Psicoanálisis y Las Transformaciones Objetales
Psicoanálisis y Las Transformaciones Objetales
Psicoanálisis y Las Transformaciones Objetales
1. Introducción
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tanto realizar un listado de las diferentes acepciones del objeto, sino plan-
tear su función psíquica y sus transformaciones en el proceso de la cura
psicoanalítica.
Las ideas sustanciales que quiero plantear a través del despliegue de este
texto son las que siguen:
Considero que la función del objeto en la estructuración del aparato psí-
quico es la de ser el encuadre que permite la constitución del objeto de deseo,
la composición de los objetos pulsionales y servir como preparación para la
elección objetal.
Creo que retomar el valor del objeto en relación con el deseo implica
pensar el objeto de deseo entre un más y un menos, entre un exceso y una
pérdida, entre un plus de placer aportado por el otro y una falta. Conceder un
valor absoluto al objeto perdido, hipostasiar la falta de objeto, internarse
sin matices en la vía de «lo negativo», puede conducir a un extravío. Una de
las paradojas esenciales del objeto de deseo es que se constituye como tal en
el a posteriori, por la sucesiva serie de inscripciones, transcripciones y re-
transcripciones. A causa de ello es impensable el reencuentro empírico con el
objeto primordial, sólo se re-conoce a través de los signos que lo evocan con
añoranza.
Para la clínica psicoanalítica la representación psíquica del objeto de
deseo cobra un papel fundamental: implica un trabajo de duelo realizado
mediante los signos de placer y displacer que permiten el re-encuentro con
el objeto. Constituye la clave de bóveda para transformar la angustia traumá-
tica en angustia-señal referida a la pérdida del objeto materno y, por ende,
para simbolizar la angustia de separación.
Los objetos pulsionales se despliegan entre la variabilidad (al servicio del
movimiento siempre vivo del deseo) y la fijación (conexión íntima entre la
pulsión y el objeto).
La transmutación de los objetos pulsionales, ordenada por el complejo
de Edipo y el complejo de castración, permite simbolizar a posteriori la pérdi-
da de los objetos que procuraron una satisfacción oral, anal o fálica.
Ciertos objetos pulsionales pueden venir a suplantar y obturar el objeto
de deseo, predominando entonces una satisfacción con características adictivas.
En este sentido existen objetos muy ligados a la ley del consumo que rige en la
cultura actual que pretenden llenar los huecos dejados por pérdidas no elabo-
radas o extirpar el dolor psíquico.
La elección objetal implica la existencia de un Yo libidinal unificado.
Éste se constituyó gracias a la identificación primaria narcisista. En las vicisi-
tudes de la elección objetal hemos de tomar muy en cuenta el enroque sujeto-
objeto, que lleva la marca de origen del narcisismo.
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Los destinos del objeto introyectado nos sitúan ante tipos de modifica-
ción objetal específicos. Cuando el destino de los mencionados objetos pone
en riesgo la existencia de representaciones (por ejemplo en las desinvestiduras)
se hace más acuciante plantearnos las posibilidades de la transformación objetal.
El modelo de transformación metabólico kleiniano, la función objetalizante
(y desobjetalizante) de A. Green, el modelo de la elaboración del duelo, nos
ofrecen vías fecundas de transformación objetal. Pero en este campo quedan
aún muchos caminos por explorar.
2. El objeto de deseo
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Ahora bien, son las experiencias de satisfacción las que proveen los sig-
nos de placer que orientan esa búsqueda del objeto de deseo. La función del
Otro materno será la de suscitar la ilusión (en ella juega un papel esencial el
amor fusional y omnipotente de la madre vivido durante el embarazo, el naci-
miento y la lactancia, con un duración limitada) pero sin postularse ese Otro
como el objeto buscado, sosteniendo la diferencia en tanto la madre esté atra-
vesada por la represión.
El encuentro entre el desvalimiento del niño y el poder del Otro intro-
duce un señuelo, una ficción propia del deseo humano: va a producir un des-
plazamiento de la satisfacción de la necesidad de autoconservación en satis-
facción de la realización de deseo, primero de un modo alucinatorio y poste-
riormente mediante las representaciones (Vorstellung), puesto que, como he
mencionado, a través de los signos se busca re-conocer el objeto de deseo.
