El poema describe a los "amorosos" como personas que buscan constantemente el amor pero nunca lo encuentran, sintiéndose siempre solos. Viven al día sin saber a dónde van, esperando algo que nunca llega. Juegan con el amor aunque saben que nunca podrán encontrarlo. En el segundo poema, el autor describe los beneficios curativos y mágicos de la luna.
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El poema describe a los "amorosos" como personas que buscan constantemente el amor pero nunca lo encuentran, sintiéndose siempre solos. Viven al día sin saber a dónde van, esperando algo que nunca llega. Juegan con el amor aunque saben que nunca podrán encontrarlo. En el segundo poema, el autor describe los beneficios curativos y mágicos de la luna.
El poema describe a los "amorosos" como personas que buscan constantemente el amor pero nunca lo encuentran, sintiéndose siempre solos. Viven al día sin saber a dónde van, esperando algo que nunca llega. Juegan con el amor aunque saben que nunca podrán encontrarlo. En el segundo poema, el autor describe los beneficios curativos y mágicos de la luna.
El poema describe a los "amorosos" como personas que buscan constantemente el amor pero nunca lo encuentran, sintiéndose siempre solos. Viven al día sin saber a dónde van, esperando algo que nunca llega. Juegan con el amor aunque saben que nunca podrán encontrarlo. En el segundo poema, el autor describe los beneficios curativos y mágicos de la luna.
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Los amorosos, Jaime Sabines
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida, y se van llorando, llorando, la hermosa vida. La luna, Jaime Sabines
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas. Es buena como hipnótico y sedante y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía. Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de conejo: sirve para encontrar a quien se ama, para ser rico sin que lo sepa nadie y para alejar a los médicos y las clínicas. Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido, y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada y mirarás lo que quieras ver. Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues, y dale la llave de la luna a los presos y a los desencantados. Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas.