitiva,
sin culpa ni escrupulos. Para muchos neuróticos hay abstencionismo, rechazo de entrar en este
régimen. Pero no es un rechazo combativo, sino vergonzoso y en el registro de la impotencia. Pero en
el “no doy abasto, no puedo, no me conviene” del neurotico hay denuncia.
El neurotico está en la estacada en el discurso del proletario competitivo, porque la neurosis es una
estructura de defensa con relación al goce. Todo hablaser depende de la defensa, el mismo sujeto en
tanto que tal es una defensa ya que desde que hay un significante, hay represion del goce. El neurotico
hace la eleccion del inconciente, rechaza su propia realidad. Por eso es siempre culpable o vergonzoso
de su realidad de goce. Es por esto que fracasa a menudo en sus realizaciones efectivas.
El cinismo se define por el goce propio, asumido, al punto que el sujeto pueda hacerse un objetivo, una
causa. Al contrario, en la neurosis, el sujeto niega siempre sus intenciones y realizaciones de goce. De
su posición denegadora con relación al goce, se comprende que el neurotico esta peor por el sinsentido
que genera la ausencia del Otro, por la precariedad de los vinculos que le obliga a sostenerlos solo y
por el empuje-a-la-realizacion individual y competitiva.

SUAREZ (2010). La novia perfecta.


La angustia y los nuevos nombre del padre. La evaluación como nuevo nombre del padre.
La evaluacion como dispositivo que produce un nuevo nombre del padre. El dispositivo de evaluacion
tine una funcion identificatoria, el sujeto evaluado adquiere un nombre, una marca que lo hace ser para
el conjunto de los evaluados, y lo diferencia de los no evaluados. Es un nuevo nombre del padre porque
promete sacar al sujeto de la angustia: si usted esta angustiado es porque no sabe el valor de su
existencia para el Otro, solo tiene que hacerse evaluar. La promesa de la evaluacion es asegurar una
existencia allí donde la fragilidad del mundo no ofrece ninguna garantía. La angustia de quedar fuera del
mercado precipita la evaluacion. El “consentimiento” a ser evaluado se podría pensar como una
identificación al resto (doy mi consentimiento porque no valgo mucho). También se producen
obsesiones por la angustia a causa de la burocracia: de que nuestro tramite no corra o no sea
aprobado.
La “novida perfecta” son palabras de una pacinte que describia sus reacciones de angustia
desesperada ante la calificación de su pareja, calificación de su mascarada que no se reducia al cuerpo
sino tambie a su respuesta intelectual, cultura, espontaneidad, rendimiento. El se prestaba a calificarla,
era sincero y objetivo. Lacan dice que es para ser el falo (significante del deseo del Otro) para lo que la
mujer va a rechazar una parte esencial de la femenidad, concretamente todos sus atributos en la
mascarada. Es por lo que no es que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. La mascarada
femenina es la identificación a ser el falo, pero para ubicarse bajo la identificación fálica una mujer
rechaza una parte esencial de su femenidad. Si una mujer se enmascara no será por motivos que
hacen a lo especifico de su goce, sino que ella resigna una parte esencial en tanto mujer para consentir
al ser objeto del fantasma de un hombre. Este rechazo tendrá un retorno. Porque la fabricación de la
mascarada va a pasar a ser un don de amor; en su mascarada, ella dara lo que no tiene; entonces
pretenderá ser amada por lo que no es. Por eso una falta de atención de parte de aquel a quien ella le
dedica su mascarada puede significar una falta de amor.
La mascarada se desarrolla en un dispositivo que parece ser de evaluacion; los fenómenos relativos a
la angustia, inhibiciones y síntomas esta determinados por ese hecho.
Lacan usa la idea de mascarada para designar como una mujer adopta las vestiduras fálicas para
hacerse objeto del deseo de los hombres, “producirse” es producirse como objeto plus de gozar (en
términos del discurso del amo). Ese producirse tiene que ver con encarnar una unidad de valor.
Las consecuencias que sucede si fracasan en la evaluacion, son una caída de la escena, ya que la
escena subsiste si se corre por el camino del éxito.
Cuando vacila ese ser puede pasar a una consideración diferente de su lugar en el deseo del otro, a
una consideración del amor en otros términos. Ya no es pedir que se la confirme en el lugar de la novia
perfecta; sino de verificar si se puede o no considerar amada (problema del saber en juego); lo decisivo
es el saber que consigue el propio sujeto a partir de la puesta a prueba del deseo del Otro: la evaluada
pierde relación con ese saber, ahora ella lo recupera.

LAURENT (2004). El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares pero no sin


principios.
No hay un tratamiento estándar de los efectos del trauma pero el psicoanalista es quien mejor puede
escuchar la singularidad de cada uno.
Las diferencias en cada una de las reacciones de los sujetos frente al traumatismo se vuelven a
encontrar aun en las reacciones colectivas a una experiencia traumatica colectiva.
La reacción frente al traumatismo es simbolica y pánica, el duelo es masivo y exteriorizado. El
traumatismo crea un agujero en el discurso común, se resiste a la interpretación.
Es considerada como experiencia traumatica cualquier experiencia que compromete el encuentro de un
riesgo importante para la seguridad o salud del sujeto.
Para Lacan el trauma es un agujero en el interior de lo simbolico. Lo simbolico es el sistema de las
representaciones a través de las cuales el sujeto quiere reencontrar la presencia de algo real. Incluye
ahí al sintoma en su envoltura formal y también lo que no llega a ser sintoma, ese punto de real que
permanece exterior a una representación simbolica. El sintoma aparece como un enunciado repetitivo
sobre lo real y el sujeto solo puede responder a lo real sintomatizado. El sintoma es la respuesta del
sujeto a lo traumatico de lo real. Ese punto de lo real imposible de aboserver en lo simbolico es la
angustia traumatica.
El tratamiento es llegar a darle sentido a lo que no tiene, es un tratamiento por el sentido. La inscripción
del trauma en el inconciente es curativa. El psicoanalista frente a las diferentes figuras del discurso del
amo de las que el sujeto ha sido expulsado, le hace reencontrar su representante. Se apoya en el
inconciente como un dispositivo que produce sentido libidinal. El analista es un parteneire que
traumatiza el discurso común para autorizar el discurso del inconciente.

FUENTES Y MILLER (2005) El hilo de vida.


Minna fue afectada por los atentados terroristas en Madrid y se dirigió a la Red Asistencial. Inmigrante
rumana de 38 años, lleva en España un año y medio. La explosión la sorprendió cuando estaba en la
cafetería con sus amigas. Pensó en una bomba y presa del terror salió corriendo, huyendo entre los
heridos y los muertos. En su huida se cruzó con la mirada de un hombre tirado en el suelo con la cara
ensangrentada, “como un Cristo yaciente". Esa imagen le vuelve en pesadillas que se repiten.
En la primera entrevista está presa de angustia, rechaza tomar tranquilizantes. Se siente culpable por
haber salido corriendo, por no ayudar, por no estar a la altura del ideal transmitido por su padre, padre
todo amor, religioso. Ese padre pobre le había enseñado que frente a la agresión había que responder
poniendo la otra mejilla. Ella ha faltado al deber y el Cristo yaciente se lo recuerda cada noche.
Frente a lo real del trauma la llamada al padre no tiene respuesta. Sigue angustiada, su intento de
suplencia por la vía del sentido religioso fracasa.
La acojo sin desculpabilizarla, guardo silencio. La culpa se desliza hacia el otro: la culpa es del otro "los
terroristas" y deja lugar a un odio desconocido por ella. El acontecimiento traumático le lleva a
confrontarse con su odio. Mi posición es la contraria de una posición idealizante. Escucho ese odio y
mantengo abierta la vía para que pueda subjetivar algo de su ser.
Minna empieza a relatar su historia y a tranquilizarse. Hija de una familia pobre y religiosa, deja los
estudios y se casa. Tiene un solo hijo, de diecinueve años, que se quedó en Rumanía para ir a la
Universidad, lo que parece responder más a un deseo suyo que del hijo.
Su marido emigró a España meses después de llegar ella. Están separados porque él trabaja en otra
ciudad y viene a visitarla los fines de semana.
Un día acude angustiada al enterarse de que los terroristas han intentado volar la vía del ferrocarril.
Súbitamente el mundo se le ha vuelto desconocido, se pregunta "¿Qué hago aquí?”. Algunas de sus
amigas han vuelto a Rumanía, le dan ganas de regresar, echa de menos a su hijo, ella vino para
trabajar y tener una vida mejor pero este país ahora le resulta extraño.
La apertura del inconsciente se produce rápidamente. En la siguiente entrevista trae un sueño de
transferencia: “Voy por un camino macabro, sin vida, sin luz, extraño, con dos amigas, entramos en una
estación abandonada. De repente, entre mis amigas y yo, cae el brazo de una enorme grúa, con forma
de garra. Yo quedé separada de mis amigas, para poder llegar hasta ellas tenía que dar una enorme
vuelta, a mi lado había mucha gente que me miraba quieta, una mujer me habló y me dijo que me
quedara con ellos que eran muchos".
El establecimiento de la transferencia le abre la vía del inconsciente y una serie de sueños irá
surgiendo. Tienen la particularidad de ser resolutivos. La restitución del sentido y la inscripción del
trauma en la particularidad inconsciente del sujeto es curativa.
El primer sueño es la pesadilla postraumática del Cristo yaciente. Esta pesadilla desaparece.
El segundo sueño es de transferencia: “Había mucha gente que me miraba quieta". Luego, una mujer le
habla y le invita a quedarse. Minna sabe hacerse acoger. En las casas donde trabaja ha sido bien
tratada, siente que son para ella su familia en Madrid.
Cuando le pregunto si no preferiría trasladarse a la ciudad donde vive su marido me responde que no:
“eso sería como empezar de nuevo". No obstante, cuando viene su marido, ella se siente más tranquila.
Tercer sueño. "Estoy en las alcantarillas de Bucarest, allí vive gente muy pobre, niños que se drogan,
tengo que salir de allí, hay una mujer gitana detrás de mí, al final del túnel hay una luz, esa luz es muy
importante para mí, al salir no veo a la gitana." Es un sueño en el que el sujeto logra salir de los
residuos de la sociedad. Siguiendo la luz encuentra la salida. Este sueño viene a desmentir las palabras
de su madre que le decía: "Las gitanas dan mala suerte". Otra frase de la madre era: "Si has soñado y
al despertar miras la luz, el sueño se te olvida". Minna añade: "En el sueño yo salgo sola, la gitana iba
detrás, yo soy fuerte, al despertar miré la luz y el sueño no se me ha olvidado".
Minna echa de menos a su hijo. Él le ha contado que tuvo una avería en el coche y los abuelos no le
quisieron ayudar por ser sábado, día de descanso. Está furiosa con sus padres por anteponer sus
preceptos religiosos a la ayuda. "Yo no elegí eso", dirá.
Minna pasa por la estación de Atocha para ir al trabajo; se detiene a leer los nombres de los muertos.
Han transcurrido cuatro meses, Minna está mejor. Durante el fin de semana va a ir a visitar "La Cruz de
los Caídos". Retorno del significante de la Cruz, que remite al "Cristo yaciente".
Cuarto sueño: "El hilo de la vida". Al final de una sesión relata un sueño, del que afirma que es una
tontería: "Soñé con un tornillo, yo daba vueltas con un hilo alrededor del tornillo, hacía y deshacía. Más
hacía que deshacía". Le pregunto: ¿Cómo se dice tornillo en rumano? Ella pronuncia tornillo en rumano
y añade: "Suena muy parecido a serpiente en rumano, la serpiente que tienta a Eva... luego viene la,
expulsión del paraíso donde existía la felicidad completa". Y añade asociando: "En rumano existe la
expresión el hilo de la vida ¿En español existe la misma expresión?".
Quinto sueño. Relata un sueño que le da risa: "Hay un cocodrilo que muerde a todo el mundo, menos a
mi. Yo lo agarro por la cola y lo sostengo en el aire". Ella tiene el falo y sabe qué hacer con él.
El sexto sueño, cuenta que ha soñado con Carmina Ordóñez, una mujer joven que en ese momento
acababa de fallecer, en una muerte con aires de suicidio. Carmina es ella misma, es la emergencia de
la amenaza de su propia muerte la que elsueño pone en escena.
Séptimo y último sueño: "Me despertaba y a los pies de la cama había un hombre sin cara. La
sensación era de tranquilidad".
Entre la primera pesadilla y este último sueño, ha cesado la angustia; puede reírse y retomar el hilo de
la vida. El efecto tranquilizador de ser despertada por un hombre sin cara remite a la ausencia de la
mirada y de la boca, que son la de la muerte y la del reproche.
Minna está contenta: su hijo ha decidido dejar sus estudios en Rumanía y venirse a vivir y trabajar a
España. Él va a trabajar con su padre. En una de las últimas sesiones me cuenta que tiene un quiste en
el útero, que hacía meses que lo había notado, pero no había ido al médico hasta hace unos días. No
se había querido enterar. La presencia de esta amenaza en su cuerpo es anterior al 11 de marzo y
ahora por fin se ha ocupado. Está pendiente de una intervención quirúrgica. La operación se efectúa y
el quiste es benigno. Esa será la última sesión. Nos despedimos.
Los efectos terapéuticos son indudables: ha desaparecido la sintomatología postraumática y el sujeto ha
retornado el hilo de la vida. El mayor efecto terapéutico ha sido el de ocuparse de ese Otro real, ese
quiste que amenazaba su cuerpo y su vida.
Los efectos terapéuticos se deben a una desidealización que se produjo y a la puesta en marcha del
inconsciente como dispositivo que produce un sentido libidinal.
Los sueños ocupan en él un lugar central. El primero y el de la muerte de Carmina Ordóñez, en ambos
lo real de la muerte está presente como amenaza que cambia de lugar, pasando de la contingencia del
acontecimiento real traumático que se impone al sujeto desde afuera, a la presencia en el cuerpo de un
quiste que durante meses había consentido en dejar crecer. La emergencia del primer real es la
oportunidad para poder tratar el segundo real. La otra serie de sueños son soluciones propuestas por el
inconsciente: encuentra la salida, retorna el hilo de la vida, agarra al cocodrilo por la cola. En esta serie
el último sueño pone el punto final: el hombre sin cara que está a los pies de su cama restituye la
tranquilidad. Es el propio inconsciente el que pone el punto de capitón en esta cura.

RÊGO BARROS (2012) El duelo y el nuevo objeto.


Según Freud el afecto normal del duelo echa luz sobre la melancolía, sobre porque un sujeto desliza su
pasión por la perdida de un objeto hacia su propia indignidad. El melancolico vive después del juicio
final en el que fue condenado y hace la experiencia de si mismo como un deshecho. Para Freud la
diferencia mas importante entre los dos esta en la disminución de la auto-estima propia del melancolico
y ausente en el sujeto del duelo.
¡Un solo ser nos falta y todo esta deprobado! Perdida del objeto sobre el que puede decirse “era todo
para mi”. El objeto perdido alcanza una existencia absoluta en la medida en que ya no corresponde a
nada más.
Freud nos mostro la alternativa: o el sujeto se impone un trabajo de elaboración o se eterniza mediante
la identificación al objeto perdido, y aun mas, mantener el mundo de antes de la perdida via alucinación.
En el trabajo del duelo el sujeto atraviesa un camino en dos etapas: una reducción paulatina del objeto
perdido hacia el común de los objetos, y la elección de otro, que pasa a tener la misma investidura. Es
un trabajo que lleva tiempo y exige gran gasto de energía.
Para Lacan el duelo consiste en autentificar la pérdida real, pieza a pieza, signo a signo, elemento I a
elemento I, hasta agotarlos. La crítica a la explicación freudiana es que resulta difícil concebir la
sustitución del objeto perdido por otro que encaje en la falta del primero. Seria mas simple pensar que el
trabajo de duelo procura transformar en un vacio aquello que para el sujeto surgio como un agujero en
lo real, lo que le hara posible retomar las equivalencias eróticas entre los objetos del mundo. Al contrario
de lo que ocurre por la fuerza del rechazo cuando lo que es rechazado en lo simbolico retorna en lo real.
Como dice Lacan el agujero de la perdida en lo real moviliza el signifante.
Si Freud nos enseña que en el horizonte del duelo esta el desplazamiento del valor fálico del objeto
perdido hacia un sustituto, en la enseñanza de Lacan, en ese horizonte se produce el surgimiento del
deseo del analista, que implica la existencia de un duelo propio del acto analítico.
Asi el trabajo de duelo es comparable a una ascesis: el sujeto y no solo el objeto sale transformado de
allí. No se trata solo de quitarle las insignias al objeto perdido para confiarlas a otro, sino que se impone
un trabajo de interpretación del propio duelo y de la experiencia subjetiva de la perdida. El trabajo de
duelo trasnforma el estatuto de la perdida.
Terminado el trabajo de duelo, el objeto freudiano es heredero del objeto perdido, mientras que el objeto
lacaniano es lo que resto del eclipse del brillo fálico; es en este sentido que se trata de un objeto nuevo
y no de una metáfora del que se fue. Si para Freud es objeto de investidura, para Lacan será causa de
deseo, que se produce por un cambio de registro y no como simple sucesión.
Se trata de un trabajo de duelo que va desde el amor a su envés, desde donde surge un nuevo objeto,
como extracción y como revelación. Extracción de un objeto que se encontraba desde el inicio pero el
sujeto no lo sabía, y la revelación de algo inédito: el acceso al sujeto del deseo del analista, que le
permitirá ocupar el lugar de objeto para algún otro.

SKRIABINE (2006) La depresión, ¿felicidad del sujeto?


La clínica psicoanalítica refuta la idea de "la depresión" como una entidad. Sin embargo, es un término
que no deja de insistir en el mundo contemporáneo.
La clínica psicoanalítica es capaz de diferenciar una multitud de manifestaciones depresivas y de poder
explicitar las causas estructurales. Lo que enmascara la noción de depresión, al rebajar esta multiplici-
dad bajo una capa indiferenciada, es que no recubre nada diferente que el dominio de eficacia de los
antidepresivos. Regresión a una clínica sin sujeto.
La clínica psicoanalítica antepone la estructura que vale para cada sujeto: neurosis, psicosis o perver-
sión; examina el modo de implicación de este sujeto en la manifestación depresiva de la que se queja,
que puede reflejar un momento, una posición, o un estado; interroga el estatuto de estos fenómenos de-
presivos que si se presentan como afectos, no se elevan a síntoma; destaca el alcance ético de estas
respuestas del sujeto: ceder en la posición simbólica, sustracción ante la pérdida, renuncia pulsional, o
manifestación desesperada frente a un imposible de soportar.
La clínica psicoanalítica interroga la manera particular en la que cada sujeto, a través de los efectos de-
presivos que padece, intenta acomodar su relación al goce.
Freud y Lacan ponen como causa la relación del sujeto al goce.
Freud aborda la cuestión en Duelo y melancolía. Los afectos depresivos acompañan el trabajo de duelo,
que tiene por función simbolizar la pérdida del objeto y operar una redistribución de la libido. La pérdida
del objeto y la conclusión del trabajo de duelo, alivia al sujeto del peso de este objeto. Pero cuando el
sujeto no logra realizar esta pérdida, efectuar esta separación, sufre depresión. En esa lucha del yo y
del objeto: o el yo triunfa a través del duelo, o es la sombra del objeto que cae sobre el yo: melancolía.
El sujeto se encuentra entonces identificado al objeto como desecho, rechazo; el objeto funciona como
objeto de goce con el cual se confunde, y no como objeto causa del deseo. El objeto no es separable,
no entra en el juego de conjunción-disyunción, es puro lastre de goce (melancolía), o se encuentra fuera
de función (acceso maníaco).
Lacan trata la cuestión del afecto con la serie: angustia, tristeza y gay savoir. La tristeza, que califica de
depresión, "es una cobardía moral que cae del pensamiento, del deber de bien decir o de reconocerse
en el inconsciente, en la estructura". Y agrega: "por poco que esta cobardía, de ser desecho del incons-
ciente, vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado del lenguaje; es por la excita-
ción maníaca que ese retorno se hace mortal". Se trata de una sustracción, de una renuncia del sujeto
que cede en su deseo frente al goce, y esto lo afecta bajo el modo depresivo. Y cuando, más allá de la
cobardía moral, es el Otro quien es dejado en lo que es un puro rechazo del inconsciente, el afecto de-
viene trastorno del humor.
Hay tantos hechos clínicos, como modos de funcionamiento diferentes; por esto la necesidad de un
abordaje diferencial de la depresión, por eso la difracción del significante "depresión" en la clínica: due-
lo, angustia, inhibición, pasaje al acto, rechazo del inconsciente, melancolía, derelicción, tristeza, cobar-
día moral, asco de sí, dolor de existir. La clínica tiene que dar cuenta en términos de estructura de las
diversas formas de depresión. Esto atañe a las maneras en las que el sujeto se sostiene en la función
de la castración, en la que él sitúa su relación al objeto, o en la que él se posiciona en cuanto al Otro, y
esto tanto en lo que concierne a la queja, como los efectos depresivos que pueden producirse en el cur-
so de la experiencia analítica misma.
El abordaje parte de ciertas interrogaciones: si bien no hay la depresión, ¿hay un real de la depresión?
¿El ser hablante estaría estructuralmente predispuesto a la depresión? ¿En qué goce y depresión son
solidarios? ¿La depresión no aporta al sujeto un goce del que se satisface? ¿Sostenerse en el goce no
se paga con depresión?
Cuando el sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; depresión estructural de la neurosis, ver-
sión de la cobardía moral, trastornos del humor en la psicosis cuando este ceder va hasta el rechazo del
inconsciente. Cuando el sujeto cede en su goce, en el duelo, pérdida de objeto, o la mutación de goce al
fin del análisis, el sujeto se deprime. El sujeto sufre bajo el modo depresivo, de su alienación al Otro.
Pero que él se encierre en el registro del Uno, es el aburrimiento del sujeto moderno.
La depresión es un fenómeno moderno, al menos la extensión de este significante. Pero los afectos de-
presivos han existido siempre.
El sujeto ¿estaría estructuralmente predispuesto a la depresión por el hecho mismo que hay falta de sig-
nificante y de ser, o por el hecho de que algo viene a colmar dicha falta? Porque Lacan insiste, el sujeto
es feliz en todas las modalidades de su encuentro con el objeto, ya sea bajo el signo de la angustia, de
la tristeza o del gay savoir, porque este objeto presentifica el plus-de-gozar en el que se sostiene, el ob-
jeto perdido que busca reencontrar en la repetición.
El afecto depresivo es una de las modalidades de encuentro con el objeto, y con el modo de goce. Y si
los sujetos, en nuestras sociedades modernas, son tan sensibles, esto se debe al extravío y a la preca-
riedad de nuestro modo de goce contemporáneo, plus-de-gozar.
La función del plus-de-gozar, Lacan la construyó según el modelo de la plus-valía. Para el ser hablante
el goce se encuentra aparejado al significante y por esto debe plegarse a la renuncia forzada a un goce,
a partir de entonces mítico, el goce sexual, aquel que escaparía a los desfiladeros del significante, que
se encuentra interdicto al ser desde el momento en que habla. Es la castración.
La repetición, que llama al retorno del goce perdido, es la marca de esta pérdida. Pero queda un goce
residual, que pasa por el lenguaje, que entonces es solidario de la función del deseo. Es el goce pulsio-
nal, el que falla el objeto pero que porta la marca. Este Lacan lo designa plus-de-gozar, suple la pérdida,
la compensa, es una ganancia recuperable. Pero cuando se tiene en más, urge despilfarrarlo.
Este plus-de-gozar que anima al sujeto, es de lo que él se sostiene; es necesario para que la máquina
marche. Pero no demasiado: porque entonces el sujeto queda librado a la glotonería de un superyo fe-
roz que exige de él que renuncie a esta satisfacción pulsional y entonces ceda en su deseo (es la causa
misma del malestar en la cultura según Freud). Para Freud la vía de la civilización está trazada por esta
ética del superyó que se funda en la renuncia en un "ceder en su deseo". Freud muestra que esta re-
nuncia al goce de la pulsión por este superyo, lejos de apaciguar esta exigencia, la refuerza. Pese a la
renuncia, el deseo persiste y no puede ser disimulado al superyo, a partir de esto se desarrolla un senti-
miento de culpa, lo que explica que la severidad de la conciencia moral más grande cuanto más virtuoso
es el sujeto. Allí, se aloja esta glotonería del superyo que se nutre de estas renuncias a un goce pulsio-
nal, goce en más, plus-de-gozar del que el sujeto debe separarse. A esto se conjugan los efectos de la
ciencia que vienen en su complicidad con el liberalismo capitalista a socavar los fundamentos del dis-
curso del amo. La subversión introducida por el sujeto que viene a la posición de amo, tiene por conse-
cuencia el desmoronamiento de la función reguladora del goce, del discurso del amo. El amo sustraía al
sujeto el plus-de-gozar, haciendo de barrera al goce, manteniendo al sujeto a distancia de este plus-de-
gozar, siempre deseante y a la espera de una posible satisfacción por venir. Esta función de parapeto,
que limitaba las posibilidades del sujeto de caer bajo el imperativo superyoico que fuerza a ceder en su
deseo, es sustraída por la alianza de la ciencia y del liberalismo, que permite al sujeto recuperar el plus-
de-gozar. Plus-de-gozar alcanzado por esta ciencia que hace entrar el fantasma en lo real, súbitamente
desarreglado. De ahí esta precariedad de nuestro modo de goce, que se sitúa de un plus-de-gozar des-
arreglado. El sujeto puede rechazar este plus-de-gozar en la elección ética de una abstención desespe-
ranzada, como "estos deprimidos, los anoréxicos, los nauseosos del plus-de-gozar". Pero que haga la
elección de recuperar el plus-de-gozar, la elección de este goce al precio de su deseo, los afectos de-
presivos, serán también el índice de ello.
Dos ilustraciones clínicas tomadas del campo de la neurosis. Un sujeto que llega a desinteresarse de
todo; no tiene más deseo, su deseo está impedido. Permanece postrado. Ahora, un sujeto no desea e
inviste los objetos sino en tanto le faltan, si están en función en el fantasma que sostiene el deseo.
Nuestro sujeto, él, no es víctima de la falta. Cuando vino la depresión a hacer sustitución a su deseo im-
pedido, es que la falta vino a faltarle: angustia. ¿Cuál es este parentesco entre angustia y depresión? Es
como evitamiento, como alternativa frente a la angustia, que se presenta la depresión. Como en la an-
gustia, no es la falta del objeto, sino su presencia inminente que alcanza y afecta al sujeto. Pero en vez
de sufrir la amenaza de efracción de un goce insoportable del cual la angustia es señal, el sujeto do-
mestica la presencia insoportable y angustiante del objeto plus-de-gozar; recupera el plus-de-gozar al
precio de haber cedido en su deseo. He aquí un sujeto librado a su modo de goce, feliz como lo es por
esencia el sujeto, y esta posición constituye el punto de impasse donde no deja de chocar la histérica y
en la que se complace el obsesivo.
Otro sujeto es víctima de un desmoronamiento narcisista, se encuentra destituido de su posición imagi-
naria, se ve despreciado y se desprecia. No es sobre el objeto, sino sobre el sujeto mismo como objeto,
que alcanza la desinvestidura libidinal. En este efecto de deflación fálica, de caída imaginaria, el sujeto
se hace desecho y se identifica al objeto a. A partir de este momento, tenemos un sujeto confrontado al
goce de su posición de desecho: posición de goce solipsista en la que el sujeto encuentra su felicidad.
Pero es el sujeto que hace de sí mismo su propio plus-de-gozar. Es una posición que encuentra la histé-
rica, de manera accidental, mientras que el obsesivo se complace con eso. Pero esta posición constitu-
ye también un punto de pasaje en el recorrido del analizante, cuando el sujeto adviene a separarse de
la cadena significante y se reconoce como el objeto que ha sido en el deseo del Otro. Lacan subrayó al
respecto la connotación depresiva que marca estos momentos cruciales.
Pero se conocen los efectos catastróficos de la confusión de esos momentos de separación con el fin
mismo del análisis, que implica un paso más y tendría que connotar el entusiasmo. De ahí el carácter un
poco irónico del "más bien maníaco-depresivamente".
En un y otro de estos casos que dan cuenta del campo de la neurosis, es el juego de la conjunción y de
la disyunción del sujeto y el objeto, el losange, lo que se encuentra como causa, bajo modos diferentes.
En la neurosis, cuando esta distancia del sujeto y del objeto queda abolida o no se regula más por la
mediación del fantasma, los afectos depresivos surgen en el esfuerzo del sujeto por instrumentar el
goce por el plus-de-gozar, es esto consiste la "cobardía moral".
Sucede diferente en la psicosis, donde la regulación de la puesta a distancia del objeto a no funciona.
En la melancolía, el sujeto cae bajo la sombra pesada del objeto, no sabe separarse de él y va a alcan-
zar su estatuto de desecho en el pasaje al acto melancólico, haciendo estallar en pedazos el marco ino-
perante del fantasma. En el acceso maníaco, el sujeto no tiene más el lastre del objeto y encuentra sin
su interposición la ley pura y mortal del significante. En los dos casos, el goce es mortífero, porque en la
psicosis el sujeto no sabe hacer del objeto plus-de-gozar.

UNIDAD 5. Orientaciones de la cura en las psicosis

El concepto de cura a partir de la psicosis. Modalidades de la transferencia. Paranoia y lazo social.


Esquizofrenia y el fuera de discurso. La debilidad y el entrediscursos. Manía y melancolía.
Estabilizaciones: Clínica del Sinthome. Las suplencias. El paradigma Joyce: Hacerse un nombre.

LACAN (1987) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.


Para pensar las psicosis antes debemos abordar determinados conceptos básicos.
A pesar de que paso medio siglo del comienzo de la obra de Freud, la situación con respecto al
problema de las psicosis es la misma. Los psicoanalistas siguen pensando la psicosis en los términos
previos a este. Antes de Freud habia una psicología que se había independizado recientemente de la
escolástica, era una psicología filosófica laica.
Freud realmente introdujo un cambio de concepción del sujeto diferente a esta psicología, pero se han
eludido sus conceptualizaciones.
Lacan recurre a los términos “Percipiens” (quien percibe; el percipiente), “Perceptum” (lo percibido) y
“Sensorium” (cualquiera de los 5 sentidos por medio de los cuales percibimos) para desmentir que una
alucinación es un trastorno de la percepción. No todo perceptum es producto de un sensorium. Las
posiciones mecanicistas u organicistas sostienen que una alucinación verbal es producto de un
sensorium particular (la audición) trastornado; si esto fuera así, un sordomudo no debería tener
alucinaciones verbales. Sin embargo esto no ocurre. Según Lacan en la alucinacion no participa ningún
sensorium, ni normal ni trastornado. Las alucinaciones psicóticas son un trastorno del lenguaje.
El acto de oír se puede dividir en dos: puedo oír el sentido u oír el sonido, pero no las dos cosas a la
vez. El acto de oír no unifica sentido y sonido. Es o la significación de lo que se dice, o la modulación
sonora (el discurso real). Lacan concluye que en la alucinación el sujeto es producto del fenómeno, es
un efecto del mismo; el percipiens es pasivo. El fenómeno se impone, mientras el sujeto queda afectado
subjetivamente (se produce un cambio en su posición subjetiva). Si alguien nos habla, el sujeto es
pasivo. Incluso si el sujeto mismo es quien habla: él tiene que escuchar su propia voz (los sordomudos
son solo sordos; pero al no poder oír lo que dicen, no hablan).
Lacan busca resaltar con esto tres propiedades de la cadena significante:
1. El sensorium es prescindible a la hora de producir una cadena significante; esta se le impone al
sujeto en su dimensión de voz. Aunque no tenga sonido, tiene voz. La alucinación verbal es una cadena
significante con voz, pero que no tiene sonido (el sujeto que padece alucinaciones no dice que esa voz
tiene sonido).
2. Toda cadena significante tiene una relación al tiempo, una dimensión diacrónica. La alucinación
verbal mantiene esta dimensión temporal de la cadena significante, lleva un tiempo alucinar una voz.
3. Toda cadena significante atribuye y distribuye tres sujetos/posiciones subjetivas: quien habla, a quien
se le habla, y aquello de lo que se habla. Cuando una cadena significante se produce es difícil decir
quién es el sujeto, situar quien habla y a quien se le habla. El sujeto es equivoco, no se sabe con
certeza quien es. Se requiere de una referencia externa (por ejemplo: señalar) para poder completar lo
que el lenguaje establece: si yo digo “eso está ahí”, tengo que es ‘eso’ y donde es ‘ahí’.
Lacan ilustra esto a través de una presentación de enfermos. La paciente psicótica vive con su madre, y
ambas sufren continuamente molestias en su intimidad por parte de la vecina y su amante. A ella y su
madre no les gustaba la inmoralidad de la relación (antes el trato con la vecina era cordial). Un día, la
paciente se encuentra en el pasillo con el amante de la vecina. Ella afirma que este le dice “¡Marrana!”.
Lacan pesquisa que paso antes que el sujeto le dijera eso; si ella dijo algo para que él reaccionara así.
Ella termina contándole que antes había murmurado, ante la vista del hombre, estas palabras (que
según ella no eran ofensivas): “Vengo de la carnicería/fiambrero”. Pero cuando Lacan le pregunta a
quien le había dicho eso, y por qué, ella no sabe responderle. Es una frase alusiva, alude a algo, pero
no se sabe qué, ni a quien estádirigida esa alusión.
En francés “moi” y “je” son dos pronombres diferentes: con el “Je” el sujeto de la frase queda
indeterminado; esto le pasa a la paciente: no puede decir cuál es el sujeto de la frase, no puede decir
quién es el “Je” (yo) de la frase. Ella pronuncia la frase. Lo que queda indeterminado es “quien es el
sujeto que viene del fiambrero” (podría ser ella, el amante, ninguno de los dos). Se requerirá una
referencia externa al lenguaje para definir las posiciones subjetivas (sujeto). Es allí que entra en juego el
“¡Marrana!” (Como alucinación). Ella dice oír eso de la boca de él. La dificultad de atribuirle sujetos a la
frase queda así solucionada para la paciente: la alucinación es un rechazo a esa dificultad para atribuir
un sujeto a la frase. La palabra “marrana” es una palabra pesada para ella, en cuanto insulto.
Ella dice “vengo de la fiambrería”, lo cual alude a que alguien es un cerdo, pero ¿Quién es el cerdo?
Como quedan indeterminados los sujetos de la frase, surge una alucinación (“marrana”) que le
proporciona las posicionessubjetivas de la frase: ella es la cochina, la cerda, y fue él quien pronunció el
insulto. Esta es la estructura de toda alucinación: termina con la indeterminación subjetiva.
El ejemplo de “marrana” sirve para definir el fenómeno elemental: es el retorno de lo forcluido, en el
registro de lo real, en forma de significante de cadena rota (significante sin articulación con otros
significantes; S1 suelto, desenganchado). Una de las formas de retorno de lo forcluido son las
alucinaciones. El fenómeno elemental psicótico es el que mejor muestra las leyes de la estructura
significante (allí están más a la vista). Los sujetos no somos dueños del lenguaje, este nos domina;
somos hablados; en la alucinación verbal esto se ve claramente.
Por esto Lacan sostiene que no debemos analizar la fenomenología superficial de la alucinación (la
percepción), sino el texto; como el sujeto la relata. La psicosis no se trata de una alteración de la
percepción, sino de un trastorno del lenguaje. Es en base a los fenómenos elementales psicóticos que
podemos estudiar la estructura del psicótico. Es en la relación del sujeto con el significante de cadena
rota donde definiremos la especificidad de la estructura psicótica.
Si consideramos el texto de las alucinaciones, debemos diferenciar entre fenómenos de código y
fenómenos de mensaje: Fenómenos de código del lenguaje son los neologismos. Pueden ser
neologismos por su forma (palabras que el psicótico usa,y que no están en el código: “Almicidio”) y
neologismos por su uso (palabras que existen pero que el psicótico las usa de un modo singular, ceñido
a la valoración que este le da a ese término).
Para el sujeto estos neologismos son de significación intransmisible: no puede transmitir lo que
significan, esto es efecto de ser un significante de cadena rota. Tiene una significación plena que
inunda, que es inefable (no puede explicarse con palabras). No remite a otra significación, sino a sí
misma (el significante no está encadenado); el ejemplo clásico es cuando a un psicótico le pregunta
“¿Qué es galopinar?”, el sujeto le responde “galopinar” (la significación remite a la significación).
Los psicóticos están seguro que eso significa algo, pero son incapaces de decirnos que. Es el
significante mismo (y no lo que significa) lo que constituye el objeto de la comunicación.
Otra propiedad de estos significantes de cadena rota es que se presentan reducidos a estribillos
repetitivos, formulas fijas, lenguaje confuso y embrollado, son repetidos sin cansancio por el sujeto.
Los Fenómenos de mensaje (fenómenos en la palabra del sujeto al transmitir un mensaje) son los
mensajes interrumpidos en el cual falta una parte de la frase, y es el sujeto el que debe completar lo
faltante. Al sujeto no le resulta difícil completar el mensaje, pero la frase culmina siendo, algo ofensivo y
hostigante para el mismo sujeto. El fenómeno alucinatorio le presenta al sujeto la “Prótasis” del mensaje
emitido (parte de todo mensaje que no alcanza por si sola para tener significación; con ella la
significación queda inconclusa). El sujeto al completar el mensaje agrega la “Apódosis” (parte de un
mensaje que cierra la significación), que le agrega lo insultante al mensaje.
Ejemplo: “Voy a…” (Prótasis) “… hacerme fifar” (Apódosis).
El mensaje se detiene allí donde todavía falta definir las posiciones subjetivas o sujetos del mensaje (en
lingüística “shifters”); esta parte del mensaje queda elidida, cortada.
En este punto Lacan explica como opera el Nombre del Padre desde la metáfora paterna, así como las
consecuencias de la no inscripción del significante citado. La metáfora paterna es aquella que sitúa al
Nombre del Padre en el lugar primeramente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre;
significa fálicamente el deseo de la madre. Es por esta operación de la metáfora paterna, por medio del
Nombre del Padre, que la significación fálica es posible. De faltar el Nombre del Padre, faltaría la
significación fálica.¿Qué pasa si el Nombre del Padre es llamado a intervenir metafóricamente y el
sujeto se encuentra con la carencia de dicho significante? Se encuentra con un agujero en el lugar de la
significación fálica (la significación queda agujereada).
En las psicosis debemos utilizar el término freudiano Verwerfung, forclusión (y su opuesto Bejahung,
afirmación primordial) para hablar sobre un inconsciente no reprimido. Lo que se encuentre en este
registro inconsciente no reprimido, lo está por la ausencia de la Bejahung, o la operatoria de la
Verwerfung (lo cual es la otra cara de la misma moneda). Aquello que no fue inscripto primordialmente
en lo simbólico (Bejahung) es rechazado (Verwerfung) de tal registro, y queda alojado en un
inconsciente no reprimido (podemos pensar aquí al registro de lo Real).
De lo que se trata en las psicosis es de la Forclusión del significante del Nombre del Padre. La psicosis
se desencadenará en el momento en que el Nombre del Padre sea llamado a operar, y se responda
desde el Otro con un puro y simple agujero. Este es un agujero de significación (de aquí la significación
indecible de los neologismos) por la falta de operación del Nombre del Padre que otorgaría significación
fálica a las cosas. Las dos ausencias marcadas en el psicótico (de Nombre del Padre y de Significación
Fálica) son una producto de la otra: todo surge a partir de la Forclusión del Nombre del Padre. Esto es
lo esencial de las psicosis.
Lo que ocurre en Schreber en el encuentro con el agujero, la perplejidad a la que queda sometido,
podemos observar el desgarramiento subjetivo (el significante se ha callado en el sujeto) al que se ve
llevado el psicótico por la falta estructural. “El milagro del aullido”, Schreber se ponía a gritar sin tener la
voluntad de hacerlo, como respuesta al indecible vacío de significación que se le presenta, o “la llamada
de socorro” (llamada que hace Schreber, desde su lenguaje de nervios, a Dios para que no se vaya y lo
deje solo en silencio), “La eclosión próxima” (sonidos que Schreber escucha en el pasillo de su casa
antes de desencadenarse; son sonidos que se le imponen al sujeto como producidos intencionalmente
para él; son fenómenos de franja, producidos en la superficie de lo real), y “la aparición en lo real de
creaciones milagrosas” (pájaros o insectos que Schreber alucina mientras está internado).
La cuestión preliminar que se tiene que tener en cuenta al abordar las psicosis, es la estructura
elemental del fenómeno psicótico (fenómenos de cadena rota). Su característica estructural es la
Forclusión del Nombre del Padre en el lugar del Otro (la no inscripción del significante en el
inconsciente), lo que implicara todos los fenómenos que se describieron hasta acá.
Lacan no busca las causas ambientales de esta Forclusión en el entorno del sujeto. No importa cómo
eran los padres, el trato con él. No hacemos ambientalismo sino estructuralismo: buscamos la
estructura subjetiva. Además ningún psicoanalista, ni nadie, debe pensar que posee un orden de
realidad correcto y que el psicótico se ubica en déficit y que su realidad es “incorrecta”.
Lacan va a desarrollar una hipótesis acerca del desencadenamiento de la psicosis. Para ello el Nombre
del Padre Forcluido debe ser llamado a operar, y que este no se encuentre en la estructura (lo cual
generara problemas en el registro de lo imaginario, desestabilizando la relación entre significante y
significado; la metáfora delirante será una de las formas de reestabilizar esto, ya que es una suplencia
de la ausencia de metáfora paterna). ¿Cómo puede algo que nunca se tuvo en lo simbólico ser llamado
a operar allí? Lacan responde: por un Padre Real. Este no es necesario que sea el padre del sujeto. Es
Un Padre que llama al Nombre del Padre a operar. Ese Un Padre se posiciona allí done el sujeto no ha
podido llamarlo antes: esto se da cuando ese Un Padre se sitúa en posición tercera en alguna relación
que tenga por base la relación imaginaria a-a’ (es decir: yo-objeto). Ese Un Padre cuestionará la
estabilidad imaginaria del sujeto, ya que el significante que inscribe la terceridad esta forcluido.
Es decir que se podrá situar una coyuntura dramática de estas características en la vida del paciente,
que al presentarse reclamara el significante del Nombre del Padre para poder responder a la situación
presentada. Lacan da tres ejemplos de coyunturas dramáticas en las que el sujeto se encuentre con Un
Padre en posición tercera de una relación a-a’: a) La mujer que acaba de dar a luz encuentra ese Un
Padre en su marido; b) La mujer que se confiesa en la iglesia y encuentra en el sacerdote a Un Padre;
c) La mujer que conoce al padre de su pareja, su suegro, y este se presenta como tercero en la
relación, funcionando como Un Padre.
Lacan ubica que lo importante no es la conducta de la madre en su relación con el padre del sujeto; lo
esencial pasa por el lugar que ella reserva a la palabra del padre como palabra de autoridad (convoca al
Nombre del Padre como tercero que medie en su relación imaginaria con el niño). “¿Qué lugar le hace
la madre a la palabra del padre? (qué lugar simbólico la madre le permite tener al padre)”: esta es la via
materna para causar la Forclusión del Nombre del Padre.
En la vía paterna promotora de Forclusión del Nombre del Padre importa la relación que cada padre
tiene con la ley del padre, ley simbólica. El padre puede favorecer la Forclusión si excluye el Nombre del
Padre de su posición simbólica: esto puede pasar si el padre se sitúa al nivel de la ley (él es la ley, se
identifica a esta, el padre de Schreber); y, por el otro lado, si el padre se encuentra en una postura de
insuficiencia, de fraude, franco transgresor de la ley.
Lo que importa es la relación del sujeto con el significante. No se trata de una decisión del niño sobre si
inscribir o no la ley; se ve en las consecuencias, es de acuerdo al relato del sujeto como veremos la
posición que asumieron sus padres con respecto a la ley.
Lacan subraya que lo básico es si el sujeto acepta la ley o no: puede tener padres psicotizantes, pero
incorporar la ley a partir de otra persona; o puede pasar que ante padres con una relación correcta con
la ley simbólica, el niño forcluya el significante de la ley. Lacan quiere evitar crear una psicopedagogía
para padres; no tiene que ver con la voluntad de los padres, sino con relaciones significantes simbólicas
con el niño, las cuales son inconscientes; nosotros solo podemos controlar las relaciones imaginarias.
En Schreber, la primera enfermedad se explica por el fracaso de su candidatura al Reichstag.
Schreber, al acceder a la corte, el cargo en el que lo nombran subraya la calidad de padre que asume
frente a sus colegas del tribunal. La segunda crisis encuentra allí su causación. Él no posee el
significante que ordene sus relaciones con los colegas que lo superan en edad, pero tienen un puesto
de inferior jerarquía (la cadena de las generaciones se invierte, y allí se requiere el Nombre del Padre).

SILVESTRE (1985) Transferencia e interpretación en la Psicosis: una cuestión de técnica.


Un analista no debe retroceder frente a la psicosis. Para aceptar una demanda de análisis no es
necesario conocer la estructura clínica del sujeto. Esta solo debe ser tenida en cuenta para modular la
respuesta. No hay otras indicaiones de la cura mas que la determinación del sujeto a comprometerse a
ella. Lo que importa es saber como el psicótico llega a enunciar una demanda y por que decide
comenzar la cura. La demanda de análisis del psicótico proviene de la forclusión del nombre del padre.
El punto de partida de la demanda es una significación en suspenso que le resulta amenazante. Si va a
ver a un analista es porque espera que este haga emerger esa significación que no puede advenir por la
ausencia del nombre del padre. Es en ese momento de indecisión que el analista puede ofrecerle el
relevo del SSS (esto no se produce para todo psicótico). Se le supone al analista un saber hacer con la
funcion de la palabra.
Si el psicótico demanda análisis es porque el encuentro ya se produjo para desencadenar el accidente
de la funcion de la palabra y busca que el análisis la repare. Si el delirio toma impulso a partir de la
introducción del SSS es porque la palabra va a ser utilizada por él para producir la significación que le
falta, para costruir una metáfora que produzca significación, que sustituya a la metáfora paterna. Esta
metáfora delirante permite la estabilización, vuelve a dar una funcion de la palabra que basta para
organizar el campo del lenguaje, pero en cambio el goce sigue desencadenado, por eso surgen las
alucinaciones, voces. Entonces hace falta otra cosa que el analista se ofrece a encarnar, la
transferencia. En su demanda incial el psicótico espera del analista significantes propios para organizar
los trastornos de su mundo, en su demanda segunda, esa a partir de la cual la transferencia se
orientara, el psicótico propone un goce al analista para que este establezca las reglas. Es mediante ese
rodeo como parece instalarse como objeto a y darse como tal, al goce del analista. En amas vertientes
de la transferencia el analista es el testigo fascinado de esa conjunción de lo real y de lo simbolico
donde el psicótico arriesga a perderse en todo momento. El lugar de objeto a ya esta ocupado, toda la
cuestión es desalojar de ahí al paciente. Se trata de reitroducir el goce en una funcion de semblante.
Pues si el psicótico ocupa el lugar del objeto es en la medida en que él lo es como real. Es primero por
su silencio como el analista marcara su presencia. Para que esa presencia silenciosa provoque al sujeto
a dirigirle cada vez mas explícitamente sus asociaciones. Silencion que pone trabas, que objeta las
maniobras a las que se somete el paciente. Estas maniobras tienen en el psicótico una única finalidad:
hacer reintegrar al analista en el lugar del Otro del goce. Ante esto no puede haber mas que una
respuesta posible, oponerse a esta maniobra. Producir mediante la significación de este rechazo un
lugar vacio, evacuado de todo goce. Un lugar donde el goce esta prohibido para que el sujeto del
significante se aloje en el. Debe reintroducir ese goce en e discurso analítico. El analista debe
pronunciar el no el no del rechazo, de la pura negación.

LAURENT (2004) Interpretar la psicosis.


Para interpretar la psicosis hay una clave: en la interpretación analítica no hay dos niveles de lenguaje,
no hay metalenguaje. Esto nos evita la transferencia como obstáculo. Esta clave se encuentra presente
en toda interpretación, no hay garantías de la verdad. Lo que busca el psicótico es una significación
(metalenguaje) que pueda detener el enigma, el agujero del campo de la significación. Pero no hay un
nivel que sería el del leguaje objeto y un nivel de la interpretación que sería un nivel distinto, aplicado
sobre el primero y funcionando como metalenguaje. En la interpretación no hay que añadir nuevos
significantes ni nuevos personajes, solo los que da el sujeto. No hay adecuación entre lo que se dice y
su referencia, ya que no hay relación sexual, no hay nada de universal. La interpretación es una
puntuación, que debe apuntar al sentido del objeto de goce con la paradoja de que el objeto es algo que
circula entre líneas pero nunca llegara a enunciarse.
Tanto en neurosis como en la psicosis se construye una lengua fundamental, para asegurarse que la
palabra signifique. Pero en la neurosis eso se da en relación a que hay otro y una metáfora paterna
operando. En cambio en la psicosis no está la metáfora paterna: tenemos el lugar del otro como tal y la
búsqueda de una regulación. Ese es el esfuerzo del delirio ya sea en su vertiente más paranoica (con
una construcción más sistematizada) o en su vertiente esquizofrénica (con tentativas, pedazos de
elaboración, fragmentados)
En la psicosis nos encontramos con el problema de cómo detener la producción del sistema que el
psicótico se crea ya que en éste se da la producción de una neolengua, en búsqueda de un dispositivo
de capitón que sustituya la metáfora paterna que no está. La pregunta de la orientación de la cura tiene
que ver con detener las producciones, la hemorragia, el desorden, cómo parar ese trabajo y donde
parar. El psicótico siempre busca otro donde inscribir su trabajo. Nosotros estamos como destinatarios.
Nosotros no sabemos que es lo que sus palabras quieren decir, en nuestro acompañamiento veremos
donde se detienen. Bajo la nominación el deslizamiento de las palabras adquieren una detención
cuando en el discurso aparece algo que nombra. La orientación en la cura no es delirar con el psicótico.
Lo que se trata no es ayudarlo a delirar, no es un empuje al delirio. Buscamos es elegir, en el trabajo del
delirio, lo que va hacia una nominación posible, la producción de una nominación posible. Hay que
alentarlo a una elección, a una orientación posible. El analista aguarda obtener una nominación, que se
haga un nombre, que obtenga una nominación para que el mismo detenga este proceso sin fin (volver a
articular algo).
Hay más de una vertiente como principio de detención. Tenemos las estabilizaciones, tenemos el
pasaje al acto, tenemos la posibilidad de separar al sujeto de los fenómenos que lo invaden “cortar” al
sujeto mediante la medicación que funciona como corte y puntuación.
Se trata de permitir la fuga del sentido, con la idea de que nunca podremos contener esta fuga.
Si podemos hablar de interpretación en la psicosis es en el horizonte de apuntar al momento en el cual
el sistema para, se detiene. Apuntamos a obtener un efecto de detención. Obtener que esta maquinaria
infernal cese y que el efecto de nominación, produzca un vaciamiento, un “pensar en nada”.
El analista asume la posición del significante estabilizador, lo importante es que esté ahí. Que no se
vuelva perseguidor, sino garante de orden para ese sujeto, el garante es algo muerto, imitar al
significante, desvitalizarse completamente con esto se consigue una detención, un efecto pausa.
Los dos factores de estabilización son un nombre y un lazo al otro.
El deseo del analista, es una operación sobre la interpretación del ICC, es la manera de producir
pausas, cortes y puntuaciones.

SOLER (1992) ¿Qué lugar para el analista?


Un ejemplo de estabilización de una psicosis bajo transferencia. Psicosis revelada desde hace 12 años
con un automatismo mental marcado.
La demanda de análisis se produjo al estallar un primer episodio delirante. La paciente se dirige al
analista mas del cual, esta el nombre del analista con A mayúscula, demanda connotada por su relación
eufórica con respecto a ese otro único. Se desprende otra demanda ques es un delirio de socorro. Ella
no quiere que la curen de su delirio, este la sustenta y libera. Quiere que la curen de la vivencia de una
falla intima, una especie de desgarradura, de muerte subjetiva. Dice ella “que no me han dado a luz”.
Reconocemos aquí ese desorden provocado en la articulación mas intima del sentimiento de la vida
instalado por la falla del significante. La falla significante se traduce en un exceso de goce en lo real (lo
contrario a una falta), y este exceso llama a la simbolización, a veces se impone como inercia y falta de
subjetivación (la inercia es una de las figuras primarias del goce).
Ese estado de delirio ella lo remedia mediante una relación de objeto real, persecutoria, un
acoplamiento con otro único y sustentatorio al que define como el Otro que “sabe lo que le hace falta” y
se lo impone. De ese Otro ella ha sido la marioneta, pasando de mano en mano por una serie de
vínculos pigmalionescos (ocuparon este lugar todas figuras del saber). Ella vive como el objeto de
tormeno de este saber gozoso del Otro. Estas figuras del saber son paliativos de la forclusión.
Llega al análisis. En una fase inicial oscila entre la pulsación del delirio y el vacio de una inercia con
connotación depresiva. El analista es llamado al lugar de suplir con sus predicaciones el vacio percibido
de la forclusión. Le demanda que haga oráculo y legisle para ella. “Le voy a hacer preguntas y tomare la
respuesta por verdadera”. Es llamado a constituirse como suplente y competidor de las voces que
hablan de ella y la dirigen, sitio del perseguidor, de aquel que sabe y goza. Si el analista se instala ahí
sobrevendrá la erotomanía mortífera.
En es caso no se opera con la interpretación, esta no tiene cabido cuando se trata de un goce no
reprimido (solo se interpreta el goce reprimido). El primer modo de intervención fue un silencio de
abstención cuando el analista es solicitado como el Otro, como saber en lo real. Este silencio deja el
campo a la construcción del delirio. Esto coloca al analista como otro Otro, no perseguidor, sino un
testigo que presenta un no saber, un vacio, en el que el sujeto podrá colocar su testimonio. Un segundo
tipo de intervención es la orientación al goce que intenta hacer de protesis a la prohibición faltante.
Consiset en decir no. Otra orientación pero positiva fue hacer que sostenga su proyecto artístico por
sugestion. La tercera intervención tuvo alcance decisivo: no volvió a solicitar al analista como Otro y
comenzó a depurar y reducir su delirio, desaparecen los episodios agudos. Se trata de la reconstrucción
del sujeto al borde del agujero en lo simbolico. En un prier itmpeo sostuve su negativa a trabajar y su
demanda de obtener una pension. Apoye su idea de que era un abuso exigirle que se ganara la vida
(una significación tomada en su relación delirante con el Otro perseguidor que la equiparaba con un
asesinato). Se hallaba presente un discurso sobre la deuda “Soy una deuda viviente”. Al no haber
sacrificio simbolico solo la vida real podría saldar la cuenta. En un momento frena una crisis de pánico
suicida con una sentencia relativa al perseguidor: “el no tiene derecho”. Las nociones de abuso y
derecho portan la significación de un limite respecto las pretenciones del Otro, un “orden del universo”.
La maniobra analítica que sostuvo la operatividad de esta cura consistio en abstenerse de la respuesta
cuando en la relación dual se llama al analista a suplir para el sujeto el vacio de la forclusión. Esto evito
la erotomanía. Luego interviene profiriendo una funcion de limite al goce del Otro a partir de un lugar ya
inscripto en la estructura. El analista hace de limite del goce, de significante ideal, único elemento
simbolico que, a falta de ley paterna, puede constituir una barrera al goce. El analista apuntala la
posición del propio sujeto al tomar el mismo a su cargo la regulación del goce.
Culmino el análisis con una estabilización precaria (ligada a la funcion de la presencia de un hombre y
del analista) pero patente. Soler situa la estabilziacion en tres teminos:
1) Ficcion del delirio: el delirio que acota al final tiene dos vertientes: construye el mito del desorden o de
la falla original “los dos pilares de su existencia”, y la idea de que su madre, de la que quedo huérfana,
fue asesinada por el primer perseguidor, y la idea de que, en lo concerniente al padre, hay una culpa
enorme y original que la transformo a ella misma en una deuda viviente.
2) Fijaccion del goce: la paciente se sostiene en un acoplamiento doble con el analista y con un hombre.
Este acomplamiento tiene un efecto de fijación del goce en una cena: se come de manera ritualizada un
dia fijo. El a real es un a para comer; sus imágenes de goce lo confirma, ells es el pasto ultimo del Otro.
3) Fixion, con x, del ser: su obra plástica implica una eyección del Otro. Se libera de toda inercia forma,
busca la metáfora plástica pura, el autorretrato pulsión, un retrato sin mirada, una letra que fije parte del
goce.

CHAMORRO (2004) Esquizofrenia: El discurso es real.


En el siglo XIX la esquizofrenia era considerada degenerativa, congénita, hereditaria, en el siglo XX con
Bleuler y en el marco del psicoanálisis se pasa a otra causalidad la del lenguaje. Es esquizofrénico es
un der del lenguaje aunque no del discurso, lo cual implica que es tratable por la lengua pero que no es
un sujeto dividido. Cuando el discurso esta en juego hay movimientos significantes, metáfora,
metonimia, hay representación del sujeto por un significante y su consecuencia es que el sujeto esta
dividido. Es el campo de la neurosis. El yo no habla sino que es hablado por lo que dice, Lacan llama a
eso sujeto dividido y Freud inconciente. El sujeto psicótico no es hablado por su propio discurso, en él
encontramos una particular versión de ese ser hablado que es la alucinación verbal. Esta es solidaria de
la iniciativa del Otro, cuando este le habla el sujeto queda perplejo. Desencadenamiento. No sabe que
hacer con eso. Entonces mientras en la neurosis el analista con su intervención causa que el sujeto sea
hablado, en la psicosis se encuentra con que ya hablo. Tenemos tres tiempos en la psicosis: fenómeno
primario, perplejidad y trabajo de interpretación delirante de ese fenómeno primario. Ese elemento
aparece allí en el discurso o en el cuerpo, y por la forclusión el sujeto no tiene posibilidad de significarlo
y retorna al sujeto desde afuera. El sujeto psicótico responde a eso con un delirio y el neurótico con la
significación fálica, que es compartida y que en el análisis dejara lugar para la asociación libre,
búsqueda de un sentido ultimo que es el fantasma fundamental.
El psicótico esta afuera del discurso, habla pero no esta en el campo del discurso en su estructura de
funcionamiento. Discurso del amo es el discurso de representación del sujeto por el significante,
discurso inconciente. Alguien se deja representar por un S1, significante amo y en tanto tal se
representa como sujeto dividido. Un significante amo es un verdadero significante en la medida que se
articula y encadena a otro significante, que representa todos los significantes de la cadena por un S2.
Cuando todo esto esta funcionando se pone en juego en el neurótico una forma de memoria que es la
rememoración. La memoria de un esquizofrénico es distinta, tiene una memoria puntual, no puede
resignificar su historia.
Cuando estamos en el dispositivo inconciente en ejercicio, somos hablados, el efecto es un producto
que queda afuera, el objeto a. Cuando este objeto esta incluido en la cadena significante se rompe la
cadena y lo que se produce es S1, S1, S1 que proviene de ese movimiento de retroacción o
significación. El sujeto psicótico esta identificado a su yo. El sujeto dice, piensa y siente expresando una
certeza (convicción delirante para la psiquiatría). Es perceptible también en los actos que realiza y en el
carácter inapelable e inquebrantable de sus interpretaciones.
El sujeto de la psicosis no es un sujeto dividido sino un sujeto de goce. Cuando un sujeto esta en
cadena, esta representado, es un sujeto que tiene movilidad, hoy se presenta por un significante y
mañana por otro, el sujeto es móvil, no esta fijado a una posición. El sujeto tiene un grado de
indeterminación por estructura, porque el sujeto esta representado por significantes que se mueven y al
moverse, desplazan al sujeto en su representatividad.
La funcion representativa del significante amo pluraliza en la esquizofrenia, no va a haber uno solo, sino
diverosos S1. Enjambre de significantes, me representan distintos significantes. No se producen entre
estos efectos de articulación o encadenamiento, metáfora, punto de capiton, anticipación y retroacción.
Se produce el efecto de lenguaje de órgano, el esquizofrénico no puede organizar su cuerpo. Esto
suced porque los significantes no pueden regular el goce y en consecuencia ese goce se localiza (en un
órgano o en una funcion). Cuerpo como otro. Fuera de la psicosis existen trastornos del cuepo, hay
cosas que se desregulan pero no llegan a desprenderse del cuerpo. En la paranoia tenemos el Otro
toma consistencia de goce y pierde valor simbolico, quedando el goce localizado en el Otro,
convirtiéndose en una amenaza para el sujeto.
De esta forma la esquizofrenia ilumina un dato constitutivo de todo sujeto que es que no tenemos un
cuerpo de nacimiento. Se adquiere por medio de recursos simbólicos, reales e imaginarios. Por eso los
síntomas del cuerpo pueden pertenecer a cualquier estructura.
En el camino de hacerse un cuerpo es importante la funcion del objeto. Lacan reformula los objetos
libidinales freudianos, como objetos enmarcados por la dialéctica de la demanda y el deseo. Es en esta
dialéctica que se constituye un cuerpo. Algo siempre escapa: el objeto a.
Comparemos esquizofrenia y paranoia. El mundo de la esquizofrenia se orienta al mundo interior, la
paranonia al exterior. El fenómeno elemental en la paranoia lo encontramos en el discurso, en la
esquizofrenia en el cuerpo.
Lacan encuentra en el campo de la esquizofrenia no un déficit, sino el reconocimiento de un sujeto de
goce. En la esquizofrenia se da lo que Freud llama introversión de la libido (autismo), la libido se retira
del mundo y va hacia el campo del sujeto, de su cuerpo. Como analistas debemos dejar que el sujeto
signifique o delire y no sumar significaciones. En la esquizofrenia pura no hay desconfianza, si en el
delirio de influencia con la figura del telepata o la transmisión de pensamiento. Estos fenómenos
confunden la división entre paranoia y esquizofrenia.
En la paranoia el delirio es masivo y se hace sistematico, se concentra. En la esquizofrenia el delirio no
se articula coherentemente, esta pobre articulación plantea dificultades particulres al tratamiento.
En la paranoia esta la erotomanía, paradigma de idea dogmatica, “el me ama” (la histeria bordea este
campo). En la esquizofrenia se trata mas del relativismo, es mas posmoderno.
El fenómeno de la despersonalización es un dato preciso de la estructura de la esquizofrenia. Para
Lacan esquizofrenia e histeria se unen en el extrañamiento y la despersonalización. El obsesivo
coincide mas con la paranoia, por esas ideas impuestas que vienen desde afuera, que se impone.
Otro fenómeno de la esquizofrenia es la interceptación del pensamiento que interrumpe el discurso.
Esta intercepción psicótica implica que allí aparece un vacio que no puede ser significado.
Lo fundamental en la esquizofrenia es el cuerpo. Allí no se vela el órgano. Tenemos noción de la
existencia del cuerpo cuando nos duele porque sino el cuerpo funciona mudo. El cuerpo habla bajo la
forma del dolor, la molestia o el trastorno (hipocondría).
La medicación entra en el campo del aplastamiento del sintoma y que la escucha de ese sintoma es
siempre importante. La medicación lo desplaza, lo aplana y eso salta violentamente por otro lugar.
La apuesta del psicoanálisis es no oponerse a los recursos del psicótico y por eso hablamos de
autotratamiento. No le inventamos recursos, acompañamos y causamos el invento que lo instrumenta
para hacerse un cuerpo.
MILLER (2009) La invención psicótica.
Invención no es creación. La creación es de la nada. La invención es a partir de materiales existentes.
Uun esquizofrénico hablaba de sí mismo como una central telefónica sin teléfono. Tenía perturbaciones
al nivel del lenguaje y del cuerpo. Al nivel del lenguaje recibía órdenes, exhortaciones, y experimentaba
una sensación profunda de que le faltaba algo en relación al lenguaje: "No consigo mentir al lenguaje".
Con respecto a su cuerpo, tiene el sentimiento de estar fuera de su cuerpo, y necesita “inventar” los
recursos para ligarse a su cuerpo. Se pone anillosen los dedos. Sobre la cabeza una venda. Son sus
recursos. Ataduras sobre las partes del cuerpo. Es una manera mínima de invención.
La esquizofrenia enigmatiza la presencia del cuerpo, vuelve enigmático el ser en el cuerpo.
Lacan propone una tesis general: somos "todos esquizofrénicos", porque el cuerpo y los órganos del
cuerpo nos hacen problema, salvo que adoptamos soluciones típicas, pobres.
Hay una antinomia entre órgano y función. Uno tiene órganos, y después, ver para qué sirve eso es
bastante problemático. El "para qué sirve eso" del órgano está presente primero y por excelencia, en los
órganos sexuales. Se encuentra bastante rápido, a partir de la actividad lúdica, el uso de placer. Pero el
discurso establecido está allí para decir que no es el buen uso o que no hay que abusarse. Apenas se
encuentra una buena función, una función-placer, hay inquietud y prohibición a su alrededor. La
erección es la aparición de una x. ¿Qué se puede hacer de eso? En general las ideas que surgen son
rechazadas. Es ejemplo de lo que Lacan llama órgano "fuera-de-cuerpo". Es una posición. El falo es un
órgano fuera-de-cuerpo que escapa al control del cuerpo, escapa a ser tomado por el discurso del amo
sobre el cuerpo.
En el esquizofrénico un cierto número de sus órganos pasan fuera-de-cuerpo. Es el cuerpo de goce
entero el que pasa fuera-de-cuerpo. Los órganos tienen su propia vida.
La reintegración en el cuerpo del órgano fuera-de-cuerpo lo aseguran medios simbólicos.
El cuerpo del ser hablante está asediado por un problema fuera-de-cuerpo. El órgano fuera-de-cuerpo
es algo que escapa pero permanece ligado. Esta posición de estar fuera ligado, es la ex –sistencia.
El cuerpo está ligado siempre, a ex –sistencias de esta clase. Hay un cuerpo, pero hay algo del cuerpo,
una cierta zona, que se extiende alrededor del cuerpo y que tiene contigüidad con ese cuerpo, toda una
antropología de la distancia.
Lacan califica el ser hablante de animal que tiene "stabitat que es el lenguaje". Lo que especifica al ser
humano es habitar el lenguaje. El hecho de habitar el lenguaje forma un órgano para su cuerpo, órgano
que, para así ex -sistirle, le determina su función, desde antes que la encuentre. Se tiene que encontrar
la función del órgano-lenguaje, hacer algo con ello.
Es a partir de que el ser hablante está afectado del órgano-lenguaje, que debe encontrar que su cuerpo
no es sin otros órganos, que no es el único órgano-lenguaje.
El sujeto no tiene más remedio que percibir que no es solo un ser de lenguaje, que no se relaciona sólo
con el órgano-lenguaje, sino que hay otros. Lacan emplea la expresión: " no es sin otros órganos". No
es lo mismo decir "no sin" que "con". La diferencia es que entre los dos hay un pequeño pasaje por la
negación. Se evoca que se podría hacerlo muy bien sin.
Durante largo tiempo, Lacan ha tomado un sujeto que no tendría relación más que con el lenguaje. Lo
que determina las cosas, es lo simbólico, y el cuerpo arrastra es su inercia imaginaria. Es la tesis del
símbolo como muerte de la Cosa, como negativizando el cuerpo, cuerpo simbolizado, anulado,
mortificado, poniendo a parte el residuo de goce bajo la forma del objeto pequeño a. Lacan no descuidó
el cuerpo. Le daba su lugar en lo imaginario. Introdujo "la imago del cuerpo fragmentado".
Lacan nos invita a ver en el órgano-lenguaje, como existente al cuerpo, lo que socava los órganos del
cuerpo, y al mismo tiempo los significantiza y los vuelve problemáticos, hace que uno se plantee la
cuestión de qué hacer con ello. "El cuerpo de los seres hablantes está sujeto a desunirse de sus
órganos, lo suficiente como para encontrarles función. A veces es necesario años."
El órgano-lenguaje del sujeto produce un ser hablante, es decir, le otorga el ser, pero al mismo tiempo
le otorga un tener esencial que es el cuerpo.
El dicho esquizofrénico se especifica por el hecho de que para él, el problema del uso de los órganos es
especialmente agudo y está obligado a inventar un discurso, a inventar sus recursos, para poder hacer
uso de su cuerpo y de sus órganos.
Las invenciones paranoicas no son del mismo registro que las esquizofrénicas. Ellas recaen sobre el
lazo social. Para el paranoico Rousseau no es el problema de la relación al cuerpo, sino el problema de
la relación al Otro. Se ve llevado a inventar una relación al Otro. Cuando está dotado, nos da los
grandes utopistas, o El contrato social, esfuerzo prodigioso de inventar un lazo social que ha
entusiasmado a las masas. Allí se obtiene la invención de un gran Otro inédito.
No podemos hablar de invención melancólica, es imposible, el melancólico llora sobre la imposibilidad
de la invención.
En la psicosis ordinaria se trata de las pequeñas invenciones. La invención de un pequeño punto de
capitón, de una pequeña identificación (la identificación es la condición para que haya trabajo).
La invención está condicionada por lo que hay de más esencial en la psicosis: "El sujeto psicótico está
en una relación directa al lenguaje en su aspecto de significante puro. Todo lo que ha construido
(inventado) allí no es más que reacciones de afecto al fenómeno primero, la relación al lenguaje."
La invención procede de la ex–sistencia del órgano-lenguaje, y está antes de que la función sea
encontrada. Por que ex -siste el órgano-lenguaje al cuerpo, el sujeto está condicionado a encontrarle
una función: o la recibe, o la inventa.
Este significante puro es el significante enigma, el significante que no se encadena, que en sí mismo
produce el choque. En el discurso del amo no hay enigmas, hay respuestas. Es lo que hace a la
pregnancia del discurso del amo. Los mecanismos que se le imputan al Edipo muestran cómo el
significante enigma (del Deseo de la Madre) toma sentido y otorga al sujeto una identificación.
La referencia de Lacan es al traumatismo que produce siempre lalengua sobre un sujeto. Lacan hace de
él, el núcleo, hueso, del inconciente. Esos significantes han sido investidos y eso los ha traumatizado.
Es el traumatismo del significante, del significante enigma, del significante goce, que obliga a una
invención subjetiva. Es una invención del sentido, siempre más o menos un delirio. Están los delirios de
los discursos establecidos y están los delirios inventados. Un delirio, es una invención del sentido.
Hay invenciones de identificación. El transexualismo es una invención de identificación. Hay invenciones
más interesantes de la función órgano-lenguaje. Joyce ha inventado una función inédita, enteramente
sustraída de la comunicación.
Si el término invención se impone es porque está ligado a la noción del Otro que no existe, a la idea de
que el gran Otro es una invención. Si el gran Otro de lo simbólico existe, el sujeto es simplemente efecto
del significante, y el que inventa es el Otro. Con el Otro que no existe, el acento se desplaza del efecto
al uso, al saber-hacer-allí con su traumatismo. El sujeto está condicionado a devenir inventor, a
instrumentalizar el lenguaje. Se ve la diferencia entre los sujetos que alcanzan a hacer del lenguaje un
instrumento y aquellos que permanecen instrumentos del lenguaje.
Un paciente describe exelentemente el traumatismo del órgano lenguaje: "Las palabras son mi dolor".
Dice: "Estoy obligado a escribir. Es el deber del idiota". Es muy hermoso. El idiota es el particular, es lo
que es propio a uno, lo que le es particular, lo que hay en idiosincrasia.
Joyce inventa una forma de literatura inédita, que no ha hecho escuela. La ambición de Joyce no era
hacer escuela, sino ir hasta el final de su idiotez, de su singularidad, y de hacer universidad, de dar a
comentar a los universitarios su singularidad, con la idea de terminar con la literatura.
El concepto de invención no recubre toda la psicosis. Hay que darle su lugar al registro de la no-
invención, todos los casos en los que vemos el traumatismo del lenguaje presente y el sujeto bloqueado
sobre el traumatismo del lenguaje y no pudiendo inventar de ningún modo. "Mis palabras no me
representan". "Me han cortado la palabra, no puedo hablar". El sujeto no puede asumir su enunciación.
Lo típico en la psicosis, no depende de la invención, lo que es el gran desencadenamiento psicótico.
El sujeto tomado en una relación dual con alguien, y luego Un-padre que viene como tercero,
introduciéndose en la relación, y en ese momento se desencadena la psicosis.
Hay invenciones, pero hay también todo un campo contrario del orden del automatón, del orden de la
estructura inscrita. Se percibía allí la psicosis establecerse como una especie natural invariable.
La invención comporta la originalidad y la diversidad. Hay una dialéctica entre la invención y la
estereotipia, tipicidad, en las psicosis.
Hay tentativas desesperadas, invenciones ensayadas. Hay invenciones exitosas, invenciones
fracasadas, y la ayuda a la invención que puede representar la relación al analista, invención de
recursos para sostener el cuerpo.
Hay delirios normales (discursos establecidos). Es esto el psicoanálisis hace vacilar los semblantes.
Hay instalaciones, montajes, destinados a satisfacer el aparato psíquico. El aparato psíquico se
satisface por los síntomas, y el síntoma puede ser social.
Los psicóticos están obligados a hacer esfuerzos desmedidos para resolver los problemas que, para el
neurótico, son resueltos por discursos establecidos. En cierto momento,el acto de cagar, caminar, mirar,
todo anima un mundo de significaciones y de agitaciones tal que se deja ir hacia la catatonía, porque la
presencia del mundo y del cuerpo devienen un problema insoluble.
El delirio es el esfuerzo de invención de un idiota, es decir de Uno-todo-solo. Cuando se introduce entre
varios, es muy difícil de convencer que es un delirio. Si uno solo que cree ser el Hijo de Dios, que es
crucificado por chiflado. Si hay doce que lo crean, no hay razón para que la tierra entera no lo suponga.
Vemos la comunicación que hay entre los grandes delirios y las grandes formas religiosas.
¿Esto alcanza a hacer lazo social o no? A veces hay una contingencia allí dentro. Hay formas de delirio
en las que se ve bien que no puede socializarse.
El desencadenamiento, es un instante de ver. El sujeto verifica ser el asiento de fenómenos
incomprensibles. Y después tienen un tiempo para comprender de qué se trata, tiempo de incubación
del delirio. A veces eso no prende, no cristaliza, entonces el sujeto se queda perplejo. La perplejidad,
cuando se deshace, es reemplazada por la certeza, por la elaboración de un delirio bien conformado.

SOLER (1992) Pérdida y Culpa en la melancolía.


La melancolía es efecto de la forclusión, rechazo del inconciente, causa primera de la psicosis. En el
pasaje al acto suicida hay rechazo del inconciente ya que el acto es en si mismo separación respecto
del inconciente. Rechazo del inconciente quiere decir que el sujeto no quiere ni hablar ni pensar de él.
Hay dos grupos de fenómenos en la melancolía: los de mortificación y los de delirio de indignidad.
El episodio melanolico se desencadena por una perdida, invocada u observable en los hechos.
Al melancolico le resulta muy difícil decir que era eso objeto. Las perdidas pueden ser diversas: ser
querido, pertenencia material, un ideal o valor etico. Lo que domina el cuadro es una vivencia de
perdida que hara desaparecer toda idea de defensa. Esta perdida introduce en el sujeto algo que vas
alla del sentimiento de perdida: fenómenos de mortificación reales. La mortificación libidinal se traduce
en conductas de desapego de los objetos, repliegue sobre la persona, involcuion sobre el cuerpo propio.
Lacan enfatizo la negatividad esencial del lenguaje que produce el asesinato de la cosa. El lenguaje
introduce la falta en lo real, implica una sustracción de vida, asi condiciona para todo hablaser una
virtualidad melancolica. El nombre de esta negativización es la castración (-ᵠ), renuncia al goce
masturbatorio. Mutilación parcial y compensada del goce: perdida que reclama una “condición de
complementariedad”, y esta promueve al objeto en su valor compensatorio. El menos-de-goce de la
castración condiciona la búsqueda del objeto plus-de-goce.
En la melancoolia la instancia de la perdida se absolutiza y desencadena. Ya no opera la condición de
complementariedad, se cae bajo la acción de la negatividad del lenguaje, inercia estuporosa. La
castración forcluida retorna en lo real. La forclusión concidiona una doble serie de fenómenos: de
negativización y de positivización del foce. La funcion fálica las articula, la psicosis las disocia.
Un elemento diagnostico fundamental es que el melancolico subjetiviza la perdida como dolor moral. La
falta adopta la significación de la culpa y de ahí el delirio de indignidad: idea de responsabilidad
delirante. El sujeto eleva la falta a la culpa y toma la culpa a su cargo. El dolor de existir en el
melancolico se encuentra en estado puro. Este dolor de existir resulta de la culpa de existir que remite a
lo injustificavble de la existencia, el ser ek-sistente al Otro.
El dolor de existir del hablaser casi nunca se encuentra en estado puro sino mixto por el falo,
significante de goce, que no va sin la castración, hace de significante de vida, al construir una mediación
entre la falta del Otro y el ser del sujeto alivia a este del phatos de su dasein.
Entre el pathos de existir y el sentimiento de culpa opera la incidencia de una posición subjetiva que
hace asumir el mal: delirio de indignidad. El delirio melancolico se reduce a un único postulado causal,
un mea culpa obsesionante, tiene certeza sobre su ser, en el que reconoce el goce malo y
identificandose con la cosa. Es a ella a quien insulta dentro de si. Ella hace de el un perseguido de si
mismo, del superyó. El insulto alucinatorio es un ejemplo de retorno en lo real. Es significante en lo real.
La forclusión condiciona en el melancolico el ascenso de la injuria que da nombre al ser fuera del Otro.
Es una figura de goce. Ambas instancias, negativa del lenguaje y positiva del goce están presentes.
Si perdida (petre) tiene asonancia con padre (pere), difamar (diffamer) forma equivoco con mujer
(femme), la lengua inscribe algo de la estructura. Mujer, no-toda, no toda fálica, Otra, fuera del lugar del
otro. El melancolico se difama, es su propia versión del empuje-a-la-mujer. En la difamación hay un
goce como masoquista con el cual no hay otro que haga pareja.
Schreber habla de un dolor indeterminado, termino que designa un daño que se parece a la perdida del
melancolico. El clínico tiene que saber distinguir los preliminares de un desencadenamiento, ya que la
mortificación, como retorno real de la instancia negativa del lenguaje nunca esta ausente en la psicosis.
La diferencia enter melancolía y paranoia se da en la etapa siguiente, en la subjetivación de este daño
primario. El melancolico asume la culpa (se difama), el paranoica la carga sobre el Otro. El paranoica
identifica el goce en el lugar del Otro. El melancolico no se alcanza por el verbo sino en el limite de lo
simbolico, por el insulto o se realiza en el silencio del acto por el suicidio.
La mania es el inverso de la melancolía, sin embargo ambas responden a la forclusión y al retorno de lo
real. La mania es una explicación mortal, retorno en lo real del filo mortal del lenguaje. En ambos casos
triunfa la instancia negativa del lenguaje sea en forma de exitacion moral o en forma de abatimiento
mortifero y pasaje al acto.
El goce es perjudica al lazo social y a la homeostasis del viviente. El goce sexual es un goce
acomodado ya al lazo social. El goce primario es goce del cuerpo propio, autístico.

SOLER (1992) La manía: pecado mortal.


Lacan da la formula de la mania como “pecado mortal”. Lo que hoy llamamos humor maniaco Freud lo
describe como una alegría y un alborozo inmotivado, y en el plano de la conducta como un
levantamiento de la inhibición. La tesis de Freud es que la mania aparece como lo simétrico de la
melancolía. En Duelo y Melancolia, dira que el jubilo maniaco seria el efecto de la cesación del gasto
psíquico que la represión exigia, convirtiéndose en energía liberada en afecto. Luego reconocerá en el
idea del yo, ligado a la figura del padre, aquello sobre lo que el sujeto de la mania había vencido. Freud
no va a actualizar este esquema después de agregar a su doctrina la pulsión de muerte y el superyó.
Es neceario poder diferenciar esta vitalidad bizarra que caracteriza al maniaco y amenaza su vida, de la
afirmación asumida y sin trabas de la pulsión.
Laca habla de exitacion maniaca de la psicosis. Apunta a un tipo de fenómenos. Califica a la tristeza de
la depresión no como un estado del alma, sino como una culpa moral, un pecado, que es la cobardía
moral. Lo que resulta por ser rechazado el inconciente con la psicosis, es el retorno en lo real de lo que
es rechazado, del lenguaje; es la excitación maniaca por la cual ese retorno se hace mortal. La mania y
la deprecion tienen la misma causa subjetiva, la cobardía moral, causa que adopta la forma de la culpa.
Melanie Klein había advertido la necesidad de referir las manifestaciones de la mania a una posición del
sujeto. Esto se ve en su noción de defensa maniaca y en su formula de que la mania se apoya en una
negación de la realidad psíquica. Como si intuyera una causa subjetiva, casi una elección, operando en
la base de la mania. Klein relaciona la realidad psíquica con el efecto depresivo de la perdida, la mania
pasa a ser la negación de la depresión, acercándose al rechazo del “filo mortal del lenguaje” que
caracteriza la mania para Lacan.
El pecado de la mania es mortal en cuanto conduce a la muerte.
Lacan unifica la tristeza con la excitación maniaca a nivel de una misma causa: la cobardía moral.
El rechazo del inconciente es otro nombre de la forclusión que trata de implicar a la causalidad
subjetiva. Se deslinda una cobardía forclusiva, pecado mortal, de una cobardía represora, pecado venial
(en la neurosis).
El retorno de lo real es ruptura del encadenamiento del significante. Se presenta cada vez que un
elemento del lenguaje se emancipa de la estructura binariamente ordenada de todo mensaje, para
imponerse en su presencia de “uno”. Los fenómenos de la mania se ordenan y se dejan concebir como
defecto del punto de almohadillado. Si la mania aparece tan festiva y desorientada es porque se ha
liberado de las obligaciones de la semántica y emancipado de ese real que esta en juego en la
gramatica (S1, S1, S1). El sujeto maniaco esta disperso en lo infinito del lenguaje que lo atraviesa, en el
automaton de los signos de los que el es marioneta, ya que al no estar localizado ahí, no puede ni
parar, ni reconocerse. Para eso le falta no solo el significante amo, localizador, sino la metonimia como
lugar de la deriva del plus-de-goce (deriva maniaca)
Lacan va a decir que en la mania no funciona el objeto a. Este esta implicado en la constitución de todo
mensaje. El es lo real que juega en la gramatica, si la lalengua es condición de sentido, el objeto es su
causa. Esto explica la eficacia de la asociación libre: todo artificio descansa en que “decir cualquier
cosa” es imposible, salvo para el maniaco. Un daño a nivel del discurso es un daño a nivel de la
regulación del goce. La exitacion maniaca es ejemplo de ello, desenfreno de la palabra y desorden de la
historicidad; reduce las necesidades del cuerpo animado por una vida que marcha hacia la muerte.
El lenguaje trastorna al cuerpo vivo. Afecta su goce, negativizandolo, pero el discurso lo regula cuando
el NdP esta en su lugar. El sujeto es “funcion de castración” con la consecuencia de que el goce es
extraido del cuerpo, externalizándolo en objetos fuera del cuerpo que compensan, con un plus de goce,
el menos de la castración. Desde ese momento el sujeto es feliz. El goce que se acomoda con el dos
del encuentro deja al margen el uno del cuerpo. Excepción del sujeto maniaco que no es feliz, no se
repite en el encuentro con a, no conoce el dos. La excitación maniaca es ese goce que la funcion fálica
no regula y en el cual el uno del cuerpo es asediado por los unos multiples del lenguaje en lo real hasta
que sobrevenga la muerte del ser viviente.

MILLER (2011) Clínica del Sinthome.


La perespectiva del sinthome es la ultima enseñanza de Lacan. No anula las precedentes, sino que
permite dar una idea de sus lógicas, destacando los puntos vivos de la clincia de Freud. La clínica no es
el psicoanálisis. Usulamente nos contentamos con la teoría, juzgamos los conceptos según el orden que
proporcinoan a los fenómenos de la experiencia. Pero la trasnferencia tiene un poder disolvente sobre la
clínica, que el psicoanálisis limita la perspetica clínica y la invalida. Cuando se atraviesa el umbral de un
psicoanálisis hay que dejar la clínica atrás y la perspectiva del Sinthome esta orientada a depegarnos
de la perspectiva clínica.
La clínica tiene lugar clásicamente a los pies del lecho del paciente y es un arte de clasificar los
fenómenos a partir de signos e índices previamente catalogados. Es un ejercicio de planificación,
clasificación y objetivación. El DSM es una clínica.
Lo que en psicoanálisis figura como clases clínicas son las neurosis, psicosis y perversión.
Las estructuras clínicas de Lacan no son solo conjuntos de síntomas. El concepto de estructura agrega
a la clase la causa. Cuando decimos estructura pretendemos acceder mas alla de los fenómenos a una
maquina, una matriz, de la que estos son las manifestaciones, los efectos. La estructura agrega al
conjunto de fenómenos, una articulación. Lo que va junto son elementos o funciones, diferenciados, que
entran en relación y se consideran en cierta disposición. Estos elementos son capaces de permutar sus
lugaes y asegurar funciones diferentes. El lugar no se refiere forzosamente a un espacio métrico. Se
precisa una distancia pero esta no tiene que ser necesariamente cuantificable. Hay lugares en topología
donde el espacio deja de ser métrico, las distancias son flexibles, e igualemente hay antes y después,
adentro y afuera. Respecto de la estructura, los síntomas tienen el sentido de lo que aparece. El
concepto de estructura fue depurado, simplificado, cuando Lacan promovio el concepto de Discurso con
el que redujo a 4 los elementos articulados.
En primer lugar designa al sujeto $ lo que semana su carácter insustancial y condicionado por la
articulación. Debera su ser a la articulación en la que esta atrapado, S1 y S2, minimo necesario para
designar una articulación.
Se agrega el termino a, cuya presencia es tan equivoca como la del sujeto, también esta en el umbral.
Este símbolo indica el producto (resto) de la articulación.
Asi depurado el concepto de estructura, Lacan extendió fuera de los limites de la clínica ordenando 4
discursos donde entran formaciones sociales. Hizo figurar 4 discursos surgidos de la permutación de 4
términos en 4 lugares: el discurso del amo, el discurso universitario, el discurso de la histeria y el
discurso del analista. Reconocemos en la estructura del discurso del amo el del inconciente. Solo el
discurso de la universidad aparece fuera de la clínica.
Nos preguntamos estamos ante un artificio de clasificación, simbolico, un semblante o verdaderamente
me permiten lo real.
Por el solo hecho de que el sujeto habla las cosas se ordenan como minimo poniendo en serie lo que
ocurrio, lo que le ocurre y lo que teme o espera que le ocurra. Lo que ocurre es del orden del azar, de lo
imprevisto, del encuentro. El azar nos empuja. La existencia se da en el reino de la contingencia. Por el
solo hecho de que hablamos se instituye una trama entre los azares y se aber paso a una necesidad
que asume la figura del destino o de la vocación. A partir de hechos de repetición emerge un orden que
permite inferir un “siempre”, “yo soy asi”, “esta escrito”, axiomas que el sujeto espontáneamente hacer
surgir de la narración de lo que le ocurre y cuya trama a veces le toca al analista formular.
Solo por eso se opera la transformación de la contingencia en articulación. Un S1 azaroso se articula
con un S2 y eso produce un efecto de sentido articulado. El azar cobra sentido. Y a menudo cuando un
axioma se despeja nos damos cuenta de que le había sido indicado al sujeto en su infancia, en un
momento especial de apertura, por alguien del entorno vincular, y que el sujeto que habla es también un
sujeto hablado. De ahí el neologismo parletre, ser hablado-hablante. El parletre es el sujeto y la
articulación y el producto de la articulación. Esta articulación S1-S2 no es necesariamente la suya por el
contrario, es primordialmente la del Otro.
El análisis es un laboratorio donde asistimos al hilado de esta trama de sentido, organizando,
articulando, sistematizando, los elementos de azar. Es espontaneo, no esta calculado. Pero esta
articulación de sentido es una estructura que se sobreimpone a los elementos previos.
Con esto comienza la ultima enseñanza de Lacan, con esta división entre la estructura y los elementos
de azar previos que introduce y hace significar. La practica del psicoanálisis cambia de acento. Se trata
de conducir la trama de destino del sujeto de la estructura a los elementos primordiales, fuera de la
articulación, fuera del sentido. Conducir al sujeto a los elementos absolutos de su existencia
contingente.
La funcion de la interpretación cambia, ya no consiste en proponer otro sentido, se propone deshcer la
articulación de destino para apuntar al afuera del sentido. Es una operación de desarticulación.
El sinthome fue inventado para el caso de Joyce, caso sin análisis, no hay desciframiento, no se entrego
a la asociación libre. Joyce esta desabonado del inconciente. Lacan infiere que Joyce no tenia relación
con el inconciente. Esa articulación de 4 términos no valia para el parletre Joyce. Por el contrario se
revela como un scriptuetre (escritor-ser). En lugar de esta articulación, Lacan inventa para decir lo que
hay, el sinthome. Este concepto es el negativo del inconciente.
Desabonado del inconciente quiere decir que no conmueve a nadie, no concierne a nadie en nada, no
los toca, no les mueve su objeto a. Se trata de la obra de alguien separado, de un exiliado. Singular
implica distancia de cualquier comunidad, no hay nada en común. Esta cerrado sobre si. No es lo
particular, eso se comparte con algunos, lo que permite formar clases clínicas. El sinthome designa lo
singular, fuera de la clínica, fuera de la clasificación, lo singular en su carácter absoluto. Lacan creyo
percibir que hay sinthome en cada uno. Joyce encarna ese singular, donde el común de la gente lo
borra. Lacan soñaba encarnar el sinthome. Pero para poder vivir con los otros, se ponen capas encima.
La singularidad del sinthome esta en cada uno pero recubierta.
La clínica del sinthome es una clínica plana, no escalonada, no estratificada, no se distingue el sintoma
y el fantasma, no se puede hablar de un avance y de una resistencia, no podemos hablar de una salida,
lo que prevalece es el dar vueltas en circulo.
Nos vemos obligados a olvidar la clínica del deseo, que esta animada por la dinámica del mas alla,
dialéctica que conduce a distinguir la necesidad (fisiológica) de la demanda (donde se agrega el
significante), y mas alla el deseo, resultante de la sustracción de la necesidad a la demanda. Como le
falta un cuarto termino Lacan, sin encontrar su articulación precisa, agrega la pulsión, extrayendo del
fantasma y de la pulsión el concepto de goce. Esto lo conduce al sinthome.
El orden significante encuentra su razón de ser en el goce del cuerpo, el sinthome esta condicionado no
por el lenguaje, sino por lalengua, mas aca de toda articulación. El sinthome será lo que designara en la
singularidad la sustancia gozante. El modo de gozar absolutamente singular es irreductible, es un resto
absoluto. Joyce, que no se analiza porque supo encarnar su sinthome, hace de paradigma pára lo que
puede obtenerse del sujeto al fin del análisis. La obtención de un estatuto que ya no es susceptible de
ninguna transformcion. La clínica del sinthome toma este punto de vista sobre el sujeto en análisis. Es
saber que hay, que habrá, lo que no cambiara, es un limite al furor sanandi, es lo incurable inscrito en la
puerta de entrada. Asi el sinthome singular es una verdad universal que se expresa: todo el mundo esta
loco. Todo el mundo hace una elucubración de saber sobre el sinthome, la significancia es una
elucubración de saber sobre su modo de gozar. El NdP que condiciona la realidad psíquica no es mas
que un nombre del modo de gozar, es el modo de gozar captado en su carácter universal.
El analista en la clínica del sinthome es un sujeto que ha percibido su modo de gozar como
absolutamente singular, la contingencia de ese modo de gozar, su goce como fuera de sentido (el goce
es el reverso del sentido gozado, el sentido gozado es lo que sirve para olvidar el ser del goce).
Lacan al final de su escrito sobre Joyce recuerda que el análisis recurre al sentido para resolver el goce.
No es una descripción ni una presripcion. Su esfuerzo es inaugurar una practica que no recurre
justamente al sentido para resolver el enigma del goce. Sino que mas alla del discurso del inconciente,
apunta a restituir en su desnudez y fulgor, los azares que nos llevaron a diestra y siniestra.

MILLER (2006) Lacan con Joyce.


A Lacan siempre le intereso la literatura, la inversión que se produce cuando el sintoma da lugar a la
creación. Toma la obra de Joyce Finnegans Wake, en dicha obra no hay personaje central. Interpreta el
titulo como un awakening que intena Joyce de la literatura en dirección a lo real que es la pura relación
con la lengua. En general en la literatura este real queda velado por lo imaginario. Pero para Joyce la
literatura es sueño, a ese sueño le retira todo velo fantasmático no permitiendo ya la figuración.
Esta pura relación con la lengua deriva un goce, sin pasar por lo imaginario, el semblante, la
representación. Joyce realiza una operación especifica con el lenguaje que es la homofonía. Hay algo
en el nombre propio que convoca siempre un complemento, nuncia suficientemente propio. La
articulación S1 y S2, condición de los efectos de sentido, tiene siempre algo de arbitrario, algo que el
sujeto no lo puede justificar. Los efectos de sentido se taponan inmediatamente produciendo un
impasse, la astucia del hombre es colmar eso con la poesía.
El verdadero nucleo traumatico es la relación con la lengua. Eso Joyce lo pone en evidencia. El pudo
elaborar el trauma recibido de la relación con la lengua. No se descrubre en Joyce ningún significante
amo capaz de instaurar un orden. Según Lacan creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que
quisieron los demás. Nuestra familia nos habla (familia = deseo de los padres). Somos hablados y de
eso hacemos trama. La lengua es la familia.
El nombre propio generalmente borra el Sinn (efecto de sentido). El nombre propio es puro índice, hay
siempre un malestar cuando se empieza a dar sentido al nombre propio. Es pura Bedeutung (relación
con lo real). El nombre mas propio es el insulto, en tanto apunta a algo real en el otro. El odio trata de
cernir al Otro como objeto de desecho. A través del insulto el sujeto se encuentra rechazado en su real.
Joyce deseo hacerse un nombre e inmortalizarlo haciéndose un lugar en la memoria universal. Lacan lo
refiere a la carencia paterna de la que padecia Joyce, con su nombre propio habría llegado a hacer una
clase de NdP artificial. Esto se debe a la falta de un punto de almohadillado normal. Se puede
interpretar Joyce a partir del como colmar el punto de almohadillado que faltaba.
Joyce sabia que le faltaba algo a su nombre y su obra lo complementa. En un principio a partir de un
sonido, distintos sentidos son posibles. En el dispositivo joyceano lo que hay es un movimiento de
retorno, de retroacción, que hace volver sobre la cadena significante al significante mismo. Es un
artificio por la falta de punto de almohadillado. Joyce hace entrar en el sonido inicial de la palabra los
ecos mismos de esta palabra. Se trata a partir de una palabra, para obtener otras que tengan con la
primera un partentesco físico y posibles efectos de sentido y volver atrás para modificar la primera
condensando las palabras. El resultado es un significante neológico puro. La operación no es metaforica
ni metonímica. Comprime varios significantes. Cubismo literario. Joyce mata todos los efectos literarios.
Es como si la cadena significante, en lugar de desarrollarse entre significante y significado, volviera un
momento sobre ella misma y produjera un significante sintomático nuevo. Hay algo metonímico, no es
una alusión en la cual hay un sentido pero no se puede captar cual; es una super metonimia, hay un
sentido posible, hay posibilidad de multiples desciframientos. Es como una escritura de resonancia. El
eco semántico vuelve sobre el significante. Se trata de una desfiguración fonética de un material
significante conectada a nuevos sentidos.
No es solo sentido lo que moviliza Joyce, sino también varios saberes, varias lenguas. Su método es de
vinculación del significante con el significante. No se vincula al sonido, ni a un objeto de la realidad, sino
que apunta a si mismo. La relación con el sentido es que fija pero al mismo tiempo hace explotar.
Al estar desabonado del inconciente nos encontramos con un enunciado que no es interpretable,
porque no hay funcion de verdad. No hay otro del saber, al contrario es un Otro barrado hecho de
mezcla de varios saberes. En lugar de un efecto de sentido tendríamos la letra. Se trata de un esfuerzo
de escribir en lo real algo de lo simbolico. Lo simbolico, fuera de lo imaginario, queda muy real.
Lo que incita a Joyce no es el deseo sino el goce. No es la dimensión de la pregunta sino la de la
satisfacción con eso. La sublimación supone producir un objeto ofrecido al goce de los demás, un deseo
de atrapar el inconciente de los demás. A Joyce le interesa atrapar a los especialistas, la posteridad. Es
libido sintomatizada mas que sublimada. Por eso tiene un parentesco con el sintoma. Su escritura
funciono como un biombo para protegerse de los ecos infinitos de la lengua. Su ser era su sintoma. Su
obra es un objeto donde se concentra el goce de Joyce. Es un a.
La lengua desorganiza el goce del cuerpo. El NdP es la pharmakon al mismo tiempo la enfermedad y la
cura. Es un dispositivo de reducción del goce y de vinculación del significante y el significado. La
forclusión es una elucubración sobre la carencia del padre. Hay suplencias y la obra es una suplencia.
En Joyce la escritura le ha permitido estabilizarse. Es hijo de su sintoma (todos lo somos).
Joyce nos hace ver de una forma pura la esencia del trauma de la lengua. Explota ese trauma lo
sintraumatiza. Esa es la esencia de todo sintoma. Suelen esconderse bajo fantasmas pero en Joyce
tenemos la esencia de lo que es un sintoma. Ese es el nucleo de la clínica.

UNIDAD 6. Clínica de las patologías actuales

El orden simbólico en el siglo XXI. Clínica de la desinserción. La psicosis ordinaria. Ansiedad, Pánico,
TOC. El cuerpo del sujeto. Anorexia y Bulimia. Toxicomanía y alcoholismo.

MILLER (2005) Una fantasía.


Los sujetos contemporáneos, postmodernos, hipermodernos son desinhibidos, neodesinhibidos,
desamparados, sin brújula, desorientados. ¿Desde cuándo estamos sin brújula? sin duda desde que la
moral civilizada (expresión de Freud) se quebró, se disolvió. El psicoanálisis tiene algo que ver con esto.
La moral civilizada daba una brújula, un punto de apoyo, porque inhibía. ¿Por qué esa moral civilizada,
en su bella época, fue tan cruel? Esa crueldad moral respondía a una falla que ya iba profundizándose.
Puede ser que esa moral civilizada, cuando estuvo en vigencia, haya sido una formación reactiva a un
proceso en marcha mucho tiempo antes. Quizá estamos sin brújula desde que tenemos brújulas. Quizá
estamos desorientados desde que la agricultura cedió el lugar dominante a la industria. La civilización
agrícola encuentra sus referencias en la naturaleza, el ciclo invariable de estaciones que daba un ritmo
a la civilización, de suerte que podían encontrar allí sus referencias, símbolos. Lo agrícola es amigo de
la naturaleza. Con la industria todo eso fue barrido. Los artificios se multiplicaron y, en el momento
actual, lo real devora a la naturaleza, se sustituye a ella y prolifera.
El Seminario de la angustia nos presentaba el objeto a, en estado natural. Pero cuando se trata de la
producción industrial del plus de gozar el acento es completamente diferente.
¿Estar sin brújula, es estar sin discurso? ¿Es estar en el caos, ser esquizofrénico, como decían Deleuze
y Guattari? Hay una frase de Lacan que me sirvió de brújula, frase que señala el ascenso al cénit social
del objeto a. Esta frase señalaba que se ha levantado un nuevo astro en el cielo social, en el socielo, el
objeto a, resultado siempre de un forzamiento, de un pasaje más allá de los límites. Elemento intensivo
que vuelve perimida toda noción de medida, que va hacia el sin medida, siguiendo un ciclo que no es el
de las estaciones, sino de renovación acelerada, de innovación frenética. El objeto a sería la brújula de
la civilización de hoy. Tratemos de ver allí el principio del discurso hipermoderno de la civilización.
Nuestra hipótesis es que este objeto se impone al sujeto sin brújula, lo invita a atravesar las
inhibiciones. a → $
Recientemente aislamos el término de la evaluación (fuimos golpeados con este término).
El sujeto sin brújula es invitado a producir la evaluación.
a→$
S1
El S1 es la evaluación a producir. En ese lugar sustituye al S1 del significante amo destinado a caer.
Otra significación de ese S1 seria lo que se llama autoayuda.
Escribo también el S2 en el cuarto lugar:
a -> $
-- --
S2 S1
Esto es lo que propongo como estructura del discurso hipermoderno de la civilización: S2, el saber, en
el lugar de la verdad/mentira. La noción de que el saber no es más que semblante tiene adeptos y
presiona sobre nosotros. No se trata de un escepticismo, nihilismo, sino de un relativismo,
perspectivismo. Entonces ¡el discurso de la civilización hipermoderna tiene la estructura del discurso del
analista! Resultado sorprendente.
Lacan planteó que el discurso del amo era la estructura del discurso del inconsciente, los dos tenían la
misma estructura. El discurso del amo es el discurso social, discurso de la civilización desde la
antigüedad. Entonces, no es absurdo, que el discurso de la civilización tenga la misma estructura que el
discurso del analista.
Vemos la dificultad: el discurso del analista era el analizador del discurso del inconsciente que era su
envés. El discurso del analista podía analizar el discurso del inconsciente y su potencia interpretativa y
subversiva podía ejercerse sobre la civilización y sobre los fenómenos de las sociedades con la cuales
tenía que vérselas.
Hoy, el discurso de la civilización no es más el envés del psicoanálisis, es el éxito del psicoanálisis.
Esto pone en cuestión el medio del psicoanálisis, la interpretación y su fin, e incluso su comienzo. La
relación entre civilización y psicoanálisis es de convergencia, en la civilizacion cada uno de sus cuatro
términos permanece en disyunción con los otros; de un lado, el plus de gozar comanda, el sujeto
trabaja, las identificaciones caen reemplazadas por la evaluación homogénea de las capacidades, el
saber se activa en mentir y en progresar. En la civilización estos diferentes elementos están separados.
Es en el psicoanálisis donde estos elementos se ordenan en un discurso.
Hay para nosotros un repliegue en el discurso del amo. No faltan los psicoanalistas que sueñan con la
idea de volver a poner al amo en su lugar para poder aún ser subversivos. Donde la práctica del
psicoanálisis consistiría en pasar a los sujetos sin brújula los significantes amo de la tradición. Esto es
reaccionario. Un psicoanálisis con el objetivo de reconstituir el inconsciente de papá. Esta reacción
psicoanalítica no es diferente del ascenso de los fundamentalismos. Fundamentalistas freudianos.
Otra posición es la pasatista: no pasa nada, nada ocurre. El inconsciente es eterno, Dios.
La tercera posición es progresista. Consiste en tratar de regimentar el psicoanálisis según el progreso
de las ciencias y de las falsas ciencias. No es absurda esta tentativa. No es tampoco inédita. Lacan
procedió a una traducción lógico lingüística de la metapsicología freudiana. Debió pasar por allí para
airear el psicoanálisis. No es absurdo tratar de dar una traducción neuro-cognitivista a la
metapsicología. Se juzgará por los resultados. No hay que insultar al porvenir.
Estas tres posiciones se abren a prácticas de sugestión. La práctica reaccionaria procederá por la
exaltación de lo simbólico vehiculizado por la tradición, alianzas con todos los tradicionalismos. La
práctica pasatista, procederá a la consolidación de un refugio imaginario. La tercera se alinea con lo real
de la ciencia, es lo que ella cree.
Lo que tienen en común, estas tres prácticas, a lo que estas prácticas apuntan podría ser enunciado en
estos términos: eso marcha.
Existe una cuarta practica la Lacaniana, la vía que abrió el último Lacan. Para que esta práctica
Lacaniana se sostenga y se distinga de las otras, tenemos que volver sobre el principio «eso marcha».
En la práctica Lacaniana hay que dejarse conducir por las palabras que decimos. La práctica Lacaniana
no puede tener otro principio que "eso fracasa". La práctica Lacaniana, fracasa. El fracaso es un
leitmotiv del último Lacan, quien hizo todo para ponerse en la posición de fallar sus nudos, este fracaso
no es contingente, es la manifestación de la relación a un imposible. Estos términos nos han protegido,
han sido anticuerpos en relación con el discurso del eso marcha. La práctica Lacaniana excluye la
noción de éxito. Pero entonces, la práctica Lacaniana no tiene valor. Lacan no retrocedió ante ello,
terminó una de sus últimas lecciones de un modo enigmático diciendo: "se trata de que el psicoanálisis
sea una práctica sin valor".
Ustedes constataron que el psicoanálisis llega último a todos los ensayos terapéuticos. Entonces, se
engendra un sentimiento de culpabilidad. Nosotros también tenemos nuestro éxito, por supuesto. Pero
son de una contingencia tal que no invalidad la ley del fracaso, sino que la demuestran. Existe el Pase.
Son tan poco numerosos los que lo logran, que es evidente que es para persuadir a los otros que
fracasaron. Es una lógica un poco especial donde la contingencia prueba, o atestigua, lo imposible. El
hecho de que haya contingencia, hace que incluso no podamos decir que el fracaso sea la ley de lo
real, según la fórmula enigmática de Lacan: lo real es sin ley. Si no hubiera contingencia para desmentir
lo imposible tendríamos una ley en lo real. No tenemos eso.
¿Cómo entender el discurso de la civilización hipermoderna? El plus de gozar ha subido al lugar
dominante. Comanda, pero ¿qué comanda? No comanda un eso marcha, sino un eso fracasa, por eso
escribimos: $. El plus de gozar comanda un eso fracasa en el orden sexual. No hay relación sexual. La
inexistencia de la relación sexual se ha vuelto evidente a partir del momento en que el objeto a ascendió
al socielo. En el régimen del discurso del amo, era una verdad reprimida por el significante amo, los
significantes amo, ya no logran hacer existir la relación sexual. Esto produce la desesperación de los
religiosos (salvo aquellos que defienden una forma más antigua, más tradicional, el Islam). Es la
cuestión sexual la que frena la nueva ascensión de la religión. La religión se desespera porque se
apoya en la noción de naturaleza que lo real del objeto a ha vuelto obsoleta.
El psicoanálisis fue inventado para responder a un malestar en la civilización que podríamos enunciar
así: para hacer existir la relación sexual, hay que frenar, inhibir, reprimir el goce. La práctica freudiana
abrió la vía a una liberación del goce. La práctica freudiana anticipó la ascensión del objeto a al cénit y
contribuyó a instalarlo (no es un astro, es un Sputnik, un producto artificial).
La práctica Lacaniana tiene que vérselas con las consecuencias de este éxito, que son del orden de la
catástrofe. La dictadura del plus de gozar devasta la naturaleza, estalla el matrimonio, dispersa la
familia y modifica los cuerpos (estética, dieta, estilo de vida anoréxico, genoma).
La práctica Lacaniana se juega su partida con relación a los nuevos reales de los que da testimonio el
discurso de la civilización hipermoderna. En la dimensión de un real que fracasa, de tal suerte que la
relación de los dos sexos entre ellos va a volverse cada vez más imposible, que el "uno" solo, será el
estándar post humano, "uno" solo para llenar cuestionarios para recibir su evaluación, comandado por
un plus de gozar en su aspecto más ansiógeno.
Solo hay diferentes modos de fracasar, algunos satisfacen más que otros. No es un chiste. Es condición
para sostenernos en el discurso de la civilización hipermoderna. Esta práctica Lacaniana sería la forma,
la deformación, la transformación topológica que permitiría al psicoanálisis superar las consecuencias
reales que se producen por el hecho de su ejercicio. Las consecuencias del psicoanálisis retornan sobre
él y sus trayectos. Lo que era su condición de posibilidad se vuelve condición de imposibilidad. Se trata
más bien de la contingencia del acontecimiento Freud, y la imposibilidad ya anunciada por Freud y
articulada por Lacan, es la condición del ejercicio mismo del psicoanálisis. Lo que se descubrió para
nosotros en la práctica, es que ella existe sobre un fondo de imposible. Lo constatamos cuando
testimoniamos de un tropiezo y tenemos el sentimiento de que es verdadero. Precisamente porque no
comprendemos cómo funciona, porque no se tiene éxito apretando botones, es por eso que pasamos
nuestro tiempo intentando explicarnos lo que ocurrió y dar testimonio de ello.
El psicoanálisis que hizo temblar los semblantes de los discursos y las prácticas, que develó así la
economía del goce, el psicoanálisis constata hoy que es víctima del psicoanálisis. Los psicoanalistas
son víctimas del psicoanálisis cuando no llegan a creen en el inconsciente. Los semblantes que el
psicoanálisis produjo: el padre, el Edipo, la castración, la pulsión, etc, también se pusieron a temblar.
Por eso asistimos al recurso al discurso de la ciencia, del que se espera que nos de el real del que se
trata, franquear la barrera que separa S2 de a en el discurso de la histeria.
Allí, hay que recordar la condición de contingencia bajo la cual el psicoanálisis apareció, el
descubrimiento de Freud del síntoma histérico, en el contexto del discurso de la ciencia y que se refería
a un real científico, galileano, que alojaba un saber. El psicoanálisis apareció como corrupción del saber
científico. Porque el saber científico puede estar en lo real, pero para no decir nada. Que haya sentido
en lo real implica que esto quiere decir algo, que hay intención. Para el psicoanálisis, que haya sentido
en lo real fue su condición de posibilidad. El sentido en lo real es el soporte del ser del síntoma en el
sentido analítico. Sin embargo se lo dejó hacer a Freud. ¿Por qué? porque no había saber en lo real
que pudiera responder a síntomas de ese tipo, fuera de la lobotomía, la cura de sueño. Por lo tanto,
dejaron el tratamiento del síntoma a la manipulación del sentido. Desde Pinel ya habían utilizado el
sentido imperativo, el S1, para tratar el síntoma. Aceptaron el S2 freudiano, el sentido asociativo al lado
del sentido imperativo, hasta el momento actual donde al malestar del psicoanálisis, se produjo una
escisión del ser del síntoma. Una escisión de lo real y del sentido, lógicamente esperada. Resulta de
ello la pulverización del síntoma, de lo que testimonian el DSM. Lo que hacía que el síntoma se
sostenga junto era el decir, la intencionalidad inconsciente que hacía sostener al síntoma. En la palabra
síntoma, el «sin» se ha ido y queda el «toma», síntoma reducido al trastorno.
Para la ciencia, lo real: marcha. Es para eso que sirve el saber en lo real. Por eso la ciencia tiene
afinidades con el discurso del amo. Por el contrario, ahora, en la civilización hipermoderna, se tiene la
idea que el saber científico en lo real va a fracasar. El genetismo, lo nuclear, no genera confianza en el
buen funcionamiento del saber. Lo que fue el síntoma y que ahora es trastorno está dividido en dos,
desdoblado. Del lado de lo real, es tratado fuera de sentido por la bioquímica. El lado del sentido es
objeto de tratamiento de apoyo, complemento, acompañamiento, control. Síntoma repartido en dos. Del
lado de lo real, apuntan a la supresión del trastorno. Del lado del sentido es una recepción y nivelación
del sentido. ¿Cómo responder a esto? De un lado tenemos una protesta psicoanalítica vana que
consiste en rechazar el saber en lo real. Luego tenemos un alineamiento con saber en lo real. En tercer
lugar, tenemos la tentativa de renovar el sentido del síntoma a lo cual Lacan permaneció ligado. Es lo
que introdujo con el nombre de sinthoma.
Freud y su malestar no era un diagnóstico, sino el soporte del psicoanálisis, su promesa de éxito. En
"La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna". Freud cita, nuevos síntomas, el crecimiento de la
enfermedad nerviosa, fenómeno social. Freud cita todo eso para poner todo de lado y destacar un factor
único, una determinación esencial: la exigencia monogámica. Así esboza una teoría del goce sexual en
la civilización. Primer estadio: acceso libre al goce. En segundo lugar: restricción del goce solo permitido
con fines de reproducción. En tercer lugar, el goce solo permitido en el marco del matrimonio
monogámico. Freud aisló lo neurotizante: el esfuerzo para hacer existir la relación sexual y el sacrificio
de goce que ello comporta. Allí encontramos un índice hacia lo que Lacan aportará, que no consiste en
rechazar el real científico y el saber en lo real. Lo admite, pero al mismo tiempo plantea que en ese
saber hay un agujero, que la sexualidad hace agujero en ese saber. Es el «no hay relación sexual» el
que da el lugar de la práctica Lacaniana: ese «no hay relación sexual» hace de equilibrio con el «hay
saber en lo real». La relación sexual hace objeción a la omnipotencia del discurso de la ciencia.
Es sorprendente que esto hace agujero en lo real y en el saber en lo real. El logicielo falla en este punto.
Es el principio de una clínica donde los síntomas no son trastornos, porque en este punto no hay orden.
El saber en lo real no dicta su ley. No podemos intervenir en este punto a partir del saber en lo real.
Los síntomas de la no relación sexual, sin duda están articulados en significantes, pero esto es
secundario. No son mensajes. Es la palabrería de los síntomas. Los síntomas son signos de la no
relación sexual, signos de puntuación, puntos de interrogación en la no relación sexual. Los síntomas
son signos. Es otro modo de abordarlo diferente que como mensaje.
Con el último Lacan nos encontramos con tres modalidades diferentes del inconsciente.
El inconsciente freudiano trabaja a más no poder. Por otra parte, en relación a otras referencias vemos
el inconsciente agotarse de trabajo. El parlêtre Lacaniano se mueve, hierve, infecta. Es del estilo
parásito.
Tradicionalmente decimos que el sujeto supuesto saber es pivote de la transferencia. El último Lacan
dice: la transferencia soporte del sujeto supuesto saber. Lo que hace existir el inconsciente como saber,
es el amor. El amor es lo que puede hacer mediación entre los unos solos. Decir que es imaginario,
produce una dificultad. Es decir que el inconsciente no existe. El inconsciente primario no existe como
saber. Para hacerlo existir como saber, hace falta el amor. Lacan decia al final de su Seminario Los
nombres del Padre: un psicoanálisis, demanda amar a su inconsciente. Es el único medio de establecer
una relación entre S1 y S2. Porque en el estado primario tenemos «unos» separados, en disyunción.
Entonces, un psicoanálisis demanda amar a su inconsciente, para hacer existir no la relación sexual,
sino la relación simbólica. Desde la práctica Lacaniana, amamos lo verdadero, no más que lo bello y lo
bueno.

INDART (2012) Orden de hierro.


“Orden de hierro” es un dicho del ’74 de Lacan sobre el alcance de las transformaciones actuales del
orden simbolico. Las nuevas reglamentaciones contractuales sustentadas en un saber “a lo científico”
inciden en todo el orden institucional y penetran mas o menos en el tejido simbolico preexistente. La
consecuencia es la caducidad de la referencia a lo que se consideraba Ley. Lacan no dice que este
orden seas bueno o malo, mejor o peor, dice que es de hierro, que hay una creciente dureza de los
contratos de trabajo, indefensión ante la burocracia, y mas que hace sentir que se vive mal.
Para situar la incidencia del nuevo orden respecto del precedente hay que ir al nudo que se instauraba
en este ultimo, el discurso del amo. El psicoanálisis lo indago precisando como ordenaba a la cria
humana que viene al mundo desordenada. El ordenamiento edípico, el del NdP, incide en la raíz de la
sexualidad. En todas las culturas hay una versión de la ley en el NdP. Colectivizan mas o menos los
fantasmas sexuales lo suficiente para ordenar que debe quedar en la imaginación y que se puede
realizar. Lo decisivo en este ordenamiento es que el amor, puede ser ejercido justamente, en el mismo
NdP, en tanto este admite (según cada versión) que se despliegue según reglas diversas en la amplia
zona abierta de lo permitido. La idea de imponer una regla de amor uniforme para todos en lo universal
esta excluida. Este ordenamiento surge como un nudo singular. Hay un recién nación. Hay una mujer-
madre, hay un elemento masculino con el que esa mujer tuvo que ver. No es fácil que esa X (el amor)
se pueda ejercer en cualquier lógica. Si con el 1 del hijo y el 1 de la madre se quiere hacer un orden de
amor, un 2, el resultado es desastroso. Con el NdP la mujer-madre introduce ciertas prohibiciones en su
cria diciendo no a lo ilimitado del goce fálico. Lo sutil de esta invención es que ella al decir no, no lo
hace en su nombre, porque lo femenino que la habita y que sostiene no sabe decir no. Lo hace por
amor, en el nombre del NdP, encarnándolo en al menos un hombre. Esta moneda tiene de un lado el
semblante del NdP, y del otro no tiene un valor de cambio cuantificable mercantil, sino el paso de un
amor a un valor sustentable en el ejercicio de su despliegue.
Así era, pero la cosa cambia. Las mujeres se acomodan y frente a la caducidad creciente del viejo
orden paterna han cedido. Ahora prefieren enviar a sus crias a la categoría del nuevo orden
“nombrándolas para” algún lugar en el, según lo que este ofrece: reglamentos para rendimientos
ilimitados con evaluacion y sin amor. El nuevo orden de hierro no es un amo severo a la antigua que
domina a la comunidad de esclavos donde reina el amor en ejercicio. Este orden es de hierro porque
recluta siervos, ya invalidados para ejercer el amor y por esa fragilidad subjetiva no soportan el mismo
orden al que se entregan sin los graves síntomas que se registran.
No hay que esperar del psicoanálisis una nueva versión del padre pero si la promesa de un nuevo amor,
analíticamente puesto en ejercicio, sin eternidad, siguien la posible catástrofe que hay que tener en
cuenta.

UBIETO (2009) La (des)inserción en psicoanálisis: clínica y pragmática.


El termino desinserción es un significante poco conocido. Si lo es el término inserción usado en las
políticas sociales para referirse a la relación del individuo a la sociedad.
En sociología, desinserción alude a procesos de perdida de vínculos, rupturas biográficas y aislamiento
social de algunos individuos apartados del sistema productivo. Los conceptos de modernidad liquida
(Bauman), sociedad de riesgo, etc, describen un declive del ideal como eje vertebrador de la realidad
social. Es un eco de la fragilidad de los significantes amos tradicionales y traduce en la subjetividad esa
perdida de orientación. Lo vemos en las derivas de las relaciones de pareja, en las relaciones
internacionales, o en el ejercicio de la autoridad de los poderes públicos.
La modalidad clásica de inserción pasaba por la identificación a valores, ideales, que prometían un lugar
en la comunidad. Hoy la inserción se hace por consumo, lo que confronta a cada uno con la precariedad
de su goce en el consumo frenético de los plus-de-goce que la tecnología multiplica y coloca en el
mercado rápidamente, en un esfuerzo por suplir una falta de satisfacción que es de estructura. La
paradoja de nuestra hipermodernidad es que a más objetos de goce, más insatisfacción nos producen,
ya que su proliferación no hace sino constatar que nuestra red de goce no hace más que crecer.
Hablar desde el psicoanálisis de una clincia de la desinserción supone tomar en cuenta las dificultade
de quienes se confrontan con los efectos dramáticos de la precariedad de sus vínculos sociales a causa
del auge del individualismo donde el imperativo “hazlo tu mismo” va acompañado de graves efectos de
segregación y exclusión.
La clínica ofrece una variedad de modalidades de desinserción: puede ser un rechazo del Otro, odio al
vínculo con el Otro, pasajes al acto, impulsiones y violencia familiar. Otras veces puede responder a una
urgencia subjetiva o ser una precariedad elegida, una condición del sujeto. Algunos sujetos, al perder
los amarres que el tejido social les proporicionaba se autoexcluyen al no poder sostener ese vinculo al
Otro que puede llegar a devenir inquietante y amenazante. A veces esa desconexión toma la forma de
un rechazo al saber, sobre todo en jóvenes, una fuerte inhibición que los deja al margen del sistema
educativo. En otros casos tiene carácter adictivo que los cortocircuita del otro para fijar su dependencia
al objeto toxico. En todos los casos se trata de averiguar como la realidad social, esa red de
identificaciones, rutinas, significaciones compatidos, puede desinsertar la realidad psíquica, tener
consecuencia en el vinculo mismo del sujeto al Otro y a si mismo. El deseo de inserción es fundamental
en el sujeto hablante, es la primera operación que observamos en los bebes cuando, con su sonrisa,
manifiestan un primer consentimiento al vinculo con el Otro. Aceptan asi el lenguaje como seres
hablantes. Cuando ese consentimiento no se produce encontramos toda la fenomenología del especto
autista, grado cero de la desinserción o las dificultades y fragilidades del vinculo en la psicosis.
Por eso no debemos olvidar que la desinserción puede ser la consecuencia de una desidentificación
querida por el próximo sujeto y que en algunas ocasiones les puede llevar a una desconexión total o su
desesperación. Los trabajadores sociales conocen la realidad de muchos sujetos que rechazan las
propuestas de reinserción, centradas en la provision de recursos asistenciales y en el reforzamiento de
identificaciones normativizantes. Son sujetos que objetan ser representados por los significantes del
discurso dominante y eligen los márgenes de lo social, del circuito de producción y de consumo.
El sintoma que se dirige al psicoanálisis siempre implica alguna forma de desinserción social, una
desconexión del sujeto respecto de los demás, que puede ir dede el leve sentimiento de no ser
comprendido o de misión salvadora delirante, que desconectan al sujeto del otro. Puede ser vivida como
algo irreversible o ser el resultado de una elección, como testimonian muchos creadores que buscan el
aislamiento como condición de la invención artística. También vemos como detrás de etiquetas
pretendidamente psicopatológicas, encontramos sujetos cuya asocialidad testimonia una angustia para
la que no encuentran una forma de vinculo social.
Para poder tomar en cuenta este sufrimiento debemos redifinir la desinserción desde el psicoanálisis.
Eso nos pemitira un abordaje clínico, y no solo social o educativo, que no reduzca al sujeto, a la
categoría previa: excluido, vagabundo, trastornado, inadaptado, etc. Partimos de las soluciones
singulares que cada sujeto encuentra en relación a su malestar y de como ese “saber hacer” le conduce
a fracasar con mas o menos fortuna. Ese fracaso es estructural para el sujeto, incluido los mas
“exitosos”. El fracaso es la condición misma del deseo, como lo que preserva siempre algo de
inacabado, de incompleto, algo por realizar. Algo que hace sintoma respecto de los ideales a los que
uno se aliena y que renueva ese deseo. Sabemos de los avatares dramáticos de un sujeto ideal,
perfectamente asimilado, asfixiado en su propia realización.
La clínica de la desinserción nos puede ordenar los fundamentos psicoanalíticos y los resultados en lo
concerniente a la psicosis ordinaria y a la “precariedad simbolica”. Se nos abren perspectivas sobre la
autoridad y sobre el S2, el saber. Esta clínica es pragmática porque estamos en el orden del saber-
hacer-con, del arréglaselas con el sintoma.
Nos orientamos por una política de confianza en el sintoma, como brújula, para transmitir que todos
estos comportamientos son racionales y se puede incidir sobre ellos.
La pragmática es la disciplina que intenta encontrar la regla a partir de un caso particular, que considera
todo caso particular siempre como una excepción a la regla, que toma a cada sujeto en lo que cada uno
tiene de inclasificable, de singular. Considera sus propias soluciones, su saber hacer y parte de allí para
verificar su demanda y el deseo que la sostiene. No confía en los saberes a priori ya que no toma la
adaptación del sujeto a la realdiad como su eje de trabajo. Sus fundamentos clínicos están en la última
enseñanza de Lacan donde la funcion del analista se plantea como la que permite que algo se anude,
se abroche, para que el sujeto pueda encontrar una respuesta. Se trata de una ética a partir de la cual
el analista no es la medida de la realidad sino que opera como condición de motor del análisis: permite
al sujeto tomar conciencia de su división y descubrir el fantasma como motr de la realidad psíquica.

MILLER (2010) Efecto retorno sobre Psicosis Ordinaria.


La psicosis ordinaria no es una categoría de Lacan, es extraída de la última enseñanza de Lacan, es un
efecto retorno del desarrollo pragmático de su enseñanza.
No inventé un concepto con la psicosis ordinaria. Inventé un significante, un esbozo de definición para
atraer diferentes sentidos. No di un saber-hacer sobre la utilización de ese significante. Hice la apuesta
para producir un eco en la clínica.
La necesidad de este sintagma era esquivar la rigidez de una clínica binaria, neurosis o psicosis.
La psicosis ordinaria es una forma de introducir el tercero excluido por la construcción binaria,
uniéndose a la posición del lado derecho del binario N|P (lado derecho = psicosis).
Si durante años se tiene dudas sobre la neurosis de un sujeto es probable que se trate de una psicosis
ordinaria. La neurosis es una estructura muy precisa. Hablamos de psicosis ordinaria cuando no se
reconocen signos evidentes de neurosis, y así somos conducidos a decir que es una psicosis
disimulada, velada. Una psicosis difícil de reconocer pero que deduzco de pequeños índices.
Lacan piensa la psicosis en la perspectiva de la neurosis, como una variación de la estructura
fundamental de la neurosis. La conexión entre neurosis y normalidad es el complejo de Edipo que
Lacan traduce como metáfora paterna.
El inicio del Lacan clásico es por lo imaginario. Hay un supuesto común, que sea futuro neurótico,
normal, perverso o psicótico, depende de cómo habite el estadio del espejo. El mundo del estadio del
espejo es de transitivismo: no saben si son ustedes o el otro el que ha hecho algo.
A partir de ahí estructura la psicosis. Es también el mundo de la madre. Es un mundo cuya fuerza
pulsional es la del deseo desordenado de la madre con respecto al niño-sujeto.
En un segundo tiempo, el orden viene al mundo imaginario con lo simbólico. El lenguaje, la metáfora
paterna, impone el orden, la jerarquía, la estructura, la constancia, que estabiliza el mundo imaginario
movedizo. Lacan condensa esa potencia ordenatriz de lo simbólico con el NdPadre. Es un plus (+) que
tiene como consecuencia un menos (-), un goce en menos. El goce imaginario, que vuelve posible el
mundo imaginario, es expulsado sustraído. El goce es evacuado por lo simbólico.
Cuando se introduce el elemento ordenador NdP, se obtiene una sustracción a nivel de la libido, del
goce y de las pulsiones. En términos del falo tenemos el falo imaginario completo (ᵠ) de un lado, y del
otro el menos Phi (- ᵠ) castración. A partir de este momento Lacan construye la psicosis como una falta
del NpP.
Si el goce imaginario que está en demasiado continúa existiendo, entonces el NdP no es operatorio.
Menos Phi no es operatorio.
Schreber no está unido al significante del NdP, desencadenando su psicosis extraordinaria.
Observamos una suerte de mundo que se reorganiza a sí mismo. No tiene una metáfora paterna, sino
una metáfora delirante. Un delirio es simbólico. Es también capaz de ordenar un mundo.
El trabajo clínico no es comprender lo que el paciente dice. El trabajo es captar la manera particular de
dar sentido a las cosas, de volverle a dar siempre el sentido a las cosas, de dar sentido a la repetición
en la vida. Esto introduce un cambio de estatuto para el NdP en tanto que nombre propio. Siguiendo la
idea del orden simbólico delirante, el nombre del padre no es más un nombre propio sino un predicado
definido en la lógica simbólica.
Un elemento tal funciona como NdP para el sujeto. Este elemento es el principio que ordena su mundo.
No es el Nd P, pero tiene tal calidad, esa propiedad.
¿Qué habría pasado si Schreber hubiese venido al análisis antes del desencadenamiento? La psicosis
no se manifiesta hasta su desencadenamiento. Y el NdP es un elemento que es una suerte de make
believe de N. del P, un hacer creer compensatorio.
Pero cuando una psicosis no va de suyo, cuando no tiene el aspecto de ser neurosis, no tiene la
estabilidad, constancia ni repetición de la neurosis; y cuando no tienen claros fenómenos de psicosis
extraordinaria, entonces es una psicosis disimulada.
Deben entonces ponerse a la búsqueda de pequeños índices. Es una cuestión de intensidad, de más o
menos. Eso es lo que Lacan llama un “desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de
la vida en el sujeto”. El desorden se sitúa en la manera en que sienten el mundo que los rodea, en la
manera en que sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas.
Voy a organizar ese desorden en el sentimiento de la vida en relación a una triple externalidad. Los
indicios hay que localizarlos en los tres registros:
1) Una externalidad social: En lo que concierne a una externalidad social, el índice más claro se
encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene con su identificación social. El sujeto es incapaz de
asumir su función social. Sujetos que van de una desconexión social a otra, desconectarse del mundo.
Ese es un trayecto frecuente en los esquizofrénicos. Cuando los sujetos invisten demasiado su trabajo,
su posición social, cuando tiene una identificación intensa en su posición social. Pueden ver psicóticos
ordinarios cuya pérdida del trabajo desencadena la psicosis porque su trabajo quería decir más que un
trabajo o una manera de vivir. Tener ese trabajo era su NdP.
2) Una externalidad corporal: Concierne al Otro corporal, al cuerpo como Otro para el sujeto. Partimos
del principio de que no se es un cuerpo, sino que se tiene un cuerpo. En la psicosis ordinaria hay un
desajuste. El cuerpo se descompone y el sujeto es llevado a inventar lazos artificiales para reapropiarse
de su cuerpo, una manera de ligarse a su propio cuerpo. Este elemento suplementario oficia de NdP.
3) Una externalidad subjetiva: Lo más habitual es localizar la experiencia del vacío, la vaguedad. La
identificación no es simbólica, sino real, sobrepasa a la metáfora. El sujeto puede transformarse en un
desecho, descuidarse al punto extremo. Es característico las identificaciones construidas como un
popurrí.

LAURENT (1999) La psicosis ordinaria.


El trabajo sobre la psicosis ordinaria empezó empezó antes de la disolución de París, en las secciones
clínicas, a partir de la orientación de presentar el objeto a, cuando iniciamos un programa de trabajo que
era leer la psicosis, no sólo a partir del significante, sino de la pareja ordenada S1-a.
Al considerar el significante en su distribución, se obtenía serie de disyunciones, con o sin el significante
NdP, si funciona bajo represión o forclusión.
Con la pareja ordenada S1-a se puede obtener el lugar del Nombre del Padre, las pluralizaciones y
funcionamiento de los significantes amos que funcionan sin la ayuda de los discursos establecidos, y
con el objeto a, un régimen de suplencia.
Consideramos primero las grandes psicosis extraordinarias: paranoia, esquizofrenia, melancolía, manía.
Después tuvimos que enfrentar el contexto del psicoanálisis en los años ’90, los estadios límites.
Los estados límites tuvieron como promotor esencial a Otto Kember que desarrolló una clínica apoyada
en una reinterpretación de los mecanismos de defensas del Yo, construyo una clínica de los trastornos
de la personalidad, que no separaba tanto entre procedimientos neuróticos o procesos psicóticos, sino
que buscaba los equilibrios entre estos y los estados límites de personalidades borderline.
Hiciemos la lectura sobre la pareja ordenada S1-a, de que un significante no va sin su cara de goce, hay
siempre dos aspectos siempre en juego: el significante y el de goce.
A partir de esto se constituyó el interés por el funcionamiento del S1 sólo, cortado de su relación con el
S2, y esto producía un efecto que permitía abordar la clínica psicótica de una manera que podíamos
encarnar estos fenómenos que se presentaba como psicosis, como psicosis atenuada o psicosis que
tenían mecanismos de defensa neuróticos o neurosis con fenómenos psicóticos, etc.
Dentro de este quilombo, la persepctiva lacaniana del S1 sólo, era interrogar con esto el fenómeno
elemental, la relación del sujeto con sus suplencias, los procedimientos, lo negativo en la psicosis no
desencadenada. Asi fuimos cambiando la perspectiva de considerar que hasta el momento del
desencadenamiento eran neurosis, sino que antes del desencadenamiento había que considerar que no
estábamos en el registro de la neurosis de antemano.
Este programa concluyó con la idea de la psicosis ordinaria, que nombra un programa de investigación,
más que una categoría sintomática.
Es interesante porque hoy nos espera el DSM-V, en la que la categoría de trastornos de la personalidad
va a desaparecer, y por otro lado tenemos que enfrentar la prescripción masiva de medicación.
Tenemos que utilizar nuestro programa como investigación empírica y clínica para estar al tanto de
estos desplazamientos del discurso clínico para mantenernos en la conversación e insertarnos.
Este programa sigue la idea de una configuración topológica de nudos. Esta disposición permite pensar
distorsiones topológicas de un estado a otro, rupturas, repartir fenómenos (inhibiciones, síntomas,
angustias), permite también informar como el simbólico y el síntoma se junta.
La crítica del abordaje del registro de las psicosis tiene que tener en cuenta que el éxito de la alusión de
depresión es porque se apoya en el abordaje narcisista de la patología. Por ejemplo en sociología los
estudios sobre las consecuencias del individualismo de masa hace que les sea natural considerar la
patología depresiva, es el cansancio de sí. Esto produce la tendencia a medir el cansancio de sí en los
individuos, pero para los sociologos es más difícil pensar los efectos de la inconsistencia del Gran Otro
y las consecuencias que tiene el funcionamiento de una civilización en la cual el aprovechamiento de los
discursos, la significación de lo que uno dice, fuera de los poco discursos establecidos que tienen una
consistencia, dependen de la manera con la cual uno hace una norma de sus invenciones, abrocha,
capitona, lo que para él funciona como significante amo. Este es el régimen normal de abrochamiento
en la época en la cual el Otro no existe.
Este programa de investigación de las psicosis ordinaria, trata de establecer una pragmática caso por
caso de cómo en un sujeto vienen a abrocharse las consistencias de lo real, simbólico, imaginario,
como el sujeto viene a interpretar los acontecimientos del cuerpo que le llegan, como sitúa la fuga del
sentido, como hace con la dispersión de lo imaginario, como trata de recurrir a normas más o menos
establecidas para apoyarse en la construcción de algo.
Esto es crucial para lo que es también la orientación de la cura. Podemos pensar tres categorías como
neocomprensión, neodesencadenamientos, y neotransferencia.
La neocomprensión era pasar a una concepción más global del acontecimiento del cuerpo, como un
sujeto se relaciona con un cuerpo que no es armado por un síntoma centrado en el amor al padre.
El neodesencadenamiento era ver como conservar fenómenos de desencadenamientos claros, y
fenómenos más flojos, cómo considerar estas dos perspectivas al mismo tiempo. Se propuso el
desenganche, fenómenos que eran más bien cambios, que no llegan a la ruptura del
desencadenamiento, sino que pueden mantener y hacer compatibles una perspectiva de discontinuidad
y de continuidad.
La neotransferencia implica cómo interpretar ese lazo particular que nos permite ordenar una dirección
de la cura, cuál es la dirección de la cura cuando no tenemos esa producción delirante. La idea era
centrarse en el acontecimiento del cuerpo como el momento de abrochamiento, punto en el cual se
pueden anudar para un sujeto las consistencias del RSI, considerando el fenómeno y la manera
pragmática con la cual el sujeto hace con este surgimiento de algo inédito que no se puede interpretar
con el discurso constituido, algo que surge en su cuerpo. La orientación de la cura consiste en privilegiar
el capitón, la escansión, las rupturas para evitar a un sujeto la construcción de un delirio, para que esto
se mantenga al nivel de esos fenómenos que aparecen como pedazos de real, sin que haya necesidad
de constituir una enorme construcción delirante que corta el sujeto del discurso común, y que sólo le
permite recuperar después de un largo recorrido. Sí se puede evitar esta misma construcción con la
puntuación sobre esos momentos, surgimientos erráticos de lo real, ahorramos al sujeto un trabajo y
será la investigar en la práctica sobre los efectos, las que diran como se mantiene, etc.
En nuestro contexto debemos rechazar de manera decisiva la perspectiva de la evaluación y explicar
por qué es una perspectiva errónea con la cual no hay que negociar, hay que denunciar que es un
management de las sociedades desarrolladas, inventado por la angustia del discurso del amo, una
respuesta que no va a durar. Su respuesta va a durar un tiempo, y después el retorno de los efectos de
lo real va a hacer de esta perspectiva lo que es: un sueño cientificista de inicio del Siglo XXI incapaz de
tratar lo real efectivo, los problemas, a nivel de la inconsistencia del Otro, y de la clínica uno por uno.
Nuestra orientación en esta época es seguir con el programa de investigación con esta perspectiva del
funcionamiento del S1 sólo, sin el apoyo de la interpretación con el S2.

VENNET (2012) Anorexia, Tratamientos de una porquería.