Junto a las experiencias de satisfacción son inevitables las experiencias de
dolor (aunque el predominio de estas últimas va a tener consecuencias psíqui-
cas negativas). En las experiencias de dolor se forma una huella mnémica de
un objeto hostil. Refiriéndose a estas experiencias Freud, en El Proyecto, va a
poner el acento en la cualidad del objeto, afirmando que toda vez que ante el
dolor no se reciben buenos signos de cualidad del objeto, la noticia del propio
gritar sirve como característica del objeto: el grito mismo sería el objeto hostil.
Es decir, que lo que quedaría inscripto serían las reacciones defensivas preco-
ces ante el objeto. Esta idea ha sido desarrollada después por otros autores,
especialmente por Bion con el concepto de revêrie, por Winnicott con el con-
cepto de holding y en el psicoanálisis contemporáneo por André Green.
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«tranquila», con sus impulsos sexuales inhibidos, sin salir apenas con amigos
y evitando el contacto con las chicas. Paralelamente iba ganando peso hasta
padecer una obesidad que cumplía una función protectora, que Fernando ex-
presa así: verme como un monstruo era una manera de seguir siendo el niño
bueno y no descorrer la cortina. Se va definiendo su demanda de análisis como
fobia al deseo. Rescata un temor que tenía en su adolescencia de tener el pene
muy pequeño. Ha permanecido niño, desarmado frente a la sexualidad y con
un padre que no le ha ayudado a identificarse como hombre.
Mientras Fernando iba engordando alimentaba una fantasía: una mujer
muy atractiva que lo había rechazado de entrada se daba cuenta de lo que
valía. La mujer ideal es una fantasía del pasado proyectada sobre el futuro:
todo lo que hacía el paciente tenía el valor de ser algún día reconocido por ella.
Existía una disociación entre la mujer ideal y la mujer sexual. Fernando era un
amante ideal de princesas pero no de mujeres. Cuando su madre aparecía
como una mujer sexual (por ejemplo si se pintaba los labios) le desagradaba.
Pero dicha fantasía se complementaba con una parte masoquista: él se sacrifi-
caba cuando era pequeño poniéndose el pijama y yéndose a dormir mientras
los demás niños estaban viendo la TV, pero en aras de ser amado por la madre
por ser bueno, siendo recompensado algún día. A la vez no dejaba de sentir
una rabia sorda por perderse lo que echaban en la TV y por sentirse sometido.
La inhibición estaba al servicio de aplacar al superyo: negando la rivali-
dad con un padre «vencido» y manteniendo «a muerte» el secreto si su madre
le preguntaba si le gustaba alguna chica. Secreto que calla por defenderse de
una madre intrusiva y secreto incestuoso que guarda.
La inhibición para llamar por teléfono y hacer gestiones, la inhibición
para comprar porque no va a ser capaz de decir que «no» a un vendedor si no
le gusta el producto, va apareciendo en el análisis en relación con echar de
menos a una madre que pueda acompañarle. La falta de la mujer-madre le
hace sentirse desamparado, vergonzoso.
Fernando experimenta también una gran vergüenza en mostrarse, por
ejemplo si tiene ganas de orinar evita salir de la sala de cine para ir al servicio,
por las miradas de los demás. El paciente descubre que el sentimiento de ver-
güenza tiene que ver con la mirada de su madre; es como si la imago materna
le dijera: «eres ridículo por equivocarte, por estar solo... debes hacer esto y lo
otro». Imago materna devoradora con tintes persecutorios. Cumplir el ideal
de su madre ha supuesto un peligro de intrusión de ella en su vida, ante el cual
el paciente se ha visto obligado a recurrir a medidas de defensa.
Mostrar su deseo implicaba un riesgo. Estas figuras críticas han tenido
que ver, como veremos después, con la transformación del deseo en obliga-
ción. También la vergüenza está ligada con ser ideal, hijo perfecto, «superior»
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como su padre, orgulloso, con no poder reconocer ningún fallo, con preferir
no arriesgarse para no perder.
