Efectos de Una Mala Comunicación en El Lugar de Trabajo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 23

Efectos de una mala comunicación en el lugar de trabajo

Una mala comunicación, ya sea en una PYME o en una gran empresa, es fatal porque esta puede traer efectos
negativos en aspectos como: la moral, el enfoque, el rendimiento y los clientes. La mala comunicación se puede
manifestar desde el director que no expresa bien la visión de la compañía, hasta el encargado de ventas que no escucha
bien a los clientes. Es por esta razón que, desde Impulsa Popular, te detallamos cada uno de sus efectos. Moral baja:
la buena comunicación debe generarse desde los más grandes de la empresa, articulando una visión y unos objetivos
claros. Una mala comunicación puede generar resentimientos, frustraciones, crear un mal ambiente en el trabajo,
dañar la productividad e inclusive las relaciones externas. Falta de comunicación interna. Cuando hay falta de
comunicación interna en una empresa se originan retrasos en la planificación, se repite innecesariamente el flujo de
trabajo o se tiene que rehacer lo mismo. Clientes insatisfechos. Cuando no se escuchan las necesidades de los clientes,
la empresa va perdiendo la confianza de ellos. Por esta razón, las PYME pueden cometer errores como hacer un pedido
duplicado o una orden incorrecta. Bajo rendimiento. El rendimiento en una empresa se mide por la productividad. No
tener una buena comunicación puede traducirse en pérdidas de tiempo, en espera de recibir instrucciones claras o
tiempo perdido cuando el trabajo debe ser hecho de nuevo debido a la falta de entendimiento. Cuando le preguntas
a una persona cómo se siente, hay dos palabras que de inmediato puede decir: bien o mal. Es una respuesta casi
programada en nuestra mente y la formulamos de manera automática cuando alguien pregunta por nuestro estado
de ánimo; es, hasta cierto punto, una cortesía social que nos inculcaron. Sin embargo, ¿qué pasa cuando alguien decide
ahondar más y nos pregunta por qué nos sentimos bien o mal? En ese instante ya no es tan fácil contestar. Lo mismo
sucede dentro de una empresa. Un colaborador puede expresar rápidamente si se siente a gusto o no en el trabajo,
mas cuando tiene que explicar por qué, para muchos es difícil conocer la razón exacta, especialmente cuando ya no
se encuentra cómodo para laborar allí. Es parte de la responsabilidad social empresarial (RSE) asegurar que el personal
esté contento con el ambiente de trabajo y, en caso de renuncia, verificar que la persona se haya ido para alcanzar
nuevas metas y no porque la oficina se haya vuelto un lugar irritante. Así como una comunicación de RSE es esencial
para el buen funcionamiento de un negocio, la comunicación interna ayuda a impulsar la productividad y entusiasmo
de los trabajadores. Hay que estar atentos a los focos rojos que presente esta área, sobre todo en el caso de que haya
inconformidad entre los colaboradores y, al preguntarles, mencionen que la causa de su molestia es que no existe una
buena comunicación en la compañía.

¿Cuáles son las causas de una mala comunicación interna? Según Chron, pueden influir varios factores.

Causas de una mala comunicación interna

Falta de liderazgo. Si el líder del equipo no tiene las habilidades necesarias para dirigirlo y hacerlo sentir seguro,
dudará al momento de dar órdenes, no se comunicará abiertamente con los colaboradores y ellos se sentirán
desorientados, pues no recibirán una respuesta concreta a sus dudas.

Objetivos confusos. Desde el momento que un nuevo empleado firma su contrato, incluso antes, debe tener una idea
muy clara de las actividades que desarrollará. La falta de este conocimiento puede traer problemas para su desempeño
y la productividad de la compañía.

Falta de competencias. Los cursos inductivos son un buen método para darle la bienvenida a los nuevos colaboradores,
pero también es la oportunidad perfecta para mejorar sus habilidades o desarrollar otras. Si tus colaboradores no
tienen las competencias necesarias, la comunicación interna se verá afectada.

No hay retroalimentación. Es necesario procurar que todos los integrantes de la empresa reciban comentarios y
críticas constructivas de su trabajo. De no hacerlo, los colaboradores no sabrán sus aciertos y fallas, llevando a una
falta de comunicación y confianza.

Colaboradores desmotivados. Esto puede estar relacionado con la falta de retroalimentación, ya que si los empleados
notan que a sus superiores no les interesa ayudarlos a mejorar su desempeño, se sentirán desmotivados y no
comunicarán sus ideas o sus propios comentarios sobre un proyecto.
Equipos virtuales. Gracias a la nueva tecnología, ya no es necesario que una persona vaya a la oficina a trabajar.
Muchas compañías contratan colaboradores que laboren desde casa, sin importar si vive en otro estado o país. Aunque
tiene muchas ventajas, la falta de comunicación es un riesgo en esta iniciativa. A pesar de que son varios los elementos
que pueden ser causas de una mala comunicación interna, eso no significa que siempre sea la razón principal que
afecta al negocio o el motivo por el que los colaboradores perciben que su buen desempeño se ve frenado o
perjudicado. En una nota publicada en Harvard Business Review (HBR) se aborda precisamente este tema: “Cuando
algo sale mal en el trabajo, la gente siente que no tuvo los datos que necesitaba para tomar una decisión (…) Como
creen que les faltó información fundamental, señalan la falta de comunicación como la culpable del problema”.

¿Qué queremos decir con esto? Que a veces la sospecha de una mala comunicación interna solamente es una
alerta que evidencia un problema todavía más grande.

Para esclarecer esta afirmación, pongamos el ejemplo que dio HBR.

Una empresa que tuvo un rápido crecimiento se dio cuenta que los nuevos colaboradores que había contratado tenían
una explicación vaga y confusa de sus tareas. Al principio, los directores creyeron que se debía a una falta de
comunicación entre empleados, pero cuando solicitaron ayuda de un experto, se dieron cuenta que esa no era la
cuestión: su verdadero problema era una falta de estructura organizacional.

¿Por qué fue la estructura y no la comunicación la causa de este conflicto? Cuando eran una empresa pequeña,
contrataban personas que, igualmente, tenían descripciones ambiguas de sus puestos, pero en ese momento no
representaba ningún impedimento para el desempeño del negocio porque no había un gran número de personal, y
podían supervisar el trabajo de cada uno. En el instante que empezaron a crecer y continuaron con las mismas
prácticas, los colaboradores comenzaron a sentir que algo les impedía desarrollar bien sus actividades y lo atribuyeron
erróneamente a una mala comunicación interna. La mala comunicación usualmente es el síntoma de un problema
diferente. –Art Markman, profesor de Psicología y Marketing en la Universidad de Texas. Si notas que la productividad
de tus colabores disminuye, surgen problemas o hay mucha confusión respecto a un proyecto o actividad, detente a
analizar el escenario y no te adelantes a asumir que existe una mala comunicación.

¿Qué puedes hacer para conocer el origen del problema?

Dar y recibir retroalimentación.

Realizar encuestas a los diferentes equipos de trabajo.

Conversaciones uno a uno.

Revisar con detenimiento las quejas recibidas.

Tomar en cuenta que, muchas veces, a las personas les cuesta expresar qué es lo que en realidad les molesta.

Las causas de una mala comunicación interna pueden ser varias y es necesario aprender a identificarlas y resolverlas
para prevenir conflictos que, si no se tratan a tiempo, pueden volverse una situación más grave de lo que era.

Una mala comunicación puede hacer de tu vida una pesadilla. Tal vez no lo hayas visto así antes, pero no saber
comunicarte es la causa común detrás de todo tipo de problemas, ya sea en el ámbito familiar, laboral o amoroso.

Debido a que la comunicación es un proceso bidireccional –es decir que dependemos de la intervención e
interpretación de los demás–, puede ser realmente difícil hacerlo bien. Si eliges una mala palabra, todo lo que dijiste
antes puede salirse por completo de contexto y, luego, tendrás que asumir las consecuencias de un incendio que ni
siquiera tenías intenciones de provocar.

Errores y consecuencias de una mala comunicación


En su libro “The Light in the Heart”, el autor Roy T. Bennett recomienda:

“Escucha con curiosidad. Habla con honestidad. Actúa con integridad. El mayor problema de la comunicación es que
no escuchamos para comprender. Escuchamos para responder”.

Estas pocas líneas resumen cuáles son las fallas básicas en la comunicación que todos cometemos algunas veces, y nos
pueden ayudar a entender mejor sus consecuencias.