Hoy el objeto oral sigue el camino del objeto gadget como presunto remedio de la falta en ser. Los
“trastornos alimentarios” no se consideran un sintoma sino una epidemiologia que pone en peligro la
salud. Los comités de ética dieron lugar a intervenciones activas, manejadas por cifras: cuestionarios,
pesajes, control del metabolismo, recuento de calorías. Todo un tratamiento ortopédico que empuja a
una normalización basada en un ideal estadísticamente establecido. Basta de porquerías. En esto
escuchamos el eco de los rituales que nos comunican los anoréxicos.
CASO J. viene a darnos testimonio de su fracaso. Para ella su anorexia es una insignia que le permite
participar en una comunidad estructurada sobre un rasgo de identificación: el cuerpo delegado.
Consulta por haber perdido un amor lo que le provoca un estado depresivo. Luego confiesa que su
dominio de la anorexia esta perturbado por la irrupcio de crisis de bulimia que no puede controlar. Se
pasa el dia ante el espejo para controlar la grasa. “Todo a causa de esta porquería”, dice. Este
significante lanza una elaboración subjetiva. Significante prevalente en el discurso de su madre que solo
acepta comida sana rechazando las “porquerías”. Había pasado su juventud bajo el superyó materno.
Significante equivoco ya que era la misma palabra que su madre usaba para confesarle que rechazaba
cualquier relación sexual con el padre. Su madre lo justificaba argumentando una infidelidad del padre.
J tomaba la posición de serviente fálico junto a su madre cuando aquella se quedaba sola al irse su
padre a ver a su amante. Buscaba consolar a su madre “nutriéndose” con su tristeza “sofocante” al
punto de sentirse “devorada”. Relación al Otro que se repetia con todos sus partenaires “tristes” a los
que interrogaba con un “hambre insaciable” hasta el pundo de ser “vomitada”.
J participaba en foros de anoréxicos buscando extraer intimidades sobre la vida sexual femenina. Lo
hace con “apetito” sin encontrar satisfacción. “Termina con esa porquería” le decía su madre cuando J
intentaba aprender a maquillarse. Escena de rechazo a la femenidad en el estrago madre-hija. Para J
se trata del retorno en el espejo de “esa porquería” bajo la forma de gordura. La imagen ideal del cuerpo
delgado como insignia que la inscribe en una comunidad universal homogénea no es suficiente como
tratamiento de un elemento singular heterogéneo: el cuerpo sexual imposible de integrar.
CASO A. No come nada. Su cuerpo esquelético revela una “oscura aspiración a la muerte”. Lo que le
ocurre con cada perdida de amor. En esos momentos de “dejarse caer”, su cuerpo transparente se
convierte en la pobredumbre misma: puede ver todo el trayecto de la comida y el proceso de digestión.
Invento un tratamiento basado en una imagen indeleble: su madre ordeñando una vaca con guantes de
latex. Ultima imagen que le queda antes de ser expulsada de la casa como basura por un padre
monstruoso. Empieza a comer bebiendo solo leche. Luego comienza a ordeñar “su” colección, un
conjunto fetichista de ropa interior femenina de latex. Lo que le permite rehacerse una imagen y
recrearse una piel protectora. En su búsqueda de comundiades fetichistas afirma “ese mundo esta lleno
de perversos y yo no me veo ahí, busco en vano un nombre que diga algo que tenga que ver conmigo y
no lo encuentro.
Ya sea por el discurso de la ciencia que busca que el sujeto se adapte a una norma, ya sea por la
disponibilidad en el mercado de objetos que buscan colmar la hiancia prometiendo la felicidad, o por las
comunidades segregativas fundadas en modos de gozar, estos tratameintos, que dan cuenta del nuevo
orden simbolico, no impiden que haya una porquería que continue poniéndose en cruz. Lo que le da
oportunidad al psicoanálisis ya sea como lguar de encuentro que le permite a J abocarse a construir un
sintoma que particularice al sujeto. Sea como oferta de acompañamiento para A, en su búsqueda de
una nominación que pueda funcional como anudamiento sintomático. Mas alla de la diferencia
estructural, el psicoanálisis implica ese real de una “porquería” como imposible y apunta al sujeto
anoréxico en su singularidad radical que resiste a toda integración en un programa nutricional.

FERNANDEZ BLANCO (2000) Más allá del A: La posición anoréxica.


El autor establece una clínica diferencial de los trastornos del comer utilizando como criterio ordenador
el sentimiento de culpabilidad. La culpa indica la responsabilidad del sujeto en relación con un goce que
no debería haberse permitido. Culpa que sintomatiza el goce y es condición de apertura al tratamiento.
1) Las anorexias que rechazan ingerir comida más allá de un límite, subjetivamente fijado y cada vez
más escaso. Controlan obsesivamente el contenido de las proteínas, calorías, etc. La culpa intensa
aparece cuando traicionan la anorexia. Cuando comen más del límite fijado.
2) La anorexia por bulimia, son los sujetos que comen sin límites, al atracón sigue el vómito, se llenan
para provocar vacío. La culpa les permite pedir ayuda para limitar un goce que los conduce a lo peor.
3) La bulimia sin vómitos, son sujetos que no pueden parar de comer, lo que los lleva al autodesprecio y
provoca la culpa. Esta ansiedad por comer deforma el cuerpo del bulímico, cuanto más se llena, más
vacío se encuentra repleto de la nada que lo alimenta. Todo lo que se comió es nada. El bulímico se
autodesprecia por no saber parar de comer. Lo vive como un síntoma y pide ayuda.
El primer tipo es la anorexia restrictiva. Estas hacen causa de la renuncia al alimento. Comen nada,
porque la nada es el objeto que interponen frente a la demanda del Otro.
La dificultad para el tratamiento tiene que ver con que no tiene problema por no comer, sino por hacerlo.
La anorexia hace síntoma para su medio, para la familia, los amigos, no para ella misma. Se siente mal
por comer. No come y se va reduciendo a nada, para la angustia del Otro.
Si el sujeto anoréxico no tiene límite en su renuncia a alimentarse, el médico debe actuar para limitar en
lo real, la autodestrucción. Pura pulsión autofágica, de autodevoración, de la que el sujeto anoréxico se
hace objeto, reduciéndose a nada, a resto.
La anoréxica no hace síntoma para someterlo a la transferencia. Su rechazo es a la demanda del Otro.
Lo que pretende es eliminar, anular la necesidad. Por eso la culpa aparece cuando cede a la necesidad
y come.
Se produce un rechazo a la sexuación. La anoréxica hace objeción al placer, al deseo de vida. El
cuerpo se desfaliciza, pierde todo brillo y capacidad de operar como instrumento de seducción. Pasa a
evocar un signo de muerte, triunfo de la pulsión de muerte.
Muchas anorexias se desencadenan en la pubertad, coincidiendo el encuentro con la sexualidad adulta.
Encuentro con el goce que resulta traumático e inasimilable.
La respuesta anoréxica supone negar la necesidad de tener un cuerpo para el viviente. En ese proceso,
guiado por la privación del alimento y de todo goce corporal, hace objeción al deseo de vida y a la
transmisión (no sólo impide el encuentro sexual sino la maternidad). La culpa aparece cuando cede al
apetito, cuando no se priva. Eso hace síntoma para ella.
En las auténticas anorexias nunca la causa se reduce a la captura en los ideales de belleza femenina.
Hay algo más.
La civilización actual con su exceso de ofertas de productos plus-de-goce, favorece el rechazo como
modo de apertura a un deseo. Desde que comer es un bien de consumo hay más anorexias, así como
no las hay en los lugares en que la comida es un bien escaso. Sólo se puede rechazar lo que desde el
objeto material se propone para taponar la falta.
La anorexia es una posición límite sostenida en el rechazo a la demanda asfixiante del Otro, es la
negación de la necesidad y del placer corporal. La anorexia como posición del sujeto es transclínica.
Esta posición supone un rechazo a la falicización del cuerpo. Esta operación, donde la anoréxica se
esfuerza en reducir el registro de la necesidad a cero, la lleva a actuar en lo real, encarnando el objeto
a, la separación del Otro.

LAURENT (2000) Improvisación Anorexias.


Esta entidad clínica no fue aislada por el discurso psicoanalítico, pero fue el psicoanálisis quien mas
contribuyo hipótesis sobre las causas y las posibilidades terapéuticas. Pero esta época se cerro con el
Congrseo de Gottingen de 1965, en este se busco romper la concepción de la anorexia como trastorno
pulsional para introducirla en un trastorno de “la integración de la imagen del cuerpo”.
En este congreso se obtiene un consenso sobre tres puntos: 1) existe la anorexia mental con una
estructura distinta de la neurosis, 2) el conflicto no es a nivel pulsional ni a nivel de las funciones
alimentarias sexualmente investidas, sino a nivel del cuerpo y 3) hay una incapacidad de asumir el rol
genital.
Sobre esta se va a desarrollar la concepción de la anorexia como variante de la esquizofrenia (Bruch).
Lacan refuta esta tesis. Frente al acento puesto en el objeto oral hace notar que siempre existe en las
anorexias fantasmas fálicos. En los escritos presenta dos modos de anorexia mental. Califica de
anorexia mental al paciente de Kris “el hombre de los sesos frescos” que presentaba una severa
inhibición intelectual. El paciente no podía pensar por miedo a robar, como robaba cosas para comer
siendo niño. Lacan pone el acento en las identificaciones fálicas. El trastorno del sujeto es tener
problemas para alojarse en la significación fálica. Tuvo un problema para dar sentido fálico a la rivalidad
con el padre. Cuando iban a pescar rivalizaban sobre quien había atrapado el pescado mas grande pero
el combate era solo formal, este combate de pura forma me sugiere que quiere decir: nada que freir. De
ese “nada que freir” se van a separar los sesos fritos y que come y la nada que come como su propio
seso. La aversión por sus pensamientos es una repugnancia para con el órgano, como en la histeria,
que surge cuando el falo se reduce al pene.
Luego en La dirección de la cura, toma una presentación diferente de la anorexia mental, situada a
partir del problema alimenticio del niño. Si el Otro, que a su vez, tiene ideas sobre sus necesidades, se
entremezcla y en lugar de lo que no tiene, le atiborra con la papilla asfixiante de lo que tiene, es el niño
a quien se alimenta con mas amor el que rechaza el alimento y juega con su rechazo como un deseo.
Aquí no toma las cosas por la cadena significante sino por el objeto. No es el falo reducido al pene, sino
el objeto de amor reducido a la presencia del objeto de la necesidad.
Asi en la primera presentación Lacan nos da el concepto de “comer nada”, “roba nada”, que nos da un
polo de la posición subjetiva como deducida de la cadena significante. En la segunda precisa el lugar
del sujeto con relación al fantasma del Otro, polo donde el ser del sujeto viene a confundirse con el de
un falo “un poco flaco”. En el primero tenemos un sintoma que “representa la verdad” del sujeto a saber,
de la “pareja familiar”. En el segundo, el niño esta “abierto a todas las capturas fantasmáticas. Deviene
el objeto de la madre. El primer modo es el mas complejo pero el mas abierto a nuestras intervenciones.
Es la anorexia de alienación. En el segundo el niño se satura el modo de falta donde se especifica el
deseo de la madre, lo que el presente de real será ofrecido a un mayor soborno en el fantasma. Es la
anorexia de separación en donde nuestra intervención es mas difícil.
Las anorexias son neuróticas, el rechazo esta simbólicamente motivado.

COSENZA (2012). Bulimia.


Lacan en su enseñanza de los años 50, que se funda en la estructura simbólica del amor, en el centro
de la cuestión bulímica sitúa: 1) La demanda de amor del sujeto 2) La frustración de dicha demanda por
parte del Otro a quien el sujeto se dirige para obtener el signo de su amor; 3) la compensación
imaginaria de esta frustración de la demanda de amor, que se produce a través del consumo del objeto
real de la necesidad.
Lacan hace seguir de ello dos principios cardinales: la función de la operación de compensación y el
valor del objeto. Lo compensación asume un valor de amor: cada vez que hay frustración de amor, se
compensa mediante la satisfacción de la necesidad. En lo que se refiere al valor del objeto, un objeto
real adquiere su función como parte del objeto de amor, adquiere su significación como simbólico, y la
pulsión se dirige al objeto real como parte del objeto simbólico.
La bulimia no es sólo reducible a una compensación de amor, sino que lleva siempre un núcleo singular
de goce que da razón de su pervasividad (neologismo que denota la capacidad de penetración o
extensión) del síntoma bulímico. Con repescto a la estructura del sintoma bulímico es necesario
encuadrarlo en las coordenadas de la relación del sujeto con la funcion simbolica de la demanda de
amor y, al mismo tiempo, de su relación con la funcion de goce singular que el sintoma cumple.
En segundo lugar, es esencial aislar la función del síntoma bulímico en el marco de la estructura del
sujeto. La bulimia encarna para el sujeto la función de defensa respecto a un goce no dominable, una
modalidad de goce autista, alternativa al goce sexual y al vínculo amoroso (afinidad con toxicomanía).
En tercer lugar la contemporaneidad rearticula la cuestión poniendo en evidencia la relación con el
capitalismo, la bulímica del capitalismo como economía insaciable de la falta-de-gozar.
La estructura lógica del circuito especifico de funcionamiento bulímico implica el empuje al sujeto a
evacuar del cuerpo todo cuanto ha incorporado a través de la practica del atracon, en su empresa
imposible de mantenimiento de la homeostasis y de control del goce.

GONZALEZ (2012) Drogas. El goce y su tratamiento.


La adicción a las drogas es un desafio grande a todo intento terapéutico debido a su multicausalidad. El
Centro Nacional de Reeducacion Social (CENARESO) es una institución estatal dependiente del
ministerio de salud creado en 1973 para promover asistencia integral a personas adictas a sustancias
estupefacientes o psicotrópicas. Es la institución dedicada a las toxicomanías de mayor complejidad del
pais. Consta de Servicios de Asistencia Ambulatoria y Admision, Centros de Dia, Servicios de
Internacion en Crisis, Servicio de Reinsercion Social tiene un programa ambulatorio y otro de
internación, y Servicio de guardia de 24hs.
A partir de los `90 se dio una inflexión a partir de una forma distinta de interpretar las toxicomanías en
sus expresiones subjetivas y su articulación con los determinantes de la época. Se adopto la orientación
psicoanalítica y los desarrollo de las investigaciones sobre toxicomanías del Campo Freudiano,
iniciando una lectura critica de las formas de trabajo anteriores.
Se recorto un primer campo de trabajo intrainstitucional: el eje clínico del dispositivo. Se rescato del
modelo original el abordaje individual y el lugar de trasnferencia; significo hacer lugar a la singularidad
con una disposición de las normas institucionales que permitiera diseños no estandarizados basados en
un criterio clínico expresión de la lógica caso por caso. Se reformulo la admisión como instancia
orientadora del tratamiento para cada caso conforme la presentación subjetiva y atendiendo al perfil
psicopatológico, funcion del toxico y los componentes de inserción social.
Otro campo de trabajo fue el eje social del dispositivo buscando su articulación con el eje clínico. Se
establecio la efectuación de un diagnostico social desde el ingreso del paciente, ponderación de lazos
sociales, etc. Se integraron los espacios auto-gestivos de los pacientes y diversidad de talleres
coordinados por operadores sociales.
Este modelo, conjunto de practicas y principios, hace lugar a lo particular desafiando lo institucional
siempre homogenizante. También se impulso la practica de control en los tratamientos individuales,
grupales y familiares. La investigación, docencia y capacitación se orientaron hacia los temas y
cuestiones sociales y clínicas de los síntomas de la eopoca en el marco del psicoanálisis.
Después del 2001 se creo la atención de urgencia como grupo diferenciado de la admisión.
En el CENARESO conviven diversidad de practiacs y orientaciones psi.

TARRAB (2012) El goce toxicómano: una experiencia vacía.


La operación toxicómana es la que no requiere del cuerpo del Otro como metáfora del goce perdido y es
correlativa de un rechazo mortal del inconsciente. Esta definición resume lo que el tóxico procura a cada
quién, y situa lo que cada quién hace del tóxico y por qué caminos.
La "operación toxicómana" procede por un rechazo del Otro. No es un mensaje dirigido al Otro. Se
muestra no articulada, en ruptura con el campo del Otro. La operación toxicómana no se reduce a la
combinatoria significante, implica un goce no articulado, ni al partenaire, ni al Otro sexo. Es una
operación que separa del Otro sexo. Que no busca el Otro sexo, sino que se procura su goce por un
camino que no es sexual sino orientado al propio cuerpo.
No tiene que ver con el inconsciente sino con su rechazo, el sujeto no está allí como sujeto del
inconsciente sino como "yo existencial". En esa dirección de aislamiento el llamado toxicómano es el
paradigma de un mundo de solitarios consumidores anónimos que rechaza el lazo con el Otro al
rechazar lo que estructuralmente se pierde por ese lazo. Es una elección contra la castración, contra la
división del sujeto, y contra el inconsciente.
Frente a la encrucijada sexual, la operación toxicómana se sitúa, no con una ficción sino con un goce (el
de la intoxicación) en ruptura con toda ficción. Esta operación revela la verdad de las ficciones que la
encrucijada sexual segrega, el síntoma y el fantasma, sustitutos del goce perdido. Demuestra que el
juego con el Otro no vale la pena y que quedarse sin sexo es el producto leal a esa verdad. El llamado
"toxicómano" es leal a su goce, a su partenaire, pero su partenaire no es el Otro, ni el semejante, sino lo
que coloca en ese lugar. En el lugar de la pérdida estructural de goce, de la "no relación sexual", no
viene el falo sino el goce tóxico, que es ruptura con el falo. La Operación Toxicómana ofrece una
solución que lograda liquida la cuestión del sexo, junto con la eventual liquidación del sujeto mismo.
El tóxico procura una solución al problema sexual que mantiene una relación de exclusión entre el
sujeto y la droga. Esto que el tóxico procura se realiza en la experiencia misma de la intoxicación, en un
hacer. Es experiencia vivida es vacía del sujeto del inconciente, no es una experiencia subjetiva
(análisis), es vacia de significación. Es una experiencia tan vívida como vacía del Otro aún del Otro que
podría hacer de partenaire. Vacía de sexo, se trata de un goce a-sexual (positividad del goce).
Puntual o extendida, circunscripta o generalizada, ocasional o permanente, la operación toxicómana se
realiza por una experiencia, por un hacer puntual, donde cada vez se obtiene una ganancia de goce
contra la castración (+ goce – castración). Una experiencia donde se trata la castración no con una
ficción sino con lo real, con la positividad del goce tóxico en su dimensión de experiencia. Asi se trata el
vacío central del sujeto, eso incurable, que con la droga intenta de ser colmado a costa del sujeto.
En este sentido no se trata de una estructura clínica, sino de una operación sobre la estructura. Ahí se
ubica la chance clínica. En la clínica nos encontramos con las formas de esta experiencia de
intoxicación y sus consecuencias. Es importante proceder en la consulta de modo que, sin descuidar las
complicaciones del tema, y los problemas sociales y legales, se proceda a deslindar la dimensión
estructural que la experiencia de la droga oculta. Asi podemos empezar a producir un empalme que
permita ir de la experiencia de la droga a la cuestión del sujeto anterior a la droga y para la cual la droga
es una respuesta. Es en el plano del sujeto, de sus determinaciones simbólicas, de su relación
problemática al goce, donde se encuentran las raíces, claves, cifra de la problemática a la que la droga
aporta su solución.
Una de las condiciones para hacer posible una intervención, es que la droga ya no aporte esa solución,
y que la cuestión del deseo se infiltre en el vacío de la experiencia.
Las determinaciones de ese sujeto no son evidentes, la operación toxicómana está ahí para que no lo
sea. Esas determinaciones emergen, cuando la drogra fracas, y para sorpresa del sujeto, como una
desagradable verdad, como síntoma.
Muchas veces la droga viene al lugar en el que el fantasma se desestabiliza, justo antes de que se
produzca el síntoma que constituiría el llamado al Otro. Esa es la operación toxicómana.
El encuentro con la droga posterga la confrontación del sujeto con una pregunta sobre la cuestión
sexual que estaba a un paso de formularse.
No se trata de evaluar lo vivido en el flash, allí el sujeto no está como sujeto, lo importante es situar lo
que la experiencia del tóxico procura en relación a las determinaciones que fijan su posición. Lo que el
tóxico procura es evitar pasar por la prueba del deseo y substraerse del problema sexual.
El sin-sentido de la "operación toxicómana", de la experiencia vivida y vacía de la droga, tiene el sentido
de un "no puedo dejar de hacerlo" y "no hay más que hablar". Evacúa toda significación. Por eso la
presentación de los pacientes toxicómanos es una fuera de la palabra. La satisfacción de la intoxicación
requiere del silencio ya que el hablar es restituir algo de la significación. La significación como cualquier
significación es la del falo. Por eso la única chance clínica es "hacer hablar". Hablar no es garantía, pero
aleja de la muerte al menos por un tiempo. La operación toxicómana es inversa. No habla para
permanecer en la satisfacción que evacúa la significación, que evita el el falo, que alivia de la
indeterminación del deseo, de la muerte que el significante impone. Son muchas ventajas.
El tóxico procura una manera de mantenerse por fuera del decir, fuera del discurso, en la positividad de
la repetición. Es lo opuesto a la operación analítica que busca que de pasar al acto pase al decir.
Una indicación clínica que hay que tomar con cuidado: "Hay que obtener que el sujeto dé sentido, en
especial sentido sexual a su experiencia". Esto quiere decir que la significaion del falo recubra la
positividad sin palabras de la experiencia vacía de la droga. Esa indicación, opuesta a la operación
toxicómana, negativiza, agujerea la experiencia. Nombra, saca del hacer hacia el decir. Esto no quiere
decir darle al sujeto un sentido sexual para su experiencia. Es que la significación sea efecto de una
operación significante y de un encuentro. Es apostar a que en ese encuentro se abra otra determinación
más allá del "no puedo dejar de hacerlo". Es pasar de la positividad muda de la intoxicación a confrontar
al sujeto a la cuestión del deseo, hacer existir el inconsciente. Que se traduzca en términos de saber lo
que la experiencia realiza como goce.
La clínica testimonia del efecto sorprendente y angustiante para algunos sujetos de la aparición de una
pregunta anterior a que la droga entrara en su vida y que se formula en el lugar mismo donde la
intoxicación daba su respuesta. Por eso decimos que si bien la intoxicación no se interpreta, sí podemos
ubicar la incidencia de la interpretación en relación a lo que emerge de su falla, lo que emerge como
discurso más allá de la experiencia de la intoxicación. No se trata de dar una interpretación a la
"operación toxicómana", sino de obtener esa interpretación que es el síntoma, los sueños, las
formaciones del inconsciente, la transferencia, el trabajo del inconsciente. Eso sólo existe si hay un
analista. Sólo esa función produce la significación de un saber supuesto. La operación del analista es la
de producir en el comienzo la significación de una falta de saber como causa del padecimiento. Una
dirección que va de la droga a la falta de saber. Hay una oposición entre experiencia del tóxico y
experiencia del psicoanálisis, entre "operación toxicómana" y operación analítica. Una rechaza el
inconsciente, la otra, como operación de castración espera producirlo.

LAURENT (1994). Tres observaciones sobre las toxicomanías (Toxicomanías y Alcoholismo).


Cuando hablamos de toxicomanía, transportamos con ese término una clínica de otra época (las
monomanías de Esquirol). Pero el contexto es enteramente nuevo. Hoy se trata de una escala
fenomenal, jamás vista en la historia. Algunos abogan para que el tóxico se pueda negociar según las
leyes del mercado para así hacer declinar el beneficio tendencioso, legalizarla para que no reditúe más
nada a nadie. Unica forma de reducir los daños.
Hoy por primera vez en la historia una sustancia tóxica, el estupefaciante, logra identificarse con las
leyes utópicas de un mercado, ninguna droga legal hasta lo ha logrado, el alcohol, el tabaco, son
perfectamente controlados por el estado.
En Lacan no hallamos más que algunas frases, pero en los años ‘70 nos da esta indicación mayor: " la
droga, única forma de romper el matrimonio del cuerpo con el pequeño-pipi": con el goce fálico.
Esta indicación apoya toda una reflexión que considera que la toxicomanía no es un síntoma en el
sentido de que no es consistente. La droga nos introduce a un modo de ruptura con el goce fálico. No
es una formación de compromiso, sino de ruptura. ¿Se trata de un nuevo modo de goce o de un agujero
de goce? Esta expresión "ruptura con el goce fálico", Lacan la introduce para la psicosis (anota F0),
ruptura de la identificación paternal, de la función de los NdP (P0). En ese lugar donde los NdP
producen la significación fálica, tenemos en la psicosis: P0 - F0, Lacan se pregunta si uno implica
necesariamente el otro o si puede haber uno sin el otro.
La utilización de tóxicos lleva a pensar que puede haber producción de esta ruptura con el goce fálico,
sin que haya forclusión del NdP. Esta consecuencia de la tesis que la toxicomanía no es un síntoma.
En contrapunto, ha ocurrido encontrar toxicómanos psicóticos, gente que no se presenta bajo el modo
"soy toxicómano". Ellos son otra cosa. Un sujeto, alucinado, traficaba droga, era paranoide, adaptado al
medio de los traficantes. El gran recuerdo que tenía de su padre, un imprentero, muerto cuando él era
joven, era la imagen de su padre rodeado de un polvo blanco que dejaba el papel recientemente
cortado por la máquina de triturar. En el lugar de un rasgo de identificación al padre tenemos un goce en
lo real. El se rodeaba de otro polvo blanco, uno que permite no identificarse pero sí gozar.
Este sujeto no es. Son delirios parciales. El goce está limitado, y más, ellos escapan a las leyes del
mercado. Porque quieren algo preciso. Mientras que la mayor parte de los "toxicómanos" no quieren
una cosa precisa. Aquél que se entrega a los estupefacientes es indiferente a lo que toma. Toma lo que
hay, lo que se presenta. Esto de la idea de que la ruptura con el goce fálico suprime las
particularidades. La primera consecuencia de la frase de Lacan, es la ruptura con el NdP por fuera de la
psicosis.
La segunda consecuencia, es la de una ruptura con las particularidades del fantasma, con lo que el
fantasma supone objeto del goce en tanto que incluye la castración. Es por eso que el toxicómano no es
un perverso. Porque la perversión supone un uso muy específico del fantasma. Mientras que la
toxicomanía es un uso del goce fuera del fantasma, no toma los caminos complicados del fantasma. Es
un cortocuito, ruptura, su consecuencia es que se pueda gozar sin el fantasma.
Legalizar la droga no seria una medida eficiente porque para legalizar haría falta que el sujeto estuviera
concernido por el hecho de que sea legal o ilegal. El toxicómano sobrepasa el punto donde "legal" e
"ilegal" quieren decir algo. Legalizar la droga se limita a tratar este flagelo por las leyes del mercado.
Tercera observación: podemos tratar la toxicomanía como el surgimiento en nuestro mundo de un goce
uno, en tanto no sexual. El goce sexual no es uno, está fracturado, no es aprehensible más que por la
fragmentación del cuerpo. Mientras que en la toxicomanía se presenta como único. La relación de
nuestra civilización al goce se va a jugar alrededor de este punto.
Interrogado sobre las cuestiones preocupantes del porvenir, Lacan señalaba que lo que le preocupaba
era el crecimiento del racismo. Estamos infelizmente cerca de eso. El enunciaba que en nuestro
universo de mercado común, no hay más que la forma "mercado" que unifica los goces
inconmensurables. El uno al otro. En el fondo eso que no soportamos en el otro, es un goce diferente
del nuestro. Uno no soporta el goce al que el otro tiene acceso. Y las drogas han sido la introducción
efectiva de goces exóticos sucesivos. El haschich, los opiáceos y la cocaína son la integración del
mercado único de los goces. Sobre este mercado único de los goces, el estupefaciente es la otra cara
del racismo. El racismo, es lo insoportable del goce del otro. La forma "Estado" del discurso del Amo
debe tratar de hacer coexistir goces diferentes. Esta vía está cerrada. Como la forma "Estado" podrá
hacer coexistir goces diferentes sin que se susciten fenómenos de odio racial, es la apuesta. Más allá
de la forma "Estado", el mercado único se coloca en la perspectiva de un goce uno, más allá de esos
goces diferentes. Es lo que hace que un solo país pueda ser el productor de droga para el universo
entero: no hay obstáculo industrial para esto. En este sentido el psicoanálisis es el discurso que intenta
mantener al sujeto en la vía del deseo, única vía que puede tener a raya al goce.

UNIDAD 7. Clínica y sexuación

La no relación sexual. Las posiciones sexuales. Las fórmulas de la sexuación. Clínica del lazo amoroso:
El partenaire, síntoma y estrago. Teoría de los goces.

LACAN (1973) Dios y el goce de La mujer [La barrada] (Seminario 20, Aun).
Mi punto de partida es lo que llamé otra satisfacción. Es la otra satisfacción de la palabra. Es la
satisfacción que responde al goce que justo hacia falta, justo para que eso suceda entre el hombre y la
mujer. La satisfacción que responde al goce fálico. Ese justo es algo logrado por poco, justito, lo que da
lo contrario de la falla: el todo se logra el justo.
Voy a llevar mas lejos la articulación de la consecuencia del hecho que enter los sexos, en el ser
hablante, no se da la relación, ya que solo a partir de allí puede enunciarse lo que suple esa relación.
Hace tiempo escandi con cierto Hay Uno lo que constituye el primer paso en esta averiguación. Este
Hay Uno no es sencillo. En el discurso de Freud ello se anuncia con el Eros definido como fusión del
dos vuelto uno, del Eros que, poco a poco, tendera a no hacer mas que uno de una inmensa multitud.
Si el inconciente esta estructurado como un lenguaje, donde tenemos que interrogar a este Uno es a
nivel de la lengua. Hay que partir de que ese Hay uno ha de tomarse por el acento puesto sobre el Uno
solito. Allí se capta el amor. El amor no nos la vemos mas que con esto y es por esa via que se opera.
Via singular por ser la única que permitió despejar lo que sustenta la transfererncia, en cuanto no
distinguible del amor, mediante la formula del SSS. A aquel quien le supongo el saber, lo amo.
El amor cortes es una manera refinada de suplir la ausencia de relación sexual fingiendo que somos
nosotros los que la obstaculizamos. La persona es siempre discurso del amo. El amor cortes es para el
hombre cuya dama era su súbdita. La única manera de salir aireoso de la ausencia de relación sexual.
El pensamiento es goce. Lo que aporta el discurso analítico es que hay goce del ser. El ser es el de la
significancia. Hay que reconocer la razón del ser de la significancia en el goce del cuerpo. Si no hay
relación sexual habría que ver para que puede servir ese goce del cuerpo.
Tomemos las cosas del lado en que se coloca el hombre. Colocarse allí es electivo, las mujeres pueden
hacerlo si les place. Hay mujeres fálicas, y la funcion fálica no impide a los hombres ser homosexuales.
Para el hombre, a menos que haya castración, algo que dice no a la funcion fálica, no exista ninguna
posibilidad de que goce del cuerpo de la mujer, de que haga el amor.
El hombre es quien aborda a la mujer, o quien cree abordarla. Sin embargo solo aborda la causa de su
deseo, el objeto a. El acto de amor es eso. Hacer el amor es poesía. Pero hay un abismo entre poesía y
acto. El acto de amor es la perversión polimorfa del macho, ello en el ser que habla.
Cuando cualquier ser que habla cierra filas con las mujeres se funda por ello como no-todo, al ubicarse
en la funcion fálica. Esto define justamente a la mujer, pero no debemos olvidar que La mujer solo
puede escribirse tachando el La. No hay La Mujer, universal, porque ella por esencia no es toda.
Este La es un significante al que le es propio ser el único que no puede significar nada, y solo funda el
estatuto de la mujer en aquello de que no toda es. Lo que no nos permite hablar de La mujer.
Solo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas que es la de las palabras, y hay que decirlo: si de
algo se quejan hoy las mujeres es justamente de eso, solo que no saber lo que dicen.
Sin embargo, si la naturaleza de las cosas las excluye, por eso justamente que la hace no toda, la mujer
tiene un goce adicional, suplementario (no complementario) respecto a lo que se designa como goce
fálico.
Las mujeres se atienen al goce de que se trata y ninguna aguanta ser no toda. Son ellas, de todas
formas, las que joden a los hombres.
La mujer tiene distintos modos de abordar el falo, allí reside todo el asunto. El ser no-toda en la funcion
fálica no quiere decir que no lo este del todo. No es verdad que no este del todo. Esta de lleno ahí. Pero
hay algo mas. Hay un goce del cuerpo mas alla del falo. Hay un goce de ella, de esa ell que no existe y
nada significa. Hay un goce suyo del cual quizás nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso si lo
sabe. Lo sabe cuando ocurre y no le ocurre a todas.
Ser macho no obliga colocarse del lado de la funcion fálica. Uno puede colocarse también del lado del
no-todo. Hay allí hombres que están tan bien como las mujeres. Y no por ello deja de irles bien.
Vislumbran la idea de que debe haber un goce mas alla. Esto es un mistico. El testimonio de un mistico
es decir que lo sienten (ese goce mas alla), pero que no saben nada.
Ese goce que se siente y del que nada se sabe ¿no es acaso lo que nos encamina hacia exsistencia?
¿Y por que no interpretar una faz del Otro como lo que tiene de soporte al goce femenino?

MILLER (2007) Clínica de la posición femenina.


Podemos partir del teorema de Lacan “La mujer no existe”, lo cual no significa que el lugar de la mujer
no existe sino que ese lugar está vacío; que este vacío no impide que allí se encuentren máscaras, son
máscaras de la nada, lo cual es suficiente para justificar la conexión de las mujeres y los semblantes.
Un semblante es lo que tiene por función velar la nada. La definición lacaniana de sujeto es una
definición de la nada, pero en el caso de las mujeres, se trata de sujetos que tienen una relación mas
esencial con la nada. Para Freud se trata de una relación esencial con una nada corporal; en su artículo
de 1932 sobre las particularidades psíquicas de la sexualidad femenina destaca el pudor, que interpreta
como una intención de velar la ausencia del órgano genital. Paradoja del pudor: crear una ausencia a
partir de velarla. Freud demuestra que el velo puede facilizar cualquier parte del cuerpo.
Freud aceptaba una definición anatómica de la mujer, la definía por un menos corporal, por un “no
tener”. La subjetivación del menos, según Freud, se llama penisneid. Es la manera más simple, no la
menos eficaz, de denominar esa asunción del menos esencial a la condición femenina.
La modalidad específica de la inhibición en las mujeres implica un “no tener derecho” a saber, que no se
encuentra en la posición masculina. La inhibición obsesiva en los hombres no presenta ese aspecto de
“no tener derecho”, no tener el símbolo que da derecho a...
Freud subrayó la función que pueden asumir los bienes como suplemento al “no tener”. La maternidad
forma parte de la patología femenina: por no poder transformarse en mujer, transformarse en madre, en
el Otro de la demanda, en la que tiene. Freud a partir del “no tener” corporal, pone el acento de la
solución femenina por el lado del ser. La solución no es colmar el agujero sino metabolizarlo,
dialectizarlo o convertirse en agujero mismo. Así, la solución del lado del ser es fabricar un ser con la
nada, no colmar el ser. La posición femenina se acerca aquí a la posición analítica.
Entre las soluciones a la posición femenina está la de hacerse el agujero del Otro, encarnar el agujero
que le falta al Otro, atacar su completud. En su versión positivizada: ser el falo misterioso. Ser el falo
quizás implique reducir el tener del otro al semblante, no creo que Lacan hubiera formulado que el falo
es un semblante sino considerándolo a partir de la solución femenina del lado del ser. La clínica
femenina revela en el falo un semblante. Desde la posición masculina, consentir al carácter de
semblante del falo parece una verdad difícil de aceptar.
Con Lacan se plantea la cuestión de qué es una verdadera mujer, y su respuesta mas sencilla es que el
carácter verdadero de la femineidad se mide por su distancia con la madre. Tanto menos madre, mas
mujer. Ser madre es un modo de hacerse existir como “La”, como “La mujer que tiene”; y Lacan habla
de una verdadera mujer cuando la madre no ha aplastado, en un sujeto, el agujero. Una verdadera
mujer se revela cuando el sujeto está preparado para el sacrificio de todos los bienes: el sacrificio del
tener. Es por eso que una verdadera mujer es una encarnación de la castración, en tanto que, aunque
no la realice, apunta a tocar, a herir al hombre en lo que él tiene de más precioso.
Para Lacan el acto de una verdadera mujer, es siempre una crueldad, Medea, pero es una crueldad que
tiene que ver con el sacrificio de lo que ella tiene de más precioso para abrir en el Otro un agujero que
no se puede colmar. Es difícil mantenerse en la posición de verdadera mujer, haciéndose reconocer
como tal; Medea se revela una vez, pero después los otros o la calman, o la encierran, o la aíslan, ella
es insoportable. Es un mas allá, es lo imposible de soportar en una verdadera mujer.
Si nos detenemos en el acto de Medea es para fijarnos en su actuar con el menos, con el suprimir, con
el destruir. Porque es justamente con lo contrario de la imagen productiva y creativa de la mujer como
se produce ese acto, haciendo del propio menos un arma. Por supuesto, el acto de Medea es por un
hombre, porque pierde a un hombre, de manera que tambien encontramos ahí la rabia de tener.
Sería simple deducir: Freud del lado de tener, Lacan del lado del ser; tenemos que trabajar para
articular estas cuestiones del ser y del tener. Nunca hay que olvidar que cada mujer puede ser una
“verdadera mujer”, aunque usualmente piense que es mejor velarlo presentándose como cuidadora de
los bienes, del tener. En eso hay cierta completud que no va en contra del no-todo, sino que, al
contrario, significa una defensa del absoluto sin tomar en cuenta el resto.
El hombre lacaniano, al contrario, aparece como un ser pesado, embarazado, porque al tener se define
como lo que puede perderse, lo cual condena al hombre a la cautela. No es un ser miedoso, por
supuesto, va a la guerra. Pero va a la guerra para huir de las mujeres.
Y el hombre no es sin semblante; en el hombre el semblante tiene la función de proteger el tener. Es
distinto del semblante femenino, que es honesto porque es máscara de la falta. Por eso el culto al tener
es una especie de goce del propietario claramente vinculado en la sexualidad con la masturbación, con
el goce fálico. En la masturbación hay un no dar a nadie y, a veces, cuando se entrega, es cómo ser
víctima de un robo. Contabilidad del goce fálico.
Lacan pensaba que no hay solución para una mujer del lado del tener, y que cuando las hay son falsas
e inocentes. Si hay una solución necesita la presencia de un no tener presentado como “la mujer con
postizo”, encarnación de lo que sueña con excluir al no tener. Cuanto mas se excluye el no tener,
completo es ese postizo. La mujer con postizo sería que se agrega lo que le falta, con la condición de
que (siempre en secreto) ella lo obtenga de un hombre, mientras que todos piensan que es de ella. Es
decir, hay un elemento de parecer, ha de parecer que eso es de ella.
Por eso me parece que hay una ambigüedad en el concepto de mujer fálica: no es lo mismo la que se
construye del lado del ser (ser el falo), que la mujer fálica que aparece con tener como propio. La mujer
fálica esconde su falta de tener, se presenta como la propietaria a quien no le falta nada, y su lado
femenino se ve en el carácter decidido con el que protege sus bienes. Pero mientras una esconde su
falta en el tener, la otra la enseña, hace ostentación de la falta.
Una verdadera mujer es con respecto del hombre, un momento de verdad. Alguien que le permite
manifestarse como deseante, asumir el menos y los semblantes que van con él. La mujer con postizo,
por el contrario, apunta al hombre como castrado y se completa con un hombre castrado en la sombra.
Si la mujer con postizo existe, es un sujeto muy conservador que pide que no se lo mire demasiado de
cerca; pide el respeto y la distancia necesaria para hacer creer que el postizo es verdad, mientras que
una “verdadera mujer” trata siempre de hacer ver al hombre lo ridículo del tener. Es la ruina del hombre.
La mujer con postizo en realidad no amenaza al hombre ni le exige que sea deseante.
Lacan utiliza la palabra postizo en referencia a un postizo honesto, que no está hecho para hacer
pensar que la mujer en cuestión tiene. Al contrario, señala que ella no tiene, es una señal artificial para
indicar una falta, la mujer con postizo es un semblante que dice “no soy un semblante”. Una mujer
verdadera no respeta ningún semblante. Lo verdadero es que no respeta a nada ni a nadie; denuncia a
los semblantes y al falo mismo como un semblante respecto del goce.
Una dificultad de esta clínica de la posición femenina es la distinción de la posición histérica y la
posición de la verdadera mujer.
En el psicoanalisis hay una manera de manejar la categoría clínica de histeria que aplasta la de la
verdadera mujer, es entonces cuando la histeria actúa como una censura, que puede dirigir al
analizante femenino hacia el lado del postizo. Es decir, como si solo hubieran dos salidas posibles: la
histeria o el postizo. Por eso Lacan deja entrever otra salida con la posición de la “verdadera mujer”.
El psicoanalisis conviene a las mujeres. Primero, porque como dispositivo, como discurso, pone en
cuestión a los semblantes, que son del hombre, los semblantes de la sublimación, y hace que se vuelva
a hablar del goce. Y segundo, porque a las mujeres les conviene la posición de objeto a. En cierto
modo, una salida posible del análisis para las mujeres es la solución del postizo.

V.V.A.A. (2003) Un estrago, La relación Madre –Hija.