La comida jugaba un papel en el vínculo con la madre y con su mujer,
ante ellas Fernando se sentía pasivo, sometido a sus exigencias y se rebelaba
mediante la transgresión de comer lo que no debía, encontrando en la comida
una compensación a su sacrificio y una libertad frente a la mujer controladora
y dominante, pero también una satisfacción pulsional. Asimismo a través de
la comida, en tanto objeto oral que llena un vacío, se produce una regresión
del deseo genital al oral-canibalístico (cuando se encuentra solo y siente un
anhelo de mujer, tal vez le gustaría «comerse» a una mujer). La comida apare-
ce claramente en el lugar vacío de una excitación sexual hacia la mujer. Evoca
él analizando el sentimiento de soledad que siempre había evitado y que llena-
ba con comida. También la comida tiene valor de objeto adictivo como repre-
sentación-meta placentera para compensar situaciones displacenteras. Piensa
Fernando que sería terrible renunciar a eso. Por último es indudable que la
comida excesiva, al producir obesidad, tiene una función de capa protectora
del deseo genital.
Para el paciente la comida era un exponente de una modalidad de inter-
cambio con los objetos en la que primaba el quid pro quo: «una cosa por otra»
perfectamente controlado, pacto de satisfacer al otro incluyendo las compen-
saciones que se cobraba por su sacrificio (ahí encontraba el plus pulsional). El
objetivo de esta modalidad de intercambio es reducir el deseo a la mera nece-
sidad o a la mera utilidad. Reducción operada mediante el control de los afec-
tos, el deber como coartada y la postergación (del tipo: cuando esté más del-
gado podré estar con una mujer, cuando termine el tratamiento podré tener
una relación sexual).
El deseo era una herida narcisista para el paciente. Suponía tener que
mostrarse, tomar iniciativas, rivalizar con el otro, anticipar la temida relación
sexual, porque en ella está presente la mujer sexual y él se ve como el niño que
gusta o como el hombre que tiene miedo a fallar. Ante la mujer deseada se
siente como un ser pasivo que ha de acceder a lo que ella quiere en el sexo. Se
ha defendido cortando de raíz lo pulsional interno, anulando la excitación,
pensando que eso no era para él, sino para otros. Defensas muy consistentes
que han conducido a la desexualización, a la negación del cuerpo, a huir de
cualquier tentación sexual, a sentirse incapaz de penetrar a una mujer. Estra-
tegia para evitar la amenaza de castración para no perder nada (complejo de
castración).
En un contexto en el que trabajábamos sobre la «tentación de tener a una
mujer con él», apareciendo el deseo de que una mujer-madre le ofrezca signos
de amor (por ejemplo enviando mensajes del teléfono móvil a una mujer con
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3. El objeto de la pulsión
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En el seno del vínculo con el semejante (la madre) van a tener lugar repeti-
das experiencias de satisfacción, resultando de éstas la composición de los obje-
tos pulsionales (S. Le Poulichet, 1996): mediante la repetición de encuentros
pulsionales se establecen las inscripciones de vacío-lleno, ruidos, olores, colo-
res, grito, pecho, etc. Tal como he afirmado antes, en cada vivencia de satisfac-
ción se establece la diferencia entre el recuerdo o huella mnémica del objeto y la
imagen mnémica del objeto percibido, diferencia entre lo esperado y lo encon-
trado, inscribiéndose nuevas impresiones que se añaden a las anteriores.
En El Proyecto Freud, al hacer mención a la relación del niño con el
semejante, se refiere al complejo del semejante: ese otro auxiliar, amoroso y
hostil, no sería unívoco ni transparente, sino que estaría dividido en dos por-
ciones: una estructura constante (la cosa irreductible) y otra que puede ser
comprendida por la memoria y remitida al propio cuerpo. Preciosa acotación
sobre la alteridad y la similitud.
Como la composición de los objetos pulsionales se produce en el inter-
cambio con el semejante (la madre), tales objetos se alojan en la distancia entre
lo que puede ser reconocido del semejante por ser memorizado y lo descono-
cido, tratando de reducir esa diferencia. Este reconocido-desconocido devendrá
más adelante curiosidad por el enigma del deseo del otro, fuente de la creación
de las teorías sexuales infantiles. Podemos entonces pensar la presencia de la
cosa irreductible en el complejo del semejante como ese resto, marca de nos-
talgia de un imposible reencuentro, que permite que el deseo no se agote y
resurja (lo ya expuesto sobre el objeto de deseo). En la relación entre el objeto
de deseo y el objeto pulsional nos va a interesar en la clínica de un modo
especial cómo ciertos objetos pulsionales, bajo ciertas condiciones, van a su-
plantar al objeto de deseo.
