Lo Comunitario
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Resumen
Melanie Scotta
Lo singular y lo colectivo
Antinomia individuo-sociedad
Si bien en la actualidad puede considerarse que las relaciones de los seres humanos con el medio que los rodea son
inherentes a la propia humanización, el problema de la relación de los individuos entre sí ha sido considerado desde
diferentes puntos de vista.
Desde una de ellas se considera al individuo como una realidad en sí mismo; sólo él percibe, piensa, ama u odia, se
siente responsable, toma decisiones, etc.
El grupo, la sociedad, lo colectivo serían generalizaciones teóricas que no tendrían otra consistencia que la realidad
misma de ese individuo. En la tesis contraria, el individuo, independientemente de los demás sería una mera entidad
lógica. Únicamente el grupo, el colectivo, la sociedad son reales.
Según esta concepción, el individuo sería producto de su ambiente, sea él consciente o no de ello. El individuo sería un
cruce de relaciones sociales.
Tanto en una como en otra posición, la relación individuo-sociedad está pensada desde un criterio antagónico, ambas
"resuelven" la compleja tensión entre lo singular y lo colectivo desde un paradigma disyuntivo, según el cual
singularidad y colectividad conforman un par de contrarios; presentan, por lo tanto intereses opuestos y se constituyen
desde lógicas diferentes.
Se pueden puntuar en ese sentido dos formas típicas de "resolver" tal tensión: el psicologismo y el sociologismo.
Psicologismo Sociologismo
El sentimiento que experimentan los individuos y los grupos de sus posiciones respectivas y las conductas que dicta
ese sentimiento, no son determinados inmediatamente por la realidad de su condición económica sino por la imagen
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que de ella se hacen, la cual jamás es fiel, sino que es siempre la inflexión del juego de un conjunto complejo de
representaciones mentales (G. Duby).
Obsérvese cómo desde este tipo de planteos, quedan en cuestionamiento diversas antinomias simultáneamente, así
no sólo lo singular y colectivo, sino también lo objetivo-subjetivo, lo material-ideal, la economía-cultura, abriendo
nuevas formas de enlace entre lo imaginario y lo social.
Espacios
La preocupación por pensar las relaciones y diferencias entre individuos y sociedades es una característica fundante
en las ciencias humanas, las filosofías y las ciencias y prácticas políticas de la Modernidad. En este sentido, se señalan
dos espacios donde estas consideraciones se han desplegado: espacio científico-académico y ético-político.
Espacio científico-académico
Atraviesan tanto las diferentes conceptualizaciones sobre los grupos humanos en las diversas orientaciones de la
psicología social como también los abordajes psicoanalíticos con grupos: análisis del grupo o en grupo, etc.
Psicología social: Es un punto de llegada situacional donde se va formando/redefiniendo un marco teórico, donde
se llega a determinadas concepciones acerca de la importancia de la psicología; la comprensión del sujeto, que tome
en cuenta la relación entre el orden social y la constitución del sujeto; su desarrollo, la relación del interjuego
permanente entre orden social y subjetividad/constitución subjetiva. La psicología social está siempre e n una relación
con el modo, es como que lo genera.
La psicología social es una concepción del trabajo de la subjetividad del interjuego “mundo interno”, “mundo externo”;
ese mundo externo es un orden de vínculos de relaciones, es un vínculo grupal, es un orden social, pero a su vez
también nos constituye, y nosotros a la vez somos actores de distintos espacios.
Se ha señalado que los primeros intentos para comprender, en el campo de la psicología, la problemática grupal, se
organizan en un traslado de conceptos de la psicología "individual" de la época; en reacción a esta forma de abordaje
de corte "individualista" se ubicaron las tesis sustentadas por McDougall y Durkheim, que se refirieron al grupo
enunciando una mentalidad grupal. Esta polémica se desarrolla en el cruce de un debate entre dos posiciones
encontradas, la tesis individualista y la tesis de mentalidad de grupo; da cuenta de la dificultad de poder comprender
la articulación del funcionamiento de las fuerzas sociales con los actos de los individuos.
"Los grupos parecen más poderosos y a la vez menos reales que los individuos y, si bien parecen poseer propiedades
que trascienden las individuales, sólo los individuos pueden originarlos" (Asch).
Para la tesis individualista, los individuos constituyen la única realidad y tiende a negar realidad a los grupos. Sostiene
que los procesos psicológicos ocurren tan sólo en los individuos y éstos constituyen las únicas unidades accesibles a la
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observación. Por lo tanto, si los individuos son los únicos actores reales, el término grupo constituye una ficticia
abstracción cuando pretende algo más que referirse a la suma de reacciones recíprocas de los individuos.