Los estragos en la relación madre-hija, se nos aparecen como material con efecto de resto, que deja al
descubierto cierta dificultad en la efectividad del dispositivo analítico.
Se trata de casos de mujeres neuróticas que en distintos momentos y frente a diferentes coyunturas,
evidenciaban una relación de goce con su madre bajo el matiz de la complacencia, la queja o el mutuo
reproche.
Puede darse tanto en la jovencita que despierta a la vida sexual y halla trabado su camino hacia el
deseo si no es mediante la ruptura de la relación con su madre; también en la mujer adulta que,
habiendo recorrido la salida fálica, vuelve a su madre estableciendo con ella una relación muy especial.
Son situaciones plenas de angustia, con abundancia de escenas aparentemente psicótica (la voz de la
madre amenazadora, oracular, o pactos no declarados entre madre e hija que burla la ley paterna, etc).
La figura materna aparecía con la fuerza de la que puede y sabe todo, el padre se presentaba como
débil, peyorizado y cuestionado en su función. Situación en la que ambas se realimentaban y frustraban,
estableciéndose una relación cargada de reproches, acusaciones e injurias mutuas. No nos
enfrentábamos con efectos de forclusión del NdP, sino con la perdida temporal de emblemas, un
detenimiento del deseo y su fijación en un fantasma. Abundaban los acting out y el pasaje al acto. El
síntoma y la transferencia, elementos indispensables para la instalación de un análisis, sufrían un
impasse, por tanto la interpretación analítica se tornaba opaca e ineficaz.
¿En qué se sostiene una mujer cuando en la solución fálica algo falla, o la misma queda suspendida?
Freud en la clínica con mujeres subraya que no se puede comprende a la mujer si no se pondera la fase
de “ligazón-madre preedípica”. Esta fase atañe tanto al varón como a la niña. Si se marca una diferencia
es que, pasando tambien por ella, algo impulsa al varón progresar en el derrotero edípico, mientras que
la niña parece tender en este punto a un estancamiento. Esta ligazón-madre es más intensa y
prolongada en la niña y se mantiene hasta los 4 y 5 años, edad en que el varón ya completó el ciclo
edípico; y Freud señala que ciertas mujeres podrían quedar atascadas en la ligazón madre.
Freud atrubye a esta dase dos importantes cualidades: primero, se trata de una relación de exclusividad
con la madre, total exclusión de la figura paterna. Segundo, las fantasías que en este lapso se
desarrollan en torno a la masturbación clitoridiana y al juego con muñecas, tienen como objeto exclusivo
a la madre, siendo del alto contenido erótico y amoroso, con la reversión concomitante en celos y odio.
Freud da a esta ligazón-madre un carácter fantasmático, en orden al objeto (madre) y plantea una total
exclusión del objeto-padre. Con esta “ausencia”, Freud alude al padre interdictor que Lacan ubica en el
segundo tiempo del Edipo, cuya intervención separaría a la niña de la madre, orientando su búsqueda
del falo hacia la figura paterna que lo detenta. Salida que, por vía de la identificación, le permitiría
efectuar la equivalencia pene-niño. Pero puede leerse entre líneas otra referencia paterna: la relación de
la madre con la hija está penetrada por fantasmas y, para que estos surjan, es necesaria la referencia a
un tercer elemento de orden simbólico (en la fantasia de parirle un hijo a la madre el elemento tercero,
el falo, se halla presente). No obstante el padre separador no interviene. En la niña, estos fantasmas
denuncian un clima de satisfacción pulsional y amoroso. Se trata de un goce que escapa a la misma ley
paterna, no afectado por la castración, distinto de la vertiente del deseo insatisfecho en relación a la
falta fálica. Hasta aquí no hay para la niña entrada en el Edipo. Sin la presión de la amenaza de
castración, ¿qué motiva el desprendimiento de un vínculo tan satisfactorio? La entrada en el Edipo
estará determinada por el descubrimiento de la inferioridad del clítoris en relación al pene.
La ligazón-madre esta destinada a dejar sitio a la ligazón-padre. No es un simple cambio de via del
objeto. El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo el signo de la hostilidad, la ligazón-
madre termina en odio. El factor especifico reside en el complejo de castración: la muchacha hace
responsable a la madre de su falta y no le perdona ese perjuicio (no tener pene). Se trata de una
castración ya efectuada, irreparable, cuyo efecto no es la angustia por la amenaza sino la hostilidad por
la ejecución.
La niña, que se sintió primeramente seducida (cuidados), vive este proceso de separación sin poder
subjetivizar una culpa que la motive. ¿Cómo podría haber culpa sino hubo agente interdictor? Esta idea
de una madre que incitó primero y luego prohibió perfila la figura de una arbitrariedad que recae sobre la
niña. Este factor formará parte del debate sobre el superyó femenino. Retomando el decurso edípico,
después de esta prolongada e intensa relación con la madre, cuando la niña entra al complejo, recala
allí como en un puerto seguro; dado que no esta sometida a la amenaza de castración. En esta
aparente tranquilidad, nada urge a la niña a constituir el superyó por introyección de las figuras
parentales.
Pero si al mismo tiempo, estamos atentos a la intensidad y duración de la fase ligazón-madre preedípica
de la mj y el rasgo de arbitrariedad de la figura materna incitadora y responsable de la falta, es posible
pensar en una cc moral q por vía materna cobra un carácter implacable y hasta cruel.
Si estamos atentos a la intensidad y duración de la fase ligazón-madre pre-edipica y al rasgo de
arbitrariedad de la figura materna, podemos pensar en una instancia de “conciencia moral” que por via
materna cobra un carácter implacable y hasta cruel. Así, la tormenta no esta en el complejo de Edipo,
sino al final de esa fase de ligazón-madre.
En el análisis aparece una “roca de base” cuando se alcanza el deseo del pene, un tope. Lo que no se
recuerda en ese mas alla de la falta fálica, es un goce vinculado con la madre como objeto, que
eventualmente retorna como actuación.
Las tres salidas que propone Freud al complejo de Edipo para la mujer son fálicas, en tanto tal, fallidas.
Punto donde se inscribe el posible viraje de la niña a la madre. Tres puntuaciones:
1. El carácter fantasmático de la ligazón-madre, como sostén de un goce sexual y amoroso
2. La hipótesis de que la existencia misma de ese carácter fantasmatico da cuenta de un tercer
elemento simbólico que sugiere una doble referencia paterna: un padre todavía ausente en la función de
interdicción, aunque presente en tanto la significación fálica ya está operando en la fantasía
3. La doble caracterización del superyó femenino: débil, como heredero de la conflictiva edipica;
implacable, como portavoz del vínculo con la madre.
Mabel Burin y otras autoras consideran necesario privilegiar el análisis de la etapa pre-edipica en la
mujer ampliando los postulados freudianos según el cual el complejo de Edipo es el nucle de todas las
neurosis. Plantean la “escena pre-edipica” como la base de las fijaciones y regresiones que están en la
génesis de las neurosis femeninas. El análisis del complejo de Edipo femenino reenvia clínicamente a
este nivel sede de las identificaciones de la niña con su madre.
En cuanto al vinculo pre-edipio de fusión con la madre siguen a Freud pero ponen el acento en la
“identidad de genero”. A la luz de la homosexualidad femenina analizan la existencia en la mujer de un
“deseo de lo mismo” o sea no necesariamente viril. Proponen un cambio en el modelo freudiano servil a
la ley fálica que arranco a la mujer de sus orígenes obligándola a reprimir sus primeras pulsiones e
investiduras para entrar en el Edipo.
También se alejan de la concepción freudiana entendiendo la “catástrofe narcisista· como producto de
la devaluación cultural del genero femenino en la sociedad patriarcal. Mientras para Freud la mujer
organiza su aparato psíquico a través de la dolorosa percepción de su ser como castrado, para estas
aquel se estructura por una identificación con una madre devaluado culturalmente en su narcisismo.
Pese al predominio visual, una madre que haya investido el cuerpo erógeno y su rol social puede
transmitir un balance narcisistico suficiente como para compensar ese “nada que ver”.
La sociedad impone a la mujer sofocar la agresión favoreciendo en ella intensas mociones masoquistas.
Todo esto favorecido por la definición ideologica de la meta sexual femenina como pasiva. Plantean
como contradictoria la debilidad del superyó en la mujer en relación con las inhibiciones presentes, las
cuales manifestarían mas bien una represión mas severa de su sexualidad.
La cultura patriarcal incrementa la fantasia de castración que deja a la mujer en el lugar de objeto para
que otro que, legitimado en su narcisismo, queda en posición de sujeto.
Mientras en la concepción freudiana la mujer organiza su aparato psíquico a través de la dolorosa
percepción de su ser como castrado, para Burin y otras analistas, aquel se estructura, además, por una
identificación con una madre devaluada culturalmente en su narcisismo. La referencia es al narcisismo
de las grandes difereno
Las autoras atribuyen la génesis de los deseos y conductas masoquistas de las mujeres, al
sofocamiento de los deseos hostiles, favorecida por la definición ideológica de la meta sexual femenina
como pasiva. Se oponen a la concepción freudiana de una pulsión sexual mas débil en la mujer y
sostienen la existencia de una riqueza pulsional en la niña preedípica, observable en el análisis.
Respecto de la debilidad del superyó en la mujer, señalan una contradicción, ya que la manifestación de
un montante mayor de inhibiciones abonaría justamente la existencia de una represión mas severa de
sus deseos sexuales. Además, semejante sofocamiento debería acompañarse de una mayor capacidad
sublimatoria de la mujer.
Identificación cruzada: la niña se identifica con la madre en el proyecto de quien querría ser y la madre
con la hija en el recuerdo de quien ella fue. Esta doble identificación cruzada entre en crisis por el
enjuciamiento producto del deseo hostil.
En el vínculo regido por identificaciones bajo las reglas del narcisismo, la niña atribuyó dones a la madre
que propiciaban su experiencia de goce; ahora estos juicios se ponen en crisis y el deseo hostil
promueve la desatribución de las características adjudicadas a los objetos primarios.
Al tiempo que la hija desatribuye de omnipotencia a la madre, ésta se siente caer de los ideales que
sustentaron su identidad: ser bella, ser madre. Se plantea para ambas, entonces, dónde sustentar el
ser. Al plantear a la madre en el lugar del Otro y al no colocar ese Otro en relación a la función paterna,
la relación es pensada como un juego de identificaciones cruzadas. Esta modalidad de vínculo tomará
el tinte del sadomasoquismo anal, tratan de legitimar un deseo propiamente femenino: el deseo hostil,
que mubican en relación a la madre devaluada socialmente.
La salida planteada para estos vínculos madre-hija es el del orden de una separación, por vía de la
elaboración deseo hostil obturado.
Lacan va a otorgar una imagen mas precisa de la ligazón-madre a la que define como estrago. El deseo
de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultar indiferente. Siempre produce
estragos. Es estar dentro de la boca del cocodrilo. No se sabe que mosca puede llegar a picarle y de
repente cierra la boca. Lo tranquilizadore es que aparece el falo como el palo que te protege si se cierra
la boca. La boca del cocodrilo sirve para sintetizar el concepto de deseo de la madre y a través de la
figura del palo alude a la operación de Metáfora Paterna, paso segundo a un deseo materno estragante.
En la dirección de la cura aparece una temporalidad en juego marcada por el retorno a este vinculo
estragado.
Esta imagen del cocodrilo es Abarrado, presentificacion del Deseo del Otro. Enfrentamiento inicial a una
X, un enigma (Che vuoi?) sin respuesta en tanto no hay significación fálica. Presencia angustiante de un
deseo que no dice que desea. El niño o la niña son aquí el objeto a, que puede ser devorado por ese
deseo oscuro si la boca se cierra. Se encuentra enteramente sometido a la ley de la madre. Lacan
asigna una dimensión significante a ese Deseo Materno nombrándolo como ley, no se trata de la madre
biológica, la cria humana se subjetiviza por referencia a un significante de la ley, representado en el
Otro primordial. Pero habla de una ley incontralada, que interpela sin fundamento, imperativo
caprichoso. Irrumpe un deseo del cual no se sabe su significación, y por lo tanto despotico. Se trata de
un significante enmarcando un vacio, una ausencia. En el inicio del proceso de subjetivación el niño se
identifica a un significante opaco (x), Dese de la Madre, que alude al superyó materno en tanto ley
incontrolada.
Para que haya pacificación tiene que haber una ley de la ley. El padre en esta operación no necesita ser
mas que una referencia abstracta, un tótem que de fundamento a la ley, quitándole esa dimensión de
capricho. Habría un tiempo cero del Edipo, mitico, dimensión del Deseo de la Madre como boca de
cocodrilo. La boca con el palo corresponde ya al primer tiempo. Esa confrontación con el deseo
angustiante tiene una solución: el falo, efecto del NdP por la operación de la Metáfora Paterna. El padre
es una metáfora, un significante que sustituye a otro significante, como resorte que interviene en el
complejo de Edipo. El cocodrilo se engaña con el palo-falo. El niño-niña se identifica al falo, lo que le
permite estar allí, en ese deseo atemperado sin caer como puro objeto. El niño, propuesto como falo
imaginario, sale del horror del enfrentamiento a ese Che vuoi? Angustiante, para quedar apresado en
las formas imaginarias de ese falo que la madre desea y traduce en demanda. Entrar al complejo de
Edipo es subjetivizar ese enigma por intermedio del falo imaginario. Esto para ambos sexos.
El falo entra en juego como significante pivote con el cual el sujeto puede significar. Pero ese
significante no da cuenta de la castración como ordenadora de las posiciones sexuales de ser o tener
(el falo). Sin embargo ese tiempo es la condición dialéctica de la castración. Es porque hay esa primera
identificación al significante fálico que, en un segundo tiempo, se accedera a la dimensión de una falta.
Para eso se necesita una segunda intervención paterna distinta a la primera. Aquel padre puro símbolo,
abstracto, tendrá que estar agora encarnado en un agente real revestido de ese símbolo. Su
intervención consiste en desalojar al niño-niña de esa relación imaginaria con la madre, prohibiéndole
un goce situado ahora en un estatuto fálico. A cambio de esta inscripción de la falta fálica, se adquiere
la relación con un emblema, un ideal. Por medio del mismo se conquista otra dimensión del falo y con
ella las posiciones sexuales.
Si hablamos de la especificidad del complejo de Edipo femenino tenemos que decir que la niña ha
situado el falo en el mas alla de la mandre. La niña encuentra el pene real allí donde esta, mas alla, en
aquel que puede darle un hijo, en el padre. Por no tenerlo como pertenencia, por haber renunciado a el,
podrá tenerlo como don del padre. La niña entra en el Edipo por su relación con el falo. Luego el falo
solo tendrá que deslizarse de lo imaginario a lo real por una equivalencia. El reordenamiento en torno a
la falta fálica (-ᵠ) que arroja como efecto el posicionamiento sexual, determina a partir de aquí que la
impostura masculina consistirá en tener el falo renunciando a serlo, mientras que en la mujer por medio
de la mascarada femenina se tratara de ser el falo habiendo subjetivizado no tenerlo mas que por
equivalencias.
En cuanto a la dimensión de la espera que caracteriza lo femenino, Lacan dice que una vez efectuada
esta renuncia, abjura del falo como pertenencia y este se convierte en pertenencia de aquel a quien
desde entonces se dirige su amor, el padre, de quien ella espera efectivamente el hijo. Esta espera la
deja en una dependencia particular. Aparece otra dimensión de la espera ligada a la relación a la
madre, en algo que concierne a su ser mujer. La niña entra al complejo de Edipo de un modo que no
tiene nada que ver con su femineidad como tal. No es su femineidad lo que debe ser castrado. Se trata
mas bien de una ficción que se asienta en la identificación al falo operada en el primer tiempo del
complejo, que hace que en el tiempo segundo se encuentre “como pez en el agua” ya que la castración
no cobra para ella un peso real.
El punto angustiante que perdura en la niña concierne a su femineidad como tal. La castración de
entrada a la que Lacan alude, no esta en referencia a ningún elemento real, el pene, sino que se trata
de una privación, de un elemento simbolico faltante en lo real, en tanto significante de la femineidad no
esta inscripto en la estructura.
Por via de la identificación viril la niña puede “adquirir” un significante. Pero por estructura se halla
privada de aquel que le fuera propio, es decir, que concerniría a su femineidad. Cuando la dirección al
significante paterno por algún motivo vacila, arrastrando las identificaciones y la dimensión de la espera
que instalara la solución edípica, se produce un retorno a la madre en una dimensión que implica la
pregunta mas radical por el ser. Pero la primera en el estrago, su madre, ingreso también a su propio
complejo de Edipo, identificándose a un significante que no alcanza a dar cuenta de esa privación
inicial. Lo que “no pega” es que la espera se dirija ahora a quien esta estructuralmente imposibilitada de
responder.
Con respecto al superyó, esta es una funcion que hace contrapunto a la del NdP, que es una funcion
coordenada al deseo. El superyó es una funcion coordenada al goce.
Sabemos que en la neurosis el dese hace barrera al goce, pero cuando este deseo queda obturado en
su metonimia se presentifica la temática del objeto. Hay una vertiente del superyó vinculada al Ideal
cuya eficacia pacificante permite la articulación al deseo y otra vertiente del superyó freudiano que trata
de dar cuenta de la hostilidad vuelta hacia el si mismo, como imperativo de autocastigo.
El superyó freudiano se articula a una fantasia, tiene un nexo con el deseo-ley. Es un superyó que
puede pensar con predominio de deseo de goce, perto siempre articulado a una fantasia.
En Laca se presenta bajo una dimensión de orden sin fantasma. Un imperativo insensato, una orden
imposible de satisfacer, el goza previo a la castración materna. Pura pulsión de muerte, sin fantasia.
Si la pregunta de una mujer dirigida a la primera en el estrago encuentra a una madre instalada en el
circuito deseante y por ende actualizando la dimensión de la falta, esto posibilitara a la que demanda
ese saber, relanzar el deseo en la via del significante fálico. Pero en ciertas coyunturas se ha puesto en
cuestión aquello acerca de como la palabra del padre debe constituir la ley para la madre, en tanto que
el padre puede dar a la madre lo que ella desea (el falo) porque lo tiene y como tal es un padre potente.
Como consecuencia emerge una verdadera dimensión de “pacto” de sedición que opaca la eficacia del
segundo y tercer tiempo del Edipo, incrementándose los goces fantasmáticos inherentes al primero. Asi
dos mujeres intentan vivir eludiendo la funcion simbolica introducida por el falo. Se encuentra trabada
cualquier intervención de un agente real que pretenda reintroducir la funcion -ᵠ en sus dos variantes: de
castración a la madre de ese falo positivizado que encarna la hija, y a la hija de ser el falo de la madre.
Caídas de las mascaradas femeninas.
Desoída la dimensión de la falta, en la zona del estrago, lo que responde a la demanda por el ser es
una voz injuriante u oracular. El superyó materno vociferam emitiendo ordenes insensatas.
La castración materna implica para el niño la posibilidad de la devoracion. Hay anterioridad de la
castración materna, y la castración paterna es un sustituto suyo mas favorable, susceptible de algún tipo
de desarrollo dialectico, alguna posibilidad de constitución de la falta, de articulación del objeto a en -ᵠ.
Por el contrario, la desarticulación de este desarrollo encaminara el retorno del estrago (tiempo 1 del
Edipo) cayendo el sujeto en las fauces de su madre. La dimensión de la cura estaría ligada a
reintroducir lo que ha sido puesto en cuestión, la funcion paterna, como condición de análisis.
Cuando por diferentes motivos e historias, el padre es carente, se producen las neurosis mas graves. La
solución edípica vian NdP no se perfecta. Siendo fallida por estructura, es posible el retorno. En la mujer
el fracaso en colocar un significante paterno que de cuenta del a como causa de deseo, podrá
reenviarla a la madre en busca de resolver el enigma por aquello que de su ser ha quedado como
faltante en la solución fálica.
En el punto de fracaso del sistema deseo-ley, puede quedar rehusada la castración como reguladora
del deseo. Y al producirse la demanda de respueta a la madre, pueden darse situaciones de cocodrilo,
ya que no que otra opción que la de realizarse como objeto de su fantasma para dedicarse al goce del
Otro. Se tarta de una demanda inferna “dame un ser”, la hija busca un saber (S2) en la madre; le
supone un significante para nombrarla. Y en tanto esta nola remita a otro lugar, se establecera esa
suerte de pacto que significara la relación gozosa entre ellas. Si la madre acepta responder, ella misma
se presentara en el lugar de S1, poniéndose en juego esta ley insensata por la cual su respuesta será
injuriante.
La incompetencia materna es para el deseo, los hijos, tomados como objeto de goce, no la dejan
insatisfecha y se presenta una dimensión superyoica de la cual dan cuena las voces y mandatos
desasidos del deseo ley. Entre ambas estragadas, madre e hija, objeto mutuo de fantasmas, se
establece una circularidad en la que los papeles de victima y déspota se rotan. Pero dichos fantasmas
no provienen de conflictivas de rivalidad pasibles de ser interpretadas. El sesgo significante se
encuentra opacado, la metonimia propia de la falta se presenta deternida por la suspensión de la
funcion simbolica del NdP y obturada por fantasmas fijos que velan y revelan la dimensión lógicamente
previa, de deseo de la madre. Retorno de un estatuto de deseo cuya particularidad es ser estragante.
Hablamos de Abarrado en términos de Deseo del Otro: hablamos de Deseo de la Madre por apres-
coup, si hay metáfora paterna fue deseo, si hay forclusión del NdP fue goce de la madre.
Hay dos presentaciones clincias del estrago:
1) Modalidad en la que el objeto a consera su manifestación a través de un significante especial que
expresa la presencia del superyó en la forma de voces imperativas de la madre (S1→a)
2) Modalidad en la cual entre madre e hija aparece un objeto con significado fálico, que no funciona en
la dialéctica ᵠ -ᵠ, sino como ᵠ positivizado con el cual se pretende eludir la castración.
A pesar de la dramaticidad de las presentaciones, la significación fálica se ha producido lo que nos
autoriza a hablar de neurosis. Son neurosis con predominio de goce superyoico, momentos de
predominio de a, goce de objeto en el fantasma materno.
El significante paterno ha intervenido pero se encuentra suspendido. El objeto a no funciona como
causa de deseo, sino articulado al fantasma, reduciéndose progresivamente la funcion de -ᵠ. En estas
condiciones surge la angustia, falta la falta. Se establece un imaginario y un real sin casi intermediación
simbolica. Lo estragado es la eficacia simbolica, con la consecuente inflación imaginaria.
La dirección de la cura consiste en separar a la hija de la madre. Operación que solo es eficaz
reintroduciendo el significante paterno y la identificación simbolica como modo de obtener un ser y un
nombre.
Lacan considera indispensable la reconducción a la referencia simbolica para llegar a la pacificación del
Deseo materno e introducir un corte en el circuito de la angustia y objeto a del vinculo estragado. Esta
encrucijada es estructural, ya que la identificación al rasgo viril, el significante que arma clase, da un ser
en el que la cuestión singular de la mujer queda como faltante. Por este paso se consigue que el objeto
vuelva a funcionar como objetivo para el deseo y se abre la posibilidad de llevar el enigma hacia algo
que esta mas alla.
Si a partir de aquí algo pudiera desplegarse, devendrá de la eficacia analítica sostenida en un deseo
mas alla del deseo-ley, para lograr alguna forma de inscripción del a en lo simbolico, diferente del NdP y
del sistema ᵠ -ᵠ.
Conducida de este modo una segunda instancia del análisis, se tratara de la revelación de lo que se es
como objeto, con un saber. Afirmación de un ser distinto a aquel que hace clase, por relación a un
significante singular, con el que fuera posible bordear, nombrando, la causa del deseo.

DAMIANO Y SUAREZ (2012) Amores que devastan: La pareja- Falo imaginario.


Vamos a explorar el problema de la devastación del sujeto en el ejercicio del amor.
En nuestra indagación clínica ponemos el acento en cierto pathos correlativo a la dimensión del amor
mas alla del narcisismo. Ese pathos calificado con el termino estrago define un arrasamiento de la
dimensión del sujeto cuando esta tomado por un real que lo avasalla.
El estrago amoroso. Dice Lacan: “el amor pide amor. Lo pide sin cesar. Lo pide …aun. Aun es el
nombre propio de esa falla de donde el Otro parte la demanda de amor”. Este rasgo se caracteriza por
la intensidad de la demanda de amor cuya insistencia que no cesa aspira a realizar un Todo
conduciendo a lo pero.
El abordaje del amor supone el axioma de la no relación sexual. Lo que tiene como consecuencia
alejarnos de cualquier enfoque idealizado del amor. De comparaciones y valoraciones. Todos los modos
de amor son sintomáticos, cada uno tiene sus efectos patológicos y a la vez, son suplencias, formas de
arreglárselas con la falla de estructura.
Lacan retoma la perspectiva freudiana y demuestra que la relación con un objeto siempre fue la relación
con el objeto perdido, con la falla de objeto, y en todo caso como el ser hablante va encontrando
sustitutos a esa falta original.
Hoy no las vemos con sujetos para los que la ruptura de la pareja arroja gravísimas consecuencias, o
que no pueden estar solos y reconstituyen inmediatamente mas o menos una relación en la que repiten
el fracaso anterior o aquellos que para que el vinculo se sostenga están dispuestos a soportarlo todo y
resignar su dignidad subjetiva, además de todos los rasgos de una demanda de amor intensa, continua,
sin limites y sin posibilidades de satisfacción. Tambien podemos incluir a aquellos sujetos que prefieren
no enamorarse para no caer en ella.
Tradicionalmente teníamos el funcionamiento de las estructuras elementales del parentesco y las reglas
de la alianza que definían y diferenciaban simbólicamente las mujeres permitidas y las prohibidas. Tal
ordenamiento lo vinculamos al orden de la ley, el Edipo y la castración, aquello que en la demanda del
sujeto viene a ordenar su elección amorosa. A este orden simbolico Lacan lo distingue de “Las armonias
imaginarias”. El discurso de la pasión amorosa desplaza y viene a sustituir el lugar del funcionamiento
simbolico. Desplazamiento hacia lo imaginario como fundamento del lazo.
Una relación de objeto concebida por adelantado como armoniosa y uniforme, como si cada cual
encontrara su media naranja, sin detenerse a pensar siquiera para conocer la opinión de la comunidad.
En la modernidad comenzia a instituirse la pasión amorosa como el significante amo que pasara a
dominar los lazos de pareja y que pregona el principio fundamental que va a suponer la caída de las
reglas de la alianza y la libre elección del partenaire.
El Concilio de Letras aggiorna el matrimonio exigiendo el consentimiento libre. Esto desemboca en un
tipo de elección que vale por lo imaginario y el reinado de lo imaginario se constituye en el embrague
para que todo aparato publicitario y de mercado opere sobre la elección de objeto.
Libertad de elección y consentimiento mutuo por fuera del orden simbolico existente conduce al borde
de la elección de objeto incestuoso. Se van a parecer cada vez mas a la elección entre hermanos,
padre e hija, madre e hijo, en el sentido imaginario del termino.
Lo simbolico se desplaza hacia algo que va a hacer de nexo, de copula entre los dos partenaires, el falo
imaginario. Y el modelo sobre el cual se basa es la relación madre hijo.
La pareja madre-hijo esta articulada por el elemento tercero que es el falo imaginario. Aquello que viene
a colmar la falta, la primera, la esencial, que es la falta materna, la madre imagina que el niño es todo lo
que ella le falta.
La relación inicial niño-falo constituye un paradigma para pensar la clínica actual.
Hablamos de falo imaginario porque es el momento en el que el niño imagina que la madre tiene falo,
un falo imaginado donde no lo hay. Un momento que será seguido por la eficacia de la castración. Pero,
mientras tanto, hay una niña falo imaginario, una pareja falo imaginario, un partenaire falo imaginario. El
niño mismo cree ser la prolongación del falo materno en todo tipo de variantes.
Este falo imaginario se caracteriza por:
- Se articula en una temporalidad presencia-ausencia fugaz, evanescente.
- No se encuentra en un lugar fijo, se desplaza, se pasea, es una isla a la deriva.
- Es un falo que se instala antes de la diferencia de los sexos, predomina la ambigüedad sexual.
Cualquiera es, cualquiera tiene, juntos somos, juntos lo tenemos.
Si aplicamos este modelo a la pareja encontramos máxima pasión, felicidad, ilusión, que da el modelo
de una pareja perfecta. Soy lo que al otro le falta, el otro es lo que a mi me falta. Iluminados por el amor
falo imaginario, no hay falla.

ZANGHELLINI (2005) La disparidad y la paridad en el amor.


El amor es una investigación y una forma de tratamiento de lo hetero del otro.
El amor se sostiene en lo dispar y sostener una forma de dos es un proceso de trabajo que supone el
sostenimiento de la no proporción sexual. Esta es corrosiva y empuja el Uno que debilita la autoridad.
El amor supone trabajo que se realiza entre el tiempo de cuando el dos se expande, que se constituye
la escena propia, se hacen las investigaciones compartidas del mundo y la fase donde opera la
corrosividad del no hay proporción sexual que insiste contra el dos como tal, cuando el Uno se relame y
el partenaire se cubre de mezquindad interesada de su propia completud.
La relación de amor entre dos singularidades es el reino de lo dispar. En tanto el amor y no el
enamoramiento es lo que sostiene esa disparidad. De allí que en los momentos del retorno de la falta de
proporción sexual, el sujeto de la época apela al contrato.
El dispositivo analítico es uno de los pocos lugares contemporáneos que propicia un tratamiento
diferente de la disparidad en tanto el amor de transferencia que es amor de la disparidad.
Si hay formas de tratamiento, estos son de la paridad, de los nuevos términos del contrato, pero lo que
no puede haber tratamiento es del amor. En el amor se soporta la disparidad. Pero entonces que es el
amor si lo definimos como un sentimiento, es decir un sentir-mento.
El acto que enuncia “te amo” es pura temeridad, sin garantías contractuales

MILLER (1998) El hueso de un análisis


El goce no es posible sin referirlo al cuerpo. Solamente un cuerpo puede gozar. La articulación
significante es independiente de cualquier referencia al cuerpo.
El primer Lacan creyo poder dejar el cuerpo fuera de lo simbolico, exterior a la articulación significante.
Empezó situando el cuerpo en lo imaginario, como cuerpo especular del estadio del espejo, y a la libido
circulando entre a y a’ como libido del yo. El inconciente no hacia intervenir lo corporal sino como
simbolizado.
Pero su construcción no puede sostenerse sin que haya en lo simbolico una satisfacción que apunte al
sujeto. Satisfacción puramente significante, un goce sin cuerpo: el reconocimiento. El sintoma es
definido como falta de la satisfacción significante del reconocimiento. Es la satisfacción del sujeto, como
falta en ser, que le viene del Otro de la palabra como lugar del significante.
El cuerpo se va a introducir en la enseñanza de Lacan porque la libido exige la referencia al cuerpo. En
Freud es la pulsión. Además el concepto de castración exige una referencia al cuerpo. El cuerpo se va a
introducir con la condición de ser simbolizado, mortificado. El cuerpo es introducido como falo en tanto
partes significantizadas del cuerpo y por eso mortificadas, es (-ᵠ).
Lacan, siguiendo a Freud, introduce el cuerpo como pulsión, tornándola equivalente a la demanda.
Reduce la pulsión a una articulación signficante. El cuerpo aparece como esos objetos parciales que
presenta como objetos significanes de la demanda. El goce que no puede ser mortificado, anudalo lo
escribe (ᵠ).
Finalmente el cuerpo entra como objeto a. El cuerpo mortificado por el significante deja lugar a
excepciones, restos suplementarios que escapan a la mortificación y que son los objetos a.
El deseo viene del Otro y el goce del lado de La Cosa. Para que haya goce, aun si es el goce residual
del plus-de-goce es necesario el cuerpo vivo. Existen dos efectos del significante en el cuerpo una la
mortificación y otro la producción de plus-de-goce. El significante mata al goce al mismo tiempo que lo
produce.
Lo esencial es que el significante es causa de goce, que tiene una incidencia de goce sobre el cuerpo,
el sintoma. Eso viene al mismo lugar del fantasma, excepto que este supone una distinción radical entre
el orden del significante y el del goce. Aparece como una mediación entre esos dos ordenes, en tanto
que el sintoma inscribe una relación mas directa entre significante y goce. La nueva definiciondel
significante para Lacan es que el significante como tal se refiere al cuerpo y esa referencia se hace
sobre la modalidad del sintoma. Donde en Freud existe la pulsión en Lacan esta el sintoma.
El goce del cuerpo es el goce de un cuerpo habitado por un sujeto del significante, no es un goce en
bruto, anterior al significante. En el parletre el goce del cuerpo se vincula al significante y aparece como
su consecuencia. Lacan hace entrar al cuerpo en psicoanálisis al mismo tiempo en que hace entrar el
goce de la palabra. El parletre goza cuando habla. La simbolización no solo no anula el goce son que lo
sostiene. No solo sobre el cuerpo propio la palabra tiene efectos de goce, tambien lo tiene sobre el
cuerpo del Otro.
Esta perspectiva comporta un cuestionamienot del termino sujeto, porque el sujeto es un elemento
simple mortificado que Lacan definio como falta en ser. Sustituyeel sujeto por el parletre que es lo
contrario de falta en ser, es el sujeto mas el cuerpo (sustancia gozante).
El Otro del que se trata en la pareja-sintoma no es mas un cuerpo mortificado, vaciado de su goce, sino
que es un cuerpo vivo. Y eso nos obliga a percibir que este cuerpo es sexuado. El parletre tiene también
un cuerpo sexuado y es por eso que se ubica la cuestión de la relación sexual, cuestión apagada en la
perspectiva de la relación del sujeto al Otro.
En el nivel de la palabra hay una relación entre el sujeto y el Otro. El Otro que tiene el código es el que
puede dar respuestas, lugeo, el sujeto esta en una relación necesaria con el. Lógica de la relación
significante del sujeto al otro. Pero, en el nivel sexual, no hay relación significante necesaria entre el
Uno y el Otro. Y a nivel sexual la relacino pasa por el goce del cuerpo y de la legnua, por el sintoma
¿Que significa el termino pareja-sintoma? La relación de la pereja supone que el Otro se torna el sitoma
del parletre, se torna un medio de goce.
El hueso de la cura es el sintoma y mas precisamente la pareja sintoma. Un mode de gozar,
primeramente, del saber inconciente, de la articulacino significante y del significado, y por eso mismo,
en segundo lugar, un modo de gozar del cuerpo. Del propio como el cuerpo de cualquier otro.
El hueso de una cura es lo imaginario, el final de análisis consiste en superar el plano de lo imaginario;
si el hueso de una cura es la identificación fálica, el final del análisis es dejar caer las identificaciones y
si el hueso de la cura es el fantasma, el final del análisis será su atravesamiento. Si el hueso de la cura
es el sintoma, el final del análisis será identificarse al sintoma.
El sintoma no lo hacemos caer, no se atraviesa. Con el sintoma tenemos que vivir. Identificarse al
sintoma significa que yo soy tal como gozo. Algo esencial y es que el pase no es un simple caso de
desinvestitdura libidinal. Ninguna desinvestidura puede impedir que permanezca el sintoma como modo
de gozar.
La pareja-sintoma es una nueva definición del gran Otro, definido como medio de goce. Concierne al
gran Otro de dos formas: el Otro se revela como representado por el cuerpo y como lugar del
significante, ya que la promoción del cuerpo en Lacan no anula al Otro como lugar del significante, sino
que destaca que el significante mismo es un medio de Goce. De ahí el no hay relación sexual, quiere
decir que el parletre como ser sexuado no hace pareja a nivel del significante puro sino a nivel del goce
y que esa relación es siempre sintomática.
El goce se produce en el cuerpo del Uno a través del cuerpo del Otro. Ese goce es siempre autoerotico,
autístico, pero, al mismo tiempo siempre aloerotico, porque siempre incluye al Otro y es preciso
mantener esos dos aspectos juntos para no perderse.
Tomemos el modelo del goce autoerotico, la masturbación masculina. Es autoerotica pero se produce
con un sentimiento de exterioridad con respecto al cuerpo y es ahí que el cuerpo propio se revela como
cuerpo del Otro, en el momento del goce.
El goce fálico, como autoerotico, se produce fuera del cuerpo.
El goce femenino en funcion del No-Todo, su lugar de goce, no esta fuera del cuerpo sino que se
produce en el cuerpo. Sin embargo ese cuerpo no hace un Todo, no tiene unidadm de lo que se deriva
que el cuerpo femenino sea el goce otrificado. Lacan dice que la mujer es Otra para ella misma.
La inclusión entre los hombres o las mujeres para el psicoanálisis es una cuestión de elección. Esas
estructuras significantes del cuerpo determinan la pareja-sintoma como medio de goce. La estructura
del Todo x determina necesariamente la pareja-sintoma del hombre a partir del pequeño a, mientras que
la estructura significante del No-Todo determina la pareja-sintoma del lado femenino como gran Otro
barrado.
El pequeño a es una unidad de goce, discreta, separable, contabilizable, podemos localizarlo,
enumerarlo, referirlo a la existencia. Del otro lado, la pareja es forzada a tomar la forma del No-Todo.
La pareja-sintoma del hombre tiene la forma del fetiche, mientras que la pareja-sintoma del parletre
femenino tiene la forma erotomaniaca.
El modo de gozar de la mujer exige que su pareja le hable y la ame. Para ella el amor esta tejido en el
goce y es preciso que la pareja sea Abarrado, que el sea aquel al que le falta alguna cosa y que esta
falta lo haga hablar. Para el hombre, su modo de gozar exige que su pareja responda a un modelo y
que puede ir hasta la exigencia de un pequeño detalle, pequeño a. El goce masculino puede ser
sostenido por el silencio (homosexualida, prostitutas, masturbación). Para el hombre el goce siempre
tiene algo del limitado, cinrcunscripto, localizado y contable. Esa estructura de goce se reencuentra
impuesta a la pareja sintoma.
Del lado femenino, el parletre impone a la pareja una forma distinta en funcion de lo ilimitado del goce.
La demanda de amor en la sexualidad femenina desempeña un papel incomparable con el masculino.
El Todo no esta formado, el todo no hace Uno y eso se abre hacia el infinito, mas alla de todo lo que
puede ofrecérsele como prueba. Demanda que incide sore el ser de la pareja y que queda al desnudo
en su forma erotomaniaca, la de que el otro la ame. Lacan puede decir que todas las mujeres son locas
porque ellas tienen como pareja el Abarrado, pero todos los hombres son brutos por el detalle de su
fantasma.
Para la pareja parletre femenino hay dos axiomas. Primero, para amar es preciso hablar, el amor es
inconciliable sin la palabra, porque amar es dar lo que no se tiene y no se puede dar lo que no se tiene
a no ser hablando, porque es hablando que damos nuestra falta en ser. Segundo axioma para gozar es
preciso amar. Esta es una exigencia del lado femenino y podría escribir la secuencia: hablar, amar,
gozar. No se puede gozar sin del habla, con referencia del habla de amor.
El hombre puede gozar sin palabras y sin amor pero es una pequeña cuota de goce. Ella goza por
amor. La demande de amor en su carácter potencialmente infinito retorna al parletre femenino.
El hablante femenino como el No-Todo que se dirige a la pareja, se dirige por la demanda de amor,
potencialmente infinita y que le retorna bajo la forma del estrago.
En funcion de la estructura del No-Todo, la pereja del sintoma de la mujer se torna la pareja estrago.
El estrago es la otra cara del amo, es el retorno de la demanda de amor, que es como el sintoma
excepto que tiene un índice infinito. El sintoma tiene algo de localizado, por eso podemos hablar de
sintomatología, podemos identificar síntomas. Mientras que el sintoma del lado femenino es marcado
por el infinito de la estructura del No-Todo.
Hablamos de devastación cuando hay un saqueo que se extiende a todo, que no termina, que no
conoce limites y es en funcion de esa estructura que un hombre puede ser para la pareja estrago de
una mujer, para lo mejor y para lo peor, porque en la palabra ravage (estrago) hay ravie (deslumbrar) y
ravissement (deslumbramiento). Entonces un hombre puede ser una devastación para una mujer, pero
puede ser también el modo por el que acontece su deslumbramiento, conducir a un estado de felicidad
extrema.
En la relación entre los sexos, hay una mutacion que va en el sentido de una igualdad, entre la relación
entre los sexos viene a imponerse el discurso jurídico. Este discurso es de reparto del goce y en el
fondo eso implica, del lado femenino, un cierto abandono del infinito, la adopción del modelo masculino
pero bajo la forma del sembleante. Es una mascara.
La mujer moderna tiende a hacer del hombre un pequeño a, ella dice “eres apenas un medio de goce” y
eso va junto con la desvalorización del amor, pero no es verdad, es puro teatro. Cuando juegan a
separar la actividad sexual del amor para hacer como los chicos, eso se le torna problemático, para
ellas como para los chicos.
Del lado del hombre, la relación parajea-sintoma se escribe (a→Abarrado) mientras que del lado mujer
se inscribe (A→a).
La mujer es llevada a hacerse fetichizar en la relación de pareja, a sintomatizarse, se ve forzada a
velarse, a enmascararse y acentuar su semblante. Ella hace de su pareja un Abarrado, porta qque de
su goce ella nada sepa. Mientras que el hombre fetichiza a la mujer al precio de eclipsarse en su
fantasma. Un hombre no sabe mucho mas de su goce que una mujer, el sabe mucho mas sobre los
detalles que condicionan su goce pero eso es menos interesante.
El masoquismo femenino es una apariencia. Es erotomanía porque no es que el le pegue lo que cuenta,
es que ella sea su objeto, que ella sea su pareja-sintoma, y tanto mejor si eso la devasta.

UNIDAD 8. Otros dispositivos clínicos

La clínica analítica en dispositivos diversos. El hospital: Urgencia, Interconsulta, Cuidados paliativos.


Rehabilitación. La vejez y la clínica. La cárcel. El centro comunitario.

FREUD (1981) Los caminos de la terapia psicoanalítica.


Hemos formulado nuestra tarea médica de este modo: llevar al enfermo de neurosis a tomar noticia de
las mociones reprimidas inconcientes que subsisten en él, poniendo para ello en descubierto las
resistencias que en su interior se oponen a tales ampliaciones de su saber sobre su propia persona. No
siempre el descubrimiento de esas resistencias garantizará su superación; pero esperamos alcanzar
esa meta aprovechando la trasferencia del paciente sobre la persona del médico, para que él haga suya
nuestra convicción de que los procesos represivos sobrevenidos en la infancia son inadecuados al fin y
de que una vida gobernada por el principio de placer es irrealizable.
Llamamos psicoanálisis al trabajo por cuyo intermedio llevamos a la conciencia del enfermo lo anímico
reprimido en él. «Análisis» significa desintegración, descomposición. Los síntomas y exteriorizaciones
patológicas del paciente, como todas sus actividades anímicas, son de naturaleza compuesta; sus
elementos están constituidos por motivos pulsionales. Sobre estos el enfermo no sabe nada. Le damos
a conocer la composición de esas formaciones anímicas complejas, reconducimos los síntomas a las
mociones pulsionales que los motivan, pesquisamos dentro de los síntomas motivos pulsionales
desconocidos para el enfermo. Aun respecto de exteriorizaciones anímicas normales, le mostramos que
su motivación le era conciente sólo de manera incompleta, que otros motivos, no discernidos
cooperaron en ellas.
Explicamos el querer-alcanzar sexual de los seres humanos separándolo en sus componentes, y
cuando interpretamos un sueño procedemos a dejar de lado al sueño como un todo y hacemos que la
asociación vaya anudándose a sus elementos singulares.
Asi hemos analizado al enfermo, hemos descompuesto su actividad anímica en sus ingredientes
elementales, pesquisando elementos pulsionales separados y aislados. Parecería natural exigirnos que
lo ayudáramos a obtener una nueva y mejor composición de ellos. Tras el análisis de la vida anímica
debe seguir su síntesis. No considero que esa psicosíntesis constituya una nueva. Es una frase hueca.
El neurotico nos ofrece una vida anímica desgarrada por resistencias, y al paso que la analizamos y
eliminamos estas, ella va integrando en la gran unidad de su «yo» las mociones pulsionales hasta
entonces escindidas de él y ligadas aparte. La psicosíntesis se consuma en el analizado sin nuestra
intervención, de manera automática e inevitable. Creamos sus condiciones por medio de la
descomposición de los síntomas y la cancelación de las resistencias.
El desarrollo de nuestra terapia emprenderá otros caminos, sobre todo aquel que Ferenczi ha
caracterizado como la «actividad» del analista. Acotamos nuestra tarea terapéutica por medio de estos
dos contenidos: hacer conciente lo reprimido y poner en descubierto las resistencias. En ello somos
activos. Pero, ¿debemos dejar al enfermo librado a sí mismo, que se arregle solo con las resistencias?
¿No podemos prestarle ningún otro auxilio que el que experimenta por la trasferencia? ¿No parecería lo
indicado socorrerlo trasladándolo a la situación psíquica más favorable para la tramitación deseada del
conflicto? El logro del paciente depende también de cierto número de circunstancias externas.
¿Vacilaríamos en modificar esta última interviniendo de manera apropiada? Esta clase de actividad es
inobjetable y está justificada. Se nos abre aquí un nuevo campo para la técnica analítica. Destacaré un
principio soberano en este campo: la cura analítica debe ejecutarse en un estado de abstinencia
(privación). Por abstinencia no debe entenderse la privación de una necesidad cualquiera, ni la
abstención del comercio sexual; se trata de algo que se relaciona con la dinámica de la contracción de
la enfermedad y el restablecimiento.
El paciente enfermó a raíz de una frustración y sus síntomas le prestan el servicio de satisfacciones
sustitutivas. En el curso del análisis toda mejoría aminora el tempo del restablecimiento y reduce la
fuerza pulsional que esfuerza hacia la curación. No podemos renunciar a esta fuerza pulsional; su
reducción sería peligrosa para nuestro propósito terapéutico. Entonces, el requisito que se nos impone
como inevitable, es el de cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente en una medida
decisiva. Si la descomposición y desvalorización de los síntomas lo han mitigado, tenemos que erigirlo
en alguna otra parte bajo la forma de una privación sensible; de lo contrario corremos el riesgo de no
conseguir nunca otra cosa que mejorías modestas y no duraderas.
El peligro amenaza desde dos lados. Por una parte, el paciente, cuya condición de enfermo ha sido
conmovida por el análisis, se empeña con la mayor diligencia en procurarse en remplazo de sus
síntomas nuevas satisfacciones sustitutivas, que no van acompañadas de padecimiento. Se vale de la
desplazabilidad de la libido liberada para investir diversas actividades, preferencias y hábitos,
elevándolos a la condición de satisfacciones sustitutivas. De continuo halla tales desvíos nuevos por los
que se escurre la energía necesaria para la empresa de la cura, y sabe mantenerlos en secreto. La
tarea es pesquisarlos y pedirle que renuncie a ellos, por inocente que parezca la actividad productora de
satisfacción. En esas situaciones, la actividad del médico debe exteriorizarse en una enérgica
intervención contra las satisfacciones sustitutivas.
En cuanto al segundo peligro que amenaza a la fuerza pulsional del análisis, es más fácil prevenirlo. El
enfermo busca la satisfacción sustitutiva sobre todo en la cura, dentro de la relación de trasferencia con
el médico, y puede querer resarcirse por este camino de todas las renuncias que se le imponen en los
demás campos. Sin duda es preciso consentirle algo, según la naturaleza del caso y la peculiaridad del
enfermo. Pero no es bueno consentirle demasiado. Quien como analista, dispense al paciente lo que
todo ser humano tiene derecho a esperar del prójimo, renunciarán a fortalecerlo, a volverlo más
productivo en sus genuinas tareas. Al enfermo tienen que restarle muchos deseos incumplidos de su
relación con el médico. Lo adecuado al fin es denegarle aquellas satisfacciones que más intensamente
desea y que exterioriza con mayor urgencia.
Nos negamos a hacer del paciente que se pone en nuestras manos un patrimonio personal, a plasmar
por él su destino, a imponerle nuestros ideales y a complacernos en nuestra obra luego de haberlo
formado a nuestra imagen y semejanza. El propósito terapéutico no requiere una actividad tan osada.
Debemos aceptar también pacientes hasta tal punto desorientados para la existencia que es preciso
aunar el influjo analítico con el pedagógico. Pero esto debe hacerse siempre con cautela; no se debe
educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser.
Para concluir, querría considerar una situación que pertenece al futuro. Con relación a la enorme
miseria neurótica que existe en el mundo, lo que podemos remover es ínfimo desde el punto de vista
cuantitativo. Además, las condiciones de nuestra existencia nos restringen a los estratos superiores y
pudientes de nuestra sociedad. Por el momento nada podemos hacer en favor de las vastas capas
populares cuyo sufrimiento neurótico es más grave.
Ahora supongamos que una organización nos permitiese multiplicar nuestro número hasta el punto de
poder tratar grandes masas de hombres. Puede preverse que la conciencia moral de la sociedad
despertará y le recordará que las neurosis no constituyen menor amenaza para la salud popular que la
tuberculosis. Se crearán entonces sanatorios a los que se asignarán médicos de formación
psicoanalítica, quienes, aplicando el análisis, volverán más capaces de resistencia y más productivos a
hombres y niños. Estos tratamientos serán gratuitos. De todos modos, alguna vez ocurrirá. Cuando
suceda, se nos planteará la tarea de adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones. Nos veremos
precisados a buscar para nuestras doctrinas teóricas la expresión más simple e intuitiva. También es
probable que en la aplicación de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a alear el oro puro
del análisis con el cobre de la sugestión directa. Pero cualquiera que sea la forma futura de esta
psicoterapia para el pueblo, no cabe ninguna duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes
seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso.

COCCOZ (2007). La inserción social del psicoanálisis.

UZORSKIS (1997). El interconsultor Psi en territorio médico: Actuales posibilidades y


limitaciones de la clínica de la subjetividad del paciente con enfermedad médica.

TAUBENSLAG DE GRIGERA (1997). La primera entrevista de Interconsulta Medico-Psicologica


en el hospital general.

DELGADO (1999). Hospital de Día y Clínica de los Bordes.

BRACERAS. Consideraciones sobre lo paliativo.