Las primeras composiciones de objetos pulsionales, que dan origen a las
inscripciones de los objetos originarios, marcarán con su estilo a sus sustitu-
tos y derivados. Un ejemplo esclarecedor de lo expuesto lo constituye la ins-
cripción del objeto-madre, creado por repetidas experiencias de satisfacción,
no como algo ya conformado a reencontrar como tal. Tal vez podríamos ha-
blar de la existencia de diversas inscripciones del objeto, que estratificadas van
a constituir el tesoro mnémico. Al hacer referencia a la investidura de las hue-
llas mnémicas hemos de hablar de un complejo representacional que implica
un objeto y una acción.
La introducción de lo sexual en ese campo en el que el objeto se incorpo-
ra como fuente de placer se produce mediante las pulsiones parciales: la incor-
poración-devoración oral y el apoderamiento sádico-anal constituyen las for-
mas preliminares del amor, teñido de ambivalencia. En el encuentro pulsional
con su madre el niño arranca objetos que se van recortando en esa relación.
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chas funciones que pierden un plus de valor sin el cigarrillo. De pronto ese
objeto insignificante adquiere un protagonismo absoluto en el fantasma.
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los propios deseos. Una paciente, con un padre al que vivía como extraño
durante su infancia y con el que tuvo una relación más estrecha después, me
decía: Me he sometido a mi padre, he elegido la carrera y la profesión que él
quería, he sacrificado mi vida para que él vele por mí.
El enroque sujeto-objeto puede llegar a que el Yo, habitado por las
pulsiones, busque tomar el control del objeto en una intrusión forzada, intru-
sión e invasión en el objeto para alojar en él las partes proyectadas, colonizar-
lo y someterlo a su acción. El conflicto se desarrolla contra el objeto: no se
trata de sepultar el empuje pulsional, sino de expulsarlo fuera de sus fronteras,
en el objeto. Al identificarse el Yo con los aspectos proyectados, éstos tienden
a retornar a la cuna primitiva, con lo cual la con-fusión tiende a anular la
diferencia con el objeto (Green, 2002).
Un paciente joven fracasaba de manera notoria en los estudios. La rela-
ción con su madre, con problemas de alcoholismo, era una fuente de exigen-
cias extremas para el paciente. En ese contexto la relación sado-masoquista
con su madre campaba a sus anchas. Se dio cuenta de que debía estudiar para
su madre y también que gozaba con la fantasía de que la dureza de su madre
debía forjarlo como un héroe espartano y ésa era su aspiración ideal. En los
vínculos con los amigos y con las chicas se ofrecía totalmente, se ponía a su
disposición, sintiéndose muy invadido y reaccionando con sadismo. Pudo
entender que su entrega tenía relación con la búsqueda de ser imprescindible
para el otro y de ese modo no perderlo. Al encontrar su propio espacio psí-
quico halló disfrute con los estudios y pudo construir un ideal del yo.
Este funcionamiento, en el que predomina la identificación proyectiva,
pone en primer plano el trabajo de la contratransferencia, como afirma A.
Green, ya que a través del vínculo con el analista se transmite a éste un cono-
cimiento para hacerle sentir lo que el paciente no puede permitirse sentir por
sí mismo (Green, 2002). Todo lo anterior nos lleva a la convicción de que el
sujeto habita los objetos y es habitado por ellos.
5. El objeto introyectado
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RESUMEN
Palabras clave:
Elección de objeto. Objeto. Objeto de deseo y su representación psíquica.
Objeto de la pulsión, transmutaciones pulsionales y fijaciones. Objeto
introyectado. Transformaciones objetales.
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SUMMARY
Key words:
Instinctual fixations. Instinctual object. Introjected object. Object. Object
choice. Object of desire. Object transformations. Psychic representation.
RÉSUMÉ
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Mots clé:
Choix d’objet. Objet. Objet de la pulsion, transmutations pulsionnelles et
fixations. Objet du désir et sa représentation psychique. Objet introjecté.
Transformations objectales.
BIBLIOGRAFÍA
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