Para la tesis individualista, no existen los grupos. "Grupo" será un término colectivo, que hace referencia a una
multiplicidad de procesos individuales.
Siguiendo esta línea de reflexión, para comprender los fenómenos sociales debemos rastrearlos hasta llegar a las
propiedades de los individuos. Los acontencimientos de un grupo siguen los principios de la psicología individual.
En síntesis, no existe en los grupos, en las instituciones, ni en las sociedades, nada que no haya existido previamente
en el individuo.
En oposición a las tesis individualistas, se desarrolló la noción de mentalidad de grupo. A partir de la observación por la
cual cuando los seres humanos viven y actúan en grupos, surgen "fuerzas y fenómenos" que siguen sus propias leyes y
que no pueden ser descritos en términos de las propiedades de los individuos.
Por ejemplo: el lenguaje, la tecnología o las relaciones de parentesco no constituyen el producto de las mentalidades y
motivaciones individuales sino que, son procesos que poseen leyes propias, diferentes e irreductibles a los individuos.
"Las mentalidades individuales al formar los grupos originan un ser que constituye una individualidad psíquica de una
nueva índole" (Durkheim).
De acuerdo con esta tesitura el individuo aislado constituye una abstracción; fuera del grupo no posee carácter
definido, si bien sus potenciales son necesarias para el funcionamiento del grupo, no son causa de los
acontecimientos del mismo.
Asch puntualizó algo que denominó "la falacia antropomórfica de la tesis de la mentalidad de grupo", si bien esta
corriente parte de una premisa correcta, por la cual se constata que la acción de un grupo produce efectos que
superan los efectos de los individuos aislados, a partir de ello deduce la existencia de una mente de grupo que
otorgaría dirección e intencionalidad a los momentos grupales. Esta "mente de grupo" sería cualitativamente análoga a
la "mente individual aunque cuantitativamente supra individual".
En síntesis, si bien operaron una importante reacción a las tesis individualistas focalizando la especificidad de lo
grupal, quedaron limitados por cierto sustancialismo de la época, no pudieron sostener que los grupos "existían" de un
modo cualitativamente diferente a los individuos.
El grupo es pensado como un supra individuo, con los mismos mecanismos de funcionamiento interno, a lo sumo con
algunas diferencias de superficie en cuanto a su falta de sostén biológico, pero que en todo caso afectan a la
semejanza y no a la analogía, entre ambos tipos de "individuos".
Esta antinomia clásica de las ideas sociales -relación individuo-sociedad en el sesgo que adquiera- se encuentra
implícita en toda concepción sobre lo grupal.
Opera como verdadero a priori conceptual, como premisa implícita desde donde no sólo se piensa la articulación de lo
singular y lo colectivo, sino también se "lee" el conjunto de acontecimientos grupales.
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El individuo, sólida ilusión del capitalismo naciente, es pensado indiviso, libre y autónomo. Así se crean las condiciones
para el paulatino nacimiento de las ciencias humanas; el Hombre se constituye desde diferentes saberes para ser
pensado abriendo un espacio propio a los humanismos, antropologías filosóficas y ciencias humanas.
Es entonces con la noción de individuo (sujeto no dividido de la conciencia) que los saberes modernos organizaron sus
reflexiones sobre el Hombre.
La noción de individuo sustentará las prácticas y teorías del libre mercado, el consumo y la representatividad de las
democracias de la modernidad. Nuevas formas políticas y subjetivas de pensar los enlaces sociales, la regulación de
sus conflictos y la forma de negociación de sus contratos.
Las teorizaciones que colocan a los grupos humanos como campos de mediaciones entre Individuo y Sociedad, suelen
reproducir sin revisar las propiedades antinómicas de estos términos y, en tanto parten de dos conjuntos de opuestos,
aquellos campos de la realidad que no serían estrictamente indivisos ni estrictamente macrosociales, como los grupos
y las instituciones sólo pueden ser pensados como puentes o instancias mediadoras.
El a priori conceptual opera en los diferentes discursos sobre la grupalidad, de la siguiente manera:
La especificidad de lo grupal la aportan los individuos que lo forman; habrá que estudiar individuos en grupo.
La especificidad de lo grupal es aportada por un plus a los individuos agregados; habrá que estudiar grupos.
Espacio ético-político
La antinomia Individuo-Sociedad tiene también una inscripción ético-filosófica de gran importancia en el plano político.