Errores comunes en la comunicación

Primero, está la poca disposición a escuchar conscientemente a los demás. No para responder o contraatacar, sino
para entender sus preocupaciones y sufrimiento.

Luego, la deshonestidad nos tiende una trampa cuando asumimos que “una verdad a medias” o “mentira piadosa”
está bien justificada si es para evitarnos problemas.

Por último, están los errores que cometemos al momento de elegir qué decimos y cuándo lo hacemos. La integridad
se entiende, en este sentido, como el hábito de ser recto, lo que significa no buscar el mal ni para nosotros ni para los
demás.

Consecuencias de una mala comunicación

Una comunicación deficiente puede generar un sinfín de daños colaterales, pero los más comunes son:

Relaciones debilitadas.

Apuesto a que alguna vez te descubriste en medio de una discusión familiar o de pareja crítica, con el remordimiento
de no haber elegido correctamente tus palabras. Lo cierto es que todo lo que decimos (y no solo lo que hacemos)
influye en la percepción que tienen los demás de quiénes somos. Luego, todas las personas afrontan la decepción, la
ira y la tristeza de forma distinta, así que pueden ocurrir un sinfín de cosas simplemente porque usamos una “mala
palabra” para herir o provocar a alguien.

Pérdida de oportunidades.

Desde una oportunidad de ascenso hasta una propuesta de matrimonio… Todo puede esfumarse en 2 segundos por
una mala comunicación. Las suposiciones tienen mucho que ver aquí; cuando nos convencemos de haber entendido
lo que los demás quisieron decir a pesar de tener dudas, lo más probable es que “metamos la pata”.

Ansiedad.

Por último, cuando careces de habilidades de comunicación se vuelve normal sentirse frustrado o decepcionado a
menudo. Hacer amigos, formalizar una relación o conseguir un mejor empleo será más difícil para ti que para las
personas que saben comunicarse bien, ya que ser un buen comunicador también significa ser un persuasor. Esto puede
ceder espacio a problemas como la ansiedad y la depresión con el tiempo.

¿Cómo mejorar tus habilidades de comunicación?

Es difícil romper ciertos hábitos, como la costumbre de suponer cuando hablamos con los demás. Sin embargo, tomar
la decisión de fortalecer tus habilidades de comunicación puede mejorar mucho tu vida.
Una buena forma de empezar es siguiendo estos consejos:

Habla menos y escucha más.

En lugar de pensar en lo que dirás cuando tu pareja, tu jefe o tus padres terminen de hablar, concéntrate en lo que
están diciendo, su entonación, lenguaje corporal e intención. Solo a través de la escucha plena desarrollamos la
empatía y podemos entender a los demás. Esto nos ayudará a evitar discusiones sin sentido y quién sabe todas las
oportunidades que conseguirás como resultado.

Hacer preguntas siempre que algo no te haya quedado claro.

Si una expresión o concepto te despierta dudas, ¡no lo des por sentado! Siempre existe la posibilidad de que una
ofensa aparente en realidad sea un cumplido malinterpretado.

Saber comunicarse parece fácil (1), pero no lo es. Hablar por hablar es lo que solemos hacer, pero comunicarnos y
conseguir cambios en los pacientes a través de la comunicación es algo más difícil, pero no imposible. Es un aprendizaje
como otro cualquiera y requiere, por tanto, de práctica.

Elegir las palabras adecuadas y expresarlas con el tono y el gesto adecuados (2) es la habilidad que nos conviene
aprender a todos los profesionales cuya labor está muy relacionada con la interacción humana.

Cuando hablamos de comunicación, no nos referimos a empezar a ser gracioso, extrovertido o divertido. No vamos a
tratar de cambiar nuestra personalidad, pero sí vamos a incluir en nuestra personalidad habilidades de comunicación.
De la misma forma que todos podemos aprender a conducir aunque nuestra forma de ser sea diferente, también
podemos aprender técnicas de comunicación aunque nuestra personalidad sea diferente.

Cuando hablamos de comunicación, nos referimos siempre a comunicación verbal y no verbal, tan importante es lo
que decimos, como la forma en la que lo decimos. De hecho, en muchas ocasiones, se puede decir que es más
importante cómo decimos las cosas. Un claro ejemplo es cuando alguien se enfada con nosotros y nos dice: «Es que
me lo has dicho de una forma que no me ha gustado nada»; se quejan más de la forma que del contenido.

Sin embargo, también es importante que pongamos atención en utilizar las palabras más adecuadas posibles. Nuestro
idioma dispone de un amplio vocabulario, aprovechemos la riqueza del vocabulario español para hacernos entender
lo mejor posible y evitar, en la medida de lo posible, que se nos malinterprete.

Todos creemos que sabemos hablar, de hecho lo hacemos desde los tres años. Nos comunicamos muy bien con
nuestra familia, amigos, compañeros.

Pero, ¿qué le dice a alguien cuando se enfada (3), cuando alguien se siente ofendido por lo que le hemos dicho, cuando
alguien no opina lo mismo que nosotros y no quiere entrar en razón? ¿Cómo solucionamos la situación?, ¿nos
enfadamos?, ¿le ignoramos?, ¿dejamos que se le pase?, ¿le insultamos?.

Es en estos momentos más delicados cuando se pone en funcionamiento una mala o buena comunicación (4), y es en
estos momentos cuando cobra gran importancia saber comunicarse.
Siendo quizá excesivamente escueto, una buena comunicación consiste en saber utilizar la palabra adecuada en el
momento adecuado, con el gesto y el tono adecuado.

Qué cosas hacemos que suponen una mala comunicación. Léelo detenidamente y detecta qué errores son los más
frecuentes en tu comunicación y trata de eliminarlos de tu repertorio verbal.

Características de la mala comunicación (5)

1. Razón

Usted insiste en que tiene razón y en que la otra persona está equivocada.

2. Culpa

Usted afirma que la otra persona es la culpable de que haya surgido el problema.

3. Martirio

Usted proclama que es una víctima inocente.

4. Humillación

Usted insinúa que la otra persona es un fracasado porque él o ella no hace «nunca», o hace «siempre», determinadas
cosas.

5. Desesperanza

Usted lo deja por imposible e insiste en que no tiene sentido intentarlo de nuevo.

6. Exigencia

Usted proclama que tiene derecho a un trato mejor, pero evita pedir de forma clara y directa lo que desea.

7. Negación

Usted insiste en que no está enfadado, dolido o triste cuando realmente sí lo está.

8. Agresividad pasiva

Usted hace gestos de desaprobación, se marcha o se calla. Puede abandonar la habitación precipitadamente o dar
portazos.
9. Autoinculpación

En lugar de afrontar el problema, actúa como si fuera una persona horrorosa y siniestra.

10. Ayuda

En lugar de escuchar lo deprimido, dolido o furioso que se siente la otra persona, intenta «resolver el problema» o
«ayudarle».

11. Sarcasmo

Sus palabras o su tono de voz transmiten tensión u hostilidad, que no reconoce abiertamente.

12. Cabeza de turco

Usted sugiere que la otra persona tiene «un problema» y que usted es una persona sana, feliz, que no tiene nada que
ver con el conflicto.

13. Ponerse a la defensiva

No admite haber hecho algo mal ni reconoce algún defecto.

14. Contraataque

En lugar de reconocer cómo se siente la otra persona, usted responde a su crítica criticándola.

15. Desviación

En vez de valorar cómo se sienten ambos en el momento actual, enumera una lista de motivos de queja sobre
injusticias ocurridas en el pasado.

Muchos padres sienten preocupación al ver que sus hijos no tienen la confianza de contarles sus inquietudes o
problemas; sin embargo, ellos mismos tampoco se comunican todo lo que deberían con estos. Te contamos cómo
puedes abordar la falta de comunicación en tu familia.

Muchos padres y muchas madres, por ejemplo, no hablan con sus hijos acerca de sus relaciones íntimas, de su pasado
sentimental, de cómo eran ellos durante su adolescencia, de sus problemas laborales o económicos o, incluso, de los
errores que cometieron en su juventud.

Causas de la falta de comunicación de padres a hijos

Entre las razones que existen para que los padres, a menudo, eviten estos temas está el tratar de no sentirse
vulnerables, no querer reconocer que los mayores también se equivocan o mostrar problemas que puedan hacerles
sufrir, como puede ser el desempleo.
Sin embargo, para nuestros hijos es muy positivo saber si sus padres también tuvieron problemas con los amigos en
la adolescencia, suspendieron algún examen, tuvieron un desengaño amoroso…Ya que esto hará que los hijos estén
más conectados con sus padres, sientan que hay empatía y que sus padres se pueden poner en su lugar e, incluso,
dotará al adulto de más autoridad, ya que partimos de las mismas experiencias y, gracias a eso, podemos aconsejarles
a ellos lo mejor.

Otro gran tabú de los padres son las relaciones sexuales. Muchos creen que sus hijos van a iniciarse precozmente en
el sexo si tratan este tema con naturalidad, sin embargo, nuevamente es un error evitar el tema con ese fin. Los hijos
a los que se les evita esta conversación, la tendrán con otros círculos: amigos, conocidos…o tenderán a buscar por
internet. De este modo, encontrarán información inadecuada o puede que acaben por confundir la pornografía con
las relaciones íntimas.

Los secretos de familia, los problemas económicos…son también aspectos que muchos padres evitan con sus hijos.
Quizá pensando en no preocuparles, en no mostrar debilidad…Ensalzando la figura protectora que siempre hemos
sido para ellos.

La mayoría de las investigaciones y de la literatura existente sobre la falta de comunicación entre padres e hijos se
centra, sobre todo, en los segundos. Suele focalizarse en la capacidad de diálogo de la familia, en si hay diálogo familiar
y los temas que se tratan, etc… Pero, como estamos viendo, se trata de una situación más global de lo que pensamos.

Otros temas sobre los que los padres evitan hablar son los referentes a sus miedos, dudas o preocupaciones, sobre
enfermedad…Suele ser, como decíamos, por no preocuparles. Pero también sucede que para los padres no es fácil
hablar de sentimientos con sus hijos.

Algunos temas normalmente silenciados por los padres son los relacionados con travesuras hechas de pequeño o
adolescente, con objeto de «no dar ideas a los hijos» o evitar perder el rol autoritario. Para los padres que temen
perder autoridad frente a sus hijos si cuentan sus flaquezas o errores del pasado, es conveniente recordar que todos
los padres van a defraudar a sus hijos en algo, y viceversa. De hecho, esto debe ser así para que las nuevas generaciones
puedan realizar su propio camino.

En resumen, los principales motivos de la falta de comunicación de los padres hacia los hijos son:

Evitar preocuparles.

Considerar que no tienen la edad suficiente para comprenderlo.

Sentir que hay temas que forman parte de nuestra intimidad como padres.

No transmitirles inseguridad.

El temor de no darles un buen ejemplo.

No crear mal ambiente en casa.

Pensar que los hijos no van a mantener la discreción sobre ciertos temas fuera de casa.
Si los padres acostumbraran a compartir detalles de su infancia, situaciones complicadas, antiguos noviazgos, etc…
probablemente la relación con los hijos mejoraría, pues habría más espacio para la confianza.

Por otro lado, quizá los padres deberían comenzar a expresar sus sentimientos, a ser más sinceros con sus hijos, a
plantearles sus miedos, sus dudas…Dando así un primer paso que facilite después el de sus hijos.

Causas de la falta de comunicación de los hijos con sus padres

Aunque cada hijo y cada entorno familiar es diferente, lo habitual es gestionar la comunicación familiar desde la
preocupación que suscita en los padres y madres la aparición de la intimidad en los hijos, o la falta de transparencia a
medida que crecen y entran en la adolescencia.

Esto suele producir un miedo excesivo en los padres, también aumenta su desconfianza y lo que sucede entonces es
que los hijos detectan la ansiedad que tienen los padres por conocer sus cosas y lo identifican como una intrusión en
su intimidad, provocando así todavía menos comunicación.

Pienso que mis padres no me entienden

Una de las frases más repetidas por los hijos es ésta. Los adolescentes creen que sus padres no son capaces de ponerse
en su lugar. La razón de esto, en muchos casos, es que el adolescente está pasando por una fase en la que ni siquiera
es capaz de comprenderse a sí mismo, y necesita reforzar esa idea achacándosela a los demás.

Me da vergüenza

El pudor, la falta de confianza, el temor a ser juzgado…suelen ser causa de falta de comunicación entre los hijos.

No quiero decepcionarles

Algunos jóvenes creen que sus hijos deben mantener una imagen de ellos de hijos idílicos o responsables, por eso,
evitan ser sinceros con determinados temas.

No quiero que se enfaden

El miedo al castigo o a las represalias es causa también de la falta de comunicación de los hijos. Por eso, muchos
jóvenes prefieren no contar ciertos asuntos y evitar posibles enfados.

No saben mantener el secreto

En ocasiones, los padres tienden a compartir aspectos de la vida personal de sus hijos con otros familiares. Ante esto,
los hijos pueden evitar sincerarse con ellos por su falta de discreción.

No quiero preocuparles
Suele suceder que los hijos eviten tratar ciertos temas con sus padres porque les da miedo preocuparles o que sufran.
En especial, cuando los jóvenes sienten a sus padres estresados, ya que piensan que no es buen momento para
preocuparles más.

No tengo confianza con ellos

La falta de confianza es clave en la falta de comunicación de los jóvenes, que tienden a no contarles sus pequeñas
inquietudes porque creen que la comunicación con ellos está reservada a hitos transcendentes o grandes problemas.

En definitiva, los problemas de falta de comunicación entre padres e hijos son muy comunes, además de recíprocos.

Es habitual tratarlos en terapia familiar, aunque también es positivo que analicemos nuestras circunstancias, ya que
veremos cómo hay cosas que todos podemos mejorar para fomentar una mayor confianza entre todos los miembros
de la familia.

Muchos padres viven con ansiedad el silencio de los hijos; se preocupan si creen que les ocultan algo. Pero padres y
madres tampoco lo cuentan todo, tienen sus áreas de privacidad. Y las razones de los silencios de ambos no son muy
diferentes.

María considera que tiene una comunicación fluida y una relación de confianza con sus hijos, pero nunca les ha hablado
de la relación estable que mantiene desde hace siete años y que inició después de separarse. “Es mi vida íntima, que
en nada les afecta”, asegura. Juan despide cada día a sus hijos a la puerta del colegio como si se marchara a trabajar
aunque hace más de un año que está en paro. “No quiero que se preocupen por un problema que ellos no pueden
resolver”, comenta. Ana alerta a su hija sobre todos los peligros que pueden acecharla cada vez que sale por la noche,
pero no le ha explicado el embarazo no deseado que interrumpió en su juventud ni el accidente de coche que tuvo
cuando volvía de una fiesta con sus amigos en estado de embriaguez. “No me gustaría perder autoridad moral o que
cuando les regañe me digan que yo también lo hacía”, justifica.

Como María, Juan y Ana hay muchos padres y madres que no hablan con sus hijos de sus relaciones sexuales, de sus
problemas económicos y laborales o de sus errores de juventud. Y otros muchos que no les relatan sus miedos, sus
preocupaciones, las tensiones familiares, sus problemas legales o los secretos de familia. Pero no existen muchos datos
al respecto. Hay múltiples investigaciones sobre la comunicación familiar, pero suelen focalizarse en la capacidad de
diálogo de las familias, en si padres e hijos hablan a menudo y de qué, o sobre qué cuentan o no cuentan los hijos.
Porque, aunque cada chaval y cada entorno familiar es diferente, lo habitual es abordar la comunicación familiar desde
la preocupación que suscita en padres y madres la aparición de la intimidad, los silencios o las ocultaciones a medida
que los niños crecen y entran en la adolescencia. “El miedo excesivo de los padres, la desconfianza, ahuyentan la
comunicación; el adolescente detecta la ansiedad de los padres por saber sus cosas y si lo vive como una intrusión se
cierra, provocando más incomunicación”, explica Jorge Tió, psicólogo clínico y coordinador del equipo de atención al
menor de la Fundació Sant Pere Claver.

Sin embargo, la reserva que muestran la mayoría de hijos tiene que ver con la aparición de la intimidad al acercarse o
llegar a la adolescencia y difiere poco de las reservas que mantienen los padres sobre lo que consideran su privacidad
o sus secretos personales. Lo constató Javier Urra, doctor en Psicología y también en Ciencias de la Salud, cuando hace
cinco años decidió dar un giro a su libro ¿Qué ocultan nuestros hijos? (La Esfera de los Libros) y preguntar también a
los padres qué no cuentan ellos. Su investigación puso de manifiesto que un porcentaje importante de hijos dice que
no oculta nada a sus padres y que son muchos los padres y más las madres que aseguran contar todo a sus hijos. Pero
también detectó que unos y otros se reservan algunos temas y por muy parecidas motivaciones. Los hijos callan sobre
todo con quién van, qué hacen cuando salen o las malas notas por pudor, por miedo a su reacción o para no
preocuparles, entre otras razones, y los padres eluden conversar sobre sus problemas económicos, laborales o
familiares, sobre su vida sexual o sobre sus gamberradas de jóvenes para no preocuparles, porque consideran que no
son temas adecuados para ellos o por vergüenza.