Intentaremos analizar una práctica actual, que más acá de sus antecedentes, ha devenido otra, según
las condiciones de posibilidad del posmodernismo neoliberal y globalizado.
La condición de producción y circulación académico-hospitalaria de esta 'especialidad' de borde en el
campo de la medicina, no es una continuación de la piadosa atención al moribundo del siglo XIX, hay
una discontinuidad marcada por el cambio del soporte subjetivo de la práctica: ya no es el enfermo
'moribundo', sino el 'terminal'. Las complicaciones del enfermo terminal se consideran irreversibles, por
lo que no es legítimo realizar ninguna medida de recuperación o maniobras activas, en función de no
poder revertir el curso 'natural' del tránsito mortal.
Esta mutación en el plano de la enunciación encubre las variaciones en la posición simbólica de la
función del médico (cada vez más funcionario de la ciencia y el mercado) como del paciente
(categorizado, medido, incluido o excluido en calidad de cliente, usuario o consumidor).
Las condiciones de producción del discurso sobre lo paliativo combina el discurso universitario y de la
histeria. De la modalidad del Discurso universitario, se enarbola el ideal de un saber documentado,
reproducible y universal. De la histeria, lo paliativo superpone la identificación a la 'víctima' y el sostén al
'amo', amado, odiado, admirado, reprochado, siempre disculpado y perdonado. Reivindicado.
Esta intervención no implica una crítica de la función de asistencia al paciente. Es una impugnación a la
pretensión de un discurso único, en cuanto práctica clínica de asistencia a pacientes 'insanables', desde
el punto de vista de la medicina. Práctica en la que las condiciones de ambos sujetos (equipo medico y
pacientes) son los efectos de la castración, subjetivamente representada por el miedo a la muerte
(Freud) o la proximidad a la inconsistencia o inexistencia del Otro (Lacan). Lo que se juega en esta red
de prácticas es la confrontación con la inexistencia del garante de la inmortalidad y la imposibilidad del
encuentro armonioso con lo Otro. Condiciones que comparten otros sujetos: familiares, cuidadores,
allegados, psicoanalista. La posición subjetiva que se sostenga respecto de la castración, determinará
la modalidad del lazo social, en la práctica.
Esta tesis comparte discriminación entre prácticas de presentación y prácticas de representación. Hay
prácticas en que los sujetos se presentan y prácticas en que son representados. Son operaciones
diferentes. Las primeras son los acontecimientos en que los pacientes, médicos, enfermeras, se
pronuncian, se expresan a través de la palabra y de los hechos, hablan en nombre propio, aunque se
incluyan en una clase o grupo identificado por algún rasgo común (nosotros los oncólogos, nosotros los
pacientes). En esta figura el enunciador es interno, hay afirmación subjetiva. El que enuncia es el sujeto
de la práctica. En cambio, ciertas prácticas en Cuidados Paliativos tienen como objetivo representar los
intereses, necesidades y deseos del enfermo 'terminal' y su entorno. Los pacientes son hablados, desde
prácticas académicas, divulgación mediática y política asistencialista. El enunciador es externo, se trata
de la forma impersonal característica del discurso científico, el 'objetos de estudio'.
La diferencia no es gramatical, hay mutación en la posición subjetiva. Con esta operación desaparecen
las dos dimensiones de lo real en la estructura del sujeto: la muerte y la diferencia de los sexos. Se ha
transformado en una calificación: 'terminal', lo que constituye el final de una cosa. Se pasado de un
verbo substantivado 'morir' y sus respectivos géneros (masculino/femenino), al adjetivo calificativo sin
diferenciación genérica, que se aplica a cosas y a objetos. En el pase se extravia la vida que aún
persiste en el moribundo o moribunda, y la distinción de los sexos.
Así como la 'solución final' era un eufemismo para el desconocimiento de la decisión de acabar con la
vida humana. Calificar como 'terminal' es ingresar a una clasificación definitiva, sin posibilidad de
sustracción, sin deslizamiento hacia otro estado que no sea el de cadáver. Es una operación de de-
subjetivación. En esos casos la liberación de la responsabilidad médica, del equipo tratante, deriva al
costado más 'humanitario' de la medicina, la asistencia del paciente más delicado, autorizándose la
desimplicación: 'Yo ya no tengo nada que hacer'. Los cuidados paliativos son el lugar para esa nada
abstracta, donde la propuesta de un saber hacer con la muerte, totalizante y sistemático, abre la puerta
a la canallada. La indeterminación del estar más o menos a corto plazo 'moribundo' o sin expectativa de
intervención curativa, se anula con la determinación del ser 'terminal'; la jerga impone la certeza del
destino. Así lo establece una posición de enunciación trascendente, sostenida en un saber referencial
estadístico, que pre-existe y subsiste a la situación singular.
No habrá lugar para el advenimiento de un sujeto, que en su singularidad pueda hacer un trabajo de
'cura' con aquellos que sostengan el vínculo terapéutico. Para el sujeto, la ética respecto de sus actos,
no está en el cumplimiento de 'programas del buen morir', sino que, con el apoyo de los soportes
necesarios para contar con las mejores condiciones posibles de autonomía disponible, no renuncie a su
deseo, ni enajene su voluntad en conformidad con una uniformidad prescripta.
La expresión dilema ético o moral alude a una situación en la cual dos valores morales entran en
conflicto, de tal manera que cada uno de ellos puede ser protegido sólo a expensas del otro.
Tal vez, que las decisiones ligadas al final de la vida, sean vistas como dilemas, sea el verdadero
problema: si se despliega suficientemente el armado de 'un caso clínico', dándole lugar a la singularidad
del sujeto y a las condiciones particulares de la estructura familiar, social, de la que forma parte,
difícilmente, la solución se presente como una disyuntiva entre dos términos contrapuestos.
La vida presenta aristas más diversas que las alternativas de los sistemas binarios, con los que el
reduccionismo pretende tratar lo humano. Lo que presenta la estructura del ser hablante, y sexuado, es
la complejidad de lo polisémico, creativo e incalculable; sistema abierto, donde siempre es posible hallar
o construir, una nueva significación, una respuesta impensada, un salto al límite. La inconsistencia, lo
inacabado, lo que no cierra, no siempre es déficit, también es posibilidad.
Si desde enfoques lógicos tratamos de captar problemáticas éticas ligadas al final de la vida, tengamos
en cuenta otros razonamiento frecuentes, en las difíciles situaciones de toma de decisiones respecto de
los pacientes insanables: las falacias. La falacia, es una maniobra discursiva destinada a conseguir que
alguien acepte una afirmación u obedezca una orden por motivos que no son buenos. Se trata de un
razonamiento engañoso que parece correcto pero no lo es. No es un razonamiento válido, porque las
premisas no apoyan a la conclusión: Esto significa que siendo la premisa verdadera, la conclusión
puede ser falsa, 'fallir', alude a engaño y ocultamiento.
La nominación 'enfermo terminal', como premisa conducente a un razonamiento persuasivo, pero
lógicamente defectuoso: incorrecto e inválido. La construcción no resulta ingenua, la aceptación y
rechazo de las afirmaciones donde 'enfermo terminal' funciona como sujeto gramatil, no dependen de
'buenas razones', de lógica interna, correspondiente a la inmanencia de la situación clínica, sino que se
presta a motivos pre-existentes, y ajenos a los parámetros de la praxis ética.
Veamos el funcionamiento falaz del razonamiento deductivo del cual se sigue la definición en cuestión:
- Al paciente 'terminal' no se lo somete a intervenciones médicas curativas.
- Juan es un paciente 'terminal'.
- Por lo tanto a Juan, no se lo somete a intervenciones médicas curativas.
Razonamiento falaz:
- Al paciente 'terminal', no se lo somete a intervenciones médicas curativas.
- A Juan no se lo somete a intervenciones médicas curativas.
- Por lo tanto Juan, es un paciente es terminal.
Se pretende que la verdad de la premisa garantiza la verdad de la conclusión. La falacia de afirmación
del consecuente, consiste en invertir la segunda premisa y suponer que el razonamiento aún es válido.
Otra forma típica de falacia, es la seudotautología que consiste en una inversión de la prueba:
- El enfermo 'terminal' es un cuadro irreversible.
- Es irreversible, porque es 'terminal'.
Aquello que es efecto de una red de relaciones aparece como una propiedad inmediata de uno de los
elementos. Es la clásica "inversión fetichista". Se trata de una sustitución de una estructura de signos
por una esencia fijada a un nombre que asume la forma de una propiedad 'natural'.
Hay una brecha irreductible entre lo real y sus modos de simbolización, entre un nombre y su intento de
representar algo más o menos acabadamente.
'Terminal' se define, no por un contenido real, es un designante cuya naturaleza puramente performativa
hace coincidir su significación con el propio acto de enunciación, una operación autoreferencial, con la
forma lógica de la tautología: Enfermo terminal es alguien estigmatizado con el nombre de 'enfermo
terminal'. El así designado, se hará acreedor de toda la riqueza fantasmática de las características que
se supone distinguirían a los enfermos terminales.
No es un dato menor, que la derivación a la modalidad de Cuidados Paliativos para pacientes
'terminales', exime a los prestadores, de la obligación legal de provisión de recursos terapéuticos,
medicación y tecnología.
Los cuidados paliativos designan una parte importante de la práctica médica, continua, necesaria y
éticamente coincidente con la posición del Psicoanálisis, en cuanto clínica dirigida a la preservación del
Sujeto de deseo y a la reducción de las prácticas mortificantes, que lo destituyen de un lugar para la
vida y para el misterio de la muerte. Se elige cómo se trabaja, con la misma ética con la que se vive.

GATTO. M. Duelo anticipado y conspiración del silencio.


En nuestra práctica hospitalaria nos encontramos con distintas situaciones clínicas que ponen en
evidencia las dificultades en la comunicación entre el equipo médico y el paciente. Situaciones,
dolorosas, angustiantes, que derivan en una interconsulta al servicio de salud mental e implican todo un
despliegue de interacciones y estrategias que podrían evitarse o reducirse.
En nuestra cultura la vejez, la enfermedad y la muerte producen rechazo. La muerte o su proximidad
son innombrables. Los pacientes gravemente enfermos, portantes de las marcas del ser mortal, son
rechazados por la institución familiar y médica.
La comunicación de la enfermedad, sus complicaciones, el avance y las decisiones posteriores son
momentos cruciales en la vida de las personas. Y muchos médicos no saben o carecen de habilidades
justas para llevarlas a cabo con idoneidad.
Hay fenómenos que denuncian esta situación crítica: el duelo anticipado y la conspiración del silencio
El trabajo de duelo es un proceso intrapsíquico, consecutivo a la pérdida de un objeto de fijación y por
medio del cual el sujeto logra desprenderse progresivamente de dicho objeto. La existencia de un
trabajo de duelo viene atestiguada por la falta de interés por el mundo exterior que aparece con la
pérdida del objeto: toda la energía del sujeto es acaparada por su dolor y sus recuerdos hasta que el yo
se determina a romper su lazo con el objeto desaparecido. El trabajo de duelo es un proceso de
integración y de aceptación (dolorosa) de la pérdida. Luego del shock provocado por la ruptura de la
relación afectuosa y por la imposibilidad de llevar a cabo las actividades esenciales de la vida, aparece
una profunda tristeza. El vacío, la falta, la desesperación, pero también la búsqueda de referencias y de
elementos de comprensión en el proceso de la muerte y en la historia del difunto.
El duelo anticipado es la aparición del proceso de duelo antes de la pérdida real del ser querido. Se vive
la muerte como si ésta hubiera ocurrido cuando todavía no acaeció. Estos casos se dan cuando una
persona ve a su familiar amenazado de muerte por un diagnóstico revelado en forma violenta, cuando
un miembro de su familia agoniza o es portador de una afección letal. Algunos cambios físicos mayores
dan lugar a un duelo anticipado.
La idea de amenaza de muerte es fundamental en el diagnóstico del duelo anticipado. Ésta no
desencadena la sintomatología clásica del trabajo de duelo, sino un desapego, una anestesia
emocional, indiferencia total hacia la persona enferma, antes amada. La depresión no existe. No hay
tristeza, no hay llantos, no hay desesperación. Las visitas al enfermo se reducen. Las preguntas a los
terapeutas desaparecen. El paciente no recibe ayuda ni afecto. Se trata de un rechazo de vida que
evoluciona calladamente. Son indicadores psicosociales los que nos van a hacen tomar consciencia de
un duelo anticipado. Se va tomando una distancia progresiva de lo que no se es consciente. Esto
también les sucede a los profesionales de los equipos de salud.
Es primordial diferenciar pre-duelo de duelo anticipado. En el pre-duelo los familiares y el propio
paciente deben realizar el duelo de la irreversibilidad de su estado. Es un duelo completo en si mismo,
en algunos casos al enfermo ya no se lo reconoce, ya no es el de antes, ha sido transformado por la
enfermedad, ha perdido sus atributos positivos. El pre-duelo se da en un contexto de intercambio entre
el paciente y sus seres queridos. Así el enfermo logra sustraerse a su propia muerte ordenando
situaciones pendientes, atendiendo a las personas de su entorno, transmitiendo experiencias vividas,
siendo estas todas formas posibles de combatir la "piedad patógena".
El duelo anticipado incluye elementos de despersonalización. Es el duelo anticipatorio de la muerte. El
entorno muchas veces se impresiona, se asusta y pone distancia psíquica con el paciente, se genera un
cerco de silencio.
Curiosamente, la evolución de los conocimientos médicos ha aumentado la frecuencia de duelos
anticipados. Muchas veces los profesionales del equipo de salud no ayudan a evitar la aparición del
duelo anticipado, al no darle participación al paciente en los procesos terapéuticos y toma de
decisiones, poniendo el acento sólo en su órgano afectado, fragmentándolo, sin considerar al ser
humano en su integridad, transmitiendo indicaciones bruscas y distantes, que colaboran al
resquebrajamiento del sistema de apoyo ya desorganizado por la crisis del estado de enfermedad.
Otras veces los médicos, consultados por el enfermo o la familia respecto a los estados anímicos que
acompañan el proceso de la enfermedad avanzada, emiten "consejos" que exceden lo que concierne al
cuerpo orgánico, o medicalizan.
A veces ante la presencia del paciente se consultan pronósticos, se transmiten incertidumbres, se
plantean tratamientos de prueba, palabras y gestos que se pronuncian al lado de la cama del enfermo
como si él no estuviera allí. El enfermo, se vuelve transparente a los ojos de quienes lo rodean.
La conspiración del silencio es un acuerdo implícito o explícito de alterar la información al paciente por
parte de familiares, amigos y/o profesionales del equipo de salud con el fin de ocultarle el diagnóstico
y/o pronóstico y/o gravedad de la situación. Una vez que el médico ha comunicado el diagnóstico a la
familia, pero no al paciente, viene lo peor. ¿Qué decir y cómo? ¿No se vendrá abajo y dejará de luchar y
de tener ilusiones si se le dice la verdad desnuda? En muchos casos tratan de ponerse todos de
acuerdo sobre cómo no decir la verdad. Pero el enfermo se dará cuenta de las caras, gestos, tonos de
voz, evasivas, miradas huidizas, matices en las explicaciones, de unos y de otros. Y la mayoría llega a
saber lo que no se le dice claramente. ¿Y qué comunicarle al resto de la familia: hijos, padres,
hermanos, abuelos, amigos? A menudo, se duda o se retrasa en dar a padres la noticia del cáncer de
un hijo. Se teme que no la van a soportar debido a su precario estado de salud física o anímica.
La experiencia demuestra que reaccionan sin perjuicio para sí mismos en la mayoría de los casos, sea
asumiendo la situación, sea negándola. Mucha gente cree que lo mejor es no hablar del tema, que de
esa manera no se piensa en ello y se evita la preocupación. Pero esto no es verdad.
Existen dos dimensiones en la conspiración del silencio:
A) cuando la familia rechaza que se comunique la gravedad de la situación clínica al enfermo.
B) cuando la familia evita la comunicación abierta con el enfermo sobre su verdadera situación, aunque
el paciente esté informado.
En ambas el médico está involucrado, atrapado en una situación que no puede resolver. Las
consecuencias pueden traducirse en serios problemas emocionales para el enfermo. Se introduce una
barrera en la comunicación. Se puede manifestar en sentimientos de soledad, incomunicación,
aislamiento, y algo importante como la sensación de falta de comprensión.
Asimismo, la conspiración del silencio se encuentra en contradicción con la relación de confianza que
debe de existir entre el médico y el paciente. Si el paciente se siente engañado se puede potenciar
sintomatología ansiosa y depresiva, con un componente de miedo y de ira; esa situación emocional
disminuye el umbral de percepción del dolor y de otros síntomas, sin olvidar que se dificulta la necesaria
expresión de las emociones no sólo del paciente, sino del resto de la familia.
La comedia de que todo continúa igual, denuncia que no se sabe en absoluto qué decir, cómo actuar.
Con esta comedia no se trata de proteger al enfermo sino protegerse los demás de él. Los profesionales
de la salud cómplices de la conspiración, hacen como si no existiera la muerte.
Una de las consecuencias mas importantes es que se inhabilita al paciente para que pueda «cerrar» o
tramitar asuntos importantes que él podría querer resolver (legados, aspectos vinculares o
emocionales). Esta situación aporta dificultades en el entorno familiar para la elaboración del duelo.
A veces, el enfermo, aunque conozca su gravedad, tiene momentos o etapas de ilusión en que llega a
hacer proyectos a los que se refiere como si no contara con su cercana muerte. Esto hace que su
entorno no sepa qué responder, cómo actuar. Caen en la perplejidad y confusión. Situaciones como ésa
les llevan a redoblar el engaño, sin darse cuenta de que es normal que el enfermo tiene derecho a la
esperanza.
Dentro de los posibles factores desencadenantes de la conspiración del silencio, no vamos a negar las
dificultades de los familiares para comunicarse, ni la modalidad vincular de determinada familia. Pero
por sobre todo es la dificultad de algunos profesionales para abordar situaciones en que la
comunicación se hace difícil, como el hecho de dar noticias en relación a la proximidad de la muerte y
de hacerse cargo de las intensas emociones que se suscitan.
Cualquiera sea la edad o situación del paciente, el duelo anticipado y la conspiración del silencio son
procesos de desubjetivación, denuncian la dificultad en la comunicación y tiene consecuencias graves
ya que privando al paciente de sostén, deshumanizándolo, conlleva a la muerte anticipada.

AAVV (2013) La clínica y la vejez.

SOLER (2007) ¿Qué se espera del psicoanálisis y del Psicoanalista?


Voy a hablar de lo que se espera del lado analítico. Desde el punto de vista ético al comienzo del
análisis hay una violencia del acto analítico que se presenta asi: recibimos un sujeto que sufre y que
padece de cosas sobre las cuales él no puede hacer nada, sus síntomas. Son cosas que se le imponen;
si es del lado de la inhibición quiere hacer algunas cosas y no las puede hacer o es compulsión son
cosas que no quiere hacer pero que no puede impedirlo. Entonces, a este sujeto lo recibimos con una
acción y todo el dispositivo, le devuelve un mensaje implícito: que él es el responsable. Es un sujeto que
padece de algo que percibe como extraño, ajeno. Pero Freud lo invita a hablar, lo que significa que la
causa está en el paciente. Es algo a contrapelo de la expectativa de cuidado del analizante. A ese
sujeto que sufre, lo cargamos además con el peso de la responsabilidad. En cierta medida lo invitamos
a pasar de una alienación a otra. Un sujeto siempre es nacido en el vientre del otro del discurso y
soporta la alienación, los significantes del otro, el discurso del otro sobre él mismo, los imperativos, las
prescripciones, y nosotros para curarlo lo invitamos a entrar en otra, en la alienación del dispositivo
analítico que además le impone una regla de palabra.
Es importante volver a enfatizar el valor de la regla freudiana, porque con el desarrollo de las
psicoterapias la exigencia asociativa ha perdido su lugar. La palabra no es una palabra cualquiera, es
una palabra con la cual el sujeto no sólo busca contar su pequeña historia, su vida, acontecimientos
pasados y cotidianos. Se trata de una palabra casi imposible, una palabra sin censuras conscientes.
Esto es otra alienación que cargamos sobre él. Sabemos que es difícil obtener ese viraje de la palabra.
Es una regla imposible porque su sentido es que no se puede hablar sin censura. Esa restricción da
lugar a otra más fuerte que es que el paciente no puede decir cualquier cosa. Y mas se desarrolla un
análisis más constatamos que se vuelve siempre sobre los mismos surcos. Esto es lo que nos permite
acercarnos al inconsciente o al fantasma del paciente; si un paciente realmente hablara de cualquier
cosa, no podremos analizar. Pero además hay otra alienación, la del trabajo transferencial. En realidad
la violencia del acto no se percibe de entrada, algunos la perciben y no entran. No se percibe porque se
encuentra encubierta por la transferencia. Ella introduce al paciente en una ilusión, una espera.
Introduce la idea de ser tenido en cuenta que es la mejor manera de cuidar a un sujeto. Es un efecto
casi automático. Basta con escuchar a alguien, recoger su palabra, para que el sujeto se perciba
cuidado. Es un efecto del enamoramiento de entrada. Freud decía que sin una razón estructural no
podríamos entender el enamoramiento de entrada. En el encuadre del discurso capitalista nadie
escucha a nadie, y si lo escucha no hay diálogo. Pero incluso en el encuadre de la relación amorosa se
intenta hacer circular la palabra pero, sabemos cada uno habla su idioma sin traducción, el idioma del
fantasma de cada uno, de los dos. No necesita mucho tiempo la relación amorosa para que cada uno
sospeche que habla solo, que el otro no lo ni lo entiende. Sólo en el dispositivo analítico ofrece a un
sujeto un espacio para que desarrolle su palabra. El amor de transferencia disimula que en el análisis el
que escucha no escucha lo que el sujeto quiere decir. El analista escucha con una perspectiva de
interpretación, que intenta captar aquello que el sujeto mismo no sabe que dice, no sabe que significa y
que no quiere significar tampoco. Hay un hiato entre la intención de la palabra del analizante y la
intención de la interpretación. ¿A qué apunta la posición interpretativa? Freud decía que apunta a
revelar el inconsciente, lo que el paciente no sabe. Con Lacan decimos que como el inconsciente nunca
se revela totalmente (sería el trabajo de toda una vida y no se habrá terminado tampoco), decimos que
la interpretación apunta a empujar a conocer las consecuencias del inconsciente. Los lacanianos,
pensamos que podemos demostrar que las consecuencias del inconsciente son consecuencias del
hecho de ser hablante, de nacer en el vientre del otro y de entrar en la estructura del lenguaje.
Las consecuencias que nadie quiere saber son, la primera, la castración, que no es la falta de pene sino
que más bien cae más fuertemente sobre el que tiene el pene, el hombre. No es sólo al hecho de tener
satisfacciones pulsionales parciales, fragmentadas. Eso lo llamamos privación. La castración implica
que el ser humano es privado de un goce infinito y por eso sueña con la beatitud pos mortem en la
religión; porque en la vida conocemos satisfacciones pulsionales fragmentadas.
No es sólo la castración; está lo que Freud ha señalado como la parte de pulsión indomable, una parte
de exigencia de goce peculiar. A este nivel hay diferencia entre los sujetos, entre la fuerza de la
exigencia pulsional en cada uno, pero hay una parte indomable y eso nadie lo quiere saber. Cada uno
prefiere esperar que la solución aparezca. Eso también es una cierta violencia. Si empujamos a alguien
a un análisis, lo obligamos a saber cuando no quiere saber. Por esto Lacan habla del horror frío del acto
analítico, del discurso analítico. Para Lacan cada sujeto en un análisis debe haber cernido su propio
horror de la castración, como para él, en su singularidad de ser hablante, se presenta la castración y la
exigencia indomable de goce. Lacan considera que eso es condición para producir un analista.
Hay una violencia para obtener algo y es por eso que el problema del final del análisis, en el sentido del
resultado para el sujeto, es algo capital para los analistas. Tenemos nuestras razones para ejercer esta
violencia del acto analítico, pero éstas no se perciben antes del verdadero final. Hay dos razones: una
es que lo hacemos para obtener un efecto terapéutico. Solo cuando hay efectos terapéuticos se ven
cambios a nivel de los síntomas. El analista debe haber experimentado él mismo el efecto terapéutico
del desciframiento, porque sino no podrá creer. “Creerle al inconsciente” es eso. Ahora sabemos que el
efecto terapéutico es siempre parcial, que no hay sujeto sin síntoma. Definición ampliada del sintoma
que no sólo designa lo que no va en la vida del sujeto, sino que lo que va también es síntoma. Toda
relación humana, de trabajo, amorosa, la investidura de los objetos pasa por la determinación
inconsciente. Eso es lo que queremos decir cuando decimos que el sujeto tiene síntomas. Me refiero a
síntomas remodelados, que incluso pueden ser satisfactorios. Entonces con el efecto terapéutico se
pueden hacer desaparecer síntomas locales, obsesiones, inhibiciones, conversiones. Se puede
remodelar la relación de pareja y de trabajo, hacerlas más satisfactorias, pero sin embargo caen
siempre bajo las determinaciones inconscientes. No hay seguridad de que el síntoma más satisfactorio
obtenido dure toda la vida. El inconsciente no es algo fijado, es una máquina secreta que trabaja
siempre. El efecto terapéutico siempre es parcial y algo precario, no aporta seguridad de por vida.
Si fuera sólo por esto no sé si vale la pena soportar el acto analítico. Con una pequeña terapia sugestiva
también se obtienen resultados terapéuticos. Lo que realmente justifica y otorga fundamento a la
violencia del acto analítico es el efecto que se obtiene al final del análisis. Sobre este punto hay debate
en psicoanálisis, no estamos todos de acuerdo. Creo que el análisis logra su verdadero objetivo ético
cuando lleva a un sujeto hasta una identidad de separación. Es una identidad que no se defina por la
vía de la identificación a los significantes, a los valores, a los ideales del otro del discurso. Es la idea de
que al final de un análisis se debería producir un sujeto liberado de la duda sobre qué es, obtener un
efecto que pusiera un punto de capiton, un cierre. El final no es una apertura, es un cierre a la pregunta
que corre bajo la elaboración analítica. ¿Qué soy para tener los síntomas que tengo? ¿Qué significan
mis síntomas e inhibiciones? Una identidad de separación es una identidad que no le debe nada al otro
del discurso. Esta identidad no es otra cosa que lo que se ha decantado en el análisis, la fijación de
goce del sujeto, específica de cada uno. El ordenamiento que especifica cada sujeto, el ordenamiento
de su fantasma que sostiene su deseo y satisfacciones pulsionales. Cada uno tiene un anudamiento
específico entre deseo-gocefantasma-síntoma y en el análisis se empieza con una multiplicidad de
pequeños síntomas y la elaboración del fantasma consiste en reducir esta multiplicidad para lograr
percibir, vía la interpretación, lo que Freud llamaba el deseo inconsciente indestructible. Este tiene en
cada uno una configuración precisa y una economía de satisfacción pulsional precisa. Lacan llamó a la
identidad de separación identificación al síntoma, que es una expresión contradictoria. La identificación
al síntoma no es una identificación, es más bien el develamiento al final de la reducción analítica de la
configuración del deseo y del goce del sujeto. No se trata de identificación, se trata de lo que es el
sujeto en el núcleo del fantasma y síntoma inconsciente. Y es una singularidad porque no hay dos
sujetos idénticos.
Es que es un gran beneficio para el neurótico que rehusa su identidad fantasmática y sintomática, y se
queja de ella. Llevarlo hasta el punto de descubrir y asumir su identidad de separación es un logro
inmenso. El entorno espera que el paciente se vuelva más cómodo en las relaciones. Y a veces
escuchamos que el entorno dice que el análisis no funciona porque el sujeto tiene los mismos defectos,
incluso los tiene reforzados. Esto es un hecho y tiene su peso con relación al lugar que ocupa el
psicoanálisis en la civilización.
Me pregunto qué puede esperar el analista mismo de este acto a contrapelo, qué obtiene de eso.
Pienso que es una manera de ganarse la vida y eso cuesta, es necesario un esfuerzo. Pero creo que
esto no alcanza para explicar por qué alguien se dedica a un acto tan violento que no logra siempre el
cierre final. ¿Qué pasa con el analista al final? ¿Cuál es el beneficio para él cuando ha conducido a un
paciente hasta el final? Hoy todo se evalúa en términos de costo/beneficio, y en nuestro caso el tiempo
del análisis no lo sabemos, la formación es interminable, los analistas no terminan nunca de formarse.
Es el analista analizante perpetuo en su formación. La retribución de dinero depende de muchos
factores, hay muchos analistas que no se ganan la vida con el análisis.
Cuando Lacan dice que el analista es el “desecho de la operación”, evoca a Santo Tomás quien al final
de su vida y refiriéndose a su obra dice “como basura”. Todo esto se elimina como basura. ¿En qué
medida el analista es el desecho? Desde mi punto de vista significa que al final del análisis el analista
pierde la idealización transferencial, esta cae al final del análisis. Mientras más elabora el paciente su
inconsciente, más cae el SSS. Entonces al final el analista deja de ser idealizado y el paciente le dice
“chau”. No hay escándalo, en definitiva desde el principio analizante y analista programan el final. Por
eso el amor de transferencia es un amor especial porque es el único amor que aspira a su fin.
Se trata de que el acto analítico es el único acto en el cual el beneficio no va al agente del acto, el
beneficio del acto es para el analizante, no para el analista. Al artista, al político, al científico, el
beneficio del acto le vuelve a su nombre; con el acto el sujeto se promueve, se hace un nombre. Por el
contrario el analista se queda anónimo. No para sus pacientes, anónimo en el sentido de que el
beneficio del acto va del lado del analizante. Lacan dice: “El ruido no conviene al nombre del analista”.
Es así como entiendo al analista “desecho de la operación”, el beneficio no vuelve del lado de su
nombre. Lacan hizo una comparación con el santo. El santo tiene algo en común con el analista y es su
deseo propio, va adelante sin preocuparse por las protestas, por la iglesia y produce efecto de deseo.
Con una diferencia: al santo al final, se lo santifica.
No debemos olvidar que el analista pertenece al conjunto del discurso capitalista y que cae bajo la
presión de los valores del discurso capitalista: éxito en todo, competencia, luchar para ser visto. Hay un
empuje hacia cierto cinismo individualista. Creo que el beneficio no es para el psicoanálisis. Soportar el
rigor del acto analítico en este ambiente es difícil.
Cuando pienso en el porvenir del psicoanálisis considero que la amenaza más grande puede estar en la
desaparición de los sujetos que quieran sostener el acto analítico tal cual es, porque creo que mientras
haya sujetos que quieran, habrá analizandos, porque la transferencia tiene su razón fundamental en la
estructura del lenguaje y en la existencia del analista.

GREISER (2012) La intervención analítica en dispositivos no analíticos.


La practica institucional del psicoanálisis hace que el analista se vea confrontado con el interrogante
acerca de su quehacer. En los dispositivos que no son analíticos esta pregunta no es de orden
pragmático sino ético. Los dispositivos no analíticos son aquellos cuya finalidad inmediata no es
terapéutica, donde el analista se confronta con otros discursos distintos al suyo. Cuando la demanda no
proviene de un sujeto, sino que es institucional, se torna indispensable preguntarnos que se nos
demanda e interpretar esa demanda antes de responderla.
El psicoanálisis fue inventando nuevos dispositivos para responder a nuevas demandas, lo cual
demuestra que la clincia se arma, se inventa y reinventa a si misma. Toda practica analítica implica una
orientación ética: esta regida por principios. Por mas que el analista intervenga a partir de una demanda
jurídica, hay que transformarla en la escucha del sujeto. El acto analítico nunca se evalua por su utilidad
directa, la intervención de un analista no puede evaluarse en funcion de lo que la institución demanda.
El sintoma es nuestra herramienta de trabajo, una herramienta ética porque no hay sujeto sino sintoma.
No es algo a eliminar.
No se trata de explicar los síntomas por la falta del padre real, sino de detenernos a ver que hace la
madre con su propia falta. Es la madre simbolica quien introduce la falta de un objeto que es real y su
ausencia es la que posibilita el llamado del sujeto. La clínica de los pasajes al acto pueden ser leidos
desde la reivindicación del derecho al goce. Son sujetos que creen que no han recibido el don del Otro
que no da porque no quiere.
Cuando Lacan hace referencia a la degeneración catastrófica, nos da una clave para pensar una clínica
de pasajes al acto en los cuales desde el decir materno se les traza un destino que los nombre. El
sujeto devine mercancía. En el caso de los presos, sus demandas al Otro tienen la particularidad de no
estar articuladas a la palabra. Son sujetos que ya se consideran muertos en el deseo del Otro. La
practica analítica en estos contextos verifica que el analista no responde al amo que demanda
disciplina. El analista trabaja para escuchar, no para responder al amo.
El psicoanálisis siempre ha elegido la vertiente del sufrimiento contra la del control. Al rechazar servir al
control, no transtia por los caminos del peritaje porque no se puede hacer peritaje del sufrimiento. Se
comienza a indagar las motivaciones del crimen, se sustituye lo monstruoso por lo anormal. La prisión
por la cura.
El peritaje es incompatible con el psicoanálisis pero la realidad es que los analistas que trabajan en
juzgados se les piden pericias que deben hacer. Corresponde al arte de los analistas logar hacer con
esa demanda algo que se situa mas alla de la pericia. En el discurso analítico se trata de situar el
reverso (que no es lo contrario), asi se ubicaia al analisat como una posición rebelde respecto del
discurso del amo. El reverso implica la posición de situar aquello que el discurso amo oculta. Se trata de
una posición que subvierta la del amo.
Los peritos, con su pretensión de expertos psi, se orientan no hacia una clínica del sujeto sino a una
clínica policiaca que apunta al control antes que la salud. La labor del perito es orientada por la
burocracia, en la cual nadie se hace responsable. Frente a los jueces, el analista debe hacer vacilar ese
supuesto saber que pretenden tener los peritos, quienes creen poseer la clave sobre la verdad del
sujeto.
El peso de la ley recae sobre los analistas. Barrar al Otro Absoluto es el mejor antídoto cuando la
autoridad del juez resulta aplastante. A la demanda del juez se le debe aplicar la misma política que a
cualquier otra demanda: no satisfacerla, sino interpretarla. Lo que les interesa a los jueces es la relación
que el sujeto tiene con el delito que cometio, su relación con la ley.
Armar una clínica en entornos jurídicos-asistenciales supone inventar algo donde no lo hay. Por eso la
presencia de psicoanalistas en esos espacios es central, porque ahí es donde el psicoanálisis se
entrecruza con otros discursos. Esta clínica debería incluir al menos tres puntos:
1) La escucha del sujeto
2) Una estrategia política en la que se haga pasar esa escucha a otros discursos
3) La elaboración de esa experiencia clínica junto a otros
Se trata de construir una clínica que no sirva de herramienta para que el sujeto quede reducido a cosa a
ser gobernada. El informe es la ocasión para transmitir al juez un saber que es textual del sujeto.
La demanda al analista que trabaja en cárceles suele provenir de la institución o del propio sujeto.
Incluso si la escucha no tiene en si misma un poder curativo sobre el goce, puede humanizr a un sujeto
que se encuentra en una institución inhumana. Que el sujeto pueda sentir horror por el crimen que
cometio es un acto humanizante. Cuando hablamos de responsabilidad subjetiva nos referimos a
hacerse responsable no solo de los dichos sino del goce implícito en los actos. La situación es mas
compleja cuando se arma una comunidad a través de un goce compartido alrededor del delito.
No intervenir a veces es una forma de intervención. El analista nunca se debe ubicar en el lugar de
representante de la ley universal, por lo que debe desprenderse de sus prejuicios y su compasión. Hay
un cierto antihumanismo en su posición que sirve como herramienta para humanizar al sujeto.
El asistencialismo se basa en ideales de bienestar y progresismo, que considera al sujeto como una
victima a la que hay que asistir. Para el psicoanálisis el sujeto nunca es una victima, sino que esta
planteado como respuesta de aquello que le viene del Otro. El verdadero propósito del discurso del amo
es lograr control social y orden publico.
El psicoanálisis se salva por la via del desecho, aquello que no entra en el lazo social. Proponer una
clínica a partir de alojar el desecho como aquello que no hace lazo.

UNIDAD 9. Clínica y ética

Final y finalidad de la cura. El atravesamiento fantasmático, el saber hacer con el síntoma. La ética del
psicoanálisis. Análisis personal y el control de la práctica. Los códigos de ética.

SOLER (1988) Fines del análisis, historia y teoría.