En tanto se han planteado como disyuntiva ético-política ¿qué deberá priorizarse, los intereses individuales o los
intereses colectivos?
Estos presupuestos ético-filosóficos se hallan presentes en las diferentes preocupaciones por las relaciones de los
seres humanos entre sí y opera, desde variados puntos de entrecruzamientos -habitualmente invisibles pero eficaces-
en las distintas teorizaciones sobre lo grupal. Su operatividad se vuelve visible según se privilegie lo individual o lo
colectivo.
Si bien en quienes han priorizado lo individual no siempre su paradigma ético-político se encuentra tan desplegado,
podrían ubicarse aquí aquellas teorizaciones que se caracterizan, por ejemplo: los fenómenos de las masas y los
fenómenos grupales; acentuando su irracionalidad, lo regresivo o pensándolos como espacios que amenazan de una u
otra forma la identidad.
Estos presupuestos forman parte de los a priori conceptuales mencionados líneas arriba; operan creando las
condiciones para que los colectivos humanos sólo puedan ser indagados desde las mismas categorías que se suponen
legítimas para pensar los "individuos".
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Puede observarse que también desde las prácticas y teorías políticas se han ido desarrollando determinadas
preocupaciones por los grupos humanos. Algunos autores ubican sus aportes como parte de una psicología social no
oficial.
Se pueden incluir aquí las preocupaciones y replanteos sobre los grupos desarrollados por el Análisis Institucional.
Autores como Lourcau, Lapassade, Ardoino, retomarán el interés por los grupos en las instituciones, las condiciones
para el despliegue de sus potenciales autogestivas, la dialéctica de los instituido-lo instituyente. Dentro de esa línea
son significativos los aportes de Guattari sobre los grupos objeto y los grupos sujeto.
La relación grupo-sociedad
La relación grupo-sociedad ha sido tradicionalmente encarada desde un perspectiva de relaciones de influencia, donde
las diferentes posiciones teórico-ideológicas varían según otorguen un mayor o menor grado de influencia de lo social
sobre los movimientos de un grupo; pero, en todas lo social se ubica como algo exterior al grupo, sobre el cual recaerá,
en mayor o menor medida su influencia. Una variante de esta forma de pensar es plantearse la relación grupo-
sociedad en términos de interacción mutua.
La antinomia individuo-sociedad forma parte de un conjunto de pares antinómicos: material-ideal, alma-cuerpo, ser-
tener, objetivo-subjetivo, público-privado, que han atravesado la reflexión occidental abarcando problemáticas
filosóficas, políticas y científicas hasta la organización de la vida cotidiana y la producción de subjetividad.
Tal división dicotómica no sólo ha transitado el nivel discursivo de diferentes disciplinas sino que ha investido también
sus prácticas, inscribiéndolas de la forma muy particular en diferentes estrategias de disciplinamiento social.
El pensar la tensión entre lo singular y lo colectivo desde la antinomia individuo-sociedad opera como a priori
conceptual en las diferentes reflexiones sobre lo grupal. En el intento de desdibujar el sentido antinómico de la tensión
entre lo singular y lo colectivo, resulta pertinente repensar críticamente aquella noción por la cual los grupos
constituyen un campo de mediaciones entre individuos y sociedades. Solución tal vez válida en su momento, frente a
la gran dificultad de pensar las múltiples combinaciones posibles de la tensión antes mencionada, pero que hoy
merece revisarse.
Puede encontrarse fuerte tradición en cierta forma de reduccionismo "psi", en aquellas corrientes que centran su
análisis de los acontecimientos grupales en las interacciones ente sus integrantes, produciendo un enfoque de los
grupos plegados sobre sí mismos donde si bien se abre visibilidad con respecto a sus cohesiones, liderazgos e
interacción de roles, etc. se invisibilizan los atravesamientos institucionales, sociales e históricos que confluyen en la
gestión de tales movimientos grupales.
Otra manera de "resolver" la tensión aludida, suele ser la negación de la especifidad de los acontecimientos grupales;
puede encontrarse donde el dispositivo grupal es visualizado sólo como un espacio-escenario de despliegue de las
singularidades, yendo toda posibilidad de especifidad en el agrupamiento en sí mismo.
Un ejemplo en sentido contrario puede ofrecerlo la noción de articulación entre horizontalidad y verticalidad de Pichon
Rivière, quien mantiene la tensión sin "resolver" entre ambas instancias; en este autor, horizontalidad y verticalidad no
se subordinan una a la otra sino que, por el contrario, es en el cruce de las diacronías (evolución de un hecho, un
fenómeno o una circunstancia a través del tiempo) y sincronías grupales donde el emergente adviene.
La categoría de intermediario
Esta caracterización de los grupos como mediadores, como espacios intermedios entre "individuos" y "sociedades"
lleva implícito cierto concepto a través del cual dados conjuntos diferentes previamente demarcados habrá que,
posteriormente, buscar sus relaciones.
A su vez, dadas dos disciplinas ya constituidas -psicología y sociología- se vuelve necesario demarcar nuevos campos
disciplinarios intermedios. En este caso, una psicología de los grupos. Esta noción articuladora es el concepto de
intermediario. Ana María (la autora del texto) plantea el campo de lo grupal como un mediador entre el sujeto y la
sociedad.
Lo intermediario como función de lo articular, por el cual lo intermediario funciona en el campo de los
discontinuo, en tanto resultado de una separación entre elementos que se trata de rearticular.
Desde esta perspectiva, lo intermediario está pensado también como un proceso de reducción de
antagonismos. Este proceso se refiere también a lo discontinuo, a un tipo de discontinuidad basada en los
conflictos que se dan en un campo de fuerzas de oposición, se trata entonces de articular, bajo diferentes
normales, a los elementos en conflicto.
Lo intermediario ligado a la presentación de un proceso de transformación y pasaje, asociada al pensamiento
del movimiento.
La tercera insiste en su función estructurante y en su responsabilidad respecto del pasaje de una estructura
a otra.
La cuestión de la articulación psicosocial refiere a un intermediario de tipo 2, puesto que se trata de dos polos
psicológico y sociológico, que se han constituido en el curso de su oposición diferenciada. Kaës plantea que un punto
de vista como éste podría admitir o no la mediación entre niveles heterónomos, pero subraya que, en las fases
constitutivas de los campos disciplinarios, el resultado del debate evoluciona asiduamente hacia posiciones
reduccionistas.
Resumiendo, muchas son las formas que los reduccionismos pueden presentar. Tanto las teorizaciones como el lugar
de la coordinación suelen oscilar entre dos ficciones: la figura del gran individuo o el espejismo de los grupos como
intencionalidad.
En este sentido se vuelve necesario un cambio de paradigma; de un criterio antinómico de individuos vs. sociedades,
hacia una operación conceptual que pueda evitar una falsa resolución reduccionista y se permita sostener la tensión
singular-colectivo.
Problema epistémico
La epistemología es la disciplina que estudia a las ciencias. Es el discurso que habla sobre el decir de las ciencias. La
epistemología interroga y critica las ciencias.
Hay una necesidad de pensar lo grupal como un campo de problemáticas atravesado por múltiples inscripciones:
históricas, institucionales, políticas, económicas, etc. Lo grupal en un doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus
especificidades y su articulación con las múltiples inscripciones que lo atraviesan.
Tal epistemología supone un objeto discreto autónomo, reproducible, no contradictorio y unívoco. Implica una Lógica
de Lo Uno donde la singularidad del objeto no se vea afectada por eventuales aproximaciones disciplinarias.
La aparición de propuestas transdisciplinarias da cuenta del surgimiento de otras formas de abordaje de la cuestión,
así como de la necesidad de utilizar criterios epistemológicos pluralistas. Habla de la resistencia de ciertos procesos a
su simplificación unidisciplinaria y sugiere la oportunidad de los desdibujamientos de "individuos" y "sociedades", en
intentos de comprensión que aborden estos problemas desde el centro mismo de su complejidad.
La invención de los atravesamientos disciplinarios como transgresión a las especificidades, crea las condiciones para
hacer salir a ciertos objetos científicos de su referencialismo dogmático e invita a construir una red epistemológica a
partir de intercambios locales y no globales, donde las transferencias de saberes se realicen según el eje de la
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metáfora y no según el de la analogía. Transferencias en estado de vigilancia epistémica y metodológica que se
organicen en una epistemología crítica.
Esta epistemología crítica intenta localizar los lugares de singularidad problemática que hace que una cuestión o un
problema, estremezca los diversos saberes sin pretender conjurarlos bajo una forma globalizante.
Este movimiento que desdibuja los objetos teóricos discretos e unívocos, implica no sólo el intercambio entre
diferentes áreas de saber sino la crítica interna de variadas regiones de una disciplina que, al transversalizarse con
otros saberes, pone en interrogación muchas de sus certezas teóricas.