Sinceros, no transparentes. “Es normal, preventivo y sano que niños, adolescentes, jóvenes y adultos oculten algunos
temas, defiendan su intimidad, no se sientan asediados, invadidos; hay que ser sinceros y no mantener secretismos y
zonas fantasmas, pero tampoco hace falta ser transparente, hay cosas que se pueden callar para poder convivir”,
justifica Urra.

Y enfatiza que las generaciones anteriores ocultaban mucho más porque la distancia entre padres e hijos era abismal
e imperaba el respeto y el miedo al progenitor. “Nuestros antepasados se llevaron más secretos a la tumba; antes el
padre hablaba poco, el trato era de usted y se tapaban las vergüenzas; los trapos sucios se lavaban en casa, no se
preguntaba por no molestar, existían las queridas pero nadie se daba por enterado”, comenta. Por el contrario,
considera que ahora la privacidad personal se está perdiendo “porque todo el mundo se desnuda emocionalmente y
cuenta enseguida lo que le pasa con los hijos o con la pareja a pesar de que hay cosas que es mejor manejarlas a solas,
y no porque sean importantes, sino porque son íntimas, tuyas”.

Respecto a los temas que padres e hijos no se cuentan, Urra detecta que se están produciendo cambios. “Creo que en
los últimos años los hijos silencian mucho todo lo relacionado con el uso que hacen de las nuevas tecnologías: con
quién se comunican, qué páginas ven, qué consumos hacen…; y los padres ahora callan sobre todo los problemas
económicos acuciantes, sus relaciones fuera de la pareja y los consumos y adicciones, como la ludopatía”, señala.

El sociólogo Javier Elzo opina que en las actuales circunstancias los padres también dejan en zona de sombra muchos
temas politicoeconómicos. “En mi generación, las cosas que no contaban los padres eran las historias familiares
escabrosas, como las aventuras de juventud de una tía o el maltrato de algún familiar; ahora muchos padres han de
ocultar otro tipo de trapos sucios, como los pelotazos que les han llevado de ser hijos de campesinos en un pueblo a
vivir en un gran chalé en las inmediaciones de una gran ciudad; y en el País Vasco hace años que se ocultan temas
políticos y esa sombra se irá ampliando a medida que se produzcan excarcelaciones”, explica. Y añade que hay dos
grandes temas sobre los que muchos padres tampoco suelen hablar demasiado con los hijos, como no lo hicieron en
su día anteriores generaciones: su propia sexualidad y los conflictos entre madres e hijas.

Urra coincide en que hay muchas familias donde de temas de política, religión y orientación sexual no se habla porque
se sabe que existen diferentes posicionamientos y evidenciarlos supondría un conflicto emocional que afectaría a las
relaciones. “En general, lo que parece bochornoso o se sale de la regla se tiende a callar; conozco padres que están en
la cárcel y no lo cuentan, o madres que ocultan esa realidad a los hijos y les explican que el padre se ha ido a trabajar
al extranjero para que no lo vean como un ladrón”, comenta. Y explica que aunque padres y madres no soportan que
los hijos oculten cosas porque lo perciben como un riesgo, se preocupan y quieren supervisar sus vidas, sí se sienten
en el derecho de callar ellos las cuestiones que puedan preocupar a sus vástagos o hacerles sufrir, o aquellas que
consideran que no tienen edad de entender adecuadamente.
Sin embargo, el psicólogo Jorge Tió advierte que los adolescentes son muy sensibles a las actitudes para con ellos y
que una forma de reconocer sus aspectos adultos e ir construyendo una nueva relación adulta con ellos es haciéndoles
más partícipes de los asuntos de la familia. Y explica a los padres que a veces esos silencios de su hijo que tanto les
preocupan sólo significan que no tiene nada qué decir, que todo está todavía demasiado desordenado y mezclado en
su cabeza. Otras veces, callan por vergüenza, “por el temor a ser ridiculizados en las incipientes capacidades de adulto
o descubiertos todavía como un niño, o por la culpa y el miedo a decepcionar o a ser agredidos por ello”, arguye Tió.

De la nimiedad al secreto inconfesable. A juzgar por las experiencias que recogió Urra en su investigación, entre las
privacidades que se reservan los hijos hay de todo. Desde el joven que confiesa ocultar a sus padres que escupe por
la ventana hasta el que esconde que violó a una chica, pasando por el que no se atreve a explicar que no está de
acuerdo con el régimen de visitas de sus padres separados, los que no cuentan a sus padres que sus amigos se ríen de
ellos, lo que se descargan de internet, su orientación sexual, que han recurrido a la prostitución o que consumen
alcohol. En el aspecto cuantitativo, los temas que más callan las más de 2.000 chicas de entre 8 y 20 años consultadas
por Urra son las relaciones con chicos, dónde van o lo que hacen cuando salen, si tienen novio, las peleas con los
amigos y los suspensos. En el caso de los chicos (1.946 entrevistados), los temas más silenciados son las malas notas y
las relaciones con chicas, aunque a partir de los 15 años también callan mucho dónde van, qué hacen, si beben o sus
preocupaciones.

Por lo que respecta a los padres, aunque los temas silenciados con más frecuencia son los relacionados con la
economía familiar y los problemas familiares y de pareja, Urra apunta que durante la elaboración del estudio le
sorprendió el elevado número de padres que calla todo lo relacionado con gamberradas y travesuras hechas de
pequeño o de adolescente para no dar ideas y para no perder la autoridad. “Si los padres compartieran con sus hijos
los detalles de su infancia y adolescencia, las situaciones embarazosas que vivieron y los amores no confesados, las
decepciones, las frustraciones… serían más aceptados, comprendidos y queridos, porque sólo desde la confianza
compartida con sentido del humor y el diálogo puedes comunicarte con los adolescentes”, asegura.

Otro capítulo amplio de zonas privadas de los padres tiene que ver con sus miedos, dudas y preocupaciones sobre la
muerte, la enfermedad, el dolor, las amistades… Unas veces es por no preocuparles, pero a menudo ocurre que para
los padres no es fácil sincerarse ni hablar de sentimientos con los hijos. Según el informe Comunicación y conflictos
entre hijos y padres, editado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), apenas la mitad de los padres
dice que le resulta fácil hablar de los problemas a sus hijos y una cuarta parte reconoce que a veces no se atreve a
perdirles lo que quiere. “Aunque la intimidad es irrenunciable, quizá los padres, además de desvivirse por sus hijos,
deberían comentar sus sentimientos y aconteceres, abrirse más a sus hijos desde la sinceridad, explicarles algunos
sinsabores, miedos, dudas… y dar un primer paso que facilite posteriormente el de los hijos” hacia una relación de
confianza, reflexiona Urra. Y para aquellos que temen desmontar su imagen de referente o perder autoridad recuerda
que “todos los padres defraudan a los hijos en algo, y viceversa; es así, debe de ser así; de esta forma las nuevas
generaciones han de andar su propio camino”.

En todo caso, tanto la investigación de Urra como la de la FAD ponen de manifiesto que, tengan o no zonas privadas,
son mayoría las familias que consideran que disfrutan de una buena comunicación entre padres e hijos. En general,
de las encuestas se deduce que son más fluidas las conversaciones con las madres que con los padres. Dos de cada
tres jóvenes encuestados por la FAD declaraban estar muy satisfechos de cómo hablan con su madre, pero sólo cuatro
de cada diez cuando se trata del padre. No obstante, cuando se trata de hablar de los problemas, es ligeramente
superior el porcentaje de chavales que consideran más fácil hacerlo con el padre (41% frente a 38%). Y en la
investigación de Urra había un 15% de padres y un 10% de hijos que aseguraban no callar nada entre ellos.
LAS RAZONES DE LOS SILENCIOS DE LOS HIJOS

“No me entienden”

Muchos adolescentes están convencidos de que sus padres son incapaces de ponerse en su piel y no entenderían lo
que pasa por su cabeza o lo que sienten. En realidad, dicen algunos psicólogos, lo que ocurre es que el adolescente a
veces no se entiende ni él mismo y precisa sentirse incomprendido para compararse y valorarse.