Primera conferencia
La tesis de Lacan es que el fin de análisis produce al analista. Es una mutación que hace de un sujeto
un analista virtual (no necesariamente operante). No es lo mismo decir que el analista debe llegar hasta
el fin de su análisis que decir que el que llega al fin es psicoanalista.
Para hablar del fin de análisis tenemos muchos vocablos. Los vocablos término, salida, solución,
remiten a un estado de hecho, y se distinguen de la palabra fln. El fin es un término que tiene la ventaja
de ser equivoco, de designar a la vez un momento y una finalidad eventual. Entre término y fln hay la
misma diferencia que entre hecho y derecho. En un caso uno se pregunta ¿cómo termina el
psicoanálisis? y en el otro ¿cómo debe terminar? Son preguntas diferentes. ¿Cuál es el fin exigible?
Es de hecho que la pregunta se plantea, es en los hechos que el analizante pregunta: ¿He terminado?
A veces que no se contenta con haber terminado, sino que se pregunta si es el verdadero fin, y para
responderle el analista debe saber cuál es el fin exigible.
En esta pregunta por el fin del análisis hay entonces una intrincación entre una pregunta de hecho que
uno puede decir que se formula en términos cercanos a las preguntas que se plantearía la ciencia:
¿cómo funciona? Son preguntas planteadas a los hechos sobre cómo se regulan. Para el psicoanálisis
es otra cosa. Uno no puede contentarse acerca de cómo termina con la pregunta por los hechos, y uno
pasa necesariamente a la pregunta acerca de un fin legítimo, verdadero.
Surge la idea de una norma que no seria lo real, sino que seria una norma ética. Desde el momento en
que se habla de ética lo que está supuesto es un margen de indeterminación; se lo siente de inmediato
si uno nota que no hay ética de la piedra que cae: hay ética de aquel que puede tirarse por la ventana,
eco a una observación de Freud que dice: en el fondo el único deber es soportar la vida. Es verdad que
en el fondo, en toda pregunta ética está esto: ¿se debe soportar la vida? ¿Cómo?
Si uno se interroga sobre lo que debe ser el fin del análisis, evoca necesariamente un orden de
obligaciones que no dependen de la necesidad, y eso es la ética: una obligación que no depende de lo
necesario. Por eso hay éticas en plural, no una sola, porque está omplicada una elección, al menos una
orientación. Toda la cuestión radica en saber en relación a qué. La respuesta de Lacan es que la ética
consiste en orientarse en relación a lo real el cual no permite la elección.
Así, nosotros no nos contentaremos con decir que el psicoanálisis no termina con la identificación al
analista. Lacan no se contenta con decir que el psicoanálisis no termina por una identificación con el
analista; su tesis es que no debe terminar con una identificación al analista, lo que implica que puede
terminar con una identificación al analista: Debemos preguntarnos en nombre de qué criticar este fin.
Dicho de otro modo, y ¿dónde encontrar la norma que fija el fin de análisis?, ya que hace falta una
norma puesto que hay varios fines posibles.
Antes de avanzar aporto una precisión. La pregunta por el fin del análisis puede abordarse desde una
doble faz. Desde el plano práctico y desde el plano clínico. El primero consiste en interrogarse sobre la
secuencia terminal del psicoanálisis, sobre un momento de la transferencia: aquél en que la relación de
transferencia se deshace, y en tratar de precisar cuál es la operación que interviene en ese momento.
Esta es la pregunta práctica. Hay otra pregunta relacionada con ésta pero que no es la misma; es una
pregunta cllnica. Consiste en interrogarse por la diferencia entre el sujeto tal como es a la entrada y a la
salida. Cuál es la diferencia entre el sujeto a tratar y el sujeto tratado. Cuál es la diferencia entre el
sujeto determinado por la neurosis, y el sujeto a la salida, que Lacan llama lo incurable.
El vocablo que corresponde a la pregunta práctica es término del análisis. En la doctrina pslcoanalitica
existen descripciones para decirnos cuál es la secuencia de salida. Un autor que se ha dedicado a esto
es Balint. En lo que respecta a la pregunta clínica, el término que conviene es salida, desenlace o
solución.
Sobre estos dos planos tenemos tesis que ya están allí. En la historia del psicoanálisis tenemos toda
una serie de doctrinas que nos dicen cómo designan lo que se encuentra a la entrada, cómo designan
lo que se encuentra a la salida y que nos dicen la operación final de transformación.
En primer lugar tenemos la ego-psychology. Ellos consideran que tenemos a la entrada a la neurosis, el
síntoma. Paréntesis ¿por qué no la perversión o la psicosis, ya que el analista puede recibir ambas?
Para la ego-psychology ¿qué es la neurosis? ¿qué la identifica? un yo débil, un conflicto. ¿Qué colocan
a la salida? Un yo más fuerte. ¿Cuál es la operación de transfonnaclón? se trata de una identificación.
Se refuerza al yo por el sesgo de una identificación (es posible).
¿Cómo ubicaríamos a los klelnlanos? Ellos colocan a la entrada el sujeto cllvado y a la salida colocan
un sujeto reunificado, o un clivaje en parte compensado, lo que implica una operación de Integración.
Si tomamos las teorías del self de Wlnnicott ¿qué es la neurosis? Es el dominio del falso self, y a la
salida un verdadero self reencontrado (no producido), la operación en juego es de revelación, de
alumbramiento. Estos autores tienen mayor afinidad con la orientación lacaniana, ya que la revelación
es una operación que concierne a la verdad.
Vayamos a Lacan. A la entrada tenemos al sujeto dividido y a la salida ... sigue estando dividido. Ese es
el problema. Hay que situar una mutación que no hace desaparecer la división del sujeto, que la trata
sin reducirla. El producto clínico de la salida es un sujeto destituido que puede ser analista y que Lacan
llama un incurable. La operación es de destitución.
En estas diferentes doctrinas, cómo se sitúa la ganancja, lo que uno gana en un psicoanálisis.
En la ego-psychology el beneficio es de dominio, control, ser amo de mí mismo y de mis acciones y de
usar correctamente este dominio.
En Melanie Klein hay una ganancia de unidad con respecto al clivaje.
En Winnicott se gana en autenticidad, uno es uno mismo.
En Lacan hay una transformación que concierne a la posición del sujeto. Pero esto no es todo. Hay una
ganancia a nivel del saber.
¿Quién tiene razón? Lo que complica más las cosas es que en Lacan mismo hay varias doctrinas del fin
del análisis, y en ciertos puntos se separan.
Quisiera evocar tres de sus formulaciones del fin del análisis. Son definiciones correlacionadas con las
etapas de elaboración. En Función y campo hay tres definiciones del fin del análisis. Hablar de la
dialéctica intersubjetiva y dice: “la dialéctica no es individual y la cuestión de la terminación del análisis
es la del momento en que la satisfacción del sujeto encuentra cómo realizarse en la satisfacción de
cada uno”. Esto se parece a una idealización pero matizada por estar sostenida por una elaboración de
la estructura de la palabra. La apuesta es el reconocimiento del deseo en lo que se juega de
intersubjetividad en la palabra.
Es el texto de Variantes de la cura tipo el que esa estructura donde intenta responder a la pregunta:
¿que quiere decir hablar? Dice: "en la palabra, uno se remite al otro para volverse idéntico a sí mismo".
De un lado al sujeto, y enfrente al Otro; el uno se remite al Otro, el uno es el que habla y su palabra va
dirigida hacia el Otro. Luego la respuesta del Otro para que el mensaje del uno sea hecho verdad. Es el
Otro quien devolverá el mensaje por el hecho de recibirlo. Esta estructura es la del grafo, desarrollada
en Subversión del sujeto. Es el Otro quien está en la posición de ser amo de la verdad, en la medida en
que sanciona lo que uno dice. La idea de un fin de análisis que funcione como reconocimiento del deseo
se apoya sobre esta estructura: que aquello que del deseo se da a escuchar va a ser ratificado de
alguna manera recibido en la circularidad intersubjetiva y por ese hecho, reconocido. Lacan no se quedó
con esta tesis, sólo sigue siendo válido lo que no hay palabra sin respuesta, así sea el silencio.
El otro momento en el que Lacan evoca un fin de la cura es el que se encuentra al final de La dirección
de la cura donde, hay abandonado la idea del reconocimiento del deseo a partir de elaborar La instancia
de la letra en el inconsciente y a partir de la construcción de la estructura de las leyes del lenguaje. Eso
culmina en una tesis inversa: la incompatibilidad del deseo y la palabra. A esto corresponde el fin de
análisis lacanofreudiano, donde, habiendo hablado del falo, Lacan evoca la spaltung del sujeto (termino
que Freud utiliza y que uno traduce por división ) y dice que Freud nos da en la spaltung del sujeto, la
solución del análisis infinito. Este es el fin evocado por Freud en Análisis terminable e interminable. La
diferencia es que alli donde Freud veía un tope Lacan dice solución, ve en la cruz del sujeto, la
castración, la solución. Lo que le permite decir que es una solución es que se trata de un imposible,
Freud tropieza con un imposible: el de levantar la división del sujeto. Ve allí una solución porque eso
confirma ser un tope que no es particular, individual, que es un límite para todo sujeto. Con esto se
alcanza un término, salvo que no es un término que corresponde a la aspiración del inicio del análisis.
Lacan dice que es una solución porque da cuenta del tope freudiano a partir de la estructura del
lenguaje. Agrega algo a Freud, la diferencia concerniente a la problemática fálica, la diferencia entre el
ser y el tener.
La tercera es la que se encuentra en la Observación sobre et informe de Lagache, donde Lacan nos
describe un fin por destitución subjetiva. Evoca el término verdadero del análisis, donde el sujeto se ve
abolírse (término que no es todavía destitución) realizándose como deseo. Dice Lacan: “cuando ve
figurar en el fantasma aquello delante de lo cual el sujeto se ve abolirse”. Es ese famoso objeto que va a
elalborar cada vez más a partir de acá.
Lo que tienen en común estos tres textos correlacionados con tres estados de elaboración de la
estructura, es que en todos el fin del análisis consiste en responder a una pregunta por el ser, en
encontrar la respuesta al ¿qué soy yo? En los tres casos está presente un fin sobre el "tú eres". En el
primer caso es un “tú eres” que se apoya en una entronización por la palabra. En el segundo es un "tú
eres” que es mas bien un "tú no eres", "tú no eres el falo": es la imposibilidad de ser identificado al falo.
En el tercer caso es un "tú eres objeto". Así, en los tres casos, ese "tú eres" consagra o supone, la
heteronomía del sujeto. En el caso de la estructura de la palabra hay una heteronomía en la medida en
que es del Otro que le viene su ser. En el segundo caso, es la heteronomia que habita el deseo en tanto
que el deseo es el deseo del Otro, y en el tercer caso es la heteronomia de ese objeto éxtimo al sujeto.
Así como puntos en común, algo cambia dependiendo de lo que ha elaborado de la estructura. Hay un
esfuerzo en Lacan por definir una norma estructural. Expresión paradojal porque hay una tensión entre
los dos términos. Uno puede pensar que la estructura no deja lugar a la norma, e inversamente.
Existe un "hay que" lacaniano, un imperativo. Uno encuentra en Lacan fórmulas imperativas, corno esa
fórmula: "hay que tomar el deseo a la letra"; es un imperativo estructural, no es un imperativo categórtco
es un imperativo condicional. La condición sobreentendida es: "si quieres interpretar, hay que tomar el
deseo a la letra". Tomar el deseo a la letra no es, tomar el vocablo ni la palabra, justamente es el uso
opuesto, es no tomarlo en sus enunciados. Tomar el deseo a la letra es tomarlo en las operaciones de
la metáfora y la metonimia, en el desciframiento.
La norma que Lacan plantea consiste en impulsar hasta sus últimas consecuencias las implicaciones
del dispositivo. El punto de consecuencia. Cada vez que intenta definir una fórmula del fin es una
fórmula del punto de consecuencia implicado por la estructura de la palabra, punto de consecuencia
implicado por las leyes de sustitución significante, punto de consecuencia implicado por la naturaleza
del objeto del deseo. Impulsar hasta sus últimas consecuencias es una exigencia que concierne tanto a
la cura como a la elaboración de la doctrina, hace a la homogeneidad de la práctica analítica, a lo que
pasa por el analizante y a lo que pasa por el analista intentando pensar su experiencia. Es por eso que
Lacan habla del estatuto idéntico del psicoanálisis didáctico y de su enseñanza, ambos son idénticos en
ir hasta las consecuencias de la estructura. Eso es distinto a las normas ideales.
Segunda conferencia
Voy a partir de la idea del fin del análisis del neurótico, para eso hay que plantearse primero la pregunta
por el fin de la neurosis en el sentido de la finalidad, en el sentido que Freud consideró que la neurosis
tenía una meta o un beneficio. La neurosis es una enfermedad teleológica.
El analizante es un mutante. Se espera del psicoanálisis una metamorfosis ¿cuál es la diferencia entre
el sujeto a la entrada y a la salida? Es una pregunta que se hace el analizante bajo una forma kantiana:
¿qué puedo esperar? No se pregunta ¿qué debo hacer? Porque lo que tiene que hacer lo sabe: hablar.
Lacan señalaba en la Dirección de la cura esta frase: “es un hecho que nosotros no recusamos
prometer la felicidad". Frase sorprendente porque en ocasiones él subrayó que la felicidad no le era
prometida a quien avanzaba en la vía de su deseo. También porque cualquier analista tiene la
prudencia de no hacer una promesa semejante. Lo que hace decir que el analista promete, es que el
analizante espera. Se le promete implícitamente en tanto el analista acepta su demanda. Hay una
promesa implícita al comienzo del análisis. A veces sucede que un analizante se presenta no esperando
nada. La promesa no está alli menos implícita, sino más presente en tanto que uno lo acepta a pesar de
todo. Está la cuestión de si el psicoanálisis hace falsas promesas, una pregunta sobre la impostura
eventual en el psicoanálisis.
Tenemos una clínica de entrada en análisis, que es una clínica del síntoma y de su captura en la
transferencia. Esta clínica comenzó temprano con los casos de Freud: Dora, El Hombre de las Ratas, El
Hombre de los Lobos. Juanito está aparte. No tenemos una clínica desarrollda de la salida del análisis.
Es quizás una carencia que no puede ser suprimida. ¿Qué es lo que tenemos? Tenemos idealizaciones.
Uno encuentra en Balint algunos bosquejos para evocar la curación de un paciente. Lo que dice es que
es una persona después de su psícoanálisis logra enfrentar los avatares de la vida, ha logrado no
recaer enferma. Decir que al final de un psicoanálisis uno debe reencontrar la salud, el placer de amar y
de trabajar. Dice Freud: “en el psicoanálisis uno ha hecho todo lo que tenía que hacer si ha reconducido
la miseria neurótica a la miseria banal". Lacan, en ocasiones retoma esto diciendo que cuando
encontraba a alguien contento con su vida no lo retenía. Esta propuesta sitúa el fin del análisis mediante
una nota de apaciguamiento dibuja el retrato de un rostro calmo. No se trata de sabiduría, sino de
soportar la vida. Este es su problema, está embarazado con su vida y más aun cuanto más neurótico
es. Está animado por la pasión de justificar su existencia, de encontrarle un sentido.
¿Qué más hay? Del lado de Lacan hay un ensayo de una clínica de la salida. Es lo que uno encuentra
en su texto Discurso a la EFP, donde nos indica tres ejemplos de una clínica del sujeto destituido. Toma
un ejemplo imaginario. Imaginando la situación de un hombre de la "belle epoque” en la guerra
moderna. Como segundo ejemplo de sujeto destituido, torna El guerrero aplicado, y luego se toma a si
mismo como ejemplo de sujeto desitituído.
Intentaré responder a la primera pregunta, cómo situar de entrada la neurosis. Cuando hablamos de
una mutación eventual por el psicoanálisis, la situamos en relación a la división del sujeto. Tomemos
como primer ejemplo de la división del sujeto al síntoma, que a la entrada hace signo. El psicoanálisis
desplaza el síntoma, no digo que lo cura. Lo desplaza, y en ese sentido lo reduce: es el efecto
terapéutico. Hay unanimidad en considerar que el efecto terapéutico no es identificable al fin del
análisis, que uno no puede contentarse con el desplazamiento del síntoma para decir que está al final
de la tarea. Buscarnos otra cosa, hay que decir qué.
Lo que el psicoanálisis trata es la división del sujeto. La neurosis es una manera de tratar la división del
sujeto, una manera de arreglárselas con la división del sujeto, de responderle. No hay que confundir
neurosis y división del sujeto, del mismo modo que uno no confundiría el “no hay relación sexual” con la
degradación de la vida sexual, que es otra cosa.
¿Cuál es el modo neurótico de tratar la división del sujeto? hay que partir del nivel de la experiencia
freudiana y la base de esa experiencia es la experiencia de la castración. En este plano Lacan es
rigurosamente freudiano, salvo que resitúa la problemática de tener o no un pene en relación a lo que la
hace crucial que es la relación al Otro. Todo comienza con la prueba del deseo del Otro, con la prueba
de la división del Otro. Decir "del Otro" es decir de aquel que está en el lugar del Otro, de aquel que lo
encarna, que en un comienzo es la madre, ya que es a ella a quien se dirige la demanda.
Ahora, esta prueba del deseo del Otro debe entenderse en el doble sentido, en el sentido de
experimentarla, de percibir la presencia, la dimensión de lo que se impone como falta. Pero atención,
una falta que no es la falta de la demanda. Hay faltas y faltas. Un Otro que demanda falta también, y lo
que es determinante es la prueba de esa otra falta enigmática que duplica la primera. Aquí hay un
elemento de encuentro, algo que viene del lado del partenaire que va a encontrarse o no y que es
determinante para el sujeto. Por eso la dimensión de la biografia no es eliminable en la perspectiva de la
estructura, porque en el origen hay una tyché. La prueba es también, más allá de expertmentarla, de
encontrarla. Una prueba en el sentido de la dificultad. ¿Por qué el deseo del Otro prueba al sujeto? Lo
prueba porque sacude sus pretensiones, sacude las pretensiones de su demanda, que es
necesariamente demanda de amor.
Ahora, el falo es un significante que inscribe la diferencia de estas dos faltas: falta de la demanda y falta
del deseo, que ínscribe que la falta en ser no es reductible por la demanda, así sea de amor o de goce.
La falta en ser se metonimiza necesariamente sin cesar en el deseo. En relación a esto ¿cuál es el
anhelo neurólico? es ser el falo. Es un anhelo imposible, es el anhelo de reducir la separación de la
demanda y del deseo, mientras que el significante fálico inscribe esta diferencia, inscribe la
imposibilidad de reducir esta diferencia. Es por eso que Lacan dice que el sujeto debe descubrir que no
es el falo, ese es el término que se encuentra al final de La dirección de la cura. Descubrir, no es del
orden de aceptarlo o de rechazarlo, no es una operación que depende del asentimiento acordado o no.
Es descubrir algo que está ahí de todos modos. ¿Dónde y cuando se hace este descublimiento? Uno
puede ubicarlo en lo que ciertos autores consideran una génesis psicológica. No hay génesis, lo que se
desclibe como génesis es la prueba de la estructura. La estructura es la que se escribe Abarrado. Es la
prueba de la estructura que se hace en una secuencia temporal, eso es lo que da la idea de la génesis.
Este descubrimiento se hace en el primer tiempo de la infancia, donde se trata de darse cuenta de lo
que es el Otro que está delante. Pero el descubrimiento en cuestión también se hace en el análisis, y en
ambos casos, este descubrimiento de que él no es el falo encuentra sus condiciones en el Otro, hace
falta que algo responda en el Otro, y si no responde, hablaremos de incompetencia del analista.
Si el anailziante no encuentra la garantía que es, en el registro del deseo, el deseo del analista, hay
incompetencia. No se trata de una incompetencia técnica. Uno puede trasladar todo esto a la madre.
Hablar de incompetencia materna, no de buena o mala madre, sobre el modelo de la incompetencia
analítica. La incompetencia materna es la incompetencia en dejar filtrar el deseo, es la incompetencia
en mostrarse castrada. Es por eso que lo que se cree la buena madre para nosotros es a menudo la
incompetente, incompetente en materia de deseo.
Todo parte de la falta de pene de la madre. La falta de pene de la madre es el momento clave del
diagnóstico de la neurosis infantil, neurosis infantil que se encuentra tras toda neurosis y que es capital
saber diagnosticar cuando uno quiere hacer un dianóstico de psicosis. Cuando uno se encuentra frente
a un sujeto cuyo diagnóstico es incierto, lo primero que debe buscarse es la neurosis infantil.
Cuando uno no la encuentra, tiene una razón para ser prudente en su diagnóstico de neurosis.
La falta de pene de la madre es un momento de revelación que no es una revelación anatómica. No es
el momento en que el niño descubre la desnudez materna, es el momento en que la anatomla se pone a
significar. Lo que se revela en ese momento crucial de la infancia es la naturaleza del falo, en tanto que
no es sino un punto de falta en el sujeto.
La manera neurótica de responder a lo que hasta aquí es el camino de todo sujeto, Lacan la designa el
"pas-hésítation" (paso-vacilante) de la neurosis. Lacan dice: "extraigamos el 'pas-de' del 'pas-de-penls'
para transferirlo al 'pas-de-savoir'. En francés "pas de" se traduce por “sin” o por "paso de”, es una
construcción equívoca que puede significar dos cosas; puede significar la negación: no hay pene, no
hay saber, o puede significar también dar un paso, adelantar, hacer un progreso. Entonces, la neurosis
es un "pashésitation” (falta-de-vacilación o paso-vacilante) entre el "pas-de-penis" (falta-paso-de-pene) y
el "pas-de-savoir” (falta-paso-de-saber). ¿Qué quiere decir esto? Tomemos "pas-de-savoir" (paso-falta-
de-saber) como una adqulsición de saber, como dar un paso, hay en ese momento crucial de la
infancia, la revelación de una verdad: que el Otro falta. Escribimos esto Abarrado. Ahora, la vacilación
de la neurosis, consiste en que el sujeto neurótico no quiere creer en esto, vacila en creer lo que
experimenta. Vacila entre Abarrado y A. Es la primera versión del "pas-hésitation” (paso-vacilante) de la
neurosis. La traducción cllnica de esta vacilación se da en lo imaginario. En lo Imaginario lo que traduce
esto es el desdoblamiento de las figuras del Otro en las figuras del Otro omnipotente y del Otro
castrado. Este par está muy presente en la experiencia. El paso-vacilante entre Abarrado y A se traduce
más esencialmente aun en la estrategia del deseo en la neurosis, ya sea que como obsesivo se haga
garante del Otro que lo complemente con su industrosidad destinada a sustentar un Otro que se podría
suponer no barrado por el deseo, o como histérico haciéndose el agente de esta barra intente
asegurarse contra el A no barrado.
La segunda versión, jugando con el equívoco del “pas-hésitation" es muy distinta. Si uno toma el "pas-
de-savoir” como (falla -paso-de-saber) es cierto que el falo como significante instruye al sujeto sobre la
falta del Otro, éste es un saber, pero que no dice nada sobre el goce del Otro, no responde a la
pregunta de qué quiere el Otro. La segunda versión del “pas-hésitation” de la neurosis es una vacilación
sobre el saber del Otro. Hay una doble vacilación, y ello desemboca en las dos vertientes de la
neurosis. La neurosis es por una parte una enfermedad de la demanda y, por otra, una enfermedad del
saber. En ambos casos enfrenta la división del sujeto y la oblitera usando al Otro. La división del sujeto
implica, en primer lugar, la falta en ser y, en segundo, lo que Lacan distingue de la falta en ser y que
llama la opacidad del ser. La opacidad del ser, como la falta en ser, es una falta: pero es una falta que
se sitúa en el plano del saber. Que remite a una ignorancia de lo que él es; no es lo mismo que carecer
de ser. La falta en ser llama a un complemento, la opacidad del ser llama a un saber. La neurosis es
una enfermedad de la demanda porque trata la falta en ser por la demanda de amor, al menos lo
intenta. El neurótico pretende un cogito imposible, un cogito falaz: "soy amado, entonces soy", pero el
falo objeta este cogito.
La neurosis es también una enfermedad del saber porque trata la opacidad del ser mediante la
pregunta. Esta enfermedad del saber es una enfermedad de la pregunta. La pregunta es una forma de
demanda, pero dirigida al saber. Esta enfermedad de la pregunta se puede formular ¿qué soy yo?
En las dos vertientes: falta en ser y falta en saber, la posición del neurótico es recurrir a un Otro que es
supuesto poder responder por el don de su presencia o por el aporte de su saber. Otro que es supuesto
poder dar o responder, transmitir el saber. Esta enfermedad de la pregunta tiene traducciones clínicas a
nivel de los fenómenos.
Un paréntesis. Es descifrando el sintoma como Lacan formula la neurosis como una pregunta, sin
embargo, a nivel fenoménico, la dimensión de la pregunta neurótica está presente. Está presente ya en
las preguntas del niño, está presente en la clintca bajo la forma de una propensión, notada ya por
Freud, o bien a hacerse preguntas (el obsesivo) o bien a plantearle preguntas al Otro (la histérica). Por
otra parte, en la psicología del neurótico, este está muy orgulloso de hacerse preguntas, tan orgulloso
que considera que quienes no se las plantean, son imbéciles. Hay una tendencia a considerar que es
una virtud hacerse preguntas. Se podria considerar que mayor virtud es responderlas, cosa que no
siempre es fácil. Freud había notado el gusto de los neuróticos por las preguntas sin solución: ellas
tienen la ventaja de permitirles interrogarse durante toda la vida.
La pregunta supone un reparto a nivel del saber. Supone, por un lado, un sujeto que no sabe, pero por
el otro, un Otro que sabe. El neurótico se propone como no sabiendo lo que quiere, lo que ama, lo que
es, lo que tiene, qué hacer. etc. Toda esta clínica de la indecisión fundamental hace que lo que le falte
al neurótico sea un analista, le viene como anillo al dedo, porque su posición natural es tratar su división
por medio de un Otro supuesto al saber. Fijense que aqui se podrían hacer ciertas consideraciones
sobre el Otro mentiroso, ¿de dónde viene esta idea de que el Otro miente? Puede haber razones
biográficas, pero fundamentalmente la idea viene de que se le supone el saber y que uno constata que
no lo difunde, lo encubre, lo esconde.
Hubo un analista que ilustró que la transferencia hace creer en un Otro mentiroso, en un Otro que no
dice el saber que tiene. Fue Ferenczi, que hizo además una doctrina sobre el origen de la neurosis.
Ahora, hay que plantearse sobre qué versa la pregunta dirigida al saber. Hago notar que hay un punto
de diferencia fundamental con la perversión. El sujeto perverso, que no está menos dividido que el
neurótico dado que habla, este no presenta una enfermedad de la pregunta; el sujeto perverso sabe qué
hace gozar al Otro, lo sabe en acto. A partir de esto, él no se hace preguntas, por eso uno no analiza la
perversión en tanto tal, por la razón que la perversión no llega a formular una pregunta en el punto en
que ésta se correlaciona con el SSS.
¿Sobre qué versa la pregunta? es la pregunta por el ser, y esta pregunta está correlacionada con la
pregunta por el goce. Esto se ve en las fórmulas que Lacan da del ¿qué soy? ¿Qué soy hombre o
mujer? es la pregunta sobre el ser sexuado. ¿Qué soy en mi erección como ser viviente?
Algunas consideraciones sobre el trauma. El trauma es el trauma sexual, lo sexual es lo traumático en
tanto tal y lo es doblemente. Lo traumático en la sexualidad es, en primer lugar, el saber de lo sexual ya
que confronta al sujeto con su división, es traumático porque no inscribe la relación sexual; el nombre
de ese trauma es castración. El significante del saber sexual traumático es el falo. El falo que inscribe
un goce que es compatible con el Otro, que se inscribe en el Otro. Pero también es traumático porque
hay una parte del goce que no se inscribe en ningún saber, que es un exceso respecto de todo saber.
Freud lo intuyó cuando nos habla del exceso de placer original en la obsesión y del exceso de displacer
original en la histeria. Esto no es lo mismo que la dimensión de la castración, es la idea de una relación
con un goce que está alli.
Entonces, para dar la dimensión que evoco aquí, trauma debe escribirse cometiendo una falta de
ortogralia. En francés hay que escribirlo “trop-matisme” exceso de goce. El trauma es encontrar un goce
que es un exceso en relación al saber. La cuestión es cómo tratar ese goce traumático, inaslmilable en
las redes de lo simbólico. Tenemos el ejemplo de Juanito. Uno allí ve mejor el trauma ligado al saber de
lo sexual. Uno ve que sus erecciones le son hétero; no es el autoerotismo, es el hétero. Sus erecciones
traumáticas le son a Juanito extrañas, eso es lo que le choca. Eso que él no sabe ni qué es ni de dónde
viene. ¿Cómo trata él esto? Lo trata primeramente mediante lo simbólico, construyendo la ficción del
casamiento con la madre y enviando al padre con la abuela. Lo trata también mediante lo imaginario,
haciendo que su hermana sostenga el pene. Sostenerlo a través de un semejante es una manera de
desembarazarse, de sacarse el lastre, no es lo mismo que simbolizarlo. Por un lado él lo simboliza,
como sigue siendo embarazoso, se quita el lastre. Es por eso que uno no puede considerar que esté
curado. La manera de tratar este trauma es esa ficción que es el fantasma. Ficción no quiere decir
ficticio. Ficción debe ser tomado en el sentido del forjar, de algo que es fabricado. El recurso del sujeto
frente al trauma, frente a su exceso, es forjar una ficción que permita dar cuenta de ese exceso, de
pensarlo, de integrarlo en el gran vientre del Otro simbólico.
La vertiente que toma la ficción en la neurosis, a menudo, es la masoquista. Esto impactó a Freud, lo
interrogó, lo sorprendió. El fantasma masoquista del neurótico es una ficción sobre un Otro que quiere
gozar del sujeto del cual tiene que defenderse. Este es un recurso frente al trauma, es una cobertura del
trauma. Que el sujeto pueda defenderse de un Otro que se supone goza, no Impide que la ficción que
construye de un Otro que se supone goza sea una forma de digerir el trauma. Lo que corresponde a ese
Otro que se supone goza es el Otro a medida de los ensueños del sujeto. El Otro a medida es el Otro al
alcance de su mano, el Otro que le darla placer, que aportaría el complemento de amor, de ser o de
goce que él puede esperar. Hay toda una literatura que vive de esto, que vive de la fabricación de un
Otro a medida para el sujeto. Lo sorprendente es que se trata sobre todo de una literatura para las
mujeres: son las mujeres las que leen esa literatura que es la novela rosa. Debe haber una razón para
esto sobre la que habría que reflexionar.
Vuelvo a lo que quería decir: la neurosis es una religión, es una religión del Otro, hace existir al Otro, así
se lo crea malo o se aspire a que sea a la medida, en ambos casos se cree en él. Freud subrayó sobre
todo el lado creyente del obsesivo, al punto de hallar una homologla entre los ritos de la religión y el
síntoma obsesivo. Creo que si la versión religiosa que es la obsesión está sobre todo del lado del ritual,
ello no impide que la histeria también crea. Cree sobre todo en un estilo místico, no en el estilo
ritualtzado, pero eso no impide que el sujeto histérico crea. Pues bien pienso que el psicoanálisis
aporta, en este punto, la solución de la neurosis. Quiero decir que en este punto hay una incidencia del
psicoanálisis, porque en el psicoanálisis se produce la división del sujeto en acto, se la pone a trabajar
en la transferencia y esto hace que Lacan pueda decir que se construye esta división. Hasta el punto de
hacer desfallecer la religión del Otro. La caída del SSS no es más que esto, es una destitución del Otro
que se supone goza o sabe.
Que el Otro no existe quiere decir conducirlo hasta el punto en que el “troumatisme", el trauma del
agujero da la solución del “tropmatisme” del exceso de trauma. No da la solución de la división del
sujeto: al contrario, la refuerza, pero da la solución de la ficción neurótica en la medida en que ésta
alimenta la pasión del neurótico. Esta pasión hay que entenderla en su doble sentido, es a la vez; la
idea que el neurótico se hace de la castración como teniendo un agente (el Otro) que la querría y
entonces le echa la culpa al Otro, en el sentido, casi, de un “delirio” pasional; se las agarra con el Otro
en tanto causa de sus desgracias. El Otro no sabe y no goza porque no existe. Si el sujeto llega a darse
cuenta de esto eso resuelve no la castración sino el hecho de representarla como una pasión, resuelve
la querella al Otro. Esto en los fenómenos como hacer un ateo, no en el sentido de la profesión de fe,
porque decir “soy ateo” no prueba que uno no sea creyente, un ateo en el único sentido que puede
tener: un acteismo. El acteísmo del final del análisis resuelve la religión neurótica, dejándole al sujeto la
carga de su división y su castración. El acto analítico es la cima del acteismo del sujeto destituido y
cuando Lacan dice “el analista no se autoriza más que por sí mismo” sería una fórmula acteísta
(equivoco entre acto y ateo). Autorizarse por sí mismo quiere decir que no se autoriza más en el Otro.
Dios está muerto nada está permitido, si Dios está muerto el sujeto se encuentra privado del apoyo de
la prohibición. La prohibición es un apoyo, es lo que le permite sostener su deseo bajo la forma del
desafio. Si Dios está muerto nada está permitido porque ya no hay nadie para prohibir.
¿Cómo hallar las huellas clínicas de este actelsmo? Creo que las tres descripciones que se encuentran
en el Discurso a la SFP hallarán la descripción del sujeto destituido.
SI tomamos los dos últimos ejemplos del sujeto destituido: primero el guerrero aplicado, que es un
personaje que hace lo que hay que hacer. Está en la guerra y hace la guerra sin hacerse preguntas, sin
hacérselas al otro, sin pedirle explicaciones a nadie. Es una figura nada simpática, no está hecha para
gustarle al neurótico. Es una persona resuelta obstinada.
El segundo ejemplo es el de Lacan haciendo su Seminario en 1961 contra todos y a pesar de los
avatares y catástrofes a su alrededor es un personaje más slmpáttico. ¿Cuál es el rasgo en común con
El guerrero aplicado? Que no se hace preguntas sobre el Otro. Son sujetos resueltos que no piensan en
el Otro, por eso Lacan dice: “la destitución subjetiva es un efecto de ser, no de falta en ser”. Es un
efecto de ser, pero no es sutura, porque el recurso al Otro de la neurosis es una forma de tapón.
Describe el fin de la vacilación neurótica sobre el Otro. Esta resolución apacigua algo de la neurosis, su
pasión por la queja, sus reproches. Se trata de que la neurosis ceda en algo, que ceda sobre su religion,
esa religión que implica una querella al Otro. Por Lacan emplea el término "paz".
Esta es una descripción precisa de una superación de lo que Freud describe como el escollo del fin del
analisis, porque ese escollo no es la castración en si misma, es la protesta del sujeto frente a la
castración. Hay entonces dos versiones, la que llama versión masculina (Freud habla de protesta
porfiada) y del lado femenino de envidia del pene. Lo que Freud nota que no llega a reducir es el
elemento protestatario, que no depende de la necesidad estructural, sino de una posición del sujeto.
Si algo puede reducir esto, es la destitución del SSS y nada más. Es por eso que el análisis lo
conmueve. A nuestro sujeto destituido Lacan lo llama lo incurable, es el producto al final. ¿Qué es
incurable al final? Uno puede decir que es la división misma del sujeto, pero ésta siempre fue incurable.
La neurosis es una manera de tratarla, tan mala, que conduce al sujeto a un tratamiento. Lo que hace lo
incurable es un saber, es el hecho de que sale instruido “acerca de ese algo que no es una nada, su
división". Está Instruido al final sobre la inanidad del SSS, de que el SSS es inaccesible. Esto quiere
decir que hay saber adquirido al final del análisis que, al menos momentáneamente, hace imposible
recurrir al analista, el llamado al SSS. Lo incurable es un sujeto dividido que adquirió un saber que lo
priva de recurrir al analista. Entonces, la felicidad. Haré notar una cosa: ¿cuál es la salida del Ello al
final? ¿Qué deviene para un sujeto la parte de goce que no ha sido elaborada en el saber inconsciente?
Lo imposible de decir de este goce ¿qué deviene? Hay que decir que si el Otro no existe, la Cosa existe
y eso conduce a Lacan a poder decir que el goce considerado perverso está permitido. No hay que
tomarlo en el sentido de permiso. Quiere decir que no es imposible. El goce de la relación sexual,
prohibida la madre, no está permitido, porque es imposible debido a la falta de La mujer que haría
posible inscribir la relación sexual. El goce perverso no es imposible, a condición, para cada uno, de
hacerse una conducta. Eso quiere decir que el análisis lacaniano no prescribe nada en lo concerniente a
la realización sexual; no prescribe la genitalidad. No porque no se la encuentre. El logro genital existe,
pero no puede prescribirse porque depende del encuentro, de la tyché. En cuanto al goce perverso ¿en
nombre de qué se lo prohibiría, si falta un Otro que plantearía su imposibilidad? Entonces, sobre este
punto, no hay ninguna prescripción lacaniana.

MILLER (1984) Síntoma y fantasma.


No hay clínica sin ética, discurso analítico sin consecuencias.
Miller propone una división entre sintoma y fantasma como esencia para la dirección de la cura.
En Lacan no todo es significante. El decubrimiento lacaniano fue el objeto a. este es un corte en la
enseñanza de Lacan y los conceptos no son lo mismo antes y después.
Lacan situo el fin del análisis en relación al fantasma y no en relación al sintoma. Lacan trata la cuestión
del fin del análisis a través del fantasma y de la entrada en análisis a partir del sintoma.
La oposición entre sintoma y fantasma es entre significante y objeto, en la medida en que lo que
prevalece en el sintoma es su articulación significante.
Es el fantasma el que nos conduce a la dimensión ética del psicoanálisis.
El sintoma nos introduce a una problemática terapéutica, a la cuestión de su curación. Se habla de
levantamiento del sintoma. Lacan habla de “travesia del fantasma” para no hablar de levantamiento o
desaparición del mismo. Con el fantasma se trata de ir a ver lo que esta detrás. Cosa difícil porque no
hay nada. Pero es una nada que puede asumir diversos rostros. La travesia del fantasma tiene que ver
con dar una vuelta por esas nadas. Es necesario el deseo del analista efectivo. Un terapeutca es
alguien conforme al discurso del amo, quiere que la cosa funcione a nivel del individuo. Que la cosa
ande bien es contraria al fantasma, también lo es el deseo del medico. El sintoma como formación del
inconciente debe ubicarse en relación al discurso del Amo. En Lacan la entrada en análisis esta
modelada sobre lo que luego será el esquema de ese discurso: la representación del sujeto por el
significante.
Por el contrario, lo que esta privilegiado en el discurso analítico es la estructura del fantasma y el fin del
análisis. No hay clínica sin ética. Implica al analista poner el acento sobre su querer o sobre su deseo.
¿Qué quieres? Es la pregunta misma del deseo. Esa pregunta se hace al mismo analista, que es lo que
quiere obtener. Lo cual tiene consecuencias en el paciente.
La cuestión ética para el analista esta en el decidir cuando un análisis puede empezar y también decidir
que este no ha concluido. Justo en el punto en que se podía considerar terminado es cuando
verdaderamente empieza. Mas alla de su supuesto bienestar. Es estar en ruptura con los ideales
comunes de nuestra sociedad. Porque la ética propia del psicoanálisis supone adoptar valores
inaceptables por parte de cualquier poder constituido. El psicoanálisis es asocial. Corresponde a un
esfuerzo extraordinario a un lazo social de otro tipo: el discurso analítico.
Una cierta subversión esta presente en el analista en tanto apunta mas alla del bienestar.
Este “no hay clínica sin ética” se juzga por el modo en que uno acepta o no una demanda de análisis.
Los que entran son inocentes porque no saben que el verdadero fin del análisis es la destitución
subjetiva.
La experiencia analítica nos enseña que el paciente, a propósito de su sintoma, habla mucho y habla
para lamentarse de el. Es la razón por la que se analiza.
En relación al fantasma la situación es diferente. No se lamenta, a través de el obtiene placer.
Dos vertientes diferentes para el sintoma y el fantasma: placer y displacer.
El paciente encuentra en su fantasma un recurso contra su sintoma, un consuelo. Freud lo llamo “sueño
diurno” y tiene un vinculo con la masturbación. Esta satisface un goce fálico, distinto al goce del Otro.
El sujeto es reticente a hablar de su fantasma. Le avergüenza, porque se le presenta en contradicción
con sus valores. Experiencia de división del sujeto.
El elemento fantasmático no esta en armonía con el resto de la neurosis. Esta en un lugar distinto al
resto de los síntomas. En la dirección de la cura debemos con que el campo en que se produce la
experiencia no es un campo unificado. Sintoma y fantasma se ubican en lugares diferentes.
El fantasma es como una maquina para transformar goce en placer. Maquina para domar el goce, por
su movimiento el goce no se dirige hacia el placer sino hacia el displacer. Mas alla del principio del
placer lo que hay es una dimensión de goce, y el fantasma aparece como un medio para articularla con
la correspondiente al principio del placer.
El fantasma tiene una funcion semejante a la del juego, que es a partir de una situación tanto goce
como de angustia, de la producir placer. El fantasma es una maquina que se pone en juego cuando se
manifiesta el deseo del Otro.
El fantasma fundamental nunca es interpretado y en la experiencia analítica y en la funcion del analista
no todo es interpretación.
La interpretación es de síntomas. La interpretación nunca lo es del fantasma fundamental. Este no es un
objeto de interpretación por parte del analista, sino un objeto de construcción. El fantasma fundamental
es un punto limite del análisis y se puede haber hecho un análisis sin llegar a ubicarse frente al mismo.
El comportamiento mismo del sujeto es una demostración de sus fantasmas.
El fantasma fundamental corresponde a que en lo reprimido nunca podría salir a la luz. El fantasma
fundamental corresponde a la represión originaria. Con el fin del análisis lo que se puede esperar es
que la relación del sujeto con ese fantasma fundamental cambie. Este es el punto limite del análisis.
Lo que angustia es el deseo del Otro. El fantasma se puede ubicar como lo que cubre la angustia
suscitada por ese deseo del Otro. La angustia misma aparece cuando hay un desfallecimiento de la
cobertura fantasmática. Esto se ve muy bien en esa cobertura que es la fobia. Una fobia es un medio
elemental de cubrir la angustia a través de un miedo. Las distintas estructuras fantasmáticas y las
diversas estructuras clínicas pueden ubicarse como modos de respuesta a la cuestión del deseo del
Otro.
Si tenemos la creencia de que podemos hacer algo con el análisis para curar los síntomas, es porque
suponemos su articulación significante. La articulación significante esta en cada formación del
inconciente. El fantasma, por el contrario, concierne a una relación con el objeto. La formula del
fantasma es ($ ◊ a) inscribe precisamente la relación del sujeto con el objeto. El fantasma también tiene
una dimensión simbolica que esa formula no expresa.
El descubrimiento por el cual sabemos que el objeto también esta implicado en el sintoma es la reacción
terapéutica negativa, donde lo que se descubre es la existencia de un goce propio del sintoma. Goce
paradojal, porque no es un placer, sino un displacer. Por tanto el objeto a, como plus de goce, también
esta presente en el sintoma.
Los fantasmas están bajo la ley del principio del placer, pero al mismo tiempo son una vinculación entre
el goce y el placer. Están en ese punto mismo de articulación.
Para que algo funcione como significante es necesario que se situe en oposición a otro. Lo peculiar del
objeto en análisis es que no se plantea por oposición a otro. Tiene una peculiaridad absoluta. Este es
uno de los sentidos presentes cuando Lacan habla del deseo como de una condición absoluta. Un
significante en cambio nunca es el único y resultaría una paradoja en si mismo.
Mientras que el efecto se mueve y desplaza con el significante, dando lugar a esa dimensión de las
formaciones del inconciente, el objeto, determina la inercia del análisis y la repetición. En una estructura
no todo es significante, pero lo que no lo es, el objeto, se encuentra ahí estructurado, tiene su lugar.
A barrado es un matema que se puede traducir como “el deseo del Otro”, en tanto es necesario para
que el Otro pueda tener un deseo que algo le falte.
Cuando se trata de la cuestión del fantasma corresponde tanto a la manifestación del deseo del Otro,
como a la manifestación de una falta en el campo del significante. Por eso el fantasma se presenta en la
clínica como un tope, y como una resistencia a la intervención del analista. El analista tiene que admitir
que estos fantasmas subsisten aparte del resto del contenido de una neurosis, y en el fondo, no
encuentran un lugar apropiado en su estructura. El fantasma se vincula con ese punto de falta en el
Otro como lugar del significante. No se trata solamente de hablar de resistencia a comunicar el
fantasma, además hay que articularla, porque no es mala voluntar del paciente, ni resistencia del yo.
Esa resistencia es exactamente esa posición en el lugar del Otro que es un punto de falta en el
significante. De ahí que es la cuestión mas difícil de la dirección de la cura y del fin del análisis.
Hay una dimensión de la experiencia analítica que es un movimiento de demanda. Por un lado esta la
demanda, y por el otro, con qué responde el analista a la misma. La manera analítica de responder es la
interpretación. Por lo general el fantasma fundamental no se ofrece al movimiento de la interpretación,
se presenta en la experiencia como no tocado, no alcanzado por el significante. Es trabajo del analista
obtener su revelación.
Para Lacan no se trata de curar al paciente de su fantasma fundamental. El fin del análisis busca una
cierta modificación de la posición subjetiva en el fantasma fundamental. Esto no es una cuestión de la
cura. El fantasma fundamental es el residuo del desarrollo de un análisis. Residuo de la interpretación
del sintoma.
Hay tres dimensiones del fantasma. En primer lugar tiene un aspecto imaginario correspondiente a todo
lo que un sujeto puede producir como imágenes. En segundo lugar encontramos la dimensión
simbolica, aspecto mas escondido. Se lo observa en el hecho de que el fantasma consiste en una
pequeña historia que obedece a ciertas reglas, ciertas leyees de construcción que son las leyes de la
lengua. Es un axioma, algo que tiene que ver con Abarrado, con esa falta en el campo del significante.
La dimensión fundamental del fantasma es su dimensión real. Como real es un residuo de la
experiencia analítica que no puede modificarse. Lo imposible de cambiar. Para Lacan el fin del análisis
es el logro de una modificación de la relación del sujeto con lo real del fantasma.
Como conseguir con los medios del lenguaje una modificación del residuo real del análisis. La dirección
de la cura requiere conocer la delimitación exacta entre síntomas y fantasmas.
Cuando se mantiene la orientación correcta, el desarrollo de la cura esta marcado por la obtención de
un fantasma cada vez mas puro y trágico. Hay una dinámica del sintoma, mientras que por el contrario
hay una estatica del fantasma. Hay una inercia en la experiencia analítica que se trata de poder verla
como real, como residuo de la propia operación analítica. En el análisis de las resistencias existe es
componente real de inercia. No se trata de un factor meramente negativo.
En el desarrollo de la cura el fantasma se reduca a un instante esencial, al punto del instante. No tiene
una dimensión temporal. No tiene el tiempo retroactivo del sintoma.
La dirección de la cura es la utilización, como instrumento, de ese fantasma reducido. Ese fantasma
fundamental que no se interpreta como tal, es en si mismo un instrumento de la interpretación analítica.
El sintoma aparece a los ojos del mismo sujeto como una opacidad subjetiva, como un enigma. El
paciente no sabe que hacer con esa irrupción, y por eso demanda interpretación. Si Lacan ubica a la
entrada del proceso analítico el SSS, es porque en ese momento la demanda fundamental del paciente
es relativa al enigma, a la interrogación que le hace su propio sintoma. La dificultad, diferente en cada
caso, es que el fantasma al sujeto se le presenta como transparente y como si su lectura fuera
inmediata. El cambio que se trata de lograr en el analizante es un cambio dirigido a que se plantee lo
que su fantasma cubre.
La funcion del fantasma es de respuesta al deseo del Otro. El instante fantasmático fija el sujeto en un
lugar peculiar. El sujeto del significante como tal no tiene lugar. Se mueve con el significante y puede
aparecer aquí o all siendo su ubicación simpre equivoca. En el fantasma hay un lugar fijo, peculiar,
escondido, para el sujeto. El sentido de la formula $ ◊ a es ser una escritura que no propone al fantasma
como frase, sino como la relación del sujeto con un objeto algo especial. Es la escritura de la fijación del
sujeto por un objeto especial.
El deseo fóbico es un deseo prevenido por una señal de que hay un deseo del Otro, quedando el sujeto
prevenido, avisado. La señal anticipa lo señalado e impide acercarse al deseo del Otro. El miedo es una
manera de protegerse de la angustia suscitada por el deseo del Otro.
La histeria se comporta como una mujer y como un hombre al mismo tiempo. Con una mano se da
protección contra el deseo del hombre y con la otra se comporta como un hombre que va a quitarle el
vestido.
El neurótico se defiende del goce a través del deseo, mientras que el perverso asume el deseo como
voluntad de goce. El fantasma de este ultimo esta fundado en un alejamiento, en un dejar de lado la
demanda del Otro, en una problemática de sometimiento o coaccion.
Mientras que el perverso ataca, el neurótico se defiende por la via del deseo mismo que lo angustia.
Las cosas se ponen difíciles para el neurótico cuando la señal no esta. Para Lacan, la fobia no es una
entidad clincia especial sino una plataforma giratoria, un momento anterior donde se puede elegir una
estructura clínica. En una fobia verdadera no hay fantasma porque la seña esta. El problema es en la
histeria y en la obsesion, es que no esta la señal cuando se manifiesta el deseo.
¿Cómo se produce un Otro completo en la histeria? Podemos observar como maneja la histérica su
fantasma en la cura. Un histérico se presenta como alguien que no tiene su lugar en el Otro sin
alojamiento en el Otro. Por esta razón el sujeto histérico por exelencia es $. De eso se lamenta, de esa
falta de significante que podría engancharlo en el Otro. Lo que podría darle un lugar es un significante
que lo represente. Pero el problema histérico consiste en que el sujeto se presenta como tal, sin su
lugar significante. Se presenta no sometido, rebelde a un significante, y por eso como sin hogar o
aplastado por un hogar, voluntariamente, a un costado de la humanidad.
Cuando el sujeto histérico viene a vernos, viene a buscar un lugar en el Otro, y es asi como debemos
recibirlo. Es necesario que el analista respete sus semblantes, de los que es prodigo, porque le
permiten cierto enganche con el Otro, en el lugar de un significante.
Es necesario en la dirección de la cura demostrar al analizante que el analista no es ese A completo,
demostrándole la existencia de un deseo. No se puede conducir la cura de una histérica sin demostrar
esa falta. Todo esta en el como demostrarlo, peculiar según la ocasión. No se trata de una seducción,
sino de suscitar la falta en el Otro. El sujeto histérico pide ser creido, pero al mismo tiempo no se cree a
si mismo, y es por esta falsedad esencial que es el sujeto mas apropiado para representar la verdad.
El sujeto obsesivo no necesita, como el histérico, que se le garanticen sus dichos y comportamientos. El
obsesivo se propone como garante del analista. Su problema es garantizar el gran Otro. Tal es su
manera obsesiva de no tener nada que ver con uno, pues el obsesivbo quiere hacer lo necesario, hacer
lo que hay que hacer, pero nada mas. El sujeto histérico se ubica como Amo, cosa escrita asi en la
formula correspondiente de Lacan para su discurso. Por el contrario el sujeto obsesivo se ubica
voluntariamente como esclavo y aunque sea rebelde, lo será siempre en nombre de una ley. Quiere una
relación con el Otro, pero en la medida en que esa relación se ajuste a determinadas reglas, las mismas
que el histérico no soporta, porque son una manera de matar el deseo.
El obsesivo es obediente y no causa problemas al respecto, pero lo subleva el capricho. El Otro
caprichoso. Tal es su manera de establecer la permanencia y consistencia de su Yo, tendencia que
determina, correlativamente las intermitencias de su deseo; que su deseo se desvanezca frente al
objeto. Vemos asi la funcion, en el, de la vigilancia.
Cada estructura clínica tiene su propia pantonmima, su propia estrategia ante la cuestión del deseo del
Otro. Esa respuesta concreta es su fantasma en el sentido mas amplio de la palabra, su manera de ser.
Lo esencial en el fantasma histérico es la funcion de la otra mujer. Cada vez que nos encontramos con
un sujeto histérico hay que buscar la otra mujer, porque la forma que toma la cuestión del deseo del
Otro es siempre una cuestión sobre el sexo que el sujeto tiene. No es lo mismo para el obsesivo para
quien la cuestión del deseo del Otro es la de su propia existencia en el mundo. En el sujeto histérico la
otra mujer tiene esa funcion prevalente porque la cuestión sobre el sexo es siempre una cuestión sobre
el Otro sexo. El otro sexo siempre es el femenino. El sujeto histérico espera alcanzar una respuesta a
través de la mujer. El sujeto histérico se identifica al hombre para plantear su pregunta sobre la
feminidad. Lacan reemplaza el concepto de bisexualidad por “no hay relación sexual” que seria una
multisexualidad porque el objeto a como tal no tiene sexualidad. En el fantasma histérico, la otra mujer
es ofrecida al hombre. Una mujer histérica alquila su cuerpo a otra mujer, lo que puede observarse en
cada ocasión que el fantasma histérico se construye.
El obsesivo, con su problema sobre la vida y la muerte, acepta riesgos, pero al mismo tiempo se pone
un poco al costado de la situación donde ocurren.
El fantasma determina al sintoma. Dado un sintoma, uno puede encontrar el fantasmta que lo
determina. El método de investigación psicoanalítico va del sintoma al fantasma, en un camino que
hace aparecer a este ultimo como precursor inmediato, directo, del primero y en un sentido causal.
En su primera formula Lacan nos indica que este queda situado en una dimensión estrictamente
imaginaria. En segundo lugar señala que la eventual prevalencia de una imagen en el sujeto
corresponde a una falta en el sistema simbolico. La segunda formula del fantasma es $ ◊ a. Lo
novedoso no es que implique al objeto a, sino la transformación de la consideración del objeto como
imaginario hacia la cuestión de su estatuto real. Lo nuevo es implicar en el fantasma al sujeto como
sujeto del significante: o sea que en el fantasma queda implicado un elemento que viene del nivel
simbolico, que es efecto de la dimensión simbolica. Asi se articulan dos elementos heterogéneos.
Freud nos dice que se requieren dos cosas para hacer un fantasma: un goce, un placer proveniente de
la zona erógena; y una representación de deseo. Lo vemos en la formula.
Si el sujeto es efecto de la cadena significante, no se debe olvidar que se presenta en la experiencia
analítica como una inercia, con una resistencia proveniente de su estrecha vinculación a través del
fantasma, con el objeto. De ahí que la culminación del análisis necesite una vacilación de ese vinculo
entre el sujeto y el objeto propio del fantasma.
El sintoma esta determinado por el fantasma, que es un tapon del deseo del Otro. El fantasma es como
el resumen de toda la producción inconciente. El fantasma aparece como punto de bifurcación posible
en la trayectoria donde puede retornar a lo que puede ser conciente para el paciente. El fantasma es
como un axioma no solo para el sujeto, sino que tambien asi se presenta en la practica analítica. Un
punto en el fantasma en que no hay palabras, no hay saber.
El axioma fantasmático implica el ser una creación significante pura. Hay un creacionismo del
significante. El fantasma fundamental esta ligado a una significación absoluta. A una significación
despegada, separaada de todo. El fantasma tambien tiene un significado de verdad, pero esta no puede
entenderse como la verdad del sufrimiento sintomático. Es una significación de verdad lógica. El
problema de la travesia del fantasma y del fin del análisis es el de como puede transformarse la relación
del sujeto con esa significación axiomática absoluta.
Un significante no es nada sino por oposición a otro o a un conjunto de significantes. El semblante es un
elemento que no ni verdadero ni falso, inventado para no utilizar el termino “apariencia”. Cuando se dice
semblante puede ser una apariencia pero a la que no corresponde ninguna sustancia.
Lo mas sustancial que hay en la experiencia analítica es el goce. El fantasma fundamental viene a
encarcelar el goce. Donde esta el sujeto del significante, lo muestran las formaciones del inconciente.
Pero donde esta el sujeto del goce, eso es mas misterioso. Cuando hablamos de inercia, de resistencia
fundamental, de lo real, el goce es la única sustancia que podemos conocer. Cuando el sujeto se define
a partir de la cadena significante no hay sustancia y si movilidad infinita. El fantasma es el momento en
que se hace la experiencia de una presencia. En el fantasma el sujeto esta ahí, además de la relación
del sujeto al significante, esta la cuestión de su vinculación con ese algo que le da permanencia.
Decir que el fin del análisis se situa al nivel del fantasma es decir que se espera que el analista se corra
un poco por detrás del suyo propio. Que obtenga un punto de vista sobre su propio comportamiento en
el mundo y sobre su propia manera de responder al deseo del Otro. La travesia del fantasma no se trata
de su desaparición, sino de no ser engañado por el. Es esencial para el análisis que tenga la posibilidad
de tomar cierta distancia respecto de su propio fantasma.

