La Soledad de No Pertenecer

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

La soledad de no pertenecer, por Clarice Lispector

Estoy segura de que en la cuna mi primer deseo fue el de pertenecer. Por motivos que
ahora no importan, debía de estar siendo que no pertenecía a nada ni a nadie. Nací por
nacer. 

Ya en la cuna sentí esta hambre humana y ha seguido acompañándome toda la vida,


como si fuese un destino. Hasta el punto de que mi corazón se contrae de envidia y de
deseo cuando veo a una monja: ella pertenece a Dios.

Precisamente porque es tan fuerte en mí el hambre de entregarme a algo o a alguien me


volví bastante arisca: tengo miedo de revelar cuánto lo necesito y lo pobre que soy. Sí, lo
soy, muy pobre. Solo tengo un cuerpo y un alma. Y necesito más que eso. Quién sabe si
empecé a escribir tan pronto porque, al escribir, por lo menos me pertenecía un poco a mí
misma, aunque eso sea solo un triste facsímil.

Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona. Ya
no sé cómo se hace. Y una forma nueva de la "soledad de no pertenecer" ha empezado a
invadirme como la hiedra de un muro.

Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca he formado parte
de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo
quisiera, y no consigo, es por ejemplo que todo lo que de bueno surgiese en mi interior
pudiese entregarlo a aquello a lo que perteneciese. Incluso mis alegrías, qué solitarias son
a veces. Y una alegría solitaria puede volverse patética. Es como quedarse con un regalo
envuelto en papel bonito en las manos y no tener a quién decirle: toma, es tuyo, ¡ábrelo!
Como no quiero verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, evito el
tono de tragedia, raramente envuelvo con papel de regalo mis sentimientos.

Pertenecer no resulta solo de ser débil y de necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte.
Muchas veces mi intenso deseo de pertenecer surge de mi propia fuerza, quiero
pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y haga más fuerte a una persona o a una cosa.

Aunque tengo una alegría: pertenezco, por ejemplo, a mi país, y como millones de otras
personas pertenezco tanto a él que soy brasileña. Y yo que, muy sinceramente, nunca he
deseado o desearé la popularidad -soy demasiado individualista para poder soportar la
invasión de la que es víctima una persona popular-, me siento sin embargo feliz de
pertenecer a la literatura brasileña por motivos que no tienen nada que ver con la
literatura, porque ni siquiera soy una literata o una intelectual. Soy feliz solo por ‘formar
parte’.

Casi consigo visualizarme en la cuna, casi consigo reproducir en mí la vaga y sin embargo
permanente sensación de necesitar pertenecer. Por motivos que ni siquiera mi madre o
mi padre pudieron controlar, nací y me quedé así: nacida.

Sin embargo fui planeada para nacer de una manera tan bonita. Mi madre ya estaba
enferma, y, según una superstición bastante extendida, se creía que tener un hijo curaba a
las mujeres de una enfermedad. Entonces fui deliberadamente creada: con amor y con
esperanza. Pero no curé a mi madre. Y hasta hoy siento la carga de esta culpa: me
hicieron para una misión determinada y fallé. Como si contasen conmigo en las
trincheras de una guerra y hubiese desertado. Sé que mis padres me perdonaron haber
nacido en vano y haber traicionado su gran esperanza. Pero yo, yo no me lo perdono.
Desearía que simplemente se hubiese producido un milagro: nacer yo y curar a mi madre.
Entonces sí: habría pertenecido a mi padre y a mi madre. No podía confiar a nadie esa
especie de soledad de no pertenecer porque, como un desertor, mantenía el secreto de
una huida que por vergüenza no podía ser conocido.

La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la


medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo
sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de agua de
una cantimplora. Y después la sed vuelve y camino realmente por el desierto.

[(Aprendiendo a vivir, pp. 126-128 - traducción de Elena Losada -


fuente: elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com]

http://fwermus.blogspot.com/2018/01/la-soledad-de-no-pertenecer-por-clarice.html

También podría gustarte