“Se enfadan”

Con frecuencia los hijos no cuentan cosas porque piensan que serán sancionados por ello o que les impondrán
prohibiciones y les recortarán libertades. Muchos ven en el silencio una salida para no tener que escuchar broncas ni
sermones o ser sometidos a un interrogatorio.

“Por vergüenza”

Algunos chavales prefieren no compartir conductas o sentimientos con sus padres por temor a ser ridiculizados, por
pudor y falta de confianza, o porque no quieren ser juzgados por ellos.

“No me toman en serio”

Otra de las razones aducidas por los adolescentes para no hablar de su vida privada es que sus padres restan
importancia a sus emociones, le responden con que no piense en tonterías o que todavía es muy pequeño.

“Para que no se ­entrometan”

Algunos hijos levantan barreras de privacidad porque quieren hacer cosas por ellos mismos o para evitar que sus
padres se apresuren a ofrecer una solución a sus problemas, hagan críticas precipitadas a sus decisiones, o intervengan
en los conflictos o relaciones con sus amigos.

“Son unos indiscretos”

La falta de discreción de los padres es otra de las razones que aducen los jóvenes para no confiarles cuestiones que
consideran íntimas o privadas. Hay padres que no dan relevancia a la intimidad de sus hijos y comentan las confidencias
que les han hecho con otros miembros de la familia, con compañeros del trabajo, con amigos…

“Para no preocuparles”

A veces los silencios de los hijos son un intento de proteger a los padres de un disgusto, bien porque se sienten
culpables de haber hecho algo que no debían, bien porque los ven frágiles o estresados. Esta es la razón aducida a
menudo para no hablar sobre las nuevas parejas de los padres separados. A veces también ocultan sus propias tristezas
o las discusiones con los amigos “para no causarles pena”.
“Para no decepcionarles”

Hay jóvenes que no cuentan a sus padres todos aquellos aspectos de su vida que puedan enturbiar el concepto que
tienen de ellos, la imagen de hijo idílico, responsable o decidido.

“No tengo confianza”

Hay chicos que consideran que la comunicación con sus padres está restringida a los grandes problemas y los grandes
discursos y no tienen confianza para hablar de lo que consideran intrascendente.

LAS RAZONES POR LAS QUE CALLAN LOS PADRES

“Para no preocuparles”

El sentido de protección lleva a muchos padres a silenciar todos aquellos problemas, deudas, enfermedades o asuntos
que consideran que pueden causar sufrimiento a los hijos.

“Es mi intimidad”

Muchos padres no hablan a sus hijos de la parte de su vida que no comparten con ellos o que no les atañe
directamente. Pueden ser cuestiones laborales, sentimentales, enfermedades…

“No son temas adecuados a su edad”

Hay temas que padres y madres no comentan con sus hijos convencidos de que no los comprenderán o porque
consideran que no son adecuados para su educación o para las convicciones ideológicas y culturales que tratan de
transmitirles. En unos casos pueden ser problemas legales, de pareja, de trabajo, conflictos familiares…

“Para no transmitirles inseguridad”

Hay padres que silencian sus miedos, preocupaciones o debilidades para no transmitir inseguridad y que no tienen el
control absoluto de sus vidas.

“Por su indiscreción”

A veces los padres callan algunas cuestiones porque temen que los hijos hablen de ello fuera de casa y quieren proteger
su imagen o la de la familia.

“Por temor a no ser un buen ejemplo”

Con frecuencia padres y madres callan cosas que consideran vergonzantes, sus fracasos o sus gamberradas de
juventud por temor a no ser un buen ejemplo para sus hijos o para evitar que estos las utilicen para justificar sus
propias malas conductas.
"Para no crear mal ­ambiente”

Muchos silencios relacionados con los problemas de pareja o con conflictos familiares buscan eludir tensiones
añadidas con los hijos.

“Para no lastrar sus relaciones”

Hay padres y madres que se callan problemas familiares o conflictos con amigos para no influir en los posicionamientos
de los hijos.

El 62,5% de las familias cree que la comunicación ha empeorado entre padres e hijos

ANA MARTÍNEZNOTICIA09.01.2017 - 15:42H

Según el VI Barómetro de la Familia de 'The Family Watch'.

La encuesta también señala que ocho de cada diez entrevistados creen que los menores de edad beben más que hace
diez años.

"En todos los problemas de la adolescencia la variable es la comunicación con los padres", señala Siso Michavila,
sociólogo.

Las nuevas tecnologías han transformado la comunicación entre las personas y, en el ámbito familiar, el cambio se
percibe como negativo. El 62,5% de los españoles cree que ahora hay menos comunicación entre los miembros de la
familia que hace una década, según el último barómetro del Instituto Internacional de Estudios sobre la Familia 'The
Family Watch' encargada a la consultora GAD3.

"Entre los más jóvenes el empleo excesivo de videojuegos y 'smartphones' está haciendo que haya menos
comunicación", explica Siso Michavila, sociólogo y presidente de GAD3.

A pesar de que "los padres y madres se están dedicando mucho a la relación con sus hijos", según el experto, "hay una
sensación de que esta fallando la comunicación entre padres e hijos".

La encuesta se basa en 600 entrevistas a miembros de familias mayores de 18 años, de los que el 77% son padres. El
resultado refleja la preocupación de las familias por los riesgos de internet. Además de un deterioro en las relaciones
parentales, la falta de privacidad y el acoso en las redes sociales son los temas que generan más preocupación, en
concreto, a más del 80% de los encuestados.

En consecuencia, el mismo porcentaje considera que los padres deberían ser más estrictos en cuanto al uso de internet
y las redes sociales. Sin embargo, el sociólogo advierte sobre confundir el control y la intromisión de la intimidad de
los hijos con la necesidad de establecer una comunicación eficiente. "Hay que estar más pendiente, respetando la
intimidad", aconseja. "Los padres tienen que implicarse mucho más en enseñar a los hijos en emplear las nuevas
tecnologías y establecer normas claras".

La encuesta señala que el 81,7% ve con buenos ojos que se pueda acceder a contenidos de adultos sólo si se solicita a
la compañía de internet, una medida para proteger a los menores que ya se aplica en Reino Unido.
"Cuando hablamos de poner filtros de internet para evitar que los menores accedan a determinados contenidos
debemos tener en cuenta que lo hacemos para proteger y prevenir, no tanto para controlar", explica Sonsoles Vidal
Herrero-Vior, abogada experta en menores. "Los padres deben disponer de tiempo para poder dedicarlo a sus hijos y
mejorar la comunicación con ellos desde que son pequeños".

Los progenitores dicen comprar un móvil a su hijo a una edad media cercana a los 15 años. Una edad "muy temprana
para tener el móvil de forma autónoma", según Michavila, quien aboga por establecer unos horarios en su uso cuando
se trata de menores.

Más estrictos con el consumo de alcohol de los hijos

Además de las tecnologías, el barómetro recoge otras preocupaciones de las familias. Ocho de cada diez creen que los
menores beben más alcohol que hace diez años y algo más de la mitad piensa que también fuman más tabaco.

El 90,3% considera que los padres deberían ser más estrictos con los hijos en el consumo de bebidas alcóholicas y,
como posibles soluciones, los entrevistados apuestan por más actividades en familia.

"Si queremos luchar contra el exceso de alcohol, tiene que haber más comunicación", asegura el sociólogo. "En todos
los problemas de la adolescencia la variable es la comunicación con los padres".

Además, más de la mitad, un 54,8%, cree que el consumo de pornografía por menores es mayor.

Mala percepción de la economía

La percepción de la economía ha mejorado respecto al año anterior, pero sigue siendo negativa. El 61% de las familias
señala que la situación económica es mala y el 33% que es regular.

En contraste, el 25,7% de los entrevistados afirma tener una situación financiera negativa en el hogar, y regular el
47,7%. Aún así, el 52% afirma que su poder adquisitivo ha disminuido en el último año.

Por último, el 67,9% de los españoles cree que las leyes y las políticas públicas reconocen poco o nada a la familia.

Si sigues enamorado/a de tu pareja, no te des por vencido.

Date otra oportunidad.

Pero antes, fíjate en los problemas que podrían estar dificultando que tu relación funcionara de forma satisfactoria.
Uno de los problemas más habituales y que más puede llegar a dañar una relación es la incapacidad de la pareja para
establecer una comunicación efectiva.