TORRES (2000) De la identificación al síntoma y retorno.


El sujeto comienza el análisis en la vacilación de su identificación al ideal y concluye el análisis
identificado al síntoma. Esta última teoría del síntoma la podemos resumir como “el síntoma goce”.
En el primer Lacan, el síntoma designaba una falla en el funcionamiento y este fracaso develaba algo
de una verdad que había que descifrar. El primer Lacan nos va a decir que en psicoanálisis la verdad se
presenta bajo la forma del síntoma, de un elemento perturbador en lo real.
En su última enseñanza lo que empieza a acentuarse es el síntoma como un modo de funcionamiento.
Más que desarreglo, es un arreglo. Esto lo encontramos en Freud cuando habla de la incorporación del
síntoma al yo, antecedente de la “identificación al síntoma”. Esta incorporación hace desaparecer el
carácter extraño del síntoma y permite al sujeto reconocerlo como parte de su personalidad. Este
aspecto del síntoma es más evidente en la neurosis obsesiva que en la histeria, porque en la histeria
hay más extrañamiento y molestia en relación al síntoma.
El síntoma para Freud aparece como la continuación del goce pulsional, la satisfacción pulsional por
otros medios. Si acentuamos esta dimensión, ya no se trata del síntoma verdad, sino del síntoma goce.
El ser hablante goza siempre de un modo sintomático. Cda uno se queja que su goce no es el que
debería ser o lo que querría que fuera. El síntoma goce, no es una formación del inconsciente, es un
medio de satisfacción de la pulsión, y por eso es diferente de las demás formaciones del inconsciente.
Lacan subraya que el síntoma no es fugaz sino duradero, justamente porque trabaja para el goce.
El último Lacan va a proponer que el inconsciente funciona para el goce. No es la primera manera en
que Lacan nos presenta el inconsciente. El inconsciente del primer Lacan funcionaba como un querer
decir. El inconsciente quiere decir; esto es claro en el grafo del deseo ¿che vuoi? cuya respuesta es
"quiere decir el deseo". La pulsión funciona a nivel del grafo como un "querer decir"; está explicada en la
lógica del significante.
En el Seminario 11 algo empieza a cambiar. En este seminario aparecen las dos operaciones de
alienación y separación. En este momento, el inconsciente es la alienación. La alienación es la
estructura de las formaciones del inconsciente que se traduce en la división del sujeto. El inconsciente
como operación puramente significante. Al obtener el objeto pequeño a en la segunda operación, la de
separación, va a ser necesario salir del significante. Esto implica introducir el cuerpo y la pulsión. A
partir de ahí Lacan va a articular inconsciente y pulsión (dos de los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis). Podemos homologar el inconsciente a la alienación y la separación a la pulsión.
El objeto a aparece como el primer suplemento del inconsciente, del significante, algo que ya no es para
el querer decir, sino para el goce. Ese "para el goce" va a tomar muchas formas en la enseñanza de
Lacan, pero primero va a aparecer como objeto a. Tenemos el significante del lado de la verdad, del
mensaje y luego el "para el goce" del lado del objeto a.
El siguiente paso va a ser proponer un matema que unifique el inconsciente con la pulsión, que es el
matema de los discursos; los discursos ponen a trabajar los tres términos significantes: $ , S1 y S2 y el
a. Es un intento de unificar inconsciente y pulsión (separados en el Seminario 11); el inconsciente como
discurso incluye al objeto a y la cadena significante inconsciente trabaja para producir un plus de goce.
El inconsciente pensado en términos significantes se devela incapaz de unir el inconsciente con la
pulsión. El intento de unir inconsciente y pulsión introduce al objeto a en la lógica de los discursos.
El "síntoma" será el nombre para intentar pensar la conexión entre inconsciente y pulsión. Porque el
síntoma en tanto síntoma goce, reúne a la vez una parte significante (descifrable) y una finalidad de
goce. Es un aparato significante hecho para producir goce. Hay una parte del síntoma que es real y
sirve al goce y hay otra parte, de alienación, que es mensaje, habla y se descifra.
La antinomia entre sentido y real está en el corazón del síntoma, lo real es el Otro del sentido. El deseo
es la interpretación; es un querer decir entrelíneas, es idéntico al desciframiento que se hace de él,
mientras que el goce no es un concepto a medida de la interpretación.
Lo que Lacan va a encontrar al final de su enseñanza como lo más real va a ser el síntoma. Y en tanto
es lo más real, va a apartarse de la idea del estutuo simbolico del síntoma, y va a estar más vinculado a
la escritura que a la palabra. Lacan va a hablar de cifrado, porque lo problemático no es el efecto de
significado del significante, sino el efecto goce y este está vinculado no al significante sino a la letra. El
goce está en el cifrado. La letra es el significante considerado por fuera de su función de producir
significaciones (no es descifrable); el síntoma goce es una letra no descifrable, no tiene un sentido a
descifrar, es trazo, marca, cifra que indica el goce.
Esto no es lo que Lacan plantea a la altura del grafo, a esa altura Lacan da un paso más para entender
el síntoma, no le alcanza solo con el efecto de significado, hay algo más es el efecto del fantasma.
Si se diera cuenta del síntoma solo a nivel del efecto de significado, lo ubicaríamos en el s (A), pero
para llegar al s (A) hay que pasar por el $ ◊ a, hay que dar esa vuelta. Primero hubo que pasar por el
fantasma. Esto es un antecedente del sinthome, síntoma más fantasma.
El grafo es un matema de la inscripción del sujeto en el Otro (el deseo es siempre el deseo del Otro). Lo
que encontramos es que al salir del grafo, el sujeto sale identificado: I (A).
Miremos las anotaciones del lado izquierdo. En el grafo se define una identificación que aparece
primero como una falta en el Otro y se escribe S. En segundo lugar tenemos el fantasma, después el
efecto de significado y por último la función del moi. Todo esto que va a terminar por I(A). El sujeto va a
salir identificado pasando antes por el S, el S ◊ a, la s (A) y el nivel imaginario (moi). En el grafo
encontramos un antecedente de unión de algo que es del orden del efecto del significante y algo que es
del orden del efecto de goce, vehiculizado primero a nivel del fantasma como a.
Podríamos decir que entre 1953 y 1972, lo simbólico reinó en la enseñanza de Lacan hasta absorber lo
real, lo real apareció representado en primer lugar en el grafo del deseo por el a. Luego, en El
Seminario 11, empezó a separar el inconsciente de la pulsión, la alienación significante del goce
vinculado a la satisfacción de la pulsión. En los discursos se volvió a intentar unir.
Es en un momento determinado Lacan se va a preocupar por orientar su enseñanza hacia lo real; será
a partir de Aun. Y lo resuelve en RSI, cuando se establece lo real como insensato. En RSI intenta
elaborar nuevas categorías que sostengan la posibilidad de un abordaje de lo real.
En los últimos seminarios, Lacan empieza con esta cuestión: nosotros, como analistas, ¿sobre qué
operamos? Tenemos que operar sobre el goce, de lo contrario no conseguiremos nada. Pero operamos
sobre el goce a partir del significante ¿cómo es esto posible?
El síntoma es una solución a este imposible entre el sentido y lo real. El síntoma es un modo de
tratamiento de lo real por lo simbólico y en ese sentido es quizás el único modo de presencia de lo
simbólico en lo real. Joyce es el que llegó a aceptar el "tú eres eso" y llevar el "tú eres eso" hasta la
identificación, "tú eres tu síntoma", eso es la identificación al síntoma.
Existe un gozar del síntoma. Freud ya había tropezado con él y lo llamó de diversos modos: reacción
terapéutica negativa, masoquismo primordial. Le apareció como aquello que hace mal y que es lo
contrario al deseo. Se topó con esto porque el síntoma insiste más allá de la interpretación, porque
implica un placer desconocido para el sujeto. Freud a ese placer desconocido para el sujeto, lo llamó de
diversas maneras; dice en Pulsiones y sus destinos que “todo displacer es placer profundo que no
puede ser vivido como tal”. Después en el Hombre de las Ratas, cunado describe el tormento dice que
se trata de “horror ante un go+ce del cual no tenía la menor conciencia”. Estaba a la vez el horror y el
goce, el displacer y el goce. Es el movimiento inconsciente de satisfacción de la pulsión lo que Lacan
llama goce. El goce es que se opone a la adaptación, trabaja contra la homeostasis y se ubica en la
vertiente de la repetición; y en este sentido es insaciable.
El último Lacan vinculó el síntoma con la escritura y no con la palabra. El sentido es algo que nos
fascina en la palabra. No podemos decir lo mismo de la escritura. No decimos que leemos la palabra,
porque la comprendemos, pero cuando hay algo que no comprendemos tenemos que leer la palabra y
eso es un efecto de escritura, la lectura llama siempre a la escritura. De allí que Lacan introduce el
término cifrado para indicar que hay que tomar la estructura del lenguaje a partir de la escritura, y no a
partir de la palabra; que hay que comenzar por la escritura. Se trata del efecto de goce de la letra.
Si hay algo que no se puede escribir es la relación sexual. Es porque la relación sexual no se puede
escribir que lo que se inscribe en lo simbólico es “la cifra fálica”. Porque no hay cifra de la relación
sexual, es que el síntoma aparece en lo real. El goce entonces está en el cifrado, y el efecto de
significado no va a alcanzar para dar cuenta del síntoma.
Desde este punto de vista decir Joyce, el síntoma, es formular un trazo nuevo que no es sólo del orden
del significante. Este rasgo ya no designa al sujeto como efecto de significación, sino como respuesta
de lo real. Lacan llama a Joyce “desabonado del inconsciente”, desabonado de los efectos de
significado. Es en ese sentido que la literatura de Joyce nos enseña la diferencia entre verdad y goce.
Lacan llama síntoma a lo que del goce puede traducirse como una letra y no depende de lo que puede
traducirse por un significante. Una manera de entender la diferencia entre significante y letra es que el
significante es siempre diferente. En el orden del significante no hay identidad. Porque no hay identidad
hay identificación, identificación entendida desde la perspectiva del significante. Pero en el orden de la
letra sí hay identidad.
Lacan criticó el principio de identidad “a = a”, tal como Hegel lo había hecho antes. Para el significante
es impensable que “a = a”. En el principio significante siempre hay dos y eso se mantiene hasta el
infinito. No hay “a = a” porque hay dos. Pero para la letra hay identidad, porque la letra no se reduce al
significante. La nueva vertiente del síntoma en Lacan, el síntoma con el que hay que identificarse, no
puede ser interpretado. Por eso aparece la identificación al síntoma en el final del análisis.
La letra es aquello del inconsciente que tiene identidad consigo mismo, y en eso se distingue del
significante. La letra responde a la identidad consigo misma y no está afectada por los efectos del
sentido como sí lo está el significante.
La escritura del síntoma hace explotar al inconsciente por la vía de la letra, hace pasar de lo simbólico a
lo real y en ese sentido el inconsciente ex-siste. El sueño es la incidencia de lo simbólico en lo
imaginario, mientras que el síntoma es la incidencia de lo simbólico en lo real.
Lacan retoma en sus últimos seminarios el tema de la identificación. La identificación al síntoma es
“saber hacer con el síntoma”. Lacan ha dicho que el fin de análisis tiene que ver con identificarse al
síntoma, que esto no es identificarse al inconsciente; porque identificarse al inconsciente sería
identificarse al Otro, en tanto el inconsciente sigue siendo el Otro. Y este sujeto del fin de análisis no es
el sujeto que depende tan enteramente del Otro, es un sujeto sin Otro.
Da otros dos conceptos: el de partenaire síntoma y la cuestión del "saber arreglárselas con", el savoir y
faire, “saber hacer allí”, que no es lo mismo que “saber hacer”.
La identificación simbólica es a los significantes amo del sujeto. Se llama alienación a la identificación
fundamental del rasgo unario; pero el fin de análisis supone una nominación que Lacan ubica como
identificación al síntoma, o sinthome. Para entender esta cuestión de la nominación tenemos que ir al
Nombre del Padre. Lacan modifica su concepción del Nombre del Padre a lo largo de su enseñanza. En
primer lugar pluraliza y habla de los nombres del padre, y luego situar la nominación por la vía del
síntoma.
La fórmula del significante del Otro tachado expresa la imposibilidad del Otro para dar cuenta de la
identidad sexuada del sujeto. Hacia el final de la enseñanza Lacan no lo va a llamar sujeto para no
hablar de ese sujeto “sujetado” al Otro, sujetado entre dos significantes, el S1 y el S2. Al sujeto lo va a
llamar parlêtre. Lacan va a plantear que no puede haber ninguna identidad por las vías del significante;
si antes la solución era la identificación por la vía del significante (identificación que tenía que ver con el
Otro), ahora va a plantear otro estatuto de la identificación.
¿Cómo entender a la vez el concepto de identificación al síntoma referido al fin de análisis como un
quedarse sin Otro y seguir hablando de identificación? ¿Por qué seguir hablando de identificación?, ya
que la identificación está pensada desde el comienzo y por eso importa al comienzo la relación al padre.
En Freud la primera identificación se refiere al padre, pero Lacan lee la primera identificación freudiana
desde la segunda, y por lo tanto el padre queda reducido a un trazo, que Lacan va a llamar Nombre del
Padre. Laurent nos dice que la identificación se separa del amor y es anterior al amor, que en la primera
identificación el lazo caníbal con el padre, la incorporación, se ubica más allá del amor; que en la
segunda identificación el Otro se reduce a un trazo y que en la tercera identificación es aún más claro
este prescindir del amor por el Otro. La tercera identificación es la histérica en la que importa la
identificación y no el amor. Todo esto podría ser el antecedente de lo que luego será la identificación al
síntoma. Porque la identificación al síntoma es la identificación a un trazo, pero para entender de qué
trazo se trata es necesario relacionar los conceptos de nombre y padre tal como Lacan los trabaja en la
última parte de su enseñanza, donde no se trata del concepto de Nombre del Padre.
El trazo tiene relación con el escrito y por eso Lacan toma como ejemplo paradigmático a Joyce. Porque
Joyce hace ver lo que tienen en común el nombre propio y lo escrito: son intraducibles. La escritura de
Joyce es intraducible. El nombre propio es lo que del escrito no se traduce, el síntoma se va a volver
nombre de goce, porque recoge los intereses de goce del sujeto. En Joyce el nombre propio llega para
compensar el hecho de que el padre de Joyce no ha sido jamas para él verdaderamente un padre. Por
eso Joyce se ha sentido llamado a valorizar el nombre propio a costa del padre. "Hacerse un nombre",
no se trata sólo de la notoriedad, ni de una cuestión individualizante. Se trata de una operación que va a
afectar todo el sistema del lenguaje. En el caso de cada uno hacerse su propio nombre va a afectar todo
el sistema del lenguaje de cada sujeto.
Lacan va a ir desde la identificación, que aparece como fundante en Freud y que tiene un aspecto
relacionado con el ideal, para terminar por situar la nominación por la vía del síntoma. La identificación
al síntoma significa tener que arreglárselas con el síntoma como partenaire. El síntoma es el partenaire
con el que el parlêtre tendrá que vivir desde el fin de análisis. El sujeto ya no se está preguntando por
qué a mí, por qué fue de esta manera, por qué mi padre, por qué mi madre, por qué me tocó a mí. El
sujeto tiene que abandonar esas preguntas, de lo contrario no hay fin de análisis; tiene que irse con un
"es así porque es así”.
Lacan dice que la historia va del porvenir al pasado. Lo que viene puede cambiar lo anterior. Al plantear
el fin de análisis como identificación al síntoma y no como atravesamiento del fantasma. El fin de
análisis como identificación al síntoma es menos entusiasta que el atravesamiento del fantasma. Porque
el atravesamiento del fantasma tiene algo de heroico, epopeya. Esto es algo que se encontró en la
clínica, sobre todo en la clínica del pase que es la del fin de análisis. Lo que uno descubre allí, es que
después del atravesamiento del fantasma (momento de relámpago), no se terminó la repetición, no se
terminó el goce, no se terminó esa insistencia, pero algo cambia.
T odos somos sujetos joycianos, porque el síntoma en singular, sinthome, le da un nombre al sujeto, a
lo que no puede decirse, a lo que ya no va a poder decirse. Se trata de ponerle un nombre a aquello de
lo que no van a poder decirse más cosas, no se va a poder seguir hablando de eso.
El nombre propio no es un nombre a nivel del ideal. Esto es la diferencia entre el NdP y el padre del
nombre. El padre del nombre es el nombre a nivel de la pulsión. Hay una relación entre el padre y el
síntoma. No es lo mismo el padre que la función. La función es un lugar vacío que cualquiera puede
ocupar. A ese cualquiera lo llamamos síntoma. Aparece la noción del “padre síntoma”. Este no es el
significante del NdP, es una versión del padre que es diferente. La noción de “padre síntoma” la trabaja
a partir de formular que el padre mismo tiene un síntoma, que es que hizo de una mujer la causa de su
deseo. Habla tambien de la mujer como síntoma del hombre, hay una correlación entre el “padre
síntoma” y la “mujer síntoma”.
Esto es a lo que apunta la clínica de los nudos cuando el padre queda situado como cuarto y anuda los
otros tres RSI. Sin embargo, Lacan no termina de abandonar la cuestión de hablar de NdP.
El padre síntoma es aquél que hace de una mujer su síntoma, toma como causa de su deseo a una
mujer. No necesariamente se trata del padre de la realidad, no es lo mismo el padre que la función. Esa
función puede ocuparla “cualquiera”. A ese “cualquiera” lo llamamos síntoma y por eso hablamos de
este cuarto que anuda a los otros tres como síntoma o padre síntoma.
La lógica del caso es situable más allá de la estructura clínica, hay un pasaje de las formaciones del
inconsciente a la escritura, a la letra. El pasaje del NdP al síntoma implica que el síntoma anuda lo
simbólico, lo imaginario y lo real. El síntoma como cuarto, como sinthome y como nominación, conduce
a Lacan a ir desde una cadena de tres redondeles (la que aparece en RSI) a plantear el cuarto nudo
como síntoma. El síntoma, el cuarto nudo es el que va a anudar los tres registros. El síntoma aparece
como necesidad de un cuarto que suple cierta falla del anudamiento que no es solamente para la
psicosis, siempre hay esta falla del anudamiento.
Durante la cura el analista ocupa ese lugar de sinthome para el analizante, en tanto suple con su
presencia real la falla del anudamiento de las tres dimensiones que dan consistencia al parlêtre. Al
terminar un análisis el sujeto reemplaza al partenaire analista por el síntoma y se hace partenaire de su
síntoma. En su referencia al goce, nos muestra la lógica de la disyunción, y en el “no hay” nos aparece
el problema crucial del psicoanálisis que es cómo incidir desde lo simbólico en lo real. La no relación
cuestiona la pertinencia de operar sobre el goce a partir de la palabra, esto era el problema central de la
estafa psicoanalítica. Se nos abre entonces el camino de la invención. La invención se refiere al uno por
uno, al síntoma en singular, a la invención de un nombre propio de goce. La no relación sexual es un
atributo de la especie humana. El síntoma se inscribe en el lugar de la falta de partenaire sexual, de
manera que cuando se establece esta relación con el Otro sexo es siempre sintomática, esta es una de
las razones por las cuales partenaire y síntoma van juntos.

LACAN (1960) Las metas morales del psicoanálisis (Seminario7, La ética del psicoanálisis)
La demanda de felicidad y la promesa analítica.
El analista debe pagar algo para sostener su funcion, ya sea con palabras, con su persona, puede
decirse que toda la evolución del análisis es el desconocimiento del cual él es desposeído por la
transferencia. Es necesario que él pase por ahí. Es necesario que pague con un juicio concerniente a su
acción. El análisis es un juicio. Lo que el hace es exigible para todos en todas partes.
El fin del análisis ¿es lo que se nos demanda? Se nos demanda la felicidad. De esto se trata. Una sola
cosa hace alusion a una posibilidad feliz de satisfacción de la ternura: la noción de sublimación. Es la
satisfacción de la tendencia en el cambio de su objeto, eso sin represión. Esto significa que la tendencia
esta ligada a algo que ya pone en ella misma el conejo que se trata de sacar del sombrero. No es un
nuevo objeto, es el cambio de objeto en si mismo. Es porque la tendencia esta marcada por la
articulación significante que contiene en si misma, que permite el cambio de objeto. Esa relación
metonímica de un significante al otro que llamamos el deseo, es justamente, no el nuevo objeto, ni el
objeto de antes, es el cambio de objeto en si mismo, por lo cual la satisfacción consiste en que es aquí
donde hay pasaje del no-saber al saber, bajo la forma del reconocimiento de que el deseo no es otra
cosa que la metonimia de ese discurso de la demanda, que el deseo es ese cambio como tal.
Realizar su deseo se plantea siempre necesariamente en una perspectiva de condición absoluta. Es en
la medida en que la demanda, a la vez mas alla y mas aca de ella misma, por el hecho que se articula
con el significante, demanda siempre otra cosa y en toda satisfacción de la necesidad existe otra cosa,
que la satisfacción formulada se extiende, se cuadra en esta hiancia, en ese agujero que el deseo se
forma con lo que soporta como tal, esta metonimia: que quiere decir la demanda mas alla de lo que ella
formula.
Es en la medida en que se articula a una cadena significante que él puede palpar que el puede faltar en
la cadena de lo que el es. Es por la virtud del significante que puede acceder a su propia relación con la
muerte.
Freud nos dice que la aspiración del paciente en ultimo termino va a estrellarse en una nostalgia
irreductible, sobre el hecho que, de ningún modo, él podrá ser ese falo y por no serlo él no podrá tenerlo
mas que a condición de penis-neid en la mujer y castración en el hombre.
Eso es lo que conviene recordar al analista que se encuentra en posición de responder a quien le
demanda felicidad. Haber llevado a su termino un análisis es haber reencontrado, chocado rudamente
con ese limite que es donde se plantea toda problemática del deso. Es extrayendo en todo instante su
querer los falsos vienes, despojando la vanidad de sus demandas y agotanddo la vanidad de sus dones.
Lo que conquista el sujeto en el análisis es su propia ley. Aceptación de algo que ha comenzado a
articularse antes que el en las generaciones.
Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al parteneire del amor, es eso que el tiene. Su deseo
advertido, el deseo del analista. Es imposible en el psicoanalista, si su deseo esta advertido que
consienta en detenerse en el señuelo.
Las metas morales del psicoanálisis.
Siempre esta velado las metas morales del análisis. Promover la normalización psicológica incluye la
moralización racionalizante. Freud en El malestar en la cultura, formula que la forma bajo la cual se
inscribe la instancia moral en el hombre es todo menos racional, es el superyó, que tiene una economía
por la cual cuanto mas sacrificio se la hace mas exigente deviene. No podemos olvidar este desgaro,
esta amenaza del ser moral en el hombre.
Hacerse el garante de que el sujeto puede encontrar su bien en el análisis es una suerte de estafa.
No hay razón para ser los garantes del sueño burgues.
La funcion del deseo debe permanecer en una relación fundamental con la muerte. Freud, hablando de
la angustia, designio como el fondo sobre el que se produce su señal, el desamparo en el que el
hombre en esta relación consigo mismo que es su propia muerte, no puede esperar ayuda de nadie.
Al termino del análisis el sujeto debe alcanzar y conocer el campo y el nivel de la experiencia del
desasosiego absoluto a nivel del cual la angustia ya es una protección.
Edipo no tuvo complejo de Edipo, se castiga por una falta que no cometio. Huye de aquellos a quienes
cree sus padres y quieriendo evitar el crimern, lo encuentra. Tampoco sabe que se acuesta con su
madre. El tratamiento que se inflinge es de renuncia a aquellos mismo que lo cautivo. Fue engañado por
su acceso a la felicidad. Edipo no muere de la muerte de todos, una muerte accidental, sino de la
verdadera muerte, en la que el mismo tacha su ser. Se sustrae el mismo al orden del mundo. Edipo nos
muesrta donde se detiene la zona limite de la relación con el deseo. En toda experiencia humana, esta
zona es siempre arrojada mas alla de la muerte, porque el ser humano común regla su conducta sobre
lo que hay que hacer para no arriesgar la otra muerte. Primum vivere.
Lo que el análisis articula es que, en el fondo, es mas comodo padecer la interdicción que exponerse a
la castración. Que el superyó nazca en el momento en que decline el Edipo quiere decir que el sujeto
incorpora su instancia. Si incorporamos al padre para ser tan malvados con nosotros mismos es quizás
porque tenemos muchos reproches que hacerle a ese padre.
La castración, la privación y la frustración son cosas diferentes. La frustración es el asunto propio de la
madre simbolica, el responsable de la castración es el padre real y a nivel de la privación es el padre
imaginario. Veamos la funcion de estas piezas en el declinar del Edipo y la formación del superyó.
Por un lado el padre como castrador y por otro el padre como origen del superyó. Esta distinción es
esencial en Freud. El padre ral es castrador porque su presencia es la del personaje ante el cual el niño
esta en rivalidad con el por la madre. Es el gran jodedor. Es alrededor de la experiencia de la privación
que realiza el niño pequeño, que se fomenta y forja el duelo del padre imaginario. Ese padre imaginario
es el fundamento de la imagen providencial de Dios. La funcion del superyó es odio de Dios, reproche a
Dios por haber hecho tan mal las cosas. Tal es la verdadera estructura del complejo de Edipo.
La castración que esta en el horizonte y no se produce en ningún lado. Lo que se efectua esta
relacionado con el hecho de que ese órgano, de ese significante, el hombrecito es un soporte pobre y
que aparece mas bien privado de él. Aquí entrevemos la comunidad de suerte con lo que experimenta
la niña, quien se inscribe de modo mas claro en esta perspectiva.
Se trata de ese vuelco en que el sujeto se percata de que su padre es un idiota o un ladron, un simple
tipo. La funcion del padre es ser un mito, únicamente NdP, nada mas que el padre muerto.
El hombre hace siempre la experiencia de su deseo por algún franqueamiento del limite. El deseo de
Edipo es saber la clave del deseo. El deseo en el hombre es el deseo del Otro, el deseo de desear.
Para el hombre común, en la medida en que el duelo del Edipo esta en el origen del superyó, el doble
limite, de la muerte real arriesgada a la muerte preferida, asumida, al ser-para-la-muerte, solo se le
presenta bajo un velo (Jones dice que es el odio).
El limite exterior que es el que retiene al hombre en el servicio del bien es el temor. Entre ambos yace
para el hombre el ejercicio de su culpa, reflejo de su odio por el creador que lo hizo tan débil e
insuficiente.
La interiorización de la ley nada tiene que ver con la ley. Es posible que el superyó sirva de apoyo a la
conciencia moral, pero todos saber que nada tiene que ver con ella en lo que concierne a sus
exigencias mas obligatorias.
Las paradojas de la ética.
La ética consiste en un juicio sobre nuestra acción. Solo tiene alcance en la medida en que la acción
implicada en ella tambien entrañe un juicio, incluso implícito.
El análisis aporta algo que se plantea como medida de nuestra acción. El psicoanálisis procede por un
retorno a la acción. La hipótesis freudiana del inconciente supone que la acción del hombre tiene un
sentido oculto al que se puede llegar. Se concibe de entrada la noción de una catarsis que es
purificación, aislamiento de plano.
La ética del psicoanálisis no es especulación que recae sobre la ordenanza, sobre la disposición de lo
que se llama el servicio de los bienes. Implica la dimensión que se expresa en lo que se llama la
experiencia trágica de la vida. En la dimensión trágica se inscriben las acciones y se requiere que nos
ubiquemos en lo tocante a los valores. Tambien se inscribe además en la dimensión clínica.
La relación de la acción con el deseo que la habita en la dimensión trágica se ejerce en el sentido de un
triunfor de la muerte. La dimensión comica esta creada por la presencia en su centro de un significante
oculto, el falo.
El falo no es sino ung significante, el de la huida, del escape, del deslizamiento de la vida a todas las
barreras que se le oponen, que están constituidas por la instancia del significante. Lo patético de esta
dimensión es la contrapartida de lo trágico. Aquí yace la experiencia de la acción humana y una revisión
ética es posible, un juicio ético es posible, que representa esta pregunta con su valor de juicio final: ¿ha
actuado en conformidad con el deseo que lo habita? Esta es una pregunta que no es fácil de sostener.
A ese polo del deseo se opone la ética tradicional de los bienes. Degradación del deseo, modestia,
temperamento, se trata de saber de donde toma ella su medida. Su medida esta marcada siempre de
ambigüedad. El orden de las cosas sobre la que pretende fundarse es el orden de un poder humano.
La moral tradicional se instala en lo que deba hacer en la medida de lo posible (es en lo imposible
donde reconocemos la topología de nuestro deseo).
La inversión que entraña nuestra experiencia pone en su lugar en el centro una medida
inconmensurable, infinita, que se llama deseo. En la medida en que el sujeto se situa y se constituye en
relación al significante se produce en el esa ruptura, esa división, ambivalencia, a nivel de la cual se
ubica la tensión del deseo.
De la única cosa que se puede ser culpable en la experiencia analítica es de haber cedido en su deseo.
Lo que Lacan llama ceder en su deseo se acompaña siempre en el destino del sujeto de alguna traición.
O el sujeto traiciona su via, se traiciona a si mismo, y el lo aprecia de ese modo. O tolera que alguien
con quien se consagro mas o menos a algo haya traicionado su expectativa, no haya hecho respecto a
el lo que entrañaba el pacto.
Algo se juega alrededor de la traición cuando se tolera, cuando, impulsado por la idea del bien, se cede
al punto de reducir sus propias pretensiones y perspectivas. Ahí se encuentra la estructura que se llama
cede en su deseo.
La definición del héroe es aquel que puede ser impunemente traicionado. Esto no esta al alcance de
todo el mundo. Para el hombre común la traición tiene como efecto el arrojo al servicio de los bienes,
pero con la condición de que nunca volverá a encontrar lo que lo orienta verdaderamente en ese
servicio.
No hay otro bien que el que puede servir para pagar el precio del acceso al deseo.
El arroyuelo donde se situa el deseo no es solo la modulación de la cadena significante, sino lo que
corre por debajo de ella, que es lo que somos y lo que no somos, nuestro ser y nuestro no ser, lo que en
el acto de significado, pasa de un significante a otro en la cadena, bajo todas las significaciones.
Para que la sublimación sea posible, hay que pagar con el goce. Este es el objeto que se paga por la
satisfacción del deseo.

LAURENT Principios directores del acto psicoanalítico.


Primer principio: El psicoanálisis es una práctica de la palabra. Los dos participantes son el analista y el
analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica. El analizante habla de lo que trae,
su sufrimiento, su síntoma. Este síntoma está articulado a la materialidad del inconsciente; está hecho
de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal y de cosas imposibles de decir que le hacen sufrir. El
analista puntúa los decires del analizante y le permite componer el tejido de su inconsciente. Los
poderes del lenguaje y los efectos de verdad que este permite, la interpretación, constituyen el poder
mismo del inconsciente. La interpretación se manifiesta tanto del lado del psicoanalizante como del lado
del psicoanalista. Sin embargo, el uno y el otro no tienen la misma relación con el inconsciente pues uno
ya hizo la experiencia hasta su término y el otro no.
Segundo principio: La sesión psicoanalítica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones más
estables, a las cuales el sujeto está fijado. El psicoanalista autoriza a tomar distancia de los hábitos, de
las normas, de las reglas a las que el psicoanalizante se somete fuera de la sesión. Autoriza también un
cuestionamiento radical de los fundamentos de la identidad de cada uno. Puede atemperar la
radicalidad de este cuestionamiento teniendo en cuenta la particularidad clínica del sujeto que se dirige
a él. No tiene en cuenta nada más. Esto define la particularidad del lugar del psicoanalista, aquel que
sostiene el cuestionamiento, la abertura, el enigma, en el sujeto que viene a su encuentro. El
psicoanalista no se identifica con ninguno de los roles que quiere hacerle jugar su interlocutor. El
analista es aquel que no es asignable a ningún lugar que no sea el de la pregunta sobre el deseo.
Tercer principio: El analizante se dirige al analista. Pone en el analista sentimientos, creencias,
expectativas en respuesta a lo que él dice, y desea actuar sobre las creencias y expectativas que él
mismo anticipa. El desciframiento del sentido no es lo único que está en juego en los intercambios entre
analizante y analista. Está también el objetivo de aquel que habla. Se trata de recuperar junto a ese
interlocutor algo perdido. Esta recuperación del objeto es la llave del mito freudiano de la pulsión. Es ella
la que funda la transferencia que anuda a los dos participantes. El sujeto recibe del Otro su propio
mensaje invertido incluye tanto el desciframiento como la voluntad de actuar sobre aquel a quien uno se
dirige. Cuando el analizante habla, quiere encontrar en el Otro, más allá del sentido de lo que dice, a la
pareja de sus expectativas, de sus creencias y deseos, a la pareja de su fantasma. El psicoanalista,
aclarado por la experiencia analítica sobre la naturaleza de su propio fantasma, lo tiene en cuenta y se
abstiene de actuar en nombre de ese fantasma.
Cuarto principio: El lazo de la transferencia supone un lugar, el "lugar del Otro", que no está regulado
por ningún otro particular. Este lugar es aquel donde el inconsciente puede manifestarse en el decir con
la mayor libertad y donde aparecen los engaños y las dificultades. Es también el lugar donde las figuras
de la pareja del fantasma pueden desplegarse por medio de complejos juegos de espejos. Por ello, la
sesión analítica no soporta ni un tercero ni su mirada desde el exterior del proceso mismo que está en
juego. El tercero queda reducido a ese lugar del Otro.
Quinto principio: No existe una cura estándar, sólo hay reglas para el inicio o final de la partida. Freud
transmitió el psicoanálisis con la ayuda de casos. A partir del Hombre de los lobos, el relato de la cura
entró en crisis. Ya no podía sostenerse en la unidad de un relato la complejidad de los procesos en
juego. La experiencia del psicoanálisis sólo tiene una regularidad, la de la originalidad del escenario en
el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto, el psicoanálisis no es una técnica, sino un
discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción.
Sexto principio: La duración de la cura y el desarrollo de las sesiones no pueden ser estandarizadas.
Las curas de Freud tuvieron duraciones muy variables. La aplicación del psicoanálisis en dispositivos de
atención, ha variado la duración de la cura. La duración de la cura se define "a medida", se prolonga
hasta que el analizante esté suficientemente satisfecho de la experiencia que ha hecho como para dejar
al analista. Se persigue el acuerdo del sujeto consigo mismo.
Séptimo principio: su objetivo y fin no es de adaptación de la singularidad del sujeto a normas. El
descubrimiento del psicoanálisis es el de la impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción
sexual: castración. El psicoanálisis formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre
los sexos. Si no hay satisfacción plena y si no existe una norma, le queda a cada uno inventar una
solución particular que se apoya en su síntoma. Nunca hay una solución "para todos". En ese sentido,
está marcada por el sello de lo incurable, y siempre se mostrará defectuosa. El sexo, en el ser hablante,
remite al "no todo".
Octavo principio: La formación analítica reposa en un trípode: seminarios de formación teórica,
prosecución de un psicoanálisis hasta el final, la transmisión pragmática de la práctica en las
supervisiones. Freud creyó que era posible determinar una identidad del psicoanalista. Eso fue una
ilusión. La definición del psicoanalista incluye la variación de esa identidad. La definición es la variación
misma. La nominación del psicoanalista permite decir quién es psicoanalista. Este decir se efectúa en
procedimientos que tienen lugar en las comunidades analíticas. El psicoanalista nunca está solo
depende de un Otro que le reconozca. El psicoanalista afirma haber obtenido de la experiencia lo que
podía esperar de ella, afirma haber franqueado un "pase”. Este testimonia el franqueamiento de sus
impases. La interlocución con la cual quiere obtener el acuerdo sobre ese atravesamiento, se hace en
dispositivos institucionales.

SOLER (1988) ¿Qué control?


En toda época del psicoanálisis hubo una práctica de control. En los comienzos surgía sin demanda
explicita, bajo la forma de la conversación amistosa con algún colega. Su codificación en la Asociación
Internacional le confirió una finalidad Institucional y la promovió a etapa obligada. Su prácica también se
impuso en la Escuela de Lacan, aun cuando ésta se funda en el principio de que “el analista no se
autoriza mas que en si mismo”. Hubo tentativas para corregir las resonancias inquisitorias del término
control y sustituirlo por supervisión, pero no han sido consagradas por el uso.
Un control se le impone al analista allí mismo donde ninguna instancia se lo impone. Las funciones
institucionales del control enmascaran que el éxito no debe buscarse en ninguna otra parte más que en
la estructura del discurso analítico.
El término deriva de contra-rol, registro duplicado que permite la verificación del primero. Dentro de un
proceso, controlar es una operación segunda, que agrega a lo que allí se hace la seguridad de una
evaluación. Un cuestionamiento con fines de examen. Este redoblamiento es un problema para las
materias en donde falta un patrón que garantice la conformidad del producto terminado, donde no
podría remitirse a nada que hiciera las funciones de Otro del Otro para sellar lo que se hace en un
análisis. Es de este tropiezo del saber, estructura S(Abarrado), que surge la inquietud de que el analista
sea incontrolable, y la preocupación de remediar esto. Pero dada esta estructura ¿quién osará decir
dónde está el analista? se olvida lo que Lacan demuestra: que el acto no podria funcionar como
predicado, y que por esto un control no es un “paso de más".
La verdadera apuesta de toda demanda de control es “Asegurar que hay psicoanalista”. Esta fórmula no
prejuzga saber quién es el psicoanalista. Es de los psicoanalizados de los que se habla en el control. La
variedad de motivos ansiogenos es larga: demanda de un saber sobre el caso (estructura e inserción en
la transferencia), embarazos técnicos del analista, inquietud en cuanto a la eficiencia y finalidades de la
cura; demanda de reconocimiento, etc. En todos los casos el analista está en el banquillo, porque se
cuestiona el acto en tanto que causa de la cura. Pero el acto excluye el acta. El control se impone alli
donde seria imposible, siendo la lógica la que permite explorar lo que del Otro no se sabe y que el
analista encarna: a. Sin psicoanalista no hay psicoanálisis. A falta de un universal, el psicoanalista no
“se asegura” más que en los efectos de producción de la cura. Las paradojas del control reflejan la
aporía del acto. El acto no depende de la vía analizante mientras que el control lo apunta por esta
misma vía. Si el psicoanalista no encuentra la certeza de su acto más que en la hiancia del SSS, el
control parece restaurar el recurso a los supuestos asideros del SSS. Este hiato funda las críticas
dirigidas a la práctica del control. Se le imputa ser la ocasión enmascarada de una recaída o distorsión
de lo que la estructura del discurso analítico impone al analista. Las cuatro sospechas mayores son: que
se trataría de autorizarse en otro, mientras que el analista se autoriza en sí mismo, en su acto; de
restaurar un efecto de subjetlvación alli donde la experiencia impone al analista ser objeto; de reanimar
el sujeto supuesto al saber que el análisis destituyó.
Controlar puede adquirir a veces una función subjetiva compensatoria y siempre puede el analista
remediar su experiencia antes que pensarla. Lo que el control pone sobre el tapete es la posición
"insostenible" del psicoanalista, la única en conjugar un “soy” que excluye el pensamiento, con un "sé"
imposible de cambiar. Anudada a esta posición esta el deber del control (sino es impostura). Si el
analista no piensa allí donde opera, no lo dispensa de tener que pensar el psicoanálisis, y si el SSS es
espejismo, no lo es el saber mismo de la estructura en la cual está incluido y debe operar. Es por ella
que un control no es imposible. El analista bien puede creer en la certeza de su acto y querer cotejarlo
con sus efectos de producción con toda la razón de la estructura porque el Otro, alli, no sabe. Debe
haber ciertos "valores de control”, para que no sea infatuación delirante o impostura cínica. Esos
"Valores de control" los hallamos en la estructura que ordena la experiencia del discurso analítico.
Sin los desplazamientos y hendiduras del sujeto que balizan la elaboración del analizante no podemos
concebir el recorrido que va de la suposición de la transferencia al relevo por el acto analítico. El acto
que el Otro deja en blanco (S(Abarrado) se controla por la cura que él causa (a→). En eso, el control es
afin con el dispositivo del pase. Este también apunta al acto analitico. Lo apunta en su agente, porque
para el pasante se trata dé testimoniar sobre la metamorfosis experimentada en su análisis que
condiciona su pasaje al acto analítico. El acto se aborda en el pase por el análisis que lo hace posible,
mientras que en el control, es al revés, el acto es abordado por la mediación de las curas que lo
suponen y que no existirian sin él.
El problema es situar esta práctica del control en la estructura. Se trata de una puesta a prueba para
verificar, a propósito de cada caso, que está ordenado por la estructura del discurso analítico. Pero
queda la pregunta de saber qué es el controlador para aquel que le habla. Si hay controlante tiene que
haber quien responda. Si sólo se tratara de encontrar su Otro, no valdría la pena, porque está por todos
lados: lector, público, cenáculo de la profesión ocupan el lugar sin que se lo solicitemos (uno es
controlado de todos modos). Pero el control que se demanda es otra cosa, es otra cosa hablarle a las
paredes que dirigirse a alguien especificado con un nombre propio y que puede responder. No es la
misma respuesta. Ese alguien que puede responder no es cualquiera: se le imputa el saber del analista
(transferencia), se espera que no falte a la ética de su discurso (confianza) y sin embargo sabemos que
no nos aliviara del acto (falla del SSS). La ambigüedad de esta petición acrecienta el peso de la
respuesta que, conforme a la estructura de la palabra, va a fijarla en un mensaje determinado.
Ferenczi fue uno de los primeros en denunciar su estructura de sugestión. En efecto, para el controlador
no es imposible operar por sugestión, colocar algún aspecto de la doctrina en posición de ordenar el
conjunto del saber analítico (S1 →S2), así como profesar sobre el caso (S2 → a) o encarnar la
provocación histérica a una elaboración de saber ($ → S). En esta práctica falta lo que contribuye a
dibujar el eje de un psicoahálisis: las implicaciones de la asociación libre. Por eso la respuesta del
controlador se halla liberada de las obligaciones del modo de la interpretación. Tiene la opción, por sus
intervenciones, de elegir el discurso en el que va a ser captada la demanda que le es hecha y por eso
mismo, el impacto de su posición ética se multiplica.
Ahora, las tres respuestas evocadas están lejos de ser idénticas. Las dos primeras son sintónicas con la
demanda, que lo invita a ser la medida del saber. La tercera, se diferencia porque es ya una torsión de
la demanda, querría que él se haga cargo de esta elaboración. ¿Cómo se inscribe un control en el
discurso analítico? Supone hacer del controlante un sujeto dividido que trabaja, opuestamente a la
función de objeto que tiene en su operación de a nalista. Como trabajo, el control somete a la prueba de
una transmisión todo lo que se pone en juego del saber en la cura. Ese saber no es univoco. Es lo que
se descifró en el flujo de los dichos analizantes, lo que de su decir se dedujo, así como lo que de sauoir-
faire con la transferencia operó. Haciendo esto opera una división que no debe ser suturada, división
entre lo que el analista en control recoge y elabora del saber original del que hace nacer la cura, y la
ignorancia que debe seguir animando su posición si quiere conducir una cura hasta su término. Esta
Ignorancia, lejos de ser un “no quiero saber nada", es lo más cercano que existe a un deseo de saber.
Que el analista controlador se haga causa de la juntura disyuntiva entre la elaboración de saber y el
mantenimiento necesario de la disciplina de la ignorancia y habrá logrado un control según el discurso
analítico. Aunque no en todos los casos de la demanda tal modo de control es posible.

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