¿Sientes que habéis perdido la comunicación? ¿te da miedo sacar ciertos temas con tu pareja?

¿Estás en un punto en el que no sabes como mantener la comunicación sin discutir?

Sigue leyendo. Queremos darte pistas sobre este asunto y que te animes a encontrar la solución.

Por qué hay conflictos de comunicación en la pareja

Los conflictos en la comunicación de pareja son muy comunes y muy peligrosos para el buen funcionamiento de la
pareja. En la inmensa mayoría de los casos, existe una dificultad (o se ha perdido esa facultad) de hablar el uno con el
otro.

La habilidad de decir a la otra parte de la pareja nuestros sentimientos y deseos es muy importante en cualquier
relación. Para que la relación de pareja crezca sana, las esperanzas, sueños y problemas deben ser compartidos.

¿Por qué aparecen los problemas de comunicación?

Estas pueden ser algunas causas:

Malos entendidos que no se han resuelto. Si no se hablan a tiempo, se acumulan.

Comunicación superficial. No se habla de lo realmente importante para el otro o no sabemos escuchar al otro o hacerle
sentir que le escuchamos.

Poca disposición o conocimiento para arreglar los conflictos.

Síntomas más comunes

A veces, hay síntomas que nos indican falta de comunicación. O, dicho de otra forma, hay señales que nos pueden
indicar que la relación no está avanzando de forma adecuada:

Una de las partes está excesivamente ocupada y no dedica tiempo de calidad a la otra.

Ya no se hacen actividades de forma conjunta.

No se encuentra diversión en hobbies que antes sí la tenían,

Los horarios han cambiado y no hay momentos en los que la pareja se pueda relajar y hablar.
Las discusiones son constantes.

Uno o los dos miembros de la pareja tiene miedo a hablar con el otro.

Consecuencias de la falta de comunicación en las parejas

La falta de comunicación puede traer muchas consecuencias negativas, y a la larga ir minando la pareja. Estas son
algunas de las consecuencias más comunes:

Posible infidelidad de una de las partes.

Faltas de respeto constantes.

Acudir a alguien externo para sentir más confianza.

Insatisfacción personal.

Problemas sexuales o falta de deseo sexual.

Ruptura de la pareja.

Terapia de pareja para resolver los problemas de comunicación

Una terapia de pareja adecuada os puede brindar estrategias de comunicación eficaz. Aprenderéis a escuchar al otro,
a expresaros de forma clara, respetuosa y asertiva, y como consecuencia de vuestro cambio de actitud la relación se
afianzará.

A veces, con el objetivo de intentar dar la mejor educación a los niños, los padres ponen toda su atención en muchos
aspectos y dejan de lado uno que es de lo más importante: la comunicación familiar.

Comunicarse en familia es un punto fundamental a la hora de educar a los pequeños y lograr transmitirles valores. Es
por eso que cuando hay una mala comunicación o ausencia de la misma puede llegar a suponer un problema porque
al final es dentro del núcleo familiar donde los menores van a aprender a enfrentarse a las dificultades, así como a
respetar y a aceptar otros puntos de vista.

Sin embargo, la realidad es que actualmente esta falta de diálogo es cada vez más preocupante y esto puede ser debido
a varios motivos. Analizamos las causas y damos algunos consejos para mejorar la comunicación en casa.

La ausencia de diálogo entre padres e hijos se relaciona los malentendidos que pueden darse dentro de las familias. Y
es que, los problemas de comunicación pueden deberse a varios factores como los siguientes:

La inexistencia de tiempo. Es una de las causas principales porque actualmente es indiscutible no pensar que el ritmo
de vida es bastante acelerado. Por desgracia esto origina que muchas veces no se dedique tiempo a hablar de cosas
tan simples como lo que se ha hecho durante el o el interés mutuo de los problemas.

La falta de paciencia. Si no existe paciencia, esta puede ser una de las grandes causas. Por ejemplo, si un padre es poco
tolerante y se irrita de manera sencilla, en vez de resolver una situación hablando puede ser que lo que se haga por
ambas partes es evitar afrontar el problema e ignorar al otro por completo.
La autoridad. Actuar como un padre demasiado autoritario y no dejar al niño expresar sus pensamientos y emociones
es algo perjudicial. No obstante, hay que considerar que dejarlo demasiado a su libre albedrío tomando sus decisiones
también puede serlo. Se trata de encontrar un equilibrio en busca de una comunicación positiva.

La indisciplina. Suele ser común con hijos en etapa adolescente y el origen de discusiones, insultos y, en definitiva,
falta de comunicación.

Consejos para mejorar la comunicación

Estar disponible. Buscar un momento en todo el día para hablar con calma es uno de los mejores hábitos que se pueden
tomar. Aunque supongan solo 10 minutos, hablando, sin televisión ni otras distracciones pueden resultar muy valiosos
para los niños.

Ser una persona que sabe escuchar. Se trata de escuchar sin interrumpir lo que dice, el niño se sentirá valorado.

No juzgar. Cuando se critica continuamente, o se sancionan las conductas de manera continua, se empiezan a generar
barreras entre los padres y los hijos.

Dar importancia a sus problemas y demostrar empatía. No dar importancia a ciertos problemas que para el niño sí son
relevantes en ese momento, puede llevar a que el niño decida no hablar de lo que le preocupa.

No imponer. Antes que decirle al pequeño lo que debe hacer, lo mejor es darle las herramientas necesarias para que
por sí solo aprenda a resolver sus dificultades.

Comunicación en las redes sociales: tan cerca y tan lejos

No se puede sustituir la comunicación directa, con el lenguaje verbal y extraverbal que ello implica, por contactos
virtuales, que están plagados de malentendidos

Comunicarse con otras personas es una necesidad fundamental para los seres humanos. No hay nada más triste que
una persona que no tenga a nadie a quien recurrir para intercambiar unas palabras y expresar sus afectos. La relación
social tiene una función biológica. Desde una perspectiva evolutiva, el contacto con los demás nos ha facilitado la
búsqueda de comida y la protección de los depredadores. De hecho, los vínculos sociales influyen en la alegría de vivir
y hasta en la resistencia a las enfermedades crónicas.

Al margen de que la soledad elegida puede tener transitoriamente efectos beneficiosos, la soledad impuesta resulta
generadora de infelicidad. Cuando una persona se siente sola, puede reconcentrarse más en su dolor (físico o
emocional), mostrarse más incapaz de reconstruir la relación con el mundo exterior y tender a autocompadecerse.
Hay personas que no tienen a nadie con quien poder hablar o compartir sus pensamientos o sentimientos. A veces
acuden con frecuencia al médico: necesitan no que los sanen, sino que los escuchen.

Las redes sociales constituyen un instrumento que, utilizado adecuadamente, puede favorecer la socialización y
contribuir a estrechar los lazos de pertenencia a un grupo. Sin embargo, conectarse no es, en modo alguno,
equivalente a comunicarse. La identidad personal de un adolescente no puede entenderse sin las relaciones de
amistad. Por medio de Twitter, Facebook o Instagram los jóvenes pueden aumentar su lista de amigos y adquirir
popularidad y reconocimiento, a costa a veces de compartir información comprometida de índole personal.

En cualquier caso, la amistad virtual no es igual que la amistad real. Hay incluso una perversión del lenguaje en las
redes sociales. Los amigos agregados de Facebook o los seguidores de Twitter no son sino meros contactos. Estas
redes pueden facilitar en sus usuarios actitudes exhibicionistas, como ocurre en el muro de Facebook cuando se utiliza
como escaparate para compartir detalles íntimos, o narcisistas, como cuando se hace alarde del número de seguidores
o de likes en Twitter, de los mensajes retuiteados o de las frases convertidas en trending topic. Es más, se pueden
crear perfiles falsos en Facebook o Twitter, en donde se puede engañar sobre la edad, la formación académica, la
profesión y hasta el tipo de personalidad, o en Instagram, en donde se pueden retocar las fotos colgadas. Todo ello
contribuye a la creación de identidades ficticias y a vivir literalmente en una realidad virtual.

Se trata de relaciones débiles que tan fácilmente se crean como se eliminan porque no reconocen los matices en la
comunicación cara a cara. Una persona puede tener muchos amigos en Facebook y, sin embargo, nadie con quien
conversar en la vida real o compartir el fin de semana. Por ello, la sobreexposición a las redes ha trastocado las formas
de ocio y hasta los modos de relación.

No se puede sustituir la comunicación directa, con el lenguaje verbal y extraverbal que ello implica, por contactos
virtuales, que están plagados de malentendidos. Ambos tipos de comunicación pueden ser complementarios, pero no
sustituibles. Las caricias, las sonrisas, los gestos, el tono de voz o los abrazos no pueden ser reemplazados por los
emojis, los selfies o los mensajes de texto. Las emociones complejas se perciben a través de las microexpresiones
faciales. La sensación de mirar directamente a los ojos no la igualará nunca un mensaje de 280 caracteres. Una persona
puede sentirse sola en medio de un aluvión de emoticonos, selfies y mensajes. Si se sacrifica la conversación por la
conexión, se tergiversa el núcleo de la comunicación humana, como cuando se abandona a una pareja diciéndoselo
por un WhatsApp.

Asimismo en los mensajes de las redes suelen mezclarse la esfera de lo público (la profesión, la edad o el lugar de
residencia), de lo privado (el sistema de valores o los recuerdos biográficos) y de lo íntimo (el espacio interior más
reservado de cada persona, del que se hace partícipe solo a los más allegados). La confusión entre estos tres planos,
que son como círculos concéntricos de radio progresivamente menor, empobrece dramáticamente la comunicación.
La intimidad es lo que nos confiere dignidad como personas. Algunas personas reflejan en sus mensajes una falta de
pudor, un deseo de exhibicionismo y una carencia de valores de forma alarmante. En Internet se cuentan demasiadas
confidencias y se cuelgan demasiadas fotos y contenidos sobre los que el sujeto emisor pierde el control.

Como ocurre en tantas otras actividades, la tecnología en sí no es buena ni mala, sino depende del uso que se haga de
ella. Las redes sociales, bien utilizadas, constituyen una herramienta formidable de comunicación, siempre que nos
acerquen a quienes tenemos lejos (ahí están las posibilidades enormes de Skype o Facetime) y no nos alejen de quienes
se encuentran cerca. En algunos sectores se empieza ya a constatar una cierta fatiga de las redes sociales, sobre todo
cuando se convierten en un vehículo de noticias falsas que se hacen virales, en un vertedero de odio o insultos o en
una intromisión en la intimidad ajena. Curiosamente las personas son más dadas a compartir con desconocidos la
indignación que la alegría. Sin duda la inmediatez de la respuesta y el amparo en el anonimato facilitan esta conducta.

Enrique Echeburúa. Catedrático de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Académico de Jakiunde.

muchos padres les preocupa cómo la exposición a la tecnología podría afectar a los niños pequeños desde el punto de
vistadel desarrollo. Sabemos que nuestros niños en edad preescolar están adquiriendo nuevas habilidades sociales y
cognitivas a un ritmo impresionante, y no queremos que horas pegados a un dispositivo electrónico les impida esto.
Pero laadolescencia es un período igualmente importante y de rápido desarrollo, y muy pocos de nosotros estamos
prestando atención a cómo el uso de la tecnología de nuestros adolescentes (que es mucho más intenso e íntimo que
el de un niño de 3 años que juega con el teléfono de su papá) los está afectando. De hecho, a los expertos les preocupa
que las redes sociales y los mensajes de texto, que se han vuelto tan esenciales para la vida adolescente, estén
promoviendo la ansiedad y disminuyendo la autoestima.

Las personas jóvenes reportan que podría haber una buena razón para preocuparse. En una encuesta llevada a cabo
por la Royal Society of Public Health (página en inglés), se preguntó a jóvenes entre 14 y 24 años en Gran Bretaña, de
qué manera las plataformas de las redes sociales tenían un impacto en su salud y bienestar. Los resultados de la
encuesta encontraron que Snapchat, Facebook, Twitter e Instagram aumentaban los sentimientos de depresión,
ansiedad, mala imagen corporal y soledad.

Comunicación indirecta

Los adolescentes son expertos en mantenerse ocupados en las horas después de la escuela y hasta mucho tiempo
después de la hora de ir a dormir. Cuando no están haciendo su tarea (y cuando la hacen) están en línea y en sus
teléfonos, enviando mensajes de texto, compartiendo, troleando, desplazándose por la pantalla, lo que sea.

Por supuesto, antes de que todos tuvieran una cuenta de Instagram, los adolescentes también se mantenían ocupados,
pero era más probable que hablaran por teléfono o en persona cuando salían al centro comercial. Aunque pudo haber
parecido una gran cantidad de reuniones sin sentido, lo que estaban haciendo era experimentar, probar habilidades,
tener éxito y fracasar en cientos de pequeñas interacciones en tiempo real, que los niños de hoy se están perdiendo.
Por su parte, los adolescentes modernos están aprendiendo a comunicarse mayormente mientras miran una pantalla,
no a otra persona.

“Como especie estamos muy en sintonía con la lectura de señales sociales”, dice Catherine Steiner-Adair, EdD,
psicóloga clínica y autora de The Big Disconnect (página en inglés). “No hay duda de que los niños están perdiendo
habilidades sociales muy importantes. De alguna manera, enviar mensajes de texto y comunicarse en línea no es que
provoque una discapacidad del aprendizaje no verbal, pero sí coloca a todos en un contexto de discapacidad no verbal,
donde el lenguaje corporal, la expresión facial e incluso los tipos más pequeños de reacciones verbales se vuelven
invisibles”.

Disminuir los riesgos

Ciertamente, hablar de forma indirecta crea una barrera para una comunicación clara, pero eso no es todo. Aprender
cómo hacer amigos es una parte importante del crecimiento, y la amistad requiere, en cierta medida, asumir riesgos.

Esto es cierto para hacer un nuevo amigo y también es cierto para mantener amistades. Cuando hay problemas que
hay que enfrentar, grandes o pequeños, se requiere valentía para ser honesto acerca de lo que sentimos, y luego
escuchar lo que la otra persona tiene que decir. Aprender a cruzar efectivamente estos puentes es parte de lo que
hace que la amistad sea divertida, emocionante y también aterradora. “Parte de la autoestima saludable es saber
cómo decir lo que pensamos y sentimos, incluso cuando no estamos de acuerdo con otras personas, o si se siente
como algo emocionalmente arriesgado”, señala la Dra. Steiner-Adair.
Pero cuando la amistad se desarrolla en línea y a través de textos, los niños hacen esto en un contexto que está
despojado de muchos de los aspectos más personales y a veces intimidantes de la comunicación. Es más fácil mantener
la guardia alta cuando estás enviando mensajes de texto, por lo que hay menos en juego. No estás escuchando o
viendo el efecto que tus palabras están causando en la otra persona. Debido a que la conversación no está sucediendo
en tiempo real, cada una de las partes se puede tomar más tiempo para considerar una respuesta. No es de extrañar
que los niños digan que llamar a alguien por teléfono es “demasiado intenso”: requiere una comunicación más directa,
y si no se está acostumbrado a eso, puede dar miedo.

Si los niños no practican lo suficiente cómo relacionarse con otras personas y cómo satisfacer sus necesidades en
persona y en tiempo real, muchos de ellos se convertirán en adultos con ansiedad acerca del principal medio de
comunicación de nuestra especie: hablar. Y por supuesto, las negociaciones sociales solo se vuelven más riesgosas a
medida que las personas crecen y comienzan a experimentar las relaciones románticas y laborales.

Acoso cibernético y el síndrome del impostor

El otro gran peligro que proviene de que los niños se comuniquen más de forma indirecta es que se ha vuelto más fácil
ser cruel. “Los niños envían todo tipo de mensajes que ni de broma pensarían en decirle a nadie en la cara”, dice Donna
Wick, EdD, psicóloga clínica y del desarrollo. Ella señala que esto parece ser especialmente cierto en el caso de las
niñas, a quienes generalmente no les gusta estar en desacuerdo con sus amigas en la “vida real”.

“Uno espera enseñarles que pueden estar en desacuerdo sin poner en peligro la relación, pero lo que las redes sociales
les están enseñando a hacer es estar en desacuerdo de maneras más extremas y que sí ponen en peligro la relación.
Es exactamente lo que uno no quiere que suceda”, dice ella.

La Dra. Steiner-Adair concuerda con que las niñas corren un riesgo particular. “Las niñas socializan más para
compararse con otras personas, en particular con otras niñas, para desarrollar sus identidades, lo que las hace más
vulnerables a las desventajas de todo esto”. Ella advierte que a menudo la falta de una autoestima sólida es la culpable.
“Olvidamos que la agresión relacional proviene de la inseguridad y de sentirse mal consigo mismo, y de querer
menospreciar a otras personas para sentirse mejor”.

La aceptación entre sus iguales es importante para los adolescentes, y muchos de ellos se preocupan por su imagen
tanto como un político que se postula para un cargo, y para ellos puede sentirse así de serio. Agregue a eso el hecho
de que los niños de hoy obtienen datos reales de encuestas sobre cuánto les gustan a las personas o sobre su
apariencia, a través de cosas como los “me gusta”. Es suficiente para hacer voltear la cabeza a cualquiera. ¿Quién no
querría verse “mejor” si puede? Entonces los niños pueden pasar horas recortando sus identidades en línea, tratando
de proyectar una imagen idealizada. Las adolescentes clasifican centenares de fotos, con una tremenda angustia sobre
cuáles publicar en línea. Los adolescentes varones compiten por la atención tratando de superar a los demás,
traspasando los límites tanto como pueden en la ya desinhibida atmósfera en línea. Hacen pandillas unos contra otros.

Los adolescentes siempre han estado haciendo esto, pero con el advenimiento de las redes sociales se enfrentan a
más oportunidades y más trampas que nunca. Cuando los niños revisan las publicaciones en las redes sociales y ven
qué bien lucen todos, solo aumenta la presión. Estamos acostumbrados a preocuparnos por los ideales poco prácticos
que los modelos de revistas retocados digitalmente le dan a nuestros hijos, pero ¿qué sucede cuando el niño de la
casa de junto también está retocado? Aún más confuso, ¿qué pasa cuando nuestro propio perfil no representa
realmente a la persona que sentimos que somos en nuestro interior?

“La adolescencia, y en particular al inicio de los veinte, son los años en los que eres muy consciente de los contrastes
entre quién pareces ser y quién crees que eres”, dice la Dra. Wick. “Es similar al ‘síndrome del impostor’ en psicología.
A medida que crecemos y adquirimos mayor dominio, empezamos a darnos cuenta de que en realidad somos buenos
en algunas cosas, y luego sentimos que esa brecha, con suerte, se estrecha. ¡Pero imagine que su miedo más profundo
y oscuro es que usted no sea tan bueno como parece, y luego imagine que necesita verse perfectamente bien todo el
tiempo! Es agotador”.

Como explica la Dra. Steiner-Adair, “la autoestima proviene de la consolidación de lo que somos”. Cuantas más
identidades tengamos, y cuanto más tiempo nos hagamos pasar por alguien que no somos, más difícil será sentirse
bien acerca de nosotros mismos.

Acechar (y ser ignorado)

Otro gran cambio que ha llegado con la nueva tecnología, y especialmente con los teléfonos inteligentes, es que nunca
estamos realmente solos. Los niños actualizan sus estados, comparten lo que están viendo, escuchando y leyendo, y
tienen aplicaciones que les permiten a sus amigos conocer en todo momento su ubicación específica en un mapa.
Incluso si una persona no está tratando de mantener a sus amigos actualizados, nunca estará fuera del alcance de un
mensaje de texto. El resultado es que los niños se sienten hiperconectados entre sí. La conversación nunca debe
detenerse y parece que siempre sucede algo nuevo.

“Independientemente de lo que pensemos sobre las ‘relaciones’ que se tienen, y en algunos casos, que comienzan en
las redes sociales, los niños nunca obtienen un descanso de ellas”, señala la Dra. Wick. “Y eso, en sí mismo, puede
producir ansiedad. Todos necesitan un respiro de las demandas de intimidad y conexión, tiempo a solas para
reorganizarse, reponerse o simplemente relajarse. Cuando no se tiene eso, es fácil convertirse en alguien
emocionalmente agotado y en terreno fértil para que la ansiedad se reproduzca”.

De igual modo, es sorprendentemente fácil sentirse solo en medio de toda esa hiperconexión. Por un lado, ahora los
niños saben con certeza deprimente cuándo son ignorados. Todos tenemos teléfonos y todos respondemos a las cosas
con bastante rapidez, de modo que cuando esperas una respuesta que no llega, el silencio puede ser ensordecedor.
El tratamiento silencioso puede ser un insulto estratégico o simplemente el desafortunado efecto secundario de una
relación adolescente en línea que comienza intensamente, pero luego se desvanece.

“En los tiempos antiguos, cuando un niño iba a romper contigo tenía que tener una conversación contigo. O al menos
tenía que llamar “, dice la Dra. Wick. “En estos días, podría desaparecer de tu pantalla, y tú podrías nunca llegar a
tener la conversación sobre… ¿qué hice?”. Con frecuencia los niños se quedan imaginando lo peor de sí mismos.

Pero incluso cuando la conversación no se rompe, estar en constante estado de alerta puede provocar ansiedad.
Podemos sentir que estamos siendo dejados de lado y nosotros mismos hacer de lado a los demás, y nuestra necesidad
humana de comunicarnos también se delega de manera efectiva de ese modo.
¿Qué deberían hacer los padres?

Ambas expertas entrevistadas para este artículo coincidieron en que lo mejor que pueden hacer los padres para
minimizar los riesgos asociados con la tecnología es reducir primero su propio consumo. Depende de los padres dar
un buen ejemplo de cómo luce el uso saludable de la computadora. La mayoría de nosotros revisamos con mucha
frecuencia nuestros teléfonos o nuestro correo electrónico, ya sea por interés real o por el hábito nervioso. Los niños
deberían estar acostumbrados a ver nuestras caras, no nuestras cabezas inclinadas sobre una pantalla. Establezca
zonas libres de tecnología en la casa y horas sin tecnología, en las que nadie usa el teléfono, incluidos mamá y papá.
“No cruce la puerta al llegar a casa después del trabajo en medio de una conversación”, aconseja la Dra. Steiner-Adair.
“No cruce la puerta al llegar del trabajo, diga un ‘hola’ rápidamente y luego ‘simplemente comience a revisar su correo
electrónico’. Por la mañana, levántese media hora antes que sus hijos y revise su correo electrónico en ese momento.
Présteles toda su atención hasta que salgan por la puerta. Y ninguno de ustedes debería usar sus teléfonos de camino
hacia o desde la escuela, porque ese es un momento importante para conversar”.

Limitar la cantidad de tiempo que usted pasa conectado a las computadoras no solo proporciona un contrapunto
saludable para el mundo obsesionado con la tecnología, sino que también fortalece el vínculo entre padres e hijos y
hace que los niños se sientan más seguros. Los niños necesitan saber que usted está disponible para ayudarlos con sus
problemas, hablar sobre su día o para darles una perspectiva realista.

“Son los mini momentos de desconexión, cuando los padres están demasiado concentrados en sus propios dispositivos
y pantallas, que diluyen la relación entre padres e hijos”, advierte la Dra. Steiner-Adair. Y cuando los niños empiecen
a acudir a Internet en busca de ayuda o para procesar lo que les ocurra durante el día, es posible que no le guste lo
que sucede. “La tecnología puede brindarle a sus hijos más información que usted y no tiene sus valores”, señala la
Dra. Steiner-Adair. “No será sensible a la personalidad de su hijo y no responderá a sus preguntas de una manera
apropiada para su etapa de desarrollo”.

Además, la Dra. Wick aconseja retrasar la edad del primer uso tanto como sea posible. “Utilizo aquí el mismo consejo
que uso cuando hablo de niños y alcohol: trate de llegar lo más lejos posible sin nada”. Si su hijo está en Facebook, la
Dra. Wick dice que usted debe hacerse amigo de su hijo y monitorear su página. Pero aconseja no revisar mensajes de
texto a menos que haya motivos de preocupación. “Si tiene una razón para estar preocupado, entonces está bien,
pero debe ser una buena razón”. Veo padres que simplemente espían a sus hijos. Los padres deben comenzar por
confiar en sus hijos. No darle a su hijo el beneficio de la duda es increíblemente perjudicial para la relación. Ellos tienen
que sentir que sus padres piensan que ellos son buenos niños”.

Fuera de los servicios en línea, el mejor consejo para ayudar a los niños a desarrollar una autoestima saludable es que
se involucren en algo que les interese. Puede ser deportes o música, o desarmar computadoras o ser voluntario,
cualquier cosa que despierte interés y les brinde seguridad. Cuando los niños aprenden a sentirse bien acerca de lo
que pueden hacer, en lugar de cómo se ven y de lo que poseen, son más felices y están mejor preparados para el éxito
en la vida real. Que la mayoría de estas actividades incluyan también pasar tiempo interactuando con sus compañeros
cara a cara es solo el merengue sobre el pastel.

También podría gustarte